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  JUAN ANTONIO VIVES AGUILELLA T.C.  IDENTID D MIGONI N EN CCIÓN  Fundación Universitaria Luis Amigó Medellín, 2000 

Identidad Amigoniana Modulo

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JUAN ANTONIO VIVES AGUILELLA, T.C.

IDENTIDAD AMIGONIANA EN ACCINFundacin Universitaria Luis Amig

Medelln, 2000

Dedicatoria A mi hermano Ricardo y a su esposa Conchn, cuya casa ha sido para m, desde la temprana muerte de mis padres, un verdadero hogar paterno. Con cario.

ISBN 958-33-1604-0 Juan Antonio Vives Aguilella. Cartula, Diagramacin y Diseo: Carlos Hernando Zapata Seplveda. Digitacin: Clara Ins Nieto Alarcn. Impresin: Departamento de Publicaciones Fundacin Universitaria Luis Amig. Medelln - Colombia.

PRESENTACIN

Alguien dijo, que para llegar a realizar algo, primero debe ser soado. Pues bien, hoy tenemos en nuestras manos, un viejo sueo acariciado. Sueo, que sin los conocimientos, el afecto, el sentido de pertenencia congregacional, la agilidad de la pluma y la disponibilidad permanente para cruzar fronteras, del Padre Juan Antonio Vives Aguilella, se nos habra quedado en sueo acariciado y no en la bella realidad, que ahora es nuestra, para alimentar nuestro ser, y para hacer posible el "talante amigoniano", desde unas bases conceptuales. En este hermoso trabajo, construido desde la simbiosis: fe_razn, sentimiento_conocimiento, saber_hacer, se da cuenta de una identidad, que hemos dado en llamar amigoniana, por nuestro Venerable Fundador Luis Amig, pero que quiere trascender el concepto, y por eso lo de "en accin", para dar razn de una manera de ser en el mundo. El padre Juan Antonio afirmar en su texto que "lo ms caracterstico de la maduracin amigoniana en el amor es el particular acento que ha puesto la tradicin amigoniana en el desarrollo de la dimensin misericordiosa del amor." Para una joven universidad, que se la ha querido jugar toda, en constituirse en un baluarte de la formacin humana, porque tiene la certeza, que es ah donde radica el origen de tantas perturbaciones actuales en nuestra sociedad, el desarrollo conceptual y carismtico que en este texto encontraremos, ser respuesta para el compromiso universitario de acompaar hombres y mujeres en sus procesos de SER, para que, como competentes profesionales, puedan, en los contextos personales, familiares y sociales en donde se desempeen, hacer de su vida, una prueba ms de que el mundo en donde estamos, s tiene soluciones, s tiene posibilidades, s existe la esperanza. Y al padre Vives, hemos de decirle, que nuestro agradecimiento ser compromiso para hacer del bello texto que nos entrega, una opcin de vida, en donde la dimensin misericordiosa del amor, sea el signo visible y caracterstica de nuestra madurez amigoniana. Fr. Marino Martnez P. tc

PRLOGO

La presente obra viene a ser como la culminacin de un largo y querido proyecto favorecido y sustentado particularmente por el rector de la Fundacin Universitaria Luis Amig, el padre Marino Martnez Prez. Todo comenz en noviembre de 1996, frente al fogn de la cocina de la Curia General de los Terciarios Capuchinos en Roma. Yo, para entonces _tras doce aos de estancia ininterrumpida en la Urbe_ ya no resida en ella, pero me encontraba all realizando distintos trabajos de investigacin y archivo. Y aquel domingo _porque era ciertamente domingo cuando todo comenz_ me encontraba cocinando para los de la casa una sabrosa paella, plato tpico de mi tierra valenciana. El rector de la FUNLAM _de paso tambin por la ciudad_ me propuso traducir para los seglares mi tesis doctoral Testigos del Amor de Cristo, a fin de que pudiese servir de texto base para una ctedra sobre Identidad Amigoniana, cuya creacin era par l un sueo tiernamente acariciado. Atrado por la idea y sugestionado por el proyecto que tambin a m me seduca, le promet verlo y analizarlo con ms detenimiento y sobre el terreno. En enero de 1997 _de camino hacia mi nueva residencia en Chile_, me detuve unos das en Medelln y dict para los distintos estamentos de la FUNLAM cinco conferencias sobre temas amigonianos. La acogida que se me dispens, pero particularmente el cario con que percib que era recibido el mensaje, me anim a implicarme de forma ms directa en lo que ya entonces empezaba a llamarse oficialmente Identidad Amigoniana. Al ao siguiente _en 1998 y desde Costa Rica donde haba pasado a residir_ tuve en Medelln un nuevo ciclo de conferencias. El proyecto de Identidad Amigoniana era ya para entonces una feliz realidad en la FUNLAM y se apreciaba con claridad cmo da tras da iba adquiriendo de alguna manera fisonoma de ctedra dentro del saber de la Fundacin Universitaria.

No obstante, se continuaba echando en falta la existencia de un texto que _creando unidad de pensamiento en torno al amplio panorama que abarca la amigonianidad_ pudiese contribuir a un estudio ms sistemtico de la misma. As las cosas, en noviembre de 1999, durante otra visita realizada _esta vez desde Espaa_ a la sede de la FUNLAM en Medelln, consider que era llegado el momento de emprender con decisin la realizacin de un sueo _ya un tanto aejo_ y de dar cuerpo a un libro que recogiese, de alguna manera, lo ms nuclear del sentimiento pedaggico amigoniano. Decid, pues, emprender su redaccin durante los meses de mayo y junio del ao 2000. Para entonces haba visto tambin con claridad que no podra tratarse de una simple traduccin de mi obra, antes citada, Testigos del Amor de Cristo. Me propuse, por consiguiente, un reto mucho ms exigente: hacer una obra completamente nueva, aunque, eso s, recogiendo en ella, de forma sistemtica, las distintas reflexiones y conclusiones sobre temas amigonianos, que haba venido profundizando desde haca ya varios aos. Y naci as Identidad Amigoniana en accin. Una obra con una estructura muy simple que gira en torno a los cuatro ejes que configuran sus distintas partes. El primer eje, centrado, como es natural, en la persona del padre Luis Amig, como iniciador que fue de la amigonianidad. El segundo, dedicado con exclusividad a las grandes lneas de pensamiento y vida que cruzan transversal y horizontalmente la pedagoga amigoniana y constituyen como su soporte metafsico y antropolgico, tico y esttico. El tercero _el ms vital y, si se quiere, candoroso_, destinado a trasmitir, ms con el corazn que con la mente, lo ms castizo y sagrado de la amigonianidad, su sentimiento pedaggico hecho vida y paradigma, a travs de ms de cien aos, en la persona de los educadores amigonianos. Y, finalmente, el cuarto, pensando para aqullos que, despus de haber percibido, a travs de los otros tres, la riqueza de la vida amigoniana y de su saber pedaggico, quieran saborear, desde la inspiracin espiritual, sus ms profundas races. No poda faltar en esta obra, orientada a presentar de forma sistemtica la identidad amigoniana y su actuacin, una primera parte dedicada a conocer _aunque slo sea de modo elemental y, principalmente, desde una perspectiva pedaggica_ a quien fue su iniciador y a quien debe, dicha identidad, su nombre de amigoniana.

BREVE RECORRIDO POR SU VIDA

El ambiente familiar Luis Amig y Ferrer naci el 17 de octubre de 1854 en Masamagrell (Valencia _ Espaa), donde su padre trabajaba como secretario del ayuntamiento. En realidad, su nombre de pila fue Jos Mara, pero, al hacerse fraile aos despus, cambi _como era costumbre entonces_ su filiacin y se llam ya en adelante Luis. Su familia _como la mayora de las familias de la clase media espaola de mitad del siglo XIX_ fue una familia de corte tradicional y patriarcal que se rega por los dictmenes de la religin catlica. El ambiente que se vivi en su hogar fue primordialmente clido y positivo, gracias, sobre todo, a la amorosa y tierna actuacin de sus buenos padres1. Pero no faltaron en l motivos de sufrimiento y de penalidad, originados fundamentalmente por desafortunadas operaciones econmicas que acabaron con el buen nivel patrimonial de que goz en un principio la familia y que la sumieron en un estado de cierta necesidad. El mismo Luis Amig nos refleja este clima de sufrimiento y de penalidad cuando nos pinta este revelador retrato de su madre, en el que ella aparece claramente como una verdadera madre dolorosa: - De mi madre puedo decir _escribe l_ que no he conocido seora ms sufrida; y tan prudente, que jams se conocan por su semblante los disgustos o penas que la atormentaban, pues deca que ninguna culpa tenan los de fuera de nuestras tribulaciones 2 . Ese clima de sufrimiento que se dej sentir en el seno de su familia se vio acrecentado despus con las violentas revueltas que sacudieron a Espaa en el ao 1869 y cuyos efectos se vivieron con particular intensidad en Valencia; con la temprana muerte de su padre, con

cuarenta y ocho aos, y de su madre, con cuarenta y seis, y con el desamparo en que dej a Luis Amig y a sus hermanos el resto de la familia, al no brindarles el necesario apoyo3. No obstante, dicho clima de sufrimiento y dolor _que no raramente convierte a quienes lo sufren en personas resentidas y encerradas en s mismas_ contribuy, en el caso de Luis Amig, a hacer de l _como a continuacin se ver_ una persona profundamente sensible para con las necesidades de los dems y, de modo especial, con las necesidades de los ms pequeos y desamparados de la sociedad. Tempranas muestras de sensibilidad social Siendo todava casi un nio, Luis Amig _o Jos Mara como an entonces se llamaba_ comenz a dar tempranas muestras de esa sensibilidad para percibir y atender los problemas de los dems, que iba creciendo dentro de l en medio de las alegras y tristezas que rodeaban su vida familiar. Acompaado de otros amigos _adolescentes tambin como l_ empez a dedicar parte de su tiempo libre y de ocio a los marginados de su entorno4. Iba por los hospitales para compartir con los enfermos su salud y alegra, al tiempo que les atenda en las necesidades que le era posible. Frecuentaba las barracas, alqueras y dems casas aisladas de la huerta valenciana para participar a sus habitantes _y en particular a los nios y jvenes_ su saber y su sentir. Y, sobre todo, se acercaba a las crceles para consolar e instruir a los all recluidos, hacindoles de alguna manera el regalo de su propia libertad. Cuentan _respecto a esto ltimo_ que le gustaba entretenerse sobre todo con los condenados a cadena perpetua y que desarroll incluso una propia metodologa para irse ganando poco a poco la confianza de aquellas personas e irles cautivando progresivamente el corazn. Un fraile y sacerdote cercano a los hombres Cuando contaba diecinueve aos de edad, nuestro protagonista tom la decisin de hacerse fraile capuchino. Era exactamente el da 12 de abril de 1874 cuando visti en Bayona (Francia) el hbito y pas a ser conocido como fray Luis de Masamagrell . Unos aos despus _residiendo ya en Montehano (Cantabria _ Espaa)_ fue ordenado sacerdote, con tan slo veinticuatro aos, el 29 de marzo de 1879. El nuevo "status", sin embargo, no mengu en l su capacidad de sintona con los problemas y necesidades de los dems, ni su ansia y afn por atenderlas. Francisco de Ass, el poeta de la creacin y el cantor de la fraternidad universal;Francisco de Ass, el hombre que encontr a Dios al besar al leproso y que quiso que sus frailes fueran "peregrinos" entre los hombres, compartiendo con ellos los gozos y las angustias del diario batallar por la vida, le fascin y le ayud a vivir su vocacin de fraile desde la cercana y el compromiso con la gente.

