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133 AyTM 12.1, 2005 * Becario de investigación de la Junta de Andalucía en el Departamento de Historia Medieval y Ciencias y Técnicas Historiográficas, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Granada, Campus de Cartuja s/n, 18071, Granada. A pocos kilómetros al NO de Granada se encuentra la Sierra de Elvira, eslabón de la cadena Subbética formada por arcillas y calizas del Triásico; sus cumbres más altas alcanzan los 1098 y 876 m, y enlazan por N la Sierra de Arana y por el S la Cuenca del Genil (OCAÑA, 1974: p. 29), emplazamiento histórico de Madi- nat Ilbira. Esta ciudad fue una de las primeras fundaciones islámicas en la Península Ibérica, capital de la kura del mismo nombre, y fue en ella donde posiblemente se estableció el yund damasceno, de origen qaysí, aunque antes ya había llegado allí un contingente yemení; los hispanorromanos serían también sin duda una cantidad considerable, y es probable que fue- ran el grupo más numeroso. La ciudad se encon- traría integrada en el sistema de poblamiento y de agricultura irrigada de la Vega de Grana- da (GUICHARD, 1998; MALPICA et alii, en prensa). Existe una gran controversia acerca de si la ciudad se encontraba en este lugar o en el solar de la actual Granada, aunque todo pare- ce ser más bien un intento de conectar la ciu- dad moderna con la romana, más concreta- mente la ciudad de Iliberis, que daría su nombre a la de Ilbira. A pesar de que una gran canti- dad de investigadores hoy día se decantan por la opción de que la ciudad romana se encuen- tra en el solar del Albaycín, a veces con argu- mentos bastante rebuscados (véase un ejem- plo de algunos casos famosos en MALPICA et alii, en prensa), es innegable, a la luz de los tes- timonios arqueológicos encontrados en la Sie- La cerámica islámica del Sombrerete (Madinat Ilbira, Granada). Primera aproximación José Cristóbal Carvajal López* RESUMEN Este trabajo es una primera aproximación al conjun- to cerámico extraído en las excavaciones del Cerro del Sombrerete, en Madinat Ilbira (Granada). Se trata de un ajuar de un contexto urbano de los siglos IX al X, en plena ascensión del poder cordobés en la Península. En este artículo se presentan los resulta- dos de los análisis morfológico y estadístico, así como algunas conclusiones de tipo tecnológico. PALABRAS CLAVE: Madinat Ilbira, cerámica alto- medieval, cerámica califal. ABSTRACT In this paper an initial approach to the pottery extrac- ted from the excavations of the Cerro del Sombre- rete, in Madinat Ilbira (Granada), is made. This comes from an urban context from the IX th -X th centuries AD., the same moment in which the Cordobese power is rising. In this work the results of the morphological and statistic análisis are presented, besides some con- clusions on technology. KEY WORDS: Madinat Ilbira, Early Medieval pot- tery, pottery from the Caliphate.

La cerámica islámica del Sombrerete (Madinat Ilbira ... · del proceso de feudalización que estaba tenien-do lugar en la Península, del mismo modo que en toda Europa. La sociedad

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133AyTM 12.1, 2005

* Becario de investigación de la Junta de Andalucía en el Departamento de Historia Medieval y Ciencias y Técnicas Historiográficas,Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Granada, Campus de Cartuja s/n, 18071, Granada.

A pocos kilómetros al NO de Granada seencuentra la Sierra de Elvira, eslabón de lacadena Subbética formada por arcillas y calizasdel Triásico; sus cumbres más altas alcanzan los1098 y 876 m, y enlazan por N la Sierra deArana y por el S la Cuenca del Genil (OCAÑA,

1974: p. 29), emplazamiento histórico de Madi-

nat Ilbira. Esta ciudad fue una de las primerasfundaciones islámicas en la Península Ibérica,capital de la kura del mismo nombre, y fue enella donde posiblemente se estableció el yunddamasceno, de origen qaysí, aunque antes yahabía llegado allí un contingente yemení; loshispanorromanos serían también sin duda unacantidad considerable, y es probable que fue-ran el grupo más numeroso. La ciudad se encon-traría integrada en el sistema de poblamiento

y de agricultura irrigada de la Vega de Grana-da (GUICHARD, 1998; MALPICA et alii, en prensa).

Existe una gran controversia acerca de si laciudad se encontraba en este lugar o en elsolar de la actual Granada, aunque todo pare-ce ser más bien un intento de conectar la ciu-dad moderna con la romana, más concreta-mente la ciudad de Iliberis, que daría su nombrea la de Ilbira. A pesar de que una gran canti-dad de investigadores hoy día se decantan porla opción de que la ciudad romana se encuen-tra en el solar del Albaycín, a veces con argu-mentos bastante rebuscados (véase un ejem-plo de algunos casos famosos en MALPICA etalii, en prensa), es innegable, a la luz de los tes-timonios arqueológicos encontrados en la Sie-

La cerámica islámica del Sombrerete(Madinat Ilbira, Granada). Primera aproximaciónJosé Cristóbal Carvajal López*

RESUMEN

Este trabajo es una primera aproximación al conjun-to cerámico extraído en las excavaciones del Cerrodel Sombrerete, en Madinat Ilbira (Granada). Se tratade un ajuar de un contexto urbano de los siglos IXal X, en plena ascensión del poder cordobés en laPenínsula. En este artículo se presentan los resulta-dos de los análisis morfológico y estadístico, así comoalgunas conclusiones de tipo tecnológico.

PALABRAS CLAVE: Madinat Ilbira, cerámica alto-medieval, cerámica califal.

ABSTRACT

In this paper an initial approach to the pottery extrac-ted from the excavations of the Cerro del Sombre-rete, in Madinat Ilbira (Granada), is made. This comesfrom an urban context from the IXth-Xth centuries AD.,the same moment in which the Cordobese power isrising. In this work the results of the morphologicaland statistic análisis are presented, besides some con-clusions on technology.

KEY WORDS: Madinat Ilbira, Early Medieval pot-tery, pottery from the Caliphate.

rra de Elvira, no sólo que Madinat Ilbira seencontraba allí, sino que además tuvo como baseun asentamiento romano de gran importancia.No cabe explicar de otra forma los hallazgosde los baños y de otras antigüedades exhumadasjunto con más de un millar de tumbas en lanecrópolis del Marugán a lo largo del siglo XIX(GÓMEZ MORENO, 1898). También es necesariocitar los datos hallados en la prospección rea-lizada en la Sierra en 2003, que muestran unacantidad importante de cerámica antigua eincluso algunas sigillatae (MALPICA et alii: en pren-

sa). Si este asentamiento precedente es o nola ciudad romana de Iliberis, como sería lo máslógico pensar, no es algo que nos correspon-da dilucidar en este artículo, puesto que nin-guna prueba tenemos en este sentido ni en otro.

No cabe duda de que la ciudad islámica deIlbira debe de ser en sí misma uno de los yaci-mientos más importantes de la Península paracomprender el sistema de asentamiento de losnuevos pobladores en la época de la conquis-ta de al-Andalus, pero también de las trans-formaciones a las que se vieron sometidos loshabitantes de la misma. La consecuencia másimportante de esta conquista fue la detencióndel proceso de feudalización que estaba tenien-do lugar en la Península, del mismo modo queen toda Europa. La sociedad tributaria y mer-cantil del Islam (AMIN, 1974: p. 27) hacía así suentrada en el ámbito peninsular, con una diná-mica propia y diferente a la de los reinos cris-tianos, que seguirían el camino del resto deEuropa (PASTOR, 1975; TRILLO, 2003b: p. 18).

Pero la ciudad islámica es también impor-tante para entender la propia evolución inter-na de la sociedad andalusí reflejada a través desu urbanismo. Madinat Ilbira ocupaba una granextensión de territorio, pero no tanto por sugran número de pobladores como por el inte-rés que éstos tenían en marcar sus territoriosclánicos con espacios diferenciados, lo que daríaa la ciudad más el aspecto de un grupo dealquerías unidas que el de una urbe tal y comonosotros la concebimos (MALPICA, en prensa). Nosólo se apreciaría en los espacios de habitación,sino en los mismos cultivos y sistemas de rega-dío (WATSON, 1998; TRILLO, 2003a, 2003b y 2004:

270-282).

Madinat Ilbira fue abandonada en el siglo XIcon motivo del traslado que los Ziríes, la dinas-tía beréber a cuya protección los habitantes dela ciudad se acogieron tras la caída del Califa-to, exigieron a los pobladores. La causa de estamigración pudo ser la dificultad que Ilbira ofre-cía para su defensa, pues en ella los habitantesvivían en barrios muy alejados los unos de losotros y sin murallas defensivas (LÉVI-PROVENÇAL

y GARCÍA GÓMEZ, eds. y trads., 1980: 84-86.). El nuevoemplazamiento escogido fue el HiSn Garnata,situado en el actual solar del Albaycín y núcleofundador de la moderna ciudad de Granada.

La investigación sobre la ciudad islámica haestado marginada durante mucho tiempo, ypodríamos añadir que prácticamente paraliza-da a lo largo de todo el siglo XX, con una solaexcepción en 1998 (RODRÍGUEZ, 2000). El únicotrabajo en el que se discutían los hallazgos dela Sierra fue el que Gómez Moreno publicó en1898, que se reeditó en formato facsímil en1986 por Manuel Barrios Aguilera (GÓMEZ

MORENO, 1898). Dicho ensayo era bastante com-pleto, pero no se puede olvidar que estamoshablando de una obra decimonónica en la quela Arqueología se contempla desde una pers-pectiva más artística que científica, y en la quesobre todo se presta interés a la época roma-na. Aunque éste último factor no ha cambia-do demasiado en nuestra época a nivel social(sigue prefiriéndose en líneas generales el tras-fondo romano sobre el islámico), sí que havariado en el ámbito científico, donde se pres-ta gran atención a los cambios que ocurrieronen el periodo altomedieval y se contempla ladiscontinuidad de la Península Ibérica al menoscon curiosidad. Desde este punto de vista esde agradecer la entrada en escena del Grupode Investigación «Toponimia, Historia y Arqueo-logía del Reino de Granada», que ha actuali-zado el interés científico por la Sierra de Elvi-ra gracias a sus intervenciones en el 2001 enel Sombrerete y en la prospección del 2003.

En el ámbito de Madinat Ilbira, guardandosu flanco occidental, se encuentra el Cerro delSombrerete. Gómez Moreno no nos habla deél en su famoso libro sobre la ciudad (GÓMEZ

MORENO, 1898), y sin embargo, cuando en agos-to de 2001 un equipo de excavadores del

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Grupo de Investigación «Toponimia, Historia yArqueología del Reino de Granada» dirigido porel Profesor Antonio Malpica Cuello realizó unaintervención de urgencia encontró en la cimay en la falda del monte un impresionante con-junto de restos arquitectónicos de lo que pare-cían ser casas y algunas otras edificaciones demayor importancia (MALPICA et alii, en prensa).

En las excavaciones se recuperó una cantidadingente de material, tan grande que hasta la fechasólo algo más de la mitad de toda la cerámicaha podido ser estudiada. En este artículo pre-sentamos el estudio correspondiente a la ZonaII y a la Unidad Estratigráfica No Construida (enadelante UEN) número 07 de la Zona I. La elec-ción de este estrato no ha sido hecha arbitra-riamente; se trata de una capa de arrastre que,aunque se encuentre sobre la Zona I, de cotamás baja, viene de la Zona II, como lo demues-tra el hecho de que varios fragmentos prove-nientes de estas áreas encajen. Es por eso quehemos decidido presentar en estas líneas los dosestudios al mismo tiempo, aunque por supues-to no los hemos mezclado. Cada una de las dospartes se verá por separado, y la comparaciónentre ambas nos servirá para establecer algunasde las conclusiones a las que llegaremos.

LA EXCAVACIÓNDEL SOMBRERETE

Seguimos en nuestra descripción de la exca-vación el informe enviado por los investigado-res a la Consejería de Cultura de la Junta deAndalucía (MALPICA et alii, en prensa). El yacimientose excavó en dos zonas diferenciadas: la pri-mera de ellas correspondía a una perturbaciónprovocada por unas excavaciones furtivas enla zona más inmediata a la cumbre, justo deba-jo de ella. La segunda está en la plataformamás elevada del Sombrerete, en su misma cima.

No nos extenderemos demasiado en la des-cripción de la Zona I, pues, como ya hemos seña-lado, no es de la cerámica proveniente de éstade la que nos ocuparemos en este trabajo, conla excepción de la perteneciente a la UEN 07.Este estrato de arrastre procedía de la cumbrey contenía gran cantidad de elementos cons-

tructivos y de materiales cerámicos; la tierra erasuelta, de color pardo y con manchas de cal,restos de tapial de color rojizo y manchas oscu-ras por descomposición de materia orgánica. LaUEN 07 cubría todo el sondeo (10 m x 6´5m), e inmediatamente debajo de ella aparecíaun muro de mampostería irregular trabada conargamasa que lo cruzaba de N a S y cuya con-tinuación podía verse bajar por la falda del cerrodesde sus 735 m de altitud máxima hasta los570 m aproximadamente. En el interior de lamuralla se apreciaban dentro del sondeo otrasdos estructuras: una plataforma que podríacorresponder a una torre y que tenía señalesde haber tenido techumbre, y otro muro de pie-dras pequeñas que se apoya en la plataforma.

