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Investigación sobre sistemas electorales: 150 años de un debate en curso

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I N V E S T I G A C I Ó N S O B R E S I S T E M A S E L E C T O R A L E S :

1 5 0 A Ñ O S D E U N D E B A T E E N C U R S O ∗

Matthias Catón

Los debates sobre sistemas electorales empezaron en el siglo XIX, cuando la necesidad de dichos sistemas emergió con la expansión gradual del sufragio.

Sistematizando la investigación en esta área, podemos distinguir tres escuelas principales. En primer lugar, la normativa, que adopta la representación mayoritaria o proporcional como tipos ideales e intenta justificar su elección. Segundo, la del enfoque cuantitativo que trata un gran número de casos y se centra en los efectos de los elementos técnicos de los sistemas electorales, como la magnitud distrital y la fórmula electoral. Por último, la escuela histórico-empírica que trabaja principalmente con comparaciones cualitativas de un número limitado de casos y a través de tipologías. Estas tres escuelas han coexistido por bastante tiempo. Sin embargo, difieren fundamentalmente en sus conclusiones, haciendo que la investigación sobre sistemas electorales sea un campo de debates continuos desde hace prácticamente 150 años.

DESARROLLO DE LA INVESTIGACIÓN SOBRE SISTEMAS ELECTORALES

La polémica a mediados del siglo XIX entre Thomas Hare (1859) y John Stuart Mill (1958, primera edición en 1861), por una parte, y Walter Bagehot (2001, primera edición en 1867), por la otra, puede ser considerada como el punto de partida de un debate sobre las ventajas y desventajas de diferentes sistemas electorales que, esencialmente, dura hasta hoy día.

Tanto Bagehot como Mill eran liberales preocupados por el funcionamiento del Parlamento y el gobierno. Bagehot era un ferviente defensor del sistema mayoritario, entendiéndose por éste pluralidad en distritos de un único miembro o “first-past-the-post” (FPTP), que después sería conocido como el sistema británico. Mill, por su parte, argumentaba a favor de la representación proporcional (RP). Ambos destacaron funciones diferentes de los sistemas electorales: Bagehot se ocupó ante todo de la función de elegir y sostener un gobierno en funciones. Temía que la RP llevara a una mayor polarización del Parlamento si sus miembros dependían de las órdenes de sus partidos (p. 107–11). El temor de la polarización fue también la razón por la que se opuso firmemente al sufragio masculino universal –una demanda que calificó como “ultrademocrática”.

∗Publicado en: José Ramón López Rubí Calderón (ed.) 2007, Política y Ciencia Política en Dieter Nohlen. Puebla: Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, 119-134. Traducción del inglés de José Ramón López Rubí Calderón.

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Mill argumentaba que la democracia sólo podía ser conseguida si cada grupo social estaba representado proporcionalmente a su fuerza electoral y criticaba que esto no ocurría con los sistemas electorales mayoritarios: “La idea pura de la democracia, según su definición, es el gobierno de todo el pueblo por todo el pueblo igualmente representado. La democracia tal y como se concibe y practica actualmente, es el gobierno de todo el pueblo por una simple mayoría del pueblo, exclusivamente representada” (Mill, 1958, pp.102-103). Mill señaló que aquellas minorías que fuesen incapaces de reunir una pluralidad en cualquier unidad electoral no obtendrían representación alguna bajo sistemas FPTP y que muchos estarían forzadados a votar por un candidato por el que no estuvieran enteramente a favor. Sorprendentemente, usó un argumento similar al de Bagehot: el FPTP daría demasiado peso a los líderes partidistas locales, ya que ellos seleccionaban a los candidatos.

Thomas Hare, otro partidario de la representación proporcional, propuso un sistema que hoy es conocido como “voto individual transferible”: los electores puede votar a cualquier candidato que se presente al Parlamento; además, pueden ordenar o clasificar tantos otros candidatos como deseen según sus preferencias. Para determinar los candidatos que resultan elegidos se establece un cociente dividiendo el número de electores entre el número de escaños en el Parlamento. Los candidatos que alcancen el cociente son elegidos y los votos que lo superen, así como los dados a los candidatos no exitosos, no se pierden puesto que son transferidos a la segunda, tercera, etc. preferencias. El sistema de “voto individual transferible” es considerado como el primer sistema de representación proporcional. Sin embargo, hoy sólo se usa en Irlanda y Malta.

