Kristine Kathryn Rusch - Star Wars - La Nueva Rebelion

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Uno

*Estaba inmvil en el punto ms alto del planeta Almania, el tejado de una torre construida por los antao poderosos jehars. La torre se hallaba en ruinas: los peldaos amenazaban con desmoronarse cuando sentan el contacto de sus botas, y el suelo estaba recubierto por los restos de batallas libradas haca muchos aos. Pero desde all poda ver su ciudad, con un millar de luces esparcidas ante l y las calles vacas salvo por los androides y los siempre presentes centinelas. Pero no haba subido hasta all porque quisiera mirar hacia abajo. Quera ver las estrellas. Un viento glido hizo ondular su capa negra. Junt las manos enguantadas a la espalda. La mscara de la muerte que haba llevado puesta desde que destruy a los jehars colgaba de la cadenilla de plata que rodeaba su cuello. Las estrellas parpadeaban sobre su cabeza. Resultaba difcil creer que existieran mundos all..., y que fueran mundos que poda llegar a controlar. Y pronto los controlara. Hubiese podido esperar en su sala de mando del observatorio especialmente construido para satisfacer sus necesidades, pero por una vez no quera que hubiese muros protectores a su alrededor. No quera sentir el momento, sino verlo. El poder de la vista era tan ridculamente pequeo comparado con el podero de la Fuerza... Ech la cabeza hacia atrs y cerr los ojos. Esta vez no habra ninguna explosin. No habra ningn brillante fogonazo de luz. Skywalker le haba hablado del momento en que Alderaan muri. Siento una gran perturbacin en la Fuerza, haba dicho el anciano. Por lo menos, eso era lo que le haba dicho Skywalker. Aquella perturbacin no sera tan grande, pero Skywalker la percibira. Todos los jvenes Jedi la percibiran tambin, y sabran que el equilibrio del poder se haba alterado de repente. Pero no sabran que la balanza acababa de inclinarse a favor de Kueller, seor de Almania y, muy pronto, seor de todos sus insignificantes mundos.

***Brakiss senta el fro y la humedad de los muros de piedra a cada roce de sus manos desnudas. Sus relucientes botas negras resbalaban en los peldaos medio desmoronados, y en ms de una ocasin tuvo que hacer considerables esfuerzos para no perder el equilibrio al poner los pies sobre una precaria cornisa. Su capa plateada, ideal para un paseo por la ciudad, no poda protegerle del viento invernal. Si aquel experimento sala bien, Brakiss podra volver a Telti, donde por lo menos no pasara fro. El metal del sistema de control remoto que sostena en la mano estaba tan fro como un trozo de hielo. No haba querido entregrselo a Kueller hasta que el experimento hubiera terminado. Hasta haca unos momentos Brakiss no haba comprendido que Kueller esperara los resultados all, en el lugar que haba presenciado el triunfo de sus enemigos primero y sus muertes despus. Brakiss odiaba las torres. Pareca como si an hubiera algo que cruja y rechinaba encerrado dentro de sus paredes, y en una ocasin, cuando estaba en las catacumbas inferiores, haba visto un enorme fantasma blanco. Aquella noche haba subido ms de veinte pisos, y haba subido los primeros tramos de escalera casi corriendo hasta que enseguida qued claro que algunos de los peldaos no aguantaran su peso. Kueller no le haba llamado, pero a Brakiss le daba igual. Cuanto ms pronto pudiera irse de Almania, tanto mejor para l. La escalera giraba y se retorca, y Brakiss por fin lleg al tejado..., o a lo que pens era el tejado. Alguien haba construido tina especie de choza de piedra para proteger los escalones, pero la estructura

careca de ventanas o puertas. Slo haba columnas, que proporcionaban un excelente panorama de la superficie de gravilla y del cielo repleto de estrellas. Algunas piedras se haban desprendido de la choza y se haban hecho aicos al chocar con el suelo. Los restos de las bombas y los fragmentos esparcidos por las ondas expansivas de los haces desintegradores formaban pequeos montculos sobre lo que antes haba sido una superficie perfectamente lisa. Kueller no haba reparado la torre ni los otros edificios gubernamentales de los jehars. Nunca lo hara. Kueller nunca perdonaba a quienes se oponan a su voluntad. Brakiss se estremeci e intent protegerse los hombros con los pliegues de su delgada capa. Sus dedos helados a duras penas consiguieron sujetar la tela. Te dije que esperaras abajo. La voz de Kueller, grave y poderosa, pareca estar en todas partes y flotar en el viento. Brakiss trag saliva. Ni siquiera poda ver a Kueller. La claridad de las estrellas caa sobre el tejado e impregnaba la oscuridad del cielo con una luminiscencia que Brakiss encontr extraamente inquietante. Subi los ltimos peldaos y sali de la choza. Una rfaga de viento le empuj contra la piedra. Brakiss extendi la mano derecha para no caer, y la capa se le escap de entre los dedos. El cierre de la capa tir de su cuello cuando el viento hizo que la tela aletease detrs de l. Tena que saber si funcionaba -dijo. Cuando funcione lo sabrs enseguida. La voz de Kueller era como un ser vivo. Rode a Brakiss y reson en su interior, mantenindole a distancia. Brakiss se concentr, pero no en la voz sino en el mismo Kueller. Y por fin vio a Kueller, inmvil cerca del borde y con los ojos clavados en la ciudad que se extenda por debajo de l. Stonia, la capital de Almania, pareca pequea e insignificante desde aquella gran altura. Pero Kueller pareca una poderosa ave de presa, con su capa aleteando al viento y sus anchos hombros sugiriendo una enorme fuerza fsica. Brakiss acababa de dar un paso hacia adelante cuando el viento ces de repente. El aire pareci quedar totalmente inmvil a su alrededor, y Brakiss se qued inmvil con l. En ese momento oy..., percibi..., vio cmo un milln de voces se unan en un alarido de terror. El terror creci y creci dentro de l, y Brakiss volvi a ver lo que haba visto cuando el Maestro Skywalker gui sus pasos hasta las ms ocultas profundidades del corazn de Brakiss, ese momento en el que Brakiss se vio a s mismo con toda claridad y estuvo a punto de enloquecer. Un grito se form en su garganta... ... y muri cuando los otros gritos estallaron a su alrededor, llenndole, dndole calor y derritiendo el hielo que flotaba en el viento. Brakiss se sinti ms fuerte, ms grande y ms poderoso de lo que jams se haba sentido antes. En vez de miedo, su corazn sinti una extraa y retorcida alegra. Alz la mirada. Kueller haba levantado los brazos, y permaneca inmvil con la cabeza echada hacia atrs y el rostro al descubierto por primera vez en aos. Haba cambiado, y su piel haba sido invadida por un nuevo conocimiento que Brakiss no estaba muy seguro de que deseara poseer. Y sin embargo... Y sin embargo Kueller resplandeca, como si el dolor de aquel milln de voces hubiera alimentado algo oculto en su interior y le hubiera vuelto todava ms grande de lo que ya era antes. El viento volvi a soplar, y sus glidas rfagas empujaron a Brakiss contra la piedra. Kueller no pareci sentirlo. Un instante despus se ech a rer, y su atronadora carcajada hizo temblar toda la torre. Brakiss se apoy en la piedra y esper hasta que los brazos de Kueller descendieron hacia sus costados antes de hablar. -Ha funcionado -dijo entonces. Kueller se puso la mscara. No ha ido del todo mal. Era una forma casi frvola de definir un gran momento. Kueller tena que recordar que Brakiss tambin posea un considerable dominio de la Fuerza. Kueller gir sobre sus talones y la capa revolote a su alrededor. Por un momento casi pareci volar. La mscara de la muerte que se adhera a su rostro brillaba con su propia luz interior. Supongo que quieres volver a tu insignificante trabajo. En Telti no hace fro. Este lugar tambin podra dejar de ser fro. Brakiss mene la cabeza en una negativa casi involuntaria. Odiaba Almania.

Tu gran problema es que no entiendes el poder del odio -dijo Kueller en voz baja y suave. Crea que, segn t, mi gran problema es que sirvo a dos amos. Kueller sonri y los delgados labios de su mscara se movieron al unsono con los suyos. Slo a dos? Las palabras quedaron flotando entre ellos. Brakiss tuvo la sensacin de que su cuerpo se haba convertido en una estatua de hielo. -Ha funcionado -repiti. Supongo que esperas ser recompensado. -Lo prometiste. Yo nunca hago promesas -replic Kueller-. Me limito a sugerir que quiz puedan ocurrir ciertas cosas. Brakiss cruz los brazos delante del pecho. No se dejara dominar por la ira. Kueller quera que se enfureciese. -Como por ejemplo que podra llegar a ser recompensado con grandes riquezas. -Cierto -dijo Kueller-. Mereces grandes riquezas, Brakiss? Brakiss no dijo nada. Kueller le haba mantenido con vida despus de Yavin 4 y el desastroso proceso de eliminacin del adiestramiento que casi le haba costado lo que le quedaba de cordura. Pero ya haca mucho tiempo que Brakiss haba pagado su deuda. Segua all por la nica razn de que no tena ningn otro sitio adonde ir. Se apart de la pared y empez a bajar por la escalera. -Vuelvo a Teltidijo, sintindose repentinamente capaz de desafiarle. -Excelente -dijo Kueller-. Pero antes me dars el sistema de control remoto. Brakiss se detuvo y mir a Kueller por encima del hombro. Kueller se haba vuelto ms alto durante la ltima hora..., y tambin se haba vuelto ms robusto. O quiz slo fuera una treta de la oscuridad. Si se hubiera estado enfrentando a cualquier otro mortal, Brakiss le habra preguntado cmo haba conseguido enterarse de la existencia del control remoto. Pero Kueller no era un mortal cualquiera. -Es ms lento que los controles que constru para ti -dijo, alargndole el aparato. -Magnfico. -Tienes que introducir los cdigos de seguridad, y debes explicarle qu nmeros de serie ha de emplear. -Estoy seguro de que sabr hacerlo. -Tienes que conectarlo a tu persona. -Soy perfectamente capaz de manejar un sistema de control remoto, Brakiss. --Muy bien -dijo Brakiss. Entr en la choza de piedra, y enseguida se sinti un poco mejor. El interior, protegido del viento, estaba bastante ms caliente. Aun as, Brakiss no poda creer que Kueller fuera a dejarle marchar con tanta facilidad. -Qu querrs de m cuando haya regresado a Telti? -pregunt. -A Skywalker -dijo Kueller, y su voz vibr con toda la profundidad de su odio-. Al gran Maestro Jedi, al invencible Luke Skywalker... El fro se haba infiltrado en el corazn de Brakiss. -Qu planeas hacer con l? -Destruirle de la misma manera en que l intent destruirnos -respondi Kueller.

Dos

*Luke Skywalker se sostena en delicado equilibrio sobre una mano con los dedos hundidos en el hmedo suelo de la jungla. El sudor se deslizaba por su espalda desnuda para correr por su cara y gotear de su nariz y su mentn. Iba descalzo, pero llevaba unos viejos pantalones muy ceidos que se adheran a su piel humedecida por el sudor. Erreds flotaba en el aire por encima de l, suspendido en el vaco junto con varias rocas y un tronco medio podrido. Algunos de los estudiantes de Luke -media docena de miembros de la clase ms joven y ms poderosa de cuantas formaban su Academia Jedi- permanecan inmviles a su alrededor. Luke haba mantenido esa postura desde que la enorme esfera anaranjada del planeta gaseoso Yavin haba asomado sobre el horizonte de su cuarta luna. Yavin ya se encontraba directamente encima de su cabeza, pero Luke no se senta cansado ni sediento a pesar de que estaba sudando. La Fuerza flua a travs de l como un arroyo de agua fresca y mantena en el aire a Erreds, las rocas y el rbol.

