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1 Convengo con lo argumentado sobre el concepto de cultura por Raymond Williams en Keywords: A Vocabulary of Culture and Society. (1983) Escritos, Revista del Centro de Ciencias del Lenguaje Número 28, julio-diciembre de 2003, pp. 125-148 Juan Rulfo y la representación literaria del mestizaje Elisa Rizo Este trabajo analiza el tratamien- to literario del espacio mestizo mexicano en dos cuentos de El lla- no en llamas (1953): “Nos han dado la tierra” y “El día del de- rrumbe”. El análisis trae a cola- ción textos escritos por Rulfo en los últimos años de su vida: “México y los mexicanos” (1986) y “Notas sobre la literatura indígena en México” (1981), además de algu- nos comentarios hechos en presen- taciones. Aunque de producción anterior, sus cuentos revelan pre- guntas paralelas a las de los ensa- yos mencionados, pues aluden sim- bólicamente a las políticas cultu- rales del discurso oficial en Méxi- co y a los efectos de las mismas en la población rural de la primera mitad del siglo XX. La cultura es un proceso dinámico y sujeto al cambio 1 . En el caso de México, asumir una cultura nacional mestiza sugiere estatismo y dependencia de un discurso oficial que evoca estrategias de control colonial. Sobre todo, si se considera que éste fue construido en los años posteriores a la revolución agraria y depende de su vincula- ción a una lengua colonial –el castellano– y a la noción positivista de una “raza nacional”. La definición común de esta “raza mexica- na” proclama, como característica principal, la integración de ele- This article analyzes the literary treatment of Mexican mestizo space in two stories of El llano en llamas (1953): “Nos han dado la tierra” and “El día del derrumbe.” The analysis collates texts written by Rulfo in the last years of his life: “México y los mexicanos” (1986) and “Notas sobre la literatura in- dígena en México” (1981), along with some commentaries made in the presentations. Although an earlier production, his stories express si- milar questions to those in the essays mentioned above since they allude symbolically to the cultural politics of official discourse in Mexico and the effects of these on the rural population of the first half of the 20 th century.

Juan Rulfo y la representación literaria del mestizaje

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1 Convengo con lo argumentado sobre el concepto de cultura por RaymondWilliams en Keywords: A Vocabulary of Culture and Society. (1983)

Escritos, Revista del Centro de Ciencias del LenguajeNúmero 28, julio-diciembre de 2003, pp. 125-148

Juan Rulfo y la representaciónliteraria del mestizaje

Elisa Rizo

Este trabajo analiza el tratamien-to literario del espacio mestizomexicano en dos cuentos de El lla-no en llamas (1953): “Nos handado la tierra” y “El día del de-rrumbe”. El análisis trae a cola-ción textos escritos por Rulfo en losúltimos años de su vida: “México ylos mexicanos” (1986) y “Notassobre la literatura indígena enMéxico” (1981), además de algu-nos comentarios hechos en presen-taciones. Aunque de producciónanterior, sus cuentos revelan pre-guntas paralelas a las de los ensa-yos mencionados, pues aluden sim-bólicamente a las políticas cultu-rales del discurso oficial en Méxi-co y a los efectos de las mismas enla población rural de la primeramitad del siglo XX.

La cultura es un proceso dinámico y sujeto al cambio1. En el casode México, asumir una cultura nacional mestiza sugiere estatismo ydependencia de un discurso oficial que evoca estrategias de controlcolonial. Sobre todo, si se considera que éste fue construido en losaños posteriores a la revolución agraria y depende de su vincula-ción a una lengua colonial –el castellano– y a la noción positivistade una “raza nacional”. La definición común de esta “raza mexica-na” proclama, como característica principal, la integración de ele-

This article analyzes the literarytreatment of Mexican mestizo spacein two stories of El llano en llamas(1953): “Nos han dado la tierra”and “El día del derrumbe.” Theanalysis collates texts written byRulfo in the last years of his life:“México y los mexicanos” (1986)and “Notas sobre la literatura in-dígena en México” (1981), alongwith some commentaries made in thepresentations. Although an earlierproduction, his stories express si-milar questions to those in theessays mentioned above since theyallude symbolically to the culturalpolitics of official discourse inMexico and the effects of these onthe rural population of the first halfof the 20th century.

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mentos indígenas y españoles. Sin embargo, tales elementos y suresultante amalgama terminan por revelar su calidad de imágenesprefabricadas que, a pesar de su complejo diseño, poco tienen quever con la realidad cultural de México. Lo indígena, en la historiogra-fía oficial, refiere a un pasado precolonial grandioso (predominante-mente azteca); lo español, a la magnanimidad de los conquistado-res y sus descendientes que, nacidos en tierra americana, se reve-laron contra la corona para forjar una nación. En suma, el discursoposrevolucionario logró consolidar la idea de una sociedad mestizay moderna, contenedora del orgullo del “pasado indígena” y, al mis-mo tiempo, asimiladora de “los avances” de la cultura occidentalhispana (marcadamente estadounidense en las últimas décadas).

La problemática que supone la imposición de un monolito, comoel mestizaje para definir la cultura de toda una nación, se ilustra endos cuentos de El llano en llamas (1953): “Nos han dado la tierra”y “El día del derrumbe”. El análisis de estos cuentos llama la aten-ción sobre aquellas instancias de desfamiliarización literaria, en quela cultura campesina representada se percibe como “distinta”, “atra-sada” y hasta “extraña”, en oposición a la cultura dominante (“más”mestiza) de los centros urbanos. La desfamiliarización se identificaen la representación de una “agencia”, es decir, la voluntad y capa-cidad de acción de un grupo, sin perder de vista las fuerzas exter-nas que pueden afectar tales acciones (Ashcroft, Griffiths et al.,1998, 8-9). La “diferencia cultural” se aludirá con el fin de destacarla presión impuesta a ciertos personajes que no han adoptado eldiscurso homogeneizador de los símbolos, mitos e iconos del mesti-zaje (Bhabha, 1994, 20).

