22
CuPAUAM 37-38, 2011-12, pp. 749-766 Hunctus rex. El imaginario de la unción de los reyes en la España de los siglos VI al XI 1 Isidro G. BANGO TORVISO Resumen En este breve estudio se aborda el origen, significado y práctica de la consagración del Rey de España de los siglos VI al XI. Además, utilizando las fuentes documentales y las imágenes plásticas, se propone la recreación de la cere- monia de la coronación e imposición de los regalia. Palabras Clave: Realeza, España, siglos VI-XI, coronación. Summary This brief study deals with the origin, meaning and practice of the consecration of the King in the Spain of the 6th to the 11th centuries. In addition, using documentary source and plastic images, it is proposed the recreation of the Coronation ceremony and the imposition of the regalia. Keywords: Royalty, Spain, 6th to 10th centuries A.D. coronation. En la España del siglo VI la minoría goda gobernante y la hispanorromana gobernada se enfrentaron con uno de los temas más fascinantes de una sociedad que necesita dar forma a la orga- nización politicoadministrativa que les gobierne, prácticamente la creación de la teoría política de un estado. La caída de Roma y la lejanía de Bizancio, la nueva capital de todo el imperio romano, dejaban a Hispania bajo el gobierno efectivo de los visigodos. La cultura tardoantigua que supervivía en la Hispania de esta centuria es tan importante que permite teorizar sobre el tema con excelentes fundamentos jurídicos de la más pura y estricta tradición romana. Sin embargo no es este el tema que nos interesa aquí, sino uno referente a la definición de la figura regia por los padres de la iglesia hispana no siguiendo las prác- ticas romanas, sino las de los viejos usos de la monarquía hebrea recogida en el Antiguo Testamento. Se formó así un proceso en la “crea- ción de un rey” que contaba con tres fases bien definidas: la elección, la unción/consagración y la 1 Deseo que este modesto trabajo sea un homenaje a Manuel Bendala, cuyas obras siempre me han permitido ver que las creaciones del pasado que conservamos son mucho más que formas, pues constituyen un imaginario de la vida de quie- nes las hicieron realidad.

Hunctus rex. El imaginario de la unción de los reyes en la

  • Upload
    others

  • View
    1

  • Download
    0

Embed Size (px)

Citation preview

CuPAUAM 37-38, 2011-12, pp. 749-766

Hunctus rex. El imaginario de la unción de los reyes en la Españade los siglos VI al XI1

Isidro G. BANGO TORVISO

Resumen

En este breve estudio se aborda el origen, significado y práctica de la consagración del Rey de España de los siglosVI al XI. Además, utilizando las fuentes documentales y las imágenes plásticas, se propone la recreación de la cere-monia de la coronación e imposición de los regalia.

Palabras Clave: Realeza, España, siglos VI-XI, coronación.

Summary

This brief study deals with the origin, meaning and practice of the consecration of the King in the Spain of the 6th tothe 11th centuries. In addition, using documentary source and plastic images, it is proposed the recreation of theCoronation ceremony and the imposition of the regalia.

Keywords: Royalty, Spain, 6th to 10th centuries A.D. coronation.

En la España del siglo VI la minoría godagobernante y la hispanorromana gobernada seenfrentaron con uno de los temas más fascinantesde una sociedad que necesita dar forma a la orga-nización politicoadministrativa que les gobierne,prácticamente la creación de la teoría política deun estado. La caída de Roma y la lejanía deBizancio, la nueva capital de todo el imperioromano, dejaban a Hispania bajo el gobiernoefectivo de los visigodos. La cultura tardoantiguaque supervivía en la Hispania de esta centuria es

tan importante que permite teorizar sobre el temacon excelentes fundamentos jurídicos de la máspura y estricta tradición romana. Sin embargo noes este el tema que nos interesa aquí, sino unoreferente a la definición de la figura regia por lospadres de la iglesia hispana no siguiendo las prác-ticas romanas, sino las de los viejos usos de lamonarquía hebrea recogida en el AntiguoTestamento. Se formó así un proceso en la “crea-ción de un rey” que contaba con tres fases biendefinidas: la elección, la unción/consagración y la

1 Deseo que este modesto trabajo sea un homenaje a ManuelBendala, cuyas obras siempre me han permitido ver que lascreaciones del pasado que conservamos son mucho más que

formas, pues constituyen un imaginario de la vida de quie-nes las hicieron realidad.

750 Isidro G. Bango Torviso CuPAUAM 37-38, 2011-12

coronación. El sistema electivo tenía su origen enla cultura visigoda tradicional y terminará siendomediatizado por la incursión de los obispos en elcolegio electoral. El elegido así es un jefe que nodeja de ser a su manera un primus inter pares.Contaría con algún elemento que lo señalase entreel conjunto de sus gentes, pero no un aparatoemblemático y protocolario de gran trascenden-cia. En el proceso de configuración de la imagende un rey pronto adoptaría signos propios de ladignidad imperial romana. Entonces sí, ya se dis-tinguía por su aspecto claramente de los que eransus iguales. Pero seguía faltando algo más pro-fundo, el aspecto religioso; entendido este con-cepto en su sentido más primario, lo que une alhombre con Dios. Es aquello que, como veremosmás adelante, le permitirá decir: Después del Diosdel cielo, el que manda soy yo. De la estrecharelación entre la aristocracia goda y la iglesia his-pana surgirá la solución. Será la unción, por ellael monarca contará con una doble personalidad:una humana y otra sagrada2. Argumentación delfundamento y fórmula del ritual tienen en laépoca hispanogoda su origen más antiguo conoci-do y practicado, pasando después a otros reinos,especialmente el franco3. Una vez convertida lapersona en sagrada se le entregarán las insigniasde su nueva condición. Esta tercera parte tambiénserá ejecutada por el clero, pero su desarrollo enEspaña seguirá un proceso distinto al del mundo

caroligio/otónida. Sólo con la introducción delnuevo ritual a finales del siglo XI, consagración ycoronación serán prácticamente idénticas enEspaña y el resto de Europa. En las líneas quesiguen esbozaremos el imaginario que definió launción regia desde su creación en el siglo VIhasta la undécima centuria.

Hace años señalaba como en la época queIsidoro de Sevilla escribía sus Etimologías launción no era practicada por los monarcas visigo-dos4. El doctor hispalense comentaba la unciónen dos referencias concretas en relación con eltema que nos interesa aquí, pues los cristianoseran ungidos por diferentes actuaciones sacra-mentales: la unción significaba la santificacióndel alma5. Sin embargo existía una unción espe-cial “como se ve en la Antigua Ley, en la que solíaungirse a los elegidos para el sacerdocio y para elpoder real, por lo cual Moisés ungió a Aaron”6.Vuelve a insistir en lo mismo en la VIIEtimologia, pero introduciendo una comparacióncon lo que ocurría en sus tiempos: “y del mismomodo que hoy día los reyes ostentan la insignevestidura de la púrpura como símbolo de la dig-nidad regia, así entre ellos –los judíos- la uncióncon el sagrado crisma confería el nombre y lapotestad de rey”7. El mismo Isidoro nos habíainformado cuando los reyes visigodos habíancomenzado a utilizar la púrpura y otros elementosemblemáticos de su condición de reyes. Así nos

2 Se trata de la teoría de los dos cuerpos del rey que desarro-lló Cantorowicz a partir del tratado De Consecratione pon-tificum et regum, obra del conocido como Anónimo de York(Siglo XI): “Debemos reconocer por tanto en el rey una per-sona geminada, una proveniente de la naturaleza geminada,y otra de la gracia. Una por la cual, en virtud de la natura-leza, se asemejaba a los hombres; y otra por la cual, en vir-tud de la eminencia de la deificación y por el poder delsacramento [de la consagración] superaba a todos losdemás” (Cantorowicz, p. 32).

3 Es opinión reciente el señalar la poca preocupación quetuvo la monarquía franca por una práctica litúrgica en la quela institución o los propios reyes tuvieran un cierto prota-gonismo, pero se producirá un cambio de actitud a princi-pios del siglo VII.( Hen, pp. 33 – 41). Para la unción regiahabrá que esperar a la centuria siguiente, cuando Pipino fueungido en Soissons en 751 primero, después lo será porEsteban II. Por esta ceremonia el monarca pasaba de ser unaliado de los eclesiásticos, tal como había sido Clodoveo, alungido del Señor como habían sido los reyes de Israel bajola Antigua Ley (Enright, 1985). Para Jacobson este uso noera una originalidad franca del momento, con manifiestasraíces veterotestamentarias, sino que la idea se fundamen-

taba en antecedentes escriturarios expuestos por GregorioMagno e Isidoro de Sevilla (Paul A. Jacobson, p. 269). Esteautor, frente a lo que tradicionalmente se dice y nosotrosdefendemos aquí, afirma que ni la unción de los monarcasgodos ni la de los irlandeses fueron conocidas o tenidas encuenta por los francos. Para Jacobson Pipino pudo haberconocido la unción del rey Aidan de Dál Riata que apareceen el libro XXV de la Collectio canonum hibernensis a tra-vés de Virgilio de Salzburgo, monje irlandés que frecuenta-ba su corte, pero ni siquiera esto habría sido decisivo parasu incorporación al nuevo ceremonial franco (Idem, p. 270).