Los estudiantes ya estaban empezando a removerse nerviosos, y probablemente se preguntaban durante cunto tiempo tendran que seguir observndole. Luke quiz los levantara del suelo uno a uno y luego se ira, dejando que cada uno volviera al suelo delicadamente o con dificultad, segn se lo permitieran sus talentos. Luke reprimi una sonrisa. Le encantaba instruir a sus estudiantes, pero no siempre permita que ese placer fuera visible. A veces los estudiantes crean que se estaba riendo de ellos, lo cual no ayudaba demasiado a crear una buena relacin maestro-alumno. Aun as, Luke tambin experimentaba momentos de puro placer..., especialmente en ocasiones como aqulla. Erreds odiaba todo ese aspecto del adiestramiento, pero aquel tipo de ejercicios siempre hacan que Luke volviera a sentirse como un muchacho. En vez de levantar por el aire a uno de sus estudiantes, lo que hizo fue levitar otra roca. Luke la dej suspendida cerca de las otras, y la roca subi y baj lentamente hasta que encontr su lugar. Los estudiantes, que haban vuelto a quedarse inmviles, seguan observndole con gran atencin. Luke examin sus pies en busca de alguna seal de irritacin. El primero que perdiera la paciencia sera el primero en subir por el aire. Haba aprendido aquel mtodo a lo largo de los aos como forma de ensear a sus estudiantes a tener paciencia, y tambin para ensearles los poderes de la Fuerza. Como ocurra con muchos de los mtodos que usaba Luke, aqul daba resultado con algunos estudiantes y no serva de nada con otros. Luke sola comprender la mente de un estudiante gracias a su reaccin a los distintos aspectos del adiestramiento. Los miembros de aquella clase todava eran lo suficientemente novatos para imitar las reacciones de los dems. Luke esperaba que la imitacin habra desaparecido hacia el final de la jornada. Y entonces una oleada de emocin violenta, helada y llena de terror cay repentinamente sobre l. Nunca haba experimentado un dolor tan intenso: era peor que cuando estuvo a punto de perder la pierna a bordo del Ojo de Palpatine, peor que cuando sufri la descarga elctrica lanzada por el Emperador en la Estrella de la Muerte o cuando su rostro fue destruido en Hoth... Y mezclado con el terror y el dolor, Luke percibi la terrible sorpresa de la traicin multiplicada por los millones de mentes que la estaban experimentando. Luke se tambale sobre su mano e intent seguir manteniendo en equilibrio las rocas y el rbol mientras haca esfuerzos desesperados para tratar de evitar que cayeran sobre sus estudiantes, que no sospechaban lo que estaba ocurriendo. Erreds grit mientras sala despedido a travs del cielo, y el estridente sonido electrnico se mezcl con los gritos que resonaban dentro de la mente de Luke. El pequeo androide astromecnico cay sobre el suelo de la jungla con un ruidoso estrpito metlico. Los estudiantes se dispersaron, y Luke acab de perder el ya muy escaso control sobre la Fuerza que todava era capaz de ejercer. Su brazo se dobl debajo de l y Luke cay al suelo con una violencia que le dej sin aliento. Se qued inmvil sobre la espalda, hundindose poco a poco en la blanda tierra mientras los gritos seguan resonando dentro de su mente. Y un instante despus las voces se esfumaron tan repentinamente como haban aparecido. -Se encuentra bien, Maestro Skywalker? -pregunt uno de los estudiantes. Un eco fantasmal de la voz de Luke pareci superponerse a la del estudiante, impregnndola con el mismo temor paralizante que Luke haba experimentado haca diecisiete aos-. Qu le ocurre? Luke se tap la cara con la mano. Estaba temblando. Ha habido una gran perturbacin en la Fuerza. Se pregunt cmo era posible que no la hubieran percibido y cmo era posible que, tantos aos antes, l no hubiera percibido algo que haba sido todava ms terrible e intenso. Como si millones de voces hubieran lanzado un repentino alarido de terror y luego hubieran sido acalladas de repente... -Ben... -murmur-. Otra Estrella de la Muerte? Pero Luke no esperaba recibir ninguna respuesta. La reconfortante presencia de Ben ya le haba abandonado antes de que fundara la Academia Jedi y luchase en las terribles batallas contra el gran almirante Thrawn. Cerr los ojos e intent localizar el origen de la perturbacin..., y encontr un inmenso vaco all donde slo un momento antes haba vida. El residuo del dolor, la intensa profundidad de la sorpresa y la terrible herida de la perplejidad provocada por la traicin todava perduraban en el vaco como el eco de un grito suspendido sobre un desfiladero.

-Maestro Skywalker? -La voz perteneca a Eelysa, una joven de Coruscant que era una de sus estudiantes ms prometedoras-. Maestro Skywalker? Luke movi la mano derecha para tranquilizarla. Le dola la espalda por la violencia del aterrizaje y el pecho por la falta de oxgeno, y la magnitud de la prdida era una cuchillada de dolor que le atravesaba el corazn. Erreds emiti un silbido electrnico, un sonido lleno de tristeza que pareca llegar desde muy lejos. Luke tena que sentarse para demostrarles que todo iba bien..., aunque no fuera as. -Maestro Skywalker? La voz de la joven se mezcl y se confundi con los ecos que resonaban dentro de la cabeza de Luke. Abri los ojos y vio el rostro de Leia, quemado y cubierto de sangre, bajo la sombra de su mano temblorosa. Luke a larg el brazo hacia ella, y Leia desapareci. Lo que ests viendo es el futuro... La destruccin no proceda de Coruscant. Si Leia -o Han, o los nios- hubiese muerto, Luke lo sabra. Oh, s, lo sabra. Erreds emiti un nuevo silbido, esta vez claramente lleno de impaciencia. -Encontrad a Erreds -dijo Luke. Su voz son dbil y temblorosa, tan estrangulada por la preocupacin como lo haba estado la de Ben despus de la destruccin de Alderaan. Tres pares de pies empezaron a partir ramitas a su alrededor cuando tres estudiantes fueron en busca de Erreds. O cuando echaron a correr para huir de Luke y de su repentina e incomprensible prdida de control. -Qu ha ocurrido, Maestro Skywalker? Eelysa estaba acuclillada junto a l, con su pequeo y esbelto cuerpo tensado como para enfrentarse a un enemigo invisible. La joven haba sido una autntica sorpresa, una nativa de Coruscant nacida despus de la muerte del Emperador cuyas capacidades para el uso de la Fuerza no haban sido contaminadas por los venenos que se agitaban a su alrededor. Eelysa era tan, tan joven... Un milln de personas murieron hace un momento -dijo Luke-.Todas sufrieron un gran dolor, y su muerte fue muy repentina. Se apoy en los codos y trat de erguirse. Una maldad inmensa haba vuelto a la galaxia. Luke no saba prcticamente nada mas, pero estaba totalmente seguro de ello. Y aquella maldad amenazaba a Leia. Eso tambin lo saba. Los das de enseanza haban terminado, al menos por el momento. Luke y Erreds tendran que partir inmediatamente hacia Coruscant.

***Leia Organa Solo, jefe de Estado de la Nueva Repblica, termin de ajustar el cinturn de su traje blanco. Despus respir hondo, y Mon Mothma le puso la mano en el brazo. Leia le dirigi una sonrisa distante, sintindose como cuando era una joven senadora que se enfrentaba a Palpatine y sus seguidores en el Senado Imperial. Dej escapar el aire que haba inhalado. sa era la emocin que estaba sintiendo, desde luego; y no la haba experimentado desde que era una adolescente: una sensacin de prdida, de derrota, de que la vida estaba cambiando sin su permiso o su control... Mon Mothma cerr la puerta dorada recubierta de complejas tallas y activ la cerradura. Estaban en un pequeo vestidor que haba sido aadido al laberinto de cmaras y salas durante los das del reinado imperial de Palpatine, una pequea habitacin que se encontraba justo al lado de la Cmara de Asambleas del Senado. Las paredes estaban recubiertas por un delicado tramado de hojas doradas. Un espejo ocupaba un panel desde el suelo hasta el techo, y reflejaba a Leia y Mon Mothma. En algunos aspectos, Mon Mothma pareca una versin mayor y ms calmada de Leia, aunque su corta cabellera ya mostraba pequeas franjas plateadas. Su piel estaba surcada por una red de minsculas arrugas que haban estado all desde la devastadora enfermedad que le haba infligido Furgn, el embajador de Carida, haca seis aos. -Qu ocurre? -pregunt.

Leia mene la cabeza y desliz sus hmedas palmas sobre los pliegues de su falda. Todava se pareca mucho a la muchacha que haba entrado en el Senado Imperial llena de esperanza e idealismo, la princesa Leia Organa de Alderaan, la senadora ms joven, la que crea que la persuasin y la razn salvaran a la Antigua Repblica..., y que haba perdido su idealismo en el mismo instante en que sus ojos contemplaron por primera vez el rostro marchito y consumido del senador Palpatine. -Ahora son miembros de la Nueva Repblica, Leia -dijo Mon Mothma-. Fueron elegidos de manera totalmente legal. -Esto es un error. As es como empez todo antes... Leia haba mantenido aquella misma conversacin con Han despus de las elecciones. Varios planetas haban solicitado al Senado que permitiera que los antiguos servidores del Imperio pudieran convertirse en sus representantes polticos. El argumento en que se basaban era que algunos de los mejores polticos haban logrado mantener con vida a sus pueblos trabajando para el Imperio como funcionarios menores. Se trataba de burcratas de tercera o cuarta categora que haban salvado docenas de vidas rebeldes fingiendo no ver extraos movimientos de tropas o rostros que no hubiesen debido estar presentes entre la multitud. Leia se haba opuesto a las peticiones desde el principio, pero la Cmara haba presenciado discusiones muy encarnizadas. Myet Luure, el poderoso senador de Exodeen, haba acabado recordndole que incluso ella haba servido al Imperio en un momento dado cuando era senadora imperial, y Leia haba replicado que incluso entonces ya estaba sirviendo a la Rebelin. Myet haba sonredo, revelando seis hileras de dientes irregulares. A su manera, esas personas tambin estaban sirviendo a la Rebelin, le haba dicho despus. Leia no estaba de acuerdo. Aquellos polticos haban servido al Imperio y no haban luchado contra l, y se haban limitado a mirar en otra direccin. Pero los argumentos de Myet eran muy slidos y, gracias a ellos, el Senado acab aprobando la peticin. Leia haba modificado la ley electoral con la ayuda de quienes respaldaban su postura: ningn ex soldado de las tropas de asalto, imperial de cierto rango o antiguo gobernador imperial podra ocupar un cargo pblico y, en resumen, ningn imperial que hubiera tenido acceso al poder en el Imperio podra servir a la Nueva Repblica. Aun as, Leia segua estando convencida de que aquella ley nunca hubiese debido ser promulgada. -Van a destruir todo aquello por lo que hemos luchado -le dijo a Mon Mothma. -No puedes estar segura de ello -replic Mon Mothma en voz baja y suave. Han le haba dicho prcticamente lo mismo. Leia apret los puos. -Pues lo estoy -dijo-. Desde que formamos la Nueva Repblica, siempre hemos sabido que nuestros lderes compartan los mismos objetivos. Todos nos guiamos por la misma filosofa de la vida y siempre hemos intentado avanzar en las mismas direcciones. Los dedos de Mon Mothma aflojaron la presin que haban estado ejerciendo sobre el brazo de Leia. -Siempre hemos luchado contra el Imperio -dijo-. Pero el Imperio ya no existe. Slo quedan pequeas bandas de imperiales. Algn da tendremos que dejar atrs la Rebelin y avanzar hacia un verdadero gobierno, Leia, y el aceptar a quienes vivieron bajo el Imperio pero no se pusieron a su servicio forma parte de ese proceso. Leia mene la cabeza. -Es demasiado pronto. -Si quieres que te sea sincera, creo que ya iba siendo hora de que lo hiciramos -dijo Mon Mothma. Leia tir de los pliegues de su vestido. Incluso haba vuelto a aquel estilo de peinado que llevaba tanto tiempo sin utilizar, con las trenzas rodendole las orejas, como desafo a los nuevos miembros del Senado y como seal visible de que la jefe de Estado Leia Organa Solo haba sido en un pasado cada vez ms lejano Leia Organa, princesa, senadora y lder rebelde. Han le haba dado un beso antes de que Leia saliera de sus aposentos y le haba sonredo. Bien, su excelentsima excelencia... -haba dicho con voz burlona-. Significa esto que he de volver a la delincuencia? Leia le haba apartado de un empujn y se haba echado a rer, pero las palabras de Han seguan resonando dentro de su mente mientras oa hablar a Mon Mothma. Quiz el problema estuviese en ella y no en los dems. Quiz sencillamente no estaba dispuesta a seguir avanzando con el paso del tiempo. Quiz era ella la que no estaba dispuesta a olvidar el pasado. -Muy bien -dijo, irguindose y volviendo a ser una lder-. Si hay que hacerlo, entonces hagmoslo de una vez. Pero Mon Mothma no fue hacia la puerta.

