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Capitulo III La Larga espera: 1825-1850 En 1825 terminaba la guerra de independencia, dejaba en toda America española un legado nada liviano: ruptura de las estructuras coloniales, consecuencias a la vez de una transformación profunda de los sistemas mercantiles, de la persecución de los grupos mas vinculados a la antigua metrópoli, que habían dominado esos sistemas, de la militarización que obliga a compartir el poder con grupos antes ajenos a el. En brasil una transición mas apacible parecía haber esquivado esos cambios catastróficos, en todo caso la independencia consagraba allí también el agotamiento del orden colonial. De sus ruinas se esperaba que surgiera un orden nuevo, cuyos rasgos esenciales habían sido previstos desde el comienzo de la lucha por la independencia. Pero este se demoraba en nacer. La primera explicación, buscaba en la herencia de la guerra la causa de esa desconcertante demora: concluida la lucha, no desaparecía la gravitación del poder militar, en el que se veía el responsable de las tendencias centrífugas y la instabilidad política destinadas, al parecer, a perpetuarse. Esta explicación era insuficiente, y tendía a dar una imagen engañosa del problema: puesto que no se habían producido los cambios esperados, suponía que la guerra de la independencia había cambiado demasiado poco, que no había provocado una ruptura suficientemente onda con el antiguo orden. Sin embargo los cambios ocurridos son impresionantes: no hay sector de la vida hispanoamericana que no haya sido tocado por la revolución. La más visible de las novedades es la violencia. En la medida en que la revolución de las elites criollas urbanas no logran éxito inmediato, debe ampliarse progresivamente, mientras idéntico esfuerzo deben realizar quienes buscan aplastarla. La movilización militar implica una previa movilización política, que se hace en condiciones demasiado angustiosas para disciplinar rigurosamente a los que convoca a la lucha. La guerra de independencia transformada en un complejo has de guerras en las que hallan expresión tensiones raciales, regionales, grupales, se transforma en el relato de la “sangre y el horror”: la violencia popular anónima e incontrolable es invocada por unos y por otros como responsable única de los errores. Pero al lado de la violencia plebeya surge un nuevo estilo de acción de la elite criolla que en 15 años de guerra saca de si todo un cuerpo de oficiales. Esa violencia llega a dominar la vida cotidiana. Luego de la guerra es necesario difundir las armas por todas partes para mantener un orden interno tolerable, así la militarización

Halperin Donghi - Cap 3 y 4

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Capitulo III La Larga espera: 1825-1850

