La Dictadura Nazi Resumen Del Texto de KERSHAW 2473424

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    ªLa Dictadura Nazi. Problemas y perspectivas de interpretaciónº(Resumen del texto de IAN KERSHAW)

    El autor nació en Inglaterra en 1943. Primero se dedicó al estudio de la Edad Media, que luego reemplazó por el de la lengua y la cultura alemana. Finalmente se dedicóhasta la actualidad a investigar el fenómeno del nazismo.La primera edición del libro fue en 1985

    Según sus palabras en el prefacio a la cuarta edición, el nudo central del libro esuna evaluación histórica acerca del Tercer Reich en aquel momento.

    Cap. 1: Los historiadores y el problema de explicar el nazismo

    Aquí sostiene que los principales historiadores están lejos de ponerse de acuerdo sobre algunos de los problemas más fundamentales de la interpretación y explicación delnazismo.La visión dominante apenas terminó la guerra, ªla historia contemporáneaº, era de recriaciones del bando aliado y la tendencia a la disculpa del lado alemán. Luego, en los sesenta, con la apertura de registros se lograron importantes avances en el conocimiento. Para mediados de la década de los ´80, se producirá una explosión de sentiientos que se manifestó en ªla disputa de los historiadoresº, una importante controversia pública acerca del lugar que ocupa el Tercer Reich en la historia alemana, que involucró a los principales historiadores germanos.

    Las características particulares de los desacuerdos fundamentales entre los historiadores acerca de la interpretación del nazismo se encuadran dentro de la inevitable fusión de tres dimensiones: una histórico-filosófica, una político-ideológica y una al.Es un punto de vista básico de este libro que los contornos de los debates han sido por lo general establecidos por historiadores alemanes, en especial los de laRepública Federal, y han sido moldeados en gran medida por la visión que los historiadores alemanes occidentales han tenido de su propia tarea al ayudar a dar forma a la ªconciencia políticaº y con ello, a superar el pasado.Un tema importante son las insuficiencias de las fuentes materiales. Por un lado, mucha fue destruida por los nazis al aproximarse el final de la guerra, o seperdió en los bombardeos aéreos. Por otro, el gobierno extraordinariamente no burocrático de Hitler, en el que las decisiones rara vez eran registradas.

    La dimensión histórico-filosófica: el debate sobre método histórico es en gran medida y manera característica un asunto alemán occidental. El desarrollo posterior a la guerra de los estudios históricos puede ser dividido en 4 fases: un período de continuado y parcialmente reacondicionado historicismo (concepto idealista de la historia, pone énfasis en los hechos y personajes históricos, la voluntad y la intención en el proceso histórico; la continuidad fue el sello distintivo esencial, nazismo como ruptura del ªsaludableº pasado alemán, degeneración); luego viene en los sesenta una fse de transición con la ªcontroversia Fischerº (puso al descubierto los objetivos agresivos y de guerra expansionista de las elites alemanas en la primera guerra mundial, y con ellos derribó el argumento de que un desarrollo saludable hasta ciertomomento ªse había descarrilado después de la guerraº); la tercer fase desde mediados delos setenta hasta fines de los ochenta en la que nuevas formas de ªhistoria socialºcon bases estructurales alineadas con las ciencias sociales y estrechamente inte

    rrelacionadas con desarrollos paralelos en estudios internacionales (este enfoque afirmaba que el concepto de ªpolíticaº necesitaba ser subordinado al concepto de ªsocedadº); por último, los cambios producidos a partir de 1989-90.La dimensión político-ideológica: en la República Democrática Alemana, fundada sobre pripios marxistas-leninistas, el antifascismo fue, desde el comienzo, una piedra angular indispensable de la ideología y legitimidad del estado. Además era considerado parte constitutiva del imperialismo capitalista. Por su parte, el marco de referencia ideológico dentro del cual la investigación histórica operaba en Alemania occidental era eliminar la posibilidad de la creación de un sistema ªtotalitarioº, es decir, una constitución antifascista como anticomunista.

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    La dimensión moral: el contenido moral de los escritos sobre el nazismo de principios de la posguerra era explícito. Los historiadores de las potencias victoriosasestaban demasiado ansiosos por encontrar en el nazismo la confirmación de todas las peores características de los alemanes a través de los siglos. Todos los intelectuales serios (los alemanes sobre todo) demuestran su desprecio moral por el nazismo.

    Cap. 2: La esencia del nazismo: ¿una forma de fascismo, un tipo de totalitarismo o un fenómeno único?

    Mientras los teóricos del Comintern en los años veinte ya rotulaban al nazismo comouna forma de fascismo engendrada por el capitalismo en crisis, los escritores burgueses sólo un poco más adelante comenzaron a asociar derecha e izquierda como loscombinados enemigos totalitarios de la democracia. El debate acerca del fascismo y del totalitarismo se mantuvo con vida también por su relación con una tercera corriente de interpretación que demostró ser sumamente influyente: la que dice que el nazismo sólo puede ser explicado como producto de las peculiaridades del desarrollo prusianogermánico a lo largo del siglo anterior.Totalitarismo:El término totalitarismo fue acuñado en Italia el 23 de mayo de 1923 y fue usado alprincipio como un término antifascista de insulto. Para dar vueltas las cosas y volverlas contra sus oponentes, Mussolini se apoderó del término en junio de 1925, hablando de la ªfiera voluntad totalitariaº de su movimiento.Fascismo:

    La nueva oleada de interés por el fascismo como fenómeno experimentado en la mayoría de los países de la Europa de entreguerras fue disparada, en gran medida, en los años sesenta, por la aparición del muy influyente libro de Ernst Nolte, Der Faschismus in seiner Epoche (Las tres caras del fascismo), en 1963. Las condiciones políticas de esa década estimularon y condujeron, pues, un resurgimiento de las teorías marxistas sobre el fascismo, junto con las no marxistas del tema.Teorías marxistas: el primer intento serio de explicar el fascismo en términos teóricos fue emprendido por el Comintern en los años veinte, basada en una estrecha relación instrumental entre capitalismo y fascismo. Luego, aunque nadie equiparaba el bonapartismo con el fascismo, veían los estudiosos en la interpretación de Marx un indicador significativo para la comprensión de la mecánica de la relación del fascismo con la clase dominante capitalista. Esto les permitió distinguir entre el dominio social y el dominio político ejercido por la clase dominante capitalista. Esto les

    permite destacar la importancia autónoma del apoyo de la masa al fascismo; ver alfascismo sólo como uno de los muchos modos posibles de la crisis del capitalismo y de ninguna manera como el equivalente del estadio final al socialismo y, finalmente, darle importancia a la relativa autonomía del ejecutivo fascista una vez enel poder. Una tercera corriente es la de Gramsci y su idea de hegemonía burguesa.Coloca un acento mayor en las condiciones de crisis políticas que surgen cuando el estado ya no puede organizar la unidad política de la clase dominante y ha perdido la legitimidad popular, y que hace atractivo al fascismo como una solución radical populista al problema de restaurar la ªhegemoníaº de la clase dominante.Interpretaciones no marxistas: las tempranas interpretaciones ªburguesasº o no marxistas han sido, por lo general, consideradas seriamente deficientes por los estudiosos posteriores. La visión de ªcrisis moralº de la sociedad europea sólo ha producidoun impacto muy indirecto en las posteriores interpretaciones no marxistas del fa

    scismo. El intento de Reich de combinar marxismo y freudismo para interpretar al fascismo como una consecuencia de la represión sexual, y el enfoque de la psicología colectiva de Erich Fromm, que argumenta a favor de un ªescape de la libertadº para refugiarse en la sumisión, tampoco han proporcionado demasiado ímpetu. Sólo el enfoque de Parson, basado en el concepto de ªanomiaº en las modernas estructuras socialesy la coexistencia cargada de conflictos de los sistemas de valores tradicionales, arcaicos y los procesos sociales modernos, se puede decir que ha ªdejado una impresión indelebleº sobre los análisis no marxistas posteriores del fascismo ligados a las teorías de la modernización.Los estudiosos no marxistas de fascismo comparado, desde su renacimiento en los

