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La Cabaña Del Tio Tom

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LECTURA GENERAL

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  • LA CABAA DELTIOTOM

    EDITORIAL BRUGUERA, S. A. BARCELONA BOGOTA BUENOS AIRES CARACAS MEXICO

  • Ttulo original: UNCLE TOM'S CABIN

    La disposicin especial y presentacin de este volumen son propiedad de EDITORIAL BRUGUERA,- S. A.

    Alejandro Ferrer Rodrguez 1973 Adaptacin

    Antonio Bemal 1973 Cubierta

    Cern Nez 1973 Ilustraciones interiores

    l. edi;in en Historias Famosas: setiembre, 1973

    Impreso en Espa!a Printed in Spain iSBN 84-02-03270-2 Depsito lgal:. B. 33.118 1973

    Impreso en ~os Talleres Grficos de EDITORIAL BRUGUERA, S. A. Mora la Nueva, 2 Bar

  • LA CABAA DEL TIO TOM

    nuestro relato le encuentra enfrentndose con una de sus tantas operaciones, en la que tena como fcil oponente a un hombre que luchaba en vano por no ceder a exigencias para l dolorosas; y es que Arturo Shelby perteneca a la rara cate-gora de los blancos diferentes, es decir, convencidos de que una piel ms o menos oscura no disminua_ en ningn individuo su condicin humana. Ello no impeda, sin embargo, que su situacin econmica fuera tan apurada como opu-lenta era la del hombre que le estaba presionando, ni que, sobre la discusin que. ambos mantenan, se cerniera constantemente el espectro de las deudas que agobiaban a Shelby y que era justamente el otro quien poda resolver o aliviar.

    Haley contempl irnicamente el saln dispuesto con tan discreto como refinado lujo y volvi una vez ms a la carga.

    -Vamos, seor Shelby, decdase de una vez! --d~jo rudamente-. Vnda-me usted a ese dichoso esclavo y le prometo destargarle de su deuda!

    -No sabe usted lo que me pide, Haley! -protest Shelby-. Tom no es para m un esclavo, sino un hombre en quien puedo confiar plenamente, un servidor honrado, leal y ... No lo mencionaramos siquiera si no fuera por lo muy apu-rado que me encuentro en este momento!

    -Bah! Esta actitud sentimental no le llevar nunca a nada prctico, seor Shelby, crame. Piense que mi oferta ...

    Haley fue interrumpido por la irrupcin en la estancia de un nio negro que, . creyendo encontrar solo a su amo, corra a darle cuenta de algn descubri-miento efectuado en sus juegos y correras. Se azor un poco al ver a Haley, pero salud con cario a uno y respetuosamente al otro antes de empezar con su torrente de vehementes explicaciones. />o

    -Es Enrique, el hijo de Elisa, nuestra doncella -aclar Shelby, vagamente inquieto por el brillo que observaba en los ojos del traficante.

    Este brillo se convirti en fulgor cuando una mujer joven y esbelta pidi permiso para entrar y se llev al nio tomridole de la mano, mientras le repren-da cariosamente por su inocente intromisin cuando el amo tena una visita.

    -Magnfica mujer, Shelby! -barbot impetuosamente Haley-. Adala usted al lote, vndamela con Tom y maana resuelvo sus preocupaciones!

    -Est usted loco, Haley? -replic secamente Shelby-. Por,~:: no me exige tambin a n;ll esposa? Se figura acaso que ... ? r ~ ..

    -Pues incluya por lo menos al muchacho! -insisti el otro-. No es:Io'iis-mo, pero me conformar con l y sabr sacarle un buen precio. Vamos, seor Shelby! Tambin mi paciencia tiene un lmite, demonio!

    -Pero ... cmo voy a poder separar a una madre de su h~jo, d.e un nio que no ha cumplido todava los seis aos? Elisa es la doncella de confianza de mi esposa, hemos visto nacer bajo este techo a esta criatura, la hemos visto crecer ...

    -Necesita usted dinero o no, seor Shelby? -le record malvolamente el implacable comerciante.

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    AOS ANTES DE QUE EL PRESI-DENTE Ll~'COLN DECRETARA LA ABOLICION DE LA ESCLAVITUD, MILLARES DE NEGROS ANDABAN POR LOS CAMINOS DE AMERICA BAJO EL LATIGO DE SUS AMOS, QUE LOS COMPRABAN, VENOIAN O MATABAN POR EL SIMPLE HECHO DE HABER NACIDO NE GROS.

  • LACABAADELTIOTOM

    -Es que ... Slo de pensar en el disgusto que tendra Elisa ... . _:_Deje esto a mi cargo, seor Shelby! Tampoco me gustan a m estas esce-

    n:;ls, y s el modo de evitarlas, o de hacerlas menos desagradables. Tuve un caso como ste.en Filadelfia y, sabe cmo lo resolv? Pues ...

    -Djeme, no me. interesan los detalles! -cort asqueado Shelby- He de meditar este asunto, hablarlo -con mi esposa. Venga usted ms tarde, al anoche-cer, y le comunicar mi decisin.

    -Traer conmigo Jos _contratos, y tambin sus documentos hipotecarios, seor Shelby. Recuerde usted que ascienden a ...

    ~Conozco perfectamente la cantidad, no necesito que me la recuerde!" Bu~nas tardes, seor Haley! _:_volvit?. a 'interrumpirle Shelby, ponindose en. pie para finalizar aquella entrevista. No poda _soportar ni un instante ms la presencia de aquel hombre, -falsa-

    mente ataviado con escandalosas joyas y con ropas cuya pretendida elegancia no hacan ms que resaltar lo. burdo y soez de su condicin y sus psimos moda-les.

    Haley salud con una torpe reverencia y cruz la puerta del saln, tras la que asi tropez con la doncella negra, que tena a su hijo fuertemente abraza-do y le mir pasar con ojos desorbitad.os. .

    uMaldita bruja! Nos habr estado escuchando? pens para s el mer-cader mientras se alejaba:

    Elisa lo haba odo todo, efectivamente, y el miedo la dej paralizada: en el exacto lugar donde la sorprndieran las inconcebibles palabras ciuzads entre ambos hombres.

    La angi~stia la. _hizo levantar al ni en brazos. y correr a las habitaciones de su ama, que se sobresalt l verla en aquel estado. La seora Shelby escuch el relato de su doncella y la franquiliz en el acto con tanta firmeza como segu-ridad, o lo pretendi cuando menos. .

    -Qu clase de disparates me ests diciendp, Elisa? No comprendes que te has confundido, que habrs entendido las cosa~ al revs? Vamos, sosigate, no hay el menor motivo para suponer semejante desatino! .

    -Hablaban de vendernos, seiiora! De vender tambin a Tom, y a m, y a mi hijo!

    -Imposible, mujer, totalmente imposible! S que mi esposo aborrece tanto como yo a esos infames mercaderes, y le conozco lo suficiente para poder jurarte que jams tratar con ellos y que nunca sera capaz de traficar con ningn ser

    humano. Olvdalo, Elisa, y piensa que habrs entendido mal! Aqui estoy yo para garantizarte que este temor tuyo es completamente infundado!

    La seora Shelby hablaba muy convencida, segirra de s misma y tambin ' de su marido. ste la haba dejado siempre en pleia libertad para que adminis-

    trara a su gusto la casa y la servidmnbre, compartiendo ambos con toda since-

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    LA CABAA DEL TIO TOM

    ridad el criterio d. que la raza negra tena tanto derecho como la blanca a ser tratada dignamente. Lo que en cambio ella ignoraba por completo eran las gra-ves dificultades econmicas que estaban llevando a su marido al borde de la desesperacin y al uso de recursos que hasta entonces haba siempre conde-nado y segua detestando.

    Los negros vivan bien en la granja de los Shelby, en completo contraste con todas las que la rodeaban, donde se les someta al mximo rigor no impedido por ninguna ley ni justicia humana. Esta diferencia era particularmente pade-cida por el propio marido de Elisa, Jorge Harris, perteneciente al amo de una plantacin prxima y que slo era autorizado a visitar a su esposa e h~jo en muy contadas ocasiones. Harris llevaba aos siendo apaleado sistemticamente y destinado a las tareas ms duras e ingratas, sin que de nada le valiera~ los es-fuerzos que haba hecho para estudiar y poseer una instruccin nada'. comn entre sus compaeros. El destino haba querido que, precisamente aquel mismo da, se le agotara la mucha paciencia y resignacin demostradas hasta entonces y huyera del infierno que estaba acabando con su vida. Acudi a la granja de los Shelby para. despedirse de su esposa e hUo y los minutos eran una amenaza para l mientras no se alejar mucho m~.

    Elisa tembl al verle en aquel estado y no se atrevi a comunicarle la angus-tia que segua ensombreciendo su nimo desde la visita de Haley a su amo.

    _:Pero ... qu vamos a hacer, Jorge? Adnde piensas ir? No conseguirs escapar de los hombres y los perros de tu amo!

    -Lo intentar, Elisa, aunque ello me cueste la vida! No puedo soportar ni un da ms las infamias que all nos obligan a padecer! Huir siempre hacia el norte, procurando alc~ar el Canad. All buscar trabajo y reunir dinero para rescatarte a ti y al nio; estoy segirro de que tu amo no se negar a darte la li-bertad si le compenso en algo econmicamente. Afortunadamente, el ._seor Shelby no es como los dems. Ten confianza, sposa ma!

    Ella se mordi los labios y trat de contener sus lgrimas. -Pero, qu ser mientras tanto de m y de nuestro hijo? Quin nos va a

    proteger contra tantos peligros como amenazan a cualquier negro en esto.s estados del Sur? ..

    -Tranquilzate, Elisa. Nada puede ocrriros mientras sigis bajo la tutela de esta familia que os cay en suerte. Ojal pudiera daros yo en el Canad todo el bienestar y la paz que aqui disfrutis. Pero he de conseguirlo, no descansar hasta lograrlo, y Dios me ayudar en mi empeo.

    -Es que ... Escchame, Jorge: yo, este medioda; estando en la casa ... Parece que a mi amo los negocios le van muy de.capa cada, cada da peor. Y sera. ho-rrible que ... que algn da...

    -No te preocupes, inujer. Jams os faltar aqui el alimento y la seguridad indispensables, Calculo que en un ao conseguir reunir el dinero necesario, y

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    entonces habrn terminado para nosotros todos nuestros sufrimientos. Qu nos esperara en cambio permaneciendo en la situacin actual?

    -Por qu no esperas un poco ms, Jorge? Deja pasar solamente uno o dos meses, quiz yo consiga que mis amos hagan una oferta por ti si sus asuntos mejoran un poco, nada ms que lo suficiente para comprarte.

    -Imposible, Elisa. Todos los negros de esta regin desearan ser adquiridos por el seor Shelby, cuya fortuna se resiente justamente debido a que su buen corazn le sita en desventaja frente a la competencia de otros granjeros sin entraas. Por otra parte, tampoco puedo volverme ya atrs, presentarme de nuevo ante mi amo: mandara que me azotaran hasta arrancarme la piel, ya sabes cmo las gasta. Vamos, s valiente, Elisa! No podemos permitir que nuestro hijo quede condenado a esta clase de vida! Tenemos el deber de pro-porcionarle otras oportunidades, una libertad que jams conocera aqu; no dejemos que nuestra cobarda y falta de decisin le priven de ello ...

    -Un ao es mucho tiempo, querido Jorge, y durante sus meses y das pue-den ocurrir muchas cosas.

    -Tienes razn, y no hay duda de que sucedern. Slo que podran ser muy malas para nosotros si dejamos las cosas as, mientras que con mi plan nos que- da por lo menos la esperanza de que puedan convertirse en buenas, muy bue-nas, sobre todo para Enrique. No lo olvides, Elisa.

