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8/2/2019 La Calle Perdida
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La calle perdida
Hola Zarza, te envo el relato, creo que terminado, no es una
copia de homenaje y, aunque no habla de nuestros momentos,
creo que podra dedicrtelo, porque t has permitido que sea
posible su lectura.
Todos los das me levanto con la posibilidad de la muerte, no
que no sea una especie de destino compartido por todos, es
decir, al igual que el resto del mundo tengo los das
contados pero no s cuntos son; pero fuera de eso mi
existencia me resulta que se instala a grandes tramos, en un
contexto que me lo recuerda constantemente, con una brutal
histrionismo. Uno de los recuerdos transversales en mi vida
es de aquellas pocas cuando viv en otros lados, es decir,
cuando tena la sensacin de no estar donde realmente quera,
me desbordaba un vaco que no me dejaba conciliar el sueocon facilidad, me resultaba necesario or el sonido
repercutido de las balaceras, su eco ensoador de dictmenes
precisos en el marchito cultivo de la subconsciencia
habituada al horror cotidiano. Habra menos gente al da
siguiente y a nadie le beneficiaba eso, pero por alguna razn
me resultaba reconfortante el or el estallido de la plvora,
casi como la sensacin de saber con seguridad dnde estaba
acechando "el mal" y que estaba fuera de aquel cubo en el que
me esconda.
Ahora me avergenzo un poco de ese sentimiento pues me
resulta peligrosamente psictico, pero era esa la realidad,
aunque una minora importante por dirigente, no quisiera
prestarle atencin y resultara beneficindose de ello. Pienso
a veces en unas palabras que Carlos Mayolo tal vez dira
muchas veces a m me entregaron un pas destrozado, yo me
cri entre cadveres Sin descartar que la frase pueda tener
innumerable variedad de contenidos metafricos, yo podra
decir lo mismo, y hasta un poco ms si se descarta por un
instante la reflexin de la metfora. Ya que los caminossolan ser estrechos en algunos tramos, pasaba por encima de
ellos de camino de la escuela o al ir a visitar a mi mejor
amigo para cumplir con la cita, tcita, de cazar algunas
lagartijas (vivas, pues de alguna manera tuvimos, en medio de
tanta sangre empolvada, una suerte de conciencia ecolgica).
Y sin embargo, los dos estaramos registrando hechos
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completamente distintos, casi ajenos entre s, como los
hermanos mticos de tanta antigedad violentada de sentido.
Los dioscuros Cstor y Plux.
Una vez, estando de paso por Bogot fra y lluviosa, y como
acostumbrara caminarla a campo traviesa siempre que lavisitaba, me aventur por sinuosos pasajes de gastada
arquitectura, los cuales encontraba mientras la contingencia
de las calles me iba proporcionando esquinas, embocaduras y
muros arqueados, fue por la fecha del Festival de Teatro, yo
haba salido de uno de los conversatorios con el nimo
cargado de una agradable borrachera cognitiva. Despus de
vagabundear un buen rato vacil mi ruta por los alrededores
donde me estaba alojando, el apartamento de una amiga en el
que sola quedarme y que por esos das haca maletas para ir
a vivir en algn lugar de las costas del Brasil. Cre en esemomento que si mi orientacin era correcta, al tomar
determinada calle desembocara, tarde o temprano en el
conjunto donde me esperaba Valeria. Habamos acordado
encontrarnos hacia el atardecer para despedir el apartamento
y emborracharnos.
Aunque no me haba acostumbrado a un ritual que poda
resultarme con facilidad ajenamente melanclico, disfrutaba
especficamente algunas consecuencias muy placenteras. Ya de
nio haba tenido oportunidad de presenciar los linchamientosdel tiempo-espacio en primera fila, como en una especie de
teatro participativo. Para ser preciso haba presenciado
tambin otros tipos de linchamiento, conoca de cerca la
imagen de una multitud airada bajo la complicidad del
anonimato, la noche y los mechones de petrleo. As que
siempre me encontraba disponible cuando alguna de las
muchachas (designacin de confianza y cario que an utilizo
para con las que ocuparon un lugar en mi adolescencia)
decida que era hora de abandonar un lugar y buscar nuevos
horizontes.