La Zona II se sitúa en la plataforma que cul-mina el Cerro del Sombrerete, y tiene unaamplia panorámica de toda la Vega de Grana-da y las sierras y colinas circundantes. El son-deo practicado en ella tenía 8 m x 5 m, y enél se descubrieron una gran cantidad de estruc-turas, todas ellas en torno a un muro centralde mampostería que ocupaba un tercio delsondeo en dirección SO-NE. En su extremo hayuna serie de estructuras también de mampos-tería que debieron de conectar con este muro,cerrándolo en ambas partes. El lado E del muroestaría ocupado por una gran habitación consuelo de lajas, dividida posteriormente, segúnparece indicar la creación de un muro que seapoyó sobre el suelo. Al O parece haber unpatio que tiene también un pavimento de lajasallí donde no aflora la roca madre, y roto al Spor un conjunto de estructuras apoyadas en elmuro principal que vienen a aislar un espaciocon suelo de cal y que se ha supuesto que ser-viría de área de cocina o de despensa.

No existen en esta zona niveles de aban-dono claramente establecidos, con la excepciónde una pequeña capa de arena fina, posible-mente de origen eólico, que se formó sobreel suelo de lajas de la habitación grande, y queestaba completamente vacío de cerámica. Todoparece indicar que los materiales hallados eneste sondeo están asociados a los derrumbesde las estructuras, que raramente alcanzan másde 30 cm de altura. De hecho, la inmensamayoría de las Unidades Estratigráficas No Cons-

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truidas identificadas se han revelado comoderrumbes. Esto implica que a nivel cerámicoes imposible establecer una funcionalidad paracada uno de los espacios hallados, puesto quelo más probable es que los fragmentos halla-dos estuvieran integrados como relleno en lasconstrucciones y que por lo tanto antes sehabrían mezclado en algún depósito vertede-ro. Por fortuna, esto no afecta al resto de estu-dios que pueden realizarse sobre la cerámica.

Además, observamos que la cerámica quecreemos integrada en las estructuras es muyhomogénea en todas ellas a primera vista, porlo que podríamos suponer que todas ellas selevantaron en un periodo de tiempo muy corto,puesto que usarían rellenos del mismo verte-dero (o al menos del mismo tipo). De esemodo, no se produjeron variantes significativasen las piezas de unas a otras edificaciones.

EL ESTUDIO DE LA CERÁMICADEL SOMBRERETE

Nuestro estudio de cerámica está basadoen la clasificación morfológico-funcional de lacerámica medieval iniciada con Rosselló Bor-doy (ROSSELLÓ, 1978) y perfeccionada por Nava-rro Palazón (NAVARRO, 1986). También hemostenido muy en cuenta las cuestiones tecnoló-gicas en las formas planteadas por André Baz-zana (BAZZANA, 1979, 1980) y por Esteban Fer-nández Navarro (FERNÁNDEZ, 2000). Noobstante, hay que tener en cuenta que estosautores han trabajado sobre todo cerámica delsiglo XII en adelante, y que nuestro conjuntocerámico se remonta como poco al siglo X, porlo que ha sido frecuente encontrar cier tasinconsistencias ante las cuales mi única opciónes reflejar los problemas planteados y dar unahumilde opinión sujeta a los escasos datos quehe encontrado. En el campo de la cerámicaaltomedieval me han sido de gran ayuda loslibros de Antonio Malpica (MALPICA, ed., 1991),Sonia Gutiérrez Lloret (GUTIÉRREZ: 1996) y PaulReynolds (REYNOLDS: 1993). No bastan paracubrir el panorama fuertemente localista de laproducción alfarera de esta época. Si hay algoque pretendemos poner en relieve con nues-tro trabajo es la falta de un sistema completo

de clasificación de las tipologías altomedievalesen el Sur de al-Andalus.

En cuanto a nuestra metodología de traba-jo, debemos señalar que ha variado ligeramen-te en función del conjunto que estábamos estu-diando, proveniente de una zona con variosestratos o de una sola capa con una gran can-tidad de cerámica. En el primer caso hemosseleccionado y contado las piezas de acuerdocon el sistema clasificatorio usual, basado en lasobras arriba mencionadas: hemos distinguido deforma básica entre cerámica hecha a mano oa torno (incluimos la torneta en la sección dela hecha a mano) y, dentro de cada una deestas opciones, entre las series de almacenajey transporte, cocina, servicio de mesa, conte-nedores de fuego, complementos y usos múl-tiples. Una vez separados los diferentes grupos,han sido calculados sus porcentajes de inci-dencia en cada estrato en el que se encontra-ban presentes y en el total de la Zona II. Comoya se ha señalado anteriormente, no se hanidentificado niveles de abandono, por lo quepoco podremos decir de la funcionalidad de losespacios gracias a este estudio. También se haadelantado anteriormente que la cerámica pro-veniente de esta zona es en general muy homo-génea, lo que implica que todas las estructurasque pudieran contener estos fragmentos serealizaron aproximadamente en la misma época.

Las mismas operaciones se han realizado enlas bolsas de cerámica provenientes de la UEN07, con el número1029. Pero además aquí sehan intentado clasificar todos los restos, inclu-yendo aquellos amorfos que todavía ofrecíandatos gracias a la pasta y a las líneas de torne-ado con las que estaban hechos y a sus dimen-siones; todo ello de acuerdo con un sistemaclasificatorio simplificado: partiendo de la dife-renciación entre los hechos a mano y los hechosa torno, encontramos un grupo de grandes con-tenedores, que en la cerámica realizada manual-mente representaría sobre todo a las tinajas,pero también a grandes jarras y atanores, entreotros; en la cerámica hecha a torno se hallarí-an en este grupo de nuevo las grandes jarras,los alcadafes y posiblemente algunos anafres yarcaduces. El siguiente grupo es el de contene-dores ligeros, en el que se hallarían sobre todo

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jarritas, ataifores y posiblemente orcitas tantoentre los hechos a mano como entre los tor-neados. En el grupo de cocina se pretendenincluir todas las vasijas destinadas a la cocciónde los alimentos, distinguibles por las huellas defuego en el exterior de la pieza. Entre los con-tenedores de fuego se incluyen todos los frag-mentos reconocibles de candiles y aquellos queposean huellas de fuego en las paredes interio-res. En otro grupo se recogen varios amorfoscon características especiales, como vidriados ydecoraciones entre las que se pretende englo-bar tanto jarritas como redomas, botellas, atai-fores, etc. Mención aparte merecen las fichas,que hemos incluido en este grupo, aunque luegose han estudiado por separado y, por supues-to, se han incluido en la selección de piezasidentificadas. Los porcentajes se han calculadodesde números en bruto, sin proponer un coe-ficiente de equivalencia debido a las diferentescaracterísticas físicas de la tipología con la quese está tratando. En principio cabría pensar quetodas las piezas se desintegran en un númerode pedazos aproximadamente parecido, pero conlos fragmentos más grandes según el grosor delas paredes de la pieza; sin embargo, eso seríanegar la importancia de las diferentes pastas ytécnicas de torneado y de cocción. Pensamosque sería necesario un ejercicio de arqueologíaexperimental para poder utilizar un coeficientemás o menos exacto, y no creemos que estedependa, al menos, únicamente, de los gruposque hemos establecido nosotros. Es por elloque hemos considerado que la opción más acer-tada en este caso era dejar los números enbruto y permitir que los interesados en esteestudio saquen sus propias conclusiones. Otraopción, que incluiremos en futuros artículos, esla de pesar cada uno de los grupos y ofrecerun porcentaje de las diferentes masas. Aunqueseguiría requiriendo un coeficiente, éste podríaser mucho más fácil de establecer a este res-pecto que para el del número de fragmentos.

El objeto de esta operación era evaluar enun estrato muy completo el peso de los dife-rentes fragmentos entre el conjunto general detodos los recuperados en el mismo. Por supues-to, este estudio no pretende de ninguna mane-ra sustituir al de las piezas identificadas, porquees en sí mismo muy inseguro. Pero a modo de

comparación puede ser útil visto desde ciertadistancia y comparado con el otro, aunque sólosea para darnos una idea de en qué medidanuestra selección personal altera la disposiciónestadística de los fragmentos hallados, que yade por sí está distanciada con la de la realidad.

Posteriormente se realizó esta misma ope-ración con el conjunto proveniente de la ZonaII, aunque con una diferencia importante, yaque el número de amorfos desechados delestudio fue mayor desde el principio; estosamorfos no han podido ser tenidos en cuentaen este trabajo, aunque no se descarta volvera contarlos para un futuro ensayo si estosesfuerzos prueban ser de utilidad.

El orden de exposición que seguiremos eneste artículo será el mismo en el que se ha efec-tuado la investigación: primero el conjunto dela Zona II y a continuación el de la I, que hastael momento permanece incompleto a falta delas piezas procedentes del resto de las UENs.Ése es el motivo principal por el cual seguimoseste curso, en contra de las denominaciones quelos excavadores aplicaron en el Sombrerete.

La cuestión de las tipologías merece ser ana-lizada con más detalle, al menos en un par deasuntos, en esta sección. Mientras que a partirdel siglo XI empiezan a delimitarse con mayorclaridad las morfologías de las piezas en funciónde su uso, en la cerámica de los siglos anteriorestiene la característica de ser en la mayoría delos casos multifuncional y adaptada a las nece-sidades de subsistencia propias de cada comu-nidad. Ello no implica, por otra parte, que laalfarería no pueda alcanzar grandes cotas de per-fección técnica, de lo que podría o no inferir-se, según las circunstancias culturales, que habíapoblación especializada en este tipo de pro-ducción. En cualquier caso, las implicacionesque para nuestro estudio tienen estas condi-ciones son importantes, sobre todo porqueafectan directamente a nuestra percepción nosólo de las distintas tipologías, sino también delas mismas series funcionales. El caso más con-creto es el de la jarra-marmita: no es difícil dis-tinguir una jarra o jarro con cuello largo y estre-cho, o cuando la pasta es de un color ycomposición tales que no cabe pensar que esté

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destinada a la cocina; sin embargo, en muchasocasiones, como puede verse en este estudio,las formas y pastas son tan similares que la únicapista que nos queda son las huellas de fuego alexterior, que evidencian que la pieza se usó sinlugar a dudas como marmita, pero en ningúncaso podemos concluir que no siguió usándo-se como jarra. Ante esta circunstancia la opciónque he tomado ha sido la de elegir las piezascon las huellas de fuego más evidentes comomarmitas y dejar el resto como jarras. Sin embar-go, queda abierta la cuestión de hasta qué puntolos mismos fabricantes y usuarios de esta vaji-lla eran conscientes de esta diferencia, en elsentido de que les preocupara lo más mínimo,no de que no la conocieran. No sería tanto elnombre, es decir, la tipología de las piezas laque pesaría frente al coste de este trabajo, sinosu mayor o menor utilidad y longevidad.

Un problema parecido encontramos entrelas jarras y jarros frente a las jarritas y jarritos.En principio la forma de ambos es similar, aun-que los primeros están destinados al transpor-te y en algunos casos almacenamiento de dife-rentes medidas de líquidos y en los segundos asu consumo directo o administración dentro dela misma mesa. Sin embargo, en los niveles másbásicos es difícil distinguir entre unos y otros hastaque se ha reconstruido el borde o la base dela pieza. Esta observación va dirigida sobre todoa advertir que los porcentajes de las diferentesestadísticas deben manejarse siempre con pre-caución, ya que pueden contener una ciertacantidad de errores. En general, debo señalarque los elementos que he tomado como seña-les de jarritas o jarritos son principalmente lospequeños diámetros de borde o base, las téc-nicas decorativas o de fabricación elaboradas y,en segundo plano, aunque innegablementeimportante, el grosor de las paredes.

Para cerrar esta sección dedicada a la meto-dología de trabajo señalaremos la atención pres-tada a las pastas. Se han diferenciado y anota-do los diferentes materiales y colores quedefinían las pastas después de un análisis a nivelmacroscópico. En estos momentos se está tra-bajando en unas láminas delgadas de algunosfragmentos procedentes del Sombrerete y detodo el entorno de la Sierra de Elvira, aunque

todavía no tenemos los resultados. También sehan seleccionado algunos fragmentos para rea-lizar un estudio más detenido a nivel de micros-copio binocular, pero ese trabajo no ha comen-zado todavía. En este artículo, por lo tanto,ofrecemos tan solo las primeras y necesaria-mente superficiales impresiones en este tema.

LA DISTRIBUCIÓNESTADÍSTICA DE LA CERÁMICA

Una vez diferenciada la cerámica provenien-te de cada estrato, en ella se han aislado las dis-tintas series funcionales con el objeto de obser-var su incidencia en cada uno de los niveles y enel conjunto general del mismo, tras sumar todaslas piezas. Es necesario, por tanto, que antes deproseguir expliquemos brevemente en qué con-sistía cada una de las unidades estratigráficas esta-blecidas. De nuevo recurriremos al informe dela excavación (MALPICA et alii, en prensa). En la ZonaII tenemos las siguientes UENs con cerámica:

– La UEN 01 correspondía al suelo vegetal, quese encontraba con una potencia de 20 cmde media en todo el sondeo. Se componíasobre todo de arena con pocas inclusiones.

– La UEN 02 se encontraba al O del muroque dividía en dos partes la zona, y era bási-camente un estrato de derrumbe en el quese encontraron numerosos materiales cons-tructivos y cerámicos incluidos entre cal yarena. Tenía unos 20 cm de potencia.

