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ENSAYOS GANADORES DEL CONCURSO
JOSÉ ANTONIO PÁEZ
“HISTORIA ECONÓMICA VENEZOLANA”
Se ha elegido el nombre del prócer José Antonio Páez, por haber sentado las bases para el
desarrollo económico nacional al establecer la seguridad jurídica en el país y haber promovido la
libertad de comercio y la democracia liberal como primer Presidente de la República de Venezuela
constituida en 1830.
1er. LUGAR
“Democracia y Libertad Económica en Venezuela”
Dr. Enrique Azpurua Ayala
Seudónimo: Nicholas
2do. LUGAR
“La Fatal Dependencia”
Dr. Ernesto Fronjosa Lasalle
Seudónimo: Un miembro de la Junta Defensora
3er. LUGAR
“Dos políticas económicas y un mismo bolivarianismo: (1936-1945) vs. (1999-2009)”
Prof. Ramón Rivas Aguilar y
Prof. Fabio Maldonado-Veloza
Seudónimo:Williway Silvipaki
Caracas, 2010
Caracas, 2010
1
DEMOCRACIA Y LIBERTAD ECONÓMICA EN VENEZUELA
Ensayo de historia política y económica
NICHOLAS
(Seudónimo)
2
DEMOCRACIA Y LIBERTAD ECONÓMICA EN VENEZUELA
Nicholas (Seudónimo)
1. INTRODUCCIÓN.
A pesar de las limitaciones de espacio que impone la naturaleza de este
trabajo, consideramos que sin abarcar todo el amplio período que comienza
en la etapa fundacional de la República, la reflexión sobre la crisis histórica e
institucional del presente se hace imposible o cuando menos muy parcial e
insuficiente. Tal como lo afirma Seymour Martín Lipset:
“El carácter y contenido de las principales divergencias que afectan a la estabilidad política de una sociedad están altamente determinadas por factores históricos que han afectado a la forma en que los principales problemas que dividían a la sociedad han sido resueltos o dejados de resolver a través del tiempo”1
Sin rastrear los hechos colectivos o las acciones individuales más
destacadas y significativas; sin buscar las causas que las determinaron como
consecuencia de nuestro desarrollo interno y de las influencias externas,
especialmente durante el siglo XX; sin un análisis global e interdisciplinario
de nuestro reciente pasado, carecemos del marco teórico indispensable para la
comprensión y explicación de nuestra grave situación presente, especialmente
cuando el régimen actual fundamenta gran parte de su acción política en una
interpretación parcial y distorsionada de nuestra historia.
Por lo demás, el análisis de nuestra evolución como nación es
indispensable para enriquecer y fortalecer una conciencia histórica como piso
para sustentar nuestras instituciones republicanas y democráticas y
encaminarlas hacia metas y objetivos legítimos y socialmente aceptados. Solo
de esta manera podremos levantar una barrera frente a los populismos
radicales y las interpretaciones políticas e históricas caprichosas con las
cuales se pretende destruir toda la estructura institucional de la República y su
fundamento democrático y constitucional, para sustituirlo por un sistema 1 Lipset, Seymour Martín, El hombre político. Las Bases Sociales de la Política. P.72.
3
autoritario y personalista contrario a los valores y objetivos por los cuales
hemos hechos grandes sacrificios individuales y colectivos.
Igualmente esa revisión crítica y objetiva de nuestro pasado es esencial
para respondernos algunas interrogantes en torno a nuestra dificultad para
desarrollar una mentalidad capitalista y empresarial capaz de formular
contenidos ideológicos, programas y políticas públicas que permitan ofrecer
al país una alternativa atractiva, viable y distinta a la concepción rentista y
paternalista del Estado.
A través de nuestra convulsionada y contradictoria evolución
republicana, nuestra cultura no ha podido superar los atavismos estatistas
propios de nuestra historia. Los avances logrados en el orden político y social
con sus marchas y contramarchas, no estuvieron acompañados en la misma
medida, por el desarrollo de una cultura política y de un sistema económico
que privilegiase al individuo o al ciudadano por encima del Estado.
Las reglas del juego del sistema político dejan de ser mecanismos para la
obtención de fines individuales y colectivos, para convertirse en artimañas
para controlar la estructura que da acceso al manejo del “botín” o sea a la
renta que percibe y controla el Estado.
“Esa falta de confianza en la capacidad de la Sociedad para generar de su propio seno un ‘interés general’ que como vemos ha estado en gran medida presente durante toda nuestra vida republicana, ha de conducir necesariamente a una ‘estatolatría’, a ver en el Estado, concebido como un ente exterior a la sociedad, el único posible creador de un orden político que ha de imponerse aún en contra de la voluntad efectiva de aquellos a quienes va dirigido” 2
A pesar que en la colonia Venezuela producía y exportaba con muy
buenos beneficios para la corona española: tabaco “curaseca”, café y cacao de
la mejor calidad que se vendían en Europa a los mejores precios, la República
a través del tiempo fue disminuyendo su producción agrícola y pecuaria,
especialmente por la guerra de Independencia y las luchas fratricidas y el
Estado comenzó a obtener sus recursos principalmente de las salinas y las 2 Rey, Juan Carlos. El Futuro de la Democracia en Venezuela. Serie Estudio. Colección Ideas. Caracas. p. 47.
4
“canteras” y posteriormente, de los ricos yacimientos del subsuelo, pero no
del esfuerzo productivo, de la iniciativa y de la capacidad de creación del
individuo y de la sociedad.
De esta manera, el Estado fue creciendo no como la expresión de la
sociedad jurídicamente organizada para la obtención de metas y objetivos que
emanan de un “interés general” el cual se alcanza y se identifica
democráticamente, sino que fue creciendo alimentado por la renta petrolera,
como un ente extraño y desvinculado de la Nación, para colocarse por encima
de esta e imponerse desde afuera tanto a la sociedad como al individuo.
Una vez superado el largo período que comenzó en 1830, en el que se
identificaba al Estado con la persona del caudillo y/o con el “gendarme
necesario”, quienes eran considerados por algunos como la única garantía de
la gobernabilidad, el contenido ideológico, doctrinario y programático que
comenzó a desarrollarse a partir de la muerte del general Gómez en 1935, en
lo referente a las orientaciones de nuestras políticas económicas, siguieron los
mismos paradigmas estatistas que predominaron durante todo el siglo XIX.
En la misma medida que se afirmaba una conciencia democrática en lo
político y social, se propagó y reafirmó la creencia que la propiedad privada,
la libertad y la iniciativa individual eran por su propia naturaleza y definición,
insuficientes para generar desarrollo económico o contrarias y perjudiciales a
la gobernabilidad y al desarrollo de la sociedad en su conjunto.
En pleno siglo XX, amplios sectores empresariales como también la
socialdemocracia y la democracia cristiana, a pesar que rechazaban el
totalitarismo comunista y se presentaban como poderosas alternativas
democráticas, estaban fuertemente contaminados de ideas y concepciones
estatistas y populistas, en el sentido de que el Estado debía jugar un papel
determinante en lo económico y convertirse en el gran dispensador de
incentivos, créditos subsidiados, protecciones, como también de beneficios
5
directos entre la población de menores recursos y no en eficiente
administrador de los cuantiosos ingresos fiscales.
En consecuencia, el desarrollo de una economía libre y competitiva y de
un sector empresarial no dependiente de la protección y del favor
gubernamental y la existencia de partidos políticos que cumplieran
adecuadamente sus funciones de representación e intermediación, como
también un sindicalismo autónomo, se hizo prácticamente una meta
inalcanzable.
Desde el origen mismo de la República separada de 1830 se manifestó
con toda su fuerza el caudillismo, que en definitiva fue el origen y la versión
rural y decimonónica del populismo del siglo XX, que enaltece y magnifica el
papel del Estado en detrimento del valor del individuo como ciudadano, todo
lo cual se ha agudizado en la actualidad por un exacerbado radicalismo.
Todo lo anteriormente referido evidencia la existencia de un conflicto
siempre presente en nuestra historia, hoy más vigente que nunca, entre una
concepción colectivista, populista, “cesarista” y estatista por una parte, y por
la otra, una débil concepción que tímidamente ha tratado de afirmar el valor
de la iniciativa, la voluntad y la libertad individual y ciudadana como base de
la organización social y de nuestras instituciones republicanas y
democráticas.
1.-CONSIDERACIONES GENERALES.
Tres factores han incidido sobre nuestra incapacidad para convertir en
bienestar y desarrollo nuestras grandes potencialidades y recursos
económicos y para fortalecer y afirmar la libertad económica, la libre empresa
y el valor del individuo o del ciudadano en la consolidación de un sistema
democrático moderno y eficiente:
6
Primero: La hipertrofia y autonomía del Estado frente a la sociedad y su
dominio casi hegemónico sobre ella.
“Nos creemos beneficiarios del Estado, pero somos, en mucha mayor medida, sus víctimas propiciatorias, porque todo lo que permitimos que el Estado haga por nosotros suele ser, casi siempre, algo que dejamos de hacer nosotros mismos.3
Segundo: Lo anterior, ya existente tanto en la colonia como durante el
caudillismo del siglo XIX, se ve reforzado en el siglo XX por el carácter
rentista del Estado. Este percibe sus ingresos en un alto porcentaje de la
“renta petrolera” y no del esfuerzo y de la capacidad productiva de la
sociedad. Todos los bienes y servicios de los cuales disfrutamos provienen de
diferente manera y por distintos canales en gran medida de la renta petrolera.
Es lo que de manera muy apropiada -y por ello permítaseme la amplitud de la
cita- Asdrúbal Baptista denomina el “capitalismo rentístico”.
“Los cuantiosos ingresos que aprovisionan las arcas del Estado, ya se ha dicho y no estará de más reiterarlo, tienen el carácter de una renta que capta del mercado mundial con cargo a su condición de terrateniente. Por todo ello, entonces, su sostén material no guarda relación con el desempeño de la economía nacional, lo cual le permite un grado de independencia respecto de la sociedad sin mayores paralelos. […] En todo caso, la emergencia del petróleo va a permitirle al Estado disfrutar de una posición privilegiada. En ella concurrirán, de una parte, su natural poder político, con toda la tradición decimonónica detrás; y de la otra, la novedad de su poder económico autónomo, de incomparables capacidades frente a lo magro de los recursos privados.[…] El signo del Estado, pues, no será sólo su independencia respecto de la sociedad. Su verdadero signo, antes bien, es la subordinación de la sociedad. El Estado puede asumir, y en efecto así lo hizo y lo hace, el papel de gran dispensador de recursos. En tal sentido distribuye más que redistribuye; otorga y reparte sin contrapartida. Eso le asegura una preeminencia que no se apoya únicamente en su poder político, ni tampoco en la fuerza bruta o la violencia abierta.[…] Esa preeminencia, además y de manera decisiva, impide naturalmente la existencia de ciudadanos, de ciudadanos que se saben aptos y dotados para exigir y demandar por el elemental hecho de que sobre sus hombros se apoya la vida material del Estado. En su lugar, más bien, toman cuerpo formas de vasallaje y dominio que no pueden ocultar su franco anacronismo”.4
Tercero: El desarrollo “discrónico”5 de nuestra sociedad, alimentado por
concepciones ideológicas y doctrinarias forjadas en latitudes y contextos
3 Granier, Marcel. La generación de relevo vs.. el Estado omnipotente. Caracas Talleres Cromotip 1984. pag 1. 4 Baptista, Asdrúbal. El Estado y el Capitalismo Rentista. Boletín de la Academia Nacional de la Historia. Caracas. Tomo LXXXXVII
octubre-diciembre de 2002. Nº 348. p.27-28. 5 “Entendemos por ‘desarrollo discrónico’, aquel en el cual el grado de desfase o de desnivel entre los distintos órdenes de la realidad
(político, social, económico, técnico, jurídico) o entre los componentes de cada uno de ellos, es lo suficientemente elevado y notable
7
históricos y culturales diferentes, nos hace más difícil la posibilidad de
superar la grave y antihistórica situación actual y los atavismos del pasado.
Sin embargo, de esta crisis histórica podremos adquirir una conciencia
crítica y una visión que nos permita construir una economía de mercado,
basada en una concepción totalmente novedosa de la política y de la actividad
económica centrada en la competitividad, la iniciativa individual, la
propiedad privada, la rentabilidad y una libre empresa con responsabilidad
social, que se sitúe lo más alejada e independiente de la tutela y dependencia
del Estado.
Si bien el gobierno de Hugo Chávez Frías es una mezcla de castro-
comunismo y de peronismo fascista, también no es menos cierto que su
régimen se fundamenta en elementos que de manera perniciosa persisten en la
conciencia y en el inconsciente colectivo de la sociedad venezolana, los
cuales adicionalmente, han sido magnificados por la propaganda oficial, a
través de una interpretación política distorsionada de nuestra historia, sin que
todavía haya surgido, con la excepción de algunos pocos académicos y
líderes, una posición doctrinaria y programática, fundada en la libertad y en la
iniciativa individual.
De esa manera perviven, reanimados por la propaganda y la “mitología”
de la “revolución chavista” o “bolivarista”, vestigios del caudillismo
decimonónico y elementos cesaristas que caracterizaron el arquetipo del
“gendarme necesario” descrito por Laureano Vallenilla Lanz a principios del
siglo XX, los cuales se han conjugado con contenidos ideológicos totalitarios
como el fascismo y el marxismo-leninismo que se introdujeron a principios
del siglo XX, sumado a la vieja tradición socialdemócrata también de
inspiración marxista aunque no totalitaria, conjugada con ideas confusas de la
doctrina social de la Iglesia, mal estudiadas y superficialmente asimiladas por
como para provocar un desacompasamiento general del desarrollo histórico” Soriano, de García Pelayo, Graciela, Venezuela 1810-1830 Aspectos desatendidos de dos décadas, Fundación Manuel García Pelayo, Caracas 2003. p.10.
8
las corrientes democratacristianas latinoamericanas, que vieron en el Estado y
no en la iniciativa individual el fundamento del desarrollo económico y social
de nuestras naciones y pueblos.6
2. ANTECEDENTES HISTÓRICOS.
2.1. La doctrina liberal bolivariana del Estado y de la Nación
Resulta contradictorio que la visión del Estado y de la Nación que hemos
descrito y referido, que comienza en 1830 y que se agudiza con la crisis
histórica en la que está sumergido el país en la actualidad, contradice en
esencia a la doctrina del Libertador y a aquella de la elite que lo acompañó en
el diseño original de República creada en Angostura en 1819.
En efecto, Bolívar tenía una concepción integral de la Libertad, según la
cual era inseparable la libertad política y social, de la libertad económica, de
pensamiento y de expresión. Para los Padres de la Patria nueva esta debía
fundarse en el individuo, en el ciudadano y no en conceptos colectivistas que
se traducían en abstracciones o en ficciones que no estaban ancladas en
realidades concretas.
El concepto y el título de Ciudadano tenía la más alta significación,
porque consideraban, tal como lo afirmó Juan Germán Roscio, que cada
individuo era “un pequeño soberano, hecho a imagen de Dios con soberanía
y poder”7, quien además y por ello mismo debía estar dotado de una
educación e instrucción básica y de los bienes necesarios para su subsistencia
para así poder ejercer plenamente en la realidad de los hechos, la libertad
integral, consustancial a su propia naturaleza.
6 “La dignidad humana requiere, por tanto, que el hombre actúe según su conciencia y libre elección, es decir, movido e inducido por
convicción interna personal y no bajo la presión de un ciego impulso interior o de la mera coacción externa”. Juan Pablo II Concilio Vaticano II. Catecismo de la Iglesia Católica. Citado por Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia. Consejo Episcopal Latinoamericano CELAM. Bogotá. 2005. p.91.
7 Juan Germán Roscio. Citado por Ugalde Luis, S.J. El pensamiento Teológico de Juan Germán Roscio (Colección Zona Tórrida) Caracas Ediciones Casa de Bello, 1992-p.76
9
Lo que hacía que una persona fuera un ciudadano activo era el hecho
efectivo y el derecho inalienable de propiedad y un nivel elemental y básico
de instrucción y de capacitación para una actividad productiva, como también
su educación moral y cívica.
La Constitución de Angostura estableció un régimen electoral censitario
y capacitario, lugar común de las Constituciones de la época, en base a ser
propietario de determinada porción de tierra o nivel de instrucción, o grado
militar (poseer una propiedad raíz de un valor mayor de quinientos pesos,
tener algún grado en una ciencia o arte liberal o mecánica o gozar de algún
grado militar.)8 De allí los decretos del Libertador y las leyes emanadas de los
Congresos de las nacientes repúblicas bolivarianas para convertir a toda la
población en ciudadanos libres dotados de los instrumentos intelectuales,
morales y materiales para ejercer su Soberanía, comenzando por los
integrantes del Ejército Libertador a quienes Bolívar quería y dispuso
convertir en propietarios a través del reparto de las tierras de la Nación.
. La Soberanía popular y la idea de “pueblo” para los Constituyentes de
Angostura no eran conceptos abstractos, sino la resultante, como lo pensaba
Rousseau, de la sumatoria de las voluntades individuales que se expresaban
en la “voluntad general”. Ramón Azpúrua, autor de Biografías de Hombres
Notables de Hispanoamérica en un estudio para la biografía del Dr. Juan
Germán Roscio publicado a mediados del siglo XIX en la “Opinión
Nacional” de Caracas, números 1796 y 1797, afirma que en el principio del
carácter individual y personal de la Soberanía al cual nos hemos referido, se
fundamenta el reconocimiento y el ejercicio de los Derechos del Hombre en
sociedad, o sea en los Derechos Humanos consustanciales a su existencia.
Refiriéndose a la doctrina Constitucional de Roscio antes referida afirma:
8 Al respecto ver: Azpúrua Ayala, Enrique. Evolución Político- Constitucional de Venezuela. El Período Fundacional 1810-1830. p. 126.
10
“Sacó de los libros de la historia del siglo y de la religión católica, así como de la práctica de todos los pueblos, de las máximas de los filósofos antiguos y modernos y del dictamen de la sana razón, el testimonio más auténtico de la verdad, y con esto la defensa más concluyente de los derechos del hombre y de la sociedad.9
Esta concepción trasciende al momento de Angostura para llegar a ser
una imperiosa necesidad en la grave situación de crisis histórica que
actualmente vive el país, aunque la misma haya permanecido ausente de
nuestra cultura y casi totalmente oculta con muy pocas excepciones en la
historiografía venezolana10, a pesar de su inmensa importancia para constituir
una República de ciudadanos sobre la base de la Libertad, el derecho de
propiedad y la solidaridad humana. Para Emeterio Gómez:
Esta discusión -acerca del papel del individuo en la constitución de la sociedad- apenas se ha asomado en Venezuela, y en condiciones muy precarias […] Nociones tales como las ya mencionadas de libertad individual y responsabilidad individual. Pero por encima de todas, la noción de individuo, la autonomía de la conciencia y de la voluntad individual, la infinita capacidad creativa de la que el alma humana es capaz. Ideas estas que son totalmente ajenas a nuestra cultura y que permitirían establecer una relación radicalmente distinta entre el individuo, la sociedad y el Estado. Entre la responsabilidad individual, por un lado, y la justicia social, por otro. […].
Para Venezuela, este período de cuatro, cinco o quince años de discusión constitucional que se abre ante nosotros, es crucial- entre muchas razones- porque puede preparar el camino para una economía de mercado, para una concepción moderna de la actividad económica centrada en la competencia, la competitividad, la iniciativa individual, la rentabilidad y la libre empresa. Condición sin la cual es imposible pensar siquiera en la construcción de una sociedad moderna.11
Para Werner Jeager esta concepción humanista de la sociedad aparece “como el principio de una nueva estimación del hombre que no se aleja mucho de la idea difundida por el cristianismo sobre el valor infinito del alma individual humana ni del ideal de la autonomía espiritual del individuo proclamado por el Renacimiento”.12
Para Norberto Bobbio:
“En la democracia el soberano no es el pueblo, sino todos los ciudadanos. El pueblo es una abstracción, cómoda pero al mismo tiempo, como he dicho, falaz; los
9 José Félix Blanco y Ramón Azpúrua. Documentos para la Historia de la Vida Pública del Libertador…
Caracas. Ediciones de la Presidencia de la República. 1977p. 473 10 Ver. Ugalde Luis S.J. El Pensamiento El pensamiento teológico de Juan Germán Roscio. Azpúrua Ayala, Enrique. Evolución Político-
Constitucional de Venezuela y Azpúrua Ramón. Documentos para la Historia de la Vida Pública del Libertador… 11 Gómez, Emeterio. La Libertad Individual y la Noción de Dios. A Propósito de la nueva Constitución venezolana. Editorial Panapo.
Cedice. Caracas 2000. pp 18 y 23. 12 Werner Jeager. Paideia. Los ideales de la Cultura Griega. Fondo de Cultura Económica. México. 1976. P. 8
11
individuos, con sus defectos e intereses, son una realidad. No por casualidad en la base de las democracias modernas están las declaraciones de los derechos del hombre y del ciudadano, desconocidos para las democracias de los antiguos. La democracia moderna reposa sobre una concepción individualista de la sociedad.”13
2.2. Del Caudillismo “decimonónico al Estado “rentista”.
Laureano Vallenilla Lanz en sus dos obras fundamentales: Cesarismo
Democrático y Disgregación e Integración hace evidente que desde que
comienza la hegemonía del general Páez aún antes de 1830, se veía clara la
tendencia “cesarista” y por lo tanto estatista de la naciente República: Páez es
el “jefe indiscutible, obedecido y amado 14, que tenía el “don de esclavizar las
voluntades de los otros hombres…y que habla a las regiones inconcientes del alma
colectiva de las mayorías populares”15
“[...] Desde entonces se creó como base fundamental de nuestra constitución orgánica y de nuestra moral política, ´el compromiso de hombre a hombre, el vínculo social de individuo a individuo, la lealtad personal sin obligación colectiva fundada en los principios generales de la sociedad´, para llegar, por una evolución necesaria, al reconocimiento de un Jefe Supremo como representante y defensor de la unidad nacional. “!General! Usted es la Patria” le dijeron a Páez los separatistas de 1830”.16
El “cesarismo” estatista que caracterizó al caudillismo del siglo XIX se
mantuvo aún después que el general Juan Vicente Gómez somete y derroca a
todos los caudillos regionales con su triunfo militar sobre la revolución
“Libertadora” y unifica la República bajo su larga tiranía. Podemos observar
que entre la hegemonía del último gran caudillo, general Antonio Guzmán
Blanco y la larga tiranía de Juan Vicente Gómez existen grandes similitudes
en cuanto a las políticas económicas.
El país era fundamentalmente rural y agrario y ambos Presidentes
asumen como imperativo la intercomunicación de nuestras disímiles y
distantes zonas geográficas y la alianza con el capital extranjero para
13 Bobbio, Norberto.Teoría General de la Política. Editorial Trotta. Madrid. 2005. p. 411 14 Vallenilla Lanz, Laureano. Cesarismo Democrático. Monte Avila Editores Pág. 54 15 ídem Pág. 55 16. ídem Pág. 186,187
12
desarrollar algunos medios de transporte y la explotación de nuestras riquezas
minerales. Especialmente durante Gómez, el inició de la explotación de
nuestros hidrocarburos, reafirmó la tendencia del Estado rentista iniciado por
Guzmán, que luego se consolidaría en la segunda mitad del siglo XX.
María Elena González Deluca, refiriéndose a la política del general
Guzmán Blanco en relación a las empresas extranjeras, escribe:
“En los términos que se planteó la coyuntura venezolana y su relación con el sistema capitalista, las posibilidades de obtener altos rendimientos en los negocios se concentraban casi exclusivamente en dos áreas de inversión: la explotación de los recursos naturales y la infraestructura de servicios públicos, particularmente transportes. Las riquísimas reservas de productos naturales pasaron a ser un buen campo de inversión al ampliarse la demanda de productos de extracción en los países de economía capitalista avanzada, por lo que Venezuela comenzó a desarrollar lo que podría denominarse una economía de cantera. La estrategia de cambio guzmancista encontró en la explotación de los recursos naturales del país un apoyo esencial para su propósito de articular el crecimiento económico del país a la dinámica del capitalismo.17
Por su parte, la larga tiranía del general Juan Vicente Gómez (1910-
1935) además de integrar en importante medida a la Nación al terminar con la
inestabilidad disgregadora del caudillismo, permitió un modesto nivel de
libertad económica y empresarial, inició la red básica de carreteras y vías
rurales y abrió al país a la economía mundial y a la inversión extranjera en la
industria de extracción y en los servicios, retomando de esta manera la
política que en este sentido se había iniciado durante la hegemonía del
general Antonio Guzmán Blanco.
“Surgen entonces unas pocas industrias, las más importantes controladas por el déspota o sus familiares: hilados, cemento. Otras (calzados, vestido, bebidas, muebles de madera) evolucionando con perezosa lentitud y, en parte, suplen el consumo de la población”. 18
Luego las exportaciones petroleras y en consecuencia el ingreso fiscal
crecieron a cifras sin precedentes:
El valor de las exportaciones creció a saltos, como ya se ha visto. En 1925, llegó a alcanzar un valor de 173 millones de bolívares. En 1930, antes de la
17 González Deluca, María Elena. Negocios y Política en tiempos de Guzmán Blanco. Universidad Central de Venezuela. Caracas 2001.
p. 95 18 Betancourt, Rómulo. Venezuela Política y Petróleo. Editorial Senderos 3ª edición. Bogotá 1969. p.454.
13
reducción acordada por las compañías explotadoras del subsuelo, la exportación de esa riqueza llegó a una cifra espectacular: 858 millones de bolívares”.19
Todo ello le permitió al gobierno pagar la deuda externa terminando así
con el elemento de la mayor vulnerabilidad exterior; estructurar un incipiente
ejército nacional con la creación de la Escuela Militar y comenzar a echar las
bases de la estructura administrativa del sector público. Todo ello al precio de
una ausencia total de libertades políticas.
“Venezuela entró cronológicamente al siglo XX afligida por un grave estado de precariedad generalizada. Las finanzas públicas estaban en bancarrota; la guerra no era una ilusión fantasmagórica, sino la realidad palpable que el caudillismo nos deparaba; la economía de exportación, deprimida, sufría nuevos embates al pronunciarse la crisis del mercado mundial que desde la expiración del siglo XIX amenazaba con la ruina de los productores; la deuda pública externa y las reclamaciones extranjeras complicaron el panorama nacional hasta que las presiones de las potencias se resolvieron con el bloqueo de 1902”20.
Sin embargo, durante este período, a pesar de la naturaleza tiránica del
régimen y como consecuencia directa del mismo, por efecto de la dialéctica
de los procesos históricos, ya superada la etapa del “caudillismo feudal”,
comenzó en Venezuela a crearse una conciencia democrática liderada por una
heroica oposición al gobierno del general Gómez, a la vanguardia de la cual
se encontraban intelectuales como José Rafael Pocaterra y la juventud
universitaria conocida como la “generación del 28” que finalmente creó las
bases de nuestra ulterior evolución hacia la democracia moderna y hacia una
participación popular más amplia y directa.
Si bien no se puede negar la ampliación y progresividad de los derechos
políticos y sociales que se fueron incorporando desde la Constitución de
1936, sancionada bajo el gobierno del general Eleazar López Contreras
sucesor de Gómez, también es cierto que se mantuvo la tendencia estatista y
la negación del valor de la iniciativa y la libertad individual en el orden
económico. Especialmente se fueron menoscabando expresamente en los
19 Idem pp 454-455. 20 Rodríguez Campos, Manuel. El caudillismo como necesidad orgánica en Laureano Vallenilla Tierra Firme. Revista de Historia y
Ciencias Sociales. Caracas, octubre-Diciembre de 1985. p. 587.
