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HISTORIA
MEXICANA
67
EL COLEGIO DE MEXICO
HISTORIA
MEXICANA
67
EL COLEGIO DE M?XICO
Nuestra vi?eta: Moneda mexicana de la ?poca de Carlos III
HISTORIA MEXICANA Revista trimestral publicada por El Colegio de M?xico
Fundador: Daniel Cos?o Villegas
Consejo de redacci?n: Emma Cos?o Villegas, Lilia D?az, Luis Gonz?lez, Mois?s Gonz?lez Navarro, Josefina Zoraida de Knauth, Jorge Alberto Man
rique, Luis Muro, Berta UJloa, Susana Uribe, Mar?a del Carmen Vel?zquez.
Cuerpo de redactores: Sergio Florescano, Bernardo Garc?a, Hira Eli de Gor
tari, Victoria Lerner, Andr?s Lira, Andr?s Montemayor, Guillermo Palacios, Irene V?squez.
VOL. XVII ENERO-MARZO 1968 NUM. 3
SUMARIO
Art?culos :
Victoria Lerner: Consideraciones sobre la poblaci?n de la Nueva Espa?a (1793-1810). Seg?n Hum boldt y Navarro y Noriega . 327
Bernardo Garc?a Mart?nez : El sistema monetario de los ?ltimos a?os del per?odo novohispano. 349
Andr?s Lira Gonz?lez: Aspecto fiscal de la Nueva Es
pa?a en la segunda mitad del siglo XV111 ...... 361
Irene V?squez de Warman: El p?sito y la alh?ndiga en la Nueva Espa?a . 395
Hira de Gortari y Guillermo Palacios: El comercio
novohispano a trav?s de Veracruz (1802-1810) .. 427
Sergio Florescano: La pol?tica mercantilista espa?ola
y sus implicaciones econ?micas en la Nueva Espa?a 455
Testimonios :
Romeo R. Flores: Las representaciones de 1805 . .. 469
Examen de Libros:
Mar?a del Carmen Velazquez, sobre W. Michael Mathes (ed.) : California. Documentos para la his
torta de la demarcaci?n comercial de California, 1583-1632 . 474
Jorge Alberto Manrique, sobre Miguel Le?n-Portilla: Trece poetas del mundo azteca. 477
Carlos Bosch Garc?a, sobre Alfonso Alcal? Alvarado: Una pugna diplom?tica ante la Santa Sede. El restablecimiento del episcopado en M?xico, 1825
1831) . 480 Leonardo Manrique, sobre Alfonso Caso: Los calen
darios prehisp?nicos. 482
La responsabilidad por los art?culos y rese?as es estrictamente personal de sus autores. Son ajenos a ella, en consecuencia, la Revista, El Colegio y las instituciones a que est?n asociados los autores.
Historia Mexicana aparece el 1? de julio, octubre, enero y abril de cada a?o. El n?mero suelto vale en el interior del pa?s $ 15.00 y en el extranjero
Dis. 1.50; la suscripci?n anual, respectivamente, $ 50.00 y Dis. 5.50. El Colegio de M?xico, Guanajuato 125, M?xico 7, D. F.
Impreso y hecho en M?xico Printed and made in Mexico
Editorial Libros de M?xico, S. A.
Av. Coyoac?n 1035 M?xico 12, D. F.
Advertencias
En virtud de la creciente importancia de la historia econ? mica en nuestro pa?s, un grupo de estudiantes del Centro de Es
tudios Hist?ricos fue animado a tomar un curso de an?lisis eco
n?mico, impartido en 1966 por los profesores Luis Chico Pardo, del Banco de M?xico, e Hilario Ramos Vicedo, del Centro de Estudios Econ?micos del Sector Privado, a fin de capacitarse pa ra la comprensi?n de los aspectos te?ricos de los hechos econ?
micos. Con base en esos conocimientos, los estudiantes eligieron temas de la historia econ?mica mexicana de fines del siglo
XV111 y principios del XIX, para analizarlos con ayuda de esas t?cnicas y procedimientos, que el historiador en M?xico rara vez ha empleado. El Centro de Estudios Hist?ricos se complace en publicar algunos de estos trabajos dado el inter?s que ofre cen por el enfoque utilizado y por su valor en s? mismos.
Mar?a del Carmen Vel?zquez, directora
Como resultado de la inquietud manifestada por las autori dades del Centro de Estudios Hist?ricos del Colegio de M?xico, en el sentido de dotar a los alumnos de la Maestr?a en Historia de un mayor grado de conocimiento respecto a los principales conceptos en materia econ?mica, as? como del instrumental b? sico correspondiente, fue impartida en dicho centro una clase de an?lisis econ?mico, durante dos per?odos semestrales. Con el fin de concretar las experiencias y conocimientos obtenidos por los alumnos a lo largo del curso referido, se consider? conveniente
la preparaci?n, por parte de ?stos, de una serie de trabajos de ?ndole hist?rico econ?mica, referentes a la Nueva Espa?a. Para la elaboraci?n de los trabajos que a continuaci?n se presentan, se adopt? el sistema de asesor?as, dejando a los alumnos en liber
324 ADVERTENCIAS
tad respecto a la elecci?n de los temas y al desarrollo fundamen tal de los mismos, con el fin de evaluar con mayor precisi?n los resultados del curso.
En virtud del sistema de trabajo mencionado en el p?rrafo precedente, y de los objetivos propios del curso, resulta claro que los ensayos que se incluyen en esta publicaci?n no preten
den, bajo ninguna circunstancia, presentar un panorama econ? mico general de la ?poca seleccionada; sino que, por el contra
rio, hacen referencia solamente a algunos aspectos ?importan tes sin lugar a duda? de dicho per?odo, y se constituyen, por lo tanto, en peque?as piezas de ese complejo mosaico que es la ?po ca colonial
novohispana.
De este modo, en el trabajo de la se?orita Victoria Lerner, se presentan, por una parte, algunos aspectos demogr?ficos funda
mentales de la Nueva Espa?a en los inicios del siglo xrx y, por la otra, se procede a realizar un an?lisis cr?tico de las fuentes
m?s utilizadas en este tipo de estudios. Una de las caracter?sti cas sobresalientes del trabajo, consiste en destacar la importancia que reviste la evaluaci?n minuciosa de las relaciones cuantitati
vas a utilizarse en este tipo de investigaciones, con el fin de de
terminar la validez aproximada de las mismas y evitar, gracias a esto, inexactitudes emanadas de la falta de compatibilidad entre diversas fuentes. Por su parte, el trabajo sobre el sistema
monetario vigente en los ?ltimos a?os del per?odo novohispano, efectuado por el se?or Bernardo Garc?a, tiene, entre muchas otras virtudes, la de presentar en un todo f?cilmente comprensi ble las relaciones en aquel entonces existentes entre el sistema
oro y el sistema plata; as? como la graduaci?n de valor corres
pondiente a los diferentes signos monetarios comprendidos en
cada uno de los sistemas.
En el meritorio ensayo intitulado "Aspecto fiscal de la Nue va Espa?a en la segunda mitad del siglo xvni" del se?or An dr?s Lira, se ofrece el panorama de la organizaci?n de la ha cienda p?blica en tiempos de la colonia, a trav?s de un enfo
que similar al de las finanzas p?blicas modernas, esfuerzo no in
tentado hasta la fecha y que permite al estudioso una amplia comprensi?n de dicho aspecto de la vida econ?mica colonial, as?
ADVERTENCIAS 325
como su comparaci?n con los sistemas aplicados en otros pa?ses
y en el nuestro, a lo largo de diferentes ?pocas. El estudio que sobre la alh?ndiga y el p?sito presenta la se
?ora Irene V?squez de Warman, al determinar con gran clari
dad las funciones y las bases operativas de estas dos institucio nes, arroja luz sobre los sistemas de controles de precios y de abastecimiento urbano de bienes de consumo indispensable uti lizados en la Nueva Espa?a, y permite una interesante compara ci?n con los sistemas vigentes en nuestros tiempos.
Sobre el tema del comercio exterior novohispano, a fines del
siglo xv?n y principios del xix, los se?ores Guillermo Pala cios e Hira de Gortari, nos muestran el comportamiento por
principales productos, origen y destino, de las transacciones de la Nueva Espa?a con el exterior. Resulta de particular inter?s, dentro de este trabajo, la hip?tesis relativa a la forma en que po dr?an ser contabilizadas las salidas de plata de la Nueva Espa?a con destino hacia la Metr?poli; as? como el intento realizado por los autores, en el sentido de determinar las repercusiones que el
sistema colonial espa?ol pudo llegar a ejercer sobre las caracte r?sticas y modalidades del desarrollo ulterior del pa?s.
Finalmente, el trabajo del se?or Sergio Florescano consti tuye un intento de interpretaci?n de un fen?meno hist?rico par ticular, a trav?s del uso del instrumental econ?mico; y permite observar la forma en que la reglamentaci?n aplicada por la Me
tr?poli al comercio de las colonias, determin? en la ?poca bor b?nica la existencia de un sector
monopol?stico en la econom?a.
Independientemente de las limitaciones que pudieran en contrarse en los trabajos objeto de la presente introducci?n, se considera conveniente subrayar el inter?s que reviste toda inves
tigaci?n que se realice en el campo de la historia econ?mica de M?xico para la mejor comprensi?n y evaluaci?n de los fen?me nos pol?ticos, econ?micos, sociales y culturales que conforman
el presente de nuestro pa?s. No quisi?ramos dar por terminada la presente nota introduc
toria, sin hacer patente nuestro agradecimiento al doctor Silvio Zavala, expresidente de El Colegio de M?xico, al se?or V?ctor L. Urquidi, actual presidente de esta instituci?n, a la se?orita
326 ADVERTENCIAS
Mar?a del Carmen Velazquez, directora del Centro de Estudios Hist?ricos, as? como a los investigadores de ese centro, que ama
blemente nos brindaron su colaboraci?n.
A los alumnos, no nos queda sino agradecer la paciencia y
comprensi?n mostrada a lo largo del curso y el inter?s que en to
do momento manifestaron en el estudio de una materia que, en
un principio, pudo haberles parecido ajena a sus intereses direc tos. Finalmente, queremos agradecer al se?or Leopoldo Sol?s su
asesor?a y aliento a largo de nuestro trabajo.
M?xico, D. F., diciembre de 1967.
Luis A. Chico Pardo Flilario Ramos Vicedo
In memorian
Jos? Miranda (1903-1967)
Sergio Florescano, Bernardo Garcia, Hira de Gortari, Victoria Lerner, Andr?s Lira, Guillermo Palacios, Irene Vasquez.
CONSIDERACIONES SOBRE LA POBLACI?N DE LA NUEVA
ESPA?A (1793-1810) Seg?n Humboldt y Navarro y Noriega
Victoria LERNER El Colegio de M?xico
Introducci?n
La demograf?a hist?rica es un campo de estudio que ha al
canzado solamente un incipiente desarrollo en nuestro pa?s, a
pesar de su importancia. El investigador interesado en estos te
mas se encuentra delante de un trabajo exhaustivo que compren de una labor de archivo para recolectar los datos que har?an
posible un estudio m?s profundo de la situaci?n demogr?fica de M?xico en el pasado.
El presente trabajo se limitar? a analizar y valorar las fuen tes de informaci?n ya publicadas para la ?poca final de la do
minaci?n colonial: 1793-1810. De ?l se podr? deducir una serie de temas que est?n por tratar. Por ejemplo, no se sabe casi nada sobre los movimientos de migraci?n y de la Nueva Espa?a en esa ?poca.