– Al E del muro se encontraba la UEN 03, conunos 50 cm de grosor, que parecía haber-se formado también por una caída a plomode las piedras del muro, posiblemente poralgún movimiento sísmico. Además, muchosmateriales se encontraron en este estrato,y no sólo de tipo cerámico. La capa dabapaso a un nivel estéril de tierra que cubríalas lajas del pavimento de este lado del muro.

– Bajo la UEN 02 se encontraba la UEN 04,de unos 10 cm de espesor y compuestasobre todo de cal y restos ligeros, posible-mente de alguna cubierta.

– La UEN 05 venía inmediatamente después.Tenía unos 20 cm y estaba compuesta por

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elementos de derrumbe, sobre todo nódu-los de cal, así que se trataba posiblementede algún tipo de enfoscado interior de laestructura. Fue ya en este nivel dondecomenzaron a quedar en evidencia las cons-trucciones subordinadas al muro central. Deeste estrato parecen provenir las únicas pie-zas cerámicas halladas in situ: una tinaja, quesin duda quedó abandonada en el sitio hastaque se deshizo y dejó un gran depósito defragmentos que aparecerían a lo largo deeste depósito y del siguiente.

– Debajo se encontraba la UEN 06, con lasmismas características, pero oscurecida porla presencia de cenizas y con un número aúnmayor de restos cerámicos. No conocemosbien su origen, pero su composición pare-ce indicar que se encontraba vinculada a laUEN 05. De hecho, la tinaja encontrada enéste último tendría su base en la UEN 06.

– La UEN 07 tiene una presencia más parcial,pues aparece en la parte SO y forma unrelleno destinado a allanar los huecos de laroca madre a fin de permitir el levanta-miento de construcciones. Tiene una poten-cia de unos 11 cm.

– La UEN 08 vuelve a ser un derrumbe, conentre 30 y 40 cm de espesor. Se hallaba cercade la 07, entre dos muros.

– Las UENs 10 y 11 se hallan también en laparte SO del sondeo, y pertenecen a peque-ñas huellas de derrumbes también.

– Por fin, las UENs 12, 13, 14 y 15 vienen defi-nidas por los ámbitos entre muros en losque se encuentran, respectivamente C, B,E y D (siendo A la habitación al E del muro).Sin embargo, su origen está también en losmateriales constructivos caídos de las estruc-turas circundantes, así que no pueden defi-nirse como niveles de abandono.

Vistas todas las UENs que contenían restoscerámicos, pasamos ahora a presentar en tablaslos resultados de nuestro estudio estadístico. Paracada estudio presentaremos dos tablas: en laprimera de ellas expondremos los números enbruto, mientras que la segunda, con el mismoformato, estará destinada a los porcentajes.

Las tablas 1.1 y 1.2 muestran los cálculos rela-tivos a las piezas identificadas de la Zona II. Enlas tablas se han incluido tan sólo las piezas quehan podido ser identificadas, por lo que no seráextraño echar en falta algunas tipologías. Se aña-den también tanto en la sección de hechas a manocomo en la de hechas a torno sendos epígrafes«Otros» donde se contemplan las tipologías queestán presentes en menor grado; en dichas colum-nas de la tabla primera se incluye el nombre delas piezas, para permitir más claridad.

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UEN

MANO TORNO

A&TOtros

A&T Cocina Mesa C. Fuego OtrosTOTAL

Tinajas Jarras Marmita Cazuela Jarrito/a Ataifor Candil Botella Alcadafe Ficha Otros

1 5 3 4 16 1 1 1 1 32

2 51 jarra

1 ataifor2 3 7 1 20

3 3 8 1 7 1 20

4 3 1 cantimplora 6 7 7 2 2 1 1 brasero 30

5 4 2 2 4 1 1 14

6 8 9 6 1 23 1 miniatura 48

7 3 1 2 3 9

8 1 4 1 2 8

10 1 1 2

11 3 1 jarra 4 5 5 2 20

12 6 23 5 29 1 64

13 1 5 1 2 1 10

14 2 2 4

15 4 2 4 6

TOTAL 46 4 23,34 37 4 110 4 7 3 2 1 2 287

Tabla 1.1. Distribución de las piezas identificadas de la Zona II, números absolutos

Como puede apreciarse, el número detipologías que aparecen es relativamente redu-cido para lo que una excavación de asenta-miento islámico nos tiene acostumbrados. Esun factor bastante común en los conjuntosaltomedievales y la razón más verosímil paraexplicar esta circunstancia es el reducidonúmero de tipologías distinguibles por la forma.

Es notable la escasísima colección de restosvidriados que nos han aparecido, que puedenno llegar a una veintena en todo el conjuntoestudiado en las dos zonas. Si identificamos,algo burdamente, el vidriado como señal delujo, esto viene a indicarnos que la propor-ción de este tipo en el total es casi insignifi-cante.

A continuación presentamos las tablas corres-pondientes a las piezas identificadas en la UEN

07 de la Zona I, de nuevo en números abso-lutos (tabla 2.1) y en porcentajes (tabla 2.2).

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UEN

MANO TORNO

A&TOtros

A&T Cocina Mesa C. Fuego OtrosTOTAL

Tinajas Jarras Marmita Cazuela Jarrito/a Ataifor Candil Botella Alcadafe Ficha Otros

1 15,63 9,38 12,5 50 3,13 3,13 3,13 3,13 100

2 25 10 10 15 35 5 100

3 15 40 5 35 5 100

4 10 1,33 20 23,33 23,33 6,67 6,67 3,33 3,33 100

5 28,57 14,29 14,29 28,57 7,14 7,14 100

6 16,67 18,75 12,5 2,08 47,92 2,08 100

7 33,33 11,11 22,22 33,33 100

8 12,5 50 12,5 25 100

10 50 50 100

11 15 5 20 25 25 2 100

12 9,38 35,94 7,81 45,3 1,56 100

13 10 50 10 20 10 100

14 50 50 100

15 66,66 33,33 100

TOTAL 16,030,7 A&T0,7 Mesa

23,34 12,89 1,4 38,33 1,4 2,44 1,05 0,7 0,35 0,7 100

Tabla 1.2. Distribución de las piezas identificadas de la Zona II, porcentajes

Tabla 2.1. Distribución de las piezas identificadas en la Zona I, números absolutos

UEN

MANO TORNO

A&TOtros

A&T Cocina Mesa C. Fuego Otros TOTAL

Tinajas Jarras Marmita Cazuela Jarrito/a Ataifor Candil Botella Ficha Otros

7027 25

1 atanor3 jarras

252 218 3 128 7 5 14 431 orza

2 tapaderas3 cantimploras

Tabla 2.2. Distribución de las piezas identificadas en la Zona I, porcentajes

UEN

MANO TORNO

A&TOtros

A&T Cocina Mesa C. Fuego Otros TOTAL

Tinajas Jarras Marmita Cazuela Jarrito/a Ataifor Candil Botella Ficha Otros

7027 3,56

0,14 c. fuego0,43 A&T

35,9 31,05 0,43 18,23 0,99 0,71 1,99 6,130,14 orcita

0,28 tapaderas0,43 cantimploras

141AyTM 12.1, 2005

La producción de cerámica de esta época,a juzgar por lo que vemos en el Sombrerete,se preocupa menos por los aspectos estéticosy morfológicos del producto que por su dura-ción y longevidad. Ello no quiere ni muchomenos decir que la calidad de los productossea baja; uno de los factores que más nos hasorprendido de este yacimiento es el alto nivelde conocimiento que se requiere en el alfar paraser capaz de elaborar algunas de las piezas quehemos estudiado, lo que nos lleva a pensar queesta producción sería labor de artesanos espe-cialistas. Por otra parte, y como en su momen-to señalaremos, dicha experiencia no se mani-fiesta tan claramente en el campo de la cocción,donde hay un número importante de piezas conpastas tipo «sandwich» y una gran variedad decoloraciones que indican una escasa capacidadde control de la temperatura de los hornos.

En las listas de porcentajes vemos que enambas zonas predominan sobre todos los otroslas series de almacenaje y transporte (40,07%y 39,89% en las zonas II y I respectivamente),cocina (14,29% y 31,62%) y servicio de mesa(40,42% y 19,23%). Esto no supone ningunanovedad ni es sorprendente, puesto que estasseries contienen las formas que cubren las nece-sidades básicas de la población.

Del mismo modo, no aporta resultadosestablecer comparaciones entre ambas esta-dísticas, por muy curiosa que resulte la inver-sión proporcional de los porcentajes que seproducen entre los grupos de cocina y de ser-vicio de mesa en una y otra zona. Debemosrecordar que las diferencias entre ambos gru-pos están causadas por procesos posdeposi-cionales, y no histórico-sociales, con lo cual notienen interés en este artículo. Baste con obser-var que las piezas más ligeras se encuentran engeneral en la UEN 07 de la Zona I, mientrasque las de mayor peso suelen encontrarse arri-ba, y que la mayor cantidad de amorfos, casipor definición siempre pequeños, se encuen-tra también en la Zona I. El resto de las seriesaparecen subordinadas a estas cantidades.

Sí que resulta de utilidad, en cambio, teneren cuenta el significado que tiene el impactode ciertas tipologías en el conjunto general, en

este caso de los dos conjuntos generales, por-que no creemos apropiado mezclarlos a la lige-ra. Las tinajas, por ejemplo, reflejan la tenden-cia de un asentamiento determinado a aislarse,es decir, a obtener y guardar sus propios ali-mentos sin necesidad de recurrir a otras comu-nidades de su entorno. Sería propio, pues, defortalezas militares aisladas y de centros reco-lectores de excedentes tener un gran númerode tinajas. Dado el carácter de los dos conjuntoscerámicos que estamos estudiando, pertene-cientes a restos constructivos y por tanto posi-blemente provenientes de algún vertedero cer-cano desde el que fueron reutilizados comorelleno, podemos considerarlos como instan-táneas del ajuar cerámico usado en el momen-to de erigir los edificios hallados. El númerorelativamente reducido de tinajas aparecidasparece indicar que en el momento de la cons-trucción de las estructuras del Sombrerete lasrelaciones con el resto del entorno productorde la ciudad estaban bastante abiertas; la pre-sencia de estas piezas aquí puede demostrar laexistencia de almacenes caseros en el barriodel cerro; no parece ser, sin embargo, un núme-ro tan elevado como para que se considere undepósito de concentración de excedentes. Detodas formas habrá que esperar a que se docu-menten más excavaciones de esta época deforma que se puedan comparar diferentes tiposde asentamientos.

Las tipologías más abundantes son las de lamarmita (12,89% y 31,05%), la jarra/o (23,41%y 35,9%) y la jarrita/o (38’68% y 18,23%), loque no es raro, ya que son los representantesprincipales, y en el caso de la marmita y de lajarrita/o casi exclusivos, de sus series respecti-vas. La casi ausencia de cazuelas (1,4% y 0’43%)y de ataifores (1,4% y 0,99%) dan testimonioevidente de los usos de cocina y de alimenta-ción de ésta época: se cocinaría casi exclusiva-mente en marmitas, y por lo tanto guisados conbastante líquido y cocción lenta; después lacomida se tomaría directamente de la marmi-ta o se serviría en jarritas con la ayuda de ver-tederas, que por otro lado no son infrecuen-tes en las marmitas en esta época.

Del mismo modo, el número escaso decontenedores de fuego (2,79% y 0,85%) y de

alcadafes es revelador de ciertos hábitos. Eluso de candiles (2,44% y 0,71%) estaría pro-bablemente muy restringido, aunque no tantocomo los atanores (0 y 0,14%) , usados comococinas y hornos portátiles. Su escasísima inci-dencia debería corresponderse con la apari-ción de hogares en futuras excavaciones delmismo lugar, si es que la cantera permite rea-lizarlas. Cabe llamar la atención sobre un bra-sero (0,35% y 0), pieza infrecuente en todaslas épocas de la Edad Media andalusí. Apare-cen restos de lo que parecen ser anafres en laZona II, pero no han podido ser identificadoscon suficiente seguridad.

Los alcadafes (0,7% y 0 identificados) sonotros de los grandes ausentes, aunque eso noresulta del todo extraño en la Alta Edad Media.Los dos ejemplares hallados confirman la exis-tencia de su necesidad y, como ya hemos obser-vado en otros casos, el uso de formas carac-terísticas de otras tipologías para cubrirlas.

La cerámica de complementos (1,74% y8,4%, siendo esta segunda cifra debida sobretodo al peso de las fichas) es un factor muy inte-resante, pues revela un tipo de producción«excedentaria», por usar una palabra apropia-da. La aparición de este tipo de piezas, que noson necesariamente de lujo, es una ventana quepermite asomarse a una faceta algo más «super-flua» y por tanto más abandonada del mundode la alfarería islámica, el ámbito de ritos y fac-tores culturales que no están relacionados direc-tamente con la subsistencia, pero que caracte-rizan de manera relevante una sociedad.

