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  ILLIAM HOPE

HODGSON

 La entrada del

monstruo

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(Thomas Carnacki, el famoso investigador dehistorias de fantasmas “reales”, cuenta aquí sus

increíbles y extrañas experiencias en el Pentá-culo Eléctrico)

En respuesta de la usual tarjeta de invitaci-

ón para cenar y escuchar una historia, arribéprontamente al 427 de la avenida Cheyne, paraencontrarme con los otros tres que usualmenteeran invitados a estas reuniones.

Cinco minutos después, Carnacki, Arkright, Jessop, Taylor y yo estábamos ocupa-dos en la “amena ocupación” de la cena.

— Tu no has estado fuera durante mucho

tiempo, esta vez — remarqué mientras termi-naba mi sopa; olvidando momentáneamente eldisgusto de Carnacki de ser interrogado sobrelos ribetes de su historia hasta antes que estuvi-

era listo para contarla. Entonces él no escati-maría palabras.— Esto es todo — replicó con brevedad, y

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cambié el tema, remarcando que había com-prado una nueva arma, novedad que respondió

con un cabeceo inteligente y una sonrisa quesupuse mostraba una genuina apreciación debuen humor sobre mi intencional cambio en laconversación.

Más tarde, cuando la cena hubo terminado,Carnacki se apoltronó confortablemente en sugran sillón, junto con su pipa, y comenzó surelato, con una breve perífrasis:

— Tal y como Dogson nos remarcó, soloestuve fuera un corto tiempo, y por una muybuena razón: estuve en un lugar cercano. Lalocalidad exacta me temo que no les puedo de-

cir; pero está a menos de veinte millas de aquí;aunque, excepto por el cambio de un nombre,esto no echará a perder la historia. ¡Y qué his-toria! ¡Una de las más extraordinarias que ja-

más protagonicé!“Recibí hace unos quince días una carta deun hombre que voy a llamar Anderson, solici-

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tando una entrevista. Arreglé una hora, ycuando vino, me dijo que quería que investiga-

ra y viera que había de cierto en un viejo y au-tenticado caso de lo que llamaremos ‘encanta-miento’. Me dio muchos detalles, y finalmente,como si tal cosa pareciera única, decidí tomar

el caso.“Dos días después, a la tarde, fui a su casa.

Estaba en una localidad antigua, en medio desus propios terrenos. Anderson le había dejado

al mayordomo una carta, en la que pedía per-dón por su ausencia, y dejaba la casa entera amí disposición para la investigación. El mayor-domo evidentemente sabía del objeto de mi

 visita, y yo le hice varias preguntas durante lacena, la cual la tomé solitario. Él era un viejo yprivilegiado sirviente, y conocía la historia delCuarto Gris en todos sus detalles. Me contó

más detalles sobre un tema que Anderson ha-bía mencionado solo de manera casual. El pri-mero era que se escuchaba la apertura y poste-

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rior azote de la puerta de la Habitación Grisdurante la noche, a pesar que se la suponía cer-

rada con llave, la cual estaba guardada en ladespensa. El segundo era que las cobijas siem-pre eran encontradas fuera de la cama, yapiñadas en un manojo, como si hubieran sido

arrojadas violentamente, en un rincón de laestancia.

“Pero era el portazo lo que incordiaba ma- yormente al viejo mayordomo. Muchas veces,

me contó, se había despertado y temblando depavor, se quedaba escuchando; algunas veces lapuerta era azotada repetidas ocasiones, ¡thud!¡thud! ¡thud!, así que no le era posible dormir

en toda la noche.“De Anderson, supe que la habitación teníauna historia que se remontaba ciento cincuentaaños atrás en el tiempo. Tres personas habían

muerto estranguladas ahí, un ancestro de él ysu esposa e hijo. Esto era auténtico, y experi-menté algún dolor en comprobarlo, así que us-

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ustedes verán a continuación.“Tomé un par de candelas, y Peter me si-

guió, con su manojo de llaves. Él destrabó lapuerta; pero no ingresó conmigo. Evidente-mente estaba asustado, y volvió a formular susúplica, de posponer mi examinación hasta la

mañana siguiente. Por supuesto, me volví a reír y le dije que podía vigilar en la puerta y atraparcualquier cosa que saliera fuera.

“— Nunca sale afuera, señor, — me dijo

en su divertida, antigua y solemne manera. Detodas maneras me hizo sentir como si fuera atener enfrente al ‘fantasma’.

“Lo dejé ahí, y examiné el cuarto. Era una

estancia amplia, y bien amueblada, de estiloimponente, con un gran cuadro. Había doscandelabros en la repisa de la chimenea y dospor cada una de las tres mesas que había.

 Alumbré todo el sitio, y a pesar de que el cuar-to tenía esa atmósfera de sombría crueldad, es-taba un poco más fresco, y bien cuidado.

