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8/16/2019 Ideas y Practicas Católicas en La Modernidad
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C A P Í T U L O I I
I D E A S Y PR Á C T I C A S C A T Ó L I C A S E N L A M O D E R N I D A D
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La rom anización de la Iglesia en el siglo XIX,
proyecto globalizador del tradicionalismo católico
WILLIAM ELVIS PLATA QUEZADA
LA HISTORIOGRAFÍA, TANTO
LA
TRADICIONAL COMO la llam ad a " nu ev a his to
ria", ha anal izado la si tuación del catolicismo d ecim on ónic o preferen teme nte
desde la ópt ica pol í tica - relac ion es Igles ia y E s ta do - o asum ien do com o ax io
m a que este s is tema religioso se co m po rtó d e m an era u nifo rm e frente a los cam
bios polí t icos y religiosos sucedidos en estos años. Ha confundido además el
sistema religioso con la institución religiosa
1
y la p r e s en ta com o u n en t e ho m o
géneo en su inter ior , que asumía una única pos tura f rente a los cambios pre
sentados .
Instituto Colom biano para el Estudio de las Religiones, Universidad
Santo Tomás.
1
La
institución religiosa
es
un conjunto estructurado de actores dentro de
un orden real y que desem peñan un papel religioso específico, con una base
material y organizativa que permite el funcionam iento del sistema religioso.
Depende de los objetivos: por ejemplo, si es salvación colectiva (mayor estruc
turación) o individual (menor estructuración).
La
institución religiosa
se
ela
bora
de
acuerdo con
el
medio o circunstancia histórica en que
nace la
religión.
Por ejemplo, el Cristianismo adoptó una organización religiosa a manera de
Iglesia y basándose en las estructuras políticas y religiosas tanto del Im perio
Rom ano (las diócesis, por ejemplo) com o del judaismo (sacerdotes, fiestas de
Pascua, Pentecostés,
etc.).
Tiene como funciones la reproducción de represen-
[107]
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E N C O L O M B I A
La reciente sociología e historia d e la religión ens eña n al cristian ism o co m o
un sistema rel igioso en perm an en te inte racción y relación dialéct ica con los sis
tema s socia les , económ icos, cul tura les y pol í ticos
2
. Por ello, al es tud iar el cris
t ian ism o es imp osible sustraer lo de sus interrelaciones co n los dem ás e lem entos
de la cu ltura .
D eb ido a su expa nsió n y difusión, a las diferencias cultura les, política y eco
nóm icas, en e l ca to l ic ismo se ha p lan teado e l prob lem a d e la ident idad re lig io
sa de los creyentes, y de lo que esta rel igión debe ser para asegu rar sus funciones
dentro de las dist intas sociedades en que está inmersa. Esto se ha expresado en
corr ientes pol í t icas y re lig iosas , que ha n ten ido u na his tor ia par t icular debido
a sus diferentes posibi l idades de desarrol lo en cada país. Las corr ientes, según
Ana María Bidegain, son:
Diferentes man eras de interpre tar el mensaje fundador en circunstancias histó
ricas concretas. Interpretacion es a su vez, condicion adas por las relaciones cu l
turales, económ icas, políticas, sociales, étnicas y de género, de los actores y actrices
religiosos que prod ucen estas interpretaciones, las que a su turno , producen dis
cursos y prácticas religiosas de incidencia directa en la sociedad. Las corrientes
religiosas van conformand o y transformand o perm anentem ente
el
conjun to del
o los sistemas religiosos de un a sociedad
a
lo largo de su historia
3
.
Las cor r ientes , entonces, inf luyen en todos los componentes del s i s tema
religioso católico de u na u ot ra m an er a, y a su vez, en las relaciones q ue éste tenga
con los dem ás sistema s de la socieda d y la cu ltura . Pero las corr ie ntes n o de be n
ente nde rse com o organizaciones en sí ; son l íneas de pen sam iento que van m a-
taciones religiosas (por ejemplo, la enseñanza del
Catecismo),
la producción de
sentidos religiosos nuevos (cambios
de
significantes
y
significados sobre
la
divinidad,
los
dogmas,
etc.);
formalización de
las
expresiones religiosas (ritos,
novenas, liturgias,
etc.);
definición
de las
norm as de ética religiosa (qué
es
pe
cado, comportamien tos, etc.); reproducción de la organización religiosa y
vinculación del sistema religioso o de
sí misma,
con otros elementos
de la
so
ciedad y
la política.
Francois Houtart.
1992.
Sociología
de la
religión. Managua:
Ediciones Nicarao.
2
Invitamos,
para el caso latinoamericano a consultar al respecto toda la
producción de Cehila (Comisión para el Estudio de la H istoria de la Iglesia en
América Latina
y el
Caribe) desde su fundación en
1973.
3
Ana María
Bidegain.
1997. El estudio de las corrientes religiosas en la con
formación del catolicismo latinoamericano. Santafé de Bogotá. Ponencia presen
tada
al X
Congreso N acional
de
Historia.
Medellín.
Agosto
de 1997, p. 2.
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nifestándose de m anera más o meno s clara en el sistema religioso, depen dien
do de circunstancias his tóricas. Por
eso,
al estudiar u n proceso com o el que nos
atañe en esta ponencia, debem os tener en cuenta que se trata de la expresión de
una corriente predominante durante el catolicismo decimonónico, más no la
única.
Durante el siglo XIX, la afirmación de los Estados Nac ionales y la em an
cipación política de América Latina, un ida a la necesidad de establecer el des
monte del Estado colonial, enfrentaron
a
los actores religiosos con poder dentro
de la Iglesia con el Estado naciente y sus gobe rnan tes. Esto propic ió el des arro
llo en Colom bia de un os tipos de corrien tes político-religiosas, que se expresa
ron sobre la identidad de la Iglesia y su función política y
social.
Como producto
de investigaciones ante riores
4
hem os encon trado la presencia de por lo meno s
cuatro corrientes en el catolicismo del siglo XIX: El catolicismo liberal
5
, el ca
tolicismo social y utópico
6
y el catolicismo tradic ionalista . Esta última, de pre
sencia mayoritaria, fue la que defendió
el
proyecto de rom anización de la Iglesia.
Estas corrientes estuvieron en comunicac ión, directa o indirecta, con otra s
similares que se suscitaban en el catolicismo eu ropeo.
Así,
po r ejemplo, el cato
licismo tradicionalista, fortalecido en Colombia a raíz del ataque del liberalis
mo contra el clero como p arte de su proyecto reformista, tamb ién respo ndió a
unos dictados y a una lógica propiciada en Europa po r el pontificado, el cual
4
En los últimos años h e investigado sobre la presencia de estas c orrientes
en el catolicismo en nue stro p aís. Los resultados de esta investigación pue den
verse en lo s trabajo s de g rad o Corrientes político-religiosas en el catolicismo
colombiano. 1820-1860. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia.
1997
y El
catolicismo y sus corrientes en C olomb ia decim onónica. 1850-1880. Bog otá: Uni
versidad Nacional de Colombia. 2001.
5
El catolicismo liberal veía en el liberalismo una ideología m uy acorde con
el cristianism o; considerab a que el clero debía restringirse a lo privado y abste
nerse de par ticipar en política (léase eleccionaria), apoyaba la separación Igle
sia/Esta do, o la sujeción de la Iglesia al Estado y, finalmente, c riticaba la
rom anizac ión d e la Iglesia. Fue expuesto por algun os m iem bro s de sociedades
de artes ano s y person ajes de las élites políticas y eclesiásticas del país, especial
m en te e n los añ os d e 1820 a 1870.
El catolicismo social y el utopismo católico son expresiones de sujetos
desco ntentos con la situación s ocio-econ óm ica del país. M ientras qu e el pri
me ro se mo strab a pa rtida rio de soluciones asistencialistas, realizando un tra
bajo concreto al respecto, el segun do, expuesto po r alguno s ro má nticos , se
refería a la necesid ad de establecer un a socied ad igualitaria.
[109 J
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lanzaba un contraataque al m und o m oderno y las ideas mod ernas e iniciaba un
proceso de rom anizac ión de la Iglesia católica universal.
El catolicismo tradicionalista en el siglo XIX
El
catolicismo tradicionalista fue, durante
el
siglo XIX, la corrien te con ra í
ces más sólidas y mejores armas. Sus orígenes se remontan a la Edad M edia, y
su consolidación filosófica, política y teológica data de los años posteriores al
Concilio de Trento, argum entada en la doctrina tomista y favorecida p or una
política del Papado que , ante el avance de la Reforma prote stan te, la consolida
ción de los Estados nacionales y la pérdida de su pode r tem poral, fomentó un
determinado tipo de representaciones
7
, expresiones
8
, ética
9
,
y
organización re
ligiosa
10
apoyándose, para esta labor, principa lme nte en comunidades religio
sas com o la Comp añía de Jesús y la Ord en de Predicadores
11
.
En el siglo XIX, las doc trinas tradicionalistas comenzaron con una defen
sa sistemática del ultramontanismo y terminaron con una oposición radical e
intransigente al m un do m ode rno . Fueron ampliam ente difundidas en tre laicos
y clérigos, y muy respaldadas por la jerarqu ía eclesiástica, al pu nto que han sido
expuestas e interpretadas com o el pensamiento de la Iglesia, afectando casi to
dos los estudios históricos, sociológicos
y
teológicos que sobre ella
se
han reali
zado en nuestro país.
7
D espué s de Trento , pa ra co ntestar a la Reform a, se realzó la figura de
lesús Sac rame ntado, de la Virgen M aría y de los Santos como intercesores an te
Dios Padre, elemen tos que eran cues tionado s po r los protestantes.
La piedad b arro ca y el énfasis en los sacram entos , correspo ndía n al inte
rés de pro piciar un as práctica s religiosas dirigidas ha cia lo sensible, los senti
m ien tos , el cora zón , y con énfasis en estos aspec tos m ás qu e en lo inteligible y
racional.
9
Centrada básicamente en una concepción de cristiano ideal como aquel
que ayuda con limosnas a los pob res, cump le con las ceremo nias y requisitos
exteriores de la Iglesia y se cuida de no hacer escándalos p úblicos. Acepta ade
más la jerarquización e inm ovilidad social, prop ias de la sociedad tradicion al.
10
La Reforma Católica del siglo XVI propició u na mejor forma ción del
clero y una rigidez y centralización en la adm inistración y el funcio nam iento
de la Ins titució n eclesiástica.
11
Para ver los orígenes trid entin os de esta corriente y su evolución en Eu
ropa y América du ran te los siglos XVI al XVIII,
ver:
Roger Aubert.
1974.
Pío IX y
su época. M adrid : Edicep; Ana María B idegain de Urán . 1985. Así actuaro n los
cristianos en la historia de Am érica La tina. Bogo tá: Universidad Javeriana;
William Elvis Plata Q uezada .
1997, op.
cit.
n o
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No podemos caer en el error de considerar al catolicismo tradicionalista
como una corriente homogénea, que marchara al unísono, si bien en algunos
lugares y circunstancias pareciera serlo. En ella, a lo largo del siglo, se desarro
llaron y derivaron otras corrientes que acentuaron distintos aspectos, bien lo
político, lo religioso o lo social. Las más conocidas, para el siglo XIX, son el ul
tramontanismo, que puso su acento en la sujeción de la Iglesia a la autoridad
del Papa; el catolicismo social, que buscó una solución interm edia entre el libe
ralismo y
el
socialismo para afrontar la creciente "cuestión social", y
el
catolicis
mo intransigente, que se opuso con ardor a cualquier diálogo entre la Iglesia y
el mu ndo m oderno . De cada una hablaremos en su mom ento.
Todos los movim ientos, agrupaciones, o pensamientos que se alineaban
en torno al catolicismo tradicionalista tenían las siguientes características co
munes:
Defensa de la posició n h egem ónica (en lo político, social y cultural) de la
Iglesia católica en las sociedades. Algunos actores defendieron los privile
gios económicos
y
políticos del clero.
La lucha por el recon ocim iento del Estado (ojalá median te alianza) al pa
pel del catolicismo en la construcc ión de la Nac ión.
Defensa de la participación política del clero en los asuntos que tocaban
al orden religioso.
Crítica al liberalismo, al socialismo y demás ideologías modernas, consi
deradas funestas para el catolicismo.
Apoyo decidido
al
proyecto de romanización y j erarquización de
la
Iglesia.
En lo referente a las concepciones y prácticas religiosas, una valoración y
defensa de la piedad emocional heredada del barroco, de la práctica sacra
menta l y, en general, de los símbolos y la liturgia en las relaciones con la
Divinidad.
El catolicismo tradiciona lista en el siglo XIX hund ió sus raíces en el ultra-
montañismo, doctrina que pregonaba la necesaria intervenc ión directa del Papa
en la vida de todas las iglesias locales, contando con decididos defensores en per
sonas como Luis de Bonald, Joseph de M aistre, Chateaubriand, Lamennais (en
su prim era época) y los papas G regorio XVI y, más adelante, Pío IX y el apoyo
de varias universidades católicas de Europa, entre
ellas,
la
de
Viena.
Fue en la segunda m itad del siglo XIX, dura nte el pap ado de Pío IX, cuan
do las tesis ultramontanas tuvieron su mayor alcance, difusión y apoyo, preci
samente gracias al triunfo del catolicismo tradicionalista y al proceso de
[m]
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E N C O L O M B I A
centralización
y
romanización de la
Iglesia.
En este proceso fue importan te, ade
más del pontífice m encionado , la Com pañía de
Jesús,
restaurada desde 1814 para
convertirse en aliada incondicional de este proyecto. También fue importante
el "despe rtar" intelectual pro duc ido en esos años, gracias al resurgimiento de
antiguas "ciencias" como la apologética
12
que se consolidó com o respuesta a las
continu as objeciones realizadas por
los
filósofos y pensadores racionalistas
y
alia
da a ella, de la historia eclesiástica. Finalm ente, a fines del siglo XIX fue impor
tante el renacim iento del Tomismo, la teología del orden social
13
.
La radicalización del discurso del catolicismo tradicionalista fue en la se
gunda m itad del
siglo,
el llamado integrismo
14
, o catolicismo intran sigente , co
rriente que fue mayoritaria en el clero luego de la proclama del Syllabus y la
Encíclica Q uan ta Qura por Pío IX (1864) y la victoria de regímenes liberales en
Europa luego de la Revolución de
1848.
Según M anuel Ceballos, el lema de la
intransigencia católica era "No hay libertad pa ra
el
error",
es
decir, exponía
la
idea
de incompatibilidad entre el mundo moderno y el cristianismo
15
. El catolicis
mo intransigente expresaba, ya no sólo una defensa de los princ ipios cristianos
tradicionales, del dogma, del clero y de la institución eclesiástica -como en la
primera pa rte del siglo XIX- sino que pasaba a la ofensiva, favorecido p or el con
texto ya descrito. Su característica principal fue, entonces, el dualismo, que ne
gaba la posibilidad de virtudes en el con trario . Detrás de esta intransigen cia se
encontraba, sin duda , una gran carga revanchista contra los ataques propicia
dos por las doctrinas liberales, socialistas
y
raciona listas, en especial
los
regíme
nes liberales desde finales del siglo XVIII. Una síntesis de sus planteamientos
puede encontra rse en la siguiente cita, tom ada de la revista Civiltá C attólica, y
reprod ucida p or Juan María Laboa:
12
La apologética es tan an tigua com o el pro pio cristianismo. Sin embarg o,
a pa rtir del siglo XVI, luego de la Reforma protes tante y las guerras de religión,
cobró una im porta ncia creciente, que se convirtió en fundam ental luego de las
revoluciones burguesas.
13
Roger Au bert, 1974, op. cit , p . 215-217.
14
Juan M aría Laboa. 1985. El integrismo. Un tala nte lim itado y excluyente.
M adrid: Narcea; Fortunato Mall imaci. 1988. El catolicismo in tegral en Arge ntina
(1930-1946). Bue nos
Aires:
Biblos.
15
Manuel C eballos. 1991. El catolicismo social: un tercero en d iscordia.
Re rum No varu m, la "cuestión social "y la movilización de los católicos mexicanos.
(1891-1911). M éxico : El Cole gio de M éxico , p. 23.
1 1 2
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E N LA M O D E R N I D A D
[...] Quien acepta
(los
principios católicos) en su plenitud
y
rigor,
es
católico; el
que sin duda,
se
adapta
a los
tiempos, transige. Podrá darse
a sí mismo si
quiere
el nombre que
quiera,
pero ante Dios y la Iglesia es un rebelde y un traidor
16
.
No todos los tradicionalistas fueron intransigentes d uran te la segunda m i
tad del siglo XIX, pero es cierto que dicha corrien te tuvo m ucha atención en
los oídos del Papa, especialmente durante Pío IX, y fue propaga da incluso p or
los m ismos círculos rom ano s.
El
catolicismo tradicionalista
en
Colombia
El
catolicismo tradiciona lista en lo que hoy
es
Co lombia, está presente des
de la época de la Conq uista y Evangelización, asum iendo los postulados em a
nados por el Concilio de Trento en cuanto a representaciones, organización,
expresiones y ética religiosa. Se amparó generalm ente en la autor idad Real y
Episcopal,
y a
su
vez
sus postulados respaldaron
el
régimen de Cristiandad, crea
do a partir de la alianza Iglesia-Estado para garantizar la labor colon izadora de
España
17
. Pero cuando la Colonia entró en crisis definitiva con el mov im iento
de Independencia y la Instituc ión eclesiástica se desquebrajó mo men táneam en
te ,
el catolicismo tradicionalista sufrió un period o de debilitamiento, resaltado
por
la
presencia
de
nuevas doc trinas provenientes
de la
Ilustración,
el
relajamien
to del clero, la ausencia de obispos y la im plantación del Patronato Republica
no, entre otros
18
.
Sin em bargo, el catolicismo tradicionalista recibió u n nuevo impulso lue
go del establecimiento de relaciones formales entre la Nueva Grana da y R oma,
que trajo consigo el arribo del primer internuncio, Monseñor Baluffi; el regre-
1
luán María Laboa.
1985,
op. ci t, p . 15.
17
Según losé David Co rtés, el Régim en de C ristiand ad "justificaba el ord en
social caracterizado po r el statuo quo,
las
jerarquías, la dificultad en la movili
zación social, la hege m onía de las clases dom inan tes sobre una naci ón, el con
trol social po r parte de los m iem bros de la Instituc ión eclesiástica em plea ndo
apara tos estatales como la escuela pública,
etc.
En térm ino s específicos, el régi
m en d e cristiandad am para ba u na teodicea justificativa del goce del poder, así
com o la justificación del orden establecido, la sumisión y la subo rdinación".
José David Co rtés. 1998. Curas y políticos. Me nta lida d religiosa e intransigencia
en la diócesis de Tunja. Santafé de B ogotá: Min iste rio de Cu ltur a, p . 109.
1
Para examin ar este proceso, ver el escrito que constituye la prim era pa rte
de nu est ra obra : W illiam Plata. 1997, op. cit.
[113 J
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so de los jesuitas en 1844 y de un buen núm ero de clérigos europeos, educados
en las ideas rom anistas y ultram ontan as; y finalmente, la reorganización epis
copal de nuestro país, con un mejor control del clero, la utilización de nuevos
instru m entos para reprodu cción del sistema religioso (por ejemplo la prensa),
la celebración de sínodos y reuniones episcopales, etc. Con la creación de los
par tido s políticos, las reformas liberales y las sucesivas guerras civiles -e n cuyo
cen tro estuvo m uchas veces el elemento religioso, afectando los intereses de la
institución eclesiástica- en la corriente tradicionalista fue surgiendo una posi
ción poco dispuesta a conciliar con sus detractores, que am parada en docu me n
tos pontificios, convirtió su accionar en una cruzada, preocupada por depu rar
elementos considerados nocivos dentro de la institución eclesiástica y negar el
calificativo de católicos a quienes no comulgaran con sus postulados. Éste fue
el catolicismo intransigente, corriente de la cual nos referimos para Europa y
que en nuestro país tuvo influencia especialmente du rante el último cuarto del
siglo XIX y el prim ero del XX, época en la cual se revistió de u n pod er y a rdor
poco vistos en otros países del mu nd o.
La rom anización: un proyecto integral
El proceso romanizador puede considerarse como un proyecto "comple
to" o "integ ral" del catolicismo tradicionalista; es decir, afectaba todo s los com
ponente s del sistema religioso católico.
A
Pío
IX se le
conoce más po r sus célebres
docum entos antim odernos, pero tal vez su prin cipal legado fue el dejar la Igle
sia adm inistrativ am ente unificada. Las distintas iglesias locales fueron reorga
nizadas bajo las directrices rom ana s, ahogando las tendenc ias naciona listas. La
Iglesia se fue estrechando en to rno al Papa como nun ca lo había hecho en toda
la historia. Com o bien comen ta R. Aubert, después de Pío IX "podrá haber to
davía oposición gubernamental, pero no galicanismo eclesiástico"
19
.
El proceso partió de la misma Roma, es decir, se hicieron reformas en la
Cu ria vaticana, se sustituyó a los hábiles políticos y adm inistradores de lo civil,
característicos de los tiempos del antiguo régimen, p or teólogos y canonistas.
Pasó luego por el nom bram iento de los obispos; Pío IX renovó casi por com
pleto el cuerpo episcopal y los nuevos obispos tuvieron un perfil de sumisión
hacia la autoridad. Cuando había un sujeto demasiado independiente, Pío IX
no dud aba en llamarlo, así fuera el mism o arzobispo de París o un patriarca.
Y
19
Roger Aubert. 1974, op. c it ,p . 23.
[U4]
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gracias a su encanto personal, generalmente triunfaba la voluntad pontificia. De
igual manera, los nuncios fueron convirtiéndose en poderosos agentes fiscali-
zadores de las ocupaciones de los obispos en los distintos países.
Se
hicieron es
fuerzos además por ob tener u n clero más piadoso y unificado, y
se
dio vía libre
al nacimiento de numerosas comunidades religiosas con énfasis en la misión,
la predicación y la labor asistencialista. Hubo así una reorientación de la vida
religiosa.
El proceso romanizador tuvo su punto álgido en el Concilio Vaticano I,
en el cual se aprobó, como es sabido, el discutido dogm a de "infalibilidad po n
tificia"
20
.
Pero la romanización no se quedó en la organización religiosa; también
afectó las expresiones y representaciones religiosas. En lo primero, hu bo un re
descubrimiento de Jesús Cristo, "encarnac ión de Dios que habita en tre los hom
bres"
como centro del catolicismo, que origina el culto al Corazón de Jesús. Se
hizo hincapié en la adoración al Sacramento de la Eucaristía y un avivamiento
del culto a María, com o m adre del "Verbo encarnado". Las figuras y los concep
tos de María y Jesús adquirieron unos rasgos europeos uniformes que fueron
imp lantados en el resto del m un do católico, por encima de las tradiciones po
pulares. En ello fueron importan tes las noticias de famosas apariciones de Cristo
y de M aría, fundamentalmente en Francia e Italia. En la liturgia tam bién fue vi
sible este esfuerzo unificador, al reimpulsar la música sacra
21
, así como la pro
hibición de ejecutar ritmos
y
melodías populares
y,
po r supuesto, las danzas de
cualquier género.
20
Este dog ma proclam a al Papa infalible cu and o, "hab lando ex cátedra, es
decir, cump liend o con la tarea de Pastor y Do ctor de todos los cristianos, en
virtu d de su supre ma auto ridad apostólica, define que un a doc trina s obre la fe
o sobre las costumbres debe ser mantenida por la Iglesia Universal", Rene Trea-
venaux. 1981. El catolicismo postride ntino. En Henri-Ch arles Puech (director).
H istor ia de las religiones. Siglo XX I. Volum en
8:
Las religiones constituidas en
Occidente y sus con tracorrientes, I I. Méx ico: Siglo XXI Ed itores. 1981,
p.
84.
Vale decir qu e despu és de
1870,
los Papas hicieron po co u so de la posibilidad de
definir las verdades de fe: la única pr ocla m ació n de este tipo es el do gm a de la
Asu nción p or Pío XII el
1
de nov iemb re de 1950.
21
Mú sica polifónica, música ins trum ental con órgan o y canto gregoriano.
L U J
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E N C O L O M B I A
El proceso de
romanización
en
Colombia durante
el siglo XIX
Podemos decir qu e el proceso de roman ización en nuestro país se inició a
par tir del reconocimiento por pa rte del Vaticano de la independenc ia de Nue
va Granad a y el nombram iento del primer internuncio papal en tierras colom
bianas (1835), y consistió fundamentalm ente en: la adopción (desde la jerarquía
hasta los laicos) de una noción vertical y monárquica de Iglesia; en una rees
tructu rac ión de las diócesis, el clero, las com unidades religiosas (las más rebel
des)
;
en mejoras en los métodos pastorales
y de
catequización, en un énfasis por
la misió n, todo acom pañado de una crítica particular al liberalismo, la maso
nería y el protestantism o. Sin em bargo, este proyecto no se realizó de manera
regular y progresiva, sino que encon tró num erosos obstáculos, bien po r la des
articulación entre las diócesis, bien por las dificultades económicas, geográfi
cas, culturales, o bien po r los frecuentes conflictos políticos (como el ascenso
del liberalismo al poder, las reformas de Mosquera, o las guerras civiles). Por
ello,
sólo hasta la década de
1870 el
proceso pudo m archar con ímpe tu.
Reorganización de la jera rqu ía eclesiástica
La jerarqu ía eclesiástica (obispos y dem ás "directivos") fue el prim er gru
po edesial que se integró al proceso rom anizador. Si bien la mayoría de los obis
pos no m brad os hasta 1853 tenían como principal carta de presentación sus
simpatías por el gobierno republicano y liberal, una vez adquirían el báculo y
la m itra aban donaban esas ideas "innovadoras", camb iándolas por la tradición
católica, aunque nunca dejaran de apoyar el Estado republicano. Por ejemplo,
mientras Manuel José Mosquera desempeñó la canonjía doctoral de Popayán
se le vio frecuentemente elogiando lo nuevo, las ideas y proyectos que eran con
siderados "progresistas"; no obstante, una vez nom brad o A rzobispo de Bogotá
en 1834
22
"ya no pod ía seguir esa línea de renovac ión indefinida, y le fue preciso
hab lar con alabanza y sin ambages de la doc trina que se basa (...) en hechos es
tables y provechosos"
23
.
Y
aun que sus relaciones con el gobie rno y los simpati
zantes liberales siguieron siendo cordiales (el arzobispo M osquera fue siem pre
22
No mb ram iento en el que, según algunos, influyeron mu cho tanto sus
antecedentes ilustrado s, com o su familia liberal, especialmente su he rm an o
Tomás Ciprian o. Ver losé Restrepo Posada.
1963.
Arquidiócesis de Bogotá. Dato s
biográficos de sus prelados, tom o II. Bogo tá.
23
M iguel Aguilera.
1954.
Visión política de Monseño r M anu el
José
M osquera.
Bogotá: Ediciones
ABC, p .
141.
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amigo cercano de San tander; de hecho , lo asistió en su agonía), al asumir una
función de poder, su labor se dirigió a velar por los derechos de la Institución
eclesiástica, que como vimo s, no se encon traba en Europa precisamente en ar
monía con los sistemas liberales. Caso similar sucedió con los arzobispos An
tonio Herrán (familiar político de Tomás Cipriano de Mosquera) y Vicente
Arbeláez (acusado po r
los
intransigentes de ser muy
"amigo"
de los liberales).
Un modelo vertical de
Iglesia
La noción de Iglesia que se ventilaba desde R oma y que fue difundida por
el tradicionalismo era la conocida versión de "una y Santa, siempre com batida
y siempre victoriosa"
24
, una sociedad perfecta, en la cual la unidad de la fe de
bía ser evidente en los actos públicos y privados, y donde no se adm itían las di
sidencias
25
.
Había otro ingrediente: la Iglesia católica era un a religión perseguida po r
los
"frutos del dem on io" en el siglo:
el
liberalismo , el socialismo, el sensualismo
y todas
las doctrinas racionalistas
y
ma terialistas, siguiendo en ello
la
visión dua
lista del m un do , herencia de San Agustín. Había entonces una lucha entre el Bien
y el Mal, que pa ra algunos to m aba características apocalípticas. Bien lo decía el
arzobispo Mosquera en
1849:
"...Según que el uno y otro (m undo) obtenga la
prepond eranc ia en una nación estallará la revolución de los espíritus o adelan
tará la restauración de los princip ios salvadores..."
26
. Esta visión del m un do in
citaba a una búsqueda de Roma y de aquello que puede llamarse la unidad
católica. Era impensable que una Iglesia que pretendía llamarse
"una"
y "católi
ca" (universal) estuviera internamente dividida por las opiniones divergentes
que en ocasiones se tornaba n en querellas. Por eso los tradicionalistas insistían
en la fidelidad y obediencia a la jerarquía y en la un idad del clero, al cual consi
deraban
el
principal
y más
visible elemento constitutivo del catolicismo y la Igle
sia. Del clero dependía la obediencia de los laicos y en general, la buena imagen
que la Iglesia pud iera alcanzar externam ente.
Para garantizar que esta visión unitaria y jerárquica fuera aceptada por todos,
era necesario enaltecer
la
imagen del
Papa,
proceso que
se
inició con fuerza durante
24
La Espada de Holofernes, No .
5.
Bog otá: 25 febrero de
1830, p .
37.
25
Actas y decretos del Concilio Primero Provincial N eo-gra nadin o. B ogotá:
Imprenta M etropolitana.
1869. p.
34.
26
Manuel
J.
M osquera.
1849.
Por qué escribimos. En El Catolicismo, N o. 1.
Bogotá: i° de noviem bre, p. 1.
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el gobierno de Pío IX. Pues
bien,
los frutos se dieron rápidam ente, y ya en la década
de 1860 se
realizaban fastuosas cerem onias
en
honor
al
Papa, bien celebrando
su
cum
pleaños o u n aniversario más de su pontificado. Restrepo Posada, precisamente, nos
describe la realizada en
1870,
a raíz de sus
25
años de magisterio en la Cátedra de
Pedro, la cual, a juicio de los contem poráneos, no tenía antecedentes en magnifi
cencia y
devoción:
repiques de campana, misas pontificales, exposiciones del Santí
simo,
procesiones, TeDeums, indulgencias plenarias,
e
iluminaciones nocturnas con
velas y faroles, y obviamente, la infaltable pólvora
27
. Un observador exclamó: "no
sotros hem os asistido
a las
funciones
más
concurridas
de la
Catedral,
tales
como las
exequias de Bolívar y de Neira, y nunca jamás habíamos presenciado concurso se
mejante"
2
.
Un periódico liberal comentó que ni la misma
fiesta
de Jesús
Eucaristía
(Corpus)
o la Pascua, es
decir, ni
al
mismo Jesucristo
se le
había celebrado
algo
"con
la vigésima pa rte siquiera del entusiasmo, ruido y del gasto que se han ostentado en
el
homenaje
al
Papa"
29
.
Para algunos tradicionalistas intran sigentes, la defensa de la autor idad del
Papa iba más allá de lo espiritual, apoyando además sus intereses temporales
con el argum ento que éstos no eran un simple invento del rey franco Pipino el
Breve, sino como una realidad que desde el com ienzo de la Iglesia se había con
solidado en
el
mundo romano
30
.
Cuando finalmente el Papa perdió sus Estados y declaró su autoconfina-
miento en el Vaticano, los tradicionalistas no desaprovecharon la ocasión para
exagerar, realzando la figura de "m árti r" del Pontífice. No faltaron, po r supues
to , las oraciones, misas y ruegos para pedir a Dios "que liberte al Papa de la pri
sión a que lo tienen reduc ido los corifeos del demonio"
31
y
tampoco los avivatos
27
José Restrepo Posa da. 1969. Arquidiócesis de Bogotá. Da to s biográficos de
sus prelado s, tom o III. Bogo tá: Editoria l Kelly, pp . 96-9 8.
2
Ibid. ,p. 99.
29
Ibid., p. 100. La celebrac ión de los 25 años de pontificado de Pío IX fue
realizada en tod o el m u nd o católico y tenía un aspecto especial: era el pri m er
Papa en toda la historia qu e cum plía este perio do, desv irtuan do una vieja le
yenda rom ana que decía que nadie podría sobrepasar los años gobernados p or
el apóstol Pedro.
30
Anón imo .
1863.
¿Es realm ente inc om patible el catolicismo con la liber
tad? En El Católico N o. 1, Bogo tá: 16 de ma yo.
31
Archivo Históric o Eclesiástico de la Diócesis de Santa M arta (en ade lante,
AH ESM ). José Rom ero (Ob ispo ). 1889. Circular
del
Obispo de Santa M art a sobre
la situación del Pad re
Santo.
Santa
Marta:
Imp renta de Juan V. Ceballos,
pp .
1-2.
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que aprovecharon la situación para conseguir unos reales de
más:
en Subacho-
que,
el cura p árroco les mentía a sus
fieles,
cam pesinos, diciéndoles que el Papa
estaba en una cruda prisión con rejas "y hasta se les vendía paja de su celda a
precios considerables"
32
.
Se concebía, de esta form a, a la Iglesia como u na organ ización jerárqu ica,
com puesta po r una parte doce nte, encabezada po r el Papa y sus pastores,
y
otra
oyente o que es enseñada: los fieles; un cuerpo dond e cada parte cumplía su mi
sión, en el cual el obispo adquiría un poder sobre el laico al que consideraba
m eno r de edad y una responsabilidad de guiarlo po r el cam ino de la "verdad"
sin perm itir especulaciones de ninguna clase; es decir, aceptando y guardando
la tradición, el dogma inalterable
33
. El Obispo se volvía responsable de la "pu
reza"
de su iglesia particular
34
; por tan to era un deber la precaución, sobre todo
con aquello que no estaba aprobado po r
el
Papa
y los
concilios.
Nuevas diócesis,
nuevo
episcopado
La Iglesia católica en C olom bia hasta m ediad os del siglo XIX estaba m uy
centralizada.