4 Isidro G. Bango Torviso, 2000, p. 23.5 Aunque no es necesario explicar esto en detalle, pues es de

sobra conocido, conviene recordar aquí que cualquier cris-tiano estaba ungido. Por esta razón cuando se hablaba delos judíos que habían recibido los sacramentos se les consi-deraba ya ungidos -canon LVII del IV Concilio de Toledo-(Vives, pp. 210 – 211).

6 Etymologiarum VI, 19, 51 (Etimologías, I, p. 617)7 Etymologiarum VII, 2, 2 (Idem, 633). Este es uno de las

famosas expresiónes “nunc” empleadas por Isidoro parareferirse a hechos que ocurrían en su época.

informa sobre Leovigildo (572 - 576): “Fue el pri-mero que se presentó ante los suyos en solio ycubierto de la vestidura real (regali ueste), puesantes de él, hábito y asiento eran comunes para elpueblo y para los reyes”8. Desde entonces hastael reinado de Suintila (621- 631), los monarcasvisigodos terminaron por adquirir todo el reperto-rio correspondiente a la emblemática regia. A esterespecto resultan paradigmáticas las palabras delos padres del IV Concilio de Toledo al referirse acomo Suintila manifestó públicamente su renun-cia al reino: “se despojó de las insignias del poder(potestatis fascibus)”9. Se ha discutido muchosobre estos regalia (corona/diadema, cetro, trono,etc). Desde la época de Leovigildo y sus inmedia-tos sucesores son indiscutibles, aunque la cere-monia de su imposición no se haya podido fijardocumentalmente10. Desde mi punto de vista, elproceso de ritualización de todo lo que se refierea la imagen regia iniciado con Leovigildo termi-naría por consolidar un ceremonial para ello. Perotodo esto, no me preocupa hoy aquí, sino el temade la unción regia y su materialización en imáge-nes plásticas.

La primera unción perfectamente documenta-da corresponde a la del rey Wamba (672 – 680),quien, muerto Recesvinto, fue elegido como rey,pero no aceptó el nombramiento hasta que reci-biera la señal de la sagrada unción (sacrae unc-tionis uexilla) en la sede regia de Toledo. Deregreso a la capital, la ceremonia de la uncióntuvo lugar ante el altar de la iglesia palatina de losSantos Pedro y Pablo. Aquí el pontífice Quirico,con sus manos, derramó el óleo sobre la coronilladel monarca que permanecía de rodillas; realiza-da la bendición, al momento se manifestó unaseñal de salvación11. Pablo, el duque rebelde,

exhibe su condición de ungido para armarse deautoridad al dirigirse a Wamba: In nomine DominiFlauius Paulus unctus rex orientalis Wambaniregi austro12. Pero serán las decisiones del XIIConcilio de Toledo (681), las que nos darán algomás de luz sobre el significado de la unción regia.Como es bien sabido se trataba de legitimar elnombramiento de Ervigio (680 – 687) como reydespués de la deposición de Wamba. Julián,metropolitano de Toledo, aseguraba que Wambahabía dispuesto que su sucesor fuera Ervigio yque recibiera la unción: mox per scribturarumdefinitionis suae hunc inclytum dominum nos-trum Ervigium post se praelegit regnaturum, etsacerdotali benedictione ungendum13. Despuésde exponer prolijos testimonios de lo dicho, ypara que no existiese ninguna reserva al respecto,todos los obispos en común tuvieron al monarcapor consagrado. Todo esto nos demuestra que noera cosa baladí la unción regia. ¿Por qué razón?Las mismas actas del concilio nos informan deello indirectamente al referirse a como se habíanombrado rey a Ervigio: subió al trono (princepsregni conscenderit culmen); recibió la potestad dereinar por la sacrosanta unción (regnandique persacrosantam unctionem susceperit potestatem).Creo que con estas expresiones se diferencian cla-ramente dos actuaciones institucionales diferen-tes, aunque complementarias. La primera secorresponde con la elección del príncipe según lasfórmulas de participación bien conocidas, puescontamos con testimonios documentados14. Peropara la liturgia y el protocolo no dejaba de decir-se que el príncipe era el elegido por designio divi-no. Era algo similar a como se realiza la eleccióndel papa por los cardenales de manera real, peroque se expresa como la inspiración del Espíritu

CuPAUAM 37-38, 2011-12 Hunctus rex. El imaginario de la unción de los reyes... 751

8 Las historias de los godos.., p. 259.9 Vives, 1963, p. 221.10 Durante los últimos años la obra que ha servido de referencia

para el tema de la ordenación regia durante el período queaquí nos interesa ha sido la de Claudio Sánchez Albornoz,“La Ordinatio Principis en la España goda y postvisigoda”,en Viejos y nuevos estudios sobre las instituciones medieva-les españolas, II, Madrid, 1976, pp. 1173 – 1207. Desdeentonces han sido numerosos los estudios dedicados al temapor parte de los especialistas. Me es imposible en un espaciocomo el que dispongo aquí enunciar el estado de la cuestión,salvo las obras concretas que reseñaré a lo largo del presen-te estudio. Resulta de enorme interés, para un panorama crí-tico de historiografía del tema, el trabajo de Ayala Martínez,

pp. 47 – 49 y 175 – 179.11 At ubi uentum est, quo sanctae unctionis uexillam suscipe-

ret, in praetoriensi ecclesia, sanctorum scilicet Petri etPauli, regio iam cultu conspicuus ante altare diuinum con-sistens, ex more fidem populis reddidit. Deinde curbatisgenibus oleum benedictionis per sacri Quirici pontificismanus uertici eius refunditur et benedictionis copia exibe-tur, ubi statim signum hoc salutis emicuit (Historia Wambaeregis, 4). Esta señal es la conocida historia de las abejas.

12 Sancti Iuliani Toletanae Sedis Episcopi Opera, CXV, Pars I.13 Vives, p. 386.14 “El rey será elegido con el voto de los obispos y de los más

nobles del palacio”, VIII Concilio de Toledo (653), c. X(Vives, p. 283).

752 Isidro G. Bango Torviso CuPAUAM 37-38, 2011-12

Santo. Al príncipe elegido le faltaba la consagra-ción (sacre du roi), esta era una acción sacramen-tal, la unción regia, que solo podía practicar unobispo. Sin ella carecía de potestatem regnandi15.Debía servirse al Dios del cielo, pero después deél sería al príncipe consagrado al que habría queservir con piadosa devoción16. Esta idea de ser elque gobierna después de Dios ya está presente enla época de Recaredo. Este monarca expresaba yaeste concepto al solicitar del papa Gregorio, obis-po de Roma, su bendición “para nosotros -Recaredo- y para nuestro pueblo que gobiernodespués de Dios”17. Los asistentes al lII Conciliode Toledo no dudaron en considerar a Recaredoigual a los apóstoles: Ipse mereatur veraciterapostolicum meritum qui apostolicum implevitofficium18. El monarca también se expresa “llenode inspiración divina”, tal como vemos aRecaredo dirigirse a los presentes en el IIIConcilio de Toledo19. Y lo mismo sucede conChintila al dirigirse a los asistentes al V Conciliode Toledo (636): atque hanc institutionem, quamex praecepto eius et decreto nostro sancimus,divina inspiratione praemisit20. Como “ministro”de Dios debe intervenir en los asuntos civiles y enlos negocios divinos21. Y como no podía sermenos su intervención en lo eclesiástico, tal comovemos en los términos que expresan los padresconciliares con respecto a Recesvinto: “damosgracias al serenísimo señor nuestro reyRecesvinto, cuya vigilancia gobierna los asuntosciviles con suma misericordia, y los eclesiásticoslos dispone con la mayor perfección con la sabi-duría que le ha sido concedida de lo alto”22. Eneste contexto no es extraño que cualquier mani-festación del monarca sea reconocida comosacratisima23. Y por último, que el monarca seaconocido como “Rey en el nombre del Señor”.

Según cuenta la historia que refiere la unciónde Wamba esta era una costumbre (ex more). Elproblema está en fijar cuándo se estableció launción. Son muchos los especialistas que handado respuesta a este interrogante, proponiendogeneralmente dos nombres: Recaredo oSisenando. Recientemente se ha afirmado que elprimer monarca visigodo ungido fueHermenegildo24. Las atribuciones a favor de unou otro candidato participan de ciertos argumentosverosímiles, pero no concitan la unanimidad delos investigadores. El conocimiento del tema enestos momentos solo nos permite afirmar que elrey visigodo era ungido en el año 633, pues uncanon del IV Concilio de Toledo, dedicado a pro-teger al monarca afirma lo siguiente: “No toquéisa mis ungidos, y David añade: ¿Quién extenderála mano contra el ungido del Señor y será inocen-te? Para los tales no es perjurio el evitar los peli-gros ni el causar la pérdida a sus reyes”25. Pareceevidente que ya entonces los monarcas, tal comolo había sido el rey David, eran ungidos. Lasexpresiones empezadas a utilizar con Recaredo,“juramento”, “gobierno después de Dios”, “iguala los apóstoles”, etc son una clara muestra de unproceso de sacralización de la monarquía godaque nadie discute, sin embargo bajo ningún con-cepto se practicaba la unción, pues el nunc quehemos citado en la VII Etimologíarum lo dejamuy claro. El Hispalense, al redactar este pasaje,no podía olvidarse de un hecho fundamental parasu argumentación durante su propio presente. Lacronología de la redacción de las Etimologías esampliamente discutida, incluso se habla de dosediciones. Por no entrar en la complejidad de estetema creo que, si señalamos un marco cronológi-co amplio, como 620-632, estaríamos incluyendola totalidad de las diferentes propuestas26.

