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7/21/2019 Jose Lezama Lima o El Epos de La Imaginacion
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Mi Sevilla infantil, tan sevillana
Culmuerde eltiempotumemoria en vano
Tan nuestra Aviva tu recuerdo hermano.
No
sabemos
de
quin
va a ser maana.
Alguien
vendi la
piedra de los lares
al
pesado
teutn al
hambre
mora,
y al talolaspuertas de los mares,
Odioy miedoa la estirpe redentora
que muele el fruto de losolivares
j ayuna y labra, y siembra y canta y llora
Deseo terminar este trabajo evocando una imagen: un anciano de andar lento,
trabajoso y pesado que no quiso o no supo sobrevivir a la prdida de Espaa. Va
hundiendo sus pies fatigosamente en la arena, apoyndose en el brazo de su hermano,
hasta llegar a una de las barcas que descansan a la orilla de la playa. All se sienta y
permanece absorto, mirando al mar, mientras la brisa le despeina. Qu inmenso
fracaso para un hombre viejo ver hundirse aquello y a aquellos por los que se ha
luchado hasta el fin. Qu inmensa sensacin de fracaso, soledad y desesperanza.
Quin pudiera vivir ah, tras una de esas ventanas, ubre ya de toda preocupacin,
dijo sealando a una de las casitas de pescadores. Premonicin de poeta? Pocos das
le faltaban ya, en efecto, para su trnsito al otro lado del espejo.
Era febrero. En su gabn, su hermano Jos encontr, escrito a lpiz en un
pequeo y arrugado papel, el ltimo verso del poeta:
Estos das acules y estesoldela infancia.
F E R N A N D O ORTIZ
Avda. Eduardo Dato, $8
SEVILLA
Jos Lezama Lima, o el epos de la imaginacin
Introito
En la gran trada de dioses de la religin babilnica encontramos que Anu, dios
cuyo nombre significa cielo, ocupa el vrtice preponderante. Dios de los reyes y de
los prncipes, es considerado, a pesar de su importancia, enemigo de la Humanidad:
dios que slo protege a los poderosos. Ms abajo de Anu, y ocupando un lugar de
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Es claro que si hablamos de un barroco americano nos estamos refiriendo a un
hecho especfico de creacin a partir de la mestizacin y el cambio. El pasado colonial
americano no repi te modelos europeos ni orientales, s ino que inaugura su propio
modelo, y quirase o no, pone los cimientos de nuestra cul tura, imbricada de manos
blancas, indias o negras, en el principio de nacimiento de las escuelas de arte que nos
daran una imaginera y una arquitectura propia a pesar de las notorias vertientes
espaolas, y una l i teratura que como en Sor Juana o en Domnguez Camargo, si rven
para inaugurar ese continuo intentar lo imposible que nos caracteriza. El complejo
terrible del americano, dice Lezama, es creer que su expresin no es forma alcanzada,
sino problematismo, cosa a resolver.
5
Esta afirmacin no podr ms que levantar los coros que anuncian nuestro
subdesarrollo y dependencia econmica como limitantes y censores de nuestra
expresin; sin embargo, olvidan stos que el lenguaje profundo de un pueblo no se
domestica ni por la miseria ni por la opulencia, y que los sistemas polticos de turno
no presentan ms que un cuadro de fracasos definitivos cuando tratan de acomodar
la expresin de un pueblo a sus propios fines: en la voz de Lezama hay tierra y sangre
de Cuba, tanto como en la de Garca Mrquez hay de Colombia, as las guerras civiles,
las dictaduras o las revoluciones. Es por esto que Lezama hace pasear alseor barroco
americano por todas las pocas que vienen desde nuestro colonialismo hasta hoy,
pasando por el romanticismo, el modernismo y la efervescencia de las vanguardias.
