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SEPIA XIV Piura, del 23 al 26 de agosto 2011 BECAS POST SEPIA XIII “Iniciativas de gestión territorial en contextos de explotación petrolera: El caso del pueblo Quechua del Pastaza" Anahí Chaparro

Iniciativas de gestión territorial en contextos de explotación petrolera: El caso del pueblo Quechua del Pastaza. Por Ahahí Chaparro

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Ponencia presentada como parte de las Becas Post Sepia XIII del XIV Seminario Permanente de Investigación Agraria (SEPIA). Piura, Perú. Agosto 2011

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SEPIA XIV Piura, del 23 al 26 de agosto 2011 

 

BECAS POST SEPIA XIII 

 

“Iniciativas de gestión territorial en contextos de explotación petrolera: El caso del pueblo Quechua del 

Pastaza"  

 

Anahí Chaparro 

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CONCURSO DE BECAS POST-SEMINARIO SEPIA XIII

INFORME FINAL

Iniciativas de gestión territorial en contextos de explotación petrolera: el

caso del pueblo Quechua del Pastaza

Investigadora: Anahí Chaparro

Institución: Centro Peruano de Estudios Sociales - CEPES

Categoría: Investigadores jóvenes

Lima, junio de 2011

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Iniciativas de gestión territorial en contextos de explotación petrolera: el

caso del pueblo Quechua del Pastaza1

I. Introducción

La Amazonía ha sido un espacio marginado en la historia nacional, valorado

únicamente en tanto fuente de recursos naturales, como el caucho, la madera o

los hidrocarburos. Así, esta región ha estado marcada, por un lado, por la escasa

presencia del Estado quien, aún hoy en día, no ejerce mayor control sobre las

actividades extractivas en la zona -ya sea por la debilidad de la legislación que

regula estas actividades o por la falta de supervisión para su cumplimiento- y, por

el otro, por la ausencia de beneficios que estas han traído a la población indígena.

En las últimas décadas, esta región se ha visto atravesada por diferentes procesos

que responden a distintas lógicas territoriales vinculadas entre sí. Por un lado, a

partir de la política de promoción de la inversión privada que adoptó el ex–

presidente Fujimori, continuada por los sucesivos gobiernos, se volvió a impulsar

el desarrollo de las industrias extractivas, primero en minería y posteriormente en

hidrocarburos, lo que ha generado que más del 70% del territorio amazónico se

encuentre actualmente lotizado (Dourojeanni, Barandiarán y Dourojeanni 2009).

En este contexto, las organizaciones indígenas, al percibir que sus títulos de

propiedad no son suficientes para garantizar sus derechos, han empezado a

construir estrategias –a partir de la elaboración de mapas y expedientes                                                             1 Agradezco a SEPIA y a CEPES por su contribución y por brindarme el apoyo para realizar esta investigación. A mi asesor, Oscar Espinoza y a Martin Scurrah, por su  interés y valiosos aportes. Y, particularmente, a  los dirigentes de  Fediquep, de CORPI,  a  la población de  las  comunidades de  Soplín,  Los  Jardines, Porvenir  y Nuevo Andoas, y a los equipos de Shinai y WWF por su confianza, su tiempo, sus apreciadas opiniones y por permitirme acompañarlos durante algunas semanas para la realización de este trabajo. 

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sustentados con información antropológica y jurídica– para demandar un

reconocimiento de su territorio integral, que responda a su modo de relación con el

entorno, a su autoafirmación como pueblos y que les permita ejercer control sobre

el mismo.

Paralelamente, el Estado ha pasado por un proceso de descentralización que ha

asignado nuevas funciones a los gobiernos regionales y locales, los cuales están

queriendo ser aprovechados, en algunos casos, como espacios para visibilizar

demandas locales antes poco atendidas. Una de las nuevas funciones que están

asumiendo estos gobiernos es la de dirigir los procesos de Zonificación Ecológica

Económica (ZEE) y el Ordenamiento Territorial (OT), los cuales buscan orientar

las políticas sobre los posibles usos del territorio a partir del consenso entre los

actores públicos y privados (Burneo 2009). En este contexto, la presencia de

nuevas autoridades indígenas, en ciertos casos con respaldo organizacional, ha

favorecido que se construyan metodologías de ZEE alternativas a las propuestas

por el Ministerio del Ambiente (MINAM), que les permitan respaldar la demanda de

reconocimiento de sus territorios a partir de la institucionalidad del Estado.

Esta investigación tiene como objetivo analizar cómo la disputa entre estas

distintas lógicas territoriales, en el contexto de expansión de las industrias

extractivas, está reconfigurando las posibilidades de control de los diferentes

actores sobre los territorios de la Amazonía peruana. Se tomará como estudio de

caso las dinámicas territoriales que se desarrollan en la cuenca del Pastaza,

dentro de la provincia de Datem del Marañón, en el departamento de Loreto,

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dando un énfasis especial a aquellas que atañan al pueblo Quechua. El presente

estudio busca brindar elementos que permitan reflexionar sobre las siguientes

interrogantes: ¿Cuáles son las concepciones de territorio en las que se basan las

políticas públicas que buscan orientar el futuro de la Amazonía?, ¿qué otras

visiones sobre el territorio rigen estos espacios?, ¿qué transformaciones

territoriales se producen al confrontarse estas distintas concepciones? ¿es posible

que distintas lógicas territoriales dialoguen dentro del territorio del Estado-nación?

y ¿en qué medida las políticas de gestión territorial posibilitan construir este

diálogo?

