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INTRODUCCIÓN A LA EPISTEMOLOGÍA
Para el Primer Semestre de la Escuela de Economía Política
Profesor Vladimir Lazo García
I.- Justificación
Introducción
Forma de presentar el problema
Recomendación
I.- La tarea de la ontología
II.
1.- Primera gran ontología
2.- Secunda gran ontología
3.- Tercera gran ontología
4.- ¿Cuarta ontología?
Recapitulación
II.- Desarrollo
1.- Primera gran ontología
a. La polis o ciudad estado
b. La racionalidad que produjo el pueblo griego
2. Segunda gran ontología, derivada de la ciencia moderna
3. Tercera ontología
I. Justificación
El presente escrito tiene sólo el siguiente fin: introducir a los estudiantes del primer semestre de la
Escuela de Economía Política de la Universidad Bolivariana de Venezuela -a quienes va dirigido,
que por primera vez estudian la materia Epistemología, en un tema específico de la reflexión
filosófica, tan viejo como ella misma, que es el tema ontológico; en segundo lugar, debe servir en
tanto que no es otra cosa que una guía o una introducción con la que el profesor dicta su clase-,
para ayudar a suplir la deficiencia en el conocimiento de la filosofía en general, y especialmente,
del tema que aquí se expondrá, cuyo tratamiento, corno sucede con el de cualquier tema filosófico,
será hecho desde un determinado punto de vista que se hará explícito al comenzar la exposición.
Las deficiencias en los conocimientos de los bachilleres sobre la filosofía y su historia, y sobre la
cultura en general, son conocidas en forma suficiente, de manera que no es necesario insistir ahora
sobre ellas, pero sí mencionarlo, pues se observan con mucha frecuencia en los egresados de
nuestro bachillerato; en tercer lugar, el presente texto tiene otra intención, que consiste en hacer
del conocimiento de los estudiantes, que la disciplina que comienzan a estudiar, la Economía, que
tiene como objeto las teorías relativas a la óptima combinación de los factores productivos que la
ciencia económica identificó en el pasado, a saber, tierra, trabajo y capital, con el fin de que el
factor capital se reproduzca óptimamente, y que, por lo tanto, no es neutral sino que es la expresión
teórica de los intereses de una parte de la sociedad, de aquella parte que es dueña de los capitales,
cuya optimización comienzan a estudiar en la teoría, y que en el mundo real lo harán mediante las
tecnologías derivadas de ellas.
Tal objeto, entonces, se refiere a un cierto tipo de sociedad, que es dentro de la que viven y
continuarán viviendo, y es dentro de la cual se aplican las tecnologías económicas, y las políticas
económicas, que en el transcurso de la carrera estudiarán; pero que todo ese saber se refiere sólo al
aspecto económico de la sociedad, el cual es un aspecto parcial de la vida social, histórica y cultural,
siendo éstos otros de imprescindible estudio, para entender lo económico dentro del sistema
complejo de relaciones con el resto de la vida social, por tratarse la economía de una ciencia social
y no natural.
El mencionado entorno contiene, por lo tanto, dentro de sí mismo, todo el resto del mundo social
e histórico, el cual, en forma de cultura, contribuye a estructurar, junto con las formas de la
conciencia económica, en cada época, el resto de la conciencia del ser humano. Por lo que se puede
concluir, que el aspecto económico, y las teorías y tecnologías referentes a él, guardan una estrecha
y sistemática relación, en cada época del desarrollo de la sociedad, con aquel entorno histórico
cultural, en el cual existen formas de racionalidad compartidas, que originan versiones generales
acerca la naturaleza y la sociedad. Pero estas formas de la racionalidad, compartidas socialmente,
han determinado en el pasado, y determinan siempre nuestras versiones acerca de la sociedad y la
naturaleza, y son algunos de los temas de los que se ha ocupado la filosofía desde sus primeros
fundadores en la Grecia clásica. Y son un aspecto central de la experiencia intelectual del hombre,
que las vive de forma inconsciente o consciente, pero que son un aspecto situado tanto en el centro
mismo tanto de las determinaciones de la sociedad como de las teorías acerca de ella. Por ello están
presentes dentro de las ciencias económicas, aun cuando, algunas veces, no haya sido reconocido
tal hecho en su centralidad en sus exposiciones, pese a que en los últimos lustros se hayan hecho
avances en sentido positivo al respecto.
Introducción
Refiriéndonos al nombre de la materia que se comenzará a exponer. Es preciso recordar que
“Epistemología” es el nombre que se aplica, sobre todo a partir de los años veinte del siglo veinte,
al grupo de temas y disciplinas que anteriormente se denominaban o que se incluían dentro de la
gnoseología, la metafísica, o la teoría del conocimiento, y otras denominaciones, siendo su objeto,
no sólo una parte de los temas propios de la filosofía, sino su centro mismo.
El cambio de nombre resultó de la muy fuerte influencia de las tesis de un movimiento filosófico
y científico surgido, como se ha mencionado en el párrafo anterior, en los años veinte del siglo
veinte, y que irrumpió en el panorama de la filosofía y de la ciencia, generalizándose luego a toda
la cultura en general. Este movimiento, que tuvo su origen en los llamados Círculo de Viena y
Círculo de Berlín, originados en ambas ciudades, se hizo conocer como positivismo lógico,
empirismo lógico, filosofía analítica, y en sus varias derivaciones posteriores fue adoptando otros
nombres. Epistemología se prefirió en esa época pues se consideraba desligado de los temas de la
tradición metafísica anterior, y apto para afirmar un nuevo tipo de propuesta filosófica -que hoy
nos parece un poco forzado e ingenuo, al igual que lo fue para algunos contemporáneos-, orientado
por una fuerte orientación anti-metafísica y de conversión de la filosofía en filosofía científica e
incluso en ciencia. En consecuencia, aséptico en cuanto a referencias metafísicas. En consecuencia,
hablaré en este texto, de un tema propio de la filosofía, uno de los que definen la forma esencial
del contenido y la fisonomía específica de la filosofía occidental, me refiero a la ontología.
No haré una exposición sistemática ni erudita pues se trata de una introducción en la que no es
posible ahondar demasiado en un asunto tan complejo y con un conjunto muy grande de precisiones
tanto en su contenido como en las expresiones lingüísticas con las que ese contenido debe ser
expuesto. Por lo tanto, me restringiré a aspectos muy limitados del problema, con la sola intención
de hacer inteligible, en la medida de lo posible, el último tema, que es el asunto del nihilismo o, la
nada, como perspectiva, propia de la cultura postmoderna, sobre el que elaboraré algunas
argumentaciones críticas.
Forma de presentar el problema
Haré entonces una exposición en la que intentaré poner de manifiesto dos asuntos, en primer lugar,
las líneas básicas de tres formas generales de asumir la realidad, y tratarla, es decir, dependientes
de lo que se considera que es su contenido.
Por otra parte, algunos instrumentos por medio de los cuales fue pensada. Es evidente que con ese
procedimiento se realiza una reducción tanto del objeto como de los instrumentos. Sin embargo,
reducir el problema a esos dos aspectos, puede servir de guía —sólo guía-, para la comprensión del
asunto que en este caso consiste en visualizar de alguna manera el problema ontológico. Los
alumnos, no están obligados a ceñirse a lo que en el texto se trata, al contrario, su tarea consiste,
como estudiantes, en investigar más allá de la letra de este escrito, y ampliar el panorama expuesto
en él y enriquecerlo con su propio esfuerzo.
Las referencias, exposiciones y discusiones, sobre las diferentes posiciones y teorías, serán
reducidas al mínimo indispensable para lograr la comprensión de algunas de las ideas sustentadas.
Con lo cual es posible, en cambio, desarrollar algunas líneas maestras, útiles para seguir un curso
de exposición, que nos permita hablar de algunas de las ideas, formas y conceptos de lo que
llamamos ontología.
Podría parecer que el tratamiento de algunos aspectos de la figura filosófica de Parménides de Elea,
filósofo griego vivido en la segunda mitad del siglo VI y la primera del siglo V, es desudadamente
largo, pero es preciso decir también, que fue ese filósofo quien le puso su huella, y le marcó una
buena parte del camino a todo el desarrollo de la lógica antigua hasta Aristóteles, a la ontología y
la metafísica de occidente, y al asunto de la nada, con la que tiene una relación eminente, pues, la
historia del ser, o sea la ontología y la metafísica, tienen en su filosofía una matriz productiva muy
potente.
Recomendación
Es bien sabido que acudir al significado de palabras de la filosofía, como nos aparecen en los
diccionarios, inclusive en los diccionarios filosóficos, con la finalidad de tener, de una idea, su
contenido, sirve sólo de guía, y además, en algunos casos poco confiable, si se trata de palabras
que se refieren a temas con una historia tan rica y variada como la palabra ontología, y todas las de
la filosofía, cuyo contenido es tan viejo como la misma filosofía y en consecuencia, tan antiguo
como la propia cultura que floreció en occidente, por lo que la primera consideración que es preciso
hacer, es la de tomar en cuenta esa historia cuando se intenta comprender su contenido, pues, en
filosofía, las ideas y los conceptos, no pueden ser desligados de su historia, pues al hacerlo no se
comprenden, tanto más, cuando se trata de la ontología, o la metafísica -que en muchas ocasiones
tratan de lo mismo-, su contenido es también su propia historia.
Por lo tanto, acudir al diccionario de filosofía para ilustrarnos sobre ideas con una historia tan
antigua puede ser útil, pero con la condición de que no nos quedemos en él, y continuemos la
investigación con la finalidad de aclararnos para tener concepciones claras en lo posible sobre sus
contenidos.
I.-
La tarea de la ontología
La ontología tiene como tarea la de investigar “el ser como ser” o, en la versión de Aristóteles muy
posterior a Parménides-, al “ente en cuanto ente”, siendo el referente, el “ser”; “lo que es”, el
llamado igualmente “ser comunísimo”. Lo que significa encontrar sus estructuras y sus principios.
Puestos a reflexionar sobre el asunto, se pueden presentar al menos dos modalidades, la primera es
la de asumir la posición que puede definirse como originaria, que consiste en estar el hombre y el
ser uno frente al otro, y la tarea entonces es puramente objetiva, o sea, averiguar las estructuras y
principio objetivos por medio de los cuales ese objeto exterior a nuestras mentes debe ser y puede
ser conocido; la segunda es la de considerar que en la búsqueda, la estructura subjetiva del
interrogador tiene relevancia en la respuesta, no desde un punto de vista individual, sino desde el
punto de vista de que la pregunta se hace desde la estructura de la razón humana, y por lo tanto, la
respuesta, está determinada por ella.
Pero la ontología en su versión cristiana-, tiene otro tema, que es el ser del que todo depende o
tiene su razón de ser: o sea dios, el Dios de la teología cristiana, que es un ser más restringido, pero
paradójicamente, es aquel del cual, para la teología cristiana, todo depende.
Podemos decir, que plantearse el problema ontológico implicó, dentro de la especulación filosófica
griega, que fue la que la inició en occidente, la operación que consiste en construir e identificar las
condiciones por medio de las cuales la realidad es pensable, o inteligible, situadas, desde el punto
de vista objetivo, en la realidad; pero igualmente, v desde otra perspectiva, que tales condiciones
se encuentran en el pensamiento que se interroga. No se trató sólo de pensar en qué consiste lo que
se presenta ante nuestros sentidos, sino igualmente reflexionar cómo eso se constituye para
nosotros bajo la forma de la realidad. Dado esto último, me referiré a algunas de las ontologías que
en el mundo occidental han intentado identificar, en primer lugar, la realidad como objeto exterior
inteligible, en segundo lugar, plantearse la pregunta sobre ese mundo exterior, mediante alguna
forma de denominación: como “el ser”, “lo ente”, y en consecuencia dirigir la mirada al
pensamiento, que es el que puede definirlo; y en tercer lugar, y en estrecha relación con lo anterior,
dada tal identificación de la presencia del ser, o de lo que es, con la realidad, las posibilidades de
pensarlo como un todo inteligible y, en haciendo lo cual, conferirle su forma racional, que es,
precisamente la forma del pensamiento; por lo que la filosofía, desde sus inicios, ha asumido el
doble trabajo de ser, por una parte, teoría del pensamiento, y, en segundo lugar, teoría de la
pensabilidad de la realidad. Invirtiendo los términos de la relación, como sucede a partir de la
filosofía moderna, por obra de la presencia y del influjo de la exposición da la ciencia físico-
matemática inaugurada por Galileo Galilei, y de la revolución cartesiana en la filosofía: comenzó
a interrogarse por el objeto exterior, y terminó transformado el pensar en el objeto de reflexión,
pues es por medio de las operaciones del pensar, que la realidad se vuelve realidad inteligible. En
consecuencia, volver a la realidad un objeto del pensamiento, y definirla en un proceso de encontrar
dentro de éste, las estructuras que la contienen y a partir de éstas, derivarla nuevamente.
Sin dejar de asumir lo anterior, como un problema, como ha sido durante toda la época moderna,
y no como una certeza que dice que el pensamiento agota la realidad; pero de la misma manera
alejando siempre la posibilidad de asumir lo dado y el pensamiento, como términos irrelativos. Con
la expresión “pensamiento que piensa la realidad”, se afirma, desde el inicio, algo que contiene las
dos instancias propias de la filosofía, aquellas sine quibus non existiría, a saber, la realidad misma,
y el pensamiento que la piensa; pero la realidad misma, o sea, lo que es, se encuentra frente a
nosotros como objeto exterior, pero en la misma medida se encuentra dentro de nuestras
representaciones y dentro de nuestro pensamiento, pues éste, en cada momento, tiene como su
contenido ese mundo que se despliega ante nuestros sentidos y, por obra de la estructura de la razón
-igual para todos,- se vuelve objetivo y no sólo el contenido de un individuo sin posibilidad de
comunicarlo. Por lo cual, aquello desde lo que se parte, es siempre su presencia, bajo la forma de
la representación y del pensamiento. Y desde éste, es desde donde se enuncian sus estructuras
básicas, enunciando en el mismo acto, las del pensamiento que las enuncia, constituyendo ambas
aquellas por medio de las cuales se piensa la realidad y aquellas con las que el pensamiento la
piensa y se piensa a sí mismo.
Referirme a lo anterior en el siguiente texto, tiene el propósito de mostrar, a través de una
exposición esquemática, algunos temas de lo que llamamos ontología, para mostrar que la
comprensión del mundo en el que vivimos, está íntimamente relacionada con su historia que se
aproxima a los tres milenios, y que de esa historia es preciso tomar algunos de los aspectos relativos
a las ideas que se han tenido en occidente sobre la razón y sobre las formas dinámicas en las que
la razón, como función que reside en todo ser humano se ha plasmado en la historia y la ha definido,
y lo sigue haciendo.
Peguntémonos: ¿Plasmación de ideas en la historia? La pregunta tiene pertinencia porque se podría
pensar que estoy afirmando la prioridad del mundo ideal, sin conexión con el mundo histórico, en
la construcción de la realidad, y, por lo tanto, que la historia se hace porque algunas ideas que se
originan en grandes mentes, se aplican, pero en realidad no es eso lo que afirmo. Creo que la
relación entre la dinámica propia de la sociedad, de la que lodos somos actores, por una parte, y el
pensamiento -el cual transforma la representación que nos hacemos en nuestras mentes acerca del
mundo social y del conflicto social, en explicaciones y teorías de tal dinámica-, por otra parte, es,
de esa relación, de donde se producen los motivos de los cambios en la historia y en la sociedad.
Así que, la relación entre el mundo en el que vivimos, que es el agente fundamental para la
construcción de nuestra conciencia, y en ella, de todos sus contenidos y formas de acción y
valoración, y la fuerza de nuestro pensamiento para trascender tal construcción, ligada al puro
mundo objetivo, es elemento activo en la respuesta al interrogante dicho antes: el pensamiento que
se plasma en el mundo social, que produce los cambios, es aquel que, teniendo como premisa el
reconocimiento de la forma verdadera del mundo socio histórico real en su dinámica, puede
comprender su tendencia e insertarse en ella, construyendo en la teoría, el sentido de tal tendencia.
Por lo que la intención es también la de plantear la posibilidad de situar el presente histórico y su
posible interpretación “ontológica”-, dentro de la historia de las diferentes formas de comprender
la realidad, mediante visiones generales, o sea, ontologías. No desarrollaré una, o algunas filosofías
particularmente, enunciaré en sus líneas gruesas, algunos de los extremos dentro de las cuales se
enunciaron. Con lo cual, nuestra tarea es considerablemente más breve.
Finalmente, deberían ser tomados en consideración algunos lineamientos del actual tiempo
histórico, como he mencionado más arriba, que determinan la ontología o lo que podría ser lo
mismo, de la estructura del “ser”, de nuestro tiempo-, y algunas formas por medio de las cuales
tomamos conciencia de la historia, y de lo que llamamos tal, o de su ausencia, y del tiempo como
algo diferenciado de la historia o de su identidad con ella.
II.
Primera gran ontología
Aquello de lo que hablaré como “primera gran ontología” no es, en rigor, una ontología particular,
es decir, no es la filosofía propia de un filósofo, pues la filosofía no es algo personal, existe un
objeto de la filosofía y un problema básico de ella, que ha sido tratado desde diferentes puntos de
vista por diferentes pensadores. Por ello trataré, en primer lugar, los límites dentro de los que se
dieron algunas de las grandes ontologías, o metafísicas, desde sus inicios hasta el siglo XVII,
centradas en la idea de la presencia de la realidad, en la forma de cosas, o sea, la realidad entendida
como el conjunto de las cosas que la pueblan; que pueden responder a la pregunta de: ¿Qué hay?
con la respuesta que afirma: “todo”, y todo significa el conjunto de las cosas. (Ver Willard v. O.
