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La Carta de Jamaica PUBLICADO POR PCTEC-21 EN 16:34 El 6 de setiembre de 1815, en Kingston, donde se hallaba asilado, Bolívar escribe la célebre Carta de Jamaica, dirigida a «un caballero de esta Isla», que resultó ser, según meticulosas investigaciones, Henry Cullen. En esta profética carta, Bolívar analiza la situación de Venezuela y atisba el futuro de toda América con una fidelidad asombrosa, producto de sus claros conceptos sociológicos, por lo que ha sido llamado «el primer sociólogo americano de su tiempo». ANALISIS DE LA CARTA DE JAMAICA (ALBERTO ARIAS AMARO) De los escritos dejados por El Libertador durante su exilio en Jamaica, ninguno tan importante ni de tanta trascendencia como su

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La Carta de JamaicaPUBLICADO POR PCTEC-21 EN 16:34 

El 6 de setiembre de 1815, en Kingston, donde se hallaba asilado, Bolívar escribe la célebre

Carta de Jamaica, dirigida a «un caballero de esta Isla», que resultó ser, según meticulosas

investigaciones, Henry Cullen.

En esta profética carta, Bolívar analiza la situación de Venezuela y atisba el futuro de toda

América con una fidelidad asombrosa, producto de sus claros conceptos sociológicos, por lo

que ha sido llamado «el primer sociólogo americano de su tiempo».

ANALISIS DE LA CARTA DE JAMAICA

(ALBERTO ARIAS AMARO)

De los escritos dejados por El Libertador durante su exilio en Jamaica, ninguno tan importante

ni de tanta trascendencia como su carta de fecha 6 de septiembre de 1815, conocida con el

nombre de CARTA DE JAMAICA. Este documento aparece en las obras de El Libertador bajo

el título de "Contestación de un americano meridional a un caballero de esta isla"; y aunque

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durante muchos años se creyó que el destinatario había sido un personaje imaginado por

Bolívar, una meticulosa investigación ha dejado aclarado que el destinatario fue el Sr. Henry

Cullen, vecino del puerto de Falmouth, al norte de Jamaica.

Muchos elogios se han escrito para El Libertador en torno a la Carta de Jamaica, basándose

unos en la claridad del análisis de los acontecimientos a que se refiere; a la certeza de las

ideas sociales que expone; al conocimiento profundo de la realidad hispanoamericana que

revela o a la facultad de prever el futuro de nuestros países. Se ha insistido tanto en este

último aspecto, que a veces se olvidan otros no menos importantes o quedan opacados por la

fascinación que produce el acierto con que El Libertador predijo entonces el futuro de los

países de Hispanoamérica. Esto ha dado origen al nombre de "Carta Profética", como también

se conoce el documento.

Los aspectos más importantes de que trata la Carta de Jamaica, son los siguientes:

1. Presenta un panorama general de la guerra de independencia a fines de 1815. Los realistas

dominaban la mayor parte de sus antiguas colonias (Venezuela, Nueva Granada, Quito, Perú,

Cuba, Puerto Rico). En Chile y México la situación no se había decidido; y sólo en el Río de

La Plata habían triunfado los independientes.

A pesar de este balance negativo, El Libertador expresa su seguridad y confianza en el triunfo

definitivo de la causa patriota. Dice al respecto:

"Porque los sucesos hayan sido parciales y alternados, no debemos desconfiar de la fortuna.

En unas partes triunfan los independientes, mientras que los tiranos en lugares diferentes

obtienen sus ventajas, y ¿cuál es el resultado final? ¿No está el Nuevo Mundo entero

conmovido y armado para su defensa?

El suceso coronará nuestros esfuerzos porque el destino de América se ha fijado

irrevocablemente."

El Libertador considera la revolución de independencia como un hecho irrevocable, que no

podía volver atrás, y que a pesar de los fracasos sufridos, terminaría con la victoria definitiva

de la causa independiente.

2. En la Carta de Jamaica, El Libertador critica duramente el sistema colonial y señala la

incapacidad de España para seguir manteniendo su dominación en América.

