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ASOCIACIÓN DE CERAMOLOGÍA Actas del XIV CONGRESO ANUAL DE LOS CASTROS A SARGADELOS Del 2 al 4 de octubre de 2009 Museo dos Oleiros, Santa Cruz. Oleiros - A Coruña LA CERÁMICA EN GALICIA:

LA CERÁMICA EN GALICIA: DE LOS CASTROS A … · Desde la Asociación de Ceramología aco-gimos con ilusión y con gran interés la pro-puesta de realizar nuestro XIV Congreso anual

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ASOCIACIÓN DE CERAMOLOGÍAActas del XIV CONGRESO ANUAL

DE LOS CASTROS A SARGADELOS

Del 2 al 4 de octubre de 2009Museo dos Oleiros, Santa Cruz. Oleiros - A Coruña

LA CERÁMICA EN GALICIA:

Editor: Asociación de Ceramología

Coordinadora: Susana González Amado

© de esta edición: Asociación de Ceramología

© de los artículos: Los autores, 2011

© de las fotografías: Los autores, 2011

Diseño gráfico: mazairagrafismo, sl

Impresión: Alva gráfica, sl

ISBN: 978-84-693-9525-7

Depósito legal: C 54-2011

Patrocinadores:

XUNTA DE GALICIAConsellería de Economía e Industria Dirección Xeral de ComercioFUNDACIÓN CENTRO GALEGO DA ARTESANÍA E DO DESEÑODEPUTACIÓN DA CORUÑACONCELLO DE OLEIROSCONCELLO DE MALPICA DE BERGANTIÑOSCONCELLO DE MESÍA

Colaboradores de las jornadas:

SARGADELOSTERRANOVA INTERPRETACIÓN Y GESTIÓN AMBIENTAL, SL.CERÁMICAS EL PROGRESO

El presente volumen recoge ponencias y comunicaciones presentadas en elXIV Congreso de la Asociación de Ceramología celebradas en Oleiros - A Coruña(2009)

Comité organizador:

Luciano García AlénSusana González AmadoJosefa Rey Castiñeira

Comité científico

Jaume Coll ConesaLuciano García AlénJosep Pérez CampsJosefa Rey CastiñeiraAlfonso Romero

Primera edición, enero de 2011

Ninguno de los textos y fotografías de esta publicación puede ser reproducido,almacenado o transmitido de ninguna manera ni por ningún medio o sistema,sin la autorización previa y escrita del editor.

ASOCIACIÓN DE CERAMOLOGÍAActas del XIV CONGRESO ANUAL

DE LOS CASTROS A SARGADELOS

Del 2 al 4 de octubre de 2009Museo dos Oleiros, Santa Cruz. Oleiros - A Coruña

LA CERÁMICA EN GALICIA:

Del 2 al 4 de octubre de 2009 Galicia acogióla celebración de la XIV edición del con-greso anual de la Asociación de Ceramolo-gía, un encuentro de intercambio cultural yprofesional, dedicado a la evolución histó-rica de la cerámica en Galicia, una trayecto-ria en la que, sin duda, me gustaría reconocerel papel fundamental de la tradición alfarerade nuestra comunidad.

Gracias a las conferencias recogidas en estostextos, se puede trazar un recorrido a travésdel patrimonio cerámico y alfarero gallego,desde los documentos arqueológicos, pa-sando por las alfarerías tradicionales, llegandohasta nuestros artesanos contemporáneos eincluso hasta una industria cerámica de pres-tigio como Sargadelos.

Bajo el título “La cerámica en Galicia: de loscastros a Sargadelos”, la Asociación de Ce-ramología pudo realizar un análisis de nues-tro patrimonio cerámico desde todos lospuntos de vista: histórico, artístico, etnográ-fico, arqueológico, antropológico, econó-mico y tecnológico.

Por eso, desde la Consellería de Economía lacelebración de este congreso, que ademáscontribuye también muy positivamente a fo-mentar el turismo cultural en Galicia, puestoque las charlas se complementaron con visi-

tas guiadas a lugares de interés de la provin-cia de A Coruña, fundamentalmente a mu-seos con fondos cerámicos, convertidos portanto en puntos de interés turístico que im-pulsarán la dinamización social y económicade estas localidades.

Desde el Gobierno gallego dirigimos nues-tros esfuerzos hacia la promoción de la arte-sanía en todas sus vertientes, especialmenteen lo referido a la vinculación de los oficiosartesanales con los hábitos comerciales, la re-cuperación, documentación y mantenimientode actividades artesanales que, por su tradi-ción o cualidades singulares, están considera-das parte integrante del patrimonio artesanalde Galicia, como es el caso de este encuentroanual de la Asociación de Ceramología.

El hecho de que Galicia haya sido el lugarescogido para esta celebración en el año2009 constituye un factor de gran relevan-cia y reconocimiento para el sector artesa-nal gallego y especialmente para la artesaníacerámica. Es una gran satisfacción compro-bar la gran acogida a este congreso por partedel sector, lo que ha permitido crear un es-pacio de intercambio cultural y profesionalque, sin duda, redundará en el avance y con-solidación de la cerámica gallega como unsector de calidad, que cuenta con una baseprofesional sobradamente contrastada.

Javier Guerra Fernández

Conselleiro de Economía e Industria

XIV Congreso de ceramología 5

Desde la Asociación de Ceramología aco-gimos con ilusión y con gran interés la pro-puesta de realizar nuestro XIV Congresoanual en Galicia sobre el tema “La cerámicaen Galicia: de los Castros a Sargadelos”. Laocasión suponía analizar, profundizar en elconocimiento y difundir el excepcionalpapel histórico de Galicia en la historia ce-rámica de España, y por ello las ponenciasabarcaron una amplia visión general. El pri-mer aspecto se centró en el extraordinarioepisodio creativo castreño, bisagra entre elmundo mediterráneo y el Atlántico, puentecultural y comercial hacia productos bási-cos del desarrollo de nuestra civilización yfoco de innovación y de creación plásticasin igual, magistralmente tratado por JosefaRey Castiñeira. Una segunda ponencia acu-dió al encuentro con la tradición secularque hunde sus raíces en aquellos remotostiempos y que ha sido celosamente preser-vada en Galicia a través de su alfarería po-pular, sabiamente estudiada y divulgada porLuciano García Alén en una labor pionera,constante y ya longeva, que nos ha traído ala luz esos aspectos, como ha hecho en sumás pragmático quehacer profesional alservicio de la vida humana. Naturalmente,la tercera se centró en el fenómeno de in-dustrialización y renovación que supuso lafundación de la fábrica de loza de Sargade-los, analizado por Eva Vidal Pan. La últimaponencia nos acercó al particular lenguaje ymodo de vida de los cabaqueiros y se debióa Juan Martínez Tamuxe. Y junto a ellos, elencuentro con Isaac Díaz Pardo, personaque ha encarnado el espíritu de regenera-ción en el lenguaje estético, de avance so-

cial en relación con la cerámica y muchomás desde el Laboratorio de Formas deGalicia y del Seminario de Estudios Cerá-micos de Sargadelos, el Museo Carlos Ma-side y la fundación de diversas experienciasfabriles que convergieron en la creación dela actual Cerámica de Sargadelos. El acer-camiento a la actualidad se completó conla visita de la primera factoría de Cerámicado Castro, que hoy prosigue bajo aquellafirma, y de Cerámicas el Progreso, de lasque esperamos superen este momento con-vulso que vive la cerámica deseándoles lomejor. El Congreso supuso mucho más, yaque conocimos un sinfín de aspectos de in-vestigaciones iniciadas recientemente,sobre Pontecesures, heredera industrial delos caminos emprendidos por Sargadelosun siglo antes, sobre la fábrica de loza deDorneda, sobre las telleiras y los cabaque-rios, aspectos que en sí encierran muchosmás conocimientos y experiencias que am-plían y magnifican la historia conocida deese territorio entrañable. Pero mucho másgrato fue descubrir el esfuerzo en iniciati-vas públicas de custodia, protección de laherencia cultural y difusión del patrimoniocerámico a través de colecciones, centrosde interpretación y museos, que realizan díaa día los concellos de Oleiros, Mesía o Mal-pica de Bergantiños, que además nos aco-gieron con gran generosidad, hospitalidady simpatía.

Las presentes actas recogen los conoci-mientos presentados en el Congreso e in-tentan trasmitir parte de lo vivido, aunquemucha es la riqueza de la experiencia dis-

XIV Congreso de ceramología 7

frutada y sólo la imaginación del lectorpuede suplirla. Suponen su culminación,resultado del trabajo de muchas personas einstituciones a las que debemos agradecersu apoyo y dedicación, la buena acogida ylos medios e instalaciones puestos a nues-tra disposición. Entre ellos debemos citar alos organizadores del Congreso LucianoGarcía Alén, Susana González Amado yJosefa Rey Castiñeira, mencionar a todoslos ponentes, participantes de la charla co-loquio, a quienes presentaron comunica-ciones o noticias y atendieron nuestrasvisitas, responsables institucionales y técni-cos, y también a los alfareros de Niñoda-guía, Bonxe, Gundivós y a los cabaqueirosde O Rosal que realizaron demostracionesprácticas de su saber. Ha resultado funda-mental el patrocinio institucional de la Di-rección Xeral de Comercio de la Conselleriade Economía e Industria de la Xunta de Ga-licia a través de la Fundación Centro Galego

de Artesania e do Deseño, de la Deputaciónde A Coruña, y de los concellos de Oleiros,de Malpica de Bergantiños y de Mesia, asícomo del apoyo de la Universidad de San-tiago y de las empresas Cerámicas el Pro-greso, Cerámica de Sargadelos y TerranovaInterpretación y Gestión Ambiental S. L.Agradecemos la ayuda especial de los alcal-des de Oleiros D. Ángel García Seoane, deMalpica de Bergantiños D. José Ramón Va-rela Rey, y de Mesía, D. Mariano IglesiasCastro y de la concelleira de Cultura De-portes, Muller e Xuventude de este últimomunicipio Dª Pilar Sánchez Ulloa. A todosellos deseamos expresar nuestra inmensagratitud desde la Asociación de Ceramolo-gía, esperando que esta iniciativa cumpla consus fines de dar a conocer una parte de la re-alidad histórica y cultural de la cerámica enGalicia y con ello contribuir en la medida denuestras posibilidades al progreso social yeconómico de este territorio.

Jaume Coll Conesa

Presidente de la AC

XIV Congreso de ceramología8

ÍNDICE

1ª Ponencia. La estimación de la olería tradicional: formas y usos

Luciano García Alén ............................................................................................................. 11

2ª Ponencia. Cerámica castreña y alfarería tradicional. Comparaciones

Josefa Rey Castiñeira ............................................................................................................ 19

3ª Ponencia. Eva Vidal Pan. No presentada en plazo

4ª Ponencia. Os cabaqueiros

Xoán Martínez Tamuxe ....................................................................................................... 45

1ª Comunicación. Dos patrimonios desconocidos: la primera fábrica

de loza fina de Galicia en Dorneda y las telleiras de las Brañas de Sada

Susana E. González Amado ..................................................................................................... 61

2ª Comunicación. A rota atlântica do mel bético e

os contextos de autarcia: vasa mel lar ia e colmeias em cerâmica

Rui Manuel Lopes Sousa Morais ........................................................................................ 75

3ª Comunicación. Cerámica Celta - Puentecesures.

La Universidad Plástica de Galicia

Mª Josefa Diéguez Montes ................................................................................................. 91

4ª Comunicación. La gestión de los materiales cerámicos

en las intervenciones arqueológicas de urgencia

Purificación Soto Arias y Mónica Montero Borrazás ..................................................... 99

5ª Comunicación. Las asociaciones de la alfarería de Agost (Alicante)

Ilse Schutz .............................................................................................................................. 107

6ª Comunicación. Sargadelos a través da cerámica

Elisa Pérez Vázquez ............................................................................................................. 115

7ª Comunicación. “Rentes” e “canões” dos sécs. XVI, XVII e XVIII:

uma produçao vidrada de Prado na Braga Moderna

María Joana Neves Tomé ..................................................................................................... 123

XIV Congreso de ceramología 9

8ª Comunicación. La fábrica de decoraciones Galher (A Coruña)

Nuria Calo Ramos ................................................................................................................ 133

9ª Comunicación. Síntesis de los materiales cerámicos

procedentes del yacimiento de As Encrobas (Cerceda - A Coruña)

Mario César Vila y Andrés Bonilla Rodríguez ................................................................. 141

Transcripción Charla-Coloquio:

Mesa redonda: “Experiencias de Renovación en la cerámica industrial en Galicia” .. 153

Centros de interés ceramológico visitados:

Museo Os Oleiros José María Kaydeda ............................................................................ 163Ecomuseo Forno do Forte .................................................................................................. 165Os barreiros de Buño ........................................................................................................... 167Centro comarcal de Bergantiños. Museo O Alfar ........................................................... 169Colección Luciano García Alén .......................................................................................... 171Museo Etnográfico y Aula da Natureza de Brañas de Valga. Mesía ............................. 173

Crónica del XIV Congreso .............................................................................................. 177

XIV Congreso de ceramología10

LA ESTIMACIÓN DE LA OLERÍA TRADICIONAL: FORMAS Y USOS

Luciano García Alén

XIV CONGRESO DE CERAMOLOGÍA. PRIMERA PONENCIA

XIV Congreso de ceramología

1. LA SIGNIFICACIÓN DE LA OLERÍA

La interpretación de la olería tradicional no re-presenta una tarea fácil para cuantos vivimosalejados del área territorial y cultural en el queese material se elabora y que utilizamos esca-samente. Herbert Read define la olería como“la más sencilla y más difícil de las artes”. La massencilla por tratarse de la mas elemental, y lamas difícil por ser al mismo tiempo un bienabstract. Y agrega “este arte está tan unido a las ne-

cesidades elementales de la cultura que el genio de un

pueblo pudo encontrar expresión a su través”. Pormedio de su estudio obtenemos conocimien-tos de la labor colectiva de un pueblo en eltranscurso del proceso histórico. Al tiempo lastradiciones y las innovaciones se van inte-grando en esa memoria colectiva para cons-truir pausadamente la idiosincrasia cultural deun pueblo. Hoy la acelerada información y lapenetración fácil de las vías comerciales de laproducción industrial fueron suprimiendotodas las fronteras físicas y los caracteres pro-pios que definían el mundo campesino, den-tro de la cultura de cada país y de su diversidad.

Se hace ostensible que los considerados rústi-cos intentos, en pueblos con escaso equipa-miento tecnológico, en la decoración desimples útiles o de la propia vivienda o en elhecho de gravar concisos dibujos en las rocas,deberían ser considerados aspectos estéticosde la cultura. Ininteligibles en la mayoría de lascircunstancias. Como resumen a las diferen-cias entre el arte de los pueblos integrados enuna vida rural y de baja economía en relacióna aquellos otros de alta cultura y civilización,son diferencias de grado en opinión de Ha-selberger que no afecta a la propia esencia osentimiento. A la denominación de “olería po-pular”, utilizada frecuentemente, se creó paraabarcar aspectos de más y como consecuenciasu significación no está claramente definida.

Mejor sería en un lugar hablar de “ olería depueblo” o “ olería tradicional de un pueblo”.Referido a objetos producidos por una socie-dad rural sin empleo de métodos industriales,siempre tratándose de objetos utilitarios, conuna aplicación necesaria respecto a la subsis-tencia a la valoración estética comprendida en“un arte aplicado”, que brota según HerbertRead de un “ deseo de impartir color y di-vertimento a los objetos de uso diario que seposponen a la intencionalidad utilitaria”.

1.1. La significación de la olería.

Imágenes

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Foto 1. El Sr. Chao de Mondoñedo a la puertade su obradoiro por el año 1970, contemplando or-gulloso una muestra de su última cocción. El sabeque podía ser el último cacharreiro de Mondoñedo.La loza que nos enseña se trata de unos cuantoscacharros para la cocina, que se llevan a la ventapor los mercados de Mondoñedo y del Val do

Masma. Lo destacable son las potas de barro quepor la gruesa asa se pueden colgar de la gramalleira

para aquellas gentes que no pueden adquirir unpote de hierro.

Foto 2. Tres cuncas de Buño. Tres cuncas dife-rentes, por la calidad del barro, el adorno y laextensión del vidriado, que se corresponden adiferentes ámbitos sociales. Así, la “cunca dos

pobres” la mas antigua y la mas auténtica, debarro escamentado o pardo y vidriado sola-mente por dentro. Una cunca de barro blancopero lisa, la superficie plana exterior va lisaaunque podría llevar dibujos esquemáticos flo-rales para gentes de mediana economía, cono-cida por “cunquelo”. Y la “cunca de los ricos” o“escudilla” de barro blanco, decorada con inci-siones en la superficie plana bajo el borde y vi-driada por dentro y por fuera.

La estimación de la olería tradicional: formas y usos - Luciano García Alén14

2. EL POR QUÉ DE LAS FORMAS

Desde el material de una “pota” que, en ex-presión de Arthur Lane, “ Es parte de su de-

finición formal” hasta las obstinadas yextravagantes exigencias de los posibles com-pradores o compradoras deben plantearse deacuerdo con el artesano del mundo rural.

Es norma esencial en el mundo de la oleríapara uso que las vasijas para conservar sóli-dos o líquidos deben ser robustas, en tantoque las destinadas para comer o beber debenser manejables y fáciles de limpiar. La per-fecta aplicación de este principio supone queel bolo de barro que el alfarero dispone unavez tras otra sobre la rueda del torno para laconstrucción de un cacharro debe suponer lamenor masa posible de barro en tanto que laforma lograda tenga la resistencia necesaria.Y o extraña la exagerada burla de que eranobjeto aquellos oleiros que llevaban puche-ros o cazuelas de mucho peso para su tamañoa los hornos comunales. En Buño se les decía“bazoqueiros”, menospreciando el trabajo deaquellos. Pero las olas de paredes finas y bienrematadas, habitualmente consideradas en el

mercado como más rompibles por aquellasgentes de baja economía, que compraban demejor gana las olas de paredes gruesas.

Cuando el alfarero al torno, acaba de pasar elbollo de barro a la forma tubular, inicia el des-envolvimiento de la “forma”, partiendo delborde o límite superior, lo que se conoce enel propio lenguaje de estos artesanos como“vestir” o “hinchar la pieza”. Singularmenteentre los oleiros de Buño se recurre a consi-derar “ segmentos horizontales”, haciendorelieves circulares a diferentes alturas de laconformación tubular que facilitan la cons-trucción de las formas. Por la aldea de San-tomé, en las montaña sobre Castrelo de Miñose fabricaban unas vistosas “olas” para la me-dida del vino, de barro denegrido conse-cuencia de rematar la cocción en atmósferareductora, que son pulidas en la mitad dearriba de su barriga con un canto rodado, entanto que la parte inferior de la barriga semantiene áspera para su mejor sujección.

Un deseo generalizado del oleiro era llegar atornear “vasijas lanzales”, sobre una base pro-porcionalmente reducida sin que esta reduc-ción comprometiese la estabilidad. En algunacomarca se dicen expresiones como “la gra-cia” o “ o la caida” para definir la estima quedespierta un cacharro que se acaba de cons-truir. Y los oleiros son conscientes de quecuando tornean un cacharro pueden modifi-car su altura o anchura de su cuerpo, u otroselementos formales hasta un cierto límite,pues pasando un nivel la vasija dejaría decumplir la función utilitaria, desmereciendola estima del propio constructor.

Tal deseo de los oleiros de perfeccionar sulabor, tropieza con el interés de la clientelaque estima más los aspectos prácticos de loscacharros que dan preferencia a los que tie-nen base amplia y gruesas las paredes.

2.1. El por qué de las formas.

Imágenes

Foto 4. Ola de Santomé. De conformación esfe-roidal y hermoso color ennegrecido como con-secuencia de la cocción reductora. De resistentesparedes que terminan por arriba en un borde ex-vasado o “ a beira da ola”. Comentaban las alfa-reras que “ as olas cuanto mas ennegrecidas,mejor y mas bonitas son”. La pretensión de unaalfarera era que la capacidad de una olla alcanzaralos 18 litros, que definen a la unidad de la medidaque así se entiende como una “ola para medir elvino y si estaban bien cocidas al golpearlas con lamano “sonaban como campanas”.

Foto 5. Xarro con bigotes de Gundivós. Expresa-mente hecho para beber en reunión y beber por el“bico”. Para que nadie apure los tragos de vino. Eneste jarro no se diferencia el cuello del borde o“ourella”, porque esta forma a “á do xarro” o elala del jarro. De manera que si se levanta el jarroexcesivamente cae el vino sobre el que bebe. Y paraaumentar las precauciones el jarro suele llevar unosrelieves o “bincos” que salen del “bico” en ampliacurva figurando bigotes, y algún jarro lleva botonescomo si fueran ojos a los lados del “bico”. Y los bi-gotes y ojos miran para quien bebe.

Foto 3. Dos jarras para el vino de los oleiros deLoñoá das Olas. De configuración semejante entreellas. Una de las jarras es mas lisa para ser usada adiario. Y la otra jarra está adornada con un cordóncircular que lleva depresiones y ramitos ascendentesincisos que parten del cordón, usada en los días defiesta y por tal conocida como la “xarra das festas”.

XIV Congreso de ceramología

3. EL INTERÉS UTILITARIO

Cada vasija tiene una determinada formaacorde al uso a que se destina: un diferentecuerpo, un determinado borde y demás ele-mentos constitutivos de su específica forma,que exige un programa de trabajo diferen-ciado que la costumbre fue grabando en lamente del oleiro, incapaz de salir de la tradi-ción. La razón final está en alcanzar el sen-tido utilitario y la seguridad de aceptación enel mercado. Podría referirse como ejemplo,que las vasijas hemiesféricas en las que secomía, conocidas como “cuncas”, la baseestá apenas señalada por los oleiros, porquesaben a la perfección que el uso hace inne-cesaria una base o pie para apoyar en la mesaporque las cuncas no van a la mesa sino quese comía en ellas sostenidas por la mano. Yla cunca reproduce a la perfección la conca-vidad de la mano en unidad funcional. Y noes una actitud poco frecuente que la manoacaricie la superficie exterior de la cunca quetransporta. Yo añadiría, que nuestros oleirosdiseñan las cuncas con atención y por tradi-ción se les guarda trato preferente.

Estos alfareros que referimos entendían quelos cacharros deberían llevar amplia bocapara que a través de ella pudieran acceder lamano y permitir la limpieza interior de la va-sija, y por la misma razón los de menos bocadeberían dar paso a dos dedos. Por los pue-blos del rural gallego no existieron recipien-tes de cuello estrecho pero luego lainfluencia de una olería arabizada trajo anuestra cultura alfarera recipientes de bocaestrecha para el transporte del vino y delagua y otros líquidos para evitar que se ver-tieran. Sin embargo se construyeron concuello estrecho cacharros para guardar lamiel o el aceite que no precisan de tanta lim-pieza. Volviendo a los recipientes de boca

ancha, ésta no podía ser tan amplia que pu-dieran causar una pérdida de estabilidad quedesaprobarían los usuarios tan remisos a loscambios en las formas tradicionales.

Artesanos y usuarios mantenían formas yusos seculares y entre unos y otros se decían“cosas”, cuando las olas vienen bien o malhechas. Así cantaban las mozas de Tioira asus bien queridos oleiros:

Oleiro da miña terraOleiro do meu lugarFime unha ola feiticaPara ir á fonte de mañá.

Una referencia a los bordes de los cacharrosofrece un buen ejemplo de variedades deformas que se fabricaban en algunas aldeasde oleiros relacionadas con la burguesía, enla proximidad de importantes vías o en el ca-mino de paso de los transportadores.Cuanto mas en contacto con el mundo ur-bano, los bordes se modifican y enriquecencomo consecuencia de criterios funcionales.Así se afinan para facilitar el contacto con laboca y se hacen gruesos y fuertes para usar-los de agarradera o se prolonga formandoun “bico” para beber por el extremo. En lorural el borde no cambia que tradicional-mente es simple sin relieves ni desbastes.

Las asas acostumbran a poseer un valor evi-dentemente funcional, pero no es una ex-cepción que tenga una significacióndecorativa embelleciendo la vasija para unamejor venta. Abundan en la casa campesinalos cacharros con asas rotas sin que nadiecause asombro. Airosas asas son frágiles asi-deros y conocedores de su breve duraciónpocas veces dejaron de hacerse. Por muchasaldeas de alfareros el asa para el artesanoconstituye como una señal de referencia de

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Foto 6. Asador de castañas. Construido por losalfareros de Loñoá como puchero para asar lascastañas con cuidadosa técnica: así los agujerosdel asador se hacen con el barro en crudo y la di-rección de los agujeros se hace de abajo arriba si-guiendo la dirección de la pared para que lapenetración de las llamas estén a par con la pared.

Foto 7. Jarra de Buño. Para beber el vino en casao en la taberna. Las antiguas jarras tenían formaelegante, de cuello largo adornado con lineas in-cisas o “riscos” estrechos relieves o “vivos”, fi-gurando franjas se conocían como “xerrasacuelladas”. El “bico” podía hacerse de la mismapared o paño de la jarra o bien construido a parte,que se dice “bico apegado”.

La estimación de la olería tradicional: formas y usos - Luciano García Alén16

uno a otro lugar de construcción, por su di-ferente rematado al final del asa. Así enBuño al pegar el extremo final del asa, losartesanos definen un prisma triangular conleve curvatura, mientras que en Niñodaguia,con rematado semejante al referido, dejanun hueco como una gota en el relieve delprisma. Los de Tioira a menudo rematabanel asa dejando la señal del dedo pulgar. Otrasseñales podrían definirse recorriendo aldeatras aldea que dejan patente diversos mati-ces de nuestra cultura.

3.1. El interés utilitario. Imágenes

4. EL VALOR DE LA DECORACIÓN

Los aspectos decorativos de los cacharros denuestra olería tradicional merecen un por-menorizado estudio por su complejidad.Para aquellas gentes rurales la decoración nosupone un elemento fundamental, ni siquieraque influya para modificar la definición deuna vasija. El adorno para unas gentes conescasos recursos representa únicamente serun reclamo para aquellos que pueden pagarun mayor precio, que se corresponde con lashoras de mas que el alfarero empleó en la de-coración. Cuanto más rural mayor era la pre-ferencia por el “barro limpio”, sin adornosni pinturas, hasta tal punto de no considerara la ornamentación como alfarería. Una an-tigua doctrina recordada por Gombrich(1980) según la que “lo que importa no es laapariencia exterior sino el valor interior”. So-

Foto 8. El puchero de Buño. Es un antigua formade la olería de Buño. Su capacidad variaba de 18a 1 litro. Al mas pequeño se conocía como “miu-danza”. La base del puchero debía no ser muyancha.El puchero se dedicaba a transportar elagua de la fuente y se tenía costumbre de encajarel fondo en un rollo de trapo para llevarlo en lacabeza. También se usaba para cocinar, encajandoen el trespiés, y como depósito, tal como brasero,en la cocina.

Foto 9. Barrila de Portomourisco. Vasija parabeber por el “bico”. De cuerpo esferoidal deamplia base, que por arriba remata en un estre-cho cono que forma el bico, con una o dos asas.Se transportaba con una cuerda por las asas odentro de un serón que llevaba el animal. Sebebía por el bico a morro o por medio de unapaja al “garete” como por una bota. Era unbeber garimoso. Y había un barrilito pequeñoque cabía en la mano, para el aguardiente quebebían a sorbos en las mañanas frías, con unacorteza de pan.

Foto 10. Jarra para el agua de Niñodaguia. Parallevar el agua a los que faenan en la siega delpan. La boca u oreja está formada por dos“bicos” contrapuestos. Esta disposición de asasy bicos permitían que la jarra pasara de uno aotro de los segadores dispuestos en hilera parabeber.

Foto 11. La “cunca” de Portomourisco. La alfa-rera cuando construye la cunca sigue la concavi-dad de la mano y así queda para siempre cuandose cuece el barro. El borde levemente afinado conun rebaje para beber mejor. Y descansa en un pieapenas marcado. Se decía que no lleva pie porqueesta “cunca” no va a la mesa. Para estas gentesera la verdadera “cunca do caldo”, en tanto quelas “tazas” son otras que se hacen fuera.

XIV Congreso de ceramología

lamente cuando mejora la economía es posi-ble “adornar lo necesario” y gozar de unamas libertad en el trabajo.

Algunos de los cacharros ofrecen como or-namentación leves rayas, líneas incisas dibu-jadas sobre el torno. Como diría HerbertRead ( 1973) de “trazos proclives cara la abs-tracción como consecuencia de la naturalezade técnica y de las calidades de los materialesempleados”. Las decoraciones más simplesconsisten en trazos de rayas sobre la barrigao bien punteados sobre el borde libre o en elasa. Una ornamentación básica, extensa-mente conocida entre los alfareros era lalínea incisa ondulada, usualmente acompa-ñada por una o más líneas de trazo recto. Aesa línea ondulada la nombra Hogarth “eltrazo de la belleza” que dibuja el oleiro conritmo lúdico siguiendo el movimiento de lamano en tanto no deja de dar vueltas a larueda. Algunas formas usadas en los gran-des festejos, como las tarteras para los asa-dos o las jarras para llevar el vino que salíande la casa, se decoraban profusamente. Lasaldeas de alfareros próximas a las áreas depoblación empleaban una decoración de tra-zos de barro de diferente color al del cacha-rro. En Buño cuantos oleiros trabajancontinúan aplicando esa decoración de “pin-tura” por influencia de la loza decorada conflores que se importaba de fuera de Galicia.

En la loza, que por fortuna se continua a fa-bricar en Buño se sigue decorando con mo-tivos lineales y florales y alguno que otrodibujo de animales, tal como un pez que re-cuerda al mar tan inmediato. Una ornamen-tación que Herbert Read define comodecoración con “tendencia hacia la abstrac-ción geométrica y hacia un estilo rítmico demotivos naturales”.

4.1. El valor de la decoración.

Imágenes

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Foto 14. La jarra del agua de la Terra Chá. Para lle-var a la siega. Dicen los chairegos que las jarras sonpara el agua y los jarros son para el vino. El “bico”de los jarros es apretado en la base porque siendopara el vino conviene que salga a los pocos. Las ja-rras que salían de la casa para los que trabajaban enla siega del centeno o del trigo iban decoradas comoesta jarra con rayas y “pintura” blanca caolínea ha-ciendo flores estilizadas como costumbre tiempoatrás. Para aquellas gentes la siega era una fiesta.

Foto 15. Decora-ción de fuen-tes en Buño.Ya viene de anti-guo la decoracióncon “rayas” inci-sas y “listas” de pin-tura blanca con barrocaolíneo o barro marróno “teixo”, contrastandocon el color de la vasija. Con especial interés se or-namentan las fuentes que podían salir de casa ycuantas se usaban en los días de fiesta. En opiniónde los alfareros se fomentó el adorno de la loza acausa de la influencia de la loza que venía de fueraadornada de flores, como la loza de Talavera. Losde Buño comentan que ya había listas antes de lade Talavera y que se listaba más que ahora.

Foto 13. Puchero de los cacharreros de Gundivósricamente decorado. Un puchero para las comidasimportantes, como para “el cocido de las fiestas”un cocido que olvidando la escasez sufrida du-rante el año, lleva un buen trozo de cabeza y demandíbula de cerdo, lacón, chorizo y garbanzosporque las alubias eran para e caldo de diario.

Foto 12. El puchero para miel y el vinagre de Por-tomourisco. Era un puchero de oleiras y a sumodo cuidaban la decoración. El puchero queservía para guardar la miel era muy estimado ypor eso se decoraba. Una cuidada forma esferoi-dal con ancho “bico” para verter la miel. La de-coración asemeja una vasija recubierta tal si fuerade cuero figurando una costura vertical porambas caras. El color ennegrecido del barro lus-troso le da hermosura al puchero.

La estimación de la olería tradicional: formas y usos - Luciano García Alén18

5. LA EVOLUCIÓN DE LA

AFARERÍA TRADICIONAL

Los alfareros han sabido adaptarse a losgustos y necesidades de los clientes y, aun-que todavía es posible encontrar los tradi-cionales botijos, son mucho mas frecuenteslos objetos decorativos. La vitrocerámicaha hecho que se vayan aparcando las olas ypucheros. La cerámica de Buño está de-jando los estantes de la cocina para aden-trarse en el salón, los dormitorios y ladecoración de paredes.

Es frecuente ver ollas de color negro. Detodos modos, el rojo brillante es el tono es-trella de este año y también los tonos ana-ranjados.

Entre los alfareros que muestran sus obrasbajo la carpa de la “casa do Oleiro” cada vez

hay menos que usen el torno. Ese es el granpeligro al que se enfrenta nuestra olería, yson menos cada vez los que conocen las for-mas tradicionales.

Como refiero, hoy se aprecia en la alfareríamas color que antes. E imitación al objetoreal de otros materiales.

La artesanía es muy decorativa. Así en losadornos utilizan dibujos geométricos y pin-turas. Se vende frecuentemente para regaloy los ambientes turísticos.

Buño sigue interesado en fabricar abun-dante alfarería y quizá menos Gundivós yNiñodaguia.

Considero pues que todos tenemos una granlabor para el futuro de la olería. En mi si-guen teniendo los oleiros un gran amigo.

CERÁMICA CASTREÑA Y ALFARERÍA TRADICIONAL

COMPARACIONES

Josefa Rey CastiñeiraDepartamento de Historia I, GEPN-Grupo de Estudos para a Prehistoria do NW ibérico,

Facultade de Xeografía e Historia, Universidade de Santiago de Compostela

Mi homenaje particular a Luciano García Alén

XIV CONGRESO DE CERAMOLOGÍA. SEGUNDA PONENCIA

XIV Congreso de ceramología

Josefa Rey Castiñ[email protected]

Palabras clave

Cerámica popular, cerámica arqueológica,Cerámica castreña, Edad del Hierro, Culturacastreña

Key words

Popular ceramic, archeological pottery, IronAge, castro’ s culture, castro’ s pottery.

Resumen

Este trabajo representa la oportunidad deexplorar el tema de la alfarería popular ga-llega, conocerla y sobre todo mirarla desdela perspectiva adquirida con la cerámica cas-treña; pero, también de paso, considerar laimagen viva del oficio, con la intención deobtener nuevas claves para un mejor cono-cimiento de la cerámica arqueológica.

Abstract

This paper represents the opportunity to ex-plore the field of the traditional pottery inGalicia, looking at it from the acquired kno-wledge about pottery of castro culture. Wewould like also to consider the current pot-tery artwork in order to get keys to gain abetter knowledge of archaeological pottery.

1. LA INTENCIÓN DEL TRABAJO

Mediante el empleo de una fuente etnográ-fica esencial, como la monografía de GarcíaAlén (1983), se trata de buscar analogíasentre dos tipos de alfarerías: la popular ga-llega, de época actual y la castreña de laEdad del Hierro. La finalidad no es otra quegenerar nuevas perspectivas de trabajo paralas cerámicas arqueológicas, indagar qué re-gistros en el trabajo de campo faltan por in-corporar, diseñar las estrategias deextracción más adecuadas para las eviden-cias arqueológicas previstas desde los nue-vos esquemas y los sistemas descriptivos quemejor se adecuen.

En definitiva, se trata de analizar un informeetnográfico con una perspectiva arqueoló-gica y con dos objetivos inmediatos: com-prender evidencias y preverlas; y esto, através de profundizar en la función y el sig-nificado que los objetos materiales cumplenen un oficio tradicional como el del alfarero,que es esencial en arqueología. En definitiva,se trata de intentar conocer qué tipos decomportamientos pueden originar los con-juntos de cultura material que encontramosen los yacimientos (Hernando 1995: 17).

2. EL INTERÉS DE LA COMPARACIÓN

ENTRE LAS DOS ALFARERÍAS

Los restos arqueológicos que han llegadohasta el presente son incapaces de hablar-nos directamente de las sociedades vivasque los generaron y cada vez es más difícil,para nuestra sociedad, hacer una valoraciónde la evidencia arqueológica y entender losfactores que determinan su creación (Man-noni y Giannichedda 2003: 5). Nuestra

tarea como arqueólogos consiste en tenderpuentes sobre ese vacío para obtener unaposible explicación a una determinada evi-dencia o a la falta de ella, sin que por ellocreamos que está garantizada una recons-trucción objetiva.

