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7/24/2019 Juan Antonio Flores - Trabajo de Campo Etnogrfico y Gestin Emocional - Notas Epistemolgicas y Metodolgicas
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Trabajo de campo etnogrfico y gestinemocional: notas epistemolgicas ymetodolgicas1Juan Antonio Flores MartosUniversidad de Castilla-La Mancha
Palabras clave: etnografa, trabajo de campo, gestin emocional, epistemologa, meto-dologa.
Resumen: tras un breve estado de la cuestin de la antropologa de las emociones, y a par-
tir de mi trabajo de campo en Veracruz en los aos noventa, me interesa tratar las emocio-
nes como una variable clave en el proceso de conocimiento/descubrimiento etnogrfico, y
como un factor de naturaleza epistemolgica y metodolgica de primer orden tanto en el
proceso de trabajo de campo como en el de anlisis, reflexin, edicin y escritura del
texto antropolgico. Pretendo ensayar una reflexin sobre los modos en que las emocio-
nes, al tiempo que nos acompaan, componen y contaminan durante nuestra situacin
de campo, mediante un trabajo de gestin emocional, pueden aclarar nuestra lente etno-
grfica, y acceder a conocer y comprender cuestiones que de otro modo quedaran fuera
de nuestro alcance.
En estas pginas, y a partir de mi trabajo de campo en Veracruz (Mxico) en los aos noven-ta, me interesa reflexionar sobre las emociones como variable a tener muy en cuenta en el pro-ceso de conocimiento/descubrimiento etnogrfico, y como aspecto epistemolgico y metodo-lgico de primer orden tanto en el proceso de trabajo de campo como en el de anlisis,reflexin, edicin y escritura del texto antropolgico. En un segundo momento, me gusta-
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Ankulegi 14, 2010, 11-23Fecha de recepcin: 17-V-2010 / Fecha de aceptacin: 22-XI-2010ISSN: 1138-347 X Ankulegi, 2010
1 Mi inters en este campo est en deuda con las discusiones con mis colegas del proyecto Cuerpo y sentimien-to. Expresiones culturales amerindias (HUM2007-63242), dirigido por Manuel Gutirrez Estvez, y con lasconversaciones y referencias sobre la sociologa de las emociones compartidas con Beatriz Muoz. De modo espe-cial agradezco a Luisa Abad el compartir proyectos, libro y conversaciones sobre este campo de la antropologa
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ra incidir en que las emociones, al tiempoque nos acompaan, componen y contami-nan durante nuestra situacin de campo,tambin pueden aclarar nuestra lenteetnogrfica, y acceder a conocer y compren-der cuestiones que de otro modo quedaranfuera de nuestro alcance.
En cualquier caso, me interesara cuestio-nar que las emociones sean una clase decosas que tienen que ver con cada indivi-duo, su intimidad y su biografa estricta-mente personales, y que los nicos expertoscon competencia para hablar sobre ellas sonlos psiclogos o los escritores best-seller delibros de autoayuda esos con los que
supuestamente aprendemos a cmo manejarnuestras emociones y nuestras vidas.
Es importante destacar la doble cualidadde la emocin: culturalmente pautada eindividualmente interiorizada. Como antro-plogo, me centrar ms en analizar el pri-mer aspecto de esta cualidad de la emocin.Contra el sentido comn aceptado y extendi-do, las emociones no son cosas u objetos,estados absolutos, sustancias que podamos
proyectar de un sujeto a otro, o de un grupode seres humanos a otro, ni tampoco sonexclusivamente procesos fisiolgicos cuyodesciframiento podamos operar en una clavebioqumica (Le Breton, 1999: 9). Paranosotros, los antroplogos, son relacionessociales fusionadas con significados cultu-rales, procesos ms que estados, que seproducen no de un modo natural, sinoconducidas mediante pautas y convencionessocioculturales cambiantes en tiempo y
espacio. Esto supone una concepcin antie-sencialista de las emociones que se opone a la
visin ontolgica de la emocin propia dela psicologa clnica2. Los humanos experi-mentamos afectivamente los acontecimien-tos de nuestras existencias a travs de reper-torios culturales diferenciados. Tomarconciencia de esto implica evitar una prcti-ca muy habitual cronocentrista y etnocen-trista entre nosotros los occidentales: la denaturalizar las emociones, trasladndolassin precauciones de una cultura a otra, a tra-vs de un sistema de traduccin ciego eimpermeable a las condiciones sociales deexistencia que envuelven la afectividad (LeBreton, 1999: 10).
De qu hablamos cuando hablamosde antropologa de las emociones?
