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1 JORNADAS 150 ANIVERSARIO DEL CUERPO FACULTATIVO El Cuerpo Facultativo de Archiveros y Bibliotecarios. Pasado, presente ¿y futuro? APORTACIONES EN EL ÁREA DE CONSERVACIÓN Y RESTAURACIÓN Maria del Carmen Hidalgo Brinquis Instituto del Patrimonio Cultural de España Ministerio de Cultura Al escribir estas líneas vienen a mi mente muchos recuerdos y añoranzas de toda mi trayectoria laboral, trascurrida en gran parte en la tercera planta del Archivo Histórico Nacional. Quiero que estas líneas sean un pequeño homenaje a Carmen Crespo y Vicente Viñas grandes impulsores de la conservación y restauración de los fondos bibliográficos y documentales en España. Ambos tenían personalidades muy diferentes pero juntos formaron un estupendo equipo aportando Carmen Crespo todos sus conocimientos archivísticos, su saber estar, sus dotes de mando y organización y Vicente Viñas su grandes conocimientos técnicos sobre conservación y restauración del patrimonio documental adquiridos en diversos centros de Estados Unidos y Alemania, adaptándolos a nuestras necesidades, entregando toda su experiencia y entusiasmo a la creación del Servicio de Libros y Documentos. Cuando se comenzó a montar el Centro yo acababa de terminar mi licenciatura en Filología Hispánica y había simultaneado mis estudios en la Escuela de Superior de Conservación y Restauración de Madrid donde había conocido a Vicente Viñas, impartiendo clase de dibujo arqueológico, ofreciéndome formar parte de este Centro ya que entonces había iniciado mi tesis doctoral sobre filigranas papeleras, por indicación de D. Luis Sánchez Belda. No podemos determinar en qué momento de la Historia comienza la restauración ya que el simple hecho de cuidar una obra preciosa es, en si mismo, un tratamiento de conservación. Desde la antigüedad hasta nuestros días, los archivos han sido valorados, por cualquier administración eficaz, como la herramienta fundamental de gestión y conservación de la memoria de sus derechos. El testimonio escrito, como prueba fundamental frente al oral de derechos y obligaciones originadas por contratos bilaterales, es un importante eslabón creando la conciencia del valor de la escritura y, por ende, de su conservación. Por este carácter de valor intrínseco, la conservación de la documentación es prioritaria en todas las civilizaciones a través de la historia. Pero, dentro de nuestra cultura mediterránea, estas actuaciones se conllevan una especial atención ya que debemos tener en cuenta los factores negativos medio ambientales, que aceleran sus procesos de destrucción. Desde la Edad Media, en España, tenemos testimonios de intentos de salvaguardar estos tesoros, tanto en la Hispania cristiana como en la musulmana. Estas normas las recoge, en Castilla, Alfonso X el Sabio en “Las Partidas” y Pedro IV de Aragón en las

JORNADAS 150 ANIVERSARIO DEL CUERPO … · por ende, de su conservación. Por este carácter de valor intrínseco, la conservación de la documentación es prioritaria en todas las

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JORNADAS 150 ANIVERSARIO DEL CUERPO FACULTATIVO

El Cuerpo Facultativo de Archiveros y Bibliotecarios. Pasado, presente ¿y futuro?