En sus críticas al sistema colonial, El Libertador señala como aspectos negativos la conducta

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de los españoles con la población americana, desde las "barbaridades" cometidas contra los

indígenas a partir del descubrimiento, hasta las "atrocidades" que hablan puesto en práctica

durante la guerra de independencia. Y al denunciar estos hechos, El Libertador se apoyaba en

testimonios de los propios españoles, entre otros el Padre Bartolomé de Las Casas, quien

fuera uno de los primeros en denunciar el carácter inhumano de la colonización española.

En cuanto a la incapacidad de España para mantener su dominio en las colonias, El

Libertador emite juicios acertados sobre las condiciones económicas, sociales y políticas de la

metrópoli que justificaban aún más el movimiento de independencia.

"Que demencia la de nuestra enemiga, pretender reconquistar la América, sin marina, sin

tesoro y casi sin soldados, pues los que tiene apenas son bastantes para retener a su propio

pueblo en una violenta obediencia..."

"¿Podrá España hacer el comercio exclusivo de la mitad del mundo, sin manufacturas, sin

producciones territoriales, sin artes, sin ciencias, sin política?".

Según El Libertador, España no estaba en condiciones de atender el comercio de sus

colonias. El comercio español fue en gran parte un comercio de comisión. Compraban las

mercancías a otros países europeos y luego las revendían en sus colonias. Las

consecuencias de este sistema fueron la escasez y los altos precios, y el desarrollo del

contrabando, que en muchos casos fue superior al comercio legal. Todo esto tuvo su origen

en la política económica de España, que durante siglos se orientó a la búsqueda de metales

preciosos y su atesoramiento y al monopolio comercial, descuidando la industria y la

manufactura. Estas circunstancias determinaron que a la postre el mercado colonial quedara

indirectamente al servicio de otros países, en donde el mercantilismo se orientó hacia el

desarrollo de la industria, la navegación y el comercio, a objeto de lograr una balanza

comercial positiva. España no podía, pues, continuar usufructuando un comercio que no podía

satisfacer y cuyos beneficios tenían que pasar a manos de los nuevos países y de las

naciones extranjeras que estuvieran en condiciones de atenderlo.

En cuanto a la situación política de España a la cual también hace referencia El Libertador en

la Carta de Jamaica, era igualmente desfavorable para la causa realista. En efecto con la

restauración vino al trono Fernando VII, quien desconoció la Constitución de 1812 dictada por

las Cortes españolas durante la guerra. Fernando restableció los privilegios y volvió al

gobierno absolutista. Estas medidas, unidas al malestar económico y al descontento que

producía la guerra con las colonias, dio origen a un movimiento liberal revolucionario en

España, que culminó hacia 1820 con la proclamación de la Constitución, el establecimiento de

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impuestos al clero y la nobleza, suprimió la inquisición y tomó otras medidas de clara

orientación liberal. Este movimiento fue sofocado con la intervención de la Santa Alianza, que

junto con el ejército organizado por la reacción española, aplastaron al movimiento liberal y

restauraron el absolutismo. A estas circunstancias aludía El Libertador en la Carta de

Jamaica, al decir que España pretendía "reconquistar la América... casi sin soldados, pues los

que tiene apenas son bastantes para retener a su propio pueblo en una violenta obediencia".

3. En la Carta de Jamaica, El Libertador hace un llamado a las naciones extranjeras para que

ayuden a la independencia de las colonias españolas.

Las demandas de ayuda se dirigían, en primer término, a Inglaterra; y en segundo término, a

los Estados Unidos. A Inglaterra, por su tradicional rivalidad con España por el control del

comercio colonial. En muchas oportunidades Inglaterra trató de apoderarse de territorios

coloniales españoles, y ayudó militar y económicamente a los colonos en sus intentos de

independencia. Además, siendo Inglaterra la primera potencia industrial de su época, era la

nación que con más propiedad podía servir las necesidades del comercio de los nuevos

estados.

En cuanto a los Estados Unidos, era de esperar que ayudaran al conflicto; primero, por ser un

país vecino, que treinta años antes había conquistado su independencia y servido de ejemplo

a las demás colonias americanas; segundo, porque les interesaba que se afirmara en América

un sistema de estados independientes como garantía de su propia seguridad; y tercero, por

los beneficios económicos que obtendrían al poder participar en el comercio con los nuevos

estados.

