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Trabajo universitario sobre la batalla de Lepanto. 2014
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LA BATALLA DE LEPANTO
LA LUCHA DE DOS IMPERIOS POR EL CONTROL DEL MEDITERRÁNEO
-“Ya las armadas se encuentran, ha se embisten, ya se traban; de Don Juan y el turco Ali las
galeras capitanas, furiosos tiros escupen, fieros cañones disparan, humo que los aires ciega,
fuego que los hombres mata. ¡Que de mástiles y proas desmenuzan y quebrantan los herrados
espolones deshacen y desencajan!” Lope de Vega
RAFAEL CAÑETE AYLLÓN (3º-HISTORIA): HISTORIA MODERNA DE ESPAÑA
SOFÍA MARFIL SAMPEDRO (4º-HISTORIA): RELACIONES INTERNACIONALES
EN LA ÉPOCA MODERNA
2015
1
ÍNDICE:
-INTRODUCCIÓN……………………………………………………… 2
-COORDENADAS ESPACIO-TEMPORALES...………………………. 3
-ANTECEDENTES DEL CONFICTO………………………………….. 6
1) LIGA SANTA 1538…………………………………………………………. 6
2) LIGA SANTA 1571…………………………………………………………. 8
-LA BATALLA DE LEPANTO………………………………………… 10
-BALANCE ……………………………………………...……………… 16
-TREGUAS …………...………………………………………………… 18
-CONCLUSIONES……………………………………………………… 19
-BIBLIOGRAFÍA……………………………………………………….. 21
2
INTRODUCCIÓN:
El trabajo que presentamos, ambos alumnos de distintas asignaturas, intenta dar
una visión conjunta, analizada desde la perspectiva de los dos ámbitos de estudio, una
óptica de lo que supone Lepanto para la Monarquía Hispánica y otra, el papel que jugó
en las relaciones internacionales.
De acuerdo con Fernand Braudel, el Mediterráneo en este momento que nos ocupa, se
convierte en una puerta de encuentro de civilizaciones, donde culturas muy distintas
toman contacto, produciendo un choque que no se había visto desde la Antigüedad.
La historiografía tradicional, dentro del período de los tres primeros Austrias, ha
mantenido un especial interés por realizar estudios sobre la política exterior de España en
sus relaciones con los países principales europeos como Francia, Italia, Inglaterra o los
Países Bajos.
Siguiendo esa tendencia, de cara a los enfrentamientos en el Mediterráneo oriental, solo
se han tratado de manera profunda los acontecimientos y personajes más llamativos como
los Barbarroja, la empresa de Túnez de 1535, la empresa de Argel de 1541, Lepanto en
1571, etc. pero, en general, siempre relegados a un lugar secundario dentro de la
historiografía del período.
Fue Fernand Braudel, en su libro sobre el Mediterráneo durante la Edad Moderna1, quien
con un estudio minucioso de los archivos empezó a reconocer y a poner de manifiesto los
pormenores de la Historia mediterránea en tal época: fluctuaciones de precios, actividad
agraria y comercial, población, sociedad, fronteras, etc. Braudel hace que todos estos
pequeños datos conformen una base estructural en la que se imbrican esos grandes
acontecimientos militares y políticos mediterráneos de los que había tratado ya la
historiografía.
Su obra, que nos sirve de base para este estudio sobre el conflicto hispano-otomano, está
basada en una gran labor de archivo y se alza como un estudio abierto que incorpora
nuevos materiales a la investigación. En los años posteriores muchos otros archivos, en
1 BRAUDEL, F.: El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II, Tomo II, Fondo de
cultura económica, Madrid, 1976.
3
especial el archivo de Simancas, han aportado también una gran cantidad de datos sobre
los reinados de los Austrias, sacando a la luz nuevas noticias acerca de la frontera
mediterránea y sus protagonistas.
El objetivo de nuestro estudio es reseñar y debatir en torno al trabajo de Fernand Braudel
respecto al conflicto entre el Imperio español y el Imperio Otomano durante la Edad
Moderna. Pretendemos, a su vez, procurar un enfoque distinto de la problemática
desencadenada en el mundo mediterráneo durante estos años del s. XVI.
COORDENADAS ESPACIO-TEMPORALES:
Para entender las razones que llevaron a ambos imperios al punto de conflicto y
para comprender en profundidad el problema, debemos, en primer lugar, analizar los
procesos iniciales que condujeron a tal situación.
En los primeros momentos del siglo XVI, cuando los turcos comienzan a mantener
contactos importantes con España, desde occidente no se tiene certeza de la identidad de
estas gentes, considerándolos escitas, pueblos bárbaros de origen iranio de los que no se
tiene constancia en las obras greco-romanas. No obstante, sabemos que los turcos fueron
un pueblo procedente del interior de Asia que, al contrario de los otros tantos pueblos
asiáticos que se introdujeron en el pasado en Europa, formaría una unidad política con
estructura de Estado. Este Estado no solo sería nacional sino que adquiriría un carácter
supranacional generando un imperio, convertido al islam, en su rama sunní, durante los
siglos XI-XII2.
Tras ser arrasados por Gengis Khan, el mundo turco se fragmenta, mezclándose con
población de Georgia y Armenia. Los otomanos serán un pequeño grupo multiétnico que
permanece, después del ataque de Gengis Khan, en territorios cercanos a Constantinopla.
Osmán I, príncipe militar, empezará entonces la expansión territorial de los otomanos con
la finalidad de crear un imperio que duraría casi siete siglos. Osmán encabezará un
2 BRAUDEL, F.: Opus Cit., 1976. Pp. 14-25.
4
pequeño Estado siguiendo una política exterior guiada por la Yihad, o guerra santa, que
los conducirá a luchar contra los cristianos (Bizantinos)3.
