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CAPITULO V EXISTENCIA Y NATURALEZA DE DIOS No necesita el hombre sino ver a su derredor el hermoso orden y armonía del universo, la magnificencia de los cielos, la belleza de la tierra, y toda la variedad encantadora de plantas y animales, para llegar a la conclusión de que todas estas cosas no se hicieron por sí mismas. El universo debe haber tenido un Creador. Esta fue la conclusión del Salmista cuando dijo, los cielos cuentan la gloria de Dios, y la expansión denuncia la obra de sus manos. (Salmo 19:1). Aun desde la antigüedad remota todas las naciones han creído lo que el Salmista declaro. Y esta idea tampoco ha sido perdida; puesto que en cada época la creencia en Dios ha venido a ser el fundamento sobre el que se basa toda religión ya sea esta natural o revelada. Desde el tiempo de los antiguos atenienses hasta los incas del Perú, se han erigido altares y se ha rendido homenaje a “Aquel que anima el Universo: desconocido, Invisible, sin forma, - La Causa de las causas.” Hay dos cuestiones que resultan inmediatamente: ¿Cómo explicaremos esta creencia universal en un ser sobrenatural? ¿Qué es lo que podemos saber respecto a este Ser? Reducidas estas a una declaración teológica tenemos ante nosotros dos consideraciones teológicas fundamentales: 1. La Existencia de Dios 2. La Naturaleza y Atributos de Dios La primera es un concepto fundamental y por tanto un factor determinante en el pensamiento teológico; en tanto que la segunda proporciona color a todo el sistema de pensamiento religioso y a la misma vida. I. LA EXISTENCIA DE DIOS Solamente Dios puede revelarse al hombre. Esto lo ha hecho primordialmente en la revelación a través de las obras de la naturaleza y en la constitución del hombre; y a través de una revelación más elevada y secundaria que ha hecho de sí mismo por medio del Espíritu a la conciencia del hombre. La primera encuentra su culminación en el Verbo Encarnado; en tanto que la segunda tiene su origen en el Cristo glorificado por medio del Espíritu Santo. A. La Idea de Dios es Intuitiva ¿Cómo explicaremos la creencia universal con la existencia de Dios? No puede haber sino solo una respuesta satisfactoria: el conocimiento de dios es intuitivo. Esto es lo

Introduccion a La Teologia Cristiana. - Cap 5,8,9

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introducción al pensamiento teológico acerca de Dios

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CAPITULO V

EXISTENCIA Y NATURALEZA DE DIOS

No necesita el hombre sino ver a su derredor el hermoso orden y armonía del universo, la

magnificencia de los cielos, la belleza de la tierra, y toda la variedad encantadora de

plantas y animales, para llegar a la conclusión de que todas estas cosas no se hicieron por

sí mismas. El universo debe haber tenido un Creador. Esta fue la conclusión del Salmista

cuando dijo, los cielos cuentan la gloria de Dios, y la expansión denuncia la obra de sus

manos. (Salmo 19:1). Aun desde la antigüedad remota todas las naciones han creído lo

que el Salmista declaro. Y esta idea tampoco ha sido perdida; puesto que en cada época la

creencia en Dios ha venido a ser el fundamento sobre el que se basa toda religión ya sea

esta natural o revelada. Desde el tiempo de los antiguos atenienses hasta los incas del

Perú, se han erigido altares y se ha rendido homenaje a “Aquel que anima el Universo:

desconocido, Invisible, sin forma, - La Causa de las causas.”

Hay dos cuestiones que resultan inmediatamente: ¿Cómo explicaremos esta creencia

universal en un ser sobrenatural? ¿Qué es lo que podemos saber respecto a este Ser?

Reducidas estas a una declaración teológica tenemos ante nosotros dos consideraciones

teológicas fundamentales:

1. La Existencia de Dios

2. La Naturaleza y Atributos de Dios

La primera es un concepto fundamental y por tanto un factor determinante en el

pensamiento teológico; en tanto que la segunda proporciona color a todo el sistema de

pensamiento religioso y a la misma vida.

I. LA EXISTENCIA DE DIOS

Solamente Dios puede revelarse al hombre. Esto lo ha hecho primordialmente en la

revelación a través de las obras de la naturaleza y en la constitución del hombre; y a

través de una revelación más elevada y secundaria que ha hecho de sí mismo por

medio del Espíritu a la conciencia del hombre. La primera encuentra su culminación en

el Verbo Encarnado; en tanto que la segunda tiene su origen en el Cristo glorificado

por medio del Espíritu Santo.

A. La Idea de Dios es Intuitiva

¿Cómo explicaremos la creencia universal con la existencia de Dios? No puede haber

sino solo una respuesta satisfactoria: el conocimiento de dios es intuitivo. Esto es lo

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que el doctor Miley llama “la facultad de un conocimiento inmediato de la verdad.” Es

la revelación primaria de Dios – una verdad suprema inscrita indeleblemente dentro

de la constitución misma de la naturaleza humana por su Creador. Es una verdad

primaria que precede e influencia toda observación y raciocinio. Cuando decimos que

la idea de Dios es intuitiva, no queremos decir que sea un concepto escrito en el alma

anterior a la vida de la conciencia (sentimiento), un conocimiento actual con el que el

alma se encuentra en posesión al nacer, o una idea impresa sobre la mente de tal

manera que se desarrolle necesariamente aparte de toda la observación y raciocinio.

Lo que queremos decir es que la naturaleza humana es tal, que necesariamente

desarrolla la idea de Dios por medio de la revelación, de la misma manera que la

mente desenvuelve el conocimiento del mundo externo a través de la información que

le proporcionan los sentidos. Hay tres factores importantes en este conocimiento de

Dios, a saber, la razón intuitiva, o la facultad de la comprensión inmediata, que

capacita a los hombres para conocer a Dios; la revelación, o la presentación de la

verdad a la razón intuitiva como, la luz que alumbra a todo hombre que viene a este

mundo; y, como consecuencia de la unión de los dos factores ya mencionados, la idea

de Dios universal y necesaria.

B. El Testimonio de las Escrituras.

Es un hecho de gran significado que la revelación escrita principie con las palabras, en

el principio creo Dios. Su existencia se asume sin hacer ningún intento de probarla.