14
textos Constitucionales dos Derechos fundamentales: La libertad económica y
el Derecho de propiedad. Así lo aprecia Allan Brewer-Carías en relación a las
Constituciones de 1936 y 1947:
“En efecto, en cuanto a la propiedad se agregó una nueva posibilidad de la limitación en cuanto a la adquisición y transferencia de determinadas clases de propiedad, sea por su naturaleza, por su condición o situación en el territorio. (art 32 ordinal 2 de la Constitución de 1936) […] amplió la posibilidad de que la libertad de industria y la del trabajo pudieran ser limitadas por razones de interés público o las buenas costumbres (ordinal 8) […] consagró la posibilidad expresa para el Estado de ´reservarse el ejercicio de determinadas industrias, para asegurar los servicios públicos y la defensa y crédito de la Nación (0rdinal 9)” […] La Constitución de 1947 siguió la orientación iniciada en el texto de 1936, estableciendo la función social de la propiedad, la cual en consecuencia podía ser sometida a las contribuciones, restricciones y obligaciones que estableciera la Ley con fines de utilidad pública o interés general (Artículo 65 de la Constitución de 1947).
[…] En cuanto a la libertad económica la Constitución de 1947 estableció las bases contemporáneas del intervencionismo estatal, no sólo al permitir a dicha libertad por razones sanitarias o de seguridad pública, sino al consagrar el derecho del Estado de ´dictar medidas de orden económico para planificar, racionalizar y fomentar la producción, y regular la circulación y el consumo de la riqueza, a fin de lograr el desarrollo de la economía nacional (art. 73).21
El último aparte del artículo anteriormente citado de la Constitución de
1947, se repite sin ninguna modificación en la Constitución de la dictadura de
Marcos Pérez Jiménez de 1953 (1er.aparte del ordinal 9º del artículo 35)22. Si
bien esta tendencia a limitar y restringir la libertad económica y el Derecho de
propiedad, continuó y se acrecentó en las Constituciones de 1961 y
especialmente en la Constitución de 1999, aunque lo más importante y
decisivo ha sido la reglamentación legislativa y la prolíferas normas
reglamentarias, decretos y resoluciones ministeriales, sumado a la amplia
discrecionalidad que en consecuencia han tenido los funcionarios públicos
para intervenir la actividad económica.
Esta concepción que ha venido fortaleciendo el predominio del Estado
sobre la sociedad y la corriente que ha propiciado históricamente la tendencia
21 Brewer-Carías, Allan R. Evolución Histórica del Estado. Tomo I. Universidad Católica del Táchira. San Cristóbal 1996. p. 382. 22 Constitución de 1953. Compilación Constitucional de Venezuela. Congreso de la República. Caracas 1996. p.565.
15
a limitar y a restringir la propiedad privada, la libertad económica y la libre
iniciativa individual, se manifestó no sólo en el orden Constitucional y legal,
sino en la filosofía política de los gobiernos, incluyendo al del general Eleazar
López Contreras a quién la historiografía política venezolana es unánime en
considerar como el representante más connotado de la corriente contraria al
socialismo izquierdista de aquella época. Así su más destacado e influyente
Ministro en el área económica, el Doctor Alberto Adriani consideraba que:
“Pero los intereses de una sociedad son infinitamente más considerables que los intereses de los individuos, y cada libertad concreta debe ser reglada de acuerdo con el interés colectivo. Es imprescindible pues, sustituir la mística de la libertad individual por la mística de la libertad nacional (¿?) y de la disciplina colectiva”23
Además no hay que olvidar que en la etapa democrática que comienza en
1958, las garantías económicas, de suyo ya restringidas en los textos
constitucionales y en las multiplicidad de leyes, decretos, reglamentos,
resoluciones y actos del poder público, se suspendieron durante 30 años bajo
la motivación y justificación de la protección y fomento de la actividad
privada en base a la llamada “política de sustitución de importaciones”, que
entre otros asuntos era reacia a toda competencia extranjera y a que el país se
incorporara a cualquier acuerdo de integración económica regional o sub-
regional que amenazara las irracionales barreras arancelarias que protegían a
una industria que calificaban en estado incipiente y poco competitiva en
calidad y precios, la cual necesitaba de toda clase de protección e incentivos
oficiales.
El débil empresariado existente en esa época, totalmente dependiente del
favor, de los créditos subsidiados de los entes públicos, de la protección
arancelaria y en general de la discrecionalidad del Estado, que ha podido
desempeñar un papel de liderazgo en defensa de la libertad económica y de la
libre empresa, no sólo no tuvieron conciencia de lo que significaban las
23 Adriani, Alberto. Labor venezolanista. 2ª edición. Tipografía Garrido. Caracas 1949. p. 105.
16
restricciones señaladas en los textos Constitucionales, sino que aceptaron
pasivamente los controles de precios que comenzaron a imponer los
gobiernos para contener la especulación en un mercado cautivo
excesivamente protegido de la competencia extranjera. De esta manera el
sector empresarial recibió con beneplácito los beneficios de la intervención
del Estado y en consecuencia también las restricciones de los derechos
económicos que entendían los hacía el Estado en su beneficio y para su
protección.
Convocar a la gran mayoría de los venezolanos a un cambio que pueda
superar la crisis histórica e institucional en la cual estamos sumergidos, con
garantías futuras de un desarrollo económico y social con libertad y con
durabilidad, requiere de una nueva elite dirigente que sustituya a un liderazgo
gastado y vacío de contenido ideológico que con algunas valiosas
excepciones, sólo se limita a exigir la plena vigencia de una Constitución
inspirada y promovida por Chávez, que en su momento rechazaron y
repudiaron de la manera más categórica y a proponer frente a la fuerte carga
ideológica de la llamada revolución “Chavista”, una suerte de “pragmatismo”
en el cual los contenidos ideológicos y doctrinarios se consideran un estorbo
o al menos innecesarios. “Lo importante es solucionarle los problemas a la
gente”, pero nada se dice de la causa de los mismos o sobre consideraciones
teóricas que apunten a soluciones con garantía de permanencia en el tiempo.
Stein Rokkan, en su obra Dimensions of State Formation and Nacional
Builting, citado por Köning, mantiene que es indispensable y decisiva la
participación activa de una elite en la conformación y desarrollo de las
sociedades organizadas en Estado, para que puedan ser consideradas
Naciones. Estas elites “…son las que pueden iniciar la movilización, pero
17
también las que pueden impedir que la participación política y económica
crezca, bloqueando así la transformación nacional” 24
3.- El MODELO BETANCOURISTA Y LA SOCIAL-
DEMOCRACIA VENEZOLANA.
En la génesis del populismo radical que padecemos hoy, debemos tomar
igualmente en cuenta la tradicional prédica de los principales partidos y de
muchos dirigentes políticos la cual permanecía latente en el inconciente
colectivo, en el sentido de que la libertad económica, la propiedad privada, la
libre empresa, la libertad y la iniciativa individual y la inversión extranjera
eran por su propia naturaleza contrarias y dañinas al desarrollo de una
sociedad justa, como también la vieja conseja socialdemócrata que sobrevivía
en muchos venezolanos, contenida en la doctrina betancouriana del “Plan de
Barranquilla” (marzo de 1931) de que la “revolución política”, era una
aspiración del pueblo para satisfacer sus aspiraciones Constitucionales,
electorales y parlamentarias y superar al caudillismo-latifundista del siglo
XIX y a la tiranía gomecista, pero que todo ello era tan sólo una etapa previa,
un programa “mínimo” que debía dar paso al programa “máximo” como
expresión de una “revolución social” en donde el papel rector del Estado
dominaría toda la vida económica, cultural y social del país para su debida
transformación.
Rómulo Betancourt en la parte doctrinaria del “Plán de Barranquilla”,
afirma: “Ya las masas venezolanas están ‘armadas en la resolución vehemente de
armarse’, cumpliéndose la más elemental de entre las condiciones objetivas que para poner a la orden del día la insurrección exigen los de la rigurosa dialéctica materialista.”25
24 Köning Hans-Joachim El Camino hacia la Nación. Nacionalismo en el Proceso de Formación del Estado y de la Nación de Nueva
Granada 1750-1856. Bogotá. Banco de la República de Colombia 1994. p.36. Ver Azpúrua Ayala, Enrique. Evolución Político-Constitucional de Venezuela….p. 89.
25 Rómulo Betancourt y otros. Plan de Barranquilla. Citado por Arturo Sosa y Eloi Legrand.. P.459
18
Refiriéndose a “las causas últimas” del despotismo en Venezuela, como
en el resto de la América Latina, comparte el criterio de los firmantes de ese
documento, en el sentido que el mismo …
“es expresión de una estructura social económica de caracteres diferenciados y precisables sin dificultad. Los factores son internos unos y externos otros. Los primeros, pueden referirse al que los comprende y explica a todos: la organización político económica semi-feudal de nuestra sociedad. Los segundos, a la penetración capitalista extranjera”26
Esta posición, que definió en gran medida el destino de Venezuela, si
bien le dio a los sectores populares una salida democrática y los apartó del
marxismo y del fascismo y de corrientes populistas radicales, introdujo en
nuestro inconciente colectivo la idea muy difícil de erradicar, que la
democracia era tan solo una etapa previa en la transición pacífica al sistema
socialista, tesis que expresa Betancourt con toda claridad no sólo en el Plan
de Barranquilla, sino en una abundante y variada correspondencia con sus
amigos y relacionados. En carta dirigida a Raúl Leoni el 28 de agosto de 1935
expresa:
“Mi primera intención fue la de escribirle a los compas de Trinidad manifestándoles mi desacuerdo con los programas, con las consignas. Pero después pensé que nada conseguiría con ellos, ya que se trataba del cumplimiento de la línea general que para los pc en países semi-coloniales dio el VI Congreso de la IC. Las objeciones que se me ocurrirían eran estas: las mismas que siempre he hecho al programa actual del pcv en innumerables cartas escritas a Uds y a otros compañeros que plantea un programa máximo, un programa para la conquista del poder; y no un programa mínimo, dirigido a la conquista de las masas, en la cual ocupen puestos importantes las consignas de democracia política (especialmente la consigna de una Asamblea Constituyente). Recuerdo que en una carta para ti mismo te decía que lanzarse a la conquista de las masas en Venezuela, país despotizado, con un programa sin consignas democrático-burguesas, era como echarse a un río a nadar con las manos amarradas a la espalda. No es necesario hablar del concepto que nosotros tenemos de la podrida democracia burguesa. No es necesario decir que nosotros, com(unistas), no vemos en ella sino una tapadera más o menos disimuladas de la dictadura de un puñado de imperialistas y de millonarios. Pero las masas atrasadas de un país donde el régimen imperante no le ha permitido al proletariado educarse políticamente no piensan así. Tienen ilusiones constitucionales, fe en la democracia […] Sin embargo, como las masas tienen ilusiones parlamentarias y constitucionales, fe en que un gobierno ‘civil’ y ‘alternativo’, con libertades públicas, nosotros nos ponemos al frente de las masas a
26 idem
19
luchar por esas consignas, ligadas a reivindicaciones económicas elementales (jornada de 8 horas, derecho de coalición, derecho de huelga, etc). Al mismo tiempo, ligamos la lucha por estas consignas inmediatas, la lucha por este programa mínimo, con la popularización de nuestros programas máximos.27
Los autores del libro anteriormente citado Arturo Sosa A. S.J. y Eloi
Lengrand, comentan en relación al parágrafo trascripto que: “Para
Betancourt, estas críticas son hechas desde dentro del comunismo. No se
trata de desacuerdos globales, sino de diferencias en cuanto a la táctica que
debe emplearse.” 28
Es difícil sacar conclusiones sobre cual era en verdad la convicción
política personal de Rómulo Betancourt. ¿Estaba convencido de la validez
teórica del programa máximo de la Internacional Comunista y convencido
también de que tan sólo era posible en Venezuela un programa mínimo de
reformas democráticas o llegó a convencerse de la poca validez teórica y del
fracaso práctico del marxismo-leninismo? Ese arcana imperii no tiene
ninguna importancia. Lo que interesa evaluar, analizar e interpretar son sus
consecuencias posteriores y presentes.
Pasados los años cuando Rómulo Betancourt asume responsabilidades
de gobierno, instaura y desarrolla una auténtica democracia liberal (1945-
1948) y posteriormente, desde 1958 hasta su muerte, lucha contra la guerrilla
y la penetración castro-comunista de los años 60 (alzamientos de Puerto
Cabello y Barcelona, masacre del tren del Encanto y demás emboscadas
guerrilleras a oficiales y soldados del ejército, promovidos y ejecutados por la
extrema izquierda y especialmente el rechazo exitoso a la invasión castro-
comunista de Machurucuto y como consecuencia de ello, su iniciativa de
expulsar a la Cuba de Castro del seno de la O.E.A.) todo lo cual son hechos
innegables que negaron claramente las orientaciones marxista o comunistas
contenidos en el Plan de Barranquilla .
27 Libro rojo.,pp 200-201 citado por Arturo Sosa A. S.J. y Eloi Lengrand. Op. Cit.... pp. 228. 28 Idem.
20
Sin embargo, fue inevitable que el contenido de los importantes
documentos referidos como muchos otros, hayan dejado una impronta y una
marca casi indeleble en la cultura política del venezolano. El historiador
Manual Caballero opina sobre el Plan de Barranquilla que: “El Plan de
Barranquilla no es un simple programa político, sino también el primer
ensayo venezolano de historiografía marxista”29
Marcel Granier comenta lo siguiente:
“Muchos de nuestros dirigentes políticos tuvieron que educarse en el marxismo, y aprendieron del marxismo resentimientos y prejuicios y, en especial, un método para analizar la realidad que no se modificó ni aún más tarde, cuando esos mismos dirigentes asumieron filosofías políticas liberales o moderadas […] Así fue como Venezuela se fue quedando huérfana de líderes […] Eran dirigentes desconcertados que no sabían como ponerse en sintonía con el país.30
Por ello, resulta necesario recordar al respecto que el Movimiento de
Izquierda Revolucionaria (M.I.R) integrado en su gran mayoría por la
escisión de la juventud de Acción Democrática, propició e integró en un alto
porcentaje, junto al Partido Comunista a la guerrilla castro-comunista de los
años 60. Igualmente que el Movimiento Electoral del Pueblo (MEP) que hoy
apoya al gobierno de Chávez, fue una escisión ideológica y doctrinaria de
orientación más radical, que pretendía volver a los contenidos marxistas
originales del “Plan de Barranquilla” y que en su momento fue un partido de
masas casi tan poderoso como la misma A. D. Tampoco hay que olvidar que
el Movimiento al Socialismo M.A.S. fue una escisión del Partido Comunista
que hoy acompaña a Chávez y conformó parte de la alianza inicial de su
gobierno cuando todavía no se había dividido a su vez para dar origen al
grupo “Podemos”.
Tampoco debemos pasar por alto que Jóvito Villalba y su partido U.R.D.,
aliado estratégico del Partido Comunista y de significativa actuación e
29 Caballero, Manuel. Betancourt Histórico y el Betancourt Historiador.. p. 72. 30 Granier, Marcel. La generación de relevo….. p.134.
21
influencia política durante el gobierno de Isaías Medina, de posición ambigua
y ambivalente durante la dictadura de Marcos Pérez Jiménez y después de
1958 elemento destacado del “Pacto de Punto Fijo”, factor principal de la
candidatura del Almirante Larrazábal que aglutinó a gran parte de la izquierda
dispersa y posteriormente integró el gobierno llamado de “amplia base” (A.
D., COPEI y U.R.D.), tuvo como los demás partidos mencionados, una
influencia determinante en la conformación de la conciencia y de la mitología
política estatista que adoptaron la gran mayoría de nuestros dirigentes y por lo
tanto el pueblo venezolano a través del tiempo, sobre el papel preponderante
del Estado sobre la economía y la sociedad civil.
De tal manera los principales partidos en Venezuela fueron producto de
las divisiones más radicales de Acción Democrática o menos ortodoxas del
partido comunista; y el partido socialcristiano COPEI que fue su contraparte
fundamental en las reglas del juego impuestas después de 1958 y del
bipartidismo posterior, no puedo diferenciarse mucho de la línea
betancourista y “cepalista”, mal interpretando la Doctrina Social de la Iglesia,
en el sentido de aceptar al “capitalismo” tan sólo en la medida en que su
desarrollo y el de la empresa privada estuviera bajo el control, el patrocinio,
la supremacía y la dependencia del Estado y por lo tanto de políticas públicas
siempre manejadas con criterio de “patronato” y discrecional clientelismo, lo
que condujo inevitablemente a la complicidad de líderes políticos del
bipartidismo con empresarios inescrupulosos, a la corrupción, al amiguismo y
al favoritismo excluyente. La doctrina que propagaba la democracia cristiana,
especialmente la que transmitían sus líderes fundadores a la juventud de los
años 60, se puede resumir en esta híbrida y simplista fórmula doctrinaria: “No
somos ni comunistas ni capitalistas. Somos el justo medio entre esas dos
posiciones extremas.” Es decir, somos medio capitalistas y medio socialistas.
22
3.1. El Octubrismo. 1945-1958.
3.1.1. La Junta Revolucionaria de Gobierno
Rómulo Betancourt, testigo de excepción colocado en la cúspide de este
periodo histórico, define el problema político y social de ese momento, con
una clara posición que lo diferencia diametralmente tanto de la tradición
gomecista como del Partido Comunista de Venezuela cuando hace su
justificación histórica de la llamada “revolución de octubre”, en los siguientes
términos:
“El concepto-eje de toda organización republicana leal a los principios democráticos, acogido por nuestra Constitución cuando dice ‘la soberanía reside en el pueblo, quien la ejerce por medio de los poderes públicos’, es escarnecido y burlado en Venezuela. No es el pueblo sino en camarillas oligárquicas, donde usurpativamente (sic) ha residido la soberanía, ejercida bajo el signo del personalismo autocrático y contra la voluntad de la Nación.
El monstruoso error de 1936.
Esta situación debió hacer crisis a la muerte del dictador, en 1936, con la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente, a fin de que el Presidente de la república, el Congreso Nacional y los demás cuerpos deliberantes de la Nación nacieran de la única fuente legitima de Poder en una república sinceramente democrática: el sufragio popular, pero en vez de elecciones generales hubo legalización formal del régimen de facto gomecista, mediante la especiosa formula de la continuidad del ‘hilo constitucional’ Error que cabe imputar a todos los venezolanos, y del cual no queremos eludir nosotros nuestro lote de responsabilidad, fue el de admitir la monstruosidad de que tenían facultad para elegir Presidente de la República y para dotar a esta de un estatuto constitucional quienes habían sido elegidos, para integrar un Congreso espurio, por la sola voluntad omnímoda del dictador”31
Las elecciones de 1947 se realizaron dentro de unas reglas de juego
auténticamente democráticas. Ningún partido político fue inhabilitado ni
colocado fuera de la ley y existió la más irrestricta libertad de prensa y de
expresión del pensamiento. En términos generales existió un clima de respeto
a los oponentes políticos por parte del gobierno, con especial consideración al
respeto e independencia que gozó el organismo electoral, integrado por
personalidades independientes y de alto prestigio nacional. Sin embargo, no
31 Betancourt, Rómulo. El 18 de octubre de 1945. Génesis y realizaciones de una revolución democrática. Editorial Seix Barral, S.A..
Barcelona-Caracas-México. 1979. p. 135.
23
faltaron las acusaciones de la oposición al gobierno de arbitrar mecanismos y
acciones ventajistas dentro del señalamiento de “sectarismo”.
En términos generales, el sistema político y de partidos que propició e
instauró Acción Democrática a partir de la toma del poder el 18 de octubre de
1945, se correspondía con el programa “mínimo” de Barranquilla y por lo
tanto era propio de una democracia liberal en la cual,
“Los partidos concretos, en tanto que instituciones, responden a la demanda de competir con otros partidos, y el sistema de partidos refleja la lógica de la interacción competitiva (y de cooperación). Los partidos son concebidos como actores con intereses propios que responden a la lógica presidida por la necesidad de competir por los votos”32
Puede afirmarse que a partir del gobierno de Isaías Medina Angarita y
más propiamente con el 18 de octubre de 1945, aparte de existir las
condiciones objetivas para el funcionamiento de un sistema político y de
partidos modernos y democráticos en Venezuela, se dio el compromiso y la
voluntad política para instaurar un sistema económico bajo el patrocinio y la
injerencia excesiva del Estado.
Las coincidencias y las insignificantes diferencias ideológicas y
programáticas de Acción Democrática con el “Medinismo”, la podemos
observar en el documento hecho publico por ese partido el 9 de mayo de
1942, en el cual califica de “trascendental” el “memorando” dirigido por el
gobierno de Medina “a comerciantes, industriales, agricultores, banqueros
etc.” afirmando que “el Ministerio de Fomento sostiene puntos de vista
idénticos a los nuestros” (sic)33. Tanto para Medina como para A.D. la
intervención del Estado en la economía era necesaria, aunque no para limitar,
hostigar o sustituir la actividad privada, sino para promoverla, incentivarla y
apoyarla con los cuantiosos recursos que disponía el Estado provenientes de
la renta petrolera. “Una frase sintetiza el criterio gubernamental sobre la
32 Ware, Alan. Partidos políticos y sistemas de partidos. Ediciones Istmos, S.A. Madrid 2004. p. 37. 33 En Acción Democrática. Caracas, 9 de mayo de 1942. p. 15. Gobierno y Época del Presidente Isaías Medina Angarita. Pensamiento
Político Venezolano del siglo XX.. No. 49 Congreso de la República. Caracas 1987. p.33.
24
materia -afirmaba Acción Democrática en su documento- “La producción
debe ser obra de particulares, bajo la dirección y ayuda del Estado”34
Esa “dirección” de la economía, a cambio de la “ayuda” del Estado” al
sector privado para promover su desarrollo, fue uno de los aspectos de la
política económica que no sólo caracterizó e identificó al medinismo con
Acción Democrática, sino que de alguna manera continuó siendo una
constante hasta 1999 35 De tal manera que lo que hemos llamado el “modelo
betancourista ” tiene sus antecedentes en el medinismo y su origen en la
concepción rentista del Estado paternalista que comienza con el desarrollo de
la industria petrolera y continúa en Venezuela durante el resto del siglo XX.
También es un hecho cierto que sería injusto e imposible ocultar que
Rómulo Betancourt fue el oponente más eficiente que tuvo el comunismo en
Venezuela y el castro-comunismo en el continente y que a la vez su doctrina
y su acción fueron decisivas para la instauración de un sistema democrático y
plural que fue intérprete y tocó el sentimiento y la conciencia de los sectores
populares. Su pragmatismo político debió darle los límites hasta donde podía
llegar. No hay duda que el golpe militar del 24 de noviembre de 1948 y los
diez años de dictadura, de cárceles y de exilio le señalaron los límites y otros
derroteros, pero lo que no se pudo borrar del sentimiento popular fue la
errónea idea de la validez de la supremacía del Estado sobre la sociedad y de
la economía “dirigida y protegida” por el Estado, como instrumento
primordial de su transformación.
3.1.2. La dictadura de Marcos Pérez Jiménez.
La supremacía del Estado sobre la sociedad la fortaleció sin ninguna
duda la dictadura militar surgida el 24 de noviembre de 1948 que derrocó al
gobierno democrático de Rómulo Gallegos, liderada por los mismos militares
34 Ídem. 35 Sobre la política económica de Medina Angarita. Ver Banko Catalina. Régimen Medinista e Intervensionismo Económico. Facultad de
Ciencias Económicas y Sociales U.C.V. Caracas 2001.
25
que acompañaron a Rómulo Betancourt y a los principales líderes de Acción
Democrática en el golpe de Estado del 18 de octubre de 1945.
En abril de 1953 el general Pérez Jiménez fue electo por un espurio y
fraudulento Congreso Constituyente, como Presidente Constitucional de
Venezuela y tomo posesión en tal carácter, el 19 de ese mismo mes y año.
Desde ese momento, se recrudeció la “resistencia” de los partidos Acción
Democrática y el Partido Comunista de Venezuela. Las cárceles comenzaron
a llenarse de dirigentes políticos y muchos de ellos fueron asesinados por los
agentes de la policía política del régimen. Todavía, con justificada razón, el
pueblo de Venezuela recuerda con dolor, entre otros civiles y militares, la
heroica muerte de Leonardo Ruiz Pineda, insigne intelectual y dirigente
político jefe de la “resistencia” contra la dictadura.
Desde el mismo año 1952 comenzaron a salir algunos “manifiestos”
clandestinos de estudiantes, profesores, profesionales, artistas, intelectuales,
científicos y periodistas contra la dictadura, pero la fuerte represión y el
bienestar social y económico generado por las eficientes políticas públicas de
crecimiento y desarrollo, fueron acallando las voces de la disidencia. Ya a
comienzos de 1953, con una prensa complaciente, censurada o autocensurada,
la opinión pública se ocupaba más de las inauguraciones anuales que hacia el
“Presidente Constitucional” cada 2 de diciembre, que de los presos políticos
de la “Cárcel Modelo” y de los campos de concentración como los de
“Guasina” en donde se aglomeraban en miserables condiciones humanas
innumerables y anónimos campesinos y dirigentes sindicales. Igualmente las
violaciones de Derechos Humanos perpetrados por “Seguridad Nacional”
eran prácticamente ignoradas por la opinión pública.
La situación aparentaba una gran estabilidad política, existió un
crecimiento económico sin precedentes en la historia de Venezuela y por lo
tanto el régimen podía considerarse, como muchos beneficiarios del mismo lo
26
consideraban, una “dictablanda”, con un amplio espacio para la iniciativa
privada y la libre empresa, por lo menos para aquellos considerados “amigos”
por el gobierno.
Los años de 1953 a 1956 son años de relativa estabilidad para el gobierno dictatorial. En efecto, la resistencia al régimen logra ser eficazmente controlada y reducida a su mínima expresión por la Seguridad Nacional. El aparato clandestino de A.D. es completamente desmantelado con la muerte sucesiva de sus tres dirigentes: Leonardo Ruiz Pineda, Alberto Carnevalli y Antonio Pinto Salinas. En cuanto al P.C.V., aunque sus dirigentes logran sobrevivir a la acción represiva de la S.N., se ve bastante bloqueado y limitado en sus actividades. En general, estos tres años transcurrieron sin oírse, internamente, ninguna voz de oposición o de critica al gobierno. La censura oficial, la autocensura y la conformidad de la ciudadanía se combinaron eficazmente para tranquilidad de los gobernantes.”36
En razón de lo antes señalado, por la obras públicas y de infraestructura
(carreteras, autopistas, universidades, liceos, colegios, hoteles, hospitales,
represas de riego y el comienzo de la represa hidroeléctrica del Caroní y por
la creación poderosas empresas de Estado especialmente en la región de
Guayana) y por los altos índices económicos alcanzados y el nivel de
desarrollo de la industria, el comercio y los servicios, era razonable también
que el gobierno tuviera algunos apoyos específicos que luego fue perdiendo
por su carencia crónica de legitimidad.
La Federación Venezolana de Cámaras y Asociaciones de Comercio y
Producción (FEDECÁMARAS) y la Asociación Bancaria Nacional, rindieron
al “Primer Magistrado de la Nación general Marcos Pérez Jiménez” un
banquete homenaje, el día 9 de enero de 1957 (un año antes de su
derrocamiento), en
“Reconocimiento al gobernante que ha sabido conducir los destinos de la Patria con tal acierto que, en pocos años, la Nación ha alcanzado un progreso sin precedentes. El gobierno del General Pérez Jiménez, además de estimular eficientemente la iniciativa privada, ha creado un ambiente propicio a su desarrollo con la realización de obras que han venido transformando racionalmente el medio físico y elevado el nivel moral, intelectual, y material de los venezolanos, y en virtud de ello, la Industria, el Comercio y la Banca, como se ha podido observar, han alcanzado en los últimos tiempos una expansión admirable. Venezuela, un país
36 Estambouli, Andrés . “Crisis Política. Venezuela 1945-58. Editorial Ateneo de Caracas. p. 95.
27
económicamente débil hasta hace poco, porque no se había aprovechado sus riquezas naturales es hoy uno de los más poderosos de América.”37
En ese mismo acto, el Doctor Ángel Cervini, aseveraba: “En íntimo
paralelismo con la actividad oficial, la Nación se transforma y evoluciona al
impulso de la iniciativa privada cuya fuerza creadora, que declina o prospera en
función estricta de la política económica del Estado, ha rebasado los limites y
conceptos que corresponden a etapas incipientes y ha logrado la plenitud que
caracteriza una autentica superación colectiva.”38
El general Pérez Jiménez, en un discurso leído no mayor de cuartilla y
media, tal como acostumbraba a hacerlo, contestó el homenaje afirmando:
“Ajeno como es (el gobierno) a interferir el desarrollo de la actividad particular, solo interviene cuando se trata de satisfacer determinadas necesidades relativas a servicios públicos o cuando la magnitud de las empresas rebasa las posibilidades del capital privado.
