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jesuitas

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Comienzos de la Educación Jesuita en la Nueva España en el S. XVI; El Colegio Máximo

¿Qué beneficio podría traerme ganar

el mundo entero y perder mi alma?,

¿Acaso no hay algo más alto reservado para mí?

¿No puedo yo hacer algo como hicieron los

santos por Dios y por mi prójimo?1

San Ignacio de Loyola

San Ignacio de Loyola

El pensamiento anterior bien refleja la idea de trascendencia en el otro de Ignacio de

Loyola, habiendo nacido en pleno clima de reconquista (1491) y tras haber servido

militarmente en la corte de los Reyes Católicos Isabel y Fernando, Loyola toma la

decisión de retirarse y comenzar de nuevo su camino por el sendero de la vida. El origen

de este nuevo trecho a explorar serían las meditaciones, la escritura de los Ejercicios

Espirituales, pero sobre todo el reencuentro con Dios. 2 Lo anterior sirvió de base para

la futura fundación de la Compañía de Jesús y su incansable labor como misioneros de

todo tipo, pero sobre todo como educadores en la fe y doctrina cristianas siguiendo un

enfoque revolucionario y humanista en los rincones más apartados del orbe.

Los jesuitas, sus inicios como orden y su incursión en la Educación

1 “What will it profit me to gain the whole World and lose my soul?, “Is there not something higher for me?, “Cannot I do something as the saints did for God and for my neighbor? San Ignacio de Loyola en Jacobsen, Jerome V. S.J, Educational Foundations of the Jesuits in Sixteenth Century New Spain, Berkeley, University of California Press, 1938, 292 p.2 Cfr. Jacobsen Op. Cit. p. 2

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Comienzos de la Orden

Empapado de sentido humanista debido a su educación universitaria en Alcalá,

Salamanca y París, Ignacio de Loyola junto con seis compañeros reclutados en la

Universidad de París, funda para 1540 la orden religiosa de la Compañía de Jesús que

sería aprobada por el Papa Paulo III.

Bajo el influjo de la misma corriente de pensamiento Loyola, escribe las

Constituciones del Instituto de la Compañía de Jesús (1550), en las que plasmaría su

organización, sus planes y proyectos, entre ellos, el educativo “allí en las Constituciones

quedó establecido claramente que el apostolado de la educación en colegios,

universidades y seminarios es de capital importancia”3 . A pesar de que el proyecto de

educación tiene gran relevancia, no es así en un primer momento, en que Loyola se

mostraba reacio a dedicar gran atención a la educación, actitud que cambiaría de manera

radical debido al avance del protestantismo, sobre todo en universidades. “Para 1556 a

la muerte del fundador, la orden tenía ya 35 colegios”4 .

Los colegios de Mesina y Gandía5 (1546) fueron los primeros en ser fundados,

pero valdría la pena hacer la aclaración de que estos colegios no estaban destinados a la

educación de externos, sino eran entendidos por la Compañía como una especie de

internados en los que se albergaría y formaría a futuros miembros de la orden, es decir

eran una especie de seminarios. Para 1551 se fundaría el Colegio Romano, que en 1565

sería la Universidad Gregoriana, y finalmente en 1552 se da la apertura del Colegio

Germánico, institución que serviría de albergue a jóvenes de origen germánico

interesados en el sacerdocio, pero que seguirán sus cursos académicos en el Colegio

Romano y la Universidad Gregoriana.

Son las instituciones anteriormente mencionadas las que dan principio a la obra

educativa jesuita en la Europa azotada por el protestantismo, el éxito de las mismas

tendría tal resonancia que para 1572 los jesuitas estarían ya tocando tierra americana

3 Palomera, Esteban J, La obre Educativa de los Jesuitas en Guadalajara, México, Ed. UIA, ITESO, 1986, 402 p.4 Frost, Elsa Cecilia, “Los Colegios Jesuitas” en Historia de la Vida Cotidiana en México. Pp. 307-3365 Según Frost, existen textos que indican la presencia de laicos en el Colegio de Gandía, lo que constituye el comienzo de la labor educativa jesuita tal cual como se entiende hoy.

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con la explícita misión de introducir en la doctrina a los infieles, y de mantenerla en

aquellos que estaban en peligro de perderla.