 

Para ello, tomaré en cuenta el enfoque de la ecología política para definir los

conceptos de territorio y de gobernanza ambiental. De acuerdo a este enfoque, la

gobernanza ambiental se refiere a los procesos a través de los cuáles las

relaciones de poder definen, regulan e implementan las reglas que configuran el

acceso, uso y control sobre los recursos naturales. Dentro de esta perspectiva, los

conflictos ambientales se entienden como “conflictos sobre la producción del

territorio: sobre qué tipo de relación entre sociedad y ambiente debería

predominar; sobre cómo estos territorios deberían ser gobernados y por quiénes;

sobre el significado que estos territorios deberían tener; y sobre los tipos de lazos

que estos territorios deberían tener con otros” (Bebbington et al. 2007: 33).

La gobernanza no pasa únicamente por las prácticas formales, sino también por

los espacios donde se disputa la legitimidad de las diferentes formas de

conocimiento. En este proceso, los movimientos sociales juegan un papel

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importante al representar una acción colectiva que busca plantear miradas

alternativas sobre el territorio. Es en este sentido que se retoma la idea de

Lefebvre sobre la búsqueda de “contra-espacios” –representados, en este caso,

por la demanda de reconocimiento de los territorios indígenas-, como respuesta a

los “espacios abstractos” –espacios conceptualizados, legibles a través de los

saberes científicos- a partir de los cuales los territorios se conciben de acuerdo a

sus posibilidades de intercambio de mercancías o, en el caso de las industrias

extractivas, de bienes primarios o “commodities” (Lefebvre 1991). No obstante, se

hace hincapié en los aportes de Oslender (2010), al considerar la producción de

los territorios no como un proceso teleológico en el que una lógica territorial se

termina imponiendo sobre otra, sino a partir de la relación dialéctica entre los

procesos de dominación y resistencia, tomando en cuenta cómo estos se articulan

en contextos espaciales y temporales concretos.

Desde la antropología amazónica, se enfatiza cómo esta otra mirada sobre el

territorio implica no solo un distanciamiento de la objetivación de la naturaleza

como commodity, sino del espacio objetivo en sí mismo, al suponer “un territorio

más vivido que pensado” (García y Surrallés eds. 2004: 22), un espacio dinámico,

no finito, en donde lo que priman son los vínculos sociales entre los distintos seres

del entorno, humanos o no. Debido a ello, para los fines de este trabajo, las

iniciativas de las organizaciones indígenas de apropiarse de los saberes técnicos

para representar sus territorios se analizarán en tanto respuestas a las reglas de

juego de la forma de gobernanza ambiental característica de la política económica

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actual. No obstante, se tomarán también en cuenta las relaciones del pueblo

Quechua del Pastaza con su entorno.

Por último, tomo en cuenta las reflexiones de Foucault (2006) sobre el concepto

de gobernamentalidad para entender la relación entre las prácticas y mecanismos

de gobierno que surgen en las actuales formas de gobernanza y la racionalidad

que los sustenta. Dentro de esta perspectiva, las racionalidades funcionan como

“políticas de verdad” que producen formas de conocimiento y configuran el objeto

de gobierno, qué es lo que puede ser regulado e intervenido y cómo. En este

sentido, lo que se entiende por “reducción del Estado”, lo que responde a la

supuesta separación entre economía y política a partir de la cual se constituye la

economía como un campo distinguible con una racionalidad propia, debe ser

entendido como un desplazamiento de los mecanismos de gobierno de las

técnicas formales a las informales, donde juegan un importante papel los nuevos

actores –como las ONG o las empresas transnacionales- que cambian las

relaciones entre Estado, sector privado y sociedad civil (Lemke 2002).

Este informe se divide en tres partes, a partir de las cuales se busca analizar cómo

tres procesos paralelos pero relacionados entre sí –cada uno con su propia lógica

y mecanismos de gobierno- toman forma a nivel local, configurando las formas de

gobernanza. El primero se refiere a la historia del pueblo Quechua del Pastaza,

tomando en cuenta su relación con el Estado y los actores económicos, así como

sus estrategias para demandar el reconocimiento de su territorio. El segundo

analiza el desarrollo de la política de extracción petrolera, buscando reflexionar

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sobre cómo se toman las decisiones sobre las condiciones de esta actividad. El

tercero, y último, presenta la implementación de las nuevas herramientas de

gestión territorial en los gobiernos locales y la dimensión política de las distintas

formas de producción de conocimiento.

II. El pueblo Quechua del Pastaza y su organización

a) Historia de los Quechua del Pastaza

Los Quechua del Pastaza2 comparten una historia común con los Quichua

Canelos y Sarayacu del otro lado de la frontera con el Ecuador. Desde la época

prehispánica, esta zona estuvo habitada por grandes cacicazgos de distintas

grupos étnicos de las familias lingüísticas Záparo y Jíbaro (CORPI 2002, Duche

2005) que mantenían redes de intercambio con la actual sierra ecuatoriana,

utilizando el quechua como lengua franca (Whitten 1987, en Fediquep 2010). En

esta zona, la resistencia de la población indígena ante las primeras incursiones

españolas en busca de oro retardó la explotación de recursos naturales hasta el

siglo XIX. No obstante, durante los siglos XVII y XVIII, los misioneros jesuitas y

franciscanos lograron instalarse en la región, fomentando el asentamiento

nucleado de la población y utilizando el quechua para su evangelización. Así,

aparece el pueblo Quechua del Pastaza, como una fusión de distintos pueblos que

empezaron a utilizar una lengua común -aunque no homogénea-, unidos frente a

las incursiones de los vecinos Achuar y Kandozi, fortalecidos por su experiencia

ante los colonizadores (CORPI 2002, Santos y Barclay 2007 Vol VI).

                                                            2  También  conocidos  como  Quichuas  o  Kichwas  del  Pastaza.  En  esta  oportunidad,  se  ha  retomado  la denominación utilizada por la Federación Quechua del Pastaza (Fediquep). 