Pero lo que más vale la pena destacar es el empeño del régimen por que desaparezca lo que durante largo tiempo fue el contraste desfavorable de un Estado fuerte económicamente en una Nación empobrecida. Testimonio de actualidad en lo tocante a los resultados de ese empeño, nos lo ofrece un reciente estudio de la Organización de las Naciones Unidas, Que acaba de ser comentado por la prensa de Caracas, según el cual Venezuela ocupa el primer lugar en expansión industrial entre los países de la América Latina”.39
Todo lo anteriormente descrito, sin duda alguna respalda nuestra
aseveración inicial que hasta 1958 no existía en Venezuela una conciencia
política generalizada sobre la validez absoluta de los valores democráticos,
incluyendo entre ellos no solo la Libertad, el Estado de Derecho, sino también
de la libre competencia en un ambiente de libertad política sin favoritismo
gubernamental, lo cual por otra parte casi tampoco existía en el resto de casi
toda la América Latina, controlada en su mayoría por gobiernos militares
dictatoriales.
37 Federación Venezolana de Cámaras y Asociaciones de Comercio y Producción (FEDECCAMARAS) y demás oferentes. “Homenaje
de la Industria, el Comercio y la Banca de Venezuela al Primer Magistrado de la Nación, general Marcos Pérez Jiménez. Caracas 9 de enero de 1957. p.5.
38 idem. 39 Pérez Jiménez, Marcos Evangelista, Presidente de la República. “Homenaje de la Industria, el Comercio y la Banca de Venezuela al
Primer Magistrado de la Nación, general Marcos Pérez Jiménez. Caracas 9 de enero de 1957 p.24.
28
Una vez derrocada la dictadura de Marcos Pérez Jiménez porque no
pudo lograr y mucho menos consolidar un mínimo nivel de legitimidad y de
apoyo difuso y específicos de los diferentes sectores de la vida nacional, vino
la restauración de la democracia y de la libertad política.
4.- LA DEMOCRACIA RESTABLECIDA EN 1958.
Lo que no analizó Rómulo Betancourt era que la intervención y la
regulación de la sociedad por un Estado rentista, omnipotente y autónomo
que no dependía del esfuerzo productivo de la sociedad, había sido una
constante histórica perniciosa desde el siglo XIX que hundía sus raíces en la
colonia y en la ideología “rentista” del imperio español, como tampoco pudo
suponer y anticipar que esta ideología que él mismo propició con especial
empeño desde los lejanos años de la fundación de Acción Democrática,
terminaría por ahogar por sí sola en la ineficiencia y la corrupción la etapa
democrática que de manera tan decisiva y valiente él y sus compañeros de
luchas ayudaron a construir en 1945 y a reconquistar a partir del 23 de enero
de 1958.
Por las razones anteriormente expuestas, podemos decir que el modelo
betancourista se agotó definitivamente a comienzo de los años 80. A partir de
allí, comenzó a declinar y a corromperse de manera acelerada y dramática el
sistema político y económico que produjo. La necesidad de una rectificación
profunda, de una reforma del Estado y de la orientación de las políticas
públicas, especialmente en el área económica se hizo evidente a partir de la
década de los 80.
En 1992 cuando Hugo Chávez lideró la intentona militar del 4 de febrero
se encontró con un sistema económico colapsado; con un sistema político y
de partidos que habían perdido la capacidad de auto regeneración moral,
ideológica, organizativa, de representación e intermediación; con un Estado
hipertrofiado e ineficiente que había invadido u ocupado casi todos los
29
espacios de la sociedad y con unas Fuerzas Armadas desmoralizadas en la
cuales había penetrado también de manera descarada el virus pernicioso de la
corrupción y del favoritismo político. La industrialización en base a una
supuesta “sustitución de importaciones”, si bien rindió buenos resultados al
principio, se agotó rápidamente por cuanto estuvo sustentada en una
exagerada y crónica intervención y protección del Estado: créditos oficiales
baratos y subsidiados, elevada y muchas veces abusivas protecciones
arancelarias lo cual se tradujo en aumento indiscriminado de los precios que
no pudo ser moderado por los crecientes controles, en un mercado interno
cuyo poder de consumo se mantuvo artificialmente por el despilfarro fiscal y
la corrupción administrativa. La deuda interna y externa comenzó a crecer
irracional e incontroladamente para mantener un poder de consumo y unos
equilibrios macroeconómicos totalmente artificiales.
De esta manera aprecia Marcel Granier la situación del Estado y de los
sistemas político y económico, nueve años antes de la insurgencia del
Comandante Chávez:
“El 18 de febrero de 1983 se produjo el milagro económico más increíble de la Venezuela democrática y de la historia económica contemporánea. Ese día hicieron explosión una serie de problemas que se venían avizorando desde hacía mucho tiempo en nuestro país. Quedaron al descubierto la gravedad de la deuda externa y la abrumadora cifra que debíamos pagar por los servicios de esa deuda. Estallaron algunos escándalos administrativos que demostraron la negligencia con que los funcionarios del Estado concedían préstamos, firmaban avales y respaldaban a empresas fantasmas, o bien encubrían a quienes participaban en esa corrupción. Se pusieron en evidencia los despilfarros y desarreglos internos, la alegre prodigalidad que impulsó un país convertido repentinamente en inconsciente y nuevo rico, a gastar mucho más de lo que tenía y a pedir prestado mucho más de lo que podía pagar[…]40
“[…] Tratemos de ahondar más en este terreno: cada vez que un individuo defecciona, que renuncia a sus derechos o que invade los derechos de los demás, permite que el Estado avance otro paso en su camino hacia el poder absoluto. Cuando permitimos que se violente el orden social aunque sea en una medida ínfima, cuando no nos apresuramos a defenderlo, estamos abriendo paso a la acción represora del Estado. Este comenzará por orientar la marcha de las instituciones, luego la de las empresas, y finalmente se introducirá en el ámbito de nuestra vida
40 Granier, Marcel. La generación de relevo...p. 135.
30
cotidiana. En ese momento aunque ese Estado haya surgido de un proceso democrático, cualquiera que trate de tomar ese poder por asalto, encontraría el terreno abonado y propicio para el más feroz de los totalitarismos.41
Agravada dramáticamente la situación por el agotamiento del proyecto
betancourista y cepalista durante las décadas de los 80 y 90 y especialmente
por el manejo corrupto y politizado posterior del “control de cambios
diferencial (RECADI); por el colapso del sistema financiero y la apropiación
dolosa de los “auxilios financieros”, se facilitó que la insurgencia del 4 de
febrero de 1992 tuviera una significación y una consecuencia política
posterior, que le permitió a Hugo Chávez ganar las elecciones de 1998,
ofreciéndole al electorado la recomposición de la democracia y sus
instituciones a través de un cambio sustentado en una mitología patriótica
basada en los ideales de “VIRTUD CIUDADANA” de Simón Bolívar,
incluso con la promesa de la creación de un Poder Moral Republicano que
hoy podemos apreciar como el símbolo máximo de la vergüenza nacional y
en la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente que, en ejercicio
de Poder Originario consustancial a la Soberanía Popular estableciera nuevas
reglas de juego. El ex presidente y Senador Vitalicio Rafael Caldera había
propiciado con anterioridad esta posibilidad:
“Hemos dejado constitucionalmente abierta la posibilidad de convocar en un momento dado a una Asamblea Constituyente, si el pueblo así lo considera necesario.[…]
“...En todo caso, de estas realidades y de estas circunstancias emerge sobre todo un hecho: se hace cada vez más presente la existencia actual o potencial del poder popular. El principio de que la soberanía reside en el pueblo toma cada vez más fuerza y sin duda se hará sentir, inevitablemente, en el devenir de todos nuestros países”42
5.- Conclusiones.
Una crisis histórica como la que actualmente existe en Venezuela viene
dada por el agotamiento de los contenidos ideológicos, doctrinarios y
41 Idem. p.13 42 Senador Vitalicio, Dr. Rafael Caldera Discurso de Orden en la Universidad de Sassari al momento de recibir el Doctorado “Honoris-
Causa”. 15 de diciembre de 1992.
31
programáticos de los diversos sectores de la vida nacional, especialmente de
los partidos políticos; por la supervivencia anacrónica de ideologías y
atavismos totalitarios o al menos por corrientes doctrinarias y programáticas
impregnadas de “Estatismo”; por el fuerte atractivo que los radicalismos
populistas ejercen todavía sobre los sectores de menores recursos que de
manera permanente esperan que el Estado o el “César” le resuelva sus
problemas con dádivas y pequeñas oportunidades ocasionales y por último
por el escaso valor que ha tenido en nuestra cultura el valor trascendente de la
libertad y la inmensa capacidad creativa que tiene el alma humana.
A pesar de los avances que ha tenido la sociedad venezolana con todas
sus limitaciones y dificultades, todavía no hemos asimilado e incorporado a
nuestra cultura política la idea fundamental de que una economía libre,
abierta y competitiva y un desarrollo económico y social auto sustentable
sobre la base de una seguridad jurídica a la propiedad privada, lo menos
dependiente de la renta petrolera y del Estado, vienen a ser las condiciones
indispensables y necesarias de la libertad y la democracia, como también de
una auténtica participación social y ciudadana.
La experiencia acumulada a través de 200 años nos ha debido dar una
capacidad crítica y una cultura democrática, que nos permita decidir más
claramente sobre el curso que debemos seguir en el futuro. En la medida que
seamos capaces de reflexionar sobre muestra historia con la objetividad y
sinceridad que exige la grave situación presente, sin aferrarnos a paradigmas
doctrinarios y programáticos que han demostrado sus grandes limitaciones y
que se nos presentan hoy como definitivamente superados en el tiempo,
podremos ofrecerle al país una alternativa válida fundada en una economía de
mercado, basada una concepción totalmente novedosa de la actividad
económica centrada en la competencia, en la propiedad privada, en la
competitividad, en la iniciativa individual, en la rentabilidad y la libre
32
empresa con responsabilidad social lo más independiente posible de la tutela
y dependencia del Estado.
Los tímidos e inestables avances que hemos tenido desde nuestra
Independencia hacia la consolidación de un Estado de Derecho fundado en
libertad política y económica, han confrontado fuertes y casi insalvables
obstáculos, contradicciones, mal interpretaciones y desviaciones, que hacen
necesario la reflexión que proponemos sobre la totalidad de nuestro curso
histórico. De esa manera no sólo podremos superar la crisis actual, sino evitar
regresar a situaciones y a políticas públicas que probaron su fracaso e
ineficiencia en el pasado reciente y que hoy se nos presentan totalmente
obsoletas e inoperantes.
El Estado y los partidos políticos, especialmente los que conformaron las
reglas del juego del bipartidismo en Venezuela fueron invadiendo las áreas
más disímiles y variadas de la vida nacional y ocupando espacios que no le
correspondían. La dependencia del sector privado de la economía y de la
sociedad en general del Estado y del gasto público y por lo tanto de la
amistad y discrecionalidad de los partidos y gobiernos de turno, nos fue
convirtiendo en una sociedad clientelar, de pedigüeños y de cómplices sin
orientación definida. Ello trajo como consecuencia la institucionalización de
la corrupción política y administrativa y finalmente en fecha reciente, facilitó
que un grupo de aventureros políticos, claramente identificados con el castro-
comunismo y con un peronismo fascista, pudieran tomar el poder y desde allí
comenzaran a manejar a ese Estado hipertrófico y todopoderoso, de por sí
corrupto e ineficiente, como el “Leviatán” de la destrucción nacional.
Indudablemente que para aquel momento Chávez supo esconder, detrás
de un hábil populismo y de la “mitología” de la llamada “revolución
bolivariana”, sus verdaderas intenciones de tratar de instaurar un régimen
personalista y antidemocrático de inspiración peronista y castro-comunista
33
con la clara intención de perpetuarse en el poder, tarea que le ha facilitado
hasta ahora un liderazgo que ha demostrado, salvo algunas valiosas
excepciones, ser incapaz de adelantar una oposición coherente y organizada
en base a una doctrina y a un programa con la suficiente consistencia
ideológica para derrotarlo en todos los terrenos.
Como conclusión final y por todas las razones anteriormente expuestas, es
necesario reconstituir a la República sobre la base de la libertad y la
responsabilidad individual. Ya que una democracia verdaderamente
participativa debe fundarse en la capacidad ilimitada de creación que tiene el
alma humana y la voluntad individual. Para ello se requiere de una nueva
clase dirigente que vaya más allá de exigirle al gobierno el cumplimiento de
una Constitución que el mismo Chávez promovió e inspiró y que sea capaz
igualmente de convocar a cada venezolano a la responsabilidad de dirigir su
propio destino individual y colectivo.
34
6.- FUENTES Y BIBLIOGRAFIA.
6.1. Compilaciones documentales.
6.1.1. Federación Venezolana de Cámaras y Asociaciones de Comercio y Producción (FEDECÁMARAS) y demás oferentes. “Homenaje de la Industria, el Comercio y la Banca de Venezuela al Primer Magistrado de la Nación, general Marcos Pérez Jiménez. Caracas 9 de enero de 1957.
6.1.2 José Félix Blanco y Ramón Azpúrua. Documentos para la Historia de la Vida Pública del Libertador. Caracas. Ediciones de la Presidencia de la República. 1977
6.1.3. Constitución de 1953. Compilación Constitucional de Venezuela. Congreso de la República. Caracas 1996.
6.1.4. Pensamiento Político Venezolano del siglo XX Nº 71. Gobierno de la Junta Revolucionaria de Gobierno. Congreso de la República. Caracas 1990.
6.2. Bibliografía. 6.2.1. Acosta Cecilio. “Deberes del patriotismo (discusión con Clodius).
Pensamiento Político venezolano del siglo XIX. Tomo 9. Caracas. 1984
6.2.2 Adriani, Alberto. Labor venezolanista. 2ª edición. Tipografía Garrido. Caracas 1949.
6.2.3. Azpúrua Ayala, Enrique. Evolución Político-Constitucional de Venezuela.. Caracas Academia Nacional de la Historia. Colección Fuentes para la Historia Republicana de Venezuela. Caracas. 2007.
6.2.3. Banko Catalina. Régimen Medinista e Intervensionismo Económico. Facultad de Ciencias Económicas y Sociales U.C.V. caracas 2001.
6.2.4. Betancourt, Rómulo y otros. Plan de Barranquilla. Citado por Arturo Sosa y Eloi Legrand. del Garibaldismo Estudiantil a la Izquierda Criolla. Segunda Edición José Agustín Catalá Editor. Ediciones Centauro Caracas 1993.
6.2.5. Betancourt, Rómulo. El 18 de octubre de 1945. Génesis y realizaciones de una revolución democrática. Editorial Seix Barral, S.A.. Barcelona-Caracas-México. 1979
6.2.6. Betancourt, Rómulo. Venezuela Política y Petróleo. Editorial Senderos 3ª Edición. Bogotá 1969
6.2.7. Bobbio, Norberto. Teoría General de la Política. Editorial Trotta. Madrid. 2005
6.2,8. Baptista, Asdrúbal. El Estado y el Capitalismo Rentista. Boletín de la Academia Nacional de la Historia. Caracas. Tomo LXXXXVII octubre-diciembre de 2002. Nº 348
6.2.9. Carrè de Malberg, Reymond. Teoría General del Estado. México Fondo de Cultura Económica 1996.
35
6.2.10. Caballero, Manuel. Betancourt Histórico y el Betancourt Historiador. En Boletín de la Academia Nacional de la Historia Tomo XCI enero-marzo 2008. Nº 361
6.2.11. Granier, Marcel. La generación de relevo vs.. el Estado omnipotente. Caracas Talleres Cromotip 1984
6.2.12. Gómez, Emeterio. La Libertad Individual y la Noción de Dios. A Propósito de la nueva Constitución venezolana. Editorial Panapo. Cedice. Caracas 2000.
6.7.13 Estambouli, Andrés. “Crisis Política. Venezuela 1945-58. Editorial Ateneo de Caracas.
6.7.14. Lipset, Seymour Martín, El hombre político. Las Bases Sociales de la Política.
6.7.5. Rodríguez Campos, Manuel. El caudillismo como necesidad orgánica en Laureano Vallenilla Tierra Firme. Revista de Historia y Ciencias Sociales. Caracas, octubre-Diciembre de 1985.
6.7.16. Ugalde Luis, S.J. El pensamiento teológico de Juan Germán Roscio (Colección Zona Tórrida) Caracas Ediciones Casa de Bello, 1992.
6.7.17. Ware, Alan. Partidos políticos y sistemas de partidos. Ediciones Istmos, S.A. Madrid 2004
6.7.18. Werner Jeager. Paideia. Los ideales de la Cultura Griega. Fondo de Cultura Económica. México. 1976.
6.7.19. Köning Hans-Joachim El Camino hacia la Nación. Nacionalismo en el Proceso de Formación del Estado y de la Nación de Nueva Granada 1750-1856. Bogotá. Banco de la República de Colombia 1994.
7- INDICE DE MATERIAS.
Introducción pag. 2
1.- Consideraciones Generales pag. 6
2.- Antecedentes Históricos pag. 9
2.1. La doctrina liberal bolivariana del Estado y de
la Nación pag. 9
2.2. Del Caudillismo “decimonónico al Estado “rentista” pag. 12
3.- El Modelo Betancourista y la Socialdemocracia pag. 19
3.1. El Octubrismo 1945-1958. pag. 25
3.1.1. La “Junta Revolucionaria de Gobierno” pag. 25
3.1.2. La dictadura de Marcos Pérez Jiménez pag. 28
4.- La Democracia restablecida pag. 32
5.- Fuentes y bibliografía pag. 38
LA FATAL DEPENDENCIA Página 1 de 40 AGOSTO DE 2009
LA FATAL DEPENDENCIA
Autor: Un miembro de la Junta Defensora de los Derechos de Fernando VII.
“Vigila tus pensamientos pues se convierten en palabras. Vigila tus palabras pues se convierten en acciones Vigila tus acciones pues se convierten en hábitos Vigila tus hábitos pues ellos conforman tu carácter”
Aristóteles “Ética a Nicómaco, III, 5
Frente al ideólogo el economista está desarmado: Cuando él presenta hechos, su adversario presenta mitos. Y los mitos pueden resultar más persuasivos que los hechos.
Jagdish Bhagwati
INTRODUCCIÓN:
La fatal arrogancia es el título que Frederich Hayek, el eminente economista austríaco
premio Nobel de economía en el año 1974, le dio a su obra póstuma. En ella el autor lleva a
cabo una devastadora crítica del socialismo como sistema económico. “El socialismo, esa
fatal arrogancia intelectual de pensar que se pueden diseñar sistemas sociales mejores que
los que la humanidad ha sido capaz de establecer” (cf.: Hayek, 1990, p.35) encuentra en
muchas sociedades un terreno propiciamente abonado. Culturas que han desarrollado a lo
largo de varios siglos la necesidad de depender de sus autoridades para la solución de todos
sus problemas. Sociedades que se han acostumbrado a ser absolutamente dependientes de la
voluntad y las acciones de quienes las gobiernan. Concomitantemente, dichos gobernantes
están también convencidos de que son ellos, y sólo ellos, los llamados a llenar esa función.
Resulta evidente que la fatal dependencia de los pueblos conduce a la fatal arrogancia de
sus gobernantes.
La economía venezolana se encuentra actualmente sujeta a una serie de presiones que
pretenden poner todos sus medios de producción en manos del Estado. Esto es hoy en día
quizás más serio. Pero no es nada nuevo. La sociedad venezolana, al igual que la del resto
de los países latinoamericanos, posee una cultura profundamente estatista. Existe un
LA FATAL DEPENDENCIA Página 2 de 40 AGOSTO DE 2009
convencimiento general en grandes núcleos de la población de que debe ser el Estado quien
resuelva los problemas de la colectividad. Cabe preguntarse ¿Dónde tiene su origen este
rasgo cultural tan propio de los países de Hispanoamérica? ¿Cuál es la relación causal que
hace que las élites políticas tiendan, en unos casos más que en otros, asumir el control de
todos los medios económicos? ¿Qué es lo que hace que las grandes masas de la población
sea eso precisamente lo que esperan? Para responder estas preguntas es preciso
comprender, en primer lugar, que el desarrollo como naciones de los países
latinoamericanos en general, y de Venezuela en particular, posee unas características muy
similares.
Para entender los elementos que condicionan el desarrollo republicano de los países de
América Latina debemos, en principio, remontarnos a sus orígenes como naciones libres en
los alrededores del año 1830. Sin embargo, en nuestra opinión, y ese es el tema de fondo
del presente trabajo, eso no basta. Es necesario remontarse a los orígenes mismos de esas
sociedades.
Junto con esta tendencia al estatismo, la característica más resaltante de las sociedades
latinoamericanas es el profundo sentimiento de frustración y resentimiento debido al
marcado y chocante contraste de desarrollo económico comparado con el de los Estados
Unidos de Norteamérica. Este contraste es un factor determinante que no puede ignorarse al
elaborar cualquier aproximación historiográfica del desarrollo económico de cualquier país
de Latinoamérica, y en particular de Venezuela.
Pretendemos demostrar que el desarrollo cultural de ambas sociedades, la norteamericana y
la latinoamericana, desde sus orígenes es el determinante del desarrollo económico de sus
respectivas etapas republicanas. Más de cuatrocientos años de desarrollo de una cultura
dependiente para todo, primero de la corona española, luego del Estado, han conducido a la
actual estructura de los pueblos de Hispanoamérica. Una estructura en la que todo el mundo
piensa que las autoridades, el gobierno, es quien debe resolver todos los problemas de la
sociedad. Una estructura donde los gobernantes, a veces con una alta dosis de
irresponsabilidad eso es lo que ofrecen. Una estructura donde las grandes masas eso es lo
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que esperan. Una estructura que ante su sentimiento de impotencia se lanza a la búsqueda
de soluciones míticas en busca de “un futuro mejor”.
Por otra parte, más de cuatrocientos años de desarrollo de otra cultura que fue siempre
desatendida por sus líderes naturales. Poblaciones que fueron dejadas de su cuenta. Que
tuvieron que subsistir con su propio esfuerzo. Donde lo que contaba era la generación
individual de riqueza y bienestar que se reflejara, en mayor o menor medida, en el
colectivo. Comunidades donde quienes ejercían la autoridad del Estado existían para
facilitar el desarrollo de las iniciativas emprendedoras individuales. Una estructura social
cuya cultura se caracteriza por la búsqueda pragmática de los problemas del presente.
Muchas han sido las disquisiciones con las que se ha tratado de explicar el marcado
contraste que en desarrollo económico ha ocurrido durante ese lapso. Algunas de ellas
pudieran tener algunos elementos de cierta pertinencia. Sin embargo, la multitud de
explicaciones enmascaran el elemento que consideramos esencial en todo este proceso: El
desarrollo a través del tiempo de dos culturas con una visión totalmente distinta de lo que
debe ser una sociedad. Por una parte, la cultura imbuida en la creencia de que el esfuerzo
propio, a través del emprendimiento y el fomento y la democratización de la propiedad
privada, constituyen el ambiente propicio para el desarrollo económico. Por otra, la cultura
convencida de que el desarrollo personal y colectivo sólo es posible con la intervención del
Estado, de la dependencia de él de todos y cada uno de los ciudadanos. Que una sociedad
verdaderamente prospera, si no hoy, en el largo plazo, sólo es posible cuando dicho Estado
se ocupa de controlar la economía a fin de hacer “más equitativa” la distribución de la
riqueza.
El desarrollo de ambos tipos de cultura ha sido un proceso de evolución histórica que ha ido
arraigando sus respectivos valores en la gran masa de ambas poblaciones. No es un proceso
que aparece por razones genéticas, religiosas o climáticas. Es un desarrollo que se lleva a
cabo como consecuencia de las circunstancias históricas concomitantes al desarrollo de
ambas sociedades. El desarrollo de una cultura como proceso social lo explica con gran
claridad Jesús Huerta de Soto en la excelente síntesis que de la obra de Hayek hace en el
LA FATAL DEPENDENCIA Página 4 de 40 AGOSTO DE 2009
prólogo de la ya mencionada obra La fatal arrogancia de dicho autor: “La esencia del
proceso social […] está constituida por la información o conocimiento, de tipo
estrictamente personal, subjetivo, práctico y disperso, que cada ser humano, en sus
circunstancias específicas de tiempo y lugar, va descubriendo y generando en todas y cada
una de las acciones humanas que emprende para alcanzar sus particulares fines y objetivos
y […] constituye una fuerza poderosísima de creación y transmisión de información […]
que constantemente tiende a ajustar y coordinar los comportamientos contradictorios o
descoordinados que surgen (en el proceso) […] y que, por otro lado, a su vez, lo hacen
posible.” (Hayek, 1990, p. 14-15).
Para entender cuáles son estos eventos históricos cuya evolución ha dado origen a estos dos
tipos de cultura es necesario, como hemos dicho, retroceder hasta los mismos orígenes de
estas sociedades. Es necesario, en una primera aproximación, remontarse al período que va
desde 1492 hasta 1830. Es necesario mirar al momento en que son colonizadas por las
potencias europeas y describir su evolución hasta el momento en el cual alcanzan su vida
independiente.
Una segunda parte muestra como esa cultura arraigada en cada región durante más de
trescientos años condiciona los valores con los cuales van a orientar su existencia
republicana. Las consecuencias inmediatas de esta visión serán, por una parte, las acciones
que sus dirigentes asuman con relación a la construcción de sus respectivas naciones. Por
otra, la forma como la población en general visualiza la estructura de dicha sociedad y lo
que, por ende, espera de sus dirigentes.
El objetivo de este trabajo es revisar las relaciones causales que han dado origen a los
rasgos culturales de las sociedades latinoamericanas, y en particular la de Venezuela, y la
de los Estados Unidos. Así mismo vamos a mostrar como las peculiaridades de ambas
culturas explican el marcado contraste de su desarrollo económico a partir de 1830.
————— o —————
Antes de comenzar el presente ensayo debemos hacer una advertencia fundamental. El
mismo se ocupa de establecer las relaciones causales de una serie de situaciones sociales
LA FATAL DEPENDENCIA Página 5 de 40 AGOSTO DE 2009
que se presentan hoy en el continente americano. No es la intención del autor al elaborar
este trabajo tratar de establecer un juicio de valor sobre dichas relaciones causales. Una de
las formas más estériles de la especulación intelectual humana es tratar de establecer
hipótesis sobre lo que hubiera sido la realidad de haberse dado unas circunstancias distintas
en el pasado. Peor aún es tratar de declararse “a favor” o “en contra” de las circunstancias
presentes resultantes de esas causas pretéritas.
Ciertamente, la conducta humana está siempre sujeta al juicio ético. Y la historia, sin lugar
a dudas, no escapa a este hecho. Resulta evidente a la observación de cualquier persona que
en distintas épocas algunos hombres y las sociedades que ellos lideran han desarrollado
comportamientos absolutamente inmorales. Sin embargo, las acciones humanas, morales o
inmorales, son causas de una serie de fenómenos sociales. El científico social trata de
establecer esas relaciones causales para explicar sus efectos independientemente del
contenido ético de dichas causas. Más aún, cada uno de nosotros, sin duda, formula un
juicio ético con relación a cada una de esas acciones. Este juicio no debe, sin embargo,
afectar lo que es un estricto análisis de relaciones de causa a efecto. Esto no es ni ignorar el
contenido ético de los actos humanos ni una posición relativista. Es simplemente tener claro
que estamos hablando de dos problemas que pertenecen a un ámbito distinto.
