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I Jerusalén, abril del año 30 Nada parecía real esa mañana de domingo, los alrededores de Je- rusalén, habitualmente solitarios y transitados por los pocos cam- pesinos que se acercaban al comenzar cada día a cultivar sus huer- tos, aparecían llenos de peregrinos, y en los caminos cada vez iban confluyendo más personas procedentes de todos los lugares para asistir a las fiestas que comenzaban ese mismo día. Las celebra- ciones ya se habrían iniciado durante el viaje y los gritos y cánticos rellanaban cada vez con más fuerza el ambiente iluminado por el sol de la mañana. Cerca de la muralla, en las proximidades de la Puerta de Su- sa, justo después de pasar al lado donde varios días después co- menzaría el final de todo, el gentío se arremolinaba y cerraba el pa- so a un hombre que avanzaba sobre un borriquillo acompañado de sus seguidores. Lo aclaman como el Mesías, y sus discípulos, al prin- cipio atemorizados, luego incrédulos, pero después con claros sig- nos de alegría, se miraban unos a otros y gritaban con más fuerza que el resto de la gente. No parecía que fuese verdad. Como si se tratase de una esce- na robada a otra historia, la llegada de Jesús a Jerusalén era como una isla de felicidad cerca de un mar Muerto que de alguna ma- nera venía a representar el destino final de unas vidas que habían brotado años atrás para cambiar de manera definitiva el destino de la humanidad. Y no podía ser real, porque no parecían haberlo si- do las dificultades vividas antes de ese domingo de Pascua ni los acontecimientos que acabarían con el ajusticiamiento de quien ahora era aclamado como hijo de Dios. Pero lo que estaba ocurriendo era cierto, no estaban soñando, ni tampoco lo estaban oyendo de boca de nadie: lo estaban vivien- 15 www.aguilar.es Empieza a leer... 42 días

Jerusalen, Abril Del Año 30

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  • IJerusaln, abril del ao 30

    Nada pareca real esa maana de domingo, los alrededores de Je-rusaln, habitualmente solitarios y transitados por los pocos cam-pesinos que se acercaban al comenzar cada da a cultivar sus huer-tos, aparecan llenos de peregrinos, y en los caminos cada vez ibanconfluyendo ms personas procedentes de todos los lugares paraasistir a las fiestas que comenzaban ese mismo da. Las celebra-ciones ya se habran iniciado durante el viaje y los gritos y cnticosrellanaban cada vez con ms fuerza el ambiente iluminado por elsol de la maana.

    Cerca de la muralla, en las proximidades de la Puerta de Su-sa, justo despus de pasar al lado donde varios das despus co-menzara el final de todo, el gento se arremolinaba y cerraba el pa-so a un hombre que avanzaba sobre un borriquillo acompaado desus seguidores. Lo aclaman como el Mesas, y sus discpulos, al prin-cipio atemorizados, luego incrdulos, pero despus con claros sig-nos de alegra, se miraban unos a otros y gritaban con ms fuerzaque el resto de la gente.

    No pareca que fuese verdad. Como si se tratase de una esce-na robada a otra historia, la llegada de Jess a Jerusaln era comouna isla de felicidad cerca de un mar Muerto que de alguna ma-nera vena a representar el destino final de unas vidas que habanbrotado aos atrs para cambiar de manera definitiva el destino dela humanidad. Y no poda ser real, porque no parecan haberlo si-do las dificultades vividas antes de ese domingo de Pascua ni losacontecimientos que acabaran con el ajusticiamiento de quienahora era aclamado como hijo de Dios.

