Guthrie Woody - Con Destino a La Gloria

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CON DESTINO A LA GLORIA

Producciones Editoriales S. A, Avda. Jos Antonio

800 Barcelona - 13Coleccin dirigida por: Jaime Rosal Juan Jos Fernndez

Traduccin: Lisa Garrigues y Alberto Estival

Titulo original: Bound for glory

E. P. Dutton & Co, In.

1977 PRODUCCIONES EDITORIALES S. A.I. S. B. N. 84 . 365 0959 - 5 Depsito Legal B. 55.248 1977 Printed in Spain Impreso en Espaa Grficas Pasaje Castellbisbal 20 Barcelona

INTRODUCCIN Se ha dicho de Woody Guthrie, no sin razn, que fue el cantante que encarn el renacimiento de la msica folk norteamericana. Hombre de una naturaleza inquieta, anticonformista por excelencia, los reveses econmicos de su familia le impulsaron a la conquista de nuevos horizontes, por lo que a temprana edad se ech a la carretera en busca de su sustento. Sus experiencias entre los vagabundos y dems fauna variopinta que recorran los Estados Unidos en busca de trabajo, le proporcionaron un inapreciable bagaje que ms tarde aprovechara para componer las letras de sus canciones. Si a esto aadimos que Guthrie vivi en una poca de profundos desrdenes sociales, motivados principalmente por la depresin econmica del 29, no nos sorprender en absoluto el reiterativo contenido poltico social de las mismas. Cual moderno Robin Hood, Guthrie tom partido por la causa de los dbiles, los marginados, aquellos que eran desposedos de sus modestas propiedades por los trusts bancarios de los Estados Unidos. Pero en lugar de empuar el arco para desfacer entuertos, comprendi que su lucha sera ms efectiva empleando como arma su guitarra. As, desde su Sherwood particular, Guthrie lanz con singular destreza los afilados dardos de sus canciones, hacindolos llegar a los ms apartados rincones de su pas con un mensaje abiertamente opuesto a los intereses del todopoderoso capital. Expresando en ellas de forma sencilla las tragedias de aquellos olvidados de la fortuna y dedicando un especial inters a las vicisitudes de sus compatriotas okies en su penoso xodo hacia California, la nueva tierra de promisin. Su fama como cantante y militante sindicalista hicieron de Guthrie un personaje de leyenda. Sus canciones eran cantadas por millones de jvenes norteamericanos que, al igual que los vagabundos de los caminos de Amrica, queran llevar una vida alejada de todo convencionalismo impuesto por la sociedad. Sin embargo, esta bien merecida fama no hizo perder la cabeza a Guthrie, que hasta el momento de su muerte, en 1967, supo mantenerse fiel a las ideas por las que combatiera durante toda su vida. Guthrie, pues, supo rechazar la tentacin de los grandes monopolios del espectculo que, a cambio de falsas coronas de cartn, pretendan someterlo integrndolo, a la pesada maquinaria del show business ante la cual, desafortunadamente, han sucumbido muchos de los que se llaman sus discpulos. Pero aparte del testimonio musical que Guthrie nos legara, tambin contamos con un documento de inestimable valor que viene a completar con dignidad el conjunto de su obra. Bound for Glory, novela autobiogrfica en la que el cantante pone de manifiesto sus inquietudes sociales, catalizadas bajo la perspectiva de sus propias experiencias. En ella desfilan los ms variados personajes de zoolgico humano estadounidense, pintados con una fuerza y un realismo equiparable al de un Steinbeck en sus Uvas de la Ira, Es de lamentar que no haya podido elaborarse una traduccin fontica equivalente al lenguaje particular de los okies, lo que desgraciadamente resta colorido a la narracin; sin embargo, el lector, con su buena voluntad, sabr suplir este defecto, cautivado por la viveza y la agilidad que Guthrie, excelente conocedor de su pueblo, sabe imprimir a la narracin, lo que, en definitiva, hace de esta versin castellana de Bound for Glory una obra totalmente aceptable y vlida desde el punto de vista literario. La novela que a continuacin presentamos es una obra sencilla, escrita por un nombre sencillo y, por lo tanto, asequible a todos. El que pretenda encontrar en sus pginas algn esotrico mensaje, se sentir rotundamente defraudado. Pero el que, por el contrario, busque en ella un remanso de paz para distraer sus ocios, se dejar arrastrar por la vitalidad enrgica de su autor, un hombre de pies a cabeza cuyo nico empeo fue la lucha por el bien de sus semejantes. JAIME ROSAL

CAPTULO

PRIMERO

SOLDADOS EN EL POLVO Vi hombres de todos los colores, rebotando en el vagn de carga. Nos pusimos de pie. Nos echamos al suelo. Nos amontonamos uno junto al otro. Nos utilizamos los unos a los otros como almohadas. Ol el sudor agrio y amargo que penetraba mi camisa caqui y mis pantalones, y la ropa de faena, los monos, los trajes aflojados y sucios de los otros tos. Mi boca estaba llena de una especie de polvo mineral gris que se extenda, con una profundidad de ms o menos una pulgada, por todo el suelo. Tenamos la pinta de una brigada de cadveres perdidos dirigindose hacia el cementerio. Con el fuerte calor de septiembre, cansados, ceudos, hartos, blasfemando y sudando, delirando y predicando. Una parte de nosotros gesticulbamos entre una nube de polvo y gritbamos hacia los dems. Otros estaban demasiado dbiles, enfermos, hambrientos o borrachos para levantarse. El tren era un rpido y tena va libre. Nuestro vagn era como un potro salvaje, llamado por vagabundos un flat wheeler. Yo estaba al fondo del vagn, donde coga ms polvo, pero no haca tanto calor. Las ruedas iban rpidamente, a setenta millas por hora. Casi lo nico que poda or, con las imprecaciones y tacos y el estruendo del vagn, era el cascabeleo y los golpes sincopados de abajo cada vez que las ruedas pasaban por encima de una traviesa. Supongo que diez o quince de nosotros cantaban: Este tren no lleva tahres ninguno ni mentirosos o trotamundos orgullosos. Este tren va con destino a la gloria. Este tren! Buena nos ha cado, tener el nico maldito flatwheeler en todo esta mierda de tren! Un muchacho corpulento con un acento de gran ciudad se tambaleaba a mi lado y hurgaba en su mono buscando su petaca. Mejor que ir andando! Yo estaba sentado a su lado. Hermano, te molesta mi guitarra en tu cara? No, no me molesta si sigues tocando. Qu clase de canciones cantas? Cosas de jukebox? Gracias, acabo de fumar. Negu con la cabeza. Con aquella msica no ganaramos ninguna guerra. Te parece cosa de marica? lami el papel de su cigarrillo. Guasn, eh? Claro que s! Puse la guitarra en mis rodillas y le dije: Har falta ms que algunas bromas estpidas para ganar esta guerra! Har falta trabajar! Parece que t no te has roto nunca el espinazo trabajando, chico. Sac el humo por su nariz, y despachurr con el pie la cerilla en el polvo. Qu cuernos sabes t de trabajar? Por Dios, hombre! Trabajo tanto como t, o cualquier otro to. Le ense mis dedos. Y tengo ampollas que lo demuestran. Por qu no te han llamado para hacer la mili? No podra pasar el examen mdico. Los mdicos y. yo nunca hemos podido entendernos. Un rubio, a mi izquierda, de unos cuarenta aos, me dio con su codo en las costillas, y dijo: Estis hablando de una guerra. A m me parece que vais a ver una pequea guerra aqu mismo, dentro de pocos minutos. Por qu lo dices? ech una mirada por todo el vagn.

Hombre! Extendi sus pies para apoyarse otra vez en la pared. Not que llevaba un aparato ortopdico en su pierna. A m me llaman Cojo Rubio, el olfateador de luchas. El olfateador de luchas? Claro. Veo una pelea en la calle tres manzanas antes de llegar. Veo una pelea de grupo una hora antes de que empiece. Doy el soplo a los chicos. As saben a quin apostar. Ves una pelea ahora? Huelo una grande. Grandsima. Habr sangre. Ser dentro de unos diez minutos. {Oye! Gordo! di un codazo al muchacho grande de mi derecha . Este Rubio dice que se trama una pelea grande. Uf! No hagas caso a esa rata coja. No sabe decir ms que tonteras. En Chicago lo llamamos P. G. Rubio! No s cmo le llaman aqu en Minnesota! Eres una bestia mentirosa! El cojo se levant y se balanceaba, frente a nosotros. Levntate! Te voy a romper esa cochina cara! Te voy a echar en uno de esos lagos! Tranquilo, hombre, tranquilo.El gordo puso la suela de su zapato en el estmago del Rubio para refrenarle. No quiero pegar a ningn cojo. Vosotros, cuidado! No os caigis encima de mi guitarra! me puso un poco de lado. S! Ya veo que eres olfateador de luchas. Si hueles una pelea que luego no ocurre justo cuando la dijiste, pues, bueno, te pones a empezar una t mismo! Voy a romper esa caja de msica sobre tu cabeza rizada! El cojo se acerc a m dando un paso, rindose y untndose sin querer la cara, con polvo de cemento. Despus, me tir una sonrisa de desprecio, y me dijo: Claro, hombre! Claro que s! Soy un vago! Tengo el derecho de serlo. Fjate en esta pierna deshecha! Intil! Eres demasiado ruin y sopln para ganarte la vida trabajando! Hijo de puta! Entonces, vas a un bar donde se rene la gente trabajadora, pasas el sombrero, y tocas para conseguir propinas! Le dije: Vete a saltar al agua de aquellos lagos! Yo me quedo aqu! Indic la guitarra sobre mis rodillas, Justo, por Dios, sobre ti! Cog mi guitarra y fui rodando sobre las pies de tres o cuatro hombres. Le evit justo en el momento en que se dio una vuelta y se cay de espaldas, gritando como un loco. Fui dando traspis a travs del vagn, tratando de mantener el equilibrio y resguardar mi guitarra. Tropec contra un viejo que tena su cara rozando la pared. Le o gemir y decir: Esta mierda de vagn es el ms duro de cuantos he saltado! 'Por qu no se acuesta usted? Tena que apoyarme contra la pared para no caer. Por qu se queda ah, de pie? Hernia. Voy mejor de pie. Cinco o seis tos vestidos de leadores nos pasaron de prisa, blasfemando y gritando tacos. No puedo ms con este polvo! Djennos pasar! Queremos llegar al otro lado del vagn! No os encontraris ms cmodos al otro lado! les grit. El polvo me irritaba la boca. Ya lo he probado! Un tipo fornido con botas largas y calcetines de lana roja enrollados a pantalones de leador se par, me mir detenidamente y me pregunt: Quin demonios eres t? Crees que no s cmo viajar en vagn? Yo me voy a librar de este viento!