La Compañía de Jesús en América

Primeras solicitudes de presencia y llegada a América

Habiéndose consumado la conquista del territorio mexicano, durante la segunda mitad

del siglo XVI, las labores de exploración se extendieron a diversas áreas; tal es el caso

de la Florida6, locación a la que tanto exploradores sedientos de riqueza y bienestar

como misioneros afanosos de nuevas almas católicas se adentraban con la idea de

cumplir sus respectivas aspiraciones, pero el resultado en la mayoría de los casos

resultaba contraproducente y fuera de encontrarse con un paraíso terrenal de “perlas, oro

y ciudades pintadas de brillantes colores”7 tropezaban con dispersas y agresivas tribus

nativas por no mencionar las dificultades naturales a las que se enfrentaban. Debido a

esta situación se da la llegada de tres misioneros jesuitas (cuya base sería la Habana, en

donde establecerían un colegio) en 1566 por petición de Pedro Menéndez. Estos tres

padres no corrieron con suerte alguna y tras enviar un reporte de actividades a Roma, se

optó por el envío de un segundo grupo de seis sacerdotes liderados por Juan Segura en

1568. Ésta parece ser la primera vez que las demandas hechas a la corona por las

autoridades civiles y eclesiásticas de traer jesuitas al territorio Novohispano son

escuchadas, ya que “las primeras solicitudes de jesuitas para la Nueva España, se

produjeron en la década de los cuarenta….lo que se pretendía, era sólo que ejerciesen su

ministerio sacerdotal”8.

Existen peticiones realizadas desde los años de 1541-42, pasando por el 54,

hasta el 67, en que obispos de distintas provincias de la Nueva España (Chiapas,

Michoacán, Yucatán etc…) demandaban la presencia de jesuitas, pero no sería hasta

1570 que sus demandas serían escuchadas.

6 Según Jacobsen, éste era el nombre con que se designaba a la parte sudoeste de lo que hoy constituye Estados Unidos de América y el norte del Golfo de México.7 Jacobsen Op. Cit.,p.598 Gonzalbo Aizpuru, Pilar, Historia de la Educación en la Época Colonial, La Educación de los criollos y la vida urbana, México, Ed. El Colegio de México, 1990, p. 147

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Llegada a Nueva España

Tras la llegada de una carta a la corte de Felipe II proveniente del cabildo de la ciudad

de México en 1570, en la cual se pedía la presencia jesuita para el apoyo de las órdenes

mendicantes en la labor de la evangelización, pero también para realizar oficios

educativos (especialmente en la Ciudad de México, en donde existía la necesidad de

educación académica para los hijos de españoles9, ya que anteriormente existían

solamente instituciones encargadas de la educación de los indígenas en la fe) se tomó la

decisión tanto por parte del General Borja como del propio Felipe II de enviar un grupo

de quince sacerdotes, con el Padre Pedro Sánchez a la cabeza.

El virrey Martín Enríquez se encontraba bastante ansioso por la llegada del

grupo, por lo que el padre Sedeño10 se adelantó a la Nueva España para hacer los

arreglos necesarios para el arribo de Sánchez y su grupo, el cual se daría el 9 de

septiembre de 1572 en el Puerto de San Juan de Ulúa.

En la Ciudad de México

Unos meses más tarde se dio la llegada de Sánchez11 y el grupo a la Ciudad de México,

en donde serían establecidos en el Hospital provisionalmente, más que nada para

recuperarse del largo viaje.12

La instauración de colegios13 en la Ciudad no fue en acto en lo mínimo inmediato,

sino que fue un proceso paulatino debido en gran parte a las instrucciones que se habían

encargado al Padre Sánchez desde Roma, en las que se especificaba que primeramente

debían tener pleno conocimiento tanto de las necesidades de la población como del

territorio, y sobre todo que debía tratar de hacer del colegio cede de alguna provincia, y

la que mejor se prestaba para serlo según sus condiciones de concentración de población

(tanto india como española), de poder político y económico era la Ciudad de México.

9 Aunque existía la Real y Pontificia Universidad, en donde se impartían cursos de educación superior, era necesario el aprendizaje anterior a los estudios universitarios debido a que los jóvenes que ingresaban contaban con un pobre manejo del latín, lo que les impedía el completo apreciamiento de las instrucciones de gramática.10 Sacerdote perteneciente a la segunda expedición a la Florida y que para ese tiempo radicaba en la Habana. 11 28 septiembre 1572, Jacobsen Op. Cit., p. 6812 Tanto Gonzalbo como Jacobsen mencionan la humildad que caracterizó al grupo durante el trayecto al rechazar cualquier tipo de comodidad, y ante esta negativa hubo también un rechazo hacia la gran comitiva de bienvenida que el virrey les tenía preparada.13 Colegios, entendidos como instituciones que se sostuvieran de rentas propias pero que no constituyeran sedes de enseñanza.