    Pero lo que estaba ocurriendo era cierto, no estaban soando,ni tampoco lo estaban oyendo de boca de nadie: lo estaban vivien-

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  • do, y, en cierto modo, todo lo que haban pasado juntos en esos l-timos cuatro aos les pareca cobrar sentido esa maana de do-mingo. Jess se present a comienzos del mes de abril del ao 30en Jerusaln, despus de haber estado enseando las semanas an-teriores en Galilea. No era la primera vez que acuda a esa ciudady quiz por ello la preocupacin de los discpulos era mayor, puestanto en la primera visita que realiz a finales del ao 29 para acu-dir a la fiesta del Tabernculo como en la que haba realizado me-ses antes para la fiesta de la Dedicacin surgieron problemas conlos fariseos. Quiz por ello la preocupacin inicial era ms que evi-dente en el grupo, aunque todo fue transformndose en alegra con-forme fueron avanzando por las proximidades de los escenarios queacogeran los ahora desconocidos momentos ms dramticos dela Pasin: el monte de los Olivos y el jardn de Getseman, ese dacon una apariencia totalmente diferente iluminados bajo el sol ra-diante de la maana y baados por la alegra de las celebraciones.

    Y, como si el destino los estuviese esperando, el templo selevantaba sobre la muralla de la ciudad como un baluarte an msinfranqueable que la fortaleza ms robusta. Tres aos antes, en suprimer viaje a Jerusaln, Jess fue cuestionado por las autoridadesjudas por irrumpir en l y expulsar de manera violenta a compra-dores y vendedores, y en el viaje anterior, tan slo unos meses atrs,fue acusado por los fariseos por curar a un hombre con hidropesaen sbado mientras estaba a la mesa de un prncipe fariseo, cir-cunstancia que agrav la interpretacin que se hizo del hecho defaltar a la fiesta sabatina, y si todo ello no hubiera sido suficiente,das despus las iras judas culminaron cuando Jess resucit a suamigo Lzaro. La animadversin y el ambiente contra l estabanya preparados.

    No era casualidad: la historia de Israel ha estado salpicada deelementos convulsos que han agitado a su sociedad, especialmen-te en algunos momentos de su pasado en los que la intensidad dela agitacin lleg al enfrentamiento civil y a verdaderas escisionesentre la poblacin, con frecuencia bajo la influencia de culturas cer-canas invasoras. El pasado pareca haber anclado al presente, oste arrastrar el pesado lastre de una historia que se repite con losmismos protagonistas y alrededor del escenario del templo de Is-rael, que de alguna manera vena a representar el elemento comnde los conflictos sociales, polticos y religiosos, y ese testigo his-trico de todo lo acontecido.

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  • Las referencias histricas sitan la unin de las tribus hebreassobre el ao 1023 a.C. para formar el reino de Israel bajo el gobiernode Sal, pero fue su sucesor, el rey David, quien estableci la capi-tal del reino en Jerusaln y su hijo Salomn quien levant el tem-plo de Jerusaln sobre el ao 960 a.C. (las fuentes indican que seconstruy durante los aos 969 y 962 a.C.) en sustitucin del Ta-bernculo, que era el lugar de reunin para el culto de Yahv des-de los tiempos del xodo, y donde se deposit de forma permanenteel Arca de la Alianza. Tras reinados de prosperidad se sucedieron losperiodos convulsos de la historia de Israel y el templo, al igual quesu cultura y sentimientos, mostr las cicatrices de las heridas sufri-das en los diferentes conflictos. Tras la muerte de Salomn el tem-plo sufri diferentes profanaciones al introducir entre sus muros dis-tintas deidades sirias y fenicias, prctica que continu con los ataquesmateriales que poco a poco fueron deteriorndolo. Pero no fue has-ta aproximadamente el ao 586 a.C. cuando tras la invasin babil-nica de Israel las tropas del rey Nabuconodosor II lo destruyeronpor primera vez y tomaron como esclavos a un gran nmero delos habitantes del Reino, asociando el conflicto religioso al civil.

    La humillacin social por la dominacin y la esclavitud delpueblo judo se vio culminada por la destruccin de su templo, he-cho que permanecera en la memoria colectiva de su gente a lo lar-go de la historia.

