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IMPRESIONISMO La música impresionista es la tendencia musical que surgió en Francia a finales del siglo XIX. El nombre Impresionismo ya se usaba antes para denominar a la pintura de los años 1860 - 1870, ya que las características de ambas artes eran muy similares. Los dos únicos autores a los que podemos llamar impresionistas en aquella época son Claude Debussy y Déodat de Séverac, aunque este último no está tan reconocido como gran parte de autores posteriores. Sin embargo, Claude Debussy es el autor impresionista más notorio, junto con los también franceses Maurice Ravel y Erik Satie. Al llegar el siglo XX, la música cambia, a veces radicalmente. Los parámetros en que se sustentaba la música clásica varían sustancialmente: la melodía, la textura, el timbre y el ritmo, asumen nuevas formas, evolucionan como lo hacen los rasgos estilísticos de las demás artes. No obstante, siglo ecléctico como pocos, el XX acoge, junto a las nuevas músicas rupturistas, tendencias conservadoras o de recuperación del pasado. Por eso, también se da en ese siglo un Neoclasicismo practicado, entre otros, por el más ecléctico de los compositores de la pasada centuria: Igor Stranvinsky. La primera ruptura, el primer cambio en los lenguajes musicales del XX, surge con el Impresionismo, que originalmente fue un movimiento pictórico creado por pintores como Monet, Manet, Degas y Renoir. De la misma forma que estos pintores cuestionan el concepto anterior de línea para potenciar las texturas, los colores y la luz, los músicos impresionistas cuestionan el valor de la línea melódica para potenciar las texturas armónicas, los timbres y las dinámicas. Características de la música impresionista *Un tempo más libre, y con capacidad de un rubato a gusto del intérprete (siempre respetando las indicaciones del autor). *Utilización de los modos, introduciendo numerosas variaciones de cada uno, e incluso inventándolos (como en la obra Syrinx para solo de flauta, de Claude Debussy). No sólo se utilizan modos clásicos, ya que también es muy frecuente encontrar escalas propias de diferentes etnias (Como en el tercer movimiento de Ma mère l'oye de Maurice Ravel, Laideronnette, l'impératrice des Pagodes). *Experimentar con el timbre, convirtiendo a este en el factor más importante de la música impresionista. De esta manera, se conseguían efectos nunca vistos antes en la música. El preludio de Claude Debussy La Cathédrale Engloutie es un claro ejemplo de los diferentes timbres y sensaciones que pueden escucharse en una misma obra Claude Debussy (1862-1918), primero en poner en práctica estos principios, aporta obras que han quedado como símbolos del Impresionismo Musical. Preludio a la siesta de un fauno (1894) es su primera composición orquestal madura, escrita a los 32 años y basada en un poema del escritor simbolista Stéphane Mallarmé. El

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IMPRESIONISMO

La música impresionista es la tendencia musical que surgió en Francia a finales del siglo XIX. El nombre Impresionismo ya se usaba antes para denominar a la pintura de los años 1860 - 1870, ya que las características de ambas artes eran muy similares. Los dos únicos autores a los que podemos llamar impresionistas en aquella época son Claude Debussy y Déodat de Séverac, aunque este último no está tan reconocido como gran parte de autores posteriores. Sin embargo, Claude Debussy es el autor impresionista más notorio, junto con los también franceses Maurice Ravel y Erik Satie.

Al llegar el siglo XX, la música cambia, a veces radicalmente. Los parámetros en que se sustentaba la música clásica varían sustancialmente: la melodía, la textura, el timbre y el ritmo, asumen nuevas formas, evolucionan como lo hacen los rasgos estilísticos de las demás artes. No obstante, siglo ecléctico como pocos, el XX acoge, junto a las nuevas músicas rupturistas, tendencias conservadoras o de recuperación del pasado. Por eso, también se da en ese siglo un Neoclasicismo practicado, entre otros, por el más ecléctico de los compositores de la pasada centuria: Igor Stranvinsky.