'Adelante, hombre, pasa. Pero yo te digo que te vas a quemar, con el calor del otro lado. Volv al viejo y le pregunt: Puedo hacer algo por ayudarle? Parece que no, hijo. Vea en su cara que la hernia lo tena hecho un nudo. Con este tren, quera llegar a casa por la noche. Chicago. Soy fontanero all. Pero parece que tendr que bajar en la prxima parada y tirarme a la carretera. Lstima. Aqu no se puede sentir muy solo, verdad? He contado sesenta y nueve hombres en este vagn. Casi cerr los ojos por el dolor, apret sus dientes, y se puso un poco ms encorvado. Puede ser que haya contado mal, que no viese alguno de los acostados, o contase a alguien dos veces. Pero debe haber cerca de sesenta y nueve. Parece un vagn de ovejas que van al matadero. Dej que mis rodillas se doblaran un poco para que el vagn no me sacudiera hasta hacerme gelatina. Un negro largo y alto se acerc y nos pregunt: Vosotros sabis qu es lo que nos quema las narices? Llevaba zapatos de trabajo que parecan tambin haber servido en la Guerra Civil. Los ojos, tambin? Qu? le pregunt. Polvo de cemento. Este vagn estaba lleno de cemento. De verdad? S. Creo que ya he respirado tres sacos de esta mierda. Hizo muecas y se restreg los labios con sus manos. He respirado ms que eso! T, ni hablar! Ahora ves ante ti una autntica carretera de cemento! Aqu estamos tan apretados que saldremos de este infierno pegados y amasados unos contra otros, como cemento. Hijos nos dijo el viejo a los dos. Espero que no habr ningn jaleo mientras estoy yo aqu. Si alguien se cayera sobre m, o me empujara un poco, seguro que esta hernia me matara. Me ocupar de que nadie empuje a nadie sobre usted. Les inducir que renuncien a esa costumbre le dije. Qu hora es? Debe ser ya la hora de la pelea? Mir a los dos. Deben ser las dos o las tres me contest el negro, a juzgar por el sol que entra por esa puerta. Oye! Qu estn haciendo aquellos chicos por all? Estir el cuello. Echando algo de una botella dije. Muy cerca de los pies de aquel viejo negro. Qu es? Estn mojando el polvo de cemento con ella. Ahora encienden una cerilla. Gasolina! El viejo duerme. Van a calentarle los pies! La llama subi e hizo una pequea quemadura, ms o menos del tamao de un dlar de plata. Despus de pocos segundos, el viejo araaba las cuerdas de un paquete donde reposaba su cabeza. Dio algunas patadas en el polvo, sacudiendo las brasas sobre dos o tres hombres que estaban jugando al pquer al fondo del vagn. Lucharon quitando el fuego de su ropa; se rieron y dieron algunos rapapolvos a los chicos y tambin al viejo. Oye! Viejo imbcil! Ests interrumpiendo nuestro juego! Vi a uno de los hombres retroceder para dar un golpe al viejo. Otro jugador sonrea, y rea todo el grupo. Ha sido lo ms divertido que he visto nunca! Los chicos, vestidos con monos los dos, andaban entre la gente; uno ofreca la botella: Bebis, chicos? Quin quiere un buen latigazo? El muchacho con la botella se puso debajo de mi nariz, diciendo: Toma, musiquero; prueba un poco! Luego tocars algo caliente! S. Me haca falta una copita para tranquilizarme un poco hasta llegar a Chicago. Pas a mano por mi cara y sonre a todo el mundo.

Te agradezco que hayas pensado en m lanc la botella por encima de una docena de cabezas y cay por la puerta del vagn. Oye, t, macho! Quin te mete a ti en esto? Esa botella era ma, sabes? Tena unos veinticinco aos, llevaba una gorra untada con una especie de brillantina barata. Se plant frente a m y dijo otra vez: Esa botella era ma! Vete a buscarla le mir directamente a los ojos. Qu es lo que piensas hacer t? Pues, como te interesa tanto, voy a decrtelo. Es posible, entiendes, que yo, despus de un rato, quisiera acostarme y dormir un poco. Y no quiero levantarme con los pies abrasados. Porque en ese caso, imbcil, tendra que echarte por esa puerta! bamos a emplear aquella gasolina en hacer fuego, para cocinar. Quieres decir para meternos a todos en la crcel. He dicho cocinar, y quiero decir cocinar! Mi amigo negro examinaba a los dos chicos. Dijo: Y vosotros, cunto tiempo hace que vais quemando los pies de la gente? A ti que te importa! Mono negro! No te dejar llamarme eso, sin que lo pagues, niato blanco! Apoy mi hombro contra el negro y mi mano en el brazo del muchacho blanco, y les dije: Escuchadme, hijos! Demonios! No importa quin tiene que meterse con quin, no podemos empezar ninguna pelea en este tren! Aquellos guindillas gordos de Burlington (*) nos metern a todos en la crcel! Ya! Miedo, eso es lo que tienes! Cuentos! No te tengo miedo ni a ti ni a otros veinte como t! Pero, sabes lo que hubiera pasado si la bofia del tren nos cacheara para ver nuestras tarjetas de quinta, y te encontraran con aquella botella de gasolina? Sera la jaula para ti, para m y para todos los dems! El viejo con la hernia se mordi los labios y me pregunt: Hijo, podras intentar que uno de los hombres se aparte de la puerta y me deje respirar un poco de aire fresco? Siento que necesito un poco de aire. El muchacho de color ayudaba al viejo mientras que yo fui a la puerta y di una palmadita ligera en la espalda de un chico que tena cara de buena salud. Puedes dejar que este viejo ocupe tu sitio al lado de la puerta durante un rato? Est enfermo. Hernia. Claro. El muchacho se levant y se sent donde el viejo haba estado antes. Se comportaba de una manera simptica y nos grit: Creo que ya es tiempo de turnarse un poco en la puerta! Dejemos que todo el mundo tome un poco de fresco! Casi todo el mundo en el vagn dio una vuelta en el suelo, se levantaron, y gritaron: Buena idea! Turnmonos un poco! Estoy listo para mi turno! Demasiado tarde, chicos! Hace ya dos horas que estoy muerto y enterrado en cemento slido! Dadme aire! Traedme aire frescooooo! Todo el mundo susurraba y deca algo. Unos quince o veinte hombres empujaban a los otros, para ser los primeros en la puerta. El gordo iba apartando un grupo de ellos, diciendo: Cuidado, hombres! Dejad paso a este chico negro con el viejo. Est enfermo. Le hace falta un poco de aire. Dejadles sitio!

* * ( ) Polica privada, contratada por los ferrocarriles y empresas norteamericanas. (N. del T.)

Quin te crees que eres, gordinfln? El dictador del tren? dijo un viejo en seguida. El gordo dio un paso hacia el otro, pero volvi al grupo. Levantaos todos! Dejad a otro grupo refrescarse Dnde est el viejo al que los muchachos calentaron los pies, hace poco? All est! Oye, ven! Coge un trozo de este aire tan fresco! Sintate all! Bueno, quin es el segundo? Un borracho con los ojos enrojecidos de vino, cogi a un hombre por los pies y lo arrastr a travs del suelo, hacia la puerta. Mi amigo, aqu. No ha dicho ni una palabra desde que anoche en Duluth lo met en el tren. Un chico mejicano se frot la cabeza con la mano y se levant de un lugar cerca de la pared. Bebi la mitad de una botella de agua y lanz la botella por la puerta del tren. Se sent en la puerta con sus pies a fuera, y cogindose la cabeza con sus manos, iba vomitando al viento. Los diez primeros eran los enfermos y los dbiles; les dejamos el sitio durante media hora ms o menos. Luego se levantaron, y otros diez se sentaron durante slo quince minutos. Miraba a un grupo de hombres que ponan el dedo en los labios para hacer callar a los otros. Todos se rean de un joven que dorma en el suelo. Tena unos veinte aos. Gorra pequea y blanca de alguna tienda barata, pantalones viejos de un azul descolorido, la camisa igual, un par de botas sucias, cubiertas del polvo endurecido de muchos ferrocarriles, y un par de zapatos bajos y aplastados. Apretaba su fardo de mantas entre los brazos, y mova sus labios contra la lana. Le vi mover los dedos del pie en el polvo y besar el fardo. Me acerqu, puse mi pie en su espalda, y dije: Levntate, amigo! Vete a tomar un poco de aire fresco a la puerta. Los hombres se desternillaban de risa, movindose de un lado al otro en el suelo. Se sacudan de ac para all, dndose palmaditas en las piernas. Soooooaaaaaaandoooo contiiiiigo y tus ojos aaazuuuuules! Uno sonrea como un mono y cantaba an peor. Con quin est soando el chico musiquero? me pregunt otro hombre fornido, con su lengua apretada contra la mejilla y sus ojos disparndose. Djalo en paz le dije. Con qu sueas t? Con trenes de carga? Me sent con la espalda contra la pared, examinando el lo de hombres: inquietos, frustrados, pesados. Viajando duro. Vestidos duros. Echndose al camino arduo y solitario, el camino de ir. Ms speros que las mazorcas. Ms salvajes que las marmotas de Amrica. Ms calientes que la estufa en una estacin de ferrocarril. Ms furiosos que nueve mil dlares. Pelendose peor que cuervos en un rbol. Pasados. Gente derrotada, despistada. Un vagn loco en una va demente. Sesenta millas por hora en un nubln de polvo txico, dirigido a la nada. Vi diez hombres levantndose de la puerta. Cog mi guitarra, me sent, y asom mis pies. El aire fresco era agradable corriendo dentro de la pernera de mis pantalones. Abr mi camisa para refrescar mi cintura y pecho. Mi amigo negro se sent a mi lado, y dijo: Creo que haca falta un poco de aire fresco. Cuidado, no lo uses todo le dije en broma. Asom mi cabeza al viento y mir la orilla del lago, con una oreja escuchando a los hombres de adentro. Mentira! deca uno. Puedo trabajar tanto como t, cualquier da! Eres un gandul baboso! Soy el mejor herrero en Logan County! Mejor di que fuiste el mejor! A m me pareces un vago asqueroso!

Puedo hacer ms trabajo durante un minuto del que t podras hacer durante un mes! Oye, borracho, deja de escupir sobre mis mantas! Ya, ya, ya lo s! Soy un obrero tambin, comprendes? Pero no sirvo para nada aqu! S! Trabaj tres aos en la misma tejedura. Hice reparaciones en las mquinas. Llega Pearl Harbour. Una empresa grande recibe todos los encargos. La ma es pequea. Entonces, qu pasa? As, de golpe, cierra sus puertas. Y yo, aqu, en los trenes. Pero no soy nada en los trenes. Me agotan. Nada! Un vago, sucio y odioso! Si eres tan buen tejedor, por qu no vienes a coser mis pantalones? Ja, ja, ja! Pantalones de lujo! Ouuui! Hace tres aos, araba las mejores hileras de maz! S, s. Pero, oye, mster pez gordo, no se cultiva maz en estos vagones, entiendes? Ja! Aqul fue el ltimo trabajo que hiciste! No hay ningn sueco que haya talado tantos rboles como yo, el gran sueco. He cortado el suficiente pino blanco como para construir un pueblo entero! Callaos! Todos sois mentirosos! Charlando y gritando sobre todo lo que sabis hacer! En todos los trenes oigo la misma palabrera! Tuvisteis un buen trabajo una o dos veces en vuestras vidas, y luego vais charlataneando durante quince aos! Hablando con la gente de todas las maravillas que habis hecho! Mraos! Miraos la ropa! Toda la ropa en este vagn no vale ni tres dlares! Miraos las manos! Miraos las caras! Borrachos! Enfermos! Hambrientos! Sucios! Malvados! Tercos! Yo no voy a mentir como vosotros! Adems, tengo el mejor traje de este vagn! Trabajar? Yo, trabajar? Ni hablar! Si veo algo que quiero, me levanto y lo cojo! Mirando hacia atrs, por encima de mi hombro, vi un hombre flaquito y encanijado que se estremeca como si tuviera una metralleta en las manos. Al otro lado del vagn, se puso de rodillas y lanz una botella marrn al aire. El vidrio se estrell en pedazos contra la cabeza del hombre bien vestido. Llovi vino tinto encima de m y de mi guitarra, y sobre otros veinte hombres que intentaban agacharse. El hombre que llevaba el traje se desplom y cay contra el suelo como una vaca muerta. Ya tengo mis papeles! Ya tengo mi trabajo, firmado y todo! El to que haba tirado la botella iba pisando a todos a travs del vagn, dndose golpecitos en el pecho y sermoneando. Tuve un hermano en Pearl Harbour! Me dirijo ahora mismo a Chicago, para trabajar en una fbrica de hierro, y dar una paliza a Hitler y su grupo! Espero que duerma bien, el mster, en su traje bonito! Pero no voy a pedir disculpas a ninguno de vosotros! S, tir la botella! Y qu vais a hacerme? Nos amenazaba con sus puos y nos miraba. Me limpi donde se haba vertido el vino. Vea que los otros sacaban los trozos de vidrio de su ropa y hablaban refunfuando. Es un loco. No hubiera debido hacer aquello. Por poco la botella hubiera chocado contra uno de nosotros, en lugar de chocar contra l. El murmullo general subi de tono, y de repente sali crujiendo como un relmpago en zigzag. Algunos tos andaban de grupo a grupo, sermoneando por encima de los hombros a los otros. A mi lado, un hombre fornido se levant, y dijo: Todo lo que dice de Pearl Harbour est bien, chicos, pero no le haca falta tirar as la botella de vino. Yo voy all a darle una patada en el culo, para que vaya aprendiendo! En aquel momento, desde algn sitio por detrs de mi espalda, un mestizo indio salt y agarr al fuerte por los tobillos. Se enredaron en un nudo y se revolcaron en el suelo, pegndose y arandose. Dieron patadas en las caras de otros hombres, y los otros se las devolvieron, y se metieron en la pelea. No vas a hacer dao a aquel pequeito!