Los otomanos no conseguirían suficiente poder inmediatamente, sino que será con el
gobierno del hijo y sucesor de Osmán, Orhan I (1324-1360) cuando se conquiste Nicea,
en 1331, y Bursa. Esta última no sólo proporcionó la capital, sino los útiles necesarios
para crear una administración otomana. A partir de este momento, los ejércitos otomanos
comienzan, ayudados por los genoveses, a pasar a Grecia conquistando parte de su
territorio. Desde ellos iniciarían un proceso de expansión hacia los Balcanes,
enfrentándose a otros principados turcos de Anatolia4.
Los turcos contarán con un doble frente de lucha; por un lado, mantendrán una guerra
contra los propios turcos musulmanes y, por otra, contra cristianos bizantinos. En torno
al año 1350 el Imperio otomano ocupa gran parte de Asia Menor y casi toda la actual
Grecia llegando hasta los alrededores de Serbia, consiguiendo así, en escasos 100 años,
una expansión enorme.
Tras una violenta y rápida orda que vence a los ejércitos otomanos en Ankara (Tamerlán)
en 1380, el 29 de mayo de 1453 se conquista Constantinopla a manos de los turcos, ya
3 Ibídem pp. 166-174. 4 BRAUDEL, F.: Opus Cit., 1976. Pp. 168-169
5
recuperados, que para occidente significará un punto de inflexión que pondrá fin a la
antigua Bizancio.
Así, el imperio otomano se convierte en un poder político muy peligroso que está
rompiendo todas las estructuras culturales generadas durante todos los siglos de la
antigüedad europea. El mundo Otomano acabará con los genoveses. De esta manera, su
entrada a Italia (c. 1480) hará saltar las alarmas del Vaticano, consciente de la muy posible
toma de Roma5.
Este será el momento en el que la Monarquía Hispánica, una de las mayores potencias
europeas, intervendrá para frenar el avance turco. En principio, el problema reside en que
el turco, de ser un desconocido, se ha convertido en un personaje temible por su sistema
de organización muy moderno, que le permitirá un rápido avance en su expansión. Ocupa
territorios pactando con los gobernantes y haciéndoles concesiones, manteniendo la
identidad del conquistado y su aristocracia. El sultán colocará a las personas de su
confianza en los diferentes territorios para asegurar que les sean fieles. La condición
impuesta por el sultán, aunque parece no tener demasiada importancia, marcará uno de
los puntos de poder del Imperio otomano. El sultán exige a cada cabeza de familia de
todos los territorios bajo su gobierno que entregue a su hijo varón mayor, entre los 6 y 12
años, para que sea mandado a Estambul donde se le educará en el Islam y se le enseñará
turco y persa. Además, se les circuncidará y se le enseñará cultura otomana. De este
grupo, unos serán funcionarios o encargados de tareas especializadas y los más aptos para
la lucha serán destinados al ejército, recibiendo el nombre de jenízaros, tropas de combate
muy potentes de infantería especializadas6.
Con la llegada de un nuevo sultán, Selim I7, que seguirá en su política exterior la idea de
convertirse en el gran príncipe musulmán, con el deseo de volver a instaurar el califato,
se centrará en atacar a los países musulmanes (Siria y Egipto) olvidándose de Europa. No
obstante, su hijo Sulimán el magnífico cambiará su política con respecto a la de su padre
y pensará que solo podría llegar a ser grande consiguiendo conquistar Meca y Europa. El
reinado de Sulimán (1520-1557) coincidirá casi en su totalidad con el reinado de Carlos
5 Tras la penetración de los turcos en Italia el Sumo Pontífice decide huir de Roma por una muy posible
conquista de la ciudad. 6 VEIGA, F., El turco. Diez siglos a las puertas de Europa, Debate, Barcelona, 2006. 7 MARTÍNEZ PEÑAS, L.; FERNÁNDEZ RODRÍGUEZ, M., La guerra y el nacimiento del Estado
Moderno. Consecuencias jurídicas e institucionales de los conflictos bélicos en el reinado de los Reyes
Católicos. Segovia, Asociación Veritas para el Estudio de la Historia, el Derecho y las Instituciones.
2014. Pp. 232.
6
V. Sulimán, pues, intentará por todos los medios hacerse de nuevo el gran príncipe
luchando contra occidente cuyo principal defensor será la Monarquía hispánica. Desde
aquí parte el gran enfrentamiento entre un imperio y otro8.
ANTECEDENTES DEL CONFLICTO:
Tras la toma de Constantinopla, como hemos visto, los turcos siguieron con un avance
imparable tanto en la dominación de territorios europeos como en el control del mar.
Sabemos que en los primeros meses de 1558, Felipe II muestra intenciones de mantener
conversaciones con el turco en pos de establecer acuerdos para hacer de la guerra algo
evitable. Existen documentos con esbozos de treguas entre ambos imperios por varios
años9 y tenemos constancia del envío de embajadores a Constantinopla. No obstante,
firmada la Paz de Cateau-Cambrésis, el monarca español decide cambiar sus intenciones.
Felipe II, desembarazado ya por el lado de Occidente, no continúa con las tentativas de
paz.