La primera ruptura, el primer cambio en los lenguajes musicales del XX, surge con el Impresionismo, que originalmente fue un movimiento pictórico creado por pintores como Monet, Manet, Degas y Renoir. De la misma forma que estos pintores cuestionan el concepto anterior de línea para potenciar las texturas, los colores y la luz, los músicos impresionistas cuestionan el valor de la línea melódica para potenciar las texturas armónicas, los timbres y las dinámicas.

Características de la música impresionista

*Un tempo más libre, y con capacidad de un rubato a gusto del intérprete (siempre respetando las indicaciones del autor).

*Utilización de los modos, introduciendo numerosas variaciones de cada uno, e incluso inventándolos (como en la obra Syrinx para solo de flauta, de Claude Debussy). No sólo se utilizan modos clásicos, ya que también es muy frecuente encontrar escalas propias de diferentes etnias (Como en el tercer movimiento de Ma mère l'oye de Maurice Ravel, Laideronnette, l'impératrice des Pagodes).

*Experimentar con el timbre, convirtiendo a este en el factor más importante de la música impresionista. De esta manera, se conseguían efectos nunca vistos antes en la música. El preludio de Claude Debussy La Cathédrale Engloutie es un claro ejemplo de los diferentes timbres y sensaciones que pueden escucharse en una misma obra

Claude Debussy (1862-1918), primero en poner en práctica estos principios, aporta obras que han quedado como símbolos del Impresionismo Musical. Preludio a la siesta de un fauno (1894) es su primera composición orquestal madura, escrita a los 32 años y basada en un poema del escritor simbolista Stéphane Mallarmé. El músico fue un lector de Charles Baudelaire, Paul Verlaine y otros; así, la música que Debussy componía tenía una afinidad esencial con la obra de estos maestros de la literatura. Su ópera Peleas y Melisenda, basada en la obra teatral del mismo nombre del poeta belga Maurice de Maeterlinck, data de 1902 y le otorgó a Debussy el reconocimiento como músico de prestigio. La forma en que la partitura realzó la cualidad abstracta y ensoñadora de la obra original de Maeterlinck fue extraordinaria. Considerada como una fusión perfecta entre la música y el drama, se ha llevado a escena en numerosas ocasiones. Entre 1902 y 1920 Debussy compuso casi de forma exclusiva obras para piano. De su producción de este periodo destacan Estampas (1903), Imágenes (dos series, 1905 y 1907) y varios preludios. Se alejó del tratamiento tradicional del piano como instrumento de percusión y le dio más importancia a sus cualidades expresivas

La música de Debussy, en su fase de plena madurez, fue la precursora de la mayor parte de la música moderna y lo convirtió en uno de los compositores más importantes de finales del siglo XIX y comienzos del XX. Sus innovaciones fueron, por encima de todo, armónicas. Su tratamiento de los acordes fue revolucionario en su tiempo; los utilizaba de una manera colorista y efectista, sin recurrir a ellos como soporte de ninguna tonalidad concreta ni progresión tradicional. Esta falta de tonalidad estricta producía un carácter vago y ensoñador que algunos críticos contemporáneos calificaron de impresionismo musical, dada la semejanza entre el efecto que producía esta clase de música y los cuadros de la escuela impresionista.