    Unos 70 aos ms tarde, tras el sometimiento por los persas,los judos fueron autorizados a reconstruir su templo (517 a.C.), loque permiti que se produjeran nuevas profanaciones por parte delos ejrcitos dominadores que se fueron sucediendo; una de las msnombradas fue la de los griegos, que llegaron a colocar una estatuade Zeus tras la toma de Jerusaln por Epfanes. De nuevo el pue-blo se sublev ante la profanacin del templo en la denominadarevuelta de los Macabeos, en honor a su lder Judas Macabeo, y lo-graron liberar al pueblo judo y restaurar el templo, todo ello en elao 150 a.C. A pesar de esta victoria la llegada de los romanos fueseguida de actos de profanacin, aunque fue bajo el dominio ro-mano, concretamente en el ao 20 a.C., cuando el rey Herodes elGrande realiz la restauracin completa del templo segn su es-tructura y su planta originales, y ampli los muros externos y lasentradas al recinto.

    Fue ste el templo que conoci Jess y del que expuls a loscomerciantes, y fue a l al que se refiri anunciando su nueva des-

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  • truccin, pero sobre todo fue en este templo reconstruido por He-rodes, el mismo que intent acabar con su vida poco despus de sunacimiento, donde se tramaron las acusaciones llevadas ante las au-toridades romanas para pedir la muerte de Jess.

    La religin juda no poda permitir lo que fue considerado co-mo un ataque y una blasfemia, y el mismo pueblo que aclamaba aJess a la entrada de Jerusaln el domingo de Pascua das ms tar-de peda su crucifixin. Desde el origen del pueblo judo las tradi-ciones han presentado a su religin como un elemento estrecha-mente vinculado a la organizacin social y a las relaciones entre susgentes. La esencia de la cultura del pueblo judo era cumplir el man-dato de Dios. Fue el dios Yahv quien dio la orden a Abraham deasentarse en la tierra de Canan, partiendo desde Mesopotania has-ta Judea. Despus tuvieron que emigrar hasta la zona de Egipto si-tuada alrededor del delta del Nilo, donde los israelitas vivieron co-mo esclavos hasta que fueron liberados por Moiss y conducidosde nuevo a la tierra prometida de Canan, una historia repleta demitos, pero que recoge muy bien la estrecha vinculacin del sen-tido que para los judos tiene la vida a travs de la religin, y el mo-notesmo como caracterstica fundamental de sta, hasta el puntode fundamentarse en la alianza o pacto entre Dios y el pueblo ju-do sellada en el monte Sina por Moiss, que establece que Israeles el pueblo elegido como mediador entre Dios y la Humanidad, ysalvador de esta ltima.

    La alianza entre el pueblo de Israel y Dios lleva a interpretarque existe una relacin de causalidad entre el comportamiento hu-mano y su destino. Por lo tanto, el padecimiento que sufra el pue-blo judo era interpretado como consecuencia de sus malas accio-nes, que de alguna manera se imponan sobre las buenas obrasrealizadas por una parte del pueblo. Esta situacin requera unarespuesta por parte de Dios, que era interpretada como una im-particin de justicia que se desarrollara tras la muerte y que per-mitira castigar a los alejados de los mandatos de Dios y recom-pensar la virtud y la obediencia de quienes s haban seguido susdictados. Junto al planteamiento individual sobre cada uno de losjudos, se fue desarrollando de forma simultnea una idea de jus-ticia de Dios o teodicea para todo el pueblo judo, sometido his-tricamente a dificultades, dominaciones, esclavitud, expulsin desus tierras, ataques a su cultura y su religin..., situacin que aca-bara cuando Dios enviara al Mesas (Cristo en griego, y que sig-

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  • nifica el ungido, quien vendra a este mundo a redimir a los ju-dos y restablecer la situacin histrica por medio de la soberanade sus tierras). Esta posicin religiosa tuvo gran trascendencia enla sociedad y sobre la actitud pasiva o de espera que fue calan-do entre el pueblo judo, que permiti desarrollar lo que se ha de-nominado el mesianismo, ese anhelo por la llegada del Mesas, des-de pocas muy tempranas de sus historia, especialmente cuando lascircunstancias sociales, polticas o religiosas se presentaban con di-ficultades o se vean envueltas en algunas de las calamidades quehan afectado al pueblo de Israel a lo largo de la historia. La solu-cin de los problemas siempre llevaba a la religin y sta aparecacomo la solucin a los mismos, pues slo la observancia de la leydivina garantizaba la virtud y, adems, poda hacer que de forma in-dividual cada persona contribuyera por medio de esa actitud a lallegada del Mesas.