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“Luego de tomar un buen vistazo sobre to-da la estancia, puse algunos precintos sobre las

 ventanas, sobre las paredes, sobre los cuadros, y sobre el hogar de la chimenea y los armarios.Todo el tiempo que estuve trabajando, el ma-

 yordomo se quedó parado justo frente a la pu-

erta, del lado del pasillo, y no pude decir nadaque pudiera persuadirlo de entrar, a pesar quebromeé un poco mientras ponía los precintos eiba de aquí para allá. Una y otra vez me decía:

‘Usted me excusará señor, pero desaría que sa-liera. Estoy temblando por usted’.

“Le dije que no necesitaba esperar; pero élera leal a lo que consideraba lo que era su la-

bor. Dijo que no se iría y me dejaría solo ahí.Se disculpó; pero me aseguró que no compren-día claramente el peligro del cuarto; y comopodía ver, estaba bastante asustado. Pero mi

trabajo consistía en dejar la habitación de ma-nera que pudiese saber más tarde si algún ma-terial había entrado; así que le rogué que no se

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preocupara por mí, a no ser que realmente es-cuchara algún ruido. Él estaba logrando pone-

rme nervioso, y me hacía sentir como que ha-bía algún ‘mal’ en la habitación, sin que hubie-ra pasado nada malo.

“Durante un momento estuve extendiendo

precintos sobre el piso y sellándolos, de maneraque el mínimo toque los hubiera roto, comopor ejemplo si alguien se aventurara en el cuar-to en la oscuridad para gastar una broma. Todo

esto me estaba tomando algo de trabajo; y, sú-bitamente, escuché que el reloj daba las once.Me había sacado el abrigo ni bien había empe-zado a trabajar; así que cuando dieron las once

 ya había casi terminado, y caminé hacia el sofá.Estaba por precintarlo cuando la voz del viejomayordomo (que no había dicho una palabradurante la última hora) sonó aguda y atemori-

zada: — ¡Salga, señor, rápido! ¡Algo va a pasar!— ¡Dios! Salté y en el mismo momento uno delos candelabros de la mesa de la izquierda de la

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“— Ten las candelas, Peter — le dije, y selas puse en las manos. Volví, y tomé la manija

de la puerta y le di un portazo, con fuerza. Dealgún modo, saben, cuando lo hice, creí sentiralgo que la empujaba; pero tuvo que ser miimaginación. Le di una vuelta a la llave de la

cerradura, y luego otra vuelta más. Por últimopuse un precinto en la puerta, insertando unade mi tarjetas en la ranura de la llave, sellándo-lo por supuesto; luego me guardé la llave en el

bolsillo, y bajé con el mayordomo las escaleras;estaba nervioso y silencioso. ¡Pobre viejo! Lehice pasar dos o tres horas de gran tensión.

“Cerca de la medianoche, me fui a la cama.

Mi cuarto estaba al final del corredor sobre elque estaba la puerta del Cuarto Gris. Conté laspuertas entre esta y la mía, eran cinco. Y lesaseguro que comprenderán que no estaba ape-

nado. Cuando había comenzado a desvestirme,una idea vino a mi mente, y tomé mi candela ycera de sello, y volví a salir y sellé las puertas

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muy perverso en el aire de la noche. Me echépara atrás, a mi dormitorio, y cerré y trabé la

puerta. Entonces me senté en la cama, toda lanoche, y escuché los sonidos de la puerta delcorredor. El sonido pareció tener eco a travésde toda la casa.

“El día llegó rápido, y me lavé y vestí. Lapuerta no se azotó durante una hora, y yo ha-bía vuelto a mi tranquillidad. Me sentí aver-gonzado de mí mismo; de una manera esto era

tonto, cuando uno está interfiriendo con estetipo de cosas, sus nervios están astrictos, algu-nas veces. Y yo solo me senté y me quedé quie-to y me dije a mí mismo cobarde  hasta que lle-

gó la mañana. Algunas veces es más que co-bardía, me imagino. Creo a veces que es algoque le advierte a uno, y lucha por uno. Pero, alfinal, me sentía vil y miserable, luego de aquel-

la situación.“Cuando hubo amanecido propiamente,abrí mi puerta, y, teniendo siempre mi revólver

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a mano, caminé lentamente por el pasillo. Ha-bía llegado a las escaleras, y en el camino, ¿a

quién podía ver subiendo? Al viejo mayordo-mo, que venía con una taza de café. Se habíametido el camisón de dormir dentro de suspantalones y estaba calzado con un viejo par de

pantuflas.“— ¡Hola Peter! — le dije, sintiéndome de

repente alegre; estaba tan feliz como un niñoperdido que se encuentra de pronto con un ser

humano.“El viejo dio un tropiezo y volcó un poco

de café. Me miró fijamente y pude ver que sumirada era cándida. Subió las escaleras y me

dio la bandeja, diciendo: — Es muy grato paramí que el señor esté seguro y bien, por unmomento temí que usted pudiera correr algúnriesgo entrando en el Cuarto Gris. Estuve des-

pierto toda la noche, con el sonido de la Puer-ta. Y cuando salió el sol, pensé que sería buenohacerle un café. Me imagino que querría ver los

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estaba todo muy iluminado. Examiné todos misprecintos, y ni uno había sido removido. El vie-

 jo mayordomo me siguió y, de repente, excla-mó: — ¡Las ropas de cama, señor!