APORTACIONES EN EL ÁREA DE CONSERVACIÓN Y RESTAURACIÓN Maria del Carmen Hidalgo Brinquis Instituto del Patrimonio Cultural de España Ministerio de Cultura Al escribir estas líneas vienen a mi mente muchos recuerdos y añoranzas de toda mi trayectoria laboral, trascurrida en gran parte en la tercera planta del Archivo Histórico Nacional. Quiero que estas líneas sean un pequeño homenaje a Carmen Crespo y Vicente Viñas grandes impulsores de la conservación y restauración de los fondos bibliográficos y documentales en España. Ambos tenían personalidades muy diferentes pero juntos formaron un estupendo equipo aportando Carmen Crespo todos sus conocimientos archivísticos, su saber estar, sus dotes de mando y organización y Vicente Viñas su grandes conocimientos técnicos sobre conservación y restauración del patrimonio documental adquiridos en diversos centros de Estados Unidos y Alemania, adaptándolos a nuestras necesidades, entregando toda su experiencia y entusiasmo a la creación del Servicio de Libros y Documentos. Cuando se comenzó a montar el Centro yo acababa de terminar mi licenciatura en Filología Hispánica y había simultaneado mis estudios en la Escuela de Superior de Conservación y Restauración de Madrid donde había conocido a Vicente Viñas, impartiendo clase de dibujo arqueológico, ofreciéndome formar parte de este Centro ya que entonces había iniciado mi tesis doctoral sobre filigranas papeleras, por indicación de D. Luis Sánchez Belda. No podemos determinar en qué momento de la Historia comienza la restauración ya que el simple hecho de cuidar una obra preciosa es, en si mismo, un tratamiento de conservación. Desde la antigüedad hasta nuestros días, los archivos han sido valorados, por cualquier administración eficaz, como la herramienta fundamental de gestión y conservación de la memoria de sus derechos. El testimonio escrito, como prueba fundamental frente al oral de derechos y obligaciones originadas por contratos bilaterales, es un importante eslabón creando la conciencia del valor de la escritura y, por ende, de su conservación. Por este carácter de valor intrínseco, la conservación de la documentación es prioritaria en todas las civilizaciones a través de la historia. Pero, dentro de nuestra cultura mediterránea, estas actuaciones se conllevan una especial atención ya que debemos tener en cuenta los factores negativos medio ambientales, que aceleran sus procesos de destrucción. Desde la Edad Media, en España, tenemos testimonios de intentos de salvaguardar estos tesoros, tanto en la Hispania cristiana como en la musulmana. Estas normas las recoge, en Castilla, Alfonso X el Sabio en “Las Partidas” y Pedro IV de Aragón en las

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Ordinacions de 1344, en la que establece medidas para la mejor conservación y archivo de sus documentos siendo una de las preocupaciones básicas al crear el cargo de archivero. . En las obligaciones dadas al primer archivero, Pere de Paseya, se alude por dos veces a la función conservadora: Cum pro recognoscendis et conservandis instrumentis, scripturis et regestriis.... ne corrosionibus tinearum seu arnarum morsibus vastari valeant seu consumi prout actenus diversimondi sunt corrosa y mas adelante : fideliter custodiendo ac conservando, excudiendo ea a pulvere et ipsa taliter dirigendo et conservando ut a pulvere et ipsa taliter dirigendo et conservando ut a dictarum tinearum morsibus amodo preserventur illesa. Igualmente, en el nombramiento de su sucesor se pone énfasis en la conservación: ita, videlicet, quod dictum archivum necnon registra, privilegia, cartas et alias scripturas inhibí existentes custodiatis, ministretis.... et predicta omnia ab omne sorde vel corrosione custoditabprout expedit teneatis. También, se establecen instrucciones concretas sobre cómo proteger documentos para su traslado. Así, en 1367 cuando pide que le envíen el proceso seguido contra el rey de Mallorca, ordena al archivero los lleve personalmente con los procesos y que sean embocats en draps encerats, metidos en un bon cofre o en II simester hi seran y cargados en Iª bona atzembra. Igualmente, en las ordenanzas de 1384 se dan disposiciones referidas a la restauración ya que serán responsabilidad del archivero instar al rey para que ordene adobar e reparar por los escribanos de la Chancillería los registros deteriorados, pagando sus gastos, al igual que los del mantenimiento del archivo. Esta preocupación de conservar los documentos no es privativa de la monarquía sino que también está presente en los monasterios y en los archivos de la nobleza. Así, el Infante D. Juan Manuel, en la segunda mitad del siglo XIV, hizo recopilar sus obras, corrigió personalmente el manuscrito y lo depositó en el Monasterio de Peñafiel, para su custodia y, fruto de esta preocupación, en numerosas obras albergadas en centros eclesiásticos, encontramos señales de restauraciones en encuadernaciones, iniciales retocadas, textos intercalados, cosidos, etc.