Mediante la observación directa de una rea-lidad dinámica, un oficio,obtenemos refe-rencias para construir un marco decomprensión general de una evidencia ar-queológica, que es estática y solo es un re-tazo de algo más amplio (Orton et alii 1997:29). Comparamos y establecemos semejan-zas entre un caso etnográfico particular yuno arqueológico, entre una alfarería prein-dustrial del presente y una arqueológica delpasado. Buscamos llegar a comprender bajoqué circunstancias puede esperarse un ciertotipo de comportamiento o la aparición deun cierto registro material. Se establecenidentidades de funcionamiento, uso, etc.,entre elementos que pertenecen a culturasmuy alejadas en tiempo o espacio, el tipo deracionalidad que debió estar presente paraque se formara determinado registro mate-rial y cuáles no pudieron estarlo; qué com-portamientos ideológicos, sociales otecnológicos funcionaron como agentes delregistro (Hernando 1995: 25).

Los estudios etnográficos sirven de adver-tencia para matizar determinadas lecturas(Orton et alii 1997: 29). Es una manera desometer a prueba las teorías arqueológicas(Mayoral y Chapa 2007: 22). Es un filtro ala visión personal de cada arqueólogo.Ayuda a desvelar los prejuicios y las pro-yecciones actualistas de la arqueología engeneral, ayudando a deconstruir muchas delas asociaciones pretendidamente objetivascon la que ésta ha ido construyéndose(Hernando 2006: 30).

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Cerámica castreña y alfarería tradicional. Comparaciones - Josefa Rey Castiñeira22

En ausencia de una máquina del tiempo quepermita la «observación directa» de los sereshumanos del pasado utilizando sus artefac-tos, la analogía etnográfica se le ha conside-rado como un auxiliar de primer orden paracomplementar las deficiencias del registro ar-queológico. Forma parte inevitable del razo-namiento arqueológico. No hubiéramospodido imaginar un pasado diferente de nues-tro presente, si no fuera por el conocimientode sociedades distintas a la nuestra. No hu-biéramos atribuido funcionalidades, signifi-cados, y ni siquiera hubiéramos podidoclasificar determinados objetos, de no ser porella. La inferencia arqueológica siempre esanalógica. Sin analogía simplemente no hayarqueología. Un argumento analógico es, porejemplo, asegurar que una hilada de piedrases un «muro», pues lo establecemos desdenuestro mundo actual (Gándara 2006: 14).

Ahora bien, ello no significa que pueda pen-sarse el pasado integrando indiscriminada-mente retazos del presente (Hernando 1995:20). La analogía etnográfica es un meca-nismo para generar hipótesis, pero su vali-dez precisa del paso siguiente, que es lacontrastación (Gándara 2006: 15). Es unaforma de argumento en la que propiedadesconocidas en un conjunto «fuente» son pro-yectadas al conjunto «meta», que son inferi-das ahí inductivamente. Requieren deexplicaciones que permitan discernir cuán-tas y cuáles propiedades deben ser compar-tidas entre ambos conjuntos, antes deproponer que aquellas no observadas tam-bién se comparten (Gándara 2006: 13). Setrata de que entre el conjunto de referenciay el conjunto meta haya suficientes y rele-vantes similitudes y que no existan disimili-tudes importantes que reduzcan laprobabilidad de la inferencia (Gándara 2006:18 y Hernando 1995: 20).

Un abuso metodológico que se produce aveces con la analogía etnográfica es que loque previamente se postula como posibili-dad luego se entroniza como «verdad acep-tada», sin haber sido nunca contrastada(Gándara 2006: 15).

3. LA DOCUMENTACIÓN DE PARTIDA

La monografía de Luciano García Alén(1983) es aquí el material de trabajo para lacomparación con la cerámica castreña, yaque sigue siendo la síntesis sobre alfareríapopular gallega más completa que hastaahora tenemos. De esta manera se ahorra larecopilación y revisión bibliográfica de tra-bajos más dispersos, que retrasarían el obje-tivo inicial de esta primera toma de contacto.Otra cualidad de esta síntesis es que su tra-bajo de campo hoy sería imposible de repe-tir, ya que esa realidad ya no existe, nitampoco el recuerdo de los mayores de en-tonces. La cerámica tradicional de hoy se en-cuentra en otra coyuntura y se mueve conotras premisas.

El primer punto de interés en su monogra-fía es para nosotros observar las fuentes deinformación que consulta, pensando encómo convertirlas en documentos fuentepara una mirada arqueológica, como si de undocumento etnográfico se tratara: • Libros de geografía que dan constancia

de la existencia de alfarerías: la de Gali-cia dirigida por Carreras Candi (1936), eldiccionario de Madoz (1847) o el de Mi-ñano y Bedoya (1827). el Directorio deGalicia, Guía especial de las provincias(1912).

• Libros de carácter económico y social,que nos informan del numero y nombresde alfareros y por lo tanto de sagas, des-

plazamientos y desde ahí, de orígenes,desarrollos y decadencias de los núcleosdonde existe el oficio: El catastro delMarqués da Ensenada (1752-53), “Me-morias políticas y económicas sobre losfrutos, comercio, fábricas y minas de Es-paña…” Larruga (1799), “Descripcióneconómica del Reino de Galicia” deLucas Labrada (1804), libros parroquia-les de bautizados y difuntos, en los queademás de los apellidos conocidos de losalfareros, a partir del segundo cuarto delS. XIX, en los de Buño, al parecer, se es-pecifican oficios (García-Alén 1983: 48),Acta inicial do Gremio Sindical de Olei-ros de Buño, 1969 (García-Alén 1983:52), libros del obispado de Mondoñedo(1787), de I., Lence-Santar y Guitián,Eduardo (1911).

A esta lista, sería interesante añadir en futurasinvestigaciones la búsqueda de documentosequivalentes a los registros medievales deentrada y salida de mercancías de los puertosingleses, que Orton et alii (1997: 224) noscitan, para imaginarse el consumo de la lozade importación, a través de la cantidad, laprocedencia y los precios de los materialesintroducidos.

A la imagen viva que nos proporciona el tra-bajo de García Alén le contraponemos unaalfarería castreña de la que más del 90% de ladocumentación que tenemos de ella son lasvasijas, convertidas en miles de fragmentosrepartidos en los basureros. Son excepciona-les las evidencias directas de los sistemas deproducción y de los contextos de uso. Es porello que toda la cadena de producción, in-cluidos los hábitos de consumo deben infe-rirse de los atributos inherentes a los propiosfragmentos, en su mayor parte especulativosy pocas veces demostrativos, lo cual sucede a

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veces, cuando los análisis arqueométricoshacen acto de presencia.

También es desigual la información dispo-nible de la cerámica castreña, en cuanto a sudistribución geográfica y cronológica. Elárea mejor conocida es el suroeste gallego,seguida de la zona noroccidental. Es muypoca la información referida a la Galiciaoriental; zona en la que se ha incrementadoel número de castros excavados en los últi-mos anos, pero, su cerámica permanece in-édita en su mayor parte.

A pesar de todos estos desequilibrios hayque recordar que la cerámica es una de lasevidencias privilegiadas en arqueología. Esun material frágil y ha de ser restituido. A lavez los fragmentos no se destruyen y no sereciclan; al contrario que la madera, el cuero,el hueso o la metalurgia. Por lo tanto, su au-sencia o su presencia guardan generalmenterelación directa con lo ocurrido y no con losprocesos posdeposicionales de su incorpo-ración en los sedimentos. Por último, escierto que se trata de una de las evidenciasmás incomodas, por los miles de fragmentosque proporciona una excavación y que des-borda cualquier presupuesto.

4. DOS TRADICONES ALFARERAS QUE SE

APARTAN EN EL TIEMPO

Sería muy tentador establecer una conexión“histórico-directa” entre la cerámica cas-treña y la popular “actual”, entre la de Buñoy la del castro de Borneiro (Cabanas) (Rey1992 y Calo 1999), la de Santomé (Cartelle,Ourense) y la del castro de Castromao (Ce-lanova) (García-Rollán 1971), o la de AGuarda y la de los castros de A Forca (Car-ballo 1987) y Santa Trega (A Guarda) (Rey

1992). El inconveniente es que hay una dis-tancia de, al menos, dieciséis siglos entreBuño y Borneiro, y de diecinueve en losdemás. La cerámica castreña ocupa el pri-mer milenio antes de nuestra era, y la alfa-rería tradicional referida por García Alénpertenece en su mayor parte a los siglosXIX y XX, algunos llegan a mediados delXVIII y, excepcionalmente, se documentaen el S. XVI.

Antes de aplicar una analogía continua, quelas vincule en una secuencia ininterrumpida,además de precisar previamente la recons-trucción histórica y arqueológica de tanlargo intervalo, habría que tener en cuentaque la alfarería tradicional no es un fósil quese haya mantenido inamovible a lo largo deltiempo (Hernando 1995: 21). Así, por ejem-plo, al referirse a la cerámica tradicional ca-naria de Hoya de Pineda, los arqueólogosRodríguez et alii (2006: 212) nos recuerdanque son colonos los que la desarrollan y que,por lo tanto, no se puede establecer una re-lación directa con la de los yacimientos ar-queológicos, del lugar en que se encuentran,porque corresponden a una etnia y a untiempo diferentes.

No hay que olvidar, además, que la alfareríaes ante todo un oficio que se implanta, sedesplaza y desaparece con el oficiante, y quees, por lo tanto, la historia particular de cadauno de ellos, con las circunstancias socialesque le rodean.

La duración tiene algo que ver con el tipode producción articulada en la sociedad.Cuando se trata de un núcleo de aldeas concasi un alfarero por familia, la permanenciadel oficio en un área geográfica es de variossiglos. Buño y Silvarrei duraron al menoscinco; el centro alfarero de Gondar (Portu-

gal), cuatro (Amaral y Pereira 1997) y hastatres, otros muchos de los centros gallegos.

Ya no es la historia individual del artesano,sino de la comunidad alfarera, a la que per-tenecen, en la que asumen la tradición esta-blecida, y que les identifica con undeterminado territorio (García-Alén 1983:47). Aceptan plenamente las reglas recono-cidas y aceptadas por los artesanos de la co-munidad y la de los consumidores.

Las “aldeas de alfareros” o “lugares de olei-ros” representan un área geográfica com-puesta por una o varias parroquias, queincluye la totalidad o parte de sus aldeas:hasta 24 lugares repartidos entre dos parro-quias, cita García Alén, en el ayuntamientode Buño (9 lugares en la parroquia de Gun-divós, 7 en la de Tioira). Todos ellos con va-rias familias de alfareros, que en Niñodaguia,a comienzos del siglo XX –y aún en 1936-son algo más de dos tercios de las 120 per-sonas que tenía la parroquia (García-Alén1983: 151). A principios del siglo XX, enBonxe, se recuerda que rara era la casa en laque no hubiese un alfarero (García-Alén1983: 189); en Buño, durante los años 80, de126 familias, se dedicaban a la alfarería 59(García-Alén 1983: 50). Las aldeas, además,se retroalimentan con desplazamientos cor-tos entre ellas, por casamiento al lugar de suconsorte, a veces acompañados de familiaresque también poseen el oficio: de O Seixo aPortomourisco, en Samos; de Lamartín a SanMamede, a Val y a Romelle; trasvases de al-fareros entre A Bouza, Santomé y Ramirás.

Los talleres se rigen por otras premisas. Losalfareros son agentes individuales. Desarro-llan su actividad en un ambiente socioeco-nómico más dinámico e industrial, en el quela iniciativa particular es un factor impor-

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Cerámica castreña y alfarería tradicional. Comparaciones - Josefa Rey Castiñeira24

tante. El oficio está donde ellos vayan y norepresenta una tradición específica, sino lasuma de toda la experiencia acumulada porsu oficiante (García-Alén 1983: 48).

Al igual que las aldeas son de carácter fami-liar y campesino. No se diferencian en el for-mato, pero si en el espacio geográfico quedefine y en los esquemas productivos. Sonpuntos aislados geográficamente, se en-cuentran allí en donde el alfarero instale suvivienda, al final de sus recorridos por di-versas fabricas de cerámica en donde fueronparticipes de incorporaciones técnicas y es-tilísticas novedosas y en donde la explora-ción del oficio pesa mas que las reglasestrictas de una única tradición. Los condi-cionantes en su producción tienen más quever con la demanda.

El oficio dura la vida del alfarero y en todocaso de cuantas generaciones en su línea su-cesoria lo mantengan. Ignacio Rodríguez, esel primer alfarero de Nicolás de Prado (Pon-teareas), seguido de sus hijos. Era natural deA Guarda, emigró a Portugal, donde trabajócon alfareros de Barcelos. A la vuelta se casócon una vecina de Prado, donde estableciósu taller (García-Alén 1983: 151). Es decir, laalfarería de Prado comienza en el primercuarto del XIX y desaparece en 1915 (Gar-cía-Alén 1983: 24).

En la fábrica de A Caeira (Pontevedra) coin-cidieron alfareros segovianos, de Cesures yde A Guarda (García-Alén 1983: 147); en lade El Progreso (A Guarda) participaron al-fareros de Barcelos e incorporaron técnicasque se estaban implantando en Manises.

Su saber hacer sigue siendo empírico, pero supercepción esta enriquecida por tradicionesmúltiples, que los hacen más experimentales,

con más iniciativas propias. Tienen que bus-car un equilibrio entre la demanda del en-torno en el que se instalan y el de susvivencias profesionales. Después de un largorecorrido profesional, se readaptan a las vie-jas tradiciones o consiguen transformarla.

A comienzos del S. XX, Vicente Fuentes yun hijo emigraron a Cuba, donde trabajaronde alfareros. Vicente se volvió al pocotiempo y se estableció en una aldea deNarón. Su hijo instaló una industria de alfa-rería en la Habana, en donde trabajaron alfa-reros gallegos, de Mondoñedo y Buño, entreotros; pero, también catalanes y mallorqui-nes. En 1945 vuelve y se instala con sus hijoscerca de su padre, en otro lugar de Naron;allí revivieron viejas formas de trabajar elbarro y las vasijas de San Clodio, un centroalfarero cercano (García-Alén 1983: 43).

En 1933, José Gándara, «o Bicho», uno de losalfareros de la fábrica “O Progreso”, de origenportugués, se fue a trabajar a Niñodaguia, con-tratado para dirigir la elaboración de tuberíaspara una fuente. A consecuencia de la guerracivil, decide quedarse en Maceda, a pocos ki-lómetros de Niñodaguia. Indujo a otros alfa-reros de la zona a incorporar vasijas de barro«roxo», más resistentes al fuego que las tradi-cionales blanco amarillentas. Aportó nuevasformas y el empleo de moldes de yeso paralos fondos curvos. Merced a su presencia, seperfecciono la preparación del barro, el tor-neado y la terminación de las vasijas. Se cuentaque llegó a enseñarles como limpiar las manosy aprovechar las sobras del barro que queda-ban en los dedos (García-Alén 1983: 185).

La historia de las comunidades o tradicionesalfareras se compone de las particulares decada alfarero pero también de los factoresmedioambientales y sociales.

Su emplazamiento suele estar condicionadopor la disponibilidad de todo lo necesariopara su desarrollo: combustible, agua y can-teras de arcilla en las proximidades (Mayoraly Chapa 2007: 83). En los núcleos gallegos,al igual que en otras alfarerías, la presencia deabundante barro en las inmediaciones pareceun factor importante en la mayoría de loscasos, aunque no falta la excepción. La aldeade Bamio lo transporta por mar desde 25Km. de distancia (García-Alén 1983: 133).

La alfarería parece ser la alternativa a unaagricultura menguada o con la tierra enpocas manos, pero también lo contrario; sepuede ver favorecida por una agriculturadesarrollada que garantiza la demanda.Cuenta también como un factor positivo suemplazamiento en una encrucijada comer-cial, con facilidad para el transporte de mer-cancías y la atención de los consumidores.En las áreas más desenvueltas económica-mente, también es impulsada por industriasafines que comparten el mismo tipo de ma-teria prima y algunos de sus conocimientostécnicos, como en el caso de las “telleiras” yde las fábricas de ladrillos, cuyos dueñoscontratan alfareros de diversas procedenciaspara ampliar la oferta de sus productos.

Referencias etnográficas de África nos cuen-tan que el oficio de la alfarería recae en de-terminados linajes, a veces los mismos quelos de los herreros (Bonte e Izard 1996: 48).En la cerámica castreña los diálogos tecno-lógicos con la metalurgia y la orfebrería sonevidentes. De ellos incorporan herramien-tas, gestos y efectos estéticos, además decompartir el fuego en sus procesos técnicos(figura 1). Sobre su decadencia, la informa-ción etnográfica hace referencia a la falta debarro, en algún caso por agotamiento de lasbarreras, como la del Monte San Lorenzo, del

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que se abastecía Bonxe (García-Alén 1983:193); pero, sobre todo es la imposibilidad deacceder a él lo que produce la decadencia, biensea porque la vía férrea atravesó la zona de ar-cillas, caso de Ramirás (García-Alén 1983:108), bien sea porque cambiaron de propieta-rios, como sucede con las de Monte Ramil.

Otro factor que los habitantes encuestadosconsideran importante en el proceso de des-aparición de una comunidad alfarera, es la in-troducción y desarrollo de otros productosmás competitivos, debido a una producciónal por mayor, a su uso o a su aspecto atractivo.El hierro esmaltado, el plástico, los cubos dezinc, la hojalata, “a louza boa”, son opcionesmuy ventajosas para el uso en el fuego, parael trasporte y almacenaje de agua y de ali-mentos, o para lucir en la mesa. A la alfareríatradicional le dejan el papel de la nostalgia,donde la demanda estima más los efectos de-corativos que su inicial valor utilitario. Estohace que a partir de los años 70 estemos anteun nuevo tipo de alfarería y, por lo tanto, anteun nuevo tipo de “documento fuente”. Gar-cía Alén en su trabajo de campo registró ese

cambio, pero aún tiene la opción de explorarpersistencias y el recuerdo de los mayores deentonces. Del quehacer colectivo se fue pa-sando a una producción individual, donde losartesanos pasaron por un período de pro-funda crisis, probando su capacidad de iden-tificar los cacharros que pudieran salir de sutorno con el gusto de los nuevos consumi-dores (García-Alén 1983: 213).

Otra cuestión de carácter técnico, mencio-nada como causa de desaparición de los al-fares es la traída de agua a las casas, puessuponía prescindir de los cacharros destina-dos a transportar agua (sellas, cántaros, etc.).Pero, sobre todo, son acontecimientos polí-ticos o socioeconómicos los que provocansu desaparición: la Guerra civil y los años deposguerra acompañados de la emigración.De 500 talleres de alfarería que existían enlos años 30 en Galicia, no llegaban a 35 enlos 70 (García-Alén 1983: 213).

Si queremos ver lo que pasa en la cultura cas-treña, el primer inconveniente reside en quemuy poco, o más bien nada, sabemos de sus

centros de producción. Carecemos de evi-dencias arqueológicas, porque realmente nolas había o porque no supimos verlas. Las quehay, son muy problemáticas: hornos que po-drían serlo de pan o de metal; tal vez, algunapiedra que podría estar relacionada con la es-tructura de un torno (figura 2) y, en todo

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Cerámicas del castro de Guimarey (A Estrada, Pontevedra) (Rey y Rodríguez 2001: 159)

Fragmento de caldero del depósito de Hío (Pontevedra) (Meijide 1991: 264)Fragmento de sítula del castro de Taboexa (Pontevedra) (Silva y Rey 2005: 82)

Figura 1. Diálogos tecnológicos de la cerámica con la metalurgia. Gestos y efectos de la calderería laminaday remachada y de las sítulas hechas a la cera perdida.

Figura 2. Piedra procedente de Borneiro condesgaste circular. Podría formar parte de la es-tructura de un torno. Museo Arqueológico e His-tórico. A Coruña.

como para pensar en una producción arte-sanal de carácter parecido al de las aldeasde alfareros tradicionales “de la actuali-dad”. Para la ejecución de sus productos espreciso un entrenamiento previo y la exis-tencia de reglas para el hacer estandarizadoque se aprecia. Cada trazo formal y deco-rativo atiende a una norma preestablecida.Parece indudable la incorporación deltorno, criterios claros en la selección y ama-sado de las arcillas y la mejora en los siste-mas de cocción (Rey y Soto 1997). Losgestos son seguros y atrevidos en el mode-lado y en la decoración, que se puede volverbarroquizante; se atreven a decorar con mo-tivos complejos todos los rincones de unavasija, con un control pleno de la plastici-dad adecuada, que evite las deformaciones(figura 4).

Cerámica castreña y alfarería tradicional. Comparaciones - Josefa Rey Castiñeira26

caso, líticos que podrían ser alisadores delbarro (figura 3). Aun así, a través de las pro-pias cerámicas, distinguimos sistemas de pro-ducción diferenciados a lo largo de los milaños que dura la cultura castreña.

Durante la Edad del Hierro Inicial (siglos IX-V aC) tendríamos una alfarería domésticapoco especializada, con un nivel tecnológicomuy bajo y con poca soltura en los gestos téc-nicos. Emplean barros poco seleccionados ymal amasados, cocciones con temperaturasreducidas, un modelado manual poco atre-vido en la elaboración de formas y con deco-raciones ejecutadas con poca seguridad.

El conocimiento técnico, desde la segundaEdad del Hierro (siglos IV aC-I dC), semuestra lo suficientemente desarrollado

Figura 3. Posibles alisadores de Castrovite (Pontevedra). Museo Provincial. Pontevedra (Foto de Césary Manel Candamo).

Figura 5. Marcas identificadas en cerámicas delCastro de Briteiros (Guimarâes) (Silva 1986, EstLXIII).

Figura 4. Contraste de facturas entre una vasijade la primera Edad del Hierro y de la Segunda.Museo do Mar de Galicia. Vigo.

Fase Inicial Fase Media Fase Final

Figura 6. Tradiciones cerámicas identificadas en las Rías Baixas: Edad del Hierro Inicial, Medio y Final (Rey 2000: 239).

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Los dos tipos de alfarerías (las comunidadesde alfareros y los talleres) probablemente sedieron a finales de la segunda Edad del Hie-rro, ya muy próximos al cambio de era. Ac-titudes equivalentes a los talleres se podríaproponer para la cerámica del castro de SantaTrega, que posee la categoría de un “oppi-dum”. Entre su cerámica se aprecian formasnovedosas, que parecen imitar a las de fuera,cerámicas, estas últimas, que también consu-men. Hay además marcas de significado des-conocido, pero que podrían tener que vercon los alfareros, con los consumidores, conlos productos o con los usos. El hecho deque, aquellos yacimientos -Santa Trega, Bri-teiros o Sanfins- donde aparecieron cerámi-cas con marcas (figura 5), sean ciudades yasupone reconocer un grado mínimo de divi-sión del trabajo y de clases artesanales.

Para cualquiera de las etapas castreñas, losanálisis arqueométricos tienden más a laidea de producciones locales que a grandesproducciones centralizadas (Rodríguez-Co-rral 2007), lo cual creemos que no excluyeun sistema equivalente al de las aldeas alfa-reras. Para saber realmente lo que repre-sentan estos datos, además de intensificarlos análisis de la cerámica arqueológica, queaún son muy pocos, habría que realizarlostambién en las cerámicas populares, parti-cularmente en la explotación de arcillas,pues tenemos la impresión de que unmismo alfarero, o por lo menos una mismacomunidad alfarera, puede ofrecernos unpanorama parecido.

Sobre la evolución descrita son interesanteslos mapas secuenciados de la cerámica cas-

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treña de las Rías Baixas, donde se reflejanlos cambios explicados (figura 6). Pocopodríamos decir del inicio de la Edad delHierro, ya que el número de castros y la ex-tensión de los conjuntos cerámicos de esaépoca impiden dibujar un área definida ypronunciarse sobre las diferencias estilísti-cas apreciadas. Durante la segunda Edaddel Hierro prerromano, es muy nítida latradición alfarera y el mapa por donde sedistribuye (eminentemente marítima). Lasituación cambia en la fase final del perí-odo, donde las tradiciones se contaminan ylos mapas se desdibujan y amplifican, pro-bablemente propiciado por la nueva es-tructura administrativa romana y lasmejoras de las redes viarias. Vasijas propiasde las Rías Baixas, como las “vasijas Vigo”llegan, o tal vez se imitan, en las tierras lu-

Cerámica castreña y alfarería tradicional. Comparaciones - Josefa Rey Castiñeira28

5. PERO SÍ QUE COMPARTEN EL

ESPACIO GEOGRÁFICO

Puesto que la comparación histórica di-recta no es posible, cabe la opción de laanalogía «discontinua», donde las diferen-cias en el tiempo o en el espacio resultanirrelevantes (Hernando 1995: 22). Peroaun así, previamente se ha de evaluar laviabilidad del paralelo y los términos enque deben hacerse, con la convicción deque existen condiciones de comparaciónentre ambas tradiciones alfareras, contex-

censes (figura 7). Las “vasijas perladas”, queimitan en su aspecto y en los gestos técnicosa las sítulas hechas a la cera perdida, aparecendistribuidas por todo el Noroeste peninsular(figura 8). La presencia de estas piezas es ex-cepcional en cada yacimiento, probablementepor su carácter simbólico y por la compleji-dad que encierra su elaboración. Tal vez sepodrían equiparar a las vasijas ibéricas del S.III aC con ricas ornamentaciones figuradas,que parecen encargos a ceramistas y pintoresprestigiosos, de clientes concretos (Mayoral yChapa 2007: 88).

tos de funcionamiento parejos, causas osignificados similares.

En primer lugar, si las dos alfarerías que com-paramos comparten el mismo espacio geográ-fico, entonces es importante traer a colación elpensamiento braudeliano de que la geografíalenta e insensiblemente, va moldeando el ca-rácter y la forma de ser y vivir de las poblacio-nes. La geografía determina unas constantesque permanecen en el tiempo, independiente-mente de cuales son los actores. Sobre esto y,aunque encierra otro tipo de cuestiones, resultamuy adecuada una cita de Miguel Anxo Mu-rado (2008: 26): “Los países no son personas,son lugares. No tienen memoria, tienen histo-ria. Pero la historia la escriben las personas, nolos lugares. Somos nosotros quienes antropo-morfizamos los países y los dotamos de per-sonalidad, de una imagen”.

Figura 7. Imitaciones de “Vasijas Vigo” en el castro de Borneiro (Rey 1998: XLII) (Dibujos de Anxo Rodríguez Paz).

Figura 8. Imitación de una sítula o caldero me-tálico en el Castro de Santa Trega (Rey 1992:CCCLXXXI). Esquema de un detalle de la dia-dema de Ribadeo/Moñes, de un porteador de cal-deros rituales (Balseiro 2000: 58).

XIV Congreso de ceramología

La contraposición entre la Galicia litoral y lainterior, que García Alén nos destaca, paradiferenciar las alfarerías populares que enella se desarrollan, forman parte de las ca-racterísticas estructurales del Noroeste ibé-rico, que también se observan en la Edad delHierro y diríamos que en todas las etapas dela prehistoria.

El Noroeste peninsular tiene un marcadocarácter marítimo y exterior más que inte-rior, que le confiere personalidad. Es unalínea de costa muy articulada, sobre todo ladel suroeste, que le dota de buenos puertosy donde se concentran las mejores tierras;Con una topografía accidentada en el 60%de su territorio, que aísla y dificulta las co-municaciones con la Meseta. Nos destacaRuiz Gálvez (1998), al hablar de BronceFinal Atlántico, que Galicia se comportacomo una isla. Dice Murado (2008: 14), queen líneas generales, los momentos en los queGalicia ha podido relacionarse a través delAtlántico le han sido propicios, mientras queaquellos en los que las circunstancias políti-cas lo han impedido, marcan fases de em-pobrecimiento. Desde los restos del Apóstolhasta el Prestige, a Galicia casi todo le llegópor mar (Murado 2008: 22).

En definitiva, no es nada nuevo que la alfa-rería popular y la castreña muestren unmayor dinamismo en la línea de costa, sobretodo en la suroccidental, la correspondientea las Rías Baixas.

García Alén destaca la alfarería de la Galicialitoral. Aquí es donde se produce el mayordesarrollo económico; donde más poblaciónse concentra; donde acceden más fácilmentea las influencias burguesas e industriales;donde se producen reiterados intentos de in-dustrializar la alfarería; donde el torno alto

está mas extendido; donde más les gusta de-corar las vasijas; donde cuecen en hornoscon parrilla, con atmósferas oxidantes. Suproducción alfarera está especialmenteorientada a las villas y ciudades de la costa.Es el área donde se desarrollan los talleres,donde los alfareros muestran mayor movili-dad geográfica. Por sus puertos se introduceloza fina que complementa el consumo. Losfocos de irradiación más destacados son AGuarda y Tui.

De la Galicia interior resalta su menor des-arrollo económico. Las “aldeas de alfareros”son el sistema de producción dominante.Sus manufacturas están especialmente orien-tadas al campesinado. Son escuetos con losadornos “el barro cuanto más limpiomejor”. Es la zona del torno bajo o alto ru-dimentario, de los hornos sin parrilla y al-guna en hoguera al aire libre, de lasatmósferas reductoras. Niñodaguia es laúnica excepción, con un nivel técnico supe-rior, probablemente porque está emplazadaen una de las vías principales de comunica-ción Galicia - León (García-Alén 1983: 49).Los contactos de los centros alfareros situa-dos en la Galicia más oriental se mantuvie-ron con las tierras castellanas de Zamora yLeón y las portuguesas de Vila Real, por ca-minos de montaña. Rubiá y Valdeorras seencuentran en la ruta de los arrieros bercia-nos (García-Alén 1983: 199). Os Barraxei-ros de Lamartín incorporaron formascastellano-leonesas, que debieron llegar a lasferias o traer los campesinos que iban a«Castilla» a trabajar en la siega (García-Alén1983: 234). O Seixo y Portomourisco man-tienen fuertes relaciones con Portugal y Za-mora (García-Alén 1983: 49).

Durante la Edad del Hierro, la Galicia lito-ral, especialmente las Rías Baixas, se mues-

tra la más dinámica en todas las evidenciasarqueológicas relacionadas con la vida eco-nómica y cultural, inclusive la cerámica,donde los basureros evidencian un consumode derroche. Es frecuente la incorporaciónde productos importados desde épocas tem-pranas de la Edad del Hierro. En esta zonase podría hablar de sistemas productivos asi-milables a la categoría de talleres.

La Galicia interior se muestra de nuevo enfrente, con producciones y consumos co-medidos, el mismo interés por un barro lim-pio sin adornos como en la alfarería popularactual. Sus relaciones exteriores con las tie-rras de León, Zamora y Portugal orientalson evidentes aunque escuetas en la cerá-mica, por la poca información disponible.Basta observar la delimitación del conventoastur para hacerse una idea de la asiduidadde estas relaciones, puesto que toda la Gali-cia oriental y tierras occidentales meseteñasforman parte de una misma división admi-nistrativa romana.

Hay una parte de la Galicia interior que du-rante la Edad del Hierro, casi funcionócomo costa, ya que la cuenca del Miño hastala confluencia del Sil fue navegable. Por todaesta cuenca la cultura material castreña, entodas sus manifestaciones, incluida la cerá-mica nos ofrece una expresión estética muydestacable.

Para entrar más en detalle en las comparacio-nes geográficas entre las cerámicas popular ycastreña, cabe el análisis de los atlas que cadauna de ellas ofrece. Los de época castreña serefieren al estilo de sus productos manufac-turados y por lo tanto, son equiparables a losque en la alfarería tradicional se refieren a lasáreas de mercado de un centro productor. Encambio, carecemos de documentación cas-

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Cerámica castreña y alfarería tradicional. Comparaciones - Josefa Rey Castiñeira30

treña para confrontarla con los mapas de loscentros de producción de la alfarería popular(figura 9), que en todo caso podrían estarcerca de aquellas áreas de máxima concen-tración de un estilo característico.

Los mapas de mercado populares, a vecesuno en concreto o la suma de varios presen-tan semejanzas interesantes con los estiloscastreños de la segunda Edad del Hierro, quees cuando las tradiciones cerámicas son másnítidas y se dan menos contaminacionesentre ellas (figura 10). Son parecidas el áreade mercado de Buño y la estilística castreñaseptentrional, la tradicional de Bamio y lacastreña de las Rías Bajas, aunque esta últimaampliándola hasta la desembocadura delMiño y restringiéndola a la línea de costa. Lasuma de los mapas de mercado de Santomé-Ramirás, Ninodaguia y Loñoá das Olas, coin-ciden en parte con la tradición castreña quedenominamos Miño, aunque con interesan-tes diferencias, ya que las populares actuales

Figura 9. Áreas alfareras tradicionales con siste-mas de producción compartidos.

Área de mercado de las vasijas

de los alfareros de Buño.

Área de difusión de las vasijas de “barro cocido”

de la alfarería de la fábrica de A Guarda.

Área de mercado de las vasijas

de los alfareros de Niñodaguia.

Figura 10. Tradiciones alfareras de la Segunda Edad del Hierro reconocidas y áreas de mercado de laalfarería popular gallega equiparables.

XIV Congreso de ceramología

se orientan en mayor medida hacia el este yla castreña hacia el suroeste, dirigiéndose a lacosta, donde el castro de A Forca consumeen igual medida los productos del Miño y losde las Rías Baixas.

En ocasiones ocurre que en un mismo es-pacio geográfico puede haber tradiciones di-ferenciadas: Tioira y Niñodaguia son lugaresmuy próximos y, sin embargo las formas detrabajo y la producción son diferentes (Gar-cía-Alén 1983: 115). A Bouza, Santomé, Ra-mirás y Lobios comparten la estructura deltorno y las formas de las vasijas, pero Lo-bios discrepa en la técnica de cocción. Porotra parte también se nos dice que no sevendían por igual las vasijas en las ferias,

cada una tenía, para un mismo alfarero, unademanda diferente (García-Alén 1983: 231).

En el mapa de distribución porcentual detipos cerámicos del área septentrional enépoca castreña (figura 11), se refleja quedentro de la unidad territorial, que comparteun mismo tipo de producto, el consumo noes uniforme. Las grandes vasijas de almace-naje que llamamos “Borneiro A” (figura 12)

tienen un éxito pleno en el castro que le danombre. Elviña la consume en igual medidaque las piezas singulares Recarea (figura 13),que suponemos un horno de pan, aunqueno logramos recomponer su forma del todo.En cambio, la vasija Corredoiras (figura 14),que presenta escasa presencia en los castros

anteriores alcanza cotas de máxima presen-cia en el de Recarea y Baroña.

En todo ello puede que tenga que ver, porejemplo, que los castros de Recarea y Baroñatambién adquieren productos de las RíasBaixas. La proximidad del castro de Elviña alpuerto de Brigantium, y el importante por-centaje de productos importados que con-sume, se opone a los hábitos de Borneiro,donde la cerámica indígena es casi el 99%frente a la importada.

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Figura 11. Mapa porcentual de tipos cerámicos consumidos en la cerámica castreña septentrional,de la Segunda Edad del Hierro (elaborado por Emilio Abad).

Figura 12. Tipos cerámicos consumidos en lacerámica castreña septentrional, de la SegundaEdad del Hierro: fragmentos de “Vasijas Bor-neiro A” (Rey 1998: XXXV y XXXVI) (Dibujosde Anxo Rodríguez Paz).

Tipos cerámicos de los

castros del noroeste

Cerámica castreña y alfarería tradicional. Comparaciones - Josefa Rey Castiñeira32

Otros aspectos sobre la conducta geografía,que la alfarería popular nos ofrece, son los re-lacionados con los sistemas de distribuciónde las cerámicas. La transportan, por tierra,en fajos atados con una cuerda, metidos ensacos de “mustil”, con paja o helechos; engrandes cestos expresamente construidospara este uso, como “os paxes” de Betanzos,“os goxos” en Mondoñedo o “os cestos paraos Oleiros” que se hacían en Corcoestro paralos alfareros de Buño. Se llevaban sobre la es-palda o en la cabeza. Cuando estaba a su al-cance utilizaban un burro llevado de la manoo un carro de vacas y el alfarero también ibacargando (García-Alén 1983: 38).

El comercio por mar fue más ágil y conmenos riesgos de accidentes. Buño, Bamio oA Guarda, emplearon barcos de vela paratransportar y vender en los pueblos de lasRías Baixas. Buño también vendía por lacosta asturiana y portuguesa (García-Alén1983: 38). Las familias de navegantes deMuros y Noia utilizaban en su mesa vajillade Bristol, adquirida en el puerto de Cardiff(García-Alén 1983: 41).