Según nos cuenta Braudel, el invierno del 1569 al 1570 fue singular por el mal tiempo
que presentó. Estas inclemencias agitaron el mar de tal forma que la circulación rápida de
noticias sobre el turco fue casi nula, dejando a ciegas al Imperio español respecto a los
movimientos otomanos. Para pena de España, el turco aprovechó tal lapso de tiempo para
armarse como nunca antes. Para esos años, ya estaba abierta la guerra en Chipre y otros
puntos fuertes mediterráneos y los otomanos amenazaban abiertamente a Venecia,
debilitada, desorganizada militarmente y con un sistema defensivo anticuado en
comparación al poder bélico con el que había contado años atrás10.
A inicios de 1570 España se siente francamente intranquila ante el poder del turco, tan
inoportuno, a su vez, porque España se encuentra imbuida en otras empresas más
inmediatas, como la guerra de las Alpujarras, que retiene una cantidad considerable de
8 BRAUDEL, F., Opus Cit., 1976. Pp. 168-169 9 BRAUDEL, F., Oput. Cit., 1976. p. 425 10 Ibídem. p.568
7
las fuerzas del imperio. España pone en estado de defensa las plazas de Nápoles, Sicilia
y el Norte de África ante las noticias de levante, a las que asiste de manera impotente, y
concentra todas las galeras que puede reunir, 60 de las 100 que poseía ocupadas en
Granada, en el sur de Italia.
1) LIGA SANTA de 1538:
Antes de que se estableciera la Liga Santa de 1571 que arrasará al turco en Lepanto, se
produjo una anterior en el año 1538. En esta fecha se forma una coalición por iniciativa
de Carlos I para hacer frente a la amenaza turca aunque, fundamentalmente, se ideó como
fuerza occidental contra los corsarios berberiscos mandados por Barbarroja, que
mantenían una guerra de desgaste a través del corso continuo contra naves cristianas.
Tras la firma de la tregua con Francia en 1535, Carlos V pudo dedicar sus esfuerzos
militares a afianzar su posición en el Mediterráneo frente al creciente poderío turco y a la
amenaza de los corsarios argelinos de Barbarroja. Logró la conquista de La Goleta y
Túnez en julio de ese año, capturó una importante escuadra turca, liberó a millares de
cautivos cristianos y restituyó en el trono a Muley Hassan. Pero Barbarroja logró huir y
refugiarse en Argel, desde donde prosiguió la lucha11.
En 1536 Barbarroja atacó Valencia y las Baleares, y al año siguiente el sur de Italia,
favorecido por las nuevas hostilidades entre Francia y España que comenzaron en 1536.
Además, ese mismo año, se alió con Francisco I para atacar conjuntamente al Emperador.
Entre 1536 y 1538 Carlos V tuvo que hacer frente a la guerra con Francia, descuidando
la política mediterránea, hasta que en 1538 las continuas derrotas francesas obligaron a
éstos a firmar la paz en Niza. A partir de este momento, Carlos V se concentró en el
Mediterráneo; para ello, en febrero intentó una alianza con el papado y Venecia, la Liga
Santa, en la que España se comprometía a aportar la mitad de los efectivos y del dinero
necesario.
La Liga tuvo escaso éxito y se desintegró rápidamente, en parte por los problemas internos
y de organización. En septiembre de 1538 Barbarroja derrotó a las fuerzas de la Liga en
la batalla naval de Prevesa. Sin embargo, las fuerzas de la Liga lograron situar una
11 BRAUDEL, F., Oput. Cit., 1976. p. 502
8
guarnición de tercios españoles en Herzeg Novi, en la costa dálmata. Carlos I concebía
una gran cruzada contra los turcos para acabar con su poder, pero para lograrlo debía
contar con el apoyo de Castilla, agotada tras veinte años de luchas continuadas, y de
Francia, que se negaba a atacar a su antiguo aliado y mucho menos a ayudar a España en
la consolidación de su hegemonía. Por todo ello el Emperador tuvo que renunciar a esta
política mediterránea, sobre todo después de que en 1539 una poderosa escuadra acabara
con la guarnición de Herzeg Novi y de la deserción de Venecia, que en 1540 firmó en
solitario una paz con los turcos, debido a los intereses comerciales de la República así
como a la necesidad de asegurar el abastecimiento de trigo caucásico. Con este pacto la
Liga se daba por disuelta sin haber logrado sus objetivos12.
Con la retirada de la flota veneciana, sin el apoyo financiero de Castilla y con la oposición
de Francia, Carlos I concentró sus esfuerzos en acabar con Barbarroja en Argelia, a donde
se dirigió en octubre de 1541 al mando de una importante escuadra, de la que también
formaba parte Hernán Cortés, conquistador de México. Debido a la proximidad del
invierno, la escuadra sufrió un gran desastre y Carlos I tuvo que regresar a España sin
haber logrado su objetivo. Esto ponía fin a la política mediterránea del Emperador, que al
año siguiente se concentró de nuevo en Europa, al iniciarse una vez más la guerra con
Francia.
2) LIGA SANTA o LIGA DE LEPANTO:
De 1556 a 1570 se precipitan los acontecimientos. El turco seguía presionando en levante
y los territorios europeos cada vez se sentían más amenazados respecto al imparable
imperio otomano y a la supremacía naval que había demostrado en los años
inmediatamente anteriores.
A ese respecto, se formó una nueva coalición militar promovida por Pío V contra los
turcos de Selim II, en respuesta a la toma de Chipre en 1570.
Los gastos de la batalla se dividirían en seis partes, tres de ellos los abonaría la monarquía
Hispánica, dos Venecia y uno el Papa. Pero todas estas decisiones fueron revisadas de
nuevo por los venecianos que retrasaron la creación de la Liga Santa al 25 de Mayo de
1571. Tras largas negociaciones y los inconvenientes que ponía Venecia, la Liga Santa
fue firmada el 25 de mayo de 1571 por España, Venecia y los Estados Pontificios.
