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Índice 2 - librosenllamas.weebly.com · Al final del siglo catorce, reapers angelicales luchan por defender a Londres contra una legión de los demoníacos, que tienen sus ojos puestos

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Índice Sinopsis…………………………………………......………. 03

Capítulo 1……………………………………………………. 04

Capítulo 2……………………………………………………. 09

Capítulo 3……………………………………………………. 12

Capítulo 4……………………………………………………. 17

Capítulo 5……………………………………………………. 23

Capítulo 6……………………………………………………. 28

Capítulo 7……………………………………………………. 34

Capítulo 8……………………………………………………. 41

Capítulo 9……………………………………………………. 47

Capítulo 10…………………………………………………… 53

Capítulo 11…………………………………………………… 57

Epílogo………………………………………………………. 62

Sobre la Autora……………………………………………… 65

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Sinopsis Había sombras en este callejón que ninguna luz tocaba, y donde no había luz, cualquier cosa

podía esconderse.

Al final del siglo catorce, reapers angelicales luchan por defender a Londres contra

una legión de los demoníacos, que tienen sus ojos puestos en las almas humanas y

las reliquias antiguas para un oscuro propósito. Madeleine, una joven pero

poderosa guerrera, está atada al deber de pelear contra los demoníacos, y vive por

ese propósito, por encima de todo lo demás. Entonces, en una noche de rutina, es

emboscada por un cuadro de reapers y, a pesar de que los vence a todos, es herida y

dejada a merced de su amo, el muy conocido Bastian.

Madeleine es sorprendida cuando Bastian la deja vivir. Profundiza más y más en el

mundo de los demoníacos y queda en shock al encontrarlo de nuevo… a ese

poderoso reaper cuyo toque la deja inquieta y emocionada como nada más.

Cuando caen en una peligrosa aventura clandestina, su cabeza y su corazón deben

librar su propia batalla: ¿puede su amor vencer la naturaleza demoníaca de él? ¿El

baile de Madeleine con la oscuridad la quemará o traerá a Bastian a la luz?

Con un abrasador romance y fantástica acción, esta novela original es una precuela

de la maravillosa serie de Courtney Allison Moulton: Angelfire.

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Capítulo 1 Traducido por Dai

Corregido por Monicab

Septiembre, 1391 D.C.

Saqué la capucha de mi capa negra de mi cabeza y me escabullí de la taberna hacia

la noche, mis zapatos pisando ligeramente la húmeda calle empedrada. Un carro

me pasó, oscilando inestablemente de lado a lado, las pezuñas de los caballos

haciendo ruido en el camino con piedras, y perdí de vista al reaper demoníaco que

había estado persiguiendo. Me quedé en silencio mientras cruzaba la calle y me

movía entre las sombras. Cuando volví a ver al reaper, él me estaba mirando.

Luego se fue.

Me lancé en una carrera. Cualquier ritmo diferente a una caminata constante era

difícil de lograr con un vestido. Vislumbré a un reaper hacer un giro brusco hacia

un callejón estrecho y desvanecerse en la negrura. Tuve cuidado cuando lo seguí.

Mi vista era magnífica en la oscuridad, pero había sombras en este callejón que

ninguna luz tocaba, y donde no había luz, cualquier cosa podía ocultarse. Contuve

mi respiración para escuchar con atención si había sonido de pasos. Una puerta

hizo un ruido sordo al cerrarse y corrí hacia ella. Un suave halo de luz rodeaba la

entrada.

No sería prudente para mí seguir a un reaper a un edificio que tenía más que

sombras para ocultar a sus monstruos, pero no estaba dispuesta a rendirme ahora.

Había esperado toda la noche para que él apareciera en esa taberna —un lugar

donde, con demasiada frecuencia, los seres humanos entraban para no volver a ser

vistos—, y yo no lo dejaría ir. No podía permitir que cosechara más almas para

llenar las filas del infierno. Como un reaper angelical, estaba obligada a matar a

tantos reapers demoníacos como encontrara.

Llamé a mi espada, la hoja de plata resplandeciendo de la nada a la existencia, y

abrí la puerta sólo lo suficiente para deslizar mi cuerpo a través del umbral. Me

encontraba en el interior de una tienda de velas, pero el vendedor no estaba a la

vista. Detrás de un largo mostrador, en la pared del fondo, había una abertura hacia

otra habitación que, asumí, era el taller. Giré la cabeza para observar el resto del

lugar, encontrando mesas y armarios llenos de velas de diferentes colores alineados

en las paredes, dando a la habitación un resplandor dorado e iluminando los ojos

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de los dos reapers demoníacos detrás de mí. Pasos regresaron mi atención hacia el

otro lado. Otro reaper entró a la habitación desde el taller del vendedor, seguido de

tres más. Dos no habrían sido ningún problema para mí, pero ahora estaba rodeada

por seis reapers demoníacos. Había entrado en una emboscada.

No esperé a que atacaran. Golpeé a la izquierda en lugar de hacia delante,

sorprendiéndolos y dándome suficiente espacio y tiempo para ganar el impulso que

necesitaba para enterrar mi espada en el cuello de uno de los reapers. No había sido

capaz de ganar el suficiente impulso para cortar la cabeza por completo, pero el

reaper estaba lo suficientemente incapacitado para permitirme quitar la espada y

cortar la garganta del otro reaper cuya espada estaba a punto de cortarme. Su

cuerpo se convirtió en piedra. Uno. Me di vuelta para tomar la nuca del primer

reaper y estrellé su rostro contra la pared, aplastando los huesos y la carne y

terminando con él. Su cuerpo de piedra se hizo añicos al caer al suelo. Dos.

Sentí acero mordiendo mi piel y el calor fluyendo por mi brazo. Apreté mis dientes

por el dolor y clavé mi codo en la nariz del reaper que me había cortado. Algo

crujió en su cara e hizo unas gárgaras horribles antes de caer. Tres. Manos

forcejeando y rompiendo la red que sostenía mi cabello oscuro cerca de mi cuero

cabelludo, liberando las trenzas para agarrar grandes mechones y tirar mi cabeza

hacia atrás. Solté un grito agudo cuando mi cuerpo se inclinó violentamente por mi

cabello. Me levanté salvajemente con mi espalda en quién fuera que me hubiera

jalado hacia atrás y mis ojos se movieron cuando uno de los reapers demoníacos

apareció delante de mí y levantó la espada más allá, para llegar a la mía. Le di una

patada y mi pie golpeó su estómago con un ruido sordo. Él me gruñó antes de

levantar su espada y volvió a dirigir la hoja hacia mi cabeza. En el último instante,

torcí mi cuerpo para un costado lo más fuerte que pude, arrastrando al reaper que

colgaba de mi pelo. La espada se hundió profundamente en el hueco suave y tierno

entre su clavícula y su cuello y ella lanzó un grito ahogado y húmedo cuando la

sangre llovió de su herida bajando por su cuerpo. Cuatro.

El dueño de la espada se quedó boquiabierto con horror cuando me desenredé de

las garras del reaper muerto y quité su espada del cuerpo antes de que se convirtiera

en piedra. Con dos espadas en mis manos, lo ataqué, pero se las arregló para

recuperar su compostura a tiempo para volver a balancearse sobre sus talones y

evitar mi golpe. El sexto reaper atacó a mi izquierda y yo moví una espada entre

nosotros, haciendo una profunda herida en su pecho. Él se tambaleó lejos y me

dirigí hacia el reaper restante. Su espada chocó contra la mía y empujó su poder

hacia mí, pero yo tenía más. Mi propio poder surgió, forzándose en todas las

direcciones y azotando a mi pelo alrededor de mí en una violenta tempestad, y yo

lo alejé de mis espadas justo antes de cruzarlas y cortar, abriendo su torso. Cinco.

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Sentí un desgarre agudo y agonizante en mi cuerpo y miré hacia abajo para ver una

espada hundida en mi estómago. El último reaper se había recuperado más rápido

de lo que esperaba. Ardiente dolor rodó a través de mi vientre como un ondulante

infierno y casi me caí al suelo. Si mis rodillas se doblaban, entonces estaba muerta.

Todavía no estaba preparada para morir. Había llegado demasiado lejos para

aceptar la muerte ahora. Di un paso hacia adelante, sacando su espada, y el dolor

reavivó toda mi fuerza. Me volví hacia él y mis ojos lo analizaron. Él era más

grande, fuerte y viejo por al menos un siglo.

Me dio una patada, conduciendo su bota justo hacia la herida curándose en mi

vientre, quebrando cosas más profundas, y yo me doblé con un gemido de dolor.

Levantó su pesada espada por encima de su cabeza y la dejó caer, pero la frené con

una de las mías. No había manera de que ganara una batalla de fuerza bruta contra

él como contra el último reaper. Empujé mi espada contra la suya mientras él

forzaba la suya contra la mía. No iba a durar más de un segundo, pero eso era todo

el tiempo que necesitaba. Aflojé y él perdió el equilibrio mientras su cuerpo lo

llevaba hacia adelante. Mi segunda espada se clavó en su pecho con precisión,

dándome una pulgada entre el metal y el corazón. La habilidad triunfa sobre la

fuerza bruta cualquier día. Tiré la espada que había reclamado de uno de mis

enemigos caídos al suelo de madera con un estrépito. El reaper a la que había

atravesado, se agachó sobre sus rodillas, apretando sus dientes en dolor; había

aceptado la muerte.

Patético. Me incliné sobre él y agarré con mi puño su túnica.

—¿Para quién trabajas? —gruñí ante su rostro—. ¿Por qué estás en Londres?

—No voy a decirte nada —escupió—. Toma mis dedos, mis ojos, lo que quieras.

No traicionaré a mi misión.

Mi labio se curvó. Si lo torturaba, estaba segura de que podría conseguir algo útil de

él, pero sabía que no tenía eso en mí. Puede que haya sido construida para la

violencia, pero no estaba construida para la crueldad.

—Entonces no tienes un propósito.

Solté su túnica sólo para girar mi espada a la derecha hacia su corazón. Levantó la

cabeza en agonía y abrió la boca para dejar salir un gemido bajo. Cayó,

desplomándose sobre el suelo, y su cuerpo se estremeció por varios y largos

momentos mientras lentamente su convertía en piedra. Seis.

Me dejé caer, exhalando y luego haciendo una mueca. Una de mis costillas estaba

rota. Posiblemente dos. Miré hacia abajo para examinar la herida a través de mi

vientre. Mi vestido estaba desmenuzado y podía ver la herida luchando por sanar.

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Necesitaba comer para que mi cuerpo recuperara la energía que necesitaba para

sanar mis heridas.

—Mataste a seis de mis mejores hombres —dijo una voz detrás de mí, y me di la

vuelta. Otro reaper estaba parado en la puerta del taller y me pregunté cuánto

tiempo había estado allí de pie. Él era demoníaco, sin lugar a dudas. Con los otros

reapers idos, podía sentir la presión de su poder oscuro empujando cada centímetro

de mi cuerpo como si estuviera hundiéndome en agua profunda.

Aunque mi respiración era irregular y no podía soportar bastante estar parada, me

preparé para seguir luchando. Levanté mi espada y me preparé para el último

reaper.

—Me queda un séptimo corazón que tomar esta noche.

Su sonrisa fue lenta y ancha.

Era hermoso, eso tenía que concedérselo. Sus ojos eran azules como el veneno, más

brillantes que cualquier joya, como diamantes azules que no reflejaban la luz, sino

que la generaban a partir de pequeñas estrellas propias que ardían en su interior.

—Muy audaz —dijo, los ojos brillantes—. Muy audaz, de hecho.

Mi sonrisa igualó la suya cuando escondí mi dolor.

—Acabo de matar a seis de tus mejores hombres, ¿no es cierto?

Él se rió y puso sus manos en sus caderas.

—¿Y ahora qué? Estás herida, agotada, y todavía tienes que lidiar con el maestro de

tus oponentes caídos. ¿Aún valiente?

Yo no vacilé.

—Siempre.

Él desapareció repentinamente y reapareció justo en frente de mí. Su mano agarró

la muñeca que sostenía la espada y la retorció, obligándome a gritar, pero no dejé

caer mi espada. Su otra mano agarró mi brazo libre con fuerza. Su fuerza era

insondable. La lucha contra él era sin esperanza y sofocante, como ser enterrada

viva. Apreté los dientes, respirando rápidamente.

—¿Quién eres, pequeña reaper angelical? —canturreó él, su cara cerca de la mía.

Levanté la barbilla para mirar justo a sus venenosos ojos azules.

—La loba no le dice al macho su nombre antes de que ella tome su garganta.

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Hundió el rostro más cercano al mío.

—Si el lobo pidiera el nombre del ciervo, con mucho gusto se lo daría.

Especialmente cuando entró una hermosa loba con exquisitos ojos esmeralda.

Yo no tomaría su cebo y le preguntaría su nombre, pero en el fondo, quería saber

quién era. Él era poderoso y tenía que ser importante si era el maestro de otros. Yo

no sabía nada acerca de él aparte de que era demoníaco y que era más viejo que

todos los reaper juntos a los que había matado esta noche. Él tenía mis dos manos

atrapadas y me encontraba en una posición vulnerable, pero no sentía ninguna

amenaza. Había sobrevivido a muchas batallas, derrotado a muchos enemigos, y

sabía lo que se sentía el enfrentarse a alguien que quería probar mi sangre. Este

reaper demoníaco no tenía interés en matarme. Tenía que saber por qué.

—Soy Bastian —dijo el demoníaco de ojos azules—. Espero que nos encontremos

otra vez.

Luego, sus manos me liberaron, y él se había ido. Me quedé allí, sin aliento y sola,

y conmocionada porque aún estaba viva. No había sentido ni un escalofrío de

miedo subir por mi columna vertebral hasta que escuché ese nombre, un nombre

temido por todos los reapers angelicales que valoraban su vida, y me di cuenta todo

el peso de mi suerte. Él no podía ser el Bastian, uno de los reapers más poderosos

del mundo conocido. Se rumoreaba que estaba en el Lejano Oriente y lejos, muy

lejos de Inglaterra. Su presencia aquí no podía significar nada bueno para nosotros.

Pero, ¿por qué había me dejado vivir?

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Capítulo 2 Traducido por Elenp

Corregido por Caamille

Me oculté para desaparecer de la vista humana, dentro del velo del Grim y volé por

encima de la ciudad hacia el campo y hacia la casa. Con cada golpe de mis alas, mi

cuerpo gritaba de dolor. Mis pensamientos fueron consumidos por Bastian y lo

afortunada que era de haber escapado cuando estaba terriblemente herida y

agotada. Si él hubiera decidido pelear conmigo, no estaría respirando en este

momento. La noche era negra como el carbón; las densas nubes bloqueaban

cualquier luz de la luna que podría iluminar mi camino, y la única luz provenía de

uno o dos carruajes que pasaban con linternas balanceándose al lado del cochero.

En el momento en que llegué a la vieja casa de campo, mis heridas se habían

curado, pero estaba al borde del colapso. La luz de las velas brillaba en la ventana

junto a la puerta y me di cuenta que Nathaniel estaba en casa y despierto. Empujé

para abrir la puerta y el gentil rostro y los ojos cobrizos de mi amigo se encontraron

con los míos desde su asiento en la mesa.

Luché para despegar la lana de mi manto empapado de sangre de mi vestido y mi

piel. Nathaniel estaba acostumbrado a que volviera a casa así, y sopesaba mis

heridas cicatrizadas y las ropas hechas jirones sin mucha preocupación. Esa era la

vida de un cazador de reapers demoníacos. Estaba contento de que hubiera llegado

a casa.

—Eso debe haber sido alguna pelea, Madeleine —dijo, y se puso de pie. No tenía

que decirle lo mucho que necesitaba comer.

—Casi no logré salir con vida —contesté—. Y eso es poner las cosas a la ligera.

Una gran olla de deliciosa sopa de pato echaba vapor sobre el fuego, haciéndome

agua la boca. Nathaniel llenó un cuenco para mí y lo puso en la mesa.

—Come —ordenó—. Y poco a poco. No quiero que se te devuelva.