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Fue gracias a la donación de terrenos de Antonio Villaseca, un rico minero de la

ciudad quien años antes había pedido la presencia de jesuitas en México, que se logró el

comienzo del primer proyecto, que llegaría a ser conocido como el Colegio de San

Pedro y San Pablo. En 1573 se erigió la iglesia del mismo, dedicada a San Pedro y San

Pablo.

El Colegio Máximo de San Pedro y San Pablo

Orígenes

La fundación de esta institución no fue un proceso de gran rapidez, y aún más

paulatino fue el inicio de su labor educativa, debido a factores como las instrucciones

que el Padre Sánchez tenía que obedecer de Borja en las que especificaba que a la

llegada de la orden no se establecieran sedes educativas, por lo que el colegio en sus

inicios era sólo una especie de casa-seminario, en la que habitaban los miembros del

grupo de Sánchez y los que posteriormente llegaron. Era también el lugar en donde se

impartía el catecismo, y donde se llevaban a cabo los ministerios de la orden en materia

religiosa, es decir, misas y demás ceremonias, este colegio fue nombrado colegio de San

Pedro y San Pablo, pero como se especificó anteriormente era más bien una especie de

noviciado.

De Borja se había recibido también las instrucción de esperar al menos dos años

antes de comenzar alguna labor educativa, cuestión a la que los jesuitas se vieron en

ocasiones forzados a ignorar debido a la creciente demanda local de que fueran ellos

quienes se encargaran de la educación, por lo que algunas reglas eran pasadas por alto, y

el principio de la labor educativa fue más pronto de lo que los informes del Padre

Sánchez alegan. Los jesuitas al no tener que pedir permiso alguno para impartir clases

en colegios anteriormente establecidos dieron inicio a algunas cátedras en ciertos

colegios. Los patrones eran quienes se encargaban de esta primera educación, que en

realidad no veía posibilidades reales de trascendencia por lo que en el año de 1574 se

fundó el colegio de San Ildefonso, y al cabo de dos años, en 1576 existían también el de

San Gregorio, San Bernardo y San Miguel,14 estos colegios no estaban solamente

14 Cfr. Frost Op. Cit., p. 310

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destinados a la formación de futuros sacerdotes sino que jóvenes externos asistían a

clases ya fuera de filosofía, teología o bien de latín para prepara su entrada a la

Universidad,15 y “eran parte del centro en gestación llamado Colegio Máximo”16

El Convictorio de San Pedro y San Pablo y la confusión con el Colegio Máximo

El colegio-convictorio de San Pedro y San Pablo fue como se mencionó supra, el

primer enclave jesuita en la ciudad de México.

Desde su fundación el colegio dependió más que nada de donaciones, éstas

provenían de familias acaudaladas con intereses en la educación de sus hijos. En un

principio los jesuitas se negaron a la solicitud de estas familias de brindar educación a

sus hijos pero después de jugosas ofertas (que ascenderían a los 2400 pesos por patrón)

y ordenanzas reales los jesuitas aceptaron.

En San Pedro y San Pablo regía su propio cabildo o patronato, de donde se escogía

al rector, es decir, la autoridad recaía directamente en manos de aquellos que lo

sostenían económicamente, pero que en realidad no estaban al tanto de las necesidades

académicas, situación diametralmente distinta en los sacerdotes y profesores jesuitas,

por lo que desde su culminación en 1574, hasta los comienzos de su decadencia en

1589, se dieron diversas disputas sobre quién debería gobernar la institución, y el poder

cambiaba de manos entre los miembros del cabildo (en ascenso cabe aclarar, ya que el

alumnado aumentaba de forma considerable con el pasar de los años) y los jesuitas.