12 Ibídem. P. 569.
9
Entre julio y septiembre de 1570 un ejército otomano tomó Chipre, importante posesión
comercial de Venecia; este hecho hizo que la República buscase la ayuda española. Felipe
II, en un principio, se negó a ofrecer su apoyo por estar ocupado en Flandes y Granada
(Revuelta de las Alpujarras). Tras una serie de conversaciones y debido a las presiones
del Papado, Felipe II accedió y mandó a la flota del Mediterráneo al encuentro de una
improvisada flota veneciana, napolitana y pontificia, que zarpó rumbo a Chipre en
septiembre de 1570. Esta expedición nunca llegó a su destino y, tras una penosa travesía
regresó, sin haber combatido, a sus bases.
Venecia había usado tradicionalmente la diplomacia en lugar de la fuerza para sostener
su independencia y su poder comercial frente a las dos grandes potencias del
Mediterráneo, España y Turquía, de ese modo, comerciaba con los turcos y obtenía la
protección militar de España. Pero, tras el ataque directo de los turcos, no tuvo más
remedio que tomar las armas contra éstos. Era ahora la principal interesada en la lucha
contra los turcos, pero España, involucrada en otros conflictos, no estaba dispuesta a
empeñar sus recursos en un conflicto lejano.
Pío V llamó a Felipe II y a Venecia para mediar entre ambos y posibilitar el acuerdo; las
negociaciones fueron arduas. Realmente el conflicto de fondo era el choque de las dos
fortísimas personalidades, el decidido monarca español y el incorruptible pontífice
romano. Pío V, pese a sus enfrentamientos con Felipe II, sabía que éste era el único apoyo
de la cristiandad para formar la anhelada liga antiturca, ya que el monarca francés tenía
fuertes inclinaciones pro-turcas y Maximiliano II acababa de firmar una tregua con el
sultán. Por su parte, Isabel I acababa de ser excomulgada. Tras un año de negociaciones
entre las tres potencias se llegó a la firma del tratado en mayo de 1571, aunque Venecia
intentó hasta el final llegar a un entendimiento con los turcos. España, que obtenía nuevos
subsidios del papado13, corría con la mitad de los gastos y ponía la mitad de las tropas,
Venecia asumía un tercio de los gastos, y los ejércitos y los Estados pontificios el resto14.
Según sabemos, la alianza no era únicamente para solucionar el conflicto de Chipre, sino
que los tres Estados se comprometían por tres años a la lucha contra el poder islámico.
Por su parte, Selim contaba con que los sucesos de las Alpujarras evitarían la entrada de
España en el conflicto, lo que demostró ser un terrible error. Felipe II, libre de conflictos
13 400.000 ducados al año, en concepto de subsidio de cruzada 14 BRAUDEL, F., Oput. Cit., 1976. p. 584
10
con Inglaterra que se debatía en una lucha interna desde 1569 y pacificados los Países
Bajos por el duque de Alba, contaba con grandes recursos y fuerte alicientes, tanto
económicos como políticos para entrar en el conflicto.
El 1 de abril de 1571 se reunirían 200 galeras, 100 veleros, 50.000 soldados y 4.500
caballeros del lado cristiano. El mando del ejército recayó sobre el reciente vencedor de
Granada, don Juan de Austria, aconsejado por Luis de Requesens, Gian Andrea Doria, el
marqués de Santa Cruz y Juan de Cardona. Las flotas veneciana y pontificia estaban
dirigidas por Veneiro y Colonna respectivamente. Por su parte, la flota turca estaba
comandada por Ali Bajá.
LA BATALLA DE LEPANTO
La conocida Batalla de Lepanto fue una contienda que tuvo lugar el 7 de octubre
de 1571, en el golfo de Lepanto, antecámara del golfo de Corinto. Esta batalla, sin duda,
constituye uno de los episodios más significativos de la guerra naval del siglo XVI, a
pesar de que, como nos menciona Braudel, no tuvo consecuencias territoriales ni apenas
políticas, excepto el aparente auge de la gloria de la marina española15.
Por lo que sabemos, Juan de Austria, al contrario que el resto de mandos de la Liga Santa,
era partidario de acometer una ofensiva directa hacia el turco, llegando con las naves hasta
el mismo mar de Mármara. Don Juan viajó hasta Sicilia para ponerse al frente de la flota
aliada, llegando a Mesina el 24 de agosto de 1571, donde encontró al general del ejército
pontificio, Marco Antonio Colonna, y a Sebastián Veniero, general de las tropas
venecianas.
Para España, el conflicto turco se había convertido ya en un asunto prioritario, ya que,
además de la presión que recibían algunos de sus territorios orientales, las incursiones de
la armada otomana y de los corsarios norteafricanos hacían peligrar el tráfico marítimo
entre la Península Ibérica y sus posesiones italianas.El grueso de la armada no estuvo
reunido hasta el 5 de septiembre, día en que arribaron a Mesina los generales Gian Andrea
15 BRAUDEL, F., Oput. Cit., 1976. p. 584
11
Doria, Álvaro de Bazán y Juan de Cardona. Una vez completa la flota, Juan de Austria
pasó revista acompañado de su consejo técnico.
Don Juan de Austria
se encargó asimismo de la
distribución de las fuerzas. El
cuerpo central o batalla lo
formaron las sesenta galeras
al mando del propio Don
Juan. Al frente del segundo
cuerpo se encontraba el
almirante Andrea Doria con
cincuenta y tres galeras. El
tercer cuerpo estaba formado
por treinta galeras, comandadas por don Álvaro de Bazán. La cuarta escuadrilla se
componía de cincuenta y siete galeras al mando del veneciano Agustín Barbarigo.