    -Slo en l pienso, nada ni nadie ms me angustia ni me hace sentir temor; si no fuera por l huira contigo, Jorge. Aunque ... no podramos intentar lle-vrnoslo? Por qu no nos marchamos los tres? Puedo prepararlo todo en menos de diez minutos!

    -Ests loca, Elisa? Jams os expondra a todas las penalidades y peli-gros de una persecucin como la que mi amo va a dedicarme! Yendo solo, tc;ngo algunas probabilidades de aumentar distancias y llegar a la frontera antes que ellos, mientras que poco tardaramos en ser alcanzados y destrozados por los perros si marchramos h grupo. Por otra parte, Elisa, qu necesidad o urgen-cia te hace lanzarte imprudentemente a tan terribles peligros? Tu ama te quiere mucho, jams permitir .que te .ocurra nada malo, ni tampoco a nuestro h~jo. O acaso no es as? Ha ocurrido algo que te haga pensar lo contrario?

    Elisa se debati entre el miedo, la duda y la gravedad del momento que estaban viviendo. Tendra razn su ama y todo habran sido figuraciones suyas? Al fin y al cabo, el seor Shelby no haba dado ningn consentimiento ni esperanza a las pretensiones. del. mercader; slo haba dicho que lo consulta-ra con su esposa, y este detlle era suficiente para que cualquier temor quedara inmediatamente disipado.

    -Qu te ocurre, Elisa? -se inquiet Harris-. Ser posible que tampoco en esta casa os v.eis libres del ~iedo? Dime la vc;rdad!

    -No sucede nada, Jorge, t?do sigue igual. Perdname, he sido una tonta, y

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    VAMOS, SEOR SHELBY . YO SE EVlTAR ESCE NAS DESAGRADABLES. COMPRENDE? UNA VEZ, EN FILADELFIA ;-======:::_ __

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    tambin una egosta: en lugar de darte nimos, no hice ms que ponrtelo todo ms dificil. Vete ya, esposo mo, y que Dios te prot~ja y te acompae; no pierdas ni un minuto ms, que tu salvacin y la nuestra dependen de cada minuto. Abr-zanos muy fuerte y huye, huye todo lo rpido que puedas hacerlo!

    -Confa, confa en m, Elisa! -la apremi l besndola con desesperado ahnco. Y corri hacia la linde del bosque, donde desapareci despus de ha-berse vuelto slo un insta~te para gritarles: -Pronto recibiris noticias mas! Nos reuniremos en el Canad libres, libres para siempre!

    Aquellas voces hubieran podido ser odas desde otra cabaa prxima. Pero sus moradores, en alegre jolgorio, ignoraban el drama que turbaba dos vidas a escasa distancia. La cabaa y la familia del ((to Tom acogan aquella tarde en su mesa al hUo de los Shelby, Jorge, que llevaba unos meses empeado en ense-arle el manejo de las letras y el alfabeto al ms honrado, capaz y bueno de los negros que trabajaban para su padre.

    Completamente ajeno a las maquinaciones de Haley y la debilidad de su amo, el fiel Tom y su esposa Clolil1lc::, cm:im:ra de la casa, haban tli::ipucsto aquel da obsequiar al .improvisado profesor de gramtica: se trataba de un enorme pastel preparado con tanto amor como destreza, y que el sorprendido y emocio-nado muchacho se acababa de negar a llevarse a la casa y propona en cambio repartir y devorar entre todos all mismo y en aquel mismo instante. De ah la algazara y ei ruidoso jbilo, exteriorizado particularmente por los hijos de Tom, que adoraban al joven Jorge Shelby.

    -Hurra por nuestro amigo Jorge! -clamaban al unsono los dos mucha-chos-. Vivan los pasteles de nuestra madre y la generosidad de nuestro pro-fesor! Nos va a tocar un trpzo bien grande para cada uno!

    ---,-A callar, glotones! -se escandaliz la madre, ligeramente decepciona-da-. Yo lo haba dispuesto todo para que este pastel llegara entero a la mesa de nuestros amos, con todos sus adornos y forma intencionada. Os atreveris a que sea destroza.do aqu, a permitir que slo lleguen los restos. y migajas? Qu

    . van a pensar de m los seores de la casa? .. -No van a pensar nada si nos lo despachamos ahora -opinJorge-. Y se

    sentirn igualmente satisfechos y agrade.cidos cuando yo se lo explique y se enteren del festn que ahora vamos a darnos. No lo cree usted as, to Tom?

    -Estoy seguro de ello, muchacho -confirm benvolamente el pacfico Tom-. Vamos, mujer! -aadi dirigindose a s:u esposa -No dudes ms y deja que los chcos se diviertan y lo pasen en grande. Adems... tambin yo tengo ganas de contribuir con la ma a la opinin general, de emitir ~ juicio y mi crtica sobre tu obra de arte; este pastel tiene muy buen aspl!cto, pero nunca se sa~e ... hasta que se prueba. .

    -Otro que tal! .::_rezong la buena mujet, halagad en el fondo por tanta impaciencia. Y termin cediendo, sobre tqdo porque la iniciativa haba partido

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    1:

    LA CABAA DEL TIO TOM

    del propio interesado y no dejaba de ser un estmulo celebrar el acontecimiento en su propia mesa, en el sencillo y limpio hogar qe era todo su orgullo.

    La cabaa del to Tom era como un smbolo del sosiego y la paz en que hasta el momento se haba desenvuelto la vida y las mutuas relaciones entre amos blancos y sirvientes negros en la plantacin de los Shelby, donde la palabra esclavos)) era prcticamente desconocida.

    Y el propio Tom pareca culminar con su apacible car~ter y sus infatiga-bles dotes de experto trabajador el acierto de sus amos. en implantar unos siste-mas y mtodos humanos casi nicos en toda la comarca. Pero ello haba des-pertado la envidia y el rencor entre la mayora de los granjeros vecinos, que terminaron confabulndose para provocar la bancarrota de quien, tratando humanitariamente a los suyos, provocab indirectamente mayor descontnto y ocultas rebeldas entre multitud de negros que podan comparar muy d cerca su desgraciada . situacin con la privilegiada de sus compaeros en el territorio de los Shelby.

    No es muy raro ni dificil que las malas artes y la unin de varios contra uno surtan fatales efectos para la vctima sealada. La economa de Arturo Shelby haba sido hbilmente conducida a un callejn sin salida p(}r propietarios

    sin escrpulos y ambiciosos banqueros, por todos los intereses circundantes que, basados en la injusticia, vean turbada la paz y la sumisin de sus propios escla-vos con la peligrosa proximidad del ejemplo dado por tan excntrico propietario.

    Cuando un humLre se ve abocado a perderlo todo -tierras, fincas, cose-chas- y, por ende, a la total dispersin y siniestro destino de las personas aco-gidas a su tutela, se comprende que pueda sucumbir, por mucho que le repugne hacerlo, a la necesidad de obtener la salvacin de los ms sacrificando a los menos; aunque estos menos comprendieran a su fiel Tom y al pequeo Enri-

    q~e, aunque fuera al precio de infligir un disgusto mortal a Elisa y todo ello re-presentara' una injusticia contra la que siempre haba .luchado, Arturo Shelby no tena otra alternativa que sucumbir al funesto xito de la conjura urdida r.ontra l y su sistema.

    En el crepSculo de la misma tarde en que Jorge Harris hua a travs del bosque y mientras la alegra iluminaba el confiado hogar de la familia de Tom, se consumaba en el despacho de la granja una transaccin destinda !i marcar gravemente el destino de varias personas.

    Para el mercader Haley la cosa careca de la menor importancia y se tr-taba en el fondo de una de tantas operaciones, ni mejor ni peor que cualquiera de las muchas que cerraba todas las semanas. Pero las firmas le salieron tem-blorosas a Arturo Shelby, que nunca en su vida se habra imaginado estam-pndolas al pie ,de tan infamantes documentos. Tuvo que dominar sus impulsos de rasgarlos en mil pedazos antes de que Haley los tomara complacido y los guardara en un bolsillo de su chaleco.

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  • LA CABAA DEL TIO TOM

    -Le felicito, seor Shelby --deca zumbonamente el traficante-. Ha logrado usted realizar con xito una operacin que le resulta altamente ventajosa: des-prendindose slo de dos insignificantes negros, obtiene en cambio la cancela-cin de unas hipotecas que, se lo juro, valen muchsimo ms dinero; me temo que su sentimentalismo ha llegado a influenciarme hasta el punto de que, por mi parte, corro el riesgo de haber hecho un mal negocio.

    -Ahrrese y evteme falsas alabanzas y lamentaciones, seor Haley, se lo ruego -replic con psimo talante el contrariado Shelby-. Y recuerde sobre todo lo que me prometi, lo que me ha jurado: mire muy bien a qu clase de personas vende usted a Tom y a Enrique, cuide mucho de que caigan en buenas manos. Jams me perdonara que, por culpa ma, llegaran a ser desgraciados. Usted me responde de ellos, seor Haley, usted personalmente!

    -Descuide, seor Shelby, no se preocpe por este de.talle! Tengo buen ojo para calibrar a la gente! Cerramos el trato con un par de tragos?

    -Lo lamento, pero debo atender ahora a otros asuntos urgentes. -Y ... y la mercanca))?-:-pregunt con sarcasmo Haley. - Tom y Enrique estarn a su disposicin maana por la maana; puede

    pasar a recogerlos a primera hora. Buenas noches, seor Ha ley: Arturo Shelby tema. el momento en que tuviera que enfrentarse con su

    esposa para darle tan lamentables noticias, y la escena. result en efecto tan penosa como desagradable para ambos. Ella. se resista a dar crdito a lo que estaba escuchando, y la sobresalt mucho ms la consumada venta de Tom y Enrique que la certeza de un colapso econmico que vislumbraba.

    -Pero ... _cmo pudiste hacer esto, Arturo, cmo pudiste caer tan bajo como para tratar con gente de semejante calaa? Dios mo, que nosotros)) hayamos podid_o llegar a vender esclavos, a comportarnos como esos salvajes a los que siempre hemos condenado! Qu va a ser del pobre Tom, y su madre?

    -El maldito mercader me tena cogido en sus redes, querida, y no me que-daba otra alternativa sino ceder. He tenido que claudicar para que las dos hi-potecas que l presentaba a mi cargo no nos llevaran a peores calamidades ...

    -Hemos hecho .algo horrible, algo de lo que tendremos que arrepentirnos! Cmo vamos a convencer a Elisa para que se separe de su hijo?

    -Tendr que someterse a lo que .sufren los dems esclavos, todos los qll:e nos rodean. Bastante hicimos evitando hasta ahora semejantes iniquidades. Pero hemos llegado al lmite de nuestra resistencia ...

    -Pero toda nuestra gente confiaba en nosotros, Arturo! _Cmo podremos vivir.ahora bajo la acu.sacin de su decepcionado reproche?

    -La cosa no tiene remedio, creme, y quiera Dios que termine aqu. Haley no es ms que vil instrumento de otros poderes ocultos, cuya presin continuar agobindonos. Maana, a primera hora, tenemos que entregar a Tom y a Enri-que. Te juro que no s cmo evitar futuros casos como ste ...

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    MIENTRAS ,EN LA ct~BAf~A DEL TIO Tor .. 1,QuE ERA EL MAS APRECIADO CRIADO DE LA FAMILIA SHELBY JOR-GE ,EL HIJO DE LA CASA ,HACIA LOS HONORES A LA TIA CLOTILDE ,ESPOSA OE TOM ,EXCELENTE COCINERA.

    UltRO QUE PRUEBE ALGO Y RICO QUE HE PREPA 00, SEORITO JORGE.

  • CAPITULOII

    Nada ms contrario a las costumbres de Elisa que escuchar desde detrs de una puerta cerrada, y mucho menos tratndose de la de. sus amos. Pero la an-gustia, el recelo y el temor se impusieron en aquella. ocasin a su .habita! com-portamiento.

