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IBÍDEM REVISTA LITERARIA DIGITAL NO. 11 ENERO 2020 MÉXICO

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IBÍDEMR E V I S T A L I T E R A R I A D I G I T A L

NO. 11ENERO 2020MÉXICO

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Enero 2020

Número 11

Instagram: revistaibidem

Foto de portada: Ricardo Zela

Instagram: @alex2n8

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Índice

Un domingo 1

Los Dados 3

Gazales chacales 4

El otro 9

Migrante 10

Canción de cuna para un niño en Detroit 12

¡Sorpresa papá! 14

Faroles en medio de la nada 15

Ciudad 17

Inventario de tropos 19

Serpenteante 21

Paseos en la micro 23

Mirando la tumba de Don Roque 25

Apresúrate 27

Der rattenfänger 29

Después de un viaje 32

Reencuentro 33

Quédate ahí 36

Necesito ayuda, urgente 37

Fémina Fatal 40

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Revista Ibídem 11

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Leandro Sícolo

México

35 años

Un domingo

Quieres escribirlo, quieres escupirlo, vomitarlo, parirlo, o como sea, pero quieres

hacerlo ya. Lo sientes en el pecho, retorciéndose, a punto de salir, de nacer, como

un animal en medio del campo, sin asistencia humana, salvaje, arrebatado,

bruto, tosco, sucio, embarrado, ahogado, resbalando en la placenta. Porque sale

de tus vísceras, de adentro, de bien adentro. El marco perfecto lo tienes, domingo

depresivo que se deja morir lentamente con la huida del sol. Noche de frío que

anuncia que se acerca el invierno helado, no tan helado como tu corazón. Ese

invierno que te juraste no volver a padecer, ahí está, tirando puerta abajo, como

una ex despechada. Todo está listo, ya no hay excusas, incluso cuentas con la

dosis exacta de soledad y melancolía para echar a volar la creatividad. Esa que

te invita a meter el dedo en la llaga aún abierta del pasado y revolver en ella, sin

llegar a matarte por que la tortura de cierta forma, también se goza.

Te acostumbraste a sufrir, te sientes cómodo con el dolor, hiciste de él un estilo

de vida. Eliges alejarte del ruido, de factores de distracción externos, para

meterte dentro tuyo, explorarte y finalmente reconocer que esa soledad que

eliges, porque sin duda la eliges, en realidad no la disfrutas, la padeces. A través

de ella, conectas con la tristeza. Comienzas a pensar que la felicidad está

sobrevaluada, que está prostituida, prefabricada, que está promocionada en la

tv y que hasta la puedes conseguir en cualquier 7 eleven. Y descubres en la

tristeza algo supremo, un sentimiento puro, genuino, y por sobre todas las cosas,

invaluable. Como una piedra preciosa que aún nadie ha descubierto. Un

sentimiento no buscado que te obliga, porque ni siquiera invita, a conectar

contigo mismo. Y descubres que no te caes tan bien como creías. Eres aburrido,

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Revista Ibídem 11

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terco, monótono, poco imaginativo, tienes esa gran idea en la cabeza que nunca

termina fluyendo. Te aíslas intencionalmente para sumergirte entre melancolías

y angustias, como una adicción; y haces de este estado tu puta zona de confort.

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Mirza Patricia

Perú

34 años

Los Dados

Los dados rodaron lentamente ante la atónita mirada del acusado. Su vida

dependía del resultado que darían: par o impar. Su existencia la vio, como dicen

todos cuando están ante esos trances, frente a su ojos como en una película. No

pensó que sus latidos terminarían así tan estúpidamente frente al virar frenético

de su vida disipada. No tenía salida, había huido de todo y de todos, pero eso que

importaba en esos momentos. Estaba como ratón tratando de zafarse de la

encrucijada de verse atrapado y sin salida, diciendo mentalmente: “par, par, que

salga par”. Hacer trampa en el póquer y ponerse arrogante ante el jefe de la

mafia, dueño del casino, no lo debería hacer nadie, él lo hizo. Ya estaba ahí, todos

le apuntaban, se reían de él. Los dados cayeron y dieron impar. Debía morir.

“Maldita sea”, se dijo y cerró fuertemente los ojos. Sonaron los disparos uno tras

otro, era la policía que ya allanaba el lugar. Sabía que portarse mal lo iba a llevar

a un calamitoso y apresurado desenlace, a buena hora decidió dejar su mala vida

para trabajar como espía de los uniformados de la ley. Eso, le salvó la vida, de

otro modo los dados ya habían dado su veredicto.

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José Carlos Monroy

México

36 años

Gazales chacales

I

Uves vestidas con tanktops blancos

deambulantes en el laberinto arbóreo,

flores caídas de las jacarandas en esta primavera

que se marchitarán antes del verano,

déjenme apreciar su efímera belleza, por favor.

Sé que es lo único que tienen para

valerse en este mundo y deben aprovecharla

lo más posible antes de que caduque.

No quiero ser inoportuno, ni molestarles, mucho menos ofenderles.

Tómenlo como un obsequio que les da la vida por haber venido.

Si ajenas bocas y manos ávidas de ustedes les deshojaren,

estos ojos míos les resucitarán limpias y brillantes.

Déjenme regarles con el fresco rocío ambarino

que ya no puedo beber, pero sí pagar.

Déjenme regalarles mis afanes y trabajos convertidos

en dádivas para ofrecérselas sin pedir nada a cambio.

Déjenme engalanarles con la mejor de sus sonrisas cuando

escuchen las anécdotas que he preparado especialmente para ustedes.