Y esa misma cercana la sigui manteniendo y madurando posteriormente como sacerdote. Tambin entonces, fue Francisco de Ass el que le ayud a entender y seguir con radicalidad el mensaje del evangelio y a darse cuenta de que el sacerdocio, cristianamente entendido, es una vocacin de servicio. En la radicalidad del evangelio, el sacerdocio tiene el sentido de ser una consagracin al amor. Hacerse sacerdote significa "ser tomado de entre los hombres, con las fortalezas y debilidades de todo ser humano, para ser constituido servidor a favor de los hermanos" Ser sacerdote significa, pues, en la profundidad y veracidad del mensaje cristiano, ser servidor de los dems cristianos, e implica vivir para los dems y desvivirse por sus problemas, y ser libre en el amor para amar ms libre y universalmente a todos. Y Luis Amig, sin ser perfecto, vivi desde el primer momento su sacerdocio como un verdadero servicio a los dems y, particularmente, a los jvenes y al mundo de la marginacin. Con el fin de colaborar activamente a la educacin integral de los jvenes de los pueblos cercanos a su convento, fund para ellos distintos movimientos de carcter juvenil en los que se armonizaba lo cultural, con lo religioso y recreativo. Y un da, mientras se encontraba reunido con uno de esos grupos juveniles, sucedi un hecho que tendra en su vida un hondo significado. La noche anterior, alguien haba dejado abandonado en la puerta del convento un recin nacido, y tanto el cura como el alcalde y dems vecinos quisieron que fuese, el bautizo de este nio, el primero que celebrase el nuevo sacerdote. Y el hecho de bautizar a aquel nio le sensibiliz todava ms, de cara al futuro, con todo lo que tuviese que ver con el mundo de los nios marginados y desamparados5. Otro de los ministerios a que se dedic con entusiasmo, recin ordenado sacerdote, fue la visita y asistencia de los encarcelados del vecino penal del Dueso, en Santoa. El impacto que recibi la primera vez que entr en l fue muy fuerte. Reinaba all una gran frialdad y el ambiente era verdaderamente arisco. La violencia que all se daba, haca que el sacerdote que haba estado antes que l tuviese que decir la misa protegido detrs de unos barrotes. Luis Amig, sin embargo, con la pedagoga propia de Francisco de Ass -entretejida de acogida cariosa, de trato afable y llano, y de una gran comprensin y misericordia_ se fue ganando el corazn de los presos y pudo realizar con ellos una verdadera accin de promocin integral. Pasado el tiempo, hasta el ambiente mismo del penal cambi de forma radical y era ya un placer para l y para los que con l trabajaban acercarse all. Pero entonces, algo empez a rondarle por la cabeza y a menudo se preguntaba con insistencia creciente si aquello que all se haba hecho no se podra realizar de alguna manera en otros penales, multiplicando as su efecto bienhechor. Y, a partir de entonces fue madurando la idea de fundar una congregacin religiosa que en un principio pens que se encargase del cuidado de los encarcelados adultos, y que despus, llegado el momento, acab dedicando _como veremos_ a la educacin de nios y jvenes en conflicto con la ley.

Las fundaciones, respuesta a necesidades del entorno En agosto de 1881 _ tras casi ocho aos de ausencia de su familia y de su tierra natal_, Luis Amig regres a Valencia y fue destinado a un convento que los capuchinos tienen precisamente en Masamagrell, el pueblo que le haba visto nacer. All se le encarg reorganizar la Tercera Orden Franciscana Seglar en los pueblos de la comarca. Dicha Tercera Orden es un movimiento de seglares _de cristianos laicos_ que se comprometen a vivir el espritu franciscano en medio de sus quehaceres familiares y sociales. Uno de sus distintivos ha sido _desde siempre_ el de colaborar activamente en la ayuda y promocin cultural y social de las clases ms necesitadas. Con la energa y el entusiasmo propio de sus veintisiete aos, Luis Amig despleg entonces una intensa actividad. En poco tiempo, eran ms de cinco mil los terciarios franciscanos _hombres y mujeres_ que l acompaaba en los distintos pueblos cercanos a su convento. Quienes lo conocieron por aquellos aos nos lo retratan como un hombre organizador que atraa a la gente como si fuese un imn. Tena, no obstante, un don especial para atraer a los jvenes, quienes se sentan fcilmente impresionados por la simpata y talante humano de aquel emprendedor fraile para el que no pareca existir la palabra cansancio. Como era natural, las acciones sociales a que Luis Amig fue orientando a aquellos seglares que se iban reuniendo en torno a l, fueron aquellas mismas acciones con las que l se sinti comprometido en su juventud y que eran, por otra parte, las que venan a aliviar las necesidades ms perentorias del entorno. As, a las mujeres, las comprometi con el cuidado de enfermos, atencin a los pobres, y alfabetizacin de nios necesitados. A los hombres, por su parte, sin dejar de sealarles esos mismos campos de atencin, los orient tambin al trabajo de voluntariado dentro de las crceles, que l tena _como ya sabemos_ muy cerca de su corazn desde sus aos mozos. Y result que un grupo de los ms comprometidos uni sus esfuerzos al propio Padre Luis y juntos se acercaban asiduamente a la crcel de Valencia para consolar, atender y evangelizar a los presos y se preocupaban adems de colaborar a la reinsercin social de los encarcelados cuando salan en libertad6. Fruto de todo ese intenso trabajo que el padre Luis Amig vena realizando con los seglares fue el nacimiento de las dos congregaciones religiosas que fund. l mismo nos cuenta cmo algunas de aquellas mujeres y algunos de aquellos hombres a quienes l vena acompaando en su itinerario de maduracin personal y de compromiso social, le pidieron formar una nueva congregacin con el fin de poderse consagrar con mayor libertad y generosidad al propio crecimiento personal en el amor y al servicio de Dios en las personas ms necesitadas 7. Primero, con tan slo 30 aos de edad, fund _el 11 de mayo de 1885_ la Congregacin de Hermanas Terciarias Capuchinas de la Sagrada Familia, a las que indic como principales campos de compromiso en su quehacer: la atencin de enfermos, la enseanza de nias y jvenes y, particularmente, el cuidado de los hurfanos.

Posteriormente _el 12 de abril de 1889_, cuando an tena 34 aos, fund la Congregacin de Religiosos Terciarios Capuchinos de Nuestra Seora de los Dolores, cuyos miembros, en honor de su fundador, son conocidos hoy en da, en todo el mundo, como los amigonianos. A stos _tras haberles indicado en un principio distintos campos de actuacin social_ los orient _en 1890, es decir tan slo un ao despus de la fundacin_ a la labor de educar integralmente a los nios y jvenes en conflicto. Y este mismo quehacer se lo confiara tambin con el tiempo a sus Terciarias Capuchinas. De hecho, en una carta personal que remiti al papa Pio X en 1910, escribi as: - Persuadido ntimamente de la urgente y suma necesidad de volver al recto camino, mediante la cristiana educacin, a los jvenes imbuidos de falsas doctrinas y de malos ejemplos y alejados del camino de la verdad, fund dos Institutos de la Tercera Orden de Capuchinos, uno masculino y otro femenino, a fin de que sus miembros, llenos de celo, reformasen en el aspecto natural y sobrenatural a los jvenes desviados del camino del bien, renovndoles en Cristo con todos los medios 8.

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Cf. I Frati delle carceri, en Eco di San Francesco 16 (1889) p. 398. Cf. Amig, L. OC, 68 y 83 Amig, L. OC, 1780.

Y aos ms tarde, ya en el atardecer de su vida, dej a sus seguidores, utilizando el lenguaje alegrico de la parbola bblica del Buen Pastor, el siguiente testamento espiritual: - Vosotros, zagales del Buen Pastor, sois los que habis de ir en pos de la oveja descarriada hasta devolverla al aprisco. Y no temis perecer en los despeaderos y precipicios en que muchas veces os habris de poner para salvar la oveja perdida, ni os arredren los zarzales y emboscadas 9. El obispo que no renunci a ser sencillo ni hermano Durante el primer caminar de sus dos congregaciones, a Luis Amig le toc sufrir de lo lindo a causa de las fuertes tensiones que en ellas se vivieron y que son, por otra parte, naturales en toda obra que comienza y vive su proceso de identificacin. Hacia finales del siglo pasado, sin embargo, aquellas tensiones haban desaparecido y Luis Amig viva tranquilo y miraba feliz el desarrollo de su obra. Y, en medio de esa tranquilidad y felicidad que respiraba su vida, recibi, en 1907 cuando contaba 52 aos de edad, la noticia de que el Papa lo haba nombrado obispo. Definiciones de obispo hay muchas. Buenas, no tantas. Una de las ms acertadas es, quiz, la de sacerdote en plenitud.

Si sacerdote significa consagrado al amor, al servicio de los hermanos y de la comunidad, obispo ser, tendr que ser, en consecuencia, el primer servidor y testigo del amor en su iglesia. El amor es el nico "mrito" para ascender en el "escalafn del reino de los cielos". Cuando Jess examina a Pedro antes de nombrarle el primero de los apstoles, slo le examina del amor. Me amas ms que estos?, es decir, te entregas, sirves, buscas los ltimos sitios, ms que los dems? Qu contrasentido! Resulta ser "el jefe", el ltimo de sus hermanos, el servidor; el que supo hacerse el menor por amor. Luis Amig entendi todo ese mensaje a cabalidad. l que haba vivido su sacerdocio siendo cercano a los hombres y, en particular, a los ms necesitados, quiso vivir su episcopado como entrega generosa, plena y total al amor.9

Amig, L. OC, 1831.

Su intencin qued recogida claramente en la leyenda que escogi para su escudo: doy la vida por mis ovejas. Fue obispo, primero de Solsona (1907-1913) y, posteriormente, de Segorbe (1913-1934). En ambas dicesis su porcin predilecta fueron los jvenes, la gente sencilla y trabajadora y los marginados de la sociedad. Supo llegar a los ms sencillos: nunca pens _deca un labrador que lo conoci de cerca _que un obispo estuviese tan al alcance de todos, entenda mi lenguaje. Acogi a los pobres con generosidad y siempre mantuvo abiertas para ellos las puertas de su casa, de su corazn y de su bolsillo. Sent a su mesa a gente modesta y obreros ocupados temporalmente en alguna de sus obras. No desde, incluso, ayudar manualmente a los trabajadores, llegada la ocasin, como aquella vez en que a un joven labrador se le volc a tierra la carga que transportaba en un carro tirado por caballera y l, agarrando una de las palas, le ayud como la cosa ms natural del mundo a cargarla de nuevo. Sencillo y humilde, como buen fraile franciscano y capuchino, suscit, pues, la admiracin de cuantos le trataron, pequeos y grandes. Continu ocupndose, con entraas de misericordia, del mundo de la marginacin. En cierta ocasin _cuentan_ recibi en su casa episcopal a un hombre que, acusado por falso testimonio, era perseguido por la justicia y recurri a l. Pocos das despus, el hombre enferm y dispuso lo necesario para su cuidado y l mismo lo visitaba y atenda frecuentemente. As lo mantuvo escondido hasta que, aclaradas las cosas, pudo regresar, sano, libre y seguro junto a los suyos. Defendi repetidamente los valores evanglicos de la justicia social y aviv la conciencia de la gente sobre la importancia de la educacin cristiana de la juventud y, en particular, de la desviada del camino de la verdad y del bien. Y comparti con todos, a travs de sus escritos, la sabidura vital que encerraba su ser y que tena como verdadero centro y quicio el amor. Vivi feliz y muri sonriendo

