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JOSE MARIA ARGUEDAS EN EL CLIVAJE DE DOS CULTURAS POR CESAR FERNANDEZ MORENO Unesco, Paris Conoci a Jose Maria Arguedas en Lima, a fines de noviembre de 1967, durante una importante reuni6n de expertos convocada por la Unesco para lanzar su programa de estudios sobre la cultura latino- americana. Arguedas fue elegido presidente de esta reuni6n, hecho que, incidentalmente, no se ve recogido en la cronologia preparada por E. Mildred Merino de Zela para la magnifica edici6n de Los rios pro- fundos en la Biblioteca Ayacucho. Si es recogida, y muy destacadamente, en los anales de la Unesco, no s61o y no tanto por la calidad de los concurrentes (entre los cuales se contaron, por ejemplo, Enrique Anderson Imbert, Sergio Buarque de Holanda, Argeliers Le6n, Mario Monteforte Toledo, Angel Rama, Leo- poldo Zea), sino por sus consecuencias y resultados, que han sido mu- chos. Entre ellos, el mis destacado es la publicaci6n, en coedici6n con Siglo XXI de M6xico, de la serie <America Latina en su cultura>>, en cuyos sucesivos volimenes la creatividad contemporinea de la regi6n es estudiada por sus mis reconocidos criticos, en sus mas diferentes pero desde luego integrados aspectos (literatura, artes plasticas, arquitectura, misica, especticulos, ideas). En cuanto a mi mismo, la reuni6n de Lima se constituy6 en uno de los hitos mas importantes de mi vida, ya que me lanz6 de inmediato y durante doce afios (repartidos por mitades entre Paris y La Habana) a coordinar en nombre de la Unesco esos y otros estudios que habia reco- mendado esa reuni6n de expertos presididos por tan memorable escritor, quien me pareci6 entonces lo que ya me habia dejado entrever su obra: cefiudo, metido en si mismo, aislado por una extrema cortesia que Ilega- ba a la cortedad, sin capacidad o quiza sin interes por conducir las tor- mentas polemicas de esa reuni6n. En cambio, el agudo escritor franc6s

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JOSE MARIA ARGUEDASEN EL CLIVAJE DE DOS CULTURAS

POR

CESAR FERNANDEZ MORENOUnesco, Paris

Conoci a Jose Maria Arguedas en Lima, a fines de noviembre de1967, durante una importante reuni6n de expertos convocada por laUnesco para lanzar su programa de estudios sobre la cultura latino-americana. Arguedas fue elegido presidente de esta reuni6n, hecho que,incidentalmente, no se ve recogido en la cronologia preparada porE. Mildred Merino de Zela para la magnifica edici6n de Los rios pro-fundos en la Biblioteca Ayacucho.

Si es recogida, y muy destacadamente, en los anales de la Unesco,no s61o y no tanto por la calidad de los concurrentes (entre los cualesse contaron, por ejemplo, Enrique Anderson Imbert, Sergio Buarque deHolanda, Argeliers Le6n, Mario Monteforte Toledo, Angel Rama, Leo-poldo Zea), sino por sus consecuencias y resultados, que han sido mu-chos. Entre ellos, el mis destacado es la publicaci6n, en coedici6n conSiglo XXI de M6xico, de la serie <America Latina en su cultura>>, encuyos sucesivos volimenes la creatividad contemporinea de la regi6n esestudiada por sus mis reconocidos criticos, en sus mas diferentes perodesde luego integrados aspectos (literatura, artes plasticas, arquitectura,misica, especticulos, ideas).

En cuanto a mi mismo, la reuni6n de Lima se constituy6 en uno delos hitos mas importantes de mi vida, ya que me lanz6 de inmediato ydurante doce afios (repartidos por mitades entre Paris y La Habana) acoordinar en nombre de la Unesco esos y otros estudios que habia reco-mendado esa reuni6n de expertos presididos por tan memorable escritor,quien me pareci6 entonces lo que ya me habia dejado entrever su obra:cefiudo, metido en si mismo, aislado por una extrema cortesia que Ilega-ba a la cortedad, sin capacidad o quiza sin interes por conducir las tor-mentas polemicas de esa reuni6n. En cambio, el agudo escritor franc6s

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Roger Caillois, que representaba a la Unesco en ella y de quien yo eracolaborador en esa ocasi6n, la orientaba con clara visi6n, aun en su tro-pezador espafiol: en materia de idiomas, me habia dicho Caillois, bastacon dominar a fondo el propio; en cuanto a los demas, es suficiente conhacerse entender, consejo por cierto inaplicable para Arguedas, cuyo pro-blema era precisamente saber cual era su idioma propio.

Pero esta vez estaba yo demasiado atareado por los trabajos de lareuni6n (<<votre d6vouement est admirable>>, me dijo una noche Caillois,lo que me pareci6 sorprendente, ya que yo estaba acostumbrado duranteafios a alquilar ese <<dvouement>> en mi calidad de abogado, profesi6ndel padre de Arguedas). Perdi, pues, la oportunidad de comprender laverdadera tragedia que crecia en esos momentos en el vasto coraz6n deArguedas y de acercarme a su amistad, esa amistad que 61 guardabadetras de su cefio, pero que abria inconteniblemente ante quienes la me-recian, como lo muestran hoy los recuerdos de algunos escritores (Rulfo,Parra, Guimar~es Rosa) que 61 rescata en su primer <<diario>> de El zorrode arriba y el zorro de abajo. En 1968 -un mes despues de la reuni6nde Lima- Arguedas visit6 Cuba invitado por la Casa de las Americas.<Lo vi, lo goc6 un mes>, declar6, y dijo tambidn haber encontrado alli-como yo habia encontrado un ailo antes- pruebas <<de o10 renovado,de o desenvilecido>>.