Antes que las flores de años antes les reciban en el suelo.

Antes que las calles y sus sombras les reciban con un beso.

Antes que el olvido y el desprecio ante las nuevas flores les reciban sin recelo.

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Y no se preocupen por agradecerme, por favor.

Verles sin caretas, con su verdadera apariencia, es en sí suficiente pago.

Gracias por permitirme verles como nadie jamás les verá.

Nuevas uves vestidas con tanktops blancos

deambulantes por enésima vez en el laberinto arbóreo.

Las flores caídas de las jacarandas de otra primavera

marchitaron antes del verano y sus sucesoras no serán la excepción.

¡Nuevas inflorescencias, déjenme apreciar su efímera belleza, por favor!

Sé que es lo único que tendrán para

valerse en este mundo y deberían aprovecharla

lo más posible antes de que caduque.

No quiero ser inoportuno, ni molestarles, mucho menos ofenderles.

Tómenlo como un obsequio que les da la vida por haber venido.

Si ajenas bocas y manos ávidas de ustedes les deshojaren,

estos ojos míos les resucitarán limpias y brillantes, otra vez.

II

La varonil silueta de la banca de piedra

volvió a mí su mirada discreta.

Brilla su sonrisa con las aristas

de los abalorios de su rosario.

Es a mí a quien mira y es a él a quien elijo.

Respuesta de miradas, diálogo de intenciones.

Sé que busca algo y lo ha visto en mí,

que estoy dispuesto a dárselo.

Sin palabras, pura intención

porque la decisión ya estaba tomada

como lo hicieron otros tantos antes de nosotros.

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De lejos, dos amigos; entre nosotros, dos amantes.

Cuadratura dentro de otras es la que nos cerca

mientras los hilos caen descubriendo los vellos

junto al lecho rentado, con la piel al tacto.

Se ve más hermoso dentro de lo que se ve por fuera,

sin obstáculos a la vista, cabellera sedosa y lisa.

Los roces dan paso a las caricias, las palabras a los besos,

los contactos suaves por empujones y el gemido a un grito.

Los piropos se transformaron en acusaciones de robo.

Toda certeza mudó en confusión.

Y las inesperadas siluetas azules llegaron para

dar fe del robo para desvanecerse de igual manera.

El ladrón no robó y el agraviado, robó.

La misma silueta de la misma banca de piedra

volvió a mí su mirada indiscreta.

Se estrella su risa con las aristas

de los abalorios de su rosario.

No es a mí a quien mira y es a él a quien elido.

Ausencia de miradas, silencio de intenciones.

Sé que busca algo y lo ha visto en otro,

que estará dispuesto a dárselo, como yo lo hice.

Sin palabras, pura intención

porque la decisión ya estaba tomada

como lo hicieron otros tantos antes de nosotros.

De lejos, desconocidos; entre nosotros, un tunante.

III

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Cuatro esquinas con sendas sillas

dentro de otras tantas en las que se reproduce el mundo:

se representan las acciones pasadas en las presentes

que, a su vez, antipan las futuras.

Se repiten los patrones, las conductas

en los mismos agentes sin importar edades,

lugares y posibilidades, por todas partes.

¿Son personajes o actores?, ¿Por qué tanto irredentismo?

Las acciones de ayer se replican como fractales desde los cuadrados

que hacen las veces de sillas

y son amplificadas por los cuadrados que hacen las veces de mesas,

inundando todo el sistema cuadrangular.

El lenguaje silente expresa más que el oral:

me llego a dar cuenta de cuando quieres impresionarme,

cuando los otros mienten o desconocen lo que dicen,

incluso que es la voz del niño huérfano escondido

en el fondo del vaso la que me confiesa el secreto,

cuando me susurra el hombre desconocido siempre visto.

Y es ahora cuando comprendo la razón de todo,

y si bien, no te justifico, comparto tu indignación.

Y es entonces cuando llega el momento de realizar tu ardid

largamente planeado. Haz lo que tienes planeado.

Yo te apoyo con mi confidencia como

si de una bendición se tratase...

Cuatro esquinas con sendas sillas

dentro de otras tantas en las que se reprodujo el mundo:

se representaron las acciones pasadas en las presentes

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que, a su vez, antiparon las futuras.

Se repitieron los patrones, las conductas

en los mismos agentes sin importar edades,

lugares y posibilidades, por todas partes.

¿Fuimos personajes o actores?, ¿Por qué tanto irredentismo?

Las acciones de ayer se replicaron como fractales desde los cuadrados

que hicieron las veces de sillas

y fueron amplificadas por los cuadrados que hacían las veces de mesas,

inundando todo el sistema cuadrangular.

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Norma Yurié Ordóñez

Guatemala

El otro

Confinado, lo vi desde el resquicio de la puerta, alejándose descaradamente en

mi automóvil.

Parece inverosímil que a pesar de nuestra semejanza me retenga, invadiendo la

casa sin articular conversación alguna.

Anoche lo escuché llamando al editor para negociar mis textos, aunque diferimos

en estilo supe que llevaba semanas reemplazándome furtivamente, incluso

entregando borradores en persona.

Recuerdo que en una ocasión intenté llamarlo por su nombre mientras subía las

escaleras pero, vestido con mi ropa interior, vaciándose mi colonia, apenas volteó

con risa sardónica.

Debo admitir que desde hace unos días logré liberarme el tiempo suficiente para

destruir su retrato, el mismo que había pintado describiéndolo de manera

minuciosa antes de transfigurar enigmáticamente apoderándose de mi biografía.

