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Julio Fernando San Martín - euv.cl · Margot bailara cuando otros folcloristas se habían negado a hacer - lo, escuché cantar a Margot para que Violeta bailara, ya fuera una refalosa

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J u l i o F e r n a n d o S a n M a r t í n

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L A S C O M A D R E S J u l i o F e r n a n d o S a n M a r t í n

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J U L I O F E R N A N D O S A N M A R T Í N

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“Quiso el destino poh ñorque de Chilito saltara,

mujeres de firmes varas’,como milagro del Señor;dos copihues y un amor:rescate con palangana.Historia que engalana

y que al mundo asombró;son la Viole y la Margó,

por salones y chingana.”

Fernando de la Costa

Juan Pablo López ArandaEDITOR EJECUTIVO

Diplomado en Gestión Cultural de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. Diplomado en Educación y Cultura Tradicional. Director ejecutivo de la Academia Nacional de Cultura Tradicional Margot Loyola Palacios. Director ejecutivo de Cultura de la Federación Latinoamericano de Ciudades Turísticas. Editor de los libros “La cueca: danza de la vida y la muerte”, “50 danzas tradicionales y populares en Chile” y “Juegos tradicionales y populares en Chile”. Productor ejecutivo de programas y discos tales como “Conversando Chile, con Margot Loyola y Osvaldo Cádiz”; “Otras voces en mi voz”, “Margot Loyola en La Sorbonne”, “Canciones re encontradas”, entre otras actividades de investigación y desarrollo cultural de comunidades en Chile y el extranjero.

© Julio Fernando San Martín, 2019

Registro de Propiedad Intelectual Nº 303.612ISBN: 978–956–17–0825-9

Derechos ReservadosTirada: 300 ejemplares

Ediciones Universitarias de ValparaísoPontificia Universidad Católica de ValparaísoCalle Doce de Febrero 21, ValparaísoE-mail: [email protected]

Diseño: Alejandra Larraín R.

Impreso en Salesianos S.A.

HECHO EN CHILE

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Foto portada: Margot y Violeta, compartiendo al interior de la Peña “Chile ríe y canta” (Programa folclórico radial creado por el destacado animador, folclorista y productor musical René Largo Farías, con el cual recorría el país), realizado esta vez en calle Tarapacá 850, exteatro Silvia Piñeiro, Santiago de Chile, un 11 de septiembre de 1966.

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D e d i c a d o a …

A Liliana y José, mis padres. Dos escultores que moldearon a través de los años, con esfuerzo, humildad y sacrificio, la dura roca alojada en el alma de este inquieto aventurero, hasta transformarla en alas de hermosa libertad.

A Inés, Guacolda y Galvarino Donoso, tres faroles que alumbraron con acierto y cariño pretéritas noches de desamparos primeros.

A esta “Soledad”, existencia mía, compañera del siempre; madre, y amante libertariá de todas las mujeres del mundo; silbadora y sal-vadora de este mortal que ha amado con pasión la vida vida, y sin miedo al miedo, a pesar de los pesares.

A Fernandito Agustín, el príncipe primero y héroe de mis jornadas todas.

A Nicolás Alonso, mata dragones del XXI y el XXV y, por ende, guar-dián de su prole, de su reina y sus princesas.

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“...ahora, la recuerdo emocionada. Después de su partida las cosas no volvieron a ser iguales. Violeta cerró dramáticamente un ciclo de la historia de este país y parece que su muerte hubiese anunciado la pérdida de otras muchas cosas, de entre ellas, el sentido.

¿En qué trueno, en que relámpago, en que volcán estará cantando ahora “La jardinera” o “La Juana Rosa”, dos de sus inigualables to- nadas entre tantas y tantas?

Violeta legó a Chile una obra musical que nos enriqueció como pueblo y nos representó ante el mundo. Pero presiento que tras su partida, se comenzaron a cerrar puertas que ya nunca se abrirán”.

Margot Loyola Palacios (1918/2015)

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P r ó l o g o

Tener que hablar de unos escritos que nos conducen a la figura y pensamiento de dos grandes mujeres unidas en la defensa del pueblo y de la cultura popular, es difícil y fácil. Difícil porque nunca se podrá profundizar en el sentimiento que estas dos mujeres se profesaban la una hacia la otra, y fácil porque a través de ellas era posible describir el sentimiento de ser chileno.

Tuve la gran suerte de verlas dialogar en torno a un brasero, toman-do mate, hablando de la vida, de la muerte, de la angustia, de la alegría y, por qué no, también del amor… Fueron largas tertulias en que el diálogo fluía como dos manantiales en los campos.