Quine, Desde un punto de vista lógico Cap. 1, la exposición del problema, desde el punto de vista
de uno de los mayores expositores de la lógica matemática).
Segunda gran ontología
A partir del siglo XVII nos encontramos con una inflexión en la cultura occidental, que se originó
por la enunciación de la ciencia fisicomatemática moderna por obra de Galileo Galilei. Después de
los trabajos de Galileo la teoría acerca de lo que es la realidad cambia sustancialmente, ahora no
son cosas lo que define la realidad, sino que, en el mundo de nuestros sentidos, ellas son sólo la
apariencia o el fenómeno exterior de algo otro, o sea, de las fuerzas de la naturaleza.
La obra de Galileo Galilei obligó a sus contemporáneos y sucesores, y a toda la cultura científica
y filosófica occidental, a interpretar y comprender su obra, algunos de cuyos términos fueron los
relativos a la dilucidación de las condiciones por medio de las cuales, el mundo de los fenómenos,
o sea, mundo del devenir y del movimiento, de lo que nunca es igual a sí mismo, podía ser conocido
de forma verdadera sólo según formas que ellas mismas no están ni en el movimiento ni en el
devenir, o sea, las formas de la geometría y de las matemáticas.
Pero estas últimas formas son producto de la razón humana, pues son algunos de sus lenguajes
artificiales, por lo que el mundo físico, es cognoscible y tiene su forma verdadera, en tales lenguajes
que son los que lo enuncian de forma verdadera. Esto conlleva que, por una parte, tenemos un
mundo de la apariencia: el mundo que nos rodea, y que denominamos mundo de la realidad; pero
él se nos revela como un término medio entre dos extremos que son, por una parte, su estructura
matemática, que se encuentra más allá de esa apariencia, y no es perceptible por los sentidos, pues
son en realidad las fuerzas de la naturaleza, que para nosotros tienen forma matemática, y en el
otro extremo, la razón y el intelecto, que es la función que produce los sistemas lingüísticos
artificiales geométricos y matemáticos, que son la versión verdadera de la naturaleza, por medio
de los cuales la entendemos.
Pero tenemos que darnos cuenta, que ambos extremos son, en realidad, el mismo: la estructura
matemática de la realidad, que es la enunciación de las fuerzas naturales, está puesta por la razón,
que es el otro extremo de la relación antes mencionada.
Este asunto será uno de los objetos básicos de la Crítica de la razón pura, de 1781 de Enmanuel
Kant, obra que conduce la reflexión filosófica por un camino diferente del recorrido por toda la
tradición moderna, iniciada por Galileo y Renato Descartes, y qua, con el pensador alemán, las
tendencias racionalistas y empiristas encuentran una sistematización provisoria, como todas las de
las ciencias y la filosofía, en una teoría en conjunto de la razón y de la realidad, en forma, esta
última, de experiencia, en una síntesis cuyo centro son las ideas de sintético a priori y la percepción
trascendental.
La idea según la cual, la naturaleza está animada por fuerzas, enunciadas en lenguaje matemático,
desplaza entonces las ideas de esencia o de sustancia propias de la metafísica tradicional, y
progresivamente, todas las restantes ciencias asumieron los puntos de vista de la ciencia galileana
como suyos, y vemos que la idea de fuerza natural, rige la estructuración de todas ellas a partir de
la física moderna, por lo que sí pensamos en, qué es la naturaleza, y si queremos instaurar un
discurso científico, debemos referirnos a la idea de que su contenido son las fuerzas que la producen
y reproducen en sus variadas formas fenoménicas y no podemos referirnos el mundo fenoménico
o de la apariencia, que es más bien expresión de aquellas fuerzas; no perceptibles por los sentidos,
pues lo perceptible son sus efectos, a partir de los cuales, se interrogó Galileo por la estructura
matemática que les subyace.
Tercera gran ontología
En tiempos paralelos a la exposición de la moderna versión verdadera de la realidad por obra cicla
ciencia físico-matemática, tenemos el primer gran impulso del capitalismo, que genera a su vez,
otra versión de la realidad, no del mundo natural, sino de la constitución de, 1) la sociedad v 2) las
estructuras y formas del domino político, y de las formas jurídicas, cuyo centro comenzó a ser, para
ambos aspectos, la transformación de todo producto en valor de cambio, a través de la producción
y reproducción programada de la vida material de la sociedad mediante los métodos del
capitalismo, que es el agente que produce una versión de la realidad paralela en el tiempo a la de
las ciencia naturales, centrada, como he dicho, en la transformación de todo el producto social en
mercancía o valor de cambio.
Es así que los capitalistas individuales, junto a reyes, papas y príncipes detentadores todos de los
poderes constituidos, desde tiempos muy tempranos, trabaron una alianza estratégica con los
científicos y con los técnicos, cuyos conocimientos sirvieron para desarrollar sus sistemas
productivos y defensivos, de manera que la optimización de su funcionamiento, con la consiguiente
optimización del volumen del producto se vuelca en forma de valores de cambio en el mercado. Es
éste, un proceso cuyo pasado es parte del pasado remoto del mundo moderno.
¿Cuarta ontología?
El nihilismo consumado, o lo que algunos pensadores consideran como el actual contenido del
mundo de la realidad, es decir, la nada, es el resultado, según los autodenominados filósofos
postmodernos, del agotamiento de la civilización occidental. Piensan que el programa cultural de
occidente, que comenzó y tuvo su fundación en la Grecia antigua -con el posterior agregado de la
civilización Romana-, se agotó porque desarrolló todo su potencial y en consecuencia no queda
ningún valor en occidente de su programa originario que le nutrió todo su desarrollo. Pero tal punto
de vista es problemático, es sólo una conjetura, muy fuerte desde el punto de vista argumentativo,
desarrollada por Martín Heidegger en su interpretación de la personalidad filosófica de Friedrich
Nietzsche. Su pertinencia es cuestionada y resulta posible plantear alternativas con sentido
diferente a las afirmaciones de los llamados postmodernos. Se verá en el artículo denominado
“Postmodernidad y política imperial".
Recapitulando Se puede decir que, según la versión sobre la realidad, asumida bajo la forma de su
presencia, que duró hasta el siglo diecisiete con toda la arbitrariedad de tal demarcación temporal-
, aquella, estaba hecha de cosas, y comprender ese mundo e las cosas, y desentrañar su esencia y
su substancia, y la estructura de los seres, era la tarca de todo el esfuerzo del pensamiento científico
y filosófico.
A partir de Galileo Galilei, como hemos visto, el mundo natural es conocido por la ciencia como
mundo regido por fuerzas naturales siendo éstas su contenido verdadero, perceptibles sólo por sus
efectos, pero su enunciación tiene la forma de la geometría y de la matemática, por lo que la verdad
ya no reside en la cosa sino en la fuerza, expresada bajo la forma de tales lenguajes artificiales de
la razón; las cosas son por ello, la expresión física de las fuerzas naturales, por lo que la verdad
comenzó a tener la forma del sujeto - que es la razón-, y no la forma de la cosa, lo que además
inauguró la época de la verdad en su forma subjetiva -o intersubjetiva-, en función del método, de
la siguiente forma: a partir de las conjeturas teóricas enunciadas en lenguaje matemático, se derivan
-según el método lógico diseñado por los científicos-, sus predicciones, que se ponen a prueba en
los laboratorios a través de una cadena de experimentos, éstos se describen y se narran los
resultados en forma de protocolos de observación, y luego se comparan los dos sistemas
lingüísticos, las predicciones v los protocolos experimentales, v si hay correspondencia entre ellos,
quiere decir que las predicciones de la teoría corresponden al comportamiento del mundo natural,
según el proceder llamado modus ponens de la lógica clásica. Tanto la conjetura matemática, como
la metodología lógica de derivación de las predicciones, como la cadena experimental, como los
protocolos de observación, son todos producto de la razón, por lo cual, lo que se trata de verificar
será siempre aquello que la razón ha logrado construir a partir de sus preguntas a la naturaleza,
preguntas las cuales están formuladas en el lenguaje humano geométrico y matemático y es
organizado de forma lógica que es igualmente un lenguaje artificial humano; así, la fuerza es el
centro de la versión moderna de la naturaleza, la cual es su expresión física, como he dicho antes.
II
Desarrollo
1.- Primera gran ontología
Para comenzar, me referiré a la primera gran ontología de occidente, que fue el resultado de un
largo proceso para clarificar en forma definitiva sus problemas y las respuestas que les dieron los
primeros filósofos. Comenzó su proceso de constitución en épocas remotas, y llegó a su
maduración y finalización entre los siglos seis y tres antes de Cristo, es decir, en el llamado período
clásico de la cultura griega de la antigüedad.
Para la reconstrucción de tal período, los especialistas desde la misma antigüedad se han servido
de los indicios documentales, fragmentarios y siempre escasos, junto con los restos arqueológicos,
que han sobrevivido ambos al afán destructivo de las posteriores formas de civilización, ejecutado
tal afán de muchas diferentes formas, incluidas, entre ellas, la destrucción intencional de los
documentos y de edificaciones. Así, en el caso de las antiguas culturas griega y romana, la labor
de su conocimiento contiene una fuerte dosis de reconstrucción. Pero es preciso decir, de igual
forma, que una gran parte de la supervivencia de la documentación ha sido el resultado de una
legión de personas de alta sensibilidad cultural, o de alta cultura; con respeto por lodo el hacer
humano, pues han sabido siempre, que ella es el resultado de enormes esfuerzos de estudio y
reflexión y de amor a valores como el puro saber aunque el saber mismo no haya sido siempre
resultado de búsquedas desinteresadas-, resultado del amor a sus semejantes, como para dedicarles
sus vidas enteras a producir dentro del mundo del pensamiento y de las obras físicas, aquello que
hace la vida más completa y consciente.
Este culto y humano celo milenario, descrito de forma resumida en extremo, contrasta con lo que
vemos en estos tiempos de horror, en los que una potencia mundial, los Estados Unidos de
Norteamérica -la cual tiene como intención desde mucho antes de la Segunda Guerra Mundial -
seguramente incluso desde su fundación-, la de apoderarse con cualquier medio y a cualquier costo
de las riquezas de todos los pueblos del mundo, realizándolo en la actualidad de muchas maneas,
entre ellas la invasión genocida v etnocida, y destinada entre otras cosas, además del saqueo de su
riqueza petrolera, a la destrucción de la cultura árabe iraquí, descendiente del antiguo Sumer y la
antigua Babilonia, país al que le han destruido casi todo su pasado histórico y cultural, quedando
muy poco de él; víctima del saqueo sistemático por parte de las tropas norteamericanas, sabiéndose
ya, que lo no destruido se encuentra en los EEUU.
Con esta destrucción se ha perdido para siempre una vital parte de la memoria histórica de toda la
humanidad, además de haberse perdido una importante parte del patrimonio genético de ese pueblo,
gracias al uso de proyectiles con uranio empobrecido, los cuales esparcen radiación que destruye
genéticamente aquello que es expuesto a ella, y que permanece por miles de años contaminando el
lugar, de tal manera que hoy día las mujeres iraquíes en un porcentaje relevante, no paren seres
humanos sino otra cosa diferente, con morfologías no humanas.
Al contrario de esa barbarie, el esfuerzo por conservar la memoria pasada, representa igualmente,
un respeto por lo que han hecho vivido y pensado nuestros antecesores, y la convicción de que el
resultado ante nuestra vista, de aquellos que vivieron en el pasado, contiene la misma dignidad que
la contenida en nuestras propias acciones y sus resultados hoy día.
La difícil reconstrucción de la memoria filosófica a la que me he referido en los párrafos anteriores,
comenzó desde tiempos muy antiguos y nunca se ha detenido, pero en concreto, la realizada desde
los siglos diecinueve y veinte, ha contado con enfoques e instrumentos novedosos, que le dieron
un impulso nuevo, y con diferente contenido, al que tuvieron durante los siglos anteriores.
Contaron con la interpretación del Mundo Clásico por Friedrich Nietzsche (1844-1900), quien
poseía una inmensa intuición filosófica, y, además, fue uno de los más grandes filólogos, algo que
lo habilitó para lograr dar pasos decisivos en el desciframiento del aquel Mundo.
Los efectos de sus intuiciones, de sus puntos de vista y de sus investigaciones, dieron sus mejores
frutos en el siglo veinte. Algunas de ellas fueron, en direcciones en algunos casos coincidentes y
en otros no, las de Martín Heidegger y Giorgio Colli, el primero uno de los mayores filósofos del
siglo veinte y de los más lúcidos intérpretes de Nietzsche, pues inauguró la más importante
prescripción para su lectura, que consiste en leerlo en relación con Aristóteles y la metafísica
occidental y no sólo como crítico, si se quiere literario, de los valores de la cultura occidental.
Giorgio Colli, igualmente filósofo y filólogo, interpreta a Nietzsche luego de Heidegger, y es el
editor de la edición canónica de su obra durante los años sesenta del siglo veinte, es tal vez quién
ha llegado con más profundidad a su conocimiento, del conocimiento del sentido de la idea del fin
de la cultura occidental, y de la entronización de la nada, que es uno de los más importantes
resultados de lo expresado por Nietzsche.
Las investigaciones de Giorgio Colli comenzaron en los años treinta del siglo XX, y fueron
expuestas en una serie de escritos entre los cuales se encuentra La sabiduría griega, del que se ha
traducido al Castellano sólo el primer volumen (La sabiduría griega, Vol. 1, Editorial Trotta 1995,
Barcelona, España).
Colli les da un peso y una importancia muy grandes para la formación de la racionalidad griega, a
las antiguas tradiciones Dionisíaca y Apolínea, que permean toda su vida y cultura, entre ellas las
actividades intelectuales.
De tal manera, que, a partir de aquellas tradiciones, y de la restante documentación existente sobre
la especulación primigenia, la cual continúa con los filósofos presocráticos, comienza el proceso
de formación de la racionalidad occidental. Ésta tuvo, en un gran filósofo, Parménides, nacido y
parcialmente vivido en la ciudad de Elea, o Yele, en la llamada Magna Grecia, en el sur de Italia,
un momento de gran inflexión, que se desarrolló a través de todos los posteriores pensadores de la
antigüedad, que partiendo de él, llegó a la enunciación de dos de sus instrumentos básicos, los
cuales rigieron su forma posterior, que son la lógica, y la geometría que incluye la aritmética-, por
parle Aristóteles, la primera, y de Euclides, las segunda y tercera.
Seguramente quién lee pensará que en la secuencia anterior: Parménides, Aristóteles y Euclides,
no he mencionado a quién tal vez sea realmente el fundador de la filosofía y de la ontología, y de
la cultura occidental, en general, dada su grandiosidad y riqueza temática, argumentativa y
sistematizadora con la que expresa el saber griego de la época, es decir, a Platón, y tampoco a su
maestro Sócrates, cuyo magisterio fue tan grande que en estas breves líneas decir algo de él, y de
Platón es desnaturalizarlos a ambos.
Pero esta reducción la he hecho por la razón siguiente: a) este texto debe servir para que el profesor
lo llene de los contenidos que enuncia, insinúa, y deja de hacerlo, por ser sólo una guía para las
exposiciones; b) Sócrates, Platón y Aristóteles, son realmente la culminación y los momentos más
altos de toda la especulación antigua, y este texto sirve realmente de guía para llevar todo el proceso
argumentativo, desde ellos, partiendo de las ideas y resultados de Parménides, a la actual
configuración de la realidad, y poner en discusión su condición de entronización de la nada o
nihilismo consumado y fin de la historia universal.
La primera gran ontología occidental terminó como consecuencia de la enunciación de la ciencia
físico-matemática moderna por obra de Galileo Galilei.
En ella encontramos una gran variedad de versiones sobre la realidad, es decir diferentes formas
de aparición de la filosofía, hasta la ya nombrada enunciación de la ciencia moderna. Las he
colocado todas bajo un solo grupo, sin nombrarlas específicamente, siguiendo para ello, uno de los
puntos de vista desarrollados por Georg Wilhelm Friedrich Hegel, filósofo alemán, en su obra Die
Phanomenologie des Gaistes (La fenomenología del espíritu Ed. Española, Fce, México), por
primera vez en 1807, según el cual, desde los inicios de la filosofía hasta la ciencia moderna, la
versión “estándar” de la realidad tiene como supuesto, no puesto en duda, que ella está constituida
por cosas, y que las cosas la constituyen, a lo que llama la coseidad (dingheit).
Pero hablar y explicar “la cosa”, no es otra actividad diferente a la de elaborar con los instrumentos
lógicos, elaborados y expuestos por la especulación y la reflexión antiguas, el resultado de la
actividad sensorial, que nos entrega el mundo exterior, precisamente, como un conjunto de cosas.
Por lo que tenemos entonces, como primera gran ontología, aquella derivada de la elaboración
lógica del resultado de la actividad sensorial, que es la que nos muestra la realidad en su forma de
objetividad física, de presencia, es decir, la realidad constituida por cosas; o sea, la realidad
concebida como presencia del mundo físico y humano.
La enunciación de la ciencia fisicomatemática por obra de Galileo Galilei el siglo XVII transformó
el panorama científico, y a partir de su presencia, también el de la filosofía, comenzando por la
ontología, la cual se ve obligada a interpretar sus efectos sobre la estructura pensada de la realidad,
y a explicarlos, pues, como consecuencia de aquella, la realidad misma queda redefinida en su
forma y en su contenido, y será también redefinido el pensamiento en la dinámica de su constitución
y en uno de sus usos, que es el de explicar la realidad.