En 1825  terminaba la guerra de independencia, dejaba en toda America española un legado nada liviano: ruptura de las estructuras coloniales, consecuencias a la vez de una transformación profunda de los sistemas mercantiles, de la persecución de los grupos mas vinculados a la antigua metrópoli, que habían dominado esos sistemas, de la militarización que obliga a compartir el poder con grupos antes ajenos a el. En brasil una transición mas apacible parecía haber esquivado  esos cambios catastróficos, en todo caso la independencia consagraba allí también el agotamiento del orden colonial.De sus ruinas se esperaba que surgiera un orden nuevo, cuyos rasgos esenciales habían sido previstos desde el comienzo de la lucha por la independencia. Pero este se demoraba en nacer. La primera explicación, buscaba en la herencia de la guerra la causa de esa desconcertante demora: concluida la lucha, no desaparecía la gravitación del poder militar, en el que se veía el responsable de las tendencias centrífugas y la instabilidad política destinadas, al parecer, a perpetuarse. Esta explicación era insuficiente, y tendía a dar una imagen engañosa del problema: puesto que no se habían producido los cambios esperados, suponía que la guerra de la independencia había cambiado demasiado poco, que no había provocado una ruptura suficientemente onda con el antiguo orden.Sin embargo los cambios ocurridos son impresionantes: no hay sector de la vida hispanoamericana que no haya sido tocado por la revolución. La más visible de las novedades es la violencia. En la medida en que la revolución de las elites criollas urbanas no logran éxito inmediato, debe ampliarse progresivamente, mientras idéntico esfuerzo deben realizar quienes buscan aplastarla.La movilización militar implica una previa movilización política, que se hace en condiciones demasiado angustiosas para disciplinar rigurosamente a los que convoca a la lucha.La guerra de independencia transformada en un complejo has de guerras en las que hallan expresión tensiones raciales, regionales, grupales, se transforma en el relato de la “sangre y el horror”: la violencia popular anónima e incontrolable es invocada por unos y por otros como responsable única de los errores. Pero al lado de la violencia plebeya surge un nuevo estilo de acción de la elite criolla que en 15 años de guerra saca de si todo un cuerpo de oficiales.Esa violencia llega a dominar la vida cotidiana. Luego de la guerra es necesario difundir las armas por todas partes para mantener un orden interno tolerable, así la militarización sobrevive a la lucha. Pero la militarización es un remedio costoso e inseguro.Los jefes de grupos armados se independizan bien pronto de quienes los han invocado y organizado. Para conservar su favor, estos deben tenerlos satisfechos: esto significa gastar en armas lo mejor de las rentas del estado.Las nuevas republicas llegan a la independencia con demasiados nutridos cuerpos de oficiales y no siempre se atreven a deshacerse de ellos. Pero para pagarlos tienen que recurrir a mas violencia, como medio de obtener recursos de países a menudo arruinados y con ello dependen cada vez mas del exigente apoyo militar.Los nuevos estados suelen entonces gastar mas de lo que sus recursos permiten y ellos sobre todo es porque es excepcional que el ejercito consuma menos de la mitad de esos gastos. La imagen de una Hispanoamérica prisionera de los guardianes del orden comienza a difundirse, aunque no inexacta, requeriría ser matizada.Solo en parte puede explicarse la hegemonía militar como un proceso que se alimenta a si mismo y su perduración como una consecuencia de la imposibilidad de que los inermes desarmen a los que tiene armas.La gravitación de los cuerpos armados comienza a ser un aspecto de la democratización, pero pronto se convierte en una garantía contra la extensión excesiva de ese proceso.

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Democratización tiene que ver con: que ha cambiado la significación de la esclavitud, si bien los nuevos estados se muestran remisos a abolirla, la guerra los obliga a manumisiones cada vez más amplias que tienen por objeto conseguir soldados. La esclavitud domestica pierde importancia, la agrícola se defiende mejor en las plantaciones que dependen de ella.Antes de ser abolida la institución de la esclavitud se vacía de su anterior importancia. Sin duda, los negros emancipados no serán reconocidos como iguales por la población blanca. La revolución ha cambiado también el sentido de la division de castas.Frente al mantenimiento del estatuto legal y real de la población indígena, son los mestizos, los mulatos libres, en general los legalmente  postergados de las sociedades urbanas o en las rurales de trabajo libre los que aprovechan mejor la transformación revolucionaria.Ha variado la relación entre las elites urbanas prerrevolucionarias y los sectores, no solo de castas (mulatos, mestizos urbanos) sino también de blancos pobres, desde los cuales había sido muy difícil el acceso a ellas. Ya la guerra, creaba posibilidades nuevas, en las filas realistas aun más que en las revolucionarias.Ampliación de los sectores dirigentes a partir de las viejas elites urbanas con otro desarrollo igualmente inducido por la revolución: la pérdida de poder de estas frente a sectores rurales. La revolución, porque armaba vastas masas humanas, introducía un nuevo equilibrio de poder en que la fuerza del número contaba mas que antes: necesariamente este debía favorecer a la rural, en casi todas partes abrumadoramente mayoritarios, y a los dirigentes prerrevolucionarios de la sociedad rural. En casi todas partes no había habido movimientos rurales espontáneos, y la jefatura seguía, por tanto correspondiendo a los propietarios o a sus agentes instalados al frente de las exportaciones.La revolución no había pasado por esas tierras sin provocar bajas y nuevos ingresos en el grupo terrateniente. Es el entero sector terrateniente, al que el orden colonial había mantenido en posición subordinada, el que asciende en la sociedad posrevolucionaria. La guerra ha empobrecido a las elites urbanas, devora las fortunas muebles como las privadas, como la de las instituciones cuya riqueza, en principio colectiva, es gozada sobre todo por los hijos de la elite urbana.La guerra consume desenfrenadamente los ganados y los frutos de las tierras que cruza, cuando se instala en una región puede dejar reducidos a sus habitantes al hambre crónica, que en algunos casos dura por años luego de la pacificación. Pero deja intacta la tierra, a partir de la cual las clases terratenientes podrán rehacer su fortuna tanto mas fácilmente porque su peso político se ha hecho mayor.Pero la revolución no priva solamente a las elites urbanas de un parte, por otra parte muy desigualmente distribuida, de su riqueza. Acaso sea mas grave que despoje de poder y prestigio al sistema institucional con el que sus elites se identificaban y que hubiera querido dominar solas, sin tener que compartirlos con los intrusos peninsulares favorecidos por la corona. La lucha ha destruido lo que debía ser el premio de los vencedores, las ha privado de modo mas permanente de poder y prestigio, transformándolas en agentes escasamente autónomos del centro de poder político. La iglesia colonial estaba muy vinculada con la corona y no se salva de la politización revolucionaria. La iglesia se empobrece y se subordina al poder político, en algunas zonas el cambio es limitado.Debilitadas las bases económicas de su poder por el costo de la guerra, despojadas de las bases institucionales de su prestigio social, las elites urbanas deben aceptar ser integradas en posición muy subordinada en un nuevo orden político, cuyo núcleo es militar (sigue siendo imprescindible  el apoyo del poder político administrativo para alcanzar y conservar la riqueza.