Te matar, indio! El gordo empuj al grupo, quitando y apartando los hombres y gritando: Basta! Basta ya! No te metas en esto, chulo gordo! Un hombre sucio y moreno ech una gorra aceitosa sobre sus ojos, mientras se diriga hacia el gordo. El gordo lo cogi por la garganta, y le hizo chocar la cabeza contra la pared unas doce veces, gritando: Te voy a ensear que no puedes llamar chulo a un hombre honrado! Tramposo con pinta de serpiente! Entre todos los hombres, empez y se corri: Has dicho que yo no trabajara para ganarme la vida, eh? Te sacar los ojos! A quin llamas vago? Camisas y pantalones se desgarraban, y se oa cmo todo el mundo se arrancaba la ropa unos a otros. No me gust tu hocico desde el principio! Cinco, y luego diez, otras parejas se metieron. Dnde est el vil hijo de puta que me llam vago? Unos hombres iban y venan a travs del vagn, haciendo caer a otros a empujones, tirndolos a un lado, mirando a los pocos que quedaban en el suelo. Ahora empiezan a pelearse en serio! Aqu ests, canalla malhablado! Vi seis u ocho tender la mano por abajo y coger otros por el cuello de sus camisas, tirndolos bruscamente del suelo. Puos alzndose al aire tan de prisa que no se saba de quin eran. Saba que t eras nada ms que un tramposo asqueroso cuando te vi subir a este tren! Pelea'. Pelea! Jdete! Pelea! Suelas de zapatos pateando por todas partes, y las cabezas rebotando contra las paredes del vagn. El polvo suba por el aire como si alguien lo estuviera descargando de camiones. Con que soy un vago, eh? Las cabezas de los hombres suban y bajaban en el polvo como si fueran globos flotando en el ocano. Casi todo el mundo cerraba los ojos y apretaba los dientes, y golpeaban desde el cemento como locos. Unos hombres eran aplastados contra el suelo. Botellas de agua lanzadas al aire, y vi algunos destellos que supe eran navajas. Muchos hombres levantaban bruscamente las chaquetas de los otros por encima de sus cabezas, de modo que no podan ver ni mover sus brazos y luchaban en el aire como molinos, como murcilagos ciegos. Un puo duro peg a un hombre que avanzaba con dificultad a travs del polvo. Agit los brazos intentando guardar el equilibrio, y se cay, tirando toda suerte de cosas y desperdicios de sus bolsillos sobre cinco o seis hombres que intentaban escaparse de la pelea. Por cada hombre dejado K.O., otros tres se levantaban de un salto y bramaban a travs de la horda, golpeando por ambos lados cualquier cabeza que apareciera. Hombre! Mi amigo de color movi su cabeza negativamente. Pareca inquieto. Ms vale que no te metas en esto, con tu guitarra! He recibido cerca de nueve patadas en la espalda. Un puetazo ms, y volar por la puerta hasta uno de aquellos lagos. Otra vez luchaba para permanecer de pie. Oye, enlacemos los brazos para apoyarnos en este maldito vagn! Apret mis manos enlazndolas a la guitarra que tena en mis rodillas. Qu pasara si algn to fuera empujado de este cochino tren, a esta velocidad! Seguira rodando durante una semana. Oye! Mira! El tren reduce la marcha! Mir con los ojos semicerrados hacia arriba, y luego examin a lo largo de la va. Va ms despacio para cambiar de va. Ja! Estaba buscndote, musiquero!

Sent una rodilla empujndome por la espalda, cada vez ms fuerte, para hacerme salir un poco ms por la puerta. Pensabas que me haba olvidado del asunto de la botella de gas, eh? Pues creo que ahora voy a echarte del tren, a puntapis! Intent agarrarme al brazo del negro. Ten cuidado, idiota! Qu ests haciendo? Echarme a puntapis! Voy a levantarme y aplastarte la cabeza! No me des otra patada! Puso su pie de Heno en mi omoplato, y me sac por la puerta. Gir y cog los brazos del negro con mis manos, y el tirante de mi guitarra se escap. Arrastraba mis pies encima de las carbonillas del suelo. Cuando se cay mi guitarra, tuve que dejar la mano del negro, y cogerla por el mstil. El negro tuvo que cogerse al borde de la puerta para sujetarme al vagn. Lo vi doblarse lo ms que pudo hacia atrs, y tenderse en el suelo. Eso me acerc otra vez unos centmetros ms cerca del borde de la puerta. Estaba a punto de meter un brazo dentro. Saba que l podra tirar de m hacia dentro si yo lograba llegar al borde. Mir el suelo que pasaba por debajo. El tren iba ms despacio. El negro y yo hicimos un ltimo tirn fuerte para subirme adentro. {Agrrate bien, chico! grua. Ms vale que no hagas eso! El tipo se puso en cuclillas y empuj los hombros del negro con sus manos. Ahora voy a echaros a los dos! El negro gritaba y chillaba: Ayyyy! Socorroooo! Demonios! No lo hagas! Estaba a punto de perder toda la fuerza de mi brazo izquierdo, enlazado con el del negro. Era la nica cosa que me separaba del sepulcro. Aqu es donde los dos vais a encontraros entre la carbonilla! Adis! Iros al diablo! Se mordi la lengua con los dientes y apoy todo su peso contra los hombros del negro. Reduciendo su velocidad, el tren meti los frenos y de golpe hizo caer a todos los hombres del vagn. Tropezaron unos contra otros; fallaron los puetazos, agitando los puos en el aire. Un montn de hombres cayeron al suelo y all siguieron pelendose. La sangre salpic por el aire manchando a todo el mundo. Astillas se clavaron en las manos y caras de los hombres aplastados contra el suelo. Los tos se pusieron de bruces sobre otros tos desconocidos y araaron su carne con las uas, torcindola hasta que la sangre se coagulaba en el polvo. Rodaron por el suelo y chocaron las cabezas contra la pared; cada golpe los dejaba ciegos, con sus pulmones y ojos y orejas y dientes llenos de cemento. Pisaban sobre los enfermos, quebraban a los ms valientes, andaban unos sobre otros con los zapatos de clavos propios de leadores y ferroviarios. Sent que iba soltndome de las manos del negro. Otro frenazo sacudi el tren y arranc al tipo de los hombros del negro. El choque le envi desde donde estaba sentado, saltando como una rana, por encima del montn de carbonilla, rodando, golpeando, revolvindola por ms de veinte pies a ambos lados, hasta que, como una rueda loca, se zambull en el agua del lago. Tir del negro que se asa al borde conmigo y los dos nos pusimos a correr con los pies en la carbonilla. Di un tropezn y me ca una vez, pero el negro corri y logr mantenerse de pie. Me precipit otra vez hasta la puerta del vagn. Puse mi mano sobre un cerrojo de hierro, intentando correr con el tren y saltar por la puerta. Manos de hombres se alargaron desde la puerta, intentando cogerme y ayudarme, pero mi guitarra se mova como loca y tuve que dejar el cerrojo para seguir trotando al borde de carbonilla. Empezaba a perder toda esperanza de volver al vagn, cuando mir hacia atrs y vi a mi compaero negro cogiendo una escalera de hierro, al extremo del vagn. Con la escalera en una mano, sealaba con la otra y gritaba: Psame tu guitarra!

Cuando me sobrepasaba, corr rpidamente sobre la carbonilla y le ofrec la guitarra. La cogi por el mstil y trep al techo del vagn. Cog la escalera y alcanc el techo justo detrs de sus talones. Sube de prisa, si quieres ver al to en el lago! Seal con su dedo hacia la hilera de vagones de detrs, que iban otra vez a ms velocidad. All, al lado de aquel grupo de rboles! Vadeando, a lo lejos, ves? Hombre! Seguro que el bao le quit la curda! Nos sostenamos erguidos, apoyndonos uno al lado del otro. El techo del vagn se mova y rebotaba peor que el suelo de dentro. Mi compaero me sonri con el sol en sus ojos. An no haba perdido su gorra marrn y mugrienta, y la tena aplastada sobre su cabeza, mientras que el viento intentaba llevrsela. Huy! Esto ha sido demasiado! Chico, ests preparado para un buen viaje rpido aqu encima? Seguro que no hay manera de volver al vagn, una vez que el tren se ponga en marcha. Me sent con las piernas cruzadas y me cog a las maderas del techo del vagn. l se acost con las manos enlazadas detrs de su cabeza. Nos remos del aspecto de nuestras caras, tan cubiertas de cemento, con los ojos lagrimeando. El polvo negro de carbn que vena de la locomotora nos daba el aspecto de fantasmas blancos y de ojos blancos. Los labios agrietados y hundidos por el largo viaje bajo el sol caliente y el viento duro. Hueles ese aire fresco? Huele limpio, no? Sano! T y yo, tambin vamos a recibir un remojn, seguro! Por qu lo dices? Lo s. Chico, aqu, en esta regin de los lagos, el cielo puede nublarse y llover en dos segundos! Yo no veo ningn nubarrn por aqu Son una cosa rara esos nubarrones de Minnesota! Cada nube es un nubarrn! Va a ser duro para mi guitarra. Toqu algunas notas, sin darme cuenta realmente de lo que estaba haciendo. El aire se hizo ms fresco mientras que bamos viajando. Un segundo ms tarde, levant los ojos y vi dos chiquillos arrastrndose por un vagn de baca abierta, justo detrs de nosotros: uno era alto y delgado, de unos quince aos, y el otro un renacuajo descarnado que no pareca tener ms de diez u once. Llevaban ropa de boy-scout. El mayor llevaba una mochila a sus espaldas, y el pequeo tena un jersey con las mangas atadas alrededor del cuello. Hola, chicos! El grande salud y descarg su mochila a unos pes cerca nuestro. El pequeo se sent con el cuerpo doblado y se mondaba los dientes con una navaja. Dijo: Hace mucho tiempo que estis en el tren? Yo haba visto mil nios como aqullos. Parecen venir de casas en algn lugar, de las que se haban escapado. Parecen venir para ocupar el sitio de los viejos que resbalan con una madera mojada, se sueltan de una escalera, se caen de una puerta, o simplemente se secan y se marchitan viajando en los duros vagones: los amos viejos que gruen en algn sitio del rincn ms oscuro de un vagn de carga, se quejan de una vida retorcida, la mitad vivida y la mitad gastada, lloran mientras que sus almas van del vagn al cielo, se mueren y pasan por este mundo como el eco de un pitido nublado. Buenas, seores, buenas! El negro se incorpor sentndose. Vosotros sois un poquito jvenes para ir tragando carbonilla, no? Qu podemos hacer a nuestra edad? El ms grande escupi al aire sin mirar dnde iba a caer. Es culpa de mi padre. Yo hubiera debido nacer ms pronto dijo el chiquillo.