Si la extensión de las áreas de mercado tra-dicionales y las castreñas tienen proporcio-nes parecidas y el nivel de estandarizacióntambién es parecido ¿podríamos hablar en-tonces de procesos de producción semejan-tes? Habrá que analizar cada paso delproceso de producción con más detalle.

6. SERÍA BUENO ENCONTRAR

LOS LUGARES DE PRODUCCIÓN

Está claro que es un tema pendiente elidentificar los centros de producción cas-treño. Para conseguirlo es preciso diseñarla búsqueda y los sistemas de identificaciónde una determinada evidencia, ver si se po-drían detectar las acciones que formanparte de los procesos productivos en el re-gistro arqueológico y cómo hacerlo (Ortonet alii 1997: 29). Nuestros procedimientosde búsqueda están diseñados en función decómo concebimos una actividad, y ellocondiciona la fisonomía de lo que encon-tremos (Mayoral y Chapa 2007: 12). Poreso es tan necesario sistematizar el es-

quema técnico, con los detalles precisos,para crear un modelo.

Este tipo de objetivos hoy están arropadospor una línea de investigación arqueológicaen auge creciente sobre el mundo del tra-bajo. Los especialistas la denominan “estu-dio de la vida cotidiana”, “historia de lacultura material” “Arqueología de la pro-ducción” o “Arqueología del trabajo”. Den-tro de ella, cada objeto es el resultado de unconjunto de procesos técnicos y tecnológi-cos, que van desde la selección y captaciónde la materia prima, hasta su transforma-ción, uso y abandono.

El primer paso es construir la cadena téc-nica, que se compone de acciones, espa-cios, instalaciones y herramientas. Losegundo apreciar y preveer lo que estosignifica arqueológicamente: la evidenciaque se conserva, cual no, en que modosse manifiesta y los requerimientos de ex-tracción y registro que se precisan. Di-seño de cautelas o protocolos para unaacción; por ejemplo, el amasado, a traves

Figura 13. Tipos cerámicos consumidos en la ce-rámica castreña septentrional, de la SegundaEdad del Hierro: fragmentos de “Piezas SingularRecarea” (Gutiérrez 1991: 66 y Rey 1992).

Figura 14. Tipos cerámicosconsumidos en la cerámicacastreña septentrional, de laSegunda Edad del Hierro:fragmentos de “Vasijas Co-rredoiras” (Rey 1998: LXXX)(dibujos de Gonzalo Meijide).

XIV Congreso de ceramología

de la evidencia directa -la pella de barro-o por las consecuencias que crea en elproducto final, que pudo llegar a buen fino resultar fallido.

En esta línea de trabajo, la cadena operativa-serie de operaciones que llevan a una mate-ria prima de su estado material a un estadofabricado- es una herramienta fundamentalde análisis. Su reconstrucción sistemáticapermite enfrentarnos con sus variantes, ypor lo tanto a la vez con sus ‘columnas ver-tebrales’, con los componentes estratégicosque no pueden modificarse sin arriesgartoda la cadena, y con los grados de libertady las opciones que los autores se puedenpermitir. Es la mejor manera de deducir (oinferir) los esquemas mentales y las maneraspreferidas de hacer las cosas (Pie y Vila1992: 276).

Un paso más adelante de la cadena técnicase encuentra la perspectiva teórico-metodo-lógica de los procesos de producción, queconsidera a los objetos como parte de unproceso productivo, que está en relación conlas estrategias económicas de las comunida-des, así como con las tradiciones tecnológi-cas en la que estos individuos estáninmersos. Se diferencia del estudio de cade-nas operativas en la jerarquía de los criteriosmás importantes: uso “versus” técnica (Piey Vila 1992: 276).

A la hora de incorporar todos estos enfo-ques en el análisis cerámico, es preciso re-cordar que los conocimientos de laalfarería popular y la castreña son empíri-cos; un saber hacer no escrito, que seaprende con la práctica, que se rige poruna secuencia de elecciones y de operacio-nes fijadas por las reglas del arte aprendi-das de un maestro, las cuales debe seguir,

si quiere estar seguro del resultado (Man-noni y Giannichedda 2003: 28).

También es importante acordarse que exis-ten analogías en las que el principio generalinvolucrado no es social, sino físico, o quí-mico, y que, por tanto, son universales y noestán sujetos a las condiciones de historici-dad (Gándara 2006: 21). A esta categoríapertenecen muchos de los gestos técnicos ysus resultados. Así en condiciones idénticas,las mismas operaciones técnicas dejan tra-zas materiales similares (Mannoni y Gianni-chedda 2003: 16).

Otro aspecto a considerar es que los traba-jos de alfarería son muy extensos y comple-jos, con una larga sucesión de accionesrealizadas de maneras diferentes. Dentro deella hay actividades que requieren un mayornivel de destreza. El modelado y la cocción,sobre todo, subordinan las demás funciones,que pueden ser delegadas bajo la supervi-sión del alfarero, como la extracción de ar-cillas, el amasado, el secado o la venta.

Otra peculiaridad del ciclo productivo de laalfarería es que puede ser abarcado en su to-talidad por los mismos artesanos, que son ca-paces de acometer cualquier operación. Lametalurgia, por el contrario, se divide en fasesy secciones especializadas, a causa de su pro-pia complicación y de las distancias entre loslugares de extracción y los de elaboración,que implica a sectores socioeconómicos dife-rentes, pero también a sociedades heterogé-neas (Mannoni y Giannichedda 2003: 29).

Cabe insistir, asimismo, que para alcanzartodas estas pretensiones, partimos única-mente de los hallazgos arqueológicos, quegeneralmente están constituidos por des-echos, lo cual dificulta las interpretaciones.

7. PROBEMOS CON EL PRIMER ESLABÓN:“AS BARREIRAS”

Se nos antoja que los sistemas y criterios deextraccion de arcillas en la cultura castreña,a partir de la segunda Edad del Hierro, de-bieron ser parecidos a los de la alfareria po-pular. Los argumentos para hacerlo son elvolumen de piezas consumidas, el tamanode muchas de ellas, las calidades de las pas-tas, con texturas muy variadas según el tipode vasija, desde gruesas a muy finas (Rey ySoto 1997).

Consideremos las acciones, herramientas,consecuencias y evidencias que aparecen enla síntesis de García Alén:

• La primera acción, la búsquedaLos alfareros de A Terra Chá clavan unabarra de hierro aguzada “o espeto”, deaproximadamente metro y medio delargo (García-Alén 1983: 192). Desde elpunto de vista arqueológico es una ope-ración que no deja huella.

• La segunda, la extraccionLa primera analogía etnográfica, la obte-nemos entre un párrafo de García Alén(1983: 192) y las representaciones griegas(figura 15) que ilustran esta actividad.Dice García Alén: “Cada alfarero extraepersonalmente su barro de la «barreira»,ayudado por dos hombres, uno para car-gar el barro en cestos de varillas o astillasde sauce, mediante una pala; otro parasubir hasta la boca de la «barreira», dondelas mujeres lo recogían y trasladaban”.Se hace con las mismas herramientas delas faenas agrícolas –una azada o un aza-dón- y más modernamente con «o pica-cho do barro» de fuerte constitución, “elsacho del barro”, de hoja y mangos pe-

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Cerámica castreña y alfarería tradicional. Comparaciones - Josefa Rey Castiñeira34

queños, para excavar el filón (García-Alén1983: 192), el mismo instrumental que enla cerámica popular canaria de la Hoya dePineda (Rodríguez et alii 2006: 213). Enla cultura castreña, este instrumental téc-nico lo encontramos desde finales de lasegunda Edad del Hierro y se parece altradicional actual y por lo tanto disponende los mismos medios tecnológicos (fi-gura 16). Pero, lo que no se constata es laactividad en sí misma, al tratarse de he-rramientas no especializadas.Las evidencias estructurales que producela extracción son las marcas en el terreno,como los pozos o el conjunto de barreras.Los pozos son la unidad de explotaciónparticular, con el ancho suficiente parados o tres personas (unos 2 metros),para el que extrae, el que carga los capa-chos y el que sube el barro a la superfi-cie. Tienen de 2 o 3 de profundidad,hasta alcanzar el barro deseado. Los“Barraxeiros de Samos” lo encontrabana un nivel muy superficial y no precisa-ban pozos profundos (García-Alén1983: 234). Otras veces es preciso atra-vesar varias capas (la superficial de tie-rra y una de barro muy arenoso) para

encontrar, debajo, el filón de barro decalidad, una capa fina que se asienta en“o lar do barro” que ya no interesa.El beneficio de los filones de barro “os me-llores dentes do barro” forma galerías ho-rizontales o minas, cuya longitud eraequivalente a la de un hombre estirado, conlos pies fuera de la mina. La altura guardarelación con el grueso de la veta y el volu-men de una persona en cuclillas o tumbado.Se dejan columnas térreas o cepas entrecada dos galerías, para evitar derrumbes.Muchas veces la barrera se escalona en unode los lados para poder descargar la arcilla(García-Alén 1983: 192).La barrera, en su conjunto, es la suma demuchos pozos con sus galerias, que se yus-taponen o se interfieren, se conservan ose alteran con intervenciones sucesivas opor su permanencia a lentemperie. En “ACampa de Outonais”, en la barrera deLourido Pequeno se apreciaban unasgrandes hondonadas o “baiocas” por lagran cantidad de barro extraído (García-Alén 1983: 234). En el monte O Picato, labarrera de A Terra Chá, quedó tan llenade agujeros que es peligroso atravesarlo(García-Alén 1983: 193).

Dibujo esquemático de

una “barreira” de Loñoá.

Medidas en centímetros

Figura 15. Imágenes de la extracción de arcillaen plaquetas corintias del S. VI-V aC (D’ Anna2003: figura 2) y en la alfarería popular (GarcíaAlén 1983: 133).

Figura 16. Utillaje agrícola de finales de la Segunda Edad del Hierro, de los castros portugueses de Sa-broso, Sanfins y Romariz (Silva 1986: Est. LXXXVIII).

XIV Congreso de ceramología

El producto derivado de la tarea extrac-tiva es el barro. Recien extraído, presentala forma de bloques secos, que se acu-mulan en las inmediaciones o se trasla-dan al taller.Son dos las categorías de arcillas que se ex-traen: la que se desecha (el “barro zu-rudo”, muy arenoso) y la que se busca (el«barro de freba» o «lisil», de buena calidad)(García-Alén 1983: 192). El primero, enteoría debe dar lugar a acumulaciones o es-combreras importantes, que para la ar-queología sería interesante tipificar. Elsegundo, rara vez debería aparecer en laforma original. Serían aquellos retazos quequedaron pendientes de traslado en la ba-rrera, o el que quedó a la espera de seramasado, en el taller.Para la recostrucción de esta parte de lacadena técnica es indispensable, portanto, el conocimiento de la región dondese pretenda llevar a cabo un análisis cerá-mico. Debemos contar con una buenacartografía geológica y de buenos traba-jos regionales. Es recomendable, siempreque sea posible, la recogida sistemática demuestras actuales de arcilla del área en es-tudio, potencialmente utilizables, con elfin de contrastar los resultados de la ca-racterización (García-Heras 1992: 265).Sobre este aspecto, García Alén (1983:54) menciona la existencia de análisis debarros en la mayoría de los centros alfa-reros gallegos, una fuente de informaciónque los arqueólogos de este ámbito geo-gráfico aún no hemos explorado.Puesto que las arcillas extraídas son sus-ceptibles de análisis de elementos quími-cos, que determinen su procedencia,tambien es importante considerar las cate-gorías que García-Heras (1998: 227) nospropone. Una es la fuente y otra el origen.La primera hace referencia al punto con-

creto donde se recogio laarcilla: la barrera, el estratoarcilloso o las arcillas deuna cuenca. El segundo serefiere a la zona geográfica.Un dato interesante paracomponer el calendariode trabajo es la insisten-cia en que la extraccióndel barro se hace prefe-rentemente en verano ysobre todo a finales,cuando las tierras tienenmenos humedad y losriesgos de desplome sonmenores. En Bonxe sehace por la segunda quin-cena de agosto, al día si-guiente de la fiestaparroquial de San Ma-mede; en Terra Chá espe-cialmente en setiembre;en Tioira en los meses de setiembre y oc-tubre (García-Alén 1983: 192).

• El transporte, la terceraDe la barrera se transporta al taller en ca-rros, un carro por alfarero. Cada hornadaes un carro; una hornada por mes son 12carros (García-Alén 1983: 193). Cabe pre-guntarse entonces ¿cuantos kilos de barroson por carro o por hornada? ¿Cuantoscarros de una barrera? ¿Cuántas vasijasdan un carro o una hornada? ¿Y una ba-rrera? Una recopilación etnográfica siste-mática de información sobre estas y otrascantidades, nos permitiría hacer cálculos ala inversa, en la cerámica castreña. Desdeel total de vasijas por poblado podríamoscalcular la entidad de las barreras.Para saber de las cantidades de barro ex-traído, trasportado y empleado, precisamosde los datos etnográficos, ampliando el nú-

mero de preguntas, ya que la evidencia ar-queológica no ofrece demasiadas opciones.Nada sabemos de los pozos de extracciónpara calcular el volumen, ni de los carros, nide la capacidad de los hornos, ya que no seconservaron completos. Sabemos el diá-metro de sus parrillas pero no su altura(Coll 2000), en parte por los procesos des-tructivos; pero, también es probable quecomo nos indica la información etnográ-fica, la capacidad del horno esté en funciónde la carga disponible para la cocción, yaque la parte superior crece y se construyecon la acumulación de las vasijas para elhorneado. Un caso diferente son los hor-nos “portátiles”, como el aparecido enCastromao (Fariña 2001), que nos ofreceuna cavidad cerrada, cuyas medidas pues-tas en relación con las cerámicas del cas-tro, podrían ofrecernos datos interesantes(figura 17).

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Figura 17. Horno del Castro de Castromao (Celanova, Ourense)(foto cedida por el Museo Arqueológico Provincial de Ourense).

Cerámica castreña y alfarería tradicional. Comparaciones - Josefa Rey Castiñeira36

En los castros podría ser posible elmismo sistema de transporte, ya que elempleo de carros en la prehistoria se vamás atrás de la Edad del Hierro, aunquede su evidencia directa nada tenemos.Existen marcas de su paso (las roderas)en el castro de San Cibrán de Las, cuyaocupación transcurre a finales de la Edaddel Hierro, en torno al cambio de era.

• El Machacado, majado o desmenuzadode bloques, la cuartaEl barro transportado de la barrera se co-loca sobre un «cepo», hecho con untronco de árbol, donde se maja o des-hace. Se desmenuza con la ayuda de unahoz de hierro provista de un mango demadera (García-Alén 1983: 234), conmazas de madera, o con rodillos de pie-dra (rulos), que también se usan en eldesterronado y mantenimiento de loscampos o en el pavimentado de las eras(Mayoral y Chapa 2007: 84 y Rodríguezet alii 2006: 213).

• La quinta, la depuración del barroLa intención es separar las inclusionesno deseadas (raíces, piedras gruesas yarenas), que arriesgan la cocción. Se es-cogía con las propias manos, se cribaba,se decantaba con agua, en balsas pocoprofundas. Una segunda fase del depu-rado es la pudrición o el curtido, quebusca la descomposición de cualquierresto de materia orgánica que hubiera enla pasta. La arcilla batida y reposada, unavez pierde agua y cobra consistencia su-ficiente, se retira en bloques y se guardaen un espacio húmedo y sombreadopara su “pudrición”. En estas despensasel barro podía permanecer muchotiempo. Entre los alfareros tradicionalesposeer una buena reserva de arcilla daba

prestigio y un rico patrimonio (Mayoraly Chapa 2007: 84). Los “Barraxeiros deSamos” depositaban el barro en bloquesal lado de la casa, en una superficie es-pecialmente acondicionada de losas depiedra o de barro endurecido, dondepermanecía a la intemperie para que lalluvia y el sol lo curtieran (García-Alén1983: 234). En “A Terra Cha” el barroestaba fuera de la casa, “no barreiro”,espacio inmediato a la edificación, conun suelo y espacios delimitados de losas;el número de estos variaba en funciónde cuantas clases de barro se empleasen(García-Alén 1983: 193).

• La sexta, el amasado.Busca una pasta homogénea y la plastici-dad adecuada para el modelado. Esta ac-ción conlleva la clasificación de arcillas enfunción de su plasticidad o “liga”, y de ladensidad y coloración que adquieren des-pués de la cocción (García-Alén 1983:54). El siguiente paso es la selección deuna arcilla en concreto, que no precisa sertransformada, la mezcla de varias en lasproporciones adecuadas o la alteraciónde las cualidades de una de ellas medianteel añadido de desgrasantes.

Cualquiera de estas labores busca modificarlas propiedades de la arcilla, reducir el excesode plasticidad, facilitar el secado, lograr unamayor resistencia durante el proceso de coc-ción y durante el uso, aumentar la porosidad,evitar roturas o compresiones durante la coc-ción (Eiroa 1999: 150 y Mayoral y Chapa2007: 85). La plasticidad adecuada es impor-tante para que el barro se haga mejor, que lasvasijas suban, que las paredes se aguanten,que “termen”, que no se vengan abajo, que“non se estiliquen” por un barro excesiva-mente plástico (García-Alén 1983: 191).

En Silvarrei, en las barreras del monte Ramilsacaban un barro de tal calidad que se em-pleaba tal como salía del terreno (García-Alén 1983: 193). El barro de Monte Ramiliba muy bien para las piezas grandes comolas “ámboas”. El barro blanco, del mismomonte, se empleaba en las piezas “finas” demesa. Los “Barraxeiros de Samos”, aunquediferenciaban varias clases de arcillas, em-pleaban una sola clase para todas las vasijasy preferían la de color amarillo “rubio” ou«roxo». La arena que contenía servía de des-grasante (García-Alén 1983: 235). Los alfa-reros de Terra Chá conocían el barro “relo”como «barro de San Lourenzo» o «do Pi-cato», los nombres de los dos lugares dondese extraía.

En Terra Chá combinan dos tipos de arci-lla: el “barro de freba”, de color rojo, muyplástico, de más liga, y el de “relo”, decolor blanco, azulado o castaño, de pocaplasticidad, de menos liga (García-Alén1983: 193). Los artesanos de Buño dife-rencian los barros “finos ou de corpo oude liga” y los barros “escamentos ou zo-rras”, menos plásticos. Las proporcionesvarían según la forma y tamaño de la va-sija. La proporción más empleada sonveinte partes de barro «fino» por seis de«zorra». En la comarca de Gundivós com-binan un barro “forte ou ligoso”, cono-cido como «barro correudo», con otroarenoso que denominan “barro faragu-llám” y con uno «roxo», que se extrae másen la superficie, éste último para obtenervasijas oscuras (García-Alén 1983: 54). EnNiñodaguia, cuando una pieza debía ir alfuego se le añadía cierta proporción debarro arenoso.

El añadido de desgrasantes o una selecciónde arcillas en función de los recipientes que

XIV Congreso de ceramología

se pretendían elaborar, se constata en ar-queología desde el neolítico, en yacimientosgranadinos, por ejemplo (García-Heras,1998). Las diferentes texturas identificadasen las cerámicas castreñas de las Rías Baixasy tradición Miño, desde la segunda Edad delHierro, que van desde las muy gruesas amuy finas, indican la existencia de este tipode laboreo (Rey y Soto, 2002). La “vasijaBorneiro B”, en concreto, parece haber pre-ferido una pasta poco tratada con inclusio-nes naturales no añadidas, de gran tamaño yde alta esfericidad y redondez (Rodríguez-Corral 2007).

El amasado del barro, convenientementehumedecido, se hace con las manos, con lospies descalzos o con mazos, en el suelo,sobre una piedra lisa (García-Alén 1983:234; Rodríguez et alii. 2006: 213 y Mayoral yChapa 2007: 84).

Las cantidades de barro que se amasan va-rían en función del sistema de amasado y deldestino inmediato. Los “barraxeiros deSamos”, con las manos forman “bolos” dediverso tamaño, proporcionado al calibre decada vasija que se va a modelar (García-Alén1983: 234). Los alfareros de A Terra Chá,conforme necesitan, disponen un montónde barro “o barreiro» sobre “a pedra dobarro”, de unos dos metros y medio de diá-metro, situada a nivel del suelo. Lo pisan con“mazos de pau», que son de distinta longitudy tamaño, según los maneje un hombre ouna mujer. Están hechos con madera deálamo, fresno, boj o aliso. También utilizanun trozo de eje de un carro del país, deroble. Años atrás lo hacían pisando el barrocon los pies descalzos. El montón de barropisado se denomina “empiada”, que se frag-menta en pellas o “bolos”, de unos cin-cuenta kilogramos de peso, que constituyen

el trabajo diario o “tarea”. Cada “bolo” sesitúa sobre una tabla bien seca “a mesa dobarro” o mesa de gramar, que antiguamenteera un cepo ancho de roble, donde se brega,o grama, estirándolo con la cara ventral delas manos y después amasándolo fuerte-mente con los puños cerrados. De la masade barro gramada se van cortando distintoscachos o “fondos”, según la pieza que sequiera modelar. Luego, se colocan en las ta-blas situadas junto al torno y, por último, setrocean con la mano o se cortan con “a tren-cha do barro”, que es un trozo de alambrefino (García-Alén 1983: 194).

Nos preguntamos, a cuál de las tres unidadesde barro amasado corresponde la pella en-contrada en una casa del Castro de Laias(Cenlle, Ourense) (Álvarez y López 2000:529). En principio, por el lugar en que apa-

rece y la presencia de marcas de dedos, de-beríamos pensar en un “cacho o fondo”, launidad de barro adecuada para la elabora-ción de una vasija en concreto; parece claroque no se trata de una “empiada o barreira”,que por su volumen requiere una localiza-ción más precisa -un espacio y una estruc-tura concreta, en el suelo- y además noadmite el amasado con las manos.

Sobre la posibilidad de se trate de una alfa-rera, por la finura de los dedos, o en todocaso, de un alfarero “joven”, cabe hacerse lapregunta de si la alfarería castreña estaba enmanos de mujeres y si las alfarerías como lasde Portomourisco y Ramirás, en la Galiciainterior, donde se empleaba el torno bajo(García-Alén 1983: 233) son un fósil de esetrabajo femenino. Para descartar la idea decontinuidad y de relaciones concretas de gé-nero con los oficios, cabe resaltar que, entodo caso, el área alfarera castreña en que secontextualiza esta pella de barro, posee unalto nivel tecnológico para la época y es unade las más apreciadas.

La cantidad de barro amasado por díaguarda relación con el trabajo diario, el cualvariaba en relación con el tamaño o a la di-ficultad de las piezas. En A Terra Cha, latarea estipulada por día son 20 “barreñospara la zorza” o 40 piezas “grandes” o 60piezas “medianas” o 72 de “a tres” o 20 do-cenas de “platos” o entre 30 y 50 docenasde “tazas” (García-Alén 1983: 190). En lacerámica tradicional de Hoya de Pinedahacen unas 20 o 30 piezas por día (Rodrí-guez et alii 2006: 212).

En la cerámica castreña se ensayaron al-gunos tiempos de ejecución de piezasconcretas. Una “jarra Toralla” (figura 18)

se puede hacer en 20 minutos escasos.

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Figura 18. Reconstrucción de una “jarra Toralla”del castro de Punta do Muíño, Alcabre (Vigo)(Rey 2007) (dibujo de Nuria Calo Ramos).

Cerámica castreña y alfarería tradicional. Comparaciones - Josefa Rey Castiñeira38

Para una “vasija Borneiro B” (figura 19)

de gran tamaño se emplean unas 20 horasde trabajo directo, y cinco días si contamoslos tiempos de espera precisos para suconstrucción por módulos (Rodríguez-Co-rral 2007).

Estos cálculos de tiempo experimentadosy los que actualmente conseguimos a tra-vés de las vasijas recuperadas en las exca-vaciones, tal vez nos ofrezcan una vía paraconcretar algo más en los procesos de pro-ducción. Cierto que los cálculos, tienen lamisma problemática que nos presentan losarqueozoólogos con el recuento de anima-les a partir de una fracción anatómica. Ennuestro caso, hablamos de un número má-ximo de vasijas, ya que su reducción estáen parte relacionada con el tiempo y losprocedimientos dedicados a su reconstruc-

ción. El recuento también está condicio-nado por la estrategia seguida en las exca-vaciones: los fragmentos recogidos y losexcluidos, y finalmente los que son consi-derados en el siglado, el registro y en la cla-sificación final, donde se lleva a cabo eltrabajo de reconstrucción.

Ante la falta de un criterio acordado entodo el proceso de recuperación, hoy porhoy, es imposible comparar los datos entreyacimientos, ya que, detrás de los recuen-tos totales que hemos llevado a cabo, se es-conden estrategias de recogida, registro yclasificación diferentes. Aun así, obtene-mos la impresión de que hay actitudes di-ferenciadas en el consumo y por lo tantoen los volúmenes de barro extraídos y em-pleados. El volumen de vasijas recogidasen una única campana, en Toralla o en

Achadizo, que puede alcanzar varios miles,contrasta con el reducido número recupe-rado en Recarea, o en los castros del Deza,donde el recuento es de varios cientos. De-trás de estas oscilaciones, además de las es-trategias metodológicas de campo ylaboratorio que encierran, también estánotros factores aun pendientes de evaluar.Presentan un consumo más de derrocheen la línea de costa (figura 20); pero, tam-bién da la impresión de que detrás del re-ducido porcentaje de consumo en elCastro Grande de O Neixón, Santa Tregao Elviña, hay una relación con el consumode otro tipo de productos, que son las va-sijas de importación. El castro de Alcabre,que proporciono un porcentaje importantede ambos tipos de productos, ofrece, sinembargo, una actitud diferente, a la que ha-bría que buscar una explicación.

Figura 19. Reproducción experimental de una“vasija Borneiro B” (fotos de Javier RodríguezCorral).

XIV Congreso de ceramología

8. EL CAMINO INICIADO Y

LO QUE QUEDA POR ANDAR

Con la alfarería tradicional de hoy, a los ar-queólogos nos quedan pendientes todavíamuchas opciones de análisis. Una de esascuestiones pendientes es recuperar partesdel recuerdo que aun permanecen; pero,también tenemos la oportunidad de hacerun registro más activo, al contar con la dis-ponibilidad ofrecida por los nuevos alfare-ros para colaborar con nuestras cuestiones;y ello, por diversas razones: porque sientencuriosidad, porque les abre nuevas alternati-vas de producción, porque se promocionan,porque es lúdico o por la razón que sea.

La cocción tradicional, que Buño realiza elprimer domingo de agosto, desde 1999, enel marco de un proyecto impulsado por laDiputación de A Coruña, es una oportuni-dad única para observar cómo actúan losalfareros, en los antiguos hornos abandona-dos y con los viejos sistemas de cocción. Esel momento de observar qué comentanentre ellos; qué valoraciones hacen los másviejos sobre los productos de los más nue-vos; las denominaciones que emplean; cómova la carga del horno, la cocción o que cerá-mica está en condiciones de cocer bien ycual corre el riesgo de accidentes; los nom-bres que le dan a las roturas, etc (figura 21)

Esta actividad ofrece, además un potencialpara el experimento arqueológico, especial-mente para el de cerámica castreña del áreaseptentrional o, más concretamente, para lacerámica del castro de Borneiro, que lesqueda próximo y es lugar de visitas guiadas.Podría llegar a hacerse algo semejante a loque describen Renfrew y Bahn (1993: 317)sobre siderurgia primitiva en el noroeste deTanzania, hecha por un pueblo, que hoy en

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Figura 20. Basurerocon abundantes restosde cerámica en el Cas-tro de O Achadizo(Cabo de Cruz, Boiro)(Concheiro 2008: 26).

Figura 21. Fiesta de la cocción tradicional de Buño, el primer domingo de agosto.

Cerámica castreña y alfarería tradicional. Comparaciones - Josefa Rey Castiñeira40

día trabaja la metalurgia con herramientasactuales, pero que poseían tradiciones ora-les concernientes a los procedimientos side-rúrgicos que desarrollaban 50 o 60 anosatrás y que aun recordaban los viejos herre-ros. Ellos estaban dispuestos a recrear la ex-periencia, para compararla luego con la deyacimientos arqueológicos próximos.

De hecho, hicimos la primera intentona den-tro del curso de posgrado, del 2005-2006sobre arqueología, realizado en la Universi-dad de Santiago de Compostela, en la que seincluyó un seminario de experimentacióncerámica. Se incluyó el caso particular deuna vasija castreña del área septentrional, de-

nominada “Borneiro B”, que procede dedicho castro. Lo desarrollaron un arqueó-logo (Javier Rodríguez Corral) y un alfarerode Buño (Antonio Manuel Pereira Rodrí-guez “O Rulo”) con las siguientes funcio-nes: el arqueólogo solicita y observa y elalfarero reacciona y actúa. Podríamos deno-minar a este trabajo una experimentación tu-telada, una combinación de arqueologíaexperimental y arqueoetnología (figura 19).

La base fundamental para que surgiera estainiciativa fue precisamente la fiesta de Buñoy, por supuesto, los trabajos previos sobre lacerámica de Borneiro (Rey 1992, Rey y Soto2002, Calo 1999), que propiciaron las pre-

Figura 22. Arqueología experimental con fines didácticos, dentro de la asignatura Tecnologías protohistóricas, en la USC.

guntas y el desarrollo de esta línea de tra-bajo. El material obtenido le sirvió al ar-queólogo para sus estudios en la líneacontextual y estructural, dentro de lo queLemonier (1992) denomina Antropología delas técnicas (Rodríguez Corral: 2007). Entresus objetivos estaba el pensar la materialidady más concretamente la cerámica castreña,averiguar cuáles fueron los procesos socialesy estructuras que condicionaron su produc-ción y que “rol” social y técnico tuvo a suvez el objeto producido, entendiendo que lacerámica también es agente constructor derealidad, y que las piezas están vivas y jue-gan papeles activos dentro de la construc-ción de la sociedad, tanto como losindividuos mismos (Rodríguez-Corral 2007).

A raíz del congreso de ceramología, en elque se incluye este trabajo, se entablaronnuevos contactos con alfareros, que propi-ciaron planes para futuros proyectos en estecurso académico, dentro de la docencia re-glada de la asignatura “Tecnologías proto-históricas”. Su experiencia nos ofrece laoportunidad de incorporar ensayos experi-mentales que se recreen en casuísticas pro-pias de los yacimientos gallegos y que, porsu complejidad, no podrían formar parte delprograma docente.

XIV Congreso de ceramología

En esa asignatura, la línea argumental de laslecciones que la componen, se rige por lareconstrucción de cadenas técnicas y de losprocesos productivos en que se enmarcan,a partir de los oficios tradicionales. Dentrode ella, la arqueología experimental consti-tuye un recurso didáctico para entendercon la propia práctica las afirmaciones delos manuales académicos sobre los dife-rentes procesos técnicos, comprendermejor la abstracción e incorporar las inter-pretaciones que se nos ofrecen con un es-píritu más crítico y también, como no, máslúdico (figura 22).

Es cierto que este ensayo didáctico, no esexactamente experimental; pero, es el germenpara conseguirlo. De hecho, ya se han abiertovarias líneas de trabajo con esta perspectiva.

Otra vía interesante para impulsar es el deuna arqueología aplicada hecha en estrechacolaboración con el arqueólogo y la arqueo-logía experimental. Las reproducciones devasijas encontradas en excavaciones arqueo-lógicas gallegas, para comercializar (figura

23) nos ofrecen una imagen aproximada delo que pudieron ser, pero no consideran losprocesos de elaboración que les afectan. Suaspecto, por lo tanto, no alcanza a ser deltodo el original.

Entre los asuntos pendientes, para seguiravanzando, enunciaríamos unos cuantos:

• Es necesario un desarrollo del registro et-nográfico de la cerámica popular gallega,bajo la perspectiva arqueológica, que seanuncia muy fructífera.Los datos arqueológicos y los etnográfi-cos no son ontológicamente idénticos,porque los modelos y las formas de lasetnografías no tienen por qué coincidir

41

Figura 23. Reproducción comercial de una “Jarra Toralla”

con los técnicos, del estudio sistematicode la cultura material, que desarrolla la ar-queología. Es muy difícil encontrar estu-dios etnológicos que se puedan utilizarcon propiedad como analogías para laPrehistoria (Hernando 1995: 18). Es pre-ciso desenvolver, por tanto, lo que se de-

nomina «Arqueología viva», «etnografíaarqueológica», «arqueoetnografía» o «ar-queología de acción», para los estudiosetnográficos de sociedades vivas, con-temporáneas, realizados por arqueólogoso etnógrafos entrenados arqueológica-mente, «con especial referencia a la pauta

Cerámica castreña y alfarería tradicional. Comparaciones - Josefa Rey Castiñeira42

de comportamiento "arqueológica" deesas sociedades» (Hernando 1995: 19). Setrata del desarrollo de un nuevo tipo deAntropología que está basado en las ha-bilidades de observación e interpretaciónque son peculiares de la Arqueología.

• La intromisión que hemos hecho en la ex-plotación de las arcillas, está visto que es ren-table; pero, quedan muchos apartados de lacadena técnica y de los procesos de pro-ducción, además de ampliar el de arcillas.

• Una vía muy fructífera, que apenas tuvoun comienzo en la cerámica castreña y yase quedó interrumpida, es la de los análi-sis arqueométricos, o de aplicación deotras ciencias al análisis arqueológico,bien sean químicos o físicos. A través deellos podremos reconstruir aspectos desu proceso de producción; identificar elorigen de las arcillas con el que están he-chas las vasijas, los sistemas de cocción,rasgos relacionados con el amasado y laselección de arcillas, con el modelado ycon los usos a que se han destinado laspiezas. Y se hace, en muchos casos entérminos demostrativos, una cualidad queno contienen las analogías etnográficas yla experimentación.

• Y, por último, hay que insistir en quetodas estas vías de trabajo el registro ar-queológico -los análisis arqueométricos,la experimentación y la analogía etnográ-fica- se ha de hacer coordinado, ya queun análisis arqueométrico, por ejemplo,sin una cuestión formulada previamentedesde la arqueología, carece de valor in-terpretativo. Es preciso que la oferta deun laboratorio entienda los requerimien-tos del arqueólogo y a la inversa, para quela interdisciplinaridad sea rentable.

9. UNA CURIOSIDAD FINAL:LOS NOMBRES DEL OFICIO

Como broche final, queremos resaltar elnombre y los apodos de los alfareros, por-que nos parece interesante (figura 24).

Independientemente de lo que pueda signi-ficar a nivel geográfico, la distribución de lasdenominaciones dadas a los oficiantes, quenos ofrece García-Alén, desde el punto devista arqueológico, es interesante el detalle

de que la mayor parte de los nombres se re-fieren al producto final y no a la materia quetrabajan, como sucede en la mayoría de losoficios: herreros, metalúrgicos, orfebres, la-toneros o ebanistas, por ejemplo. A los quetrabajan el barro se les llama “louceiros”,“cacharreiros”, “oleiros”, “cazoleiros”,“cunqueiros” y “xarreiros”, nombres quecomprenden el total producido o una partedestacada. Los “barraxeiros” o “barreiros”de Samos, también denominados “cacha-rreiros” son la única excepción registrada.

Figura 24. Los nombres de los alfareros (Alén 1983: 48).

XIV Congreso de ceramología

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OS CABAQUEIROS

Xoán Martínez TamuxeHistoriador y etnógrafo

XIV CONGRESO DE CERAMOLOGÍA. CUARTA PONENCIA

XIV Congreso de ceramología

INTRODUCCIÓN

Antes del desarrollo de nuestra ponencia,queremos agradecer la invitación de la propiaorganización, así como por reconocer la im-portancia de estos ceramistas, cuyo oficio, aligual que las tejeras, son hoy historia. Asímismo felicitar a quien eligió el siguiente ti-tular de este XIV Congreso: LA CERÁ-MICA EN GALICIA: DE LOS CASTROSA SARGADELOS. Pues, como veremos, lastejeras y los tejeros arrancan de los mismoscastros galaico-romanos. Los tejeros son en-tonces habitantes de los castros, donde, al piede los mismos, se emplazan las tejeras.

Queremos además expresar nuestra sor-presa, al tiempo que satisfacción, por el tí-tulo elegido para nuestra ponencia, aludiendoa los industriales, artesanos gallegos que enesta ocasión son denominados no tejeros, nitelleiros, y sí mediante el nombre en su jerga overbo: OS CABAQUEIROS. Su producto portanto son las cabacas (tejas) y los toupos (ladri-llos, del latín later). Y la industria o lugar deesa producción, a cabaqueira (la tejera). Caba-

quear significa, pues, fabricar cabacas (tejas).