Si
bien en
1855
se dividía en siete diócesis
35
, en la Arquidiócesis de
Bogotá se encon traban la mitad de los católicos del
país
36
,
mien tras qu e el resto
de la población estaba repa rtida entre las otras seis
37
, lo cual ponía a más de u n
millón y medio de personas bajo la responsabilidad espiritual de un solo obis
po, cuestión que pre ocupa ba sobrem anera a las autoridades eclesiásticas de en
tonces, en partic ular luego de la separación de la Iglesia y el Estado en 1853. La
adm inistra ción de las diócesis se convertía en u na tarea bastan te difícil, a pesar
de la ayuda que representaba la utilización de la imp renta para la difusión de
las circulares, pastorales y dem ás resoluciones em anadas desde la sede episco
pal. Por ejemplo, las visitas pastorales eran extre m adam ente lentas; se necesita
ban meses, incluso años, para que un obispo recorriera por completo su
32
Ernst R othlisberger.
1993.
El Dorad o. Santafé de Bogotá: Colcultu ra, p. 147.
33
Manue l José Mosquera.
1849.
El period ism o católico en la Iglesia. El
Catolicismo. N o. 1. B ogotá: 1° de no viem bre, 1849, p. 5.
34
Com unid ad católica local (diócesis, parro quia ) .
35
Pamplon a, Popayán, Antioqu ia, Cartagena, Santa Marta, Panam á, Bogotá.
3
i'i26.250
habita ntes , según el censo de
1851.
El Catolicismo, No .
155.
Bogo
tá; 29 de mayo d e 1855.
3 /
Popayán: 323.574 habita ntes; An tioquia : 243.388 habita ntes; Cartage na:
183.227 hab itan tes ; Pana m á: 138.108 hab itan tes ; Pam plo na : 139.039 hab itan tes;
Santa Marta: 90.251 habitantes ( ídem ).
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jurisdicción eclesiástica. Por ello, para permitir una mejor administración de
sus circunscripc iones episcopales, fue constan te la gestión de los obispos po r la
creación d e nuevas diócesis, proceso que sin embargo fue re trasado p or las can
dentes situaciones políticas que atravesaba el país (especialmente tras las coyun
turas de 1860-1863,1871
Y 1876).
Finalmente, en 1859 fue erigida la diócesis de
Pasto, luego la de Medellín (1868)
38
, Tunja (1881)
39
, Tolima (1894), Socorro (1896),
Ibagué (1900), Manizales (1900) y Garzón (190o)
40
.
Para garantizar un a mejor adm inistración, era necesario adem ás revaluar
la figura del Obispo de ntro de los
fieles,
hacerla m ás cercana a ellos. Por eso, las
visitas pastorales
se
hicieron más frecuentes
y
extensas, y
se
fomen tó la emisión
de cartas pastorales, impresas po r las nuevas tipografías diocesanas, que llega
ban a las más apartadas regiones.
Concilios
provinciales neogranadinos
Las difíciles relaciones entre la Institución eclesiástica y el Estado confir
m aro n en los obispos la necesidad de apurar el m ovim iento de unificación de
la Iglesia, del cual la jerarquía debía dar ejemplo, organizand o conjun tame nte
un plan de acción. Aprovechando la convocatoria al Concilio Vaticano I, y la
correspondiente motivación pontificia, el episcopado colombiano decidió ha
cer una réplica, con la celebración del Primer Concilio Provincial del episcopa
do de Co lombia, liderado por m onseñ or Vicente Arbeláez, arzobispo de Bogotá.
La idea era definir líneas de trabajo en pro del ideal de una Iglesia cen tralizada,
rom anizad a, march ara al unísono , sin disidencias. El Vaticano, prácticam ente
orientó el Concilio "recom endando " cada uno de los puntos a tratar.
Dicho sínodo se llevó a cabo entre el 29 de junio y el 8 de septiembre de
1868 en cua tro sesiones, con la asistencia de siete obispos
41
, dos vicarios y su equi-
38
Gloria Mercedes Arango n os cue nta sobre los avalares para la creación
de esta diócesis en el cap ítulo 1 de su libro. Gloria Mercedes Arang o.
1993.
La
mentalidad religiosa
en
Antio quia. Prác ticas y discursos. Me dellín: Un iversida d
Nacional de Colombia.
39
Para ver en d etalle este proce so, ver José David C orté s. 1998, op. cit ,
capítu lo 2.
4 0
Conferencia Episcopal Colombiana. 1986. La Iglesia en Colombia. Bogo
tá: SPEC,
p.
77.
41
Las actas finales del Concilio fueron firmadas po r
el
Arzobispo de Bogo
tá, Vicente Arbeláez, y los obispos de P anam á, Fray Ed uard o Vásquez OR ;
Pam plona, Bonifacio A ntonio Toscano; Santa Ma rta, losé Rom ero; Medellín y
1 2 0
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I I .
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po colaborador. Fue un hecho impac tante pa ra la ciudad de Bogotá, que no ha
bía visto tanta jerarquía junta en un m ismo lugar
42
. Como era na tural, en este
concilio se tra taro n todos los aspectos concernien tes a la organización eclesiás
tica (la Iglesia, el Papa, los obispos, los sacerdotes, los laicos), algunos relacio
nados con las expresiones religiosas (la M isa, los sacramentos, la Liturgia) y casi
nada sobre las representac iones y la ética religiosa. Finalm ente, com o para que
no qued ara dudas de que la romanización implicaba una reacción contra el li
beralismo y el mun do mode rno, se incluyó entre los
anexos,
la Encíclica Qu an-
ta Qura y el Syllabus, emitidos po r el Papa cu atro años atrás .
Este concilio, gran m oto r del proceso ro manizador de la Iglesia local, im
pulsó adem ás la celebración periódica de sínodos diocesanos, para tratar acer
ca de la "unidad" de la Iglesia, mantener la disciplina del clero y fomentar la
piedad en los fieles. De esta forma, un año después, en diciembre de
1870,
se ce
lebró el correspondiente sínodo de la Arquidiócesis de Bogotá y en los meses
siguientes, en otras diócesis del país.
La reforma de un clero indisciplinado
Es
conocida la gran influencia del clero en la sociedad colom biana, la cual,
especialmente en los poblados andin os, se notaba hasta en los mín imo s deta
lles, aú n en pleno Olim po Radical (1861-1878). El profesor
y
viajero suizo Ernst
Róthlisberger nos cuen ta cómo en Bogotá y los pueblos del centro del país era
considerado un verdadero insulto no descubrirse o m ostrar reverencia ante el
paso de un sacerdote, en especial
si
llevaba la Eucaristía. Incluso, la guardia m i
litar estaba obligada a rendir a rmas, arrodillándose, ju nto con su oficial, ante el
paso del
viático. Y
si bien, dura nte los primeros años del radicalismo, la juven
tud liberal y algunos artesanos intenta ron romper con este dom inio po r parte
de la institución eclesiástica, todo fue diluyéndose a medida que el Estado libe
ral entraba en crisis. Por otra p arte, el populach o podía apedrear a los osados
que no hicieran la debida reverencia
43
.
Pese a esta influencia, para mucho s, la formación, el com portam iento, la
vida y el quehacer de este clero no correspondía p ara m ucho s, a su im portante
papel en la
sociedad.
Veamos por qué.
An tioquia, Valerio Anton io Jiménez; Cartagena, José María Po mpe yo; Popa
yán, Ca rlos B erm úde z y P asto, Pedro de Jesús García Tejada. Actas y decretos...
Op. c¿t., pp .
17 y
25.
42
José Restrepo Po sada.
1969,
op. cit , tom o III, pp. 49-53.
43
Ernst Róthlisberger. 1993, op. cit. ,p. 143.
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E N C O L O M B I A
Una
realidad desalentadora para
el
propósito romanizador
La
prim era m itad del siglo XIX
es
conocida en la historia eclesiástica com o
una época de crisis y deso rden en el clero católico en casi todos los países.
Y
el
nue stro no fue la excepción, agregando que, en algunas zonas del país (particu
larm ente de la costa Atlántica), dicha situación prevaleció aun hasta finales de
siglo.
Durante las décadas que prosiguieron a la Independencia, el clero de casi todo
el país ent ró en un relajamiento poco visto. No existían sem inarios, las vocacio
nes escaseaban. Muchos clérigos que se fueron a guerrear por la independencia
no vo lvieron a ejercer sus ministerios; otros estaban tan imbuidos en la política,
que descuidaron sus labores pastorales. Adem ás, había una fuerte ignorancia en
materia teológica y m uchos incluso, no sabían leer el latín
44
. Otros llegaron a te
ner concubinas y a procrear hijos que no reconocían. Esta situación estaba más
acen tuada en regiones com o la costa A tlántica, y era menos perceptible en luga
res com o el Cauca, una de las pocas áreas de Am érica que había conservado su
obispo du ran te y después de las luchas de independenc ia. Para completar, de la
Independencia surgió una generación de clérigos rebeldes a la autoridad episco
pal y muy proclives po r las doctrinas ilustradas y liberales, que causó muchos do
lores de cabeza a los recién nom bra dos obispos de la joven república.
Pese a los esfuerzos de los obispos por m ejorar la calidad y condición del clero,
éste fue escaso du ran te décadas, problem a acentuado duran te las guerras civiles
(en las cuales el tinte religioso estaba siempre presen te), pues much os clérigos se
escondían o se iban a la contienda, dejando solas sus parroquias. Muchos no re
gresaban
45
. Sólo hasta la década de
1880,
cuand o la situación eclesiástica se regu
larizó, el núm ero de sacerdotes ordenados aum entó considerablemente, aunque
de m anera desigual en las distintas diócesis, siempre llevando la delantera las de
la región andina, y a la retaguardia las de la costa.
Por otra parte, el clero del interior del país tenía una costum bre muy arrai
gada y difícil de errad icar: los juegos de azar (naipes y dados, entre o tros)
4
, vi-
4 4
Juan Fernández de Sotomayor (O bispo ).
1844.
Defensa del
clero
de la
diócesis de Car tage na. C arta gen a, s. e.,
p.
19.
45
Archivo Histórico de la Arquidiócesis de Popayán (en adelante AH AP ),
legajo
374,
pieza 53.1877-
4
Archivo de la Provincia Do m inic ana de San Luis Bertrán de C olom bia
(en ade lante, AD). Fon do "San Luis Bertrán", sección Misc elánea -Impre sos. Al
clero secular y regular. Bogotá: I m pre nta de O rtiz M alo, s. f.,
p.
2.
Publicado
originalme nte en La Ca ridad, vol.
5, N o.
14.
[122]
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ció que reaparecía cuan do los esfuerzos por contro lar y formar a su clero, reali
zados por los arzobispos y obispos, sufrían obstrucciones o eran descontinu a
dos d urante las épocas de crisis en las relaciones Iglesia-Estado.
En las diócesis de la costa Caribe el panorama del clero era mucho más
crítico. El relajamiento y la conducta heterodoxa de los clérigos era más frecuen
te , aún en épocas tardías, y sólo tras grandes trabajos las autoridades lograron
controlarla aun que con meno s éxito que en el interior del país.
El
sacerdote
ideal y
propuestas
de
reforma
Ni los tradicionalistas, ni los propios liberales ideólogos del Olimpo Radi
cal,
como Manuel Ancízar, tenían problema alguno en reconocer la preponderan
cia del sacerdote en la labor "civilizadora" de los pueblos, y a él le asignaban la
mayor parte de la responsabilidad del estado cultural, moral y hasta económico
de los m ismos
47
. Tanta era la importan cia concedida al sacerdote que , según este
autor, decidía tanto la suerte política, como la moral, y hasta la salud de un pue
blo -cues tión que preocupaba severamente
a
los liberales de ento nces-,
y
coinci
día este planteamiento con cualquier exhortación de Pío
IX al
respecto
48
.
Por su parte, los tradicionalistas y utópicos también reafirmaban la impor
tante condición social del sacerdote. Para Eugenio D íaz, el peso social del presbí
tero católico era definitivo: "El sacerdote le recuerda al hombre el cum plimiento
de los deberes que obliga acerca de su Dios, de sus prójimos y de sí mism o. La
explicación que hace un cura de la doctrina cristiana es la enseñanza social única
que hay para nuestros pueblos"
49
. En su obra, don Eugenio presenta a los sacer
dotes como sujetos beneficiosos para la com unidad . Los curas de sus escritos vi
sitan a las personas, actúan com o consejeros, enfermeros y hasta m édicos, además
de realizar frecuen tes donaciones. Son personas desinteresadas que adm inistran
los sacramentos
gratis, y
que con tal que sus
fieles
vayan a misa
y
cumplan con las
prácticas católicas no ahorra esfuerzos, motivándolos
a la
vida cristiana.
Los obispos, por su parte , resaltaban en el sacerdote su labor docente: "en
señar al pueblo fiel por medio de la palabra, las obras , el ejemplo y el trato fre
cuente, el camino por el cual, mediante la observancia de los mandamientos
4 7
M anuel Ancízar.
1953.
Peregrinación de Alpha. Bogotá: M inisterio de
Educación,
p .
83.
4 S
Ibid.,p.55-
49
Eugenio D íaz Castro. 1985. El rejo d e enlazar. En Novelas y cuadros de cos
tumbres, tom o
1,
Bogotá: Pro cultura , p.30.
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div ino s, se llega al cielo"
50
, hac iéndolos , nada m ás n i nada me nos que respon
sables de la inte grid ad m or al y religiosa de sus fieles.
Por o tra pa rte, hab ía un a tende ncia co m ún a sacralizar en exceso la f igura
del sacerdote, de mane ra que n o debía "con tamin arse" del m un do . Un laico an ó
n im o se refería a la función del sacerdote de m an er a tajante y solemn e:
El sacerdote católico encargado de anu nciar la verdad debe ser un ser casi divi
no.
A su alrededo r debe reinar la virtud y el silencio. Retirado en las santas ti
nieblas del tem plo, que se le oiga sin
verlo;
que su voz solem ne, grave y religiosa
pronuncie palabras proféticas o cante himnos de paz en las profundidades sa
gradas del tabernáculo ; que rara vez aparezca en tre los hom bres y que si se en
cue ntra sea única mente p ara hacer bien a los desgraciados
51
.
Un ideal dem asiado elevado, poco realis ta , y en cuya formación tuvo m u
cho que ver un l ibr i to muy difundido escr i to por Alfonso Lamart ine y deno
m in ad o Deberes del cura, en el cual se ens eña ba q ue el clero debía co nfo rm arlo
perso nas p or e ncim a del bien y del ma l , conf inados en sus tem plos , de los cua
les no deb ían sali r má s que para consolar enfermo s o atender viudas , sin par t i
c ipar n i op inar sobre l a po l í t i ca para no comprometer su in tegr idad n i su
inf luencia en la sociedad, pues su autor ida d e m peza ba y acababa en el um bra l
de su iglesia. El sacerdote era un sujeto tan sagrado, que atacarlo y ofenderlo
era lo mismo que hacer lo con Dios mismo, con graves consecuencias para el
agresor. Se respaldaba este pensamiento con historias en las cuales el elemento
mágico-rel igioso era fundamental
5 2
.
Los sacerdo tes
y la
política
Es sabido que el l iberal ismo c olom bian o p rocu rab a evi tar la interv ención
del clero en cue stiones polí t icas y electorales. Para u n a m plio sector del catoli
cism o liberal , la presenc ia del clero en la aren a polí t ica era un a am en az a pa ra el
ord en social y las l ibertade s públicas otorg ada s po r las nuev as insti tucio nes, de
bido a que el sacerdote era representan te "del dog m a ina m ovible " y el sis tema
republicano lo era del "dogma en movimiento". Es decir , a la vez que exaltaba
su mis ión al rang o de lo divino , espir i tual , se le decía qu e "bajar" a las om ino sas
labores pol ít icas era "m an ch ar" su dignidad
53
. Con esta excusa se les quitaba el
50
Actas y decretos... Op. cit ,
p.
52.
51
Al clero secular y regular... O p. cit , p . 6.
52
Juicio de D ios. En El Católico, No .
8.
Bogotá; 16 de julio de 1863, p . 4.
53
Obed iencia del
clero.
En El Católico, No. 4. Bogotá; 20 de junio de 1863,
p.
2.
[124]
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I D E A S Y P R A C T I C A S C A T Ó L I C A S
E N LA M O D E R N I D A D
papel de sujetos sociales
y
políticos, con derechos
y
deberes, como cualquier ciu
dadan o de la república
54
. De esta forma, hacían un a separación tajante entre lo
espiritual y lo tempo ral, consideradas como dos esferas independientes, im po
sibles de mezclar, so pena de m anc har la prim era con la segunda. Lo sagrado se
convertía para ellos en algo atemp oral, estático, por encima de este mun do , in
dependiente de él, y al sacralizar la condición del sacerdote, como exponente
del dogm a estático, pretendían aislarlo de su condición de hom bre , de sujeto
perteneciente a una época, a una sociedad
y a
una nación.
Para el catolicismo tradicionalista, al tener el sacerdote un a función social
de primer orden, era absurdo mantenerlo aislado de sus responsabilidades com o
ciudadano, en lo concerniente a la construcción de su país. Sin em bargo, los ar
zobispos Mosquera, He rrán
y
Arbeláez fueron enérgicos en reco mendar que si
bien el sacerdote debía partic ipar en la vida política y social y defender
los
inte
reses de la Iglesia, esto no lo autorizaba a convertir la "tribuna sagrada" en "tri
buna política". Es cierto, la administración pastoral involucraba afrontar la
realidad, que a su vez estaba im buida por la política; sin embargo, a la hora de
la misa y el sermón el cura debía cuidarse de no suscitar polémicas políticas o
enarbo lar el ánim o de los fieles hacia funestas consecuencias y, sobre todo , no
buscar matricu lar a la institución eclesiástica en un partid o po lítico. La consig
na era "denunciar libremente", com o los profetas de Israel lo hicieron , sin ven
derse a ningún interés particular; criticar los abusos que los gobiernos cometían
con tra la instituc ión eclesiástica, sin distinciones de partid o
55
.
Fueron, además, numerosos los actos de los arzobispos en contra de la in
tervención política del clero. Mencionemos dos de ellos, que causaron po lémi
ca. El prim ero, en 1860; M onseñor He rrán le quitó reconoc imien to oficial al
periódico El Catolicismo por realizar propaganda política a favor de políticos
conservadores, como Arboleda, y atacar continuamente a Tomás Cipriano de
Mosquera. El segundo, en 1870; el arzobispo Arbeláez impidió tajantemente a
su clero apoyar la liga mo squerista preconizada por Holguín y al Partido C ató
lico fundado por Caro
56
.
54
losé David Co rtés Guerrero. 1998, op. c i t ,p . 168.
55
Fern án Go nzález. 1987. Iglesia y Estado desde la Con venció n de R ionegro
hasta el Olim po R adical.
1863-1878.
An uario Colom biano de Histo ria Social y de
la Cultura, No .
15.
Bogotá: Universidad N acional, Facultad de Ciencias H um a
nas,
De partam ento de Historia, p . 137.
56
F ernán González.
1997.
Pa ra leer la política. Ensayos de historia po lítica
colombiana, tom o 2. Santafé de Bogo tá: Cinep, p. 195.
L125J
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G L O B A L I Z A C I Ó N Y D I V E R S I D A D R E L I G I O S A
E N C O L O M B I A
Por el contrar io, para el ala intransigente, la intervención en polí t ica del
c lero era a lgo necesar io y funda me ntal , sobre todo en t iem pos del do m inio l i
beral en el Estado, y po r dist intos m edio s trat aro n d e que el bajo clero deso be
deciera la orden de los arzobisp os de Bogotá. Desde m ed iad os d e siglo, sacerdotes
como Juan Nepomuceno Rueda p roc lamaban que :
No h ay remedio: o el cura se mete en el santu ario para n o oír sino confesiones,
para decir misa y predicar, y aba ndo nar la m oral púb lica y a los vecinos en m a
nos de los propaga dores,
y
entonces no cum ple bastantemente su misión; o debe
luchar en el campo eleccionario para evitar tamaños males arrastrando los sar
casmos,
las
vigilias, los azotes, el naufragio, la cárcel como lo hizo San Pablo [...]
sólo así es posible la salvación m ora l de los princ ipios católicos y de las liberta
des públicas [...]
57
.
D ur an te el O lim po Radical , en el gru po a favor de la interven ción del cle
ro en pol í t ica se enc ontra ban José Joaquín Or t iz , Car los Holg uín , José M anue l
G r o o t y, por supuesto , Miguel An tonio Caro, am para dos p or los obispos de Pas
to ,
Manuel Canuto Rest repo, y Popayán, Car los Bermúdez. Estos obispos, du
rante la celebración del Segun do C onci l io Provincia l N eog rana dino en 1873, se
comunicaron f recuentemente con los l íderes conservadores enunciados, quie
nes se ded icaron a atacar al Arzo bispo desde el periód ico El Tradicionalista y en
viaron cartas a los párrocos y curas "rasos" exhortán dolo s a apoyar la "revolución
conservado ra", que según el los, debía ser enca bezad a po r los jerarcas de la Igle
sia y su clero. Tan delic ado fue este tema , qu e la división d e los obisp os respe cto
a el lo hizo a alguno s hab lar de la inm inen cia de un cisma en la Iglesia local
58
.
Reforma del clero según el tradicionalism o
Dicha reforma consis t ió fundamentalmente en:
a . Reorganización de sem inar ios . Una de las pr imeras labores que em pren
dieron los nuevos obispos de la joven república fue tratar de formar y discipl i
nar a l c lero , a l pr incipio , de manera a is lada, y a par t i r de 1868, de manera
conjunta y progresiva . Conscientes del problema que representaba la fa l ta de
form ación teológica y pastoral del clero, la reorganización de los sem inarios dio
cesanos representó una tarea pr imordial en las diócesis donde se fue dando la
57
Juan Ne pom ucen o Rueda.
1855.
El clero grana din o con relación a la políti
ca. Bogotá; s. e.,p. 9.
58
Fern án Gon zález, 1997,
op.
cit. ,pp . 194-196.
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E N LA M O D E R N I D A D
reforma del clero. Las diócesis que lidera ron este proceso fueron las de Bogo
tá
59
, Popayán, y luego, Antioqu ia. Más atrás estaba la de P am plona, y a la reta
guardia estaban las de Santa Marta y Cartagena. La idea era convertir al
sacerdocio en un cuerpo unificado en su formación intelectual y su acción pas
toral, que funcionara como p un ta de lanza del tradicionalism o y del rom anis-
mo, en su guerra con tra la m ode rnidad. Este énfasis en la formación de nuevos
clérigos tuvo su apoyo pontificio con la creación, en 1859, del Colegio Pío Lati
noam ericano en Roma, formado bajo la inspiración de dos sacerdotes mexica
nos (José Idelfonso Peña, José Villaredo) y uno chileno (José Ignacio Víctor
Eizagu irre). A este seminario fueron estudian tes de todos los países del Co nti
nente, de quienes saldría buena parte de la jerarquía eclesiástica de finales de
siglo y de comienzos del siguiente,
y los
profesores de los nuevos sem inarios de
las distintas diócesis de Latino am érica
60
.
No obstante, estas acciones sufrieron constantes interrupciones por las
fluctuaciones de la situación política y religiosa del país y las guerras civiles.
Muchas veces, los sem inarios tuvieron que ser cerrados en un a, dos, tres y más
ocasiones, ante el estallido de u na revuelta, el derroc am iento de un presidente
de Estado, o una orden gubernam ental. Esto llevaba a que, ante la necesidad de
sacerdotes, los obispos tuvieran que o rdenar en repetidos casos a personas que
todavía n o ha bían concluido sus estudios básicos
61
.
Por tod o ello, sólo hasta la década de 1870, luego del Concilio Provincial
Neo granadino , pode m os decir que la unificación del clero pud o p onerse en
m archa de m anera conjunta y sistemática. A partir del Concilio Provincial se
recom endó a los directivos de los seminarios no adm itir a individuos "perver
tidos o que pervie rtan a los dem ás" especialmente a aquellos que hubie ran te
nido un proceso educativo poco ortodoxo (en su forma o contenido) o se
manifestaran rebeldes, autónomos, críticos y que expresaran ideas "novado-
59
Esta arquidiócesis, desde 1840 tenía m ás o men os orga nizad o su S emina
rio Conciliar, que sirvió com o vivero para la nueva generación de clérigos tra
dicionalistas que e ntrar ían en acción d ura nte las décadas de 1950 y 1960.
0
S egún José Beozzo, du ran te los cien prim eros años del colegio Pío pasa
ron p or su aulas
2283
a lum nos , de los cuales más de 1000 se doc tora ron y otros
500 se licenciaron. D e este grup o, surgie ron 1054 sacerdotes,
183
obispos y
7
carde nales . losé O sear Beozzo. "La Iglesia..." Op. c i t ,p . 190.
61
Ahesm.
1871.
Tomo
59,
folio 406. Carta de Vicente Arbeláez a José Rom e
ro .
Bogotá, 18 de noviembre.
[127]
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G L O B A L I Z A C I Ó N Y D I V E R S I D A D R E L I G I O S A
E N C O L O M B I A
ras"
62
. Explícitamente
se le
estaba cerrando
el
paso
a la
vida sacerdotal, por ejem
plo,
a las personas de formación
y
pensam iento liberal.
b. La disciplina del clero. También se puso m ucho cuidado en la discipli
na ex terior de los sacerdotes, de modo que no ofrecieran escándalos, no se mez
claran en "negocios mu nd anos " y estuvieran siempre dispuestos a cumplir los
requerimientos sacramentales de sus fieles. Para
ello,
en pr im er lugar, se proh i
bió a los sacerdotes en trar a las tabernas, bares y cantinas, salvo para cum plir
su min isterio ; asistir a bailes y represen taciones teatrales, y para co artar su pa
sión por el juego, se les prohibió "toda clase de juegos de suerte y azar, como
gallos, dad os, bisbís, m on te etc., bajo pena de suspensión" adem ás, se les reco
me ndó no emplear m ucho tiempo en juegos lícitos. Se les prohibió "tom ar p arte
en cacerías clamorosas" y se les solicitó no mezclarse en cuestiones de índole
comercial y económico
63
.
Para garantizar el cum plim iento de estas norm as, se reforzó la vigilancia
sobre los pá rrocos: a um enta ron las visitas episcopales a las parroq uias y se les
orde nó a los vicarios parroquiales estar pendientes de la conducta de los párro
cos de su jurisdicción , de la Liturgia, bienes, y hasta de los vasos y utensilios sa
grados, y se les solicitó a los fíeles que denunciaran los hechos negligentes,
abusivos o heterodoxos de sus párrocos
64
.
A
los vicarios
se les
exigió, adem ás, la
elaboración de constantes informes sobre el com porta m iento de párrocos y
lai
cos, de cada un o de los pueblos de su zona, que servían com o m edidor del or
den religioso y social.
Asim ismo, se trabajó la parte m oral y espiritual del sacerdote. Para ello, se
realizaron constantes retiros espirituales con el Obispo y conferencias sobre
moralidad, que en la Arquidiócesis de Bogotá se cumplían durante los meses
de diciem bre y enero para todo el clero, y un a vez al mes en cada vicaría
65
. La
idea era asesorar a los sacerdotes en el manejo de la mo ral, y con trolar su acti
tud hacia lo económico, la política y otros "asuntos m unda nos"
66
. Obviamen
te , los sacerdotes que no asistieran a estos actos sin una justificación eran
sancionados.
2
Sínodo diocesan o... Op. cit , p . 71.
63
Ibid., pp . 73-74.
6 4
Gloria Mercedes Arang o. 1993, op. cit , p p . 122-123.
65
Sínodo d iocesano... Op. cit, p. 79.
6 6
AH ESM . 1874. Tom o
106,
folio
37.
Resolución sobre el clero de la diócesis.
Plato,
21
de febrero.
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E N L A M O D E R N I D A D
A par tir de este progra ma y de los esfuerzos realizados por los obispos y
vicarios, el perfil del sacerdote, especialmente de las diócesis del Área A ndina,
se fue unificando en torno a los dictados romanos, perfilándose el típico cura
rural decim onónico , muy diferente de aquel rebelde, relajado y aficionado po r
las ideas nuevas, com ún en las prim eras décadas del siglo. Este cura aband onó
su largo levitón gris, chaleco y pantalón negro, con cuello mo rado o rojo y som
brero tricornio
67
, por la sotana negra de estilo ro mano , medias negras, zapatos
con hebillas, cuello liso y sin bordados, cabellos cortos con tonsura y roquete,
uniform e del clero secular hasta el Concilio Vaticano II
68
; vivía con su m adre o
alguna parien te solterona o viuda, quien le cocinaba, poseía un a h uerta en la
cual trabajaba para obten er ingresos extras, y ante la casi total ausencia del Es
tado, era fundador y administrador de un pequeño hospital y de la única es-
cuelita del
pueblo
69
.
Además de sus conocimientos básicos en d octrina católica
y teología, sabía algo de medicina natu ral
y
agricultura.
c. Reforma y arribo de nuevas com unidades religiosas. Las com unidades
religiosas tradicionales del país (dominicos, franciscanos, agustinos, merceda-
rios) también se articularon a este propósito reformador, aunque el suyo fue
mucho más tardío. La Orden D ominicana, por ejemplo, una de las que más se
relajó luego de la Independencia empezó a reformarse de acuerdo con los cá
nones de la Orden y las enseñanzas de la jerarqu ía, a pa rtir de los años de 1840.
Esta reforma consistió en formar una nueva generación, más disciplinada y más
ceñida a la tradic ión
y
las constituciones
70
. No ob stan te, la supresión de las co-
67
Eugenio Díaz. 1985. Man uela. Bogotá: Panamericana,
p.
18.
6
Tanta fue la insistencia en log rar unificar el clero en lo referente a su
apariencia, que el Sínodo Arquidio cesano de Bogotá m and a que "a nin gú n
sacerdote se le pe rm ita celebrar en las iglesias de la Arq uidióc esis, si ade má s de
vestir hábi to talar y de cum plir con las leyes de este Sínod o, no lleva coro na
abierta" (Sínodo, 1871:73).
69
Anónimo. 1847. Visita al curato de la provin cia de... en El Conservador.
No.
16. Bogotá: 26 de junio , pp . 126-127.
7 0
O . P. García Saavedra. 1973. Fray B uenav entura. El Hijo de la Providencia.
Autobiografía de Fr. Buenaventura García Saavedra
OP.
1826-1915. Corrección,
anotac ión y edición de Fr. A lberto Ariza S.
O P.
Bogotá: Provincia Do minican a
de San Luis Bertrán,
p .
49. D entr o de esta "reacción" se enco ntrab a la reap ertu
ra de la Universidad S anto Tom ás, realizada en 1858, con el fin de encauz ar a los
frailes hacia su carisma d e la pred icació n y la form ación de cristianos m ás ceñi
dos a la trad ición .
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E N C O L O M B I A
m unidad es religiosas decretada por Tomás Cipriano de Mosquera en 1861 cor
tó el proceso, que sólo revivió a pa rtir de los decenios de 1980 y 199o
71
. Los fran
ciscanos, por su parte, en el momento de la supresión de conventos aún no
habían emprendido una reforma disciplinaria sistemática a su comunidad
72
. Po
dem os decir entonces que las órdenes religiosas vinieron a reformarse y restau
rarse sólo tras el advenimiento de la Regeneración. En cuanto a los conventos
de m onjas, hasta entonces de clausura, parece qu e, si bien hab ían tenido una
reducción de vocaciones, no experim entaban la disipación de las órdenes reli
giosas masculinas. Obviamente, también fueron suprimidos por Mosquera, y
tuv ieron que refugiarse en otro s países para volver luego del ascenso del par ti
do conservador al poder.
Cuando la situación Iglesia-Estado m ostró alguna tranquilida d o estabili
dad, fue aprovechada po r los obispos para hacer realidad un viejo anhelo: traer
nuevas comunidades religiosas de vida activa que revitalizaran la vida religio
sa, y de paso la pastoral social, educativa y misione ra. Este personal extranjero
vino,
generalmente, por invitación de la Institución Eclesiástica
y,
más adelan
te , del Gobierno , para atender ciertas obras de asistencia; otro s, auspiciados po r
familias particulares, para educar a sus hijos y a sus hijas, y otros, impulsados
po r el espíritu misionero que afectó a miles de hom bres
y
mujeres de la Europa
del siglo XIX, para realizar ciertas labores específicas, tales com o: la evangeliza-
ción en las selvas, la form ación del clero en los seminarios, o la a dm inistra ción
de las parroquias alejadas. Es im portante resaltar la participación española - e
inte gri sta- en este tipo de clero, que fue aum enta ndo progresivamente en pro
po rció n frente al de otros países, com o Francia
73
.
La primera en arribar, aparte de los jesuitas (establecidos interm itentem en
te hasta su expulsión en
1861)
fueron los redentoristas, comu nidad italiana fun
dada en
1732.
Ellos vinieron para colaborar con las misiones, preocupación muy
extendida entre el catolicismo tradicionalista por entonces. Su llegada fue pa-
71
La Orde n Do m inica na tuvo m ucha s dificultades para reorganizarse. Lo
hizo desde Ch iquin quirá , pero sólo hasta 1910 logró restaura r su provincia de
"San An tonio del Nuevo Reino de Granada".
72
Incluso, esta com unida d era reconocida por la imp ortan te presencia de
frailes liberales, que llegaron a apoyar al princ ipio las reformas de M osque ra,
hasta cuando el Dictador decidió suprimir los conventos y comunidades reli
giosas.
73
Jeffrey Klaiber,
S. J.
s. f. La Iglesia en
el Perú.
Su historia social desde la
Indepen dencia. L ima: s. e., p.
153.
L130J
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I I . I D E A S Y P R Á C T I C A S C A T Ó L I C A S
E N LA M O D E R N I D A D
trocinada p or el Estado de
Boyacá, y se
establecieron in icialmente en Casanare.
