La Calle Perdida

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    La calle perdida

    Hola Zarza, te envo el relato, creo que terminado, no es una

    copia de homenaje y, aunque no habla de nuestros momentos,

    creo que podra dedicrtelo, porque t has permitido que sea

    posible su lectura.

    Todos los das me levanto con la posibilidad de la muerte, no

    que no sea una especie de destino compartido por todos, es

    decir, al igual que el resto del mundo tengo los das

    contados pero no s cuntos son; pero fuera de eso mi

    existencia me resulta que se instala a grandes tramos, en un

    contexto que me lo recuerda constantemente, con una brutal

    histrionismo. Uno de los recuerdos transversales en mi vida

    es de aquellas pocas cuando viv en otros lados, es decir,

    cuando tena la sensacin de no estar donde realmente quera,

    me desbordaba un vaco que no me dejaba conciliar el sueocon facilidad, me resultaba necesario or el sonido

    repercutido de las balaceras, su eco ensoador de dictmenes

    precisos en el marchito cultivo de la subconsciencia

    habituada al horror cotidiano. Habra menos gente al da

    siguiente y a nadie le beneficiaba eso, pero por alguna razn

    me resultaba reconfortante el or el estallido de la plvora,

    casi como la sensacin de saber con seguridad dnde estaba

    acechando "el mal" y que estaba fuera de aquel cubo en el que

    me esconda.

    Ahora me avergenzo un poco de ese sentimiento pues me

    resulta peligrosamente psictico, pero era esa la realidad,

    aunque una minora importante por dirigente, no quisiera

    prestarle atencin y resultara beneficindose de ello. Pienso

    a veces en unas palabras que Carlos Mayolo tal vez dira

    muchas veces a m me entregaron un pas destrozado, yo me

    cri entre cadveres Sin descartar que la frase pueda tener

    innumerable variedad de contenidos metafricos, yo podra

    decir lo mismo, y hasta un poco ms si se descarta por un

    instante la reflexin de la metfora. Ya que los caminossolan ser estrechos en algunos tramos, pasaba por encima de

    ellos de camino de la escuela o al ir a visitar a mi mejor

    amigo para cumplir con la cita, tcita, de cazar algunas

    lagartijas (vivas, pues de alguna manera tuvimos, en medio de

    tanta sangre empolvada, una suerte de conciencia ecolgica).

    Y sin embargo, los dos estaramos registrando hechos

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    completamente distintos, casi ajenos entre s, como los

    hermanos mticos de tanta antigedad violentada de sentido.

    Los dioscuros Cstor y Plux.

    Una vez, estando de paso por Bogot fra y lluviosa, y como

    acostumbrara caminarla a campo traviesa siempre que lavisitaba, me aventur por sinuosos pasajes de gastada

    arquitectura, los cuales encontraba mientras la contingencia

    de las calles me iba proporcionando esquinas, embocaduras y

    muros arqueados, fue por la fecha del Festival de Teatro, yo

    haba salido de uno de los conversatorios con el nimo

    cargado de una agradable borrachera cognitiva. Despus de

    vagabundear un buen rato vacil mi ruta por los alrededores

    donde me estaba alojando, el apartamento de una amiga en el

    que sola quedarme y que por esos das haca maletas para ir

    a vivir en algn lugar de las costas del Brasil. Cre en esemomento que si mi orientacin era correcta, al tomar

    determinada calle desembocara, tarde o temprano en el

    conjunto donde me esperaba Valeria. Habamos acordado

    encontrarnos hacia el atardecer para despedir el apartamento

    y emborracharnos.

    Aunque no me haba acostumbrado a un ritual que poda

    resultarme con facilidad ajenamente melanclico, disfrutaba

    especficamente algunas consecuencias muy placenteras. Ya de

    nio haba tenido oportunidad de presenciar los linchamientosdel tiempo-espacio en primera fila, como en una especie de

    teatro participativo. Para ser preciso haba presenciado

    tambin otros tipos de linchamiento, conoca de cerca la

    imagen de una multitud airada bajo la complicidad del

    anonimato, la noche y los mechones de petrleo. As que

    siempre me encontraba disponible cuando alguna de las

    muchachas (designacin de confianza y cario que an utilizo

    para con las que ocuparon un lugar en mi adolescencia)

    decida que era hora de abandonar un lugar y buscar nuevos

    horizontes.