Me tomó un gran esfuerzo no engullir la taza entera sin usar una cuchara. Tenía

razón, así como la tenía en todo.

Trajo un tazón a la mesa y metió un trapo en el agua. Levantó el trapo y le

exprimió el exceso de agua antes de limpiar la sangre de mi piel curada.

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—Tienes suerte de que tenga una conveniente amistad con una costurera. Dime

qué pasó.

—Seguí a uno a la tienda de velas —dije entre bocado y bocado de sopa—. Directo

hacia una emboscada.

Sumergió el trapo en el tazón. Mi sangre se arremolinó en el agua.

—¿Cuántos eran? —Él limpió más sangre.

—Maté a seis y mantuve uno con vida, pero no habló.

—¿Lo torturaste para obtener información? —Me dio una mirada seria.

Lo fulminé con la mirada.

—¿Qué clase de persona crees que soy?

—Una que termina su trabajo.

—Nathaniel —murmuré enojada. Era mi mejor amigo, mi único amigo, pero a

veces, ponía el lado de los negocios de nuestra relación un poco demasiado en

serio.

—Han habido más de dos docenas de poderosos reapers demoníacos llegando a la

corte el mes pasado —dijo—. Tenemos que averiguar por qué están aquí antes de

que superen en número a los humanos en la corte.

—¿Crees que están aquí para matar a los nobles por sus almas uno por uno? ¿Para

aniquilar completamente a la corte Inglesa?

Se frotó el puente de la nariz y se encogió de hombros.

—No puedo decirlo, pero la situación rápidamente se pone más grave. Necesitamos

más fuerzas.

—¿Qué pasa con la Preliator? —pregunté—. ¿No podemos llamarla?

—Está en África —respondió—. Vi a Berengar no hace más de dos semanas y me

dijo que estaba en Ghadames. Le tomaría meses, a ella y a su guardián viajar por

mar y tierra para llegar hasta aquí. Estamos por nuestra cuenta hasta entonces.

—Pensaba que su guardián estaba muerto.

—Se trata de uno nuevo.

—Ah —dije débilmente. Era un gran honor ser elegido por el arcángel Miguel para

convertirse en el guardián de una reliquia, pero el honor más grande era ser

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guardián de la Preliator, la criatura más poderosa de la Tierra y la única capaz de

blandir el Angelfire. Se reencarnaba cada vez que era asesinada en batalla, pero era

el deber de su guardián proteger su cuerpo mortal. De hecho, el honor era el más

grande, pero también venía con una esperanza de vida muy corta.

—¿Algo más sucedió? —preguntó Nathaniel cuando terminó y dejó el trapo en la

tazón.

—Bastian estaba allí.

Sus cejas se levantaron con curiosidad.

—Bastian no participó, pero estoy segura de que orquestó el encuentro entre los

demoníacos. Se fue antes de que pudiera luchar contra él. —Lo que no dije fue que

Bastian me había dejado vivir. No habría tenido una oportunidad contra él después

de esa batalla. Aunque me moría de ganas de saber por qué me salvó,

especialmente después de que maté a sus subordinados, quería incluso más saber lo

que estaba haciendo en Londres.

—Su presencia no es inesperada —dijo Nathaniel—. Va a haber un baile celebrado

en el Castillo Lockmoore mañana por la noche. Un baile de máscaras. Evantia

aparentemente ha comprado el castillo y está viviendo allí. Se rumorea que es la

encargada de los demoníacos en la corte.

—Evantia —repetí con gravedad. Era aún más infame que Bastian. Él hacia su

trabajo sucio. Debería haber sabido que, si se presentaba, ella no estaría demasiado

lejos.

—No pareces sorprendida —señaló Nathaniel.

—Por supuesto que si Bastian se encuentra en Londres, su amante lo estaría

también.

—El baile de máscaras nos permite la oportunidad de infiltrarnos —continuó—.

Eres nuestra mejor luchadora, por lo que creo que debes estar sola. Hay demasiado

riesgo en colarse en un grupo. Me imagino que los humanos estarán presentes, pero

no te sorprenda si el castillo está lleno de los demoníacos. Sé que puedes manejarlo,

Maddie.

¿Infiltrarme en un baile de máscaras de los demoníacos? Eso sonaba como

posiblemente la misión más peligrosa que jamás había emprendido, y

probablemente lo sería.

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Capítulo 3 Traducido por Lorenaa

Corregido por Samylinda

Nathaniel había hecho los arreglos para que llegara al Castillo de Lockmoore en

carruaje. Prefería escabullirme por la entrada de empleados o esconderme por algún

pasillo, pero Nathaniel estaba seguro de que sería descubierta. Mejor si iba al vals

como si hubiera sido invitada, pero sin llamar la atención. Mezclándome. Los

demoníacos que asistían sospecharían menos si me veían entrar a que si aparecía de

repente de la nada. Ellos podrían saber que era una reaper, pero si me mantenía a

mí misma, nadie debía alertarse por mi herencia más celestial.

El ritmo de las andaduras de los caballos me dio algo en lo que centrarme, así no

entraría en pánico. Estaba pisando descalza en un terreno de víboras. Pero, si tenía

éxito descifrando los motivos de los demoníacos, podríamos echarlos de la ciudad o

más preferiblemente acabar con ellos. Pero cuando mi conductor se detuvo en el

camino de entrada de la casa me di cuenta del gran número de demoníacos de la

élite que llenaban la entrada del castillo, mis nervios se tensaron y el latido de mi

corazón se apresuró. Tomé un profundo suspiro, dejando que mis pulmones se

llenaran hasta que no podían soportar más, y lo sostuve, prolongando el momento

hasta tuve que dejar ir todo y abandonar la seguridad del carruaje.

Todavía estaba sosteniendo mi respiración cuando paramos y mi conductor bajó de

su posición con sus botas golpeando suavemente el suelo. Él deslizó el pestillo de la

puerta y abrió para dejar que entrara el aire fresco, las voces y la música. Levantó

una mano hacia mí para ayudarme a bajar los inestables escalones del carruaje.

Levanté mi falda —hecha de un brocado violeta profundo con detalles de hilo verde

plateado—, mientras caminaba, y luego la dejé caer detrás de mí mientras

continuaba subiendo al castillo. Mi máscara, simple con plumas violetas y el mismo

hilo verde, ocultaba la mayor parte de mi cara y esperaba que me hiciera

irreconocible. Mi pelo oscuro estaba trenzado y anudado en una red con los

mismos hilos y perlas. Me preguntaba por qué Nathaniel me había dado un traje

tan hermoso y llamativo. Habían demasiados pares de ojos fijándose en mí.

El castillo se alzaba hacia arriba, con sus muros devorados por la hiedra que

trepaba hacia los picos del tejado, chimeneas y torres. Desde mi vista, había una

gran cantidad de ventanas —la mayoría eran suficientemente grandes para que yo

pudiese caber—, pero no vi otras puertas aparte de la entrada principal. Necesitaría

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establecer una ruta de escape antes de adentrarme en la noche profunda. El interior

estaba iluminado con incontables velas y lámparas de araña de hierro, y el suelo

estaba lleno de reapers demoníacos. Bailando en el salón de baile, examinando

desde la vista de los balcones y escaleras y cenando en unas mesas llenas de

delicadas frutas y carne cara. Lujosos tapices con escenas de caza y mitología

cubrían las paredes, y extendidas por el suelo de piedra había alfombras de

decoración oriental.

Había ido a bailes y mascaradas antes, así que no era ajena a la festividad. Me

acordé de un arlequín en París que era un reaper angelical famoso entre los

humanos por respirar fuego y sus actuaciones de desaparecer. Algunos reapers

tenían habilidades naturales que sorprendían incluso a los de su propia especie. Este

arlequín podía hacer la danza del fuego en sus palmas y extenderlo por todo su

cuerpo hasta que estaba ahogándose en llamas y luego desaparecería en las sombras

como si se hubiera quemado. Después, sólo cuando la multitud entrara en pánico,

aparecería como una llama de fuego, perfectamente sano y como si hubiera

resucitado. Como sea, la mascarada de Evantia no tenía respiradores de fuego, ni

humanos, y los únicos reapers enmascarados rondando los pasillos eran

demoníacos.

Me puse a mi plan para determinar una salida. Hice notas de cómo volver a las

puertas principales, pero ese sería mi último recurso. Hacer una salida rápida en

medio del baile sería sospechoso y potencialmente desastroso. Mirando por encima

de mi hombro para asegurarme que no me estaban siguiendo, atrapé en un vistazo

de una cara familiar. Su piel blanca parecía brillar envuelta en su vestido negro, y

su señalado rostro —todavía hermoso a pesar de todos esos ángulos—, estaba

enmarcado con interminables mechones rojos. Al final, Evantia en carne y hueso.

Por suerte, ella no notó que me paré y la examiné durante varios minutos. Reuní

mis sentidos y giré, hacia un oscuro pasillo que se dirigía a la planta principal. Una

mano atrapó la mía y me empujó hacia el cuerpo de un hombre alto cuyo rostro

estaba escondido detrás de una siniestra mascara de carbón negro rematándola con

cuernos, revelando sólo unos suaves labios y unos ardientes y venenosos ojos

azules.

—Eres bastante tonta al venir aquí —dijo, en voz baja—. O suicida, a lo mejor.

—Bastian —dije, tomando una punzada de aprensión y sorpresa en mi estómago—

. ¿Cómo supiste quién era? ¿Qué si hubieras cogido a cualquier otra y la hubieras

llamado suicida?

Él sonrió, mostrando unos dientes blancos brillantes.

—Lo pude decir por tus labios. Y tus ojos. No podía olvidarlos tampoco, loba.

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—Estaba yéndome, así que, si me disculpas. —Empecé a alejarme, pero su agarre

era inflexible.

—¿Te vistes para una mascarada y vienes hasta aquí, das una vuelta y te vas? —

preguntó escéptico y bromeando—. Nunca me dijiste tu nombre.

Aparté mi mano.

—¿Por qué querrías saber mi nombre?

—Sabes el mío, sería lo justo.

—No quiero que sepas mi nombre.

Su sonrisa se convirtió en algo más tranquilo, más secreto.

—Entonces debo continuar llamándote loba.

Estreché mis ojos hacia él, ya tenía bastante de su distracción. Él sabía que yo era

angelical y no podía no imaginármelo revelando mi secreto a todo el castillo. Me

encontraba en una situación muy mala.

—Me voy ahora, adiós Bastian.

Sus ojos me acechaban desde atrás de su malvada máscara. Entonces, para mi

sorpresa, él elevó mi mano y me besó los nudillos, su respiración era caliente y

suave.

—Siempre es un placer.

Él se desvaneció a mi vista, así que rápidamente mis ojos no lo pudieron ver, pero

necesitaba conocer su posición. Tenía que estar seguramente ahí fuera entre la

multitud, en alguna parte, observándome, quizás planeando ir hacia su señora y

alertarla de mi presencia. Mi mente me estaba gritando que saliera de allí antes de

que se pusiera peor, pero él tenía razón en algo, no había venido hasta aquí para

nada.

•••

Recorrí todos los pasillos del castillo por una salida, pero no había ninguna. No

había ninguna duda de que Evantia había elegido este castillo por una razón. Ella

quería saber exactamente quién entraba a sus dominios y por dónde, y quería

asegurarse de que lo dejaban del mismo modo en que entraban.

El pasillo por el que estaba buscando ahora estaba oscuro, la luz de la antorcha

expandía un montón de sombras donde esconderme, pero cuando oí voces venir del

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pasillo, busqué un lugar para esconderme. Traté con las puertas que tenía cerca,

pero estaban bloqueadas. Sólo cuando mi corazón empezaba a hiperventilar,

descubrí una puerta sin bloquear y empujé para abrirla lentamente y en silencio

antes de escabullirme dentro y cerrarla detrás de mí sin ningún ruido. Me encontré

en una habitación con una cama extensa, con un enorme dosel con cuatro

columnas cubiertas de seda, un gran escritorio de madera oscura con libros apilados

en el frente de una pared llena de estanterías, y ventanas que iban del suelo al techo.

Pasos sonaron justo fuera de la habitación. A cada lado de las ventanas había unas

cortinas grandes y pesadas, y fui hacia ellas y me oculté entre los pliegues y las

sombras de las telas. La puerta de la habitación se abrió, deslizándose pesadamente

sobre el suelo y unas cuantas figuras entraron. Desde mi escondite, estaba

totalmente ciega y me maldecía. Si me hubiera deslizado debajo de la cama por lo

menos podría contar el par de pies que había en la habitación y ver sus

movimientos. Rezaba porque mi error no me costara la vida.

—¿Está la daga aquí? —preguntó una mujer de voz dura.

—No —contestó una voz masculina—. No la tenemos.

—Aún —corrigió una segunda voz de hombre.

La mujer chascó su lengua con impaciencia.

—Tienen que encontrarla. Quiero que sea rápido, o tendré que tallar mi disgusto

con sus vidas.

—Evantia —dijo el segundo hombre en tono agradable—. Tendremos la daga

cuando sepamos dónde está. Ya tengo una pista. Mis subordinados están

comprobándolo.

Su voz me sonaba familiar y tenía que ver quién había entrado a esta habitación.

El primer hombre preguntó cruelmente.

—¿Confiarías en otros para algo tan vital?

—Tengo que cuestionar tu juicio —dijo Evantia.

—Su lealtad es tan infalible como es la mía —dijo el segundo hombre.

Evantia bufó: —Ya lo veremos.

Intenté mirar entre las cortinas y la pared para verles los rostros. Pegué mi cuerpo

contra la pared así no tendría que rozar las cortinas, pero eso no me llevó a ningún

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lado. Levanté una mano con cuidado y cogí un poco de tela entre mis dedos y la

moví, pero el oído de los reapers demoníacos era muy fino.

—¿Qué fue eso? —ladró Evantia.

—Echaré un vistazo —se ofreció el segundo hombre—. Seguramente no es nada.

Un ratón.

El miedo me estrechó la garganta como una serpiente mientras los pasos se

acercaban. Mantuve una mano arriba, preparada para llamar a mi espada. Esa voz

pertenecía a alguien que conocía, estaba segura de ello. Pero no. No podía ser…

Bastian apartó la cortina a un lado y sus ojos capturaron los míos. No tenía la

máscara, revelando su hermosa cara completamente. Miró hacia mí y miro hacia

atrás. No respiré, no hablé, no ataqué, y me tomó un tiempo darme cuenta que él

no estaba haciendo ninguna de esas cosas tampoco. Luego una oleada pasó por él y

cualquier rastro de sorpresa se había convertido en diversión.

—No es un ratón —dijo Bastian mientras una sonrisa crecía en sus labios—. Es un

lobo, un lobo de ojos esmeralda.

—Muy entretenido —se burló Evantia, desestimando claramente su respuesta—.

Ambos son inservibles. Volvamos al baile. ¿De acuerdo?

—Adelántate —dijo Bastian, con su mirada fija en la mía—. Creo que he tenido

suficiente de fiesta.

—Haz lo que quieras —contestó ella—. Geir, ven conmigo. —Un momento

después, ella y el otro reaper demoníaco se habían ido, dejándonos a Bastian y a mí

solos.

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Capítulo 4 Traducido por Maru Belikov

Corregido por Liseth Johanna

La manera en que Bastian parecía estar al borde de reírse en lugar de estrangularme

quizás era más perturbadora que si él en realidad me estrangulara. A pesar de ser

demoníaco, era terriblemente hermoso. Era casi doloroso mirarlo sin admirarlo.

—Ahora que me tienes arrinconada —pregunté—, ¿me mataras esta vez?

—Ese pensamiento ni siquiera ha cruzado por mí cabeza —replico él.

—Mejor corres detrás de Evantia —dije—. Ella seguramente te extraña.

Una de sus cejas se levantó curiosamente, como si él pudiera posiblemente estar

aún más entretenido.

—Espero que no piensas que ella y yo estamos involucrados. Me gustaría matarla.

—Oh —dije—. Ella parece bastante antipática.