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    años sesenta, derivaron su impulso en tres direcciones diferentes: el enfoque de la historia ªfenomenológicaº del trabajo de Ernst Nolte que implica tomar seriamente la descripción que de sí mismo hace un fenómeno, en este caso, los escritos de los lídere fascistas; enfoques estilo ªestructural-modernizaciónº donde el fascismo es visto como uno de los muchos senderos diferentes en la ruta hacia la sociedad moderna; por último, las interpretaciones ªsociológicasº de la composición social y de la base de se de los movimientos y los votantes fascistas. Este enfoque hecho por Lipset, muestra un radicalismo de la clase media baja.No obstante, frente a todas estas teorías, no hay en perspectiva ninguna teoría delfascismo que pueda obtener la aprobación universal.¿Nazismo como totalitarismo?Los críticos del concepto de totalitarismo se ubican en dos principales categorías:aquellos que rechazan categóricamente cualquier teoría del totalitarismo; y aquellos que están dispuestos a concederle alguna validez teórica, pero que consideran que su despliegue práctico es una herramienta de análisis de limitado potencial.En cuanto al primer grupo, sus argumentos se basan en: el totalitarismo no es másque una ideología de la guerra fría, y el concepto de totalitarismo trata la forma ±el aspecto exterior de los sistemas de gobierno- como contenido, como su esencia.En cuanto al segundo grupo dicen: el concepto de totalitarismo puede sólo de manera insatisfactoria comprender las peculiaridades de los sistemas que trata de clasificar; no puede incluir adecuadamente el cambio dentro del sistema comunista;no dice nada acerca de las condiciones socio-económicas, funciones y objetivos políticos de un sistema, y se contenta sólo con poner el acento en las técnicas y las formas externas de gobierno; por último, su legitimidad se apoya en el sostenimiento

    de los valores de las ªdemocracias liberalesº occidentales y la distinción entre gobierno ªabiertoº y ªcerradoº. Sin embargo, existe una ambivalencia entre la descripción destemas de gobierno históricamente reales (nazismo, estalinismo) y su ampliación para cubrir una ªtendenciaº que se extiende a tantas dictaduras modernas, que ese concepto pierde mucho de su valor analítico.Más allá de esto, me parece que las descripciones del nazismo como un ªsistema totalitarioº deben ser evitadas, no sólo debido al ineludible color político ligado al rótulo e ªtotalitarismoº, sino también a los pesados problemas conceptuales que el término conleva.¿Nazismo como fascismo o un fenómeno único?Quienes se oponen al uso de un concepto genérico de fascismo presentan dos principales objeciones a la catalogación del nazismo como fascismo: la primera, dice queel concepto con frecuencia es ampliado para cubrir una enorme variedad de movimi

    entos y regímenes de características y significación totalmente diferentes; la segunda, dice que ese concepto no tiene la capacidad de incluir de manera satisfactoria las singulares características del nazismo, y que las diferencias entre fascismoitaliano y el nacionalsocialismo alemán superan significativamente cualesquiera similitudes superficiales que puedan parecer tener.No obstante, autores como Bracher, Hildebrand, Hillgruber y otros, sostienen que el nazismo fue, no sólo en su forma, sino en su esencia, un fenómeno únicamente alemán y que esta esencia o singularidad estaría ubicada en la persona e ideología de Adolf Hitler. Pero este ªHitlercentrismoº es en sí mismo una comprensible reacción exagerad ante algunas rústicas interpretaciones izquierdistas que subestimaban por completo la figura de Hitler. De todas maneras, la ecuación nazismo = hitlerismo restringe innecesariamente la visión y distorsiona el foco al explicar los orígenes.Como conclusión: el concepto de fascismo es más satisfactorio y aplicable que el de

    totalitarismo para explicar el carácter del nazismo, las circunstancias de su crecimiento, la naturaleza de su gobierno y su lugar en un contexto europeo en el período de entreguerras. El nazismo no es incompatible con la retención del concepto de totalitarismo, aunque este último concepto es mucho menos utilizable y su valorestá estrictamente limitado. Por último, las características peculiares que distinguen al nazismo de otras importantes manifestaciones de fascismo sólo serán completamente entendidas dentro de las estructuras y condiciones de los desarrollos socioeconómicos e ideológicos-políticos alemanes en la era de la burguesía industrial. El naziso fue, en muchos sentidos, efectivamente un fenómeno único. Pero su singularidad nopuede ser solamente atribuida a la singularidad de su líder.

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    Cap. 3: Política y economía en el estado nazi

    Existe un amplio rechazo tanto a la rústica instrumentación de una opinión que ve al nazismo como un movimiento ªcriadoº y controlado desde el principio por intereses capitalistas, como igualmente torpe argumento en sentido contrario, que niega cualquier lazo estructural entre el capitalismo y el ascenso del nazismo. No obstante, es importante destacar el hecho mismo que los nazis representaran algo así comola última esperanza más que la mejor opción para buena parte de la industria.Un segundo tema importante a evaluar es hasta dónde las políticas del régimen nazi entre 1933 y 1945 fueron formadas y determinadas por consideraciones económicas.El debate erudito acerca del carácter de la economía nazi recibió un fuerte impulso con la aparición en 1966 del ensayo del historiador marxista británico Tim Mason, sobre la ªprimacía de la política ª en el Tercer Reich. El artículo de Mason fue escrito coun desafío tanto a la ortodoxia marxista-leninista la cual negaba la existencia de un reino autónomo de lo político al presentar la esfera político-ideológica como partede la superestructura del sistema socioeconómico; como así también un desafío a los enfques ªliberales-burguesesº que sostenían que la economía estaba más o menos sujeta a lao cuestionadas prioridades y autonomía políticas de una dictadura implacable e ideológicamente motivada. La conclusión de Mason fue ªque tanto la política interior como laexterior del gobierno nacionalsocialista se volvieron, desde 1936 en adelante, cada vez más independiente de la influencia de las clases económicamente dominantes,y hasta en algunos aspectos esenciales iban en contra de sus intereses colectivosº.