Las botellas y redomas (1,05% y 1,99%) sonun reflejo muy importante de esta tendencia.Constituyen casi en sí mismas, con la excep-ción de alguna jarrita, la totalidad de las piezasvidriadas de todo el conjunto cerámico del yaci-miento visto hasta el momento. El poco usodel vedrío, concentrado en este grupo sobretodo, les da una especial relevancia, puesto quelas convierte en la principal pista para rastrearel origen de dichos vidriados, en su mayoría ver-des. Como apunte diremos que no creemosque la técnica fuera propia de un taller autóc-tono, porque el número de vidriados es esca-sísimo incluso contando los amorfos. Sin embar-

go, no hay que olvidar que hay dos factores quepodrían explicar esta escasez sin tener querecurrir al intercambio: el primero de ellos es,por supuesto, el expolio continuo al que Madi-nat Ilbira se ha visto sometida durante más deun siglo; la otra tiene que ver con el valor deestos objetos; al fin y al cabo, si algo se lleva-ron de la ciudad los habitantes al abandonar-la, sobre todo teniendo en cuenta que fue unamigración voluntaria y no forzosa, serían susmás valiosos bienes muebles.

En cualquier caso, la aparición de los vidria-dos podría confirmar la teoría de que nos halla-mos ante un yacimiento de cierta preeminen-cia política, como ya hicieron notar losexcavadores por el tamaño de las estructuras(MALPICA et alii). No debemos sin embargo tomaresta opinión con demasiada seguridad, pueshasta el momento no tenemos términos decomparación válidos para esta época; la exca-vación del Sombrerete es por ahora (con el per-miso de la del Cerro de la Verdeja, Villanuevade Mesía, cuya investigación está en marcha enestos momentos) única en el Sudeste penin-sular, y más particularmente en la Vega de Gra-nada. Además, vidriados muy similares apare-cen en el yacimiento del Castillón (Montefrío)y no tenemos noticia de ninguna particular cir-cunstancia que explique su presencia recu-rriendo a las desigualdades sociales (MOTOS,

1991).

Como en su momento señalamos, añadimosa continuación los cálculos de nuestro ejerci-cio de contar todos los fragmentos. En primerlugar presentamos los resultados para la zonaII, en tablas iguales a las usadas hasta ahora. Laorganización de los campos se hace conformea las siguientes pautas: se diferencian los frag-mentos en hechos a mano y hechos a tornoy, en función de sus características físicas y desus huellas de uso se le asigna un grupo, querefleja con bastante precisión las series funcio-nales más frecuentes. Las piezas que se identi-fican claramente como pertenecientes a otraserie funcional se colocan con su nombre bajoel epígrafe «Otros»; los porcentajes de estegrupo se presentan ya sumados, puesto que eneste tipo de estudios su representación aisla-da es a veces casi igual a 0.

142 AyTM 12.1, 2005

Seguidamente presentamos los resultados delmismo ejercicio en la Zona I. Puede observar-se cómo nos hemos visto obligados a incluir

una nueva columna entre la cerámica hecha amano, dedicada exclusivamente a piezas conhuellas internas de fuego.

143AyTM 12.1, 2005

UEN

MANO TORNO

Contenedores(Grandes)

Contenedores(Ligeros)

CocinaContenedores

(Grandes) Contenedores

(Ligeros)Cocina Otros

TOTALUEN

1 24 1 63 77 234 Botellas1 Candil1 Anafre

200

2 11 1 43 44 8 109

3 3 43 82 15 1 Candil 144

4 3 53 84 872 Botellas2 Candiles1 Brasero

232

5 10 11 11 12 1 Ficha 45

6 126 3 125 39 58 351

7 2 5 3 2 1 Anafre 13

8 1 16 5 1 23

10 1 10 7 18

11 26 146 22 431 Candil

1 Alcadafe239

12 6 58 8 312 Botellas1 Candil

106

13 12 18 2 32

14 21 8 6 35

15 5 1 3 1 10

TOTAL 231 4 2 613 395 293

8 Botellas6 Candiles2 Anafres1 Brasero1 Alcadafe

1 Ficha

1.557

Tabla 3.1. Fragmentos de la Zona II, números absolutos

UEN

MANO TORNO

Contenedores(Grandes)

Contenedores(Ligeros)

CocinaContenedores

(Grandes) Contenedores

(Ligeros)Cocina Otros

TOTALUEN

1 12 0,5 35 37,5 11,5 3 100

2 10,09 0,98 39,45 40,37 7,34 100

3 2,08 29,86 59,94 10,42 0,69 100

4 1,29 22,84 36,21 37,5 2,15 100

5 22,22 24,44 24,44 26,66 2,22 100

6 35,9 0,85 35,61 11,11 16,52 100

7 15,38 38,46 23,08 15,38 7,69 100

8 4,35 69,57 21,74 4,35 100

10 5,56 55,56 38,89 100

11 10,88 61,09 8,37 0,84 0,84 100

12 5,66 43,4 7,55 25,25 2,8 100

13 37,5 56,25 6,25 100

14 60 22,86 17,14 100

15 50 10 30 10 100

TOTAL 14,84 0,26 0,13 39,37 25,31 18,82 1,22 100

Tabla 3.1. Fragmentos de la Zona II, números absolutos

Como podemos observar, no hay cambiossignificativos en la distribución general de las pie-zas si tomamos los grupos de contenedores yde cocina como representativos principalmen-te de las series funcionales principales, aunqueteniendo en cuenta que esta misma conside-ración parte desde una asunción con un altogrado de error.

Sin embargo, el análisis resulta útil para con-templar desde mejor perspectiva la diferenciade recursos empleados en las necesidades bási-cas y los empleados específicamente en cubrirotras necesidades de tipo más secundario.

Este tipo de análisis también resulta útil pararesaltar algunos sectores de la producción cerá-mica que pueden quedar enmascarados porlas selecciones con criterios básicamente mor-fológicos, como en este caso eran el conjuntode las cerámicas hechas a mano y la serie decontenedores de fuego, que han sido puestosen relieve con bastante más precisión que enel estudio de la selección. Y no sólo eso, sinoque nos coloca en una posición excelente paraexaminar otras facetas de la cerámica con unavisión bastante más completa: en nuestro caso,la selección de piezas de la UEN 07 ha sidorealizada con gran desahogo después de estetrabajo. La distribución de los pedazos segúnsus características físicas facilita enormementelos estudios de tipo tecnológico, como el avan-ce que sigue a continuación.

LAS PASTAS Y LA TECNOLOGÍA

El estudio tecnológico de la cerámica delCerro del Sombrerete está en estos momen-tos en un proceso de recogida de datos. Losresultados que ofrecemos a continuación sonuna labor bastante superficial y por ello suje-tos a modificaciones.

En el conjunto del Sombrerete, al menosen la parte hasta ahora investigada, hemos podi-do aislar cuatro tipos principales de pasta, nor-malmente asociada a unas determinadas tipo-logías.

El primer tipo que hay que comentar es elque se usa en las tinajas y en general en todaslas piezas hechas a mano, salvo algunas excep-ciones. Se trata de una pasta burda, con abun-dantes intrusiones, a veces de más de 5 mmde grosor medio, y de un rango de color queva desde el rojizo hasta el anaranjado. Los cen-tros de las paredes suelen ser grises y no esextraño que también estén ennegrecidas lascaras internas de las piezas, probablemente porel mismo ambiente reductor que su tamañogeneraba en su parte interior. También es muyposible que esta sea la pasta en la que apare-cen hechos algunos atanores, aunque éstos sue-len tener un color característicamente oscuro.La decoración en cordones está asociada a estetipo de pasta.

144 AyTM 12.1, 2005

Tabla 4.1. Fragmentos de la Zona I, números absolutos

UEN

MANO TORNO

Contenedores(Grandes)

Contenedores(Ligeros)

Cocina OtrosContenedores (Grandes)

Contenedores(Ligeros)

Cocina Otros TOTAL

7 907 168 109 66 c. fuego 755 6.737 4.537

26 c. fuego1 sigillata43 fichas

2 tapaderas

13.369

UEN

MANO TORNO

Contenedores(Grandes)

Contenedores(Ligeros)

Cocina OtrosContenedores (Grandes)

Contenedores(Ligeros)

Cocina Otros TOTAL

7 6,78 1,27 0,81 0,49 5,8 50,39 33,94 0,751 100

Tabla 4.2. Fragmentos de la Zona I, porcentajes

Más frecuente es también una pasta algo másdepurada, pero aún conteniendo intrusiones enun rango que va desde algunas de diámetromayor de 2 mm a otras tan pequeñas que casillegan a resultar ser invisibles a simple vista. Elcolor de esta pasta suele ser de tonos oscuros,yendo del rojizo y del anaranjado oscuro hastacolores francamente grises o negros. Esta pastaestá asociada sobre todo a las cerámicas decocina, pero no es su único ámbito. Aparecenmuchas piezas fabricadas con ella que no sólono conservan huellas de fuego, sino que estánfinamente trabajadas o decoradas. De este modose demuestra que la calidad de la pasta no estádirectamente asociada con la de la técnica detrabajo. Por otro lado, la fabricación de piezasde este tipo podría estar orientada a cubrir unaamplia variedad de necesidades entre las que secontemplaba como opción, no necesariamenteúnica, la de cocina; quizás la razón de que grannúmero de piezas fueron producidas con seme-jante materia prima fue el mayor rango de uti-lidades que de este modo se le daba a la vasi-ja. A esta pasta se asocia normalmente ladecoración incisa, aunque no hay que descartarla aparición de algunos motivos pintados.

La siguiente pasta se utiliza sobre todo enla producción de jarras y jarritas. Se trata deuna de colores rosado a beige que no sueletener intrusiones de tamaño mayor que peque-ño, y a veces incluso de tamaño mediano (de1 a 2 mm de grosor). Estas piezas suelen con-tener la mayor parte de las decoraciones máslujosas, ya estemos hablando de la pintura odel vidriado. La aparición de algunos fragmen-tos con huellas de fuego indica que en deter-minados momentos pudieron ser usados comomarmitas, costumbre que reforzaría de ser cier-ta la suposición lanzada sobre el carácter mul-tifuncional de la producción, aunque en este casofuncionaría en sentido inverso.

Por último hay que señalar la pasta usadaen los candiles y en general en todos los con-tenedores de fuego: se trata de una mezclabizcochada y poco compacta, de color grisá-ceo-verdoso o simplemente gris a la que nose suele aplicar decoración alguna. En algunoscasos se observan intrusiones, aunque estas nosuelen sobrepasar el milímetro de grosor.

Con respecto a la tecnología, señalaremosfundamentalmente que casi todos los frag-mentos hallados pertenecen a piezas hechas atorno, con la excepción de las piezas más gran-des (hablamos casi exclusivamente de las tina-jas), que debían hacerse a mano y posible-mente por partes. En la mayoría de los casosse despegaban del disco giratorio por mediodel estrangulamiento con una cuerda, cuya hue-lla posterior se dejaba o se borraba con un espa-tulado suave. Las bases eran casi siempre pla-nas, a veces casi cóncavas, aunque se han llegadoa hallar ejemplares con una ligerísima convexi-dad. Podemos citar tan sólo uno o dos casosen los que se haya identificado una base de dife-rentes características. De nuevo aquí la excep-ción la imponen los fondos de las piezas másgrandes, que suelen ser mucho más irregula-res, aunque con tendencia a ser planos. En algu-nos casos se aprecian en ellos huellas de palan-ca, producto del esfuerzo que se realiza paralevantarlos en estado húmedo o de cuero dellugar en el que han sido moldeadas.

La cocción de las piezas no parece ser engeneral obra de expertos. Abundan las pastasdel tipo sandwich, tanto en el tipo de pastacaracterístico de las marmitas como en el delas jarras y jarritas, y por supuesto en el de lastinajas. Otra manifestación de esta carencia dedominio es el amplio espectro de colores quealcanzan todas las piezas hechas con una mismapasta, aunque eso es algo a lo que los propiosproductores no le daban seguramente dema-siada importancia. Hay que señalar que en unpar de casos la cocción era tan mala que laspastas empezaron a disgregarse en cuanto selas puso en contacto con el agua para lavarlas.En general, todas las piezas están cocidas conuna calidad más o menos baja, que no sólo pro-voca los efectos de coloración, sino también unacierta facilidad para deshacerse en las manosque se manifiesta en muchos casos en las hue-llas de polvo que dejan en las manos que lastocan.

No deja de ser curioso que unos alfarerosque demuestran tener tanta habilidad en elmodelado de las piezas no tengan luego lacapacidad de cocerlas con una destreza acor-de. Lo cierto es que hay también algunos frag-

145AyTM 12.1, 2005

mentos que parecen superar con creces la cali-dad general, por lo que se podría postular laexistencia de varios talleres entre los que algu-nos pocos, quizá uno sólo, sobresalían. Tambiénes posible que esta variedad se deba a inter-cambios comerciales.

La aparición de algunas piezas con ciertoselementos morfológicos muy similares a otrosde tradición tardorromana podría hacer pen-sar estos artesanos eran herederos de la mismao al menos que aprendieron a imitar el estilode manufactura, pero no de cocción, por faltade medios técnicos o por falta de interés. Perosería falso marcar a los habitantes de este asen-tamiento con la denominación de burdos imi-tadores; como veremos en el estudio tipológi-co, algunas de las formas halladas eran lasprimeras versiones de otras que alcanzaríangran difusión en pocos siglos.