—No tienes idea. —Él pareció derretirse entonces y su mirada vagó sobre mi

cara—. ¿Qué estás haciendo de regreso aquí?

Alcé mi barbilla en alto con desafío.

—Investigando.

—¿Investigando qué?¿El bordado de las cortinas? Parece bastante bonito.

Estreché mis ojos hacia él, incapaz de ignorar su sarcasmo.

—¿Qué daga quiere Evantia?

—¿En serio, qué daga?

—No juegues conmigo. ¿Es una reliquia?

—¿Por qué revelaría esa información a una pequeña detective angelical? ¿Tú

honestamente esperas te lo diga?

No lo hacía, pero tenía que preguntar de todas maneras.

—Lo averiguaré yo misma.

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—Te ruego que no —dijo, el humor de su tono sin dar nada—. Hay muchos de

nosotros y solo uno de ustedes. No estaba bromeando cuando dije que eras tonta

por venir aquí. Estás cazando a la muerte, a pesar de tu tenacidad, la cual respeto.

Su cercanía encendió mi piel como fuego y era una lucha para mí tomarlo despacio,

incluso respirar cuando todo lo que mi corazón quería hacer era correr.

—¿Por qué no les dijiste que estaba escondida aquí? —pregunté.

Sus ojos pasaron como dardos de arriba y abajo entre los míos. Él inhaló

lentamente.

—No habrías logrado salir de esta habitación viva.

—¿Por qué te importaría?

El espacio detrás de la cortina era muy estrecho y aunque allí había un halo de aire

frío emanando de la ventana, mi cuerpo tenía un calor abrasador por la

anticipación y algo más. El cuerpo de Bastian rozó el mío, y me sorprendió cuando

cerró aún más la distancia entre nosotros mientras colocaba una mano en mi

cintura. Sus ojos, brillantes en la oscuridad, siguiendo el camino de su otra mano a

través de mi clavícula desnuda. No podía respirar y no podía, no lo detendría. Mis

labios se separaron y mi pecho empujó contra su mano mientras tomaba un

profundo, tembloroso aliento por aire. Con esa mano él trazo un camino por

encima de mi garganta y a lo largo del borde de mi mandíbula. La parte trasera de

sus dedos acariciando mi mejilla.

Su poder demoníaco encendió pequeñas chispas de fuego sobre mi piel y me hizo

temblar como si tuviera frío. Sentía el toque de demonios durante peleas, pero

ninguno nunca… antes me acarició. Su toque me ponía nerviosa, me hacía querer

saltar fuera de mi piel. Él se sentía de la manera que un baño lo hacía cuando el

agua estaba solo un poco caliente, lo suficientemente caliente para picar y volver tu

piel rosa, pero por alguna razón la quemada se sentía maravillosa. Eso es lo que se

sentía cuando Bastian me tocaba.

—Dime tu nombre, loba. Te lo ruego.

Su seductor tono estaba haciendo a mi cabeza girar.

—Bueno, no es “Loba”, así que deja de llamarme así.

—Me gustaría llamarte por como los demás te llaman. —Sus labios presionaron mi

mejilla y una caliente, fugaz sensación ardió a través de mi estómago—. O quizás

yo mismo te nombre, y tú nombre podría ser nuestro secreto. Me gustaría

muchísimo compartir un secreto contigo.

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—Le mentiste a tus amigos —le recordé—. Pudiste haberles alertado mi presencia y

me hubieran matado.

Él besó mi garganta y pasó sus labios contra mi piel mientras hablaba.

—Ellos ciertamente lo hubieran hecho.

—Salvaste mi vida. ¿No es ese nuestro secreto?

Un lado de su boca tirando en una sonrisa tentadora.

—Ese es nuestro primer secreto.

Casi me reí, pero sabía que teníamos que estar callados.

—¿Quieres más secretos conmigo?

—Quiero unos miles. —Él alzó una mano, deslizando mi máscara sobre mi cabeza,

y se detuvo para mirar hacia mí antes de lanzar la máscara detrás de él. Sus dedos

jugaron con los hilos a través de mi oscuro cabello, desatando nudos, y removiendo

cintas hasta que mi cabello cayó alrededor de mis hombros y estaba libre. Dejo caer

mi capucha y red hacia el suelo. Mi cuerpo entero tembló y estaba arruinada.

—Madeleine —susurré—. Mi nombre es Madeleine.

Sus ojos eran azul fuego, como estrellas gemelas quemando dentro de los míos. Él

era hermoso en la luz de la luna.

—Madeleine. —Mi nombre rodando lentamente fuera de su lengua justo antes de

que sus labios encontraran los míos. Su beso fue duro y abrasador, rebosando con

una predadora hambre que hacía mis labios estar a su merced. Él estaba por todos

lados sobre mí como fuego incontrolable, sus manos acunando mi cara, sus dedos

tocando a través de mi cabello suelto, cerrándose en torno a la seda de mi vestido y

tirando de ella, arrastrándome cerca de él. Él no podía estar satisfecho por los besos

y tampoco yo podía. Se alejó de mis labios y sentí sus dientes rozar mi mandíbula

antes de enterrar su cara en mi cabello y respirar profundo. Giré mi cara hacia la de

él, pidiéndole sus labios otra vez, y él me dio la bienvenida vorazmente mientras

sus manos se apretaban sobre mí cuerpo.

Mordí mi labio y giré fuera por detrás de la cortina, alejándome de él. Él me siguió,

apartando la cortina fuera de su camino. Me detuve en el medio de la habitación,

rogándome a mí misma correr por la puerta, pero mis pies se habían arraigado al

suelo. Mi mente estaba gritándome, pero no podía irme. No quería. Necesitaba

conocerlo, entenderlo. Necesitaba estar con él. Pero este era Bastian —Bastian, por

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todos los cielos—, un demoníaco Reaper con una mala reputación por el caos. Él

me mataría tan rápido como me besaba.

Tomó mi muñeca, su pulgar acariciando a través de la suave piel sobre mi pulso, y

me beso ahí.

—Por favor no corras, Madeleine.

Agarré el cuello de su camisa con mi mano libre y lo empuje hacía mí. Lo besé

salvajemente, reacia a dejarlo ir otra vez mientras mi corazón y cabeza libraban su

lucha. Me giré y lo empujé, guiándolo hacia la enorme cama de dosel. Él se sentó

en el colchón, sus ojos órficos azules pegados a los míos, y me subí sobre su regazo,

mi vestido como una cascada violeta sobre el borde la cama, y presioné mi mano en

su pecho hasta que su espalda en hundió en las sábanas. Me incline sobre él y lo

besé lenta y suntuosamente, el placer de ello me recordaba lo que era pasar

delicadamente mi mano sobre seda fina. Cuando me aleje, levanté una mano para

llamar a mi espada y la hoja de plata surgió de la nada. Podía matarlo. Podía

hundir mi espada en su corazón más rápido de lo él podía rodar fuera de su

camino. Él estaba a mi merced ahora.

Él vio la espada en mi mano, sabiendo lo que estaba a punto de hacer, pero mi

vacilación y el calor de mi mirada delataron mi verdadero deseo. Podía sentir la

quemadura y presión detrás de mis ojos mientras su fuego verde ardía con mis

furiosas emociones. Bastian alzó sus propias manos y empezó a soltar los lazos que

cerraban la parte delantera de mí vestido, desenrollando los espirales de nudos con

precisión; donde yo siempre titubeaba sobre mis lazos, él tenía delicadeza. Mi

corazón latió más rápido y el deseo me desorientó, pero no lo detuve, ni siquiera

cuando él tiro de mi vestido bajo mis caderas. Con un gruñido de frustración, bajé

la espada y atravesé la cama, libre de su piel. Luego me empujó hacia él y me dio la

vuelta debajo de él.

—Deberías pasar la noche —susurró él contra mis labios mientras recuperaba el

aliento—. Hasta el amanecer, al menos. —Empujó hacia arriba los pliegues de mi

vestido y envolvió una mano alrededor de mi muslo, arrastrándome cerca de él. Me

besó otra vez—. Estarás a salvo para huir de ellos. Los otros no serán capaces de

seguirte a la luz del sol.

—Tampoco tú podrás —dije entre besos, sosteniendo su cara en mis manos—.

Podría huir de ti también.

Él se alejó y sus ojos buscaron los míos.

—¿Quieres hacerlo?

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No podía decirlo en voz alta —no podía forzar a que las palabras salieran de mí—,

así que le respondí besándolo más. Acomodé mi piel desnuda contra su cuerpo y lo

bebí.

•••

—¿Es esta siquiera tu habitación? —pregunté un tiempo más tarde mientras giraba

mi dedo sobre su pecho. Mi sangre todavía estaba cantando todo el camino hasta

mis pies y el aturdimiento no se había ido todavía.

Sus ojos no se abrieron mientras él resoplaba, y una felina sonrisa se extendió a

través de sus labios. Tenía que forzarme a mí misma a no besar esos labios otra vez.

Los míos estaban todavía tan hinchados que dolían.

—No sé de quién es esta habitación —replico él—, pero le dimos un excelente uso.

—Espero que el legítimo ocupante no regrese muy pronto.

—No te preocupes —dijo él despectivamente, abriendo sus ojos para mirar los

míos—. Esta es una habitación de huéspedes. Evantia no nos habría puesto en

algún lugar donde pudiéramos ser interrumpidos o escuchados, sin embargo, eso es

precisamente lo que pasó, sin ella saberlo. ¿Te veré otra vez?

Sonreí.

—¿No has visto ya suficiente de mí?

Su propia sonrisa creció oscura y astuta.

—¿Qué si hay algún lugar que me falto?

Me reí, dándome cuenta que era la primera vez que me permitía reírme de una de

sus bromas, y mi risa parecía hacerlo brillar más. Se sentía tan bien dejar caer mi

guardia y estar con él. Yo era un soldado, y nosotros no teníamos la oportunidad de

dejar caer nuestras guardias. Con Bastian, sin embargo sentía que no necesitaba

nunca más alzarlas.

—Con toda seriedad…

—Estoy completamente serio.

—Parecemos seguir chocando con el otro —dije, ignorándolo—. Estoy segura que

pasará otra vez.

Él me dio una mirada seria.

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—Hablo en serio cuando digo que deberías quedarte aquí esta noche. No será

seguro hasta el amanecer. Y quiero que te quedes. No hay necesidad de

apresurarse.

Me senté hacia adelante, cubriéndome con la sábana, y me le quedé mirando con

incredulidad. Una sonrisa jugando en una de las esquinas de mi boca.

—¿Te gusto?

—Sí, me gustas —dijo él—. Me gusta mirarte. Me gusta la manera suave con la que

hablas. Me gusta tu acento y me gusta tu audacia. Me gusta la manera cómo te

sientes cuando te beso y toco. —Sonrió en el mismo momento que sentí calor en

mis mejillas—. ¿Yo te gusto?

Consideré esa pregunta y luego consideré mi respuesta.

—Ciertamente no debería.

—Eso no fue un no. ¿Eres muy orgullosa para decir que sí? Yo no lo soy.

Tragué y me forcé a ser completamente honesta con él.

—No soy muy orgullosa para admitir nada, pero estoy asustada de lo que

significaría sí me gustas.

—Debido a lo que somos —dijo él, por fin serio—. Y cuán diferentes somos.

—Sí —respondí—. Esto está muy, muy en contra de cualquiera y todas las reglas de

conducta y compromiso en la batalla.

—No, supongo que no es prudente hacer el amor con tus enemigos.

Mordí mi labio y sonreí abajo hacia él. Mi cabello desparramado sobre mis

hombros, rozando su piel, y toqué su cara.

—Me quedaré hasta el amanecer, porque tú lo deseas —le digo—. Y porque quiero.

Me empujó debajo de él y me besó. Luego me perdí a mí misma en él por segunda

vez esa noche, sabiendo que no sería la última.

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Capítulo 5 Traducido por Elenp

Corregido por Monicab

Vi a Bastian de forma intermitente durante más de quince días en secreto, y esas

semanas fueron un torbellino. Él era mi amante, y nuestras reuniones clandestinas

me dieron una emoción palpitante que yo sólo había conocido durante la batalla.

Estaba totalmente poseída por él. Necesitaba estar con él siempre y, cuando no lo

estaba, me sentía incompleta. No bastaba ya para mí pelear con mis enemigos cada

noche. Necesitaba la emoción de escabullirme para ver a Bastian. Nadie podía

saberlo. Ni siquiera podía decirle a Nathaniel acerca de mi felicidad. No quería

pensar en su inevitable decepción de mí.

Después de estas semanas de correr por todo Londres y sin quedarme en ningún

lugar más de una vez, Bastian me invitó a su casa de campo una noche. A pesar de

que no era el Castillo Lockmoore, era una hermosa casa lejos del ruido y la

suciedad de la ciudad, construida en una colina y rodeada de árboles centenarios y

campos ondulados. Más allá de la casa estaban los establos, construidos del mismo

ladrillo rojizo que la casa, y lleno de caballos que hacía mucho se habían ido a

dormir.

Bastian me recibió en la puerta con una sonrisa y un beso, y pronto nos

encontramos enredados en los brazos del otro. Él me dio un tour por la casa, que

era lujosa, pero extrañamente desnuda, como si no tuviera la intención de vivir allí

mucho tiempo. Vi algunos recuerdos y posesiones, además de los muebles,

escultura y tapices que estaban cubiertos por una capa delgada de polvo. Me

imaginaba que estas cosas habían estado aquí cuando Bastian se mudó.

Había poco que encontré impresionante hasta que me mostró su biblioteca, la cual

me dejó sin palabras. Las cuatro paredes, desde el piso hasta el techo, estaban

cubiertas de estantes sobre estantes repletos de libros.

—¿Son todos estos libros tuyos? —le pregunté.

—Sí —respondió—. Puedes leer cualquier cosa que te guste. Considéralos tuyos

también. —Caminé a lo largo de los estantes, pasando mis dedos a través de los

lomos y aspirando el aroma terroso de papel y cuero, algunos de ellos muy

antiguos.

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—Sir Gawain y el caballero verde... Me encantan los cuentos del rey Arturo. Te gusta

Dante, ya veo. La Divina Comedia... y... ¿La Vita Nuova? Ese me sorprende.

—¿Por qué es eso?

—¿Has leído algo de eso? —le pregunté, incrédula.

—Todos los libros muchas veces.

—¿Cuál es tu poema favorito?

—“A ciascun'alma presa e core gentil”. —Me quedé mirándolo por un largo rato,

esperando a que se riera y me dijera que estaba bromeando, pero su expresión se

mantuvo casi a la defensiva.

—¿Por qué es ese soneto tan triste tu favorito?

Miró a otra parte y, luego miró fijamente a los libros archivados detrás de mí.

—Porque es la verdad. —Mientras miraba a Bastian, pensé en el autor de los

poemas de Dante, llorando por Beatrice, la musa y el amor que perdió antes de que

él aún la sostuviera. Me preguntaba por qué este poema golpeaba a Bastian así.

—Nunca te imaginé como un romántico. Eso es todo. —Me tomó la mano, tirando

de mí hacia él, y deslizó la otra mano alrededor de mi mejilla con ternura.

—Pensé que me conocías.

—Estoy conociéndote mejor y mejor cada noche —le contesté—. Aunque yo

debería esperar una nueva sorpresa de ti cada vez que nos volvamos a encontrar. —

Escuché un golpe suave y una mirada fugaz de preocupación pasó por su rostro. La

puerta principal se abrió y siguieron pasos. Poder demoníaco se deslizó a través de

la casa de campo, deslizándose a través de pisos y enrollándose en las paredes y las

escaleras hacia nosotros. Los vellos de mis brazos se levantaron. Esto fue una

demostración de poder, un anuncio de presencia, y empecé a ponerme nerviosa.

Él se inclinó y me besó en la mejilla.

—No te preocupes, mi amor. —Parpadeé hacia él.

—¿Mi amor? —Se quedó inmóvil por un instante, como si acabara de darse cuenta

de lo que había dicho, pero rápidamente se derritió en una cálida sonrisa.