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También Maurice Ravel (1875-1937) fue un músico impresionista. Aunque no sólo cultivó ese estilo, por sus características de timbre, armonías y asociaciones extramusicales, su música suele asociarse a menudo a la de Debussy. El impresionismo de Ravel se aprecia especialmente en las suites para piano Espejos (1905) y Gaspar de la noche (1908) y en la Rapsodia española para orquesta (1908). Su gran talento para evocar épocas pasadas se pone de manifiesto en obras como la Pavana para una infanta difunta (1899), Valses nobles y sentimentales (1911) y La tumba de Couperin (1917), composiciones todas ellas para piano que posteriormente fueron orquestadas. Su neoclasicismo se aprecia en la obra para piano Juegos de agua (1902), con una estructura de sonata clásica y una textura brillante y virtuosística, así como en el Cuarteto para cuerda (1903), la Sonatina para piano (1905) y obras de cámara posteriores como la Sonata para violín y violonchelo (1922). Entre la obra escénica de Ravel cabe citar las óperas La hora española (1911) y El niño y los sortilegios (con libreto de la escritora francesa Colette, 1925), el famoso Bolero (1928), escrito en principio como acompañamiento para la interpretación solista de la bailarina Ida Rubinstein, y el ballet impresionista Dafnis y Cloe (1912), encargo del empresario ruso Sergei Diáguilev. Diáguilev había ya escenificado arreglos de obras anteriores de Ravel como la suite Mi madre la oca (para dos pianos, 1910, y para orquesta, 1912). En los años veinte la colaboración de Ravel con George Gershwin ejerció una fuerte influencia en ambos compositores. La orquestación de las últimas obras de Gershwin es más pulida y en las dos últimas obras de Ravel se observa una sutil influencia jazzística: el Concierto para piano en sol y el Concierto para piano en re para la mano izquierda (1931), mucho mas sombrío y que fue escrito para el pianista vienés Paul Wittgenstein que había perdido su mano derecha en la I Guerra Mundial.

http://es.wikipedia.org/wiki/Impresionismo_musical

NACIONALISMO MUSICAL ESPAÑA: FELIPE PEDRELL (1841-1922) consigue dotar a la música española de un verdadero sentido nacional. Con él la música española ahondaba en nuestra esencia nacional, como los hombres de la Generación del 98.

Fue un estudioso del canto popular y de nuestro pasado histórico. Es, al mismo tiempo, el editor de las obras de VICTORIA, de CABEZÓN, y un infatigable escritor y polemista.

Su célebre Manifiesto por nuestra Música (1891) hizo posible la música española de la 1ª mitad del siglo XX. Su Cancionero Popular Español (1901) es, más que una antología del folklore español, una antología de nuestra música más peculiar, desde la Edad Media hasta el Teatro Barroco.

Pero también es interesante como compositor, aunque en su tiempo no fue plenamente comprendido. Su mayor dolor residió en ver cómo triunfaba el casticismo de la zarzuela y a él se le respetaba como crítico y erudito. Sus Óperas El Último Abencerraje (1889), la trilogía Los Pirineos (1891) y La Celestina (1902) son obras de un músico muy estimable que tuvo que abandonar la composición para atender a la polémica y a la musicología.

La obra de Anton Bruckner se concentra primordialmente en obras sinfónicas y música religiosa. Durante su vida también destacó en sus interpretaciones e improvisaciones con órgano, la mayoría de las cuales no fueron transcritas y, por tanto, no se han conservado. Su música, imbuida de una intensa religiosidad, busca la perfección formal al tiempo que quiere ser un gran himno de alabanza al Dios en el que creía fervientemente (y a quien dedicó incluso su última obra, la Novena sinfonía). En los países latinos su obra es relativamente poco conocida, aunque es programada de forma cada vez más frecuente, pero en los países germánicos goza de un gran reconocimiento y se le considera como uno de los mayores compositores de la Historia.

Gustav Mahler fue el último gran compositor sinfónico del período postromántico. Se destacó en la composición y en la dirección orquestal. Al frente de la Ópera de Viena en su momento más esplendoroso (finales del siglo), dirigió luego la flamante Sociedad Filarmónica de Nueva York. Terminó nueve sinfonías y dejó una décima inconclusa, que fue reconstruida póstumamente. Como Beethoven, sometía sus obras sinfónicas a una constante revisión. Su estilo orquestal se caracterizaba por su extensión, complejidad formal y naturaleza programática. Intentó ilustrar elementos extramusicales, en especial narrativos. Mahler amplió grandiosamente su plantilla de instrumentos. Por caso, la Segunda sinfonía utiliza 4 flautas, 4 oboes, 5 clarinetes, 4 fagotes (1 contrafagot), 6 trompas, 4 trombones, tuba, 6 timbales, varios percusionistas, 3 campanas, 4 o más arpas y órgano, soprano y contralto solistas, y coro.