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Pero quizá, el primer testimonio que tenemos de una política para la conservación de este frágil material nos la ofrece Felipe II, sabedor de la importancia que tenía la documentación para poder gobernar y legislar un reino tan complejo y extenso como el suyo. Sus dos fundaciones señeras, para la cultura española, fueron la Biblioteca del Monasterio de El Escorial y el Archivo General de Simancas proporcionándoles unos majestuosos contenedores y dándonos un claro ejemplo de su preocupación para la conservación de sus valiosos fondos, aplicando los conocimientos técnicos que se tenían en la segunda mitad del siglo XVI

Vista general del Monasterio del Escorial Es sumamente aclaratoria la reflexión que hace el Padre Sigüenza, primer archivero de la Biblioteca de El Escorial, sobre el depósito de la sala tercera: Es así para la conservación de estos libros, que son de mano y tan antiguo, que es maravilla como muchos de ellos viven, fue cosa de todo punto acertada. Tienen las ventanas al cierzo que ayudan mucho a esto, contraponiéndola a la mala situación de la sala situada sobre la de los frescos: Solo una falta tiene esta pieza: que está desacomodada, por estar tan alta y encima de la principal y así el invierno la hace muy fría y en el verano no le falta calor.

Retrato del Padre Sigüenza Siguiendo las directrices marcadas por Vitrubio en el Libro VI, Cap. 7, donde afirma que las bibliotecas deben mirar a Oriente, pues su uso requiere luz matinal, el Padre Sigüenza nos informa que la sala principal esta situada: ...de suerte que desde que el sol sale hasta que se pone, la alumbra por una u otra parte, excepto a la hora del mediodía, que no la ha menester. Es esto grande ayuda para la conservación de los libros, por que el sol con el aire no

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se pueden encubrir el daño ni disimular, ni las polillas ni el polvo gastarlos: cosas de importancia por que con estos enemigos perecen los libros.

Libro de Arquitectura de Vitrubio Vitrubio también ilustra sobre los materiales con que debe ser construido el mobiliario, diciendo: No es menos de maravillar el ciprés y el pino, por que teniendo abundancia de humos... la causa dello es porque este licor y humor que está dentro de los cuerpos es amargo y por eso no consiente que le entre carcoma, ni otros gusanos que le suelen dañar y por lo tanto las obras hechas de este género de madera permanecen por largo tiempo. El cedro, el enebro tienen las mismas virtudes y provechosas de la madera del ciprés y del pino nace la resina así del cedro nace un aceite que se llama cedrino, con el cual todas las demás cosas son untadas, como son libros.... no se dañan de polilla, ni de carcoma..... nacen estos árboles principalmente en Creta y en África y en algunas regiones de Syria.

Diversos bocetos para las armarios del Archivo General de Simancas Pero quizá, donde el monarca pone mas ahínco en la conservación de sus fondos es en el Archivo General de Simancas. La singularidad de esta edificio es que no es un castillo habilitado para archivo sino un archivo en forma de castillo sometiéndose, lo

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arquitectónico, a lo archivístico. Su patio central tiene dos zonas visiblemente diferenciadas: en dos de sus lados existen pequeños vanos con rejas y los otros presentan abundancia de ventanas sin barrotes que la protejan; los primeros estaban dedicados a depósito documental, los segundos a dependencias de estudio.

Patio interior del Archivo de Simancas Todas estas características materiales van acompañadas de un reglamento de funcionamiento interno: “Las ordenanzas de instrucción para el gobierno del Archivo de Simancas, dictadas el 24 de Agosto de 1588, que podemos considerar como las primeras reglas de archivística moderna y que sirvieron de ejemplo y referencia para todas las posteriores, estando vigentes hasta el siglo XIX. El texto fue redactado por Ayala y los secretarios Vázquez y Zayas.

Facsimil de las instrucciones para el gobierno del Archivo de Simancas Están divididas en treinta capítulos, en los que se dictan reglas muy concretas sobre el “recogimiento de papeles”, de muy buena orden en la composición y ornato de nuestras escrituras”, “del reparto de los documentos”, “de las obligaciones del archivero”, “de la prohibición de sacar documento alguno del archivo”, etc. En el preámbulo nos dice que Carlos V fundó el archivo: .... viendo que en los tiempos pasados no había habido tanto