Lejos de nuestra intención de exponer aquíel vocabulario de este lenguaje particular,sólo esporádicamente, daremos la equivalen-cia en verbo de algunas palabras, sin más. Po-demos decir por simple curiosidad.

Estos apelativos proceden del especial y se-creto lenguaje o jerga de los tejeros, que sedenomina en la Comarca del Baixo Miño(Pontevedra): Latín o Verbo dos cabaqueiros ou

daordes (trabajadores y amigos del mismo ofi-cio), sobre el que volveremos más adelante.

Quizás fuera tomado de la palabra del anti-guo gallego: cavaco/-a1 , significando: “lasca

de madeira, leña miuda” (en una carpintería,recortes de madera para el fuego2). Detodos son bien conocidas las tejeras, anti-guas industrias artesanales, aunque no tantosu duro trabajo, por ejemplo, cómo se haceuna teja, o un ladrillo.

Tejeras, por supuesto, las hubo en todo elmundo, aunque en momentos históricos di-ferentes. Nosotros vamos a referirnos a lascabaqueiras de Galicia, y de especial modo enellas a los trabajos (el lasqueo) de los cabaquei-

ros galegos, singularmente, a los de la zona surde Galicia (Ghalleira), y en ella a la Comarca(Daordaria) del Baixo Miño: Tui, Tomiño, AGuarda, O Rosal y Oia, en la provincia dePontevedra. Y esta colaboración es sólo unresumen del tema Cabaqueiros.

Si bien en un próximo apartado traeremosigualmente al recuerdo alguna cabaqueira dela zona de Oleiros y Mesía.

1. LA TEJERA Y SUS HUMILDES DEPENDENCIAS

Esa industria de elaboración de tejas (cabacas)estaba integrada por una rudimentaria caseta(chufana), donde comer y dormir, pues mien-tras no se fabricaba material (teja o ladrillo)se hacía de tierra (terrones) y se cubría (te-jaba) con paja, ramas, cañas, junco, retama…Después se mejoraba, salvo excepciones, paraque el tejar tuviera “vivienda”, entre comillas.El interior ordinariamente era calamitosotambién, comenzando por su suelo terroso.Se dormía sobre paja y los servicios higiéni-cos eran al aire libre (de campo). Seguía eldescubrir el yacimiento de la arcilla (barro); laera (costaneira, donde secaba el material); la piladel barro (xunca), próxima a la era; asimismo,habilitar el horno (deboleira), pieza fundamen-tal en esta industria artesanal.

Ciertamente los hornos, por lo general, de pie-dra forrados de ladrillo, circulares o cuadrados,con cúpula o sin ella, tenían diferentes medidas,y por tanto, capacidad. El tipo más frecuenteusado por los cabaqueiros baixomiñotos, talcomo los construidos en la zona de Ferrol, te-nían las medidas de 4’2 m de altura, 3’7 de largoy 2’5 de ancho de base. Con estas característicassu capacidad media era de 15.000 piezas. Llenaro cargar el horno, se denominaba encañar, libraro descargar el horno: desencañar.

Durante la temporada, aproximadamente,podrían hacerse unas 15 hornadas. Algún te-jero nos comentó que conoció un hornocuya capacidad era de 30.000 piezas.

Y, por último, el cubierto o galpón a fin deproteger el material de las lluvias (bureta do

surriba) o como almacén para acoger el ma-terial fabricado y la propia herramienta.

Conviene recordar que los castros galaicos(hábitats), con población autóctona, enépoca prerromana -cuando menos hasta elsiglo I antes de Cristo- en su mayoría eranviviendas circulares o elípticas. Su cubriciónera de paja, junco, ramas, etc.; en fin, mate-

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Posando en la tejera de Cuntis (Pontevedra) el jefede la cuadrilla, Santiago M. Álvarez, de O Rosal(1949).

Os cabaqueiros - Xoán Martínez Tamuxe48

rial perecedero, por lo que no aparecen ves-tigios en las excavaciones arqueológicas. Ob-sérvese si no las viviendas (chozas) que nosmuestran nuestros castros en sus restaura-ciones o las poblaciones antiguas del inte-rior, tal como podemos observar, porejemplo, en la restauración de las viviendasen el Castro del Monte de Santa Tecla, o lastípicas pallozas de los Ancares o del Cebreiro.

2. SU SITUACIÓN

Las tejeras suelen emplazarse cerca de laspoblaciones siempre que esos lugares cuen-ten con yacimiento de arcilla, su materiaprima. Y ello porque el tejar está en funcióny al servicio de la población, evitando eltransporte distante. Por esa razón las másprimitivas se topan en las proximidades delos castros (poblaciones de altura). Así, confrecuencia se encuentran tejeras también enlas riberas de los ríos (bureteiros) y en las ori-llas del mar (bureteiro dangle), por tratarse pre-cisamente de zonas de buen barro, y de fáciltransporte –marítimo- del material.

Refiriéndonos a casos que conocemos,damos algunos ejemplos: Al pie del famoso Castro de Santa Tecla (pa-rroquia de Salcidos, en A Guarda) se hallan

–hoy restos- tres tejeras, dos pertenecientesa los vecinos, y una al municipio, cuya ex-plotación salía a subasta cada año, conoci-das como Telleiras da Xunqueira, a orillas delrío Miño. En ese mismo concejo, tambiénen su celebrada parroquia de San Lorenzode Salcidos, en la misma ladera del Castro ABandeira (Monte Torroso), y a poca distan-cia de un asentamiento romano en el lugarde A Proba (pueblo, población, del latín po-

pulus, pueblo), se encuentran vestigios de va-rias tejeras: la de Pintán (siglo XVI) y las deAs Cachadas (siglo XVIII). Una de éstas,primero tejera, luego –desde 1909- alfareríay notabilísima industria cerámica de LombaCamiña, últimamente dedicada a la fabrica-ción de material refractario. También allípróximo al concejo de O Rosal, a 500 m. enel Castro del Calvario, aparecen vestigios detejera y perviven los topónimos: Furnos (dellatín furnus, horno), y el de Os Telleiros (te-rrenos arcillosos). Después las tejeras se le-vantaban, asimismo, donde nacía un pueblo–o cuando éste entraba en una fase de des-arrollo industrial- siempre lo más inmediatoposible a la zona de arcilla.

3. ORIGEN DE NUESTRAS TEJERAS

Con la romanización de nuestros castros enel siglo I a. de C., aparecen las viviendas rec-tangulares de una y dos aguas. Su cubriciónes ahora de teja (del latín tegula, tegere, “cu-brir, tejer”). Son piezas de tierra cocida, deforma plana y rectangulares y de buen ta-maño (60x30x2-3 cm); utilizaban igualmentela teja ímbrice (árabe, acanalada o del país),que es la que se empleaba “para cubrir lasjunturas de las tégulas”. Estas piezas, las ca-

bacas, como muchas de las piezas de la alfa-rería doméstica romana, llevan tambiénmarca de alfar (marca da cabaqueira). Dare-

mos a conocer algunas de esas marcas. Encualquier yacimiento castreño, si fue roma-nizado, lo que más abunda en las excavacio-nes arqueológicas, precisamente, es cerámicadoméstica y tégula.

Estos dos tipos de teja se fabricaron en Ga-licia -pensamos que como en el resto de laPenínsula- hasta el siglo VIII, o antes segúnotros autores. A partir de aquí, con la cons-trucción de edificios mayores, tal como mo-nasterios, iglesias, castillos, palacios, etc.,desaparece la tégula y se impone definitiva-mente la forma ímbrice. La razón es clara ylógica: con esta pieza, más corta y delgadaque la tégula (la mayor o teja cimera, de gro-

Cuadrilla en la cabaqueira de Muimenta (Lugo,1951). Fabricando teja y ladrillo ya con máquina(churrera) mediante un volante accionado a mano.

Teja romana (tégula) de la “vila romana” de Cu-rrás (Tomiño), para cubrir viviendas cuadradas.

Cabaña restaurada en el poblado galaico-romanode Santa Tecla, con cubierta de paja.

XIV Congreso de ceramología

sor de 2’50 cm, la normal de 1’50 cm) seeconomizaba material y era más fácil su su-bida y manejo en los tejados. La tégula si-guió fabricándose algún tiempo más, y seutilizaba en las necrópolis paleocristianas,para la confección de las tumbas de cubiertaa dos aguas. De aquí, precisamente, arran-can nuestras tejeras, nuestros tejados y nues-tros tejeros (cabaqueiros).

A propósito de la avanzada técnica ceramistaincorporada por los romanos, el historiadory etnógrafo gallego Xocas3, en su libro: Et-

nografía, apartado: “Oleiros e telleiros”, des-taca la siguiente aportación de éstos: “dostécnicas nuevas: los hornos para cocer las va-sijas y la rueda de alfarero”. Junto a ello,añade, como ya dejamos expuesto, que la cul-tura romana introduce otra novedad: la té-gula. Explica que tanto las tejas como losladrillos (o los tellóns, tejas cimeras) parecenno haber sido empleados por los castreñosantes de la invasión romana.

4. ALGUNAS CITAS ANTIGUAS

A través de nuestra investigación en docu-mentos sobre el tema –y con mínima docu-mentación anterior- conocemos diferentesreferencias en nuestras parroquias gallegasdel sur de Galicia, en pleno siglo XII. Men-ción que se hace a propósito de límites yforos tanto en documentación del Monaste-rio de Santa María la Real de Oia como delArchivo Histórico Diocesano de Tui. Enellos, y ya en pleno siglo XII, se encuentrandiferentes referencias a límites “(per) furnum

tegularum”, es decir, “(por) horno de tejas”.Lo propio se recoge en España Sagrada4.Contamos con más diversa y extensa docu-mentación si aludimos a tejeras en los siglosXIV, XV, XVI y XVII en el Condado, en la

zona de Tui-Guillarei, y por supuesto en elBaixo Miño y Valle Miñor. Información éstarecogida en las fuentes de archivo citadas.

A partir del siglo XVIII las menciones son yamás frecuentes y con amplia documentación.

La abundancia de tejeras en la zona delBaixo Miño obedece a la multitud de yaci-mientos de arcilla de notable calidad para lacerámica en general. A su vez, consecuenciadel levantamiento de tantas tejeras, se vaprofesionalizando el oficio, hasta alcanzar,estos expertos del barro, una categoría talque les llevaría a ser requeridos con frecuen-cia –y hasta 1965 aproximadamente- por in-dustriales capitalistas, tanto gallegos comoforáneos (castellanos, leoneses…). Estehecho explica entonces que el movimientomigratorio haya estado siempre tan estrecha-mente ligado a las necesidades del oficio.

En esta línea el escritor e historiador Do-mingo Álvarez recuerda en su libro sobreesta jerga que “los tejeros, canteros y albañi-les se esparcen todos los veranos por lamayor parte de los pueblos de España” (Gha-

lleira dangle). Y añade que “los más audaces yemprendedores” se convierten en emigran-tes “y se diseminan por el mundo entero5”.

5. VIDA Y TRABAJO DE LOS CABAQUEIROS

Conscientes de la imposibilidad de conden-sar en unas cuantas páginas todos los acon-teceres de estos cabaqueiros, aspiramos –esosí- a ofrecer unas cuantas pinceladas entorno a sus tareas y demás vivencias en la te-jera, en la cual se iba forjando y poniendoen práctica su jerga: el verbo dos daordes.

El presente apartado dedicado a la experien-cia vital de los antiguos tejeros pretende dara conocer los aspectos más relevantes y sig-nificativos de la labor que a todos unía, y elmodo en que el oficio podía llegar a condi-cionar sus múltiples relaciones sociales ypersonales. Unas vidas estrecha e inevitable-mente enlazadas por una misma ocupación.Se trata, en definitiva, de aproximarnos auna cultura común –y con posesión de unlenguaje propio- a partir del acercamiento aquienes se esconden tras ella: la jerga de lostejeros los une como gremio, los identificacomo emigrantes en tierra ajena, se hace ecode su mundo interior. Se convierte, al fin y alcabo, en la expresión de defensa y libertadde cada uno. Volveremos a referirnos a lajerga en un próximo apartado.

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Muestra del tipo de cubierta con tégula e ímbricede una casa romana.

Gran montón de barro en la tejera de Verín (Ou-rense, 1954) antes de pasar a la pila de amasar.

Os cabaqueiros - Xoán Martínez Tamuxe50

Aludimos en todo momento a pueblos esen-cialmente campesinos, dedicados a los que-haceres agrícolas y ganaderos. Y, entre elsector masculino de sus habitantes, un altoporcentaje –alrededor del 90%- se ocupabatambién, y de modo temporal, de una se-gunda profesión: la de cabaqueiro. Con dichofin se reunían constituyendo un equipo detrabajo, normalmente denominado cuadrilla.Lo trataremos a continuación con mayor de-tenimiento, junto a otros aspectos básicosen toda cabaqueira.

6. LA CUADRILLA DE CABAQUEIROS

Formaban el equipo de tejeros (cuadrilla de

cabaqueiros) en una fábrica o tejera (cabaqueira)ordinaria de un solo banco (potro) y cincotrabajadores (lasqueantes). La tejera podía seren propiedad o en arrendamiento, en la ma-yoría de los casos. El dueño o arrendatariopodía conocer o no la profesión; con mayorfrecuencia el amo –propietario o no- solíaciertamente conocer el oficio, y se le consi-deraba jefe (buxa) y acostumbraba a desem-peñar el cargo de oficial.

Cada buxa, y en cada temporada, aqueljefe, podía llevar para el trabajo (lasqueo da

cabaqueira) varias cuadrillas. Esto dependíade la categoría de la tejera y de la demandadel mercado. En consecuencia, la impor-tancia de las tejeras se medía por las cua-drillas o bancos.

6.1. Ofic ia l

Él era el responsable y administrador de laindustria, y se encargaba de la compra delcomestible, de indicar el menú, así como dela búsqueda de mercados para la venta delmaterial, etc. El oficial, ante el banco de tra-

bajo (lasqueo), era quien “cortaba” el barrosobre la gradilla, preparando la teja. Enefecto, la gradilla que usaba era la herra-mienta que proporcionaba las medidas dedicha teja, como el marco lo hacía del ladri-llo. El oficial, pues, pasaba el contenido crudo(arcilla, xunca) para la cabaca situándolo sobreel molde o formal, que le ofrecía el ayudante(tendedor), dando forma a esa pieza.

6.2. Tendedor

Este operario, junto al oficial, componían re-almente la máquina de fabricar tejas y ladri-llos a mano (taxicar cabacas e toupos a ghoucha).Este cabaqueiro tendedor, con la herramientallamada formal -ya que daba la forma acana-lada a la teja- debía recogerla, con la máximarapidez, de manos del oficial. El tendedor solíaser un joven (nenzo) de 14 o 15 años, quien atoda velocidad, corría a depositar (tender) enla era las tejas, a fin de que el aire (frúa) y elsol (melco) las secase.

Ordinariamente estos dos tejeros podían fa-bricar hasta 2.500 tejas, y alguna vez –muyraramente- hasta 3.000 cada día. Con res-pecto al ladrillo, se obtenía siempre mayornúmero que de tejas. La cantidad de ambosdependía tanto de la calidad del barro como

de la capacidad en el corte por parte del ofi-cial, así como de la rapidez del tendedor; y, porsupuesto, de la compenetración entre ambos.

6.3. Pilero (pie iro)

Este cabaqueiro se encargaba de amasar elbarro (sobar a xunca) en una pila especial, ha-ciéndolo con los pies (jouchóns), o ayudadohabitualmente del caballo (belbo).

6.4. Carretillero

El desempeño del carretillero (chioneiro) con-siste en trasladar con el carretillo (chioniña)el barro desde la pila a la era, donde se en-cuentra trabajando el oficial en el banco. Asu derecha se sitúa el montón de barro (mu-dada) que utiliza dicho oficial; según se gastaesta materia prima la repone el carretillero.Cada mudada podría dar para 500 tejas.

6.5. Cocinero

Suele ser un niño de 10, 11 años, que sale altejar por vez primera (primerizo); es tambiénel recadero de la cuadrilla.

7. EL AJUSTE

La cuadrilla era siempre contratada –“ajustada”-de forma oral, acuerdo sellado con un apretónde manos, salvo contados casos. No quedabaconstancia por escrito, por tanto, ni delacuerdo en sí, ni de las condiciones del mismo.

El propio buxa, -máxime si se localizaba cer-cano a la zona de cabaqueiros- se ocupabade la contratación del equipo técnico. Enocasiones delegaría esta tarea en el ya de an-temano escogido oficial, hombre entendidoy experto en la tejera, que generalmente go-

Típico sistema de amasar con pieiro y caballo en lapila del barro.

XIV Congreso de ceramología

zaba de la completa confianza del amo.Aquel se encargaba, pues, de la contratacióndel personal de trabajo (cuadrilla); ordinaria-mente, vecino y conocedor de la capacidadde los operarios.

Tras los cinco meses de trabajo (tiempo dela temporada), el dueño de la cabaqueira paga-ría a cada empleado el dinero acordado (ler-xes axustados), excepto en el ya indicado casodel niño (cachiza, pifre...). El hecho de que elbuxa accediera a llevar consigo a alguien taninexperto y poco capacitado para aquelladura actividad, era considerado como unsingular favor hacia la familia. El muchachose convertía desde ese momento en “piezaútil”, productible, cotizable, y por tanto tam-bién “ajustable”.

La operación popular de contratación ver-bal se llevaba a cabo en lugares muy puntua-les, como veremos.

Así en las tascas de la zona; los domingos ala salida de la misa mayor de las 12:00 horas,en el atrio de la iglesia; o los días que coinci-dían con feria6 en el pueblo. La conformidaddel axuste consistía entonces, como quedaindicado, en un apretón de manos (aghoucha-

mento), llegando a su cierre con la esperadamerienda: manises, higos, avellanas, pulpo... eincluso una ración de percebes, según las po-sibilidades o generosidad del amo o del ofi-cial, que en nombre de aquel, contrataba.

Esta negociación fijaba su inicio ya en losmeses de noviembre o diciembre, pudiendodurar hasta la emblemática y tan conflictivafecha del 18 de abril (feira de virachaquetas).Cualquier individuo, a pesar de haber sidopreviamente contratado por un buxa, podráaceptar cualquier otra oferta de trabajo que lesuponga una determinada ventaja con res-pecto al anterior ajuste; esto es, ser informal(virachaquetas) siempre y cuando, este segundoacuerdo, no exceda dicha fecha. Esa era lanorma: jamás quebrantar la fidelidad al buxa

a partir del definitivo día de axuste; y aún así,aquéllos, que atendían a la nueva propuesta,solían quedar tachados de informales entrelos contratantes, lo que sería tenido muy encuenta para futuras negociaciones.

Por todas estas alteraciones o imprevistos,muchos de los dueños de las tejeras, temero-sos de inesperadas resoluciones de su cuadri-

lla, abandonaban el pueblo dando comienzoa la temporada de trabajo varios días o inclusosemanas antes del “18 de virachaquetas”. Sinembargo, ni siquiera ésta era una medida deseguridad fiable, ya que existían también lasllamadas “negociaciones secretas”: determi-

nado cabaqueiro, habiendo iniciado la tempo-

rada, y pasado ya el 18 de abril, provocabaenfados o discusiones con el buxa o concualquier otro compañero (daorde). Así, conla excusa de incompatibilidad con algúnmiembro de la cuadrilla, abandonaba la te-jera y pasaba directamente a trabajar con elnuevo dueño (por unas pesetas, zuricas, calas,más), como ambos lo habían acordado, másde una vez, previa y clandestinamente.

Ahondemos a continuación en el hecho en síde la contratación, de la conversación man-tenida durante el axuste. Ésta, según las apor-taciones de los veteranos vecinos del pueblo,giraba en torno a aspectos muy concretos: elbuxa, consciente de que a mayor producción,más beneficios, preguntaría al axustable porsu rapidez en la elaboración y cantidad detejas y ladrillos (cabacas e toupos) en cada jor-nada. Así también, sabía el cabaqueiro contra-tado que cuanto mayor fuese su rendimiento,más segura tenía la temporada; en la tejera ten-dría que demostrar su conocimiento y agili-dad. En reiteradas ocasiones el empleado,subordinaba el número de piezas fabricadasal día, a las condiciones del barro (la varie-dad de la pasta cerámica exigía un trato téc-nico también diferente) y a las inclemencias

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Horno de la tejera (fábrica ya con máquinas) enGuillarei (Tui) de los hermanos Treinta de ORosal, con parte de su cuadrilla, 1957.

Interior de un horno (hasta hace poco activo) car-gado de cabacas.

Os cabaqueiros - Xoán Martínez Tamuxe52

del tiempo, ya que la lluvia obligaba a recogery cesar en el trabajo. Con cierta frecuencia elamo (buxa) no pagaba con puntualidad latemporada, poniendo como excusa que laventa del material, sus negocios y mercados,no le fueran nada favorables.

De ordinario, en el axuste se incluía la comiday el lavado de la ropa, y sólo los oficiales o ten-

dedores, de cierta categoría, exigían el pago delos viajes de ida y vuelta a casa. Esta ventajasolía abarcar también a los niños (cachizas).

En lo relativo al valor monetario de las tempo-

radas, acordado en el axuste, todo dependía delcargo a ocupar y, en buena medida, de laépoca. Así, por ejemplo, en la década de los‘40 el oficial cobraba una media de 3.000 pese-tas por temporada (llegando a recibir, en fechasposteriores, unas 30.000 pesetas); el tendedor

unas 2.500; el carretilleiro y el pieiro sobre 2.000pesetas; y el cocinero, queda dicho, la volun-tad del buxa, coincidiendo, por lo menos, conel valor de unas zapatillas (andallas).

Apenas se establecían otras condiciones, a noser las visitas al pueblo durante la temporada, lasque el buxa sólo permitía en ocasiones muycontadas: por fallecimiento de algún familiar, opor la asistencia a ciertas fiestas. Hallándose enGalicia, tanto el oficial como todo aquel caba-

queiro, que así lo desease, incluido el amo, te-nían la oportunidad de acudir a las Fiestas delPilar (Romancha da Dulcísima do Pilar) y SantiagoApóstol (Keico Tiago) el 24 y 25 de julio, siem-pre y cuando lo hubieran negociado de ante-mano7. Incluso se han dado a conocernumerosos casos en que, siendo el dueño deltejar natural del Baixo Miño, y localizándoseen Castilla (Morcela), permitía que el 25 de juliono se trabajase, y todavía sabría obsequiar a losempleados con una formidable comida (xidí-

sima murcideira), con diferencia la mejor del año.

Aquellos equipos, que hubieran iniciado sutemporada, antes del 18 de abril, tenían laoportunidad, y aún el derecho, de regresardefinitivamente a sus hogares el día 29 deseptiembre. Llegaban así a tiempo para asis-tir a las Fiestas de San Miguel “O Anxo”,aunque para ello tuvieran que aplicarse almáximo en sus tareas. Por el contrario, todasaquellas cuadrillas, que comenzasen la tempo-

rada con posterioridad, prolongaban su es-tancia en la cabaqueira, de modo que nopodrían disfrutar de ningún festejo de su tie-rra. Debido precisamente a esta circunstan-cia, en la primera mitad del siglo XX, secreará la fiesta de todo daorde (compañero,tejero): la Pilarica, el 12 de octubre, a la quenunca faltarían los cabaqueiros.

Dejamos constancia -reiterada- de que el fac-tor máquina, ya avanzado el siglo, conviertelas tejeras en modernas fábricas o cerámicas,despreciando al tiempo la técnica y el trabajodel cabaqueiro. La pronta tiranía de la meca-nización se iría haciendo sensible años antes,coincidiendo con sus inicios, y así en el mer-cado de contratación: el progreso industrial -unido a veces a una política nacional einternacional adversa, en vísperas de una in-minente guerra- derivó en una grave crisis enel axuste de plantilla para las tejeras.

Los veteranos cabaqueiros de épocas pasadasnos comentan las necesidades y problemasque atravesaban en aquellos años (mancóns

dangles) para llevar a buen fin la negociación:el buxa, consciente de la lamentable situa-ción laboral -y por tanto económica- del te-jero, contrataba sin preámbulos o acuerdosde ningún tipo; él establecía las normas, se-guro de que su solicitud no sería rechazada.El humilde cabaqueiro, aún advirtiendo la es-tafa o explotación a la que se exponía, acep-taba, sabedor también de las carencias de suhogar. En ocasiones, el buxa se permitíahacer alguna que otra promesa al contra-tado, la cual casi nunca llegaría a cumplir.

Estos datos de recogida oral pueden ser fá-cilmente ratificados al cotejarlos con las no-ticias de la propia prensa local del momento.Así pues, aluden a la labor de las tejeras y ala comentada crisis el Heraldo Guardés, bajo eltítulo “Salud, tejeros8” (13 de abril de 1935),o el Nuevo Heraldo, con los encabezamientos“Marcha de tejeros” (2 de mayo del 1935) y“Conflicto” (10 de agosto de 19359). Cita-mos estas referencias por ofrecer simple-mente una pequeña muestra de lainformación presente en ambos periódicos.

8. LA TEMPORADA

Hace referencia a la época de labor en las te-jeras, coincidiendo año tras año con la esta-ción estival, y los meses que la enmarcan.Equivale, pues, a un período concreto decinco meses de actividad: de mayo a sep-tiembre u octubre. Los propios tejeros so-lían reiterar que el suyo era un trabajo no“de sol a sol (melco a melco)”, sino “de estre-lla a estrella (rufulanta a rufulanta)”, puestoque se levantaban en plena noche (fusca), yya con luna ponían fin a la jornada (aproxi-

Horno de un tejar en Verín (Ourense, 1953) enplena cocción de material.

XIV Congreso de ceramología 53

madamente de 5:00 ó 6:00 horas a. m. hastacasi medianoche)10. Por la dureza del tra-bajo, se decía que ganar la vida en la tejeraera “murcir o ghito que o darghas sobou” (comerel pan que el diablo amasó).

Y así, en la operación ya conocida del axuste,el buxa efectuaba la contratación de los com-ponentes de la cuadrilla, para trabajar duranteel tiempo que durase la temporada. De ahí pro-cede precisamente una posible segunda acep-ción relativa al término temporada: interpretadacomo sinónimo casi perfecto, en determina-dos contextos, de axuste, entendiendo este úl-timo como la cantidad de dinero (lerxes) arecibir. De tal manera, hablar de “dinero ajus-tado” vendría a equivaler a “dinero ganado”(lerxes anciñados), esto es, temporada, fruto deltrabajo del cabaqueiro en esos meses.

Una vez cerrado el acuerdo con el amo, y trassuperar el 18 de abril, todo tejero debía dar ini-cio a su preparación psicológica, es decir, ha-bría llegado el momento de abandonar el hogary a los seres más queridos. Guardado el escasoequipaje en la vieja maleta de cartón o madera-la de todas las temporadas- era momento de ladespedida, siempre difícil e hiriente.

Acostumbraban estos hombres a empren-der el viaje a pie, en tren o a caballo, y enépocas más cercanas se desplazarían ya enmoto, o coche los menos.

Las dos modalidades, de a pie (a patán) y acaballo (no belbo), solían emplearse cuando lastejeras se localizaban en el interior del terri-torio gallego, aunque no faltan en la historiacasos conocidos de cabaqueiros que se despla-zarían así hasta León y demás provincias ve-cinas. Otra posibilidad para movilizarse endirección al tejar era el carruaje (chión), al quecon frecuencia se recurría para llegar a Cas-tilla o a cualquier punto de la geografía espa-ñola. Ya en fechas más próximas, destacaríancomo medios de locomoción la bicicleta, lamoto o el coche, y aún el tren, para despla-zarse por toda la Península. A la altura de1960 resultaban ya infrecuentes los viajes apie a Santiago, por ejemplo, aunque no porello dejaban de existir cuadrillas que así lo hi-ciesen, llevando en su compañía al menos uncaballo (belbo), pieza indispensable en la ela-boración del material. De su cuidado se hacíaresponsable el pieiro, gracias a lo cual recibi-ría un extra al final de la temporada.

A punto de finalizar la temporada, las fami-lias, que esperan a los tejeros, reciben cartasde aquéllos anunciando su pronta llegada,motivo de contento para mujer y niños.Mientras esto sucede en los hogares (cibas),allá en el lugar de laboreo son días de má-ximo esfuerzo: el jefe manifiesta sus quejassobre la escasez de ventas o de fabricación...

Cualquier excusa era válida para prolongarlas jornadas de trabajo, no por ello incremen-tándose el sueldo, cuya paga también se veríaretrasada. Es cierto que no siempre el buxa

era el gran beneficiario del negocio, puesto

que si realmente la temporada había sido depésimos ingresos, quizás los gastos (comes-tibles, leña, reparaciones en el tejar, viajes...)superasen las ganancias, resultando endeu-dado (cunha boa chaqueta ó lombo, empeñado).

Completada la temporada, con maleta enmano, al fin es tiempo de coger el tren (boca

negra) de regreso a casa. En el viaje de vuelta,y sabedores de la acostumbrada presencia decarteristas y timadores, cosían la bolsita dedinero a la ropa interior, como medida deseguridad. De igual modo, en las paradas yesperas del tren, abundaban los “charlata-nes”, que invitaban a los honrados trabaja-dores a juegos y entretenimientos pocofiables y honestos, en los cuales sobre todolos más jóvenes e inexpertos, perdían granparte del sueldo.

El dinero de la temporada estaba destinado deantemano para unas compras muy frecuentesentre estos individuos, como eran la de unafinca, bueyes y carros en muchas casas de la-branza, un traje nuevo, un reloj, una bicicleta,un anillo de compromiso para los solteros...Y, cómo no, las deudas de casa aguardabanpor la llegada del padre de familia.

Cuadrilla, posando en plan cómico, en una tejerade Barbadillo (Salamanca, 1941). Era buxa, Ge-neroso Martínez Martínez, de O Rosal.

Cuadrilla de Salcidos (A Guarda) posando delantede una pila de ladrillo hueco en la tejera de Fa-beiro (León).

Os cabaqueiros - Xoán Martínez Tamuxe54

Una vez en el pueblo (daordaria, ghalleira), secelebraba el regreso del cabaqueiro al hogarcon un afectuoso recibimiento. Era fre-cuente también que la mujer aguardase porel marido, jefe de la casa (buxa da ciba), parala matanza del cerdo (cheifa do cico), típico fes-tejo en familia.

9. LA TEMPORADA DE LA MUJER

Durante la ausencia del esposo, la mujer (ca-

lloa) se ve forzada a ejercer una especie de ma-triarcado. Será responsable de múltiples tareas:por supuesto atender a las obligaciones de lacasa y a las necesidades de la familia (niños yancianos). Y al lado de estas ocupaciones, a sucargo figurarán también las relativas al cultivodel campo y al cuidado de los animales11. Enefecto, su dedicación al sector primario su-pondrá una importante actividad cuyos ingre-sos se completarán o unirán al del marido(calleu), para poder contrarrestar las carenciasmás básicas de los suyos.

Cuentan los más veteranos del pueblo que,entre rezos y oraciones, las mujeres temíanpor la salud de sus esposos, e incluso por las

poco fiables promesas de pago del buxa. Yasí, llevadas por unas y otras preocupacio-nes -y con cierta actitud supersticiosa- acu-dían en ocasiones a la consulta de algunabruja (arteleira) próxima a la zona, para quelas palabras de éstas aliviasen en parte suafligidos corazones.

Durante la temporada, las cartas (follecas) consti-tuían la única forma de comunicación entre eltejero y su esposa (madre, hermana, novia...),las que se recibían en la cabaqueira al menos demanera quincenal. En ellas las mujeres les ha-cían saber sobre el estado de las cosechas, lasinclemencias atmosféricas en el pueblo, las no-ticias de fallecimientos de parientes o conoci-dos, rumores de toda índole que corrían en elvecindario... junto a muchos otros comenta-rios de carácter más personal y afectivo.

Con la cercanía del día de San Miguel dasuvas (caias), a finales del mes de septiembre,tiene su principio la cuenta atrás para la es-posa (calloa): pronto el ausente regresará acasa y se incorporará a las actividades agríco-las. Indudablemente, el 12 de octubre, el te-jero estaría sin falta en el hogar, siendomotivo de felicidad para los suyos, y aún derelativa tranquilidad económica, por últimascompras efectuadas y liquidación de deudas.

Son muchos los autores que califican a lascompañeras de los cabaqueiros baixomiñotoscomo mujeres de carácter sobrio y duro,aunque siempre de agradable trato, y de grancapacidad para el trabajo. Añadamos que, sinsu presencia y colaboración, sería imposibleque sobreviviese, hasta hace algunas déca-das, esta tradición de todo un gremio, y, ensentido amplio, de toda una cultura.

En efecto, la salida temporal del tejero porel mundo (terris) sólo pudo posibilitarse enel momento en que la mujer se hizo cargode las tareas agrícolas. El hombre de lacasa contribuiría con este áspero trabajo ala economía de la familia, aunque con unreducido e insuficiente ingreso, muy lejosde recompensar el sacrificio y dedicacióndel empleado.

Algunos maestros (buxos) cabaqueiros, contejeras en propiedad, llevaban a toda su fa-milia para poblaciones de Galicia o de Cas-tilla. Allí trabajarían, incluso, mujer e hijosen su cabaqueira. No pocos casaron lejos desu pueblo y allá se quedaron, según la prensalocal: Heraldo Guardés (1904) y Nuevo Heraldo

(1934-1936).

10. EL NIÑO EN LA TEJERA

Los chavales a los que les aguardaba acudira las cabaqueiras solían abandonar la ense-ñanza a los ocho o nueve años de edad, mo-mento en que iniciaban su adoctrinamientoen tan nueva -e inadecuada- ocupación. De-jaban sus hogares, obedeciendo el deseo desus progenitores, a los que les moverían dosmotivos esenciales: la creencia vigente en laépoca de que todo niño se convertía enhombre al formar parte de un tejar; y, cómono, el buscar un ingreso más para la débil

Tejeros componentes de la cuadrilla en la cabaqueira

de Rairiz de Veiga (Ourense, 1961). Cortando, enel banco, como oficial, Juan Vicente Armán.

Nieves García Almirante (hija de tejero leonés)tendiendo en una demostración en la Plaza delCalvario (O Rosal).

XIV Congreso de ceramología

economía familiar. Sin embargo, este se-gundo factor, tan sólo podría ponerse enmarcha, pasadas como mínimo unas dos otres temporadas:

El inexperto aspirante a cabaqueiro se iniciaen el oficio desempeñando la función de co-cinero (arrufante). Si bien es cierto que ade-más de preparar las comidas diarias, estabaencargado de la limpieza de chabola y era(costaneira), así como de hacer los recados, en-viar la correspondencia, y un largo etcétera.

En sus ratos libres –más bien escasos, cabepensar- iba aprendiendo la tarea de tender lastejas. De este modo, como pinche y recadero,no obtenía sueldo alguno al finalizar la tempo-rada, tan sólo algo de vestir o unos zapatos (cal-

cos), como máximo, según creyese convenienteel amo (buxa); y ello por costumbre y tradicio-nal consentimiento de los padres (rulos).

En sucesivas temporadas, estaría en condicionesya de convertirse en tendedor, por ello cotizable,con lo que sí recibiría un salario. Pese a todo, lasuerte del cachiza dependía del mayor o menorgrado de cultura y bondad del buxa y del oficial,únicos en la tejera con autoridad suficiente, paraimpedir los maltratos, abusos y burlas por parte

de los demás compañeros adultos. Así llegarona alcanzar un gran renombre algunos amos, co-nocidos por tratar con especial consideración ysensibilidad a los más jóvenes. A dichos persona-jes, el pueblo agradecido, los llamó “padres delos niños”, por su humano y cariñoso procederpara con ellos como patrono. En el pueblo sedecía: “O neno ten que ir á telleira para facerseun home”. Es decir, el niño tiene que ir a la te-jera para hacerse un hombre.