    En esta cultura religiosa y con esa religin tan cultural, la po-ca de Jess no fue muy diferente a otros momentos del pasadojudo. Poco despus de su nacimiento muri Herodes el Grande(37-4 a.C.) y surgieron disturbios y enfrentamientos contra Romay frente al nuevo rey, Arquelano, quien desde el principio entr enconflictos religiosos al no destituir como sumo sacerdote a Joazar,aunque tambin surgieron enfrentamientos y revueltas de carctersocial y poltico en distintas ciudades al margen del problema re-ligioso. Ante esta situacin Roma reaccion dividiendo el reinode Israel en tres territorios y nombrando a tres de los hijos de Ar-quelano responsables de cada uno de ellos: Arquelano, Filipo yHerodes Antipas. Este ltimo vivi en la misma poca que Jess(4 a.C.-39 d.C.) y gobern sobre los territorios donde Jess reali-z la mayor parte de su predicacin: Galilea y Perea. La persona-lidad de este rey es descrita por los historiadores como ambiciosay desproporcionada, no dudando en resolver los conflictos de for-ma violenta cuando se presentaban ante l, como ocurri con el en-carcelamiento y posterior decapitacin del profeta Juan el Bautis-ta, o cuando decidi tomar como esposa a Herodas, mujer de suhermano e hija del rey nabateo Aretas, hecho que dio lugar a unenfrentamiento y a la guerra entre estos dos monarcas.

    Los conflictos se sucedieron hasta la llegada de Poncio Pila-to como procurador romano (26-36 d.C.) y, aunque no finalizaroncon l, s se modificaron en su manifestacin, y de expresarse enforma de revueltas o enfrentamientos violentos, pasaron a caracte-

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  • rizarse por acciones de resistencia pasiva no violenta, que llevarona Pilato a actuar de manera proporcional y a resolver los diferen-tes problemas sin recurrir a una violencia desproporcionada y alec-cionadora, aunque no se pueda decir que sta estuviese ausente. Encualquier caso, reflejaba una actitud distinta surgida probablementede un clima diferente en el que las relaciones entre las autorida-des religiosas, polticas y militares mantenan un equilibrio que qui-z, en lugar de ser interpretado por todas las partes como una pla-taforma sobre la que seguir consolidando el desarrollo del pueblojudo, es cierto que bajo la dominacin romana, fue percibido co-mo augurio de nuevos conflictos, posiblemente an mayores a losvividos, por esa visin apocalptica tan vinculada a los sentimientosjudos.

    En estas circunstancias, el anlisis poltico-militar que podahacer Pilato era muy diferente a las deducciones que podan lle-var a cabo las autoridades religiosas y civiles de Jerusaln ante lallegada de Jess, y mientras que el primero no vea riesgo algunoen los movimientos civiles que existan en Israel, y eran conscien-tes de que si surgan podran ser aplacados con facilidad, los se-gundos s vean en Jess un riesgo que iba aumentando conformeel conocimiento de sus enseanzas y prodigios se extenda, al tiem-po que cuestionaba muchos de los preceptos religiosos que desdeel poder del templo se imponan al pueblo.

    Y no era de extraar esa preocupacin, pues la realidad reli-giosa juda de la poca, quiz mal interpretada desde la perspecti-va del presente al creer que la esencia y el sentimiento religioso delpueblo judo, entendido como fundamentado en el mensaje y en laalianza con Dios, se traduca en una prctica religiosa comn y r-gida, algo que no ocurra en realidad. Todo lo contrario.