Sin embargo, la política tradicional de Inglaterra había cambiado con la entrada de España en

la lucha contra Napoleón. El gobierno inglés retiró su ayuda a los revolucionarios

hispanoamericanos, a quienes venia auxiliando en sus intentos separatistas; y a partir de 1810

se negó a reconocer el gobierno de la Junta Suprema de Caracas. La política de Inglaterra en

aquellos años de guerra contra Napoleón era la de garantizar la integridad del imperio colonial

de su aliada España.

Con la derrota de Napoleón, 1815, la política inglesa debía volver a su antiguo cauce y ayudar

a la independencia de las colonias españolas, por ser lo más conveniente a los intereses de

Inglaterra. En este sentido, El Libertador trataba de estimular el cambio, y ofrecía ventajas

económicas a los ingleses y en general a todos los países extranjeros que ayudarán a la

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causa patriota.

En cuanto a Estados Unidos, su política era de neutralidad en el conflicto de las colonias con

España. Esta política en la práctica, favorecía al bando español, por la libertad de acción

internacional que disfrutaba frente al aislamiento y a la falta de reconocimiento de los países

hispanoamericanos. Y así lo habían denunciado los patriotas, desde comienzos del

movimiento de independencia. El enviado del gobierno de la Junta Suprema a Estados

Unidos, Telésforo Orea, escribía al gobierno de Caracas lo siguiente: "Usted sabe muy bien

que este gobierno, como todos los del mundo, no trata más quede su propio interés". En este

caso, el interés del gobierno norteamericano era mantener su neutralidad en el conflicto y

aprovechar sus relaciones comerciales con ambos bandos.

A estas cuestiones relacionadas con la ayuda exterior se refería El Libertador en las

siguientes frases de la Carta de Jamaica:

"La Europa misma, por miras de sana política, debería haber preparado y ejecutado el

proyecto de la independencia americana, no sólo porque el equilibrio del mundo así lo exige,

sino porque éste es el medio legítimo y seguro de adquiriese establecimientos ultramarinos de

comercio...

Sin embargo... no sólo los europeos, pero hasta nuestros hermanos del norte se han

mantenido inmóviles espectadores de esta contienda...".

No hay dudas que la independencia de las colonias españolas dependía en gran parte de la

situación internacional, de la correlación de fuerzas entre las potencias europeas. Y la ayuda

que buscaban los patriotas se justificaba, entre otras, por las siguientes razones: primero, por

las ventajas recíprocas que obtendrían los nuevos países y las naciones que los ayudaran, las

cuales iban a conseguir un amplio mercado para el comercio y la colocación de los productos

de su industria; segundo, por la incapacidad económica y política de España para mantener

aquel inmenso imperio colonial; y tercero, porque la formación de los nuevos estados

significaría un factor importante para el equilibrio político internacional.

4. En la Carta de Jamaica, El Libertador señala las causas principales del movimiento

emancipador.

La Carta de Jamaica es, sin duda, uno de los primeros documentos en los cuales se analizan

las causas de la independencia hispanoamericana. Tales causas fueron, según El Libertador,

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las siguientes:

a) Políticas: Los hispanoamericanos estaban privados de derechos políticos.

Los colonos, dentro del sistema español, carecían de lo que El Libertador llama "el derecho a

ejercer la tiranía activa". Se les privaba del derecho elemental de gobernarse a sí mismos. El

Libertador considera que ésta fue una de las causas de descontento que provocaron el

rompimiento con España, el no haber podido los hispanoamericanos "siquiera manejar

nuestros asuntos domésticos en nuestra administración interior". A este respecto, El

Libertador dice en la Carta lo siguiente:

"Estábamos abstraídos y ausentes del universo en cuanto es relativo a la ciencia del gobierno

y administración del estado. Jamás éramos Virreyes, ni gobernadores, sino por causas muy

extraordinarias; Arzobispos y Obispos pocas veces; diplomáticos nunca; militares sólo en

calidad de subalternos; nobles sin privilegios reales; no éramos, en fin, ni magistrados, ni

financistas y casi ni aún comerciantes: todo en contravención directa de nuestras

instituciones".