El grande no cambiaba la expresin de su cara, porque si hubiera tenido la cara ms ruin y dura, algo habra roto. Cllate, novato! Volvi a nosotros. Vais a la carnicera o a Nueva York? No te comprendo le mir. Chicago o Nueva York? Intent no soltar una carcajada en la cara del chico. Vi al negro mover la cabeza escondiendo una sonrisa. Yo contest creo que voy a Wall Street. Pens un momento y le pregunt: Y vosotros, adonde vais? Chicago. Nosotros escapamos. Verdad que sabes tocar esa guitarra? Le hago algunos rasguos. Y cantas, encima de todo eso? No. No lo hago encima. Me pongo de pie y la cojo por este tirante de cuero alrededor del hombro, o bien me siento y la toco sobre mis rodillas. As, ves? Ganas algo con eso? A veces casi me he muerto de hambre, chicos. Pero nunca he desaparecido totalmente! -S? Es malo eso? Toqu unos acordes muy rpidos y aad unos de blues, y los chiquillos pusieron las orejas casi al agujero de la guitarra, escuchando. Oye! Qu bien tocas, no? Mejor que toques lo que quieras ahora dijo el chico mayor. No s cmo va a sonar llena de agua, pero estaremos nadando dentro de unos minutos. El negro se volvi hacia la mquina y oli el aire hmedo. Dentro de un minuto, dira yo. Estropear la guitarra? El ms grande se puso de pie y se ech la mochila a la espalda. El polvo de carbn haba cubierto su cara durante los primeros das cuando empezaron a tender este ferrocarril, y algunas gotas de saliva y la humedad de los barrios bajos de los muchos pueblos que haba conocido manchaban como pinceladas en todas direcciones su boca, nariz y ojos. Agua y sudor haban cado por su cuello, y se secaba all en largas tiras. Dijo otra vez: La lluvia va a estropear la guitarra? Me levant y vi delante el humo negro saliendo de la mquina. El aire estaba fresco y hmedo, y arrastraba una gran espiral de humo cerca de la tierra, al lado del tren. Herva y se torca, mezclado con manchas de niebla densa, y giraba con toda clase de formas. La imagen en la hierba y los arbustos de al lado de la va era como de diez mil borrachos rodando en la hierba con dolor de estmago. Cuando las primeras gotas de lluvia tocaron mi cara, dije a los nios: No creo que esta agua vaya a mejorarla! Toma este jersey viejo! me grit el pequeo. Es todo lo que tengo! Envuelve la msica con l! Que algo har! Parpade quitando el agua de mis ojos y esper un rato para que l se quitara el jersey del cuello, donde haba atado las mangas. Su rostro pareca un dibujo rpido y pequeo, del color del tabaco, que alguien borrara de un vidrio con un trapo sucio. S le dije. Gracias. La proteger de algunas gotas, verdad? Puse el jersey sobre la guitarra como un hombre vistiendo un maniqu en un escaparate. Luego me quit la camisa nueva y la puse sobre la guitarra. Abroch los botones, y at las mangas alrededor del mstil. Todos nos remos. Despus, nos sentamos de cuclillas en un semicrculo, de espaldas a la lluvia y al viento. No me importa mojarme, chicos, pero tengo que proteger a la que me gana el pan. El viento azotaba nuestro vagn, y la lluvia caa en rfagas y soplaba por encima de nuestras cabezas como el chorro de una manguera de

bomberos, tirndose sesenta millas por hora. Cada gota que me llova sobre la piel picaba y quemaba. El negro se rea y deca: Hombre! Cuando el buen Dios estaba haciendo Minnesota, no poda decidirse a crear otro ocano ms; entonces, termin la mitad, lo dej, y se march a casa. Ouiii! Baj la cabeza, sacudindola, y sigui rindose. Al mismo tiempo, casi sin que me enterase, se haba quitado su camisa azul de trabajador, y la dej en mis manos. Otra camisa podra proteger an ms tu guitarra! Y a ti, no te hace falta la camisa para protegerte? No s por qu le pregunt eso. Yo ya estaba vistiendo la guitarra con su camisa. l enfrent sus hombros al viento y frot sus palmas contra el pecho y hombros, todava rindose y hablando. Crees que esa camisa tan pequea va a protegerme de este chaparrn? Cuando mir la guitarra en mis rodillas, vi otra camisa, pequea y sucia, echada encima. No s exactamente cmo me sent cuando mis manos bajaron y la tocaron. Mir a todos los machotes que me rodeaban, curvados con sus espaldas desnudas resistiendo el viento; la lluvia chocando contra sus hombros y rebotando seis pies en el aire. No dije ni una palabra. El chiquillo estiraba sus labios para que el agua cayese en su boca como por un canal. Despus de unos segundos, guardaba un trago, y lo expulsaba entre sus dientes en un chorro largo y estrecho. Cuando vio que yo le examinaba, escupi lo que quedaba de agua, y dijo: No tengo sed. Con sta voy a envolver el mstil y las cuerdas seguirn secas. Si se mojasen, sabes?, se llenaran de orn. Enroll la ltima camisa alrededor del mstil de la guitarra. Despus, tir la guitarra hacia el lado de donde me haba acostado. At el tirante alrededor de una tabla en el techo del vagn, baj mi cabeza por detrs de la guitarra, y di una palmadita en el hombro del chiquillo pequeo. Oye, pequeo! Qu quieres? Como proteccin contra el viento podra ser mejor, pero, por lo menos, quita un poco de fuerza a la lluvia. Mete la cabeza por aqu, y bjala por detrs de la guitarra. S, est bien. Se dio la vuelta como una ranita, sonri con toda la cara, y dijo: Es verdad que la msica sirve para algo, no? Los dos extendimos todo el cuerpo. Yo estaba acostado de espaldas, mirando el cielo gris y tormentoso soplando con nubes bajas que gimoteaban cuando desaparecan debajo de las ruedas. El viento silbaba canciones fnebres para los viajeros del tren. Caan relmpagos y resonaban en el aire; chispas de electricidad bailaban en las vigas y en las instalaciones de hierro. Los relmpagos hacan agujeros en las nubes, y la lluvia caa con ms fuerza que antes. En el desierto uso esta guitarra como parasol! Ahora uso a la maldita como paraguas! Crees que algn da yo podra llegar a tocarla? El pequeo temblaba y se estremeca. Yo oa sus labios y nariz que soplaban para quitarse la lluvia, y sus dientes que castaeteaban como un martillo. Se acerc a m, y puse mi brazo para que pudiese reposar la cabeza. Le pregunt: Qu te parece como almohada? Es mejor. Temblaba mucho y se mova de vez en cuando. Luego se tranquiliz, y no le o decir nada ms. Los dos estbamos calados hasta los huesos cien veces. El viento y la lluvia parecan hacer un concurso para ver cul de ellos poda azotarnos con ms fuerza. Senta el techo del vagn aporrendome por detrs de la cabeza. Poda aguantarlo un poco, pero no durante mucho tiempo. Contra la guitarra golpeaban las gotas de lluvia, y sonaba como un nido de ametralladoras escupiendo plomo.

La fuerza del viento empuj la guitarra contra la parte de arriba de nuestras cabezas, y el vagn se tambale y sacudi a travs de las nubes como un atad cayendo por un risco. Mir la cabeza del chiquillo que reposaba en mi brazo, y pens: "S, as est un poco mejor." Mi propia cabeza dola por dentro. Senta en mi cerebro como una nube de saltamontes chiflados, saltando uno encima del otro a travs de un campo. Mantuve mi cuello rgido, de modo que mi cabeza estuviese separada unas dos pulgadas del techo, pero eso no surti ningn efecto. Cog fro y tena calambres que ataban mi cuerpo en un nudo. La nica forma de reposar era dejar que mi cabeza y cuello perdiesen su rigidez, y cuando haca eso, la sacudida del techo martilleaba mi cabeza. El chaparrn se hizo ms furioso y salpicaba todos los lagos, cantando y rindose. Luego el lamento del viento empez suavemente y lloraba entre los rboles del monte como un canto a la libertad perdida de un pueblo vencido. Oa a travs del techo las voces de los setenta y seis vagos dentro del vagn. Eran sesenta y nueve, dijo el viejo, sin contarse a s mismo. Uno se tir al lago. En su cada empuj a dos ms, pero stos cogieron la escalera. Luego aquellos mocosos, quemados por el viento y endurecidos por el sol, que haban subido al techo de nuestro vagn, haban quedado atrapados bajo el chaparrn como ratas ahogadas. Hombres luchando contra hombres. Color contra color. Familia contra familia. Raza empujando contra raza. Y todos nosotros luchando contra el viento y la lluvia y el relmpago brillante que zumba y retumba, que baa sus ojos en el cielo blanco, que lucha con el ro hasta paralizarlo, y pasa su noche borracho en una casa de putas. "Qu es eso pegndome en la cabeza? Slo los golpes del techo del vagn. Oye, por Dios! A quin demonios piensas que ests pegando? Y quin eres t, un maldito chulo? No te dej intimidar a esa mujer! Por qu est toda esta gente en la crcel? Creer en la gente? De dnde venimos, todos nosotros? Dnde nos equivocamos? Canalla, si me pegas otra vez, te arrancar la cabeza!" Mis ojos bien cerrados, estremecindose hasta estallar, como la lluvia cuando los relmpagos descargan una carretada de truenos por encima del tren. Yo giraba y flotaba y coga al chiquillo por la cintura, y mi cerebro era como una cazuela de plomo caliente, burbujeando encima de un fuego. "Quines son, todos esos locos, gimiendo el uno contra el otro como hienas? Son hombres, sos? Quin soy yo? Por qu han venido aqu? Por qu he venido yo aqu? Por qu diablos he venido aqu? Qu tengo que hacer aqu?" Mi oreja aplastada contra el techo de estao absorba la msica y el canto que venan del vagn: Este tren no lleva ladrones ninguno, ni putas, chulos o tahres callejeros Este tren va con destino a la gloria. Este tren. Puedo acordarme? Acordarme de dnde estaba esta maana? St. Paul. S. La maana anterior? Bismark, North Dakota. Y otra vez la maana anterior? Miles City, Montana. Hace una semana era pianista en Seattle. Quin es este chiquillo? De dnde viene? Adonde va? Ser como yo cuando se haga hombre? Era yo como l cuando tena su estatura? Djame acordarme. Djame volver hacia atrs. Djame levantarme y andar otra vez por el camino por donde vine. Este caminar tan arduo y ese siempre trotar. El vagabundeo. Mi cabeza no funciona muy bien. Dnde estaba yo? En dnde demonios estaba? Dnde estaba de chiquillo? Hacia atrs, atrs, atrs y ms atrs, hasta donde alcanza la memoria? Cete, relmpago, cete! Cete, maldito relmpago, cete! Hay mucha gente a la que no puedes hacer dao!

mundo.

Cete, relmpago! A m qu me importa! Ruge y retumba, tuerce y gira, el cielo nunca estar tan loco como el

Con destino a la gloria? Este tren? Ja! Sigue cayendo, pequea lluvia, sigue! Sigue soplando, pequeo viento, sigue! Sigue soplando, pequeo viento, sigue! Porque esos tos cantan que este tren va con destino a la gloria, y yo voy a abrazarlo hasta que sepa con qu destino va.

