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[Otra edición: Hispania 36, n.º 132, 1976, 5-87 (también en J.M.ª Blázquez, Nuevos estudios sobre la romanización, Madrid 1989, 341-450)]. Versión digital por cortesía del autor, como parte de su Obra Completa, corregida de nuevo bajo su supervisión y con la paginación original. © Texto, José María Blázquez Martínez © De la versión digital, Gabinete de Antigüedades de la Real Academia de la Historia Hispania desde el año 138 al 235 José María Blázquez Martínez Real Academia de la Historia. Madrid. [-5] Dión Cassio (71, 36, 4) consideró la época de Marco Aurelio 1 como el momento cumbre del Imperio Romano. La situación económica, social y religiosa de Hispania durante el gobierno de los Antoninos y de los Severos no ha sido objeto de particular estudio, lo [-56-] que nos proponemos hacer hoy. No pretendemos hacer un estudio ex- haustivo de todo el material, lo que excedería de los límites de un trabajo, sino sólo re- coger los documentos literarios, arqueológicos y epigráficos más importantes, que sir- ven para trazar un cuadro general de la época. Para aligerar el estudio lo descargamos de toda bibliografía de tipo general. Minas. Las fuentes posteriores a Plinio dejaron de interesarse por la Península Ibé- rica, por lo que los datos sobre las explotaciones mineras del siglo II son escasos. Varios documentos hablan de una explotación intensa de las minas del suroeste a partir del auge de la vida municipal y del impulso que a la economía de las provincias dieron los 1 Para la economía de Hispania en el período anterior cf. J. M. Blázquez, Economía de los pueblos prerromanos del área no ibérica hasta la época de Augusto, Estudios de economía de la Península Ibé- rica, Barcelona, 1968, 191 y ss. Idem, Exportación e importación en Hispania al final de la República Romana y durante el principado de Augusto y sus consecuencias, Anuario de Historia Económica y So- cial, Madrid, 1968, 37 y ss. Idem, Estructura económica de la Bética al final de la República Romana y a comienzos leí Imperio (años 72 a.C. - 100), Hispania, 27, 1967, 18 y ss. Idem, Economía de Hispania al final de la República Romana y a comienzos del Imperio según Estrabón y Plinio, Revista de la Uni- versidad de Madrid, 20, 1971, 57 y ss. Idem., La romanización, I-II. Madrid, 1974-75. A. Tovar - J. M. Blázquez, Historia de la Hispania Romana, Madrid, 1975. A. Balil, Economía de la Hispania Romana, Estudios de economía de la Península Ibérica, 289 y ss. Sobre las fuentes antiguas sobre la minería hispana cf. A. Schulten, Geografía y Etnografía antiguas de la Península Ibérica, II, Madrid, 1963, 221 y ss. J. J. van Nostrand, Roman Spain, An economic Survey of Ancient Rome, III. New Jersey 1959. 150 y ss. L. G. West, Imperial Roman Spain. The Objects of Trade, Oxford, 1929, 40 y ss. En general M. Marchetti, Le Province Romane della Spagna, Roma 1917. El tema de este trabajo lo hemos tratado en Hispanien unter den Antoninen und Severern, Aufstieg und Niedergang der römischen Welt, Berlín, 1975, II, 3. 452 y ss., pero en la publicación de Hispania se abordan varios nuevos temas y se completa sustancialmente la bibliografía y se defienden nuevos puntos de vista. M. L. Sánchez, Economía de la Andalucía romana durante la. dinastía de los Antoninos, Salamanca, 1974. Véanse las consideraciones en gran parte aplicables a Hispania de A. Dernan, Matériaux et réflexions pour servir á une étude du développement et du sous-développement dans les provinces de l'Empire Romain, Aufstieg..., 3 y ss. A. Prieto, Estructura social del Conventus Cordubensis durante el alto Imperio Romano, Granada, 1973.

Hispania desde el año 138 al 235

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[Otra edición: Hispania 36, n.º 132, 1976, 5-87 (también en J.M.ª Blázquez, Nuevos estudios sobre la romanización, Madrid 1989, 341-450)]. Versión digital por cortesía del autor, como parte de su Obra Completa, corregida de nuevo bajo su supervisión y con la paginación original. © Texto, José María Blázquez Martínez © De la versión digital, Gabinete de Antigüedades de la Real Academia de la Historia

Hispania desde el año 138 al 235

José María Blázquez Martínez Real Academia de la Historia. Madrid.

[-5→]

Dión Cassio (71, 36, 4) consideró la época de Marco Aurelio 1 como el momento cumbre del Imperio Romano. La situación económica, social y religiosa de Hispania durante el gobierno de los Antoninos y de los Severos no ha sido objeto de particular estudio, lo [-5→6-] que nos proponemos hacer hoy. No pretendemos hacer un estudio ex-haustivo de todo el material, lo que excedería de los límites de un trabajo, sino sólo re-coger los documentos literarios, arqueológicos y epigráficos más importantes, que sir-ven para trazar un cuadro general de la época. Para aligerar el estudio lo descargamos de toda bibliografía de tipo general.

Minas. Las fuentes posteriores a Plinio dejaron de interesarse por la Península Ibé-rica, por lo que los datos sobre las explotaciones mineras del siglo II son escasos. Varios documentos hablan de una explotación intensa de las minas del suroeste a partir del auge de la vida municipal y del impulso que a la economía de las provincias dieron los

1 Para la economía de Hispania en el período anterior cf. J. M. Blázquez, Economía de los pueblos

prerromanos del área no ibérica hasta la época de Augusto, Estudios de economía de la Península Ibé-rica, Barcelona, 1968, 191 y ss. Idem, Exportación e importación en Hispania al final de la República Romana y durante el principado de Augusto y sus consecuencias, Anuario de Historia Económica y So-cial, Madrid, 1968, 37 y ss. Idem, Estructura económica de la Bética al final de la República Romana y a comienzos leí Imperio (años 72 a.C. - 100), Hispania, 27, 1967, 18 y ss. Idem, Economía de Hispania al final de la República Romana y a comienzos del Imperio según Estrabón y Plinio, Revista de la Uni-versidad de Madrid, 20, 1971, 57 y ss. Idem., La romanización, I-II. Madrid, 1974-75. A. Tovar - J. M. Blázquez, Historia de la Hispania Romana, Madrid, 1975. A. Balil, Economía de la Hispania Romana, Estudios de economía de la Península Ibérica, 289 y ss. Sobre las fuentes antiguas sobre la minería hispana cf. A. Schulten, Geografía y Etnografía antiguas de la Península Ibérica, II, Madrid, 1963, 221 y ss. J. J. van Nostrand, Roman Spain, An economic Survey of Ancient Rome, III. New Jersey 1959. 150 y ss. L. G. West, Imperial Roman Spain. The Objects of Trade, Oxford, 1929, 40 y ss. En general M. Marchetti, Le Province Romane della Spagna, Roma 1917. El tema de este trabajo lo hemos tratado en Hispanien unter den Antoninen und Severern, Aufstieg und Niedergang der römischen Welt, Berlín, 1975, II, 3. 452 y ss., pero en la publicación de Hispania se abordan varios nuevos temas y se completa sustancialmente la bibliografía y se defienden nuevos puntos de vista. M. L. Sánchez, Economía de la Andalucía romana durante la. dinastía de los Antoninos, Salamanca, 1974. Véanse las consideraciones en gran parte aplicables a Hispania de A. Dernan, Matériaux et réflexions pour servir á une étude du développement et du sous-développement dans les provinces de l'Empire Romain, Aufstieg..., 3 y ss. A. Prieto, Estructura social del Conventus Cordubensis durante el alto Imperio Romano, Granada, 1973.

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emperadores flavios y Trajano, como las tablas de bronce de Aljustrel 2 en Lusitania, de época adrianea. Este impulso en las minas del suroeste continuó en época de los Anto-ninos. Muy posiblemente las minas de plata de los alrededores de Carthago Nova 3 y las de Sierra Morena habían perdido parte de su importancia para entonces. Las monedas recogidas en estas últimas minas indican que fueron explotadas desde el siglo I a.C. y en los dos o tres siguientes. En la mina de El Centenillo, Sierra Morena, se dejó de trabajar desde finales del siglo II, fecha en que debió cesar la explotación de mineral en muchas minas de Sierra Morena, como en la de Diógenes (Ciudad Real). Las minas de plomo hispanas, de las que se obtenía la plata, entraron en decadencia en época flavia, con la competencia de las minas británicas 4. A su decadencia alude Plinio (NH 34, 164). Las minas de [-6→7-] cobre de Córdoba, confiscadas por Tiberio a S. Marius (Tac. Ann. 6, 19, 1), en época de los Antoninos se explotaban todavía, como lo demuestra que este cobre, el más cotizado en época de Plinio (NH 34, 4), se exportaba a Ostia, donde resi-día T. Flavius, Augusti libertus Polychrysus, procurator massae marianae (CIL II, 1179), griego, a juzgar por el nombre.

Rostovtzeff 5 se inclinaba a creer que las minas de plata de Hispania se hallaban agotadas en parte en el siglo II, lo cual es muy posible para algunas minas; ello explica-ría las medidas adoptadas por Adriano en cuanto a las minas de plata y el florecimiento de la industria minera en Britannia. Una inscripción hallada en Aljustrel 6, fechada en el año 173 o en el 235, erigida por los coloni de la explotación minera, en honor de un procurator metallorum, que, además, era vicarius rationalium, indica que las minas de-jaron de explotarse algún tiempo, ya que se le llama restitutor metallorum, siéndolo de nuevo. Las minas del suroeste, o sea, las de la actual provincia de Huelva, tienen su mo-mento de máxima actividad a partir del último cuarto del siglo I, y concretamente en los años del gobierno de los Antoninos, a juzgar por las monedas 7 y la cerámica 8 en ellas recogida. En los últimos decenios del siglo II mermó mucho su producción.

2 A. D'Ors, Epigrafía jurídica de la Hispania romana, Madrid. 1953, 71 y ss. Sobre otros aspectos de las

minas del SO cf. J. M. Blázquez, Explotaciones mineras en Hispania durante la República y el alto Im-perio Romano. Problemas económicos, sociales y técnicos, Anuario de Historia social y económica de España 2, 1969, 5 y ss. J. M. Luzón, Los sistemas de desagüe en minas romanas del suroeste peninsu-lar, Archivo Español de Arqueología 41. 1968, 101 y ss. Idem, Instrumentos mineros de la España An-tigua, La minería hispana e iberorromana, León 1971, 221 y ss. Las fuentes sobre la minería de Hispa-nia en general en J. M. Blázquez, Fuentes literarias griegas y romanas referentes a las explotaciones mineras de la Hispania Romana, La minería hispana e iberorromana, 117 y ss. con toda la bibliografía.

3 A. Beltrán, Las minas romanas de la región de Cartagena, según los datos de la Colección de su Museo, Memorias de los Museos Arqueológicos Provinciales 5, 1944. 201 y ss. Idem, Objetos romanos de plomo en el Museo de Cartagena y sus inscripciones, Memorias de los Museos Arqueológicos Provin-ciales 8, 1948, 202 y ss.

4 R. G. Collingwood, Roman Britain, An economic Survey of Ancient Rome, III. 34 y ss. S. Frere, Britan-nia, Londres 1967, 283 y ss. J. Liversidge, Britain in the Roman Empire, Londres 1968, passim.

5 Historia social y económica del Imperio Romano. II, Madrid, 1937. 174. Para las minas de la región de Castillo cf. Cl. Domergue - G. Tamain, Note sur le district minier de Linares-La Carolina (Jaén) dans l'Antiquité, Mélanges de préhistoire, archéocivilisation et ethnologie offerts à A. Varagnac", París 1971, 199 y ss. El autor cree que estas minas estaban en el siglo II ya en decadencia, pero que se seguía tra-bajando en ellas.

6 M. Rostovtzeff, op cit. 7 A. Blanco - J. M. Luzón, Mineros antiguos españoles, Archivo Español de Arqueología 39, 1966. 73 y

ss., fig. 1.

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Los datos sobre las minas del suroeste arrojan unas ideas muy significativas de la intensidad de su explotación, que indican que estas minas eran las más importantes en el Sur en el siglo II: Riotinto, de 18 a 20 millones de toneladas de escorias antiguas; Tar-sis, de 6 a 7 millones y Lusitania, de 1 a 1,5 millones de toneladas. La mayoría de las escorias del suroeste son de una metalurgia de plata. Aproximadamente un cuarto son de metalurgia de cobre. Gracias a las aportaciones [-7→8-] de la Arqueología es posible co-nocer bastante bien el estado social y las condiciones de trabajo, las sociedades y aso-ciaciones de los mineros en las minas de Riotinto. Las tumbas de los mineros con sus vasos de cerámica sigillata y vidrios suelen ser mejores que las de otras comunidades de trabajadores. Hay también cierta abundancia de lápidas funerarias. La condición de los esclavos mejoró sensiblemente en las minas del SO en el siglo II. Los documentos epigráficos indican unas buenas relaciones entre los siervos y los amos, bien demostra-das por las inscripciones, como la de Theodorus Diogenes, de finales del siglo II, dedi-cada a su ama Firmia Epiphania o las de otros señores a sus esclavos. El sector capita-lista de las explotaciones mineras estaba formado por los coloni, socii y occupatores. A una mujer de esta clase pertenece la lápida de Riotinto de Licinia Materna Novaugusta-na. Los obreros metalúrgicos y peones de las minas poseían también collegia, asocia-ciones, cuyas actividades eran muy variadas: organizar fiestas en honor de los dioses pa-tronos y banquetes en común en algunas fechas del año, organizar y administrar los fon-dos allegados al funeral, el entierro dentro del cementerio común y cuidar de las tumbas. Procedente de Riotinto se conserva una inscripción dedicada por el collegium salutare a Iovi Optimo Maximo. Las lápidas del SO tienen la importancia de señalar casi siempre la procedencia de los mineros, que, como los colonos de las tierras, eran libres en su mayoría en estos años, lo que indica un cambio grande en los sistemas de explotación, tanto en la agricultura como en la minería. Aparecen mujeres celtíberas, como Licinia Materna; una familia de Emerita Augusta; un Camalus, que por su nombre debe ser lu-sitano o galaico; un Reburrinus de Castellum Berense en el NO, en territorio de los lí-mites, que trabajaba con su hermano y varios talabrigenses, ciudad lusitana entre Bra-cara y Conimbriga 9. Esta emigración de trabajadores del NO, o de la Meseta, no sólo era de varones, sino también de mujeres; así aparecen cerca de Aroche una Vibia Cris-pa, arabrigensis (CIL II, 967) ; Fabia Frisca, serpensis (CIL II, 971); Baebia Crinita, turobrigensis (CIL II, 964) y en Alongo una persona de Olisipo (CIL II, 959). En las mi-nas de Cástulo se ha hallado recientemente una inscripción dedicada a un joven de vein-te años, llamado Paternus, que [-8→9-] pertenecía a la gentilitas de los cántabros orge-nomescos 10. Los compañeros de la tribu encargaron la lápida, lo que indica que eran varios, libres y que del N emigraron a Cástulo en busca de trabajo. La primera autoridad del distrito minero era el procurator metallorum. De los límites de este trabajo se cono-cen los nombres de los procuratores Augusti, citados en las lápidas de Villalís 11, León,

8 J. M. Luzón, Lucernas mineras de Riotinto, Zephyrus 40, 1967, 128 y ss. J.. M. Luzón - D. Ruiz, El po-

blado minero romano de Riotinto, Habis 1, 1970. 125 y ss. F. Mayet, Parois fines et céramique sigillée de Riotinto (Huelva), Habis 1, 39 y ss

9 A. Blanco, Antigüedades de Riotinto, Zephyrus 13, 1962, 92 y ss. 10 A. D'Ors - R. Contreras, Orgenomescos en las minas romanas de Sierra Morena, Archivo Español de

Arqueología 32. 1959, 167 y ss. 11 M. Gómez-Moreno, La legión VII Gemina ilustrada, Boletín de la Real Academia de la Historia 54,

1909, 19 y ss.

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que muy posiblemente eran administradores de las explotaciones auríferas de Las Mé-dulas 12, en la segunda mitad del siglo II. Eran estos procuradores imperiales: Hermes, Augustorum libertus, año 163; Zoilus, Augustorum libertus, año 165-166; Aelius Fla-vius, año 167; Valerius Sempronianus, año 175; Aurelius Eutyches, 184; Aurelius Fir-mus, año 191. Tres de ellos son de origen griego. Los libertos imperiales estaban fre-cuentemente al frente de las explotaciones mineras, lo que indica su importancia en la hacienda del emperador. La presencia de estos procuradores, en la segunda mitad del siglo II, en el NO demuestra bien a las claras que estas minas se seguían explotando y eran monopolio del emperador.

Recientemente 13 se ha publicado una serie de lápidas votivas halladas en Asturica Augusta, capital del distrito minero y en Legio Septima Gemina, asiento de la legión, dedicadas a deidades exóticas [-9→10-] por personal imperial administrativo, muy posi-blemente de las minas, como Iulius Silvanus Melanio, procurator Augustorum Provinciae Hispaniae Citerioris, 198-209; había sido procurator argentariorun en Dalmacia, en el Municipium Domavianum, importante centro minero. Se conocen los nombres de otros procuradores Augusti, como Publius Aelius Hilarianus, 184-192; Pu-blius Maximus, 192-198; Claudius Zenobius, 212-222, y Gaius Otacilius Saturninus, 192-198.

Las continuas reparaciones de las calzadas del NO en época severiana, a las que nos referiremos más adelante, prueban también que la minas de oro se explotaban a fi-nales de la dinastía severiana; según Domergue se deja ahora de trabajar en varias minas hispanas, ignorándose las causas.

Representaciones de mineros se conocen varias. La más conocida es el relieve de Palazuelos (Linares), que representa una cuadrilla de mineros con sus instrumentos de trabajo dentro de una galería 14. El capataz cierra la marcha y está representado a ta-maño mayor. Lleva en su mano derecha una tenaza y en la izquierda posiblemente una campana. El minero que le precede lleva al hombro un pico-martillo; el tercero lleva una lucerna. Visten calzón corto cubierto con un mandil de tiras de cuero. La fecha de este relieve parece ser la época de los Antoninos. De la misma época es la estela sepul-cral del niño Quintus Artulus, muerto a los cuatro años, procedente de Baños de la En-cina, en las proximidades de la localidad anterior. Representa al hijo de un minero con

12 C. Domergue, Les exploitations aurifères du Nord-ouest de la Péninsule Ibérique sous l'occupation ro-

maine, La minería hispana e iberorromana, 141 y ss. Idem, Introduction à l'étude des mines d'or du nord-ouest de la. Péninsule Ibérique dans l'Antiquité, Legio VII Gemina, León 1970, 253 y ss. Idem, À propos de Pline. Naturalis Historia 33, 70-78 et pour illustrer sa description des mines d'or romaines d'Espagne, Archivo Español de Arqueología 45-47, 1972-74, 499 y ss. Idem, La mise en valeur des gi-sements d'alluvion aurifères du nord-ouest de l'Espagne dans l'Antiquité, une technique d'exploitation romaine, Congreso Nacional de Arqueología 12, 563 y ss. D. G. Bird, The Roman Gold Mines of North-West Spain, BJ, 1972, 36 y ss. P. R. Lewis - G. D. Jones, Roman Gold Mining in North Wets Spain, Journal of Roman Studies 60, 1970, 169 y ss. G. Sáenz - J. Vélez, Contribución al estudio de la minería primitiva del oro en el noroeste de España, Madrid, 1974. La importancia de la región minera de Asturias y Galicia queda bien manifiesta en la creación de la provincia Hispania, nova, citerior an-toniniana. (CIL II 2661). o sea. de la región que comprendía los cotos del NO. F. de Almeida, Minas de ouro na "Gallaecia" portuguesa, Legio VII Gemina, 287 y ss.

13 A. García y Bellido, Lápidas votivas a deidades exóticas halladas recientemente en Astorga y León, Boletín de la Real Academia de la Historia 163, 1968, 101 y ss. D. Nony, À propos des nouveaux pro-curateurs d'Astorga, Archivo Español de Arqueología 43. 1970. 195 y ss.

14 A. Blanco - J. M. Luzón, op. cit., 85, fig. 5.

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martillo y cesta de juguete 15. Estos relieves prueban igualmente la explotación de las minas de plomo argentífero, en el siglo II, en las proximidades de Cástulo.

Los metales citados por Plinio 16 debían exportarse en mayor o menor grado en el siglo II. Las minas británicas de cinc dejaron de explotarse desde el año 50 al siglo III, lo que parece indicar que en las minas de este mineral en Hispania se trabajaba 17. El tesoro imperial percibía de las minas hispanas la partida más grande de ingresos. Hispa-nia y Britannia produjeron grandes cantidades de [-10→11-] minerales, pero no se des-arrolló en ellas una industria de fabricación de bronces, como en Campania e, incluso, en la Galia. Las minas de oro y plata eran monopolio del emperador.

Agricultura. Aceite. Arboricultura. Textiles. La agricultura era la principal fuente de ingresos. Los datos mencionados por Estrabón sobre la agricultura hispana, en gran parte, se refieren a los años del Principado de Augusto, pero la situación agrícola no debía cambiar mucho en el siglo n y primera mitad del siglo III, hasta la invasión de francos y alemanes, hacia el 262 18. Esto se deduce del hecho de que en las monedas de Antonino Pío 19 está la efigie de Hispania, de pie, con corona de torres y cogiendo unas espigas; a su pie hay un conejo y confirma el elogio de la riqueza del valle del Betis escrito por Filóstrato en época severiana (VAp. 5, 6), en lo que coincide con Estrabón (3, 141 y ss.).

El aceite seguía siendo uno de los productos hispanos más afamados. El momento de máxima exportación y, por lo tanto, de producción del aceite bético, se sitúa entre los años 140-160, disminuyendo notablemente desde el año 160 al 200. Pausanias (10, 32, 19) en época de Marco Aurelio, junto a los aceites finos del Ática, Sición y de Istria, menciona el hispano. Galeno (De sanit. tuenda 3, 605) da algún dato interesante sobre el laboreo de la aceituna en Hispania, como es que las aceitunas se prensaban blancas y no maduras. El enorme consumo de aceite en todo el imperio, utilizado no sólo para uso doméstico, sino también en droguería y perfumería, determinó la política oleícola de los Antoninos, cuya época marca el momento de máxima exportación del aceite hispano, como se verá más adelante.

A la arboricultora alude también el médico Galeno, que cita las ciruelas de Hispa-nia (De sanit. tuenda, 5, 904; De bonis malisque suc. [-11→12-] 5, 15) muy utilizadas como purgante (De alim. fac. 2, 31, 3; De bonis malisque suc. 6, 51). El esparto, que fue uno de los productos hispanos más famosos en el Mundo Antiguo (Plin. NH 19, 26 y ss.; 37, 203; Mela 2, 86; Str. 3, 4, 9-10), lo menciona Oppiano, escritor de la época de

15 A. Blanco - J. M. Luzón, op. cit., 86, fig. 10. 16 J. M. Blázquez, Fuentes literarias griegas y romanas referentes a las explotaciones mineras de la Hispa-

nia Romana, 134 y ss. 17 M. Rostovtzeff, op. cit., II, 173. 18 J. M. Blázquez, La crisis del siglo III en Hispania y Mauritania Tingitana, Hispania 28, 1968, 5 y ss.

Sobre las explotaciones agrícolas en el Valle del Guadalquivir cf. M. Ponsich, Prospections archéologi-ques dans la Vallée du Guadalquivir, Mélanges de la Casa de Velázquez 8, 1972, 603 y ss. Idem, Im-plantation rurale antique sur le Bas Guadalquivir, París 1974. Sobre la esclavitud en Hispania cf. J. M. Mangas, Esclavos y libertos en la España Romana, Salamanca 1971. J. M. Blázquez, L'esclavage dans les exploitations agricoles de l'Hispania Romaine, Mélanges de la Casa de Velázquez 8, 634 y ss.; L. Abad, El Guadalquivir, vía fluvial romana, Sevilla 1975.

19 J. M. C, Toynbee, The Hadrian School, Cambridge 1934, 97 y ss. H. Cohen, Description historique des monnaies, II, Graz, 1955, 310 y ss. 413.

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Marco Aurelio (Hal. 3, 342), que dice que con él se confeccionaban redes de caza 20. Gran parte de la Bética y de la costa levantina estaba en regadío mediante los célebres canales tartésicos de los que habla Estrabón (3, 2,5; 5, 4) y de los que se conservan al-gunos en el levante ibérico, como los de Mijares (Valencia) 21, que, aunque de comien-zos del Imperio, debía continuar en explotación. La gran masa de la población del cen-tro y de la mitad norte de Hispania, seguía dedicándose a la agricultura, al pastoreo y a las explotaciones mineras.

Robert Etienne 22 recientemente cree que los nombres de Córdoba, Astigi e Hispa-lis, citados en las ánforas, indican la vinculación de la propiedad aceitera a un conventus jurídico para el cobro de los derechos de aduanas. El gran número de marcas señala un elevado número de distribuidores de aceite, pero prueban también la existencia de gran-des propiedades familiares, pues seguramente muchos propietarios debían ser distribui-dores como los II AVR. HERACLAE PAT ET FIL, y los III ENNIORUM IULIORUM. Un mismo propietario tenía varios fundi, lo cual es muy posible, como los III ENNIORUM IULIORUM. Varios fundi se vinculaban a un mismo nombre, como el de L. IUNIUS MELISSUS y los fundi Scimmianorum y de F. Paterni, dependientes del conventus de Hispalis. Al nombre Q. FR siguen cuatro nombres de lugar. Q.T.A. dispo-nía de 8 villici, lo que correspondería a 8 fundi. No hay duda, pues, de la existencia de importantes propietarios en la Bética. Etienne piensa en la extensión de 1.500 a 2.500 Ha. para las explotaciones agrícolas de trigo y olivar, y que posiblemente había una cierta oposición entre la pequeña y media propiedad alrededor de las villas, trabajadas éstas por personal libre, y la gran propiedad, que requeriría unas grandes inversiones de dinero, que lo serían por esclavos, pero a partir de Marco [-12→13-] Aurelio se debió generalizar en Hispania, como en África y aún antes, los colonos libres. Estas grandes propiedades serían las confiscadas por Septimio Severo, después del año 197. La ex-plotación de Aurelius Heracles, que disponía de tres fundi, Barba, Crumese y Cepar, pasó a las manos de tres emperadores, que tienen que ser Septimio Severo, Caracalla y Geta. No hay huellas de que en la Península Ibérica desarrollaran una política agraria del tipo de la llevada a efecto en África 23.

Ganadería, Pesca, Caza. La abundancia de ganado bovino queda bien patente en algunas estelas; así en una procedente de Hontoria de la Cantera (Burgos) 24 se esculpió a un pastor que sigue a dos bueyes; en la de Gastiain 25 (Navarra) un gran toro ocupa la parte central de la composición; y en las lápidas de Sos del Rey Católico, Sofuentes, Artajona, Los Bañales, Eslava, Ujué, todas ellas en Aragón y Navarra 26, quizá vincula-das con el culto al toro, o con Mitra, hay toros en todas ellas.

20 J. Vilá, El Campus Spartarius, Homenaje al Prof. Cayetano Mergelina, Murcia 1962, 837 y ss. A. Gar-

cía y Bellido, La Península Ibérica en los comienzos de su Historia, Madrid 1953, 443 y ss. 21 T. M. Doñate, Riegos romanos del Mijares, Archivo de Prehistoria Levantina 11, 1966, 203 y ss. 22 Les problèmes historiques du latifundium, Mélanges de la Casa de Velázquez 8, 622 y ss. 23 M. Mazza, Lotte sociali e restaurazione autoriataria nell III secolo d.C., Roma 1973, 157 y ss. 24 A. García y Bellido, Esculturas romanas de España y Portugal, Madrid, 1949, 376 y ss. J. M. Bláz-

quez, La economía ganadera de la España Antigua a la luz de las fuentes literarias griegas y romanas, Emerita 25, 1957, 159 y ss.

25 A. García y Bellido, Esculturas romanas de España y Portugal, 381 y 3. n. 385. 26 J. Uranga, El culto al toro en Navarra y Aragón, Problemas de la Prehistoria y etnología Vascas, Pam-

plona 1966, 223 y ss.