-Una cosa ms -dijo-. Recuerda que lo que digas durante las observaciones de apertura de este Senado ser el foco alrededor del que girarn los debates durante los aos venideros. -Ya lo s -dijo Leia. Acababa de alargar la mano hacia la puerta cuando una ola terriblemente helada cay sobre ella. Leia se qued totalmente inmvil. Haba voces que gritaban, centenares..., no, millares de voces tan tenues que apenas si poda orlas. Un instante despus Leia vio formarse un rostro en la puerta dorada, una cara blanca de ojos negros y vacos. El rostro era cncavo, casi esqueltico, como las mscaras de la muerte que haba visto en un museo de Alderaan durante su juventud. Pero, a diferencia de aquellas mscaras, aquel rostro se mova. El rostro cadavrico le sonri, y el fro se volvi todava ms intenso. Y entonces las voces se esfumaron, y Leia se derrumb sobre la puerta. Mon Mothma corri hacia ella y la rode con los brazos, tambalendose mientras intentaba sostener su peso. -Leia? Leia segua teniendo mucho fro. Nunca haba tenido tanto fro, ni siquiera cuando estaba en Hoth, y se dio cuenta de que le castaeteaban los dientes. Recurri a su limitado adiestramiento en el uso de la Fuerza, y su sonda mental encontr a los nios en las habitaciones donde deban estar. -Luke... -murmur. Leia se liber del abrazo de Mon Mothma y fue hacia el viejo control de comunicaciones. Se puso en contacto con Yavin 4, pero lo nico que consigui fue que le dijeran que Luke se haba marchado de la pequea luna a bordo de su ala-X. -Qu ocurre, Leia? -pregunto Mon Mothma. Leia no respondi, y esper en silencio a que el sistema de comunicaciones abriera un canal directo con el ala-X de Luke. La voz de su hermano no tard en llenar la habitacin. -Leia? -pregunt Luke, como si l tambin estuviera muy preocupado. -Estoy bien, Luke -respondi Leia, sintindose invadida por un inmenso alivio. -Voy hacia all. Esprame. Pero Leia no poda esperar. Tena que saber qu haba ocurrido. -Tu tambin lo has percibido, verdad? Qu ha sido eso? -Alderaan -murmur Luke, y esa palabra era todo lo que Leia necesitaba saber. La imagen de Alderaan llen su mente, y Leia volvi a ver Alderaan tal como lo haba contemplado por ltima vez desde la Estrella de la Muerte, hermoso y apacible, unos segundos antes de que fuese reducido a fragmentos infinitesimales. -No! -exclam-. Luke? -Pronto estar ah, Leia -dijo Luke, y cort la comunicacin. Leia no estaba preparada para aquella desaparicin tan brusca. Le necesitaba. Haba ocurrido algo horrible, algo tan horrible como la destruccin de Alderaan... Y Leia lo haba percibido. -Qu ha ocurrido, Leia? Mon Mothma la rode con los brazos. Leia haba dejado de temblar. -Algo terrible -dijo. Estir el brazo, roz la fra puerta dorada con las yemas de los dedos, se irgui y se qued inmvil-. La muerte acecha dentro de esa sala, Mon Mothma. -Leia... -Luke viene hacia aqu. l tambin lo percibi. -Pues entonces confa en l -dijo Mon Mothma-. Si corrieras un peligro inmediato, Luke lo sabra. Pero Luke no saba nada. Cuando oy su voz, Luke se haba sentido tan aliviado como Leia cuando oy la suya. Leia tena la boca seca. -Querrs enviar a alguien para que haga venir a Han? Mon Mothma asinti. -Supongo que querrs retrasar la sesin inaugural. Era lo que ms deseaba en el mundo. Pero Leia irgui los hombros, se restreg las manos heladas en un intento de calentarlas e inspeccion sus trenzas por ltima vez. -No -dijo-. Tenas razn. He de elegir con mucho cuidado el mensaje que voy a enviar. Asistir a la sesin. Pero esta tarde doblaremos las guardias, y reforzaremos todas las medidas de seguridad en Coruscant. Ah, y tambin quiero que el almirante Ackbar lleve a cabo una inspeccin del espacio cercano lo ms concienzuda posible. -Qu temes exactamente? -pregunt Mon Mothma.

Alderaan apareci ante los ojos de Leia y lleno todo su campo visual con el momento de la explosin y el fogonazo de horrible y brillante luz que la haba acompaado. -No lo s -dijo-. Quiz una nueva Estrella de la Muerte, o un Triturador de Soles..., algo que podra destruirnos a todos.

Tres

*Han estaba sentado en la parte de atrs de la sala llena de humo. No haba vuelto a aquel casino desde que gan el planeta Dathomir en una partida de sabacc antes de casarse con Leia. El casino haba cambiado de propietario por lo menos quince veces desde aquel entonces -en aquellos momentos era conocido como la Joya de Cristal, y Han hubiera tenido muchas dificultades para encontrar un nombre menos adecuado-, pero estaba exactamente igual que siempre. El aire ola a podredumbre y humedad mezclada con humo y alcohol. Un grupo bastante mediocre tocaba melanclicas canciones de amor de Tatooine con una decidida falta de inters. La marea incesante de las conversaciones suba y bajaba alrededor de Han con cada vuelco de la fortuna en las mesas de sabacc. Han tena en la mano una cerveza gizeriana de un delicado color azul claro que haba cogido de la bandeja de un androide de servicio. Jarril, su compaero, haba desaparecido haca unos momentos para ir en busca del bar. Han no estaba demasiado seguro de si volvera a verlo. Mientras tanto se entretena observando la partida de sabacc que se jugaba en la mesa ms cercana, donde una gotaliana estaba apostando cuanto posea. La aliengena empuj las fichas de juego hacia el centro de la mesa, perdiendo montones de pelos grises con cada gesto que haca. La inmensa mayora de gotalianos haban aprendido a controlar el proceso de prdida del pelaje, y eso quera decir que la jugadora tena que estar extremadamente nerviosa. Sus compaeros no parecieron darse cuenta de ello. El brubb, un corpulento reptil amarronado, se estaba rascando las protuberancias del costado y dejaba esparcidas escamas por todo el suelo mientras su cola golpeaba la base mecnica de un androide de servicio que iba y vena a su alrededor. La ssty estaba contando sus cartas, y las garras en que terminaban sus dos manos dejaban seales en cada una de ellas. El diminuto tintin enano permaneca muy quieto y erguido sobre su silla, y no apartaba sus facciones de rata del montn de fichas acumulado en el centro de la mesa. Los androides que dirigan las partidas en las mesas de juego haban sido modernizados y mejorados desde la ltima visita de Han. Aquel androide estaba sujeto al techo por unos remaches, pero a diferencia de sus predecesores poda descender hasta la mesa y expulsar de ella a un jugador que estuviera haciendo trampas o creara problemas. El androide acababa de hacer precisamente eso despus de que Jarril se hubiera marchado, y su rpida accin haba atrado la atencin de Han. Nunca haba visto a un androide tan agresivo. Aun as, Han tena que admitir que un lugar semejante necesitaba disponer de ese tipo de androides. Haba una cola increble. Jarril volvi a ocupar su silla. Haba trado consigo dos vasos llenos de un lquido verde que no tena un aspecto demasiado atractivo. Han curv las manos alrededor de su cerveza. -Si hubiera sabido que invitabas habra esperado a que volvieras. Jarril se encogi de hombros. Era un hombrecillo de hombros estrechos y un rostro curtido por aos de peligros y dificultades. Pero Han siempre le haba envidiado las manos. Jarril tena autnticas manos de contrabandista, con dedos largos y esbeltos de puntas delicadamente ahusadas que resultaban ideales para pilotar, usar un desintegrador y practicar todas aquellas variedades de los juegos de azar que exigan destreza. -As habr ms para m -dijo. Esa frase resuma todo el credo de los contrabandistas. Han sonri. Haba transcurrido demasiado tiempo desde su ltima visita a un lugar como aqul. De no ser por Leia, probablemente ni siquiera habra respondido a la llamada de Jarril. Cuando sali de casa aquella maana, su esposa haba vuelto a ser

aquella princesa de lengua afilada a la que Han haba rescatado cuando era un bribn de lengua igualmente afilada. A veces Han echaba de menos esa parte de s mismo con una nostalgia bastante ms intensa de lo que estaba dispuesto a confesar. Hizo retroceder su silla hasta que el respaldo choc con la pared. Han llevaba un desintegrador en la cintura, habiendo aprendido casi antes de que pudiera caminar que ningn hombre cuerdo entraba en un sitio semejante sin contar con un mnimo de proteccin. Adems, realmente segua sin saber cul era la razn oculta detrs de la visita de Jarril. -No creo que hayas venido a Coruscant meramente para invitarme a una copa -dijo. No se molest en aadir que el Jarril de los viejos tiempos jams habra invitado a nada a nadie. Pero su antiguo colega haba cambiado mucho, y los cambios incluan el precio de sus ropas. Jarril sola llevar puestas las camisas hasta que se le caan a pedazos. La que llevaba en aquellos momentos haba sido confeccionada con lana de gaberio que luego haba sido delicadamente teida de verde, y como prenda resultaba singularmente horrenda a pesar de que saltaba a la vista que era nueva. -Cierto -dijo Jarril. Vaci un vaso, tosi, se limpi los labios y sonri. Sus dientes brillaron durante un momento antes de que se quitara el lquido verde de ellos con la lengua-. He venido a hablarte de una gran oportunidad. Oh, aquello era demasiado. Una oportunidad. Para Han Solo, hroe de la Alianza, esposo, padre y hombre de familia. Tengo montones de oportunidades -dijo Han, y enseguida se pregunt de qu oportunidades estaba hablando el viejo contrabandista. -S, claro. -Jarril apart un mechn de cabellos de su frente repleta de cicatrices y granos-. He de admitir que has seguido respetando la ley durante mucho ms tiempo de lo que jams me habra imaginado. Siempre pens que bastaran seis meses viviendo con la princesa para que t y Chewie volvierais al Halcn y partierais con rumbo desconocido. En Coruscant hay trabajo de sobra para mantenerme ocupado -dijo Han. -Ocupado, tal vez -dijo Jarril-. Pero si quieres saber mi opinin, es una manera lamentable de desperdiciar el talento. T y Chewie erais los mejores piratas que he conocido. Han desliz una mano hacia su desintegrador y apoy los dedos en el gatillo. -No llevo tanto tiempo fuera de circulacin, Jarril. Sigue siendo bastante difcil engaarme. Qu quieres? Jarril se inclin hacia adelante para estar ms cerca de l. Su aliento ola a menta, cerveza y caramelos de crema. -Hay mucho dinero esperando ah fuera, Han... Hay ms dinero del que jams hemos podido llegar a soar. -No s qu decirte, chico -replic Han-. Soy muy bueno soando. -Y yo tambin. -Jarril estaba hablando en un tono de voz tan bajo que casi quedaba ahogado por la msica del grupo, y flan tena que hacer un considerable esfuerzo para orle-. Y estoy ganando tanto dinero que nunca podr llegar a gastar todas esas montaas de crditos. -Felicidades -dijo Han-. Quieres que proponga un brindis? -No te interesa, verdad? -pregunt Jarril, observndole con una extraa fijeza. -Hace algunos aos quiz me habra interesado, Jarril, pero ahora tengo una vida. -Y menuda vida -dijo Jarril-. Te pasas el da sentado vigilando a los bebs mientras tu mujercita dirige su imperio privado. Han se inclin hacia adelante y sus dedos se cerraron sobre el cuello de la camisa de Jarril en un veloz movimiento fruto de una larga prctica. -Cuidado, amigo... Jarril torci los labios en un vano intento de sonrer. Sus ojos fueron del rostro de Han a su mano oculta y volvieron a su rostro. Excelente. Han segua siendo el mismo de siempre. -No te ofendas, Solo dijo-. Hablaba... Hablaba por hablar, va sabes. Han aument un poco ms la va considerable Presin que estaba ejerciendo sobre el cuello de la camisa de Jarril. -Qu quieres? -Quiero un poco de ayuda, Han. Han le solt. Jarril cay hacia atrs y choc ruidosamente con el respaldo de su asiento. Despus cogi su segundo vaso, apur de un solo trago el horrible lquido verde que contena y se limpi la boca con el