Hace un momento, tras mi última advertencia, lanzó una carcajada estridente

burlándose de mí y salió golpeando la puerta.

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¿Cómo explicarle que solo es un heterónimo creado por mí y, que apoderándome

de la pluma nuevamente estoy a punto de eliminarlo como a cualquier otro

personaje?

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José Luis Salgado

México

65 años

Migrante

Deja atrás el laberinto donde el hambre acumulada

en costales de dolor lo acorrala,

y entona su canto de esperanza. A espaldas de lo estéril,

la promesa de las flores templa su voluntad.

El peligro de la civilización lo acecha.

Cruza un rio, un muro, una línea imaginaria,

y otra lengua, otra bota; la misma tierra mancillada lo espera.

No es la palabra la que humilla, es el tono y el gesto lo que ofende.

Tal vez más allá de esa frontera el estómago duerma tranquilo

y el llanto del niño ojeroso y enfermo se amamante.

Un instante de futuro irrumpe en mis visiones.

¡Una fosa clandestina! Un rayo de plomo lo atraviesa,

tiembla el cuerpo, se doblan las rodillas,

quiere arrebatar su vida al viento,

más el mundo desvanece entre mil manos.

Le imploro a la muerte que se espere;

No es la hora del ahora de nuestra muerte amén.

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Y No se expresa el dolor en la palabra. Cu-cu, cu-cu, cu-cu

Dios guarde la llegada del canto de los tecolotes

Cu-cu, cu-cu, cu-cu. Porque muerta la luz del día

Cu-cu, cu-cu, Más vacíos y hambrientos quedaremos

Cu-cu, cu-cu, Vagando solos por el mundo. Cu-cu.

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Diego Vidal Santurión

Uruguay

38 años

Canción de cuna para un niño en Detroit.

Amanece soleado en Detroit

y unos tipos eligen madera.

En el río el fondo sonó,

qué sorpresas traerá la marea.

Alguien cruza la interestatal,

y en el puerto se incendia una carga.

En la cola del paro da igual,

ese golpe del que todos hablan.

En la fábrica nada quedó,

y un payaso se arroja del puente.

Los misiles son solo un gran show,

una apuesta mordaz e insolente.

Cae la noche cerrada en Detroit,

y a una niña la arrullan tranquila,

una madre cubre con su voz

las sirenas de la policía.

Amanece otra vez y el final

vuelve a ser el punto de partida,

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nadie al cabo podrá recordar

dónde dejó sus horas perdidas.

Amanece nublado en Detroit,

y unos tipos encienden la hoguera.

En el río la calma se ahogó,

sólo queda esperar la marea.

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Carlos Pérez Guardado

México

22 años

¡Sorpresa papá!

Escuchó el portón al abrirse, el ruido del motor era inconfundible, con lo cual no

quedaba duda, era él. Tomó la Sig Sauer que reposaba junto a la mesita de noche

desde hace tres días; -llegó la hora- le susurró al oído, acto seguido se metió bajo

las cobijas y esperó… La puerta trasera de la casa se abrió con su rechinido

habitual; -se acerca- pensó y la mano le tembló un poco. Siguió el trayecto de su

enemigo por el sonido de sus pasos, empuñó el arma con ambas manos.

Él entró en la habitación y sin encender la luz avanzó un par de metros, de

repente, el falso dormido disparó a quema ropa y como si tuviera visión nocturna

instalada, colocó la bala justo al centro de la frente, con la Sig Sauer ya

apuntando hacia la nada y con la vista puesta en el cadáver que yacía junto a su

cama, dijo con rabia ¡Sorpresa papá!

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Jhonner Ramírez

Colombia

26 años

Faroles en medio de la nada

Otra vez las mismas luces y el mismo árbol. Era un disparate pensar que estaba

en mi quinta botella de la noche y aún faltaban no más de tres horas para la

consigna. Encendí un cigarrillo cerca de la ventana y suspiré. Al parecer el

ambiente afuera era agradable…o al menos eso hacía pensar la gente. Después

de un año lleno de incertidumbres mi vida cogió otra dirección, una que no

esperaba. Volteé mi cabeza y observé el revólver sobre la mesa. Bajé la mirada y

vi caer las colillas sobre la alfombra, me serví otro trago y seguí mirando hacia

la calle. Otra vez las mismas luces.

La gente caminaba junta y sonreía. La música era inminente y se mezclaba

oportunamente con los sabores de la noche. Miré mi reloj; faltaban dos horas

para la consigna. Encendí mi último cigarrillo y dejé que el humo se pegara

contra el cristal. La noche era cada vez más bella y yo seguía sobrio. La pirotecnia

no se hizo esperar y el cielo se iluminó de colores. Los niños correteaban y las

mujeres soltaban aullidos de euforia. Todos se preparaban para el brindis.

¡Salud! Dije desde arriba.

Salí de la habitación. Otra vez el mismo árbol. Puse mis manos sobre el lavado y

me las pasé por la cara. Hacerlo o no hacerlo ya no era mi decisión. –Madre, se

acerca la medianoche- le decía una niña a su madre. –Tranquila, querida. Papá

está a punto de llegar- era tanto el silencio que yo oía todo. Fui de nuevo a la

habitación y recogí lo que reposaba sobre la mesa, luego bajé las escaleras y abrí

la puerta de par en par. Risas, música y pólvora: todo el microuniverso de ese

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momento colapsó. Me hice invisible ante los ojos ajenos; nadie notaba mi

presencia en medio de la charada. Mi vista era desde otra acera.