Las ciencias sociales en Occidente han esta-do lastradas hasta hace bien poco por unasuerte de escolasticismo y un problema epis-temolgico de alcance, heredado de la hege-mona que el positivismo y una cierta clasede racionalismo han mantenido en la cons-
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de las emociones. Agradezco a los dictaminadoresannimos las sugerencias realizadas para la mejora deltexto.
2 Tal visin ontolgica de la emocin es un elemen-to central de la psicologa clnica, y se opone a lavisin de que sentir una emocin es un proceso lbil,resultado de la interpretacin y de la clasificacin, quedepende a su vez de pistas simblicas provistas por elcontexto. Tal como han sostenido muchos antroplo-gos y psiclogos sociales, no hay una sustancia emo-cional esperando a ser conocida, nombrada y revelada.Lejos de ser bloques de experiencia o de concienciaesperando ser descubiertos y adecuadamente nombra-dos, los nombres de las emociones y la experiencia de
las emociones son generados de manera fluida y con-textual. La visin de que las emociones son bloques deexperiencia, reprimidos, almacenados y a la espera deser nombrados y liberados, alimenta directamente losintereses de los psiclogos, que definen su trabajocomo el de exponer, nombrar adecuadamente y trans-formar las emociones (Illouz, 2008: 262).
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truccin de la ciencia occidental: lo cientfi-co y aceptado por la academia era contem-plar a personas (investigadores) que queranestudiar a otras personas sin ser humanasellas mismas, y ocultando y negando prota-gonismo y elemento de reflexin a unoscomponentes tan especficamente humanos,y tan constitutivos de las relaciones socialescomo son los sentimientos y las emociones3.
Estas ciencias nuestras han trazado su iti-nerario construyendo la falsa oposicin entreel campo de la razn (hasta la actualidadconsiderado el propio de esas ciencias), y elde la emocin (tambin, hasta hoy en da,considerado supuestamente ajeno a esas
ciencias, y adjudicado como parcela msapropiada o coto casi privado para las artes).
Adems de una clara manufactura hist-rica, social y cultural, las emociones y lossentimientos son formas de accin simblicaen la que la emocin se entrelaza de modontimo con el compromiso del yo que parti-cipa de dicha accin en conexin estrechacon otros aspectos de la estructura social y elsentido contextuales.
Los primeros autores de la sociologa cl-sica trataron los afectos y emociones en sustrabajos si bien de modo residual o margi-nal, limitados por la racionalidad positivis-ta. Illouz (2007) demuestra cmo los clsi-cos de la teora social incluyeron laproblemtica de las emociones en la vidasocial, aunque en ocasiones no mencionenexplcitamente dichas emociones en susobras. Quizs destaque especialmente lasociologa de Durkheim, y sus indagaciones
sobre lo que mantiene unida a la sociedad apesar de la carencia de intensidad emocionalen la vida moderna. A este respecto, este
autor incide en que la base de la vida sociales simultneamente moral y emocional, ycmo la efervescencia que explica la soli-daridad es de origen emocional (Durkheim,1982).
La sociologa de la emocin, en tanto queperspectiva especfica y novedosa, nos llevaalguna ventaja en intensidad de sus reflexio-nes y construccin terica, desarrollndoseun lustro antes que los textos fundacionalesde la antropologa de las emociones. Lasaportaciones que desde la sociologa de lasemociones fundamentada en la constata-cin de que la mayor parte de las emocioneshumanas se nutren y tienen sentido en el
marco de las relaciones sociales, como uncampo discreto, se han realizado a partir delltimo cuarto del siglo XX. Hochschild esla pionera en este campo (1975), al generary desarrollar los conceptos de emotion worktrabajo o gestin emocional (1979), y cul-tura emocional compuesta de ideologas dela emocin sobre actitudes apropiadas, senti-mientos y respuestas emocionales a las esfe-ras bsicas de la actividad. Una completa
revisin terica de la sociologa de las emo-ciones es la de Turner y Stets (2005).En buena medida, el surgimiento y la
constitucin de las disciplinas sociolgicasen el siglo XIX se produce, como sealaSurralls (2005: 4), a partir del olvido deque la filosofa social de los siglos preceden-tes se haba focalizado en tratados sobre laspasiones, siendo la psicologa la que se apo-dera de la dimensin individual de los afec-tos y la emocin, constituyndose en discur-
so experto y cientfico sobre los mismos.Tambin conviene destacar aqu la tesis
que sostiene la sociloga Eva Illouz en sulibro Intimidades congeladas. Las emociones en elcapitalismo (2007): la edificacin del capita-lismo se hizo de la mano de la construccin
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3 Vase el excelente artculo de Martnez Sentimien-tos y emociones (2006: 540-549).