Además, las Escrituras aseguran que hay en la naturaleza del hombre una consciencia

(intuición) de un Ser Supremo, y por consecuencia, apela a la ley escrita en sus

corazones. La Palabra Santa declara que es en Dios en el vivimos, nos movemos y

somos y que formamos parte de su linaje (Hch. 17: 27-28). Por tanto, declarar

enfáticamente, autorizados por la Escritura Santa, que, las cosas invisibles de él, su

eterna potencia y divinidad, se hecha de ver desde la creación del mundo, siendo

entendidas por las cosas que son hechas. No solamente esto, sino que esta revelación

intuitiva primeria es de tal calidad y potencia, que el Apóstol declara que los hombres

se encuentran sin excusa alguna (Rom. 1:20). El único ateísmo reconocido por las

Escrituras es el ateísmo práctico por cuanto nace de una voluntad terca o de una

mente réproba. Es el insensato el que ha dicho en su corazón, No hay Dios, esto es,

“Para mí no hay Dios” (Rom. 1:28; Sal. 14:1; Ef. 2:12).

C. Los Argumentos que la Confirman.

Aun cuando las verdades intuitivas se prueban por sí mismas, y generalmente son

reconocidas por sobre toda prueba lógica, hay algunas verdades que son intuitivas en una

porción de su contenido, y sin embargo se adquieren por medio de la experiencia o por

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medio de Dios. Este hecho es intuitivo como un datum inmediato de la consciencia moral

y religiosa, no obstante, es una verdad que ha de ser demostrada por la razón. Las

pruebas filosóficas de la existencia de Dios no pertenecen propiamente a la esfera de la

dogmática cristiana.

No obstante, no deben hacerse a un lado por completo, por tres razones cuando menos:

Primero, porque la existencia de Dios no necesita ser demostrada, algunas veces es mal

interpretada y tiende a promover el escepticismo y la incredulidad; segundo, porque

cuando estas pruebas se juntan, proporcionan una defensa científica para la fe en Dios,

suficiente como para hacer que la incredulidad sea considerada como insensatez y

pecado; y tercero, porque estas pruebas filosóficas ilustran los senderos sobre los cuales la

mente viaja para confirmar su creencia en la existencia de Dios.

Los argumentos confirmatorios están generalmente arreglados bajo dos diferentes

clasificaciones a saber: los que se deducen de la contemplación del mundo, y los que se

deducen a la contemplación del hombre. Bajo la primera división se clasifican los

argumentos:

Cosmológico, Teleológico e Histórico; bajo la segunda, se encuentran los argumentos:

Ontológico, Moral y Religioso. Estos argumentos algunas veces se reducen a cuatro,

clasificando los argumentos Histórico y Religioso dentro de la esfera de cualquiera de los

otros.

1. El argumento Cosmológico. Este es un argumento del cambio o efecto a la causa de

ese cambio o efecto. Puede declararse lógicamente como sigue: (1) todo evento o

cambio debe tener una causa suficiente y preexistente; (2) el universo consiste en

un sistema de cambios; (3) por tanto, debe haber necesariamente un Ser existente

por sí mismo como la Causa de estos eventos y cambios. Este argumento se

encuentra en Las Sagradas Escrituras en los siguientes pasajes: Porque toda casa es

edificada de alguno: más el que creo todas las cosas es Dios (Heb. 3:4). Y, tú, oh

Señor, en el principio fundaste la tierra; y los cielos son obras de tus manos. (Heb.

1:10). Antes que naciesen los montes y formases la tierra y el mundo, desde el siglo

y hasta el siglo, tú eres Dios. (Sal. 90:2).

El elemento natural de la mente es tal que debe creer encausas adecuadas. En muchas

ocasiones aun el niño inteligente ha tratado de encontrar esta Primera Causa cuando

pregunta, “¿Quién hizo a Dios?” esta manera de razonar del niño viene a ser habito

confirmado de la mente, en el hombre que sabe que debe asumir la existencia de una

Primera Causa, que no sea efecto de ninguna otra causa; o asumir, en todo caso, el

principio de todas las cosas sin ninguna causa especial que originara este principio.

Tomemos el argumento negativo y asumamos, sin conceder, que el Creador no existe. El

mundo, entonces, debe explicarse por sí mismo. Pero no importa cuán simple sea la forma

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de existencia que concibamos como el origen de ello, tenemos que aceptar que al final de

cuentas está la nada. Algunos filósofos han tratado de explicar el mundo por medio de la

materia o fuerza. Ahora bien, es claro que no podría haber movimiento sino hubiera

materia, y la materia debe, por tanto, ser muy original. Pero, si asumimos que la materia

es eterna, ¿Cómo explicaremos la mente, que es superior a aquella y que en si misma

tiene la facultad de originar el movimiento? En este caso se hace necesario que tengamos

un efecto mayor que la causa. Pero toda materia es movible, sujeta a cambio, de aquí que

en la naturaleza misma de las cosas, esta materia no puede ser eterna, no puede ser una

Primera Causa. Solamente Dios es inmutable, incambiable y eterno, y por tanto Él es la

única Primera Causa de todo lo que existe.

La teoría de la evolución tampoco explica el origen del mundo, porque la evolución, de la

misma manera que el movimiento y la fuerza, debe explicarse a su vez. La explicación de

que el mundo va desenvolviéndose de un nivel bajo a un nivel más alto por medio de un

procedimiento lento y en grandes periodos de tiempo, no es explicación que valga la

pena. Además, por lo que respecta al movimiento, este tiende a aminorarse más y más,

esto es, desciende de lo más alto a los bajo; en tanto que la evolución, por el contrario, se

considera como algo que se desarrolla del nivel más bajo al nivel más alto. Esto debe

también explicarse satisfactoriamente. De hecho, esto demanda mayor explicación que la

demanda el simple movimiento. Por tanto, la teoría de la evolución que por algún tiempo

se pensó que podría hacer a un lado a Dios, en realidad demanda con mayor fuerza, la

existencia de un Dios, porque lo incluye no solo como el principio del proceso de la

creación sino como algo activo obrando a través de ese proceso, siendo también

adecuado para cada periodo y estado. Por tanto, no importa lo que nos digan los amantes

de la teoría de la evolución, ellos no pueden establecer como hecho la proposición de que

el universo evoluciono de la nada. Las Sagradas Escrituras nos dicen que el mundo existió

por la palabra, y, sin la palabra de Dios (el Verbo), nada de lo que es hecho fue hecho. (Jn.