15 Conviene ver aquí un claro reflejo de la concesión de la“potestad de reinar” que Isidoro nos decía que el óleo con-cedía a sacerdotes y monarcas del Antiguo Testamento, talcomo hemos comentado más arriba.16 Así se expresaban los padres del XII Concilio de Toledo alreferirse a Ervigio como monarca consagrado: serviendumest sub Deo caeli paedicto pincipi nostro Ervigio regi cumpia devotione, canon I, (Vives, p. 387).17 Idem, p. 145.18 Idem, p. 117.19 Idem, p. 108.20 Idem, p. 226.21 Asi se habla de Sisenando en el IV Concilio de Toledo(633): Post haec antefacto ministro – el rey Sisenando- …

ut non solum in rebus humanis sed etiam in causis divinis(Idem, p. 186).22 Canon XXIII del Concilio de Mérida, del año 666 (Idem, p.342).23 Con este término reconocen el sacratissimo voto del reyRecesvinto en la inauguración del X Concilio de Toledo,año 656 (Idem, p. 308). Serían innumerables los títulos deltipo cristianísimo, piadoso, religiosísimo, amante de Cristo,etc24 Barroso, Morín y Velázquez, p. 502.25 Canon LXXV (Vives, 1963, p. 217).26 Díaz y Díaz, M., pp. 170 – 174.

Llevando estas datas al extremo sólo se pudo esta-blecer definitivamente la unción bajo el reinadode Sisenando (631 – 636), acortándolas ligera-mente podría haberse producido con Suintila. Entodo caso, desde Recaredo, reyes y obispos habí-an dotado a la figura regia de un carácter teocráti-co que necesitaba de un ritual que la instituciona-lizase. Por los escritos de Gregorio Magno y lascitadas referencias etimológicas de Isidoro, esaceremonia no podía ser otra que la unción desacerdotes y reyes veterotestamentarios.

Durante los oscuros y turbulentos 24 años querestaban a la monarquía goda después de la docu-mentada unción de Ervigio ninguna noticia volve-mos a tener sobre el tema. Hace unos años, cuan-do la historiografía se inclinaba por el indigenis-

mo, o por la inclusión en la órbita carolingia o porel neovisigotismo creado por Alfonso III, paraexplicar la teoría política de la monarquía astur,creo haber demostrado que fue Alfonso II y la“inteligencia” eclesiástica de su entorno quienescrearon un programa político neovisigótico de lamonarquía que la fundamentase y, a su vez, argu-mentase la legitimidad de la salus Hispaniae27. Esen este contexto de definición de la imagen realde la época astur donde vuelve a aparecer el reyungido de época visigoda. La Crónica de AlfonsoIII (versión rotense) se refiere en estos términos aAlfonso II (791 - 842): Hunctus est in regno pre-dictus rex magnus Adefonsus28. Volvemos aencontrarnos con otro texto cronístico que nosrefiere una nueva unción la de Ordoño II, rey deLeón (914 - 924). Según la Historia Silense,

CuPAUAM 37-38, 2011-12 Hunctus rex. El imaginario de la unción de los reyes... 753

27 He tratado el tema en numerosas publicaciones desde hacetreinta años, por evitar un larguísimo excusus bibliográficobaste citar aquí como resumen y referencia de todas laspublicaciones mi trabajo de 2001, espec. pp. 227 317. Latesis básica es la siguiente: Alfonso II, monarca de unaconocida formación monástica, es el verdadero creador dela teoría del reino astur, cuyos reyes se consideran herede-ros directos de los visigodos. El y su entorno monásticonecesitan recrear en Oviedo la figura de un rey godo contodo el aparato representativo que esto requiere. Que loconsiguió es un claro testimonio que fuera reconocidocomo Magno por las crónicas inmediatas a su reinado. Laacción edilicia de este monarca así como el significado delas obras promovidas por él son, según mi criterio, el mejorexponente de su ideario político y de su peripecia vital.Cesar García ha cuestionado mi tesis negando aspectos par-ciales de los argumentos. He puesto en paralelo el proyectopolítico de Alfonso II dando forma al núcleo de resistenciaastur con la labor de Leovigildo. Se extraña García que yohaya señalado un personaje como Leovigildo tan negativopara los cristianos, pues, según él, será Recaredo el verda-dero modelo. Creo que es excelente la aportación que haceseñalando ciertos textos alfonsinos inspirados en las actasdel III Concilio de Toledo. Sin embargo lo que no puedeolvidarse es como los propios católicos modificaron sustan-cialmente su opinión sobre Leovigildo. Pero por centrarnosen el tema de los reyes de Oviedo, me desconcierta que unexperto “asturianista”, que pretende, con mucha razón,defender la figura de Recaredo como modelo, no tenga pre-sente dos cosas que están meridianamente claras en las cró-nicas. El Albeldense, cierto que señala la militancia arrianay el anticatolicismo de Leovigildo, pero no deja de valorarlo que llamaríamos hoy un gran “hombre de estado”, con-vendría comparar este aspecto con lo que dice de Recaredoa continuación. Precisamente por esto, la Crónica deAlfonso III (A Sebastián, 13) intentando dar mayor fuerza ala idea de linaje godo de algún príncipe astur con nombresindiscutibles no le basta decir Recaredo, que sí que es el pri-mer rey católico, pero no es el “primero” y el más grandepor su actividad política: ex semine Leuuegildi et Recaredeiregum. Hay muchos aspectos de Alfonso II que inciden enseñalar su formación monástica que me han hecho decir que

si no era un monje, al menos vivía como tal. Uno de ellosse refiere al aniconismo, característica de la elite religiosahispana, que tanta trascendencia tendrá no sólo en el ámbi-to peninsular, sino en el del imperio carolingio. Para Garcíael término absconditus que Alfonso atribuye a Dios en sucélebre “testamento” tiene una alambicada interpretaciónteológica en relación con Jacob, pero lo que olvida esteinvestigador es que, en la copia más antigua, una mano muyposterior escribió lo que para él significaba, con toda razón,dicho término: invisibilis. La copia del siglo XIII sustituyeel término absconditus y escribe directamente invisibilis.No puedo entrar aquí con todo detalle en lo que un Deusinvisibilissignifica, pero sí una pequeña aclaración: anate-ma para los que sostengan que la divinidad sea visible(c.IX, III Conc. De Toledo); los padres del VI Conc deToledo se refieren a Dios como “autor invisible de todas lascosas”; los asistentes al décimo de Toledo inician el mismodando las gracias “al Dios invisible”. No hay ninguna dudaque en estas referencias conciliares y en tantas más decarácter teológico que pudiésemos añadir significa la nomaterialización de la figura divina. Por último, coincidocon él en la necesidad de que se haga un estudio sobre laexpresión servus empleada por Alfonso II, mientras tantosigo pensando que en Alfonso es un dato más de ese senti-miento monástico en el que se ha formado. De los ejemplosque aporta García, quisiera decir dos cosas: servusno solo esmonástico sino de hombres de iglesia en general, siempre seha dicho y yo no lo he negado, pues es tan evidente paraquien conozca las fuentes; lo que si es verdad, o al menos yono conozco, es que el término figure en ningún documentooriginal de época ástur en relación con personas que no seande condición religiosa en general, lo que sucede a partir dela dinastía asturleonesa es otra cosa. Para los argumentos deCésar García de Castro, pp. 160-161 y notas 9 y 11.28 Crónicas Asturianas, p. 138. P. Linehan niega la realidadhistórica de esta unción (pp. 97 y ss.). Por otro lado, existetambién la postura no solo contraria, sino que hace extensi-va la unción en la monarquía astur desde la misma época dePelayo (Besga Marroquin, pp. 418 y ss). Conviene recordarque la Crónica de Alfonso III se inicia con el rey Wamba,indicando que el reinado de este tuvo su origen en la elec-ción y a continuación su unción.