Finalmente una flotilla de siete galeras, con distintivos ornados con las armas de Felipe
II, iba al mando de Juan de Cardona. Esta escuadrilla marchaba en avanzadilla con la
misión de avistar a la armada turca16.
En total componían la armada aliada ciento setenta y seis galeras, a las que se fueron
sumando otras en el trayecto hasta un total de doscientas ocho que tomaron parte en la
batalla de Lepanto. Viajaban en las naves c. 8.160 soldados españoles, que formaban los
tercios mandados por Lope de Figueroa, Pedro de Padilla, Diego Enríquez y Miguel de
Moncada. Las tropas italianas, pagadas por España, contaban con 5.208 soldados. Los
alemanes contribuyeron con 4.987 infantes. Además, se unieron a la expedición cerca de
dos millares de voluntarios, tanto españoles como italianos.
Reunido en Mesina el consejo general de la armada, don Juan de Austria decidió,
siguiendo la opinión de Sebastián Veniero, lanzarse en busca de la flota turca y forzar la
batalla. Antes de ponerse en marcha el grueso de la flota, don Juan de Austria mandó una
escuadrilla al mando de Gil de Andrade en misión de reconocimiento con el fin de
16 BRAUDEL, F., Oput. Cit., 1976. p. 600
12
localizar la posición de la armada turca. Pronto Andrade envió noticias de que ésta se
dirigía hacia aguas de Corfú y Morea.
El 15 de septiembre don Juan de Austria dio por fin la orden de salida y el 26 de dicho
mes la flota atracaba en Corfú, mientras la escuadrilla dirigida por Andrade daba noticia
de que los turcos se encontraban en el golfo de Lepanto, al parecer, con la intención de
esperar allí la llegada de la flota cristiana.
Durante los dos días siguientes don Juan ordenó realizar ejercicios de combate. El 1º de
octubre, reunido nuevamente el consejo mayor, los generales decidieron avanzar hacia la
posición de los turcos. El viaje se hizo en cortas jornadas con el fin de permitir la
incorporación de las naves rezagadas por los vientos adversos. Durante el trayecto se
produjeron episodios de insubordinación de las tropas italianas por lo que Don Juan
decidió acelerar la marcha.
El 6 de octubre la armada fondeó en el puerto de Petela, al norte de las islas Equínadas.
Allí reunió nuevamente don Juan a su consejo privado para deliberar acerca de la
estrategia que debía seguirse. Andrea Doria se inclinaba por esperar a los turcos en Petela
y, si éstos no presentaban batalla, considerar ventajosamente concluida la expedición. Por
su parte, don Álvaro de Bazán optaba por alinear la flota en la embocadura del golfo de
Lepanto, a la espera de la reacción del turco; en caso de que no hubiera tal reacción, se
lanzaría un desafío con fuego de artillería y, si entonces no había respuesta, podía
considerarse vencida la contienda. Juan de Cardona era partidario de atracar la flota en
Puerto Figuera y esperar allí el paso obligado de la armada turca en su regreso a
Constantinopla. Finalmente don Juan de Austria se inclinó por el plan de Álvaro de Bazán
y se iniciaron los preparativos para el ataque17.
Al amanecer del 7 de octubre se divisó a la flota turca adelantándose hacia la embocadura
del golfo de Lepanto. Se tocó a rebato y se enarbolaron las banderas y el estandarte de la
Santa Liga. Desde la armada turca se disparó un cañón en señal de desafío, que fue
inmediatamente contestado desde la galera capitana de don Juan de Austria. La armada
cristiana se alineó a la entrada del golfo.
Antes de iniciarse la contienda, don Juan de Austria pasó revista desde su fragata, dio
órdenes de cerrar las filas de la flota para evitar la infiltración de las galeras turcas, animó
17 SERRANO, L., España en Lepanto, Swan, Madrid, 1986.
13
a las tropas y prometió amnistía a los forzados que se distinguieran en las armas o con el
remo.
A las diez de la mañana del 7 de octubre de 1571, “la mayor ocasión que vieron los
siglos”, en palabras de Cervantes, la flota aliada marchó en formación en busca de los
turcos, que a su vez se acercaban a presentar batalla. La armada turca era mayor de lo que
en principio habían estimado los aliados. El general en jefe, Alí, era partidario del
combate frontal. El día 6 la armada turca inició su avance hacia la boca del golfo para
presentar batalla. La flota musulmana, en media luna, se alineó frente a la cristiana. La
galera capitana de Alí abrió fuego y las tres capitanas cristianas contestaron de inmediato.
Don Juan de Austria ordenó que los atabales y clarines tocaran la señal de inicio del
combate. Comenzó la batalla.
En la vanguardia de la flota cristiana iban, en parejas, las galeazas venecianas con su
potente artillería, cuyos disparos consiguieron romper inicialmente el orden de la armada
turca. Alí pudo inutilizarlas a tiempo, haciendo que su flota, dividida en tres escuadras,
pasara entre ellas a toda boga, sin perder más de dos galeras. La táctica de Alí consistía
en envolver a la flota aliada, obligándola a buscar refugio dentro del golfo, en cuyo
interior quedaría atrapada. Para ello los turcos tendrían que romper su centro o sus
flancos. Alí ordenó atacar primero el ala izquierda mandada por el veneciano Barbarigo.
