21
LA CONVENCION DE OCAÑA

LA CONVENCION - bdigital.unal.edu.co±a.pdf · que ninguno de los bandos contendientes quiso fran-quear, con el empeño, los primeros, de no dejar "ligar las manos al Presidente de

Embed Size (px)

Citation preview

LA CONVENCION

DE OCAÑA

LA CONVENCION

DE OCAÑA

TOMO 1

NOTA PRELIMINAR E INDICES PORLUIS C. ADAMES SANTOS

BIBLIOTECAP noneo POPULOllVOLUMEN 101

t"}\-,-"el,",,-v'r ,,;,,~,-....,.'-

r'\,,'....'" <~::-~.¡:\,,..,..;./""''l..

i..•••..•.'\\i~,,,....'

2 5 Oe r. J978

IMPRESO EN COLOMBIA

TALLERES GRAFICOS BANCO POPULAR

A MANERA DE HOMENAJEEl Fondo de Promoción de la Cultura del Banco

PopukLr se complace en asociarse a la magna fecha delsesquicentenario de la Convención de Ocaña, con la re-edición de la obra del Dr. José Joaquín Guerra; obra quepor haber sido editada a principios del siglo está total-mente agotada.

Quiere así la "Biblioteca Banco Popular" hacersepresente en todos los actos que con tal motivo se celebra-rán en la ciudad sede del histórico Congreso.

La citada Convención se reunió un 9 de Abril, fechaque en nuestros días asociamos siempre al asesinato delcaudillo popular Jorge Eliécer Gaitán.

Es extraño el sino de estas dos fechas. El 9 de Abrilde 1828 se reunieron en Ocaña los delegatarios de las í

Naciones Bolivarianas con el objeto de preservar la obraideada por el Libertador: La Gran Colombia. Desgracia-damente no fue así: como resultado de ello, aparecen allínuestras primeras disensiones y rivalidades. Aquello fueel origen de nuestras luchas intestinas y la disolución delsueño de los precursores de nuestra nacionalidad.

Ciento veinte años después acaece nuestro conocido9 de Abril, en el cual los odios partidistas y las luchaspolíticas estuvieron a punto de destruir la estructuraconstitucional y democrática del país.

El libro del Dr. Guerra puede aparecer para algunoscomo poco imparcial; pero de todas maneras es funda-mental por su contenido y por la riqueza de documentosy actas originales que contiene.

v

Queda al lector de hoy juzgar esta obra no sólo conuna nueva perspectiv,a histórica sino condicionando elanálisis que a estos amagos de nuestra infancia parla-mentaria darán expertos y estudiosos de este complejoperíodo institucional.

Al reeditar este interesante trabajo la "BibliotecaBanco Popular" ha querido rememorar aspectos crucialesde nuestro devenir histórico y rendir un tributo a aque-llos hombres que apasionada o erróneamente pero conánimo patriótico, intervinieron -desde la muy ilustreciudad de Ocuña- en tan importante Asamblea.

PEDRO RESTREPO PELAEZ

Bogotá, abril de 1978.

vi

NOTA PRELIMINAR

La presente edición facsimilar se ha tomado dela que realizó en 1908 la Imprenta Nacional, aparecidacomo Volumen VI de la colección de publicaciones quecon el nombre de Biblioteca de Historia Nacional ade-lanta, desde 1902 y hasta la fecha, la Academia Colom-biana de Historia. Debido a su extensión y al formatoa que la hemos sometido, la obra -cuyo tamaño originales de 16lf2 x 23 centímetros- ha sido dividida en dosvolúmenes, con los cuales se inicia la segunda centenade publicaciones de la serie Biblioteca Banco Popular.

En este primer tomo se incluyen los antecedentespolíticos que hicieron imposible el cumplimiento de lavigencia de la Ley Fundamental de la unión de los pue-blos de Colombia, promulgada en 1821 por el Congresode Cúcuta como corolario de los esfuerzos organizativosde nuestra civilidad iniciados en Angostura dos añosatrás.

Se encuentran dedicados lo·s primeros nueve capí-tulos, a la enumeración de los factores que después im-pondrían la disolución de la Gran Colombia y al análisisde sus causas, desde el estado de la República al terminarlas luchas emancipadoras, pasando por las rivalidadesque se presentaron en seguida entre los jefes principalesde la revolución, la rebelión de Páez en Venezuela, losamotinamientos de las tropas colombianas acantonadasen el Ecuador y en Bolivia, el rompimiento del tra-tado de amistad y alianza con Colombia por parte delPerú, los fuertes movimientos separatistas que estas

revueltas inspiraron, las desavenencias entre Bolívar ySantander, la formación de los partidos políticos y laviolenta polémica que entre ellos se estableció, paradesembocar en el clamor general por la convocatoria dela Gran Convención.