Parte del desacuerdo entre Bagehot, Mill y Hare tiene su raíz en el hecho de hacían hincapié en distintas funciones de las elecciones. Una es representar todas las tendencias y corrientes relevantes de una sociedad; otra es construir y mantener un gobierno estable. Para Bagehot, elegir al gobierno era la función más importante del Parlamento (p. 95), mientras que para Mill lo era la representación de la sociedad.

Entonces, los términos usados no eran “principio mayoritario” frente a “principio proporcional”. El debate giraba alrededor de la definición del término constituency (distrito electoral): Bagehot se inclinaba a definirlo como unidad territorial, mientras que Hare y Mill lo usaban para describir grupos de individuos con ideas políticas similares que formaban una base de apoyo electoral voluntario votando por cierto partido en un sistema proporcional.

El trabajo de Bagehot, Mill y Hare no tiene carácter empírico en el sentido comparativo. Sólo tenían un caso, el Reino Unido, con referencias ocasionales a los Estados Unidos, que, sin embargo, eran muy diferentes al ser un sistema presidencial. Además, ni la RP ni el FPTP existían en el Reino Unido en ese momento. La mayoría de las demarcaciones o distritos era de dos miembros. Sólo hasta la reforma de 1884-1885 la mayoría de las unidades electorales se convirtió en circunscripciones o distritos de un solo miembro y sólo en 1950 fueron abolidas todas las plurinominales (Nohlen, 1978, p. 95). El debate era, por tanto, hipotético y se basaba en presunciones generales sobre cómo funcionaban los sistemas distintos.

La extensión del sufragio en el siglo XX trajo consigo más sistemas de RP, sobre todo en la Europa continental. Los estudiosos de los sistemas electorales tenían entonces muchos más casos disponibles que a mediados del siglo XIX. Ferdinand Hermens (1968, primera edición en inglés en 1941) dio a su libro sobre sistemas electorales el claro título de Democracia o Anarquía. Hermens era alemán y había emigrado a los Estados Unidos en 1934. Se consideraba a sí mismo en línea con Bagehot y defendió firmemente los sistemas electorales mayoritarios frente a la representación proporcional .

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Para Hermens, los sistemas mayoritarios no sólo eran una opción apropiada para sociedades homogéneas sino condición sine que non para la existencia de un país unido (p. 19). Sostuvo que los sistemas mayoritarios reducían tanto la polarización –la distancia ideológica entre extremos– como la fragmentación, ya que electores y partidos estaban obligados a moverse hacia el centro en busca del así llamado “votante medio” con el objeto de lograr mayorías. De esta suerte, un votante con puntos de vista de extrema derecha preferiría votar a un candidato moderadamente conservador que arriesgar que un candidato izquierdista pudiese resultar electo. De igual forma, los políticos abandonarían los partidos extremistas para unirse a los moderados si de ello dependiese obtener un cargo. Por el contrario, la representación proporcional garantizaría a los extremistas una representación parlamentaria en proporción a su fuerza; incluso si su base de apoyo inicial fuese débil, podrían usar su presencia en el Parlamento como una plataforma de recursos publicitarios y financieros que eventualmente, en un momento de crisis, podrían explotar para ganar votantes descontentos y contestatarios. Cuando la extrema izquierda y la extrema derecha obtuvieran una mayoría -como pasó en Alemania al principio de la década de 1930- la democracia estaba sentenciada. Por tanto, Hermens llamó a la representación proporcional “el caballo de Troya de la democracia”, que votaría por su propia muerte (p. 23). Asimismo, sostuvo que la representación proporcional con listas cerradas y bloqueadas llevaría a una reducción de la actividad de los candidatos al no tener que hacer campaña a favor de su éxito individual (p. 39–41).