CAPTULO II TABAQUERAS VACIAS

Okemah, en el idioma de los indios creck, significa "Pueblo sobre una colina", pero nuestra colina ms usada era la Colina del Cementerio, y casi la nica colina en el campo donde se poda ir a descansar. Al oeste del pueblo, los caminos de carro desaparecan, avanzando a travs de unas colinas arenosas y secas. Luego, al sur, el campo se expanda suavemente y existan muchas granjas empobrecidas, intentando ganarse la vida entre los robles bajos, el blackjack, zumaque, sicmoro y cottonweed que se extendan entre los bordes de las praderas de heno y los pastos espinosos. Okemah era un pueblo de cultivadores de Oklahoma desde su fundacin, y tena ms o menos la misma cantidad de indios, blancos y negros, los cuales comerciaban entre s. Tena un ferrocarril que se llamaba The Fort Smith and Western, del que no haba ninguna seguridad que se pudiera llegar a algn sitio viajando con l. El ferroviario ms conocido se llamaba Boomer Swenson, y cada vez que Boomer llegaba a algn lugar de la va donde se hubiera atropellado a alguien, tiraba de la cuerda del pito y daba el ms largo, ms doliente y ms triste silbido que nunca hubiera pitado en el ferrocarril de hombre alguno. El nuestro era slo otro pueblo pequeo, supongo, con mil y pico habitantes, donde todos conocan a todos; y cuando caminabas hacia correos, solas saludar con la cabeza y hablar con tantos amigos que el cuello te dola cuando recoga tus cartas, si es que las haba. Tardabas cerca de una hora en atravesar el pueblo, saludar a la gente, y charlar sobre las ltimas noticias, los chismes de familia, las enfermedades, el tiempo, los cultivos y la poltica de mierda. Todo el mundo tena algo que decir sobre algo, o alguien, y normalmente sabas cada palabra de lo que iban a decirte antes de que lo dijeran, ya que haba oradores muy conocidos y muy expertos sobre todos los temas dentro y fuera del mundo. l viejo Windy Tom sola pronunciar discursos sobre el tiempo. No solamente poda ensear la ruptura exacta en la nube exacta, sino justamente cundo y dnde iba a llover, granizar, o nevar, y eso ayer, hoy o maana, recordndote los ms insignificantes y finos detalles del tiempo reciente, del ao pasado, de hace dos aos, o de hace cuarenta aos. Cuando Windy Tom empezaba a soplar, sus discursos cubran ms sitio que cualquier cicln. Pero era el mejor en meteorologa el Profeta de Okemah y hasta hubiramos luchado por defenderlo. Yo era lo que se dice un nio de pueblo, y grababa mis iniciales en casi todo lo que estaba inmvil y me dejaban hacerlo. W. G., chico de Okemah. Nacido en 1912. Aquel fue el ao, me parece, que eligieron a Woodrow Wilson como presidente, y mi padre y mi madre se excitaron y hablaron mucho de la buena y la mala poltica, y me llamaron tambin Woodrow Wilson. No me acuerdo muy claramente de nada de eso. No tena ms que dos aos cuando construimos nuestra casa de siete cuartos en el mejor barrio de Okemah. Nuestra casa era nueva y mam estaba muy contenta y orgullosa de ella. Me acuerdo de un exterior amarillo brillante una impresin borrosa de un interior oscuro unas parras mirando por la ventana desde el exterior. A veces recuerdo que intentaba seguir a mi hermana mayor hasta el colegio. Recoga todos los libros sueltos que encontraba por casa, y sala por la verja y caminando por la acera, pensando en ir a recibir las clases del colegio, pero mam sala corriendo, me coga y me arrastraba hasta casa, mientras yo lloraba y pataleaba. Cuando mam esconda los libros, yo volva al portal de casa. Tena miedo de huir otra vez, pero usaba el portal como un escenario, la hierba, las flores y las estacas de la valla eran los espectadores, y all invent mi primera cancin: Escucha la msica.

Msica. Msica. Escucha la msica. Orquesta de msica. Me parece que durante aquellos das se llevaban bien los unos con los otros en la familia. La gente del pueblo iba en calesas por nuestra calle, todos vestidos de etiqueta, y miraba nuestra casa y deca: "La casa nueva de Charlie y Nora Guthrie." Clara tena entre nueve y diez aos, pero a m me pareca una hermana grandsima. Siempre iba agachndose y girando, bailando hasta el colegio y cantando cuando volva a casa. Tena unos bucles largos, que se balanceaban al viento y me tocaban la cara cuando jugaba a luchar conmigo por el suelo. Roy tena entre siete u ocho aos. Siempre callado. Andaba tan lentamente y pensaba tan profundamente que siempre me preguntaba lo que pasaba por su cabeza. Le miraba derribar a otros chicos forzudos a travs de la valla, y luego l entraba a casa y pensaba y pensaba sobre lo que haba hecho. Me preguntaba cmo poda luchar tan bien y quedarse tan callado. Supongo que yo tena un poco menos de tres aos en aquella poca. La tranquilidad, el buen tiempo. La primavera transformndolo todo en verde. El verano manchndolo todo de pardo. Otoo lo volva todo ms rojo, ms oscuro, ms frgil. Y el invierno era blanco y gris y el color de los rboles desnudos. Pap iba al pueblo y haca negocios de bienes races con otra gente, y traa a casa el dinero de otra gente. Mam poda firmar cheques por cualquier cantidad, comprar cualquier cosita que le gustara. Roy y Clara podan ir a cualquier tienda en Okemah y comprar la ropa que iba con el tiempo, cosas saludables para comer. Pap estaba orgulloso porque todos podamos comprar lo que nos gustaba. La casa estaba colmada de cosas que les gustaban a mam, a Roy, a Clara, y eso le gustaba a pap. Me acuerdo de sus libros de jurisprudencia encuadernados en piel, Blackstone y otros. Fumaba en pipa un buen tabaco y yo me preguntaba si aquello le ayudaba a apoltronarse en su silln grande y confortable y pensar en algn negocio o transaccin para ganar ms dinero. Pero aquellos eran das de guerra y lucha en Oklahoma. Hasta los chicos que repartan peridicos se peleaban en las calles para coger centavos corrodos; no era difcil comprender que pap fuese ms agudo, ms maoso, y tuviese que correr ms de prisa que los dems para tener todo lo bueno. Eso daba miedo a mam y le preocupaba. Ella siempre haba sido una persona sera con pensamientos profundos en su cabeza; y todas las canciones y baladas que cantaba, y cantaba una y otra vez durante los das, me decan ms o menos lo que estaba pensando. Tambin se lo deca a pap, pero l no escuchaba. Ella sola decirnos a nosotros, los nios: "Todos queremos mucho a pap, y si alguien intenta hacerle dao y volverle malo y cruel, lucharemos contra l, verdad?" Y Roy se levantaba de prisa, se golpeaba el pecho con el puo y deca: "Yo luchar!" Mam saba lo peligroso que era comerciar con bienes races, y quera que pap dejase de luchar y empujar por aquel negocio y que se decidiese por una vida ms tranquila, hacer crecer las cosas y ayudar a los dems. Pero pap era un hombre de azufre y fuego caliente, en su mente y en sus puos, y era conocido por toda aquella regin del Estado como el campen entre todos los boxeadores. Usaba sus puos con los estafadores y tramposos, y para dar cosas buenas a su familia. Mam era una de esas mujeres que miraba alguna cosa bonita y siempre se preguntaba: "Quin tuvo que trabajar para hacerla? Quin la posey y la quiso anteriormente?" Entonces la familia estaba ms o menos dividida en dos campos: mam nos enseaba a los nios a cantar las canciones antiguas, nos contaba historias largas sobre cada balada, y a su manera me enseaba muchas veces a intentar ver el mundo desde el punto de vista de los dems. Mientras tanto, pap nos compraba toda clase de aparatos gimnsticos, montones de nios luchando y haciendo boing en el jardn, y nos enseaba a no permitir a nadie que nos asustase, intimidara, o engaara.

Luego venan poco a poco del Oeste ms colonizadores, se deca que en busca de ms espacio, de ms tierra, de ms sitio para cultivar las ricas capas del suelo; pero callados y en secreto, cavaron hasta el corazn escondido de la tierra, para encontrar el plomo, el carbn suave, el cinc bueno. Mientras que los habitantes del pueblo a slo diecisiete millas del nuestro, bailaban en sus calles cercadas con cuerdas y celebraban muchas semanas de lo que llamaban "El Festival del Rey del Carbn", slo los primeros en llegar, los petroleros listos, saban que dentro de uno o dos aos "El Rey del Carbn" morira, y su cuerpo estara quemado hasta las cenizas, y su sepultura larga y torcida sera olvidada tenebrosa, hmeda y vaca debajo de la tierra que un nuevo rey bailara en el cielo, chorreando y rociando toda la regin con la sangre negra y viscosa de las venas de la industria: el petrleo el rey petrleo cien veces ms poderoso ms salvaje, ms rico, ms ardiente que los reyes madera, hierro, algodn, o carbn. Los negociantes astutos vinieron primero a nuestro pueblo, y eran los que haban negociado mejor que miles de otros en sus pueblos: tramposos, embaucadores, ladrones y rufianes del petrleo. Pap los conoci. Trafic y negoci, vendi y compr, se hizo grande, se extendi, y gan an ms dinero. Todo para conseguirnos cosas buenas; a todos nosotros nos gustaban las cosas ms bonitas y mejores de los escaparates de las tiendas. Y cualquier cosa en la tienda podra pertenecer a Clara slo firmando con su nombre, a Roy si firmaba con el suyo, y a mam tambin. Yo me senta orgulloso de nuestro nombre, que slo escribirlo en un trozo de papel llevaba ms cosas agradables a casa. Eso no porque haba petrleo en el viento, ni chorros azotando el cielo, no. Eso porque mi padre era el hombre que posea la tierra, y todo lo que estaba debajo de aquella tierra era nuestro. El petrleo era un cuchicheo en la oscuridad, un rumor, una jugada arriesgada. Ninguna torre de perforacin s levant como para que se la viese. Era un montn de gente cazando uno o dos aos por delante de un sueo loco. Segn el petrleo uno poda ser tratado como un ser humano, como un burro, o como un perro. Mam pensaba que ya tenamos bastante para comprar una granja y trabajarla nosotros mismos, o por lo menos empezar un negocio que fuese un poco ms tranquilo. Casi todos los das cuando pap volva a casa, mostraba los golpes y contusiones de otra pelea, y mam pareca quedarse ms callada que de costumbre. Se acostaba en su habitacin y yo la espiaba llorando en su almohada. Y todo eso nos haba dado nuestra hermosa casa con siete grandes habitaciones. Un da, nadie supo nunca cmo y dnde, un fuego estall en algn sitio de casa. Los vecinos trajeron agua. Todo el mundo corri para ayudarnos. Pero las llamas eran ms listas que la gente y todo lo que nos qued despus de una o dos horas, fueron los cimientos amontonados en cenizas candentes. "Cmo estall? Dnde empez? Alguien sabe? Oye, te han dicho algo? A m no. Yo no s. Oye, John, has visto por causalidad cmo empez a quemarse? No, yo no. Parece que nadie lo sabe. Dnde estaba Charlie Guthrie? Trabajando? Los nios en el colegio? Dnde estaba la seora Guthrie y el nene? Nadie sabe nada. Simplemente estall y salt por las habitaciones y el comedor y el saln. Nadie sabe." "Dnde estn los Guthrie? En casa de los vecinos? Todos estn bien? Nadie sufri ningn dao. Y qu va a pasar con ellos ahora? Oh! Charlie Guthrie saldr adelante y har dos intercambios de alguna manera antes de desayunar, y ganar bastante dinero para construir una casa mucho mejor que esa. No tienen seguro... Dicen que esto les deja sin blanca... Pues yo quiero ver adonde van a trasladarse ahora." Me acuerdo bastante bien de nuestra siguiente casa. La llamamos la casa London, porque una vez viva una familia llamada London. Las paredes estaban construidas con piedras cuadradas, hechas de arena. Los dos cuartos grandes en la planta baja estaban cavados al lado de una colina rocosa. Las paredes interiores eran fras, como las de un stano, y haba agujeros