Nos queda por tratar brevemente acercadel tema de los vidriados. Ya hemos mencio-nado antes que son un grupo minoritario laspiezas que tienen este tipo de técnica, que casipodríamos definir como decorativa en estaetapa de desarrollo de la técnica alfarera anda-lusí. Entre ellos predominan los colores verdes,sobre todo el tono oscuro comúnmente deno-minado califal, aunque también hay coloresmelados, blancos, marfiles y amarillos. El análi-sis de los elementos que los componen debe-rá esperar a ser publicado en otro artículo, sies que hay ocasión de realizarlo, pero no hayen principio razón para no pensar que sus cons-tituyentes químicos sean los habituales: óxidosde plomo mezclados con óxidos de cobre,estaño y hierro en proporciones distintas.

La mayor importancia de los vidriados resi-de en que son el mejor hito cronológico parafijar la fecha de erección de las estructuras delyacimiento, siempre pensando en que la granmayoría de la cerámica hallada era parte del relle-no integrante de las mismas. Las claves en estesentido son la presencia del vedrío de colorverde califal y la ausencia del de líneas negrasde manganeso sobre fondo melado y, más sig-nificativa aún, del verde y morado califal. El pri-mero nos da una fecha concreta tras la que situaresta construcción, y es la de la difusión de la

técnica del vidriado verde califal. Según la cro-nología tradicional, ésta pertenece al siglo X, aun-que da la impresión, por la cerámica a la queaparece asociada, que podría ser algo anterior.Esto nos situaría entre los años finales del sigloIX y los primeros del X aproximadamente,como fecha de inicio para el conjunto según elvidriado. Para delimitar este espacio de tiem-po contamos con dos importantes ausencias quese sabe documentadas en las prospecciones delsiglo pasado de la Sierra de Elvira: la cerámicaverde y morada y la de líneas negras sobremanganeso. La segunda es una técnica que deberetrotraerse hasta mediados del siglo XI, aun-que su aparición en la prospección de MadinatIlbira del 2003 (MALPICA et alii, en prensa) podríaobligar a adelantar esta fecha en una o dosgeneraciones. La primera es aún más reveladora;son bien conocidas las piezas decoradas con estatécnica procedentes de la ciudad, indepen-dientemente de que hayan sido allí producidaso no (CANO, 1993); y sin embargo, ningún restode las mismas ha sido identificado, ni tan siquie-ra entre los amorfos. Aunque se podría argüirque, si en Madinat Ilbira no existían tallerescapaces de fabricar este tipo de cerámica, nosería lógico que hubiese restos suficientes comopara que sirvieran de relleno en las estructu-ras de la ciudad, creemos que sería lógico esta-blecer como fecha ante quem la primera mitaddel siglo X.

Si este complejo proviene efectivamente delperiodo entre el siglo IX y X, se podría dar comobuena la primera tesis lanzada por el equipoinvestigador del yacimiento, que postulaba quela gran casa en la cima del Cerro podría tra-tarse de una alcazaba de adscripción califal des-tinada al control de la madina de Ilbira.

DESCRIPCIÓN TIPOLÓGICA

Como último ejercicio de esta investigaciónpresentamos a continuación la clasificación tipo-lógica con tentativas de periodización que hemosrealizado en nuestro trabajo. Lo haremos en elorden que hasta ahora hemos venido siguien-do: primero la cerámica de la Zona II y a con-tinuación la proveniente de la UEN 07 de laZona I.

146 AyTM 12.1, 2005

En los dibujos se han recogido los ejemplaresmás relevantes para la caracterización del con-junto cerámico identificado después de su estu-dio, aunque no se descarta añadir nuevas pie-zas a la UEN 07 de la Zona I en futuros trabajos.

Las cerámicas hechas a mano se señalan conuna trama específica en la parte externa. Losvidriados y la pintura también se marcan contramas que, aunque respetan la intensidad delos colores en la medida de lo posible, no estánsistematizadas para la representación de cadatono específico. Una excepción a esta normason las pinturas de almagra sobre pastas másoscuras, que en los casos de las decoracionesmás sencillas (no las complejas) se han colore-ado con un tono más intenso que el resto dela pieza para que queden reflejadas con clari-dad: es el caso, en concreto, de los fragmen-tos 2031-53, 2017-111 y 2015-38 de la lámi-na 4 y de los 1029-78, 1029-23 bis y 1029-23de la lámina 12. Aunque se hallan en el mismocaso, no sucede esto con los fragmentos tor-neados números 1029-65+45 y 1029-44 de lalámina 12, porque la compleja decoración quelos caracteriza puede apreciarse mejor graciasa los tonos que se les han aplicado.

ZONA II

Serie de almacenaje y transporte

1. Tinaja

Tipo I: Hemos incluido en éste todas las tina-jas que parecen no tener cuello. Las dos quese incluyen aquí son las de siglado 2026-37+2062-4 (lám. 1) y 2017-7 (lám. 1). En elcaso de la primera hablamos de una tinaja decuerpo globular y borde exvasado y engrosa-do de labio redondeado, a la que se le encuen-tran paralelos en el valle del Vinalopó, Alican-te, durante los siglos IX y X (REYNOLDS, 1993:

168, lm. 84). La forma es tan singular que podrí-amos haber pensado que se trataba de un ata-nor de no ser porque carece por completo dehuellas de fuego. De esta pieza se conservatambién un fragmento de asidero, en forma decordón de sección alargada que posiblementerodeaba la pieza en todo su diámetro.

La 2017-7 es una tinaja de la que tambiénhemos encontrado restos en la Zona I. Su diá-metro es enorme, de casi 1 m, por lo que pen-samos que debía tener forma de brocal depozo, y quizás también esa función si no fueraporque no se han hallado restos de manantia-les ni de canalizaciones de agua en la cima delSombrerete. El perfil de la pieza es de bordeengrosado y cuadrado, ligeramente inclinadohacia el interior. Tiene una decoración de inci-siones en cinta.

Tipo II: Viene definido por piezas de cuello másestrecho, troncocónico y con una transiciónsuave hacia el cuerpo, de forma que no pare-ce haber distinción entre uno y otro. La pri-mera tinaja que señalaremos es la 2017-70(lám. 1), muy sencilla, con borde exvasado yengrosado.

Las dos siguientes, 2017-33 (lám. 1) y 2015-16 (lám. 1), parecen ser una evolución de lamisma forma, con el borde vuelto y cuadrado.La segunda de estas dos formas tiene ademásunas pequeñas acanaladuras en la línea exte-rior del borde.

Tipo III: Su marca distintiva son los cuellos cilín-dricos, con mucha probabilidad (y de hecho esbien visible en la pieza 2068-4) claramenteseparados del cuerpo. La tinaja 2009-70 (lám.2) está puesta en primer lugar porque la formade su borde, vuelto al exterior y engrosado,con el labio aplanado e inclinado al interior,todavía parece recordar a la forma anterior.Tiene también un cordón justo bajo el borde.

Las dos piezas siguientes, 2017-3 (lám. 2) y2068-4 (lám. 2), presentan ya un borde clara-mente diferenciado del cuello. La primera tieneel perfil de labio aplanado, con el borde engro-sado al exterior. La segunda es ya una formabastante más avanzada, con borde cuadradoexvasado y cuello bastante más estrecho queen la unión con el cuerpo está decorado conun cordón digitado.

Hemos incluido también en nuestra selec-ción algunas muestras de bases de tinajas, todasellas tendentes al plano y siempre bastante irre-gulares. En nuestros ejemplos podemos con-templar una base con cierta concavidad (2017-

147AyTM 12.1, 2005

19, lám. 2) y otra ligeramente convexa (2034-38+40, lám. 2). Sin embargo, tales tendencias sonfruto de la falta de regularidad de estas partes,porque podemos observar claramente en lapieza 2009-69 (lám. 2) lo que podríamos deno-mitar una “tendencia compuesta”: cóncava cercadel exterior y convexa en el centro. En generalpodríamos decir que la cerámica se dobla porsu propio peso cuando se refuerzan las junturasde las paredes y la base, lo que le da a éstas últi-mas cierta curvatura; esto se produce cuandola cerámica se corta con cuerda o cuando se dejauna gran cantidad de pasta para conformar losfondos, como creemos que es el caso.

Añadimos también un ejemplo de cordóndigitado (2045-36+17, lám. 2) y de asa enforma de aleta de tiburón (2050-75, lám. 2).

2. Jarra/o

Tipo I: Son jarras con cuello troncocónico nodiferenciado del cuerpo, que será normalmen-te ahusado. Los dos casos más claros son losde las piezas 2011-78 (lám. 3) y 2038-12 (lám.3). La primera se caracteriza por un borderecto con labio redondeado y con una acana-ladura interna que bien podría servir para elacomodo de una tapadera. Una faceta pareci-da tiene la 2038-12, aunque en este caso setrata de un engrosamiento interno de la partebaja del borde que se ve correspondido en ellabio y que la hace similar a las piezas de la serieT.12 del Levante, con cronología del siglo IX(GUTIÉRREZ, 1996: 103).

La jarra 2055-107 (lám. 3) pertenece tam-bién a este grupo, aunque es ligeramente másdistinta. Tiene el borde exvasado y surcado demúltiples acanaladuras al exterior. Quedan endicho exterior restos de una decoración detrazos de manganeso. Recuerda mucho a unaserie levantina de nuevo, la T.13, datada entrelos siglos VIII y X (GUTIÉRREZ, 1996: 104).

Les siguen la 2055-133 (lám. 3), una jarrahecha a mano de borde exvasado y labio adel-gazado, y la 2026-14 (lám. 3), muy similar enla forma del cuello, pero con el labio ligeramenteaplanado. Ambas piezas pertenecen a una mismatipología, pero en las versiones a torno y a

mano respectivamente, que se identifican conlos tipos T.6 y M.6 del Levante (GUTIÉRREZ, 1996:

97 y 81), con una amplia cronología: siglos VII-IX. Se les encuentra también paralelo en elCastillón (MOTOS, 1991: f. 4).

Tipo II: Se caracteriza por cuellos cortos, quese unirían a cuerpos posiblemente abolsadoso globulares.

– Subtipo IIA: Son piezas de cuellos rectos oligeramente inclinados al interior. Se trata dela 2017-106 (lám. 3) y de la 2011-67+72(lám. 3). La primera es muy sencilla, conborde redondeado y paralelos en la serieT.20 de Levante (GUTIÉRREZ, 1996: 113-114),mientras que la segunda luce un asa surca-da por acanaladuras y tiene dos pequeñasmolduras al exterior.

– Subtipo IIB: Se trata de formas de cuellosligera o abiertamente inclinados al exterior.Estas piezas corren el riesgo de confundir-se con marmitas si no es gracias a que tie-nen pastas poco útiles frente al fuego. Laprimera de este grupo es la 2038-15+3+2(lám. 3), con un borde sencillo de labioredondeado y una base cóncava. De lasiguiente jarra, 2034-24+76 (lám. 3), sólo seconserva un fragmento de cuello con bordeligeramente adelgazado y con trazos deco-rativos de almagra al exterior.

Tipo III: Se define por jarras de cuello más largoy claramente distinguible del cuerpo, que seráprobablemente globular o ahusado.

– Subtipo IIIA: Formado por piezas de cue-llos estrechos. De todas ellas, la 2000-26(lám. 3) es la más sencilla: borde recto engro-sado y labio redondeado, y con una acana-ladura al interior. La jarra 2031-8+9 (lám.3) es similar, aunque tiene el borde inclina-do al interior, el labio biselado y decoraciónexterior de trazos de manganeso. Por suparte, la 2000-28+2005-16 (lám. 3) se carac-teriza por un perfil exvasado de labio redon-deado y con múltiples acanaladuras tanto alinterior como al exterior.

– Subtipo IIIB: Definido por una sola pieza, la2009-141 (lám. 4), que tiene un cuello que

148 AyTM 12.1, 2005

parece ser largo y muy ancho (aproxima-damente el doble de la media del subtipoanterior); el borde está engrosado al inte-rior y el labio es redondeado.

– Subtipo IIIC: Engloba dos piezas. La prime-ra de ellas es la 2000-33 (lám. 4), de borderecto y engrosado y labio redondeado. Másestrecha, con el borde exvasado y con unamoldura al exterior es la siguiente, 2017-71 (lám. 4). Ambas son similares a la serieT.11 de Levante de entre los siglos VIII y X(GUTIÉRREZ, 1996: 102-103).

Se incluyen también algunos dibujos de bases,todas ellas planas: 2026-2 (lám. 4), 2038-22(lám. 4) y 2005-19+2000-23 (lám. 4), que posi-blemente podría relacionarse con el borde2000-28+2005-16. El gran abanico de tamañosposibles dentro de la tipología de jarras quedademostrado en la diferencia de diámetro queexiste entre la segunda con respecto a la ter-cera y a la primera; diferencias de tamaño tangrandes probablemente se debían al uso dife-renciado de las jarras más grandes, usadas paratransportar grandes cantidades de líquido ymantenerlo luego almacenado hasta su distri-bución por medio de las más pequeñas. Exis-ten también algunas bases ligeramente conve-xas, pero se trata de un número mínimo. Losfondos de estas bases suelen ir espatulados yalisados, aunque a veces conservan huellas dela cuerda que se usó para separarlos del torno.