    La clásica respuesta marxista-leninista no se hizo esperar: sostenían que la interpretación de Mason sacaba al fascismo del reino de lo explicable históricamente, reduciéndolo al nivel de un accidente histórico. Por su lado, la historiografía ªliberal-buruesaº dominante nunca dudó acerca de la naturaleza de la relación, es decir, la eficiencia económica y la primacía de la política, no las doctrinas capitalistas, de clase media o socialista eran las que decidían el curso.Ahora, en cuanto a los enfoques marxistas occidentales tienden a tomar su puntode partida como una interpretación ªbonapartistaº, es decir, el ejecutivo nazi y la clase capitalista estaban unidos entre sí de manera inexorable por las reglas del capital mismo, por la necesidad de una forma excepcionadle explotación para revitalizar el capitalismo y sacarlo de su gran crisis. El monopolio del poder del ejecutivo nazi derivaba de su capacidad de salvaguardar los intereses objetivos de la burguesía maximizando sus beneficios en esas condiciones de crisis extrema del ca

    pitalismo. Por lo tanto, común a todas las teorías marxistas es la aceptación de un cierto grado de autonomía del estado nazi con respecto al poder, incluso de las más poderosas fuerzas capitalistas.El tenor de los más recientes trabajos sobre la economía nazi ha sido más bien el de sugerir que los objetivos e intereses estrechamente entrelazados de la dirigencia nazi y del capital alemán se influenciaron y afectaron mutuamente, y no la simple y poco útil dicotomía de ªprimacía políticaº o ªprimacía económicaº. Aquí prevalece lanazi como un ªpactoº (o ªalianzaº) no escrito entre diferentes pero interdependientes loques de un ªcártel de poderº, el cual fue inicialmente una tríada compuesta por el blque nazi, los grandes intereses y el ejército. El rearme masivo llegó a convertirseen el principal catalizador que aseguraba la fusión dinámica de los intereses del ejército, la industria y la dirigencia nazi (Plan Cuatrienal de 1936). No obstante,el memorando secreto de Hitler justificando el plan es la más clara demostración de

    una ªprimacía de la políticaº ya que destaca que ªla nación no vive para la economíaº. anera, la dirigencia nazi alcanzó una enaltecida posición de fuerza dentro del ªcártel e poderº.Los factores económicos siguieron, durante la guerra misma, inseparablemente entrelazados con los factores ideológicos y estratégico-militares, para dar forma y carácter a la agresión alemana. La guerra imperialista de saqueo era una necesidad lógica y cada vez más la única opción disponible; la industria alemana estaba estructuralmente involucrada en las decisiones políticas que culminaron en una destrucción y una crueldad de una magnitud sin precedentes en Europa.El despliegue de escasos medios de transporte para trasladar la carga humana por

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     verdadera ªdebilidadº de Hitler. En consecuencia, el régimen no desarrolló ninguna polca social coherente y estaba en una posición esencialmente débil cuando debía enfrentarse con la lógica de la lucha económica de clases y la necesidad de tener que pagarlos armamentos sin drásticas reducciones en el consumo. Por lo tanto, la movilización de la población fue poco entusiasta e incompleta y la producción para la guerra entorpecida. La debilidad del régimen, por lo tanto, llegó hasta el corazón mismo de surazón de ser (la guerra) y limitó su potencial hasta el extremo de que se podría afirmar que la destrucción del régimen no fue simplemente una cuestión de derrota externa,sino que estaba ªestructuralmente condicionadaº por sus contradicciones internas.Las ªintencionesº de Hitler son indispensables para explicar el curso del desarrollo en el Tercer Reich. Pero ellas no constituyen por sí mismas, de ninguna manera, una explicación adecuada. Las condiciones en las que la ªvoluntadº de Hitler pudo ser implementada como ªpolíticaº de gobierno fueron sólo en escasa medida moldeadas por Hitlr mismo y, además, hicieron que el fracaso final de sus objetivos y la destrucción del Tercer Reich fueran casi inevitables. Por otra parte, la instrumentación de la ªvoluntadº de Hitler no es un asunto tan directo y una conclusión previsible como los ªintencionalistasº hubieran querido. Si no fue un ªdictador débilº, tampoco Hitler fue elmo del Tercer Reichº con el implícito significado de omnipotencia.ªIntenciónº y ªestructuraº son ambos elementos esenciales para una explicación del Tercich, y necesitan una síntesis más que ser puestos en oposición uno con el otro.

    Cap. 5: Hitler y el Holocausto

    El tema central sigue siendo cómo el odio nazi por los judíos fue trasplantado para

    convertirse en práctica de gobierno, y cuál fue precisamente el papel de Hitler en este proceso.Los impulsos más grandes para la investigación y el debate erudito comenzaron fuerade Alemania. En primer lugar, los realizados por los estudiosos judíos en Israel y, segundo, por los historiadores no judíos fuera de Alemania. No obstante, los contornos del debate sobre Hitler y la ejecución de la ªsolución finalº son algo peculiarmnte germano-occidental, aun cuando valiosas contribuciones hayan sido hechas por estudiosos extranjeros.La divisoria en la interpretación de este tema nos lleva otra vez a la dicotomía de ªintenciónº y ªestructuraº. En cuanto al primero, arranca de la suposición de que Hitler mo, desde fecha muy temprana, seriamente consideró, persiguió como objetivo principal y luchó de manera implacable para lograr la aniquilación física de los judíos. Es decr, la ªsolución finalº debe ser vista como el objetivo central del dictador desde el p

    rincipio mismo de su carrera política. En contraste, el otro enfoque pone el acento en la manera improvisada y no sistemática de dar forma a las ªpolíticasº nazis respeco de los judíos, viéndolas como una serie de respuesta ad hoc de una maquinaria de gobierno resquebrajada y desordenada. El enfoque ªestructuralistaº de ninguna maneraniega la responsabilidad personal, política y moral de Hitler respecto del ªHolocaustoº. Lo único que hace es ampliar esa culpabilidad para implicar directamente y como agentes activos y decididos a grandes sectores de las elites alemanas no nazisen el ejército, en la industria y en la burocracia, unto con la dirigencia nazi ylas organizaciones partidarias.Durante los años anteriores a la guerra, como demuestran de manera convincente las pruebas reunidas y analiazadas por Schleunes y Adam, parece claro que Hitler no tomó ninguna iniciativa específica respecto de la ªsolución finalº y reaccionó ante lafusas y a veces conflictivas líneas de ªpolíticaº que emergían, más que instigarlas. Lo

    ncipales impulsos provenían de la presión ªdesde abajoº de los activistas del partido, e la organización interna y el dinamismo burocrático del bloque SS-Gestapo-SD, de las rivalidades personales e institucionales que encontraron un escape en la ªcuestión judíaº y, en no menor medida, de los intereses económicos deseosos de eliminar la competencia judía y de expropiar los capitales judíos. El papel directamente desempeñadopor Hitler era limitado y dictado sólo por la necesidad que él sentía, a pesar de su obvia aprobación del boicoteo, de evitar que se lo asociara con los peores ªexcesosº de los más radicalizados del partido. El ªcompromisoº resultante fue efectivamente la promulgación de las notables ªLeyes de Nurembergº de 1935, a la vez que se respondía a lo pedidos de una clara guía y ªregulaciónº de la ªcuestión judíaº, y se daba una vuelta