Esta constante ahistrica participa de la historia, paradoja lezamiana, ya que est viva
dentro del empuje de flujos y reflujos que la caracterizan, y se mover dentro del
plasma de las eras imaginarias escapndose de la geografa para luego entrar en ellas
con decisin arrolladura: es la memoria barroca que est all para vigilar los orgenes:
Vemos as que el seor barroco americano a quien hemos l lamado autnt ico primer
instalado en lo nuestro, participa, vigila y cuida de las dos grandes sntesis que estn
en la raz del barroco americano, la hispano incaica y la hispano negroide
6
. Luego
vendrn los arquetipos de esta fundacin de formas y realidades engarzados en los
trabajos del indio Kondori que informan el templo con emblemas cabalsticos, fuego
originario, ornamentos de conjuro y terror; en el peregrinaje maravilloso de Fray
Servando Teresa de Mier, en su revolucin diaria y en sus escapes de prisiones y
condenas; en la presencia romntica de Miranda y su aparicin en el centro de las
fuerzas que sealan el destino de Europa, as como su empeo en cambiar el de
Amrica; en Simn Rodrguez, maestro de Bolvar y ermitao taosta en las
altiplanicies de Bolivia; en Mart, imagen que al final refleja al propio Lezama: He
ah la prueba ms decisiva, cuando un esforzado de la forma recibe un estilo de una
gran tradicin, y lejos de amenguarlo, lo devuelve acrecido
7
.
Lezama sabe que la tradicin confluye como un gran ro hacia nosotros, y que
slo necesitamos ampliar ese delta que nos permitir absorberlo por cada uno de sus
brazos. Por eso, el seor barroco americano est all , sentado en una calle de Caracas,
5
JO S LEZA MA LIMA : La expresin americana, en Obras completas tomo II, pg. 290. Editorial
Aguilar. Mxico, 1977.
6
Ibid., pgs. 324-3*5-
7
Ibid., pg. 323.
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Qui to oV eracruz ,y podr drseleeln o m b r eque sequiera,ya que el reaparece como
una tentacin y un reto desconocido
8
. Tenemos as que la expresin americana es
un cuerpo vivienteen la obrade los escritores latinoamericanos, ella esten el centro
formal
de su
obra ,
lo
cual sucede tambin,
por
supuesto, para
un
poeta como Lezama,
que vive in extremes
en el
reino
de la
poesa, como
l
mismo
lo
dice
y por
tan to ,
la
aprehensin
de
ella
se
resuelve
en la
praxis,
en el
trabajo artesanal;
y es por
este tnel
que en t ramos
a lo
difcil
en
Lezama, atraccin
de
m u n d o s
o de
fuerzas
que
slo
se
explican
por su
inexplicabilidad. Porque
as
como
en el
ba r roco ,
su
obra siempre est
explicndose y complicndose, dialctica de lo claro y de lo oscuro , de la cara que
vemosy de lamscaraqueesconde.La oscuridad desciende anuestras profundidades
para fundirse con lo inexpresado, impidiendo que la luz al invi tarlo , lo ahuyente, y
favorecer
un
desprendimiento
por el
descenso
a las
profundidades
que
siempre regala
la oscuridad.
9
. En ese
cosmos barroco ,
el
desplazamiento imaginat ivo
es ms que
vertiginoso, t iene
el don de
ubicuidad.
Los
objetos,
las
palabras
que los
designan
objet ivndose, corporizndose,
se
a t raen mutuamente ,
y de su
conjuncin surgen
nuevas fuerzas
que
generan nuevos poderes
de
atraccin, para otorgarnos como regalo
de ceremonia y ritual los ms extraos invi tados a la fiesta del lenguaje y su verdad
de imprevistos. Pero no o lv idemos que en el caso de Lezama siempre hay un orden
al l adentro limpia coordenada barroca: orden impenetrable y difcil como la
carcajada
de un
monje
zen o el
altar retorcido
y
pel igroso
de
sensualidad
de una
capilla
colonial.