    Qued sobrecogida y horrorizada al ver confirmadas sus sospechas, y una sola idea fulgur en su mente como un fuego devorador: huir, escapar como lo haba hecho su marido, salvar a su hUo del atroz destino que k esperaba per-maneciendo slo unas horas ms pendiente de las decisiones de ningn hombre ~~- ' '

    No dejaba de comprender que los Shelby obedeca~ a fatales imperativos contra los que no podan oponerse, y quiz los habra aceptado tratndose sola-mente de s misma; pero era imposibie tolerarlo cuando afectaba directamente a su hijo, y su decisin fue tan rotunda como inmediata.

    Corri. a su habitacin., hizo un hatillo con las cosas ms i~dispensables y garabate unas lneas sobre un pedazo de papel:

    . Mi querida seora Shelby: Ya ve usted que, desgraciadaniente, mis temores no eran infundados: No

    puedo soportar la idea de tener que separarme de mi hijo, comprndalo. Espero que sepa perdonarme si .

  • LA CABAA DEL TIO TOM

    un gesto-. No puedo abandonaros a ti y a nuestros hijos en una situacin que quiz empeore todava ms. Sigo confiando en que el seor Shelby se haya ase-gurado de nuestro futuro destino, y mi deber es permanecer aqu para aceptar lo que Dios nos haya reservado. Y t tambin deberas quedarte, Elisa. Adn-de puedes ir con esta pobre criatura y a travs de un mundo hostil? Lo has pen-sado bien? Qu dice tu marido?

    -Jorge ha huido esta misma tarde, hacia el Canad, donde los negros son tan libres como los blancos! Voy a reunirme con l, to Tom, nada podr dete-nerme! Ojal no tenga usted que lamentar toda su vida su determinacin de quedarse! Adis, amigos mos, y que Dios les proteja!

    -Que l te acompae, Elisa, y te ayude a lograr tu propsito! -le dese Tom saliendo a despedirla con su esposa desde la puerta de la cabaa. La vie-ron perderse con su hijo en las espesas tinieblas y regresaron luego a su hogar sbitamente sombro, lejos ya del gozo y la paz que haba conocido pocas horas antes con el desaparecido pastel de manzanas.

    Pocas noticias son tan veloces en transmitirse como las malas o aciagas, y la de la huida de Elisa lleg a la casa de los Shelby cuando ambos esposos aca-baban de dejar la mesa sin haber probado apenas bocado durante la triste cena.

    Uno de los criados entr jadeante y sin llamar, anunciando el hecho extra-adsimo y muy lejos de sospechar los motivos que lo haban provocado:

    -Seor, seora! Elisa ha desaparecido llevndose a su hijo, y ha dejado un papel escrito sobre la cmoda de su habitacin!

    La seora Shelby corri a inspeccionar el cuarto de su doncella y a ente-rarse del contenido de la carta. Su inmediata y mxima preocupacin consisti en hacer un rpido clculo de horas y tiempo, del plazo que todava quedaba disponible antes de que el mercader acudiera en busca de Sll botn y de las posi-bilidades que esta demora pudiera representar en. distancias para Elisa, es de-cir, en el xito de su huida.

    Pero Haley se present all mucho antes de lo previsto, hecho una furia por la noticia que haba llegado tambin a su conocimiento. El aspecto de la csa y del semblante de los amos le confirm la veracidad de los hechos, y una malig-na sospecha acab de concretarse en su mente retorcida.

    -Qu se propone usted, seor Shelby? -pregunt lleno de despecho-. Va a decirme que todo es pura coincidencia?

    -No comprendo el significado de su pregunta, seor Haley --contest el otro con sombra frialdad-; explquese ms claramente y ... procure calmarse un poco. .

    -Ms daro todava? Quiere que le diga lo que pienso realmente? Dn-de estn los esclavos que le compr ayer?

    -Tom est aqu, esperando. -Y la negra? Dnde estn ella y su hijo?

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    tUS-A, MADHE DH PEQUEO ENRIQUE, ESCU-CHO ESTREMECIDA LA CONFIRMACION OE SUS .SOSPECHAS v DfClDJfl HlilR CON SU HIJO ..

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    LA CABAA DEL TIO TOM

    -No recuerdo haberle vendido a Elisa, seor Haley. -El nio! Qu demonios han tramado contra m? -No le permito que levante as la voz, seor Haley! Le recuerdo que est

    en mi casa! Elisa ha huido esta noche .con el pequeo Enrique, pero no podr llegar muy lejos; los ros bajan muy impetuosos, y ...

    -Lo sospech! Deb desconfiar de su absurda resistencia en acceder a la venta, y de su promesa de entregrmelosmaana!

    -Seor Haley! -cort enrgicamente Shelby-. Mida usted muy bien sus palabras, o. le juro que le har arrepentirse de ellas! Ayer hubo un trato entre . usted y yo, y esta noche se ha registrado una huida, eso es todo! Necesita organizar una persecucin? Bien, hgalo! No voy a tomar parte en ella, por-que si jams persegu a un esclavo mo menos lo har con los que ya no me per-tenecen; pero le prestar hombres y caballos si le hacen falta.

    El mercader palideci y trag saliva ante la pronta reaccin del propietario. Su sentido prctico le hizo suponer que obtendra ms empleando la suavidad y los buenos modales que no las . amenazas, capaces stas de proporcionarle al-gn disgusto con un hombre que no se dejaba avasallar por ms arruinado que estuviera.

    -Pobre de m! -gimi quejui:nbrosamente-. La fatalidad me persigue constantemente! Har un negocio fatal si no consigo recuperar es.a mita~ de mi compra, por la que pagu mucho ms de lo que vala. Apenas conozco el pas, y mi caballo casi no sirve para la carreta que arrastra, pero mucho nienos para un galope tendido!

    -Ya le dije que le prestar:a ayuda, seor Haley. Dar las rdenes oportunas para que le proporcionen un caballo de silla y un par de hombres que le guen; ellos conocen bien el terreno. y los bosques, donde le es fcil e:Xtravi~rse a un forastero.

    -Gra ... gracias, seor Shelby. Ojal logremos alcanzarla! El sol acababa de levantarse en aquel momento, iluminando vivamente la

    fachada de la casa de los Shelby. Tanibin desparramaba sus. rayos ai otro fado del bosque y encenda vivos destellos en las tumultuosas aguas de Un ro que bajaba considerablemente crecido por el deshielo de las montaas. .

    Elisa contempl sobrecogida aquel turbulento caudal, autntica barrera . infranqueable que pai:eca hacer baldos sus desesperados esfuerzos de toda la noche, llevando al nio en brazos a travs del bosque en tinieblas. .

    -Qu Dios me ayude! --'eXclam desaientada7"-. Cmo voy a poder atra-vesar esta mole de aguas enfurecidas?

    Haba una casita muy cerca de la orilla, y . decidi acudir all para infor-mars spbre la .existencia- ele algn embarcadero prximQ donde- hubiera una . barcaza capaz de llevarla a l ribera co"ntraria.

    La recibi . una mujer que la contempl al principio con evidente recelo. '

    LA CABAA DEL TIO TOM

    Pero al darse cuenta de su extenuacin y del somnoliento aspecto del nio que apenas se sostena en pie, termin apiadndose de ellos y se mostr sbitamente amable.

    -Una barca cruzar por aqu mismo desde la otra orilla, antes del crepscu-lo; es el momento ms pr9picio, pues a esa hora todo parece ms tranquilo. Por qu no descans mientras tanto y acuesta al nio en mi cama? Creo que a am-bos les est haciendo mucha falta reponer fuerzas y tomar algn alimento ca-liente. Despus veremos si el barquero accede a llevarla al otro lado.

    -:-Gracias, seora! -acept Elisa, que se senta desfallecer por momen-tos-. No puede usted figurarse cunto le agradezco su ayuda. Permtame por lo menos que le pague lo que ...

    -Olvdese del dinero, mujer, y entre de una vez! No ve que el 1pequeo se est ayendo de sueo? . 1

    Elisa acost al nio en la cama ofrecida y le vio sumirse inmediatamente en un profundo sueo. Ella, pese encontrarse extenuada, prefiri'~entarse jun-to a 1a ventana de aquel piso alto y, protegida por las cortinas; vigilar atenta-

    . mente la _salida del bosque y la desierta margen del ro. Tampoco hubiera sido capaz de dormir, pues no se sentira tranquila hasta poner todo el mpetu de la corriente entre ella y los hombres que, a no dudarlo, habran' emprendido ya su persecucin.

    Y sus suposiciones no carecan de lgica, aunque ,s de fundamento real al IIlenos por el momento. .

    Arturo Shelby no era hombre capaz de faltar a una palabra dada, pero, en aquella ocasin, dej que el tiempo y los servicios ofrecidos se movieran con lentitud, accediendo al ruego manifestado por s.i.t esposa en una expresiva y rpida mirada.

    .Daniel Haley fue provisto con mucha. demora de n caballo, ejemplar ver-daderamente magnfico 'y veloz que le hizo olvidar la- mortificacin de la larga espera; pero, nada ms sentir en sus ijares las espuelas del mercader, salt como un resorte e hizo que su jinete dibujara extraas piruetas en el aire antes de' caer pesadamente sobre el duro sulo, bastantes metros ms all, El tardo avi-so de que aquel corcel tena a veces tan inesperadas reacciones y de que era preferible estimularle con alegres voces, no logr convencer al traficante a efectuar otra prueba. Pidi otro caballo que no le fue negado, pero que estaba justamente en manos del herrador en aquellos momentos y no quedara dispo-nible hasta d~ntro.de una hora larga porlo menos.

    Haley contuvo su impaciencia, indignacin y soeces modales cuando, a punto ya de estallar, ~a distinguida seora Shelby le distingui. con la mejor de

    . sus sonrisas y le invit a que comiera en la casa aquel medioda. Para qu dar-se tanta prisa? La fugitiva avanzara con mucha lentitud, y unos hombres a caballo. la alcanzaran de sobra antes. del anochecer. Por otra parte, cmo iQa_

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  • 1 .

    1 '

    LA CABAA DEL TIO TOM

    a poder montar en seguida, despus del tremendo batacazo que acababa de su-frir?

    -Gracias, seora; acepto su invitacin, porque la verdad es que vine tan urgentemente que hasta olvid desayunar.

    Clotilde recibi la extraa orden de preparar una copiosa y pesadsima co-mida para el nuevo invitado, y tambin de hacerlo con toda la parsimonia de que fuera capaz. Hubo asimismo unos intervalos desesperantes entre plato y plato y en todo. el servicio de la mesa, que el seor Shelby toleraba con silenciosa resig-nacin y el traficante no se atreva a impugnar, convencido en el fondo de que su educacin no estaba al nivel de aquella ceremoniosa marcha.

    El anfitrin aprovech un momento en que Tom entr en el comedor para decirle con voz sombra y casi sin atreverse a mirarle de frente:

    -Ser mejor que dejes el servicio y vayas preparando tus cosas, Tom. El seor Haley puede necesitarte en cualquier momento, tal vez antes de esta mis-ma noche. Es tu nuevo amo y debers irte con l.

    Tom se limit a expresar su conformidad asintiendo con la cabeza, y no for-z la actitud de su amo obligndole a sostener su mirada y leer en ella la amar-gura que no consegua disimular. Sali tan discretamente como haba entrado y arrastr los pies hasta la cocina, junto a Clotilde, su esposa, y al modesto equi-paje que tena ya preparado desde primeras horas de la maana.

    Pero Haley necesitaba recuperar antes lo que l llamaba la otra mitad de su compra, y arda de impaciencia por emprender la cacera. Eran ms de las tres de la tarde cuando por fin pudo levantarse de la mesa, medio aturdido y ~con el estmago repleto hasta la garganta. Dos negros de la granja y un caballo ensillado le esperaban a la puerta, donde tuvieron que ayudarle a montar des-pus de varios intentos fallidos en los que el mercader no consigui dominar la tremenda torpeza de su cuerpo.