Es importante observar que El Libertador reivindica estos derechos al gobierno y

administración de las colonias para la clase de los criollos, a los cuales caracteriza como

"naturales del país originarios de España"; "americanos por nacimiento que disputaban sus

derechos a los indios y a los dominadores españoles". El Libertador hablaba a nombre de los

criollos, quienes constituían la "sociedad nueva en casi todas las artes y ciencias, aunque en

cierto modo vieja en los usos de la sociedad civil". La experiencia civil de que habla El

Libertador no era la de los indios, ni siquiera la de los pardos, sino la de la oligarquía territorial

que se formó al influjo de las luchas civiles de los cabildos, a través de las cuales se fueron

definiendo sus intereses y su conciencia de clase.

b) Económicas: El monopolio comercial y las prohibiciones y restricciones económicas, que

impedían el desarrollo de las colonias.

España mantuvo sus colonias como "coto cerrado" en beneficio de la economía peninsular. Se

prohibió el comercio con otros países y se impuso estricta vigilancia para impedir el

contrabando. Se prohibía el comercio entre las propias colonias. Se estableció un riguroso

control de la navegación, mediante la autorización de ciertos puertos para el comercio.

Además de esto, se prohibía la siembra de frutos europeos. Se prohibía establecer en las

colonias fábricas de paños y otros artículos, para que tuvieran que ser comprados a los

comerciantes peninsulares. Toda esta política económica estaba dirigida a convertir la

economía de las colonias en una economía complementaria de la economía española. A este

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respecto, El Libertador dice en la Carta lo siguiente:

"Los americanos, en el sistema español... no ocupan otro lugar en la sociedad que el de

siervos propios para el trabajo, y cuando más, el de simples consumidores, y aún esta parte

coartada con restricciones chocantes: tales son las prohibiciones del cultivo de frutos de

Europa, el estanco de las producciones que el rey monopoliza, el impedimento de la fábrica

que la misma península no posee, los privilegios exclusivos del comercio hasta de los objetos

de primera necesidad, las trabas entre provincias y provincias americanas, para que no se

traten, entiendan ni negocien..".

5. En la Carta de Jamaica, El Libertador predice el futuro de los países hispanoamericanos, y

opina sobre la forma de gobierno que debían adoptar.

El futuro político de los países hispanoamericanos es objeto de la preocupación del Libertador,

quien al respecto se plantea las siguientes cuestiones: ¿Debían las antiguas colonias unirse

en un solo Estado? ¿Se organizarían repúblicas o monarquías?.

El Libertador consideraba que en aquellos momentos no era posible unir todos los países

hispanoamericanos en una sola nación, no porque no fuera partidario de la unificación de

Hispano América, sino porque "climas remotos, situaciones diversas, intereses opuestos,

caracteres desemejantes dividen a la América".

En el mismo párrafo, escribe lo siguiente:

"Es una idea grandiosa pretender formar de todo el Nuevo Mundo una sola nación con un solo

vínculo que ligue sus partes entre sí y con el todo. Ya que tienen un origen, una lengua, unas

costumbres y una religión, debería, por consiguiente, tener un solo gobierno que confederase

los diferentes estados que hayan deformarse".

El Libertador era partidario, pues, de la unidad de los países hispanoamericanos, ligados entre

sí históricamente por el origen, la lengua, las costumbres, la religión.

La paternidad de la idea de unir a América Española en un solo estado corresponde al

Precursor Francisco de Miranda, quien en 1790 propuso formar con todas las colonias una

monarquía bajo la autoridad de un Inca. En 1815, El Libertador descarta parcialmente estas

ideas mirandinas: la vasta extensión del territorio, la diversidad de climas, el aislamiento de

regiones tan distantes, y, en particular, los intereses opuestos de los grupos regionales,

impedían llevar a cabo idea tan grandiosa. Era una idea más realizable, formar uniones

regionales, unir secciones más pequeñas de aquel inmenso territorio y establecer lazos que

ligaran las distintas porciones así organizadas. En los párrafos transcritos, encontramos un

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buen antecedente del Congreso de Panamá, convocado y reunido por El Libertador en 1826,

como un intento para unir los países hispanoamericanos y asegurar su independencia.

Y encontramos también un antecedente directo de la creación de la República de Colombia,

realizada a partir de 1819 en el Congreso de Angostura. En efecto, El Libertador, al referirse al

futuro de Venezuela y Nueva Granada, dice lo siguiente:

"La Nueva Granada se unirá con Venezuela, si llegan a convenirse en formar una república

central, cuya capital sea Maracaibo, o una nueva ciudad que, con el nombre de Las Casas, en

honor de este héroe de la filantropía, se funde entre los confines de ambos países...