Del Capítulo X en adelante, se analiza la actuacióndel Congreso nacional frente a los factores que presio-naron la convocatoria de la Convención; los aconteci-mientos políticos y militares que simultáneamente conel estudio del proyecto de convocatoria se iban presen-tando; la elección de los Diputados; la rebeldía y el juiciodel Almirante Padilla; hasta que al término del CapítuloXIV nos encontramos ya con la culminación de las la-bores de la Junta preparatoria, y la Gran Convención envísperas de inaugurarse.

Se inicia el segundo tomo con la ceremonia de insta-lación, y en él se hace el recuento de las deliberacionesy se estudian las determinaciones que los convencionistasadoptaron, poseídos como estaban en su gran mayoríapor la pasión sectaria que -debido a las circunstanciaspolíticas reinantes- se hizo patente desde el comienzomismo de las sesiones; se ve cómo el solo discurso deinstalación provoca las primeras críticas, seguidas dedisgustos y descortesías que llegan a desatar unaverdadera competencia de dicterios y burlas entre boli-vianos y santanderistas que se iba incrementando con eltranscurso de las reuniones; cómo, a pesar de los esfuer-zos de aquellos Diputados que observaron cierto gradode ecuanimidad, fue imposible la conciliación de intere-ses que en el fondo eran comunes y que tenían por ob-jetivo primordial preservar la unidad de la República,cuando la atención de los convencionistas se desvió haciala persona de Bolívar hasta constituírlo en "el punto car-dinal que fue piedra de toque de todas las controversiasy disensiones que se suscitaron", y hasta convertir lasfacultades extraordinarias que los unos querían conser-varle y los otros negarle, en la frontera inmodificable

viii

que ninguno de los bandos contendientes quiso fran-quear, con el empeño, los primeros, de no dejar "ligarlas manos al Presidente de la República", y los segundoscon el de ir "contra el régimen arbitrario y contra undespotismo autorizado por las leyes"; y cómo, final-mente, vino la dictadura, cruel negación de los anhelosde aquellos hombres que dos meses atrás habían llegadoa Ocaña con las mejores intenciones de remediar losmales que aquejaban a la Gran Colombia.

Esta edición se ha complementado con la elaboraciónde índices temático y onomástico, y aunque la costumbregeneral en obras de este género es la de presentar losíndices al final del último volumen, hemos consideradoútil, para facilitar la labor de consulta, incluír en eltomo primero los correspondientes a esta parte inicial,mientras en el segundo se encuentran los de la obra ensu totalidad.

Asimismo se ha encabezado el segundo volumen conel discurso pronunciado por Don Raimundo Rivas el 12de octubre de 1933en homenaje a la memoria del autor,Dr. José Joaquín Guerra, en el recinto de la AcademiaColombiana de Historia -de la cual era Presidentecuando falleció-, pieza que constituye un excelenteensayo sobre su vida y su obra.

Como la foliatura de la edición original consta de nu-meración arábiga y romana, nos hemos visto en la nece-sidad de emplear numeración romana minúscula para laparte con que la adicionamos; ésta queda interrumpida,en cada uno de los dos volúmenes, por el cuerpo mismode la obra, para continuar luego su orden en la foliaturade los índices con los cuales deseamos brindar nuestroaporte para el estudio de este meritorio libro.

El Editor,

LUIS C. ADAMES SAN'rOS

UN\'!'

BIBLIOTECA DE HISTORIA NACIONAL

l'OR

JOSE JOAQUIN GUERRAMiembro de número de la Academia Nacional de Historia

J 9 08DOGOTA-COLOMBIA-S. A.

JWPItEMTA NACiONAL

INFORME DE UNA COMISION

Ste». Preeidente y miembros de la Academia Nacional de Hietorla.

Me honrasteis con la delicada comisión de informar sobrela obra del académico de número Sr. Dr. José Joaquín Guerra,titulada La Convención de Ocaiia, y vengo á desempefiar micargo con todo el temor que mis escasas aptitudes me inspirany toda la buena voluntad que la importancia del asunto, la res-petabilidad de la Academia y mi aprecio hacia el autor meprestan.

Por la atenta y repetida lectura que hice del voluminosoescrito del Dr. Guerra formé dos juicios: uno respecto al mé·rito de la obra, y otro referente al delicado punto histórico deque ella trata, y que ha sido materia de tántas y tan encontra-das opiniones.

De esos dos juicios expondré el primero, franco, leal ycompleto; y en cuanto al segundo pasaré muy por encima, asíporque mis desautorizadas opiniones pudieran parecer no muyprudente", como por varios motivos que al autor del libro heexpuesto.

Empieza la obra por una elegante introducción en quebrillan el lenguaje correcto, el juicio sereno y el talento clarodel Dr. Guerra, quien ha sabido demostrar que en nada se haquedado atrás de su ilustre padre, el ameno escritor y honora-ble caballero Sr. Dr. Ramón Guerra Azuola, digno miembroque fue de esta Academia.