Para desarrollar la explicación sobre la ontología primera, nombraré sólo algunos hitos del pasado
remoto de la cultura filosófica de occidente.
a. La polis o ciudad estado
Se puede hablar en los siguientes términos:
1.- La racionalidad que produjo el pueblo griego fue el resultado de muchos factores, pero existió
uno de ellos, insuprimible para la comprensión de su aparición como una forma específica y
original de civilización y cultura y por lo tanto para comprender su nacimiento. Ese factor fue su
típica forma de organización social y política, o sea, las ciudades-estado, o poleis. Esta
organización está en la base de toda forma de racionalidad en occidente, y en la base de toda
organización política, y también de los valores civilizatorios que allí se desarrollan, como valores
que occidente ha presentado como de validez general.
Su desarrollo comenzó en la Grecia Arcaica. Entre los siglos VIII y III antes de Cristo, tuvo su
época de más grande esplendor, la época clásica, con el florecimiento de todo lo que Grecia legó a
la posteridad, y que occidente heredó de ese mundo, teniendo el período anterior a ese florecimiento
como su horizonte perdido en el tiempo, pero presente en las tradiciones y en las narraciones: los
poemas homéricos, en los que las sociedades eran fuertemente jerarquizadas, y dirigidas por héroes,
según la lógica militar propia de sociedades guerreras.
La polis fue un especial tipo de agrupación socio-política en la antigüedad, original del pueblo
griego, que era, además, una parcial comunidad, que igualmente está en la base, como lo he
mencionado, de toda la política en occidente y su idea de civilización.
He dicho que la polis es la base antigua y actual de la filosofía, porque tanto en el pasado remoto,
como en nuestros tiempos, la reflexión filosófica, libre por antonomasia, es el resultado del convivir
en comunidad, de vivir entre lodos y junto con todos, como seres humanos que nos proponemos
en conjunto el asunto de en qué consiste la verdad, qué es el mundo real y cómo se puede conocer;
que nos proponemos planes públicos acerca del asunto de la organización de la vida en sociedad,
y cómo se realiza el bien común, la libertad y la justicia, planes de apropiación de la naturaleza
para reproducir la vida y, entre muchos otros, planes para hacer de la vida la comunidad humana,
es decir, planes ético-políticos comunes a todos.
Los anteriores son parte del contenido de lo que Aristóteles llama zoon politikón, que es su del
definición del hombre, que de forma aproximada significa, animal racional, pues en la idea de
“racional”, se incluye aquello que he mencionado antes, a saber, que vivir en la polis, le propone
los desafíos antes mencionados y que tanto planteárselos como intentar resolverlos es lo que activa
su condición de hombre, es decir, que usa sus facultades racionales en esa resolución, y hacerlo es
modelar la polis a su imagen y semejanza.
La racionalidad griega tiene entonces, como uno de sus sustentos la ciudad estado, que fue ese
especialísimo sistema urbano social e histórico, que la produjo. Por medio de él que puede ser
señalado, además, como el primer instrumento auténticamente urbano que el hombre del occidente
antiguo inventó para realizar su vida como ser humano-, se transforma en público y argumentable,
o racional, para el uso de todos, y para ser comprendido dentro del mundo humano, todo aquello
que pueda presentarse en la mente, como contenido, a cualquier conciencia humana individual.
En el caso del pueblo griego, inventor y descubridor en el mismo proceso de la razón en su versión
occidental, esta invención-descubrimiento tuvo como su condición de posibilidad real e histórica,
el instrumento que he mencionado antes, y que constituyo su esencial base, es decir, la polis o
ciudad-estado.
La actividad racional, como productora de conceptos e ideas existía, sin lugar a dudas, desde
tiempos pasados mucho más remotos -algunos antropólogos y neurocientíficos, nos dicen que el
cerebro humano es el mismo desde hace aproximadamente cincuenta mil años-. Así que las
civilizaciones que florecieron antes de la griega estaban formadas por seres humanos de igual grado
de racionalidad.
Lo que no hicieron esas civilizaciones - hasta donde sabemos-, fue erigir la razón en objeto;
inventar un asunto que es espina dorsal de la cultura occidental que es el tema de la verdad, y
hacerlo a partir del análisis del lenguaje en el que la verdad se enuncia, por lo cual, tomar éste,
como objeto de reflexión; e inventar un instrumento adecuado para controlar el resultado de lo que
se construye con la invención de la verdad; inventaron otras muchas cosas más, que desarrolló
occidente durante mucho más de dos mil años, que no es el caso enunciarlas en este contexto, en
el que sólo trataré de mostrar algunos extremos de las ontologías derivadas de ese mundo.
Que no era que no existiese en el pasado previo a la aparición del pueblo griego en la historia, sino
que éste, lo erigió en el objeto de la vida del ser humano.
Dentro de la polis, y teniéndola como su marco imprescindible, se produjo entonces entre otras
muchas cosas aquel especial instrumento ya mencionado, que es la lógica, cuyo documento más
importante en el mundo antiguo es el Organon (palabra que en griego significa: instrumento),
escrito por Aristóteles en el siglo IV antes de Cristo y que fue, prácticamente, el único sistema de
lógica conocido y usado por occidente hasta el siglo XX, cuando en 1903, se publica los Principia
Mathematica que es el sistema de la lógica matemática, obra de Bertrand Russell y Alfred
Whitehead, que constituye el texto canónico de la actual lógica matemática o logística.
De aquella remota época, o antes, desde el siglo VIII a.C., datan los primeros esfuerzos conscientes
para producir el instrumento para la exposición y control de toda expresión racional del
pensamiento (entendiendo como racional, el resultado original y específico del movimiento
cultural propio del pueblo griego, pues fueron ellos los que inventaron lo que en occidente
llamamos la razón, y lo racional y la racionalidad).
Es decir, por una parte, control de la expresión coherente de lo pensado, y, en segundo lugar, su
realización, o sea, su intervención en la construcción del mundo humano, del mundo socio-
histórico.
Pero refiriéndonos de nuevo al primer aspecto de la expresión de la razón, referido al control
coherente de la expresión del pensamiento, hay que decir que ese aspecto constituye una de las
variadas formas en que existe la lógica, en virtud de la cual, se instituye en aquellos remotos
tiempos un especial programa cultural no conocido antes, que es el programa de la coherencia como
una de las directrices de la cultura occidental (se puede consultar el libro de William y Martha
Kneale, El desarrollo de la lógica). La coherencia como valor, articula todos los aspectos de toda
la cultura occidental, y opera como criterio discriminante del sentido de lo que se dice en el mundo
de la ciencia y de la filosofía, de la política y de la ética y de la moral, y casi como un telón de
fondo en otros aspectos de la vida de occidente, aunque podemos decir, o insistir en la condición
de sólo telón de fondo, dadas las vistosas y abultadas incoherencias que observamos día a día.
Tenemos entonces, expresión racional, tanto sobre el mundo real, como referido al mundo interior.
[Haré la siguiente digresión “antropológica”]. Desde épocas remotas no documentadas, el
pensamiento ha tenido que controlar el orden de la exposición de aquellas operaciones que sirven
para la reproducción de su vida, que por su naturaleza deben ser públicas; de allí que uno de los
resultados de tal control, o autocontrol, hayan sido los lenguajes naturales mediante los cuales ha
comunicado el hombre contenidos comprensibles socialmente durante milenios.
Estos lenguajes tienen como uno de sus signos característicos más sobresalientes, su orden o
sintaxis, pues son lenguajes en los que debe existir un orden en cada uno de los enunciados para
que lo dicho tenga algún significado general, o compartido por toda la comunidad. Los lenguajes
naturales recorrieron un larguísimo trecho antes de estabilizar sus estructuras sintácticas, e
igualmente, antes de que sus creadores los pueblos-, crearan también los primeros mundos de la
cultura hablada no ligada a la reproducción de la vida material, hechos de mitos, imágenes y
creencias, con contenidos que rebasaban las necesidades básicas y se elevaban al mundo de las
formas ideales, conjuntamente, o concomitantemente, con la estructuración de las sociedades de
clases y de sus estados, en las que había necesidad de hacer la historia de la génesis del universo,
dando como resultados las cosmogonías y las cosmologías, que explicasen tal origen y la razón do
ser de las cosas en la forma en que ellas se encuentran ante los ojos de aquellos antiguos hombres
y mujeres, y que determinan las formas de sus prácticas sociales.
Para este esfuerzo especializado de historiar y poetizar, al parecer era necesaria la existencia de un
grupo de personas con conocimientos especiales como la escritura y destrezas lingüísticas como
para plasmar en las mismas estructuras del lenguaje natural de todos, pero con una forma expresiva
inventada por ese mismo pensamiento, es decir, en la forma poética, como se nos presentan las
grandes narraciones de la antigüedad, aquello que las comunidades teman la necesidad de saber y
transmitir sobre sí mismas y sobre el universo que los rodeaba]. Hasta aquí la digresión hecha con
la intención de ilustrar algo del pasado remoto previo a la instauración e invención de la razón de
forma consciente.
Continuando con el asunto de la coherencia, solo en épocas tardías, entre los siglos VI y V a.C.,
con Parménides, tuvo Poema constituye un momento de inflexión en el desarrollo de la filosofía y
de la lógica sin dejar de decir que antes había va comenzando la especulación filosófica con la
escuela física milesia, precisamente con Tales de Mileto y subsiguientes presocráticos, y era la
disputa “dialéctica” o desafío, la forma normal de la vida intelectual-. Pero tomando a Parménides
como un hito principal, que no era un físico sino un lógico y tampoco era milesio, en las costas del
Mar Egeo, sino que era de la pequeña ciudad de Elea o Yele, una de las colonias griegas en el sur
de Italia, lo que se ha llamado La Magna Grecia, fue cuando la reflexión sobre el lenguaje tomó un
lugar preeminente y que luego marcaría uno de los caminos de desarrollo de toda la cultura griega
y occidental, en general.
Los primeros objetos que se presentaron a la reflexión, como se comprende de suyo, fueron siempre
los contenidos enunciados a través del lenguaje, es decir, las cosas a las que el hablante se refiere,
y no la forma misma del instrumento lingüístico usado para expresar el mundo de las cosas. El
período presocrático fue rico en la reflexión que responde a la pregunta acerca de la inteligibilidad
de la realidad.
Con Parménides de Elea, en cambio, la reflexión se refiere a una relación doble: en primer lugar,
aquella que mantiene el lenguaje con la cosa, u objeto mentado, o sea, el hablante con la cosa de la
que habla, con la finalidad de explicarla y de controlar la relación entre la explicación con lo
explicado; y en segundo lugar, la reflexión se dirige a pensar en la posibilidad de controlar la forma
del lenguaje mismo para asegurarse de que describa la cosa nombrada como ella es, o sea,
representarla de forma que socialmente y lógicamente tenga validez (asumiendo que lógicamente
válida significa, en este caso, precisamente, el resultado del proceso que estaba realizando e
inventando Parménides).
Esta segunda relación, que es pensar sobre el control de lo que se dice, es la que, en el Poema, lleva
a la enunciación del principio de identidad lógica.
La primera, en cambio, que es la relación del hablante con la cosa por intermedio del lenguaje, en
la que está el significado de lo dicho, es el origen, en el plano de la realidad, del movimiento
realizado por el pensamiento, que lo llevó en un segundo momento, a interrogarse sobre sí mismo
y a enunciar el principio.
Como se comprende, la segunda relación, la del lenguaje expresado, con la actividad que lo
constituye, que es el pensamiento, es la que puede instituir el criterio de control sobre la expresión,
cuando se toma como objeto de la reflexión, y es tal vez uno de los grandes descubrimientos de
Parménides.
De la primera relación surge el asunto del significado: lo que designa lo dicho, y que está ligado
íntimamente a la segunda, que, como he dicho, es el referido al criterio para distinguir entre el
camino de la Verdad y el camino del Error, como nos lo enuncia Parménides en el Poema,
enunciando por primera vez en la historia intelectual de occidente, el asunto de la verdad y del
criterio para discriminar lo verdadero de lo falso.
Esta es, al parecer, la reflexión que le da origen al nacimiento de la lógica en el periodo arcaico de
la civilización griega [Quien esté interesado en este asunto, puede consultar con provecho, en la
nascita de la lógica classica. l’età arcaica, de Guido Calogero (no hay traducción castellana), los
tres primeros capítulos -editado por Laterza, Bari, Italia en 1967; también un breve pero muy
importante libro de Giorgto Colli, llamado El nacimiento de la filosofía editado en español por la
Ed. Tusquéis; también, la Historia de la filosofía de Felipe Martínez Marzoa, editado por ISTMO,
de Madrid; también la Historia de la filosofía de Filiármele Severino, vol. I, editado por Ariel,
Barcelona, o bien, Lecciones sobre la historia de la filosofía, de Juan D. García Bacca, Ed. EBUC.
Existen diferentes historias de la filosofía antiguas muy valiosas].
Sobre la lógica he mencionado solamente su anterior, v tal vez, primer hito fundante, con el Poema
de Parménides, y agregaré sólo que todo el desarrollo posterior en la antigüedad, lo tiene como su
telón de fondo, por el desafío que significó tanto el criterio enunciado cuino las consecuencias y
dificultades para su aplicación, como, de igual manera, las consecuencias metafísicas que extrae
en el Poema, y además, por ser la primera enunciación del problema del ser -su versión del mismo-
, cuyo fundamento se realiza en la forma y con la fuerza de un principio lógico para discriminar la
enunciación verdadera, o según episteme, de aquella hecha dentro de la doxa, u opinión.
Recordando igualmente que el Poema de Parménides, es el primer documento escrito en la
antigüedad griega -y por lo tanto fundante de la cultura occidental-, en el que la enumeración de
un principio lógico, el principio de identidad, operativo, y regulador sobre- la forma del lenguaje,
lleva a su autor a deslizarse, desde tal enunciación y haciendo uso de su operatividad como criterio
de demarcación lógica a extraerle consecuencias que definen la forma de toda realidad, es decir,
consecuencias ontológicas y metafísicas, siendo por esa razón su autor tal vez el fundador o uno
de los fundadores de la forma y del carácter de la metafísica occidental, al realizar este
desplazamiento desde la lógica a la metafísica, es decir, a la teoría de la realidad u ontología.
Decía anteriormente, que, tanto por su potencia operativa y explicativa, como por sus debilidades
internas, determinadas éstas, por su imposibilidad de predicar con sentido sobre el pasado, que es
un no ser, o hablar sobre el futuro que igualmente es un no ser, o predicar con sentido sobre objetos
o situaciones que no están a la vista de alguien, la lógica de Parménides se instituyó en el telón de
fondo de toda la especulación filosófica, incluso llegando a ser lo discutido por la sofística, y el
horizonte desde el que se realiza la especulación platónica, que lo discute junto con la crítica a sus
críticos sofistas.
La lógica y la metafísica de Parménides, encontró, en la práctica cultural de la sofística su crítica
central, al contribuir ésta, a disolver el entramado de la mentalidad arcaica, en la cual, la esfera del
pensamiento, la del lenguaje y la de la realidad, constituían un todo homogéneo desde el punto de
vista estructural, en virtud del cual, lo pensado con correcta sintaxis lógica griega, si era expresado
lingüísticamente según aquella sintaxis lógica pensada, era también la forma verdadera de lo real,
que tenía las mismas formas que se habían expresado en el lenguaje originado en el correcto
pensamiento.
Sócrates fue tal vez el último de los sofistas, pero igualmente marca el fin de la sofística. Se le
atribuye, entre otros geniales descubrimientos-invenciones, el concepto; y Platón, su discípulo más
ilustre, hizo del concepto, la forma consciente de la razón en la cultura occidental, al mostrar que
el pensamiento sólo se instaura según concepto -algo mostrado ya por su maestro-, pero Platón lo
que había sido mostrado por Sócrates, lo volvió el mundo ideal desde el cual y sólo desde ese
mismo mundo, es que se puede hacer inteligible el mundo de los sentidos, que en sí mismo no es
inteligible ni racional; proclamando la existencia de dos mundo separados, el mundo real y
material, ininteligible en sí mismo, cuya inteligibilidad se encuentra en el otro mundo, el de los
eidos, o formas, o ideas, que se encuentran separadas de aquel. (Platón, Diálogos, Ed. UCV, Trad.
García Bacca, hay otras varias ediciones, ver La dialéctica de Platón de Juan Nuño, ed. EBUC).
Este asunto de las formas separadas fue uno de los blancos de la crítica de Aristóteles a su maestro
Platón (se puede ver sobre este asunto, el Libro I de su Metafísica). Aristóteles era, además de ser
el gran filósofo y sistematizador del saber antiguo, un naturalista. Su contribución al estudio de la
naturaleza, incluye su división de la misma en tres reinos, las clasificaciones de plantas y animales,
y una serie de tratados sobre la naturaleza, además de su física, su teoría del movimiento, su
metafísica, sus tres éticas, que fueron la base de toda ética hasta el siglo XVIII, cuando Kant nos
enunció una ética del deber diferenciada de toda ética teleológica inspirada en la de Aristóteles;
además, su crítica de los dos mundos separados platónicos, el de las ideas y el de la realidad, y su
afirmación de que las formas platónicas eran ínsitas en el mundo de las cosas reales, son algunos
de los legados de este pensador, cuya enorme contribución a la cultura, junto con la de Platón, nos
parecerá siempre tan asombrosa, como también nos lo parecen las contribuciones de su maestro.