El primer y amargo diario de <los zorros>> (como 61 mismo abreviabael titulo de su iltima novela) est6 fechado a su vez en Santiago de Chileel 10 de mayo de 1968, a sea, menos de seis meses despues de aquellareuni6n de Lima, cuando estaba en pleno avance la linea de quebradura,la linea de clivaje que Ilevaria a Arguedas al suicidio el 28 de noviembrede 1969, justo dos afios despu6s.

Acaso resulte trivial tanto sefialar estas correlaciones del tiempo deJos6 Maria Arguedas con el mio; en todo caso, cruzarme con 61 ha sidopara mi toda una experiencia. Y yo quiero corregir ahora en lo que ami me toca -ya es tarde para 61- aquella desatenci6n de 1967, de laque, aunque fuera reciproca, s6lo quiero ahora culpabilizarme a mi. Melanzo, pues, sobre esa memoria. <<iAll voy, si no me caigo!>>, comodecia el negro Gastiaburi y Arguedas gustaba repetir.

Como una de las primeras consecuencias de aquella reuni6n de Lima,escribi hace ya mas de diez afios una introducci6n para America Latinaen su literatura, el relativo best-seller que preparamos para la Unescoen colaboraci6n con mi amigo Julio Ortega. Por cierto que este libro

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esta apareciendo en estos momentos en versi6n inglesa, publicado por laeditorial Holmes y Meier de Nueva York y bajo el cuidado de IvanA. Schulman. Pues bien: en esa introducci6n comenzaba yo por deter-minar cuales eran esas dos culturas a las que obviamente se refiere eltitulo de mi comunicaci6n de hoy, y tambi6n por sugerir el piano declivaje que las separa.

Al ser vencidos militarmente por los conquistadores ib ricos, los pri-mitivos habitantes de America -es decir, los verdaderos americanos,aunque el concepto de o10 americano haya sido una creaci6n occidental-fueron despojados de sus imperios y posesiones, recibiendo a cambiolos beneficios, tan discutibles desde su propio punto de vista, de esa cul-tura occidental en expansi6n.

Claro que, si bien fueron rechazados hasta las marcas de sus propiosimperios y transformados en proletariados externos del nuevo imperioconstituido por los conquistadores, no por ello se borraron de la historiasin dejar huellas. Por el contrario, se mantuvieron siempre presentes,y lo estan todavia, no ya como influencia, sino como real componente deeste nuevo gajo del mundo occidental, al que han transmitido muchosde los caracteres de sus respectivas civilizaciones, caracteres que cuentanhoy mismo entre los mas salientes factores de la originalidad de AmericaLatina. Pero todo esto no sucedi6 tranquila y armoniosamente; todo locontrario.

Sin hablar de las devastaciones de la conquista, reduciendonos alcampo de lo cultural, las posibilidades de America Latina iban polari-zandose y ofreci6ndose como una esteril opci6n que repetia la situaci6ndel conquistador y del conquistado: ser europeo, ser americano. Por unaparte, s6lo se valoraba la cultura europea transportada por el descubri-dor y el conquistador como un producto mas de la expansi6n occidentalque ellos representaban; o sea, como una actividad especificamenteeuropea, aunque cumplida por los colonizadores en la nueva regi6n in-corporada a sus dominios. Y, por la otra, se afirmaban excluyentementelas supervivencias culturales de las civilizaciones que preexistian al des-cubrimiento y conquista, tales como las que tienen su asiento en lasactuales reptblicas de M6xico y Peru. De este modo, se presentaba comolo uinico aut6ntico y original de America Latina aquellas subsistenciasde las civilizaciones originales que no hubieran sido afectadas por elimpacto de la conquista y colonizaci6n y rechazando simitricamente lacultura europea como una manifestaci6n puramente mimitica y colo-nialista.

Procurando trascender esta oposici6n, algunos desean ver en la acti-vidad literaria, y mas particularmente en la narrativa, <<un puro g6nero

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literario>>, como es el caso de mi amigo Juan Jos6 Saer. Dice Saer queel narrador debe expresarse como narrador y no como latinoamericano;su patria es <la espesa selva virgen de lo real>> y no ninguna selva, vir-gen o no, de nuestra America. Lo contrario implicaria dejarse encerrarpor los europeos en el ghetto de la «latinoamericanidad> y admitir queaquellos se reserven ciertos temas que consideran impropios de nuestroser puramente folkl6rico. Lo que puede haber de latinoamericano en laobra de un narrador latinoamericano «debe ser secundario y venir porafiadidura , escribe Saer. Por mi parte, estoy de acuerdo en que vengapor afiadidura, pero no en que sea secundario. La cosa me parece alrev6s: «la selva virgen de lo real>> no se da al narrador sino como unaaiadidura de su realidad concreta vivida, que no es otra, en el caso, queAmerica Latina.

Sin embargo, puedo comprender este tipo de reacciones frente alexcesivo interes de los europeos por el indigenismo latinoamericano, inte-res que, finalmente, me parece uno de los recursos de Europa para noacabar de aceptar la existencia del continente todavia nuevo. Col6n,como se sabe, queria liegar a Asia, y tanto desconcert6 a los europeosla inesperada interposici6n de nuestro continente, que pasaron luego va-rios siglos buscando la comunicaci6n maritima entre los oc6anos Atlin-tico y Pacifico, sea el famoso paso del sur (que encontraron en el estre-cho de Magallanes, tan al sur casi como el Polo Sur) o del norte (queencontraron finalmente en el pasaje del noroeste, casi en el Polo Norte).Y otros, queriendo perforar a America por la mitad, lo que finalmenteconsiguieron, con ayuda americana, en el canal de Panami, que todaviaes litigio entre las dos Americas. En todos los casos, se trataba de pasarde un oc6ano a otro <<como si>> America no existiera. Pero el descon-cierto europeo ante la existencia de America no ha terminado adn.