No hemos considerado conveniente intentar explicar las ca
racter?sticas de la poblaci?n, su distribuci?n, estado social, etc.,
porque, adem?s de que tal estudio necesita de investigaciones regionales, pensamos que le debe preceder una cr?tica de las ci fras y de la informaci?n con que se cuenta. El caso de Humboldt es en este sentido singular. No s?lo se advierten contradicciones
en el pensamiento del autor sino tambi?n diferencias entre las diversas ediciones en cuanto a los datos num?ricos. Por ejemplo,
328 VICTORIA LERNER
en una edici?n que reproduce la de 1803 se da para la inten dencia de Oaxaca la cifra de 354 800 habitantes, y en otra la de 534 800.1
Los c?lculos m?s completos publicados sobre la poblaci?n de la Nueva Espa?a son los de Alejandro de Humboldt y del con tador Navarro y Noriega, y esos precisamente analizaremos en
este trabajo. En la ?ltima d?cada del siglo xv?n y en la primera del xrx
se hicieron las siguientes estimaciones de la poblaci?n de la Nue va Espa?a:
A?o Poblaci?n total "Puente
1793 4 483 680 Revillagigedo* 1795 5 200 000 Revillagigedo 1799 4 500 000 Abad y. Queipo**
1803 5 764 731 J. Salas 1803 5 837 100 Humboldt
1805 5 764 731 Tribunal del Consulado
1808 6 000 000 Alam?n
1808 6 500 000 Humboldt 1810 5810 00 5 Seminario Econ?mico * * *
1810 6 122 354 Navarro y Noriega
* No incluye Veracruz, Guadalajara y Coahuila. **
Incluye ?nicamente M?xico, Puebla, Valladolid, Oaxaca, Sonora, Du
rango y Guadalajara. *** No incluye Nuevo M?xico, Nuevo Le?n, California, Texas y Coahuila.
Fuente: Alejandro de Humboldt: Ensayo politico sobre el Reino de la Nueva Espa?a.
De las cifras anteriores se deducen algunos puntos de inte
r?s. Desde luego se observa que los c?lculos no siempre toman
en cuenta a la poblaci?n total; por lo tanto, las diferencias que se observan para a?os similares en parte se pueden deber a
esta omisi?n. De estas diferencias, la mayor es la que correspon de al a?o de 1808, que llega a ser de 500 000 habitantes; le
sigue la de 1810 con un margen de 312 349 habitantes; la me nor corresponde al a?o de 1803 que arroja una diferencia de 72 369 habitantes.
LA POBLACI?N DE LA NUEVA ESPA?A 329
Lo anterior es ejemplo, en cierta medida, de la reserva con
que deben estudiarse las cifras, y muestra tambi?n c?mo es siem
pre el bar?n de Humboldt quien hace las estimaciones m?s ele vadas. Sus mismos contempor?neos criticaban ya las sobresti
maciones de Humboldt en algunos renglones, como se?alaremos
m?s adelante.
El primer censo en nuestra lista es el de Revillagigedo, que sirvi? de base a Humboldt y a otros autores. Este primer recuento tuvo como objeto recoger informaci?n sobre la poblaci?n seg?n edad, sexo, estado civil, composici?n ?tnica y distribuci?n geo gr?fica. Conocer el n?mero de miembros del clero y gente a su servicio era la otra finalidad del censo.2
No es posible realizar la evaluaci?n de los resultados de este censo ya que conocemos ?nicamente una parte muy reducida
de ?l, la utilizada por Humboldt, Navarro y Noriega y un autor moderno: Aguirre Beltr?n.
Humboldt es quien publica primero algunos resultados del censo de Revillagigedo. El hecho de que Aguirre Beltr?n haya extra?do directamente del archivo resultados parecidos a los da dos por Humboldt prueba la veracidad de los datos suminis trados por ?ste. Por ejemplo, el sabio alem?n da para la inten dencia de M?xico una poblaci?n de 1 162 856 habitantes y Aguirre Beltr?n suministra la cifra de 1 043 223 habitantes; caso
parecido es el de las provincias de Sinaloa (54 302 y 55 062) y Sonora (93 396 y 93 411). Ambos autores arrojan la misma cifra para Nuevo M?xico: 30 953.3
Sin embargo, se observan algunas contradicciones en el mis
mo Humboldt. Hay una divergencia entre el total de la pobla ci?n por intendencias y el total estimado por composici?n ?tnica (Cf. cuadro i y cuadro iv). Casi 350 000 habitantes exceden en el segundo caso, y no hay ninguna explicaci?n o nota aclara
toria del autor o sus editores al respecto. Crece, pues, otra vez
la cautela con que deben tomarse los datos.
Otro error de Humboldt es su c?lculo del monto de los gru pos ?tnicos en Nueva Espa?a para 1793 (cuadro iv). Primera
mente sobrestima el n?mero de europeos existentes en el pa?s: entre 70 y 80 000 ; mientras que Navarro y Noriega acepta s?lo
330 VICTORIA LERNER
la cifra de 7 906. Lucas Alam?n acaba tambi?n por conven
cerse de que la cifra de Humboldt es demasiado elevada; dice as?: ".. .sobre el n?mero de europeos presos al principio de la
revoluci?n de Hidalgo en las provincias de Guanajuato y Mi choac?n. ., he acabado por persuadirme que es sumamente exar
gerado el de 70 000 que el bar?n de Humboldt supone existente en la Nueva Espa?a".4 El mismo Humboldt parece contrade
cirse al decir: "en la capital, por ser la residencia del gobierno, se re?ne el mayor n?mero de espa?oles, no hay entre sus 135 000 habitantes 2 500 nacidos en Europa, es muy probable que ape nas haya en todo el reino m?s de 70 000".5 ?C?mo es posible que siendo la ciudad de M?xico el foco central de concentra
ci?n, exista una poblaci?n 30 veces mayor fuera de ella? En otra afirmaci?n del mismo Humboldt se ratifica la escasez de
europeos. Dice el autor : "en las Provincias Internas, el n?mero
de espa?oles compone la mayor parte de la poblaci?n; pero el
influjo de estas provincias sobre toda la Nueva Espa?a es muy poco".6 La d?bil inmigraci?n de europeos en esta ?poca puede explicar en parte su n?mero reducido.
No tan equ?voco pero tambi?n inexacto es el c?lculo de Hum boldt sobre los grupos ?tnicos indio y mestizo (cuadro iv). Hay subestimaci?n de Humboldt en el primer caso y sobrestimaci?n en el segundo.7
En cambio, existe un acuerdo entre todos los autores sobre
el n?mero de negros de la Nueva Espa?a "6 000 o cuando m?s 10 000". La causa evidente parece haber sido, como dice Ala
m?n: "que su introducci?n hab?a cesado a?os atr?s",8 lo cual
a su vez se debi? a que el trabajo esclavista era mucho m?s caro
que el suministrado por el hombre libre. Es decir, se sustituye al negro esclavo por un miembro del grupo llamado de los "castas".
Un error grave de Humboldt es el referente al territorio de
Nueva Espa?a, que calcul? en (hecha la conversi?n al sistema m?trico) 2 335 628 kil?metros cuadrados (cuadro i). Seg?n es timaciones modernas en la Nueva Espa?a a fines del siglo xvm deb?a haber 4 146 483 kil?metros cuadrados,9 casi dos millones
m?s que la cuenta de Humboldt. Por todos los ejemplos men
LA POBLACI?N DE LA NUEVA ESPA?A 331
cionados, cualquier afirmaci?n que se pudiera hacer sobre la
densidad de la poblaci?n o su distribuci?n geogr?fica debe to marse con reserva. Sobre todo parece ser que Humboldt redujo
la extensi?n de las provincias lejanas, del norte: Nuevo M? xico y Texas entre otras. En cambio, para las intendencias cer
canas al centro, sobre las cuales la informaci?n es m?s accesible, no
aparecen errores notables en Humboldt. Tal es el caso de las
intendencias de M?xico, Puebla, Veracruz y Oaxaca.
En lo que toca a la poblaci?n, para los per?odos siguientes al a?o de 1793, parece ser que los autores simplemente se ba
saron en el censo de Revillagigedo, calculando un tanto por ciento de aumento respecto a estas cifras iniciales. Humboldt
fue el primero que utiliz? este m?todo para calcular el creci miento de la poblaci?n entre 1793 y 1803.
Este aumento responde a dos consideraciones:
A) Imprecisi?n de los resultados del censo de Revillagige do. Este censo, como vimos, era incompleto, le faltaban datos
de varias intendencias: Veracruz, Coahuila y Guadalajara. Hum boldt mismo dice textualmente: "Este resultado [del censo] ofrece el m?nimo de la poblaci?n que se pod?a considerar en
aquella ?poca. .
." y explica la raz?n: "En el Nuevo Continente
como en el antiguo, el pueblo considera todo censo como el
anuncio siniestro de alguna operaci?n de real hacienda; cada
padre de familia, temiendo el aumento de las contribuciones, busca los modos de disminuir el n?mero de individuos en su casa en la lista que presente."10 Esta subnumeraci?n es dif?cil de calcular. Primero, Humboldt acepta "una sexta o s?ptima
parte de la suma total", lo que eleva el monto de la poblaci?n de 4 484 529 a 5 200 000; pero despu?s disminuye "el n?me ro de los habitantes omitidos en el censo general" y los eval?a "en s?lo una d?cima parte en lugar de la sexta".11 Es decir, determina finalmente en 4 931 881 habitantes la poblaci?n total de la Nueva Espa?a.
No podemos saber cu?l fue el verdadero margen de omisi?n del censo de Revillagigedo; por lo menos no antes de una in vestifaci?n m?s ser?a.
332 VICTORIA LERNER
CUADRO I
POBLACI?N TOTAL POR INTENDENCIAS Y PROVINCIAS
Superficie Intendencias 1793 1803 1810 en Km9
(O (O (n) (i,n) M?xico 1 162 856 1511900 1 591844 116 843 Puebla 566 443 813 300 811285 53 148 Oaxaca 411336 534 800 596 326 87 666 Guanajuato 397 924 517 300 576 600 17 959 San Luis Potos? 242 280 230 000 173 651 46 456 Zacatecas 118 027 153 300 140 723 46 426 Durango 122 866 159 700 177 400 332 628 Sonora 93 396 121400 135 385 377 377 Yucat?n 358 261 465 800 528 700 117 828 Guadalajara 485 000 630 500 517 674 189 487 Veracruz 120 000 156 000 185 935 81634 Valladolid 289 314 376 400 394 689 67 933
Gobiernos
Nuevo M?xico 30 953 40 200 34 205 112 545 Vieja California 12 666 9 000 4 496 143 811 Nueva California ? 15 600 20 871 41891 Coahuila 13 000 16 900 42 937 132 121 Reino de Le?n * 26 000 43 739 51669 Nueva Santander * 38 000 56 715 102 373
Texas * 21000 3 334 215 824 Tlaxcala 59 177 ** 85 845 **
Total 4 833 569 5 837 100 6122 354 2 335 628
* Incluidos en la intendencia de San Luis Potos?. ** Incluido en la intendencia de Puebla.
Fuentes: i. Alejandro de Humboldt: Ensayo poltico sobre el reino de la Nueva
Espa?a, M?xico, Editorial Pedro Robredo, 1941, Vol. n, p. 13; 170-71;
cf. Editorial Porr?a, 1966, p. 38.
n. Fernando Navarro y Noriega: Cat?logo de los curatos y misiones de la Nueva Espa?a, seguido de la memoria sobre la poblaci?n del reino de Nueva Espa?a, M?xico, Instituto de Investigaciones Hist?rico-jur? dicas, 1943, s. p.
LA POBLACI?N DE LA NUEVA ESPA?A 333
B) Tasa de crecimiento de la poblaci?n. Aqu? tambi?n Hum boldt cambia de opini?n; en su obra m?s temprana: las "Tablas
geogr?ficas" afirma que "la poblaci?n deber?a aumentar en. . .
60 000 habitantes o sea m?s del 1 por ciento al a?o".12 En el
Ensayo la eleva al 2.0 por ciento.15 Y esta tasa incluso le parece moderada.