dorso de la mano. Han esper en silencio y mantuvo el dedo sobre el gatillo del desintegrador. Un contrabandista jams peda ayuda a otro contrabandista. Los contrabandistas a veces engaaban a sus amigos para conseguir que les echaran una mano, pero nunca pedan ayuda. Jarril haba estado tratando de tenderle alguna clase de trampa, pero el truco no haba funcionado. Jarril se lami los labios y cogi otro vaso de la bandeja del androide de servicio cuando ste pas junto a l. -No me hagas perder mucho tiempo -dijo Han-. Mi mujercita siempre espera encontrarme en casa con la cena preparada cuando vuelve del trabajo. -Ech el asiento hacia atrs, mantenindolo en equilibrio sobre dos patas hasta qu su cabeza qued apoyada en la pared-. Hago unos pasteles de contrabandista buensimos. Jarril alz las manos. -No estoy intentando engaarte, Han -dijo-. Todo es verdad. El dinero... -Dijiste que necesitabas ayuda. -Creo que todos la necesitamos. -Jarril volvi a bajar la voz-. Hay que pagar cierto precio a cambio de ese dinero. Nunca haba visto tanto dinero junto en toda mi vida... -Eso ya lo he entendido, Jarril -dijo Han-. Eres rico. La riqueza tambin tiene sus problemas, lo s, pero ahora no estoy de humor para aguantar quejas de nadie. -No me estoy quejando -dijo Jarril, alzando la voz en una vehemente protesta. -Pues a m me parece que es exactamente lo que ests haciendo, amigo. -No, Han, no lo entiendes... Ha habido muertes, y habr mas en el futuro. Buena gente, personas decentes que... -Crea que t nunca habas conocido a una sola persona decente, Jarril. -Te conozco a ti. -Ests intentando decirme que alguien me amenaza? -No -dijo Jarril, y mir por encima de su hombro. -Se trata de Leia, entonces? -No! Jarril acerc un poco ms su silla y Han tuvo que modificar el ngulo en que estaba sosteniendo su desintegrador-. Oye, Han, cualquier contrabandista que tenga un poco de cerebro ha ganado una fortuna durante los ltimos meses. Estoy hablando de toda la gente que conocemos, y de personas a las que nunca has conocido. Se han vuelto muy ricos, entiendes? El Pasillo de los Contrabandistas ya no es el sitio que t habas conocido. Ahora hay ms crditos circulando por all de los que los hutts podran llegar a gastar durante toda una vida. -Y? -Y? -Jarril vaci su ltimo vaso-. Y al principio todo pareca maravilloso, pero despus unos cuantos contrabandistas desaparecieron de repente y no volvieron jams. Te estoy hablando de gente importante..., de gente como t y como Calrissian. Han reprimi una sonrisa. En los viejos tiempos l y Lando estaban considerados como un par de tipos bastante raros porque de vez en cuando ayudaban a otro contrabandista en apuros. -Y adnde haban ido todos esos contrabandistas que nunca ms volvieron? Jarril se encogi de hombros. Al principio no le di demasiada importancia, pero luego me di cuenta de que quienes estaban desapareciendo eran precisamente los tipos que se dedicaban al contrabando por amor a la aventura y para ganar dinero. Eso hizo que pensara en ti, viejo amigo. -En m? -Bueno, pens que... En fin, ya sabes... Pens que quiz t y Chewie podrais ir a echar un vistazo por el Pasillo para tratar de averiguar qu est ocurriendo. De una manera extraoficial, claro. Pens que quiz... -Tengo una vida -dijo Han. Jarril se mordi el labio inferior, como si estuviera luchando consigo mismo e hiciera un esfuerzo para no hablar. -Por eso he venido aqu -acab diciendo-. Conoces a mucha gente. Tal vez podras averiguar qu est pasando. De una manera extraoficial, comprendes? -Desde cundo necesita el Pasillo de los Contrabandistas la ayuda de las fuerzas de la ley? -Es que lo que se haga no puede tener nada que ver con la ley! La voz llena de perplejidad de Jarril se alz por encima de los otros ruidos del casino.

Las conversaciones se interrumpieron de repente. Han sonri a las caras que se volvieron hacia ellos, todas fingiendo desinters pero con la nada disimulada esperanza de ver correr un poco de sangre. Durante un momento sinti la tentacin de agitar el desintegrador delante de sus narices. -Ves algo que no te gusta? -le pregunt a la ssty que le estaba contemplando por encima del respaldo de su asiento. La aliengena respondi meneando su anguloso rostro cubierto de pelaje. Han enarc las cejas y permiti que sus ojos recorrieran el local para formular en silencio la misma pregunta a toda la clientela. Uno a uno, todos los clientes le fueron dando la espalda. Han esper hasta que el nivel de las conversaciones volvi a subir antes de seguir hablando. -Si la ley no puede tomar parte en esto, por qu recurrir a m? -pregunt. -Porque t y Chewie sois los nicos tipos que conozco que pueden moverse libremente por entre el Pasillo de los Contrabandistas y la Repblica sin que nadie les haga preguntas. -Qu me dices de Lando? O Talon Karrde. Mara Jade, quiz. -Karrde no quiere tener nada que ver con todo esto. Jade ha estado trabajando con Calrissian durante algn tiempo, y ya sabes que l y Nandreeson no se llevan nada bien. -Pues no lo saba. -Han menta. Estaba al corriente de aquello, pero pensaba que el problema ya haba quedado resuelto haca aos. -Vamos, Solo... No me lo pongas tan difcil. Nandreeson ofreci una considerable recompensa a quien le trajese la cabeza de Calrissian poco despus de que Palpatine subiera al trono imperial. La recompensa no poda ser muy grande. Todo el mundo sabe dnde est Lando. -Calrissian sabe cmo hacer amigos -dijo Jarril-, pero no se atreve a entrar en el Pasillo. -Y crees que el problema est en el Pasillo de los Contrabandistas? -Creo que quien vaya all tal vez podra encontrar algunas respuestas. Han suspir y permiti que sus dedos se relajaran sobre el gatillo del desintegrador. -Y por qu no te ocupas personalmente de ello, Jarril? Jarril se encogi de hombros. -No hay ningn beneficio a ganar. -Jarril.. -dijo Han en un murmullo lleno de amenaza. Jarril respir hondo y se inclin sobre la mesa hasta quedar lo ms cerca posible de Han. -Porque estoy excesivamente involucrado en todo este asunto, Han -dijo en un susurro casi inaudible-. ---Estoy metido en esto hasta las cejas..., y puede que hasta un poco ms arriba.

***Cetrespe se estaba recuperando del equivalente a un ataque de agotamiento androide delante de la entrada del cuarto de juegos. Haba pasado toda la maana con los gemelos, Jacen y Jaina, y con su hermano Anakin. Aquella maana haba resultado particularmente difcil para Cetrespe. Los nios haban planeado su ofensiva durante la noche anterior. No haban hecho las redacciones sobre el origen de la Nueva Repblica que se les haban asignado como deberes, y haban organizado una pequea discusin de origen alimentario para distraer a Cetrespe. La maniobra de distraccin haba funcionado a la perfeccin. Cetrespe, cubierto de bayas de salthia y suero de leche, intent descubrir cmo se haba iniciado la discusin. Pregunt una y otra vez cmo haba llegado aquella comida al cuarto de juegos, aunque tambin se dedic a deplorar la falta de disciplina de los nios a medida que la pelea iba progresando. La falta de disciplina se volvi altamente evidente cuando el ama Leia y el amo Solo se fueron. Los dos eran unos padres muy indulgentes. Invierno, que haba ayudado a criar a los tres nios desde la ms temprana infancia, por lo menos comprenda el valor de la disciplina. Afortunadamente, Invierno haba llegado antes de que Anakin consiguiera acordarse de dnde haba metido su tirachinas. Invierno acompa a Cetrespe hasta la puerta del cuarto de juegos y le dijo que descansara un rato. Cetrespe haba intentado informarle de que los androides no necesitaban descansar, pero Invierno se haba limitado a sonrer comprensivamente sin decir nada. Cetrespe segua inmvil delante de la puerta