11. UN DÍA CUALQUIERA EN LA TEJERA

Algo hemos señalado ya en torno a los horariosde actividad y a la chabola presente en todasestas fábricas de tejas. Esa caseta, recordemos,era usada por la cuadrilla como cocina (arrufanta)y dormitorio (cocadoiro): en ella se instalaban lastablas cubiertas por paja (centena o triga), o porun jergón que se llenaba con la hoja de la es-piga (follato) del maíz, y que les servían como le-chos donde pasar la noche. Carecía la chabolade cuarto de baño, por lo que se lavaban con elagua (bureta) de una especie de charca o pe-queño manantial, igualmente empleado para laelaboración de tejas. Sólo en ocasiones conta-rían con una fuente (boreteiriña) o un pozo (bu-

reteiro do terris) donde calmar la sed.

En lo concerniente a las comidas, el joven pin-che era el encargado de cocinar. Los alimentosbásicos de la temporada, los cuales –en opiniónde los antiguos tejeros- llegaban a aburrir por surepetición, eran entre otros el tocino (burel), laspatatas (balocas), el bacalao (rañoto), la verdura(maraballas), los garbanzos (gabrieles), las habi-chuelas (zarabetos) y el pan (gito). Raramente seañadía a éstos unos chorizos (llotas), y en díasespeciales, un buen vino12 (lacre xido). Al com-binar algunos de los ingredientes ahora citados,se obtenía como resultado el conocido y simple(danoca, “malo”) caldo de los cabaqueiros.

Los relatos de los ex cabaqueiros del pueblonos facilitan la reconstrucción de lo que eraun día cualquiera de trabajo en el tejar.

Muy temprano en la mañana, todavía alum-brando en el cielo alguna estrella, tras unarápida visita a la charca, cada componentede la cuadrilla se disponía a ocupar su cargo,comenzando ya la agotadora fabricaciónmanual de tejas y ladrillos. A media mañanarecuperaban fuerzas con una buena taza decaldo (choco), y al mediodía, cuando el solmás apretaba, entraban en la caseta paracomer, e inmediatamente regresaban al tra-bajo. De merienda, había de contentarse conun pedazo de pan, y ya después de cenar concaldo, introducían en el cobertizo (cabanón)todo el material seco.

Una vez peladas las patatas por el cocinero-tarea que era obligada de todos cada sá-bado-, se ponía fin a las obligaciones deesa jornada. Pasada la medianoche, fatiga-dos por la intensidad de la actividad diaria,se disponían a dormir (cocar), en el redu-cido departamento compartido por todosellos (a veces el buxa contaba con uncuarto aparte). Raramente se vivía en unacasa normal.

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Un niño haciendo de tendedor de teja pequeña(cabaca ghiche) en la demostración anual en ORosal, 1992.

Cuadrilla en una tejera de Guadarrama (Madrid)siendo buxa el salcidense Ramón de Saladina,1952. Comida en la fiesta del Apóstol Santiago.

Os cabaqueiros - Xoán Martínez Tamuxe56

12. UN DOMINGO EN LA TEJERA

La rutina y monotonía del día a día (xano a

xano) en el tejar era contrarrestada en ciertamedida por el cambio de horarios y activida-des de los domingos (xanos da caicoa). Los ca-

baqueiros, en este último día de la semana,estaban obligados únicamente a trabajar du-rante la mañana, la cual se hacía más breveal no madrugar, centrándose en finalizar al-guna tarea pendiente. Sin embargo existíannumerosos lugares en que no se trabajaba entodo el día, y ello debido a la prohibición delalcalde (bedello) o incluso del párroco (louro),disponiendo de tal modo de una jornada dedescanso. De tener la mañana libre, algunostejeros -quizás una minoría- aprovechabanpara asistir al precepto dominical en la igle-sia (caicoa) del pueblo. Todavía emplearíanesas primeras horas del día para la higienepersonal, para el lavado de la ropa, o inclusopara escribir (esgarabatear) alguna que otracarta (folleca) a los parientes, novias, amigos...

Después de la comida -más pausada y tran-quila que de costumbre- y de echar la siestaaquél que lo acostumbrara, el cachiza estabairremediablemente abocado a permaneceren la tejera (pelando patatas, llevando la co-rrespondencia de los compañeros al correoo haciendo cualquier otro servicio). Mien-tras tanto, los demás trabajadores visitabanel pueblo más cercano: los solteros bus-cando el entretenimiento entre las jóvenes(nenzas), y los ya casados (truscados) acu-diendo a la taberna para conversar y jugar alas cartas con un buen vino sobre la mesa.

Con el anochecer llegaba el momento de re-gresar a la cabaqueira, a pie o en bicicleta(chiona xida) años sucesivos. Este retorno seveía adelantado en caso de mal tiempo: ur-gentemente abandonaban sus diversiones

para volver a la tejera y recoger el material,producto de largas horas de laboreo que sepodría venir abajo a causa de la lluvia.

13. LOS CABAQUEIROS DEL BAIXOMIÑO,AUTÉNTICOS EMPRESARIOS

Queda referido que muchas tejeras se erigie-ron o rehabilitaron a propósito del desarro-llo industrial de un pueblo. Así aconteció,por ejemplo, en el Ferrol (A Coruña), entre1750 y 1800, cuando el Estado -reinandoFernando VI- determinó realizar las obrasdel Real Astillero y del nuevo Arsenal. Apartir de 1750-1762, trabajando en los hor-nos (tejares) del Rey que se hallaban situa-dos en Caranza, aparecen ya los maestrostejeros13 (buxos cabaqueiros) del Baixo Miño:Manuel de Lomba, León González Lasca-rín, los hermanos Portela (Francisco, Mar-tín y Pedro) y otros. Tenían a su cargo losdiferentes asientos –o contratos- de teja y la-drillo y sólo ellos figuran en las correspon-dientes libranzas, como responsables. Entreotras obras se levantaron el Arsenal del Par-que, la Sala de Armas y la conclusión de losalmacenes de Artillería. Se calcula que, du-rante unos ocho años, se fabricarían cercade siete millones de ladrillos, mientras que

de cabacas se pasaría del millón de unidades.Ella recuerda que los buxas que organizabanlas cuadrillas, eran verdaderos empresarios.

La profesora e historiadora coruñesa María delos Ángeles Verea, en su tesis doctoral14

(2008) -que seguimos en estas notas- escribe:“Aínda que nun principio elaboraban tella eladrillo nos fornos do Rei, cobrando polos mi-llares realizados, pero coa condición de asen-tistas (contratistas), axiña pasarán a exercercomo verdadeiros «empresarios», presentán-dose ás diferentes posturas que realizaba aReal Facenda”.

14. UN RECUERDO DE LAS TEJERAS DE

OLEIROS Y MESÍA

Por deferencia con la Villa de Oleiros, mu-nicipio anfitrión de este XIV Congreso Ce-ramista, añadimos que –en su amplio,meritorio y documentado estudio de tesisdoctoral- María de los Ángeles Verea, enu-mera en Oleiros, tres antiguas tejeras (caba-

queiras). Anotaremos primero, la tejera dellugar denominado Espíritu Santo, 1787(Oleiros); la segunda, la de Santaia de Liáns(Oleiros), que data de 1798 y pertenecía al

Ejemplo de marcas o grabados que suelen llevarmuchas tejas de nuestras casas. En el Museo Et-nográfico de O Rosal se tienen registradas 30marcas diferentes.

Parte de las cuadrillas pertenecientes a la tejera delos Hermanos Treinta, empresarios del BaixoMiño, naturales de O Rosal, 1952.

XIV Congreso de ceramología

maestro tejero (buxo cabaqueiro) ManuelAlonso, de San Lorenzo de Salcidos (BaixoMiño). Y la tercera, la de San Pedro de Nós(Oleiros), que en ese año de 1798 pertenecíaal maestro tejero Juan Pérez, del municipiode Oia (también del Baixo Miño).

Y, por razón similar -de hallarnos en Mesíay siguiendo la documentación citada- aludi-remos también a la tejera de San Sebastiánde Castro. Sobre esta cabaqueira, la profesoraMaría de los Ángeles comenta: “onde nonhabía ningún natural que exercera o oficio«sólo el dueño de los hornos para fabricarla(la teja) los busca fuera del término»”. Paraapoyar esta afirmación la autora15 sigue ladocumentación recogida en el Catastro del

Marqués de la Ensenada (1753).

15. LA JERGA

Al igual que otros oficios gallegos (cesteros,paragüeros, albañiles y canteros16), esta pro-fesión poseía su propia jerga, el verbo o latín

dos cabaqueiros: fiel reflejo de la cultura, perono menos vehículo de sus inquietudes, pre-ocupaciones y todo tipo de reivindicaciones,principalmente laborales.

15.1. Posible antigüedad

Dar respuesta a esta cuestión no resulta sen-cillo, ya que forma parte de la llamada “tradi-ción inmemorial”. No se trata, pues, de undato que haya permanecido en el saber popu-lar gracias a la transmisión oral. Ello proba-blemente evidencie que la fecha de creaciónde la jerga queda, a estas alturas, excesiva-mente lejana en el tiempo. Pero sí, es motivode investigación. Calculamos muy probable-mente, tengan relación con los gremios y queno sea anterior al siglo XVI. Sabemos que,cuando menos en el siglo XVI, siguiendo laGran Enciclopedia Gallega (1974), entrada: Gre-mios, se nos recuerda que en Santiago deCompostela, en dicho siglo, el gremio de teje-ros y herreros revisaron sus ordenanzas.

Ya en el terreno de los materiales escritos,tampoco han sido localizados hasta la fechadatos fiables y clarificadores.

15.2. Léxico

Al igual que la jerga de los demás oficiosmencionados, toma como base el gallego, ypor tanto se apropia de los principios gra-maticales de la lengua gallega, manteniendosu morfología y sintaxis, y por supuesto sufonética. Incluye además léxico gallego, perode poca difusión o con extensión de su sig-nificado, e igualmente palabras gallegas dis-frazadas mediante prefijos, sufijos, etc. Juntoa ellas, el vocabulario se completó con pala-bras de creación propia, original.

Pero gracias al movimiento migratorio de estostrabajadores, tomaron contacto con otros pue-blos, y así con otras lenguas. De tal modo po-seen préstamos del latín, euskera, francés,inglés... e igualmente del castellano. Recuérdeseque el propio gallego -en su empleo oral ordi-

nario- sufre la constante interferencia del es-pañol, lo que seguramente influye en la incor-poración de castellanismos. Ateniéndonos alos estudios que conocemos, el vocabulario deesta jerga: “Verbo dos daordes o Latín de loscabaqueiros”, consta de más de 3000 vocablos.A pesar de –ordinariamente- ser utilizado tele-gráficamente, tiene capacidad para composi-ciones literarias en verso y en prosa.

Los periódicos de la Comarca, Heraldo Guar-

dés y Nuevo Heraldo, recogen cantidad de car-tas desde el pueblo a las tejeras, bajo el títulode “Follecas da Jalleira” (cartas de la aldea odel pueblo).

15.3. Qué motiva su creación

La jerga nace y se desarrolla en un entornolaboral muy definido: la tejera. En ella, el po-seer un lenguaje propio, funciona como es-pecie de nexo conector, de apoyo yentendimiento entre ellos. Igualmente seconvierte en arma de defensa de sus intere-ses y reivindicaciones.

Además, los propios cabaqueiros del BaixoMiño, aseguran que sus buenos conocimien-

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Cabaqueiros en la tejera de Amancio, en las Cacha-das (Salcidos). Dejó de funcionar como tal pocodespués de 1960.

Tejera de los Hermanos Segundo y Avelino Vi-cente González. Última tejera de O Rosal, des-aparecida en 1984.

Os cabaqueiros - Xoán Martínez Tamuxe58

tos pronto eran detectados y expuestos alpeligro de que otros trabajadores quisieranapropiarse de ellos. De ahí que el comuni-carse en la jerga con los compañeros de lamisma cuadrilla favorecía la defensa y protec-ción de su buen hacer.

Añadamos que seguramente haya influidoen la creación del verbo la relación de los ca-baqueiros con otros oficios: recuérdese quelos tejeros, durante las jornadas de trabajo,convivían por ejemplo, con canteros (arginas,

bichos) y albañiles (chafoutas), que tambiéncomponían sus propias jergas (entre las quese detectan notorias semejanzas, con canti-dad de palabras comunes). Se igualarían asíestas profesiones, con la idea subyacente deque no hay categoría sin jerga. Por tanto –yrecuperando la cuestión citada de la antigüe-dad- es lógico pensar que se hiciesen conuna jerga propia en fechas semejantes, qui-zás por pura imitación de sus “colegas” en eltrabajo, o -más probable aún, insistimos-para no sentirse inferiores al carecer de ella.

15.4. Un dato

Queremos dejar constancia de que la Enciclo-

pedia Galega Universal (1999) incorpora mu-chos términos de las diferentes jergas,incluyendo, claro está, la de nuestros tejeros.Una muestra más de los intentos actuales derecuperación y conservación de nuestro pa-sado cabaqueiro y su cultura.

16. FINAL DE LAS TEJERAS

Toda cabaqueira -junto a su actividad (las-

queo)- vio llegar su cese definitivo a partir de1960, coincidiendo con un gran desarrolloen el ámbito de la economía y la industria.Con motivo de tal desenvolvimiento, la gran

mayoría de las tejeras ahora anticuadas y hu-mildes industrias terminan desapareciendo;mientras que algunas otras estarán destina-das hacia un fin muy diferente: se transfor-marán en modernas fábricas de cerámica; enéstas la máquina obtendrá un papel prota-gonista en el trabajo, lo que redundará en lapérdida de importancia y valoración de la ac-tividad puramente humana.

De modo que, estas cabaqueiras, si bien enotros tiempos generaron cierta economía fa-miliar, hoy día son historia; las herramien-tas, piezas dignas de ser expuestas en un

museo, y su saber artesanal y su jerga, obje-tos de interés y admiración. No en vanoconstituyen, en conjunto, un pasado concierto matiz legendario, pero que jamás per-derá su etiqueta de capítulo histórico, etno-gráfico y socio-antropológico de un puebloy su pasado.

17. PARA MANTENER SU MEMORIA

El Municipio de la Muy Leal Villa de ORosal, en el Baixo Miño (Pontevedra), preci-samente para mantener viva la memoria delos cabaqueiros y su sacrificado oficio, en1987, levantó en la Plaza del Calvario, unmonumento en recuerdo y homenaje al ca-baqueiro. Es obra del escultor tomiñés JoséAntúnez Pousa.

Ese mismo año se creó una fiesta, que siguecelebrándose anualmente, ya en la XXII edi-ción (2009), con idéntica finalidad. En ellase lleva a cabo la demostración de fabricartejas y ladrillos al modo tradicional. Además,se realizan intervenciones en el verbo; y unaautoridad invitada, perteneciente habitual-mente al mundo de las letras de Galicia, dalectura a un pregón de carácter histórico-et-nográfico y literario.

Igualmente se preparó, en el Museo Etno-gráfico Municipal17, una sección dedicada ala “Cultura da Cabaqueira”. En ella se reco-gen: piezas cerámicas (tejas y ladrillos), sin-gulares herramientas, documentos, fotosantiguas, etc.

También se publica cada año una revista deinvestigación, donde se recoge también lacrónica de lo acontecido en la anterior fiesta,incluyendo a su vez, el pregón de la persona-lidad invitada.

Gente del Baixo Miño en una de las “Fiestas delTejero” (Romancha do Cabaqueiro) en la Plaza delCalvario (O Rosal).

Tendedor en una de las demostraciones de hacerteja y ladrillo en O Rosal.

XIV Congreso de ceramología

Finalmente, se confecciona un plato conme-morativo de cada fiesta anual, recogiendomotivos de la cabaqueira.

Estos últimos años, la Comisión de Culturade O Rosal viene organizando distintos obra-

doiros (talleres) con los niños, a fin de quetambién conozcan este viejo y artesanal ofi-cio de sus abuelos.

Un grupo de tejeros del Baixo Miño salecada año a realizar demostraciones de cul-tura da cabaqueira, invitados por municipiosde Galicia, coincidiendo con sus fiestas ma-yores. Sabemos, asimismo, que varias asocia-

ciones y municipios trabajan en la recupera-ción de ruinas de antiguas tejeras, prepa-rando a su vez diferentes publicacionessobre el tema.

En este mismo XIV Congreso de Ceramo-logía dos “cabaqueiros” de O Rosal ManuelRodríguez (Trintiña), 84 años, como oficialy Manuel Enríquez, de 79 años, como tende-dor, hicieron una demostración de fabricartejas y ladrillos a mano (al uso tradicional).

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NOTAS

1 En la jerga de los tejeros será más frecuente en-contrar el término cabaca con “b”. Una informa-ción más completa sobre la etimología de estapalabra se recoge en el Boletín Informativo Municipal

(BIM) de O Rosal (nº 3, 1988).

2 Isaac Alonso Estravís, Dicionário da Lingua ga-

lega, 1986.

3 Xaquín Lorenzo Fernández. “Etnografía” enHistoria de Galiza. Dir. Ramón Otero Pedrayo.Edit. Nós. Buenos Aires, 1962, págs. 517-518.

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Fotografía delante del Monumento al Cabaqueirode los tejeros que asistieron a la primera demos-tración de su oficio en 1988.

Niños/as que tomaron parte en el taller sobre eloficio del tejero.

Os cabaqueiros - Xoán Martínez Tamuxe60

4 Enrique Flórez. “Apéndice XIX”, en España

Sagrada, tomo XXII (sobre Tui). Madrid, 1767,pág. 280.

5 Domingo Álvarez Álvarez. Jergas de Galicia.Tomiño, 1965, pág. 17.

6 Las ferias en O Rosal eran el 2 y el 18 de cadames en la Plaza del Calvario, y el 12 y 13 de marzose celebraba la anual de San Gregorio, en Pías(San Miguel de Tabagón).

7 La Virgen del Pilar y Santiago Apóstol son pa-tronos del municipio de O Rosal, celebrando susfiestas el 25 de julio.

8 Reproducimos un fragmento de la noticia titu-lada “Salud, tejeros”: “(...) el trabajo, el oficio defabricar tejas y ladrillos a mano ha sufrido, desdehace unos cuantos años a esta parte, unos durosgolpes de consideración ante la enorme propaga-ción de fábricas modernas que con sus máquinas,los profesionales no dan lugar a que nuestros pai-sanos puedan dar utilidad a sus brazos y tenganque sufrir en el mercado una competencia que losarruina por completo”.

9 Semanarios de la Villa del Tecla: Heraldo Guar-

dés, director José Darse (1904-1939); Nuevo He-

raldo, de Juan Noya (1934-1936).

10 Una observación –llena de humor- de los caba-

queiros: era tan corta la noche que por la mañana,al levantarse, tenían la sensación de que aún lospantalones se movían.

11 Feliciano Trigo Díaz, en su Zanqueando cos Caba-

queiros (2001) recoge las vicisitudes de estas mujeres,destacando la dureza de algunos de sus trabajos,como la recogida de algas y otros productos mari-nos para el abono de los campos (págs. 49 – 51).

12 A modo de anécdota recordamos que el caba-llo (belbo) degustaba el vino con mayor frecuenciaque el propio trabajador. Tras la operación deamasar el barro (sobar a xunca) desempeñada porel animal, era recompensado con dicha bebida,con la intención de que repusiera las fuerzas per-didas. Este detalle, sin embargo, no se hacía ex-tensible al tejero que dirigía al belbo en tal labor, elllamado pieiro. El vino sólo llegaba a la mesa losdías de fiesta, en el pueblo, o cuando se tenía hor-nada, de tejas y ladrillos.

13 Estos empresarios, paralelamente a la tejera,participaban en negocios de ganado caballar ymular, poseyendo también reses en aparcería. Ensus amplias fincas, próximas al tejar, cultivabandiversos frutos para su posterior comercializa-ción. Además, realizaban préstamos de dinero einversiones en la compra de tierras.

14 Mª Ángeles Verea Castelo. Estudo dunha indus-

tria tradicional: as telleiras galegas. Santiago de Com-postela: USC (tesis doctoral), 2008.

15 María de los Ángeles Verea. Estudo dunha in-

dustria tradicional… op.cit., pág. 271.

16 Tenemos verificado que muchos de los teje-ros de Llanes (Asturias), los Tamargos, tienen ensu jerga -La Xiriga- muchas palabras similares alas de los cabaqueiros del Baixo Miño.

17 En el Museo, sección “Da Cabaqueira” se exhi-ben, además de herramientas y documentación,tejas y ladrillos de valor documental, por sus graba-dos: letras, anagramas, fechas (la más antigua, 1707),nombres de tejeros, material cerámico de medidasdiferentes… con defectos de fabricación, etc.

DOS PATRIMONIOS DESCONOCIDOS:LA PRIMERA FÁBRICA DE LOZA FINA DE GALICIA EN DORNEDA

Y LAS TELLEIRAS DE LAS BRAÑAS DE SADA

Susana E. González AmadoTerralume

XIV CONGRESO DE CERAMOLOGÍA. PRIMERA COMUNICACIÓN

XIV Congreso de ceramología

Susana E. González [email protected]

La motivación especial para embarcarme en laorganización de este Congreso fue constatarel desconocimiento general del gran valor pa-trimonial que ceramológicamente encierra Ga-licia. Así como en Levante o Cataluña llevanmuchos años estudiando y cuidando sus patri-monios, con abundancia de publicaciones, enGalicia se echa en falta ese mismo afán. Mien-tras que en otras regiones el patrimonio cerá-mico constituye una fuente de riqueza, aquíestamos perdiendo a pasos agigantados estostestimonios de arqueología industrial. Hoy endía nos parece impensable que se derribe unhórreo o un molino, pero asistimos impasiblesa la demolición de estos centros, de sus hor-nos y chimeneas sin darnos cuenta de que conellos desaparece una parte importante de nues-tra cultura. Solo hay una explicación para tantainsensibilidad: falta de cultura cerámica.

Esta comunicación sólo pretende resaltardos casos singulares de los muchos que noatesoramos, sino que estamos en riesgo deperder. Una llamada de atención para incen-

tivar futuras investigaciones. Necesitamos atodos, arqueólogos, ceramistas, restaurado-res, etnógrafos, historiadores... para poneren valor nuestro legado. En algunos casos,antes de que sea irreparable el olvido.

1. LA PRIMERA FÁBRICA DE LOZA FINA DEGALICIA EN DORNEDA: LA FIGURA DE

THOMAS PRICE

1.1. Investigaciones de Meijide Pardo

Dorneda es una parroquia del Ayunta-miento de Oleiros (A Coruña), a escasos ki-lómetros de Santa Cruz, donde estáemplazado el Museo Kaideda, sede de esteCongreso. Abeleiras es un lugar de dicha pa-rroquia, en la carretera que une Santa Cruzy Meirás, y donde hace casi 200 años se im-plantó este centro desconocido.

El único estudio publicado hasta la fechasobre esta fábrica, “La fabricación de loza fina en

la parroquia de Dorneda (1799-1812)”1, del his-toriador Antonio Meijide Pardo (1917-2004)sacó a luz su existencia de forma documental,a pesar de que “…La historiografía coetáneanos dejó tan solo escuetísima referencia...”.

Sus investigaciones nos permiten datar sucorta vida, apenas doce años, e identificar aquien la fundó, el inglés Thomas Price cuandocontaba 59 o 60 años. La datación cobramucha importancia por el hecho de conver-tirla en la primera fábrica en Galicia de estetipo, contra la creencia generalizada de que fuela de Sargadelos, fundada por Raimundo Ibá-ñez en 1803 como fundición y que empiezaen 1806 a funcionar como fábrica de loza “alestilo Bristol”. Esta particularidad hace quesea más interesante identificar su producción,ya que actualmente no existe ninguna pieza

que se catalogue como tal. Se desconoce sunombre comercial, su cuño o firma (si lohubo), su decoración… Un enigma.

Meijide sitúa a primeros de 1799 una solicitud(denegada) al Consulado de Comercio de LaCoruña de 5.000 reales para concluir su casa(aún recordada entre los vecinos como la casadel inglés) y el horno. Esto sitúa cuando menosen 1798 su asentamiento en esta parroquia y lavoluntad de montar una fábrica de “talavera”,medio construida contando ya con “…todos los

adherentes para su uso y ejercicio...”. Esto a su vezimplica conocer previamente el emplazamientode las materias primas necesarias.

Pese a la denegación, afora un molino dete-riorado al señor de Xaz, Pardo de Andrade,(que también le cede el aprovechamiento deuna cantera próxima), y en otoño de ese añoya está “…aderezado y moliente, para poder moler

piedras y verniz y más cosas necesarias a su fábrica de

loza fina, comenzando la elaboración de cerámica,

puesto que ya tenía acopiados varios materiales para

sostenerla en ejercicio…”. En 1800, en escrituranotarial obtiene permiso para el uso del aguaprecisa para “amasar los barros” de su fábricade “talabera”, y construye “un pozo o estanque”.

En 1804, planea montar además una fábricade curtidos, otorgando un poder notarial a uncompatriota en Madrid para gestionar ante elrey que su proyecto contase con “…las gracias

y privilegios que sean de su real agrado…”.

En 1810, se asocia con el francés José Figuiery,vendiéndole la mitad de su fábrica por 20.000reales. A principios de 1811, declara en su tes-tamento estar administrando la fábrica. El 24de febrero fallece. Tiene entre 71 y72 años.

Figuiery, ahogado por un negocio que no esrentable, solicita en 1811 una ayuda de12.000 reales al Real Consulado de Comercio

63

Plano de situación. Lugar de Abeleiras, parroquiade Dorneda, Ayuntamiento de Oleiros (A Co-ruña). Carretera de Santa Cruz a Meirás, a la al-tura del castro de Xaz.

Dos patrimonios desconocidos: la primera fábrica de loza fina de Galicia en Dorneda y las telleiras de las Brañas de Sada - Susana E. González Amado64

de A Coruña. Tras denegársela, insiste en fe-brero de 1812, con igual suerte. Fallece el 17de diciembre de ese año tras enfermar y tras-ladarse a Coruña, dejando como único here-dero al hijo menor de Pardo de Andrade, ynombrando albacea a la madre, María Sarasa.A principios de 1813 se hace recuento debienes e inventario de la fábrica de loza.

Esta es, esquematizada, la narración de los he-chos documentados por Meijide, que aporta eltestamento de Price y una relación de existen-cias en las diferentes estancias de la fábrica talcomo quedó reflejado en el inventario. Estosson los documentos que nos pueden aportarmás pistas sobre esta gran desconocida. • En el inventario, además de relatar la tipo-

logía de producción (pocillos, jícaras, ja-rras, tazas, orinales…), se informa de laexistencia de plomo y estaño, lo que ponede manifiesto la cubierta estannífera, blan-quecina que debió tener la producción.

• Figura “una porción de piedras de seijo blanco”,cuarzo blanco. No muy lejos de Dorneda,en la costa, existe un paraje conocidocomo “Seixo branco”(castellanizado SeijoBlanco) que destaca por la gran veta decuarzo muy blanco, que bajando por elacantilado llega hasta el mar, haciéndosevisible desde lejos. La molestia en carre-tear dicho material podría indicar el deseode minimizar las impurezas ferruginosas,tanto en el verniz como en la pasta. Ellodaría lugar a un color blanco más puro.

• Se menciona “un molino de mano para moler

el jaspeado” y “una bola de hierro para moler el

color”, por lo que algún color presentabasu decoración de “talavera”, aplicadasobre la cubierta blanca, si seguimos el es-tilo de la época.

• En dos estancias se recuentan 17 y 90 mol-des de yeso para piezas “grandes y peque-ñas, de diferentes construcciones”, y tres

tornos (alfareros). Este dato abre la posibi-lidad a las reproducciones de volúmenesque no sean de revolución (fuentes ovala-das, decoraciones con relieves, etc…).

• Se citan 4 hornos, que indica que la pro-ducción no debía ser tan pequeña.

La descripción general del inventario, trans-mite la idea de una fábrica semiabandonada,con gran cantidad de piezas defectuosas.Ello podría deberse a la falta de su “admi-nistrador”, el verdadero ceramista de los dossocios, Price. Aunque no fuese demasiadofloreciente, Figuiery no se hubiese embar-cado en esta aventura si no creyese ver unbuen negocio.

En su testamento, Price deja constancia desu condición de “católico christiano”, y mani-fiesta haber salido de Inglaterra hacia Es-paña “a tierna edad”, seguramente con suspadres. Da cuenta de los incumplimientoseconómicos de su socio (del que duda si lepagará en vida). Revela aprecio y preocupa-ción por el futuro de María Fagul, “viuda de

Domingo la Cuesta natural del Reyno de Asturias,

que vino para mi compañía hace muchos años, luego

que yo me coloqué en esta parroquia, sin que

jamás…cobrase soldadas algunas, …porque corre

con la venta de la talavera y yo por ello le hago al-

gunas gratificaciones, según la que venda”. Se ponede manifiesto una relación anterior al esta-blecimiento en Dorneda entre estos perso-najes. Quizá Domingo ya trabajaseanteriormente para Price, y por ello con-siente en abandonar su tierra para seguirleen este proyecto, y la confianza para dejaren manos de María la comercialización debíade ser grande. Por otra parte, podemos sos-pechar que el ámbito de distribución de estacerámica, si dependía de esta mujer, se rea-lizase en las poblaciones relativamente cer-canas (incluida A Coruña), al margen de

posibles partidas enviadas por transportemarítimo desde algunos puertos cercanos.

Por último, nombra heredera a su sobrina,vecina de “Backbery, cerca de Mordiford en la pro-

vincia de Herefordshire”. Esto sitúa aproxima-damente su origen en una zona de tradicióncerámica, próxima a Bristol y a Worcester.Bristol era por entonces el gran puerto de sa-lida hacia Europa y América de la gran pro-ducción de loza de calidad que conllevó larevolución industrial en Inglaterra, conocidacomo “loza tipo Bristol”. Worcester es otrogran centro de producción cerámico que in-corporó a partir de 1751 el innovador sis-tema de estampación, que permitía largastiradas de piezas decoradas a unos preciosmuy inferiores, y que exitosamente se exten-dió (sobre todo a partir de 1763 en que sepierde el monopolio de esta técnica) portodos los centros ingleses, incluidos los pró-ximos de Herefordshire. Dado que todas sus“familias de mi ascendencia se hallan existentes en el

Reyno de Inglaterra”, es fácil suponer que todosestos avances no le eran desconocidos, y queincluso podría recibir de sus parientes envíosde planchas de cobre para estampación. Estoabriría la posibilidad de hallarnos ante unacerámica estampada, aunque no se nombrenlas placas de cobre en el inventario (incluidasen los “etc” del mismo).

1.2. Tras las pistas aportadas por

Meijide

En primer lugar, había que localizar la anti-gua fábrica. El Ayuntamiento de Oleiroshabía dedicado una calle a Price. La suertepuso en mi camino a Xoan Xosé MuñizBello, residente en Abeleiras (Dorneda) y queya había publicado un artículo sobre el estu-dio de Meijide y la ubicación de la fábrica.Gracias a él, pude reconstruir la situación de

XIV Congreso de ceramología

todos los escenarios apuntados en el estudiode Meijide, entre las actuales Rua ThomasPrice, Rúa Río do Couto y la carretera SantaCruz-Meirás: la casa, la fábrica, los hornos,la fuente de Os Tornos, el molino, la cantera,e incluso localizar el posible estanque paraembalsar agua. El vecindario recordaba per-fectamente la existencia de la “casa del in-glés”, de tipología atípica en su época yentorno. La madre de Xoán Xosé, JosefaBello Pardo, recordaba vagamente jugar depequeña en sus alrededores con multitud defragmentos cerámicos (sin duda últimos res-tos defectuosos de la fábrica nombrados en

el inventario, o escombrera de la misma), asícomo esconderse jugando dentro del cono-cido como “forno”, seguramente uno de los 4que existieron. Testimonios de los vecinospróximos aseguran que en fincas de labradíode la zona, “a terra e clara e co arado pártese coma

un queixo” (la tierra es clara, y con el arado separte como un queso). Pocas descripcionesmás gráficas para unas tierras que constata-mos abundante en arcillas blanquecinas. Yateníamos las materias primas que llevaron ainstalar esta fábrica. Sobre el aspecto de lacerámica, cree recordar que era mayormenteblanca con algo de azul.

Pero por desgracia, la casa del inglés se de-rribó, junto con el espacio donde estaban losrestos de la cerámica y los hornos, paraconstruir una nueva edificación. Sólo que-dan en pié parte de la fábrica de planta bajay anchos muros de carga, hoy vivienda par-ticular, y parte de un muro de la casa. Otravez punto muerto. Se hizo una convocatoriaa través del Ayuntamiento de Oleiros paraque los vecinos que tuviesen piezas antiguasen su poder permitiesen que se fotografia-sen, con la esperanza de que, por descarte,alguna pudiese pertenecer a esta produc-ción. Iniciativa infructuosa dado que nohabía ninguna descripción previa que apor-tar tipo: “piezas blancas con decoración deflores en azul y firmadas Price” u otra seme-jante. Continuaba el enigma.

Pude fotografiar los restos cerámicos obteni-dos en una cata efectuada en las cercanías(muy próximo se encuentra el Castro de Xaz,sin estudiar aún). Por descarte, quedaron al-gunos fragmentos de cerámica de cubiertablanca, uno con fileteados y trazos a pincel enazul y amarillo, otro sólo en azul y un par derestos con estampaciones en hierro. ¿Podríaser alguna un resto de la loza de Price? Nin-guna estaba presente de forma tan abundantecomo para presagiar la proximidad de su cen-tro de producción. A la espera de futuras ex-cavaciones, esta vía tampoco concluía nada.

La clave residía en conocer el tipo de trabajoque Price había realizado con anterioridad.Nadie se hace ceramista con 60 años. Nicambia de estilo ni de técnicas. En algúnlugar habría ejercido anteriormente. ¿Perodónde? Andrés Varela me dio la respuesta:Asturias. Cuadraba con la presencia de Do-mingo la Cuesta y María Fagul. A partir deaquí empieza el intento de reconstruir lavida de este hombre en Asturias.

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Emplazamientos: 1) Casa do Inglés 2) Nave-Almacén de la fábrica 3) Posible ubicación Balsa-estanque4) Molino-río.

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1.3. Thomas Price en Asturias

La primera sorpresa fue descubrir la conexiónde este inglés con el entorno de Jovellanos.Los escritos de este ilustrado abren nuevaspistas sobre Mr. Price, al que aprecia, tantopor buen ceramista como por buena persona.

Las primeras búsquedas son frustrantes: fe-chas que no coinciden, doble ubicuidad dePrince, diferentes localizaciones y eternavida de un tal Consul. Los datos recabadospor el propio Jovellanos, Feito, Fuertes Ariasy otros parecían contradecirse. Las primerasconclusiones y dudas son:

• Con certeza Prince se asoció con D.JoséLópez Valdés para fundar una fábrica enMiranda de Avilés.

• Prince frecuentaba Gijón, dada la facili-dad con que coincidían o lo visitaba Jove-llanos según sus Diarios.

• ¿Sería Price el “hábil fabricante inglés” al servi-cio de Antonio López Dóriga que fundó unafábrica cerca de Oviedo según Jovellanos?

• ¿Sería el padre de Price (que bien pudieseser también ceramista) uno de los técnicosque trajo de Francia a principios del S.XVIII para instalar su fábrica de loza enVillar (Pola de Siero)? No sabemos si el pri-mer destino de la familia Price fue Francia.

Los datos comienzan a encajar en los últimosaños, debido a los estudios más recientes. Re-almente se crearon 4 centros relacionados dealguna manera con Price y Jovellanos, dentrodel movimiento de impulso industrial que su-puso la ilustración de la época.

1.3.1. Villar - Vega de Poja - Pola de Siero

Fundada por una familia procedente de Fran-cia, los Consul, autentica dinastía dedicada a lafabricación de cerámica desde principios delS.XVIII. ¡No había un Consul, sino 4 genera-ciones de Juan Consul en todo el siglo XVIII!Juan Consul inicia la actividad, y su hijo JuanConsul Malen le sustituye, aportando ideas nue-vas (y posiblemente técnicos) procedentes deFrancia ya que entre los Consul fue tradiciónformarse en ese país. Elabora loza decorada. Suhijo le sustituye en 1740, y al cesar la actividad,antes de fallecer en 1771, los antiguos opera-rios dispersan las nuevas técnicas fundando pe-queños talleres, elaborando de forma másartesanal y más basta, producciones similares.Nacen las cerámicas de Vega de Poja, La Cuesta(¿coincidencia con Domingo la Cuesta, o indi-cativo del lugar de origen?), La Cañada y ElRayu, caracterizadas por una cubierta blanca ydecoración en azul y más tardíamente, finalesdel S.XVIII, el amarillo (coincide con uno delos fragmentos de la cata de Dorneda).