Eran dos vertientes y a la vez dos volcanes, en temperamento, en profundidad y en su sentir.

Las vi compartir escenarios. Vi a Violeta cantarles cueca para que Margot bailara cuando otros folcloristas se habían negado a hacer-lo, escuché cantar a Margot para que Violeta bailara, ya fuera una refalosa o una sajuriana y a veces en la “Carpa” ubicada en la calle Los Guindos, en la comuna de La Reina, cuando Margot cantaba una de las cuecas que a la “comadre” le gustaban, “El volantín” o “La pomairina”. La Violeta se sentaba en un piso al lado de Margot y le tamborileaba, llevándole las de abajo, para animarla mejor.

Estos escritos del periodista Julio San Martin, nos llevarán por sen-deros para conocer algo de una mujer que dijo que ella iba a decidir su muerte y de otra que no se quería morir, y en el que ambas te-nían un pacto: “a la que partiese primero, la otra le venía a cantar”.

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Margot un día dijo: “Lo mejor de mi comadre aún no se ha dicho y tal vez nunca se dirá”. Pero el cariño de ambas se vio reflejado en el respeto por el trabajo de cada una de ellas pues eran, como se dijo una vez, “dos rosas espinudas que florecían en cada primavera”.

Felicito a Julio San Martín por entrevistar en largas sesiones a Mar-got Loyola, para lograr estas narraciones llenas de recuerdos, nos-talgia y cariño.

Invito a los lectores a iniciar este viaje hacia el corazón del Chile Secreto.

Osvaldo Cádiz Valenzuela Director Académico, Academia Margot Loyola

Investigador Asociado de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso

I n t r o d u c c i ó n

Les invitamos a conocer a dos grandes de la historia de Chile, en la voz de una de ellas, en un formato de entrevista y que traspasamos íntegramente a la letra en este documento, confiados en que cada frase, cada palabra, los transporte en el tiempo y compartan estas experiencias de vida irrepetibles.

La conversación transitará desde los albores del encuentro entre Margot y Violeta, avanzando por sus carreras en formas diferentes pero vinculantes, en respeto, amistad y admiración mutua, rom-piendo paradigmas instalados de una verdad a medias, de una dis-tancia o rivalidad inexistente. Nos conmoveremos con la pasión de dos íconos de la cultura tradicional y popular chilena que, a fuerza de convicción, avanzaron tenaces para alcanzar sus objetivos.

Entre contextos históricos, paisajes disímiles, territorios ajenos, la propia maestra de Chile nos invita y transporta en el tiempo, para alcanzar una realidad imaginaria en donde podremos entender la real dimensión que poseen por derecho propio.

Si bien el documento no intenta generar un análisis comparativo entre estas enormes mujeres, posee la virtud de que es comentado por una de sus protagonistas y seguro dará respuesta a un sinnúme-ro de inquietudes que albergan al colectivo cultural. Reconocerán la riqueza existente en estos escritos y transcripciones que, a decir verdad, constituyen un hecho histórico en el que tuve el privilegio de participar y que trasuntan en la descripción de hechos que, entre la vida y la muerte, fluyen y convergen como dos polos complemen-tarios que hacen un todo, insertándonos en este maravilloso libro.

Juan Pablo López ArandaDirector Ejecutivo

Academia Nacional de Cultura Tradicional Margot Loyola Palacios

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Esta obra comenzó a gestarse en el año 2002, precisamente al cumplirse 50 años desde aquel histórico día en que se enlazaran los diálogos, los caminos de estos dos paradigmas culturales.

Se finaliza 40 años después de que muriera una de sus protago-nistas, Violeta Parra, como un humilde homenaje a las mujeres de nuestro pueblo, que tal como ambas, a diario y anónimamente, lu-chan con hechos simples para enaltecer como se merecen a sus respectivas prosapias… A nuestra patria; y a ellas, por supuesto.

Hoy, en la emoción, presento este libro a todos ustedes en el centro de la celebración de los centenarios de ambos portentos culturales.

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P a l a b r a s d e l a E d i t o r i a l

Ediciones Universitarias de Valparaíso, en su misión de incrementar el acervo cultural de nuestro país, busca vincular en forma permanente a la comunidad con la creación artística del país a través de las letras, generando un permanente espacio para el conocimiento, la reflexión y el pensamiento crítico, en concordancia con el cultivo del saber que lleva a cabo la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso.