La vida de Luis Amig se alarg en el tiempo ms de lo que era normal en su poca. Cumpli, con plena lucidez y conciencia, a pesar de algunos achaques fsicos menores, los 79 aos de edad, para morir, a las puertas ya de los 80, el 1 de octubre de 1934. Lo que ms llam la atencin de quienes le trataron en sus ltimos aos fue la serenidad que respiraba su ser y que transmita, como por smosis, a quienes se le acercaban. Esa serenidad era, en realidad, la expresin ms palpable de la armona que, con el tiempo, lleg a alcanzar su personalidad, como resultado de una continuada y progresiva maduracin humana por el amor. Dicen que la felicidad es el regalo ms propio del amor. Y en el caso de Luis Amig, ello resulta ser una evidencia. Hombre de fuerte personalidad y temple en sus aos ms jvenes, su carcter se fue suavizando de tal manera con el tiempo, que lleg a ser un prototipo de dulzura y finura en el trato. Uno de sus mejores amigos nos dej de l el retrato que cerrar esta presentacin de su vida. En dicho retrato aparece bien a las claras cmo Luis Amig _tal cual se deca en este ltimo ttulo de su pequea biografa_ vivi feliz y muri sonriendo: - El fondo de su ser, la paz; su vestidura, la humildad. Fue su vida correr manso de un ro, sin declives pronunciados ni desbordamientos que rebasan el cauce. A su paso florecieron las flores de toda virtud: la caridad, la pobreza, la humildad, la obediencia. Posey, como pocos, el raro don de una vida inalterablemente serena, sin relieves, sin deslumbramientos, callada en la superficie pura de profundo cauce espiritual. La bondad de su hermosa alma se le irradiaba en la sonrisa, que iluminaba su rostro; sonrisa que ni la muerte pudo borrar 10.

Lauzurica, Javier, Presentacin a la Autobiografa del padre Luis Amig, en Amig, L. OC., p. 3.

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SU CONCEPCIN DEL HOMBRE Y DE LA EDUCACIN Como es natural, la ciencia pedaggica encuentra en el hombre su punto referencial, su alfa y omega. Todo sistema pedaggico se sustenta, pues _y es muy importante tener esto presente_, en una determinada concepcin antropolgica. Sin ella, el discurrir y el quehacer pedaggicos caminara sin horizontes, al no tener claro hacia donde se quiere acompaar a la persona concreta en la irrepetible aventura de su propia maduracin y crecimiento como tal. El ideal antropolgico es bsico, y es tambin necesario que toda metodologa surja y se articule, despus, desde la ptica de dicho ideal. Es necesario preguntarse, por ejemplo, en el inicio de todo itinerario pedaggico, qu tipo de sociedad se desea y qu tipo de persona se quiere propiciar. Por ello, antes de proseguir con la presentacin que se est haciendo, en esta primera parte, de la persona que inici y dio nombre a la identidad que sustenta a la pedagoga amigoniana, es imprescindible preguntarse cul fue, en realidad, su concepcin antropolgica. Y, al respecto, lo primero que se puede afirmar es que la antropologa que se encuentra tras el pensamiento, el sentimiento vital y la actuacin de Luis Amig, es la antropologa que sigue de modo fundamental toda la cultura cristiana, y que presenta siempre al hombre como un ser referencial y relacional que se realiza en la medida en que, superando la tendencia al autoencerramiento egosta, es capaz de abrirse a los dems. Siguiendo el pensamiento bblico _verdadero sustento de todo el pensamiento cristiano_ el hombre fue creado a imagen y semejanza de un Dios, cuya verdadera identidad es el amor. Dicho de otra manera el hombre fue creado para amar y encuentra su felicidad y su verdad en la medida en que aprende a amar. El hombre que no crece en amor hace de su vida una gran mentira. La verdad de la vida est en el amor porque slo en l encuentra pleno y gratificante sentido la vida humana. La vida es _a decir de Unamuno_ _el gran criterio de la verdad. Toda creencia que lleve a obras de vida _prosigue el mismo Unamuno_ es creencia de verdad y lo es de mentira la que lleva a obras de muerte Cuando las matemticas matan, son mentira las matemticas11 Queda tambin claro que para Cristo la verdad consiste, en definitiva, en encontrar el sentido gratificante y liberador de la propia identidad humana. La famosa frase:

conoceris la verdad y la verdad os har libres 12, pudiera traducirse muy bien por conoceris el amor, maduraris en l y l os har experimentar la libertad. Y la dramtica pregunta que hizo un da a sus seguidores: de qu le sirve al hombre haber ganado el mundo entero, si l mismo se pierde o se arruina? 13, es decir: de qu le sirve a uno tenerlo todo, si no ha podido encontrar sentido a su propio ser?, slo encuentra una respuesta vlida desde el amor: el que se busca a s mismo, se pierde, se arruina, slo el que es capaz de dar vida, encuentra sentido a la suya propia14.Quien no es capaz de dejarse atrapar por el amor, quien no es capaz de crecer "para los dems", "hacia los dems" y "con los dems"; quien no es capaz de superar las resistencias del propio egosmo, se queda enanizado en los estrechos, tediosos y tristes horizontes de su "mismidad". Slo quien va creciendo en alteridad, slo quien va madurando en el amor _que, por su misma naturaleza, exige xodo del propio "yo" y peregrinaje hacia los dems_ va iluminando su propia existencia con la luz de la felicidad: - El amor _escriba Luis Amig, haciendo sntesis de su concepcin antropolgica cristiana_ es el mvil que impulsa al hombre en todos sus actos, desinteresado, recto y conforme a la razn las ms veces; egosta, sensual y acomodado a sus apetitos, otras muchas, siempre resulta que el eje alrededor del cual giran todos sus deseos, afectos y operaciones es el amor; porque para amar fue creado y el amor es la funcin necesaria de su corazn que no puede vivir sin

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Unamuno, Miguel. Vida de Don Quijote y Sancho, comentario al captulo 31 de la primera parte, en ediciones de Alberto Navarro, 2 edicin. Ediciones Ctedra, Madrid, 1992, p. 284. Jn 8,32. Puede consultarse tambin Rom. 8,2 y 21; 2Co. 3,17; Gal. 5,1. 13-14. Jn 12, 24 y de 9,24 Cf. Jn. 12, 24 y Lc 9,24

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amar. Porque Dios, que le hizo imagen viva de s, quiso que participara de su misma vida, que es amor Sin el amor, el hombre est muerto Formado el corazn del hombre para amar, el amor es su vida. Amar su funcin capital y el centro a que naturalmente se dirige15. A la manera, pues, que al ocultarse el sol toda forma desaparece, queda velada la hermosura de los seres, se retira el vigor de los mismos y se amortigua su vida, quedando el universo fro como un cadver en la noche ms profunda, as los dones ms sublimes pierden su esplendor y todo se torna estril, sin luz, sin calor y sin vida cuando falta el amor 16. Ciertamente _y esto no se puede silenciar, si se quiere ser fiel a su pensamiento_ Luis Amig como hombre que era de fe, situaba el quicio del propio crecimiento en amor, en el encuentro con Dios. Recogiendo repetidamente el pensamiento de Agustn de Hipona: me hiciste, Seor, hacia ti y nuestro corazn est inquieto hasta que descansa en ti 17, Luis Amig considera la apertura a la trascendencia como una dimensin irrenunciable para una cabal educacin integral en camino hacia el ideal del amor: - No es posible _escribe en uno de los textos ms identificantes de su pensamiento integral_ amar a Dios sin amar tambin por l al hombre su obra predilecta, ni amar a ste con verdadero amor si se prescinde del amor de Dios. Ambos amores son como rayos emanados de una misma luz y como flores de un mismo tallo18. No obstante esto ltimo, su pensamiento _que nace siendo en l siempre sentimiento profundo_ puede ser ledo, como sucede, por lo dems, con todo el pensamiento cultural cristiano, desde una visin simplemente antropolgica que tiene su indudable validez humana incluso para quienes se sientan llamados a hacer su reflexin sobre la persona humana al margen de una concepcin religiosa concreta, o, incluso, al margen de una relacin explcita con un ser trascendente.15 16

Cf Amig, L. OC, 331, 338 y 520. C. Tambin ibidem, 1042.

Cf. Amig, L. OC, 1153. Este ltimo texto constituye, no cabe duda, un potico canto de Luis Amig al amor y hace recordar de forma espontnea el si no tengo amor nada soy de Pablo en su himno al amor (Cf. 1Co. 13, 4-7). Cf. Amig, L. OC, 351. 478. 521. 663. 966 _ 967. 1048. 1510. Clsicamente la traduccin de la primera parte de esta frase ha sido: me hiciste Seor, para Ti. Pero, teniendo presente la expresin latina ad te, prefiero traducir hacia ti, pues expresa mejor la idea de un itinerario educativo. Amig, L. OC, 1044.

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Acompaando a la persona hacia el ideal humano Del mismo modo que es cristiana la concepcin que tiene Luis Amig sobre el hombre, lo es tambin la que tiene sobre su educacin. El Concilio Vaticano II, en uno de sus textos ms importantes y luminosos, afirma que Cristo, aparte de revelar al hombre el rostro de Dios, le revela tambin lo que significa ser hombre19. Esta afirmacin del Concilio, orientada a resaltar en Cristo su dimensin de hombre perfecto, de ideal humano, no es nueva, sino que se remonta a los orgenes mismos de la fe cristiana. Los primeros cristianos eran ya plenamente conscientes de que la doctrina de Cristo no era una doctrina orientada unidimensionalmente a hacer feliz al hombre en el ms all, sino que se encaminaba tambin y en un primer momento a hacerle feliz en el ms ac, es decir, en este precioso planeta que le ha sido dado por habitacin. Y precisamente por ello, porque no eran espiritualistas, sino espirituales; porque no distinguan entre espacios y tiempos profanos y sagrados; porque no admitan separaciones entre caminar hacia Dios y hacia el hombre; porque no alimentaban esquizofrenias vitales entre crecimiento espiritual y humano, descubrieron en Cristo, no slo al hijo de Dios, sino tambin la lograda imagen del ideal humano. Y comprendieron as, con toda claridad, que era el propio Cristo el mejor modelo para su propia educacin; para su propio crecimiento humano por el amor. Los textos del Nuevo Testamento que transmiten esa original concepcin de la educacin en las primeras comunidades cristianas son numerosos, pero, entre ellos, considero como ms explcitos y dicientes los que traigo a continuacin: - Os exhorto _escribe Pablo a una de aquellas comunidades_ a que actuis con toda humildad, mansedumbre y paciencia, aceptndoos unos a otros por amor hasta que lleguemos todos al estado del hombre perfecto, a la madurez de la plenitud de Cristo realizando as el crecimiento del cuerpo para su edificacin en el amor. Para que no seamos ya nios, llevados a la deriva, antes bien, siendo sinceros en el amor, crezcamos en todo hasta Aqul que es la cabeza, Cristo Vosotros habis sido enseados conforme a la verdad de Jess a revestiros del Hombre

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Cf. Gaudium et Spes, n. 22.