1:3)

2. El argumento Teleológico. Este argumento se conoce comúnmente con el nombre

de Argumento del Designio. Ofrece una de las pruebas más antiguas y sencillas, y

nunca deja de usarse por el vulgo popular. Este argumento indica, de manera

esencial, que hay adaptaciones de medios afines en el universo, y que estas

señalan un propósito o designio, de aquí que sea necesario que exista una mente

inteligente encargada de este designio. La expresión más antigua del propósito en

el mundo, se encuentra en Génesis en donde se dice que las estrellas son hechas

para proporcionar la luz, y que el fruto se ha hecho con el fin de proporcionar

alimento. Se expresa en una manera más clara en el salmo 94:9-10, El que planto el

oído, ¿no oirá? El que formo el ojo, ¿no vera?, el que castiga las gentes, ¿no

reprenderá? ¿no sabrá el que enseña al hombre la ciencia? El pensador J. S. Mill

dice: “esto lo considero yo como una indiferencia inductiva legitima. La vista,

siendo un hecho subsecuente más bien que precedente a la composición de la

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estructura orgánica del ojo, solo puede conectarse con la producción de esa

estructura en el carácter de una causa final, no una causa eficiente. Esto es, no una

vista en sí misma, sino una idea antecedente de la, que debe ser la causa eficiente.

Pero esto, revela inmediatamente que el origen se encuentra en una Voluntad

inteligente”. Hay en la naturaleza muchas señales de un propósito inteligente.

Estas adaptaciones en el universo se extienden desde las orbitas del sol hasta las

adaptaciones del ojo de un insecto. El resultado de negar que estas sean

resultados de un Designio Inteligente, es suponer que todas estas cosas se deben a

una ley ciega y sin causa. El rehusar creer en Dios, por tanto, es reducir al mundo

en un caos completo. Por eso hay que decir que mientras el argumento

Cosmológico nos da una idea de Dios como poder, el argumento Teleológico nos

lleva a un paso más adelante y nos da la idea de un Dios como Persona, con

libertad, inteligencia y propósito.

3. El argumento Ontológico. El término “Ontológico” se deriva de dos palabras

griegas que significan “la ciencia de la existencia”. Consiste en el intento de el

hecho de una “existencia real, o una existencia en su realidad absoluta, como algo

distinto de los fenómenos o de las cosas tal y como aparecen a nuestra vista.”. el

origen del argumento ontológico aparece en Platón y en Aristóteles, así como en

Agustín y Atanasio, pero el argumento mismo pertenece realmente a época más

reciente. Anselmo (1033-1109 d.C) fue el primero en hacer la declaración de este

argumento en forma de silogismo como sigue: “Todo hombre tiene la idea de Dios,

y esta idea de Dioses la idea de un Ser absolutamente perfecto, uno que según

nuestra imaginación, carece de superior. La idea de un Ser tal, implica

necesariamente existencia, de otra manera, nos imaginaríamos un ser mejor y más

grande”. El doctor Banks nos da una declaración más sencilla de este argumento

como sigue: “Poseemos ideas de una bondad infinita, de una verdad infinita y una

santidad también infinita. ¿son estas meramente ideas? O ¿hay un ser a las cuales

ellas pertenecen?”. Si son meras ideas, ¿Cómo explicamos su existencia? Así que

hay algo de verdad en la posición de Anselmo, en el sentido de que la idea misma

de un ser absolutamente perfecto implica la existencia de ese ser, al menos a este

respecto; que la existencia de la idea, se explica mejor en la suposición de que se

origina en los hechos. De otra manera las ideas más nobles conocidas al hombre

vendrían a ser meras ilusiones” (BANKS, Manual de Doctrina Cristiana.). Este

argumento nos lleva un paso más adelante en nuestro conocimiento confirmatorio

de la existencia de Dios; y, a la idea de un Ser personal, agrega las perfecciones

incomunicables de la Divinidad.

4. El Argumento Moral. Este argumento se basa sobre la suposición de que la

revelación de Dios es correcta y no es sino otra aplicación del principio causal al

nivel de lo moral en lugar del nivel de lo natural. El argumento se presente

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frecuentemente de dos maneras: Primero, hay una conciencia en el hombre, que

establece la distinción entre lo bueno y lo malo, y que le da un sentido de

responsabilidad y de razón existencial. El hecho de la existencia de una conciencia,

es evidencia en sí de que existe algún Juez o Promulgador Supremo de la ley a

quien el hombre tiene que responder al final de cuentas. No puede uno escapar de

la conclusión de que la mente humana está siempre consiente de un Ser superior a

todo pensamiento elevado posible. Antes de ser la creación de un pensamiento

humano, tiene que ser algo más elevado que lo que el pensamiento humano

puede concebir. El hombre, por tanto, tiene un sentido de deber, una

responsabilidad ante un Amo o un Señor, y esto en sí mismo seria inexplicable sin

la existencia de un Dios personal. La segunda, forma del argumento descansa de el

hecho de que en este mundo descansa la virtud en muchas ocasiones no recibe

recompensa ni el vicio tampoco recibe su castigo. Esto requiere la existencia de

otro mundo en el que se hagan las adaptaciones necesarias. La conciencia del

hombre no puede ser explicada sin reconocer esta ley moral nos obliga a creer en

un Dios personal.

5. El argumento Histórico. El argumento Histórico está muy bien relacionado con el

argumento Teleológico por un lado y con el argumento Moral por el otro. Acepta

que hay evidencias de la existencia de un propósito en la historia moral de la

misma manera que en el curso de la historia natural, y que esto aprueba la

existencia de un Gobernador y Administrador moral del universo. La idea de un

gobierno divino en la historia se reconoció primeramente por el Cristianismo, y se

elaboró de una manera más amplia por el Apóstol Pablo en el libro de los Hechos y

en las Epístolas.