Como aquella vez que Mara dej su apartamento de Cali, hace
ya casi veinte aos, esa fue para m la quinta vez que
participaba en ese tipo de culto que es la partida para
algunas personas, pero haba sido la quinta en una semana, de
un momento a otro todas mis amigas empezaron a partir hacia
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ignotos destinos. Yo haba tenido que ver en aquellas
partidas aunque no del modo en que fuera la causa de ellas,
sino porque era enteramente culpa ma que me gustara andar
con mujeres de soberbia belleza, casi todas ellas ancladas en
las inestables y escolladas costas del modelaje y la
publicidad. Fue en la costa donde tuve mi primera mujer, alabrigo de la luna, de las palmas y de una msica lejana de
voces templadas en mar abierto, ramos todava nios, pero en
aquel clima tropical en el que algunos aspectos de la vida
andaban ms bien lentos, econmicos, lnguidos, mofletudos,
en fin fulminantes, algunos otros deambulaban ms bien muy
rpidos, vertiginosos, atropellados, macizos y tambin
fulminantes. Si no menciono cul costa es porque de las dos
que bordean las latitudes en las que se encuentra mi memoria,
guardo un bravo recuerdo y no quisiera entrar en
discrepancias, ya que una vez que se ha lanzado el hechizo de
los cuerpos no se puede deshacer.
Por eso me ha resultado singular que a los seminaristas se
les ponga a prueba precisamente con la paradjica represin
de la carne, como vulgarmente se refiere el clero a la
experimentacin corprea de la otredad en uno mismo. De ms
est decir que no muchos seminaristas regresan a la senda del
pseudopragmatismo cristiano y que aquellos que lo hacen ya
estn desviados irremediablemente, algunas veces con
resultados monstruosos, sin duda el diablo los acosa con ms
arrebatos que regocijos. De cualquier forma los ritualismos
me han sido bastante esquivos, no estoy en contra slo de
aquellos doctos escrutinios ceremoniales de la vida subyugada
por una doble moral caprichosa y hambrienta de poder, casi
todo aquello que se me antoje ubicado en un terreno del
conocimiento, cuya atmsfera se encuentre densificada por
aspectos metafsicamente sospechosos me trae de las orejas.
Por esa razn las despedidas de los apartamentos en los que
se ha vivido, las promesas y deseos de fin de ao, lasenvolturas de menta, las escaleras estpidamente arrinconadas
para que algn nio se rompa el coxis y toda una lista de
acervos semejantes, me traen sin cuidado desde que era el
mugroso proyecto de un adolescente rebelde y perturbador.
La prctica de desarraigarse de un lugar y plantarse en otro
no me agradaba ni desagradaba, me mostraba indiferente, y si
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no recorr trochas y poblados junto a alguna de aquellas
trotamundos fue sencillamente porque ninguna me lo convid.
Quiz pensaran que no estaba preparado para resolver ese tipo
de ilusiones y que caer en la trampa de las aventuras, poda
tener poco atractivo para un muchacho que pretenda
plantearse la vida desde un plano racional. A mi modo de ver,eso podra ser cierto, pero no ms que la influencia que mi
actitud ejerca en la voluntad involucrada en muchas de esas
partidas, por ese entonces me preciaba de ser un enrgico
promotor de la libertad y lo haca con extraordinaria
habilidad, sobre todo en la experimentacin corprea de la
otredad. Aquel nimo emancipatorio me concedi atestiguar muy
de cerca algunos fragmentos ntimos de sus vidas y
motivaciones, bien fuera que me lo permitieran por algn
sentimiento despertado en sus sensibles corporeidades, vaya a
saber si apetito o ternura, o gracias a una actitud de
confianza en quien sabe qu, todava radiante, pude estar lo
suficientemente cerca como para ver en los rostros despojados
de maneras la cara de las mujeres reales que tambin eran.
Intent inmortalizar aquellos momentos en composiciones
escritas que me parecieron poticas y tom la costumbre de
llevar siempre una libreta conmigo.
Aquel da de internacionalismo intelectual en Bogot,
caminando sobre el relieve crispado de las calles enlosadas
por las que se proyectaba mi sombra en creciente proximidad,
con la determinacin de quien sabe adnde va, vagu sin rumbo
entrado ya en la meditacin de lo que haba escuchado esa
semana en las ponencias y ruedas de prensa. Se sumaba al
corolario de pensamientos la memoria en carne viva de las
obras atestiguadas en preciosas salas de disolucin del Yo,
que es como llaman al teatro algunos estetas de
psicoanaltica influencia. Aquel da tambin llevaba mi
libreta conmigo y aunque sola escribir mientras caminaba, en
ese preciso instante me hallaba transportado a una dimensinde soliloquias disertaciones mnemotcnicas. Adems poco a
poco el ambiente a mi alrededor fue ensombrecindose de una
manera que puso a prueba mis templados nervios de bajo fondo.
Erraba por esas calles ya evitando hacer tiempo para llegar
en el momento preciso al ritual emigrante que Valeria haba
preparado, me intern por un deteriorado bosquejo urbano, en
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el que se agrupaba sin confort una parte representativa de la
poblacin que subyace bajo la base de la pirmide social.