    Aquel maldito bosque pareca no tener fin.. Los cp.minos y senderos se re-torc;:an de un modo absurdo, lo mismo que si descr!ibieran estpidos crculos destinados a devolverles cada vez al punto de partida.

    -Pero, No hemos pasado ya antes por aqu? -rezol\gaba lleno de recelo. -Oh, no, mi amo, de ningn modo! -replicaba l p:is viejo de los dos

    negros-. Aquello qued muy atrs, en otra zona del hosque; lo que pasa es que todo son abedules, aqu y all, y lo mismo ser ms ad'e}ante. Es un bosque muy igual y parecido de un extremo a otro, pero .nosotros saBemos distinguirlo.

    -Cunto tardaremos en llegar al ro? -No mucho, amo, no mucho. ..,, . -'-Dime cunto, condenado negro! Medl?-ffora? Una hora? -Pues ... resulta difcil asegurarlo, amo', porque nos dirigimos directamente

    hacia el punto vadeable, que suele variar segn la temporada y la intensidad del deshielo.Yo dira que ... .

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    1

  • LA CABAA DEL TIOTOM

    .....,-Dilo.de una vez o te decapito de un latigazo! -Pongamos ... una hora y media, tal vez dos, mi amo. . . -Imposible, completamente imposible! No. me fo ms de_ vos?tros, mISe-

    rables cmplices! Sigamos esta senda, la que sale recta a la izquierda! Va-mos, ya me cans de dar tantas vueltas! Por all!

    ~Hacia la izquierda? De veras, mi amo? Est usted ~egur~? 1

    -Me fo de cualquier cosa menos de vosotros, malditos pillastres. Cerrad el pico y seguidme! Ahora ser~ yo quien gue!_'~ . . ..

    No era la primera vez que Haley se meta en tales operac10nes, y un mst~nto . natural le orientaba con una endiablada prctica, tan eficaz como la mejor brjula. .

    Fue as cindose hacia la direccin que. intua y que, . desgraciadamente para Elisa, no le enga en lo ms mnimo; slo veinte minutos le bastaron para alcanzar la corriente, y otros diez le situaron a la vista de la casa donde madre e hijo se haban refugiado.

    Elisa le vio llegar desde su puesto de observacin en la ventana, y el sobre-salto la hizo levantarse de un brinco.

    -Dios mo! Es el mercader de esclavos, el mism que hablaba ayer tarde con el seor Shelby! Qu va a ser de nosotros? .

    -Mam! -grit Enrique despertndose como influido por la angustia evi-denciada por su madre-. Sucede algo, mam?

    La duea de la casa acudi en aquel mismo instante y avis que unos hom-b.res se acercaban siguiendo la orilla. No necesitaba preguntar inucho para ad~vinar que aquella mujer negra hua de la esclavitud; por otra parte, era la pn-mer vez que prestaba semejante ayuda a las vctimas. de la injusticia.

    -Venga, hay una puerta trasera que da a la parte del ro! Pue~e usted intentar cruzarlo saltando de piedra en piedra y vadeando los trechos mterme-dios donde no las haya! No es muy profWido, slo hay que dominar la fuerza de la corriente, que ya ha menguado mucho. Djeme al nio si.lo prefiere, y el bai:-quero ya lo pasar despus. Pronto, piense que la orilla de. enfrente ya es tern-torio de otro estado y all estar segura!

    -No puedo dejar a mi hijo, pues es a l a quien precisamente persiguen! -:Miserables canallas! Venga, sgame, Dios no permitir que les ocurra

    nada malo! Por.aqu, de prisa! .. Elisa tom al nio en brazos y corri a travs del huerto, lanzndose luego

    por un terreno despejado que la conduca derechame~te a los. ~averales indi-cadores de la presencia del agua. El fragor de_ la comente ~a ~aba tanto c~mo esta seal inequvoca, pero no era tan intenso como para doIDinar unos gntos

    q~e restatlaron a sus espldas; -Alto! lto! Detente1 maldita ~egra! . . Haley haba visto a aquella figura que, llevando lgo en brazos, se leJaba

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    LA CABAA DEL TIO TOM

    de la vegetacin que rodeaba la casa y corra velozmente hacia la orilla. Adivin que se trataba de su presa y espole a su caballo para alcanzarla, seguro de que la barrera lquida detendra la imposible escapatoria.

    -Prate, estpida, prate de una vez! -gritaba triunfalmente . Preten-des acaso darte un remojn?

    Ella se volvi slo un momento para mirar con aterrorizados. ojos, pero rea-nud su carrera con mayor mpetu y siempre movindose en direccin a las onduladas caas.

    -Es intil que te empees, obstinada mujer! Nadie podra atreverse a cruzar unas aguas tan crecidas! Djalo, entrgame a tu hijo antes de que os suelte un latigazo!

    El estruendo de la corriente partindose entre las rocas comenzab1 a supe-rar aquellas voces; pero, ms adivinada que realmente oda, la frase de en-trgame a tu hijo! puso alas en los pies de la desesperada madre.

    Aprovechando "1fl resbaln del caballo de Haley que por poco derriba a su jinete, logr ganar unos metros y salir al otro lado de Ja verde muralla .vegetal. El espectculo y el estruendo del ro. visto desde tan cerca aviv su angustia con _ la presencia de un peligro no menor qlJ.e el que dejaba a sus espaldas.

    La turbulencia de aquellas encrespadas aguas era realmente impresionante: bajaban violentas y espumeantes, con tan arrollador empuje y resuello que cor-taban el aliento e imponan la renunCia al descabellado intento de desafiarlas.

    Elisa cerr los ojos horrorizada, "invocando la ayuda divina .. Pero saba que no le. quedaba ni el recurso de d~jar su hijo sobre la empapada hierba del ribazo y lanzarse ella sola l gua, pues la c~icia de Haley apuntaba justamente contra .tan inocente vctima. Prefera sucumbir con l en brazos antes que aban-donarle a tan siniestro destino. Y avanz, decidida. .

    Al volver a mirar frente a ella, vio a travs de los torbellinos de espuma la figur~ de un hombre que haca frenticas seas desde el mismo brde de la orilla opuesta .. Mova los brazos de arriba abajo indicndole que pasara, y, an velada su cara por los rayos del sol poniente, poda verle abrir y cerrar la boca como si estuviera gritando algo dirigido a ella.

    Segundos despus, aquel hombre comenz a saltar como si caminara por encima del rugiente caudal, hundindose solamente a trechos .y nunca hasta ms arriba de la rodilla .. Su voz se fue haciendo audible y, sbitamente, al tiem-po que le oa, reconoci en l a Jonathan 'Symmes, fiel. amigo de los Shelby y asiduo visitante de la granja.

    -Pasa, Elisa, pasa sin miedo! _;_le.gritaba con voz estentrea una y otra vez-. Sigue todo recto, sin desviarte desde donde ests! Pero no te. desVes, no dejes que la corrientete domine!

    Elisa adelant unos pasos, brinc con relativa faCilidad sobre uria cadena de rocas apenas sumergidas y tembl cuando, l avanzar ms a~, se hlindi

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    LA CABAA DEL TIOTOM

    casi hasta la cintura y el mpetu de las aguas la hizo tambalearse peligrosa-mente.

    -nimo, no desfallezcas ahora, Elisa! -la apremi Symmes-. No temas, sigue adelante y no encontrars mayor profundidad! Contra corriente, un poco ms arriba! Vamos, vamos, ya te falta poco!

    Dos o tres veces estuvo Elisa a punto de resbalar, d

  • CAPITULO III

    -Le debo a usted la vida, seor Symmes, y tambin la de mi hijo! Slo gracias a usted nos hemos salvado de una muerte segura o-de la peor esclavitud en manos de aquel malvado.

    -Bah, no pienses ms en ello, muchacha! -replic el providencial salva-dor de Elisa-. Esta orilla es territorio diferente, con unas leyes distintas, y pue-des considerarte a salvo por el momento.

    Efectivamente: tan~o o ms que el miedo a las aguas enfurecidas, este deta-lle fue el que detuvo al me~cader echando pestes al otro fado de la corriente. Haba tenido . ya dos o tres incidentes con las autoriddes de aquella comarca fronteriza; y no le convena aadir otros nuevos que. aumentaran su ya recono-cida mala fama. . .

    Termin, as, volviendo sobre sus paso.s para descargar su mal humor con-tra la duea de la casa donde Elisa haba sido acogida, a la que acus de compli-cidad y de haberle perjudicado en un importante megocio completamente

    . autorizado por las leyes del pas. Ella no le hizo el menor caso y' aunque no: se neg a servrselos, s le exigi por adelantado el pago de .unos vasos de ag\iai--diente que Haley le pidi.

    Mientras el traficante sorba melanclicame_nte unos tragos sentado . ante una desvencijada mesa desde la que- poda observar el camino que condu al bosque, _vio -simultneamente penetrar en ste a los d~s negros que le haban acompaado y a los que. acababa de despedir, .y salir tambin de entre los rbo-'1es a dos jinetes blancos que avanzaban sin prisa, seguidos por un caballo car.:. gado con equipo de vi~je.

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    LA CABAA DEL TIOTOM

    Tan abstrado .estaba Haley rumiando su desventura que, slo cuando aque-llos hombres llegaron frente a la casa, pudo reconocer a un de ellos, al ms alto y corpulento de los .dos, cuyo tipo contrastaba chocantemente _con el de su com-paero, endeble y frgil como una brizna de p~ja.

    -Por todos los diablos! -exclam el mercader-. Pero ... si es nada me-nos que Loker, el mismsimo Toms Loker! PtJ,es s que llegas oportunamente, viejo bandido! No sabes lo que me alegro de verte!

    El interpelado descabalg y le salud torpemente, expresndose en una jer-: ga casi incomprensible y moviendo su corpachn como si se sintiera amput&do al separarse de su montura; era evidente que hoinbre y caballo formaban una misma pieza, :;;in que pudiera apenas distinguirse cul era ms bruto de los dos.

    -Hola, seor Haley! -pronunci con voz hueca-. Este es mi amigo y so-cio; se llama Marks, y es un tipo rnuy listo. Podemos servirle en algo? Hay algn dinero que ganar en ello?

    Haley les puso entonces al corriente de la compra que hab~- hecho en la granja de los Shelby, de la huida de Elisa con el nio y del frcao de su perse-cucin cuando ya casi la tena de nuevo en sus manos. Explic que_ l no poda . permitirse ciertas irregularidades en el territorio del estado .vecirio, donde ape-nas se toleraba su presencia, pero s se atreva a mover desde tina discreta som-bra a dos hombres decididos que completaran all su trabajo. y. a los que estaba dispuesto a pagar esplndidamente. .

    Loker prorrumpi en una salvaje risotada ante los. sup~estos escrpulos del mercader y blandi en el aire sus enormes puos, argumentos con los que se senta capaz de resolver cualquier prob_lema. . . .

    -Delo por hecho, seor Haley! -asegur-. No habr'. comisari~ que se atreva a impedirme actuar como yo s!'

    -No se trata precisamente de emplear la violencia en este caso, Loker -re-P!ic Haley-. Slo en ltima instanci, 'cla~ro si te fuera .posible hacer fun"'.' c1onar un poco tu obtusa mollera, comprenderias que ...

    -:i Djelo de mi cuenta, seor Haley! -intervino entonces el llamado .Marks . . '

    guindole un ojo al merca~er_:_. sta es mi especialidad, se lo garantizo: s cmo manejar a las autoridades, y acostumbra hacerlo sin levantar la voz ni faltar a los ms exquisitos modales; es ms; puedo convencerlas y confundirlas reeitndoles ms artculos y apartados de los que tiene realme~te ningiina ley. Y si las cosas se ponen demasiado difciles y no queda otro remedio ...