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La extracción de recursos –primero de caucho, luego de madera, entre otros-

marcó las dinámicas socioeconómicas de esta cuenca desde finales del siglo XIX,

fomentando el comercio con los regatones y el asentamiento de mestizos atraídos

por estas actividades. La presencia del Estado en la zona se hizo notar en un

inicio por la instalación de bases militares y el fomento de la migración como

estrategia geopolítica para crear una “frontera viva” ante los conflictos con el país

vecino (La Torre 1999). El vínculo entre el Estado y la población indígena se

genera recién en la década del sesenta del siglo pasado, con la aparición de las

iglesias evangélica -con el ILV- y adventista, quienes promueven nuevamente el

asentamiento nucleado de la población para construir escuelas.

Siguiendo el mismo patrón, el inicio de la explotación petrolera en los setenta

reacomoda los lugares de asentamiento de la población indígena y mestiza,

quienes se ubican alrededor de las bases de las empresas para poder

intercambiar productos con ellas (Fediquep 2011). Un ejemplo es la formación de

las comunidades de Andoas Nuevo, Los Jardines y Nuevo Porvenir, en la parte

alta de la cuenca, con la instalación de la estación de recolección de Occidental

Petroleum Company (OXY), en el Lote 1AB, operado actualmente por Plus Petrol.

Estas comunidades mantienen hoy en día una relación de dependencia muy fuerte

con la empresa, quien les proporciona los servicios de luz, agua y electricidad, y

quien se los corta en caso realicen un paro, como el del 2008 (Servindi 2011a).

Esto no se aplica a Porvenir, que es la única comunidad no directamente contigua

a la base de Plus Petrol y que solo cuenta con pozos de agua.

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b) La agenda del movimiento indígena en la cuenca del río Pastaza

La conformación de la Federación Indígena Quechua del Pastaza (Fediquep) fue

promovida a finales de los ochenta por la Coordinadora Regional de Pueblos

Indígenas San Lorenzo (Corpi), base regional autónoma de la Asociación

Interétnica de Desarrollo de la Selva Peruana (Aidesep), quien convocó a cuatro

comunidades de la parte media de la cuenca con quienes ya se había gestionado

sus títulos de propiedad, interesadas en organizarse para conseguir escuelas y

profesores, y defender su territorio de los madereros.3 Al ir creciendo y ante el

avance de las operaciones petroleras, la organización decidió centrar su trabajo en

la titulación de las comunidades. Hoy en día, en la parte media y alta de la cuenca,

solo Andoas Nuevo, Los Jardines y Nuevo Porvenir no están tituladas (Mapa 1).4

En la década del 2000, frente a la presencia de nuevos actores en la zona –como

las nuevas empresas y ONG- interesados en establecer relaciones con la

población local, el número de organizaciones indígenas aumentó. Así, se crearon

federaciones paralelas que buscaban generar nuevas alianzas, como la

Federación Indígena del Alto Pastaza (Fedinapa), conformada por un ex-dirigente

de Fediquep en el 2007 ante el interés de ciertas comunidades de negociar

directamente con Plus Petrol.5 En el bajo Pastaza,6 donde la población ha

empezado a vincularse con su identidad indígena para defender sus derechos, se

                                                            3 Según Fediquep (2010), el hecho de que estas comunidades estuvieran en la parte media y, por lo tanto, tuvieran mayor independencia de la empresa, facilitó la creación de la organización en esa zona.  4 Las comunidades adscritas a Fediquep son: Nuevo Porvenir, Los Jardines, Alianza Topal, Pañaycu, Alianza Cristiana, Soplín, Loboyacu, Sabaloyacu, Sungache, Santa María, Nueva Esperanza, Campo Verde y Unión. 5 A esta federación se inscribieron inicialmente Los Jardines, Andoas Viejo, Alianza Capahuari, Huagramona y Alianza Topal, pero ahora solo quedan Andoas Viejo y Capahuari. 6 Dos de las comunidades del Bajo Pastaza se han afiliado a Fediquep: Campo Verde y Nueva Unión. 

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conformó la Asociación Indígena Quechua y Ribereña del Bajo Pastaza

(Ainquerbap), creada en el 2005 con 14 comunidades que querían titularse ante la

creación de nuevos lotes petroleros, y la Asociación Indígena Quechua de la

Cuenca Ungumayo Marañón (Aiquecum), escisión de Ainquerbap, creada en el

2010 con diez comunidades ante la percepsión de que no se estaba avanzando

con la titulación. De acuerdo al presidente de Aiquecum, ellos quisieron afiliarse a

CORPI, pero esta organización no aceptó su pedido por considerarlos mestizos.

La relación de Fediquep con estas federaciones es variada. Con Fedinapa existen

tensiones debido a la postura de cada federación ante las empresas petroleras.7

Mientras que, para Fedinapa, estas deben ser uno de los principales aliados para

el desarrollo de la zona al financiar proyectos y ofrecer trabajo –siempre y cuando

se comporten de manera responsable, aunque las versiones de cada federación

sobre el nivel de impacto ambiental difieren-, para Fediquep, debe haber un mayor

énfasis en la participación de la población indígena en la gestión del territorio, para

lo que están construyendo alianzas con Ainquerbap y Aiquecum. Además, para

Fediquep, las empresas tienen una responsabilidad ante la población de la cuenca

por los impactos ocasionados por sus actividades.

Frente al contexto descrito, Fediquep ha planteado una agenda basada en el

reconocimiento de su territorio integral, la vigilancia ambiental de las actividades

extractivas, el seguimiento a los acuerdos entre empresas y comunidades, el

                                                            7  También  se  han  producido  tensiones  porque  Fedinapa  ha  solicitado  apoyo  a  Plus  Petrol  para  realizar gestiones a nombre de comunidades adscritas a Fediquep, lo que fue informado por la empresa. 