En una mesa redonda sobre literatura latinoamericana en que parti-cip6 recientemente en Paris, Arturo Uslar Pietri cont6 una an6cdota reve-ladora. El muy indigenista autor latinoamericano Miguel Angel Asturiasfue a la Biblioteca Nacional francesa a hablar con un distinguido profe-sor frances y americanista. Este americanista lo recibi6 hablandole enquich6, idioma que desde luego Asturias no conocia, por lo que lo inte-rrumpi6 pididndole disculpas (en espafiol) por no haberle entendido, yaque, se excus6, no habia tenido tiempo anm de aprender el franc6s.

Ese profesor era seguramente Georges Raynaud, que hablaba el qui-ch6 y habia traducido el Popol Vuh al frances, y Asturias habia confun-dido el quich6 con el frances. Era el mismo profesor que, no bien loca-liz6 a Asturias como espectador de su clase en la Sorbona, le espet6:<Vous etes maya>> -como cuenta Luis L6pez Alvarez-, y lo llev6 a su

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propia casa para mostrarselo a su mujer, a quien dijo triunfalmente:«He aqui un maya. iY to que dices que los mayas no existen!>> Todoesto prueba, segin prorrumpi yo con cierto alborozo en aquella mesaredonda, que los verdaderos indigenistas de Am6rica Latina son a veceslos franceses.

Julio Ortega, por su parte, rechaza con razones mis serias la simplereducci6n de Arguedas al indigenismo. <<Su trabajo -dice- trasciendeel romanticismo telirico de los indigenistas... La narrativa de Arguedasno se agota en la simple captacidn del mundo indigena.>> Sin excluir lasposibles contradicciones raciales (<<niveles 6tnicos>), Ortega acentua comocorresponde los <<niveles culturales>, ya que <<leer a Arguedas como elinformante de un universo periferico y totalmente distinto es limitarerradamente el proyecto de su obra>>. No es otra la opini6n de AlbertoEscobar sobre Todas las sangres: <<El estrato semdntico de la novela seresiste a la identificaci6n temdtica a priori; su clasificaci6n en las cate-gorias tradicionales de indigenismo, ruralismo, lucha por la tierra, porel poder, empalidece la multivalente postulaci6n que emerge del fluidofabulado.>

Generalizando ahora, continuar liamando indigena -o aun mesti-za- a la cultura latinoamericana implica continuar creyendo que lo misimportante de America Latina no es otra cosa que haber sido descubier-ta por la cultura occidental, y designindola, en consecuencia, por aquelloque mas impresion6 y desconcert6 a Occidente: que los americanos eran«otros> (primero indigenas, luego mestizos).

A la larga, ha sido posible legar a la superaci6n de la inexorabledicotomia mediante la comprobaci6n y puesta en valor del suceso masimportante acaecido al producirse el choque de las dos culturas: quedel hecho mismo del descubrimiento habia nacido ipso facto una culturatercera y distinta, originada en la interpretaci6n que la comprensi6nreciproca exigia no s6lo en lo fisico (mestizaje), sino, sobre todo, en lomental. Los espafioles debian hacer comprender a los americanos qu6era Europa, y los indios qu6 era America a los europeos. Estos indiosprimero y los mestizos despuds debieron modificar la conciencia que desi mismos tenian como americanos para poder transmitirla. Los Comen-tarios del Inca Garcilaso constituyen, por cierto, una de estas explica-ciones: 61 percibe -nos dice Ortega- la situaci6n social y cultural delos mestizos, <<que padecen la critica de la autoridad colonial y la ausen-cia de todo destino nacional>. No de otra forma podria describirse lasituaci6n inicial de un escritor como Arguedas en el contexto de la so-ciedad contemporinea.

La soluci6n a aquella falsa opci6n entre lo americano y lo europeo

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consisti6 entonces en ser ambas cosas (europeo y americano), lo queequivale a no ser ni la una ni la otra, es decir, a ser otra cosa: en estecaso, ser el hombre europeo modificado por el americano, y viceversa.Arguedas formul6 esta sintesis con pasi6n: <Yo no soy un aculturado,proclam6; yo soy un peruano que orgullosamente, como un demoniofeliz, habla en cristiano y en indio, en espafiol y en quechua.>>

Esta nueva cultura ha sido tambi6n liamada mestiza, por analogia,sin duda, con la amplia mezcla de razas a que oblig6 la ausencia demujeres en las expediciones espafiolas. Pero, cuando se estd hablando decultura, el abuso de este adjetivo de origen racial puede implicar lasubsistencia embozada o inconsciente de una actitud racista, aun cuandola intenci6n sea sefialar admirativamente la preeminencia o la presenciadel elemento indigena en la cultura latinoamericana. Algo anlogo po-dria decirse en otro continente sobre la famosa idea de la «negritud>.

Y es aqui donde debo pedirle disculpas a otro de mis amigos, MarioBenedetti (pido perd6n a la calificada asamblea, pero a veces ilego acreer que esto de la literatura no es mas que una vasta confabulaci6nde amigos). Benedetti contribuy6 grandemente a la boga del adjetivo de<<mestiza>> para la cultura latinoamericana con su utilisimo libro de ensa-yos Letras del continente mestizo. En la nota con que precede su libroexplica que su titulo constituye, sobre todo, un homenaje a RicardoLatcham, <<el mas tenaz intercomunicador artistico de nuestro continentemestizo'>>. Sin embargo, esti claro el alcance, sobre todo cultural, queBenedetti otorga a este adjetivo, y su convicci6n de que <<el mestizajecultural de nuestra America contribuye, sin duda, a la riqueza de sustemas, de sus enfoques, de sus estilos>>.