Recorr ese largo callejn en cuyos andenes se apilaba la
miseria de muchas generaciones, sin hacer nada para comprobar
en qu momento la ciudad se haba vuelto el elocuente bodrio
de las realidades escondidas. Cada paso aproximaba un nuevovericueto improbable, cada minuto descubra ms de esa ciudad
que lo que haba aprendido de ella en mis visitas. Debi ser
algo as como se sinti ngela cuando visit Nueva York la
primera vez, desde luego las proporciones son ridculas, pero
expresa bastante bien el espanto que me caus. Es una tierra
de locos, me dijo al llegar, voy a quedarme a vivir aqu.
Tienes dnde quedarte? No importa, se puede vivir de lo que
sea, de las cosas ms raras, hoy me enter de que hay una
especie de terapia que consiste en ejercitarse a travs del
cuerpo de otra persona, la conexin se logra por mtodos poco
ortodoxos de manipulacin del aura y neutralizacin de
algunos chacras.
No era raro que ngela se metiera en cosas as, de hecho
tena esa especie de magnetismo para lo inusual, gracias a
ese don pude disfrutar de las experiencias ms
desconcertantes que me hayan ocurrido, lamentaba su decisin
porque me despojaba de una persona realmente hermosa,
chispeante de aventuras, el sueo dorado de todo hombre. Qu
necesitas para entrar? ngela era tan atltica como una
gacela adolescente y tena la determinacin de una mula de
arar. Saba que estaba feliz de haber encontrado una
profesin en la cual poder combinar una de sus pasiones, se
ejercitaba tan endiabladamente que acechndola entre sus
rutinas llegu a pesar 90 kilos de puro msculo. Yo compart
siempre su felicidad pero me hara tanta falta que segu
ejercitndome con la misma brutal energa varios aos ms.
Mientras tanto ngela viva la obligacin del ejercicio de
otro cuerpo corriendo al rededor de la gran manzana. Fue enuno de esos entrenamientos teraputicos que vio el impacto
del primer Boeing 767 contra la torre norte del World Trade
Center a las 8:46 de la maana, un martes si no recuerdo mal.
Yo dorma en Cali la serenada del domingo porque era la noche
del sbado que en esa ciudad salan las mujeres embellecidas
de colores y aromas deliciosamente sugestivos. Por aqul
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entonces creo que ya trabajaba, siempre fui renuente al
trabajo y me disgustaba tener que pensar en ello. Ese motivo
propici el hecho de que siempre haya querido contribuir de
alguna manera a aquellas maravillosas formas de vida, as
fuera con pequeos gestos y ellas siempre supieron
apreciarlo. Escriba en mi libreta donde fuera que tuvieraque pasar tiempo haciendo nada, escrib en aquel colegio de
horas muertas al que le debo casi toda mi total amor a la
libertad, escrib en las bancas de la cancha donde intentaba
jugar Bsquet rodeado de un asombro muy justificado por mis
mediocres condiciones para un juego, que a todos resultaba
aceptablemente sencillo, escrib en las filas de los bancos
soterrando cmplice las enmiendas de una economa en
desplome, en las de teatros donde se agudizaban los sentidos
casi hasta un paroxismo teatral, en la ruta de la U nada
teatral ni cinematogrfica, tampoco televisiva, escrib en
las paradas de buses, lugar donde la paranoia que heredamos
de siglo XX ha dejado el sabor amargo de la duda y el
agridulce de la incertidumbre, hay pocas cosas tan
cinematogrficas como la parada de un bus.
Por otro lado casi es ya un lugar comn el incurrir en la
mencin de la sicopata, como una de las facciones de la
naturaleza humana que ronda la cotidianidad con el ms
desapercibido desenfado. Puedes toparte con ella en una
parada de bus, la persona que te sirve habitualmente la
hamburguesa puede ser una asesina en serie, etc.
Afortunadamente tambin puedes encontrarte con cosas
agradables en una parada de bus. Fue precisamente en una
parada de bus en Cali, una deliciosa noche de verano, que me
vine a topar con una buena amiga del pasado que haba nacido
en el Brasil, yo me encontraba esperando un amable conductor
que me hiciera la caridad de transportarme en seiscientos, ya
se haba hecho de noche y me encontraba cansado hasta la
migraa. De pronto, casi de la nada, me encontr observadopor una mujer que no tard en distinguir como Manesa, en la
universidad habamos compartido algunas clases a las que ella
asista de manera exploratoria y para mi fortuna para nada
inflexiblemente intelectuales.