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Entre los caballos más veloces cita Oppiano (Kyn. 1278-290) los iberos; más resis-tentes eran, en cambio, los libios. Se conoce bien la raza de caballos asturianos, los famo-sos asturcones, por las representaciones de équidos de ocho estelas vadinienses (León), del siglo III 27. Bien representado está también el caballo en las estelas de Zurita (Santan-der), o en la de Oyarzun, en Guipúzcoa 28, o en la de Urbiola (Navarra) 29. [-13→14-]

La pesca era muy abundante en calidad y cantidad (Str. 3, 2, 7) 30. Galeno (De alim. fac., 3, 30, 4) cita el atún hispano y Oppiano (Hal. 3, 620-624) describe bien su pesca por los marineros gaditanos. El gramático del siglo II, Aulo Gelio, en sus Noctae Atticae (6, 16, 5) cita la morena tartésica, al igual que el profesor de filosofía en Atenas, Pollux, en su Onomasticon (6, 63).

La caza continuó en época imperial siendo muy abundante. Galeno (De alim. fac. 3, 1, 15) menciona el conejo y Claudio Eliano (De nat. ann. 13, 15) le describe. En una inscripción dedicada a Diana por Q. Tullius Maximus, legatus Angustí Legionis VII Geminae, entre 162-166, se mencionan como animales salvajes de caza, las cabras, ciervos, jabalíes y caballos (CIL II, 2660). Feroces jabalíes y huidizos ciervos cita otra inscripción métrica de Clunia, junto a alusiones a las labores agrícolas 31. Siendo la caza tan estimada por los hispanos, no es de extrañar que hubiera una buena raza de perros. Los galgos hispanos los menciona Oppiano en su poema Kynegetiká (1, 391); reco-mienda este autor cruzar un perro sármata con una perra ibérica para obtener un buen resultado (Kyn. 1, 397). Pollux (Onom. 37) alaba los perros peninsulares. La afición de los hispanos a la caza queda bien patente en una serie de relieves funerarios. Sin negar el carácter funerario del tema de la caza, el realismo indica claramente que los lapicidas copiaban escenas tomadas del natural. Estas estelas proceden de Lara de los Infantes (Burgos). Representan cacerías de ciervos y jabalíes, a veces acompañadas de perros, o de un sirviente, posiblemente un siervo 32. Una escena de caza se representa en la estela de Octavia, hallada en Villatuerta (Navarra). El cazador, seguido de un perro, lleva es-cudo pequeño y espada. La fiera es un oso. Animales salvajes aparecen en otras estelas, como jabalíes y una cierva en la de Lucretius del Museo de León 33. Estelas todas que son [-14→15-] de época de los Antoninos o de los Severos. La caza no tenía importancia económica, sólo como ejercicio físico y entretenimiento 34.

Mercaderes. Comercio de exportación. Aceite. Vino. Garum. Sigillata Hispana. Minerales. Banca. Importación, terra sigillata, bronces y esculturas, Industria zapatera y textil. Centros comerciales.

Se conoce la existencia de compañías de comerciantes dentro de los límites de este trabajo. Los comerciantes hispanos de Puteoli, a finales del siglo II o comienzos del 27 J. M. Blázquez, Caballo y ultratumba en la Península Hispánica, Ampurias 21, 1959, 287 y ss., figs. 1-

4, láms. I-V. E. Marcos, Nuevas lápidas vadinienses de la provincia de León, Tierras de León, 1971, 69 y ss.

28 J. M. Blázquez, L'héroïsation équestre dans la Péninsule Ibérique, Celticum 6, 1963, 416 figs. 11-12. I. Barandiarán, Tres estelas del territorio de los vascones, Caesaraugusta, 31-32, 1968. 200 y ss.

29 I. Barandiarán, op. cit., 216 y ss.. fig. 6. 30 A. García y Bellido, La Península Ibérica en los comienzos de su Historia, 457 y ss. 31 S. Mariner, Correcciones al texto de un epígrafe métrico cluniense, BSEAA 25, 1959, 17 y ss. 32 A. García y Bellido, Esculturas romanas de España y Portugal, 364 y ss., n.º 357, 365, 37 í..1. A. Abá-

solo, Epigrafía romana de la región de Lara de los Infantes, Burgos, 1974. n.º 115-116, 139. 33 A. García y Bellido, op. cit., 381, n.º 389. 34 J. M. Blázquez, Caballo y ultratumba en la Península Ibérica, lám. V, 2.

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siguiente tenían un almacén donde guardaban las salazones (Elian, De nat. ann. 136). Todo el importante comercio bético de aceite, vino, garum y minerales iba a Roma a través de Ostia. La importancia del comercio peninsular queda bien patente en la pre-sencia de una serie de gentes hispanas en la ciudad dedicadas al comercio de productos peninsulares, como Dorotheus, procurator massae marianae (CIL XIX, 52), posible-mente un liberto imperial, como el Hispanus (CIL XIV, 4316), que consagró un ara al genio del emperador, agradecido por haber sido nombrado tabularius. En Ostia no hay noticia de la existencia de una corporación de comerciantes hispanos, como en Puteoli, dedicada a la importación del vino, aceite y garum hispanos; quizá la administración de este comercio, estuviera en manos de comerciantes procedentes de otras regiones im-periales 35. Varios son los hispanos residentes en Ostia, como el lusitano M. Cassius Maximus (CIL XIV, 4822), natural de Aeminium; el liberto, a juzgar por el cognomen L. Numisius Agathemerus, natural de Hispania Citerior (CIL XIX, 397) y M. Aemilius Malacitanus (CIL XIV, 4778). Esta gente se dedicaría toda ella muy posiblemente al comercio de productos hispanos. Testigo de este comercio hispano a través de Ostia son las ánforas hispanas del Monte Testaccio en Roma, que desembarcaron en el puerto de Ostia y los pocos fragmentos de sigillata hispana, aparecidos en las excavaciones de Ostia 36 y principalmente los sellos de ánforas, que hablan de una intensa actividad comercial con Hispania, hasta el año 160. A partir de Cómodo hace en Ostia su apari-ción el aceite africano, probablemente sustituyendo tímidamente, al principio, al bético. Un intenso tráfico [-15→16-] comercial con Oriente y más concretamente con Siria, de donde proceden, indican las anclas de navíos naufragados en los puertos de Huelva, Málaga y Carthago Nova 37; estas últimas, gemelas de las anteriores, con nombres si-rios. Posiblemente exportaban metales, pues las tres ciudades citadas eran centros im-portantes de exportación de minerales. Una inscripción griega de Málaga menciona a una comunidad de negotiatores orientales, sirios y asiáticos, presidida por T. Clodius Iulianus 38. La inscripción hoy está perdida y su fecha 110 es segura. Se trata de una comunidad de comerciantes dedicada posiblemente a la exportación de garum o de me-tales de Sierra Morena. Parece ser que los malacitanos se dedicaban fundamentalmente al comercio de las salazones, pues en Roma vivió un cierto P. Clodius Athenius, negotians salsarius, que pertenecía a una sociedad de negotiatores malacitanorum (CIL

35 A. Balil, Hispania y Ostia, Archivo Español de Arqueología 33, 1960, 215 y ss. 36 A. Balil, Notas sobre terra sigillata hispánica, Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos 43, 1957, 715

y ss. 37 J. Jáuregui - A. Beltrán Acerca de unas anclas romanas del Museo de Cartagena, Crónica del II Con-

greso Arqueológico del Sudeste Español, 1946, 336 y ss. A. García y Bellido - J. Menéndez Pidal, El distylo sepulcral romano de Iulipa (Zalamea), Madrid 1963, 74 y s., con todos los testimonios sirios en Hispania. De procedencia hispana y de época de Antonino Pío son tres lingotes de cobre de Planier (Francia) (M. Euzennat, Lingots espagnols retrouvés en mer, Etudes Classiques, 3, 1968-70, 89 y ss.). La lectura de M. Euzennat de uno de ellos, que es mucho mejor que la P. Benoit, permite conocer la fe-cha, el nombre, Primulus, del explotador de la mina o agente imperial encargado de su control, el peso, 97,250 Kg. y el lugar de residencia del procurador, Ossonoba, en el Sur de Lusitania; un segundo lin-gote tiene el mismo formulario: indicación del peso, 98,235 Kgs., nombre del explotador, Cossini Crasi l(iberti) m(etalli) p(ublici) c(onductoris) y referencia a un procurador que controlaba la explotación: a(gentis) v(ice) p(rocuratoris); F. Laubenhemer-Leenhard, Recherches sur les lingots de cuivre et de plomb d'époque romaine dans les régions de Languedoc-Roussillon et de Provence-corse, París, 1973, 36 y ss., para los lingotes de Planier.

38 A. D'Ors, op. cit., 395.

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XIV, 9677). Otras inscripciones de Roma mencionan a comerciantes de aceite héticos: negotiatores olearii ex Baetica (CIL VI, 1625b); L. Marius Phoebus, mercator olei hispani ex provincia Baetica (CIL VI, 1935), C. Sextius Regulianus, diffusor olearius ex Baetica, que traficó en Lugdunum (CIL VI, 29722). Posiblemente traficaba en negocios aceiteros el mercator cordobés M. Fabius, libertus Trium Marcorum, establecido en Narbona (AE, 1916, 41). El sur de la Galia atrajo bastantes hispanos, posiblemente dedi-cados al comercio, pues en Nîmes existía una regio hispana (CIL XII, 3363). Un proto-tipo de comerciantes en aceite es la familia de los [-16→17-] Aelii Optati, procedentes de la Galia y establecidos en la Bética en el siglo II. En Peñaflor, entre Sevilla y Córdoba, en plena zona aceitera, se halló una estela funeraria erigida por Aelia Opiata en memo-ria de Q. Aelius Optatus 39 (CIL II, 2329). Sus marcas de aceite aparecen en Autun y Roma. La familia parece tener otros miembros dedicados al comercio del aceite, como M. Aelius Alexander (CIL XV, 2689) y Q. Aelius Minicianus (CIL XV, 2690). Muchas ánforas del Monte Testaccio llevan sobre su panza el nombre o los nombres de los ne-gociantes intermediarios. Estos poderosos traficantes compraban al por mayor la pro-ducción de tal o cual marca y aseguraban la expedición a Roma, o a la Galia o al limes renano. Los armadores, como los negotiatores, lograban, a veces, beneficios considera-bles. Las inscripciones de estas ánforas llevan frecuentemente el nombre de L. Aelius Optatus (CIL XV, 3693, 3795). Una inscripción de Ulia, Montemayor, menciona a L. Aelius Optatus (CIL II, 1533); como la inscripción se fecha entre los años 222 y 235, debe de ser un descendiente del exportador de aceite. Este estaba asociado para el co-mercio a otros negociantes, los Caecilii (CIL XV, 3795), mencionados en el año 154 (CIL XV, 3775) y cuyo nombre se lee incompleto, D. D. Caeciliorum Hospitalis et Materni (CIL XV, 3769), año 154 y en una inscripción de Écija, D. Caecilius Hospitalis et Caecilia Materna (CIL II, 1474). Los Caecilii de las ánforas pintadas de Roma vivían en Astigi hacia el año 160. Su asociado traficaba por el mismo tiempo en Astigi. El nombre de esta ciudad va pintado muy frecuentemente cerca del asa en las inscripciones del Testaccio. Se puede deducir que dos miembros de la familia, en la misma región, ya que Peñaflor está a poca distancia de Astigi y bien comunicada, se dedicaban al comer-cio aceitero en la misma zona, durante el segundo tercio del siglo II. Las inscripciones de Sevilla son importantes por citar un colegio de barqueros que negociaban en Hispalis (CIL II, 1168-1169). Los scapharii qui Romulae negotiantur dedicaron una inscripción a Antonino Pío. Es el mismo collegium scapharii Romulae consistentes (CIL II, 1183), que en época de Marco Aurelio y L. Vero erigieron una lápida a Sextus Iulius, que des-empeñó muchos cargos militares y civiles y el de ayudante de Ulpius [-17→18-] Saturnimis, praefectus annonae ad oleum afrum et hispanum recensendum item solami-na transferenda item vecturas naviculariis exolvendas y procurator Augusti ad ripam (CIL II, 1180) 40. Esta inscripción señala la dependencia económica en que los scapha-rii, como los navicularii, se encontraban con respecto a Sextus Iulius. Obtenían los navi-cularii por los servicios prestados una compensación, que pagaba el delegado local del prefecto de la annona, que vigilaba todos los collegia de transportistas de la annona.

39 E. Thouvenot, Una familia de negociantes en aceite establecida en la Bética en el siglo II: Los Aelii

Optati, Archivo Español de Arqueología 25, 1952, 225 y ss.; J. M. Caamaño Gesto, Los Aelii de la Pe-nínsula Ibérica, Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología 38, 1972, 144.

40 Sobre la carrera de Sex. Iulius Possessor, cf. H. Nesselhauf, Sex. Iulius Possessor, Madrider Mitteilun-gen 5, 1964, 180 y ss.

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También hay inscripciones hispanas que mencionan comerciantes de la localidad, como Q. Ovilius Venustianus, negotians (CIL II, 4317) y Pompeius Faliscus, mercator (CIL II 6110), este último del siglo II.

En época imperial hasta la gran crisis del siglo III Hispania continuó exportando preferentemente productos alimenticios y materias primas, algún producto de lujo como textiles y redes de caza; aunque para la época de los Antoninos y de los Severos, no se disponga de autores, como Estrabón y Punió, que dan una lista de productos hispanos de exportación. Luciano (Nav. 23) menciona la salazón y el aceite hispano entre los boca-dos exquisitos, lo que indica que se exportaban a Oriente.

Hispania exportó en época de los Antoninos y de los Severos ingentes cantidades de aceite a Roma y al resto de la Europa Occidental. Sólo citaremos algunas marcas a tí-tulo de ejemplos.

L. F. C., 140-198? exporta a Colchester, Corbridge, Richborough, Roma, Vechten, Feldberg, Colonia-Müngersdorf, Vidy-Lausanne, Vindonissa, Au Bois de Vaud, Ma-guncia, Haddernheim, Arentsburg, Binchester, Londres, Walton-le-Dale, Autun, Lyon, Solothurn, Arentsburg, Augst, Augmantel, Forêt de Compiègne, Cannstatt, Saalburg, Bonn, Xanten, desde Estrella de la Torrentera, La Dehesilla y Castillejo, en la Bética.

L. IUNI. MELISSIP., época de Antonino Pío y Cómodo, exporta a Benwell, Car-pow, Castor, Chesters, Colchester, Corbridge, Heronbridge, Housesteads, Ilkley, Lin-coln, Londres, Piercebridge, Gilchester, Verulaminum, Wroxeter, York, Roma, Caude-bec-Les-Elbeuf, Metz, Neuss, Strasbourg, Treveris, Zugmantel, Clermont, Ruan, Forêt de [-18→19-] Compiègne, Saalburg, Grand, Heddernheim, Handbridge, Malton, Osprin-ge, South Shields, Wroxeter, Augst, Engelhalbinsel, Kapersburg, St. Gervais-sur-Arve. Dépt. de l'Allier, St. Cyr-sur-Dive, Lison Forêt de Compiègne, Oberparth, Grozen, Mandeure, Worms, Wiesbaden, Stolberg, Chesterford, Avenenes, Besançon, Dalheim, Lectoure, Périgueux, Cirencester, Angers, Arentsburg, Braehy, Nantes, Vieux-Virtou, Vidy-Lausanne, desde Astigi e Italica. El nombre Melisus indica un origen oriental para esta familia, de condición servil; el fundador de la firma sería ya hombre libre. En tres lugares la firma va asociada a F. SIMMIANO (figlina Scimniana?), o a F. PATERNI. Otras veces aparecen los herederos de la firma.

III MINICIOR, 160-230?, exporta a Colchester, Corbridge, Londres, Warrington, Roma, Arentsburg, Etampes, Maguncia, desde Arva en la Bética. A la primitiva firma se le unió un tercer miembro de la misma familia. Los dos primeros miembros exportaban en época de Marco Aurelio y Cómodo, y la sociedad de los tres bajo Heliogábalo y Ale-jandro Severo.

P. N. N., 160-210?, Caerleon, Cirencester, Colchester, Corbridge, Lincoln, Silches-ter, Soyth Shields, York, Roma, Arentsburg, Avenenes, Augst, Heddernheim, Treveris, Ruan, Berkach, Darmstadt, Oberflorstadt, desde Arva, aparece también en Moycs de S. Sebastián, Al-colea, y en la Bética. Un ánfora lleva las siglas de Hispalis, puerto de em-barque.

Q. I. A., 130-170, exporta a Roma, Boulogne, Wroxeter, Arausio, Heddernheim, Chester, Cirencester, Colchester, Corbridge, Richborough, Wroxeter, Arenstburg, Hed-dernheim, Kastell Echzell, Maguncia, Metz, Treveris, Strasbourg, Walheim, Vienne, desde Malpica, en la Bética. Algunas ánforas llevan escrito el nombre de Astigi, que era

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la aduana donde se pagaban los consumos. En tres ánforas se leen los nombres de QQ. Caesiorum Caesiani et Macrini, Q. Caesius Caesianus y Q. Caesius Macrinus; son po-siblemente los consignatarios de los buques o quizás los mismos expedidores de la mer-cancía.

Posiblemente son los mismos que se documentan igualmente en otras ánforas (Q. C. C. y Q. C. M.). [-19→20-]

Q. I. M., 130-180, exporta a Ilchester, Roma, Lezoux, Trion, Fin d'Annecy, Arents-burg, Bregenz, Dépt. de l'Oise, Kastell Butzbach, Wiesbaden, Caudebec-les-Elbeuf, Avenches, Rottweil, Londres, Sedlescombe, Augst, Ems, Zugmantel, Mülhausen, Stockstadt, Friedberg, Saalburg, Xanten, Vienne, desde Malpica.

Q. M. R., 140-180, exporta a Ambleside, Chester, Corbridge, Londres, Papcastle, Richborough, Shopshire, Wroxeter, Roma, Dépt. de l'Oise, Laufen, Strasborug, Vindo-nissa, Zugmantel, Arausio, Vienne, Forêt de Compiègne, Lunnern, Mardeure, Magun-cia, Heddernheim, Arentsburg.

Q. ND. AND, 130-180, exporta a Roma, Arentsburg, Londres, Kastell Erbach. Un ánfora lleva el nombre de la ciudad de Córdoba, posiblemente donde estaba la aduana. La hacienda se encontraba probablemente en el conventus de Córdoba, ya que Astigi e Hispalis parecen tener aduanas para sus productos.

SAENIANENSES, 80/90-130/140, exporta a Londres, Richborough, Roma, Alise, Sta. Reina, Augst, Avenches, Bern, Grimmlinghausen, Maguncia, Metz, Neuss, Nijme-gen, Nuits St. Georges, Trion, Vindonissa, Ginebra, Ste. Colombe, St. Albans, Bonn, Vichy, Windisch, Vienne, Baden, Aosta, St. Germain, Studenberg, Basel-Augst, Nuits, St. Georges, Frankfurt, Stolberg, Hammerau, Nyon, St. Colombe, Angers, Acqua Sa-baudia, Caerwent, Leicester, St. Albans. La fligina se encontraba posiblemente en Las Huertas del Río.

SAXUM FERREUM, 110-160?, exporta a Black Gate, Canterbury, Chester, Ciren-cester, Colchester, Ilkley, Lincoln, Wroxeter, York, Roma, Alise, Ste. Reine, Baden, Maguncia, Trion, Vindonissa, Ginebra, Poitiers, Autun, Melun, Forêt de Compiègne, Besançon, Bonn, Vechten, Arles, Trinquetaille, Arausio, y en Hispania, La Reina y Huerta de Belén. Una inscripción del Monte Testaccio lleva el nombre de Córdoba, lugar de la aduana y de los consumos. La figlina se hallaba posiblemente en Huerta de Belén, a pocos kilómetros de Celti.

F. SCIMINIANO, SCIMNIANI, 160-210, exporta a Benwell, Broughon-Humberm Carpow, Chester, Cirencester, Colchester, [-20→21-] Corbridge, Housesteads, Londres, Norton Disney, Sea Mills, Selby, Silchester, Wakering, Wroxeter, York, Roma, Arents-burg, Bingen, Grand, Heddernheim, Maguncia, Niederbieber, Zugmantel. Un ánfora del Monte Testaccio lleva la frase R(eceptum) o R(ecognitum)/FIG SCIMNIA AS(tigi); está datada en el año 161; posiblemente indica que la aduana y los impuestos situados en As-tigi había recibido el envase, desde el figlinum Scimmanum, que debía encontrarse en el conventus de la ciudad.

Muchas de estas estampillas tienen variantes que son muy importantes para cono-cer las familias de los exportadores, pero aquí se prescinde de ellas, aunque no de los

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lugares a donde se exportaban. Del estudio de N. H. Callender 41 es posible deducir, como lo hace él, algunos datos extraordinariamente importantes para el comercio bético. Desde el principio del siglo I el sur de Hispania reemplazó a Italia como región exporta-dora de productos, lo que implica la decadencia de la agricultura y vinicultura itálicas; el vacío que en la exportación dejó Italia lo llenó la Bética desde principios del siglo I.

La annona imperial era el principal consumidor del vino y aceite hispano, es decir, la población de Roma y el ejército del limes europeo. Como M. H. Callender 42 acertadamente escribe: "la enorme extensión del comercio del sur de Hispania queda atestiguada por las numerosas ánforas globulares, estampilladas y sin estampillar halla-das en el Occidente y por la gigantesca masa del Monte Testaccio, el más importante testimonio de la exportación hispana a otros lugares occidentales y el gran número de ánforas globulares halladas en las ciudades excavadas". Ya Dressel, que estudió en el siglo XIX las ánforas del Monte Testaccio, llegó a la conclusión de que la mayoría pro-cedían de la Bética y de la Tarraconensis y más concretamente del Valle del Guadalqui-vir. Esta exportación es de capital importancia para la historia económica del Occidente e indica el papel importante [-21→22-] desempeñado por Hispania en los dos primeros siglos de la Era. Este comercio comenzó a decaer con los Severos. A partir de Alejandro Severo debió desaparecer en gran parte, posiblemente debido a las confiscaciones de que fue objeto por el fundador de la dinastía. Hasta la época de los severos fue empresa privada. Algunas ánforas llevan indicaciones según lo señalado, de estar bajo confisca-ción imperial, es decir, de haber sido nacionalizadas después del 197. La mencionada inscripción de Sextus Iulius Possessor, que durante los años 161-163 fue procurador imperial del valle del Betis y ayudante en la inspección del aceite de África e Hispania, indica que posiblemente su cargo no tenía por finalidad controlar el comercio aceitero por el Estado, como sugiere Rostovtzeff 43, quien cree que el aceite exportado a Roma era un impuesto en especie pagado por la hacienda imperial en las provincias, sino, como Van Nostrand indica 44, Iulius Possessor era un inspector de la calidad del aceite. El Estado Romano no ponía ningún impuesto a sus propios productos. Las ánforas his-panas con tituli picti 45 normalmente incluyen los símbolos áá, ááá, etc., que posible-mente hacen referencia a un impuesto. Los productos hispanos pagaban un impuesto como lo indica la inscripción de Ostia que menciona el impuesto de 2 1/2 por ciento (CIL XIV, 4708).

En las estampillas del sur de Hispania va indicada frecuentemente la figlina: Barbensís, Ceparia, Grumensis, Salsensis, Scalensia, Saxum ferreum, Scimnianum, Virginenia. Otras estampillas indican la cooperación de dos o más miembros de la familia en el comercio, como los II Aurelii Heracles, padre e hijo, los III Ermii Iulii, los

41 Roman Anforae, Londres 1965. También A. Beltrán, Las ánforas romanas en España, Zaragoza 1970,

589 y ss. E. Thevenot, L'importation des produits espagnols chez les éduens et les lincons, Revue Ar-chéologique de l'Est et du Centre Est 1, 1950, 68 y ss. El año 257 Hispania dejó de exportar aceite, se-gún las ánforas del Testaccio. R. Etienne, Les amphores du Testaccio au III siècle, MAH 61, 1949, 151 y ss. En el libro de M. H. Callender no hay ánforas posteriores al 235. E. Rodríguez Almeida, Noveda-des de epigrafía anforaria del Monte Testaccio, Recherches sur les amphores romaines, Roma 1972, 106 y ss.

42 Op. cit., 49. 43 PW, 13, 139. 44 Op. cit., 196. 45 M. H. Callender, Op. cit., 22.

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II Iuni Melisii y los II Menicii. Las aduanas estaban en Córdoba, Astigi e Hispalis (el nombre de Astigi aparece 95 veces; el de Córdoba 45 y el de Hispalis 35). Esta exporta-ción llevaba consigo el cultivo del olivo, la fabricación de envases, buenas vías fluviales y marítimas de transporte, gran número de puertos de embarque, desarrollo grande de la industria de construcción naval y una gigantesca mano de obra; todo ello implica un comercio bien organizado y unas redes de distribución muy perfeccionadas. En Hispa-nia había una tendencia no muy grande hacia el gran latifundio. Sin embargo, el desa-rrollo de la [-22→23-] industria aceitera presupone la aparición de una agricultura de tipo capitalista.

A juzgar por las inscripciones pintadas procedentes del Monte Testaccio, que han podido ser datadas, el auge del comercio aceitero hispano se puede situar entre los años 140 y 165, según se indicó ya. Desde el punto de vista de la economía el momento me-jor de Hispania fue el reinado de Antonino Pío, a juzgar por la exportación del aceite y las explotaciones de las minas de Riotinto, confirmando lo escrito por su biógrafo (SHA. Vita Anton. 1, 2) de que bajo su mandato todas las provincias florecieron. En Hispania, en general, se acusan las mismas corrientes económicas, sociales y religiosas que en el resto del Imperio Romano. Las mismas inscripciones indican que en Hispalis, Astigi y Córdoba estaban las fábricas del Valle del Betis para la fabricación de ánforas. Baste recordar que en la carta de Alcalá del Río, en plena zona aceitera, se hallan 30 fábricas, diseminadas por un territorio de 250 Km2 46. Las tres ciudades están muy bien comunicadas entre sí. La exportación de aceite a Britannia es prácticamente toda his-pana hasta el final del siglo II; después se debió dirigir a Roma el comercio.

Dión Crisóstomo (Orat. 79, 5) alude al coste elevado de las importaciones hispanas a Italia y a la sangría de dinero que costaban que, en parte, debía quedar en Italia, de-bido al absentismo de los grandes terratenientes y a su permanencia en Italia, como los Valerii Vegeti 47.

Cálculos sobre el volumen de las exportaciones hispanas son muy difíciles de hacer. Se calcula por T. Frank 48 que el Monte Testaccio tiene unos cuarenta millones de ánforas aproximadamente, casi en [-23→24-] su totalidad procedentes de Hispania, en poco más de un siglo, con predominio del vino y aceite sobre el garum; en total, unos dos mil millones de litros, ya que la capacidad media de cada ánfora es de unos 50 li-tros. El precio del ánfora oscilaba entre 20 y 40 sestercios. El valor total del Monte Testaccio puede calcularse en 1.200 millones de sestercios y fue hecho en poco más de un siglo, a partir del II. T. Frank ha calculado el consumo anual de vino y aceite entre ciento doce y siete millones de litros anuales respectivamente y que el 50 % o algo más del vino consumido en Roma procedía de Hispania, siendo todavía mayor la importa-

46 M. Ponsich, Implantation, 292 y s. 47 A. Balil, Los Valerii Vegeti, una familia senatorial oriunda de la Bética, Oretania 8-9, 1961, 96 y ss.

Sobre el Kalendarium Vegetianum, res privata de Marco Aurelio, cf. A. M. Canto, Habis 4, 311 y ss. Marco Lucrecio, citado en esta lápida, es el cuarto funcionario de dicho cargo, lo que indica que esta procuratela era de gran envergadura. Se trataba de una donación que debió desaparecer hacia mediados del siglo III. Los funcionarios de esta procuratela son: T. Claudius Proculus Cornelianus entre 161-167; P. Magnius Rufus Magonianus, 180-189; L. Cominius Vipsanius Salutaris, 193-209; M. Lucretius Iulianus, 2-211. Sobre las principales familias béticas cf. C. Castillo, Städte und Personen der Baetica, Aufstieg..., 631 y ss.