del cuarto de juegos a pesar de que Invierno la haba cerrado ya haca un buen rato, quiz perplejo ante la orden de descansar que haba recibido o, quiz, sencillamente porque no quera abandonar el escenario del ltimo en una larga serie de desastres. La entrada al cuarto de juegos no presagiaba el caos que reinaba en su interior. La habitacin tena forma octagonal, con sillas colocadas junto a cada pared. En el pasado haba servido como cmara de escucha para tina sala de reuniones de gran importancia, pero actualmente rara vez era utilizada salvo como vestbulo. Nadie se sentaba en las sillas, y los nios se limitaban a patinar sobre el mrmol. El androide de limpieza asignado a aquella ala se haba quejado en ms de una ocasin de las seales que sus pies envueltos en calcetines dejaban sobre el suelo. Un repentino ruido en el vestbulo hizo que Cetrespe alzara la cabeza. El ruido se convirti en unos curiosos pasos zumbantes. El panel de la puerta se hizo a un lado, y un androide niera entr en el vestbulo. Sus cuatro manos estaban inmviles sobre el delantal que le cubra el estmago. Sus ojos plateados relucan, y las comisuras de su boca estaban vueltas hacia arriba en una permanente expresin de buen humor. -Cetrespe? -La voz del androide haba sido cuidadosamente modulada para que sonara lo ms clida y afable posible-. Soy T-D-EleTres-Cero-Cinco y he venido aqu para sustituirte como niera de los pequeos. -Oh, cielos. -Cetrespe volvi la cabeza para lanzar una rpida mirada al cuarto de juegos-. No he sido informado de esto. Despus de todo, es una situacin muy poco usual -dijo el androide niera-. Un androide de protocolo cuidando nios? No tienes carne sinttica ni circuito de abrazos, querido, y si me permites que te hable con franqueza... Bueno, la verdad es que ests anticuadsimo. Unos cuantos androides de protocolo mejorados cuentan con la programacin necesaria para desempear un trabajo tan difcil como el de cuidar nios, pero... -Te aseguro que he cuidado muy bien a estos nios -dijo Cetrespe. No lo dudo. -Estaba claro que el androide niera se limitaba a seguirle la corriente-. Tampoco me cabe ninguna duda de que tus servicios sern debidamente recompensados, pero he venido aqu para sustituirte. -No saba nada sobre esta sustitucin -dijo Cetrespe. -Los androides nunca son informados... -Tengo un lugar especial en esta familia. No puedo ser despedido como si fuera un..., un... -Un androide sanitario oxidado? -le interrumpi el androide niera con una risita-. Veo que exageramos un tanto nuestra importancia, no? -No exagero mi importancia! -exclam Cetrespe-. Me atrevera a decir que soy el androide ms humilde que conozco. -Tal como me has repetido frecuentemente. Invierno estaba apoyada en el quicio de la puerta, llenando el hueco con su alta y esbelta silueta. Jaina asom la cabeza por entre los pliegues de las faldas de invierno. -Cmo puede ser humilde si slo sabe hablar de lo muy humilde que es? -pregunt. -Calla, nia -dijo Invierno. -Ama Invierno, creo que el protocolo exige que si piensan sustituirme yo debo ser el primero en saberlo -dijo Cetrespe. -Te vas a librar de Cetrespe? -pregunt Jacen. El pequeo acababa de aparecer en la puerta, su rostro de siete aos de edad una rplica perfecta del de Han Solo-. Realmente, Invierno... Crea que nos conocas mejor. A veces nos metemos con l, pero lo hacemos nicamente porque le apreciamos. -No planeaba librarme de l -dijo Invierno, apartando un mechn de cabellos blancos como la nieve de su cara-. Y que yo sepa, vuestros padres tampoco quieren sustituir a Cetrespe. -He sido encargado especficamente para esta casa -dijo el androide niera-. Soy T-D-Ele-Tres-CeroCinco, y he venido aqu para sustituir a Cetrespe segn el cdigo de instrucciones Bantha Cuatro Cinco Seis. -Bantha? -pregunt Invierno- Eso no es un cdigo de la familia. -Yo no tengo la culpa! -chill Anakin desde la otra habitacin. -Creo que no le gust nada que decidieras que ya era demasiado mayor para volver a escuchar El cachorrito de bantha perdido -le murmur Jacen a Cetrespe.

-De veras? -exclam Cetrespe-. Ese cuento ya hace aos que dej de ser til. Vaya, pero si la semana pasada el amo Solo expres con toda claridad el gran alivio que le produca el que ninguno de vosotros quisiera volver a escucharlo. -Cetrespe... -dijo Invierno en un tono de advertencia bastante cautelosa mientras se detena junto a l-. --Disclpanos, T-D-Ele-Tres-CeroCinco. Al parecer alguien de esta casa ha estado explorando algunas zonas de la red de compras que no se supona debiera visitar. Lo cual es otra razn que justifica la introduccin de una supervisin adecuada -dijo el androide niera-. Los nios que estn a mi cuidado siempre se comportan con el mximo decoro. Resulta obvio que un modelo tan anticuado como el que han estado utilizando para que vigile a los nios no puede controlarlos. Necesitan experiencia... -S, desde luego. -Invierno se cruz de brazos-. Has cuidado nios sensibles a la Fuerza anteriormente? -Sean cuales sean sus talentos especiales, los nios son nios y punto -dijo el androide niera-. A juzgar por mis experiencias anteriores, el exceso de sensibilidad puede estar relacionado con una falta de disciplina que... Crea haberte odo decir que carecas de experiencia con ese tipo de nios -dijo Invierno-. Cetrespe ha sabido salir bastante airoso de los singulares desafos que le han planteado estos nios. De hecho, creo que un androide niera sera un desastre tanto para los nios como los adultos. -Me est despidiendo? -pregunt el androide niera. -Ests aqu porque un nio pidi a la tienda que te enviaran -dijo Invierno. -Yo no he sido! -chill Anakin desde la habitacin. Jaina se tap la boca con las manos. Jacen entr en el cuarto de juegos. -Mentir no servir de nada, Anakin. El cdigo te ha delatado, y ahora ya no podremos volver a utilizarlo. -Oh, desde luego que no -dijo Cetrespe-. Nios con acceso a las redes de compra... Es realmente inimaginable. Qu se les ocurrir a continuacin? -Cualquier otra barbaridad, supongo -dijo Invierno sin apartar la mirada del androide niera, que no se haba movido-. Aqu no hay sitio para ti, T-D-Ele-Tres-Cero-Cinco. No necesitamos tus servicios, as que considrate despedido. -Disclpeme, seora, pero creo que est cometiendo un error -dijo el androide niera. -Oh, pero qu grosera tan excepcionalmente elevada... -dijo Cetrespe-. El ama Invierno ha cuidado a estos nios desde... -Yo me ocupar de esto, Cetrespe. -Invierno estaba sonriendo-.Tomo nota de tu queja -le dijo al androide niera-, y te aseguro que quedar registrada en el archivo. El androide niera emiti un suave sonido de disgusto. Despus su cuerpo gir gilmente, y el androide niera sali rodando de la antesala y la puerta se cerr detrs de l. -El archivo? -pregunt Cetrespe-. No saba que tuviera un archivo. -Y no lo tengo -dijo Invierno. -Cmo se te ha podido ocurrir hacer algo semejante? -pregunt Jacen, y su voz lleg hasta ellos por el hueco de la puerta. -El holograma era muy bonito -dijo Anakin. Invierno sonri a Cetrespe, y despus fue hacia el cuarto de juegos para poner fin a lo que amenazaba con convertirse en una grave pelea entre hermanos. Un androide niera le salv la vida a Anakin hace tiempo -dijo-. Quiz sencillamente deseaba la seguridad de que disfrutaba cuando era un beb. -No soy un... -empez a decir Anakin, y despus se interrumpi de repente como si se hubiera quedado sin voz. Cetrespe fue corriendo al cuarto de juegos. El rostro de Anakin estaba muy blanco. -Qu ocurre? -pregunt Invierno. Jacen y Jaina se haban quedado totalmente inmviles. Tenan los ojos muy abiertos..., y un instante despus los tres nios empezaron a gritar al unsono.

Cuatro

*Kueller, sus botas repiqueteando sobre el metal, atraves el hangar. Los tcnicos se prosternaron ante l y sus manos enguantadas se extendieron sobre las protuberancias metlicas del suelo. Kueller pas tan cerca del grupo de la izquierda que el borde de su capa les roz los crneos. La mscara de la muerte se adhera a su piel, reconfortndole y dndole poder. -Necesito una nave -dijo. Su voz aumentada por la Fuerza cre ecos que resonaron por toda la gran sala. El hangar estaba vaco salvo por tres cazas TIE en distintas fases de reparacin. -Est preparada, mi seor. Femon, su fiel ayudante, se incorpor. Su larga cabellera negra ocultaba la palidez antinatural de su rostro. Femon ech los cabellos a un lado con una rpida sacudida de la cabeza, y el gesto revel ojos ennegrecidos por el kohl y labios rojos como la sangre. Femon haba convertido su cara en una mscara de la muerte creada mediante los cosmticos cuyo aspecto resultaba bastante menos convincente que la que llevaba su amo y seor. Kueller asinti. Nadie ms se movi. -Y Brakiss? -Se ha ido, mi seor. -No ha perdido el tiempo. -Dijo que contaba con vuestro permiso. -Y no comprobaste si deca la verdad? Femon sonri. -Siempre lo compruebo todo. -Excelente. Kueller acarici la palabra. Femon se irgui bajo su elogio, tal como haca siempre. Si no fuese tan capaz, Kueller ya habra... Pero Kueller permiti que el pensamiento se desvaneciera. No quera perder el tiempo con distracciones, ni siquiera si eran de la variedad ms agradable. -Ha llegado algn informe de Pydyr? -Mil personas estn prisioneras en sus casas, tal como habais ordenado. -Destruccin? -Ninguna. La palabra qued flotando entre ellos. Kueller se permiti una sonrisa, sabiendo que la expresin llenara de terror incluso a los ms endurecidos de sus seguidores. -Excelente. Cul ha sido la prdida de vidas? Femon junt las manos a la espalda, dominando el ondular de su capa plateada y subrayando la esbeltez de sus formas femeninas mediante aquel gesto. -Un milln seiscientas cincuenta y una mil trescientas cinco, mi seor. -Exactamente tal como se haba planeado -dijo Kueller. -Hasta la ltima persona. Haris alguna investigacin al respecto? -Siempre lo compruebo todo -dijo Kueller, devolvindole sus palabras. Femon sonri. La sonrisa suaviz sus rasgos a pesar de sus intentos para evitarlo. -Me dais permiso para acompaaros? Kueller titube durante un momento. Femon haba estado con l desde el comienzo. Aquella parte del plan era tan suya como de Kueller. -Todava no -dijo por fin-. Te necesito aqu. -Crea que esperaramos hasta la Fase 2. -Oh, no -dijo Kueller, empleando deliberadamente un tono lo ms afable posible-. Los engranajes ya han empezado a girar. Hay que conservar la inercia para no perder la ventaja. Lo recuerdas? -Con toda claridad. Kueller percibi el temblor de su voz, y oy en ella el residuo de cada una de las pesadillas que le haba enviado. Haba noches en que lleg a enviarle cinco, una detrs de otra. -Excelente -dijo, y le acarici la cara con sus dedos enguantados de cuero-. Excelente, excelente...