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planteamiento de su propia visión de desarrollo a partir de la elaboración de sus

Planes de Vida y la firma del Acta del Pastaza ante el precedente en el río

Corrientes. El trabajo para el reconocimiento de su territorio está vinculado a

procesos paralelos que se están llevando a cabo en la provincia. Fediquep ha

retomado la experiencia de los Achuar y los Kandozi con Shinai, y ha planteado,

gracias al apoyo de esta ONG, un proyecto de mapeo territorial participativo para

identificar sus zonas de uso y las zonas impactadas por la actividad petrolera. Este

proyecto pretende producir un mapa del territorio integral del pueblo Quechua del

Pastaza, no de comunidades aisladas, lo que implica nuevos retos al plantear la

necesidad de discutir cómo abordar los límites entre pueblos. Estos proyectos

están relacionados con una propuesta impulsada por Corpi y el pueblo Shapra,

quienes han culminado un expediente sobre su territorio integral complementando

la elaboración de mapas con una sustentación antropológica y jurídica. Este año,

se quiere avanzar con los Awajún, Kandozi y Shawilo. Estas iniciativas se articulan

con la estrategia de las organizaciones indígenas de internacionalizar sus

demandas, al apostar ampararse en el Convenio 169 de la OIT y la Declaración de

la ONU sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas, ya que el gobierno central

parece ser un interlocutor con poca disposición a dialogar (Surrallés 2011).

Esta estrategia se complementa también con la propuesta de ZEE que se está

elaborando con el gobierno provincial, como se verá en el sub-siguiente acápite.

Según los dirigentes, estos mecanismos sirven para demostrar que, contrario a lo

que piensa el gobierno central, el territorio no está vacío, sino que está habitado

por pueblos que mantienen su propia lógica de relación con el espacio que,

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aunque ha sufrido cambios, es previa a la presencia del resto de actores. Así, los

distintos instrumentos mencionados buscan legitimar la prioridad que esta

población siente que debe tener en la toma de decisiones sobre los usos del

territorio y de los beneficios que se produzcan de su aprovechamiento.

 

III. La extracción de hidrocarburos en el río Pastaza

a) El inicio de la explotación petrolera: el Lote 1AB

La explotación de hidrocarburos en la zona empezó en los setenta en el Lote 1AB,

operado primero por OXY y, desde el 2001, por Plus Petrol. Este lote, ubicado en

las cuencas de los ríos Pastaza, Tigre y Corrientes, se sobrepone al territorio de

los pueblos Quechua del Pastaza, Achuar y Urarina y es, hasta el día de hoy, el

lote petrolero más productivo del país.8

A principio de los noventa, una serie de denuncias de derrames llaman la atención

sobre los problemas generados por las operaciones petroleras, principalmente en

el río Corrientes, donde está también el Lote 8. Esto inició un proceso de

demandas y negociaciones entre la Federación de Comunidades Nativas del Río

Corrientes (Feconaco), el Estado y la empresa, que duró varios años antes de

alcanzar resultados (Bebbigton, Scurrah y Bielich, en imprenta). A pesar de haber

sido declarada como “la región ambiental más dañada del país” (ONERN 1984 en

La Torre 1999) y de los estudios que demostraban la contaminación del agua

elaborados por Diresa y ONG internacionales, el Ministerio de Energía y Minas

                                                            8 Representando el 11% de la producción nacional de hidrocarburos, porcentaje superado solo por los lotes de producción de gas de Camisea (MEM 2010).  

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(MEM) amplió los plazos para aquellas empresas que no habían cumplido el

Programa de Adecuación y Manejo Ambiental (PAMA) -en hidrocarburos, solo

Plus Petrol-, creando la figura del Plan Ambiental Complementario (PAC). El PAC

que elaboró Plus Petrol solo comprometía a la empresa a adaptar su tecnología y

modernizar sus equipos, sin tomar en cuenta la necesidad de afrontar los impactos

ambientales y sociales generados por sus actividades, ni de reinyectar las aguas

de producción (Bebbigton, Scurrah y Bielich, en imprenta). Posteriormente, a

pesar de un nuevo estudio del Ministerio de Salud que arrojaba que el 99% de la

población superaba los niveles máximos permisibles de cadmio en la sangre y que

el 66% de niños superaba los niveles máximos permisibles de plomo, el MEM

decidió ampliar nuevamente el plazo del PAC hasta el 2010 (Fediquep 2010).

Fue solo después de la toma de las instalaciones de los lotes 1AB y 8 que el

gobierno y la empresa llegaron a la zona para negociar con Feconaco. Luego de

dos reuniones, en el 2006, se logró firmar el Acta de Dorissa en donde se

acordaron once compromisos, entre los que se incluyó la reinyección al 100% de

las aguas de producción,9 la ejecución de un Plan Integral de Salud por parte de la

Diresa y de un Plan Integral de Desarrollo a cargo del Gobierno Regional de

Loreto (GOREL). Estos acuerdos aún no han sido completamente implementados,

siendo este último el que ha implicado mayores complicaciones. Por otro lado,

según los informes de monitoreo de Feconaco, continúan habiendo derrames en

ambos lotes (Bebbigton, Scurrah y Bielich, en imprenta). En las negociaciones del

                                                            9  La obligación de  reinyectar  las  aguas de producción  se  establece  en  el 2006  en  el Reglamento para  la Protección Ambiental en las Actividades de Hidrocarburos (DS.015‐2006‐EM), pero solo para los yacimientos que todavía no estuvieran en explotación. En el Pastaza, se cumplió con el 100% de la reinyección el 2010.  