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En los sectores rurales, la tierra se obtiene por el favor del poder político. En los urbanos la continuidad no excluye cambios importantes: si en tiempos coloniales el favor por excelencia que se buscaba era la posibilidad de comerciar con ultramar, esta ya no plantea serios problemas. En cambio la miseria del estado crea en todas partes una nube de prestamistas a corto término. El poderío social, expresado en términos de poder militar, de algunos hacendados, la relativa superioridad económica de los prestamistas los coloca en posición nueva frente a un estado al que no solicitan favores sino imponen concesiones.Desde 1810 toda Hispanoamérica se abrió plenamente al comercio extranjero, la guerra se acompaña entonces de una brutal transformación de las estructuras mercantiles, que se da tanto en las zonas realistas como en las dominadas por patriotas. Ni Inglaterra ni ningún país europeo realizaron inversiones de capitales en Hispanoamérica, por el desorden posrevolucionario (además muchos de estos países necesitaba de sus capitales para invertir en sus propios países llevando a cabo sus revoluciones industriales).Hasta mediados del siglo, salvo las tierras atlánticas del azúcar, no son los frutos de la agricultura y la ganadería hispanoamericana los que interesan a los nuevos dueños del mercado.Lo que se buscaba en Latinoamérica son sobre todo desemboques a la exportación metropolitana y junto con ello un dominio de los circuitos mercantiles locales que acentúe la situación favorable para la metrópoli. Entre 1810-1815 los ingleses buscan a la vez conquistar los mercados y colocar un excedente industrial cada vez más amplio.Luego de 1815 la relación así esbozada entra en crisis. Por una parte la depresión metropolitana obliga a cuidar los precios a que se compran los frutos locales; por otra la capacidad de consumo hispanoamericana, calculada con exceso de optimismo años pasados, ha sido colmada. Pero a la vez han aparecido competidores a los nuevos señores del mercado y frente a la rivalidad norteamericana los ingleses comienzan a advertir que debilidades escondían bajo sus aparentes cartas de triunfo.En muchos aspectos, Inglaterra es la heredera de España, beneficiaria de una situación monopólica que puede ser sostenida ahora por medios más económicos que jurídicos, pero que se contenta de nuevo demasiado fácilmente con reservarse los mejores lucros de un trafico mantenido dentro de niveles relativamente fijos.La Hispanoamérica que surge en 1825 no es, igual que la anterior a 1810, en medio de una expansión del comercio ultramarino ha aprendido a consumir mas, en parte porque la manufactura extranjera la provee mejor que la artesanía local. Al lado de la conquista del mercado existente, estaba la creación de un mercado nuevo: los años de oferta superabundante llevaban a ventas de liquidación que si podían arruinar a toda una oleada de inversores comerciales. Sin duda esa ampliación encontraba un límite en la escasa capacidad de consumo popular.El interés principal de los nuevos dueños del mercado, como el de los anteriores, era obtener metálico y no frutos, ahora la fragmentación del antiguo imperio había separado a zonas enteras de sus fuentes de metal precioso., aun en zonas que las había conservado, el ritmo de la exportación, mas rápido que el de producción, podía llevar al mismo resultado.La hegemonía de Inglaterra se apoya en su predominio comercial, en su poder naval, en tratados internacionales. Es la potencia dominante que protege mediante su poderío político una vinculación sobre todo mercantil y que no desea participar más profundamente en la economía latinoamericana, arriesgando capitales de los que no dispone en abundancia.En primer lugar no aspira a una dominación política directa, que implicaría gastos administrativos y la comprometería en violentas luchas con facciones locales. Se propone dejar en manos hispanoamericanas, junto con la producción y buena parte del comercio interno, el costoso honor de gobernar en vastas tierras.