Esta aclaratoria es particularmente pertinente en los actuales momentos de la historia
humana. Hoy en día el mundo vive dominado por los mitos, muchos de ellos impuestos por
distintas ideologías las más populares de las cuales están fundamentadas en el idealismo
filosófico. La premisa fundamental de esta corriente de pensamiento es que la realidad, y la
historia como parte de ella, están condicionadas por la razón humana. Es la filosofía de los
mitos. De lo que el hombre quisiera que sucediera. Los mitos, por adaptar la realidad a los
deseos del hombre, resultan siempre muy atrayentes. En muchos casos lo son sin duda más
que los hechos. Sobre todo cuando estos últimos contradicen las aspiraciones del hombre.
Sorman (2008) citando al economista indio Jagdish Bhagwati menciona que “Los ideólogos
[…] seleccionan en el gran teatro de la globalización, la situación local, singular,
espectacular que mejor se ajuste a su odio. Frente al ideólogo, concede Bhagwati, el
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economista está desarmado: cuando él presenta hechos, su adversario presenta mitos. Y los
mitos pueden resultar más persuasivos que los hechos.” (p. 65).
La humanidad ha llegado a esta situación a través de un proceso de gradual destrucción del
realismo metafísico. Este proceso disolvente se inicia en el siglo XVII con los filósofos
empiristas y racionalistas y culmina en el siglo XIX con las ideas de Hegel, Feuerbach y
Marx. El realismo metafísico establece la absoluta autonomía de la realidad externa al
hombre y basa el análisis de los fenómenos sociales en la observación objetiva de los
hechos. Evidentemente, su desaparición y reemplazo por la primacía de la idea humana
conduce al subjetivismo relativista. Los hombres hemos dejado de ser capaces de
entendernos y de entender la realidad que nos rodea.
————— o —————
Uno de los mitos más arraigados en nuestro continente es la visión fatalista del dominio de
los Estados Unidos sobre los pueblos de Latinoamérica. No se buscan las raíces. O no se
quieren buscar. No nos interrogamos acerca de las razones por las que dos sociedades cuya
vida independiente se inicia con menos de cincuenta años de diferencia, históricamente
nada, hayan tenido un desarrollo tan diverso. Mucho menos nos atrevemos a plantearnos
que en sus orígenes la sociedad hispanoamericana contaba con abismales ventajas
económicas y culturales. Nos conformamos con la observación de unos hechos presentes
cuyas causas remotas nos negamos a analizar.
El 18 de abril de 2009, el Presidente Oscar Arias de Costa Rica, en un valiente discurso en
la Cumbre de las Américas llevada a cabo en Trinidad afirmaba: “Cada vez que los países
caribeños y latinoamericanos se reúnen con el presidente de los Estados Unidos de
América, es para pedirle cosas o para reclamarle cosas. Casi siempre, es para culpar a
Estados Unidos de nuestros males pasados, presentes y futuros”. ¡El imperio! Ese monstruo
ubicado al norte de nuestro continente es el perfecto “chivo expiatorio” de todos nuestros
males. Un engendro sobre el cual uno no puede dejar de pensar que si no existiera, sino
estuviera tan asequible, tan “a la mano”, tendríamos que inventarnos otro.
LA FATAL DEPENDENCIA Página 7 de 40 AGOSTO DE 2009
Estamos seguros que el Presidente Arias no pretendía con esa reflexión negar la historia de
abusos e intromisiones que los Estados Unidos han llevado a cabo en nuestro continente. El
punto es, sin embargo, que no podemos escudarnos en ese hecho para evadir nuestra propia
responsabilidad como pueblos. “Bueno, algo hicimos mal los latinoamericanos. ¿Qué
hicimos mal?” se planteó en un momento de su discurso el primer mandatario de Costa
Rica. Responder esta pregunta es la que nos puede llevar a buscar las soluciones que estén
verdaderamente a nuestro alcance y no limitarnos a lamentarnos por “las venas abiertas de
América Latina”. Desgracias, por otra parte, sobre las cuales nada podemos hacer pues son
causadas por naciones y personas sobre cuya conducta no tenemos control.
————— o —————
Al comparar el desarrollo científico, tecnológico, económico y social de los países de
América del Norte con los de lo que conocemos como América Latina, las diferencias son
ciertamente abismales. Norteamérica, en particular los Estados Unidos, se caracteriza por
un alto nivel de industrialización y se encuentra a la vanguardia de la tercera gran
revolución constructiva de la historia de la humanidad: La revolución de la información. En
plena edad post industrial un alto porcentaje de sus habitantes muestra, al menos hasta
ahora, un espíritu altamente emprendedor e independiente. “Todavía en 1700 el Imperio
Español de América aparecía a los contemporáneos incomparablemente más rico (lo cual
era) y además más potente y prometedor que las colonias inglesas de Norteamérica […] la
imaginación más desenfrenada no hubiera podido prever que esas precarias colonias
inglesas serían, antes de mucho tiempo, un país independiente, poderoso y expansionista”.
(Rangel, 1976, p. 35).
Por otra parte, aquellas naciones que se encuentran hoy en día en lo que por razones de
simplicidad nos permitimos distinguir con el superficial estereotipo de las “del sur del Rio
Grande”, están evidentemente a la zaga en todos los aspectos mencionados. Estos países
tratan de alcanzar su desarrollo social y económico con poblaciones altamente dependientes
de las acciones del Estado. El Estado es visto en estas sociedades como el único que puede,
y por tanto debe, ser el responsable de satisfacer todas sus necesidades. Es la tragedia de
nuestros pueblos, una tragedia preñada de mitos. De los mitos que han divulgado las
ideologías basadas en el idealismo filosófico. Mitos que tan cómodos resultan para
LA FATAL DEPENDENCIA Página 8 de 40 AGOSTO DE 2009
alimentar los odios derivados de los abusos, reales y ficticios, a los que hemos sido
sometidos.
Sin embargo, la gran tragedia de Latinoamérica se encuentra, precisamente, en esa fatal
dependencia de aquellos que ocupan el poder y que, con su fatal arrogancia, ofrecen ser
quienes solucionen los problemas de todos.
————— o —————
Muchas son las relaciones de tipo causal que se han elaborado para explicar este contraste.
Quizás la más conocida es la elaborada por Max Weber en su conocida obra La ética
protestante y el espíritu del capitalismo (2003). Este autor trata de sustentar su hipótesis en
los escritos religiosos de Juan Calvino en el siglo XVI. Calvino postulaba que todos los
seres humanos estamos predestinados a la salvación o a la condenación eterna. Ante la
incertidumbre del destino individual de cada quien sólo existía un indicador apropiado: El
éxito en el oficio o la actividad a la cual Dios nos había, igualmente, predestinado. Según
Weber, las personas, a fin de multiplicar los signos de su posible salvación se afanaban más
intensamente en su trabajo. Al mismo tiempo, procuraban llevar una vida sumamente
austera con lo cual incrementaban el ahorro y la multiplicación del capital.
La hipótesis de Weber ha demostrado tener una escasa base de sustentación. Los
inconvenientes de esta hipótesis surgen de ambos extremos de su postulado. Por una parte,
al identificar el desarrollo del capitalismo con la ética calvinista puritana. Por otra, al
identificar los valores de la ética puritana como el medio más propicio para el desarrollo de
este sistema económico. La mayor aporía de la hipótesis de Weber es, sin embargo, de tipo
cronológico. Históricamente los orígenes del capitalismo se sitúan a principios de la baja
edad media, alrededor del siglo XI, con el pleno desarrollo de la burguesía. Weber lo sitúa
cinco siglos más tarde, en el siglo XVI, a partir de una de las vertientes de la reforma
protestante.
Fueron precisamente los economistas e historiadores sajones los primeros en destruir el
mito de la hipótesis de Weber. Bruchey (1966) menciona que “Actualmente, los adversarios
de Weber forman legión. […] La Florencia del siglo XV fue capitalista, pero no puritana, y
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la Liga Hanseática, los Fugger, los Medicis y los Rothschild —y citando a su vez a Ralph
Barton Perry1— ‘contribuyeron al desarrollo del comercio y de las finanzas modernas sin
recibir inspiración del protestantismo’” (p. 39). Por otra parte, conviene dejar claramente
establecido que la colonización de Norteamérica no se inicia con los peregrinos puritanos
provenientes del calvinismo que llegan a la costa de Nueva Inglaterra. A lo que hoy en día
es el estado de Massachusetts de los Estados Unidos. Este grupo ha recibido históricamente
mayor atención pues por la serie de avatares que tuvieron que atravesar, se les considera
como los verdaderos pioneros de la nación estadounidense. Estas circunstancias que
acabamos de mencionar constituyen también, de paso, parte de los argumentos que
sustentan el presente trabajo.
Desde el punto de vista cronológico, por otra parte, es de hacer notar que la llegada en 1620
de los peregrinos ingleses que vienen huyendo de la persecución religiosa anglicana no
constituyen el primer intento colonizador de Norteamérica. Dicha colonización se había
iniciado con la fundación de la colonia de Jamestown en el Estado de Virginia en 1607.
Resulta pues difícil, dentro de un contexto temporal, atribuir el desarrollo del capitalismo al
asentamiento calvinista que daría luego origen a las trece colonias que fueron el germen de
los Estados Unidos que conocemos hoy en día.
Cabe considerar ahora la inconsistencia que se deriva del argumento relacionado con el
estilo de vida puritano como el terreno más apropiado para el desarrollo del capitalismo.
Para ello es necesario analizar la mentalidad, las motivaciones y circunstancias de los
colonos puritanos a Nueva Inglaterra. Para comenzar, la motivación esencial de este grupo
era básicamente religiosa de tipo fundamentalista. De hecho, esta había sido la razón de su
huída de la Inglaterra de Jacobo I. Tal como menciona Bruchey (1966), “Al igual que en las
ciudades de la Europa medieval, las autoridades locales declararon fuera de la ley a los tres
pecados del comercio: acopiar, especular revendiendo en el mercado y monopolizar” (p.
40).
1 PERRY, RALPH BARTON (1944). Puritanism and Democracy. New York, N.Y., EE. UU.: Harper & Row.
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Además, “Para evitar que por medio de ventas concertadas en arreglos privados o fuera de
las horas de mercado2 se hiciera víctima de abuso al ignorante y al necesitado, y también
para evitar que los traficantes cayeran en la tentación de colocar el bienestar material por
encima de su salud espiritual, en 1633 los padres [peregrinos o fundadores] lograron que se
castigara por ley a los que cobraban precios injustos” (p. 41). “Tanto para los comerciantes
individuales como para las comunidades puritanas o cuáqueras, resultaba difícil lograr el
equilibrio entre el culto que había que rendirse a Dios y el que debía ofrecerse al becerro de
oro.” (p. 42-43).
Citando de nuevo a Bruchey (1966), “Lo que creo que Weber no apreció debidamente
fueron las inferencias que para su tesis contenía la experiencia histórica de Nueva Inglaterra
en su primera época […] Esa experiencia demuestra que no existía un campo libre en el
cual la ética protestante pudiera haber causado sobre el carácter de los negocios los efectos
inherentes a sus premisas. Revela, no una fácil alianza entre la ideología puritana y la
conducta económica, sino más bien un conflicto entre ambas” (p. 42). Remata el autor
diciendo: “En resumen: es preciso inferir que el éxito comercial se logró no por medio del
puritanismo sino a costa de este” (p. 43). En este sentido, es interesante observar aún hoy
en día la cultura y las costumbres de grupos como los amish del medio oeste de los Estados
Unidos. Estos grupos, son los descendientes directos del puritanismo y el cuaquerismo y se
han mantenido fieles a esos principios. Los amish llevan un estilo de vida que contrasta
radicalmente con el de la sociedad del país del cual forman parte. Sus principios son
fundamentalmente “naturistas”. Así, por ejemplo, no utilizan automóviles sino vehículos de
tracción a sangre, prescinden del uso de la electricidad, a tomar leche pasteurizada,…. y,
sobre todo, a “hacer negocios”.
Evidentemente el conflicto moral que tenían planteado los comerciantes y mercaderes
descendientes de los padres peregrinos originales de los Estados Unidos fue resuelto por
muchos simplemente abandonando el puritanismo. Así, pues, como menciona Bruchey,
2 En la misma línea que venimos mencionando, se había establecido un día de la semana en el cual era lícito el mercadeo de productos, siendo ilegal en los demás. “Su objetivo era reglamentar de manera más eficaz las operaciones comerciales locales, ‘colocar la venta de los productos rurales bajo un control más efectivo’ como lo expresa Weeden” (p. 40) (WEEDEN, WILLIAM B. (1890) Economic and Social History of New England, 1620-1789. 2 vols. New York.)
LA FATAL DEPENDENCIA Página 11 de 40 AGOSTO DE 2009
ciertamente el capitalismo en Norteamérica se desarrolla no gracias a, sino a pesar de, la
cultura puritana de origen calvinista.
Tienen que haber, pues, otras causas que expliquen dicho desarrollo de manera tan
avasallante que arrastren incluso a los grupos puritanos. Que permitan a lo largo de los tres
siglos siguientes desarrollar y mantener un impulso económico que ha colocado a los
Estados Unidos como la primera potencia económica mundial. Otras razones que a la vez
expliquen por qué las colonias que formaron parte del imperio español han sufrido tan
contrastante destino. Ambas sociedades tiene un desarrollo, desde una perspectiva histórica,
prácticamente contemporáneo. ¿Qué ha pasado?
DOS PROCESOS COLONIALES:
Pensamos que las circunstancias históricas de ambas sociedades son el elemento causal de
la situación que nos ocupa. En nuestra opinión, las características propias del Estado bajo la
forma política de monarquía absolutista durante la vigencia del mercantilismo en el plano
económico constituyen el condicionante fundamental de esta situación. Dentro de este
marco de referencia la diferencia estriba en la forma como se desarrolló en cada caso el
control del Estado. Cómo ejercieron los monarcas absolutistas españoles e ingleses el
control de sus respectivas colonias bajo un sistema económico mercantilista. Las
diferencias en este sentido entre ambos imperios dieron origen en sus respectivas colonias a
dos culturas con valores fundamentales radicalmente distintos. Por una parte, una sociedad
emprendedora y fundamentada en la libertad individual. Otra absolutamente dependiente de
la acción del Estado.
El mercantilismo fue la necesaria consecuencia de la evolución de la noción de riqueza que
provenía de la edad media. La posesión y acumulación de metales preciosos como
paradigma de riqueza de las personas y las comunidades entra a formar parte de la
mentalidad de los administradores de las nuevas naciones. El mercantilismo, por lo que
representa de incremento en los negocios a gran distancia, tanto en extensión como en
volumen, es el primer gran paso hacia una economía global. Es el paso de los negocios
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restringidos al ámbito regional, dentro de los distintos feudos, a la actividad económica en
el ámbito de las grandes naciones estado aún incipientes.
Las premisas básicas del mercantilismo como doctrina económica eran rudimentarias en
extremo. Suponían, en primer lugar, que la riqueza del mundo era una cantidad fija. Que no
podía haber generación de valor en un intercambio comercial. Se daba como un hecho que
no era posible una ganancia por parte de alguien sin que se diera, como consecuencia, una
pérdida por parte de alguien más. El beneficio comercial de una determinada nación era
equivalente al costo para otra u otras. Las relaciones económicas, tanto individuales como
internacionales eran, pues, un juego de suma cero. A nivel nacional, la clave del poder era
el comercio exterior. El mantenimiento de una balanza comercial positiva era el tópico
fundamental del mercantilismo. Era necesario, pues, alentar las exportaciones y desalentar
las importaciones. La acumulación y el atesoramiento de metales preciosos era el indicador
de que se poseía una balanza comercial favorable.
Pero para que todo esto fuera posible era indispensable la intervención del Estado, tanto
para evitar las importaciones como para estimular la producción doméstica. Como
consecuencia era necesaria la creación de aranceles para las manufacturas externas y
medidas que facilitaran la importación de materias primas a buen precio. El paso final era la
formulación de políticas que facilitaran la exportación de los bienes finales a cambio de
metales preciosos. El mercantilismo es la manifestación de las monarquías absolutistas en
el comercio. Representa, a la vez, el primer antecedente de la intervención intencionada y
directa del Estado en la actividad económica.
Por otra parte, bajo el esquema político de las monarquías absolutistas, los reyes eran
literalmente “dueños de vidas y haciendas”. Toda la riqueza de la nación y sus colonias,
cuando las tenía, pertenecían con absoluto derecho al monarca de turno. Los bienes
elaborados por los particulares, si se les permitía conservarlos y comerciar con ellos,
estaban sujetos a fuertes cargas impositivas a favor del soberano. El monarca no debía dar
cuenta a nadie de su gestión y era él, en un gesto de absoluta magnanimidad, quien se
ocupaba del bienestar de sus súbditos. Era él quien organizaba y de quien dependía toda la
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estructura burocrática del Estado. El Rey decidía cuales eran los cargos y las personas en
quienes iba a delegar su autoridad. Su real autoridad para legislar y administrar justicia.
Decisión del monarca era, igualmente, establecer la política exterior con relación a sus
vecinos. El “interés del Estado” se identificaba de manera absoluta con los deseos del
monarca. “L’etat c’est moi” (“El Estado soy yo”) llegó a decir en una ocasión, para no dejar
lugar a equívocos, el gran Rey Luis XIV de Francia —el Rey sol—. El “interés del Estado”
pasó a ser desde entonces lo que en el siglo XX Hans Morgenthau denominaría la
realpolitik como fundamento de las relaciones internacionales.
————— o —————
En el siglo XVI España inicia la conquista y colonización de los territorios americanos
descubiertos por Cristóbal Colón. En poco tiempo los conquistadores identifican los vastos
depósitos de oro y plata del continente. Esto significaría para el reino de Castilla y Aragón
una fuente prácticamente inagotable de poderío económico. España se convierte de la
noche a la mañana en el gran imperio de la época mercantilista. Jamás hombre alguno ha
llegado a acumular tanta riqueza personal como llegaron a hacerlo los reyes de España.
Esto les permitía con infinita holgura no sólo ser sumamente magnánimos en el reparto de
favores y prebendas con sus súbditos. Su enorme riqueza le permitía, además, contar con
los recursos necesarios para montar una compleja estructura burocrática de control a través
de todo el imperio. La manus longa de la corona española, el gran imperio de la época,
podía alcanzar las más remotas áreas coloniales. Con ello se aseguraba, por una parte, un
estricto control y, por otra, se podían satisfacer, con las prebendas reales, todas las
necesidades de la población. Era un sistema totalmente dependiente de la voluntad del
monarca. El decidía quien recibía qué, cuánto y bajo qué condiciones. Nada sucedía en
estos vastos territorios que no fuera del conocimiento y estuviera fuera del control de la
corona. Los ciudadanos, tanto de la metrópoli como de las colonias sabían, por otra parte,
que podían recurrir a la justicia real se encontraran donde se encontraran. En Charcas, en
pleno altiplano boliviano, a alrededor de cinco mil metros de altura y a cientos de
kilómetros de la costa, existía desde 1559 una Real Audiencia creada por Felipe II. Un
tribunal de la corona al que cualquiera podía acudir.
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En el curso de los primeros años de colonización, la corona española estableció a lo largo
del continente americano cuatro virreinatos. Nueva España (hoy México), Santa Fe (cuya
sede fue la ciudad de Bogotá), el virreinato del Perú y el del Rio de la Plata. Los virreyes
eran precisamente eso, verdaderos vicarios del monarca, con gran autoridad que permitía un
cercano y estrecho control sobre las dependencias del imperio. Además de los virreinatos,
las colonias españolas estaban divididas en tres capitanías generales: Chile, Guatemala y
Venezuela y numerosas gobernaciones provinciales que incluían a los territorios insulares
de los cuales formaban parte, entre otros, Bahamas, Cuba, Dominicana, Granada, Jamaica,
Puerto Rico, Tobago, Trinidad,…
En cuanto a la administración de justicia se crearon en América doce Reales Audiencias,
entre ellas la de Charcas en el Alto Perú ya mencionada. Estos tribunales eran el máximo
órgano de justicia de Castilla habiendo once de ellas en la península. Las Reales Audiencias
americanas fueron adquiriendo enorme prestigio por su gran celo en la aplicación de la
justicia. En particular de las Leyes de Burgos. Estas leyes, promulgadas en 1512 tenían por
objeto velar por el justo trato a los naturales de América. Las mismas fueron el resultado de
un intenso debate de teólogos y juristas, en su mayor parte moralistas de la Escuela
Teológica de Salamanca3, llevado a cabo en Burgos ese mismo año. Allí se concluyó, por
una parte, que el Rey de España tenía “justos títulos de dominio” sobre los territorios de
América. Por otra, que no había derecho a explotar al indio que era un hombre libre que
podía tener propiedades. Siempre, por supuesto, como súbdito de la corona a la que debía
lealtad. Las Reales Audiencias con el tiempo llegaron a ser Reales Cancillerías por
considerárseles representantes directas del monarca, debido a lo cual tenían en custodia
nada menos que el mismo sello real.
Nada escapaba al poder y el control del monarca. La población del imperio español podía
dormir tranquila. En la época de las monarquías absolutistas tenían un soberano
3 La Escuela Teológica de Salamanca estuvo conformada por un grupo de teólogos moralistas españoles. Este grupo, además de ser en gran medida propulsor de las Leyes de Burgos, aportó valiosas contribuciones a la economía moderna. Por tal motivo se les considera precursores de las corrientes del moderno liberalismo económico.
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extremadamente rico que podía ocuparse de todas su necesidades, tanto materiales como de
promulgación y administración de leyes justas.
La conquista de la América hispana tendió a bascular entre dos extremos. Por una parte
hubo casos de salvajismo por parte de las tropas conquistadoras en las que era frecuente la
presencia de aventureros del más diverso origen. Esto ocurrió sobre todo al principio, antes
de la promulgación de las Leyes de Burgos. Por otro lado se contó con la presencia de otro
grupo de conquistadores, por lo general hijos segundones y por tanto sin derecho a
herencia, de nobles familias castellanas. Estos eran hombres que venían solos, sin familia
alguna, en busca de fortuna pero que poseían, sin embargo, un elevado sentido del honor y
la caballerosidad. Este grupo fue el que dio origen a la procreación de un mestizaje culto.
Algunos de ellos personajes verdaderamente insignes. Tal es el caso de Garcilaso de la
Vega “el inca”, hijo del capitán español Sebastián Garcilaso de la Vega, hermano del gran
escritor y poeta del siglo de oro español, y de la princesa inca Chimpu Ocollo. El inca
Garcilaso es una de las primeras figuras de la literatura hispanoamericana.
Otro caso fue el de Fernando de Alva Ixtlilxóchitl, hijo de Juan de Navas Pérez de Peraleda
y Ana Cortés Ixtlilxóchitl, descendiente directa de los reyes de Acolhuacan y de
Tenochtitlan. Alva Ixtlilxóchitl fue uno de los historiadores y humanistas mexicanos a
quien se le debe, entre otras cosas, la elaboración del primer diccionario náhuatl-castellano.
Cabe, por supuesto la pregunta ¿dónde adquirieron hombres como el inca Garcilaso y
Fernando de Alva Ixtlilxóchitl la formación cultural que les permitió realizar las labores
descritas? Esto se debió a la influencia de varias órdenes religiosas que, junto con su labor
evangelizadora, sirvieron también como vehículos de la cultura occidental de la época hacia
las nuevas colonias. En 1533, apenas cuarenta y un años después de la llegada de Colón, los
franciscanos fundan en México el Colegio de la Santa Cruz de Tlatelolco. Uno de sus
primeros discípulos fue, precisamente Alva Ixtlilxóchitl. Esta institución, al igual que las
universidades europeas de la época, enseñaba las siete artes liberales: el trívium (gramática,
retórica y lógica) y el cuadrivium (aritmética, geometría, astronomía y música). Entre sus
profesores esta institución contó, por ejemplo, con hombres de la talla del célebre teólogo
de la Universidad de Salamanca, Fray Bernardino de Sahagún, quien abandonó su cátedra
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en España para continuar su labor en México. Unos años más tarde, en 1575, se funda en
Cuzco, en el Perú, el Colegio San Francisco de Borja de Cusco dirigido por los jesuitas.
Toda esta labor era llevada a cabo con la autorización, o incluso con el estímulo, de las
autoridades virreinales. La corona española no dejaba nada por fuera.
Este control sobre las colonias implicaba por parte de España el establecimiento de una
rígida estructura burocrática. La autoridad del Rey no podía ser delegada a la ligera. Esto se
reflejaba en la estructura social altamente estratificada. Uslar Pietri (1962) describe este
fenómeno de la siguiente manera: ”La sociedad colonial vino a ser una especie de
formación geológica neptuniana por capas adicionales, de castas como decían ellos. En el
tope estaban los españoles insulares (sic.), generalmente funcionarios del Rey, después
seguían los que llamaban españoles americanos o blancos criollos, que formaban la clase
alta, y económicamente más poderosa de la sociedad colonial. Después empezaba lo que
llamaban las castas o genéricamente los pardos y que eran un complicadísimo mosaico de
matices raciales en el que se mezclaban blancos, indios y negros en variadas proporciones
[…] esta compleja máquina hacía que aquella fuera una sociedad jerarquizada” (p. 139). El
status de la ubicación social determinaba el respeto y los privilegios a los cuales las
personas tenían acceso y derecho. En el tope de esta pirámide se encontraban los
funcionarios directamente enviados por el rey. Los que habían sido investidos de la mayor
autoridad delegada por la corona. Aquellos que tenían, por tanto, una mayor cuota del
prestigio que da el poder.
Continúa Uslar Pietri: “Los terratenientes blancos criollos que tienen la riqueza, que se
sienten venezolanos, que pertenecen al país y que tienen una larga tradición de propiedad y
de señorío. Van a sentir cierta condición humillante frente al funcionario español, muchas
veces inferior a ellos en educación y en riqueza, que viene revestido de una autoridad
transitoria y que está colocado sobre ellos. De modo que para ellos va a ser una especie de
sufrimiento de orgullo el estar sometido a ese peninsular transitorio, y van a soñar con la
posibilidad de ejercer ellos mismos el gobierno, no para alterar en nada la estructura social
[…] sino para redimirse de su situación de desagradable inferioridad y de posición
subalterna frente al funcionario colonial. (op.cit.,, p. 140-141).
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“Les quedaba una sola satisfacción a estos ricos criollos, a esta clase alta, de dueños de
tierra, que ya empezaban a disfrutar de cierta riqueza; les quedaba el Cabildo. El
Ayuntamiento gozaba de ciertas prerrogativas, de una autoridad reconocida, […] los cargos
en su mayor parte eran venales, es decir se adquirían por compra. […] Esta compra de los
cargos municipales fue una de las maneras de constituir esa oligarquía de la gente rica
criolla, que de este modo se enquistaba en los cargos principales y que tenía el control de lo
que pudiéramos llamar el gobierno de la ciudad en la esfera municipal.” (op.cit., p. 141). Es
a través de estos Cabildos Municipales donde en varios sitios de América se gestan los
primeros movimientos “independentistas”. El entrecomillado se debe a que, en realidad, la
insurrección de estos movimientos no es contra la autoridad real sino contra las autoridades
coloniales. Ciertamente, la intención de los blancos criollos no era alterar las estructuras
sociales ni dejar de seguir recibiendo las prebendas de la corona española. Del mismo modo
que se sentían venezolanos se sentían también españoles. Lo que buscaban era,
precisamente, que la autoridad real los colocara a ellos como primeros beneficiarios y
administradores de las prebendas reales. Que se les reconociera a ellos su merecido derecho
a ocupar el tope de la pirámide social en vez de los advenedizos peninsulares.