    Cerr la.frase mirando las manazas d~e Lokr, todava levantadas. -Magnfico! -se anim Haley-. Cuento entonces con vosotros! .Vamos

    a cerrar el trato con unas copas! Prometo _regalaros a la negra, que vale muchos ms dlares que el nio, si me entregis al pequeo en estado aprovechable. Adelante, muchachos! Tenemos que cruzar este maldito ro antes deque ano-chezca.

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  • LA CABAA DEL TIO TOM

    -Demonio! Est usted loco, Haley? Pretende que nos matemos al pri-mer paso?

    -An no; llegar una barca dentro de media hora y nos pasar a nosotros al otro lado. Los caballos pueden vadearlo.

    Mientras los tres hombres se preparaban a emprender su intriga all donde Elisa se crea ya en relativa seguridad, los dos negros que haban paseado a Haley a travs del bosque llegaban de regreso a la granja y explicaban a su ama el feliz resultado de su treta.

    :-Qu Dios os bendiga, amigos mos -les felicit la seora Shelby-, y que siga protegiendo y ayudando a la pobre Elisa y al pequeo Enrique!

    * * *

    Algunas millas ms all del ro fronterizo, otra mujer de buen corazn y otra granja donde se desconoca el uso del ltigo y de los tratos inhumanos iban a hacerse eco de los buenos deseos de la seora Shelby.

    El senador Bird era el dueo de aquella propiedad, a la que acababa de regresar despus de una larga estancia en la capital del estado y tras haber tomado parte en enconadas y turbulentas sesiones legislativas.

    Haca solamente media hora que estaba en casa, descansando del viaje des-pus de haber abrazado a su esposa y a sus hijos, y nada deseaba tanto como disfrutar tranquilo de la paz y el sosiego del hogar. Pero su semblante no conse-gua disipar una expresin decepcionada que no pas6 desapercibida a la mujer sentada frente a l.

    -Adivino lo que te ocurre, querido -dijo ella tomndole una mano-. Ser posible que ni t ni tus amigos hayis podido impedir que se votara esa ignomi-ni

  • LA CABAA DEL TIO TOM

    -Va a ser muy difcil cumplir tan inhumanas disposiciones! Creo que, por mi pa:te, no tardar en verme convertida en una delincuente; pien~a qu: lo contrario me obligara a desobedecer leyes mucho ms altas, a q_ue, m1 con~1en~ cia me reprochara autnticos delitos cuya importancia no me deJana dormir. m estar en paz co_n Dios. , . , . _

    -Sin embargo, Mara, te agradecer que no me pongas las cosas mas d1fIC1-les. Los que hemos votado en contra vamos a ser estrechamente vigilados, y ...

    Un criado negro pidi en aquel momento permiso para entrar, y se dirigi a su am~ con actitud ligeramente turbada.

    -Ruego a la seora que me perdone --dijo-; pero, le importara venir unos instantes a la cocina?

    Ella se levant para acompaarle, y el sirviente empez a explicarse tan pronto abandonaron el saln.

    _ -Se trata de una mujer que viene huyendo con su hijo, se,ora. Parece que la persiguieron hasta la frontera1 pero ella se atrevi a cruzar el ro a. pesar de la crecida. Ha llegado extenuada, medio muerta de fatiga y fro, y el nio tam-poco se tiene en pie. .

    La seora Bird Se apresur hacia la cocina, donde el espectculo que se ofreci a sus ojos la llen de piedad y sobresalto.

    Los estragos dl tremendo esfuerzo realizado se evideniaban en el sem-blante y en todo el aspecto de la valerosa Elisa, sus ropas aparecan destroza-das, sangrantes los pies y desvada la luz de sus ojos por el agotamiento tan absoluto que la embargaba. Pero todava la mantena en_ vilo una angust~a que la frigil frontera atravesada no lograba disipar, como si intuyera que sus impla-cables perseguidores no iban a detenerse por tan ficticio obstculo.

    -PorJpiedad, seora! -'-suplic as que vio llegar a la duea de la casa-. Protjame: aydeme a 5alvar a mi hijo! . . .

    -Tranquilzate, hija ma! -contest la seora Bird-:--~o t1en~s que tem~r nada malo mientras ests. bajo nuestro techo, y tus persegwdores tienen prohi-bidas sus criminales actividades en este territorio, regid~ por otras leyes que el de Kentucky. Aunque... - _

    -Y si vienen?.Y si llegan hasta aqu? No podrn quitarme a mi hijo? Est usted segura de ello, seora?

    -Quitrtelo? No se atrevern ni a tocarlo, ni siquie.ra cruzarn ~a puerta de esta casa, te lo aseguro! ~er mejor que me los descnbas en segwda, para que sepamosa qu atenernos sobre ellos.. -

    _ Elisa explic todas las Crcunstancias que haban motivado su aventurada decisin; las difiultades econmicas de los Shelby; las :angilstias d su buena ama, la resignacin del to Tom, su agotadora noche a travs del bosque y los dramticos momentos vividos en el ro, sin omitir -la providencial ayuda del brazo salvador que la rescat de una muerte segura.

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    LA CABAA DEL TIO TOM

    _ -Excelente Symmes! -coment el senador Bird, que se haba acercado tambin a la cocina para ver qu ocurra. Y aadi para s mismo: -Quin po-dr ahora convencerle de qui! su noble empeo queda calificado como un delito?

    -Y qu vas a hacer ahora," muchacha? -pregunt la seora Bird-. Tienes algn pariente que pueda acogerte? Dnde piensas trabajar?

    -M intencin es llegar hasta el Canad, seora; all me reunir con mima-rido y, segn parece, podremos vivir en paz y dedicarnos a nuestro hijo sin la amenaza de que algn da puedan arrancrnoslo de nuestro lado y venderlo :como si fuera una cabeza de ganado.

    -Pobre hija ma! El Canad est muy lejos, y tu estado no es el ms indi-cado para emprender tari tremendo viaje. Primero necesitas descansar, recu-perar fuerzas, dar un buen respiro a tu pobre hijito... _

    Una tos tan insistente como poco autntica llam la atencin de la seora Bird; su esposo le hizo una discreta sea y ambos salieron de la coc,!na mientras los criados atendan convenientemente a la fugitiva y al pequeo. --

    -Lo olvid todO"en un momento, Juan! -se excus ella sin dejarle hablar-. Cmci quieres que tenga en cuenta esa absurda ley a la: vista de un caso como t - . ste? Supongo que no me propondrs que abandone a esta pobre mujer y a su hijo en manos de sus criminales perseguidores! Ni t ni yo seramos capaces de semejante vileza! _

    -No necesitamos entregarla, Mara, pero tampoco podemos permitirnos el riesgo de que permanezca con nosotros. Recuerda lo que te dije: -vamos a que-dar sometidos a una vigilancia implacable, y na4a nos perjudicara tanto como ...

    -Lo s, querido, lo s;_ pero ... se te ocurre alguna soluciu que uu uus obli-gu a desviarnos de nuestros deberes-ianos ni nos haga incurrir ~n remor-dimientos?

    -En primer lugar, aqu no puede quedarse. Sera demasiado peligroso, una verdadera provocacin contra la ley.

    -No iremos a echarla a la calle, verdad? No te creo capaz de hacerlo! -TranquilZate}mujer, y tampoco necesitas repetrmelo tanto! Pero ten-

    dremos que buscar otra solucin, algo que quede en una especie de trmino medio. Djame pensar ...

    _-Tal vez esconderla en alguna parte, Juan? -Me estaba acordando del viejo Van Tope ... Ya sabes cmo opina sobre la

    - esclavitud, y las veces que ns ha ayudado en otros casos parecidos. Creo que . riada le con;iplacer tanto como quebrantar esta ley, y l s que puede permitr-

    selo ... aumi~e ser mejor aconsejarle que no se jacte de ello; a la larga, slo per-judicara la posible continuidad de sta y futuras infracciones... /.

    -Eres .un cielo, esposo mo! Y tambin un estratega de primer ovaen! Me siento orgullosa de ti, te lo juro!

    ~Pues disimlalo, querida, y ahrrate los elogios, porque podran acabar

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  • LA CABAA DEL TIO TOM

    conmigo. Tenemos. que actuar y callar, comprendes?, ser muy discretos. Habla con los criados, uno por uno, para que se abstengan a toda costa de comentar el caso en ninguna parte. Yo preparar mientras tanto el coche y acompaar a esta mujer y a su hijo hasta la finca de Van Tope.

    -Cmo! Ahora, esta misma noche? -Vamos o no a ayudarla, Mara? Ella le bes en la mejilla y corri otra vez a la cocina, mientras el senador

    suspifaba profundamente al dirigirse hacia las cuadras. Apuntaba casi la madrugada cuando la seora Bird termin de conferenciar

    con la servidumbre y, tras atender abundantemente con ropas, dinero y provi-siones a las necesidades de Elisa,. consider que poda pasarla sin remordimien-tos a la proteccin de otras manos no menos solcitas que las suyas.

    -No s cmo agradecerle sus desvelos, seora, as como la bondad y la abne-gacin de usted y de su marido. Por nada del. mundo quisiera perjudicarles ha-biendo llamado a su casa y a sus buenos sentimientos. Por qu no dejan que vaya yo sola hasta la casa del seor Van Tope? Podran entregarme una carta y ...

    -Ser ms seguro si te acompao yo, muchacha, y ten en cuenta que son siete millas de camino. Vamos, sube y acuesta a tu hijo entre esas mantas que he preparado! --ofreci el senador acomodndose a su vez en el pescante.

    -Adis, Elisa, y que Dios te ayude en tu propsito! No dejes de escrbir-nos y de avisarnos si tropiezas con alguna dificultad!

    -Lo har, seora, y ... gracias, mil veces gracias! El senador condujo hbilmente su vehculo por 1tmerarios poco frecuenta-

    dos y logr llegar a la granja de su amigo sin tener ninguna clase de encuentro en el camino.

    Se trataba de una modesta y agradable construccin levantada en una zona mtzy arbolada, rodeada a su vez de plantaciones en magnfico estado de desa-rrol1o y conservacin.

    Juan Van Tope haba anticipado espontneamente la abolicin de la escla-vitud, renunciando por propia voluntad y conviccin a un sistema que juzg inhumano y opuesto a los ms elementales principios cristianos. Concedi plena libertad a los negros que trabajaban para l y que, casi en. su totalidad, perma-necieron a su lado como asalariados y cooperadores, y consigui asombrar a todos sus vecinos obteniendo an mejores provechos y rendimientos de sus tierras trabajadas as con redoblado afn de superacin.

    El senador Bird tom. modlo de aquel ejemplo, aconsejndose a travs de su iniciador en sus mltiples. aspectos; ello haba establecido una slida amistad entre aquellos dospioneros de la libertad y !ajusticia.

    No es pues de extraar que la llegada del madrugador visitante fuera aco-gida con sincera alegra por el propietario del lugar, que sali presuroso a la puerta cuando reconoci al senador.

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    LA CABAA DEL TIO TOM

    -Magnfica sorpresa, amigo Bird! Qu te trae tan temprano por aqu? Hola! Parece que no vienes solo!

    -Necesito tu ayuda, Van Tope! --conte~t el senador sin andarse con ro-deos-. Pretendo nada menos que acojas en tu casa a una mujer negra y a su hijo, que llegaron a la ma fugitivos de Kentucky. Ya te habrs enteradG de la nueva ley promulgada sobre el caso, verdad? Tienes tanto derecho como yo a no buscarte complicaciones con las autoridades, pero ella corra mucho mayor peligro permaneciendo bajo mi techo y me colocaba al mismo tiempo en una situacin muy comprometida. No te culpar si te niegas, y buscar en tal .caso otro lugar seguro. donde ocultarla mientras se recupera. T tienes la palabra, amigo mo, y tu decisin en nada afectar a nuestra amistad. Qu me .contes-tas?