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de una cultura emocional muy especializada.Argumenta que ese capitalismo emocionalgener una manera de amar y trabajar espe-cfica, situando en la base del mismo al psi-coanlisis, que produjo, en la historia de lacultura norteamericana, un nuevo estiloemocional: el estilo emocional teraputico.Sus trabajos tienen una cierta trascendenciaal ofrecernos informacin sobre esa culturaemocional del capitalismo que como antro-plogos occidentales podemos estar compar-tiendo en mayor o menor medida, y elemen-tos para una revisin y autocrtica en lasproyecciones y contaminaciones que pode-mos estar desplegando al trabajar sobre las
emociones en otras sociedades ms ajenas adicha cultura emocional.
Ya saltando a la antropologa, Le Breton(1999) desde la subdisciplina de la antro-pologa del cuerpo ha explorado los modosde construccin sociocultural de las emocio-nes, desde una perspectiva transcultural, ygenerado el concepto de cultura afectiva4
para el repertorio de emociones y sentimien-tos con los que los seres humanos se desen-
vuelven en sus vidas. Segn este autor, unacultura afectiva estara proporcionandoesquemas de experiencia y de accin, que
guiaran su conducta segn su estilo perso-nal, pero adems es un medio para otorgarsentido a las circunstancias que repercutensobre l. Desde este punto de vista, la emo-cin, enmarcada en esa cultura afectiva, serauna actividad de conocimiento (Le Breton,1999: 11-12).
Para la antropologa, hablar de emocioneses hablar de educacin, de una educacinsentimental. Dos obras bien conocidas tie-nen un ttulo homnimo: la novela de Flau-bert (1981), y un ensayo ms reciente, delcampo de la filosofa y la historia del pensa-miento filosfico, de Julin Maras (1994),interesante para comprender los matices de
un proceso de educacin sentimental, y suevolucin temporal, al menos para una socie-dad occidental y cristiana. Desde la perspec-tiva antropolgica, la esfera de las emocionescompete a la educacin y se adquiere segnlos modos particulares desplegados en lasocializacin del nio, y no son ms innatasque la lengua (Le Breton, 1999: 12).
Desde los trabajos de la antroploga ypionera en esta nueva perspectiva de la
antropologa de las emociones, MichelleRosaldo, conviene tambin olvidarse denuestra falsa convencin y oposicin entrelas emociones (como asuntos del corazn yrealidades irracionales), y pensamientos(como asuntos de la mente y de la razn,y, por tanto, racionales). En 1984 ya sea-laba que las emociones eran embodiedthoughts5, pensamientos encarnados en unsentido literal ideas e ideologas hechascuerpo.
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4 Una cultura afectiva forma un tejido apretado enque cada emocin se pone en perspectiva dentro deun conjunto indisociable. Hablar de las emociones entrminos absolutos, como por ejemplo de la ira, elamor, la vergenza, etctera, equivale a hacer en unaforma ms o menos clara de etnocentrismo, al postu-lar implcitamente una significacin comn a dife-
rentes culturas. Cuando en realidad los motivos de lavergenza, por ejemplo, pueden ser ajenos y descono-cidos para otras sociedades y muy diferentes las con-secuencias, y la vivencia afectiva as enfocada no tenerprcticamente rasgos comunes con la de un individuoavergonzado de nuestras propias sociedades. (LeBreton, 1999:142).
5 Thus, for me, the crucial point and one muchmore profound than it initially appears is recogni-tion of the fact that feeling is forever given shapethrough thought and that thought is laden withemotional meaning. I can then argue much as pro-posed earlier that what distinguishes thought and
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Antes de esta autora, en antropologa, lossentimientos (y las emociones) de los pue-blos estudiados han estado siempre presentesde forma tcita pudindose hablar de que elpapel de las emociones en antropologa se hatenido en cuenta siempre, pero rara vezconstituyendo un objeto singularizado parael estudio. Observaciones impresionistas deletngrafo en el campo acerca de los estadosde nimo o los sentimientos recprocos consus informantes han logrado pasar rara vez alos informes publicados y a la imprenta; casisiempre, han permanecido escondidas en laslibretas y cuadernos de los diarios de campo.En este sentido, fue muy revelador el efecto
catrtico que tuvo en la profesin la publica-cin en el ao 1967 con carcter pstumo ypor decisin de su viuda de los diarios deMalinowski (1989), llenos de consideracio-nes sobre sentimientos nativos y propios.El desvelamiento de la soledad, la frustra-cin, las actitudes agresivas y las descalifica-ciones raciales hacia los nativos de Mali-nowski tuvo el efecto de hacer visible lacontradiccin entre un mtodo cientfico
ideal apoyado en la fantasa asptica delobservador indiferente y de su mirada ento-molgica hacia su entorno y las conductasreales del etngrafo gobernadas por deseos,pasiones y componentes irracionales.Paradjicamente, en la profesin se generuna actitud ms vigilante y beligerantehacia las emociones propias del etngrafo y
su protagonismo en las interacciones y rela-ciones con los informantes. Debido a ello, lasemociones no cobraron un mayor protago-nismo ni en la reflexin, ni en la escritura nien los textos antropolgicos a partir de estesupuesto escndalo.