    Como recoge el historiador Csar Vidal en su libro El Docu-mento Q, en la poca de Jess haba una importante flexibilidad doc-trinal y una gran variedad de escuelas, grupos, sectas o faccionesreligiosas, que sobre la base comn de los textos sagrados lleva-ban una vida y unas prcticas religiosas muy diferentes, enfrentn-dose, incluso, en algunos de los elementos trascendentales del ju-dasmo, como ocurra con la resurreccin del alma, la igualdad detodas las personas o la libertad para actuar con independenciade Dios.

    Esto haca que a pesar de la gran influencia de grupos comolos fariseos o los saduceos, que dominaban las esferas religiosas y

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  • civiles, muchas otras sectas o escuelas no compartieran sus inter-pretaciones, como ocurra con los esenios, los zelotes o los secta-rios ubicados en Jirbet Qumran, y que incluso dentro de ellas exis-tieran diferentes grupos con posiciones claramente alejadas entres. Este ambiente tan fragmentado haca que en lugar de tomar po-sicin por alguna de las escuelas, y en consecuencia enfrentarse alas otras, la mayora del pueblo judo permaneciera al margen de larigidez impuesta por los grupos religiosos, y se limitara a cumpliren mayor o menor grado con los preceptos ms destacados de lareligin a travs de sus propios medios y creencias, siempre man-teniendo un nexo comn en los valores y mandatos fundamentales,pero a mucha distancia de la interpretacin que hacan desde losgrupos minoritarios del poder, y sin ver en ellos una conducta ejem-plarizante que seguir.

    No es de extraar, pues, que desde el punto de vista militar nose observara riesgo alguno, y que, por el contrario, desde la posi-cin religiosa se sintieran amenazados por un mensaje cristiano quelleg a un pueblo alejado de la realidad del poder poltico, civil yreligioso, abandonado por sus dirigentes, enraizado en la espe-ranza histrica de una salvacin y liberacin civil y religiosa quepusiera fin a siglos de conflictos, dominacin y xodo, situacinconstatada an en ese presente fragmentado en la tierra, divididoen la religin y jerarquizado en lo social. Para ese pueblo el men-saje de Jess fue tomado como la solucin a la utilizacin interesa-da de las posiciones de poder tanto por su significado social comopor el contenido religioso.

    Sin duda sa tuvo que ser la primera reaccin, la ms super-ficial y directa, que difcilmente poda ser interpretada y valoradacon la trascendencia y la profundidad que los acontecimientos pos-teriores le otorgaron. Jess debi de ser considerado como la es-peranza, una esperanza que en Israel tena nombre, el Mesas, y quevena precedida por una fama mundana conseguida a travs de acon-tecimientos extraordinarios (milagros y curaciones), y por un men-saje que flexibilizaba la interpretacin rgida que desde las diferentesescuelas hacan de los mandatos de Dios, adems de recuperar al-guna de las esencias del judasmo para su observacin prctica. To-do adquira un sentido nuevo que rompa con la imposicin delos ritos que hacan los intrpretes de las escrituras, que llevabana hacer de la religin una forma de vida, mientras que con Jess erala vida la que se converta en una forma de religin.

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  • Jess no rompe con el judasmo, no se enfrenta a l desde unaposicin extraa, sino que lo hace desde dentro, como parte de l.Jess cuestiona algunas de las interpretaciones que se haban hechode las Sagradas Escrituras y critica la deriva que haban seguidolas distintas sectas y escuelas de la religin de Judea, pero lo hacedesde sus principios y esencia, algo, si cabe, que debi de causarms desconcierto. De hecho, el mensaje de Jess coincida con mu-chos de los planteamientos religiosos que defenda el grupo reli-gioso organizado ms numeroso, el de los fariseos, y comparta conellos la inmortalidad del alma, la libertad humana y la idea de re-surreccin de las almas, aunque por otra parte tena diferenciasradicales en las formas de plasmar en la vida diaria esos valores ycreencias religiosas, pues se apartaba de los objetivos polticos delos fariseos, de los sacrificios en el templo y, en general, de todos losritos que predicaban, que para Jess suponan un alejamiento delverdadero sentimiento religioso y una barrera para llegar a cono-cer a Dios, pues en lugar de buscarlo en esos rituales se detenany justificaban ante ellos.