Cabe aclarar que, en los cuentos a analizar, “agencia” no seentiende como una característica esencial de un grupo dado, sinocomo un proceso de supervivencia que se ve afectado por eventoshistóricos, económicos y sociales. El contacto y cooperación diaria,entre la variedad de etnias y culturas que conviven en el territorio,hacen concebir al espacio cultural mexicano como un “intersticio”2.

2 Homi Bhabha, en The Location of Culture, propone “intersticio” como ladimensión en el que diversos grupos “negocian” su identidad cultural (1994, 4).

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Esto es, como un espacio en el que los procesos de intercambiocultural se dan con base en múltiples afiliaciones y renuncias indivi-duales a grupos específicos; mismas que se limitan por circunstan-cias sociales, económicas e históricas. Las producciones artísticasde México, sobre todo las literarias, se nutren de materiales discur-sivos de este rico contexto cultural. La obra de Rulfo llama espe-cialmente la atención porque, a pesar de su peso en el canon litera-rio, sugiere un discurso sobre la cultura que se opone, o, al menos,cuestiona el discurso cultural oficial: el mestizaje.

La construcción de los personajes campesinos en los cuentos aestudiar presenta indicadores de una diferencia cultural con res-pecto a la cultura de los miembros del grupo dominante (hispaniza-do, occidentalizado, citadino). Sin embargo, no se propone aquí in-terpretar al campesino rulfiano como indígena o sugerir la lecturade la obra de Rulfo como indigenista. Más bien, se plantea la iden-tificación de una simbología literaria que representa la tensión entrelos discursos culturales en México, entendiendo el sentido foucaul-tiano de “discurso”.

El interés en analizar el tratamiento de dinámicas de tipo colo-nial3 en “Nos han dado la tierra” y “El día del derrumbe” surgió dela lectura de textos escritos por Rulfo en los últimos años de suvida; en especial: “México y los mexicanos” (1986) y “Notas sobrela literatura indígena en México” (1981), además de algunos co-mentarios hechos a entrevistadores. En tales textos y comentarios,Rulfo llama la atención sobre los problemas que plantea el discursodel mestizaje y, por extensión, de la literatura indigenista. Aunquede producción anterior, su cuentística revela inquisiciones paralelasa las de los ensayos mencionados, con respecto a las políticas cul-turales del discurso oficial en México, y a los efectos de las mismasen la población rural de la primera mitad del siglo XX.

LA CRÍTICA SOCIO-HISTÓRICA DE RULFO EN ALGUNOS ENSAYOS, CONFE-RENCIAS Y ENTREVISTAS

La concepción de “razas híbridas” como resultado de las interac-ciones de los súbditos de las Américas –en oposición a la “pureza

3 El término fue acuñado por Edward Said en Orientalism. En su libro, Said

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de sangre” del colonizador hispano– fue parte de la retórica de lascrónicas de Indias para representar al sujeto colonial4. El origen delmestizaje deriva de esta idea de hibridez racial y aparece en eldiscurso hegemónico del imperio español como herramienta pseu-docientífica para taxonomizar a los habitantes de la Nueva España(Ashcroft, Griffiths et al., 1998, 136-7). A principios del siglo XIX, laconnotación del mestizaje fue transformada por los independentis-tas criollos a una más positiva (y, como se ha dicho, positivista)dentro del discurso oficial: la raza nacional. Por otro lado, se haobservado que el extensivo uso del término “mestizaje” llegó a ad-quirir connotaciones distintas; como “mestizaje cultural”, del cualdeviene el constructo del pasado del indígena “muerto”, del imperiocaído que ha provisto de mitos e iconos nacionales; y, como “mes-tizaje racial”5, del que se desprende el constructo del indígena vivo,que debe ser “asimilado” a la vida nacional. El precio de haberconstruido una identidad nacional con base en la abstracción delmestizaje costaría la negación (pero no la desaparición) de las dife-rencias culturales y étnicas de los habitantes del territorio nacional.El mexicano, pues, quedaba definido como mestizo por acción le-gislativa: teórica igualdad para todos. En otros planos –sobre todoel político y el económico–, la realidad del mexicano rural se veíageneralmente supeditada a la explotación en latifundios y hacien-das; y a una pobre o nula representación política.

Como toda fijación discursiva6, el mestizaje acarreaba consigoinexactitudes. “Mestizo”, quizás con el fin de promover el factor deorigen telúrico como “esencia nacional”, con el tiempo se limitó a

analiza discursivamente la forma en que los imperios producen textos para repre-sentar a sus súbditos coloniales y, de esta forma, agilizar su control sobre losmismos.

4 José Rabasa dedica su libro, Inventing America, al tema de la representacióndel sujeto colonial en las Crónicas de Indias.

5 Juan de Castro ofrece una detallada discusión de los conceptos de “mestizajecultural” y “mestizaje racial” en Mestizo Nations. Convengo con su argumento yaplico tal terminología, con sus salvedades, al contexto mexicano.

6 Bhabha se refiere con el término “fijeza” (fixity) a la retórica estereotipadoradel discurso colonial para facilitar la descripción de su sujeto (1994, 66). Utilizo eltérmino para indicar una retórica parecida en el discurso cultural del mestizaje.

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referir a los descendientes de uniones entre indígenas y españoles.Subsecuentemente, el significado cultural de “mestizo” negó la pre-sencia de otras comunidades culturales transpoladas al territorionovohispano durante la colonia. Una vez abolido el sistema de cas-tas, elementos africanos y asiáticos fueron culturalmente inserta-dos en el corolario de lo indígena y, en ocasiones, marginalizadosen asentamientos remotos, negándose así su importante papel enlas dinámicas culturales de México7.

En torno a la categorización de la cultura, en “México y losmexicanos” Rulfo indica una característica de la identidad culturaldel mexicano; la “auto-percepción” de cada individuo como miem-bro de una cultura específica:

Hoy sabemos que el mestizaje fue una estrategia criolla para unificarlo disperso, afirmar su dominio, llenar el vacío de poder dejado porlos españoles. México en 1984 está poblado por una minoría que seve a sí misma como criolla, y es más norteamericanizada que europei-zada, y por inmensas mayorías predominantemente indígenas que,cuatro siglos después, aún sufren la derrota de 1521. (1992, 400)

Aunque, como se ha mencionado, la afiliación de un individuo a ungrupo cultural no es gratuita –pues intervienen en ella factores his-tóricos, sociales, étnicos y educativos– ésta destaca la movilidad dela cultura y, al mismo tiempo, lo ficticio de un discurso culturalhomogeneizador como el mestizaje. Rulfo plantea con esta pers-pectiva una pregunta posmoderna: ¿qué queda de la “cultura mexi-cana” si los modelos establecidos se desmoronan o, al menos, secuestionan?