Por otra parte, la sobrevaloracin desdenuestra perspectiva como antroplogos delas dimensiones individuales de la emocin odel sentimiento ha dificultado la constitu-cin de un corpus terico consensuado queincidiese en los aspectos sociales y culturalesde las emociones, quizs por la consideracinde las emociones como un asunto de las sub-jetividades y algo relativo al individuo6.
El nacimiento oficial de la antropologade las emociones propiamente dicha se sitaen 1986, cuando Catherine Lutz y G. M.White publican el artculo The Antropo-logy of Emotions. En el ltimo apartado desu artculo, Lutz y White formulan por pri-mera vez un marco comparativo para el estu-dio de las emociones. Dos aos ms tarde,Catherine Lutz (1988), en su trabajo etno-grfico entre los Ifaluk, demostr que los
significados emocionales estn estructuradosfundamentalmente por sistemas culturales ycontextos materiales y sociales particulares.Tambin demostr que los conceptos sobrela emocin deben ser entendidos ms comodirigidos a propsitos comunicativos ymorales, que como referidos a estados inter-nos supuestamente universales.
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affect, differentiating a cold cognition from a hot,is fundamentally a sense of the engagement of theactors self. Emotions are thoughts somehow felt influshes, pulses, movements of our livers, minds,hearts, stomachs, skin. They are embodiedthoughts, thoughts seeped with the apprehensionthat I am involved (Rosaldo, 1984: 143).
6 Coincido con Beatty (2005: 34) al sealar quedeberamos permanecer agnsticos sobre el elemen-to subjetivo de las emociones e indagar de modo msintenso en los contextos pragmticos y de uso varia-dos de dichas emociones (traduccin propia).
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Trabajo emocional en el campo yemociones en la escritura etnogrfica
Hay aspectos sociales y culturales en las
emociones los que mejor podemos abordarcomo antroplogos, pero tambin aspectossubjetivos e individuales en el etngrafo,teniendo estos un valor heurstico positivoo negativo en la investigacin. A estos lti-mos dedico esta seccin.
Como nuestros colegas mdicos, losantroplogos recibimos alguna clase deadiestramiento aunque menos formalizado,ortodoxo y con otra clase de ideas incuestio-nables para lo que va a ser nuestro ejercicio
profesional, la etnografa, en esa situacinmetodolgica y vivencial singular que es eltrabajo de campo. As, en nuestro oficio, senos ensea el valor y la cautela con la que esnecesario desarrollar la empata, la cercana yla toma de distancia con nuestros informan-tes y el nfasis mdico en la no contami-nacin con las emociones de los otros duran-te el trabajo es inexistente o menor. Msall de su contencin y ocultamiento, hay
una importante falta de entrenamiento, deun disciplinar las emociones. Se ha obviadoque, en nuestro oficio, la utilizacin y elmanejo o gestin de dichas emociones sonun asunto epistemolgico y metodolgico deprimer nivel.
Nuestras monografas y artculos descri-ben o reflexionan poco sobre esas emocionesimplicadas en las relaciones humanas ysociales en las que desplegamos nuestratarea. Pareciera como si estas emociones pro-
pias o ajenas (amor, odio, vergenza, deseo,etc.) no fueran relevantes, como si las mane-jsemos con la suficiente destreza como parasalir triunfantes del reto, o como si se con-virtieran en un equipaje demasiado pesa-do, que lo mejor es no removerlas y ocultar-
las ante el lector, y ante nosotros mismos. O,todava ms, como si estuviramos entrena-dos y programados para convertir emocio-nes, sensaciones y los sentimientos que con-forman nuestras experiencias y losmateriales de campo, en ideas, conceptos yteoras, o todava ms: como si la cienciasocial que nos ocupa canibalizara estos ele-mentos expresivos de subjetividades socia-les, culturales, en su proceso de armar con-ceptos y generar teoras.