Sonó el reloj y todo se llenó de ese extraño olor a desasosiego, a mugre y humedad

que produce esa época del año. Cerré mis ojos no sin antes darme cuenta que mis

zapatos estaban embarrados. – Mamá, mamá, ¿qué ha pasado con mi padre? Ya

debería estar aquí- decía la niña de antes. – Tranquilízate, cariño. Debe venir en

camino- le respondió.

Otra vez las mismas luces y el mismo árbol. Otra vez estaba solo.

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Dante Oliverio Luna

México

37 años

Ciudad

Camina por la ciudad, camina sin parar, miedo al transeúnte, miedo a los

monstruos que deambulan entre tiendas, entre aparadores, miedo a las almas

en pena que se ven pasar a gran velocidad con destino a ningún lugar. Caras

tristes, rostros desfigurados, cuerpos mutilados, cuerpos sin corazón, cabezas sin

cerebros, cerebros sin mentes, mentes sin imaginación.

Interminable laberinto donde el espectáculo nunca termina, deformidades se

hacen presentes, ojos enfermos frente a aparadores se desorbitan mientras sus

manos sudan temblorosas, ansiosas. Cuerpos macabros, torturados desde hace

años por una mente siniestra que les ha desprovisto de alimento, se contonean

jugando con el viento, lastimando autoestimas, provocando envidias a seres

vacíos carentes de amor propio.

Gritos enmudecen los sentidos, las sombras limosnea piedad, lagrimean

violencia, sudan tristeza, respiran malicia, exhalan sueños, suspiran hambre.

Obesos de oro desde lo alto sonríen al ser acariciados por el viento fértil, el sol

los ilumina y embelese sus bolsillos, el cielo azul algodona nubes que amortiguan

sus codiciosas manos, sus gigantescos pies sostenidos por sombras y parásitos

aplastan sin piedad a cualquier mente osada que se ha liberado del cuerpo

putrefacto carcomido por ilusiones de poder y control.

Contrabando de amor en calles rojas, las vaginas se adquieren y los corazones se

desechan, los penes regocijados abren sus billeteras y firman un contrato: amor

barato por un instante a cambio de una enfermedad para la mujer que en casa

espera en la cama junto al amigo, al vecino, al hermano, al empleado o todos a la

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vez. Amor que se va escurriendo entre billeteras alcohólicas, perfume que se

incrusta en las paredes, habitaciones con recuerdos sangrientos, gritos

silenciosos que se pierden en la oscuridad de las masas.

Camina, camina, no te detengas, no lo hagas, observa con cuidado más no te

detengas. Las tentaciones te llaman, te susurran al oído, te envuelven y seducen

cual dulce primavera virgen, con playa desierta y húmeda. Hay refugios que

ofrecen paz, perdón, liberación y alivio a través de la ignorancia y te piden

entregar tu mente sin preguntas, sin respuestas. Te hablan de un lugar donde

te espera un ser quien en la tierra ha matado y torturado en nombre de la justicia

más si lo aceptas y sometes tus sentidos y pasiones disfrutaras de los jugosos

beneficios que un niño inocente te puede dar o una familia incauta arrojara.

Cuidado con los que ofrecen paz pues son los verdugos más cueles.

Así la ciudad, así llena de espectros. Los rostros de los gentiles se opacan, es

difícil distinguirlos, se esconden tras hojas de papel, entre libros de poesía, junto

a arboles de ideologías, en parques juntos a infantes y muchas veces, en el ocaso

de sus vidas, ellos son los infantes. Los veras actuando, intentando y disfrutando

al robar sonrisas, ellos siempre han sido sin ser pues se desprenden de sí mismo

para entregarse en pequeñas porciones a todos, son mil piezas que se esparcen

por doquier sin esperanza ni deseo de reunirse consigo mismo pues la parte de

la que se han desprendido se renueva con un abrazo, un beso, una sonrisa, un

pensamiento.

Y esas mentes libres con sus rostros amables deambulan entre pensamientos

leprosos, entre cuerpos ausentes, entre animales sexuales, entre bestias

obscenas, entre juicios codiciosos más tan libres son que respetan a los que se

arrastran entre banalidades y esperan pacientes se acerquen a ellos por un poco

de comprensión envuelto entre un par de brazos cálidos y unos gramos de

palabras sinceras

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Adriana Lamela

Argentina

58 años

Inventario de tropos

Bostezaron los duendes en la montaña;

me llevan ventaja la luna y las lechuzas estáticas y

los pétalos marchitos que se hunden en la noche

como apagados cometas

Entonces me voy, por esos mundos calle abajo,

urdiendo un inventario de tropos en el aire:

con las manos, con los pies; con esto que soy.

Este exceso de angustia, este ombligo solitario,

esta andamio de huesos abultados,

este morderse la lengua, honrada por el frío.

Mi piel es una huella rocosa

que la lluvia ha filtrado por años. Tu ausencia

un tumor que no fermenta y entonces reverdece.

Quizá te retiene mi tristeza, o te transporta el mar

que me corteja desde el este.

O el silencio en tus ojos, como un hábito maldito:

y esta soledad,

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sus pájaros, sus cumbres, sus espinas.

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Johana Sánchez Hernández

México

Serpenteante

In memoriam A.A.V.