    Esa maana del domingo de Pascua el miedo de los fariseosprobablemente se uni al de los saduceos y todos comprobaron enla reaccin de jbilo del pueblo que Jess se presentaba como unaamenaza real. No se trataba de las historias que le precedan ni delos milagros que le atribuan, ni siquiera de los hechos extraordi-narios ocurridos en su ltima visita a Jerusaln, realizada tan slounos meses antes para asistir a la fiesta de la Dedicacin, que con-memoraba, precisamente, la restauracin del templo donde ahoratramaban su plan y compartan temores; no eran esos sucesos loque les preocupaban, sino la aceptacin de la gente, esa demos-tracin de jbilo y exaltacin de su figura y sus obras, la confianzaen l y la creencia en su mensaje; su humildad y su apertura a to-das las personas con independencia de su origen, clase o condicin,siempre que buscaran a Dios de manera directa, sin necesidadde la rigidez ni las imposiciones de los rituales. Era todo ello y lasvoces que lo aclamaban como el Mesas y como el nuevo rey deIsrael lo que les preocupaba.

    Los fariseos y los saduceos saban que en un pueblo que espe-ra el pasado, no el futuro, el presente siempre es inestable y mien-tras la gente se dejaba arrastrar por las manifestaciones ms ex-traordinarias, esas que hacan referencia a sus milagros, a la curacinde enfermos, la devolucin de la vista a ciegos o a la resucitacin

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  • de muertos, como la de su amigo Lzaro realizada unos meses atrsy todava presente en las conversaciones de la gente, ellos revisa-ban el contenido de las escrituras para tomar una decisin.

    Los libros profticos eran claros y los problemas del pue-blo eran consecuencia de su maldad, una idea presente de mane-ra constante en el pueblo de Israel y de manera muy especial ensu templo, por lo que sera Dios quien salvara a Israel por mediodel Mesas. Una situacin que poda coincidir con los ltimos acon-tecimientos histricos y un personaje como Jess que encajaba enlas profecas realizadas siglos antes por algunos de los profetas ma-yores como Isaas.

    Y lo que hasta ese da no haba dejado de ser considerado unmovimiento ms dentro de las mltiples sectas que surgan den-tro del judasmo, esa maana produjo una agitacin en el interiordel recinto amurallado del templo que fue recorriendo cada uno delos patios y rincones hasta ocasionar una verdadera crisis en sus sa-cerdotes. La conclusin fue clara: no se poda permitir que Jessy sus discpulos continuaran con su predicacin y su obra, y la so-lucin que contemplaron apareci de forma ntida ante ellos: habaque acabar con la vida de Jess; de lo contrario, slo supondra unretraso en el proceso, pero no su finalizacin, y, adems, con todaprobabilidad, de no actuar de manera definitiva sobre el lder, cual-quier accin soliviantara a sus mltiples seguidores, que aprove-chando el tumulto de las fiestas podran dar lugar a importantes re-vueltas civiles.

    La decisin no se hizo esperar y Caifs, sumo sacerdote deltemplo y perteneciente a los saduceos, y, en consecuencia, ms ale-jado y enfrentado a las posiciones de Jess, mand convocar al sa-nedrn.