7 El instituto de investigaciones del programa “Nuestra Tercera Raíz” y otrosafromexicanistas han dado a conocer múltiples estudios en los que se ha identifica-do la presencia africana, silenciada y, muchas veces, confundida con culturas indí-genas de México. De especial interés para este ensayo es el reconocimiento de lapresencia de descendientes africanos en el Bajío jaliscience, sobre todo, de aquelloshombres y mujeres que fueron llevados esta zona del país para trabajar en rancherías(ca. s. xvii). Para este último tema véase: Afrodescendientes: sobre piel canela, deÁlvaro Ochoa. Aunque no se propone una identificación de elementos afros en laficcionalización de los personajes rulfianos. Se sugiere considerar las característi-cas socio-históricas de México y las políticas homogenizantes impuestas en elterritorio.

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La postura de Rulfo ante el mestizaje es inesperada, pues du-rante su vida ocupó puestos importantes en el Instituto NacionalIndigenista. Tal organismo político había sido iniciado por AntonioCaso, pensador que abogaba por la “asimilación del indígena” a lacomunidad nacional en la era posrevolucionaria. Sorpresivamente,de los ensayos mencionados se permea un desacuerdo con la ideo-logía asimilacionista del indigenismo (entendida aquí como exten-sión del mestizaje y, por tanto, del discurso colonial). En cambio, sedenuncia el abuso cometido hacia los pueblos indígenas de Méxicoy se expresa un voto a favor de la justicia social para estos grupos,desfasados del devenir histórico a partir de la colonia.

En referencia a su narrativa, el sayulense expresó en variasocasiones la ausencia del discurso indigenista y de personajes indí-genas. Así contesta Rulfo a un estudiante durante una conferenciaorganizada en su honor por la Universidad Central de Venezuela en1974:

P: —¿Usted está de acuerdo en que su obra contiene una terceradimensión del indio, un punto de vista exploratorio de su herméticainterioridad?

J.R.: —El indio mexicano, como todos los indios, tiene una men-talidad muy difícil: es muy difícil entrar en su mentalidad. No, yo notengo ningún personaje indígena ni he escrito sobre los indios ja-más. Por eso los conozco mucho... He trabajado con ellos más dequince años, pero su mentalidad es muy difícil de penetrar.

[...] Naturalmente que uno no entiende eso, y es muy difícil, comodecía, escribir con personajes indígenas puesto que uno no sabequé piensan, cómo piensan ni porqué actúan de determinada mane-ra. Y eso, quizás, contesta esta pregunta. Pero no, no hay indios enmi literatura. (1992, 876)

Aunque no podemos más que especular sobre la intención del autoral escribir su obra, el comentario referido arriba no contradice loexpresado sobre el mestizaje una década más tarde en “México ylos mexicanos”. La negación de representar “indios” en su obrapuede interpretarse de varias formas, de las que destacarán dos:una sería el suponer un desinterés sobre el indígena por parte deRulfo (cuestionable dada su activa participación en el INI); otra se-

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ría una declaración de la “inasibilidad” o “imposibilidad de apropia-ción” del indígena como “objeto representable”.

En otro texto: “Notas sobre la literatura indígena en México”8,Rulfo se refiere a la literatura indigenista como género “imposible”.En tal ensayo, el autor inicia su argumento con un comentario acer-ca del nacimiento de las Leyes de Indias, y denuncia con detalle elespíritu “teocrático medieval” de los opositores de Fray Bartoloméde las Casas, aquellos que negaban la humanidad del indio. Termi-na su introducción de la siguiente manera:

Y bien, muchos se preguntarán cuál es el motivo de esta introduc-ción tan larga y hasta ajena en cierta medida al temario fijado sobre laliteratura indígena en México y, en menor escala, a la de AméricaLatina.

La cuestión es clara, pues aún subsisten esas culturasprehispánicas. El hecho es que, a no ser los antropólogos, pocos ocasi nadie se ocupan de estudiar su literatura, sus costumbres, suscreencias sobrenaturales; sus mitos y sus leyendas.

Desde la conquista, fueron desplazados de las zonas fértiles,despojados, arrojados a las montañas y a las regiones áridas odesérticas [...] (1981, 3)

La indicación de una continuidad de las dinámicas coloniales quesiguen afectando al indígena mexicano pide el reconocimiento aexpresiones culturales producidas por indígenas: las voces silen-ciadas. En otra parte de “Notas...”, Rulfo emprende un repaso delas investigaciones antropológicas desarrolladas en México sobrelas culturas prehispánicas. Dentro de este apartado, un tantosorpresivamente, el escritor expone sus opiniones sobre la creaciónliteraria de tema indigenista:

En cuanto a obras de ficción literaria, se ha practicado poco el temao los temas indigenistas. Esto, al menos en México, es razonable,pues resulta difícil, cuando no imposible, adentrarse en su mentali-dad, sobre todo si no es con carácter antropológico. Esto lo digo

8 En el uso de indígena versus indigenista en el título de su ensayo, Rulfo aludea textos coloniales, decimonónicos (indianistas) e indigenistas. El uso del términoindígena problematiza la validez de representaciones literarias del indio en la lite-ratura canónica.