Al haber sido, por capricho del destino, parte de un selecto grupo que tuvo la

fortuna de admirarlo y ser testigo presencial de su última presentación en

México, es imposible no ceder a la tentación de escribir sobre Él, lo que significa,

lo que representa, lo que inspira, porque si bien es cierto, todo nace de la

inspiración. Cómo imaginar que ya no podríamos repetir la historia en la

posteridad. Días después fue el temblor que resonó, de alguna u otra manera, en

una región de nuestro existir. El estruendo se dejó venir tras réplicas de triste

incredulidad. Se había esfumado para siempre. No habría más Sol que diera vida

a la voz que nos encumbrara.

Quince días antes, el destino se tendía en el horizonte. Un choque vehicular no

se hizo esperar ante el tráfico normal de aquellas horas, el cajero por un momento

se paralizó y se robó pequeños trozos de tiempo, que eran lo que menos tenía en

esos momentos. La lluvia felina tampoco dejó de marcar aquel día. El viaje estuvo

tranquilo pero el GPS me propinó un par de vueltas más para terminar de

jorobar la poca paciencia que me quedaba. Entrando ya en la ciudad de mi

destino, aún faltaba por recorrer camino para aparcar de una buena vez las

maletas. Casi cinco horas serpentearon mi existencia.

Finalmente estaba ahí, en el lugar preciso y con distinta gente, apenas me senté,

inició la verdadera o más irreal de mis travesías. Nadie que no haya presenciado

alguna vez la magnitud de ese encanto, podrá entender apenas la experiencia

acontecida. La música intramuscular hizo su efecto instantáneo. Una vez más,

era yo parte de una ensoñación totalmente diferente a las tres experiencias

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anteriores que había estampado en mi mente para mantenerlas ahí, talladas por

siempre. El complejo, abarrotado hasta el quinto piso, se hallaba repleto en sus

360 grados y, desde un cuadro de pantallas, a borbotones, se comenzaron a fugar

los colores.

Fue entonces cuando su voz poseyó cada cuerpo cual paleta de óleo y comenzó a

dibujar con ella paisajes exóticos cuya única consigna pareciera haber sido donar

su alma de amante con tal ímpetu del veterano que, lejos de iniciar la retirada,

prefiere liderar sus últimas batallas.

De pronto, grandes murales tapizaron la acrópolis. Una silueta se levantó de su

butaca y delineó el compás de esos matices que provenían de aquel amante. Nada

ni nadie la apartaba de su lineal mirada. Se hizo el silencio y sólo Él y ella se

encontraban ahí, los demás ya no éramos más parte. Ninguno de los expectantes

se hubo dado cuenta de lo que ocurría. En ese diálogo no cabían más. Ella le hizo

singulares reverencias y él las correspondió con su hipnótica cadencia. No hubo

más que aplaudir.

Quince días después fue el temblor que resonó, de alguna u otra manera, en una

región de nuestro existir. El estruendo se dejó venir tras réplicas de triste

incredulidad. Se había esfumado para siempre. No habría más Sol que diera vida

a la voz que nos encumbrara.

Ella, ahogó su tristeza en sus letras y ritmos, en los recuerdos de sus breves

encuentros. Huérfanos y desamparados, fuimos sueños y cenizas… Y junto con

Él, danzantes eternos de Comala.

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Diego Vásquez

Chile

18 años

Paseos en la micro

Había perdido cosas…

Mochilas y loncheras,

Plata y amistades,

Ropa y amores

Pero nunca había perdido

Las palabras y las ideas.

En el bus reduje el mundo.

A una ventana,

Un cuadrado,

Un vidrio rayado que me separa del entorno.

Me hallé envuelto de baratas mentiras,

Modas y propagandas,

Izquierda, centro y derecha,

Discursos formales y políticos,

Personas conformes y escuchando patrones.

Mentes de formación uniforme

Nos guían e insisten en respetar el actuar policial.

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No es grato ver la cuadrada…

Mis ojos buscan ansiosos

A ver qué se cruza en la esquina,

En la micro o la avenida.

Si algún rostro suscita

Ideas de consuelo,

Ideas de vivir,

Ideas para el futuro.

Que lamentable

Ver la mente callada

Por los vagones y callejones

De esta ploma ciudad.

Que miserable

Es la mirada de la gente

Cuando en Santiago

Son recién las ocho de la mañana.

Había perdido la esperanza.

Pero nunca había perdido

Las palabras y las ideas.

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Juan Argüelles Cisneros

Perú

23 años

Mirando la tumba de Don Roque

Todos posaron sobre la tierra,

sus dos pies firmes

sus entretelas.

Luego una causa

inefable y misteriosa,

hizo que pongan sus testas rojas

sobre estas flores

sobre astromelias.

Al igual que ellos algún día, yo,

hundiré mi cuerpo

habré sido fortuito

como todas las humanas cosas.

Lindos fantasmas

fugaz memoria

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¿a dónde van sus abstractas sombras?

Mansa pregunta

no hay quien responda;

los que poseen el veredicto

están abajo sin pensar si importa.

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Angel Acecam Cloneoser

México

34 años

Apresúrate

Ladrona del alba,

regresa mis caricias

tatuadas en tus pliegues.

Homicida del amor,

déjame inhumarlo

junto a la soledad.

Sierpe dama que daña

mi historia entretejida

en el ocaso perpetuo,

atiende mis letras

antes que el incendio

te consuma y mueras ahogada,

antes que Aries

se convierta

en Leo,

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antes que los mirasoles

despierten

en verano,

antes que mi locura

secuestre

tu cordura,

antes

de las lágrimas de agosto

que inundaran tus aposentos.

Hazlo antes que se extinga el infinito.

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Daniel Frini

Argentina

56 años

Der rattenfänger

En junio de mil doscientos ochenta y cuatro, Hameln estaba infestada de ratas.