“Salté hacia la cama y eché un vistazo a to-do; y, súbitamente, las cobijas estaban tiradas

en una esquina, a la izquierda de la cama.¡Dios! ¡Pueden imaginar que raro me sentí!

 Algo había pasado en la habitación. Me quedéun instante congelado, mirando las mantas, en

el piso. No tenía el mínimo deseo de ni siquie-ra tocarlas. El viejo Peter, sin embargo, no pa-reció verse afectado. Se reclinó sobre los cober-tores, y ya iba a levantarlos del piso, como, in-

dudablemente, había hecho durante cada día delos últimos veinte años; pero lo detuve. Noquería que nada fuera tocado, hasta terminarmi exámen. Para ello tardé una hora entera, y

luego dejé que Peter enderezara la cama; luegode esto salimos y dejamos la habitación bajollave. Ya estaba poniéndome nervioso de nue-

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 vo.“Di un pequeño paseo y luego desayuné;

luego me sentí mejor, y regresé al Cuarto Gris, y, con la ayuda de Peter, y una de las muca-mas, examiné lo que me faltaba, la cama y laspinturas. Revisé las paredes, el piso y el cielo

raso, con una lente, con martillo y demás; perosin encontrar nada sospechoso. Y puedo asegu-rarles que estaba comenzando a pensar que unacosa muy increíble se había liberado en la habi-

tación durante la noche anterior. Volví a pre-cintar todo, nuevamente, y salí, poniendo llave

 y precintando la puerta, de la misma maneraque antes.

“Luego de la cena de esa noche, Peter y yodesempacamos algunas de mis pertenencias, yfijé mi cámara y el flash enfrente del CuartoGris, con una cuerda atada del gatillo del dis-

parador al picaporte de la puerta. De esa mane-ra si la puerta realmente se abría, el flash sedispararía y habría, posiblemente, una muy ex-

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traña fotografía para examinar en la mañana.La última cosa que hice, antes de irme, fue qui-

tarle la tapa al lente; luego de esto me marché ami recámara, y me metí en la cama; tenía laintención de levantarme a la medianoche, ypara asegurarme de esto, dispuse mi pequeña

alarma para que me llame a tal hora; ademásdejé mi candela encendida.

“El reloj me despertó a las doce, y me calcélas pantuflas y la bata de dormir. También

aparte mi revólver y lo puse en el bolsillo dere-cho; recién luego abrí la puerta. Iluminé el cor-redor con la candela, a la que le había removi-do un panel, de manera que tenía una luz más

clara. Caminé por todo el corredor con el mis-mo y lo deposité en el piso, a unos treinta piesde mi cuarto, con el panel abierto mirando ha-cia mí, de manera que pudiera ver cualquier

cosa que se aproximase por el pasillo. Luego volví y me senté en el portal de mi habitación,siempre con mi revólver a mano, clavando la

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mirada en el lugar donde instalé mi cámara,frente al Cuarto Gris.

“Podría decir que estuve vigilando ahí du-rante cerca de hora y media, cuando, de repen-te, escuché un débil ruido, más allá del pasillo.De inmediato fui consciente de una extraña

sensación, como si tuviese un escozor en minuca, y mis manos comenzaron a sudar un po-co. Al siguiente instante, del final del pasillo, viel abrupto fogonazo del flash. Luego fue la os-

curidad, y miré fijamente hacia el corredor, es-cuchando tensamente y tratando de descubrirque era lo que yacía frente al resplandor de milámpara, que ahora parecía ridículamente oscu-

recida en contraste al tremendo fragor delflash...“Luego, mientras seguía atento y escu-

chando, vino el batacazo de la puerta del Cuar-

to Gris. El sonido retumbó en todo el largopasillo, e hizo eco en todas las cavidades de lacasa. Les digo, me sentí horrible, como si mis

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huesos fuera agua. ¡Por Dios! ¡Lo que vi y loque escuché! Y entonces vino de nuevo —

thud, thud, thud, y luego un silencio que fuepeor que el ruido de la puerta; me estaba ima-ginando que alguna cosa brutal estaba allá,cuando de repente, mi lámpara se apagó, y ya

no podía ver ni a una yarda de donde estaba.“Comprendí que todo lo que había hecho

hasta ese momento estaba mal, sentado ahí, ysalté. En ese momento creí escuchar un sonido

en el pasillo, y muy cerca mío. Así que retroce-dí nuevamente, y me metí en mi habitación,cerrando y trabando la puerta. Me senté en lacama mirando fijamente la puerta. Tenía el re-

 vólver en mí mano; pero me pareció una cosaabominablemente inútil. Sentía que había algoal otro lado de la puerta. Por alguna misteriosarazón sabía que estaba presionando contra la

puerta, y era suave. Eso era lo que pensaba. Lacosa más extraordinaria.“En ese momento marqué rápidamente un

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pentáculo con un trozo de yeso en el piso ence-rado; y me senté ahí hasta el amanecer. Y todo

el tiempo, afuera, en el corredor, la puerta delCuarto Gris se azotó a intervalos graves y hór-ridos. Fue una noche brutal y miserable.