Sin embargo, su labor fue interrum pida con
el
proceso de reformas de M osquera,
y sólo regresarían al finalizar
el siglo.
En
1870, se
hizo un nuevo intento por traer
otra c om unidad religiosa. Se trató de las Herm anas de la Presentación (o de la
Caridad), cuyo carisma era el servicio en hospitales y la enseñanza a las niñas
pob res. Su llegada fue vista con satisfacción po r to da la jerarqu ía eclesiástica.
En pocos m eses se ubicaron en B arranquilla y B ogotá, y más adelante, en otras
ciudades del país, prov ocando alabanzas entre los tradiciona listas y algunos li
berales de entonces.
Con el inicio del proceso de Regeneración llegarían otras comunidades,
encargadas especialmente de la formación de sacerdotes en los seminarios (vi-
centinos y eud istas), las misiones populares (vicentinos, reden toristas), la edu
cación de jóvenes de ambos sexos (Presentación, salesianos y salesianas,
dar etian os) , la salud (Presentación, vicentinas, San Juan de Dios) y las misio
nes en los Llanos orientales y la Am azonia (agustinos y redentoristas).
De esta forma, en cuestión de unas pocas decenas de a ños, la institución
eclesiástica co lom biana se revitalizó y fortalec ió, a pesar de los esfuerzos de los
liberales radicales po r evitarlo. En este proceso fue clave la centralización y la
reunión de la jerarquía en torn o a un plan y proyecto emanad o desde Rom a.
Por eso, cuando se convocó al I Concilio Latinoamericano en 1899, había una
institución eclesiástica m ás o menos ord enada , obediente a Roma y poco tole
ran te con el disenso.
Pero, no bastaba con reform ar el clero y el apa rato instituc iona l. El laica-
do, base de la Iglesia, tam bién era objeto de atención po r los exponen tes de las
distintas corrientes. En qué condiciones se hallaba, cómo consideraron su re
forma, cuáles fueron las acciones del catolicismo trad iciona lista para "rom ani
zarlo"
y
en qué medida respondió a
ello,
es
lo que veremos a con tinuación .
El laicado colombiano: ¿piadoso, supersticioso o fanático?
Si el clero adolecía de m ala form ación religiosa e intelectual, en el laicado
la situación era bastante crítica, agravada por las pocas cualidades pastorales de
sus párroco s. Éstos sin prever que las circunstancias estaban cam biando , conti
nuaban esperando , como en la época colonial, a que fueran sus feligreses quie
nes
se
les acercaran.
U3iJ
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G L O B A L I Z A C I Ó N Y D I V E R S I D A D R E L I G I O S A
E N C O L O M B I A
Nula
o escasa
formación
En los pueblos de la Costa y los Llanos, diseminados y muy distantes en
tre sí, la formación religiosa era casi inexistente. Los vicarios parroq uiales de la
diócesis de Santa Marta informaban del aislamiento de los fieles en diferentes
caseríos alejados de las poblaciones principales, que tardaban mucho tiempo
en venir a los poblados, y perdían así la opor tun idad del "alimento espiritual
de la palabra de
Dios",
viviendo "entregados
a
la satisfacción de sus necesidades
naturales y abando nado s, a merced de los impulsos de las pasiones, olvidando
casi po r com pleto sus deberes m orales y religiosos". Las familias vivían b astan
te descuidadas en materia religiosa, aún en fechas tardías. A juicio del vicario
de Ocaña, la mayoría de los niños de aldeas, en 1884, no sabían persignarse ni
recitar o raciones básicas
74
. Además, muc hos niños de los distintos caseríos sólo
asistían a un templo por p rime ra
vez
hasta la edad de
10
ó
12
años, generalmen
te pa ra alguna festividad religiosa. La vivencia de las prácticas sacram entales y
espirituales en el transcurso de sus vidas era mínim a o nula.
De esta forma, e ran frecuentes las quejas de los párrocos sobre la laxitud e
indiferencia religiosa de sus fieles en las diócesis costeñas. Según un inform e,
en los pueb los de El Cerro y Peñón (Bolívar), "El día festivo nada se diferencia
de los días com unes; nad ie asiste al tem plo, y cualquier cosa que haya que leer
en público,
el
sacristán y
el
cura son los que pue den dar razó n de lo que se lea".
Pocos buscaban al cura, y al cura se le olvidaba buscar sus fíeles. La situación
no mejoraba demasiado en los distritos urbanos. De acuerdo con un informe
de 1884, de las 4000 personas que tenía Ocaña en el casco urbano , sólo 1000 iban
a misa los dom ingos.
Y
estamos hab lando de uno de los mejores pro m edios de
la diócesis de Santa M arta
75
.
De acuerdo con la docu m entación revisada, pode m os afirmar, entonces,
que en los poblados del Caribe no sólo había un a fuerte ignorancia de la doc
trina cristiana, sino q ue, además, en m ucho s lugares,
y
a diferencia del interior,
tenían un a vida más liberal
76
.
74
Ahesm.
1884. Tomo 122, folio 12. Del Párroco de Santa Ana de O caña al
Obispo de Santa M arta. Ocañ a, 5 de enero.
75
Ahesm. 1884. Tomo 122, folios 57 -60. Informe del estado m oral y religioso
de la parroquia de Santa Ana de Ocaña. O caña.
7
Ahesm.
1884.
Tomo
122,
folios
80-82.
Informe del estado m oral y religioso
de la parroquia de Remolino. Rem olino,
30
de enero.
[132]
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I I . I D E A S Y P R Á C T I C A S C A T Ó L I C A S
E N LA M O D E R N I D A D
En los Llanos Orien tales, la ign oran cia rel igiosa entre los colon os y mes ti
zos era total
77
. An te la falta de pre senc ia
y,
por end e, de "control" po r pa r te de la
Insti tu ción eclesiástica, los hab itante s m estizos de los Llanos, po r ejem plo, bie n
pr on to se ac os tum br aro n a un estilo de relaciones con el clero y con la vida re
l igiosa mi sm a m uy diferente a los del Altiplano o la región An dina. Dice R óthlis
berger que:
La cura de almas era allí cosa de cada cual, pues hecho ya el pueb lo a pasar la
mayor parte del año sin el consuelo de la Iglesia y acostumbrado hasta a efec
tuar los entierros sin auxilios del clero cu ando el Padre se encontrab a ausen te,
su sumisión
y
respeto ante lo eclesiástico n o era cosa muy
señalada.
Por esta causa,
cualqu ier clase de fanático y cualqu ier cura de los que siem pre llevan la religión
en la boca, pro nto hub iera quedado fuera de lugar en los Llanos
78
.
La formación religiosa del laico, s in ser s iquiera rescatable, era un poco
menos deficiente en los pueblos y aldeas del centro del país , que contaba con
una mayor población de clérigos, más piadosos y celosos de su misión, además
de una fuerte tradición religiosa alrededor de prácticas de origen barroco que
práct icamente dinamizaban la vida de los pobladores . Bás icamente, la forma
ción cris t iana qu e podía recibi r un laico camp esino cons ist ía en la m em oriza
ción del catec ismo (Astete) y de las oracio nes bá sicas, en el aprend izaje del rezo
del Rosar io y en la enseñanza que recibiera del serm ón dom inical , c ons ide rado
la par te fund am ental de la misa, l legando a opacar la m ism a l i turgia eucar ís t i -
ca
79
. Vem os entonc es qu e la espir i tualida d de la época era basta nte s im ple. Sólo
los sacerdotes y un g ru po re du cido de f ieles l legaban a tene r una m ayo r form a
ción esp ir i tual . Sin dud a, el eje princ ipal sobre el cual giraba la form ació n cris
t iana y el culto c atólico era la Virgen M aría, en el rezo del Rosario, forma de
com unicac ión con Dios más ex tendida y popu lar
8 0
.
Religiosidad p opu lar
La principal forma de part icipación de los laicos en la vida de la Iglesia,
co m o e n t iem po s co loniales, seguía s iendo la cofradía. Y el clero tradicio nalis ta
no d ud ab a en apoyar y al im enta r esta form a de part icip ació n. Las cofradías, bá-
77
Ernst Róthlisberger. 1993, op. cit.,p . 290.
78
Ibid.,
p.
286.
79
Eugenio Díaz Castro. 1985, op. cit.,p . 390.
8 0
AHSM. 1884. Tomo 122, folios 57-60. Inform e del estado mo ral y religioso
de la parro quia de Santa Ana de O caña. O caña.
[133 J
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E N C O L O M B I A
sicamente, organizaban y costeaban las distintas fiestas religiosas y recogían fon
dos para su sostenimiento, además de dedicarse a rezar por los asociados. Lue
go de mediados de siglo, fueron remplazándose las cofradías formadas alrededor
de viejas advocaciones coloniales po r cultos nuevos y de moda (por ejemplo, la
Inmaculada Concepción, San
José
81
.
Otras, permanec ieron vigentes (El Corpus,
las Án imas, la Virgen del Rosario
82
). Las cofradías y congregaciones de laicos
tenían m ucha fuerza en todo el país. Podemos decir que en cada parro quia existía
al meno s u na de ellas, lo cual nos lleva a plantear la hipótesis de que, pese a la
escasa formación religiosa y la falta de interés por la práctica sacramental, el lai
cado colom biano era m uy piadoso, entendiend o la piedad como un interés po r
recu rrir a la ayuda Divina para la solución de los problemas cotidianos. Por ello,
no es extraño el trem endo éxito de los santu arios, de las devociones a toda cla
se de santos y otros no ta n santos y la abundanc ia d e promesas, rogativas, festi
vidades y similares, convirtiend o las relaciones con la divinidad en una especie
de intercambio o trueque: el
fiel
hacía un sacrificio, pagaba una fiesta o una misa,
a cambio de un milagro, que generalmente consistía en curaciones o mejoras
económicas y en la agricultura . Todas estas prácticas, como ya lo han mostrado
otras investigaciones, estaban impregnadas de un fuerte sincretismo tanto con
las antigu as religiones amerind ias, como las africanas.
En el centro del país estaba m uy con centrada la tendencia a la creación y
culto de santuarios, produc to de la tradición española (centrada en el culto a la
imagen) con la indígena m uisca (propicia a las visitas de lugares sagrado s). El
santua rio m ás famoso era
el
de
la
Virgen del Rosario, en Chiqu inquirá .
A él
acu
dían miles de personas cada año a ofrendar
y
solicitar algún favor, generalmen
te en el área de la salud. La necesidad de la peregrinació n estaba tan acen tuada
en ellos, que eran conscientes de que si no iban a visitar a la Virgen, nada o b
tend rían de ella. Se resaltaba además la im portan cia de la visita y la prom esa,
más no del comportamiento personal
o
colectivo mostrado
antes,
durante
y
des
pués de ella. Esto era resaltado po r Ancízar, quien comen taba con ironía:
Van, pues, con el ánimo puesto en el divertido viaje, y bien distante de las cosas
del cielo y de la genuina devoción del cristiano: la Virgen se contenta con verlos
1
A D .
1899. Folios 1-2. Fo nd o San An ton io, sección Co frad ías-C hiqu inqu i-
rá. Cofradía del glorioso pa triar ca San
José.
Chiquinqu irá.
V .
AD. 1898. Folios 1-2. Fo ndo San An tonio, sección Co fradías-C hiquin quirá.
Juramento de los cofrades de la Virgen del Rosario. C hiq uin qu irá: 10 de octubre.
[134]
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E N LA M O D E R N I D A D
en su templo,
y en
saliendo
de
él,
no
ven
lo
que hacen. ¡Oh, Cristianismo ¿Dón
de
estás?
83
.
Dios era irrepresen table, los santos sí. Por tanto, ellos y la Virgen se con
vertían en lo más cercano que esta gente tenía, en sus intercesores, en sus ami
gos alcahuetas, en sus meseros y a veces, en sus pro pios y personales dioses de
bolsillo. Desde la Colonia se había fomentado este tipo de relación con la divi
nidad y lo sagrado. Para sentir a sus santos todavía más cercanos, los campesi
nos de esta región vestían las imágenes religiosas a la usanza del lugar. Por
ejemplo, en la Iglesia de Santa Bárbara de Tunja, la estatua de la pat rona estaba
adorn ada con som brero de paja, pelo negro lacio, ropa campesina, camisas de
zaraza y alpargatas; san Isidro Labrador era vestido com o cualquier cam pesino
pobre de la zona
84
.
Y si en el mism o centro eclesiástico del país se producían este tipo de prác
ticas, ¿qué podría decirse de las demás regiones? En los archivos podem os ver
muchas quejas de párrocos sobre las costumbres religiosas poco convenciona
les de los hab itantes de la región C aribe, que perm anecían a pesar del esfuerzo
de
las
autoridades por eliminarlas. Finalmente, muchos clérigos terminab an to
lerando y hasta aceptand o dichas costumbres, cansados de luchar en vano.
Muchas de esas prácticas eran bien singulares. Todavía hoy día perm anecen
vigentes algunas festividades con orígenes m uy poco convencionales, como las de
san Agatón, "El Santo borrachón", de Santa M arta; las danzas al diablo, etc.
Estas prácticas m uy em otivas y expresivas, eran, sin duda, prod ucto de una
evangelización barroca centrada en las expresiones religiosas antes qu e en la ética
religiosa. Jeffrey Klaiber en su estudio sobre Perú, reafirma la tesis de que la re
ligiosidad popu lar vino a ser un pro duc to, no sólo de la acción pastora l que re
saltaba la liturgia y el culto sobre las prácticas, sino también de una forma
espontánea de ver el m un do , típica de un pueblo fun dam entalmente agrícola,
analfabeto y rural, donde las realidades sagradas y temporales se confundían.
En ellas, el rito adquiría un significado especial. En este mundo, el contenido
intelectual o moral del serm ón tenía m enos fuerza que el rito. Era a través de la
música, las
danzas,
las imágenes y las acciones rutinarias de la liturgia que el cam
pesino se sentía partícipe de los grandes misterios sagrados
85
. Obviam ente, la
83
Ibid.,
p.
35.
4
Ibid.,
p .
229.
85
Jefrrey Klaiber, S. J. s. f„ op. ci t.,p p. 253-254.
11351
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E N C O L O M B I A
falta de una formación religiosa e intelectual daba lugar a posibles desviacio
nes,
exageraciones y lagunas, características de muchas formas de religiosidad
popular en
los
Andes
y el
Caribe.
Esta religiosidad popular rural decimonónica se convertía además en un
rechazo instintivo de los valores asociados con las élites "progresistas", en parte
porque ellas representan las fuerzas de dom inac ión. Sin emb argo, el afán de afe
rrarse a sus prácticas religiosas tradicionales no se traducía necesariamente en
un com prom iso de apoyo militante a la propia Iglesia. Antes bien, la verdadera
debilidad del catolicismo en el campo fue la ausencia de una vida edesial: la
mayor parte de los grupos populares se vinculaban con la Iglesia, no porq ue se
consideraran a sí mismos como p articipantes imprescindibles de la vida insti
tucional, sino principalmente porque ésta proveía los ritos necesarios para el
bienestar de la com unidad. En la mentalidad popular, Jesús era un "patró n" que
repartía favores a sus "clientes" (que cum plían con una serie de requisitos); así
se generaba un clientelismo religioso
86
.
Ahora bien; pese a todo, si se conservaba una fe, esto se debía principal
mente al papel ejercido por las mujeres. Los distintos viajeros coinciden en otor
garle a la mujer el papel central en la vida católica de nuestros pueb los. A ellas
las describían "pro pensas" al rezo y
a
las prácticas de recog imien to, a la vida se
dentaria y hasta rutinaria, por lo cual Ancízar no dudab a en afirmar que
"el
in
flujo de la mujer es siempre grande y a su ejemplo se am oldan las costumbres
domésticas
y las
inclinaciones de los hijos y subord inados"
87
. Diremos, sin exa
gerar, que en ese siglo el peso en la reproducción del sistema religioso católico
no estuvo, en gran par te, en man os de la Instituc ión eclesiástica, sino en
las
mu
jeres del laicado.
Había entonces una fe burda, y hasta tergiversada, si se quiere, pero mu
chas veces inquebran table . ¿Qué hacer con este pueblo cristiano y su religiosi
dad?, ¿cómo reformarla?, ¿cómo aprovecharla para el bien del país y de la Iglesia?
Esa pregunta se hicieron los católicos que reflexionaron y actuaron en torn o al
presente y porvenir de su religión.
La "romanización" de los laicos y la religiosidad popular
El clero tradiciona lista, al convivir con sus
fieles,
conocía mejor que nadie
su religiosidad y su situación catequética, y aunque atacaba enérgicamente las
86
Ibid., p p. 254-255.
87
M anuel Ancízar. 1953, op. ci t, p . 47.
[136]
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E N LA M O D E R N I D A D
exageraciones, po r lo general apoyaba este tipo de prácticas,
si
bien ya no con el
mism o énfasis que durante la Colonia. La intención ahora , en el siglo XIX, era
reformar
y
encauzar estas expresiones religiosas en el proyecto rom anizador de
la
Iglesia.
Veamos cómo concebían a los laicos y en qu é consistieron esas refor
mas, las cuales influyeron en la religiosidad de los colombianos hasta bien avan
zado el siglo XX.
a. Concep to del laico ideal. Com o ya se dijo, según la representación que
el catolicismo tradicionalista tenía de Iglesia, el laicado ocupaba el papel de "ove
ja" conducida por su "pastor", de sujeto d om inado por la Instituc ión eclesiásti
ca, sin mayor partic ipació n responsable en la vida edesial. El clero estaba para
enseñar, el laico para escuchar y aprender.
Tan escasa importancia se daba al laico en la vida activa de la Iglesia, que
tanto el Concilio Provincial de 1869 como los Sínodos diocesanos subsiguien
tes,
sólo lo menc ionan tangencialmente, o le dedican sólo un pequeñ o aparta
do,
sin el interés que se muestra frente al clero, o cuestiones como las rentas
eclesiásticas.
Para el clero tradicionalista, bastaba, en principio, con que el laico cum
pliera muy bien
sus
"deberes" religiosos. ¿Cuáles?: la liturg ia, las expresiones re
ligiosas, la ayuda económ ica a la parroq uia . En los informes sobre las distintas
parroquias que reposan en los archivos diocesanos visitados, se observa cómo
el punto de medida de la "salud" de la Iglesia local era la escrupulosidad con
que el laicado cum plía con las prácticas religiosas exteriores.
Sin embargo, el laicado no siempre tenía un papel pasivo en la Iglesia. Tam
bién se le fue considerand o, especialmente a partir de la confrontación Institu
ción edesiástica-Estado, como un soldado,
de la Iglesia,
un sujeto
que,
conducido
po r el sacerdote, debía defender la integridad de la mism a, ante los ataques del
ma terialismo , el liberalismo y las doctrinas y prácticas consideradas anticatóli
cas y antirreligiosas, en una época en la cual la intransigenc ia dominó las rela
ciones entre la Iglesia y el m un do m od ern o. Esta visión "militar" del laicado se
reforzará a partir de comienzos del siglo XX, con proyectos com o la Acción So
cial Católica y la Acción Católica . Si bien en nuestro país éstos no se consolida
ron, dada
la
alianza entre
la
Instituc ión eclesiástica y
el
poder, que
se
conformaría
a pa rtir de 1886 y que volvía innecesario darle mayor participación y au tono
mía al laico.
Finalmente, la característica común del laico ideal debía ser su docilidad
frente a la jerarquía y sus sacerdotes. El laico ideal no cuestionaba la fe ni la je
rarquía. A lo sumo, debía denunciar las faltas de sus pastores inmediatos (los
[137]
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E N C O L O M B I A
párrocos) cuand o éstas no fueran acordes con las reglas, pero nunc a criticar a
los obispos, al Papa, ni m enos las verdades de la Fe, o la estructura eclesiástica.
Por ello, para el tradic ionalism o, los católicos liberales, decididos críticos, eran
considerados casi com o herejes, y los más cáusticos, sencillamente com o ene
migos de la Iglesia.
Partiendo de esta imagen de laico, se buscó integrarlo al proceso de rom a
nización de dos m aneras: mejoran do su instrucción religiosa, adecuánd ola ha
cia un nuevo ideal religioso, y corrigiendo y canalizando su religiosidad.
b. Nuevas expresiones
religiosas,
nuevas advocaciones. En este aspecto, si
bien las distintas devociones y fiestas religiosas populares eran una fuente se
gura de ingresos para los curas rurales, no p or eso dejaban de criticar las exage
raciones y las supersticiones, mostrándose un significativo cam bio respecto a
la actitud tom ada du rante la época colonial. Los nuevos sacerdotes y obispos,
pese a ser tradicionalistas, no dejaban de ser hijos de su tiemp o, en dond e la ra
zón tenía su pa rticipación en lo religioso. Incluso , no faltaron pastorales en las
cuales se criticaba la religiosidad pop ular y se conde naba cualquier com plici
dad de los curas en fomentar supersticiones
88
.
Dura nte la segunda m itad del siglo, la Institución eclesiástica tom ó inclu
so la iniciativa de corregir la religiosidad popular . Este intento , sin em bargo, no
dio los resultados esperados, y a pesar de tod o, con tinuó la convivencia entre
las dos formas de religiosidad existentes desde los inicios de la Evangelización:
una de acuerdo con los parám etros oficiales y otra, m ás heterodoxa, identifica
da con las clases populares, y fuera del
"control"
de la In stituc ión eclesiástica.
En prim er lugar, se buscó eliminar aquellos elementos que n o estuvieran
acordes con el ideal edesial de laico y de liturgia, especialmente los prove nien
tes de las costum bres locales que "diversificaban" la manera de relacionarse con
la divin idad . La consigna era unificar tod o, incluso el culto. Por ello, los obis
pos,
siguiendo recomendaciones pontificias, prohibieron en las procesiones y
fiestas religiosas las danzas y bailes locales, considerados inm ora les. El arzobis
po M osquera, por ejemplo, lo hizo en
1842
(fecha te m pra na ), y
los
demás obis
pos a partir de 1870. La prohibición realizada por el obispo de Santa Marta, Rafael
Celedón , en 1892, provocó los re da m os de varios laicos de C iénaga, Santa M ar
ta y otras poblaciones, quienes defendieron sus danzas locales con el argum en
to de que ni eran inmorales, ni ofendían a nadie, y además estaban muy
88
Jeffery Klaibe r,
S.
J. s.f., op. cit, p . 134.
[138]
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I I . I D E A S Y P R A C T I C A S C A T Ó L I C A S
EN LA M O D E R N I D A D
arraigadas, de m odo que "es imposible que desaparezcan aquí, pues que ellas
encarna una fe de la cual sería duro apartarnos sin que nuestro espíritu sufra
terrible conmoción"
9
.
También
se
buscó u na resignificación y/o remplazo de las imágenes religio
sas. Por ejemplo, en el campo de la cristología, las imágenes coloniales se ha
bían concentrado en los Cristos de la Pasión: los Señores de la Agonía, de la
Co lum na (flagelados y atados), de la Corona de Espinas, los Ecce-Homo, los Se
ñores de los Pasos, con la cruz a cuestas, y los Señores crucificados y mu erto s.
Estas devociones se acentuaban en el periodo de Cuaresma y Semana Santa.
Durante el siglo XIX se dio un giro con la introducción de la devoción y las imá
genes del Sagrado Corazón
de
Jesús. El núcleo de su devoción no residió ya tan
to en las procesiones o en manifestaciones m ultitudina rias (como en la Colonia),
aunque éstas seguían vigentes, sino en un a conversión interior individual, ex
presada en la oración y en la devoción a la Eucaristía. Era, además, una devo
ción que no podía realizarla el laico de manera independiente, sino que dependía
de la presencia del sacerdote (por ejemplo, para
los
prim eros viernes, la exposi
ción del Santísimo,
etc.).
El devoto del Ecce-Homo, por ejemplo, pod ía p rescin
dir del sacerdote para cumplir sus promesas; en cambio, el culto al Sagrado
Corazón de Jesús
se
daba m ucho m enos en las manifestaciones
de
la calle,
y
mu
cho más en la intimidad del hogar, donde la imagen debía ser entronizada
90
. Ade
más, estaba ligado a la devoción eucarística de los prim eros viernes, en la cual
la presencia del sacerdote era fundam ental.
El
principal vehículo de difusión de la nueva devoción fue un gran nú m e
ro de congregaciones religiosas m ascu linas y femeninas, bajo la dirección del
Epis
copado y más adelante, de los Jesuitas. Crecieron así asociaciones como "El
Apostolado de la Oración". La Revista El Mensajero del Corazón de Jesús, llegó
bien pronto
a
América Latina, con ediciones en casi todos los países. En C olom
bia, la primera edición de esta revista data de 1867. En el cam po ideológico, la
devoción al Sagrado Corazón de Jesús se presentó en clara oposición a la Mo
dernidad. Como se dijo, al dom inio del racionalismo con traponía una fe naci
da del corazón y de la misericordia. Representaba igualmente una actitud de
defensa frente a los ataques liberales, orien tándose la devoción a la "reparación"
po r las ofensas que recibían Jesús
y
la Iglesia, por par te de la prensa "impía", del
9
Ahesm.
1892.
Tomo
145,
folio 9V. De
los
vecinos de Ciénaga al Obispo de
Santa M arta. Ciénaga, 6 de junio.
9 0
José Os ear Beozzo. "La Iglesia frente..."
O p.
c it.,pp . 206-207.
[139]
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E N C O L O M B I A
Estado, de los anticlericales, etc. No d em oró para que los par tidos católicos del
Contin ente asumiesen la bandera del Corazón de Jesús, y una vez en el poder,
consag rasen sus países a esta devoción, erigiendo adem ás un tem plo votivo na
cional
91
. En C olombia esta consagración se realizó duran te la Guerra de los Mil
Días, y el tem plo se erigió en 1902.
Si
hub o un país del m und o en
el
cual esta devoción se arraigó, fue sin duda,
el nu estro . Mientras que en casi todos los demás el culto al Sagrado Corazón
en tró en crisis a partir de los años
20,
en Co lombia, permaneció hasta los tiem
pos del Concilio Vaticano II, asumiendo nuevas características políticas, como
el anticomunismo, además del sentido antiliberal decimonónico
92
. Sólo en la
década de 1990,
el
Gobierno Nacional, am parad o en la Nueva Constitución, dejó
de hacer la consagración oficial.
En lo referente a la m ariología, las vírgenes locales de larga tradición , com o
la de Guadalupe, en México, la de la Concepción aparecida en Brasil, o la del
Rosario en C olombia, y otras tantas vírgenes indígenas, negras, mo renas, cho
las
y "chinitas", comenzaro n a sufrir la competencia de
las
vírgenes de aparición,
blancas y europeas, sin ningún lazo con la historia local. La Virgen de los videntes
de París (La "Medalla M ilagrosa"), La Salette y sobre tod o, Lourdes, salieron d e
un a Europa triunfante en lo económ ico,
lo
político y
lo
cultura l. Todas estas tu
vieron una fuerte penetración en nuestro país, propagadas por las nuevas co
m unidad es religiosas, como la de la Presentación, que introdu jo la devoción po r
la Virgen de Lourdes.
Ya
en 1870, se trajo de París la prim era novena a esta ad
vocación
93
, y en la década de 1880 se finalizaba la construcción de un impor
tante tem plo a su culto.
La fiesta de la Inmacu lada Concep ción, el 8 de diciembre pasó a ser a los
pocos años de su creación (1852), una festividad muy popular del calendario reli
gioso colombiano
94
. Las ciudades se iluminaban con luces desde la víspera,
91
Ibid.,
p.
207.
92
Cecilia H enríqu ez. 1993. El Sagrado Co razón, ¿una cu estión p olítica o de
religiosidad popular? E n Los ima ginarios y la cultura popula r. Santafé de B ogo
tá: Cerec,
p.
37.
93
Ahesm. 1870. Tomo 109, folio 116. De Miguel Hern ánd ez a José Rom ero.
Santa Marta.
9 4
Ernst Róthlisberger. 1993, op. d t , p .
261.
[140]
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E N LA M O D E R N I D A D
en hono r de aquella a qu ien, al ser considerada intercesora ante D ios, se le pe
día para que liberara a la Iglesia de la opresión del régimen liberal
95
.
Adem ás, la Virgen adquiría la condición de inocente, hum ilde y resigna
da,
"extraña al ruido del m un do , casi desconocida fuera del hogar que em belle
cía con su presencia". Prácticamente una m onja de clausura en su hogar (el hogar
era su clausura ). Un ideal de mujer tan elevado, que era poco hu m an o.
Al
mis
m o tiem po, se pedía a la mujer de la época que imitara este ideal inimitable:
"Madres que queréis guardar la inocencia de vuestras hijas, hacerlas dóciles, hu
mildes y buena s esposas, buena s m adres, haced que sean devotas a la Virgen"
96
.
Se utilizaba así a María para sostener un nuevo proyecto de familia, en el cual
la mujer era fundamental, permanecía en el hogar, sumisa, recogida, siempre
obediente
y
servicial a sus hijos
y
a su m arido.
Sin embargo, pese a este influjo, muchas devociones coloniales permane
cieron vigentes, especialmente entre los laicos de sectores populares, mientras
que las nuevas advocaciones p ene traron sobre todo en los colegios y en los gru
pos urbanos
97
. Así, por ejemplo, la devoción por la Virgen del Rosario de Chi
qu inqu irá n o sufrió mella alguna, al pu nto que su Santuario se convirtió en la
principal fortaleza para la restauración de la com unidad dom inicana
98
. Similar
caso sucedió con la Virgen de las Lajas, y otras decenas de santu arios y advoca
ciones, que conv irtieron a Colom bia en el "país de las vírgenes".
Otras devociones coloniales fueron reforzadas convenientemente por la
instituc ión eclesiástica, com o la del Corpus Christi y el Señor Caído de Monse-
rrate, y
empleadas para m ostra r su poderío frente al Estado Liberal
99
.
Luego de la Regeneración, incluso, algunas prácticas
y
organizaciones tra
dicionales sufrieron una resignificación, tom ando un cariz político. Tal es el caso
de las cofradías, que adem ás de sus funciones piadosas, adquirieron en varios
9
' Anónim o.
1863.
El católico . En El Católico, N o.
29.
Bogotá:
5
de diciem
bre, p . 2 .
9 6
A nón im o. 1864. M aría. El Católico, No.
79 ,
Bogotá: 6 de diciem bre,
p,
243.
97
José Osear B eozzo. La Iglesia... Op. c i t ,p . 209.
98
Incluso, en
1917,
por dec reto del gobierno, la Virgen de Chiq uinq uirá se
conv irtió en la "Reina de Colombia". En este caso existió un fortalecimiento de
una advocación y devoción tradicional considerada necesaria para la pretendi
da "unidad " nacional y edesial buscada por entonces.
99
An ón im o. 1864. Ma ría. En El Católico, No. 80. Bogotá:
13
de diciembre,
p.255.
[141]
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E N C O L O M B I A
lugares de Boyacá, Cundinam arca, Norte de Santander, An tioquia
y el
Gran Cau
ca un notable rasgo antiliberal
10 0
.
Y
aunque logró resignificar y canalizar algunas devociones,
y
remplazar otras,
la jerarquía tradicionalista nunca pudo depurar la religiosidad popular de todas
sus características locales, de sus particularidades y exageraciones. Ésta con tinuó
construyéndose y tom and o nuevas formas a lo largo de los siglos XIX y XX. No
obstante, por un tiempo -particularmente
los
últim os años del siglo XIX y
las
pri
meras decenas del siglo XX- pareció que hasta la religiosidad popular había lo
grado ser encauzada hacia este proyecto romanizador de la Iglesia. La urbanización
desmedida, provocada po r
la
violencia rural y las consiguientes migraciones, con
su respectiva resignificación del mund o religioso, echaría a pique todo este pro
ceso. Pero esa
es
otra historia.
c.
Nuevo énfasis pa stora l y educación religiosa del laico. La roman ización
implicó, además, un intento de proporcionar nuevos
valores
y patrones de com
po rtam ien to religioso. Se predicó un nuevo catolicismo más individualista, de
tipo "Salva tu
alma",
men os social y más intim ista, con insistencia en el conoci
miento doctrinal y en la práctica sacramental: Confesión, Comunión y Matri
m on io cristiano. El gran sacram ento de la era colonial había sido el Bautismo,
po r el cual se transitaba de pagano a cristiano y se incorpora ba al orden de la
cristiandad colonial. El énfasis se desplazaba ahora del Bautismo a la Eucaris
tía, preced ida de la confesión auricular, y de la sociedad a la familia. La institu
ción eclesiástica, que había to lerado y convivido con la ausencia casi total de la
familia entre la población colonial, que mostraba altísimas tasas de ilegitimi
dad , reaccionó a la instauración del casamiento civil y
a
su margina ción del or
den social y político, con un redoblado énfasis en la institución del m atrim on io
religioso y en la imp orta nc ia de la familia para la reproducc ión de la fe católica.
Sin el Estado
y
sin la escuela pública, la familia se convertía en el pu nto de apo
yo del nuevo esfuerzo. La Fe, desafiada por la libertad de cultos (instaurada desde
1853) y por la difusión de propuestas an ticlericales, pasó a dar im portancia a la
10 0
En Chiq uinq uirá , po r ejemp lo, a los mi em bros de la Cofradía del Rosa
rio se les hacía firmar u na declaración en la cual se com pro m etía n a "rechazar
siem pre las doc trinas liberales y todas las demás q ue la Iglesia ha co nde nad o o
condena re en adelante, y no cooperar de ning ún m odo a su triunfo". AD Fondo
San An tonin o, sección Cofradías - Ch iquin quirá , folio ir. Ch iquin quirá : 10 de
oct ubr e de 1898.
[142]
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I D E A S Y P R A C T I C A S C A T Ó L I C A S
EN LA M O D E R N I D A D
apropiación personal, racional y doctrinal de la fe, acompañada de la práctica
sacramental
101
. Para poder implantar todo ello se necesitaba un proceso de ca-
tequización
y
recatequización de
los laicos,
que como hemos visto, estaban muy
mal formados. Para ello, en prim er lugar, se dio gran importancia a la M isión,
tanto Ad-gentes, como entre los ya bau tizados. En el prim er caso, duran te la se
gunda m itad del siglo XIX y la prim era del XX se produjo en el m un do católico
un furor m isionero sin precedentes desde el siglo XVI
102
.