Los buenos hombres de la ciudad no encontraban forma de librarse de ellas, aún

después de haber recurrido a los más afamados alquimistas de la comarca. Cierto

día, se hizo presente un músico extraordinario pero misterioso, que decía venir

de la vecina Hadessen. Prometió librarlos de la plaga a cambio de un fabuloso

estipendio. Desesperados, los habitantes aceptaron. El Virtuoso estaba

acompañado por un séquito de diez sirvientes y pajes, que montaron su enorme

órgano tubular y lo dispusieron en la Plaza Mayor, cinco chantrés, cuarenta

integrantes del coro; y, claro está, seis diáconos y un deán.

El Músico se sentó al frente del instrumento y durante dos días, de continuo,

entonaron motettos, discantos, conductos, gymels, faux-bordones, duplos y

triplos, rondellós, hoquetos, responsorios, canons, ave verum corpus, imitaciones

y fugas, tropos y secuencias. Costó mucho, pero al final de la segunda jornada, la

plaga había dejado Hameln rumbo al río Wesser.

El Cazador de ratas exigió el pago, pero los habitantes de Hameln no pudieron

reunir la fortuna acordada. Con parsimonia, el músico ordenó a su cohorte que

se alistasen nuevamente. Otra vez se sentó frente a su órgano, suspiró y descargó

sus manos sobre las teclas. El tritono prohibido «Mi contra Fa», el diabulus in

música, atronó el aire. Chantrés, coro, diáconos y dean se trasvistieron en

trouvés y juglares cazurros, ministriles, goliardos, minneängers, saltimbanquis,

equilibristas, meretrices y bailarinas. De sus viejas carretas sacaron sus

instrumentos: rabés, fídulas, cornamusas, zanfoñas, arpas, cémbalos, laúdes,

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cornetas, chirimías, sacabuches, añafiles, trombettas, flautas de pico, alboques,

traveseras, bombardas, dulzaínas, caramillos, cromornos, bajones, darbukas,

tamboretes, panderos, carrillones, olifantes, buccinas, crótalos, vihuelas, orlos,

cornettos y pífanos; la mayoría de ellos, instrumentos censurados por la Santa

Madre Iglesia.

Durante otros cinco días entonaron baladas madrigales, virelays, frottolas —

villanellas, villottas, strambottos y barzellettas— y caccias, cançós, sirventés,

laudas, cántigas y canciones del alba, lays, canciones de mal casada y canciones

del trabajo, pastorellas, estampiés, tençós y hasta jarchas y moaxacas. Bailaron

basse danse, salterello, danse macabre, branle y tresque, carolas, y tantas otras

danzas prohibidas desde las olvidadas bacanales del pasado. Bebieron vino,

cerveza, hipocrás, claré, hidromiel, sidra y perada expropiados de las casas de la

ciudad. Se emborracharon hasta caer y escandalizaron a todos con sus gritos, sus

obscenidades y exhibiciones orgiásticas.

Al fin de la séptima jornada, cansados de tanto vicio y vulgaridad, alarmados por

tanta ostentación demoníaca, los buenos vecinos de Hameln se sentron a

negociar con los varegos del rey noruego Magnus el sexto; y les vendieron, como

esclavos, ciento treinta de sus niños.

Cuando le hubieron pagado, el Músico ordenó a los suyos que desmontásen el

gran órgano, guardásen los instrumentos y se preparasen para partir.

Dejaron la ciudad de Hameln el veintiséis de junio, día de los santos Juan y

Pablo.

Acamparon en Emmerthal, después de un día de marcha. Dos de los sirvientes

del Músico se adelantaron, con una gran carreta, hasta Ottenstein y se

detuvieron a unas trescientas yardas de distancia da las puertas de la ciudad.

Allí liberaron el cargamento de ratas.

En julio de mil doscientos ochenta y cuatro, Ottenstein estaba infestada y los

buenos hombres de la ciudad no encontraban forma de librarse de los roedores.

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Cierto día se hizo presente un músico extraordinario, pero misterioso, que decía

venir de la vecina Hameln. Prometió librarlos de la plaga a cambio de un fabuloso

estipendio.

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Fernando del Jesús Martinez

México

28 años

Después de un viaje

Deseo dormir y tener pesadillas para pertenecerme unas horas

recuperar en el abandono del vacío, la fulminante sensación de paz y no tener

miedo.

Estoy envuelto en el embrujo: “Sueña despierto”.

Y sueño despierto descompuesto en la cama,

volteo afuera: luz ámbar y siento odio a esas cosas que no odiaba de niño

a los objetos y sensaciones que descubrí

a esa bestia de mil ojos radiantes.

Prefiero los monstruos de antaño que pegado a un crucifijo hacían tregua

retirándose a la sombra, adormeciéndome al instante con su ausente presencia

ese miedo ficticio e invulnerable del sueño y la paz.

Pero ahora siento esta sensación insoportable de no pertenecerme

de no controlar mis ojos, de soñar concretamente el techo y todas las cosas.

Tengo miedo.

La maldita sensación de dormir en el ombligo o en la mano de la bestia.

Saber que cubre el mundo, voy y vengo, está creciendo.

Y la oigo ronronear afuera traía a la realidad como promesa.

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Antonio Albalá

España

Reencuentro

El tiempo iba muy rápido, pasaban las semanas de una manera fugaz, sin

detenerse en el momento. Los recuerdos se agolpaban en la cabeza de Claire,

parecían de hace pocos días y sin embargo había transcurrido ya un mes. Esa

pérdida de noción y esa aceleración de la realidad hizo que ella tomara la vida

por los cuernos cuando le sobrevino la enfermedad, ahora pretendía hacerse con

el tiempo y dejar atrás esa sedación transitoria, de su vida, que la había llevado

a un gran estado de perturbación.