En aquel prefacio hace ver el autor, así el patriótico fin quetuvo en mira al emprender concienzudamente el estudio deuno de los más escabrosos y trascendentales puntos de la his-toria nacional, como el ánimo absolutamente desinteresado ylibre de prejuicios con que emite sus en general atinados con-

Infirme de una Comisión

ceptos respecto de los ilustres patricios que hace desfilar en surelato y de los hechos en que ellos intervinieron.

Tiene, en mi concepto, el Dr. Guerra la mejor cualidad quepuede ambicionar un historiador: la sinceridad franca, serena.é imparcial para exponer lo que cree cierto, bien resulte adver-so á los héroes que los pueblos están acostumbrados á admil'ar,bien favorable á quien por cualquier motivo pudiera no serlemuy simpático.

Observo también otra condición, inapreciable en todo es-crito y más en los históricos: la claridad. La obra está al al-cance de toda inteligencia no cegada por la pasión ó las pre-ocupaciones arraigadas, lal> cuales ya en este debate sobrehechos cumplidos en época lejana quizá no pueden suponerseen nadie.

Pero lo que es valiosísimo en este libro es la documentación histórica con que lo ha enriquecido y en que funda, comosobre inconmovible cimiento, sus juicios y opiniones el autor.Son innumerables los documentos públicos, las proclamas, lascartas, los discursos inéditos, mensajes presidenciale~, etc. quecon laboriosidad suma y raro acierto ha acumulado el Dr. Guerra en este libro, salvando muchos tesoros de la destrucción ódel olvido, y prestando así servicio importantísimo á la historiade Oolombia.

La mera labor de acopiar. resumir y colocal metódica ycronológicamente tántos manuscritos, tántos da.tos, tántos do-cumentos referentes todos al mismo asunto, y antfls abandona-dos, casi perdidos y dispersos, es por lo cansada, difícil y pa-triótica, digna de alto encomio. Porque, como dijo un escritor:"Un país no tiene nunca con qué pagar los comprobantes ori-ginales de su propia historia."

Ouanto al fondo del libro, debo decir que aparte del inapre-ciable estudio de Derecho constitucional que encierra, el autorhace un gran bien al tratar de esclarecer y definir con desinte-resada frialdad-como experto cirujano que estudia en un cadá-ver-la responsabilidad de los hombres que figuraron en losgrandes hechos originarios de la convocatoria de la Convenciónde Ocaña, de los que fuel'on miembros del Congreso de 1827,de los que formaron la Gran Convención nacional y de los quetuvieron parte en su prematura disolución, de lamentables con-secuencias.

Después de relatar y comentar, eo\] lujo de citas, la deplorabIe rebelión del General Páez y los deml\s acontecimientosgraves que precedieron á la reunión de aquel Congreso, afron-ta sin temor el estudio de un problema histórico de capital im-portancia: ¿Oómo fue posible convocar la Oonvención para ex-pedir una nueva Oonstitución política cuando la de Oúcutaprohibía terminantemente que se la tocara para sustituirla por

Informe de una Comision YlI

otra antes de que se cumpliesen diez afios, de los cuales falta-ban todavía cuatro?

A este respecto dice: "Pues bien: la rebelión de Páez, lasactas tumultuarias de Venezuela, las de Nueva Granada, las delEcuador; los malhadados proyectos de monarquía, de dictadu-ra, de presidencia vitalicia y hereditaria; las publicacione::l pe-riódicas, los motines de las Divisiones colombianas acantona-das en el Perú y Bolivia, las ideas federalistas y separatistas,las diatribas de los partidos políticos, todo venía á traducirseen una sola palabra: ConvenciórI.. Durante dos años no se oyórepetir otra cosa en todos los ámbitos de la República; de unextremo á otro el clamor era unánime en este sentido; cadaMunicipalidad que se reunía con uno ú otro motivo pedía en suacta la Convención; los padres de familia, los funcionarios ci-viles y eclesiásticos, los militares amotinados, pedían Conven-ción; los periodistas de uno y otro bando reconocian su necesi-dad; y hasta el partido político que en los comienzos del debatese manifestaba ferviente defensor de las instituciones (que erael encabezado por el General Santander y los Dres. VicenteAzuero, Francisco Soto y Diego Fernando Gómez) acabó alfin por anhelar también la Convención. Eran muchas las riva-lidades, muy profundos los odios, muy divergentes las ideas, ysobre todo muy graves los malos que aquejaban á la Patria;pero era unánime el concepto de que cesarían estos malee, serestablecería la calma y se afianzaría la felicidad futura con elmero hecho de convocar la Convención."