Empleó en el ataque una escuadra de galeras escogidas al mando de Siroeco, gobernador
de Alejandría, las cuales debían romper las filas cristianas por su extremo, para atacar
después por la espalda. Barbarigo se percató rápidamente del plan turco, pero, temiendo
aproximarse demasiado a la costa, cuyo fondo no conocía, no pudo impedir que lograran
pasar algunas naves turcas, que empezaron de inmediato a atacarle por la popa, mientras
las demás lo hacían por la proa. Barbarigo murió en esta acción, por lo que se hizo cargo
del mando Federico Nani, que reorganizó el combate. A tiempo todavía llegó el auxilio
de diez galeras a las órdenes de Martín de Padilla, enviado por Álvaro de Bazán, y el
combate se decantó finalmente a favor de los aliados. Los turcos abandonaron las naves
en desbandada, tratando de llegar a la orilla.
El ala derecha de la armada aliada, dirigida por Andrea Doria, fue atacada a su vez por
Luchalí, que pretendía abrirse paso hacia mar abierto y atacar después desde la popa.
Consiguió el argelino romper la línea de batalla cristiana, pero algunas galeras aliadas
emprendieron su persecución, de modo que Luchalí decidió volver y atacar con gran
violencia la galera capitana de Malta, cuyo comandante, Justiniano, se rindió. A
14
continuación se generalizó el combate en esta ala, en una tenaz lucha entre las tropas de
Doria y las del caudillo argelino.18
Alí no renunció a su plan inicial de rodear a la armada aliada. Se decidió a intentarlo solo,
con su escuadra central. Juan de Austria se adelantó al frente de la galera real. Alí se lanzó
contra ella junto con otras siete galeras, pero Álvaro de Bazán envió con celeridad siete
galeras en auxilio. La capitana turca embistió a la cristiana y causó graves destrozos en
su casco con el espolón. Pero, al ser la galera turca más alta, los mosqueteros, arcabuceros
y artilleros españoles volaron prácticamente la proa de la nave turca. Alí decidió
prescindir de la artillería y emprender el combate cuerpo a cuerpo, sin abandonar su
proyecto de romper la línea cristiana para atacar por la popa a las galeras capitanas. Juan
de Cardona impidió la maniobra de Alí, a costa de muchas pérdidas humanas. Llegó
pronto Martín de Padilla, con catorce galeras españolas de las de retaguardia que
consiguieron neutralizar el ataque de Alí19.
El general turco concentró entonces sus esfuerzos sobre la galera de don Juan de Austria,
que atacó con diez galeras y dos galeotas por la proa y las bandas. En una batalla naval
del siglo XVI la victoria dependía de la suerte que corrieran las naves capitanas. Don Juan
convirtió su nave en un baluarte defendido por lo mejor de las tropas españolas. Protegían
la galera real la capitana al mando de Requesens y las de Colonna, Veniero, Alejandro
Farnesio y el príncipe de Urbino. Los soldados turcos eran un centenar de arqueros,
trescientos arcabuceros y una compañía de jenízaros. Los cristianos, trescientos
arcabuceros y trescientos hidalgos, españoles e italianos. La lucha fue prolongada. Los
turcos llegaron a abordar la galera real, a pesar del denuedo de don Juan por impedirlo,
así como de Lope de Figueroa, que custodiaba su proa con una compañía de arcabuceros,
de Pedro de Zapata, situado en el fogón con otros cincuenta, y de Luis de Carrillo, que
defendía el esquife con otros cincuenta infantes. Álvaro de Bazán llegó en auxilio de la
galera real. Consiguió impedir el abordaje de un pelotón de jenízaros que intentaban
trepar por la popa. Se abordaron las galeras turcas y sus pasajeros fueron pasados a
cuchillo. Entretanto la galera capitana de Juan de Cardona trabó combate con la del
corsario Pertev, que perdió la galera y cayó muerto en la lucha. Por su parte Alejandro
18 BRAUDEL, F., Oput. Cit., 1976. P. 509. 19 BRAUDEL, F., Oput. Cit., 1976. P. 387.
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Farnesio, príncipe de Parma, que comandaba la capitana genovesa, abordó una galera
turca y consiguió conquistarla.
El transcurso de la batalla resultó muy confuso20. Después de dos horas de esforzado
combate por ambos lados, el resultado era incierto. En dos ocasiones habían llegado los
soldados españoles al árbol de la galera real turca, y habían sido rechazados. Don Juan
ordenó un tercer envite contra la real turca y esta vez la violencia del ataque hizo ceder a
los turcos. Fueron pasados a cuchillo los jenízaros que la defendían, así como el Estado
Mayor de Alí. El propio general otomano fue herido de un arcabuzazo y, ya caído, un
remero cristiano le cortó la cabeza.
Se arrió el estandarte turco (sanjac) y se izó otro con la imagen de Jesús crucificado, al
tiempo que se elevaba el grito de victoria desde la galera turca recién conquistada, aunque
el combate no había concluido porque las galeras capitanas de los flancos de la real turca
no se rendían. Las naves cristianas las embistieron e hicieron que cayeran una tras otra.
La escuadra central turca quedó completamente deshecha.
21
20 Ibídem., 1976. P. 560. 21 En 1580, el pintor veneciano Andrea Vicentino realizó un gran óleo sobre la batalla de Lepanto para el palacio
Ducal de Venecia, en sustitución de una obra anterior de Tintoretto que resultó destruida en un incendio. Basado en el
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La maestría de Luchalí retardaba la conclusión de la batalla en el ala derecha. Cuando
sólo le quedaban treinta galeras, consiguió el argelino salir del golfo de Lepanto, poniendo
rumbo a la costa de Morea. Álvaro de Bazán salió en su persecución y consiguió capturar
algunas de las galeras que marchaban en retaguardia.