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    erca de la discriminación. Fue una clara respuesta a las considerables presiones que venían desde abajo.La agitación y el terror generados por todos los miembros del partido en 1938 dieron forma a la tensa atmósfera que explotó en el programa llamado ªNoche de los Cristalesº del 9 y 10 de noviembre. Hitler cuidó su imagen en un segundo plano, sin asumirresponsabilidad alguna por acciones que eran a la vez impopulares entre la gente y castigadas por los dirigentes nazis. ªLa Noche de los Cristalesº fue el resultado de la falta de coordinación que caracterizó la planificación nazi de la política antismita.La guerra misma y la rápida conquista de Polonia produjeron una transformación en la ªcuestión judíaº. Se dio un proceso de radicalización que cobró impulso entre 1939 y 1Sería equivocado sacar la conclusión de que el difusamente indicado ªobjetivo finalº sinificaba la aniquilación programada. Sin embargo, claramente la parte operativa del decreto se relacionaba con la provisional concentración de judíos para su posterior transporte. La política de expulsión forzosa condujo inevitablemente al establecimiento de guetos. El ªproblema generalº de los aproximadamente tres millones doscientos mil judíos en territorios gobernados por alemanes ªya no podía ser resuelto con laemigraciónº y que, por lo tanto, era necesaria ªuna solución territorialº. En la guerrantra el gran enemigo bolchevique, el ªproblema judíoº iba a adquirir una nueva dimensió: la última fase antes de la ªsolución finalº real. Los fusilamientos en masa de los jus rusos por parte de los SS marcaron la radicalización de la política antisemita.Como lo demuestran las diversas interpretaciones de los principales expertos, las pruebas con respecto a la naturaleza precisa de una decisión de llevar a la práctica la ªsolución finalº, en cuanto al momento en que se tomó, e incluso con respecto a l

     existencia misma de tal decisión son circunstanciales. El impulso fue en gran medida estimulado por una combinación de medidas burocráticas que emanaban del CuartelGeneral de Seguridad del Reich e iniciativas ad hoc tomadas ªen el terrenoº por individuos y agencias encargadas de ocuparse de una tarea cada vez menos manejable.Inicialmente, fue para albergar a los cautivos soviéticos que el entonces pequeño campo de concentración de Auschwitz fue ampliado, y los primeros experimentos con las cámaras de gas allí tuvieron como víctimas no a los judíos sino a los prisioneros de uerra soviéticos. La confusión, las contradicciones y las improvisaciones del verano y el otoño de 1941 son, sin embargo, compatibles con el gradual acercamiento al amplio programa genocida conocido para la historia como la ªsolución finalº, que salió ala luz plenamente sólo en la primavera de 1942.Hitler, en el conocido discurso que dirigió al Reichstag el 30 de enero de 1939, ªprofetizóº que, en el caso de otra guerra mundial, los judíos de Europa serían aniquilado

    . El 12 de diciembre de 1941, al día siguiente del ataque japonés a Peral Harbor donde Hitler declaró la guerra a Estados Unidos, cuando la guerra según su opinión se habí convertido en una ªguerra mundialº, Hitler se dirigió a los líderes del partido en done habló, entre otros temas, de los judíos donde, según Goebbels, Hitler se refirió a surofecíaº y a su opinión de que ªla aniquilación de la juderíaº tenía que ser la ªconsecsariaº del hecho de que la ªguerra mundialº había llegado, donde ªlos instigadores de e sangriento conflicto tendrán así que pagar por ello con sus vidasº. Para el verano de 1942, entonces la ªsolución finalº estaba ya en plena vigencia. Para fines de 1942, cerca de cuatro millones de judíos habían sido asesinados.El gradual desarrollo de la ªsolución finalº parece ser la conclusión más significativae surge de un conjunto de importantes estudios regionales recientes de la política genocida. El preciso papel de Hitler en estas fases clave sigue estando en su mayor parte en las sombras. Pero esto no significa que no sea importante.

    Si uno relaciona esta discusión sobre la génesis de la ªsolución finalº con las polarizs interpretaciones ªhitleristaº y ªestructuralistaº uno tendría que concluir que ningune los dos modelos ofrece una explicación totalmente satisfactoria (no es ni una acción planificada ni tampoco improvisada).La ªintenciónº de Hitler fue ciertamente un factor fundamental en el proceso de radicalización de las políticas antisemitas que culminaron en el exterminio. Pero aún más imprtante para una explicación del Holocausto es la naturaleza ªcarismáticaº del gobierno el Tercer Reich y el modo en que funcionaba manteniendo el impulso de crecienteradicalización en torno a objetivos ªheroicosº, quiméricos, que iban corroyendo y fragmntando la estructura de gobierno. Éste fue el marco de referencia esencial dentro

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    del que la locura racista de Hitler pudo convertirse en una política concreta.

    Cap. 6: Política exterior nazi: ¿ºun programaº o ªuna expansión sin sentidoº de Hitler?

    Las interpretaciones, aquí también, han llegado a dividirse alrededor de los polarizados conceptos de ªintenciónº y ªestructuraº. En cuanto al primer enfoque, se les da latal primacía a los objetivos ideológicos de Hitler en la conformación de una consistente política exterior, cuyos lineamientos y objetivos generales estaban ªprogramadosº hacía mucho tiempo. En cuanto al enfoque estructuralista, muestra a Hitler como ªun hombre de improvisaciones, de experimentaciones, de ideas brillantes surgidas alcalor del momentoº.En cuanto al enfoque ªintencionalistaº se destacó el ªplan de etapa por etapaº donde prro Alemania debía lograr la hegemonía sobre toda Europa, luego sobre Medio Oriente y finalmente los Estados Unidos y con ello, el mundo entero. Dentro de esta idea, se abrió un ªsubdebateº entre ªcontinentalistasº que veían los objetivos finales de Hila conquista de Europa Oriental, y los ªglobalistasº, cuya interpretación ±la dominante no aceptaba nada que no fuera el dominio total del mundo. Sin embargo, común a ambas posiciones, era el acento puesto en los componentes intrínsecamente relacionados de conquista de Europa Oriental y el dominio racial como elementos programáticos de Hitler.Por otro lado, desde varias direcciones diferentes, se han realizado serios intentos de desafiar esta ortodoxia dominante que destaca la autonomía de los objetivos programáticos de Hitler para definir la política exterior. Éstos podrían clasificars convenientemente en tres categorías interrelacionadas: primero, el más radical, pon

    e el acento en la reacción improvisada y espontánea de Hitler; luego la afirmación deque Hitler no era un ªagente libreº, sino que estaba sujeto a las presiones de significativos grupos de elite, de varias agencias relacionadas con la elaboración de la política exterior, de las exigencias del partido ansioso de acciones concordantes con sus propias grandilocuentes promesas y las declaraciones de propaganda, de las constelación internacional de fuerzas y de la creciente crisis económica; por último, la opinión de que la política exterior tiene que ser vista como una forma de ªimperialismo socialº, una manifestación externa de los problemas domésticos, una válvula d escape o compensación para el descontento interno y que, por lo tanto, cumple lafunción de preservar el orden interno.Por otra parte, parece haber poco desacuerdo entre los historiadores acerca de que Hitler personalmente tomó las ªgrandesº decisiones en política exterior después de 1. Sin embargo, el acuerdo es menor en relación con hasta dónde llegó la peculiarmente

    personal marca de Hitler en el desarrollo de las relaciones exteriores de Alemania y en cuanto a si 1933 puede ser considerado el punto de quiebre de la políticaexterior alemana como consecuencia de las obsesiones ideológicas y el ªprogramaº de Hitler. Una clara respuesta es que, mientras en las cuestiones domésticas Hitler sólointervenía esporádicamente en la toma de decisiones y en cuanto a la política antisemita, en lo que se refiere a la política exterior nunca se mostró reacio a ofrecer nuevas iniciativas o a tomar decisiones vitales. Es difícil, por lo tanto, encontrarpruebas de un ªdictador débilº en las acciones de Hitler en el terreno de la política eterior. No obstante, su política exterior no fue de ninguna manera independiente de diferentes tipos de ªfactores estructuralesº. Éstos, sin embargo, lo impulsaron todavía con mayor velocidad por el sendero que él estaba decidido a transitar. Por lo tanto, las conclusiones de José Dülffer acerca de la toma de decisiones en política exterior parecen adecuadas: primero, la influencia de las viejas elites dirigentes s