48 Rome and Italy of the Empire, An Economic Survey of Ancient Rome. V, 272 y s.

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ción de aceite, lo que suma unos ingresos de 60 y 24 millones de sestercios respectiva-mente. A estas cifras hay que añadir el consumo de Britannia, Galia y Germania.

M. Ponsich 49 insiste en que el N de Mauritania era, en gran parte, una continuación de la Bética y que las capas superiores de la población tenían preferencia por los pro-ductos héticos, como el aceite; incluso sugiere, al igual que para el llamado garum ga-ditano, que la zona de Tánger enviaba todo su aceite a la Bética, donde posiblemente mezclado con el bético era reexportado bajo otra etiqueta a las regiones mediterráneas. Habría, pues, un gran consorcio hispano-marroquí, exactamente igual que para el ga-rum, y esta centralización de productos estaría en manos de compañías, socii. Todas las fábricas de salazón del Estrecho, tanto las ya citadas como las de Mauritania Tingitana (Lixus, Arzila, Kouass, Tahadart, Cotta, Sahara, Alcazarsegher, Senia y Torres) forma-rían una gran cooperativa cuya dirección estaría en manos de los gaditanos, pueblo co-mercial y marinero por excelencia (Str. 3, 1, 8).

Hispania exportó terra, sigillata durante toda la época imperial. Fragmentos de te-rra sigillata hispana han aparecido en Stoskstadt, Germania, Saint Bertrand de Cominges, Saint Placart y Ostia. Mauritania Tingitana fue la región del Imperio que importó más terra sigillata hispana. Sobre un millar de ejemplares de diversa proceden-cia, hay casi 400 estampillas de procedencia hispana, concretamente de la Bética 50. His-pania comienza a exportar terra sigillata a [-24→25-] Mauritania Tingitana en la segunda mitad del siglo I, sigue la exportación en el II, para desaparecer en la segunda mitad del siglo III. La gran masa de vasos hispanos exportados a Mauritania Tingitana procede de alfares localizados en el sur de la Península. Los minerales eran exportados en su mayo-ría a Roma.

Este gigantesco comercio de exportación, al igual que el de importación y la ex-plotación de las minas, requería una banca bien organizada y bien distribuida en los centros claves de la economía. Banqueros aparecen citados en varias inscripciones; así A. Virgilius, argentarius en Carthago Nova (CIL II, 3440) ; los numularii de Emerita, Augusta (CIL II, 498) y Iulius Secundinus, en Onda, Castellón (CIL II, 4034). En un legado fundacional de Barcelona de tiempos de Marco Aurelio el capital se coloca al 6 % de interés y en uno un poco más antiguo, de tiempos de Antonino Pío, también hallado en Barcelona, el interés es al 5 % 51.

Hispania importaba preferentemente bienes de consumo y productos manufactura-dos, fundamentalmente con carácter decorativo. 49 Recherches archéologiques à Tanger et dans sa région, París, 1970. 238, 258 y ss., 282 y s., 287, 290 y

s. 50 G. Martín, Comercio y producción de cerámicas finas en época imperial, Comunicaciones a la I Reu-

nión de Historia de la economía antigua de la Península Ibérica, Valencia 1968, 120. Ac.-CP. Ostia III, Studi Miscelanei 21, 1969-72, 682 y ss. 688. J. Boube, La terra sigillata hispanique en Maurétanie Tingitane, I, Les marques de potiers, Rabal, 1965, Idem, La terra sigillata en Maurétanie Tingitane. Supplément au catalogue des marques de potiers, BAM 6, 1966, 115 y ss. En contra de la reciente tesis de M. Gabriela Martín, Consideraciones sobre la terra sigillata hispánica, mauritana y la terra sigillata clara en Marruecos, Papeles del Laboratorio de Arqueología de Valencia 6, 1969, 151 y ss., quien cree que gran parte de la sigillata de Mauritania, que Boube cree ser de origen hispano, no lo es, está el hecho de que recientemente han aparecido en Andújar (Jaén) moldes de terra sigillata que aparece en Marruecos. Y también C. Domergue, Marcas de alfareros en "terra sigillata" procedentes de Cástulo y aportaciones a la "terra sigillata" hispánica de tipo B, Oretania 9, 1967, 24 y ss. M. Ponsich, Pérennité des relations dans le circuit du Detroit de Gibraltar, Aufstieg..., 655 y ss.

51 A. D'Ors, Op. cit., 520 y ss.

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Hispania importó posiblemente a lo largo de los siglos II y III la llamada sigillata clara, de origen africano, documentada en la costa mediterránea hispana: Rosas, Ampu-rias, Gerona, San Feliú de Guixols, Tarragona, Valencia, Jávea, Elche, Cartagena, San Pedro de Alcántara, Baleares e Ibiza 52. Algunos bronces son muy [-25→26-] posible-mente importados, como la taza argéntea de Alicante 53. La mayoría de las esculturas halladas en Italica son buenas copias hechas en Roma. La Venus de Italica, de influen-cia alejandrina, y el Mercurio vinieron igualmente de Roma 54. Llegaban probablemente como cargas de retorno de los barcos que comerciaban entre Hispania y Roma. En His-pania hay un número relativamente grande de copias griegas que llegaron en época de los Antoninos y de los Severos, como el Esculapio, de procedencia desconocida, de época antoniana, copia de un original griego de época helenística 55, la cabeza de Hércu-les hallada en Tarragona, de influjo escopeo, fechada en la segunda mitad del siglo II 56 y el Dionysos de Aldaia, Valencia, creación romana imperial del siglo II avanzado 57. Importada de Grecia o de Italia es la cabeza de sátiro de Italica, de finales del siglo II 58. El material de algunas esculturas procede de fuera de Hispania, bien porque llegara en bruto, bien ya trabajado, como las cabezas de Marco Aurelio y L. Vero, halladas en Ta-rragona 59, de mármol itálico, al igual que el busto de joven procedente de Italica, de época de Marco Aurelio 60. De mármol de Carrara es un busto de varón de época de Marco Aurelio 61. Los sarcófagos llegaban ya tallados y eran la carga de retorno igual-mente de los barcos que transportaban mercancías hispanas. Importado probablemente de Roma es el de Husillos, Palencia, con el tema de la Orestiada, fechado a mediados del siglo II 62. De [-26→27-] época de los Severos e importado de Roma es el sarcófago de Córdoba con las puertas del Hades 63.

En Uxama 64, en la provincia tarraconense, en el siglo II, el collegium sutorum eri-gió un ara a los dioses Lugoves (CIL II, 2818). Los Centonarii, fabricantes de lonas, hechas de retazos cosidos, que empapadas en vinagre y agua se empleaban para extin-guir incendios, y de ahí también significa el término bomberos, dedicaron un ara al em-perador Antonino Pío, en Sevilla (CIL II, 1167). El colegio está compuesto por 100 52 G. Martín, Op. cit., 121 y ss. L. Caballero, Cerámica sigillata clara decorada de los tipos A, A/C y C,

Trabajos de Prehistoria 28, 1971, 3 y ss. Idem, Estado actual del estudio de la cerámica sigillata clara del Mediterráneo Occidental, Ampurias 28, 166, 139 y ss. Idem, Nuevos datos sobre cerámica sigillata clara de tipo B y sigillata brillante, Trabajos de Prehistoria 27, 1970. 300 y ss. M. Fernández-Miranda - L. Caballero, Abdera. Excavaciones en el Cerro de Montecristo, Madrid, 1975, passim.

53 A. García y Bellido, Parerga de Arqueología y Epigrafía hispano-romana, Archivo Español de Arqueología 39, 1966, 144 y ss.

54 A. García y Bellido, Colonia Aelia, Augusta Italica, Madrid, 1960. 146, lám. 34; 148, lám. 38. 55 A. García y Bellido, Esculturas romanas de España y Portugal, 88 y ss. n. 71. 56 A. García y Bellido, Esculturas romanas de España y Portugal, 94 y ss. n. 781. 57 A. García y Bellido, Esculturas romanas de España y Portugal, 96 y ss. n. 82. 58 A. García y Bellido, Esculturas romanas de España y Portugal, 103, n. 96. 59 A. García y Bellido, Esculturas romanas de España y Portugal, 36 y ss. ns. 26-27. 60 A. García y Bellido, Esculturas romanas de España y Portugal, 59 y ss. n. 47. 61 A. García y Bellido, Esculturas romanas de España y Portugal, 61, n. 48. 62 A. García y Bellido, Esculturas romanas de España y Portugal, 212 y ss. n. 249. 63 A. García y Bellido, El sarcófago romano de Córdoba, Archivo Español de Arqueología 31, 1959, 3 y

ss. F. Matz, Das Problem der Orans und ein Sarkophag in Córdoba, Madrider Mitteilungen 9, 1968, 300 y ss.

64 A. García Merino, La ciudad romana de Uxama, Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueolo-gía 36, 1970, 383 y ss.; 37, 1971, 85 y ss.

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miembros; y constituído directamente por el emperador. Un segundo colegio de fabri-cantes de lonas se documenta en Tarragona (CIL II, 4318) 65. Una fábrica de armas y de estatuas funcionaba en Valencia (CIL II, 3771). Los centros comerciales en época de los Antoninos y de los Severos debían ser los mismos que los enumerados por Estrabón, en el libro tercero de su Geografía, dedicado a Hispania. Carthago Nova, que desempeñó un papel importantísimo en época republicana como ciudad comercial y minera (Str. 3, 210; 4, 6) debió decaer mucho a comienzos del Imperio 66.

OFICIOS. La lista de oficios atestiguada en Hispania es la siguiente (se excluyen algunas pro-

fesiones artísticas y comerciales de las que ya se ha hablado). Centonarii, Collegium, Hispalis (CIL II, 1167), de época de Antonino Pío. Infector, Liberalis, Obulco (CIL II, 5519), del siglo II o comienzos del III. [-27→28-] Navicularii, cf. Scapharii. Perfector et pictor, Q. Attilius Messor, siglo II, Tarragona (CIL II, 4085). Scapharii, Hispalis (CIL II, 1168-9, 1180, 1183), año 146 y de Antonino Pío y Lu-

cio Vero. Serrarii augustorum, Italica (CIL II, 1131), siglo III. Stractor, Silius Hospes, Tarraco (CIL II, 4114), época de los Severos. Sutor, Collegium, Uxama (CIL II, 2818), siglo II, Carthago Nova (CIL II, 5125).

PROFESIONES LIBERALES. Varias inscripciones mencionan al homo bonus, en relación con la justicia del

mismo; así en Italica, Q. Cortalinus (CIL II, 1145), siglo III; en Hispalis, L. Castritius Honoratus (CIL II, 1183); Vimulensis Gallus, en Baesippo, finales del siglo II o co-mienzos del siglo III (CIL II, 1924), y Aemilius Valerius Chorintus, en Tarraco, siglo III (CIL II, 4261).

Una inscripción de época de los Antoninos está dedicada por los confectores aeris a T. Flavio Angusti liberto, Polychryso, procuratori Montis Mariani (CIL II, 1179), procede de Hispalis.

Una sepultura de Emerita, de época de Antonino Pío, conservaba todo el instru-mental de un médico dentro de dos estuches de bronce; el primero contenía: una cucha-rilla de cirugía en bronce, una espátula, dos sondas y un escalpelo; un segundo estuche guardaba dos pinzas, tres planchas rectangulares, dos dobladas en ángulo recto, un ins-trumento impreciso y cuatro mangos, todo ello de bronce, una cuchara, una sonda, tam-bién de bronce, dos fórceps y unas tijeras de hierro y fragmentos de ampullae de vidrio 67.

65 A. D'Ors, Op. cit., 391. 66 J. M. Blázquez, Ciudades hispanas en época de Augusto, Bimilenario de Caesaraugusta, Zaragoza

1976. A. Balil, Casa y urbanismo en la España Antigua. Casa familiar y vivienda colectiva en la España Romana, Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología 38, 1972, 55 y ss. 39. 1973. 115 y ss. Bilbilis en el siglo II debía haber decaído bastante, cf. M. A. Martín Bueno, Bilbilis. Estudio histórico-arqueológico, Zaragoza 1975, 320.

67 J. Zaragoza, La medicina en la España Antigua, Cuadernos de Historia de la Medicina Española 4, 1961, 149 y ss.

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En Alcolea del Río una inscripción (CIL II, 6328) menciona a un denudator gimnasius, finales del siglo II o comienzos del siglo III.

En las estelas de Lara de los Infantes se representan algunos oficios, como un ven-dedor de líquidos y un telar 68. [-28→29-]

Se conocen los nombres de algunos artistas que trabajaron en esta época, como el del escultor Demetrios, griego, a juzgar por la inscripción en su lengua y por el nombre que esculpió a mediados del siglo II, en Emerita, en una estatua mitraica; el del pintor C. Silvanus, que trabajó en el siglo III en el techo de la tumba de Postumius en Car-mona; el de Q. Attius Messor, que pintó en el templo de Minerva, en Tarragona, en el siglo II; el del musivarius Perissoterus, que hizo un mosaico de Italica, griego, a juzgar por el nombre, al igual que Seleucus y Antius, siglo II y Marcel y Marcelinus, que en el siglo III trabajaron en Italica, el primero era probablemente liberto griego. Un arqui-tecto, indígena a juzgar por el nombre, Belcilesus, trabajó en el siglo III en Segobriga 69. La mayoría de estos esclavos eran orientales.

INDUSTRIA ARTESANA Y CONSERVERA. CERÁMICA. Hispania tuvo buenos talleres de escultura, localizados en Barcelona y Tarragona,

en la Provincia Tarraconense. Al primero pertenece un retrato funerario femenino, hallado en Barcelona, con el peinado de Annia Galeria Faustina, esposa de Antonino Pío. Hubo también talleres ambulantes de escultores griegos que trabajaron en esta ciu-dad. A uno de ellos hay que atribuir la cabeza de desconocido, mal supuesta de Antonio Pío, encontrada en la muralla de Barcelona. El mismo artista labró la cabeza del desco-nocido, coetánea de Faustina Menor y de Lucilla 70; a un taller que trabajó a final de los Severos o un poco posterior pertenece el sarcófago tarraconense con el rapto de Proser-pina 71 de mala técnica, y posiblemente el de las Musas y Apollo, de época severiana, con algunos defectos evidentes en su composición, que indica una producción industrial de taller; está fabricado con mármol itálico 72. Otros talleres trabajaban en otras regio-nes. Un trabajo local, con defectos en su ejecución, es el [-29→30-] sarcófago de Valado, Lusitania, datado en el siglo III, con Musas 73. Hispania ha dado buena escultura de emperadores fechada en época antoniniana y severiana, muchas de cuyas piezas pueden competir con las mejores del resto del Imperio, como los bustos de Antonino Pío de Puente Genil 74, de Caparra, 75 y de Málaga; de Marco Aurelio y de Lucio Vero de

68 A. García y Bellido, Esculturas romanas de España y Portugal, 339, J. A. Abásolo, op. cit., n.º 148-

149. 69 A. García y Bellido, Nombres de artistas en la España Romana, Archivo Español de Arqueología 28,

1955, 7 y s., 10 y ss., 15 y s. 70 A. García y Bellido, Retratos romanos hallados en las murallas de Barcelona, Archivo Español de Ar-

queología 38, 1965, 55 y ss. 71 A. García y Bellido, Esculturas romanas de España y Portugal, 222 y ss., n. 252. 72 A. García y Bellido, Esculturas romanas de España y Portugal, 228, n. 254. 73 A. García y Bellido, Esculturas romanas de España y Portugal, 35 y ss., n. 25. 74 A. García y Bellido, Esculturas romanas de España y Portugal, 350 y ss. n. 155; A. Blanco, Un retrato

del emperador Antonino Pío, Miscelánea de estudios dedicados al profesor Antonio Marín Ocete, Gra-nada, 1974, 59 y ss.

75 J. M. Blázquez, Caparra, Madrid 1965, 60 láms., 18. Idem, Esculturas romanas en el Palacio de los Excmos. Duques de Airón en Plasencia, Zephyrus 14, 1963, 117 y ss.

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Tarragona 76, de Septimio Severo de Emerita 77 y de particulares, como, además de los bustos ya citados de Barcelona, el busto de desconocido de Italica, de época de Marco Aurelio 78. De los años de este gobierno, se conocen unos cuantos retratos buenos, como los procedentes de Jumilla (Murcia) y Villalba (Valladolid) 79. De época de Cómodo es el busto de varón de Boston, procedente de Hispania 80. Cabe enumerar otras varias pie-zas, como las cabezas halladas en la provincia de Toledo 81, los retratos de Faustina La Menor de Utrera y el persa arrodillado de El Arahal (Sevilla) 82, de época de los Antoni-nos; la estatua de Dionisos, del Mitreo de Cabra (Córdoba), un Eros dormido, fechados en el siglo II 83, etc.

Tres ciudades, Tarragona, Italica y Emerita son las que han dado [-30→31-] las me-jores piezas escultóricas de gran tamaño, que indican la existencia de buenos talleres de escultura.

Entre estas esculturas descuellan: el Mercurio sedente, de mediados del siglo II, procedente de Italica 84; los dos Cronos de mediados del siglo II, el Dadophoros, todos de Emerita 85 y el Plutón del teatro de Emerita, de la misma fecha 86; los Dionisos escanciadores de Tarragona y de Valencia 87; las cabezas de Serapis de Emerita y Valladolid, de mediados del siglo II y de época de los Severos, respectivamente 88. Las mejores esculturas de dioses son la Venus de Emerita, de mediados del siglo II 89, las Dianas de Italica y Emerita 90 y la Ceres-Proserpina de esta última localidad, de media-dos del siglo II 91. Hispania puede presentar buenos ejemplares de relieves de edificios religiosos, como lo del templo de Marte, de Emerita, de época severiana 92. A la época estudiada en este trabajo pertenece una serie de esculturas thoracatas militares romanas, halladas en Espejo (Córdoba), probablemente de época de Septimio Severo; en Ibiza, de tiempos de Adriano o Antonino Pío; en Iruña; en Tarragona, dos; y en Mérida, del pri-mer tercio del siglo III, obra de un taller local 93. De época de los Severos es el Mauso-leo de Sádaba 94, buen exponente de la riqueza de la burguesía hispana de este período, que sigue las modas artísticas de Roma. Junto a estos talleres [-31→32-] trabajaron otros 76 A. García y Bellido, Esculturas romanas de España y Portugal, 36 y s., ns. 26-27. 77 A. García y Bellido, Esculturas romanas de España y Portugal, 37 y s., n. 28. 78 A. García y Bellido, Esculturas romanas de España y Portugal, 59 y s., n. 47. 79 A. García y Bellido, Esculturas romanas de España y Portugal, 61 y ss., ns. 48-49. 80 A. García y Bellido, Esculturas romanas de España y Portugal, 64 y s, n. 50. 81 J. M. Blázquez, Retratos romanos de la provincia de Toledo, Archivo Español de Arqueología 43, 218

y ss. 82 J. M. Luzón - M. P. León, Esculturas romanas de Andalucía, II, Habis 3, 1972, 258. 83 A. Blanco - J. García - M. Bendala, Excavaciones en Cabra (Córdoba). La Casa del Mitra (Primera

Campaña, 1971), Habis 3, 314 y ss. 84 J. Menéndez Pidal, EL Mausoleo de Los Atilios, Archivo Español de Arqueología 43, 1910, 89 y ss. 85 A. García y Bellido, Esculturas romanas de España y Portugal, 117 y ss., n.º 118-120. 86 A. García y Bellido, Esculturas romanas de España y Portugal, 89 y ss. n.º 72. 87 A. García y Bellido, Esculturas romanas de España y Portugal, 95 y ss. n.º 81-82. 88 A. García y Bellido, Esculturas romanas de España y Portugal, 115 y ss. n.º 116-117. 89 A. García y Bellido, Esculturas romanas de España y Portugal, 141 y s. n.º 145. 90 A. García y Bellido, Esculturas romanas de España y Portugal, 148 y ss. n.º 157-159. 91 A. García y Bellido, Esculturas romanas de España y Portugal, 154 y s. n. 165. 92 M. P. León, Los relieves del templo de Marte en Mérida, Habis 1, 1970, 181 y ss. 93 P. Acuña, Esculturas militares romanas de España y Portugal. I. Esculturas thoracatas, Burgos 1975.

46 y ss., 51 y ss.. 56 y ss.. 80 y ss. 94 J. Menéndez Pidal, op. cit., 89 y ss.

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típicamente indígenas que produjeron obras de carácter funerario; son los conocidos con los nombres de León, Burgos y Navarra, siguiendo la clasificación de A. García y Be-llido 95. El taller que más tiende a la decoración figurativa relivaria es el de Burgos. El grupo navarro se caracteriza por desempeñar los vegetales, la vid y los arbustos un pa-pel importante como elemento decorativo y simbólico. En el noroeste, como en general en toda Lusitania, las estelas están llenas de signos astrales como en las de Vigo 96 y en las de Monte [-32→33-] Cildá 97 hay representaciones de figuras completas. Un tipo espe-cial son las estelas de togados dentro de hornacinas, de un arte bárbaro documentadas en toda la Península: Carthago Nova, Cástulo (tres ejemplares), Peal del Becerro y Baños (Jaén), Emerita, Talaván (Cáceres), Valdunciel (Salamanca), Castro de San Facundo

95 A. García y Bellido, Esculturas rumanas de España y Portugal, 321 y ss. Idem, Las más bellas estelas

geométricas hispanorromanas de tradición céltica, Hommage à Albert Grenier, Bruselas 1962, 729 y ss. J. Elorza, Ensayo topográfico de epigrafía romana alavesa, Estudios de Arqueología Alavesa 2, 1967, 119 y ss. Idem, Estelas decoradas romanas en la provincia de Álava, Estudios de Arqueología Alavesa 4, 1969, 235 y ss. Idem, Un taller de escultura romana en la divisoria de Navarra y Álava, Cuadernos de Trabajo de la Escuela Española de Historia y Arqueología en Roma 13, 1969, 53 y ss. A. Lozano, Tipología de las estelas y la población de Hispania, Revista de la Universidad Complutense, 22, 1973, 89 y ss.; J. A. Abásolo, Nuevas urnas en forma de casa, procedentes de Poza de la Sal (Burgos), Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología 39, 1973, 434 y ss.; Idem, Epigrafía romana de Iglesia Pinta (Burgos), Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología 38, 165 y ss.; Idem, Dos nue-vas inscripciones aparecidas en la provincia de Burgos, Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Ar-queología 38, 485 y ss.; C. García Merino, Una estela inédita procedente de Lara (Burgos), Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología 37, 1971, 433 y ss.; R. Martín, Inscripción romana de Bercial, Alcolea del Tajo (Toledo), Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología 37, 165 y ss.

96 J. M. Álvarez - F. Bouza Brey, Inscripciones romanas de Vigo, Cuadernos de Estudios Gallegos 16, 1961, 5 y ss. D. Julia, Etude épigraphique et iconographique des stèles funéraires de Vigo, Heidelberg 1971. También en Lusitania cf. J. M. Blázquez, Caparra, II, Madrid 1966, 35, lám. XX. C. Callejo, Aportaciones a la epigrafía del Campo Norbense, Boletín de la Real Academia de la Historia 157, 1965, 30 y ss., láms. 13-14; 17, lám. 23; 68 y ss., lám. 31. Idem, Inscripciones del Museo de Cáceres, publicadas por Monsalud y por Mallon y Marín, Revista de Estudios Extremeños 26, 1970, 430 y ss., láms. 1-2; 37 y ss., lám. 6; 441 y s., lám. 13. Las conclusiones a que llega D. Julia en el estudio citado de las estelas de Vigo, que data en la primera mitad del siglo III son importantes desde el punto de vista social y religioso: predominio de la onomástica romana (sólo dos mujeres llevan nombres indígenas, otros tres nombres asocian el elemento romano al indígena. En esta fecha la onomástica no es pura-mente latina, sino compuesta), el paso de los tria nomina al sistema de nombre único, la presencia de tres clunienses, la gente que más emigra en Hispania (Julia piensa que posiblemente gozaban de un pri-vilegio fiscal, acordado por un rescripto), el medio social que indicaban estas estelas es el de la clase medía. La originalidad más significativa es la riqueza iconográfica, 13 estelas entre 22 llevan signos astrales, frecuentemente asociados a rosetas, que nosotros creemos que indican una concepción astral de la ultratumba y que no es un simple elemento decorativo; el signo de Tanit, de origen púnico, apa-rece en dos estelas. En las estelas de Vigo se representan frecuentemente figuras humanas completas. Julia ve en ellas una tradición indígena típica del noroeste, lo cual no es totalmente exacto, pues si bien los llamados togados bajo hornacina se documentan más bien hacia el noroeste; las estelas con figuras humanas son típicas de la zona de Álava y Navarra. Creemos que estas estelas de Vigo, que forman un grupo muy homogéneo, responden a una población en función del puerto, posiblemente no galaica, ya que los mismos temas decorativos (incluso los signos astrales, arcos, triángulos, etc.) parecen más pro-pios de otras regiones de Hispania que del noroeste.

97 M. A. García Guinea - J. González Echegaray - J. A. San Miguel, Excavaciones en Monte Cildá. Olle-ros de Pisuerga (Palencia), Madrid 1966, 31 y ss.

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(Orense), Barcelos y Bibrares (Portugal), Santa Tecla, Vigo y Azaño (Pontevedra) 98. Junto a estos talleres locales, de tradición indígena, había otros talleres muy buenos de-dicados a la labra de la piedra, que produjeron la serie, excelente, de capiteles de orden corintio de Clunia 99.

Al lado de todos estos talleres, otros trabajaron una serie grande de obras de carác-ter funcional, imitando modelos helenísticos o romanos, en calizas o mármoles locales, como la crátera del siglo II, la acrótera con cabeza de Medusa, de la misma fecha, el relieve con fascio, el cipo con cabeza de Medusa, de época antoniniana, el ara funeraria en forma de templete, de finales del siglo II, o de los primeros años del siguiente de Barcelona. Todas estas piezas están fabricadas, menos la primera, que es de mármol blanco, en piedra caliza de Montjuich, lo que indica que fueron trabajadas en talleres locales de la ciudad, para una clientela al tanto de los gustos y modas de Roma y muy influenciada por los modelos clásicos 100.

Talleres locales trabajaron en muchas ciudades importantes; así de Segobriga se con-servan unas columnas decoradas con motivos vegetales, que responden a las corrientes ar-tísticas, bien documentadas en el norte de África, en época severiana 101. Hispania contó, igualmente, con buenos talleres de fundidores que hicieron obras [-33→34-] excelentes. Un buen bronce de hacia el año 200 es el pasarriendas de Morón (Sevilla) con caballo 102.

La industria de salazón continuó próspera en esta época. Una serie de fábricas tra-bajaban a lo largo de toda la costa mediterránea ibérica, de la Bética y del sur de Lusita-nia, como la de Jávea, con numerosos depósitos y una piscina, todo tallado en la roca, con canal de comunicación con el mar. La piscina podía tratarse de un vivero para la conservación inmediata de la pesca, antes de su preparación; Calpe con varios depósitos excavados en la roca, que comunican con el mar; Tossal de Manises, la antigua Lucen-tum, con algunos depósitos tallados en la roca, próximos al mar; Santa Pola con depó-sitos romanos; Cartagena; Villaricos, con muchos depósitos repartidos en cuatro grupos; el principal está formado por seis depósitos dispuestos en ángulo recto, cuyas dimensio-nes interiores varían entre dos y tres metros; Almuñécar, la antigua Sexi, que, según Estrabón (3, 4, 2), Plinio (NH 32, 146) y Marcial (7, 78), era un importante centro pro-ductor de garum, con ruinas de depósitos en mal estado de conservación; Torrox, con un grupo de tres depósitos; Torremolinos; S. Pedro de Alcántara, con dos o tres estable-cimientos de salazón; Carteia, con depósitos muy bien conservados; Villavieja, la anti-gua Mellaria, citada por Estrabón (3, 1, 8) y por Plinio (NH 9, 48) como uno de los centros productores de garum y salazón, con restos de depósitos; Belo, con tres fábricas de salazón, que son las más completas de las conocidas en Hispania. Según Estrabón (3, 1, 8) la ciudad era famosa por las fábricas de garum. El sistema de construcción de los depósitos recuerda los de Lixus. Hay cinco conjuntos de fábricas de forma y capacidad diferentes. El primero, con acceso directo al mar, se compone de seis depósitos con un volumen total de 20 m3; cuatro están agrupados dos a dos y dos más pequeños reserva-

98 A. García y Bellido, Sobre un tipo de estela funeraria de togado bajo hornacina, Archivo Español de

Arqueología 40, 1967, 110 y ss. 99 M. Trapote, Los capiteles de Clunia. Hallazgos hasta 1964, Valladolid 1965. 100 J. M. Blázquez, Panorama general de la escultura romana en Cataluña, Problemas de la Prehistoria y

de la Arqueología Catalanas, Barcelona 1963, 238 y ss. 101 H. Losada - R. Donoso, Excavaciones en Segóbriga, Madrid 1965, 54, lám. VII. 102 A. Blanco, El pasarriendas romano de Morón, Archivo Español de Arqueología 40, 1967, 99 y ss.