Siempre será escaso lo que se diga sobre tales gigantes del pensamiento, y es necesario remitirse a
la lectura de sus obras para tener una idea de su grandeza.
Aristóteles nos dotó además del instrumento con el que comencé este extremadamente esquemático
resumen. Es decir, nos dotó del instrumento lógico que usó occidente por más de dos mil doscientos
años, el denominado editorialmente Organon, es decir, instrumento del, y para el saber, pero que
no es saber en sí mismo, es decir, la lógica.
Entonces, desde la antigüedad griega, el instrumento lógico es aquel que controla el orden
expositivo, controlando las relaciones y las posiciones de algunas constantes en el encadenamiento
de las partes de los enunciados de los contenidos del pensamiento en forma de proposiciones,
siendo precisamente, tal instrumento uno de los logros más grandiosos de esa antigua civilización.
Luego, en la época subsiguiente y posterior, la reflexión acerca de la relación entre el pensamiento
y la realidad, y la reflexión que hace el pensamiento sobre sí mismo, se codificó en las formas que
luego podemos reconocer como aquellas que identificó en manera progresiva la filosofía griega, y
que algunos siglos después, terminaron, en lo que he mencionado antes, en las codificaciones que
hizo Aristóteles bajo el nombre Organon.
La lógica se instituyó en la espina dorsal básica de la racionalidad occidental.
Ella expresa, entre otros valores del mundo griego, el mencionado programa de la coherencia
expositiva, que fue por mucho tiempo aquel que rigió igualmente la idea de la presunta o real,
racionalidad de la realidad. Este programa aparece en occidente con ese espléndido pueblo, del que
sus orígenes y sus comienzos, son cada vez mejor conocidos.
La lógica orienta, y es el instrumento y la espina dorsal estructural de la primera ontología, y la de
más larga duración en el mundo occidental, pues rigió la interpretación de toda realidad hasta el
siglo XVII, o sea, hasta la fundación de la ciencia físico-matemática por obra de Caldeo Galilei,
ciencia la cual, provocó la finalización el realismo premoderno. Este realismo ingenuo,
premoderno, era una de las “formas” en las cuales aquella ontología se expresó. El objeto de la
ontología puede ser definido o delimitado, de manera muy general y con la simple pregunta antes
mencionada [(como nos lo recuerda Willard v. O. Quine en Desde un punto de vista lógico, Cap.
I)] la pregunta dice: ¿Qué cosa existe?, a lo cual se puede responder: “todo”. Pero, dependiendo de
las respuestas que se den, o sea, lo que se considera en ese “todo”, comienzan las dificultades y las
diferencias, pues de allí en adelante, caben las preguntas sobre entidades, u otras “cosas” como las
relaciones, sobre las cuales quienes disputan sobre estas cuestiones no podrían ponerse de acuerdo.
La pregunta, o las preguntas, son pertinentes pues de las respuestas y de la forma de ellas, dependen
nuestras interpretaciones acerca del mundo real en su contenido y en su sentido. Corriendo con el
riesgo de excluir teorías importantes y de ser reductivo, se podría decir que la ontología que nació
en la Grecia Antigua, tiene como objeto el mundo de las cosas, es decir, el mundo físico natural, y
el mundo de la sociedad y sus valores, derivados éstos últimos, para el mundo antiguo, y de forma
básica, de la pura convivencia social, siendo la cultura, su reconocimiento en el pensamiento; pero
desde que el cristianismo se implantó corno religión oficial, y como el poder dominante en la
cultura en occidente, tales valores se consideraron derivados de dios y no de la convivencia social,
en virtud de la dictadura de la iglesia católica sobre occidente.
En esta ontología, la tarea de primer orden es la definición lógica de lo que hay en el mundo, o sea,
de las cosas, y, por consiguiente, de lo visible y perceptible, y, en segundo lugar, de la jerarquía y
relaciones entre los entes.
Por tal tarea, y aquella dictadura, es que se impone tal versión de la realidad, derivada de algunos
aspectos de las originarias ontologías del mundo griego. Podemos decir que ella es la elaboración
de una situación básica u originaria, consistente en que, al momento de comenzar a pensar en el
mundo objetivo, la primera actitud es la de asumirse el hombre en una situación en la cual se
encuentra frente al mundo. En este sentido se puede decir que la actitud es objetivista. El hombre
trata todo el mundo exterior como objeto, y lo instituye como su objeto privilegiado de
conocimiento y comienza a construir las condiciones lógicas e intelectuales para su inteligibilidad.
En consecuencia, dado el objeto, es decir, el mundo, si lo pensamos en toda su generalidad, tenemos
el ser en su totalidad. La filosofía griega hizo esta generalización, y procedió a pensarla con arreglo
a las estructuras del pensamiento desarrolladas desde la más temprana especulación hasta la
fundación de la lógica como cuerpo sistemático por Aristóteles.
Por lo anterior, y muchas otras partes de esa historia que no es posible referir en este corto texto,
la lógica comenzó a regir todo pensamiento y toda forma de conocimiento en el mundo occidental
desde la antigüedad, hasta nuestros días.
Podría decirse, sin embargo, que comienza mucho antes de Aristóteles, pues puede ser remontado
su nacimiento, como he dicho, al Poema de Parménides.
Con éste comienza verdaderamente la especulación filosófica y ontológica antigua como bien lo
argumenta G.W.F. Hegel en sus (Vorlessungen über die Geschichte der Philosophie; Lecciones
sobre la historia de la filosofía, Vol. I, en la Ed. Cast. FCE, México)-, que llega, dicha especulación,
en esta primera época a Platón y Aristóteles, quienes son efectivamente los pensadores más
geniales, y de quienes poseemos casi todos sus escritos, algo que no sucede con el resto de los
demás filósofos antiguos —anteriores y posteriores-, a quienes conocemos a través de fragmentos
de sus escritos —cuyos cuerpos completos se perdieron en su mayoría, y se salvaron fragmentos
en circunstancias todas ellas, para nosotros desconocidas-, y a través de los testimonios aportados
por sus contemporáneos y posteriores, por lo que las interpretaciones suplen siempre la presencia
de los textos en su totalidad.
Volviendo a Parménides de Elea (o Yela o Yele), recordemos que fue el gran filósofo que al parecer
nació entre los años 470/469 a.C. y murió muy viejo. Se podrían decir muchas cosas sobre él, como
por ejemplo, que con él comienza la especulación filosófica por su propio cauce, por un cauce
diseñado desde la sede misma del pensamiento que se piensa a sí mismo pensamiento que piensa
la forma inteligible de la realidad y la “forma” del pensamiento que la hace posible, todo en el
mismo discurso: es decir, mientras está pensando cómo es que es posible pensar está definiendo la
realidad que tiene que pensar-, pues la pregunta que se hace es por el criterio de demarcación entre
la doxa (u opinión) y la episteme o (conocimiento verdadero) o ciencia. Esta pregunta interroga,
en primer lugar, por la forma “lógica” del discurso, y en segundo lugar, por el criterio diseñado por
la razón-, por medio del cual podemos discriminar entre aquellas dos posibilidades de ser el
discurso: opinión o conocimiento, teniendo como referente el mundo de la realidad, definida o
pensada, es decir, interior al pensamiento; comenzando -si es que se puede afirmar tal cosa-, el
planteamiento griego sobre el asunto de la verdad; afirmación ésta que resiste, sólo mientras no sea
descubierto algún otro documento más antiguo que el Poema de Parménides, en el que pueda
reconocerse el mismo problema planteado, o enunciado, y por lo tanto temporalmente resuelto.
Es Parménides de Elea el primer filósofo que enuncia un principio lógico, el principio de la
identidad lógica, tal vez su principal y más genial descubrimiento-invención. (Ver Bruno Snell Die
Entdeckung des Geistes. Studien zur Entstehung des europäischen Denkens bei den Griechen.
Trad. It. Einaudi Editori, La cultura greca e le origini del pensiero europeo), y es también el primer
filósofo que transforma tal principio, tanto en organizador de la forma del discurso verdadero, como
en definidor de la forma del mundo enunciado en ese discurso, produciendo con esa identificación
de la lógica con la realidad, el primer deslizamiento que conoce la cultura occidental desde la lógica
a la metafísica (como ya lo he afirmado), pues enuncia la realidad como “ser” en la forma de tó ón
(participio del verbo einai=ser, en griego), (derivado de la lógica), siguiendo un proceso de
hipóstasis, pues parte del criterio de distinción que es el principio de identidad lógica enunciado,
según el cual, para distinguir es preciso seguirse por la vía de lo que es, distinguiendo eso que es,
de lo que por haber pasado, ha desaparecido, y ya no es, distinguiéndolo igualmente de lo que será
que al no ser todavía tampoco posee el rango de la realidad, o de lo que es, condenando el discurso
verdadero a la sola enunciación del presente, que es lo único de lo que podemos decir que es, pero
sólo en este momento que desaparece. Como se ve, tal lógica limita lo que puede ser dicho con
verdad.
En el poema de Parménides se estaba descubriendo y al mismo tiempo enunciando el asunto de la
verdad, que es uno de los ejes en torno al cual gira en general, toda la filosofía y la cultura
occidental. ¿Por qué nace de esa forma el asunto de la verdad? Justamente, porque Parménides
separa el enunciado de la cosa, de la cosa misma en una primera instancia, que luego une en su
definición de la realidad, a la que le da la forma y la estructura lógica, que ha encontrado en el
discurso; la cosa no es ni verdadera ni falsa, el enunciado sobre ella es el que puede ser verdadero
o falso, y para decidir sobre la verdad y la falsedad, es necesario aplicar, según Parménides, el
principio de identidad lógica, que prescribe que el predicado debe expresar al sujeto de tal manera
que no debe haber contradicción entre ambos.
La lógica parmenídica rigió, como he dicho más arriba, una importante parte de toda la
especulación griega antigua hasta el movimiento de la llamada Sofística que la llevó a su crisis
final y por lo tanto mostró su fundamento práctico y sus aporías, o sea, sus dificultades inmanentes
o constitutivas.
Sócrates, por su parte, entre otras de sus cruciales contribuciones a la vida, a la cultura y a la moral
humanas, lleva la crítica a la Sofística a la exasperación —al menos, según lo encontramos
testimoniado en los diálogos de Platón (y no es que la sofística debiese ser sometida a tal crítica
por defectos morales o intelectuales, sino porque toda crítica debe ser suficientemente profunda
como para que lo criticado sea reconocido en toda la magnitud de lo que es y deba ser situado en
su justo lugar en la historia del espíritu humano).
Si nos preguntamos ¿Qué es la realidad para estas ontologías derivadas de las filosofías antiguas?
Podemos responder rápidamente que consiste en las cosas que se presentan a nuestros sentidos. Es
decir, en el mundo lo que hay son cosas, y le corresponde al intelecto describirlas con conceptos,
y, en consecuencia, conocerlas, y construir el mapa del universo, por lo tanto, la organización o
estado de cosas que en él que se encuentran.
Esta respuesta resulta de toda la elaboración posterior a Platón, comenzando por el propio
Aristóteles, quien pone remedio —a su manera-a la crisis abierta por Platón que puede enunciarse,
como ya lo he mencionado, como la existencia de dos mundos, uno, el de la realidad dentro de la
que realizamos nuestra vida, y el segundo, aquel cuyo contenido son las formas o ideas o los
conceptos que explican este mundo, con independencia entre ambos, pues el primero es el mundo
de los sentidos, básicamente el mundo visible -que no se explica por sí mismo, es un mundo
ininteligible; los griegos, le daban privilegio al sentido de la vista-, el otro era el mundo inteligible,
que es el mundo de los eidos o formas, o conceptos, que explica el mundo visible, sin conexión
con él. Aristóteles critica en el Primer Libro de la Metafísica la idea de la existencia de dos mundos,
y entre las muchas preguntas que se hace, encontramos, por ejemplo, aquella que formula diciendo
que, si cada cosa tiene su propio eidos, o simplemente, a una colección de cosas del mismo tipo le
corresponde un eidos común. En el primer caso tendríamos infinitos eidos, lo que haría más
ininteligible el mundo real, pues no habría forma de que ese mundo superabundante de ideas fuese
manejado racionalmente. Siempre bajo el supuesto de que el mundo eidético tiene algún tipo de
existencia separada de la de las cosas sensibles. En el segundo caso, las explicaciones serían muy
generales y no se tendría el concepto de cada cosa.
Para Aristóteles el mundo sensible contiene en sí mismo las formas, de tal manera que según él-,
hizo de ese mundo algo comprensible en sí mismo, de tal manera que no era necesario ir a un
mundo separado para encontrar los conceptos por reminiscencia y comprender este mundo, sino
que más bien su comprensión es obra del reconocimiento de las formas o conceptos en él.
Esta ontología, expresada escuetamente, rigió toda interpretación de la realidad en occidente hasta
el advenimiento de la ciencia físico-matemática moderna. Y puede resumirse, como ya lo he dicho,
como una elaboración lógica del mundo que percibimos.
2. Segunda gran ontología. derivada de la ciencia moderna
La segunda ontología propia de la cultura occidental es la derivada del nacimiento e instauración
de la ciencia físico-matemática por obra de Galileo Galilei, como se ha dicho en varios lugares de
esta exposición. Esta ontología tiene como su espina dorsal la idea de que la naturaleza está
animada por fuerzas, las cuales, en el lenguaje de la racionalidad de occidente, se expresan
matemáticamente la matemática, la lógica y la geometría, son algunos de los lenguajes artificiales
de la razón, forjados en occidente-, constituyendo esta expresión matemática de dichas fuerzas, la
estructura teórica que explica los eventos naturales, los cuales, a partir de tal revolución Gentílica,
comienzan a conceptualizarse, justamente, como fenómenos, es decir, como aquello que se conoce
a través de otra cosa, o sea, a través de las fuerzas de la naturaleza. Esta versión de la realidad
define entonces el mundo de la experiencia como mundo fenoménico o apariencia, del cual, o de
la cual, la explicación son las relaciones matemáticas que a su vez son la expresión de las fuerzas
de la naturaleza, cuya existencia logramos detectar sólo a través de sus efectos, precisamente
aquellos eventos o fenómenos.
Ser significa, derivarse conceptualmente, y teóricamente, de las fuerzas de la naturaleza, y, lo que
no pueda ser tratado de esta manera, no tiene esa entidad, no es parte de la realidad que pueda
conocerse mediante las ciencias naturales, marcando tales fuerzas la línea de demarcación entre lo
natural y lo que no lo es. Así, en rigor, el mundo de los fenómenos, no se explica por esos mismos
fenómenos ni en ellos mismos, sino en la medida en que puedan ser reducidos y remitidos al sistema
matemático en el que se expresan las fuerzas de la naturaleza, que los explica.
Galileo distinguió las propiedades secundarias que son las derivadas de la actividad sensorial, de
las propiedades primarias de los objetos: éstas consisten en ocupar un lugar en el espacio y tener
masa. Si se definen de esa forma los cuerpos y al mismo tiempo se asumen como los objetos del
conocimiento científico las relaciones de fuerza entre ellos, entonces, el conocimiento acerca del
movimiento puede ser expresado a través de relaciones matemáticas. Es por esta razón por la cual
la ciencia física moderna nace bajo la forma de la dinámica enunciada por Galileo.
Sin pretender hacer historia de la ciencia moderna y de sus interrelaciones con la filosofía, podemos
sin embargo afirmar, que toda ella se ocupa de dilucidar el significado de la hazaña de Galileo, y
de comprender, cómo fue posible que el mundo de los fenómenos: lo que se quiere conocer; que
es el mundo del devenir, en el que nunca algo es igual a sí mismo, de aquello que nace se desarrolla,
perece y desaparece, pudo haber sido interpretado con formas matemáticas, que no están ellas
mismas en el devenir, sino que, por lo contrario, son y han sido siempre idénticas a sí mismas,
siendo aquellas formas, o sea, la geometría y la matemática, la forma verdadera de la realidad, o
sea, del mundo del eterno movimiento, así, el mundo moderno, tiene como la forma de la verdad
de la naturaleza, los lenguajes artificiales de la razón. Esta forma de ser de la ciencia moderna,
parecería ser una contradicción en sí misma, y tal aparente paradoja fue una de las que las cultura
científica y filosófica modernas tuvieron la necesidad de comprender en su significado más
profundo.
Época en la cual, las corrientes y matrices epistemológicas forjadas en la historia del pensamiento
racional de occidente, nacidas en la Grecia antigua, entre ellas, la racionalismo y el empirismo,
tuvieron un nuevo impulso vital, porque la verdad, desde Galileo, comenzó a tener una nueva
forma, la forma matemática, la verdad como método, y los métodos para producir la verdad sobre
el mundo natural; y conectar la enunciación teórico general de la ciencia, de forma matemática,
con sus predicciones sobre el comportamiento de la naturaleza que es un reino en apariencia o
realmente, no matemático-, requirió siempre de un método, que no es ni parte de la teoría, ni de la
realidad desnuda, sino que es el diseño donde intervienen escogencias y criterios-, de una estrategia
por medio de la cual, aquellos comportamientos o predicciones, derivados lógicamente de las
teorías, deben ser observados, como reales y efectivos comportamientos de la naturaleza. Pitra lo
cual, el experimento que es una de las grandes innovaciones de Galileo-, como una construcción
en la que se pone a prueba la capacidad explicativa y predictiva de las enunciaciones sobre las
fuerzas de la naturaleza, reproduce de forma artificial, y es un ejemplo, “de laboratorio”, de la
naturaleza, donde se controlan constantes y variables.