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cuidado como convenía en la conservación de las (escrituras) que contaban al Patrimonio, Estado y Corona Real de estos Reinos..... Encontramos un gran paralelismo entre ambas instituciones: Interés personalizado del monarca, magnificiéncia de las instalaciones, mismo arquitecto, apuesta decidida por el uso del papel, etc. y unos importantes criterios de conservación de sus fondos que podemos sintetizar en los siguientes puntos: 1.- Estudio de la orientación de los depósitos 2.- Ventilación para evitar focos de humedad 3.- Limpieza 4.- Control de contaminación biológica: mobiliario de maderas duras y olorosas y suelos de mármol. 5.- Lucha contra incendios: pequeños compartimentos en las zonas de archivo, puertas corta fuegos, no encender velas ni antorchas para iluminarse, ni lumbre para evitar el frío. 6.- Evitar pérdidas y deterioros mecánicos a través de copias fidedignas. 7.- Creación de una plantilla fija de trabajadores con un horario establecido. 8.- Facilitar el acceso y la consulta 9.- Dotación de fondos para el mantenimiento Si establecemos criterios comparativos, entre las instrucciones dadas por Felipe II en la conservación de sus libros y documentos con los actuales, vemos que prácticamente observa todas las normas vigentes y que estos criterios, apoyados con los aparatos de control y medidas, son perfectamente válidos hoy en día. Otra interesante muestra de criterios de conservación preventiva es el armario de los libros de coro del Monasterio de San Millán en la Rioja. En él los libros, que son en pergamino con tapas de madera y de un gran formato y, por lo tanto, de un enorme peso, están colocados, cada uno, sobre una tabla de madera provista, en el extremo correspondiente al lomo, con un asa metálica. De este modo, para utilizarlos basta con tirar de ella, no teniendo que manipularlos evitando su posible deterioro, sobre todo en la zona de su cabecera superior, lugar del que se solía agarrar para extraerlos. Además, el armario tiene sendos huecos colocados en la parte superior e inferior para establecer una pequeña corriente de aire que facilite su ventilación. Para completar su capacidad preventiva está situado sobre unas piedras de talco que absorben la humedad y tiene una pequeña gatera para evitar la presencia de ratones, mamíferos que, como todos sabemos, son sumamente dañinos en una bibliotecas. Detalle del armario de los cantorales del Monasterio de San Millán (La Rioja)

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Siguiendo esta rápida visión por la preocupación de los archiveros para conservar los fondos que le son encomendados, saltamos a la Ilustración donde se comienzan a realizar los primeros estudios científicos para su restauración, surgidos, sobre todo, a partir de 1753 tras el descubrimiento de los papiros de Herculano. En España, el padre Sarmiento estudia la posibilidad de hacer papel con fibra de pita ya que, según la tradición azteca, esta material es ignífugo y paliaría el gran azote de las biblioteca como es el fuego. En Francia, las investigaciones fueron llevadas a cabo por Chaptal que procedió a una serie de limpiezas de grabados. Estas pruebas fueron seguidas, en 1797, en Italia por Fabrioli. En el siglo XIX encontramos muchos tratados médicos unidos a la limpieza del aire para evitar la propagación de la peste u otras enfermedades endémicas que son aplicados a la conservación de fondos de archivos y bibliotecas. En los inicios del siglo XIX Fabrioli elabora algunas reglas para la luchas contra los insectos que se comían las estantes de madera de las bibliotecas, así como para la preservación del pergamino y del papel. En España, dentro de este periodo, es muy interesante la figura de Manuel Rico y Sinobas (1820-1898) que, desde sus conocimientos como catedrático de física de la Universidad Central, estudia los componentes del papel y su resistencia antes los diferentes ataques físicos, químicos y biológicos en un periodo tan complejo para la conservación de este material ya que coincide con la fabricación del papel continuo y la incorporación de la pasta de madera en su elaboración. También, son muy interesante las figuras de Francisco Bofarull en el Archivo de la Corona de Aragón por su preocupación par la historia de la institución y la recopilación de filigranas y la de Menéndez Pelayo en la Biblioteca Nacional, encargando la restauración y encuadernación de libros valiosos a Menard, que huido de Francia tras la guerra Franco-prusiana, trae a España las nuevas técnicas de conservación y restauración de libros, vigentes en Europa. Juntos a estos estudiosos de la conservación y restauración de los fondos de archivos y bibliotecas, son muy frecuentes, durante el siglo XIX e inicios del XX, los restauradores empíricos que a través de recetas para reavivar las tintas utilizando lacas y barnices (que con el tiempo han llegado a cubrir la escritura) dejan, frecuentemente, señales indelebles del daño producido. Los primeros nombramientos y las primeras normas oficiales que tenemos en España en materia de restauración y de conservación de libros y documentos se remontan a los comienzos del siglo XX. En 1915, fue creado en el Archivo Histórico Nacional, el puesto de restaurador con conocimientos de galvanoplastia. De nuevo, en 1919, su director solicitó al Director General de Bellas Artes que sea designado un restaurador para desplegar y aplanar una enorme cantidad de pergaminos “la única forma de evitar su deterioro y pérdida”. En 1940, se convoca un concurso para el puesto de restaurador de libros antiguos en el Archivo Histórico Nacional. Este examen consistía en una prueba teórica sobre la historia de la encuadernación y sobre sus técnicas de restauración y un ejercicio práctico consistente en restaurar libros y documentos en papel y pergamino.