Coincido con Woodthorpe (2007: 1) enque lo emocional del proceso de investiga-cin necesita ser incorporado a las discusio-nes metodolgicas, algo que contribuir a
que los investigadores seamos capaces deproducir investigacin social de ms altacalidad. Ello debe hacerse obviando enfo-ques psicologistas proyectivos, intimistasu ombliguistas excesivamente centradosen el autor, y pasando a considerar analtica-mente el impacto de las emociones en lasrelaciones sociales de las que forma parte elinvestigador durante su trabajo de campo, ysobre la investigacin, concibindolas como
herramientas poderosas a travs de las culesanalizar e interpretar datos.Tras mucho tiempo de meticuloso y asp-
tico afn de objetividad cientfica, los antro-plogos nos hemos ido dado cuenta de que larelacin etnogrfica, la relacin de campocon quienes cada vez resulta ms difcil lla-mar informantes, es una parte esencial delmaterial con que lidiamos a la hora de pro-ducir nuestros textos. La informacin obte-nida en campo depende en buena medida de
las relaciones con quienes nos las brindan,del lugar que lleguemos a ocupar en elgrupo estudiado; pero, adems, esa mismarelacin y los juegos de negociacin por losque somos aceptados bajo tal papel y no bajotal otro, la manera en que nuestros estudia-
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dos construyen nuestra figura, es materia dealta significacin, uno de los ejes centralesque pone en perspectiva nuestros resultados.La comprensin de las emociones del inves-tigador se hace difcil sin la autoconcienciade cul ha sido su historia personal, de surepresentacin sobre las relaciones entre lapaternidad y la masculinidad, entre lamaternidad y la feminidad.
El instrumento con el que el antroplogorealiza su tarea es l mismo, su propia subje-tividad, no solo porque son sus ojos y odoslos que van a determinar qu s y qu no vaa convertirse en dato, sino porque su capa-cidad de estar con los otros, con esos otros en
particular, determina la etnografa que lle-gue a hacer, o que finalmente no pueda lle-var a cabo. Nuestra afectividad ocupa enton-ces un primer plano. No es frecuente, sinembargo, que estas cuestiones aparezcan ennuestros textos o que sean tema de reflexinen encuentros de colegas: ya sea por pudor,temor a restar rigor a la labor realizada, odesconfianzas sobre el real valor de algo tanincontrolable.
Pareciera como si la disciplina antropol-gica, adems de proceder a encerrar en unvedado al cuerpo del antroplogo, se hubie-ra construido y nos hubiera adiestradometodolgica y estilsticamente a los del ofi-cio contra los sentidos (salvo el de lavista, consagrado hegemnicamente por laciencia occidental), y contra las emocio-nes, o al menos procediendo a ocultar aunos y otras en el texto.
Asumir esta carencia epistemolgica, esta
laguna en la escritura de etnografas, puedeservirnos de acicate para acrecentar nuestraatencin y produccin de textos que seenfrenten con este problema. En otro lugar(Flores y Daz, 2010) he intentado introdu-cir materiales de cuadernos y libretas de
campo procedentes de mi trabajo en la ciu-dad de Veracruz (Mxico) en los aos noven-ta, textos sin editar que s suelen conteneresas referencias corporales, sensoriales y a lasemociones propias y ajenas, que luego porarte de birlibirloque difcilmente pasan elfiltro de forma y contenido, y no los edita-mos ni en artculos acadmicos ni en mono-grafas, e inclusive tampoco afloran en lasclases a nuestros alumnos. Dicho de otromodo, quizs debamos recurrir a materialesy soportes textuales menos utilizados ennuestro proceso de escritura y construccinanaltica/terica posterior: libretas y cuader-nos de campo, cartas, y correos electrnicos,
que por su carcter demasiado personal, omuy tentativo, efmero o diferido (al produ-cirlos para otros y ser enviados, sin tenerhabitualmente copia o acceso al original),acabamos apartando, poniendo al margen, yen muchas ocasiones olvidando en nuestrosanlisis y prctica antropolgica posterior.
Algunas notas metodolgicas y
epistemolgicas
Es difcil armar una metodologa y episte-mologa que d cuenta de las emociones enciencias sociales en general, y en antropolo-ga en particular, como ha identificado en sureflexin Surralls (2005). Ello no nos debe-ra impedir plasmar algunas constataciones yapuntar vas de exploracin en este sentido,como a continuacin sealar.
NOTAS METODOLGICAS
Centrndome en algunas propuestas en lametodologa a llevar a cabo para el estudiode las emociones desde nuestro campo, se
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hace necesario recuperar los temas que yaintrodujo Dilthey (1978) a propsito delconocimiento a partir de las vivencias, de loslmites de la comprensin emptica y de suconsiguiente inters por la hermenutica.
a) El considerar y aproximarnos a lasemociones como pensamientos incorpo-rados o pensamientos encarnados nosconecta con el proceso de aprendizajecognitivo y descubrimiento de los otrosdurante la experiencia de trabajo decampo, en que tendemos a incorporarliteralmente dichas relaciones sociales,pensamientos y pensamientos encarna-dos las emociones. Y desde esta pers-pectiva nos enfrentamos a una cuestinmetodolgica y epistemolgica central enla antropologa social contempornea:podemos conocer y comprender a travsde nuestras emociones el color y las tex-turas de las emociones de las gentes delescenario social que estudiamos?