Nuevo Sed buenos entre vosotros, entraables, perdonndoos mutuamente.. Vivid en el amor como Cristo os am20 - Os pido _escribe en otra ocasin_ que colmis mi alegra siendo todos del mismo sentir, con un mismo amor, un mismo espritu, unos mismos sentimientos. Nada hagis por rivalidad o por vanagloria, sino con humildad, considerando cada cual a los dems como superiores a s mismo, buscando cada cual no su propio inters sino el de los dems. Tened entre vosotros los mismos sentimientos que tuvo Cristo21. - Revestos _insiste Pablo todava_ de entraas de misericordia, de bondad, humildad, mansedumbre, paciencia, soportndoos unos a otros y perdonndoos mutuamente Como Cristo os perdon, perdonaos tambin vosotros. Y por encima de todo esto, revestos del amor, que es el vnculo de la perfeccin. Y que la paz de Cristo presida vuestros corazones Y sed agradecidos 22. Con el tiempo, la cultura cristiana supo recoger esta especie de dogma vital de la primera comunidad y supo presentar a Cristo _incluso para las gentes, que no participaban de su propia fe_ como un modelo vlido de humanidad y, en consecuencia, como un referente cabal de lo que significa crecer humanamente por el amor y de acuerdo a unos valores que constituyen como una especie de arco iris del amor de verdad 23. Y dentro, precisamente, de toda esa dinmica cultural en la que Cristo _dejando aparte los parmetros propios de la fe_ se constituye en patrimonio de la humanidad y aparece para toda persona de buena voluntad como referente cabal de identidad humana, hay que situar el pensamiento educativo del padre Luis Amig que, a continuacin, se trae: - Estoy cierto que, siguiendo las enseanzas de vida que Cristo nos deja, el hombre ha de ser dichoso y feliz en el tiempo y en la eternidad.

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Ef. 4, 1-2. 13-14a. 15. 16b. 17a. 21b. 24a. 32 y 5, 1-2a. Filp. 2,2-5 Cf. tambin Rom. 15,5. Col. 3, 12-15.

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La escala de valores a la que aqu se hace referencia es, como es fcil deducir, la que tradicionalmente ha sido identificada como bienaventuranzas, y que son, en realidad, los matices ms identificantes del amor dentro de la cultura cristiana. Sobre este tema de las bienaventuranzas como arco iris del amor se puede consultar mi trabajo Identidad Amigoniana, Funlam _ Medelln, 1998, p. 16-23.

Por ello, teniendo el espritu de Cristo, el corazn del hombre debe estar posedo de sus mismos sentimientos. Esto es, de su amor inagotable. De su humildad profunda, de su justicia para poder exclamar que Cristo vive en l 24. Slo desde esta perspectiva _pienso_, pueden entenderse en toda su profundidad las expresiones del propio padre Luis que hacen referencia a instaurar o renovar a las personas en Cristo25. Para l, dicha renovacin comporta _ms all de toda expresin religiosa_ una verdadera declaracin de principios, por la que se siente comprometido a colaborar activamente a la construccin de la persona, teniendo presente a Cristo como logrado ideal de humanidad y exponente de toda una serie de valores directamente relacionados con el amor que humanizan a la persona al conferirle, por el sentimiento y sensibilidad que comportan, su verdadero rostro humano. Todo ese proyecto de humanizacin es, por otra parte, el que hay que saber leer tambin _segn creo_ tras el clsico concepto de moralizacin usado ya por el propio Padre Luis Amig26. Es cierto que el trmino moralizacin puede resultar equvoco en algn momento concreto de su utilizacin histrica al confundir o identificar _al menos a nivel del lenguaje_ crecimiento humano con seguimiento de la moral cristiana. Pero yo considero _teniendo presente todo lo reflexionado arriba_ que dicho trmino _analizado en su verdadero contexto y profundidad_ alude en verdad a una realidad educativa que est ms all de toda tica del deber y se adentra con propiedad en esa otra dimensin que se relaciona de forma ms natural y directa con la esttica del ser. Dicho de otra forma, el trmino moralizacin ms que hacer referencia al comportamiento de la persona en crecimiento, hara referencia al desarrollo de su propio ser e identidad personal. Moralizacin no supondra, pues, en su verdadera profundidad, tanto un educar conductas o comportamientos, cuanto educar el corazn, el sentimiento humano de la persona de acuerdo a los clsicos valores con que la cultura cristiana ha matizado de vida y de color el amor.

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Cf. Amig, L. OC, 480 y 1196. Cf. Amig, L. OC, 1780 principalmente. Cf. tambin bidem, 280. Cf. Amig, L. OC, 2068 y 2075.

Acompaamiento nacido del corazn Luis Amig, que armoniz a la perfeccin las enseanzas recibidas en el aula con las que aprendi en el diario vivir, quiso que sus seguidores, adems de promocionarse constantemente con los avances de la ciencias psicopedaggicas, tuvieran siempre a flor de piel una sensibilidad capaz de aprender por experiencia la ciencia del corazn humano27. Y dicha ciencia slo se aprende en el diario compartir con el otro las alegras y tristezas, los encantos y desencantos, los proyectos y trabajos, las ilusiones y realizaciones, a travs del lenguaje del corazn. Muchas veces, en la vida, lo que no consigue la mano tcnica, lo consigue la mano amiga. Y para Luis Amig era vital que todo aqul que quisiera dedicarse a acompaar a otros en su irrepetible aventura hacia la madurez humana, tuviera sobre todo un gran corazn y la suficiente sensibilidad para actuar con prudencia y suavidad: - Para el corazn del hombre _escribe en un texto que hace recordar el mensaje de la conversin del Lobo de Gubio que analizaremos en el prximo captulo _las misericordias son como flechas encendidas que prenden en l el fuego del amor y acaban por convertir en manso cordero al que era un lobo rapaz 28. - A la instruccin, hay que unir la correccin, pues la falta de correccin es la causa de que los jvenes se abandonen a sus caprichos. Pero sta ha de ser prudente y hay que saber unir a la entereza de carcter la dulzura y amabilidad que cautive el corazn del joven, para que no le exaspere la correcin29. Y, como normas ms concretas de esa cercana de vida y corazn, dej escrito para los primeros educadores amigonianos: - Mantnganse y rjanse siempre con prudencia, que ni por demasiada franqueza y familiaridad vengan a no ser respetados, ni por sobrada gravedad, se hagan repulsivos 30. - Por cuanto atendida la ndole del corazn humano, el medio ms hermoso para estimular a los nios es el despertar entre ellos la emulacin; nos parece muy del caso el que se procure sta entre los nios de la casa.27 28 29 30

Cf. Amig, L. OC, 2047 Amig, L. OC, 1058 Amig, L. OC, 1086. Amig, L. OC, 2026

La experiencia les ensear que con la emulacin conseguirn ms de los nios que con ningn otro medio31. Hacia la bsqueda de un mtodo Aunque la primera pedagoga amigoniana _como se ha dejado dicho arriba_, se orient a acompaar al joven hacia su madurez humana por medio, principalmente, del lenguaje del corazn, bien pronto se dej sentir la necesidad de contar con un cierto mtodo que _sin coartar la libertad y creatividad que requiere siempre la educacin como proceso artstico que debe ser_ regulase, de alguna forma, el ejercicio de la accin pedaggica, a fin de que no slo se hiciese el bien, sino que, adems, se hiciese bien; a fin de que, tras el lenguaje del corazn, no se escondiesen dainos y enanizantes paternalismos que, por su tendencia al encubrimiento y al proteccionismo, no propician un verdadero e integral crecimiento humano. Fue el propio padre Luis Amig quien _inspirndose en los principios y, hasta en el lenguaje, de la tradicional asctica cristiana32_ determin as la gradualidad y progresividad del sistema amigoniano: - Por lo que mira a la conducta moral, se clasificar a los alumnos en tres rdenes, catecmenos, perseverantes y adoradores. Los primeros, o sea los catecmenos, sern aquellos nios que todava conservan resabios de sus pasadas costumbres o que sean indmitos Perseverantes se llamarn aqullos que vayan progresando en la reforma de sus costumbres y se conozca en ellos buen deseo de conseguir su perfeccin. Y ltimamente con el nombre de adoradores, se designar aquellos nios cuya conducta ejemplar pueda servir de norma y modelo a los dems 33.

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Cf. Amig, L. OC, 2049 y 2054. Aunque sobre el trmino emulacin se volver en la parte segunda de esta obra, conviene notar, ya desde ahora, que con l, la tradicin amigoniana no pretendi despertar sentimientos de rivalidad o competitividad entre los alumnos, sino despertar en cada uno de ellos los resortes y posibilidades del propio ser, haciendo entrar en actividad la propia identidad personal.

La asctica es una parte de la teologa espiritual cristiana que estudia el proceso de conversin que sigue de algunas manera el hombre que se encontraba alejado de Dios en su camino de regreso hacia l.33

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Cf. Amig, L. OC, 2049. Cf. tambin, bidem, 2051. 2052 y 2053.

Se preocup adems el padre Luis Amig de que sus seguidores, desde los inicios mismos de la pedagoga amigoniana, realizasen un seguimiento detallado, cientfico y personalizado de los alumnos: - Para que conozcan los antecedentes y cualidades de los jvenes confiados a su cuidado, llevarn un registro privado en el que consten todos los antecedentes que de l se hubiesen podido adquirir, y adems sus aptitudes, temperamento y carcter, y las notas que hubieren merecido cada mes 34. Y fue, finalmente, tambin el propio padre Amig quien propici una educacin integral procurando que se uniese a la instruccin y al trabajo distintas actividades formativas de ndole religioso, cultural, deportivo o recreativo35.

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Cf. Amig, L. OC, 2029. Cf. tambin, bidem, 2027. Cf. Amig, L. OC, 2029. 2033. 2034. 2068 y 2093.

RACES FRANCISCANAS DE SU ANTROPOLOGA Y PEDAGOGA Se ha dejado dicho ya en el captulo anterior cmo la concepcin que Luis Amig tiene del hombre y de su educacin se fundamenta nuclearmente en el evangelio y se encuadra, por ende, dentro del pensamiento cultural cristiano. Sin embargo, hay que notar aqu _pues ello no deja de tener una importancia decisiva en el caso mismo de Luis Amig_ que l profundiz su vivencia del evangelio y su comprensin de los grandes ejes temticos de la cultura cristiana en el movimiento espiritual y cultural iniciado por Francisco de Ass. La novedad franciscana El gran aporte de Francisco de Ass al mundo cristiano se bas, sobre todo, en la radicalidad con que sigui y vivi el mensaje cristiano. En l _en Francisco_ no se encuentran "novedades", sino que todo l se constituye en una gran novedad, precisamente por su forma de aceptar y vivir "a la letra", con toda su fuerza, sin acomodaciones, el evangelio. En esa novedad, adems, lo ms llamativo _a mi entender_ lo constituy la profunda humanidad que distingui la vida de Francisco y que l quiso que distinguiese tambin la de sus seguidores. A todos nos es conocido que, en su juventud, Francisco no fue lo que la gente suele llamar un chico bueno. Sus padres le haban educado segn los parmetros de la vida cristiana oficial; haba asistido a una escuelita parroquial y haba hecho como era tpico, la primera comunin siendo ya un tanto mayorcito. Pero aquella religin que haba aprendido no le haba satisfecho. Y como el ser humano es un buscador nato de felicidad y plenitud _y Francisco era, no cabe duda, una persona profundamente despierta, sensible y vitalista_, se puso a buscar frenticamente _como un desesperado_ el sentido gratificante y feliz de su ser y existir que, hasta entonces, no haba encontrado. Y se comport, entonces, como una especie de cimarrn desbocado, como un perfecto desorientado, como un indudable candidato _diramos hoy en da_ a las drogodependencias. Busc la felicidad en el mundo del tener y en el del placer. Anduvo, como loco, detrs de todo aquello que le prometiese plenitud. Y, a pesar de todo, cada da su experiencia personal era ms triste y pobre, mientras que la sensacin de estar cayendo irremediablemente al vaco era ms fuerte. Cuando ms buscaba el bienestar y crea haber encontrado la dicha, tanto ms senta despus el vrtigo vital hacia la nada. Por afn de novedad y de aventura _ms que por convencimiento ideolgico_ hizo, incluso, la guerra. Pero tampoco sta satisfizo sus ansias de vida. Una enfermedad, contrada en cautiverio, le hizo entrar dentro de s y, aunque no le dio la solucin a su problema, le ayud decisivamente a emprender una nueva y distinta etapa de bsqueda. Saba ya para