    Como aquella vez que Mara dej su apartamento de Cali, hace

    ya casi veinte aos, esa fue para m la quinta vez que

    participaba en ese tipo de culto que es la partida para

    algunas personas, pero haba sido la quinta en una semana, de

    un momento a otro todas mis amigas empezaron a partir hacia

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    ignotos destinos. Yo haba tenido que ver en aquellas

    partidas aunque no del modo en que fuera la causa de ellas,

    sino porque era enteramente culpa ma que me gustara andar

    con mujeres de soberbia belleza, casi todas ellas ancladas en

    las inestables y escolladas costas del modelaje y la

    publicidad. Fue en la costa donde tuve mi primera mujer, alabrigo de la luna, de las palmas y de una msica lejana de

    voces templadas en mar abierto, ramos todava nios, pero en

    aquel clima tropical en el que algunos aspectos de la vida

    andaban ms bien lentos, econmicos, lnguidos, mofletudos,

    en fin fulminantes, algunos otros deambulaban ms bien muy

    rpidos, vertiginosos, atropellados, macizos y tambin

    fulminantes. Si no menciono cul costa es porque de las dos

    que bordean las latitudes en las que se encuentra mi memoria,

    guardo un bravo recuerdo y no quisiera entrar en

    discrepancias, ya que una vez que se ha lanzado el hechizo de

    los cuerpos no se puede deshacer.

    Por eso me ha resultado singular que a los seminaristas se

    les ponga a prueba precisamente con la paradjica represin

    de la carne, como vulgarmente se refiere el clero a la

    experimentacin corprea de la otredad en uno mismo. De ms

    est decir que no muchos seminaristas regresan a la senda del

    pseudopragmatismo cristiano y que aquellos que lo hacen ya

    estn desviados irremediablemente, algunas veces con

    resultados monstruosos, sin duda el diablo los acosa con ms

    arrebatos que regocijos. De cualquier forma los ritualismos

    me han sido bastante esquivos, no estoy en contra slo de

    aquellos doctos escrutinios ceremoniales de la vida subyugada

    por una doble moral caprichosa y hambrienta de poder, casi

    todo aquello que se me antoje ubicado en un terreno del

    conocimiento, cuya atmsfera se encuentre densificada por

    aspectos metafsicamente sospechosos me trae de las orejas.

    Por esa razn las despedidas de los apartamentos en los que

    se ha vivido, las promesas y deseos de fin de ao, lasenvolturas de menta, las escaleras estpidamente arrinconadas

    para que algn nio se rompa el coxis y toda una lista de

    acervos semejantes, me traen sin cuidado desde que era el

    mugroso proyecto de un adolescente rebelde y perturbador.

    La prctica de desarraigarse de un lugar y plantarse en otro

    no me agradaba ni desagradaba, me mostraba indiferente, y si

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    no recorr trochas y poblados junto a alguna de aquellas

    trotamundos fue sencillamente porque ninguna me lo convid.

    Quiz pensaran que no estaba preparado para resolver ese tipo

    de ilusiones y que caer en la trampa de las aventuras, poda

    tener poco atractivo para un muchacho que pretenda

    plantearse la vida desde un plano racional. A mi modo de ver,eso podra ser cierto, pero no ms que la influencia que mi

    actitud ejerca en la voluntad involucrada en muchas de esas

    partidas, por ese entonces me preciaba de ser un enrgico

    promotor de la libertad y lo haca con extraordinaria

    habilidad, sobre todo en la experimentacin corprea de la

    otredad. Aquel nimo emancipatorio me concedi atestiguar muy

    de cerca algunos fragmentos ntimos de sus vidas y

    motivaciones, bien fuera que me lo permitieran por algn

    sentimiento despertado en sus sensibles corporeidades, vaya a

    saber si apetito o ternura, o gracias a una actitud de

    confianza en quien sabe qu, todava radiante, pude estar lo

    suficientemente cerca como para ver en los rostros despojados

    de maneras la cara de las mujeres reales que tambin eran.

    Intent inmortalizar aquellos momentos en composiciones

    escritas que me parecieron poticas y tom la costumbre de

    llevar siempre una libreta conmigo.

    Aquel da de internacionalismo intelectual en Bogot,

    caminando sobre el relieve crispado de las calles enlosadas

    por las que se proyectaba mi sombra en creciente proximidad,

    con la determinacin de quien sabe adnde va, vagu sin rumbo

    entrado ya en la meditacin de lo que haba escuchado esa

    semana en las ponencias y ruedas de prensa. Se sumaba al

    corolario de pensamientos la memoria en carne viva de las

    obras atestiguadas en preciosas salas de disolucin del Yo,

    que es como llaman al teatro algunos estetas de

    psicoanaltica influencia. Aquel da tambin llevaba mi

    libreta conmigo y aunque sola escribir mientras caminaba, en

    ese preciso instante me hallaba transportado a una dimensinde soliloquias disertaciones mnemotcnicas. Adems poco a

    poco el ambiente a mi alrededor fue ensombrecindose de una

    manera que puso a prueba mis templados nervios de bajo fondo.

