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1 HABITANDO LA CALLE: IMAGENES Y TESTIMONIOS DE PERSONAS EN SITUACION DE CALLE ORIANA BERNASCONI GERMAN PUENTES RESUMEN Utilizando entrevistas en profundidad y fotografías tomadas por los mismos entrevistados se estudia a siete personas en situación de calle de la ciudad de Santiago. La metodología empleada permite aproximarse a la realidad de estas personas respetando sus puntos de vista y minimizando los posibles sesgos que los investigadores pueden introducir en sus narraciones. Las entrevistas se centraron en conocer las historias de vida de los casos de estudio, así como los motivos que los llevaron a tomar cada fotografía. Con esta información fue posible analizar los casos en cuanto a las siguientes áreas: proceso de inserción en la calle, situación de calle e identidad personal, habitar la calle y estrategias para salir de la calle. El análisis demuestra toda la profundidad y variedad de casos que se esconde tras el grupo de personas definidas como “en situación de calle”. Se concluye que esta situación se explica por un proceso multi-causal que se inserta y responde a la historia de vida de cada entrevistado. En este proceso intervienen las preferencias, recursos, capacidades y restricciones sociales y personales de cada entrevistado, de modo que cada uno llega, habita y espera salir o sobrevivir en la calle según como interactúan estos distintos factores. Santiago, Septiembre 2005

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HABITANDO LA CALLE:

IMAGENES Y TESTIMONIOS DE PERSONAS EN

SITUACION DE CALLE

ORIANA BERNASCONI GERMAN PUENTES

RESUMEN

Utilizando entrevistas en profundidad y fotografías tomadas por los mismos entrevistados se estudia a siete personas en situación de calle de la ciudad de Santiago. La metodología empleada permite aproximarse a la realidad de estas personas respetando sus puntos de vista y minimizando los posibles sesgos que los investigadores pueden introducir en sus narraciones. Las entrevistas se centraron en conocer las historias de vida de los casos de estudio, así como los motivos que los llevaron a tomar cada fotografía. Con esta información fue posible analizar los casos en cuanto a las siguientes áreas: proceso de inserción en la calle, situación de calle e identidad personal, habitar la calle y estrategias para salir de la calle. El análisis demuestra toda la profundidad y variedad de casos que se esconde tras el grupo de personas definidas como “en situación de calle”. Se concluye que esta situación se explica por un proceso multi-causal que se inserta y responde a la historia de vida de cada entrevistado. En este proceso intervienen las preferencias, recursos, capacidades y restricciones sociales y personales de cada entrevistado, de modo que cada uno llega, habita y espera salir o sobrevivir en la calle según como interactúan estos distintos factores.

Santiago, Septiembre 2005

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INDICE

INTRODUCCION 3

PROCESO DE ENTRADA A LA CALLE 11

SITUACION DE CALLE E IDENTIDAD PERSONAL 18

HABITAR LA CALLE 28

ESTRATEGIAS DE SALIDA DE LA CALLE 55

CONCLUSIONES 61

BIBLIOGRAFIA 65

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“Las voces de los pobres envían poderosas señales que permiten ver la dirección en que deben cambiar las políticas”

Narayan y otros (2000)

“Fue entretenido andar con la cámara, hacer el ejercicio de sacar las fotos pa’ ustedes, porque la gente de repente va pasando y uno está sacando la foto y nos quedaban mirando, y esta loca anda sacando fotos, está bien que los turistas anden sacando fotos, no un atorrante… creo que me voy a

comprar una cámara y me voy a poner de fotógrafo…” Isa (entrevistada)

“[Al] hacer todo este recuento… me siento bien, porque me di cuenta que me estoy superando de lo

que estaba, si antes pedía ahora no, ahora vendo, estoy en otra parte, ya no estoy en la calle…” Isa (entrevistada)

“Las fotos estas de aquí [son] pa’ darle a conocer a la gente como es realmente la vida aquí, porque

ellos pasan… hay gente que pasa [y] dicen “miren la callampería… ¿cuántos delincuentes deben haber?!” y cosas así… que no hay normas, que no hay una regla que los dirija a ellos, que los controle,

y saqué fotos así… pa’ que se den cuenta como es la forma como uno vive…” Juano (entrevistado)

“Este catastro nos interpela porque nos dice que no hemos tenido éxito, porque quedan muchos

todavía que sienten que no son tratados con igual dignidad” Ricardo Lagos (18 de Agosto, 2005)

INTRODUCCION Investigaciones recientes han destacado lo complejo que resulta definir la “situación de calle” dada la variedad de características que la componen así como la evolución en el enfoque con que las políticas sociales han abordado, significado y actuado sobre esta realidad (Hodgetts y otros 2005). Estos enfoques han transitado desde visiones que circunscribían la situación de calle a un problema meramente habitacional de personas excluidas que requerían “re-inserción” a una aproximación que entiende la situación de calle como un proceso del que se puede entrar y salir varias veces a lo largo de una trayectoria vital. Este proceso se relaciona con la creciente vulnerabilidad de los lazos y prácticas a través de los cuales las personas forman parte de su sociedad. La situación de calle puede precipitarse por un problema habitacional, pero hay otros factores que también la componen y perpetúan, como la escasez de ingresos, la inseguridad, la estigmatización, la vulnerabilidad, la falta de elección y la incapacidad para planificar. En este sentido, y como dan ampliamente cuenta los entrevistados de este estudio, el significado de la situación de calle no es sólo responsabilidad de los afectados, sino que también de las personas “domiciliadas”. Ellas contribuyen activamente a moldear el significado de esta situación, distanciándose de “los de la calle” para minimizar sentimientos de resentimiento, temor, culpa, vergüenza o conflicto, perpetuando así un circulo de desinterés y desafección e instalando barreras entre “ellos” y “nosotros” (Daly, 1996). El catastro de personas en situación de calle, del que se da cuenta en este libro, constituye un paso fundamental para que el Estado logre apoyar a los ciudadanos que viven en esta situación. Para ello, el catastro permite dimensionar, localizar y caracterizar a este grupo poblacional, de modo de contribuir al diseño e implementación de programas de gobierno específicos para este sector de la sociedad. Sin embargo, elementos esenciales para el diseño de estas políticas, tales como la comprensión de los factores biográficos y estructurales que llevan a las personas a vivir en la calle, las reglas, prácticas y conocimientos que utilizan para sobrevivir y habitar en esta situación, los

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aprendizajes y aptitudes que han desarrollado en la calle, y finalmente la forma en que ellos significan su realidad y su posición en la sociedad, hacen necesario disponer de estudios cualitativos que contribuyan a comprender y analizar esta compleja realidad desde el punto de vista de sus protagonistas. En este contexto, realizamos un estudio cualitativo de pequeña escala con el objeto de explorar la forma en que un grupo de personas con distintas experiencias de calle en Santiago de Chile significan y explican el tránsito a la calle, los métodos y estrategias que utilizan para sobrevivir en la calle, el uso que dan a la ciudad, la forma en que la situación de calle ha moldeado su identidad personal, así como sus expectativas vitales futuras. Siguiendo la línea de estudio implementada por Hodgetts y otros (2005) para la ciudad de Londres, invitamos a los entrevistados a participar en la investigación como narradores y fotógrafos. Por una parte, les pedimos que contaran su historia de vida; por otra, les solicitamos que retrataran su vida cotidiana actual con una cámara fotográfica, con la esperanza de que estos relatos e imágenes nos permitieran conocer sus biografías y situaciones vitales. En este sentido, si bien la responsabilidad de lo que aquí se expone recae en los investigadores, los siete entrevistados han sido coautores fundamentales de este estudio.1 Así, al analizar la experiencia de calle en la trayectoria vital de los entrevistados, respetando y reflejando sus preocupaciones, visiones y temas de interés, esperamos complementar los resultados del catastro y contribuir al diseño de estrategias de gobierno destinadas a abordar la situación de este grupo de chilenos. METODOLOGIA Utilizamos una metodología cualitativa basada en el estudio de casos. La información fue recolectada por medio de entrevistas en profundidad y fotografías tomadas por los mismos participantes, de modo de comprender y contextualizar lo que significa vivir en situación de calle desde las propias narraciones e imágenes de sus protagonistas. Lejos de intentar representar a la totalidad de personas en situación de calle, lo que se persigue con este estudio es “calificar” esta experiencia a través de las historias personales, descripciones, recolecciones, imágenes y reflexiones de un grupo de personas que la viven, y así contribuir a su comprensión. Además, debido a los requerimientos metodológicos del estudio, dentro de la población de calle se optó por trabajar solamente con personas sin trastornos psíquicos, que estuvieran en condiciones de recordar e hilvanar su historia de vida, que pudieran manipular una cámara fotográfica, y que habitaran en Santiago. En una primera entrevista, los participantes narraron su historia de vida. Al final de esta sesión, cada uno recibió una cámara fotográfica desechable, para que retrataran su vida diaria. En una segunda

1 Un grupo importante de personas apoyó nuestro trabajo, abriéndonos las puertas a este mundo que solo

presentíamos, compartiendo sus experiencias y aprendizajes, debatiendo, presentándonos a quienes se

convirtieron en nuestros entrevistados y, por sobretodo, impregnando nuestro trabajo de un ambiente de calidez, cariño, humildad, reflexión y respeto. Agradecemos a la Señora Nina y a Loreto Cifuentes, voluntarias del grupo

“Buen Samaritano” de la Parroquia Nuestra Señora de las Nieves; a Mónica Espósito de la Unidad e Estudios del Hogar de Cristo; a Luis Ossa, Carlos Coray y Juan Carlos Cárdenas del programa Acogida del Hogar de Cristo; a

Jenny Lowick-Russell, Francisco Osorio, Rosita Otárola, Olga Véliz, Margot Fuentes, Ricardo Álvarez y José Luis

López del programa Hospederías del Hogar de Cristo; a Carmen Paz Vidal, Elizabeth López y Mónica Larraechea de la Hospedería Francisca Romana. Por último, esta investigación no habría sido posible sin el apoyo decidido

de Andrés Jouannet y José Cárdenas de la División Social de MIDEPLAN.

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sesión, los entrevistados describieron, comentaron, explicaron y jerarquizaron las fotografías que decidieron tomar. Trabajar con fotografías permite que los entrevistados grafiquen su mundo y que además lo interpreten. La fotografía se entiende no sólo como un objeto externo y distinto a su fotógrafo, sino como un instrumento a través del cual el fotógrafo habla de sí mismo y de su vida, responsabilizándose en este proceso de su propia persona e historia. “Hablar de las fotografías que uno ha tomado implica hacer supuestos sobre ellas –explicarlas, interpretarlas y finalmente tomar cierta responsabilidad con respecto a ellas” (Hodgetts et. al., 2005:12). En términos analíticos, esta concepción del rol y significado de las fotografías como instrumento de estudio implica no tanto entender la fotografía, sino comprender con la fotografía la situación vital y biografía de los entrevistados (Hodgetts et. al., 2005: 13). Además, el trabajo con fotografías permite estructurar una entrevista en base a los temas que los mismos entrevistados sugieren, y por lo tanto es especialmente adecuado para acercarse a situaciones sociales revestidas de estereotipos y prejuicios, como el vivir en situación de calle. Mediante salidas a terreno junto a voluntarios que visitan a personas en situación de calle en Santiago y la colaboración de profesionales del Hogar de Cristo y de la Hospedería Francisca Romana, contactamos y comprometimos en la investigación a siete personas, dos de los cuales fueron entrevistados como pareja formando un solo caso. Siguiendo la línea conceptual utilizada en el catastro, consideramos como personas en situación de calle a aquellas que dormían en la vía pública así como a las que pernoctaban en hospederías. Caracterización de los casos Los seis casos con que trabajamos reflejan distintas historias de vida y experiencias de personas en situación de calle. Primero, entrevistamos a personas en distintas situaciones habitacionales: hospederías, caletas, y vía pública. Para el caso de personas viviendo en hospederías, incorporamos tanto a personas con experiencia en las hospederías del Hogar de Cristo, como a personas que estaban o habían estado en otras hospederías solidarias y comerciales. Segundo, entrevistamos tanto a hombres como a mujeres, para indagar cómo varían según el género la significación de la situación de calle y las estrategias de supervivencia. Tercero, los casos recogen experiencias de personas que han experimentado solas la calle, así como a personas que la han vivido con familiares y amigos. Cuarto, los entrevistados varían según las razones que los llevaron a vivir en la calle, incluyendo situaciones tales como conflicto y violencia familiar, dependencias de alcohol y drogas, cárcel y cesantía crónica. Quinto, entrevistamos a personas con larga, mediana y corta permanencia en la calle, bajo el supuesto de que la narración de la experiencia de calle y su inclusión en la historia de vida de una persona podía variar según la duración de este episodio. Por último, nos parecía interesante trabajar con sujetos que no tenían perspectivas claras de salir de la calle, así como con otros que si las tenían, de modo de analizar cómo cambiaba el relato de la situación de calle y la identidad personal del entrevistado según esta situación. Estos criterios definieron los seis casos seleccionados para el estudio, cuyas principales características se resumen en la tabla 1.

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Tabla 1 Principales características de los casos de estudio

Juano Paola y

Gonzalo

Nino Sandra Isa Oscar

Edad 45 Gonzalo 21,

Paola 24

57 34 39 25

Estado civil Casado, separad

o de palabra

Solteros, son pareja a punto

de casarse

Soltero, convivió por

27 años

Soltera Soltera Soltero con pareja

desde hace 6

años

Lugar donde pernocta

Ruco en caleta

Hoyo, al lado de la Costanera

En la vereda, bajo un

tablero de madera

Hospedería de mujeres

Francisca Romana

Hospedería de mujeres

Francisca Romana

Transita entre una

caleta y la casa de su

suegra

Otros lugares donde ha

pernoctado

Auto Casa abandonada,

parque

Auto, Camión, Hospedería

del Hogar de

Cristo

Hospedería del Hogar de

Cristo

Bajo un puesto de artesanía,

Ruco en un

parque, Ruco al lado del río

Mapocho

---

Con quien vive

actualmente en la calle /

hospedería

Hijo Pareja Solo Sola Hijos Amigos de la caleta

Tiempo viviendo en

situación de calle

10 años Paola 5 meses, Gonzalo 5 años

17 años 7 meses 2 años, cuatro meses

8 años

A continuación presentamos el proceso de contacto de cada caso, así como los elementos fundamentales de la historia de vida de cada uno. Juano A Juano lo conocimos en nuestra primera salida nocturna a repartir comida a personas en situación de calle junto al grupo de voluntarios “Buen Samaritano” de la Parroquia Nuestra Señora de las Nieves. Con este grupo recorrimos distintos puntos de Santiago donde pernoctan personas en situación de calle. Uno de estos lugares fue una caleta organizada sobre un sitio eriazo ubicado entre las comunas de San Joaquín y Santiago. Al llegar al lugar, luego de conversar con algunos habitantes de la caleta, se nos acercó un niño, Felipe. Tenía 12 años y era bastante grande para su edad. Le preguntamos cuánto tiempo llevaba en la caleta, y nos respondió: “chu, de siempre, yo nací aquí”. Luego apareció Juano, su padre. Nos contó que llevaba 10 años en la caleta, que trabajaba cuidando autos en el persa Bio Bio y vendiendo cachureos los días domingo en el mismo mercado. Nos dijo que ya lo habían tomado preso unas cuantas veces por esta actividad y confiscado sus productos. Vivía con su hijo en un ruco que el mismo había construido en la caleta. En este primer encuentro con Juano nos llamó la atención su corporalidad fornida, su ánimo alegre y su disposición para hablar de su vida. Al retirarnos de la caleta, consideramos que era un buen caso de estudio, principalmente por la particularidad de su situación, como un hombre viviendo en la calle junto a su hijo.

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Una semana después volvimos a la caleta junto al grupo de voluntarios de la parroquia con la decisión de hablar con Juano y plantearle la posibilidad de participar en la investigación. Nuevamente, nos resultó fácil ubicarlo y luego de una breve conversación lo invitamos a participar. Accedió de buen ánimo. En ese momento, nos hizo ver su particular interés por participar en nuestra investigación: para mostrar la realidad y condiciones en que vivían él, su hijo, y los otros habitantes de la caleta. Más adelante, al entrevistar a Juano, nos dimos cuenta que estábamos conociendo la vida de un ex convicto que en la calle se había convertido en un líder comunitario que velaba a diario por el bienestar de los habitantes de la caleta. Paola y Gonzalo Paola y Gonzalo son una pareja que contactamos a través del programa Acogida del Hogar de Cristo. Ellos estaban recibiendo ayuda de este programa y eran considerados una pareja con altas probabilidades de poder abandonar la calle en el corto plazo. Funcionarios de este programa nos contaron que ellos habían llegado al Hogar de Cristo por demanda espontánea, es decir, por iniciativa propia, y que vivían debajo de una escala de la autopista Costanera Norte, frente al hotel Sheraton. Ella no tenía antecedentes de consumo de sustancias y él hasta hacía 6 meses consumía drogas y alcohol. Gonzalo tenía 21 años y llevaba 5 años en la calle. Paola tenía 24 años y llevaba 5 meses en esta situación. Ella tenía estudios técnico-superiores completos, y él octavo básico cumplido. Ambos se dedicaban al comercio ambulante para subsistir. Llevaban 6 meses juntos. Nos pareció interesante incorporar a Paola y Gonzalo como caso de estudio por tratarse de una pareja de jóvenes viviendo solos en la calle. Así, coordinamos una reunión con ellos en el Hogar de Cristo para explicarles la investigación. En ésta reunión nos contaron más de su vida en la calle. Nos dijeron que actualmente su trabajo consistía en estacionar autos a la entrada de un restaurante de Providencia. Paola nos explicó que el día 19 de enero de 2005 ella había entrado a la calle porque su mamá no la habría dejado quedar embarazada nuevamente y ella estaba embarazada de Gonzalo. Antes de entrar a la calle, Paola siempre había vivido con sus padres en su casa de la comuna de Cerro Navia. Ambos nos explicaron que el primer lugar que habían compartido como pareja en la calle había sido una casa abandonada en la comuna de Providencia, donde Gonzalo se estaba quedando desde hacía algún tiempo. Se habían ido de ahí porque había amenazas, cuchillas, y peligro. Les contamos del proyecto y los invitamos a participar. Ellos accedieron y se motivaron con la idea de fotografiar su diario vivir. Con sus fotografías y relatos Paola y Gonzalo nos mostraron cómo dos jóvenes que se habían conocido y enamorado en la calle luchaban día a día para salir de esta situación, y así poder formar una familia y tener un hogar. Nino Funcionarios del programa Acogida del Hogar de Cristo nos recomendaron conocer a Nino para evaluar incorporarlo a la investigación. Nino era un hombre de 57 años, soltero, con una hija y que llevaba 17 años viviendo solo en la calle. Desde hacía 12 años que pernoctaba en una vereda sobre un colchón que cubría a modo de alero con una plancha de madera. Era alcohólico desde hacía 30 años. No tenía antecedentes penales, y había cursado educación básica completa. Estuvimos presentes en una entrevista que le realizó un funcionario del Hogar de Cristo, en la cual nos presentamos, le explicamos la investigación y lo invitamos a participar. La noche anterior a ese día había hecho mucho frió en Santiago. Los voluntarios del Hogar recorrieron la ciudad para evaluar como estaban soportando el frío las personas que dormían en la calle y ayudar en lo que requirieran.

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Según ellos, estas noches son críticas, porque una intervención oportuna puede salvarle la vida a una persona. Esa misma noche habían encontrado a Nino con hipotermia en la calle, y lo habían trasladado a la fuerza a una hospedería del Hogar de Cristo para salvarle la vida. Por ello, por la precariedad del lugar donde dormía, por su alcoholismo, y por la soledad en que vivía, nos dimos cuenta que con Nino estábamos frente a uno de los casos más dramáticos de nuestra investigación, donde la situación de calle lo ponía en el límite entre la vida y la muerte. Durante la entrevista Nino nos contó como había empezado a vivir en la calle: “la vida en la calle empieza con el alcoholismo, deja de lado uno la profesión que tiene”. Nos dijo que él era de los “chicha”, los buenos para el trago, pero de los que comparten. Sobrevivía juntando cables eléctricos de la basura, que diariamente pelaba a mano para vender el cobre que traen adentro. Al final de la entrevista Nino accedió a participar en nuestra investigación y a compartir su vida con nosotros. Sandra e Isa Como cuarto caso de estudio nos interesaba contactar a mujeres, idealmente con experiencia de calle viviendo en hospederías distintas a las del Hogar de Cristo. Los mismos profesionales del Hogar nos sugirieron contactar a la hospedería para mujeres Francisca Romana, ubicada en la comuna de Recoleta. Allí se acoge a mujeres solas o con hijos viviendo en situación de calle, brindando hospedaje, comida y utensilios de aseo. Las huéspedes pagan 100 pesos por noche. Después de tomar desayuno deben salir de la hospedería y vuelven alrededor de las 6 y media de la tarde. Pueden permanecer por 15 días y una vez egresadas tienen la posibilidad de volver luego de 6 meses. Una vez en la Hospedería nos presentaron a Sandra. Ella llevaba 5 meses viviendo ahí y estaba ahorrando para arreglar una pieza en la casa que heredó de sus padres porque el resto de la casa la tenía arrendada. Trabajaba vendiendo ropa en La Vega, lugar que conocía desde hace años. Anteriormente había alojado en una hospedería del Hogar de Cristo, en una plaza a la intemperie, y arrendado piezas. Nos interesó incluirla en el estudio por ser una mujer con experiencia de calle y de distintas hospederías, y por haber vivido sola todo este proceso. Con sus fotos, Sandra nos mostró la tristeza que ha sentido a lo largo de su vida por haber sido abandonada por sus padres al nacer y la felicidad que siente hoy en día por vivir en una hospedería donde ha encontrado una “nueva familia”. También en la hospedería Francisca Romana pudimos conocer a Isa. Ella tiene cuatro hijos, las dos mayores viviendo en un internado, y los dos menores junto a ella en la hospedería. Isa tuvo una vida muy sufrida en su juventud. Su madre la trataba muy mal y la obligaba a trabajar. Cuando Isa tenía 17 años su padre intentó violarla lo que la obligó a dejar su casa. Transcurrieron así varios años en que tuvo que vivir de allegada con amigas y conocidas hasta que finalmente, por no encontrar a nadie que la acogiera, terminó viviendo en la calle. Así fue como pernoctó en una plaza, debajo de un puesto de artesanos, en un ruco en un parque y en un ruco al lado del río Mapocho. Mientras vivía en la calle fueron naciendo sus cuatro hijos, todos de distinto padre. De este modo, nos interesó el caso de Isa porque se trataba de una mujer que había vivido en la calle y en una hospedería junto a sus cuatro hijos pequeños. Isa accedió con mucha disposición a participar en nuestra investigación. Las fotografías que tomó muestran principalmente a sus hijos. Cuando le preguntamos que título resumiría la historia que presentaban sus fotos, nos dijo “los niños del río”, pues así llamaban a sus hijos las asistentes sociales que les prestaban ayuda. Al conocer su historia de vida, nos sorprendió como la otrora “señora de los niños del río” ha podido superar las pesadas barreras que le ha puesto la vida, educando a sus hijos, trabajando de manera independiente y ahorrando para obtener su casa propia. Sin duda, su fe en Dios y el amor que siente por sus hijos le han dado toda esta fuerza.

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Oscar Al avanzar con la investigación, nos pareció interesante incorporar el caso de un hombre joven viviendo en situación de calle. Afortunadamente, al aplicar el pre-test del cuestionario del catastro de población en situación de calle pudimos conocer a Oscar, que vivía con un grupo de jóvenes en una caleta de Santiago. Oscar fue el primer joven a quien aplicamos el cuestionario y de inmediato nos llamó la atención su historia de vida así como el cariño que le tenían sus amigos de la calle. Al terminar con las preguntas del cuestionario le planteamos la idea de participar en nuestra investigación, y el aceptó. La semana siguiente nos reunimos en dependencias del Hogar de Cristo, para realizar la primera entrevista. Oscar tenía 25 años y desde los 17 vivía en una caleta cerca de la autopista Norte-Sur, donde consumía habitualmente neopren, trabajaba como “plumillero” limpiando vidrios de autos en una esquina del sector, macheteaba para comer y de vez en cuando “cogoteaba” para comprar droga. Desde hacía 6 años que tenía una pareja con la cual tenía un hijo de cuatro años. Cuando Oscar dejaba de consumir neopren era aceptado en la casa de su suegra, donde comía y dormía junto a su pareja e hijo. Oscar es risueño y tiene un tono de voz suave. Mantiene su pelo corto teñido de rojo y sus pantalones anchos y caídos a la cadera. Al momento de entrevistarlo, Oscar llevaba dos semanas sin drogarse, viviendo en la casa de su suegra, después de que un intento de suicidio lo hizo tomar la decisión de internarse en una comunidad terapéutica. Su narración traslucía la esperanza de que esta vez, con el apoyo psicológico de funcionarios del Hogar de Cristo y la compañía de su pareja e hijo, podría lograr su principal objetivo en la vida: dejar definitivamente el neopren y por lo tanto la calle. En la mayoría de sus fotos Oscar retrató a su hijo, a su pareja, a su suegra y a las otras personas con las que compartía en su hogar fuera de la calle. Estas personas representan la fuente de apoyo y cariño en su vida, con las cuales comparte la esperanza de cambiar las drogas y la calle por una vida de familia. Temas cubiertos por las fotografías Como ya mencionamos, a los entrevistados les pedimos que fotografiaran su vida diaria para así conocer y entender mejor sus experiencias de vida y permitir que ellos explicaran y le otorgaran significado a cada una de estas imágenes. La tabla 2 presenta las fotos tomadas por cada entrevistado, agrupadas según el tema principal a que se refiere cada una. Pueden apreciarse los distintos énfasis que cada entrevistado otorgó a los posibles temas de sus vidas, lo que refleja las diferencias con que cada uno significa la situación de calle.