754 Isidro G. Bango Torviso CuPAUAM 37-38, 2011-12

todos los magnates, obispos, abades, condes y pri-mates de España celebraron una junta generalsolemne, y aclamándole, se le impuso una diade-ma, y fue ungido por doce pontífices en el solioreal, en León29. En 1111 tiene lugar una ceremo-nia de unción/coronación completa: la del prínci-pe Alfonso, hijo de Urraca y Raimundo deBorgoña, en la catedral compostelana, y oficiadapor el mismo Gelmírez. “El obispo, vestido depontifical, y los otros clérigos convenientementerevestidos con los ornamentos eclesiásticos, lerecibieron en gloriosa procesión. Tomándolo elpontífice le condujo con ánimo gozoso ante elaltar de Santiago apóstol […] y allí, según nor-mas de los cánones religiosamente le ungiócomo rey, le entregó la espada (ensem) y el cetro(sceptrum) y, coronado con diadema de oro (aurodiademate), hizo sentar al ya proclamado rey enla sede pontifical. Luego, una vez celebrada lamisa solemnemente según lo acostumbrado…30”Todos los ceremoniales de coronación relaciona-dos con reyes hispanos, desde el siglo XII al XVmantienen el mismo esquema: unción y entregade las principales insignias reales (espada, cetro ycorona), aunque introduciendo pequeñas varian-tes en el desarrollo del ceremonial31.

La falta de una información continuada sobreel tema desde el siglo VI hasta el XI ha hecho queuna parte de los historiadores que se ha ocupadode la unción sea escéptica sobre su práctica32. Laprimera respuesta que habría que dar ante este

escepticismo es que la mayoría de los conceptos yteorías que se emiten sobre esta época, incluidoslos que ellos mismos defienden, no tienen másargumentos de apoyo. Para una ordenación delrey, conteniendo la unción con un protagonismoexcepcional, contamos con lo que denominaría-mos la teoría litúrgica completa, perfectamentecodificada en la época de Eugenio de Toledo ymantenida hasta el siglo XI33. Aunque para hablarde este tema se suele citar siempre el célebre anti-fonario leonés, especialmente por su conocidailustración de la que nos ocuparemos a continua-ción, las obras rituales son las tres siguientes: laslecturas del Liber Commicus/Leccionario, corres-pondientes al apartado Legendum in Ordinationisregis34; las antífonas que se cantan en el oficio dela ordenación o natalicio del rey, recogidas en elAntifonario de la catedral de León35; un Ordo prosolo rege con sus respectiva misa en el LiberOrdinum Episcopal/Pontifical36. Creo que lasnoticias históricas referenciadas más la existenciade este aparato ritual no deberían dejar lugar a laduda sobre la existencia de una parte fundamentalde la ceremonia, la unción. Al faltarnos el libellusdel ceremonial y las rubricas tendremos queseguir la información de las antífonas para inten-tar reconstituir una secuencia del ceremonialregio. La composición del antifonario se organizaen los siguientes apartados37:

29 Eum adclamando sibi constituit, impositoque ei diadema-te, a XII pontificibus in solium regni Legione pervnctus est(Historia Silense, p. 155). Dada la contextualización de launción regia en los libros litúrgicos del momento, haceinnecesario entrar aquí en la polémica sobre si se produjoo no dicha ceremonia. La “Nómina de los reyes católicosleoneses” también nos informa que Ramiro II (931 – 950),tercer hijo de Ordoño II, “fue ungido el 6 de noviembre…”(Crónicas Asturianas, p. 246).30 Historia Compostelana, Lib. I. cap. LXVI, p. 174.31 Bango Torviso, 2000, espec. 25-26.32 Vid nota nº 1033 Si es cierto que contamos con el conjunto de cantos, antífo-nas, oraciones etc, que constituye el aparato del ritual, no loes menos que carecemos del libellus del ceremonial decoronación e incluso de las rúbricas correspondientes.34 Las tres lecturas correspondientes a la “Ordenación delRey” se encuentran en Liber Commicus t. II, pp. 535 – 537.35 Las citas al texto de este antifonario se harán a partir de laedición de Brou y Vives. Sobre su cronología existen seriasdiscrepancias que pueden situarse en un marco cronológicoque va del siglo X al XI. Centrándonos sólo en el texto delantifonario, todos los investigadores coinciden en quereproduce en su mayor parte un original del siglo VII.

36 El Liber Ordinum episcopal reúne el texto del códicesilense, del año 1052, y el de San Millán de la Cogolla, definales del siglo X. Los textos correspondientes a OrdoMissae uotibae de rege (texto silense), pp 234 – 237; idemen el texto emilianense pp. 372- 374. El contenido se atri-buye en esencia a la actividad litúrgica de Julián de Toledo(680-690), con añadidos que se consideran de época asturhacia el 800 (pp. 44 – 46).37 Para una mejor comprensión de las fases generales repro-duzco a continuación los siguientes apartados secuencialesdel antifonario (pp. 450 – 452): 1º.-Un canto de gloria yhonor al Señor, Dios del cielo, etc. 2º.- Antífona dirigida alpríncipe que va a ser coronado, basada en Isaías (16,5):Prepararé –Dominus- para ti –principem- el trono para juz-gar y ser justo. 3º.- Un alleluiaticum siguiendo a Isaías (41,9-10): Tú eres mi siervo, te he elegido y estoy contigo…4º.- Se continúa salmodiando las palabras de Dios a Jacob(Génesis, 48, 4): yo te acrecentaré y te daré tierra para ti ypara toda tu descendencia... 5º.- Antífona para la que no seha encontrado un tipo exacto: “Y el Señor dijo: Te elegípríncipe para mi pueblo. Andarás por donde quieras paraque alabes mi nombre sobre todos los pueblos”. 6º.-Aleluya, siguiendo las palabras de Dios a José (Génesis, 41,40): Te elegí para que fueras príncipe para mi pueblo y a tu

La ceremonia se inicia con una primera fasede canto a la gloria de Dios y como este eligióal príncipe para gobernar a su pueblo (aparta-dos 1º a 6º). La primera antífona alude direc-tamente al trono siguiendo las palabras deIsaías. No soy capaz de precisar si se refiere aque en ese momento se le entroniza o simple-mente se utiliza de manera figurada, pues el“sedebis super eum –solium-” del canto puedealudir perfectamente a una acción de futuro,una vez que fuese consagrado.Sigue una preparación para la ceremonia de launción (apart. 7º y 8º): Cantos en referencia ala unción de David en Hebrón y otros conrelación a la protección del príncipe por elSeñor ciñendo su cabeza con las manos. Setermina esta parte con una antífona para laque los especialistas no conocen que exista untipo testamentario específico: Unxit te domi-nus deus tuus. Yo diría que sería la antífonaque se canta mientras el prelado realizaba launción regia propiamente dicha (apart. 9º).A continuación una nueva antífona nos anun-cia que en ese momento se está produciendola coronación: posuisti in capite eius choro-nam de lapide pretioso (apart. 10º).El acto final de la ceremonia nos muestra unaespecie de manifestación pública del rey. Elritual, que se debía celebrar en el coro ante elaltar, permitía que el rey avanzase hacia unaparte que facilitase su visión por los que esta-ban en el templo. Me atrevería afirmar queeste sitio sería la porta chori. El texto diceliteralmente: Processit princeps stolamhabens regalem et coronam auream et dia-

dema.Al verle las gentes vitorean llenas dejúbilo. Nada se nos había informado sobre latúnica real, pero por comparación con otrosordines regios, esta se coloca una vez que hasido ungido no recibiendo un tratamientoritual específico, pues para la unción debetener el torso descubierto. Volveremos sobreella al tratar del Sacramentario de Warmondode IvreaEsta manifestación real produce granalegría a los presentes entonándose entoncesdos antífonas: una enfatiza la coronación(apart. 12º), mientras que la otra pone su énfa-sis en la unción al compararla con la del reyDavid (apart. 13º). Los dos últimos apartadosse dedican a la protección divina y al agrade-cimiento del nuevo rey (aparts. 14º y 15º).

El Liber Ordinum presenta una serie de actua-ciones en correspondencia con lo que hemos lla-mado la primera fase: Iniciándose con una rotun-da antífona: “Señor, salva al rey…”; sigue unaoración solicitando que se acepte la ofrenda delpríncipe; el texto de Jeremías (23, 5-8) querecuerda como el príncipe como un vástago deDavid “faciet iudicium et iustitiam in terram”.Viene a continuación la solicitud del príncipepidiendo ayuda al Señor para ejercer sus funcio-nes: “ten piedad de mí… fortalece a tu siervo…enséñame, Señor, los caminos…” (Salmo, 85, 16y 11). El Señor responde “cumplí los deseos de tucorazón, todos los anhelos de tu alma” (Salmo,19, 5). Ambos salmos serían previos o simultáne-os a la preparación de la unción (apartados 7º y8º). Cuando el rey, una vez ungido y coronado sepresenta mayestáticamente produciendo la alegríade las gentes, se pronuncian las palabras de la