    -Al diablo esta condenada ley, amigo Bird! A m me tiene sin cuidado, te lo aseguro, y seguir haciendo lo que me plazca durante todo el tiempo que pue-da. Afortunadme.nte; mi casa queda mucho ms escondida que la tuya y na

  • LA CABAA DEL TIO TOM

    mucho de Clotilde y de los nios mientras ... mientras dure mi ausencia. Lamen-to no poder despedirme de Jorge, no pude verle esta maana en la casa.

    -Pobre muchacho! Est furioso, decepcionado, y creo que en el fondo nos acusa por nuestra debilidad. Es difcil hacerle comprender esto a un nio!

    Una _voz agria y despechada cort estos comentarios cuando la carreta se detuvo chirriando frente a la cabaa.

    -Tom! Busco a un esclavo que se llama Tom! Es sta su casa? Vamos, no me hagan esperar!

    La seora Shelby fue la primera en asomarse a la puerta y en enfrentarse con el mercader, decidida a que su presencia mitigara la agresividad eviden-ciada en la voz que tan brutalmente reclamaba sus derechos de compra.

    -Est aqu, seor Haley, lleva ya horas esperndole. Tom es muy obediente y no le opondr ninguna resistencia. Acurdese de que le respondimos de ello y que usted, por su parte, nos garantiza dedicarle un buen trato. No lo olvide!

    -As lo har, seora, puede contar con mi palabra. Pero tengo mucha prisa, llevo demasiado tiempo perdido con esa negra y su hijo. Parto en seguida!

    Tom abraz a su esposa, se despidi de la seora Shelby y se instal rpida-mente en la carreta, decidido a no exasperar ms el hombre que pasaba a ser supremo juez de su vida y futuro destino.

    Mantuvo fija la mirada en su querida cabaa y en las dos figuras de pie en la puerta hasta que todo fue hacindose pequeo y desapareci finalmente tras un recodo del camino. Haley fustigaba al caballo y le obligaba a sostener un difcil trote. El desvenc~jado carricoche se arrastraba y cruja lastimeramente a cada bache y desigualdad del terreno.

    Ello no impidi escuchar el acelerado galope de un caballo que les alcanz en pocos segundos. Su jinete se atraves en el camino despus de adelantarles, forzando a Haley a detener su marcha hasta parar completamente.

    -Voto al demonio! -se enfureci el traficante~. Qu es lo que sucede ahora? Pretendes que te atropelle, mozalbete del diablo? No podas buscar otro camino para dedicarte a tus correras?

    -Es Jorge! -exclam Tom desde dentro de la .carreta-. Es el hijo del seor Shelby! Perdnele, seor Haley. Querr despedirse de m.

    -Todava ms despedidas? Estoy harto de tantas delicadezas, demonio! Jorge Shelby adelant su caballo y se encar con el tratante de esclavos. -Fjese bien en lo que le digo, seor Haley! -pronunci con voz muy deci-

    dida-. Mi padre sabr en todo momento lo que vaya usted haciendo con Tom y no dejar de enterarse de la clase de trato que le dedique. Recuerde que no toleraremos un incumplimiento de la palabra que nos dio respecto a su futura . seguridad! Recurdelo bien, seor Haley !

    -No lo olvidar, muchacho, queda tranquilo por este punto -contest el mercader con chocante sumisin. Y reanud lentamente la marcha.

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  • CAPITULO IV

    Era la hora de la comida en una confortable hostera al norte del estado de KentuCky, muy concurrida por estar situada en una ciudad de destacada impor-tancia. Separado del general bullicio del comedor, un caballero se haba senta-do en una butaca del saln y pareca esperar a alguien a juzgar por las insisten-tes miradas que echaba de vez en cuando hacia la puerta giratoria.

    Despleg un papel que extrajo de su bolsillo y volvi a leer la lacnica cita que un tal Butler, nombre para l desconocido, le li.aba diijgido rogndole le esperara aquel da y a aquella hora en el local a que nos hemos referido. Falta-ba.n quiz un par de minutos para la hora fijada, y llegaban del comedor tinti-

    . neos de cubiertos, voces de conversaciones y ciertos olores que hacan an ms enojosa la impaciendiade la espera. .

    -No va usted a pasar al ~omedor, seor .. Wilson? -pregunt un camarero acercndose con atenta solicitud-. Prefiere acaso que le sirvamos aqu?

    -Ni aqu ni en d comedor, si ello es posible -intervino una voz a sus espal-das-. Buenos das, seor Wilson! -salud el recin llegado.-. Soy Butler, y su-pongo que me estaba usted esperando.

    :_En efecto, seor .. : Butler -c.ontest el interpelado-. Pero ... no vamos a quedarnos a comer en este establecimiento? Le advierto que .es el mejor de la ciudad, y no excesivamente caro.

    -'-Por- supuesto, seor Wilson! Slo que ... tenemos qu ti-atar negocios muy . importantes y me gustara poder estar a. solas con usted, en un ambiente ms

    tranquilo. Tienen ustedes algn reservado o alguna habitacin libre. donde puedanservi.~os? -pregunt dirigindose al camarero.

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    LA CABAA DEL TIO TOM

    -Desde luego que s, caballeros! -asegur ste-. Tienen ustedes la bon-dad de seguirme?

    Y les condujo a un saloncito previsto para semejantes casos donde les dej instalados, despus de enterarse de qu men deseaban.

    Tard solamente unos minutos en servrselo todo en un solo viaje y cerr la puerta al marcharse, prometiendo no importunarles durante todo el tiempo que les conviniera. . _-Y aho_ra, caballero ~n;ijij:t= ~ d_ecir Wilson, animado por la llegada de la connda y picado por crecieme curiosidad-, espero que me informar usted sobre ...

    -i.:n ~omento, por favor -le interrumpi el otro-. Permtame un segundo nada mas, JUStO el tiempo de lavarme las manos; VU!VO en seguida CQll usted.

    Wilsuu uy correr el gua en ef pequeo lavabo contiguo y, tal vez acuci~do por una doble impaciencia, le pareci que su compaero empleaba . mucho rato para algo. tan simple; . procur mientras tanto hacer memoria para recordar dnde habra visto l antes aquel rostro, cuyos rasgos dira que no le eran del todo desconocidos.

    Y adivin de pronto al abrirse Ja puerta del reducido co~partimiento: ves-tido con la misma ropa con la. que. haba entrado en l, el hombre que se le haba presentado con el nombre de Butler apareci con la tez cenicienta, y un semblante muy diferente, del entrevisto hasta entonces.

    :--.Jo~ge! ~x~lam so?>rendido Wilson-. Jorge Harris! T por aqu? . Que s1gmfica este disfraz? '

    S_e trat~ba en efe_cto del marido de Elisa; aos atrs, haba trabajado para el senor ~Ilson gracias al cual haba adquirido una instruccin y cultura muy poco comeJites entre los hombres de su raz. Cuando posteriores circunstan-cias obligaron a Wilson a vender sus tierras y establecerse en la ciudad una slida amistad haba permanecido entre los dos hombres. El odio de Wilsoii hacia la esclavifrtd naci justamente cuando el color moreno de la piel de Harris hizo derivar el destino de ste a progresiv:.s degradaciones, hasta terminar vindose vendido al mejor postor en un mercado de esclavos.

    -Me escap, seor Wilson -explic apresuradamente el falso Butler-.. No pude soportar por ms tiempo tantas brutalidades y decid huir al Canad, don-de -abajar y ~ecoger dinero para rescatar a Eljsa y a mi hijo tan pronto pue-da, Pero necesitaba verle y hablar antes. c9n usted, para rogarle me sirva de intermediario en esta inconcebible o}eradm. Yo le mandar aqu el dinero y

    t~?dr que . ser usted, como hombre blanco, quien cpmp;re a mi mujer y a mi hijo, pag~ndo pQr ellos lo que le pidan. Slo en usted puedo confiar, seor Wil-son. Accede a hacerme este favor? Puedo.contar con el? .' -Desde luego ~ue s, Jorge! Pero .. : has pensa!fo bien en los peligros a que te expones, en lo leJOS qu{! quedan las tierras del Canad, en que tu amo no se

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  • LA CABAA DEL TIO TOM

    resignar a perderte y mandar que te persigan con terrible saa? Es muy peligroso tu plan, muchacho, muy difcil que consigas realizarlo con xito!

    -Lo s, seor Wilson, he pensado en todo ello. Por este motivo deseaba tam-bin verle ahora, para pedirle otro favor: caso de que me sucediera algo desa-gradable durante el camino, algo que slo podra ser la muerte porque na

  • LA CABAA DEL TIO TOM

    -Firme el paso, malditos monigotes! Arriba el nimo! Os lo levantare-mos a latigazos si no lo aparentis por vosotros mismos en suficiente medida! Vamos, todos al mercado! .

    En un recinto prximo; se proceda a la bestial subasta de cada da. El azar de las pujas y las .. adjudicaciones separaba caprichosamente a los hijos de los padres, a la esposa del marido, al hermano de la hermana y hasta al recin nacido de la desesperada madre.

    -Vean seores vean qu magnfico lote de recios e infatigables brazos ~ 1 ' ' ofrecemos hoy a las necesidades de sus plantaciones! -vociferaban incansables los vendedores-. Hombres y mujeres nacidos bajo el sol de los estados del Sur, acostumbrados a jornadas largas y a raciones cortas! No les importar traba-jar .horas y horas, siempre encorvdos sobre la tierra, si les aseguran un puado de comida un par de veces al da!

    El gritero era incesante, el infernal trasiego se suceda a empujones; las argollas se abran slo por un momento, mientras separaban a un ejemplar de un racimo humano, para volver a cerrarse tan pronto como lo. agregaban a otro que se formaba ms all. . .

    Ningn caso se haca de los lamentos y protestas que pudieran proceder de los ms directamente interesados. Slo contaba all la transaccin, la ley de la oferta y la demanda, la puja y el martillazo de la adjudicacin. El caso indivi-dual, la ntima y personal circunstancia era cruelmente despreciada y p~ra nada contaba si afectaba a unos seres de piel negra que, en tan brbara socie-dad y legislacin, carecan de la ms mnima considera.cin humana.

    Haley compr ms que vendi en aquella ocasin. Prefera hacerlo as se-gn en qu lugares, reservndose la distribucin de su mercanca en los pun~os donde las necesidades del trabajo eran ms acuciantes y, en consecuencia, mejores y ms altos los precios obtenidos bajo semejante imperativo.

    Con estas intenciones, embarc pocos das despus en un vapor fluvial que le llevaba hacia los estados del Sur con su oontingente . de esclavos enriquecido por acertadas adquisiciones y descargado tambin de el~mentos poco rentables. Tom, que figurab en la reserva escogida para oportunidades especiales, pis la cubierta de aquel barco encabezando la larga cadena de otros veinte negros que iban a compartir con l por unos das los avatares de un lgubre destino. . Haley haba vigilado estrechamente el comportamiento de Tom durante todos aqellos das y haba llegado a la conclusin de que aquel hombre se so-meta para evitarse complicaciones. . . -Te soltar de la cadena si sigues .portndote como hasta ahora, negro -le

    prometi al subir a bordo:-. Cuidai-s 1le distribuir las raciones de comida a_ tus comparos y me responde's de que no me creen problemas, entendidos?

    -No pretendo ninguna clase de privilegios, seor Haley -contest Tom-. Es posible qu~ algn otro los merezca ms que yo.:.

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    LACABANADELTIOTOM

    -Gurdate unos consejos que no te ped ni necesito! Limtate a obedecer o vas a pasarlo muy mal, negro!

    -Como usted mande, seor ~se conform impasiblemente Tom.

    * * *

    Elisa y su hijo haban podido abandonar mientras tanto la solcita tutela del seor Van Tope, y tras rehacer sus fuerzas con unos das de reposo y tranquili-dad, cumplan otra etapa de su furtivo viaje acogidos a la proteccin de una excelente familia previamente avisada por el experto y metdico amigo del senador Bird.