6. El argumento Religioso. Este argumento no es sino la forma especializada del

argumento Moral y deriva sus pruebas de las experiencias personales y religiosas

de los cristianos. En algunos sentidos puede aplicarse más fácilmente que

cualquiera de los demás argumentos, pues para aquel que ha experimentado la

gracia de Dios en Cristo, no puede haber argumento más valioso. El testimonio del

Espíritu debe siempre considerarse como la forma más elevada del testimonio. No

obstante, por esta misma razón, esta prueba es aceptada solamente por aquellos

que han probado la bondad de la Palabra de Dios.

Estrechamente relacionado con el argumento Religioso, se encuentra otro que algunas

veces es el resultado de la referencia directa a las Escrituras. Es así como Bishop

Weaver deduce de la Palabra de Dios las siguientes pruebas: (1) el cumplimiento

exacto de la profecía, porque nadie, como no sea una mente infinita, puede predecir

los eventos futuros que depende de las decisiones humanas; (2) los milagros, que

pueden explicarse solamente tomando como base el poder y la voluntad de la Deidad;

(3) la unidad de las Escrituras que solo pueden comprenderse basándose en la teoría

de un Autor divino que inspiro a las cuarenta diferentes personas o más, quienes, por

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un periodo de cerca de 1,600 años, escribieron la Santa Biblia; (4) la conservación casi

milagrosa de las Escrituras, que revela una Providencia sabia y divina, y (5) la

adaptación completa de las Escrituras a las necesidades de la humanidad que es

prueba inequívoca de que el autor debió haber sido la Mente suprema, el Padre

Eterno.

Al concluir este examen de las evidencias concernientes a la existencia de Dios, es

bueno recalcar una vez más que la tarea de la Palabra de Dios y de la teología cristiana

no consiste en contestar por medio de la razón o del argumento de la pregunta de

¿existe un Dios? Por el contrario, la cuestión central de las Escrituras, que es

primordial en las enseñanza de los profetas, de los apóstoles, y de Jesucristo mismo,

es, “¿Qué Dios escogeréis?” Elías exclamo en el monte Carmelo, ¿hasta cuándo

claudicareis vosotros entre dos pensamientos? Si Jehová es Dios, seguidle; y si Baal, id

en pos de él. (1 R. 18:21). El maestro de Galilea afirmo solemnemente, No podéis servir

a Dios y a Mammon. Así que la alternativa de importancia suprema para cada

individuo no consiste en escoger a Dios o en no escogerlo, sino en declarar con las

palabras de Josué, “Yo y mi casa serviremos a Jehová” (Josué 25:15) o “no le serviré”.

CAPITULO VIII

LA COSMOLOGIA

I. EL RELATO ESCRITURAL DE LA CREACION

A. La Naturaleza de la Cosmología

La cosmología es aquel estudio que trata respecto al origen y naturaleza del universo

como un sistema ordenado, o cosmos. No obstante, en la teología, el término se limita

generalmente a la consideración de la naturaleza aparte del hombre. El estudio del

origen y de la naturaleza del hombre se considera bajo categorías separadas como

sigue: la antropología, que trata del hombre en su estado original; y la hamartiologia,

que trata del estado del hombre pecaminoso y caído.

En tiempos muy primitivos, parece que la gente tenía un concepto muy limitado con

respecto al mundo como tal. Pero mientras principiaron a dar atención al mundo en

que Vivian y a los cielos que los cubrían, usaron la expresión “los cielos y la tierra” para

describir el universo creado. Las naciones que viven cerca de las costas del mar,

frecuentemente se refieren a “los cielos, la tierra y el mar.”

Los antiguos tuvieron considerable dificultad en explicar el origen del material básico o

primario del cual todas las cosas fueran hechas. Comúnmente aceptaron el principio

de que, “de la nada, nada se saca”, y por tanto, no podían admitir que el mundo fuera

creado de la nada. Como resultado de esto, frecuentemente creyeron en dos

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principios eternos, Dios y la materia de existencia propia, sin que la una fuere

dependiente de la otra. De hecho, el principio de que, “de la nada, nada se saca”,

parece ser del todo verdadero cuando se aplica a las causas puramente materiales,

pero no resulta verídico cuando se considera a Dios como la Causa Eficiente. Por regla

general, los antiguos creyeron que la materia primordial era de la misma naturaleza

que el aire simple, o un éter, fluido y movible, del cual se formó la tierra. En contraste

con estos conceptos encontramos el punto de vista de los hebreos. Ellos consideran el

universo como el modelo de un edificio del cual Dios era Creador de los materiales así

como el Arquitecto de la estructura.

B. teorías de la Creación.

El relato Escritural de la creación tendrá más significado si se ve en contraposición al

antecedente de varios puntos de vista no cristianos. En nuestra discusión, haremos

mención breve de las siguientes teorías: (1) La teoría Física o Materialista; (2) la teoría de

la Emanación o Panteísta; (3) La teoría de la Evolución Natural; y, (4) la teoría de la

Creación Continua.

1. La teoría Física o Materialista. Esta teoría de la creación presupone la eternidad de

la materia. La hipótesis de la generación espontánea substituye a Dios como el

Arquitecto del universo. Es una aplicación de la filosofía materialista a la idea de la

creación, y se desarrolló como resultado al racionalismo de la decimo-nona

centuria. Una teoría como esta, que omite a Dios como el Agente activo personal

de la creación, no puede sostenerse en la teología cristiana.

2. La teoría de la Emanación o Panteísta. Este punto de vista sostiene que el mundo

no fue ni creado, ni hecho de un material preexistente, sino que debe considerarse

como la extensión de una substancia divina. Emana de Dios como el manantial de

una fuente, o como las rayos de luz derivados del sol. La debilidad de esta teoría es

la debilidad del panteísmo mismo, con su negación de la personalidad de Dios, su

rechazamiento de la libertad e inmortalidad del hombre; su aceptación de ciertas

conjeturas que no solamente dejan de probarse, sino que de hecho, no pueden

probarse.

3. La teoría de la Evolución Natural. Esta teoría es similar, si no idéntica, con la teoría

de la generación espontánea. La evolución naturalista, en lugar de resolver el

problema de la creación, la aleja más y más desde el punto de vista del tiempo. La

cuestión del origen permanece sin respuesta alguna. La teoría demuestra su

fragilidad cuando menos en tres puntos vitales: (1) No ha podido establecer puntos

de conexión entre lo animado y lo inanimado. (2) No puede pasar de la vida difusa

del reino vegetal a los conscientes, a la vida somática del reino animal. (3) No

puede explicar el hueco entre la vida somática de los animales a la vida racional,

consciente y espiritual del hombre. Solo la actividad creativa de Dios pudo haber

originado la vida vegetal, la animal y la personal.