Por iltimo, y aun mirando las cosas precisamente desde el anguloracial, seria muy dificil sefialar en la historia alguna cultura que nofuera mestiza. Es mejor, por tanto, no hablar de mestizaje, sino, mas cul-turalmente, de sintesis. Esta es la concepci6n de si misma que triunfaen la actual cultura latinoamericana. Se reconocen entonces no s610o losaportes de las culturas aut6ctonas, sino tambi6n los de las culturas eu-ropeas descubridoras, mis la fundamental contribuci6n africana que lleg6a America a trav6s de la iniquidad esclavista y, por uiltimo, el refresca-miento de las fuentes universales implicito en los multiplicados movi-mientos inmigratorios del siglo xix. Y esta concepci6n sintitica de lacultura latinoamericana es precisamente la que alienta toda la serie deestudios de la Unesco sobre America Latina, cuyo origen hemos situa-do, hace una docena de aios, en aquella reuni6n presidida por Jos6Maria Arguedas.

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Agreguemos que esta concepci6n de lo latinoamericano que incluyelo indigena en su seno es acaso la verdadera (queremos decir la miseficaz) disidencia aut6ctona con la cultura europea, aunque haya sidoimplantada, de hecho, por los conquistadores. Es facil, sin embargo,percibir la dificultad y acaso la imposibilidad de realizar esa culturasintitica alli donde no se ha cumplido todavia el mestizaje de la pobla-ci6n, es decir, alli donde los indigenas continian tan marginados de lamayoria (o minoria) dominante como lo estuvieron en el tiempo del des-cubrimiento y conquista. Esto es precisamente el caso del Peru de Ar-guedas y, por tanto, de Arguedas mismo. Su pueblo, explica 61, <<noera sino lo que Ilega a ser un gran pueblo oprimido por el despreciosocial, la dominaci6n politica y la explotaci6n econ6mica en el propiosuelo donde realiz6 hazafias por las que la historia lo consider6 comoun gran pueblo>>.

Clivaje es una palabra de origen holand6s, empleada, por lo menos,en franc6s, ingl6s, italiano y aun en espafiol por algunos escritores nomuy puristas (pero Caillois decia que lo fundamental era hacerse enten-der). Se usa en mineralogia y tambi6n en ingenieria para designar losprocesos que afectan ciertas sustancias (como la pizarra, como el dia-mante, como los cristales, como ciertos materiales de construcci6n) queestdn constituidos por una serie de laminas estrechamente superpuestas,susceptibles, no obstante, de separarse entre si por diversas razones, al-gunas inherentes a la falta de compacidad. Y estos procesos tienen lugara partir de lineas o planos Ilamados precisamente de clivaje. Metaf6rica-mente encontramos que 6ste es tambi6n el caso de nuestro escritor:ese <<cansancio del material>>, que origina primero la grieta y por finla caida de un muro, es el mismo cansancio del hombre, que terminadivididndose en dos a lo largo del clivaje sefialado por sus dos compo-nentes no debidamente unificados. Ni en su obra ni en su vida lleg6 Ar-guedas a alcanzar esa sintesis que parece ideal para la constituci6n deuna aut6ntica cultura latinoamericana; por el contrario, la oposici6n semantuvo irreductible en 61, su linea de clivaje fue avanzando y ensan-chdndose en el fuerte y delicado cristal de que 61 estaba hecho, hastaquebrarlo.

Arguedas pensaba como dos sucesos simultaneos <la identidad cominy la comunicaci6n>>, y <<esa comunicaci6n entre los hombres y su 6mbito-dice Ortega- posefa, ademis, su propio idioma, el quechua, como ellenguaje de la norma arm6nica>. Pero la comunicaci6n del mundo abo-rigen no es realizable, <<porque el mundo del poder establecido es el dela incomunicaci6n. El indio estd prohibido de hablar>>. Y se pregunta

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Ortega: <«C6mo hablarnos para creernos?... La palabra de un espafiolante una corte equivalia a la de tres indios.>>

En el caso de un escritor come Arguedas, es claro, este problema setraslada a su escritura. <<Su prosa -continia Ortega-, por eso, revelaain hoy la ruda amalgama de una lengua oral, nativa y una lengua es-crita; adaptada en buena parte... pareceria tambi6n que un patr6n delengua escrita domina o controla el flujo inmediato -descarnado, tier-no, familiar- de un patr6n de lengua oral nativa.> La simbiosis entreestos dos patrones, es claro, no se daba sin dolor: 6se es el punto departida de la linea de clivaje.

La ruptura interna de Arguedas reproduce a nivel individual esaexperiencia nacional que para Guamin Poma (segin el mismo Ortega)«se ha fracturado>> con motivo de la imposici6n de la cultura espafiolasobre la inca. Esta escisi6n (propia de la raza mestiza y, por tanto, desu producci6n cultural) se traslada integra al lenguaje, y el triunfo delescritor es reflejarla victoriosamente en su obra literaria, tal como lodescribe con precisi6n Alberto Escobar. En Todas las sangres dice: <<Ellenguaje ha ganado una notable libertad para frasear el espiritu delhablante quechua, para incluso, con s6lo ciertas acotaciones y algunosrecursos de tipo gramatical, dejar la impresi6n de que el personaje seexpresa en su lengua nativa y que, como tal, puede encomendar a ellatoda la delicadeza o gravedad que sus vivencias demandan.>>

El caso de Arguedas prueba, por ultimo, que el conflicto sefialadono se establece entre dos razas, sino entre dos culturas. Su biografiase confunde con la de Ernesto, el personaje infantil de Los rios profun-dos, tal como la sintetiza Vargas Llosa: <Un hijo de blanco, criado entreindios, vuelto al mundo de los blancos.>> El decursar de su vida -falle-cimiento de su madre, nuevo casamiento de su padre, vida con su ma-drastra, hermanastro agresivo- lo lleva a cobijarse en el amor de losindios. <<Por circunstancias adversas -recuerda 61 mismo en un reporta-je- fui obligado a vivir con los domesticos indios y a hacer algunosde los trabajos de esos dom6sticos en la primera infancia. Recorri loscampos e hice las faenas de los campesinos bajo el infinito amparo delos comuneros quechuas. La mas honda y bravia ternura, el odio masprofundo se vertia en el lenguaje de mis protectores; el amor mas puro,que hace de quien o10 ha recibido un individuo absolutamente inmuneal escepticismo.>> Su padre, errante letrado de la sierra, lo visitaba losdomingos. <<Pasaba el domingo -recuerda Jos6 Maria-, mi padre vol-via a la capital de la provincia y yo a la batea, a los piojos de los in-dios.>> Arguedas no olvid6 nunca a estos piojos: <<Ese morder convivientedel piojo en el cuero cabelludo y la barriga.>>