En el mundo moderno asistimos, en consecuencia, a la subjetivización de la verdad y de sus
criterios: El mundo real es tal, en la medida en que pueda ser interpretado mediante formas
matemáticas que son lenguajes de la razón-, que expresan fuerzas naturales, no perceptibles ellas
mismas sino reconstruibles a partir de sus efectos-, y la exposición matemática de las fuerzas
naturales parece implicar comportamientos o predicciones cuantificables.
Para llegar a relacionar las predicciones derivadas de las teorías según el modus ponens de la lógica
clásica, con el mundo real que se quiere explicar mediante las predicciones de la teoría, y calcular
lo predicho, es preciso diseñar una estrategia experimental y realizar efectivamente los
experimentos, casi siempre en laboratorios construidos según las determinaciones e indicaciones
de la teoría, y comparar la narración de los experimentos, escritos en el lenguaje de la ciencia en
cuestión, con las predicciones, que también son relatadas en lenguaje matemático, como he dicho
más arriba.
De todo el proceso anterior, el juez es la razón, que es la fuerza que lo diseña, que ha enunciado la
forma de la realidad en sus lenguajes: y que exige, que todo deba ser enunciado según una
exposición en la que el encadenamiento lógico es esencial, siendo como se sabe, la lógica, otro de
los lenguajes de la razón. Entonces, encontramos uno de los aspectos esenciales del problema:
¿Qué aportan los sentidos y qué aporta la razón en la construcción del conocimiento científico?
Siendo que, la ciencia, es una de las espinas dorsales de la modernidad, por lo que es crucial la
respuesta a tal interrogante.
La primera interpretación del significado filosófico de la ciencia moderna, la encontramos en la
producción de Renato Descartes, quien, desde un punto de vista racionalista, interpreta su novedad
y enuncia, entre sus múltiples enunciaciones, que el pensamiento es juez de la cosa y juez de sí
mismo. Es decir, dice cómo es la cosa, o la realidad, en su totalidad, y, además, es capaz de
autocorregirse. La conciencia tiene, en consecuencia, al menos, dos planos, aquel por medio del
cual contiene una representación del mundo real, y aquel por medio del cual regula su discurso
sobre esa representación, que es su auto regulación. Cogito ergo sum: pienso luego soy, el
pensamiento se le evidencia al pensamiento, dudar significa pensar, la verdad es función de la duda,
de la voluntad de seguir dudando, pues dudar, es una actividad del intelecto y de la razón dirigida
intencionalmente al mundo objetivo y mantenida en vida por la voluntad.
Descartes inaugura una cadena de respuestas racionalistas al problema planteado por Galileo; y
casi al mismo tiempo, encontramos una igual serie de respuestas desde el punto de vista del
empirismo: Locke, Berkeley, Hume, de tal manera que sobre la filosofía moderna gravitará siempre
la problemática abierta por Galileo, y cuya forma final, la encontramos en el Idealismo
trascendental de Enmanuel Kant quien realiza una síntesis por medio de la cual se replantean todos
los problemas de la filosofía a partir de la idea del sintético a priori y de la apercepción
trascendental. Como una de las consecuencias de la ciencia moderna, asociada a la civilización
capitalista, tenemos que la realidad comenzó a ser, tendencialmente, una construcción económica
a través de sus fuerzas productivas científico-tecnológicas.
El ser pensado como problema desde Parménides, se nos transformó, por obra de esta civilización,
en una construcción tecnológica. De tal manera que ese Ser, ese problema de los problemas,
originado en aquella antigua y grandiosa reflexión, se realizó por obra de la civilización moderna,
en el occidente desarrollado, en la medida en que ya no existe problema del ser, pero no porque sea
un problema metafísico y por ende sin sentido, sino porque no queda ningún ser sobre el que
tengamos la necesidad de saber sus estructuras, pues el ser es una construcción económica y
científica, pues se ejecuta mediante la tecnología, siguiendo la intencionalidad de los dominadores
del mundo, es decir, de los dueños de los capitales.
3. Tercera ontología
Con lo que llegamos a la tercera ontología. Nacida luego, y seguramente como consecuencia del
nacimiento de la física matemática, pero que es aquella que intenta interpretar el naciente
capitalismo según las reglas de su funcionamiento, cuyo primer expositor fue el economista y
pensador de la política inglés William Petty, y desde allí en adelante, por el desarrollo de toda la
escuela clásica de economía. Esta ontología está igualmente centrada en el concepto de las fuerzas
que mueven y organizan la sociedad que tiene como su estructura productiva y reproductiva de la
vida y de la sociedad, el modo de producción capitalista.
Tenemos entonces tres teorías de la realidad. Prestémosle atención a la tercera de las mencionadas,
la ontología actual, aquella que tiene como su centro de gravedad las relaciones de producción
capitalistas, que se muestran, en su forma típica de aparecer, como relaciones de valor. Esta
ontología está fundada —o tiene su base de sustentación y su razón de ser-, en que la producción
de la riqueza social se realiza por intermedio de propietarios privados de los medios de producción,
quienes compran fuerza de trabajo y aprovechan de ella el diferencial entre lo que ella vale el
salario-, y la cantidad de valor que produce en exceso, o por encima de su valor, que es la fuente
de la acumulación de capital.
Esa producción se ejecuta mediante la lógica de la optimización, que es el óptimo uso de cada uno
de los tres factores que intervienen en la producción, que son, tierra, trabajo y capital, bajo el
dominio de los propietarios de uno de los factores, es decir de los propietarios del factor capital,
que es el factor que se reproduce acumulándose.
Esta ontología del mundo capitalista tiene como fundamento el valor. Marx lo nombra como la
época del paso generalizado del valor de uso al valor de cambio.
Un desarrollo parcial de esta ontología se encuentra en el escrito: Postmodernidad y política
imperial.
II Parte del Curso
Esta segunda parte del curso tratará de la que he llamado la cuarta ontología y la he puesto entre
paréntesis o interrogaciones, pues es algo que para muchos es conjetural, sólo conjetural, v
sometido a muchas consideraciones acerca de su pertinencia.
Es aquella que según los teóricos postmodernos consiste en que desde hace más de un siglo, se ha
entronizado en todas las sociedades que han realizado en su historia el programa clásico greco-
romano, es decir, que han desarrollado las ciencias, la filosofía y las artes y en general, toda la
cultura que cabía desarrollar desde aquellas premisas, es decir en las zonas de alto desarrollo
económico e industrial, que están organizadas políticamente según la democracia formal, y cuya
gestión económica es predominantemente neoclásica y desde el punto de vista de las políticas
económicas son neoliberales. Según estos pensadores, luego de haber desarrollado todo aquel
patrimonio, lo que sobrevino fue el agotamiento de él, es decir, ya no quedaba nada a desarrollar
porque todos los valores civilizatorios terminaron y se entronizó en Occidente, la Nada, o el
Nihilismo.
Esta segunda y última parte, tratará de exponer y someter a la consideración de los lectores el
problema tal y como se expone en las siguientes páginas.
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Postmodernidad y política imperial
Índice
1.- Planteamiento postmodemo
a.- Postmodernidad: discurso dentro y desde la filosofía
b.- Nosotros y los postmodernos
2.- Punto de vista expuesto en el siguiente documento
a.- Postmodernidad: último efecto del capitalismo, su síntoma o su jeroglífico.
b.- Dominio absoluto del capital: entronización de lanada
3.- Novedades del imperialismo postmodemo desde el telón de fondo de su constitución
4.- La expropiación del trabajo y de la subjetividad; formas políticas: indiferentes mientras se
conserve el fondo
5.- El tiempo que hacemos
6.- Hablaré ahora sobre los actuales dueños de las riquezas del mundo, o sea, de las novedades del
imperialismo postmodemo
7.- Recordemos entonces algo de lo que nos legó en pueblo griego de la antigüedad
Conclusión
Postmodernidad y política imperial
El tema que me ocupa, y que deseo sobre él compartir algunas reflexiones es el de la
postmodernidad y la fisonomía de la política en situación de “mundo postmoderno”. Podría éste
ser un asunto inquietante, pues si nos remitimos a las posiciones de los autodenominados
postmodernos, la política en el mundo actual tendría un carácter inédito, porque visto el asunto
desde ciertas perspectivas pesimistas que aquellas posiciones pueden implicar, sería mucho más
cruda y siniestra que todo lo que hemos vivido de crudo y siniestro en los últimos tiempos, que no
han sido precisamente mezquinos en horrores.
1.- Planteamiento postmoderno
El de la postmodernidad es un tema cuyo planteamiento sería, en apariencia, puramente académico,
pues se plantea dentro de la filosofía y tiene la apariencia de ser un problema puramente filosófico.
Tendría como punto de partida la idea -expresada por Martín Heidegger-, según la cual, Friedrich
Nietzsche, el filósofo alemán nacido en 1844 y muerto en 1900, sería realmente el último filósofo
de occidente, el último metafísico, pues sería aquel pensador que comprendió y expuso -aunque de
forma no reconocible inmediatamente-, que los valores sobre los que se fundaba toda la estructura
de valores culturales, científicos, literarios, poéticos y políticos y religiosos de occidente se
realizaron, en consecuencia, se consumaron por consumición, y esa situación hace que ya no quede
nada de ellos a ser realizado, por lo cual, la cultura occidental, al haber agotado sus contenidos
finalizó, y estaríamos en la situación de mundo post-histórico, post- metafísico y de nihilismo
consumado: no hay nada, no queda nada del programa cultural de occidente nacido en la antigua
Grecia y continuado por la civilización latina o romana, con el injerto de la religiosidad oriental,
es decir, con el injerto del cristianismo.
Al no quedar nada, sería el final de la historia, de la metafísica, de la filosofía, de la religión, del
arte y de todos los demás valores que le dieron sentido a la civilización occidental.
Esa sería, de forma esquemática, la definición de lo sobrevenido a la modernidad, si es que hemos
de creer que realmente hemos salido de la civilización moderna, y nos encontramos en un mundo
que ya no es moderno. Se habría acotado occidente, y la época moderna habría sido su última
forma. Por ello, ésta representaría un ante, en relación a un post, que sería un abandono de la
modernidad, y, en consecuencia, postmodernidad significaría el resultado de ese abandono, que no
significaría el comienzo de algo como una nueva época pues la palabra ‘época’ evocaría la idea de
tiempo histórico, que igualmente ya no es posible. Esto es visto así por aquellos para quienes la
interpretación de Nietzsche por parte de Heidegger rinde en verdad cuenta de la configuración del
mundo actual, y, en consecuencia, que la historia terminó por consumición, pues la metafísica se
realizó y lo hizo bajo la forma de mundo construido de forma continua por la ciencia y la tecnología.
Estas son, de manera muy resumida y esquemática, algunas de las ideas de los que proponen el
nihilismo consumado, los que piensan que estamos en la postmodernidad, en la nada entronizada
en occidente, que, para ellos, dicho sea, y no de paso, occidente es La Civilización, sin adjetivos,
a la cual deben tender todas como a su finalidad.
a.- Postmodernidad: discurso dentro y desde la filosofía
El centro de gravedad, en sentido estricto, es entonces la filosofía. Dentro de la cual se podría
pensar aquel específico contenido, la nada, lo que equivale decir, que sería una reflexión
ontológica, de la misma manera que hablar de modernidad, no es hablar en términos epocales,
como tiempos de la historia, sino, en primer lugar, de filosofía, es decir, de un sentido, pues fue
dentro de la filosofía que se definió un mundo, este mundo, como mundo moderno, y fue Georg
Friedrich Hegel, quien definió lo moderno de la forma más clara y precisa. En consecuencia, en
este caso “la nada” sería el contenido de la actual ontología, la forma de ser del presente y, como
derivación, de la historia, o de su fin, y la estructura de ambos.
Se podría comenzar a explicar cómo lo he hecho, haciendo la salvedad de que afirmar que la
postmodernidad es la forma última de la historia, no es del gusto de los postmodernos, pues según
su lógica la historia habría dejado de existir, por lo que no sería adecuado hablar de una última
etapa de lo que dejó de existir.
Para ellos, se tendría que hablar de una interpretación desde la filosofía y nunca desde la historia o
desde la sociología, sobre el último siglo de historia, que tiene un especialísimo contenido
ontológico, que consiste, en no tenerlo, o tener como contenido la nada. Sería hablar del presente
(creo que no nos quedaría otra forma de llamarlo, aunque no tenga resonancias históricas), luego
de la entronización de la nada como contenido y forma de la realidad, lo que nos daría, a los
individuos posmodernos, la oportunidad ilimitada de ser la infinitud de posibilidades de ser seres
humanos, un verdadero conjunto de seres proyectados al futuro sin presupuesto alguno, pues, el
presupuesto, o el sentido trascendente, sería algo histórico, y en todo caso un resto de cultura
filosófica tradicional y de la racionalidad y cultura griegas.
b.- Nosotros y los postmodernos
Al igual que nos sucede a nosotros -los no postmodernos-, que al igual que ellos, tratamos de
desentrañar los significados del presente, su contenido y su fisonomía, buscamos en la filosofía o
dentro del pensamiento, el sentido y la estructura del tiempo actual, pero lo hacemos planteándonos
como problema tanto este presente y su configuración, como nuestras ideas, y las ideas
postmodernas relativas al fin de la historia y de la metafísica, buscando también la configuración
última que le confieren los poderes económicos y políticos mundiales y sus sucursales culturales,
a este tiempo cuyos enigmas algunas veces parecen estar más claros a medida que discurre.
Repitámoslo por un momento: El enfoque sobre el fin de la historia y de la metafísica, al menos en
el sentido de fin de occidente por haber plasmado sin residuos en el mundo de la realidad, es decir,
en el mundo histórico-social, sus valores y, por lo tanto, haberlos consumido, propio de los
postmodernos, es, en consecuencia, el supuesto básico desde el cual consideran y expresan, que
nos encontramos en la época del nihilismo, en la que, como uno de sus efectos, perciben los tiempos
del “desencanto”, que es el del fin de la ciencia por su transformación en tecnologías, que producen,
reproduciéndola, la realidad natural en los laboratorios, que junto con los demás instrumentos
tecnológicos de investigación del mundo físico, construyen su imagen matemática - por medio de
la cual le extraen siempre nuevas informaciones a través de todos sus medios científico-
tecnológicos-, siendo aquella imagen fuente permanente de la cual se derivan nuevas tecnologías,
que a su vez son parte determinante en la construcción y en la reconstrucción de la imagen
matemática de la naturaleza, y fuente permanente, en consecuencia, de las transformaciones del
entorno físico-histórico.
Si bien la investigación científica, dentro de la concepción con la que trabaja una parte los
investigadores es desinteresada búsqueda de la forma verdadera de lo real, sin embargo, la inmensa
mayoría de esa investigación científica se realiza en centros de investigación asociados y/o
dependientes de los poderes dominantes en el mundo moderno, ya sean éstos, económicos,
militares o políticos -o medios de comunicación masiva que realizan la reingeniería mental a toda
la población mundial cotidianamente- por lo cual, el resultado de esa ciencia desinteresada, está
siendo vuelto de forma permanente instrumento de aquellos poderes dominantes, y por lo tanto,
adecuados a la acumulación privada de los capitales. Tenemos entonces un mundo reconstruido
continuamente por y para los capitales privados.
Creo que el proceso ha sido, esquemáticamente, de esta forma: La pregunta por el Ser, que se
formuló por primera vez dentro del pueblo griego arcaico, y que instauró la filosofía occidental,
fue respondida de diversas formas en el plano de la filosofía, a través de todo el desarrollo de la
cultura de occidente, desde aquellos remotos tiempos hasta el siglo dieciocho; pero, para los
aspectos prácticos de la realidad, la respuesta de más repercusiones y de efectos más trascendentes
y constitutivos para la cultura material de occidente, y para su fisonomía exterior, comenzó a ser
dada bajo la figura intelectual y práctica de la ciencia moderna de estructura matemática,
comenzada por Galileo Galilei el siglo diecisiete; esta forma de ciencia permitió reinterpretar todas
las tecnologías anteriores en clave de fuerzas de la naturaleza, y devino ella misma en agente de
nuevas tecnologías derivadas de los conocimientos de tales fuerzas, que permiten diseñar sistemas
mecánicos en los que se reproducen, y se aprovechan para uso práctico, siendo ambas - ciencia y
tecnologías-, las fuerzas teórico-prácticas, que Construyen y reconstruyen permanentemente y le
dan la forma, o su específica fisono-mía exterior, al aspecto civilizatorio del mundo moderno.