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4. La teoría de la Creación Continua. Este punto desafía la idea de la creación como

un acto sencillo y completo en favor de la creación como un proceso de

continuidad. Esta teoría se sostiene principalmente por los evolucionistas teístas.

Asegura que el desarrollo orgánico se debe no a fuerzas materialistas, sino al

poder divino obrando dentro de este organismo. Esta actividad divina se identifica

algunas veces con el proceso creativo de continuidad, y algunas veces se limita a

ciertos puntos cruciales en desarrollo.

C. La relación de Dios para con la Creación.

La doctrina escritural de la creación sostiene que el universo tuvo un principio; que no

es eterno ni en materia ni en forma; que no se originó a sí mismo; y que debe su

origen al poder omnipotente y a la voluntad incondicional de Dios. Este es el concepto

cristiano. Incluye: (1) la creencia en un Dios Todopoderoso por el cual el mundo se hizo

de la nada, y solo por la voluntad divina; (2) el concepto de Dios en la Trinidad de su

esencia; (3) la presentación de los atributos de Dios – omnipotencia, sabiduría y amor;

y, (4) la creencia en la creación por medio de la Palabra divina.

1. La Creación y la Trinidad. Las Sagradas Escrituras enseñan claramente que en la obra de la creación, el Hijo y el Espíritu Santo estaban asociados con el Padre. San Pablo habla con la relación respecto a la relación del Padre con el Hijo en la creación, como sigue: Nosotros, sin embargo, sólo hay un Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas, y nosotros somos para él; y un Señor, Jesucristo, por medio del cual son todas las cosas, y nosotros por medio de él. (1 Cor. 8:6). El salmista se refiere a la participación del Espíritu Santo en la creación cuando declara, Envías tu Espíritu, son creados. (Sal 104:30). Esto confirma el relato del Génesis con respecto al principio de la creación. Se presenta aquí al Espíritu como moviéndose sobre la haz de las aguas, viviendo, respirando sobre las aguas, trayendo orden y belleza donde antes había caos (Gn. 1:2). Estos y muchos pasajes escriturales revelan que todas las Personas en la Trinidad estaban activas en la creación.

2. La Creación y los Atributos de Dios. Muchos de los atributos de Dios se revelan en la creación. Así que podemos decir que el mundo es lo que es porque Dios es lo que es. La existencia misma de un universo, tan vasto y complejo como para confundir nuestra imaginación, revela su poder omnipotente. Su orden y perfección reflejan su omnisciencia inmensurable. En la preparación de todas las cosas para la felicidad del hombre, se revelan la sabiduría y la bondad. La creación del hombre mismo encuentra su origen en el rebosante amor de Dios al buscar nuevos objetos sobre los cuales demostrar ese amor. Por dondequiera revela la naturaleza, la perfección y los atributos de Dios. ¡Cuán innumerables son tus obras, oh Jehová! Hiciste todas ellas con sabiduría; La tierra está llena de tus beneficios. (Sal. 104:24)

3. La Creación y el Logos. ¿Qué medios uso Dios para crear todas las cosas? La contestación de las Escrituras es: Por la palabra de Jehová fueron hechos los cielos,

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Y todo el ejército de ellos por el aliento de su boca. (Sal. 33:6). Pero esta palabra no debe considerarse como algo impersonal. Es Cristo como el Logos o el Verbo. Él es el mediador en la creación así como en la redención. En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios… todas las cosas por El fueron hechas; y sin El nada de lo que es hecho fue hecho (Jn 1:1,3). Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él. Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten. (Col. 1:16-17). El Verbo, un tanto encubierto en el Antiguo Testamento con expresiones como “Dios dijo,” y “Sea esto” o lo otro, se considera en el Nuevo Testamento no solo como la palabra hablada, sino como el Verbo hablando, es decir, nuestro Señor Jesucristo. Es por medio de El que los deseos y planes del Padre en la creación se vuelven una realidad. Es por causa de que el Logos o el Verbo fue el mediador del propósito y la eficiencia en la obra de la creación que el verbo encarnado, Jesucristo, vino a ser el mediador de la gracia reveladora y capacitante de la redención.

D. El Himno de la Creación. El libro del Génesis principia con un salmo inspirado, algunas veces conocido como el “Himno de la Creación”, o el “Poema de los Principios”. Con esto no queremos decir que el relato sea ficción o una simple alegoría, sino que es una descripción histórica verdadera puesta en forma poética. Nada más natural que la armonía de la creación, de la cual las estrellas de la mañana cantaron, y todos los hijos de Dios alabaron con gozo, se nos revela en las armonías de la descripción poética. Aquí está el ritmo equilibrado, el movimiento suave, las pausas recurrentes, y el toque de belleza y poder que caracterizan a la grande poesía. Al comentar esto el Doctor Thomas C. Porter dice que, “Aquel, a quien pudo contener la idea poderosa y considerarla toda en una sola perspectiva, la creación entere le parecería un himno solemne, como un gran oratorio principiando en notas débiles y lentas, aumentando gradualmente en fortaleza y plenitud, haciéndose más y más fuerte, pasando de una armonía a la altura de otra armonía más elevada hasta que alcanza su punto culminante de expresión, el diapasón final que termina en el hombre”.

E. La Cosmología Mosaica. El relato cristiano del origen y el orden del universo se presenta en el Himno de la Creación. Al estudiarlo, dirigiremos nuestra atención a tres temas principales: (1) Los tipos variados de interpretación; (2) Los días de la Creación; y, (3) La creación primaria y la creación secundaria.