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con conocimiento de causa, ya que, a pesar de ser Jefe del Departa-mento de Publicaciones del Instituto Nacional Indigenista, y ha-biendo publicado más de 80 obras de Antropología Social, todavíadesconozco cómo y por qué motivos actúa la mente indígena. (1981, 5)

Es evidente que la ensayística de Rulfo no entra en el discursopaternalista del indigenismo. El autor se remite a anunciar la deca-dencia de discursos hegemónicos que niegan la calidad alterna delas culturas indígenas. Esta postura lo lleva a presentar duras críti-cas sobre la representación del indígena desarrollada por algunosautores. Así, declara lo siguiente sobre El indio (escrita en 1935),de Gregorio López y Fuentes, en “Notas sobre la literatura indígenaen México”:

A pesar de haber escrito una novela titulada El Indio, premiada enlos Estados Unidos, ésta carece de veracidad, por no decir que esuna obra falsa dentro de las características propias del indígenamexicano. Quizá podrá tener alguna validez folclórica; pero López yFuentes, escritor de la Revolución y en donde se destaca por sunovela Campamento, fracasó indudablemente frente al indio: un serextraño para su mente cultivada, ajeno por completo a la imaginacióndel novelista. (1981, 6)

Al igual que en el comentario hecho ante estudiantes en Venezuelasobre su propia obra (“no hay indios en mi literatura”), Rulfo decla-ra la inhabilidad de López y Fuentes para entender y, sobre todo,para representar al indígena. La reiteración del autor sobre la im-posibilidad de representar al indio y su “desconocimiento” sobre elmismo, evoca la injusticia cometida hacia quienes no han tenido laoportunidad de legitimar su idioma, historia y cultura como alternasa las hispanizadas o mestizas en el espacio nacional. Cabe indicarque, a pesar de que hoy existen organizaciones de escritores indí-genas, como AELI9, estos autores no han logrado inscribir sus obrasen el canon literario mexicano.

Con base en lo expresado por Rulfo en “Notas sobre la literatu-ra indígena en México”, es posible establecer algunas de sus ideasculturales con respecto al tema de la representación del indígena

9 Asociación de Escritores en Lenguas Indígenas, AC.

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en los discursos historiográfico y literario en México: 1) la percep-ción de una continuidad discursiva de deslegitimización de la situa-ción indígena, mediante la historiografía colonial y la literatura ca-nónica desde tiempos de la conquista hasta el presente; 2) la exis-tencia viva –aunque silenciada por el discurso del mestizaje–, deuna agencia cultural indígena; y 3) un rechazo a la continuación deun discurso cultural (infiltrado en la literatura y la historiografía)que ignora la agencia de las culturas indígenas en México. Rulfo sedesvincula, pues, del indigenismo, y se declara en contra del discur-so homogeneizante del mestizaje.

En sus comentarios, Rulfo no se atreve a declarar que “entien-de” la cultura indígena, o mejor dicho, la gran cantidad de culturasindígenas de México, aunque trabajara con miembros de las mis-mas en el INI. Tal clase de afirmación lo habría insertado en la líneade los discursos coloniales (s. XVI-XVIII), indianistas (del siglo XIX) eindigenistas (del XX), que con móviles políticos variados decían en-tender a los indígenas, al punto de ser capaces de “meterse en elindio”, de explicarlo.

Precisamente, de la postura cultural expuesta en “México y losmexicanos” y “Notas sobre la literatura indígena en México”, sur-ge el planteamiento de la lectura que aquí se ofrece sobre los doscuentos mencionados de El llano en llamas. En esta interpreta-ción se observa la representación de dinámicas de poder de origencolonial que coartan la participación de agencias de culturaspercibidas como diferentes (indígenas, campesinas, orales, analfa-betas). No sorprende, pues, el uso de la ironía al referir discursosgubernamentales de los 30 y 40 en los universos de ficción que nosocupan, principalmente el concerniente a la reforma agraria y lainstitucionalización de la revolución.

Las diferencias de género entre el ensayo y el cuento no sonpasadas por alto. Mientras la referencia a grupos indígenas es di-recta en la ensayística casi antropológica de Rulfo, en la narrativarige la elusividad de la ficción. ¿Cómo representar literariamenteuna cultura sin caer en estereotipos? ¿Cómo ficcionalizar el conti-nuo cambio de las producciones humanas? ¿Cómo representar aindividuos que, a pesar de su afiliación histórica a ciertas agencias

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culturales, han sido definidos como mestizos por el discurso guber-namental; sobre todo en un contexto poscolonial en el que el espa-ñol se ha consolidado como lengua oficial? La representación de unespacio mexicano mestizo, en Rulfo, incita al lector a la búsquedade explicaciones culturales de los silencios, palabras, acciones yabstenciones de los campesinos rulfianos. Al lado de los factoresde lugar, modos de subsistencia y posible nivel socioeconómico, larepresentación literaria de la oralidad campesina se observa comoespacio simbólico que exalta las tensiones entre las identidades decriollos, mestizos e indígenas, al describir las conflictivas afiliacio-nes (culturales, sociales, económicas) que se dan a nivel individualy comunal, como resultado de la interacción entre estos grupos porya más de medio milenio en el territorio que hoy se conoce comoMéxico. Sin importar su calidad de campesino o citadino, la afilia-ción a una cultura u otra se revela como resultado de resistencia oasimilación a la cultura oficial (mestiza, occidentalizada).

LA FICCIONALIZACIÓN DE LA DIFERENCIA: CULTURAS MARGINADAS ENLA NACIÓN MESTIZA

En Transculturación narrativa en América Latina10 (1982), ÁngelRama define la obra del sayulense como una que: “Edifica unaneoculturación que no es la mera adición de elementos contrapues-tos, sino una construcción nueva que asume los desgarramientos yproblemas de la colisión cultural” (116). Sin embargo, definir el mes-tizaje mexicano como una amalgama cultural, resultante del cho-que entre varias entidades, no aclara las condiciones socio-históri-cas del contexto de los cuentos de Rulfo. La aludida “colisión cultu-ral”, de Rama, no se da en los cuentos a observar como encuentroviolento entre partes extrañas, sino que se configura como un com-plejo juego de interacciones entre grupos cuyas identidades hansido acalladas o estimuladas mediante la institucionalización del mes-tizaje. A esta consideración se aúnan factores políticos, sociales yeconómicos del México posrevolucionario. La falsedad del discur-so demagógico, mediante el cual se declaraba la muerte del latifun-

10 El término fue acuñado por Fernando Ortiz en Contrapunto Cubano, en1940. Rama usa el término en su estudio literario.

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dio y de la hacienda (sistemas cuasi feudales), a la par de la instau-ración de la reforma agraria, había contribuido a la transformación(no siempre favorable para los campesinos) de los medios de produc-ción agrícola. Como resultado de la falta de estímulo económico alcampo, millones de personas tuvieron que emigrar a centros urbanos, yterminaron por convertirse en “masas”, en “clases bajas”.