La permanencia de los escritos y trabajos desarrollados por la Premio Nacional de Artes 1994, mención Música, Margot Loyola Palacios, y el especialista en cultura tradicional chilena, el académico Osvaldo Cádiz Valenzuela, dan cuenta del interés de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso y de nuestra editorial por profundizar en los aspectos humanos relacionados con la diversidad cultural de nuestro país, plasmada en sus múltiples manifestaciones, usos y costumbres.

En el marco de la conmemoración del centenario de la doctora ho-noris causa de la Universidad Margot Loyola Palacios, este trabajo realizado por Julio San Martín, proyectando las palabras de la propia maestra, nos entrega antecedentes inéditos de la particular vincu-lación que tuviera con la talentosa e icónica Violeta Parra Sandoval, ampliando la documentación existente y acrecentando la colección de escritos ya desarrollados por nuestra editorial.

“Las comadres. Margot Loyola recuerda a Violeta” nos permite trasla-darnos en tiempos, espacios y situaciones que vinculan a dos grandes mujeres de la historia de Chile, particularmente gracias al encanto, la simplicidad y el lenguaje cercano, dado que es la propia Margot Loyo-la Palacios quien nos brinda estas experiencias llenas de emociones que transitan entre la pasión, la alegría, la nostalgia, siempre en un lenguaje didáctico y pleno de expresiones que representan nuestra identidad.

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La obra es consecuencia de un acierto por parte del autor, pues da cuenta de la importancia de Margot Loyola en la vida de Violeta Parra y de ésta en aquélla, no sólo en los aspectos artísticos sino también en la cercanía de dos mujeres que se respetaban y se profesaban un cariño incondicional.

Son estos escritos un complemento necesario para entender los al-cances y las dimensiones que hacen de Margot Loyola Palacios “la maestra de Chile”, como el pueblo de Chile, en su sabiduría anónima y espontánea, la ha llamado.

Nos enorgullece y gratifica, como editorial que antes ha acogido los escritos de Margot Loyola Palacios y Osvaldo Cádiz Valenzuela, acre-centar el aporte a la cultura con nuevos autores como Julio San Mar-tín, a quien agradecemos y valoramos por su respeto y cariño hacia los maestros.

María Teresa Vega SegoviaGerente General

Ediciones Universitarias de ValparaísoPontificia Universidad Católica de Valparaíso

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9Dedicatoria

13Prólogo

15Introducción

19Palabras

de la Editorial

22Índice

25Palabras del autor

31El primer encuentro

35Transcribe sus

canciones

36Margot la

presenta a la prensa

44Temor por la

Loyola y la Parra

48Igualadas por

la música, distintas en el

amor

49Además de

amigas, comadres

56Juntas luchan en

Francia

59De Talca a París,

¿y Londres?

63Margot Loyola conquista París

65Unidas en el

dolor

70Cuando se separaron

71“Violeta sufría una angustia existencial”

74¿Margot o Violeta?

77Nuestra danza

Nacional

Í n d i c e

80“La fueron

dejando muy sola”

84“Era una mujer

generosa”

88Obra inédita de

la Viole

92Juntas pero no

revueltas

94Más allá de la

inspiración

97Parecido de

“Parabienes de los negros”, de

Margot, con “Casamiento

de negros”, de Violeta Parra

102¿Grabaron

juntas?

104Se ordena la despedida

107Un pacto

109“La Guitarra está de duelo: Ayer murió Violeta

Parra”

111Música protesta

117Nueva Canción

Chilena

121“Hizo tantas

cosas con tan poco”

125“Tenía mucha fuerza para la

lucha”

127De armas tomar

128“Violeta nos hace

mucha falta”

135Testimonios

145Glosario

151Chaltumay

153Bibliografía

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P a l a b r a s d e l A u t o r

¡Sin Margot no existiría Violeta!

Así es, y aunque a muchos incomode dicha frase, la historia avala esta seria obra a través de pruebas irrefutables, concernientes a la relación y amistad de dos de las mujeres más transcendentales de la cultura chilena.

Es Margot quien descubre a Violeta en una tradicional ramada en 1952, apoyándola desde el primer momento; quien le convierte “a mú-sica” esas aproximadas treinta canciones emblemáticas: “Arréglate Juana Rosa”; “Casamiento de negros”; “El sacristán”; “Qué pena sien-te el alma”; “La jardinera”, o “La mañanita”, entre otras (Margot ya ha-bía estudiado en el Conservatorio Nacional de Música). Es ella quien la obliga para que las registre con su nombre en el Derecho de Autor de la época. Quien la comienza a llevar a diversos medios de prensa. Por ejemplo, a Revista Ecran, o presentarla a José María Arguedas, di-rector de Radio Chilena, donde Violeta obtendría un gran contrato y espacio; o al Instituto de Investigaciones Musicales de la Universidad de Chile, donde Margot enseñaba folclor, a través de las Escuelas de Temporada. Juntas, además, pasarían “pellejerías” en Francia.

