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La Diversidad del Perú: Una Fugaz Visión de sus Climas,
Culturas y Formaciones Vegetales.
Daniel Barona Narváez.
Ese día en la mañana, sábado 20 de Noviembre de 2010, no imaginaba que en las siguientes
horas iba a experimentar lo que cualquiera haría en una o más semanas: vivir en carne propia
los múltiples microclimas del Perú, pasando de la nublada y siempre moderada Lima hacia la
serranía de Junín, para terminar luego en los Andes orientales del mismo departamento de
Junín.
Salí muy temprano de mi casa, porque debíamos partir desde la Agraria a eso de las 7 a.m.
Debo confesar que por un momento casi desisto del viaje porque el día anterior me había ido a
dormir un poco tarde gracias a un “trabajo encargado” de uno de los últimos cursos que me
faltan para graduarme. Sin embargo, me dije a mí mismo que este viaje no podía perdérmelo,
ya que era una oportunidad única de experimentar toda esta variabilidad climática, cultural y
biológica que tiene el Perú, y eso que estamos hablando solo de una franja de territorio.
¡Imagínense cuál será la diversidad real del país a lo largo de toda su área y extensión!
Llegó la hora de partir. Eran las 7 y 30 de la mañana, y ya estábamos completos (bueno, faltaba
gente tanto del pre como del postgrado, pero ni rastro de ellos) así que partimos por fin. La
temperatura en Lima era de unos 22 ºC a esa hora.
Me llamó la atención en particular el hecho de ver las diferentes realidades de la gente dentro
de la misma ciudad de Lima, cosa que he visto a diario, pero que en una ocasión como esta
resulta mucho más evidente y meritoria de reflexión. Y es que en La Molina, uno ve casas de
clase media, para luego pasar casi bruscamente hacia la carretera central y darse con otra
realidad, en la que la gente tiene menos recursos económicos y su estilo de vida es diferente,
hasta me atrevería a decir que de algún modo manifiestan más su alegría: uno ve afiches de
vivos colores en donde se anuncian cantantes folklóricos e incluso puede ver una mayor
cantidad de personas fuera de sus casas, sentadas en sus puertas, socializando con sus vecinos
(cosa que no se ve en distritos de clase media – alta). Mientras más pobre el distrito uno
puede ver más actividad en sus calles.
Así, la misma tendencia y casi el mismo paisaje quedaba evidenciado más adelante, en algunos
de los pueblos de las afueras de Lima.
A las 10 de la mañana, llegamos a Cocachacra, a 1200 msnm, que fue nuestra primera parada
en la Vertiente Occidental de los Andes. Este sitio es algo seco, ya que aproximadamente
recibe una precipitación de menos de 100 mm. Sus cerros carecen de suelo y en donde hay
algo de suelo, por lo general son de tipo aluviónico. Pudimos ver también la fisiografía de las
montañas que lo conforman, llegando a la observación de que estas montañas son montañas
jóvenes (menos de 5 millones de años de antigüedad) ya que son angulosas. Las laderas de los
cerros poseen muy poca cobertura vegetal, aunque hay muchos cactus, los cuales muestran
una gran adaptación a este ambiente. La temperatura que logramos medir a esta hora fue de
27 ºC. Aquí subimos la ladera de una montaña, lo cual fue algo dificultoso porque el terreno
era rocoso y con muchas partículas sueltas. Menos mal que no hubieron problemas mayores
para acceder y dejar el lugar. Esta fue la primera de nuestras paradas y el inicio de un recorrido
harto interesante.
El profesor Juan tomando algunas fotos en Cocachacra (20 de Noviembre de 2010. 10:30 am)
Cuenca de Cocachacra en vista panorámica (20 de Noviembre de 2010. 10:30 am)
Después de permanecer algunos minutos en este lugar, nos subimos al bus de la Agraria y
continuamos con nuestro camino. Comentábamos acerca de la vegetación de la zona mientras
veíamos una espina de cactus que habíamos recolectado. Más tarde la usaríamos para
compararla con las hojas de las plantas de la vertiente oriental.