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dos al garum. El segundo conjunto es más grande y está mejor dispuesto. Se compone de nueve depósitos de dimensiones variables y un volumen de 40 a 50 m3. El tercer conjunto está formado por una gran sala a cuyo alrededor están alineados seis depósitos de un vo-lumen de 35 m3. El cuarto tiene ocho depósitos agrupados en una gran sala, y otros dos más pequeños para el garum en una sala vecina con un volumen total de 40 m3. Un quinto conjunto se compone de seis depósitos de 30 a 40 m3 agrupados [-34→35-] en una gran sala. Todas estas construcciones parecen ser una pequeña parte de la gran instala-ción industrial de Belo; en Barbate, la antigua Baesippo, se conocen también ruinas de depósitos; Cerro del Trigo, con seis depósitos de salazón; Sanlúcar de Barrameda, con diez depósitos que cubren una extensión de 25 m. por 10 m. En la costa lusitana las fá-bricas de salazón eran muy numerosas: Cacessa, Antas, Torres de Ares, Praia de Quar-terira, Pera de Armação, Portmão, Vão, Senhora da Lux y Boccadorio 103.

Los alfares para la fabricación de ánforas fueron muy numerosos, dado el intenso comercio de exportación de aceite, vino y garum. Ya se ha indicado que las fincas dedi-cadas a la producción aceitera tenían sus propias fábricas de ánforas. Cinco alfares han aparecido en Almodóvar del Río (Córdoba), Torre Alta, Trebujena, Mesas de Asta, Je-rez de la Frontera 104, etc. Una serie de hornos cerámicos esparcidos por la costa medite-rránea hispánica se ha supuesto que eran los que fabricaban la sigillata clara. Estos son: Olocau (dos), Higueruelas, Albalat, Fuente la Higuera, en la provincia de Valencia; Bo-rriol, Val de Uxó, Almenara (dos), en la provincia de Castellón; Cardona, Reus (dos), Villanueva y Geltrú, Ampurias (dos), Sabadell (dos), San Martín de Sarroca, Fontscal-des, Rubí, Ruios, en Cataluña; Écija y Torrox 105 en Andalucía. De la industria musiva-ria se hablará al referirse al urbanismo. [-35→36-]

POBLACIÓN. URBANIZACIÓN. ROMANIZACIÓN. DESPLAZAMIENTOS DE LA POBLACIÓN.

La población hispana en su casi totalidad era de origen indoeuropeo, como se de-duce de la onomástica, incluso en regiones como Álava, que después fueron habitadas por los vascos. En las provincias de Lusitania y en la mitad superior de la Tarraconense predominaba el elemento indígena indoeuropeo 106. En tiempo de Marco Aurelio, el año

103 M. Ponsich - M. Tarradell, Garum et industries antiques de salaison dans la Méditerranée occiden-

tale, París 1965, 81 y ss. G. Martín, Las pesquerías romanas de la costa de Alicante, Saguntum 10, 1970, 138 y ss. G. Martín - M. Serres, La factoría pesquera de Punta de L'Arenal y otros restos roma-nos de Jávea (Alicante), Valencia 1970. A. Moreno - L. Abad, Aportaciones al estudio de la pesca en la Antigüedad, Habis 2, 1971, 209 y ss. M. Sotomayor, Nueva factoría de salazones de pescado en Almu-ñécar (Granada), Noticiario Arqueológico Hispánico 16, 1971, 147 y ss. M. Esteve, Sanlúcar de Barra-meda (Cádiz). Fábrica de salazón romana en La Algaida, Noticiario Arqueológico Hispánico 1, 1953, 126 y ss.

104 G. Bonsor, Archaeological Expedition along the Guadalquivir, Nueva York, 1931. C. Pemán, Alfares y embarcaderos romanos en la provincia de Cádiz, Archivo Español de Arqueología 32, 1959, 169 y ss. J. F. de la Peña, Alfares y marcas de ánforas del valle medio del Guadalquivir, Archivo Español de Ar-queología 40, 1967, 129 y ss.

105 D. Fletcher, Tipología de los hornos cerámicos romanos de España, Archivo Español de Arqueología 38, 1965, 70 y ss. D. Fletcher - J. Alcocer, El horno romano de Olocau, Archivo de Prehistoria Levan-tina 9, 1961, 115 y ss.

106 M. L. Albertos, La onomástica personal, primitiva de Hispania Tarraconense y Bélica, Salamanca 1966. Idem, Nuevos antropónimos hispánicos, Emerita 37, 1964, 209 y ss.; 33. 1965, 109 y ss. J. M. de Navascués, Onomástica salmantina de la época romana, Boletín de la Real Academia de la Historia 158, 1966, 181 y ss. M. Palomar, La onomástica personal prelatina de la Antigua Lusitania, Salamanca

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166, llegaron nuevos colonos de Italia e Hispania, probablemente diezmada por la peste (SHA. Vita Marc. 11, 7). Se ha calculado la población de Hispania en unos 7 millones de habitantes y la vida media en algo menos de 40 años 107. La vida media de los escla-vos era algo más corta. La urbanización dio un gran avance en época imperial. Hay da-tos muy significativos de ello. Ptolomeo (II-IV, passim) enumera en Hispania unas cua-trocientas localidades, cifra algo menor que la de Plinio (NH 3, 7-28) 108, que prueba una concentración de la población en los núcleos urbanos y en sus territorios.

En este sentido es muy significativo comparar los datos de Plinio con los de Ptolo-meo. El primero menciona en la provincia Tarraconense 179 centros urbanos y 114 ru-rales o populi. En total, 293. Hacia mediados del siglo II, Ptolomeo cataloga 248 nom-bres de ciudades; el número de las comunidades rurales había descendido a 27. Las ciu-dades habían ascendido a 105 y los populi disminuido a 87. Esta revolución urbana ha de suponerse concentrada casi exclusivamente en el noroeste de Hispania, al norte del río Duero, donde predominaba la población rural. Para crear el núcleo de tales concen-traciones Roma se valió [-36→37-] de los fora. Los limici, a mediados del siglo II, en el nacimiento del río Limia, formaban la comunidad urbana del Forum Limicorum (Ptol. II, 6, 43), que dio lugar a la moderna Guinzo de Limia. La tribu vecina de los gigurri formó el Forum Gigurrorum (Ptol. II, 6, 37), origen de Valdeorras, Los bibali se con-centraban en el núcleo urbano del Forum Bibalorum (Ptol. II, 6, 42) y los narbasi en el Forum Narbasorum (Ptol. II, 6, 48). Las ciudades del norte de Lusitania y noroeste de la Tarraconense no alcanzaron el grado de prosperidad económica de los centros urbanos de la Bética y Levante y conservaron su fisonomía, en gran parte nada romana. La polí-tica implantada por Roma tendía a la concentración de los caseríos dispersos por el campo. La creación de concentraciones urbanas destruía poco a poco la vida indígena tradicional y favorecía la introducción de la cultura romana y la romanización. Desde el punto de vista económico la urbanización suponía la creación de una burguesía urbana, de una clase de terratenientes, comerciantes e industriales, que vivían en las ciudades y desarrollaban una gran actividad económica.

La extensión de las ciudades hispanas nunca igualó a las de la Galia. Carmona me-día 49 Ha., Córdoba 70, Tarraco 40, Caesaraugusta 30, Itálica 30, las dos Augusto-briga y Pompado 50, Uxama y Termantia 30 y 20 respectivamente; aún hubo ciudades de área más reducida: Valencia la Velha sólo alcanzó 12 Ha., Caparra 16, Barcino 12 y Lucus Angusti 9 o 10 Ha. Los habitantes de los centros urbanos eran gentes ricas y civi-lizadas, terratenientes e industriales, en beneficio de los cuales trabajaba el resto de la población. La mayoría de ellos debían ser rentistas; extraían sus ingresos de las propie-dades agrícolas.

La ciudades hispanas se embellecieron con excelentes edificios durante los años de los Antoninos y de los Severos. Durante el gobierno de los Antoninos, en Hispania, como en el resto del Imperio, se construyó menos que durante la dinastía severiana, con-

1957. J. Untermann, Elementos de un Atlas antroponímico de la Hispania Antigua, Madrid 1965. J. M. Iglesias, Onomástica prerromana en la epigrafía cántabra, Santander, 1974. Idem, Epigrafía cántabra. Estereometría, decoración y onomástica, Salamanca, 1975.

107 A. García y Bellido, El promedio de vida en la España romana, Archivo Español de Arqueología 27, 1954, 259 y ss. M. C. de R., Estudio sobre la edad de la mortalidad en la Lusitania Romana, Caesarau-gusta 5, 1954. 200 y ss.

108 A. García y Bellido, Urbanística de las grandes ciudades del Mundo Antiguo, Madrid 1966, 188 y ss.

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firmando el juicio sobre M. Aurelio (SHA. Vita Marc. 1, 16) de que era poco amigo de construcciones. Este último emperador levantó o reparó pocos edificios, pero la situa-ción de la hacienda, debido a las guerras, era catastrófica. Del segundo tercio del siglo II data el mithraeum de Emerita, que ha proporcionado un conjunto muy variado de escul-turas, ya citadas, referentes a este culto. De época de los Antoninos data el [-37→38-] tem-plo de Júpiter de Caparra 109 y el llamado templo de Diana de Emerita, que muy posi-blemente es el templo dedicado al culto del emperador Antonino Pío; de él procede una excelente cabeza 110. Los anfiteatros de Tarraco y el de Itálica y la parte excavada de la ciudad son, según su excavador J. M. Luzón 111, de época de los Severos. Italica se her-moseó con gran cantidad de mosaicos en época de Marco Aurelio. Tenía una red de am-plias vías tiradas a cordel, que se cruzaban regularmente con las transversales, formando grandes rectángulos ocupados por viviendas espaciosas, generalmente dos por cada rec-tángulo. Las vías urbanas estaban recubiertas de grandes losas de formas poligonales acopladas. A ambos lados de la calzada corrían dos amplias aceras porticadas. Tal orga-nización sólo tiene paralelos en las ciudades del Oriente helenístico, como Antioquía del Orontes, Éfeso, Damasco, Gerasa, Palmira y Apamea. La vía principal de las excavadas tiene una anchura de 16 m. La calzada central medía 8 m. Las aceras para los peatones medían 4 m. de anchura. Las vías secundarias medían 14 m. de ancho, 6 en la calzada y 4 cada acera. [-38→39-] Las casas de Italica son de una sola planta, en algún caso con al-gún piso superior, rectangulares y encuadradas por cuatro calles. Generalmente cada manzana tenía dos viviendas, separadas por paredes dobles. Las habitaciones se distri-buían alrededor de los patios, por lo general dos, con aljibe y pozo, y rodeados de un pórtico, al que daban las habitaciones. Algunas casas tenían piscinas cubiertas, adorna-das con mosaicos de peces y fuentes. La casa mejor conocida es la llamada "Casa de los pájaros" por uno de los mosaicos. Ocupa media insula. Tenía dos puertas: una puerta angosta daba acceso a la casa, la segunda a una panadería, a juzgar por el horno. De la puerta, protegida por un muro que la defendía de la entrada del aire, se entraba en un vestíbulo cubierto, que daba paso a un gran patio columnado de 22 x 40 x 18,30 m. Su 109 J. M. Blázquez, Caparra, II, Madrid, 1966, 16. 110 J. M. Álvarez Martínez, El genio de la Colonia Augusta Emerita, Habis 2, 260. 111 A. García y Bellido, Colonia Aelia Augusta Italica, 77 y ss. Idem, La Italica de Hadriano, Les empe-

reurs romains d'Espagne, París 1965, 7 y ss. A. Blanco, (Mosaicos antiguos de asunto báquico, Boletín de la Real Academia de la Historia 131, 1952, 24 y ss.) escribe, "cuando gobernaban el Imperio la di-nastía de los. Antoninos y los Severos, la ciudad de Itálica debió de conocer una época de bastante prosperidad y bienestar, porque entonces se pavimentaron con lujosos mosaicos la mayoría de las casas excavadas... Los mosaicos más antiguos parecen posteriores a Adriano (117-138). y repiten, por lo ge-neral, patrones que estaban de moda en Italia en el siglo II d.C. La mayor parle de los pavimentos co-rresponden a la época de los Antoninos y los Severos". Uno de los mosaicos más antiguos sería el de Baco. trasladado a Sevilla, que se dataría a finales del reinado de Adriano. De época de los Antoninos sería el mosaico de Ariadna y Gea y otras personificaciones de la fecundidad, las estaciones y los bus-tos de los ancianos barbudos. De época severiana sería, según A. Blanco, el mosaico con el triunfo de Baco. Cabe la posibilidad de que los mosaicos sean algo posteriores a la casa, pero J. M. Luzón los cree severianos (Un retrato de Balbino en Italica, Habis 2, 271). A. García y Bellido cree que la Itálica exca-vada es de época de Adriano, pero el excavador actual de la ciudad, J. M. Luzón. así como A. Blanco, basado este último en el estudio de los mosaicos, opinan que es todo ello de época severiana. Sobre la cronología de las casas de Italica, cf. A. Balil, Casa y urbanismo, 141 y ss.; en Ilici y en Conimbriga, págs. 115, 173 y ss., hay casas de época severiana. Es interesante señalar lo que afirma A. Balil, que en Lusitania no se alejan los grandes propietarios de las residencias urbanas, como en el Conventus Tarra-conensis.

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centro debía ser un jardín y ocultaba una gran cámara abovedada, con sendos pozos en los extremos. Por los cuatro lados del peristilo corría un claustro espacioso, de casi 3,50 m. de anchura, pavimentado con mosaico de piedrecillas. A derecha e izquierda de este patio se abrían las habitaciones. En una de ellas apareció un bello mosaico, con peque-ños cuadritos ocupados cada uno por la imagen polícroma de un pájaro. Una serie de de-partamentos del fondo del patio estaban adornados con seis magníficos mosaicos. En esta parte de la casa estaba el triclinium, gran sala cuadrada de 10'60 x 8,75 m. con dos pequeños patios descubiertos a ambos lados de la sala. El de la derecha tenía una piscina y una escalinata de descenso; el de la izquierda, una fuente. El larario en forma de exe-dra daba al peristilo mayor; estaba pavimentado con un pequeño mosaico decorado con lotos y palmetas. En la parte posterior existían unas habitaciones lujosamente pavimen-tadas con mosaicos y habitaciones de servicio sin mosaicos. Los almacenes y cuadras se encontraban a ambos lados del vestíbulo. Los planos de las casas italicenses son posible-mente obra de un arquitecto esmerado. Se ve en ellos un estudio muy detenido. La casa descrita es de una regularidad extremada. La casa contigua tenía también una distribución muy regular, con tres patios, uno tras otro; el último y menor tenía una piscina con escali-nata de descenso. Una casa excavada a mediados del siglo XIX ofrece un esquema bellí-simo y tiene una organización en cruz, dejando cuatro grandes espacios, tres de los cua-les son patios abiertos, columnados y uno es el vestíbulo. Los cuatro rectángulos forma-dos por los brazos de la cruz están ocupados por habitaciones privadas. La [-39→40-] lla-mada "Casa de Hylas", por su mosaico principal, debió ser una de las más espaciosas de Italica. Abundan en ella los patios y peristilos y las habitaciones pavimentadas con mo-saico. Al patio abierto del sur se descendía por una doble escalinata; su centro lo ocupa-ba una fontana, forrada en su interior con un mosaico de peces. Otra mansión con gran-des patios en su parte posterior debía ser una hostelería y una tienda. La habitación ma-yor se encontraba detrás de un patio pequeño con seis columnas. Su pavimento estaba formado por opus sectile de dibujo sencillo y rica policromía. La casa de más lujo es la llamada "Casa de la exedra", que cubría un rectángulo de área de cerca de 3.000 m2. Es-taba formada por dos partes fundamentales: a) una residencia de gran lujo, con patio porticado. b) dos grandes ámbitos paralelos y yuxtapuestos, uno de los cuales terminaba en un gran ábside o exedra. Ambas partes fueron destinadas a menesteres diferentes. La mansión de lujo tenía una serie de habitaciones espaciosas distribuidas alrededor de un gran patio abierto. Una de estas habitaciones era un triclinio, de planta rectangular. Pró-xima estaba una habitación alargada con un soberbio pavimento de opus sectile. Otras estancias debieron ser dormitorios y las que caían al exterior tabernae. Las dependen-cias del servicio se encontraban al fondo rodeando otro patio menor. Hay unas termas pequeñas, unas cocinas y pilas de lavar. El patio principal, con fuente en el centro, esta-ba rodeado de un claustro. Uno de los largos espacios adjuntos corría a un nivel más bajo que el de la casa; estuvo descubierto y formaba un dromos, en cuya extremidad se alzaba una gigantesca exedra, cubierta con una media cúpula. A su lado se extendía lon-gitudinalmente otro corredor, que debía ir cubierto, al que se descendía por dos escale-ras, situadas en los extremos. El destino de estas dos construcciones longitudinales se ha supuesto que fuera un gymnasium o palestra. La contigua al horno de la exedra debió ser una especie de cryptoporticus. La fecha de este edificio debe ser la época severiana. El anfiteatro, también de época severiana, es uno de los más amplios de todo el Imperio, con capacidad para unos 25.000 espectadores. Se conservan bien la cavea con sus

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pasillos, los vomitoria y la arena con sus sótanos de servicio. Su eje mayor mide 160 m. y el menor, 137 m. En Córdoba, en estos años, las casas se hicieron de nueva planta o se restauraron considerablemente, a juzgar por los excelentes mosaicos, [-40→41-] como el de Polifemo y Galatea, fechado hacia el año 200 112, y los restantes mosaicos de la Plaza de la Corredera, también del siglo II o comienzos del siguiente: cabeza de Océano y de Medusa, Peces, Actor trágico, Eros y Psique y mosaico geométrico 113. En Cártama (Málaga) ha aparecido un gran mosaico, también de época severiana, con el tema de Ve-nus sobre la concha, rodeada de pajarillos, que prueba un buen momento en algunas ca-sas de la ciudad 114. En la villa de Alcolea, a 11 kilómetros al nordeste de Córdoba, los mosaicos son también de época severiana, como el de tema báquico, el de la loba y los gemelos; quizá de finales de los Antoninos, y el mosaico geométrico de la primera mi-tad del siglo III 115; los mosaicos de la villa romana de El Puig de Cebolla (Valencia), con ocho mosaicos geométricos, se datan en la segunda mitad del siglo II y en el primer cuarto del siglo III 116, época en la que se datan muchos mosaicos del conventus Tarra-conensis, probablemente relacionados, como se indicó ya, con algunos cambios en la or-ganización rural de estos años. Los ricos terratenientes en época severiana comienzan a habitar las villae rusticae y hermosearlas con mosaicos, lo que indica que la ciudad co-menzaba a entrar en crisis y todo lo que ello significaba en el plano político, social, eco-nómico y artístico. Posiblemente los más huían de las liturgias municipales. De los años de los Antoninos y de los Severos 117 datan multitud de mosaicos, que indican un buen nivel de vida en los poseedores de las fincas urbanas o rústicas, como el Neptuno de Sa-badell, el de Circe [-41→42-] (Sagunto) 118, que es el primer intento de desarrollar com-posiciones mitológicas y simbólicas polícromas en el conventus tarraconensis; de época severiana o tardoseveriana son los mosaicos de "Las tres Gracias", de Barcelona 119, el de "La Medusa", de Tarraco, al menos en sus cuadros secundarios y orlas y, quizá, los ornamentales de Altafulla. Mosaicos polícromos ornamentales no figurados hay en Paes

112 A. Blanco, Polifemo y Galatea, Archivo Español de Arqueología 32, 1959, 174 y ss. 113 A. García y Bellido, Los mosaicos romanos de la Plaza de la Corredera en Córdoba, Boletín de la Real

Academia de la Historia 157, 1965, 183 y ss. 114 A. García y Bellido, Contribución al corpus de mosaicos hispano-romanos, Boletín de la Real Acade-

mia de la Historia 168, 1971, 17 y ss. 115 A. García y Bellido, Los mosaicos de Alcolea (Córdoba), Boletín de la Real Academia de la Historia

156, 1965, 7 y ss. Mosaicos de época severiana tiene la villa romana de Torres Novas en Lusitania (A. do Paço, Mosaicos romanos de la "Villa Cardilius", Archivo Español de Arqueología 37, 1964. 81 y ss., fig. 36, 11-12), según A. Balil, (Sobre algunos mosaicos lusitanos, Cuadernos de Trabajos de la Es-cuela Española de Historia y Arqueología en Roma 13, 1969, 155, para los mosaicos de tema nilótico de Emerita e Italica, 91 y ss. con paralelos).

116 A. Balil, Los mosaicos de la villa, romana de El Puig de Cebolla (Valencia), Congreso Nacional de Arqueología 9, 1966, 336 y ss.

117 A. Balil, Las escuelas musivarias del Conventus Tarraconensis, Congreso Nacional de Arqueología 8, 1955, 406 y ss. Idem, La mosaïque gréco-romaine, París. 1965, 32 y ss. Otros mosaicos que pueden ser de época de los Antoninos o de los Severos en A. García y Bellido, Contribución al Corpus de mosaicos hispano-romanos. Mosaicos de Cártama, Itálica y Córdoba, Boletín de la Real Academia de la Historia 168, 1971. 17 y ss. M. Bobadilla, El mosaico de peces de La Pineda (Tarragona), Pyrenae 5, 1969. 141 y ss. El mosaico en colores se generalizó en época de los Severos y el blanco y negro a mediados del siglo II, cf. A. Blanco - J. M. Luzón, El mosaico de Neptuno en Itálica, Sevilla 1974.

118 M. A. Vall de Pla, Mosaicos romanos de Sagunto, Archivo de Prehistoria Levantina 9, 1961, 154 y ss. 119 A. Balil, El mosaico de "Las Tres Gracias", de Barcelona, Archivo Español de Arqueología 31, 1958,

63 y ss.

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y Altafulla y en otras localidades, como Ocata y Paret Delgada; junto a mosaicos polí-cromos geométricos, se conocen mosaicos de alfombras y tapices. El uso de emblemata se documenta en los mosaicos tarraconenses, en el citado de "La Medusa" y en el Ulises de la cueva de Polifemo 120. En los años del gobierno de los Severos los mosaicos polí-cromos figurados se generalizan, como lo prueban, además de los mosaicos citados, un mosaico de Vilaseca, junto a Tarraco, con la representación de peces. A veces la gama cromática es pobre y los tonos apagados, como en el mosaico de "Las Musas", de Mon-cada, y en el de "Los trabajos de Hércules", de Liria, ambos cerca de Valencia. A prin-cipios del siglo III el mosaico en blanco y negro era de uso corriente en ambientes rura-les, como en la villa de Liédena (Navarra) 121. El mosaico blanco y negro acusa influen-cia itálica, el polícromo posiblemente siria más que africana.

De época antoniniana es posiblemente el templo corintio sobre alto podium con columnas acanaladas de Évora en Lusitania 122. De todos estos documentos se deduce que la época de los Antoninos, o mejor, de los Severos, es el período en que la ciudad hispana alcanzó su mayor florecimiento. Muy posiblemente el fundador de la dinastía de los Severos, que había estado en Hispania como propretor de la Bética, en el año 172 y como pretor y legatus iuridicus en la [-42→43-] Tarraconense en el año 176 123, tenía especial simpatía hacia la Península Ibérica, y como en el N de África (Leptis Magna, Dugga, Tebesa, Alejandría), en Siria (Baalbeck, Doura Europos, Laodicea, Antioquía), en Bizancio y como en la propia Roma, sigue una política de embellecimiento de las ciudades. Se conocen muchos más edificios de época severiana que antoniniana.

Sin embargo, en algunas zonas de Hispania, la romanización era aún muy baja, como lo fue siempre en el norte de Lusitania 124, entre los cántabros 125, entre los galai-cos, como lo indica el número bajísimo de esculturas romanas 126. Los vascos no estuvieron nada romanizados 127. Una organización social prerromana se señala en los territorios del Norte y Centro de Hispania. Era una forma de agrupar la sociedad (las centurias, según me comunica gentilmente M. L. Albertos, posiblemente son topónimos de castros o castella) llamada gentilitas, documentada entre los grupos celtas no celtíbe-ros, astures, cántabros, vettones, carpetanos y pelendones. Esta organización sería autó-noma económicamente y cada tribu poseía varias. No desapareció con la romanización,

120 A. Balil, Dos mosaicos hispánicos de tema mitológico, Congreso Nacional de Arqueología 10, 1969

370 y ss. 121 M. A. Mezquíriz, Los mosaicos de la villa romana de Liédena (Navarra), Príncipe de Viana 17, 1956,

9 y ss. 122 A. García y Bellido, Arte romano, 1955, 420, fig. 420. 123 G. Alföldy, Fasti Hispanienses, Wiesbaden, 1969, passim. 124 M. Cardozo, Le romanizazzione del nord-ouest della Penisola Ispana, Atti del VI Congreso

Intornazionale delle Scienze Preistoriche e Protoistoriche, III, Roma. 1966, 53 y ss. 125 J. González Echegaray, Los cántabros, Madrid 1966, 206 y ss. Para los Astures F. Diego Santos,

Romanización de Asturias a través de la epigrafía romana, Oviedo 1963. M. C. Bobes, Toponimia ro-mana de Asturias, Emerita 29, 1961, 1 y ss.

126 A. García y Bellido, Esculturas romanas de Galicia, Cuadernos de Estudios Gallegos 24, 1969, 27 y ss. En cambio, la provincia de Álava está mucho más romanizada de lo que generalmente se admitía. Cf. M. Albertos, Álava Prerromana y romana. Estudio lingüístico, Estudios de la Arqueología Alavesa 4, 1970, 107 y ss. J. Elorza, op. cit.

127 J. M. Blázquez, Los vascos y sus vecinos en las fuentes literarias griegas y romanas, Problemas de la Prehistoria y de la Etnología vascas, Pamplona 1964, 177 y ss. A. Montenegro, Los orígenes de los vascos, Hispania Antiqua 1, 1971, 271 y ss.