y en otra parte agrega: '1 En verdad que los Oonstituyen-tes de 1821 cometieron un error gravísimo considerando suobra perfecta y dejando atadas las manos á la misma Repúbli-ca por un pecado de fatuidad, ó cuando menos de imprevisión.Oreer que se ha dicho la última palabra en materia de institu-ciones políticas, y exi~ir que ellas permanezcan intangibles átravés de las vicisitudes de la vida nacional y de los progresosde las ciencias y de las aspiraciones de los pueblos, es el colmode la insensatez, particularmente en estos países nuevos tanagitados por conmociones intestinas y tan sujetos á continuasmutaciones por su misma inexperiencia y su misma índole em-brionaria. Tan peligroso es el un extremo de dejar la Oonstitu-ción á merced de los embates de la veleidosa política, facilitandohasta el exceso su reforma, como el extremo opuesto de preten-der sujetarla eu un círculo de hierro para sefialarle un períodofijo de vida: en el primer caso la Oonstitución vendrl1 á ser unjuguete de los Congresos y jamás tendrá la estabilidad que debeserIe característica; pero en el segundo término no será sinoun exabrupto el remedio contra la Oonstitución defectuosa, quevenga á violarla en su mismo artículo de inviolabilidad para sus-tituirla por otra más acorde con las nueva" doctrina!' y tenden-

VJlI biforme de una Comisián

cias. Y aun Be ha visto el caso, no sólo en Oolombia sino en otrasnaciones donde se ha incurrido en idéntico error, de que paracorregirlo se haya hecho preciso lanzar al país en una guerradesastrosa, como el único modo de lograr lo que por medios pa-cíficos y legales no se habría alcanzado en mucho tiempo."

y acaba el Dr. Guena mediante un razonamiento extensoy juicioso-después de rebatir las opiniones del historiador Po-sada-por justificar al Oongreso de 1827 que convocó la Con-vención, cUY0!lmiembros, dice, "obraron honradamente, en laconvicción de que propendían á la integridad de la Gran 00-lombia."

En seguida comenta la campaña electoral para la Oonven-ción, en la cual salió derrotado el partido boliviano y triunfan-te el santandedsta, á cuyo Jefe acusa de haber sido" menosescrupuloso que el Libertador, trabajando activamente desde elsolio presidencial por favorecer su candidatura y la de sus adep-tos," y vitupera duramente al Geneml Santander, cuyo honorhabía sacado avante con brillantes pruebas respecto de otras si-tuaciones y de anteriores hechos, por el de haber manifestado(y, á juicio del autor, impuesto) su anhelo de ser miembro,como en efecto lo fue, de la Gran Oonvención.

Luégo inserta la extensa Ley de 29 de Agosto de 1827 so-bre elecciones de Diputados para la Oonvención; hace justiciaal General Santander en cuanto á la ofensiva desconfianza quele manifestó el Lihertador en la cuestión del empréstito; reco-noce también que fue nueva é injusta herida de Bolívar á San·tander el Decreto de 28 de Febrero de 1828, por el cual, al or-ganizar aquél la Administración pública durante su próximaausencia, dejando á los Secretarios de Estado encargados deldespacho de todos los negocios, despojaba de hecho á Santan-der de su cargo de Vicepresidente y miembro del Consejo deGobierno, empujándolo por fuerza á ocupar el de Diputado dela Oonvención, en donde bien podía vengarse; y expone, en fin,con fideliilad las causas del fatal rompimiento entre 103dosgrandes caudillos de la libertad, fuente de illmensoR males parala República.

Refiere luégo los trabajos preliminares, desde el 2 de Marzode 1828, día de la instalación del tan anhelado Ouerpo soberano;las muchas dificultades que por diversos motivos se presenta-ron para ella, las ardnas labores de calificación de los miem-bros, las largas y reñidas controversias que de ahí surgieron, ypor último, la solemnísima é imponente sesión de 9 de Abril deaquel año, en que quedó definitivamente constituida la Oon-vención "con los hombres más conspicuos de la Gran 00lombia."

"Eran-dice-los pad¡le~ 'ile la Patria, eran los hombresmás distinguidos que ha tenidoOolombia, emn los representan-

lnftrme de una Gomisión------_ _._ - - _ ..•.............IX

tes de aquella legión de indomables que habían dado vida ácinco Repúblicas. El momento para ellos y para la Nación en·tera no podía ser más solemne, y así lo comprendieron al tomarasiento en la sala de las sesiones y dar principio á sus impor-tantes trabajos."

Pero por desgracia, como el autor de la obra refiere deta-lladamente, desde los primeros momentos empezaron á eEobo-zarse y erguirse intransigentes y airados los dos partidos enque habían de dividirse la Convención y el país, á quien ella an-helaba salvar, pero á quien sin sospecharlo iba á causar pI'ofun-da herida.

Estuvieron sin embargo de acuerdo los miembros de todoslos partidos en la urgente necesidad de reformar la Constitu-ción de Cúcuta, y así lo decretaron.