—Lo he añadido a mi lista de nombres para ti. —Rocé mis labios sobre su sonrisa.

—Me gusta bastante. Es mi favorito de todos tus nombres para mí.

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— Tal vez debería usarlo más que los otros.

—No me opondría. —Él hizo un sonido bajo y gutural de frustración y se alejó.

—Tengo que lidiar con esto.

—¿Quién ha venido? —le pregunté.

—Mi hijo.

—¿Tu...? —Incluso, otra sorpresa. No entró en detalles mientras me dejaba en la

biblioteca para atender al recién llegado, pero mi curiosidad fue instantánea y

consumidora. No había mencionado a un hijo antes de ahora, y me pregunté por

qué. El caso probable era que Bastian no creía que pudiera reunirme con él, viendo

que yo era angelical y su hijo era ciertamente demoníaco. Era la misma razón por

la que no podía presentarle Bastian a Nathaniel. Nathaniel nunca lo entendería.

Pero mientras estaba aquí ahora, sola y escondida, me di cuenta de que no me

gustaba esto. Tal vez ser una amante no era ya suficiente para mí. Si yo amaba

Bastian, entonces y quería saber cada parte de su vida, y eso incluía a su familia.

Me arrastré de la biblioteca, mis zapatillas tan silenciosas como era posible en el

suelo, en el pasillo que conduce a la terraza a través de la sala de recepción. Voces

venían de la escalera y escuché sin esfuerzo. Una de ellas era de Bastian y la otra

era una gentil y clara voz masculina que también tenía el acento germánico de

Bastian.

—No iban a llegar hasta mañana por la noche —dijo Bastian, con un tono más

duro de lo que nunca lo había escuchado hablar.

—Ivar y yo teníamos una pista —dijo su hijo—. La seguimos en una emboscada

angelical.

—Eso parece como un fracaso.

—No del todo. La presencia de los angelicales obviamente significaba que estaban

protegiendo algo. —Ambos se quedaron silenciosos mientras Bastian absorbía

esto.

—¿Has recuperado la reliquia?

—No —admitió su hijo—. Uno de ellos la agarró y salió corriendo antes de que

pudiéramos seguirlo. Conseguimos esa información del reaper que dejamos con

vida. El libro será pasado a un guardián de reliquias. —Se detuvo abruptamente—.

¿Hay alguien aquí?

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—Tengo una invitada —dijo Bastian. Aproveché la oportunidad para salir de mi

escondite y me revelé en el balcón por encima de sus cabezas. Bastian gruñó unas

palabras en su lengua nativa, y aunque yo no entendía, podía adivinar por su tono

que eran desagradables. Su hijo me miró, quemándome con ojos ópalo-fuego

debajo de pelo dorado pálido. Sus facciones se parecían muy poco a las de Bastian

y me imaginé que se parecía a su madre, quienquiera que era, pero era tan hermoso

como su padre. También me di cuenta por su fuerza de que tenía por lo menos

doscientos años. Su mirada siguió mi descenso por la escalera. Había más desprecio

en esos ojos ardientes que curiosidad. Empecé a dudar de haberme revelado.

—¿Quién eres tú? —preguntó con frialdad.

Miré a Bastian por una respuesta. Sólo él podía saber la amenaza que su hijo

representaba para mí, o si él no era una amenaza en absoluto. Bastian frunció el

ceño, pero él parecía más irritado que preocupado de que yo nos había descubierto.

—Esta es Madeleine —dijo al fin—. Madeleine, este es Cadan. Mi hijo.

—Hola —le dije, con la esperanza de dar una buena impresión. Eso parecía poco

probable. La mirada de Cadan sobre mí era implacable.

—¿Puedo preguntar por qué tienes aquí una reaper angelical?

Mi aliento se quedó en mi garganta y los ojos de Bastian se ampliaron. Si hubiera

dejado salir mi poder, él podría haber percibido mi energía angelical, pero ni una

sola vez la había dejado escapar. Él no debería haber sido capaz de saber lo que era,

pero era evidente que sus sentidos eran muy agudos.

—Ella es mi invitada —repitió Bastian. Él no insultaría la inteligencia de su hijo, al

negar o afirmar que yo era su prisionera. Era muy obvio que yo era más que una

conocida. Incluso yo podía captar mi propio olor en Bastian, y el suyo estaba sobre

mí también.

—Interesante compañía mantienes —respondió Cadan. Estaba menos enfadado y

más confuso. Cuando volvió a hablar, su voz era más suave—. Me disculpo si fui

grosero. Me sorprendiste, eso es todo.

—Y tú me sorprendiste —le dije.

—¿Cómo es eso?

—No esperaba que me aceptaras sin tanto problema, supongo. Pensé que ibas a

reaccionar de manera diferente al saber lo que yo era. —Él me miró parpadeando,

sorprendido.

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—¿Esperabas que yo sólo te atacara? ¿Pensaste que éramos animales?

—No, por supuesto que no —le dije.

—Nunca he confundido los demoníacos como animales, pero tú y tu padre son los

únicos demoníacos que nunca me han atacado. —Su desprecio comenzó a

mostrarse de nuevo.

—Bueno, tú eres la única angelical que ha dicho hola y no trató de poner una

espada a través de mi pecho.

—Cadan —dijo Bastian en un tono bajo y desaprobatorio—. No hay necesidad. —

Cadan nos estudió a los dos por un largo momento, y parecía incapaz de decidir

qué hacer.

—Me tienes que perdonar, pero encuentro todo esto muy extraño.

—Hay una cosa que te pido —dijo Bastian—. Y no debes fallarme en esto. No

digas una palabra de ella. ¿Entiendes por qué, y la importancia de esto? Si lo haces,

vendré por ti. —Cadan no estaba alarmado por la amenaza de Bastian y dio a su

padre una mirada nivelada. Él no respondió.

—No es necesario —le aseguré a los dos—. Tengo la sensación de que se puede

confiar en Cadan. —Sorpresa se sobrepuso en su cara, pero él rápidamente la

refrenó.

—Vamos a discutir los asuntos más tarde, entonces. Madeleine, fue maravilloso

conocerte. —Estudió mi rostro unos instantes más, un millón de preguntas

revolviéndose en sus ojos, pero nada más se dijo entre nosotros. Luego se fue.

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Capítulo 6 Traducido por Jo

Corregido por Caamille

Bastian estaba afuera con frecuencia, y era mi más grande prueba no revisar su casa

buscando algo que pudiera revelar el secreto detrás de la misteriosa daga y el libro

que su tipo cazaba. Debería haber registrado el lugar la primera vez que me dejó

aquí, pero no pude hacerlo. Renunciar a su confianza sería renunciar a mi honor. Y

lo amaba. No estaba en mí traicionarlo. Descubriría la identidad de la daga y el

libro con mi honor intacto.

Cuando estaba sola, la casa tenía un vacío eco, con un sentimiento hambriento en

éste. Los pasillos estaban tan desprovistos de vida que deambulaba sólo para llenar

los espacios con mis pisadas, mi respiración y mi voz. Los techos altos permitían

una acústica agradable y me parecía que el palacio estaba hecho para la música.

Cantaba a través de las paredes, guardando una canción diferente para cada

habitación, hasta que la casa se transformara en algún fragmentado reflejo de un

hogar.

No siempre cantaba canciones felices. A veces cantaba sobre estar solitaria, y

cuando me sentía así, volvía a la casita de campo de Nathaniel en las afueras de

Londres. Nunca se preocupaba por mis ausencias, las cuales a menudo se alargaban

por días, porque siempre había sido un poco nómada. Estaba acercándome al

centenar de años y durante toda mi vida, nunca me quedaba en una locación

demasiado tiempo. Me inquietaba, como lo hacía cuando me quedaba con Bastian.

Disfrutaba estar a su alrededor, pero era libre de ir y venir como me placía, y

tomaba toda la ventaja de ese derecho.

En la tarde cuando Bastian regresó de su última excursión, estaba cantando de

nuevo, y cuando sentí su llegada, comencé a bailar. Su presencia familiar, a pesar

de lo demoníaca, movía algo en mí, le daba a mis huesos un rebote. La puerta

delantera se abrió y pasos se arrastraron adentro y giré por el pasillo hacia él,

cantando mi canción sobre una cierva caminando a través de un jardín, pero

cuando vi su rostro me detuve abruptamente con mi falda revoloteando alrededor

de mis piernas.

No era Bastian quien había llegado, sino su hijo, Cadan. Olía a caballos, y sus botas

y bombachos tenían rastros de barro en ellos. Su expresión estaba llena de la misma

entretención que a menudo parecía brillar en Bastian. Sus ojos, fijos en mí, estaban

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iluminados con color desde la distancia, pero así de cerca podía ver motas de

llamas rojas y violetas brillando en sus profundidades como joyas.

—Lo siento —dijo, sorprendiéndome con su disculpa—. Esperaba que Bastian ya

hubiera vuelto a estas alturas. No creí que alguien más estuviera aquí.

—Creí que eras él. —Sentí mis mejillas quemando violentamente con vergüenza.

Acababa de saltar a la habitación, cantando y bailando como una niña pequeña.

Sólo podía pensar que estaba completamente loca.

Su mirada se separó y fue de un lado al otro de la habitación distraídamente

mientras una pequeña sonrisa se formaba en su boca. Era fácilmente tan hermoso

como Bastian, pero donde la apariencia de Bastian era sorprendente oscura, el

cabello claro de Cadan y ojos me recordaban a una nevada en una tarde soleada.

Confundir a Cadan con Bastian no era tan difícil. Sus poderes se sentían muy

similares para mí. Aun así, Cadan nunca se había apresurado a la casa de su padre

para saludarlo.

—Tú… —dijo, y se distrajo por un momento. Se lamió los labios y su sonrisa

ladeada se ensanchó en una esquina de su boca—. Tienes una linda voz para

cantar. Las aves cantoras deben envidiarte.

—Oh, no justo ahora, estoy segura —refunfuñé de regreso—. Qué tonta debo

parecer.

—No eres una tonta —dijo—. La alegría es una gran mejora para nuestro mundo.

No estaba segura si se refería al mundo entero o el mundo demoníaco, pero me reí

de todas formas.

—Si insistes. Me acabas de atrapar cantando y bailando sola. Estoy un poco

mortificada.

Sacudió su cabeza y se acercó.

—No lo estés. Si te las arreglas para que Bastian haga lo mismo, robaría la joya del

pecho de la reina para ti como agradecimiento. Podría usar algo de disposición

desenfadada.

—Por las joyas de la reina, estaría dispuesta a intentarlo —dije—. ¿Y qué si fallo?

Sus bien parecidos rasgos se torcieron en un gracioso nudo mientras consideraba mi

pregunta.

—Entonces, tendré que unirme a ti, y cantaremos, bailaremos y seremos

desenfadados juntos.

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Le sonreí a pesar de mí misma, y le di un asentimiento en acuerdo.

—Tenemos un trato.

Un incómodo y momentáneo silencio cayó entre nosotros mientras el chiste parecía

morir. Afortunadamente, Cadan saltó al rescate antes de que la situación se pusiera

demasiado incómoda.

—No he llegado muy temprano ¿cierto? Llegará antes de este amanecer, ¿no?

—Eso era lo que tenía entendido. Tengo que admitir que estoy sorprendida de verte

aquí para saludarlo. ¿Tienen una reunión? No pretendo imponerme.

—No, no —tartamudeó, su mirada separándose de la mía de nuevo—. Estaba

para… reportarle… lo concerniente a… asuntos.

Lo que significaba que no estaba bien que compartiera sus propósitos conmigo.

—Asuntos —repetí—. Ya veo. Puedo irme. No es…

En ese instante sentí la llegada del verdadero Bastian y cuando noté los hombros de

Caden tensarse y juntarse, entendí que había sentido a su padre también. Evalué la

reacción de Cadan, la manera en que todo su cuerpo respondió con miedo. Su

rostro permaneció como un lienzo de emoción en blanco, pero sus manos estaban

temblando. Cuando vio que lo noté, las aplastó en puños, y eso no pudo

enmascarar su temor.

El rechinido del carruaje de Bastian y los cascos de los caballos tirándolo

desaceleraron hasta detenerse. Cuando al fin apareció en la entrada, estaba

demasiado desconcertada para saltar a sus brazos, a pesar de que lo anhelaba. Lo

había extrañado y era claro que estaba feliz de verme. Me acercó, envolviendo un

brazo alrededor de mi cintura. Acuné sus mejillas en mis manos, acaricié con mis

pulgares sobre la barba incipiente de algunos días en su mandíbula, y me besó.

También había extrañado la suavidad de sus labios en los míos y el sabor de su

respiración y su piel. Enterró su rostro en mi cuello, respirando mi olor mientras me

sostenía cerca.

—Madeleine —suspiró contra mi piel desnuda de una manera abrasadora que

dejaba claro que deseaba suspirar mi nombre contra el resto de mí.

Su barba me hizo cosquillas y me alejé contoneándome de él, a regañadientes, con

una mirada desaprobadora.

—No te has afeitado.

Frotó su barbilla y me mostró una sonrisa ancha.

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—No hubo exactamente la oportunidad para hacerlo donde estuve.

Un “¿dónde?” estaba en mis labios, pero mi voz no funcionaba. No podía

animarme a preguntar, porque sabía que donde fuera que había estado, había

estado con una agenda demoníaca. Lo sabía. Él lo sabía. ¿Cuánto tiempo podíamos

continuar pretendiendo que no éramos de lados opuestos de una batalla, que si las

cosas entre nosotros fueran como debieran ser, estaríamos tratando de matarnos el

uno al otro?

La luz en sus ojos disminuyó mientras los alejaba de mí.

—Cadan —dijo duramente, reconociendo la presencia de su hijo por primera vez—

. Por favor únete a mí en el estudio.

Bastian llevó a Cadan por el pasillo dentro de una habitación. Detrás de ellos,

Bastian cerró la puerta, dejándome fuera de su conversación. Me moví

silenciosamente en el pasillo e incliné mi espalda contra el fino panel de madera

para esperar. A pesar de que Bastian cerró la puerta, sus voces viajaban a través de

ella con facilidad.

—¿Bueno? —ladró Bastian sin gastar un instante.

—Ya se lo habían dado al guardián —dijo Cadan—. No llegué a tiempo.

Bastian dejó salir un feo y ronco sonido.

—Estás probando ser más y más inútil cada vez que te miro.

—Fui a la aldea que me dijiste, pero fue demasiado tarde. Ya la habían limpiado.

—Así que la culpa es mía, ¿estás diciendo eso?

Cadan estaba en silencio.

—¿Revisaste cada edificio? —preguntó Bastian—. ¿Cada casa?

—Le pregunté a cada aldeano. No sabían nada y fueron castigados por su

ignorancia.

Mi sangre se puso fría, pero mi corazón quería dudar de la afirmación de Cadan.

No podía verlo haciendo tal cosa.

—Tal vez debería castigarte a ti por la tuya también. —La malicia en el tono de

Bastian me dio mucha más seguridad de su convicción que la de Cadan—. No

puedo creer que los dejaste que le dieran el libro a un guardián de reliquias. No

tienes idea cuán poderosos son, o cuan difíciles son de matar.

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—Las almas que recogí en tu nombre deberían expiar mi falla —replicó Cadan

luego de un tiempo.

—Necesitarías recoger a toda Europa para expiar tus fallas. Sólo vete.

Cadan emergió de la habitación, sus rasgos sombríos. Avanzó pasándome hacia la

puerta delantera, pero atrapé su brazo, deteniéndolo.

—Para alguien tan voraz —dije en una voz muy baja—, cenas con bastante

cuidado. Casi indetectablemente.

Me observó fijamente y no rehuí su mirada. Sabía que podía haber engañado a

Bastian, pero no me engañaba a mí. Bastian era demasiado arrogante para siquiera

considerar que sus subordinados, aquellos a los que estaba empezando a entender

que intencionadamente hacía que le temieran, le mentirían. Era así de confiado, así

de orgulloso.