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sino que tuvo su importancia como organización social y administrativa y de ella se sirvió la administración romana. El número de gentilitates es de 328, contando las du-dosas 128. Últimamente M. Vigil y A. Barbero han estudiado el [-43→44-] estado de romanización de los cántabros en la primera mitad del siglo III, fecha que, según noso-tros, siguiendo a J. Navascués, conviene a la mayoría de las estelas vadinienses. Ptolo-meo (II 6, 50) menciona la ciudad de Vadinia, de localización dudosa. Las inscripciones indican que se trataba de un grupo gentilicio, compuesto de otros menores, al sur y al norte de la cordillera cantábrica, en la parte oriental de la actual provincia de Oviedo y al nordeste de la provincia de León. Los lugares donde han aparecido las inscripciones señalan la expansión de esta tribu, atestiguada en las cuencas de los ríos Sella, en la vertiente septentrional de la cordillera y en el alto Esla, en la vertiente meridional de las montañas. También se ha encontrado otra inscripción en el valle de un afluente del alto curso del río Carrión, en León. M. Vigil y A. Barbero, apoyados en la extensión de las estelas vadinienses, creen que se trata de un pueblo en expansión, que se extiende a lo largo de los ríos, a ambos lados de la cordillera, forma normal con la que un grupo tribal emigra en busca de nuevos asentamientos. Estas emigraciones tribales originan, en ge-neral, el nacimiento de nuevos grupos organizados también de forma gentilicia y des-gajados del tronco principal. El centro originario del grupo vadiniense se encontraba en la región de Cangas de Onís, a juzgar por el gran número de inscripciones aparecidas allí. La expansión hacia el sur se hace a lo largo de los ríos, que descienden de la cordi-llera cántabra. M. Vigil y A. Barbero se inclinan a creer que Vadinia no fue una ciudad que correspondiese a un centro urbano de importancia, sino que se trataría de un centro de clanes, unidos entre sí por el calificativo común de vadinienses y cuya unidad tribal sería aprovechada por los romanos para integrarlos administrativamente, como si fuese una ciudad y tratar de asimilarlos a sus estructuras e instituciones municipales. Noso-tros, sin embargo, somos de la opinión que es difícil admitir que Ptolomeo llamase ciu-dad a un conjunto de clanes. Los romanos tienden a crear ciudades, mayores o menores, como lo hacen en el caso de los fora, ya citados, pero cae fuera de su línea política de administración el mantener los clanes, sin un centro administrativo urbano. [-44→45-]

Citan los mencionados autores el caso de los orgenomescos, citados por Plinio (NH 4, 3, 111) y Mela (3, 4, 15) como tribu y por Ptolomeo (II 6, 51) como ciudad. Las ins-cripciones mencionan a los orgenomescos como civitas o como tribu formada por cla-nes. Estas inscripciones probarían que los romanos asentaban la administración de una tribu en una civitas. Los límites de estos pueblos eran imprecisos. Los vadinienses, a pesar de la expansión, conservaban una fuerte cohesión gentilicia y son un grupo for-mado después de la conquista romana, pues Plinio y Mela no los recogen. La comuni-dad de los vadinienses estaba integrada por pequeños grupos gentilicios, clanes, en gran número, recogidos en las inscripciones. Indican estos clanes, no sólo que los vadinien-ses se encontraban en expansión, sino que formaban nuevos grupos gentilicios a partir

128 J. M. Blázquez, El legado indoeuropeo en la Hispania Romana, Primer Symposium de Prehistoria en

la Península Ibérica, Pamplona 1960, 343 y ss. Pervive en época de los Antoninos y los Severos en el noroeste, norte y centro, organizaciones indígenas, la religión y la onomástica. Para la pervivencia de las lenguas indígenas cf. A. García y Bellido, La latinización de España, Archivo Español de Arqueolo-gía 40, 1967, 3 y ss. En Lusitania en la segunda mitad del siglo II se hablaba aún lusitano, como se de-duce de la inscripción de Cabeço das Fraguas, de la que se hablará más adelante, y de la de Lamas de Moledo. Cf. H. Balmori, Sobre la inscripción bilingüe de Lamas de Moledo, Emerita 3, 1935, 77 y ss.

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de otros anteriores. Habían perdido el sistema de economía consistente en la recogida de alimentos, de la que habla Estrabón (3, 3, 7) en época de Augusto. En el siglo III se de-dicaban a la agricultura unida al pastoreo. Serían seminómadas, pues al dejar de ser las tierras fértiles, emigraban a otro territorio. M. Vigil y A. Barbero han analizado también las relaciones familiares dentro del sistema de parentesco gentilicio expresado por los clanes y el mayor o menor grado de romanización.

Importante es la tesis de S. Jordá, quien cree que los vadinienses son criadores de caballos y emigran temporalmente en busca de pastos.

Es bien conocida la existencia del matriarcado entre los pueblos del norte de la Pe-nínsula Ibérica, al que alude Estrabón (3, 4, 17-18). En las inscripciones vadinienses se documenta el paso de una sociedad matriarcal a otra patriarcal, favorecida por la acción de Roma, lo que indica una preponderancia económica y social del varón frente a la mujer y la transmisión de la propiedad privada por línea masculina, todo ello contrario a la sucesión matrilineal y a la propiedad común gentilicia. Las estelas vadinienses seña-lan el diverso grado de romanización. Algunos miembros de la aristocracia cántabra se incorporaron plenamente en la sociedad romana y ejercieron cargos importantes en la vida provincial, como lo indican las cuatro inscripciones halladas en Tarragona (CIL II, 4191, 4192, 4233, 4240). En las inscripciones cántabras y astures se ve claramente la influencia romana junto a la pervivencia de elementos indígenas. La influencia romana se manifiesta en el uso del latín, de las fórmulas funerarias, [-45→46-] de algunos nom-bres y de las fechas indicadas por los cónsules. La existencia de lo indígena se indica en los elementos decorativos (caballos, ciervos, cruces gamadas, palmas, etc.), de las estelas, que son cantos rodados, y en la religiosidad que expresa esta simbología. También prue-ban la pervivencia de lo indígena las relaciones individuales y colectivas de parentesco y la forma de expresarlas. En las estelas vadinienses generalmente se hace constar el patro-nímico. Seis indican las pervivencias del matriarcado. Entre los astures igualmente se atestiguaba la sucesión matrilineal indirecta. En la mayoría de las inscripciones encontra-das en Peña Amarga y en Monte Cildá, la antigua Vellica, no se añade la filiación paterna y hay indicios de matriarcado, que prueban la existencia de instituciones indígenas. P. Le Roux y A. Tranoy 129 han estudiado últimamente la romanización del noroeste. De sus estudios se deduce que la política de Roma tendía a asimilar las poblaciones indígenas utilizando y mejorando las estructuras locales. Se inclinan ambos investigadores a sos-pechar que el mundo rural vegetaba prisionero de hábitos seculares, impermeables a toda transformación, tesis que es muy probable. Aducen pruebas sacadas de algunas inscripciones, como la conservada en el Museo de Peñafiel, dedicada a Lar patrius, que

129 P. Le Roux - A. Tranoy, Contribution à l'étude des régions rurales du NO Hispanique au Haut Empire,

deux inscriptions de Peñafiel, Actas do III Congresso Nacional de Arqueología, Oporto 1974, 249 y ss. Idem, Rome et les indigènes dans le NO de la Péninsule Ibérique, Mélanges de la Casa de Velázquez 9, 1973, 177 y ss. C. A. Ferreira de Almeida, Romanizacão das terras da Maia, 1969. Idem, Algunas notas sobre o processo de romanizaçao da zona de entre Douro e Ave, Actas das I jornadas arqueológicas, Lisboa 1970, 3 y ss. El nuevo mapa de gentilitates confeccionado por M. L. Albertos en J. M. Blázquez, La Romanización, II, 370 y ss. M. Vigil, Romanización y permanencia de estructuras sociales indígenas en la España Septentrional, Boletín de la Real Academia de la Historia 195, 1963, 225 y ss. M. Vigil - A. Barbero, Sobre los orígenes sociales de la reconquista, cántabros y vascones desde finales del Imperio Romano hasta la invasión musulmana, Boletín de la Real Academia de la Historia 156, 1965, 271 y ss. Idem, La organización social de los cántabros y sus transformaciones en la época romana, Hispania Antiqua 1, 1971, 197 y ss.

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hablan de la romanización en la religiosidad, por un indígena, que debe ser un propietario, que vive de la ganadería y de la agricultura. La inscripción prueba una romanización pro-funda en las capas altas de la sociedad indígena. La segunda inscripción que publican, la de Marecos, es igualmente muy significativa. Dos personajes citados en ella pertenecen al medio [-46→47-] romano, es decir, ajeno al nivel indígena. Ocupan en el 147 el cargo tem-poral de curatores, cargo administrativo. La inscripción testimonia la existencia de una vida religiosa a nivel estrictamente local. El santuario era un lugar de reunión en las fies-tas, al mismo tiempo que de devoción, y se mezclaban, en un fenómeno de sincretismo, divinidades romanas e indígenas. Hacia mediados del siglo II, pues, la organización roma-na se apoyaba en una red de ciudades, sostenidas por vici y por santuarios.

Su estabilidad y su permanencia parecen estar ligadas a la presencia de una autori-dad, que se basaba en un modelo de organización superior que significaba una verda-dera transformación de la sociedad.

Del segundo trabajo publicado por P. Le Roux y A. Tranoy y dedicado al estudio de 21 inscripciones, halladas en el noroeste, las conclusiones son igualmente bien signi-ficativas del grado de romanización de estas gentes. Sólo tres inscripciones se refieren a la administración propiamente dicha o a la vida pública. Es la misma proporción de toda la región. La mayoría de las inscripciones pertenecen al siglo II y III. La onomástica y los teónimos indican un medio indígena. De 20 nombres de personas tres son de indígenas y 17 romanos, lo que es un indicio claro del influjo ejercido por Roma. Algunos nombres señalan la persistencia de tradiciones familiares y de un tipo de relaciones diferente del que supone una transformación del status jurídico. Igualmente se atestigua la existencia de dioses indígenas, venerados por individuos con nombres romanos. El número de ellos es igual que el de las divinidades típicamente romanas, dato que es significativo sobre la religión romana en el noroeste; en cambio sólo hay dos inscripciones del culto al emperador. Estamos de acuerdo con los dos investigadores que el gran avance de la romanización entre los pueblos del noroeste es obra de la política seguida por los empe-radores flavios, que necesitaban tropas para los ejércitos, cuando Italia ya no las podía proporcionar. Según Le Roux y A. Tranoy se mantienen en el noroeste dos civilizacio-nes, la indígena y la romana, a pesar de varios siglos de coexistencia. Nosotros somos de la opinión que esta débil romanización, en una zona con una fabulosa riqueza de oro, explotada por Roma, se debe al sistema de explotación minera. Durante la República, la explotación minera necesitaba de una fuerte emigración de gentes suritálicas a las que alude Diodoro (5, 35-38), atestiguada por [-47→48-] la Arqueología, estudiada por C. Domergue 130; pero a partir de la conquista de estas regiones por Augusto, Roma lo que necesitó en la explotación fueron masas de esclavos y no colonos itálicos y una legión, la Legio VII Gemina, para mantenerlos pacificados. Por lo tanto, no le interesó una colo-nización que llevaba consigo el asentamiento de veteranos, la fundación de colonias y municipios; los que se pueden citar son escasos en número; no se conocen prácticamen-te inscripciones alusivas a la vida municipal, lo que prueba que ésta era inexistente, ni arraigó el culto al emperador. Tampoco hay testimonios de teatros, anfiteatros o circos, salvo alguna excepción, en el norte de Lusitania y norte de la provincia tarraconense. Ni está atestiguada la escultura en número importante. Las formas políticas indígenas per- 130 Les Planii et leur activité industrielle en Espagne sous la République, Mélanges de la Casa de Veláz-

quez 1, 1965, 25 y ss. Idem, Les lingots de plomb romains du Musée Archéologique de Carthagène et du Musée Naval de Madrid, Archivo Español de Arqueología, 33, 41 y ss.

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vivían, como lo indica la inscripción que menciona un princeps albionum, de la centuria cariaca, cuya estela ha aparecido en Vegadeo 131. Los elementos romanos dedicados a la administración o al ejército fueron siempre escasos, en medio de una población numero-sa indígena (Plin. NH 3, 28). Esta ausencia de un número grande de romanos impidió que se generalizase el mestizaje, que contribuía poderosamente a favorecer la romaniza-ción de las poblaciones. De todos estos datos hay que concluir con P. Le Roux y A. Tra-noy que para la mayoría de los indígenas, la condición social era la misma y que la agri-cultura era la principal fuente de riqueza, que en las ciudades apareció una aristocracia romanizada y que Roma implantó sus estructuras en la medida en que fueron necesarias para la paz y la explotación de las riquezas naturales. Sin embargo, el edicto de Caraca-lla posiblemente no afectó a Hispania 132. La falta de diplomas de honesta missio parece indicar lo extendida que estaba en la [-48→49-] Península de antiguo la ciudadanía roma-na. Los vascones serían, muy probablemente, dediticii.

Durante el siglo II hubo, sin duda, frecuentes trasiegos de población dentro de His-pania. El tema ha sido objeto de varios estudios de A. García y Bellido 133, de I. Arias 134 y de G. Fabre 135. Como la mayoría de las inscripciones se encuentran sin fechar y la emigración interna varió de unos períodos a otros, según las necesidades, es muy difícil conocer la intensidad de la emigración en época de los Antoninos y de los Severos. Queda claro que Tarragona recibió un contingente grande de emigrantes del centro de su provincia; no emigraron esclavos o libertos. Dos terceras partes de los emigrantes eran flamines, contando también las flaminicae, lo que tiene fácil explicación por ser Tarraco un centro importante del culto imperial, Emerita Augusta, capital de Lusitania, recibió unos 25 forasteros, o sea, un tercio de los de Tarraco. Son frecuentes los indivi-duos de su propia provincia. Córdoba figura en tercer lugar; casi todos los forasteros son de la provincia de la que era capital. Hispalis atraía a gentes de las proximidades. Astu-rica Augusta recibió gente en su mayoría del norte.

TRIBUTOS. DISPOSICIONES FISCALES. ADUANAS.

Hispania no ha dado documentos importantes referentes a disposiciones fiscales, so-bre impuestos y recaudación, ya que no pueden considerarse como tales las alusiones a la vicessima hereditatum, que se leen en inscripciones funerarias, por la que el heredero, que levantó el monumento, no descontó a su favor el importe del 5 % con el que se gra-vaba la herencia. La vicessima hereditatum aumentó en tiempos de Caracalla en un 100 por 100, pero afectaba sólo a los ciudadanos romanos; así se convirtió en decima (Dio

131 A. García y Bellido, Los Albiones del NO de España y una estela hallada en el Occidente de Asturias,

Emerita 11, 1943, 418 y ss. 132 A. D'Ors, Estudios sobre la "Constitutio Antoniniana", Emerita 11, 1943, 287 y ss.; 24, 1956, 1 y ss.

Idem, Anuario de Historia del Derecho Español 15, 1944, 161 y ss.; 17, 1946, 586 y ss.; Sefarad 6, 1946, 21 y ss. Sobre la temprana romanización de Hispania cf. J. M. Blázquez, Estado de la romaniza-ción de Hispania bajo César y Augusto, Emerita 30, 1962, 71 y ss. Idem, Causas de la romanización de Hispania, Hispania 24, 1964, 5 y ss. Idem, Romanización, II, 23 y ss.

133 Dispersión y concentración de itinerantes en la España Romana, Archivum 12, 1962, 39 y ss. Idem, Presencia de provinciales en las grandes capitales cíe provincias hispanas, Anuario de Historia Econó-mica y Social de España 1, 575 y ss.

134 Materiales epigráficos para el estudio de los desplazamientos y viajes de los españoles en la España romana, Cuadernos de Historia de España 12, 1949, 5 y ss.; 18, 1952, 22 y ss.; 22-23, 1954, 16 y ss.

135 Le tissu urbain dans le Nord Ouest de la Péninsule Ibérique, Latomus 29, 1970, 314 y ss.

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Cass. 77, 9, 4). Una inscripción en [-49→50-] bronce hallada en las proximidades de Clu-nia, siglo II 136, parece ser un registro de bienes hereditarios confiscados como caduca, con indicación de su valor y de la renta que proporcionaba al fisco, que parece ser el 1 % mensual. Una inscripción (CIL II, 5064), que menciona a los socii quinquagessimae, que formaban una sociedad de publícanos, parece señalar que el portorio era más leve en His-pania, un 2 %, que en otras provincias. Se calcula que Hispania tributaba al fisco anual-mente unos cincuenta millones de sestercios. En Hispania se han localizado ocho puestos de portorium, marítimo o de aduanas, de los cuales todos, menos uno, están situados en la Bética, pero posiblemente los había en otros puertos, como Carthago Nova, Tarraco, Valentia, etc. Son los siguientes: Iliberris, de gran importancia; Ilipa, la actual Alcalá del Río, al frente de cuyo portorium se encontraba un esclavo imperial; Astigi, citado en las ánforas del Monte Testaccio, según se indicó; Córdoba; Hispalis y Portus, quizás Cádiz, que es el más corriente en marcas de ánforas; Ostia, con una aduana especial para el control de las mercancías hispanas. La tasa percibida era de un 2 % según la inscripción de Iliberris y de un 2,5 % según la de Ostia, sin poderse por el momento determinar la fecha en la que la tasa pasó de 2 % al 2,5 %. En las oficinas aduaneras se percibían tasas diferentes según la dirección del tráfico comercial, lo que señala una perfecta or-ganización contable y administrativa, percibiéndose el 2 % para las mercancías destina-das a la Península, y el 2,5 % para las exportadas a la Galia. En el límite con Galia, las dos aduanas documentadas se hallan en Iliberris y Lugdunum Convenarum (hoy Saint Bertrand de Comninges) 137. Los impuestos en realidad eran bajos y gravaban a las cla-ses económicamente débiles.

Las corporaciones de navicularii y de los negotiatores que, según Calístrato, tanto una como otra constituían un munus publicum, al igual que las de los fabri y de los centonarii (Dig. 50, 66, 12), estaban [-50→51-] exentas de las cargas municipales en época de los Severos (Dig. 50, 66, 3 y ss.). También estaban libres de las liturgias muni-cipales los arrendatarios de los impuestos y de los dominios públicos (Dig. 50, 66, 10, de época de M. Aurelio), todo lo cual fue conservado por los Severos. Los arrendatarios de los dominios imperiales, en Hispania, después de las confiscaciones de Septimio Se-vero a los partidarios de Albino, eran muy importantes, al igual que debieron serlo siempre los arrendatarios de las aduanas. Todas estas corporaciones estaban libres de las liturgias municipales. Estas exenciones aliviaron a las clases pobres, a las que favorecie-ron los Severos, pero aumentaron la carga de los que debían soportar las liturgias muni-cipales. Estas exenciones favorecieron, en general, a los individuos más ricos y las car-gas pesaron con menor agobio sobre los terratenientes y los pequeños industriales, que pertenecían en su mayoría a la clase media. Septimio Severo eximió igualmente a los colonos de las liturgias municipales. (El rescripto databa de época de M. Aurelio y L. Vero. Dig. 50, 1, 38, 1).

136 A. D'Ors, Epigrafía, 455. 137 A. Balil, La tasa del "portorium" en Hispania, Archivo Español de Arqueología 26, 1953, 185 y ss. R.

Etienne, "Quadragessima" ou "Quinquagessima" Hispaniarum?, Revue des Études Anciennes 53, 1951, 62 y ss. T. Frank, On the Export tax of Spanish Harbor, American Journal of Philology 57, 1936, 87 y ss. S. J. de Last, Portorium, étude sur la organisation douanière chez les romains, sur-tout á l'époque de l'Haute Empire, Brujas 1949, 286 y ss. A. Guadán, El primer caso de franquicia aduanera en la Es-paña romana, Congreso Nacional de Arqueología 7, 1962, 412 y ss.

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Gasto público. El principal capítulo del gasto público era el mantenimiento de la Legio VII Gemina 138. En el gasto público entra también el mantenimiento de todo el personal administrativo, algunas obras públicas y la construcción y conservación de las carreteras, de las que se hablará más adelante.

Patrimonio imperial. Debió ser grande en Hispania, a juzgar por los numerosos li-bertos y demás personal que aparecen en las inscripciones, ya citadas las principales. Al patrimonio imperial pertenecían los cotos mineros de oro y plata; se vio aumentado continuamente por donaciones testamentarias, embargos de propiedades por falta de pa-gos en los impuestos y las contribuciones sobre los juegos de [-51→52-] gladiadores, que ascendían entre un 28 % y un 33 % del alquiler, impuesto que fue abolido por Marco Aurelio 139. Algunas veces el mismo emperador alquilaba los miembros de una familia gladiatoria; con esto se relaciona, como sugiere A. Balil 140, una inscripción de Barce-lona (CIL II, 4519), de época de M. Aurelio y L. Vero, que habla de un Augustorum libertus, tabularius ludi gallici et hispanici. Las inscripciones mencionan el cuerpo ad-ministrativo del patrimonio imperial ; así dos inscripciones de Asturica Augusta, en la Tarraconense, citan a un dispensator Augusti de nombre Lupianus (CIL II, 2644-5). Una inscripción de Hispalis (CIL II, 1197), de época de Antonino Pío, está erigida por un esclavo imperial, dispensator frumenti mancipalis. La citada inscripción sobre la basa de estatua de Ilipa está dedicada por Irenaeus Augusti nostri verna, dispensator portus Ilipensis. En época de Marco Aurelio se creó una procuratela especial para administrar los bienes del senador hispano L. Mummius Niger Q. Valerius Vegetus Severinus Camidius Tertullus 141. A. Baldacci 142 ha estudiado los bienes de los Severos en Hispa-nia, en gran parte procedentes de las confiscaciones de los partidarios de Albino (SHA. Vita Sev. 12, 1-3), deduciendo que eran muy importantes. Durante esta dinastía los oli-vares héticos confiscados debieron administrarse a través de la ratio privata y, sola-mente a la muerte de Caracalla, por motivos ignorados, volvieron al fisco, como mues-tran los tituli picti a partir del año 217. Los sellos con la mención de dos o tres Augus-tos, publicados por E. Rodríguez Almeida, tuvieron una vida corta. Según A. Baldacci, el hecho de que no se especifique la competencia de los procuratores Augustorum de la Bética se debe a que una especificación del título de los administrados de la res privata no era necesaria. Estas confiscaciones de propiedades de particulares, hechas, no a ex-pensas de los territorios de las ciudades, sino de los grandes propietarios, cuyas pose-siones debían ser en su mayor parte extraterritoriales, prueban el predominio de los inte-reses del Estado sobre los de la [-52→53-] población. De estas propiedades severianas

138 A. García y Bellido, Nueve estudios sobre la Legio VII Gemina y su campamento de León, Legio VII

Gemina, 571 y ss. P. Vittinghof, Die Entstehung von stättischen Gemeinwesen in der Nachbarscltaft römischer Legionslager. Ein Vergleich Leons mit den Entwicklungslimen im Imperium Romanum, Legio VII Gemina, 337 y ss.; D. H.-G. Pflaum, Les officiers equestres de la Legio VII Gemina, Legio VII Gemina, 353 y ss, G. Alföldy, Die senatorischen Kommandeurs der Legio VII Gemina, Legio VII Gemina, 383 y ss. P. Le Roux, Recherches sur les centurions de la Legio VII Gemina, Mélanges de la Casa de Velázquez 8, 89 y ss.

139 A. D'Ors, Epigrafía, 37 y ss. 140 Economía de la Hispania Romana, 333, nota 42. 141 A. Balil, Los Valerii Vegeti. Una familia senatorial oriunda de la Bética. Oretania 3, 1961, 96 y ss. 142 Commercio e stato nell'età dei Severe, Rendiconti dell'Academia di Scienze e Lettere 101, 1967, 745 y

ss.

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debía proceder la gran cantidad de aceite que figura en Roma bajo Septimio Severo (SHA Vita Sev. 23), P. Baldacci, en estudio recientemente citado, se plantea el problema de saber si la Bética pagaba en especie o en dinero a Roma, y de si las propiedades impe-riales, con anterioridad a la época de los Severos, desempeñaban un papel importante o secundario, es decir, si las mercancías que llegaban a Roma eran el resultado de una eco-nomía comercial libre o si se trataba de contribuciones en especie y de los pagos de tierras de la hacienda pública. Es conocido que la tesis de M. Rostovtzeff era que hubo un precoz control cooperativo y comercial por parte del Estado. En cambio, Tenney Frank y Van Nostrand sostienen la tesis opuesta a la del sabio ruso, quien defendía que no sólo las per-sonas dedicadas a comerciar estaban controladas por el Estado, sino también los produc-tos exportados a Roma provenían de las tierras imperiales. Las inscripciones que parecen confirmar la tesis de Rostovtzeff son posteriores a comienzos del siglo III. En cuanto a Hispania, como escribe P. Baldacci, a la opinión de Rostovtzeff, de que el contenido de las ánforas transportaban a Roma el producto de la hacienda imperial o las tasaciones en especie, se objetaba que si los Antoninos hubieran poseído fincas en Hispania hubieran ido a parar a la res privata de los Severos, al igual que en las ánforas del Testaccio, de época severiana, junto a la caja del patrimonium debía figurar la de la res prívala. Los Antoninos no debieron contar con grandes fincas en Hispania, según esta tesis.

Según el investigador italiano, si los bienes pasados a la res privata de los Severos debían ya, groso modo, pertenecer a la administración en el período antoniniano, cabe la posibilidad de que hubiera una única administración, lo que permitía a Septimio Severo prescindir de las dos formas de propiedad. Baldacci cree que no hay razón suficiente para admitir, apoyado en la ausencia de inscripciones, que Vespasiano había reconocido las ventas de Galba. Nada impide aceptar que Vespasiano, invalidando las famosas ventas, las tierras confiscadas por Nerón, las incluyó en el patrimonium principis. A esta propie-dad hay que añadir las propiedades familiares de los emperadores de origen hispano y los bienes recibidos por herencia. Todos estos bienes por cierto tiempo permanecieron indivi-sos. Septimio Severo, en opinión de P. Baldacci, siguió una vía estrictamente jurídica en da administración de los bienes. Probablemente, sólo creó una [-53→54-] administración local de la res privata, donde la extensión de los praedia de la res privata superaban a otros bienes estatales. Donde prevalecían los bienes del patrimonium, las oficinas del pa-trimonio se ocupaban de los bienes de la res privata. Tal era el caso de la Bética. En His-pania prevalecía el patrimonium sobre la res privata. P. Baldacci acepta, pues, parte de la tesis de Rostovtzeff, sin rechazar de plano la de Tenney Frank. Deduce el investigador italiano de la conocida inscripción de Cástulo, publicada por D'Ors, Contreras y Blanco, rescriptum sacrum de re olearia, de época de Adriano, que la administración romana re-cibía contribuciones en especie, aceite, de las que habla Dio Cassio (60, 24, 5).

La citada inscripción de Hispalis, que menciona un adiutor praefecti annonae, se refería, según P. Baldacci, a la supervisión de la recogida de aceite y a la cantidad de aceite que debía entregarse a la administración, por contribuciones o como resultado de la explotación de las Haciendas Imperiales.

Monopolios. El principal monopolio fue en época imperial la minería, de la que ya se ha hablado. A. Balil 143 recientemente se inclina a aceptar que en el proceso de forma-

143 Economía de la Hispania Romana, passim.

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ción del patrimonio imperial en Hispania hubo una lenta pero progresiva penetración de la producción del Estado en el mercado aceitero y, en general, en los productos agrícolas, tesis que se deduce del material expuesto y de lo dicho anteriormente. Rostovtzeff 144; por su parte, ve una corporación de carácter oficial en los navicularii. Este autor añade algunos argumentos para confirmar su tesis, como la mencionada inscripción hispalense consagrada a un curator de la Colonia Arcensis, que cita el cargo de praefectus annonae ad oleum afrum et hispanum recensendum, del año 161-169. Con anterioridad a esta fecha no hay constancia de tales cargos. En época de Marco Aurelio se creó un nuevo cargo, la citada procuratela per Baeticam ad Calendarium Vegetianum.

Liberalidades. Para el conocimiento de la estructura económica y social de Hispa-nia es muy significativo el estudio de las liberalidades [-54→55-] privadas, que señalan las familias burguesas, que componían la aristocracia local. Las más significativas son las siguientes:

Obras públicas. En Dianium (CIL II, 3586), en el siglo II, se erigió una estatua a un benefactor que lubribus per loca difficilia amplissimo sumptu inductis mox gravissima annona frumento, praebito municipibus suis subvenisset. En Ulia los municipes y los in-colae (CIL II, 1537), en época de Alejandro Severo, erigieron un arco al duumvir L. Fa-bius Fuscus por sus liberalidades. A finales del siglo II o principios del siguiente, en Córdoba, L. Iunius Paulinus, que fue pontifex, flamen, duumvir y flamen de la provincia Bética, dio, con ocasión de haber sido nombrado flamen, un combate de gladiadores y dos lusiones et statuas, que costaron 400.000 sestercios, además de espectáculos circen-ses (CIL II, 5523). Ayudas a la annona se citan en inscripciones de Pax Iulia, Beja, en Lusitania, otorgada por C. Iulius Peddo, duumvir y flamen divorum (CIL II, 53) en épo-ca de Marco Aurelio; en Ipsca, cortijo de Iscar, en la Bética (CIL II, 1573) en época de los Antoninos y en la citada inscripción de Dianium. De Barcelona se conocen dos fun-daciones en favor de la ciudad. La primera es de época de Antonino Pío 145. Lucius Mi-nicius Natalis hace una fundación en forma de legado modal con un capital de 100.000 sestercios para un reparto de sportulae, el día del natalicio, de 4 denarios a cada uno de los decuriones y tres a los seviros augustales. La distribución se hará sólo entre los pre-sentes. El capital legado se coloca a un interés del 5 %, los intereses ascienden anual-mente a 5.000 sestercios. La segunda recoge la fundación de 7.500 denarios legada por Lucius Caecilius Optatus, centurión de dos legiones en época de Marco Aurelio y Vero. Los 450 denarios, interés del capital colocado al 6 %, se invertirán en organizar anual-mente, el 10 de junio, unos juegos de pugilato, en los que se emplearán 250 denarios y con el capital restante se comprará aceite para las termas públicas, con la condición de liberar a sus libertos y los libertos de sus libertos y libertas de los munera del sevirato. En caso de incumplimiento de esta cláusula, el legado pasa a la ciudad de Tarragona.