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Tabla 2 Fotografías tomadas por los participantes según tema

(Cantidad de fotografías(*)) Juano Paola y

Gonzalo Nino Sandra Isa Oscar

Ellos mismos 14 3 1 1

Familiares, pareja, hijos, etc.

1 14 15

Amigos, conocidos

en situación de calle

6 4 6 10 2 7

Amigos, conocidos

domiciliados

3 1 3 1

Otros domiciliados 1

Calles y lugares de uso, trabajo

9 9 4 3 6

Detalles de

hospederías

7

Lugar donde

pernocta

1 1 1

Edificios, espacios usados por otros

3

Otros 1 2 3

TOTAL 24 27 17 27 25 23

(*) Cada entrevistado utilizo el mismo modelo de cámara desechable con 27 fotografías. Las diferencias en los

totales de fotografías tomadas se debieron a las fotografías perdidas en cada caso.

En síntesis, en esta investigación indagamos la biografía y la vida diaria de un grupo de personas en situación de calle de la ciudad de Santiago. La metodología visual/cualitativa empleada nos permitió contextualizar la situación de calle dentro de las trayectorias de vida de cada entrevistado y acercarnos a la compleja dinámica que llevó a cada persona a vivir en esta situación y a los distintos modos en que hace su vida en la calle. A continuación, presentamos los resultados de la investigación. En la primera sección abordamos el ‘proceso de entrada a la calle’. La segunda sección esta abocada a la relación entre situación de calle e identidad personal. Aquí observamos la situación de calle dentro de la trayectoria vital de los entrevistados, de manera de comprender como ellos la significan, y como su identidad personal es moldeada y moldea la forma en que viven la situación de calle. En la tercera sección analizamos la forma en que se habita cuando se tiene que sobrevivir en situación de calle, los distintos repertorios que se utilizan para sobrellevar la vida en la calle según las prioridades y recursos de cada uno, en una constante negociación con los obstáculos que interpone el medio social y en una ferviente lucha contra la incertidumbre y la inseguridad. En esta sección abordamos temas como el alimento, el techo, las rutinas y circuitos de la calle, la seguridad, el trabajo y otras fuentes de ingresos y las redes de apoyo. La cuarta sección está dedicada al análisis de las estrategias de salida de la situación de calle que manejan los entrevistados, los requisitos que conllevan así como la forma en que la identificación con la calle afecta estos proyectos futuros. El informe se cierra presentando algunas conclusiones de este trabajo.

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PROCESO DE ENTRADA A LA CALLE

En esta sección analizamos el proceso de entrada a la situación de calle de acuerdo a las narraciones de los entrevistados. La salida a la calle puede gatillarse por un incidente como conflictos familiares, pérdida del trabajo, comisión de delitos, término de relaciones matrimoniales o el incendio de la casa donde se vivía. Pero según indican los testimonios entregados por los entrevistados ese incidente sólo se entiende como parte de un proceso complejo donde intervienen múltiples causas que se concatenan y potencian a lo largo de sus historias de vida. Efectivamente, al contextualizar los factores ‘inmediatos’ que producen la salida a la calle dentro de la trayectoria vital de cada entrevistado se logra comprender el peso que en cada caso tienen esos factores y, con ello, tanto la importancia que tiene la capacidad o incapacidad de cada persona para enfrentar tales obstáculos como el carácter procesual de la configuración de esta situación. Al comparar los casos, es posible distinguir patrones comunes en el proceso de entrada a la calle. Así, para algunos entrevistados los problemas familiares son predominantes y, cuando esto ocurre, generalmente la llegada a la calle sucede intempestivamente sin mediar una etapa de conocimiento o acercamiento previo. En cambio, en otros casos destaca la existencia de un proceso gradual de aproximación a la cultura de la calle, ya sea mediante la familiarización con grupos que delinquen, o mediante el consumo de alcohol o drogas en un contexto de calle, junto con una temprana deserción escolar. Este acercamiento a la cultura de la calle es el preámbulo que facilita la posterior llegada definitiva a la situación de calle.

Escapando del domicilio

En los testimonios de Paola, Sandra e Isa predominan problemas familiares como parte del proceso de entrada a la calle. Ellas optaron literalmente por escapar de sus domicilios como la ultima opción ante una realidad familiar que por lo amenazante o conflictiva no dejaba espacio para otra alternativa, desembocando en la calle al no tener otro lugar donde pernoctar. Además, para estas entrevistadas, la llegada a la calle fue un proceso que ocurrió de una sola vez, sin existir una fase de conocimiento o acercamiento previo a esta realidad. El relato de Paola grafica esta situación:

“... Aparte de cosas como el alcoholismo, la drogadicción, uno a lo mejor tiene un problema de fondo y por eso vive en la calle... todos tenemos problemas... mi mamá me sacaba la mugre hasta que salí de mi casa... me diagnosticaron un embarazo y mi mamá si yo quedaba embarazada nos iba a matar la guagua a palos...”

Paola, al igual que Isa y Sandra, es responsable de la decisión de salir a la calle, pero no de las razones que la llevaron a tomarla. Las conductas de sus familiares generaron una situación conflictiva, riesgosa o definitivamente peligrosa, donde la presencia de las entrevistadas era insostenible y donde la opción de salir a la calle pasó a ser una medida de resguardo frente al conflicto. Paola salióe a vivir a la calle junto y en gran medida gracias a Gonzalo, su pareja, quién ya llevaba 5 años viviendo en esta situación. Gonzalole entrega protección y le permite adentrarse a un mundo que no conocía y que le resultaba ajeno. Juntos recorren distintos lugares de la comuna de Providencia, pernoctando en casas abandonadas, parques, entradas de edificios y en un hoyo al lado de una autopista, lugar donde los encontramos al momento de entrevistarlos. Isa explica que su salida a la calle se produjo por graves problemas familiares. Ella distingue un factor que gatilla la salida, pero a través de su historia de vida enmarca ese factor en una trayectoria de rechazo que comienza con su concepción. Isa abandonó su familia, compuesta por el padre, la madre,

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dos hermanos y los abuelos maternos, a los 17 años debido no sólo a que su padre intentó violarla, sino a que además, su madre y su abuela estaban “concientes y sabían que esto estaba pasando” y “se hicieron las dormidas”. Los adultos de la casa no la protegieron y encubrieron la situación. Isa se sintió vejada por su padre e ignorada por su madre y su abuela. Estaba en completo desamparo. Pero este desamparo no era un sentimiento ajeno a su historia de vida. Isa relata que desde temprana edad su madre no le prestaba atencióny sentía una tremenda diferencia entre el trato que le daban a su hermana y el que ella recibía. La mandaron a trabajar a los 8 años de temporera y, aunque era buena alumna, sólo le daban dos cuadernos para todo el año y debía batírselas sola con las tareas y las dudas académicas. Era una niña sola y no se sentía querida por su familia. “Uno después empieza las averiguaciones”, nos explica Isa. En su adolescencia, fue juntando piezas, hasta que se construyó una imagen de su historia:

“Fui hija no deseada del matrimonio... yo escuché a mi mamá cuando tenía como 11 o 13 años que le dijo a una vecina... ‘esta huacha de mierda nunca debió haber nacido –dijo- me hice tantas cosas pa’ que no naciera –dijo- maldigo el día en que nació’... porque creo que mi mamá... se fue, dejó a mi papá con los cabros chicos, y ahí empezó el drama porque supuestamente cuando volvió estaba embarazá, mi mamá se había ido con un gitano.”

Al dejar su casa, Isa permaneció dos días en un parque “Ahí estuve dos días sin comer... la misma gente que conocía en el parque dejaba un pedacito de pan y yo lo iba a buscar, o sea llegué a ese extremo...”. Rápidamente logró salir de la calle yéndose a trabajar de empleada con una familia. Isa vivió dos años en esta casa, la que abandonó por desavenencias con la familia. Desde este momento comienza su largo peregrinar por domicilios ajenos y espacios públicos de diversas características, hasta su llegada a la hospedería en que la entrevistamos. Todo esto le llevó alrededor de 16 años de su vida y, en el trayecto, le entregó cuatro hijos cuyo futuro conforma el principal horizonte de su vida. Por su parte, el relato de Sandra da cuenta de crecientes conflictos con su familia adoptiva. La vida familiar de Sandra comenzó a complicarse cuando ella entró a la adolescencia. Con el pasar de los años comenzó a desear ser más independiente, a trabajar y a tener una pareja. Sin embargo, sus padres adoptivos rechazaron este cambio y comenzaron a restringir y a vigilar su vida. La relación con su madre adoptiva, una mujer de edad avanzada, se tornó especialmente conflictiva a medida que ella envejecía y le demandaba más tiempo y cuidado. Sandra decidió seguir trabajando y esta conducta le trajo un trato agresivo de parte de ella. Finalmente, una hermana adoptiva le dijo que debía irse de la casa:

“Ya te tenis que ir de la casa porque tu te estai portando muy mal y que no pasai aquí, mi mamá todo el día agotá” “¿y qué queris si pa’ eso están ustedes aquí poh? Yo tengo que trabajar... porque según ellos yo me empecé a portar mal, que me pasaba saliendo, que no pasaba en la casa, después me dijeron “¿sabis que más? si tu soy amiga de tus amigos mejor ándate a vivir con ellos”.

Sin embargo, el relato de su vida explica por qué Sandra es tan sensible a los conflictos familiares, a la necesidad de reconocimiento y a sentir que “molesta”. La madre de Sandra la abandonó en el hospital al nacer. En su infancia, pasó de una familia a otra, y sólo supo en su adolescencia que no era hija de los padres que la criaron. Su primer lugar en la calle fue el pasillo de la posta infantil del Hospital Félix Bulnes, donde usualmente “llevaba a mi sobrino” (Foto 4-04). Eligió este lugar porque estaba dentro de su comuna, dado que “yo no salía nunca del sector”, y era “la única parte que conocía... más cerca” y “más

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templada”. De este lugar se fue a vivir de allegada donde una prima. Luego, estuvo un mes y medio en una hospedería del Hogar de Cristo, donde tuvo una mala experiencia al ser víctima de un robo y porque la obligaron a abandonar la hospedería cuando se cumplió su plazo de estadía, pese a que no tenía como autosustentarse. Como acto de protesta, Sandra, desafiante, se instaló a dormir en una banca en la plaza que está afuera del Hogar de Cristo: “Sí poh, ustedes me tiran a la calle,me pongo a dormir en la calle”. Por último, a través de una amiga que hizo en la calle, llegó a solicitar alojamiento a la hospedería solidaria de mujeres donde la conocimos.

Foto 4-04 “En la sala de espera de este servicio Sandra durmió cuando salió a la calle”

Los conflictos familiares de los que dan cuenta estos tres casos se han venido desarrollando por largo tiempo, generando una compleja relación de convivencia que en un momento particular entra en crisis dando lugar a la salida a la calle. De este modo, para estas entrevistadas la llegada a la calle fue una decisión personal aunque forzada por las circunstancias. Ellas optaron por salir de sus hogares e irse a vivir a la calle como una medida extrema de auto protección. En este sentido, se trató de una decisión difícil, no sólo porque para todas ellas la calle era un territorio desconocido, sino porque la calle parece ser un lugar donde una mujer corre muchos más riesgos que un hombre, tal como veremos más adelante.

Familiarizándose con la cultura de la calle

En el proceso de llegada a la calle de Gonzalo, Juano, Nino y Oscar, aparecen factores tales como problemas familiares, consumo de drogas y alcohol y la comisión de delitos y posterior encarcelamiento. Por sobre estas diferencias, lo común entre estos entrevistados es que la llegada a la calle fue un proceso gradual, donde poco a poco fueron conociendo y aprendiendo la cultura de la calle, hasta que finalmente se integraron completamente a esta situación. En este sentido, estos casos muestran que la familiarización con la cultura de la calle constituye una fase previa que pavimenta la llegada definitiva a la situación de calle. Juano explica su situación de calle como la consecuencia de los “errores” cometidos producto de su relación con “las malas juntas”. Juano comenzó a “cometer errores”, involucrándose en robos y agresiones hasta caer preso. Como resultado, sus “antecedentes manchados” lo han vuelto un desempleado crónico. Al analizar su vida, descubrimos que el problema de las “malas juntas” del cual Juano se responsabiliza comenzó bien temprano. A pesar de que tiene buenos recuerdos de su infancia y la rememora como una etapa “bonita” en la que jugaba con otros niños del barrio, y era el regalón de la familia, también comenta que era “bien revoltoso”, “y un poquito malo”. Esta “maldad” que cuando niño lo llevó a pegarle a profesores y a robarle materiales de estudio a compañeros de curso, no proviene de las enseñanzas o modelos familiares, sino de la calle, “del ambiente”:

“Yo veía a los cabros y a mí me gustaba... me fui acostumbrando... a ganar las cosas fácil... de repente, ‘ah mira ese viejo en la calle tiene plata, está curao’, ah se la sacaba no más, sin pegarle claro ni na’, se la sacaba y vi como que era tan fácil la cosa que me quedó gustando...”

Y la fuerza de la “mala” calle pudo más. Juano con franqueza confiesa que pese a que sus padres le “dieron estudios”, no los supo “aprovechar” y se “arrancaba de la escuela”. Por “las malas juntas” ya a los 16, 18 años, comenzó a delinquir hasta que lo recluyeron en la cárcel. En este sentido, para Juano la calle ha sido una escuela, un espacio donde, al igual que en la cárcel, “está en usted si quiere

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aprender lo bueno o lo malo” de la vida y de las personas. La calle es representada al mismo tiempo como un lugar y una experiencia en la que ha perdido y aprendido mucho. Al contar su historia de vida, Juano hace referencia a un evento catastrófico puntual –el incendio de la casa familiar-, que fue lo que en definitiva lo dejo “sin techo”. Luego del incendio, se produjo la muerte de sus abuelos maternos, y sus parientes se repartieron la herencia, dejando a Juano y a su madre sin vivienda. Al salir a la calle, Juano vivió en un campamento, luego dentro de un auto, y finalmente en la caleta donde lo conocimos. Ahí vive desde hace cuatro años junto a su hijo en un ruco que el mismo construye y reconstruye periódicamente cuando es destruido por funcionarios municipales que intentan erradicar la caleta. Gonzalo, al igual que Juano, lleva conviviendo con la cultura de la calle desde que dejó el colegio en octavo básico. En esa época empezaron las influencias de “las malas juntas”, comenzó a drogarse y a trabajar para pagar su consumo. Durante su infancia, Gonzalo “lo pasó bien” y se entretenía jugando con sus primos. Fue con ellos que Gonzalo probó por primera vez la pasta base y fue porque ese grupo se desarmó que luego comenzó a juntarse con los punkies del barrio con los que saltó a la cocaína “fueron cuatro años que yo consumí de todo... marihuana, pasta, coca, floripondio, soluciones, neoprén, alcohol”. Con ellos Gonzalo lo pasaba bien, “les contaba todos los problemas, me desahogaba, me entendían”. Gonzalo lleva 5 años en la calle. Explica que abandonó su hogar por un conflicto familiar, “me agarré a combos con un tío... se formó un atado... y no sabían las cagás que estaban haciendo mis primos y primas... (y) la cargaron conmigo, como yo era el único que estaba solo, no tenía hermanos”. Analizando su historia, percibimos que “estar solo”, la razón que Gonzalo da para ser injustamente atacado, es un factor determinante del modo en que entiende y guía su vida. Gonzalo se presenta como un niño “criado por mi abuela y por mi vieja, mi madre es madre soltera y mi bendito padre me dejó”. En este contexto, la pelea con su tío que lo llevó a salir de su casa adquiere más sentido. Pese al cariño recibido por parte de su madre y de su abuela, parece ser que el rechazo inicial de su padre y la necesidad de no sentirse solo fueron vectores esenciales en su vida. Al momento de la discusión con su tío no tenía quién lo defendiera, “todos me empezaron a juzgar” y “estaba solo”. Y solo salió a la calle. Durante los 4 años que Gonzalo pasó en la calle antes de conocer a Paola, vivió de allegado donde una prima, luego en una casa abandonada como “okupa”, en una hospedería comercial y en la Caleta Los Leones. En la calle empezó a tener “malas juntas” y comenzó a “robar”. Un día, “terrible de curao” agarró a golpes un cajero automático y se fue preso por 5 meses. En la cárcel aprendió los códigos y supo defenderse, pero también estuvo a punto de suicidarse. Al salir, pese a la insistencia de su madre, volvió a vivir en la calle trabajando de vendedor ambulante, hasta que un día cerca de navidad conoció a Paola, se enamoraron, dejó las drogas y su horizonte de vida se extendió desde el “día en día” de la calle hasta el largo plazo de armar una familia y ser padre. Nino explica cómo empezó a vivir en la calle: “la vida en la calle empieza con el alcoholismo, deja de lado uno la profesión que tiene”. En efecto, su alcoholismo lo hizo perder primero a su familia y luego su capacidad de trabajar de manera estable. Con esto se debilitó su red de apoyo familiar así como su base material, lo que lo llevó a una vida en la calle que gira en torno a su dependencia del alcohol y a la subsistencia diaria. Nino comenzó a consumir alcohol a los 14 años de edad, al mismo tiempo en que dejó de estudiar y comenzó a trabajar, forzado porque a su familia no le alcanzaba el presupuesto para pagar los estudios de él y de su hermano mayor. Fue dentro de esta rutina de beber con sus amigos que Nino conoció a su pareja, con quién vivió 22 años y con quién tuvo su única hija. Mientras Nino vivía con su mujer, su vida ligada al alcohol y a sus compañeros de juerga comenzó a crearle problemas familiares. Se iba de farra y a cazar al sur con sus amigos, ausentándose varios días de la

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casa. Las discusiones con su mujer se intensificaron, hasta que finalmente se produjo la separación. Nino dejó a su mujer con su hija en la casa donde vivían, y él se trasladó a trabajar a Buenos Aires. Al volver de Buenos Aires, Nino comenzó a vivir de allegado en la casa de un amigo que vivía en Cerrillos. Traía dinero y contribuía al sustento de esta familia. En ese tiempo se iba de farra con sus amigos dos o tres días, hasta que por la borrachera empezó a costarle volver a dormir donde su amigo. Optó entonces por quedarse a dormir en un auto abandonado de un conocido que le quedaba más cerca. Entre farra y farra y la generosidad de un allegado, se le fueron acabando los dólares. Así, de modo gradual y como consecuencia directa de su alcoholismo, Nino empezó a vivir en situación de calle. Pernoctó en este auto durante 3 años y luego se fue a “ruquear” a un camión abandonado de otro conocido, donde permaneció por cerca de dos años. Finalmente, hace dos años, Nino llegó a vivir a la esquina donde habita hasta hoy. Ahí duerme en un colchón pegado a una muralla sobre el cual ubica un tablero de Masisa prensada en diagonal hacia la muralla, que lo protege del frío y de la lluvia. La cercanía de Oscar con la cultura de la calle comenzó desde muy temprano. De niño sus tíos lo llevaban a machetear para conseguir mercadería para la casa. Más tarde, cuando tenía 14 años, su madre y su padrastro lo mandaban junto a su hermano menor a pedir pan, “de repente lloviendo salíamos a machetear… por el hambre igual salía”. Vivió junto a su madre y a su padrastro hasta cuando cumplió los 17 años. A esa edad su madre cayó presa, momento en que Oscar comenzó a drogarse. Oscar marca este evento como el que gatilla su entrada a la droga,“cuando mi mami cayó en cana ahí me empecé a meter en la droga, me sentí súper mal… me sentí solo…”. Oscar se quedó un tiempo solo en la casa de su madre y luego se fue: “ahí yo me quedé 6 meses pegao en la calle…”. En aquellos días, Oscar trabajaba vendiendo dulces en micros y en esta actividad conoció y se hizo amigo de un grupo de limpiadores de vidrios de autos, los “plumilleros”, quienes vivían en una caleta del parque O’Higgins. Fueron ellos quienes lo introdujeron al neoprén, la droga que ha consumido desde los 17 años:

“... Andaba trabajando en las micros… vendiendo dulces, entonces conocí a los cabros que limpiaban vidrios... después me quedé un día afuera pa aspirar neoprén y ahí empecé...”

Poco a poco Oscar fue quedándose más y más tiempo en el Parque, “ahí después empecé a quedarme un día, después dos días y así, tres días…”. Oscar señala que “después iba y volvía”, entre su casa y la caleta del parque. Cuando lo entrevistamos, Oscar vivía de allegado en la casa de su suegra donde puede quedarse sólo cuando deja de consumir. De este modo, su vida pasa por períodos en que consume droga y se queda por días aspirando neoprén en la caleta, y otros en que no consume y pernocta en la casa de su suegra junto a su pareja e hijo. Aún en este caso, Oscar continúa estrechamente ligado a la calle, al trabajar y pasar gran parte del día en la vía pública.

Factores económicos como facilitadores de la salida a la calle

Para algunos de los entrevistados, además de los problemas familiares o la creciente cercanía con la cultura de la calle, existieron razones adicionales que contribuyeron a agravar su capacidad para autosustentarse provocando de este modo la llegada a la calle. Sandra, por ejemplo, había perdido su trabajo al momento de dejar su hogar y, por lo tanto, no contaba con sueldo ni ahorros para arrendar una pieza. Del mismo modo, el alcoholismo de Nino fue limitando progresivamente su capacidad para trabajar de manera estable en su oficio como constructor de estructuras metálicas, no sólo porque un

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trabajo “apatronado” le habría exigido dejar de tomar, sino porque su enfermedad comenzó a limitar la motricidad de sus piernas. El pasado delictual de Juano también representó una barrera para que encontrara trabajos formales. Este hecho, lo obligó a realizar trabajos de la calle como única opción para mantenerse, acentuándose de este modo su cercanía a la calle. A este respecto, junto con reconocer su responsabilidad por su situación de calle, Juano culpa a la sociedad por no darle una oportunidad a quienes como él, pese a haber cumplido las penas correspondientes, tienen sus “papeles manchados”:

“Lo primero que me gusta, tanto pa’ mi como pa’ los demás que vivimos en la calle, que nos miraran pero como a una persona, pero no con mirar el pasado, miremos el futuro y miremos la realidad ahora... no que éste es delincuente que puede volver a lo mismo, si es por eso o sea que nunca va a cambiar la persona y nunca la van a hacer cambiar ellos tampoco, porque no se le da la oportunidad...”

Allegamiento como una parte del proceso de salida a la calle

Para la mayoría de los entrevistados ha sido común que entre el domicilio fijo y la calle pasen por un período intermedio donde transitan por casas de conocidos como allegados. Así, dentro de los 5 años que pasó en la calle, Gonzalo vivió un tiempo de allegado en el departamento de una prima. Nino vivió de allegado con un amigo al volver de Buenos Aires, antes de comenzar a dormir en autos y en un ruco, por la profundización de su alcoholismo. Sandra estuvo de allegada donde una prima por 15 días, hasta que decidió irse porque se sentía “molestando”. Por su parte, Isa vivió muchos años de allegada junto a sus hijos con distintas ‘amigas’ y conocidas luego de abandonar su casa. Este allegamiento no estaba libre de costos, como tener que salir a la calle para contribuir con recursos para la casa:

“... A mi me mandaban a pedir con la Rosa y con los niños de ellos, porque el marido era un vago y ella era una señora... [que] se venía pa’ la Vega acá a hacer su vida y dejaba a los hijos botados y yo tenía que salir a pedir pa’ alimentarlos”

Además, Isa señala que cuando vivía allegada sus hijos ni siquiera podían toser tranquilos para no perturbar el sueño de los dueños de casa. Comenta que “nadie quiere hijos ajenos” y con ello refleja la especial dificultad que tiene una madre con hijos para ser recibida como allegada. Por último, cuando Oscar no está en la caleta del parque consumiendo neoprén, es recibido de allegado en la casa de su suegra. Ahí encuentra el apoyo de su pareja, de su hijo y de su suegra, quienes le entregan cariño y fuerza para dejar paulatinamente la droga. Así, la vida de Oscar se reparte entre períodos que pasa en la calle y períodos en que vive de allegado, lo que se repite periódicamente según sus recaídas. Al igual que para Isa, para Oscar estar allegado no es una opción gratuita pues tiene que ser capaz de dejar la droga para que lo reciban en la casa y se espera que provea como todo padre de familia aunque tenga un modesto e inestable trabajo ‘de la calle’. La existencia de allegamiento en el proceso de entrada a la calle de la mayoría de los entrevistados da cuenta de los esfuerzos que realizan para evitar terminar viviendo en la calle. Como señala Oscar, vivir en la calle “no tiene ningún brillo”, por lo que el allegamiento es una opción preferible a la crudeza y riesgos de la calle. Sin embargo, los entrevistados indican que vivir de allegados es complejo por la dificultad de convivir y congeniar con personas desconocidas. Además, no todos los conocidos están dispuestos a abrir sus hogares para recibir a otra persona o familia.