Fueron estas constantes riñas las que provocaron la decadencia del colegio, y tras la

ordenanza real de 1612 en la que se concedía a los jesuitas el gobierno del colegio, se

resolvió incorporarlo al de San Ildefonso, que ya para ese entonces incluía a los demás

colegios mencionados anteriormente. Tras esa simbiosis el colegio pasó a ser conocido

como San Pedro, San Pablo y San Ildefonso, pero con el tiempo el colegio de San Pedro

y San Pablo perdería su nombre, esto para evitar la evidente confusión que causaría ya

que el aún no completado Colegio Máximo, pasaría a usar el nombre de estos mismos

15 Cfr. Jacobsen, Op. Cit., p. 12616 Ibid. p. 101

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santos, “desde que se fundó dicho Colegio Máximo de San Pedro y San Pablo dejó de

llamarse así el otro colegio, por quitar la equivocación entre los dos colegios.”17

El Colegio Máximo

La importancia de esta institución se remonta a las tradiciones educativas de los jesuitas,

ya desde el viejo mundo “en toda provincia a cargo de la Compañía debería haber un

colegio máximo”.18 Esto en la Nueva España no fue distinto, desde la llegada y la

fundación de los primeros enclaves jesuitas el provincial Sánchez tenía en mente un

proyecto similar para la ejecución de su labor en el Nuevo Mundo, pero que no había

sido posible quizás hasta momento debido a conflictos tanto económicos como de

patronato, pero sería otra vez gracias a la bondad o bien a la preocupación por la

educación del adinerado Alonso Villaseca que para el 29 de agosto de 157619 los

jesuitas ya no tendrían que angustiarse más ni en materia económica ni en cuestiones

patronales (debido a que los jesuitas se librarían de la necesidad de buscar patronazgos),

Villaseca habría declarado ante notario público;

la donación de 2000 ducados…..buscando retribuir la grandeza que

del Señor ha recibido….le ruega al Sr. Dr. Pedro Sánchez que lo

acepte como fundador del colegio, siendo su deseo dar para ese fin y

para el mantenimiento de los religiosos que están y estarán

comprometidos con el mismo…4000 pesos en oro y plata etc…20

junto con estas generosas donaciones se cumplió el deseo de Villaseca de consagrar el

colegio a los apóstoles San Pedro y San Pablo.

Situado en la misma calle que el colegio de San Ildefonso sólo que más al sur, el

Colegio Máximo estaba constituido por cuatro patios centrales, dos plantas, y diversas

habitaciones destinadas a varios usos, por ejemplo; a los costados de la entrada principal

se encontraban la cátedra de teología (oeste) y el auditorio (este), en la cara oeste

17 Cfr. Frost Op. Cit., p. 31118 Jacobsen Op. Cit., p.14919 Ibid. p. 14120 Ibid. p. 142

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estaban la iglesia, las oficinas administrativas y las habitaciones para los estudiantes que

ahí mismo vivían, mientras que en el lado este se encontraban los salones de

gramática.21 Todo este conjunto arquitectónico aunado a lo que antes se conocía como

los colegios de San Ildefonso, San Gregorio, San Miguel etc… constituía el Colegio

Máximo, institución encargada de la educación no sólo de futuros jesuitas sino que era

una educación gratuita destinada al público en general, e incluía estudios de diversos

grados; desde primeras letras hasta estudios universitarios por incluir las cátedras de

filosofía y teología.

Con una fuerte carga humanística y la firme idea de formar nuevos jesuitas o

bien jóvenes educados con nivel preuniversitario la educación en el Colegio Máximo

tenía sus bases en la Ratio, la cual específica desde las acciones de los directores como

de los alumnos. La Ratio22 habla de dos tipos de estudios; los básicos y los superiores,

siendo los primeros los de retórica, humanidades y gramática23 y los superiores los de

teología y filosofía, estos últimos estaban más que nada pensados para aquellos jóvenes

con intenciones de pertenecer en un futuro a la orden ignaciana.

Los cursos estaban pedagógicamente planeados en nivel ascendente según la

capacidad intelectual presentada, ya que la edad nada tenía que ver “ni existía un tiempo

límite para completar los estudios”24, comenzando con la enseñanza del latín que se

impartía a niños mayores de siete años, siguiendo precisamente por el uso de la

gramática de este idioma. Una vez dominado el latín25, y digo dominado en el sentido de

que el alumno fuera capaz de entender y analizar textos clásicos en su idioma original se

impartía la materia de filosofía. El perfecto manejo del latín para estos fines era

imprescindible debido a que los autores trabajados en filosofía y las clases de artes

como retórica eran en su mayoría autores romanos como Cicerón u Horacio.

La asignatura de filosofía incluía otras materias, por ejemplo el estudio de la física y la

metafísica, tomando a Aristóteles como fuente principal en este ámbito también.