La batalla se prolongó durante unas cinco horas. Al anochecer, la armada española se
acogió al puerto de Petela, donde Don Juan recibió a los hijos del general Alí, les expresó
su sentimiento por la pérdida de su ilustre padre y les procuró regalos. Don Juan publicó
un decreto por el que se concedía la libertad a los cautivos cristianos que servían en la
armada turca y a los galeotes de la flota aliada que habían participado en la contienda y
repartió entre los heridos y soldados más de cien mil cequíes, monedas turcas de oro, y
otras cantidades.
BALANCE DE LA BATALLA:
Al día siguiente volvió don Juan de Austria a inspeccionar el lugar en que se había
producido la batalla. De las trescientas unidades de la flota turca, unas doscientas
cincuenta fueron apresadas por los aliados, la mitad de ellas deshechas e inundadas y la
otra mitad en buen estado, con sus cañones, que sumaban unos cuatrocientos, y sus
dotaciones de remeros, unos tres mil turcos y quince mil cristianos. Cayeron más de
quince mil turcos en el combate y más de diez mil fueron apresados, de los que buena
parte consiguieron escapar después. Junto a los hijos de Alí, quedaron cautivos varios
nobles otomanos, el canciller mayor del imperio y muchos capitanes de galera.
La armada aliada perdió catorce galeras venecianas, dos papales y una de Malta.
Perdieron la vida cerca de 8.000 soldados, de ellos unos dos millares de españoles, más
unos cuatro mil que murieron en los días siguientes a causa de las heridas recibidas. Hubo
otros diez mil heridos que consiguieron restablecerse y sólo unos ocho mil, es decir, la
tercera parte de los combatientes, salieron ilesos. No murió ningún caudillo del ejército
español ni de la marina real, pero sí algunos capitanes.
testimonio de los participantes, recrea con gran realismo el choque entre los dos ejércitos en el momento culminante
de la batalla. Palacio de los Dogos, Venecia.
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El día 28 de octubre se dio por finalizada la campaña. Los venecianos se dirigieron hacia
Corfú y don Juan de Austria puso rumbo a Mesina, donde pasó todo el invierno por orden
de Felipe II.
En España, en Venecia y en Roma la noticia de la victoria cristiana causó una gran
expectación. Pío V y el Dux de Venecia enviaron cartas a Felipe II, reconociendo que la
victoria se debía a los esfuerzos españoles y a la maestría militar de don Juan de Austria.
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No obstante, el triunfo no llegó a ser decisivo ni completo. Venecia, arruinada por
la guerra, se separó de la Liga y concertó una paz humillante con Turquía, en abril de
1573: cesión de Chipre y de los puertos dálmatas, devolución de las conquistas y pago de
alta indemnización de guerra. Sin embargo, la defección de Venecia, no impidió que don
Juan se apoderase, en octubre de 1573, de Túnez y Bizerta, aunque fue una victoria sin
consecuencias, pues la flota turca reconquistó sin esfuerzo La Goleta y el mismo Túnez
en 157423.
Quizá, el resultado más concreto de Lepanto fue evitar las anuales intervenciones de la
flota turca en el Mediterráneo occidental. A medio plazo, se produjo la firma de una serie
de treguas hispano-turcas (1581) que, más o menos prorrogadas formalmente, duraron
22 KARTARO, M., “La batalla de Lepanto”. Madrid, Biblioteca Nacional; en VV.AA.: Arte y Poesía. El amor y la
guerra en el Renacimiento, Madrid, Biblioteca Nacional de España, Ministerio de Educación, Cultura y Deporte,
Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales, 2002. (p. 361) 23 BRAUDEL, F., Opus Cit., 1976. P. 607.
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hasta convertirse en un tratado de paz doscientos años después. No obstante, no hubo
tregua con el corso argelino hasta 1580, continuando las relaciones entre las comunidades
moriscas y los poderes políticos del norte de África y de Turquía.
Lepanto fue la última gran batalla naval medieval, en la que se recurrió al abordaje y a la
lucha sobre las cubiertas de los buques. Su resultado fue un triunfo aliado, tras muchas
dificultades, lo que convirtió a esta batalla, en palabras del historiador Fernand Braudel,
en -“el más grande los acontecimientos militares del siglo XVI en el Mediterráneo”24.
TREGUAS:
Ya en 1578 las treguas hispano-turcas, pocos años posteriores al gran triunfo de
la Liga Santa en Lepanto, fueron demostrativas no sólo del desplazamiento del centro de
atención de la política exterior española al espacio atlántico sino también de la
incapacidad de la Monarquía hispánica para resolver a su favor la larga confrontación con
el Imperio Otomano25.
La victoria de Lepanto, como decíamos, no significó la inmediata finalización de la guerra
entre españoles y otomanos. Esta continuación de los pequeños conflictos hizo que se
firmaran en ciertas ocasiones treguas por varios años entre ambas naciones.
- TREGUA DE 1581:
Una de las más significativas es la tregua firmada en el año 1581, encargada al embajador
Margliani26. Tras un verano de negociaciones y conversaciones intermitentes, parece ser
que entre el 10 y el 20 de diciembre de 1580 las exigencias turcas se precisan cada vez
más y el 4 de febrero empezamos a ver en la documentación cartas procedentes de
Constantinopla que ya anuncian la tregua, establecida por tres años.