Cadan exhaló, se suavizó, y me dio una mirada desesperada y suplicante. Me

estaba rogando no decir nada. Por supuesto que no lo haría. En regreso, le sonreí

amablemente y toqué su brazo para tranquilizarlo. El gesto pareció sorprenderlo y

bajó la mirada a mi mano. Se agitó, confundido y nervioso, y se apresuró fuera de

la casa y hacia la noche. Lo observé cerrar la puerta detrás de él, incapaz de detener

la preocupación que sentía apretarse en mi corazón. ¿Cuándo había sentido por

última vez un toque gentil? La amabilidad no debería sacudirlo como lo acababa de

hacer.

Sentí los dedos de Bastian acariciar mi nuca, enviando temblores a través de mí.

Sus labios siguieron, presionando besos a lo largo del camino que acababa de

marcar. Cerré mis ojos y tragué.

—¿Por qué eres tan duro con él?

Bastian no vaciló ni con sus manos o sus labios.

—Necesita una mano firme.

Me moví lejos de él, no fuera de su alcance pero lo suficientemente lejos como para

que supiera que no lo dejaría ir.

—No creo que la necesite. Te tiene miedo.

Bastian sonrió con tanta satisfacción que mi estómago se agitó.

—No entiendes nuestras maneras, Maddie. La única forma de hacerlos seguirme es

haciendo que me teman.

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—¿Incluyendo tu único hijo?

Suspiró y todo ese aire pomposo salió de él enseguida.

—Lo siento —dijo—. ¿Podemos hablar acerca de eso después? Es casi el amanecer

y he estado viajando toda la noche.

De alguna manera no creía que sólo ese cansancio lo hubiera puesto tan rígido con

Cadan.

Bastian tomó mi mano y le permití acercarme. Sus grandes manos frotaron mis

hombros y su boca rozó mi mandíbula.

—Ven a la cama —susurró, su cálida respiración contra la sensible piel bajo mi

oreja—. Déjame mostrarte cuánto te extrañé.

El fuego se esparció por mi vientre, pero apreté mis dientes y me alejé de sus brazos

de nuevo.

—Tengo que irme —mentí—. Tengo demasiado que hacer. Por favor perdóname.

Una sonrisa malvada se estiró en su hermoso rostro.

—No creo que pueda.

Me alejé hacia la puerta. Él mata. Bastian mata y recoge.

—Vendré esta noche, o mañana en la noche.

—Maddie…

—Claramente necesitas descansar luego de tu agotador viaje —dije—. Adiós

Bastian.

Le di la espalda y una vez que estuve afuera, abrí mis alas y salté al aire y dentro de

la oscuridad. Pronto, la mansión de Bastian estuvo fuera de la vista. Volé hacia

Londres, esperando hasta que mi olor se desvaneciera y mi rastro se perdiera, y

entonces, giré hacia el norte hasta la casita de Nathaniel. No fue hasta que la suave

chimenea humeante estuvo en mi visión que me di cuenta que tenía miedo de que

Bastian me siguiera donde Nathaniel. Se suponía que confiara en el hombre que

amaba. La duda presionando en los espacios más profundos de mi mente envió un

temblor a través de mí que era muy diferente de los que Bastian me había enviado

más temprano.

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Capítulo 7 Traducido por LizC

Corregido por Samylinda

—¿Qué pasó?

Mi cabeza se levantó del libro que estaba leyendo y encontré a Nathaniel

mirándome con bastante expectación. El amanecer se había estado extendiendo a

través del campo cuando llegué y él no me interrogó cuando me acurruqué en la

habitación de invitados a dormir. Él siempre tenía una habitación para mí en caso

de que me pasara. Me había tomado un tiempo para conciliar el sueño y cuando

por fin lo hice, fue sólo para despertar y dormirme una y otra vez hasta que cayera

la noche. No debería haber estado sorprendida de que Nathaniel supiera que algo

andaba mal, pero yo aún no había decidido en una excusa para decirle. No podía

hablarle de Bastian, de eso estaba segura.

Dejé el libro.

—No sé lo que quieres decir.

Sus ojos entrecerrados brillaron mientras sonreía suavemente hacia mí.

—Has estado rebosando por un mes, más feliz que una alondra, y de repente llegas

a casa con una nube de lluvia cerniéndose sobre tu cabeza. No puedo recordar la

última vez que te vi dormir así de a ratos. Algo te está preocupando. ¿Tu amante ha

hecho algo? ¿Quieres que le dé una paliza?

Dejé mi rostro completamente en blanco.

—¿Quién?

Puso los ojos en blanco.

—Hemos sido amigos toda la vida. ¿Creías que no sabía?

Sin importar lo que dijera ahora, él nunca me creería. Era demasiado inteligente y

me conocía demasiado bien.

—Vi un lado diferente de él anoche —confesé—. Ha sido una parte de él que

siempre supe que tenía, supongo. Sólo no quería despertar del sueño.

Su sonrisa se desvaneció y él asintió, comprendiendo.

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—Los sueños nunca duran si tenemos la suerte de despertar. El mundo real es

donde debemos estar, sólo tú y yo.

Nathaniel tenía razón, aunque sus últimas palabras me hicieron preguntarme si

había algo más en su significado. No podía vivir una mentira, pero Bastian me

gustaba demasiado como para renunciar a él tan fácilmente. Se merecía otra

oportunidad de demostrar que era digno del amor que sentía por él.

—Será mejor que hable con él —dije, y me puse de pie a recoger mis cosas.

—Se merece el derecho a explicarse —dijo Nathaniel—. Por mucho que odie decir

si es que él te ha herido. ¿Seguro que no quieres que le dé una paliza?

Le ofrecí una sonrisa a Nathaniel y un beso en la mejilla. No quería pensar en el

resultado final de una pelea entre Nathaniel y Bastian. Era mejor que no supieran

que el otro existía, para uno de ellos sin duda sería la muerte el resultado de su

primer encuentro.

—No voy a salir por mucho tiempo. ¿Deberíamos patrullar Londres esta noche?

—Ha estado tranquilo últimamente —dijo—. Me temo que algo está gestándose.

—Algo siempre lo está.

•••

Era tarde en la noche cuando llegué a la casa solariega de Bastian. La luna estaba

alta en el cielo iluminado por las estrellas y el amanecer aún estaba por venir dentro

de varias horas. Las ventanas brillaban con luz de las velas, pero no todo estaba en

calma en su interior. Corrí hacia la puerta, abrumada por la sensación de ansiedad

en su poder. Empujé la pesada puerta y lo llamé.

—¿Bastian? ¡Bastian!

Lo encontré en uno de los estudios de pie delante de un fuego ardiente. Miraba a

algo que sostenía en sus manos, pero no lo noté ni me importó saber lo que era. Yo

no podía dejar de mirar a las salpicaduras rojas a través de su piel y ropa. El olor de

la sangre en él era repugnante.

Cuando no dije nada más, él me miró, con los ojos ardiendo y fulgurando en la luz

tenue.

—¿Te asusta?

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No le respondí que sí sólo porque había algo mal con él. No estaba herido —tanto

como me di cuenta al leer su poder—, pero parecía ebrio o desorientado. Distante.

Infeliz. Mi voz fue apenas una exhalación de aliento al hablar.

—¿Qué pasó?

Miró hacia abajo de vuelta a la cosa en su mano. Después de un momento, él la

levantó, moviendo su punta afilada en el aire. Era una pequeña daga hecha de un

metal viejo y oscura madera vieja.

—Ya la tengo.

Sacudí la cabeza. Una sensación de malestar hiló a través de mi vientre, haciendo

que mis piernas se sintieran débiles y pesadas.

—¿Tener qué? ¿Qué es eso?

Cruzó la habitación hacia mí muy lentamente y sólo parecía hacerse más

descoordinado con cada paso. El olor de la sangre me dio náuseas cada vez más.

Estaba empapado en ella como si hubiera estado en una tormenta que llovió sangre

en lugar de agua.

—Esto —dijo en voz baja—. La espada de Belial.

Tragué saliva, empujando mi miedo de vuelta por mi garganta, pero no se alojaría

allí.

—¿El demonio? ¿Cómo la conseguiste?

—La Muerte —dijo, y sus ojos azul veneno recapturaron los míos—. Yo soy la

Muerte.

—¿Qué has hecho?

Bastian cayó de rodillas ante mí, dejando caer la daga al suelo, y recogió los

pliegues de mi vestido en sus manos. Hundió la cara en la tela y su cuerpo dio un

horrible estremecimiento. Éste no era el hombre que yo conocía. Ésta era una

criatura rota, paralizada por la culpa y el arrepentimiento. Levanté una mano, mis

labios temblando, y toqué su cabello.

Él se apretó en mi mano y nos quedamos así hasta que su cuerpo se puso tenso y se

congeló. Me soltó el vestido y se impulsó a sus pies. No me miró mientras recogía

la daga oscura.

—Por favor —dijo de pronto, rompiendo el silencio entre nosotros—. Nunca me

preguntes qué hice para conseguir esto.

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—No creo que esto sea algo que podamos pretender que nunca pasó —le dije. El

temblor se había extendido a mis dedos.

—No hubo humanos involucrados. Eso debería satisfacerte.

Lo miré fijamente, horrorizada.

—No importa a quién le hiciste daño. Hiciste daño a personas… muchas, por el

aspecto que tienes. ¿Por qué harías algo así por algo tan pequeño?

Levantó el puñal.

—Esto no es pequeño. He estado buscando esta reliquia demoníaca durante

doscientos años. Su mayor objetivo no se cumplirá por un tiempo muy largo, pero

por ahora, voy a matar a Evantia con ella.

—Pero pensé que trabajabas para ella.

—Soy más poderoso que Evantia, pero ella no lo sabe. Durante mucho tiempo he

tenido ambiciones adicionales. Cuando la mate, voy a asumir el control de

Inglaterra y de cada reaper demoníaco dentro de mil millas.

—¿Hiciste cosas terribles esta noche sólo por poder? —le pregunté—. ¿Podrías

matar por ello?

—Todos matamos por algo. —Él me dio una mirada cansada y afilada—. Tú matas

para proteger. Yo mato para controlar.

—Y mira a dónde te ha llevado —le dije, reprimiendo un gruñido—. Estás tan

orgulloso de ti mismo. Mira todo lo que has logrado.

La mirada que me dio fue cruel y mordaz, enviando una ráfaga de miedo a través

de toda mi longitud, pero en el momento siguiente, exhaló y se calmó. Alargó la

mano hacia mí y me asusté apartándome de él, haciendo que el terror llenara sus

ojos. Abrió la boca para hablar, pero no pudo.

Lo intentó de nuevo y su voz fue baja y rota.

—Lo lamento tanto. No estoy orgulloso. Pero tenía que hacerlo.

—¿Realmente crees que no tienes otra opción? —le pregunté—. Todo el mundo

tiene una opción, sin importar quién o qué eres. Yo soy angelical. Tú eres

demoníaco. Y elegí amarte. Puedo elegir no quererte, pero no lo haré. Todavía no.

Porque creo que tú sabes lo que es correcto y lo incorrecto y que has hecho mal esta

noche. Si sabes eso, entonces tengo fe en ti. Creo que algún día podrías entender

que puedes optar por alejarte de todo esto. Eres feliz cuando estás conmigo,

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¿verdad? Y esta noche, a raíz de lo que has hecho, no eres feliz. Bastian, puedes ser

feliz si lo eliges.

—Por siempre es mucho tiempo para seguir luchando. —Sus ojos se habían vuelto

tan brillantes, como estrellas ardiendo. Todo su cuerpo temblaba mientras luchaba

consigo mismo, cualquiera que fuera la guerra interna. Levantó una mano para

llegar a mí de nuevo, pero se detuvo cuando vio la sangre—. Tengo que ir a

lavarme.

No dije nada y lo vi salir de la habitación, dejándome sola con la luz del fuego

crepitante. Me quedaría con él esta noche, porque estaba en un estado muy frágil

para dejarlo solo. Creía que podría haber llegado hasta él, pero temía que el avance

fuera sólo temporal. Fui a su habitación y me subí encima de las gruesas mantas de

su cama. Me acurruqué contra la cabecera de la cama y esperé. Él volvió, llevando

la misma mirada embrujada como antes. Se acercó a la cama en la oscuridad y se

sentó a mi lado, incapaz de mirarme. La culpa devastaba su corazón y me hubiera

gustado poder ayudarlo.

—¿Puedo contarte un secreto? —preguntó, su voz una brizna en la oscuridad.

—Por supuesto.

—Antares…

—¿La has matado esta noche? —La pregunta fue el primer pensamiento en mi

mente y ni siquiera había dudado en hacerla. Antares era el señor cardenal

occidental, uno de los cuatro señores de todos los ángeles Grigori, encarcelada en la

Tierra por rebelarse contra el cielo y dejada aquí por tanto tiempo que se convirtió

en elemental.

—No —dijo—. Ella es mi abuela.

Me quedé en silencio, considerando esto. La herencia demoníaca o angelical de un

reaper era determinada por parte de su madre, pero si la abuela de Bastian

verdaderamente era la Vigía de Occidente, eso significaba que su padre tuvo que ser

angelical. Su cercanía a la línea de sangre de Antares explicaba cómo era tan

poderoso. Los reapers angelicales eran los descendientes de los ángeles Grigori,

mientras que los reapers demoníacos eran los descendientes de los ángeles Caídos

presos en el Infierno. En la rebelión contra el Cielo, los discípulos verdaderamente

malvados de Lucifer se convirtieron en caídos, pero los Grigori pudieron ser

redimidos, y en lugar de ser enviados al Infierno, fueron atados a la Tierra en

castigo por sus crímenes. Durante la guerra, los Grigori habían sido dirigidos por

cuatro generales, los más poderosos de su clase: Antares, Aldebaran, Regulus, y

Fomalhaut. El nacimiento de un reaper era raro, pero ser un descendiente directo

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de un señor Grigori garantizaba fuerza potencialmente ilimitada. Ser un reaper con

herencia tanto angelical y demoníaca... yo no sabía lo que eso significaba.

—Cuando los ángeles se enteraron de mí —continuó Bastian—, mataron a mi

padre. Dejaron que lo mataran. Como hijo de Antares, él era una criatura muy

antigua, ya con miles de años incluso cuando yo era joven. Él podría haber

aniquilado a sus perseguidores, pero se negó a matar a su propia gente, incluso para

defenderse. En su desinterés, dejó a mi madre sin protección. Ellos la mataron

también, porque lo amaba, porque ella era demoníaca. Nunca además del día de

hoy, cuatrocientos años más tarde, he sentido ni una mínima sombra de la furia que

se ha encendido en mi corazón. He heredado la fuerza de mi padre, pero nada de su

generosidad. Maté a todos los que fueron responsables. Yo soy la Muerte.

Me quedé en silencio, abrumada por el horror de la tragedia que fue su origen.

Nada malo nunca debería provenir del amor, sólo esperanza y paz. Pero ese no era

el modo del mundo en que vivíamos.

—¿Temes que si alguien se entera de nosotros, nos vayan a matar? —pregunté.

—No —dijo Bastian, afectado—. No permitiría que nadie nos asesine a ninguno de

los dos. Cuando mi muerte venga, y todas las cosas deben terminar, incluso lo

eterno, incluso el mundo, no va a venir por mis enemigos. Ellos siempre están

tratando de matarme, por lo que nunca bajo la guardia. En todo caso, el amor sería

mi perdición, porque sería lo menos que esperara. Imagino que la persona que me

destruya me habría amado primero. La ironía sería apropiada.

Extendí la mano y rocé mis dedos sobre su mejilla. Cerró los ojos ante mi tacto y

algo de la tensión de su cuerpo pareció desvanecerse.

—¿Alguien más sabe de tu herencia? ¿De dónde vienes?

—Nadie sabe —continuó Bastian—. Pero temo que Evantia sospecha. Estaba viva

cuando ocurrió y puede que haya oído rumores. Nadie puede saber jamás que soy

medio angelical. Tú eres la única persona viva que sabe. Maté al resto.

Sus palabras enviaron un escalofrío por mi columna vertebral.