entonces que ni el dinero, ni los placeres, ni el poder equivalan, por s mismos, a felicidad, pero an no haba descubierto dnde se encontraba sta. Y un da, cuando menos lo esperaba, quiz, la felicidad llam a su puerta. l mismo, con los aos, nos cuenta as lo que fue aquella experiencia: - Y el Seor me condujo en medio de los leprosos, y yo practiqu la misericordia con ellos. Y, al separarme de los mismos, aquello que me pareca amargo, se me torn en dulzura de alma y cuerpo36. Esa experiencia de acercamiento a la persona del leproso, que le torn profundamente feliz, le llev a descubrir en el hombre _en todo hombre_ el rostro de aquel Dios del que haba odo hablar desde pequeo, pero que ahora se le manifestaba _no a su mente, sino a su corazn_ con un talante distinto. Ya no era el Dios _ juez, sino el Dios _ padre, el Dios de la vida y de la felicidad. En el leproso, Francisco descubri a Dios y, a partir de entonces, en Dios descubri siempre al leproso y a todo ser humano.

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Francisco de Ass, Testamento, 2-3.

Testigos de humanidad Dios _como arriba se adelantaba_ dej de ser para Francisco una idea y se transform para l en un ser profundamente humano. Y Francisco se convirti as en el profeta del Dios que se hizo hombre para mostrar a todo hombre en el esplendor de su humanidad y en la pureza y plenitud misma del sentimiento humano, el reflejo y el destello de la divinidad. Y la contemplacin del Dios hecho hombre lo llev a descubrir tambin que la felicidad de la persona est en el mundo del ser, y se alcanza en la medida en que el hombre concreto es, por el amor, verdadero reflejo de Dios que lo cre a su imagen y semejanza. Y, a partir de ese descubrimiento, orient toda su vida a ser cada da ms profundamente humano, desapropindose de todo aquello que pudiera dificultar su crecimiento como ser para los dems. Se convirti as, en testigo creble de humanidad y quiso tambin que sus seguidores se distinguiesen principalmente, en medio de las gentes, por la fuerza testimonial de un sentimiento humano entretejido, fundamentalmente, de ternura y delicadeza: - Manifieste confiadamente el uno al otro su necesidad _escribe a sus frailes_ a fin de que l le encuentre y proporcione lo que necesita. Y cada uno ame y alimente a su hermano como una madre ama y alimenta a su hijo37. Y nos consta que ese deseo de Francisco lleg a ser realidad en la primera fraternidad: - Los hermanos _cuenta la Leyenda de los Tres Compaeros_ se amaban, ayudaban y daban de comer como una madre a su hijo nico38. Qu inmenso amor el que ellos se tenan! _escribe Celano, el primer bigrafo de Francisco en un texto que desborda ternura _Cuando se hallaban juntos en algn lugar o se topaban unos con otros de camino, era de ver el amor que brotaba entre ellos y cmo difundan un afecto verdadero, que se manifestaba en la conversacin agradable, en el rostro festivo Eran concordes en el ideal, diligentes, en el servicio, infatigables en las obras.

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Francisco de Ass, 1 Regla 9, 10-11. Cf. 2 Regla 6-8Leyenda de los Tres Compaeros, 41.

Al despreciar todo lo terreno y al no amarse a s mismos con amor egosta, centraban todo el afecto en la comunidad y se esforzaban en darse a s mismos para atender a las

necesidades de los dems. Deseaban reunirse, y reunidos se sentan felices; en cambio, era penosa la ausencia; la separacin, amarga, y dolorosa la partida39. Y ese mismo testimonio de humanidad que quiso que distinguiese a sus seguidores a nivel familiar, quiso tambin que los distinguiese en medio de la sociedad: - Y cualquiera que venga a vosotros, amigo o enemigo, ladrn o salteador _encomienda a sus frailes_, sea acogido benignamente40. - Guardaos _les dice en otra ocasin_ de alteraros o enojaros por el pecado o defecto del otro, ayudad ms bien al culpable como mejor podis, pues no son los sanos los que necesitan del mdico, sino los enfermos41. - Sentos dichosos _insiste, an_ cuando os hallis entre gente de baja condicin y despreciada, entre los pobres y los dbiles, entre los enfermos y los leprosos y con los que piden limosna a la vera del camino42. Preferencia por los marginados Hay, no obstante, un matiz que Francisco quiso que distinguiese de forma especial el testimonio de humanidad de sus seguidores. Se trata del matiz de la misericordia, ese amor fiel y "a la medida", esa ternura personalizada que impulsa a amar ms all donde hay una mayor carencia o necesidad.43 En un texto que muy bien podemos considerar como la Carta magna de la misericordia dentro de la literarura cristiana, Francisco escribe as a un hermano que le peda consejo sobre qu hacer con otro que constantemente le mortificaba: - Ama al que se porta as contigo _comenzaba por decir_ y no pretendas de l ms de lo que el Seor te conceda obtener de l. Y "malo tal como es" y no pretendas que sea mejor cristiano para ti.

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Celano, T. Vida primera, 38-39. Francisco de Ass, 1 Regla 7,14. Francisco de Ass, 1 Regla 5, 7-8. Cf. 2 Regla. 7,3 Francisco de Ass, 1 Regla 9,2. Cf. Leyenda de los Tres Compaeros, 58.

Sobre el tema de la misericordia no nos detenemos ms aqu, pues se volver sobre l en la II y IV parte de la presente obra. Y quiero conocer _aade poniendo el amor a la medida como la verdadera medida del amor_ si tu amas al Seor y a m en esto: que no haya en el mundo hermano alguno que, por mucho que haya pecado, despus de haber visto tus ojos, se aparte de ti sin conseguir el perdn, si te lo pide, y si no, pregntale t si lo quiere. Y si mil veces volviera a pecar en tu presencia, male ms que a m para atraerlo al Seor Y mustrate siempre compasivo con los tales Y quienes hayan tenido noticia de su pecado, no le avergencen ni hablen mal de l, antes bien, usen con l de gran misericordia porque no son los sanos los que tienen necesidad de mdico, sino los enfermos44. Y ha sido precisamente ese matiz de la misericordia el que ha distinguido tradicionalmente la pedagoga franciscana como una pedagoga que ha sabido educar desde el sentimiento hecho vida y testimonio en los propios educadores: - Que la paz que anunciis de palabra _insista el propio Francisco a los suyos_ la tengis, y en mayor medida, en vuestros corazones. Que ninguno se vea provocado por vosotros a la ira o escndalo, sino que por vuestra mansedumbre todos sean inducidos a la paz, a la benignidad y a la concordia45. Hay, al respecto, un texto en la literatura franciscana que considero paradigmtico de toda esa educacin desde el sentimiento y el afecto, y que transcribir como final de este captulo, por su conexin con el mundo mismo de la pedagoga encaminada a la recuperacin de los nios y jvenes en conflicto: - En el eremitorio que los hermanos tienen encima de Borgo San Sepolcro, sucedi que venan, a veces, unos ladrones a pedir pan a los hermanos; vivan escondidos en los grandes bosques de la provincia, pero de vez en cuando salan de ellos para despojar a los viajeros en la calzada o en los caminos. Algunos hermanos del lugar decan: "no est bien que les demos limosna, ya que son bandidos que infieren tantos y grandes males a los hombres". Otros, teniendo en cuenta que pedan limosna con humildad y obligados por gran necesidad, les socorran algunas veces, exhortndoles, adems, a que se convirtieran e hicieran penitencia. Entre tanto lleg el bienaventurado Francisco al eremitorio. Y como los hermanos le pidieron su parecer sobre si deban o no socorrer a los bandidos, respondi: "si

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44 45

Francisco de Ass, Carta a un Ministro. Leyenda de los Tres Compaeros, 58.

hacis lo que voy a deciros, tengo la confianza de que el Seor har que ganis las almas de esos hombres". Y les dijo: "Id a proveeros de buen pan y de buen vino y llevadlos al bosque donde sabis que ellos viven y gritad: `Venid, hermanos bandidos! Somos vuestros hermanos y os traemos buen pan y buen vino'. Enseguida acudirn a vuestra llamada. Tended un mantel en el suelo y colocad sobre l el pan y el vino y servdselos con humildad y buen talante. Despus de la comida exponedles la palabra del Seor y por fin hacedles, por amor del Seor, un primer ruego; que os prometan que no golpearn ni harn mal a hombre alguno en su persona. Si peds de ellos todo de una vez, no os harn caso. Los bandidos os lo prometern al punto movidos por vuestra humildad y por el amor que les habis demostrado. Al da siguiente, en atencin a la promesa que os hicieron, les llevaris, adems de pan y vino, huevos y queso, y les serviris mientras comen. Terminada la comida, les diris: `por qu estis aqu todo el da pasando tanta hambre y tantas calamidades, maquinando y haciendo luego tanto mal? Si no os converts de esto, perderis vuestras almas. Ms os valdra servir al Seor, que os deparar en esta vida lo necesario para vuestro cuerpo y luego salvar vuestras almas'. Y el Seor, en su misericordia, les inspirar que se conviertan por la humildad y caridad que habis tenido con ellos46. Algo de todo lo dicho en este ltimo apartado es, por lo dems, lo que el propio padre Luis Amig quiere transmitir en esta estampa de Francisco que nos deja en sus escritos: - Llevado de su amor, Francisco se haca todo para todos a fin de salvarlos Lloraba con los afligidos buscaba con solicitud ms que paternal a los extraviados para con sus exhortaciones, amonestaciones y, ms que todo, con la ternura de su amor, conducirles al camino de la salvacin En su magnnimo corazn todos tenan cabida, no reconociendo lmites su liberalidad, su compasin y su amor47. Leyenda de Perusa, 115. Cf. tambin, Espejo de Perfeccin, 66. Este texto es considerado por algunos estudiosos como el sustrato histrico que habra dado lugar a la leyenda del Lobo de Gubio (Cf. Florecillas, 21). En realidad, tanto el pasaje, como el mismo del lobo, quieren poner de manifiesto que los recursos del corazn son los ms efectivos a la hora de colaborar en la recuperacin de quien anda como perdido por la vida.47 46

Amig, L. OC, 1020.