Es
sabido que en nues
tro país el interés por la Misión tam bién obedecía a un objetivo de "llevar la Na
ción"
y
la cultura occidental. Más ade lante, con la llegada de la Regeneración, el
proyecto de expandir las fronteras y de integrar a la Nación las zonas no co lo
nizadas, tendría, como en tiempos coloniales,
a
la Misión com o su principal ins
trumento, y a las nuevas comunidades rel igiosas como sus principales
promotores
10 3
.
Ante ia imposibilidad inicial de organizar proyectos misioneros de gran
envergadura entre "infieles", cada obispo, por su cuenta, buscó misionar entre
los "fieles". Por ello, a pa rtir de la década de 1870, se em pre nd ieron en todas las
1 0 2 ,
1
José Osea r B eozzo. La Iglesia... op. cit , pp . 193-194.
1
En el siglo XIX se vivió la llamad a "Segun da prim avera de las Misiones".
En esta nueva expa nsión la Iglesia prob ó u n m ode lo m uy diferente al utilizado
en los inicios de la Edad M ode rna . El misio nero ya no estaba acom pa ñad o del
conq uistado r, ni servía a los intereses de su patria. Ah ora tenía com o fin y pro
pósito la expan sión de la Iglesia, en u n sentido más E vangélico. Ade más, estaba
mejor form ado . Los artífices ya no se reclutaban entre las Órdenes m ás anti
guas,
sino en nuev os institutos especializados que se mu ltiplicaron a lo largo
del siglo XIX (oblatos, maristas, comb onia nos,
etc.).
Las recientes luchas ha
bían afirmado la Fe y enseñ ado la necesidad d e la Evangelización. Por otra
pa rte, el desp ertar d e las nacion alidades m ostra ba la especificidad de los pue
blos y tam bién sus lazos solidarios, todo em papa do de un pensam iento sobre la
igualdad de los hombres expandido tras la Revolución de
1789.
Las nuevas
mision es estuvieron enca min adas hacia el África, Asia y ciertos sectores de
Am érica d el Sur (La Patagon ia, los Llanos, la Am azo nia, etc.). Rene Taven eaux,
1981, op. cit ,p . 88.
103
Au nqu e en la conce pción de las Misiones dec imo nón icas se había elimi
nad o el interés político, en nu estro país, gracias a la directa relación q ue m an
tuvo la Institución eclesiástica con el Estado hasta 1853 y a pa rtir de 1886, fue
imp osible hacer dicha separació n. Com o en los tiem pos coloniales, la misió n se
convirtió en un instrumento al servicio de los propósitos integradores del
Estado.
[143]
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diócesis, numerosas misiones parroquiales con el fin de revitalizar la fe en los
sectores más abandonados y de paso integrarlos al proyecto del catolicismo tra
diciona lista. En las distintas diócesis se creó una depen dencia dedicada a orga
nizar m isiones parroquiales. Dichas misiones consistían en recorridos que varios
sacerdotes y laicos hacían po r distintos pu eblos y veredas durante varios días o
semanas.
Allí,
celebraban
misas,
bautizos y confesiones y matrimonios m asivos,
rezaban el Rosario con toda la población, y hacían intensivas campañas de ca
tcquesis, con niños, jóvenes y adultos se enseñaban cantos religiosos (en len
gua vulgar), y se atendían confesiones m asivas. Al final, se ponía una gran cruz
en un lugar visible, com o recuerdo
10 4
.
También se consideró im po rtan te trabajar en la educación religiosa de los
niños. De acuerdo con Aries
105
duran te el siglo XIX se desarrolló una nueva sen
sibilidad frente a los niños en Occidente. Poco a poco éstos fueron cobrando
im porta ncia como personas, como seres diferentes al adulto y con necesidades
propias. De esta forma, "la literatura pedagógica se ocupó de su educación y los
padres lo im pulsaron a ir a la escuela"
106
y la instituc ión eclesiástica, dentro de
su proyecto romanizador, dedicó importancia a la educación religiosa del niño
y a la práctica de la Primera Com unión
10 7
. Tanto el Concilio Provincial de 1869,
como los sínodos diocesanos subsiguientes dieron instrucciones sobre ello. Ya
desde tiempo s del arzobispo M osquera se invitaba a las madres a dar una es
merad a educac ión religiosa a sus hijos, y éste fue u no de los prime ros actos del
arzobispo Herrán
10 8
.
Así, a partir de esos años, comenzó la costum bre que perd ura aún, de lla
mar a los niños y jóvenes a la catcquesis sem anal en templos y parroquias
10 9
,
actividad que se cum plía, no sin problemas, como la dispersión de las personas
110
.
10 4
Ahesm. 1886. Tomo
125,
folio 267-268. DelPbro. R. Amaya al Obispo de
Santa M arta. Ocaña, 24 de junio; Tomo 125, folio 326. D el Jefe M unicipa l de San
Antonio al Obispo de Santa M arta. San An tonio,
22
de julio.
105
Philippe
A ries. 1987.
El niño y la vida fam iliar en el Antiguo Régimen.
M adrid: Taurus,
p.
69.
10
Gloria Mercedes Arang o. 1993, op. cit.,
p.
194.
10 7
Actas y decretos... Op cit., pp . 91-92.
10 8
José Restrepo Po sada.
1963,
op. ci t, tom o III, p . 11.
10 9
J.
Manuel M anjares y Calixto Góm ez.
1876.
A los pad res de familia católi
cos. Santa M arta: Imprenta de Juan B. Ceballos, p.
1.
(Ahesm, tom o 109, folio 31).
110
Ahesm.
1874.
Tomo 107, folio 28v. Del párroco de Cam arones, al O bispo de
la diócesis. Rioh ach a,
16
de junio.
[144]
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E N LA M O D E R N I D A D
Dada la situación de libertad religiosa y escuela "neutra", y al tener que asu
mir la Instituc ión eclesiástica sola la responsabilidad de la Evangelización, era
indispensable contar con colaboradores que ayudaran al sacerdote, tanto en la
labor catequística entre los niños, como en otras tareas pastorales. Por ello, los
obispos se dieron a la tarea de fomentar diversas asociaciones laicales, muy di
ferentes a las cofradías, con estatutos eclesiásticos, subordinadas a los obispos y
con apostolados precisos: la oració n fue uno de
ellos,
la acción social fue
otro, y
la catcquesis fue un tercero. La sujeción a la au torida d eclesiástica era un rasgo
predom inan te de estas asociaciones,
lo
que contrastaba con la libertad que man
tenían las hermand ades coloniales.
Hu bo un florecimiento de esas asociaciones que integraban niños , jóve
nes, mujeres y hom bres. En el campo espiritual se conformaron, como dijimos,
las congregaciones del Sagrado Corazón de Jesús y del Apostolado de la Ora
ción; en el campo social, la Sociedad de San Vicente de Paúl, y en el cam po ca-
tequético, las más famosas durante el Olim po Radical fueron las Cofraternidades
de la Enseñanza, conformadas por laicos instruidos en materia religiosa, que bajo
la supervisión del párroco, se dedicaban a la catequesis de los niños. Estas con
fraternidades tenían estatutos, dictados p or el Obispo (obviam ente), y se divi
dían en dos secciones: la llamada "docente", para quienes ya conocían la doctrina
(eran quienes enseñaban ) y "enseñada", para quienes no la conocían (quienes
recibían la enseñanza). La catequesis se hacía en forma de "círculos doctrina
les", o pequeñ os grupos, encargados a "directores" de catequesis, a quienes se
les pedía velar porque su círculo creciera. Estos grupos se reun ían en lugares fi
jos y en horarios convenidos con anterioridad. El contenido de la enseñanza,
naturalmente, se hacía con base en el catecismo del Padre Gaspar Astete. Para
animar tanto a los catecúmenos como a los catequistas, se les recordaba las pro
mesas de indulgencias dictadas por los pontífices para quienes oyeran y ense
ñaran la religión. Toda la enseñanza se daba bajo la supervisión del cura de la
parroqu ia correspondiente
111
.
De esta forma, por prim era vez en la historia de Colombia
el
laico fue ut i
lizado como instrumento de evangelización. Sin embargo, una vez reestableci-
das las relaciones en tre Iglesia y Estado, todo este proyecto se debilitó. El laico
111
José Rom ero.
1874.
Circular y decreto del Ilustrísimo Dr. José Romero,
Obispo de Dibo na, Vicario Apostólico de S anta M arta, sobre el establecimiento de
la Confraternidad de la Enseñanza de la Doctrina Cristiana. Ocaña: Im pren ta de
José A. lácom e 8c Ca. (Ah esm ).
11451
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E N C O L O M B I A
volvió a su condición de mero "practicante", y la responsabilidad de la Evange
lización volvió a recaer fund amentalm ente en la Institución eclesiástica, esta vez
am parad a por el Estado.
Pero no exageremos. Estas asociaciones nunca abarcaron más allá de mi
norías. La mayoría de los creyentes continuaron viviendo un catolicismo sólo
de tradició n o "de nombre", y su participación en la vida edesial no iba más allá
del cumplim iento de ciertas prácticas
y
expresiones religiosas.
Conclusión
La romanización de la Iglesia en Colombia, aunqu e inició relativamente
tem pran o, a finales de la década de 1830, estuvo llena de altibajos propiciados
en parte por
los
conflictos políticos
y
religiosos desatados en esos
años,
pero ade
más por la propia debilidad del clero, de la organización religiosa católica
y
por
conflictos y disputas entre obispos. Con todo, fue desarrollándose de manera
sistemática cuan do las condiciones lo perm itieron, tomand o gran impulso es
pecialmente
a
partir de la década de
1860 y,
con m ayor apoyo, al iniciarse
el
pro
ceso de R egeneración.
Significó un p roceso conc iente de centralización y unificación de prác tica
mente todos los elementos del sistema religioso cristiano católico, según los dic
tám enes e intereses del Vaticano, buscando integrar a todos los fieles del mun do
en to rno al Papa y con el prop ósito de enfrentarse y luchar con tra el avance de
las ideas mode rnas y, en últimas, contra la M odernidad misma.
En Colombia la roman ización coincidió con un agitado clima político, que
marcó el siglo XIX, caracterizado por la intolerancia, o intransigenc ia de parte
y pa rte. Esto llevó a que lo religioso, como e lemento presente en la cultura y la
sociedad, se convirtiera generalm ente en el centro de la disputa o, al meno s, en
el "caballo de batalla" de la misma. La Instituc ión eclesiástica de m ane ra m ás o
me nos consciente entró en esa lucha
y
se convirtió en protagon ista, y la m isma
romanización, en blanco de enconados ataques
y
ardorosas defensas.
Durante el dominio liberal en el gobierno, es decir, en la época conocida
com o R adicalismo (1861-1880) la Institu ción eclesiástica, ante sus prop ias debi
lidades estructurales y la ausencia de apoyo por par te del Estado, al cual había
estado acostu mbrada p or siglos, optó por valerse de los laicos(as) pertenecien
tes a las
élites,
como elemen tos importantes para el proyecto rom anizador e in-
tegrista. Es así como las principales organizaciones de caridad, beneficencia,
religiosas y político-religiosas son lideradas por este elemento edesia l, que sin
embargo tendió
a
com portarse de manera independiente
y a veces
hasta enfren
t ó ]
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I I . I D E A S Y P R A C T I C A S C A T Ó L I C A S
E N LA M O D E R N I D A D
tado a sectores de la jerarquía (fundamentalmente en lo referente al accionar
político). Esta actitud disgustó a sectores del Episcopado, de m odo que tras el
advenimiento de la Regeneración, la participación activa del laico en estas ta
reas (especialmente el liderazgo caritativo y catequético) fue remplazado por
las com unidades religiosas que, en masa, fueron arriban do
al
país,
y
po r
los
mis
mos eclesiásticos, am para dos en las garan tías
y
beneficios constituc ionales.
Asimismo el laicado de origen p opular fue el más resistente a la propu esta
de
"romanizar"
las
expresiones
y
representaciones religiosas. La religiosidad p o
pular, pese a los esfuerzos realizados, no abandonó las prácticas y devociones
locales
y
continuó caracterizándose por su diversidad y
a veces
indocilidad, aun
que por m om entos pareciera
lo
co ntrario.
Finalmente,
la
romanización, para
el
debate de corrientes, inherente
al
pro
pio desarrollo del sistema religioso desde sus orígenes, implicó la reducción, po r
momentos a escalas mínimas, de cualquier oposición o alternativa distinta al
catolicismo tradicionalista-intransigente, especialmente en nuestro país, don
de sus band eras onde aron triunfantes y afectando en g ran parte la propia cul
tura de nuestros habitantes, tuvieron un impacto negativo y obstaculizaron la
irrupción de la Mo dernidad y de procesos democráticos, impidieron o entor
pecieron el mism o avance de las reformas pastorales p ropiciadas en el Concilio
Vaticano II y dejaron un sello de intransigencia en n uestra cultura política d u
ran te todo el siglo XX.
[147]
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A nticlericalism o, secularización y violencia:
algunas pau tas de historia com parad a
entre España y Colombia (1930-1948)
GUSTAVO ARCE FUSTERO"
Las masas se parecen
a los fuegos que encienden.
Manuel Delgado
Esta ponencia no puede aspirar sino a convertirse en una fugaz presentación,
un ta nto deslavazada, de todo un proyecto de historia co mp arada entre España
y Colombia que pretende explorar algunas vías de análisis de un movim iento
social tan fascinante como necesitado de investigación com parada: el anticle ri
calismo. En realidad, el proyecto nació con esa intención declarada: rastrea r el
heterog éneo fenóm eno de la violencia (no necesariam ente física) con tra el cle
ro ;
sin em bargo, conforme ha avanzado el tiemp o han salido a nuestro camino
aspectos que nos han sugerido nuevas vías de exploración y que, a la vez que
han hecho más complejo nuestro análisis, lo han en riquecido sobrem anera.
Así,
pensamo s que el estudio del anticlericalismo - u n movim iento social, político
y
cultural que
a
menu do ha sido arrojado al terreno de lo extemporáneo,
lo
ana
crónico y lo an tim od ern o- es fundamental para entender procesos más exten
sos com o el de la secularización, la lucha por la subjetivización de la experiencia
Universidad Industrial de Santander.
[149]
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G L O B A L I Z A C I Ó N Y D I V E R S I D A D R E L I G I O S A
E N C O L O M B I A
religiosa o, para el caso colom biano , la sacralización de los espacios liminares
que separan
lo
político de lo religioso.
Partimo s, pues, de la tesis de que nos encon tramo s ante u n fenóm eno más
o m enos universal que, para un a correcta contextualización y para evitar los fre
cuentes anacronismos con los que se ha aborda do, debe vincularse, en buen a
m edid a, con los procesos de secularización y de subjetivización de la religión,
sin que ello suponga, de ningu na m anera, prescindir de factores temporales o
políticos. El advenimiento de la mo dernid ad liberal y republicana trajo consi
go en todo el mundo la separación, más o menos efectiva, de las esferas de lo
priv ado y lo público, cuyo siguiente y necesario paso fue el intento de los Esta
dos por m onopolizar este último cam po
y
do tarlo de significación
1
. Las dos con
secuencias fundam entales de este proceso fueron:
Por un lado, desubicó totalmente a la Iglesia en la medida en que de re
pen te se vio expulsada de un terren o q ue llevaba muchos año s ocup ando . Con
la nueva división del espacio surgió el prob lem a de la nueva ub icación de la re
ligión. La consecuencia más inm ediata y evidente,
y,
quizá po r
eso,
la más ana
lizada por los historiadores, fue la inauguración de una tormentosa relación
entre lo político y lo religioso. Las normas sociales deberían ser interiorizadas
sin necesidad de alegorías o autoridades sobrehumanas y tendrían en la con
ciencia privada su principal cam po.
Por otro lado, aquel cambio radical en las nuevas concepciones de lo pú
blico y lo privado obligó a los Estados a sustituir una concepción religiosa de
m un do por una laica, que diera sentido a la vida, la m uerte, el sufrimiento, el
dolor, el placer,
etc.
Para ello debían de dotarse de legitimidad, difundiendo ri
tos,
discursos representativos, imagina rios,
y
creando su propia iconografía que,
en la mayoría de las ocasiones, acabó adqu iriendo tintes de religión cívica.
1
Nosotros hablarem os de modernización circuns cribiénd onos a su faceta
religiosa, aun que ésta suela conllevar cam bios im por tan tes a otros niveles.
No rbe rt Elias ha escrito abu nda nte y brillantem ente sobre ello y se refiere al
proceso como una transformación específica del com portam iento hu m an o
que,
y esto es lo que nos interesa, acaba des autoriz ando la jurisdicción concedi
da a los pode res m etafóricos y al ejercicio de h ipóstasis p olíticas, que eran las
que acaba ban exp resando y enc arna ndo el pod er social, para qu e éste fuera
tute lado , en la me dida de lo posible, por los principios religiosos que rigen la
civilidad. Esto es, la libertad de cultos
y,
sobre tod o, la privatización de la expe
rie nc ia re ligiosa. Pue de verse en E l proceso de la civilización. Investigaciones
sociogenéticasy psicogenéticas. Méx ico: Fond o de C ultu ra E conó m ica. 1989.
[150J
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I I .
I D E A S Y P R A C T I C A S C A T Ó L I C A S
E N LA M O D E R N I D A D
Fue
a
través de
las
grietas abiertas en este largo
y
desigual proceso, que p ro
dujo lo que Peter Berger y Thomas Luckman han llamado una "crisis de senti
do"
2
de lo espacial, por donde se colaron las actitudes y representaciones
anticlericales
3
. La eficacia de los diferentes Estados en dotar de legitimac ión a
la nueva naturaleza representativa fue determ inan te para que
se
crearan esas re
des y frentes asociativos que deberían empujar, a veces mediante el recurso a la
violencia, el proyecto iniciado.
Aquéllos pusieron en marcha toda su ingente maquinaria para lograr el
monopolio
y la
identificación plena con la esfera de lo público
y los
sistemas de
representación, mien tras aspiraban a no legislar ni intervenir, o al men os n o era
su prioridad en la de lo privado
4
. Esta nueva con cepción de lo público supuso
un auténtico desafío a los poderes que hasta entonces habían controlado este
cam po. La religión fue, seguram ente, la prim era y más im porta nte damnifica
da, ya que de repente perdió parte de su legitimidad o, al menos, debió esfor
zarse por dem ostrarla y surgió el problema de su lugar en este nuevo orden. Una
consecuencia universal fue el inicio de una conflictiva relación dialéctica entre
lo político y lo religioso, entre el aspirante a recons truir en su totalidad y dotar
2
Peter Berger y Tho ma s L uckman .
1997.
M odernidad, pluralismo y crisis de
sentido. La orientación del hombre m oderno. Barcelona: P aidós .
3
En este pu nto resulta fundam ental distinguir entre un anticlericalismo
reformista, mas ónico , de raíz liberal y prote stante , que es el que se ha vincula
do, con relativo acierto, al caso colom biano , pero que es universal, y otro tipo
de anticlericalismo que bien podr íam os definir co mo iconoclasta, destructor
de imágenes, de raíz milen aria, que be be de los anaba ptistas, los cataros, en fin,
de los mo vim ientos heréticos y que nos obliga a abord ar los sucesos de abril de
1948 en C olom bia y del vera no de 1936 en España, desde u na p erspectiva de
explosión milenaria y de destrucció n catártica, lo qu e en última instancia nos
po dría p erm itir sup erar el lastre que las presenta, de forma im plícita, como
zonas epistémicas o scuras.
4
C on el paso del tiemp o la esfera d e lo privado ta mb ién ha pasad o a ser
objeto del con trol de los po der es establecido s, sobre to do en los países ricos. La
metáfora orwelliana del Gran Hermano está más presente que nunca. Para un
análisis crítico de este fenóme no con tem po rán eo, aun qu e se salga de nuestra
línea de investigación, querem os recom end ar la lectura del libro de Reg Whi -
taker. 1999. El fin de la privacid ad. C óm ala vigilancia total se está co nvirtiendo
en realidad. Barcelona: Paidós. Sin circunscribirse exclusivamente a este tema
de la invasió n d e lo privad o, pero c on u na capacid ad crítica y social de análisis
inigualable, cons ideram os im prescindib le la consulta de las num erosa s ob ras
de un o de nuestros intelectuales más brillantes: Ignacio Ram onet.
[151]
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E N C O L O M B I A
de sentido a todo lo público y la Institución que , hasta ese mo m ento , lo había
do m ina do y que se negaba a ceder si quiera un ápice de tan tre m endo privile
gio. A
pa rtir de entonces cualquier en frentamiento político, social o cultural de
la historia de los dos últim os siglos ha estado atravesado por este sem piterno
conflicto que, en la mayoría de los
países,
todavía
se
pued e rastrear en discusio
nes implícitas o abiertas.
Cualquier análisis sobre el anticlericalismo o los conflictos religiosos con
tem porán eos debería tener muy presente esta lucha por el control de un espa
cio que el advenimiento de la modernidad dejó sin un dueño claramente
establecido. En todo el m un do se inició, con mayor o men os retraso, virulencia
y eficacia, un proceso político, social y cultural que tenía como objeto subjeti-
vizar la religión, esto es, llevarla, con todas sus consecuencias, al ámbito de lo
privado, de las conciencias. Es lo que comúnmente hemos denominado secu
larización y que tantos debates ha suscitado entre los científicos sociales. No pre
tendemos detenernos a indagar sobre la eficacia real de este proceso o la
m utación que ha produc ido sobre el fenómeno religioso; otros lo han hecho con
desigual fortuna
5
. Lo que nos interesa es analizar el anticlericalismo como fe
nó m en o que estru cturó la historia política y social de los espacios colom biano
y español, y ver cóm o se convirtió en un o de los agentes que trató de asentar
algunas de las bases que perm itieran restaurar esa unidad simbólica erosiona
da y acelerar ese proceso de subjetivización de lo religioso
6
. La debilitación del
5
Ante la gran cantida d de literatura en español sobre el tema n os limita re
mo s a reseñar unas referencias generales para los casos que nos oc upan . Para
España se pue de co nsultar el mon ográfico que la revista Historia Social dedicó
al tem a religioso (desde diversas y sugerentes pe rspectivas ) c on el títu lo Iglesia,
religión y sociedad. No. 35,1999, con artículos de Jaime Co ntrera s, Francés Lan-
no n, José Casanova o Bruce Lincoln, entre o tros. Desde una perspectiva socio
lógica se abo rdó el tema e n las págin as de Formas m odernas de religión, edita da
po r Rafael Díaz Salazar, Salvador G iner y Fe rna ndo Velasco y pub lica da po r
Alianza en
1996.
Para el caso colom biano el tem a de la secularización ha sido
bien tra tado en el libro de Roberto Blancarte y Rodolfo Casillas (c om pilado
res ). 1999. Perspectivas del fenómeno religioso. Méx ico: Flacso. Un título im pre s
cindible (y capital para q uien escribe) desde el pun to de vista teórico es el de
Peter Berger. 1999. El dosel sagrado. P ara una teoría sociológica de la religión.
Barcelona; K airós (origin al d e 1967).
Esto es lo que nos perm ite considera r el anticlericalismo c om o un inte nto
de concebir el m un do com o algo hu m an am en te significativo. Su función, ade
má s de la evide nte de a pa rtar de la esfera de lo púb lico a lo religioso o de retir ar
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orden om nicomprensivo de sentido brindó la oportu nidad a diferentes m ovi
mientos de crear un nuevo o rden basado en valores laicos (Libertad, Razón, Pro
greso, etc.), a los que, a me nudo , hub o que revestir de un carácter casi sagrado.
Podemos dudar de la eficacia de este proceso en muchos lugares, o incluso de
su posibilidad de aplicación m ás allá del paradigm a de O ccidente. Incluso po
dríamos plantearnos sustituir el concepto de secularización por el de mutación
de lo religioso. No lo harem os. Y no p orque n o com prendam os la necesidad de
tener en cuenta estos matices, sino porque lo que nos interesa en estas páginas
es que el proceso que hem os descrito hizo posible que la religión, la católica pa ra
los casos que nos ocupan , dejara de ser la única po rtad ora del orden global de
valores y de sen tido.
A
partir de entonces dos visiones de la existencia hum ana
quedaron frente a frente. Mucha sangre derramada a partir de esos momentos
se entendería y justificaría com o la defensa sin tregua , sin medias tinta s, de una
de estas dos formas de concebir la existencia hu m an a. El proceso de edificación
de las estructuras políticas y culturales de liberales colom bianos o de republi
canos españoles eran posibles sólo a par tir de este queb ranta m iento del orden
simbó lico de lo espacial y lo cotidiano.
Com parar los procesos de secularización puestos en m archa p or los esta
dos colombiano y español duran te la década de
1930
(con la llegada de la Repú
blica Liberal y la II República respectivamente) se convierte así en una tarea
noda l de nuestra investigación. Am bos casos estuvieron condicionad os d irec
tam ente por el estado de las relaciones entre lo sagrado y lo profano, que eran,
ni más ni meno s, las que el anticlericalismo pretendía m odificar, con lo
que,
ne
cesariamente, adquirieron matices diferentes. Sin em bargo, a pesar de esta evi
dencia, la naturaleza de su actuación , algunos de los instrum ento s culturales
utilizados para acelerar este proceso de subjetivización de la religión, los obje
tivos perseguidos y los beneficios que se proyectaban eran análogos en ambos
países. Contextualizado de esta mane ra, deberíam os evitar caer en el error, tan
frecuente, de abord ar el anticlericalismo colom biano como un caso desna tura
lizado con respecto a una vía perfecta
o
paradigmática que, dicho sea ya de paso,
para n osotros no existe. Es decir, inscrito en una teoría de las vías y los procesos
de secularización como la que estamos utilizando, no existirían anticlericalis
m os paradigmáticos y, po r ello mism o, tam poco particulares (entend idos éstos
cualquier man ifestación de piedad al ámb ito de lo priva do, sería la de situar los
hechos hum an os d entro de un m arco de interpretación universal, que era lo
m ism o que , hasta enton ces, había hec ho el catolicismo.
L 5 3 J
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E N C O L O M B I A
com o desviación o devaluación con respecto a los primer os), sino an tiderica -
lismos contextualizados
y
leídos desde las vías de la secularización
7
.
Cu ando el enfrentamiento entre aquellos dos "m und os de vida" de los que
hablam os com ienza a mo strarse en todo su esplendor, y para ello nos situamos
en el prim er tercio del siglo XIX, en C olombia y España hay un deno m inado r
com ún: el catolicismo dom ina la vida del ser hum an o desde la cuna a la sepul
tura
y,
literalmente, tiene derecho sobre la vida
y la
muerte de hombres y m uje
res.
Todo el mundo se encontraba inmerso en el universo simbólico ritual
adm inis trad o por la Iglesia católica y su capacidad
y
poder p ara sancionar y ex
cluir la dotaba de un p oder extraordin ario: decidir qué individuos eran "mere
cedores" de la pérdida del único punto de referencia colectivo de inclusión en
la vida cotidiana .
Así, y por pon er sólo uno de los ejemplos sobre los que más se ha escrito,
el tem or a la excom unión en Colombia provocaba u na incondiciona l adhesión
a la norm ativa católica en la medid a en que lo que estaba en juego era la propia
supervivencia social, porque, en tanto que el catolicismo ordenaba la experien
cia vital y dotaba de sentido al orden cotidiano, el excomulgado podía perder
los vínculos em ocionales y culturales que le perm itían integrarse a la co m uni
dad y que organizaban la orientación de sus experiencias. La excom unión no
sólo era una declaración de intenciones política o religiosa, sino que se convertía
en un poderoso factor de neutralización
y de
inhibición real para aquellos miem
bros que amenazaran la uniformidad cultural del grupo
8
. Y es que, como sabia-
7
Esta obsesión por los casos paradig má ticos y sus desviaciones ha tenid o
especial incidencia en la historiografía española, dond e se ha ten did o a abu sar
del térm ino fracaso para referirse a las peculiaridad es españolas en t orn o a la
Revolución Indu strial (frente al mode lo ideal de Inglaterra) o a la revolución
burgue sa (frente al para digm a de Francia). Imp lícitam ente es tam bién la res
ponsa ble de que la may oría de los historiado res no hayan a bord ado la dic tadu
ra de Franco c om o la salida fascista espa ñola frente a la crisis de en treg uer ras,
en la me dida en que se alejaba (en térm inos de parafemalia exterior y grad o de
violencia) del caso alemán.
El me jor estu dio de cotidia nidad religiosa y de la im por tan cia de los ri
tuale s católicos en la Colo mb ia del siglo XIX, nos pa rece, es el de Gloria M erce
des Arango. 1993. La m enta lidad religiosa en Antioquia. Prácticas y discursos,
1828-1885.
Medellín: Universidad N acional. Au nque de carácter local, ofrece
mu chas pistas de interp retación y de reflexión sobre la capacidad del catolicis
m o pa ra articular la vida social y convertirse en eso que N orbe rt Elias llamó
"modelos de trasferencia hacia abajo".
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mente ha reflexionado Pierre Bourdieu
y hace
tiem po han venido percibiendo en
sus análisis los historiado res sociales y de las mentalidades , "la resistencia puede
ser alienante y la sum isión liberadora.
Tal es la
paradoja de los dominado s"
9
.
En definitiva, el catolicismo construía ciudadanía a ambos lados del Atlán
tico. No se trataba sólo de un proyecto religioso, sino de todo un entram ado so
cial, que pretend ía, y de hecho lo hacía, configurar y crear la gram ática sobre la
que se asentaba la sociedad. Sus tentácu los se extendían a la sazón de las posibili
dades que la m odernidad les ofrecía: desde la prim era prensa parroquial, pasan
do por el aumento de las diócesis para tener una mayor eficacia presencial o incluso
la fo rmación de sacerdotes, hasta la prensa de tirada masiva du rante el siglo XX.
A su vez, tenía en el pu lpito y el confesionario sus mayores aliados a la hora de
sancionar costumbres, examinar las conductas y recibir quejas. En el m un do ru
ral
las
relaciones personales,
ya
fueran de concordia o de disputa,
se
tejían alrede
dor de la figura del cura local. El templo, el marco de la plaza, jun to al confesionario
y al pu lpito , se erigían en los escenarios de la vigilancia que el cura ejercía sobre
los
fieles.
Vigilancia que, por otra parte (y esto es im portante tenerlo en cuenta),
era mutua
10
y daba opción a denuncias de feligreses en torno a la dudosa dign i
dad moral
de los
responsables religiosos
de los
pueb los.
El catolicismo tenía un a capacidad para dom inar simbólicam ente la coti
dianidad de la gente que no poseían los incipientes partidarios liberales. Las aso
ciaciones católicas
se
erigían en las únicas capaces de socializar a la gente de una
forma efectiva en el ám bito de lo púb lico. Ellas definían espacialmente el lugar
que a cada uno le correspond ía en la com unidad.
En España las cosas no eran m uy diferentes. Con la llegada de las ideas y
los políticos liberales a tareas de gobie rno y con el influjo del pen sam iento he
redado de la Revolución Francesa, el clero se conv irtió m ás en una fuerza divi
soria que unifícadora. Ante las imperiosas necesidades económicas se llevó a
cabo una desamortizac ión de bienes y tierras eclesiásticas que dejó a la Iglesia
desprovista de la mayor parte de sus propiedades. Sin em bargo, las reformas li
berales nunca se plantearon en térm inos culturales o sociales. La Iglesia no dis
ponía del capital económ ico de anta ño, pero su tradicional Estado confesional
había quedado intacto. Sus rituales constituían la única ocasión regular en la
que todo el pueb lo se reunía com unitariam ente; ello le confería un carácter de
9
Citado por Manuela Cantón Delgado.
2001.
La razón hechizada. Teorías
antropológicas de la religión. Barce lona: Ariel,
p.
262.
Gloria Mercedes Arango.
1993,
op. c í t , p . 125.
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elemento vertebrador de primer orden, tanto en el plano puramente espacial
com o en el sociocultural. El m ono polio del derecho a la educación y de la red
benéfica y asistencial le añadían una extraordinaria eficacia a la hora de con
trolar la vida de los ciudad anos de la península Ibérica.
En ambos países había un factor com ún que amenazaba con perpetuar este
estado de las cosas: la precariedad del aparato estatal, que otorgaba un amplísi
mo margen para
que estas
asociaciones católicas em prendieran
tareas
que
en
otros
países correspondían a la propia sociedad civil encarnada en el Estado: construc
ción de asilos, hosp itales, colegios, redes
de
beneficencia,
y
un largo etcétera.
La segunda consecuencia de esta manifiesta debilidad rad icaba en que los
Estados colom biano y español se estaban con struyendo sobre símbolos explí
cita y únicamen te sagrados p orqu e, hasta entonces, ninguna de las dos socie
dades poseía símbo los profanos que sacralizar. Co mo ha defendido Rafael Díaz
Salazar para el caso español (aplicable igualmente desde nuestra perspectiva a
la realidad co lomb iana), "al no transforma r en sagrados ning ún símbolo de la
nación, ningún him no n i bandera, ninguna
imagen, la
conciencia colectiva, fuera
o no católica, se man tuvo im pregnad a de símbolos sagrados"
11
.
Esta infraestructura social y cultural se conv irtió en la nueva base del po
der eclesiástico, y
le
permitió tener una presencia m uch o m ás efectiva en la so
ciedad. En la mism a m edida en que el catolicismo fue invadien do la vida de las
person as, surgió el anticlericalismo como m ovim iento que trata de liberarse de
ese con trol. Los terrenos de la actuación anticlerical son variados y resp onden
a las distintas coy unturas y opo rtunida des que se presentan en los diversos paí
ses.