    Lo mismo que la de Van Tope, la altruista conducta del seor Wils~:m, ayu-dando y tranquilizando a Jorge Harris, obedecan tanto a ntimos sentimientos humanitarios como a su comn pertenencia a la _benemrita secta normeaineri-cana conocida con el nombre de ucuq~eros, eficazmente organizada en de-fensa de los derechos humanos y operante enemiga de todo lo que fuera vio-lencia o explotacin del hombre por el hombre. Los aunados esfuerzos de unos y otros haban de lograr una feliz coincidencia en .una etapa ms o menos pre-vista, el afortunad-0 encuentro de dos itinerarios de fuga. De este modo, pro-porcionaran un gran alivio a aquellos seres y las ventajas de una acrecentada moral para la consecucin del compartido objetivo.

    La anciana Raquel Halliday era quien tena en aquel moment bajo su car-go a Elisa y a su hijo. Procuraba retenerla en su casa ms das de los que la fugitiva deseara entretener su marcha, y lo haca con la esperanza de poder darle de un momento a otro una noticia de capital importancia, cuya confirma-cin ha de proporcionarle un enlace enviado por el seor Wilson.

    :-4 frontera del Canad est todava muy lejos, hija ma -;--recordaba una y otra vez la buena mujer-. Te conviene hacer unos descansos ms completos;

    . as Podrs conseguir la reserva de fuerzas necesaria para asegura.rte un razo-nable xito en un periplo tan largo.

    -Mis perseguidores no pueden andar muy lejos, seora Halliday -le opona por su parte Elisa-. Ya s que aqu no pueden trabajar abiertamente, pero s en la sombra y con una impunidad myor que la ma. Cada da que pierdo pasiva-mente: aumenta este peligro, comprndalo.

    La anciana estaba a punto de agotar sus argumentos y dotes de persuasin . para mitigar la ansie~ad de Elisa, cuando alguien le trajo la secreta noticia de

    que los invisibles hilos de la organizacin cuquera haran llegar aquel nii!!mo da a Jorge Harris a la misma ciudad donde permanec_an su mujer y su hijo, es decir, a la propfa casa de la seora Halliday.

    El anuncio de tan sensacional acontecimiento hizo casi desmayar a Elisa, cuyos nervios descargaron de golpe la tremenda tensin que, durante aque-

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  • LA CABAA DEL TIO TOM

    llos das terribles, haba sido lo nico capaz de mantenerla firme y perseverante en la difcil huida.

    -Pero ... est usted segura, completamente segura, seora Halliday? Ser posible? -se asombraba sin dar crdito a sus odos-. Jorge,' Jorge aqu con-migo y con su hijo, con nuestro, hijo, para seguir el viaje los tres juntos?

    -No tardars en comprobarlo, muchacha. No pude decrtelo antes porque no me habra perdonado un fallo en este caso. Pero ahora ya lo s, las segurida-des son tan inmediatas como infalibles.

    Efectivamente. Jorge Harris lleg a ltima hora de la tarde, y el encuentro de los tres acongojados seres emocion vivamente a cuantos lo presenciaron.

    -Jams volveremos a separarnos, querida ma! -asegur Jorge haciendo interminable el doble abrazo con el que encerraba a Elisa y Enrique.

    -A partir de ahora me sentir totalmente tranquila, libre de todo peligro, sin temer continuamente por la suerte de nuestro pobre hijito -suspiraba ella sin soltarse tampoco del reconfortante refugio de los brazos de su marido.

    Jorge Harris no pudo ocultar la sombra de preocupacin que se cerna so-bre su frente y consider oportuno prevenir a Elisa.

    -Sin embargo, querida, no podemos confiarnos demasiado ~ijo-. Es ms: piensa que, yendo los tres juntos, nos haremos ms visibles y la presa resultar ms codiciable. Nuestro viaje sigue as rodeado de redoblados peligros. He sabido que unos hombres andaban siguindome de cerca. Debemos partir en seguida, sin prdida de tiempo, Elisa.

    * * *

    Cogido en el cepo del que Harris y su familia intentaban seguir escapando, Tom acababa de estrenar la relativa libertad de argollas y cadenas para conti-nuar, rio obstante, sojuzgado por otras invisibles y quiz no menos rigurosas.

    Haley no le perda un momento de vista, y cualquier imprudente tentativa suya habra redundado en terribles castigos capaces de hacerle perder toda sombra de esperanza para el futuro y, por ende, perjudicado tambin conside-rablemente a sus compaeros sometidos an al martirio de los frreos eslabo-nes.

    El grupo de esclavos encadenados constitua en el barco un espectculo inevitablemente molesto, que todo el mundo procuraba esquivar y alejar de su ngulo visual. Tom evitaba por su parte y en todo lo posible que sus compae-ros de desventura se yieran todava ms humillados .con la curiosidad pblica, y se fatigaba haciendo freclientes idas y venidas para atenderles solcitamente.

    Haley termin casi desinteresndose de su reducido rebao humano; en cuanto a Tom, pareca no haber cuidado y caba confiar en que seguira cum-pliendo su cometido sin darle mayores problemas.

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  • LA CABAA DEL TIO TOM

    Slo uno de los pasajeros, una nia de unos seis aos de edad, mostraba singular insistencia en contemplar desde lejos aquel inslito apelotonamiento . de hombres negros, extraamente privados de movimiento por la slida y bre-ve cadena que los mantena constantemente reunidos.

    Era ~ndudable que su inmatura comprensin no lograba explicarse lo cho-cante de semejante hecho; y 'la curiosidad termin empujndola . a vencei: te-mores o prudencias para ir ac~rcndose cada vez. ms a los cabizbajos seres . que formaban un verdadero mul).do aparte entre los pasajeros embarcados en aquel _vapor ..

    Tom la encontr un da interitndo entablar con sus camaradas una con-versacin. qU:e. ellos rehuan; asombrados, temie~do sin duda ser objeto de repre-salias si se atrevan a corresponderle. .

    .. -Qu ests b~scando ah( pequea? -le pre~t cariosamente~. No te echarn de menos tus padres? Quieres que te acompae a la cubierta superior? ~Por qu? Todo aquello lo tengo ya muy visto: Peds decirme qu clase de gusto encuentran estos hombres en sujetarse unos en otros con esas cade-na,s? No les duelen las manos ni los pies? .

    '-No ... no van as por su gust~, muchacha. -'-Acaso son tan malos que es necesario atarles? .

    -Ninguno de ellos es malo, te lo aseguro. Pero ... -Entonces .. : no se sienten desgraciados, n les molesta el hierro?

    -Mu~ho, hija ma, y de muchas maneras. -No puede usted ayudarles a quitrselas? -Yo no soy ms que .otro de ellos,. pequea; mis cadenas ~o se ven, pero

    son igualmente pesadas. Tom no tuvo ms remedio que responder .a una sucesiva serie de preguntas

    que la insaciable nia. no se cansaba de formularle. Vino as a explicarle la suerte de todos aquellos hombres y buena parte de su propia historia, . sobre todo la reciente, que conmovi profundamente a la pequea; . -

    -No es nada justo q~e unos hombres que no son malos vayan enade~ados de este modo! Ni lo que han hecho con usted, seor ... cmo se llama? No me ha dicho an su nombre...

    -Me llamo Tom; pero todo el mundo me ronoca por cto Tom, y a m me gustaba orselo decir as. Y t? Cul es tu nombre? Tampoco me lo. has dicho...

    -Evangelina. Evangelina Santaclara. Pero as resulta muy largo y, lo mismo que usted, prefiero_. que me llamen simplemente Eva. Mire usted, seor Tom

    digo to Tom: viajo en este barc_o con mi padre, -que es muy rico y. tiene mucho~ hombres negr

  • LA CABAA DEL TIO TOM

    nada como un pez, tiene un mpetu muy fuera de lo corriente. Y esta zona del ro es verdaderamente difcil, de las peores que conozco para nadar atravesndolo. Hay que admitir que el tipo ese tiene tanto valor como resistencia. Aunque sea un ~egro, voto al diablo!

    Casi toda la tripulacin y pasaje estaban ya asomados por la banda de estri-bor, asistiendo emocionados a la denodada pugna de Tom cont.ra las invisibles fuerzas que parecan oponerse al logro de su abnegado propsito.

    El capitn mand derivar lentamente al navo hacia el lugar donde las dos cabezas, todava bastante separadas, emergan de las turbulentas aguas, mjen-tras sus hombres aprestaban un bote y lo suspendan ya en el vaco.

    -Dense prisa, por Dios! -grit el padre de Eva-. Corran a salvar a mi hija, y a ese hombre!

    La impaciencia le hizo emprender nuevamente el gesto de lanzarse por la borda, pero una recia mano se lo impidi sujetndole firmemente del brazo.

    -No intente saltar desde aqu, seor! -le previno el oficial que le detena-. Podra ser inmediatamente destrozado por las palas de las ruedas!

    -Desde popa!- Ir a popa! -exclam Santaclara procurando desasirse de la mano todava cerrada sobre su antebrazo .

    . -Espere! No hace falta, el negro est a punto de alcanzar a su hija! Vea, !abarca tambin est en el agua!

    . Unnimes y jubilosos gritos brotaron de todas las gargantas cuando las espumas y remolinos que dibujaban ambos nadadores se unieron en una sola mancha blanca. Pronto se vio cmo Toro arrastraba a Eva en direccin a los hombres que remaban con vigor hacia ellos, al tiempo que el barco maniobraba con prudencia para no embestirlos con su peligrosa masa, mantena las ruedas en suficiente marcha y evitaba ser desviado porla corriente.

    Tom haba llegado a tiempo.

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    EV EVA SANTACLARA, Y VIAJO EN LOS COMPARTI-MIENTOS DE PASAJEROS CON MI PAPA.i.SABE USTED UNA COSA,BUEN HOMBRE?

  • CAPITULO V

    Docenas de manos se tendieron para recoger el cabo que lanzaron los mari-neros del bote, y tambin para ayudar a Tom y a la nia a subir otra vez a bordo.

    Pero el valeroso negro no tuvo necesidad de tardos auxilios. Y se neg a que le descargaran del pes del cuerpo de Eva, con el que camin firmemente por cubierta hasta que. la figura del atribuJado padre acudi corriendo a su encuentro.

    _:_Aqu tiene a su hija, seor -dijo simplemente-. No tema -aadi-: su corazn late normalmente y ha logrado sostenerse sin tragar demasiaaa agua.

    Es comprensible que la primera y ms urgente, casi nica preocupacin, recayera en prestar los inmediatos cuidados a la pequea Eva. Y que su padre no pensara en otra cosa que llevrsela corriendo al ms o menos autntico .m-dico disponible a bordo para que se hiciera cargo de los P.osibles auxilios. Tam-bin el hecho de que se tratara d\! una criatlira atrajo a mucha ms gente y des-pert ms revuelo, sobre todo entre el elemento femenino del pasaje, que for-m una compacta muralla obstruyendo la puerta de'la precarii enfermera.

    La pequea necesit bastantes minutos para volver en s, lo cual fue motivo de mayor angustia y tambin de acrecentado alivio cuando al fin abri los ojos y reconoci a su padre.

    Hubo despus de todo ello el lgico recuerdo dei salvador, del hombre que haba arriesgado su vida para hacer posible aquel feliz desenla:nce. Dnde estaba? Qui~n era? Un negro, uno de los esclavos?

    El estupor fue grande cuando se comprob que todos los negros estaban encadenados. Ninguno de ellos proporcion aclaraciones lo bastante concretas

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    '

    LA CABAA DEL TIO TOM

    sobre el caso porque previamente, poco minutos antes, Tom les haba pedido q~e bajo ningn motivo revelaran su personal y exclusiva intervencin en el salvamento; no pretenda la gloria ni las ventajas para l solo, sino que, caso de haberlo, deseaba que un posible agradecimiento o recompensa fuera compar-tido en general por todos los hombres de su grupo, todos esclavos en definitiva.