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El mismo año, se establece un laboratorio de restauración de libros en la Biblioteca de Cataluña y en 1942 se convoca un concurso para cubrir el puesto de restaurador en el Archivo General de Simancas, creándose, también, la plaza de restaurador de libros y documentos en la Biblioteca Nacional de Madrid. En 1950, por una invitación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas el profesor Alfonso Gallo llega a España para dar unas conferencias sobre restauración de documentos que fueron el embrión para la concienciación en España del grave problema que corrían nuestros archivos y bibliotecas. Estuvo encargado de realizar un proyecto de creación de un centro similar al Instituto de Patología del Libro de Roma, del cual también sería director, pero el proyecto no se realizó. Para el año académico 1956-1957, el Director General de Archivos y Bibliotecas solicitó a la UNESCO dos becas para dos auxiliares administrativos que siguieron los cursos teórico-práctico del Instituto de Patología del Libro de Roma. A su vuelta, estos becarios dieron unos cursos teórico-prácticos sobre restauración de libros y documentos, durante tres años consecutivos, en la Escuela de Formación de Archiveros y Bibliotecarios de Madrid. En 1961 se creó el Instituto de Conservación y Restauración de Obras de Arte, Arqueología y Etnología (ICROA), para tratar estos bienes con las nuevos criterios científicos surgidos en Europa tras los grandes daños sufridos por el patrimonio cultural durante la segunda Guerra Mundial. Se comenzaron a recibir numerosas peticiones de restauración de obras de muy variada naturaleza y, entre ellas, las realizadas en papel y pergamino, dando lugar a que en 1967 se habilitara un local, de unos 40m2, donde se instaló el Departamento de Grabados y Dibujos. Aunque el incipiente Departamento pretendía atender cuantas solicitudes recibía para la restauración de obra gráfica, era evidente la imposibilidad de satisfacer la demanda, centrada sobre todo en el mundo de los museos. Por ello, en 1969 Luis Sánchez Belda, Director General de Archivos y Bibliotecas, proyecta realizar un centro similar al ICROA, pero únicamente dedicado a la conservación y restauración de los fondos documentales, bibliográficos y de obra gráfica, creándose el Servicio Nacional de Restauración de Libros y Documentos, dependiente de la Dirección General de Archivos y Bibliotecas. Este creación se recoge en el Decreto 1930/1969 de 24 junio: La acción del tiempo, unidad a las deficientes condiciones de instalación en que se han encontrado muchos archivos y bibliotecas y a las causas intrínsecas de destrucción como la acción corrosiva de las tintas o la deficiente calidad del papel, han ocasionado daños a numerosos libros y documentos que constituyen el patrimonio documental y bibliográfico de la Nación. Con harta frecuencia, los agentes destructores siguen actuando sobre la materia constitutiva de tan valioso testimonio del pasado y no son suficientes ya las técnicas preventivas para evitar su lenta destrucción. La conservación de nuestra riqueza documental y bibliográfica amenazada por las causas antes expuestas exige la organización de un servicio específicamente encargado de tal misión y dotado de los medios necesarios para ella. Esta organización puede además ser llevada a cabo sin aumento del gasto público, cubriendo los que el nuevo