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Acta de Dorissa no participaron las federaciones de las otras cuencas que abarca

el Lote 1AB. Debido a ello, los compromisos no incluyen al río Pastaza, donde

Digesa no ha elaborado ningún informe sobre la situación de la salud de la

población. Existe únicamente un informe realizado en el 2009 por una estudiante

de postgrado de la universidad de McGill, de Canadá, que indica que el 41% de la

población tiene niveles de mercurio en la sangre mayores a los límites permisibles

según la Organización Mundial de la Salud. Recién este año, Fediquep ha logrado

comprometer a Plus Petrol a financiar un estudio sobre la salud de la población.

b) La aparición de los nuevos lotes

En la última década, el Estado ha seguido fortaleciendo sus políticas de promoción

de las actividades de hidrocarburos. En la cuenca del Pastaza, esto ha implicado

la creación de tres nuevos lotes: el Lote 144, ubicado en la parte baja de la cuenca

y operado por la empresa Karoon Gas Australia; el 101, ubicado en la parte media

y operado por Talisman; y el 102, en la parte alta, frente al Lote 1AB, operado

también por Plus Petrol (Mapa 2). A pesar de la ratificación del Convenio 196 de la

OIT por el Perú en 1995, estos procesos de concesión no han incluido la consulta

a los pueblos indígenas que habitan estos territorios. En lugar de esto, de acuerdo

al nuevo Reglamento para la Participación Ciudadana en las Actividades de

Hidrocarburos (D.S. Nº 032-2004-EM), PeruPetro ha informado a la población

mediante eventos presenciales sobre el proceso de suscripción de los contratos.10

                                                            10 El MEM ha publicado recientemente un reglamento para la aplicación del Derecho de Consulta. Sobre los comentarios a este reglamento ver: http://servindi.org/actualidad/45259. 

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En el caso del Lote 102, las primeras empresas operadoras fueron Ramshorn y

Shona Energy International. En las comunidades de Andoas Viejo, Andoas Nuevo,

Nuevo Porvenir y Los Jardines existen distintas opiniones sobre la posibilidad de

que inicie un nuevo proyecto hidrocarburífero en su territorio; no obstante, hay un

temor compartido de que se repita la misma historia que con Plus Petrol, quien

hasta hora tiene compromisos pendientes con ellas. Ante esto, Ramshorn les

aseguró que no iba a comportarse como esta empresa, prometiendo trabajo y

regalando computadoras, hornillas y planchas de calamina durante la elaboración

del EIA. No obstante, en el 2009, el MEM aprobó la cesión del contrato de licencia

del lote, permitiendo a Plus Petrol convertirse en el operador al tener una

participación del 51% (Gestión 2009), ocasionando malestar entre la población.

En el caso del Lote 101, las comunidades superpuestas al lote -Naranjal,

Sabaloyacu, Loboyacu y Soplín- se opusieron durante varios años al inicio de

actividades petroleras en su territorio, hasta que Talisman convenció a Soplín

mediante preventas para que acepte ser la base de sus operaciones. Luego de los

resultados del EIA, Talisman designó como su zona de impacto directo a

Sabaloyacu, Loboyacu y Naranjal, por cuya propiedad iban a pasar las líneas

sísmicas de exploración, excluyendo a Soplín, ubicada al otro lado del río. Esta

medida no tomó en cuenta que la población de Soplín, hasta hace cerca de 25

años, habitaba ese lado de la cuenca, donde todavía mantienen sus chacras,

purmas, y lugares de caza y pesca, y que la disposición de los títulos de propiedad

responde a una estrategia de las comunidades y organizaciones indígenas de

aprovechar las herramientas existentes para asegurar sus derechos sobre la

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mayor extensión posible del territorio. Así, cuando Soplín gestionó la ampliación

de su título debió escoger entre extenderse hacia abajo o titular la otra banda,

debido a las disposiciones del PETT, frente a lo que los pobladores prefirieron

titular la zona de abajo -que colinda con Loboyacu- para que esas tierras no

quedaran libres, mientras que las del otro margen quedaron dentro del título de

Sabaloyacu. No obstante, como las zonas de uso no correspondían a sus títulos,

ambas comunidades firmaron un acuerdo para poder mantener el

aprovechamiento de los recursos donde habían tenido la costumbre de hacerlo.

Según la población de Soplín, Talisman ha construído una de sus bases sobre su

antiguo cementerio, donde están enterrados los familiares que fallecieron por la

epidemia de sarampión por la que tuvieron que abandonar el lugar. Ante esto,

Talisman propuso que Sabaloyacu comparta con Soplín la compensación que se

le había pagado, pero esta comunidad no estuvo de acuerdo. Recién ante la

posibilidad de que Soplín presentara una demanda, arguyendo que la titulación es

solo un acto declarativo, no constitutivo de los derechos preexistente sobre el

territorio (García y Chirif 2007), Talisman ha aceptado negociar con ellos.