1. Tipos variados de Interpretación. El relato mosaico con respecto al origen del universo, incluyendo la tierra y el hombre, se ha interpretado de varias maneras. Algunos críticos modernos han considerado este relato como algo mitológico, pero ni su tono ni su contenido permiten que sea considerado como tal. Tanto Jesús como los Apóstoles lo consideraron como historia sagrada (Mt 19:4). Un segundo tipo de interpretación, el método alegórico, vino como resultado de la influencia de eruditos del gran

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centro educativo griego de Alejandría. Un buen número de padres primitivos de la iglesia adoptaron este método. Las objeciones a este método son casi las mismas que las del método mitológico. Hay todavía otro método de interpretación conocido con el nombre de “Hipótesis de visión”. Este considera el relato de génesis como resultante como una serie de visiones dadas de tal manera que la verdad exacta se mezcló con el concepto interno del vidente. Esta explicación nunca ha sido aceptada por la iglesia. El punto de vista cristiano es que el relato mosaico representa la historia verdadera con respecto al origen del mundo. Jesucristo dijo que era santo y apelo frecuentemente a él como divinamente inspirado. Es por tanto, para nosotros, la autoridad final aun cuando las demás interpretaciones varían con ella en detalle o en énfasis.

2. Los días de la Creación. El relato del génesis con respecto a la creación es primordialmente un documento religioso. No puede considerarse como una declaración científica, no obstante, no debe considerarse como contradictorio a la ciencia. La palabra hebrea yom que se traduce en “día” ocurre no en menos de 1,148 veces en el A.T y se traduce cuando menos en cincuenta términos diferentes incluyendo los de “tiempos”, “vida”, ”hoy”, ”edad”, ”para siempre”, ”continuamente”, y “perpetuamente”. Con un uso flexible del término original como este, es imposible dogmatizar o demandar restricción completa a cualquiera de aquellos significados. La mejor exegesis hebrea nunca ha considerado los días del Génesis como días solares, sino como periodos del día de duración indefinida. La doctrina de un tiempo inmenso anterior a los seis días de la creación fue un punto de vista común entre los patriarcas y eruditos. San Agustín se refirió a los periodos como “Días divididos por Dios” en contraste con los días solares o “divididos por el sol”. Afirma que la palabra “Día” no se aplica a la duración del tiempo, sino a límites de los grandes periodos. Muchos otros padres de la iglesia, eruditos, doctores judíos y los teólogos modernos, sostienen esta misma interpretación. Otros escritores, reconociendo que la palabra hebrea “día” o un periodo de tiempo indefinido, o un periodo definido, dejan la cuestión sin resolver.

3. Creación primaria y Creación secundaria.

El relato mosaico de la creación hace una distinción entre la producción primaria de materia en sentido de la originario, y la creación secundaria o sea la formación de esta materia por elaboración subsecuente en un universo ordenado. La creación primaria es directa e inmediata. La creación secundaria es siempre indirecta y mediata. En aquella, Dios trae a existencia el material primario para construcción; en esta lo forma y lo modela en objetos específicos. Los dos son considerados como actos creativos de la Deidad; el uno, directo; el otro, indirecto. Esto se explicara en mayor detalle en la siguiente sección.

F. El orden de la Creación.

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Al considerar el orden de la creación tal como se da en el libro de Génesis

examinaremos varios tópicos: (1) La creación primario u originacion; (2) la creación

secundaria o la formación; (3) Los periodos creativos; y, (4) la teoría de la restauración.

1. La creación primaria u originacion: la palabra “creó” se usa tres veces en el relato

de Génesis. Es una traducción de la palabra hebrea bara que significa originacion, o

creación de Novo (de nuevo). La palabra ocurre en los versículos siguientes: En el

principio creó Dios los cielos y la tierra. (Gn. 1:1). Y creo Dios las grandes ballenas

(el leviatán o los mounstros marinos) (Gn. 1:21). Y creó Dios al hombre a su

imagen; a imagen de Dios lo creó. (Gn. 1:27). Parece evidente que la palabra

“creó” tal como se usa aquí, se refiere al principio de la existencia de las cosas.

Todo aquello que vino a existencia no había existido en ningún tiempo anterior, en

ninguna forma.

El doctor Adam Clarke traduce Génesis 1:1 como sigue: “Dios, es el principio creó la

substancia de los cielos y la substancia de la tierra”, esto es, materia prima o primer

elemento del cual los cielos y la tierra fueron formados sucesivamente. El primer paso

en la creación fue traer en existencia la substancia material o materia en su forma o

estado caótico e informe.

La segunda originacion fue la de la vida somática o vida del alma, Y Dios creó las

grandes ballenas (mounstros marinos) y toda cosa viva (criaturas) que andan

arrastrando (Gn 1:21). Tenemos aquí otra vez la aparición de una nueva entidad. Se le

ha llamado vida somática (de soma, que significa cuerpo). Esta nueva vida

individualizada se da en un cuerpo distinto y separado de la vida difusa que se

encuentra en el reino vegetal. La palabra “alma” tal como se usa en este caso, se

refiere a la entidad inmaterial, marcada por sensación, sentimiento y voluntad, que

caracterizo este nuevo orden de creación. La palabra no es sinónima con el término

“espíritu” que se usa para indicar la naturaleza inmaterial del hombre en sus

relaciones a la deidad y al orden moral.

El tercer acto creativo de Dios en sentido de originacion, resulto en la aparición de un

ser personal. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y

hembra los creó. (Gn 1:27). Aquí se describe la creación de un hombre consiente de sí

mismo, de uno que sabe y sabe que sabe. Es un agente moral libre responsable de sus

actos. Es uno que lleva la imagen de Dios.

2. La creación secundaria o la formación. En la sección anterior discutimos la creación

en el sentido de originacion. En esta, tres nuevas entidades: materia, alma y

espíritu, vinieron a la existencia. Pero Dios no solamente es el Creador de los

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materiales. Es también el Diseñador o Arquitecto. Crea a través de la formación

usando materiales que ya existen. Crea por medio de la creación misma, aun

cuando lo hace así por mandato creativo como el caso de la originacion.

En el relato del Génesis encontramos una serie de siete actos formativos por los cuales

Dios transforma el material caótico y amorfo, aun cuando preexiste y preparado, en un

universo de orden y hermosamente creado. Estos siete decretos de Dios constituyen

su creación secundaria. Son como sigue: (1) Sea la luz (Gn. 1.3). Esta es la formación de

la luz cósmica considerada algunas veces como el calor radiante y la luz. (2) Haya

expansión (o firmamento) (Gn. 1:6). Júntense las aguas que están debajo de los cielos

en un lugar y descúbrase la seca (Gn. 1:9). (3) Produzca la tierra hierba verde (Gn.