En principio, una tasa de crecimiento del 2.0 es sumamente
dif?cil de aceptar para finales del siglo xvni. Una tasa de cre cimiento de un nivel determinado se explica por el ?ndice de
mortalidad, el de fecundidad y el de los movimientos migrato rios existentes. En la actualidad, con una mortalidad baja (15 defunciones por mil habitantes) y una fecundidad constante (45 por mil), M?xico tiene una tasa de crecimiento del 3.4 anual.14 En M?xico, durante el per?odo comprendido entre 1930-40 hay una tasa de crecimiento del 1.9.
Una tasa del 2.0 supone una diferencia bastante grande en
tre la tasa de natalidad y la tasa da mortalidad o una peque?a diferencia entre ambas que es compensada por un fuerte flujo de poblaci?n inmigrante que haga que aumente la tasa de cre
cimiento.
Veamos primero el factor migraci?n. Humboldt estima que en esta ?poca entraban en la Nueva Espa?a un total de 800 eu
ropeos anualmente, lo que nos dar?a en 10 a?os 8 000 inmigran tes europeos. Esto significa menos del .14% de la poblaci?n de 1803.15 Estas cifras de la inmigraci?n en M?xico son de poca
confiabilidad, y es necesaria una investigaci?n seria al respecto. Pero seg?n esas cifras y dada la carencia de datos de emigra ci?n, se podr?a concluir temporalmente que el factor migraci?n no puede explicar una tasa de crecimiento tan alta como la que
pretende Humboldt.
Pasemos a estimar los niveles de mortalidad y natalidad se
g?n Humboldt.
Es de esperarse una alta tasa de mortalidad debido a:
a) Las epidemias. Humboldt mismo alude a las viruelas. En el lapso por nosotros estudiado hubo exactamente una epide
mia; seg?n el autor: "no tan mortal por las inoculaciones en
las inmediaciones de M?xico. . ."lt? Habr?a que ver lo que el via
334 VICTORIA LERNER
jero llama "no tan mortal". A las viruelas se agrega el matlaz? huatl, "que lleva la muerte y el espanto al interior del pa?s".17
No se trataba tal vez ya de enfermedades tra?das por inmigran tes, pues ?stos eran pocos; adem?s posiblemente algunas no eran
CUADRO II
DENSIDAD DE LA POBLACI?N
Intendencias 1803 b/Km2
1810 h/Km*
M?xico
Puebla Oaxaca
Guanajuato San Luis Potos? Zacatecas
Durango Sonora
Yucat?n
Guadalajara Veracruz
Valladolid
12.9 15.3 6.1
28.8
4.9 3.3 0.4 0.3
3.9 3.3 1.9 7.0
13.6 15.2
6.7 31.7
3.7 3.0 0.5 0.3 4.4
2.7 2.2
5.7
Gobiernos*
Nuevo M?xico 0.3 Nueva California 0.3
Vieja California 0.0 Coahuila 0.1
Nuevo Reino de Le?n 0.5 Nueva Santander 0.3 Texas 0.0
0.3 0.5 0.0
0.3 0.8 0.5 0.0
* Hemos denominado en general gobierno a territorios y provincias, que
pod?an, desde el punto de vista pol?tico, depender de alguna intendencia, como es el caso de Texas, Nuevo Reino de Le?n y Coahuila con respecto a San Luis Potos?. Para ver la historia de estas denominaciones territo
riales cons?ltese: Edmundo O'Gorman: Historia de las divisiones terri
toriales, M?xico, Editorial Polis, 1937 (tercera edici?n, M?xico, Porr?a.
1966). Fuente:
Elaboraci?n personal con base en el cuadro i: C?lculo de legua cuadrada = 19.71 Km.2
LA POBLACI?N DE LA NUEVA ESPA?A 335
mort?feras, pues la poblaci?n estaba ya m?s inmunizada contra
ellas, b) El hambre, debida sobre todo a fen?menos naturales que arruinaban a las cosechas. Para ver la importancia de este
factor basta recordar que en una de estas ocasiones, en 1784, murieron 300 000 personas.18 c) El trabajo arduo. Un buen
ejemplo son las obras del desag?e de M?xico, llevadas a cabo en esta ?poca, que costaron la vida de muchos indios.19 En cambio,
seg?n Navarro y Noriega20 y Humboldt21 el trabajo de las mi nas no era tan mort?fero para la poblaci?n como s? lo fue en el
caso del Per?, por ejemplo, d) La falta de medios sanitarios y medicinas preventivas agravaba la situaci?n. Humboldt lo
ratifica: "cantidad de enfermos en la capital [hay] no s?lo de clase pobre, sino todos los que vienen de fuera por falta de ser
vicios m?dicos en el campo".22 El exterminio deliberado de in
d?genas era todav?a en esta ?poca, en ciertas regiones, causa
de alta mortalidad. Humboldt alude al caso de Nuevo M?xico donde "los habitantes viven en constante guerra con los indios".23
El clima malsano, la falta de agua potable, las condiciones eco
n?micas generales, y en general el bajo nivel de vida de una
parte de al poblaci?n deben tomarse en cuenta.24
La alta tasa de mortalidad que debemos suponer se confir ma si recordamos la baja esperanza de vida que los individuos deb?an poseer. Por una parte Humboldt dice que en la ciudad
de M?xico donde sin duda alguna hab?a los mejores medios pa ra combatir las enfermedades, s?lo el 7.57% de la poblaci?n llegaba a los 50 a?os ; siendo naturalmente entre los espa?oles
mayor el ?ndice que entre indios y castas.25 Esto nos confirma
r?a en parte nuestra hip?tesis de una alta tasa de mortalidad.
No faltan observaciones de Humboldt sobre la larga vida de los indios2'3 pero esto no nos parece que se pueda generalizar.
?Cu?l es en definitiva la tasa de mortalidad que da Hum boldt? El sabio alem?n rectifica su
opini?n varias veces. Veamos los siguientes ejemplos:
"En Quer?taro con una poblaci?n de 70 600... de cada 26 personas muere una".27 En otra ocasi?n dice aceptar que en toda "la Nueva Espa?a hay una muerte por cada 34 habitantes"28
dentro de este margen de 26 a 34 da distintas cifras: 29, etc. . .
336 VICTORIA LERNER
De cualquier forma se trata de una mortalidad sumamente
baja: en el Ensayo, 28 por mil en el caso de Quer?taro, 33 por mil para toda la Nueva Espa?a, y 29 por mil tambi?n para todo el pa?s en las "Tablas". Un siglo despu?s, en 1903 exist?a en la
rep?blica una tasa de un 35 por mil.29 Los avances en ese siglo
y el relativo progreso nos hacen desconfiar de las cifras de Hum boldt. La tasa de mortalidad era muy probablemente m?s alta.
El mismo Humboldt ve la necesidad de diferenciar seg?n los climas, las regiones y la edad, pero sus consideraciones son muy
generales a este respecto. En las regiones c?lidas, seg?n ?l, es
donde la mortalidad es mayor "por el abandono con que la ple be se porta con las terciarias".30 Hace hincapi? en "el gran n?mero de ni?os que mueren por desatenci?n de los padres".31 En conclusi?n, en cuanto a la mortalidad podemos desconfiar
de las cifras de Humboldt, y debemos asentir con la profesora Sierra cuando dice: "la mortalidad era alta y reducirla a un
n?mero es imposible",32 por lo menos, agregamos, mientras no
se trabajen otros datos.
Tampoco podemos aceptar la tasa de natalidad que da Hum
boldt. En el mismo caso de Quer?taro con una poblaci?n de 70 000 habitantes afirma que de cada "14 personas nace una"
(o sea de cada mil nacen 71).33 Para toda la Nueva Espa?a en
las "Tablas geogr?ficas" nos da un nacido por cada 20 habi tantes (o sea de cada mil nacen 50) y en el Ensayo, uno por 17 (o sea 58 de cada mil) .34 Un siglo despu?s, en 1903, exist?a una
natalidad de 33.4 en mil.35 Recu?rdese la alta mortalidad in fantil y juvenil de que habl?bamos, lo que hac?a que la pobla ci?n que llegaba a la edad f?rtil fuese mucho menor que la nacida.
Estos c?lculos de Humboldt llevan a aceptar tasas de creci
miento natural de diferentes magnitudes, seg?n se trate de la
poblaci?n de una provincia, o de la poblaci?n total: para Que r?taro suministra un 3.3 de crecimiento con un exceso de naci
mientos sobre muertes de 188:100. Para toda la Nueva Espa?a da cifras distintas: en el Ensayo una tasa de 2.5 y un exceso de
nacimientos sobre muertes de 169:100 y en las "Tablas" una tasa de 2.1 y un exceso de nacimiento sobre muertes de 159:100.
LA POBLACI?N DE LA NUEVA ESPA?A 337
Como se ve, Humboldt estaba bastante inseguro acerca del rit
mo de crecimiento de la poblaci?n en el pa?s. ?l viene en reali dad a decirnos: las noticias que hemos adquirido sobre las
relaciones de los nacimientos con las muertes y de estas ?ltimas con la poblaci?n entera prueban que la poblaci?n de Nueva Es
pa?a deber?a duplicarse cada diecinueve a?os; pero de hecho encuentra m?s veros?mil que la duplicaci?n se produzca cada
36 a 40 a?os,3G lo que corresponde a una tasa de crecimiento
natural del 1.7 en vez de 3.6.
CUADRO III
TASA DE CRECIMIENTO MEDIO ANUAL
Intendencias 1793-1803 1793-1810
1. M?xico 2.7 1.9*** 2. Puebla 3.7* 2.1*** 3. Oaxaca 2.7 2.2*** 4. Guanajuato 2.7 2.2*** 5. San Luis Potos? 0.6** 1.9 6. Zacatecas 2.6 1.1 7. Durango 2.7 2.2*** 8. Sonora 2.7 2.2*** 9. Yucat?n 2.7 2.3
10. Guadalajara 2.7 0,4 11. Veracruz 2.7 2.6 12. Valladolid 2.7 1.8
Totales 2.7 1.8
* Incluye el gobierno de Tlaxcala para 1803.
** No incluye para 1803 los territorios del Nuevo Reino de Le?n, Nueva Santander y Texas.
* * * Son las intendencias en que Navarro y Noriega se bas?, seg?n el censo de Revillagigedo de 1793, para calcular la poblaci?n de 1810.
Fuente:
Elaboraci?n personal con base en el cuadro i, utilizando el siguiente pro cedimiento en el c?lculo de las tasas:
log (1 + r) = P2 se obtuvo usando las tablas de inter?s compuesto. P?
n
338 VICTORIA LERNER
Los autores que han le?do a Humboldt han aceptado en ge neral su tasa de crecimiento de poblaci?n. Mora, por ejemplo, no s?lo asume la tasa m?s moderada, de duplicaci?n de la po blaci?n cada 36 o 40 a?os, sino que para ?l "seg?n la relaci?n de muertos y nacidos registrados a?o por a?o desde 1793 la po blaci?n de M?xico debe duplicarse cada 22 a?os".37 Los con
tempor?neos Aguirre Beltr?n y Catalina Sierra aceptan que el aumento de la poblaci?n era considerable en esta ?poca.38 El
aumento de los diezmos y del consumo de v?veres as? como los
progresos de todas las ramas de la actividad econ?mica reflejan, seg?n varios autores, esta situaci?n.39 A pesar de esto y de "la
fecundidad notoria de las castas y casamientos en edad joven de gran parte de la poblaci?n"40 no nos parece plausible admi
tir sin reservas las cifras de Humboldt.