La imaginacin como memoria
No quisiramos caer
en la
orga
de
crticos disputndose
la
lnea final sobre
una
obra, sobreuncorpuspot ico:ms bien abrmonos a unpresentede visiones mltiples,
a la espera de que la nica recompensa sea la maravilla de la poesa en conocimiento
y comunin ,
ya que
como deca Tri themius,
el
conocimiento encierra amo r;
el
amor,
aficin;
la
aficin, comunin;
la
comunin , v i r tud ;
la
virtud, dignidad;
la
dignidad,
pode r ,
y el
poder realiza
el
milagro. Este
es el
nico sendero para
la
perfeccin mgica,
divina
y
natural
10
.
Recordemos, en tonces ,
que
Lezama
es un
poeta profundam ente
religioso,
en el
sentido li trgico
y
ritual, tanto
que
como hemos visto
ha
formado
un
sistema religioso
a
part i r
de su
sistema potico, escapndose
del
tutelaje
y la
mordaza
dela teologa clericalyparroquial ; por tan to ,el significado deuni r ,de atar,que viene
dent ro de la palabra religin, le permite unir sin t emor de herejas ni malos
pensamientos todas
las
emanaciones
del
caldo mstico
que el
h o m b r e
ha
preparado
a
lo largo
de su
existencia:
si
Dios hizo
al
h o m b r e
a su
imagen
y
semejanza podremos
remontarnos
a
cualquier
era y en
ella reconocernos
con
terror
o con
afecto, podremos
darle camino
a los
pot ros
de
nuestra imaginacin para
que se
enrumben hacia
las
imgenes posibles, all donde hay
un
t iempo
que
resiste como sustancia
y un
8
Ibd.,pg. 302.
9
Ibd.,
pg. 315.
10
Ci tado
por
H E N R Y
M.
P A T C H E R : Paracelso Biograf as Gandcsa ,
pg. 80.
Mx ico ,
1955.
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espacio que vuela como esencia
n
; al fin y al cabo, nuestro rostro se refleja exacto
sobre el agua de la memoria, de donde emerge, por cierto, la poesa. Recordar es un
hecho del espritu, pero la memoria es un plasma del alma, es siempre creadora,
espermtica, pues memorizamos desde la raz de la especie. Aun en la planta existe la
memoria que la llevar a adquirir la plenitud de la forma, pues la flor es hija de la
memoria creadora, nos dice en La expresinamericana
12
, de donde inferimos que la
imaginacin es memoria en movimiento, r i to que permite el desprendimiento de las
imgenes de su ser esttico para entrar en el proceso que las l levar a su corporeiza-
cin. Pero este organismo debe alimentarse de los elementos que, constituyendo su
exterioridad, lo intramundano, permit i rn elaborar un lenguaje hermtico, hiperbl ico
y paradojal, que diga sin decir, que abra y cierre puertas: Cada instante la casa abra
y cerraba sus puertas, de tal manera que no se saba si estaba abierta o cerrada, como
nos seala en
Oppiano Licario
13
. Pero, cmo alimentar a este mostruo sagrado de la
imaginacin? Tal vez saliendo de cacera.
El concepto de cacera en Lezama, siempre tan presente con sus halcones y guilas,
aves de toda especie y animales de todo mito, es una punzante e insistente metfora
sobre su propio mtodo de reunir piezas valiosas, palabras, mitos, arquetipos, ideas,
sean de donde fueren y de donde vinieren, todas como objetos, animados o
inanimados, que i rn a deposi tarse en el mundo rugiente de su imaginacin, pasando
a ser luego el material de su trabajo como poeta. Hay all un collage z la manera del
escultor que puebla sus espacios, porque una vez que los ha capturado en esas
expediciones diurnas y nocturnas por la superficie de los libros y los cafs, los asocia
midiendo el destello de sus posibilidades, las cuales se escaparn a toda verificacin,
ya que pertenecen al orden de lo creble-increble, de lo posible-imposible: hay un
barroco sinuoso y concentrado, oscuro y luminoso en Lezama Lima.