cavados entre las piedras lo bastante grandes como para poner las dos manos adentro. Las tabaqueras de rape de la familia London, viejas y vacas, estaban puestas en fila sobre las vigas. Me gustaba el prtico alto en la planta de encima, porque era el ms alto de todo el pueblo. Unos chiquillos vivan en las casas encima de la colina, pero ellos tenan rboles espesos encima de de sus prticos, y no podan estar all y mirar hacia lo lejos, a travs de la primera calle bajo la colina, a travs del segundo camino un cuarto de milla ms al Este, a travs de los sauces que crecan al lado del riachuelo, para ver las hileras blancas de las balas de algodn, y los montones de hombres, mujeres y nios que iban al pueblo en carros cargados de algodn, conduciendo debajo de la curiosa barraca de la fbrica, y volviendo a casa sentados sobre las cargas de semillas de algodn. Yo estaba en el prtico mirando todo eso, que era solamente una parte del borde de Okemah. Y luego, recuerdo, haba un largo tren que silbaba con un pitido loco y echaba una nube de vapor por ambos lados de las ruedas de la locomotora, y echaba mucho humo por la chimenea. El tren tiraba de una larga hilera de vagones de carga, y cuando llegaba a la estacin, libraba su locomotora del resto de vagones, dejndolos por aqu y por all, guardando uno y dejando otros. Pero me diverta ms cuando vea a la locomotora coger un vagn v correr y correr hasta que consegua la velocidad justa, y luego parar y dejar que el vagn se deslizase por su propia inercia, hasta abajo donde los hombres esperaban su llegada. Saba que podra ir a cualquier grupo de chiquillos del barrio y caerles bien, slo con hablar de mi torre de observacin grande y alta, y de todos los caballos, los carros de algodn, y los trenes. Pap contrat a un hombre y un camin para transportar ms muebles a la casa London, y Roy y Clara trajeron toda clase de cosas pesadas, los armazones de las camas de hierro, muelles, cosas para la cocina, algunas sillas, colchas que a m me pareca que no tenan un olor normal, mesas, y una caja con la vajilla de plata que me agrad ver que era la misma que siempre habamos usado. Algunas cosas haban venido de la otra casa antes de que el fuego se hicieran incontrolable. El resto de los muebles tenan una pinta muy curiosa. Otra persona los haba usado en su casa, y pap los haba comprado de segunda mano. Clara sola decir: "Estar contenta cuando podamos vivir en otra casa; porque entonces mam podr tener un montn de cosas nuevas." Roy hablaba de igual modo: "S, estas cosas son tan feas y viejas que me asusta el tener que comer, dormir y vivir cerca de ellas." No ser como nuestra vieja casa, Roy dijo Clara. All me gustaba que los nios viniesen a jugar en el jardn, y bebiesen de los lindos vasos, y viesen los bonitos cuadros de flores. Pero echar a cualquier nio que venga a visitarme ahora, porque no quiero que nadie sepa que tenemos que vivir con sillas tan feas, viejas y malas, o cocinar en una cocina tan asquerosa, o dormir en esas camas sucsimas, y... En ese momento Clara dej en el suelo una silla que llevaba a travs de la cocina y mir alrededor de ella las paredes fras de hormign, y debajo, el suelo de piedra. Cogi un vaso que estaba medio lleno de telaraas finas, con algunas moscas envueltas como momias, y dijo: ...Y ofrecer a alguien que beba de uno de estos vasos polvorientos. Roy y Clara hicieron la primera comida en la cocina mohosa. Era una buena comida de bifstek, salsa espesa de harina, okra enrollada en harina de maz y frita en aceite, panecillos calientes con mucha mantequilla fundida dentro, y al final, Clara bail por el suelo, cogi un abrelatas del cajn del armario y nos abri una lata de melocotones. Era el tiempo de principio de otoo, y al anochecer, cerca de la hora de cenar, haba en el aire un buen olor a humo de madera; las familias en todas partes se calentaban un poco. La gran cocina calentaba las paredes de piedra, y pap pregunt a mam: Bueno, Nora, cmo te encuentras en tu nueva casa? Mam estaba apoyada en la cocina, mirando a travs de la ventana del este. Mir por encima del hombro de pap, pero no su cara; sostena una

taza de caf en sus manos. Todos callamos. Pero durante mucho rato no contest. Finalmente, dijo: Supongo que est bien. Supongo que tendr que servirnos hasta que tengamos algo mejor. Supongo que no estaremos mucho tiempo. Pas los dedos a travs de su cabello, dej su caf enfriarse en la mesa, y su cara se retorci y tembl hasta asustar a todo el mundo. Sus ojos no miraban a nadie ni a nada; sin embargo, eran oscuros y bonitos. La luz gris de la ventana del este era ms o menos todo lo que brillaba en su cerebro. Cunto tiempo vamos a quedarnos aqu, eh, pap? dijo Roy. Pap nos mir a todos y dijo: Quieres decir que no ests bien aqu? Su cara tena un aspecto raro, y su mirada resbalaba por toda la cocina. Clara levant algunos platos sucios de la mesa, y dijo: Deberamos estar bien aqu? Donde todo est tan sucio y horripilante que no puedes invitar ni a tus propios amigos a tu propia casa? Mam no dijo nada. sta dijo pap a Roy es una buena casa, con piedras slidas, un buen techo, vigas nuevas. Ve a mirar el tico. Hay mucho sitio all para guardar bales y cosas as. Puedes construir una casita en l, y durante los das fros de invierno puedes invitar a todos los nios del barrio a jugar con muecas y otros juegos. Vosotros los nios no sabis lo que es una buena casa. Adems, sta nunca va a incendiarse. Roy baj la cabeza y mir su plato. No dijo nada ms. El caf de mam estaba fro. Clara verti una cazuela de agua caliente, movi su dedo para agitar el jabn, enfri el agua a la temperatura justa con una taza de agua fra, y le dijo a pap: A m no me gusta este sitio viejo y horrible. Porque tiene las paredes fras y sucias, por eso no me gusta. Porque no me gusta dormir arriba en aquella habitacin maloliente, donde puedes oler el escupitajo de tabaco de la familia London, acumulado desde el nacimiento del primero de los nueve hijos. Porque t conoces las historias que cuenta todo el mundo sobre esta casa, t las conoces tan bien como yo. Los cuerpos de los hijos se hincharon en aquella habitacin, hasta que murieron. Les salieron lceras sucias y amarillas. Ningn nio, en todo el pueblo, ninguna de las nias con las que antes jugaba, van a venir a jugar conmigo mientras vivamos en este pueblo, si se enteran que tenemos la sarna de la casa London! Clara dej de mirarnos violentamente. Pap no dijo mucho; beba su caf y nos escuchaba. Luego dijo: Tengo algo que deciros a vosotros todos. No s como vais a reaccionar. Pues lo siento, pero tendremos que vivir mucho tiempo en esta casa. La compr ayer por mil dlares. Mam habl: Quieres decir...? Charlie, dices en serio que t... ? ...compraste este sitio? dijo Clara. Mil dlares por esta porquera? le pregunt Roy. Lo siento, pero es as. Pap sigui bebiendo su caf, dejando el resto de su cena enfrirsele delante de l. Trabajaremos juntos para arreglarla bien, decorarla de nuevo, encalarla por dentro. Pintaremos de nuevo todo el maderamen. Clara se sec las manos en su delantal y se quit los bucles de la cara. Dio algunos pasos hasta la puerta occidental, la abri y sali a la colina. Roy se levant y cerr la puerta detrs de ella. Dile a tu hermana que vuelva adentro; es de noche y va a resfriarse despus de trabajar con el calor de la cocina dijo pap. La estufa y el aire de la noche contest Roy no nos hacen tanto dao como... Como qu? le pregunt pap. Y Roy dijo: Como lo que le estabas contando a Clara. Roy, haz lo que te he dicho! Te he dicho que abras la puerta y le digas a Clara que vuelva adentro. Hazlo!

Pap dio sus rdenes; su voz era dura y fuerte, pero por otro lado sonaba ofendida. Llmala t, si quieres que vuelva! dijo Roy, y se puso a correr por delante de pap y a travs del saln. Subi precipitadamente la escalera, se meti en su habitacin y se ech las mantas por encima de su cabeza. Pap se levant de la silla, abri la puerta de la cocina y sali para buscar a Clara. La llam algunas veces, pero ella no contest. Sin embargo, poda orla llorar en algn sitio, y la llam otra vez: Clara! Clara! Dnde ests? Habla! Estoy aqu dijo Clara. Cuando pap se volvi vio que haba pasado muy cerca de su falda cuando haba salido por la puerta. Ella estaba recostada contra la pared de la casa. Sabes que tu padre no quiere que te ocurra nada malo. Me enfado de vez en cuando y os trato a todos mal, pero a veces es porque quiero trataros tan bien que... Ven, djame llevarte a casa. Soy tu pap viejo y malo, puedes llamarme as si quieres. Tendi su mano y cogi a Clara por el brazo y le dio un pequeo tirn. Ella dej que se le aflojara todo el cuerpo, y sigui llorando durante un rato. Pap sigui hablando: Quiz sea malo. Supongo que lo soy. Puede ser que no pare de trabajar y ganar mucho dinero para comprar el mximo de cosas buenas para vosotros. A lo mejor por tener que ser tan duro negociando e intentando sacar dinero, no s cmo dejar de ser as cuando vuelvo a casa, donde estis t, Roy y mam. Clara le rechaz un poco, cubrindose la cara con el brazo; luego se sec las lgrimas de sus ojos con el revs de su puo y dijo: No es verdad. No es verdad, qu? No eres malo. Por qu? Yo pensaba que lo era. No lo eres. Por qu no lo soy? Es otra cosa lo que es malo. Qu otra cosa? No s. Qu es lo que es malo con mi nena? T me lo dices, y aunque sea el pelo ms pequeo de una rana lo que te hace dao, tu pap tan duro se remangar y cerrar las manos en un puo y le quitar el aliento. Esta casa es mala. Esta casa? Es mala. Cmo puede una casa ser mala? Lo malo es estar dentro. Oh! le dijo pap. Ahora veo qu quieres decir. T sabes lo malo que soy yo? No eres malo. Soy tan malo y tan fuerte como para levantarte como un gran saco de harina y ponerte en mi hombro, as, y as, y luego as..., ves? Puedo llevarte por esta puerta y a travs de esta cocina tan grande y tan caliente... Pap la llev hasta la cocina rindose por debajo de su pelo negro y rizado. Cuando alcanz la estufa, levant sus ojos y vio a mam lavando los platos y amontonndolos sobre una mesita de hule para que escurriesen. Clara dio unas patadas al aire y dijo: Djame bajar! Djame bajar! Ya no estoy llorando! Y adems, mira lo que est ocurriendo! Mira! se retorci y baj de los brazos de pap, se desliz al suelo y se precipit al rincn, donde cogi una baqueta y empez a fregar alrededor de los pies de mam, hablando como una urraca: Mam, mira! Ests escurriendo los platos sin escurridera! El agua se escurre como un... ro... Y Clara mir por encima del depsito de agua caliente en la estufa, y nadie vio lo que vio ella. Sus ojos se abrieron muy grandes cuando vio que mam no la escuchaba, sino que segua limpiando los platos en el agua hirviendo; y cuando mam puso otro plato de canto sobre la mesita, Clara se

call. Pap respir hondo mordindose el labio, y se volvi para salir del saln. Encontr otra manera de pasar el tiempo durante aquellos das. Atravesaba el callejn en la cumbre de la colina y me pavoneaba delante de un grupo de chiquillos que pasaban su tiempo inventando juegos para jugar en sus stanos. Casi todas las casas en aquella calle tenan una especie de cava subterrnea llena de fruta fresca en lata, judas verdes, remolachas en conserva, cebollas. Entraba a hurtadillas en un stano, despus en otro, cambiando de nio, y vi la oscuridad, frescura y humedad que haba all dentro. Ol los leos podridos y enmohecidos por el techo del stano; la sensacin de encierro me dio ganas de salir otra vez al aire fresco, pero la sensacin de guarida me dio ganas de quedarme all abajo. El chico de la casa vecina tena un stano lleno de recipientes, y los recipientes estaban llenos de remolachas en conserva, pepinos largos y verdes, y rodajas redondas y grandes de cebollas y melocotones, tan grandes como sombreros. Entonces cogimos una caja de madera, y bajamos una tinaja de melocotones. Yo desenrosqu la tapa. El otro tambin lo hizo. Pero la tinaja estaba demasiado cerrada. Empezamos a tener hambre. Ese zumo es larepin, verdad? S, seguro que lo es le dije. Pero qu quiere decir larepin? Entonces dijo: Es todo lo que te gusta mucho y no tienes durante mucho tiempo, y luego lo tienes; eso es larepin. Todos nuestros esfuerzos y tacos no convencieron a la tapa para que se aflojase. Entonces fuimos a hurtadillas por detrs del establo. El otro pas con dificultad entre dos maderas sueltas, se qued un momento en el establo, y volvi con un martillo y un cubo para caballos de dos galones. Un buen cubo me dijo. Ech una mirada dentro; vi unas crines sueltas de caballo. Pero deba ser un caballo con mucha hambre, porque el cubo haba sido lamido hasta dejarlo tan limpio como una moneda nueva de diez centavos. Agarr la tinaja tan fuerte como pude por encima del cubo, y l le dio unos golpecitos suaves con el martillo. Comprendi que no golpeaba el vidrio lo bastante fuerte: entonces cada vez lo hizo ms fuerte. Finalmente, le dio un buen golpe tortsimo, y el vidrio estall en mil pedazos; la tapa de peltre y el sello de caucho rojo se cayeron primero, una sustancia viscosa de melocotones sueltos se derram por el fondo del cubo; y luego se cayeron el cuello de la tinaja con muchos filos feroces y dentados sobresaliendo y el culo roto que nos daba miedo slo mirarlo. Buenos melocotones me dijo. Buen jugo 'le dije. Metimos los dedos cuidadosamente entre los trozos de vidrio y examinamos cada melocotn antes de devorarlo, empujando pedacitos afilados a travs del jugo rezumante; el sol caluroso haca relucir los granos de vidrio como si fueran diamantes. Sabes cmo brilla un diamante verdadero? me dijo. No s le dije. Mi mam tiene uno que lleva en el dedo. Mi mam no tiene... slo uno ancho y dorado. Hay un vidrio en tu melocotn, qutalo le dije. Curioso, eso de que tu mam no lleve ms que un anillo. Hace falta un pequeo diamante para estar casada de verdad. Cmo es eso? Diamantes es lo que pones en un anillo, y cuando ves a una chica, pues, pones el anillo en su dedo; y luego compras un anillo dorado, y pones el dorado en su dedo; y luego... pues, luego puedes besarla tanto como quieras. Me parece bien. Sabes otra cosa que puedes hacer? Qu? Dormir con ella. Dormir? S, hombre, dormir con ella, debajo de las mantas y todo. Ella tambin duerme?