Las discusiones referentes á la diputación del Dr. MiguelPeña contribuyeron en gran parte á agriar los ánimos desde elprincipio; y luégo el mensaje de Bolívar, en que lanzando depaso un hiriente sarcasmo á Santander, exigía la admisión dePeña, fue nuevo elemento añadido al fuego de discordia quereinaba. Guerra dice: "Otra vez el Dr. Peña, otra vez el hom-bre fatídico sirviendo de causa de disturbio y de intranquilidaden los ánimos. Por él empezó la discordia en la Gran Colombia;por él t,mía que terminar toda esperanza de reconciliación en-tre los partidos que la dividieron, y por él, que es lo más extra·ño, por un individuo que se había hecho antipático para todos,daba el Libertador una nota discordante tratando de imponerseá la Convención."

Esta causa y otras muchas fueron aumentando de tal ma-nera la irritación de los ánimos, que era imposible que las dosprincipales ft-acciones pudieran ya avenirse para aprobar laConstitución propuesta el 21 de Mayo por los Diputados Vicen-te Azuero, J. M. del Real, Francisco Soto, Romualdo Liévanoy Francisco de P. López Aldana, ni menos aún para adoptar lacontraria presentada el 28 del mismo mes por los centralistasbolivianos encabezados por el Dr. José María del Castillo Rada;pero ni siquiera para convenir en el proyecto de Acto adicionalde la Constitución de Cúcuta presentado por el Dr. Diego Fer-nando Gómez y otros Diputados de la mayoría el 6 de Junio,en vía de transacción.

De ahí pues que tras de acaloradísimas discusiones, de mu-tuas agresiones personales, de largas sesiones baldías ó másbien perjudiciales, porque cada una era motivo de nuevos enco-nos, resultase en fin la resolución de los Diputados de la mino-ría, acaudillados por Castillo Rada, de retirarse de las sesiones,dejando incompleta y por tanto inhabilitada en abi'lOluto laConvención por f~lt~ ~el núme~o ~,rWU~4¡¡.s J~fl-~8~'B.IlZ!l8((de los pueblofl y dlVldlda para sle~\JW'~tibliea.·· ." '. . ...

5)~l\': ; ; .:' ..

x Inflrml di una Comisi,n....................................................................... _-------_ .._ -

Por la separación de la minoría quedó el 11 de Junio de1828 definitivamente disuelta la Gran Convención de Ocaña, ysus miembros, que desde ese momento han sido objeto de en-contrados juicios más ó menos apasionados. comparecen ahoraante el tribunal justiciero de la historia.

Yo estoy perfectamente de acuerdo con el Dr. Guerra enque aquellos eminentes ciufladanos obraron todos de buena fe,creyendo cumplir su deber para con la Patria. No dudo que losbolivianos al aferrarse á sus ideas de exagerado centralismo yal exigir para el Libertador y Padre de la Patria la mayor sumade poder posible, juzgaban que en eso y sólo en eso fincaba lasa1vación de la República; como no dudo tampoco que al parti-do opuesto no )0 inspiraba otro móvil que el nobilísimo amor A.la libertad-exaltado al grado máximo por la guerra de la In-dependencia que acababa de pasar-y el más justo celo por losprincipios republicanos que veía en peligro.

Unos y otros obraban, repito, honradamente; y unos yotros creían interpretar el querer de los pueblos, porque si bienalgunos autores dicen que este querer estaba tan sólo encarna-do en la minoría de la Convención, no siempre puede sabersecon toda seguridad cuáles sean realmente las voluntades popu-lares, y los Diputados de la mayoría bien podían creerse debuena fe y con igual derecho sus únicos y genuinos represen-tantes.

Pero no obstante su honradez, ambos partidos se dejaronllevar por la pasión política, que siempre ha sido la mayor des-gracia del generoso pueblo colombiano. Faltóles á ambos el es-píritu de concordia que muy bien puede y debe reinar en losopuestos bandos en las épocas difíciles, de transiciones y deprueba, para amoldarse á las circunstancias y ceder mutuamen-te en sus pretensiones é intereses personales ó temporales enaras de la paz y de la Patria, sin hollar por eso sus principiostutelares y sus ideas características.

Opino sin embargo, contra el autor de esta obra y los res-petables historiadores en que se apoya, que los Diputados de laminoría de la Convencían de Ocatia faltaron, sin duda por errordisculpable, á su deber al retirarse de ella, y fueron la causade los enormes males posteriores. Esto, porque siempre he creí-do que el deber de los miembros de todo Cuerpo legislador ócolegiado está en él y debe cumplirse dentro de él, allí mismo,en su propio seno, cueste lo que costare; y que nunca se cum-ple ese deber con la deserción ó el abandono, como ha sido cos-tumbre en nuestras legislaturas. La obligación individual eneBOS casos, me parece, está en exponer, alegar y fundar cadauno sus opiniones lo mejor posible, esforzándose por hacerlastriunfar honradamente, y en salvar el voto y la propia respon-sabilidad si no se aceptan: para cumplir uno el deber no debe

Informe de una Comisión Xl

mirar jamás las consecuencias. Los legisladores que desertancuando no logran que prevalezcan sns ideas me parece que estánen el mismo caso que los Magistrados de un Tribunal ó de laOorte de Justicia que se nieguen á asistir á las sesiones por nofirmar una sentencia que la mayoría ha acordado y á ellos lesparece injusta ó injurídica: su deber es firmar, firmarla aun-que les duela, salvando su voto y dejando la responsabilidad deella y de sus consecuencias pesar entera sobre sus colegas.