Ultima objeci?n a las tasas propuestas por Humboldt es el haber aplicado tasas fijas de crecimiento para todas las inten
CUADRO IV
COMPOSICI?N DE LA POBLACI?N POR GRUPOS ?TNICOS
Grupos (i) (ii) (iii) ?tnicos 1793 % 1793 % 1810 %
Ind?genas 2 500 000 51.8 2 319 741 61.0 3 676 281 60.0
Europeos 70 000 1.4 7 904 0.2 15 000 0.2 Criollos 1025 000 21.2 677 458 17.8 1092 367 17.9 Africanos 6 100 0.1 6 100 0.1 10 000 0.1
Mestizos 1231000 25.4 788 358 20.8 1328 706 21.7
Total 4 832 100 100.0 3 799 561 100.0 6 122 354 100.0
Fuentes: 1. Alejandro de Humboldt: Ensayo pol?tico del Reino de la Nueva Es
pa?a. M?xico, Editorial Porr?a, 1966 (Sepan cuantos..., 39), p. 21?; cf. Alejandro de Humboldt: "Tablas geogr?fico-pol?ticas del Reino de la Nueva Espa?a en 1803", Bolet?n de la Sociedad de Geograf?a y Esta
d?stica, Segunda ?poca, 1869, Vol. 1, pp. 635-37, p. 640. 11. Fernando Navarro y Noriega: Cat?logo de los curatos y misiones de
la Nueva Espa?a, seguido de la memoria sobre la poblaci?n del Reino de la Nueva Espa?a, M?xico, Publicaciones del Instituto de Investiga ciones Hist?rico-jur?dicas, 1943, p. 65.
in. ?dem., s. p.
LA POBLACI?N DE LA NUEVA ESPA?A 339
dencias, como se ve en el cuadro ni. El caso de San Luis es ex
plicable porque para 1803 se tomaron en cuenta dentro de esta
intendencia las provincias de Texas, Nuevo Le?n y Nueva San
tander, por lo que resulta una tasa de 0.6. Igualmente la tasa
cuadro v
COMPOSICI?N ?TNICA DE LA POBLACI?N EN 1810
Espa?oles Intendencias y criollos % Indios % Castas %
?.M?xico 269 416 16.9 1052 862 66.1 265 883 16.7 2. Puebla 82 609 10.1 602 871 74.3 124 313 15.3 3. Oaxaca 37 694 6.3 526 466 88:2 31444 5.2 4. Guanajuato 149 183 25f8 254 014 44.0 172 931 29-9 5. San Luis Po
tos? 22 609 13.0 88 949 51.2 62 007 35.7 6. Zacatecas 22 296 15.8 40 872 29.0 77 555 55.1 7. Durango 35 992 20.2 63 890 36.0 77 302 43.5 8. Sonora 38 640 28.5 60 855 44.9 35 766 26.4 9. Yucat?n 78 375 14.8 384 185 72.6 65 541 12.3
10. Guadalajara 164 420 31.7 172 676 33.3 179 720 34.7 11. Veracruz 19 379 10.4 137 774 74.0 28 432 15.2 12. Valladolid 108 970 27.6 168 027 42.5 117 134 29.6
Gobiernos
Nuevo M?xico * 10 557 30.8 23 628 69.0 Vieja California * 2 325 51.7 2 152 47.9 Nueva California * 18 780 89.9 2 053 9.8 Coahuila 13 285 30.9 12 411 28.9 17 215 40.0 Nuevo Reino de
Le?n 27 412 62.6 2 431 5.5 12 838 31.6 Nueva Santander 14 639 25.8 13 251 23.3 28 825 50.8 Texas 1 326 39.7 912 27.3 1 083 32.4 Tlaxcala 11683 13.6 62 173 72.4 11884 13.8
* El n?mero de espa?oles y criollos se incluye en castas.
Fuente: Fernando Navarro y Noriega: Cat?logo de los curatos y misiones de la
Nueva Espa?a, seguido de la memoria sobre la poblaci?n del Reino de Nue va Espa?a, M?xico, Instituto de Investigaciones Hist?rico-jur?dicas, 1943, s. p.
340 VICTORIA LERNER
de 3.7 para Puebla es explicable por la inclusi?n del gobierno de Tlaxcala dentro de la intendencia poblana para 1803. De cual
quier forma, nos extra?a que a pesar de que Humboldt, como
hemos visto, se daba cuenta de las diferencias de natalidad y mortalidad en algunas regiones, al hacer sus c?lculos haya hecho
un aumento uniforme para intendencias de caracter?sticas tan
heterog?neas. En la falta de datos para estimar tasas de creci
miento por localidad podemos encontrar la justificaci?n de tal procedimiento.
El m?todo de Humboldt parece haber sido en muchos casos,
pues, el de hacer generalizaciones con datos incompletos.
M?s raz?n ten?a Humboldt en otros puntos que analizaremos
adelante, como el de la poblaci?n de cl?rigos y el de la propor ci?n de la poblaci?n por sexos.
Menos alejado de la realidad parece ser el c?lculo de Na varro y Noriega. Alam?n concretamente dice sobre ?l: "estaba
m?s que nadie en estado de juzgar sobre la poblaci?n, por los documentos que tuvo a su disposici?n y que examin? con mu
cho cuidado".41
Este autor no tom? como base ?nica el censo de Revillagi
gedo, sino que en las intendencias y provincias de Veracruz,
M?rida, San Luis Potos?, Zacatecas, Nuevo Le?n, Nueva San
tander, Nuevo M?xico y las Californias utiliz? otros padrones. ?l mismo explica la raz?n: "estos padrones
son m?s exactos y
modernos"; alude adem?s al hecho de que no encontr? datos
del censo de Revillagigedo sobre algunas intendencias en la se
cretar?a del virreinato. Considera tambi?n equivocada la cifra de Humboldt sobre la poblaci?n de Guadalajara, pues advierte ah? un exceso de poblaci?n que dice no saber a qu? atribuir.
As?, ?nicamente en el caso de M?xico, Puebla, Oaxaca, Gua
najuato, Durango y Sonora acepta las cifras del censo de 1793.42 Para esos lugares tambi?n supone un aumento de un tanto
por ciento fijo (ver cuadro m), siguiendo dos principios: a) Ocultaci?n de individuos en el censo de Revillagigedo.
Dice Navarro: 'juzgu? necesario convenir con Humboldt que estaba diminuta la antigua enumeraci?n, elevando al duplo el
c?mputo que form? de la ocultaci?n, es decir 20%".43 Considera,
LA POBLACI?N DE LA NUEVA ESPA?A 341
por tanto, que la subenumeraci?n del c?lculo de Revillagigedo fue muy alta, y aunque no explica claramente sus supuestos al
respecto, s? se?ala ?l que encontr? un exceso de poblaci?n con
respecto a 1793, que no pod?a corresponder a la diferencia entre
nacidos y muertos (esto es, a la tasa de crecimiento).
cuadro vi
POBLACI?N EN LA NUEVA ESPA?A EN 1810
Intenden cia
Ciuda des Villas Pueblos
Reales de Hacien- Ran Minas das chos
M?xico
Guadalajara Puebla Veracruz
M?rida Oaxaca Valladolid Guanajuato San Luis Potos? Zacatecas
Durango Sonora
15 7 1
5 2
5 3 4 2
2
1 228
326 764 147 276 928 309 62 49 28
168 38
31 33
10 18 10 15 19 26 40
824 370 478
60 563 83
311 445 124 108 155
34
871 1 511
911 157 312 269 708 416 431 438 184 356
Gobiernos
Tlaxcala
Nuevo Reino de
Le?n Nueva Santander Coahuila Texas
Nuevo M?xico
Baja California Alta California
Totales 32
? 110
4 18
7 1
3
1
95
16 11
7 2
109 2 2
4 682 206
139
23
32
3 749
68
44 8
6 684
Fuente:
Navarro y Noriega: Cat?logo de los curatos y misiones de la Nueva
Espa?a, seguido de la memoria sobre la poblaci?n del reino de Nueva Es
pa?a. M?xico, Publicaciones del Instituto Mexicano de Investigaciones Hist?rico-jur?dicas, 1943, s. p.
342 VICTORIA LERNER
b) Tasa de crecimiento natural. Adopta una tasa de 1.5%, m?s baja, pues, que la de Humboldt. Vale la pena transcribir el par?grafo alusivo para darse cuenta del m?todo utilizado por el autor para sacar este ?ndice:
he examinado las matr?culas de tributarios corrientes en el a?o de 1807 y, a expensas de un prolijo trabajo, hall? que en 31 partidos
de diversas intendencias, en que aqu?llas fueron menos defectuosas
y se llevaron con alg?n cuidado los libros parroquiales, el acrecenta miento anual de la poblaci?n era en 1061 individuos matriculados,
1.82%; pero lo reduje a 1.5.44
Se advierte, pues, que el m?todo utilizado tanto por Hum
boldt como por Navarro y Noriega fue una especie de muestreo
a base de fuentes diversas: libros parroquiales, matr?culas de
tributos, y bastante intuici?n y deducci?n. Este c?lculo del 1.5% anual parece m?s certero que el de
Humboldt; recu?rdese la alta tasa de mortalidad a que hemos aludido y la aparentemente poca inmigraci?n. Incluso desde el
punto de vista del dem?grafo esta cifra parece todav?a elevada.
En los principios de este siglo, de 1921 a 1930 encontramos una tasa de 1.7, un poco m?s elevada que la de Noriega.45
Queda de todas formas como una interrogante no resuelta
la evaluaci?n de la tasa de crecimiento en los a?os finales del
siglo xvni y los primeros del xix.
Quiz?s una posibilidad para calcular, no s?lo el crecimiento de la poblaci?n sino su distribuci?n, ser?a estudiar los cuadros vi y vu. Es decir, considerar la cantidad de ciudades, villas, ran
chos, haciendas, misiones, etc., en cada intendencia. Los resul
tados de Navarro y Noriega no son iguales a los de Humboldt;
seg?n el primero:
Humboldt en la numeraci?n de poblaciones padeci? varios equ?vocos, pues a todo el reino la da 80 ciudades y villas cuando entre ambas se cuentan 125.46
Un problema es el de distinguir con propiedad entre villas
y ciudades, ya que ambos autores no definen a qu? se refieren
LA POBLACI?N DE LA NUEVA ESPA?A 343
exactamente al usar esos t?rminos. Humboldt, v.gr., no parece
seguir a este respecto un criterio constante: incluso en algunas intendencias menciona ?nicamente
"parajes" importantes, que pueden variar de 2 000 a 12 000 habitantes. A pesar de todos estos defectos, pensamos que un estudio acucioso de estos datos, sobre todo de los proporcionados por Navarro y Noriega, puede dar una idea de la importancia de cada intendencia dentro del
CUADRO VII
POBLADOS DE NUEVA ESPA?A EN 1803
Int enden Ciuda des Villas*
Pue blos
Hacien das
Parro
quias
Guanajuato Valladolid
Guadalajara Zacatecas
Oaxaca M?rida Veracruz San Luis Potos?
Durango Puebla
M?xico Sonora
16
37 265 322
199 607
46
448 326
152
425
20
75 133
15
Gobiernos
Nuevo M?xico
Nueva California
Vieja California Tlaxcala
totales 16 66
26 18
110
1 630
139
1 510
22
545
* Consideramos villas cuando habla de "poblaciones importantes". Entre villas y ciudades suman 82.
** En Vieja California ?nicamente hace alusi?n a 2 misiones y 1 presidio. ? Los guiones indican carencia de datos.
Fuente:
Alejandro de Humboldt: Ensayo pol?tico sobre el Reino de la Nueva Espa?a, M?xico, Editorial Robredo, 1941, Vol. h, pp. 263-357.
344 VICTORIA LERNER
CUADRO VIII
POBLACI?N DE CL?RIGOS (1793 Y 1810)
1793 (i) 1810 (h) Intendencias Secular Regular % Secular Regular %
M?xico ? ? ? 1 300 2 383 ?
Puebla 667 881 .27 619 873 ? Oaxaca 306 342 .15 380 342 .12
Guanajuato 225 197 .10 225 247 .08 San Luis Potos? ? ? ? 23 63 .04
Zacatecas ? ? ? ? ? ?