—¿Sabe Cadan de quién es descendiente? —pregunté—. ¿Sabe lo que es?

—No.

—¿Por qué no? Se merece saberlo.

Bastian miraba distraídamente hacia sus manos, evitando el contacto visual

conmigo. Él estaba tranquilo.

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—¿No confías en él? —pregunté—. Si hay alguien en quien puedes confiar, ese

sería tu hijo.

Me miró entonces, sus ojos cerúleos interrogantes.

—¿Puedo confiar en ti?

Acuné su rostro con mi mano y lo volví hacia mí.

—Sabes que puedes. ¿Puedo contarte un secreto ahora?

—Lo que sea.

—Aldebaran es mi abuelo —le dije.

El fantasma de una sonrisa pasó por encima de sus hermosos labios.

—Eso explica muchas cosas.

—Puedes tener miedo de lo que tu linaje angelical significa, pero no lo estés. Es el

lugar de donde la bondad en ti viene.

Él sacudió la cabeza, alejándose de mí.

—No tengo ninguna bondad en mí.

—Sí la tienes —le urgí—. Si no hay bondad en ti, entonces no te sentirías culpable

por lo que has hecho.

—No quiero sentir la culpa nunca más —dijo en voz baja.

Lo observé con atención, sin saber si se refería a que él quería hacer lo correcto, o

que él quería hacer lo que quisiera sin sentir remordimiento. Yo sabía que no había

esperanza para él de abandonar lo demoníaco. Él podría hacerlo si quisiera, pero

sería duro. Había naturalezas en conflicto dentro de él, tentándolo para someterse

ya fuera a su lado demoníaco o angelical. Pero yo creía en él. Creía que podía hacer

lo correcto.

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Capítulo 8 Traducido por Ale..

Corregido por Liseth Johanna

En cuanto me desperté, vomité en el bol junto a la cama. Después del susto que

Bastian me había dado la noche pasada, dormí muy poco y mi cuerpo entero dolía.

Parecía que el estrés solo empeoraba porque ahora estaba enferma de ello. No

podía dejar de pensar en el estado en que lo encontré. El olor de la sangre me

enfermó. Simplemente el pensar en ello me hacía querer vomitar.

Bastian ya se había ido y estaba sola en la habitación, pero no en la casa. Sentía la

presencia que ahora reconocía como Cadan. No lo confundiría con su padre de

nuevo. El salía de uno de los estudios cuando bajé la escalera. Me miró

preocupado, con un ceño de preocupación, observando la fuerza con la que yo

apretaba la barandilla para mantener el equilibrio.

—¿Estás bien? —preguntó y tomó mi mano para ayudarme a bajar los escalones

restantes.

—Estoy un poco inestable esta noche. ¿Dónde está Bastian?

—Acaba de salir — contestó Cadan—, volverá pronto.

—¿Por qué estás tú aquí y él no? —No me gustaba la idea de Bastian dándole

órdenes a Cadan de quedarse aquí y cuidar de mí, y esperaba que ese no fuera el

caso.

Abrió la boca y la cerró rápidamente. Lamió sus labios y lo intentó de nuevo.

—Cometí un error —dijo con tono amargo— Bastian está limpiando mi desorden.

A pesar de todo, temí por él. Bastian ya había probado tener un mal temperamento

para Cadan.

—¿Qué desorden?

No tuvo la oportunidad de responder. Un terrible poder surgió desde la parte

derecha de la mansión antes que la puerta estallara. La presión nos golpeó a ambos,

sacándonos el aire y haciéndonos perder el equilibrio. Le di a Cadan una mirada

asustada pero su expresión era dura como una roca.

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—Déjame hablar con él —dije—. Lo que sea que haya pasado, no es el fin del

mundo. Se puede arreglar y yo te ayudaré.

Su expresión se volvió cansada y triste, no me había creído, pero lo intentaría de

todos modos. Bastian había mostrado su disposición a escucharme. No podía

obligarle a hacer algo que no quería, pero podría convencerlo de calmarse.

Cosas cayeron al piso y se estrellaron alrededor, causadas por la furia de Bastian

haciendo las paredes temblar. Apareció en el pasillo ante nosotros con sus brillantes

ojos y sus blancas alas aún desplegadas tras de él y comencé a dudar en mis

habilidades para calmar su furia. Su puño estaba cerrado fuertemente alrededor de

un bolso de cuero grande y lo levantó, apuntando hacia Cadan.

—Como puedes ver —gruño Bastian—, lo que dijiste que era imposible, en realidad

no lo es. Te pedí hacer una cosa y un así me fallaste. Tus errores nos han costado

demasiado, sin embargo, afortunadamente estoy aquí para corregir tu grave error.

—¿Qué error? —pregunté—. ¿Qué ha hecho para que estés tan enojado?

Se giró hacia mí y sus alas desaparecieron.

—Este es un asunto demoníaco. Tú no eres una de nosotros.

—Me preguntaste anoche si podía confiar en ti —le respondí—, puedes confiar en

mí, ¿pero lo harás?

—¡No puedo involucrarte en esto! —rugió él, su ira hizo que su poder se

incrementara—. Ya estás en peligro al estar en nuestra presencia. Evantia sabe

sobre ti. No te dije que ya me confrontó sobre ello…

—¡Me puedo cuidar por mí misma!

—Tú no eres la única que estará en peligro —gruñó él—. Evantia me ha llamado

traidor. Todo se arruinará si ella decide hablar.

Parpadeé aturdida.

—¿Eso es todo lo que te importa? ¿Lo que la gente piense de ti? Lamento que el

estar conmigo se refleje tan negativamente en ti.

Exhaló bruscamente.

—Eso no fue lo que quise decir.

—Ilumíname.

—No en este momento.

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Cruce mis brazos sobre el pecho.

—¿Qué hay en la bolsa? ¿Mataste a un guardián de reliquias para conseguir eso?

¿Mataste a alguno de los míos? ¿Es eso lo que se suponía que Cadan debía

devolver?

—El grimorio de Antares — dijo Cadan.

En un segundo, Bastian había aparecido una pequeña navaja que ahora apuntaba a

la garganta de Cadan. La sorpresa envió mi corazón a la garganta, ahogando mi

grito. No me moví, como si pensara que Bastian era un animal apunto de atacar si

llegaba incluso a mover un solo músculo. Pero en ese momento, mirando en ese

rostro lleno de furia, se veía totalmente salvaje. Mi cerebro se negó a procesar lo

que Caden había dicho sobre lo que estaba en el bolso. Solo podía pensar en

Bastian enterrando ese cuchillo en la garganta de Cadan. La sangre goteaba a

través de su piel.

—¡Bastian! —grité, mirando la hoja en su mano—. ¿Qué estás haciendo?

—¿Sabes lo que has hecho? —gruñó Bastian en el rostro de Cadan—. Este libro es

nuestro futuro, nuestra supervivencia. ¡Nunca debes respirar ni una palabra sobre

ello!

—Bastian —dije con más dureza para llamar su atención—. ¿Vale la pena matar a

tu único hijo?

No me miró y habló sin titubeos.

—Lo vale todo.

Cadan enseñó sus dientes y empujó su poder hacia Bastian, golpeando a su padre.

Bastian tropezó y miró a Cadan en estado de shock como si no esperara que tuviera

esa clase de poder. Gruñendo algo en su lengua germánica, Bastian salió de la

habitación como un niño que no se había salido con la suya. Cadan lo miró

ignorando completamente la línea de sangre brotando desde su cuello. Su padre

desapareció por las escaleras y luego una puerta se cerró tan duro que sacudió las

paredes.

Respiré en alivio y dirigí mi atención a Cadan, quien estaba temblando donde

estaba. Puse una mano en su brazo e inspeccioné la herida. Se había curado pero

había una cantidad significativa de sangre en su piel.

—Cadan —dije suavemente—, ven conmigo, vamos a limpiar eso.

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No se resistió cuando lo llevé a la cocina, donde varios sirvientes humanos se

dedicaban a sus labores con las miradas clavadas en el suelo. Los despedí con un

gesto de mi mano. Nunca miraban directamente a ningún reaper, pero siempre nos

observaban en la periferia. Encontré un cuenco y lo llené con agua limpia que había

quedado del viaje de los sirvientes al pozo. Sumergí un trapo en el agua y pasé el

paño húmedo en su piel para limpiar la sangre de su corte ya curado.

—¿Siempre te ha tratado así? —le pregunté en un tono calmado.

Cadan dio una risa desagradable y sarcástica.

—¿Cómo qué? ¿Cómo un perro maleducado en lugar que a su hijo?

Fruncí el ceño, desaprobando su comparación, pero no estaba completamente en

desacuerdo.

—¿Siempre ha sido tan cruel contigo?

Se apartó y me miró con asombro.

—¿Cómo pensaste que era? Tú eres la que se está acostando con él.

—Yo… —Cerré la boca.

Sus palabras fueron una bofetada en la cara. ¿No sabía cómo era Bastian? Él era

dulce conmigo, generoso, atento… ¿Era simplemente una tonta? Había estado

ignorando todo lo que sabía sobre Bastian. Él era… Bastian. Mataba a mi gente y

mataba a seres humanos. Los demoníacos no se alzaban en dulzura, generosidad y

atención. Hoy, él había matado a un guardián de reliquias, tal vez a alguien que

conociera, por el libro escrito por Antares. Era una ciega tonta.

Cadan respiró cansado. El color de sus extraordinarios ojos se atenuó.

—Lo siento —dijo él—, no es de mi incumbencia. Fue espantoso de mi parte.

—No, tienes razón —dije.

Cubrí mi boca con una mano y me di cuenta que mis dedos se habían enfriado

demasiado.

—No sé lo que estoy haciendo, ¿qué estoy haciendo aquí? —me pregunté en voz

alta, mi voz era rápida y con pánico—. ¿Qué estoy haciendo con él? ¿Con

cualquiera de ustedes? Voy a conseguir que me maten.

Cadan me observó con expresión tensa.

—¿Crees que te haría daño?

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Bajé la mano y lo miré a los ojos.

—¿Lo crees tú? —le pregunté con seriedad.

Frunció el ceño mientras contestaba mi pregunta.

—No lo sé —respondió—. Te trata diferente, pero soy honesto al decirte que no sé

cuánto durara. ¿Tienes miedo de él?

Lo amaba y nunca me había sentido amenazada por él, pero no me hacía sentir a

salvo.

—Debería estarlo.

—Pero no lo estás. —No era una pregunta.

Estudié cuidadosamente el dulce rostro de Cadan, qué enigma era.

—¿Por qué eres tan dulce entonces?

—Tal vez no me conozcas tampoco —dijo.

Su inteligente respuesta debió haberme callado, pero pude ver a través de él.

—Sé que eres un muy buen actor.

Entrecerró los ojos.

—¿Es así?

—La mayoría de las cosas que le dices a tu padre son mentiras —dije seriamente.

—¿Ahora lees mentes? —Trató de parecer casual manteniendo un falso

distanciamiento, pero aún no me engañaba.

—No —respondí—. Pero leo a la gente bastante bien. Bastian aparentemente no lo

hace. Es demasiado confiado. Cree que los leales a él tienen demasiado miedo a

desobedecerle, aunque claramente lo hacen. La pregunta es: ¿tienes tú, miedo de él?

Se rio suavemente como si la pregunta lo entretuviera.

—Por supuesto. Es mil veces más fuerte que yo.

—¿Tienes miedo de todo aquello que pueda matarte? —le pregunté. No me hacía

gracia en absoluto.

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—No —dijo él—. Pero no soy tan estúpido como para no temer a Bastian. Sé de lo

que es capaz y tú también. Y sé que no eres estúpida, aunque eres un poco idealista

y soñadora.

Mi sonrisa fue pequeña y triste.

—Veo que puedes leer mentes también.

—No —respondió el—. Y no tengo que leer a la gente para saber eso sobre ti. Eres

tan obvia como yo.

—Nunca recogiste un alma en tu vida, ¿verdad?

Sus ojos eran suaves, pero el color era brillante y las llamas bailaban en sus irises.

Después de lo que se sintió una eternidad, respondió.

—No.

—No te avergüences. Eso es algo muy bueno.

—¿Él no te provoca repulsión? ¿Después de todo lo que ha hecho… y aún hace?

No le mentiría y le diría que no.

—Lo amo y espero que cambie.

—Odio ser el que te diga esto, pero él no cambiara.

Me puse de pie, mi cuerpo se sentía pesado como si estuviera lleno de piedras y me

incliné sobre él. Bajé mi cabeza y hablé en voz suave.

—¿No estás cambiando? Siempre hay esperanza para la gente que acepta la bondad

en sí mismos, Cadan. Se requiere un extraordinario carácter para ganar esa lucha

contra la oscuridad. Estás ganado ahora mismo. ¿Por qué no puede ser posible

también para Bastian? Solo tiene que quererlo, como tú.

Lo dejé sentado frente al cuenco de agua y su propia sangre, y fui a buscar a su

padre.

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Capítulo 9 Traducido por Xhessii

Corregido por Caamille

Bastian se inclinó sobre el escritorio en la biblioteca, sus puños estaban cerrados y

apretados, rodeado por los libros que una vez me dijo que considerara como míos,

dentro de la casa que me atrevía a llamar un hogar. Me miró con ojos filosos,

brillantes con enojo, su boca era una línea apretada y nada invitadora. Ahora ni

siquiera podía imaginar besarlo. Éste no era el hombre del que me enamoré. Éste

no era alguien de quien me podría enamorar. Quería de regreso al Bastian que

conocía. Era todo lo que no podía perder.

—¿Qué pasó esta noche? —le pregunté, mi voz era estrangulada y patética—.

Debes ser honesto conmigo, Bastian.

Inclinó su cabeza, sus rasgos cambiaron.

—Maté a un guardián de reliquias. —Estaba completamente sin ninguna disculpa

en su rostro.

Apreté mis dientes para evitar gritar, gritarle, golpearlo y patearlo. Mi pulso

golpeaba debajo de mi piel como si fuera un puño que golpeaba furiosamente una

puerta cerrada.

—¿Cómo pudiste hacer tal cosa?

—Para salvar a los miembros y nuestro futuro —contestó—. ¿Me condenas por

matar para salvar vidas? ¿Cuántos demonios has matado? ¿Cómo es que soy el

villano, cuando tú no eres mejor que yo?

—Si los ángeles no estuviéramos aquí, los demonios superarían la humanidad —

dije.

—¿Y?

Sacudí mi cabeza con disgusto.

—¿Qué estás planeando con esa daga de Belial y este libro? ¿Es el verdadero

grimorio de Antares? ¿Lo usarás incluso contra los de mi especie? —Se decía que el

libro escrito por Antares, tenía toda la magia angelical conocida. Uno podría hacer

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lo que fuera en posesión de este grimorio. Si un hechizo existía, Antares lo había

escrito en sus viejas páginas.

Me miró directamente.

—Este libro no es para ti.

—Entonces, ¿para quién?

Tomó un respiro profundo y rodeó el escritorio para caminar directamente hacia

mí.

—Cadan quería encontrar el grimorio por su cuenta —me dijo en voz baja—.

Decidió que era prudente cuestionar a los inferiores de Evantia por eso, porque

pensó que ella lo tenía. Pensaba que no estaba escondido donde dije que estaba,

que el guardián de reliquias no lo tenía. Ahora esos inferiores saben quién lo estaba

buscando y saben exactamente a quién acudir. Ése soy yo.

—Él te ama —dije—. Sólo estaba tratando de complacerte.

—Él es un idiota. —Bastian frunció el ceño—. Ahora que Evantia sabe que tú y yo

queríamos el grimorio, estará golpeando mi puerta a más tardar esta noche.

—Si eres más fuerte que ella, entonces, ¿qué importa?

Suspiró con frustración.

—El plan es tomarla cuando esté sola y no cuando esté buscando, no cuando esté

emboscándome con una docena o más de sus matones. Mis oportunidades de

supervivencia caerán drásticamente.

Me acerqué a él, sacudiendo mi cabeza en tristeza, y pasé suavemente mis dedos

por su mejilla.