Tambin podramos denominar a este proceso como lo fgico en Lezama, la
incorporacin como alimento que construye clulas diferentes para nuevos tejidos.
Este apetito natural y espiritual es tambin sensitivo-animal, y es desde all de donde
hierven los olores corporales, sensuales de su obra. Recordemos que Jess convirti
su cuerpo en pan y su sangre en vino para la cena msticamente canbal de los
apstoles, as como en la raz del Barroco, y por ende en Lezama, hay todo un proceso
de corporizacin, como ya lo hemos indicado antes, que lo hace sensual y real en su
propia irrealidad.
La imaginacin como memoria, fuerza creadora, funda una tradicin que existe
desde siempre en el alma de lo innombrable. Ella nos permite buscar el camino de
salvacin que es el reino de la poesa, ese mundo donde las imgenes se encontrarn
con su cantidad hechizada a travs de un rito inicial y mgico, configurando las
dualidades imposibles de la metfora e instituyendo las pruebas hiperblicas, ese
voltearle la cara a los falsos realismos que pretenden tocar el corazn de las cosas: Lo
que prueba demasiado no prueba nada. Luego la poesa y su creacin necesitaban
11
JO S LEZA MA LIMA :
Introduccinalos pasosrficos
op. cit., pg. 40.
12
JO S LEZA MA LIMA :
ha
expresin
americana op. cit., pg. 288.
13
JO S LEZA MA LIMA :
Oppiano
Licario.Ediciones Era, pg. 90. Mxico, 1977.
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desde su inicio la prueba hiperblica
14
. Pero la ausencia de imaginacin, y por
consiguiente de imgenes que poblen los espacios, sera espantosa: El horror vacui es
el miedo de quedarse sin imgenes
15
, nos advierte, ese limbo de la imaginacin que
es la reflexin en un espejo que no devuelve la imagen, lo cual, como se sabe desde
siempre en las doctrinas religiosas secretas, se asocia a la presencia del mal en los
reinos del Maligno. La obra de Lezama vive de lleno en afirmacin de su propia era
imaginaria, paraso de la creacin. Nuestra palabra cr ea r nos lleva a travs del latn
a la primitiva raz verbal de Karma, que significaba la actividad rectora del orden
csmico, una especie de justicia potica, inmanente en las fuerzas naturales, por la cual
se corrige el mal y la destruccin es compensada con nuestra vida
16
.
El mito ritual
En Lezama la palabra es imagen as como cuerpo, y por eso ella est en el centro
de su sistema (Los versos se hacen con palabras no con ideas, deca Mallarm);
entonces la palabra estar en el centro del mito ritual, que a su vez se une con el mito
de origen, de creacin, ya que el mito ritual transporta al mito de origen a su forma:
el acto potico genera el poema. Lezama, por tanto, no hace sino teorizar y practicar
el ri to que nos permite el acceso al poema como realidad tangible, y a partir de esa
praxis y especulacin siembra una obra preada de smbolos y mitos personales y de
la cultura, de claves hermticas que esconden tanto como desvelan el misterio de las
cosas.
Por esta razn, Lezama juega con las palabras, las deja que manejen a su arbitrio
su imaginacin, las abstrae de sus significados y las pasea como sonidos en una selva
de cristal: Seor de los Encantamientos sabe del poder del vocablo que aleja los
maleficios y atrapa la creacin. No debe olvidarse que la forma potica ha estado
adscrita durante siglos al servicio de los encantamientos. Los que se libraban a esas
extraas operaciones deban creer necesariamente en el poder de la palabra y, ms an,
en la eficacia del sonido de esa palabra que en su significacin, nos aclara lcidamente
Paul Valery .
El mundo de Lezama se escapar as de lo racional cartesiano, del positivismo
pragmtico o del historicismo cientfico, ya que se inscribe en la impermeable
tradicin de lo sagrado oculto. A la duda metdica que investiga de manera cientfica
la verdad opone la duda hiperblica que abre una brecha para que florezcan el
encantamiento, el mito ritual y de origen con su racimo de smbolos e interpretaciones
mltiples: a la crcel de la razn, a su obsesiva y manitica lucha por el ltimo fin y
explicacin de las cosas, opone la espantosa libertad de la creacin: la maravilla, el
por ten to .