21 Cfr. Jacobsen Op. Cit. p.14622 Según Jacobsen y Frost, la Ratio aplicada a los estudios del Colegio Máximo fue la aprobada para 1599. La Ratio eran una especia de reglas que normaban tanto la enseñanza como la vida cotidiana y administrativa de los colegios, estaban basadas en los Ejercicios de San Ignacio.23 Cfr. Frost, Op. Cit., p. 31224 Ibid. p. 31225 Según Frost la importancia del manejo del latín no se debe solamente al afán de formar jesuitas mejor preparados sino que al rescatar a los autores clásicos se pretendía fundir la cultura europea con la naciente cultura novohispana.

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Cabe hacer la aclaración de que aunque en el colegio se impartía una educación

humanística basada en los clásicos la religión católica jamás era dejada de lado y mucho

menos se caía en la confusión del paganismo al leer a otros dioses como los romanos, es

más los directores del colegio al tener bien en claro sus objetivos formativos para con

los estudiantes y siguiendo lo establecido en la ratio hacían oración al comenzar y al

concluir cada clase, así como antes de cada alimento, se celebraba misa diariamente y la

confesión y comunión eran obligatorias una vez al mes.26 Aunado a estas actividades se

implementaban visitas a hospitales, presos o familiares de difuntos; todo para que la

presencia de la religión nunca se desplazara, y para fortalecer aún más el vínculo

religioso se implementó la creación de una orden mariana que dependiera directamente

del mando jesuita.

Otro método creado por los jesuitas para el resguardo de la religión fueron las

casas vacacionales, que eran una especie de campamentos a los que los alumnos eran

invitados por parte de sus maestros durante los periodos vacacionales, que a pesar de ser

cortos, nunca dejaron de ser una amenaza de tentación, es decir, los jesuitas creían que

era cosa fácil que el alumno olvidara tanto lo aprendido en las aulas como el buen

ejercicio del catolicismo durante el periodo vacacional. Una idea que va de la mano con

los cortos periodos vacacionales era la de casi no dejar tiempo de ocio para el alumno

durante la semana, las clases se impartían en turnos tanto matutinos como vespertinos

de lunes a sábado y los domingos se convocaban reuniones.

Para impulsar el rendimiento académico los jesuitas utilizaban a mi parecer una

técnica muy peculiar a la que Frost denomina “emulación”, que consistía en la constante

competencia con un compañero en igual condición intelectual para así mantener el nivel

de las clases. La disciplina era fundamental y a pesar de que era controlada por las

autoridades jesuitas, en cada salón se designaba un anuncio con el cargo de “acusador”,

cuyo oficio constaba en delatar las faltas de sus compañeros a las autoridades

correspondientes. No podemos dejar de lado la filosofía de la Compañía sobre el modo

de vida del alumno, los jesuitas creían que lo óptimo en estos casos era que el estudiante

residiera en el colegio, o bien en los convictorios creados para estos fines, el alumno

debía residir en la institución educativa ya fuera forastero o local, ejemplo de estos

26 Cfr. Frost. Op. Cit. p. 318

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convictorios fue San Ildefonso que sirvió de casa27 a todos aquellos estudiantes que

asistieran al Colegio Máximo.

Siguiendo con lo planteado tanto por Jacobsen como por Frost, las actividades

diarias de un estudiante del Colegio Máximo estaban regidas por el orden, la austeridad

y la disciplina. Comenzando el día al amanecer, el estudiante rezaba, ordenaba su cama,

se vestía y acudía a tomar un pequeño desayuno al refectorio por el que debían dar las

gracias, concluido el desayuno acudían a la lección matutina en la que para comenzar se

preguntaba de memoria la lección del día anterior, la cual era severamente escuchada

por el “decurión”28 y se procedía a la exposición por parte del maestro, esta exposición

podía tratar diversos temas según el grado de enseñanza en que se encontrara el alumno,

pero en su mayoría se llevaba a cabo en latín.

A las diez de la mañana se celebraba misa29 diariamente, terminando la ceremonia se

regresaba al aula a seguir con lo que el maestro había ordenado, para posteriormente

alrededor de las dos de la tarde se sirviera la comida30 y se brindara media hora de

recreación en la que se podía jugar, o bien dedicarle tiempo al estudio de las materias

que tuvieran pendientes. Terminada la media hora de recreo los alumnos regresaban a la

lección vespertina, en donde se extendía lo que se había enseñado por la mañana y se y

se daba el juego de “cartaginenses contra romanos” que era como una especie de

“olimpiada del conocimiento”, en la que cada ejército hacía preguntas al contrincante.