A las 12:30 pasado el mediodía, llegamos a un lugar llamado El Infiernillo, a 3200 msnm. Hacía
mucho frío, y cuando medimos la temperatura del aire con el termómetro que habíamos
llevado, registramos 10 ºC, es decir que hacía mucho más frío al que usualmente estamos
acostumbrados en Lima. El sitio era impresionante, porque uno se sentía intimidado por las
gigantes paredes de roca que teníamos a ambos lados del camino, con por lo menos 50 m. de
altura. Además, pudimos ver los perfiles de la roca que conformaban estas formaciones
montañosas, dándonos una excelente idea de cómo es el proceso orogénico, ya que los
pliegues petrificados testigos de la elevación de esta zona permanecían intactos como si
esperaran la visita de nosotros, los seres humanos, para documentar y maravillarnos ante su
grandiosidad, de una manera casi religiosa.
La vegetación no estaba ausente, porque como bien dice el dicho, la vida es terca y
persistente, así que en lo alto de las paredes de roca había vida vegetal, conocida como
vegetación de repisa y conformada por especies de puyas y bromelias. Es sorprendente la
manera en la que los seres vivos colonizan y explotan los diferentes ambientes existentes, por
más inaccesibles que parezcan, y todo debido a su tenacidad en cuanto a la supervivencia.
Haciendo un paréntesis, debo decir que el grupo de viaje estaba conformado por el profesor
Juan Torres y sus alumnos de pregrado y de la maestría de Ecología Aplicada. Al principio
parecía que habían una especie de barrera entre ambos grupos, lo cual es casi una tendencia
humana natural: la de formar grupos e identificarse con otras personas según su nivel de
afinidad. Sin embargo, no pasó mucho tiempo para que ambos grupos nos integráramos en
uno solo, permitiendo así que el viaje sea aún mejor de lo que prometía ser.
El Infiernillo (20 de Noviembre de 2010. 12:30 pm)
El grupo entero: El profesor Juan Torres y los alumnos de pre y postgrado (20 de
Noviembre de 2010. 12:30 pm)
A las 2:15 pm llegamos a Ticlio. Este es el punto más alto al cual llegamos, ubicado a
unos 4800 msnm, y famoso por tener la vía de tren más alta del mundo. Desde el
interior del bus se notaba que hacía frío, así que nos abrigamos bien antes de bajar.
Pero una vez abajo, el panorama era mucho peor de lo que temíamos. Corría un viento
muy fuerte, el cual provocó que la temperatura que registramos sea de -2 ºC. Antes
había estado en sitios muy fríos, incluso en nieve, pero nunca experimenté una
sensación de frío como lo hice aquí en Ticlio. El profesor Juan hizo una reflexión
interesante cuando dijo: “Muchachos, si estamos a 2 grados bajo cero y son las 2 de la
tarde, ¡ahora imagínense la temperatura en este mismo lugar a las 4 de la mañana!”
Como todos estábamos casi congelados, no estuvimos mucho tiempo en Ticlio.
Aunque hubiera sido interesante quedarnos un rato más, lo más probable es que
alguien hubiera terminado desmayado o hubiera sido víctima de las náuseas y lo que
ello conlleva…
La gente “pelándose de frío” mientras el profesor Juan nos da una
pequeña charla en Ticlio (20 de Noviembre de 2010. 2:20 pm)
Yo, casi congelado (20 de Noviembre de 2010. 2:20 pm)
A las 4:30 pm arribamos a La Oroya, a 3750 msnm, lugar en donde se asientan diversas
compañías mineras. En este punto experimentamos una fuerte granizada mientras el
bus andaba. Una vez aquí, uno se pone a pensar en cómo es que las empresas mineras
han explotado el lugar durante años, enriqueciéndose hasta más no poder, y sin
embargo, tener la ciudad en las condiciones en las que está: con un ambiente muy
contaminado y con una marcada diferencia entre las casas de la gente del pueblo
(trabajando la mayoría de ellas para la actividad minera y metalúrgica) y los ingenieros
y jefes de las estaciones mineras.
Como ya todos teníamos algo de hambre y ya había pasado la hora de almuerzo,
paramos en el restaurante El Tambo, en donde pudimos aplacar nuestra hambre y
charlar un rato acerca de todo.
Almuerzo en El Tambo – La Oroya (20 de Noviembre de 2010. 4:30 pm)
Una hora más tarde pasamos por Tarma, momento en el cual se desató una fuerte
lluvia. Pudimos apreciar toda la cuenca en donde se ubica esta ciudad, así como sus
típicos y hermosos campos de cultivo de flores. La ciudad propiamente dicha se
encuentra en la cuenca baja y se diferencian dos zonas de la ciudad: la entrada, que
tiene un aspecto bastante rural (campos de cultivo, terrenos algo distanciados) y la
zona central, que ya posee calles y negocios.