Después de la victoria naval clave de la armada cristiana en Lepanto en 1571, Don Juan
de Austria, en 1573, volvió a tomar Túnez, sin embargo, Euldj Alí regresó en 1574 con
una gran flota y capturó el territorio definitivamente.
24 BRAUDEL, F., Opus Cit., 1976. P. 584. 25 SALVADOR ESTEBAN, E.: “La quiebra de la hegemonía hispánica en Europa. Un proceso
complejo”. En: ARANDA PÉREZ, F.J. (coord.): La declinación de la Monarquía hispánica en el siglo
XVII. ACTAS de la Reunión científica de la fundación española de historia moderna, 7ª. Ciudad Real,
2002. P. 226. 26 BRAUDEL, F., Opus Cit., 1976. P. 684.
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La tregua hispano-otomana de 158127 calmó la rivalidad Mediterráneo entre estas dos
potencias mundiales. España mantiene algunos de sus presidios y puertos como Melilla y
Orán, sin embargo, los otomanos reclamarían el protectorado sobre Túnez para los
próximos tres siglos aunque, por lo que hemos comprobado, su control político efectivo
en el Magreb fue de corta duración.
Desde 1580 en adelante no puede dudarse, a nuestro parecer, que se establezca una
separación entre la política exterior española y el Islam. Después de la embajada de
Margliani se establece esta paz de 1581, por tres años, que parece haber sido prorrogada
en 1584 y hasta 1587. Las hostilidades, cuando vuelven a producirse, ya no podrán
compararse con las titánicas guerras del pasado.
CONCLUSIONES:
Tras la reseña de este enfrentamiento podemos extraer varias conclusiones.
1. El conflicto que se dio en el Mediterráneo en estos años del s. XVI fue un
fenómeno internacional complejo. Esta lucha político-religiosa por controlar el
mar, implicó a grandes naciones europeas, como Francia, Italia, el Imperio
español o el propio papado, que se habían mantenido hasta entonces, en gran
medida, despreocupadas de lo referente a oriente y desató una amplia estrategia
de influencias y diplomacia en el continente.
2. Pese a que la victoria fue para el bando cristiano occidental, las bajas humanas de
la batalla fueron muy significativas para ambos contendientes y las pérdidas
materiales marcaron en adelante un declive en la potencia militar de las naciones
cristianas que habían entrado en combate.
3. Podríamos decir, de acuerdo con Braudel, que Lepanto no tuvo consecuencias
políticas duraderas28. Lo avanzado del invierno y la necesidad de reorganizar la
armada hicieron que fuera imposible obtener ventajas territoriales de la victoria.
Chipre no fue liberada del dominio otomano y, pese a la satisfacción que
27 Ibídem, P. 686. 28 BRAUDEL, F., Opus Cit., 1976. P. 687.
20
proporcionó la noticia de la victoria cristiana por toda Europa, no se pudo ganar
ningún territorio al imperio otomano.
4. No dudamos de que la hegemonía otomana sobre el Mediterráneo quedó
significativamente quebrantada, al menos moralmente, y, por otro lado, los
corsarios norteafricanos mostraron mayor cautela en sus incursiones contra las
costas españolas, italianas y maltesas29. Sin embargo, el poderío naval otomano
no acabó en Lepanto sino que, por lo que señala Braudel, Luchalí consiguió salvar
su escuadrilla y otras tantas quedaban en Corinto, Egipto y los estrechos y pronto
se botaron cincuenta galeras más en los astilleros de Constantinopla. Por lo tanto,
su armada quedo rehecha en apenas un año después de la batalla. La muerte de
Pío V en 1572 y el desinterés de los venecianos dejaron a España sola ante una
armada turca reconstruida. Don Juan de Austria consiguió apoderarse de Túnez
en octubre de 1573, pero al año siguiente los turcos tomaban la posesión española
de La Goleta y reconquistaban Túnez. Desde entonces no volvieron a producirse
grandes enfrentamientos entre ambas escuadras.
5. La Santa Liga, que podría haber dado lugar a una alianza política europea
posterior a este conflicto, no perduró. Según Hassiotis, esta liga fue efímera, y
duraría de facto tan solo tres años, sin ello influir en sus políticas exteriores. La
campaña emprendida en 1572 resultó infructuosa y los intereses diversos de
Venecia y España hicieron imposible un entendimiento duradero. Felipe II
disminuyó la cuantía de la ayuda económica española y Venecia se vio forzada a
firmar una paz separada con los otomanos.
6. Por último, debemos tener presente el gran papel del que dota Braudel a la
geografía. El medio físico es el escenario donde se desarrollan los
acontecimientos, coordenada espacial clave, que puede condicionar en un grado
inimaginable la actuación de los pueblos. Es por ello que tenemos que advertir
que una de las repercusiones más significativas que tuvo la batalla de Lepanto es
que el mar Mediterráneo, a partir de ese momento, actuará de frontera hidrográfica
natural, separando el lado oriental, encarnado por el mundo musulmán del Imperio
29 BRAUDEL, F., Opus Cit., 1976. P. 682.
21
Otomano, y el lado occidental y central, del mundo cristiano. Será a partir de este
momento cuando las guerras se desplacen fuera del marco Mediterráneo. Por una
parte, España se verá empujada hacia Portugal y el Atlántico y Turquía se lanzará
hacia Persia, el Cáucaso, el Mar Caspio, Armenia y, más adelante, hacia el propio
Océano Índico30.
30 BRAUDEL, F.: (p. 689)
22
BIBLIOGRAFÍA:
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siglo XVII. ACTAS de la Reunión científica de la fundación española de historia
moderna, 7ª. Ciudad Real, 2002.
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