El “shock” pasó, ahora llegaba el momento de la verdad, ahora el paso tenía que

darlo en firme para intentar revertir la situación, no dejar nada al azar. No valía

aquello de encomendarse para ver si la fortuna tocaba su destino, como unos

dados que saltan al tapete como emisarios de la suerte, no, eso había llegado a

su fin, ahora Claire dirigiría su frágil vida.

El hospital era vetusto y frío, la habitación estaba compuesta de una cama

articulada, junto a ella una mesa auxiliar color sapelli y un sofá biplaza, tapizado

de un color verde botella que hacía dormirse los sentidos ante tal panorama. El

blanco decadente de las paredes confería un estado deprimente a la estancia, un

televisor adornaba la pared.

Claire no desfallecería en la intención de cambiar su vida, cerraba los ojos

recordando la luz y la alegría de la casa de verano de sus padres, donde pasó

muchos años disfrutando del estío, junto al mar, en compañía de su buena amiga

Eva.

–¿Qué habrá sido de Eva? – se preguntaba. Había pasado casi una década desde

la última vez que la vio, justo antes de marcharse a la universidad para estudiar

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la carrera de medicina. Eva fue su amiga de la niñez, pasaron muchos veranos

juntas, en esa casa de vacaciones, luminosa, junto al mar.

Desde que Eva marchó a la universidad, excepto las primeras fiestas navideñas

que se felicitaron con un frío mensaje telefónico, no había vuelto a saber nada de

ella. Cosas del destino, inseparables de niñas y desconocidas ahora por la

ausencia, recordar esa casa y a Eva reconfortó gratamente a Claire.

Pasaron un par de días hasta que los médicos decidieron la fecha de la operación,

era miércoles y la intervención estaba programada para el viernes a primera

hora. El cirujano pasaría, el día anterior, por la habitación de Claire para

explicarle los pormenores de la misma. Estaba tranquila, sin saber por qué tenía

la esperanza de que todo saliese bien, recuperarse y reiniciar de nuevo la vida,

tenía esperanza de seguir viviendo y hacer de esta situación un mero paréntesis.

Morfeo le acunó entre sus brazos, dormía profundamente cuando sintió el calor

de una mano sobre la frente y oyó una voz de mujer que transmitía una gran

calidez –despierta Claire, despierta–, fue abrir los ojos y estos se quedaron

mirando fijamente a la mujer con bata blanca que la había despertado. Una

pequeña mueca de Claire, una media sonrisa, se reflejó en el rostro de la mujer

que le había despertado, con un gesto de sorpresa y de estupefacción.

–Claire, ¡eres tú! – dijo con la voz entrecortada, –¿Eva? – le respondió con voz

temblorosa. Tras mirarse unos segundos fijamente, en silencio, momento que

eternizó al resto de personal sanitario allí presente, ambas se fundieron en un

fuerte abrazo.

El destino había vuelto a unir a Claire y a Eva, paradojas de la vida, una década

sin saber una de otra y ahora que se habían encontrado era para citarse en un

quirófano al día siguiente, el quirófano sería muy luminoso, pero no estaba frente

al mar, donde las dos amigas pasaron años inolvidables de sus vidas. Ahora se

encontraban en esta situación, una intentaría sanar a la otra, solo les había

separado una década desde que se vieron por última vez y quizás este momento

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era originado por la enfermedad de Claire y la suerte hizo que Eva apareciese de

nuevo en su vida para despedirse o quizás para intentar que Claire tuviese ese

punto de inflexión que le diera una segunda oportunidad.

Una segunda oportunidad, un reencuentro, una amistad y un lugar luminoso

para citarse, sin el mar.

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Gabriela Martínez

México

32 años

Quédate ahí

Quédate ahí, no te muevas, vive ocultó en el trasfondo de mis pensamientos, mi

corazón.

Quédate ahí, en silencio, como siempre has temido.

Quédate ahí, sin dañar a nadie, sin que la luz haga brillar tus ojos y asomé tu

sonrisa.

Quédate ahí, inquieto, viviendo tu absurda anécdota.

Quédate ahí, entre el polvo y la nada, ahogado en tus pensamientos y cobijado

por la soledad.

Quédate ahí, agonizando, bebiendo tus lágrimas y tragando tu miseria entre el

triunfo de tus días pasados y el placer de tus logros egoístas.

Quédate ahí, en la placentera soledad...

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Constanza Callucura

Necesito ayuda, urgente.

Comenzaré esta historia diciendo que ni siquiera yo sé lo que ocurre, tengo una

idea, pero no podría asegurar nada. Que probablemente sea la única persona, en

todo el mundo, que aún hable este idioma. Que tengo miedo, y que ni siquiera sé

si alguien podrá volver a entenderme.

Todo comenzó un 31 de Agosto, de este año.

Recuerdo que estaba en mi casa, viendo a través del televisor, pensando en algo

que no puedo recordar, pero era muy importante; cuando un reportaje de última

hora salió al aire. La guerra entre Estados Unidos y Corea del Norte se había

desatado. En los siguientes meses, lo único que se podía ver en los programas

nacionales, era eso, muerte por montones. Gente de Estados Unidos comenzó a

emigrar hacía cualquier parte del mundo que pareciera segura, lo mismo con las

personas Coreanas.