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En síntesis, al analizar el proceso de entrada a la calle, constatamos la existencia de un conjunto de factores que se van concatenando a lo largo de la vida de los entrevistados y que confluyen para producir la salida a la calle. En algunos casos los problemas familiares predominan, creando una situación conflictiva o de riesgo, con lo que la salida a la calle se entiende como una fórmula de escape del domicilio y una medida de auto-protección. En otros casos, se evidencia un proceso de acercamiento a la cultura de la calle desde temprana edad. La familiarización con la cultura de la calle sirve como antesala para la posterior entrada definitiva a la situación de calle a través de la desvinculación con la familia, el trabajo y “la casa”, producidos por el consumo de drogas, alcohol o actividades delictivas. Además, en algunos casos la salida y/o la permanencia en la situación de calle se ve facilitada por la existencia de problemas económicos, como la pérdida del trabajo o la dificultad para encontrar empleos formales, mientras que para la mayoría de los entrevistados el allegamiento es una estrategia para posponer temporalmente la entrada a la situación de calle.

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SITUACIÓN DE CALLE E IDENTIDAD PERSONAL En esta sección analizamos los relatos de los entrevistados desde la perspectiva de la identidad personal. Ciertas preguntas guían el análisis: ¿cómo se inserta la situación calle en las trayectorias vitales de cada entrevistado?, ¿desde dónde se ubica el entrevistado para narrar su historia, la visión que cada uno tiene de los otros de la calle y la forma en que se distinguen de esos otros?, ¿qué relación establece con los discursos predominantes sobre la situación de calle en la sociedad chilena? y, finalmente, ¿cuál es su autoconcepción como personas en situación de calle?. La identidad no es un asunto simbólico. La forma en que cada entrevistado se define a sí mismo y entiende su vida y sus circunstancias se refleja en sus intenciones, en las decisiones que toma y en sus conductas en la calle. Si una persona “es” de la calle, entonces vivirá la calle de una manera muy distinta a la forma en que lo hace alguien que no se identifica con ella y, probablemente, no tendrá intenciones serias de cambiar su forma de vida. De hecho, la calle aquí no es una “situación” sino una “condición”. A continuación mostramos distintas formas en que la situación de calle marca la identidad de aquellos que la experimentan, desde sus relatos, sus apreciaciones y sus sentimientos. Al mismo tiempo, observamos cómo la trayectoria vital de los entrevistados moldea la manera en que se vive y se entiende la calle. Calle y trayectoria vital: interpretaciones La forma en que se entiende la situación de calle dentro de la trayectoria vital y el lugar desde el cual se narra esta historia, dan cuenta de la posición del entrevistado con respecto a su situación y de una intención sobre como vivir en la calle. Desde esta perspectiva, por una parte, las “causas” que lo llevaron a la calle, las estrategias que pone en marcha para sobrellevar su situación y cambiar sus circunstancias y el modo en que vive esta situación no se observan como factores aislados y puntuales sino como componentes de una vida que sucede antes y después de la calle y a cuya trayectoria hay que darle algún sentido. Por otra parte, si a una persona se le pide narrar su vida en distintos momentos de su trayectoria vital, probablemente relatará historias distintas. La forma en que nos vemos a nosotros mismos y hablamos de lo que somos está moldeada por las circunstancias actuales. Si se está en la calle y no se quiere estar ahí, y no se tienen posibilidades claras para cambiar estas circunstancias, lo más probable es que el relato que se entregue este cargado de desconsuelo. Por el contrario, si se busca salir, y se está en proceso de cambio, el narrador ubicará su relato desde la esperanza. Por último, debido al tema y objetivo de este estudio, los entrevistados no sólo tomaron una posición para narrar y fotografiar su historia frente a nosotros los investigadores, sino que también justificaron desde allí su vida frente a la audiencia que este estudio iba a tener. Al observar cómo los entrevistados insertan la situación de calle en su trayectoria vital, y la motivación que tienen para narrar esta historia, se delinean distintas formas de entender la “situación de calle”, de vivirla y de justificarla.

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“No encuentro que haya perdido nada, al contrario, he ganado” Isa entiende su salida a la calle, tras los abusos de su padre, como una solución para enfrentar el peligro, una fórmula de auto-cuidado y reparación de su valor e integridad como ser humano. Probablemente porque ella no se siente responsable de estas circunstancias y porque ya superó la peor parte, Isa no tuvo tapujos en contar su dramática historia de calle. En el contexto de mayor seguridad y certidumbre que genera la hospedería solidaria en que Isa ha vivido en los últimos meses, ella entrega un relato biográfico donde la experiencia de calle es narrada desde el pasado. A pesar de que Isa siente que ella y las demás mujeres de la hospedería “son de la calle” porque “pasan todo el día en la calle”, ésta es una situación de calle muy distinta a la ‘normal’. Efectivamente, Isa trabaja de vendedora ambulante en un puesto siempre fluctuante de dos ferias al aire libre, se alimenta en un comedor solidario y aloja en una hospedería. Sin embargo, ella ya no “vive en la calle”. Tiene a sus hijos estudiando, esta ahorrando para su casa propia y confía en que la dejarán alojar en la hospedería hasta que su situación se solucione. Tanto a través de la historia de vida como en la narración de sus fotos, ella comenta como “se ha ido superando” en la vida, por lo que no hay lástima ni humillaciones en su narración. Durante todos los años que vivió en la calle o de allegada, no transó su dignidad ni la de sus hijos. Entonces no hay nada de que arrepentirse o avergonzarse. En este contexto, Isa entiende su experiencia de calle como un aprendizaje:

“No encuentro que haya perdido nada, al contrario, he ganado, estoy más tranquila... puse los pies en la tierra, aterricé... estoy tomando más conciencia... que tengo que pensar en el futuro de mis hijos”

Los comentarios que hace al pasar sobre la situación actual de sus ex parejas reflejan que no perdió nada al abandonarlos y que el camino que ella emprendió, duro como fue, era el correcto. Hoy Isa tiene claros proyectos futuros, por lo que, a diferencia por ejemplo de Nino, la de Isa es una narración de la calle desde la esperanza. Isa siente que ya no vive en la calle y no piensa volver. El peligro ya está en el pasado. Lo que sigue a futuro es consolidar su hogar y un empleo estable para reunir nuevamente a su familia, su máximo orgullo. “el 19 de Enero del 2005” Al igual que Isa o Sandra, para Gonzalo y Paola la calle fue una alternativa de protección ante los problemas familiares. En este contexto, para Paola en particular, la experiencia de la calle significa una prueba de autonomía y un ejercicio de reafirmación personal. Pese a que no sea la mejor de las opciones, la salida a la calle fue su primera decisión autónoma:

“Mi mamá me decía que yo nunca iba a ser capaz de salir de esa casa y ahora vi que sí” P: ¿Y por que decidiste quedarte en la calle? R: “Porque por primera vez decidí algo que yo quería hacer, por primera vez tomo una decisión, en mi casa a mí hasta la ropa me la compraba mi mama... y todos dicen ‘por primera vez hiciste algo por ti’”

De hecho, luego de analizar todas sus fotografías reflexionan:

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“Hemos ido superándonos... ahora el Gonzalo con trabajo, yo antes que me daba vergüenza cuidar autos... igual he trabajado y con eso nos hemos mantenido, cuidando autos, hasta un lavado hice el otro día que no tenía con qué lavar el auto y me saqué la camiseta de panty que andaba trayendo y la limpié... me gané dos lucas”

Dentro de la trayectoria vital de Gonzalo y Paola, la experiencia de la calle es entendida como una situación transitoria, que redunda en que ellos se definan no como “personas de la calle” sino como “personas en la calle”. Ellos entraron a la calle como única opción para abandonar sus familias y saldrán de la calle para rehacer sus vidas como una pareja de casados. Mientras tanto, aceptan sobrevivir en la calle adaptándose parcialmente a este medio que no les pertenece y al cual no se sienten pertenecer. Paola llevaba al momento de la entrevista 5 meses viviendo en la calle; Gonzalo, 5 años. Las perspectivas de Gonzalo de salir de la calle indudablemente mejoraron desde que comenzó su relación con Paola. Por y con ella Gonzalo dejó de drogarse y amplió su horizonte de expectativas: antes él vivía el día a día y no le importaba qué iba a hacer para adelante; ahora comenta, hay que “centrarse más, pensar más en el futuro”. A diferencia de otros entrevistados, en la narración de ambos existe una “casa” y una “familia” a la que eventualmente podrían volver. De hecho, Gonzalo visita a su madre todos los domingos y cuando es necesario, da la dirección de su abuela como su domicilio. A la vez, ellos están haciendo todo lo necesario para lograr que la abuela de Gonzalo los autorice a ocupar una pieza en una casa que hoy está a cargo de un tío de él. Es decir, en el relato de esta pareja, tanto hacia el pasado como hacia el futuro existe un ‘domicilio posible’ que funciona como una fuente de memoria sobre cómo se vive en un hogar. Paola al llevar menos tiempo en la calle, comenta una y otra vez que en su “otra casa” tiene ropa femenina, comodidades, libros, equipos de televisión y música y buena alimentación. Un domicilio y un hogar anterior se convierten en puntos de referencia para contar su historia y para resolver su forma de vida en la calle. De hecho, la narración de Paola una y otra vez refiere temporalmente al día exacto en que se produjo su salida a la calle: “el 19 de enero de 2005”. La situación de calle es entendida como un período transitorio también porque ellos no se han “acostumbrado” a la calle. Según Paola, el día en que lo hagan, “es porque ya voy a quedarme en la calle y no quiero”. La extrañeza que muchas veces Paola aún siente al ver cómo funciona la calle le permite vivir en la calle desde sus bordes, lista para salir apenas se den las condiciones y atenta a no entrar del todo, acostumbrarse, y quedarse ahí. La narración de Paola de sus primeros días en la calle aún conserva esa perspectiva de una observadora que no pertenece al mundo que está describiendo:

“Llegamos a la casona con Gonzalo, todos me miraban, yo encontraba tan raro, puros gallos alcohólicos... me sentía como pollito en corral ajeno... yo hablaba con el Gonzalo no más... yo no quería vivir ahí ´sácame de esta pocilga con todos estos ordinarios’, le decía... no es que yo me creyera de allá de Providencia o Las Condes pero era pura gente que... lo único que hacían era tomar o sea que no eran ningún aporte pa’ mi... no tenían na’ que ofrecerte ni culturalmente ni como persona, escucharles que habían estado presos tantos años, escucharles que subían a las micros y que ‘me lo cuentié de esta manera’, no, no”

Además, la inserción de la situación de calle en la trayectoria vital de Gonzalo y Paola se entrecruza con su historia amorosa como pareja. Ellos se conocieron en la calle, han “luchado” juntos, se han acompañado y cuidado, han creado estrategias para salir de esta situación, han armado una “casa” en la calle y, por sobretodo, han decidido casarse y construir una familia tanto con la hija de ella, que Gonzalo reconoció legalmente como propia en los días en que hicimos las entrevistas, como con futuros hijos en común. En este sentido, la situación de calle es transitoria para esta pareja porque sus

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proyectos vitales y sus acciones concretas no sólo se concentran en asegurar la supervivencia diaria o en superar esta situación a través de un empleo y un techo estable sino que, por sobretodo, en planes de largo plazo como la conformación de una familia. Al momento de la segunda entrevista, Gonzalo estaba trabajado por un salario fijo y la vida cotidiana de la pareja giraba en torno a la jornada laboral de él. Asimismo, ya tenían fecha para ir a vivir a la casa de su abuela y asegurada una contribución monetaria por parte del Hogar de Cristo para acomodar ese lugar y trasladarse. Parecía que ya no corrían riesgo e, incluso, el protagonismo narrativo que pensábamos podía tener la golpiza que recibieron días antes en la calle fue opacado por los nuevos planes de la naciente familia. Entonces, por todos estos factores, la experiencia de calle de Paola y Gonzalo pudo ser narrada con cierto romanticismo y tono aventurero. De hecho, dentro de las fotografías que tomaron, la que más le gusto a Gonzalo fue una en que aparece en el cerro San Cristóbal, al atardecer, haciendo un fuego para cocinar. Le gustó porque le costó mucho conseguir que prendiera, y porque da la impresión de que estuvieran acampando, de vacaciones, en otro lugar, relajados, sin preocupaciones (Foto 2-22).

Foto 2-22 “La foto preferida de Gonzalo, haciendo fuego en el cerro, como si estuviera de camping”

“El vocero: mi vida se compone de adonde vive la gente y como son” La inserción de Juano en la calle ha sido gradual, ha involucrado toda una vida, y hoy la calle es una condición de su biografía. En su vida, la situación de calle no rompe su trayectoria vital. En términos relacionales, él reconoce como familiares tanto a miembros de su familia de origen, como a personas que lo han apoyado en la calle y que conoce desde niño. En términos espaciales, el hecho de que toda su vida haya transcurrido en el mismo barrio le ayuda a dar cierta coherencia temporal a la forma en que se entiende a sí mismo. Dentro de este barrio histórico, la vida como niño y joven domiciliado se suma a la vida de adulto en la calle. El, “sus errores” y su búsqueda de nuevas “oportunidades” hacen de bisagra entre ambas experiencias. Juano aprendió de niño la cultura de la calle, y luego salió a vivir en situación de calle. De hecho, Juano construyó su familia mientras estaba en la calle. A su señora la conoció “en la calle” mientras vivía en un campamento, fue ahí donde tuvieron a su hijo Felipe y también ahí donde se separaron. Incluso, cuando Juano narra que mientras vivía en el campamento había períodos en que tenían suficiente dinero como para tener una empleada en la casa, dado que usualmente robaba, también lo hace entendiendo esta etapa de su vida como parte de “la calle”. Asimismo, durante los 10 años que lleva separado de su mujer, Juano ha intentado mantener los lazos entre su familia de procreación. Alienta a su hijo para que visite a su madre regularmente y, a la vez, cuando ella viene a visitarlo a la caleta, Juano comparte con ella e, incluso, “le tiro un ladito del colchón y se queda aquí”. En la calle, Juano no sólo intenta sobrevivir el día, sino que también tiene organizadas actividades de esparcimiento. Juano juega hace años en una liga de fútbol, “en primera, en los viejos crack” y Felipe lo acompaña cada vez que hay un partido. A diferencia de otros entrevistados, para Juano la vida en la calle no es una situación temporal, extraordinaria o transitoria sino que su forma de vida. Debido a su relación de largo tiempo con la calle, más que situarse como alguien que sobrevive y trata de salir de la calle, Juano se identifica como un

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actor que lidera y defiende a su vecindario de las agresiones e indefensión en que se encuentran, gracias a su conciencia y habilidades personales. No es de extrañar entonces que Juano entregue su relato biográfico desde su rol de mediador y vocero de los “humillados de la calle”, papel que por cierto le ha permitido conocer muchas historias de vida. Parece ser una regla de la calle el mantener oculta la historia personal y las causas que provocaron la situación de calle, así como el no indagar en las historias de otros. En efecto, la mayoría de los entrevistados no sabían o tenían una visión muy parcial de las vidas de los conocidos y amigos que habían hecho en la calle. Juano, en cambio, ha hecho de la práctica de mirar, conversar e indagar una estrategia que sustenta su rol de líder comunitario:

“Me gusta mirar, pa’ saber cómo es la persona, ir conociéndolos, de a poco, cual es el modo de pensar de ellos y por qué llegaron aquí”

Juano ocupó su relato y su cámara fotográfica para “mostrarle a la gente cómo es realmente la pobreza”, cómo y quién vive en la calle, es decir, “en lo más bajo que pueda existir”. Él aparece sólo en un par de fotografías, porque no quería apropiarse de una historia colectiva. Gran parte de su identidad como persona en situación de calle desde los 14 años se juega en su rol de “líder comunitario” de la caleta en que reside desde hace 3 años, dentro del barrio en que ha vivido desde su niñez (Foto 1-01). (Aquí foto 1-01) La caleta de Juano Desde esta posición, Juano decide narrar y retratar su vida y la de sus compañeros estableciendo un dialogo con un claro interlocutor: la sociedad chilena. El mensaje que Juano quiere transmitir es que la situación de calle no es en sí misma buena ni mala; es dura y “sufrida” pero eso no significa que sea indigna. Con cariño y alegría se puede sobrellevar. Aquellos que la tildan como mala, “indigna”, “humillante” son “los otros”, los que la mayoría de las veces evalúan sin conocerla. Mientras tanto, aquellos que la viven deben sobrevivir con el estigma, el maltrato y el desprecio que muchas veces la sociedad les hace sentir. En este dialogo invisible, Juano intenta restaurar su identidad como persona en situación de calle aclarando que ellos no son, no están, ni viven en la calle porque son “criminales”, porque “valen callampa” o porque son “viciosos” que “toman todo el día y todo lo que trabajan es pa’ tomar”. Durante las entrevistas, Juano demuestra una y otra vez los principios que guían su vida, que representan a la vez, las actitudes y valores que quisiera que nuestra sociedad tuviera. Él da oportunidades a la gente de la calle, acoge compasivamente a los excluidos, defiende a los débiles y a los que se han equivocado:

“Aquí... hubieron... dos personas que yo les puse la fianza. A este gallo para que no lo mataran... porque las personas lo reconocieron que fue uno de los que se los llevaron presos y lo torturaron pa’l tiempo del Golpe de Estado... este chiquillo... estuvo preso pero por violación a una menor de edad y yo se todo eso, aquí la mayoría sabe pero yo le he puesto también la fianza ¿por qué? Porque yo digo yo no soy quién como pa’ juzgar otra persona... yo digo todos merecen otra oportunidad”

Y sobretodo, intenta conocer al ser humano que hay detrás de un cuerpo sucio o de una ropa roída, sin prejuicios, mirando “lo que tiene mentalmente” el otro, “lo que piensa, siente o lo que hace”. Al mismo tiempo, le enseña a su hijo “que siempre trate de ayudar a la persona más débil” En su vida diaria, Juano comparte y conversa con otros chilenos que viven distintas realidades para poder conocerse mejor unos a otros, con respeto y sin jerarquías o prejuicios. Esta visión también fue

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destacada por el Chino, otra persona en situación de calle que vive hace muchos años en un ruco en San Borja. Para él, el que la sociedad chilena sea más inclusiva y diversa pasa necesariamente por un proceso de conocimiento y mutuo aprendizaje entre personas distintas, más que por el asistencialismo o la misericordia. “Transitar” La forma en que Oscar incorpora la situación de calle en su relato biográfico refleja una tercera forma de entender la calle. Como Juano, la vinculación de Oscar con la calle comenzó muy temprano, cuando los adultos de su familia lo enviaron de niño a “machetear” o cuando a los siete años se “perdió de su mamá” y “anduvo en la calle”. Producto de la desconfiguración de su hogar, en su adolescencia Oscar volvió a la calle, conoció la droga, se volvió adicto y no ha salido más. A diferencia de Juano, Oscar ha tenido la mayoría del tiempo un “domicilio” con “familiares” donde volver. Y así lo ha hecho. Oscar transita entre la “casa” y la “calle”. Cuando ha caído en la droga, se ha quedado por días aspirando neopren en el parque. Cuando se “chanta” vuelve a la casa de su suegra junto a su pareja e hijo. Calle y casa no son lo mismo y entre las dos Oscar ha trazado una frontera. El no trabajaría de “plumillero” en el barrio pues “ahí me da vergüenza por los vecinos”. La calle y sus trabajos se viven muchas cuadras más allá, en otro espacio, ocupado por otra gente. Tal como para Nino la calle está estrechamente ligada a su alcoholismo, para Oscar la experiencia de calle se asocia fuertemente a su adicción al neoprén. Así, más que como una persona de la calle o en la calle, Oscar se visualiza como un “volao”: “me gusta el neo... me dedico a puro volarme no más”. La calle ha sido su circunstancia vital, y su opción por la droga, lo que le impide abandonarla. En este contexto, la identidad de Oscar vive tensionada entre dos polos. Ser el proveedor de su familia, y vivir la libertad de la “vola”. A diferencia de otros entrevistados, Oscar convive con su familia de procreación y a través de ella mantiene lazos con la familia extensa, es decir con primos, tías o sobrinos que vienen de visita ocasionalmente. Como “proveedor” de la familia, la mantención de estos vínculos representa un gran costo para una persona en situación de calle como Oscar. “Uno esta mal, hay que atenderlas como se pueda, se quedan a comer, [vienen con las] manos vacías”. Sin embargo, para él la adicción no es un mecanismo de evasión, sino una opción personal; el se droga porque le gusta:

“... Porque les gusta la volá no más, porque nadie puede decir ‘yo me voy a volarme hoy día porque tengo problemas’, algunos lo hacen pero tienen que ser muy pocos, pa’escapar de los problemas pero yo creo que si uno se mete a la droga es porque a uno le gusta puh, porque yo creo que motivos no va haber, no es necesario p’escapar de los problemas que uno tiene la droga...”

Yo y los otros de la calle Al analizar los relatos de los entrevistados, nos interesaba indagar en la percepción que tenían de sí mismos; cómo la calle moldeaba sus identidades. Una forma de acercarse a ello es observando cómo describen a las otras personas en situación de calle y se distinguen con respecto a ellos. Otra forma es

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analizando cómo los entrevistados creen que su situación es vista por la sociedad chilena, y las respuestas que esto genera. Así, hablando de los otros, se va justificando la propia vida. Según los entrevistados, el carácter simplista y estigmatizador de los imaginarios sociales predominantes en torno a la situación de calle es incapaz de reconocer la variedad de circunstancias que llevan a vivir en la calle y la diversidad de formas en que se sobrelleva. Por ello, gran parte de la identidad de las personas en situación de calle se juega en medidas para mantener la dignidad. Vivir en la calle significa estar constantemente expuesto a los ojos de otros. Las escasas posesiones que connoten status con que cuentan las personas en situación de calle, vuelve al cuerpo y sus disposiciones un vehículo central de identidad a través del cual decir ‘Yo soy’. Así, gran parte de las medidas para mantener la dignidad o para disfrazar la situación de calle, tienen que ver con la presentación personal. “Los niños del río” Isa presenta su historia en la calle antes de llegar a la Hospedería diferenciándose constantemente de las prioridades, actitudes y forma de vida de otras personas que conoció en las mismas circunstancias. Isa distingue claramente entre aquellas personas en situación de calle que, como ella, quieren superarse, “que quiere trabajar, que ponga empeño en hacer algo, sea lo que sea” y aquellos que “no están ni ahí con superarse”. Estos últimos están consumidos por los vicios, mienten pidiendo dinero para pan cuando es para droga, no se hacen responsables ni de ellos mismos, no se cuidan, andan sucios y no aman a sus hijos. Comúnmente estas personas son quienes se aprovechan del sistema de beneficencia vendiendo la ropa que les regalan o los triciclos que les donan para pagar los vicios, o siendo cómodas y botando la ropa sucia en vez de lavarla y mantener a sus hijos limpios. Para Isa, los que no se quieren superar viven en la calle porque no le gustan las responsabilidades: a las mujeres, las que provienen del hogar, de cuidar una casa, ordenarla y mantenerla limpia y servida. A los hombres, las que los signan como principales proveedores de sus mujeres e hijos. A estas personas “les gusta la calle”. Isa piensa que una vez en la calle, en general los hombres son más “flojos” que las mujeres:

“Almuerzan ahí y van a la una, una y cuarto a la cola de la Iglesia... de ahí salen de ahí y vienen a la escala, dos, dos y media que llegan los tíos... en la Vega, ahí en Salas, ahí llegan otra vez, de ahí se van p’allá pa’ Condell otra parte que hay comedor, o sea se dedican así los hombres a puro andar en la calle, no trabajan na’, ¿por qué? Porque tienen comida, todo, tienen todo gratis P: ¿y las mujeres son distintas diriai tu? R: claro, las mujeres no, la mujer va a comer si pero se preocupa mas de ir a buscarse una cosita pa’ llevar pa’ la casa, el hombre no, nunca, los hombres no están ni ahí”

En la calle Isa conoció a distintas mujeres que utilizan a sus hijos para su propio beneficio, haciéndolos trabajar o machetear para los vicios de los adultos, o bien pidiendo hijos prestados para provocar lástima y misericordia en el transeúnte. Isa podría haber reproducido esta conducta porque ella misma fue utilizada por su madre cuando niña. En cambio, tuvo la integridad y la madurez para romper este condicionamiento. Isa subraya que si se quedaba sin pañales o leche para su guagua y tenía que pedir lo hacía ella:

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“No voy a decirle a Diego ‘oye anda a pedir unas moneas pa’ comprarle pañales a la Blanca y anda con tu hermana’... si soy yo la que tuve a los niños, ellos no me pidieron venir al mundo”

Mientras vivía en la ribera del río, Isa era la única que mandaba a sus hijos a la escuela (Foto 5-24). Comenta que otros padres consideraban que hacerlo era perder dinero, porque de todos modos los hijos iban a resultar unos ladrones. Consternada, Isa comenta que otros padres tenían a sus hijos internados, bajo el argumento de que “el gobierno los cuide, total ellos tienen plata”.