b) Se hace necesaria una crtica al objeti-vismo que ha presidido en ocasiones en la
antropologa de las emociones, como pro-pone Surralls (2005: 5),
la antropologa de las emociones, a pesar desu diversidad, considera como un hecho laexistencia objetiva de un fenmeno llamadoemocin, que se puede por lo tanto discri-minar y nombrar, de forma que su estudiono requiere ms metodologa que los tilesconvencionales de los que dispone la antro-pologa. Ahora bien, como los antroplogosde las emociones admiten, no existe en la
mayora de lenguas un trmino parecido alde emocin adems, el campo de lo emo-cional no se puede demarcar tan fcilmentedesde una ptica transcultural.
c) Desde una posicin extrema, algunosantroplogos establecen un lmite con
claridad: no podramos hablar de cmosienten otras personas u otros pueblos,solo podemos hacer desde la antropolo-ga y las ciencias sociales una interpreta-cin de lo que dicen que sienten (discur-sos sobre sus emociones) o analizar losmodos y maneras como lo expresan(representaciones de su emocin).
NOTAS EPISTEMOLGICAS
Estas notas epistemolgicas tratan de serreflexiones sobre la importancia de las emo-
ciones de los distintos actores implicados enla elaboracin del conocimiento antropol-gico. Tal como luego se ejemplificar en elapartado IV con el anlisis de mi experienciade campo.
d) Sobre todo cuando trabajamos enotros contextos, conviene tener en cuentalas relaciones sociales como potencialesproductoras de afliccin y enfermedad enocasiones, y no solo entre los actores
sociales por ejemplo, la mirada queenferma a los migrantes retornados acomunidades tzeltales de Chiapas, segnme comentaba Pedro Pitarch, etngrafocon amplia experiencia en la zona, sinotambin afectando al etngrafo como serhumano y social sensible a dichas fuerzasy vectores durante su trabajo de campo.
e) El discurso relato u ocultamientode las emociones durante el proceso de
investigacin no solamente debemosenfocarlo crticamente como si fueranfiltros en el conocimiento, sino tam-bin como datos en s mismo, conoci-miento relevante en nuestra investiga-cin.
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Trabajo de campo y gestin emocio-nal en mi investigacin en Veracruz
Dentro de mi preocupacin por investigar las
violencias cotidianas que existan en Vera-cruz (Flores, 2005), identifiqu la violacincomo una presencia urbana y una prcticaexistente entre ciertos segmentos de varonesjvenes, algunos de losjuniors de las familiasacomodadas de la ciudad, y, en concreto, dela colonia espaola en el Puerto. Recog ver-siones femeninas que modelan al espaoldel Puerto como una categora que conden-sa adems del rol de explotador, compartidopor el sentido comn veracruzano, el de vio-
lador. Estas prcticas, y especialmente sucondicin de patrn sangrn (prepotente)para muchos trabajadores veracruzanos lacolonia espaola en la ciudad controla unaparte importante de la industria, el comercioy el sector de los servicios locales, perfila alespaol como una figura despreciada entrelos segmentos populares porteos, y comoobjetivo de una violencia latente que afloraen ocasiones. Yo mismo la experiment al
acudir a la pequea fiesta familiar de cum-pleaos de Chepina, acompaado de ungrupo de informantes que eran sus familia-res. Uno de sus invitados, a quin vea porprimera vez, Lencho, mecnico en un tallerde reparacin de automviles propiedad deun espaol, cuando le fui presentado comoespaol, me lanz una mirada de odio pro-bablemente con el poso acumulado duranteaos por la violencia laboral y las humillacio-nes sufridas por su jefe, al tiempo que lleva-
ba la mano a la cintura y me apuntaba poralgunos segundos con una pistola calibre 22que dejaba asomar de debajo de la camisa.