“Cuando amaneció, los portazos del Cuarto

Gris comenzaron gradualmente a medrar, y alfinal, recobré el coraje y salí al pasillo, que es-taba a media luz, y fui a tapar el lente de lacámara. Les confieso, no hubiera querido ha-

cerlo, pero de otra manera mi fotografía se hu-biera arruinado, y yo estaba tremendamenteansioso por revelarla. Regresé a mi cuarto y medediqué a restregar la estrella de cinco puntas

sobre la que había estado sentado.“Media hora más tarde golpearon a mi pu-erta. Era Peter con el café. Cuando lo hube be-bido, ambos nos dirigimos hacia el Cuarto

Gris. En principio me di cuenta que los precin-tos de las demás puertas del pasillo estaban in-tactos. El precinto de la puerta del Cuarto Gris

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dejé la casa, ya que necesitaba ciertas cosas eimplementos que me podían ser necesarios...

para vivir, quizás para el alma, ya que mi ideaera la de pasar la siguiente noche en el CuartoGris.

“Regresé en un coche de alquiler, a eso de

las cinco y media, con mis aparatos, y juntocon el chofer y Peter, los llevé al Cuarto Gris,donde los amontoné cuidadosamente en el cen-tro de la estancia. Cuando hubimos subido to-

do el material, incluído un gato que compré, volví a cerrar y sellar la puerta, y regresé a midormitorio, diciéndole a Peter que no me espe-rara a cenar. Él respondió, — Sí, señor — y

bajó las escaleras, creyendo que yo iba a daruna vuelta, que era exactamente lo que yo que-ría que creyera, ya que me imaginaba que iba apreocuparse demasiado por mí, si sabía que era

lo que intentaba hacer.“Me llevé el flash y la cámara a mi habita-ción, y regresé rápido al Cuarto Gris. Me en-

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cerré dentro, y comencé a trabajar, ya que teníamuchas cosas que hacer antes que cayera la

noche.“Primero de todo, saqué todas los precintos

 y etiquetas del piso; luego llevé al gato, aúnmetido en su canastita, y lo liberé dentro. Re-

gresé de nuevo al centro de la habitación, ytomé el diámetro de la misma, que eran unos

 veintiún pies. Luego barrí con una escobita, ypor último dibujé un círculo con la tiza, teni-

endo cuidado de jamás pisar la línea. Alrededordel mismo dispuse una ancha franja de ajo.Cuando terminé con esta tarea tomé de entremis avituallas en el centro, una pequeña jarra

de cierta agua. Retiré el parche y removí la ta-pa. Luego sumergí mi dedo índice izquierdo enel agua, y rodeé el círculo de nuevo, haciendoel Segundo Signo del Ritual Saaamaaa, y dibu-

 jando cada Signo lo más cuidadosamente posi-ble. Les confieso que me sentí más tranquilocuando hube terminado este círculo.

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“Luego, desempaqué algunas otras cosas delas que había comprado, y puse una vela en el

‘valle’ de cada Arco del Círculo... Al final detodo dibujé el Pentáculo, de manera que cadauna de los cinco puntos de la estrella defensivatocaba el círculo de tiza. En los cinco puntos

puse cinco porciones de pan, cada una envueltaen lino, y en los cinco ‘valles’ ubiqué cinco jar-ras de agua, la misma que había utilizado paraconfeccionar el ‘círculo de agua’. Ahora había

terminado mi primera barrera protectora.“Cualquier persona, excepto ustedes, que

conocen bien mis métodos de investigación,podrían considerar todo esto como algo inútil y

procedente de supersticiones estúpidas; perorecuerden el caso del Velo Negro, en que creoque salvé mi vida gracias a una manera muysimilar de protección, en tanto que Aster, quien

se mofó de todo esto, y no vino conmigo, falle-ció. Lo leí del manuscripto Sigsand , escrito simal no recuerdo, en el siglo XIV. Al principio