Las clases concluían y los alumnos se dirigían al convictorio, en donde a pesar del

cansancio del largo día tenían que hacer sus tareas, la carga de trabajo se aminoraba por

la presencia de profesores que hacían las veces de asesores para aquellos que tuvieran

problemas con algún asunto referente al Colegio. La cena se servía después de la hora

de la tarea más o menos a las siete de la noche y para cuando el reloj de la catedral

tocaba nueve campanadas los estudiantes estaban ya acurrucados en cama.

“Para 1599 habían más de 700 estudiantes en el Colegio Máximo”31, con esto

podemos observar el rápido crecimiento del Colegio y no sólo eso sino la rápida 27 Aunque en San Ildefonso no se impartían clases en forma, existían academias de refuerzo académico, y tutores que brindaban ayuda concerniente a diversos temas a los estudiantes. 28 Alumno que por sus logros académicos era designado para encontrar fallas en los demás, debía reportar estas fallas a su profesor.29 ? Cfr. Frost, Op. Cit., p. 32830 En la comida al igual que en las otros dos alimentos se daban las gracias a Dios por haberlos recibido. Pero una particularidad de la hora de la comida era que a los estudiantes se leía en alta voz la vida de alguna persona célebre. 31 Ibid. p. 168

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expansión de la estructura del mismo, para el mismo año se impartían más de doce

cátedras por lo que la planta docente forzosamente tenía que haberse multiplicado en los

pocos años que llevaba en funcionamiento el Colegio. La creciente demanda educativa

y la expansión poblacional en el territorio de la Nueva España, obligarían a los jesuitas a

establecer distintos colegios a lo largo y ancho del territorio nacional, en la mayoría de

los casos los colegios jesuitas estaban como el Colegio Máximo destinados a la

educación de la clase criolla pero no quiere decir que no existieran algunas excepciones

como el establecido en Tepotzotlán, en el que la educación se impartía en lenguas

indígenas.

Todo lo mencionado anteriormente acerca del Colegio Máximo es una breve

aproximación a la realidad del proyecto educativo de los jesuitas en Nueva España. El

Colegio fue como se puede apreciar en lo expuesto anteriormente la cede principal de la

educación para la clase criolla al menos en lo que concierne al siglo XVI. La

importancia que tuvo este Colegio en la constitución del proyecto educativo jesuita fue

de vital importancia, debido a que constituyó el primer gran enclave en el que se

impartía educación tanto para la formación de futuros miembros de la Compañía como

educación para externos que quisieran ser en un futuro educados caballeros32. Otro gran

logro del Colegio fue lograr tener una validez académica equivalente a la de la Real y

Pontificia Universidad gracias a la petición del virrey de que los padres Hortigosa y

Rubio impartieran sus cátedras de filosofía también en la Universidad33 y a la

aprobación de Felipe II por medio de una Real Cédula el 14 de abril de 157934. La

incursión de la Compañía de Jesús en la educación de la clase criolla fue reconocida y

muy bien valorada desde el momento de su comienzo, esto por todas las autoridades, las

locales en las que como ejemplo tendríamos al virrey siempre pendiente de los asuntos

que concernieren al Colegio o a los proyectos de los miembros de la Compañía, y las

autoridades del viejo mundo, desde los generales de la orden que moverían cielo, mar y

tierra para lograr permisos tanto del papado como del rey o por qué no decirlo, hasta el

mismo rey les admiraba su trabajo.

32 Cfr. Jacobsen Op. Cit. p.15833 Cfr. Jacobsen Op. Cit. p.16234 Ibid. p. 163

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Bibliografía

1) Frost, Elsa Cecilia, “Los Colegios Jesuitas”, en Historia de la Vida Cotidiana en México, La ciudad Barroca, Tomo II, México, FCE, El Colegio de México, 2005, 583 p.

2) Gonzalbo Aizpuru, Pilar, Historia de la Educación en la Época Colonial, La Educación de los criollos y la vida urbana, México, El Colegio de México, 1990, 395 p.

3) Gonzalbo, Aizpuru, Pilar, La educación popular de los Jesuitas, México, UIA, 1989, 247 p.

4) Jacobsen, Jerome V. S.J, Educational Foundations of the Jesuits in Sixteenth Century New Spain, Berkeley, University of California Press, 1938, 292 p.

5) Palomera, Esteban J, La obre Educativa de los Jesuitas en Guadalajara, México, UIA, ITESO, 1986, 402 p.

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