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Los esfuerzos británicos por imponer determinadas políticas serán siempre limitadas: a falta de un rápido éxito suelen ser abandonados, dejando en situación a menudo incomoda a quienes  creyeron contar incondicionalmente con el apoyo de gran bretaña.Esta cautela explica la preferencia inglesa por el mantenimiento de la fragmentación política heredada de la revolución, que suele atribuirse al deseo de debilitar a los nuevos estados.Esto explica que la hegemonía inglesa haya podido seguir consolidándose cuando algunas de sus bases comenzaba a flaquear: si a mediados del siglo el comercio y la navegación británicos siguen ocupando el primer lugar en Latinoamérica, están ya muy lejos de gozar del cuasimonopolio de los años posteriores a la revolución. Pero, pese a la multiplicación de conflictos locales, el influjo ingles, que en líneas generales no combate, sino apoya a sectores a los que las muy variadas revoluciones locales han ido dando el predominio, es a la vez favorecidos por estos.

Capitulo IV Surgimiento del orden neocolonial.

A mediado del siglo XIX para toda la región de Iberoamerica comenzara la fijación de un "nuevo Pacto colonial" este nuevo pacto va a transformar a Latinoamérica en una productora de materia primas para centros de la nueva economía industrial, a la vez que de artículos de consumo alimenticio en las áreas metropolitanas; la hace consumidora de la producción industrial de esas áreas, e insinúa al respecto una transformación, vinculada en parte con la estructura productiva metropolitana.Este proceso va a estar facilitado debido a un cambio de coyuntura de la economía mundial, cambio que comenzó hacia 1850 y que durara hasta aproximadamente hasta 1873. Se produce una unificación creciente del espacio económico, que anterior mente estaba organizado entorno a un sistema de intercambios con la metrópolis que era poco voluminoso. Esta unificación es facilitada por la renovación de los transportes, unificación de la s rutas oceánicas y de las rutas de cabotajes costero por ejemplo las costas de Perú y chile, mejorías con la maquina a vapor. Se modifica el tono de la diva urbana, que se hace más europeo, con la introducción de avances técnicos que irrumpen en las ciudades como el gas que va a remplazar al aceite y a la maloliente grasa vacuna o equina como medio de iluminación por ejemplo en Buenos Aires.Para mediados del siglo XIX y como parte también del proceso que fija el nuevo pacto colonial, comienza en casi todas partes el asalto alas tierras indias, proceso que en algunos casos avanza con junto con la expansión de cultivos para el mercado mundial, mas allá de que en otros de se totalmente separados de ésta.Pero las innovaciones más importantes y de mayor relevancia van a ser básicamente dos: "La mayor disponibilidad de capitales" Y "La mayor capacidad por parte de las metrópolis para absorber exportaciones hispanoamericanas". La primera se vuelca en inversiones y créditos a gobiernos. Esta innovación es rica en consecuencias políticas y contribuye a producir la consolidación del estado que es uno de os hechos dominantes de la etapa. Estos prestamos adoptaron formulas de amortización a largo plazo apoyándose en una visión de futuro latinoamericano.Las inversiones aseguran un flujo variable de bienes de capital, productos de la renovada metalurgia, como también de combustibles (carbón), para el desarrollo de las redes férreas y los productos complementarios que de ella de desprenden.Esto no es que se genera de forma espontáneas y por casualidades históricas, si no que va a dar la adopción de políticas librecambistas. El librecambio ofrece a las áreas metropolitanas un admirable instrumento ideológico de penetración económica en estas últimas, sino también por que promete cumplir dentro de aquellas una función de reconciliación social en el marco del orden capitalista. El librecambio va a ser un proceso de aceleración para Latinoamérica, que se amplia también -el proceso- gracias a los nuevos hábitos de consumo de los sectores urbanos en expansión, que hace depender de la importación a masas humanas cada vez mas amplias.