Una prueba evidente de esta lealtad a la corona derivada de la dependencia de la misma se
presenta a raíz de la invasión napoleónica a España y el desplazamiento del trono del rey de
España Fernando VII. En varios sitios de América se dieron dos procesos complementarios.
En primer lugar se genera un movimiento de apoyo a los derechos de la corona Española
ante la invasión de las tropas francesas. Este fue, por ejemplo, el caso de Venezuela donde
se establece una “Junta Defensora de los Derechos de Fernando VII”. Algo similar sucedió,
por ejemplo, en sitios como Chile, Cuba y Puerto Rico. Paralelamente, y como
consecuencia de lo anterior, los cabildos locales en un momento dado, deponen a las
autoridades coloniales peninsulares. Así, en México, en 1808 “El licenciado Primo Verdad
y Ramos y miembros del cabildo de la ciudad de México buscaban básicamente la
independencia, pero bajo el reinado de Fernando VII, depuesto por los franceses.” (Pazos,
1993, p. 63). En Venezuela, el 19 de abril de 1810 el cabildo de Caracas, pasando por
encima de la autoridad real, pero siempre en su nombre, destituye al Capitán General
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Vicente Emparan. Del mismo modo, en Argentina, el 22 de mayo de 1810 el cabildo de
Buenos Aires, que declara su subordinación al legítimo rey de España, Fernando VII,
expulsa al Virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros.
La corona española no comprendió el alcance de la situación. De este modo “le dio poca
satisfacción de vanidad a la clase criolla […] a la desproporción tremenda, la situación de
inferioridad y de humillación que la clase alta criolla sentía a causa de la estructura política
colonial” (Uslar Pietri, 1962, p. 141). España terminó tratando de reprimir por las armas
estos movimientos puramente burocráticos y los transformó en verdaderas guerras de
independencia.
Vale la pena comentar que la pugnacidad social colonial no se detenía en el enfrentamiento
entre los criollos mantuanos y los funcionarios reales. “La clase de los pardos, la clase
popular que va subiendo, encuentra como enemigos naturales a los señores blancos criollos.
[…] En cambio, los pardos van a encontrar ayuda, apoyo y favor, en las autoridades
coloniales, en el Rey y sus representantes. […] Las clases populares eran partidarios del rey
contra los señores, porque los señores locales eran los enemigos directos e inmediatos de
las clases populares. […] Esta es una de las causas que explican el curioso fenómeno de la
conducta de las clases populares venezolanas, en el primer momento de la guerra de
independencia, que en su mayoría fueron realistas” (op. cit., p. 142). Así, cada uno de los
grupos buscaba satisfacer sus intereses sociales, ya fuera el acceso a los cargos
burocráticos, ya fuera el acceso a una clase social más elevada. Pero siempre dependiendo
de los favores de la corona a través de la autoridad por ella delegada. Es famoso en el
anecdotario histórico venezolano el caso de las hermanas Bejarano, dos mulatas creadoras
de la famosa torta que lleva su nombre. Tanto gustó la torta a las autoridades reales de
Caracas que consiguieron un decreto del monarca donde se establecía que desde ese
momento en adelante, “Que sean blancas las Bejarano”.
¿En qué consistió, pues, la sociedad colonial en Venezuela, en concordancia de lo que fue
también en el resto de América Latina? En un estado de pugnacidad entre grupos
enfrentados por situaciones que cada quien consideraba que afectaban injustamente su
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relevancia social. Relevancia social que tenía fundamentalmente que ver, al menos en los
estratos más pudientes, con el acceso a los mecanismos de poder. El acceso a los
mecanismos de poder, a los cargos burocráticos, era el objetivo fundamental de cualquier
ciudadano. Esa era la más importante característica cultural de la sociedad colonial que se
había gestado durante más de tres siglos de absoluta dependencia de la corona.
Característica cultural que se trasladó, sin solución de continuidad, a la vida republicana
ahora bajo la forma de una permanente lucha por el poder por parte de las élites y una
absoluta dependencia del Estado por parte de la población en general.
————— o —————
Sin embargo, no todos los imperios coloniales contaban con los colosales recursos de los
que dispuso España después de las enormes cantidades de oro y de plata descubiertos en el
continente americano. Para la época los monarcas del resto de los países europeos como era
el caso de Inglaterra, Francia, Portugal o los Países Bajos no contaban con los recursos
necesarios para mantener un imperio colonial. En muchos casos ni siquiera para emprender
la conquista de uno.
El siglo XVI fue un siglo de luchas armadas en Europa: Las llamadas “guerras de religión”.
En 1517 se había producido la reforma protestante encabezada por Martín Lutero en
Alemania. Entre 1530 y 1536 tiene lugar la escisión liderada por Juan Calvino que tuvo
cierta influencia en Francia, país de origen de este reformador, pero sobre todo en Suiza. En
este último país ya previamente Ulrich Zwingli (o Zwinglio) había preparado el terreno con
su separación de la iglesia católica en 1519. Los enfrentamientos a los que estos cambios
dieron origen en las diferentes naciones europeas dieron origen a las mencionadas “guerras
de religión”. Sin entrar en mayores detalles, pues no es el objeto de este trabajo, nos
permitimos mencionar que de una forma u otra, en ellas estuvieron involucradas todas las
monarquías europeas. Igualmente lo estuvieron muchos territorios germánicos y de la
península itálica aún no unificados como estados nacionales.
Es necesario mencionar, aunque también sólo de pasada, el caso de Inglaterra. Esto dada la
marcada influencia que la iglesia anglicana tendrá sobre el movimiento colonizador
británico de América del Norte. En 1527 se inicia en Inglaterra la crisis que dio origen a la
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fundación de la mencionada iglesia anglicana por parte del Rey Enrique VIII. El monarca
repudió a su esposa, Catalina de Aragón y pretendió divorciarse de ella con el
consentimiento de la Santa Sede para desposarse con Ana Bolena. El rechazo del Papa
Clemente VII a tal petición produjo la crisis que culminó en 1531 cuando el Parlamento
reconoció al Rey como cabeza de la iglesia de Inglaterra. Desde ese momento la corona
inglesa y la iglesia anglicana pasaron a ser una unidad indivisa. La lealtad a una implicaba
la lealtad a la otra. Cualquier rechazo hacia alguno de los aspectos fundamentales del
anglicanismo era considerado un delito contra la corona. Un delito de Estado.
En el pleno apogeo de la economía mercantilista España había incorpora a su imperio las
colonias de América. La gigantesca cantidad de reservas de oro y plata traídas de esas
colonias convierten a España en la potencia indiscutida de la época. Las demás naciones
europeas cuentan sólo con recursos sumamente limitados que, a lo sumo, les permiten
llevar a cabo esfuerzos coloniales sumamente modestos en ese “nuevo continente”. Durante
la mayor parte del siglo XVI y buena parte del XVII una de las formas de medrar en estas
condiciones era a costa del mismo poderío español. La vía de transito principal entre
América y la península, el mar Caribe. Este se llena de piratas, corsarios y bucaneros,
denominaciones que dependían de su nacionalidad de origen, marinos aventureros que
recibían una “patente de corso” de las coronas europeas. Inglaterra, Francia y los Países
Bajos, principalmente, emitían estas autorizaciones para atacar buques españoles y
apoderarse de su cargamento. El compromiso que imponía la “patente de corso” era
entregar al monarca respectivo una porción del botín.
Entre los tímidos esfuerzos colonizadores llevados a cabo por Inglaterra se funda en 1607 la
colonia de Jamestown en lo que hoy en día es el estado de Virginia de los Estados Unidos.
La fundación de esta colonia, si bien quedaba claro que se realizaba bajo la jurisdicción de
la corona inglesa, se llevó a cabo a través de una empresa comercial privada, la Virginia
Company. Inglaterra estaba regida en ese momento por Jacobo IV de Escocia y I de
Inglaterra. El famoso King James en cuyo honor fue nombrada la ya mencionada colonia.
Obsérvese que para ese momento España tiene ya más de un siglo desarrollando su imperio
colonial en América.
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Jacobo I de Inglaterra fue un personaje polémico. Hay historiadores que lo califican de
hombre prudente que supo mantener la estabilidad política del reino. Otros lo acusan de
haber sido un monarca irresponsable en el uso de los fondos del Estado. Alegan estos que
su estilo de gobernar consistía, algo propio de un monarca absolutista, en la distribución de
gran cantidad de prebendas, favores y privilegios entre sus favoritos. Con algunos de los
cuales parecía incluso compartir un inusual grado de intimidad. De cualquier modo, durante
su gobierno se desató una feroz persecución religiosa dirigida por la iglesia oficial
anglicana contra los católicos y los puritanos ingleses de origen calvinista.
Varios grupos oprimidos social y religiosamente por el enfrentamiento con la corona
inglesa y la persecución abierta a ésta, deseaban salir de Inglaterra. Su deseo era crear sus
propias comunidades, regidas por los principios de sus creencias, en una nueva tierra
prometida. Por otro lado la corona inglesa estimuló y facilitó el proceso migratorio. La
monarquía alentaba la esperanza que la formación de colonias en América traería
prosperidad al país por el aumento del intercambio y el cobro de impuestos de aduana.
Llenos de fervor religioso ciento dos de estos puritanos abandonaron Inglaterra y se
dirigieron a Norteamérica en el barco Mayflower. El viaje se llevó a cabo entre el 5 de
agosto y el 26 de noviembre de 1620. Su ideal: fundar una “nueva Jerusalén”, la ciudad de
Plymouth, donde establecer una comunidad de familias basada en los principios puritanos.
La vida de los primeros colonos, tanto los de la comunidad de Jamestown, como los
peregrinos del poblado de Plymouth, no fue nada fácil. “Los primeros años de Virginia se
caracterizaron por una lucha amarga y constante por obtener alimentos suficientes”
Bruchey (1966, p. 21). Estos grupos no estaban formados por aventureros, hombre solos, en
busca de fortuna. Eran grupos de familias que trataban de sobrevivir y que debían
procurarse su propio sustento en un territorio sumamente hostil. Sus relaciones con la
población indígena estuvieron sujetas a toda suerte de avatares. En algunos casos signados
por violentos ataques por parte de los aborígenes. Los mosquitos y la malaria, la pureza de
las aguas y la disentería, hicieron estragos en esta población.
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Estos primeros colonos permanentes de Norteamérica no contaban con el apoyo de un
monarca que no podía ni quería brindárselo. Para comenzar, en 1618 había estallado la
“guerra de los treinta años” en la cual Inglaterra se vio fuertemente involucrada. La guerra,
que comenzó por razones de tipo religioso en los territorios del antiguo Sacro Imperio
Romano, se extendió rápidamente a otros países europeos. Las innumerables alianzas,
ahora ya de tipo político y militar, involucraron a prácticamente todos los países europeos,
prolongaron enormemente el conflicto y cambiaron el mapa político territorial de Europa.
La contienda fue altamente costosa en vidas y recursos económicos. En consecuencia, era
poco lo que las colonias americanas podían esperar de la corona inglesa. Esta, por otra
parte, lo que esperaba de sus colonias eran recursos que la ayudaran a su propia
subsistencia y no tener que mantenerlas a ellas. Su gran esperanza de conseguir cantidades
importantes de oro y plata como lo había hecho España en sus territorios conquistados
nunca se materializó durante la época colonial. El oro, en lo que son actualmente los
Estados Unidos, no se descubrió sino hasta 1848 en el estado de California… demasiado
tarde para la corona inglesa.
Los colonos americanos intentaron al principio abrirse paso mediante un sistema agrícola
de subsistencia. A medida que la población fue creciendo comenzaron con gran esfuerzo a
conquistar y expandir su medio ambiente, a desarrollar actividades ganaderas y una muy
incipiente actividad manufacturera. Las comunidades comenzaron a subdividirse político
territorialmente en unidades independientes. La experiencia adquirida en técnicas agrícolas,
muchas de ellas tomadas —dónde ello fue posible— de los mismos indígenas,
constituyeron su primera forma de expansión de capital. Cada una de estas subdivisiones
territoriales contaba con su propio sistema de distribución y tenencia de tierras y estructura
económica. Del mismo modo, cada una de estas entidades tuvo que desarrollar sus propios
sistemas legislativos y de administración de justicia. Las colonias británicas de América del
Norte habían quedado totalmente de su cuenta. Sin entrar en los detalles que escapan al
objeto de este trabajo, nos permitimos únicamente mencionar que este fue el origen a las
conocidas “trece colonias” consideradas como las precursoras de los actuales Estados
Unidos. Con el tiempo, las diferentes comunidades comenzaron a generar excedentes de
algunos productos y a comerciar entre sí e incluso con otros territorios, incluida Inglaterra.
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Un hecho que realmente “cambió la suerte de las colonias de América para siempre” (Scott,
1984, p. 31) fue el cultivo del tabaco. El tabaco había sido introducido en Europa desde
principios de la colonia desde varios territorios tanto de Norte América como de las
colonias españolas. En pocos años su uso se había extendido a las sociedades de la mayoría
de los países europeos. Alrededor de 1612, en el actual estado de Virginia, “un granjero de
nombre John Rolfe descubre una variedad de tabaco que gustó mucho a los ingleses. […]
La nueva variedad de tabaco era más suave y tenía un sabor más placentero. De la noche a
la mañana se convirtió en una sensación en Europa […] pronto prosperas granjas de tabaco
se esparcieron en el área del rio James” (op. cit., p. 31)4.
Los colonos americanos se dieron cuenta que el comercio era progreso y que el comercio
necesitaba vías de comunicación. De este modo comenzaron a desarrollar, con la
participación de todos los posibles beneficiarios, un sistema de caminos carreteros y de
navegación fluvial. En algunos casos incluso construyeron canales de interconexión.
Igualmente se desarrollaron instalaciones portuarias en varias ciudades costeras. Boston,
Nueva York, Filadelfia, Charleston, fueron algunos de los primeros puertos coloniales. Los
mismos se encontraban usualmente cerca de la desembocadura de los ríos a través de los
cuales llegaban las mercancías para ser transbordadas a transportes oceánicos. La sociedad
seguía progresando bajo un esquema eminentemente rural. Carl Brindenbaugh5, citado por
Bruchey (1966, p. 23) menciona que “el pauperismo ‘en las comunidades más
definidamente rurales’ era casi inexistente en el siglo XVII. Lo bajo que era el índice de
pauperismo para la población total a través de toda la época colonial resulta evidente por el
hecho de que todavía a fines de ese siglo apenas una persona de cada diez vivía en una
ciudad.” Esto llevó, en algunos casos, a una lucha permanente de las familias de colonos
con los aborígenes de la región. Esta lucha se recrudecería y tomaría visos de definitivos
intentos de aniquilamiento en la segunda mitad del siglo XIX cuando se produce la gran
expansión territorial hacia el oeste.
4 Traducción del autor. 5 Brindenbaugh, Carl (1955) Cities in revolt. New York, NY, EE. UU.
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Ya hacia finales del siglo XVII y principios del XVIII Inglaterra se ha dado cuenta de que
del otro lado del Atlántico posee un grupo de prosperas colonias. Son las colonias quienes
le están suministrando una buena cantidad de los productos que consume la metrópoli.
Bruchey (1966) en cifras tomadas de la Oficina del Censo de los Estados Unidos6 menciona
que “en 1616, Inglaterra recibió únicamente 11.325 kilos (de tabaco) procedentes de las
colonias. Ya en 1688, la exportación de la hoja a Gran Bretaña llegaba a unos 13 millones
de kilos, y en 1771 ascendió a 48 millones. […] Entre los datos estadísticos del siglo XVIII
se encuentran los relativos al arroz, que revelan un aumento de ocho veces en la cantidad
exportada de Charleston a la Gran Bretaña entre 1725 y 1774. […] En 1775, el valor de
todas las exportaciones coloniales a Inglaterra era aproximadamente siete veces mayor que
en 1697. […] También aumentó el tonelaje de carga que salía de los puertos principales. En
Boston, entre los años 1714-1717 y 1772 se duplicó, y en Nueva York alcanzó igual
aumento de 1715-1718 a 1754; el tonelaje que salía de Charleston aumentó en 150 por
ciento entre 1731 y 1772, y el que salía de Filadelfia subió a más del triple entre 1730-1734
y 1770-1774” (p. 19). La variedad de productos incluía ya además algunos productos
manufacturados tales como hierro colado (pig iron), “artículos navales, cordelería, lonas,
velas para barcos, refinerías de azúcar y de sal, fraguas de calderas, tonelerías aserraderos
cervecerías y destilerías, molinos harineros, herrerías, talleres de calzado, carpinterías,
almacenes de carga y astilleros” (op.cit., p. 19).
Es evidente que con toda esta actividad las colonias están generando cuantiosos ingresos.
Algunos miembros del Parlamento inglés comenzaron a pensar que estos ingresos no le
producían a la corona los beneficios en forma de impuestos que deberían generarle.
Inglaterra se vuelca entonces de manera cada vez más intensa sobre sus colonias
norteamericanas. La colonización inglesa de Norteamérica había creado núcleos de
población que quisieron, y paulatinamente, a través de su propio esfuerzo, pudieron,
gobernarse por sí mismos. Estas formas de autonomía política pretendían ser intervenidas
por iniciativa del Parlamento por funcionarios reales. Esto llevó a una situación de
conflictividad entre los gobiernos y la población colonial con la metrópoli.
6 Historical Statistics of the United States, Colonial Times to 1957 (Washington, D. C., 1960)
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Las características de la sociedad colonial de Norteamérica eran de acuerdo a Nevins y
Commager (1981) las siguientes: “Las diferencias económicas eran pocas; las
oportunidades económicas estaban igualmente abiertas a todos. Cualquier aristocracia que
pudiera existir simplemente estimulaba el crecimiento de los principios democráticos” (p.
67). En este clima político y económico la metrópoli estableció un monopolio comercial
sobre la colonia prohibiendo el comercio de ciertos artículos con otros países que no fueran
Inglaterra. Así mismo, se prohibió el establecimiento de industrias que compitieran con las
existentes en Inglaterra. Se restringió en gran medida la actividad de los nuevos, y muy
activos puertos emergentes. La corona estableció “agentes rurales” en los centros de
producción. Estos “agentes” se encargaban de recibir las mercancías a consignación, fijar
sus precios y financiar a los productores cuyos costos estuvieran por encima de dichos
precios. A través de este sistema de créditos y de “precios regulados” los productores se
fueron haciendo cada vez más dependientes de estos “agentes rurales”. Estos eran quienes
llevaban directamente a los puertos las diversas mercancías impidiendo, por decreto, que
esto pudieran hacerlo los mismos colonos. Finalmente las cargas impositivas a favor de la
corona de muchas actividades económicas fueron incrementadas considerablemente. El
café, los textiles, el azúcar y muchos otros bienes fueron objeto de fuertes cargas
impositivas.
Muchas de estas formas de intervención tomaban la forma, como hemos dicho, de leyes
promulgadas por el Parlamento inglés. Para muchos funcionarios británicos, como
mencionan Nevins y Commager (1981), “el Parlamento era un cuerpo imperial que ejercía
su autoridad tanto en las colonias como en la metrópoli […] Las colonias, ciertamente
tenían sus propios gobiernos. Pero las colonias no eran sino meras corporaciones y, como
tales, sujetas a la ley inglesa […] Los lideres americanos, alegaban que no existía un
Parlamento ‘imperial’. La única relación legal, argüían, era con la Corona. Era la Corona
quien había decidido establecer colonias en ultramar y las había provisto de sus propios
gobiernos. El rey era igualmente rey de Inglaterra como lo era de Massachusetts” (p. 70)7.
7 Traducción del autor.
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Algunas de las formas de intervención fueron particularmente vejatorias para la población
de las colonias. La llamada Ley de Alojamiento obligaba a los colonos a suministrar
alojamiento y manutención a los soldados británicos incluso en sus propios hogares. Los
soldados comenzaban a llegar en grandes cantidades para supervisar el cumplimiento de las
nuevas regulaciones. “Para los colonos estos mandatos, aplicados a todo el mundo,
otorgando poder absoluto a los funcionarios encargados de su cumplimiento, y permitiendo
que el hogar o el negocio de cualquiera fuese inspeccionado por las autoridades, era
intolerable” (op. cit, p.69).
Un hecho crítico lo constituyó la promulgación en 1765 de la British Stamp Act, (Ley de
Estampillas). Esta ley exigía que cualquier documento legal, público o privado, o cualquier
tipo de publicación debía cancelar unos derechos de emisión. Esto se comprobaba
acompañando al documento en cuestión las correspondientes estampillas fiscales. Estas
estampillas eran vendidas por funcionarios designados a tal efecto. Este hecho dio origen a
una serie de manifestaciones en las cuales “multitudes de ciudadanos en Massachusetts,
Nueva York, Virginia, Carolina del Norte y otras provincias destruyeron las estampillas y
otras propiedades, obligaron a los funcionarios encargados de la venta de las mismas a
renunciar o huir, e incluso amenazaron las vidas de esos funcionarios reales (op.cit., p. 71).
Para los colonos todas estas regulaciones constituían una evidente intromisión en su
actividad económica. Nuevamente la filosofía económica mercantilista se mostraba como la
primera intromisión masiva y consciente del Estado en la vida de los ciudadanos. Sobre
todo las colonias percibían, con toda razón, que se establecía una amenaza para el sistema
de libertades civiles del que venían disfrutando. El acantonamiento de un creciente número
de tropas británicas en sus territorios no hacía más que confirmar ese hecho de forma
amenazante. La crisis se precipitó cuando el Parlamento inglés, si bien derogó la Ley de
Estampillas mantuvo la Ley de Alojamiento y aplicó nuevos impuestos a otra serie de
productos, entre ellos el té, el vidrio, el plomo, el papel y la pintura. Para reforzar estas
medidas envío funcionarios aduanales a Boston para asegurar su cumplimiento. Ante la
beligerante negativa de los comerciantes locales a cumplir con los decretos, se enviaron
tropas británicas a Boston. Esto dio origen al evento que se considera como el hito inicial
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de la guerra de independencia de los Estados Unidos. En la llamada Boston tea party (la
fiesta del té en Boston), un grupo de colonos, como un acto de rebeldía, arrojaron al mar un
cargamento completo de té.
¿En qué consistió la sociedad colonial de Norteamérica? En un grupo de familias que
habían sido dejadas de su cuenta por la corona británica en un territorio inhóspito. Familias
que luego de grandes esfuerzos logran a duras penas no sólo sobrevivir, sino alcanzar un
estado de prosperidad económica. Este desarrollo económico les permitió un extraordinario
crecimiento de la actividad comercial. Cuando este crecimiento fue observado por
Inglaterra, esta trató de intervenir en la vida económica y política de las colonias para hacer
valer su condición de potencia colonizadora. Esta intervención fue repelida por una cultura
que por casi dos siglos se había desarrollado bajo un régimen de libertad política y
económica. Característica cultural donde la preocupación fundamental de cualquier
ciudadano es su desconfianza hacia el establecimiento de un Estado poderoso que
entorpeciese la libre iniciativa de los ciudadanos.
LAS NUEVAS NACIONES:
Para finales del siglo XVIII se ha producido tanto en las colonias inglesas de América del
Norte, como en las españolas del resto del continente un ambiente de descontento. En las
primeras existe la sensación de que la monarquía inglesa por más de ciento cincuenta años
los ha abandonado totalmente a su suerte y pretende ahora restringir las libertades que
habían alcanzado. Es una sociedad que defiende su derecho a usufructuar de los beneficios
de su propio trabajo. Comunidades que se gobiernan a sí mismas dictando leyes en función
de sus necesidades específicas. Que no quieren depender de las prebendas de un super
organismo, la corona o el Estado, que pretenda regular sus vidas.
En las sociedades de Hispanoamérica, las clases económicamente pudientes, los
mantuanos, hijos y nietos de los primeros colonizadores españoles, se sienten tan
americanos como españoles. No obstante están ostensiblemente excluidos de los cargos de
autoridad, aquellos que permiten repartir las prebendas que la corona tiene a bien entregar.
Cargos que, además de los beneficios directos que su ejercicio conlleva son fuente de
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prestigio social. El prestigio que en esas sociedades se basa en el ejercicio de la autoridad,
“de quien manda”. No es sólo la exclusión. Adicionalmente los nuevos funcionarios
advenedizos pretenden distribuir entre el populacho beneficios que ponen en peligro su
propio estatuas social.
Se plantea, de este modo, en ambas sociedades el deseo de independencia. En Norteamérica
debido a la injerencia de la corona en su economía. Fue una lucha independentista inspirada
por razones comerciales y económicas, de respeto a las libertades individuales a la propiedad y al
usufructo de los resultados del propio esfuerzo. En Hispanoamericanas por la
discriminación a la que se ven sometidos los hijos de las familias “de abolengo” a ocupar
cargos en representación de la autoridad de la corona. La rebelión criolla se produce por
razones burocráticas, de autoridad y de ejercicio del poder.
La independencia de dos culturas que han desarrollado sus propios valores culturales.
Valores que, como tales, servirán, una vez finalizadas las luchas emancipadoras, como el
telón de fondo para el desarrollo de la vida republicana de ambas naciones. Una, abocada a
continuar con su esfuerzo de crecimiento económico aprovechándose e incorporándose al
potencial de desarrollo que brindan los inventos fruto de la revolución industrial. La otra, diluida en
una serie de luchas intestinas por alcanzar las máximas posiciones de poder y de autoridad.
Luchas que impiden mirar alrededor y ver lo que sucede en el mundo exterior… ¿La
revolución industrial? ¿Y qué es eso? Una, emprendiendo un camino de institucionalidad
política que facilite el desarrollo industrial, social, económico. Otra derivando en guerras,
civiles o de vecindario, donde sus líderes justifican sus correspondientes asonadas
“arropándose” bajo supuestas banderas ideológicas: liberales, conservadores, federalistas,
centralistas, socialistas,… Unos son hoy el gran imperio del mundo contemporáneo. Los otros
hemos caído en un círculo vicioso que complementa la dependencia de la población con la
actitud clientelar de los gobernantes. El monarca ha sido substituido por el Estado, mejor
dicho, por los gobernantes de turno. Un Estado y unos gobernantes que pregonan poder
satisfacer todas las necesidades de la población y una población que eso es precisamente lo
que espera. ¡La dependencia ha reemplazado definitivamente a la iniciativa!
————— o —————
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El 19 de noviembre del mismo año de 1830, se disuelve la Gran Colombia. Páez asume la
presidencia de Venezuela, Santander la de Colombia. Desde el mismo comienzo del
gobierno de Páez comienzan a producirse movimientos armados en su contra. Colombia
atravesó veinticinco guerras civiles después de su independencia. Ecuador vivió una época
de violentas luchas por el poder. En Venezuela sobran los caudillos: José Tadeo Monagas,
Santiago Mariño, Carlos Soublette. En un momento dado triunfa en las elecciones un civil,
el Dr. José María Vargas. Cinco meses duró en el cargo. En junio de 1935 es derrocado por
los militares agrupados bajo el rimbombante nombre de “Revolución de las Reformas”.
