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La crónica y sus afanes Leonardo Padrón / El Nacional, 24 de marzo 2013 / Siete días ¿Está o no de moda la crónica? ¿Es un auge marginal? ¿Una euforia clandestina? ¿Acaso importa? A fin de cuentas, toda moda acarrea su propia tumba Empiezo por aclarar que en el tema de la crónica soy más un fanático que un teórico. De hecho, le tengo alergia a las tesis, a los argumentos sesudos, a las disquisiciones dilemáticas. Pero quisiera desbrozar algunos de los motivos por los cuales la crónica como género me entusiasma tanto. O, al menos, lo que yo dudosamente entiendo como crónica. Y digo dudosamente porque he leído tantas definiciones que casi alcanzan en hartazgo todas las que hay sobre la poesía. Es una buena prueba de que los ornitorrincos y los poemas siempre se la han llevado bien. *** Carlos Monsiváis decía que la crónica es “el género donde el empeño formal domina sobre las urgencias informativas”. García Márquez, muy a su estilo, soltó esta flecha: “Una crónica es un cuento que es verdad”. Antonio Cándido, en otro encomiable ejercicio de brevedad, la llama: “Literatura a ras del suelo”. Martín Caparrós, un cronista químicamente puro, la cataloga como: “Un intento siempre fracasado de atrapar el tiempo en el que uno vive”. Mark Kramer lo dijo así: “Género que tiene un pie en la ficción y otro en la notaría”. Leí tantas definiciones ingeniosas, provocadoras que me quedé a solas, aterrado de pensar que, quizás, nunca había escrito una sola crónica, a pesar de ufanarme de algunas páginas con ese nombre. Una de las más divertidas paradojas que he conseguido mientras refrescaba ciertas opiniones de los especialistas en la materia es que mientras algunos

La crónica y sus afanes

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Por Leonardo Padrón

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La crnica y sus afanes

La crnica y sus afanesLeonardo Padrn / El Nacional, 24 de marzo 2013 / Siete dasEst o no de moda la crnica? Es un auge marginal? Una euforia clandestina? Acaso importa? A fin de cuentas, toda moda acarrea su propia tumba

Empiezo por aclarar que en el tema de la crnica soy ms un fantico que un terico. De hecho, le tengo alergia a las tesis, a los argumentos sesudos, a las disquisiciones dilemticas. Pero quisiera desbrozar algunos de los motivos por los cuales la crnica como gnero me entusiasma tanto. O, al menos, lo que yo dudosamente entiendo como crnica. Y digo dudosamente porque he ledo tantas definiciones que casi alcanzan en hartazgo todas las que hay sobre la poesa. Es una buena prueba de que los ornitorrincos y los poemas siempre se la han llevado bien.

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Carlos Monsivis deca que la crnica es el gnero donde el empeo formal domina sobre las urgencias informativas. Garca Mrquez, muy a su estilo, solt esta flecha: Una crnica es un cuento que es verdad. Antonio Cndido, en otro encomiable ejercicio de brevedad, la llama: Literatura a ras del suelo. Martn Caparrs, un cronista qumicamente puro, la cataloga como: Un intento siempre fracasado de atrapar el tiempo en el que uno vive. Mark Kramer lo dijo as: Gnero que tiene un pie en la ficcin y otro en la notara.

Le tantas definiciones ingeniosas, provocadoras que me qued a solas, aterrado de pensar que, quizs, nunca haba escrito una sola crnica, a pesar de ufanarme de algunas pginas con ese nombre. Una de las ms divertidas paradojas que he conseguido mientras refrescaba ciertas opiniones de los especialistas en la materia es que mientras algunos proclaman el boom de la crnica latinoamericana, sus ms emblemticos cultivadores lo niegan.

Es decir, cada vez posee mayor visibilidad el gnero, aparece con terquedad en la agenda de congresos y festivales, se editan antologas aqu y all, va ganando reputacin acadmica la palabra y, por otro lado, los cronistas, los verdaderos protagonistas del aparente boom se quejan de que no hay tal, que los editores de la gran prensa los siguen evitando como se esquiva a un viejo amigo que habla mucho y presume de distinto. Juro que qued confundido. Est o no de moda la crnica? Es un auge marginal? Una euforia clandestina? Acaso importa? A fin de cuentas, toda moda acarrea su propia tumba.

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Ahora, hasta qu punto es importante tener una definicin exacta de lo que es la crnica? Acaso insisto la poesa la tiene? La maravilla es que uno sabe cuando se tropieza con la centella de la poesa, con su aceite y su lujo, con el zarpazo de su inmanencia. Por eso ya todos dejamos de preguntarnos qu es la poesa. Uno la reconoce, simplemente. Sin resquicio de duda. As sucede con las grandes crnicas.