A medida que el tiempo pasaba, ya ni siquiera quería encender la televisión,

odiaba ver tanta destrucción, tanto sufrimiento y tanto odio.

Era obvio que esto repercutiría en mi país, pero no creí que fuera tan rápido.

Hicieron un llamado a la seguridad propia, debido a que mucha gente extranjera,

sin hogar ni dinero, estaba uniéndose para robar masivamente. Ya no había

necesidad de prender mi televisor, podía mirar por la ventana y observar como

mataban a alguien inocente a sangre fría por un poco de dinero.

Me convencí de que todo estaría bien, de que todo se acabaría rápido. Imposible,

esa es la respuesta exacta.

Después de tres meses iniciada la guerra, comencé a juntar todo el dinero

existente en casa y saqué todos mis ahorros del banco. Haría una compra de

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supervivencia como la que nunca había hecho antes, pero me encontré con una

sorpresa no muy grata. Al llegar al supermercado, no había más que sal, cereal

e implementos de repostería. Fue decepcionante, pero no me arrepiento de

haberlo intentado, porque al menos compré el cereal.

Intentaba ser lo más positivo que se me permitía, aunque era casi imposible.

Los días seguían pasando, y por todos ellos, se hacía un estimado de la baja de

población. Justamente estaba terminando esa noticia cuando de pronto, y como

si nada, revelaron información de que muchos países pequeños, estaban

desapareciendo. No era sorpresivo ya que todos sabíamos que ocurriría, pero al

menos tener un poco de consideración por esos países no estaba de más.

El 21 de Enero de 2018 salí de mi casa, lo recuerdo porque era mi cumpleaños.

Nunca olvidaré lo que pasó, comienzo a creer que fue obra de mi imaginación. La

cosas, dentro de todo, estaban tranquilas. Caminé por mucho tiempo buscando

un lugar en donde vendieran algún tipo de alimento, pero no encontraba

absolutamente nada abierto. Así que decidí preguntarle a un transeúnte que

llevaba una bolsa en las manos, donde lo había conseguido.

Era un hombre mucho mayor que yo, y cuando me acerqué para hablarle, se

asustó un poco, tal vez pensó que le iba a robar, así que me puse en su lugar y

solo dejé que se fuera.

Me ocurrió repetidas veces, y comencé a creer que el problema era yo. Luego de

pensar eso por un tiempo, me enteré de que se estaba oscureciendo y yo seguía

sin algo en mis manos, así que me decidí a ser un poco más directo y no tan

cordial.

Me dirigí a una mujer que caminaba despreocupadamente, como si nada

estuviera mal en el mundo. A la hora de hablarle pareció muy extrañada, y me

respondió en un idioma que no entendí. Nunca sabré lo que quiso decir, espero

que no me haya insultado.

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Los días siguientes, también salí de casa intentando encontrar algo de comer,

porque no solo se estaba acabando la comida en mi alacena, también lo estaba

haciendo en todas partes. Pero lo único que conseguía era quemar calorías

recorriendo mis alrededores y que la gente me hablara en idiomas que ni siquiera

podía reconocer.

Nunca fui aplicado en inglés, pero sabía qué era al escucharlo. De todas las veces

que me encontré con alguien, ninguna hablaba esa lengua.

Me sentía frustrado y deprimido, pero no quería rendirme.

Como mi dinero se acababa, decidí dejar de pagar por teléfono y cable. Me

enteraría de todo por internet. Fue una de las pocas decisiones que había tomado

en el último tiempo, y lo odiaba.

Meses después, no podía encontrar ni un solo artículo en español.

Estaba incomunicado, de todo. Intenté buscar a gente que lo hablara, pero no

obtuve resultados. Intenté encontrar a gente que conocí antes de que todo esto

ocurriera, pero me fue imposible.

Todo estaba mal. Ya no sabía qué hacer.

Intenté entender muchos de los idiomas que había en línea, pero no me sentía

cómodo. Llegué a la conclusión de que, si ya nadie sabía hablar español,

exceptuándome, no podía hacerle nada.

No sé cómo sentirme después de esto. No sé si soy la última persona, con

exactitud, que sabe de esta lengua. No sé si esto será leído por completo. No sé

qué haré cuando termine de escribir.

Pero aquí me tienen, en un blog de internet, contando algo que puede que a nadie

le interese, o peor aún, que nadie entienda.

Si alguien me entiende, necesito ayuda, urgente.

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Rodrigo Hernández Cid

Fémina Fatal

A veces me siento tan cansado

por palabras que he escuchado

a través de tus pálidos labios,

causas de una extraña combinación

entre la fascinación y la melancolía.

Pensando en ti:

Mi Fémina Fatal

en tus gestos y reacciones.

A veces me siento tan acabado

con mis ojos llorosos, manos heladas

y garganta reseca,

miren

tan escuálido y demacrado

siguiendo con mi mirada tus largas caminatas.

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Mi Fémina Fatal

el negro te queda ideal.

¿Debería llorar?

¿cobijarme en tus lunares?

dejarte andar.

Seguir siendo líneas perpendiculares.

A veces me siento muy feliz

a veces me siento tan triste

creyendo conocer a mi musa lunar.

Sin ser dueña de mis sueños

ahí estas

mi Fémina Fatal.

La más extraña inspiración

de todas mis poesías imaginarias.

La única razón

mi única razón.

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Misteriosa musa

mujer de ojos tristes y aterciopelados

sigue andando

después de romper un corazón en dos.

Pequeña voz callejera

tu vida y la mía

son solo fotografías.