Pero dicho de la anterior manera, algo le falta, a saber, que para poder destruir y reconstruir
permanentemente el mundo que nos rodea, la ciencia físico-matemática y sus tecnologías, necesitan
una fuerza exterior a ella, la cual consiguieron, al situarse de forma inconsciente y consciente-,
desde sus inicios, bajo el comando de los capitales privados, deviniendo parte de sus fuerzas
productivas; y, siendo que la intencionalidad y la finalidad del modo de producción capitalista es
el beneficio privado, ésta intencionalidad que realiza su instrumento que es el modo de producción
capitalista, es, en efecto, el contenido interior de la modernidad, uno de cuyos actuales efectos
exteriores y superficiales, los postmodernos, de forma acrítica, y “afectiva”, llaman “desencanto”,
pues la ciencia se transformó en tecnologías, y uno de los electos visibles de tal fenómeno, situado
en la pura apariencia, es aquella fisonomía exterior del mundo físico- histórico, que cambia de
forma continua por perenne destrucción y reconstrucción, por la fuerza de cuya presencia -pues “lo
que es”, contiene esa fuerza-, se realiza; continuamente, la absorción de la respuesta a aquella
pregunta por el ser: el ser es lo que se nos presenta destruido, reconstruido y por reconstruirse,
detrás de lo cual para los postmodernos no existe nada, todo lo que hay se encuentra en la antes
nombrada realidad en continua reconstrucción, y en proceso de destrucción, por lo que el ser, se
vuelve siempre, no ser, devenir en su destrucción-reconstrucción, y en consecuencia, en nada, y las
tecnologías, que hacen posible tal transformación permanente, en las protagonistas del proceso;
pero el proceso posee sin embargo, un telón de fondo, un “detrás” -que nos develó Karl Marx en
El Capital-, al que los postmodernos no introducen dentro de sus análisis genéticos de lo que llaman
desvalorización de todos los valores, o nihilismo consumado, a saber, la estructura básica del modo
de producción capitalista: la compra-venta de fuerza de trabajo, sin la cual no existe, y con cuya
presencia están dados todos los supuestos para su existencia y desarrollo, que como vemos consiste,
entre otras cosas, en que la extra grande mayoría de los ciudadanos de una nación deban vender su
fuerza de trabajo para subsistir, ejecutándose de esa manera la sistemática jerarquización de la
sociedad entre poseedores de capital y excluidos de tal posesión, la expropiación del trabajo ajeno,
y la expropiación de la subjetividad a aquel que trabaja.
El actual mundo capitalista se nos presenta en su fisonomía exterior, de la forma anteriormente
expuesta: mundo destruido y reconstruido de forma permanente, por obra de las tecnologías al
servicio de los capitales, por lo que aquello que la pregunta antigua detectó como una incógnita: el
ser, dentro del jeroglífico general en qué consistía el mundo objetivo para ese genial pueblo de la
antigüedad, es hoy día, un resultado de los poderes económicos que gobiernan el mundo actual,
que se sirven sistemáticamente de las ciencias y sus tecnologías, con la finalidad de acumular
capital. Por lo cual, asistimos a la realización de la ciencia en el específico sentido capitalista, que
es aquel que le conocemos, es decir, en relación íntima con los poderes de los capitales.
Junto con la producción y reproducción por obra de la fuerza de los capitales, en conjunción con
las ciencias y las tecnologías, del mundo de la realidad físico-histórica, tenemos igualmente, la
reconstrucción de la política, es decir, de la institucionalidad burguesa, pues aquella asociación, en
funcionamiento desde el comienzo del mundo moderno, llevó consigo e instauró el siglo dieciocho,
el estado liberal burgués, uno de cuyos mayores documentos es El espíritu de las leyes del barón
Charles de Montesquieu, pero que hoy día, con la actual configuración del capitalismo bajo la
forma de neoimperialismo totalitario y global, de imposición de la versión neoclásica de la
economía, que es una teoría dirigida a conseguir la óptima acumulación del capital -por lo cual es
una teoría normativa-, tal institucionalidad política está sujeta, en todos los países, al cumplimiento
de las políticas neoliberales, que son aquellas que ejecutan la ciencia básica de la economía
burguesa totalitaria, que es la economía neoclásica, por lo cual, el ámbito de la política desaparece,
tras las exigencias propias de la acumulación global de los capitales transnacionales privados,
cuyos estratégicos intereses corporativos mundiales ocupan el espacio que antes ocupaba la
política, pues los estados nacionales han debido producir una reingeniería para adecuarse a la
realización de tal acumulación privada a nivel global. La política es substituida por el
neoliberalismo.
2.- Punto de vista expuesto en el siguiente documento
Según mi manera de ver, siendo una visión general del sentido y del contenido de la historia desde
la filosofía, que luego se refleja, en primer lugar, sobre la filosofía misma y la reinterpreta, v luego,
en segundo lugar, sobre la historia - la interpretación de Heidegger sobre la operación teórica de
Nietzsche puede ser interpretada de esta forma-, nos encontramos, a la hora de comprender el
tiempo actual y el pensamiento filosófico postmoderno que versa sobre él, necesariamente, con
algunos contenidos de la segunda -de la historia-, y con más precisión, con lo que ha sido su
variable activa en el mundo moderno, que no es otra, que el modo de producción capitalista, pues,
es el capitalismo, el que ha construido el mundo moderno. Por lo que sería perfectamente correcto,
decir que la modernidad es el capitalismo y la época del capitalismo es lo que llamamos mundo
moderno.
En consecuencia, hablar de modernidad y de postmodernidad es hablar sobre cómo este modo de
producción —el capitalista-, ha interpretado, y transformado, el mundo de la historia, y de algunos
aspectos de la cultura preexistente a su implantación, primero en Europa y luego en los Estados
Unidos, y posteriormente en el resto del mundo, según su propia dinámica derivada del interés de
la acumulación da capital, que es, acumulación privada, por definición.
De tal manera que la actual concepción de la historia y su existencia misma como historia humana
en sentido propio, y su comprensión, es un asunto exclusivo de la civilización moderna, y por otra
parte, su acrítica refutación postmoderna, o el anuncio de su fin, es uno de los consecuentes
resultados de esta orientación, que prescinde de la forma en que ha operado el agente que según
ellos la destruye, y por lo tanto, no comprender en qué consistió la historia de los últimos cinco
siglos de capitalismo, como tampoco comprendió Friedrich Nietzsche en su génesis la nada, que
es el síntoma del tiempo que descubrió, y que la cultura postmoderna convirtió en fetiche En
consecuencia, es preciso referirse, cuando nos referimos a la ideología de la postmodernidad, a lo
que ha hecho el capitalismo, para haber terminado con su propio sentido y significación, que era,
el de construir un mundo que su ideología auto laudatoria del siglo dieciocho, denominó moderno
-o mundo de ahora-, o sea, mundo del hombre, mundo del progreso para todos y de la libertad para
todos y no para unos pocos privilegiados, siendo, estos aspectos, tres de los pilares de la
modernidad, de los cuales se derivan todos los demás, de tal forma que el asunto que nos ocupa
sería más bien, que la postmodernidad sigue siendo civilización capitalista, pero ahora no más
moderna, sino postmoderna, o más bien atemporal, capitalismo del imperialismo único y mundial,
como su única forma de ser, por lo que goza para algunas mentes ingenuas del atributo de la
atemporalidad.
Cuya postmodernidad y atemporalidad, las podemos hacer coincidir, con la imposibilidad de la
civilización capitalista, del capitalismo actual, post imperialista, o de imperialismo postmoderno,
de cumplir con su ideología auto laudatoria original de producir la libertad y el progreso para toda
la humanidad, mediante la producción privada y generalizada de mercancías; siendo que la de
nuestros días, es la fase del capitalismo marcada por el dominio casi absoluto sobre todos los
pueblos del mundo de las corporaciones capitalistas mundiales, que ejercen el dominio mundial y
la depredación de las riquezas de todos los pueblos, y que tienen casi todas ellas, su sede
principalísima en los Estados Unidos, que usan como sus brazos ejecutores en la tarea de la
depredación globalizada, los organismos económicos y financieros del capitalismo mundial, tales
como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, la Organización Mundial de Comercio
y ahora la misma ONU, y otros, pero sobretodo, la dominación la ejecutan mediante el criminal
ejército estadounidense, que es su ejército.
La situación de postmodernidad, en consecuencia, puede ser interpretada, igualmente, siguiendo
las prescripciones de Heidegger sobre Nietzsche, como fin, por imposibilidad de realizarse bajo el
capitalismo, de las coartadas que usó ese modo de producción como sus justificaciones históricas,
que fueron la satisfacción de las aspiraciones milenarias de la humanidad que pretendían satisfacer,
y que, las fuerzas hegemónicas de la sociedad burguesa, habían pretendido realizar mediante la
transformación del trabajo en mercancía fuerza de trabajo, usado en la producción de mercancías,
todo bajo el dominio de los dueños privados de los medios de producción. El fin de la modernidad,
no sería el fin de la civilización occidental, ni el fin de la historia y de la metafísica, sino que sería
más bien la época que muestra el fracaso del capitalismo, en lo político, porque es un modo de
producción, que no es capaz de producir ni la igualdad de todos los seres humanos, ni la libertad;
en el aspecto económico, no fue capaz de producir el progreso y el bienestar para toda la
humanidad; ni el hacer de la historia por parte de los pueblos, ni la reapropiación por parte del
individuo de su propia vida y de su sentido, que son componente esenciales de la eticidad de un
pueblo, expropiados ambos bajo el modo de producción capitalista, pero prometidos en su
programa originario.
a.- Postmodernidad: último efecto del capitalismo, su síntoma o su jeroglífico.
Se trata entonces más bien de la interpretación hecha desde la filosofía, de los electos del
capitalismo sobre los valores constitutivos de la cultura occidental la que propongo. Los
postmodernos serían en realidad los intérpretes acríticos e inconscientes, de una situación en la que
reconocen los síntomas, pero no sus causas.
Según lo que nos dicen sus proponentes acríticos, los postmodernos de buena le, haber entrado en
la época postmoderna o post histórica o post metafísica significa el acabamiento de todos los
valores que han constituido y articulado a occidente por casi tres mil años. No es que están en crisis
los valores o algunos de ellos, sino que se extinguieron por haberse acotado, porque la historia de
casi tres milenios los consumió y en consecuencia se consumaron. En propiedad no es crisis, porque
crisis, es siempre un ir más adentro en una situación o en los fundamentos de algo, sino que es el
final de todos los valores. Llegados al fundamento no dan más de sí mismos.
Ese es el panorama que nos muestran los exponentes de la postmodernidad. Pero expuesto de esta
manera parecería ser sólo algo que les aparece a algunos privilegiados estudiosos, y solamente en
el mundo de las ideas y de los valores, en el así llamado, mundo de la cultura.
Pero, muy por el contrario, como acabo de insinuar más arriba, el acabamiento de los valores es la
forma de manifestarse algo que sucede en otro ámbito de la vida, en el ámbito de la historia real, y
cuando llega este acabamiento a mostrarse como filosofía, o dentro de la filosofía, es porque el
trabajo ya ha sido hecho en la historia, es decir, en el hacer de todos. Y cuando se dice que es una
forma de la historia real, significa también que es la configuración de la política mundial, y en
consecuencia debería tener repercusiones en el ámbito nacional. En ese sentido, toda la cultura
postmoderna sólo sería un síntoma o un jeroglífico, de una nueva etapa del capitalismo y no, como
cree el pensamiento postmoderno, el fin de todas las etapas de la historia.
Hay que recordar que cuando Friedrich Nietzsche proclamó a fines del siglo xix la llegada y la
entronización de la nada, y del nihilismo consumado, lo hizo en los mismos tiempos en que el
capitalismo daba un giro consistente en hacerse sistema mundial, y la teoría económica se volvía
sin ambages y sin disimulos, teoría del capital, y teoría del beneficio capitalista, y asumía la forma
de prescripción y no de descripción del mundo de las relacionas económicas reales, y en virtud de
su creciente formalización matemática, se volvió normativa y no descriptiva, lo que significa
igualmente, que tomó el papel de ser el instrumento teórico de la reorganización del mundo social,
en beneficio de los dueños de los capitales, al devenir sus teorías expresadas en estructuras
matemáticas, las bases de su transformación en tecnología económico-social. Ese mundo así
devenido-, sí que es, efectivamente, el mundo de la nada, de la realización del nihilismo.
b.- Dominio absoluto del capital: entronización de la nada
El mundo en el que los capitales reordenan toda la sociedad según las conveniencias de la
acumulación privada, es realmente el mundo en el que lo que se realiza es el sentido de una fracción
cada vez más mínima de la población mundial —el uno por ciento de la población del mundo es
propietario de más del cuarenta por ciento de la riqueza mundial, una cifra de aproximadamente el
seis por ciento se reparte el treinta por ciento restante-, es decir, aquella parte que es la propietaria
de los resortes de la producción de la riqueza, es decir, de los medios de producción. Tenemos un
indicio, o un síntoma en lo que nos dijo -a toda la humanidad-, el señor John Kerry en un debate
con George Bush: en su país, el uno por ciento de su población aproximadamente dos millones y
medio de sus habitantes-, es la dueña del 80% de toda la riqueza de ese país, y hay que recordar,
que estaban hablando, que esa riqueza incluye toda la riqueza que esa clase burguesa
norteamericana posee en todo el mundo, o sea, que ese ochenta por ciento de riquezas, incluye un
porcentaje muy alto de las riquezas mundiales, el resto se reparte entre un pequeñísimo grupo de
europeos y japoneses principalmente.
La transformación de todas las relaciones sociales bajo la forma del valor de cambio, y de todo lo
que se produce en la sociedad igualmente en valor de cambio, es decir, en mercancía, era ya un
proceso que no tenía vuelta atrás, pues era la forma sistemática de producir mercancías y capital
[siempre en manos privadas, pues es necesario recordar, que el beneficio capitalista es para los
dueños privados de los medios de producción], decía entonces, el capitalismo que transforma en
mercancía el trabajo humano y sus productos-, se instituyó en la forma sistemática de producir
mercancías y capital en todas las sociedades del mundo, que habían sido ya tomadas por la fuerza
por los imperios europeos o el norteamericano, siendo que ya era, este último, un imperio, si bien
de menor magnitud y de menor influencia que los de Europa, pero con un muchísimo mayor ritmo
y velocidad y proporción de crecimiento económico y de influencia política que sus competidores;
pero esa transformación que fue la generalización del valor de cambio, implica, en el mundo
práctico, el fin de cualquier jerarquía de valores, y en realidad, el f in y la disolución de todos los
valores que constituyeron a occidente, o la tendencia hacia ese fin, y el abrirse paso la actitud
mental según la cual, todo puede ser tasado y transado en un mercado según los términos
mercantiles, de tal manera que lo que antes eran valores o cualidades culturales o morales, ahora
se miden esas cualidades o valores, en cantidades de dinero.
3.- Novedades del imperialismo postmoderno desde el telón de fondo de su constitución
Desde mi punto de vista, la postmodernidad es una etapa del capitalismo, su última y actual: no es
el fin de la historia, ni de la metafísica, en los términos en que las conocemos a ambas, desde los
siglos XVIII y XIX por obra, fundamentalmente, de Enmanuel Kant, Georg Friedrich Hegel y Karl
Marx, y los desarrollos posteriores de las filosofías de aquellos, y de las teorías científicas del
último de los sabios mencionados. No es el fin de la historia, en la forma en que la conocemos
desde cuando fue concebida concomitantemente con la estructuración del capitalismo, en el
temprano renacimiento, siendo ambos, formas de un mundo nuevo: modo de producción de la
riqueza, y conciencia nueva, la cual supera la antigua idea griega de “historia” como simple ver, v
la transforma en acción y pensamiento en orden a la realización consciente de fines humanos en la
vida social.
Se superaba de esta forma, con el mundo moderno, la antigua concepción contemplativa del mundo
griego; y con la idea de vida civil como acción-pensamiento, tenemos uno de los fundamentos de
la idea moderna de historia, es decir, uno de los aspectos constitutivos de la modernidad: la historia
es obra exclusiva de la acción de los hombres y todo lo que sucede en ella es el obrar de todos,
ideas que reflejan un proceso comenzado como he dicho en los albores del Renacimiento Italiano,
que fue expresado tempranamente en aquellos notables documentos que se conocen bajo el nombre
de Humanismo Civil, que datan de fines del siglo xiv y comienzos de xv, pero que, como proceso
está ya completamente maduro con las revoluciones burguesas del siglo xviii, y como concepción
general más acabada y genial tuvo su intérprete en Georg W. F. Hegel, entendida por éste como la
realización de la racionalidad, que es la libertad, como su finalidad inmanente; racionalidad
mostrada como la identidad de ser y pensar -que es la forma de la razón-, como estructura
ontológica del presente, que sería lo que le habría dado sentido a la historia desde su comienzo
hasta su final, incluyendo de esta forma, la historia de la modernidad, como el último capítulo de
esta historia de la identidad de ser y pensar o razón-libertad. Finalización en tal identidad, como
forma de ser del presente, que sería un en sí —ser en potencia-, que tendría que darse su para sí, o
su desarrollo.
O sea, que, para Hegel, a diferencia de lo que opinaba el hegeliano Kojeve antes de la Segunda
Guerra Mundial, la historia no llegaría a su fin con la sociedad liberal burguesa, sino que habría
terminado la historia marcada por la Malicia de la Razón y comenzaría la historia que hacemos los
hombres a conciencia.
No creo entonces que sea, como los postmodernos dicen, el fin de todas las etapas de la historia.
Si así fuese, y, siguiendo su lógica y su discurso, no se podría decir que es una etapa, pues decirlo
sería someternos a la lógica de la modernidad, que es un producto del capitalismo, como he dicho,
pues fue aquella lógica, la que se encargó de teorizar la historia como un devenir superando épocas
y etapas -y yendo cada vez más al fundamento de la misma constitución programática de occidente
expuesta por el pueblo Griego en su época clásica-, y separándolas entre sí como épocas no sólo
diferentes, sino excluyentes, de tal manera, que la postmodernidad, al ser el fin de todas, no sería
una de ellas, en la forma en que lo fueron las anteriores, sino la forma definitiva e incambiable de
la vida humana, como pretendía Kojeve y lo ejecutó en política, siendo uno de los animadores de
la idea de una Comunidad Europea y uno de sus planificadores.