    e desvaneció a medida que crecía la influencia de las ªnuevasº fuerzas nazis; la segund, aunque no tomadas de manera autónoma ni en un vacío social, las más importantes iniciativas en la política exterior alemana en los años treinta pueden rastrearse hastaHitler mismo; tercero, los factores económicos contribuyeron al marco dentro del cual las decisiones debieron ser tomadas, pero no desempeñaron un papel dominante en las decisiones de Hitler; por último, no puede ser visto simplemente como un oportunista maquiavélico, sino que más bien ofreció una política antisoviética coherente ta 1939), cuando necesitó un realineamiento de las relaciones de Alemania con Polonia y Gran Bretaña.Por otro lado, la interpretación de que el curso de la política exterior alemana tenía

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     una consistencia interna establecida, más que por ningún otro factor, por la ideología de Hitler sigue siendo un tema abierto a la discusión. Una primera alternativa,dice que la motivación ideológica de Hitler, si bien básicamente inalterada, no fue el factor decisivo. Más bien, Hitler articulaba y representó las exigencias expansionistas e imperialistas de la clase gobernante alemana e hizo posible la guerra imperialista buscada por el capital monopólico. Un segundo enfoque, pone el peso de la explicación en la ªprimacía de la política interiorº, es decir, como necesidad de prevar y sostener el orden social interno. Por último, otra explicación afirma que la política exterior alemana carecía de una única y clara dirección, caracterizada por el popio oportunista de Hitler.Finalmente, el debate acerca de los límites de las ambiciones a largo plazo de Hitler, acerca de si quería la dominación del mundo o si su objetivo final era ªmeramenteºla conquista de Europa Oriental, tiene un cierto tono de artificialidad. Hay pocos fundamentos para dudar que Hitler en ocasiones tenía pensamientos de ªdominación del mundoº. A fines de la década de 1920, la idea de que los Estados Unidos representaban una amenaza a largo plazo para Alemania estaba bastante difundida, y fue enese clima que Hitler expresó su difusa fantasía acerca del gran conflicto entre el imperio eurasiático dominado por Alemania y los Estados Unidos en un futuro distante. No obstante, su visión seguía siendo primariamente continental, y prestaba poca atención en términos concretos a las regiones fuera de Europa. Ya durante la guerra,en la cúspide su poder, Hitler pensó por un breve tiempo en ªdestruirº a los Estados Undos, asociándose con el Japón y en instalar bases para bombarderos de larga distancia con el fin de atacar a los Estados Unidos. Pero con el inminente ingreso de Norteamérica en la guerra y la ofensiva alemana empantanada en el barro ruso, volvió a

     la difusa idea de un enfrentamiento con los Estados Unidos ªen la próxima generaciónº.A medida que el Tercer Reich se convertía en ruinas y el Ejército Rojo se formaba alas puertas de Berlín, Hitler regresó a blancos más modestos: la destrucción del bolcheismo, la conquista de los ªgrandes espacios en el esteº y una política del Lebensraumcontinental a diferencia de la adquisición de colonias allende los mares.Por lo tanto, la compleja radicalización en la política exterior que convirtió los sueñs ideológicos de Hitler en pesadillas vivientes para millones de personas puede, pues, ser explicada sólo de manera inadecuada concentrándose fuertemente en las intenciones de Hitler divorciadas de las condiciones y fuerzas ±dentro y fuera de Alemania- que estructuraron la ejecución de aquellas intenciones.

    Cap. 7: El Tercer Reich: ¿ºreacción socialº o ªrevolución socialº?

    Al apoyarse en la premisa básica, de que el Hitler-fascismo fue la dictadura de los aspectos mas reaccionarios de la clase gobernante alemana, no debe sorprenderque la historiografía de la RDA le halla otorgado poco espacio a ideas relacionadas con el hecho de que Tercer Reich hubiera producido algún cambio en la sociedad alemana que significara una ªRevolución Socialº. Los escritos históricos marxista occidetales se han mostrado igualmente impacientes con la sugerencia de una ªRevolución Socialº bajo el nazismo. El balance histórico afirmaban era claro: el nazismo destruyó las organizaciones de la clase obrera, dio nuevas formas a las relaciones de clase fortaleciendo en gran medida la posición de los empleadores, que tenían todo el apoyo de un estado policial represivo y mantuvo bajo el nivel de vida a la vez que producía crecientes ganancias. Por lo tanto, aunque se produjeron cambios superficiales en las formas sociales y las apariencias institucionales del Tercer Reich, la sustancia fundamental de la sociedad siguió inalterada, dado que la posición de

    l capitalismo fue fortalecida y la estructura social enaltecida y no desmantelado por el nazismo.En contraste, una influyente interpretación propuesta por estudiosos ªliberalesº sugiere que los cambios en las estructuras de la sociedad y en los valores sociales producidos directa o indirectamente por el nazismo fueron tan profundos que no es exagerado considerarlos una ªRevolución Socialº.Una tercera posición puede distinguirse de estas dos interpretaciones, aunque en la práctica esta más cerca de la segunda que de la primera. Se afirma que cualquier cambio que el nazismo produjo por si mismo de ninguna manera puede ser considerado una ªrevolución socialº. Sus efectos sociales fueron, en realidad, contradictorios:

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    algunos ªmodernistasº, otros reaccionarios. De todas maneras, el Tercer Reich, en efecto tuvo importante consecuencias para la sociedad de posguerra, especialmenteen la naturaleza de su propio derrumbe y destrucción total, que arrastro consigo las estructuras autoritarias que habían dominado a Alemania desde la era de Bismarck, y al desatar tanto caos, fue necesario comenzar de nuevo en las zonas oriental y occidental de la derrotada Alemania.Por otra parte, una evaluación del impacto social del nazismo debe comenzar con la naturaleza y dinámica social del movimiento nazi. En lo que respecta el mundo real del corto plazo, Hitler no estaba interesado en alterar el movimiento social.Al igual que la industria y el capitalismo, los grupos sociales estaban para servir a los objetivos políticos de la lucha por la ªsupervivencia socialº. En lo que siel nazismo fue ambicioso fue en su intento de lograr transformaciones en la conciencia subjetiva más que en las realidades objetivas. Dado que el diagnóstico nazi del problema de Alemania era en esencia uno de actitudes, valore y mentalidades,fue en este terreno donde trataron de hacer una revolución psicológica remplazando toda fidelidad de clase, de religión o regional por una masiva y enaltecida conciencia nacional, para movilizar psicológicamente al pueblo alemán para la lucha que seaproximaba. La idea de una ªcomunidad nacionalº no era la base para cambiar las estructuras sociales, sino un símbolo de la conciencia transformada.El acento, por lo tanto, ha sido puesto con mucho mas fuerza con las continuidades esenciales de la estructura de las clases de la Alemania nazi, que es sobre los cambios profundos. Por ejemplo, la nueva elite política coexistió y se mezclo con las viejas elites en lugar de suplantarlas. En el otro extremo de la escala social, en la clase obrera vio su nivel de vida reducido en los primeros años del Ter