Además,
el
tipo de intervención está determinad o p or
las
propias herram ien
tas culturales de cada país, ya que es evidente que todos los movimientos sociales
utilizan formas de acción heredadas, culturalmente familiares
y,
por tan to, más
efectivas para su prop ia dinám ica en la medid a en que la misma acción se con
vierte en un incentivo para actuar (por mu cho que a nosotros nos parezcan
for-
mas anacrónicas). Es lo que autores como Sydney Tarrow o Charles Tilly han
den om inado "repertorio de confrontación".
A pesar de los mitos que rodean el tema, creemos conveniente recordar que
el anticlericalismo no es el fruto exclusivo del pode r económ ico o la influencia
política de l clero, y que resulta imprescindible abordarlo com o una con tra-tra
dición frente a la presencia de la Iglesia católica desde el nacimiento hasta la
11
Rafael Díaz-Salazar. 1998. El capital
simbólico.
E structura
social,
política y
religión en España. M adrid: HO AC, p. 4.
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muerte,
e
incluso más allá de ésta.
Se
trata de una alternativa de creación social,
tan legítima,
o
no , como la católica.
Es
por lo tanto,
y
cerrando así el círculo que
abrimos al principio, la expresión última de la ausencia de una sociedad civil
capaz de organizar y asentar una gramática existencial, una cosm ovisión supra-
individual, alejada de los parámetros católicos, al menos en lo que hace refe
rencia a su exteriorización. En la mism a m edida, en cuanto ese espacio civil se
imponga, el anticlericalismo desaparecerá, se atenuará o se transform ará de raíz.
La prim era conclusión que pod em os sacar es que pensam os que los con
ceptos de secularización y anticlericalismo no deben separarse dem asiado.
Ya
dijimos que la validez
y
universalidad del prim ero está siendo seriamen te cues
tionada, pero creemos que, bien delimitado, todavía es muy útil para el tema
que nos ocupa. El concepto de secularización nos interesa en la m edida en que
"proporciona un marco amplio de ntro del cual entender y debatir el papel apa
rentemente menguante
de
la religión en
las
sociedades modernas occidentales"
12
y resulta útil si lo observam os no como un proceso inevitable o de raíz ideo ló
gica, sino empu jado o frenado p or intereses y acciones hum anas.
Son precisamente estas acciones promovidas por seres humanos las que con
dicionan
este proceso
y
las que
perfilan, no im ponen,
las vías
por donde aquél pue
de transitar. Y es que, en definitiva, cualquier forma de discurso clerical o
anticlerical debe relacionarse con las condiciones sociales de
su
producción y ad
quisición de sentido. Quizá así empecem os a encon trar detalles que nos ofrezcan
pistas fructíferas sobre
las
diferentes salidas nacionales a
este
proceso universal.
Si adm itimos que el anticlericalismo, al m enos en su vertiente reformista,
burguesa y no-iconoclasta es universal a los procesos de secularización, debe
ría convertirse en uno de los núcleos de las investigaciones el analizar los facto
res contextúales que hacen que aquél acabe, o no, adoptando formas de
iconodastia
y
violencia antisim bólica.
Es decir, un o de los enigmas a resolver sería el de ver qué factores hacen
que u n anticlericalismo de m atriz inevitablemente reformista que se da en casi
todos los países de Europa y América Latina a lo largo de varios siglos, y que
suele ser consubstancial
a
todos los procesos de secularización o subjetivización,
traiga o no parejas agresiones sacrilegas y de violencia ritual. Porque una cosa
12
Julio de la Cueva M erin o. 1997. La dem ocra cia frailófoba. De m ocr a
cia l iberal y ant ic ler ical ismo dura nte la Restauración . En Manue l Suárez
Co rtin a (ed.) , La Restauración, e ntre el l iberalismo y la democracia. M adri d:
Alia nza, p. 232.
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es
el
anticlericalismo militante de republicanos burgueses españoles, agitado por
la prensa de izquierda y que pone todos sus esfuerzos en lim itar los ámbitos de
pod er de la Iglesia como institución, y otra m uy d istinta son los actos de irre
verencia religiosa, de icon oda stia y de violencia antirritual que tienen lugar en
ambos países en el momento en el que los mecanismos de coerción quedan,
m om entá nea m ente , colapsados, como ocurre en el famoso "Bogotazo" o en el
inicio de la Guerra Civil Española.
"¿Cómo fue posible esa violencia?" Esa pregunta debería constituir el hilo
de nuestra
y de
otras investigaciones,
y
deberíamos empezar descartando, de una
vez por todas, categorías analíticas tan políticamente correctas com o inservibles,
tan manidas como vacuas, como las de irracionalidad, inmadurez política, bar
barie o manipulación por parte de intereses partidistas
13
. Com o afirma M anuel
Delgado "las demostraciones de odio anticlerical han sido una y otra vez presen
tadas com o com prensibles en sus motivos, pero extravagantes en su forma y ab
surdas en sus efectos, un exabrupto que debía ser atribuido a la acción enloquecida
de las masas embrutecidas y sedientas de sangre o a espectrales piquetes de in
controlados"
14
. De lo que se trata
es,
en última instancia, de rescatar estas accio
nes colectivas del exilio de la alteridad, atribuyéndoles el necesario sentido de la
responsabilidad en el contexto en el que son realizadas. Si no somos capaces de
com prender que la violencia, en todas sus formas, no es sino una forma extrema
dam ente compleja y eficiente de autogestión social, seguiremos atascados sin en
con trar otra explicación
a
acontecimientos com o
los
iconoclastas,
más
que recurrir
a las tesis de la bru talidad infantilizada o la insensatez vengativa. La violencia ri
tual, la destrucción protoco laria (com o la colombiana de abril de
1948)
posee ras-
13
En el mismo m om ent o en el que se redactan estas líneas se prod ucen
movilizaciones inéditas a nivel m und ial en contra de la interven ción arm ada
arbi traria en Irak. España es un a de las nacion es en la que más ciudad ano s h an
salido a la calle para re cupe rar u n p rota gon ism o social y de decisión que el
po de r les niega (salvo para vo tar cada c uatro año s). Pues bien, la explicación
oficial del Go biern o con servado r espa ñol ante tam aña s mo vilizaciones es la de
que los partid os de la oposición han "m anip ulad o la bue na fe de los ciudad a
nos".
Com o vem os, las tesis que niegan la auto nom ía a las masas y las analizan
siem pre en función de intereses externos siguen muy arraigadas en de term ina
dos colectivos.
14
Manuel Delgado.
2001.
La nueva in ocencia, in trod ucc ión a Luces icono
clastas. Anticlericalismo, espacio y ritual en la España contem poráne a. Barcelona:
Ariel, p.
12.
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E N LA M O D E R N I D A D
gos de tarea fundadora, de destrucción catártica que puede ponerse al servicio de
cambios culturales o sociales indefinidos, que no están predeterminados y mu
cho menos son fruto de la manipulación consciente, que
el
devenir de la historia
acabará perfilando. Porque los científicos sociales nos hem os empeñad o a m enu
do en instrumentalizar las acciones colectivas o en buscar razones objetivas para
la acción, y en escasas oportunidad es nos hem os p lanteado la posibilidad de que
la violencia colectiva no tenga o tro objetivo que no sea el de destruir. Ello no le
confiere nada de irracionalidad, pues la acción ritualizada muestra que, en oca
siones, los grupos hum ano s pueden renunc iar a cualquier designio que no sea el
de la destrucción sistemática de todo aquello que ha resuelto que es su enemigo
insufrible.
Lejos de las tesis de las corrientes marxistas que han trata do de rescatar la
acción social del cajón de lo irracional - a costa de infantilizar su gestión (por
que encuadrab an su actuación dentro de marcos de análisis am plios, objetivos,
objetivados e identificables por los mismos actores sociales)- y en las antípo
das de las toscas teorías de Le Bond, Tarde o Freud sobre la acción colectiva, la
impagable herencia que clásicos como D urkheim nos han legado y, sobre todo,
la lectura que de él hizo Marcel Mauss, han abierto nuevas perspectivas de aná
lisis, tan sugestivas como polémicas, tan valederas como desconfiadas, que de
fienden que esos momentos de "efervescencia colectiva" no son negaciones de
la racionalidad, ni momentos de obcecación social. Al contrario, suponen la
quintaesencia de la comprensión, ocasiones excepcionales "en las que un gru
po humano alcanza sus mayores niveles de lucidez, una clarividencia que los
sujetos psicofísicos individ ualm ente considerad os jamás pod rán alcanzar"
15
. En
esos mom entos
se
presenta com o im prorrogable el deseo de deshacerse de todo
lo dado , de hacer tabla rasa de lo vivido y lo interio rizado para dar paso a algo
nuevo, tan liberador como desconocido, tan deseado como informe.
Este contexto analítico no trivializa el papel de lo coyuntural, ni mucho
me nos. No dejan de ser factores contextúales y estructurales los que determ i
nan el grado y la natura leza de esta violencia sim bólica, física y política, y en
contrarlos nos obliga a echar una mirada, entre o tras variables, a la naturaleza
de las relaciones entre lo sagrado y lo profano, de lo religioso con lo político,
para comprobar el grado de sacralidad en el cual la política, el espacio y el tiempo
cotidianos se desenvolvían (clave para luego poder comprender las diferentes
vías de secularización que cada Estado
y
cada movimiento anticlerical adop tan).
1 5
/ tó i . ,p . i7 .
[159J
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E N C O L O M B I A
También estaremos obligados a tener en cuenta las políticas seguidas por
los gobiernos de estos dos países, la capacidad del clero para influir en la coti
dian idad de las gentes, así como los m itos y las imágenes que los ciudadanos
tenían sobre los religiosos y las religiosas. Igualmente, aspectos com o las op or
tunidades políticas que las coyunturas española y colombiana abrían a estos gru
pos , su capacidad para aprovecharlas y la percepción que tenían de esas
oportunidades también son variables que acaban convirtiéndose en capitales
para este tipo de estudios. Todo ello para poder ir atando cabos que no s perm i
tan esbozar posibles respuestas a esa incógnita que rodea cualquier tipo de ac
ción ritualizada, en especial si posee la intensa carga emocional que tiene la
violencia anticlerical: "¿Cómo fue posible?".
En nuestro análisis partirem os de otra premisa fundam ental; intentarem os
com probar cómo en los países católicos (en este caso Colom bia y España) u n paso
clave pa ra secularizar el espacio y la vida cotidiana es desacralizar la figura del cura.
Fundamental paso, en la medida en que el catolicismo no había emprendido el
paso protestizante de eliminar los vínculos de med iación en tre los hum anos y el
Dios cristiano. Por ello, el estudio del protestantismo se convierte en otro punto
clave del análisis empírico de la realidad histórica colombiana y española y, más
allá de ello, hay que reflexionar sobre los pun tos de encuentro entre
el
protestan
tismo histórico y el antidericalismo que, a nuestro
juicio,
son más num erosos de
lo que habitualmente hemos pensado. Desde nuestra perspectiva, ambos concep
tos están íntim am ente ligados entre sí y con el proceso más am plio de subjetivi
zación de la religión, en la medida en que ambos pene tran por esas grietas que,
según Berger
y
Luckmann,
la
"crisis de sentido" de la mo dernid ad provoca en los
seres hum anos, convirtiéndose en m otores del retraimiento de la experiencia re
ligiosa al ámbito
de lo
privado,
de lo
íntimo,
de
la experiencia personal.
Por esa misma razón, porq ue vienen a solucionar esa especie de crisis oca
sionada p or la pérdida del mo nop olio que el catolicismo tenía sobre la cons
trucción social de la realidad, se convierten en algo más que en enemigos o
com petidores del catolicismo; se vuelven sistemas que deben dotar de sen tido
a la experiencia cotidiana. De pr onto los seres hum ano s, como diría S artre, se
veían condenados a ser libres y "se veían obligados a redefinir diariamente el
sentido de su existencia"
16
. El pluralismo que la mod ernid ad traía consigo mi
naba ese conocimiento hasta entonces inquebrantable, ese orden inmutable. Por
16
Peter Berger y Th om as L uckm ann. 1997. Mod ernidad , pluralism o y crisis
de sentido. La orientación del hombre m oderno. Barcelona: Paid ós, p. 79.
[160]
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E N LA M O D E R N I D A D
ello mismo el protestantismo, el liberalismo o el anticlericalismo acababan cons
truyendo auténticos sistemas omnicom prensivos q ue, a la par que debilitaban
al catolicismo , pretendían erigirse en sus alternativas epistém icas.
Y,
frente a lo
que se ha repetido hasta la saciedad en diversos foros, creemos que estas alter
nativas no podían ser construidas desde posiciones ateas o antirreligiosas. La
lucha contra el clericalismo debía hacerse desde la misma esfera religiosa, po r
que todos los movimientos sociales y políticos se erigen a partir de las herra
mientas culturales disponibles y significativas p ara los actores sociales.
Es decir, por mu cho que los mitos lanzados po r los sectores más conserva
dores digan lo contrario, escasos procesos de secularización, por no decir ningu
no, están impulsados por fuerzas ateas o antirreligiosas (salvo que confundam os
la
desdericafizadón con
la
pérdida
de
religiosidad),
sino
que
la
crítica
se hace
desde
la prop ia religiosidad. Por eso en España el anarquismo o el populismo lerrouxista
(dos de los máx imos exponentes, aunque con matices, del anticlericalismo mili
tante) están llenos de ingredientes religiosos, rituales, de reinterpretación y rei
vindicación de un cristianismo primitivo magnificado que, en última instancia,
habría sido traicionado por el mismo catolicismo y su clero. En las fuentes espa
ñolas y colombianas de las cuatro primeras décadas del siglo XX se observa una
lectura mítica de la evolución hum ana , desde un paraíso inicial perdido , al sufri
miento y la corrupción vivida fruto del pecado. Com pletar esa lectura exige la
es
pera de un a redención, de una tabula rasa, de algo nuevo, diferente e inespecífico
que acabe con un estado de las cosas que se hace insoportable. Esta versión b íbli
ca de la política, con una fe, un enemigo diabólico (el clero y
el
conservatismo) y
una figura totémica de la redención, el pueblo, necesitaba de la creación de la fi
gura del Mesías, y, desde nuestra óptica, el círculo se cierra en Colombia con la
aparición en escena
de la
figura de Gaitán, pero profundizar en este tema
ya
esca
pa
a los
márgenes de este ensayo.
Este conjunto completaba la visión apocalíptica de la historia de Colombia
percibida en términos de Paraíso (original y perdido m erced a la intervención de
las fuerzas maléficas), Caída y Redención (que hubiese llegado con una hipoté tica
república presidida por Gaitán
y
la acción regeneradora del pueblo). La produ c
ción cultural del liberalismo estaba trufada de elementos tradicionales de crítica
ética y de
raíz
cristiana;
Gaitán recogió
esa
herencia
y
multiplicó su potencial emo
cional a través de sus discursos, repletos de reproches m orales,
físicos
y sanitarios.
Su pureza ascética, su honradez, aspecto más destacado po r sus seguidores, co
nectaba con esta tradición cristiana que enlazaba con otros valores más propios
de sociedades modernas y discursos populistas com o el del honor, con la mism a
161
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G L O B A L I Z A C I Ó N Y D I V E R S I D A D R E L I G I O S A
E N C O L O M B I A
capacidad movilizadora. Com o ha dicho José Alvarez Junco, se trataría de "valo
res tradicionales puestos al servicio de nuevos objetivos y conceptos"
17
, de virtu
des religiosas contextualizadas en una nueva etapa de movilización social y poLítica
civil de masas.
La
lucha no era, ni mucho menos, del ateísmo contra la fe, sino de
visiones
alternativas,
casi
excluyentes,
de lo sagrado. La crítica al clero se hace desde
bases religiosas, no po r dem agogia u oportunism o, sino porque difícilmente po
día ser de otra m anera.
¿Por qué introdu cim os en este pun to el factor del protestantismo? Por
que, además de ser motor en este proceso de privatización de la experiencia
religiosa, el protestan tismo encaró, m ucho antes que el catolicismo, los pro
blem as derivados de esta secularización y el desencantamiento del mu nd o. Eli
minó los elementos que servían de intermediarios entre lo sagrado y lo
profa no, entre lo visible y lo invisible y favoreció la privatización del hecho y
de la experiencia religiosa en la medida en que, como ha destacado Berger, eli
m inó "los tres concom itantes m ás antiguos y poderosos de lo sagrado: el mis
terio, el milagro y la magia"
18
. No en vano, cuando se reflexiona y se trata de
sacar conclusiones en el ejercicio de historia comparada, vemos que, en últi
m a instanc ia, tanto los discursos com o los objetivos, y algunas de las fo rmas
de actuar de anticlericales y prote stantes son m uy similares. Incluso n os atre
vemos a afirmar que el anticlericalismo pretend e un a reforma protestante de
los rituales católicos y un proceso que lleve al ámb ito de lo priv ado, de lo sub
jetivo, a la experiencia religiosa. Antropólogos españoles como Manuel Del
gado han afirmado en sus distintas obras que el anticlericalismo español sería
un a versión, con varios siglos de retraso, de un a reforma protestan te nu nca
acaecida en E spaña, similar a la de Francia y otros países del nor te de Eu ropa.
En este país el pro testan tism o no cuajó, entr e otras cosas po rqu e este país se
constituyó en adalid de la Contrarreforma y faltó el influjo de Estados Uni
dos que hu bo en otros países, sobre todo de Am érica Latina; pero la alterna
tiva religiosa, esa especie de religión civil que es el pro testa ntism o histórico ,
se construyó desde den tro, desde la trascendencia que rep ublicanos, libera
les, mason es o socialistas dieron a sus discursos. De ahí los esfuerzos de toda s
17
José Alvarez Junc o. 1994. Los am antes de la libertad: la cu ltura republica
na españ ola a princip ios del siglo XX. En Townson Nigel (ed.). El republicanis
mo en España , (1830-19/7). M ad rid: Alianza, p . 279.
1
Peter Berger.
1993.
Modernización y secularización: la excepcionalidad
europ ea. Historia y fuente oral, No.
10, p. 13.
162I
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E N LA M O D E R N I D A D
estas disidencias po r respetar la figura de Cristo y por impregn ar sus arengas
de una especie de teología sencilla, casi catequética, que demuestre que son
creyentes, tanto o más que aquellos que los acusan de ser las huestes de Sa
tán. Por eso decimos que, en el fondo, estamos ante una nueva versión de la
vieja lucha por la pureza religiosa en la que la iconodastia no dejaría de ser
sino una "necesaria" operació n de catarsis.
En España el camino m ás corto para desdericalizar la religión es herede
ro de una inmensa mitologema que vincula a los curas (y sobre todo a ellos, a
los homb res) con los aspectos más estigmatizantes de las culturas mediterrá
neas:
sexualidad desmedida, avaricia, parasitismo, sensiblería feminizante. La
cultura po pula r española está cargada de cientos, de miles de publicaciones y
referencias de c rítica m oral al clero, desde las más livianas en que se les acusa
de traición al Evangelio hasta las agitadas en periodos de crisis que hacen refe
rencia a actos de sodom ía, infanticidio o asesinato.
Por supuesto t odo ello debe sumarse a cuestiones m ás universales, com o:
la constante denuncia de la intervención del clero en política; su monopolio
de la educación que, en última instancia, imposibilitaba un cambio efectivo
de la realidad, el con trol social, y algunas mu y hispanas, com o la crítica po r la
negación del clero a adopta r roles de masculinidad hispana (a blasfemar, be
ber, fornicar, acudir a tabe rnas ...). Que toda esta violencia y retórica literaria
acabase en un proceso d e tintes m ilenaristas com o el del verano de 1936, con
el asesinato de miles de curas acom pañado s de rituales y protocolos p re yp os t
mortem constituye un o de los ejes de nuestra investigación y, por obvios mo
tivos de espacio, no podemos abordarlo desde aquí; pero está claro que sin
un golpe de Estado com o el de julio de 1936, que colapso los me canism os de
coerción del Estado españo l y agitó los fantasmas anticlericales de la enésima
traición del clero, difícilmente podía haber ocurrido. Sin embargo, las bases
ya estaban puestas, y
el
utillaje cultural de ico nod astia y cultura sacrilega ta m
bién. Al igual que en Colom bia don de, por m ucho que se quiera argum entar
lo contrario, parece claro que los actos de irreverencia anticlerical y de vio
lencia antisimbólica ya se encontraban entre algunos sectores liberales. Eso
es lo que han demostrado las fuentes: que los actos de sacrilegio, dramatiza
dos por los conservadores y sus diarios y m inim izad os (o revestidos de accio
nes individuales un tanto folklóricas y contraproducentes) por los liberales,
formaban parte del repertorio de acción cultural de los liberales, de sectores
protestantes, masones y liberales radicales, que convertían este tipo de actos
en resistencias cotidianas al pode r y do m inio del clero.
[163]
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I I .
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ha sido extremadamente difícil ejercer una mirada histórica del anticlerica
lismo. Las tesis tradicionales han defendido que, ante este fenómeno extre
m o, la violencia fue inevitable y el anticlericalismo se deshizo como un
azucarillo en la dinámica de una lógica bipolar tan fuerte. Lo que nosotros
pretende m os, partiend o de esa innegable realidad, es ver cómo ese bipartidis
mo cond icionó y modeló las acciones y representaciones anticlericales; pero
a la vez, el objetivo es observar có m o el m ism o anticlericalismo nu trió esa ló
gica política bífida y la dotó de representaciones emocionales, míticas y mo-
vilizadoras. Es decir, el anticlericalismo colom biano no sólo fue "víctim a" de
la dinámica bipa rtidista, sino que tam bién contribuy ó a su consolidación y a
perp etuar su lógica m ediante la elaboración de u n civismo q ue, igual que en
España, acabó conv irtiéndose en una especie de "religión alternativa", trascen
den te, que con stituyó toda una opc ión sistémica al catolicismo de la jerarquía
y la oficialidad cons ervad ora.
Por ello creemos que el bipa rtidism o de los años treinta en Colom bia no
enfrentaba a un partido católico y uno ateo (como sostenían los conservado
res), ni siquiera a dos partido s católicos (com o sostienen quienes afirman que
en Colom bia nunca ha habido anticlericalismo), sino que se trata del enfrenta-
m iento en tre dos sistemas culturales alternativos, profun dam ente sacralizados
que manejan conceptos propios,
y a
me nu do excluyentes,
de lo
sagrado, del clero,
de Dios y de las relaciones en tre los seres hu m anos y la divinidad.
Contextualizar y m ostrar los dinteles entre los que el anticlericalismo se
mueve exige abord ar, pues, tanto los orígenes del conflicto com o las diversas for
mas que adoptó en el periodo que nos interesa, en este caso las décadas de los
años treinta y cuarenta. Entonces podre m os observar cóm o el anticlericalismo
es inexplicable si no se afronta desde una perspectiva política, pero asimismo
se convierte en irracional y extravagante si no comprendemos que supera los
límites de ese ma rco. Sólo así evitaremos caer en el reduccionism o de examinar
este m ovim iento com o un simple epifenómeno, como un síntoma de una lu
cha mucho más profunda, com o pod ía ser la lucha de clases, la falta de m adu
rez política de
las
sociedades que analizamos o su propen sión al derram am iento
de sangre gratuito
y
vacuo.
Conseguir estos objetivos exige un tremendo esfuerzo no demasiado ex
tend ido en el comú n de las investigaciones, porqu e el anticlericalismo, com o la
religión, no debe ser enfocada más com o una "cosa en
sí",
sino algo "a través de
lo cual" puede contextualizarse y pensarse la cultura, la violencia, la política y
las representaciones sociales o men tales. Se trata de un ir la reflexión en torno a
[165]
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Cambio de enem igo: de liberales a com unistas
Religión y política en Colombia, años cuaren ta
HELWAR HERNANDO FIGUEROA S.
Si
los
beligerantes
nos
dicen
que
Rusia representa unprob lema de posguerra bastante
serio,
para Colombia
es
unproblema a laspuertas.
Los
católicos de Colombia
no
pueden
cruzarse de brazos, ni pensa r beatíficamente que un pueblo católico no pu ede ser absorbi
do
por
el
comunismo, pues,
como
sucede
en
los países totalitarios unos pocos hombres
dominan una enorme masa
1
.
Revista Javeriana
En tablas rotas y con bandera política navegan hoy día los dirigentes comunistas de la
CTC... ¡Estos ap atr idas al servicio
de
Moscú
no
pasarán
Los
obreros sanos de Colombia rechazarán a
los
impostores y forman do frentes
anticomunistas salvarán la patria y expulsarán a
los
traidores
2
.
El Trabajo
La Institu ción eclesiástica desde la segu nda m ita d del siglo XIX, con el Papa León
XIII y sus pro pu esta s del catolicismo social, ya se perfilaba co m o u na de las pr in -
Universidad Autónoma de C olombia.
1
Anónimo.
1943. Revista Javeriana. lunio, p.
194.
2
Anónimo. 1948. El Trabajo. Semanario diocesano. Tunja, 21 de marzo.
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E N C O L O M B I A
cipales contradictoras de los comunistas. Fue así como, a comienzos de 1930, se
creó en Colom bia la Acción Católica, con
el
objeto fundam ental de hacer contra
peso a los m ovimientos sociales liderados por socialistas y comunistas. No obs
tan te, con la llegada de los liberales
al
poder en ese mismo
año, y
ante
las
posibles
reformas que se vislumbraban, los conservadores, en asocio con la Institución ecle
siástica, reactivaron las consignas clericales e intransigentes en con tra de los pri
meros, dejando por un mo men to a los comunistas en u n segundo plano.
Cabe decir que en este periodo
los
conservadores vieron en
la
posición an
ticlerical de los liberales el mejor argumento para atacarlos, aunque estos últi
mos aclararan en sus discursos no ser ateos, sino sólo propiciadores de la
separación entre el clero y el Estado. En este periodo en Colom bia la Iglesia pro
hibía oficialmente la participación del clero en política, pero en la práctica h a
cía lo contrario; era una institución no homogénea en cuanto a su posición
política, identificada en el país, po r u na p arte , con el clero de Boyacá, Na riño,
Antioq uia y Santander (defensores de los preceptos intransigentes del catolicis
m o e incitadores de actos violentos), y por otra con un clero metropo litano con
ciliador, po r
lo
meno s en cua nto a sus máx imos jerarcas.
En este sentido, la presente investigación está cen trada en las expresiones
intransigentes de un sector del catolicismo, pred om inan te en estos años en Co
lombia, con énfasis en el tránsito de la corriente intransigente a la Acción Ca
tólica y su corporativism o, que en las décadas analizadas adquiere m ayor fuerza
en el ám bito sindical y social, respond iend o al avance de la ideología com unis
ta. Se deja de lado la Acción Católica Especializada (Yocismo en C olom bia), por
que se trata de otra co rriente a rticulada con el catolicismo social, pero de corte
más democrático
3
, cuya vertiente femenina fue analizada en Colombia por la
historiadora Alicia Florián
4
.
Al
delimitar
la
investigación
a la
intransigencia católica
y su
desplazamiento
hacia el catolicismo co rporativista, preten dem os resaltar
los
conflictos entre los
conservadores laicos, la Institución eclesiástica (incluidas algunas comunida
des
religiosas,
en particular los dom inicos y los jesuitas) y los liberales , sin olvi
dar que este mismo sectarismo fue utilizado para atacar a los comunistas y
protestantes desde la Acción Católica.
3
Ana María B idegain. 1985. Iglesia, pueblo y política. Un estudio de conflicto
de intereses. Colombia. 1930-1955. Bogotá: Un ive rsid ad Jave riana.
4
Alicia Florián Nava s. 1999. Corrientes en la Iglesia y organizaciones de
mujeres católicas en Bogotá. 1920-1940. Santafé de Bo gotá .
[168]
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E N C O L O M B I A
En este sentido, se exp on e a co ntin ua ció n có m o la violencia polí t ica de los
año s t re in ta en e l ám bi to rura l , y la par t ic ipació n e n e lla de dom inico s y curas
seculares, fueron ecl ipsadas en la década del cuarenta por el auge de un sindi
cal ismo confesional . Es decir , en los años cuarenta se comienza la persecución
sistemática a las organizaciones sindicales de inf luencia comunista por medio
de organizaciones obreras catól icas, l ideradas por los jesuitas en la ciudad. La
violencia que en los treinta se dio con más fuerza en las regiones rurales, pasó
así, en los comien zos de los año s cua renta , a prese ntarse en las ciudad es y se ma
ni festó po r me dio de los enf rentam ientos callejeros ent re los s indicatos c om u
nistas y los catól icos, y entre las universidades laicas y las confesionales. No
ob sta nte este proce so, el regreso de los conserv ado res al po de r polí t ico en 1946
dio c om ienzo en di ferentes regiones del país a uno de los per iod os m ás violen
tos del enfrentamiento entre l iberales y conservadores.
Fue dur an te la década del cuare nta que se prese ntó u n cam bio cada vez más
claro en las políticas del clero en relación c on los liberales y los com unis tas; a raíz
de la presencia cada vez m ayo r de los com unistas en los diferentes m ovim iento s
sociales, aun qu e tam bién el am biente internacional , se estaba perf ilando com o an
t idemocrát ico y ant icom unista , lo que repercut ió en e l imag inar io nacional .
Esta si tuación fue claramente percibida por los sectores cr í t icos al gobier
no de López, com o lo evidenciaron, en los años cu arenta , los conservadores des
de el pe riód ico El Siglo. De m an era perspicaz , éstos analiza ron el avance de las
masas t rabajadoras por las venta jas organizat ivas dadas por López durante su
pr imer gob ie rno :
Hay un hech o m uy no torio qu e ha servido en gran m anera para favorecer la pe
netra ción roja. En los últimos años los adalides liberales han utilizado a los co
mun istas como instrum ento político. Ese maridaje, que en comedia ha tenido
po r fin la agitación partidis ta, ha resultado en tragedia revolucion aria. Los libe
rales han p odido asom brar
a
la galería hac iendo aparecer que
los
presidentes des
piertan en las masas sentimientos de adoración personal y que una palabra del
primer m andatario
es
suficiente pa ra agitar
a
obreros embravecidos. Pero los co
mu nistas m ás avisados que los políticos liberales, no se han prestado gratis a ese
juego; por el contrario lo han aprovechado para imprim ir u na g ran velocidad a
su obra destructora í...]
8
.
extrem a derecha q ue fortalecieron sus principales bases ideológicas con sus
postulados program áticos, la moral católica y el nacionalism o bolivariano.
8
A nó ni m o. 1942. El Siglo. 15 de julio.
[170]
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E N LA M O D E R N I D A D
Los vínculos entre liberales y comunistas resultaron positivos para estos
últimos en relación con las alianzas de clase, pues les permitieron acercarse a
un núm ero mayor de trabajadores y de paso ganarse el odio cada vez más vis
ceral de los conservadores y del clero. La cercanía entre liberales y com unista s
en la Confederación de Trabajadores de Colom bia (CTC ), se hizo posible, des
de su fundación en
1938,
gracias a los acercamientos políticos dados en los Con
gresos Nacionales de Trabajadores, antes de la creación de la CTC y a las
propu estas de alianza po r la base del Partido C om unista. Dicha alianza se em
pezó a gestar desde el VII Congreso de la Internacional Com unista realizado en
1935> qu
e
tuvo como propósito hacerle frente al fascismo mediante un Frente
Unido
9
. No ob stante, dichos acercamientos y
el
apoyo inicial de López
a los
tra
bajadores organ izados (influenciados por los com unistas, desde 1935), en su se
gunda administración (1942-1946) comenzó un proceso de alejamiento que
obedecía a la presión ejercida por parte de los gremios económ icos, los sindi
catos clericales
y el
aire internaciona l de crítica al com unism o soviético
10
.
Internac ionalm ente, el avance del fascismo en Europa -m u ro de conten
ción contra el co m un ism o- , a finales de la década de 1930, favoreció, aún má s,
que los sectores radicales de la derecha trad icional co lom biana se identificasen
con las ideas corporativistas del fascismo, agrupado alrededor de figuras como
M ussolini, Hitler y Franco. Se trataba de líderes anticom unistas de origen ca
rismático, nacionalista y populista qu e tenían la bend ición de los sectores más
recalcitrantes de la Institución eclesiástica, pues criticaban el liberalismo dem o
crático, má xima expresión de la modernidad
11
. Este pensam iento político res-
9
M edófilo M edina . 1980. Historia del Partido Comunista Colombiano. Bo
gotá: Colom bia N ueva. Lazar y Vícto r leifets.
2001.
"El partido com unista co
lom biano, desde su fundación y orientación hacia la transformac ión
Bolchevique". Anuario Colombiano de Historia Social y de la C ultura. B ogotá:
Universidad Nacional de Colom bia,
N o. 28 ,
pp . 7-38.
10
En el camp o social,
las
movilizaciones d e las masa s urban as qu e reflejaban
los intentos m ode m izad ores de hacer política se eclipsaron po r el desm onte d e
las políticas sociales del segund o gob ierno de Alfonso López Pu ma rejo y po r los
acontecimientos del nueve de abril. Herbert B raun.
1988.
Mataron a Gaitán: vida
pública y violencia u rban a en Colombia, B ogotá: Planeta .
11
La mo dernid ad es una de las t ransformaciones mentales más impo r tan
tes del m un do occidental -coi nci de con la consolida ción del capitalismo y el
surgimien to de los Estados nacionales (gobernado s dem ocráticam ente; es
decir , la m ode rnida d se pue de considerar co mo igual a la demo crac ia)- , pues
secularizó la naturaleza h um aniz and o a Dios e individualizando, a su vez, al
[171]
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pon día, p or un lado, a la secularización de u na sociedad capitalista, dinam iza-
dora de la mo dernid ad y de los intentos m odem izadore s de las sociedades tra
dicionales
12
;
y,
por otro
lado,
al avance del com unism o internacional.