Tras la muerte de su padre, regresa de Franciadonde se estaba formando, Juan Nepomu-ceno Consul, que mantendrá afinidades ilus-

tradas y una relación fluida con Jovellanos. En1799, asociado a su pariente Antonio LópezDoriga, reabre la fábrica también con innova-ciones francesas, como el horno de ladrillosrefractarios o la mirilla de cristal en la chime-nea. En 1780 López Doriga abandona la so-ciedad con la idea de crear su propia fábrica.

1.3.2. Casona de Regla - Casona de Nan-

clares - El Cortixu - Oviedo

Antonio López Dóriga compra a su parienteAndrés Consul una fábrica de curtidos cercade la fuente de Regla, a las afueras deOviedo en 1759. En 1765, figura como co-merciante de cerámica de Bristol con Amé-rica. Como era un buen negocio, pensó enproducir su propia cerámica, y se asocia en1779 con su pariente Nepomuceno Consul,cuya familia se había dedicado a elaborarloza, para re-abrir la fábrica en Villar. En1780 abandona la sociedad, con la idea demontar su propia fábrica junto a su curtidu-ría, en Regla. Sobre ese año, construye suCasona-Palacio de Regla-Nanclares junto ala curtiduría, y junto a esta en 1782, el hornoy fábrica de talavera (obra retrasada por unembargo ante el temor de contaminar lafuente de Regla). Ambas actividades com-parten un espacio común y el conjunto seconoce por el Cortixu. Cesa la actividad ce-rámica en 1785, pero continúa la curtiduría.

Jovellanos, en la 7ª de sus “Cartas a Ponz”, elo-gia la fábrica de loza fina “…a imitación de la de

Bristol, dirigida por un hábil comerciante inglés, que

desde los primeros ensayos ha logrado igualar sus mejo-

res modelos, y camina rápidamente hacia la perfección.”.

Helena Carretero Suarez, en estudios recientes,identifica a Price como ese hábil inglés, afir-mando que además fundó la fábrica con Doriga.

Dos patrimonios desconocidos: la primera fábrica de loza fina de Galicia en Dorneda y las telleiras de las Brañas de Sada - Susana E. González Amado

Restos hallados en las catas próximas al castro deXaz, dirigida por Otilia Prado en 2003. Resto de ce-rámica de cubierta estannífera y corte claro, con de-coración a pincel de fileteado azul y amarillo. A laderecha fragmento con posible cuño o decoraciónen relieve (grabado en molde): simula una espiga.

XIV Congreso de ceramología

¿Será aquí donde aprende los secretos delcurtido para años después pretender mon-tar una curtiduría en Dorneda?

1.3.3. Miranda de Avilés

Fundada en 1781 por José Díaz Valdés yPrice en Miranda, a 4 km de Avilés. Unáni-memente considerada la 1ª fábrica de lozafina de Asturias, se encuentra próxima a unfilón de caolín. Quizá la mejoría de las pas-tas y vidriados justifique ese título, ya que lade Villar de Nepomuceno le precede comofábrica de loza, tal vez no fina.

Valdés era hermano de Pedro Díaz Valdés, In-quisidor de Barcelona y gran amigo de Jovella-nos. En Miranda ya había tradición de cerámicanegra, y en 1792 Jovellanos escribe hablandode esta localidad que hay “…4 hornos destinados

al barro blanco, que no lo es, con su vidriado blanco y

amarillento y con algunos rasgos verdes y azules…”.

Su producción se consume con éxito y seexporta a Galicia y Vizcaya. Price lo sabe eincluso puede tener acceso a los clientes ga-llegos, puntos de venta, etc…, junto con lacerteza de la carencia de competidores deeste tipo de material en Galicia. Quizá estasea una de las razones por las que escogióeste destino para sus últimos días.

Jose Manuel Feito describe la producción dePrice en Miranda como loza estampada al estilo

Bristol. Recordemos que ya en 1751 se iniciala técnica de estampación en Worcester, yque el comercio con Inglaterra era impor-tante. Por entonces existían autenticas sagasde ceramistas, negocio familiar por genera-ciones, y el apellido Price puede rastrearsefácilmente en la zona (un tal Charles Pricefunda junto a Gadd su primera fábrica en

Bristol en 1796, y sus descendientes trabaja-ron hasta 1961). Posiblemente su padre per-teneciese a una de estas sagas y llegase aEspaña cuando Price tenía “tierna edad”.Pero su familia continúa en Inglaterra, yPrice bien puede ser el puente que facilita lallegada a Asturias de este avance.

1.3.4. Natahoyo - Gijón

Esta sería una segunda fábrica de la socie-dad Díaz Valdés-Price, cerca de Gijón, alfrente de la cual estaría este inglés. Por esopodía ir paseando hasta la fábrica para con-sultarle sobre minerales, o coincidir en visi-tas sociales (“Diarios”). Desconozco la fechade establecimiento y hasta cuando duró suproducción. Sobre esta antigua fábrica, se le-vantó en 1876 otra, que desde 1901 se de-nominó “La Asturiana”.

Según lo expuesto, Prince fundó con DíazValdés dos fábricas, la primera se supone lade Miranda de Avilés (1781) y la segundaNatahoyo-Gijón (antes de 1794). Al tiempo,fundó con (o trabajó para) López Doriga enRegla-Oviedo entre 1782 y 1785. En defi-nitiva, de no saber dónde había trabajadoPrice, pasamos a descubrir que de las cuatrofábricas de loza más importantes de Astu-rias en su época, fundó 3 y tuvo relacióncon la cuarta.

En estos últimos años estudios como losde Crabiffosse Cuesta y Helena CarreteroSuárez parece que empiezan a reivindicarla figura de este gran ceramista. Espere-mos que salgan a la luz estudios que deta-llen aspectos de estas cuatro producciones.Como afirmaba en abril de 2010 Crabif-fosse, fue “el personaje clave en la introducción

de la loza en Asturias”.

1.4. Relaciones Price - Jovellanos -

Díaz Valdés

En sus “Diarios”, Jovellanos nos hace casi unacrónica de las desavenencias entre los dos so-cios, entre el 4 de marzo del 1795 y el 26 deagosto de 1796. Jovellanos se posiciona departe de Price, al que considera injustamentetratado, asesorándole y haciendo un papel pri-mero mediador y luego defensor. Parece queValdés (rico, poderoso y mezquino) pretendeestafar a Price (ingenuo, honesto, desintere-sado y más pobre) negándole la mitad que lecorresponde a la hora de disolver la sociedad.Y todo apunta a que lo consiguió.

En ocasiones Jovellanos recurre a Price paratraducciones del inglés como con las cartasde Hardings, Jardine en sus Diarios, que co-noció en 1793 y fue cónsul inglés en A Co-

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Antigua fábrica de Charles Price (Bristol), cuandoya había sido absorbida por Powell. Cuño incisode la firma Price (S.XIX).

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ruña. Jovellanos admira la habilidad de Pricecomo ceramista, tanto que, orgulloso, remiteunas muestras a su amigo Pedro Díaz Valdésa Barcelona el 18 de Julio de 1795. Envía“…una muestra de loza de nuestra fábrica: una do-

cena de tazas, una de platillos, seis floreros, dos tan-

ques, un tintero, una palancana, una bacía y una

orza….Ello es de lo mejor que hay ahora, y aunque

nuestra fábrica se mejora por días, no me ha parecido

retardar mas este encargo, ni creo que pueda parecer

mal la muestra en ese país…”¿No sería lógicoque lo hiciese su hermano José Díaz Valdés?

Confía en sus conocimientos cuando le con-sulta sobre minerales (wólfram y pirita)cuando él había hecho un Estudio sobre laMinería en Asturias. El 15 de abril de 1796,viendo como se fragua la injusticia de Val-dés, lamenta “…¡Qué gran hombre perde-

mos!…Le emplearemos en el Instituto para

ayudante en la física y la química y mineralogía; que

sólo le podremos dar una ayuda de costas; dice que

no le mueve el dinero.”Solo amo la vida, pero la

quiero sosegada”: he aquí su carácter….”. El 16de abril, ante otra mezquindad, y sin avenirseValdés a razones, considera que “es preciso re-

currir a la justicia; pero, ¿me atreveré a aconsejarlo

a este infeliz sin hogar, sin bienes, contra un hombre

rico y obstinado?”

Durante las negociaciones, Price está dis-puesto a perder dinero a cambio de que “queda

libre para montar otra fábrica” pero Jovellanos leadvierte que no será así. El asunto se complicay parece que Valdés consigue acusar a Price,llevándolo ante la justicia. Jovellanos pareceretirase: “me duele mucho su suerte; temo que le sa-

crifiquen, pero no debo buscarle…Se acaba el trasiego

de papeles y una instrucción de lo acontecido entre Díaz

y Price, por lo que pueda ocurrir”. La última cita esdel 26 de agosto de 1796. Price tiene 56 o 57años. No sé cómo termina la historia, pero siquien es el perdedor.

1.5. Prince en Dorneda

¿Qué motivos llevan a Price a viajar a Galicia?¿Cómo encuentra el emplazamiento para sufábrica? Seguramente no puede montar otrafábrica en Asturias debido a que los acuerdoscon Valdés se lo impiden, o simplementebusca esa “vida sosegada”. Sabe que en Galiciano hay competencia, y que hay demanda. Talvez fuese aconsejado por Alexander Hardings,a quien Jovellanos conoció cuando este residióen Oviedo, entre 1793 y 94. Fácil resulta quese lo presentase, o que le hablase de él en lacorrespondencia que mantuvieron, hoy per-dida. Hardings fue cónsul inglés en A Coruñaentre 1794 al 96. ¿Pero cómo acaba en Dor-neda, lugar sin tradición previa de alfarería?

Mi hipótesis apunta a los defensores del ide-ario de la Ilustración. José Cornide Saave-dra, en el Consulado de Comercio de ACoruña, compartiendo inquietudes con Jo-vellanos, pudo recibir de este la “recomen-dación” de velar por Price. Otro ilustradogalleguista de A Coruña era Consul Jove,emparentado con Nepomuceno Consul, quesin duda conoció a Price y seguiría el caso(de sus competidores) de mano de Jovella-nos, su amigo. Y por último, otro ilustradogalleguista, conocido de Cornide y ConsulJove, Manuel Pardo de Andrade, era her-mano del señor del Pazo de Xaz, quienaforó finalmente a Price en Dorneda.

Parece que siendo un gran ceramista, malasuerte tuvo Price en sus sociedades. O que porsu carácter noble, ingenuo y pacífico abusaronde él (de ahí la desconfianza ante Figuiery). Undato anecdótico más, advertido por XoanXose Muñiz Bello: no terminaron los abusosni después de muerto. En su testamento dis-puso ser enterrado dentro de la iglesia parro-quial de Dorneda, así como decir muchas

misas en su memoria, pagando lo preciso paraello. Es de suponer una lápida acorde a lo gas-tado en su encargo: de piedra grabada comose hacía en la época. La iglesia se derribó parahacer una nueva, y se recolocaron las sepultu-ras interiores salvo…la de Price. En el Cam-posanto que rodea a la iglesia, una gran losarectangular de piedra hace de altar y “pousa-

doiro”. Pero si palpamos u observamos su carainferior, adivinamos que es una lápida. Quizála de este inglés sin familia que reclamase ninadie que defendiese unos derechos que pagó.

1.6. La cerámica de Price: primera

loza fina de Galicia

Con todos los estudios que salen a la luz enlos últimos años sobre las lozas asturianas,estaremos en mejores condiciones para co-

Dos patrimonios desconocidos: la primera fábrica de loza fina de Galicia en Dorneda y las telleiras de las Brañas de Sada - Susana E. González Amado

Posible lápida de Price en San Martiño de Dor-ned. Grabada pero ilegible por el cemento en sucara inferior.

XIV Congreso de ceramología

tejarlas con los posibles restos que se hallen.Un dato esperanzador y una señal dealarma: Las tierras que se extrajeron parahacer los cimientos de la construcción quesustituyó a la “casa del inglés” y su patiocon hornos, fueron depositadas (y los restosde cerámica con ellas) en una finca cercana,próxima al Castro de Xaz, donde en estosmomentos es inminente la construcción deun campo de golf.

Es urgente rescatar esos fragmentos si-guiendo un proyecto arqueológico adecuadopara poder por fin reconocer a esta gran ig-norada, nuestra primera loza. Es la últimaoportunidad, porque en caso contrario, lahabremos perdido para siempre. Este con-greso, y ahora esta comunicación, pretendeservir para movilizar voluntades y aunar es-fuerzos. Si se aprueba un proyecto, volunta-rios no han de faltar. Intentémoslo.

2. LAS TELLEIRAS DE LAS BRAÑAS DE SADA

2.1. Las telleiras en Galicia

Telleira es el nombre gallego de la tejera,lugar donde se manufacturaban tellas (tejas)y ladrillos. Fueron numerosas en toda Gali-cia, debido a la abundancia de terrenos arci-llosos en esta tierra antigua, que desgastadaa lo largo de millones de años creó depósi-tos sedimentarios de este material.

Tradicionalmente, el material noble paralas construcciones gallegas fue la piedra.Comúnmente se usaba piedra para losmuros y madera para la tabiquería interior.En amplias zonas de Galicia, especial-mente Ourense y Lugo, se usaba la lousa enlas cubiertas, grandes losas de pizarra, de-bido a la abundancia de ese material. In-

cluso hay zonas en que construirse unacasa de ladrillos era considerado señal depobreza. Por todo esto, el uso del ladrillono fue tan intenso como en otras regiones,y su producción era mucho menor compa-rativamente a la de tejas. Aunque se exten-dió el uso del ladrillo como elementoconstructivo hasta nuestros días (muchospisos y un solo tejado), en que nuevos ma-teriales (como la uralita) han aminorado elconsumo de tejas, en la mente de la gentepervive la palabra telleira para indicar estoscentros de producción.

Las telleiras se instalaban cerca de un yaci-miento de arcilla, sin precisar una calidadexcelente como en el caso de los oleiros (al-fareros). Originaron unas construccionescaracterísticas, con variaciones por zonas,y desarrollaron una tecnología propia, unoficio, el de telleiro, que bebe de una sabi-duría ancestral.

Era una actividad marcada por las estacio-nes, ya que la extracción del barro no podíahacerse hasta llegar el buen tiempo, y el calordel verano incrementaba el ritmo de secadopermitiendo una mayor productividad

Sus trabajadores no siempre eran oriundosdel lugar, sino que cuadrillas especializadasse desplazaban contratadas ciertas tempo-radas a ellas para cubrir las demandas de lazona. Normalmente, estas cuadrillas esta-ban compuestas por raianos, de las zonaspróximas a la raia (raya, o frontera conPortugal), el Baixomiño, destacando losprocedentes del Rosal, cabaqueiros a los quese dedica una ponencia en este Congreso.

Abastecían sólo a las poblaciones próximasporque la producción manual era limitada ylos compradores tenían que carretar su par-

tida por sus propios medios. A menudo al-quilaban “zorras”, carros grandes de cuatroruedas tirados por una pareja de bueyes.

Con el aumento de la demanda de ladrillosy la incorporación de las primeras máquinasextrusoras, la producción se multiplicó, y seinició su distribución en un radio cada vezmayor. Desaparecieron aquellos centros queno pudieron adaptarse a esta primera revo-lución tecnológica.

En la década de los 70, coincidiendo conuna fuerte crisis mundial (que provocó unagran emigración en Galicia), la construcciónen general se estancó. Los estocajes crecie-ron y sólo aquellas telleiras que apostaronpor un gran salto tecnológico y tenían unaubicación favorable respecto a las vías dedistribución evitaron su cierre.

2.2. Las brañas de Sada

Brañas y Gándaras son dos topónimos confrecuencia asociados a la existencia de produc-ción cerámica. Denominan terrenos bajos,junto a ríos, fácilmente anegables por las llu-vias y crecidas del invierno. Solían explotarsecomo pastos de verano para el ganado.

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Una de las lagunas de las Brañas.

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Sada es un ayuntamiento costero, próximoa la ciudad de La Coruña. Toda la comarcaes rica en depósitos arcillosos, fruto de lasedimentación a través de los siglos de laspartículas que viajaron a las zonas bajas enlas corrientes de agua en su camino haciael mar. En concreto en Sada se formó unalaguna costera al cerrarse el frente al marmediante una barrera de arena, hoy plenocentro de la localidad. Esa laguna se col-mató y evolucionó a terreno firme: las bra-ñas. Cuando el hombre comienza laexplotación de estos depósitos excavapozos, que cada invierno se llenan de agua,auténticas lagunas artificiales naturalizadas,que hoy en día forman las llamadas “Lagoas

de las Brañas de Sada”. La población ha cre-cido rodeando ese humedal, que encierraun gran valor ecológico y etnográfico, perodesgraciadamente de espaldas a él. Amenos de un kilómetro, alejándonos de lacosta, se encuentra el complejo de O Cas-tro de Sargadelos.

2.3. La extracción de la arcilla

Los pozos de donde se extrae el barro se co-nocen como barreiros ó barreiras. En Sada losprimeros 30 cms del terreno eran de barrocon “herbas” (hierbas), rechazado para la pro-ducción y utilizado para relleno de otros ba-rreiros agotados. Generalmente, lossiguientes dos metros excavados eran los másutilizados, recorridos por una veta interme-dia de aproximadamente 50 cm (variable porzonas) de una calidad superior, más plástica.Ráramente aparecían pequeñas vetas blancas.Algunos barreiros superaron los 5 metros deprofundidad. Esta venía determinada por laaparición de la “casca”, extracto rico en con-chas marinas, testimonio de tiempos en que elmar entraba libremente y la barrera de arenaaún no se había cerrado. Sobre ese sustrato

marino se depositaron las finas partículas dearcilla, los limos, aportados por los ríos. Unoleiro precisa una arcilla lo más pura posible ylibre de arenas; para hacer tellas, no era precisaesa calidad, y para ladrillos mucho menos,siendo utilizadas arcillas más bastas. Pero nin-guno de los tres casos puede admitir los “ca-liches”, restos de carbonato cálcico, como lospresentes en las conchas, que arruinarían eltrabajo con grietas y desconchamientos. Lasdos calidades de arcilla se mezclaban en dife-rentes proporciones según su destino: la pastapara tejas debía ser más plástica, para facilitarsu acabado y disminuir su porosidad. El ama-sado de las arcillas con la cantidad de aguaadecuada era una labor ardua, para la que seprecisaba la ayuda de una bestia, tradicional-mente un caballo.

Para explotar un barreiro, se comenzaba porabrir en verano un pozo con un diámetropequeño (varios metros) en un prado pró-ximo a un regato. Una rampa permitía acce-der al fondo a una carreta de volquete tiradapor un caballo para carretear la carga a la te-lleira, haciendo acopio de arcilla para todoel año. Al terminar, en el fondo junto a unapared lateral, se excavaba un nuevo agujerode menos de 1 m de diámetro y hasta 5 deprofundidad. Con las lluvias y crecidas, elpozo se anegaba. Al verano siguiente debíavaciarse para seguir ampliando su diámetro.Las aguas se vertían al regato. El agujero delos 5 metros servía para recoger las últimasaguas, evitar el agua de las filtraciones y acu-mular el agua de posibles aguaceros. Con laaparición de los camiones, se pudo hacer

Dos patrimonios desconocidos: la primera fábrica de loza fina de Galicia en Dorneda y las telleiras de las Brañas de Sada - Susana E. González Amado

Vista aérea de las Brañas de Sada. Lagunas “compartimentadas”

XIV Congreso de ceramología

funcionar motobombas que achicaban elagua conectadas a su motor, y posterior-mente, se hicieron tendidos eléctricos provi-sionales para el mismo fin. Cada año elbarreiro se hacía mayor, hasta llegar a unos5.000 m2 de media, con alguno que superólos 10.000 m2.

Entre dos pozos contiguos se respetabanunas franjas de terreno, que servían de pasoa la carreta o el camión, llamados “machóns”,verdaderos diques que contenían las aguasembalsadas. Una telleira tenía varios barrei-ros, y no los explotaba simultáneamentetodos. Había barreiros anegados que no sevaciaban en varios años, bien por rotacióncon otros o por estar agotados y no haberbarro con “herbas” suficiente para rellenar-los El característico minifundismo gallegose refleja en que cada parcela tenía sudueño, y explotaba su barreiro en ella,dando lugar a un ecosistema único, de lagu-nas compartimentadas intercomunicadas,con aportaciones de agua dulce y hasta nohace mucho con aportaciones salobres. Esevaciado periódico de lagunas alternadas,provocaba una regeneración sostenible, yaque la flora y fauna asociadas se asentabanen las que permanecían con agua, evitán-dose la eutrofización a la que hoy están con-denadas. Además aportaban una riquezacomplementaria a sus dueños: patos, angui-las y peces proliferaban en ellas, cazados ypescados para autoconsumo.

En la actualidad, con muchos machóns derri-bados, y tomados por la maleza, todavía sereconoce la compartimentación de las lagu-nas vistas desde el aire. A día de hoy este hu-medal tiene garantizada su pervivencia a laespera de concretarse bajo qué figura de pro-tección ambiental concreta. No así los teso-ros de arqueología industrial que atesora.

2.4. Elaboración manual de tejas y

ladrillos

2.4.1. Las primitivas tejas en Oriente se ha-cían posando una plancha de barro sobre unmuslo, hasta la rodilla. De ahí su caracterís-tica forma trapezoidal. Heredera de esta tra-dición, la conocida como teja curva o árabefue la más abundante en Galicia.

En su elaboración se emplea el “banco”mesa de madera, de superficie inclinada ono según las zonas. Sobre el se sitúa la

“grade”, marco trapezoidal de madera ometal. Se espolvorea barro seco muy tritu-rado en el interior con la “peneira” (cedazo oarel elemental), para evitar que la pasta arci-llosa se pegue al banco. Se rellena la grade debarro y se alisa eliminando el sobrante conun listón de madera adecuado llamado “ce-

pillo”. Se espolvorea también la “forma”, demadera, molde semitroncocónico conmango. Sobre ella se posa la grade rellena,haciendo que se desprenda el barro que seadapta a la forma. Por el mango, se trasladael conjunto al “aira”, espacio abierto al sol,donde poniéndolo inclinado se dejará res-balar la teja hasta liberar la forma, quedandola teja secando ya con su forma caracterís-tica (Lorenzo 2002). Una vez seca una granpartida, se enfornan o encañan (estiban) en elhorno y se cuecen.

2.4.2. Los ladrillos manuales macizos se ha-cían presionando barro dentro de un molderetícular previamente espolvoreado de barroseco. Se alisaba y eliminaba el sobrante conun listón y se levantaba la retícula, dejandolos ladrillos frescos en el suelo secando.

En el caso de ladrillo manual hueco, elmolde solía ser de madera, con unos aguje-ros en los laterales de las cabeceras. Un con-junto de cilindros de madera con un mangocomún se introducía atravesando de lado alado la masa con que se llenaba el molde.Tras retirar estos cilindros del interior gra-cias al mango, podía liberarse el molde que-dando el ladrillo a secar.

2.5. Producción industrial de tejas y

ladrillos

Existen referencias a la existencia de telleiras enSada desde principios del siglo XX, pero pro-bablemente con anterioridad ya se explotaba

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Herramientas del telleiro.

Dos patrimonios desconocidos: la primera fábrica de loza fina de Galicia en Dorneda y las telleiras de las Brañas de Sada - Susana E. González Amado72

este recurso. Eugenio Carré cita “4 telleiras y una

alfarería” alrededor de 1920. Además de en lasBrañas, había numerosas telleiras en la comarca:En el Alto de Carnoedo, en O Seixal, EspírituSanto, Cambre, Pravio, Mera, Santa Cruz…

Durante la época de su mayor apogeo, con-vivieron cerca de 17 telleiras, de distintos ta-maños. Brandariz, Temprano, Castro,Fajardo, Vázquez Freire,…, son algunos delos apellidos ligados a esta actividad.

En 1918, se instó desde el ayuntamiento alrelleno de las charcas, consideradas por en-tonces “focos insalubres”. A pesar de estamentalidad, las telleiras de Sada sobrevivie-ron, tuvieron su esplendor y languidecieronhasta que en los 70 cesó su actividad la úl-tima. Al principio hacían una producciónmanual escasa. Pero esta se multiplicó al in-troducir maquinaria. El amasado mejoró conlos laminadores de rodillos. La pasta acondi-cionada se dirige con cintas transportadorasal alimentador de la extrusionadora-galletera(con o sin vacío), que expulsa a través de losmoldes de su boquilla, una o más hileras con-tinuas de ladrillos. Una cortadora manual o

automática las secciona obteniendo el ta-maño elegido y los operarios colocan la pro-ducción sobre una carretilla que cuando estállena se traslada al aira para su secado.

Las tejas se extrusionaban en una sola hilerade sección semicircular. Un operario alimen-taba continuamente la extrusora. Un se-gundo operario, cortaba las porciones delongitud adecuada, y otros dos, diestro yzurdo, se encargaban de introducir la forma

de madera por delante alternativamente. Laforma con el semicaño insertado se posabapor el mango sobre un alambre tensado enhorizontal y se desplazaba hacia atrás sobreel, de manera que se cortaba el barro so-brante. La teja se colocaba en el estante deestiba de madera que estaba en la carretilla,liberando la forma para un nuevo uso. Dostejas llenaban el estante y otros operarios su-perponían los estantes hasta llenar la carre-tilla, momento en que era reemplazada porotra mientras se llevaba el material a la zonade secado, siempre a cubierto bajo un gal-pón. Todo ello exigía una gran coordinacióny control de la velocidad de extrusión. Losestantes superpuestos llegaban casi al techo,

a todo lo largo del frente, favoreciendo elpaso del aire. Cuando el secado endurecía elmaterial, se liberaban los estantes para nue-vos usos, acumulando el material hasta sucompleto secado y posterior cocción.

En verano, los ladrillos se secaban al sol enlas “muelas”. Una hilera de ladrillos cocidos dehasta 50 metros servía de base a la muela, ais-lándola de la humedad del suelo. Cinco hile-ras de ladrillos secando se colocaban sobreesta base, transversalmente, de manera que elaire circulaba atravesando los huecos. Dos va-rales de madera recorrían longitudinalmentela cima de la muela, que servían de apoyo a lastejas cocidas que la coronaban, protegiendo laproducción del rocio y de lluvias inesperadas.Entre dos muelas paralelas se dejaba un pasi-llo de anchura suficiente para que pudierancruzarse dos carretillas. Cuando alguna nocheamenazaba la helada, se encendían hoguerasen los pasillos, para evitar que se helaran losfrontales de los ladrillos, lo que hacía peligrartoda la producción. Se velaba hasta el amane-cer, hasta que la temperatura subía. En in-vierno la producción secaba a cubierto bajoalpendres, en estanterías y bancos de secado.

Cuadro propiedad de Cerámica Rioboo, que representa las labores realizadas en una fábrica de ladrillos al introducir la primera extrusora-galletera

XIV Congreso de ceramología

2.6. Los hornos

Bien seca, la producción iba al forno (horno).Inicialmente, eran “hornos botella”, que sonlos que caracterizan las telleiras de Sada. Sonuna construcción cilíndrica de ladrillo, refor-zada con cinturones de hierro. Remata enuna cúpula que a su vez remata en otro cilin-dro que hace de chimenea. En la parte infe-rior está el fogar (hogar), donde se quemabamadera, cascajo de pino o serrín, introduci-dos por la boca do fogar y distribuidos unifor-memente con la ayuda de un largo varalmetálico rematado en una placa transversal.Sobre el fogar, y soportado por arcos, está elsolado, plataforma perforada para permitirque el calor ascienda. A él se accede por laporta (puerta) abierta exteriormente y accesi-ble por escaleras. Sobre el solado se coloca-

ban tanto los ladrillos como las tejas de pie,superponiéndose en filas y procurando dejarcanales ascendentes para que el calor circu-lase. Se llenaba de abajo a arriba, y del fondohacia la puerta. Las últimas piezas se coloca-ban desde el exterior. Finalmente se sellabala puerta con ladrillos y barro, cerrando elcilindro al exterior.

La cocción comenzaba con pouco lume, pococalor, para favorecer el secado definitivo delas piezas. Una de las propiedades de la ar-cilla es la higroscopicidad, que hace queiguale su humedad interna con la externa.En Galicia, con una humedad ambiente talalta, el secado final en el horno es funda-mental. A medida que se calentaba la fornada

(hornada), se admitía un fuego cada vezmás fuerte. La cocción remataba tras mu-

chas horas o días, según la capacidad y can-tidad de material en el interior. El puntofinal lo determinaba el forneiro (hornero)veía las piezas al rojo vivo a través de la mi-rilla en la parte alta del horno. Se procurabaque el final coincidiese ya anochecido, por-que la oscuridad facilitaba el valorar la to-nalidad del color.

Ante una producción creciente, se hicieronnuevos hornos de mayor capacidad Final-mente se hicieron hornos semicontinuos, tú-neles paralelos que cocían en días alternos,aprovechando el calor de la hornada en unopara un precalentamiento del otro. Llegarona cocer 3 días por semana en cada horno y,en épocas de apogeo, el stock se limitaba a laproducción de tres días. El material se distri-buía desde Ferrol hasta Coruña.

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Horno tipo botella, en medio de las brañas. Dos hornos y restos de construcciones, rodeados de maleza.

Dos patrimonios desconocidos: la primera fábrica de loza fina de Galicia en Dorneda y las telleiras de las Brañas de Sada - Susana E. González Amado74

2.7. Conclusiones

Las telleiras de Sada fueron auténticos cen-tros fabriles autosuficientes, contando conserrería e forja para elaborar los complemen-tos que precisaban. También fueron “centrosde investigación e innovación”, desenvol-viendo prototipos y modelos originales deproductos que llegaron en algún caso al mer-cado, con mayor o menor fortuna. Un ejem-plo fue un tipo de ladrillo con abundantesagujeros pero de tamaño muy reducido, dise-ñado para construir horreos, típica construc-ción gallega donde se secan ventilados losproductos agrícolas. Se pensó para favorecerla aireación y evitar la entrada de roedores.

Se llegó a contar con 14 empleados (hom-bres y mujeres) en una sola telleira. Ocasio-nalmente los marineros, en días de mala mar,hacían medias jornadas, para poder ganar unjornal. Muchas familias vivieron de estas te-lleiras, referente importante en la economíalocal. Pero la fama de trabajo duro y “sucio”también se marcó en la memoria.

De la mayoría sólo quedan vestigios enterra-dos en la maleza, o se han derribado paraconstruir en sus terrenos, pero la familiaBrandariz mantiene en pie y bien conserva-dos los hornos y galpones de su telleira, elviejo camión y la carreta de volquete, los úti-les y máquinas, así como despejados y tran-sitables los machóns de “sus” lagunas. Ojaláalgún día estas joyas de la arqueología indus-trial puedan contar a las futuras generacio-nes como era este oficio, hacer justicia altrabajo de sus gentes, y transmitir toda la sa-biduría que encierran.

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NOTAS

1 Aparece por vez primera en el nº 22 de la Revistadel Instituto José Cornide de Estudios Coruñeses.

Línea de extrusión entre la maleza. Detalle de la boquilla con el último barro extrusionado.

A ROTA ATLÂNTICA DO MEL BÉTICO E OS CONTEXTOS DE AUTARCIA:VASA MELLARIA E COLMEIAS EM CERÂMICA

Rui Manuel Lopes Sousa Morais

XIV CONGRESO DE CERAMOLOGÍA. SEGUNDA COMUNICACIÓN

XIV Congreso de ceramología

Rui Manuel Lopes Sousa [email protected]

A história do mel está intimamente relacionadacom o percurso da humanidade, não só sob oponto de vista alimentar mas também sob oponto de vista económico, religioso e medici-nal, pelo menos desde o período neolítico1.Era a substância edulcorante mais utilizada,apesar de existirem outros tipos de açúcares,tais como os xaropes de tâmaras, de uvas e defigos, para além de extractos de algumas plan-tas. A própria cana-de-açúcar, originária daÍndia, à qual se refere Estrabão (15,1,20) e Dio-doro Sículo (19,94,10), era provavelmente jáconhecida na antiguidade a partir do século IIIou II a. C., mas apenas utilizada para fins me-dicinais, como recorda Plínio (12,16-17,32);apenas no século VIII, com a chegada dosÁrabes à Península Ibérica, se difunde o seuuso no mediterrâneo como edulcorante2.

1. O MEL TRANSPORTADO EM ÂNFORAS

O mel, nas suas diferentes qualidades e usos,era um bem comercializado a par de outrosimportantes produtos alimentares3. Nas fontesclássicas, em particular nos tratadistas roma-nos4, a recolha do mel era indicada com onome de “messe” ou de “vindima”, o que su-gere que poderia ser mais lucrativo possuir umcolmeiro do que uma vinha5. Alguns teste-munhos históricos referem-se á exploração eaos lucros obtidos com a produção e venda domel, como no caso dos irmãos de Faléria(Etrúria), que chegam a vender mel com umganho de 100.000 sestércios ao ano, ou doconhecido velho senador de Tarento, citadopor Cícero (De Senet., 5.6), enriquecidos com aindústria da apicultura (apud Fernández Uriel,1988, 190-191; 1994-95, 957). No mundo ro-

mano, além de algumas notícias esporádicasque referem os preços do mel e os ganhos ob-tidos com a sua venda, a principal fonte de re-ferência para compreender o valor económicodeste produto continua a ser o Édito dos Pre-ços de Diocleciano (301), que tenta regulamen-tar os custos com base na distinção genéricaentre mel de primeira (mel optimum) e de se-gunda (mel secundinum) qualidade6.

O mel era um dos géneros alimentares maisprocurados no mercado e motivo de um co-mércio lucrativo (Vázquez Hoys, 1991, 75).Em zonas rurais e na periferia de povoados ede cidades existiam vários mellaria sob a res-ponsabilidade de colmeeiros ou mellarius.Estes eram os proprietários das terras e tin-ham ao seu serviço apiarius, escravos especia-lizados na colheita e no tratamento do mel.

A existência de mercados locais destinados àvenda de mel está documentada para os finaisdo período republicano e inícios do período

imperial, como se comprova por duas inscri-ções funerárias que referem libertos que exer-ciam em Roma a profissão de mellarii. Fora daárea urbana é possível que o mel fosse ven-dido nos mercados (nundinae) que ocorriamperiodicamente nas proximidades das comu-nidades rurais (Bortolin, 2008, 118). Estesmercados estavam em estreita relação com oscultivos agrícolas provavelmente dispostos emfunção da perecibilidade dos produtos, do seupeso, das vias de comunicação e dos custos detransporte (Foraboschi, 1990, 820).

A ausência ou a reduzida produção de mel numadeterminada área geográfica exigia, inevitavel-mente, a sua importação (figura 1). Um conhe-cido caso no mundo romano, a que voltaremosmais adiante, é mencionado por Estrabão (III, 2,6), a propósito da exportação de mel bético, epor Plínio (N. H., XI, 8, 18), quando este se re-fere à grande variedade de mel produzido nestaprovíncia. Estes dois passos são extremamentevaliosos na medida em que nos permite inferir

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Figura 1. Mapa de circulação do mel na área mediterrânica no Alto-Império (Bartolin, 2008).

A rota atlântica do mel bético e os contextos de autarcia: vasa mellaria e colmeias em cerâmica - Rui Manuel Lopes Sousa Morais78

a importância do mel a par de outros produtostransportados em ânforas, tais como o vinho, oazeite e os preparados piscícolas.