En resumen, el gran respaldo que siempre había esperado Violeta, por bares, ramadas y circos, comenzaba a darse gracias a Margot.

Esa es la razón del porqué comencé a tejer esta historia tan descono-cida para muchos.

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Dos mujeres diferentes en muchos aspectos, pero hermanadas por un solo cariño: nuestras tradiciones. Y qué mejor si tiene como base fi-dedigna a una de sus protagonistas, Margot Loyola, derrotero mágico que me llevara, entre los años 2002 y 2007, a los mismos albores de

sus historias; aquella que, ante todo, sepulta bajo cemento aquellos comentarios sediciosos que les atribuyen entre una y otra.

Se sabe que la verdad jamás será absoluta, razón suficiente para creer que al momento de opinar una de otra, con vidas paralelas insertas en un mismo oficio, será una historia a medias, al no poder escuchar a ambas partes.

Revista Ecran (14 de febrero de 1967) Pág. 8.

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Por favor, la historia, la otra historia, aquella que jamás se ha escrito o contado, está en sus manos.

Ana Margot del Carmen Loyola Palacios nace en la ciudad de Linares, séptima región de Chile, un 15 de septiembre de 1918, conformando a temprana edad y junto a su hermana Estela el dúo “Las hermanitas Loyola”; luego de una década de existencia, deciden separarse en el año 1950, comenzando Margot su carrera de solista, como también de incesante investigadora de la cultura tradicional y popular de Chi-le. Labor reconocida con más de 200 premios a nivel nacional e inter-nacional, entre los que destaca el “Premio Nacional de Artes, Mención Música”, Sus múltiples investigaciones, trabajos de terreno y publica-ciones promueven su vinculación con el mundo académico, llegando a ser declarada Doctor Honoris Causa, por la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso y de la estatal Universidad Arturo Prat, de Iqui-que, además de recibir un número importante de reconocimientos académicos en casas de estudios superiores en Chile y el extranjero.

Violeta del Carmen Parra Sandoval nace un 4 de octubre de 1917 en la sureña localidad de San Fabián de Alico, al interior de Chillán, oc-tava región de Chile; conformando a temprana edad el dúo de “Las hermanitas Parra” junto a Hilda, su hermana mayor, recibiendo ambas elogiosos comentarios por parte del público y la prensa especializa-da. Se separan definitivamente en el año 1953, iniciando Violeta su carrera como difusora del canto popular (luego de haber investigado desde las raíces), hasta el 5 de febrero de 1967, día en que decide qui-tarse la vida (foto: revista Ecran del 14 de febrero de 1967).

El Primer Encuentro

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E l p r i m e r e n c u e n t r o

Año 1952. En Chile, se realizan nuevas elecciones presidenciales, obteniendo la primera mayoría el general (R) Carlos Ibáñez del Campo; ocasión donde, por vez primera, la mujer participa en un evento presidencial. El censo nacional indicaba una población de 5.932.995 habitantes. Sin embargo, dicho regocijo ciudadano se contrarrestaba con la muerte de Alberto Hurtado Cruchaga, sacer-dote jesuita, fundador del “Hogar de Cristo” y de la acción sindical chilena, hoy elevado a la dignidad de santo.

Este mismo año, aparece en Buenos Aires, con autor anónimo, el libro “Los versos del capitán”, donde Pablo Neruda dedicaba estos poemas a “Rosario de la Cerda”, nombre ficticio de Matilde Urrutia (quien sería su tercera y última esposa), con quien mantenía una oculta relación amorosa en esos momentos.

De vuelta en nuestro país, se lanza la novela “Hijo del salitre”, de Vo-lodia Teitelboim, inspirada en la vida del dirigente comunista Elías Lafferte. Nutriente que, acompañado con el vigor de la historia, cual riego divino, se insertaba en los surcos precisos de dos flores magníficas hasta transformarlas en un solo ramo de sabiduría. Se encuentran por primera vez Margot Loyola Palacios y Violeta Parra Sandoval, hallazgo que, como acto providencial, se desarrolla en una actividad llena de cantos y danzas, en una tradicional fonda organizada por la Sociedad Chilena de Autores y Compositores, en la comuna de Quinta Normal, en donde la voz y composición de Violeta llama asombrosamente la atención de Margot Loyola Pala-cios (siendo Margot, ya en ese momento, una reconocida artista de la época); Violeta interpretaba en su estilo “La jardinera”.