En el siglo II, Fabia Hadrianila 146 dejó una fundación de [-55→56-] 50.000 sester-cios para distribuir dinero en día del natalicio de su esposo, el 1 de mayo y en el suyo, 5 de abril. La fundación es de carácter alimenticio, los beneficiarios son posiblemente un collegium de iuvenes de ambos sexos. Se ha calculado sobre la base de un 6 % que el

144 Op. cit., II, 263 y s., 306. 145 A. D'Ors, Epigrafía, 422 y ss. 146 A. D'Ors, Epigrafía, 420 y ss.

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interés asciende a 3.000 sestercios. Como liberalidades imperiales pueden considerarse la renuncia por parte de Antonino Pío a la mitad del aurum coronarium (SHA. Vita. Anton. 4, 10), acontecimiento recordado en las monedas, en el caso de Hispania 147. Caracalla (Dio. Cass. 77, 92) restableció el aurum coronarium. En cambio, Alejandro Severo, al decir de su biógrafo (SHA. Vita Alex. 39, 6-7; 16, 1), redujo en un 30 % los vectigalia, medidas todas aplicables a Hispania. Todos estos datos, como los que se de-ducen de la exportación del aceite, vino y garum hispano, prueban que en Hispania, como en el resto del Imperio, sobre todo hasta la mitad del reinado de Marco Aurelio, el siglo II fue un período de gentes ricas y acomodadas y no de pequeños terratenientes, que en muchos casos presidían la vida social de sus ciudades y que se gastaban el dinero en favorecerles. Hispania, como África, fue, en gran parte, un país de fortunas medias. La riqueza se debía encontrar relativamente bien repartida. Esta clase media fue la base de la monarquía de los Antoninos 148 y la columna vertebral económica del Estado en este período. Esta clase media urbana dependía del trabajo de las clases inferiores, cam-pesinos y proletariado urbano. Comercio y agricultura son las formas del capitalismo urbano de esta burguesía.

Espectáculos públicos. Las inscripciones aluden frecuentemente a espectáculos pú-blicos, como a los ludi circenses et scaeni (CIL II, 1663), en época de los Antoninos, en Tucci.

Teatros en Hispania se conocen una veintena. El mejor es, posiblemente, el de Emerita 149, con cabida para 5.500 espectadores. Mide 86,63 m. de diámetro en hemici-clo. El pulpitum tiene 59,90 por 7,28 m,. Se conservan bien las tres gradas para los asientos de las autoridades. Tiene 13 puertas de ingreso, más dos para la orquesta. La escena tiene dos órdenes superpuestos de 28 columnas corintias, [-56→57-] con sus co-rrespondientes entablamentos de mármoles. El de Acinipo está tallado en la roca y tiene capacidad para unos 3.000 espectadores. En la Bética se tiene noticia de teatros en Belo, Casas de la Regina, Antequera, Córdoba, Sevilla, Astigi y dos en Italica. En la provincia tarraconense, el de Sagunto se construyó en la ladera de una montaña y mide 85,99 m. de diámetro. El de Clunia 150 tiene la gradería tallada en la roca. El de Tarraco tiene una cavea con un diámetro externo de 54 m. Bien conservado está el de Pollentia, Baleares 151. El de Cástulo ha llegado en muy mal estado de conservación. Se conservan restos del de Barcelona, con un friso esculpido con triglifos alternando con hojas de acanto y máscaras teatrales. En la Meseta, en curso de excavación se encuentra el de Segobriga y se conoce el de Arcobriga (Monreal de Ariza). Estos teatros, como los circos y anfitea-tros, que se mencionan en este trabajo, aunque construidos varios años antes, se utiliza-ban todos en época de los Antoninos y de los Severos. En Tarragona se menciona un auriga Eutyches (CIL II, 4314), muerto a los 22 años, siglo III y a Fuscus de la facción Veneta (CIL II, 43 14-5), siglo II 152. En Ilici, siglo III, murió el auriga Elius Hermerotes

147 H. Cohen, Op. cit., II, n. 431. 148 M. Rostovtzeff, op. cit., 178 y ss. 149 M. Almagro, Guía de Mérida, Madrid, 1965, 50 y ss. 150 P. de Palol, Clunia, Burgos 1959, 53 y ss. 151 R. Amorós - M. Almagro - A. Arribas, El teatro romano de Pollentia (Mallorca), Archivo Español de

Arqueología 27, 1954, 781 y ss. 152 P. Piernavieja, Epitafios deportivos de la Hispania. Romana, Citius, Altius, Fortius 10, 1968, 256 y ss.

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(CIL II, 3181) y en Alcudia (Baleares) está enterrado el pancratista Cornelius Aticus, siglo III 153. El mejor circo conservado en Hispania es el de Emerita, capaz para 26.000 espectadores. Sus dimensiones son 423,14 por 104,42 m.; la arena mide 403,94 por 85,32 m. La spina mide 22 m. de largo por 8,60 m. de anchura y 1 m. de alto. Tuvo 11 gradas. El de Toledo es semejante al de Mérida, ya que mide 422,50 por 100,50 m. El de Sagunto mide 355 m. por 73,40 m. 154. Circo hubo en Caparra y en Mirobriga; de aquí se conservan dos inscripciones de los siglos II y III que aluden a reparaciones hechas por los particulares 155. Ludi scaenici se celebraron en Isturgi (CIL II, 2121), en época de los Antoninos. [-57→58-]

Menciones a los espectáculos de gladiadores hay varias. A ellas se refiere la citada oratio de Italica de Marco Aurelio y Cómodo. En Barcelona (CIL II, 4519), en época de Marco Aurelio y L. Vero, murió Dión, liberto tabularlo de los ludi galliciani et hispanici. Una inscripción de Alcolea del Río (CIL II, 6328 b), fechada en el paso del siglo II al III, cita a un possesor leopardorum. Una inscripción del anfiteatro de Tarra-gona, del siglo III, dedicada a la Némesis, menciona a un essedarius, cuyo nombre se ha perdido 156. Un inspector oficial de la recluta de gladiadores por las provincias de Galia, Britannia, Hispania, Germania y Raetia, L. Didius Marinus, cita una inscripción de An-cyra, en Galatia, del tiempo de los Severos (CIL III, 249).

Como los teatros, la mayoría de los anfiteatros documentados en Hispania pertene-cen a la Bética. El de Italica mide 156,50 por 154 m. al exterior y 70,50 m. por 48 m. en la arena. Consta de 3 pisos y es de época de los Severos. El de Emerita tiene capacidad para 15.000 espectadores 157. La elipse del de Tarragona mide 130 por 102 m.; está construido junto al mar, en una pendiente. El teatro y el circo de esta ciudad se han su-puesto obras de época severiana. En Ampurias, Segobriga, Caparra, Córdoba, Cádiz y en otros lugares hubo también anfiteatros. El de Carmona no tuvo, al parecer, superes-tructura. Medía 100 el eje mayor y 55 por 39 en la arena 158.

Relaciones con África. El elemento exógeno más abundante en Hispania es el afri-cano 159, después de los griegos orientales y de los itálicos. La provincia africana, Tú-nez, era la patria de L. Caecilius Porcianus, decurio adlectus y aedilis de Tarraco (CIL II, 4263) 160. De la Numidia Proconsularis, de la ciudad de Sicca Veneria, procedía C. Caecilius Quartus, que llegó a ser beneficiario consular, según indica su esposa, Sempronia Fabiana, que fue la que puso la inscripción mortuoria a su marido. Vivió en época severiana. En la ciudad de Iol Caesarea, en la Mauritania Caesariensis, nació Mummius [-58→59-] Saturninus, quien vivió en Tarraco en el siglo II. En Tarragona mu-

153 P. Piernavieja, Op. cit. 154 J. Bru, Datos para el estudio del circo romano de Sagunto, Archivo de Prehistoria Levantina 10, 1963,

207 y ss. 155 F. de Almeida, Nota sobre los restos do circo romano de Mirobriga dos Célticos (Santiago de Cácem),

Revista de Guimarães 73, 1963, 147 y ss. 156 A. García y Bellido, Némesis en una pintura mural del anfiteatro de Tarragona, Archivo Español de

Arqueología 36, 1963, 177 y ss. 157 M. Almagro, op. cit., 45 y ss. 158 B. Taracena, Ars Hispaniae, II, Madrid 1947, 64 y ss. 159 A. García y Bellido, El elemento forastero en la Hispania Romana, Boletín de la Real Academia de la

Historia, 144, 1959, 144 y ss. 160 G. Alföldy, Die römischen Inschriften von Tarraco, Berlin 1975, n.º 328.

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rió a los 92 años de edad Publicius Ziocas 161, que procedía de la región de Syrtes, concretamente de Leptis. Su hija Publicia Florina costeó la lápida funeraria. Murió en el siglo II y era esclavo.

Si el adjetivo Afer es un cognomen étnico, Claudius Felicisimus, de origen servil, procedería de la provincia africana. En el siglo II vivió en Tarragona e hizo un sarcó-fago para los restos de un coetáneo suyo, Claudius Saturninus 162. El único egipcio documentado en Hispania es Nektaris, nacido en las proximidades del actual Fayum. La capital de la Tarraconense fue la ciudad preferida por la colonia africana. De ello se deduce la existencia en la ciudad de una importante colonia de africanos, lo cual no es de extrañar dado el intenso tráfico comercial entre la costa levantina e islas Baleares con el norte de África y más concretamente con la región de Cartago, favorecido por los vientos. Los restantes nombres de africanos que murieron en Hispania, vivieron en Emerita Augusta, Pax Iulia, Myrtilis, Barcino y Legio VII Gemina. En la primera mitad del siglo III se hizo retratar con su esposa Ulpia Iuniana, en Emerita, Antonius Saturninus, procedente de Madaura en Numidia. G. Blosius Saturninus, que vivió en Pax Iulia, había nacido en Iulia Neapolis, en el África Proconsular. Se avecindó en Balsa. En Myrtilis acabó sus días L. Firmidius Peregrinus, nacido en Utica. De Mauri-tania Tingitana, donde había una fuerte colonia de hispanos 163, procedía P. Antoninus Pudens, que vivió en Barcelona, en el siglo II; había nacido en el Lixus. Cirta, en Arge-lia, era la patria de Licinius Seteanus, veterano de la Legio VII, que murió en Mérida a los 73 años, en el siglo II. El africano más importante de Hispania fue Q. Tullius Maxi-mus 164, oriundo de Libia y que llegó a ser legatus Augusti, de la Legio VII Gemina. El levantó en honor de la diosa Diana una inscripción en verso. Vivió en el siglo II.

Cuatro soldados más, a juzgar por sus nombres, son también africanos; dos de Ta-rragona, uno de Lugo y el cuarto de León. Este último se llamó C. Ennius Felix, fue veterano de la Legio VII Gemina, en el siglo III, estuvo casado con Arnetia Festiva, muerta a los 30 [-59→60-] años de edad. El mismo cognomen, L. Aufidius Felix, aparece en una inscripción de Tarraco 165, del siglo II, puesta por un coterráneo, Gargilius. Posi-blemente es el mismo (CIL II, 4178) citado en otra inscripción de Tarraco, donde apa-rece como commentariensis ab actis civilibus, cargo adjunto al de legatus Augusti, y, por lo tanto, de carácter militar.

Un soldado de Lucus Augusti fue L. Aurelius Aris. Era veterano de la Legio VII y estuvo casado con Aurelia Messia y murió después del año 200. Otro soldado de Ta-rraco fue Bennius. Su esposa Bennia Venustina, le puso la inscripción 166. A juzgar por el nombre, también era africano un Binnius de Valentia, siglo III. De origen púnico han de ser Ampliatus en Valentia y en Utrera, Concesus en Adra, Extricator en Barcelona y Privatus en Cáceres. Se documentan en Hispania una serie de cognomina típicamente púnicos, pero no siempre hay garantía plena de que las personas que lo llevan fueran africanas de nacimiento o de ascendencia. Son aquí abundantes los cognomina como:

161 G. Alföldy, Die römischen Inschriften, n.º 402. 162 G. Alföldy, Die römischen Inschriften, n.º 396. 163 J. Marion, La population de Volubilis à l'époque romaine, Bulletin d'archéologie marocaine 4, 1960,

147 y ss. 164 G. Alföldy, Fasti, 121. 165 G. Alföldy, Die römischen Inschriften, n.º 187. 166 G. Alföldy, Die römischen Inschriften, n.º 235.

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Saturninus, Rufinus, Marticalis, Ianuarius, Victor o Félix; Faustus aparece 35 veces; Fortunatus, 40 veces; Urbanus, unas 20; Donatus, 8 o 10; Honoratus, 10; Potitus, 12 veces. Otros nombres de africanos se mencionan al hablar de las cupae. El material ar-queológico, además de los mosaicos y las cerámicas, indica unas intensas relaciones y de todo género de África con Hispania. D. Julia 167 ha estudiado recientemente los monumentos funerarios en forma de semicilindro llamados cupae, concluyendo que en la Hispania del siglo II y III parece ser una forma de sepultura importada de África. Se localizan generalmente en el litoral, en las proximidades de las costas, pero en Mérida hay más de 200. La influencia más fuerte en estos monumentos se observa en la Bética, siendo los tumuli semicilíndricos de Belo más próximos a los prototipos africanos que los de Barcelona. Tres personajes citados en las cupae son muy posiblemente africanos: Fabia Tertulia, T. Tertullinus y L. Tertiola, los tres en Barcelona, y erigieron muy posi-blemente las cupae más antiguas de la ciudad; las de Barcelona, donde se conocen 26 ejemplares, y Tarragona, donde hay 4 ejemplares, pertenecen a un tipo [-60→61-] de se-pulturas venidas de África, que sufrieron después variaciones en los talleres locales. Estos monumentos son frecuentes en Lusitania (Alentejo, Algarve y Extremadura: Al-cácer do Sal, Alcáçovas, Mexilhoeira Grande, Olhão, Mértola, Beja (30 ejemplares), Viana do Alentejo, Évora y Emerita), principalmente en los alrededores de Lisboa, donde hay 57 atestiguadas. En la Bética las hay en Belo, Cádiz (también en Gandul y Carmona). Igualmente se documentan en Alcalá de Henares, en Palencia y en León. El rito de las cupae era la incineración y pertenecían a un medio social restringido y homogéneo. Entre los difuntos y dedicantes, 8 cupae están dedicadas a esclavos, pero los restantes debían pertenecer a la clase media de la sociedad o a libertos o descen-dientes de libertos. Recientemente J. Berciú y W. Wolski 168 han propuesto la teoría de que varias cupae, más que a prototipos africanos remontan a los sarcófagos de piedra con cubierta de bóveda documentados en Asia Menor, lo que parece desprenderse del hedió de que 19 dedicantes llevan cognomina religiosos, que "reflejan, si no un origen oriental, al menos una influencia de los cultos mistéricos. Otras llevan nombres griegos o derivados de nombres de lugar de origen griego".

En África, durante la época de los Antoninos y de los Severos, la presencia de his-panos fue numerosa. Con motivo de la sublevación de los moros en el norte de África en tiempos de Antonino Pío, año 145 y siguientes, se enviaron tropas de Hispania al África, según indica una inscripción del Noricum, que se refiere a Titus Varius Clemens, praefectus auxiliariorum in Mauritaniam Tingitanam ex Hispania missorum (CIL III, 5211, 5216). En África estuvieron también varias cohortes de origen hispano, aunque sus componentes fueran ya procedentes de otras provincias del Imperio y no tuvieran ya nada que ver con las primitivas reclutas; así la Cohors I Augusta Praetoria Lusitanorum equitata en el año 156 se encontraba en la Tebaida, en Contrapollonopolis Maior; entre los años 156-161 seguía en Egipto. El Ala III Asturum Pia Fidelis Civium Romanorum es citada en diplomas del año 150 y 157. Algún tiempo estuvo a 11 Km. al N de Volu-bilis y acaso también en Thamusida. La Cohors II Hispania C. R. se menciona de guar-nición en Thamusida en diplomas del año 157. [-61→62-] La Cohors II Hispanorum C. R. 167 Les monuments funéraires en forme de demi-cylindre dans la province romaine de Tarraconaise,

Mélanges de la Casa de Velázquez 1, 1965, 2 y ss. 168 Un nouveau type de tombe mis au jours à Apulum et le problème des sarcophages à voûte de l'Empire

romain, Latomus 29, 1970, 919 y ss.

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se documenta hacia el año 160. Debió estar en la Cirenaica; un diploma del año 154 la llama scutata cyrenaica. Su campamento estuvo en Mauritania Tingitana. El nombre de la Cohors V Hispanorum Vascorum se cita en diplomas del año 157 y 160. Debió ser trasladada a Tingitania con ocasión de las revueltas de las tribus nómadas. La Cohors I Lemanorum es citada en diplomas del año 157 169.

Algunos hispanos desempeñaron cargos importantes en África. Tres inscripciones (CIL VIII, 2728, 8465. XVI, 199) citan la procuratela de Porcius Vetustinus, natural de Iuliobriga, en Mauritania Caesariense, en el año 150. Africanos desempeñaron cargos importantes en la administración hispana, como el futuro emperador Septimio Severo, ya citado, y su hermano P. Septimius Geta, que fue propretor de Lusitania 170. De origen africano es, finalmente, el cristianismo hispano 171. La expansión del cristianismo hacia finales del siglo II (las dos citas más antiguas de su existencia en Hispania son de esta época: Ireneo, Ad haer. 1, 10 y Tertuliano Adv. Iud. 7) encaja bien en estos años en que gobernaron emperadores que fueron más bien favorables a los cristianos, como Có-modo, cuya concubina Marcia, al menos, simpatizaba con los cristianos; como Septimio Severo, que también se mostró tolerante con los cristianos, en general, en cuyo reinado los apologistas, como Tertuliano, gozaron de libertad de movimientos y como Alejandro Severo, que según el autor de su [-62→63-] vida en la Historia Augusta, (Vitae Alex. 43, 6-7), Christo templum facere... eumque inter deos recipere.

Relaciones can el Oriente y Grecia. Las relaciones entre Hispania y el Oriente fue-ron intensas en ambas direcciones. Ya se han aludido a ciertos influjos orientales, como a un determinado tipo de cupae, a la comunidad de sirios y asiáticos de Málaga, a las anclas de navíos orientales halladas en Huelva, en Málaga y en Carthago Nova. A las numerosas deidades orientales nos referiremos más adelante. Una versión griega de la citada ley gladiatoria de Italica ha aparecido en Sardes 172. Las personas de nombre ju-dío 173 documentadas en las inscripciones hispanas son pocas, pues este pueblo usaba nombres romanos. En Emerita vivió Iustinus (CIL II, 515), hijo de Menander, nacido en Flavia Neapolis Nablus, ciudad fundada por Vespasiano, después de las Guerras Judai-cas. Judía era la niña Salomunula, muerta en Abdera en época de los Severos (CIL II,

169 Para las tropas hispanas en África cf. J. M. Roldán, Hispania y el ejército, 123 y ss. además de A. Gar-

cía y Bellido, Españoles en el Norte de África durante la edad Antigua, I Congreso Arqueológico del Marruecos Español, Tetuán 1954, 373 y ss. Idem, Los elementos lusitanos en el ejército romano, Ar-queología e Historia 1, 1966, 157 y ss. A. Balil, "Alas" y "Cohortes" astures en el ejército romano, Li-bro homenaje al Conde de la Vega del Sella, Oviedo 1956, 299 y ss. H. Nesselhauf, Diplomata Militaria, Berlín 1936, passim. R. Thouvenot - A. Luquet, Publications du service des antiquités du Maroc, Rabat 1951, 135 y ss.

170 R. Etienne, Inscriptions de Tripolitaine Romaine relatives à l'Espagne, à propos d'un livre récent, Ar-chivo Español de Arqueología 28, 1955, 132 y ss.

171 J. M. Blázquez, Posible origen africano del cristianismo español, Archivo Español de Arqueología 40, 1967, 30 y ss. Idem, Possible African Origin of Iberian Christianity, Classical Folia 23, 1969, 3 y ss. Idem, Relaciones entre Hispania y África desde los tiempos de Alejandro Magno hasta la llegada de los árabes, Die Araber in der Alten Welt, Berlín 1969, 488 y ss. Idem, Romanización, II, 288 y ss. M. Díaz y Díaz, En torno a los orígenes del cristianismo hispánico, Las raíces de España, Madrid 1967, 423 y ss.

172 L. Robert, Les gladiateurs dans l'Orient grec, Amsterdam 1971, 162. 138 y ss. 173 Sobre los judíos en Hispania. cf. L. García Iglesias, Los judíos en la España Romana, Hispania Anti-

qua 3, 1973, 331 y ss. Trabajo fundamental.

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1982). En páginas anteriores han aparecido bastantes nombres griegos o del Oriente he-lenizado de personas dedicadas a profesiones liberales, retores, artistas y médicos. En Hispania hubo un gran número de habitantes que tuvieron sangre oriental o griega en sus venas. Muchos debieron ser esclavos, relacionados con el comercio, las explotacio-nes mineras o agrícolas. El número de nomina o cognomina en el Corpus Inscriptionum Latinarum II es realmente grande 174. Sólo en las cupae halladas en Barcelona se leen los siguientes nombres griegos: Antigenas, Melippus, Protogenes y Neo. Otros nombres son derivados de topónimos helénicos, como Atheneus, Hellenicus, Corinthus, este últi-mo en Tarraco. Griegos son el padre y el hijo citados en una inscripción de Asturica Augusta, de nombre Kassios Dion y Kassios Arkesilaos, el padre o algunos de sus as-cendientes era de origen servil. La inscripción es del siglo II 175. En Caparra murió a los 22 años un parto, procedente de Antioquía; la estela la costeó su hermano L. [-63→64-] Aelius Datius, en época de los Severos (CIL II, 130). Una inscripción hallada en Córdo-ba, fechada en el primer decenio del gobierno de Antonino Pío, con un epigrama en griego, alusivo a la caza, demuestra que el célebre escritor Arriano de Nicomedia fue procónsul de la Bética 176. Algunos hispanos jugaron un papel importante en el Oriente, como M. Porcius Aper (CIL II, 4238), natural de Caesaraugusta, que desempeñó los cargos de praefectus fabrum, tribunus militum de la Legio VI Ferrata en Siria y procu-rator Augusti ab alimentis, procuratela sexagenaria, con funciones alimenticias, cargo que apareció bajo Marco Aurelio. Cohortes de origen hispano estuvieron en el Oriente. La Cohors III Bracaraugustanorum en el año 139, defendió Siria. La Cohors I Augusta Praetoria Lusitanorum equitata estuvo siempre en el Oriente 177.

Relaciones con los países del Rhin y del Danubio. Del Centro y del Norte de Eu-ropa llegaron a Hispania unas cuantas personas en época de los Antoninos y de los Se-veros. En la segunda mitad del siglo II murió en Tarraco, a la edad de 50 años, M. Aurelius Lucillus; fue hastatus de la Legio VII Gemina (CIL II, 4147) y era oriundo de Poetovio 178. En la primera mitad del siglo III vivió C. Titius Similis, natural de Colonia, que fue en Hispania procurator Lusitaniae y curator de Emerita Augusta. Esta ciudad erigió una estatua en su honor (CIL II, 484).

La zona del centro de Europa fue una región muy visitada por los cuerpos de tropas de origen hispano. El Ala I Asturum, a principios del siglo III, se hallaba en Germisara. Ala I Hispanorum Arvacorum, en el siglo II, se encontraba en Panonia. El Ala I Hispa-norum Campagorum en el año 157-158 guarnecía Dacia; su campamento se hallaba en Micia; aquí se hallaba también en época de Septimio [-64→65-] Severo. Desde el siglo II el Ala I Hispanorum se trasladó a Rhaetia, donde se documenta en diplomas militares de

174 A. García y Bellido, El elemento forastero en la Hispania Romana, 135 y ss. 175 A. García y Bellido, Varias notas sobre arqueología hispano-romana en la provincia de León, Tierras

de León, 1963, 13. 176 A. Tovar, Un nuevo epigrama griego de Córdoba, ¿Arriano de Nicomedia, procónsul de Bética?, Estu-

dios sobre la obra de Américo Castro, Madrid 1971, 401 y ss. M. Fernández-Galiano, Sobre la nueva inscripción griega de Córdoba, Emerita 40, 1972, 47 y ss.

177 A. García y Bellido, Los elementos lusitanos en el ejército romano, 169. J. M. Blázquez, Relaciones entre Hispania y los semitas (Sirios, Fenicios, Chipriotas, Cartagineses y Judíos) en la Antigüedad, "Beiträge zur Alten Geschichte und deren Nachleben", Berlín, 1959, 67 y ss. J. M. Roldán, Hispania y el ejército romano, 144 y siguientes.

178 G. Alföldy, Die römischen Inschriften, n.º 178.

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tiempos de Antonino Pío y del 166. En Panonia estuvo de guarnición hasta finales del siglo II la Cohors II Asturum et Callaecorum equitata. En Panonia Superior en el año 138 figura la Cohors I Hispanorum C. R. La Cohors II Hispanorum scutata Cyrenaica en época de Antonino Pío se la documenta en un diploma de Dacia. Durante el siglo II, los panonios y orientales tienden a cubrir las bajas que las guerras y los años causaban en estas unidades. Con la fundación de la Legio VII Gemina los hispanos preferirían servir en esta legión que en tropas auxiliares fuera de Hispania. La Cohors I Lusitanorum aparece en el año 167 en Panonia. En Moesia Inferior estuvo en los años 138 y 159 la Cohors I Lusitanorum Cyrenaica. La Cohors III Lusitanorum, se docu-menta en los diplomas de Panonia Inferior desde el año 114 al 167. Posiblemente es la misma Cohors III Lusitanorum Pia Fidelis mencionada en diplomas de los años 139 en Panonia Inferior. En Rhaetia, en diplomas del año 166, figura la Cohors III Lusitanorum. La Cohors III Bracaraugustanorum guarneció Rhaetia en los años 147, 154-162 y 166. En los años 154-161 estuvo allí con otras auxiliares de origen hispano, como la Ala I Hispanorum Auriana, la Cohors V Bracaraugustanorum y la VI Lusitanorum. La mencionada Cohors V Bracaraugustanorum se encontraba en Rhaetia en los años 166 y 170. Una vexillatio de la Legio VII Gemina estuvo en Germania en el año 235 179.

Relaciones con la Galia y Britannia. España mantuvo un importantísimo comercio de importación y exportación con la primera y sólo de lo segundo con Britannia. En Barcelona residió, hacia el año 203, Antonius Antulus, civis Convenarum (CIL II, 6149). También C. Iulius Rufus, posiblemente comerciante en Tolosa (CIL II, 4557). Q. [-65→66-] Moneitis Verecundus, natural de Narbona y veterano de la Legio VII Gemina, murió en Tarraco (CIL II, 4161) 180. Una inscripción griega de Ampurias, del siglo II, cita a Thespis, natural de Marsella 181. Algunos nombres de comerciantes hispanos resi-dentes en la Galia han aparecido ya en páginas anteriores. En la Galia, el 17 de febrero del año 197, intervinieron en la batalla decisiva entre Septimio Severo y Albino por el poder, a favor de este último, tropas hispanas al lado de las galas. La pérdida de esta batalla motivó la confiscación de las tierras de los partidarios de Albino en Hispania (SHA Vita Sev. 12, 1-3). La Cohors I Pia Vardullorum equitata milliaria estuvo siempre de guarnición en Britannia. Su campamento debió estar en Bremenium, la actual Ro-chester, en tiempos de Antonino Pío, Caracalla y Heliogábalo, algunas veces en compa-ñía de otras cohortes de origen hispano, como la I Hispanorum y III Bracaraugustano-rum en Chester, año 145-146 182.