REFERENCIAS PARA LA AMPLIACIN DEL TEMA Captulo I. Para la ampliacin de lo tratado en el captulo I de esta parte I, se recomienda la lectura pausada y reflexiva de algunas de las mltiples biografas que han sido publicadas sobre el padre Luis Amig. No obstante, entre todas ellas, hay que resaltar el inigualable valor que posee, por sus propias caractersticas, la Autobiografa, es decir, la narracin que hizo sobre su vida el propio padre Luis Amig y que l titul: Apuntes sobre mi vida. Captulo II. A. Sobre el concepto antropolgico cristiano, seguido por Luis Amig, puede consultarse: - Testigos del Amor de Cristo, especialmente, p. 50-54; 75-76, 286-289 y 315-316. - Identidad Amigoniana, p. 4-23. - Identidad Amigoniana II, p. 12-25 - Alborada, no. 310 p. 8-13. B. Sobre el concepto de educacin que Luis Amig aprende en la cultura cristiana: - Testigos del Amor de Cristo, p. 77-84. - Triloga Amigoniana, (separata) p. 22-26 y 97-98. - Identidad Amigoniana II, p. 12-17. Captulo III. Como ampliacin de la determinante influencia que Francisco de Ass ejerci sobre la persona del padre Luis Amig y, desde l, en la tradicin amigoniana, puede consultarse: - Testigos del Amor de Cristo, p. 163-170 y 182 _ 188. - Identidad Amigoniana, p. 24-34. Para profundizar tambin en ese sentimiento franciscano de atencin preferencial por los marginados y de su recuperacin por va del corazn, que tanto influy en la configuracin de la identidad amigoniana, se propone tambin la lectura y comentario sobre esta famosa poesa de Rubn Daro, titulada Los motivos del lobo:

El varn que tiene corazn de lis, alma de querube, lengua celestial, el mnimo y dulce Francisco de Ass, est con un rudo y torvo animal, bestia temerosa, de sangres y de robo, las fauces de furia, los ojos de mal: el lobo de Gubbia, el terrible lobo! Rabioso, ha asolado los alrededores; cruel, ha deshecho todos los rebaos; devor corderos, devor pastores, y son incontables sus muertes y daos. Fuertes cazadores armados de hierros fueron destrozados. Los duros colmillos dieron cuenta de los ms bravos perros, como de cabritos y corderillos. Francisco sali: al lobo busc en su madriguera. Cerca de la cueva encontr a la fiera enorme, que al verle se lanz feroz contra l. Francisco, con su dulce voz, alzando la mano, al lobo furioso dijo: -"Paz , hermano

lobo!" El animal contempl al varn de tosco sayal; dej su aire arisco, cerr las abiertas fauces agresivas, y dijo: -"Est bien, hermano Francisco!" "Cmo! _exclam el santo_. Es ley que t vivas de horror y de muerte? La sangre que vierte tu hocico diablico, el duelo y espanto que esparces, el llanto de los campesinos, el grito, el dolor de tanta criatura de Nuestro Seor, no han de contener tu encono infernal? Vienes del infierno? Te ha infundido acaso su rencor eterno Luzbel o Belial?" Y el gran lobo, humilde: _ "Es duro el invierno, y es horrible el hambre! En el bosque helado no hall qu comer; y busqu el ganado, y en veces com ganado y pastor. La sangre? Yo vi ms de un cazador sobre su caballo, llevando el azor al puo; o correr tras el jabal,

el oso o el ciervo; y a ms de uno vi mancharse de sangre, herir, torturar, de las roncas trompas al sordo clamor, a los animales de Nuestro Seor. Y no era por hambre, que iban a cazar!" Francisco responde: -"En el hombre existe mala levadura. Cuando nace, viene con pecado. Es triste. Ms el alma simple de la bestia es pura. T vas a tener desde hoy qu comer. Dejars en paz rebaos y gente en este pas. Que Dios melifique tu ser montaraz!" _ "Est bien, hermano Francisco de Ass." _ "Ante el Seor, que todo ata y desata, en fe de promesa tindeme la pata." El lobo tendi la pata al hermano de Ass, que a su vez le alarg la mano. Fueron a la aldea. La gente vea y lo que miraba casi no crea. Tras el religioso iba el lobo fiero, y, baja la testa, quieto le segua

como un can de casa, o como un cordero. Francisco llam la gente a la plaza y all predic. Y dijo: _ "He aqu una amable caza. El hermano lobo se viene conmigo; me jur no ser ya vuestro enemigo, y no repetir su ataque sangriento. Vosotros, en cambio, daris su alimento a la pobre bestia de Dios". _"As sea!," contest la gente toda de la aldea. Y luego, en seal de contentamiento, movi testa y cola el buen animal, y entr con Francisco de Ass al convento. Algn tiempo estuvo el lobo tranquilo, en el santo asilo. Sus bastas orejas los salmos oan y los claros ojos se le humedecan. Aprendi mil gracias y haca mil juegos cuando a la cocina iba con los legos. Y cuando Francisco su oracin haca, el lobo las pobres sandalias lama. Sala a la calle,

iba por el monte, descenda al valle, entraba en las casas y le daban algo de comer. Mirbanle como a un manso galgo. Un da, Francisco se ausent. Y el lobo dulce, el lobo manso y bueno, el lobo probo, desapareci, torn a la montaa, y recomenzaron su aullido y su saa. Otras vez sintise el temor, la alarma, entre los vecinos y entre los pastores; colmaba el espanto los alrededores, de nada servan el valor y el arma, pues la bestia fiera no dio treguas a su furor jams, como si tuviera fuegos de Moloch y de Satans. Cuando volvi al pueblo el divino santo, todos lo buscaron con quejas y llanto, y con mil querellas dieron testimonio de lo que sufran y perdan tanto por aquel infame lobo del demonio. Francisco de Ass se puso severo. Se fue a la montaa a buscar al falso lobo carnicero. Y junto a su cueva hall a la alimaa.

_"En nombre del Padre del sacro universo, conjrote _dijo_, oh lobo perverso!, a que me respondas: por qu has vuelto al mal? Contesta. Te escucho." Como en sorda lucha, habl el animal, la boca espumosa y el ojo fatal: _"Hermano Francisco, no te acerques mucho Yo estaba tranquilo all en el convento; al pueblo sala, y si algo me daban estaba contento y manso coma. Ms empec a ver que en todas las casas estaban la envidia, la saa, la ira, y en todos los rostros ardan las brasas de odio, de lujuria, de infamia y mentira. Hermanos a hermanos hacan la guerra, perdan los dbiles, ganaban los malos, hembra y macho eran como perro y perra, y un buen da todos me dieron de palos. Me vieron humilde, lama las manos y los pies. Segua tus sagradas leyes, todas las criaturas eran mis hermanos: los hermanos hombres, los hermanos bueyes, hermanas estrellas y hermanos gusanos. Y as, me apalearon y me echaron fuera. Y su risa fue como un agua hirviente,

y entre mis entraas revivi la fiera; y me sent lobo malo de repente; ms siempre mejor que esa mala gente. Y recomenc a luchar aqu, a me defender y a me alimentar. Como el oso hace, como el jabal, que para vivir tienen que matar. Djame en el monte, djame en el risco, djame existir en mi libertad, vete a tu convento, hermano Francisco, sigue tu camino y tu santidad." El santo de Ass no le dijo nada. Le mir con una profunda mirada, y parti con lgrimas y con desconsuelos, y habl al Dios eterno con su corazn. El viento del bosque llev su oracin, que era: "Padre nuestro, que ests en los cielos"

Captulo I. El objetivo, encontrar sentido a la vida. Captulo II. El medio, fortalecer la voluntad. Captulo III. El credo, fe ciega en el hombre Captulo IV. El ambiente, familiar Referencias para la ampliacin del tema

Despus de habernos internado en la primera parte de esta obra en el sentimiento antropolgico y pedaggico que sigue personalmente el padre Luis Amig, se hace imprescindible profundizar en esta segunda parte cmo acogi la tradicin amigoniana ese mismo sentimiento y cmo lo fue desarrollando y constituyendo, con el tiempo, en soporte y fundamento de su identidad y accin, de su ser y hacer, en definitiva, de la amigonianidad. Como es natural algunas de las ideas de fondo desarrolladas en la primera parte, necesitarn retomarse aqu, aunque se les intentar dar una orientacin, en la exposicin, que complemente lo dicho anteriormente.

EL OBJETIVO, ENCONTRAR SENTIDO A LA VIDA

De acuerdo al pensamiento de su iniciador _el padre Luis Amig_ y en sintona, a travs de l mismo, con la cultura cristiana, la pedagoga amigoniana ha considerado siempre al hombre como un proyecto de amor y, en consecuencia, ha orientado de forma primordial su accin educativa a acompaar a sus educandos en el fascinante y comprometido itinerario hacia su propio crecimiento y maduracin en alteridad. Jvenes apartados del camino de la verdad y del bien Para comprender, sin embargo, en su profundidad lo arduo que resulta dicho objetivo en la prctica amigoniana, y poder discernir, desde el adecuado contexto, la complejidad que conlleva lo que, en s, parece tan natural y simple, como es el favorecer en el hombre el desarrollo del amor, ncleo y germen de todo sentimiento humano, se hace imprescindible que nos adentremos _antes de proseguir con otras cuestiones, y aunque sea de forma somera_ en la tipologa de los sujetos tradicionales de dicha pedagoga amigoniana a lo largo de su historia. Dentro del amplio abanico de lo que hoy se denomina pedagoga social, el quehacer amigoniano se ha centrado primordialmente en los nios, adolescentes y jvenes en conflicto con la ley. Tales nios, adolescentes y jvenes se han caracterizados fundamentalmente y de modo particular _de acuerdo a la experiencia histrica de los propios amigonianos_ por su desorientacin ante la vida. El padre Luis Amig sola referirse a ellos con la expresin jvenes apartados del camino de la verdad y del bien1. Y dicha frmula tiene, de

1

Amig, L. OC, 1780.

alguna forma una validez permanente, aunque tiene necesidad de una cierta profundizacin ideolgica. Que son jvenes apartados del camino del bien es fcilmente entendible. Ellos, con sus actuaciones al margen o en contra de la ley, han sido declarados, incluso a nivel "oficial", personas al margen de lo " recto", de lo "bueno", de lo tico, en definitiva, al margen del "bien", tal cual lo entiende y regula la misma ley. Ms complicado resulta, sin embargo, entender en un primer momento la expresin apartados de la verdad. Y no obstante es esta expresin la que conlleva un profundo mensaje antropolgico. La verdad _dentro del pensamiento cristiano, seguido, como se ha visto ya, por el padre Luis Amig_ no es una mera categora lgica, sino ontolgica. No se trata de decir "verdades o mentiras". Se trata ms bien de ser verdad o, por el contrario, ser una mentira. Ser verdad implica encontrar sentido gratificante a la propia existencia, es decir, saborear, disfrutar, la vida. Desde esa perspectiva, estar apartado del camino de la verdad supone estar viviendo, en carne propia, el peor drama que puede padecer un ser humano; el drama de estar biolgicamente vivo sin haber encontrado la alegra de vivir; el drama de andar muerto por la vida; el drama de vivir desengaado 2 de la vida misma y de vagar por el mundo buscando, como un desesperado, la felicidad en falacias que, lejos de colmar las propias expectativas, abocan con vrtigo creciente a quien las experimenta a sentimientos de frustracin y vaco que hacen recordar de forma espontnea los sentimientos de desnudez experimentados por la primera pareja humana3. Y ese es precisamente el drama que viven _como en una especie de comn denominador_ la gran mayora de los nios y jvenes con problemas. La palabra desengao concentra, desde su misma estructura semntica, el pensamiento antropolgico cristiano que se ha venido desarrollando en torno al trmino verdad. El desengao _que surge siempre en un contexto afectivo_ se produce cuando la persona se percata de que aquello que ella consideraba amor, no era ms que una pura farsa. Desengao significa, pues, salir del engao en que se viva al considerar verdad, _al creer amor_ lo que era en realidad una mentira.3 2

Cf. Gn. 3, 10.