Por último se han incluido una serie de deta-lles que caracterizan áun más la cerámica halla-da y posiblemente producida en el Sombrere-te: tres tipos de asas de grandes contenedores,con números 2017-68 (lám. 4), 2050-92 (lám.4) y 2045-51 (lám. 4); la segunda de ellas podríatratarse de una asa de antigua ánfora. Un asamás pequeña, quizás incluso de jarrita, y conuna forma curiosa, es la 2031-45 (lám. 4): estáaplanada en su parte superior y es redonda enla inferior. Añadimos unas muestras de deco-raciones de trazos de manganeso (2017-109,lám. 4, y 2017-121, lám. 4), de líneas de alma-gra (2031-53, lám. 4, y 2015-38, lám. 4) y otracon motivos lineales de ambos materiales (2017-111, lám. 4). Tenemos también una muestra deun pico de vertedera, posiblemente pertene-

ciente a algún jarro (2050-89, lám. 4) y unamuestra de decoración incisa dentro de unabanda (2000-62, lám. 4).

3. Cantimplora

El fragmento 2031-48 (lám. 8) pertenece aun estrecho cuello hecho a mano que debiópertenecer a una cantimplora, pequeño reci-piente para transportar líquidos en un viaje deforma individual. Esta pieza debería incluirse enla serie de almacenaje y transporte, pero porrazones prácticas ha sido colocada entre estegrupo de piezas más pequeñas.

Serie de servicio de mesa

4. Jarrita/o

Tipo I: Como en los casos anteriores, definimoseste tipo por el cuello. En este tipo éstos sontroncocónicos y sin diferenciación en la unióncon el cuerpo. La única pieza definida de estegrupo es la 2015-63 (lám. 5), una jarrita depared más fina, con el labio redondeado yengordado; conserva el arranque de un asa alinterior del cuello.

Tipo II: Se trata de jarritas con un cuello cilín-drico y más largo. Las representa la pieza 2000-52 (lám. 5), con un borde ligeramente inclina-do al interior y un perfil moldurado por dentroy por fuera.

Tipo III: Con la forma de la marmita y con eltamaño de una jarra pequeña, he decidido sinembargo colocar a la pieza 2035-8 (lám. 5) entrelos jarritos. Las razones que me mueven a elloson la finura de su pasta (aunque se ha encon-trado una intrusión de un pequeño molusco enel arranque inferior del asa y de su perfil y suforma tan original. Tiene un cuerpo globularachatado del que parte un cuello corto conforma troncocónica invertida y culminado porun borde recto de labio redondeado. Llama laatención su conducto vertedor de sección redon-da, opuesto al asa, que la hace tan similar a laserie T.26 de Levante (GUTIÉRREZ, 1996: 119).

Entre los detalles que hemos querido des-tacar de este grupo están dos asas vidriadas en

149AyTM 12.1, 2005

verde y blanco, casi los únicos fragmentos dela zona II: la 2000-54 (lám. 5) y la 2017-47(lám. 5); la primera tiene una decoración encresta a lo largo de su cuerpo. También inclui-mos el único pie de disco encontrado hasta elmomento en toda la excavación: 2000-19 (lám.5). Ambos fragmentos, el asa con cresta y elfondo de disco podrían suponer magníficoshitos de datación, pero desgraciadamente pro-ceden del estrato más superficial, muy remo-vido por factores posdeposicionales y por lospropios furtivos.

5. Ataifor y jofaina

Hemos decidido incluir en el mismo epígrafelas dos tipologías, porque aunque su diferenciade tamaño obliga a contemplar para cada unouna diferente función, el número conjunto deambos es tan escaso en este yacimiento, espe-cialmente en el de la jofaina, que hemos creí-do más práctico unirlos.

Tipo I: Representado por la pieza 2031-22 (lám.5), se trata de un enorme recipiente abiertocon un borde triangular inclinado al interior ycon base plana. Podría muy bien tratarse de unapieza de tradición tardorromana, aunque nohemos encontrado paralelos claros.

Tipo II: El fragmento 2030-54 (lám. 5) es un atai-for característico de la Alta Edad Media, hechoa mano, con gruesas paredes y borde exvasa-do de labio aplanado, marcado al exterior poruna pequeña acanaladura. Se pueden encon-trar piezas muy similares en el Levante (REY-

NOLDS, 1993: 125) y en la Meseta (IZQUIERDO,

1994: 128; RETUERCE, 1998: 306).

Tipo III: Se trata de un ataifor (2055-105+109,lám. 5) y de una jofaina (2030-31, lám. 5) deperfil convexo, que, aún sin vidriar, recuerdanmucho a producciones posteriores. También,sin embargo, retrotraen a piezas de épocaromana.

Serie de cocina

6. Marmita

Tipo I: Se recogen aquí las marmitas que no tie-nen un cuello aparente. La primera de ellas es

la más completa de todas las que tenemos: la2050-176 (lám. 6). Tiene un cuerpo abolsadoque acaba bruscamente en un borde engrosa-do al exterior e inclinado al interior. Muy simi-lares son los bordes de las piezas 2066-13 (lám.6) y 2000-67 (lám. 6), aunque la primera tieneuna acanaladura externa bajo el engrosamien-to y en la segunda el borde está algo más incli-nado al interior y no tiene engrosamientos.

Tipo II: Se caracteriza por marmitas con unpequeño cuello cilíndrico claramente distintodel cuerpo, que es de forma abolsada o glo-bular ; guardan mucha similitud con algunasjarras. Las piezas más sencilla de este gruposon la 2017-48 (lám. 6) y la 2050-39 (lám. 6),que tienen bordes ligeramente engrosados einclinados al interior y labios redondeados. Laforma de la pieza 2009-24 (lám. 6) se carac-teriza por un borde vuelto al interior. La 2015-3 (lám. 6) tiene uno triangular con una aca-naladura en el interior y el labio redondeado.Por fin, la marmita 2005-14 (lám. 6) se carac-teriza por un borde exvasado y de labio redon-deado con acanaladuras al interior y una mol-dura al exterior.

Tipo III: Está formado por marmitas de cuellostroncocónicos invertidos que enlazan de formavisible con el cuerpo.

– Subtipo IIIA: Acoge dos piezas de bordesligeramente inclinados al interior y con pique-ras: 2031-20+15 (lám. 6) y 2050-123 (lám.6). Recuerdan mucho a la serie T.18 deLevante (GUTIÉRREZ, 1996: 110).

– Subtipo IIIB: Contiene dos piezas. Una es lamarmita 2055-31+36 (lám. 7), que tiene uncuello muy corto y ancho, con borde exva-sado y engrosado y labio redondeado; tieneparalelos en la cuenca del Vinalopó (REY-NOLDS, 1993: 134). La siguiente forma, lade la 2017-58 (lám. 7), tiene borde engro-sado al interior y labio redondeado; la basees plana. Hay piezas casi idénticas en Bay-

yana (CASTILLO y MARTÍNEZ, 1993: 82)y en el Castillón (MOTOS 1993: f. 4).

Tipo IV: Corresponde a marmitas de cuello cilín-drico con un perfil muy característico, de labioadelgazado, y que enlazan con un cuerpo glo-

150 AyTM 12.1, 2005

bular de gran diámetro; frecuentemente tienenuna moldura en el cuerpo, cerca del enlacecon el cuello. Las dos piezas escogidas para surepresentación, 2015-18 (lám. 7) y 2005-6 (lám.7), se adaptan bastante bien a esta descripción.Merece la pena resaltar que la segunda tieneun diámetro dos veces más grande que la pri-mera, lo que resulta una diferencia nada des-deñable.

La gran mayoría de las bases de esta tipo-logía son planas, como puede verse en losejemplos 2055-34 (lám. 7), 2026-38 (lám. 7),2062-27 (lám. 7) y 2017-72 (lám. 7), y con-servan huellas de espatulado o del estrangula-miento de la cuerda al separarlas del torno, sino de los dos. La primera y la tercera tienenun ligero resalte. También hay excepciones conuna ligera convexidad, como es el caso de lasbases con siglado 2030-47 (lám. 7) y 2050-62(lám. 7).

7. Cazuela

Tienen muy poca incidencia en el yacimiento,pero una gran variedad de formas, lo que podríaindicar que la función morfológica de la cazue-la no estaba establecida y que en su lugar seutilizaban piezas como ataifores y jofainas.

Tipo I: A él pertenecen aquellas cazuelas quelo son sólo por el uso, pero que no parecentener rasgos morfológicos distintos a los deotras piezas abiertas. En este caso tenemosdos formas carenadas que recuerdan mucho aataifores de épocas posteriores y que podríanhaber sido concebidos como tales, sólo que conuna pasta que les hacía aptos para su uso enla cocina. O tal vez se trataba de unas clasetipológicas en las que se puede aplicar el mismoconcepto de funcionalidad que hemos explicadomás arriba para las marmitas y las jarras. Se tratade las formas 2015-30 (lám. 7) y 2000-61(lám.7). La primera tiene un perfil quebrado conborde ligeramente exvasado y engrosado ylabio adelgazado. La segunda muestra rasgossimilares aunque mucho más exagerados y desa-rrollados.

Tipo II: Contiene a unas cazuelas que parecenhaber empezado a desarrollar rasgos propios.

– Subtipo IIA: Está representado por la pieza2009-110 (lám. 7). Por su pasta, se podríadecir que está básicamente concebida comouna marmita partida por la mitad, cerca delpunto de diámetro máximo. Tiene un bordeligeramente inclinado al interior con el labioredondeado.

– Subtipo IIB: La cazuela 2017-68 (lám. 7)aparece ya bastante bien definida, sobretodo gracias a su borde en ala, todavía muycorta, pero con la forma clara.

Serie de contenedores de fuego

8. Candil

Se incluyen en la selección dos piqueras decandil: 2050-35 (lám. 8) y 2055-44 (lám. 8).Pertenecen a una forma muy conocida y usualen los candiles altomedievales.

9. Brasero

Se trata de una especie de contenedor deparedes y borde exvasados y redondeados,hecho a mano, con huellas de fuego al interior.Tiene la numeración 2031-12. Se le encuen-tran muchos paralelos, aunque a menudo conla denominación de ataifor o de cazuela (REY-

NOLDS, 1993: 154; GÓMEZ, 1993: 184; GUTIÉRREZ,

1996: 76).

Serie de complementos

10. Botella

Esta pieza se ha identificado a partir de unfragmento, el 2011-61 (lám. 8), cubierto devedrío melado tanto por dentro como porfuera y con un diámetro de cuello muy estre-cho. Poco más podemos reseñar, aparte deque se observa una factura muy fina en la ela-boración y cocción de la pieza.

11. Miniatura

No sabemos muy bien qué función atribuira la pieza 2009-112 (lám. 8). La hemos califi-cado como miniatura, posible muestra de lacalidad de la producción alfarera de un taller

151AyTM 12.1, 2005

(MALPICA, 2002), en favor de lo que hablaría elgran cuidado que se ha puesto en su fina ela-boración. Sin embargo, podría también ser unatapadera para vasijas de cierto lujo, como bote-llas y redomas.

Serie de usos múltiples

12. Alcadafe

Los dos únicos alcadafes que han sido encon-trados en el conjunto hasta ahora examinadodel yacimiento son 2062-68 (lám. 8) y 2045-35 (lám. 8). El primero de ellos está hecho amano y recuerda a una tinaja por su bordecuadrado de labio plano y prolongado hacia elinterior y por su tendencia a la convexidad enlas paredes; sin embargo, hemos descartadoesta función porque observamos que la ten-dencia de las paredes es demasiado abiertacomo para permitir una profundidad conside-rable. De nuevo observamos cómo se fabri-can piezas para cubrir determinadas necesida-des a partir de formas ya conocidas.

El segundo ejemplar tiene en cambio unamorfología claramente discernible como alca-dafe: hecho a mano, con un borde exvasado ycuadrado con labio aplanado y tendencia tron-cocónica invertida en el cuerpo.

ZONA I

Serie de almacenaje y transporte

1. Tinaja

Tipo I: Se corresponde con el tipo I de la ZonaII. De nuevo hablamos de tinajas sin cuello o conuno muy corto. La 1029-1 (lám. 9) tiene unborde cuadrado exvasado y acanalado al exte-rior; se encuentra una forma muy similar en elCastillón (MOTOS, 1991: f. 13). La 1029-5 (lám. 9)tiene también el borde exvasado, pero con ellabio redondeado y con una acanaladura al inte-rior; la tendencia de la pared indica una posi-ble moldura antes de pasar al cuerpo propia-mente dicho. Por fin, la 1029-15 (lám. 9) tieneun borde engrosado y exvasado con ejemplosmuy similares en El Castillón (MOTOS, 1991: f. 13).

Tipo II: Equivalente al tipo III de la Zona II, estáformado por tinajas de cuellos largos y fácilmentediscernibles del cuerpo. La 1029-4 (lám. 9) secaracteriza por un borde exvasado engrosado,cuadrado y acanalado al exterior. La 1029-6(lám. 9) tiene los mismos rasgos, aunque menossobresalientes, y luce una decoración de peque-ñas digitaciones a los lados de la acanaladuradel borde.

Como muestra decorativa añadimos diver-sos pedazos de un mismo cordón con triplelínea de digitaciones, en diferentes partes desu trazado que no enlazan unas con otras. Losfragmentos han sido siglados con el 1029-10(lám. 9).

2. Jarra/o

Tipo I: De nuevo es equivalente al tipo I de laZona II. Se trata de jarras de cuello muy cortoo sin cuello en absoluto.