    Erraba por esas calles ya evitando hacer tiempo para llegar

    en el momento preciso al ritual emigrante que Valeria haba

    preparado, me intern por un deteriorado bosquejo urbano, en

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    el que se agrupaba sin confort una parte representativa de la

    poblacin que subyace bajo la base de la pirmide social.

    Recorr ese largo callejn en cuyos andenes se apilaba la

    miseria de muchas generaciones, sin hacer nada para comprobar

    en qu momento la ciudad se haba vuelto el elocuente bodrio

    de las realidades escondidas. Cada paso aproximaba un nuevovericueto improbable, cada minuto descubra ms de esa ciudad

    que lo que haba aprendido de ella en mis visitas. Debi ser

    algo as como se sinti ngela cuando visit Nueva York la

    primera vez, desde luego las proporciones son ridculas, pero

    expresa bastante bien el espanto que me caus. Es una tierra

    de locos, me dijo al llegar, voy a quedarme a vivir aqu.

    Tienes dnde quedarte? No importa, se puede vivir de lo que

    sea, de las cosas ms raras, hoy me enter de que hay una

    especie de terapia que consiste en ejercitarse a travs del

    cuerpo de otra persona, la conexin se logra por mtodos poco

    ortodoxos de manipulacin del aura y neutralizacin de

    algunos chacras.

    No era raro que ngela se metiera en cosas as, de hecho

    tena esa especie de magnetismo para lo inusual, gracias a

    ese don pude disfrutar de las experiencias ms

    desconcertantes que me hayan ocurrido, lamentaba su decisin

    porque me despojaba de una persona realmente hermosa,

    chispeante de aventuras, el sueo dorado de todo hombre. Qu

    necesitas para entrar? ngela era tan atltica como una

    gacela adolescente y tena la determinacin de una mula de

    arar. Saba que estaba feliz de haber encontrado una

    profesin en la cual poder combinar una de sus pasiones, se

    ejercitaba tan endiabladamente que acechndola entre sus

    rutinas llegu a pesar 90 kilos de puro msculo. Yo compart

    siempre su felicidad pero me hara tanta falta que segu

    ejercitndome con la misma brutal energa varios aos ms.

    Mientras tanto ngela viva la obligacin del ejercicio de

    otro cuerpo corriendo al rededor de la gran manzana. Fue enuno de esos entrenamientos teraputicos que vio el impacto

    del primer Boeing 767 contra la torre norte del World Trade

    Center a las 8:46 de la maana, un martes si no recuerdo mal.

    Yo dorma en Cali la serenada del domingo porque era la noche

    del sbado que en esa ciudad salan las mujeres embellecidas

    de colores y aromas deliciosamente sugestivos. Por aqul

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    entonces creo que ya trabajaba, siempre fui renuente al

    trabajo y me disgustaba tener que pensar en ello. Ese motivo

    propici el hecho de que siempre haya querido contribuir de

    alguna manera a aquellas maravillosas formas de vida, as

    fuera con pequeos gestos y ellas siempre supieron

    apreciarlo. Escriba en mi libreta donde fuera que tuvieraque pasar tiempo haciendo nada, escrib en aquel colegio de

    horas muertas al que le debo casi toda mi total amor a la

    libertad, escrib en las bancas de la cancha donde intentaba

    jugar Bsquet rodeado de un asombro muy justificado por mis

    mediocres condiciones para un juego, que a todos resultaba

    aceptablemente sencillo, escrib en las filas de los bancos

    soterrando cmplice las enmiendas de una economa en

    desplome, en las de teatros donde se agudizaban los sentidos

    casi hasta un paroxismo teatral, en la ruta de la U nada

    teatral ni cinematogrfica, tampoco televisiva, escrib en

    las paradas de buses, lugar donde la paranoia que heredamos

    de siglo XX ha dejado el sabor amargo de la duda y el

    agridulce de la incertidumbre, hay pocas cosas tan

    cinematogrficas como la parada de un bus.

    Por otro lado casi es ya un lugar comn el incurrir en la

    mencin de la sicopata, como una de las facciones de la

    naturaleza humana que ronda la cotidianidad con el ms

    desapercibido desenfado. Puedes toparte con ella en una

    parada de bus, la persona que te sirve habitualmente la

    hamburguesa puede ser una asesina en serie, etc.

    Afortunadamente tambin puedes encontrarte con cosas

    agradables en una parada de bus. Fue precisamente en una

    parada de bus en Cali, una deliciosa noche de verano, que me

    vine a topar con una buena amiga del pasado que haba nacido

    en el Brasil, yo me encontraba esperando un amable conductor

    que me hiciera la caridad de transportarme en seiscientos, ya

    se haba hecho de noche y me encontraba cansado hasta la

    migraa. De pronto, casi de la nada, me encontr observadopor una mujer que no tard en distinguir como Manesa, en la

    universidad habamos compartido algunas clases a las que ella

    asista de manera exploratoria y para mi fortuna para nada

    inflexiblemente intelectuales.