Foto 5-24 “Diego, el hijo de Isa en su colegio”

Isa se presenta a lo largo de su narración como una mujer con empuje, proactiva, dinámica, creativa, responsable, digna, siempre buscando nuevas estrategias para conseguir recursos para su familia y nunca aprovechándose del sistema de solidaridad o quedándose a la deriva esperando que otros la rescaten. Isa habla mirando a los ojos, con la frente en alto. En la calle Isa mantuvo siempre la distinción entre pobreza y suciedad. “la gente las mezcla, hacen una sola, yo nunca... vivir en la calle es una cosa y ser limpia es otra”. En efecto, Isa narra una y otra vez cómo, a pesar del invierno, de las precarias condiciones habitacionales y la nula infraestructura con que contaba, ella siempre mantenía a sus hijos limpios, ordenados y bien vestidos (Foto 5-03). Ella lavaba a mano la ropa para que sus hijos anduvieran bien presentados, e incluso comenta que se daba el lujo de ponerles poleras blancas para ir a comer fruta a la Vega. La dignidad no se transa por la falta de techo y la incertidumbre cotidiana. Además, Isa nunca se metió en problemas, tenía buena relación con Carabineros y sus papeles estaban siempre al día.

Foto 5-03 Dos hijos de Isa en el puente sobre el rió Mapocho en el que vivieron

Ella reconoce que la experiencia de calle la hizo cambiar ciertas actitudes. La calle la hizo más desconfiada, y “más dura”. El “corazón blando” es parte del pasado. Nosotros también lo pudimos percibir. Ella no es una mujer de abrazo fácil. Posiblemente no sólo la calle sino que su historia familiar previa se lo ha impedido. Su elocuencia y alegría se entremezclan con palabras crudas y miradas agudas. “Una vida sin Huella” El título que Nino eligió para su historia, sintetiza lo que 18 años de calle significan para un hombre: no haber transformado nada. Progresivamente el alcohol lo fue desvinculando de su trabajo, de su familia, de su domicilio; es decir, de todas las herramientas a través de las cuales los seres humanos dejamos marcas a nuestro paso. “El rumbo”, como él llama a su historia de alcoholismo, no deja huellas. La identidad de Nino está ligada, desde antes de salir a la calle, a su condición de alcohólico y a su participación en este grupo siempre variable de bebedores frecuentes, tranquilos y buenos para socializar y acompañarse: los “chicha”. Nino distingue claramente su grupo de los “cañeros solitarios”,

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que “toman solos su cañita no más, no comparten nada”. Entre los chicha, en cambio, existe apoyo y solidaridad. Por ejemplo, el vino que compran lo pagan entre todos (Foto 3-08),

“...Cuando empezamos, hay quinientos, yo tengo trescientos, entonces ahí vamos... cuando uno ya ve que no hay nada, ya se terminó la caja, se botó, entonces se conversa, estamos conversando, de repente salta uno, bueno hay 500, otro dice ya poh yo tengo los otros 500, no compremos na’ la de a litro que vale mil, ya yo pongo 300 quien tiene más pa’ hacer los 700 pesos...”

Hoy Nino “es de la calle”, y ahí forma parte de “una familia grande”. Nino no se propone salir de la calle sino más bien mejorar su calidad de vida, especialmente durante los inviernos. Nino se define como “un ser humano que quiere subsistir no más”. En la calle no se puede hacer más porque “no se come bien, no se duerme bien, se consume alcohol, y no se cuenta con un trabajo estable”. Como todos, en la calle, Nino ha tenido que transar su dignidad: “al principio me daba vergüenza separar basura, después la necesidad tiene cara de hereje, hay que hacerlo no más”. Pero transar no significa ceder, y Nino tiene sus límites, jamás ha robado: “prefiero meter las manos a la basura que en el bolsillo de alguien”. Nino necesitaba sentirse digno y lucha por esto en un ambiente donde la humillación y la vergüenza afloran fácilmente:

“Es humillante, cualquiera a uno lo ve y le dice: ‘¿claro ahí en la calle no pagai arriendo?’; ‘pero pago impuestos -le digo yo- lo que consumo ¿y por qué no hacis lo mío?, bótate a la calle a ver si es blando o duro. Hace la prueba tu’...”

Pese a las humillaciones, Nino se preocupa de aclarar que también hay mucha gente que lo trata con respeto, “la gente se preocupa, le ayudan: ‘viejito como está’, ‘no si calientito, no paso frío’. pero todo como halago, como queriendo decir ‘te queremos’. No quieren que este aquí...” Y es que Nino valora mucho la compañía. Al “ser de la calle” otra cosa que ha perdido es la posibilidad de conversar con otras personas. La gente “desconfía” y él se siente solo. En su barrio, “lo conocen” y por lo tanto Nino no tiene “que explicar” que es una buena persona. Nino es alto, delgado, de pelo canoso y sonrisa agradable y siempre procura andar muy bien peinado y afeitado. De hecho su peineta es uno de los tres objetos que posee y que más valora en la vida. Como no tiene acceso a lavandería, ha decidido usar la ropa que le regalan durante un período de tiempo determinado, al cabo del cual debido a su suciedad, la bota y la reemplaza por una nueva, cuando llega. Si esto no ocurre, no le queda más que andar con ropa sucia, lo que según menciona una y otra vez, le resulta muy sensible. Cada vez que Nino se mira al espejo no se reconoce. La imagen que aparece le da “rabia y vergüenza”, no le es propia, no le es querida. Su nariz esta roja e hinchada por el alcohol, le faltan algunos dientes y tiene cicatrices en la cara producto de sus caídas borracho. El alcohol ha afectado también su cuerpo. Sus piernas ya no responden bien, ha perdido motricidad y ya no tiene la energía, flexibilidad y el ánimo de espíritu de antes. La ropa sucia, los malos olores, la falta de aseo, son heridas que la calle le ha infringido a su cuerpo, a su apariencia y a su auto imagen. Y Nino las rechaza, aún. En este cuerpo sus 58 años parecen muchos más. Sin duda, la resiliencia que Nino tiene o que ha desarrollado viviendo en la calle es un recurso central para mantenerse activo y a cargo de su situación. Impresiona que comente que cuando algunos automovilistas paran afuera de su ruco para ocupar el sitio de baño o cuando llueve sin clemencia y el agua se cuela por su ruco, él se ría. “Entre la Tristeza y la Felicidad”

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Sandra acarrea una historia de abandonos. Por lo tanto, lo que la ha guiado en la vida es su necesidad de sentirse bien con otros. Una y otra vez a lo largo de su trayectoria, Sandra ha huido de relaciones donde la han hecho sentir una vez más ‘de sobra’, hasta que terminó sola, en la calle. El paso por la calle representa una etapa de transición en su vida, donde se independizó de su familia adoptiva, optando por vivir según sus propios principios. La calle representa un acto de autonomía, a través del cual dejar atrás las malas decisiones que otras personas tomaron por ella. En este contexto, Sandra distingue claramente entre la etapa en que durmió en la calle y en la Hospedería del Hogar de Cristo, y la etapa en que se encuentra ahora, en la hospedería de mujeres. Los días que durmió en la calle fueron duros y le trajeron humillación, desencanto y soledad. En cambio, su llegada a la hospedería Francisca Romana le permitió visualizarse no como una mujer sola en situación de calle, sino como una mujer trabajadora que vive en una familia, que apuesta por ella y por su capacidad de salir de su situación de calle. Una familia donde su colaboración y trabajo son valorados, donde está rodeada de personas que la aceptan y respetan. Los lazos afectivos que Sandra ha generado con las tías y voluntarias de la hospedería, le han entregado el cobijo y la contención que le han faltado a lo largo su vida, contribuyendo a generar a nivel emocional un sentido de continuidad biográfica. Sandra tituló su serie fotográfica como “Entre la Amistad y la Familia”, para destacar la relevancia que tienen para ella las relaciones que ha establecido en la hospedería. Producto de su historia, Sandra ha aprendido a cortar con lo que le hace daño. Una vez que toma una determinación, no mira hacia atrás. Sin embargo, dejar la hospedería no va a implicar una nueva huida del dolor, sino un signo de superación. Sandra ya está en condiciones de trasladarse a su casa propia, pero está dilatando la decisión. De hecho, una de las soluciones que baraja es mantener su casa en arriendo para poder pagar una pieza cerca de la hospedería y de su lugar de trabajo actual, y así seguir con la rutina que tiene organizada cerca de las personas que la reconocen. En el comedor de la hospedería Sandra se sienta en la cabecera de la mesa. En la hospedería Sandra logró ubicarse por primera vez en una posición que le satisface, y no va a ser fácil dejarla vacante. En síntesis, analizar la situación de calle dentro de la trayectoria vital que la sustenta, y observar cómo los entrevistados la interpretan, la narran y la explican, entrega pistas para entender la forma en que la situación de calle se vive y significa. Sólo con las pequeñas ilustraciones que entregamos aquí, aparece una complejidad enorme. La denominación ‘situación de calle’ alberga diversas experiencias. Según los entrevistados es distinto ‘vivir en la calle’ que ‘ser de la calle’ o ‘participar de la cultura de la calle’, ‘ser un volao’ o un ‘alcohólico’. Estas distintas nomenclaturas hablan del grado de identificación con la situación de calle, de las diferencias que aparecen cuando se entiende la calle como una ‘situación transitoria’, o como una ‘condición’, o una ‘circunstancia’, o un ‘signo de autonomía’ o una ‘medida desesperada de reparación’ para arrancar del abuso y el dolor. Por otra parte, concluimos que tanto las causas que provocan la situación como la forma en que se sobrelleva no se explican sólo dentro de los márgenes de las circunstancias y cultura de la calle. Al contextualizar las experiencias de calle en las historias vitales de cada entrevistado observamos que hay factores mucho más profundos que una lista de causas, y mecanismos mucho más arraigados que una serie de tácticas, que definen en último término qué significa la situación de calle.

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HABITAR LA CALLE Viviendo juntos hemos ido definiendo como sociedad las funciones y significados de los distintos espacios que habitamos, lo que resulta apropiado e inapropiado en cada lugar: ciertos comportamientos, ciertos usos, ciertas disposiciones así como todo aquello que esta “fuera de lugar” (Creswell, 1996). Al habitar la calle, las personas en esta situación transgreden tales convenciones. Por lo tanto, sus estrategias de sobrevivencia tienen que procurar satisfacer sus necesidades mientras sortean los conflictos que su situación produce en el espacio social que habitan. Si recurrimos a las imágenes que tenemos de personas en situación de calle en nuestras ciudades, podremos reconocer que a través de los lugares donde generalmente se ubican para dormir o ‘machetear’ o de las horas en que se recogen y levantan, hacen un intento por no alterar el orden del lugar, no dejar vestigios, entorpeciendo lo menos posible la estética, roles, funciones y valores de los espacios que habitan. Tácticas de anonimato e invisibilidad, estrategias de adaptación y medidas de reacción son utilizadas para ‘habitar la ciudad en la calle’ tanto en búsqueda de privacía, tranquilidad y seguridad, como para evitar transgredir la geografía urbana. Con ello, sin embargo, las personas en situación de calle tienden a reproducir su posición de exclusión. En esta sección, analizamos la forma en que se habita la calle. Por ello entendemos, el conjunto de conductas, hábitos, conocimientos, relaciones y estrategias con que se vive en un espacio que no es propio y cuyas funciones y valores son trasgredidos y, por lo tanto, disputados. Para comprender como se vive la situación de calle diariamente, proponemos entenderla como una constante negociación entre opciones, recursos y restricciones individuales y sociales que van moldeando un siempre cambiante repertorio para sobrellevar la vida en la calle. Observar la situación de calle desde esta perspectiva implica comprender que las personas que se encuentran en estas circunstancias no son actores pasivos, viviendo a la deriva, sin planes ni prioridades, sino más bien sujetos que son capaces de negociar activamente sus condiciones de vida, adaptarse y reaccionar frente a los obstáculos que encuentran a diario en el intento universalmente humano de ‘hacer hogar’, aunque sea en la calle (Hodgetts, 2005). Esta perspectiva invita también a entender la cultura práctica del vivir en la calle no tanto como una forma particular de vida, dependiente de su contexto y de quienes la reeditan a diario, sino como un modo de vida que adquiere sentido con relación a la sociedad mayor de la que forma parte, tanto en términos ideológicos por la constante disputa y refiguración de las fronteras del orden establecido, como en términos prácticos y cotidianos. Los casos estudiados así como las ilustraciones que se presentan muestran algunos de los temas que ayudan a describir cómo se habita la calle. Por cierto hay muchos más. La intención es acercarse a esa diversidad y señalar algunos caminos a través de los cuales describirla. Esta sección se divide en tres partes. En la primera presentamos distintos argumentos que ayudan a explicar cómo se habita la calle, comenzando con el análisis de prácticas concretas como el comer y el dormir, pasando por la definición de circuitos espaciales en la ciudad, hasta la configuración de distintos modos de vida en la calle. Al analizar cómo se decide qué comer y dónde habitar, concluimos que en un contexto de gran incertidumbre, la satisfacción de estas necesidades surge de la intersección de recursos y prioridades y que, por lo tanto, la particularidad de cada circunstancia dificulta hacer generalizaciones. Luego,

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mostramos que las personas en situación de calle no dan solución a sus distintas necesidades de manera aislada, sino que responden a ellas a través de la creación de un circuito que a la vez los ayuda a reducir la incertidumbre en que se vive en la calle, ‘rutinizando’, en la medida de lo posible, la organización de la vida diaria. A continuación sostenemos por medio de algunos ejemplos que la forma en que se entiende la situación de calle dentro de la trayectoria vital así como el grado de identificación con la calle, definen distintas formas de habitar la calle. Finalmente, nos focalizamos en el análisis de la seguridad y cómo ella es amenazada práctica y simbólicamente cuando se vive en situación de calle, reflexionando sobre lo difícil que resulta para las personas en esta situación defender “lo de uno” cuando no es legalmente ‘propio’. La segunda parte de está sección esta dedicada al estudio de los distintos modos de generación de ingresos de las personas en situación de calle entrevistadas, analizándose las características de los ‘trabajos de la calle’ así como de otras fuentes de recursos materiales. La tercera y última sección describe las redes sociales que se establecen en situación de calle y califica su importancia tanto en términos materiales como emocionales. Constatamos que los lazos que se establecen entre pares, con los domiciliados con que se comparte el barrio y con los voluntarios que apoyan a las personas en situación de calle son recursos fundamentales para sobrellevar la vida en la calle. HABITANDO LA CALLE: NECESIDADES, LUGARES Y SEGURIDAD La situación de calle es una situación en movimiento. En la calle, los ingresos, el techo, la alimentación y la propia seguridad son asuntos inciertos. Como reflexiona Nino, “la calle es así, de repente cobra y de repente no, de repente te va bien, de repente mal... no hay nada seguro”. No se puede planificar ni prever. Se resuelve sobre la marcha, diariamente, calculando el presupuesto, aplicando ciertas tácticas o esperando que “salga” algo, es decir, que algún vecino comparta un plato de comida o una moneda, que voluntarios visiten y traigan alimento, que alguien esté dispuesto a ofrecer un pololo, o que si hay “conocidos” se arme una vaca para cocinar en conjunto.

Satisfaciendo las necesidades: recursos, incertidumbre y prioridades En la calle, satisfacer necesidades tan básicas como el alimento, el techo o el abrigo, no es sólo un asunto ‘material’. Las prioridades personales también influyen a la hora de definir cómo, dónde y con qué solucionar estas materias. Observando las decisiones que se toman con respecto al alimento y al techo, ejemplificamos cómo los recursos y prioridades individuales interactúan en un contexto de incertidumbre, dando lugar a distintos repertorios personales de sobrevivencia. “Lo primero es asegurar la comida” Para alimentarse, los entrevistados han recurrido a diversas estrategias: han asistido a comedores solidarios; han recibido comida de voluntarios que los visitan, o han acudido a lugares de reparto de comida como la Posta Central; juntan monedas y se compran una colación, y muchas veces también, pasan hambre. Juano e Isa tienen hijos a cargo, y por lo tanto la alimentación es prioritaria. Los niños no pueden comer cualquier cosa y menos pasar hambre. Como señala Juano, “lo primero es asegurar la comida”.

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Para alimentar a sus hijos mientras vivía en la calle, Isa recurría a distintas estrategias, y en ello se le iba casi todo el día. Salía a pedir por un determinado barrio, esperaba la llegada de voluntarios para recibir comida, se iba a esperar que cerrara la feria y recibir alimentos de regalo y concurría tres veces a la semana a los comedores solidarios (foto 5-23). De vez en cuando también recibía cajas de comida, ropa y otras donaciones de voluntarios anónimos que recorrían la ciudad de noche:

“... De repente toca una bocina, yo voy al frente y me hace señas una señora que venía a dejar cosas y yo estaba sentá de espaldas y no me vio que estaba embarazá, como 6 meses embarazá... ah está gordita, -no la habíamos visto- y me dejaron como $20.000 en mercadería, 3 litros de aceite, 3 kilos de azúcar... un tarro de leche Nido grande... trajo una bolsa con ropa, pura ropa buena, trajo juguetes pa’ mi guagua chica... y más encima cuando vino la otra semana me dejó $10.000...”

Foto 5-23 “Plaza en que Isa ‘hacia hora’ y descansaba cuando vivía en la calle”

Nino tampoco sabe qué es lo que va a comer durante el día ni planifica su dieta, pero a diferencia de Isa y Juano, vive solo, y más que la comida su prioridad es el alcohol y la compañía:

“Ayer no comí, bueno uno se come un sándwich, se hace unos huevos a la ostra, como no se tiene cocina se hacen los huevos con limón batidos, y ahí pasamos, a veces los vecinos me traen de la casa almuerzo, por ejemplo, el otro día me llegaron cuatro almuerzos de cuatro casas, tuve que recibirlo y compartirlo, porque hay muchos que lo botan, no lo comparten, y eso me lo guardan ahí en el taller donde pelo cable y después me lo calientan, a veces se da, se come mucho y a veces no se come nada, como lo que paso lunes y martes, no hubo cosa caliente pa’l estomago... ”

Paola, en tanto, se ha puesto un límite que tiene que ver con su dignidad: “Yo no como pan pelao”, es decir, sin ingredientes adentro, “prefiero pasar hambre”. Otra prioridad para Paola y Gonzalo es alimentarse en comedores donde haya respeto y buen trato, la gente vaya limpia, se comporte y no parezcan “animales” (Foto 2-16).

Foto 2-16 “Paola y Gonzalo haciendo cola para almorzar en un comedor solidario”

“Un lugar en la calle” En el tema habitacional, la mayoría de los entrevistados ha tenido la posibilidad o la experiencia de vivir en una hospedería. Pese a que un techo seguro y una cama seca son sumamente valorados, el que la hospedería se vuelva o no una opción depende de las prioridades de cada uno. El año pasado, por ejemplo, Nino capeó el invierno en la hospedería del Hogar de Cristo. Por un lado, Nino valora la protección y apoyo material recibido: allí hay "calor de hogar, llega querer uno a los viejitos cuando pelean entre ellos…”. En cambio, en otras hospederías que ha visitado sólo se va a

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“pasar la noche, un hotel pasajero no más”. Por otro lado, Nino resiente las condiciones de hacinamiento que le ha tocado vivir, la imposibilidad de jugar un rol más activo en las labores diarias dentro de la hospedería: “es un hogar, lo único que uno no puede hacer las cosas, sólo la cama”, y que a veces lo degraden teniendo que dormir en una colchoneta en el suelo, donde generalmente derivan a los sucios, los malolientes y a los que se hacen pipi en la noche:

“... En el Hogar de Cristo… después eso ya cambia como a campo de concentración o refugiados de guerra… y los que no tienen cama, poniendo colchonetas en el suelo ahí, con dos frazás, pa ’ir al baño hay que andar con cuidado, porque ya queda medio oscuro ya, entonces… allá uno toca a otro, allá son uf, son explosivos…”

Así, el caso de Nino demuestra que las condiciones materiales no hacen toda la diferencia. Él “es de la calle” y la hospedería sólo representa una solución temporal para pasar los meses más crudos. En ella no puede hacer “hogar”, por lo que prefiere pasar frío y dormir a ratos en su ruco, a ser parte de un ambiente que lo hace sentir como “refugiado de guerra”, compuesto por hombres agotados, en permanente actitud defensiva o al acecho. Como en todo hogar, Nino además necesita poder cuidar de su lugar: asearlo, ordenarlo, disponerlo a su manera. Sólo así un hogar se vuelve propio. Nino prefiere vivir en su barrio, entre gente que lo conoce y lo apoya, donde ha generado un sistema normativo que le permite convivir con los domiciliados, donde ha logrado insertarse entregando ciertos beneficios a la comunidad, y donde tiene la seguridad de que siempre encontrara una fuente de ingreso. Puede ser que su actividad económica actual no genere grandes beneficios, pero a largo plazo lo que parece importar es mantenerse en el lugar, hasta que surja algo mejor, entre conocidos, en medio de la red urbana.

La mayoría de las hospederías son una solución para personas solas. Pese a los ofrecimientos, Gonzalo y Paola optaron por dormir en la calle, porque la hospedería implicaba separarse. Paola salió a la calle por Gonzalo y va a permanecer con él hasta salir:

“Igual querían dejarnos acá a dormir [en el Hogar de Cristo]... no, no porque nos iban a separar –comenta Paola- desde que estamos juntos nunca nos hemos separado –agrega Gonzalo-“

En su experiencia de calle, para Isa había dos asuntos primordiales. Por una parte, que sus hijos estuvieran a salvo, que durmieran bien, que fueran respetados. Por otra, mantener los lugares que habitaba lo más limpios y ordenados posible y a sus hijos aseados y bien presentados. El primer asunto estaba en sus manos, el segundo dependía también de otros. En efecto, las razones que Isa entrega para dejar cada uno de los lugares que habitó estando en la calle refieren a problemas relacionales, ya sea entre ella y sus parejas, entre sus hijos y los adultos, o entre ella y las excesivas demandas de los dueños de la casa. Así, Isa y sus hijos se fueron trasladando desde casas donde vivían de allegados, a rucos en la ribera del río Mapocho, hasta que finalmente pudieron establecerse por un tiempo en la hospedería de mujeres. Allí Isa ha vivido mucho más tiempo del permitido en las regulaciones de la hospedería. En ese tiempo se ha generado confianza, Isa ha cumplido con las normas y cooperado en mucho más de lo que le solicitan (Foto 4-09). Las encargadas de la hospedería le han facilitado los productos que vende en la feria para que pueda ahorrar para su futuro y mantenerse durante el día. Al mismo tiempo, la dirección de la hospedería ha decidido acogerla hasta que pueda solucionar por sí sola su problema habitacional.

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Foto 4-09 “Tía Beatriz y el cartel con las normas de la Hospedería”

En este contexto, en la Hospedería, Isa ha encontrado “un hogar”, una “nueva familia” que le da “buen trato”, donde existe “compañerismo”, “consejo”, “amistad”, “apoyo”, y “el cariño que no había tenido” (Foto 4-21).

Foto 4-21 “El Hogar”, Hospedería Francisca Romana

Sea con el alimento o con el techo, para cada persona las prioridades son distintas. Para Isa la hospedería representa el lugar material y emocionalmente seguro que buscaba, para Nino allí no se puede hacer hogar, mientras que para Paola y Gonzalo no es una opción porque implica separarse. La “ruta”: definiendo un circuito espacial

Construir una rutina alrededor de un circuito espacial ayuda a entregar ciertos grados de certidumbre a vidas que se debaten entre la improvisación y el azar. El moverse alrededor de un barrio entrega también sentimientos de pertenencia y protección; aunque no se tenga dirección fija ‘saben donde ubicarme’. Para vivir en la calle, todos los entrevistados habían elegido habitar lugares centrales de la ciudad. Ideológicamente las personas en situación de calle pueden estar ubicadas en los márgenes de la sociedad. Sin embargo, espacialmente hay muchos en el centro de la capital. Lugares mixtos, donde se combinan actividades residenciales con servicios, comercio, industrias y talleres. Lugares con espacios públicos que hacer propios. Lugares cercanos a ferias y mercados, donde la informalidad del intercambio les permite comerciar los productos que reciclan de la basura de los domiciliados, donde se puede acceder a una colación barata a cualquier hora del día, donde hay información, datos, flujo. Lugares que permitan satisfacer todas las necesidades a pie y no gastar en transporte. Lugares cercanos a centros donde las personas en situación de calle son atendidas por voluntarios: la Posta, el Cementerio, la Vega, Franklin, iglesias, templos y comedores solidarios. Mientras pernoctaba en la calle en los lugares que eligieron para vivir, cada entrevistado construyó según sus prioridades un circuito espacial a través del cual reducir la incertidumbre, y satisfacer sus necesidades como el dinero, la comida, el aseo, y el techo. Nino por ejemplo, ha hecho de la calle una forma de vida y en su barrio tiene un circuito y una rutina organizada. La esquina donde pernocta en la comuna de Santiago es el centro de su perímetro espacial. Nino duerme a media cuadra de una botillería donde ya es amigo del dueño y donde encuentra vino a buen precio (Foto 3-06). La botillería es también el lugar donde Nino socializa junto a los “chicha” del barrio, donde tiene su “ropero” con sus bienes más preciados y donde le dejan recados por si algún vecino lo requiere para algún “pololo” o diligencia. El kioskero de la esquina le permite leer los diarios todos los días y así mantenerse informado. A media cuadra de su esquina se ubica la fábrica donde obtiene los cables que pela en la vereda, sentado en una silla blanca al aire libre

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en su “oficina”. Ahí recibe a amigos y conocidos que le hacen compañía alrededor de un trago mientras trabaja. Detrás de su “oficina” se encuentra el taller de una persona amiga donde puede acceder al baño y esconder la botella de alcohol cuando Carabineros patrulla el sector. Sentado ahí, espera que de vez en cuando una vecina le comparta almuerzo. A unas cuadras se ubica el mercado donde vende por kilo el cable de cobre pelado para poder sustentarse día a día. Cerca de su ruco está la bomba de bencina donde consigue agua diariamente. Una ducha caliente y la posibilidad de afeitarse los encuentra en los baños de un gimnasio de la municipalidad, a los que asiste tres veces por semana. Tres o cuatro cuadras hacia el centro están las dos iglesias donde Nino va a rezar cada mañana luego de levantarse. Cuando reúne suficiente dinero Nino camina hasta el Matadero de Franklin “a tomar una sopa de patas”. Desde su barrio también llega a pie al Hogar de Cristo, donde lo están apoyando en sus necesidades de habitación, ropa y salud.