    Las acusaciones presentadas contra Jess fueron muy claras yrotundas, y no se hicieron esperar. Desde el punto de vista religio-so fueron dos tipos de acusaciones las que se hicieron; por una par-te, las acciones que haba dirigido contra el templo y, en consecuencia,contra todo lo que representaba dentro del judasmo se basabanen la expulsin violenta de los comerciantes y los vendedores situa-dos en sus patios, y en el anuncio de la destruccin del templo, todoello acompaado de actos que faltaban a los mandatos de las escri-turas, como no respetar la fiesta del sbado al realizar curaciones eseda. Y, por otra parte, estaban las acusaciones que hacan referen-cia a la autoproclamacin de su condicin divina al presentarse co-

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  • mo Mesas y como hijo de Dios, algo que era considerado comoblasfemia y merecedor del mximo castigo religioso.

    Con esos argumentos poca defensa tena Jess ante el sane-drn, de ah quiz la actitud pasiva adoptada ante las acusacio-nes que esgriman, pues de alguna manera todos eran conscientesde que lo que all se deca slo eran los argumentos para acabarcon un movimiento ms profundo, y que desde el planteamientode las autoridades del templo no se iba a consentir que las mani-festaciones de apoyo a Jess llevadas a cabo en un ambiente festi-vo pudieran consolidarse como una nueva escuela que, con unmensaje coherente con la realidad del judasmo y en sintona conla tradicin histrica, pudiera acabar con el estatus actual y revo-lucionar la religin que defendan, no con ataques externos, sinocon la materializacin de los propios contenidos de las SagradasEscrituras.

    La deliberacin del sanedrn no fue prolongada y al cabo deun tiempo pronunci la condena a muerte de Jess. Pero las au-toridades judas no podan aplicar la pena de muerte segn las nor-mas establecidas por los romanos en los territorios dominados.

    Ante estas circunstancias las autoridades religiosas, fieles a suobjetivo de acabar con la vida de Jess para arrancar con su hlitovital las races que ya haban profundizado en las tierras frtiles dela desesperanza, idearon un nuevo plan para conducir a Jess antelas autoridades romanas y hacer que stas ejecutaran su condena amuerte. Para ello tuvieron que cambiar de estrategia y de una acu-sacin basada en argumentos religiosos pasaron a destacar frente alos romanos los conflictos polticos y sociales que se derivaban delos planteamientos radicales de Jess y sus discpulos, algo que noresult muy difcil dada la estrecha relacin existente en la sociedadjuda entre lo religioso y lo civil, as como por las evidentes mues-tras de crtica social que se produjeron durante la entrada de Jessa Jerusaln y por la necesidad de controlar los elementos religio-sos como garantes de la estabilidad social. As, cuatro aos mstarde del inicio de su predicacin, Jess se vio ante Pilato.

    La sentencia del sanedrn probablemente aument la tensinen el ambiente en lugar de tranquilizar los nimos de los que asis-tan a todo ese proceso. Consideraban que deban hacer desapa-recer la figura de Jess; haban escenificado el proceso para conse-guir una condena que lo consideraba culpable por haber actuadocontra Dios y las escrituras, por lo que el resultado fue rotundo:

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  • deba morir por lo hecho. Pero los judos, como hemos apuntado,no podan ejecutarla: deban llevar el proceso ante las autoridadesromanas para que fuesen ellas las que ejecutaran la pena, pero s-tas no podan hacerlo a partir de un juicio judo, tenan que hacersu proceso y deba resultar culpable segn la legislacin romana.

    La interpretacin tradicional presenta estos hechos como dosacontecimientos separados y sin mucha relacin, como si en reali-dad se hubiera tratado de dos fases diferentes: la primera relacio-nada con las acusaciones religiosas y la segunda con la actuacinpoltica dirigida a satisfacer la voluntad o los deseos de una aristo-cracia religiosa de sobra conocida por las autoridades romanas ensus pretensiones y objetivos. El anlisis de los acontecimientos in-dica que no deban de estar tan alejados los intereses de unos y otroscuando el resultado fue la condena a muerte en la cruz. Es posibleque no se tratara de una decisin predeterminada y que quiz elpropio desarrollo de los hechos conforme el proceso fue avanzan-do hizo que se tomaran decisiones en un determinado sentido y noen otro, pero la presentacin de lo ocurrido como dos fases inco-nexas de unos hechos que tenan el elemento comn de la perso-na acusada es difcil de mantener.