    Fue gracias a ella que descubr muy tempranamente la delicada

    dimensin de algunos lenguajes, con el tiempo supe que haba

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    viajado gracias a una beca, a realizar teatro en Alemania,

    uno de sus sueos, sin embargo me gustaba pensar en ella, si

    hubiera necesidad, como mi principal (en realidad mi nico)

    contacto en el Brasil, que era casi su segundo hogar ya que

    haba pasado mucho tiempo en Colombia y en otros lugares, de

    su nombre no s gran cosa pues creo que nunca le chamullsobre su origen. Manesa tambin era modelo, en uno de los

    eventos en los que participaba ocurri la nica vez que

    camin por una pasarela, me hizo creer que le estaba haciendo

    un favor, que alguien haba faltado y que necesitaban un

    reemplazo. Yo me lo tom bien aunque se riera toda una

    semana. Despus de eso llegu a doblar modelos para los

    brindis, me ponan un uniforme de modelo y me iba a las

    fiestas a embriagarme gratis, luego iba a recoger a ndigo

    que trabajaba en un bar, de aquella sabrosa morena no

    recuerdo el nombre pero s su sonrisa clida, vaporosa y

    anfitriona. ndigo estudiaba mucho, as que necesitaba

    trabajar mucho, las modelos son como las actrices de

    televisin. Aquel saludo a la distancia que cubren las

    banquitas de aluminio a lo largo del paradero fue como un

    choque de recuerdos que se rebobinaron a la velocidad de

    escape de una lagartija paranoica. Un momento para la mutua

    contemplacin y el silencio sonriente de dos seres que han

    envejecido (aunque no tanto) lejos.

    Manesa vesta una blusa del color de su piel y unachaquetilla etrea, lo que daba la impresin de estar desnudabajo un jirn de tela flotante. Sin importar el da Manesasiempre vesta de manera soberbia, o tal vez fuera que todolo que se pona le sentaba muy bien, si haca los oficiosusaba esos adorables shorts de jean y elevaba sus talones unpoco calzando unas sandalias transparentes de silicona. Podapasar horas en su contemplacin y no s si era tan meticulosaporque la observaba o realmente no entenda que se podadespilfarrar el agua con demasiada facilidad. Pero la verdades que yo tambin dejaba de entender tales sutilezas

    tratndose de ella. Me cont que estaba visitando a su mam ya su hermana, que han vivido desde siempre en Cali, me contalgo de sus viajes y desilusiones, de los personajesadmirados y cados del pedestal, de su renuncia a losllamados espacios del arte, pero nunca al arte, siempre el

    camino correcto. Yo le cont de mi accidentada incursin porlos escenarios polticos del Magdalena Medio, de las masacresdel Cauca que me toc presenciar, del entusiasmo con que me

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    encontraba abordando la familiarizacin con las tcnicasrepresentativas del audiovisual, y como hasta ese momento eralo nico bueno que le haba contado, se entusiasm con laidea y pidi ver mi trabajo. Debo aclarar que mi abordajeapenas comenzaba, as que no poda mostrarle nada de nada.Desde luego, al no tener ningn ejemplo digno ni indignoempec a excusarme.

    No importa, dijo con voz suave y nimo divertido y retador,hacemos algo los dos antes de que me vaya, traje mi cmara.De inmediato record algo gracioso que haba ledo en una delas copias de la escuela de cine, tena que ver con la casade al lado de un vecino, una casa que no exista no pude

    recordarlo con precisin y me qued sin una buena ancdota.Su cmara era una con muchos EOS-D y nmeros por todos lados,hbrida, con salida de audio y ms cosas que yo ni entendaen ese entonces, casi con vergenza epistmica aunque muy

    contento emprend el camino con mi buena amiga, mientras mecontaba que haba estado en el carnaval de Ro del 2008, peroque le haba parecido algo medio farsante. Es natural quetenga apreciaciones de esa naturaleza, ya que puede comparar.En casa me invit unas cervezas y me mostr un tatuaje que sehaba hecho, de un clan o algo as, tena algo escrito quetraduca: hecha a mano, bastante ertico, me pareci, hastame dieron ganas de hacerme tatuar uno de esos. Estuvimos unbuen rato tratando de construir la historia pero mis ideas nole gustaban, la verdad es que a m tampoco me resultaninteresantes cuando tengo que pensar en ellas. Se le ocurri

    presentarme una que me agrad. Era a propsito de su gato, ungato siams originario de la China, la verdad yo no le vinada extraordinario al gato, slo que pareca querercolaborar en el asunto. As que terminamos haciendo unahistoria refrescada en cerveza, inmediatamente realizable,sin guin y creando edicin inmediata desde la cmara. Enalgunos momentos la tarea se volvi interesantemente ntima.