Recordemos que el capitalismo buscó, desde muy temprano en su historia, en los tiempos del
Renacimiento Italiano, comprender su diferencia del mundo medioeval, y entender, demarcándose
de ésa civilización anterior, que él era una etapa con la cual se superaba el mundo incivilizado del
medioevo, y se producía una nueva forma de vida, comenzada hace poco de allí su auto
denominación de moderno-, la vida en civilización, cuyo símbolo ideológico fue el humanismo,
que concebía la realización del hombre como sujeto integral que vive y piensa: praxis y teoresis,
recuperando el significado griego de praxis, como el actuar racional, que mientras actúa en la
sociedad piensa como un filósofo, y la vida del pensamiento (filosófica), era sólo un presupuesto
cuya finalidad era la de ser realizada dentro de la sociedad, que así devendría la sociedad de todos
los hombres; teniendo al conocimiento científico y sus tecnologías, como los instrumentos que
hacían de la vida humana algo cada vez más vivible; en consecuencia, la invención posterior de la
idea de progreso, y la democracia y la libertad, como algunas de las finalidades de su propia forma
de ser, pues la vida sólo era vida dentro de la perspectiva humana más arriba dicha.
Pero recordemos también, que el modo de producción capitalista, que es el alma de la modernidad,
pues por aquel se produjo ésta, produjo también todas las explicaciones de sus formas políticas,
sus ideologías y sus coartadas, y recordemos también, que ese modo de producción se fundamenta
en el egoísmo personal. He dicho en algunas oportunidades que, efectivamente, una de las bases
sicológicas o subjetivas del modo de producción capitalista, es el egoísmo, pero también he dicho,
que el egoísmo tiene una consecuencia inmediata en la envidia, pues, si el centro del
comportamiento capitalista, es el egoísmo y la ansiedad por poseer cada vez más riquezas y poder,
entonces, todo otro ser humano y sus posesiones, se presentan como el obstáculo para la
consecución de las propias; lo que lleva al comportamiento típico del individuo capitalista egoísta
y envidioso en funciones de individuo verdaderamente imbuido del espíritu de empresa y de lucro:
es decir, realizar la traición como conducta típica.
La combinación de los móviles subjetivos anteriores: egoísmo, envidia y traición, con el método
de combinar factores trabajo tierra y capital, por parte de los dueños del capital, para producir
objetos útiles y venderlos como mercancías y con esa actuación, producir acumulación de capital
- algo realizado por los dueños de los medios de producción, que son sólo los que lo pueden hacer-
, ha llevado a la configuración de una lógica del comportamiento social, que ha sido, en primer
lugar, lógica o racionalidad productiva, pues ese es su objeto específico, lógica luego extendida por
toda la sociedad, y tal lógica y sus mecanismos de organización, se volvieron el sistema legal por
medio del cual discurren las relaciones entre los hombres para la producción de la riqueza, y dado
que esa producción de la riqueza es hecha por individuos privados, el producto neto o excedente
va a parar a las manos privadas de los dueños de los medios de producción, y ese excedente o
beneficio capitalista, que es parte del plusvalor expropiado a la clase trabajadora, significa la
producción de la riqueza de la sociedad, por lo que, entonces, los dueños de los medios de
producción, se vuelven el poder hegemónico dentro de la sociedad, en consecuencia, se
transforman en los detentadores del poder político dentro de ella.
Esas son algunas de las razones estructurales por las cuales, en el capitalismo, la soberanía popular
termina siendo expropiada, y el poder político, termina siempre en manos de la clase capitalista, es
decir, de la burguesía, que expropia periódicamente la soberanía popular por transferencia a un
presidente o a un primer ministro.
4.- Fondo: la expropiación del trabajo y de la subjetividad: formas políticas: indiferentes mientras
se conserve el fondo
No importa si esa expropiación tiene la forma exterior, política, de presidente de la república más
o menos democrático formal, pues la democracia formal es igualmente un mecanismo de
expropiación del poder popular; si la tiene de monarquía constitucional, donde un rey cumple las
funciones ceremoniales y representativas de la nación, pero gobierna un premier ministro, escogido
entre los parlamentarios o por votación popular; o bien, de dictadura militar o civil, lo que
realmente importa es que el contenido de la democracia no se realice, pues este consiste en el
autogobierno del pueblo soberano, y que el pueblo sea partícipe y protagonista del destino de la
sociedad y que por lo tanto haga la historia con sus propias manos, y que sea protagonista de su
propia vida y tenga el dominio de ella; lo que importa es que todo ello sea, efectivamente, lo negado
por la burguesía en el poder en todos los países del mundo.
Y eso es lo que ha sucedido, y es lo que sucede hoy día, en todas las sociedades capitalistas del
mundo, pues esa es su estructura constitutiva, o sea, que el poder sea ejercido y ejecutado por la
clase social dueña de los medios de producción de la riqueza. Y esa ha sido la forma desde su
pasado remoto en Inglaterra, con la Revolución Inglesa que fue un largo proceso comenzado en
1649 con la instauración del régimen republicano bajo la dirección de Oliver Cronwell que, en
1653 asume el título de Lord protector, y finalizado en 1689 con la Declaración de los Derechos,
proceso con el cual la monarquía pasó a ser constitucional y no absoluta, y la política europea
comenzó a gravitar en tomo a Inglaterra, en torno a su burguesía, y la hegemonía marítima pasó a
Inglaterra y comenzó la rivalidad imperialista por las colonias entre Francia e Inglaterra.
Luego, con la Revolución Francesa de 1789, se abre un proceso constituyente y se teoriza sobre la
soberanía popular, y se comprende, que la soberanía del rey es sólo por delegación del pueblo que
es quien la contiene en sí mismo y la ejerce para sí mismo, pero el proceso revolucionario francés,
terminó siendo igualmente, desde el punto de vista del ejercicio de la soberanía, otra forma de
delegación de la soberanía popular, de expropiación de la misma, en un mandatario o un conjunto
de ellos, con lo que la sociedad capitalista o burguesa —con los franceses revolucionarios-, lo que
hizo fue perfeccionar el método típicamente burgués de expropiación del poder del soberano
mediante los métodos electorales. En Francia hubo el descubrimiento y la recuperación de la
soberanía popular, pero hubo igualmente su transferencia al gobernante mediante elecciones al
nombrar un presidente y un poder legislativo, no fue de forma inmediata, sino en la república,
después de la restauración y del Imperio.
5.- El tiempo que hacemos
El resultado es, entonces, el mundo que tenemos hoy día, en el que actuamos e inscribimos nuestros
deseos, intenciones y acciones. Ese mundo social inventado por los seres humanos a través de la
historia, con sus formas institucionales y de agrupación social, en el cual hemos plasmado nuestra
razón; mundo el cual actúa como la base sólida y constante, en la que realizamos como individuos
y como colectivos sociales nuestros fines, que tienen tiempos de realización variables, y que se
inscriben en aquella base social sólida y constante, modificándola y confiriéndole una temporalidad
por obra de esos fines que todos insertamos en ella; por lo cual, aquello que aparecía como lo sólido
y constante, es decir, la sociedad, se vuelve realmente lo variable, pues es aquello que se modela a
través de los cambios que le producimos, cambios que luego se vuelven algunos de los factores del
tiempo histórico. Pero el tiempo, en su figura de tiempo subjetivo, es lo constante, en el que cada
uno de nosotros, vive sus fines, los inventa en forma de ideas, intereses y pasiones, los vive, junto
con sus afecciones de todo tipo, e intenta plasmarlos en aquella base social que parece sólida pero
que se modifica; y a nuestra vez, nuestra subjetividad igualmente se transforma individualmente y
colectivamente, mediante la objetivación de nuestros fines particulares y subjetivos, y para la
conciencia, la sociedad se muestra verdaderamente entonces como un fluir al igual que ella.
6.- Hablaré ahora sobre los actuales dueños de las riquezas del mundo, o sea, de las novedades del
imperialismo postmoderno
El desarrollo del capitalismo, que como sabemos por propia confesión cotidiana de sus
sostenedores, se fundamenta, como en su fuerza más íntima y potente en el egoísmo -al que he
agregado la envidia y la traición, porque son sus consecuencias lógicas e ideológicas-, nos ha traído
a este mundo de hoy, en el que la riqueza mundial es poseída por no más de cuatro millones de
personas en su mayoría de nacionalidad estadounidense, que son los propietarios de las
aproximadamente trescientas cincuenta corporaciones mundiales que se distribuyen a cada
segundo de cada minuto de cada hora y de cada día mes y año sus beneficios producidos alrededor
del mundo.
Ese extraordinariamente grande poder económico mundial, se traduce, de manera inmediata, en
poder político, como vemos todos los días, al observar que la política de los Estados Unidos, se
realiza sobre, y contra todos los pueblos del mundo, siempre con la intención y finalidad de
apropiarse de todas sus riquezas. Lo hemos visto en nuestra América por doscientos años, a partir
de los que ellos llaman, orgullosamente, los Padres Fundadores, que ya tenían en mente, robarse
todos nuestros países, incluido entre esos próceres del despojo de las riquezas ajenas, a Thomas
Jefferson, el que pasa por ser el más ilustre y civilizado de todos ellos.
Creo que algunos de los aspectos que nos muestra el actual imperialismo, son los siguientes:
El imperialismo norteamericano actual, al igual que todos los anteriores, despoja de sus riquezas a
los pueblos más débiles, pero esa es la práctica estándar de todo imperialismo. Su novedad consiste,
en que es visible el despojo y la violencia y las muertes provocadas para hacerlo, es visible para
todos los pueblos del mundo, para todas las cancillerías de todos los países, para todos los reyes,
presidentes y primeros ministros, para todos los parlamentos; para todos los intelectuales de la
derecha, que dicen luchar por la libertad y contra el socialismo y, la característica de este tiempo
es que callan, no tienen argumentos, ni morales, ni políticos ni humanitarios, ni éticos para
oponerse, no hay una prohibición como aquella que dice: No matarás, o No robarás, pero tampoco:
No despojarás a ningún pueblo de sus condiciones de vida; esos imperativos, de origen, al parecer
cristiano, que nunca ningún imperio observó, antes se declaraban, hoy no es que no se declaren,
sino que perdieron todo su valor, por lo que pasaron a ser ridículos, o extraños en un mundo en el
que el despojo está justificado por los medios de comunicación masiva. La postmodernidad
significa, en este aspecto, el cinismo del imperio y de sus cómplices; v la visibilidad de todo en
tiempo real.
El actual imperialismo es impune. Lo que hace, que es asesinar y saquear, es del dominio público
mundial, y no existe ningún país, de los autos proclamados civilizados, que diga algo; la condición
postmoderna de la sociedad occidental, cuyo eje ideológico, cultural y político son los Estados
Unidos, consiste, en que, a diferencia de otros tiempos, en los que decían creer en sus valores
culturales, políticos y cristianos, que configuraron espiritualmente a occidente, de alguna forma
daban la cara, ahora, para dar un solo ejemplo, el imperio americano asesina y dirige al estado
asesino sionista de Israel para que asesine a los palestinos, y Europa de forma cómplice y criminal,
asiente, tal vez por miedo, o para esperar su propio beneficio comercial del saqueo pues es la socia
menor del mismo, que para eso quedó Europa, para aterrorizarse ante Estados Unidos y ser la socia
menor en el saqueo y crímenes contra los pueblos del sur; todo lo que hace el imperio
norteamericano, lo realiza bajo la mirada cómplice de todos los antiguos países fuertes y civilizados
de Europa. La Comunidad Europea al no decir nada, y ser cómplice de los Estados Unidos, es
realmente su rehén, son rehenes, en primer lugar, sus pueblos, salvo sus clases dirigentes, que se
benefician en algo de la riqueza saqueada por ser socio menor, producto de los crímenes y las
matanzas a gran escala, a escala industrial, que realiza Estados Unidos a diario ayudado por los
europeos, alrededor del mundo. Europa pasó a la condición de rehén de los Estados Unidos, y eso
es parte de la condición postmoderna de occidente y específicamente de Europa, porque eso explica
también, su absoluta falta de vitalidad cultural, ética, moral y política; lo que hace el Imperialismo
estadounidense a diario, es la ejecución de la violencia, en contra, no sólo de los débiles del tercer
mundo, pues incluso la ejecuta en contra de los pueblos del primer mundo, sin excluir el pueblo
norteamericano; los pueblos norteamericano y europeo, sus burguesías, sus dirigentes económicos
y políticos y sus reyes, se desayunan, almuerzan y cenan y son felices en sus consumos primarios
y suntuarios, hoy día, sobre una inmensa montaña de cadáveres de patriotas afganos, iraquíes,
palestinos, libaneses y del resto de los pueblos pobres del mundo, como en el pasado fueron los
panameños o vietnamitas, y otros, que sus ejércitos, pero sobretodo el de los Estados Unidos,
asesinan todos los días para robar las riquezas de sus pueblos; así, la podredumbre de sus riquezas
es hoy visible, como antes lograban esconderla por la ignorancia de los pueblos y el engaño al que
los sometían, como aquellos de llevar el cristianismo y la salvación en el caso de España, o la
civilización a pueblos salvajes como pretendían los ingleses que eran todos los extra europeos,
mientras les robaban sus riquezas. Pero que sea visible la podredumbre de esas riquezas, no
enfurece a los pueblos civilizados de Europa ni de Norteamérica pues ellos son sus beneficiarios,
los medios de comunicación masiva, se encargan de engañarlos y/o de consolarlos y darles algo
del festín, y ellos contentos, y eso es igualmente parte de la condición postmoderna, la indiferencia
ante el crimen en masa de los débiles para enriquecer a los ricos y la indiferencia ante esos crímenes
de los que se benefician, incluyendo dentro de esos beneficiarios, de manera eminente, a las
intelectualidades estadounidense y europea y al Vaticano; además de la norteamericana, las
burguesías europea y japonesa, son las verdaderas o mayores beneficiarías del despojo contra los
pueblos del tercer mundo que realizan hegemónicamente los capitales privados de los Estados
Unidos de Norteamérica y en segundo lugar de Europa y Japón, pues son sus socias menores en el
negocio mundial del saqueo; el resto de las burguesías del mundo medran del resto de las migajas
que logran extraer: recuerde el lector, los casos de las pobres y tristes burguesías latinoamericanas;
estamos entonces en presencia de la ejecución de la violencia en estado puro, sin coartadas v
aceptada hipócritamente y/o gozosamente, a sabiendas de que lo es, sin asomos de vergüenza, esta
es una de las características más relevantes de la condición postmoderna; el brazo ejecutor de toda
esa violencia alrededor del mundo, sin rendijas ni residuos, es el ejército de los Estados Unidos, es
su marina, que incluye aviación e infantería, desplegada en todos los océanos y mares, lista para
intervenir en el momento en que las corporaciones norteamericanas se vean en peligro de disminuir
o perder sus negocios. Hace muy pocas semanas tuvimos frente a las costas de Venezuela la
intimidación de un ejército de siete mil hombres, con portaaviones y todo, amenaza contra el
gobierno bolivariano; es la violencia desnuda del capital y de los capitalistas, la postmodernidad
ha mostrado que el capital se impone por la pura violencia; es la hora, ésta, la de la postmodernidad,
de comprender el verdadero rostro del capitalismo, de comprender que el capital es el verdadero
enemigo de toda la humanidad. Se mostró siempre, con la vestidura de la democracia formal, que
es su vestidura ideológica, pero caída esa máscara, lo que queda es su aspecto puro, la violencia, la
nada. La nada que proclamó Friedrich Nietzsche en la forma de la entronización del nihilismo, es
la nada que ahora nos muestra el capital, como su verdadero rostro; la actual violencia es sin
explicación, sin coartadas, sin excusas creíbles, tanto más, cuanto que el terrorismo, y el islámico
en particular, es un invento, una fabricación hecha para tener una coartada para intervenir en todos
los países del sur y del resto del mundo a conveniencia y saquearlos y declarar una guerra a los
pueblos pobres del tercer mundo a perpetuidad, éste es el secreto de la guerra al terror. Es, al
parecer, una historia fabricada por la CIA y los servicios secretos alemanes y el Mosad israelita
durante la guerra en los Balcanes, con varias intenciones, entre ellas, la de destruir a Yugoslavia,
que fue, con Tito, un experimento histórico-social muy exitoso de combinación de elementos
capitalistas y socialistas, en una sociedad que por siglos había estado en luchas intestinas entre las
diferentes etnias con diferentes confesiones religiosas y fue tan exitosa que durante todo el período
socialista se mantuvieron esos pueblos en paz y solidaridad. Es la del terrorismo, una coartada que
ya nadie sensato y sano mentalmente y moralmente cree, ni tampoco son creíbles las reacciones de
los americanos y de los sionistas ante ese fenómeno, se sabe que son falsas, que si fuese cierto el
terrorismo islámico como una política, sería simplemente la lógica del pobre y del acorralado, y
entonces, los que acorralan al pueblo árabe musulmán, deberían comenzar a pensar en la forma de
resolver el problema políticamente; en definitiva, la nueva violencia, que es propia del imperio
postmoderno que tenemos en frente, es vacía y sin explicación porque no tiene excusas ni
coartadas, es violencia desnuda, visible como pura violencia pues lo que muestra son sus
finalidades de saqueo y dominio absoluto sobre todos los pueblos del mundo por parte de las
corporaciones capitalistas norteamericanas; vemos ahora, que si Bush trata de asesinar al presidente
Hugo Chávez, que secuestró a Jean Bertrand Aristide, presidente elegido por el pueblo haitiano,
como él mismo y otros anteriores presidentes de esa nación trataron de hacerlo con Fidel Castro, y
lo hicieron con Salvador Allende y otros, tal comportamiento se inscribe dentro de una situación
específica del occidente actual, es violencia pura postmoderna: se sabe quién es el asesino y nadie,
en el mundo convencional de la política burguesa lo dice.