Hermens sí llevó a cabo análisis empírico para demostrar su tesis: usó la emergencia del fascismo y el nazismo en Italia y Alemania, respectivamente, para argumentar en contra de la representación proporcional. En Bélgica, según Hermens, los gobiernos débiles eran una consecuencia de la representación proporcional. Eso había permitido al rey Leopoldo firmar la capitulación belga en 1940 sin el consentimiento del gobierno (p. 249–50). Gran Bretaña, con FPTP, y la Tercera República Francesa (1871–1940), con algunas variaciones de mayoría absoluta, sirvieron como ejemplos de cómo los sistemas mayoritarios lograban y mantenían la estabilidad. También mencionó países en los que la RP obviamente funcionaba bastante bien –principalmente los Países Bajos, Suiza y los países escandinavos-, pero atribuyó el hecho a particularidades dentro de esos países. Evidentemente, el punto determinante para Hermens era la quiebra de las democracias, sobre todo Alemania e Italia, cuya culpa achacaba al sistema electoral. Seleccionó sus casos de acuerdo a esto y buscó específicamente razones que confirmaran su hipótesis. Esto es: generalizó a partir de los casos que aparentemente respaldaban su hipótesis e ignoró el resto.

Un hito de la investigación sobre sistemas electorales es el trabajo de Maurice Duverger (1959, primera edición en francés en 1951), que, hoy, cincuenta y cinco años después de su publicación original, es todavía el casi inevitable punto de arranque de todo análisis sobre sistemas electorales. No es esencialmente un libro sobre tales sistemas sino sobre partidos y sistemas de partidos. No obstante, es más conocido por sus aserciones sobre los efectos de los sistemas electorales. En esencia, Duverger sostiene que los sistemas de mayoría simple a una vuelta electoral favorecen un sistema bipartidista y que el sistema de mayoría simple con segunda vuelta y representación proporcional favorece el multipartidismo (p. 217, 239). Sobre la primera aseveración, añade que “esto se aproxima mucho a una verdadera ley sociológica” (Duverger, 1959, p. 17)1

1 Duverger se refiere los sistemas de pluralidad como sistemas de mayoría simple a una sola vuelta electoral. Los sistemas de mayoría simple con segunda vuelta serían aquellos con mayoría absoluta y runoffs.

. La representación proporcional, en contraste, lleva a sistemas multipartidistas (p. 245–55).

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Duverger menciona algunas excepciones a esta regla –entre ellas Canadá con FPTP y sistema multipartidista- pero las descarta como excepcionales (p. 220–3), debilitando así el alcance determinista de sus postulados. Duverger no fue el primero en notar estos efectos (para un panorama de los trabajos precedentes, véase Riker, 1982) pero escribió sobre ellos de un modo tan claro que es a él a quien generalmente se cita.

Aunque Duverger usó cierto número de casos y su base empírica fue mucho mayor que la de Hermens, sus hipótesis están claramente confeccionadas para tres países: el Reino Unido, como un ejemplo de sistema bipartidista de pluralidad, la Cuarta República Francesa, que usaba listas de votación por partido en circunscripciones o distritos que iban de los tres a los nueve escaños (Nohlen, 1978, p. 278–9), y Alemania, con su representación proporcional. Como es sabido, Duverger consideraba que el sistema bipartidista era la mejor solución porque, en su opinión, “corresponde a la naturaleza de las cosas” (Duverger, 1959, p. 215). Para él, usualmente, en política todo se reducía a dos opciones y lo demás era sólo una desviación de una de esas dos opciones o una mezcla de ambas, como en el caso de los partidos centristas. Al igual que Hermens, Duverger no hizo de los sistemas electorales el punto de arranque de su análisis sino ciertas observaciones sobre el sistema político que percibía como positivo (caso del Reino Unido) o negativo (caso de Alemania), para posteriormente atribuir su origen al sistema electoral.

El determinismo de las hipótesis de Duverger facilitó a otros investigadores refutarlas. Un solo ejemplo contrario es en principio suficiente para tergiversarlas siendo los casos más comúnmente citados los de Canadá y la India, dos países con sistemas multipartidistas y sistemas electorales FPTP. En consecuencia, no han faltado quienes han tratado de adaptar las leyes de Duverger a fin de hacerlas capaces de lidiar con excepciones obvias. Giovanni Sartori (1997, p. 39–48) las ha reformulado incluir esas excepciones, como la existencia de terceros partidos en sistemas de mayoría o los efectos de los umbrales. Dieter Nohlen (2004, p. 398–402) ha criticado a Sartori por esto y le ha acusado de introducir tantas condiciones adicionales que, por lógica, las leyes se deben cumplir inexorablemente. De manera similar, William H. Riker (1986) intentó reformular las leyes de Duverger agregando condiciones de tipo restrictivo. Sin embargo, en el mismo libro –editado por Bernard Groffman y Arend Lijphart- Duverger revisa sus leyes y reconoce que describen tendencias en lugar de leyes deterministas.