Na recente obra de Raffaellla Bortolin, inti-tulada Archeologia del Miele (2008), a autorarealça a comercialização deste produto amédia e longa distância. Aí são apresentadosvariadíssimos casos, a maior parte dos quaisdirectamente relacionados com o transportedeste produto em ânforas7. Os primeirostestemunhos de contentores para o trans-porte do mel datam da Idade do Bronze,como comprovam frescos egípcios da XVdinastia (meados do II milénio a. C.) e algu-mas tabuinhas de Linear B micénicas (2ª me-tade do II milénio). Outros tipos decontentores usados no transporte do melsão referidos em papiros da época ptole-maica (Bortolin, 2008, 119-122). Os conten-tores recuperados pela arqueologia são deépoca romana e bizantina. A sua identifica-ção é possível graças às inscrições (grafitose tituli picti), na sua maioria presentes em for-mas de ânforas usadas para o transporte de

vinho. Em Port-la-Nautique (Narbona), foiencontrada uma ânfora do tipo “cretense 3”(figuras 2a, 2b), datada de Augusto a in-ícios do século III, com a seguinte inscrição:“Mel(lis)flos”, alusiva a um mel de excelentequalidade (Liou, 1993). Outros testemunhoscom dados epigráficos relativos ao mel estãopresentes em ânforas recuperadas em Pom-peia. A maior parte corresponde a ânforasvinárias produzidas em Creta do tipo AC1,AC2 e AC3; exceptua-se uma ânfora piscí-cola hispânica do tipo Dressel 12, datada demeados do século I a. C. e da centúria se-guinte. Neste caso, é difícil pensar-se que setrata de uma simples reutilização, dado queo conteúdo preferencial destas ânforas erapiscícola. Segundo Raffaella Bortolin (2008,125), a referência ao mel no plural aí pre-sente pode significar uma espécie de com-posto meloso ou a mistura de vários tiposde mel. Ainda em Pompeia foi recuperada,na chamada “Casa de Menandro”, uma pe-quena ânfora de corpo globular (com cercade 37 cm de altura), com a indicação pin-tada: “… mellis desp(umati)”, um mel de

grande qualidade provavelmente usado empreparações medicinais (figuras 3a, 3b).São ainda conhecidas muitas outras inscri-ções relativas ao mel mas em fragmentos deânforas de difícil determinação tipológica.Nestes casos são referidos os valores pon-derais relativos à quantidade de mel que asânforas continham. É o caso de fragmentosrecuperados em Pompeia, na Sicília, naÁfrica Proconsular e em Magdalensberg eVindonissa (Suíça). Estes exemplos são su-ficientes para confirmar que o mel era co-mercializado não só em contextos do

Figuras 2a, 2b. Ânfora cretense 3 recolhida em Narbona com titulus pictus que indica mel de primeiraqualidade (Bartolin, 2008).

Figuras 3a, 3b. Anforeta com titulus pictus recol-hida em Pompeia que indica mel despumatum(Bartolin, 2008).

XIV Congreso de ceramología

mediterrâneo mas também nas provínciassetentrionais do império. No período tardo-romano e bizantino são também conhecidasânforas com inscrições pintadas alusivas aomel. É o caso de um fragmento recuperadona Ágora de Atenas, datado do século IV, ede uma ânfora bizantina recolhida emClasse, no Norte de Itália, datada do séculoVI (Bortolin, 2008, 124-128).

2. UM CASO SINGULAR: O COMÉRCIO DE

MEL BÉTICO

Como vimos, são significativos os casos emque se documenta a exportação de mel emânforas. Se atentarmos ao mapa alusivo àsprincipais áreas de produção do mel nomundo antigo constatamos uma especialconcentração nas seguintes áreas: Egipto,Grécia e Egeu, Ásia Menor e MediterrâneoOriental, Norte de África, Península Itálicae Ilhas Tirrénicas, Sicília e Malta, Sul de Es-panha, Germania e Norico (figura 4). Destasáreas produtoras interessa-nos em particu-lar a área correspondente à Baetica romana.Como referimos, Estrabão (III, 2, 6), ci-tando Posidónio, diz-nos: “Da Turdetâniaexporta-se trigo, muito vinho e azeite, nãosomente em quantidade, mas ainda em qua-lidade; e ainda cera, mel, peixe, muita quer-mes e vermelhão nada inferior ao da terrade Sínope”8. Deste passo conclui-se que omel hispânico, não só de boa qualidade, eraum dos produtos exportados da Bética paraa cidade de Roma, em conjunto com outrosprodutos, no final do período tardo-republi-cano. Segundo Genaro Chic García, num ar-tigo intitulado “La miel y las bestias” (1997,153-166), aquela província era excedentáriaem mel e este era obtido recorrendo-se auma apicultura transumante praticada pormeio de mulas segundo um sistema ainda

hoje em uso nalgumas regiões de Espanha,como na província de Guadalajara. Trata-sede uma prática já referida por Plínio (N. H.,XXI, 74-75) para a Hispânia: “In Hispania

mules provehunt simile de causa. Tamtumque pa-

bulum refret ut mella quoque venenate fiant”.

Algumas fichas monetiformes9 em estanhocom a ilustração de mulas, são representati-vas deste sistema de transporte e teste-munho da existência de profissionais que sededicavam ao transporte do mel, profissãoconhecida no mundo romano. Era normalencontrar à porta das cidades grupos de pes-soas que tinham como profissão o aluguerde burros (asinarii) ou de mulas (muliones).Estas pessoas faziam parte dos collegia iumen-

tarium, uma espécie de grémio associativodocumentado em variadas inscrições. Se-gundo Chic García (1997, 160), devemossupor que a exportação de mel se fazia emrecipientes cerâmicos, como ocorria com a

pez, o vinho ou o azeite, pois era pouco ren-tável utilizar o odre num meio de transporteque não o requeria. A importância da Béticacomo região produtora está também docu-mentada pela epigrafia. Conhecida é a ins-crição encontrada nas proximidades deCórdova, gravada numa tábua de bronze,onde se refere que um tal C. Valerius Capitotomou posse de um terreno para o utilizarcomo zona de cultivo do mel: “Alvari lucum

occupavit” (C.I.L. II 2242).

A referência à Bética como uma provínciaque exportava mel nos finais do períodotardo-republicano e inícios do período im-perial e os conhecidos casos de ânforas viná-rias usadas para o transporte de melcolocam algumas questões interessantes.

Conhecida é a forte relação comercial daprovíncia da Bética com toda a região atlân-tica em época romana, utilizando-se uma

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Figura 4. Mapa com os principais lugares de produção de mel no mundo antigo (Bartolin, 2008).

A rota atlântica do mel bético e os contextos de autarcia: vasa mellaria e colmeias em cerâmica - Rui Manuel Lopes Sousa Morais80

rota marítima situada num dos circuitos na-turais de navegação desde a Idade doBronze (Morais, 2007a, 99-132). Neste con-texto, é possível pensar-se que partes dos ex-cedentários de mel fossem exportadas paraesta região, em particular para o Noroeste.Uma das possibilidades é que este produtofosse comercializado em ânforas. Sobre estetema voltaremos mais adiante.

Mas para além da importância comercial do mel– como vimos, para ser utilizado em variadíssi-mos fins – sabemos que este produto entravatambém na preparação de vinhos doces, tãoapreciado no período de Augusto, e como com-plemento de outras bebidas, tais como o mul-

sum, o mosto, o hidromel (de que se fazia grandeconsumo). Plínio (N. H., XXV 84-85), a propó-sito da utilização do mel na Hispânia, refere aexcelente qualidade de uma bebida feita comcem ervas e vinho melado frequentemente con-sumida em banquetes e celebrações. Além dasfontes escritas, os vestígios arqueológicos tam-bém testemunham o consumo deste tipo de be-bidas. É, por exemplo, o caso de algunsrecipientes cerâmicos encontrados em tabernae

de Pompeia, usadas para conter este tipo de be-bida (Fernández Uriel, 1994-95, 964, nota 21).

Deve ainda pensar-se numa outra situaçãocomplementar: para substituir o uso do melnos locais onde este rareasse, poderia aindarecorrer-se a outros produtos açucaradoscomo o defrutum, um líquido doce obtidopela cozedura do mosto (Beltrán Lloris,2000, 325-326, notas 29-31). Os romanosconheciam bem as técnicas relacionadascom a cozedura deste produto. Esta técnica– que em português se designa por arroba-mento – já era aliás conhecida dos egípcios:consistia na concentração do mosto me-diante a cozedura a fogo directo com vista aconseguir a evaporação de 1/3 a 1/2 da água

e, deste modo, aumentar a concentração deálcool permitindo uma melhor conservação.O produto daí obtido podia ser utilizadocomo correctivo para aumentar o teor saca-rino de mostos fracos, favorecer a conser-vação de vinhos débeis e ocultar saboresdesagradáveis. Segundo Columela (XII, 19-20), esta técnica da cozedura do vinho, daqual resultavam o defrutum e a sapa, era obtidafazendo cozer o mosto em contentores dechumbo colocados acima do fogo, mas nãoem contacto directo com a chama; tal pro-duto, destinado a múltiplos usos, seria so-bretudo utilizado para os vinhos débeis,mais doces e menos agressivos. No mundoromano é provável que, a diferentes grausde redução, correspondessem, também, de-nominações diferentes; o arrobe utilizava-se,assim, para lotear colheitas com pouca gra-

duação, tornando o vinho mais forte e doce,como referimos, muito em voga no períodode Augusto10. Graças aos tituli picti conheci-dos sabemos que o defrutum era preferencial-mente comercializado nas ânforas Haltern70, uma ânfora bética fabricada em várioscentros produtores do Vale do Gualdalqui-vir. Da análise do mapa de cálculo de densi-dades das ânforas Haltern 70 no Impérioromano (programa IDRISI 4.111) – recen-temente apresentado num estudo conjuntocom César Carreras Monfort (Morais e Ca-rreras Monfort, 2003, 111) –, constata-seuma forte concentração destas ânforas nafaixa atlântica, em particular no Noroestepeninsular (figura 5). Naquele estudo, su-gerimos ter existido uma grande coerênciaentre aquelas densidades e as boas comuni-cações marítimas e fluviais, seguindo os iti-

Figura 5. Mapa de distribuição dos achados das ânforas Haltern 70 (Morais e Carreras, 2004).

XIV Congreso de ceramología

nerários que se dirigiam às explorações aurí-feras do Noroeste e os acantonamentos mi-litares, e, como tal, preferencialmentedestinadas ao abastecimento dos exércitosnas primeiras décadas do período imperial(Morais e Carreras Monfort, 2003, 93-112).Deveremos também pensar no pressupostode um sistema de abastecimento direccio-nado e a baixo custo na comercialização dasânforas Haltern 70, de acordo com o princí-pio da maximização de uma economia demercado (Dicken e Lloyd, 1990, 181-184,apud. Carreras Monfort, 1999, 94), apenascomparável ao sistema anonário das ânforasDressel 20 (Morais, 2007b, 137).

Um outro aspecto que convém agora salien-tar, relativamente à hegemonia das ânforasHaltern 70 no Noroeste Peninsular, prende-se com a possibilidade do mel bético ter sidoexportado nestas ânforas, aproveitando osmesmos circuitos comerciais, à semelhançados exemplos já referidos para outro tipo deânforas vinárias.

Mais significativo ainda devia ter sido o casoda utilização do mel como sucedâneo de ou-tros produtos, como no caso de vinhos ado-cicados. Na verdade, o uso do mel paraadocicar vinhos é muito anterior ao períodoromano. Em tabuinhas minoico-micénicas re-colhidas em palácios cretenses, escritas em li-near B (1400-1200 a. C.), o mel vem referidopara tais fins. A vantagem dos vinhos adocica-dos residia no facto de este não perder tão fa-cilmente as suas qualidades organoléticas.

Forte é também a possibilidade da substitui-ção do mel por outros produtos, como o járeferido caso do defrutum12. Esta última pos-sibilidade é, como referimos, em parte con-cordante com o facto da grande maioria dostituli picti identificados em ânforas Haltern 70

indicarem este produto (Antonio Aguilera,2004, 57-69). Para o tema em análise sãomuito interessantes dois tituli picti encontra-dos em Mainz-Weisenau (Antonio Aguilera,2004ª, 66-67). Um (nº 33) com a referência aOL(ivae) / AL(bae) / DULCI, alusivo aotransporte de azeitonas verdes conservadasnum produto edulcorante, possivelmente opróprio mel. O outro titulus (nº 41) apenasrefere [– EX / CEL(lens) ! DU[LCI], umqualquer produto novamente conservadonuma substância edulcorante. A este propó-sito refira-se ainda as análises efectuadas a re-sinas e conteúdos de alguns exemplaresrecolhidos no naufrágio Culip VIII, quetransportava ânforas Haltern 70. Estas aná-lises permitiram revelar a presença de ceraque poderá estar associada a um conteúdoresinoso ou ao resultado da adição de mel aum determinado tipo de vinho (Juan-Trese-rras e Carlos Matamala, 2004, 165-166).

As hipóteses aqui levantadas são sugestivasde duas situações diferentes mas comple-mentares. Referimo-nos à exportação domel bético (e seus sucedâneos, como ovinho adocicado) e/ou à sua substituição

por outros produtos edulcorantes com amesma origem, como o defrutum e a sapa. Aimportação destes produtos, no contextoatlântico e em particular no Noroeste Penin-sular, era essencial para a dieta alimentar daspopulações e fundamental no abastecimentodos exércitos, como parte do cibus castrensis,nas primeiras décadas do período imperial.

3. VASA MELLARIA

Para além do comércio do mel em ânforas eoutros contentores de transporte a média elonga distância, este produto era também con-servado e comercializado a nível local ou re-gional em instrumenta domestica, a maior partedos quais em contentores multifuncionais ede reutilização secundária sem característicasespecíficas que os distingam quanto à sua fun-cionalidade. Estes recipientes podem, todavia,ser identificados com base em análises gascro-motagraficas-espectrográficas de massa, quepodem fornecer importantes informaçõessobre os elementos orgânicos ainda conser-vados na porosidade das paredes dos vasos. Agrande diversidade de recipientes referidos nas

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Figuras 6a, 6b. Ollae dos séculos I-II de proveniência itálica (Arcole e Summa Lombardo) com indica-ção do mel e/ou vinho melado (Bartolin, 2008).

A rota atlântica do mel bético e os contextos de autarcia: vasa mellaria e colmeias em cerâmica - Rui Manuel Lopes Sousa Morais82

fontes (em particular em papiros da época he-lenística) poderá, em parte, ficar a dever-se àsdiferentes qualidades do mel e ao seu uso di-versificado, de acordo com as necessidades domercado. Além de algumas fontes literárias edas análises acima referidas, é possível identi-ficar algumas peças cerâmicas usadas para otransporte e conservação do mel quando estasapresentam grafitos ou inscrições pintadasalusivas à qualidade ou quantidade do produtocontido (figuras 6a, 6b). Um outro aspecto ater em consideração na identificação destes re-cipientes é oferecido pela documentação ico-nográfica, especialmente para o períodogreco-romano13. Vários são os tipos conhe-cidos que correspondem a formas comuns:ollae de duas asas, urceus com ou sem asas, lago-

enae com asas e guttus. Tal como sugere Colu-mela (RR., XII, 4, 4), é igualmente possívelque alguns contentores usados fossem devidro, ideais para conter e conservar váriostipos de alimentos, entre os quais as conservasmeladas, pois não alteravam as suas proprieda-des e permitem uma melhor conservação. Se-gundo sugere Raffaella Bortolin (2008,113-115), as formas ideais em vidro seriam asollae, em particular as formas Ising 62 e 67.

Mau grado a dificuldade em reconhecer osrecipientes usados no transporte e conser-vação do mel, são conhecidas formas espe-cíficas, especialmente adaptadas para este

fim, que encontram paralelos em exemplaresmodernos ainda em uso na Península Ibé-rica. Como já fizemos salientar num artigopublicado na revista Saguntum, intituladoPotes meleiros e colmeias em cerâmica: uma tradição

milenar (Morais, 2006a, 149-161), estes reci-pientes, maioritariamente potes, possuemem comum um característico ressalto muitosaliente (mais raramente dois) em forma deaba ou “pestana”, situada a cerca de umterço da parte superior do pote ou situadana proximidade da boca. De acordo com pa-ralelos etnográficos esta característica for-mal parece directamente ditada por duasrazões de ordem prática: criar um canal deágua em torno da parte superior do bojopara impedir que insectos como as formigascheguem ao produto e, por outro lado, evi-tar que este escorra ao longo das paredes14

(figuras 7a, 7b, 7c; figuras 8a, 8b, 8c, 8d).

Como referimos naquele estudo (Morais, 2006ª,149-161), se atentarmos na dispersão geográ-fica dos recipientes com estas características emépoca antiga verificamos que estes estão presen-tes na bacia ocidental do mediterrâneo, com es-pecial incidência na Península Ibérica. A avaliarpelos dados até à data conhecidos, tendo emconta a maior antiguidade dos exemplares re-colhidos na Península e a existência de paralelosetnográficos ainda hoje documentados, talvezse deva admitir que se trata de uma tradição pe-

ninsular que tem vindo a ser reinventada ou quetem persistido ao longo dos tempos, como se dacircularidade do tempo se tratasse15. De entre asproduções mais antigas e com maior variedadede formas constam as designadas “cerâmicasibéricas pintadas”, do Horizonte Ibérico Antigoao Horizonte Ibérico Pleno, entre 600 a 200 a.C. (Pérez Ballester e Rodríguez Traver, 2004,102). São produções bem caracterizadas e estu-dadas que possuem uma grande variedade defabricos e centros de produção, a maior partedos quais situados no Sudeste e Levante da Pe-nínsula16 (figuras 9a, 9b, 9c, 9d). No mesmoâmbito geográfico, a importância deste tipo deformas é-nos ainda sugerida por cerâmicas maistardias, recolhidas na região de Ampúrias (figu-

ras 10a, 10b), representadas por cerâmicas deuso comum datadas de 350 a 225 a. C. (Barberà,1968, 97-150; García i Rosello, 1993, 186-189) ecerâmicas de engobe branco datadas dos finaisdo período tardo-republicano, entre 150 a 30 a.C. (Nolla et al, 1986, 189-195, forma 7, fig. 2).

Figuras 7a, 7b, 7c. Paralelos etnográficos de potes meleiros em Portugal (Morais, 2006). Figuras 8a, 8b, 8c, 8d. Paralelos etnográficos depotes meleiros na Galiza (Morais, 2006).

XIV Congreso de ceramología

Se atentarmos na análise dos dados disponí-veis e se fizermos um simples rastreio da bi-bliografia arqueológica espanhola constatamosque este tipo de formas não se confina à re-gião Catalã. Na verdade, entre outros exem-plos que certamente poderiam ser referidos,encontrámos este tipo de recipientes no povo-ado de “La Coraja” (Aldeacentenera, Cáceres),datados da 2ª Idade do Ferro estremenha (Es-teban Ortega, 1993, 57-71; 83-90; fig. 9), e noforno galego de San Martiño de Bueu (Ponte-vedra), datado de época romana (Diaz Alvareze Vazquez Vazquez, 1988, 40-41, nº 13). Estaúltima peça é de especial interesse (figuras

11a, 11b), não só pelo facto de se tratar de umaforma proveniente de um forno de ânforas edatar de um período mais tardio, mas especial-mente por estar associada a um local de produ-ção de salgas de pescado, onde se identificouum conjunto de seis tanques de salga e partedas edificações anexas, armazéns e oficinas(Morais, 2005, 133-138; Figs. 32-33; 2006b,295-312; 2007b, 401-415). Tal associação su-gere o uso do mel na preparação das conservasde peixe, como no caso do garum da muria e dohalec, certamente utilizado para adocicar estesprodutos e igualmente contribuir para a suaconservação.

No actual território português as peças maisantigas foram encontradas nos povoados in-

dígenas do Sudoeste, designadamente emCabeça de Vaiamonte, Monforte (Arnaud eGamito, 1974-77; Fabião, 1998, 61-62) eMesas do Castelinho, Almodôvar e no sítiofortificado do Castelo da Lousa, em Mou-rão (Évora). À medida que caminhamospara norte, estas formas aparecem em duascidades romanas bem nossas conhecidas,Conimbriga e Bracara Augusta. De Conimbriga

provém um exemplar em cerâmica comumcinzenta datada do século V e que se carac-teriza por possuir, além do característico res-salto muito saliente em forma de aba ou“pestana”, um canal vertedoiro ou de tras-fega junto à base (Alarcão, 1975, 34, fig. 3, nº862). Esta última característica, apenas do-cumentada neste exemplar, tem paralelos et-nográficos (figuras 12a, 12b, 12c). É o casode uma talha para provisão de mel ou azeitefabricada na olaria de Felgar (Torre de Mon-corvo), já fora de uso em 1986, e actual-mente em depósito no Museu de Olaria de

83

Figuras 9a, 9b, 9c, 9d. Potes meleiros da época ibérica (Pérez Ballester e Rodríguez Traver, 2004).

Figuras 10a, 10b. Potes meleiros da região deAmpúrias (García, 1993; Nolla et. al., 1986).

A rota atlântica do mel bético e os contextos de autarcia: vasa mellaria e colmeias em cerâmica - Rui Manuel Lopes Sousa Morais84

Barcelos (Macedo Freitas, 1988; Delgado,1996-97, Est. III, nº b) e de uma “meleira”fabricada num centro oleiro ainda a laborar,situado em Gundivós (Concelho de Sober),na província de Lugo (Abellán Ruíz, 1995,15; 46-47).

De especial interesse, pela sua quantidade ediversidade, são, no entanto, os potes melei-ros documentados em Braga (figuras 13a,

13b, 13c, 13d). Trata-se de quatro potes fa-bricados em cerâmica de uso comum quepossuem uma forte aguada ou engobe naparede externa, recolhidos em contexto dedeposição numa cova aberta, na alterite, na“Zona das Carvalheiras” e associados a ma-

teriais datáveis da segunda metade do séculoI e dos finais do século III (Delgado, 1996-97, 149-165). Da época romana acrescente-se ainda um fragmento de bordo e colorecolhido nas antigas escavações do povo-ado de Monte Castêlo (Castro de Guifões),em Matosinhos, fabricado em cerâmicacomum cinzenta de cronologia baixo-impe-rial (figura 14a).

Da Idade Média encontram-se igualmentepotes meleiros com a característica molduramuito saliente em forma de aba ou ressalto(figuras 14b, 14c). Tal situação permiteconstatar que não se trata de um simplescomportamento relíquia mas antes da ma-

Figuras 11a, 11b. Pote meleiro do centro produtor de San Martiño de Bueu (Morais, 2006).

Figuras 12a, 12b, 12c. Potes meleiros com canal vertedoiro de Conimbriga e das olarias de Felgar (Torrede Moncorvo) e Gundivós (Concelho de Sober, Lugo).

Figuras 13a, 13b, 13c, 13d. Potes meleiros deBracara Augusta (Delgado, 1996-97; Morais, 2006).

XIV Congreso de ceramología

nutenção de uma tradição milenar adaptadaàs necessidades de conservação, transporte earmazenamento do mel. Estes potes foramrecolhidos em Trás-os-Montes, no sítio ar-queológico do Baldoeiro (Adeganha, Torrede Moncorvo), nas escavações na área datorre, junto com materiais datáveis do séc.XII e os inícios do séc. XIII (Rodrigues eRebanda, 1992, 55). É ainda possível vernum pequeno fragmento de parede de umpote recolhido na casa nº 4 da Rua do Cas-telo em Palmela, datado do sécs. XIII/XIVa inícios do séc. XV, um fragmento de potemeleiro (Fernandes e Carvalho, 1992, 89, 92,95, nº 46).

4. COLMEIAS EM CERÂMICA

Ao contrário da Europa centro-setentrionalonde predominam as colmeias dispostas navertical, na área mediterrânica a preferênciade dispor os troncos ocos das árvores na ho-rizontal criou a tradição do uso das colmeiasde forma cilíndrica, feitas em madeira, cor-tiça ou terracota igualmente dispostas na ho-rizontal. No mundo antigo a tradição decolmeias em cerâmica posicionadas na ho-rizontal remonta, muito provavelmente, aosegípcios, pelo menos a partir do III milénio.Muito curiosa é identificação de um ideo-grama em Linear B *168 em tabuinhas re-colhidas em Cnossos como uma colmeia em

terracota de tipo cilíndrico ou em tubo (Bor-tolin, 2008, 66-68)17. As colmeias em cerâ-mica são referidas nas fontes clássicas, comono caso de Varrão (RR., III, 16,16-17) e deColumela (RR., IX, 6, 1-4). Segundo estasfontes a qualidade do mel obtido neste tipode suportes era inferior, dado que estas col-meias (como as de pedra) não mantinhamuma temperatura constante. É possível pen-sar-se que para evitar grandes mudanças tér-micas se utilizassem alguns procedimentos,tais como a sua cobertura com ramos, ervasou lama, facilmente transportáveis e mane-jáveis (Bortolin, 2008, 66; 69). Este tipo decolmeias está muito bem documentada ar-queologicamente no mundo grego pelomenos desde o século V a. C. até o séculoXIII. Estudos etnográficos têm demons-trado que continua em uso nalgumas regiõesdo mediterrâneo, como no caso da Grécia,de Chipre, do Egipto, da Jordânia e de Es-panha. Estes estudos têm, inclusivamente,revelado que algumas das colmeias em cerâ-mica tinham um sistema de extensões quepermitiam a união de mais de uma colmeia.Tal sistema era (e é) usado para permitir ummel de melhor qualidade e facilitar a recolha,sem recorrer à fumigação ou utilizá-la deforma reduzida. Um caso bem conhecido éo sítio de Vari, na Ática, um habitat rural deépoca helenística, de finais do século IV/in-ícios do século III a. C., especializado naprodução de mel (Jones, Graham, Sackett,

1973, 355-443). Este local estava situado nafamosa área montanhosa do Himeto, comcondições ambientais favoráveis, e que vemreferida nas fontes como uma área que pro-duzia um tipo de mel muito prestigiado (Es-trabão, IX, 1, 23; Plínio, N. H., XI, 13, 32;Pausânias, I, 32, 1).

Conhecem-se ainda colmeias em cerâmicaem Atenas (recolhidas na Ágora e em Kera-meikos), noutros locais da Ática e da Gré-cia Continental e nas ilhas de Quios e deCreta (Bortolin, 2008, 73-78). A contextua-lização arqueológica destas colmeias, junta-mente com o estudo comparativo de outrasainda em uso na ilha de Chipre, indica que sedispunham separadas ou empilhadas direc-tamente sobre o solo ou colocadas em cimade muretes; posteriormente seriam cerradascom tampões de cortiça, madeira, cerâmicaou barro, deixando-se um pequeno orifíciopara permitir a entrada das abelhas, e seladasnas juntas com barro ou esterco para umamelhor aderência e, simultaneamente, evitara intrusão de insectos ou de outros animais(Bonet Rosado e Mata Parreño, 1995, 280-281). A etnoarqueologia é assim particular-mente útil para esclarecer a função destetipo de colmeias encontradas nos sítios ar-queológicos. Além do já referido caso deChipre, conhecem-se outros locais na actua-lidade que ainda recorrem a colmeias de ce-râmica dispostas na horizontal (figura 15).

85

Figuras 14a, 14b, 14c. Potes meleiros de Monte Castêlo (“Castro de Guifões”, Matosinhos), Baldoeiro (Adeganha, Torre de Moncorvo) e Palmela (Morais, 2006).

A rota atlântica do mel bético e os contextos de autarcia: vasa mellaria e colmeias em cerâmica - Rui Manuel Lopes Sousa Morais86

É o caso da Grécia Continental, Rodes,Creta e em muitas ilhas do Egeu (em parti-cular nas Cíclades), para além do Egipto,Malta e toda a faixa costeira da Síria e da Pa-lestina (Bortolin, 2008, 82-83).

Na região de Valência18, a recolha de umvasto conjunto de colmeias em cerâmica da-táveis da época ibérica, pelo menos desde fi-nais do século III a. C., e do períodoromano alto-imperial (Bonet Rosado e MataParreño, 1995, 277-284), é bem demonstra-tivo da importância económica da apiculturana Península naquelas épocas19 (figuras

16a, 16b). São peças cilíndricas, entre 24 e29 cm de diâmetro e uma altura entre 53 e58 cm, que se caracterizam por possuírembordos muito diferenciados e uma superfícieinterna propositadamente estriada para fa-cilitar a aderência dos favos (Bonet Rosadoe Mata Parreño, 1995, 280).

No artigo sobre os potes meleiros de Braga(Morais, 2006a, 149-161), demos a conheceruma colmeia em cerâmica recolhida numacamada de derrube na insula das Carvalhei-ras, em Braga, e actualmente em depósito noMuseu D. Diogo de Sousa (M.D.D.S., nº inv.2004-0200). Trata-se de uma peça cilíndrica,mas com menores dimensões do que os ou-tros exemplares ibéricos: com um diâmetro

máximo de 17,4, diâmetro mínimo de 13 cme uma altura de 42 cm (figura 17). Diferen-cia-se dos tubos para canalizações não sópela forma, mas igualmente pelo estriadoem ambas as superfícies e pelo tipo de fa-brico, distinto das argilas de tipo refractáriodas canalizações e dos restantes materiais deconstrução, e igual às produções de cerâ-mica comum conhecidas na cidade20.

Nesse mesmo estudo assinalámos a apa-rente coincidência na dispersão geográficadas colmeias e dos potes meleiros, como pa-rece constatar-se no Sudeste e Levante daPenínsula, onde (pelo menos no PeríodoIbérico) ambos são particularmente abun-dantes (Bonet Rosado e Mata Parreño, 1995,277-284; García Cano, 1995, 262-265), e nocaso de Braga, inclusivamente provenientesda mesma escavação (Morais, 2006a, 157).

Como salientou Raffaella Bortolin (2008), ocarácter móbil deste tipo de colmeias per-mitia, por um lado, evitar a necessidade depercorrer vastas áreas em busca de um hi-potético ninho para obter o mel e a cera, epor outro, permitia colocá-las em sítios con-siderados estratégicos em cada momento.

********

Importante fonte de proteínas necessáriaspara a alimentação humana e com umagrande capacidade de conservação (e, por-tanto, de armazenamento), o mel está pre-sente na história da humanidade, pelomenos, desde o Neolítico. Não é de estran-har, pois, que todos os povos do Mediterrâ-neo o tenham adoptado na sua dietaalimentar e integrado em mitos e crenças.

Nesta época de abundância, sem precedenteshistóricos, tendemos a esquecer o valor quecertos produtos tinham na vida diária dosnossos antepassados. As oferendas de melque os cretenses dedicavam aos seus deusesreflectem, à semelhança dos poemas homé-ricos, a importância deste bem entre ospovos do mediterrâneo. Com o mundo ro-mano, a comercialização do mel ultrapassouas fronteiras do mediterrâneo e passou afazer parte fundamental da dieta das popula-ções do Império. Como vimos no Édito de

Figura 15. Colmeias em cerâmica em uso na ilhade Chipre (Jones, Graham e Sackett, 1973).

Figuras 16a, 16b. Colmeias em cerâmica da re-gião de Valência da época ibérica (Bonet Rosadoe Mata Parreño, 1997).

XIV Congreso de ceramología

Preços de Diocleciano, as autoridades roma-nas preocupavam-se em regular os preços domel. O abastecimento da cidade de Roma ede outras importantes cidades do Impériodeficitárias deste produto fazia-se essencial-mente por via marítima. Tal circunstânciaexigiu um tráfego comercial considerável. Aexportação do mel bético para Roma consti-tui um dos exemplos mais notáveis da estra-tégia de abastecer a população urbana pobre:a repartição de alimentos pelas autoridades,ou inclusivamente por cidadãos ricos, refor-

çava o seu prestígio político e social. Comosugerimos, a exportação de mel bético teriatambém outros destinos, toda a região cos-teira atlântica e, em particular, o NoroestePeninsular. O mesmo se poderá dizer dapossibilidade do mel ter sido exportadocomo sucedâneo de outros produtos, emparticular os vinhos adocicados. De modocomplementar, encaramos ainda a possibili-dade da sua substituição por outros produtosedulcorantes, caso do defrutum ou da sapa,transportados em ânforas Haltern 70 maio-ritárias nesta região. Mas, à semelhança deoutros géneros alimentares, como o vinho eo azeite, à medida que o processo de roma-nização se estendia à escala global do Impé-rio, a produção de mel foi sendodesenvolvida em contextos de autarcia. Estefenómeno foi, em parte, responsável por de-terminadas especificidades, quer no tipo decolmeias, quer no tipo de contentores adop-tados. Neste ponto, os estudos etnográficossão importantes dado que permitem ilustrartradições que se mantiveram ao longo de mi-lénios. É o caso do uso das colmeias em ce-râmica, ainda em uso em certas regiões doMediterrâneo, e de alguns recipientes comcaracterísticas específicas que parecem per-petuar uma tradição peninsular ao armaze-nar este alimento delicioso elixir de saúde,remédio incomparável e insubstituível cujouso é indispensável àqueles que desejam teruma vida longa e sã, como afirmou Hipócra-tes há mais de vinte e cinco séculos.

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XIV Congreso de ceramología

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NOTAS

1 O mel produzido pelas abelhas (apis mellifera) éum produto natural muito enérgico, rico em pro-teínas e dotado de propriedades antibacterianas,dada a presença de ácidos orgânicos enriquecidospor substâncias aromáticas, enzimas, sais mineraise vitaminas. A referência ao mel como anti-sép-tico já se encontra documentado nas fontes anti-gas (cfr. Lucrécio, II, 886; Columella, RR, XII, 45;Plínio, N. H., XXIII, 108; Phorph., De antro nymph,15; apud Vázquez Hoys, 1991, 67, nota 14).

2 Sobre a importância do mel e das abelhas nomundo antigo, nas civilizações pristinas doEgipto e da Mesopotâmia, e Antiguidade Clás-sica, consulte-se Pilar Fernández Uriel (1988, 185-208; 1993, 133-159; 1994-95: 955-969).

3 O mel, omnipresente na cozinha, era usadopara conservar fruta e outras substâncias orgâni-cas e como alimento de eleição dos neonatos, de-pois do leite materno. O mel era ainda necessáriopara uma quantidade de utilizações, tais como ouso em perfumes, unguentos e óleos aromáticos,na farmacopeia, nos sacrifícios aos deuses (Blance Nercessian, 1994, 28-33) e no embalsamamentodos corpos (Vázquez Hoys, 1991, 68, nota 18).

4 Para além da literatura técnica, deve igualmenteassinalar-se a importância de alguns papiros maisantigos datados da época helenística, importan-tes para reconstituir as dinâmicas relacionadascom a venda e o comércio do mel a média e longadistância, pelo menos no que respeita à parteoriental do mediterrâneo (Bortolin, 2008, 13).

5 Através do confronto com a apicultura mo-derna poderá depreender-se que uma só colóniade abelhas, em boas condições, poderia produzircerca de cem litros de mel (uns 140 kg).

6 O mel foenicium também aí referido, de inferior qua-lidade, deveria corresponder a uma espécie de suce-dâneo licoroso à base de tâmaras fermentadas,produto conhecido desde a época babilónica eainda em uso nos países árabes (Bortolin, 2008, 35).

7 Desta autora tomamos vários dos exemplos quese seguem.

8 Tradução de F. José Veloso e José Cardoso.

9 Estas fichas ilustram várias actividades econó-micas como, por exemplo, a recolecção da azei-tona e de cereais e o seu transporte a partir doscentros de produção até aos locais de envase e dearmazenamento, para posterior comercialização(Mora Serrano, 2004, 533).

10 Sobre estas questões consultar Antonio Agui-lera, 2004b, 120-132.

11 Cálculo quantitativo das densidades de ânforasdividas por extensão da área escavada. Para umadiscussão sobre a idoneidade deste método con-sultar Carreras Monfort (2000a, 45-62).

12 Ainda que sem uma relação directa, não deixade ser curioso o facto de o defrutum ser usado nacaptura de enxames (Columela, RR., IX, 8.9.7 ePaladio, V, 7.3) e na alimentação das colmeias noInverno (Varrão, RR., III, 16.28.11; Columela,RR., IX, 14.15.9; Plínio, N.H., XXI, 82.3) ouquando as abelhas estavam doentes (Virgílio,Georg. IV, 276-270; Columela, RR., IX, 13.7.7)(apud Antonio Aguilera, 2004b, 119; 131). Aabundância deste produto na Bética foi certa-mente importante para o desenvolvimento dasactividades relacionadas com a apicultura.

13 Os primeiros testemunhos arqueológicos de con-tentores utilizados remontam ao Neolítico, em reci-pientes documentados na zona da Europa Central ena Grécia, e à Idade do Bronze, especialmente noâmbito minóico e micénico (Bortolin, 2008, 105).

14 Na actualidade, a primeira referência a este de-talhe é-nos dada por D. Fletcher (1953, 191)quando, a propósito de uma forma com esta ca-

racterística em “cerâmica ibérica pintada” recol-hida em San Miguel de Liria (Valencia), sugereque, à semelhança de exemplares ainda em usonas regiões rurais valencianas, a existência de umressalto muito saliente em forma de aba ou “pes-tana” poderia servir para ser preenchida comágua, com a finalidade de refrigerar o conteúdoou, mais provavelmente, para evitar o alcance dosinsectos. Mais tarde, S. Broncano e J. Blánquez(1985, 273) referem que recipientes com estas ca-racterísticas poderiam ter servido para conter lí-quidos densos como o azeite ou mel que searriscavam a escorrer pela boca: neste caso o res-salto muito saliente teria como fim recolher o quese escapasse e assim evitar que se derramassepelas suas paredes. Segundo o oleiro de RiveraSacra (Gundivós), Tomás López González, ospotes meleiros de “Verão” têm aba ou “pestana”,os de “Inverno” não necessitam deste elemento,pois não há o perigo da intrusão dos insectos.