    Los acontecimientos del domingo no pudieron dejar impasi-bles al procurador romano Poncio Pilato. Llevaba en el cargo tresaos y nunca haba visto una manifestacin como la ocurrida eseda: se haba enfrentado a revueltas y a conflictos violentos, perono a una reivindicacin festiva y pacfica basada en el reconoci-miento de un hombre. Y aunque las aclamaciones lo presentabancomo el Mesas y el hijo de Dios, una gran parte del gento tam-bin debi de lanzar consignas de carcter poltico y en contra dela ocupacin de Israel, pues, entre otras razones para hacerlo, lasimple interpretacin de las escrituras haca que muchos entendie-ran el reinado de Dios sobre Israel y la obra de Jess como envia-do suyo como una liberacin definitiva de la subyugacin del pue-blo judo y la verdadera instauracin de un nuevo reino bajo losdictados de Dios. Esta esperanza, junto a las protestas contra lasituacin poltica y social causada por la dominacin romana, for-m parte de los gritos en esa maana de Pascua.

    La estrecha relacin entre la religin y la vida civil, incluso pa-ra los que no compartan las creencias, pero s tenan a su cargo elcontrol de la sociedad, haca que las acciones llevadas a cabo porJess y consideradas como afrentas religiosas, junto a la manifesta-

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  • cin que se organiz a su entrada a la ciudad, fueran lo suficiente-mente graves como para generar cierta alarma y precaucin en lasautoridades, sobre todo en unas circunstancias como las del mo-mento, en las que la tensin poltica y social habitual surgida de laocupacin de Judea y el sometimiento del pueblo de Israel se veaaumentada de manera notable durante las fiestas religiosas nacio-nales que se celebraban en la ciudad santa de Jerusaln, que con-gregaba a los peregrinos ms fervorosos y, en cierto modo, ms na-cionalistas y reivindicativos.

    Las seis fiestas principales (Purim, Pascua, Pentecosts, Dade la Expiacin, Tabernculo y Dedicacin) provocaban esa situa-cin de alerta, pero ese ao la manifestacin popular alrededor dela fiesta de Pascua, que se celebraba en conmemoracin de la li-beracin de los israelitas de la esclavitud de Egipto y que, por tan-to, contaba con un significado especial en contra de la ocupacinromana, debi de generar una verdadera situacin de alarma, queno pudo pasar inadvertida para quienes vieran peligrar su estatus,las autoridades cuestionadas por las crticas de la masa, que fue-ron tanto las religiosas como las polticas.

    En estas circunstancias la actuacin del sanedrn no tuvo queestar tan alejada ni al margen de la poltica, aunque es posible que,conforme fue transcurriendo el da y la gente fue participando enlas fiestas, dispersndose por diferentes lugares y en distintas acti-vidades, las autoridades polticas se tranquilizaran, algo que no ocu-rri en el interior del templo, donde el eco de las murallas haca re-sonar una y otra vez las alabanzas hacia Jess. Por ello, cuando Jessfue trasladado ante Poncio Pilato bajo las acusaciones religiosas, noadopt una postura tajante en contra del reo, incluso intent evi-tar su participacin en el juicio basndose en un argumento tcni-co apoyado en las normas vigentes, que indicaban que al tratarsede un judo de Nazaret y, por tanto, de Galilea deba ser juzgadopor sus gobernantes, por lo que se abstuvo y remiti la causa a He-rodes Antipas, gobernador de Galilea y presente en Jerusaln conmotivo de las fiestas de Pascua.

    Herodes, desde la distancia territorial al problema que se vi-va en la capital, y probablemente debido a su enfrentamiento conPilato, no lo consider como peligroso desde el punto de vistapoltico, teniendo en cuenta que las principales acusaciones quese lanzaban haban ocurrido en Jerusaln, no en Galilea ni en Pe-rea. As que l tambin actu de forma similar y se abstuvo. Pero,

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