Fue gracias a ella que descubr muy tempranamente la delicada
dimensin de algunos lenguajes, con el tiempo supe que haba
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viajado gracias a una beca, a realizar teatro en Alemania,
uno de sus sueos, sin embargo me gustaba pensar en ella, si
hubiera necesidad, como mi principal (en realidad mi nico)
contacto en el Brasil, que era casi su segundo hogar ya que
haba pasado mucho tiempo en Colombia y en otros lugares, de
su nombre no s gran cosa pues creo que nunca le chamullsobre su origen. Manesa tambin era modelo, en uno de los
eventos en los que participaba ocurri la nica vez que
camin por una pasarela, me hizo creer que le estaba haciendo
un favor, que alguien haba faltado y que necesitaban un
reemplazo. Yo me lo tom bien aunque se riera toda una
semana. Despus de eso llegu a doblar modelos para los
brindis, me ponan un uniforme de modelo y me iba a las
fiestas a embriagarme gratis, luego iba a recoger a ndigo
que trabajaba en un bar, de aquella sabrosa morena no
recuerdo el nombre pero s su sonrisa clida, vaporosa y
anfitriona. ndigo estudiaba mucho, as que necesitaba
trabajar mucho, las modelos son como las actrices de
televisin. Aquel saludo a la distancia que cubren las
banquitas de aluminio a lo largo del paradero fue como un
choque de recuerdos que se rebobinaron a la velocidad de
escape de una lagartija paranoica. Un momento para la mutua
contemplacin y el silencio sonriente de dos seres que han
envejecido (aunque no tanto) lejos.
Manesa vesta una blusa del color de su piel y unachaquetilla etrea, lo que daba la impresin de estar desnudabajo un jirn de tela flotante. Sin importar el da Manesasiempre vesta de manera soberbia, o tal vez fuera que todolo que se pona le sentaba muy bien, si haca los oficiosusaba esos adorables shorts de jean y elevaba sus talones unpoco calzando unas sandalias transparentes de silicona. Podapasar horas en su contemplacin y no s si era tan meticulosaporque la observaba o realmente no entenda que se podadespilfarrar el agua con demasiada facilidad. Pero la verdades que yo tambin dejaba de entender tales sutilezas
tratndose de ella. Me cont que estaba visitando a su mam ya su hermana, que han vivido desde siempre en Cali, me contalgo de sus viajes y desilusiones, de los personajesadmirados y cados del pedestal, de su renuncia a losllamados espacios del arte, pero nunca al arte, siempre el
camino correcto. Yo le cont de mi accidentada incursin porlos escenarios polticos del Magdalena Medio, de las masacresdel Cauca que me toc presenciar, del entusiasmo con que me
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encontraba abordando la familiarizacin con las tcnicasrepresentativas del audiovisual, y como hasta ese momento eralo nico bueno que le haba contado, se entusiasm con laidea y pidi ver mi trabajo. Debo aclarar que mi abordajeapenas comenzaba, as que no poda mostrarle nada de nada.Desde luego, al no tener ningn ejemplo digno ni indignoempec a excusarme.
No importa, dijo con voz suave y nimo divertido y retador,hacemos algo los dos antes de que me vaya, traje mi cmara.De inmediato record algo gracioso que haba ledo en una delas copias de la escuela de cine, tena que ver con la casade al lado de un vecino, una casa que no exista no pude
recordarlo con precisin y me qued sin una buena ancdota.Su cmara era una con muchos EOS-D y nmeros por todos lados,hbrida, con salida de audio y ms cosas que yo ni entendaen ese entonces, casi con vergenza epistmica aunque muy
contento emprend el camino con mi buena amiga, mientras mecontaba que haba estado en el carnaval de Ro del 2008, peroque le haba parecido algo medio farsante. Es natural quetenga apreciaciones de esa naturaleza, ya que puede comparar.En casa me invit unas cervezas y me mostr un tatuaje que sehaba hecho, de un clan o algo as, tena algo escrito quetraduca: hecha a mano, bastante ertico, me pareci, hastame dieron ganas de hacerme tatuar uno de esos. Estuvimos unbuen rato tratando de construir la historia pero mis ideas nole gustaban, la verdad es que a m tampoco me resultaninteresantes cuando tengo que pensar en ellas. Se le ocurri
presentarme una que me agrad. Era a propsito de su gato, ungato siams originario de la China, la verdad yo no le vinada extraordinario al gato, slo que pareca querercolaborar en el asunto. As que terminamos haciendo unahistoria refrescada en cerveza, inmediatamente realizable,sin guin y creando edicin inmediata desde la cmara. Enalgunos momentos la tarea se volvi interesantemente ntima.