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me imaginé que era solo una expresión de lasuperstición de la época; y no fue hasta el año

pasado en que se me ocurrió probar este méto-do de ‘defensa’, como dije antes, durante el ca-so del Velo Negro. Luego lo volví a utilizar va-rias veces, y siempre me mantuvo seguro, hasta

aquel caso, el de la Piel Móvil. Aquí la ‘defensa’fue solamente parcial, y casi morí dentro delPentáculo. Luego consulté los experimentos delProfesor Garder con un médium. Cuando ro-

dearon al médium con una corriente, en vacío,él perdía su poder, casi como si lo aislaran delo Inmaterial. Esto me hizo pensar mucho; yasí fue como desarrollé estos Pentáculos Eléc-

tricos, que son la más maravillosa ‘defensa’contra ciertas manifestaciones. Uso la forma dela estrella para la protección, debido a que notengo duda que hay alguna virtud extraordina-

ria en la vieja figura mágica. Algo curioso paraque admita un hombre del siglo XX, ¿no es así?Pero, como ustedes saben, nunca lo hice y

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nunca lo haré, permitirme a mí mismo quedarciego por una risa miserable. ¡Yo hago pregun-

tas, y mantengo mis ojos abiertos!“En este último caso no tenía muchas du-

das al respecto si había algún monstruo sobre-natural, y por lo tanto tenía que tomar todo

posible recaudo. El peligro era abominable.“Me fijé que el Pentáculo Eléctrico tuviese

todos sus puntas y ‘valles’ coincidiendo con losdel pentagrama sobre el piso. Luego conecté la

batería, y al siguiente instante comenzó a bril-lar un pálido resplandor proveniente de los tu-bos catódicos que había puesto.

“Miré a mi alrededor, con algo de alivio, y

comprendí súbitamente que el polvillo que ha-bía detrás mío no tenía un buen aspecto; la ventana era gris. Di una vuelta por la gran ha-bitación, fuera de la doble barrera de electrici-

dad y luz de vela. Y tuve un abrupta y extraor-dinaria sensación de que había algo extrañosobre mí, en el aire; un sentido de algo inhu-

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mano e inminente. El cuarto apestaba a ajo, unaroma que odio.

“Revisé la cámara y el flash, y vi que estabaen orden. Chequeé mi revólver, cuidadosamen-te; de todas maneras pensaba que no iba a sernecesario. En qué medida era posible la materi-

alización de una criatura innatural, dadas con-diciones favorables, nadie podía decirlo, y yomismo no tenía idea que horrible cosa iba atener que ver, o que terrible presencia iba a

sentir. O quizás tendría que luchar contra unmonstruo materializado. No lo sabía, y sola-mente prepararme. Todavía no podía olvidar aesas tres personas que fueron estranguladas en

la cama cercana a mí, y los fuertes portazos queescuché por mí mismo. Y tampoco tenía dudaque estaba investigando un caso peligroso yfeo.

“La noche cayó; sin embargo el cuarto es-taba bastante iluminado por las velas; yo estabapermanentemente mirando por encima de mi

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hombro, en todo momento, y para todos lados.Era un trabajo bastante intranquilizante el de

esperar que esa cosa comenzara. De repente,me di cuenta de una pequeña y fría brisa de

 viento, que venía desde atrás mío. Comencé asentir un frío escozor a lo largo de toda mi es-

pina, pero igual me di vuelta e intenté mirar dedónde venía el extraño fresco. Me pareció co-mo si brotara de una de las esquinas de la habi-tación, a la izquierda de la cama, el mismo lu-

gar donde habíamos encontrado las mantasconvertidas en un montón retorcido. Seguía sinpoder ver nada inusual; no había aberturas,¡nada!

“Al mismo tiempo me di cuenta que todaslas velas se agitaban por este viento innatural...creo que me puse en cuclillas y quedé quietomirando, horriblemente asustado, durante al-

gunos minutos. ¡No soy capaz de decirles a us-tedes que tan desagradable y horrible fue sentirese viento frío y perverso! Entonces, ¡flick!

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¡flick! todas las velas a mí alrededor se habíanextinguido, y allí estaba yo, encerrado y sellado

en esta habitación, con nada de luz más que ladébil luminosidad del resplandor azulado delPentáculo Eléctrico.

“El momento de tensión pasó, y aún sentía

el viento sobre mí; súbitamente, me di cuentaque algo se estaba batiendo en la esquina, a laizquierda de la cama. Era conciente de ello, losabía interiormente, como por intuición, no

 veía ni oía nada. Con el corto radio de la lumi-nosidad del Pentáculo no podía ver mucho,pero igualmente notaba que algo comenzaba acrecer a mi vista, una especie de sombra móvil,

un poco más oscura que las sombras circun-dantes. La perdí entre la vaguedad, y por unmomento o dos miré de un lado a otro, conuna nueva sensación de peligro inminente.

“Luego mi atención fue dirigida a la cama.Todas los cobertores, frazadas, sábanas, fueronarrebatados, con un tipo de movimiento entre

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furtivo y de odio. Escuché el lento jaleo y arras-tre de la tela; pero no podía ver nada de lo que

estaba pasando. Estaba conciente que de algunamanera la ‘cosa’ estaría sobre mí; aún mí men-talidad fría se mantenía, lo suficiente como pa-ra sentir que mis manos estaban empapadas de

un sudor frío, y para tomar mi revólver, no sinantes restregar mi mano derecha por mi rodilla,como para secarla un poco. Durante ese tiempo

 jamás quité mi atención y mi vista de aquellas

ropas movientes.“Los lánguidos ruidos de la cama cesaron

de una vez, y se produjo el mayor de los silen-cios, solamente roto por el regurgitar de la san-

gre en mi cabeza. Inmediatamente después es-cuché de nuevo el sonido de los cobertores dela cama siendo arrastrados. En el medio de mitensión recordé la cámara, y traté de alcanzarla.