Foto 3-06 “Nino con Sergio, el dependiente de la botillería compartiendo te”

Gonzalo y Paola, por otra parte, trabajan cuidando autos afuera de un restaurante en las noches. Por lo tanto, durante el día cumplen con su rutina de aseo y alimentación. En el cerro San Cristóbal encuentran baños y agua para asearse, cocinar y beber (Foto 2-18). Para comer generalmente visitan un comedor solidario en la misma comuna, y a veces, dependiendo del presupuesto, o pasan hambre o se dan una fiesta comiendo en un restaurante barato. Mientras caminan entre estos lugares, recogen latas, juntan alambres y cachureos, examinan la basura y seleccionan productos que luego puedan vender o guardar para ellos (Foto 2-14). Esta rutina sólo se altera los días domingo cuando el restaurante cierra y la pareja visita a la madre de Gonzalo.

Foto 2-18 “Paola secando la ropa cerca de su casa en la costanera norte”

Foto 2-14 “Paola recogiendo latas de la basura”

Sea durmiendo en la calle o en una hospedería, dar respuesta a las distintas necesidades a través de un circuito y una rutina, permite organizar, en alguna medida, una vida que se define por el azar y la incertidumbre. Así, vivir en situación de calle significa además, habitar en constante movimiento. Identificación con la calle y formas de habitar

Los casos estudiados reflejan que la forma en que se entiende la situación de calle dentro de la trayectoria vital, así como la cercanía o distancia con que los entrevistados se identifican como ‘personas de la calle’, son factores que influyen en el nivel de inserción en el barrio y en la forma en que se lo habita. Aquellos que se identifican como personas de la calle tienen una inserción social en sus respectivos barrios que les ayuda a sobrevivir y reducir la incertidumbre propia de esta situación. Además, para defender su lugar, han encontrado mecanismos que les permiten ser funcionales a sus respectivos barrios, y han adoptado medidas de adaptación a los requerimientos del medio. Por su parte, aquellos que no se identifican con la calle, que la habitan desde sus bordes, más que adaptarse

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a las circunstancias y personas, se alejan y cambian de lugar, dándose soluciones habitacionales más temporales y precarias. Por ultimo, hay otros que habitan la calle para ‘usarla’, para encontrar droga, esconderse, consumirla, y ser libres por un tiempo. El barrio Nino lleva 18 años en situación de calle. Una vez que se quedó sin “casa” se mantuvo en el mismo barrio en que nació y que lo vio crecer. Para ello, su estrategia consiste en pasar desapercibido y evitar cualquier conflicto con los otros habitantes y usuarios del sector. Por ejemplo, Nino se levanta a las siete de la mañana y comienza su rutina ordenando su ruco y limpiando la zona que lo circunda antes de que lleguen los oficinistas y comiencen a transitar los vecinos, de modo de causar la menor irrupción posible en la estética del barrio. Durante el día su ruco queda estratégicamente protegido tras los autos de las personas que trabajan en el sector, así como de los camiones que van a las fábricas que hay en su calle. Los vestigios materiales de su situación de calle deben ser lo menos visible posible y, aunque Nino no sea el que ensucie el área, debe transar y mantenerla limpia. En el sector que eligió para vivir no molesta a nadie y pasa desapercibido. Al mismo tiempo, Nino recibe comida, ropa y “cachureos” de sus vecinos y es el que hace los “pololos” en el barrio, estableciendo lazos de cooperación mutua con sus vecinos domiciliados y vínculos afectivos con sus iguales, los otros chicha del barrio. La caleta La situación de Juano es similar a la de Nino. Pero mientras la forma de habitar la calle de Nino se juega en las redes y las reciprocidades, el caso de Juano refleja que cuanto menos transitorio es el espacio habitacional y la situación de calle, el lugar que se habita se hace más especializado. Dentro de la caleta, el ruco representa el espacio básico de privacidad de Juano y su hijo (Foto 1-25). En el ruco, “nos tiramos a ver tele ahí acostaditos comiendo”. Como el interior del ruco sólo tiene espacio para la cama, la televisión a batería se la consiguió para darle algo de entretención ‘bajo techo’ a Felipe, sobretodo en invierno. Así lo protege manteniéndolo fuera de la calle. Además, cuando Juano necesita salir, deja al hijo ocupado dentro del ruco, y hace sus trámites:

“Más pa’ felicidad de que es mi hijo no más, tratar de hacer lo mejor posible pa’ él no más... aquí ¿a dónde va a jugar cuando llueve?, tiene que estar encerradito viendo tele acostao, entonces a mí me duele, me he puesto hasta a llorar”

Foto 1-25

“El ruco de Juano”

En la parte exterior del ruco, Juano tiene destinado un espacio para organizar los “cachureos” que encuentra durante la semana, hacer la selección e intentar venderlos el domingo en el Persa de Franklin. También en este espacio Juano guarda sus útiles de cocina, arma mesas y transforma tapas, baldes, pedazos de sillas o cajones de madera, en objetos para sentarse, de acuerdo a las necesidades que vaya teniendo. A un metro del ruco, Juano dispuso la casa de su perro. El lugar donde se distrae con sus amigos, “borra el frío” y aprovecha de secar su ropa es la fogata que se enciende todas las noches de invierno en algún sector de la caleta.

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El espacio que Juano habita se delimita por una zona de la caleta que está ocupada por ‘otros’ de la calle que no comparten los mismos valores y principios de Juano y de su caleta:

“Al otro lado de la calle p’allá, en Sierra Bella, porque es otro mundo ese... en el sentido que ellos tienen su modo de vivir, su de ser o de hablar o de actuar ellos que no se adapta con nosotros… ¿cuál es la diferencia? En el sentido que yo por ser, nosotros hacemos algo y a ellos no les gusta… entonces ellos están por su la’o y nosotros hacemos lo que queremos por acá, ellos su vida aparte”

Los techos Gonzalo y Paola llevan mucho menos tiempo que Juano o Nino en la calle; él 5 años, ella 5 meses. Desde que él la conoció y armaron pareja y futuro, la calle se volvió una situación temporal. Ella no se quiere acostumbrar a la calle porque si lo hace no va a poder salir, y por lo tanto, habita la calle desde sus fronteras, sin relacionarse demasiado con otras personas en situación de calle y distinguiéndose de ellas permanentemente a través de su forma de hablar, de sus conductas, de su vestuario, presencia personal y de su forma de hacer hogar. En los últimos 5 meses, han vivido en 5 lugares distintos en una comuna distinta de la que provienen, con una permanencia en cada uno que varía entre 3 días y el mes y medio. Gonzalo y Paola no se adaptan sino que se cambian cada vez que les cierran o les piden que se vayan del lugar que eligieron para vivir. De hecho, a diferencia de Nino y Juano, ellos no se han construido un ruco y por lo tanto dependen de ‘techos’ para pernoctar. Los lugares son temporales tanto como su estadía en la calle. Gonzalo y Paola alojan en lugares precarios que sirven más para pasar la noche que para vivir el día (Foto 2-17). Por lo tanto, incorporan a su casa sólo elementos básicos que en su mayoría han encontrado en la calle o recibido como regalo, mientras que reparar el lugar para hacerlo más grato o habitable carece de sentido. Tampoco vale la pena acumular posesiones porque se vuelven una fuente de peligro ante posibles asaltos o una carga al momento de trasladarse al siguiente lugar, en un día y hora que comúnmente son decididos por otra persona. Así, en este tiempo han mantenido las pertenencias que consideraban de mayor valor guardadas en la casa de la madre de Gonzalo.

Foto 2-17 Gonzalo en un cilindro de cemento que ocuparon para dormir tiempo atrás”

Cuando los entrevistamos, la pareja llevaba un mes y medio viviendo en un mismo lugar. Pese a que estaban tramitando la posibilidad de salir de esta situación, y a que sabían que era un lugar temporal, habían tenido el tiempo necesario para hacer un poco de “hogar” en el hoyo de la Costanera que habían encontrado y que finalmente proporcionaba la seguridad y privacidad que Paola anhelaba. Este lugar les gustaba, y como muestran en la fotografía 2-25, lo organizaron dándole una especialización mínima a los espacios, decorándolo para darle calor e identidad y por sobretodo, lo adoptaron llamándolo “la casa”:

“Por ejemplo esos bidones de agua que íbamos a buscar a la Torre Santa Maria, y teníamos la escoba, la basura que ir a botar, la caja de ropa sucia, el shampoo... esta parte hacia las veces de baño, como pa’ lavarse, hacerse el aseo personal y esa división para allá esa es la pieza de nosotros”

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“Mantenemos limpio, ordenado, las camas con sabanitas, tenemos sabanas, los cojines, tratamos de que parezca una casa, una cosita que parece velador, al fondo tenemos colgadores pa’ colgar la ropa... una foto de una guagüita que nos encontramos, yo tenía mi Nuevo Testamento, mis fotos de Dios, mi Sor Teresita, todas mis cosas”

Foto 2-25 La casa de Paola y Gonzalo”

Sin embargo, la limpieza, el orden, la decoración y la organización de los espacios no se entiende como un símbolo de asentamiento y una estrategia para mantener buenas relaciones con los vecinos, sino como una manera de evocar el hogar perdido y soñar con la casa definitiva, es decir, como una práctica que les ayuda a recordar que la calle ‘no es para ellos’. El parque La caleta de jóvenes del Parque O’Higgins a la que Oscar acude cuando se droga, representa otra forma de habitar la calle. Más que un lugar configurado -como la caleta donde vive Juano-, el parque representa un perímetro espacial sobre el cual se mueve una red siempre variable de jóvenes conocidos, con historias de vida similares que transitan de un lugar a otro según el ritmo que le imprime a sus estadías el control policial, vecinal o los propios períodos de consumo de droga. Así, si “los echan” se van “pa’ otro lado”. Construyen rucos, y fácilmente los desarman. Se mueven más lejos, a la carretera, donde duermen sobre un colchón en el suelo. Se cambian a una casa abandonada, para luego volver al parque. Unos dejan el grupo por unos días, otros regresan. Algunos tienen ‘domicilio fijo’ y relaciones familiares estables donde vuelven al final del día; otros están solos. Alrededor del parque ‘machetean’, trabajan de ‘plumilleros’, o de vendedores ambulantes, compran droga y la consumen y algunos “cogotean”. En el parque duermen la “mona” y alucinan por horas. En los restaurantes cercanos acceden al baño; a pocas cuadras, en el gimnasio municipal, se asean para “andar limpio de cuerpo”. El parque o las esquinas aledañas donde se trabaja limpiando vidrios de autos, también sirven de punto de encuentro entre aquellos que se dedican a distintos oficios de la calle: vendedores ambulantes, payasos, plumilleros, sapos de micro. Allí se intercambian conversaciones, datos, novedades, y bromas, y así se alivia el día. Cuando hay consumo de drogas o alcohol, cuando alguien se apropia del puesto de trabajo de otro, o los vecinos reclaman por el ruido, y Carabineros interviene conteniendo la situación, la caleta se transforma en un espacio de fricción social. Sin embargo, Oscar y sus amigos intentan evitar problemas con la autoridad, manteniendo buenas relaciones con los vecinos domiciliados. Oscar saluda frecuentemente al dependiente del negocio de tapices, al de la tornería, o al de la botillería cercana, conversa y los llama “tíos” en señal de “respeto”. Como en el caso de Nino y la botillería de la esquina, en algunos negocios cercanos que Oscar visita con frecuencia, la demarcación entre cliente y amigo se vuelve borrosa. Por ejemplo, Don Carlitos, el dueño de un almacén, incluye a los plumilleros cuando organiza reuniones para ver partidos de fútbol de la selección con sus amigos del barrio. Así, la calle se habita y se vive de distintas maneras, según la identificación que se tenga con la situación de calle, las razones por las cuales se esta ahí, las posibilidades de vivir de otra manera, las prioridades personales, y los obstáculos que se encuentran mientras se sobrelleva la vida en espacios que no les ‘pertenecen’.

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Inseguridad en la calle: ‘la victima y el victimario’ En el imaginario social las personas en situación de calle son muchas veces asociadas con la criminalidad: ‘algo tendrán que esconder que nadie los recibe’. La tendencia de los entrevistados a diferenciarse de los “patos malos” y de los “domésticos” refleja el peso de esta etiqueta masiva sobre su auto percepción. Si bien algunos de nuestros entrevistados han cometido delitos y todos dibujan una ‘jerarquía de la calle’, que termina en los “peores” criminales –aquellos que atentan contra los que nada tienen para satisfacer sus vicios-, al vivir en la calle hay quizás más posibilidades de ser víctima del crimen que de cometerlo. Todos los entrevistados han sufrido robos, y las mujeres han debido enfrentar el acoso. Pero los maltratos que sufren de otros no han recibido sanción. En la situación de calle hay tanto víctimas como victimarios. Por lo tanto, por parte de las autoridades, el balance entre protección y vigilancia es delicado. Por parte de las personas en situación de calle, en tanto, hay una aguda conciencia de que la vida se juega dentro de esta dicotomía. Ellos sienten que ante cualquier altercado serán los primeros sospechosos, mientras que viven protegiéndose de no ser víctimas. Las personas en situación de calle que entrevistamos están constantemente resguardando su integridad como seres humanos, porque ésta no se encuentra asegurada por aquellos factores que dan respetabilidad en la sociedad chilena actual: no tienen un trabajo “como corresponde”, no poseen ninguna propiedad ni son capaces de arrendar un lugar para vivir, supuestamente “no tiene reglas que los dirijan o los controlen”, ocupan espacios públicos para hacer hogar, y aunque anden lo más “limpios” y “decentes” posibles no usan el “terno” con que todos te “respetan”. Más aún, se muestran en su precariedad a otros y eso más que una fortaleza es signo de fracaso y por lo tanto no debería ‘verse’.

En este contexto, como señala Juano, las personas que habitan su caleta son por definición los sospechosos de los desmanes que se produzcan en el barrio: “ustedes son todos ladrones aquí, una tracalá de delincuentes, cochinos... unos huevones que valen callampa”. Sin embargo, Juano explica que la situación es más compleja. Como mecanismo de presión para erradicar a su caleta del barrio, algunos vecinos “tientan” a los habitantes de la caleta dejando objetos de valor a simple vista o botan basura en la caleta de modo de contribuir a su expulsión. Sin embargo, Carabineros, ya ha aprendido el juego:

“Carabineros ha pasado unos terribles partes a la gente de aquí… se esconden por ahí de civiles y han visto gente botando... cuestiones aquí… en la noche. Y se dan cuenta que no es culpa de uno”

Juano tiene que lidiar con la relación que la sociedad ha instituido entre pobreza y delincuencia. El no niega que muchas de las personas en situación de calle tengan antecedentes delictuales, pero repite una y otra vez que “no es justo que los metan a todos en el mismo saco”, y es lapidario al señalar que hay respetables ciudadanos domiciliados que han cometido robos mucho mayores. Entonces pregunta, “¿por qué no miramos primero en casa? Y después miramos el ojo ajeno... eso le digo yo porque tratan a la gente de esto y lo otro y de repente ustedes son más ladrones”. Isa también responde a la gente que “mezcla” “calle” con “mugre y crimen”, poniendo los hechos en perspectiva. El robo, los vicios o la desidia no depende de la posición social:

“De repente los patanes, los ladrones, drogadictos, borrachos son los de arriba, los tapa el dinero, la plata los tapa, acá no, no tienen como esconderlo”

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Junto con enfrentar las estigmatizaciones que los tachan a todos por igual de ‘victimarios’, las personas en situación de calle tienen que defenderse del crimen y la inseguridad de vivir y trabajar a la intemperie, de manera de no ser ‘víctimas’. Producto de la dinámica de la basura, Juano por ejemplo, tiene que trabajar muchas veces con el carretón en las noches. Para proteger su seguridad y el instrumento de trabajo ha tomado medidas:

“Yo cada vez que salgo a trabajar yo al ladito del carretón entre medio de las barandas así, sin que se note yo tengo mis herramientas de trabajo también, por si las moscas… [cuchillo o palos] porque si me van a pegar, tengo que saber pelear, tengo que defender... lo que no es mío porque a mí me lo prestaron con fe y con confianza [el carretón].”

En la caleta, entre tanto, Juano y los demás habitantes tienen que proteger su seguridad ante las visitas de los “ratones” o “domésticos”, individuos oportunistas que rigen su actuar por la dependencia de vicios y que no tienen moral “porque le roban a los pobres”. Para ello, organizan el cuidado y vigilancia de las posesiones en turnos. La paradoja es que al cuidar su integridad y la de los habitantes de la caleta, Juano y sus amigos, se han convertido también en los guardianes del barrio, entregando seguridad a los vecinos domiciliados y vigilando los negocios de alrededor. Su presencia en medio de la calle, en rucos mínimos que los fuerzan a pasar todo el día a la intemperie, y su supuesta experiencia en “tratar” con asaltantes y bandidos, son recursos a los que echar mano y así tener una función valorada por los vecinos domiciliados. La foto 1-12 muestra una parte desierta en el terreno donde está la caleta. Con ella Juano muestra cómo antes de que ellos se instalaran, ese era un espacio baldío y por lo tanto, peligroso:

“Yo digo si realmente... estuviera así realmente pelá, no hubiera un ruco yo creo que aquí pasarían muerte, cogoteo y violaciones, como habían antes que llegara gente aquí y gracias a la gente de aquí y gracias a uno mismo que uno a parao los malos aquí”.

Foto 1-12 “El lugar de la caleta antes de ser habitado”

Nino en cambio vive solo y no puede organizar la vigilancia y el resguardo de su lugar con otros. Cansado de que los “los domésticos” “llegaran volaos”, le “pegaran” y se apropiaran de sus pocas posesiones, hace un tiempo decidió dejar sus cosas en una esquina del almacén del barrio y dormir sólo con el carnet de identidad guardado en el bolsillo del pantalón. Sin embargo, frente a las “correrías” y los “balazos” de los “volaos” que interrumpen el sueño en las noches, Nino queda indefenso. Pese a todo, como consecuencia de su larga permanencia en el barrio, su presencia y comportamiento también han sido admitidas por los Carabineros que recorren el sector: ya “nos conocen a todos los de la calle”. Por otra parte, según los relatos recogidos, en hospederías masivas como las del Hogar de Cristo tampoco se está a salvo de ser robado. En cambio, la Hospedería solidaria en que Isa y Sandra estaban viviendo al momento de la entrevista, les entrega el calor y la tranquilidad de un “hogar.” Aquí se sienten finalmente seguras. Las mujeres

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A diferencia de Juano, en el tiempo que Sandra pasó durmiendo en la calle no contaba con un lugar fijo para dormir y “daba vueltas” por la calle “sola”. Como mujer en estas condiciones, Sandra tenía que tener especial cuidado. Esto implicaba tanto “tener más paciencia con la misma gente” como saber poner límites: “con los curaos, yo sabía, los paraba al tiro, ‘no conmigo no, allá está un grupo que les gusta tontear con ustedes pero conmigo no’”. Pese a estas medidas cautelares, nunca se está completamente a salvo cuando hay que descansar en la calle. Sandra no logró conciliar el sueño mientras dormía a la intemperie en el banco de una plaza, “uno en la calle se preocupa, me puede pasar ésto, me pueden violar”, “después llegaba cualquiera y te robaba lo que teníai puesto, te lo sacaban y te lo vendían”. De hecho, cuando llegó a la hospedería en que la entrevistamos, entró “con lo puesto”, pues sus demás posesiones habían sido robadas. Paola probablemente no habría llegado a la calle de no contar con la protección y contención de Gonzalo. Ella refiere una y otra vez su necesidad de sentirse segura. Para ello tiene distintas tácticas. Primero, tal como lo solía hacer Isa, Gonzalo “tiene que presentarme como su señora”. El título de ‘casada’ es señal de que hay un hombre que defienda a la mujer, y por lo tanto le da seguridad. Sin embargo, ni este título ni su naciente embarazo impidieron que en la casona donde vivían “un cabro se le tirara al dulce”. Segundo, siempre transita acompañada por Gonzalo. Incluso ahora que él tiene trabajo con horario fijo, ella lo espera y se van juntos a dormir. Pero nunca está a salvo: “el otro día llegó un tío súper volao y curao... y empezó a desabrocharse el cierre a mostrarme la cuestión... yo no sé cómo va a reaccionar una persona en ese estado”. Tercero, intenta buscar lugares para dormir “en que nadie le pueda hacer algo”. Pero no ha sido fácil, tanto en el parque donde pasaron unas noches a la intemperie, como en la salida de emergencia de la Costanera Norte, donde pasaron otras, Paola no logró dormir “yo estaba esperando que alguien me fuera a asaltar, me fuera a hacer cualquier cosa”. Por ultimo, Gonzalo le toma fuerte la mano cuando siente que hay algún peligro, nunca la pierde de vista y está atento para defenderla si es necesario. Por extensión, Gonzalo es también el encargado de proteger el dinero que andan trayendo. Isa, por su parte, aprendió a defenderse siendo “cortante” con los hombres que la veían sola y querían sacar provecho. En la calle hay que restaurar la propia imagen una y otra vez, por ejemplo, corrigiendo a los que confunden a Isa con “una mujer fácil”:

“Hay que ser fuerte porque a uno la ven sola y le empiezan a buscar conversación al tiro... piensan que porque ven a una mujer sola, que es fácil... en la Vega hay de esas personas así, por eso creen que todas son iguales”

La forma en que según Oscar los hombres tratan y visualizan a las mujeres que están en la calle apoya la narración de las mujeres entrevistadas. Además, sus palabras sugieren que en la calle se reproducen relaciones de género tradicionales: allí el hombre “trae”, es decir, es responsable de la mujer:

“Cada uno trata como quiera a la mina que anda trayendo”, “a las mujeres se les mira mal... que son fáciles, que les gusta andar con uno y otro a cada rato...”.

Los niños A la inseguridad propia que Isa sentía como mujer en la calle, se sumaba el estar viviendo en la calle con sus hijos. Isa "tenía miedo que me fueran a quitar los niños, que no los fuera a ver nunca más”. Cuando dormían con sus hijos debajo de un puesto de artesanía, Isa se sentía especialmente

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vulnerable por tratarse de un lugar de mucho tránsito. Ahí dormían junto a una amiga que tenía una guagua, y entre ambas se cuidaban:

“... Nos cuidábamos harto y ella dormía... yo hacía vigilancia... yo les velaba el sueño a mis hijos, ellos dormían y yo no dormía para nada, yo dormía en el día cuando íbamos al parque a lavar la ropa, ahí dormía un par de horas, si esas dos semana que estuvimos ahí no dormí ni una noche prácticamente...”