En el periodo liberal (1930-1946) y durante los gobiernos conservadores
de M ariano Opina Pérez y Laureano Góm ez (1946-1952), el Partido Conserva
dor y el clero en general se vieron obligados para m anten er el orden tradicion al
frente a los aires mode rnizantes impulsados p or las nuevas ideologías -a l igual
que en la España Republicana (1933-1936)-, a volver su mirada al hispanismo
católico prom ulgado po r fascistas, falangistas, monarq uistas, carlistas e int ran
sigentes católicos. La mayoría de los
libros,
revistas, periódicos (nacionales y
re
gionales) y libelos, publicados por iniciativa de conservadores tradicionalistas
y clérigos intransigen tes, están saturados del hispan ismo católico y del deseo de
crear un orden co rporativo medieval, liderado por la España regeneradora
e
irra
diadora espiritual de la cultu ra hispánica
13
.
ho m bre . Aún más, la mod ernid ad resolvió la tensión entre el individuo y el
m un do por m edio de la razón práctica y perm itió al hom bre d om inar la natu
raleza y darse su pro pio gob ierno racion al (p rogreso ). En este sentido, no cabe
du da de que los ensayos para llegar a la m od ern ida d, princ ipalm ente de las
élites intelectuales y políticas de las culturas de no min ada s "prem odernas",
están so porta dos bajo este sentido y están justificados teóricam ente po r u na
interpretación weberiana de la historia (sociedad de compartimientos removi-
bles): "racionalismo ins trum ental" impue sto etnocéntricam ente por una cul
tur a con siderada, arbitrar iam ente , a sí mis ma , com o la llamada a colonizar,
civilizar, "mo dern izar" y desarrollar a las culturas bárb aras, incivilizadas, "pre
mo dern as" y subdesarrolladas. Artu ro Escobar. 1999. El final del salvaje. N at u
raleza, cultura y política en la antropología contem poránea. B ogotá: ICA N y
Cerec,
pp .
38-39.
12
La mo dern ización desgaja los plante am ientos racionalistas de la m oder
nid ad occidental, enten dida ésta para Weber com o el dese ncan tam iento del
m un do , y le da unas funciones me ram ente instrum entales y evolutivas, mo nta
das en los años cincue nta p or el funcionalismo sociológico y que tiene com o
prem isas: incremen tar la prod uctivid ad, crear identidad es nacionales y secula
rizar la sociedad. "Ro mp e, además, la conexión intern a entre m od ern ida d y el
contex to histórico del racionalism o occidental de mod o qu e los procesos de
mo dernización ya no puede n entenderse com o racionalización, com o objet i
vación histórica de estructuras racionales". Jürgen H aberm as.
1989.
El discurso
filosófico de la modern idad. Barcelona: Taurus , pp . 12-13.
13
Mo mtfort Pérez. 1992. Hispanismo y falange. Los sueños im periales de la
derecha española. M éxico: FCE, pp . 79-91.
[172]
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E N C O L O M B I A
les menos favorecidas. Reconoce, además, a los sindicatos como interlocutores
legítimos cuando se trata de elaborar planes estatales de política pública
15
. Sin
em bargo, es necesario decir que en Colombia esta propue sta de Estado nu nca
logró establecerse, porq ue p ud o más un a cultura política que favorecía intere
ses particulares y beneficios dien telistas que políticas de Estado.
Ah ora bien, el origen de este tipo de Estado del bienestar en Occidente no
sólo obedecía a las presiones sociales, se dio en un contex to político, en el cual
la sociedad occidental se enfrentaba a la turbación que le producía el com unis
mo internacional
y
su idea de un Estado socialista, liderado p or una revolución
social. Igualm ente, estos planteam ientos políticos estuvieron acom pañados de
la necesidad de impedir las crisis económicas, tan características en el periodo
de en tre guerras y que se manifestaban en los temores de los econom istas de la
posgu erra. Pero no sólo fueron las presiones sociales y
las
políticas económ icas
las que lideraron el cam po internacional de la política; como ya se dijo, un ele
m en to fundam ental que explica la creación del Estado del bienestar es la nece
sidad que tenía el capitalismo de pone r unas barreras, lo suficientemente fuertes,
para im ped ir que la ideología del Este se expandiese por el m un do . Es decir, este
m odelo de Estado liberal fue la respuesta m ás clara a una posible revolución so
cial que amenazaba con des truir el antiguo régimen
16
.
En esta discusión acerca de si mantener el mercado po r fuera de las políti
cas de planeación o su control, pudieron más los temores a una recesión eco-
15
Claus Offe. 1990. Contradicciones en el Estado del bienestar. M adr id:
Alianza
16
L udwig vo n Mises. 1996. Sobre liberalismo y c apitalismo. V. II. Folio. Bar
celona,
p.
283.
La polémica entre un intervencionismo de Estado o la regula
ción po r el propio mercad o fue liderada, en su mo m ent o, por Ludwig von
Mises, quien con sideraba qu e el capitalism o había logrado s uperar u n feudalis
m o jerarquizado y sum am ente excluyente, pues el consu mo masificado de
pro duc tos socializaba las ganancias de los emp resario s. Para Von Mises el capi
talism o significa dem ocracia y los empre sarios e ran los encargados de satisfa
cer las necesidades básicas de los trabajadores po r m edio de la venta de sus
prod ucto s, lo cual le perm ite afirmar que , "el cliente siempre tiene la razó n [...]
Pero ese cliente no es otro que el prop io traba jador que ha pr odu cid o, en la
fábrica, las mercancías que está vendie ndo " (Von M ises: 281). Allí no es po sible
la intervenc ión del Estado en el me rcad o, pues se corre el riesgo de im ped ir la
libre realización de esta relación social. Con esta premis a, Von Mises defiende
un Estado lo m enos reg ulador posible (Von Mises: 309).
[174]
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I I .
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nóm ica de carácter cíclico y a la lucha de clases. No obs tante , en los años cin
cuen ta, los liberales clásicos defendían con convicción la libertad del mercado,
pues de no ponerse en práctica, podía convertirse en un obstáculo del desarro
llo: "allí donde el desarrollo libre y espontáneo se halla paralizado p or el inter
vencionism o, lo que el liberal desea es introduc ir drásticas y revo lucionarias
innovaciones [...] lo que hoy con mayor u rgencia precisa el m un do es supri
mir, sin respetar nada n i a nadie, esos innum erables obstáculos con que se im
pide el libre desarro llo [...]"
17
.
La
otra idea de Estado que tam bién hacia presencia, principalm ente en las
décadas de 1930,1940 y 1950 fue el Estado orgánico o corporativista. Su fuerza
era su ideología de derecha, tradicional y autoritaria; económ icamen te se sus
tentaba en la total libertad del mercado, liderado por los gremios y con una es
casa intervenc ión estatal. Esta prop ues ta política fue la respuesta m ás clara del
antiguo régimen
a
los avances de la m ode rnidad que dinam izaba
el
capitalismo.
En el pen sam iento corpo rativista confluían los sectores más tradicionales de la
sociedad y la Institución eclesiástica que defendían el orden tradicional y "[...]
recreaban sus principios como una forma de resistencia al individualismo libe
ral y al desafío que planteaban el m ovim iento obrero y el socialism o [...] "
l
. No
es accidental que haya sido en países católicos com o el Portugal de Oliveira Sa
lazar, la España de Primo de Rivera o la Italia de Mussolini donde estas ideas
tuvieron eco. Precisamente por esta vía los hispanistas católicos colombianos,
Laureano Gómez y el jesuita Félix Restrepo, entre los más destacados, se apro
piaron de esta propuesta po lítica para op onerla a la modernización liberal; por
ello la formularon en la contrarreform a conservadora de me diados de siglo en
Colombia. Esta propuesta estuvo presente constantemente en las discusiones
públicas co ntra los liberales y comun istas y fue un a de las herram ientas ideoló
gicas más importantes para la creación de organizaciones sociales y sindicales
de corte confesional, en abierta confron tación con las liberales y com unista s.
López
Pumarejo y
los
gremios
Durante la década de 1940, a pesar de la violencia en los campos, el país
comenzó a desarrollarse en materia económ ica por el mejoramiento del comer-
17
Friedrich Au gustus von Hayek.
1997.
Los fund am ento s de la libertad. Bar
celona: Folio, p. 473.
1
Er ic Hobsbawm .
1995,
op. ci t, p. 120.
[175]
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E N C O L O M B I A
ció internacional (después del fin de la Segunda G uerra M und ial), la urbaniza
ción y el auge de los grem ios económicos. En este sentido, las políticas estatales
favorecieron a los industriales agrem iados en la AND I. No obstante, el am biente
político perm itió un g ran poder de negociación de otros gremios.
Co n la crisis de la República Liberal en 1945, protocolizada con la renun
cia de Alfonso López Pumarejo, la intención de encauzar el descontento social
po r m edio de un Estado mo dern izado r se frustra. Eso significa, en otras pala
bras, que con la consolidación, en estos años, de los gremios económicos, las
políticas sociales pasan a un segundo plano. Los intereses corporativos entra
ron a competir por el dominio del Estado en su dirección económica, lo que
afectó de m anera d irecta las prop uestas sociales. En este proceso, en 1944 se con
solidó la Asociación N acional de Industriales, AN DI, la cual propu so un Esta
do proteccionista
y
arancelario que buscó
el
control del mercado interno
a
través
de los precios de las manufacturas y alimen tos; además, pretend ió controlar a
la clase trabajadora creando sindicatos patronales, herram ienta facilitada po r
el m ism o López y los sindicatos confesionales
19
. Este gremio se antepuso a los
intereses librecam bistas de la Federación Nacional de Com erciantes, Fenalco, y
de la Federación N acional de Cafeteros, que en la década del cuarenta asum ie
ron un papel protagonice en la lucha por el dom inio de lo público
20
.
19
Edua rdo Sáenz Rovner mu estra este proceso a través de la historia de la
AN DI. El trabajo de Sáenz, basa do en los archivos oficiales de la AN DI, e viden
cia com o ésta se desarrolló en una de las coyunturas económ icas más imp or
tantes del siglo XX. Particulariza la consolidación de una burg uesía indus trial
de corte proteccion ista y arance lario, ubica da en Medellín (basada inicialm en
te en los textiles). La burgues ía n o es monolítica , pues la AN DI tien e que en
frentarse
a
la burgues ía com ercial cafetera y a Fenalco, de corte librecam bista,
la que desarrollaría un papel de dom inio e conóm ico hasta entrado el periodo
de Lau reano Góm ez. En el texto se concluye que los gremio s, en gene ral, des
pués de los hecho s del 9 de abril, aun qu e no d inam izaro n la Violencia se ben e
ficiaron de ella, part icu larm ent e el sector industrial cercan o a Laurean o
Gó m ez . Edua rdo S áenz Rovner. 1992. La ofensiva em presarial. Industriales,
políticos y violencia en los años
40
en Colombia. Santafé de Bogotá: Tercer Mun
do Editores, Ediciones U niandes.
2 0
Lo público, enten dido com o el espacio en el cual la "sociedad civil" pu e
de manifestarse abiertamente, es hegemonizado por los sectores tradicionales
mejor organizados en este mom ent o: gremios económicos y sindicatos de
corte confesional, liderados p or los jesuitas, de ahí que estos últim os con stan te
mente defiendan una sociedad corporativa. Norberto Bobbio, al explicar la
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Esta disputa, por intereses particulares y oligárquicos, impediría el desa
rrollo de políticas sociales y la continuación del fortalecimiento de una ciuda
danía moderna, caracterizada por derechos civiles, políticos y sociales
21
(profundam ente limitados en Colom bia), éstos últimos logrados en Europa por
el avance del capitalismo y de las presiones sociales
22
. Para este p eriodo , Daniel
Pecaut demuestra de man era clara cómo en Colombia hub o un derrum be par
cial del Estado
23
que se explica "por el debilitamiento de su papel interventor,
constitu ción de la sociedad civü com o expresión política de las diferentes org a
nizaciones sociales, afirma que la heg em onía estatal puede estar liderada p or el
m odelo econó mico vigente (lectura gra ms cian a). En este caso los grem ios sólo
están reproduciendo sus intereses donde el Estado simplemente sería la pro
longación d e éstos, po r ello se pod ría habla r de que en la Colom bia de m edia
dos de siglo existe un Estado corp oratiz ado . No rbe rto Bobbio.
2000.
Estado,
gobierno y sociedad. Bogotá: FCE,
pp. 39-51.
21
Luis Jorge G aray. 2000. C iudadan ía,
lo
público, democracia. Textos y no
tas.
Bogotá: Litocencoa,
p p. 74-75.
22
Así lo expresa Leo Kofler: "...el m ás he rm os o fruto de la secular luc ha
burgues a, la forma dem ocrátic a de organiza ción y de vida de la actual socie
dad, en mo do a lguno h a sido obra de la burgu esía -e n especial en lo que se
refiere a su con sum ació n prá ctic a-, sino ante tod o de las clases no b urgue sas,
de la pequ eña burgue sía y del proletariado". Leo Kofler.
1971.
Contribución a la
historia de la sociedad burguesa. Buenos Aires: A m orr ort u,
p .
445.
23
La bibliografía so bre la debilidad del Estado colo m bian o es bastan te
num erosa , aunq ue vale la pen a decir que han sido investigadores ex tranjeros,
com o Paul O quist y Daniel Pe caut, quienes desde la década de 1970 han evi
dencia do con m ás claridad la debilidad pa ra el prim ero y la ausencia para el
segun do, del Estado co lom bian o. Es necesario decir que la may oría de los apo r
tes en este sentido ha n sido el resultado del estud io transversal de la violencia
endémica que ha mos trado la incapacidad del Estado colombian o para c ontro
larla. Ah ora bien, la más reciente investigación que ab orda esta proble má tica
explícita que en Co lom bia existe una crisis del contrat o social e invita a hacer
una lectura que supere la lectura hobbesiana del estado de naturaleza en don de
"nada resulta injusto"; ello explicaría la lectura apocalíptica de los investigado
res sociales que ha n estud iado este fenóme no. Igua lme nte invitan a relativizar
la debilidad del Estado, pues éste sigue siendo el único que pe rm ite de alguna
m ane ra la me diación en los conflictos. Finalm ente, afirman que en la vida
social e institucio nal del país parecen convivir dos espacios: hipercon tractu ali-
zados e hiperdescontractualizados. Boaventura de Sousa Santos y M auricio
García V illegas.
2001.
Caleidoscopio de las just icia s en Colom bia. Análisis socio-
jurídico. Tom o I. Bogo tá: Colciencia s, pp. 35-36.
[177]
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E N C O L O M B I A
como mediador y uni f icador ent re c lases dominantes en benef ic io de los más
poderosos organismos gremiales, cafeteros e industr iales. La disolución del Es
tado es el resultado de la implantación del modelo l iberal de desarrol lo econó
mico qu e hace perd er al Estado su au tono m ía, f ragmentando su po der en m an os
de var ias corporac iones económ icas"
2 4
.
D ur an te tod o el do m inio cons ervad or (que se extend ió hasta 1957), las po
l ít icas dientel is tas y corpo rat ivistas d e los grem ios econ óm icos antes que la so
luc ión a las de m an da s sociales de cam pesin os y trabajado res se con vir t iero n e n
un factor pr imordia l . Esta par t icular idad se s iguió presentando durante todo
el Fren te N acional (1958-1974) y se expresó en a cue rdos de rep arto bu roc rát ico ,
violencia, al teraciones del orden público, surgimiento de diferentes guerr i l las,
bandoler ismo y t runcadas promesas de re incorporación socia l .
La part icipación del clero en polí t ica, después de los acontecimientos en
torno a la fal l ida reforma concordatar ia en 1942, se reconcentró en un ataque
sistem ático al sindical ism o lop ista. Aqu í, el deba te estuvo l iderad o p or la jerar
qu ía eclesiástica y los jesuitas q ue , desd e la Revista Jav eriana (1934), ven ían con s
t ruy end o un s indicali smo de cor te corporat iv is ta y pat ron al , e l cual respo ndía
en cier ta forma a lo acontecido en un Estado corporat izado. La oposición a la
modernización (urbanización) en e l t re in ta , l iderada en este caso por los do
m inic os y el sector más in tolera nte de la Inst i tució n eclesiástica, se mo dif icó en
la pr im er a m itad del dece nio de 1940 y se vio un ta nto op aca da p or los jesuitas
y su sindical ismo confesional y anticomunista.
El tem or e xistente frente a la ciud ad y a los procesos de urba niz ació n po r
par te de sectores de
la
jera rqu ía eclesiástica reflejaba las dificultades p ara afron tar
las nuev as realidades socia les que le imp edían segui r m an teni end o u n cont rol
total sobre los campesinos en la parroquia. Esta si tuación ya se percibía clara
m en te en la pastoral de m on se ño r Builes en 1929:
Nu estra am ada diócesis se cruza de carreteras que con el ferrocarril tronc al de
Occidente le abren u n risue ño p orvenir, pero esas mismas obras de progreso le
están haciendo sufrir un espantoso retroceso espiritual que nos tiene alarma
dos gravemente, porque os amamos muc ho, amados hijos nuestros, y no quere
mos que al progreso material corresponda el inmenso mal de la decadencia
espiritual [...] ¿Habéis visto esa multitud de hombres que trabajan en las carre-
24
G onza lo Sánch ez. 1986. Pasado y presente de la violencia en Colombia.
Bogotá: Cerec,
p .
26.
[178]
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I I . I D E A S Y P R Á C T I C A S C A T Ó L I C A S
E N LA M O D E R N I D A D
teras? La mayor p arte de ellos son víctimas del amb iente que en esos lugares se
respira. Olvido de D ios, desprecio de los días Santos , bailes, juegos, licores, ges
tos abominables, sonrisas que denuncian liviandad, molice pavorosa, fornica
ción, adulterios, pensamientos lúbricos, deseos pecaminosos, es la carroza de
Asmodeo, el dem onio de la impureza, que arrastra una inmensidad de pueblos.
De allí vienen los hom bres casados sin a mo r al hogar, y los jóvenes m architos
en flor. Pobre esposa, pobre s hijos: no pe nsaron que su esposo y padre iba a su
cumbir en la banca o en la vía férrea al impulso del ambiente: pobre sociedad
futura si los jóvenes en la carretera con la inocencia conservada en la m on taña ,
la fuerza v ital que asegura el porv enir de la raza
y de
la hum anidad
25
.
Frente a la urban ización de la sociedad colom biana, en la década del t reinta,
la jerarquía , desde la Acción Catól ica l iderada por monseñor González Arbe
láez, com enz ó un proce so de recr istianización de la sociedad ap oyad a en las en
cícl icas papales de León XIII y por medio del t rabajo desarrol lado desde los
círculos obreros. En el texto ci tado, Builes mostró cómo era percibido el pro
greso y po r esta vía la ciudad - lu ga r qu e co rrom pe el esp ír i tu - . Pero en este p u n
to , lo más im po r tan te es ver cóm o la c iudad e l iminó e l cont rol hege mó nico del
clero sobre el campesino, por medio de la proletar ización y de la poli t ización,
acrecentada por las nuevas formas de movil ización de los habitantes de la ciu
dad y que los l ibera les es taban comenzando a implementar a t ravés de mani
festaciones en la plaza pública, lugar cada vez más aglut inante de las nuevas
masas u rbanas .
En ese momento la Acción Católica de monseñor González Arbeláez (pro
fundamente jerarquizada y de connotaciones derechistas) y la Juventud Obrera
Católica
26
(de cor te m ás dem ocrát ico) , pasaron a un segu ndo p lano. La pr im era ,
porque fue eclipsada por el laureanismo y sus ideas falangistas, y la segunda por
ser disuelta por monseñor González Arbeláez, quizá por sus connotaciones de
mocráticas. Para la década del cuarenta, la Acción Católica Social de León XIII
fue la encargada de tener un papel protago nice , esta vez directam ente imp ulsad a
po r los jesuitas.
25
Citado por Rodolfo de Roux. 1983. Una Iglesia en estado de alerta. F uncio
nes sociales y funcion am iento del Catolicismo colombiano: 1930-1980. B ogotá:
Guadalupe,
p. 53.
2
Ana María Bidegain.
1985,
op. cit.
[179J
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E N C O L O M B I A
Distanciam iento de los dom inicos del Partido Conserv ador
La urbanización de la sociedad c olom biana y de la polí t ica desplazó un tan
to a los do m inico s y su influencia en las regiones rurales y en los terri to rios de
m isión . De esta m an era el pro tag oni sm o pol í t ico pasó a los jesui tas, que com en
zar on a perfilarse co m o los principales opo si tores d e los com unista s en las flo
recientes ciud ades. Este desp lazam iento o bl igó a m od era r el lenguaje ut i l izado
en los periódico s d om inico s Veri tas, El Cruzad o y El Vigía, cuyo m áx im o pr o-
m ulg ad or p ara Boyacá y Santander fue Fray Mora D íaz. En este contexto se co m
pr en de n las advertencias del provincial F ray M aría Gabriel Blanchet al Prior del
Co nve nto de San An tonio (Tunja) , Fray Pedro Ricardo López , cuya co m unica
c ión ten ía por ob je t ivo e l nombramiento de l padre Prada para la d i recc ión de
El Cruzado, además de ordenar la moderación en el lenguaje pol í t ico ut i l izado
hasta e l m om en to po r el per iód ico :
[...] pero advirtiéndole que tenga m ucha prude ncia con la política nacional
e
in
ternacional; nosotros no podemos continuar como vemos, o como hemos ve
nido hasta aquí; la comunidad se ha perjudicado mucho por una actuación
desm esurad a en esas cosas. Yo prefiero que los periódico s decaigan a ganar nom
bre con perjuicio de la comu nidad
27
.
N o obs tante, la interv enc ión en pol í t ica de los dom inico s en Boyacá n o era
n u e v a .
Ya
en la década d e 1930 El Cruzado hab ía sido objeto de cens ura p or par
te del arzobisp o Ism ael Pe rdo m o. Si en el t reinta atacó a los liberales en el cua
renta este medio enfi ló baterías en contra de los comunistas; igualmente, por
los ru m bo s que tom ab a la gue rra en Euro pa, fueron c ont inu os los art ículos apo
yando a l
Eje. Así
lo evidenció n uev am en te el provincial B lanchet , a l sol ici tar que
se sus pe nd iera n esas m anifestaciones de apoyo al Eje, en el órg an o de info rm a
ción de los dom inico s de Ch iqu inq uir á, Veritas:
Con mucha pena me dirijo a S.R. para rogarle nuevamente se sirva hacer sus
pend er la propag anda en favor del EJE en el perió dico Veritas. En vista de graves
inconvenientes que esa actitud trae a nuestra com unida d, se prohibió Impolítica
activa en esa cuestiones desde el año pasado , y luego a S.R. en pa rticu lar escribí
recalcando sobre lo mismo. Pero lejos de obtener nada se ha continuado cada
día peor [...]
27
Carta dirigida po r el Provincial al Prior del Convento de San Antonio,
Tunja.
30
de enero de
1942.
Correspondencia. Caja
No.
2.
Carpeta
2.
Folio 234.
Archivo Provincial
de los
Dom inicos, en adelante APD. Bogotá.
[180]
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E N LA M O D E R N I D A D
El periódico debe guardar absoluta neutralidad; se puede informar al público
sobre la marcha de la guerra, pero sin alusiones desagradables pa ra nad ie [...]
Sentiría inme nsam ente que hubiera de suspenderse el periódico, pero si se con
tinúa así,
se
tomará inmed iatamente esa determinación [...]
28
.
Las actuaciones pol í t icas de los dominicos estaban en ese per iodo cada
vez má s rest r ingid as , pero a pesar de e llo no de saparec ían de la escena pol í t i
ca , pues en 1944 se de nu nc ió su par t ic ipac ión en e l f rust rado golpe a l presi
dente López. En efecto , sectores radicales del c lero estuvieron presentes en
reu nio ne s p revias al fall ido golpe d e Pasto de l 10 de jul io de 1944. Seg ún el ca
p i t á n H u r t a d o :
Hu bo reuniones entre curas -recu erda
el
capitán H urta do- , especialmente donde
los de la Iglesia de C hiqu inqu irá, dom inicos [...] Ellos lanzab an ciertas ideas: dis
cútanlo ustedes, qué
les
parece, no
les
parece que fulano
de
tal pud iera ser
el
hom
bre para eso. [...], pero ellos dirigían muy bien la cosa, sin nombrar a ningún
político conservador, pero los políticos e staban detrás de eso [...]
29
.
La part icipación de los dominicos en este t ipo de reuniones confirma la
tesis sostenida por el histor iador Cristopher Abel , para quien éstos ser ían los
principales inst igadores del clero en las confrontaciones polí t ico-rel igiosas, al
lado de los conservadores. Quizás esta si tuación se debió a la experiencia que
obtuvieron en Europa y las Fil ipinas en la lucha contra el l iberal ismo y el co
m un i sm o, pues Abe l ev idenc ia cóm o m uch os do min icos pe r segu idos en Euro
pa y
las
Filipinas (en las gu erra s carlistas y anticlericales de Esp aña , en el co nflicto
polí t ico-rel igioso de Alemania y en las persecuciones de que fueron objeto en
las Fil ipinas) se refugiaron en Pasto y Ch iqu inq uirá (C olo m bia) , dura nte las dé
cad as de 1920 y 193o
30
. En efecto, los do m inic os e stuvieron m uy cerca del Part i
do C onservador, pr incipalmente d e Laureano Góm ez, como se aprecia en a lguna
Carta dirigida por
el
Provincial Blanchet
al
Prior del Convento de Nues
tra Señora del Rosario, Chiquinquirá. 17 de agosto de 1943. C orrespondencia.
Caja
N° 2.
Carpeta 1. Folio 150. APD.
29
Citado p or R enán Vega.
1988.
Crisis y caíd a de la República Liberal. 1942-
1946. Ibagué: Mo hán,
p .
105.
Tomado de Arturo Alape. Antecedentes y conse
cuencias del 9 de abr il. V. II.
30
Cristopher Abel.
1987.
Política, Iglesia y part ido s en Colom bia 1886-1955.
Bogotá: Editorial
FAES.
Universidad N acional,
p. 31.
181
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E N C O L O M B I A
correspondencia encont rada en e l Fondo San Antonio de l Convento de Nues
tra Señora del Rosario, Chiquinquirá
3 1
.
N o ob stante, el cada vez m ás noto rio alejam iento de los domin icos del Par
t ido Co nserv ador y de Laurea no G óm ez se prod ujo apare n tem ente en 1946, a
raíz de las críticas a estos, realizadas po r El Siglo, po r la venta del tem plo de Santo
D om ing o; así lo man i f ies tan en e l bo le t ín de la co m unid ad:
[...] tenem os que convencernos de que el partid o conservador n o ha buscado a
la comunidad con ánimo de amistad sincera, sino solamente por explotar una
influencia moral muy valiosa, y por obtener auxilios materiales [...] Si hay pu
dor en nuestro pecho, si corre sangre generosa por nuestras venas, si tenemos
dignidad de hom bres que se estimen, si en nues tro pecho alienta algún aprecio
por nuestra comunidad tan injustamente ultrajada, no podemos continuar al
servicio del partid o conservador
32
.
De esta manera, al parecer se terminaron las relaciones públicas entre los
do m inic os y el Pa rt ido C onse rvad or, por lo m en os oficialmente; así lo registra
ro n los ana les de la co m un ida d y aú n es tá presente en e l imag inar io de és tos,
pues según sus propias afi rmaciones fue a part i r de esta fecha que la comuni
dad dom inica r om pió sus vínculos pol í ticos con el Part ido C onservad or, los cua
les ha bía n ten ido su apogeo du ran te la pr im era par te de l gobierno l ibera l en la
década anterior.
Los
jesuitas y la Un ión de Trabajadores de C olomb ia
Los jesui tas, m ás p rep arad os p ara la recristianización en las ciudades a t ra
vés de su exper iencia en e l cam po de la educación y en e l obrer i sm o, rem plaza
ron en la década de 1940 a clérigos diocesanos como Cayo Leónidas Peñuela,
Dan ie l Jordán , m on señ or Builes y a dominicos com o Fray M ora D íaz , en la de
fensa acérrima de los intereses de la Institución eclesiástica. En el año de 1944
fue un hecho bastante claro que para el clero, el enemigo más pel igroso a en
frentar era el co m un ism o y su influencia en la Con federac ión de Trabajadores
de Colo m bia (CT C), den un ciad a y est igmatizada en la Pastoral Episcopal de ese
año:
31
C orrespondencia del Convento Nuestra Señora del Rosario. Caja N° 2.
Carpeta 1. Fondo San Antonio. APD.
32
Anales de la
Provincia de
San Antonio de
la Orden
de los
Predicadores.
Año V No.
57.
Bogotá. Septiembre de 1946. APD.
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I I .
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El mo vim iento com unista ha ido cobran do fuerza en nuestra patria en los últi
mos años: los agitadores se han adueñado de la dirección de la mayoría de los
sindicatos y
de
la federación d e trabajadores (CTC) [...]
Dicen los comunistas que lo que pretenden es mejorar la situación del pueblo;
pero tachan de reaccionario y fascista todo lo que se quiere hacer a favor de ese
pueb lo y que no favorezca los intereses de la domin ación del comu nismo
33
.
Esta declaración episcopal estaba encaminada a retener a las masas urba
nas que comenzaban a alejarse del control cler ical por la nueva dinámica de la
polí t ica urb an a, en una ofensiva l iderada po r los jesuitas desde m ed iado s de los
años treinta. Así se explica el carácter que, desde sus orígenes, siguió la Revista
Javeriana (creada por los jesuitas en 1934) en la defensa de un catolicismo de
cor te corporat iv is ta , com o respuesta a un m od elo econ óm ico l iberal o socia l is
ta y a la violencia gen erada p or la lucha d e clases. "C om o p lan de orga nizac ión
de la sociedad, poseem os e l corpo rat iv ismo el único que resp ond e a su verda
dera naturaleza , que es verd ade ram ente dem ocrát ico , y e l únic o qu e s in v iolen
tar la pu ed e l levarla su ple nitu d de desa rrol lo [ . ..]"
34
. Co rpora t iv ism o simi lar al
p lan teado cons tan temente por los conservadores en l a Rev i s t a Co lombiana
(1933). Es decir , jesuitas y cons ervad ores estaba n fue rtem ente inf luenciados po r
el mo delo por tu gué s de Ol ivei ra Salazar y po r e l prop ues to po r Pr im o de Rive
ra para España, de los cuales fueron constantes las referencias en la Revista Co
lombiana. Con secu ente me nte con estas ideas , e l jesui ta Félix Rest repo -u n o de
sus mayores im puls ores , desde f inales de los año s treinta y cuyas m anifestacio
nes aparecen de manera constante en la Revista Javeriana- las explíci to en una
serie de alocu ciones radiales en junio y jul io de 1951; allí fueron claras sus fuer
tes convicciones corporat ivistas:
De los distintos pun tos de mi conferencia parece que el que m ás ha interesado a
los oyentes es el sistema que prop use para realizar una verdadera demo cracia or
gánica con un a genuina representación pop ular en el pod er legislativo, po r me
dio de dos Cámaras, política la una, gremial la otra, de tal manera que en el
Cong reso pleno se sientan d ignam ente representadas todas las fuerzas vivas del
país y todas las opiniones más o me nos caudalosas [...]
33
"Pas toral colectiva".
1956.
Conferencias Episcopales de Colombia. Cato li
cismo. Bogotá, p. 166.
34
An óni m o. 1944. Revista Javeriana. Mayo,
p.
125.
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Los planes corporativistas de Félix Restrepo intentaron hacerle eco a los
po stula do s del recién electo presid ente , La urea no G óm ez (1950-1952), quie n p ro
pus o u n g obierno corporat ivis ta , basado en el orde n catól ico: " la población en
vez de dividirse en grupos amorfos de veinte mil o más habitantes para elegir ,
se clasif icaría en actividades eco nóm icas, co rpo racio nes o gremios"
3 6
. El corp o
rativism o finalmente des estru ctu ró, po r estos año s, aú n má s al incip iente Esta
do que e s t aba acompañado de un d i s cu r s o i n t r ans i gen t e , l i m i t an t e de l a
consol idación de un a verdadera ciudadanía
37
.
Por otro la do, la Insti tu ción eclesiástica y pa rt ic ula rm en te los jesuitas fue
ron m ás allá de mera s manifestaciones en co ntra del s indicalismo oficialis ta. "En
Colombia exis te ya una organización comunis ta pequeña, pero bas tante disci
pli na da [. ..] . Son ellos los dirige ntes d e casi tod os los sindica tos y ha n llega do a
adu eñarse de la CTC "
3 8
. De ahí que par t ic ipara n act ivam ente en la creación de
un sindicalismo confesional y patronal, cuya máxima expresión se dio en 1945
con la consol idación de la Un ión de Trabajadores de C olom bia (U TC ), y de la
Fed eración Agraria Nac ional (1946), dir igidas espir i tual y po lí t icam ente po r los
propios jesuitas. En el semanario sindical Justicia Social, órgano oficial del sin
dicalism o confesional, fund ado en 1945, con m otivo del aniversario n ú m er o 54
de la encíclica Rerum N ova rum de León XIII , se escribió en su edito rial qu e:
Defiende León XIII con gran ardo r y copia de a rgum ento s la licitud y la necesi
dad de
las
asociaciones obreras [...]
León XIII proclama vigorosamente la necesidad de organizaciones obreras, de
las cuales nada tenga que temer la Iglesia, ni el Estado bien constituido, ni los
propios obreros [...]
No se puede negar que muchos de nuestros sindicatos no son asociaciones de
obreros que pretenda n la mejora física, económica, m oral y social del obrero , sino
verdaderos clubes políticos, en especial com unistas [...]
Justicia Social con claro conocimiento de la gravedad de la que ahora vivimos
invita a todo el obrerism o del país a organizarse en fuertes asociaciones: sindi
catos,
cooperativas, círculos obreros, sociedades de m utu o auxilio, etc. [...] fue
ra de las sociedades com unistas a los cuales no es lícito pe rtenecer
39
.
36
Laureano
Gómez. 1950. El Siglo. 30
de enero.