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<<Mi aproximaci6n tan entrafiable a los indios en todo ese tiempo-dice Arguedas- form6 la base, el material incomparable de mistrabajos.>> Sin embargo, esa aproximaci6n no era, no podia Ilegar a lafusi6n; eso es lo que demuestra, segn su propia interpretaci6n, su no-vela Todas las sangres, donde se revela -y 6sta es la descripci6n basi-ca- <el constrefiido mundo indohispinico>. Explica luego esta cons-tricci6n: <Esta el hombre libre de amargura y escepticismo, que fue en-gendrado por la antigiledad peruana, y tambi6n el que apareci6, creci6y encontr6 al demonio en las lianuras de EspaFia. Parte de estos diablosse mezclaron en los montes y abismos del Peru, permaneciendo, sin em-bargo, separados sus germenes y naturalezas dentro de la misma entrafia,pretendiendo seguir sus destinos, arrancandose las tripas el uno al otro,en la misma corriente de Dios, excremento y luz. Este <<arrancarse lastripas>> (exactamente lo contrario a aquel iluminarse <las tripitas>> de lospiojos bajo las alas de la pariwana, de que habla en el Segundo diario)es probablemente lo mas hondo del conflicto del propio Jos6 Maria.Sin duda, 61 quiso dar por adquirida su soluci6n cuando recibi6 el Pre-mio Garcilaso de la Vega, y defini6 su arte como el de <<un individuoquechua moderno que, gracias a la conciencia que tenia del valor desu cultura, pudo ampliarla y enriquecerla con el conocimiento, la asimi-laci6n del arte creado por otros pueblos que dispusieron de medios masvastos para expresarse>>.

Sin embargo, creo que esta versi6n optimista s61o es el fruto de laeuforia circunstancial de un escritor que recibe un premio importante.En ese mismo discurso, Arguedas hace una descripci6n mas dramiticadel mismo proceso partiendo de una metdfora de cercamiento, la que 61mas profundamente sentia. La naci6n quechua <<se habia convertido enuna naci6n acorralada, aislada para ser mejor y mas ficilmente admi-nistrada, y sobre la cual s6lo los acorraladores hablaban mirindola a dis-tancia y con repugnancia o curiosidad... Dentro del muro aislante y opre-sor, el pueblo quechua, bastante arcaizado y defendidndose con el disi-mulo, segufa concibiendo ideas, creando cantos y mitos... A mi meecharon por encima de ese muro en un tiempo, cuando era niiio; melanzaron en esa morada donde la ternura es mas intensa que el odio...>>.Y entonces dice: <Intent6 convertir en lenguaje escrito lo que era comoindividuo: un vinculo vivo, fuerte, capaz de universalizarse, de la grannaci6n cercada y la parte generosa, humana de los opresores.>>

Pero este plan de vida, cuyo enunciado parece sencillo, era en reali-dad sobrehumano: <<Las dos naciones de que provenia estaban en con-flicto: el universo se mostraba encrespado de confusi6n, de promesas,de belleza, mas que deslumbrante, exigente.> Y sus medios para cumplir

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un plan tan ambicioso eran d6biles y reducidos: la dificultad mayor-y obviamente fundamental para un escritor- radicaba en el lenguaje.Sefialaremos algunos momentos de su vida y obra que se relacionan di-rectamente con su angustia de escritor y de ciudadano, y ambas con elproyecto finalmente realizado de su automuerte. Y 6sta es la linea declivaje de que estoy hablando: una linea precisamente lingiiistica.

«Yo aprendi a hablar el castellano con cierta eficiencia despues delos ocho afios, hasta entonces s61o hablaba quechua.> Y este tardioaprender el idioma de sus padres es paralelo a la precoz aparici6n desus malestares psiquicos: <Desde la casi niiiez caia en estos estadosde ansiedad. En el internado de Abancay sentia angustia y una especie deaproximaci6n inminente a la muerte.> Es en este internado donde debehablar el castellano con la eficiencia necesaria para ganar la medallade oro a los catorce afios de edad. Ya en Lima, <<otra vez fui, por unode esos ataques, de Lima a San Juan y a Yauyos>.

A los veintitr6s aios lee su narraci6n Agua a los amigos que 61 con-sidera mas inteligentes (Westphalen, Cueto, Alarco). <<El relato les pare-ci6 muy bien. Yo lo habia escrito en el mejor castellano que podia em-plear... me pareci6 horrible... que habia disfrazado el mundo... Antela consternaci6n de estos mis amigos, rompi todas esas paginas.>> <Dis-frazar el mundo>> es una expresi6n que dice concentradamente esa am-bivalencia, esa duplicidad cultural, esa imposibilidad de ponerse deacuerdo consigo mismo. Romper todas esas pginas, un anticipo de laruptura de su propia vida.