    La verdad es que tener un gato resulta tambin una cosabastante ertica, los acarician y ellos prenden su motorcitoy comienzan a contornearse, a morder y a lamer con su lenguarasposa. En mi caso, como esa noche me encontraba frente auna presencia experimental de infranqueable hermosura, novolv a saber de m hasta que la luz de la ventana golpe enmis ojos y vi que le mostraba el corto a su hermana. En elalero de la ventana el gato ronroneaba su segundo sueo.Escrib mucho viajando por Cali, al salir de la casa deManesa hice uno de mis paseos errabundos, al bajar por suscalles me top con un sitio difcil de referenciar, tanto porsu arquitectura modificada para acondicionar las reas

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    comerciales destinadas a los visitantes, como por lamultiplicidad de actividades y expresiones culturales quecolmaban todos los espacios con clanes de estilos tandismiles como hermosos. Realmente no recordaba haber pasadopor ah la noche anterior, me pareca coherente repetirme quese senta como un viaje en el tiempo, no me pregunten qu mefum, no tengo ni la ms remota idea. Cmo me habra gustadohaber conocido a Manesa en la poca de mi viaje de regreso alapartamento de Valeria por las calles de Bogot, habra sidoun buen puente para ayudar a Valeria que parta por esosnublados das de inusitada violencia civil en el pas.Mientras iba con toda una filosofa del mundo del teatro y lapedagoga en la mente, en medio de la bruma de una tardeentumecida de fro, comprend que haba entrado en unlaberinto, no en un vericueto. Lo que vea tena eldesvencijamiento de la desidia. Pocos son los sitios quenunca olvidaremos, con los que siempre ambientaremos nuestras

    historias, lo ms cercano al sentimiento entraable queconozco.

    Si se nos quedan entre los no pocos discursos que guarda lamemoria es porque hay algo invisible en ellos que seduce, queasusta o que sorprende, aqul me asustaba. En cambio lassinuosas calles del barrio donde vivan la mam y la hermanade Manesa y el postrer encanto desconocido de un elixirrubicundo con que impregnaron el suculento desayuno, meguiaron inocentemente por las inmediaciones de lo que mepareci un bazar de hebreos. Cre haber dado con un carnaval

    estacionario y me puse a deambular por las escalinatas.Adems de los ranchos de metal tan difundidos y familiares,bellos toldos acampaban en las zonas asequibles para loscuriosos, que slo tenan que adentrarse en un diminutoantejardn, para encontrar la ilusin de haber arribado a unpoblado perdido en el tiempo en el cual tomar aliento contranquilidad. Tambin vi edificios construidos con la mesuraesttica de las casas Kogui, pero estas tenan otro tipo depoesa, estaban adornadas con los productos que ofrecan sushabitantes eventuales, bastaba con pararse enfrente paraadmirar una variedad de objetos coloridos donde se apreciaba

    un tremendo conjunto de semillas, rocas y maderas. Llegu aun bazar de guaqueros pens, y me acord de Libardo, unguaquero en decadencia que conoc cuando era nio.

    Sola pasar las vacaciones en las tierras de Jhael, mi abuela

    materna, se trataba el lugar de un montculo arbolado y muy

    frtil ubicado en la cima de una montaa semimuerta. No haba

    agua, sin embargo se daba bien el caf. Cuando no se ocupaba

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    de lo que fuera que hiciera durante los das que se

    desapareca me llevaba a caminar, normalmente aprovechaba la

    ocasin para ensearme un lugar que por otro lado y

    curiosamente se encontraba investigando, as que a medio

    camino entrbamos en alguna frondosidad a buscar la media

    caa para hacer el cateo. Siempre estaba dividida en doslugares y haba que ensamblarla cuidadosamente para que no

    perdiera el adelgazado borde exterior. Disertaba mucho por el

    camino entretenindome con la conversacin y con el paisaje

    que me enseaba, yo le manifestaba mi creencia en que l

    viva en un paraso y exaltaba las bondades de aquellas

    latitudes contndole lo que saba de las personas de la

    ciudad, lo que segn creo recordar lo interesaba sobremanera.

    Pero siempre hablbamos en conceptos haciendo abstracciones

    de cada tema de una forma ms bien intelectual. Aos despus,

    cuando la guaquera se volviera tan prohibida como impopular,

    empezamos a llamarnos mutuamente y con gran felicidad por mi

    parte con aquel gesto de tierna complicidad: los que nos

    dedicamos a la arqueologa.