 Aunque sin poder llegar a ver la cama. En esemomento la totalidad de las cobijas de la camafueron removidas con extraordinaria violencia,

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un niño asustado. Parecía haber una gran fuer-za tras el ruido, era algo tan vasto. ¿Pueden

comprenderme?“La puerta no volvió a ser tocada, pero acto

seguido, escuché crujir la canasta, en la queestaba el gato. Sabía que estaba por saber defi-

nitivamente si la cosa era peligrosa para la Vi-da. Del gato surgió un horrible aullido, quecesó en forma abrupta. En ese momento pudealcanzar el flash. En la gran luminosidad vi la

canasta volcada y su tapa abierta, y el gato ya-ciendo medio cuerpo afuera y medio adentro.No vi nada más, pero ahora estaba seguro queestaba en presencia de algún tipo de Ser o Cosa

que tenía el poder de destrucción.“Durante los siguientes dos o tres minutoshubo una bizarra y apreciable quietud en lahabitación, y ustedes ya habrán especulado que

 yo estaba medio cegado por el resplandor delflash, así que el lugar entero me parecía tannegro como la oscuridad más absoluta. Les ase-

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guro que fue de lo más horrible, estando arro-dillado dentro de la estrella y dando vueltas en

espiral, tratando de ver o percibir cualquier co-sa que intentara acercarse a mí.

“Mi visión regresó gradualmente, y brus-camente vi la cosa que estaba buscando, cerca

de mí ‘círculo de agua’. Era grande y borrosa, yfluctuaba curiosamente, tal como la sombra deuna gran araña queda suspendida en el aire,más allá de la barrera. Rodeaba ligeramente el

círculo, y parecía como si estuviera probandotodo contra mí; pero retrocedió con un extra-ordinario movimiento espasmódico, tal y comoharía un ser humano si de repente tocara una

reja incandescente.“Se movía a mi alrededor y yo me movíatambién. Entonces, en frente a uno de los ‘val-les’ en el pentáculo, pareció detenerse, como si

estuviera en el preliminar de un tremendo es-fuerzo. La cosa parecía estar solidificándose ytomando forma. Me pareció que había detrás

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En mis movimientos dentro del pentáculo, sinquerer, había movido una de las jarras de agua;

por donde la cosa había hecho su ataque, la jarra que guardaba el ‘valle’ estaba movida ha-cia un lado, y esto había dejado una de las ‘cin-co puertas’ sin resguardar. La posicioné en su

lugar nuevamente, y me sentí seguro una vezhecho esto, ya que había comprobado que la‘defensa’ aún era efectiva. Y ahora tenía la es-peranza de ver llegar la luz del día.

“Cuando veía aquella cosa, tan cercana amí, tenía una desagradable y agobiante sensaci-ón de que las ‘barreras’ no podían mantenermeseguro a lo largo de toda la noche con esa Fu-

erza. ¿Pueden comprenderme?“Por un largo tiempo no pude ver la mano;pero, claramente, creo haber visto, una o dos

 veces, una extraña fluctuación, sobre las som-

bras cercanas a la puerta. Un poco después,como si fuera un arrebato de odio y maligni-dad, el cuerpo muerto del gato fue levantado de

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la canasta y golpeado una y otra vez contra elpiso sólido. Eso me hizo sentir muy raro.

“Un minuto después, la puerta se volvió aabrir y se azotó dos veces, con tremenda fuerza.

 Al siguiente instante, la cosa se lanzó como undardo contra mí, desde las sombras. Instinti-

 vamente yo estaba perpendicular a ella, y saquémi mano del Pentáculo Eléctrico, donde, du-rante un momento de descuido, la apoyé. Elmonstruo fue nuevamente rechazado por la

 vecindad de los pentáculos; debido a mi tonte-ría inconcebible, le había dado una segundachance para traspasar las barreras. Puedo decir-les que estuve temblando por un rato, con total

acobardamiento. Me moví nuevamente al cen-tro del pentáculo, y me arrodillé ahí, tratandode hacerme lo más pequeño y compacto posi-ble.

“Cuando descendí, vino a mí un vagoasombro de los dos ‘accidentes’ que estuvierona punto de permitirle a la cosa brutal que me

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atacara. ¿Estaba siendo influenciado para llevara cabo acciones involuntarias que me pusieran

en peligro? El pensamiento me tomó, y comen-cé a observar cada uno de mis movimientos.Intempestivamente extendí una de mis cansa-das piernas y volteé una de las jarras de agua.