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servicio ocasione con las restantes dotaciones presupuestarias de que dispone el ministerio de Educación y Ciencia. En su virtud, a propuesta del Ministerio de Educación y Ciencia y previa deliberación del Consejo de Ministros en su reunión del dia veintiuno de julio de mil novecientos sesenta y nueve. DISPONGO: Artículo primero.- Se crea el Servicio Nacional de Restauración de Libros y Documentos, dependiente del Ministerio de Educación y Ciencia, Dirección General de Archivos y Bibliotecas. Artículo segundo.- Este Servicio tendrá como misión: Uno. La restauración de toda clase de piezas deterioradas pertenecientes al Patrimonio Documental y Bibliográfico de la Nación, cualquiera que sea su clase o carácter. Dos. El estudio científico de las causas que producen la destrucción de la materia escriptoria y de las que influyen en su deficiente conservación para formular las normas precisas de adecuada instalación en archivos y bibliotecas. Tres. El estudio de los medios y procedimientos mas adecuados para llevar a cabo su misión. Cuatro. La formación de técnicos que puedan servir adecuadamente las finalidades que se asignan. Cinco. Informar a la Dirección General de Archivos y Bibliotecas en cuantos problemas se presenten de conservación y seguridad de los fondos bibliográficos y documentales. Artículo tercero.- Para el cumplimiento de los fines expuestos este Servicio contará con los laboratorios y talleres indispensables y con el personal científico y técnico que exige la investigación y tratamiento de las causas que determinan la destrucción de los documentos. Así lo dispongo por el presente Decreto, dado en Madrid a veinticuatro de julio de mil novecientos sesenta y nueve FRANCISCO FRANCO El Ministro de Educación y Ciencia José Luis Villar Palasí Orden Ministerial complementaria (BOE de 31-V-1972) Orden de 18 d 1972 por la que se configura como órgano asesor de la Dirección General de Archivos y Bibliotecas al Servicio Nacional de Restauración de Libros y Documentos y se dictan normas reguladoras del funcionamiento de los talleres de restauración. Para que pueda lograrse una completa eficacia en la realización de las funciones atribuidas a dicho Servicio Nacional de Restauración de Libros y Documentos y garantizar la conservación de los fondos documentales y bibliográficos de la nación. Este Ministerio ha tenido a bien disponer: Primero.- El Servicio Nacional de Restauración de Libros y Documento, dependiente de la Dirección General de Archivos y Bibliotecas, actuará como órgano asesor de la misma en cuanto se refiere a la conservación de los fondos que integran el patrimonio documental y bibliográfico de la nación.

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Segundo.- Los talleres de restauración que actualmente existen y los que en el futuro se instalen en los Centros dependientes de la citada Dirección General, funcionarán bajo dirección técnica del Servicio Nacional de Restauración de Libros y Documentos. Tercero.- Dicho Servicio impartirá las directrices e instrucciones necesarias a que habrán de ajustarse los aludidos talleres en cuanto se refiere al sistema, método y procedimiento de restauración. Lo digo a V.I. para su conocimiento y efectos Dios Guarde a V.I. Madrid, 18 de mayo de 1972 VILLAR PALASI Ilmo. Sr. Director General de Archivos y Bibliotecas A través de estas dos disposiciones ministeriales queda perfectamente delimitada y definida la función del Centro en sus cuatro vertientes: 1.- Restauración de las piezas deterioradas 2.- Formación de técnicos que puedan realizar dicho tarea restauradora 3.- Estudio científico de las causas que producen dicho deterioro 4.- Asesoramiento a las Autoridades e Archivos y Bibliotecas, sobre la conservación de los fondos que integran el patrimonio bibliográfico y documental de la Nación. La realización de tan compleja labor llevó aparejada la creación de laboratorios y talleres donde un personal con formación científico-técnica pudiera llevar a cabo la investigación y consiguiente tratamiento de las causas destructoras de los documentos. Para ello, en noviembre de 1970, el Servicio fue instalado en la planta alta del Archivo Histórico Nacional, parte de la cual fue edificada y otra adaptada para esta finalidad, abarcando una superficie total de 786 metros cuadrados. A través de su historia este Servicio pasó a llamarse Centro Nacional de Restauración de Libros y Documentos y posteriormente Centro de Conservación y Microfilmación (CE.CO.MI), cuando, en 1981, se unió en la figura de Carmen Crespo tanto el Centro Nacional de Conservación en el de Microfilmación

Vistas generales de las instalaciones del Servicio Nacional de Restauración de Libros y Documentos en la tercera planta del A.H.N.