En este momento, la temperatura que registró nuestro termómetro fue de 12 ºC; algo
frío pero considerablemente más cálido que La Oroya y Ticlio, lugares en donde
estuvimos unas horas antes.
Finalmente, a eso de las 8 de la noche, llegamos a La Merced. Antes habíamos pasado
por Chanchamayo, aunque no bajamos del bus y tampoco pudimos ver nada debido a
la oscuridad de la noche.
Nos instalamos en el CAAAP (Centro Amazónico de Antropología y Aplicación Práctica),
en donde el profesor Juan nos dio una pequeña charla-clase a todos, en donde nos
comentó lo hecho durante el día y lo que íbamos a hacer al día siguiente.
Luego de eso, nos fuimos a la plaza de la ciudad a cenar y más tarde salimos a
relajarnos un poco, aunque tuvimos que volver algo temprano, porque al día siguiente
teníamos que partir a las 7 am.
Vista panorámica nocturna de La Merced desde las afueras del CAAAP (20 de
Noviembre de 2010. 8:00 pm)
A la mañana siguiente, nos despertamos dificultosamente, y nos alistamos para partir.
Nuestro primer destino iba a ser la Comunidad Ashaninka de Pampamichi. Pero antes,
aprovechamos y fuimos al jardín trasero del CAAAP, desde donde vimos un paisaje
realmente hermoso: las montañas totalmente verdes de la Merced, con sus nubes tan
blancas que cegaba verla muchos segundos seguidos y el contraste que hacían estas
con el cielo perfectamente azul. Realmente una vista hermosa, típica de la Selva Alta.
Además, el sol estaba radiante y hacía mucho calor. Y pensar que sólo el día anterior
habíamos estado a una temperatura por debajo del punto de congelación…
Vista mañanera de La Merced
desde el CAAAP (21 de Noviembre
de 2010. 7:30 am)
Yo en el jardín del CAAAP con las
instalaciones detrás y el bello
paisaje rodeándonos (21 de
Noviembre de 2010. 7:30 am)
El quinteto de Ecología de
Montañas (pregrado) en el CAAAP,
antes de partir (21 de Noviembre
de 2010. 7:30 am)
Después de tomarnos estas fotos, nos fuimos a la plaza de La Merced a desayunar y
luego partimos hacia Pampamichi.
A eso de las 9:15 llegamos por fin a Pampamichi. La temperatura era de 34 ºC y hacía
mucho calor, pero el paisaje estaba muy bonito como para dejarse amilanar por la
temperatura.
Faltando unas cuantas decenas de metros, por fin avistamos la comunidad ashaninka
de Pampamichi, con sus típicas viviendas sin paredes y de techos de paja a dos aguas.
Una vez allí, los nativos nos recibieron con los brazos abiertos. Las mujeres del
poblado, vestidas con sus túnicas típicas, nos llevaron a un lugar en donde nos
ataviaron con sus ropas típicas, y a continuación una niña ashaninka nos pintó las caras
con un tinte rojo, supongo que hecho a base de achiote. Para ese entonces, ya
estábamos totalmente convertidos en verdaderos pobladores ashaninkas. Una vez
listos y vestidos adecuadamente, el jefe o Apu de la tribu, llamado Kutari, nos dio la
bienvenida y nos explicó algunas cosas de la historia de la comunidad. También nos
enseño algunas palabras en shaninka, como el significado de su nombre (Kutari
significa roble, y le dicen así porque ha sobrevivido a numerosos accidentes), y a dar
gracias (pasonke = gracias). Luego, nos ofrecieron una graciosa danza, e incluso nos
invitaron a participar de ella.
Pero como los elementos occidentales no podían estar ajenos a esta comunidad, ya
demasiado encajonada en su propio territorio por el mundo de las mineras, el
comercio, y el turismo, nos pidieron una colaboración en dinero para poder subsistir
además de vendernos algunas artesanías y adornos.
Aún con todo fue una experiencia muy grata y edificadora, ya que esta comunidad nos
permitió ver la realidad, su propia realidad, con respecto a los lamentables procesos de
destrucción de una cultura debida a la aculturación voraz de la que son víctimas
muchas comunidades en el Perú y en Latinoamérica en general.