Parte del contenido se derramó; pero gracias ami celosa vigilancia, fui rápidamente, la levanté

 y volví a poner en la posición correcta, dentrodel ‘valle’, con el agua remanente. Habiendo

hecho esto la vasta y oscura mano semimateria-lizada se acercó a mí en las sombras, y parecióbrincar casi sobre mi rostro; pero por tercera

 vez fue catapultada por alguna enorme fuerza.

 Aparte del susto y el sobrecogimiento en queme encontraba, tuve un momento de vacío es-piritual, como si alguna delicada y bella virtudinterior estuviera sufriendo. Fue más atroz que

sufrir el peor de los dolores físicos. Sabiendo deesto, por un largo tiempo estaba más atemori-zado por la brutalidad de esta Fuerza sobre mi

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ble viento soplaba sobre mí desde la esquinadel cuarto, a la izquierda de la cama.

“Entonces, cuando las primeras luces delamanecer irrumpieron en el cielo, el viento ce-só, en un momento, y no pude ver rastros de lamano. El sol salió lentamente, y en breve la luz

cenicienta bañó toda la estancia, haciendo quela pálida luminiscencia del Pentáculo Eléctricopareciera más fantasmagórica. Aunque hastaque no fuera de día completamente, no iba a

hacer ningún intento por abandonar los límitesde la barrera, ya que no lo sabía, pero debía dehaber alguna estrategia fuera, con la súbita de-tención del maligno viento, para atraerme fuera

del pentáculo.“Al final, cuando las luces del día ya eranfuertes y brillantes, di un último vistazo a todala habitación, y fui hacia la puerta. Estaba sin

llave, la abrí y caminé hacia mi habitación, nosin haberla cerrado con llave. Me acosté y tratéde calmar mis nervios. Peter llegó al rato, con

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el café, y cuando lo hube bebido, le dije quetenía la intención de seguir durmiendo, ya que

había estado despierto toda la noche. Él se llevóla bandeja y salió silenciosamente, y luego deponer llave a mi puerta, me tiré a dormir.

“Me levanté cerca del mediodía, luego comí

algo, y volví al Cuarto Gris. Apagué la corrien-te del Pentáculo, que había dejado encendidaen mi apuro; también retiré el cuerpo del gato.Ustedes comprenderán que no quería que na-

die viera al pobre animal. Luego de eso, busquéen la esquina, donde las ropas de la cama habí-an sido arrojadas. Hice varios agujeros, y pro-bé, pero sin encontrar nada. Entonces se me

ocurrió intentar con mi instruental bajo elzócalo. Lo hice, y escuché que el alambre cho-caba contra algo metálico. Deslicé el ganchopara ver si pescaba la cosa. Con el segundo in-

tento lo tuve. Era un objeto pequeño, y lo llevépara la ventana. Era un curioso anillo, hechocon algún metal parduzco. Lo curioso sobre

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este anillo era que estaba hecho en la forma deun pentágono; eso era, la misma forma que

había en el interior del pentáculo mágico, perosin los ‘montes’ que formaban las puntas de laestrella defensiva. No tenía burilados ni lami-nados de ningún tipo.

“Ustedes se imaginarán que estaba muy ex-citado, ya que estaba seguro que tenía en mimano el famoso Anillo de la Ventura de la fa-milia Anderson; que por supuesto, estaba ínti-

mamente conectado con la historia del encan-tamiento. Este anillo fue pasado de padre a hijoa través de generaciones, y siempre, en obedi-encia de algunas tradiciones familiares, cada

hijo prometía jamás ponérselo. El anillo, lespuedo decir, había sido comprado por un ca-ballero de las Cruzadas, bajo unas muy peculia-res circunstancias; pero la historia es muy larga

como para contárselas ahora.“Parece que el joven Sir Hulbert, un ances-tro de Anderson, hizo una vez una apuesta,

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estando ebrio, de que él podía ponerse el anilloesa misma noche. Lo hizo, y en la mañana su

hija y esposa fueron encontradas estranguladasen la cama, en el mismo cuarto en que yo estu-

 ve. Mucha gente, según parece, creyó que SirHulbert era responsable de haber asesinado a

estas personas estando borracho; y él, en unintento de probar su inocencia, pasó una se-gunda noche en el cuarto. También fue estran-gulado. Desde entonces, nadie volvió a pasar la

noche en el Cuarto Gris, hasta que yo lo hice.El anillo había estado perdido desde entonces,

 y se llegó a convertir en un mito; y fue de lomás extraordinario estar ahí con la verdadera

sortija en mi mano, como ustedes comprende-rán.“Mientras estaba ahí, mirando el anillo, tu-

 ve una idea. Suponiendo que esta fuera, de al-

guna manera, una entrada, ¿se dán cuenta loque quiero decir? Una especie de boquete enlos límites del mundo. Era una idea muy rara,

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lo se, pero el viento venía de la misma esquinade la habitación en que encontré el anillo. Pen-

sé mucho acerca de ello. La forma, el interiordel pentáculo, no tenía ‘montes’, y recordé elmanuscripto Sigsand , que dice: ‘Los montesson vuestras Cinco Colinas de seguridad. Si los

rompéis estáis dando poder al demonio; dándo-le un favor al Ser Maléfico’. La forma del anilloera significativa, y tomé la determinación derealizar una prueba.