Este tema de la dificultad del indio sometido para aprender el espa-fiol vuelve constantemente en la obra de Arguedas, tanto en la de inves-tigaci6n como en la de imaginaci6n. Don Esteban, el minero enfermode <los zorros>>, asigna un lugar importante a este problema: <Si, puesaunque sano toavia, entonces, cansaba boscando palabra castellano paracontar bien, claro, a me compadre. Ahora, tanto, tanto pujando pa'apriender castellano, poco no mis hey cosechado.> Es obvio transponeral propio Jos6 Maria en don Esteban: <<Cansaba boscando palabra caste-llano para contar bien...>

Maxwell, su personaje norteamericano absorbido por la cultura india,tiene las mismas complicaciones de lenguaje, incluyendo las del ingl6s.No puede expresar ciertas experiencias en ingl6s <<porque nosotros nolas gozamos ya>. Esta intima correspondencia entre la experiencia y ellenguaje es la que explica el corte esencial de la vida -la de Maxwell,

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la de Arguedas- a partir del corte esencial del lenguaje. Otro personaje,don Gregorio, tambi6n tiene este problema: <<Yo, quizA -pens6, ya nopodia pensar en quechua-, puede ser capaz, en su existencia de mi, noser6 ya forastero en este pais tierra donde hemos nacido.>> Pero es fo-rastero porque habla como un forastero, porque el lenguaje impuestoa ese <<pais tierra> es el castellano en lugar del quechua.

qC6mo no ha de ser diferente -reflexiona Arguedas para su propiocaso de escritor- el hombre que comenz6 su educaci6n formal y regu-lar en un idioma que no amaba, que casi lo enfurecia, y a los catorceafios, edad en que muchos nifios han terminado o estan por concluiresa escuela?> Pero enti6ndase bien: no se trata s6lo de la dificultad deescribir espafiol, de no escribir en quechua. Se trata de la dificultadmas vasta de la asumida funci6n de escritor, se trata de la dificul-tad general de escribir, de expresarse con entidad literaria y con entidadsocial; dificultad agravada, en el caso particular, por la imposici6n deun idioma que dejaba afuera la parte mis significante de una persona-lidad, y que en alguna forma ostensibilizaba y ponia al descubrierto unaruptura irreparable de la personalidad.

<En mayo de 1944 -cuenta alusivamente Arguedas- hizo crisisuna dolencia psiquica contraida en la infancia, y estuve casi cinco afiosneutralizado para escribir...>> No s6 a qu6 dolencia se refiere, pero medan ganas de pensar que esa dolencia era la vida misma: nada como lavida se <<contrae>> tanto en la infancia (exactamente en el nacimiento),y esta visto que 61 no pudo curarse de esa dolencia sino dandose lamuerte: <<Y estuve casi cinco afios neutralizado para escribir.>> He aqufla identificaci6n del vivir con el escribir y, a la inversa, del no escribircon el morir.

Pero <<el encuentro con una zamba gorda, joven, prostituta, me de-volvi6 eso que los m6dicos llaman tono de vida>>. Zamba, gorda (comoel chancho mostrenco de que hablari dos piginas mas adelante), joven(como Ernesto en Los rios profundos), prostituta..., y aqui me acuerdode mi amigo Noe Jitrik, quien supone que estas mujeres son llamadas«de la vida>>, sin duda porque la dan. Pero, sobre todo, el sustantivode tales adjetivos: zamba, nos encamina al sustenticulo racial de los pro-blemas lingilisticos de Arguedas. Los zambos hijos de negro y de india,o viceversa; o mejor, <los del pelo>>, los de la ciudad (como los designaWestphalen); <<zambos mulatos>>, como el loco Moncada, de Chimbote;<<zambos criollos, costefios civilizados..., los zambos y azambados detodo grado en largo trabajo de la ciudad>>, como especifica el propioArguedas.

Esta zamba devuelve la vida a Arguedas; Felipe Maywa, el <lacayo>>

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de su madrastra, le devuelve la seguridad cuando retorna, ya profesional,a la sede de su infancia. Le basta para ello sentir <<su olor de indio,ese halito amado de la bayeta sucia de sudor>>. Porque Arguedas era dos,desde luego; era ese adulto que reencuentra a Maywa, pero seguia sien-do tambin <<el mismo pequefio que quiso morir en un maizal del otrolado del rio Huallpamayo, porque don Pablo me arroj6 a la cara el platode comida que me habia servido la Facundacha>>. En ese momento delregreso, 61 se sentia <<bien otro>>; pero <<6se y el chico del maizal, sinembargo, eran una sola cosa...>>. Si, Arguedas siempre fue una cosa,pero siempre fue tambi6n dos cosas, y cuando una cosa es dos cosas,nace entre ambas un piano de clivaje que termina por quebrar esa cosaen sus dos componentes, y estos dos componentes mueren los dos por-que no estAn habilitados para vivir separadamente.

Todo esto provoca en Arguedas tremendas oscilaciones en la valora-ci6n de su propia obra. En 1964 se muestra satisfecho de Todas las san-gres, satisfacci6n que se confunde en 61 con la admiraci6n hacia su pro-pio pais: <Conozco el Peru a traves de la vida, y entonces intent6 escri-bir una novela en que mostrara todas estas jerarquias con todo lo quetienen de promesa y todo lo que tienen de lastre. Somos un pais for-midable.>> Pero un aFio despues, tras una mesa redonda sobre esa novela,el sentimiento se invierte, circunscrito ahora a su vida: <<Creo que hoymi vida ha dejado de tener raz6n de ser... casi demostrado por dos sa-bios soci6logos y un economista; tambi6n hoy, en que mi libro Todaslas sangres es negativo para el pais, no tengo nada que hacer ya en estemundo. Mis fuerzas han declinado, creo que irremediablemente...>> Y en1966 el primer intento de suicidio: <He tomado Seconal... Hay quedefender el pais; yo no s6 c6mo.> Aqui el pal's es ya el agente de ladesesperaci6n. No sabe c6mo defenderlo porque escribir es su inicamanera de hacerlo; escribir o no, revela aqui su consustancial funci6nsocial.