—No tienes que pelear con ella. Vente conmigo, alejémonos de este horror.

Se soltó y un ruido feo salió, algo que no era una risa.

—¿Y hacer qué? ¿Abandonar a mi gente por la tuya?

—No tiene que ser sobre la gente…

—¿Como si los angelicales me recibirían con los brazos abiertos? —se burló—. No

seas tonta. No necesito protección y no tengo miedo de pelear con ella. Quiero

pelear con ella. Quiero lo que ella tiene.

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—¿Qué tiene ella que tú no? Tienes una familia y alguien quien cree en ti con todo

su corazón. No necesitas el poder y la posición de Evantia para sentir que vales

algo. Tienes todo lo que necesitas justo enfrente de ti.

Sus ojos se oscurecieron y quedaron más fríos.

—No. No lo tengo.

Mis labios temblaron y tragué, luchando por ocultar las lágrimas.

—¿Mi amor no es suficiente? —le pregunté. Las palabras salieron pesadas y

estranguladas.

Su mandíbula se apretó y su mirada se alejó de la mía.

—No. No es suficiente.

Un retorcijón de desesperación golpeó el corazón como un puño, pero me negué a

demostrar cuánto me dolía.

—¿Por qué necesitas este libro tan desesperadamente que estás dispuesto a matar

por él?

—La Preliator —dijo—. He descubierto una manera de destruir su alma de manera

que no pueda ser reencarnada.

—Bastian, no —gemí, sintiendo que mi corazón se rompía—. Si la destruyes,

entonces lo demoníaco devorará la raza humana. ¿Desearías eso?

—¡Ella nos mata!

—¡Sólo está protegiendo las almas humanas! —grité—. Cuando los demoníacos

toman sus almas, son enviadas al Infierno… ¡incluso las buenas y puras! Esto es

una cosa horrible, algo terrible que no puede ser permitido que suceda. ¿No lo

entiendes? No puedes…

La parte trasera de su mano golpeó mi mandíbula tan fuerte y tan de repente, que

golpeé el suelo, cayendo sobre mis rodillas. Lloraba en agonía, pero amordacé mi

boca en miedo cuando se inclinó sobre mí y su respiración caliente rozó mi oído.

—No me digas lo que puedo y no puedo hacer —gruñó.

—Bastian —gemí, y lo miré a sus ojos.

La vida pareció regresarle. Se enderezó mientras me levantaba del suelo y parpadeó

varias veces antes de alejarse de mí.

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—Yo… yo lo siento —tartamudeó, despertando finalmente—. No sé lo que estaba

pensando. No estaba pensando. No quería herirte.

Agarré mi mandíbula mientras me latía.

—No importa si querías o no. Me lastimaste.

Su expresión empezó a quedar lentamente, fría y vacía, como si todos los

sentimientos en él se hubieran gastado y no quedara nada. No había reacción, ni

emoción. Nada.

—Lo siento —dijo rotundamente. Luego me dio la espalda, cruzó la habitación y se

fue.

Bastian no confiaba en mí, y yo no confiaba más en él. Quería usar el grimorio de

Antares para destruir a la Preliator, y no podía permitir que hiciera eso. Tenía

razón con que mataba demoníacos y no podía condenarlo por matar ángeles. Y no

me podía quedar sentada de brazos cruzados mientras mataba nuestra última

esperanza para proteger a la humanidad. Y no quería que fuera mi enemigo, pero si

lo hacía, no tenía opción.

Agarré la cartera que contenía el grimorio y lo apreté contra mi pecho. Volé,

extendiendo mis alas en el aire nocturno, y dejé la mansión tan pronto como pude.

•••

Me apresuré por la puerta de Nathaniel y dejé salir un suspiro de alivio cuando lo

encontré en casa. Me sonrió, feliz de verme, pero su rostro rápidamente cambió

cuando se dio cuenta de que algo estaba mal. Tiré la cartera en la mesa de madera.

—Tienes que destruir esto —dije, mi voz y todo mi cuerpo temblaban.

Me dio una mirada desconcertada y jaló la cartera hacia él. Abrió la solapa de

cuero y sacó el libro antiguo. Examinó su cubierta, corriendo sus dedos sobre el

sello escrito en Enochian, el lenguaje divino.

—¿Qué es esto?

—El grimorio de Antares.

Dejó caer el libro que chocó con la mesa con un golpe pesado.

—¿Dónde en el Infierno lo encontraste?

—Es la razón por la que Londres ha estado arrastrándose con los demonios por

meses —dije, pero mi voz caía en lo patético, mientras las lágrimas quemaban mis

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ojos—. Han estado detrás de esto. Tenía un guardia y un séquito de ángeles que lo

protegían, pero ahora ya no están. Su sangre está en mis manos.

Algo repentinamente apretó mis pulmones y no podía respirar. Jadeando, me dejé

caer en una silla y traje mis rodillas hacia mi mandíbula. Nathaniel puso una silla

junto a la mía mientras metía mi rostro entre mis palmas. Su mano cayó en mi

espalda y la acariciaba tan gentilmente y suavemente. Me ofreció comida, pero la

rechacé. Me sentía tan nauseabunda que sólo pensar en comida hacía que mi

estómago girara.

—Maddie —murmuró—. Por favor, háblame.

Quería hacerlo. Quería contarle todo, pero no podía. Quizás era porque estaba

avergonzada por enamorarme de Bastian. Él y yo habíamos terminado. No podía

perdonarlo por lo que hizo y por qué lo hizo. Esto era algo más grande que una

rencilla entre ángeles y demonios en Londres. Destruir a la Preliator traería el Cielo

a la ecuación. Lo amaba demasiado, tanto que mi corazón simplemente no se había

roto. Se había destrozado completamente y ni siquiera me había dado cuenta que

estaba hecho de cristal. Pasé toda mi vida, cientos de años, erigiendo una jaula de

acero alrededor de mi corazón y nunca me molesté en endurecer el corazón que

traté de proteger. Ahora estaba totalmente desentrañado de él.

Me volví consciente de que empecé a llorar sólo cuando Nathaniel me llevó a sus

brazos, acomodándome en su regazo como a un niño. Murmuró contra mi cabello,

tocó mi mejilla y me sostuvo tan cerca. Me dejó llorar hasta que estuve vacía y no

había nada en mi interior. Miré su rostro, sus hermosos ojos cobrizos, los cuales

eran tan vívidos que me recordaban a un atardecer al rojo vivo. Ahora que

realmente lo miraba, me di cuenta de esos rastros de color violeta en esa

profundidad metálica. Me miró, su frente estaba arrugada con preocupación y

miedo, y sentía que algo llenaba el vacío en mi interior. La parte trasera de sus

dedos acariciaron el punto en mi mejilla que Bastian había golpeado. Mientras que

los moretones se curaban, todavía seguía frágil aquí y en mi corazón. El toque de

Nathaniel parecía borrar el dolor. Alejó mi cabello de mi rostro y se inclinó sobre

mí mientras su brazo rodeaba mi cintura para acercarme a él. No me alejé cuando

me besó. Era una suave caricia de sus labios en los míos, pero su beso creció

rápidamente en algo más desesperado y apasionado mientras sus dedos se

enredaban en mi cabello y envolvía una mano alrededor de la parte trasera de su

cuello y lo jalaba hacia mí. Lo conocía de toda la vida, pero se sentía tan nuevo y

diferente, y aun así, familiar. Como casa. Se sentía como casa. Siempre había

estado ahí para mí, incluso cuando no regresaba en semanas o meses. Siempre me

dejaba la puerta abierta y me daba la bienvenida con una sonrisa. Me preguntaba

cuánto tiempo había estado enamorado de mí, y de repente estaba enferma de la

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vergüenza. Incluso si quería abrirle mi corazón, no podía. Era injusto usarlo para

que se llevara de mi mente las cosas de las que desesperadamente quería huir.

Rompí el beso y recapturé su mirada. Pasé mi mano sobre su mejilla y me permití

disfrutar un momento el sentimiento de ser amada de nuevo antes de que cerrara la

jaula de acero alrededor de mi corazón por última vez. Esta noche se sentía como si

nunca sería capaz de amar después de ser destruida completamente por él. Quizás,

un día. Pero ahora, no.

Me alejé de los brazos de Nathaniel y salí de su regazo. Caminé tambaleándome

hacia el libro, mis miembros se sentían esponjosos como un pastel, y puse una

mano en la cubierta de cuero. Lo miré mientras parecía tan derrotado como yo me

sentía. Se abrió completamente para mí, revelando sus sentimientos en la manera

más vulnerable, y yo no podía… simplemente no podía.

—Tenemos que destruir el libro antes de que regrese a las manos equivocadas —

dije al final.

—No puedo destruir el libro —contestó—. ¿Y si lo necesitamos?

—Entonces, tenemos que esconderlo.

—Escribiré una copia para que sea guardada —dijo—. Si el guardián de reliquias

fue recientemente asesinado, entonces, el Arcángel Miguel necesitará un

reemplazo. Él es quien elige a los guardianes. Ésa decisión no la tomo yo.

—¿Mantendrás tu copia a salvo? —le pregunté.

—Sabes que lo haré.

Asentí, segura de mi fe en él. Mordí mi labio y traté de alejar el recuerdo de sus

labios en los míos, pero era fresco y despiadado, y no podía dejarlo consumir mis

pensamientos. Tanto como quería regresar a sus brazos y ahogarme de nuevo en

ese amor, no podía hacerle eso. Ni siquiera en un futuro cercano. Necesitaría

demasiado para conseguir enamorarme de nuevo. El amor era donde había

cometido los peores errores.

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Capítulo 10 Traducido por Liseth Johanna

Corregido por Monicab

Toda la noche, me sentí tan enferma que mi cabeza dolía, y cuando desperté,

estaba enferma de nuevo. Nathaniel se había ido y yo no sabía a dónde. Lo había

escuchado irse justo antes del amanecer, probablemente para manejar la

responsabilidad del grimorio y recoger elementos para hacer su copia, pero, en el

fondo, yo temía que era porque yo lo había herido. Me había besado y yo le había

devuelto el beso en mi momento de debilidad, pero no había sido recíproca con los

sentimientos que habían llevado a su beso. Al final, permanecer en una relación

platónica era lo mejor. Para ambos.

El sol de mediodía estaba en lo alto, aunque el aire de otoño helaba. Mis náuseas

no habían bajado. Los reapers simplemente no enfermaban y un nuevo miedo daba

vueltas en la parte posterior de mi mente, presionando contra mi voluntad de hierro

ni siquiera para considerarlo. No podía estar embarazada. No podía permitirlo.

No conocía a ningún doctor angelical, pero conocía a una enfermera llamada

Constance que había salvado a un compañero de batalla mío de una herida por la

que no habría sobrevivido por su cuenta. Entré al Grim y salté en el aire para

dirigirme a Londres, donde recordaba que vivía la enfermera. A esta hora del día,

estaba segura que no era probable que fuera seguida por algún demoníaco, pero el

Grim ocultaba seguramente mi existencia de los humanos.

Constance operaba en una pequeña casucha en uno de los lugares más pobres de

Londres. El olor a basura y desechos humanos enmascaraba el aroma de sangre de

reaper angelical, así ella podía trabajar sin atraer a los demoníacos. Toqué la puerta

y una reaper angelical la abrió para saludarme con su nacarada mirada rosada y

cabello rubio.

—Hola —dijo ella mientras me dejaba pasar—. ¿Qué te trae aquí a mitad de la

tarde?

Posé una mano sobre mi abdomen.

—No me he estado sintiendo bien… horriblemente, de hecho. Lo suficientemente

mal como para venir y tocar a tu puerta. Estás altamente recomendada entre

nuestra especie. ¿Te molestaría echar un vistazo?

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—Por supuesto, muchacha —dijo.

Aunque yo tenía cien años de edad, podía sentir que Constance era al menos otros

seiscientos años mayor y, para ella, yo era una muchacha. Me dirigió a una cama

de paja en donde me acosté mientras ella me examinaba.

—¿Cuál es tu nombre?

—Yo… —Pensé rápidamente. Si estaba embaraza, entonces me encontraría en una

situación extremadamente peligrosa. Recordé la historia que Bastian me contó

sobre su madre y su padre. Yo no podía dejar que la noticia viajara a través de la

población de angelicales. Las preguntas serían hechas. Las soluciones serían

buscadas.

—Katherine. Mi nombre es Katherine.

Ella me miró curiosamente.

—¿Náuseas, dijiste? ¿Eso es todo?

—Tengo dolor a veces —dije—. Mi enfermedad empezó en la última semana más o

menos, pero no desaparece.

—Bueno, ciertamente hay una explicación para tus síntomas —dijo la enfermera.

Su tono estaba tan lejos de ser grave como yo había anticipado.

—¿Cuál es? —La presioné impacientemente.

La sonrisa de Constance fue amplia y radiante.

—Vas a ser madre.

Sentí como si mi corazón se hubiera astillado y mis pulmones hubieran perdido su

necesidad de aire. Me sentí suspendida un kilómetro por encima de la tierra y,

mientras la enfermera seguía hablando, no podía oírla. Inhalé un largo y

tembloroso aliento y, cuando exhalé, todo lo que pude decir fue:

—Oh.

—Entiendes lo raro que es esto, ¿verdad? —preguntó animosamente—. ¿Quién es el

afortunado padre?

Un señor demoníaco. Mi voz fue plana cuando hablé:

—Alguien que amé mucho.

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—Es tan raro en nuestra especie concebir —dijo la enfermera tristemente, y luego

sonrió—. Los ángeles debieron haber querido mucho que tuvieras un hijo,

particularmente Gabriel. Ella es el ángel que cuida a las madres y sus hijos. Tal vez

cree que tu hijo está destinado a la grandeza.

Mi palma se movió para cubrir mi estómago. Destinado a la grandeza…

—¿Cuánto tiempo tengo?

—Varias semanas, diría yo. Si todo sale bien, darás a luz en la primavera.

Rebusqué entre mis cosas y dejé caer todas las monedas que tenía —muchas de

ellas extranjeras— en la mesa frente a Constance.

Cada emoción feliz en su expresión se comprimió en sorpresa e inquietud.

—Esto es todo lo que tengo conmigo, pero tengo más en mi casa. No debes decirle

a nadie que yo estuve aquí o lo que descubriste. No quiero amenazar tu vida, pero

así de terrible es mi situación ahora. Preferiría comprar tu silencio que forzarlo.

—Muchacha —dijo Constance—, ya me diste un nombre falso. No, no me mires

así. La próxima vez que mientas sobre tu nombre, no dudes. —Tocó mi barbilla

para levantar mi mirada hacia la suya mientras sonreía—. Y no tienes que

preocuparte. Soy una enfermera. Es probable que tenga más secretos que tú. En

cualquier caso, vas a necesitar ese dinero más que yo. Tienes un bebé en camino.

La mire fijamente hasta que confirmé la verdad en sus ojos.

—Gracias —dije, y volví a guardar el dinero en mi bolso, avergonzada por mis

acciones.

—Lo que sea que pasó para asustarte tanto, o lo que sea que pasará una vez este

bebé llegue —dijo la enfermera—, recuerda que esto es un regalo. Muchos de

nuestra clase viven cientos de años sin concebir un hijo, muchos nunca lo logran en

sus largas vidas.

Mi mirada regresó a la suya y la sostuve, para que ella pudiera ver la honestidad en

la mía también.

—Toda vida es una bendición y tiene un propósito. Si yo debo tener un hijo con el

hombre que amé, entonces no me arrepiento de nada.

—¿Amaste? ¿Ya no?

Su pregunta picó justo como la mano de Bastian sobre mi mejilla había picado, y

no la respondí.

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—Gracias por tu examinación y tu confidencialidad.

Me puse mi capa y puse la capucha sobre mi cabeza para ocultar mi rostro y

cabello. En lugar de ir hacia el Grim y volar, elegí caminar. Me moví entre los

humanos, apretando fuertemente mi capa, y mi mente vagó.