En el Lote 144, recién se va a iniciar el EIA. Mientras que para el personal de

Karoon Gas, la forma de Talisman de relacionarse con las comunidades,

aceptando todos sus pedidos, ha generado una relación de clientelismo, lo que a

ellos les dificulta el trabajo; para el presidente de Ainquerbap, la empresas tienen

que responder a las necesidades de las comunidades si quieren obtener la

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licencia social. Estas afirmaciones reflejan como, ante la falta de parámetros, no

existe claridad sobre los alcances que deberían tener estas negociaciones.

c) La regulación ambiental de las actividades hidrocarburíferas

Otro tema a analizar en este contexto es el de la regulación ambiental. Los

problemas identificados en la zona se relacionan con el hecho de que los

instrumentos de gestión ambiental –los EIA, PAMA y PAC-, que incluyen un Plan

de Manejo Ambiental (PMA), los presentan las empresas y son negociados en

cada caso. Esto implica que los estándares de calidad dependen del criterio del

funcionario de turno del MEM –quien tiene bajo su responsabilidad la revisión de

numerosos expedientes- y que, luego de aprobado, el Estado no tiene mayores

herramientas para solicitar una mejora de los parámetros ambientales, solo puede

fiscalizar su cumplimiento. Según el abogado Vladimir Pinto, los funcionarios de

Osinergmin han aceptado que el PAC del Lote 1AB no presentaba los mejores

mecanismos de remediación. Actualmente, la técnica de la empresa es enterrar el

petróleo y sembrar encima cepas de guaba que consumen el crudo. Esto genera

mucha incertidumbre entre la población; no obstante, Osinergmin no puede hacer

nada debido a que esos son los mecanismos establecidos en el PAC.

Por otro lado, las empresas tienen la obligación de incluir en el PMA, un Programa

de Monitoreo y Vigilancia Ciudadana, el cual busca que la población participe en el

seguimiento de las actividades petroleras. En el caso del Lote 101, Talisman

contrató y capacitó a algunos pobladores de las comunidades dentro de la zona de

impacto directo e indirecto. No obstante, a pesar de enseñarles el uso de GPS, no

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les dieron los aparatos para georreferenciar sus hallazgos. Solo les dieron un

cuaderno y les prohibieron tomar muestras, fotos y grabar videos. Por otro lado,

Talisman incluyó a estos monitores solo en apertura de trochas y el abandono de

las líneas. Estos no pudieron participar en las perforaciones ni en la etapa de

disparo. Los monitores de Soplín señalan que la empresa no estaba cumpliendo

con la reglamentación, al talar árboles que sobrepasaban el tamaño permitido, al

no respetar el margen establecido a la orilla de las quebradas para hacer los

pozos ni las colpas de animales en gestación. Debido a esto, Talisman ha tenido

que pagar una indemnización de S/.40 mil a la comunidad de Loboyacu.

Ante la necesidad de contar con un monitoreo independiente, Fediquep, con el

apoyo de Shinai y WWF, ha implementado un proyecto de vigilancia territorial.

Esto les ha permitido presentar denuncias sobre derrames y la no remediación de

pasivos ante Osinergmin, frente a las que PlusPetrol ha respondido que ellos

están cumpliendo con la legislación ya que los derrames han sido de menos de un

barril y que están cumpliendo con el PAC.

Los procesos descritos muestran cómo a pesar de algunos cambios incorporados

en la legislación, las prácticas y mecanismos de gobierno buscan asegurar la

continuidad de las actividades extractivas, lo que no garantiza mejores parámetros

ambientales ni la consideración de la población indígena al decidir sobre los usos

del territorio. Los pocos logros de las organizaciones indígenas se han alcanzado

gracias a su persistencia frente a falta de mecanismos para canalizar sus

reclamos y a las alianzas con ONG y algunos sectores del Estado. Por otro lado,

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Page 20: Iniciativas de gestión territorial en contextos de explotación petrolera: El caso del pueblo Quechua del Pastaza. Por Ahahí Chaparro

la falta de mecanismos claros de negociación también genera problemas a las

empresas quienes reciben las demandas de las comunidades que aprovechan su

presencia para suplir los vacíos que deja el Estado.

IV. El gobierno local y la gestión territorial

Paralelo al proceso de expansión de las industrias extractivas en el país se ha

producido, desde inicios de la década pasada, una de las más importantes

reformas del Estado: la descentralización (Azpur 2010). Con la caída del

fujimorismo, se volvió a plantear la necesidad de generar un modelo de

gobernanza que favoreciera una mayor participación de los diferentes niveles del

Estado en las políticas de gobierno. No obstante, el inicial entusiasmo ante esta

reforma se vio confrontado por las resistencias del gobierno central (Bajo La Lupa

2008). En este contexto, mientras los gobiernos regionales reclaman ser

consultados sobre el otorgamiento de concesiones, el Ejecutivo responde que

estos no pueden tener facultades sobre los usos del subsuelo (Burneo 2011).

Un espacio que puede abrir las puertas a un mayor debate sobre este tema son

los procesos de ZEE y OT que se están llevando a cabo en las regiones. Existen

muchas expectativas sobre el potencial de estas herramientas para prevenir los

conflictos sociales generados por la expansión de las industrias extractivas

(Postigo 2006). No obstante, hasta que no se norme el OT, para el cual la ZEE es

solo el insumo, no se puede saber cuáles son precisamente los alcances de esta

herramienta. Las regiones están proponiendo la aprobación de una ley que

reconozca como vinculantes los planes OT, pero para el Ejecutivo esta propuesta

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Page 21: Iniciativas de gestión territorial en contextos de explotación petrolera: El caso del pueblo Quechua del Pastaza. Por Ahahí Chaparro

resulta inviable (Burneo 2011). Queda pendiente la pregunta sobre la validez de

estos procesos si el gobierno central no los va a tomar en cuenta para decidir, por

ejemplo, la ubicación de los lotes de hidrocarburos.

En la Amazonía, tanto la descentralización como la ZEE están generando

importantes procesos de cambios y nuevos retos para los actores locales, como

en el caso de Datem del Marañón. Esta provincia, creada en el 2005 a partir de

una escisión de Alto Amazonas y tiene una población mayoritariamente indígena

constituida por los pueblos Shapra, Kandozi, Shuar-Wampis, Awajún, Shawi,

Shiwilo, Kukama-Kukamiria, Achuar y Quechua. El primer alcalde de la provincia

fue el dirigente Awajún miembro de CORPI, Emir Masegkai, del Movimiento

Integracionista Alto Amazonas (MIAP). Este gobierno municipal ha dado un

énfasis especial a la política ambiental local: ha creado la Dirección de Recursos

Naturales y Medio Ambiente –primera a nivel provincial en el país-, la Comisión de

Desarrollo Sostenible y Medio Ambiente y ha obtenido la Certificación de GALS111

con el objetivo de promover alternativas económicas sostenibles, como proyectos

de manejo de bosques y de captura de carbono.