– Subtipo IA: En él las jarras no tienen cuellobien definido. La 1029-91 (lám. 10) tiene unborde exvasado y engrosado con labioredondeado. La 1029-76 (lám. 10) se carac-teriza de nuevo por los mismos factores, aun-que en este caso la transición del borde-cuello al cuerpo está mucho más señalada.Ambas piezas nos remiten de nuevo a laserie T.6 de Levante (GUTIÉRREZ, 1996: p. 97)

y al Castillón (MOTOS, 1993: 214).

La pieza 1029-101 (lám. 10) tiene un per-fil más complejo, con borde vuelto al exte-rior y engrosado al interior.

– Subtipo IB: Viene definido por la pieza 1029-82 (lám. 10), con borde recto adelgazadoy base estrecha plana. La pieza está total-mente cubierta de vedrío amarillo limón, ytiene unas líneas quebradas negras cercadel borde y de la base como decoración.No tenemos datos sobre el desarrollo com-pleto de su perfil.

– Subtipo IC: La pieza 1029-96 (lám. 10) tieneun borde vuelto hacia adentro y un perfil querevela que se trataba posiblemente de unajarra sin cuello y de cuerpo globular. La pastade color rosado, y tiene decoración de alma-

152 AyTM 12.1, 2005

gra al exterior; es por ello que no hemosdudado en adscribirla a esta tipología.

Tipo II: Igual que su homónimo de la Zona II,se compone de jarras con un cuello pequeñode desarrollo cilíndrico o troncocónico. Des-tacamos en este grupo la jarra 1029-24 (lám.10), de borde vuelto al interior y con labioredondeado, que está decorada con manganeso,posiblemente en trazos y líneas, al exterior. Sugran diámetro contrasta con con el de las dossiguientes piezas, la 1029-42 (lám. 10) y la 1029-98 (lám. 10). La primera tiene un cuello tron-cocónico acabado por arriba en un borde vuel-to al exterior y por abajo en una pequeñacarena que lo comunica con el cuerpo, posi-blemente de desarrollo ahusado. La segunda esde cuello también troncocónico, con moldurasal interior y al exterior y con decoración dealmagra al exterior.

Tipo III: Está formado por jarras con cuellos lar-gos y bien diferenciados de sus cuerpos.

– Subtipo IIIA: Incluye jarras de cuellos estre-chos y alargados con perfil quebrado cercadel borde, que es invariablemente recto oligeramente exvasado con el labio redon-deado. Esta descripción encaja perfecta-mente con las piezas 1029-61 (lám. 10) y1029-28 (lám. 10), ambas con la carena alexterior y con decoración, de manganesola primera y de almagra la segunda. La 1029-66 (lám. 10) tiene el quiebro hacia el inte-rior, y es mucho más suave, aunque le pro-voca al perfil una acanaladura exterior.

– Subtipo IIIB: Se trata de jarras de cuellos cilín-dricos o troncocónicos invertidos y con bor-des vueltos o exvasados. El primer tipo debordes es el de las piezas 1029-92+93 (lám.11) y 1029-119 (lám. 11), éste último conparalelos del siglo IX en Levante (GUTIÉ-

RREZ, 1996: 101); el segundo de ellos en las1029-115 bis (lám. 11) y 1029-81 (lám. 11),que además tienen la característica de estarvidriadas en verde oscuro al exterior y delmismo color al interior, aunque algo másaclarado en la segunda.

– Subtipo IIIC: Lo forman jarras con cuerpotroncocónico invertido y bordes rectos o

ligeramente inclinados hacia el interior. Éstees el caso de la pieza 1029-124 (lám. 11),que además se caracteriza por unos trazosde decoración de almagra sobre el asa. La1029-29 (lám. 11) tiene borde recto y mol-durado al interior y al exterior y está deco-rada con trazos de manganeso. Tiene para-lelos en el Castillón (MOTOS, 1991: f. 12) y enla Meseta (RETUERCE, 1998: 233-234).

Se incluyen también entre las jarras un frag-mento con una minuciosa decoración incisacompuesta de tres líneas de ondas entre doscintas con pequeñas incisiones (1029-99, lám.11), y un pedazo de vertedera en una jarrahecha a mano (1029-121, lám. 11).

3. Cantimplora

El fragmento 1029-51 (lám 15) correspon-de a un cuello de esta tipología, aunque estavez, a diferencia de la de la Zona II, está hechaa mano.

Serie de servicio de mesa

4. Jarrita/o

Tipo I: Este tipo de jarritas, quizás algo grandespara su tamaño, pero muy elaboradas, se carac-terizan por un cuerpo globular, un cuello muycorto y un borde exvasado, lo que les da unaspecto que recuerda (y que podría reflejar sufunción) a orcitas. Las dos piezas caracteriza-das, 1029-95 (lám. 12) y 1029-114 (lám. 12),tienen estos rasgos, aunque la primera se carac-teriza por una cinta en torno al diámetro inme-diatamente superior al más ancho del cuerpoy la segunda por un vidriado verde oscuro alinterior y más claro al interior.

Tipo II: Se compone de dos jarritas (1029-56,lám. 12, y 1029-115, lám. 12) vidriadas en verdeoscuro al interior y al exterior. Las dos demues-tran tener un cuerpo globular ; la primera con-serva restos de un cuello cilíndrico con bordeexvasado y la segunda una base cóncava. Lamisma forma, pero denominada orcita, corres-ponde a la serie V.20 de Levante (GUTIÉRREZ,

1996: 136).

153AyTM 12.1, 2005

Se añaden algunos ejemplos de motivosdecorativos de almagra en diferentes ejempla-res. El primero (1029-78, lám. 12) se encuen-tra sobre una vertedera de pasta negra que tieneunas líneas casi borradas y formando algúndibujo indeterminado. En el segundo, 1029-23bis, (lám. 12), se aprecian unos motivos geo-métricos sobre pasta rojiza. En la decoraciónpintada en blanco sobre negro del conjuntode fragmentos 1029-65+45 (lám. 12) se apre-cia una doble inspiración: vegetal por un ladoy epigráfica por otro; esta diferencia nos plan-tea la posibilidad de que, a pesar de su pare-cido técnico, los dos tipos de fragmentos, vege-tal (65) y epigráficos (45) pertenezcan a piezasdistintas. En la escritura hemos podido identi-ficar algunas letras; en el primer fragmento: ba’,calif, mim, calif y wa’; en el segundo: lam conmim o ja’, ta’. No tenemos todavía una hipó-tesis de traducción. El tercer fragmento deco-rado, o más bien conjunto de fragmentos, tieneel número 1029-44 (lám. 12) y un motivo deco-rativo geométrico. Por fin, el conjunto 1029-23 (lám. 12) aparece con decoración de tra-zos que parecen alternar temas geométricos coninspiración vegetal.

5. Ataifor y jofaina

Tipo I: Recuerda mucho por su forma al tipo Ide cazuelas de la Zona II, aunque no hay enesta ocasión huellas de fuego. Los ejemplosmás claros son los de la pieza 1029-117 (lám.13) y 1029-77 (lám. 13). Se trata de cuencosde perfil carenado y labio exvasado, con para-lelos en Levante (GUTIÉRREZ, 1996: 118) y Bay-yana (CASTILLO y MARTÍNEZ; 1993: 83).

Tipo II: Corresponde a ataifores (o platos) deperfil quebrado, aunque no carenado, con bordeengrosado y exvasado. Este perfil recuerda denuevo a formas tardorromanas, lo que refuer-za nuestra teoría de que hay presentes tradi-ciones anteriores a la llegada del Islam a laPenínsula o al Norte de Africa que influyen enla alfarería de esta época. Las piezas que hemosencontrado en este grupo son las 1029-138(lám. 13) y 1029-40 (lám. 13).

Tipo III: Se trata de un gran ataifor fabricado congran sencillez y con el borde plano, con el

número 1029-130 (lám. 13). Sigue las mismaspautas básicas que el tipo II de la Zona II y tienelos mismos paralelos, a pesar de que éste estáhecho a torno.

Tipo IV: Las piezas de este conjunto tienen unperfil abierto de paredes convexas, del mismomodo que las del tipo III de la Zona II, pero conuna gran diferencia: las dos piezas que formaneste grupo, 1029-145 (lám. 13) y 1029-134 (lám.13), están vidriadas en un tono blanco marfil, alinterior y al exterior. La primera tiene tambiénunos trazados de manganeso que forman moti-vos vegetales sobre las paredes internas.

Muy similar a estos motivos, aunque clara-mente de distinta pieza, a juzgar por la pasta yla forma, es el fragmento 1029-145 bis (lám.13). Otro fragmento que nos ha llamado laatención es el 1029-94 (lám. 13), con decora-ción imprecisa de colores azul, blanco y negro;no parece tratarse de verde y morado.

Serie de cocina

6. Marmita

Tipo I: Formado con marmitas con cuellos muycortos y poco marcados, coincide con el tipoII de la Zona II. En este grupo se encuentranlas piezas 1029-88 (lám. 14) y 1029-106 (lám.14). La primera tiene el borde exvasado y leve-mente engrosado. La segunda es similar, perocon una acanaladura en la parte exterior delborde. Encontramos tipos muy similares a éstaúltima en el Castillón (MOTOS, 1991: f. 5) y en laMeseta (RETUERCE, 1998: 292).

Tipo II: Determinado por la pieza 1029-112(lám. 14), se trata de una marmita con cuer-po globular moldurado u con cuello cilíndri-co acabado en un borde recto engrosado delabio redondeado. Tiene una moldura mássaliente en el cuerpo, cerca del enlace con elcuello, lo que la hace corresponder plena-mente con el tipo IV de la Zona II. Esta formaen concreto tiene muchos paralelos en lapenínsula: en el Castillón (MOTOS, 1991: f. 7), enLevante (REYNOLDS, 1993: 161; GUTIÉRREZ, 1996:

97) y en la Meseta (IZQUIERDO, 1994: 134; RETUER-

CE, 1998: 278).

154 AyTM 12.1, 2005

Como muestra de un tipo de marmita queno aparece recogido en esta selección hemosañadido a los dibujos el del fragmento 1029-109 (lám. 14): un asa que parte del lomo deun cuerpo, sin llegar al borde, como venía sien-do lo habitual.

7. Cazuela

El único tipo claro de esta serie es el 1029-100, que corresponde al tipo I de la zona II. Tieneun perfil ligeramente quebrado a mitad del cuer-po y borde recto con labio redondeado.

Serie de complementos

8. Redoma

Encontramos en la Zona I un ejemplar deesta tipología, aunque resulta curioso por noestar vidriado. El fragmento 1029-35 (lám. 15)se compone de un estrechísimo cuello de carác-ter troncocónico invertido y acabado en unborde engrosado al exterior con una molduray de labio adelgazado.

9. Tapadera

Hemos identificado dos fragmentos de estaclase: el 1029-136 (lám 15) y el 1029-144(lám 15). Ambas son tapaderas convexas, laprimera con un borde recto de labio redon-deado y la segunda con el mismo inclinadohacia el interior. No tenemos paralelos queapoyen nuestra afirmación, pero no parecehaber otra función lógica para dos piezas tansomeras.

Serie de contenedores de fuego

10. Candil

El ejemplar 1029-42 (lám 15) se corres-ponde con sus homólogos de la Zona II, aun-que su conservación permite una reconstruc-ción más completa.

11. Tannu-r

Hecho a mano de una pasta tosca y que-mada y con una gran moldura externa que lo

delata, el fragmento 1029-141 (lám 15) es laúnica pieza de esta tipología que hemos podi-do documentar con seguridad. Encontramossimilares en la serie M.9 del Levante, fechadosen el siglo IX (GUTIÉRREZ, 1996: 85-86).

CONCLUSIONESDEL ESTUDIO TIPOLÓGICO

A través de este ejercicio hemos podido veri-ficar que los dos grupos estudiados tienen elmismo origen, pues la comparación tipológicaentre los dos ha dado un gran índice de equi-valencias grande, del mismo modo que lo hahecho la comparación estadística.

Del mismo modo continuamos constatan-do la multifuncionalidad, característica de la AltaEdad Media, con la que no sólo las gentes con-templaban las diferentes formas cerámicas, sinotambién con la que los artesanos diseñaban deantemano su producción, a juzgar por la rela-ción que puede establecrse entre las pastas ydeterminadas tipologías o, más bien, determi-nadas características formales que hacían a unapieza válida para diferentes fines.

Y por supuesto no podemos olvidar dosde los objetivos fundamentales del examentipológico: el primero es caracterizar los con-juntos cerámicos de determinadas zonas o yaci-mientos gracias a la aparición de formas carac-terísticas; el segundo, básico en la investigaciónarqueológica, es establecer hitos cronológicosgracias al fósil guía primordial, la cerámica, ypoder así datar yacimientos y sucesos. Ambosobjetivos los creemos bien cumplidos con esteanálisis tipológico, que nos arroja unas fechassimilares a la que adelantábamos en la seccióndel vidriado: finales del siglo IX y principios delX. No descartamos, sin embargo, que el estu-dio más en profundidad de lo que queda dela Zona I pueda añadir datos interesantes paranuestro estudio.

CONCLUSIONES

El estudio con cierto detenimiento de lacerámica del Sombrerete en sus aspectos dedistribución espacial, tecnología y tipología nos

155AyTM 12.1, 2005

ofrece un panorama interesante con el quesituar con mayor seguridad la ciudad islámicade Ilbira en la Alta Edad Media, dándonos laposibilidad de plantear nuevas hipótesis para estetiempo en el que los datos de todo tipo sonescasos.