Esta nación se llamaría Colombia, como un tributo de justicia y gratitud al creador de nuestro

hemisferio. Su gobierno podrá imitar al inglés, con la diferencia de que en lugar de un rey,

habrá un poder ejecutivo electivo, cuando más vitalicio y jamás hereditario, si se quiere

república; una cámara o senado legislativo hereditario, que en las tempestades políticas se

imponga entre las olas populares y los rayos del gobierno; y un cuerpo legislativo, de libre

elección, sin otras restricciones que las de la cámara baja de Inglaterra..."

Descartada, pues, la idea de un solo estado, El Libertador prevé la formación de 17 naciones

en el territorio hispanoamericano; y difiere también de Miranda en la forma de gobierno que

debían adoptar los nuevos estados. El Libertador era Partidario decidido del sistema

republicano. Rechaza toda idea de crear monarquías en la América antes española. Según él,

el sistema republicano está más de acuerdo con las necesidades de los nuevos estados,

"ansiosos de paz, ciencias, artes, comercio y agricultura".

Las monarquías buscan el aumento del poder, la riqueza, la autoridad y a la conservación de

estos objetos por medio de la guerra y la conquista contra sus vecinos. Los países

hispanoamericanos, recién salidos de la colonia, necesitaban de un sistema político que los

ayudara a superar el atraso institucional, la inexperiencia política, a lograr la paz y el progreso

económico y social. Para estos fines, quería Bolívar que se establecieran repúblicas aunque,

pensaba que "se fundarían monarquías casi inevitablemente en América".

El Libertador estuvo siempre en el centro de esta polémica sobre monarquía o república, que

fue una de las más interesantes en el proceso ideológico de la independencia. El ejemplo

norteamericano y la revolución francesa, ofrecían asideros sólidos en favor de la república;

mientras, por otra parte, el supuesto atraso cultural, la ignorancia, falta de virtudes en el

pueblo, fueron argumentos de quienes sostenían que nuestros pueblos eran incapaces de

gobernarse por sí mismos, y, por tanto, inaptos para el gobierno republicano. Argumentaban,

además, que las grandes potencias de Europa verían con mejores ojos la formación de

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monarquías América. Consecuente con sus ideas políticas, El Libertador pensaba que dentro

de un régimen republicano sería más fácil elevar el nivel cultural y material de nuestros

pueblos, sacarlos del atraso y lograr para ellos la paz necesaria para organizar sus

instituciones y superar las devastaciones dejadas por la guerra. Pensaba, además, que la

composición étnica, el carácter mestizo de nuestros pueblos, debía contar con un sistema de

gobierno que estimulara la marcha hacia la igualdad social y la democracia.

6. En la Carta de Jamaica, El Libertador se refiere al régimen político y a la naturaleza de los

gobiernos que se debían adoptar en Hispanoamérica.

El Libertador rechaza el sistema federal de gobierno y se pronuncia a favor del centralismo.

Considera que la América Española no estaba preparada para separarse de la metrópoli, y

como consecuencia de la crisis ocurrida en la península, los americanos han pasado, "sin los

conocimientos previos, ni la práctica de los negocios públicos, a desempeñar funciones de

gobierno". "Las instituciones perfectamente representativas no son adecuadas a nuestro

carácter, costumbres y luces actuales". Las instituciones de gobiernos liberales y perfectas se

logran en sociedades civiles basadas en la justicia, la libertad y la igualdad, y nosotros

estábamos distantes de poseer tales bienes cuando apenas recién salíamos de las cadenas.

Por lo tanto, no estábamos en condiciones de practicar un gobierno perfecto como el federal.

Para llegar a tanto, se necesitaba la práctica y la experiencia civil política de la cual

carecíamos. Era preciso organizar los nacientes estados bajo un régimen político intermedio,

a través del cual se pudiera lograr la unidad y formar los talentos y virtudes que se requieren

para el ejercicio de sistemas populares de gobierno.

"Los estados americanos ha menester de los cuidados de gobiernos paternales que curen las

llagas y las heridas del despotismo y la guerra".