    La vida resulta a veces diametralmente cinematogrfica. Los

    das de aquella semana ajetreada, pasada con tabaco, vino

    tinto y caf alicorado, entre teatros de ilustre olvido y

    bibliotecas de inexistente abolengo, haba disfrutado de todo

    lo que poda ofrecer la megaprovincia como deca Mafe, y sin

    embargo ahora me hallaba en un laberinto de miseria, creado

    con astuta negligencia por los grandes dirigentes con la

    "ayuda" de los factores atenuantes, y me resultaba de

    proporciones ms que monumentales. Lo poco que saba del arte

    no me alcanzaba para dimensionar la magnitud del dao

    causado. La sociologa que estudi mediocremente slo me

    permita formular vagamente conceptos abstractos, incitados

    por estudios de probabilidades que no haba ledo. Pero ms

    me apremiaba la idea de cmo salir de ah sin despertar

    sospechas. Gracias a mi desalie en cuestiones de moda me esrelativamente fcil pasar desapercibido por algunos lugares,

    donde lo que suele primar es el culto a los estilos

    personalizados. Sin duda eso me dio un haz bajo la manga

    aquella tarde Bogotana de principios de ritual, de su

    excelencia, la mamacita Valeria Espinoza Cifuentes.

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    Algunas veces, cuando no se est estrangulado en un andrajoso

    barrial de sitiados sociales, provoca hacer una lista de las

    cosas bonitas de las ciudades. Yo no he vivido lo suficiente

    como para conocer todo el espectro centelleante de sus

    atractivos. Sin embargo puedo acudir sin mucho esfuerzo y con

    cierto deleite eventuario, a dos o tres sucesos que meremiten sin demasiadas largas al efusivo lenguaje

    cinematogrfico de la urbe. Concurren en Cali, uno de ellos

    est determinado por los arbolitos sobre la quinta, entre

    Tequendama, la carrera 44 y paseo de la quinta. Cada ao, por

    esta poca, se cubren con minsculas flores blancas y azul

    tenue, asemejando una tmida nieve tropical. Ese detalle casi

    siempre era mi incentivo cuando tena que montar en un bus al

    ir o venir por esos lados, generalmente a la Universidad.

    Otro es sin duda, la circunvolucin montaosa, que envuelvecon sus atisbos andinos el asfltico entorno ecuatorial de

    las principales ciudades de Colombia, la vista hacia y desde

    esos lugares resulta sencillamente espectacular. En alguna

    poca llegara a jactarme de tener ambas perspectivas. Una

    tercera cosa bonita, suena a "...bsame mucho..." puede ser

    la etnogrfica puesta en escena de la economa informal,

    heredera directa de la culebrera nacional, recogida en

    Europa principalmente con caligrafas macondianas. En medio

    de esos espacios se puede topar con los personajes ms raros

    y simpticos que la estereofona callejera puede ofrecer. En

    ellos una estricta convivencia entre lo que se intercambia

    por dinero, comprndolo o vendindolo, y aquello que se

    trueca por ciertas cantidades de sinceridad.

    La arquitectura tambin es preeminente en la breve historia

    ocupada o no por mi presencia. Las frutas coloridas

    reemplazan un poco el aroma que dicen impregnaba el horizonte

    de antao. Se me ocurre, en otro momento en que parezco

    dormir la realidad, que hay que ser como un techo con

    goteras, dejar filtrar ideas de diferentes calibres,

    consentir en capturar la realidadprecipitable y, si bien no

    bogrsela de un sorbo, por aquello de la higiene que debe ser

    otro cuento, al menos s baarse con ella. Aqu es la

    arquitectura la que me habla, esas piezas de repostera

    vitalicia que se desmoronan en medio de la impvida

    consecucin de los tiempos. Esa podra ser la ltima cosa de

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    esta pequea lista, ya nostlgica, bien sea por los hierbajos

    y plntulas que intentan traducir su vitalidad a esos

    escenarios de olvido, bien porque hay algo tambin muy

    hermoso en la descomposicin, el desorden y lo destruido, que

    es lo que esperaba de m en ese momento, al pasar por aqul

    vericueto de angustia que jams haba pisado. La voz de laperenne fugacidad de lo que transcurre casi en silencio hacia

    su destierro inmemorial, metafocntrico, intransifuso,

    esquzolado. Qu ms se poda decir?.

    Caminando hacia una muerte horrenda comenc a pensar en mi

    pasado, en si lo que haba vivido haba sido bueno. Conclu

    que s, que mereca seguir llevando una forma de vida tan

    digna y experimental, y termin por convencerme a duras penas

    de que se trataba de un apreciable don el que se me

    permitiera ver, tan en detalle, la perfeccin de lo que erami vida y cmo vala la pena vivirla. El problema con ese

    razonamiento es que yo nunca haba perdido de vista lo mucho

    que me gustaba vivir, a pesar de las bohemias revoluciones de

    la juventud en que se sola apostar mucho ms de lo que se

    estaba dispuesto a aceptar. La primera vez que me top con

    vagabundos de una errabundez diferente a la que yo estaba

    acostumbrado, stos tenan apenas unos aos, fue en el

    teatrino de La Tertulia en Cali, Haba unos jazzistas y en

    general en los principales restaurantes del barrio El Pen,

    colindante, haba grupos tocando, era una especie de festival

    gastronmico para atraer pblico, gust tanto que tiempo

    despus se anclara el Festival de blues a la fiesta de la

    msica que organizaban las academias de bellas artes.