No s. Nunca he puesto un diamante a ninguna chica. Yo tampoco. Nunca he dormido con ninguna chica, excepto mi prima. Ella durmi tambin? Claro. Las primas normalmente suelen dormir. Contamos historias tontas y nos remos tanto que mi pap nos dio un golpe para hacernos dormir. Para qu tu pap tiene ganas de dormir debajo de las mantas con un anillo de diamantes y otro dorado en la mano de tu mam? Por eso existen las mamas y los papas. Es cierto? As una mam se hace mam, y un pap se hace pap. Y eso de trabajar juntos, arreglar el jardn, limpiar la casa, y comer juntos: eso de hablar uno con el otro, y salir a algn sitio juntos? As no se hace nadie ni pap ni mam? No. Puede que ayude un poco. Es muy curioso, no? Mi mam y mi pap no quieren decirme nada de cmo te haces pap o mam me dijo. No quieren? No. Tienen miedo. Pero yo tengo los ojos muy, muy abiertos, y me qued despierto en casa, oyendo lo que viene de su cama. Y s una cosa. -S? S. Qu es? S una cosa importante. Qu cosa importante? S de dnde vienen los nios. De mamas y papas? Eso es. No hay manera. S que hay. Tienes que ir a algn sitio, a una tienda, o a ver un mdico, o hacer que venga el mdico y traiga el nio. No. No es siempre as. Oigo a mi mam y oigo a mi pap. Ellos dijeron que dorman juntos demasiadas veces, y sacaron demasiados nios de debajo de las mantas. No encuentras nios debajo de las mantas. S que lo haces. De vez en cuando encuentras uno, y es un nio o una nia. Luego ese beb se hace ms grande, y encuentras otro. Cmo es el prximo? Como t, o como yo. Yo no soy un beb. Tienes slo cuatro aos. Pero yo no soy un beb llorn. No, pero lo eras cuando te encontraron por primera vez. Uf! Es muy malo, ya lo s, pero a lo mejor es por eso que mi mam y mi pap no quieren decirme nada de las mantas. Tienen miedo que encuentren otros bebs ms, all abajo; mam llora mucho y dice que ya tenemos demasiados. Si tu mam no los quera, por qu no los devuelve debajo de la manta? No. No lo s. No creo que puedan devolverlos. Por qu tu pap no quiere tantos? No puede darnos ropa ni de comer. Eso es malo. Yo te dar algo de comer en mi casa. Nosotros no tenemos tantas mantas... Uf!... tantos hijos que tenis! Sabes por qu? No, por qu? Porque tu mam no tiene dos anillos, uno dorado y uno de diamantes.

Pero a lo mejor tena un anillo de diamantes antes: quiz se quem cuando su casa grande y bonita se incendi y se destruy. Me acuerdo de eso. Vi a la gente corriendo por all aquel da. Vi el humo. Cuntos aos tenas entonces? Acababa de salir de las mantas. Oye, si te pregunto algo, me lo dirs? S. Qu es? 'Los nios dicen que t mam se enfad y se incendi su casa nueva, y quem todo hasta hacerlo cenizas. Es verdad? No le contest. Me qued sentado contra la pared caliente del establo durante ms o menos un minuto, bajando un poco la cabeza. Luego extend mi pierna y di una patada a su cubo, tirndolo tan lejos como pude. Un milln de moscas que haban estado comiendo el jugo de melocotn volaron del cubo preguntndose con qu haban chocado. Me levant de un salto y empec a echarle un puado de abono, pero dej mis dedos aflojarse y el abono se cay al suelo. No le mir a la cara. No mir a ningn sitio. No quera que me viese la cara; entonces volv la cabeza a un lado, y me march pasando por delante del montn de abono. Jugu un poco en el jardn, habl con las estacas del cercado, cant canciones e hice cantar a la hierba, y encontr todas las tabaqueras que los London haban tirado por la hierba alta alrededor de la casa durante los ltimos diez o quince aos. Encontr una madera plana, la cargu con las tabaqueras, andaba a gatas entre la mala hierba empujndola como un carro grande, e hice un camino all por donde pasaba. Llegaba a sitios hondos y arenosos donde los caballos tenan que tirar fuerte, y les gritaba: Arre, "Judie"! Anda, "Rhodie"! "Judie"! Maldita mua! Despacio! Ahora, juntos! "Judie"! "Rhodie"! Yo era el mejor vaquero del mundo, con el mejor tiro y el mejor carro. Luego simulaba que haba entregado mi carga, recibido mi dinero, dejado mis caballos y mulos sueltos por el prado, e iba a ver a mi gente. Iba dando traspis con las piedras sueltas cerca de la esquina de la casa, haciendo levantarse el polvo blanco cuando pisaba el montn de cenizas, y cuando llegu a la cima de la colina, vi al nio de la casa vecina sobre la cumbre de su montn de abono mirando otras moscas engordarse con las rodajas de los melocotones. Cuando me vio, baj corriendo del montn, salt sobre un caballete de aserrar y grit: ste es mi caballo del ejrcito! Trep a una carretilla desvencijada, y le grit: ste es mi tanque de combate! Se desliz de su caballete y subi con toda rapidez a la cumbre de su montn de abono y dijo: ste es mi acorazado! Los tanques de combate pueden vencer cualquier acorazado! le dije. Los tanques tienen metralletas que van muy, muy de prisa. Los acorazados no pueden funcionar sin agua! Yo puedo cazar animales en tierra! Pero no puedes tumbar a ms de cien alemanas! Tu tanque viejo no tiene tantas balas como mi acorazado grande! Puedo esconderme en mi tanque, detrs de una piedra. Y cuando empieces a bajar de tu acorazado, podr matarte, y te morirs Baj a prisa del montn de abono, y se precipit por detrs de su establo. Despus de un rato, asom la cabeza por la puerta del heno y desde la puerta de arriba. Grit: ste es mi fuerte grande! Tengo mi can y mi buque atados aqu abajo! Tu tanque no puede hacerme ningn dao! Ya! Ya! Ya a ti! Tu fuerte no sirve para nada! Baj de la carretilla y trep a la primera rama de un nogal grande. Ahora tengo mi avin y no sabes lo que te puedo hacer! No puedes hacer nada! Tu avin no es tan alto como mi fuerte! Puedo subir!

An estoy ms alto en mi fuerte que t! No puedes echar ninguna bomba sobre m! Mir hacia arriba y vi que haba alcanzado la copa alta del rbol. Las ramas oscilaban tanto que la tierra abajo pareca un ocano tormentoso. Pero tena que subir ms an. Puedo subir hasta donde quiera! Luego podr descargar una bomba grande por encima de tu ridculo fuerte, y te explotar hasta hacerte pedazos; te quitar la cabeza, los brazos, y las dos piernas; y estars muerto! Las pocas ramas de la copa del rbol no tenan ms grosor que un palo de escoba, y el viento se arremolinaba all arriba como si yo fuera la ltima nuez de la siega. Mam dio un portazo a la puerta de detrs, y me call para que no me viese en el rbol. La mam del nio sali de su puerta con una canasta llena de latas y papeles viejos. Mi mam dijo: Oiga, dnde pueden estar nuestros errantes chiquillos? Su mam dijo: Los o gritando hace poco! Se quedaron debajo de mi rbol, charlando. Qu trabajo dan estos mocosos! Verdad? Se lo juro, es una vergenza como una mujer tiene que correr y cazar y agotarse el cerebro para que no mueran de hambre un montn de chiquillos. Mir hacia abajo entre las ramas en sombra y vi la parte de encima de las cabezas de las mujeres, una atando ms fuerte una cinta de su pelo al viento y la otra recogiendo su cabello en grandes puados. El sol se filtraba a travs de mi rbol hacia abajo, y las manchas de luz corran por la espalda y los hombros de mi mam, y por la frente y el vestido de su mam; toda la escena estaba viajando. Sent el sol que zumbaba caliente y hmedo por encima de mi cabeza. Era una sensacin loca. La cosa estaba girando, movindose por todas partes, y no poda hacerla parar ni detenerla un instante. Cog con ms fuerza las ramas pequeas y flojas, baj la cabeza, cerrando los ojos tan fuerte como pude, y me mord la lengua y los labios para no gritar con todas mis fuerzas. Todo estaba oscuro entonces y senta mi cabeza a punto de dividirse y todo en m saltaba y martilleaba como caballos dementes escapndose con una gran carreta. Grit: Mam! Ella mir por toda la extensin del terreno. Dnde ests? Aqu arriba. En el rbol. Las dos mujeres dieron respingos, y las o decir: Oh! Cielos! De prisa! Corra! Vaya a buscar a alguien! Vaya a buscar a alguien que haga algo! No puedes bajar? No. Estoy enfermo. Enfermo! Por Dios! Agrrate bien mam subi la carretilla e intent trepar hasta la primera rama. No pudo subir ms. Mir hacia arriba, donde yo estaba colgando como una zarigeya, y dijo: Hay por lo menos veinticinco hasta donde est! Cielos! Dios mo! Qu venga alguien! Espera! Hay un grupo de nios all por el camino debajo de la colina! Qudese a hablar con l! Dgale cualquier cosa, lo que sea, pero no le deje asustarse! Siga hablando! Od! Vosotros, all abajo! Esperad un momento! S, vosotros! Venid aqu! Queris diez centavos cada uno? Cinco o seis nios de todas las razas corrieron hacia arriba a su encuentro, diciendo: Diez centavos! Claro que s! Qu quiere que hagamos? Trabajo? Diez centavos enteros? Os ensear, aqu, por este callejn. Ahora, quiero saber algo. Veis aquel chico suspendido all arriba en aquel rbol tan alto? -S! Caramba! Hombre! No puede bajar?