La primera vez que conoc a Juanos, unsastre de la colonia Hidalgo, de orientacinhomosexual, que se ganaba la vida modesta-
mente en su casa-taller y con facultad para lavisin e incorporacin de espritus, fue unaexperiencia chocante que me atrevo acalificar de choque elctrico en sentido lite-ral, violento. En una fiesta de graduacin,unos amigos comunes me presentaron comoun amigo espaol, y al darnos la manoocurri lo que reflejo en este fragmento demi diario de campo:
Cuando le di la mano, Juanos se desequili-br, empuj mi mano hacia m, y por cues-tin de unos 8 o 10 segundos asistimos a unaespecie de pulso vertical espontneo y extra-o, luego logr soltarse (yo no le apretaba loms mnimo) y se march enojado a su lugaren la mesa en que estaba. Ral enseguida fuea sentarse a su lado a platicar con l. En esemomento, todos los hombres, la flota de mimesa, se pusieron en pie y a hablar conmigopara que les dijera qu nos haba pasado,cmo haba estado la onda. Diciendo expre-siones de asombro como Chale, qu fueeso!, o de asco, Gucala!!, y ahora qu lepas a este puto!. Tambin empezaron acotorrearme acerca de su condicin de gay-homosexual, interpretando que al darle la
mano se excit demasiado y no se pudo con-trolar. Enrique F. dijo: Se culipante toditaal darle la mano a Antonio!.Y George C.:Se le hicieron burbujitas de caca! (diariode campo IV-96, 22 de noviembre de 1996).
Finalmente y a travs de la intermedia-cin de estos amigos comunes, le visit dasdespus para entrevistarle en su casa-taller.As rememoraba la escena Juanos:
Mira, yo me apen mucho con lo que pas enese da que vinistes Me bajastes el pedoque yo tena tan bonito y yo andaba con unamigo que es medio castroso, y me peghasta una cachetada y Qu tienes?, estabayo muy asustado, no, no s qu me pasYono anduve muy tomado Porque yo a ti no
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te conosa, no y nos estaban presentandoYo sent que andabas lleno de vibras Fueeso exactamente lo que pas!, que t andabascargado de vibras, pero t no lo sentistes, os? No, t te descargastes, en fin, soltastes
toda la energa, de todas las gentes que hasvisitado tantos, de todos los das, no s sipositivas o negativas, yo pienso que positi-vas, que no hemos pasado nada malo no, peroyo de momento me qued, fjate, y me diopena, no, por la gente (Juanos, entrevista, 25de noviembre de 1996).
En sus palabras intenta explicar lo quepas, y las sensaciones mutuas que tuvimosambos, a partir de mi investigacin con
mdiums de la ciencia espiritual de la ciu-dad, y que al darle la mano le transmittodas las energas vibras que yo habaido acumulando durante mis entrevistascon ellas. En ese primer momento de laentrevista, yo todava no saba sus experien-cias negativas con otros espaoles, ydurante esos y otros encuentros, en ningnmomento llegamos a verbalizar que en nues-tro choque sensorial y violento al menos
cmo lo percibi l, mi condicin de espa-ol pudiera estar marcando dicha experien-cia fisiolgica y emocional.
En una entrevista me contaba la expe-riencia traumtica que haba tenido en elpasado con sus jefes espaoles en variasempresas. Trabaj como contador (contable)de diferentes comercios, y tuvo problemasserios en ellos al descubrirle que cometapequeos robos de vez en cuando. Senta quelos espaoles que vivan en el Puerto de
Veracruz eran unos explotadores, prepoten-tes y maleducados, cuyas prcticas vulnera-ban las leyes. Un amigo abogado le consi-gui sacar tras dos das en la crcel. Habasido previamente retenido, secuestrado, ensus palabras, interrogado, maltratado fsica-
mente en la bodega (almacn) de la empresa,y luego juzgado all mismo por el propie-tario y sus abogados, y al no conseguir queconfesara lo llevaron a la crcel. En otra oca-sin, al ser descubierto en otro robo hormi-ga en otra empresa, huy de la ciudad refu-gindose en un rancho cerca de San AndrsTuxtla, y ponindose en manos de la bruje-ra de Guillermo Cadena, un brujo de pres-tigio de la zona de los Tuxtlas, al sur deVeracruz, que entretuvo al propietario dedicho negocio envindole una enfermedadgrave a un familiar cercano, que distrajo suatencin de l y del juicio emprendido con-tra su persona7.
Esa escena del choque o pulso conJuanos, cuando fuimos presentados y estre-chamos nuestras manos, tiene algo deljuego profundo sobre el que reflexionaGeertz (1988). Como en esa ria de gallos enBali, en que ese autor comprueba cmo laemocin es utilizada para fines cognitivos(Geertz, 1988: 369), tambin esa y otrassituaciones en las que particip y me involu-cr durante el trabajo de campo en Veracruz,
me permitieron entonces y en este precisomomento en que escribo estas lneas, cono-cer y comprender algo sobre esa sociedad ysus gentes, que de otro modo no hubierapodido llegar a entrever: en este caso, la con-frontacin, la condensacin y la exhibicinde fuerzas coloniales y postcoloniales, dediferencia tnica y nacional, de gnero ydiversidad de opcin sexual, e inclusive de
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7 En este contexto, la hechicera se revela como un
fenmeno de violencia simblica, de agresin, perotambin de defensa, una respuesta y canalizacin dela violencia de los subalternos frente a los poderososque tienden a ostentar prcticamente el monopolio dela violencia (ejercida por propietarios sobre trabajado-res, espaoles sobre veracruzanos, o por varones sobremujeres).