¡Sólo ellos tenían derecho a gobernar el país! Habían sido ellos quienes conquistaron su
independencia en los campos de batalla. Ellos eran “quienes mandaban”. Y así siguió
nuestra historia de golpe en golpe, de revolución en revolución. Con la Guerra Federal,
versión vernácula, que no podía faltar, de las luchas entre supuestos polos ideológicos
opuestos a lo largo de nuestro continente. Vendrán después caudillos “pacificadores”,
“civilizadores” y “unificadores” estableciendo regímenes autoritarios y personalistas… y
muchos de ellos corruptos: Guzmán Blanco, Castro, Gómez,…
En México, inmediatamente después de la independencia en 1821 se nombra nada más y
nada menos que ¡un emperador! Don Agustín de Iturbide. Poco duró. En 1824 es obligado
a abdicar para ser posteriormente fusilado. Lo que siguió después lo describe Pazos (1993):
“La lucha política se entabla entre liberales (federalistas) y conservadores (centralistas). De
1821 a 1850, 29 años, hubo en México 50 gobiernos […] Noventa por ciento del
presupuesto se dedicó a pagar gastos de la milicia. Los robos saqueos e inseguridad
frenaron la inversión. La burocracia aumentó. Los puestos públicos se convirtieron en botín
de los partidos.” (p. 77-79). Así, de sublevación en sublevación, México ha llegado en 1833
a la dictadura del General Antonio López de Santa Anna. El caos político mexicano es la
excusa de los Estados Unidos para anexarse toda la parte norte del país que las luchas
políticas habían dejado desatendida. El alto precio de las luchas político-militares
intestinas. “Bajo Iturbide, México llegó a tener una extensión de 5.000.000 km2 (sic.),
aproximadamente. Incluía casi todo Centroamérica y los actuales estados de Arizona,
California, Nevada, Nuevo México, Utah, Texas y parte de Colorado y Wyoming. […]
Actualmente la extensión de México es de 1.958.201 km2 (sic.), el 39 % de cuando nació
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como país independiente.” (op.cit., p. 80). No podía faltar una gran revolución social, con
persecuciones religiosas y todo, que culminaría en una democracia estatista que derivó
finalmente en una dictadura de partido casi hasta nuestros días.
La vida independiente de las provincias centroamericanas es otro ejemplo de una sociedad
devorada por las luchas intestinas y el estado de anarquía post independentista. En 1821 la
provincia de Guatemala declara su independencia que es secundada por el resto de las
provincias. Ese mismo año deciden anexarse al Imperio Mexicano de Iturbide. Sin
embargo, la provincia de El Salvador e importantes sectores de Honduras, Nicaragua y
Costa Rica se opusieron a ello. A la caída de Iturbide, las provincias centroamericanas
deciden tomar en sus manos su propio destino y declaran su definitiva independencia de
España, de México y de cualquier otro país. Constituyen las Provincias Unidas de
Centroamérica. Casi de inmediato estallaron las rivalidades por el ejercicio del poder de las
provincias unidas. Entre guerras civiles y revoluciones se van separando todas las
provincias. Se conformó así la comunidad más numerosa de pequeñas naciones vecinas del
planeta. Seis países que ocupan un área total que no llega al medio millón de kilómetros
cuadrados (498.000 Km2). Ninguno de ellos alcanza, individualmente, los 130 mil
kilómetros cuadrados. El mayor, Nicaragua tiene una superficie de 127.849 Km2. ¿Su vida
republicana posterior? Cada una de estas pequeñas repúblicas ha desarrollado su propia
serie de revoluciones, alzamientos y pronunciamientos.
El caso extremo se Centroamérica permite hacer referencia a un argumento bastante
extendido entre algunos autores para explicar el desmembramiento de muchas de estas
confederaciones en Latinoamérica. Este argumento trata de aplicarse a la separación de
extensiones territoriales de mayor magnitud como el de la Gran Colombia. Se alega que
dichas disgregaciones se produjeron por las marcadas diferencias culturales entre cada una
de las naciones que las conformaban. Hoy en día, cuando uno observa ejemplos como el de
la Unión Europea, donde conviven Italia con Holanda, Portugal con Alemania, Turquía con
Francia, el argumento no puede dejar de sonar como absolutamente absurdo. Las causas
siguen siendo las mismas: La búsqueda del poder propia de una cultura que se ha
desarrollado bajo el paradigma de la dependencia absoluta de la autoridad.
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En el otro extremo del continente, en Argentina, en 1816 se declara la independencia en el
Congreso de Tucumán. Desde los años previos a 1820 se producen una serie de pugnas
entre unitarios y federales por el control del poder. Ese mismo año en la batalla de Cepeda
se produce el triunfo federal. La estructura federal trae consigo un anárquico período de
dominio de caudillos regionales con numerosos ejércitos personales bajo su mando. En ese
mismo período tiene lugar la guerra con Brasil que finaliza con la independencia del
Uruguay. En este último surgen los partidos colorado y blanco cuya pugna llevó al país a
un permanente estado de guerra civil durante todo el siglo XIX. Mientras tanto, en
Argentina, continúa la guerra civil entre unitarios y federales. En 1829 se inicia la dictadura
de un caudillo regional porteño, Juan Manuel de Rosas, quien concentra en sus manos los
tres poderes del Estado. La dictadura de Rosas dura hasta 1852. Viene después una nueva
guerra, la de la “Triple Alianza” esta vez con Brasil y Uruguay como aliados en contra de
Paraguay. Siguen períodos de alternancia de gobiernos civiles con golpes militares que
desemboca en una estructura de partido “autonomista” único afianzado en un curioso
sistema electoral de “voto cantado”. Llegaría, finalmente, luego de una serie de avatares
políticos y militares el período dictatorial de Juan Domingo Perón. Este satisfacía
plenamente las aspiraciones de una sociedad latinoamericana. El jefe distribuidor de todas
las prebendas que el pueblo necesita. Hasta tal punto satisfizo Perón esas expectativas que
aún hoy, después de 54 años de haber sido depuesto y a 35 de su fallecimiento, en
Argentina siguen gobernando los partidos peronistas.
En lo que algunos autores han llamado “El triángulo de Atacama” formado por Bolivia,
Chile y Perú concurren también una serie de pugnas por el poder entre diversos caudillos.
“En el caso de Bolivia, esta, desde los inicios de su vida independiente cayó en una
continua seguidilla de revoluciones y guerras civiles. […] Fue fundada en 1826 por
iniciativa de Simón Bolívar. El libertador redactó su primera constitución y designó al
mariscal José Antonio Sucre como su primer presidente. Ese mismo año Sucre es expulsado
del poder por el mariscal Andrés Santa Cruz quien estableció una dictadura de diez años.”
(Fronjosa, 2005, p. 3). Por otra parte, en Perú, luego de su independencia en la batalla de
Ayacucho el 9 de diciembre de 1824, “los primeros años de vida independiente discurren
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en una secuencia de luchas entre caudillos por alcanzar el poder. […] En uno de estos
eventos Felipe Santiago Salaverry derroca en 1835 al presidente Luis José de Obregoso.
Con el apoyo del mariscal Santa Cruz de Bolivia Obregoso recupera el poder y ambos
países establecen en 1837 la Confederación Perú Boliviana. […] Disuelta en 1839 luego de
la derrota de Yungay contra el Ejercito Unido Restaurador que contó con el apoyo del
gobierno chileno.” (op.cit., p. 5-6).
Un elemento peculiar de la historia de esta región son la serie de intrigas y maniobras por
las que discurre su actividad diplomática. “En agosto de 1866 los presidentes de Chile, José
Joaquín Pérez, y Mariano Melgarejo, de Bolivia, firmaron el primer tratado de límites. […]
Paralelamente a la firma del Tratado […], Chile propuso al presidente Melgarejo la
aceptación de un acuerdo secreto. Según este acuerdo el país sureño ayudaría a Bolivia a
conquistar por la fuerza las provincias peruanas de Tarapacá, Tacna y Arica. La condición
era que Bolivia, después de haberse anexado estas provincias costeras renunciaría a su
litoral situado más al sur en beneficio de Chile. El dictador Melgarejo rechazo ese
ofrecimiento. Posteriormente los peruanos se enteraron de la propuesta formulada por Chile
[…] Este hecho originó una profunda desconfianza hacia el gobierno chileno. Desde ese
momento Perú consideró a Chile su enemigo natural. Posteriormente, el 6 de febrero de
1873, Bolivia y Perú si firmaron un acuerdo secreto, el Tratado de Alianza Defensiva Perú-
Bolivia. Su objetivo era la mutua defensa y asistencia militar en caso de que Chile invadiera
uno de estos países.” (op.cit., p. 9). Y así sigue también la historia de estos países
prácticamente hasta nuestros días. No puede faltar, sin embargo, el episodio bélico de la
guerra del Pacífico entre 1879 y 1883 donde Chile se enfrentó y derrotó a Perú y Bolivia y
esta última perdió su salida al mar.
————— o —————
Paralelamente, Para ese año de 1830 los Estados Unidos tienen menos de cincuenta años de
haberse independizado. La revolución industrial se ha venido desarrollando desde
principios del siglo XVIII. Las antiguas colonias británicas se han dado prisa en
incorporarse al gran potencial de incremento de productividad que la misma representa. El
ferrocarril va a modificar sustancialmente la industria del transporte. Durante ese lapso la
nueva nación ha desarrollado una red ferroviaria de alrededor de 350.000 kilómetros. Una
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incipiente industria metalúrgica suministraba los insumos necesarios para este gran
esfuerzo. En una calle de la ciudad de Nueva York, Wall Street, se ha comenzado a
desarrollar un centro financiero que en principio está casi exclusivamente dedicado a
financiar la expansión ferroviaria.
Entre 1789, cuando se concreta la independencia, y 1861, en los Estados Unidos ha habido
una sucesión ininterrumpida de dieciséis presidentes electos mediante sufragio de los
ciudadanos. En el mismo año de la independencia se promulga en la ciudad de Filadelfia la
constitución que habrá de regir la nación hasta nuestros días. La misma consta de sólo siete
artículos y hasta el momento ha sido objeto de veintiséis enmiendas cuyo objeto ha sido
fundamentalmente reconocer ciertos derechos adicionales de las personas. Los dieciséis
presidentes mencionados, en todos los casos cumplieron su período de cuatro años tal como
prevé dicha Constitución. Algunos fueron reelectos de acuerdo a las mismas previsiones
constitucionales al respecto. Sólo dos de ellos, W. H. Harrison en 1841 y Zachary Tylor en
1850 murieron por causas naturales antes del año de haber tomado posesión de su cargo.
Ambos fueron de inmediato reemplazados, tal como está previsto hoy en día en la
mencionada constitución, por sus respectivos vice-presidentes John Tyler y Millard
Fillmore quienes completaron los respectivos períodos sin mayores incidentes.
Hemos establecido un punto de corte en el año 1861 puesto que en dicho año en los Estados
Unidos se inicia una guerra civil conocida como la Guerra de Secesión. Esta sangrienta
contienda pudiera ser comparable a las ocurridas en muchos de los países
hispanoamericanos. A la guerra federal venezolana, a la revolución mexicana, a la guerra
del Chaco o a la guerra del Pacífico. Ciertamente significó una disrupción en el proceso de
desarrollo económico del país que requirió de un notable esfuerzo para su recuperación.
Existe, sin embargo, una notable diferencia entre esta guerra y las acaecidas en
Hispanoamérica. Esta, una vez más, es una guerra que se inicia por razones de tipo
económico y por la defensa de ciertas libertades políticas. Libertades, algunas de ellas, con
las que podemos particularmente no estar de acuerdo, pero cuya defensa era ya parte de una
mentalidad. De la naturaleza misma de esas sociedades. En el norte, cuya economía se
había orientado definitivamente hacia la actividad industrial manufacturera, se había
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reemplazado la esclavitud por la tecnología derivada de la revolución industrial. Esta no era
la situación en el sur. La economía de esta región estaba orientada a la actividad agrícola
centrada en grandes extensiones de cultivo. En esa época la maquinaria agrícola era aún
demasiado rudimentaria para permitir su uso en tan grandes extensiones. La esclavitud
seguía siendo el rubro más importante del capital de los hacendados.
Desde el mismo principio del período mencionado (1789 – 1861) en Nueva Inglaterra se ha
comenzado a desarrollar la industria textil. Se prueba en Filadelfia el primer buque
propulsado por vapor. Se inventa la cosechadora de algodón que permite incrementar diez
veces la producción de este cultivo. Se desarrolla en gran escala la industria del hierro
colado (pig iron) y se patenta el arado como herramienta agrícola. En 1850 el país está
construyendo 400 locomotoras por año y se han tendido alrededor de 130.000 kilómetros
adicionales de vías férreas. La máquina de vapor, además de locomotoras y buques, permite
desarrollar los molinos de harina de alto rendimiento. En 1817 se comienza el desarrollo de
la industria del cemento. Charles Goodyear desarrolla el proceso de vulcanización del
caucho en 1839. En 1844 Samuel Morse inventa el telégrafo. En 1850 Isaac Singer inventa
la máquina de coser.
Luego de la guerra civil se emprende la reconstrucción del devastado sur de los Estados
Unidos y se continúa la gran expansión interna hacia los territorios del oeste. En 1869 se
finaliza el primer ferrocarril transcontinental En 1876, Alexander Graham Bell inventa el
teléfono, y al año siguiente, Thomas Alva Edison inventa el fonógrafo. El mismo Edison en
1879 inventa la lámpara eléctrica incandescente y en 1889 la maquina cinematográfica. En
1857 Henry Bessemer desarrolla el método para la fabricación de acero que lleva su
nombre dando origen al espectacular desarrollo de esa poderosa industria. En 1881
Gustavus F. Swift da inicio a la industria de las grandes empresas empacadoras de carne y
el transporte de alimentos refrigerados. Se llega así en el siglo XX al desarrollo del
automóvil como un bien asequible a todo público gracias al invento de la línea de
ensamblaje por parte de Henry Ford.
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Frecuentemente se alega que el espectacular desarrollo de los Estados Unidos se debe en
buena parte al importante contingente de emigrantes europeos que comenzaron a llegar al
país durante el siglo XIX. Esto es absolutamente cierto. Los grandes contingentes de mano
de obra calificada, constituyen un importante elemento para el desarrollo de cualquier país.
Los Estados Unidos tenían en 1790, casi cuatro millones de habitantes. En 1800 había
llegado apenas a algo más de cinco millones. Sin embargo, en los siguientes treinta años
llegan ya a casi trece millones. Al inicio de la guerra de secesión, en 1861 contaban con
treinta y cinco millones de personas. A la vuelta del siglo, el país había superado los setenta
y cinco millones de habitantes. En 1916, el país superó los cien millones de habitantes8.
En ciertos momentos algunos países latinoamericanos se beneficiaron también de este
fenómeno. Así, por ejemplo Argentina y México desarrollaron redes ferroviarias bastante
extensas. La industria metalúrgica de este último y la agrícola y ganadera del primero
aprovecharon el mismo fenómeno. En Venezuela, el aporte de Españoles huyendo de la
dictadura franquista a principios de los años 40 del siglo pasado y de otras nacionalidades
(italianos, portugueses, de nuevo, españoles,…) al final de la segunda guerra mundial
significaron un notable aporte de talento y de mano de obra calificada. Sin embargo,
también es cierto que para que esta condición se produzca, es necesario que se den las
condiciones sociales, políticas y económicas apropiadas. El tema es claramente descrito por
Hayek (1990): “El aumento continuo de la población no sólo es la condición teóricamente
necesaria para el desarrollo económico, social y cultural, sino que además es la
consecuencia más típica del proceso de evolución social. De hecho, la prueba del éxito de
las instituciones sociales radica precisamente en su potencialidad para mantener volúmenes
crecientes de población” (p. 20 – Prólogo por Jesús Huerta de Soto). Es una especie de
“círculo virtuoso”, las sociedades exitosas atraen gente de otras culturas. Con estos aportes,
ellas mismas se enriquecen y se hacen más capaces de atraer mayor cantidad de gente. En
contrapartida, cuando una sociedad se degenera y se degrada, las personas con mayor
amplitud de horizontes tienden a emigrar. Es el caso de la “fuga de cerebros” que ha
ocurrido en muchos países latinoamericanos. Hoy en día en Venezuela, por primera vez en
nuestra historia, estamos padeciendo este problema. Lo lastimoso de nuestro caso es que 8 FUENTE: http://www.census.gov/
LA FATAL DEPENDENCIA Página 36 de 40 AGOSTO DE 2009
esta situación parece ser algo deseado por la actual oligarquía olocrática que detenta las
posiciones de gobierno.
————— o —————
Dentro de esta apretada y necesariamente reducida síntesis, cabe señalar de manera muy
especial la incorporación de un nuevo material: el petróleo. Por su altísima importancia
estratégica este habrá de convertirse en lo que es la mercancía más preciada de la historia.
Sin embargo, para el caso que nos ocupa, vale la pena observar otro hecho. La industria del
petróleo puso por primera vez en evidencia la superioridad económica y tecnológica que
han alcanzado los Estados Unidos. Este material fue utilizado por primera vez en forma
práctica por el Coronel Edwin Drake en 1859 en el estado de Pennsylvania. En pocos años
se perfeccionaron los métodos para su exploración, las técnicas para la perforación de los
pozos que requiere su desarrollo y la tecnología necesaria para destilarlo y obtener de él
productos aprovechables.
Algunos países latinoamericanos, concretamente México y Venezuela, saben que tienen en
su subsuelo depósitos que parecen ser importantes de este material. Nadie le presta atención
a este hecho, y los pocos que lo hacen, llevan a cabo su explotación de manera
extremadamente tímida. Esas sociedades no tenían ni conciencia de la importancia de sus
recursos ni la tecnología para desarrollarlos. Fueron las relativamente nacientes empresas
petroleras europeas y norteamericanas las que llevaron a cabo los descubrimientos
importantes en esos países y las que desarrollaron las reservas descubiertas.
————— o —————
Al llegar a este punto debemos repetir la advertencia que hicimos en la introducción del
presente trabajo. No pretendemos tratar de establecer un juicio de valor sobre las relaciones
causales de los eventos que han resultado en el contrastante desarrollo entre los países de
Hispanoamérica y los Estados Unidos. Hay hechos históricos que pueden despertar
distintas reacciones en diferentes personas. Pero cuando dichos eventos se utilizan para
explicar los efectos a los que los mismos han dado origen, el juicio ético es irrelevante. Lo
que interesa es establecer la relación de causalidad que permita, a lo sumo, aspirar a tomar
algún tipo de acción con relación a las manifestaciones actuales de dichos efectos.
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Al iniciarse el siglo XX, los Estados Unidos llevan más de cien años desarrollándose como
nación y expandiéndose internamente. Ciertamente para la construcción de la nación la
institución de la esclavitud fue un elemento determinante. Algo que, por cierto, no fue
privilegio exclusivo de Norteamérica. La expansión territorial interna es innegable que
llevó a acorralar, y en gran medida aniquilar, a la población indígena. Esto, hasta cierto
punto es explicable. La sociedad norteamericana tenía un fuerte fundamento familiar y
comunitario. Era una sociedad cerrada sobre sí misma que había tenido que luchar muy
duro para salir adelante. Y lo seguía haciendo. Para ello se sentían enfrentados a “los
demás”. Aunque “los demás” fueran los habitantes originales de esas tierras tratando de
defender su territorio. Durante este período los Estados Unidos mantuvo una política
fundamente aislacionista con relación al resto de la comunidad internacional.
Sin embargo, al reconocer su propio poderío industrial y económico y habiéndose
consolidado sobre lo que se podría llamar su “territorio natural”, el país comenzó a mirar
hacia afuera. Con especial interés, como es natural, hacia su entorno más inmediato, hacia
los países de la América Latina. Ya en los albores del siglo XX han comenzado sus
primeros intentos de expansión externa. Su primer blanco fueron las colonias remanentes
del decadente imperio español. En 1899 ocurre la independencia de las últimas colonias
españolas en América, Cuba y Puerto Rico La independencia de estos territorios se lleva a
cabo con el decisivo apoyo de los Estados Unidos. Durante la primera guerra mundial ya
los Estados Unidos se manifiestan como una potencia mundial. Su intervención en esta
contienda resulta decisiva. La capacidad de su industria es la que realmente respalda el
esfuerzo bélico de las potencias aliadas. Como parte de su esfuerzo expansionista los
Estados Unidos tratan de definir su área de influencia como potencia mundial. El primer
objetivo es, evidentemente, la América Latina cuyos países se encuentran ya en evidente
desventaja. Desde entonces y con esta idea los Estados Unidos han intervenido en varias
ocasiones en países latinoamericanos donde perciben que existe algún tipo de inestabilidad.
Sobre todo cuando esta inestabilidad pone en peligro sus propios intereses. Ciertamente,
Los Estado Unidos han llegado a ser un imperio. Hoy en día son la primera potencia
mundial. Y de los imperios sólo cabe esperar que se comporten... como imperios.
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LA FATAL DEPENDENCIA Página 38 de 40 AGOSTO DE 2009
Este nuevo tipo de relación entre los países de Hispanoamérica y los Estados Unidos ha
dado origen a una serie de mitos de victimización y proyecciones de culpa. La América
Latina, quizás por las expectativas y las esperanzas que se generan en una sociedad
dependiente de las autoridades, siempre ha sido un territorio de mitos. Con una especial
propensión a no enfocar desde un punto de vista práctico el presente de la propia realidad y
a reemplazarlo con situaciones ideales o míticas con relación al pasado y al futuro. (Uslar
Pietri, 1962) describe este fenómeno con particular claridad. “Más que el hoy ha importado
el mañana, más que lo visible lo invisible y más que lo cercano lo lejano. La búsqueda de
El Dorado es una instancia ejemplar y extrema de esa mentalidad. […] Desde la llegada de
los conquistadores se miró más el futuro que el presente. […] Todo lo que dicen los
documentos oficiales más antiguos se refiere a lo que se puede hacer aquí. Esto va desde las
Cartas de Colón hasta los discursos de Bolívar. […] Se iban más al más remoto pasado o se
lanzaban al más utópico futuro. Todo menos el presente. Por lo demás el pasado remoto
actualizado o resucitado, de una leyenda dorada ha sido una forma tradicional de
pensamiento revolucionario” (op.cit., p. 99). Ciertamente son frecuentes en nuestro
continente las manifestaciones de exaltación reivindicativa de nuestros aborígenes. Los
únicos que parecen tener un derecho real al gentilicio americano. Llegándose, incluso, a
manifestaciones de una especie de neo-racismo a la inversa, donde se sublima a las etnias
tradicionalmente oprimidas en vez de las “razas superiores”.
Por otra parte, esa dilución en lo mítico ha llevado a nuestras sociedades a aferrarse a todo
tipo de ideologías. En vez de concentrar esfuerzos y energías en buscar las formas de
resolver los problemas presentes, nos enquistamos en la discusión de cuál es la mejor
ideología para enfrentar el futuro. En su ya mencionado discurso de abril de 2009 en la
Cumbre de las Américas el Presidente Oscar Arias decía “mientras nosotros seguimos
discutiendo sobre ideologías, seguimos discutiendo sobre todos los “ismos” […] los
asiáticos encontraron un “ismo” muy realista para el siglo XXI y el final del siglo XX, que
es el pragmatismo.”. Esta actitud llega a tomar visos verdaderamente curiosos. Por una
parte, la respuesta del marxista latinoamericano que se aferra a su esperanza ante el
evidente fracaso de esta corriente económica y filosófica: “La revolución es para que la
LA FATAL DEPENDENCIA Página 39 de 40 AGOSTO DE 2009
vean nuestros nietos”. Por otra, en sus manifestaciones extremas, la literatura dramática y
apocalíptica de Las venas abiertas de América Latina.
Nunca nos detenemos, sin embargo, a ver qué es aquello que deberíamos tratar de
modificar. Seguimos confiando en el establecimiento de la ideología adecuada para manejar
nuestras sociedades. Continuamos esperando la llegada del “hombre providencial” que
resolverá todos nuestros problemas. Mantenemos la esperanza de una próxima subida de
los precios del petróleo, o de las bananas, o del azúcar, o del cobre, o el estaño, o el salitre,
o de… Sigue vigente en nuestro subconscientemente el lema de la Lotería Nacional de
México en la década de los años cuarenta del siglo pasado: “Vale más un minuto de suerte,
que una vida de trabajo”.
En la raíz de nuestros problemas se encuentra el enfrentamiento esencial entre el idealismo
y el realismo. Entre el ver la realidad como uno quisiera que fuera y la realidad tal como
verdaderamente es, independientemente de mis aspiraciones y deseos. Realismo versus
idealismo que, más que filosofías, son modos de ver el mundo. El realismo que acepta los
hechos tal como se presentan y los enfrenta de la manera más racional posible. El idealismo
que, en cualquiera de sus formas, no es más que una manifestación de deseo más o menos
sofisticada.
La cultura fundamentada en la dependencia del Estado y la tendencia a fabricar mitos
ideológicos para resolver un futuro que aún no ha llegado, es una de las razones del éxito
del socialismo en nuestro continente. “Parten los socialistas de la idea de que, puesto que la
humanidad ha sido capaz (por vía del proceso de evolución social) de establecer
determinados esquemas de colaboración capaces de coordinar los esfuerzos de todos, debe
también ser capaz de diseñar otros todavía mejores, a la par que más gratificantes” (Hayek,
1990, p. 35). De nuevo, Jesús Huerta de Soto en su prólogo a la obra La fatal arrogancia de
Friedrich Hayek cita: “La idea esencial de Hayek, y que da pie al título del libro que
comentamos es que el socialismo constituye un error fatal de orgullo intelectual, o si se
prefiere, de arrogancia científica.” (Hayek, 1990, p. 13). En nuestra América, la fatal
dependencia nos ha llevado a la fatal arrogancia.
LA FATAL DEPENDENCIA Página 40 de 40 AGOSTO DE 2009
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Concurso de Ensayo Libre José Antonio Páez
“Historia Económica Venezolana” CEDICE 2009 “25 años defendiendo la libertad”
Consejo Nacional de Estudiantes de Economía (CNNE) Universidad Central de Venezuela (UCV)
Universidad de los Andes (ULA)
Dos políticas económicas y un
mismo bolivarianismo: (1936-1945) vs. (1999-2009)
En homenaje a: Maestro Inigualable
Introducción El contexto previo a la creación del Banco Central de Venezuela
(BCV) en 1939 y los acontecimientos posteriores después de su
fundación estuvieron enmarcados por una auténtica política
monetaria y cambiaria en ese entonces. Los gobiernos de López
Contreras (1936‐1941) y de Isaías Medina Angarita (1941‐1945) la
ejercieron de la manera más profesional posible. Además de la alta
formación de sus ministros, ambos gobiernos contaron con la
asesoría de un conjunto de expertos extranjeros, quienes
contribuyeron a desempeñar un papel importante en la
sistematización de la política económica: José Antonio Vandellós,
Raúl Prebisch, Pierre Denis, Roberto Moll, Hermann Max, René
Charron y Constantine Mc. Güire. Estos economistas fueron parte
del diseño de los diversos aspectos que configuraron la política
económica relacionada con el política monetaria, cambiaria, fiscal
y bancaria. Desde el punto de vista histórico, su significancia
implicó un sobrelapamiento de dos clases de cambios: uno
discontinuo y otro incremental (según las definiciones de North,
1993).
En relación con los previos periodos de Cipriano Castro
(1899‐1908) y Gómez (1908‐1935), aquellos dos gobiernos fueron
responsables de llevar a cabo un cambio radical en cuanto a la
concepción del papel del Estado en la economía. Sin embargo,
desde el punto de vista de su filosofía política, ambos gobiernos
ejercieron un cambio “simplemente” incremental, pues el
bolivarianismo en el que se apoyaron, y ejercieron, fue el mismo
que se practicó durante los treinta y seis años previos (1899‐1935).
En cambio, el periodo octubrista (1945‐1948) sí significó,
desde el punto de vista histórico, un cambio total y radical en
relación con el uso del bolivarianismo como filosofía política que
había sido ejercida por Castro, Gómez, López y Medina, pues giró
alrededor de la ideología propia de las democracias liberales.
Posteriormente, el bolivarianismo resucitó con mucha fuerza en la
década militar (1948‐1958). Se replegó históricamente con el
periodo democrático entre 1958 y 1999 y regresó en toda su
magnitud con el gobierno del teniente coronel Hugo Chávez
(1999‐2001, 2001‐2007 y 2007‐2013).