Por otra parte, ese drama vital y existencial que representa _como se ver en el captulo siguiente _un gran handicap para posibilitar que la persona pueda asumir, con verdadera autonoma, opciones libres de cara a su futuro, dificulta tambin, y de forma seria, un verdadero proceso educativo encaminado al crecimiento en amor. Por lo general, detrs de ese drama al que nos estamos refiriendo y que se concreta _como se ha dejado dicho_ en un estado de creciente desorientacin, que suele manifestarse en actuaciones ms o menos incomprensibles a primera vista, ilgicas, violentas y hasta aberrantes, se esconde un lacerante drama afectivo, provocado por un profundo resentimiento de desafecto, sufrido por la persona en cuestin. Dicho desafecto ha sido en ocasiones tan traumtico, que la persona llega a dar la sensacin, no slo de que ha perdido la capacidad de amar a otros, sino incluso _y esto es, a mi entender, mucho ms dramtico_ la capacidad de sentirse amada, apreciada, querida, valorada. En cmo superar ese drama; en cmo conseguir que esos nios y jvenes _que han sufrido a veces verdaderos apaleamientos en su ser, que se han visto prostituidos en su psique y en su cuerpo, que se han sentido ninguneados_ lleguen a creer en el amor, en su gratuidad y en su bondad, se encuentra el gran desafo que ha tenido planteado desde siempre la pedagoga amigoniana en su proyecto de recuperar a la persona desorientada a travs de un crecimiento integral. La felicidad como referente En su afn por acompaar a sus alumnos en el proceso de ir encontrando sentido a su propia existencia, mediante el crecimiento integral en el amor, la pedagoga amigoniana ha tenido siempre presente en su praxis educativa el referente de la felicidad. Con su clsica expresin educar para la vida, la tradicin pedaggica amigoniana no slo ha querido expresar que uno de los objetivos de su actuacin es el de preparar adecuadamente al nio, al adolescente o al joven para que pueda reintegrarse despus, con garanta suficiente de xito, en su ambiente familiar y social y en el mundo laboral4, sino que con ella quiso expresar tambin, de alguna manera, el principio pedaggico de que el educando slo se siente verdadera y libremente implicado en su proceso educativo, cuando percibe en su propia vida la bondad de lo que est haciendo; cuando es capaz de experimentar, a travs de las distintas terapias educativas, un sentimiento de felicidad; cuando es capaz de saborear la vida con verdadero sentimiento de satisfaccin y plenitud. Precisamente a lograr una tal experiencia positiva y feliz se orientaban todos aquellos medios que se encuadraban bajo el comn denominador de la as llamada emulacin. La emulacin _como ya se ha dejado dicho, pero ahora conviene explicitar de una forma ms enftica _ms que con un contexto de competividad o rivalidad _que por su naturaleza, entrara en conflicto con un proceso de humanizacin fundado en el amor y en la alteridad_ hay que relacionarlo, dentro de la tradicin amigoniana, con un contexto tendente a

estimular o activar las posibilidades del propio ser, o, como alguien preferira decir, a excitar la propia capacidad de afecto, o autoestima. Y algo de ello se pretenda tambin con el mismo sistema de vales, del que se hablar con ms detenimiento en el prximo captulo. Con l se pretenda, desde una perspectiva complementaria, que el educando aprendiese a valorar su entorno, sintindose, al mismo tiempo, artista y protagonista de sus propios logros. En realidad, la misma experiencia ensea que el recurso a la propia experiencia positiva de vida es el que ofrece ms garantas de xito en educacin, dada la misma estructura del ser humano que busca instintivamente sentirse feliz. Todo hombre _por pobre que sea su nivel de instruccin acadmica_ es consciente de que hay experiencias que le ayudan a crecer y, otras, que lo enanizan; de que hay experiencias que lo plenifican y otras que lo vacan; de que las hay que lo ayudan a encontrar el sentido gratificante de la propia existencia y, otras, que lo sumergen en un creciente sinsentido vital; de que hay, en fin, experiencias que

4

Sobre la expresin educar para la vida en este sentido que aqu se est tratando, puede consultarse sobre todo: Torrente, Valentn de, en Textos Pedaggicos de Autores Amigonianos, 12.401 y 12.448.

dejan en su interior el buen sabor de la paz profunda y de la felicidad duradera, y otras que, pasadas las dulzuras del momento, lo sumen en sentimientos de angustia y frustracin. Todo hombre es consciente de que en su vida hay experiencias de plenitud y de vaco, experiencias de xtasis y de vrtigo. Lo importante en educacin es saber recurrir a esas mismas experiencias para que el alumno pueda evaluar con relacin a ellas las situaciones pasadas y pueda descubrir luminosos caminos de futuro para su vida. No basta con decir al alumno: esto es bueno para ti y para tu vida; esto te har feliz. Si el educador no es capaz de articular estrategias que hagan experimentar al alumno, en el aqu y ahora de su historia, la bondad y felicidad prometida, todo habr sido en vano. La educacin no puede limitarse a fomentar el bien, tiene que buscar, de alguna manera, la forma de favorecer su experiencia. El dicho pedaggico de quien bien te quiere, te har llorar, necesita ser sustituido por otro que diga ms o menos quien bien te quiere , buscar siempre que puedas sentirte bien y en paz contigo mismo. Hoy en da _quiz ms que en pocas anteriores_ el hombre tiene necesidad de saborear la vida, de centrarse en el ser, de superar toda una cultura _cual es la posmoderna_ fundada en sensaciones agradables que producen bienestar y momentos de alegra, pero que, con frecuencia, no dejan despus el poso de la serena felicidad. Frente al esto es "bueno" o es "malo", la educacin _ms que nunca_ necesita despertar en el alumno las experiencias de "esto me hace feliz" o "esto me torna infeliz"; las experiencias de "esto me ayuda a disfrutar mi vida" y "esto me acaba quitando las ganas de vivir".

El recurso a tales experiencias puede contribuir, por otra parte, a contrarrestar en los nios, adolescente y jvenes actuales algunas de las ms acusadas deficiencias que presenta la cultura del momento, como pueden ser, en concreto, la fragmentariedad, el relativismo y permisividad, y el hedonismo. En primer lugar _y por su propia estructura unitaria y armnica_ el recurso a las experiencias de felicidad puede contribuir decisivamente a superar la fragmentariedad en que la cultural actual ha sumido a la persona. Quiz nunca como en el presente, se ha hablado tanto de la unidad de la vida ni se la ha alabado tanto. Los mismos proyectos educativos apuntan precisamente en ese sentido cuando se apoyan de forma unnime en una educacin integral y defienden enfticamente dicha integralidad como un valor irrenunciable. Y sin embargo, tampoco, quiz nunca como en esta poca, ha existido tanta "esquizofrenia" cultural y tanta ruptura existencia en las personas. Parece como si en su afn por buscar y encontrar la unidad de conocimientos, el hombre moderno se hubiese olvidado de buscar y encontrar con idntico "fervor" la armona de sus sentimientos y, consecuentemente, la de sus pensamientos. Y si grave es la falta de principios conceptuales que den unidad al pensar, mucho ms grave es la carencia de sentimientos que confieran armona la vida. Hoy se vive muchas veces a nivel de sensaciones y las personas, al parecer, no disponen de tiempo para analizar si esas mismas sensaciones son constructivas o destructivas para el propio desarrollo personal. No es raro encontrar por ello, hombres y mujeres que anhelan experimentar las sensaciones ms encontradas _y hasta contradictorias_ y acaban haciendo as de su vida una especie de combinado "agridulce" que los aboca a la desorientacin y los sume, con cierta frecuencia, en la depresin. En contraposicin a este panorama de ruptura estructural de la persona, el sentimiento de la felicidad aporta _como ya arriba se ha indicado_ unidad y coherencia interna al ser humano y hace que ste se sienta bien y a gusto consigo mismo. Este sentimiento del "bienser", que se exterioriza en alegra, jbilo y satisfaccin, lo experimenta el hombre mismo en su ms profunda intimidad como una agradable sensacin de serenidad y paz. Una serenidad y una paz que no slo mantienen el equilibrio personal y anmico aun en medio de las adversidades y dificultades de la vida, sino que adquieren, incluso en medio de stas, los caracteres propios de esa gozosa paciencia que la cultura bblica exalta en el hombre profundamente realizado y feliz5

5

Cf. Mt. 5, 10-12; Rom. 5,3-5; St. 1, 2-3; Ef. 4, 1-2.

y que Francisco de Ass canta en su vida y en sus escritos como verdadera alegra6 .

Desde esa perspectiva, la felicidad vendra a ser, en definitiva, ese tesoro escondido de que habla el evangelio, es decir, ese sentido gratificante de la propia existencia, que, cuando uno llega a descubrirlo, ya no le importa poner el propio ser, hacer y tener a su servicio, ya no le importa orientar toda la vida a su adquisicin.7 En ntima conexin con lo anterior, el recurso a las propias experiencias de felicidad, puede contribuir tambin a contrarrestar, con garanta de xito la tristes influencias que, de cara al desarrollo integral y feliz de la persona, tienen las tendencias relativistas y permisivas de la actual cultura. Se ha dicho que el hombre posmoderno es un hombre sin referentes, que en vez de ser brjula es veleta8. Un hombre que ha roto con todos los absolutos, ha hecho del "bienestar" su gran dios y ha justificado todo aquello que pueda estar al servicio de dicha deidad. La tragedia existencial surge sin embargo porque _como el mismo Pablo expresa, haciendo recurso a sus ms ntimas experiencias antropolgicas_ todo le puede estar permitido al hombre, ms no todo le conviene9, porque no siempre el mbito del "bienestar" coincide con el de "bienser", y porque ningn placer ni ningn "tener" llenan el vaco interior que experimenta la persona que no se siente a gusto consigo misma. Slo el sentimiento de felicidad, en su calidad de referente y norte, puede conducir a la plena y armnica madurez humana el propio proyecto o leyenda personal. Finalmente, la felicidad como referente constituye un verdadero reto al hedonismo desbordante que hoy impera.

San Francisco, La verdadera alegra en San Francisco de Ass. Escritos, Biografas, Documentos de la poca, en BAC, Madrid, 1978, p. 85-86. Cf. tambin Admoniciones 13. 15. 22 en ibdem p. 81-83 y Vives, J. A. Triloga Amigoniana (separata) p. 105-108, y en Pastor Bonus 46 (1997) p. 131-134. Cf. Mt. 13-44. Cf. tambin Vives, J.A. En busca del tesoro perdido. en: Alborada (edicin especial 45 aos) p. 4-5.8 9 7

6

Rojas, E. El hombre light, Ed. Temas de hoy, Barcelona, 1998. p. 47. Cf. 1 Co. 6,12 Cf. tambin 1 Co. 10,23.