    Aquella extraa resistencia a sealar, no a un culpable, sino a un hombre qui;, segn todas las trazas, rehua la gloria para permanecer en un incompren-sible anonimato, coart singularmente los impulsos de exigencias, clera o im-posicin por parte de quienes inquiran y preguntaban, incluido el padre de Eva.

    Agustn Santaclara sinti- -el vaco de la decepcin y un vago remordimiento del que slo pudo sacarle su propia hija. En efecto; repuesta la nia al da si-guiente y abandonando la cama, lo primero que hizo fue recorrer el barco de arriba abajo hasta dar con Tom. Fue as como el escarmentado padre, que no la dejaba sola ni un instante, pudo identificar al hombre a . quien deb_a la vida de lo que ms quera en el mundo.

    Fcil es comprender que Eva aprovech la ocasin para conseguir lo que se haba propuesto y prometido a Tom, y que todava ms se aprovech de todo ello el ambicioso Haley, el cual supo. hacer pagar a peso de oro el deseo de aquel caballero para la posesin de un ser humano que al fin y al cabo tena un precio. La t

  • '~1 f; u !

    LA CABAA DEL TIOTOM

    Eva se sinti extraamente herida por aquellas palabras de su madre y busc su explicacin interrogndola a la primera oportunidad que tuvo.

    -Por qu te gustan tan poco los negros, mam? -pregunt-. ;Ni siquiera admiras lo que Tom hizo por m?

    -Claro que s, hija ma! -protest la madre-. Pero ten en cuenta que todos los esclavos suelen ser iguales y que, lo mismo que los dems, tampoco ste dejar de holgazanear todo lo que pueda, de robarnos tan pronto volvamos la espalda. Todos son iguales, todos andan siempre quejndose de que no se les trate mejor, pidiendo.ms de lo que nosotros les podemos dar!

    Eva comprendi que su madre juzgaba errneamente debido a su enferme~ dad, y se prometi ayudar a su ta Ofelia para que ningn conflicto diera motivo a nuevas quejas por causa de los negros que trabajaban en la finca.

    * * *

    Mientras tanto, en el acogedor hogar cuquero de la seora Raquel Halliday, Jorge Harris y Elisa ultimaban con urgencia los preparativos de una nueva etapa en su an largo viaje hasta la, para ellos, Tierra Prometida del Canad.

    Vigilantes ~jos y odos de la benfica organizacin que les ayudaba haban dado la voz de alarma: dos hombres haban estado bebiendo ms de la cuenta en una posada de la ciudad, y la torpeza de sus lenguas haba revelado el moti-vo de su presencia en la localidad. Los ocupantes de las mesas prximas com-prendieron que no haban venido, como pretendan hacer creer, a la compra de caballos, sino que andaban persiguiendo a una esclava fugitiva de Kentucky, una negra que hua con su hijo, cuya captura iba a proporcionarles sustanciosos beneficios.

    -No podemos perder ni un momento, Elisa --deca Harris mientras la ayu-daba a preparar el modesto equipaje-. Conviene que partamos esta misma noche y que la pasemos entera en viaje, procurando establecer por lo menos esta dis-tancia entre nosotros y nuestros perseguidores. Y no slo es indispensable con-servarla, sino aumentarla todo lo que podamos. Podrs resistir un ritmo seme-jante, Elisa? Te sientes lo bastante restablecida para intentarlo?

    -Seguro, Jorge, no te preocupes por m! Nos relevaremos para llevar al nio en brazos. No temas, esposo mo: los cuidados de la seora Halliday y su ayuda moral me han convertido en una mujer nueva, mucho ms ,valiente de lo que jams fui.

    -Bah, no tiene importancia, muchacha! Lstima que no puedas descansar otra semana, pero menos mal que Samuel va a llegar de un momento a otro con el coche y la cosa os resultar ms fcil.

    -Cmo! -se asombr Harris-. Ha dicho usted un coche, seora Halli-da y? Van a prestarnos un coche?

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  • :

    LA CABAA DEL TIO TOM

    -Samuel se inform sobre esos dos hombres que os buscan; parecen tipos peligrosos y sin escrpulos, y creo recordar que responden a los nombres de Loker y Marks. Llevan buenos caballos y van armados hasta los dientes. Por este motivo, os hemos preparado un coche ligero, un animal vigoroso capaz de competir con cualquier jinete, y ... tambin un par de pistolas y municiones. Ya , sabis que no somos amigos de armas ni. de violencias, pero en este caso y tra-tndose de esos malvados ...

    Jorge y Elisa abrazaron a sus providenciales amigos, acomodaron a su h~jo en la trasera del carruaje y partieron en lo ms negro de la noche, perdindose pronto hacia el norte.

    La hora y el momento haban parecido propicios para la furtiva salida; no haba luna, y las calles estaban tan desiertas como oscuras. Pero los dos hom-bres contratados por Haley" podan ser tan torpes estando borrachos como dies-tros en estado lcido, y uno de ellos espi desde s prudente escondite aquel carruaje que parta en plena noche.

    Le fall tiempo para correr a la posada y advr.rtir a sn r.ompinr.hc: -Pronto, Loker! Nuestras palomitas pretenden levantar el vuelo! Hay

    que apresurarse! -Qu dices? Han salido ahora, sin esperar a Hatris?

    -Creo que la noticia nos lleg con cierto retraso; Loker. lle visto tomar las riendas a un hombre, mientras ella y el pequeo se instalaban en la caja del vehculo. Es un coche descubierto, y el hombre que lo gua no es blanco.

    -Entonces ... este maldito Harris llevar ya das aqu, escondido a lo mejor en la misma casa! Hemos sido unos estpidos, Marks! Con lo fcil que habra sido sorprenderlo~ y m;itar dos ... digo, tres p~jaros con un solo.tiro!

    _y buscarnos as complicacion'es con las autoridades locales, verdad? No, amig, hay que saber discurrir! Qu puede adelantar un carricoche de .mala muerti:;? Los alcanzaremos sin ningn esfuerzo y entonces, en la soledad de cualquier camino desierto o en la proteccin de algn bosque tupido; haremos nuestro trabajo sin testigos inoportunos.

    -Debo reconocer que un talento como el tuyo se combina maravillosamente con mi arrojo y mis puos, amigo Marks. Nos vamos ya?

    -S, ser preferible. Tomemos un par d~ tragos y dmosles tiempo de que rebasen las zonas _habitadas. Luego, caemos sobre ellos y despachamos l tipo ese; sera dem~siado peligroso y complicado llev~rlo de vuelta: Con lo que nos den por la mu]er y el ;nio tendremos suficiente.

    -Pero ... no tenemos que entregar la cria~a a Haley~ l nos dijo que ... -No seas pelmazo, Loker! Una vez hayamos vendid y cobrado a nuestras

    piezas, quin nos impide decir que nuestros tres fugitivos nos. opusieron feroz resistencia y terminaron muriendo todos en la refriega? Es algo tan des.cabe-llado?

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    LA CABAA DEL TIO TOM

    -Esta idea es todava m~jor, muchach9! Adelante, vmonos! Pocos minutos despus, los dos mercenarios galopaban por. el. mismo cami-

    no emprendido por Harris y Elisa en su vehculo. La n_oche segua igual de negra, pero el silencio de la campia hizo que Jorge oyera desde muy lejs el acelerado repiqueteo de los cascos de los caballos perseguidores. . . .

    Frunci el ceo y empez a disminuir el ritmo de la marcha, mirando nists-tentemente a ambos lados del camin, hacia las frondas del bosque que estaban atravesando. , .

    Elisa cabeceab medio adormilada detrs de l, pero despert con sbito sobresalto al notar que el coche acababa de detenerse completamente.

    -Qu ocurre,Jorge? Por qu nos detenemos? -No te asustes -

  • LA CABAA DEL TIO TOM

    Levant torpemente su arma, cuyo can brill entre los dbiles reflejos de la noche estrellada. Harris habra jurado que, caso de atreverse a disparar, el mismo retroceso del tiro derribara de su silla a aquella parodia de hombre. Per-maneci as inmvil y mudo, sin dejar de apuntarle y esperando que el miedo acabara de vencerle y le alejara de all.

    Pero Loker no tard en reaparecer, desandando el camino que llevaba de ventaja a su compaero.

    -Qu demonios haces ah parado? -le increp-. Has visto acaso fantas-mas entre los rboles?

    -Creo que hay un coche detenido en el mismo borde del bosque, Loker-contest cautamente Marks-. Sera mejor que fueras a echar un vistazo. Yo te cubrir desde aqu.

    -.Ja, ja! -se mof divertido el otro-. Valiente proteccin la tuya, pisto-lero de agua dulce! Vamos a ver! Por dnde dices que viste algo?

    Antes de que Loker pudiera dar un paso, brill un fogonazo seguido de un estampido desde la direccin indicada y el caballo del gigantn cay como ful-minado.

    -Es el marido! -aull Loker cayendo de pie en el suelo y esgrimiendo ya su arma-. A l, muchacho, ya es nuestro! Vamos, muvete de una vez, maldito cobarde! -apremi dirigindose a Marks-. De nada te valdr tu trampa, Harris! -aadi-. Te har pagar muy caro este cochino disparo, vas a verlo en seguida!

    Slo pudo avanzar dos o tres metros, porque la segunda bala procedente del bosque le atraves limpia.mente la mueca y le hizo volar el revlver de la mano.

    -Maldito negro! -resoll Loker retorcindose de dolor-. Qu diablos ests esperando, condenado Marks? Pronto, ad.cale antes de que le perdamos de vista! Dame tu pistola, mequetrefe!

    Pero el tercer disparo de Harris hel la sangre en las venas de Marks, por-que la bala casi le quem una oreja en su zumbante paso bajo el ala de su som-brero.

    Antes de que hubiera recobrado la respiracin y de que Loker cayera atur-dido buscando intilmente. su perdida arma, una sombra enorme se movi en la confusa oscuridad; hubo un fugaz trasigo de formas humanas,\el seco resta- llar de un ltigo, y la embestida de una carreta cuyo caballo arrancaba chispas con sus cascos en las piedras del camino. Marks fue derribado por su montura que se encabrit violentamente, y una invisible nube de polvo les hizo compren-der que el cohe de los fugitivos haba casi pasado. por encima de ellos, perdin-dose pronto en las tinieblas, tras dejarlos con un caballo menos e foutilizar la nica mano capaz de detenerles.

    -Por todos los diablos! -vociferaba el desesperado Loker-. Estpido; coba~de, mil veces maldito Marks! Hemos dejado. que nos vencieran, que se 58

    LUEGO .. NUESTROS AMIGOS SE ALEJARON ,PERSEGUIDOS DE CERCA POR LOS TRAF\CANTES DE ESCLAVOS ...

  • LA CABAA DEL TIO TOM

    burlaran de nosotros y nos trataran como a un par de infelices bisoos! Dnde est . tu maldita y pretendida estrategia, pingajo insignificante? Mereceras que te aplastara la cabeza de un puetazo!

    -Lo, hemos conseguido -se exaltaba mientras tanto Jorge Harris, sin dejar que el caballo aminorara la furiosa earrera emprendida despus del encuentro con. sus perseguidres-. Ahora tendrn que regresar a la ciudad montados los dos en el jamelgo de aquel tipo tan raqutico, y, entre buscar otro caballo y curar la herida del bravucn que quiso atacar~os, se les ir una cantidad de tiempo

    que nos permitir ganarles una ventaja casi definitiva. -Crees que nuestro caballo aguantar mucho rato esta marcha tan enr-

    gica? -se preocup Elisa. . -Nos lo cambiarn a media maana, en cierta posada donde habr llegado

    un previo aviso de nueslro Lm:n amigo Wil:>

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    LA CABAA DEL TIO Trnv1

    guisar, lavar la ropa, cuidar a los ms pequeos que yo y a los mayores, atender a la limpieza de la casa y tambin trabajar en el campo ...

    -Caramba con el pequeo prodigio! -se admir O