La seguridad de su hija mayor era una preocupación especial, porque ya “estaba lolita la niña...”. De hecho, se vio obligada a abandonar el ruco donde vivía con sus hijos y su pareja en el Parque de Los Reyes sin tener dónde trasladarse porque “empezaron a llegar muchos cabros a volarse... y me estaban mirando a mi lola con otros ojos’”. Sin embargo, como apuntaba anteriormente un comentario de Sandra, a veces los otros de la calle pueden protegerte. Entonces, saber distinguir y relacionarse es crucial. Al respecto Isa comenta que los drogadictos “antiguos” del Parque protegían a su hija mayor de las malas intenciones que podían tener los recién llegados:

“... De repente llegaba uno nuevo y los mismos antiguos si miraban a la Rosa...y los otros ‘oye, oye, ¿qué te pasó?’ - los chiquillos- ‘¿quién es?’, ‘no, no te metai p’allá, no te metai ahí’”

Además, para Isa, la calle puede llegar a ser una muy mala escuela. Los niños que están en la calle son, en general, hijos maltratados, que al igual que ella años atrás, salen a la calle para escapar de la violencia, arrastrando además una enorme necesidad de cariño. Pese a su corta edad, muchos “ya han probado de todo, la droga, todo” y por lo tanto, Isa ha debido redoblar los esfuerzos, la vigilancia y las conversaciones con los hijos para evitar que se ‘desvíen’:

“Al niño si le ofrecen una monedita así pa’ la pasta y cuestión, ellos pucha van a querer entonces... pa’ ayudar a mi mamá, y se hacen daño ellos mismos, así que por eso yo siempre les he dicho: ‘si a ustedes les hacen esto y le ofrecen esto, no’”

Los otros de la calle Consciente de la asociación entre personas en situación de calle y delincuencia, las noches que Sandra durmió en la plaza, compartía con las otras personas en situación de calle pero sin involucrarse demasiado y así evitar riesgos, como una detención y la consecuente ‘mancha’ de sus papeles: “Ellos eran muy buenos pa’ tomar, se drogaban, y todo el ata’o, y llegaban Carabineros y habían mochas, entonces el riesgo de que uno pasara a la Comisaría y quedaran los papeles manchados, no, dije no”. Para ella el no tener problemas con la justicia es un recurso invaluable para poder ‘formalizar’ su vida, a través de un empleo estable y legal y, en último término, para hacer viable una vida como persona domiciliada. Siguiendo la lógica de Sandra, Paola y Gonzalo intentan evitar problemas interactuando lo menos posible con otras personas de la calle, quienes además “no dejan ningún tipo de enseñanza ni nada bueno como para estar con ellos”, sentencia Paola. Pese a que tienen su red de conocidos en la calle y han compartido trabajos y espacios para dormir con otros, han sabido “separarse” de ellos cuando se ponen “tontos” porque “andan reventados”. Como explica esta pareja, para sobrevivir en la calle se requiere poner en práctica ciertas actitudes: ser “totalmente desconfía porque uno nunca sabe con quién te vai a topar”, “estar aguja”, siempre pendiente de los movimientos de otros y de los posibles peligros, incluso de las personas de edad o de

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los Carabineros, a los que Paola les tiene “pánico”. No se puede andar con dinero en la calle, por lo que Gonzalo debía reunir las monedas obtenidas luego de un día de comercio ambulante y cambiarlas por billetes para que no sonaran en los bolsillos al caminar y de esta forma atraer ladrones. La inseguridad del cuerpo y de la partida del alma Sobrevivir en la calle sobretodo para drogadictos como Oscar o alcohólicos como Nino implica más riesgos de ocurrencia de accidentes. Sin previsión, la torcedura, el esguince o el hematoma pasan a formar parte de las ‘huellas’ que la calle deja sobre el cuerpo. “Todas estas medallas me las he ganado en la vida” comenta Nino señalando las cicatrices de su cara. Sobrevivir en la calle también implica aprender a convivir con la muerte. Las historias de vida en la calle de Oscar, Nino y Juano, incluyen la muerte de conocidos y amigos por adicción, violencia, accidente o por el saldo que pasa la misma calle, como un golpe seco a la propia vida y a la propia conciencia: “uno queda pa’ la caga”. Medidas de contención y desplazamiento: defender “lo de uno” cuando no es legalmente propio La irregularidad de la situación de calle y la presión de autoridades y vecinos redundan en la necesidad de enfrentar medidas de contención y desplazamiento ejercidas por las autoridades de control y vigilancia. Entre las medidas de contención se encuentra el patrullaje constante de áreas donde hay población en situación de calle y la solicitud del carnet de identidad. Entre las medidas de desplazamiento se encuentran la destrucción de los rucos y el requisamiento de las posesiones de sus dueños, el arresto por atentar contra el orden público o por comercio ambulante con el consiguiente requisamiento de los productos. Las medidas de desplazamiento no siempre terminan por erradicar a las personas en situación de calle del lugar donde han elegido habitar. Luego de ser detenidos o multados por alterar el orden público o ejercer el comercio ambulante o de enfrentar la demolición de sus rucos, los entrevistados han vuelto al mismo lugar producto de las garantías que les proporciona un barrio que conocen, donde tienen redes y una rutina establecida para satisfacer sus necesidades. En ocasiones, los mismos habitantes de la caleta echan abajo sus propios rucos antes de que lo haga la autoridad; este gesto les permite retomar el control de la situación aunque sea a través de la dolorosa destrucción de su hogar. “Monos porfiados” Pese a su buen comportamiento en el barrio, Nino convive con el miedo constante de que “algún día llegue el camión municipal y arriba todas las cosas“, quedándose sin hogar, sin posesiones, sin lugar en la ciudad y sin manera de defenderse frente al despojo. Para graficar la indefensión ante amenazas externas a “lo de uno” Felipe, el hijo de Juano, comenta que “a veces vienen con esas máquinas grandes, y agarran nuestro ruquito, lo desarman, y tenemos que volver a armarlo”. En otras conversaciones con personas en situación de calle, esta actitud resilente volvió a ser comentada. La estrategia es entonces ser “como monos porfiados: nos botan y nos volvemos a parar”, según reflexiona Felipe. En efecto, la caleta donde Juano vive ha sobrevivido en pie durante doce años (Foto 1-02). En este tiempo, han enfrentado medidas de coerción como el desplome de sus rucos o “avisos” de desalojo, y

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propuestas de relocalización que aún no se cumplen. Oscar fue testigo del desalojo de la caleta de Juano por parte de Carabineros y funcionarios de la Municipalidad:

“... ¿Vio que hay unos rucos ahí? se los llevaron todos... el domingo... en la mañana... los pacos en una micro llegaron, en un furgón, un carro lanza agua... y se los llevaron, llegaron los camiones de la tolva de la Muni, todo arriba... todos los rucos arriba, con frazá, colchones... la gente la echaron, la gente quedó así... ahí quedaron... me dio peeena, me llegó en el alma... días de lluvia, más encima se llevaron a una señora con la guagua...”.

Foto 1-02 “La caleta donde vive Juano”

“Lo más limpio posible” Juano es un líder dentro de la comunidad, e intenta responder a las medidas de coerción velando porque la caleta sea un espacio donde exista respeto, orden y limpieza, no sólo entre los habitantes sino también para con los transeúntes, visitas y vecinos. Al habitar la calle las fronteras entre lo público y lo privado se difuminan. A Juano le interesa “que la gente no sea irrespetuosa con las personas que pasan, todo lo contrario deben demostrar otras cosas”, cuidar el silencio en las noches para que los vecinos duerman bien, y mantener el lugar “ordenado y lo más limpio posible” “a pesar de las condiciones”, de modo de lograr que “la gente se dé cuenta que no porque sea pobre va a tener, perdonando hablar, va a hacer sus necesidades aquí en el suelo o en cualquier lado”. Sin embargo, al habitar temporalmente un lugar público que en términos legales no les es propio, no existen argumentos para defender los lugares que han elegido para armar hogar ante los malos usos que transeúntes puedan hacer o ante las medidas de coerción de Carabineros, Municipalidades o los vecinos domiciliados. Para Juano por ejemplo, es difícil mantener ‘lo suyo’: “yo no puedo decirle por ser a usted ‘es aquí usted es acá’ si esto realmente no es mío”. A ello se suma la conciencia de que para los domiciliados al vivir en la calle ellos están ‘ensuciando’ la estética del barrio y perjudicando el precio del sector. En este contexto de valoraciones implícitas, las personas en situación de calle deben vivir en una constante negociación con los obstáculos y apoyos que otros con más poder e influencia generan. Aquí algunas veces es fundamental el diálogo y la persuasión a través de una conversación tranquila –que muchas veces implica guardarse el malestar y la rabia que produce que ensucien o te echen de tu lugar-, de modo de no acarrearse problemas adicionales. Por ejemplo, cuando van vecinos a botar basura a la caleta, Juano les explica “perdone, mire este terreno donde esta botando, yo vivo aquí... ¿le pido un favor? por que no lo deja al ladito del tarro de basura cosa que pase el camión y se lo lleva porque si usted lo echa aquí me van a echarme a mí”. Sin embargo, la relación con los vecinos domiciliados la mayoría de las veces es como “un cuchillo de doble filo”. Por una parte, comenta Juano, los vecinos lo saludan: “Juanito ¿cómo está? mijito, tome unos pancitos” y, “por detrás dicen ‘miren los huevones están quemando leña’ o ellos mismos le pagan al viejo para que bote la basura aquí” y después llaman al alcalde “miren como tienen de cochino esos hueones, a lo mejor es asaltante”.

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Nino por su parte, se resignó a limpiar lo que otros ensucian con tal de no tener problemas con sus vecinos. Así, cada mañana se levanta, recoge su casa, es decir, dispone contra la pared el tablero de Masisa que cubre su colchón y limpia el área aledaña de los vestigios que dejaron transeúntes y automovilistas la noche anterior. Por la poca visibilidad de su ruco, explica Nino, estas personas ocupan el lugar de baño:

“Prefiero limpiar ahí, sacar todo el papel blanco, me pongo unas bolsas plásticas en las manos y hay muchos que hacen la necesidad, en el árbol grande... P: ¿Y a usted no le molesta esto? Si es su casa ahí... Sí, pero se prestaría pa’ peleas, aguanto no más... P: ¿O sea que esa esquina la gente la usa como baño frecuentemente? Claro, por lo mismo que yo hice ahí el ruco, porque tiene poca visión”

En síntesis, la calle se habita de distintas maneras. La incertidumbre, las propias prioridades, los recursos y restricciones que pone el medio, y la forma como la persona entiende su situación de calle son todos factores que contribuyen a modelar repertorios personales para habitarla. En general, la transitoriedad y precariedad de los espacios utilizados para dormir limita el grado en que se puede hacer hogar en un espacio público. Aquellos entrevistados cuya identidad e historia de vida está más ligada a la calle han elegido vivir en lugares más estables, que han organizado especializando espacios con distintas funciones y alrededor de los cuales tienen una rutina establecida a través de la cual satisfacer sus necesidades. Se han adaptado a los requerimientos del barrio, y han encontrado roles que cumplir dentro de la comunidad. Sobrevivir en la calle implica a nivel emocional, cognitivo y conductual estar siempre atento a cualquier fuente de recursos. Y al mismo tiempo, implica estar siempre atento a cualquier fuente de peligro. Según los entrevistados, estas disposiciones los vuelven más irritables, tensos y alterados de lo que eran antes de estar en la calle. TRABAJO Y OTRAS FUENTES DE INGRESOS En esta segunda sección nos centramos en el análisis de las fuentes de ingreso de las personas en situación de calle entrevistadas y, en particular, en la caracterización de sus trabajos y de otras estrategias de generación de recursos económicos. El trabajo Una vez que los entrevistados salieron a la calle, nunca más accedieron a los empleos formales y estables que desempeñaban antes como, por ejemplo, ser encargada de seguridad en una tienda comercial (Paola), o hacer el aseo en un supermercado (Sandra). Oscar es el único entrevistado que ha combinado trabajos “de la calle” como vendedor ambulante de dulces en las micros, con trabajos “apatronados” como ayudante de panadero y como ayudante de carpintero y estructuras metálicas en la construcción. Sandra explica que cuando alojaba en la hospedería del Hogar de Cristo fue a solicitar empleo pero no la dejaron ni postular por venir del Hogar:

“Por el hecho de estar en el Hogar de Cristo a uno no le dan trabajo... estamos mal catalogados... que eran ladrones, sinvergüenzas y todo eso”.

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Como explica Paola, ni la experiencia laboral acumulada antes de llegar a la calle ni los estudios formales le son de utilidad para mantenerse económicamente. Por una parte “los trabajos que se hacen en la calle son muy diferentes a lo que se trabaja en una tienda”, y por otra,

“Ni siquiera la educación me ha servido pa’ vivir en la calle porque vivir en la calle es como la ley de la selva... el león es el rey porque es el más feroz... P: ¿y tú que animal serías? R: Yo creo que en ese sentido todavía estoy siendo un gatito, ja, ja, soy tan ingenua... porque nunca he vivido en la calle”.

En este sentido, la salida a la calle de Paola marca un quiebre en su trayectoria laboral. Cuando vivía domiciliada tenía trabajos formales, a los cuales siempre ponía fin ella (y no el jefe o la institución) cada vez que había mejores expectativas en otro puesto. En la calle, ha realizado trabajos informales, para los cuales es requisito tener buena capacidad para observar a otros, facilidad para aprender y mucho coraje. Al comienzo, vender dulces le “daba vergüenza”, y no sabía como promocionarlos “ni siquiera gritaba... porque no estaba acostumbrada a vender cosas en la calle, me daba como lata”. Otros entrevistados especifican que la falta de un domicilio fijo y una dirección concreta les juega en contra. Juano, en cambio, está ‘forzado’ a dedicarse a un trabajo “independiente” porque sus “antecedentes manchados” le impiden ser contratado. En este contexto, ‘salir a la calle’ implica recurrir a ‘trabajos de la calle’ para generar ingresos, es decir, trabajos independientes como el comercio ambulante, el cartoneo, el “cachurear” en la basura y vender productos de valor en ferias y mercados o el estacionar o limpiar vidrios de autos (Foto 3-03).

Foto 3-03 “Nino y dos amigos cartoneros”

En todos los casos de estudio, los trabajos de la calle se efectúan en un radio cercano al lugar de habitación, de modo de circular diariamente entre un lugar y otro a pie. Algunos entrevistados aprendieron los ‘trabajos de la calle’ “mirando” como otros con más experiencia los ejecutaban, o recibiendo el consejo de conocidos ya iniciados. Por ejemplo, cuando Sandra vivía en la calle no podía encontrar trabajo y, por lo tanto, se dirigió a la Vega Central, un lugar que para las personas en situación de calle esta lleno de oportunidades. Observando el movimiento y las necesidades de quienes compraban en el lugar y con la ayuda de los taxistas que atienden el sector, Sandra comenzó a ofrecer su trabajo:

“Cuando yo llegué acá, los primeros días... me paré afuera de unas rejas en la entrada de la Vega en la puerta principal ‘¿le ayudo?’ –les decía- ‘ya ¿y cuánto me cobras?’ ‘no, lo que usted me pueda dar no más’... y ya después los mismos taxistas ‘ya quédate aquí nosotros le decimos a la misma gente que te apoye’”

Juano trabaja “cachureando” con un carretón, “juntando cartones, papeles y cositas” que luego vende en el Persa Biobío. También trabaja con el carretón sacando basura. Para desarrollar este trabajo tuvo que observar su barrio, conocer los horarios en que pasan los camiones recolectores de basura para llegar antes que ellos a sus lugares de interés y averiguar donde vender cada cosa que recoge:

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“Un día pesqué y a recorrer calles sin saber si pasaba el camión de la basura, si sacan basura, si hay cartones o no... ya sé ahora que días sacan basuras, sé a la hora que pasa el camión...”

Otros como Nino, descubrieron una fuente de ingreso por azar mientras clasificaba basura: “cachureando”, en terminología “de la calle” (Foto 3-15):

“P: ¿cómo llegó a trabajar en lo que está trabajando, pelar cables? R: un día paso por ahí, porque el negocio esta ahí, y botaron un plástico de esos que son porosos, que uno los revienta... envuelto con cajas, entonces como compran cajas de cartón al fondo, los arrastre pa’l frente, después botaron una caja de cartón cuadrá así de alto, pa’l frente, y ahí separé el cartón y el cartón lo compran pero tiene que ir estirado, que no haga bulto, Y ahí empezaron a salir los cables, entremedio, los iba separando, separando... lo que es cable acá, y me gustó, y averigüé el precio, cuanto pagaban por el cable quema’o, dijeron $600, $400, yo le dije ¿y pela’o?, me dijo $1.600, no había donde perderse...”

Foto 3-15

“Nino en su oficina pelando cables” Para “tirarse” a realizar un trabajo de calle, no sólo se requiere haber observado y registrado su ejecución, sino que también un conjunto de actitudes y habilidades personales. En primer lugar, se debe vencer la “vergüenza” de que “me vieran trabajando en eso”. Es decir, cruzar el umbral y decidirse a realizar un trabajo ‘de la calle’, a pesar de que no sea ‘bien visto’ por otras personas, especialmente por la propia familia. Para sobrellevar esta vergüenza hay que apelar a la “fuerza de voluntad”. Como algunos trabajos de la calle implican contacto con personas, como el limpiar o estacionar autos, o el comercio ambulante, las habilidades personales también son un recurso importante. Paola y Gonzalo se reparten el trabajo de acomodar autos sacando partido al carácter sociable de ella y a su capacidad de tratar con todo tipo de gente “le caigo bien a todo el mundo”. Al dedicarse al comercio ambulante, Isa y Sandra requieren “tener paciencia... porque a veces estamos toda la mañana y no se vende nada” y no demostrar frustración, porque “si tu ponís mala cara el público no te compra”. Dado que se tiene que interactuar “con toda clase de personajes” otro requisito esencial es “tener el carácter pa’ todos los clientes que llegan a comprar, algunos te retan ’¿por qué venden tan caro?’, otros no”. Finalmente, su trabajo requiere de “responsabilidad... cumplir con el trabajo, cumplir con los horarios”. El oficio de plumillero en tanto demanda “personalidad” tanto para recuperar la esquina en que se trabaja cuando ha sido tomada por otro plumillero como para lidiar con los automovilistas, a quienes hay que darles un buen trato: “lo que pueda no más jefe, si no tiene ahora me la da otro día”. Así como para Sandra e Isa, para Oscar y sus colegas es esencial mantener la sangre fría y la compostura cuando los automovilistas les niegan el trabajo o no les retribuyen, porque si se produce algún altercado, los plumilleros tiene todas las de perder: “si reacciono de otra manera” “ustedes llaman a los pacos, y nos vamos presos, nosotros no tenemos con que ganarle a ustedes”. Si bien en opinión de Oscar, el control de Carabineros es más fuerte sobre los vendedores ambulantes que sobre los plumilleros, por su trabajo ha tenido que pagar partes de cien mil pesos y pasar días en la Penitenciaria por “desorden en la vida publica”.

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Al carretonear, Juano también está conciente de lo importante que es establecer buenas relaciones con los posibles donantes de material:

“Siempre trabajando caballerosamente porque uno no saca na’ ‘oiga tiene un poquito de metal que me dé?’, ‘sabe que no tengo na’ ahora’, ‘putas que soy cagao viejo’ y hay gente así que actualmente trabaja en la calle y son así pa’ contestarle, y yo digo qué sacan con ser así si no van a conseguir na?’”

Con los meses que llevan en la calle Paola y Gonzalo ya están más “corridos”. Al acomodar autos, han aprendido como negociar la paga, porque al principio no les daban lo que correspondía. Ahora tienen un sistema: cobran la mitad cuando el conductor llega a ocupar el espacio y la otra mitad cuando se va. Si bien la experiencia laboral o las credenciales educativas no se transforman en recursos a la hora de generar ingresos en la calle, existen otros recursos a los que echar mano o bien, desarrollar. “Yo soy más inteligente que todos los demás” explica Paola y, por lo tanto, siempre está atenta a nuevas estrategias para conseguir recursos, información y contactos que le puedan ser de utilidad. A Gonzalo, por ejemplo, un amigo le prestaba dinero y mercadería cuando los Carabineros le requisaban sus productos “llegaba donde el tío, donde me hacían los vales de mercadería, ‘oiga tío me llevaron preso’ y le mostraba el parte, ‘ah ya, no hay problema’... me hacía un vale y me pasaba”. Otro amigo, en tanto, le aviso y lo ayudo para conseguir su actual trabajo. Los entrevistados tienen claras las desventajas de sus respectivos empleos. Trabajar en la calle es sinónimo de trabajar al aire libre, lo que implica estar supeditado a las condiciones climáticas. Los días de temporal “son perdidos”; “en la calle si llueve no podís trabajar”. Además [en invierno] “se pasa cualquier frío”. El ingreso en este tipo de trabajos es inestable y, por lo tanto, muchas veces el desaliento cunde, mientras que se vuelve difícil planificar el futuro. Además, la informalidad de sus trabajos implica vivir atentos a las “redadas” de Carabineros e Inspectores Municipales que siempre “nos están corriendo”. Todos los entrevistados han pasado alguna vez por la Comisaría. Para algunos, el accionar de Carabineros significa por sobretodo una pérdida económica por la retención de todos sus productos; para otros, como Sandra, la detención en una Comisaría es ante todo una humillación: “nunca había entrado [a una Comisaría], nunca había estado adentro y menos todo el día”. Los trabajos ‘de la calle’ están sometidos a la regulación y control de organismos de seguridad y vigilancia, como en cualquier otro empleo. Sin embargo, como puntualiza Isa, frente a la ‘ilegalidad’ no hay defensa posible más que la esperanza de la buena voluntad y trato por parte de tales instituciones:

“... En la Feria se trabaja más tranquilo... porque en la Vega los famosos inspectores de la Municipalidad de Recoleta... mandan camiones y te pillan parao, si te pueden echar el coche arriba te lo van a echar igual...”

Pese a estas desventajas, los entrevistados también reconocen ciertas bondades en sus respectivos trabajos. A Isa le gusta “estar al aire libre” como cuando era chica y vivía en el campo. Ella y Sandra también valoran la posibilidad de socializar que les otorga el trabajo: "converso, me río, echo la talla”. Pero, por sobre todo, Isa valora que se trate de un trabajo digno que no le da vergüenza realizar:

“... Es un trabajo, por humilde que sea, pero es un trabajo... porque como sea es trabajo, de repente dicen, me han dicho, ¿no te da plancha estar sentá ahí en la feria toda la mañana... no te da vergüenza?, ¿por qué -le digo- me va a dar vergüenza?, si no estoy haciendo na’ malo, estoy ganando pa’ darle de comer a mis hijos...”

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Generalmente las personas en situación de calle tienen poca capacidad de controlar o prever los eventos que suceden en sus vidas. El azar juego un rol sustancial. En su vida diaria, mientras circulan cumpliendo con su rutina, los entrevistados están siempre alertas a posibles oportunidades económicas ya sea algún pedazo de cartón o lata, algún objeto, “cachureo”, o pieza electrónica que puedan encontrar por la calle y vender o bien conservar para su uso personal. A Nino por ejemplo, de vez en cuando le encargan buscar ciertas piezas de máquinas que alguien pudiera haber desechado en la basura. En este sentido, el trabajo de las personas en situación de calle no tiene horarios y por lo tanto no existe una demarcación clara entre tiempo libre y tiempo productivo. En general, los entrevistados combinaban distintos trabajos y fuentes de ingreso. Por ejemplo, Nino combina su trabajo recogiendo, pelando y vendiendo cables de cobre, con algunos “pololitos” que de vez en cuando le ofrece algún vecino. Los pololos consisten en hacer aseo, trasladar muebles, jardinería, tareas de mensajería, o ir a comprar mercadería para la botillería de la esquina. Esto grafica su funcionalidad en el barrio y la confianza que le tienen los vecinos:

“… Cuando no hay peladura de cable, hay mandados al Banco a depositar, a pagar la luz P: ¿Quién lo manda?... ¿la gente de los negocios? R: de los negocios, a depositar platas, pagar luz, agua, a irse a pintar una pieza,... uno va viendo las posibilidades de tener plata...Es que nos conocen que somos de la calle, chichas de la calle, o sea no somos maldadosos, no andamos robando, nos llaman pa’ encerar, que hay que correr un mueble, o los mandados de la parafina”

Isa y Sandra, en cambio, se dedican a una sola actividad: vender ropa usada en una feria y en la Vega Central (Foto 4-10).. Por una parte, el vivir en una hospedería requiere cumplir con ciertas regulaciones horarias que ordenan su jornada y su tiempo en la calle. Por otra, la ropa que venden es facilitada por la hospedería, por lo que tienen un capital para trabajar con el que los demás entrevistados no cuentan. Justamente, una de las ventajas que los entrevistados distinguen del trabajo de plumillero, o de estacionador de autos o de pelar y vender cables, es que “no se invierte” capital para comenzar “y se ganan monedas” de inmediato. También se destaca la independencia, que no se “trabaja apatrona’o”, es decir, que “nadie me manda” y por lo tanto las jornadas de trabajo son flexibles y se pueden organizar según otras responsabilidades y prioridades. Sandra e Isa son las únicas entrevistadas que tienen organizado un horario de trabajo de martes a domingo que se reparte entre dos puntos de venta, independiente de la cantidad de dinero que se reúna. Sin duda, el que Isa pueda dejar a su hija menor en una sala cuna durante el día le facilita ordenar su trabajo.