En una de sus cartas-testamento, Arguedas expresa el deseo de quesea Alberto Escobar quien asuma su voz en la ceremonia fiinebre: <<Esel profesor universitario a quien mis quiero y admiro... Anhelaria queEscobar leyera el Ultimo diario>> (cuyo titulo escribe ya sin interrogan-tes). Ahora bien: Alberto Escobar es precisamente uno de los campeo-nes del idioma quechua, quien dirigi6 para el Ministerio de Educaci6nla publicaci6n de doce voltmenes de gramiticas y diccionarios de estalengua, hasta que la ley de 1975 reconoci6 el quechua, al igual queel castellano, como lengua oficial de la reptblica. Uno de los hechosflagrantes que fundamentan esta ley es que la mitad de los habitantesdel Perti son hablantes del quechua (sean bilingiies a monolingies),

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y Arguedas es el escritor que se situ6 en la confluencia de esas dos mi-tades, tratando de participar a fondo en esas dos escindidas mitadesjusto en la linea de clivaje de ese todo nacional.

Es Alberto Escobar precisamente quien analiza otro aspecto del ca-racteristico desdoblamiento con que el escritor presenta sus relatos, enlos que no falta nunca la dimensi6n autobiogrifica: <Enti6ndase quepuede resultar cierto o falso que el hombre-Arguedas haya experimentadosituaciones equivalentes a las que produce el escritor-Arguedas; lo quese sefiala en este caso es la ticnica de concebir a un personaje de laobra como actor y relator de la historia novelada.>>

Escobar formula esta observaci6n a prop6sito de Todas las sangres,novela en la que dice haber entrado <<sin el vano afin de cotejarla conel libro que cada uno de nosotros quisiera reclamar a Arguedas y quequiza alguna vez 61 escriba>>. A mi entender, si lo escribi6 siete afiosdespu6s: es El zorro de arriba y el zorro de abajo. Pero escribirlo lecostari la vida. <<Si no escribo y publico, me pego un tiro>>, dice en mayode 1968. Y en febrero de 1969: <<Si, en esas lineas que escribi en Chim-bote, luego de haber decidido nuevamente eliminarme, todo es purezae impotencia. Entonces agonizaba porque no podia escribir el segundocapitulo; ahora se trata del tercero.> El 25 de octubre, Arguedas vuelvedefinitivamente a su pais, dominado por <la obsesi6n de no poder es-cribir, luchar>. Ya al borde de la muerte, 6sta se insinja en la simplefrase: <<Ahora estoy sin poder escribir nada...>, lo que en su sistemade equivalencias significa tambin <<ahora estoy sin poder vivir nada>.Es en <<los zorros> precisamente donde ese desdoblamiento actor/relator(hombre-Arguedas y escritor-Arguedas) lega a la culminaci6n, y esa cul-minaci6n no se cerrara sino con la muerte del hombre, de la que Ar-guedas sera autor tanto como del libro.

El escenario de <los zorros>> es Chimbote, la implacable ciudad cos-tefia y pesquera. El realismo real de Arguedas presentando a Chimbotepuede resultar tan magico, por ejemplo, como el magico realismo deGarcia Marquez pintando a Macondo. Y esto, a pura magia de realidad,a pura percepci6n de las migicas profundidades de la realidad, que pue-de ser suficiente percibirlas sin necesidad de inventarlas. Sobre todocuando Chimbote no es s61o Chimbote, sino que, gracias a esas <<pers-pectivas ampliadas desmesuradamente>> de que habla Westphalen, esPeru, es el mundo. Arguedas recuerda con admiraci6n el lenguaje migicode la narradora Carmen Taripha, la criada del cura en Marangani, Cuz-

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co, que, al contar su suceso, imitaba tanto a los animales, <<que el sal6ndel curato se convertia en cuevas, en montes, en punas y quebradas>.Asi sentia Arguedas el <<realismo mtgico>, y por eso encuentra que Gar-cia Marquez <<se parece mucho a dofia Carmen Taripha>>.

Ahora bien: ,en qu6 idioma necesitaba escribir Arguedas mas allyde la dualidad quechua/espaiiol? Hay en 61, por lo menos, un intentode trascender esa dualidad cuando nos dice que quisiera expresarse enel lenguaje de la naturaleza; por ejemplo, en el de las cascadas del Peru:<<Ellas retratan el mundo para los que sabemos cantar en quechua.>>Mas atn: quisiera hablar <el lenguaje del nionena>, ese chancho mos-trenco que, cuando 61 le rascaba la cabeza, <<medio quiso huir, pero ladicha de la rascada lo hizo detenerse; empez6 a gruiiir con delicia, luegose derrumb6 a pocos y, ya echado y con los ojos cerrados, gemia dul-cemente>>.

La esperanza reaparece en 61 de tanto en tanto: <iNo podr6 seguirescribiendo mas?... Habia empezado a crecer el torrente del mundovivo en mi cuerpo.> Pero las esperanzas no se realizan: condenado porsu circunstancia cultural, Arguedas debe escribir forzosamente en espa-iol: <<iCuinto me cuesta encontrar los t6rminos necesarios!>>, dice en unahogado par6ntesis cuando relata su aventura con el nionena: <<jQued6bil es la palabra cuando el inimo anda mal! Cuando el nimo est6cargado de todo lo que aprendimos a traves de nuestros sentidos, la pa-labra tambi6n se carga de esas materias. iY c6mo vibra!>> Si, vibra hastaquebrarse como un vidrio, y su linea de clivaje no acaba sino con lavida, porque <<si no escribo... me pego un tiro>. Esta suprema fidelidada su lenguaje es la prueba suprema para un escritor, la inica prueba deque lo es.

<<Escribimos por amor, por goce y por necesidad, no por oficio>>,<<para interpretar el caos y el orden>>. <<Los zorros es una novela escritaal borde del suicidio, y cada palabra en ella parece el iltimo amarrede Arguedas a la vida. En esta misma decada del sesenta, yo habia in-tentado describir la realidad del escritor con las palabras:

Un movimiento se inicia alrededor del poeta lo arrastra a girarpara no caer debe aferrarse a las palabraspara flotar en ese vacio hace falta una balsa o puente colgante

de palabraso escala de seda o palabras por donde tal vez subir.

Jos6 Maria Arguedas no encontr6 en un momento dado esa balsa opuente colgante, no pudo aferrarse a esa escala de seda o de lo quesea. Decide suicidarse, pero nunca en su casa, sino en la Universidad.