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Daro Jaramillo Agudelo ha dicho que la crnica periodstica es la prosa narrativa de ms apasionante lectura y mejor escrita hoy en da en Latinoamrica. No deja de contagiar nimo esa frase. Es un gnero que tiene cultores de abolengo. Pensando en estas lneas desenterr viejos nmeros de El Malpensante y de Etiqueta Negra. Rele a Caparrs, me enamor otra vez de Leila Guerriero, subray a Juan Villoro, segu en Twitter a Alberto Salcedo Ramos. Volv a Jos Mart, aplaud a Kapuscinski, registr a Truman Capote, a Clarice Lispector y me tropec hasta con Vallejo. Busqu ideas, provocaciones, prrafos ruidosos. Todo eso hall. En cantidades notables.

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Soy un firme creyente en aquel axioma estoy evitando la palabra clich que dice que la realidad escribe mejor que la ficcin. Los narradores le dedican un colosal esfuerzo de sus glteos y neuronas a tratar de superarla. Casi nunca lo logran. Y quizs eso es lo que ms me gusta de ese ornitorrinco de la prosa, como la llam para siempre Juan Villoro: su mestizaje. Esa dosificada mezcla de verdad y literatura, de reportaje y poesa. Creo que la crnica es un gnero que la realidad exigi para dar cuenta de sus arrebatos y caprichos.

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Hace das, a propsito de la compleja y nebulosa situacin venezolana, escrib en las redes sociales un tweet que deca: Este pas necesita subttulos. Y se me ocurre pensar que quizs los cronistas pueden equipararse a unos subrepticios traductores de la realidad. En Venezuela, la realidad perdi cromatismo. Todo se lee, se ve, se respira en blanco y negro. El oficialismo y la oposicin ofrecen slo dos caras, excesivamente esquemticas, de ese jeroglfico llamado Venezuela. Quizs esa mirada aguda, morosa, vida en matices, que suele tener la crnica, sera el lente ideal para explorar la intensidad, el fanatismo y los vaivenes de la realidad nacional.

El periodismo venezolano pasa por su ms duro trance: canales de televisin y emisoras de radio cerrados o vendidos, peridicos cercados econmicamente, rudo control de divisas, acoso incesante de la guerrilla comunicacional, y el virus de la autocensura expandido en cada rincn hacen del oficio del periodista un verdadero tour de force en esta Venezuela llena de adjetivos rimbombantes. El neopopulismo es tambin una gramtica y una cadencia. En tal contexto el balancn se ha roto. Los extremos se tocan y la realidad ha quedado simplificada en dos colores: blanco y rojo, para ser un poco literales.

Para evitar reducir la realidad a una lectura epidrmica, para no enquistarnos en nociones tan genricas e intiles como pueblo y traidores, patria y aptridas, izquierda noble y derecha retrgrada quizs hace falta acerar la mirada, sumergirnos en los pliegues, en definitiva, rebasar los titulares de prensa. Me gusta pensar que entonces los cronistas pueden ser realmente tiles, aunque sea un trmino incmodo, para prender linternas dentro de tanta neblina.

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Los cronistas suelen burlar a los vigilantes, ignorar advertencias, procurar los pasillos, alzar la pregunta inesperada y el caf cmplice. Una herramienta muy eficaz en pocas puntillosas, donde la libertad de expresin se tambalea cotidianamente.

Un cronista, por definicin, evita la lectura maniquea del mundo. Es un antroplogo del dato ltimo, un historiador de la cotidianidad y sus asombros. No menos necesitamos para descifrar este pas donde un hombre llamado Hugo Chvez se ha vuelto una religin. Una religin cuyo cliz imprescindible es el petrleo. Una religin armada y turbulenta.

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Hacer crnica es contar la realidad como si fuera mentira. Y hoy veo a mi pas como una cantera abundante en historias inverosmiles. Un pas donde, por ejemplo, la ministra del Servicio Penitenciario amenaza con soltar a los presos que se porten mal. Donde los pranes de las crceles organizan shows bailables con strippers y estrellas del vallenato y el reguetn, mientras cuentan sus municiones. Un pas donde el agua es ms cara que la gasolina.

Donde los dueos de los apartamentos se encadenan a las puertas de su casa para expulsar a los inquilinos. Donde los comunistas rezan en la televisin.

Donde las reinas de belleza reinventan el castellano. Donde los policas atracan y secuestran a los ciudadanos. Donde inauguran una estatua en honor a Tirofijo, un guerrillero colombiano de amplio prontuario. Donde las invasiones han devenido en el surgimiento del rancho vertical ms grande del mundo. Donde los delitos los organiza gente que ya est presa y por lo tanto no los puedes meter presos. Donde termina un mandato y nadie se juramenta para el otro. Donde los decretos de Gobierno se hacen a travs de la firma escaneada de un presidente que estuvo oculto ms de dos meses. Donde la enfermedad de ese presidente se convirti en un misterio de ribetes flmicos y un pas entero se encresp de incertidumbre hasta que ocurri la estremecedora noticia de su muerte.

Toms Eloy Martnez asegur en una ocasin que la crnica es, tal vez, el gnero central de la literatura argentina. Creo que a Venezuela le ha llegado la hora de los cronistas. Quizs nos ayudara a entender un poco ms este maoso continente donde los caudillos no pasan de moda y siguen cabalgando con un pueblo entero a cuestas hacia el desvn de la historia.

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