Foto 4-10 “Sandra e Isa trabajando como vendedoras ambulantes en la feria”

Sin embargo, Isa y Sandra necesitan bajar los precios de la ropa que venden cuando requieren dinero, especialmente cuando Isa necesita comprar pañales, “bajo los precios a lo que salga, o sea yo ahí tengo que como sea traer pañales”. El hecho de que obtengan la ropa gratis en la Hospedería es una ventaja que saben aprovechar frente a la competencia de los “puestos grandes” que hay en la feria y que difícilmente podrían bajar los precios al nivel de ellas. En este sentido, vivir en situación de calle con hijos, como Isa o Juano, reduce la flexibilidad en el uso del presupuesto en comparación a aquellos adultos que viven solos en la calle. Para Nino, por ejemplo,

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es “normal” pasar días comiendo solo “relleno”, es decir sándwiches u otros alimentos fríos preparados. Isa y Juano deben procurar cubrir las necesidades de sus hijos aunque ello implique reducir las ganancias de sus ventas. Todos los entrevistados recolectan “monedas” a “diario” y no tiene capacidad de ahorro, con lo que la inseguridad y la ansiedad pesan. Como comenta Oscar: “de repente me achaco estar aquí siempre digo yo, hubiera podido estar mejor, es que yo aspiro a tener mas cosas... pa’l bien de mi familia”. Cuando llegan las cuentas de servicios, como la luz por ejemplo, Oscar sale a trabajar con el objetivo de hacer ese día “las monedas pa’ pagar la luz”. El mes y medio que Nino lleva dedicado a pelar cables dentro de los 18 años que lleva en la calle, refleja la corta temporalidad que tienen los trabajos de la calle. De hecho, Nino comenta que otras personas descubrieron su “pillería” y que le salió competencia al paso. Previo a los cables de cobre, Nino se dedicaba a “cachurear” con un amigo por el barrio donde viven las mismas personas que les encargan los pololos. La confianza y el conocimiento previo les permitían recoger artefactos, equipos electrónicos en funcionamiento y además conseguir alimento mientras hacían su recorrido. Pero Nino terminó la sociedad cuando se dio cuenta que estaba trabajando para que su socio se comprara droga. Isa y Sandra en cambio, llevan meses como vendedoras ambulantes de ropa y planean formalizar su trabajo pagando el permiso municipal a medias. Sin duda, la experiencia que tienen a cuestas es un factor clave para pensar y programar el desarrollo de su negocio. Observando el desempeño de sus pares, también han aprendido a vender mejor sus productos. Sandra explica que al comienzo:

“Yo tiraba los nylon encima y llegaba y tiraba el montón así no más, todo a gamba cien, después ya no, miraba los otros puestos y me ponía a ordenar los chalecos, las blusas, las faldas, todo separado”

La vida de la calle es sinónimo de constante movimiento, por lo tanto, el equipaje debe ser liviano, tanto para trabajar como para habitar. La movilidad intrínseca a los trabajos de la calle, que aparecen en la mañana y desparece en la tarde sin casi dejar rastro, requiere que la actividad se efectué con la menor cantidad de materiales posibles. Isa y Sandra llevan su mercadería a la feria en un carrito, la disponen sobre un nylon y al fin de la jornada recogen sus materiales y vuelven caminando a la hospedería. Nino trae en su bolso los elementos necesarios para la vida en la calle, los cubiertos para estar listo cuando aparezca comida, los aliños para saborearla, y sus herramientas para pelar los cables. Oscar, el plumillero, lleva un bolso consigo todo el día, ahí tiene sus “cosas, mi plumilla, y mi ropa, un chaleco pa’ colocarme aquí [en la falda] pa’ no ensuciarme tanto los pantalones,.. y el champú en una botella...nada más”. Así como para Nino los objetos más significativos que posee hablan de su sobrevivencia en la calle (cuchara, cuchillo, y peineta), para Oscar lo más preciado es su plumilla: “estoy pendiente de la plumilla, siempre anda conmigo pa’ todos lados, si esa es la que me da pa’ comer… ”. Al circular por la ciudad los entrevistados también están alertas a satisfacer otras necesidades. La foto 2-10 muestra a Paola recogiendo colillas de cigarrillos a medio fumar, lo que le permite consumir sin gastar. Dado el nivel de incertidumbre sobre las posibilidades de satisfacer las necesidades básicas que experimentan y el exiguo presupuesto que reúnen para mantenerse, podría pensarse que es difícil que las personas en situación de calle se dediquen a ayudar a otras personas. Sin embargo, en su ruta Nino se da el tiempo para recolectar cartón y regalárselo a un vecino quien lo entrega a un hogar de la tercera edad.

Foto 2-10 “Paola recogiendo colillas de cigarros a medio fumar”

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Otras fuentes de ingreso Cuando con su trabajo no consiguen reunir el dinero suficiente para satisfacer sus necesidades, o cuando se han quedado sin trabajo porque les han confiscado o robado los productos que venden o las herramientas con que trabajan, los entrevistados han tenido que “machetear”, es decir, pedir dinero a los transeúntes.2 El macheteo es una de las prácticas de sobrevivencia en la calle que afectan más la dignidad de los entrevistados. Al machetear se reconoce ante “otros” que solo no se da abasto. Sandra por ejemplo, nunca había pedido dinero en su vida, “es difícil, cuesta mucho” y hacerlo implicaba pasar ante la mirada del transeúnte como ‘los otros’, “los que machetean para puro tomar”. Para cuidar su dignidad, Sandra decidió explicarle a los transeúntes para qué requería el dinero: “Sabe que necesito una moneda pa’ ir a almorzar” explicaba Sandra, “y nos daban, a mi me daban siempre”. Viviendo en la calle, Sandra macheteó cuando fue necesario pero “contando la verdad” y así, mientras se explicaba a los otros, se respetaba a sí misma. Sandra prefiere trabajar a machetear. Los trabajos precarios e inciertos como los que ha desempeñado, le entregan una inserción digna en la sociedad desde la cual contactarse con el resto. En cambio, el macheteo degrada y es solitario. Producto de la cantidad de años que Nino lleva viviendo en la calle y en el mismo barrio, una estrategia complementaria para obtener ingresos es lo que él denomina “la vuelta del perro”, es decir, una visita a los lugares de trabajo o habitación de personas que “uno sabe que le van a pasar plata, que son amigos, que lo conocen de años a uno, y saben a la hora que pasa uno”. Otra estrategia para generar ingresos cuando no se logran reunir suficiente dinero con el trabajo, es vender algún objeto personal y así obtener liquidez para poder pagar los gastos del día. En definitiva, como explican Sandra, Isa y Paola, el cómo y dónde conseguir ingresos en la calle depende en último término de los límites que la misma persona se trace. Pese a la desesperación de estar durmiendo en un banco de plaza, Sandra no cruzó sus propios límites. Fue capaz de “vender de todo”, “menos drogas y alcohol”. Isa destaca su capacidad y disposición para realizar cualquier trabajo, "a mi no se me queda chico na’... yo le hago a lo que venga... mientras sea algo honrado...”. El ambiente de la Vega donde trabaja parece ser un lugar donde estos valores son puestos a prueba continuamente:

“... Incluso acá mismo en la Vega y en el Salto me han ofrecido... eso si que no, o sea todo lo que sea negocio pero droga no, y me pasan o sea me regalan, la otra vez estaban regalando pa’ que me afirmara yo, la primera bolsa te la regalaban, y tu vai comprando y se gana plata. Por último prefiero pedir digo yo...”

En los períodos que Oscar pasaba “volao” y no tenía dinero para comprar neoprén, a veces recurría al robo, específicamente al “cogoteo de cadenas, relojes, a viejos curaos”. Oscar puntualiza que nunca ha robado estando en plena conciencia de sus actos: “eso lo hacíamos volao’s no más, no si no le hago daño a la gente lúcido”.

2 Es interesante señalar que ningún entrevistado nombre esta actividad con el verbo “mendigar” y todos lo hicieron con el coloquialismo “machetear”. Probablemente esta sea una forma de reforzar su identidad como

personas de la calle que están generalmente a cargo de su situación, a diferencia de los mendigos.

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En síntesis, una vez en situación de calle los entrevistados tuvieron que recurrir a trabajos ‘de calle’, lo que la mayoría de las veces significa buscar ingresos de las sobras de la vida urbana domiciliada: cartonear, cachurear en la basura, estacionar autos, limpiar vidrios de autos, comercio ambulante. Trabajos informales, independientes, que requieren destrezas y conocimientos particulares. Trabajos que generen liquidez rápidamente y que no impliquen capital inicial, ni infraestructura, y que se puedan efectuar con pocas herramientas. Trabajos móviles que se montan y desmontan en el día, o cuando aparece el control policial o municipal. Estos trabajos proporcionan ingresos inestables, no permiten ahorrar ni planificar el futuro. La unidad de tiempo en oficios de la calle es el “día”. Son trabajos sin horarios fijos, que se combinan con otras fuentes de ingresos cuando el dinero no es suficiente, como el macheteo, los pololos, las donaciones o simplemente el robo. Oficios que se aprenden mirando a otros, y donde los contactos y redes son esenciales para descubrir nuevas oportunidades. REDES DE APOYO En esta tercera y última sección analizamos las redes de apoyo de las personas en situación de calle, como un recurso más para sobrevivir y habitar la calle. Según los testimonios recogidos, aquellos en situación de calle no están desconectados de las personas con quienes comparten el medio donde hacen su vida y pernoctan. Por el contrario, existen redes que los apoyan en distintos aspectos de sus vidas, haciendo más sostenible su situación. Dentro de estas redes se encuentras sus iguales, es decir, otras personas que en situación de calle, así como personas domiciliadas que viven en el barrio donde pernoctan o trabajan, y los “tíos” que los visitan periódicamente.

Redes con iguales

Las personas que también viven en situación de calle cumplen un rol fundamental para la mayoría de los casos de estudio. Con ellos no sólo conversan y se acompañan sino también se apoyan en sus estrategias para generar ingresos y establecen una red de seguridad y protección de sus pertenencias. Además, esta red de iguales sirve como una fuente de información y traspaso de ‘datos’ que ayudan a sobrevivir mejor, a encontrar un nuevo lugar donde pernoctar, e incluso a acceder a un nuevo trabajo. Sin embargo, en opinión de los entrevistados, la “verdadera amistad” es esquiva en la calle. En primer lugar, las redes de iguales son una fuente de sociabilidad para los entrevistados. Con otras personas en situación de calle se encuentra compañía, conversación y afecto. Así por ejemplo, Juano comparte con los otros habitantes de la caleta en una fogata nocturna en las noches de invierno, para guarecerse del frío “y de lo que produce el frío: la húmeda”, y también para secar la ropa luego de lavarla, como nos describió con la foto 1-15.

Foto 1-15

“Aquí se pasa el humedad del cuerpo y de la ropa”

Para Nino esta función de las redes con iguales es fundamental. Parte importante de su relato y de las fotos que tomó se relacionan a su hábito de beber y a los amigos que lo acompañan en esta actividad. Así, por ejemplo, su primer trago se lo toma a las ocho y media de la mañana: un pipeño de “desayuno” en un local del barrio donde “siempre estamos los mismos” (Foto 3-18). Con sus amigos de la calle Nino comparte y conversa alrededor de la bebida y sale a ‘cachurear’ cuando no está pelando cables. Durante su experiencia de calle en ocasiones también ha pernoctado junto a algún conocido en un auto abandonado o en el ruco donde lo encontramos.

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Foto 3-18

“Nino con sus amigos chicha en la botillería de la esquina” Del mismo modo, para Oscar los amigos y conocidos de la calle son importantes para hacer más llevadera las jornadas de trabajo en la calle. Según su relato, con los “amigos” “paso la mayor parte del día, me tomo un copete, nos reímos, vacilamos, nos damos animo pa’ trabajar”, y así “no nos damos ni cuenta y ya es de noche”. Una segunda función de las redes entre iguales es la seguridad. Otras personas de la calle pueden ayudar a cuidar los rucos o las pertenencias. Por ejemplo, en la caleta de Juano los vecinos se organizan para el cuidado y la vigilancia de sus posesiones. Como siempre hay alguien en la caleta, la ropa y los utensilios de uso diario se pueden dejar dentro de los rucos. Juano se organiza con la familia vecina para el cuidado de sus posesiones:

“Yo con los que más comparto es con los vecinos de aquí al lado, ¿en qué sentido comparto? Por ser si yo salgo ellos me cuidan mis cosas, si ellos salen y yo estoy aquí les cuido yo a ellos ¿entiende? esa es la forma de que compartimos con ellos”

Otra función que cumple este tipo de red se relaciona al apoyo para trabajar, para encontrar trabajo o para conseguir información útil. Por ejemplo, para trabajar “cachureando” con un carretón, Juano depende de la cooperación de conocidos y amigos del barrio:

“¿Y el carretón de donde lo sacó? no, no tengo yo, me prestan no más… de aquí mismo cuando no quieren trabajar o cuando están desocupados… paso a negocios almacenes ‘oiga jefe tiene cartoncito o papeles que me dé?’, ‘claro, toma aquí hay un poquitito’. Entonces voy juntando poco a poco y al final tengo mis moneditas pa’ tener que comer…”

A través de amigos y conocidos de la calle, Paola y Gonzalo han recibido apoyo tanto para trabajar como para encontrar donde dormir. Por ejemplo, Gonzalo consiguió su trabajo estacionando autos a la salida de un restaurante gracias a un conocido, el mismo que al final de nuestra entrevista lo había contactado para que trabajara de “Copero” en ese mismo restaurante. Por otro lado, un amigo de Gonzalo les facilito una pieza para dormir en una casa abandonada cuando les cerraron el hoyo en la Costanera (foto 2-21)

(2-21) “Gonzalo y su amigo que lo invito a vivir a la casa abandonada”

Todos los entrevistados distinguen claramente que en la calle es difícil encontrar y mantener verdaderas amistades. Debido a las precarias condiciones de vida, la “desconfianza” es consustancial a la vida en la calle, y cunde en las narraciones. Muchas veces la amistad no es capaz de sostener una “traición por la espalda”. En la calle, más bien, se es parte de una red fluctuante de “conocidos”. Oscar distingue entre las amistades que se generan fruto de pasar mucho tiempo juntos y aquellas donde hay respeto y confianza. Su amigo Guatón, “es amigo porque nunca me ha tomao na’, si quiere algo lo pide, es respetuoso en la casa” mientras que su amigo Kiko “me aprecia y me respeta: dejó de trabajar para acompañarme para acá”, “a mi fue el primero que me contó que su pierna estaba embaraza”. De esta forma, el circuito social de los entrevistados incluye a los pocos amigos-amigos, a los amigos-conocidos y finalmente a los “conocidos de la calle”, miembros de caletas o barrios cercanos con los que hay encuentros casuales y esporádicos.

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Redes de personas domiciliadas

La red de personas domiciliadas que habitan el mismo barrio que los entrevistados entrega apoyo compartiendo alimentos, ofreciendo pequeños trabajos o ‘pololos’, regalando objetos, ‘cachureos’ o desechos industriales que son de valor para los entrevistados.

A media cuadra de donde Nino duerme y trabaja se encuentra un almacén que también funciona como botillería clandestina. Nino se ha hecho amigo de Sergio, su dependiente, quien le deja guardar sus cosas en el local y que también le vende alcohol a él y al grupo de chichas del barrio. Nino combina su trabajo recogiendo, pelando y vendiendo cables de cobre, con algunos “pololitos” que de vez en cuando le ofrece algún vecino. En ello, la botillería funciona como “agencia de trabajos” y Sergio como su “vocero”. Es en esta “picá” donde les dejan recados, o donde los vecinos saben que pueden encontrar a Nino y a sus amigos chicha cuando los necesiten. Cuando Sandra pernoctaba en la sala de espera del Hospital Félix Bulnes, estaba obligada a pasar el día en la calle. “Dando vueltas” se puso a “ayudarle a un caballero a vender sopaipillas porque le expliqué ‘sabe que yo estoy durmiendo en la calle, no tengo trabajo, no tengo comida’ ‘si ayúdame a vender sopaipillas, nosotros te ayudamos, como pa’ que podai comer en el día, te lavamos la ropa’... llegaba a su casa, me bañaba y después salía a trabajar”. Continuaba en esta actividad hasta que “a los ocho, nueve de la noche, yo ya me iba pa’ la Posta porque ya se sentía el frío”. Por otra parte, a lo largo de los meses en que han trabajado como vendedoras, Sandra e Isa han generado redes de apoyo y de sociabilidad con los vecinos y negocios que circundan su puesto de trabajo. En la Vega “ya nos conocen”, “nosotros llegamos, sabemos donde nos ponemos, y a veces cuando está ocupado nuestro lado nos ponemos en otro lado, ellos mismos nos van buscando ‘pónganse aquí chiquillas’”. En estos meses Sandra e Isa han generado redes de apoyo y de sociabilidad con los vecinos y negocios que circundan su puesto de trabajo. Reconocen tener una relación “súper a la pinta, al menos con todos los que nosotros conocemos nos llevamos súper bien”. Algunos de estos vecinos las ayudan cuando su “lado” de la calle esta ocupado y les ubican otro. La señora de la botillería cercana “nos calienta la comida el día sábado”. Durante la jornada laboral, cuando lo requieren van al baño en el local del frente por 100 pesos.

Los ‘tíos’

Los ‘tíos’ o voluntarios de instituciones de beneficencia que regularmente visitan a los entrevistados son valorados sobre todo por la compañía y apoyo emocional que prestan, más allá del alimento que entregan. Paola y Gonzalo se relacionan con distintas organizaciones de voluntariado que ayudan a personas en situación de calle. Y como la mayoría de los entrevistados, ellos valoran sobretodo las conversaciones de igual a igual que mantienen con los ‘tíos’ y ‘tías’ que los visitan:

“A pesar de que ellos tienen un montón de plata, se meten como en el lugar de uno... bonito... compartimos ideas, opiniones”

Nino también agradece el apoyo y la compañía de los voluntarios que lo visitan todas las semanas. Nino confirma que lo importante de estas visitas es la amistad, la conversación “agradable” y el cariño que se transmite, más allá del plato de comida. En un reportaje en la revista Mensaje del Hogar de Cristo, Nino comenta que los voluntarios “me tratan con mucho cariño, me han ayudado mucho. Son

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una familia para mí... estar en las calles es difícil, uno pasa hambre, frío y se siente solo, pero todo eso se aliviana con la llegada de estos amigos”. En estas conversaciones su humanidad es restituida a través del cariño físico, del respeto, de la acogida, del trato igualitario entre dos personas. La vida de Oscar habla de relaciones primarias precarias, cargadas de incertidumbre, decepciones y abandonos en un contexto de constante pobreza material. Para sobrevivir en la calle, es decir no solo para “aguantar la calle” sino para tratar de “superar la calle” se requiere recuperar la autonomía y aprender a relacionarse con uno mismo, su historia y sus relaciones de una forma más sana, sobretodo cuando se acarrean dolorosas historias familiares y personales. El apoyo psicológico y el trabajo terapéutico que Oscar recibió es testimonio de la importancia de este factor. “Me desahogué de hartas cosas que tenía guardas, conté hartas cosas” “lloré, no podía parar el llanto”, “y me sirvió también pa’ respetar a mi señora, darle su espacio también”. En la Comunidad Terapéutica Oscar reflexionó sobre su vida, aprendió a reconocer miedos, a enfrentar frustraciones y a relacionarse consigo mismo y con los otros de otra manera, a través del diálogo y la negociación pacífica. El apoyo en la fe Para todos los entrevistados Dios y su fe son un apoyo emocional vital. Si bien Nino se hace responsable de su situación, él busca fuerza para salir adelante en sus rezos matutinos. Ahí se encomienda a Dios, le pide apoyo para su salud, su trabajo y su alimentación y para el bienestar de su familia y de la sociedad entera (Foto 3-05).

Foto 3-05 “Nino rezando a la virgen como cada mañana”

Cuando le preguntamos a Isa de donde ha sacado la fortaleza que ha demostrado a lo largo de su vida, primero cuando joven sobrellevando el maltrato de su familia de origen y luego, sobreviviendo en medio de la dureza y riesgos de la calle y sacando adelante a sus hijos, ella responde:

“... Del de arriba, del de arriba... el de arriba sabe, nunca me ha dejado, nunca, nunca, nunca. El de arriba sabe que yo le digo el de arriba...”

En síntesis, los relatos de los entrevistados indican que establecen redes de apoyo con distintas personas que están presentes en los barrios y lugares donde pernoctan y trabajan, lo que resulta fundamental para que puedan sobrevivir en situación de calle. Por una parte, estas redes permiten encontrar apoyo en el plano afectivo, mediante la compañía que entregan otras personas en situación de calle, o el apoyo que proveen los “tíos” que regularmente los visitan. Este aspecto fue especialmente valorado por la mayoría de los entrevistados, demostrando que las carencias afectivas son parte fundamental del conjunto de privaciones que afectan a las personas en situación de calle. Por otra parte, algunos entrevistados establecen redes de seguridad para cuidar sus pertenencias con algunos vecinos en situación de calle o con vecinos domiciliados. Las personas domiciliadas también permiten acceder a servicios como un baño, una ducha, o a una comida caliente. En otros casos, las personas domiciliadas apoyan a los entrevistados ofreciéndoles la posibilidad de realizar esporádicamente algún trabajo remunerado. La incertidumbre consubstancial a la situación de calle y la desesperación que a veces se propaga, vuelven difícil mantener amistades en la calle. La desconfianza prima y, en general, más que amigos, se establecen relaciones con conocidos. Para todos los entrevistados, en tanto, la fe en Dios ha sido un apoyo crucial para soportar la dureza de la vida en la calle.

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ESTRATEGIAS DE SALIDA DE LA CALLE En esta sección estudiamos las estrategias que utilizan los entrevistados para salir de su condición de calle. Tal como la entrada a la calle depende de la forma como esta experiencia es visualizada dentro de la trayectoria de vida, así como de la identificación que se tiene con la calle, las expectativas y estrategias de salida de la calle difieren según los distintos grados de percepción e identificación con la experiencia de calle. Por otra parte, la salida de la calle es fruto de la interacción de factores asociados no sólo al plano material, sino también a la disposición o actitud personal, así como al apoyo de otros. Este resultado es coherente con lo observado al estudiar la forma en que los entrevistados habitan la calle, proceso en el que intervienen las distintas opciones, recursos y restricciones individuales y sociales de cada uno.

Distintas expectativas de salida de la calle

Entre los entrevistados es posible advertir distintas expectativas con respecto a sus situaciones de calle. Algunos no esperan salir de la calle sino más bien generar una estrategia que les permita mejorar su condición de vida en tal situación. Nino, por ejemplo, se propone resistir mejor los inviernos, ingresando a la hospedería del Hogar de Cristo. Reconoce que para hacer viable esta opción debe tener un ingreso suficiente y estable, cosa que hoy en día no ocurre. Saca las cuentas y señala que necesita asegurar 900 pesos diarios, para las dos micros de ida y vuelta entre el hogar y el barrio donde trabaja, además de los 100 pesos diarios que tiene que pagar para entrar al Hogar. Eso sin contar los gastos en que incurre diariamente para alimentarse y beber alcohol, entre otros. Nino prefiere pernoctar en la calle porque así está cerca de sus conocidos, con quienes bebe y socializa a diario así como de su fuente laboral. Sin embargo, en la calle debe soportar el frío y el desamparo, problemas que se acentúan cada invierno y que lo hacen replantearse su vida y proponerse dejar la calle y el alcohol por la hospedería y la abstinencia. En este caso, la salida de la calle involucraría no sólo superar su enfermedad, sino desconectarse del medio que le ha permitido sobrevivir por un período de tiempo prolongado, y donde además se encuentran las personas que le entregan apoyo y amistad. De este modo, la salida de la calle implica replantear todo un estilo de vida, lo que hace difícil visualizar esta alternativa como algo factible. Además, Nino comenta que la edad y la degeneración de su cuerpo producto del alcohol le juegan en contra. Ya no se siente capaz de cambiar la trayectoria de su vida.

Distintos proyectos de vida

A diferencia de Nino, otros entrevistados muestran claras expectativas de salir de la calle. Paola y Gonzalo son jóvenes, y para ellos la experiencia de calle es una situación transitoria dentro de su trayectoria vital. En este caso, además existen planes de vida que son incompatibles con permanecer en situación de calle, como formar una nueva familia. Por otra parte, la desazón de Paola al tener que vivir separada de su hija a quién no ve desde hace 5 meses, la incentiva para superar la situación de calle en que se encuentra. Esto también sucede en el caso de Isa. Su sueño de reunir a la familia dispersa bajo un mismo techo es incompatible con su situación de calle. De hecho, mientras ha permanecido en la hospedería, sus dos hijas mayores han tenido que vivir internadas. o.

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Al momento de la entrevista, Isa tenía su futuro planificado y en vías de ejecución. Todos sus hijos estaban educándose. Se había inscrito en el programa Puente y ya tenía ahorrado dos tercios del monto necesario para cumplir con su sueño “la casa, ese es el sueño más grande que tengo en la vida, no voy a descansar hasta que me digan ‘ahí está la llave de su casa’, ahí voy a estar diciendo ‘cumplí’”. La casa significa estabilidad pero por sobretodo, la ansiada reunión de toda la familia y un legado que ella fue capaz de construir para sus descendientes de modo que, sus hijos -y en particular las “tres hijas mujeres”- no pasen por lo que ella pasó. Nino, en cambio, ha cortado progresivamente con todos sus lazos familiares, no tiene con quién reunirse ni a quién volver. De hecho para él la calle es su “familia”. Su hija, profesional titulada, con trabajo y con “tarjetas de crédito”, no mantiene contactos frecuentes con él. A su señora, le da “terror” encontrarse con él, porque ya sabe que “es de la calle”.

La actitud personal

Un elemento importante en la estrategia de salida de la calle es el grado en que los entrevistados se sienten responsables del cambio de su situación. En algunos casos ellos hacen ver que la salida de la calle está en sus propias manos, mientras que en otros ella depende de la voluntad o decisiones de otras personas o de la sociedad como un todo. Así, en el relato de Paola y Gonzalo se advierte que la salida de la calle depende esencialmente de ellos mismos. Ellos han tomado la iniciativa para ir al sur a conversar con la abuela para que los autorice, frente al tío de Gonzalo, a vivir en la misma propiedad que él. Paola fue quien insistió en ir a pedir ayuda al Hogar de Cristo para lograr sus objetivos (foto 2-27). “En la oficina en que nos resuelven los problemas” sacaron su carné de identidad para hacer los trámites de reconocimiento de la hija de Paola como hija de Gonzalo. Con los “tíos” del Hogar, fueron a casarse al registro civil, dieron dirección del Hogar de Cristo como su dirección al contraer matrimonio, armaron el currículum y los papeles de Gonzalo para postular a su trabajo y arreglarán la pieza donde vivirán a través de “un premio” que ganaron en el Hogar.