De los últimos 110 años de historia venezolana, 56 años (51%;
1899‐1908, 1908‐1935, 1948‐1958 y 1999‐2009) han sido gobernados
por militares. La política económica de estos regímenes ha estado
indisolublemente vinculada al bolivarianismo. Así, militarismo y
bolivarianismo vienen en paquete. Ello exige una explicación que
dé cuenta no sólo de los motivos por los cuales los militares se ven
obligados a usufructuar esa filosofía política, sino que intente
descubrir las diferencias entre el viejo y el nuevo bolivarianismo
(el de Chávez). Este ensayo busca dar respuesta a estas
interrogantes y probar que el actual bolivarianismo no es nuevo,
comparte importantes componentes con el viejo y, lo más
importante: tiene diferencias sustanciales. De esta manera, si la
política económica del viejo y del nuevo bolivarianismo es
distinta, por inferencia, la política económica también es
completamente diferente.
El viejo bolivarianismo El examen del pensamiento político de Bolívar, y de la forma
como ha sido aprovechado por los militares gobernantes en
Venezuela, fluye en medio de una gran tensión entre el
indiscutible reconocimiento que se tiene ante un prócer de
semejante envergadura y los aspectos autoritarios y,
definitivamente, no propios de las democracias liberales tal como
las conocemos hoy en día. Lamentablemente, su pensamiento y su
correspondiente quehacer no siempre se aferraron a una misma
concepción y puede calificarse de ambivalente.
Así como en su pensamiento político se encuentran tesis en
contra el autoritarismo,1 similarmente se encuentran principios
que defienden un autoritarismo a ultranza.2 Obviamente, los
1 Por ejemplo: “Huid del país donde uno solo ejerza todos los poderes:
es un país de esclavos. (Discurso en el Convento de Franciscanos de
Caracas, 2 de enero de 1814, en Bolívar, 1979a, p. 155),” y “nada es tan
peligroso como dejar permanecer largo tiempo en un mismo ciudadano el
poder. El pueblo se acostumbra a obedecerle y él se acostumbra a
mandarlo; de donde se origina la usurpación y la tiranía” (“Discurso
pronunciado por el Libertador ante el Congreso de Angostura el 15 de
febrero de 1819, día de su instalación”, en Bolívar, 1979a, p. 238). 2 Contradiciéndose con el Congreso de Angostura, propuso un presidente vitalicio:
“El Presidente de la República viene a ser en nuestra constitución, como el Sol que,
firme en su centro, da vida al Universo. Esta suprema Autoridad debe ser perpetua;
porque en los sistemas sin jerarquías se necesita más que en otros un punto fijo
alrededor del cual giren los Magistrados y los ciudadanos: los hombres y las cosas.
Dadme un punto fijo, decía un antiguo, y moveré el mundo. Para Bolivia este punto es el
Presidente vitalicio. En él estriba todo nuestro orden, sin tener por esto acción”
militares gobernantes siempre han querido sacar provecho de
estos últimos aspectos.
Para estos militares, si el Padre de la Patria es quien justifica
la necesidad de un régimen de esta naturaleza, entonces es obvio
que un gobernante autoritario crea conveniente legitimar el
ejercicio de su poder con la ideologización bolivariana. De esta
manera, el desacreditado concepto de tiranía es reemplazado
convenientemente no sólo por un eufemismo político muy
apropiado, sino que puede llegar a adquirir trazas de gran
prestigio al poder ser respaldado nada más y nada menos que por
la filosofía política de un prócer de tanta enormidad.
La sacro‐santidad de un prócer proporciona todo un halo de
ascendencia y legitimidad política a un ejercicio del poder que no
es más que tiranía. De esta manera, cualquier acusación de
despotismo puede intentar ser mitigada por el gobernante, pues
en esas circunstancias siempre apelará a la autoridad de una
fuente política como la de Bolívar. El mismo Bolívar en vida, se
dio cuenta de que, en su nombre, se podían hacer muchas cosas.3
Frente a los conceptos de que al gobernante hay que
imponerle límites al poder (John Locke) y de que debe fijarse un
(“Discurso del Libertador al Congreso Constituyente de Bolivia,” en Bolívar, 1979a, p.
403). 3 “Si algunas personas interpretan mi modo de pensar y en él apoyan
sus errores, me es bien sensible, pero inevitable: con mi nombre se quiere
hacer en Colombia el bien y el mal, y muchos lo invocan como el texto de
sus disparates” (Bolívar, “Carta al señor Antonio Leocadio Guzmán”,
1829, en Bolívar, 1979b, pp. 398-399, énfasis añadido).
equilibrio (y monitoreo mutuo) de diferentes poderes en las
democracias liberales (Montesquieu y Rousseau), la filosofía
política de Bolívar propuso, por el contrario, una asimetría de
poderes, con un Poder Ejecutivo predominando en el régimen
político. En su famoso discurso pronunciado ante el Congreso de
Angostura el día de su instalación, el 15 de febrero de 1819, lo
manifestó sin ambigüedades: “Nada es tan peligroso con respecto
al pueblo como la debilidad del Ejecutivo” (Bolívar, 1979, p. 252,
énfasis añadido). Examinando el caso británico, Bolívar se dio
cuenta del exorbitante carácter de la autoridad de su Poder
Ejecutivo. Sin embargo, en lugar de condenarla, no sólo la justificó,
sino que la propuso como el mejor modelo para una república, pues
si un reino como el inglés había “juzgado necesario concederle
tantas facultades” [al ejecutivo], aún con más razón, las
necesidades de un idéntico autoritarismo eran “infinitamente más
indispensables” en una república (Bolívar, 1979, p. 252, énfasis
añadido):
Por más que se examine la naturaleza del Poder Ejecutivo en Inglaterra, no se puede hallar nada que no incline a juzgar que es el más perfecto modelo, sea para un reino, sea para una aristocracia, sea para una democracia. Aplíquese a Venezuela este Poder Ejecutivo en la persona de un Presidente, nombrado por el pueblo o por sus representantes, y habremos dado un gran paso hacia la felicidad nacional (Bolívar, 1979a, p. 252, énfasis añadido).
E igualmente: Fijemos nuestra atención sobre esa diferencia y hallaremos que el equilibrio de los poderes debe distribuirse de dos modos. En las repúblicas el Ejecutivo debe ser el más fuerte, porque todo conspira contra él; en tanto que en las monarquías el más fuerte debe ser el Legislativo, porque todo
conspira en favor del monarca. La veneración que profesan los pueblos a la Magistratura Real es un prestigio, que influye poderosamente a aumentar el respeto supersticioso que se tributa a esta autoridad (Bolívar, 1979a, pp. 252‐3, énfasis añadido).
Pero aún más seductor para un militar es la confluencia entre ese
autoritarismo y la idea del gendarme necesario defendida por los
ideólogos de dictaduras como Pedro Manuel Arcaya (1874‐1958),
José Gil Fortoul (1861‐1943), Laureano Vallenilla Lanz (1870‐1936),
César Zumeta (1869‐1955) y Francisco García Calderón (1883‐
1953). Según esa concepción, debido al atraso de nuestros pueblos
no sólo es necesario, sino justificable, un gendarme necesario. El
pueblo no tiene la suficiente madurez para tomar sus decisiones o
nombrar directamente representantes suyos para que las tomen
por él.4 En Bolívar también se encuentran estos ecos. La sociedad
4 He aquí algunos ejemplos que configuran el concepto de gendarme
necesario: “Cualquiera que con espíritu desprevenido lea la historia de
Venezuela, encuentra que, aun después de asegurada la independencia, la
preservación social no podía encomendarse a las leyes sino a los
caudillos prestigiosos y más temibles, del modo como había sucedido en
los campamentos. ´En el estado guerrero el ejército es la sociedad
movilizada y la sociedad es el ejército en reposo´” (Vallenilla Lanz,
1991, p. 94); “Pretender sustituir el prestigio personal del Caudillo, única
institución posible en aquellos tiempos, único resorte poderoso de orden
social, con el prestigio personal de la Ley, de leyes que eran la expresión
concreta de las necesidades ni del estado social; que no correspondían a
condiciones de hechos, ni a las modalidades propias del ambiente, ni
estaban en las costumbres nacionales, fue el colmo de la imprevisión y
del empirismo” (p. 137); “El César democrático, como lo observó en
Francia un espíritu sagaz, Eduardo Laboulaye, es siempre el
civil todavía está incapacitada y no tiene el suficiente
discernimiento y criterio para tomar sus propias decisiones:
¿quién ha dicho a los hombres que ya poseen toda la sabiduría, que ya practican toda la virtud, que exigen imperiosamente la liga del poder con la justicia? ¡Ángeles, no hombres pueden únicamente existir libres, tranquilos y dichosos, ejerciendo todos la Potestad Soberana! (Bolívar, 1979a, p. 254).
Finalmente, el militarismo incluyó otro notable componente: la
reprobación de los partidos políticos que, obviamente, rememora
las últimas palabras del Libertador el 10 de diciembre de 1830.5
Por eso, no es insólito observar cómo Gómez siempre
consideró que los valores de la civilización occidental podían
gestarse bajo la influencia del bolivarianismo sin los partidos
políticos ni ideologías exóticas. Y López Contreras siempre estuvo
convencido que los partidos políticos constituían un peligro para
la estabilidad política de la nación. Esas organizaciones
propiciaban discordia, divisiones, anarquía y, como resultado, la
disolución de las instituciones en general. De allí se explica su
rechazo a las doctrinas ideológicas extranjeras y el énfasis en la
necesidad de restituir la importancia del Libertador como valor
supremo en la conducción de la patria. En las elecciones
presidenciales, al cumplirse el mandato de 1941, se promulgó un
estatuto electoral para reglamentar la campaña electoral. Por
representante y el regulador de la soberanía popular. ‘Él es la democracia
personificada, la nación hecha hombre. En él se sintetizan estos dos
conceptos al parecer antagónicos: democracia y autocracia’, es decir:
Cesarismo Democrático; la igualdad ante bajo un jefe” (p. 145). 5 “Si mi muerte contribuye para que cesen los partidos y se consolide la Unión, yo
bajaré tranquilo al sepulcro.”
primera vez en la historia compitieron dos candidatos: el General
Isaías Medina Angarita, Ministro de Guerra y Marina, y el escritor
Rómulo Gallegos. Las ideologías en competencia fueron la
bolivariana y la izquierda democrática. Obviamente, la bolivariana
disfrazaba el cesarismo democrático con la propuesta de una
“democracia evolutiva” que definía precisamente la incapacidad
de madurez de la sociedad para ir a elecciones universales. La
ideología democrática proponía, en su esencia, lo que propone la
filosofía política de toda democracia liberal: representatividad y
alternabilidad mediante el voto directo, secreto y universal.
Por supuesto, fueron elecciones de segundo y tercer grado
que favorecieron al candidato de gobierno nacional. Sin embargo,
esta circunstancia político‐electoral trajo una consecuencia de
suma importancia para el destino de la nación: comenzó el fin del
encubrimiento del cesarismo democrático, la ruptura del viejo
esquema de gobernabilidad de origen militar y bolivariano y el
nacimiento de la democracia representativa y de partidos que
comenzaría el 18 de octubre de 1945. La Junta Revolucionaria de
Gobierno, presidida por Rómulo Betancourt, promulgó un
estatuto electoral en 1946 con el propósito de promover una
asamblea constituyente y crear una nueva carta magna. Por
primera vez, los venezolanos mayores de 18 años votaron para
escoger a sus representantes ante la asamblea a través del sufragio
directo, secreto y universal. La constitución de 1947 fundó la
democracia representativa y de partidos, propia de las
democracias liberales modernas. Lamentablemente, la década
militar iniciada con el derrocamiento de Rómulo Gallegos en 1948
restableció la idea de que los partidos políticos constituían un
peligro para la convivencia del venezolano. De nuevo se
instalaron las condiciones para la restauración del bolivarianismo.
La política económica del viejo bolivarianismo y el programa de febrero de 1936
Es quimérico, y quizás imposible, intentar identificar una fecha en
Venezuela que le asigne el papel de fijar el comienzo del
capitalismo. Las dificultades estadísticas, los problemas
metodológicos, la credibilidad de las bases de datos y, en general,
el sobrelapamiento de diversos grados de desarrollo de diversos
sectores económicos configuran esa imposibilidad.
Sin embargo, lo que sí es posible hacer es determinar con
toda precisión una fecha: la del comienzo sistemático por una
preocupación por implantar relaciones capitalistas en Venezuela. Esa
fecha es la del 21 de febrero de 1936 y el documento es el
Programa de Febrero de Eleazar López Contreras. “Implantar
relaciones capitalistas” significó, en ese contexto, la configuración
de las relaciones económicas “modernas”, si se piensa en una
comparación con las relaciones económicas nacionales no
petroleras del periodo gomecista (1908‐1935).
Para utilizar la definición de instituciones de Douglas North,
las nuevas reglas del juego, guiadas y orientadas por el programa
de febrero, marcaron definitivamente una nueva época en el
desarrollo de la historia económica venezolana. Es decir, marcaron
un cambio institucional discontinuo en la historia económica del
país. No hay duda de que el punto de inflexión, y la diferencia
entre las instituciones gomecistas y las instituciones de López y
Medina, lo marcó la preocupación sistemática por romper
definitivamente no sólo con la herencia gomecista, sino con el
atraso económico que habían involucrado sus instituciones. Éste es
precisamente el concepto de cambio institucional que North ha
llevado hasta sus últimas consecuencias a lo largo de su obra en la
relación entre cambio institucional y desempeño económico (ver por
ejemplo: North, 1984, 1993, 2007). Desde esta perspectiva, el
programa de febrero marcó un cambio no sólo desde las creencias
puestas en ejecución desde el Estado, sino desde un marco
institucional definitivo en las relaciones entre instituciones y
desempeño económico.
Una respuesta al motivo del éxito de esta nueva concepción
de la realidad económica del país y de sus instituciones fue un
crucial componente: la cooperación. Los gobiernos de López
Contreras y de Medina, aun cuando llevaron a cabo cambios
institucionales “incrementales” desde el punto de vista de una
concepción bolivariana de la filosofía política, también produjeron
bruscos cambios (“discontinuos”) que significaron un
rompimiento definitivo en relación con el gomecismo. El
programa de febrero y el nacimiento de una política económica
estatal sistemática nacieron con estos gobiernos. El programa de
febrero buscó, en fin de cuentas, crear condiciones idóneas
mediante las cuales podía sostenerse la cooperación entre el sector
económico privado y la política económica estatal. Se trató de una
auténtica interacción entre el sector privado y el Estado.
La política económica inaugurada con el Programa de
Febrero contempló en forma sistemática el conjunto de las bases
jurídicas y económicas para el impulso de nuevas relaciones
económicas capitalistas (burguesía agraria, ganadera e industrial).
Igualmente, buscó conformar un mercado nacional a través de
políticas de vialidad y sanidad, políticas fiscales, crediticias,
monetarias y bancarias. El programa devino el manifiesto crucial
de política económica que dio origen a la creación del nuevo
marco institucional configurado con la promulgación de
importantes leyes y organismos cuyo propósito fue modernizar el
país.6 Se buscaba romper los lazos de dependencia de los
6 La Ley del Trabajo (1936), la Ley sobre Hidrocarburos y demás
Minerales Combustibles (1936), la Ley de Arancel (1936), el Plan
Trienal (1938), la creación del BCV (1939), la firma del Tratado de
Comercio con los Estados Unidos (1939), la creación del Ministerio de
Sanidad y Asistencia Social (1936), el Reglamento de Ley sobre Tierras
Baldías y Ejidos (1936), la creación de Granjas Agrícolas de
Demostración y de clubes agrícolas (1936-1938), la política de
colonización, cambios radicales del Banco Agrícola y Pecuario (BAP), la
creación del Instituto Nacional de Café (1936), la creación de Dirección
de Industrias (1938), la creación del Banco Industrial de Venezuela
(1937), la Ley de Seguro Social Obligatorio (1940), la Junta Nacional
Reguladora de Precios (1941), la Cámara Agrícola de Venezuela (1941),
el reglamento de la Junta Nacional Reguladora de Precios (1941), la
Junta Reguladora del Transporte (1942), la Junta Nacional de Transporte
(1942), la Comisión de Control de Importaciones (1941), la Ley del
Impuesto sobre la Renta (1942), la Asociación de Industriales de Alcohol
(1943), la Junta de Fomento de la Producción Nacional (1943), la Ley de
Hidrocarburos (1943), la Comisión Nacional de Abastecimiento (CNA
asalariados en relación con sus lugares de trabajo e imponer una
libertad del trabajo. Igualmente, se trataba de destacar la
necesidad de una política de higiene y salubridad, de erradicación
del analfabetismo, de implantación de políticas de inmigración y
colonización, de diseño de incentivos para la actividad
agropecuaria como rama prioritaria de la economía nacional, de la
implantación de una política de vialidad y del desarrollo una
política fiscal, petrolera y bancaria para obtener recursos
necesarios y ponerlos en función de las nuevas actividades
económicas.
Fue, en definitiva, el primer proyecto capitalista en el que se
establecieron las bases de las nuevas relaciones de producción
capitalista. Esto significó una ruptura con el periodo anterior. Y
reflejó, desde el punto de vista de las creencias, el deseo del
desarrollo capitalista que daba preeminencia al sector agrícola.7
Igualmente, es importante destacar la contribución del “Plan
Trienal Político‐Administrativo que presentó el Presidente López
Contreras” el 7 de mayo de 1938. Este plan contempló los pasos
sistemáticos para implantar lo anunciado en el Programa de
Febrero. El Estado, a través del gasto público y la renta petrolera,
convocó al capital privado a esta gran iniciativa de construcción
del capitalismo nacional.
creada en 1944), la creación de FEDECÁMARAS (1944) y la Ley de
Reforma Agraria (1945). 7 Esto no niega el apoyo del Estado a las actividades industriales. Para
ello, véase la Memoria del Ministerio de Fomento (Caracas, 1941),
pp.159-78.
Alberto Adriani (1898‐1936) y Manuel R. Egaña (1900‐1985)
pueden ser considerados como los padres del intervencionismo
económico en Venezuela. Siempre se opusieron al laissez faire. Sus
concepciones se diferenciaron por el énfasis que Adriani le dio a la
agricultura. Él puede ser considerado como el padre de la
planificación en Venezuela. Quizás por su origen de clase rural, le
negó al petróleo el papel sobresaliente que otros funcionarios
públicos ya le estaban atribuyendo, pues consideró que la riqueza
que producía era efímera, comparada con la permanencia
temporal de las actividades agrícolas. Un recurso perecedero y
agotable como el petrolero no podía, ni debía, constituirse en la
base de una economía nacional.
Esta visión fue compartida por Arturo Uslar Pietri (1906‐
2001) en cuanto a negarle dichos intentos de preeminencia
económica al petróleo. Sin embargo, Uslar Pietri sí consideró que
la participación del petróleo debía tener un vínculo con la base
económica. Tenía que contribuir con su desarrollo y ayudar a la
agricultura. Su concepción la resumió en su notable consigna de
política económica: había que “sembrar el petróleo”.
Egaña también fue excesivamente agrarista hasta 1938
cuando fue nombrado Ministro de Fomento (el ministerio que se
encargaba en ese entonces de regular las actividades petroleras) y
se dio cuenta del papel crucial que el petróleo tenía que
desempeñar en el país. Sin embargo, también se dio cuenta de los
peligros del impacto del petróleo en la economía nacional y sus
distorsiones, pues la mano de obra se encarecía, incrementaba
masivamente las importaciones y presionaba un tipo de cambio
revaluado. Además, se dio cuenta del peligro del rentismo que
podía producir el petróleo: hay que evitar que “nos convirtamos
en un pueblo parásito de la industria petrolera.”8 Los tres
estuvieron de acuerdo en la importancia de las actividades
complementarias: la higiene, la vialidad, la inversión extranjera, la
inmigración, la política fiscal y la política bancaria.
El énfasis agrícola de Alberto Adriani lo condujo a promover
una devaluación, frente otra tendencia mucho más liberal,
representada por Henry Pérez Dupuy (1881‐1979) y Vicente
Lecuna (1870‐1954), quienes defendían los intereses bancarios,
comerciales e industriales, y un tipo de cambio revaluado que
incentivara esas actividades. Una revaluación forzaría a las
compañías petroleras trasnacionales a invertir más dólares que
tanto necesitaba el país. Así, la política monetaria y cambiaria
nació en la tensión entre ambos sectores. Pero ambos sectores
defendieron sus posiciones desde un mismo punto de vista: el de
evitar el rentismo.
19581999 A pesar de la dictadura férrea y sangrienta entre 1948 y 1958, la
conciencia democrática se organizó y expulsó al dictador al 23 de
8 Memoria del Ministerio de Fomento presentada al Congreso de los
Estados Unidos de Venezuela (Caracas, 1939), p. XX. Esta memoria
corresponde al año económico de 1938 (1° de julio de 1937 al 30 de
junio de 1938) y el primer semestre del año económico de 1939 (1° de
julio de 1938 al 31 de diciembre de 1938).
enero de 1958. La democracia renació contra varios golpes de
Estado de “izquierda” y de “derecha”. Tuvo que enfrentar
radicalmente el comunismo cubano que quería apoderarse del
destino de los venezolanos. Los tres partidos políticos venezolanos
más importantes del país, Acción Democrática (AD), COPEI y URD,
llegaron a un acuerdo nacional en defensa de la democracia y el
capitalismo. El Pacto de Punto Fijo y el Programa Mínimo de
Gobierno, aprobado en el mes de octubre de 1958, expresó, en
esencia, el orden civil y democrático y el desarrollo capitalista bajo
la conducción del Estado.
En esa dirección, se promulgó la Constitución Nacional en
1961, se impulsó la Reforma Agraria en el año 1960, se creó la
Corporación Venezolana de Guayana en 1960 y se fortaleció y
profundizó el desarrollo capitalista mediante una política
sistemática de la Corporación Venezolana de Fomento. Así mismo,
se masificó el sistema educativo, se aceleró una política de
sanidad, de vivienda y se amplió la red de vialidad nacional.
Enfrentando los golpes de Estado, el comunismo y la crisis
económica, se consolidó y fortaleció el sentimiento democrático y
el desarrollo capitalista tanto en la ciudad como en el campo. El
poder civil se impuso sobre el poder militar y la nación se
convenció, definitivamente, de que la democracia era el único
camino para valorar la dignidad humana y mejorar su vida
material y cultural. Se tuvo la convicción de que los regímenes
autoritarios, bolivarianos y comunistas no se correspondían con el
civilismo del pueblo venezolano.
La nación demostró al mundo que sí era posible vivir en
democracia y demostró capacidad política y gerencial para
manejar acertadamente la renta petrolera. Ello se constató con la
creación de la Corporación Venezolana de Guayana en 1960 y el
manejo de la industria petrolera a partir del 1 de enero de 1976.
No deja de ser interesante destacar el papel jugado por
Venezuela en la Fundación de la Organización de los Países
Exportadores de Petróleo (OPEP) el 14 de septiembre de 1960 (y su
antecedente de 1949). Es decir, se impuso la ideología democrática
sobre una ideología de origen autoritario y bolivariano que nos
quiso convencer que no podíamos vivir dignamente en una
democracia y que no podíamos manejar con eficiencia y eficacia
los recursos petroleros. Sí fue posible en estos cuarenta años de
vida democrática impulsar un régimen libre en concordancia con
el desarrollo capitalista.
Sin embargo, la nación comenzó a enfrentar nuevas
dificultades a partir de la nacionalización de la industria petrolera.
Con el proyecto político de origen democrático, cívico y capitalista
había culminado un ciclo histórico de la consolidación de la
democracia y el control soberano por parte del Estado de la
industria petrolera. Las propuestas fundamentales que habían
soñado los jóvenes de la semana del estudiante (1928) y
profundizadas con la muerte de Gómez a partir de 1936, se
agotaron. La evidencia de la crisis del modelo rentista y de la
democracia representativa y de partidos se vio con claridad con el
viernes negro de 1983.
El mismo año del bicentenario del natalicio del Libertador
(1983) la democracia representativa y el sistema de partidos sufrió
un grave revés: el famoso viernes negro del 18 de febrero y la gran
devaluación del bolívar en un contexto altamente inflacionario,
fiscalmente deficitario, de alto endeudamiento y con gran fuga de
capitales. Si bien es cierto que esa crisis tuvo componentes
estructurales graves, explicados por el debilitamiento de la
estructura rentista de la OPEP desde octubre de 1981, también hubo
componentes internos que contribuyeron al descrédito del sistema
de partidos tradicionales y la crisis de legitimidad de las
instituciones democráticas.
La debacle de los precios petroleros en la segunda mitad de
1985 profundizó aún más la crisis nacional, debilitó la capacidad
del Estado para atender las demandas sociales y dejó en evidencia
la ineficiencia de las instituciones. La renta constituía una exigua
reserva incapaz de satisfacer las demandas sociales.
En 1985, durante el gobierno de gobierno de Jaime Lusinchi
(1984‐1988), se creó la Comisión Presidencial para la Reforma del
Estado (COPRE) dirigida al desarme de la centralización de la toma
de decisiones y de la excesiva concentración del poder. También
buscaba profundizar la democracia, ampliar las libertades
públicas y económicas e incentivar el libre mercado. Hubo
resistencia frente a la reforma por parte de los mismos partidos. La
creencia en la que se basó este intento fue que la descentralización
era la solución institucional para contrarrestar la ineficiencia
estatal.
Fue el en segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez (1989‐
1993) en el que se cristalizaron esas reformas políticas y
económicas que cambiaron el panorama nacional. La
descentralización política y administrativa, la introducción de
elementos de mercado y la privatización parcial del sector público
fueron llevados hasta su máxima expresión.9 Su objetivo era el de
producir una contrarreforma estatal que terminara con el Estado
rentista, paternalista y proteccionista que había venido
configurándose a la sombra de la fuerte estructura petrolera y de
los éxitos espectaculares de la OPEP entre 1973 y 1981.
Sin embargo, el “caracazo” (27 y 28 de febrero de 1989), el
golpe militar del 4 de febrero de 1992, liderizado por Hugo
Chávez Frías, el golpe militar del 27 de noviembre de 1992, esta
vez encabezado por militares de mucha más alta graduación,
revelaron el descontento y la frustración de una nación contra el
paquete neoliberal de Pérez. Los intentos de reforma
constitucional de 1992, como solución institucional a la grave crisis
político‐militar, fracasaron. Se inició la conspiración contra el
gobierno y el programa económico que había puesto en peligro los
privilegios y las prebendas de la vieja sociedad estatista, rentista y
proteccionista. Finalmente, Pérez fue declarado culpable por la
Corte Suprema de Justicia y destituido.
El gobierno provisional de Ramón J. Velázquez (1993) y el
9 Por ejemplo, se aprobó la Ley sobre Elección y Remoción de Gobernadores de
Estado (abril de 1989) que previamente eran designados por el presidente, se modificó
la Ley Orgánica de Régimen Municipal (junio de 1989) para incorporar la figura del
alcalde en los consejos municipales, se reformó la Ley Orgánica del Sufragio (1989, con
reformas posteriores en 1992, 1993 y 1995) que incorporó la uninominalidad en los
cuerpos legislativos y se aprobó la Ley de Descentralización, Delimitación y
Transferencia de Competencias del Poder Público (diciembre de 1989) que definió las
competencias exclusivas y concurrenes que podían transferirse a los estados.
segundo gobierno de Rafal Caldera (1994‐1999) reforzaron el
Estado intervencionista y congelaron el programa neoliberal de
Carlos Andrés Pérez. En febrero de 1994 se inició otra grave crisis
bancaria que afectó alrededor de un tercio de la banca comercial y
el sistema económico nacional. En 1996 la inflación alcanzó el
récord histórico de 103,02% (obsérvense los altos niveles que le
precedieron desde 1987: 1995: 56,6%, 1994: 70,8%, 1993: 45,9%,
1992: 31,9%, 1991: 31%, 1990: 36,5%, 1989: 81%, 1988: 35,5%, 1987:
40,3%, 1986: 12,7%).10 El gobierno de Caldera promovió La
Agenda Venezuela (1996‐1998) que colocó de nuevo el programa
económico de Pérez en el escenario nacional. Sin embargo, ya era
tarde.