Ooncluyo, pues, diciendo que aunque no estoy de acuerdocon el Dr. Guerra en algunos de sus juicios y de sus opinionespolíticas, su libro me ha parecido un importantísimo y valiosotrabajo de historia, que merece la gratitud de la Patria y laaprobación de la Academia, con un efusivo voto de aplauso, quepido se le dé unánimemente.

ADOLFO LEO N GOMEZMiembro de número de la Academia

Nacional de Historia.

Bogotá, Julio ]5 de 1907.

---

· 6'6' 6&'.1 AH.M:.4gl#.jA ,. 163' 'A'}"'fft f A'A'" "lIAlfl"" lA,IU1,. 1lA411 U!4. 'a 114 'f'M"'" ~fflWA

.~~~~~~~~~~~~~~OO~OO~~~OO~~~OO~~OOOO~,.,'irl'.". f 217fT:Hin ••m ,'1' ti .1ffffiiffl77ffifl'Yf1ii'ftil Jli Ji "YJff¡i""Jflftfh'fffthf"""

PROLOGO

ASAN los hombres y pasan sus hechos memorablesen la vida de los pueblos con la fugitiva rapidez detodo cuanto debajo del sol tiene existencia perece-dera; y en la órbita que recorren van ellos dejandouna estela más ó menos luminosa, que á fuerza dedebilitarse y empequeflecerse á medida del tiempo

y de la distancia, llegaría á extinguirse por completo si las nue-vas genemcioneil no se empeflaran con vívido interés en conser-varla pura, ya como prenda de legitimo orgullo, ya como símbo-lo de ensefianza y aun de ejemplar escal'miento.

i Tarea noble y generosa es la de la histOl'ia I Cuando esashuellas que dejan algunos ciudadanos por SIlS meritorias ac~io-nes empiezan á deshacerse arrolladas por el paso vertiginosode otros hombres y otros sucesos, quizá menos dignos de re-cuerdo, es evidente que sin la historia imparcial y justiciera elimperio del caos sentaría al fin sus reales en la memoria de lospueblos, yesos astros de primera magnitud que siguieron ade-lante llegarían á confundirse en remota lontananza con loscuerpos de ínfima categoria, sin que pudiesen después distin-guirse los que merecieran el galardón y el elogio entre los quefuemll dignos de eterno olvido, cuando no de execración y vi-tuperio. Como se borra la estela que dejan las naves en un marcombatido por recio vendaval, así llegarían á perderse esos re·cuerdos que la tradición no alcanza sola á conservar con todossus detalles cuando los sucesos se han atropellado en pasmosaconfusión, y cuando las tempeiltades políticas, y las guerras, ylas catástrofes de todo género han azotado, como entre nosotros,el suelo patrio hasta dejarlo en muchas partes desolado y yer-

:nv Prólogo

mo. La última escena de horror quedaría grabada (;on mayorfijeza en la mente de los pueblos, y esas escenas de gloria y deheroísmo que no debieran olvidarse jamás, al fin se olvidarían.

Empeñados pues en la importante labol' de mantenee vivosaquellos recuerdos y hacerlos servir á sus naturales fines, escritoreR de nota y curiosos anticuarios han logrado recopilar envarios cuerpos de escrito verdaderos tesoros para la historia: asíha ido ésta formándose y enriqueciéndose de día en día connuevos y muy importantes datos. Pero si la tarea es superior álas fuerzas de un solo individuo, uniendo las de varios han venido á formarse institutos y academias por mil títulos respeta-bIes, verdaderos centros científicos donde se recogen y aúnanlas labores de sus miembros para formar un todo homogéneo,digno de presentarse como verdadera historia del país.

De esta suerte la obra se hace más fácil, y lo que es mejor,mucho más completa y provechosa. La división del trabajo per-mite así presentar en todas sus fases el origen de cada pueblo,sus adelantos ó retrucesos, las vicisitudes por que haya ido pa-sando al correr de los tiempos, sus grandezas ó decadencias, susdías fastos, sus trofeos, sus épocas de gloria y flUS períodos deduelo y amargura. Los hechos más culminantes de los analespatrios, las grandes hecatombe", los triunfos morales y cientí~ficos, los adelantos de 103 sabios y las proezas de los héroes, lasexcehmcias de la virtud y hasta los horrores del crimen, todova quedando allí consignado, porque de todo puede deducirsenna saludable lección para lo venidero, haciendo resaltar lasnobles acciones, y señalando las consecuencias de errores y de-litos, que son los fines á que debe tender siempre todo historia-dor sereno y desapasionado.