No les dijo mi madre, est colgado all. Se pone ms y ms enfermo, y va a caerse en cualquier momento si no hacemos algo por bajarlo. Yo puedo trepar al rbol para buscarlo. Yo tambin. S, pero no servir para nada: aquellas ramas son pequeas y dbiles. No aguantarn otra persona. Mam se tiraba del pelo. Veis, veis, vosotros los nios, veis tantos pelos grises y tanta preocupacin que amontonis sobre las espaldas de vuestras madres? No os escabullis nunca para hacer una tontera as. .No, seora. S, seora. Nunca, seora. Nunca cazara a mi familia en un rbol! Cllate, idiota, no ha dicho eso! Shh. Qu ha dicho? Ha dicho que no te quedes suspendido de ningn rbol. Yo he estado suspendido en todos los rboles de esta parte del pueblo. Cllate! Ella lo sabe. Eh, chicos! Estas ramas de abajo son lo bastante fuertes para aguantarnos! Mira, ves? Slo hay que tener cuidado con los pies, ponerlos cerca del tronco y no en el extremo de las ramas cuando llegues a un horcajo. Vamos, Slew, eres el ms pequeo, vete arriba hasta que puedas: ponte muy cerca de l! T, Serrn, eres el siguiente! Sube y ponte debajo de Slew! Slew y Serrn gatearon por el rbol. La cabeza del pequeo lleg hasta mi estmago, y el siguiente estaba justo debajo de l. Ya estamos! Y ahora qu quieres que hagamos? Buckeye, t tienes las piernas y los brazos ms largos; ponte de pie en aquellas ramas gruesas! Ya estoy, antes de que lo digas! T, Bravo, ponte aqu cerca del suelo. Fijaos todos: si l se cae, por lo menos podis intentar cogerlo! Y qu vamos a hacer los dems? T, Conejo, y t, Star Navy, y t, Jake, vosotros id corriendo al pozo de aquella seora, y coged las navajas y cortad la cuerda, y volver aqu pronto. Tres chiquillos se precipitaron a la colina y volvieron arrastrando un largo trozo de cuerda. Bueno, dmela. T, Bravo, psala arriba a Buckeye; Buck, psasela a Serrn, y Serrn a Slew! La coges bien, Slew? S! Qu quieres que haga con ella? Atarla alrededor de su estmago? S! Pero primero tienes que poner el extremo con el nudo arriba en el horcajo donde l est colgado! Eso es! Ahora, haz un lazo alrededor de su estmago! Ya est! Ahora est tan bien atado que no podra soltarse aunque quisiera! El jefe de la brigada se quit una gorra sucia y pequea, hecha de un saco de harina, se limpi de la cabeza el polvo y el sudor, y les dijo a mam y a la otra seora: Ya est, seoras! No hay que preocuparse ms. Ustedes, tranquilas; este nio vivir hasta que tenga cien aos. La cuerda no se desatar ni romper? Es una buena cuerda, est mojada. El chico se fijaba en cada gesto que hacan los otros. Vale, ya estamos! grit uno de los chiquillos desde el rbol. Estamos preparados y bien sujetos! grit otro. El jefe dijo: Conejo, Star, Jane, vosotros coged el extremo de la cuerda y reculad por la colina con ella. Ponedla tirante. Eso es, O.K.! Est ms recta que la espada del pastor!

T, Bravo, arriba! Coge bien la cuerda! Serrn, cgela tambin! T tambin, Slew! Ahora dejadme cogerla aqu en el suelo! Vosotros tres, all hacia la colina, preparaos bien, poned bien los tacones en el suelo, ponedlos bien. Las seoras, tranquilas. Tmense ustedes una pizca de rap y cuenten historias divertidas! Nunca hemos dejado caer a un nio, y sta es la primera vez que nos pagan diez centavos para no dejar que se caiga uno! Fjate en lo que haces. Vale, no te molesta. T, Slew! Ahora! Levntale las piernas de la rama! Oye, ayuda, haz que te ayude! Levntalo! Eso es! Djalo suspendido, as. El chico est todo lo suspendido que puede estar. Vosotros en la colina! Ya est la cuerda! Dejadla tensar despacio, luego mientras la paso por mis manos, vosotros volvis bajando por la colina, veis? As, veis como se desliza un poco? Vosotros, moveos un poco ms! Ya se desliza, ya os acercis! Ya estamos en marcha! Funciona! Andad despacio, seguid tensando la cuerda, despacio. Est bien. Slew, ya ha bajado demasiado! Serrn, tensa la cuerda por debajo del sobaco, y ayuda a bajar al seor con el otro brazo! Est deslizndose! Cabalga! Sigue deslizndolo! Cuidado con eso de cabalgar! Gualo hacia donde podamos coger los sesenta centavos! Ustedes las seoras ya pueden irse a casa a coger los bolsos] Mam dijo: No, seor, Gracias. Yo me quedo aqu, si no le molesta, para ver que lo bajis bien. Te hacen dao, Woody? A m, no! le contest. Esto es divertidsimo! Ahora tengo ms amigos para jugar! Sigue cogindote a la cuerda, Mster Divertidsimo! deca la otra seora. Lo har! le dije. Mam, me das diez centavos a m tambin? Baj pasando el ltimo nio de la ltima rama, y cuando tena los pies en el suelo, olvid el dolor de cabeza y la insolacin. Me re y habl con todo el mundo como si fuera un marinero famoso devuelto por el mar. Qu divertido! Quiero hacerlo otra vez! Mam me cogi por el cuello de la camisa y me arrastr a casa. Yo luchaba a cada paso del camino, gritando: Eh, chicos! Venid a jugar conmigo! Venid a ver mi camino de carro! Yo tambin quiero diez centavos, mam! Ya te dar centavos en el culito! me dijo. Vosotros, nios, esperadme all! Voy a buscar los sesenta centavos! Yo quiero diez centavos! Yo quiero bombones! gritaba con todas mis fuerzas. Te guardaremos un pedazo de nuestros bombones y cosas! grit el que capitaneaba a los nios. Y te lo traeremos en una bolsa maana, para ti solo, por la maana temprano. Porque era tu rbol! Y tu jardn! Y tambin los centavos de tu madre! Y en el momento que cerr de golpe nuestra puerta, me qued cogido con mi cabeza asomndose. Mam me agarr con ms fuerza, y grit: Era la culpa de mi cabeza, me dola, era mi cabeza mareada! Mam cerr bien la puerta, y no vi nada ms del grupo de nios tan buenos y tan listos: los descolgadores de rboles. Mam me quit la camisa y el mono, me desnud hasta la piel y pas ms o menos una hora bandome. Ven, nene, ven. Te voy a meter en la cama. Ya voy. Me siento muy bien y caliente con mi ropa interior nueva y limpia. -S?

Sabes, mam? Nunca me gusta que me hagas hacer cosas, que te obedezca, por ejemplo, o que me quede en casa, o que me tome la leche, o me bae, pero lo que me gusta menos de todo es que me pongas ropa interior nueva. Pero luego, cuando ya lo has hecho, me gusta mucho ms. Tu mam conoce cada cosita que ocurre en tu cabeza rizada. Eres el ms nuevo, y el ms cabezota de mis hijitos. Mam, qu es cabezota? Quiere decir que haces siempre lo que quieres. Y mi cabeza es as? Eso es. Qu es un hijito? pregunt a mam. Soy un hijito? Mam me dijo: Pues quiere decir que no tienes muchos aos. Tir las mantas hasta mi cuello y me arrop bien en la cama. Cuando me haga muy grande, todava ser un hijito? No, entonces sers un hombre grande. Eres t una hijita? No, yo soy una mujer grande. Soy una persona mayor. Soy tu mam. Empec a adormecerme. Mis ojos se sentan como si estuvieran llenos de tierra seca. Le pregunt: Eras buena de nia? Me acarici la cara con la palma de su mano, y dijo: Era bastante buena. Me parece que obedec a mi mam ms de lo que t obedeces a la tuya. Fuiste un beb pequesimo, as de grande? Casi. Y el abuelito y la abuelita te encontraron debajo de las mantas? La cara de mam pareca como si intentara solucionar un rompecabezas difcil. Mantas? Ese nio que subi a la puerta de su establo, l me cont todo de anillos de matrimonio, y de dnde vas para encontrar nios pequeos. Hijitos. Qu has dicho? Anillos de matrimonio. Este anillo es de oro puro me dijo mam, levantando la mano para que yo la viese. Ves estos dibujos? Eran muy claros cuando nos casamos tu pap y yo... Pero, por qu no te duermes nunca, hijo mo? Sabes con quin me casara si me casase, mam? No tengo ni idea dijo. Con quin? Contigo. Conmigo? S. No te podras casar conmigo aunque quisieras hacerlo. Ya estoy casada con tu pap. No puedo casarme contigo yo tambin? Claro que no. Por qu? Ya te he dicho por qu. No puedes casarte con tu propia madre. Tendrs que buscarte otra chica, muchachito. Mam? S. Mam, sabes una cosa? No, qu? Pues, por ejemplo, eso que me pregunt aquel nio feo al otro lado de la calle. Qu? Pues me pregunt cuntos anillos llevas. Y entonces? Entonces le dije..., le dije que no tenas ms que uno, dorado. Ninguno de diamantes. -Y qu? Y dijo que todo el mundo del pueblo se enfadara muchsimo contigo por haber perdido tu anillo de diamantes. De verdad? Y dijo: "Dnde ha perdido su anillo de diamantes?" Entonces, le dije que quiz se haba perdido en nuestro gran fuego de casa. Mam escuchaba sin decir nada. Yo segu: Y me pregunt cmo fue que se quem nuestra casa tan grande y tan bonita. Me pregunt si... si t la quemaste.

Mam no me contest. Levant la mirada de mi cara. Pareci perforar un agujero en la pared con su mirada, y luego mir por la ventana de mi habitacin por encima de la colina. Me acarici la frente con sus dedos, y luego se levant del borde de la cama, y se march a la cocina. Me qued en la cama escuchando. O sus pies andando sobre el suelo de la cocina. O el agua salpicando en la jarra de beber. O todo callarse. Luego me dorm, y no o nada.

CAPTULO III NO ESTOY ENFADADO CON NADIE Era una maana fresca y limpia hacia fines de verano; puse la nariz en el aire y aspir el buen tiempo hasta el fondo de mis pulmones. Estaba al lado del callejn en la travesa mirando a Clara que descenda hacia el colegio. Me di la vuelta y corr como una estampida de bfalos cuesta abajo por la colina, di la vuelta a la casa y llegu a nuestro jardn, deslizndome hasta llegar. Grit por la ventana a mam, que estaba terminando de lavar los platos del desayuno: Dnde est la abuelita? Mam levant la ventana, me mir y dijo: Es verdad, hoy es el da que llega la abuelita. Cmo lo sabas t? Clara me lo dijo. Y por qu tanto entusiasmo por la llegada de la abuelita, mi pequeo? Clara me dijo que la abuelita me llevara para acompaarla a vender sus huevos. Quin es ella para decirte eso? Es mi hermana mayor. Es bastante mayor ya para decirme dnde puedo ir, verdad? Y yo soy tu madre. Puedes decirme lo que debera decirte a ti? Puedes decirme tambin que puedo acompaar a la abuelita. Oh! Bueno. Pues te ha costado bastante acostumbrarte a esta casa vieja. Entonces te dir algo. Si vuelves a casa y te lavas bien la cara y el cuello, y las orejas, si tienes las manos tan limpias que la abuelita pueda ver tu piel, quiz ser muy buena contigo y te dejar ir a quedarte unos das con ella. Anda, date prisa! Ya estn limpias mis orejas! Mam me examin las dos orejas y me dijo: Ese lavado te servir durante algn tiempo. Cunto tiempo hace que la abuelita es tu mujer? le pregunt a mam. Te he dicho mil veces que la abuelita no es mi mujer. Es la mujer de tu abuelo. El abuelito tiene un marido tambin? No, no, no. El abuelito ya es un marido, el marido de la abuelita. No hay nadie que sea marido mo, verdad? Mam me cogi la esponja y frot mi piel hasta que se qued roja como una cereza. Escucha, cajita de preguntas: no me preguntes nada ms sobre quin est emparentado con quin; me has puesto a dar vueltas la cabeza como un molino. Mam, sabes una cosa? -Qu? Nunca me enfadar contigo. Pues eso es una buena noticia. Por qu?. Qu te ha hecho decir eso? Es la verdad. Eres muy bueno estos das, por alguna razn u otra. Cinco centavos. Diez. Cuntos? Nunca estar enfadado de verdad. Entonces tendrs que cambiar mucho. Te enfadas con tu mam casi todos los das sobre algo. A veces coges rabietas. Esa no es la peor manera de enfadarse. De qu manera de enfadarse hablas? De enfadarse y quedarse enfadado. Eso es la manera que te digo. No te enfadars nunca conmigo si no me enfado nunca contigo, verdad? Nunca en tu vida, jovencito. Mam me palme con la mano en los sitios donde me haba limpiado las manchas de tierra, y me dijo:

Eso es lo mejor que podra ocurrir con todos nosotros. Tu cabecita ya lo ha triturado todo. Triturar dnde? Qu quiere decir triturar? Triturar. Triturar. Quiere decir cuando mueles algo y lo golpeas bien, como hace el abuelo con su avena. Tengo avena en la cabeza! Avena en la cabeza! Yupiii! Djame pa