    Antes del blues macerado en tabaco y luego del blues a do

    fue un plato de digestin exquisita que me hizo considerar

    una vez ms, que la vida resulta a veces diametralmente

    cinematogrfica. A mi lado haba, entre otros especmenes,

    una mujer extraada por las interpretaciones ms del corte

    del rock experimental y el Vitim, y dos jovencitos

    estereotipados de asfalto e intemperie, descalzos, con poca

    ropa, ojos curiosos, musical impedancia, arritmia

    desembasada. Recuerdo tambin que haba un showmen, personaje

    entrado en interesancias y muy formado en el mundo del

    espectculo y los trasiegos apabullantes, con una propensin

    por la fiable conducta del desenfado, una pluma de guila

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    La calle perdida

    flotaba sujeta a su guitarra. Un blusero a lo antiguo,

    condicionado por la interaccin y la facilidad idiomtica.

    Cuando habl con su acento estofado: esta es mi primera vez

    en su pas etc. ...lo bello de su magnfica ciudad etc. uno

    de los dos chicos habitantes de la calle (gamines, solan

    llamarlos), dijo: Huy, ese marica es del otro lado?

    Curiosamente ese otro lado se abri con el improvisado acento

    de los tu y yo, cuando el blusero con la pluma de guila

    habl, su visin vocal del origen del blues, una oracin

    forjada en calor de cuerpos y pasin delirante, realmente

    encontr la sencilla manera de llegar a la medida de lo

    conmovedor, desde la otra orilla del Misisipi, ese otro lado

    realmente, y yo no pude dejar de pensar en ese instante, que

    a veces la vida, resulta diametralmente cinematogrfica. Pero

    si ese pensamiento me sirvi en aquel momento de desvalacultural en la que crea hallarme, no tengo la menor

    referencia de de sus efectos, slo presumo que me dot de un

    aire melanclico muy adecuado para atravesar el cordn de

    miseria que creaban hombres y mujeres a mi alrededor, y

    pienso que tambin un perro cre ver. De regreso de La

    Tertulia, me encontr con un par de viejos, uno de ellos de

    crneo rapado, llevaba una hermosa papaya gigante, la cargaba

    con la esttica potencia plstica de su brazo izquierdo, a la

    manera de los meseros que pueden llevar cantidades

    descomunales de cerveza y otros lquidos ambrosacos, sobre

    elpticas bandejas de diseo aerodinmico. Mientras cruzaba a

    los viejos y a la atractiva papaya, se abra una brecha

    tropical auspiciada por la inconfundible traza de un Son

    cubano, en clave de madera, tabaco y ron, desde una de las

    casas inmediatas.

    Era un ritmo que algo tena que ver con la msica que escuch

    en el lugar de los toldos y bohos hebreos, atisbando los

    grupos en busca de compaa. De pronto di con un joven que

    ofreca su poesa en forma de un libro, una mujer que estaba

    en el lugar me precis mientras el poeta ofreca su libro a

    otros visitantes, que vena de una gira por Alemania, y

    empec a sentirme como un pichn en ruta de caer en una

    estafa, as que a riesgo de perder una oportunidad de

    acostarme con la llamativa informante me alej entre la

    multitud. Encontr refugio junto a un montn de jovencitas

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    La calle perdida

    que desenfrenadamente se besaban y beban vino en cajas de

    cartn. Aquel lugar me encant y me puse a reflexionar. En

    poco tiempo habra podido seleccionar material para publicar

    al menos tres libros como el que haba visto, la idea me

    interes lo suficiente y los siguientes meses me apliqu a la

    tarea de examinar mis notas.

    Mientras tanto en el resquicio fatal metropolitano y

    capitalino en el que ya empezaba a sentir mi cercana

    descomposicin, imaginaba que poda resultar poco habitual

    que alguien metido de lleno en los cabales estilsticos de

    las clases sociales, considerara pasear por aquel laberinto

    unidireccional con la tranquilidad de un lugareo. Al igual

    que en las ocasiones en que me atravesaba el Distrito donde

    crec, cuna de malandrines y sospechosos segn se publicitaba

    al otro lado de la frontera, un extrao aplomo apareci ysegu el camino de los vericuetos como si se tratara de mi

    patio trasero, adentrndome cada vez ms en la desesperanza.