CuPAUAM 37-38, 2011-12 Hunctus rex. El imaginario de la unción de los reyes... 755

orden obedecerá todo el pueblo de Israel. 7º.- Sigue otroaleluya, relacionado con la unción de David en Hebrón (IParalipómenos, 11, 2): Tú cuidarás de mi pueblo y cuidarásque se cumplan mis mandatos etc. 8º.- Responsorio basadoen el texto de salmo 138(5-6), invocando al Señor que todolo conoce y que ciñe con su mano protectora la cabeza delpríncipe… 9º.-Antifona que literalmente dice: “Te ungió elSeñor, tu Dios”. 10º.- Antífona: “Te adelantaste con faustabendición y pusiste la corona de piedras preciosas sobre sucabeza. Te pidió vida y se la concediste larga y eterna(Salmo, 20, 4-5). 11º.- La antífona siguiente tampoco tienefundamento textual, parece escrita ex profeso: “Se adelantóel príncipe teniendo el manto real (stola regalem) y la coro-na aurea. Contemplándole las gentes, están alegres. Toda laciudad está contenta”. 12º.- A continuación una antífonainsiste en esta alegría por la coronación, identificando a lospresentes con los habitantes de Jerusalén: Viri Iherusalem

exite et videte principem cum coronam quia coronabit eumdominus in die sollemnitatis et laetitie (Cantar de losCantares, 3, 11). 13º.- Sigue el salmo que alude a la unciónde David y como la mano de Dios le auxilia y su brazo leconfortará: Inveni Davit sevuum meum oleo sancto unxieum. Manus enim mea auxiliabitur ei et brachium meumconfortabit eum. Oleo (Salmo, 88, 21). 14º.- Se salmodia elgozo del rey por la ayuda divina: Domine in virtute tualetabitur rex et super salutare tuum exultabit valde (Salmo,20, 2 ). 15º.- Se expresa el sacrificium, siguiendo fragmen-tos de II Paralipómenos (7, 18; 8, 12): Se expresan las pala-bras de Dios a Salomón, atribuidas en este caso al príncipecoronado, agradeciéndole los sacrificios que le había ofre-cido y reiterándole lo que ya le había prometido: sustentarásu trono y siempre ocupará este un miembro de su estirpe.

756 Isidro G. Bango Torviso CuPAUAM 37-38, 2011-12

Epístola de Timoteo (I, 1,18; 2, 1-4), solicitandode todos “que hagan peticiones por los empera-dores…”, recordándose las palabras de Mateo“pedid y se os dará”. Se termina el apartado con“Señor, salva al rey…”. La actuación durante elsacrificiumsirve para salmodiar los sacrificiosde alabanza (Salmos, 49, 14; Job, 2, 3). Se ter-mina con la siguiente admonición al nuevomonarca: “Bien te ha sido declarado lo que esbueno y lo que de ti se pide: hacer justicia, amarel bien, humillarte en la presencia de tu Dios”(Micheas, 6,6).

Si todos estos textos nos permiten hacernosuna idea de la imagen que se quiere del monar-ca, sin duda serán las lecturas de la misa las quemejor lo definan. El Commicus señala tres lec-ciones. La primera corresponde al Libro de laSabiduría (Lectio Libri Sapientie Salomonis,IX, 1-12). En esencia son las palabras deSalomón para que Dios le conceda sabiduríapara ser justo en sus juicios y piadoso erigiendoel templo del señor. La segunda lectura corres-ponde a la Epístola del apóstol Pablo a losRomanos (XIII, 1-8). Se pretende con este textoenseñar al pueblo que debe estar sometido a laautoridad y pagar sus tributos, pero dirigiéndo-se al rey, que se le identifica como ministro deDios (minister Dei), no duda en decir: “porquees ministro de Dios para el bien. Pero si haces elmal teme, que no en vano lleva la espada. Esministro de Dios, vengador para castigo del queobra mal”. Del rey visigodo como ministro deDios nos hemos ocupado anteriormente. La ter-cera lectura se refiere a la unción expresada porCristo al leer en la sinagoga el texto de Isaías:Spiritus Domini super me: propter quod uncxitme… (Lucas, IV, 1-8). A manera de conclusióndiría que las enseñanzas de las tres lecturas sepodrían resumir en los siguientes principiosreferidos al rey: 1) ha de ser justo y piadoso; 2)se le deberá sometimiento a las leyes y sino,

como ministro de Dios, dispone de la espadapara castigar; 3) como ungido se ocupará de lascosas divinas contribuyendo a la difusión delmensaje de Dios.

Se ha considerado que la primera imagen dela unción de un rey hispano es la que figura enel Antifonario de la catedral de León38.Corresponde a la ilustración del OFICIUM INORDINATIONE SIVE IN NATALICIO REGIS,cuyo texto se extiende del folio 271 vº a 273 rº.El término natalicio que ha dado lugar a algunasdudas interpretativas, no significa otra cosa queel dies natalis de los santorales, es decir el díaque con su muerte un santo adquiere esta condi-ción. En este mismo sentido, el día de la orde-nación del monarca, este pierde su condición deun simple hombre para convertirse en rey.

La ilustración del oficio [Fig. 1] figura conuna ausencia total de espacio delimitado, puescarece de marco y de fondo. Se compone laescena de tres personajes: dos de pie, mientras

38 Si contenido y caracteres paleográficos han producido lasdataciones diferentes que hemos citado, tampoco existeuna gran precisión para la cronología de las ilustraciones.Se acepta sin más el año que se expresa en uno de los pró-logos, 1069 (Mª Elena Gómez Moreno, M.E., p. 314), o seamplia a un marco cronológico que va desde la segunda

mitad del siglo X a la primera del XI (Yarza Luaces, p.205). Fernando Galván que se ha ocupado de maneramonográfica de la miniatura de la unción piensa que setrata de un modelo que debió crearse en el siglo X, aunquese podría haber realizado durante la centuria siguiente(Galvan, p. 145).

Figura 1

que el tercero, arrodillado sobre un gran cojín,figura en medio de los anteriores39. Las dospersonas de pie tienen una especie de gorro pun-tiagudo o capucha, elemento característico en laminiatura medieval española de los obispos, sepodría considerar una mitra. La identificaciónparece clara: dos obispos procediendo a la unciónde un monarca. Uno de los prelados sostiene enalto el cuerno con el santo oleo, por encima de lacabeza del rey, a su vez el segundo obispo bendi-ce al monarca. Desde el punto de vista iconográ-fico, salvo el color de las vestiduras y la acciónque realizan, nada distingue a uno del otro. Lasreferencias altomedievales sobre la unción regiala suelen calificar de “sacerdotal”, entendido estetérmino como episcopal, o simplemente se hablade los obispos que participan de la ceremonia.Solo sabemos que Wamba fue ungido porQuirico, urbis regiae metropolitanus episcopus, oque Ordoño II lo fue por doce obispos.

La elección de esta imagen como ilustraciónde la “ordenación de un monarca” ha suscitadociertas dudas de interpretación entre los especia-listas que se han ocupado del tema. En principiotenemos que decir que para la Iglesia del momen-to el ritual más significativo de la ceremonia es launción regia. Por ella, una verdadera acciónsacramental, el monarca se convierte en sagrado,en ministro/ángel de Dios e igual a unobispo/sacerdote al ser un ungido como Cristopara promover la palabra de Dios. Los reyes por-tan los emblemas de su condición (regalia), peroestos son símbolos que llamaríamos civiles aun-que pudieran tener también su lectura religiosa,sin embargo el símbolo del rey como una institu-ción sacramental es la unción tal como la deno-minó san Eugenio: sacrae unctionis uexilla. Esevidente que por todo esto la ilustración más lógi-ca en este ambiente eclesiástico sea el de launción. Tal como venimos comentando será la

unción de los reyes veterotestamentarios la que haservido de modelo para la ceremonia de la unciónreal de los visigodos, especialmente las de Davidy Salomón. Se recuerda a este respecto la tradi-ción iconográfíca bíblica que reproduce la unciónde David por parte de Samuel: Tulit ergo Samuelcornu olei, et unxit eum in medio fratrum40. Lautilización del cuerno del óleo de forma tanexpresiva en la ilustración antifonal llevó a algu-nos especialistas a relacionarla con la imagen dela llamada Biblia de San Isidoro del 960: Samuelderrama el óleo sobre un David que permanecede pie junto a su padre y sus hermanos [Fig. 2]41.Esta fórmula iconográfica es muy antigua,incluso se seguirá manteniendo en las bibliasrománicas, tal como podemos contemplar en lade San Millán [Fig. 3]. No falta en esta imagenel cuerno del óleo, Samuel, el joven David y loshermanos42.

En el antifonario es evidente que no están loshermanos y sí dos prelados cristianos43. Esto hizoque Brou no dudase que estábamos ante un aspec-to de unción de un rey cristiano. Después, todoshan mantenido el mismo criterio iconográfico.

CuPAUAM 37-38, 2011-12 Hunctus rex. El imaginario de la unción de los reyes... 757

39 Se ha dicho que este personaje aparecía sentado, inclusoque el pintor no ha servido resolver esta forma de represen-tarlo. Aunque la factura no es buena, no creo que hayadudas de que su posición es la de arrodillado. Como hemosvisto anteriormente, Wamba se arrodilló para recibir launción (curbatis genibus).40 Liber primus Samuelis, 16, 13

41 Los presentes deberían ser ocho personas, el padre y sietehermanos, sin embargo se han reproducido nueve.

42 La variante del número de los presentes representadosresultaba algo aleatorio siguiendo diferentes tradiciones(Silva,, p. 175.