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¿Quines van a ser las victimas de este nuevo orden?Una de las principales victimas van a ser los sectores rurales, el comienzo de de la expropiación de las comunidades indias en las zonas que estas habían logrado sobrevivir hasta mediados del siglo XIX. Esa expropiación no lleva consigo la necesaria incorporación de estos sectores a las nuevas clases asalariadas, ya que para ello seria necesario una incorporación plena de las áreas rurales a la economía de mercado.La citación del campesinado rural no era mucho mejor, el sistema de endeudamiento, facilitado por que el hacendado a heredado del antiguo corregidor un derecho no escrito de repartimiento que le permite fijar precios y cantidades de artículos consumidos por sus peones, se revela mas eficaz para disciplinar a la mano de obra, un campesino con dinero debe creerse mas libre y por ende abandonar la hacienda. El sistema se apoya en una acepción forzada de la plebe rural que es la gran derrotada sin haber casi ofrecido lucha. La modernización le impone a la fuerza de trabajo rural, la capacidad de convertir al trabajador en un híbrido que reúna las ventajas del proletariado moderno.Este cuadro ofrece excepciones y características particulares, en la costa peruana en Panamá o en Cuba los "Coolíes" chinos parecen ser una respuesta a la clausura definitiva de la fuente Africana. La inmigración europea tendencia que se acentúa para mediados de siglo, solo se dio en algunas regiones de la costa atlántica, Argentina, Uruguay, Brasil central y meridional.Los mas beneficiados de este nuevo orden, van a ser las clases propietarias locales, que aumentaban a su vez sus rentas (gracias a una gran expansión de la producción facilitada por el nuevo clima económico) y su capital.No hay que dejar de lado que las confidencias logradas en este periodo por los grupos dirigentes no se lograron sin lucha, ejemplo de esto serán la segunda guerra del pacifico, las guerras civiles que se transforman en interminables - como los ciclos de lucha argentinas y uruguayas que desembocan en la guerra del paraguay - otras guerras civiles que llevan a intervenciones de potencias ultramarinas - la mexicana de la reforma, que continua contra la intervención francesa. No es extraño que en esta primera etapa de afirmación de un orden nuevo abunden las luchas.La expansión latinoamericana se acompaña, en efecto, de una ampliación del comercio, que se orienta ahora en parte hacia regiones nuevas. Gran Bretaña va a ser el principal comprador en chile, Perú, Brasil, Uruguay, Argentina y hasta el café suave de los países caribeños. UK va a tener un predominio no diputado de los mecanismos bancarios y financieros, para Latinoamérica, se instalan bancos ingleses que proporcionan y son el principal agente financiero de los gobiernos latinos. Países como Francia también van poco a poco teniendo un predominio significativo, especialmente en la época del segundo imperio. Solo cuando 1929 las metrópolis no podrán mantener la relación que en esta etapa se consolido, países como Argentina o Brasil descubrirán que han tenido que soportar un imperialismo Británico.Elementos decisivos de la implantación del nuevo orden han sido dos: la disminución de la resistencia que los avances de ese orden encuentra, la identificación con ese orden de los sectores dominantes económica y socialmente, reorientada por la ideología dominante del liberalismo al progresismo y de una simpatía por las soluciones políticas de tipo autoritarias.