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Strauss Siendo un niño aprendió violín, piano, armonía, contrapunto e instrumentación. Dirigió orquestas y luego fue asistente de von Bülow, con quien conoció la obra wagneriana. Desde 1881 tomó firmeza su reputación como compositor sinfónico. Se dedicó también a varios ciclos de canciones y también óperas. Al tiempo que era reconocido como compositor, creció su categoría como director de orquesta y llegó a ser aclamado en todo el mundo como director de la Ópera Real de Berlín. Trabajó con los nazis, pero en 1935 renunció y se retiró a Suiza. Sus obras más destacadas son el Concierto para violín y orquesta en re menor, De Italia, Muerte y transfiguración, Las alegres aventuras de Tul Eulenspiegel, Sinfonía doméstica, Sinfonía de los Alpes, Salomé, Elektra y Ariadna en Naxos.

NACIONALISMO ESPAÑOL: Dentro de la corriente nacionalista podemos diferenciar dos etapas:

• Una primera etapa que se desarrolla en la segunda mitad del XIX, con características de corte romántico de principios de siglo, y que tuvo a los compositores rusos como principales protagonistas, no solo ya como afirmación de la música nacional, sino también con tildes políticos.

• La segunda etapa se da a principios del siglo XX, y supone la autentica renovación del lenguaje musical mediante la plena incorporación de elementos renovadores obtenidos de la música nacional.

El nacionalismo se manifestó sobre todo en el entorno operístico. La ópera, se prestaba como ninguna otra forma de expresión musical a poner en escena una serie de temas de carácter nacional, no sólo musicales, sino también de ámbito literario.

Cuando la ópera quedó transformada, estas modificaciones en cuanto al material temático y rítmico utilizado, fueron incorporándose a la música sinfónica y camerística.

En España, la corriente nacionalista se desarrolló algo más tarde que en otros países.

Hasta finales del XIX, el clima general de la música española estaba en manos de los músicos del género chico o zarzuela.

Felipe Pedrell fue uno de los grandes artífices del movimiento nacionalista español.

Defendió una renovación total tanto técnica como estética, e instauro las bases sólidas de la musicología española.

Su intenso estudio sobre el folclore y las melodías populares fue la leña que encendió en España la llama del nacionalismo e influyo directamente en compositores de la talla de Álbeniz o Falla que además fue alumno suyo.

Por otro lado Pablo Sarasate, coetáneo de Pedrell, basó muchas de sus composiciones en el folclore español y sus obras, aunque no se alejan del estadio pintoresco habitual en su tiempo, son un antecedente claro de la gran escuela nacionalista española, preparando claramente el camino a la eclosión de Álbeniz y Granados.

Álbeniz, que primeramente contribuyo decisivamente a la formación del impresionismo debido en gran parte a sus contactos con los músicos franceses revolucionó la escritura pianística creando una escuela española diferenciada y original. La coronación de su obra es sin duda la “Suite Iberia”, obra de una extraordinaria complejidad pianística, gran originalidad armónica, y gran novedad dentro de un nacionalismo esencial.

Tras la muerte de Pedrell, Falla haría suya la idea de folclorista: superación del pintoresquismo y profundización en la entraña de la música popular española y así quedó reflejado en obras de la importancia y enorme difusión como “Amor brujo”, donde son empleados y recreados temas gitanos, o el “Retablo”, fundado en el ambiente melódico de la vieja música castellana.

A principios del siglo XX, España es ya un pais “exportador” de temas derivados del folclore.

Si bien las influencias francesas quedan claras en compositores como Álbeniz, Turina, Joaquín Rodrigo, etc., que fueron alumnos de la escuela francesa, la forma y los ritmos tan característicos de la música española influyeron también en compositores como Lalo, que sin duda fue inspirado por muchas de las obras de Sarasate y compuso su “Symphonie espagnole” para violín y orquesta, Debussy, que compuso la pieza “Soirees dans Granada”, o Bizet con obras tan conocidas como “Carmen” o “Habanera”