    cer Reich, aun comparado con los bajos niveles de la era de la depresión. Continuidad más que cambios gramáticos fue lo característico hasta el período de la guerra.Los estudios sobre los grupos de clase media también han destacado de qué manera los cambios que se produjeron fueron producto de la recuperación industrial y la aceleración del desarrollo en una economía capitalista. También existió un antifeminismo nai aunque la creciente necesidad de mano de obra femenina obligo a hacer concesiones hasta el punto que se produjo un cambio total de prerrogativas ideológicas durante la guerra. Muchas cosas sugieren que los nazis produjeron su mayor impactoen los jóvenes alemanes, pero incluso en esto el régimen obtuvo un éxito parcial.Una vez erradicada la equivoca idea de que la sociedad alemana fue cambiada de manera revolucionaria durante el Tercer Reich, parece posible afirmar tanto que durante el periodo de su dominio el nazismo reafirmo el existente orden de claseen la sociedad, como que, sobre todo a causa de su dinamismo destructivo, prepar

    o el camino para un nuevo comienzo depuse de 1945.Finalmente, debido a que el nazismo le otorgo prioridad absoluta al rearme, a la guerra y a la expansión produjo una tormenta de destrucción que amenazo, y luego inevitablemente devoró, a los representantes del orden social existente. Por lo tanto, la dinámica destructiva del régimen nazi derribo los pilares del viejo orden social en su propio fin violento, y preparo el camino, para una drásticamente corregida forma de estado capitalista en Occidente y una genuina revolución social en Oriente.

     Cap. 8: ¿ªResistencia sin el puebloº?

    En ambas partes de la Alemania dividida de posguerra, aunque de maneras muy diferentes, la historia de la resistencia al gobierno nazi desempeño un papel central

    en la imagen que de si mismos mostraban los nuevos estados en un intento por moldear la conciencia política y los valores de la población.La función política manifiesta de la interpretación que predominó, desde el principio hsta el fin, en la RDA fue: el movimiento de la resistencia alemana antifascistamaterializado en la línea progresista de la política alemana, es decir, una lucha organizada y dirigida centralmente en contra del imperialismo y la preparación parala guerra.La historiografía de la resistencia en Alemania occidental ha sido menos monolítica y sus enfoques han cambiado considerablemente desde 1945, en gran medida de acuerdo con el clima político, cultural e intelectual de la Republica Federal. En los

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     primeros momentos de los comienzos de la guerra fría la resistencia fue retratada como el rayo de luz de la libertad y de la democracia en la oscuridad del estado totalitaria, es decir fue esencialmente burguesa, cristiana e individual. Durante mas de veinte años, la historiografía de la resistencia de Alemania occidental estuvo en gran medida preocupada (a parte de los trabajos sobre la lucha de la Iglesia y la resistencia estudiantil y de la ªRosa Blancaº) por la oposición de elite por parte de grupo e individuos conservadores y burgueses. La conspiración del julio de 1944, era el punto focal de todos los análisis; y la premisa era que la resistencia contra Hitler había sido ªuna resistencia sin el puebloº, que en el contexto deun estado totalitario no había existido resistencia popular como tal.La tendencia a apartarse del estudio de la resistencia de la elite alentó enfoques nuevos donde se hizo incluso posible pensar en una ªresistencia del puebloº.Un papel crucial fue desempeñado en este desarrollo por el Proyecto Baviera sobrela resistencia, donde el acento fue puesto en el impacto en el régimen nazi en todas las áreas de la ªvida cotidianaº, dando lugar a la aparición de una imagen con mucha facetas de las esferas del conflicto entre gobernantes y gobernados. Por ejemplo, la negativa a hacer el saludo ªHeil Hitlerº, la insistencia en colgar la banderade la iglesia en lugar del estandarte de la esvástica entre otras. A adoptar esteenfoque ªfuncionalº mas que ªintencionarº para el conflicto social con el nazismo, el drector del ªProyecto Bavieraº, Martin Broszat, introdujo un concepto totalmente nuevo en la historiografía de la resistencia: ªResistenzº, la cual la distinguía del termin ªresistenciaº la cual oscurecía el impacto social y político real. Por el contrario, e concepto de ªResistenzº hizo posible una más comprensión de la base social del conflito con el régimen como una más sutil explicación de las esferas de consenso subyacente

     con los aspectos del gobierno nazi.Otros expertos percibieron la resistencia, no de manera estática o absoluta, sinocomo un ªprocesoº, ya que muchos de aquellos que en última instancia se involucraron en la resistencia absoluta contra Hitler habían inicialmente aprobado mucho de lo que el nazismo tenía para ofrecer, y habían sido efectivamente parte del sistema.De acuerdo a lo descrito, podemos observar dos enfoques distintos del termino ªresistenciaº: el enfoque fundamentalista que pone énfasis en los grupos de elites capaces de emprender acciones políticas de alto riesgo que desafían al régimen; y el enfoque social que pone énfasis en una multiplicidad de puntos de conflicto con los ciudadanos comunes¿Puede, entonces, decirse que la resistencia fue resistencia ªsin el puebloº?. Uno podría llegar a la conclusión de que mientras el disenso político y la oposición a medidasespecíficas adoptadas por el régimen nazi eran efectivamente amplias, la ªresistenciaº

    n su sentido fundamental carecía de apoyo popular de base.La falta de resultados y el fracaso de la resistencia alemana frente al nazismotenían sus raíces en el clima político alterado por las rivalidades de la Republica de Weimar. El conflicto interno en la izquierda, el entusiasmo de la derecha conservadora para enterrar la Republica, y la masiva disponibilidad popular para abrazar el autoritarismo y rechazar la única forma de democracia entonces conocida enAlemania explica las divisiones internas de la resistencia, su lentitud para actuar y la carencia de apoyo popular durante la dictadura. El coraje moral de quienes se alzaron contra la tiranía nazi es y seguirá siendo un ejemplo para todos lostiempos por venir. Pero la comprensión histórica de la debilidad y el fracaso de laresistencia es crucial. Tal vez más que cualquier cosa su merito a consistido en destacar cada vez mas a medida que pasaba el tiempo un aspecto cardinal del problema: que la historia del disenso, la oposición y la resistencia en el Tercer Reich

     es inseparable de la historia del consentimiento, la aprobación y la colaboración.