Por lo anterior, y si retornamos al comienzo de este t rabajo, veremos cmo en la
Trada Ea es el nico dios benefactor de los hombres: es el dios que otorga la escritura
14
JO S LEZA MA LIMA:
Introduccin
a
los vasos
rficos op. cit., pg.
3
j
15
JO S LEZA MA LIMA : La
cantidad
hechizada op. cit., pg. 1215.
16
F. HAROLD
SMITH :
El budismo, enHistoria de las Religiones op. cit., pg. 112.
17
PAULV A L R Y :
Variedad
I I. Editorial Losada, pg. 189. Buenos Aires, 1956.
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mientras seorea sobre los encantamientos, es a quien invocamos a fin de conseguir
para la imagen un cuerpo viviente: estatua de los dioses, el poema. Y no olvidemos
que Ea se hace acompaar del dios artesano: el oficio de la poesa es el camino al
Paraso, a ella misma.
Como artesano, Lezama es un hombre que no slo sabe su oficio sino que hace
gala de absoluta maestra: en l todas las formas se unen para buscar la Forma. Desde
el trobarclus el csante, el zjel o la sextina hasta la apertura libre del verso sobre la
pgina blanca, Lezama vitaliza y revitaliza el juego de figuras poticas que la tradicin
le entrega; pero, como ya lo hemos sugerido, la arquitectura del lenguaje de Lezama
debe sus prticos, plintos o arquitrabes, tanto a la floracin del lenguaje barroco
espaol en l como a la presencia de ese lenguaje popular y culto americano: poemas,
oraciones, corridos, coplas, dichos, proverbios, expresiones vernculas, discursos,
novelas, paranomasias ldicas y telricas, aliteraciones como juegos de saln o de
alcoba, octavillas, sonetos, etctera, que vienen integrados a ese amazonas del habla
americana como parte viva de su flora y de su fauna. Lezama hace con esto otra cosa
y la misma cosa: sntesis y comienzo, extensin y continuidad.
Vuelta a los orgenes, a los conjuros rituales y ceremoniales del hombre primitivo,
del hombre de hoy, la obra de Lezama nos da la llave de las eras imaginarias para
abrirnos al gran poema de la imaginacin. Confusa? Clara? Complicada? Precisa?
Misteriosa? No lo sabemos. Pero permtasenos arriesgar un cobre: el problema en
Lezama tal vez no sea su complejidad textual sino la profundidad de las aguas en que
descansa su mundo potico. Taosta y paradjico, patafsico intentador de lo
imposible, catlico de misa y comunin, Lezama es tambin ese ser socrtico que sabe
menos todos los das para poder comprender o ese habanero que nunca llama dos
veces con el mismo telfono. Alquimia de dioses oscuros, su obra es un camino de
iniciacin barroca, es un koan en La Habana, la risotada en flores del seor barroco
americano o el satori de un monje gordo que come manjares a su mesa servidos,
mientras que un ruiseor en algaraba rutilante se descuelga de su nariz.
A R M A N D O ROMERO
University
of
Pittsburgh
PITTSBURGH (U.S.A.)
El cine polaco y sus encrucijadas
Una lnea divisoria, causada por la guerra mundial, separa muy grficamente el
cine polaco y su historia. Cuando el nuevo gobierno socialista funda la cinematografa
estatal, el Film Polski, deber comenzar de cero: los ocupantes nazis haban destruido
toda su infraestructura, sin quedar estudios ni laboratorios. El XL aniversario de la
fundacin de la cinematografa de la Repblica Popular que se celebr en Madrid con
una semana de filmes polacos recientes, efectuada en la Filmoteca Espaola) tiene, as,
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