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<<Mi casa de todas las edades es 6sta: la UNIVERSIDAD.> Por qu6?Porque s6lo en la Universidad existen fuerzas que puedan <<alimentarel conocimiento>. El conocimiento fue lo esencial para 61, y este conoci-miento se relaciona estrechamente, para 61, con el conocimiento del len-guaje. Alude a su primera mujer, y dice que ella contribuy6 a hacerlemais ficil <<el mejor entendimiento del castellano, la mitad del mundo>>.Un mundo dividido en dos mitades; cortado en dos por una linea declivaje.

Arguedas explica su suicidio con una metafora aprendida en los ca-minos que van de la costa a la sierra peruana: <Quien puede saberqu6 dia o qu6 noche ha de caer un huayco o un derrumbe seco sobreesos caminos?>> Fue una de esas avalanchas, <<que son mas pesadas cuan-do caen dentro del pecho>>, la que le impidi6 terminar <los zorros>>. Laracionalizaci6n de esta situaci6n era otra: <<Me retiro ahora porque sien-to; he comprobado que ya no tengo energia e iluminaci6n para seguirtrabajando, es decir, para justificar la vida.>> Y otra vez la duplicidadde lenguaje: <He sido feliz con mis insuficiencias porque sentia el Peruen quechua y en castellano.>>

Habria que profundizar en esta red de causas y efectos, averiguarque causas y qu6 efectos son atribuibles al extraordinario proceso de laescritura de El zorro de arriba y el zorro de abajo. El dice que los escri-be para no morir: <<He luchado contra la muerte o creo haber luchadocontra la muerte, muy de frente, escribiendo este entrecortado y quejosorelato.>> Es verdad, pues, que escribe para no morir. Pero tambi6n escierto que muere cuando no puede escribir mis. 4O no quiere? Westpha-len pone en duda el invocado agotamiento de la capacidad creadora:<<Puede sefialarse -sefiala- que el relato gana en fluidez e interes amedida que avanza.>>

Entonces, Arguedas muere, quizi porque 6se era el unico desenlaceposible de lo que escribia. En los diarios que intercala en <los zorros>>,61 se ha hecho, ademis de autor, personaje de esa novela. Y esto fue,por cierto, involuntario. El s61o quiso seguramente dar salida entre capi-tulo y capitulo, de su novela propiamente dicha, a la angustia de susituaci6n personal en su lucha decisiva de escribir para no morir. Peroel efecto fue mis alli de esta catarsis, pues los personajes de la novela,inclusive 61 mismo, se le mezclaron con los de la realidad. El Ultimodiario? muestra, con su indicaci6n de <<trozos seleccionados y corregi-dos>>, que los diarios eran tratados como materia literaria, y con sus in-terrogantes c6mo el verdadero suspenso del libro esta en esos diarios(la novela en si es un gran fresco mas espacial que temporal).

En la literatura de todos los tiempos no faltan antecedentes del des-

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doblamiento del autor en personaje, o del mismo personaje en dos per-sonajes. Primero, Macedonio Fernandez, y luego, l6gicamente, Borges seasombraron del efecto desestabilizador de la realidad -la esencia mismade la novela, segin Macedonio- que produce ver a don Quijote en lasegunda parte de su novela comentando la suerte de la primera (ic6mo,entonces no es un personaje, sino un ser real!). Mas atris en el tiempo,Emilio Adolfo Westphalen sefiala la iltima novela de Arguedas como<<una nueva versi6n del precario destino de Scherazada, pendiente de lahabilidad de la hermana para retener con un nuevo relato el inter6s delsultan>>. En las fuentes de la literatura peruana, Julio Ortega ha adver-tido una situaci6n andloga: que en la primera parte de sus Comentarios,el Inca Garcilaso <<nos ofrece la historia como una derivaci6n de la bio-grafia... en la que 61 mismo esta implicado como el testigo, como elinterprete .

Pero estos desdoblamientos, que yo sepa, no han sido llevados al dra-matismo de El zorro de arriba y el zorro de abajo, ni se ha ilegado a esedramatismo a lo largo de un proceso a la vez lingiiistico y tan humana-mente torturado. ,Cuando se ha dado ese paralelismo, esa imbricaci6nentre la vida de un escritor y la animaci6n de su ficci6n; esa interrela-ci6n entre el viviente que quiere morir si no puede escribir y la novelaque no se escribir6, cuyos personajes moririn automiticamente en cuantono sean escritos?, como diria Macedonio Fernandez.

Es tambi6n en el ZUltimo diario? donde los sucesos de Chimbotetoman su desenlace, el final que, si bien frustrado en la queja de Ar-guedas por no poder escribirlo, es quiza el mejor final novelisticamenteposible. Quiza no hubiera sido mis eficaz que el autor llegara a escri-birlo como explica que lo plane6. Seguramente el instinto narrativo deArguedas sabia esto muy bien, y sabia tambi6n que el verdadero fin dela novela era su propio fin. <<En agosto -dice Westphalen-, el desen-lace de la novela ha sido ligado al del propio autor.>>

Jos6 Maria Arguedas, personaje, no tenia otra salida (novelistica)que morir. Por tanto, Jos6 Maria Arguedas, novelista, lo mata como talpersonaje, y por ello le es necesario matar tambi6n a Jos6 Maria Argue-das, autor. Para matarse literalmente le hacia falta matarse fisicamente,puesto que 61 mismo se ha hecho un personaje <fisico> de su novela.

El viernes 28 de noviembre de 1969, al promediar la tarde, Jos6Maria Arguedas se dispara no uno, sino dos tiros: uno por el zorro dearriba, otro por el zorro de abajo; uno por la lengua quechua, otro porel castellano. El clivaje se ha definido; ya esta de veras partido en dos.Un estudiante escribe sobre su tumba: Kaypiraqmi Kachkani (aqui metienen todavia).

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