Durango ? ? ? 153 63 .12
Sonora o Arizpe ? ? ? 95 29 .09
Yucat?n ? ? ? 368 231 .11
Guadalajara ? ? ? 441 417 .16 Veracruz ? ? ? 200 150 .18
Gobiernos
Valladolid 293 298 .20 282 276 .14 Nuevo M?xico ? ? ? ? 20 .05 Nueva California ? ? ? ? 39 .18
Vieja California ? ? ? ? 18 .40 Coahuila ? ? ? 15 11 .06
Nuevo Reino de
Le?n ? ? ? 45 13 .13
Nueva Santander ? ? ? ? ? ?
Texas ? ? ? ? 13 .38
Tlaxcala ? ? ? 83 22 .12
Totales ? ? ? 4 229 5 210 .15
Nota: Los por cientos con respecto a la poblaci?n total (tercera y ?ltima columna) se hicieron sumando el clero regular y el secular.
Fuentes: i. Alejandro de Humboldt: Ensayo pol?tico sobre el Reino de la Nueva
Espa?a, M?xico, Editorial Pedro Robredo, Vol. il, 1941, p. 131. ii. Fernando Navarro y Noriega: Cat?logo de los curatos y misiones de
la Nueva Espa?a, seguido de la memoria sobre la poblaci?n del Reino de Nueva Espa?a, M?xico, Instituto de Investigaciones Hist?rico-jur? dicas, 1943, s. p.
LA POBLACI?N DE LA NUEVA ESPA?A 345
pais, y del tipo de actividad econ?mica predominante, seg?n el n?mero de ranchos, villas, haciendas, etc?tera, existentes en cada
regi?n. Son, por lo menos, generalizaciones que podr?an ser ?ti
les para iniciar un trabajo m?s preciso. Puede tambi?n sacarse
provecho de la comparaci?n del cuadro vn con el cuadro v,
que muestra la distribuci?n, en 1810, de la poblaci?n por gru pos ?tnicos. Es casi innecesario decir, no obstante, que para el tema de la distribuci?n de la poblaci?n es un obst?culo ma
y?sculo la falta de estudios regionales.
Hemos visto las grandes diferencias entre los datos de Hum
boldt y los de Navarro y Noriega. En dos puntos, sin embargo, estos autores resultan
compatibles:
a) La poblaci?n de cl?rigos (cuadro vm). Ambos est?n de acuerdo en que es falsa la opini?n com?n de que "los naturales
de Nueva Espa?a propenden m?s que los de otras regiones al servicio de la Iglesia".47 Navarro y Noriega calcula 1 1/5 de cl?
rigo por cada mil habitantes (cuadro vin) y Humboldt 1 3/5.48 b) La proporci?n de los sexos. En principio ambos aceptan
la existencia de m?s hombres que mujeres en la Nueva Espa?a; el viajero alem?n da una proporci?n de 100 hombres:95 mu jeres, y el contador de 100:98.49 Sin embargo, el mismo Navarro
pone en duda los resultados de su muestreo al decir que tal des
proporci?n puede deberse "a que los hombres se enumeraron con
m?s escrupulosidad por la utilidad que promet?an sus peculiares contribuciones, de las cuales est?n libres las mujeres".50 Llega a afirmar que si hubiese mejores datos quiz? se llegar?a a un equi librio entre los sexos.
Conclusi?n
Si en otros campos de la historia econ?mica y social existe suficiente material publicado para iniciar un estudio profundo, ?ste no parece ser el caso en el aspecto demogr?fico. Cifras tan
b?sicas y globales como las mencionadas a lo largo de este tra
bajo, no han sido a?n verificadas. En algunos casos ser?a necesa rio
completar los datos para todo el pa?s y, en otros, iniciar
346 VICTORIA LERNER
nuevas b?squedas sobre temas hasta ahora no trabajados en re ferencia a esa ?poca, como son el nivel econ?mico de la pobla
ci?n, el factor migraci?n, las ramas de actividad de la poblaci?n econ?micamente activa, las tasas de crecimiento, y muchos m?s.
Tambi?n habr?a que medir factores que en este trabajo hemos
simplemente mencionado, como mortalidad por enfermedad,
hambre, estado sanitario de la Nueva Espa?a, etc?tera.
No creemos, sin embargo, que deba menospreciarse la im
portancia de establecer las cifras generales, pues son b?sicas. So
bre todo, habr?a que ver la correspondencia entre el monto de
ciertos grupos (espa?oles, clero, negros, por ejemplo) y su in fluencia en los diversos sectores de la econom?a del pa?s.
El presente trabajo ha intentado puntualizar ?nicamente la escasa confiabilidad de las cifras publicadas hasta ahora. Ha
ciendo comparaciones con la ?poca moderna, algunos argumen tos de Humboldt parecen francamente dudosos; en cambio, Na
varro y Noriega es m?s confiable. Las fallas de estos autores se
explican, en gran parte, debido a los m?todos utilizados, y a la
situaci?n en que se vieron, necesitados de construir hip?tesis a
partir de una informaci?n insuficiente.
NOTAS
1 Alejandro de Humboldt: Ensayo pol?tico sobre el reino de la Nueva
Espa?a, M?xico, Editorial P. Robredo, 1941 (edici?n preparada por V. Alessio Robles), Vol. i?, pp. 170-171; y M?xico, Editorial Porr?a, 1966
(edici?n preparada por J. A. Ortega y Medina. Sepan cuantos..., 39), p. 105. Otras diferencias pueden verse en las mismas p?ginas de ambas ediciones o en la p. 13 de la de Robredo y 38 de la de Porr?a. Cf. la edi ci?n parisina de Renouard, de 1827, Essai politique sur le Royaume de la
Nouvelle Espa?e, i, p. 302; n, pp. 15 y 16. En las notas siguientes nos refe riremos siempre a la edici?n de Robredo, Vol. il, salvo indicaci?n en contrario.
2 Catalina Sierra: El nacimiento de M?xico, M?xico, UNAM, I960, pp. 105-110.
3 Humboldt: Ensayo..., p. 143; cf. Gonzalo Aguirre Beltr?n: La
poblaci?n negra de M?xico, 1589-1810, M?xico, Fuente Cultural, 1946, p. 146. Se asumi? que este autor se refiere a intendencias completas y no a
localidades, dada Ja similaridad de las cifras.
LA POBLACI?N DE LA NUEVA ESPA?A 347 4 Lucas Alam?n: Historia de M?xico, M?xico, Jus, 1942, Vol. i, p. 533;
cf. p. 28. 5 Humboldt: Ensayo ... , p. 121. 6 Humboldt: "Tablas geogr?fico-pol?ticas del Reino de la Nueva Espa
?a en 1803", Bolet?n de la Sociedad de Geograf?a y Estad?stica, Segunda
?poca, Vol. i (M?xico, 1869), pp. 635-657, y 639 7 Fernando Navarro y Noriega: Cat?logo de los curatos y misiones
en Nueva Espa?a, M?xico, Instituto Mexicano de Investigaciones Hist?rico
jur?dicas, 1943, p. 64; cf. Aguirre Beltr?n: op. cit., p. 231. 8 Alam?n: op. cit., p. 36; cf. Catalina Sierra: op. cit., p. 82; cf.
Aguirre Beltr?n: op. cit., p. 82; cf. Carlos Basauri: La poblaci?n negroi de de M?xico, M?xico, Congreso Demogr?fico Interamericano, 1943, p. 11.
9 V?ase Humboldt: Ensayo ..., pp. 428-430. Navarro y Noriega sumi
nistra para las intendencias la misma extensi?n de territorio que Humboldt; v?ase Navarro y Noriega: op. cit., s.p., Cuadro il
10 Humboldt: Ensayo..., p. 15. 11
Ibid.; cf. Humboldt: "Tablas .. . ", p. 639. 12 Humboldt: "Tablas ... ", pp. 636-638. 13 Humboldt: Ensayo ..., p. 38. 14 Julio Duran Ochoa: Poblaci?n, M?xico, Fondo de Cultura Econ?
mica, 1955, pp. 56, 94 y 197. 15 Humboldt: Ensayo .. . , p. 50. 16 Ibid., p. 51; cf. p. 21. 17 Ibid. Ver todo el cap?tulo sobre enfermedades: pp. 51-70. 18 Ibid., pp. 51-70. 19 Humboldt: Ensayo..., p. 256. 20 Navarro y Noriega: op. cit., p. 69. 21 Humboldt: Ensayo .. ., p. 58. 22
Ibid., p. 221. 23
Ibid., p. 330. 24 V?ase Manuel Abad y Queipo: Escritos del obispo electo de Michoa
c?n, don . . . , en Jos? Mar?a Luis Mora: Obras, M?xico, Porr?a, 1963 (Bi blioteca Porr?a, 26), p. 230; cf. Humboldt: Ensayo..., p. 147.
25 Humboldt: "Tablas...", p. 641; cf. Humboldt: Ensayo..., p. 147.
26 Humboldt: Ensayo ..., p. 78. 27 Humboldt: "Tablas... ", p. 637. 28 Ibid., ver pp. 632-638; cf. Humboldt: Ensayo . . . , pp. 17-22. 29 Duran Ochoa: op. cit., p. 94. 30 Humboldt: Ensayo ..., p. 17. 31 Humboldt: "Tablas ... ", p. 637. 32 Catalina Sierra: op. cit., p. 118. 33 Humboldt: "Tablas . . . ", p. 637.
348 VICTORIA LERNER 34 Ibid., p. 638; cf. Ensayo . . . , p. 22. 35 Duran Ochoa: op. cit., p. 56. 36 Humboldt: Ensayo ..., pp. 42-43. 37 Jos? Mar?a Luis Mora: M?xico y sus revoluciones, Par?s, Lib. Rosa,
1836, p. 161. 38 Aguirre Beltr?n: op. cit., p. 235; cf. Catalina Sierra: op. cit.,
p. 118. 39 Catalina Sierra: op. cit., p. 119; cf. Humboldt: Ensayo..., p. 15. 40 Navarro y Noriega: op. cit., p. 66; cf. Aguirre Beltr?n: op. cit.,
p. 241. 41 Alam?n: op. cit., p. 534; cf. Catalina Sierra: op. cit., p. 104. 42 Navarro y Noriega: op. cit., pp. 61, 67 y 61-63. 43 Ibid. 44 Ibid. 45 Duran Ochoa: op. cit., p. 194. 46 Navarro y Noriega: op. cit., p. 68. 47
Ibid., p. 63. 48 Humboldt: "Tablas...", p. 681; cf. Ensayo..., p. 131. 49 Humboldt: "Tablas .. . ", p. 641. No sucede lo mismo en el caso
de las ciudades donde hay mayor n?mero de mujeres, en parte debido al servicio dom?stico; cf. Navarro y Noriega: op. cit., p. 65; cf. Aguirre
Beltr?n: op. cit., p. 239-241. 50 Navarro y Noriega: ibid.
EL SISTEMA MONETARIO DE LOS ULTIMOS A?OS DEL PER?ODO NOVOHISPANO
Bernardo GARCIA MARTINEZ El Colegio de M?xico
Recibi? la Hispanoam?rica colonial, de su metr?poli, como
manifestaci?n importante del dominio de su soberano1 y como fac tor esencial para su organizaci?n administrativa y econ?mica, el
sistema monetario que la reg?a. No deb?amos, en rigor, hablar
de un sistema, pues su realidad monetaria estaba bien lejos de constituir un conjunto de elementos relacionados ordenadamente entre s?, y acaso como ?ltimo recurso cupiera hablar de un
"complejo" de sistemas. Con los inicios de la Edad Moderna se hab?a
adoptado una serie de expresiones que se acomodaban
a diversas monedas de la Pen?nsula, a las m?s coherentes, apa rentando cierta unidad, pero siempre fueron m?s los elementos
aislados fuera del conjunto principal. Irregularidad que se hizo m?s complicada a?n en el Nuevo Mundo: piezas de nombre, cu?o y valores diferentes engrosaron la ya larga lista de las m?s
antiguas, y las relaciones entre todas ellas se hicieron distintas.