***

El chambeln abri la puerta de la Sala del Senado mientras los heraldos anunciaban la presencia de Leia. Toda aquella pompa y circunstancia haba parecido innecesaria hasta la discusin que Leia acababa de mantener con Mon Mothma. Pero despus del extrao acontecimiento que haba tenido lugar en el vestidor, Leia acogi con alegra la prdida de tiempo que exiga el ceremonial porque le daba un momento para recuperar el control de s misma y expulsar de su mente el terror que haba llegado a travs del espacio cabalgando sobre una ola de fro helado. Entr con la cabeza bien alta y dos guardias a cada lado. El reforzamiento de las medidas de seguridad resultaba obvio: haba centinelas en todas las puertas del anfiteatro, y un considerable nmero de androides de defensa esparcidos por entre los androides de protocolo situados junto a los senadores que no hablaban bsico. Representantes de todas las especies y planetas de la Nueva Repblica estaban sentados en los sillones que les haban sido asignados y la observaban con expresiones expectantes. Mon Mothma tena razn, desde luego: lo que Leia hiciera aquel da determinara el curso seguido por el Senado en el futuro. Reporteros llegados de docenas de mundos llenaban la balconada de visitantes que se extenda junto a los segmentos de cristal fragmentados del techo. Los segmentos capturaban y reflejaban la luz del sol en un efecto de arco iris que iluminaba el centro de la gran sala. El Emperador haba concebido aquel pequeo truco para impresionar a quienes le observaran. Leia agradeci que hiciera sol y que hubiera tantas ondulaciones de luz porque serviran para distraer a los nuevos representantes, que nunca haban tenido ocasin de contemplar aquel esplendoroso espectculo. Empez a bajar por la escalera. El olor de cuerpos, tanto humanos como aliengenas, llenaba la Cmara, en la que ya reinaba un calor excesivo debido a la proximidad de tantos seres. Leia mantuvo la mirada cuidadosamente dirigida hacia adelante, pero aun as al pasar junto a Myet Luure se dio cuenta de que el veterano senador estaba sentado junto a su nuevo colega de Exodeen. Los dos exodeenianos tenan seis brazos y seis piernas, y apenas si conseguan acomodarse dentro de los sillones homogeneizados que Palpatine haba ordenado instalar en los das en que los no humanoides estaban considerados como especies de mnima importancia. No haba nada en su apariencia que permitiera distinguir al antiguo imperial exodeeniano de su congnere el senador rebelde. De hecho, Leia no poda reconocer a ningn ex imperial meramente a travs de la vista, y tena que dejarse guiar por la reputacin. Como en el caso de Meido, el primer y nico senador del planeta Adin... Aquel mundo haba sido una fortaleza imperial, y Leia segua sin estar demasiado segura de que Meido hubiera sido elegido de una manera totalmente legal. Leia haba ordenado a algunos de sus ayudantes de confianza que llevaran a cabo discretas investigaciones al respecto. Recordaba haber visto aquel rostro aliengena lleno de protuberancias en sus das de rebelde, pero no consegua situarlo con exactitud. Y por fin lleg al otro extremo de la Cmara. El chambeln volvi a anunciar su presencia mientras Leia ocupaba su sitio detrs del estrado brillantemente iluminado. Los senadores aplaudieron, o emplearon el equivalente ms cercano al aplauso permitido por su fisiologa. Los luyals golpearon los tableros con sus tentculos. Los uteens, aquellas criaturas que parecan anguilas, hicieron que sus androides aplaudieran por ellos. Leia apoy las manos sobre la madera del estrado, asegurndose de que no rozaban la pantalla del ordenador. No haba preparado ningn discurso, y se alegraba de no haberlo hecho. Las puertas de la Sala del Senado se cerraron y los guardias se desplegaron delante de ellas. Los aplausos eran tan ruidosos como claramente favorables. Leia sonri y saludo con inclinaciones de cabeza a los viejos amigos mientras ignoraba los nuevos rostros. No tardara mucho en tener que prestarles atencin. Senadores y senadoras... -dijo, intentando hacerse or por encima del estruendo. Los aplausos fueron muriendo lentamente, y Leia esper hasta que se hubieron desvanecido del todo antes de seguir hablando-. Vamos a iniciar un nuevo captulo en la historia de la Repblica. La guerra con el Imperio termin hace ya mucho tiempo, y por fin hemos extendido la mano de la amistad... Una explosin hizo temblar la Cmara y lanz a Leia por los aires. Sali despedida hacia atrs y choc con un escritorio, y todo su cuerpo tembl bajo la poderosa violencia del impacto. La sangre y los restos llovieron a su alrededor. Chorros de humo y polvo se alzaron por los aires, llenando la gran sala con una oscuridad granulosa. Leia no poda or nada. Se llev una mano temblorosa a la sien y not el calor que manchaba sus mejillas y los lbulos de sus orejas. El zumbido no tardara en llegar. La explosin haba sido lo suficientemente potente para afectar a sus tmpanos.

La spera claridad de los paneles de emergencia inund la sala. Leia sinti ms que oy la lluvia de trozos de cristal desprendidos del techo que se precipit sobre el suelo. Un centinela haba cado junto a ella, y su cabeza estaba ladeada en un ngulo que no tena nada de natural. Leia cogi el desintegrador del centinela. Tena que salir de all. No estaba segura de si el ataque se haba originado en el interior o en el exterior. Fuera cual fuese el lugar del que haba llegado, tena que asegurarse de que no estallaran ms bombas. La fuerza de la explosin haba afectado a su sentido del equilibrio. Se arrastr sobre los cuerpos, algunos de los cuales todava se movan, y fue avanzando hacia la escalera. El ms leve movimiento le causaba mareos y oleadas de nuseas, pero Leia ignor aquellas desagradables sensaciones. Tena que hacerlo. Un rostro se alz ante ella. Estaba manchado de sangre y polvo y terminaba en un casco torcido, pero aun as Leia logr reconocer a uno de los guardias que haban estado con ella desde Alderaan. -Alteza... -logr susurrar la boca del guardia, y Leia no pudo entender el resto de lo que dijo. Mene la cabeza, ahogando un jadeo al sentir una nueva oleada de mareos, y sigui adelante. Por fin lleg a la escalera. Leia utiliz los restos de un escritorio para incorporarse. Su traje estaba empapado de sangre pegajosa, y la tela se le adhera a las piernas. Leia alz el desintegrador delante de ella, deseando poder or algo. Si pudiera or, sera capaz de defenderse. Una mano surgi de entre los cascotes y se estir hacia ella. Leia gir sobre sus talones hasta quedar de cara a la mano y vio cmo Meido iba saliendo de entre los restos. Sus esbeltos rasgos estaban cubiertos de polvo, pero pareca ileso. Meido vio su desintegrador y se encogi temerosamente. Leia le dirigi un asentimiento de cabeza para indicarle que le haba reconocido, y sigui adelante. El guardia no se apartaba de su lado. Ms cascotes cayeron del techo. Leia se agazap y se tap la cabeza con las manos para protegerse. Una llovizna de pequeos guijarros cay sobre ella, y el suelo tembl bajo el impacto de los trozos de baldosas ornamentales. Una nube de polvo se alz por el aire, amenazando con asfixiarla. Leia tosi, sintiendo la presencia del polvo pero sin poder or nada. Un solo instante haba bastado para que la Sala del Senado dejara de ser un lugar de ceremoniosas comodidades y se convirtiera en el reino de la muerte. La imagen de la mscara cadavrica volvi a flotar delante de ella, pero esta vez surga de la memoria. Leia haba sabido que aquello iba a ocurrir. Lo haba visto en algn lugar misterioso bajo la forma de imgenes enviadas por su cerebro sensible a la Fuerza. Luke deca que a veces los Jedi eran capaces de ver el futuro. Pero Leia nunca haba llegado a completar su adiestramiento. No era una Jedi. Pero no le faltaba mucho para serlo. Un torrente de ira cuya intensidad la volva casi bella invadi todo su ser. Leia dej que sus manos descendieran hasta quedar inmviles junto a sus costados. Las baldosas haban dejado de caer, al menos por el momento. Leia agit los brazos, llamando a Meido y a cualquier otro que pudiera verla. Si ella no poda or, los senadores y guardias tambin habran perdido la audicin..., y tenan que salir de all lo ms pronto posible. Lanz una rpida mirada al techo. La detonacin haba abierto varios agujeros en l, y haba dejado enormes orificios de afilados contornos irregulares en el recubrimiento de cristal. Todas las baldosas que haba ordenado instalar el Emperador se haban desprendido y estaban cayendo como granizo por toda la Sala. Otros senadores se estaban levantando. Unos cuantos androides de protocolo de modelos bastante antiguos estaban levantando los escombros ms grandes y los dejaban a un lado, aparentemente en un intento de liberar a alguien que estaba atrapado debajo de ellos. El congnere de Myet Luure ya haba logrado subir media escalera, y sus seis piernas y su larga cola estaban obstruyendo el paso a media docena de senadores. En cuanto a Luure, Leia no vio ni rastro de l. El guardia la cogi del brazo y seal hacia adelante. Leia asinti, se liber del brazo de un tirn y sigui avanzando. Esperaba ms explosiones, y se iba poniendo cada vez ms nerviosa al ver que no se producan. Aquel ataque no se pareca a ninguno de los que haba sufrido anteriormente. Por qu iban a querer golpear a la Sala del Senado con tanta ferocidad sin terminar el trabajo despus? Leia resbal sobre un trozo de baldosa, estuvo a punto de caer, extendi la mano izquierda en busca de algn apoyo y encontr algo blando y viscoso que cedi bajo sus dedos. Leia se volvi y vio que su mano haba quedado encima de una de las seis piernas de Myet Luure. La onda expansiva la haba separado de su cuerpo. Leia fue hacia l, impulsada por la esperanza de que an estuviera vivo, y empez a apartar rocas, baldosas y trozos de mrmol en una frentica bsqueda...

... y un instante despus se qued inmvil cuando encontr la cara de Myet Luure. Sus ojos estaban abiertos y vacos de toda expresin, y su boca se hallaba medio cerrada sobre sus seis hileras de dientes. Leia desliz una mano ensangrentada sobre sus mejillas desgarradas. -Myet... -dijo, y la palabra fue como un gorgoteo ahogado que reson dentro de su garganta. Luure no se mereca morir de aquella manera. Sus convicciones no podan estar ms alejadas de las de Leia, pero haba sido un buen amigo, una persona ntegra y decente y uno de los mejores polticos que haba conocido. Leia siempre haba albergado la esperanza de que acabara consiguiendo atraerle a su bando. Esperaba que algn da Luure podra ayudar a la Repblica desde una posicin de liderazgo fuera del Senado, donde sera una potente voz a favor del cambio. Las puertas se abrieron. Una luz cegadora inund la Sala del Senado. Leia logr erguirse y apoy el desintegrador en una roca cercana. Un instante despus vio a su personal de seguridad, que vena a la carrera. Leia acab de incorporarse y corri hacia los recin llegados, luchando con los obstculos de los escombros y los escalones e intentando no tropezar con ellos. -Daos prisa! -grit cuando lleg al final de la escalera-. Tenemos muchos heridos ah abajo! Un guardia le dijo algo, pero Leia no pudo orle. En vez de preguntarle qu haba dicho, se dedic a inspeccionar los daos desde arriba. Todos los asientos estaban cubiertos de restos. La mayora de los senadores se movan, pero haba muchos que permanecan inmviles. La nueva legislatura senatorial quedara indeleblemente marcada por aquel terrible comienzo. Y el Imperio tendra que pagar por ello.

Cinco

*E1 trueno surgido de la nada hizo que la claridad emitida por los paneles luminosos de la Joya de Cristal se debilitara de repente. Despus el suelo tembl. Los androides esparcidos por todo el casino que dirigan las partidas en las mesas de juego gimieron mientras vibraban como si fueran a desprenderse de sus sujeciones. La silla de Han, que estaba precariamente inclinada, cav al suelo. Han se levant de un gil salto y la cogi con una mano. Jarril se desplom sobre la mesa y derram los restos de las bebidas. -Qu...? -Es un terremoto? -pregunt alguien. -Se va a caer... -Cuidado! Los gritos y alaridos ahogaron cualquier intento de mantener una conversacin. Han no estaba intentando hablar, desde luego: ya haba vivido los aos suficientes para saber que no se estaba produciendo ningn terremoto. Aquello haba sido una explosin. Salgamos de aqu -dijo, atrayendo la atencin de Jarril con una palmada en el hombro. -Qu est pasando? -chill Jarril. Han no le respondi, o por lo menos no lo hizo directamente. Estamos por debajo del nivel del suelo, amigo. Si no salirnos de aqu ahora mismo, tal vez nunca lleguemos a hacerlo. Jarril probablemente ni siquiera haba pensado en ese aspecto de su situacin. Aquellos tugurios nunca parecan estar a dos metros de profundidad, aunque as era en realidad. Su grito se uni a los de los dems mientras se levantaba. Han ya estaba abrindose paso a empujones hacia la puerta, agitando su desintegrador delante de las narices de cualquiera que intentase detenerle. Durante el trayecto ayudo a levantarse a un cemasiano, esquiv los dientes de un perro de combate nek que haba sido liberado de su cadena por la explosin y extrajo a un agee alado de entre los restos de tuna seccin de techo medio desmoronada. La multitud que se haba acumulado delante de la puerta era enorme. Todos intentaban trepar por encima de los dems, y todos intentaban salir. Un instante despus Han vio que algn idiota haba cerrado la puerta. -Dejadnos salir de aqu! -grito. -No sabes qu hay ah fuera!