La presencia cultural amerindia, en el caso del espacio geográ-fico ficcionalizado por Rulfo, ha sido constatada por estadísticasdel Instituto Nacional Indigenista. Dichas estadísticas informan so-bre la prominencia de la herencia huichol en parte de la poblaciónde Jalisco, y refieren el arraigo de tal grupo étnico en la zona ruralde ese estado (1993). Este hecho demográfico del Bajío mexicanosugiere una lectura de los cuentos mencionados que reconozca lapresencia de una cultura alterna, aunque marginalizada (campesi-na, de tradición nahua y económicamente feudalizada) a la culturadominante (citadina, culturalmente hispanizada/mestiza y económi-camente en vías de industrialización) en las interacciones de lospersonajes.

Walter Mignolo opina que obras de latinoamericanos como Rulfo,evidencian la yuxtaposición de culturas nativas y coloniales en elcontexto hispanoamericano a través de la ficcionalización de laoralidad (1992, 430). La pregunta es ¿cómo puede concebirse unayuxtaposición si no es suponiendo entidades con distinciones biendefinidas? Como se ha referido, el contexto posrevolucionario alque atiende la narrativa rulfiana alude a un conflicto cultural, unacontinua transformación entre entidades alguna vez percibidas comodistintas, pero cuyas diferencias habían sido difuminadas con lainstitucionalización del mestizaje. Sin embargo, en los cuentos quenos ocupan se observan móviles de acción entre personajes cam-pesinos que, a pesar de hablar español, dejan entrever su afiliacióna un sistema ontológico “extraño” o “diferente” al del mestizocitadino, sobre todo como reacción a los efectos de la dislocaciónde su sistema económico y agrícola.

La oralidad se interpreta aquí como indicador de una “economíacultural” propia del poblador del campo (Pacheco, 1995, 60), en laque confluye la agencia indígena, la experiencia feudal de la colo-

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nia (y latifundismo decimonónico) y la presión aculturadora del sis-tema gubernamental. En tal economía cultural se descubre un es-pacio de intersticio, de activa transformación entre las culturas oc-cidentales y mesoamericanas.

Las modificaciones del idioma como resultado de la conviven-cia entre tradiciones escritas y orales (Mignolo, 1992, 429), citadi-nas y rurales, proindustriales y pseudofeudales, sedentarias y dias-póricas, quedan representadas en esta narrativa como evidencia deagencias culturales distintas. En un proceso de mutua influencia,los mestizos de las culturas de la metrópoli y del campo se afectany se renuevan constantemente. La imagen “borrada” (o en caminode ser borrada) de la cosmovisión indígena mediante el mestizaje yel sistema económico casi feudal del campo mexicano, forma partede un texto palimpséstico que descubre sus marcas coloniales en elanalfabetismo, la dubitación, la reiteración y el laconismo del hablarecreada para los personajes campesinos. Las acciones de los per-sonajes, a pesar de sus silencios, revelan la voluntad de negociardesde la periferia con los centros de los que emanan nuevas leyesy parámetros de productividad económica. De las participacionesdialógicas de los personajes se infiere la voluntad de diálogo con eldiscurso dominante, pues la práctica de tal discurso (por funciona-rios públicos) afecta directamente su forma de producir y subsistir.Por su parte, los personajes mestizos metropolitanos presentan unaobsesión por imitar e imponer modelos culturales occidentales, sereco de metrópolis europeas (alardean su conocimiento de las le-tras, historia y leyes de tradición hispana). Descubriendo en susacciones la búsqueda de puentes que aseguren su paso de mestizoa lo concebido como europeo, y acentuando su rechazo (medianteburlas y condescendencia) a cualquier grupo percibido como no-occidental, no-cosmopolita, no-educado.

En un intento por delinear las características de representacióndel conflicto cultural en los cuentos mencionados se han distingui-do, en cada uno de ellos, la existencia de dos núcleos de personajes,referentes ambos a ciudad y campo; centro y periferia. Sin embar-go, el ambiente creado por Rulfo no supone oposición y conflicto,sino tensiones y confusiones que resultan en la transformación de

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ambas partes. Una de ellas, la citadina, al conocer de cerca la re-sistencia del grupo al que pretende manipular (los campesinos), buscala reafirmación de su “alta cultura” (más hispanizada, más mestiza)y acentúa su afiliación al discurso dominante mediante la imposi-ción de las leyes, la escritura y el conocimiento de la “historia na-cional”. El grupo de personajes campesinos se caracteriza por va-lores no comprensibles para el occidentalizado. Su sistemaepistémico se organiza en formas circulares. Se expresa mediantesignos dinámicos: el habla y tradiciones comunales.

En estos universos narrativos, la ficcionalización de la oralidades una herramienta que da cabida a la concepción de un espacio endonde se producen negociaciones culturales, económicas y políti-cas. El primer cuento a observar, “Nos han dado la tierra”, denun-cia la imagen paradójica del despojo final de las tierras mediante elregalo de las mismas. El segundo, “El día del derrumbe”, narra unaabsurda situación en la que un pueblito, recién devastado por unterremoto, se olvida hasta de recoger a sus muertos por celebrar lavisita del gobernador del estado.

La anécdota de “Nos han dado la tierra” es simple. Narra lacaminata de unos campesinos por un llano seco hasta llegar a unpueblo. Del monólogo de un campesino se refiere, en retrospectiva,la adquisición de las tierras ejidales del grupo. Durante el transcur-so del cuento se descubren una serie de experiencias compartidaspor el narrador y sus compañeros, como el arraigo a la zona y lapertenencia a una comunidad. La experiencia de la adquisición delejido forma el conflicto principal de lo contado, pues se identificacomo la causa del desequilibrio de este grupo de personajes, elcual, a su vez, ha provocado el viaje o la emigración al pueblo.