Yo estaba embarazada de un niño. El niño de Bastian, el niño que nacería angelical

y demoníaco como su padre.

Perdí el equilibrio y casi caí en un charco, pero una mujer humana atrapó mi brazo

y me sostuvo. Levanté la cabeza para mirar sus mejillas manchadas de barro y su

cabello enredado.

—¿Está bien, señorita? —preguntó, echando un vistazo a mi cara.

—Yo… —Mi mirada cayó hacia el pequeño niño que agarraba los pliegues del

vestido de la mujer. Él era delgado, sucio y sus ojos se habían vuelto enormes

mientras me miraba tímidamente desde el lado de su madre. No podía imaginarme

a mí misma con un niño apretando mi propio vestido. No podía imaginarme

sosteniendo un bebé en mis brazos y dedicando cada momento a sus necesidades.

No podía imaginar ser responsable por otra vida. Yo era una soldado, una guerrera.

No podía ser madre.

Tropecé lejos de la mujer y su hijo y caminé hacia el Grim. Ella gritó de sorpresa

mientras yo me desvanecía ante sus ojos sin importarme. Estaba desesperada por

escapar, por desaparecer de todo, específicamente de mis problemas.

Vagué todo el día a través de Londres, oculta e indetectable, hasta que finalmente

me dirigí hacia la casa de Nathaniel. Había una luz encendida, como siempre la

había cuando yo regresaba, y me sonreí. A pesar de mi terror, tenía el pequeño

confort de saber que no estaba sola en esto. Tenía a Nathaniel y tendría un hijo.

Abrí la puerta, arrastrando mis faldas embarradas a través del piso.

—Natha… —Pero me detuve.

Nathaniel no estaba aquí.

Era Bastian.

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Capítulo 11 Traducido por Liseth Johanna

Corregido por Samylinda

Ninguno de los dos habló por lo que se sintió como una eternidad. Él me miró

fijamente, quieto, silencioso y frío como una oscura noche de invierno con sus ojos

azules. Su poder se filtraba de él como oscura niebla y trepaba a través del piso,

hacia mí. Esperaba que él estuviera molesto, pero esa no fue la impresión que tuve.

Estaba herido, y la crudeza era clara en su mirada.

Yo fui la primera en romper el doloroso silencio.

—¿Cuánto tiempo has sabido en donde vivo?

—Lo he sabido por cerca de un mes —dijo—. Me entristece que nunca confiaras lo

suficiente en mí para decirme en dónde vivías incluso después de que te invité a mi

hogar. También era tu hogar.

Tragué fuerte, intentando no pensar en la forma que fueron una vez las cosas entre

nosotros.

—Parece como si tuviera la razón al no confiar en ti. Me seguiste, me espiaste, para

saber dónde vivía. Ahora, me persigues.

Su mirada cayó a mi capa cubierta de suciedad y mis faldas, e ignoró mis

observaciones.

—Estás sucia. ¿En dónde has estado?

—En ninguna parte —respondí.

—Ninguna parte está horriblemente llena de barro.

Hizo un bajo e impaciente sonido y suspiró.

—Mi amor —dijo gentilmente—. Ven conmigo.

—No —dije—. Tienes que irte.

—Sé que tú tomaste el libro —dijo.

Levanté la barbilla.

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—¿Has venido a matarme por él?

Exhaló y frunció el ceño mientras su labio temblaba.

—Te amo. No he venido a matarte. —Mi corazón se saltó un latido y se apretó.

—Entonces, ¿has venido a pedirme de vuelta, o al libro?

—Por ti —murmuró—. Te quiero de vuelta.

—No te creo —dije—. Puede que me quieras de vuelta esta noche, pero mañana

querrás ese libro. Has llegado muy lejos para dejarlo ir.

Tomó mi mano y la trajo a sus labios.

—He llegado muy lejos contigo para dejarte ir.

Aparté mi mano de su agarre y la sostuve cerca de mi pecho.

—Me golpeaste, Bastian. Me lastimaste por rabia después de que asesinaste a mi

pariente por algo que usarás para destruir al resto de mis parientes. No me insultes

rogando perdón. Se acabó entre nosotros, y ese libro hace mucho se ha ido. Si lo

quieres, entonces puedes buscar sus cenizas en la chimenea.

Sus ojos azules se entrecerraron y dejó de respirar por varios momentos. Al final,

inhaló un largo y tembloroso aliento y se compuso.

—El grimorio era irremplazable.

—La vida es irremplazable —respondí a través de dientes apretados—. La vida no

puede ser devuelta. Un libro puede volver a ser escrito.

—Tienes razón —dijo, rompiendo contacto visual—. Pero el conocimiento es

invaluable. Y te conozco, Madeleine. No quemaste el libro.

Ni confirmaría ni negaría eso, aunque mi negación a hacer eso fue suficiente

respuesta para él.

—¿Evantia ha descubierto que tenías el grimorio? ¿Y que lo perdiste?

A pesar de mi cruel comentario, nada en su rostro cambió. Esperaba que se

enojara, pero no lo hizo.

—Evantia está muerta. La mate después de que te vi anoche. Ahora soy el reaper

demoníaco más poderoso en Inglaterra.

—Felicitaciones —dije—. Finalmente tienes lo que quieres.

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—No te tengo a ti.

—Eso es tu culpa.

—¿Honestamente, has perdido todo tu amor por mí?

—No todo —confesé—, pero lo suficiente para darme cuenta ahora que esto nunca

funcionará. Te amé, Bastian, muchísimo, y siempre tendré una parte de ti conmigo.

—Mis palabras estaba llenas de dolor y desesperación, porque él jamás sabría toda

la verdad en ellas. No podía decírselo. Si él sabía que yo llevaba a su hijo, entonces

jamás escaparía.

Incluso si no me mataba, jamás me dejaría ir. No podía luchar contra él, porque no

podía arriesgar la vida que crecía dentro de mí. Bastian tomaría a este niño lo

criaría de la manera que crió a Cadan: con brutalidad y crueldad.

A diferencia del pobre Cadan, mi hijo crecería conociendo la bondad y un toque

gentil. Mi hijo sabría lo que era el amor verdadero.

—Tienes que perdonarme —dijo Bastian, su voz cruda mientras su vulnerabilidad

se filtraba.

—¿Tengo? ¿No tengo opción en el asunto? No soy tu propiedad. No le pertenezco a

nadie.

—Por favor —dijo, forzando la palabra a salir de su boca como suciedad—. Por

favor, perdóname.

Sacudí la cabeza.

—No te puedo perdonar esta vez. Te he perdonado por muchas cosas, Bastian,

pero no tengo más perdón en mí, lo has usado todo.

—Maddie, por favor…

—Tienes que irte ahora. Adiós, Bastian —le dije. Lo observé irse, e hizo una pausa

antes de cerrar la puerta, encontrando mi mirada con sus hermosos ojos cerúleos

por lo que, yo sabía, sería la última vez.

Cuando estuve sola, algo colapsó en mi pecho y, de repente, apenas pude

permanecer de pie. Me forcé a cruzar la habitación hasta mi cama, en donde me

subí y yací de costado. Curvé mis extremidades cerca de mi cuerpo y miré mi

estómago. Deslicé mis dedos por el frente de mí vestido en donde sabía que mi hijo

crecía seguramente. Él o ella estaría a salvo siempre y cuando yo controlara mi

destino. Siempre y cuando me mantuviera lejos de la amenaza demoníaca, lejos de

Bastian.

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•••

Desperté con Nathaniel sentado a mi lado, empujando mi cabello sobre mi hombro

y por mi espalda, lejos de mi rostro. La mirada serena en sus ojos se desvaneció

cuando notó las lágrimas secas que manchaban mis mejillas.

—Maddie —susurró—. ¿Qué sucede?

—Tenemos que irnos —le dije mientras me sentaba—. Nuestra localización ha sido

comprometida.

—¿Los demoníacos?

Me puse de pie y empecé a caminar.

—Sí. Saben sobre esta casa y que tomé el grimorio. No puedes quedarte más en

Londres, y yo tengo que irme… esconderme. Tengo que esconderme. Y si vinieras

conmigo, estaría agradecida. Necesito que vengas conmigo, pero si eliges no

hacerlo, no te retendré.

—¿Esconderte? —preguntó, levantándose. En sus ojos cobrizos, pude ver sus

pensamientos arder—. No eres de las que huyen de una batalla. ¿Qué ha sucedido?

—Algo maravilloso —respondí, luchando por mantener mi compostura mientras

mi voz temblaba—. Pero también complicado y maravilloso. Estoy feliz, pero tengo

miedo.

Sacudió la cabeza con confusión, y luego su mirada bajó hasta mi estómago, y la

agonía llenó su expresión.

—Llevas un hijo.

Oír a alguien más decirlo lo hizo parecer más real e incluso más aterrorizante.

—Sí. Y necesito tu ayuda, Nathaniel.

—¿Por qué estás en peligro? ¿Quién es el padre?

—No puedo decírtelo. Y no lo haré.

—Maddie —dijo suavemente—, no puedo ayudarte si no me dices todo.

—Sí, puedes. Prométeme, Nathaniel, prométeme que jamás me preguntarás quién

es el padre.

—Lo prometo, pero no sé por qué debería.

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—Por mí bien. Por el bien de mi hijo.

Estudió mi rostro por mucho tiempo y, finalmente, dijo—:

De acuerdo. ¿A dónde deberíamos ir?

Mi voz fue distante y pareció pertenecer a alguien más.

—Debería ir al norte. A Escocia. Hay muchas villas remotas en las Highlands.

Quizá deberíamos ir a una de las islas.

Nathaniel exhaló y puso una mano en mi hombro. Le dio un gentil apretón.

—Skye es hermosa. Todo niño debería crecer en un lugar tan mágico.

Sonreí.

—Entonces, la Isla de Skye será.

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Epílogo Traducido por Ale..

Corregido por Liseth Johanna

Cinco años después

El mar desgastaba el borde del acantilado, lentamente destruyéndolo y cavando la

línea de la costa a lo largo de miles de años. Me quedé en el borde, dejando que el

frío y salado viento agitara mi cabello y levantara mi falda. Las gaviotas

exclamaban tristemente sobre mí y la risa de mi hijo hacía eco a través de las

colinas, trayendo una sonrisa a mi cara. Volví la cabeza para observar a William

detenerse frente a un campo de tréboles y luego arrancar una gran flor color

púrpura. Se levantó torpemente y corrió a donde estaba.

—Mamá —dijo él, y levantó la mano con la flor, entregándomela.

Caí de rodillas y lo tomé en mis brazos, plantando un beso en su mejilla regordeta y

cepillando su oscuro y ondulado cabello fuera de su frente.

—¿Para mí? —Y tomé la flor de su mano—. Gracias, cariño, es hermosa.

Empecé a cantarle mientras miraba su cara dulce, y sus brillantes ojos verdes. Se

derritió en mis brazos y sus pequeñas alas blancas se plegaron en su espalda, sus

frondosas plumas acariciaron mi piel, sus alas blancas eran como las de Bastian.

Tenía sangre demoníaca corriendo por sus venas, como su padre, pero era angelical

hasta la médula. Cada día podía ver un poquito más de Bastian en su rostro, pero

su corazón, oraba, sería como el mío, justo como sus ojos. William nunca

conocería a su padre, y eso era una tragedia. Si sus caminos alguna vez se cruzaban

en años o siglos de aquí en adelante serían extraños, o posiblemente enemigos.

Nathaniel era lo más cercano a un padre para Will, pero era cuidadoso al no ser

paternal. Él trató de asumir el rol de hermano mayor más que nada, porque era más

seguro desde el lugar donde yo estaba involucrada. No ponía ninguna presión sobre

mí. Estaba enamorado de mí. Sabía esto ahora. Pero, incluso después de cinco

años, no estaba lista para abrirle mi corazón a nadie, incluso a alguien tan cercano,

incluso a alguien que era capaz de criar el hijo de otro hombre. El único amor en

mi vida era mi hijo, y lo amaba más de lo que nunca amaría a alguien más. Él era

mi mundo.

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Aún extrañaba a Nathaniel. Él había terminado de copiar el Grimorio de Antares y

ahora buscaba una manera de convocar al Arcángel Miguel para que el libro

pudiera ser pasado a un verdadero guardián de reliquias. Nathaniel no quería esa

responsabilidad. Era fuerte, pero no estaba constituido para luchar como yo. No

vivía de la manera en que yo lo había hecho.

Pronto le enseñaría a Will lo que sabía para que él aprendiera a protegerse. A veces

podía sentir su llamarada de poder, cuando estaba feliz o teniendo una rabieta de

bebé. Algún día tendría inmenso poder, cuando fuera adulto. Estaba garantizado.

Yo tenía un gran poder para una joven reaper, y la fuerza de Bastian era aterradora.

Will tenía a los señores Grigori en ambos lados de su árbol familiar: Antares y

Aldebaran. Constance me había dicho que Gabriel debía haber sabido que un hijo

entre Bastian y yo tendría un gran futuro, pero la definición de todo el mundo era

realmente variada.

Will tenía el potencial de ser un celebrado luchador, tal vez uno de los más

poderosos de nuestra especie, pero desearía que pudiera vivir una vida de paz. Para

los angélicos, sin embargo, eso era imposible. No si existían poderosos reapers

demoníacos como Bastian reuniendo apoyo contra los angélicos y haciendo serios

esfuerzos para destruir a la Preliator, nuestra última oportunidad de preservar la

raza humana. El futuro parecía sombrío y necesitábamos a esos que estaban

destinados a ser grandes. Tal vez Gabriel creía que mi pequeño Will algún día

podría determinar nuestra victoria o derrota final en esta guerra contra los

demoníacos. Era difícil de creer ahora, mientras lo veía sacar lombrices de la tierra

a mis pies, que algún día sería un guerrero de primera línea.

Pensé en Bastian y oré para que nunca pusiera sus manos en el Grimorio o la copia

de Nathaniel. Tenía la daga de Belial y tenía miedo del oscuro propósito para la

que la reservaba, lo que estaba probablemente relacionado con la razón por la que

quería usar el poder del grimorio, un ingrediente para un hechizo que necesitaba y

que estaba contenido en esas antiguas páginas. Inevitablemente los días oscuros se

aproximaban.

Dejé de cantar cuando un cálido poder familiar vino arrastrándose por el suelo y a

través de la hierba. Levanté la mirada para ver a Nathaniel salir desde las sombras y

aterrizar junto a mi pequeña cabaña en la colina, sus alas brillaron sobre la luz del

sol. El agitó la mano y yo lo saludé de vuelta antes de abrazar fuertemente a Will.

—Mira, cariño —dije en voz baja y apunté hacia la casa—. Mira quién ha vuelto.

William se retorció en mis brazos y miró hacia la colina. Sus ojos verdes brillaron y

sonrió abiertamente.

—¡Nathaniel!

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Luchó por apartarse de mí y corrió hacia Nathaniel, quien se arrodilló para abrazar

a mi hijo. Los vi y escuché sus voces mientras el viento me traía el intercambio de

sus historias de aventuras y misteriosos guardianes de tierras lejanas, y me mordí el

labio, pensando. Tal vez el futuro no era tan sombrío después de todo, y nuestras

historias solo estaban comenzando.

Fin

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Sobre la Autora

Courtney Allison Moulton

Courtney Allison Moulton vive en Michigan, donde es fotógrafa y pasa todo su

tiempo libre montando y mostrando caballos.

Ella siempre ha amado leer sobre mitología antigua, estudiar lenguas muertas y

contar historias de terror y romance.

Angelfire es su novela debut.

A Dance with Darkness (Angelfire #0,5)

Angelfire (Angelfire #1)

Wings of the Wicked (Angelfire #2)

Shadows in the Silence (Angelfire #3)

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Créditos

Moderadora

Liseth Johanna

Traductoras

Ale..

Dai

Elenp

Jo

Liseth Johanna

LizC

Lorenaa

Maru Belikov

Xhessii

Correctoras

Caamille

Liseth Johanna

Monicab

Samylinda

Recopilación y Revisión

Liseth Johanna

Diseño

Kachii Andree

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