    Cap. 9: ªNormalidadº y genocidio: el problema de la ªhistorizaciónº

    El problema de la llamada ªhistorizaciónº del nacionalsocialismo giraba en torno a lacuestión de si, casi medio siglo de la caída del Tercer Reich, era posible abordar la era nazi de la misma manera en que son abordadas otras etapas del pasado ±como ªhistoriaº-.La notable repercusión del enfoque del tipo ªvida cotidianaº, que explora experiencias

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     y mentalidades subjetivas en las raíces mismas de la sociedad, y sobre todo la apertura de áreas antes consideradas tabú, presumiblemente refleja, en parte, la necesidad de analizar el Tercer Reich no sólo como un fenómeno político ±como un régimen horoso-, sino también como una experiencia social para poder comprender la conducta de la gente común bajo el nazismo. Esto, a su vez, estimula la necesidad de ubicaral Tercer Reich como un componente integral de la historia alemana, a diferencia de considerarlo un fenómeno que puede ser aislado y separado como si no perteneciera a ella. Brozat dice: ªUna normalización de nuestra conciencia histórica y la comunicación de identidad nacional por medio de la historia no puede lograrse evitandola era nazi con el recurso de excluirlaº.La sugerida ªhistorizaciónº puede, por lo tanto, resumirse en las siguientes propuestas: que el nazismo debería estar sujeto a los mismos métodos de investigación erudita que los de cualquier otra era de la historia; que las continuidades de los aspectos sociales deberían ser incorporadas de manera más completa a una imagen mucho más compleja del nazismo y que el acento debería desplazarse de la fuerte concentración en la esfera político-ideológica, considerada como un recurso para lecciones morales;y que la era nazi, en la actualidad casi una unidad separada de la historia alemana tiene que ser reubicada en un más amplio desarrollo evolutivo.Los principales críticos del reclamo de ªhistorizaciónº de Brozat fueron los historiadoes israelíes Otto Dov Kulka, Dan Diner y, en especial, Saul Friedländer. Éste último hio la crítica más directa. Veía tres dilemas en la noción de ªhistorizaciónº, y tres nueblemas que genera este enfoque.El primer dilema que señalaba es el de la periodización y la especificidad de los años mismos de la dictadura, el período 1933-1945. El enfoque de la ªhistorizaciónº trata d

     incorporar el Tercer Reich a una imagen de cambio social a largo plazo lo cualel acento es desplazado de las características singulares del período nazi para colocarlo sobre una consideración de la relativa y objetiva función del nazismo como unagente que forzaba o retardaba la modernización.El segundo dilema surgía del recomendado abandono de la distancia, fundada en la condena moral, que el historiador del nazismo coloca entre él mismo y el objeto desu investigación, y que le impide tratarlo como un período ªnormalº de la historia. Est genera, decía Friedländer, inextricables problemas en la construcción de una imagen global de la era nazi, ya que si unas pocas esferas de la vida eran en sí mismas criminales, pocas quedaron completamente sin ser tocadas por la criminalidad del régimen.El tercer dilema procedía de la vaguedad y de la falta de límites del concepto de ªhistorizaciónº, que implicaba un método y una filosofía, pero no daba una clara idea de cu

    s podrían ser los resultados.De estos dilemas surgían, en opinión de Friedländer, tres problemas:El primero era que el pasado nazi era todavía abrumadoramente presente como para ser tratado de la manera ªnormalº que uno podría tratar.El segundo problema general era el que llamaba ªrelevancia diferencialº. La historia del nazismo les pertenece a todos. El estudio de la vida cotidiana en el Tercer Reich podría, en efecto, ser relevante para los alemanes en lo que a percepción desí mismos y a identidad nacional se refiere, y por ello ser una perspectiva recomendable para los historiadores alemanes. Pero para los historiadores fuera de Alemania, esta perspectiva podría ser menos relevante en comparación con los aspectos políticos e ideológicos del Tercer Reich.El tercero ±y más crucial- de los problemas, por lo tanto, era de qué manera integrarlos crímenes nazis a la ªhistorizaciónº del Tercer Reich.

    En cuanto a esto último, mi hipótesis (autor) es la idea que, en condiciones ªextremasº las preocupaciones privadas y cotidianas ªnormalesº consumen tanta energía y atención ue la indiferencia ante la crueldad, y con ello el apoyo indirecto a un sistemapolítico inhumano, se acentúa todavía más.

    Cap. 10: Cambios de perspectivas: tendencias historiográficas en el período posterior a la unificación

    Los tiempos han cambiado con mayor rapidez de lo que nadie podría haber imaginadoa mediados de los años ochenta. Ahora, en la Alemania unificada dentro de una Euro

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    pa transformada, trazar una línea de cierre del pasado nazi parece ser menos posible. Los reavivados problemas del fascismo, racismo y nacionalismo acercan los tiempos y las distancias, y aseguran una permanente preocupación por la era de Hitler. El nazismo sigue siendo verdaderamente ªun pasado que no moriráº.Pero las perspectivas históricas nunca son estáticas. Lo primero que se advierte ahora es un sustancial impacto sobre la historiografía de los cambios políticos en Europa oriental: la efectiva desaparición de los análisis marxistas del nazismo.Un tema clave en las contribuciones de Michael Stürmer, fue el papel de la historia en la creación de un sentido de identidad nacional positivo y el bloqueo impuesto por el Tercer Reich sobre esa identidad. Él hablaba de los alemanes en una Alemania dividida que necesitaba encontrar su identidad, que tenía que ser una identidad nacional. Diametralmente opuesto a esta visión era el enfoque de la ªhistoria críticaº, que con vehemencia sostenía un sentido de identidad posnacionalista formada conel ªpatriotismo constitucionalº, enlazado con los valores liberales occidentales, representado por Jürgen Habermas.El contraste entre estos dos enfoques del pasado alemán difícilmente podría ser más clao. Todo intento de crear un sentido de identidad nacional por medio de un enfoque del pasado nacional que no trate de ocultar los crímenes del nazismo sino que los trascienda ªhistorizándolosº en una perspectiva más amplia y de largo alcance que incuya una multiplicidad de facetas de la historia nacional se encuentra ante un enfoque que considera Auschwitz el punto de partida esencial de todo lo que es positivo en una forma de identidad posnacional.Sin embargo, la unificación alemana ha dado surgimiento a diferentes modos de verel pasado alemán. Desde el punto historiográfico, ªel cambio de paradigmaº en la perspe

    tiva significa no sólo ªhistoricizarº al Tercer Reich en la larga duración de la histora alemana y dejar de tratarlo como el punto central o siquiera como el punto final de esa historia. El cambio de perspectiva se ve particularmente claro en el modo como la ªhistorizaciónº se utiliza para tratar la cuestión del nazismo y la moderniación.No obstante, subyace una suposición que difiere sensiblemente del tratamiento anterior del tema de la ªmodernizaciónº: la afirmación de que la conducción nazi no sólo pr una revolución modernizadora en Alemania, sino que, en realidad, ésa fue su intención. Este nuevo enfoque fue fuertemente influido por el cientista político de Berlín,Reiner Zitelmann, que veía una coherencia lógica en las opiniones del dictador alemánsobre asuntos económicos y sociales y no las despreciaba, como habían hecho la mayoría de los historiadores. Las ideas racistas de Hitlerno sólo eran coherentes; eran,afirma, en muchos sentidos claramente ªmodernasº. El modelo, como brutal agente de u

    na dictadura modernizadora era Stalin, a quien Hitler admiraba.El principal problema que presenta el enfoque de Zitelmann a las supuestas ªintenciones modernizadorasº del régimen de Hitler es que llega casi a sustituir lo esencial por lo accidental en el nazismo como fenómeno histórico; es decir, el nazismo talcomo ocurrió.Un tercer modo en que los enfoques para estudiar al Tercer Reich se han visto afectados por los cambios en Europa desde 1989 tiene diferentes vínculos con la idea de ªhistorizaciónº. A diferencia del uso que Brozat hace de este concepto, Ernst Nolte buscó una manera de repensar el lugar del nazismo en la historia alemana considerando como una reacción y contrapunto al comunismo soviético en la ªguerra civil europeaº entre 1917 y 1945. Arno Mayer también consideraba que las relaciones germano-soviéticas eran un elemento intrínseco de lo que él describía como una segunda ªguerra de  treinta añosº. Pero su enfoque era diametralmente opuesto al de Nolte. No había suger

    encia alguna de un intento ªpreventivoº de evitar la destrucción a manos de los bolcheviques. Más bien, Mayer veía la invasión alemana a la Unión Soviética y la guerra de anilamiento que la siguió como una cruzada ideológica inspirada por el difundido, enfermizo y profundamente enraizado miedo al bolchevismo que hacía mucho dominaba a las clases burguesas y gobernantes de Alemania y fácilmente combinables con las imágenes paranoides nazis del ªjudeo-bolchevismoº. Es decir, interpretaba el genocidio contra los judíos como algo surgido de la guerra más que como algo planeado mucho tiempo antes.Por lo tanto, para Mayer como para Nolte, la guerra con la Unión Soviética y el choque ideológico entre nazismo y bolchevismo formaban el núcleo de cualquier intento de