-S que sea lo que sea lo prefiero a morir aqu dentro. Varias voces se alzaron junto a la suya, y todas secundaron su protesta. Han logr llegar hasta la primera fila de la multitud. Un oodoc, una especie famosa por su tamao y su fuerza pero no por su inteligencia, estaba inmvil delante de la puerta con sus brazos erizados de pinchos cruzados delante de su gigantesco pecho. -Aqu dentro corremos menos peligro -dijo. Escchame con atencin, cerebro de palillo -replic Han-. El techo est a punto de derrumbarse. Prefiero correr el riesgo de enfrentarme a lo que haya ah fuera que morir contigo aqu dentro. -Yo no -dijo el oodoc. Pues entonces habr que quitarte de enmedio. Han apart al aliengena de un empujn y destruy la cerradura de la puerta con un disparo de su desintegrador. El rebote acert al oodoc en su espalda erizada de pinchos. La criatura gru y se lanz sobre Han mientras la puerta empezaba a abrirse. Una marea de criaturas se esparci por los pasillos que se extendan al otro lado de la puerta, envolviendo a Han y arrastrndolo lejos del oodoc. Han logr liberarse, lleg al turboascensor sin que nadie le siguiera, busc a Jarril con la mirada y no pudo verle. El ascensor se detuvo a un nivel por debajo de la superficie y Han subi los peldaos de dos en dos, el cuerpo tenso en una reaccin instintiva de preparacin ante la prxima explosin, que pareca estar tardando una eternidad en producirse. La multitud lleg a las puertas y sali por ellas bajo la forma de un impetuoso torrente de cuerpos. Los gritos y los alaridos cesaron de repente cuando quienes los lanzaban llegaron a la superficie. Han lleg a la salida y se detuvo tan bruscamente que el gotaliano que iba detrs de l choc con su espalda. El gotaliano le dio un empujn mientras retroceda para pasar junto a Han, y despus l tambin se qued inmvil y mir hacia arriba, dirigiendo el doble cono de su cabeza hacia el cielo. Flan se apart de la entrada, sintiendo la boca repentinamente tan seca como un desierto. Coruscant tena el aspecto de siempre. La ciudad estaba intacta, y no le haba ocurrido absolutamente nada. La luz del sol era potente, cegadora y clida. La tarde segua siendo tan hermosa como cuando Han haba bajado al subsuelo. No puede haber sido algo que ha ocurrido debajo de la superficie, verdad? -pregunt uno de los jugadores de la joya de Cristal, un hombre que tena un aspecto vagamente familiar. Han mene la cabeza. Algo ha ocurrido en algn sitio. -No puede haber venido de arribadijo el gotaliano-. Si hubiera venido de arriba, podramos ver los efectos. Y ahora todos estaramos corriendo de un lado a otro mientras pedamos al cielo que la ciudad no recibiera otro impacto -dijo el jugador. Han alz una mano para hacerse sombra en los ojos mientras buscaba alguna clase de movimiento. Por fin lo vio: un contingente de guardias y personal mdico iba hacia el Palacio Imperial. El palacio. Los nios. Leia. Han ech a correr detrs de los guardias tan deprisa como podan llevarle las piernas y estuvo a punto de derribar al perro de combate nek, que pareca estar tratando de huir de su dueo. Han jug al escondite con las columnas de los edificios y las calles, consiguiendo no perder de vista en ningn instante a los guardias y el personal mdico. Era el personal mdico lo que le preocupaba. Alguien haba salido muy malparado. El contingente pas de largo por delante de la entrada principal del palacio y sigui corriendo a lo largo del muro. Han experiment un fugaz momento de alivio hasta que comprendi adnde iban. Iban a la Sala del Senado. Han estaba respirando con jadeos entrecortados. Una dolorosa punzada haba empezado a formarse en su costado. Estaba en buena forma fsica, pero haba transcurrido mucho tiempo desde la ltima vez en que tuvo que ir corriendo a algn sitio como si su vida dependiera de ello..., y Han ya llevaba un buen rato corriendo de esa manera. Segua sin haber ms explosiones. Extrao. Muy extrao.

Dobl la esquina y lo que vio hizo que intentara correr todava ms deprisa. Haba senadores esparcidos por encima del csped, cubiertos de tierra, polvo y sangre de varios colores distintos. Un lquido negro brotaba de las heridas del senador de Nyny, y sus tres cabezas estaban inclinadas hacia atrs. Si no estaba muerto, le faltaba muy poco para estarlo. Mon Mothma estaba inclinada sobre otro senador y le hablaba muy despacio. Han se detuvo el tiempo suficiente para tocarle el hombro y hacer que volviera la mirada hacia l. -Y Leia? -pregunt. Mon Mothma mene la cabeza. Pareca diez veces ms vieja que a primera hora de la maana. -No la he visto, Han. Han dio un rodeo para esquivar a los heridos, aunque Mon Mothma le llam a gritos. Ya saba qu le dira si se paraba a escucharla: Mon Mothma le dira que no entrara ah y que dejara que el personal adiestrado para esas eventualidades se ocupara de todo, que era exactamente lo que le habra dicho Leia en las mismas circunstancias. Pero su esposa haba desaparecido. Han la encontrara sin ayuda de nadie. La enorme entrada de mrmol estaba llena de polvo, sangre y ms cuerpos. Algunos haban sido colocados a lo largo de la pared como si fueran contenedores de carga. Mientras pasaba junto a ellos Han vio que se trataba de androides. Ni siquiera eran androides enteros, sino nicamente trozos: brazos en un rincn, piernas en otro. Han vio docenas de miembros dorados, y no quiso ni pensar en la posibilidad de que Cetrespe estuviera entre los androides que haban quedado hechos aicos. La sangre y el polvo haban hecho que el suelo se volviera muy resbaladizo. Han se desliz sobre un par de losas y no consigui detenerse hasta que hubo llegado a la entrada de la Sala del Senado propiamente dicha. Todas las puertas se hallaban abiertas y los paneles luminosos de emergencia estaban encendidos, y el polvo flotaba en el aire como una tempestad de arena sobre Tatooine. Han oy gemidos, quejidos y voces que gritaban pidiendo socorro y que venan del interior de la sala. Otras voces que impartan rdenes o solicitaban ayuda se mezclaban con el estrpito. El personal mdico al que haba seguido ya estaba dentro, as como docenas de guardias y miembros del servicio de seguridad. Esa clase de daos slo podan haber sido causados por una bomba enorme. Tena que haber sido ms grande que la ms potente de cuantas haba llegado a ver fuera de una batalla espacial..., y aquella bomba no poda haber llegado del espacio. Toda la parte exterior del edificio se encontraba intacta, y eso quera decir que la explosin tena que haberse producido dentro de l. Y entonces vio a Leia, cubierta de sangre y con su vestido blanco, que haba dejado de ser blanco, medio desgarrado y pegado a su cuerpo. Una trenza se haba soltado y colgaba a lo largo de su cuello. La otra estaba a medio deshacer, y la hermosa cabellera castaa de Leia flotaba sobre su rostro en una masa de mechones enmaraados. Leia tena las manos debajo de las protuberancias secundarias de un llewebum inconsciente cuyos pies eran sostenidos por dos guardias. Leia cojeaba mientras caminaba hacia atrs, intentando no dejar caer el peso del cuerpo sobre su pierna derecha. Han fue corriendo hasta ella y puso sus manos junto a las de Leia, que se haban tensado sobre la piel recubierta de surcos y arrugas del llewebum. -Ya lo tengo, cario -dijo. Pero Leia no pareci orle. Han la empuj suavemente con la cadera, y Leia solt al aliengena. El peso del llewebum hizo que Han se tambaleara. No entenda cmo Leia poda haberlo sostenido. Dej al llewebum junto a uno de sus camaradas, cerca de un androide mdico que estaba clasificando todos los casos segn el grado de emergencia, y volvi a reunirse con Leia. Leia se dispona a volver a entrar en la Sala del Senado, pero Han le rode la cintura con el brazo y la detuvo con toda la delicadeza de que fue capaz. -Traer un mdico para que te atienda, cario. -Sultame, Han. -Ya has ayudado lo suficiente. Vamos a ir al centro mdico. Leia no mene la cabeza, y ni siquiera le mir mientras hablaba. Todo un lado de su cara estaba amoratado, y tena la piel cubierta de marcas negras que no haban llegado a ser quemaduras por muy poco. Le sangraba la nariz, y Leia ni siquiera pareca darse cuenta de ello. -He de entrar ah -dijo. -Yo entrar. T qudate aqu. -Sultame, Han -repiti Leia.

No puede orle -dijo uno de los androides mdicos mientras pasaba junto a ellos-. Una detonacin de esas dimensiones en un espacio cerrado tiene que haber causado considerables lesiones auditivas en todos los seres dotados de tmpanos. No poda orle? Han la hizo girar delicadamente hacia l, intentando impedir que el miedo que senta se hiciera visible en su cara. La ayuda ya est en camino, Leia -dijo, hablando muy despacio y articulando cuidadosamente cada palabra-. Deja que te lleve al centro mdico. La piel de Leia estaba muy plida bajo la capa de polvo que la cubra. -Yo tengo la culpa de todo. -No, cario. No digas eso. -Permit que los imperiales entraran en el Senado. No me resist lo suficiente. -Sus palabras le dejaron helado. -No sabemos qu ha causado esto. Vamos, Leia... Deja que te lleve a algn sitio en el que puedan atenderte. -No -dijo Leia-. Mis amigos estn muriendo ah dentro. -Has hecho todo lo que podas hacer. -No seas tozudo -dijo Leia. -Oye, no soy yo quien est siendo...! -Han no lleg a completar la frase. No poda quedarse plantado all para discutir con ella. Leia no poda orle y acabara ganando la discusin. Han la cogi en brazos, sintiendo su calor y lo poco que pesaba-. Vas a venir conmigodijo. -No puedo, Han -dijo Leia, pero no intent resistirse--. Estoy bien, de veras... -No quiero que te mueras slo porque eres incapaz de saber cundo hay que descansar un rato -dijo Han mientras pasaba junto a los heridos. O Leia estaba recuperando la audicin, o era capaz de leer los labios. -No me voy a morir -dijo. El corazn de Han retumbaba locamente contra sus costillas. Me gustara estar tan seguro de eso como parece estarlo usted, princesa -dijo, estrechndola entre sus brazos.