“Deshice mi pentáculo, ya que debe ser re-novado y rehecho con anterioridad de utilizarlocomo protección. Luego salí, cerré la puerta yluego salí de la casa, para hacer ciertas diligen-

cias, ya que ninguno de los implementos parahacer el pentáculo debían ser utilizados porsegunda vez.

“Regresé a eso de las siete y media, y tan

pronto como las cosas que compré fueron lle- vadas hasta el Cuarto Gris, despedí a Peter tal y como la noche anterior. Cuando hubo bajado

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las escaleras, me metí en el cuarto y cerré ysellé la puerta. Fui al mismo lugar, en el centro

de la habitación donde habían dejado todas lascosas, y me puse a trabajar a toda velocidadpara construir una barrera alrededor mío y delanillo.

“No se si se los expliqué antes, pero teníala convicción de que si el anillo era en algunaforma un ‘medium’ de admisión, me podía me-ter con él en el Pentáculo Eléctrico y su poder

sería, para decirlo de algún modo, aislado, ¿loentienden? La Fuerza, que se hacía visible co-mo una Mano, estaba imposibilitada de ingre-sar dentro de la barrera que separaba lo normal

de lo anormal; pero ahora su entrada sería re-movida.“Como les decía, trabajé a toda velocidad

para terminar la barrera alrededor mío y del

anillo, y se hizo tarde cuando me di cuenta queestaba en un cuarto ‘desprotegido’. Ademástenía la sensación de que haría un gran impul-

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lugar donde lo había puesto.“De pronto, mi desconcierto fue mayúscu-

lo, cuando noté que había algo extraño acercadel anillo. Como unos movimientos de som-bras, y convulsiones. Las miré, como estupidi-zado. Y entonces fue que caí en cuenta que el

 viento estaba soplando hacia mí, desde dentrodel anillo. Un extraño y borroso humo estabasiendo visible, que parecía brotar desde la sorti-

 ja misma, y mexclarse con las sombras móviles.

De pronto comprendí que estaba en un peligromortal, el peor de todos, ya que las sombrasconvulsionantes que brotaban del anillo esta-ban tomando forma, y la mano de muerte se

estaba formando dentro del Pentáculo. ¡MiDios! ¡Pueden imaginárselo! Había puesto laentrada dentro del Pentáculo, y la bestia estabamaterializándose en el mundo real, como el

humo que sale de una pipa.“Creo que debí arrodillarme por un mo-mento presa del más terrible de los terrores.

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Hasta que, con un enloquecido y torpe movi-miento, tomé el anillo, intentando arrojarlo

fuera del Pentáculo. Pero me eludía, como mo- vido por una fuerza invisible, que lo sacudíapara aquí y para allá. Al final lo agarré, y en elmismo instante, algo me lo arrebató con incre-

íble y brutal fuerza. Una sombra grande y os-cura lo cubrió, y lo levantó en el aire, viniendohacia mí. Vi que esa sombra era la mano,grande y perfecta en forma. Pegué un grito de

locura, y salté sobre el Pentáculo y el círculo de velas encendidas, y corrí desesperadamente pa-ra la puerta. Palpé a tientas como un idiota enbusca de la llave, todo el tiempo mirando fija-

mente, con un miedo cercano a la locura, hacialas barreras. La mano venía en picada hacia mí; y tal como no podía ser capaz de pasar las fron-teras del pentáculo, cuando estaba fuera, ahora,

que estaba dentro, no tenía la fuerza necesariapara salir. El monstruo estaba encadenado, tal y como cualquier bestia podría estar con cade-

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nas remachadas sobre ella.“A pesar de haber tenido un atisbo de esta

circunstancia, estaba muy excitado y nerviosocomo para razonarlo; y en el momento que dicon la llave y la giré, abrí la puerta y la cerrécon un sonoro portazo. La trabé y volví a mi

cuarto, tan alterado y tembloroso que no podíasiquiera estar sentado. Me encerré y dejé la velaencendida; y me acosté en la cama, quedándo-me quieto por una hora o dos, hasta que me

tranquilicé.“Dormí un poco más tarde, pero me des-

perté cuando Peter me llevó el café. Cuando loterminé, me sentí mucho mejor, y, junto con el

 viejo, fuimos a mirar al Cuarto Gris. Abrí lapuerta y miré furtivamente. Las candelas aúnestaban ardiendo, contra la luz del día, y detrásestaba la pálida luminiscencia del Pentáculo

Eléctrico. En el medio estaba el anillo... la en-trada del monstruo, tirado en el piso comocualquier cosa ordinaria.

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