A?adamos las muchas diferencias regionales, las frecuentes mo
dificaciones impuestas por reglamentos y costumbres, y lo que
para nosotros no deja de ser una complicaci?n m?s, que deriva de que el sistema de cuenta b?sico no fuera el decimal. Resul
tado es que todo lo dicho se combina para hacer las m?s de las veces embarazoso el llegar a entender las interrelaciones entre
los valores monetarios.
350 BERNARDO GARC?A MARTINEZ
En el siglo xv?n, como una de las tantas medidas de reforma econ?mica y pol?tica que se fueron practicando,2 se pens? en or
ganizar racionalmente, en sistematizar, la estructura monetaria?
Se busc? un orden, se suprimieron elementos secundarios tra
tando de simplificar, y por sobre todo se busc? la unidad. Los intentos de una seria
reglamentaci?n se ven en las Ordenanzas
de 1728 y 1779,3 que dan una serie de instrucciones precisas que nos permiten ver, tal vez por ocasi?n primera, que un au
t?ntico sistema est? cobrando forma en medio de la irregulari dad. Nos preguntamos hasta qu? punto se habr?a planeado ese sistema en caso de no haber surgido, como parece m?s probable, del propio uso, que impon?a irse limitando a las expresiones que por m?s simples o l?gicas eran m?s socorridas. Lo suponemos as? porque no llegamos a delimitar el sistema a partir de las
disposiciones legales, que ser?an sus causas eficientes, sino luego de una observaci?n detenida de ciertas constantes en la realidad
monetaria misma. Como quiera que haya sido, la organizaci?n no alcanz? a ser completa en el per?odo colonial, y quedaron aJ lado del sistema establecido muchos elementos antiguos que s?lo?
poco a poco, a fuerza de caer en desuso, desaparecieron.
Nos interesa en este estudio distinguir y definir lo sistema tizado en la forma en que se manifest? en la Nueva Espa?a,*
pero antes de pasar a eso conviene anotar ciertas generalidades
y antecedentes.
Desde 13485 ?reinado de Alfonso xi el Justiciero? se de clar? en Castilla (y consiguientemente eso tendr?a validez a?os despu?s en las Indias), que todas las minas pertenec?an priva tivamente al soberano, y siempre continu? siendo as?. Sin em
bargo, como el Estado no pod?a dedicarse a explotarlas, autoriz? a los particulares a hacerlo con la sola obligaci?n por parte de ?stos de reintegrar al rey una parte de lo que obtuviesen: en esto consistieron los famosos quinto y diezmo (20% y 10%) que se cobraban seg?n el metal y seg?n la ?poca. Desde 172% en Am?rica se cobr? solamente el diezmo de lo extra?do as? se tratase de plata o de oro. Antes se cobraba m?s, pero^ la baja en ese impuesto constitu?a parte de la pol?tica minera del reyy quien lograba con semejantes medidas fomentar la exfj?otao??fe
SISTEMA MONETARIO NOVOHISPANO 351
de los metales preciosos y por ende aumentar sus ingresos. El
impuesto fue todav?a m?s rebajado en la segunda mitad del siglo: a partir de 1776 rigi? el cobro del 10% para la plata y de ?nicamente el 3% (aunque con el t?tulo de quinto) para el oro. Como el aumento en la producci?n de metales se tra
duc?a en un mayor n?mero de monedas acu?adas, se ve?an muy estrechamente ligadas la pol?tica fiscal minera y la econom?a
monetaria.
Todo el oro y la plata que las minas produjesen deb?a pasar a ser
ensayado a una ceca o casa de moneda (en este caso la de la ciudad de M?xico, establecida por C?dula de 1535) para que se
comprobara y definiera su ley o pureza, operaci?n que cau
saba un impuesto. La legal para el oro en barra, durante toda la ?poca colonial, fue de 22 quilates y para la plata, desde 1728,
de 11 dineros.6 Los lingotes ensayados se marcaban o "acu?a
ban" y eran en su mayor parte dejados por sus propietarios en la ceca para ser amonedados. Tan proporcionalmente grande era
la cantidad que se amonedaba que su valor era casi el mismo
de la producci?n bruta, pues poco era lo que pasaba directa
mente del ensaye a los artesanos o a otros usos no monetarios.7
Por otra parte, la Casa de Moneda de M?xico era la mayor del mundo.
En un principio los mismos particulares ejerc?an los oficios de amonedaci?n y manejaban las casas de moneda, pues aunque tambi?n era un derecho privativo del soberano, ?ste lo pod?a
delegar, sin dar libertad, obviamente, para acu?ar de otra ma
nera que la dispuesta por ?l; pero en 1733 esos oficios pasaron a cargo de la Real Corona. Cualquiera pod?a llevar a amonedar el metal que poseyese, pagando para ello una peque?a cantidad
(que antes recib?an los particulares y despu?s de 1733 el rey) que pod?a variar si el metal requer?a de alguna liga para aumentar o disminuir su solidez. O sea que la casa de moneda pagaba por los lingotes menos del valor de las monedas que se extra?an de ellos y viceversa. En realidad, como metal, las monedas, por su inferior ley, val?an menos, pero ten?a que cobrarse el proceso de la amonedaci?n. Inferior al t?tulo legal del metal en pasta era, en efecto, la ley de las monedas: 21 quilates 2yi granos,
352 BERNARDO GARCIA MART?NEZ.
las de oro, y 10 dineros 20 granos, las de plata, de 1772 a 1786; a?o este ?ltimo en que, por una "Real Orden muy reservada"
de Carlos m,8 se baj? secretamente la pureza de las monedas a?n
m?s, a 21 quilates y a 10 dineros 18 granos respectivamente, lo
que constituy? algo que puede considerarse, en la medida en que no fue del conocimiento general, como "falsificaci?n" oficial de la moneda.9
Don Fausto de Elhuyar, en sus Indagaciones sobre la amo*
nedaci?n en la Nueva Espa?a (1814), se pronunci? abiertamen te contra el hecho de que se cobrara por amonedar: dec?a que los propietarios de metal que necesitaban convertirlo en moneda
para sus negocios, pagos, compras, etc. ?operaciones en con
junto beneficiosas para la econom?a del pa?s? perd?an dinero al acudir a la ceca; en cambio, los orfebres y plateros m?s bien
ganaban al ir a comprar en ella el metal en barra que requer?an
para su trabajo. Elhuyar propon?a que la amonedaci?n fuera
gratuita, esto es, que la Casa de Moneda comprara y vendiera
el metal siempre a un mismo precio, estuviera amonedado o no.
A la postre ?contin?a? los beneficios ser?an mayores para
todos, superiores a los escasos que el rey obtuviese del mill?n
y medio de pesos que recib?a cada a?o por troquelar.10
La circulaci?n de dos metales, la acu?aci?n ilimitada y la
equivalencia del valor real con el monetario son las primeras caracter?sticas que tenemos que reconocer para definir el patr?n del sistema que estudiamos. El cuarto punto importante que hay que tomar en cuenta es que hab?a una relaci?n de valor fija y legalmente establecida entre los dos metales que se inclu?an en el sistema, relaci?n independiente, aunque no muy diversa, de la
que impon?a en el mercado el valor comercial inestable y fluc tuante de esos metales. Coincide, pues, esto ?ltimo, con la defi nici?n de un patr?n bimet?lico como el basado en el enlace
proporcionado de los dos metales, seg?n una relaci?n de peso y valor que fija la autoridad gubernativa correspondiente. El bi metalismo supone que el Estado puede acu?ar ilimitadamente monedas de oro y plata y decretar, adem?s, que tienen circula
ci?n forzosa y poder liberatorio ilimitado. No puede tratarse, en
SISTEMA MONETARIO NO VOHISPANO 353
nuestro caso, de un patr?n paralelo simple porque hay, como
hemos dicho, una relaci?n fija de valor (que podemos suponer se ha establecido en una pieza de oro por diecis?is de plata).
Para precisar m?s, anotemos que nos estamos ocupando de un
patr?n bimet?lico perfecto, doble o compuesto, por la existen
cia, como monedas fraccionarias, de piezas de cobre que, a di
ferencia de las otras, no circulan con su valor met?lico y no
tienen poder liberatorio ilimitado.11
Como los valores comerciales del oro y de la plata eran fluc
tuantes, no siempre pod?an equivaler en un ciento por ciento al
que representaran una vez transformados en moneda, a pesar
de que en el sistema, te?ricamente, no se consideraran las varia
ciones, excepto las muy considerables. Francisco Gil y Pablos en
sus Estudios sobre la moneda y los cambios da las siguientes cifras ?nada radicales en sus diferencias? para el valor relativo
de la plata respecto del oro en el mercado internacional du
rante la segunda mitad del siglo xvm:12
1751-1760 14.56 1761-1770 14.81 1771-1780 14.64 1781-1790 14.76 1791-1800 15.42 1801-1810 15.61
Ls de suponerse que la Ley de Gregham deb?a entrar en juego y la plata, que perd?a valor, que se convert?a
en la moneda
mala, desplazara al oro en la circulaci?n; pero, por un lado,
como el metal amarillo circulante era de por s? tan poco que
s?lo representaba un 5% del total, el fen?meno debi? tener tan m?nimos efectos que probablemente ni
se puedan medir.13
Por otra parte, como la Casa de Moneda, por la que pasaba todo el metal estuviese en lingote o amonedado, operaba con
precios fijos (v?ase el cuadro que ilustra este art?culo), los efectos del mercado internacional se frenaban y no repercut?an en el
local, y mucho menos en la moneda usual o en el p?blico.
354 BERNARDO GARCIA MARTINEZ
El importante problema de la relaci?n de valor entre los dos metales presenta aspectos muy interesantes en el caso que nos ocupa. En los sistemas bimet?licos m?s modernos estaba
representada por un "coeficiente bimet?lico" muy r?gido que enlazaba directamente al oro con la plata, y que de verse en la
necesidad de ser cambiado (porque el valor relativo de uno de los metales hubiera variado considerablemente) de hecho se destru?a el sistema, pues era necesario fabricar piezas nuevas
con talla o ley diferentes, a no ser que se quisiera sacrificar la
paridad de las denominaciones, esto es, que se consintiera, diga
mos, que un peso de plata no valiera lo que un peso de oro o
que las cuentas hechas con unidades de plata no se pudieran cubrir con una misma cifra en oro. Esto no dejaba de ser una
inc?moda dificultad cuando el bimetalismo funcionaba a ple nitud y los dos metales circulaban efectivamente.
En el bimetalismo espa?ol antiguo, vigente desde fines de la Edad Media hasta principios o mediados del siglo xvni, efec tuaba el enlace un elemento ficticio que permit?a, como en
ning?n sistema moderno, que el coeficiente bimet?lico variara,
de ser necesario, imponiendo ?nicamente una nueva expresi?n de
la unidad b?sica de uno de los metales con respecto a ese ele
mento, que se llamaba maraved?.1* Desde luego no pod?a evitar
se, como en ning?n sistema bimet?lico, que las piezas de ese metal
cuya expresi?n en maraved?es se modificase variaran de valor
a causa precisamente de esa modificaci?n; pero el sistema no se
dislocaba y no importaba mayormente que se perdiera paridad en las denominaciones porque el maraved? desempe?aba una se
gunda funci?n de moneda de cuenta usual, con la cual se efec
tuaban todas las operaciones sobre el papel, en vez de hacerlo con la moneda real (aunque ?sta tambi?n se empleara para tal
menester), la conversi?n a la cual se efectuaba en el momento
de hacer materiales dichas operaciones. Este sistema de mo
neda de cuenta ten?a su origen en otro semejante que, en la
Edad Media, enlazaba monedas de diversos pa?ses y funcionaba soberbiamente en operaciones de compensaci?n, desentendi?n
dose de monedas nacionales.15
SISTEMA MONETARIO NOVOHISPANO 355
El nombre de maraved? designaba, adem?s, a una moneda real espa?ola y americana. Hay que tener siempre cuidado de
distinguir la acepci?n correcta que se da a la palabra, pues de ello depende que no se incurra en errores de interpretaci?n bastante graves.