37
Absalón Jiménez Becerra.
2001.
La ciudadanía en Colombia. 1950-1990.
Tesis. Universidad Nacional de Colombia.
3
Anónimo. 1944. Revista Javeriana. Mayo, p. 122.
39
Anónimo.
1945.
Justicia Social. Bogotá. 17 de mayo.
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E N C O L O M B I A
Los diferentes usos políticos qu e se hicieron de las ideas políticas de León
XIII frente
al
liberalismo
y la
m ode rnida d por parte de liberales, conservadores
y
de la Institución eclesiástica, a
fines
del
siglo XIX,
fueron constantemente am
biguas y contradictorios. Ya se ha m encion ado que León XIII era citado por los
liberales, sobre todo su encíclica Sapientae Cristiane (1890), pues ésta le pro hi
bió al clero participa r en po lítica. No obstante , León XIII fue el principal gestor
e im pulsad or del sindicalismo confesional y corporativista, y de la creación de
la Acción Católica
40
. Este m ovim iento bu scó responde r al capitalismo y al libe
ralismo; su objetivo era enfrentar la lucha de clases -proclamada por el mar
xi sm o- propiciando alternativamente una co operación entre ellas.
En el editorial
de
Justicia Social
se
pued e observar, adem ás, que con la im
plem entación de asociaciones católicas
se
pretend ía frenar el avance de la orga
nización social secular, impulsada por un supuesto liberalismo social y los
planteamientos com unistas, prom ovidos desde la CTC
41
. En efecto, Daniel Pe
caut afirma cómo el sindicalismo católico era un primer paso para la consoli
dación de una organización obrero-patronal, gremialista y alejada de los
verd aderos intereses sociales de las mayorías obreras
42
.
En este ambiente político, la institución eclesiástica y los jesuitas busca
ron po r tod os los medios fortalecer un sindicalismo confesional, que le hiciera
con trape so a la CTC . Produc to de ello, el sem anario Justicia Social continua
m ente editorializó sobre la necesidad de impedir el ascenso de los com unistas
4 0
An tonio G ram sci, quien tuv o que enfrentar la mezcla entre fascismo y
religión a comien zos de siglo en Italia, y que pr op ug nó por u n ace rcam iento a
un a Iglesia antic om unis ta c om o táctica para estar cerca de las masa s popu lares ,
le pe rm itió ha cer un trabajo sobre la Instituc ión eclesiástica y su pastoral so
cial. Para el caso que nos ocu pa d edicó un capítu lo sugere nte en tor no a la
consolidac ión de la Acción Católica, desde los acon tecim ientos de
1848.
An to
nio Gramsci. 1975. Sobre la religión. Tom o II. Salamanca: S igúeme. Extraíd o de
No tas sobre Ma quiavelo, sobre política y sobre
el
Estado m oderno. Buenos Aires.
1972.
4 1
Es
impo rtant e tener en cuenta, com o lo han de mo strado D aniel Pecaut,
Renán Vega y últim am ente Sáenz, que con la consolidación de gremios co mo la
A N D I
y
del sindicalismo corporativ ista, la CTC , que rep resentab a al sindicalis
m o creado por López en su prim er gobierno, entró en un profundo distancia-
mie nto de las masas obreras, atraídas por el discurso populista de G aitán.
4 2
Daniel Pecaut.
1985.
Orden y violencia: Colombia
1930-1954.
vol. I. Bogotá:
Siglo XXI, p . 430.
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en las organizaciones s indicales. No ob s tante , e l m ism o n om br e del órgano pe
riodíst ico y su prop io interés de crear organizacion es sociales hizo qu e fuera ta
cha do d e bolc hev ique p or los sectores más reac ciona rios de la oligarquía; así lo
denunciaron sus integrantes :
Cuan do d enunciam os los abusos de algunos propietarios o em presarios, cuan
do hablamos de derechos de los trabajadores, defendemos la sindicalización de
los proletarios, siempre que sea con espíritu cristiano, som os tildados por algunos
patrono s de com unistas y sabemos de varios casos en que algunos propietarios
han proh ibido a sus trabajadores leer Justicia Social, pues es catalogado pe riód i
co bolchevique
43
.
La sindicalización de los proletarios con espír i tu cris t iano, dentro de un
m od elo eco nóm ico corporat ivis ta , pod ía ser ident if icada por sectores t radicio
nales co m o rev olucio naria. Sin em ba rgo , estuvo lejos de serlo, pu es al atacar la
lucha de clases man ifestada po r el m arx ism o im pid ió la confron tación entre pr o
letar ios y burgues ía , enfrentamiento del cual podr ía emerger la dictadura del
proletar iad o. An tonio Gram sci , en el es tudio que ya hem os c i tado, es claro al
señalar lo , com o lo rei tera la mism a ins t i tució n confes ional . Los pos tu lado s b á
sicos del corporativ ismo confesional son: i) La pro pie da d privada, espe cialmente
la t ier ra , es un derecho natu ral , que no se pu ede violar ni aú n con fuer tes im
puestos; 2) Los pobres deben conformarse con su suerte, ya que las dist incio
nes de clase y la distr ibución de las r iquezas son disposiciones de Dios y sería
im pío tra tar de elim inarlas; 3) La l imo sna es un deb er cris t iano e imp lica la exis
tencia de la pobreza; 4) La cuestión social es sobre todo moral y rel igiosa, no
eco nó m ica y debe ser resuelta con la fe cris t iana y con los dic tám en es de la m o
ralidad y el juicio de la religión
4 4
. Por el lo, el clero insist ía constantemente en
que había una diferencia de fondo entre los preceptos sociales del catolicismo y
el co m un ism o:" [ . . . ] el m aterial ismo es la base y afirmación fund am enta l del co
m un ism o, com o lo es la afirmación de Dios para el cr is t ianismo [ .. .]"
45
. Es en la
década de los año s sesenta que esta interpre tación teológica va ser replante ada co n
sidera blem ente p or el Con cilio Vaticano II (1962-1965). En este pe rio do se com en
zaron a dar los pr imeros pasos para una pas toral social , que ocas ionar ía una
43
Anónimo. 1945. Justicia Social.
16
de agosto, p. 4. C ursiva de la investigación.
^ n r a m c r i 1 0 7:: n i i r i t n zn a
4
Gramsci . 1975, op. cit, p . 539.
45
Anónimo.
1943.
Revista Javerian a. F ebrero ,
p.
4.
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E N C O L O M B I A
ru ptura en tre los jerarcas de la Iglesia y los practicantes de la Teología de la Li
beración
46
.
El interés de la Institución eclesiástica por m anten er un contro l sobre la
nac iente clase obrera y el cam pesina do a través de los círculos agra rios, consti
tuidos como Federación Agraria Nacional en 1946, permitió que nuevamente
fuera presa del ataque liberal por su intervención en política. Pero antes de aban
donar esta problem ática, y a propósito de los círculos agrarios, resulta intere
sante saber que uno de los mayores círculos se enc ontraba en Boavita (Boyacá)
y representaba un ejemplo p ara el conservatismo y el m ism o clero
47
. La organi
zación del sindicalismo boyacense respondió al interés de limitar la influencia
de la Federación de Trabajadores de Boyacá (Fedetrabo) de corte com unista; con
este objeto los jesuitas crearon el 29 de m arzo de 1946 la Unió n de Trabajadores
Boyacenses (U trabo)
48
.
En efecto, la participación más notoria del clero en política, en la década
del cuarenta, se presentó en el campo sindical. Alfonso López Pumarejo y el li
beralism o oficial eran conscientes de que el con tinuo ataque del cual fueron v íc
timas,
por parte del sindicalismo confesional, del conservatismo
y del
gaitanismo
se dio po r la influencia de los com unistas en la CTC, sostenedora, en cierta m e
dida, del gobierno de López. La respuesta del Episcopado colom biano a Alfon
so López, con motivo de la denuncia que éste había formulado sobre la
participación del clero en política -d ura n te la instalación de las sesiones extraor
dinarias del Congreso en julio de 1945 y am pliam ente difundida po r Justicia So
cial- quería aclarar que el interés primordial del clero era el bienestar de los
trabajadores
y
no intervenir en política:
Excelentísimo señor:
En
el
mensaje
al
Congreso [...] encontramos
que
vuestra excelencia, afirma que la
campaña anticomunista "infortunadamente
abrió
la puerta para
el reingreso del
Cle
ro a la
política y
dio lugar al
desconcertante
espectáculo de liberales pertenecientes a
las clases acaudaladas [...]
favorecer
en esta campaña
a
los
conservadores [...]
4
Javier Da río Restre po.
1995.
La revolución de las sotanas. Golconda
25
años
después. Bogotá: Plane ta.
47
Daniel Pe caut. Op. cit p. 436.
4
Nev ardo Murcia. 1990. El Sindicalismo Boyacense. Una apro xim ación de
su historia,
1930-1974.
(Tesis) UPTC. Tunja.
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I I .
I D E A S Y P R Á C T I C A S C A T Ó L I C A S
E N LA M O D E R N I D A D
Bien sabe vuestra excelencia que por acuerdo unánime de la honorable Con
ferencia E piscopal, se ha intensificado en nu estro país la acción social del Cle
ro ,
con el fin nítido y público de atender más intensam ente a las necesidades
de los trabajadores, de fomentar su prosperidad económica en cuanto esté a
nue stro alcance, de estimular el espíritu de orde n c ontra las ideas disociado-
49
ras y anárquicas .
El edito rial d e Justicia Social de esta fecha, al igual qu e la carta del Ep isco
p a d o ,
resaltaron que la Acción Social Católica realizaba un trabajo meramente
social , no polí t ico, ni antigobiernista. Por otra parte, en las palabras ci tadas de
López se inf iere má s una preo cup ació n po r la pérd ida de la un ida d l iberal y de
la al ianza entre diferentes sec tores de la oligarqu ía. En cua nto a las m anifesta
ciones sup ue stam en te ap olí t icas del clero, es ob vio q ue al orga niza r a los secto
res po pu lares se realizó un trabajo polí t ico.
M ás aún , pa ra las elecciones legislativas que se ha bía n realizado en m arz o
de ese año , po r un a hoja clandes t ina su pue s tam ente e di tada po r el c lero y qu e
circuló po r los días de elecciones, se vio c óm o la Insti tució n eclesiástica c on ti
nu ab a par t ic ip and o en pol í t ica, apo yan do a los conserva dores .
Hay conservadores que n ingu na ayuda le prestan al pa rtido [...]. ¡Esos conser
vadores le están prestan do una criminal ayuda al com unism o y al partido libe
ral masónico y ateo
¡Maldición para ellos
Campesino amigo:
No sea usted de los conservadores que predica n y practican la abstención elec
toral. No se haga cóm plice de la criminal ayuda al com unism o y al par tido libe
ral masónico y ateo. Co ncu rra con sus amigos a las elecciones del dom ingo 18
de marzo. Su voto hace falta
50
.
Lo importante de la circular fue el reconocimiento de un sector de la je
rarquía eclesiás tica - a di ferencia de la co m un ida d de los dom inicos , por lo me
nos of ic ia lmente- que seguía v iendo en e l Par t ido Conservador un a l i ado ,
vín culo fortalec ido co n la llegada de Osp ina P érez a la pres iden cia (1946-1950)
51
,
durante la pr imera par te del gobierno de Laureano Gómez y en la "dictadura"
49
Anónimo.
1945.
Justicia Social.
12
de
julio,
p. 4.
50
Citado por Renán
Vega. 1945,
p.
94. El
Liberal.
4 de
m arzo.
51
Daniel Pecaut. Op. cit, p. 430.
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E N C O L O M B I A
del General Rojas Pinilla
52
. Las intervenciones del clero en política por m edio
del sindicalismo confesional y la participación política al lado del conservatis
m o,
eran propias de una institución tradicional que pretendía adaptarse a los
nuevos cam bios políticos y sociales. Sin embargo , las movilizaciones p opu lares
lideradas por el clero no estuvieron exentas de actos violentos. Si en el treinta
fueron en el cam po, duran te los enfrentamientos partidistas en los depa rtam en
tos de Boyacá
y
Santander, para este periodo serían en las ciudades, como a con
tinuac ión se describe.
Clero
y protesta callejera
53
El año de 1945 fue un año agitado para el clero, no sólo por el activismo
político en la consolidación del sindicalismo confesional, sino por su vincula
ción clandestina en los intentos para derrocar a López, según denu ncias libera
les: "Un nuevo plan subversivo. Hay manifestaciones en varias regiones. A un
lado del órgano de la catedral fueron encontrados varios centenares de bom
bas"
54
. Dichos acontecimientos ocasionaron la detención de un núm ero impor
tante de individuos de amb os partido s y de tres sacerdotes: Ernesto D uarte,
Alvaro Sánchez y Dan iel Jordán, sacerdotes cap turados, según
el
pad re Julio Cé
sar Orduz, por sus cercanías a la prensa católica
55
.
La participación de estos sacerdotes en este posible atentado no pudo ser
com probad a, lo cual perm itió su liberación rápida. Sin em bargo, en el mes de
m arzo, la persecución religiosa fue un tema p erm anen te en la prensa conserva
dora . Con base en esto El Siglo editorializó, duran te varios días, argum entos en
apoyo al clero: "Vilipendiados confundidos con los delincuentes com unes, en
las maz m orras del régimen yacen sacerdotes de la Iglesia católica
[...]¡Viva
el
52
Carlo s P rias. Rojas Pinilla y el clero boyacense. Entre la intransigencia
católica y la teología de la liberación. Investigación en c urso p ara op ta r el título
de magíster en Historia de la UP TC .
53
El historia dor M edófilo M edina en su libro sobre la protesta urb ana
tiene en cuenta el par o nacion al de
1944
y
las
man ifestaciones de apoyo a López
en julio del
45,
en un contexto de estancam iento económ ico y crisis política.
Privilegia la participació n de la CTC , pero n o tiene en cue nta las movilizacio
nes del sindicalismo confesional. Medófilo Me dina.
1984.
La protesta u rban a en
Colombia en
el siglo
veinte. Bog otá: Auro ra, p p. 55-59.
54
A n ó n im o .
1945.
El Tiempo.
11
de marzo.
55
lulio C ésar O rd uz . 1984. Mo nseñor Ismael Perdomo y su tiempo . Bogotá:
Canal Ram írez Antares, p. 338.
[190]
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I I .
I D E A S Y P R Á C T I C A S C A T Ó L I C A S
E N LA M O D E R N I D A D
Concordato ¡Viva el régimen respetuoso del fuero eclesiástico "
56
. Los días si
guientes, com o en o tros casos en que se atacaron los intereses de la in stitució n
eclesiástica, hu bo fuertes man ifestaciones de respaldo a ésta y a Dan iel Jordán;
allí se denunció la conspiración del órgano como un montaje de los liberales
en represalia por la ausencia de ratificación de la reforma concorda taria
57
.
Pero el hecho más significativo, d onde las posiciones políticas del clero ge
neraron actos violentos, transcurrió en los meses
de
junio y julio de
1945,
en ple
na campaña del sindicalismo confesional para lograr su participación en el
Congreso de trabajadores -pro pu esto por la CTC para fines de ese añ o - y te
niendo com o telón de fondo las denuncias de López
y
sus seguidores por la po
litización del clero. Los hechos violentos en Bogotá giraron en to rno al Primer
Congreso Inte ram ericano de Educación Católica, organizado y dirigido po r el
jesuita Félix Restrepo. El Congreso tuvo com o p un to central la educación pri
vada y "la libertad que tienen los padres para educar a sus hijos, según sus creen
cias y según los dictados de la razón"
58
. Las conclusiones del Congreso tenían
com o p riorida d defender a los jóvenes de la influencia com unista; se alcanza
ron los siguientes acuerdos: 1) Crear en todas las instituciones docentes (cole
gios, universidades, etc..) la cátedra de sociología católica; 2) instituir centros
especializados de Acción Católica dentro de colegios y universidades que for
m en la auténtica conciencia social-católica de nuestras juven tudes;
y,
por últi
m o, hicieron un beligerante llamado a una cruzada de restauración moral
católica en defensa del catolicismo
59
.
Para la clausura del Congreso Interamericano de Educación Católica se
program ó u na m anifestación por las calles de Bogotá, don de participa rían to
dos los estudian tes asistentes al Congreso. La m archa se llevaría a cabo el 8 de
junio,
fecha en la cual los estudiantes de la Universidad Nacional tam bién m ar
charían con m otivo del tradicional homenaje al estudiante Bravo Páez, m ue rto
en las jornad as del 6 al 9 de junio de 1929
60
. Esto hizo que el am biente político
de esos días -m u y seguram ente po r enfrentamientos ya ocu rridos entre los es
tudiantes de la Universidad Javeriana y los de la Universidad N acio na l- fuera
aprovechado po r la Alcaldía de Bogotá
y la
policía para prohib ir la marcha:
56
A n ó n im o .
1945.
E l
Siglo. 12
de marzo.
57
A n ó n im o . 1945. El Siglo.
17
de marzo.
5
Anón imo .
1945.
Justicia S ocial. 7 de julio.
59
A n ó n im o .
1945.
Justicia Social.
12
de junio.
6 0
M edófilo M edina. 1984, op. cit, pp . 33-44.
[191]
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E N C O L O M B I A
Considerando:
a) Que se anun cia p ara el día de hoy la celebración de dos manifestaciones es
tudiantiles de tendencias encontradas, lo cual está expresamente prohibido y
pue de, ademá s, traer serios trasto rnos para el orden público y para la seguri
dad de los mismos estudiantes.
b) Que recientes sucesos acaecidos con motivo de manifestaciones semejantes
han alterado la tranqu ilidad con lamentables consecuencias que la autorid ad
está en la obligación de prevenir y evitar.
Resuelve:
i. No po drá n llevarse a cabo manifestaciones en el día de hoy.
2.
Los rectores de colegios y universidades deben tom ar m edidas
61
.
Lo im po r tan te es resaltar que las conclusiones del Congreso de Educac ión
Catól ica invi taban a una cruzad a de restauración m ora l del país , afectada - se
gú n lo pla nte ó el cl er o - po r la impo sició n d e la edu cac ión laica de los l iberales.
Las fuertes protestas callejeras de los días posteriores, la declaratoria del Estado
de S itio e n B ogo tá, el 12 de jun io
6 2
, y las manifestaciones ant ico m unista s d e es
tudiantes de la Universidad Javeriana y de la Universidad Católica Bolivariana
en M edell ín, el 14 de jun io
6 3
, pus ieron en evidencia qu e los jesui tas ayu daro n a
pro pic iar con sus consign as los actos de violencia. La carta pública enviad a p or
Félix Restrepo al rector de la Universidad Nacional , Gerardo Molina, es revela
do ra en este sent ido:
No ha sido mi intención, Señor rector, mortificar en lo más m ínimo a usted ni
a
los distinguidos directores de la Universidad Nacional, sino solamente hacer
constar qu e la agresión com unista y el movim iento anticomunista que tiene agi
tados a los estudiantes no son problemas de la Universidad Javeriana que gra
cias
a
Dios está libre de esa infección to talitarista y antic ristiana
64
.
El ataque contra Gerardo Molina, para los jesuitas reconocido social ista,
fue constante
6 5
, pues su no m bra m ien to com o rec to r de la Univer s idad N ac io -
1
Anón imo .
1945.
El Tiempo. 8 de junio.
62
Anón imo . 1945. El Tiempo. 13 de junio.
63
Anón imo . 1945. El Tiempo.
15
de junio.
6 4
P ublicado p or El Liberal,
14
de junio de
1945.
Tom ado de Ren án Vega.
Op. cit, p.
93.
65
Ibid., p. 47.
[192J
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I D E A S Y P R A C T I C A S C A T Ó L I C A S
E N LA M O D E R N I D A D
nal, en 1944, representaba un peligro para la Institución eclesiástica que veía en
su figura una influencia nefasta para los jóvenes, ya que la educación laica y li
beral por
él
desarrollada trastocaba
la
mora l católica de
los
colombianos. En este
mismo sentido, las manifestaciones hechas por el clero y los conservadores, des
pués de los violentos acontecim ientos del 9 de abril (qu em a de la ciudad a raíz
del asesinato del dirigente liberal Gaitán, hechos conocidos po pula rmente como
ElBogotazo), señalaron la educación laica como u no de los principales motivos
de la violencia
66
.
El romp imiento del orden social a manos de las masas sería una de los prin
cipales argumentos para en contrar en los comunistas
al
nuevo enemigo, que en
este caso ad quiere cue rpo en los motines, pues la prensa de la época consideró
que éstos fueron ocasionados p or los com unistas; así, se reforzó la idea de que
la conspiración universal en contra d e las demo cracias era liderada po r m aso
nes y comunistas
67
. El ataqu e de que fueron víctimas, el 9 de abril de 1948, los
templos, sem inarios, colegios religiosos y clérigos en general, en Bogotá y las
provincias, son para el historiador De Roux el resultado de la identificación, por
parte de las masas liberales, del vínculo sostenido entre conservadores y la Ins
titución eclesiástica
68
. Varios editoriales en este sentido y man ifestaciones del
clero
y
de directivos del conserva tismo, al referirse a los sucesos de El Bogotazo,
com entaron que el orden social cristiano había sido trastocado .
La Escuela N orm al S uperior, surgida en
1936
co mo proyecto liberal, fue
des mo ntad a po r esta razón a finales de los años cu arenta. La ENS como pro
yecto político pedagógico, es claram ente liberal para M artha He rrera y Carlos
Low. La reseña qu e hacen sobre su de sm on te y la persecu ción de que fueron
víctimas sus integrantes d ura nte los gobiern os de Ospina y Laureano Gó mez,
dem uestra su ficientemente esta realidad. No ob stante, aseguran po r med io del
análisis de entrevistas, que el m ote de "com unistas " con q ue fueron conoc idos
los egresados, estudiantes y profesores de la Escuela, se utilizó m ás p ara d es
prestigiarlos, pues en ella existían diferentes posiciones políticas y no hubo la
negación de los pos tulad os católicos de la Nación co lomb iana. M artha Cecilia
Herr era y Car los Low. 1994. Los intelectuales y el desperta r cu ltura l del siglo. El
caso de la Escuela N orm al Superior. U na historia reciente y olvidad a. Santafé d e
Bogotá: Imprenta Nacional de Colombia.
67
Seymu r M artín Lipset y Earl Raab. 1981. La política de la sinrazón. M éxi
co : FCE.
68
De R oux. Op. cit, p . 109.
[193J
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E N C O L O M B I A
A manera de conclusión, como se ha descrito, la participación del Clero
en política es innegable, máxime cuando sus privilegios terrenales están en pe
ligro;
varios hechos his tóricos así lo demues tran: las fallidas elecciones de 1930,
lideradas po r
el
clero
y las
reacciones violentas de los párrocos; las protestas cle
ricales frente a las propuestas reformistas de 1936 sobre laicización de la socie
dad; los acontecim ientos de 1942, alrededor de la reforma concordataria, en la
formación de sindicatos confesionales, y en la violencia u rbana de
1945
y
1948.
En estos casos, se percibe que la mejor arma para el sector más radical de la Ins
tituc ión eclesiástica y de derecha del conservatismo fue esgrimir el pensam ien
to intransigente del siglo XIX. Este pensamiento fue impuesto en Colombia de
forma un tanto acrítica, por encima de sus propias tradiciones, pues como quedó
claro,
tan to liberales como conservadores
se
consideraban a sí mismos com o ca
tólicos. Sin embargo, los conservadores buscaron trasladar el conflicto reli
gioso de E uropa y México a Colom bia, mo strand o una Iglesia perseguida y
sobreponiénd ola a lo ocurrid o en estos países.
En este proceso, los hechos po líticos dem ostra ron un a vez más que en la
Institución eclesiástica existían diferentes posiciones políticas (de los dioce
sanos y regulares), reflejadas en la manera como eran asum idas po r los dife
rentes sectores las reformas de los liberales y la urbanización de la sociedad y
de la política.
Por otro lado, a la debilidad del Estado, un sector de la Institución ecle
siástica respondió con una propuesta corporativa e hispanista. Por cierto, allí
enco ntram os cóm o ésta hizo eco a las condiciones políticas y económicas del
país, reflejadas en la fuerte presencia y poder de los gremios económ icos para
orientar las decisiones políticas en la instauración de una economía nacional,
que se encontraba en la encrucijada del proteccionismo exigido por los secto
res agrícolas (SAC) e industriales (ANDI) y la liberación de la economía de sec
tores exportadores, como Fenalco y Fedecafé. En consecuencia, con la fuerza de
los gremios, el corporativismo confesional vendió la idea de una sociedad que
no perm itía los conflictos sociales, a pesar de la utilización de un d iscurso in
transigente que negaba al otro e incentivando al mismo tiemp o actos de vio
lencia, inicialmente liderado en el campo por los dominicos, pero, por la
urbanización del país, trasladado tem poralm ente a las ciudades por los jesuitas
con su confesionalismo sindical, corporativista y pa tronalista.
Para finalizar, en este perio do las orientaciones eclesiásticas com enzaron
a ver en los comunistas su mayor peligro, dejando de atacar a los liberales. Se
puede decir que se estaba preparan do el terreno p ara la implan tación de un
[194]
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Gustavo Rojas Pinilla y el clero en Boyacá
CARLOS PRÍAS*
Introducción
El
presente a rtículo reconstruye y analiza
las
diversas reacciones que
se
die
ron en la Iglesia católica boyacense como consecuencia de la llegada al poder
del general Gustavo Rojas Pinilla, y cóm o re percutió este acon tecim iento en la
jerarquía colombiana, que en su mom ento
se
jactaba de su hom ogeneidad ante
propios y extraños.
La entrañable amistad que se da entre el canónigo A dán P uerto y el presi
dente Laureano Góm ez, hacen que en Tunja se genere una oposición al "golpe
del usurpador", com o llamaban ellos a Rojas Pinilla.
Clara división se presen ta al interior de la Iglesia colom biana , rep resenta
da por los canónigos de Tunja y algunos obispos, quienes aducen estar defen
diendo la verdad, la m oral y el derecho en contra del Episcopado C olom biano,
representado p or m onseño r Ángel María Ocam po, obispo de Tunja.
Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colo mb ia.
[197]
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G L O B A L I Z A C I Ó N Y D I V E R S I D A D R E L I G I O S A
E N C O L O M B I A
Rebelión de
los
canónigo s de Tunja en defensa de la au tor ida d legítima
En un p r ime r mo m en to se pued e pensar que l a p rob lemát i ca de los canó
nigos
1
en Tunja fue in t raede sia l , pero cu r iosam ente se consta ta có m o en un pe
r iódico de a l ta c i rculación nacional como El Siglo , se logra a t ravés de una
expresión l i terar ia resumir exitosamente la problemática que se vive y que en
este capítulo vamos a profundizar .
PUERTOS
Sobre el oscuro mar del infortunio
El barco de la fulgida doctrina
En vano el trece de aquel mes
de
junio
Buscaba un Pu erto de aguas cristalinas.
Un P uerto firme que ante el rudo viento
Y
ante
las
negras aguas traicioneras
Abrigara
a
la nave en el mo me nto
En que
se
arriaban todas las ban deras.
Aquí
y allá,
de aqu ende y del allende
Pue rtos busco, sin esperanza alguna,
(Porque hasta el puerto del hon or se vende;)
Y
cansado de lucha en mar ab ierto,
El
piloto de altura, por fortuna,
En el Edén de ADÁN e ncon tró PUERTO
2
.
Marcial
3
1
Canónigo: es un colegio de sacerdotes, al que corresponde celebrar las
funciones litúrgicas m ás solemnes en la
Iglesia;
tiene
sus
propios estatutos
y
un
alto nivel de reconocim iento social en la com unidad.
2
Las
negrillas son del investigador.
3
El Siglo. 1957.1° de
septiembre.
[198]
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E N LA M O D E R N I D A D
Antecedentes de la rebelión de los canónigos
Entre el canónigo Adán P uerto
4
y el presidente derrocad o el
13
de junio,
Laureano G ómez
5
, existía un a gran amistad. Los dos personajes, de proba dos
quilates intelectuales, estaban fundamentados en la doctr ina de la Iglesia cató
lica y en la tradición filosófica de la escolástica medieval; con una hon da pre
ocupación po r el futuro de la Patria, mantuvieron correspondencia esdarecedora
para el estudio qu e realizamos.
Puerto es adm irador de Laureano
Gómez,
y no duda en manifestárselo con
frecuencia en sus cartas: "sin lisonja diré a V E. que su discurso fue el mayor
triunfo oratorio de
su
vida porque hizo retemblar la gigantesca pirámide en cuya
erección, V. E. mism a, tenía las mayores acciones" .
La amistad de estos dos hom bres púb licos se va entretejiendo en los ava
lares de la historia política nacional: "creo que está en peligro la expedición del
nuevo estatuto constitucional y aun la consolidación del partido en el poder.
Perm ítame explicarle las razones de m i angustia [...]"
7
diría Adán Pu erto en una
carta, enviada días antes del golpe.
Se muestra en la correspondencia cruzada entre el sacerdote y el político,
una relación profunda en orden al bien de la Patria, que perm ite entende r la
actitud de resistencia y la rebelión encabezada por Adán Puerto en defensa de
Laureano Gómez.
4
Adán Pu erto nació en Pesca (Boyacá) el 23 de marzo de
1891.
Canónigo de
la catedral de Tunja, doc tor en Teología en Rom a por la Pontificia Universidad
Grego riana, doctor en Dere cho C anón ico; profesor de Filosofía en el Sem ina
rio Mayor en Tunja, du ran te 23 año s consecutivos, profesor d e la U niversidad
Pedagógica y Tecnológica de Tunja, profesor del Colegio de Boyacá; fundad or
del cooperativism o e n Colom bia. Fu nda dor del sem anario El Vigía en 1929.
Vicario Gen eral y Vicario C apitular de la Diócesis de Tunja. Autor de v arios
libros de Filosofía, "Ensayo d e Filosofía Popular", fue dire cto r del bol etín dioc e
sano de la Diócesis de Tunja. Ver laim e lulio C hap arro Galán.
1989.
El Canóni
go Pu ert o, ideólogo Boyacen se. En Repertorio Boyacense, N° 324.
5
Laureano G óm ez (20 de febrero de 1889-13 de jul io d e 1965). )efe d el ala
derecha del Partido Cons ervador. "El Ho m bre Tempestad", director de El Siglo.
Su ideología explícitam ente católica poseía ribetes de "salazarista" (Po rtugal).
El golpe frustró e ntre otras cosas un plan de reformas institucionales corp ora-
tivistas con m atice s nazis y fascistas.
6
Adán Puer to .
1953.
C arta al Dr. Laureano Góm ez. Tunja.
5
de
mayo.
Archi
vo Regional de Boyacá. Fon do Parroq uias.
7
Ibid.
[199]
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G L O B A L I Z A C I Ó N Y D I V E R S I D A D R E L I G I O S A
E N C O L O M B I A
Es im po r tan te consta tar cóm o Adá n Puer to s i rve de puente en t re C r isanto
Luque, arzobispo de Bogotá , mo nseñ or O cam po B errío
8
, obisp o de Tunja, y Lau
rean o G óm ez, entonces presidente. En carta que Puerto escribe a Luque,
dice:
"Su
po ng o qu e el Excelentísimo Señor O ca m po inform aría a V E. Rm a del resultado
de la entrevista con el D oct or L aureano , que fue com pleta m ente satisfactoria, pu es
las 'posiciones', de las cuales me parece o po rtu no incluir un a copia, le pareciero n
tales qu e sí po día resolver visitar a V. E. R m a sin tem or algu no"
9
.
Adán Puerto no escat imó esfuerzos en servir de unión entre el represen
tante de la Iglesia católica y el presidente, que se esforzaba por conjurar la si
tua ció n d e violencia. C om o sacerdote y polí t ico exigía a la Iglesia jerárqu ica que
to m ar a posic ión frente a la si tuac ión q ue estaba vivien do el país.
El Do ctor Laureano anhela qu e la cordialidad con V. E. Rm a se m anteng a inal
terable y perfecta. Especialmente me h abló de lo mu cho que le gustaba el que
V.
E.
Rma, le
opinara sobre las orientaciones y m archas del gobierno, con la añadi
dura de que su situación actual era singularmente propicia para que
V.
E. Rma
se sintiera me nos cohibido pa ra una franqueza completa
10
.
Com ienzo de un a rebelión
Hacía el
13
de junio c i rculó la im po r tan te misiva: "Co ncep to de m iem bro s
del Venerable Cap í tu lo M etrop ol i tano de Tunja"
11
. Es necesario hacer una sín
tes is de lo fundame ntal del do cu m en to enviado por e l cue rpo con sul t ivo de la
Diócesis, dest ina do al Excelentísimo Señor obispo Ángel M aría Oc am po Berr ío.
Ángel Ma ría O ca m po nació el 9 de diciemb re de 1897 en Santa Rosa de
Osos, Antioquia. Se desem peñó com o Obispo d e Tunja entre
1951
y 1970, en
reemp lazo de M onse ñor Crisan to L uque. Do ctor en Filosofía y Teología, fue
provincial de la Comp añía de lesús. Construyó el nuevo S eminario Conciliar
de Tunja,
e
impulsó la Escuela Apostólica de Tuta; respaldó la obra de la Caja
Vocacional; se destacó p or la evangelización de la Tune bia, organizó la Escuela
Auxiliar de Enferm ería con sede en Tunja. Em pren dió la restauración de la
Iglesia Catedral Arquedioc esana Santiago de T unja.
9
Adán P uer to. 1952. Carta a Crisa nto L uque, Arzobispo d e Bogotá. 18 d e
oct ubre . A.R.B. Tunja Fon do Parroq uias.
10
Ibid.
11
Adán Pue rto et
al .
1953.
Carta a M onseño r Ángel Ma ría Ocam po, obispo
de Tunja, 12 de septiem bre. Véase tam bién : Laureano Góm ez. Desde el exilio,
pp.
181-192, y periód ico El catolicismo, ju ni o de
1953.