(Foto 2-27) “Gonzalo y Paola en la oficina donde nos ‘resuelven los problemas’, programa Acogida, Hogar de Cristo Por su parte, Sandra e Isa han tomado la iniciativa para ir logrando una base material que les permita autosustentarse. Ellas se asociaron para vender en la Vega y en una feria cercana la ropa que recibe en la hospedería. Isa confiesa que este trabajo le ha permitido “superarse”, sentirse bien consigo misma y por lo tanto, tener una mejor imagen personal:

“Me siento bien porque me di cuenta que me estoy superando de lo que estaba, si antes pedía ahora no, ahora vendo, estoy en otra parte, ya no estoy en la calle”

Al mismo tiempo, durante los días en que las entrevistamos, Sandra e Isa estaban tramitando obtener un permiso para tener un puesto de venta en la feria. Por este permiso tienen que pagar 7.000 pesos mensuales, lo que piensan costear a medias para así compartir los riesgos. El permiso es valorado como una fuente de tranquilidad y como un símbolo de formalización del trabajo. Además, con el permiso se les abren nuevas expectativas laborales. En el nuevo “puesto fijo” quieren dejar de vender

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ropa usada porque no es rentable, y “tirarse” con ropa nueva u otros productos que le generen más ingresos. Sin duda, la experiencia que tienen a cuestas es un factor clave para pensar y programar el desarrollo de su negocio. En la Vega “ya nos conocen” “nosotros llegamos, sabemos donde nos ponemos, y a veces cuando esta ocupado nuestro lado nos ponemos en otro lado, ellos mismos nos van buscando ‘pónganse aquí chiquillas’” A diferencia de los casos anteriores, gran parte de la estrategia que Juano plantea para cubrir sus necesidades está centrada en la iniciativa y buena voluntad de empresarios, funcionarios municipales o donantes anónimos. Debido a que por sus malos antecedentes Juano “no puede trabajar todavía” le gustaría que alguien le donara un triciclo para “trabajar más” y hacerlo de modo “independiente” más que “apatronado” porque así “yo trabajo a la hora que quiero, voy pa’ donde yo quiero”. Aunque Juano reconoce estar en la calle por los “errores” que ha cometido en el pasado, atribuye a la sociedad el tener que permanecer en esta situación, al cerrársele todas las puertas por sus “malos antecedentes”:

“Del 100% yo creo que el 50% yo reconozco ha sido también por culpa mía... ¿en qué sentido? por lo malo que he sido, y por lo salitre, salitre es una palabra bien fuerte de malo que ha sido uno... yo creo que el 50% es uno y el 50% la gente ¿en qué sentido la gente?... porque no le dan la oportunidad... de poder rehabilitarse uno y realmente cambiar, entonces la gente ¿qué es lo que está haciendo? Es no darle oportunidad, más hundido se va a ver cada día uno”

En esta sociedad, la clase de errores que Juano ha cometido no obtienen aquello que él tanto anhela: “borrón y cuenta nueva” a través de “una segunda oportunidad”. En opinión de Juano, su salida de la calle pasa por un cambio de actitud de la sociedad Chilena para con las personas en esta situación. En particular, él demanda que no se “meta a todas las personas de la calle en el mismo saco”, “que nos miraran como a una persona”, “que miremos al futuro” y que les den otra “oportunidad”.

El apoyo de otros

En algunos casos, el apoyo prestado por otras personas o instituciones ha resultado fundamental para hacer viable la salida de la calle. Este apoyo resulta evidente en el caso de Oscar, quien ha permanecido en la calle debido a su adicción al neoprén, por lo que su salida pasa por poder dejar este consumo. Después de pasar por una crisis donde intentó suicidarse, Oscar fue contactado por funcionarios del Hogar de Cristo quienes desde entonces lo han estado apoyando. El psicólogo del Hogar decidió derivarlo a una comunidad terapéutica. Su señora lo apoyó en este momento, “ella me acompañó, ella quería que siguiera allá...”. En la comunidad permaneció en tratamiento durante un mes y medio, decidiendo salir antes de los seis meses que debería haber permanecido, porque “quería estar en la casa, ayudar a mi señora porque veía que hacía falta, las monedas hacen falta en la casa, tienen que comer, estaban mal...”. A pesar de su corta estadía en la comunidad, Oscar reconoce haber aprendido mucho y haber cambiado para bien gracias a la terapia,

“... Me sirvió de harto… ahí me hicieron terapia, fue bueno allá… me desahogué de hartas cosas que tenía guardá, conté de hartas cosas y me sirvió también pa’ respetar más a mi señora, darle su espacio también... tratarla bien, que no fuera tan machista, le diera su espacio, si la quiero que la respetara, que no la tratara mal y todo eso, cosas que hacía antes, ahora veo que no lo hago...”

Oscar destaca que ahora es capaz de conversar sus problemas en vez de reaccionar violentamente ante cualquier diferencia. Este cambio de conducta lo ha ayudado especialmente en su relación de

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pareja, donde ahora puede solucionar de manera más amigable sus diferencias con ella, “ayer tuve un altercado en la mañana y unos garabatos, pero solucionamos al tiro, conversamos al tiro sobre eso...”. Oscar relata este cambio suyo con satisfacción, “después yo salí bien y hasta el día de hoy estoy bien, dejé hecho el almuerzo…”. También para Nino, el apoyo que le presta el Hogar de Cristo resulta fundamental para mejorar su calidad de vida, dejando de dormir en la calle para trasladarse a la hospedería del hogar. Justamente, nuestro primer encuentro con Nino ocurrió en el Hogar de Cristo, lugar donde algunos voluntarios lo habían llevado a dormir al encontrarlo con hipotermia en la calle. Nino relata que “me fueron a buscar a la 11 de la noche, estaba entumío debajo de las tablas durmiendo, las niñas me dijeron que me fuera, que me iba a morir, tiritaba pero tieso”. Los voluntarios lo habían estado invitando a dormir a la hospedería desde hacia algún tiempo. En esa ocasión fuimos testigos de su interés por trasladarse a la hospedería y dejar el alcohol. Cuando le preguntamos como había dormido, responde “no quería que amaneciera”. Más adelante, agrega que quiere seguir en la hospedería, “no quiero más calle, ya dejaré de lado el alcohol, ahora no siento ganas de beber, ya el alcohol no va conmigo”. Así, en los casos de Oscar y de Nino, donde la permanencia en la calle se asocia a problemáticas adicionales como el consumo de drogas o alcohol, el apoyo prestado por otros, en este caso por el Hogar de Cristo a través de sus diferentes programas, ha resultado fundamental, no sólo para mejorar las condiciones en que viven a diario sino sobre todo para hacer viable una salida definitiva de la calle.

La hospedería como una etapa intermedia en el proceso de salida de la calle

Sandra e Isa ven clara su salida de la calle gracias a que la hospedería de mujeres donde pernoctan les ha dado una ‘meseta’ de estabilidad, desde donde pueden planificar y visualizar con mayor claridad su estrategia de salida. Sin duda la estadía en la hospedería les ha entregado cierta certidumbre desde donde ir planeando y cumpliendo con sus objetivos para salir de la situación de calle. Por otra parte, la transitoriedad asociada a la vida en una hospedería ha forzado a estas mujeres a planificar un futuro más allá de la hospedería. En efecto, a pesar de que Sandra está consciente de que cumple un rol muy valorado dentro de la Hospedería, ayudando en distintas tareas cotidianas, enseñando las reglas y labores a las nuevas huéspedes, y entregando alegría a la vida de estas mujeres, también sabe que en cualquier momento la pueden notificar de su inminente “egreso”. Sabe entonces que este es un lugar transitorio, y que por lo tanto, “uno se tiene que preparar pa’ cualquier cosa”. Bajo el manto de “normalidad” existe otro de“transitoriedad” que fuerza a Sandra a buscar el lugar definitivo en otra parte. En todo caso, la hospedería las ha ayudado a armarse de un trabajo y, pese a las reglas, saben que los lazos de apoyo y comprensión que han generado en este lugar les permitirán alojarse ahí hasta que puedan trasladarse a sus nuevos hogares y autosustentarse.

El trabajo como fuente de estabilidad

Los elementos que conforman las distintas estrategias de salida de la calle incluyen factores materiales, como poder conseguir un sitio, una mediagua o una casa. Sin embargo, disponer de todos estos bienes se asocia a la posibilidad de encontrar un trabajo estable, formal y compatible con una vida domiciliada, y que genere un ingreso seguro.

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Sandra relata que sus aspiraciones de vida son “tener un trabajo estable, ser dueña de casa y todo ese tema… teniendo una estabilidad ya sé que después ya voy a tener responsabilidades de cómo pagar cuentas, luz, agua”. Así, con un trabajo estable podrá ordenar y estabilizar su vida. Ella está consciente de que su trabajo actual no es compatible con la vida de mujer domiciliada que desea emprender al dejar la hospedería. Por el contrario, la forma como hoy se gana la vida y su rutina diaria siguen estando muy ligadas a la hospedería, donde satisface sus necesidades de techo y alimentación, obtiene la ropa que vende y recibe cariño y contención. El trabajo de vendedora ambulante es inseguro y sus ingresos variables, tiene que estar “todo el día ahí pará sin vender ná’ y pasándose de frío… arrancando de los carabineros…”. Juano aspira a reinsertarse en la sociedad mediante un trabajo estable, sin embargo, a pesar de que él hable de “estar limpio”, su pasado delictual ha quedado impreso en antecedentes “malos”, “manchados” que le impiden acceder a este tipo de trabajo:

“La primera que me fui a conseguir un trabajo no me lo dieron porque tenía antecedentes y me dijeron ‘nooo, ¡cómo!... si ya robaste me vai a robarme’ y todo eso y sabiendo que yo llevaba más de 5 años, 6 años ya que no me metía en nada...””

“...Me dicen ‘tráeme los antecedentes y si están bien te doy pega’. ‘Ya –le dije- voy y vuelvo´ ¿y qué voy a ir? si estoy consciente que mis papeles están malos”

Por su parte, la estrategia de salida de la calle de Paola y Gonzalo se ha visto reforzada por el hecho de que Gonzalo haya encontrado un trabajo formal casi al final del período en que los entrevistamos. Luego de trabajar cuidando autos a la salida de un restaurante, Gonzalo logró que lo contrataran como “copero” en el mismo lugar, recibiendo un sueldo fijo y estable por este trabajo. En síntesis, las expectativas futuras de los entrevistados así como las posibilidades de salir de la calle son diversas. Entre aquellos casos que llevan más tiempo pernoctando en la calle, no existe una estrategia clara para cambiar su situación de vida, sino más bien intenciones de mejorar sus condiciones de vida en la calle. Cuando si existe una estrategia de salida de la calle, ciertos factores parecen ser relevantes para hacer de esta estrategia un proyecto viable. Tal vez uno de los principales corresponde a la actitud o disposición personal de los entrevistados para salir de la calle y visualizar la vida en la calle como un evento transitorio en sus vidas. Reforzando lo anterior, la existencia de un proyecto vital que pase por salir de la calle también resulta relevante para fortalecer la estrategia de salida. En aquellos casos de estudio donde la permanencia en la calle se asocia a la dependencia a sustancias como alcohol y drogas, el apoyo recibido de parte de instituciones especializadas resultaba fundamental. Igualmente, para algunas entrevistadas la estadía en una hospedería solidaria entregaba un espacio de estabilidad y protección desde el cual podían planificar de mejor forma la salida de esta condición. Por último, los entrevistados hicieron ver la importancia de disponer de bienes materiales como un sitio o una casa para dejar su situación de calle, en cuyo caso, el disponer de un trabajo formal y estable pasaba a ser condición necesaria para hacer viable una vida como personas domiciliadas.

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CONCLUSIONES En este estudio nos adentramos en la vida de siete personas en situación de calle. Durante unas pocas horas escuchamos sus historias, anhelos, tristezas y alegrías. Dentro de sus rucos, bajo la lluvia comentamos con ellos las fotografías que habían tomado. En sus barrios y caletas al lado de una fogata, los escuchamos y compartimos un té. Con una inmensa generosidad y afecto abrieron sus vidas sin pedir nada a cambio, salvo sentirse escuchados y comprendidos. Con este estudio esperamos haber podido transmitir en alguna medida sus vidas e historias, así como cumplir con entregar un testimonio para que los otros, es decir, quienes hemos tenido la suerte de llevar una vida domiciliada “... Se den cuenta como es la forma como uno vive…”. El análisis demostró toda la profundidad y variedad de casos que se esconde tras el grupo de personas definidas como ‘en situación de calle’. Concluimos que esta situación se explica por un proceso multi-causal que se inserta y responde a la historia de vida de cada entrevistado. En este proceso intervienen sus preferencias, recursos, restricciones sociales y personales y sus capacidades o incapacidades para enfrentar obstáculos, de modo que cada uno llega, habita y espera salir o sobrevivir en la calle según como interactúan estos distintos factores. El estudio del proceso de entrada a la calle nos permitió determinar que algunos entrevistados habían llegado a la calle tras un proceso prolongado, donde prevalecían los problemas familiares. Situaciones como abandono de los padres al nacer, ausencia del padre, violencia verbal o física en el hogar, intento de violación por parte del padre, entre otras, habían marcado las vidas de algunos entrevistados y los habían conducido inexorablemente a vivir en situación de calle. En este sentido, constatamos que esta llegada a la calle había representado para ellos una medida de auto cuidado, literalmente un escape del hogar hacia un territorio desconocido pero al menos libre de las amenazas ciertas que existían en el hogar. Así, vimos que en estos casos la llegada a la calle fue un proceso intempestivo, sin mediar etapas de aproximación o familiarización con la calle. Los relatos vitales de otro grupo de entrevistados permitieron configurar un proceso de entrada a la calle distintito al anterior. Ellos habían conocido tempranamente la cultura de la calle, se habían familiarizado con ella, habían aprendido sus códigos, estrategias y lenguajes. En la calle muchas veces encontraron a sus pares en el consumo de alcohol o drogas, o en la realización de delitos. Así, se integraron tempranamente a la cultura de la calle mientras eran personas domiciliadas, y este acercamiento previo les sirvió como antesala para la posterior entrada definitiva a la situación de calle. En estos casos, la calle ya era un territorio conocido. Para algunos de los entrevistados, al momento de salir a la calle se presentaron problemas económicos que contribuyeron a tomar esta decisión. Dentro de estos problemas se cuenta la perdida de un trabajo estable o la dificultad para encontrar un trabajo formal. Lógicamente, ningún entrevistado contaba con una casa propia al momento de salir a la calle, y la falta de recursos les impedía arrendar una pieza. Por otra parte, para la mayoría de los entrevistados el proceso de entrada a la calle se vio intercalado por episodios en que permanecieron allegados con conocidos o familiares. Este allegamiento permitió dilatar la llegada a la calle, aunque tarde o temprano las opciones de allegamiento desaparecieron para todos. Así, solos o con hijos a cuestas, en medio de disputas y altercados familiares, o sumergidos en el consumo de drogas o alcohol, o acorralados por un pasado de delitos, todos los entrevistados llegaron inevitablemente a vivir en la calle. Luego de estudiar la forma en que los entrevistados habían llegado a la calle, analizamos la relación entre la situación de calle y sus identidades personales. En esta sección constatamos las distintas formas en que la situación de calle marcaba la identidad de quienes experimentaban esta condición, así como las diferentes maneras en que los entrevistados insertaban la experiencia de calle en sus

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trayectorias vitales. Cada caso marcaba una perspectiva distinta. Estaban aquellos que sentían que no habían perdido nada con la calle, sino que por el contrario, habían ganado mucho y se habían superado al dar un paso significativo en sus vidas. No obstante, este paso había sido doloroso y difícil, existiendo un proyecto de vida a largo plazo que entregaba una dimensión transitoria al paso por la calle. Por otra parte, estaban aquellos para quienes la calle los había acompañado a largo de una gran parte de sus historias biográficas. La condición de calle adquiría en estos casos un carácter permanente, por lo que sus identidades se relacionaban a roles y actividades estrechamente ligadas a la calle. En un caso particular, la identidad de calle estaba muy relacionada al consumo de drogas. Las recaídas en el consumo hacia que la identidad de este entrevistado fluctuara entre dos polos: vivir de allegado y ser el proveedor de su familia o drogarse junto al grupo de conocidos de la caleta del parque. Resulto interesante indagar la forma en que los entrevistados se percibían a ellos mismos desde las visiones y descripciones que presentaban de otras personas en situación de calle y de la forma como se diferenciaban respecto a ellos. Así, por medio de su relato, una entrevistada se diferenciaba permanentemente de otras personas que había conocido en la calle. Estos otros no tenían valores, utilizaban a sus hijos para beneficio propio, confundían vivir en la calle con vivir sucios, no les interesaba superarse o trabajar y se aprovechaban de las distintas formas de beneficencia que les entregaba la sociedad. Para otro entrevistado con 18 años de vida en la calle junto al alcohol, su vida había sido un camino donde no había quedado huella, lo que había afectado profundamente su identidad como hombre. Además, como la mayoría de los entrevistados, había tenido que tranzar su dignidad para sobrevivir realizando trabajos que consideraba poco dignos. Finalmente, la identidad de otra entrevistada respondía a una vida de abandonos, donde su paso por la calle representaba un acto de autonomía y donde la llegada a una hospedería de mujeres le había permitido encontrar los lazos afectivos que siempre le faltaron. Todos estos casos permitieron graficar la complejidad, variedad y profundidad que existe en las distintas historias de las personas en situación de calle. A continuación, nuestro análisis se centro en determinar la forma como los entrevistados habitaban la calle. En esta sección nos interesaba determinar el conjunto de conductas, hábitos, conocimientos, relaciones y estrategias con que se vivía en un espacio que no era propio y cuyas funciones y valores eran transgredidos. En primer lugar estudiamos las estrategias para satisfacer necesidades tales como alimentación y habitación. Para alimentarse los entrevistados aplicaban diversas estrategias como asistir a comedores solidarios, recibir alimentos de voluntarios, juntar monedas y comprar colaciones o ingredientes baratos para hacer un sándwich. Asegurar la alimentación era especialmente prioritario para los entrevistados con hijos, mientras que entre los restantes era común que pasaran hambre. En el tema habitacional, la mayoría de los entrevistados había tenido la posibilidad de pernoctar en una hospedería. Pese a tratarse de un lugar donde encontraban una cama y alimentos, muchos de ellos las consideraban solo como la ultima opción para dormir, por las restricciones o condiciones de hacinamiento que prevalecían en algunos de estos lugares. Otros, en cambio, valoraban especialmente la posibilidad de establecer lazos afectivos que les entregaba una hospedería solidaria. Los entrevistados habitaban la calle construyendo una rutina alrededor de un circuito espacial que les ayudaba a obtener ciertos grados de certidumbre, así como sentimientos de pertenencia y protección. Los lugares ocupados eran generalmente barrios céntricos y mixtos, donde confluía una variedad de actividades que facilitaban la vida para una persona en situación de calle. De este modo, habitar la calle equivalía a una vida en constante movimiento. El grado de identificación con la calle determinaba muchas veces las formas de habitarla. Aquellos entrevistados que se identificaban como personas de la calle presentaban una mayor inserción social en sus barrios, lo que les facilitaba sobrevivir y reducir la incertidumbre propia de su vivir. Otros entrevistados con menos tiempo en situación de calle no

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estaban dispuestos a acostumbrarse a ella, por lo que permanecían menos tiempo en los lugares que ocupaban. Así, la temporalidad de su paso por la calle determinaba también la temporalidad de los techos que conseguían. Por su parte, un entrevistado que vivía en una caleta en un parque, delineaba un territorio donde transitaba e interactuaba con redes ligadas al consumo de droga, al trabajo en la calle y a la socialización. La seguridad e inseguridad en la calle fue un tema recurrente en los relatos de los entrevistados. Ellos resguardaban constantemente su integridad como seres humanos. A pesar de que algunos habían cometido delitos en la calle, asumiendo el rol de victimarios, era mucho más frecuente para ellos ser victimas de delitos por estar en la calle. Por esto, hicieron ver que no todos en la calle eran delincuentes, del mismo modo como entre los domiciliados, no todos son personas de buen vivir. El tema de la seguridad adquiría especial relevancia para las mujeres y los niños en la calle. En la selva de la calle ambos grupos eran acosados por quienes veían en ellos una presa fácil para el abuso o la explotación. Además, dentro de la cultura de la calle los hombres estigmatizaban a las mujeres en situación de calle como mujeres fáciles. Así, dentro de este ambiente de riesgos, las personas entrevistadas tendían a evitar a los otros de la calle, desconfiando incluso de los conocidos de la calle, quienes a la vuelta de la esquina podían dar la espalda o transformarse en una fuente de peligro. Junto a la inseguridad que producían las personas con quienes se compartía en la calle, las personas en situación de calle debían enfrentar las medidas de contención y desplazamiento que regularmente aplican las autoridades. Dentro de las medidas de contención se cuenta el patrullaje de las áreas donde vive la población en situación de calle, y la solicitud del carnet de identidad. Las medidas de desplazamiento incluyen la erradicación de caletas, destrucción de rucos, el requisamiento de las posesiones de sus habitantes, y el arresto por atentar contra el orden público o por comercio ambulante con el consiguiente requisamiento de los productos. Estas medidas cuentan a veces con el respaldo de los vecinos domiciliados de la zona donde se ubican las personas en situación de calle. Frente a esta realidad, los entrevistados mostraban una conducta resilente, reconstruyendo una y otra vez sus rucos como “monos porfiados”. También intentaban mantener sus lugares lo mas limpio posibles, defendiendo dentro de lo posible el orden y la integridad de lugares que por definición no les pertenecían. Las estrategias de trabajo de los entrevistados mostraron que trabajar en la calle constituye una realidad muy distinta a la del mundo laboral formal y “apatronado”. Se trata de trabajos informales como cartonear, cachurear en la basura, estacionar y limpiar autos o ser vendedor ambulante, donde ni la experiencia laboral formal ni los estudios generan dividendos. Los trabajos de la calle tienen una escuela distinta, en la cual se aprende mirando y donde se requieren destrezas y conocimientos particulares. Los plazos son cortos y el capital disponible es mínimo, por lo que se buscan trabajos que no requieran realizar una inversión y que generen liquidez inmediatamente. Además, se trata de labores sin punto fijo, donde se pueden trasladar ya sea para buscar nuevos clientes o para escapar de los controles de la autoridad. Dada la inestabilidad de los ingresos asociados a estos trabajos, los entrevistados recurrían a fuentes alternativas de ingresos, como el macheteo, los pololos, las donaciones o el robo. Los entrevistados utilizaban diversas redes de apoyo para sobrevivir, trabajar y en general para habitar la calle. Dentro de estas redes existían redes de iguales, con quienes socializaban y se organizaban para mejorar la seguridad de sus lugares. Por otra parte, las redes de conocidos domiciliados permitían acceder a un baño, a una ducha o a una comida caliente, así como también obtener un pololo. Por otra parte, las redes de voluntarios o ‘tíos’ que los visitaban regularmente constituían un apoyo fundamental en el plano afectivo para estas personas. Por ultimo, todos los entrevistados obtenían apoyo, aliento y esperanza de su fe y religiosidad.

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Finalmente, nos abocamos al estudio de las estrategias para salir de la calle de los entrevistados. A este respecto nuevamente se presento un panorama diverso, donde todos buscaban activamente mejorar sus condiciones de vida en la calle, aunque solo algunos tenían la expectativa de abandonar esta condición. Aquellos con una trayectoria mas larga en situación de calle aspiraban a mejorar las condiciones materiales de sus vidas, ya sea pudiendo capear el invierno en una hospedería solidaria o logrando mejorar sus ingresos al contar por ejemplo con un triciclo para trabajar. En ellos, las profundas huellas de la calle dejaban fuera la posibilidad de una vida distinta. Por otra parte, los proyectos de vida de algunos entrevistados hacían imperioso abandonar la calle y contar con un domicilio. Estos proyectos incluían formar una familia y tener hijos, o poder reunir a toda la familia bajo un mismo techo. En estos casos, resaltaba una actitud personal proactiva, a diferencia de los casos anteriores donde la ayuda de otros parecía ser el único medio para superarse. En aquellos casos donde el alcohol o las drogas estaban presentes, el apoyo prestado por instituciones de beneficencia era fundamental para vislumbrar alguna posibilidad de mejoría en sus condiciones de vida, mas allá de poder abandonar la calle. Para otros entrevistados, el haber llegado a una hospedería solidaria había marcado un quiebre en su paso por la calle, encontrando ahí una red de apoyos materiales y afectivos que hacían mas fácil vislumbrar una salida de la situación de calle. Por ultimo, las estrategias de salir de la calle y realizar una vida domiciliada pasaban generalmente por poder contar con un trabajo formal, principalmente por la estabilidad de ingresos que este trabajo podría entregar. Ciertamente, tal como el análisis del proceso de entrada a la calle presento un proceso diverso, los testimonios de las expectativas de salida de la calle fueron diferenciados para los distintos entrevistados.

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