La primera iniciativa de ZEE en la provincia fue la del Fondo de Promoción de las

Áreas Naturales Protegidas del Perú (Profonanpe). En el marco del Plan

Binacional de Desarrollo de la Región Fronteriza Perú-Ecuador, Profonanpe

recibió un fondo para el proyecto de Manejo de los Recursos Naturales en las

Cuencas de los ríos Pastaza y Morona. De acuerdo a Profonanpe (2010), estas                                                             11 Gestión Ambiental Local de Desarrollo Sostenible a nivel 1. 

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cuencas tienen características particulares al ser un territorio indígena con alta

diversidad cultural, ser el abanico fluvial más grande del mundo, con gran cantidad

de humedales e importante potencial para el secuestro de carbono y generar la

mayor producción petrolera a nivel nacional. Esto hace que sea un territorio

vulnerable, a lo que se suman las presiones que van a generar la construcción de

la carretera Interoceánica Norte y el interés de Ecuador de conectarse al Marañón

a través del Morona. Debido a ello se vio necesario elaborar una mesozonificación

para definir política de ordenamiento territorial que responda a sus características.

Profonanpe encargó la ZEE a la Universidad Nacional de la Amazonía Peruana,

quien la realizó siguiendo la metodología del MINAM. Este estudio identifica 18

zonas divididas en cuatro grupos y les asigna usos recomendables a partir del

análisis de sus potencialidades y limitaciones (Mapa 3). Así, se establece que,

para todas las zonas –salvo los lagos y asentamientos humanos-, la actividad

petrolera es de “uso recomendable con restricciones”, pero no se especifica el tipo

de restricciones que se deberían considerar para este territorio en particular, como

sí se hace para otras actividades. Esta ZEE fue aprobada por el gobierno

provincial en el 2007 y presentada al MINAM, quien planteó una serie de

observaciones relacionadas al nivel de participación de la población. Frente a esto,

se recogieron las opiniones de las organizaciones indígenas y se añadieron

algunas lecciones aprendidas sobre la importancia de incorporar el conocimiento

ancestral de los pueblos sobre su territorio, de establecer mecanismos de

participación que respeten el Convenio 169 de la OIT y de promover el desarrollo

de capacidades para garantizar la sostenibilidad de los procesos de ZEE y OT.

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Profonanpe reconoce que la información recogida responde a un modelo de

desarrollo distinto al de la población indígena basado en criterios productivos. No

obstante, plantea que puede servir como referencia para posteriores avances. Sin

embargo, para las organizaciones indígenas, esta ZEE no es válida debido a que

no ha sido concertada y que no respeta el modo en que la población indígena

concibe su territorio. Para ellas, el territorio ya ha estado categorizado, es solo que

no se habían documentado. Ante estas críticas, desde el 2008, el gobierno

provincial sacó una ordenanza -basándose en el Convenio 169 de la OIT y la

Declaración de la ONU sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas- para

empezar una nueva ZEE para toda la provincia. En este caso, la metodología fue

discutida y aprobada entre las autoridades y técnicos de CORPI y otras

federaciones indígenas, el gobierno provincial, Profonanpe y algunas ONG. Así, se

establecieron seis zonas de acuerdo a los usos y costumbres de cada pueblo:

zona ribereña, de uso socio-económico, de trasmisión de conocimientos, de uso

múltiple, de uso esporádico y de uso restringido, donde están las madres de los

animales y los bosques, donde se reproducen los animales.

Para el recojo de información, el equipo técnico, conformado por un representante

de cada pueblo, ha organizado talleres para identificar las zonas en los mapas y

ha recorrido las comunidades ubicando los puntos establecidos en base a un

muestreo. En el caso del pueblo Quechua del Pastaza, hasta el momento, se han

organizado dos talleres: uno en la parte alta y otro en la parte media de la cuenca.

En estos, cada comunidad ha ubicado una lista de 54 ítems, dentro de los que se

encuentran: lugares físicos –algunos con funciones religiosas-, como quebradas,

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cochas, cuevas y cataratas; caminos; actuales y antiguos asentamientos;

localización de eventos pasados, como batallas o antiguos entierros; zonas para

actividades rituales, como la búsqueda de visión; lugares donde habitan seres no-

humanos; espacios relacionados al conocimiento sobre la actividad animal, donde

estos comen, se reproducen y se refugian; zonas de actividades económicas;

zonas de abastecimiento de recursos, como de palmas y madera, plantas

medicinales o sal; pozos petroleros; concesiones forestales; extracción de madera

ilegal; zonas donde habita, caza y pesca la población mestiza; entre otros. Estos

serán agrupados en las seis zonas antes descritas.

Por el momento, falta terminar de recoger la información de los pueblos Quechua,

Shawi y Awajún. El MINAM ha recomendado incluir información física, como los

tipos de suelo, vegetación y mapas de clima, sin lo cual no piensa aprobar la ZEE,

y ha denunciado la ordenanza provincial ante el Tribunal Constitucional. El

gobierno provincial anterior debía incluir estas recomendaciones en una nueva

ordenanza municipal, pero esto no se concretó. No obstante, elaboró un Acta de

Gobernabilidad para comprometer al nuevo alcalde a continuar con el proyecto.