La verdad es que tener un gato resulta tambin una cosabastante ertica, los acarician y ellos prenden su motorcitoy comienzan a contornearse, a morder y a lamer con su lenguarasposa. En mi caso, como esa noche me encontraba frente auna presencia experimental de infranqueable hermosura, novolv a saber de m hasta que la luz de la ventana golpe enmis ojos y vi que le mostraba el corto a su hermana. En elalero de la ventana el gato ronroneaba su segundo sueo.Escrib mucho viajando por Cali, al salir de la casa deManesa hice uno de mis paseos errabundos, al bajar por suscalles me top con un sitio difcil de referenciar, tanto porsu arquitectura modificada para acondicionar las reas
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comerciales destinadas a los visitantes, como por lamultiplicidad de actividades y expresiones culturales quecolmaban todos los espacios con clanes de estilos tandismiles como hermosos. Realmente no recordaba haber pasadopor ah la noche anterior, me pareca coherente repetirme quese senta como un viaje en el tiempo, no me pregunten qu mefum, no tengo ni la ms remota idea. Cmo me habra gustadohaber conocido a Manesa en la poca de mi viaje de regreso alapartamento de Valeria por las calles de Bogot, habra sidoun buen puente para ayudar a Valeria que parta por esosnublados das de inusitada violencia civil en el pas.Mientras iba con toda una filosofa del mundo del teatro y lapedagoga en la mente, en medio de la bruma de una tardeentumecida de fro, comprend que haba entrado en unlaberinto, no en un vericueto. Lo que vea tena eldesvencijamiento de la desidia. Pocos son los sitios quenunca olvidaremos, con los que siempre ambientaremos nuestras
historias, lo ms cercano al sentimiento entraable queconozco.
Si se nos quedan entre los no pocos discursos que guarda lamemoria es porque hay algo invisible en ellos que seduce, queasusta o que sorprende, aqul me asustaba. En cambio lassinuosas calles del barrio donde vivan la mam y la hermanade Manesa y el postrer encanto desconocido de un elixirrubicundo con que impregnaron el suculento desayuno, meguiaron inocentemente por las inmediaciones de lo que mepareci un bazar de hebreos. Cre haber dado con un carnaval
estacionario y me puse a deambular por las escalinatas.Adems de los ranchos de metal tan difundidos y familiares,bellos toldos acampaban en las zonas asequibles para loscuriosos, que slo tenan que adentrarse en un diminutoantejardn, para encontrar la ilusin de haber arribado a unpoblado perdido en el tiempo en el cual tomar aliento contranquilidad. Tambin vi edificios construidos con la mesuraesttica de las casas Kogui, pero estas tenan otro tipo depoesa, estaban adornadas con los productos que ofrecan sushabitantes eventuales, bastaba con pararse enfrente paraadmirar una variedad de objetos coloridos donde se apreciaba
un tremendo conjunto de semillas, rocas y maderas. Llegu aun bazar de guaqueros pens, y me acord de Libardo, unguaquero en decadencia que conoc cuando era nio.
Sola pasar las vacaciones en las tierras de Jhael, mi abuela
materna, se trataba el lugar de un montculo arbolado y muy
frtil ubicado en la cima de una montaa semimuerta. No haba
agua, sin embargo se daba bien el caf. Cuando no se ocupaba
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de lo que fuera que hiciera durante los das que se
desapareca me llevaba a caminar, normalmente aprovechaba la
ocasin para ensearme un lugar que por otro lado y
curiosamente se encontraba investigando, as que a medio
camino entrbamos en alguna frondosidad a buscar la media
caa para hacer el cateo. Siempre estaba dividida en doslugares y haba que ensamblarla cuidadosamente para que no
perdiera el adelgazado borde exterior. Disertaba mucho por el
camino entretenindome con la conversacin y con el paisaje
que me enseaba, yo le manifestaba mi creencia en que l
viva en un paraso y exaltaba las bondades de aquellas
latitudes contndole lo que saba de las personas de la
ciudad, lo que segn creo recordar lo interesaba sobremanera.
Pero siempre hablbamos en conceptos haciendo abstracciones
de cada tema de una forma ms bien intelectual. Aos despus,
cuando la guaquera se volviera tan prohibida como impopular,
empezamos a llamarnos mutuamente y con gran felicidad por mi
parte con aquel gesto de tierna complicidad: los que nos
dedicamos a la arqueologa.