El nuevo bolivarianismo de Hugo Chávez En el país se había construido una matriz de opinión contra el
gobierno de Carlos Andrés Pérez y contra los partidos políticos.
Aparte de la falta de soluciones institucionales rápidas y bien
pensadas, el desprestigio de los partidos políticos se acentuó con
el nacimiento del grupo Roraima y con el célebre programa de
radio y televisión de Marcel Granier. Él, junto a Alfredo Peña, José
Vicente Rangel y la izquierda, contribuyó a desacreditar los
partidos políticos en Venezuela. En este contexto se aproximaban
las elecciones presidenciales en el año de 1998. Chávez no podía
10 Fuente: Índice de Precios al Consumidor en el Área Metropolitana de Caracas,
Variaciones Acumuladas, Serie desde 1951, Banco Central de Venezuela,
www.bcv.org.
imaginarse mejores condiciones para su campaña electoral.
El teniente coronel había sido indultado por el segundo
gobierno de Caldera. Basó su campaña atacando las oligarquías,
los partidos y el capitalismo salvaje. Fue influenciado en la
institución militar por la cultura estatista y bolivariana. Creía en el
poder militar y despreciaba el poder civil. Se nutrió del
pensamiento político del Libertador de Simón Rodríguez y
Zamora y bebió del héroe de la patria su espíritu épico, guerrerista
y geopolítico; es decir, del espíritu “ejecutivista“, centralista, la
imagen de una dictadura vitalicia y de la influencia en la
configuración de un marco multipolar contra los Estados Unidos.
Ofreció en su campaña electoral una asamblea constituyente con el
fin de crear una nueva carta magna y así estampar los principios
básicos de una nueva Venezuela, supuestamente más humanista,
con mayor equidad y justicia. Ganó las elecciones presidenciales
en el año de 1998.
Desde 1999, inició sus gestiones para cumplir con lo que
había prometido en cuanto a propiciar una Asamblea
Constituyente y establecer un orden político de naturaleza militar,
bolivariana, estatista, “humanista” y antineoliberal. El 17 de
diciembre de 1999, el teniente coronel Hugo Chávez Frías firmó la
promulgación de una nueva carta magna: La Constitución
Bolivariana de Venezuela.
Esta constitución le asignó un papel fundamental al poder
militar en la conducción del proceso económico y social del país.
Fortaleció el papel del Estado y creó una normativa contra la
privatización del sector público. Al mismo tiempo, la organización
del poder público nacional tomó como estructura el esquema de
poder que presentó Simón Bolívar en el Congreso de Angostura
en 1819. En esta carta magna se mantuvo el espíritu republicano,
representativo, alternativo, federal y descentralizado. Sin
embargo, estableció una nueva manera de ejercer estos poderes
públicos mediante la democracia participativa y protagónica.
En todo caso, no pudo suprimir la soberanía popular que se
había valorizado significativamente en el trienio octubrista y en la
era democrática. El gobierno bolivariano ha hecho esfuerzos
importantes a lo largo de esta década para eliminar la soberanía
popular. Sin embargo, no lo ha logrado. Hay mayor control sobre
el sistema electoral y hay indicios de manipulación en diversas
oportunidades de los procesos electorales, pero no ha podido
eliminar las elecciones.11 A pesar de todo, el Presidente de la
República tiene que concurrir para participar en los comicios
presidenciales y la elección de sus candidatos a la Asamblea
Constituyente Nacional que se realizarán entre el 2010 y 2012.
Este nuevo bolivarianismo, a diferencia del de 1936‐1945 ya
no enfatiza el intervencionismo estatal para impulsar relaciones
económicas modernas, incentivar la inversión, modernizar el país,
11 El ejemplo faraónico de cinismo y de falta de credibilidad electoral
es el caso de Jorge Rodríguez. Él se desempeñó como Presidente del
Consejo Nacional Electoral (CNE) entre el 2005 y el 2006. Como
muestra, y premio, por su “imparcialidad” (permanente e
infructuosamente cuestionada por los sectores de la oposición) el 8 de
enero del 2007 fue nombrado Vicepresidente de Venezuela, es decir, de
Hugo Chávez.
diseñar incentivos económicos, y proporcionarle al Estado el
carácter de cooperación con el sector privado. Ahora se trata de un
Estado predador.
Al igual que el viejo bolivarianismo, rechaza el componente
crucial de la filosofía política de la imposición de límites al
ejercicio del poder de John Locke, de división e independencia de
los poderes y de monitoreo mutuo. Las leyes habilitantes de 1999
y del 2007 patentizan la misma preeminencia “ejecutivista” y
autoritaria de Bolívar. Se trata de acentuar el dominio y la
exclusividad de las tomas de decisiones económicas más
importantes en el país. El Estado ha logrado el control del circuito
económico del país. La novedad con la nueva Ley Habilitante fue
la de colocar al Presidente de la República al margen de la
Constitución Bolivariana de Venezuela por cuanto comenzó a
utilizar el poder ejecutivo para imponer a la fuerza una reforma
constitucional que fue rechazada, sin ambigüedades, por los
venezolanos en el año 2007.
Con las expropiaciones y las nacionalizaciones se ha
producido una gigantesca estatización de la economía bajo la
tutela del poder militar, del militarismo y de una ideología
bolivariana que pretende perpetuarse en el poder. Y es una
muestra de capitalismo estatal en manos de una casta burocrática
y militar.
No hay duda de que el gobierno de Hugo Chávez nació con
toda la legitimidad que las instituciones democráticas han
proporcionado a sus presidentes electos en la historia del país.
Incluso su éxito electoral tiene una justificación histórica. En
diversos foros nacionales e internacionales se ha enfatizado esta
circunstancia. Sin embargo, del hecho de que haya nacido legítimo
no se infiere en absoluto que esa legitimidad continúe incólume. Si
la absurda calificación de que el gobierno de Chávez es legítimo
fuera tan importante, como algunos analistas y políticos
internacionales insisten en llamarlo, entonces tendríamos que
aceptar el argumento de que un esposo, es decir, uno legítimo,
tiene el derecho de abusar de su esposa cuantas veces desee con el
pretexto de que ella es su legítima esposa. Los divorcios no
comienzan con el acto performativo; comienzan con los abusos
(¿escuchó César Amorim, canciller de Brasil?). El origen de una
legitimidad no justifica de ninguna manera los excesos y deviene
totalmente irrelevante. El ejercicio de poder abusivo deslegitima
su origen. El desconocimiento del referéndum del 15 de agosto del
2007 es de una enormidad y de un impunidad de tal magnitud
que no hace más que representar la ausencia de estado de derecho
y de legitimidad. Este proyecto de reforma constitucional
pretendía eliminar los fundamentos filosóficos, jurídicos e
ideológicos de la soberanía popular de la república, de la
propiedad privada e instaurar un poder absolutista en manos del
presidente de la república. El 2 de diciembre del 2007 el presidente
de la república y su reforma constitucional recibieron un no
rotundo del pueblo venezolano. La conciencia democrática se
impuso a un intento de un modelo político militar, militarista,
absolutista. Sin embargo, de nada valió esa negativa y el abuso
inauguró la ilegitimidad del actual gobierno. El desconocimiento
de la soberanía popular, de la que tanto se jacta, ha dejado de
manifestar la legitimidad que le vio nacer.
Posteriormente, la oposición democrática ganó importantes
espacios en las elecciones a gobernadores y alcaldes. En el 2008, el
gobierno militarista y bolivariano recibió un golpe mortal al
perder cinco de los estados más importantes del territorio
nacional. La oposición democrática conquistó de nuevo un espacio
político que estuvo en manos del gobierno bolivariano. Sin
embargo, el gobierno, con el concepto de nueva “geometría del
poder” rechazado en el 2007, está ejerciendo exactamente lo que se
rechazó.
Igualmente, eliminó de un solo golpe el proceso de
descentralización que se había iniciado con el segundo gobierno
de CAP. Esto implicó una mayor concentración y centralización
del poder nacional en manos del Presidente de la República. El
personalismo, el militarismo y el bolivarianismo, encarnado en el
presidente de la república, es quien controla todo, quien decide
quiénes son sus amigos y sus enemigos, quiénes se enriquecen y
quiénes se empobrecen. Todo esto, reforzado por la ideología
bolivariana que parte de la idea del hombre fuerte, del monarca y
de la presidencia vitalicia.
No hay estado de derecho; no existe la división de poderes y
se impone la arbitrariedad, el abuso y la impunidad de un Estado
fuera de la ley en manos de un militar. Por tanto, el petróleo, el
Estado, la moneda, la divisa, el comercio, la tasa de interés, el
gasto público están bajo su control. En fin, no existe política
económica, cambiaria, monetaria, ni fiscal.
La política económica en el nuevo bolivarianismo A partir de 1999, con la promulgación de la nueva constitución, el
gobierno bolivariano comenzó sistemáticamente a remover los
obstáculos institucionales a la viabilidad de su proyecto político e
ideológico. Esa constitución expresó la necesidad de hacer del
Estado el motor de la economía nacional. Significó la eliminación
de la prevalencia del mercado y de la privatización que había sido
llevada hasta sus últimas consecuencias por el segundo gobierno
de Carlos Andrés Pérez.
Simultáneamente, Chávez consideraba necesario para la
viabilidad de su proyecto la eliminación del proceso de
descentralización política y administrativa que había impulsado
Pérez. El papel del Estado en la economía, en la nueva
perspectiva, requería la monopolización estatal de la renta petrolera
que contribuiría a mediano plazo a una mayor concentración,
centralización y clientelismo tan necesarios para su proyecto. En
esta década, el gobierno logró controlar totalmente la vida
económica del país como nunca antes se había hecho en el pasado.
Entre 1999 y 2009 el Estado venezolano utilizó el gasto
público como el instrumento básico para construir una nueva clase
económica y política que compitiera con el sector privado
tradicional. Este gasto generó graves distorsiones como el
crecimiento significativo de la estatización de la economía con las
subsiguientes consecuencias negativas.
Por ejemplo, la política económica ha sido totalmente
infructuosa en relación con el control de la inflación. A pesar del
régimen de control de cambios establecido en el 2003, y de las
diversas medidas de control de precios, la inflación ha venido
socavando sin tregua el poder adquisitivo del ingreso de los
agentes económicos (2008: 30,9%, 2007: 22,5%, 2006: 17%, 2005:
14,4%, 2004: 19,2%, 2003: 27,1%, 2002: 31,12%, 2001: 12,3%; 2000:
13,4%, 1999: 20%, 1998: 29,9%, 1997: 37,6%). Sin duda alguna, ha
sido uno de los mayores fracasos económicos de los últimos diez
años. Erosiona el bienestar de la población, obstaculiza el
funcionamiento de la economía, impide el crecimiento económico
y amplía las fluctuaciones no sólo del empleo, sino de la
producción nacional. Y el control de cambios no se justifica, pues
aun cuando nació como medida transitoria, la bonanza de los
precios petroleros mundiales la desautorizó, y su sobrevivencia
deja al descubierto el carácter despótico de simplemente controlar
la población.
Un motivo central de este grave error ha sido la práctica del
gobierno de intentar clonar la opinión del mero sentido común. Si
la inflación es un proceso de incremento incesante de precios,
entonces, según esa opinión, “obviamente” la estrategia que se
deriva es la de hacer lo que se hace con las celeridades: ponerles
un freno automático y súbito. De esta manera, quien desconozca la
teoría económica, como se ha desconocido, y las consecuencias
indeseadas de decisiones arbitrarias, como se niega a admitirse,
considerará que sólo podrá “concluir”, y decidir, lo “obvio”: que
para detener el aumento de precios, “simplemente” hay que
ponerle un freno “inmediato” a ese aumento. Tómese un nivel
dado de precios y asígnesele el papel de límite, de obstáculo, que
impida, por decreto, que los precios lo sobrepasen. A esta
genialidad se le denomina control de precios.
Bajo esta concepción, en febrero del 2003 el gobierno
introdujo su famoso control de precios sobre casi la mitad (49,8%)
de los componentes de la cesta de bienes y servicios.12
12 La envergadura del control de los precios de los bienes y servicios es de tal
magnitud que sólo podría compararse a los controles que usualmente se imponen en
periodos bélicos: se comenzó por declarar como bienes y servicios de
primera necesidad treinta alimentos para consumo humano (arroz de
mesa; avena y sus derivados; preparaciones para la alimentación infantil;
harina de maíz precocida; harina de trigo; pastas alimenticias; pan de
trigo; carnes de res, de pollo, de pavo, de gallina, de ovinos, de caprinos
y de porcinos; sardinas enlatadas; atún enlatado; jurel enlatado; leche
completa en polvo, pasteurizada y esterilizada UHT; leche maternizada o
humanizada; leche de soya; quesos; huevos de gallina; aceites
comestibles, excepto aceite de oliva; margarina; leguminosas; azúcar;
mayonesa; salsa de tomate; café molido y en grano; mortadela; sal;
papas; sardinas; jurel; atún y tomates.), quince de otros bienes de
consumo (medicamentos de uso humano y veterinario; materiales
médico-quirúrgicos; pañales desechables; papel higiénico; toallas
sanitarias; shampo y acondicionador para cabello; crema dental; jabón de
tocador; jabones en panela para lavar; detergentes y blanqueadores;
limpiadores y desinfectantes; textos, uniformes y útiles escolares;
cemento, cabilla y bloques; afeitadoras desechables y tintes para cabello),
materias primas, insumos, envases, envoltorios y servicios utilizados en
la elaboración y colocación en el mercado nacional de los productos de
primera necesidad y, finalmente, siete grupos de servicios: suministro de
agua, electricidad, gas, teléfono residencial y aseo urbano; alquiler de
vivienda; de atención médica, paramédica, de apoyo diagnóstico y de
hospitalización; servicios funerarios; de transporte público en todas sus
Seguidamente, se fijó el precio máximo de venta al público
(PMVP) para 106 rubros de alimentos y 63 rubros de productos de
cuidado personal y limpieza (Gaceta Oficial 37.629 del 11 de febrero
de 2003) y se mantuvieron como tarifas máximas a ser cobradas
por los servicios funerarios y de aseo urbano, las vigentes al 30 de
noviembre de 2002 y los precios para las matrículas y
mensualidades de los planteles educativos privados, que se
estuviesen aplicando al 31 de octubre de 2002 (Gaceta Oficial 37.630
del 12 de febrero de 2003). Le siguió el control de los precios de los
servicios de atención médica, paramédica, de apoyo diagnóstico, y
de hospitalización, la prestación del servicio de estacionamiento.
Asimismo, la prestación del servicio de transporte terrestre
público, y los topes tarifarios del servicio de telefonía residencial,
fijados en julio de 2002 (Gaceta Oficial 37.631 del 13‐02‐03). Se
estableció el PMVP de 595 medicamentos (Gaceta Oficial 37.645 del
07‐03‐03); los montos de cánones a ser cobrados por concepto de
arrendamiento de inmuebles destinados a la vivienda, y
arrendamiento de porciones destinadas a viviendas en inmuebles
de uso mixto, en los niveles establecidos para el 30 de noviembre
de 2002 (Gaceta Oficial 37.667 del 08‐04‐03); algunos productos
utilizados en la construcción, en los niveles existentes en el
mercado al 30 de noviembre de 2002 (Gaceta Oficial 37.681 del 02‐
05‐03). Ajustó el precio de algunos productos y excluyó a los
modalidades; matrículas y mensualidades escolares para todos los niveles
de educación, y los servicios de estacionamiento (Gaceta Oficial 37.626
del 6 de febrero de 2003).
rubros agrícolas del control (Gaceta Oficial 37.718 del 25‐06‐03). Se
ajustó el PMVP de algunos medicamentos y se incluyeron otros
nuevos en la regulación. Además, se estableció el precio de venta
del mayorista (PVM) y el precio de venta de fábrica (FVF) o precio
de venta del importador (PVI) (Gaceta Oficial 37.732 del 15‐07‐03).
El mismo banco central, en su informe del 2003 admitió que,
aparte de los ajustes de tipo de cambio en el mercado paralelo, el
choque negativo a la oferta nacional y el “desprovisionamiento”
de productos nacionales se originó precisamente como
consecuencia del esquema de control de precios (Informe económico
2003, p. 68).
La frustración del BCV está presente a lo largo del informe
del 2003: durante tres años consecutivos (2001, 2002 y 2003) el BCV
se dio cuenta de que las agrupaciones de alimentos y bebidas no
alcohólicas y transporte (que representan el 51,2% de la canasta
del estrato de menores ingresos de la población) acumularon una
variación de precios del 28,7% en el 2003 “no obstante la
implementación de un control de precios sobre un número
importante de bienes y servicios de primera necesidad” (p. 74).
En el 2004 prosiguió esta política del sentido común. Se
ajustaron las tarifas los servicios de gas, agua potable, electricidad,
metro, metrobús, llamadas de teléfonos fijos a móviles, matrículas
y mensualidades de las instituciones privadas de educación
superior y la tarifa por servicio de aseo urbano. Así mismo, se
prorrogó en dos oportunidades la medida de congelación de
alquileres, con lo que se le extendió hasta el 19 de mayo de 2005.
En el 2005 se autorizaron ajustes al alza en sus precios del gas
directo, la electricidad, el aseo urbano, las matrículas escolares,
algunas presentaciones farmacéuticas y medicamentos, el café, el
azúcar y el transporte (terrestre como aéreo). Por su parte, la leche
pasteurizada y el servicio de estacionamiento fueron primero
incorporados como productos sujetos a control para luego ajustar
sus precios.
En el 2006, el café, la harina de maíz y las sardinas
aumentaron administrativamente sus precios y se fijaron los precios
del arena, piedra, bloque y cabillas, entre otros (Gaceta Oficial N°
38.358 de fecha 16/01/06, Gaceta Oficial N° 38.577 de fecha 05/12/06
y Gaceta Oficial N° 38.586 de fecha 18/12/06).
En el 2007 hubo graves problemas de desabastecimiento y se
fijaron los precios de productos cárnicos, pollo, huevos, lácteos,
leche y quesos, aceite, pastas alimenticias, pan, harina de trigo y
azúcar (fue excluida de la normativa la leche esterilizada de larga
duración en cualquiera de sus presentaciones).
En el 2008 se autorizaron alzas administrativas de los precios
de quesos blancos, caraotas negras, arroz de mesa, leche
pasteurizada y en polvo, pollo, harina de maíz precocida, chuleta
y costillas de cerdo, mayonesa, margarina, salsa de tomate, carnes,
pastas alimenticias, aceites, pan de trigo y blanco de sándwich,
café, sardina enlatada, en filet y al natural. De igual forma, las
autoridades se vieron obligadas a reducir el número de productos
sujetos a control: harina de trigo, huevos de gallina, avena, atún,
sal, chuleta ahumada, pernil de cerdo y mortadela. El propio BCV
reconoció que la adopción de estas medidas fue forzada por el
desabastecimiento continuado de los bienes controlados.
La arbitrariedad siguió presente en la política económica. La
política monetaria se limitó a fijar tasas de interés diferenciales
para promover sectores productivos de “carácter estratégico”. Y la
política cambiaria ejecutó una asignación de divisas según las
“prioridades” determinadas por el presidente. El 1° de enero de
2008 se puso en marcha de la reconversión monetaria con la
circulación del bolívar fuerte y en julio se promulgaron veintiséis
decretos con rango de ley de la famosa Ley Habilitante del 2007
(Gaceta Oficial N° 38.617 de fecha 1 de febrero de 2007).
En abril del 2008 entró en vigencia la Ley de Contribución
Especial sobre Precios Extraordinarios del Mercado Internacional
de Hidrocarburos aplicable a las empresas que exportan o
transportan al exterior hidrocarburos líquidos naturales y/o
mejorados, y otros productos derivados. La metodología de este
nuevo impuesto es exactamente la misma que descubrió y aplicó
Acción Democrática en 1948 con el denominado impuesto del fifty‐
fifty (o impuesto adicional al impuesto sobre la renta), pero esta
vez no fue aplicado al exceso de monto de participación de las
compañías extranjeras frente a la participación del Estado en cada
barril de petróleo vendido, sino al exceso del precio promedio de
venta de la cesta venezolana cuando ésta exceda dos umbrales
bien definidos. Si el precio promedio supera los US$ 70/b entonces
se aplica un impuesto del 50% a esa diferencia, pero si el precio
supera los US$ 100/b, entonces se aplica un impuesto del 60% a la
diferencia entre el precio promedio de la cesta venezolana
observado y el umbral de US$ 100/b.
Por decisión del Ejecutivo Nacional, se adoptaron otras
medidas tales como la nacionalización de Sidor C.A. y de las
empresas de cemento, Cemex Venezuela SACA, Holcim
Venezuela C.A. y Fábrica Nacional de Cementos SACA, dirigidas
a incrementar la participación del Estado venezolano en
actividades estratégicas. Además, en el mes de octubre, se
promulgó la Ley Orgánica de Reordenamiento del Mercado.
Este sentido común es absurdo desde la teoría económica. El
control de precios ha desvirtuado estructuralmente un hecho
económico que cualquier estudiante de primer semestre de
economía aprende en sus estudios: que la curva de oferta tiene
una pendiente positiva. Verbalmente expresado, esto significa que
las dos variables que determinan una curva de oferta (precios del
bien y cantidad ofrecida) se mueven exactamente en la misma
dirección: la única forma de aumentar la cantidad ofrecida que los
productores están dispuestos a ofrecer es que los precios
aumenten. Si los precios aumentan, éstos incentivan la
producción. Si bajan, la desincentivan.
En consecuencia, un control de precios es un límite al
aumento de precios y, como todo control, proviene de una
decisión arbitraria. Esto significa que un nivel de precios por
encima del cual no puede venderse un producto, impide que la
producción que le corresponde a ese nivel tampoco pueda
responder, pues, económicamente, es irracional que un productor,
observando un exceso de demanda a favor de su bien, añada una
cantidad extra de productos a un mismo e inamovible precio. El
aumento del salario mínimo nominal, el incremento del salario
mínimo de los pensionados, las transferencias monetarias (becas)
y demás medidas clientelares y populistas, bajo el control
ejecutivo, devienen irrelevantes ante una dinámica irracional e
incontrolable del descenso del poder adquisitivo.
Conclusiones El examen de la grave crisis que ha creado el gobierno de Hugo
Chávez, quizás la más grave desde la independencia y sólo
comparada con la Guerra Federal, obliga al economista a
abstenerse de darle preeminencia a los factores económicos para
explicarla. Este es un típico ejemplo en el que el escrutinio
económico tiene que dejar espacio al análisis político e
institucional como explicación privilegiada. No siempre la
economía explica las crisis o está en una posición más favorecida
que la de las demás disciplinas. Podríamos aventurarnos a afirmar
que el problema “económico” de Venezuela no es económico y la
solución tampoco es económica.
El problema económico no descansa en el hecho de que un
modelo macroeconómico esté funcionando mal y que haya que
reemplazarlo por otro más eficiente. No se trata de modelos
económicos que compitan entre sí por un grado de eficiencia.
Cuando un dedo absolutista es el que decide el precio de los
bienes y servicios, de los salarios, de las ganancias de las firmas,
de las empresas que deben ser expropiadas, de los contratos
colectivos que deben respetarse o desconocerse, de cuáles bienes
tienen que producirse y cuáles no, de cuántos dólares debe
asignársele a un viajero, de cuántos dólares debe asignársele a un
estudiante en el exterior, de cuáles medios de comunicación deben
sobrevivir, de cuánto debe ser la tasa de interés, de a quiénes debe
dársele preferencias comerciales y facilidades y de a quiénes hay
que obstaculizarles (o sabotearles) su labor, entonces, jamás podrá
diseñarse modelo económico alguno que resuelva las graves
distorsiones económicas que produce una arbitrariedad. ¿Por qué?
Porque el problema es la arbitrariedad; no las consecuencias
económicas de la arbitrariedad.
Ningún premio Nobel de economía podría diseñar tal
modelo, pues precisamente importantes premios Nobel han
compartido lo opuesto: que en ausencia de racionalidad
económica no es posible ni siquiera ingresar al mundo de la
economía o intentar ejercer algún atisbo de la profesión de
economista. Y no es un problema que concierna únicamente a los
economistas. En general, ningún ser humano puede pretender
conseguir optimizar lo inoptimizable, racionalizar lo irracional, o
hacer una aplicación técnica a una situación que no tiene
componentes técnicos.
Cuando las decisiones nacen fuera de la racionalidad
económica, cuando no son capaces de sopesar sus costos y
beneficios, sus pros y sus contras, cuando las malas decisiones son
desprovistas de responsabilidad por parte del decididor, cuando no
se prevén sanciones a quienes cometan flagrantes errores,
entonces la economía no cabe. La solución a una crisis política de
esta naturaleza es una solución política; no una económica. A lo
largo de la historia se puede observar que la preeminencia de las
explicaciones ha recaído, por turnos, en diversos aspectos, y
disciplinas: a veces la política explica mejor que la economía, otras
la cultura explica mejor que lo social y otras la religión mejor que
la política.
Como se puede observar, ambos bolivarianismos sacaron
provecho del aspecto autoritario de Bolívar para legitimarse a
través de una asimetría de poderes, es decir, de un “ejecutivismo”
y la posibilidad de perpetuarse en el poder. Igualmente, destacan
la concepción del gendarme necesario en la que no se le asigna a la
sociedad civil la capacidad de participar en las decisiones
(despóticas). Ambas reprueban los partidos políticos, y realzan el
carácter mesiánico de sus liderazgos. Ambos rechazan igualmente
el concepto de democracia liberal tal como la conocemos hoy en
día; en un caso, la denominaron “democracia evolutiva” y en el
otro “democracia participativa y protagónica”.
Las diferencias entre ambos bolivarianismos también son
notables. Uno incentiva el beneficio económico de las firmas
venezolanas y otro el mismo beneficio capitalista, pero de las
burguesías latinoamericanas exportadoras. Mientras en los
gobiernos de López y Medina se incentivaba la producción
nacional, aquí se promueve la economía de puerto. En lugar de
sembrarse el petróleo nacionalmente, se está sembrando
internacionalmente para favorecer un supuesto desarrollo
endógeno. Frente a la promoción de relaciones capitalistas, se
incentiva la profundización de una economía rentista y estatista.
Anteriormente, se buscaba una relación entre cambio institucional
y desempeño económico; ahora a ese cambio institucional no le
preocupa el desempeño económico. A la cooperación con el sector
privado se opone el fortalecimiento de las burguesías
latinoamericanas favorecidas por la nueva geopolítica.
Anteriormente el Estado cooperaba con el sector privado y ahora
se incentiva la formación de una nueva clase política y militar que
busca reemplazar la acumulación capitalista tradicional con una
acumulación estatal bolivariana.
La política económica actual patentiza la diferencia entre
teoría y hechos, entre decir y hacer, entre la simple teoría del juego
y la compleja interacción humana. No hay el más mínimo
concepto de incentivo. El único medio que ha descifrado para su
supuesto éxito ha sido el del rentismo: esperar pasivamente a que
los precios del petróleo se incrementen para poder aplicar su
irresponsable populismo.
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Libertador comprendidas en el periodo de 18 de septiembre de 1830 al 11 de diciembre de 1830. Testamento, proclamas y discursos. Cuarta edición. México D. F.: Editorial Cumbre S. A., 1979, pp. 551.
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North, Douglass C. [2007]. Para entender el proceso de cambio económico. Traducción de Horacio Pons. Edición económica de Juan Carlos Echeverry. Bogotá: Grupo Editorial Norma, 2007, 261 pp. [Edición original en inglés, 2005.]
North, Douglass C. [1993]. Instituciones, cambio institucional y desempeño económico. Traducción de Agustín Bárcena. México: Fondo de Cultura Económica, 1993, 190 pp. [Edición original en inglés, 1990.]
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Vallenilla Lanz, Laureano [1991]. Cesarismo democrático y otros textos. Prólogo, notas, cronología y bibliografía: Nikita Harwich Vallenilla. Caracas: Fundación Biblioteca Ayacucho, XXXVII + 362 pp.