Este, al firmar, dejó como acotación la necesidad de que la ZEE tomara más en

cuenta a la población mestiza, pero no ha hecho la ampliación del presupuesto

para continuar con la agenda pendiente. El gobierno anterior no incluyó la ZEE en

el último presupuesto participativo, por lo que existe el riesgo de que se paralice.

Las autoridades y técnicos involucrados reconocen que el proceso no ha estado

exento de problemas. Ellos han debido disipar las inquietudes de las comunidades

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ante la posibilidad de que la ZEE implique la prohibición de la explotación

petrolera, explicando que se trata de una herramienta que permite contar con

información para la posterior toma de decisiones, para la cual se deberá tomar en

cuenta la consulta a los pueblos indígenas. Para ellos, esta ZEE permitiría

identificar a estos pueblos, para lo cual no existen herramientas claras a nivel

nacional, así como mostrar en detalle la superposición de las líneas sísmicas, los

pozos, los oleoductos y las carreteras sobre los territorios indígenas.

La comparación entre ambas ZEE evidencia como cada forma de producción de

conocimiento se enmarca en una racionalidad distinta que prioriza diferentes

criterios para la toma de decisiones. Es en este contexto que debe entenderse la

reacción de las organizaciones indígenas ante la posibilidad de verse nuevamente

excluidas de un mecanismo de gobierno cuyo objetivo final es definir los usos del

territorio. No obstante, al reafirmar la relación polarizada entre el dominante y el

excluido, este mecanismo es apropiado en tanto instrumento de reivindicación, sin

facilitar el reconocimiento del otro como interlocutor.

V. Conclusiones

Esta investigación analiza cómo la disputa entre distintas lógicas territoriales en el

contexto de expansión petrolera está reconfigurando las nuevas formas de

gobernanza en la Amazonía peruana. Para ello, se ha buscado tomar en cuenta

cómo las estrategias de los distintos actores se han ido transformando al tener que

interactuar con los demás y buscar afirmar su control sobre el territorio.

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En este sentido, dentro de la lógica de expansión de las industrias extractivas –

promovida por el poder Ejecutivo y el sector privado- se ha incorporado, en los

últimos años, nuevas prácticas y mecanismos de gobierno para proporcionar

mayor información y fomentar la participación de la población local. No obstante,

en tanto estos siguen respondiendo a la lógica que concibe como único uso

“racional” de los recursos su extracción para la exportación, lo que estos buscan

es legitimar la continuidad de estas actividades, no incluir a la población en las

decisiones ni debatir sobre las mejores condiciones para su ejecución.

Por otro lado, desde algunos sectores del Estado se ha promovido un modelo de

gobernanza que incluye a los gobiernos sub-nacionales y promueve el debate

sobre los mejores usos del territorio. Sin embargo, dentro de esta lógica, ha

primado una racionalidad técnica productiva que ha dejado de lado las

implicancias políticas de considerar ciertas formas de conocimiento para la toma

de decisiones. En este contexto, las organizaciones indígenas al ir ganando

espacio dentro de los gobiernos locales, han aprovechado la institucionalidad del

Estado y han reformulado los mecanismos de gobierno para posicionar sus

demandas y visibilizar sus propias formas de relacionarse con el espacio. No

obstante, al priorizar los elementos que ellas consideran relevantes para la toma

de decisiones, también han excluido el resto de actores, generando conflictos con

los mestizos y los organismos del Estado encargados de estos procesos.

Así, la ZEE se ha convertido en un nuevo espacio de disputa en un contexto en

donde existe un sector de la población que se siente históricamente excluido y

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que, ante las experiencias que han tenido con los distintos actores que han

entrado a la zona, han generado una fuerte desconfianza frente a las iniciativas

que provengan de fuera, sobre todo si estas nuevamente no los consideran. Esto

ha generado que la búsqueda de legitimidad no se enfoque en el Estado, sino en

los tratados y convenios internacionales que les otorgan mayores herramientas

para garantizar sus derechos. Sin embargo, parece ser que olvidan que, para

aprovechar la institucionalidad del Estado en el nuevo contexto en donde los

gobiernos locales tienen mayores competencias, deben negociar la construcción

del interés público con los otros actores si quieren darle continuidad a sus

propuestas.

A nivel nacional, la ZEE está encontrando algunas resistencias, principalmente

desde las empresas y el gobierno central, quienes están promoviendo que se

discuta una norma de OT que reduzca las competencias de los gobiernos sub-

nacionales. Esto se puede entender en tanto este mecanismo implica un cambio

de lógica, una racionalidad distinta, que prioriza la planificación antes que la

imperativa extracción de recursos naturales. Sin embargo, aunque son procesos

recientes, la ZEE y el OT, al abordar directamente el problema sobre decisiones

de los usos del territorio, proporcionan mayores herramientas que los otros

mecanismos de gobierno para evidenciar los distintos intereses y generar

espacios para discutir y definir este interés público.

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Page 28: Iniciativas de gestión territorial en contextos de explotación petrolera: El caso del pueblo Quechua del Pastaza. Por Ahahí Chaparro

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VII. Anexos Mapa 1: Comunidades Nativas tituladas de las zonas altas de los ríos Huitoyacu, Huasaga, Manchari y Pastaza.

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Page 33: Iniciativas de gestión territorial en contextos de explotación petrolera: El caso del pueblo Quechua del Pastaza. Por Ahahí Chaparro

Fuente: IBC, 2010. Mapa 2: Lotes petroleros en Daten del Marañón

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Page 34: Iniciativas de gestión territorial en contextos de explotación petrolera: El caso del pueblo Quechua del Pastaza. Por Ahahí Chaparro

Fuente: Shinai. Estado de los lotes no actualizado. Mapa 3: ZEE Pastaza – Morona

Fuente: Profonanpe (2010)

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