La voz narrativa se localiza en el segundo párrafo del cuento dela siguiente manera: “Uno ha creído a veces [...] que no se podríaencontrar nada al otro lado, al final de esta llanura rajada de grietasy de arroyos secos. Pero sí hay algo. Hay un pueblo [...]” (Rulfo,1997, 112). En donde el uso del nominativo “uno” sirve para referira dos entidades: la suya misma y el grupo de seres humanos que,como él, ha vivido en esas tierras. Ese “uno”, que narra, se revelacomo parte de una entidad plural que tiene su residencia en alguna

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zona cercana a “este camino sin orillas”, y a la que le es nueva laexistencia del elemento urbano en esa región: un pueblo. La voz“yo”, encubierta por “uno”, remite tanto a la experiencia individualcomo a la comunitaria. La autorreferencia del narrador como partede una entidad plural, podría indicar la representación literaria de suafiliación a un grupo de cosmovisión indígena; ya que la concepciónde una comunidad que no cancela la individualidad de sus miem-bros es uno de los valores más importantes de la culturamesoamericana. (Bonfil, 1996, 28) En el cuarto párrafo del texto,“uno” se integra a la entidad “nosotros” y se une a la perspectivade sus acompañantes, introducidos en este momento:

Somos cuatro. Yo los cuento: dos adelante, otros dos atrás. Miromás atrás y no veo a nadie. Entonces me digo: “Somos cuatro.” Hacerato, como a eso de las once, éramos veintitantos; pero puñito apuñito se han ido desperdigando hasta quedar nada más este nudoque somos nosotros. (Rulfo, 1997, 112)

El cuarteto campesino se presenta como el residuo de un núcleo depersonajes más grande, destrozado por la dureza del recorrido y elrobo de sus caballos (111-112). La utilización de la reiteración (Ong,1982, 40) para aludir al problema creciente de desintegración delgrupo, destaca la pérdida de la fuerza comunitaria.

Conforme avanza la narración, la voz principal identifica la im-posición de las tierras del llano como su problema principal, pues alhabérseles forzado a aceptar tal ejido se les había negado acceso alas tierras cultivables. La presencia de la tradición mesoamericanaen la cosmovisión del narrador se evidencia de nuevo con la evoca-ción del diálogo sostenido con el delegado del gobierno. En estarecolección de “lo dicho” se denota el uso de las estrategias deempatía y memorización oral, propias de las culturas orales (Ong,1982, 45-46 y 57-68) por parte del narrador; además de constatarseel enojo campesino ante la injusticia del sistema ejidal:

Nos dijeron:—Del pueblo para acá es de ustedes.—¿El Llano?—Sí, el llano. Todo el Llano Grande.Nosotros paramos la jeta para decir que el llano no lo queríamos.

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Que queríamos lo que estaba junto al río... No este duro pellejo devaca que se llama el Llano[...]

Pero no nos dejaron decir nuestras cosas. El delegado no veníaa conversar con nosotros. Nos puso los papeles en la mano [...](Rulfo, 1997, 114)

La interpretación de las palabras del delegado como la emisión deuna entidad plural: “Nos dijeron...”, “No nos dejaron decir nuestrascosas...” establece una percepción de diferencia entre su grupo(“nosotros”), y el del delegado (“ellos”). Al mismo tiempo, estadiferencia enfatiza la invalidación del medio de comunicación co-nocido por los campesinos: la palabra. Igualmente, la perspectivadel trabajador de la tierra (objeciones sobre la fertilidad del llano)es obtusamente descalificada por el funcionario. El desconocimientodel discurso gubernamental y del sistema escriturial por parte delcampesino obstruye la defensa de sus derechos. Paradójicamente,el mismo discurso oficial que “había luchado” por darle las tierras alos campesinos es la causa del final de su capacidad productiva enel campo. A la orden del delegado: “—Eso manifiéstenlo por escri-to...” (114), para que los campesinos validaran sus quejas sobre latierra ejidal, éstos responden:

Espérenos usted, señor delegado. Nosotros no hemos dicho nadacontra el Centro. Todo es contra el Llano… No se puede contra loque no se puede. Eso es lo que hemos dicho… Espérenos usted paraexplicarle. Mire, vamos a comenzar por donde íbamos […] (114)

La representación de la presión puesta sobre los campesinos paraacelerar su proceso de occidentalización se enfatiza por las dife-rencias discursivas de los grupos de personajes. Mientras el dele-gado apunta hacia el ámbito de “lo escrito” para legitimar su posi-ción, el campesino alude al ámbito de “lo dicho”; situación que obs-truye la comunicación entre ambas partes. La utilización de ma-yúsculas en la escritura del nombre “Llano” proporciona una pistasobre la ficcionalización de la diferencia cultural. El “Llano”, en laspalabras del habitante rural, alude a una personificación del pedazode tierra adquirido. Este intento por definir a la tierra como unaentidad intransgredible se relaciona con la cosmovisión mesoame-

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ricana. (Bonfil, 1996, 34) La palabra “Centro”, por su parte, sepresenta como un término con ambivalencia semántica. El “Cen-tro” puede referirse al gobierno centralista; sin embargo, tambiénpuede ser interpretado como una alusión al sistema de fuerzas so-brenaturales que actúan sobre la tierra. (Bonfil, 1996, 34) y (LópezAustin, 1998, 61) La críptica afirmación del campesino: “No sepuede contra lo que no se puede”, en esta situación puede ser leídacomo un acto de sumisión al gobierno, o bien como denuncia deinjusticia por las tierras incultivables recibidas. Las palabras delgrupo campesino no son tomadas en cuenta por el delegado delgobierno, quien las deja volando en el aire: “Así es como nos handado la tierra” (114), concluye lacónicamente el personaje-narrador.

Como resultado del rechazo e imposición de las tierras por elfuncionario, los campesinos cruzan el llano en dirección al pueblo.Éste, aunque percibido como un lugar extraño, se presenta como elmejor lugar para restablecerse, pues hay más posibilidades de ha-llar sustento. En este cuento, el efecto del encuentro entre la agen-cia rural (probablemente nahua) y la hispana es la emigración delos campesinos al espacio urbanizado:

[...] Conforme bajamos, la tierra se hace buena. Sube polvo desdenosotros como si fuera un atajo de mulas lo que bajara por allí; peronos gusta llenarnos de polvo. Después de venir durante once horaspisando la dureza del llano, nos sentimos muy a gusto envueltos enaquella cosa que brinca sobre nosotros y sabe a tierra...