15 Fora da Península, exemplares com estas ca-racterísticas apenas estão documentados em Itá-lia e na Gália: o exemplar itálico, actualmente noAntiquarium de Óstia, é integrável nas produçõesitalo-megarenses datadas de 150 a 25 a C. e su-postamente fabricado numa das oficinas de Popi-

lius ou Lapius (Arena, 1969, 101-121, fig. 14); oexemplar gálico, proveniente da região de Fréjus(Var, Provença), possui um fabrico comum às ce-râmicas de uso culinário, datadas nesta região de40 a 100 (Rivet, 1982, 243-262).

16 Problemática e distribuição em García Cano,1995, 262-265.

17 Não deixa de ser interessante o facto de serpossível identificar o tipo de colmeias usadas apartir da representação iconográfica de favos, namedida em que a sua forma é condicionada pelotipo de contentor que o acolhe. É por exemplo ocaso do famoso pendente em ouro (cerca de 1700a. C.), proveniente do palácio de Malia, em Creta,que representa duas abelhas afrontadas que segu-ram com as suas patas um favo de mel (Rüttner,1979, 219; Bortolin, 2008, 69).

18 Segundo Bonet Rosado e Mata Parreño (1995,282 e fig. 2) teriam sido catalogados, até à data,

89

A rota atlântica do mel bético e os contextos de autarcia: vasa mellaria e colmeias em cerâmica - Rui Manuel Lopes Sousa Morais90

78 sítios com colmeias em cerâmica, a maioriados quais em Camp de Túria, Los Serranos e Alto

19 Conhecidas são as pinturas rupestres da Grutadel Ragno e Castellón, ambas no território Valen-ciano, que testemunham a recolha do mel em es-tado selvagem (Dams, 1978; Crane, 1999),

sistema ainda em uso por algumas tribos emÁfrica e no Nepal (Bortolin, 2008, 58-59). Trata-se de uma actividade predatória que frequente-mente destruiria o enxame.

20 A identificação deste exemplar - que se pensavatratar-se de uma canalização - leva-nos a crer que

haverá muitos outros por identificar nesta cidade eem muitos outros sítios da Península. Para isso seránecessário reavaliar os materiais tradicionalmenteclassificados como tubos de cerâmica para canali-zações e verificar se possuem o característico es-triado interno, como referimos, comum nascolmeias em cerâmica (Morais, 2006a, 157).

CERÁMICA CELTA - PUENTECESURESLA UNIVERSIDAD PLÁSTICA DE GALICIA

Mª Josefa Diéguez Montes

XIV CONGRESO DE CERAMOLOGÍA. TERCERA COMUNICACIÓN

XIV Congreso de ceramología

PONTECESURES

Ayuntamiento de la provincia de Ponteve-dra. En 1881 Alfonso XII le otorga el títulode villa llamándose “Villa de San Luis de Ce-sures” y en 1925 se constituye autónomo,por segregación del de Valga llamándose en-tonces PUENTECESURES y en la actuali-dad PONTECESURES.

Su extensión es de 6,2 Km2, esta formado poruna sola parroquia y trece núcleos urbanos.

DATOS A TENER EN CUENTA

1. Población:

Año 1920: 2.387Año 2009: 3.050

1.1. Mayor tasa de natalidad de Galicia.1.2. 135% de universitarios sobre la media

gallega

2. Situación geográfica:

Esta situado en el norte de la provincia dePontevedra, en el ecuador del eje atlántico yen el fondo de saco de la ría de Arousa, lamas importante de Galicia, bañado por el ríoUlla que en este municipio forma fronteranatural con la provincia de A Coruña.

3. Comunicaciones:

Esta atravesado por:3.1. La primera línea de ferrocarril tra-

zada en Galicia por el Sr.Jhon Tru-lock, (abuelo de C.J. Cela), quecubría el trayecto Santiago de Com-postela- Carril.

3.2. Por la carretera N-550.3.3. Por la autopista AP-6.3.4. En él confluyen dos rutas Xacobeas:

3.4.1. Ruta Xacobea del mar de Arousa

y Ulla, en la que los peregrinos

desembarcan en Pontecesures (elúltimo puerto fluvial navegabledel Ulla), camino de Santiago.

3.4.2. El Camino Portugués.

4. Actividad económica:

El profesor Arias, de la Universidad de San-tiago de Compostela (USC), lo define comoun “Polígono autónomo”. En el se concen-tra desde su segregación de Valga, que eraeminentemente agrícola y forestal, la activi-dad económica de la industria transforma-dora de leche (Nestlé), la maderera, elcomercio (productos “coloniales” que llega-ban por el río desde el puerto de Villagar-cía), pesca (lamprea, sollas...), realizada porvaleiros (marineros de río) y distribuída porlas patifas (pescantinas) del Ullán, pequeñostalleres profesionales (cerería, prefabricadosde cemento, etc.), y las Caleras del Ulla.

Lo que no existe, en aquel momento, es unatradición importante de trabajo cerámico,hasta que por una serie de acontecimientosarranca la Cerámica Artística Gallega, fundadapor D. Eugenio Escuredo Lastra en 1923 yauténtico germen de lo que muy poco des-pués sería la Cerámica Celta de Puentecesures deRamón Diéguez Carlés, que no tiene nadaque ver, a pesar del nombre, con la cerámicaCastrexa (piezas de cerámica encontradas enlos Castros, poblados Celtas, antiguos mo-radores de estas tierras).

5. Contexto histórico-etnográfico:

A toda esta actividad económica hay queañadir un grupo humano gran dinamizadorintelectual, social y político.

Las primeras décadas del s. XX son de unfuerte compromiso político-cultural contex-tualizado en el Noucentismo folclorista an-tropológico, con figuras como Otero Pedrayo,

Del Riego, Castelao, etc. y que se caracterizapor un fuerte sentimiento de reconstrucciónde la identidad nacional (Galicia), basada enla lengua propia, la tradición oral, las cos-tumbres y el territorio, que más tarde se ex-tendería a la diáspora. Aparece la revista Nós

(1920), La Cerámica Artística Gallega (1923)o el Seminario de Estudios Gallegos (1923),hasta culminar con el Estatuto de Autono-mía el 28 de Junio de 1936, que por cuestio-nes obvias no se llegó a aprobar.

En todo este contexto (muy brevemente de-finido con trazos gruesos) nos encontramoscon la figura de Ramón Diéguez Carlés, (SanLuís de Cesures 1898 - Pontecesures 1968).Cursa Bachillerato en los Jesuítas de La Guar-dia, Química y Farmacia en Santiago deCompostela, y posteriormente se traslada aMadrid a estudiar cerámica con el político ycatedrático Prof., Casares Gil, por un períodono bien determinado de entre 3-4 años. Antesde volver a Galicia, realiza un viaje por el Le-vante español para conocer las industrias ce-rámicas de amplia tradición en esta zona.

En 1923 y ya de vuelta en Pontecesures monta“Caleras del Ulla” en unos terrenos del ba-rrio de Porto, que con el paso del tiempopasarían a ser conocidos como “La Calera”y actualmente da nombre a la calle dondecontinuan funcionando las instalaciones deesta cerámica.

En 1925 y animado por su amigo, gran cola-borador y artista D. Víctor García, médico delpueblo y posterior artífice del paso de mu-chos de los bocetos a piezas de bulto redondo,se hace cargo de la “Artística” de Escuredo,(que abandona la cerámica para dedicarse a laimportación de maderas tropicales de Gui-nea), pasando a llamarse, siguiendo el espíritude la época “Cerámica Celta de Pontecesu-

93

1.3. El vidriado: Esta técnica revestíamucha dificultad:1.3.2. Por que se tenía que conseguir

una pasta de recubrimientouniforme, que sometida alhorno, diera un vidrio fino,uniforme y brillante. Se recu-rre a los desechos de una fá-brica de bombillas ubicada enPadrón Lámparas Iria.

1.3.3. Por el control de la tempera-tura del horno en la 2ª coccióny en el enfriado de las piezas.

2. IDENTIFICACIÓN DE TODAS

LAS PIEZAS

Las piezas se identifican con un logotipo enforma de cuño romboidal con la leyenda“Cerámica Celta – Puentecesures” en su in-terior, y que se marca en la pieza en barrocrudo de manera que en el acabado finalquede bajo cubierta, haciéndose de esta ma-nera indeleble. Existen tres variantes delcuño, todas ellas con la misma validez.(Foto nº 1)

3. DECORACIÓN DEL MANTEO

Es una abstracción de los motivos decorati-vos del manteo o mantón del traje antiguo fe-

Cerámica Celta - Puentecesures. La Universidad plástica de Galicia - Mª Josefa Diéguez Montes94

res” a la que con el tiempo Borobó (escri-tor y jornalista gallego), llegó a denominarLa Universidad Plástica de Galicia, que da tí-tulo a este trabajo, por la importancia desus colaboradores y diseñadores, la ri-queza y variabilidad de sus modelos y ladivulgación de nuestra cultura por todo elmundo a través de los Centros Gallegosde la diáspora.

Para X. Guitián, estudioso de esta cerámicay autor de dos libros sobre ella:“La Cerámica Cel ta es la expr es ión en e l

ár ea de las ar tes industr ia les o apl i cadas

de los movimientos ar tíst icos de su tiempo.

La traducc ión de l ar te gal l eguis ta al l en-

guaje de la cerámica.”

PERÍODOS DE LA CERÁMICA CELTA

1ª ETAPA (1925 - 1936)

1. Nacimiento2. Desarrollo3. Inicio de la expansión internacional

2ª ETAPA (1939 - 1985)

1. Desarrollo de la expansión2. Declive

3ª ETAPA (1986 - Actualidad)

1. Recuperación2. Divulgación cultural

COMIENZOS

1. Se monta el primer torno de alfarero dela zona, para la realización de piezas de re-

volución (tazas, platos), por el procedi-miento del torneado.

2. Experimentan con la arcilla para conse-guir una pasta más fina, uniforme y plás-tica que la de la Artística.

3. Técnica del vidriado: se convertirá ensu principal característica técnica, lle-gando a ser su seña de identidad, aun-que había división de opiniones a cercade este tipo de acabado: unos defendíanla ortodoxia de la cerámica tradicional,que Castelao denominaba cerámica chei-

renta, y otros se apuntaban a la novedosa

técnica del vidriado.

CARACTERÍSTICAS DE LACERÁMICA CELTA DE PONTECESURES

1. MATERIALES

1.1. La pasta: se empieza a investigar condiferentes pastas hasta conseguir laque reúne las condiciones idóneas deelasticidad para el vidriado posterior.Se trabaja desde el principio y hastala actualidad con una pasta base debarro blanco para colada.

1.2. Los colores: Se caracteriza por supolicromía, con una paleta de coloresactual de alrededor de 100 tonos,siendo el verde (esmeralda fuerte) yamarillo (pajizo fuerte), “de la Celta”,como se identifican y por los que esidentificada.

Foto 1

XIV Congreso de ceramología

menino gallego, compuesta por elementosgeométricos y florales esquematizados.

Se realizan diversos modelos en coloresvivos, sobre todo en azules, amarillos y ver-des, con las figuras geométricas en negro omarrón y sirviendo de soporte muchos tiposde piezas: jarrones, jarras, vasos, tazas, con-chas grandes, ceniceros, potes, etc.

Su autoría se atribuye a Castelao y su reali-zación en cerámica a Fabeiro, posiblementeel mejor decorador de la “Celta” en sus dosprimeras etapas.

La decoración del manteo es un elemento tancaracterístico de la cerámica Celta de Pon-tecesures que identifica de forma inconfun-dible sus piezas. (Foto nº 2) (Foto nº 3)

4. AUTORES Y DISEÑADORES

4.1. Francisco Asorey 1889-1961

Este gran artista gallego, escultor enpiedra y madera, hizo posible, al con-sentir pasar a barro sus obras, la reali-zación de algunas de las piezas masemblemáticas de La Celta. Suyas sonentre otras: Pórtico de la Gloria, Apóstol

ecuestre, O Tesouro (Foto nº 4), Canónigos,

Apostol con beatas, Naiciña, Castelao, etc.

4.2. Daniel A. Rodríguez Castelao

1886-1950

Escritor, pintor, politico, médico,hombre polifacético, colaboró activa-mente en la cerámica, modelando, di-señando e implicandose directamenteen el proceso de las piezas. A el debe-mos: O Cabrito, Cruceiros, Muller con

sella (Foto nº 5), Candeeiros, Nena con

Mazás,Galgos, Paxaros, etc.4.3. José María Acuña 1902-1991

Discípulo de F. Asorey, escultor enpiedra y bronce, las piezas de su auto-ría pertenecen a la línea costumbrista,como: Cruceiro con gaiteiros y pandereteiras

(Foto nº 6), Nai, Parolando, Bico (Foto

nº 7), Noticias, Irmans, etc.4.4. Carlos Maside 1897-1958

Pintor nacido en Pontecesures, de suslienzos se pasaron a barro obrascomo: Lavandeira, Leiteira (Foto nº 8),

Segadora, y varios motivos decorativos.

4.5. Santiago Bonome 1901-1980

Escultor compostelano exiliado. Realizóuno de los diseños mas emblemático deesta cerámica: el Valle-Inclán (Foto nº 9)

4.6. Carlos Sobrino 1885-1978

Pintor, acuarelista gallego de referen-cia del siglo XX. De su obra se pasó

95

Foto 2. Decoraciones características de la Cerá-mica Celta

Foto 3 Foto 4. O Tesouro. Autor: F. Asorey

Foto 5. Muller con sella. Diseño: Daniel A. R. Castelao

Manteo 1

Manteo 2

Manteo 3

Foto 6. Cruceiro con pandereteiras. Diseño: Xosé Mª Acuña

Cerámica Celta - Puentecesures. La Universidad plástica de Galicia - Mª Josefa Diéguez Montes96

a barro: Cruceiro con nena rezando (Foto

nº 10), De misa, etc.4.7. Manuel Torres 1901-1995

Pintor. Sus colaboraciones son funda-mentalmente en piezas relacionadascon el mar, como son: Mariñeiros con rede

(Foto nº 11), Mariñeiros apoialibros, etc.

5. ARTESANOS, DECORADORES Y

TORNEROS

Francisco Ferro (moldes), Hipólito Castaño(torno), Devantier, Pepe Llerena, Arturo Ja-mardo, Antonio Fabeiro, “Pintacristos”, “Pe-teiro”, Teresa Gonzalez, Concha Vazquez(decoradores), Rafael Ochoa, y un largo etc.

6. TIPO DE PIEZAS

6.1. Costumbristas: Da feira, Da Festa,

Parolando, O Bico, Noticias, Vella con bu-

ceiro, mendigo, etc.6.2. Oficios: Labrego, Lavandeira, Berberi-

cheiro, Mariñeiros, Pescantina del Ullán,

lechera, etc.6.3. Personajes: Castelao, Valle-Inclán,

Ramonciño, Rosalia de Castro, etc.6.4. Animales: Pájaros, lagartos, mariposas,

perros, carneros, vacas, caracoles, etc.

6.5. El mar: Peces, estrellas de mar, caba-llitos de mar, conchas, caracolas, etc.

6.6. Piezas religiosas: Vírgenes, cristos, Sanfranciscos, cruceiros, curas, pilas, etc.

6.7. Xacobeo: Apóstol Santiago en variasformas, Pórtico de la Gloria (Foto nº

12), Maestro Mateo, Virgen Peregrina,

Botafumeiro, Puerta Santa, etc.6.8. Menaje y adornos: Candeleros, jue-

gos de chocolate, juegos de vino,“cuncas”, jarrones, floreros, cenice-ros, cuencos, potes, etc....

3ª ETAPA (1985 - ACTUALIDAD)

En 1986, la 3ª generación de la familia Dié-guez toma el relevo, y para diferenciarla delas etapas anteriores se le añade al nombreinicial el topónimo de “La Calera”. Fue D. Anselmo López Morais, estudioso ycoleccionista de esta cerámica, quien deno-minó al período actual:

La 3ª Etapa de la Cerámica Celta

La Calera - Pontecesures

Se acomete la restauración de las antiguasinstalaciones, adecuándolas al funciona-miento actual y al desarrollo comercial.

Se adaptan las antiguas paletas de colores,que se encontraban en medidas como: cu-charadas, cucharillas, tazas, pizcas, etc. a me-didas estándar, hasta conseguir los mismosacabados y que a la vez tengan los mismoscoeficientes de dilatación que las pastas y lascubiertas usadas en la actualidad.

Se realizan labores de restauración, conser-vación y catalogación de los moldes antiguos,mas de 600, de entre 1931 hasta la actualidad.

Se pasan todos los modelos antiguos, queeran de escayola, a silicona, para su mejor

Foto 10. Nena rezando.Diseño: Carlos Sobrino

Foto 8

Foto 9. Valle Inclán. Diseño: Santiago Bonome

Foto 7. O bico pequeño. Diseño: Xosé Mª Acuña

XIV Congreso de ceramología

conservación y se realizan los nuevos mo-delos ya directamente en este material porsus características de perdurabilidad.

Identificación y catalogación de piezas anti-guas, bocetos, documentos, testimonios, etc.y su seguimiento a través de la presencia depiezas de “La Celta” en los centros gallegosde la diáspora y en colecciones particulares.

La presentación de las piezas actuales es rea-lizada por medio de instituciones (Xunta

de Galicia, Diputaciones, Concellos, etc.),Ateneos, Aulas de Cultura, Fundaciones, oactos culturales.

Colaboramos con artistas, diseñadores y ar-tesanos contemporáneos siguiendo la mismafilosofía de sus comienzos.

Contamos además con la Fundación R. Dié-guez-Cerámica Celta que tiene como uno desus objetivos fundamentales preservar y dara conocer todo el legado cultural de la Ce-rámica Celta – La Calera de Pontecesures ycuyo patronato esta compuesto por los he-rederos y/o descendientes, de la practica to-talidad de los artistas que colaboraron en elinicio y desarrollo de esta cerámica.

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FUNDACIÓN R. DIEGUEZ- CERÁMICACELTA. Archivos y catálogos

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ONEGA, F: Artículos periodísticos.

97

Foto 12

Foto 11. Mariñeiros con rede. Autor: M. Torres

LA GESTIÓN DE LOS MATERIALES CERÁMICOS

EN LAS INTERVENCIONES ARQUEOLÓGICAS DE URGENCIA

Purificación Soto Arias y

Mónica Montero Borrazás

XIV CONGRESO DE CERAMOLOGÍA. CUARTA COMUNICACIÓN

XIV Congreso de ceramología

Con esta comunicación, y en el marco de uncongreso de ceramología, en el que se hantratado y van a tratar distintos aspectos rela-cionados con la cerámica, nuestra intenciónes la de hacer una llamada de atención.

No cabe duda que en arqueología, la cerá-mica reviste una gran importancia, tantoporque desde su aparición en el Neolíticoestá casi siempre presente en la secuenciaestratigráfica como por la gran cantidadde información que aporta al conoci-miento de un yacimiento, gracias en partea su resistencia ante los factores de altera-ción, lo que no sucede generalmente conotros materiales como los de origen orgá-nico o los metales.

La cerámica de las diferentes culturas, por loanteriormente expuesto ha sido, en general,bien estudiada, datada y clasificada. Graciasa las investigaciones hemos ido adquiriendoconocimientos en cuanto a su proceso deelaboración, a la vez que nos aproximan a lavida cotidiana, e incluso se pueden estudiarlos movimientos de exportación-importa-ción, de manera que puede trazarse la tra-yectoria de esas producciones cerámicas congran exactitud.

Unos restos cerámicos que se convierten enla arqueología en auténticos “fósiles directores”

de tal forma que su aparición en un deter-minado nivel de excavación permite, enprincipio y de manera casi inmediata, su da-tación, sobre todo y evidentemente porquelas producciones cerámicas han variado yevolucionado a lo largo de los siglos.

Con la intensificación de las intervencionesen Arqueología Urbana (a menudo de ur-gencia) es a la hora de gestionar un gran nú-mero de fragmentos de distintos tipos

cerámicos pertenecientes a épocas y zonasdispares, cuando el trabajo del profesional sehace cada vez más complicado. Hay que en-tender que en un mismo solar pueden apa-recer restos desde la Prehistoria hasta laactualidad y a pesar de la gran cantidad de es-tudios existentes es paradójico que siendo enlas épocas más recientes cuando contamoscon mayor datos históricos escritos a la parque la variedad de materiales cerámicos se haincrementado (en utilidades, formas, acaba-dos, técnicas...) no ocurra lo mismo con losestudios de estos restos...o bien no existen obien son claramente insuficientes, y es en estesentido en el que queremos llamar la aten-ción, aspecto que ya ha sido puesto de ma-nifiesto en otras ocasiones, al menos para loque respecta al NW peninsular.

Esta ausencia de estudios podría dar la sensa-ción de que para la Arqueología gallega, enparticular, todo aquello que no sea anterior a laEdad Media, no merece el interés suficientepara la investigación. Quizás la existencia dedocumentación escrita sobre estas siglos (aúnsiendo un lapso de tiempo extenso e intensoen cambios), parezca suficiente para el cono-cimiento de esas sociedades, y esto no es así, almenos si nos queremos acercar con una visiónmás próxima y cotidiana. Es cierto, que deter-minadas zonas de la Península cuentan conuna nutrida información al respecto, gracias aléxito de sus alfares o a su larga tradición y asíse manifiesta a través de la investigación.

Muchas de esas producciones llegaron condistinta intensidad al NW, al tiempo que lohan hecho, piezas de la Europa del Norte.Todas ellas pueden ser identificadas, conmenor o mayor dificultad, pero paralelamentenos encontramos con otros restos cuya ads-cripción cronológica, tipológica y geográficano es aún posible, y esto da lugar a una in-

formación sesgada del yacimiento. La falta deestudios tipológicos, que pueden ser comple-tados o modificados si así lo requiere elavance de la información, pero que de mo-mento no existen, ello dificulta la actividadprofesional cotidiana de los arqueólogos, conel resultado de memorias muy desiguales ycon vacíos importantes en cuanto a la identi-ficación de los restos y por tanto, incluso, enlas conclusiones. Verdad es que se trata de untrabajo tedioso, pero no debemos olvidar queson el punto de partida para la realización deotro tipo de investigaciones.

La documentación histórica nos indica quedesde los comienzos de la Edad Moderna pa-rece que se da un refinamiento en los hábi-tos de la población en general, la vajilla demesa -por ejemplo- se diversifica, e indivi-dualiza; este refinamiento se aprecia en laadopción de nuevos hábitos referentes a la hi-giene personal, avanzada la Edad Moderna elbacín por ejemplo será una de las piezas másrepresentativa de las nuevas costumbres, unapieza cada vez más conocida, al menos en loque respecta al Levante y Sur de España, o enOurense donde se ha comenzado a prestarleatención. A Coruña seguramente se hizo ecode esas nuevas modas, siendo como fue, elpuerto más importante del NW.

101

Asas y cuerpos

La gestión de los materiales cerámicos en las intervenciones arqueológicas de urgencia - Purificación Soto Arias y Mónica Montero Borrazás102

Por otro lado hemos visto como a veces lostipos se encuadran en cronologías bastanteextensas, con intervalos de dos o incluso tressiglos, sobre todo por lo que respecta a lasproducciones de la alfarería popular, perío-dos quizás demasiado extensos, aún siendola sociedad rural gallega del Antiguo Régi-men poco permeable a los cambios ¿suce-dería lo mismo con su alfarería? De existirvariaciones, estas debieran poder ser reco-nocibles en la secuencia estratigráfica.

El principal problema para recuperar lamayor cantidad de datos estriba en que la ar-queología urbana, con la celeridad que im-primen las intervenciones de urgencia se veabocada a realizar una selección de los res-tos, normalmente atendiendo a su aspectoformal (pastas y acabados) pero si tenemosen cuenta que la mayor parte de los objetoscerámicos aparecen fragmentados ya sea insitu o en deposición secundaria (desechos)bien podría suceder que se eliminasen frag-mentos que pudiesen representar a tipos dis-tintos a los registrados, al tiempo que seráimposible en un futuro completar o restau-rar los objetos.

En este sentido traemos a colación la exca-vación que se llevó a cabo en A Coruña en

la calle Príncipe nº 6-8, en el transcurso delaño 2002. Fruto de unos sondeos valorati-vos anteriores (del año 2000) se pudo deter-minar que el muro de cierre que desdeCapitanía llega al jardín de San Carlos, eraen realidad una parte importante de la mu-ralla que en época medieval cercaba la ciu-dad, lo cual daba especial relevancia a laactuación. En estos dos solares en sus casi321m2, se documentó una amplia secuenciaestratigráfica que aunque muy alterada y enla que predominan los niveles de relleno re-lacionados con el abandono de la muralla,se da una gran concentración o sucesión deestructuras arquitectónicas así como nume-rosos restos muebles, de los cuales los cerá-micos son los más abundantes.

Quizás la parte más visible de la excavaciónes la que puso de manifiesto un amplio ycomplejo tramo de muralla que se comple-taba con un postigo o puerta rematada enarco. Por otro lado hay que señalar que es-tamos en la zona “noble” de la ciudad Alta,y el palacete urbano de Príncipe 10 así loatestigua, tanto como restos de columnasdocumentados que debieron pertenecer aedificaciones nobles desaparecidas. ¿Nos in-dicará este carácter nobiliario los restos ce-rámicos?, entendemos que sí.

En esta intervención para evitar los proble-mas apuntados (sesgar la información y posi-bilitar la recuperación de objetos completos)decidimos que sería más positivo que la re-cuperación fuese lo más exhaustiva posible,pero, hay que señalar que contábamos conun espacio lo suficientemente amplio con unmínimo de dotación (agua, luz artificial,mesas...) y sobre todo por la presencia deuna restauradora dedicada exclusivamente atal fin, lavando, registrando y siglando e in-cluso aplicando intervenciones de conserva-ción de urgencia. Pero esto no es lo habitual,ya sea porque las dimensiones de los solareshace imposible acondicionar una zona a talfin, o porque la brevedad de la actuación tam-poco lo facilita, si por esto fuese poco, la ges-tión de los materiales recuperados y del restode información a la hora de realizar las me-morias no facilita de ninguna manera que serecoja todo, por no hablar de los presupues-tos. Finalmente y no menos importante en loque respecta a la realización de seleccionesde los materiales es la capacidad de almace-naje con la que se puede contar tanto en lafase de estudio como en el depósito final: elmuseo, una desventaja que se ha hecho nota-ble desde que la arqueología urbana es unapráctica casi cotidiana y que genera grandísi-mas cantidades de materiales.

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Gracias a esto en Príncipe hemos podido re-cuperar un repertorio bastante amplio de ce-rámicas, aún en fase de estudio, ¿nos estánrespondiendo a la pregunta que dejábamosexpresada de forma positiva? Vemos quejunto a materiales cerámicos de lujo, apare-cen numerosos ejemplares de la alfarería po-pular que se suele asociar a una funcióndoméstica, de uso cotidiano y de cocina.

Un repertorio cerámico que comprendedesde la cerámicas romanas y de tradiciónindígena castreña, que son las que, como co-mentábamos, estudia la arqueología con-vencional/tradicional; cerámica comúnmedieval, representada mayoritariamentepor las ollas globulares de borde exvasado,cuello poco desarrollado y acabado basto ogrosero; el labio exvasado y volteado sueletener terminación en bisel con moldura su-perior para recibir una tapa; jarras trilobula-das con asa ancha con decoración ungulada,muy tosca y alguna vasija vidriada de proce-dencia discutida y dispar (talleres nazaríes oimportaciones de las Islas Británicas, segúnautores): se trata de piezas de cerámica fina,depurada y muy blanca, con acabado vi-driado al exterior verde a verde claro conmoteados naranja.

Y un amplio elenco de cerámica modernaque comprende “groso modo” desde la BajaEdad Media hasta prácticamente nuestrosdías. En este último grupo es donde los ar-queólogos del noroeste encuentran mayordificultad para clasificar los ejemplares, tantomás cuanto que solo contamos con frag-mentos y en raras ocasiones con piezas demorfología completa, lo que dificulta mu-chísimo la sistematización. Se trata de pie-zas de cerámica fina o más o menos fina,esmaltada y pintada, normalmente perte-nece a vajilla de importación de talleres co-nocidos y están especialmente representadoslos platos y las fuentes: Talavera, Manises oSevilla y todos los alfares de imitación, ma-yoritariamente asturianos para el noroeste.Junto con estas lozas, aparece en el ajuar lacorrespondiente cerámica común o de co-cina, mucho peor estudiada y que perma-nece bastante invariable en el tiempo, desdeel siglo XIV hasta el XVII e inicios delXVIII: ollas globulares exvasadas grises desonido metálico, realizadas a torno rápido,de pastas depuradas y acabados exteriorescon retícula bruñida, cuya evolución vienemarcada por el desarrollo y refinamiento dellabio. Para este período conforma el reper-torio cerámico más abundante.

Por último y asociado a niveles de ocupacióncontemporáneos (siglo XVIII hasta la actuali-dad) otro grupo bien nutrido es el representadopor la cerámica común vidriada, tipo Buño. Eneste repertorio pueden estar presentes formasarcaicas de la alfarería tradicional.

No queremos entrar aquí en la discusión delas cronologías, sino en la necesidad de po-seer corpus de producciones cerámicas, deconsulta, (al modo de portugueses y france-ses (folies....) de aquellos talleres peninsula-res con producciones bien identificadas.

Otro punto de interés del que quisiéramosdejar constancia se refiere a la conservación.La aplicación de tratamientos de conserva-ción y restauración destinados a preservar elobjeto, o en su caso la ausencia de trata-mientos, quizás porque los recursos a tal fin(tanto económicos como de tiempo) sondestinados a otras piezas de "mayor interés"(lo que suele significar: antigüedad) y estocuando existen realmente recursos, cosa queen la arqueología de urgencia es muy difícilde conseguir, matizando que la mayor partede las veces obedece más a una falta de co-nocimientos mínimos para intervenir sobrelas piezas que a falta de recursos (humanos).

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Fondos de plato Grandes vasijas Plato nº1 anverso

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En general la intervención sobre los mate-riales cerámicos podría resumirse en el si-guiente esquema:• la limpieza• la desalación• el secado• la fijación/engasados• la consolidación• la adhesión• las reintegraciones• el siglado• el embalaje

De todas ellas las cuatro primeras y la pe-núltima pueden ser aplicadas sin mayoresproblemas, pues los recursos necesarios novan a diferir con las intervenciones habitua-les, la única diferencia será el uso de agua

desionizada, lo cual no supone una dife-rencia sustancial en los presupuestos, y real-mente debiera ser -incluso- de uso obligado.

La limpieza es la única forma de ver todas lascaracterísticas del objeto, pero si una buenalimpieza ayuda a conservar, una mala puedesuponer la destrucción de información.

En el yacimiento recomendamos pasar di-rectamente al lavado, siempre cuando seauna intervención de urgencia. Hemos cons-tatado que introducir los objetos en un con-tenedor con agua, con unas gotas de un jabón

neutro, ya sea por unidades estratigráficas,número de bolsa etc., nos facilita el lavado,y no supone para las piezas ningún pro-blema, al final con una brocha eliminamos

los restos que no se hayan desprendido, acla-ramos y si disponemos de espacio se trasva-san a la cubeta de desalación. Por supuestosiempre existen piezas que necesitan una in-tervención diferente.

La desalación es una operación por la cualse eliminan las sales solubles, para ello hayque introducir el objeto en agua desionizadadurante el tiempo suficiente para que lassales pasen del objeto al agua, haciendo loscambios de agua necesarios hasta completarla operación. Para determinar la eliminaciónde cloruros podemos emplear los papelestornasol, lo ideal es que dispongamos de unconductivímetro...si no tuviésemos los re-cursos para realizarla se pasan los restos a lazona de secado o se introducen en las bolsaspara ser transportadas al lugar de estudio,como están húmedos prestaremos atencióna que no se produzcan fricciones entre ellos.

El secado, en un lugar ventilado, podremosayudarnos de estufas para mantener el am-biente cálido, y debe ser totalmente completadopues si introducimos una pieza en un lugar ce-rrado con restos de humedad pueden salirmohos, además haría la pieza más vulnerable.

La fijación, es un proceso más complejo,los productos que se usan deben ser rever-sibles como el Paraloid B-72, una resina acrí-lica que también debiera formar parte delequipo de campaña de la arqueología, sirvepara llevar a cabo distintos tratamientos, va-riando la concentración y el disolvente. Lasfijaciones pueden ser intervenciones intere-santes, pues evitan males mayores, y nosiempre necesitan una gran formación.

La consolidación, es una intervención quecambia sustancialmente el objeto, y su apli-cación debiera ser sopesada con mucho cui-

Vidriadas medievales

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dado, nunca será una acción indiscriminada.Para ello se usan distintos productos (des-taca el Paraloid B-72) mediante la aplicaciónde distintas técnicas, dada su complejidaddebe ser realizada por profesionales.

Las adhesiones, son por regla general fre-cuentes, aunque no recomendables, sobretodo si la conservación de la pieza no se haabordado desde una perspectiva física queincluya diferentes parámetros de evaluación.Se ha generalizado el uso de un adhesivo ni-trocelulósico, el “Imedio” banda azul, de re-sultados probados, pero también se ha vistoque cuando la pieza está debilitada puededar lugar a nuevas y más complicadas frac-turas. En caso de no saber a que nos en-frentamos, es más recomendable ejecutar unmontaje temporal para la realización del es-tudio del objeto, pero el depósito en elmuseo debe ser en fragmentos.

Las reintegraciones, sólo deben ser inter-venciones realizadas por profesionales al igualque las consolidaciones. Hay que valorar dis-tintos aspectos, como por ejemplo: si va a serexpuesto, si existen problemas de estabilidad,o la necesidad de un determinado acabado es-tético. La reversibilidad siempre es preceptivaen todos los procesos, pero en este caso losañadidos aunque no sean en sí mismos re-versibles su eliminación no deberá afectar ala integridad del original. Se busca pues, tantola estabilización como la mejora en la lecturay comprensión del objeto.

El siglado, es una acción que permite laidentificación mediante la aplicación de uncódigo, de cada uno de los objetos o frag-mentos extraídos de la intervención. Es co-rriente y equivocada la aplicación de una lacade uñas de la que se desconoce la fórmula,y que se aplica directamente sobre la super-

ficie, una vez seco se escribe el código y sefinaliza con una capa de protección de lamisma laca, si la cerámica es oscura esta lacaes de color blanco. El problema es que alestar escrito a mano los signos pueden serde difícil lectura. Por contra recomendamosla sustitución de estas lacas (por demás muyvariadas) por la resina ya mencionada, Par-loid B-72 en una concentración bastante altaque puede llegar al 45% tanto en xylenocomo en acetona, (aunque con el primer di-solvente hemos visto que se dan menos pro-blemas, con la acetona es muy frecuente quese produzcan burbujas) esta concentraciónpuede rectificarse si se ve muy espeso, porotro lado en las intervenciones que siguie-ron a Príncipe hemos sustituido la escrituramanual por una “etiqueta” preinscrita enpapel vegetal, que facilita muchísimo la lec-tura, finalmente se protege con otra capa dela misma resina.

El embalaje, es también una acción quelleva a cabo el profesional de la arqueología,aunque parezca una tarea sencilla: introduciren una caja los materiales, la verdad es quedebiera hacerse con una atención mayor. Loideal es siempre individualizar lo máximoposible, evitar roces, peso excesivo, facilitarel acceso futuro, aislar, no mezclar nuncamateriales de naturaleza diferente, (en losmetales esto debe ser más estricto) debemosconsiderar atentamente el material del em-balaje, uniformizando lo máximo posible eltamaño de las cajas y por último que existaun buen registro del contenido.

No quisiéramos terminar sin apuntar la po-sibilidad de que estos elementos fragmenta-dos y fosilizados (al menos en parte) tenganaún correlatos en la artesanía alfarera tantopopular como de mayor calidad (caso delozas o porcelanas).

BIBLIOGRAFÍA

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