2 0 0
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I I . I D E A S Y P R Á C T I C A S C A T Ó L I C A S
E N LA M O D E R N I D A D
Comienza la carta de los canónigos de Tunja afirmando que el eminentí
simo señor Cardenal ha tomado las siguientes posiciones:
• El golpe de cuartel del
13 de
jun io es injustificable
y
perjudicial.
• El general Rojas Pinilla careció de legitimidad hasta cuando la Con sti
tuyente intervino.
• El gobierno del General empezó a ser legítimo sólo en el m om ento en
que la Constituyente lo designó com o Presidente para el resto del pe
riodo constitucional.
A continuación afirman que según el cardenal en ningún momento la
Constituyente se propu so nom brar, elegir, designar y m uch o men os legitimar
a Rojas; lo único que se propuso fue reconocerlo y declararlo como presidente
existente y legítimo desde el 13 de junio de 1953, y se ocup an de señalar la in
consistencia del cardenal entre estas afirmaciones y lo expuesto en El catolicis
mo, el diario oficial de la Iglesia.
Los sacerdotes firmantes argumentan su interpretación de los procedi
mientos que se llevaron a cabo para legitimar al dictador, afirmando que en la
noche del 15 de junio se aproba ron dos proposiciones, una dond e la Asamblea
Nacional Constituyente saluda al Jefe del Estado y le ofrece p leno apoyo y la otra
don de notifica a los pueblos del m un do su apoyo al jefe del Estado. Pero sólo
hasta la noche del 17 de junio la Con stituyente expidió el Acto Legislativo N o. 1
que se resume en: "al queda r vacante el cargo de p residente es legítimo el título
actual del tenien te general Gustavo Rojas Pinilla". Ante esto, después de hacer
elucubracion es de carácter jurídico , la carta hace afirmaciones con tund ente s:
Precisamente la constituyente inventó la falsedad tan grande como una monta
ña de que el cargo del presidente había quedado vacante desde el 13 de
junio,
(no
quedo vacante, lo que quedó fue superprovisto con el presidente legítimo y el
usurpador) para dar alguna apariencia de legitimidad al presidente actual.
El escrito pone en evidencia la posición oficial de la Iglesia, expuesta en
las editoriales del semana rio edesial El catolicismo, en las cuales formulab an al
gunas pregun tas: ¿qué pasó con la presidencia el
13
de junio? El catolicismo res
ponde: no teníamos gobierno, lo que teníamos era una tiranía atareada en abrir
un abismo para sep ultar la Nación. ¿Por qué es legítimo el título de Rojas Pini
lla desde el
13
de junio? Dice El catolicismo, "po rque Dios vela po r Colom bia,
interv ino para salvarla de inminente catástrofe".
La com unicación de los sacerdotes continú a haciendo referencia a los dos
editoriales de El catolicismo, "Situación jurídica" y "El crimen de olvidar", que,
[201]
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G L O B A L I Z A C I Ó N Y D I V E R S I D A D R E L I G I O S A
E N C O L O M B I A
en suma, plantean la satisfacción porque Dios permitiera un régimen militar
sin de rram ar una sola gota de sangre; régimen que, según el editorialista, quie
re buscar la paz y la conco rdia. Dicho editorial recuerda la alocución del Señor
presidente teniente general:
Consolidado gloriosamente con el amparo de la Divina Providencia el movi
miento cristiano nacionalista, del
13 de junio, me
dirijo
a
vosotros con gratitud
y con afecto en nombre de la patria, invocando la protección de Dios.
Ante esto, los canónigos extrañados dicen que en ningún editorial de El
catolicismo se afirma que: "El golpe de cuar tel del 13 de jun io es injustificable y
perjudicial;
el
general Rojas Pinilla careció de legitimidad hasta cuando la cons
tituyente intervino". Los canónigos m ante ndrán la solicitud de que la Iglesia
je
rárqu ica dec lare en el m edio oficial esta pos ición.
En la carta, los canónigos señalan la contradicción en que in curre el car
denal al aceptar que el golpe fue injustificable
y
perjudicial y que la legitimidad
del nuevo presidente
se
verificó hasta la proclam ación de
la
Asamblea N acional
Constituyente y al mismo tiempo aparecer identificado con la Constituyente,
que a su parecer, se ocupó de regularizar lo que era irregular en tre el
13
y el 17
de junio.
La misiva co ntinúa interrog and o: ¿Podría la C onstituyente legitimar al
usurp ador? y afirman que ésta es simple delegataria del Congreso y no pued e
sup rim ir derechos adq uiridos y que por tanto : "Todos los colom bianos estába
m os obligados a sostener, y derrocad o, a restablecer a nuestro legítimo presi
dente, el doctor Laureano Góm ez, en fuerza del derecho po r él adq uirido , más
aún , la constituyente, por ser una corporación respetable compu esta de inm i
nentes colombianos". De tal forma pon e en en tredicho la legitimidad de la de
claración de la Constituyente al afirmar que al reunirse una constituyente no
que dan suprim idos, ni suspendidos, ni en estado precario, todos los derechos,
inclusive el máxim o, que es el del jefe del Estado.
Adem ás, los canónigos se presen tan com o voceros de todo el clero del país
y manifestando su extrañeza p or la falsa posición de la Iglesia p rop onen : "Ins
trui r a Rojas Pinilla sobre la doc trina católica. Con su ase ntim iento, gestionar
la renuncia del Dr. Góm ez. Reunir al congreso pa ra que aceptada la renuncia,
elija com o sucesor a Rojas Pinilla". Los canónigos creen que el docto r Laureano
Góm ez estaría presto a colaborar po r
el
bien de la Patria.
Esta posición no la tienen sólo los canónigos. La convalidación del golpe
militar del 13 de junio p or parte de la Asamblea Nacional Constituyen te no fue
[202]
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I I . I D E A S Y P R A C T I C A S C A T Ó L I C A S
E N LA M O D E R N I D A D
bien recibida po r los jefes l iberales, qu e esp eraba n la "purif icación y legit ima
ción" del m an da to a t ravés de la vo lun tad p opu lar , la cual debería expresarse en
un referendo o plebisci to. Por esa razó n el do cto r Lleras Restrepo, residen te en
ciu da d de Mé xico , viaja a Bogo tá y se entre vista co n Rojas Pinilla:
Solicité audiencia con el General y le hice saber los siguientes planteamientos:
La Asamblea Nacional Con stituyente, la cual bajo Ospina se había a presurad o a
declarar que "Rojas ejercía legítima men te el poder", no rep resentaba la volun
tad popular. Era mejor desconocerla, prescindir totalme nte de ella. Lo hecho por
tratar de dar apariencias jurídicas a un acto de fuerza había sido una comedia
que no debía prolongarse.
Resultaba indispensable recu rrir al origen del pode r, al pue blo m ism o, para qu e
expresara su voluntad con respecto al nuevo gobierno y tal cosa debía buscarse
en el m eno r térm ino posible por me dio de un plebiscito, que en definitiva e qui
valdría a una elección popu lar. No m e cabría duda que un plebiscito, obtendría
una abrum adora m ayoría
12
.
Pero esta propuesta de Carlos Lleras Restrepo no tuvo la acogida que se
esperaba. E l doc tor M ar ian o O spina y o t ros jefes conservadores n o com par t ie
ron esa preoc upa ción, en la me dida en que veían un gob ierno rode ado po r un
pueblo entusiasta .
Lleras Rest repo insis te en que se perdió u na o po r tu nid ad de haber c or re
gido el rumbo de la histor ia en Colombia: "Yo estoy convencido de que así se
torc ió un rumbo que de haber s ido mantenido con un espí r i tu s incero de res
taurac ión dem ocrát ica hab ría l lenado de gloria a Rojas Pinil la. ¿Primó la intra n
sigencia política del conserv atism o o me dia ron otras razones? Es difícil decirlo"
13
.
Estas úl t im as interven cione s en la escena polí t ica son m ue stra clara de que
la posición de los canónigos no es aislada sino compart ida por diferentes co
rr ientes de op inió n, respaldad as co n el gran p eso social del Par t ido Liberal .
Se resquebraja la un ida d
C om o conse cuenc ia de la con frontac ión entre los can ónigo s y el carden al ,
surgen una ser ie de car tas que los canónigos de Tunja, encabezados por Adán
Pue r to , envían a m on señ or Á ngel M ar ía Oca m po , obispo de Tunja , al cardenal
12
Carlos Lleras Restrepo.
1999.
Nuev a F rontera, No. 15.25 de enero,
p. 2.
En
lorge Se rpa Erazo . Rojas Pinilla. Una historia del siglo
XX.
Bogotá: Planeta.
13
Serpa E razo.
1999, op.
c i t ,
p .
212.
[203J
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E N C O L O M B I A
Cr i san to Luque , P r ima do de Colom bia y t amb ién a ob i spos que no aprueb an
el go lpe d e Rojas.
Recién dado el golpe, Adán Puerto envía una carta al eminentísimo car
denal C r isanto Lu que, que dice en un o de sus apar tes :
¿Y ahora? ¡Francamente estamos o no estamos en el caos Hub o un golpe de cuar
tel y como no era de gente de guerra contra gente de guerra, sino simplemente
con tra el derecho inerm e, el golpe resultó feliz. Todos tan c ontentos porq ue no
habiéndose derram ado una gota de sangre para abatir al abanderado de la vuel
ta reaccionaria de C olomb ia a los carriles católicos, todos los colomb ianos po
demos abrazarnos como hermanos [...]
14
Adán Puerto no oculta su tr isteza frente al acontecimiento; siente que se
ha pisoteado el Estado de derecho, y lo que es peor , que la Iglesia jerárquica
coadyuva el hecho.
El Catolicismo se apresu ró a informa r en su editorial que V. E. había convo cado
el miércoles pasado una junta de inminentes juristas, "de ambos pa rtidos trad i
cionales" para que "con su criterio recon ocidam ente católico", dijeran cual era
la situación jurídica del nuevo jefe del Estado; ellos, basados en do s prop osicio
nes de
la
constituyente d on de se declaró sin distingos que era legal y
que
en con
secuencia su autorid ad debe ser reconocida y obedecida.
¿A
qué colombiano se
le podrá convencer de que fue la Constituyente la que hizo presidente a Rojas
Pinilla?[...] C uan do la constituyen te se instaló, ya era Rojas Pinilla pres iden te de
Colom bia; si algo hizo la constituyente fue ten tarle la amb ición d e pe rpetuarse
en el solio de Bolívar"
15
.
Dado el carácter jerárquico de la iglesia, con una visión netamente vert i
cal de la autoridad, donde el Concil io Vaticano II todavía no se vislumbra, es
escandalosa la act i tud de Ad án Pu er to con sus super iores inme diatos , al no du
da r cuest iona rles cla ram ente sus act i tudes frente a Rojas Pini l la.
El problemita, por sabido y resuelto, se calla; o si se afronta, es para resolverlo
con verdad y con valor;
el
golpe de cuartel no se justifica, muc ho m enos p or p arte
de quien había jurado sostener el gobierno legítimam ente constituido. De rro
cado el gobierno legítimo, sin reacción q ue asegure el restablecimiento de la le-
14
Adán Puerto. 1953. Carta al cardenal Crisanto Luque. Tunja, 21 de junio.
A.R.B. Tunja Fondo Parroquias.
15
Ibid.
[204]
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E N L A M O D E R N I D A D
gitimidad, el gobierno de hecho se torna autom áticamen te de derecho, a pesar
de su origen y en virtud que los gobernan tes son para la sociedad y no la socie
dad pa ra los gobernantes
1
.
La división d e la Iglesia es u n a re alidad qu e se perc ibe en el am bie nte ; a de
cir de Adán P uerto : "He allegado im presione s, no sólo de Tunja, s ino de B ogotá,
Cali y Sogamoso y he llegado a la conclusión de que nuestras diferencias no se
explican pr op iam en te 'por los elemen tos de juicio' , s ino por el am biente"
17
.
Ad án Pu erto espera qu e la jera rqu ía eclesiástica corri ja su error, recogien
do el pr im er pu nto , que el cardenal anter iorm ente había enu nciad o, "No se pue
de desconocer que el golpe de cuartel es injustif icable y perjudicial", por eso
considera que es un escándalo y una contradicción que El Catolicismo, disfra
zándolo en dos editoriales t i tuladas "Situación jurídica " y "El crimen de olvi
dar" , logra "conver t i r al usu rpa do r en un h éroe legend ar io, inspirado po r Dios
pa ra l ibe rtarn os de un rég im en nefasto". Si el golpe de cu artel es injustificable,
la Consti tuyente no podía justif icarlo.
Vale la pen a recoger un a pa r te de la car ta de Adá n P uer to do nd e se perci
be n argu m ento s de altos qui lates y que m uy segu ram ente m ovía n el piso de una
jerarquía que no es taba acos tumbrada a que la cues t ionaran. Adán Puer to s in
tet iza lo que pa só el
13
de junio, con un lenguaje m etafór ico y bas tante expres i
vo, co m o él m ism o lo califica:
¿Por qué vacó la presidencia el
13
de junio? Por un pu ntapié que derrocó al pre
sidente legítimo . ¿Por qué resultó legítimo el título de U surpador? Pues por el
mismo puntapié [...] Puntapié feliz, privilegio exclusivo de Rojas Pinilla. ¿Qué
tal que un Vicario General o un Obispo residencial destituidos, dijeran: "Con el
respaldo de mis subditos asum o el obispado o asumo el Pontificado Romano"?
1
.
Es bas tan te d ic ien te cómo e l mismo obispo de Tunja , monseñor Ángel
M aría O ca m po , solicita al can ónig o Adán P uer to el es tudio de los conceptos de
eminentes consti tucionalis tas consejeros del cardenal Crisanto Luque, frente al
golpe
19
. Las con clusion es a las cuales l legó Ad án P ue rto so n co ntu nd en tes :
16
Ibid.
17
Adán Puerto. 1953. Carta al cardenal Crisanto Luque. Tunja. 18 de agosto.
A.R.B.
Tunja Fondo Parroquias.
lS
Ibid.
19
Ver Ángel María Ocampo. 1953. Carta al canónigo Adán Puerto. A.R.B.
Tunja Fondo Parroquias.
[205J
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E N C O L O M B I A
Los sagaces consejeros callan la impresión que hu bo en toda la República de que
el
13 de
junio n o sólo había perecido el régimen , sino la constituyente que lleva
ba en gestación; cua ndo se supo que a pesar de tod o la Constituyente se reunía
en la fecha anun ciada, el
15
de junio, se supo al mism o tiem po porque su exis
tencia sería efímera, la indispensable para cum plir los deseos del usu rpad or que
se instalaba.
El problema que afrontaba la constituyente no era de quitar y poner; era el de
un usurpador que había derrocado al presidente legítimo; que acababa de per
pe trar el delito más grande en una sociedad.
Ter min a su car ta A dán P uer to, rog an do a Su Excelencia tener en c uen ta la
car ta d i r ig ida po r los capitu lares do nd e se dete rm inan los verdaderos podere s
de la Con sti tuy ente , de lo cual dedu ce qu e:
La constituyente, en el afán de no h erir ni de lejos la epidermis del usurpa dor,
limitó y resignó a declarar q ue el hecho jurídico falsísimo de que la presidencia
había vacado el
13
de junio y como consecuencia del hecho, el estado jurídico
igualmente falsísimo de que Rojas Pinilla era Presidente legítimo
20
.
C on base en tales elemen tos de juicio es posible af irmar, sin lugar a du da s,
que de esta manera queda claramente rat if icada la división de la jerarquía ecle
siástica.
La jerarq uía colombiana se divide
Los canó nigo s de Tunja no se resignan a cue st iona r la real idad polí t ica del
país en el departamento de Boyacá. Con las car tas dir igidas a su superior jerár
qu ico , m ons eño r Ángel M ar ía Oc am po, env ían un do cum ento de no tab le t r as
c e n d e n c i a h i s t ó r i c a a l a C o n f e r e n c i a E p i sc o p a l C o l o m b i a n a . E s d e su m a
impor tancia la radical idad con que actúan, manifestando en este documento
la seg urid ad en sus cr i ter ios, a tal p un to q ue decid en nacio nalizar la discu sión.
Tunja, noviembre 17 de 1953. Súplica a la Noble Conferencia Episcopal de cinco
Canó nigos de Tunja.
Para conocimiento de la Venerable Conferencia Episcopal Colombiana.
Bogotá.
La proposición aprobada el 9 de los corrientes po r los excelentísimos jerarcas de
la Iglesia, lleva
a
pensar que no ha de frustrarse la ansiosa expectativa de los sacer-
20
Adán Puerto. 1953. Carta al obispo Ángel María Ocampo Berrío. Tunja.
21
de octubre. A.R.B. Tunja Fondo Parroquias .
[206]
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E N LA M O D E R N I D A D
dotes
y fieles de toda
la
República, en
el
sen tido qu e la Venerable Conferencia Epis
copal logre, por acuerdo unánime, encontrar una fórmula oportuna, acertada y
discreta que ponga a salvo la doctrina católica, repro ban do el golpe de cuartel del
13
de junio, que por desgracia la Constituyente, los ocho jurisperitos consultados
y "El Catolicismo", disfrazaron, aprobaron y aplaudieron, acaso para esquivar males
inmediatos, sin tener en cuenta que
el
mal sup rem o, ante la imposición de la fuer
za, es volver las espaldas a la verdad, la moral y el derecho.
Adán Puerto - Silverio Pineda
A
- Gabriel Gómez
8
- Orlando Garabito
0
- Felipe
Santiago Cuervo"
C om o se ve en esta car ta, los f irmantes gu ard an la esperanza qu e la jerar
quía colom biana reaccione f rente a lo que el los conside ran " tam añ a equivoca
ción", sobre to do cu an do están en juego la Verdad, la M ora l y el De recho .
Así las cosas, se va provocando una fuerte presión, en todos los círculos
edesiales, hacia los canón igos rebeldes. Se arg um en ta la necesidad d e "sentir con
el episcopado", pero Adán P uer to expresa a m on se ño r O ca m po su desconcier
to po r la m ane ra com o se a t repel lan la Verdad, e l Derech o y la Mora l .
Adán Puer to en sus comunicaciones con Laureano Gómez, además de in
formar sobre sus gest iones ante el episcopado, deja entrever su interpretación
de la dis pu ta q ue sos tiene con la Iglesia.
Cu and o regresó el Señor Obispo p udim os a preciar la m agn itud de la catástrofe.
Ya habíamos notad o algo de las dos posturas que
V. E .
le increpa, pero no acaba
mo s de creer que pudiera te rm inar en un vuelco total e irrevocable. Su empe ño
desde entonces, unas
veces
amable, otras
colérico,
ha sido
el
de someternos
a
"sen
tir con el episcopado"
21
.
Sin em barg o, la división estaba da da en el má s alto nivel. Por
eso,
Adán Puerto
se preg unta en car ta enviada Laureano G óm ez po r el cam bio de act i tud del Epis
copado, sobre todo cu ando n o pocos obispos com par t ían sus mism os argum en
tos (Ob an do y dos de Cali) y m on se ño r Pedro María, Ob ispo d e Ibagué:
No ha hab ido santa resistencia, ningún reclamo comedido, ninguna espera cau
telosa. ¡Entreguism o ¡Entreguism o ¡Capitulación inm edia ta [...] Porque no se
21
Adán
Puerto. 1954. Carta
a
Laureano Gómez. Tunja.
10 de
julio.
A.R.B.
Tunja Fondo Parroquias. A. Secretario de monseñor Crisanto Luque. B. Rector
del Seminario Mayor
de
Tunja. C. Párroco de Duitama. D. Rector del Semina
rio Mayor de Tunja.
[207]
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E N C O L O M B I A
tratab a sólo de un a sorpresa política en el fuero del Estado, sino de un a gravísi
ma violación de la moral, de una sup lantación de la autoridad sustituida, en una
palabra, se trataba de un gran pec ado, de una e norm e ofensa al creador. Para la
iglesia el aspecto político del golpe, no era el principal -a un qu e tan injusto e in
justificable- sino el aspecto moral y aun dogmático, pues está de por medio el
Syllabus
22
que condena los hechos consumados
23
.
Esta car ta de mon se ño r Pe dro Mar ía , obispo de Ibagué la tenía , hasta an
tes de su muerte, el canónigo Adán Puerto, y tuvo el carácter de reservado, por
eso es de un al to valor histór ico y ratifica có m o el aco ntec im iento del golpe d e
Rojas divide
a
la Iglesia, no sólo por la disidencia de u n gru po de can ónig os sino
en su más alto nivel.
Se van dando ser ias contradicciones al inter ior de la iglesia jerárquica, a
ta l punto que monseñor Ocampo le p ide a los canónigos que se re t racten pú
blic am en te de la car ta escr i ta en El Siglo. Así refiere el hec ho A dán Pu erto , en
esta car ta d i r ig ida a Laure ano Góm ez:
El día que
se
publicó la carta
a
los canónigos, M onseñor Ocam po nos exigió que
reparásemos en el acto el escándalo nacional de aparecer en contra de todo el
Episcopado; tuvimos que decirle que en todo podíam os obedecerle m enos en
rectificar el con tenido de la carta; tuvo, después la intensa lucha, que conten tar
se con una aclaración de dos puntos que el mismo obtuvo que se publicara al
día siguiente en los diarios de Bogotá. Com o la aclaración era en el fondo una
ratificación de todo el contenido de la carta, volvió el monseñor Ocampo muy
poco satisfecho del resultado.
Ha y una gran preocup ación del Episcopado por no aparecer pú bl icam ente
en los actos que se fueran a desarrollar en el aniversario del
13
de junio; por eso
el C ard en al dio en la Arqu idiócesis un a orde n reservad a que se hizo cono cer en
privado a todos los obispos, de no presentarse a ningún acto rel igioso de esa
fecha con me m orat iv a p ara preveni r conf lic tos . En aceptación a l m an da to de la
22
Do cum ento Pontificio.
1864.
Resumen de
los
principales errores de la época
condenados po r Pío IX. Discurso intransigente, q ue agrega a su lucha antiliberal la
confrontación con el mo dernism o, oponiéndose
a
proyectos totalizadores com o
el
liberalismo y
el
m odernismo.
Ver José
David Cortés . 1998 Curas y políticos, mentali
dad religiosa e intransigencia en la Diócesis de Tunja. Bogotá: Ministerio de Cultura .
23
Monseñ or Pedro M aría, obispo de Ibagué.
1954.
Carta al venerable capí
tulo de Tunja. Ibagué. 27 de febrero. A.R.B. Tunja Fon do Parro quia s.
Í208I
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I I .
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E N LA M O D E R N I D A D
jerarq uía obsérvese el obstác ulo pres ent ado pa ra la celebración d e la misa cam
pal,
es decir oficiada en espacio abierto:
Estamos celebrando la segunda redención de Colombia. (Sic) se nos habia in
formado que entre las solemnidades se contaba la celebración de una misa cam
pal,
pero a última hora no hemos podido averiguar si se pudieron vencer los
obstáculos que surgieron para ello. En todo caso, algo seguro es la marcha de
antorcha s en la noche del 12 y la alborada del 13 con la participación de las fuer
zas armadas.
Proceso Canón ico
2 4
cont ra Ad án Puer to
Las manifes taciones bel igerantes de Ad án P uer to p rovo caron que el car
denal y m on señ or O ba nd o c ulparan a los canó nigos de Tunja, y en par t icular a
Adán Puerto, de la división que se gestaba en la Iglesia colombiana. Toman la
decis ión de procesar al pad re Puer to p orq ue "no t iene la hu m ilda d de sent i r con
la Jerarquía".
Pero antes de comu nica r la decisión, m on señ or Oc am po se juega la últ im a
carta y
le
p r o p o n e
a
Ad án Pu erto que se vaya del país, sin aspiració n d e volver a la
Diócesis . Definit ivamente Pu erto se ha vuelto u na p iedra en el zapato, com o se
pued e colegir de una car ta que él m ism o le escribió a mon señ or Ob and o.
Tunja
Abril 2
de 1956
Excelentísimo y reverendísimo Sr. Doctor
Ángel María Oc am po B errío
E.S.
P.
Excelentísimo Señor:
Habien do estudiado conforme le ofrecí, la insistente propuesta de V. E. R ma. de
que me retire cuanto antes por tiempo indefinido al exterior, sin aspiración de
volver
a
la Diócesis donde estoy encardinado, aparentand o que lo hago mo vido
únicam ente por razones de salud, de recreo o de instrucción, en cuentro los si
guientes reparos:
Un secreto o simulación de este género es de suyo imposible de guardar y más
en las circunstancias actuales;
24
Derecho canónico: Compilación de leyes y normas de la Iglesia católica
que tienen que ver con su funcionamiento interno.
[209]
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G L O B A L I Z A C I Ó N Y D I V E R S I D A D R E L I G I O S A
E N C O L O M B I A
No pu edo yo disponer de mi suerte en una aventura trágica sin com prom eter la
de m is dos herm anas a quienes no de bo pagar de esa forma el sacrificio de ha
ber de dicado su vida a la colaboración con un he rm ano sacerdote.
Co n m i desaparición en esas condiciones no se resuelve el problem a del Episco
pado
y
mu cho menos el particular
de
V. E. R ma; antes se agudiza y
se
agrava.
En vista de todo esto, prefiero que m is actuaciones sean en su totalidad y en sus
relaciones con el Dr. Laureano Góm ez, el Eminentísim o Cardenal Luque y V. E.
Rma. investigadas, analizadas
y
juzgadas. Du rante el curso del proceso aparece
rá si en las sorpresas y peripecias de la refriega para la defensa y triunfo de la
causa católica, que es lo sup rem o
y
esencial, yo he sido d eliberadam ente un sol
dado perezoso, cobarde, vacilante o desleal, digno de la pena del exilio o alguna
otra canónica.
Beso hum ildem ente el anillo pastoral
de
V. E. R ma.
Como se puede consta tar en esta car ta , monseñor Ocampo quiere desha
cerse de Adán P uer to para no tener que procesar lo y m uc ho m en os cond enar
lo . Llama la a tención ia a l tura con que Adán Puer to p idió ser juzgado. Muy
segu ram ente es ta act i tud es la que ha hec ho que con e l t iem po se le br in de una
gran veneración y respeto , como he consta tado durante la invest igación en e l
d iá logo sostenido con varios sacerdotes , con tem porá neo s de Adá n P uer to .
Ad án Puerto consulta a Rom a
Ad án Pu er to escr ibe al cardenal Octaviani , m iem bro del Episcopado I ta
l iano y dist inguido experto en Derecho Público Eclesiást ico, le adjunta docu
m en tos públ icos y pr ivados qu e m ues t ran la gravedad de la s ituación qu e vive
el país y, sobre to do , la act i tud de un sector de la Iglesia que "quiere re prim ir la
aud acia de los laicos que irresp etan la jerarquía".
Pu erto , en onc e pu nt os , hace u n análisis de la si tuació n q ue vive el país, de
la relación que se da entre la Iglesia y los pa rt ido s po lí t icos, clar if icando có m o
los jerarcas y sacerdotes han apoyado al Part ido Conservador en las diversas
emergencias polí t icas. Haciendo gala de un al to conocimiento de la histor ia da
a conocer cómo, pese a haber descrist ianizado todas las inst i tuciones, el régi
m en l iberal de 1930 a 1946 logra c onq uistar varios jerarcas y sacerdotes, siend o
clara para él la posición del liberalismo frente a la Iglesia católica, cuando las
turbas l iberales en un motín subversivo incendiaron en Bogotá los palacios de
la Nun cia tu ra y e l Arzobispado
25
.
25
Adán Puerto. 1955. Carta al Cardenal
Octaviani.
Tunja, 4 de junio.
A.R.B.
Tunja Fondo Parroquias.
2 1 0
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I I .
I D E A S Y P R Á C T I C A S C A T Ó L I C A S
EN LA M O D E R N I D A D
Ad em ás de señalar el peligro qu e el Pa rtido Liberal represe nta p ara la Iglesia
catól ica , m ues t ra c óm o se va incub and o e l golpe del
13
d e jun io de 1953, do nd e
sobresale la aceptac ión de la jerarq uía eclesiástica, hasta el p un to qu e ésta le rin de
al usu rpa do r v ic tor iosas a tenciones.
La confusión hoy no tiene límites: Los obispos acusados de una c laudicación ver
gonzosa, no se defienden; el gobierno militar que extorsiona con intolerables im
puestos, reparte atropelladamente los millones y a imitación de Perón en la
Argentina, esta ya creand o graves problem as a la Iglesia en el campo educativo y
sindical; los sacerdotes,
los
religiosos, m uchos jefes y la masa conservadora
y
cató
lica,
a
falta de un a efectiva orientac ión pastoral, esperan la
luz y
dirección de Bar
celona;
los demás conservadores, entre corridos , aprensivos
y
optimistas,
se
apegan
a la burocracia como a la única tabla de salvación, y el Partido Liberal, con fer
mentos com unistas,
se
aprestan
a
recoger
el
botín
a la
hora ansiada
del
naufragio
26
.
Los pár rafos anter iores evidencian de manera resumida la s i tuación que
se vivía en el m o m en to y la angustia frente a una jerarq uía q ue d esde la óptica
de Ad án P uer to , se rehusaba a asumir su pap el h is tór ico . Al Ca nón igo le qu eda
la esperanza de que estas preocupaciones sean escuchadas en Roma; pero se
gún u n a l to jerarca que en ese m om en to se enc ontra ba en Rom a, quien fue per
sona lmen te a aco m pañ ar a l sacerdote a ent regar la car ta a El Vat icano, nun ca
hubo respuesta .
Interrogatorio a Adán Puerto
El 10 de may o de 1956 com pare ció, previa ci tación , el señor can ónig o doc
tor Adán P uer to al desp acho privad o de la actual residencia del Prelado . En pre
sencia del suscr i to doctor Ángel Mar ía Ocampo Berr ío , obispo de Tunja , y
actuando como notar io ad-hoc e l señor presbí tero doctor Pedro León Gómez,
e l señor canónigo doctor Puer to respondió a l in ter rogator io ordenado por e l
Prelado de la siguiente m an era :
Se da una gran preocupación del obispo para que piense en armonía con él;
en m ateri as políticas y religiosas no h ay posib ilidad de iniciativas personales, el obis
po como pa sto r diocesano es el que orienta au n en lo po lítico a su grey.
Para Adán Pue r to u na cosa es la in tervención di recta en pol í tica , pro m o
vien do r eu nio ne s con ese carácter , y otra cosa es dar con sejo a quie n lo solici te,
para él esto no es interv enc ión en polí t ica.
' Ibid.
2 1 1
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8/16/2019 Ideas y Practicas Católicas en La Modernidad
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I I . I D E A S Y P R Á C T I C A S C A T Ó L I C A S
E N LA M O D E R N I D A D
A
mon señor no le queda otro cam ino que acudir a una sanción canónica,
dada la trascendencia que a nivel departam ental nacional e internacional ha te
nido la rebelión de los canónigos
y,
más concretamente, la de Adán Puerto; no
puede dejar pasar esta situación sin qu e aparezca la auto rida d de la Iglesia, re
presentada en este caso por el obispo Ángel M aría O cam po. Aunque Adán Puer
to pretendiera minimizar el problema, es claro que se trataba de posiciones
distintas y encontradas.
Aparecen dos corrientes político-religiosas de la Iglesia: una, representa
da en el obispo que, sabedor de sus inconsistencias, ve necesario sentir con la
jerarquía com o un solo cuerpo, ya que en ese mom ento lo fundamental era guar
dar el orden para evitar un caos en el país, y la jerarquía es consciente del peso
social de sus opiniones.
La
otra, una Iglesia (representada por Adán Puerto ) que,
se presenta com o la aba nderada defensora de la Moral, la Ley y los p rincipios
más caros del catolicismo.
Es
innegable la trascendencia histórica del docum ento transcrito, dado que
muestra
las
implicaciones que tiene para una persona de fe, com prom etida con
la unidad edesial, sus actuaciones en el ám bito po lítico.
Adán Puerto, en sus docu m entos, evidencia
el
problema de conciencia que
la situación le plantea
e
insiste en hacer uso de argum entos para restituir su ad
hesión.
Conclusión
La
jerarqu ía de la Iglesia católica le da legitimidad al golpe del
13
de junio
de 1953, pasando por encima de la juridicidad que da la Asamblea Nacional Cons
tituyente. El canónigo Adán Puerto se levanta en nom bre de la Moral
y el
Dere
cho,
para den unciar que es un golpe a la Dem ocracia, al Estado de derecho y
que por tanto Rojas Pinilla es un usurpador.
Se evidencia una división de la jerarquía eclesiástica colombiana que em
pieza en Tunja
y
trae repercusiones nacionales. Qu edan planteadas dos corrien
tes de Iglesia: una fúncionalista, que se preocupa por la buena m archa del Estado
y su relación con la Iglesia; y otra, que con una mirada dialéctica cree que es
necesaria la cooperación entre Iglesia y Estado, pero respetando principio s, por
sobre los cuales no debe pasar ning una institución p or im portan te que sea. La
jerarquía no permite la individualidad en términos políticos, pues afirma que
es
"necesario sentir con la jerarquía".
El Concilio Vaticano Segundo en su constitución Gaudium et Spes {Gozo
y esperanza) p resenta u na visión m uy optim ista de las relaciones de la Iglesia
[2.13J
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G L O B A L I Z A C I Ó N Y D I V E R S I D A D R E L I G I O S A
E N C O L O M B I A
con el m un do , destaca su función social
y
su com prom iso en la transformación
de la sociedad hu m ana .
Precisamente Pablo VI en su encíclica Populorum Progressio, en 1967, pre
senta el desarrollo como el nuevo nombre de la paz, hasta llegar a Medellín
(1968), donde la Iglesia op ta po r transform aciones no únicam ente de carácter
religioso, sino político y económ ico.
El conocim iento de las relaciones en tre la jerarquía católica y
los
partidos
políticos dan nuevas pistas de comprensión de la historia nacional c onte m po
ránea.