—¡Por aquí arriendo yo! –nos dice Esteban.Nosotros seguimos adelante, más adentro del pueblo.La tierra que nos han dado está allá arriba. (116)

La inhospitabilidad de las tierras ejidales se pone de relieve con “labajada” al pueblo. La entrada al pueblo, connotada en el texto comola acción “bajar”, puede simbolizar la marginalización con la que elcampesino se reubica en las ciudades, sin nada. Por otra parte, laresistencia campesina a trabajar la tierra impuesta, establece unadenuncia de los efectos dislocadores del discurso hegemónico en elespacio rural mexicano. El abandono de las tierras asignadas por elgobierno deja de ser connotado como “pereza” o “irresponsabili-dad” del ejidatario, para sugerirse como efecto de políticas guber-

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namentales injustas para los campesinos. La voz del narrador,indicadora del espacio cultural de los afectados, emite simbólica-mente una denuncia ante la injusticia (históricamente repetida des-de la colonia) y la imposición de su cambio de papel en la estructurasocio-económica: de campesino a citadino.

Esta obra ficcionaliza la experiencia de los habitantes del cam-po que han sido forzados al autoexilio, no sólo de un territorio fami-liar (aunque éste fuera el lugar en donde era explotado como peónde hacienda), sino de una forma de vida (agrícola), misma en la queera posible continuar la práctica de algunas formas de producciónindígena. Por supuesto, no pretendo aquí sugerir la extinción de laagencia indígena (nahua, huichol) por su traslado a las ciudades,pues tal agencia puede comprobarse en distintas expresiones sin-crético-religiosas y sociales en centros urbanos de México. El pro-pósito es llamar la atención sobre la representación rulfiana de lasdinámicas culturales que implicaron el cambio abrupto de organiza-ción productiva, económica y social de los campesinos. Tales diná-micas son recreadas en la ficción como efecto de la práctica hipó-crita de la Reforma Agraria por parte del gobierno posrevoluciona-rio, entidad continuadora del uso de estructuras de poder colonial:del centro hegemónico y letrado a la periferia desposeída e iletrada.

En “El día del derrumbe” se recrea una práctica oral: el relatosobre un capítulo importante en la historia del pueblo deTuxcacuenco. El recuerdo de un desastre telúrico proporciona elpie de entrada a dos habitantes de tal poblado para referir un hechosin precedentes en la vida de la comunidad: la visita del gobernador.El narrador-personaje y su amigo Melitón se dan a la tarea de inte-grar información de la visita del funcionario para “armar” la histo-ria de aquel evento y presentarla ante un público referidoesporádicamente durante su diálogo. El “relato histórico” se cons-truye a través de comentarios que refieren tanto a la experienciapersonal de los dialogantes como a la experiencia comunitaria delterremoto y de la visita del gobernador. Estos “saltos” de lo privadoa lo público, referidos por Ong como propios de las culturas oralesy, en este caso, no occidentales, (1997, 145) son característicos dela narración de estos pueblerinos. En esta ficcionalización de lo

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oral, la información del relato es aportada voluntariamente por losdos amigos, causa de que la construcción de la historia sea hechade manera fragmentada y dubitativa. El lector se enfrenta ante unanarración cuyas piezas giran y se rearticulan hasta su terminación.El diálogo se inicia con una pregunta sobre la fecha del terremoto:

—Esto pasó en septiembre. No en el septiembre de este año sino enel del año pasado. ¿O fue el antepasado, Melitón?

—No, fue el pasado.—Sí, si yo me acordaba bien [...] (Rulfo, 1997, 210)

Al corregir la fecha, Melitón acepta participar en la empresa de“hacer” la historia de la visita del gobernador. Más tarde, se infor-ma que este personaje ya ha referido este evento antes cuandodice: “Me acuerdo muy bien; pero ya lo he repetido tantas vecesque hasta resulta enfadoso” (212), afirmación con la que se niega areproducir íntegramente el discurso del “catrín”, uno de los acom-pañantes del gobernador. El papel del historiador es, en este con-texto, una práctica relativa a la voluntad de los participantes. Losvalores occidentales de la historicidad, como la fidelidad informati-va y la homogeneización de las versiones que refieren al mismoevento, están ausentes. De manera que el lector se enfrenta a unanarración única de la visita del gobernador. Como lo indica Ong, laexactitud no es un atributo importante para referir historias en cul-turas orales, puesto que poseen una estructura cognitiva ajena alestatismo de la escritura (1982, 57-58). No obstante las aludidasvariaciones (de versiones desconocidas por el lector), el recuerdode los hechos se preserva en la memoria comunal de Tuxcacuenco,sobre todo porque tal recuerdo es una importante referencia deinteracción con el habitantes, del espacio desde el que se emiten lasleyes: la ciudad.

Después de informar sobre la bienvenida que se ofreció al go-bernador y su comitiva, la mancuerna llama la atención sobre las“extrañezas” del habla del gobernador y el “catrín”. Aunque emiti-dos en forma oral, los discursos de estos personajes son identifica-dos por los pueblerinos como parte de un ámbito lingüístico pocofamiliar: la escritura. Del discurso del “catrín”, del hombre “educa-do”, el narrador indica:

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Y habló. Y no cabe duda de que se las traía. Habló de Juárez quenosotros teníamos levantado en la plaza y hasta entonces supimosque era la estatua de Juárez, pues nunca nadie nos había podidodecir quién era el individuo que estaba encaramado en el monumen-to aquél. (Rulfo, 1997, 212)

La estatua del presidente decimonónico, de ascendencia indígena,convertido por el discurso gubernamental en icono de la participa-ción de todos los mexicanos en la vida política del país, había care-cido de significado para los tuxcacuenses hasta el día de la visitadel gobernador. La obtención de esta información marca un au-mento en el conocimiento de los signos oficiales y, con esto, unamodificación permanente del saber comunitario. El comentario delnarrador: “nadie nos había podido decir”, reitera la poca familiari-dad de los habitantes del pueblo no sólo con la historia oficial, sinotambién con la tradición de la escritura y, al mismo tiempo, alude ala práctica común de transmitir datos oralmente.