Volviendo a la exposición anterior, lo que algunos postmodernos dicen, es que en realidad estamos
ya fuera del mundo moderno, y a diferencia de lo que sostengo ahora, para ellos, la postmodernidad
no es una época del desarrollo de la historia humana, no es una situación de llegada de la historia,
que sería el comienzo de otra etapa más en la evolución del hombre, sino que más bien, es un estar
constituida la realidad de cierta manera, que impide hablar de estar en una época o en una etapa,
sino más bien, que hemos llegado al final de todas las épocas y de todas las etapas, y no ha quedado
nada del desarrollo comenzado en la Grecia Antigua.
- Recordemos entonces algo de lo que nos legó en pueblo griego de la antigüedad
Este recordatorio es evidentemente muy limitado y reductivo, sirva sólo para mostrar un aspecto
básico de su legado “consumido”.
Lo que el pueblo griego inventó —entre otros grandiosos inventos-, fue la filosofía como
enunciación de la racionalidad humana, el saber la racionalidad que es racionalidad, es decir
saberse, y discúlpeme por favor el lector las repeticiones: la racionalidad que se reconoce a sí
misma en el discurso en que se enuncia y se niega. La razón es nuestro instrumento básico para
estar en el mundo y comprenderlo y comprendernos a nosotros mismos. En primer lugar, nos
comportamos por milenios aplicándola de forma espontánea, sin plantearnos el asunto de en qué
consiste. Lo que hacían nuestros antepasados primitivos era inventar y desarrollar sus formas de
vida social y los instrumentos para reproducir su vida material, y, en haciéndolo, producían,
igualmente, los modelos mentales de comprensión de aquello que hacían. Para hacerlo un poco
abreviado, tales modelos mentales, por el solo hecho de ser modelos de comprensión, no sólo de
los objetos particulares sino de las relaciones dentro de las cuales estaban y actuaban y usaban
aquellos, y desarrollaban sus vidas, eran modelos racionales.
Era reconocer mentalmente, como formas, lo que hacían y sus relaciones, y este actuar significa,
que aquello con lo que estaban construyéndose a sí mismos y comprendiéndose, eran justamente
sus formas racionales. Ese reconocimiento constituye un segundo nivel de la razón, es decir,
interrogarse por la huella dejada en el mundo construido, que no es otra cosa que su huella, la huella
del hombre, es decir, la razón. Y lo es, porque la pregunta se interroga, tanto por el hombre que
interroga, en su hacer, como por el resultado, o su obra, y lo hace en una sola pregunta, y tanto la
pregunta, como la respuesta, es lo que llamamos razón, pues envuelve, tanto el objeto exterior
producido por el hombre o preexistente a él, como el razonamiento que interroga.
En cierta época de la historia de ese pueblo maravilloso que fue el griego, algunas personas
comenzaron a reflexionar sobre el comportamiento teórico-práctico de la razón, es decir, a tener
como objeto de la reflexión algo identificado por ellos mismos, o sea, la praxis que significa acción
pensada y pensamiento para la acción-, por lo cual es también reflexión de la razón sobre sí misma,
que significa, entre otras cosas, su reconocimiento o su auto conocimiento, lo cual implica y
significa, la ejecución, por parte de nuestro comportamiento racional, de su comportamiento
duplicado, porque si vemos de cerca, la razón puede reflexionar sobre su contenido y sobre las
formas de cómo ese contenido está en ella. Y ese tipo de reflexión es aquel con el que comenzó
occidente su viaje a través de la historia, en la remota Grecia Arcaica.
Ahora bien, la filosofía trata de la razón, ese es su objeto, tanto en su función específica de razonar
cuyas aristas son múltiples, como su realización en el mundo. De tal manera, que la obra humana,
que es la sociedad, constituida por estructuras relativamente estables y constantes, y la historia, en
la que las estructuras de la sociedad se hacen y se destruyen en virtud de la lucha de clases generada
dentro de ella, resultando siempre de esa lucha modificaciones y alteraciones en los equilibrios de
los poderes sociales, son todas ellas formas de realización de la razón. Y los resultados de los
conflictos han sido siempre, igualmente, aquellas formas derivadas de la razón en las que los seres
humanos hemos resuelto el conflicto social, que son siempre las nuevas formas en las que vivimos
hasta que producimos el próximo conflicto.
Pero, tanto la existencia del conflicto como su resolución, discurren en el tiempo, pero no es el
tiempo astronómico, sino el tiempo humano, nuestro tiempo, que, por su referencia al tiempo
astronómico intuido en la naturaleza desde la razón, lo vivimos como una constante, pero, vivido
como tiempo histórico, lo comprendemos en relación intrínseca con las variaciones y
transformaciones de la vida social e histórica. Por lo que la razón se despliega en el tiempo, es
decir, en la historia, que es lo estrictamente humano, pues en ella confluyen, tanto el obrar
intencional que pone fines a través de estructuras e instituciones, como el discurrir y las
transformaciones, en el tiempo; por lo que, el tiempo humano, es también estrictamente humano,
y los es en el doble sentido de que es en el tiempo que se despliega la historia como lucha y conflicto
de clases, y en consecuencia, su resolución, que siempre está mediada por la razón, como también
porque, la razón misma se alimenta del tiempo que ella pone como su substrato en la historia.
Pero el programa intelectual griego no se limitó, como bien sabemos, a la filosofía; el pueblo griego
inventó o desarrolló y le dio su sentido a la mayor parte de los valores que construyeron a occidente.
Entre estos, el progresivo desarrollo de un tipo de organización social y político, que es la polis, o
la ciudad estado, que puede ser considerada como el origen permanente de toda la cultura clásica
griega, inconcebible sin ella, y por otra parte, de sus varias formas políticas, las monarquías griegas,
pero también las repúblicas aristocráticas y las tiranías, pero también, el tipo de auto gobierno que
ha pasado a la historia con el nombre de democracia, que significa literalmente, gobierno del
pueblo. La democracia ateniense era de un tipo que llamamos directa: el pueblo sin intermediarios
se autogobernaba mediante asambleas, pero no todo integrante del pueblo era sujeto político, no
todos los habitantes, pues estaban excluidos los extranjeros o metecos y los esclavos, del griego
medioeval, o skabós, sin derechos civiles ambos.
De igual forma, Grecia nos legó aquello que dio origen a toda la poética de Occidente, la poesía
religiosa, y las poesías épica y lírica, hechas de cantos a los dioses y a los héroes, acompañados de
la música, interpretada con la lira, cuyo contenido eran la historia y la guerra, transformadas, por
obra de Homero, en poesía, en consecuencia, la invención de un mundo poético que nos es común;
pero igualmente inventaron los griegos la mayor parte de las otras formas de poesía, que occidente
desarrolló, entre ellas la estructura trágica, reconstruida a partir de los poemas homéricos.
Tenemos también, el desafío de la razón, inventado por los griegos, con el que comenzó y se ejecutó
la sabiduría griega, y dio origen a la dialéctica y a la lógica, y, luego, a la filosofía, al inventar
Parménides el asunto de la verdad, al tratar de establecer un criterio de demarcación en el lenguaje
entre la doxa u opinión y la episteme o conocimiento verdadero, con lo que comienzan los
trascendentales programas de la verdad y de la coherencia. En el desafío, los sabios griegos,
mediante el uso de la razón, en forma de estrategias argumentativas, domaron algunos aspectos de
los impulsos de la lucha, y, por ese medio enseñaron al pueblo griego, el uso del pensamiento
organizado y funcional a un fin. Y haciendo lo anterior, desarrollaron un altísimo nivel de
especulación racional, cuya base es algo exclusivo de los griegos en el mundo antiguo: la pasión
por algo que ellos inventaron: la pasión por la verdad, que determinó toda la estructura intelectual
de occidente. Y que es, la idea de la verdad, una de las víctimas del desarrollo de la historia del
capitalismo, reflejada en la filosofía moderna, desde el iluminismo y la filosofía kantiana en el
siglo xviii hasta fines del siglo XIX, justamente en un proceso comenzado con Arthur
Schopenhauer y finalizado con Friedrich Nietzsche, con quien he comenzado estas reflexiones.
Era, el de los sabios griegos -preparmenídicos-, un tipo de lucha en la que los contendientes no
luchaban por la verdad, que no había sido inventada como valor cultural, sino que era por derrotar
al contrario en la argumentación y defensa de aquello que tenían como representación en sus
mentes, de fragmentos compartidos de sus vidas, sin considerarlo verdadero en el sentido posterior
al Poema de Parménides.
Los griegos inventaron la ciencia, y, en esencia, su actual racionalidad, es la misma con la que los
griegos la concibieron. Es decir, la conexión con el mundo exterior, resuelto en una serie de
estructuras lógicas que lo explican, tiene su primera forma acabada de ser, en la ciencia del pueblo
griego, en la Metafísica de Aristóteles.
El valor de la contienda física y de los límites del cuerpo, que se ejecuta en los deportes, y sobre
todo en las olimpíadas, es obviamente uno de los inventos griegos más brillantes y de más
profundas consecuencias para el conocimiento de los límites sicofísicos del hombre y para
transformar en simbólicas las luchas reales. El actual mundo tecnológico deshizo el valor de los
límites sicofísicos del cuerpo al transformar el deporte en un asunto de ciencia v tecnología: un
atleta actual es una construcción científico tecnológica con finalidades político-comerciales.
En consecuencia, el descubrimiento de la razón, y de sus posibilidades, y de la fuerza de las
propuestas para organizar la sociedad, es uno de los factores más poderosos para que hubiesen
épocas históricas, porque la sucesión de épocas fue el resultado de la fuerza que dieron a la
humanidad occidental durante más de dos mil ochocientos años, las ideas que heredamos de la
civilización y culturas griega, en primer lugar, y de las transformaciones operadas en ella por la
civilización romana, y luego, con la intrusión del cristianismo, en occidente, que de ser una forma
de la religiosidad judía, al volverse filosofía, con su metafísica y todo, se transformó en uno de los
motores espirituales y materiales de occidente.
Pero lo anterior es sólo un trazo demasiado escueto del legado de Grecia que propongo para
comprender aquello que la postmodernidad dice que se consumó.
Continuemos entonces. El resultado, o lo que tenemos ahora es lo que he dicho un poco más arriba
al hablarles algo sobre la actual configuración de occidente que es la época del imperialismo
totalitario norteamericano. O sea, como el tema es la postmodernidad en la política, estamos
hablando de un resultado, que es la postmodernidad, o el último período de occidente en el concepto
de una parte de la cultura occidental-, devenido a partir de la modernidad. Pero que es, entonces,
para nosotros, el último resultado del capitalismo, su última etapa imperialista, este es su post, o
bien, lo que viene después de aquella modernidad, virginal hasta fines del siglo diecisiete, pero
envilecida desde el siglo dieciocho, cuando produjo su mejor ideología en la idea de progreso, ya
pocas décadas después demostrada su imposibilidad de realización.
Es mundo post moderno, sólo si aceptamos que hay historias paralelas, que no habría ninguna razón
para no hacerlo, pues siempre las ha habido. Nosotros, en Latinoamérica, vivimos otras historias,
con otros sentidos. Europa y Estados Unidos agotaron los valores de occidente, pero los agotaron
en ellos, se agotó su propia interpretación de los valores que nacieron en Grecia. Pero no realizaron
todos los valores heredados, y allí está el detalle, porque aquel que no agotaron porque nunca
intentaron realizar seriamente, y al contrario niegan obstinadamente, fue el de la igualdad de todos
los seres humanos, el zoon politikón aristotélico, la idea de que todos los hombres son seres que
realizan su condición de racionales sólo en la vida social entre iguales, v por eso son seres
racionales. Esa idea es aquella que le da sentido a toda la cultura occidental, y sin la cual, la cultura
occidental se agota, y no realiza su alma viva, como está agotada en la Comunidad Europea, y en
los Estados Unidos, cuya esterilidad intelectual y moral son ya tan visibles, que no es necesario
explicarlas. Estados Unidos y Europa no fue que se volvieron postmodernos, no llegaron al fin de
la modernidad y de la historia y del pensamiento metafísico, lo que les sucedió, fue que se volvieron
intelectualmente y moralmente estériles, por ser rehenes de los poderes del capital contra los cuales
no se atreven a luchar y de los que buscan afanosamente recibir la felicidad en forma de mejores
formas de consumo.
Conclusión
El fin de la modernidad, de la historia y de las esperanzas, como he afirmado, es un estado
sobrevenido en la vida de los europeos y de los estadounidenses. Y al igual que toda otra
configuración de la historia, ésta, la actual, para estadounidenses y europeos, es también un
jeroglífico, pues esa es la forma en la que ella siempre se nos presenta. Los heraldos negros de la
postmodernidad han demostrado que solamente ven la superficie de la historia, es decir, sólo ven
el jeroglífico, ven la nada determinada, que es la negación abstracta que ha hecho el capitalismo de
los valores de occidente al no realizar el que les sirve de base a todos y cuya realización realiza los
demás, es decir, aquel valor que nos dice que todos los hombres son iguales pues todos somos
igualmente racionales y tenemos todos las mismas capacidades emocionales-, según el programa
originario de la civilización griega, e interpretan tal negación abstracta, como si fuese la negación
en sí misma y para sí misma.
Ven en el jeroglífico sólo la nada, no ven, ni el movimiento histérico-económico que lo produjo -
por lo que se les vuelve un fetiche-, ni tampoco ven, en esa nada -que según ellos es la configuración
de la realidad- el contenido no realizado, por lo que tampoco pueden comprender la clave de su
constitución e inteligibilidad, ni ven el hecho mismo de que es una nada que niega aquello que la
haría no ser tal, que la haría desaparecer -el valor no realizado-, por lo que tampoco ven el camino
de la superación, que sería el de la profundización en el mundo real, del fundamento perdido, es
decir, la igualdad de todos los hombres, que es algo ni siquiera intentado en serio por occidente.
No asumen porque no llegan a concebir, que, en el jeroglífico, que es una forma y por lo tanto un
síntoma, que consiste en la presencia de la nada para europeos y estadounidenses, está contenido
también su significado. Y el significado es el concepto mismo de la sociedad capitalista, pues el
capitalismo tiene como finalidad la acumulación de capital en manos privadas, que es la realización
de la nada, pues es la transformación de toda la humanidad en asalariados de los capitalistas, con
la única finalidad de acumular capital mediante la organización despótica del trabajo, que no es
otra cosa que la violencia, que ahora se realiza como poder mundial o global para realizar esa
acumulación a nivel planetario, por lo que ahora es cuando es más plenamente visible.
Podría parecer un despropósito o un pensar inocente, decir que sólo con la realización de lo no
realizado: la igualdad efectiva de todos los seres humanos, -que es el centro del legado de
Occidente-, que implica la justicia, tenemos la posibilidad de la reconstrucción y de la salvación
de Occidente, y volverlo una comunidad de seres humanos libres y sanos. Pero aquello que puede
parecer ilusión ingenua, es verdaderamente el alma viva de la cultura occidental, sin cuya
realización, esta civilización seguirá estando siempre enferma, hasta que, por su enfermedad, los
poderes que la dirigen, destruyan toda la vida sobre la tierra, algo, esto último, que no es un
pensamiento ingenuo, pues es el tema acuciante de los científicos más lúcidos de hoy día.
La entronización de la nada es, entonces, el síntoma actual y más poderoso de la enfermedad de
occidente, y esa enfermedad es la que se presenta al ser la última fase a la que ha llegado la sociedad
jerarquizada dirigida por la burguesía: La nada de la que hablan los postmodernos, es el resultado
del gobierno burgués, y lo es, porque en esta última etapa asistimos, como he dicho antes, al vacío
civilizatorio que consiste en la realización de los fines de la burguesía mediante la violencia y el
terror, como la forma de gobierno global, a través de sus corporaciones mundiales y del ejército
terrorista de los Estados Unidos. Y ese gobierno es, evidentemente, la nada, el vacío, una de cuyas
manifestaciones es, como lo he dicho antes, la violencia en estado puro, sin coartadas ni máscaras.
Es, en consecuencia, la negación abstracta del valor no realizado: se lo ignora, se intenta
aniquilarlo, y en eso consiste que sea abstracta su negación. No se intenta argumentar en contra de
él, diciendo por ejemplo su contrario: que hay seres humanos mejores que contienen más
racionalidad que los demás y que están mejor dotados en sus emociones y en sus sentimientos por
la naturaleza, y que por esa razón gobiernan y tiene riquezas y triunfan (este, que es un esquema
reductivo del darwinismo social es sólo un tema académico que sirve entre “académicos” para
justificar el despotismo del capital sobre toda la sociedad, no creo que merezca mayores
comentarios). Declarativamente se afirma la igualdad de todo ser humano con cualquier otro, pero
en el mundo real se niega de forma sistemática esa igualdad, se niega abstractamente pues no se
intenta realizarla.
La humanidad está en peligro de que el modo de producción capitalista transforme la civilización
de la que se origina, en una dictadura fascista planetaria, generalizada, que es aquello que está en
camino por obra del dominio de las fuerzas del capital sobre todos los pueblos del mundo, teniendo
como instrumento militar, como ya he dicho, el ejército terrorista de los Estados Unidos. El
nihilismo consumado consiste en ese vacío civilizatorio, una negación abstracta dentro de la que
no existe nada, y que sólo es el síntoma de la realidad que destruye la vida al destruir la libertad.