43 Brou, p. 74, nota 88.

Figura 2

758 Isidro G. Bango Torviso CuPAUAM 37-38, 2011-12

Hay dos aspectos icónicos más que tienen un graninterés. El monarca está arrodillado, mientrasque David permanecía de pie. La actitud del reyrepresentado en el antifonario parece acorde conlo sucedido en la única unción regia visigodaque se nos ha descrito aunque sea brevemente:Wamba permanecía curbatis genibus mientrasle ungían. Cabe deducir que esta sería la fórmu-la que se codificaría o estaría ya codificada en elceremonial. Por otro lado, en el antifonario seha querido dotar a la composición de una ciertapompa de carácter áulico: las lujosas vestiduraso el cojín/almohadón. Todo esto parece demos-trar que estamos ante una imagen de unción realpropia de la época, sin embargo la presencia delgran cuerno para el óleo me crea ciertas dudas.De semejante recipiente solo podría salir unacantidad de aceite que cayese sobre la cabeza ychorrease por esta hasta tan bella indumentaria.Por otra parte, en las unciones que ya se practi-caban en el siglo X en otros lugares de Europa yen España en los ceremoniales que se conocen apartir del siglo XIIl, la unción se realizabateniendo el príncipe la parte superior del cuerpodesnudo. Lo que me hace suponer que se está

representando el momento en que yaaparece el monarca ungido, se ha vestidocon la estola regalis que se cita en elantifonario, y recibe la bendición. Lareferencia a la unción se muestra con elcuerno del óleo que se mantiene por unode los oficiantes en alto. Obsérvese quedel cuerno no cae el aceite, y sin embar-go el mismo pintor nos muestra en unaescena de bautismo de este códice comoel agua cae de la jarra del oficiante sobrela cabeza del que se está bautizando [Fig.4]44. Es más el rey aparece con una aure-ola propia del ungido, mientas que el querecibe el sacramento del bautismo toda-vía no tiene la aureola.

Por otro lado, pienso que el miniaturis-ta ha reproducido el cuerno de las uncio-nes veterotestamentarias por evocaciónFigura 3

Figura 4

44 La escena corresponde a la ilustración del “Oficio de SanClemente” (Fol. 34)

del origen de la ceremonia, pero no por realidadde la época. Lo lógico es que fuesen una o dospequeñas ampollas contenedoras del crisma, esdecir crismeras. Es posible que estas tuviesen laforma de cuerno en el caso específico de lasunciones reales, pero desde luego no de grantamaño, pues la cantidad de crisma a emplear esmínimo. Se guardarían en pequeños estuchescomo es lo habitual con las crismeras. Nuestrainformación sobre el tema es que al principio, aligual que en la unción de los obispos, esta solose practicase sobre la cabeza. La narración cro-nística sobre Wamba nos dice que era exacta-mente sobre la coronilla, tal como ya hemoscomentado. Más adelante, como se hará tambiéncon los obispos, la unción se ejecutará sobreotras partes del cuerpo.

Para interpretar mejor la imagen del antifona-rio veamos la siguiente miniatura. Aunque es unaobra de otro contexto cultural, una miniatura delSacramentario de Warmondo de Ivrea, posible-

mente del año 1002, nos muestra una escena muyinteresante de la ceremonia de la consagraciónregia [Fig. 5]45. Se ha producido ya la unción y losoficiantes proceden a cubrir el cuerpo del monar-ca con su túnica real, están terminando de abro-char el vestido. A su vez el metropolitano estáprocediendo ya al acto siguiente, la imposición dela corona. Mientras que por detrás de este grupocontemplamos un acolito que exhibe en susmanos las ampollitas o crismeras utilizadas en launción. Es una interesantísima ilustración que,con su composición secuencial, nos está evocan-do en una única escena tres momentos distintos dela ceremonia. Están sugeridos desde atrás haciaadelante: el acolito de las crismeras nos evoca launción que ya ha tenido lugar, los dos obisposabrochando la túnica regia nos indican que launción ha terminado y se le ha impuesto el indu-mento real y, por último, el metropolitano proce-de a colocar la corona sobre la cabeza. Pienso quela imagen leonesa deberíamos interpretarla de

CuPAUAM 37-38, 2011-12 Hunctus rex. El imaginario de la unción de los reyes... 759

45 Fol. 2. El Códice se conserva en la Biblioteca Capitolare ,Ivrea (Mariaux, 2002)

Figura 5

760 Isidro G. Bango Torviso CuPAUAM 37-38, 2011-12

manera parecida: Evocación de la unción que yase ha producido mostrando emblemáticamente elcuerno; el rey, ungido tal como demuestra la aure-ola de la cabeza, ya ha sido vestido y de rodillasrecibe la bendición. En este sentido la imagen serefiere únicamente a la unción propiamente dicha,que terminaría con la bendición episcopal y sepasaría después a la coronación.

Para concluir sobre todo lo dicho hasta aquíacerca de la ceremonia de unción/coronación en latradición hispanogoda, diría que el proceso seríacomo sigue: 1) la unción se haría sobre la coronilladel monarca y seguramente sobre otras partes delcuerpo; 2) una vez ungido sería vestido con la stolaregalis; 3) recibiría entonces la bendición del ofi-ciante principal; 4) a continuación se procedería ala imposición de la corona; 4) por últimose produ-cía la manifestación mayestática del monarca,luciendo la corona y el indumento regio.

El Museo Glencairn (Bryn Athyn,Pensylvania) conserva una cajita de marfil conapliques de latón dorado que considero que setrata de un contenedor de una crismera para una

unción regia46. Creo que hay argumentos plásti-cos suficientes para poder catalogar esta obracomo hispana y más exactamente en el territorioriojano del siglo XI. Su máximo interés reside enlas imágenes representadas. En los dos frentesmayores se reproducen sendos pasajes de la vidadel rey Salomón. En uno de ellos vemos la alegríadel pueblo por la unción de Salomón en Guijón[Fig. 6]. El tema se recoge en I Reyes (1, 32-45).David ha decidido ungir a Salomón y dispone queSadoc, sacerdote, Natán, profeta, y Banayas,miembro de la guardia real, conduzcan a su hijomontado en una mula y le bajen a Guijón para serallí ungido. Una vez en el lugar, “tomando Sadoc,sacerdote, el cuerno de óleo del tabernáculo,ungió a Salomón al son de las trompetas, y gritó atodo el pueblo Viva Salomón rey. Después subiócon él todo el pueblo, tocando las flautas yhaciendo gran fiesta”. La iconografía bíblica his-pana cuenta con buenas ilustraciones del tema. LaBiblia de San Isidoro del 960 nos muestra aSalomón sobre la mula, regresando de la unción,mientras que su sequito hace sonar las trompetas

46 Sobre el origen de esta obra y sus características vid. BangoTorviso, 2006.

Figura 6

y en la ciudad las gentes le reciben también al sonde sus bocinas [Fig. 7]. La imagen de la Biblia deSan Millán reproduce el mismo tema, pero algomás simplificado [Fig. 8]. El rey jinete sobre lamula, ya ha sido ungido puesto que va tocado concorona, es seguido por un alegre sequito que hacesonar trompetería y aporrear sus tambores. Nofigura aquí la ciudad. Como se puede comprobaren las imágenes no sólo ha cambiado el lenguajeplástico, el prerrománico en el primer caso, elrománico en el segundo, sino que el lenguaje delos símbolos también responde a dos concepcio-nes distintas. El Salomón románico lleva unacorona propia de la época y los arreos de su mulason de oro como corresponden a un monarca delsiglo XII, el rey de la biblia leonesa lleva un típi-co halo propio de los ungidos en la tradición his-pana y su mula carece de arreos dorados47. Laescena de nuestra cajita es de una mayor riquezaiconográfica que las imágenes bíblicas pintadas.Posiblemente esto se deba a que las ilustracionesde las biblias no tienen más trascendencia que unafiguración rápida que evoque los numerosísimostemas que están descritos en el códice, sin preten-

der un mayor detalle. En la caja la imagen repre-sentada está dotada de un enorme interés paradig-mático, que debe explicar con precisión el tras-cendente significado del contenido. Se representatambién el retorno de Salomón tras la ceremoniade la unción, entendida esta como acabamos deseñalar para la biblia leonesa. Figuran los doscelebrantes de pie, el sacerdote Sadoc y el profe-ta Natán, teniendo un libro en las manos. A conti-nuación Salomón cabalgando la mula, por detrásuna palmera. Siguen tres personajes de pie enar-bolando palmas en evidente señal de júbilo. Porúltimo, un hombre levanta los brazos como seña-lando al príncipe. Tiene toda lógica que este seaBanayas, el tercer personaje al que David habíaencargado la ceremonia de la unción. También seproduce un cambio radical con la iconografía tra-dicional de este tema: el júbilo del pueblo no seexpresa con música, sino que levantan palmas.Incluso llama la atención la única palmera repre-sentada que adquiere un papel de enorme prota-gonismo, su estrecha relación con la figura deSalomón todavía incide aún más en su significa-do. A este respecto debemos recordar las pala-

CuPAUAM 37-38, 2011-12 Hunctus rex. El imaginario de la unción de los reyes... 761

Figura 7

47 Posiblemente, entre las dos imágenes hay dos conceptosdistintos, no tanto de representar al monarca, que también,sino del significado de la ceremonia. Mientras que en labiblia leonesa el monarca ha sido simplemente ungido, en

la emilianense la ceremonia de la unción también incluía lacoronación.