1:11). Tenemos aquí la introducción de una nueva fuerza dentro de la materia, un

elemento vital dando lugar a la materia vitalizada germinal, y haciendo posible el reino

de los objetos vivientes. Notemos que este nuevo elemento viene a existir por

mandato divino, pero no separado de la tierra

Preexistente. Notemos que no se dice, “Haya hierba verde” sino produzca la tierra hierba verde. (4) Sean lumbreras en la expansión de los cielos (Gn. 1:14). A su debido tiempo, la luz de estas luminarias proporciona las condiciones necesarias para el desarrollo ulterior en el reino orgánico. (5) Produzcan las aguas seres vivientes, y aves que vuelen sobre la tierra, en la abierta expansión de los cielos. (Gn. 1:20). (6) Produzca la tierra seres vivientes según su género. (Gn. 1:24). En los actos formativos 5 y 6 se hace referencia solo a la creación de lo material o a los organismos físicos que contienen las almas vivientes creadas (en el sentido de originacion) en este punto, (Gn 1:21) en el plan creativo. (7) Hagamos al hombre (Gn. 1:26). Aun en este caso, el acto formativo no es exactamente paralelo a los precedentes. En lugar de, “Produzca la tierra al hombre”, se dice: Hagamos al hombre. La palabra formativa hagamos se refiere al cuerpo material del hombre y lo entrelaza, o establece una relación entre él y el universo físico. En la palabra “creó” (Gn. 1:27), tal como se ha notado anteriormente, encontramos la originacion del ser espiritual del hombre a la imagen y semejanza de Dios. Es evidente un orden natural y lógico en los varios periodos del desarrollo formativo. Cada paso prepara el camino para los pasos subsecuentes. El todo encuentra su punto culminante en la expresión siguiente: Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera… (Gn. 1:31).

3. Los periodos creativos. Quizá la cuestión más importante en el relato mosaico con respecto a la creación sea el arreglo ordenado en periodos y estados conocidos como días creativos. En el sentido de originacion, la creación es instantánea; pero como formación, es gradual y acumulativa. Hay una revelación progresiva en una escala ascendente de actos creadores. Cada estado es preparatorio al que le sucederá, y a la vez una profecía de lo que le seguirá.

El estudio del relato de Génesis revela ciertos hechos que adquieren mayor significado con cada descubrimiento científico nuevo. Primero, hay dos grandes eras mencionada, cada una con tres días creativos. La era Inorgánica y la era Orgánica. Segundo, cada una de estas grandes eras principia con la aparición de la luz, la primera con la

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creación de la luz cósmica; y la otra con la luz que emanó de las lumbreras creadas. Tercero, cada una de estas eras termina con un día en el cual se completa un trabajo dual. El primero es el acto de completar y perfeccionar, o sea lo que precede y el segundo es una profecía de lo que será. Este arreglo se puede poner en forma de esquema como sigue:

La Era Inorgánica

1er día, La luz cósmica 2do día, El firmamento (el agua y la atmosfera) 3er día, La tierra seca (o sea la división entre mar y tierra) La creación de la vegetación (Transicional y profética)

La Era Orgánica 4to día, Las lumbreras 5to día, Los animales de tipo inferior (los peces y las aves) 6to día, Los animales de la tierra La creación del hombre (transicional y profético) La creación de la vegetación que por razones físicas pertenece al tercer día, es la culminación de la era inorgánica y la profecía de la era orgánica que le sigue inmediatamente. Podemos decir también que el hombre, la culminación de la obra del sexto día, es de la misma manera profética de otro aeon, la nueva edad en que la voluntad de Dios será hecha en la tierra de la misma manera que se hace el cielo. Con los frecuentes descubrimientos de la ciencia, el relato del Génesis vino a ser el punto central de discusión por quienes parecían ser autoridades en su campo de investigación. Pero los cristianos, eminentes también en la ciencia, después de un estudio e investigación prolongada, declararon que no solamente había conflicto entre el Génesis y la ciencia moderna, sino que había un paralelo muy notable entre ellos. Hugh Miller, eminente en geología, no encontró ninguna cosa fuera de orden por lo que se refiere a los hechos del relato de Génesis. Los profesores Winchell, Dana, Guyot y Dawson, entre los primeros hombres de ciencia, sostuvieron que el orden de los eventos en la cosmología escritural corresponde esencialmente a los descubrimientos de la ciencia moderna. Sir William Ramsay declaró: “Entre la verdad esencial del cristianismo y los actos establecidos de la ciencia no hay antagonismo real”. Cuando uno se orienta a si mismo al primer día de la creación, los demás días le siguen en orden científico y exacto. Estos periodos de tiempo nunca han sido arreglados por los científicos en ninguna otra manera básica que la que se encuentra en el primer capítulo del Génesis. El mandato creativo, en su expresión triple en el primer capítulo del Génesis, es suficiente explicación para el ser, viviente o no viviente, y con los descubrimientos frecuentes de la ciencia se prueba cada día por los eruditos más grandes de la tierra. 4. La Teoría de la restauración. A fin de dar una explicación a los periodos geológicos,

muchos eruditos cristianos interpretan el primer verso del relato creador, como una declaración introductoria sin referencia al orden del tiempo. Se cree que paso

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un inmenso intervalo de tiempo entre esto y los eventos que se encuentran en los versículos siguientes. De esta manera, los periodos creativos de más duración que demanda la geología, se explican sin considerar los días del Génesis más que como días solares de veinticuatro horas. Estrechamente relacionado a lo anterior se encuentra la Teoría de la Restauración que se acepta en más o menos grado en la Iglesia. De acuerdo con este punto de vista, la declaración introductoria, En el principio creó Dios los cielos y la tierra, representa una creación inicial y perfecta. La siguiente declaración, Y la tierra estaba desordenada y vacía (sin forma y vacua) y las tinieblas estaban sobre la haz del abismo, se considera como refiriéndose a una gran catástrofe en la que todo lo que había en la tierra estaba destruido. Después de un periodo de tiempo indeterminado, Dios volvió a crear la tierra, revivificándola en una semana de días solares. Para probar este punto de vista se repiten las palabras de Isaías cuando dice, Dios, el que formo la tierra, el que la hizo y la compuso; no la creó en vano (esto es, no la creo para que fuera un desperdicio), para que fuese habitada la creó. (Is. 25:18).