Ahora bien, ya para la ?poca que estudiamos ?fines del xvrn y principios del xrx? el maraved? ficticio hab?a ido des
apareciendo como expresi?n usual y todas las cuentas se lleva
ban utilizando las propias denominaciones de las monedas rea
les. Por lo tanto, el sistema maraved? ya no pod?a funcionar
m?s; y aun suponiendo que en principio se conservase, al no
usarse m?s la moneda ficticia de cuenta, en la pr?ctica nada
lo diferenciar?a de un bimetalismo con coeficiente bimet?lico
simple. ?ste, por otra parte, ya se hab?a fijado con mucha pre cisi?n en 1 a 16 para Espa?a y sus colonias desde 1779, y el
peso de las monedas respetaba estrictamente esa relaci?n, que
ya no se modific? m?s durante el resto de la ?poca colonial.
De modo que es este un sistema bimet?lico con coeficiente
simple, como los m?s modernos. Subsiste en ?l el maraved? como moneda real ?nicamente. Esa subsistencia ha causado, tal
vez, algunas confusiones, m?xime que qued? como un elemento
de valores diversos (esto lo veremos m?s adelante) precisamente por herencia de su antiguo car?cter variable.16
veamos a continuaci?n cu?les eran en la Nueva Espa?a los
componentes del sistema que hemos definido. El cuadro que acompa?a a este estudio ilustra la descripci?n. Antes, sin
em
bargo, anotemos las excepciones y las limitaciones: al principio mencionamos que este sistema no barri? por completo con las
monedas antiguas, y un sinn?mero de piezas de diferentes valo res continuaron circulando, y aun se las acu?? hasta el siglo
xrx. Por ejemplo, adem?s del verdadero peso del nuevo sistema hab?a varios
"pesos" de diferente valor que hac?an que, efecti
vamente, hubiese "pesos de oro" de m?s valor que los "pesos de
plata", pero que eran producto de acu?aciones que
se hab?an
hecho en base a otro sistema o aisladamente. Hay que distin
guir, pues, entre el verdadero patr?n bimet?lico, que es el que
356 BERNARDO GARC?A MARTINEZ
nos ocupa, y las expresiones generalmente aisladas y cada vez
m?s escasas de patrones antiguos o de intentos de modificar el
patr?n principal, que fueron toleradas a falta de una reglamen taci?n al respecto que fuera realmente precisa. Algunas de estas
monedas, sin embargo, como el dobl?n o el escudo (v?ase la
parte inferior del cuadro) se adaptaron relativamente al sistema moderno como m?ltiplos o subm?ltiplos de las unidades prin
cipales.17
Pasando al sistema propiamente dicho refir?moslo primera mente, y esto es aparte de la cuesti?n monetaria, a las unidades
entonces existentes de peso f?sico para los dos metales (secci?n superior del cuadro), de las cuales s?lo una, el marco, es com?n a ambos y equivale a 230 gramos del metal aproximadamente. Por raz?n del coeficiente bimet?lico, un marco de oro val?a lo
que diecis?is de plata. Este valor estaba representado en otras
unidades que eran puramente monetarias (secci?n inferior), la base de las cuales, como lo explicaremos, y a pesar de las apa riencias del sistema, era el real de plata18 que con m?s propie dad debe llamarse simplemente real, pues era un mismo valor
monetario estuviese expresado en el metal blanco o en el ama
rillo. Del real, tambi?n llamado tom?n, part?an otras denomi
naciones, m?ltiplos como el peso o el escudo y subm?ltiplos como el grano y los maraved?es de diversos valores, denominaciones de las cuales hab?a siempre una cantidad fija por cada real,19 y que eran, como ?ste, valores monetarios independientes del
metal en que estuvieran expresados, aunque algunos, por una
raz?n que no era otra que la costumbre, sol?an representarse
s?lo en uno: el escudo, por ejemplo, siempre era de oro. Ahora
bien, debido al coeficiente, un peso, un real o cualquiera otra
pieza de plata ten?an una cantidad de metal diecis?is veces
mayor que si fueran de oro, y mientras que ocho pesos y medio
cubr?an el valor de un marco de plata, se necesitaban 136 para
completar el de uno de oro. Dicho de otra forma, un peso de
plata no val?a menos que un peso de oro porque aqu?l ten?a diecis?is veces m?s metal que ?ste.
Volvamos al principio y recordemos que el marco de oro
val?a diecis?is veces lo que el de plata. Las disposiciones guber
SISTEMA MONETARIO NOVOHISPANO 357
namentales sobre esta materia establec?an que de cada marco
de plata ?reducido previamente a la liga o t?tulo reglamenta
rio, que ya mencionamos? se troquelaran 68 reales (parte cen tral del cuadro), por lo que de uno de oro deber?an sacarse 68 X 16 ? 1088 reales, o 68 escudos si queremos hacerlo m?s sencillo refiri?ndonos a un
m?ltiplo del real en la misma forma
que lo hac?a la legislaci?n monetaria para hacerse m?s inteligi ble: sacando 68 reales y 68 escudos se ten?a un paralelo formal entre las tallas de los dos metales.20 Por esto es que el escudo
aparece, en las f?rmulas, como la base del sistema oro, pero ser?a err?neo ponerlo al nivel del real como elemento b?sico del
sistema monetario todo: el sistema b?sico era el de la plata y a
el se adapt? el del oro. La preponderancia del metal blanco era absoluta desde el momento en que un 95% del circulante estaba constituido por ?l.21 Inclusive las medidas de peso f?sico propias de este elemento (onzas, ochavas, tomines y granos) llegaron a ser
aplicadas al oro, desplazando a las particulares de ?ste (cas tellanos, tomines y granos de oro).
As? pues, todas las cifras que los documentos y las obras
de fines del siglo xvni y principios del xix nos dan mencionadas como pesos, reales o tomines, granos, etc., salvo excepciones pro bablemente raras o referencias espec?ficas a otras monedas de
que no nos hemos ocupado, est?n entendidas como unidades
monetarias que pod?an ser expresadas tanto en peque?as y lige ras piezas de oro (que eran escasas) cuanto en grandes y pe* sadas piezas de plata, entre el peso de las cuales hab?a una rela
ci?n siempre jija de 1 a 16. El real era, por tanto, aunque las apariencias fueran otras,,
la base del sistema bimet?lico colonial; s?lo que como era un valor muy peque?o las cifras mayores sol?an simplificarse d?n dose en pesos, que equival?an a 8 reales. De ah? la difusi?n del
peso en la ?poca que estudiamos y su importancia como medida
usual, aunque dentro del sistema fuera unidad secundaria.
358 BERNARDO GARC?A MART?NEZ
NOTAS
1 Prerrogativas de los monarcas espa?oles al finalizar la Edad Media
?ran legislar, acu?ar moneda, administrar justicia y llamar a la guerra. Jos? Miranda: Las ideas y las instituciones pol?ticas mexicanas, M?xico, UNAM,
1951, p. 19. 2 Sobre el tema, en general, vid. Jos? Miranda: op. cit., y Eduardo
Arcila Farias : El siglo ilustrado en Am?rica; reformas econ?micas del si
glo XVIII en Nueva Espa?a, Caracas, Direcci?n de Cultura y Bellas Artes, 1955.
3 Vid. Humberto F. Burzio: Diccionario de la moneda hispanoameri cana, Santiago de Chile, Fondo J. Toribio Medina, 1958, vols, i y n, passim. En esta obra monumental se pueden encontrar, bajo sus diferentes rubros, noticias detenidas, documentadas y precisas sobre casi cualquier aspecto de
los sistemas "monetarios y la miner?a; medidas, legislaci?n, historia, etc.
Su consulta es imprescindible para quien trabaje estos temas. 4 Nuestra investigaci?n no nos permite pretender que los datos y resul
tados presentados (en particular el cuadro que hemos elaborado) tengan validez m?s que para la Nueva Espa?a y en la ?poca a que nos hemos ce?ido.
Podemos, sin embargo, suponer que en otras partes de la Am?rica espa?ola las diferencias que haya habido no fueron fundamentales.
5 Suele citarse esta fecha con mucha frecuencia en Era Hisp?nica: 1386. 6 Fausto de Elhuyar: Indagaciones sobre la amonedaci?n en la Nueva
Espa?a, M?xico, 1814, pp. 65-66; Lawrence Anderson: El arte de la pla ter?a en M?xico, M?xico, Porr?a, 1956, p. 100. Para la plata, antes de 1728, ?el t?tulo legal era de 11 dineros 4 granos.
7 Comp?rense las tablas de producci?n de oro y plata en Nueva Espa?a
(Aleajndro de Humboldt: Ensayo pol?tico sobre el reino de la Nueva
Espa?a, M?xico, Porr?a, 1966, p. 386) con las de amonedaci?n por la ceca de M?xico (Fabi?n de Fonseca y Carlos de Urrutia: Historia general de
Real Hacienda, M?xico, 1845-53, t. i, pp. 212-214; tambi?n en: Alberto
Francisco Pradeau: Historia numism?tica de M?xico desde la ?poca pre tortesiana hasta 1823, M?xico, Banco de M?xico, S. A., 1950, pp. 119-120,
127 y 132). Por ejemplo, para los siguientes a?os:
producci?n total amonedaci?n total
de oro y plata de oro y plata
1780 17 514 263 pesos 17 514 263 pesos 1785 18 575 208 18 575 208 1790 18 063 688 18 063 688 1795 24 593 481 24 593 481 1800 18 685 674 18 685 674
SISTEMA MONETARIO NOVOHISPANO 359
A veces las cifras de amonedaci?n son a?n mayores que las de producci?n. La principal causa es la recolecci?n y reacu?aci?n de moneda vieja y gas tada, operaci?n esta que es muy conveniente precisar para medir la cuant?a
del circulante. Vid. Wilbur T. Meek: The Exchange Media of Colonial
Mexico, Nueva York, King's Crown Press, 1948, pp. 62 ss. 8 Las principales disposiciones en que se rebaj? la ley fueron la Prag
m?tica de 29 de mayo de 1772 y la mencionada Real Orden de 25 de fe brero de 1786. Otras menos importantes hubo en 1771 y 1785. Vid. Hum berto BURZio: op. cit. en nota 3, passim; Alberto F. Pradeau, op. cit. en nota 7, p. 117 y Miguel A. Quintana: Los ensayos monetarios como con secuencia de la baja de la plata, M?xico, Universidad Nacional, 1931, p. 60.
9 Estudian con amplitud la Casa de Moneda y el cobro de impuestos: Fabi?n de Fonseca: op. cit. en nota 7, t. i, caps. 1? al 5
360 BERNARDO GARC?A MART?NEZ
que m?s propiamente se incluye en el sistema hab?a 34 unidades en cada
real; pero tambi?n los hab?a de menos valor (?stos no incluidos en el cua dro), que cab?an 64 u 85 en el dicho real.
20 Vid., como ejemplo, Fausto de Elhuyar, op. cit. en nota 6, pp.
65-66. 21
Vid., nota H
ASPECTO FISCAL DE LA NUEVA ESPA?A EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XVIII
Andr?s LIRA GONZALEZ El Colegio de M?xico
Durante el siglo xviii se inicia y alcanza su primer desarrollo
en los dominios espa?oles lo que hoy conocemos como pol?tica fiscal; esto es, la organizaci?n de los ingresos y de los gastos p?blicos, dirigida conscientemente por las autoridades del Estado con
arreglo a principios racionales, buscando el mejoramiento econ?mico nacional. Este hecho tiene lugar en una ?poca en
que las concepciones de la vida pol?tica y social llevan a una acci?n racional en todos los ?mbitos de la actividad humana;
bajo las ideas de la Ilustraci?n, el destino del hombre se con cibe como un progreso realizable mediante la pr?ctica de los
dictados de la raz?n, que fueron haci?ndose palpables por la ciencia. En la pol?tica esa idea de progreso se manifiesta como
un af?n reformador, y da lugar a m?ltiples instituciones dentro del poder p?blico, que llega a considerarse como el instrumento
para alcanzar el bienestar material y espiritual de la naci?n.