***Jarril dej de correr en cuanto lleg a los hangares. Haba visto mucha actividad alrededor de todas las bases de vuelo, pero supona que sta an no habra llegado a su nave. Tena razn. Aunque probablemente no dispona de mucho tiempo. Haba dejado su nave, el Dama Apasionada, en el otro extremo del hangar, detrs de dos naves de mayores dimensiones. El Dama Apasionada era una nave pequea, pero inconfundible y un tanto llamativa. Marrn y con una estructura general que constitua un cruce entre el Halcn Milenario y un alaA, haba sido diseada personalmente por Jarril. Haba sido construida para el transporte de carga, pero si las cosas se ponan realmente feas Jarril poda desprender la unidad de almacenamiento y dejar que la seccin de la nave que tena forma de caza siguiera adelante por su cuenta. El caza poda ser manejado mediante un sistema de control remoto, y Jarril poda hacer que un perseguidor perdiera su tiempo lanzndose detrs del caza mientras que en realidad l se encontraba a bordo del navo de almacenamiento con toda la carga. Slo haba tenido que utilizar aquel truco en una ocasin, y afortunadamente haba podido recuperar la seccin-caza de la nave ms tarde. Nunca se haba sentido ms aliviado al ver algo en toda su vida. Tena que salir de Coruscant antes de que decretaran un estricto control sobre los viajes espaciales..., y eso era precisamente lo que haran en cuanto hubieran localizado el origen de la explosin, por supuesto. Jarril tena que volver al Pasillo antes de que alguien se diera cuenta de que haba desaparecido. De hecho, Jarril tema que alguien ya se hubiera dado cuenta de su ausencia. Aquella parte del hangar pareca estar vaca. Qu extrao... Si Jarril mandara en Coruscant, habra bloqueado inmediatamente todas las entradas y salidas del planeta. Pero la Nueva Repblica haca las cosas democrticamente, y no lgicamente. Jarril esperaba que lo que le haba dicho hubiera bastado para despertar el inters de Han, porque no tendran otra oportunidad de mantener una conversacin. Cruz a toda prisa la plataforma hasta llegar a su nave. Despus baj la rampa y subi por ella. Entrar en una nave vaca siempre le produca una sensacin bastante extraa. Normalmente Jarril viajaba con

Seluss, un sullustano. Los dos haban empezado en el negocio juntos, y se supona que Seluss tena que ocultar su ausencia mientras Jarril estaba fuera. El Dama Apasionada ola a aire fro procesado. Jarril haba dejado el interior en condiciones de presurizacin, un error que no sola cometer en circunstancias normales. Pero aquella vez no importaba. Eso hara que le resultara ms fcil irse. Pilotara la nave desde la seccin de almacenamiento. Era una forma de evitar correr riesgos. Si el control de vuelo de Coruscant le creaba algn problema, Jarril separara las secciones y dejara que sus perseguidores perdieran el tiempo yendo detrs del caza mientras la unidad de almacenamiento escapaba. Acababa de instalarse en el silln de pilotaje cuando oy un ruido detrs de l. Jarril se envar, pero no se volvi. Quiz se haba equivocado. No. El sonido acababa de repetirse. Jarril haba odo la inhalacin peculiarmente hueca de alguien que respiraba a travs de una mscara. Trag saliva y se llev la mano al desintegrador mientras giraba sobre sus talones. Jarril se encontr con dos soldados de las tropas de asalto cuyos desintegradores ya le estaban apuntando. -Adnde crees que vas? -pregunt uno de ellos. La rejilla bucal del casco haca que resultara imposible reconocer su voz. Y un instante despus Jarril se dio cuenta de que sus dos visitantes no eran soldados de las tropas de asalto. Reconoci la quemadura en el casco del de la derecha, y comprendi que aquellos hombres llevaban puesta una parte de su carga. Deban de haber venido a bordo llevando otras ropas. Se habran puesto los uniformes de soldados de las tropas de asalto para asustarle? Jarril no tema a los soldados de las tropas de asalto..., o por lo menos no a los que llevaban uniformes sacados de sus bodegas de carga. Creo que ya va siendo hora de largarse de Coruscant. No os parece que tengo razn? -pregunt, pensando que le gustara saber a quin se diriga. Pensamos irnos despus de que nos hayas explicado qu has venido a hacer aqu -dijo el otro soldado. -He ido a visitar a un viejo amigo -dijo Jarril. Es un momento bastante extrao para visitar a los viejos amigos -dijo el primer soldado. Y tambin es un momento bastante extrao para que vosotros hayis decidido que podis echar mano de mi equipo -replic secamente Jarril. -En realidad nos pertenece, no? -dijo el segundo soldado. -Debo informaros de que Coruscant es el peor sitio posible para que os vean llevando esos uniformesdijo Jarril. -Nadie nos ver -dijo el primer soldado, y su casco se inclino en un gesto dirigido a Jarril-. Suelta el desintegrador. Jarril se encogi de hombros y dej caer el arma. -De todas maneras no iba a utilizarlo. -Y ahora vuelve a explicarnos qu has venido a hacer a Coruscant. -Y qu habis venido a hacer vosotros? -pregunt Jarril-. Habis tenido algo que ver con esa bomba? -Nosotros haremos las preguntas -dijo el segundo soldado. Jarril trag saliva. El efecto combinado de la violenta actividad fsica y el exceso de bebida estaba haciendo que le diera vueltas la cabeza. Estaba en su nave, no? Debera ser capaz de encontrar una forma de salir de aquel lo. -Segua una pista. -Una pista, eh? -dijo el primer soldado-. Crea que habas ido a visitar a un viejo amigo. -Y de dnde piensas que pensaba sacar la informacin que estoy intentando obtener? -De Han Solo, esposo de la lder de la Nueva Repblica? Le haban seguido. Jarril no conseguira salir de all slo con palabras. Sus manos se tensaron sobre la consola de control, pero ya era demasiado tarde. Un haz desintegrador impecablemente dirigido se las quem. Jarril grit desesperado mientras senta cmo la quemadura del dolor recorra todo su cuerpo. Se llev las manos al estmago y alz la mirada hacia los soldados de las tropas de asalto. Qu queris de m? -pregunt con voz temblorosa. Queremos estar seguros de que nunca volvers a abrir la boca -dijo el primer soldado. Y un instante despus se aseguraron de ello.

Seis

*Luke slo haba visto el centro mdico de los anexos del Palacio Imperial tan lleno en una ocasin, y eso haba sido en los das siguientes a un terrible ataque imperial que oblig a los lderes de la Nueva Repblica a actuar con firmeza y decisin. Ya haba pasado mucho tiempo desde aquel entonces, pero el gran nmero de heridos que haba a su alrededor hacan que ese momento pareciese estar muy cercano. Los heridos esperaban en las zonas de recepcin igual que si fueran invitados mientras el personal mdico les encontraba camas o los trasladaba a otras alas ms especializadas del centro mdico. Luke camin por entre ellos, sintindose todava ms afectado que cuando se haba enterado del ataque. Rostros familiares, algunos de ellos vueltos de un gris ceniciento por el dolor y otros tan llenos de cicatrices que apenas si poda reconocerlos, se volvieron para que sus ojos no se encontraran con los de Luke. El ataque tena que haber sido horrible. Cuando se acerc a Coruscant y vio que todas las defensas se hallaban activadas, Luke se sinti bastante preocupado. Haba tenido que obtener una autorizacin especial del almirante Ackbar -nadie consegua ponerse en contacto con Leia-, y no supo por qu hasta que hubo hablado con Mon Mothma. Luke estaba avanzando por el pasillo que llevaba a las zonas de recuperacin cuando algo se cerr alrededor de su bota. Luke baj la mirada para ver a Anakin aferrado a su muslo. -To Luke -dijo Anakin, con el rostro vuelto hacia arriba, los ojos azules llenos de lgrimas y las pestaas pegadas unas a otras de tanto llorar. Luke se agach y cogi en brazos al nio, aunque a sus seis aos Anakin ya estaba empezando a hacerse demasiado mayor para que lo cogieran de esa manera. Anakin le envolvi en un abrazo tan apretado que Luke apenas si poda respirar. -Se encuentra bien tu madre? -pregunt, no muy seguro de querer escuchar la respuesta a su pregunta. Anakin asinti. -Entonces qu es lo que ocurre, mi pequeo Jedi? Luke procur emplear un tono de voz lo ms suave y tranquilizador posible..., y de repente supo qu le pasaba al pequeo. Sus propias palabras acababan de hacrselo ver con toda claridad. Pero antes de que pudiera decir nada oy que alguien le llamaba. Jacen y Jaina venan corriendo hacia l, y parecan tan tristes y llorosos como Anakin. -Eh, chicosdijo Luke, reunindolos a su alrededor. -Pap dijo que podas hablar con nosotros, to Luke -dijo Jaina. Luke no saba si los nios haban percibido el fro y haban odo los gritos. Muchos de sus estudiantes no se haban enterado de nada, pero sus estudiantes no tenan el talento para usar la Fuerza que posean aquellos nios. Luke pens que quiz haban captado alguna clase de impacto emitido por la explosin. Pero fuera lo que fuese lo que les haba ocurrido, estaba claro que haban quedado tan profundamente traumatizados por ello que los otros adultos an no haban conseguido ayudarles a volver a la normalidad. -Venid conmigo -dijo. Llev a los nios a un banco colocado junto a la pared metlica. Un androide mdico pas junto a ellos sin prestarles ninguna atencin. -Lo hicimos nosotros? -pregunt Anakin. -El qu? Luke no estaba muy seguro de qu haba esperado or, pero desde luego no se trataba de aquello. -Quiero saber si le hicimos dao a mam. Luke deposit a Anakin encima de su regazo, y Jacen y Jaina se sentaron en el banco y se pegaron a l. Resultaba obvio que ya haban hablado de aquello entre ellos. Luke reprimi un suspiro. Criar nios sensibles a la Fuerza estaba siendo mucho ms difcil de lo que se haban imaginado. Cada vez que surga algn nuevo problema, Luke se encontraba deseando poder hablar con su ta Beru. Despus de todo, su ta haba conseguido educarle razonablemente bien a pesar de la hostilidad de su to Owen y de que vivan en un planeta tan lejano que nadie conoca su existencia. Salvo Ben. Beru probablemente haba hablado con Ben. -Queris explicarme cmo podis haberle hecho dao a vuestra madre? -pregunt.

Los tres nios empezaron a hablar a la vez, agitando las manos y moviendo los brazos mientras sus voces se elevaban en un crescendo de preocupacin. -Esperad, esperad... De uno en uno dijo Luke-. Explcamelo t, Jaina, y luego los chicos podrn aadir lo que quieran. Jaina mir a Jacen, como si estuviera pidindole ayuda y apoyo con los ojos. Aquella reaccin siempre haca que una dolorosa punzada de ternura atravesara el corazn de Luke. Se pregunt si Leia y l habran llegado a ser as si hubieran crecido juntos, y se dijo que nunca lo sabran. Algo entr en nuestro cuarto, to Luke -dijo Jaina. Su pequeo rostro era una rplica del de Leia, redondo y hermoso, con sus ojos castaos iluminados por la sinceridad y su boquita llena de decisin-. Era muy fro y chillaba con un millar de voces..., y nos golpe a todos a la vez. Tal como Luke haba sospechado. Los nios haban percibido las muertes, de la misma manera en que l y Leia las haban percibido. Luke resisti el impulso de cerrar los ojos. Cuando Leia estuviera mejor, tendra que hablar con ella. Sus padres tenan que comprender que los nios, aun siendo muy pequeos, lo perciban todo con tanta intensidad como quienes haban sido adiestrados en el uso de la Fuerza. -As que nos cogimos... -empez a decir Jacen. -Soy yo quien lo est contando -le interrumpi Jaina-. Nos cogimos de las manos y lo rechazamos. Luke qued muy sorprendido. -Que hicisteis qu? -Hicimos que la habitacin se calentara -dijo Anakin. Jaina le lanz una mirada asesina, pero el pequeo la ignor-. Calentamos la habitacin, sabes? Fue idea ma. -No lo fue -dijo Jacen. -S que lo fue. -Bueno, da igual -intervino Jaina alzando la voz-. Lo echamos de la habitacin y luego, un rato ms tarde, todo el..., todo el... -La nia respir hondo-. Todo el... -Todo el edificio tembl -dijo Jacen, terminando la frase por ella-, y mam estuvo a punto de morir. -Y si no tengo cuidado -murmur Anakin en voz baja-, a veces algunas de las cosas que hago le hacen dao a alguien. Luke asinti. Muchas de las cosas que haba hecho a lo largo de su vida haban acabado teniendo consecuencias terribles para otras personas que l no haba previsto. Si no hubiera comprado a Erreds y Cetrespe, su ta y su to an estaran vivos. Pero si no hubiera comprado a los androides, no estara sentado all en ese momento con aquellas criaturas a las que tanto quera a su alrededor. Aun as, Luke no poda usar esa explicaci