Duverger fue el primero en distinguir entre los efectos mecánicos y psicológicos de los sistemas electorales. Los efectos mecánicos trabajan a través del diseño técnico de los sistemas, como la magnitud distrital, las reglas de decisión, los umbrales y demás. Los efectos psicológicos trabajan indirectamente: los votantes saben de los efectos mecánicos y sus consecuencias presumibles y actúan en concordancia. Esto significa que, por ejemplo, en unidades de pluralidad con un solo miembro los votantes serían reacios a votar por un candidato de un partido menor que no tiene posibilidades reales de obtener el escaño. Por ende, los efectos psicológicos pueden reforzar los efectos mecánicos. Aunque los efectos psicológicos son difíciles de medir, la distinción es ampliamente aceptada en la actual investigación de los sistemas electorales.

Las hipótesis de Duverger y otros inspiraron a Douglas Rae (1967) para emprender un proyecto de investigación de gran envergadura. Había advertido correctamente que la mayor parte de los estudios sobre sistemas electorales era imprecisa en cuanto a la definición del sujeto de estudio, no era sistemática y no estaba a la altura de los estándares de un análisis empírico riguroso. Rae empezó definiendo distintos elementos técnicos de los sistemas electorales y estableciendo consiguientemente variables. Distinguió entre a) la estructura de votación (la posibilidad de los electores de otorgar votos preferenciales por candidatos específicos o por listas de partido únicamente), b) la magnitud de la circunscripción (cuántos escaños son distribuidos en un distrito dado) y

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c) la fórmula electoral o norma de decisión (si los escaños se distribuyen por mayoría absoluta, pluralidad o proporción y, en este último caso, a través de qué formula matemática, sea D’Hondt o métodos de cociente). Asimismo, Rae tipologizó los sistemas electorales combinando diferentes variables dentro de categorías empíricas: pluralidad angloamericana, representación proporcional ordinaria, representación proporcional de distritos grandes y representación proporcional ordinal (p. 15–44).

Con los resultados electorales de veinte países occidentales entre 1945 y 1965, Rae llevó a cabo análisis de regresión para probar un número de hipótesis. Fue el primero en aplicar métodos cuantitativos a la investigación sobre sistemas electorales, por lo que su trabajo constituye un hito. Algunos de sus resultados conciernen a los sistemas electorales en general, como, por ejemplo, el hecho de que todos ellos tienden a recompensar al mayor partido en términos de votos con un porcentaje de escaños desproporcionado, sin importar el sistema aplicado en realidad. Su principal interés radicaba en las posibles diferencias entre los tipos de sistema electoral.

Entre otras cosas, Rae confirmó que los sistemas mayoritarios (incluyendo la pluralidad) dan favorecen al partido más grande y que una gran cantidad de mayorías parlamentarias son fabricadas, es decir, creadas por el sistema electoral a través de los efectos de desproporción y no forjadas por una mayoría real de votos. La ley de Duverger sobre la creación de sistemas bipartidistas por parte de sistemas mayoritarios fue confirmada en cerca del 90 por ciento de los casos. Rae modificó la ley para acomodar los casos de desviación: “fórmulas de pluralidad están siempre asociadas con competición bipartidaria excepto donde existen fuertes partidos locales minoritarios; y otras fórmulas están asociadas con la competencia bipartidista sólo cuando los partidos electoralmente minoritarios son muy débiles” (Rae, 1967, p. 95). Con esto, da cabida a las dos grandes excepciones a la regla dentro de su muestra, Canadá y Austria. Canadá tiene un sistema

bipartidista a pesar de la pluralidad y Austria tuvo durante décadas un sistema bipartidista con un sistema de representación proporcional. Obviamente, la ley de Duverger modificada limita la capacidad explicativa de los sistemas electorales al introducir otros factores. ¿Por qué los partidos minoritarios son débiles o fuertes? Rae reconoce que: “la influencia de las leyes electorales sobre los sistemas de partidos legislativos es usualmente menos importante que muchas fuerzas expresadas en los resultados de la elección” (Rae, 1967, p. 96).