179 H. Nesselhauf, Diplomata, passim. A. García y Bellido, Alas y Cohortes españolas en el ejército auxi-

liar romano de época imperial, Revista de Historia Militar 1, 1957, 23 y ss. Idem, El elemento forastero en la Hispania Romana, 131 y ss. Cf. J. Rubio, Españoles por los caminos del Imperio Romano. (Estu-dios epigráficos-onomásticos en torno a Reburrus y Reburrinus), Cuadernos de Historia de España 29-30, 1959, 5 y ss. El autor estudia la extensión de este nombre en Europa; muchos eran militares. J. M. Roldán, Hispania y el ejército Romano, 65 y ss. Sobre la emigración hispana en el centro de Europa cf. J. M. Blázquez, Migraciones en la Hispania Romana en época imperial, Anuario de historia económica y social 1975, 7 y ss. Con muchos más testimonios de todas las épocas.

180 G. Alföldy, Die römischen Inschriften, n.º 222. 181 EE 8. 160. A. García y Bellido, El elemento forastero en la Hispania Romana, 129 y ss. 182 H. Nesselhauf, Diplomata, passim. A. García y Bellido, Los "Vardulli" en el ejercito romano, San

Sebastián 1954. 178. G. Alföldy, Die römischen Inschriften, n.º 178.

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Relaciones con Roma y con Italia. Estas fueron siempre intensísimas y de todo tipo: administrativas, económicas, militares, etc. En Tarragona murió, en el siglo II, un liberto de nombre C. Tadius Ianuarius 183, nacido en Pisaura, hoy Pésaro, en Umbría (CIL II, 4165-183). Hacia finales del siglo n terminó sus días, también en Tarragona, M. Aurelius Victorinus, nacido en Iulia Emona 184. Hacia el año 200, en Ilipa Magna, Al-calá del Río, en la Bética, vivió L. Cominius Vipsanius Salutaris, que desempeñó cargos muy importantes, como procurator provinciae Baeticae (CIL II, 1085). En Emerita, hacia finales del siglo II, habitó el itálico M. Aurelius; su nombre se lee en la entrada septentrional del anfiteatro sobre una tabula ansata y cumplió un voto a Dea Caelestis Nemesis 185. En Lucus Augusti [-66→67-] se recogió la inscripción de Philtate, natural de Augusta Taurinorum; de profesión era camarera o sierva, y murió en el siglo II (EE 8, 311). En Roma vivieron gran número de hispanos, algunos de cuyos nombres han apa-recido ya en estas páginas. Lusitano fue el auriga más famoso de Roma, donde vivió en el siglo II, Diocles 186. Venció 1.462 veces. El dinero ganado se calcula en 35.863.120 sestercios. En Roma vivieron los senadores hispanos de los que se hablará más adelante.

CRISIS EN ÉPOCA DE LOS ANTONINOS Y DE LOS SEVEROS

Una serie de indicios indican una grave crisis al final de la época de la dinastía de los Antoninos. En primer lugar, la baja espectacular de la exportación del aceite bético entre los años 160 y 200. M. Ponsich 187 piensa que la disminución no sea realmente provocada por un descenso en el rendimiento, sino por un suceso exterior a la Bética, como pudo ser una superproducción que ocasionara la caída del precio. No antes del gobierno de Cómodo, hace su aparición en Ostia el aceite africano 188, que poco a poco desplaza al bético, pero no lo hizo en tal cantidad como para originar la caída del precio. El Estado Romano necesitó siempre grandes cantidades de trigo, vino y aceite para el sostenimiento de la ciudad de Roma (SHA Vita Ant. 8, 11) y para la annona militar. Este aceite se repartía gratuito. La grave crisis económica y social, que comienza con el rei-nado de Marco Aurelio y de Cómodo 189, no explica satisfactoriamente el descenso de la exportación y, por lo tanto, en la explotación del aceite bético, ya que lo compraba en su casi totalidad el Estado.

Hay que buscar, por lo tanto, causas internas de la Península Ibérica que explica-rían esta baja producción y exportación. Ya el autor [-67→68-] de la vida de Marco Au-relio (SHA Vita Marc. 11, 7) señala que Hispania se encontraba agotada: Hispania exhausta Italica adlectione contra Traiani queque praecepta verecunde cpnsulunt. El texto está corrupto, por lo que se han propuesto diferentes interpretaciones. M. Rostovt- 183 G. Alföldy, Die römischen Inschriften, n.º 182. 184 G. Alföldy, Die römischen Inschriften, n.º 184. 185 A. García y Bellido, Les religions orientales dans l'Espagne Romaine, Leiden 1967, 90 y s. 186 A. García y Bellido, El español Diocles, "as" de los circos romanos, Arbor 119, 1955, 252 y ss.; Citius,

Altius, Fortius, 1, 1959, 165 y ss. Nummus 1, 1953, 81 y ss. Los hispanos sirvieron también en las co-hortes pretorias, cf. A. Passerini, Le cohorti pretorie, Roma 1939, 156. J. M. Blázquez, Migraciones, 20 y ss.

187 Implantation rurale, 290, 294 y s. 188 A. C. - P. C., Ostia, III, 679 y ss., 684 y ss., 691 y ss. G. Panella, Stratigrafie delle terme ostiensi del

Nuatuatore, Recherches..., 87 y ss. A. Carandini, Produzione agrícola e produzione ceramica nell'Africa di eta imperiale, Studi Miscellanei 15, 1969-70, 901 y s., 105 y ss.

189 L. Pareti, Storia di Roma e del Mondo Romano, V, Turín 1960, 346 y ss.

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zeff 190 piensa en reclutamientos continuos de la población que perjudicaron seriamente la economía.

La más reciente opinión y la más verosímil es la propuesta por R. Syme 191, quien cree que se trata de una propuesta contra el absentismo de los senadores hispanos a par-tir de Trajano, y contra la disposición de Trajano que obligaba a éstos a invertir parte de sus ingresos, procedentes de Hispania, en tierras itálicas, con lo que se quería paliar la fuerte crisis de la economía itálica (SHA. Vita Marci. 11, 8). Esta adlectio de hispanos significa una fuga continua de capitales y de hombres. Era especialmente grave para las provincias Bética y Tarraconense, de donde procedían los senadores hispanos. Cuando la familia de los Valerii Vegeti, oriundos de Iliberris, vieron sus propiedades de la Bé-tica confiscadas, llevaban ya mucho tiempo afincados en Italia y habían adquirido gran-des propiedades. Los nombres de las familias béticas que hacen carrera en Roma, los Annios, los Ulpios, los Aelios y los Dasumios, no aparecen, sin embargo, ni en las ins-cripciones de la Bética (salvo el Ulpius del teatro de Italica, en una inscripción inédita), ni en las ánforas, lo que indica que no debían tener su capital en el sur de Hispania. Lan sangría fue más de hombres que de capitales. En época de Marco Aurelio (SHA. Vita Marc. 22, 11) hubo una revuelta en Lusitania: compositae res et in Hispania, quae per Lusitaniam turbatae erant. La causa se desconoce, pero deben estar motivadas por la dureza de las levas y por la recaudación de impuestos.

Hispania, en época de Cómodo, fue saqueada por los bandos de Materno 192, que en el año 186 se pasaron a la Península desde la Galia (Herod. 1, 10, 1). Se desconoce la gravedad de esta incursión [-68→69-] de desertores. De las expresiones de las fuentes que se refieren a esta revuelta se deduce claramente que eran bandas compuestas por sol-dados desertores a causa de la dureza de las levas y de la guerra (SHA. Vita Corara. 16, 2; Pese. Niger. 3, 3 y ss.), a lo que se unía la crisis económica de época de Cómodo. M. Rostovtzeff 193 atribuye esta revuelta, como la de África, al agotamiento general de las provincias, al agobio de los impuestos y a las levas y al relajamiento de las disciplinas. M. Aurelio se vio obligado, además de vender sus joyas, a poner contribuciones extra-ordinarias a los provinciales ya los municipios ricos para hacer frente a los gastos de la guerra, en el año 169-170. De hecho, la hacienda se encontraba sin recursos (SHA. Vita Marc. 17, 4-5). Los 675 millones de dracmas que dejó Antonino Pío al morir (Dio. Cass. 73, 8, 3. Eutrop. 8, 8) se habían evaporado con las guerras. Bajo Cómodo, la si-tuación desastrosa de la hacienda heredada de su padre (Herod. 2, 7, 2) no mejoró, a causa de los gastos excesivos de los donativos y de los congiarios (SHA. Vita Comm. 16, 8-9. Dio. Cass. 72, 16, 1-3). Estas dos revueltas, la Lusitana y la de Materno, son síntomas claros de una grave crisis social latente. Posiblemente hay que relacionar con esta invasión de Materno la presencia de una vexillatio Legionis VII Geminae en Ampu-rias, que parece indicar, posiblemente, cierto malestar en la región. La concentración

190 M. Rostovtzeff, Op. cit., II, 198, 224, insiste en que Hispania fue para Trajano, Adriano y M. Aurelio,

uno de los principales distritos de reclutamiento; lo mismo se deduce del libro de J. M. Roldán, Hispa-nia y el ejército romano, passim.

191 Hadrian and Italica, Journal of Roman Studies 54, 1964, 147 y ss. Otras interpretaciones, G. Gagé, Ita-lica adlectio, Revue des Études Anciennes 71, 1969, 70 y ss. R. Nierhaus, Hadrians Verhältnis zu Italica, Corona memoriae E. Swoboda dedícata, Graz-Colonia 1966, 53 y ss.

192 G. Alföldy, Bellum desertorum, Bonner Jahrbucher 171, 1971, 367 y ss. 193 Op. cit., II, 247.

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grande de tropas en Villalís demuestra que su misión no era sólo servir de policía al distrito minero; quizá los galaicos y astures, mal romanizados, se hallaran revueltos.

Otros indicios de crisis económica son los siguientes: las finanzas de algunas ciu-dades béticas no marchaban bien, como se deduce de la citada oratio de Marco Aurelio y de Cómodo sobre la disminución del precio de los gladiadores, fechada en el año 177 o a comienzos del siguiente. Son significativas de la mala situación económica las ex-presiones del párrafo 7: labentem civitatum statum et praecipitantes iam in ruinas principalium virorum fortunas restituerunt.

Los investigadores que estudian la ciudad de Mérida, observan que no hay pinturas fechadas durante las épocas de Marco Aurelio, ni de Cómodo, ni, en general, se conocen de esta fecha en Hispania. L. García Iglesias nota que no hay inscripciones en Mérida que se puedan datar en estos años. En esta fecha supone A. Jiménez que se [-69→70-] destru-yeron dos de los acueductos de Mérida, edificados después con técnicas más deficientes. En estos años comienzan a aparecer buenos mosaicos en las villas rústicas 194, lo que prueba que la ciudad comenzaba a entrar en crisis y que la gente rica la abandonaba; ello significaba la crisis del artesanado, del comercio y de la religión de tipo tradicional.

La ausencia de sarcófagos, que venían de Roma, como cargas de retorno de las ex-portaciones de vino, trigo, aceite y garum. Roma era un gran centro distribuidor de obras de arte.

La disminución de las monedas de Marco Aurelio y Cómodo. El hecho se docu-menta también en Mauritania Tingitana 195.

El cese de algunas explotaciones mineras o disminución en la explotación a juzgar por las monedas, como en las de la provincia de Huelva.

Ignoramos los estragos de la peste, que en estos años azotó a todo el Imperio (SHA. Vita Marc. 13), que procedía seguramente del Oriente (SHA. Vita Veri 8).

El número exiguo de miliarios de tiempos de Marco Aurelio y de Cómodo señala un mal momento de la hacienda. En el CIL II figura el primer emperador sólo con dos, 4907 y 4726 y ninguno Cómodo.

Generalmente se ha atribuido el descenso en la producción del aceite a la invasión de los moros en la Bética.

A las invasiones de moros africanos en la Bética en época de Marco Aurelio alude la Vita Marci 21, 1:

Cum Mauri Hispanias prope omnes uastarent res per legatos bene gestae sunt. Y la Vita Severi 2, 3: Sed, dum in Africa est, pro Baetica, Sardinia ei attributa est quod Baeticam Mauri

populabantur. Han sido estudiadas por Von Premerstein 196, R. Thouvenot 197, A. García y Bellido

198, C. Fernández Chicarro 199, P. [-70→71-] Romanelli 200 y J. M. Blázquez 201. El estado 194 X. Barral, Mosaicos romanos de Mataró. La villa Can Llauder y el edificio de Can Xammer, Congreso

Nacional de Arqueología 12, 735 y ss. 195 M. Ponsich, Recherches archéologiques, 291, fig. 72. 196 Klio 12, 1912, 167 y ss. 197 Revue des Études Anciennes 41, 1939, 20 y ss. 198 AIEA 8, 1955, 21 y ss. Idem, Veinticinco estampas de la España Antigua, Madrid 1967, 148 y ss. 199 I Congreso Arqueológico del Marruecos Español, Tetuán 143 y ss. Idem, Revista de Archivos,

Bibliotecas y Museos 61, 1955. 596 y ss. 200 Storia dette province romane dell'Africa, Roma 1959, 366 y ss.

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de la cuestión sobre estas invasiones es el siguiente. Se encuentra una confirmación epi-gráfica a las dos fuentes citadas en unas inscripciones halladas, una en Italica 202 y publicada en el CIL II, 1120, y la segunda, en Singilia Barba (CIL II, 2025), dedicadas ambas a C. Vallius Maximianus. La tesis de R. Thouvenot es que la situación de la Bé-tica era tan grave, que el emperador asumió el mando de la provincia, que correspondía al senado, y que el futuro emperador Septimio Severo, que debía ser cuestor en el año 172 en la Bética, fue enviado a Cerdeña, después de una visita a África. En la citada oratio de Marco Aurelio y Cómodo se citan procuratores maximorum principum en las líneas 41, 51 y 57. Nuevos gobernadores senatoriales aparecen poco después del año 180, lo que indica que el peligro de saqueos moros había pasado. Marco Aurelio confió el mando de las dos provincias, Bética y Tarraconense, a un hombre de su confianza, C. Aufidius Victorinus 203 en los años 170 y siguientes: leg. Augg. pr. pr. provinciarum Hispaniae Citerioris et Baeticae (AE 1934, 155). La gravedad fue tan grande que hubo necesidad de un mando conjunto único. Aelius Romanus (CIL VIII, 2786) también fi-gura como debellator hostium provinciae Hispaniae. El cursus honorum de C. Aufidius, amigo [-71→72-] íntimo del emperador, era: gobernador de Germania Superior, proba-blemente bajo Marco Aurelio y Cómodo, procónsul de la Bética antes de ser comes Augg. M. Aurelii et Veri, posiblemente en la guerra germánica de los años 166-169. La tranquilidad fue restablecida, ya que en mayo de 173 se concedió el licenciamiento a los soldados en Cerdeña 204. Esta primera invasión de moros en la Bética se sitúa, según la Historia Augusta, después de la muerte de Vero, año 169, hacia la misma época que la expedición de Avidius Cassius contra los Bucolici, que se fecha, según Dión Cassio (72, 4, 1), entre los años 171-173. Según R. Thouvenot una segunda razzia de moros tuvo lugar en el año 175. Fue una verdadera invasión en la Bética y Lusitania: Compositae res in Hispania quae per Lusitaniam turbatae sunt (Vita Marci 22, 11) ; pero no es se-guro que este texto aluda a la invasión. La gravedad fue tan aguda que hubo que enviar tropas al mando de Gratus Iulianus, que acababa de limpiar Macedonia de enemigos. R. Thouvenot descarta que se trate de una revuelta, ya que el procurador de la provincia, investido de mando militar, operó en la Bética y en Mauritania Tingitana. La Historia Augusta fecha estos acontecimientos poco antes del primer consulado de Cómodo, año 177. La dirección de las operaciones se entregó a Vallius Maximianus, que logró liberar

201 Relaciones entre Hispania y África desde los tiempos de Alejandro Magno hasta la llegada de los ára-

bes, 483 y ss. Idem, Estructura económica y social de Hispania durante la Anarquía militar y el Bajo Imperio, Madrid 1964. 44 y ss. Idem, Nuevo documento referente a. la invasión de moros en la Bética, en la época de Marco Aurelio. Estado de la cuestión, Studi in onore di Gaetano Scherillo, II, Milán. 809 y ss.

202 A. García y Bellido, Colonia Aelia Augusta Italica. 23. CIL, II. 1120: C(aio). Vallio Maximiano, proc(uratori) provincia(rum) Macedoniae, Lusitamae, Mauritan(iae) Tingitanae, fortis/simo duci, res p(ublica) Italicens(ium) ob merita, et quot provinciam Baeticam caesis, hostibus paci pristinae restitue-rit, dedicata anno Licini Victoris et Fabi Aeliani duunuiror(um) pr(idie) Kal(endas) Ianuar(ias). Las letras son del último cuarto del siglo II. Se desconoce la fecha en que ejercieron su magistratura los duunviros Licinio Victor y Fabio Eliano. según A. D'Ors (Emerita 8, 1950, 329) en el año 172 y entre los años 176-17? en opinión de R. Thouvenot (Essai sur la Province Romaine de Bétique, París 1940. 153 y ss.). CIL II. 2015: V(allio) Maximiano proc(uratori) Augg(ustorum) e(gregio) v(iro) ordo Sing(liensium) Barb(ensium) ob municipium diutina obsidione liberatum, patrono, curantibus G(aio) Fab(io) Rustico et L(ucio) Aemílio Pontiano.

203 G. Alföldy, Fasti Hispanienses, 38 y ss. 204 Not. Sc., 1933, 468.

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a Singilia Barba e Italica. Siendo procurador de Mauritania Tingitana, persiguió posi-blemente allí a los rebeldes, como lo indica la inscripción a las ninfas y al genio del lu-gar de Ain Schkour, cerca de Volubilis, consagrada por él. Bajo el reinado de Septimio Severo, los moros se debieron agitar nuevamente en África, pues los dos procuradores Cn. Haius Diadumenianus y Q. Sallustius Macrinianus reunieron bajo su mando las dos Mauritanias. Los piratas saquearon posiblemente las costas hispanas, si es que contra ellos combatieron el legado de la Provincia Citerior Ti. Claudius Candidus 205, y no co-ntra los partidarios de Albino, como es más probable, y el centurión P. Aelius Romanus. Posiblemente la Bética fue atacada o inquietada, pues la basa honorífica de Prenestre (CIL XIV, 2516), dedicada a Iulius Asper, cónsul del 212 y patrono de la Mauritania Tingitana, asocia a las tres [-72→73-] provincias de Hispania las dos de Mauritania. La Bética debió estar revuelta, ya que Italica, eligió como patrono a C. Iulius Pacatianus, legado de Mauritania al final del gobierno de Septimio Severo. C. Castillo 206, que ha estudiado recientemente la prosopografía de la Bética, cree que el gobierno de C. Aufi-dius Victorinus debió tener lugar entre los años 168 y 172; por lo tanto, adelanta en dos años la data propuesta por R. Thouvenot. C. Castillo, siguiendo a Pflaum 207, y en contra de la tesis de R. Thouvenot, descarta la existencia de una segunda invasión, que ocurri-ría hacia el año 175. Se trataría de una revuelta intestina, pues antes del año 176 hubo de nuevo en la provincia un gobernador senatorial, Cornelius Anullinus 208, lo cual es un argumento muy a favor de su tesis y en contra de la hipótesis de R. Thouvenot. Si el mando de la Bética volvió al senado, debió ser por no existir ningún peligro exterior. C. Castillo indica, lo cual es muy probable, que el gobierno conjunto de Aufidius, como legatus Augustorum, está relacionado con las invasiones de moros en la Bética. El título parece referirse a un momento anterior a la muerte de Vero, año 169; Pflaum se inclina a creer que el nombramiento de Aufidius es posterior a la marcha de M. Aurelio y L. Vero a la guerra contra los germanos (febrero del 168) y que Aufidius combatió con la Legio VII Gemina en el año 171. El proconsulado de África, 173-172, señala un término ante quem para el gobierno de Aufidius en Hispania. Para Vallius Maximianus señala C. Castillo que el título de procurator Augustorum puede referirse a la época de M. Aure-lio y L. Vero (161-169), a M. Aurelio y Cómodo (176-180) o a los años de Septimio Severo y Caracalla (198-209). Pflaum 209 se inclina por esta última posibilidad, ya que T. Claudius Candidus, general de Septimio Severo, fue nombrado después del año 198 leg. Augg. pro. pr. provinc. H(ispaniae) C(iterioris) et in ea dux terra marique aduersus rebelles hostes p(ublicos) (CIL II, 114) y cree este autor que Vallius Maximianus y Claudius Candidus juntaron sus esfuerzos contra los moros. Sin embargo, no da el pro-blema por solucionado. A. García y Bellido indica el año 172 como el de las devasta-ciones moras en la [-73→74-] Bética. Las alteraciones de Lusitania las sitúa este autor en torno al año 175. C. Fernández Chicarro sigue la tesis de R. Thouvenot, haciendo cons-tar que en la inscripción de Antequera no se lee Bello Maurorum, como indica CIL II, y sobre el que fundan sus tesis todos los autores que de ella se han ocupado. P. Romanelli,

205 G. Alföldy, Fasti Hispanienses, 43 y ss. Idem, Die römischen Inschriften, 130. Según este autor esta

inscripción aludiría a las luchas contra los partidarios de Albino y no contra los moros. 206 Prosographia Baetica, Pamplona 1965, 226 y ss., 215. 207 Les carrières procuratoriennes équestres sous le Haut Empire Romain, París 1960-61, 589. 208 C. Castillo, op. cit., 55, n. 102. 209 Op. cit., II, 585 y ss.

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R. Thouvenot y J. Carcopino 210 han pensado que estos moros, que saquearon la Bética, son los Baquates, lo cual es muy posible, que han merecido buenos trabajos última-mente de J. Carcopino 211, E. Frézouls 212 y P. Romanelli 213. Como may bien ha indi-cado este último autor 214 "noi potremo dire che il passagio dei Mauri nella Spagna fu preceduto da loro scorriere su larghe estensioni della Mauretania, e particularmente de-lle sue coste mediterranee"; ya entre 146 y 147 Antonino Pío luchó contra los moros en Mauritania y T. Varius Clemens era praefectus auxiliorum in Mauretania Tingitana ex Hispania missorum (CIL III, 5211 y ss., 5214) 215. Este autor fija la guerra de M. Aure-lio contra los moros en el año 172-173. Una confirmación de esta fecha la encuentra P. Romanelli en la inscripción de Roma (CIL VI, 31856) dedicada a L. Iulius Vetilius Gratus Iulianus que fue praepositus vexillationis per Achaiam et Macedoniam et in Hispanias adversus Castabocas et Mauros rebelles. La revuelta de los Castabocos y sus razzias en la costa de Macedonia y Acaya, lo más tarde han tenido lugar en 171; a fina-les de este año y en el siguiente debe datarse el envío de tropas a Occidente. Von Pre-merstein piensa que estas tropas luchaban en el mar, y una confirmación sería las ins-cripciones CIL VIII, 9358 y 9363 de Cesarea, que menciona la primera a P. Aelius Pa-latina Marcianus praepositus clasis syriacae et augustae praefectus clasis moesiaticae y la segunda a Titus Claudius Priscianus, praepositus classibus. No hay noticias de una acción por mar contra los moros, pero, como observa P. Romanelli, "la cosa apare molto verosimile, dato che, essendo i Mauri passati dall'Africa in Spagna, potè riconoscere opportuno e vantaggioso assalirli nella traversata e [-74→75-] impedir loro il ritorno o l'invio di rinforzi o recuperare loro preda fatta nelle Penisola Iberica". Piensa también P. Romanelli que de un papiro de Egipto se deduce que en 172-173 un destacamento de tropas romanas se encontraba en Mauritania. Según Von Premerstein y R. Thouvenot, el diploma militar de Cerdeña, mencionado (CIL XVI, 127), indica una situación tranquila en el Mediterráneo occidental, pero, como observa P. Romanelli, nada autoriza a poner en relación con las razzias de moros en la Bética estas tropas y su licenciamiento. P. Romanelli cree que se puede referir a esta guerra la inscripción de Geryville (CIL VIII, 21567). Está consagrada a la salud del emperador y del legado de la legión, M. Aemilius Macer Saturninus, en virtud de un voto hecho por un tal Catulo, centurión de la III Le-gio Augusta. La inscripción, que menciona a varios militares, se fecha en mayo del 174. Von Premerstein, como R. Thouvenot, admite una segunda oleada de razzias a la que aludirían un segundo pasaje de la Vita Marci (22 y ss.) en la Historia Augusta y las ins-cripciones de Singilia Barba. P. Romanelli, como estos dos autores citados, no seguidos por C. Castillo y Pflaum, admiten, apoyados en este pasaje, una segunda oleada de mo-ros. El primer investigador señala que si las hordas van a Lusitania podía ser por proce-der de la costa atlántica de Marruecos. La prueba de esta segunda invasión serían las dos citadas inscripciones que, como la de Volubilis a las ninfas, se datan en el siglo II, posi-blemente en época de Marco Aurelio y Cómodo. La inscripción de Singilia Barba en que aparece Vallius Maximianus, como procurator Augustorum no puede ser, según

210 MAEFR 57, 1940. 368. 211 Op. cit., 349 y ss. 212 Bulletin d'archéologie marocaine, II, 1957, 65 y ss.; MAEFR 65. 1953. 155 y ss.: 68, 1956, 107 y ss. 213 Hommages à Albert Grenier, III. 1962. 1347 y ss. J. M. Blázquez, Hispania, 108, 1968, 27 y ss. 214 Le province, 367. 215 P. Romanelli, Le province, 354 y ss. Baradez, Libyca, 1954, 127 y ss.

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indica von Premerstein, anterior al 176, en que se asocia Cómodo al trono. Vallius Maximianus. procurador de Lusitania, había conducido la guerra en España y después, con el mismo cargo, en África. Como el procurador, cargo administrativo, no tenía fun-ciones militares, hay que pensar en un encargo extraordinario, o, como sugieren T. Mommsen y P. Romanelli, que primero lo había sido en Lusitania y después en Mauri-tania Tingitana, persiguiendo a los moros en Hispania. A la misma campaña se refería la citada inscripción (CIL VIII, 2786) de P. Aelius Romanus 216, lo que indicaría que en la campaña habían participado tropas de Numidia. P. Romanelli descubre una prueba de la tranquilidad reinante en el año 176 en el licenciamiento de veteranos de la [-75→76-] III Legio Augusta (CIL VIII, 2547 y 2744), en el envío después de este año de un destaca-mento de la misma legión a Panonia y en la guerra contra los Marcomanos (CIL VIII, 619). Von Premerstein cree ver una alusión en las monedas de Cómodo acuñadas entre los años 177 y 178, con la leyenda Mauritania y un moro que conduce un caballo; esta tesis la encuentra P. Romanelli 217 muy hipotética y ello es cierto. Este autor concluye que se puede dar por ciertas las rebeliones de moros en África y las razzias en Hispania entre los años 172 y 176, pero difícil, o no seguro, es establecer distintas fases como indica von Premerstein.

En la época de Marco Aurelio un destacamento de la Legio VII Gemina figura en Italica, lo que parece estar en relación con estos acontecimientos 218, así como, quizás, las murallas de Carmona 219 e Italica, según indican A. García y Bellido 220 y R. Thouvenot.

Las razzias de africanos en la Bética no son más que uno de los múltiples aspectos de unas intensas relaciones entre Hispania y el norte de África en la época romana. No deja de ser interesante señalar que hoy día, cuando los arqueólogos señalan que ninguna cultura hispánica, desde el Paleolítico Superior, procede de África 221, cada vez se seña-lan unas relaciones más intensas, de todo tipo, entre la Península Ibérica y África en época romana y en el primer milenio a.C.

Bandas de partidarios de Albino debieron hacerse fuertes en Hispania, si a ellas alude la inscripción de Tarraco (CIL II, 4114) [-76→77-] dedicada a Tiberio Claudio Candido, en la que se lee in ea duci terra, marique adversus rebelles homines hostes populi romani.