La vida resulta a veces diametralmente cinematogrfica. Los
das de aquella semana ajetreada, pasada con tabaco, vino
tinto y caf alicorado, entre teatros de ilustre olvido y
bibliotecas de inexistente abolengo, haba disfrutado de todo
lo que poda ofrecer la megaprovincia como deca Mafe, y sin
embargo ahora me hallaba en un laberinto de miseria, creado
con astuta negligencia por los grandes dirigentes con la
"ayuda" de los factores atenuantes, y me resultaba de
proporciones ms que monumentales. Lo poco que saba del arte
no me alcanzaba para dimensionar la magnitud del dao
causado. La sociologa que estudi mediocremente slo me
permita formular vagamente conceptos abstractos, incitados
por estudios de probabilidades que no haba ledo. Pero ms
me apremiaba la idea de cmo salir de ah sin despertar
sospechas. Gracias a mi desalie en cuestiones de moda me esrelativamente fcil pasar desapercibido por algunos lugares,
donde lo que suele primar es el culto a los estilos
personalizados. Sin duda eso me dio un haz bajo la manga
aquella tarde Bogotana de principios de ritual, de su
excelencia, la mamacita Valeria Espinoza Cifuentes.
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Algunas veces, cuando no se est estrangulado en un andrajoso
barrial de sitiados sociales, provoca hacer una lista de las
cosas bonitas de las ciudades. Yo no he vivido lo suficiente
como para conocer todo el espectro centelleante de sus
atractivos. Sin embargo puedo acudir sin mucho esfuerzo y con
cierto deleite eventuario, a dos o tres sucesos que meremiten sin demasiadas largas al efusivo lenguaje
cinematogrfico de la urbe. Concurren en Cali, uno de ellos
est determinado por los arbolitos sobre la quinta, entre
Tequendama, la carrera 44 y paseo de la quinta. Cada ao, por
esta poca, se cubren con minsculas flores blancas y azul
tenue, asemejando una tmida nieve tropical. Ese detalle casi
siempre era mi incentivo cuando tena que montar en un bus al
ir o venir por esos lados, generalmente a la Universidad.
Otro es sin duda, la circunvolucin montaosa, que envuelvecon sus atisbos andinos el asfltico entorno ecuatorial de
las principales ciudades de Colombia, la vista hacia y desde
esos lugares resulta sencillamente espectacular. En alguna
poca llegara a jactarme de tener ambas perspectivas. Una
tercera cosa bonita, suena a "...bsame mucho..." puede ser
la etnogrfica puesta en escena de la economa informal,
heredera directa de la culebrera nacional, recogida en
Europa principalmente con caligrafas macondianas. En medio
de esos espacios se puede topar con los personajes ms raros
y simpticos que la estereofona callejera puede ofrecer. En
ellos una estricta convivencia entre lo que se intercambia
por dinero, comprndolo o vendindolo, y aquello que se
trueca por ciertas cantidades de sinceridad.
La arquitectura tambin es preeminente en la breve historia
ocupada o no por mi presencia. Las frutas coloridas
reemplazan un poco el aroma que dicen impregnaba el horizonte
de antao. Se me ocurre, en otro momento en que parezco
dormir la realidad, que hay que ser como un techo con
goteras, dejar filtrar ideas de diferentes calibres,
consentir en capturar la realidadprecipitable y, si bien no
bogrsela de un sorbo, por aquello de la higiene que debe ser
otro cuento, al menos s baarse con ella. Aqu es la
arquitectura la que me habla, esas piezas de repostera
vitalicia que se desmoronan en medio de la impvida
consecucin de los tiempos. Esa podra ser la ltima cosa de
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esta pequea lista, ya nostlgica, bien sea por los hierbajos
y plntulas que intentan traducir su vitalidad a esos
escenarios de olvido, bien porque hay algo tambin muy
hermoso en la descomposicin, el desorden y lo destruido, que
es lo que esperaba de m en ese momento, al pasar por aqul
vericueto de angustia que jams haba pisado. La voz de laperenne fugacidad de lo que transcurre casi en silencio hacia
su destierro inmemorial, metafocntrico, intransifuso,
esquzolado. Qu ms se poda decir?.
Caminando hacia una muerte horrenda comenc a pensar en mi
pasado, en si lo que haba vivido haba sido bueno. Conclu
que s, que mereca seguir llevando una forma de vida tan
digna y experimental, y termin por convencerme a duras penas
de que se trataba de un apreciable don el que se me
permitiera ver, tan en detalle, la perfeccin de lo que erami vida y cmo vala la pena vivirla. El problema con ese
razonamiento es que yo nunca haba perdido de vista lo mucho
que me gustaba vivir, a pesar de las bohemias revoluciones de
la juventud en que se sola apostar mucho ms de lo que se
estaba dispuesto a aceptar. La primera vez que me top con
vagabundos de una errabundez diferente a la que yo estaba
acostumbrado, stos tenan apenas unos aos, fue en el
teatrino de La Tertulia en Cali, Haba unos jazzistas y en
general en los principales restaurantes del barrio El Pen,
colindante, haba grupos tocando, era una especie de festival
gastronmico para atraer pblico, gust tanto que tiempo
despus se anclara el Festival de blues a la fiesta de la
msica que organizaban las academias de bellas artes.