Sus actividades, en principio, se dirigieron, exclusivamente, a la selección, formación del personal y toma de contacto con la problemática de conservación y restauración de los diferentes archivos y bibliotecas de España y tras esta primera fase, en enero de 1971 se inició la labor propiamente restauradora. Para establecer la plantilla de este nuevo centro y al no haber en España estudios sobre conservación y restauración de

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documento gráfico, se estableció un primer grupo de trabajo con una serie de jóvenes profesionales con conocimientos afines a la conservación del libro. Como directora del Centro se nombró a Carmen Crespo Nogueira, del Cuerpo Facultativo de Archivos y como responsable del Gabinete técnico a Vicente Viñas Torner

Carmen Crespo en su despacho de dirección

Organigrama del Centro En esta primera etapa, y a partir de este reducido equipo, se inició la formación de técnicos alternando, en los propios laboratorios, la restauración con la pedagogía logrando, de esta forma, capacitar el número suficiente de profesionales para cubrir las necesidades del Centro en sus diferentes laboratorios y especialidades. Pero, la conveniencia de incrementar el número de este personal técnico con vistas a constituir la plantilla de los laboratorios o talleres que deberían crearse en los principales archivos y bibliotecas españoles para formar una extensa red nacional y la

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necesidad de atender a las cada vez mas numerosas peticiones de personas interesadas en el conocimiento de dichas técnicas –entre las que figuraban muchas procedentes de países hispano-americanos-, aconsejaron, en 1973, solicitar a las autoridades ministeriales la creación de la Escuela de Formación de Técnicos Restauradores de Documentos Gráficos, a un nivel equiparable a la formación profesional de segundo grado e iniciar, a partir de aquel momento, los cursos de la misma.

Grupo de técnicos recibiendo consejos del profesor Cunha (EEUU) durante una visita

para conocer las instalaciones del recién inaugurado centro.

En enero de 1973 comienza el primer curso en los locales y laboratorios del propio Centro. Estos estudios se establecieron en tres cursos, estando en el primero dedicado a impartir asignaturas teóricas y las prácticas, en el segundo había un mayor porcentaje de horas lectivas prácticas y el tercero estaba íntegramente dedicado a trabajo de laboratorio. Como profesorado de seleccionaron profesionales del mas alto nivel en su materia, impartiendo las clases teóricas: Carmen Crespo, Julia García Menéndez, Vicente Cortés, Joaquín Yarza, Matilde López Serrano, Amalia Sarriá, Luis Sánchez Belda, etc. y las prácticas por casi toda la plantilla del Centro bajo la dirección de Vicente Viñas.

Grupo de alumnos con Dª Matilde López Serrano

En estos primeros años en el Centro, los lunes eran días especiales, ya que Vicente Viñas dedicaba el fin de semana a pensar cómo materializar las nuevas teorías en

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conservación y restauración, ingeniando múltiples soluciones que quería inmediatamente llevar a la práctica. Fruto de estos esfuerzos y saberes fue la invención de la Vinyector, logrando un gran avance en el mundo de la restauración de documentos, donde ya se hacia patente la necesidad de introducir la restauración mecanizada, ingenio que hoy en día es utilizado en todo el mundo con magníficos resultados.