    Sin embargo nadie hizo nada por alterar el estado de precario

    flujo citadino en el que se encontraban sus pobladores, ni un

    slo atisbo de rudeza, ni un esquivo gesto de intromisin al

    extrao que se adentraba en sus dominios. Camin por la calle

    para invadir lo menos posible los espacios intervenidos quiz

    ms por el hambre que por la necesidad.

    A medida que avanzaba el abandono se iba acrecentando y hacaun poco incmoda la marcha, que ya para ese momento me

    pareca destinada a convertirse en tema para un artculo sin

    valor en la plana sin importancia de algn miserable diario

    local. "Y as termin sus das este desconocido bohemio, que

    un buen da entreg su ltimo aliento en una pauprrima

    grieta bogotana, se desconocen los motivos que alteraron sus

    ltimos das, por lo dems su cordura siempre estuvo en

    entredicho, en medio de sus pares se comportaba como un

    segregado intolerable, deja algunos apuntes de valor

    filosfico y un inestimable compendio de notas al azar en las

    cuales se perfila exquisitamente, el sensual desbarajuste de

    una generacin sin disciplina". La ilusin de seguridad se

    volva ms etrea mientras avanzaba por un alrededor que

    pareca juzgar poco interesante el querer percatarse de mi

    presencia.

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    Tal como empez el hechizo se desmoron, cuando pis los

    empiedres rectangulares de una calle con apariencia de postal

    me di vuelta para mirar. Como si se lo hubiera tragado el

    miedo no haba rastro del lugar. Conced el fenmeno a que

    siempre me he conducido con la percepcin del tiempo en medio

    de una relacin muy especial, que me suele aislar de lasconvenciones con que se interpreta la duracin de las cosas.

    Al retomar un camino conocido conjetur sobre el intenso

    momento que me acababa de procurar con mi aleatorio sentido

    de orientacin, cre intuir la proximidad de las brechas que

    separan a las personas y que se rompen como delicadas

    caperuzas al contacto con un momento de contemplacin, y no

    haba sido precisamente yo quien estaba contemplando.

    Mientras arrastraba mis huesos lo mejor que poda, lejos de

    aquel tabique de malaventura, sus habitantes, una poblacin

    en denso cauce e imperecedera vigilia, que ms parecan la

    escenografa de una pelcula de posguerra, se saludaron entre

    s con el sabor en los ojos de las cosas inhabituales. Falt

    poco para que cualquiera de aquellas personas entre las que

    caminaba me diera muestras de hospitalidad, sin embargo en

    aquellas proximidades olvidadas de dios, me era difcil

    reconocerme con la ilusin de tranquilidad que brinda lo

    usual y lo tpico en las aglomeraciones metropolitanas.

    Se dice que las personas arrastramos con una cierta carga de

    coherencia, lo que permite conjurar la presencia ms o menos

    constante de la identidad, herramienta con la cual se

    establecen derroteros de comportamiento acordes con cada

    escenografa de referencia de las que se guarde memoria. Yo

    haba tenido la fortuna de crecer en un entorno complicado y

    conoca la exaltacin mortuoria de quienes se hallaban a su

    suerte, y que de una manera no tan desconocida iban creando

    estos cnclaves apcrifos del proyecto sociedad,

    improbablemente frecuentados por quienes prefieren conducirse

    dentro de apretados esquemas de prudencia. Una noche me hequedado dormido con este recuerdo, he pensado en la imagen de

    aquel da de conversatorios y ceremonia, yo atravesaba una

    esquina y apareca por ese costado de la calle, y pas de

    largo casi sin mirar, promet que si sala vivo del agujero

    en el que crea haber cado iba a follarme a todas las

    mujeres que me encontrara, les hara la tarea ms fcil y

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    ahorrara tiempo, realmente haba desperdiciado tiempo en una

    escritura estril y desfundamentada. Tom a conciencia mi

    juramento y por una buena temporada me dediqu en cuerpo y

    alma a cumplir mis votos hasta que un buen da pas por la

    misma calle y not un tipo de abandono ms conocido, me cost

    reconocerla, fue entonces cuando mis propios rituales deexilio comenzaron.

    En cierto momento de mi vida dej de escribir, me volv un

    experto en dormir mucho y en esa tarea tuve mucha ayuda, pero

    el esfuerzo me produca un hambre de dinosaurio, y entend

    que uno se alimenta tambin de palabras como ellas a su vez

    lo hacen de nosotros, que el destrozamiento es mutuo para

    poder transmutarse en una lengua. Un antiguo proverbio chino

    consigna una idea sobre la filosofa del desapego, una

    posible interpretacin lo traduce de esta manera: quien amaverdaderamente no puede ni rer ni llorar, vibra al alba con

    los primeros rayos de sol, saborea el aliento de la miel en

    los jardines, inflama sus pulmones con el perfume del ser

    amado, deja que el agua le acaricie los pies y que la luna

    toque sus pupilas y en su asombro se halla permanente.