El hedonismo, al absolutizar el placer, lo desvirta, privndolo a menudo de su natural relacin con el sentimiento humano y privndolo, por ende, de su comunin con el ncleo del amor, que es el que en realidad cohesiona y estructura unitariamente la personalidad y confiere a sta el sabor y el tono de la felicidad. Por el contrario, la felicidad, _desde el sentimiento integral de amor del que ella misma surge_, sin condenar el placer, le devuelve su verdadero rostro. Tan pernicioso es absolutizar el placer, como condenarlo absolutamente. Y es ste el pecado que ha cometido toda moral siempre que, perdiendo la visin unitaria de la vida y dejndose llevar por los dualismos existenciales, se ha convertido en moralismo. Con su rotunda condena del placer y con su clsica exaltacin _y a veces absolutizacin_ del sufrimiento y de la renuncia, algunos movimientos ascticos, al tiempo que se han situado en vas de una especie de daino masoquismo, han privado al referente moral de la felicidad de uno de sus soportes. El mismo Cristo, a quien algunos malintencionados llegaron a calificar de "comiln y borracho"10, aparece como una persona profundamente vitalista que _sin entrar en absurdas polmicas, como por ejemplo, si es mejor comer o ayunar11, y sin caer en peligrosas contraposiciones entre gozar y sufrir_ enaltece fundamentalmente, con su testimonio y con su palabra, el desarrollo de aquellos sentimientos que pueden conducir al hombre a la felicidad y a disfrutar y saborear la vida. Educacin del sentimiento Lo dicho hasta el momento en este captulo, encuentra, quiz, su mejor sntesis, dentro de la misma pedagoga amigoniana con lo que ella misma denomin educacin del corazn. Frente a quienes _desde una observacin fragmentaria, superficial, desencarnada y descontextualizada del mtodo reeducativo clsico

10 11

Cf. Mt. 11, 19. Cf. Lc. 5,33-35; Mt. 9, 14-17; Mc. 2, 18-22; 1 Co. 10, 24-26 y 11, 31.

de la pedagoga amigoniana_ han tachado a sta de ser excesivamente conductista y de orientarse fundamentalmente a un cambio de comportamiento, hay que afirmar _con base en la ms antigua y genuina tradicin_ que dicha pedagoga ha situado, desde sus orgenes, el norte de su propia actuacin en una maduracin personal de los sentimientos del alumno, o dicho si se quiere con una expresin tpica en los albores amigonianos, en la educacin del corazn; en la educacin de los sentimientos del alumno; en despertar o impulsar en l la capacidad de sentir y, desde ah, la capacidad de abrirse con gozo a la vida: - En todo ser humano _reflexionaba uno de los primeros educadores amigonianos_ hay un germen de sentimiento que nosotros desarrollamos Para ello hay que tener mucha paciencia y caridad en el trato con los nios" 12. - Cuando haya recurrido a todos los medios para llevar a un alumno por el camino del bien, y l se obstine en ir por el del mal _recomendaba a los educadores amigonianos la tradicin, haciendo hincapi en la fuerza del sentimiento_ busque a un religioso experimentado, para que "hacindose el encontradizo con l", le hable al corazn13. - Cuando los alumnos se dan cuentan que uno se sacrifica por ellos y que busca su bien de verdad _escriba otro de los grandes pedagogos amigonianos_ le cobran cario y por lo tanto podr trabajar en su reforma14. - Es menester apelar constantemente _deca el padre Valentn_ a los sentimientos nobles y generosos del alumno No se puede sustituir su conciencia personal por una conciencia puramente exterior15. - Debemos ser artistas _insista l mismo_ de esa obra suprema de arte que tiene por fin forjar los espritus, cultivar la esttica del sentimiento16.

12

Valencia, Javier de, Textos Pedaggicos de Autores Amigonianos, n. 5.042_5.043. Cf. tambin bidem, n. 5.048 y 5.052. Terciarios Capuchinos, Manuales de 1933, y 1946, n. 228, en Textos Pedaggicos de Autores Amigonianos. n. 0.311. Paiporta, Jorge de, Textos Pedaggicos de Autores Amigonianos, n. 11.124.

13

14 15

Torrente, Valentn de, Textos Pedaggicos de Autores Amigonianos, n. 12.124, 12.126, 12.127 y 12.128. Torrente, Valentn de, Textos Pedaggicos de Autores Amigonianos, n. 12.024.

16

- Slo desarrollando en nuestros alumnos grandes virtudes _valores, diramos hoy_ podremos llevar a feliz trmino _afirmaba el mismo padre Valentn_ el fin de la educacin que es, ante todo y sobre todo, formacin del corazn17. Educar el corazn de la persona es, en definitiva, educarla para ser, es decir, para tomar conciencia de su propia identidad personal, para asumir con libertad el propio derecho a la autodeterminacin y para saborear, desde ah, la vida, con el buen gusto de la felicidad. Dicha educacin para ser, para llegar a sentirse feliz y a gusto con uno mismo, comporta, sin embargo, en toda cultura humanista occidental _que ms directa o indirectamente hunde sus races en la bimilenaria civilizacin cristiana_ un crecimiento de la persona en valores y, particularmente, en el valor que valoriza, aprecia18 y otorga el verdadero sello de autenticidad a todos los dems, que es el amor. Esos valores, _que son, pues, como los matices o tonalidades que ayudan a identificar el amor de verdad y que estn compendiados poticamente en las bienaventuranzas19_ confieren al crecimiento en humanidad un talante particular y hacen del hombre un ser: desapegado y libre frente a los halagos del tener, sencillo y servicial en sus relaciones; fuerte y recio ante la vida; solidario y comprometido con la construccin de un mundo mejor; sensible y tierno para querer a cada uno "como es" y para extremar su cario con los ms necesitados; afectuoso con todos y respetuoso al mismo tiempo de su libertad y de todos sus otros derechos; sereno y armnico en su personalidad y pacificador en su entorno; coherente con lo que ama y cree de corazn y decidido y valiente para dar testimonio de ello y feliz _profundamente feliz_ con ese gozo que surge de sentirse a gusto consigo mismo20.

17

Torrente, Valentn de, Textos Pedaggicos de Autores Amigonianos, n. 12.088. Cf. tambin, bidem, n. 12.138.

18

El verbo apreciar se usa aqu en su sentido ms etimolgico de poner precio, de aumentar el valor o cotizacin. Recordemos una vez ms el si no tengo amor, nada vale de Pablo (Cf. 1Co. 13,3).

19

Desde esta perspectiva, las bienaventuranzas constituyen una especie de arco iris del amor (Cf. Mt. 5, 1-12). Esos mismos valores, sin embargo, aparecen tambin enumerados en otros textos bblicos: 1Co. 13, 4-7; Gal. 5, 12-23; Col. 3,12-15; 1 Pe. 3, 8-9.20

Como fcilmente puede deducirse, este noveno matiz relativo a la felicidad, aunque no hace referencia directa con ninguna bienaventuranza en concreto, est en el trasfondo de todas ellas y las convierte as en un verdadero Cdigo de felicidad.

Educando desde el sentimiento21 Ya la primera tradicin educativa amigoniana percibi con nitidez que la educacin del corazn del alumno, desarrollando en l el sentimiento humano, el amor, se favorece en la medida que el propio educador, siendo verdadero artista y poeta, aparezca ante sus educando como un experto en humanidad. Los alumnos maduran en dignidad, si se les trata con dignidad; adquieren verdadera capacidad de decisin y de autonoma en sus vidas, si se les educa en libertad y para la libertad; crecen en amor, si se sienten amados; son compasivos con los dems, si experimentan que se les quiere y aprecia en su individualidad, con sus grandezas y con sus debilidades; reaccionan, en fin, positivamente, en la medida en que se consigue pulsar y despertar en ellos la fibra sensible de su corazn. Uno de los periodistas que visitaron, en sus iniciales aos de andadura, el centro de Santa Rita _primer centro educativo amigoniano, situado en Madrid, Espaa_ exclam, gratamente impresionado, al finalizar su gira por la institucin: son ustedes unos verdaderos "cultivadores del sentimiento" 22. Esta definicin fue acogida muy positivamente por aquellos frailes amigonianos de principios del siglo veinte, quienes estaban plenamente convencidos _ya para entonces_ de que para ser educadores necesitaban ser, a travs de su propia actuacin, profetas del sentimiento humano. Los textos que a continuacin se traen, son una buena muestra de todo ello: - El medio principal, y me atrevera a decir que nico _escriba uno de los primeros educadores amigonianos_ es la caridad en todas sus manifestaciones: benignidad, paciencia etc.23 - El verdadero amor se muestra _anotaba otro_ en lo incansable de la solicitud por auxiliar y amparar; en la fidelidad en el guiar y ayudar; en

21

Lo que a continuacin se tratar de forma un tanto germinal, se desarrollar ampliamente en la parte III de esta obra, dedicada ntegramente a profundizar los matices ms especficos e identificantes del sentimiento pedaggico amigoniano.

22

Cf. Los cultivadores del sentimiento, artculo publicado en el Heraldo de Madrid, el 13 de febrero de 1913, en Textos Pedaggicos de Autores Amigonianos, n. 5.042 Alacus, Bernardino de, Textos Pedaggicos de Autores Amigonianos, n. 3.074. Cf. tambin bidem, n. 3.073.

23

la paciencia en aguardar hasta el tiempo oportuno; en la comprensin con los que yerran; en la caridad que todo lo espera y todo lo perdona y que permanece fiel incluso al que desdea (la ayuda) y al que parece ya (un caso) perdido24. - "Ms moscas se cazan con miel que con hiel" o "ms moscas se cazan con una gota de miel que con un barril de vinagre" _sola repetir un tercer religioso, hacindose eco de un refrn muy querido por el propio padre Amig_25. - Tratado el alumno con el verdadero cario que requiere la misin de los religiosos _sintetizaban a su vez, las Constituciones_, se abrir su corazn a las enseanzas que se le insinen 26. - Entre las cualidades del buen educador est, sobre todo, _insista el padre Valentn_ la de amar a los alumnos. Porque si no se les ama, se bastardea el fin de la educacin Quien no sienta latir en su corazn el amor, la compasin hacia los pobres muchachos cados no tiene vocacin para dedicar su existencia a la reforma de la juventud 27. - El amor _se lea en la memoria de San Rita del ao 1927_ ser siempre condicin indispensable, no slo para educar y moldear los corazones, sino incluso para instruir y grabar en las inteligencias las obligaciones fundamentales que hacen a los hombres tiles para s mismos y para los dems Por esto _sin descuidar las enseanzas de la ciencia_ seguimos procurando inspirar nuestros trabajos en el amor28. No obstante _y es importante subrayarlo aunque sea ya en el eplogo de todo este educar desde el sentimiento al que nos estamos refiriendo ahora_, para la tradicin pedaggica amigoniana el testimonio de amor de los educadores _para ser verdaderamente eficaz_ deba acompaarse de un adecuado clima de libertad y de respeto a la persona misma del educando.

24 25 26

Paiporta, Jorge de, Textos Pedaggicos de Autores Amigonianos, n. 11.123 Valencia, Javier de, Textos Pedaggicos de Autores Amigonianos, n. 5.048 y 5.052.

Terciarios Capuchinos, Constituciones de 1910, n. 237 en Textos Pedaggicos de Autores Amigonianos, n. 0.313. Torrente, Valentn de, Textos Pedaggicos de Autores Amigonianos, n.12.031 y 12.464. Cf. tambin bidem, n. 12.410. Iglesia, Pedro de la, Memoria de Santa Rita de 1927, en Textos Pedaggicos de Autores Amigonianos, n. 10.015 _ 10.016.

27

28

Dejando, por ahora, el valor de la libertad, del que se hablar en el prximo captulo, conviene clarificar que, para la escuela amigoniana, el respeto debido a la persona del alumno es una verdadera consecuencia lgica _o, si se prefiere, necesidad ontolgica,