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Hacia una sociedad de la incomunicacinEduardo Galeano

El mundo nunca ha sido tan desigual econmicamente ni tan igualizador en cambio en relacin con las ideas y la moral. Hay una uniformidad obligatoria, hostil a la diversidad cultural del planeta. La nivelacin cultural ni siquiera puede medirse. Los medios de comunicacin de la era electrnica al servicio de la incomunicacin humana estn imponiendo la adoracin unnime de los valores de la sociedad neoliberal.

Jams la tecnologa de las comunicaciones estuvo perfeccionada; y sin embargo nuestro mundo se parece cada da ms a un reino de mudos. La propiedad de los medios masivos se concentra ms y ms en pocas manos; los medios dominantes estn controlados por un puado de poderosos que tienen el poder para dirigirse al mayor nmero de ciudadanos a travs del planeta. Nunca antes tantos hombres fueron mantenidos en la incomunicacin por un grupo tan pequeo.

El nmero de aquellos que tienen derecho a escuchar y a mirar no cesa de aumentar, mientras que se reduce vertiginosamente la cantidad de los que poseen el privilegio de informar, de expresarse, de crear. La dictadura nica, impone en todas partes un mismo modo de vida, y confiere el ttulo de ciudadano ejemplar al consumidor dcil, a escala planetaria, con arreglo a un modelo propuesto para la televisin comercial norteamericana.(...)

En ese mismo mundo sin alma que nos presentan los medios como el nico posible, los mercados han sustituido a los pueblos; los consumidores a los ciudadanos, las empresas a las naciones y a las ciudades. Las competencias comerciales a las relaciones humanas. Nunca antes la economa mundial fue tan poco democrtica, y jams el mundo ms escandalosamente injusto. Las desigualdades, segn las cifras de las Naciones Unidas y el Banco Mundial, se han duplicado.

Ese mundo de finales de siglo, paradisaco para algunos e infernal para la mayora est marcado con hierro rojo por una paradoja. En primer lugar, la economa mundial necesita un mercado en perpetua expansin para que las tasas de beneficio no se desplomen. Al propio tiempo precisa, por idnticas razones, de brazos que trabajen a precios de miseria en los pases del Sur y del Este.

Segunda paradoja, corolario de la primera: el Norte dicta, de manera cada vez ms autoritaria, rdenes a esos pases del Sur y del Este para que importen y consuman ms, pero lo que en ellos se multiplica son las mafias, la corrupcin y la inseguridad. Las neo-sociedades de consumo emiten mensajes de muerte. La varita mgica de los crditos, la deuda externa que se hincha hasta la explosin permite procurar nuevos productos intiles a la mayora de los consumidores. La televisin se encarga de transformar en necesidades reales las demandas artificiales que el Norte inventa sin cesar y que expande exitosamente en todo el mundo. Incluso, en las heladas aguas del mercado, los nufragos son ms numerosos que los que disfrutan de la travesa.

Para los millones de jvenes del Sur condenados al desempleo o a salarios de miseria, la publicidad no estimula la demanda sino la violencia. Los medios lo repiten sin cesar: "Quien no tiene nada no es nadie. Quien no tiene un auto o zapatos de marca no existe, es un deshecho". As se les impone el culto al consumo a millones de alumnos en la escuela del crimen.

La televisin propone un servicio completo. El crimen es el espectculo ms preciado de la pequea pantalla. "Golpea antes de que seas golpeado", aconsejan los juguetes electrnicos. "Ests solo, no cuentes ms que contigo mismo"... "Tu tambin puedes matar"...

Los medios dominantes presentan la actualidad como un espectculo fugaz, ajeno a la realidad, vaco de memoria; ayudan a ahondar en las desigualdades. Todava la pobreza suscita pena, pero cada vez menos indignacin; se expande la idea de que los pobres son resultado del azar o el fruto de la fatalidad. Hace 20 aos se perciba la pobreza como consecuencia de la injusticia, pero ahora "es el justo castigo que merece la ineficiencia" o "una manifestacin del orden natural de las cosas".(...)

Carros invencibles, jabones portentosos, perfumes excitantes, analgsicos mgicos: a travs de la pequea pantalla el mercado hipnotiza al ciudadano consumidor. Pero a veces entre spot y spot, la televisin coloca algunas imgenes de hambruna y de guerra. Esos horrores, esas fatalidades, llegan de otro mundo, del infierno, y slo subrayan el carcter paradisaco de la sociedad de consumo.(...)

Otro tanto cabe decir con las imgenes de guerra. Se silencia tambin la herencia colonial; idntica impunidad para los inventores de las falsas fronteras que desgarraron a frica en ms de 50 pedazos. Y para los traficantes de muerte del norte, vendedores de armas que atizan las guerras en el sur.

Los amos de la informacin, en la era de la informtica, llaman comunicacin al monlogo del poder. La libertad de expresin universal consiste en actuar de manera que la periferia del mundo obedezca a las rdenes que emite el centro sin tener derecho a rechazar los valores impuestos por ste. La clientela de las industrias culturales no tiene fronteras; es un supermercado de dimensin mundial donde el control social se ejerce a escala planetaria.

Tal es el espejo engaoso que ensea a los latinoamericanos a mirarse con los ojos d aquellos que les desprecian y los condiciona a aceptar como destino una realidad que los humilla. La ofensiva envilecedora de la incomunicacin nos obliga a medir la importancia del reto cultural. Hoy, ms que nunca, hay que asumir ese reto cuando los medios, en este final de siglo, quieren persuadirnos de que hay que abandonar la esperanza como quien deja un caballo exhausto.