De nada ó sólo de mero pasatiempo vendría á servir la his-toria si los hechos que en ella se consignan fueran mirados tansólo como 8.menas narraciones, inverosímiles á las veces portocar en apariencia los lindes de lo fantástico y lo novelesco, yno como hechos trascendentalísimos, á manera de bases ó pre-misas objetivas, de donde con poco esfuerzo de raciocinio lasgeneraciones futuras pudieran deducir para la vida prácticamuy provechosas consecuencias.

Sabido es que en la vida de los Estados hay, como en la delos individuos que los forman, edades diversas: ellos nacen,crecen, se desarrollan paulatinamente, prosperan, decaen y lamuerte viene algunas veces á borrar el matiz y la línea con queresaltaban en el mapa del globo. Ellos, como los hombres, reco-rren con paso vacilante las fugaces jornadas de la infancia; en-tran en el período borrascoso de la juventud, más ó menos dilatado según su propio y peculiar desarrollo, y caen al fin enlas cansadas tardes de la ancianidad, precursoras de próximoaniquilamien too

Prólogo xv

Colombia, nuestra amada Patria, ha recorrido apenas laprime m etapa de su vida. Engendrada por la savia del heroís-mo, regado su suelo con la sangre fecundizadol"a de guerrerosy de sabios, entró á formar, rodeada de prestigio y de gloria,en el rol de las naciones civilizadas. Tocaba apenas los umbra-les de la juventud cuando se vio r'eciamente atacada por losvendavales de la discordia civil: su paso se hizo entonces vaci-lante; el mismo nervio vigoroso que la había impulsado en busca de nobles ideales fue después causa de errores y extravíosque amargaron las primeras jornadas de su vida; potente en sugrandiosa obra de emancipación, hízose débil cuando la de des-membración del territorio llegó á cobrar preponderancia; sacu-dida desde entonces por duras tempestades, ha tenido épocasde abatimiento, viéndose víctima de toda clase de torturas, quela hubieran pnesto al canto de sucumbir' si al través de ellas ypor sobre las vicisitudes que cuenta en su historia no hubieraconservado iucólume el espíritu vigoroso y los juveniles ensue-ños que inspiraron á sus fundadores, como los conserva aún altravés de largas y desastrosas contiendas.

Al iniciarse no más la nueva ér'a política después de lasgrandes batallas que le habían dado origen, principiaron á sen-tirse los efectos de las rivalidades producidas entre los improvi-sados ciudadanos por cuestiones de regionalismo ó por exage-radas teor'ías en cuanto á formas de Gobierno; así es que fueroncontados los días de paz y de sosiego para la nueva nacionalidad.

Empezaba ella su vida independiente bajo hermosos auspi-cios: ceñida con los laums del más lujoso de los triunfos vis-to jamás en la historia de la América latina; prestigiada por elpederío de las armas y el esplendor de la victor'ia; saludada ensu cuna por las potencias europeas; pero no exenta por desgra-cia de sombras siniestras ni curada de los males que en siglosde esclavitud habían extendido hondas raíce8.

y entre las causas que más poderosamente contribuyeroná enardecer los ánimos y agravar la discordia entre granadinos,venezolanos y ecuatorianos, terminando con la desmembraciónde la Gran Colombia, figura en señalada línea, á nuestro modode ver, la que tuvo origen y desarrollo en una Asamblea representativa convocada como último recurso contra los males dela Patria, reunida ya en momentos de grande agitación y so-bresalto, anhelada por todos antes de inicial' sus labores y detodos execrada despllé3 de su disolución; Asamblea respetabil í-sima por el selecto personal que la formaba, donde todos loscolombianos fincaban BUS más halagüeñas esperanzae, y en lacual no se dio casi un paso acertado para remediar tántos in·fortunios, y en cambio sí se dieron muchos y muy avanzadospara adelantar en el camino de la destrucción y del desastre,Nos referimos á la Convención de Ocaña.

XVI Prólogo

Los partidos políticos, como llunea enardecidos, ensayaronallí sus venenosas armas y salieron luégo á esgrimirlas conloco ellcarnizamiento en los campos de batalla: aquel augustoOuerpo quedó convertido a] fin en palenque de irritante contro-versia, y cuanto en él se hizo ó se propuso no produjo otroefecto que el de aumentar las venganzas y los odios hasta entonces latentes, y dar por resultado un siglo de desdichas.