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     comprensión histórica del fenómeno nazi. Es decir, el acento había pasado ªde los judílos soviéticosº. Pero mientras que ªpara Nolte los bolcheviques eran los principales agresoresº, para Mayer, ellos eran ªlas principales víctimasº.Ciertamente, la década pasada desde la unificación ha producido importantes cambiosen la conciencia histórica. Pero éstos no han seguido la dirección que muchos comentadores en su momento ±yo mismo incluido- predijeron; más bien, esta conciencia histórica ha llegado a estar dominada como nunca antes por la sombra del Holocausto. Lejos de disminuir con el paso del tiempo, los crímenes sin precedentes contra la humanidad que el régimen de Hitler perpetró aparecen todavía más grandes, a más de cincuents de su destrucción, en la manera en que los alemanes ven su propio pasado. Este fenómeno tiene evidentes conexiones con el cambio generacional, ya que sólo uno de cada diez alemanes en la población de hoy tiene alguna posibilidad de verse involucrado en los crímenes del Tercer Reich.Las sensibilidades alemanas fueron recientemente alteradas, no por primera vez,por algo que las tocaba desde fuera de la esfera cultural alemana: en este casofue la publicación en 1996 de un libro escrito por un joven cientista político norteamericano, Daniel Goldhagen, cuya tesis, expresada abruptamente, era que los judíos fueron asesinados porque el exclusivo antisemitismo del pueblo alemán quería que fueran asesinados. Esto equivalía a acusar a toda una nación.El libro abrió una vez más, y de la manera más deslumbrante, la constante y problemátic relación de los alemanes con su propio pasado, y reavivó de la noche a la mañana un candente debate en amplios sectores de la población acerca de la complicidad de los alemanes comunes en el exterminio de los judíos. Después de una primera lectura llegué a la conclusión, luego repetida por el importante historiador alemán Jäckel, de que

    se trataba ªsimplemente de un mal libroº. La mayoría de los historiadores coincidía ampiamente en su crítica fundamental: lo veían como un libro con serias fallas. Pero lo único que se logró fue aumentar el interés por el libro. Su libro ofrecía una respuest muy clara a la pregunta de por qué ocurrió el Holocausto. La respuesta del norteamericano era directa: el pueblo alemán ha sido único en su compromiso con un ªantisemitismo eliminatorioº desde principios del siglo XIX en adelante y, una vez que se presentó la oportunidad bajo Hitler, entonces eliminaron a los judíos. Nadie en Alemania con cierta sensibilidad respecto del pasado podía ignorar el alegato: la razón por la que los judíos fueron asesinados fue que los alemanes eran muy diferentes de otros pueblos por el hecho de ser una nación de antisemitas ideológicos a la espera de una oportunidad de ªeliminarº a los judíos; cuando llegó la oportunidad, la aprovechaon sin vacilaciones. Sean cuales fueren sus deficiencias, este libro plantea importantes preguntas que, como lo han demostrado las reacciones que provocaron, to

    davía necesitan respuestas, y mucho más a los ojos de muchos alemanes más jóvenes.De todas maneras, la recepción del libro en Alemania demostró, una vez más, cuán lejos stamos de cualquier ªhistorizaciónº del nazismo, de tratarlo desapasionadamente como un período de la historia como cualquier otro.Cambiando de tema, y para finalizar, el autor establece algunas líneas generales:Los debates que encendieron en los años sesenta y setenta sobre la naturaleza delnazismo, en los que se discutía si fue una forma de fascismo o una manifestación detotalitarismo, hace ya mucho tiempo que han perdido sus vibraciones. La desaparición del sistema soviético sin duda ha sido un factor importante. El interés también hae mucho que decayó respecto de la cuestión de la relación entre el régimen nazi y los ªndes interesesº. En esto, también el final de la división Este-Oeste ha desactivado un área de debate hasta entonces explosiva.Tal vez el más significativo cambio de perspectiva, comparado con la situación a pri

    ncipios o mediados de la década de 1980, es la seriedad con la que la ideología racista nazi es ahora vista como una fuerza clave en la motivación para la acción. Dadala mezcolanza de fobias y prejuicios que era el nazismo, siempre ha resultado tentador considerar que la ideología no era más que una amalgama de ideas al serviciode la propaganda y la movilización. De alguna manera, eso casi se ha revertido: la propaganda y la movilización son ahora vistas como puestas al servicio de una ideología racial de fundamental importancia para la ªradicalización acumulativaº del régim Los años setenta pueden considerarse no sólo como una década en la que algunos de losdebates clave ±fascismo o totalitarismo; primacía de la política o de la economía; inte

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    cionalismo o funcionalismo- alcanzaron su apogeo, sino también como una época en que la historia social del Tercer Reich, hasta entonces en su infancia, comenzó en serio. Un papel pionero fue sin duda el que desempeñó el Proyecto Baviera, que se propuso explorar la resistencia en Baviera y terminó revelando no sólo numerosas y diversas formas de disenso, sino también la manera en que éstas coexistían con áreas del conenso de amplio alcance en apoyo de las políticas del régimen nazi.El creciente predominio del tema del Holocausto en los estudios sobre el TercerReich ha sido cada vez más destacado, y la apertura de los archivos de Europa oriental ha hecho que las principales investigaciones dejen de concentrarse en Alemania misma para prestar atención al epicentro del Holocausto: Polonia y la Unión Soviética.Con el ªcambio de guardiaº generacional, mucho de los rencores abandonaron los debates entre estudiosos del Tercer Reich. Así pues, el fervor ha sido eliminado de muchos de los temas más polémicos de los últimos cincuenta años de trabajos sobre historiadel Tercer Reich, ya que la mayor distancia produce estudios menos emocionales.Jamás desde que terminó la guerra ha sido más importante comprender el desastre que el nazismo acarreó sobre Alemania y sobre Europa. Sin duda, la contribución de los historiadores especialistas en nazismo para oponerse al preocupante y deprimente renacer del fascismo puede ser sólo muy pequeña. Pero es de todas maneras de vital importancia que esa contribución, por modesta que sea, se realice. El conocimiento es mejor que la ignorancia; la historia es mejor que el mito. Más que nunca es bueno tener en cuenta estas obviedades, ahora que la ignorancia y el mito difunden la intolerancia racial y un renacimiento de las ilusiones y necesidades del fascismo.