762 Isidro G. Bango Torviso CuPAUAM 37-38, 2011-12

bras del salmista: “El justo florecerá como lapalmera; crecerá como cedro en el Líbano” 48.Sin duda estamos aquí con una imagen que aludedirectamente a la unción, pero a su vez nos anun-cia una de las virtudes que Dios quiere para susungidos, el que sea justo.

El ungido en su papel de juez justo crecerá ysus actuaciones adquirirán tanta fama como el lla-

mado “juicio de Salomón”. Este tema es el repre-sentado en la escena que ocupa el otro flancolargo de la arqueta [Fig. 9]. La gran figura deSalomón aparece sedente en su trono, teniendodos soldados detrás, mientras que con sus manosnos muestra el acto que está teniendo lugar delan-te de él. El soldado que ha recibido la orden dematar al niño, le tiene cogido por una pierna y está

48 Salmos, 92:12-15

Figura 8

Figura 9

dispuesto a cortarlo en dos partes. La madre ver-dadera postrada en el suelo, mientras que la otraaparece de pie e impávida. Cierra la composiciónotra pareja de soldados en perfecta simetría conlos anteriores. A continuación figura una arquitec-tura sobre la que hay dos cabezas humanas. Eltipo de arquitectura nos recuerda la convencionalque representa una ciudad en la miniatura hispa-na49, mientras que las cabezas no son otra cosa quela representación del pueblo. Esta última imagencorresponde a la ilustración del versículo postrerodel texto bíblico que narra el tema: “Todo Israelsupo la sentencia que el rey había pronunciado, ytodos temieron al rey, viendo que había en él unasabiduría divina para hacer justicia50”.

En uno de los lados menores figu-ra la imagen de un templo, que eneste contexto no hay dificultad paraidentificarlo con el templo deSalomón [Fig. 10]. La identificaciónde la cara opuesta no soy capaz deinterpretarla satisfactoriamente [Fig.11]. Un ángel nos muestra a una mujero a un joven que ocupa el centro de lacomposición, mientras que, del otrolado, un personaje parece bendecirlacon la mano derecha. Si no fuera unamujer, sino un joven el representadopodría interpretarse como la elecciónde David o Salomón, el ángel repre-sentaría la voluntad divina y el otropersonaje sería el profeta51.

La interpretación del conjunto delprograma iconográfico responde per-fectamente a la teoría de la unción delrey. Tanto el antifonario como el LiberOrdinum reiteran, una y otra vez, lavirtud que debe tener y desarrollar elmonarca: impartir justicia y ser justo.De las tres lecturas del Commicus,aquí se ha elegido especialmente, ade-más de la referencia a la unción, lacorrespondiente al Libro de laSabiduríade Salomón, exactamente enaquellos aspectos donde el monarca

reclama a Dios que le conceda sabiduría para juz-gar. A su vez Dios le encarga que sea piadosoofreciéndole sacrificios y especialmente constru-yendo un templo. En conclusión: la referencia a launción y a las virtudes del monarca recogidas enel ceremonial de la misma no pueden ser mejorilustración para un contenedor de unas crismerasdestinadas a una unción regia. Aunque los térmi-nos justo y piadoso con referencia a un monarcapueden tener semejanzas con la tradición impe-rial, en las monedas visigodas a partir deLeovigildo responden claramente a las virtudesque, siguiendo los tipos veterotestamentarios,deben adornar a los reyes según los padres de laiglesia de época hispanogoda.

CuPAUAM 37-38, 2011-12 Hunctus rex. El imaginario de la unción de los reyes... 763

49 Beato de Fernando I, fol. 233v. Babilonia.50 I Reyes, 3, 28.51 Por su aspecto parece una mujer, compárese con la imagen

de la mujer que está de pie en la escena del juicio. Si fueraasí tendríamos que pensar en la reina de Saba, pues suactuación incide en la idea de la sabiduría de Salomón.

Figura 10

764 Isidro G. Bango Torviso CuPAUAM 37-38, 2011-12

No ha sido mi intención haber tratado aquí delos ragalia de los reyes visigodos y altomedieva-les. Indirectamente los hemos citado en varias oca-siones. Trono, cetro, espada, corona, diadema ytúnica real son tan ampliamente citados por lasfuentes de época y contextualizados en diversascircunstancias, que resulta inútil negar su existen-cia real. Sin embargo es necesario precisar que laceremonia de la sagrada coronación se reduce a lossiguientes aspectos: unción/consagración, túnicareal y corona/diadema. Como vemos, se trata de unritual muy escueto en relación con la serie de rega-lia que suele ser habitual en este tipo de ceremonia.Cuando el autor de la Silense nos describe losmomentos finales de Fernando I, la actuación peni-tencial del monarca la presenta como un procesoinverso al de la unción/coronación:

“Con voz clara dijo al Señor: Tuya esla potestad, tuyo el reino, Señor; túestas sobre todos los reyes; bajo tuimperio todos los reinos celestiales yterrestres se someten, y, por tanto, elreino que concedido por ti obtuve yque recibido goberné por todo el tiem-po que plugo a tu libre voluntad, heaquí te lo devuelvo: tan solo ruegoporque mi alma, arrancada a la tempes-tad de este mundo, la recibas en paz. Yesto diciendo, se despojó de la clámidereal con que envolvía su cuerpo ydepuso la corona alhajada que ceñía sucabeza” 52

Con una cuidada prosa dramáti-co/literaria el autor nos está trasmitien-do las ideas básicas de la ordenaciónregia. Se trata de un concepto teocráti-co de la monarquía: Dios ha elegido alrey y le ha concedido el reino para quelo gobernase. Fernando, en losmomentos finales de su vida, devuel-ve el reino recibido y los emblemasque le caracterizaban como rey: la clá-mide regia y la corona. Estos dos sonexactamente los únicos regalia que elmonarca habría recibido durante su

unción si esta hubiera sido realizada bajo el ritualhispanogodo que hemos reconstruido a partir delos textos litúrgicos de la ordenación. Cuarenta yseis años después, su biznieto, el futuro AlfonsoVII, tal como ya hemos señalado, será consagra-do por Gelmírez en una ceremonia que introducecambios sustanciales, especialmente en relacióncon los regalia. La ceremonia seguirá la siguien-te secuencia: unción, entrega de la espada y delcetro, corona/diadema y asiento en el trono (no secontaba con uno regio y, como nos dice laCompostelana, utilizó para ello la sede pontifi-cal). Esta es una fórmula que podríamos conside-rar fruto del Pontifical Maguncia/Roma. Su prác-tica por Gelmírez podría explicarse por la intro-ducción del nuevo rito romano.

52 Gómez-Moreno, M., pp. CXXXV – CXXXVI.

Figura 11

BIBLIOGRAFÍA

BANGO TORVISO, ISIDRO G.“El Rey. Benedictus qui venit in nomine Domini”,en Maravillas de la España Medieval. TesoroSagrado y Monarquía, Junta De Castilla y León2000, pp. 23 – 30SUMMA ARTIS. Arte prerrománico hispano. Elarte en la España cristiana de los siglos VI al XI,Madrid, 2001“Crismera”, en La Edad de un Reyno, vol. I,Pamplona, 2006

BARROSO, MORIN Y VELÁZQUEZRafael Barroso Cabrera, Jorge Morín de Pablos,Isabel Velázquez Soriano “La imagen de la reale-za en el reino visigodo de Toledo a través de laiconografía y la epigrafía”, en ZonaArqueológica, 11, 2008, pp. 488-508.

BESGA MARROQUIN, ARMANDOOrígenes hispanogodos del reino de Asturias,Oviedo, 2000

BROU, LOUIS“Le joyau des AntiphonairesLatines”, enArchivos Leoneses, nº 15 - 16, 1954, pp. 7 - 114

BROU Y VIVESLouis Brou y José Vives, Antifonario visigóticomozárabe de la catedral de León, Barcelona-Madrid, 1959

CANTOROWICZ, E. H.Los dos cuerpos del rey, Madrid, 1985 (1957)

CRÓNICAS ASTURIANASCrónicas Asturianas, edic, de Juan GilFernández, José Luís Moralejo, y Juan I. Ruíz dela Peña, Universidad de Oviedo, 1985.