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las lgicas y prcticas del racionalismo euro-cntrico con las lgicas y prcticas del espi-ritismo y la hechicera como formacionessubalternas.
Topndome con esta clase de violencias yen ocasiones experimentando al menos tan-gencialmente sus efectos o alcance, al com-prometer mi emocin como investigador eimplicando mis atributos de varn y espa-ol obtuve respuestas emocionales, y unaapertura a hablar de temas difciles para misinterlocutoras e interlocutores: de Juanos,sobre su pasado de choque y persecucin porespaoles que le secuestraron y pegaron;de ngeles y Betty, sobre su violacin por
juniors espaoles; y de Guadalupe, sobre suexperiencia de maltrato y violencia intrafa-miliar experimentada primero por su padre,y despus por su esposo. Este caso puedeconsiderarse una paradoja, y alejado de lasrecomendaciones y alertas que reflejan losmanuales de trabajo de campo etnogrfico,acerca cmo nuestra posicin, nuestro perfily atributos como investigadores pueden con-dicionar o inclusive anular nuestras relacio-
nes sociales con los informantes y el acceso aciertos conocimientos. O tambin podemosentenderlo, no como una contradiccin, ouna casualidad, sino como una suerte deapertura de una va expresiva de ese traumacultural y sufrimiento social, propiciadospor una figura que, encarnando y rememo-rando alguno de los rasgos del agresor, almismo tiempo permite establecer una rela-
cin, una conversacin, con una figura an-loga a la productora de violencia en origen.En este caso, la de este etngrafo, en sus atri-butos marcados de varn y espaol.
O, dicho de otro modo, durante mi inves-tigacin de campo en las relaciones socialese interpersonales que desarroll, y en espe-cial en las entrevistas con algunos de misinformantes, estos contribuyeron a crear tra-mas discursivas de expresin de esas expe-riencias de trauma social y cultural precisa-mente con una persona que, en un dilogo ocercana compartida, concentraba en su per-fil su condicin de extranjero/ajeno a sumundo social cotidiano, y a la vez comparta
alguno de los atributos de las figuras agreso-ras y responsables de originar dicho dao.En perspectiva, mi implicacin emocionalme ayud a conocer y reflexionar mejor acer-ca de algunas de las fuerzas en la constitu-cin social y cultural de esta cultura urbana,y de unas subjetividades y sujetos singularesque siguen desafiando mi comprensin y miafectividad.
Quizs convenga replantear o transfor-
mar nuestro mtodo en el sentido de abrirloa la percepcin, comprensin y reflexin delas emociones y los sentimientos en la inves-tigacin antropolgica, desde la posicin deun dilogo emocional con los sujetos queestudiamos, y rompiendo con el canon delobservador indiferente que ha influidodemasiado tiempo sobre la etnografa y losetngrafos.
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Gako-hitzak: etnografia, landa-lana, epistemologia, emozioen kudeaketa, metodologia.
Laburpena: emozioen antropologiaren egoeraren azterketa labur baten ondoren eta nik
90eko hamarkadan Veracruzen egindako landa-lana oinarri hartuta, ezagutza/aurkikuntza
etnografikoaren prozesuan giltzarri diren aldaera moduan, eta landa-lanaren prozesuan
nahiz testu antropologikoa aztertzeko, horren inguruan gogoeta egiteko, editatzeko eta
idazteko orduan lehen mailako izaera faktore epistemologiko eta metodologikoko moduan
tratatu nahi ditut emozioak. Gure landa-lan horretan laguntzearekin, lan hori osatzearekin
eta kutsatze-arekin batera, emozioak kudeatzeko lan baten bidez gure emozioek gurelente etnografikoa argitzeko eta bestela inolaz ere jakingo, ezagutuko eta ulertuko geni-
tuzkeen gauzetara iristeko dituzten moduen inguruko gogoeta egitea da nire asmoa.
Keywords: ethnography, fieldwork, emotion work, epistemology, methodology.
Abstract: this article presents a brief theoretical review of the anthropology of emotions
from my fieldwork in Veracruz in the 90s. I was interested in dealing with emotions as a
key factor in the process of knowledge and ethnographic discovery, and as an epistemolo-
gical and methodological main factor in both the process of fieldwork, as in the analysis,
reflection, edition and writing anthropological text. I intend to try to reflect on the ways
in which emotions, while with us, make up and polluted during our field situation, with
emotional management work can clarify our ethnographic lens, and access to knowled-ge and understanding issues that would otherwise be beyond our reach.
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