G. El propósito de la creación El termino aeon (“edad” o “mundo”) se usa para describir la sucesión de épocas y periodos a través de las edades e incluye tanto los aspectos físicos como los éticos del mundo. El primer aeon fue aquel periodo indefinido formativo que antecede a los cielos y tierra actuales. Este periodo fue caracterizado por el caos de las edades geológicas, y por la confusión moral y espiritual resultante de la apostasía de una gran porción de ángeles del cielo. La segunda edad es la del régimen del presente. Las Sagradas Escrituras enseñan claramente que al final de cuentas muchas de las agencias poderosas que ahora se encuentran cautivas, por decirlo así, serán puestas en libertad. El resultado se convertirá en cambios drásticos, y en la aparición de una nueva tierra y un nuevo cielo. San Pedro describe esos cambios cataclístico como sigue: Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas. Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir, esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios, en el cual los cielos, encendiéndose, serán deshechos, y los elementos, siendo quemados, se fundirán! Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia. (2 Pedro 3:10-13). Desde el punto de vista espiritual y ético, la edad presente ha sido caracterizada por dos eventos principales: La caída del hombre en el pecado, y la encarnación gloriosa de Jesucristo a fin de que el hombre pudiera tener un nuevo principio espiritual. El tercer aeon principiara con la segunda venida de Cristo quien será el que introducirá la era venidera. Desde el punto de vista del aspecto físico, la nueva edad encontrará su expresión en un nuevo cielo y en una nueva tierra. En el plano de lo ético y de lo moral, será una edad libre del pecado y de todo desorden moral.

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Es así como la teología encuentra el propósito último de la creación en el reino de Dios. Este reino es desde luego, una posesión presente de justicia y paz, y gozo por el Espíritu Santo (Romanos 14:17), y una esperanza futura. Jesucristo mismo fue la representación perfecta de los principios sobre los cuales descansa el reinado. Por medio de su obra redentora los hombres pueden ser librados del pecado; con la fruición completa de este trabajo, su pueblo será librado de las consecuencias del pecado. En la era venidera, su reinado principiara como la realización completa de los ideales éticos y espirituales más elevados del individuo. En un sentido último, por tanto, la creación física encuentra su significado en las aspiraciones éticas y espirituales y en las posibilidades del hombre al encontrar éstas su satisfacción plena en el reinado de Dios totalmente establecido.

ANTROPOLOGIA CAPITULO IX

I. EL ORIGEN DEL HOMBRE

J. A. La naturaleza de la antropología. La antropología es la ciencia del hombre. Como ciencia, trata con cuestiones relacionadas al hombre primitivo, la distinción de razas, y los factores que entran en el desarrollo y progreso del hombre. En un sentido teológico, el término se limita al estudio del hombre en sus aspectos moral y religioso, con énfasis particular en el estado del hombre antes de la caída. Para comprender estos problemas necesitamos examinar ciertos temas que se relacionan más especialmente a la antropología en su definición más amplia como ciencia. En los asuntos a los cuales dedicaremos alguna atención se encuentra en los siguientes; (1) el origen del hombre; (2) los elementos constitutivos de la naturaleza humana; (3) la unidad de la raza humana y su comunidad de origen; (4) el origen del alma; (5) la imagen de Dios en el hombre; y, (6) la naturaleza de la santidad primitiva. B. Los dos relatos Escriturales de la creación del hombre. Aparte de la revelación divina, el hombre ha tenido solamente teorías mitológicas vagas con respecto a su origen. Los hombres se han considerado a sí mismos con frecuencia como nacidos de la tierra, emanados de las rocas, de los árboles, de los animales silvestres, de los dioses, o evolucionando de algunas ciertas formas inferiores de la vida. La revelación encontrada en La Santa Biblia debe ser nuestra autoridad con respecto al origen de la humanidad. El único relato autoritario con respecto al origen del hombre que nosotros poseemos es el que se encuentra en los capítulos primero y segundo del libro de Génesis. 1. El primer relato de la creación del hombre. En el primero de estos dos relatos escriturales del origen del hombre encontramos el mandato creativo de la Deidad. Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza. La creación del hombre representa y es, la culminación de todos los actos creativos

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anteriores. Este conectado inmediatamente a estos actos precedentes como la culminación de la creación, y es distinto de ellos como un nuevo orden de existencia. La creación del hombre fue el fin hacia el cual todas las otras creaciones señalaron. Dios había preparado providencialmente todas las cosas para el sostenimiento y el gozo del hombre. Todo esto fue arreglado para el desarrollo perfecto del hombre de acuerdo con el ideal divino. 2. El segundo relato de la creación del hombre. El segundo y más elaborado relato del origen del hombre se encuentra en Génesis 2:4-35. Fue dado con el fin de que fuera el punto de partida para toda consideración especifica con respecto a la historia personal del hombre. Encontramos aquí un acto creativo dual, Formó pues, Jehová Dios al hombre del polvo de la tierra, y alentó en su nariz soplo de vida; y fue el hombre en alma viviente (Gn 2:7). El primero de estos actos creativos consiste en la formación del cuerpo del hombre del polvo de la tierra y las substancias químicas que lo componen. La palabra “Formó” encierra la idea de la creación resultante de materiales preexistentes. No hay ninguna inferencia que sostenga el punto de vista evolucionista del desarrollo lento del hombre de un determinado reino animal inferior. Al momento que el polvo dejo de ser polvo, existió como carne y hueso y constituyo el cuerpo humano. Sin embargo, este relato nos enseña que en un aspecto de su ser, el hombre está relacionado con la naturaleza; y que en este lado inferior él es la culminación del reino animal, y representa su perfección tanto en estructura como en forma. Pero la cuestión distintiva en la creación del hombre se encuentra en la declaración siguiente: Alentó en su nariz soplo de vida, y fue el hombre en alma viviente. Aquí encontramos una creación única, nueva, no una mera formación. Dios hizo al hombre un espíritu, una persona, un ser consiente de sí mismo y determinante de sí mismo. Por el aliento divino, el hombre vino a ser espíritu inmortal.