Antes del blues macerado en tabaco y luego del blues a do
fue un plato de digestin exquisita que me hizo considerar
una vez ms, que la vida resulta a veces diametralmente
cinematogrfica. A mi lado haba, entre otros especmenes,
una mujer extraada por las interpretaciones ms del corte
del rock experimental y el Vitim, y dos jovencitos
estereotipados de asfalto e intemperie, descalzos, con poca
ropa, ojos curiosos, musical impedancia, arritmia
desembasada. Recuerdo tambin que haba un showmen, personaje
entrado en interesancias y muy formado en el mundo del
espectculo y los trasiegos apabullantes, con una propensin
por la fiable conducta del desenfado, una pluma de guila
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flotaba sujeta a su guitarra. Un blusero a lo antiguo,
condicionado por la interaccin y la facilidad idiomtica.
Cuando habl con su acento estofado: esta es mi primera vez
en su pas etc. ...lo bello de su magnfica ciudad etc. uno
de los dos chicos habitantes de la calle (gamines, solan
llamarlos), dijo: Huy, ese marica es del otro lado?
Curiosamente ese otro lado se abri con el improvisado acento
de los tu y yo, cuando el blusero con la pluma de guila
habl, su visin vocal del origen del blues, una oracin
forjada en calor de cuerpos y pasin delirante, realmente
encontr la sencilla manera de llegar a la medida de lo
conmovedor, desde la otra orilla del Misisipi, ese otro lado
realmente, y yo no pude dejar de pensar en ese instante, que
a veces la vida, resulta diametralmente cinematogrfica. Pero
si ese pensamiento me sirvi en aquel momento de desvalacultural en la que crea hallarme, no tengo la menor
referencia de de sus efectos, slo presumo que me dot de un
aire melanclico muy adecuado para atravesar el cordn de
miseria que creaban hombres y mujeres a mi alrededor, y
pienso que tambin un perro cre ver. De regreso de La
Tertulia, me encontr con un par de viejos, uno de ellos de
crneo rapado, llevaba una hermosa papaya gigante, la cargaba
con la esttica potencia plstica de su brazo izquierdo, a la
manera de los meseros que pueden llevar cantidades
descomunales de cerveza y otros lquidos ambrosacos, sobre
elpticas bandejas de diseo aerodinmico. Mientras cruzaba a
los viejos y a la atractiva papaya, se abra una brecha
tropical auspiciada por la inconfundible traza de un Son
cubano, en clave de madera, tabaco y ron, desde una de las
casas inmediatas.
Era un ritmo que algo tena que ver con la msica que escuch
en el lugar de los toldos y bohos hebreos, atisbando los
grupos en busca de compaa. De pronto di con un joven que
ofreca su poesa en forma de un libro, una mujer que estaba
en el lugar me precis mientras el poeta ofreca su libro a
otros visitantes, que vena de una gira por Alemania, y
empec a sentirme como un pichn en ruta de caer en una
estafa, as que a riesgo de perder una oportunidad de
acostarme con la llamativa informante me alej entre la
multitud. Encontr refugio junto a un montn de jovencitas
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que desenfrenadamente se besaban y beban vino en cajas de
cartn. Aquel lugar me encant y me puse a reflexionar. En
poco tiempo habra podido seleccionar material para publicar
al menos tres libros como el que haba visto, la idea me
interes lo suficiente y los siguientes meses me apliqu a la
tarea de examinar mis notas.
Mientras tanto en el resquicio fatal metropolitano y
capitalino en el que ya empezaba a sentir mi cercana
descomposicin, imaginaba que poda resultar poco habitual
que alguien metido de lleno en los cabales estilsticos de
las clases sociales, considerara pasear por aquel laberinto
unidireccional con la tranquilidad de un lugareo. Al igual
que en las ocasiones en que me atravesaba el Distrito donde
crec, cuna de malandrines y sospechosos segn se publicitaba
al otro lado de la frontera, un extrao aplomo apareci ysegu el camino de los vericuetos como si se tratara de mi
patio trasero, adentrndome cada vez ms en la desesperanza.