Tristeza da el decirlo, pero es lo cierto que nuestra historia parlamentaria presenta muy pocos ejemplos de cordura ypatriotismo. Desde los pI'imeros momentos de la Independen-cia, cuando ésta apenas iniciada edificaba una República, sobrebases de arena, aquellos Oongresos nómades de las Provinciasunidas, y aquellas Juntas Supremas que desbarataban la Patriaantes de constituirla; y luégo los Oongresos de la Gran Oolom-bia, donde empezó á germinar la idea separatista; y después lasAsambleas Oonstituyentes y las'Oámaras de Provincia y de losEstados en tiempo de la federación; y algunas de esas Oonven-ciones nacionales, modelos de exclusivismo político, y en fin,nuestros últimos Oongresos, verdaderos campos de Agramante,donde han tenido principio más de una contienda civil y más deuna mengua para la Patria: todas esas corporaciones represen-tativas han sido otros tantos elementos de discordia entre loscolombianos, y cuya infausta recordación, ya por lo estériles,ya por lo perjudiciales, ha venido á traducirse en la idea muygeneral y muy arraigada de suprimir en absoluto el sistemaparlamentario, para vivir con algún respiro, cosa que nunca sesofl.aron los fundadores de la República.

La Oonvención de Ocaña es un ejemplo vivo del grado áque pueden llegar y del perjuicio inmenso que alcanzan á pro-ducir los odios de partido y las venganzas personales, la f\xal-tación y el egoísmo colocados frente por frente en el estrechorecinto de la representación nacional.

Apenas habrá historiador que no haya dedicado algunospárrafos á la Oonvención de Ocaña, como qlle marcó ella elprincipio de nna nueva éra para Oolombia: la éra de :;u deca-dencia y desprestigio. Desde muy diversos puntos de vista lajuzgan muchos de tales historiadores, y la divergencia entreellos es completa al deslindar responsabilidades, atribuyendoya á una circunst.ancia, ya á ot.ra, ya á un partido político, ó yaal contrario, la causa de su insólita disolución, que tánto escán-dalo produjo en aquel tiempo, y táuto y de tan diversas mane-ras se ha comentado después con sob"a de apasionamiento enlos UIlOSy de ligereza en los otros.

Quizá con este paso de nuestra historia ha sucedido, comocon otros de igual importancia, que no se han tenido á la vistapara relatarlo los documentos en que pudiera basarse una apre-ciación desapasionada y justa. Es tan difícil hoy entre nos-

Prólogo XVII

otros hallar un papel determinado en archivos y bibliotecas,que muchos sucesos curiosos se han olvidado y muchas fortu-nas particulares se han perdido por falta de un documento queen mala hora se dejó traspapelar por ignorancia ó por desidia.

De ahí que escribir historia en Colombia sea empresa pordemás ardua y tardía. La ha acometido, á pesar de sus escasasfuerzas, el autor de estas líneas, refiriéndose á un periodo bas-tante corto pero bien importante de los anales patrios, cual esel que comprende los antecedentes, labores, disolución y conse-cuencias de la Convención Nacional reunida en Ocafia á me-diados del atl.o de 1828.

Allegar un pequefio contingente á la patriótica tarea de laAcademia de Historia de Colombia es el principal objetivo deeste trabajo; y muy bien compensada quedaría la escasez de sumérito literario con la realización del fin á que va encaminado,si es que pudiera contribuir en algo al esclarecimiento de loshechos y á la justificación de personajes cuya memoria es sa-grada para todo corazón que palpite con alborozo y gratitud alrecuerdo de la magna epopeya y de sus beneméritos caudillos.Porque si los Padres de la Patria pecaron como hombres, laposteridad no puede juzgar severamente su conducta sin admi-rarlos antes como héroes: la auréola gloriosa que los rodea vacreciendo con el tiempo casi hasta encubrir los lunares que seencuentran en su vida pública, y el cotejo de épocas con épocasy de hombres con hombres hace resaltar el engrandecimientode aquellos que pasaron pal'a no volver jamás.

La Academia, pues, se ha dignado acoger benévolamenteeste escrito y honrarlo más de lo que se merece dándole cabidaen la interesante obra que dos de sus más distinguidos miem-bros, los Dres. Eduardo Posada y Pedro María Ibáfiez, vienenelaborando desde hace algún tiempo bajo el epígrafe de Biblio-teca de Hist01'ia Nacional. Lo único que podemos asegurar ála corporación, al darle por ello nuestros más cumplidos agra-decimientos, es que no hemos ahorrado esfuerzo de ningunaespecie para reunir en esta monografía cuantos datos y docu-mentos puedan referirse directa ó indirectamente á la Oonven-ción de Ocaña. Estando sobre todo completos los que tienen re-lación con los proyectos de reformas políticas alli presentados,quizás su publicación pueda sel'vÍl' de algo para la historia deuna de las épocas más culminantes del Derecho constitucionalcolombiano, á cuyo estudio se presta hoy ba.stante atención pornuestras Escuelas y Academias de Jurisprudencia, lo mismoque por nuestros más distinguidos publicistas.

l¡h í