Las nuevas ideas cobraron vida dentro de los Estados mo
n?rquicos. No se niega entonces el derecho absoluto de los re
yes, pero se les hace evidente la necesidad de realizar reformas
que cumplan con los cometidos de bienestar nacional; se acepta el despotismo, pero indicando los cauces racionales en que debe
actualizar su poder, se le hace ilustrado, substituyendo al patri monialista y proteccionista de ?pocas anteriores; las obras y
?rdenes de los monarcas para lograr el bienestar de los gober
362 ANDR?S LIRA GONZALEZ
nados dejan de ser exclusivamente producto de la caridad pia dosa, y van reconociendo poco a poco m?viles seculares; al lado
de las consideraciones que impone la piedad se advierten las de la filantrop?a y la eficacia con un marcado car?cter secular ra
cionalista.
Este hecho general, se?alado por los historiadores que se ocu
pan de la ?poca,1 reviste especial importancia para comprender la estructura fiscal novohispana de finales del xvm. Como es sabido, uno de los medios a trav?s de los cuales el Estado influye
m?s directamente sobre la vida de los gobernados es el cobro de impuestos y la imposici?n de otras cargas para hacerse de recursos, as? como la forma en que los distribuye. En una ?poca de transformaciones capitales, como lo es ese siglo, la estructura
fiscal sufre alteraciones importantes, pues al lado de la reorgani zaci?n de los elementos tradicionales que compon?an el aparato
impositivo, aparecen otros nuevos, obedeciendo, tanto la reorga nizaci?n como la inserci?n de otros renglones, a las tendencias
generales de la ?poca. Por eso, si queremos comprender la es
tructura fiscal de Nueva Espa?a, alterada por las reformas que se hacen en la segunda mitad del xvm, tenemos que asomarnos
previamente a las principales reformas pol?tico administrativas de car?cter general que envuelven a la estructura fiscal d?ndole nuevo sentido a las partes que ten?a desde ?pocas anteriores e
incorporando nuevas, bien particulares. Una vez advertido esto,
pasaremos a ocuparnos de la estructura fiscal en s? misma, vien
do cu?les fueron los conceptos fundamentales con que se articu
l?, advirtiendo con ellos sus partes principales y su importancia con respecto al ingreso y al gasto p?blico.
Esto ?ltimo requerir?a una apreciaci?n cuantitativa del in
greso y del gasto, pero no es posible hacerla de manera completa con los datos con que contamos actualmente y sin una cr?tica
de las cantidades que observamos en las fuentes que hemos ma
nejado. Sin embargo es posible obtener una idea de la impor tancia cuantitativa, que, aunque incompleta, puede ser ?til. A esta raz?n obedece el
ap?ndice de este art?culo.
PLATA FINES DEL SIGLO XVUt *\Y PRINCIPIOS PEL VIX C COEFICIENTE BIMET?LICO: 1:16
EQUVAL?NCtA CM ORAMOS rr
23O.04??,. MARCO
O MCMA UMA
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384 48
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d ? 68 MM.es} ier. rttuLo ] ?? 1 IN UN MARCO I DE RMZA ?
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GRANO
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7Z 12
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j||*5*.._ 2312 mar*vei(?)#
1772 - 1786: 10 omcitos 20 ?ranos (M) (207.C8t9. As 22.365 .. Cu. ?250.0465,100 Jei?? ?13*???)
?786 - 1825: 10 omito* \% ?ranos (.g?*) (20?. 0?4* Aj 23. *629. Cu ?2tO. 64*?~? ? ? " ? ^ LA PLATA PURA ?5 OE 12 DINEROS (Ml?AMOS)
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GRANO DE ORO
4800 96 12
Ifefrj?.)*
O.i
TOM IN
(Zrt.8'Ass.)
1772 -1786: 21 quilate* 2*/? grau (207.4i33. Aw.* 22.61
I78G-I825: 21 QuiuATft? (-875 _(201.28?;,. A?. 4 2B.7
EL OR?PUROESDC 24 QUILATES (Tb 6RAH0S)
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PESO 1 MAL I I OTOM?K I GRANO
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MARJSVEDI
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LA CASA DE MONEDA
COMP?A?A EL MARCO PE PLATA DE U DINEROS 3WACURARA.8fs.2m?. T? LO VEND?A, ACURADO, A 8pv 4rs. - LA OtfERENClA
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REY #
COMPRA6A EL MARCO PE ORO DE 22 QUILATES ?IN ACOSAR A 128 fs. 32m?. Y LO VENOlA, ?ACUNADO, A t?fcp*. - LA OI?ERENCIA SON 7ps. 7rs. 2m*., ?UE SO* LO* DERECHOS
ftUE COfcRAftA EL REY #
* VsUr
PINES DEL SIGLO XVUt *\Y PRINCIPIOS PEL yIX f COE Flu ENTE BIMET?LICO: 1:16
ORO
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384 48
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0.04W2.S.
GRANO
4608 576
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4800 96 12
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LA PLATA PURA ?5 DE 12 DINEROS (2tt?AMOS)
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178G-1825: 21 quitte? (-875) _(20l.28fa.A?. -I* 2B.757,.Co.?230.04? 5.
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1. QUILATE -4 GRAMOS
LA CASA DE MONEDA
COMPftAfiA EL MARCO PE PLATA DE ti DINEROS 3WACURARA8fs.2m?. Y LO VEND?A, ACURADO, A 8p? 4r3. - LA OlfERENClA
SON 3r*.2ms., GWE SON LOS DER.ECHO* &UE C0b^A6AEL
REY #
COHPRA&A CL MARCO PE ORO DE 22 QUILATES ,SlH ACOSAR A 128 fs. 32 m&. Y LO VENOlA, ?ACOSADO, A t?fcp*. - LA 01?ERENCIA SON 7Pi. 7rs. 2W$., ?UE SO* LOS DERECHOS QlUE COfcRAft* EL
REY #
.
ASPECTO FISCAL DE LA NUEVA ESPA?A 363
1. Las principales reformas pol?tico administrativas del sigla xvm en los dominios espa?oles
Con los Borbones en el trono espa?ol se inicia la etapa del des
potismo ilustrado. La actividad gubernamental se enjuicia con nuevos patrones, que exigen del monarca el uso de sus facultades
omn?modas en beneficio del poder?o nacional, que debe asen tarse sobre el bienestar material y cultural. Se utilizan con ese
objeto los medios y los conocimientos que la ?poca aconsejaba, y se llega a la racionalizaci?n del poder. El aparato te?rico que hay detr?s de este hecho es evidente; b?stenos recordar que la econom?a pol?tica es un producto del siglo xv?n, y tener presente
que los conocimientos que se articularon en esa ciencia ejercie ron una influencia innegable en la conformaci?n de las institu
ciones pr?cticas que la acompa?an en su desarrollo a lo largo de ese siglo. Siguiendo esos criterios surgen planes que se trans
forman en instituciones generales, y comienzan a desplazar la
legislaci?n casu?stica que los Austrias hab?an impuesto en los dominios
espa?oles, y que, salvo la excepci?n de las ordenanzas
de Felipe n, de 1573, se hab?an ideado para resolver problemas planteados en casos particulares.
La raz?n como instrumento capaz de acoger la mutiplicidad de situaciones diversas, mediante normas e instituciones gene rales que las resolvieran, se puso en juego como instrumento de la acci?n pol?tica, dando lugar a la creaci?n de nuevos orga nismos con atribuciones bien delimitadas, que obedec?an a una centralizaci?n efectiva del poder en el monarca; el cual, d?n dose cuenta de los muchos problemas de ?ndole diversa que habr?a de resolver, estableci? esferas de competencia avocadas
a la soluci?n de ellos. Al lado de otros, el hacendario adquiri? una entidad definitiva, destac?ndose m?s y m?s a lo largo del xvni de los problemas "meramente pol?ticos".
Los pasos m?s importantes en este sentido fueron la creaci?n
de las secretar?as de despacho por materia, el establecimiento
del r?gimen de intendencias, primero en la metr?poli y despu?s en los dominios americanos. Con estas realizaciones pr?cticas, tambi?n, la consideraci?n te?rica del problema hacendario
364 ANDR?S LIRA GONZALEZ
culmina en obras de importancia (nosotros s?lo veremos las re ferentes a Nueva Espa?a, pero puede advertirse a finales del
xvm la cantidad de traducciones y obras de autores espa?oles sobre econom?a pol?tica).
a) Las secretar?as de despacho por materia. Su creaci?n data de 1705, al irse desdoblando la Secretar?a del Despacho Uni versal en varias especiales. Para mediados del siglo encontramos
cinco: la de Estado, la de Asuntos Extranjeros, la de Asuntos Eclesi?sticos y Justicia, la de Marina e Indias y la de Hacienda.
La Secretar?a de Ultramar (de Marina e Indias), creada y conformada en 1720 por reales c?dulas de 20 de enero y 11 de
noviembre, absorbi? importantes atribuciones de orden admi
nistrativo y legislativo, que hasta entonces hab?an pertenecido al Consejo de Indias.
La real c?dula de ? 1 de noviembre hizo el reparto inicial en dos
cuerpos. Todo le que ata??a directa o indirectamente a la hacienda, guerra, comercio y navegaci?n de Indias era atribuido a la Secretar?a del Despacho; al Consejo se le asignaba todo lo relativo al gobierno municipal y al real patronato y la facultad para conceder licencias
para pasar a ultramar y proponer individuos para empleos "puramen te pol?ticos*'.2
Carlos m dividi? la Secretar?a en dos secciones: una que conservaba las atribuciones que ten?a hasta entonces (1784), y otra que se encargar?a de los asuntos de gracia y justicia, del despacho de t?tulos y mercedes y de la provisi?n de empleos, tantos civiles como eclesi?sticos; facultades que fueron arreba
tadas al Consejo. Como se ve, el Consejo de Indias, ?rgano principal en el
gobierno de las colonias durante los Austrias, perdi? sucesiva mente sus atribuciones m?s importantes en favor de organismos creados por las nuevas reformas administrativas, que toman des
de el primer momento al problema hacendario como una de las
cuestiones principales.
b) El r?gimen de intendencias. Dentro del sistema pol?tico admi nistrativo, ?ste fue sin duda el cambio m?s importante en los
ASPECTO FISCAL DE LA NUEVA ESPA?A 365
dominios espa?oles. En la Pen?nsula se introducen primero con facultades puramente econ?micas durante la Guerra de Suce
si?n (1701-1714), y se suspenden en 1718; pero en 1749 se reestablecen, ampliando sus atribuciones a las materias admi
nistrativas, judiciales y militares.3
En Am?rica se introducen las intendencias mucho m?s tar
de; en el R?o de la Plata en 1782, y en Nueva Espa?a en 1786, cuando se pusieron en vigor las Ordenanzas de Intendentes, del
4 de diciembre de ese a?o. La importancia que tiene la cuesti?n hacendar?a, y la fiscal
en particular, en este hecho es de primer orden. Una de las
principales razones de la implantaci?n del r?gimen de inten dencias en Nueva Espa?a fue el saneamiento de la hacienda
p?blica, a fin de asegurar los ingresos y su regular administra ci?n. Con las intendencias se desplazaba al sistema administra
tivo de las alcald?as mayores y corregimientos, que estaban a
cargo de funcionarios sin sueldo (alcaldes mayores y corregi dores), atenidos a las ganancias que el comercio de art?culos de av?o y refacci?n para las empresas dentro de sus distritos les
dejaban. Las intendencias, establecidas sobre circunscripciones territoriales se pusieron bajo la autoridad de funcionarios a suel do, que deb?an dedicarse exclusivamente a la administraci?n de los efectos p?blicos. Sobre todos ellos estaba el superintendente
general.
En la materia hacendaria este cambio tuvo efectos inmedia
tos; el superintendente general fue a partir de entonces la m?