216 A. García y Bellido, Archivo Español de Arqueología 34, 1961, 146 y s. 217 Le province, 372. 218 A. García y Bellido, Colonia Aelia Augusta Italica, 22, fig. 12; Idem, Nueve estudios sobre la Legio

VII Gemina y su campamento en León, 56, n.º 22-23. CIL II, 6252 (2 sellos latericios); CIL II 26; EE 8, 388 y ss. (92 limites). C. Fernández-Chicarro, Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, 589 y ss. n.º 2-4.

219 R. Thouvenot, Essai, 407, las cree muy similares a la de Volubilis. 220 A. García y Bellido, Colonia Aelia Augusta Italica, 113 y ss., las juzga construidas con ocasión de las

invasiones moras. 221 M. Tarradell, Homenaje a Jaime Vicens Vives, Barcelona 1965, 173 y ss. Idem, Tamuda 106, 1958,

279 y ss.; 7, 1959, 123 y ss. J. Maluquer et alii, Primer Symposium de Prehistoria, de la Península Ibé-rica, Pamplona 1960. F. Jordá, Las raíces de España, Madrid 1968. Ninguna cultura hispana se trae del norte de África por los modernos arqueólogos españoles, lo cual no quiere decir que no hubiera in-fluencias de España en África (cfr. Souville, Miscelánea en Homenaje al abate Henri Breuil, Barcelona 1965, 409 y ss.). Este tema, de la no procedencia africana de las culturas hispanas en la prehistoria, salvo en el Paleolítico inferior, lo hemos tratado en Hispania, 1969. 300.

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Comunicaciones y vías. Las vías hispanas fueron reparadas en época de los Anto-ninos y mucho más en tiempos de los Severos, casi exclusivamente las de los distritos mineros. Antonino Pío reparó las vías del noroeste (HA Epigr. 2153). Marco Aurelio y Cómodo figuran en un miliario de la vía de Bracara Augusta a Asturica Augusta, importantes centros mineros ambas ciudades. En tiempos de Caracalla se vuelve a prestar especial interés a la reparación de las vías hispanas, principalmente las del no-roeste (CIL II, 4740-7, 4801, 4804-5, 4837, 4842-3, 4846, 4848, 4850, 4872, 4889, 6212, 6218, 6235; EE 8, 206 y 245; HA Epigr. 2150), lo que indica que estas minas se explotaban en época severiana y que desempeñaban un papel importante en la economía imperial. Caracalla, para su política de sanar la circulación monetaria (su padre había devaluado el denario drásticamente) y para la acuñación del antoninianus, que contenía la misma cantidad de plata que el denario de M. Aurelio, necesitaba un rendimiento bueno de las minas de metales nobles (Dio Cass. 74, 14, 4). Otros emperadores de esta misma dinastía repararon las vías del oeste también, como Sep-timio Severo (CIL II, 4650-5), Macrino (CIL II, 4789), Heliogábalo (CIL II, 4766-9; 4885) y Alejandro Se-vero (CIL II, 4660; HA Epigr. 1789 222.

En Asturias no han aparecido miliarios ni de los Antoninos ni de los Severos, lo que parece indicar que las minas no se explotaban ya. El Itinerarium Antonini, que, aunque de época de Diocleciano, recoge sus datos de época de los Severos, da un total en Hispania de 34 vías con 6.953 millas romanas.

La distribución de los sarcófagos parece indicar que llegaban a sus puntos de des-tino por transporte marítimo y fluvial, ya que los principales ríos eran navegables 223. A los transportistas marítimos y fluviales aluden las citadas inscripciones de los navicula-rii y [-77→78-] los scapharii, que pertenecían a las dos ramas más importantes de gre-mios dependientes de la prefectura de la annona.

Muy significativo en lo referente a la intensidad del transporte marítimo por el Es-trecho de Gibraltar es el texto de Elio Arístides (Orat, 36, 91): "Son muchos los que ahora navegan más allá de las Columnas de Hércules. Sin duda alguna no menores en número que en otros tiempos. Y no uno o dos barcos en un amplio lapso de tiempo, sino que cada día los transportes y los mercaderes se trasladaban a una y otra parte del mar (Atlántico-Mediterráneo), como si fueran una sola, ya que aquella parte está totalmente abierta y existe ahora una gran seguridad en la navegación dada nuestra hegemonía...".

Cultos orientales. Los cultos orientales florecieron mucho en época de los Antoni-nos y más bajo los Severos, lo que indica, ya de por si, una crisis de la religión romana tradicional. Han sido bien estudiados recientemente por A. García y Bellido 224. Sólo utilizaremos los documentos que con seguridad sean de esta época. En la capital de Lu-sitania, Emerita, hacia mediados del siglo II, desarrolló una gran actividad religiosa un mithreum. El año 155, era pater patrum Gaius Accius Hedychrus, del cual hablan varias inscripciones. Este santuario fue muy importante a juzgar por el número y variedad de las esculturas: Cronos mitraico con cabeza de león, Cronos, Dadóforo, estatua mascu-

222 M. Álvarez, Vías romanas de Galicia, Zephyrus 11,. 1960, 3 y ss. J. M. Roldán, Itineraria Hispana,

Valladolid-Granada 1975. J. A. Abásolo, Comunicaciones de la época romana en la provincia de Bur-gos, Burgos 1975.

223 A. García y Gellido, La Península Ibérica en los comienzos de su historia, 425 y ss. 224 Les religions orientales dans l'Espagne romaine, Leiden 1967.

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lina mitraica, Venus, Oceanus y Mercurio, todas en aparente sincretismo. En Olisipo ha aparecido una inscripción mitraica de comienzos del siglo III. En Troia (Setúbal), en Lusitania, de la misma fecha, se conocen un segundo mithreum con un relieve mitraico, que representa a Mitra y Helios banqueteando. Y a Mitra matando al toro, junto a la luna, y a Cantopates; de la misma fecha es la inscripción de Asturica Augusta dedicada por el legatus Angustí per Asturiam et Gallaeciam, dux Legionis VII Geminae Piae Fe-licis, praefectus aerarii Saturni 225. Sus devotos eran principalmente militares, como en la inscripción de Emerita del año 155, que menciona a M. Valerius Secundus frumenta-rius Legionis VII y en la de Asturica. Su culto aparece en la zona menos romanizada del noroeste y de Lusitania, [-78→79-] más bien que en la Bética o Tarraconense. De origen servil fue el citado Gaius Accius Hedychrus. Del culto a Cibeles se conservan testimo-nios en Córdoba del año 234, donde un ara menciona un taurobolium, hecho por Publi-cius Fortunatus Talamos, el taurobolium lo recibió Coelia Ianuaria; una segunda ara, mutilada, cita al mismo sacerdote, Ulpius Heliadis. En Emerita, a finales del siglo II, otra inscripción alude a un taurobolium, realizado por Valeria Avita el día de su natali-cio. El sacerdote fue aquí Docquiricus Valerianus y el archigalo «e llamaba Publicius Mysticus; en cuanto a las clases sociales de los personajes citados en las inscripciones, son ciudadanos libres 226. De Attis 227 se conoce una escultura del siglo II en Emerita 228. De época severiana son las placas de bronce de Sabazios halladas en Ampurias 229. Del culto a Némesis, además de la citada pintura del anfiteatro de Tarragona, se cono-cen los siguientes testimonios, una inscripción del siglo II de Córdoba, dedicada por los hermanos Cornelii y la inscripción de Tucci dedicada por Crescens y Eulalus, posible-mente esclavos. Esclava era también la que consagró a Némesis una tabula ansata en Emerita; un essedarius dedicó un altar en Tarraco y un liberto o libertino, Fonteius Apolaustus, la inscripción de Cástulo y la placa de cobre de Carmo. Un Collegium con funciones funerarias consagrado al culto de Némesis se cita en Ebora, Lusitania, en el siglo II. Un nombre teóforo, que alude al culto de esta diosa, es el Némesis, siglo II, que dedica una inscripción a su padre Telemacus, ambos probablemente de condición es-clava. A la diosa Némesis de Esmirna consagró, entre los años 198 y 208 en Asturica Augusta, un ara el citado Iulius Silvanus Melanio. De época severiana son también las tres inscripciones consagradas a Némesis procedentes posiblemente del anfiteatro de Italica; una está dedicada por Aurelius Pireticus; la tercera, en griego, por un esclavo público de Italica de nombre Zosimus. De la misma fecha es la inscripción de Tarraco consagrada [-79→80-] por los ciudadanos romanos de origen servil posiblemente, Corne-lius Severianus y Valeria Pompeia, puesta por la salud de Nummus Didymus, nombre griego este último; seguramente se trata de un descendiente de libertos. De época de Caracalla es la inscripción de Emerita dedicada por un beneficio de la Constitutio Anto-niniana del 212. Los devotos de Némesis eran gente de baja situación, esclavos y liber-tos y la mayoría de los documentos de su culto, seis entre un total de doce, proceden de capillas o santuarios situados en las proximidades del circo (tres en Italica, dos en Ta-rraco, y uno en Emerita). De 15 personas mencionadas en las inscripciones cinco llevan

225 A. García y Bellido, Les religions orientales dans l'Espagne Romaine, 21 y ss. 226 A. García y Bellido, Les religions orientales dans l'Espagne Romaine, 42 y ss. 227 A. García y Bellido, Les religions orientales dans l'Espagne Romaine, passim. 228 A. García y Bellido, Les religions orientales dans l'Espagne Romaine, 59. 229 A. García y Bellido, Les religions orientales dans l'Espagne Romaine, 13 y ss.

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nombres griegos. Una (Emerita) indica su origen romano, y en Ebora se documenta un nombre indígena. Hay tres devotos entre once nombres de varón. En Cástulo se incluye la familia y en Ebora se cita un collegium. La mayor parte de los documentos conocidos provienen de la Bética 230. Una inscripción de Córdoba, fechada en época de Heliogá-balo, está dedicada en griego a una serie de dioses sirios: la triada de Emesa (Elagabal y Allath) y otros dioses como Phreu, Kypris, Athene, Nazaia, Yari, y a la Tyche de An-tioquía. Este culto de Córdoba a Elagabal, coincide cronológicamente con el mismo culto en Roma, del que fue gran sacerdote Heliogábalo, que envió un cuadro del betilo de Emesa a la capital del Imperio para exponerlo en la curia senatorial (Herod. 5, 5, 6-7), representado el betilo en las monedas de este emperador. En Roma el emperador levantó un templo, el Elagabalium, para guardar el betilo, sobre el Palatino (Herod. 5, 5, 8; Dio. Cass. 79, 12, 1. SHA. Vita Hel. 3, 4; 4, 4; 7, 1-3) y un segundo sobre el Esquilino (Herod. 5, 6, 6. SHA Vita Hel. 13, 5). Este culto se extendió hasta Panonia (CIL III, 4300). A Zeus Kasios se le cita en unas anclas halladas cerca de Carthago Nova en compañía de Afrodita Sozousa. Aemilius Cilimedus, en el año 224, dedicó un ara a Jú-piter Dolichenus en Villadecanos, cerca del campamento de la Legio VII Gemina 231. Varios son los testimonios del culto a Isis. El monumento a Acci se fecha a mediados del siglo II. Tiene esculpido a Osiris, al buey Apis y a Anubis; está dedicado por Fabia Fabiana; de la misma fecha es una inscripción de Bracara Augusta. Del mismo siglo es la estatua de [-80→81-] Isis de Valladolid. Su culto se propagó entre mujeres de las clases altas 232. En el siglo II, en Valencia, un esclavo, Callinicus, consagró un ara a Serapis, invocándolo como dios de la salud. Del siglo II es la inscripción de Beja, en el sur de Lusitania, y del año 155 la cabeza de Serapis de Emerita, encontrada en el Mythreum y la estatua del mismo dios y de la misma procedencia, sentado. De época severiana es la cabeza del dios hallada en la provincia de Valladolid. En Panoias, al norte de Lusitania, existía en la época de los Severos un santuario excavado en la roca con una plataforma llena de piscinas, llamadas en las inscripciones aeternus lacus, lacus et laciculi y un canal; hay allí una serie de inscripciones en latín y griego, una de las cuales está dedi-cada a Serapis por Gracus Caius Calpurnius Rufinus, con una fórmula que alude al sin-cretismo de todas estas religiones orientales. Varias inscripciones mencionan las cere-monias y fórmulas rituales bajo el nombre de hostias. Las vísceras y la sangre se depo-sitaban en las piscinas, que se rociaban con la sangre. Finalmente se quemaban las en-trañas y las víctimas. Entre los devotos del dios egipcio se encuentran miembros de la alta sociedad como en Panoias, o esclavos como en Valencia. A Serapis dedicaron aras en Asturica Augusta, en época severiana, los citados procuratores Iulius Silvanus Mela-nius y Claudius Zenobius. Este último al mismo tiempo que a Isis. También L. Cassius Paulus y M. Cassius Agripa a Serapis en Legio 233. Al siglo III pertenecen dos inscripciones dedicadas a Dea Caelestis procedentes de Italica; una de ellas está consa-grada por Publius Badius Fortunatus; la segunda se halló en las proximidades del anfi-teatro, lo que parece indicar que las otras dos también proceden del mismo lugar, y está consagrada por Caius Servilius Afrícanus y la tercera por Lucanus Fedelis. Este culto se

230 A. García y Bellido, Les religions orientales dans l'Espagne Romaine, 82 y ss. 231 A. García y Bellido, Les religions orientales dans l'Espagne Romaine, 96 y ss. 232 A. García y Bellido, Les religions orientales dans l'Espagne Romaine, 106 y ss. 233 A. García y Bellido, Les religions orientales dans l'Espagne Romaine, 125 y ss.

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extendió entre la gente baja 234. El templo de Heracles gaditano era todavía uno de los lugares de culto más famosos del Mundo Antiguo en época de Caracalla, quien el año 215 hizo matar a Caecilius Aemilianus, procónsul de la Bética, por consultar al oráculo sobre el futuro del emperador (Dio. Cass. 77, 20, 4). [-81→82-] Su ritual continuaba siendo semita 235. Muy importante desde el punto de vista de las religiones orientales es el mosaico de Emerita, de fuerte influencia pitagórica, magníficamente estudiado por A. Blanco 236; en él aparecen la tríada celeste constituida por tres figuras varoniles seden-tes: Saeculum, Caelum, apoyado en Eolum y Caelum; junto a éste se halla Chaos y de-bajo de ellos Nox. Se representan también los gigantes Polum y Tonitrum. Más abajo y a mano izquierda, se encuentra Helios con su cuadriga. A la derecha se halla Ocasus y junto a Helios el viento que sopla en su cuadrante: el Bóreas. De los cuatro vientos prin-cipales se conservan tres enteros con sus nombres y parte del cuarto: Bóreas, Eurus, Notus y Zephyrus. Debajo del Bóreas están Mons y Nix. El centro del mosaico, hoy en gran parte perdido, lo ocupaban las estaciones alrededor de Aeternitas. Debajo de Helios se ve a Natura. La parte inferior del mosaico la llenan personificaciones fluviales, na-vales y oceánicas: Oceanus, Portus, Pontus, Nilus, Eufrates, Pharus, Navigis y Copiae. Otras tres figuras mal conservadas podrían ser las representaciones de Orontes y de Te-llus. Esta gran abundancia de elementos fluviales y marítimos alude a la importancia de la marina mercante, como elemento básico para la paz, a la abundancia y al bienestar del Imperio Romano. Las naves aseguraban la repartición de los productos de la tierra. Como escribe A. Blanco: "La presencia de Aion-Aeternitas...; el relieve con que aparece la figura del Portus Ostiensis como centro del movimiento comercial del mundo; la conjunción de elementos cósmicos integrada en el cuadro con su vaga y poética religio-sidad, constituyen un canto a la eternidad de Roma y a la armonía del mundo bajo su égida protectora."

El culto a Dionisos estuvo, en época de los Antoninos, y más de los Severos, muy extendido, como se deduce de los mosaicos y esculturas dionisíacas ya citadas. [-82→83-]

Favoreció mucho la propagación de los cultos mistéricos en Hispania el hecho que los Antoninos, y más aún los Severos, fueron muy devotos de ellos. Ya M. Aurelio se había iniciado en los cultos de Eleusis (SHA Vita Marci., 13, 1) y Cómodo fue devoto de Mitra, Isis y Bellona (SHA. Vita Com. 9, 4-6; Perc. Nigr., 6, 8-9). Septimio Severo durante su permanencia en Siria fue influido por las teorías místicas orientales (SHA Vita Sev., 3, 6) y Alejandro Severo restauró en Roma el templo de Isis y de Serapis (SHA. Vita Alex., 26, 8), y se inició en el culto de Emesa (SHA. Vita Alex., 28, 7. Herod. 5, 3, 2. Dio. Cass. 78, 70), que siempre practicó (Herod. 6, 1, 3). El sincretismo reli-gioso, bien manifiesto en algunos de los documentos anteriormente citados, encaja bien en las corrientes sincretísticas manifestadas por los emperadores en Roma; baste citar el sincretismo de Septimio Severo (SHA. Vita Sev., 3, 6), que junto a dioses africanos,

234 A. García y Bellido, Les religions orientales dans l'Espagne Romaine, 140 y ss. 235 A. García y Bellido, Les religions orientales dans l'Espagne Romaine, 152 y ss. Idem, Hercules

Gaditanus, Archivo Español de Arqueología 36, 1936, 70 y ss. J. M. Blázquez, El Herakleion Gaditano, un templo semita en Occidente, Congreso Arqueológico del Marruecos Español, 309 y ss.

236 El mosaico de Mérida con la alegoría del Saeculum Aureum, Estudios sobre el Mundo Helenístico, Sevilla 1971, 153 y ss. G. Ch. Picard, Observation sur la mosaïque cosmologique de Mérida, La mosaï-que gréco-romaine, II, París, 1975, II y ss

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como Líber, Hércules o Dea Caelestis, veneró a Júpiter Heliopolitano o al Sol, o de Heliogábalo (Herod. 5, 5, 8; 6, 3, 5. Dio. Cass. 79, 12. SHA. Vita Hel. 3, 4; 4, 4; 7, 1-3).

Culto al emperador. El culto imperial bajo los Antoninos continuó muy floreciente. Antonino Pío estuvo muy vinculado a Hispania, por su padre adoptivo Adriano y por estar casado con una Annia. El bisabuelo de Marco Aurelio era de Ucubi, en la Bética (SHA. Vita Marci. 1, 4). R. Etienne 237, que ha estudiado bien el culto imperial en Hispania, recoge 13 documentos de Antonino Pío, 38 de M. Aurelio y L. Vero y 6 de Cómodo. En total 57, con una concentración en la Bética. Tarraco continuó siendo la ciudad más importante desde el punto del culto imperial, lo que tiene fácil explicación, pues este culto está en relación con la intensidad de la romanización. Bajo los Antoni-nos se asiste a la agonía del culto de un divus particular, aunque existen algunas dedi-catorias al Divus Antoninus Pius, a M. Aurelio y Cómodo divinizados. El culto a las virtudes imperiales no desempeñó un papel especial tampoco bajo esta dinastía. Un pa-pel importante en el culto imperial desempeñan las princesas. Se asimilan a ciertas dio-sas, como Fautisna la Menor, en Hispalis, a Fortuna, encarnada en la emperatriz o su hipóstasis. Por primera vez después del año 175, [-83→84-] un flamen provincial atiende juntamente el culto de Cómodo y el de su madre. En la Bética las sacerdotisas munici-pales honran a los divorum divarum o a las divarum. R. Etienne señala, en contraste con la multiplicidad de las dedicaciones, con la extensión del culto imperial, que los dedi-cantes son uniformes. La iniciativa oficial dejó lugar a la iniciativa privada espontánea, pero cada vez menos. Después del año 170, no se documenta ninguna dedicación al culto imperial, lo que indica que la decadencia del culto imperial había comenzada Esta crisis del culto imperial explica satisfactoriamente el auge de los cultos mistéricos al final del siglo II y comienzos del siglo III y de las religiones indígenas y del cristia-nismo. En época severiana los documentos de este culto confirman ya su decadencia, aunque los Severos, a juzgar por el número de las inscripciones dedicadas a ellos 238, gozaron de gran popularidad en Hispania, a cuya administración el fundador de la di-nastía y su hermano estuvieron vinculados, y en la que se contaba con un patrimonio imperial muy importante. Su popularidad se debe posiblemente a la política de esta di-nastía de favorecer a las clases bajas y a la sensación de bienestar y de riqueza que dio Hispania en estos años, no reñida muy posiblemente con la inflación. Septimio Severo restauró el templo del culto imperial en Tarraco (SHA. Vita Sev. 3, 4). Las instituciones del culto imperial continúan, pero son poco numerosas. La creación de una nueva pro-vincia con los cotos mineros del noroeste y el campamento de la única legión existente en Hispania (CIL II, 2661) no aportó ninguna novedad. Subsisten todavía las asambleas del conventus, como la del conventus de la Provincia Cartaginense, que hizo una dedi-catoria a Alejandro Severo, emperador que sufrió después la damnatio memoriae 239.

Cristianismo. Los testimonios más antiguos de la existencia de cristianos en la Pe-nínsula datan de finales del siglo II. Se deben a Ireneo de Lyon (Advers. haer. 2, 14) y a Tertuliano (Advers. Iud. 7). Muy probablemente los destacamentos de tropas hispanas en el norte de África, a los que ya hemos aludido, desempeñaron un papel importante al 237 Le culte impérial dans la Péninsule Ibérique d'Auguste à Dioclétien, París, 1958, 461 y ss. 238 CIL II 1103 y ss. 239 J. M. Blázquez, Caparra II, Madrid 1966, 33, lám. 18.

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lado de los mercaderes y comerciantes. La leyenda de la predicación [-84→85-] de San-tiago no remonta más allá del año 612, en que aparece, bien que con dudas, en el De ortu et obitu patrum, de Isidoro de Sevilla. La leyenda de la predicación de los siete varones apostólicos es una piadosa invención de algún mozárabe del siglo VIII. De ella no hay huellas en el Mundo Antiguo, ni en la época visigoda.

La Arqueología no ha suministrado confirmación de la existencia del cristianismo ni en época de los Antoninos ni en la de los Severos.

Religiones indígenas. Las religiones indígenas florecieron en época de los Antoni-nos y de los Severos en el norte, noroeste y Lusitania principalmente, las zonas menos romanizadas. Baste mencionar unos cuantos nombres. Al siglo II pertenecen los si-guientes dioses 240: Aernus (final), Barciaecus, Mars Cariocecus, Lares Tarmucenbae-cae, Ceceaeci (finales del II o comienzos del III), Genius Lequiniensis (o III), Ianus Paraloniecus, Vacodonnaeagus, Bormanicus, Durbedicus, Tameobrigus, Virrora Viliae-gua, Lugoves, Nimmedus Seddiagus, Numina Lapitearum.

Siglo III: Banduabricus, Brigus, Munidia, Vestius Aloniecus, Mentoviacus, Coro-nus, Cusuneoecus, Meneoecus, Bormanicus, Nimphae Lupianae, Nabia, Navia, Coven-tina, Verona, Abna, Antiscreus, Bandusus Oleacus. La diosa Bandua Araugelensis, de Badajoz, de época antoniniana, tiene todas las características y atributos de una Dea Fortuna, asimilación romana de la Tyché helénica. El interés principal de la pátera re-side en la representación de una diosa de aspecto romano a la que se asimilaba una dei-dad del panteón indígena lusitano, cuyo nombre ofrece la inscripción; al mismo tiempo descubre el verdadero carácter de todas estas deidades indígenas con el [-85→86-] radical Band-. La diosa lusitana está representada con todas las características de una Tyché-Fortuna, lo que induce a suponer su carácter similar al de la Fortuna romana, protectora de la familia y de la gens, a la que seguramente alude el adjetivo que acompaña al nom-bre. La asimilación de esta diosa del panteón helenístico-romano por los indígenas ex-plica la frecuencia de deidades de igual carácter documentadas en Hispania, deidades que aparecen en los nombres de muchas Tutelae, a las que acompañan epítetos indíge-nas, que las aras ofrecen con mayor densidad que en otras provincias del Imperio Ro-mano.

Los rituales indígenas se conservaban, así como la lengua lusitana, en la segunda mitad del siglo n, como se deduce de la inscripción de Cabeço das Fraguas, en la que se lee: "una oveja para Trebopala y un cochino para Laebo... una oveja de un año para Trebaruna y un toro semental para Reva". Aquí se tendría, por lo tanto, una suovetauri-

240 J. M. Blázquez, Religiones primitivas de Hispania, I, Fuentes literarias y epigráficas, Madrid 1962,

passim. Idem, Las religiones indígenas del noroeste de la Península Ibérica en relación con Roma, Le-gio VII Gemina, 65 y ss. Idem, Die Mythologie der Althispanier, Wörterbuch der Mylhologie, Stuttgart 1972, 707 y ss.. es una revisión a fondo de los estudios anteriores del autor. Idem, Ultimas aportaciones al estudio de las religiones primitivas de Hispania, Homenaje a Antonio Tovar, Madrid 1972, 81 y ss. Idem, Diccionario de las religiones prerromanas de Hispania, Madrid 1975, totalmente puesto al día. J. D'Encarnaçao, Divinidades indígenas sob o dominio romano em Portugal, Lisboa 1975. M. L. Al-bertos, Organizaciones suprafamiliares en la Hispania Antigua, Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología 40-41. 1975, 5 y ss. Esta autora oree que muchos teónimos son simplemente nom-bres de topónimos y aludirían a la situación geográfica del culto al dios. Enumera 117 teónimos de este tipo.

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lia 241. La inscripción de Marecos es de una importancia grande igualmente para conocer el ritual lusitano; dice así: "A la excelente virgen protectora y a la Ninfa de los Danigos Nabia Corona una vaca, un buey, a Nabia un cordero, a Júpiter un cordero, un ternero, a... urgus un cordero, a Lida una bicha. Se han efectuado los sacrificios por el año y en el santuario el día quinto de los idus de abril, en el consulado de Largo y Mesallino, Lucretio Vitulino y Lucrecio Sabino Postumo Peregrino los dispusieron." La inscripción se fecha el 9 de abril del año 147. El gran florecimiento de los cultos orientales y de las religiones indígenas a finales del siglo II y a comienzos del siglo siguiente, así como la decadencia del culto al emperador, señalan bien el cambio que en la religión, en la eco-nomía y en la sociedad se estaba operando.

LOS HISPANOS EN LA ADMINISTRACIÓN IMPERIAL

H. G. Pflaum 242 ha estudiado recientemente la participación de los caballeros romanos procedentes de Hispania en la administración [-86→87-] imperial; en el siglo II, con posterioridad a Adriano, se conocen los nombres de ocho, de los que seis sólo se puede decir que son del siglo II, sin poder concretar la fecha. Quedan sólo dos nombres; Q. Portius Vetustinus, de Iuliobriga, que fue procurator provinciae Mauretaniae Cae-sariensis, el uno de agosto del año 150, y el citado M. Marcius Aper, de Caesaraugusta, que desempeñó en época de Marco Aurelio el cargo de procurator Augusti ab alimentis, además de praefectus fabrum y tribunus militum Legionis VI Ferratae, según se indicó más arriba.

Después de Adriano se nota la disminución progresiva de los senadores españoles y galos. P. Lambrechts 243 enumera 10 senadores hispanos bajo Antonino Pío; tres proce-den de la Bética y uno de la Tarraconense; tres bajo Cómodo; es decir, el número de miembros hispanos decrece según avanza el siglo II. Los senadores hispanos de la época severiana son 27, algunos son dudosos y entre ellos están algunos supervivientes del se-nado de M. Aurelio y Cómodo 244.

241 A. Tovar, L'inscription du Cabeço das Fraguas et la langue des Lusitaniens, Etudes Celtiques, 11,

1966-67, 237 y ss. 242 Les chevaliers romains originaires d'Espagne, Les empereurs romains d'Espagne, 105 y ss. En cambio,

durante el siglo III, sólo se conoce con seguridad un procurator ecuestre procedente de Hispania: P. Magnius Rufus Magonianus, cf. H. Pflaum, Les procurateurs équestres sous le Haut-empire Romain, París 1950, 191.

243 La composition du sénat romain de l'accession au trône d'Hadrien à la mort de Commode (117-192), París 1936, 184 y ss.

244 P. Lambrechts, La composition du Sénat Romain de Septime Sévère à Dioclétien, 1937, passim. G. Barbieri, L'albo senatorio de Settimio Severo a Carino (193-285), Roma 1952, passim. C. Castillo, op. cit., n.º 49, 78, 96, 102-103, 147. 219, 251-252.