Sin embargo nadie hizo nada por alterar el estado de precario
flujo citadino en el que se encontraban sus pobladores, ni un
slo atisbo de rudeza, ni un esquivo gesto de intromisin al
extrao que se adentraba en sus dominios. Camin por la calle
para invadir lo menos posible los espacios intervenidos quiz
ms por el hambre que por la necesidad.
A medida que avanzaba el abandono se iba acrecentando y hacaun poco incmoda la marcha, que ya para ese momento me
pareca destinada a convertirse en tema para un artculo sin
valor en la plana sin importancia de algn miserable diario
local. "Y as termin sus das este desconocido bohemio, que
un buen da entreg su ltimo aliento en una pauprrima
grieta bogotana, se desconocen los motivos que alteraron sus
ltimos das, por lo dems su cordura siempre estuvo en
entredicho, en medio de sus pares se comportaba como un
segregado intolerable, deja algunos apuntes de valor
filosfico y un inestimable compendio de notas al azar en las
cuales se perfila exquisitamente, el sensual desbarajuste de
una generacin sin disciplina". La ilusin de seguridad se
volva ms etrea mientras avanzaba por un alrededor que
pareca juzgar poco interesante el querer percatarse de mi
presencia.
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La calle perdida
Tal como empez el hechizo se desmoron, cuando pis los
empiedres rectangulares de una calle con apariencia de postal
me di vuelta para mirar. Como si se lo hubiera tragado el
miedo no haba rastro del lugar. Conced el fenmeno a que
siempre me he conducido con la percepcin del tiempo en medio
de una relacin muy especial, que me suele aislar de lasconvenciones con que se interpreta la duracin de las cosas.
Al retomar un camino conocido conjetur sobre el intenso
momento que me acababa de procurar con mi aleatorio sentido
de orientacin, cre intuir la proximidad de las brechas que
separan a las personas y que se rompen como delicadas
caperuzas al contacto con un momento de contemplacin, y no
haba sido precisamente yo quien estaba contemplando.
Mientras arrastraba mis huesos lo mejor que poda, lejos de
aquel tabique de malaventura, sus habitantes, una poblacin
en denso cauce e imperecedera vigilia, que ms parecan la
escenografa de una pelcula de posguerra, se saludaron entre
s con el sabor en los ojos de las cosas inhabituales. Falt
poco para que cualquiera de aquellas personas entre las que
caminaba me diera muestras de hospitalidad, sin embargo en
aquellas proximidades olvidadas de dios, me era difcil
reconocerme con la ilusin de tranquilidad que brinda lo
usual y lo tpico en las aglomeraciones metropolitanas.
Se dice que las personas arrastramos con una cierta carga de
coherencia, lo que permite conjurar la presencia ms o menos
constante de la identidad, herramienta con la cual se
establecen derroteros de comportamiento acordes con cada
escenografa de referencia de las que se guarde memoria. Yo
haba tenido la fortuna de crecer en un entorno complicado y
conoca la exaltacin mortuoria de quienes se hallaban a su
suerte, y que de una manera no tan desconocida iban creando
estos cnclaves apcrifos del proyecto sociedad,
improbablemente frecuentados por quienes prefieren conducirse
dentro de apretados esquemas de prudencia. Una noche me hequedado dormido con este recuerdo, he pensado en la imagen de
aquel da de conversatorios y ceremonia, yo atravesaba una
esquina y apareca por ese costado de la calle, y pas de
largo casi sin mirar, promet que si sala vivo del agujero
en el que crea haber cado iba a follarme a todas las
mujeres que me encontrara, les hara la tarea ms fcil y
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ahorrara tiempo, realmente haba desperdiciado tiempo en una
escritura estril y desfundamentada. Tom a conciencia mi
juramento y por una buena temporada me dediqu en cuerpo y
alma a cumplir mis votos hasta que un buen da pas por la
misma calle y not un tipo de abandono ms conocido, me cost
reconocerla, fue entonces cuando mis propios rituales deexilio comenzaron.
En cierto momento de mi vida dej de escribir, me volv un
experto en dormir mucho y en esa tarea tuve mucha ayuda, pero
el esfuerzo me produca un hambre de dinosaurio, y entend
que uno se alimenta tambin de palabras como ellas a su vez
lo hacen de nosotros, que el destrozamiento es mutuo para
poder transmutarse en una lengua. Un antiguo proverbio chino
consigna una idea sobre la filosofa del desapego, una
posible interpretacin lo traduce de esta manera: quien amaverdaderamente no puede ni rer ni llorar, vibra al alba con
los primeros rayos de sol, saborea el aliento de la miel en
los jardines, inflama sus pulmones con el perfume del ser
amado, deja que el agua le acaricie los pies y que la luna
toque sus pupilas y en su asombro se halla permanente.