DE AYALA MARTÍNEZ, CARLOSSacerdocio y Reino en la España Altomedieval,Madrid, 2008

DÍAZ Y DÍAZ, M.“Introducción general a las Etimologías” en SanIsidoro de Sevilla, I, pp. 1 – 257

ENRIGHT, MICHAEL J.Iona, Tara, and Soissons: The origin of the royalanointing ritual, Berlin, 1985

ETIMOLOGÍASSan Isidoro de Sevilla, Etimologías, 2 vols. Edic.de José Oroz Reta y Manuel Marcos Casquero,Madrid, 1982

GALVÁN, FERNANDO“La representación de la unción regia en el anti-fonario de la Catedral de León”, en ArchivosLeoneses, nº 97 – 98, 1995, pp. 135 – 146,

GARCÍA DE CASTRO, CÉSAR“Notas sobre teología política en el Reino deAsturias: La inscripción del altar de Santa Maríade Naranco (Oviedo) y el testamento de AlfonsoII”, en Arqueología y territorio medieval 10.1,2003, pp. 137 – 170

GÓMEZ-MORENO, M.Introducción a la Historia Silense, Madrid, 1921

GÓMEZ MORENO, Mª ELENA“Las miniaturas del antifonario de la Catedral deLeón”, en Archivos Leoneses, nº 15 – 16, 1954,pp. 303 – 317

HEN, YITZHAK“Rois et liturgie en Gaule franque “ en Cahiers deCivilization Médievale, 50 (2007), pp. 33 – 41

HISTORIA COMPOSTELANAHistoria Compostelana, edic. de Emma FalqueRey, Madrid, 1994

HISTORIA SILENSEHistoria Silense, edic. Justo Pérez de Urbel yAtilano González Ruíz Zorrilla, Madrid, 1959

JACOBSON, PAUL A.“Sicut Samhuel unxit David: Early carolingianroyal anoitings reconsidered”, en MedievalLiturgy . A book of Essays, ed. Lizette Larson-Miller, Nueva York y Londres, 1997

LAS HISTORIAS DE LOS GODOSLas historias de los godos, vándalos y suevos deIsidoro de Sevilla, ed. Cristóbal RodríguezAlonso, León, 1985

LIBER COMMICUSFray Justo Pérez de Urbel y Atilano Ruíz Zorilla,Liber Commicus, 2 vols. Madrid, 1950

LIBER ORDINUM EPISCOPALLiber Ordinum episcopal , ed. José Janini, Abadíade Silos, 1991

LINEHAN, P.History and the historians of Medieval Spain,Oxford, 1993

MARIAUX, PIERRE-ALAINWarmond D’Ivree Et Ses Images: Politique EtCreation Iconographique Autour De L’an Mil,Berna, 2002

CuPAUAM 37-38, 2011-12 Hunctus rex. El imaginario de la unción de los reyes... 765

766 Isidro G. Bango Torviso CuPAUAM 37-38, 2011-12

SÁNCHEZ ALBORNOZ, CLAUDIO“La Ordinatio Principis en la España goda y pos-tvisigoda”, en Viejos y nuevos estudios sobre lasinstituciones medievales españolas, II, Madrid,1976, pp. 1173 – 1207

SANCTI IULIANI TOLETANAE SEDIS EPISCOPIOPERA

Sancti Iuliani Toletanae Sedis Episcopi Opera,CXV, Pars I, Typographi Brepols, Bélgica,MCMLXXVI

SILVA, SOLEDADLa Miniatura en el Monasterio de San Millán dela Cogolla, Logroño, 1999

VIVESJosé Vives ed. Concilios Visigóticos e hispano-romanos, Barcelona-Madrid, 1963

YARZA LUACES, JOAQUÍN“Las miniaturas del Antifonario de León”, en elBol. del Seminario de Estudios de Arte yArqueología de Valladolid, 1976, pp. 181 – 205

Normas para la redacción de originales

1. Los originales deberán estar mecanografia-dos en formato DIN A-4 con un máximo de34-36 líneas de 75 caracteres por página.No se podrán aceptar originales con mayordensidad de caracteres por página.

2. Junto con el texto mecanografiado se inclui-rá una copia del mismo en soporte magnéti-co en formato Wordperfect, Word, o RTF. Seevitará el uso de tabuladores y retornosmanuales salvo en los puntos y aparte. En laetiqueta se indicará el título del trabajo,autor/es y formato. Se procurará que el textovenga libre de erratas para facilitar la correc-ción de pruebas al Consejo de Redacción,ya que no se remitirán pruebas de imprentaa los autores por razones de coste.

3. Los artículos deberán venir acompañadosde un resumen en la propia lengua del tra-bajo y en otra lengua de difusión internacio-nal (español, inglés, francés, italiano, ale-mán). Los resúmenes tendrán una exten-sión máxima de 15 líneas de 75 espacioscada una.

4. Los artículos vendrán acompañados por unmáximo de seis palabras clave que descri-ban una rápida localización en una búsque-da informatizada por temática, metodología,cronología y localización.

5. La extensión máxima de los trabajos seráde 40 páginas de texto y hasta 15 ilustracio-nes (dibujos o fotografías) si ocupan el evi-lante de la caja de CuPAUAM (24,5 x 16,5cm.), o hasta 20 ilustraciones si son demenor tamaño.

6. Todas las ilustraciones vendrán numeradascorrelativamente, independientemente deque se trate de fotografía, dibujos a línea,gráficos o tablas. Los dibujos incluirán esca-

la gráfica y se procurará que se adapten ensus proporciones a la caja de CuPAUAM(24,5 x 16,5 cm.) –caja completa, mediacaja horizontal, o cuarto de caja–. Para elgrosor de las líneas y densidad de sombrasde los dibujos se tendrán en cuenta los por-centajes de reducción necesarios.No se pueden realizar reproducciones a color.Las tablas de valores o datos vendrán inte-gradas en el procesador de texto, en páginaaparte, con márgenes adecuados y nume-radas correlativamente con el resto de lasfiguras. No se emplearán los términos“Tabla”, “Cuadro”, “Mapa”, etc. En el casode que tal cosa no sea posible, vendránimpresas o escritas a máquina electrónica ysin erratas, para que puedan ser reproduci-das como una figura.

7. Se acompañará una hoja aparte con lospies de las figuras. Si proceden de otraspublicaciones se citará la fuente. Es respon-sabilidad de los autores asegurar la cesióndel copyright de las ilustraciones en casonecesario.

8. En el encabezamiento del trabajo, bajo eltítulo y antes que el resumen, se indicará elnombre del/los autor/es, así como el centroo centros en que trabajen. El remitente indi-cará en hoja aparte los mismos datos, juntocon su dirección, teléfono y fecha de envíodel trabajo.

9. Se podrá usar el sistema tradicional de citaso el americano, o uno mixto, a elección delautor.

9.1. En notas cortas (referencia a un trabajo),se pondrá el nombre de éste en caracte-res normales –no en mayúsculas–,seguido del año de edición de la obra,

CuPAUAM 37-38, 2011-12, pp. 767-768

768 CuPAUAM 37-38, 2011-12

página o páginas y figura o figuras, todoello separado por comas. Estas citasfigurarán en el texto, entre paréntesis, yno al final ni al pie de la página.

9.2. Las notas largas deberán ir al final deltexto, con las referencias bibliográficasigual que en 9.1.

9.3. Al final del artículo se incluirá la lista dela bibliografía citada, ordenada alfabéti-camente según el primer apellido de losautores. Si un autor tienes varias obrascitadas, se ordenarán de más antigua amás reciente. Si hay varias obras de unautor en un mismo año, se distinguiráncon las letras minúsculas (a, b, c, etc.)que se incluirán también en las referen-cias de 9.1 y 9.2.

9.4. Cuando se trate de un libro se citará poreste orden: apellidos e inicial del nom-bre del autor, fecha de edición entreparéntesis, dos puntos, título de la obray lugar de edición.

9.5. Cuando se trate de un artículo de revis-ta: autor, año, título del artículo entrecomillas, nombre de la revista en cursi-va, tomo o número, y páginas.

9.6. En colaboraciones en libros colectivos:autor, año, título de la colaboración,título del libro (con el nombre del editoro coordinador en su caso, tomo y pági-nas, lugar de edición).

9.7. El nombre de los autores irá en letrasmayúsculas en la Bibliografía final (noasí en el cuerpo del texto, véase 9.1.).El título de los libros y de las revistas,subrayado o en cursiva; el de los artí-culos de revistas y colaboraciones,entre comillas.

9.8. Si se citan abreviadamente títulos derevistas o series, se emplearán las abre-viaturas de CuPAUAM para revistasespañolas, y algún sistema reconocidointernacionalmente (L’Année Philogique,Archáologische Bibliographie, AmericanJournal of Archaeology) para las extran-jeras.

Ejemplos de citas:

9.1. (Abad Casal, 1991:185).

9.2. …recientemente. Abad Casal (1991:185)indica que…

9.4. GARCÍA Y BELLIDO, A. (1949): Esculturasromanas de España y Portugal. Madrid.

9.5. ABAD CASAL, L. (1983): “Un conjunto demateriales de la Serreta de Alcoy”.Lucentum 2, 173-197.

9.6. BELTRÁN LLORIS, M. (1987): “La Españaceltibérica: la segunda Edad del Hierro enel Valle del Ebro”. Historia General deEspaña y América, 1.2, 255-293. Madrid.

10. Los artículos serán revisados por al menosdos evaluadores del Consejo Consultivo ydel Consejo Asesor Externo.

11. El Consejo de Redacción se reserva elderecho de devolver los originales que nose correspondan con la línea de la Revista,o que no cumplan estas normas de redac-ción. El Consejo asesor, a través de su sis-tema de evaluación, podrá asimismo suge-rir las modificaciones que estime oportu-nas a los originales aceptados.