Vicente Viñas impartiendo clase y uno de sus grandes logros técnicos: La Vinyector Durante este periodo se restauraron una enorme cantidad de bienes bibliográficos y documentales a prácticamente todos los archivos y bibliotecas históricos provinciales españoles asumiendo importantes y complejos retos en la restauración de pergaminos, colecciones sigilográficas y obras de gran formato en las que en España, no había experiencia creando nuevas técnicas que, posteriormente fueron referentes para Europa e Iberoamérica. Una vez asentados nuestros conocimientos y técnicas, se iniciaron los trabajos de difusión para poder paliar la ingente labor que había depositada en nuestros archivos y bibliotecas y así, desde los primeros años se realizaron proyectos de talleres de restauración tanto en centros españoles como extranjeros centrando, sobre todo, nuestras actuaciones en los archivos nacionales, sin olvidar los situados en el Norte de África e Ibero-América con unos problemas de climatología similares a los nuestros. Estos estudios llevaban aparejadas a veces una gran complejidad ya que su instalación se debía realizar en edificios antiguos en los que había que conjugar el respeto al inmueble con al instalación de maquinaria pesada y aparatos que requerían agua, gran potencial eléctrico y evacuación de gases contaminantes. Así, en el año 1974 se realizaron estudios para instalar laboratorios de restauración en la Biblioteca Nacional de Madrid, en el Archivo General de la Administración de Alcalá de Henares, en el Archivo de la Corona de Aragón, en el Archivo del Reino de Galicia y, en Hispanoamérica, en la Biblioteca Nacional de Cuba y en el Centro Nacional de Restauración y Microfilmación de Santo Domingo. En el año 1976 se realizaron estudios para la instalación de laboratorio de restauración en el Archivo General de Indias y un año mas tarde, en 1977 en el Archivo General de Simancas.

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En 19978 se realizaron los proyectos del Archivo Histórico Provincial de Cuenca, del Archivo de la Chancillería de Granada, del Monasterio de las MM. Benedictinas de Oviedo y, fuera de nuestras fronteras, en la Universidad de Buenos Aires, en el Archivo Nacional de Cuba y en el Archivo Nacional de Bélgica. En 1979 se acometieron los estudios para el Archivo de la Real Chancillería de Valladolid y en 1980 en los Archivos Históricos Provinciales de Jaén, León. En 1981, se realizaron los proyectos para la instalación de laboratorios de restauración en los Archivos Nacionales de Hungría y Noruega y en 1982 el Archivo Histórico Provincial de Tarragona, Archivo del Reino de Mallorca, Laboratorio Central de Restauración de Perú y Archivo Nacional del Senegal. Entre los años 1983 a 1984 se realizaron los estudios para el Archivo Histórico Provincial de Ciudad Real, Córdoba, Huesca, Teruel, Vigo, Zamora, Ávila y Salamanca y, fuera de nuestras fronteras los centros del Archivo de la Torre do Tombo y de la Biblioteca de la Universidad de Lisboa, en Portugal, y el Centro de Conservación y la Biblioteca Universitaria de Puerto Rico. El año 1985 es una fecha clave para la conservación y restauración de nuestro patrimonio bibliográfico y documental y para todo el patrimonio histórico en general ya que se promulga la Ley del Patrimonio que en el título VII “Del Patrimonio Documental y Bibliográfico de los Archivos, Bibliotecas y Museos”, en el artículo 52, dice: Todos los poseedores de bienes del Patrimonio Documental y Bibliográfico están obligados a conservarlos, protegerlos, destinarlos a un uso que no impida su conservación y mantenerlos en lugares adecuados. Asimismo, En España se establece el Estado de las Autonomías asumiendo cada comunidad autónoma la conservación y restauración de sus bienes culturales, surgiendo un gran numero de centros dedicados a estos fines. Fruto de esta política, se crea este mismo año el Instituto de Conservación y Restauración de Bienes Culturales (hoy Instituto del Patrimonio Cultural de España), con sede el la Ciudad Universitaria, en el edificio conocido como “la Corona de Espinas”, donde se integraron todos los centros que tenían como misión la conservación de los bienes culturales en todas sus facetas, y de él pasó a formar parte en Servicio de Libros y Documentos. En la actualidad, este Servicio continúa llevando a cabo la misión para que había sido creado manteniendo una estrecha colaboración con la Dirección General de Archivos y Bibliotecas y con todos los centros autonómicos a los que se nos presenta el gran reto de conservar y restaurar la nueva documentación elaborada en soportes tan frágiles y efímeros como los electrónicos y digitales, ante una época tan abundante en información pero en la que corremos el riesgo de perder nuestra memoria histórica para la posteridad.