Nos encontramos posiblemente con unconjunto cerámico procedente de un asenta-miento con cierta preeminencia política, posi-blemente una alcazaba, por la situación y eltamaño de las estructuras. Se trata además deun conjunto muy variado y con carácter deimagen congelada de un determinado momen-to, el del levantamiento de las edificaciones enla cima del cerro, como sabemos gracias alcarácter principal de relleno estructural de lacerámica.

Esta especie de «foto fija» nos da una ima-gen de la vida cotidiana de los habitantes delbarrio en el que se encontraba el yacimientoo, suponiendo que el núcleo excavado sea elorigen del poblamiento en el cerro, de algúnbarrio cercano desde el cual se trasladarían losrestos cerámicos para servir de rellenos.

Las características que más destacan de esteconjunto son su escasa incidencia de tinajas, queelimina la posibilidad de considerar este cen-tro como un lugar de concentración de exce-dentes. También es cierto que suponemos quela cerámica del relleno constructivo es ante-rior a la erección de los edificios documenta-dos en la excavación, pero de todas formasno se han hallado áreas de almacenamientoimportantes, con la única excepción de la posi-ble tinaja in situ aparecida entre las UENs 5 y6 de la Zona II.

Por lo demás, el conjunto cerámico da la ima-gen de ser un ajuar inclinado casi exclusiva-mente a la producción destinada a la subsistencia,con poco espacio sobrante para las piezas noútiles para este fin. Llama, sin embargo, la aten-ción el hecho de que haya vasijas de lujo, yentre ellas algunas decoradas con la técnica delverde califal. Es por lo tanto verosímil pensarque había personajes de cierta importanciaviviendo en este entorno, sea cual sea el signi-ficado de este concepto en esta sociedad y en

este momento. Al fin y al cabo, nuestro des-conocimiento de los conjuntos cerámicos de estaépoca nos impide concebir de una forma ade-cuada un ajuar cerámico de cualquier entorno,campesino o urbano, aúlico o humilde.

Se diría que nos encontramos con un con-junto de piezas que parecen recoger y unificaruna serie de tradiciones distintas, al menos encuanto al diseño de las formas. Al mismo tiem-po, la amalgama de tendencias parece empe-zar a generar algunos caracteres formales quetendrán gran vigencia en siglos posteriores, porlo que podemos hablar de un auténtico retra-to de un momento de renovación y cambioconstante.

Dicho cambio puede apreciarse también enla tecnología. Al mismo tiempo que se expe-rimentan formas y, según los criterios de valo-ración de las piezas, se busca la longevidad yla utilidad por encima otras consideraciones,como se puede apreciar en la selección de laspastas para las formas cerámicas, se desarrollael conocimiento de los hornos y de las técni-cas de cocción, lo que se demuestra en elamplio espectro de colores y calidades de laarcilla cocida.

El tiempo del que estamos hablando, el dela construcción de las estructuras del Som-brerete, debemos situarlo, a juzgar por la cro-nología de la cerámica, en el final del siglo IXo la primera mitad del X. Es el momento demáxima expansión de la técnica del vidriadoverde califal, pero anterior a la difusión másextensa de las piezas decoradas en verde ymorado desde los talleres de Madinat al-Zaha-ra’a, que sabemos que llegaron a Ilbira.

En virtud de esta fecha y de las estructurasdocumentadas en la excavación arqueológicapodemos postular que estamos hablando de unasentamiento de control del territorio y de lamisma ciudad, de una alcazaba, levantada en laépoca de la ascensión del Estado Omeya, posi-blemente antes de que se erigiera en Califato oen los mismos años. Para asegurar su poder entodas las zonas a las que se extendía, dicho Esta-do se apoyaría en las estructuras urbanas comocentros de administración territorial. Es por eso

156 AyTM 12.1, 2005

que las taifas posteriores al mismo se organiza-rían en torno a estos núcleos, que se habían idodinamizando poco a poco gracias a su papel desostén del gobierno cordobés en al-Andalus.

Así pues, el proceso de continuo cambio ycreación que se observa en la cerámica delSombrerete no es más que uno sólo de los cam-pos en los que el dinamismo de la sociedadandalusí del siglo X se manifiesta. Este impul-so, llevado al resto de las áreas de la produc-ción, mostraría que el motor de cambio esta-ría precisamente en esas aglomeraciones dediferentes y muy heterogéneos grupos que seacaban articulando en ciudades, uno de cuyosmejores ejemplos sería Madinat Ilbira. ¿Hastaqué punto el abandono de esta ciudad y elemplazamiento de la nueva capital de la kuraen el siglo XI estuvo motivado por una estra-tegia defensiva, y hasta qué punto por el pro-pio impulso de los habitantes de la ciudad, quequizás llegaron a ver su propio hábitat comoincómodo e inapropiado para las nuevas rela-ciones que se estaban forjando en él? Esto es,sin embargo, mera especulación hasta que poda-mos contrastar con excavaciones en el restodel ámbito territorial de Ilbira. Es de esperar,por lo tanto, que se abran posibilidades a lainvestigación de un conjunto histórico tan impor-tante como es éste, que ofrece un retrato fielde los procesos históricos que tuvieron lugarhasta mediados del siglo XI, época en la quese abandonó voluntariamente.

No sólo eso. Quedan también muchos inte-rrogantes que resolver para determinar los ini-cios de este cambio a gran escala, y, sobre todoy lo más importante, cuál es su punto de par-tida. Muy poco hay que se pueda decir con segu-ridad para los siglos anteriores a la época a laque pertenece la excavación del Sombrerete,pero es algo en lo que se deberá trabajar sihemos de entender la transición de la Anti-güedad Tardía a la Alta Edad Media, cómo afec-tó al poblamiento hasta entonces existente ya qué dio paso hasta que en los siglos IX y Xlos gobernantes cordobeses comenzaron a apo-yarse en las ciudades para darles un nuevocarácter.

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158 AyTM 12.1, 2005

159AyTM 12.1, 2005

GR-SOM-01-2017-7

GR-SOM-01-2026-37+2062-4

0 10

0 10

0 10

GR-SOM-01-2017-70

GR-SOM-01-2017-33

GR-SOM-01-2015-16

TIPO I

TIPO II

Lámina 1. Tinajas. Zona II

160 AyTM 12.1, 2005

GR-SOM-01-2068-4

GR-SOM-01-2009-69

GR-SOM-01-2009-70

0 10

GR-SOM-01-2017-3

GR-SOM-01-2017-19 GR-SOM-01-2034-38+40

GR-SOM-01-2045-36+17 GR-SOM-01-2050-75

TIPO III

BASES

DETALLES

Lámina 2. Tinajas. Zona II (2)

0 10

GR-SOM-01-2034-24+76

GR-SOM-01-2017-106

GR-SOM-01-2055-107

GR-SOM-01-2038-12

GR-SOM-01-2011-67+72

TIPO I

TIPO IIA

TIPO IIBGR-SOM-01-2038-15+3+2

GR-SOM-01-2011-78

GR-SOM-01-2000-26 GR-SOM-01-2000-28+2005-16GR-SOM-01-2031-8+9

TIPO IIIA

GR-SOM-01-2026-14 GR-SOM-01-2055-133

Lámina 3. Jarras. Zona II

161AyTM 12.1, 2005

162 AyTM 12.1, 2005

0 10

GR-SOM-01-2000-62

GR-SOM-01-2015-38

GR-SOM-01-2017-68

GR-SOM-01--2017-111

GR-SOM-01-2031-45

GR-SOM-01-2031-53

GR-SOM-01-2045-51GR-SOM-01-2050-92

GR-SOM-01-2050-89

GR-SOM-01-2005-19+2000-23

0 10

GR-SOM-01-2009-141

GR-SOM-01-2038-22GR-SOM-01-2026-2

TIPO IIIB

BASES

DETALLES

GR-SOM-01-2000-33 GR-SOM-01-2017-71

TIPO IV

GR-SOM-01-2017-109 GR-SOM-01-2017-121

Lámina 4. Jarras. Zona II (2)

GR-SOM-01-2000-19

GR-SOM-01-2000-52

GR-SOM-01-2000-54

GR-SOM-01-2015-63

GR-SOM-01-2017-47

GR-SOM-01-2035-8

0 10

GR-SOM-01-2030-31

GR-SOM-01-2030-54

GR-SOM-01-2031-22

GR-SOM-01-2055-105+109

0 10

JARRITAS

DETALLES

FUENTES Y ATAIFORES

TIPO I

TIPO II

TIPO III

TIPO ITIPO II

TIPO III

Lámina 5. Vajilla de mesa. Zona II

163AyTM 12.1, 2005

164 AyTM 12.1, 2005

0 10

GR-SOM-01-2009-24

GR-SOM-01-2005-14

GR-SOM-01-2031-20+15

GR-SOM-01-2050-39

GR-SOM-01-2050-123

GR-SOM-01-2050-176

GR-SOM-01-2017-48

GR-SOM-01-2015-3

TIPO I

TIPO II

TIPO IIIA

GR-SOM-01-2066-13

GR-SOM-01-2000-67

Lámina 6. Cocina. Zona II

GR-SOM-01-2017-58GR-SOM-01-2055-31+36

GR-SOM-01-2005-6

GR-SOM-01-2017-68

GR-SOM-01-2015-18

GR-SOM-01-2030-47

GR-SOM-01-2050-62

GR-SOM-01-2017-72

GR-SOM-01-2055-34GR-SOM-01-2062-27

GR-SOM-01-2026-38

0 10

TIPO IIIB

TIPO IV

CAZUELAS

BASES

GR-SOM-01-2009-110

GR-SOM-01-2000-61GR-SOM-01-2015-30

TIPO I

TIPO IIA TIPO IIB

0 10

0 10

Lámina 7. Cocina. Zona II (2)

165AyTM 12.1, 2005

166 AyTM 12.1, 2005

GR-SOM-01-2031-48

GR-SOM-01- 2009-112

GR-SOM-01-2011-61

GR-SOM-01-2045-35

GR-SOM-01-2050-35

GR-SOM-01-2055-44

GR-SOM-01-2062-68

0 10

0 10

0 10

BOTELLACANTIMPLORA

MINIATURA

ALCADAFES

GR-SOM-01-2031-12

CANDILES

BRASERO

Lámina 8. Varios. Zona II

GR-SOM-01-1029-1

GR-SOM-01-1029-4

GR-SOM-01-1029-5

GR-SOM-01-1029-6

GR-SOM-01-1029-10

GR-SOM-01-1029-15

TIPO I

TIPO II

DETALLE: DECORACIÓN

0 10

Lámina 9. Tinajas. Zona I

167AyTM 12.1, 2005

168 AyTM 12.1, 2005

0 10

GR-SOM-01-1029-24

GR-SOM-01-1029-28

GR-SOM-01-1029-42

GR-SOM-01-1029-61

GR-SOM-01-1029-76

GR-SOM-01-1029-82

GR-SOM-01-1029-91

GR-SOM-01-1029-98

TIPO IA

TIPO IB

TIPO II

TIPO IIIA

GR-SOM-01-1029-66

GR-SOM-01-1029-96

TIPO IC

GR-SOM-01-1029-101

Lámina 10. Jarras. Zona I

GR-SOM-01-1029-29

GR-SOM-01-1029-92+93

DIÁMETRO SUPUESTO

GR-SOM-01-1029-99

GR-SOM-01-1029-115 BIS

GR-SOM-01-1029-119

GR-SOM-01-1029-121

GR-SOM-01-1029-124

0 10

TIPO IIIB

TIPO IIIC

DETALLES

GR-SOM-01-1029-81

Lámina 11. Jarras. Zona I (2)

169AyTM 12.1, 2005

170 AyTM 12.1, 2005

GR-SOM-01-1029-23 BIS

GR-SOM-01-1029-56

GR-SOM-01-1029-78

GR-SOM-01-1029-95

GR-SOM-01-1029-115

GR-SOM-01-1029-23GR-SOM-01-1029-44

GR-SOM-01-1029-114

0 10

GR-SOM-01-1029-65+45

TIPO I

TIPO II

DETALLES

Lámina 12. Jarritas. Zona I

GR-SOM-01-1029-94

GR-SOM-01-1029-40

GR-SOM-01-1029-134

GR-SOM-01-1029-138

GR-SOM-01-1029-145

GR-SOM-01-1029-145 BIS

0 10

TIPO I

TIPO II

TIPO IV

DECORACIÓN VIDRIADA

TIPO III

GR-SOM-01-1029-130

0 10

0 10

0 10

GR-SOM-01-1029-77 GR-SOM-01-1029-117

Lámina 13. Ataifores. Zona I

171AyTM 12.1, 2005

172 AyTM 12.1, 2005

GR-SOM-01-1029-100

GR-SOM-01-1029-88

GR-SOM-01-1029-109

GR-SOM-01-1029-112

GR-SOM-01-1029-106

0 10

TIPO I

TIPO II

DETALLE: MARMITA CUYA ASA NO PARTE DEL BORDE

CAZUELA

0 10

Lámina 14. Cocina. Zona I

GR-SOM-01-1029-35

GR-SOM-01-1029-42

GR-SOM-01-1029-51

GR-SOM-01-1029-136

GR-SOM-01-1029-141

GR-SOM-01-1029-144

0 10

0 10

0 10

CANTIMPLORA REDOMA

TAPADERAS

CANDIL

Lámina 15. Varios. Zona I

173AyTM 12.1, 2005