Paisaje de ensueño camino a Pampamichi (21 de
Noviembre de 2010. 8:45 am)
Toda la “tribu” ecóloga en
Pampamichi, ataviados y
listos para el baile (21 de
Noviembre de 2010. 9:30
am)
A eso de las 11:30 am, llegamos a una fábrica de café en Chanchamayo. Entramos y
nos dieron una bienvenida con degustación de sus productos, entre los que probamos
café, néctares de diferentes frutas, mermeladas variadas, y algunos licores.
Compramos algunos productos y luego nos marchamos.
Después de una hora de viaje, nos detuvimos un momento a un lado de la carretera a
la salida de San Ramón. La temperatura era de 35 ºC, aunque en su punto máximo
llegó a 37 ºC. Una vez fuera del bus, cruzamos la carretera y trepamos por la ladera de
un cerro muy empinado, con vegetación muy espesa, propia de los bosques tropicales
húmedos. Solo escalamos unos 10 metros, pero bastó eso para ser víctimas de las
picaduras y el acoso de un enjambre de himenópteros, lo cual dificultó un poco el
ascenso. Pero a pesar de todo, llegamos a una zona no tan empinada y descansamos
ahí, evaluando la temperatura en ese punto preciso (30 ºC a la sombra) y algunas
plantas, así como la morfología de las rocas presentes sobre el suelo. Aquí,
comparamos una hoja local contra la hoja-espina que colectamos el día anterior en
Cocachacra. La diferencia era sobresaliente, y sus estrategias adaptativas quedaron
expuestas y notoriamente diferenciadas.
Parada a la salida de San
Ramón. A la derecha, la
ladera que escalamos para
comparar la flora de la
vertiente occidental con la
de la oriental (21 de
Noviembre de 2010. 12:30
pm)
Inmersos en la vegetación
boscosa de la ladera
mencionada (21 de
Noviembre de 2010. 12: 30
pm)
Toda la gente en la misma ladera, sufriendo para
mantenernos en pie y quietos para la foto (21 de
Noviembre de 2010. 12:30 pm)
Luego, seguimos nuestro camino hacia Lima, y a las 5:40 pm, unos minutos antes que
empiece a oscurecerse el día, mientras pasábamos por Ticlio, empezó a nevar. Primero
unos copos pequeños para luego aumentar la cantidad e intensidad así como el
tamaño de los copos de nieve. En menos de 5 minutos, ya estábamos bajo una nevada
intensa, y en un tiempo similar todo el paisaje que podíamos ver por las ventanas del
bus se había convertido en una sábana blanca. Inicialmente no habíamos planeado
bajar en Ticlio de nuevo, pero dadas las circunstancias especiales y a pesar del intenso
frío, decidimos dar una última parada. Nos abrigamos bien, y nos preparamos para
experimentar un frío mayor al del día anterior, pero el termómetro solo registró 0 ºC,
es decir, estaba 2 grados más caliente que el día anterior. Supongo que a pesar de que
el día anterior no nevó, el viento fuerte jugó un papel importante en la disminución de
la temperatura. En fin, tuvimos una pequeña y breve guerra de bolas de nieve y nos
tomamos algunas fotos. Fue un momento muy bonito y la cereza que le faltaba al
pastel para completar la diversidad de climas y temperaturas que teníamos que
presenciar en carne propia.
El propio profesor Juan Torres, con sus palabras siempre acertadas, expresó luego de
esta parada en Ticlio una frase irónica y graciosa, pero a la vez memorable: “Chicos,
¿querían microclimas? ¡Pues aquí tienen microclimas!”.
En resumen, una experiencia memorable.
En la nieve de Ticlio y con una frase reflexiva de fondo: “Todos hablan de la
naturaleza pero nadie hace nada por ella”. (21 de Noviembre de 2010. 5:40 pm)
Paisaje apocalíptico de la carretera en Ticlio y al fondo el resplandor del sol... allí
donde se termina el manto helado (21 de Noviembre de 2010. 17: 50 pm)
Anexo de Fotos Divertidas y Anecdóticas.
Juki, ¡se te va a congelar la lengua! (Ticlio)
Renán y el mono rebuscándole los bolsillos (Pampamichi)
Somos la tribu de los Ecolo-shaninkas… (Pampamichi)
Una vez más Juki en la gracia… con su super botella de licor de Muña (Salida de San Ramón).
Jesús, ¡ese es Brasil! ¡Estamos acá en La Merced!
Juki y Uchi haciendo la finta de que hablan de las plantas.