Siguiendo los pasos de Rae, Lijphart (1994) analizó veintisiete países, occidentales en su mayoría, con largos periodos democráticos entre 1945 y 1990. Usó datos de las elecciones parlamentarias para cámaras bajas. Las unidades de análisis no fueron los países sino los sistemas electorales. En su libro, define el sistema electoral como un conjunto de provisiones invariables en un país. Dado que colocó el listón de cambios relativamente abajo, su análisis contiene un total de setenta casos . Las variables explicativas son a) la magnitud media de la circunscripción, b) la fórmula electoral, c) el tamaño de la asamblea y d) el umbral de representación. Como factores adicionales, Lijphart incluyó la estructura electoral, el posible prorrateo desviado o malapportionment (circunscripciones con tamaños poblacionales disparejos), la influencia del gobierno presidencial o parlamentario y los llamados apparentments (dos o más partidos compartiendo una lista) (p. 14–5). Los efectos sobre el sistema de partidos fueron medidos a través del grado de desproporcionalidad, el número efectivo de partidos tanto en el nivel de voto como en el de escaños y la frecuencia y tipo de las mayorías, ya sean ganadas o creadas (p. 57–77).

Si se alteraba la fórmula electoral o, en su caso, si cualquiera de las otras tres variables cambiaba en más del 20 por ciento, Lijphart lo definía como la introducción de un nuevo

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sistema electoral (p. 13–4). De ahí el alto número de setenta sistemas electorales en tan sólo veinte países. La introducción del tamaño de la asamblea constituyó una novedad en la investigación sobre sistemas electorales, especialmente porque Lijphart no utilizó la relación entre votos y escaños, esto es, el tamaño relativo de la asamblea, como lo hicieron con anterioridad Tufte (1973) y Stigler (1976). El análisis, no obstante, sólo mostró una relación débil entre el tamaño de la asamblea y la desproporcionalidad (p. 102–4).

Lijphart combinó umbrales legales, fórmulas electorales y magnitudes de las cisrcunscripciones en una sola variable, llamada “umbral efectivo”, que se ubica por definición exactamente entre el umbral superior y el umbral inferior. El umbral superior es el porcentaje de votos que un partido necesita en un distrito dado para obtener un escaño bajo cualquier circunstancia, en tanto que el umbral inferior indica el porcentaje por debajo del cual un partido no puede obtener un escaño (p. 25–30). Este innovador enfoque tiene algunas ventajas, tales como la combinación de umbrales legales y naturales con efectos similares. Sin embargo, descansa en una premisa: el número de partidos que compiten en un distrito. Lijphart sigue a Taagepera y Shugart (1989) al suponer que el número de partidos en competencia es igual al número de escaños, pero esta suposición no está fundada teóricamente. Lijphart usó la estadística descriptiva bivariada y multivariada y regresiones para determinar los efectos de los sistemas electorales sobre los sistemas de partido. Entre sus muchos hallazgos cabe citar que la desproporcionalidad se explica mejor por el “umbral efectivo” y que los sistemas con “umbral efectivo” de más del 8% son fuertemente desproporcionales y cuentan con considerables reducciones en el número de partidos desde el nivel de voto hacia el nivel de escaños, así como con más mayorías de un solo partido (unipartidistas) (p. 105–7).

La investigación sobre sistemas electorales en la Universidad de Heidelberg empezó en la década de 1950 con Dolf Sternberger que como Hermens, era partidario de los sistemas mayoritarios. La experiencia del totalitarismo en Alemania influyó fuertemente en su investigación, por lo que es un clásico representante de una Ciencia Política normativa. No obstante, también será recordado por haber publicado uno de los primeros trabajos de investigación comparativa realmente extensos en el tema de los sistemas electorales (Sternberger y Vogel, 1969).

El legado de Sternberger fue continuado por Dieter Nohlen, quien hoy es conocido como el más relevante y prominente representante del “enfoque Heidelberg” para la investigación sobre sistemas electorales. Numerosas publicaciones resultaron de este enfoque vigente desde hace décadas. Empresas iniciales de investigación comparativa fueron las de Nohlen (1978) y Nuscheler y Ziemer (1978). A Nohlen (2004) se debe el trabajo analítico sobre los efectos de los sistemas electorales más completo hasta el día de hoy. Finalmente, el amplio proyecto de investigación “Elections Worldwide” es el primero en analizar las elecciones en todos los países del mundo. Después de diez años de investigación, el proyecto está a punto de finalizar. Las cuatro entregas, con un total de ocho volúmenes (Nohlen, Krennerich y Thibaut, 1999; Nohlen, Grotz y Hartmann, 2001; Nohlen, 2005; y Nohlen, Catón y Stöver, 2007), serán una valiosa fuente de referencia para el futuro.