En un segmento posterior del relato de los pueblerinos se “recitade memoria” el discurso del gobernador. De la recreación literariade ese discurso (“fiel reproducción” de los pueblerinos) puedeinferirse una crítica mordaz al partido oficial de la revolución (PRI).Cuatro características del sistema gubernamental son enfatizadas:favoritismo, nepotismo, hipocresía y traición a la causa revolucio-naria. En este discurso se descubren las contradicciones entre elproceder del gobierno y los ideales revolucionarios, a la vez de de-nunciar la manipulación del pueblo mediante “signos de alta cultu-ra”, de hispanidad. Igualmente, la retórica del gobernador apuntahacia un juego de apariencias que devela el conflicto de identidadde los grupos hegemónicos mexicanos, del mestizo citadino que seesfuerza por presentarse como heredero de la tradición española.

En fragmentos del discurso del mandatario se observan indica-dores de sumisión y tributo a la entidad occidental; la “madre pa-tria”. Al expresar: “[...] concurrimos en el auxilio, no con el deseonerodiano de gozarnos en la desgracia ajena, más aún, inminente-mente dispuestos a utilizar muníficamente nuestro esfuerzo en lareconstrucción de los hogares destruidos [...]” (214) se descubre elcarácter imperialista del régimen político posrevolucionario; sobre

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todo en el uso de las palabras “nerodiano”, “muníficamente” y “fal-disterio”. El mandatario continúa:

Tuxcuacuenses, vuelvo a insistir: Me duele vuestra desgracia, puesa pesar de lo que decía Bernal, el gran Bernal Díaz del Castillo: “Loshomnes que murieron habían sido contratados para la muerte”, yo,en los considerandos de mi concepto ontológico y humano, digo:¡Me duele! Con el dolor que produce ver derruido el árbol en suprimera inflorescencia. Os ayudaremos con nuestro poder. Las fuer-zas vivas del Estado desde su faldisterio claman por socorrer a losdamnificados de esta hecatombe nunca predecida ni deseada [...] (214)

La referencia a Bernal Díaz del Castillo, como autoridad moral,devela la mentalidad colonizada del gobernador. El uso de la forma“vosotros”, descontinuada en el habla popular mexicana, sugiereun deseo de inserción personal en el aparato cultural de la antiguapotencia. En el personaje del gobernador se representa al individuocolonizado que emula las acciones del centro imperial para legitimarse(Fanon, 1967, 13). A la vez, el síndrome de este político reitera lalocalización de este encuentro entre mestizos pueblerinos y citadinosen un contexto cultural poscolonial. Interacciones similares en elcontexto histórico mexicano entre colonizadores y colonizados (du-rante la ocupación española), y entre gobierno y pueblo (a partir dela Guerra de Independencia) conformaron una zona de intersticiocultural en la que se desarrolla la anécdota de este cuento.

El relato de los campesinos prosigue: se refiere un pleito entrelos participantes a causa de los gritos incautos de un borracho, loque interrumpe el discurso del gobernador y convierte aquel eventoen caos. El narrador observa que, ante el desorden:

Y el gobernador ni se movía, seguía de pie. Oye Melitón, cómo esesa palabra que se dice...

—Impávido.—Eso es, impávido... (215)

No obstante su falta de dominio sobre el vocabulario castellano, elhablante semi-rural percibe la incapacidad para actuar del gober-nador. “Impávido” es el adjetivo que se le otorga. Lo que lo colocaen el mismo ámbito estático de los monumentos y los discursos del

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sistema gubernamental. La narración cierra con una vuelta al pre-sente narrativo y al problema del establecimiento de la fecha delterremoto: “Ora me estoy acordando que sí fue por el veintiuno deseptiembre el borlote: porque mi mujer tuvo ese día a nuestro hijoMerencio, y yo llegué ya muy noche a mi casa más bien borrachoque buenisano.” (215)

En un desplazamiento final de la experiencia comunitaria a laindividual, la voz narrativa concluye su recopilación histórica enarmonía con el sistema epistémico de su cultura oral. “El día delderrumbe” refiere a un espacio creado por la interacción culturalen el que los miembros de un grupo periférico tratan de registrar lasmanifestaciones del grupo dominante dentro de los estándares desu propia tradición cognitiva. La tarea de asimilar, entender y archi-var el contacto entre su comunidad rural y su gobernante ponen demanifiesto la voluntad de participación del ciudadano, misma quees inhabilitada por la tergiversación de los hilos socio-históricos que,en este caso, influyen en la creación literaria de Rulfo.

La representación rulfiana del intrincado juego de resistencias eimposiciones culturales –verificables en el México posrevoluciona-rio– evita un retrato literario formado por simples oposiciones. Po-dría sugerirse la representación literaria de un sistema que implicala voluntad de “afiliación cultural” a una agencia dada (en estecaso, indígena o hispana) de acuerdo a la circunstancia del indivi-duo. Esta interpretación simbólica sugeriría un cuestionamiento so-bre la identidad monolítica, de mezcla perfecta, propuesta en eldiscurso del mestizaje.

La prosa rulfiana, en este sentido, plantea una realidad en lacual los procesos culturales y sociales sufren también el efecto defactores históricos y económicos. Es una obra que descubre la con-tinuidad de discursos y dinámicas coloniales en la circunstanciamexicana de la primera mitad de siglo xx para ofrecer preguntassobre la identidad del mexicano, una de las grandes temáticas desus contemporáneos. La importancia concedida al cuestionamientoy a la exploración de la cultura en México (versus el asumir mode-los de mexicanidad) estriba la calidad posmoderna y poscolonial dela obra de Rulfo.

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Rulfo - representación mestizaje vs discurso oficialElisa RizoWestminster College, Fulton, Missouri3112 Hill Haven LaneColumbia, Missouri 65202Estados UnidosTeléfono: (573) 814 0948e mail: [email protected]@yahoo.com