Por último, otros tres tipos de investigación han estado presentes durante las dos décadas pasadas. El primer tipo usa métodos matemáticos para analizar la relación entre sistemas electorales y sistemas de partidos, como el libro de Taagepera y Shugart (1989). El segundo tipo implica publicaciones que tratan las nuevas formas de sistemas electorales combinados y sus ventajas y desventajas. Un ejemplo es la obra de Shugart y Wattenberg (2001). El tercer tipo está dirigido a funcionarios públicos y políticos profesionales más que a académicos. International IDEA, la organización

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intergubernamental con sede en Estocolmo, es pionera en este campo. Sus manuales recientes incluyen los de Reynolds, Reilly y Ellis (2005) y Wall et al. (2006).

TRES ESCUELAS Y ENFOQUES METODOLÓGICOS

Podemos distinguir tres escuelas principales de pensamiento sobre sistemas electorales: una normativa, una cuantitativa y una cualitativa histórico-empírica.

Los normativistas generalmente escogen una de las dos grandes opciones para sistemas electorales – mayoritaria o proporcional – y argumentan en su favor. Típicamente, un caso es usado como modelo o tipo ideal. La investigación empírica, si la hay, se emplea para respaldar el argumento principal. Este enfoque más tradicional ha dejado de tener vigencia hoy, pero, sorprendentemente, las ideas normativas aún brillan con frecuencia en la investigación sobre sistemas electorales, incluso en los trabajos empíricos de las corrientes dominantes. Los investigadores del siglo XIX mencionados arriba pertenecen todos a la escuela normativa.

Por razones obvias, los trabajos cuantitativos se centran en aquellos aspectos de las elecciones que son fácilmente cuantificables. Puesto que mucha de la información ya está cuantificada es sorprendente que la mayoría de los estudios cuantitativos sólo trabaje con un número limitado de casos: Los grandes análisis comparativos entre países son una excepción. Estudios cuantitativos innovadores son los de Rae (1967), Lijphart (1994) y Taagepera y Shugart (1989).

La escuela histórico-empírica intenta combinar metodología empírica rigurosa y factores contextuales y, por consiguiente, ofrece un panorama más completo de la compleja y a veces circular relación entre sistema electoral y de partidos. Los exponentes principales de esta escuela son autores con trabajos basados en el “enfoque Heidelberg”, en primer lugar Dieter Nohlen.

CONCLUSIONES

El debate sobre los efectos y consecuencias de los sistemas electorales se ha mantenido durante un siglo y medio y su final no está a la vista. Aunque los análisis han llegado a ser mucho más refinados y se dispone de más material empírico, algunas de las preguntas fundamentales siguen siendo las mismas.

De las tres escuelas que podemos distinguir, sólo la cuantitativa y la histórico-empírica juegan hoy un papel dominante. Ninguna de ellas, sin embargo, parece haber sido capaz de explicar la causalidad en la investigación sobre sistemas electorales de forma suficientemente convincente, en el sentido de alcanzar un consenso dentro de la comunidad científica. No es de esperar, entonces, que los pasados 150 años de debate lleguen muy pronto a un final.

En un nivel metodológico, probablemente veremos la fusión de sofisticadas herramientas cuantitativas con premisas derivadas del enfoque histórico-empírico, como la “dependencia del rumbo” (path dependence) y la importancia de los contextos y eventos históricos. Esta nueva “ciencia de la complejidad” (Ma, 2007), esperémoslo, sacará y pondrá en contacto lo mejor de ambos mundos y será capaz de hacer avanzar nuestro conocimiento sobre los sistemas electorales. En los términos prácticos de resultados investigativos, notaremos un número creciente de análisis combinados con elementos cualitativos y cuantitativos (Lieberman, 2005).

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Sea cual fuere el futuro de la investigación sobre sistemas electorales, no debe olvidarse que aun la investigación más pura sirve en última instancia a un propósito: explicar fenómenos sociales. En ese sentido, los debates metodológicos son medios para alcanzar mejores explicaciones, no fines en sí mismos.

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