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ENTRE ARTESANAS INDGENAS Y COSAS DE INDIOS: LA
ESTTICA DE LO LOCAL EN EL TURISMO TNICO DE VALLE
FRTIL (PROVINCIA DE SAN JUAN)
Luis Rodrguez Mamby*
Resumen
Aqu nos interes rescatar la vinculacin entre los distintos modos de construir
la diferencia, al reconocer la negacin que la ideologa tnica establecida tiende sobre la
relacin entre distintas modalidades de construccin de la etnicidad como economa poltica
de los distintos tipos de producciones de la diversidad cultural. Pusimos en tensin a las
identidades tnicas vallistas en sus contradicciones: por un lado, el imaginario folk del
aislamiento como esttica de lo trucho de las artesanas ms baratas como produccin
cultural que busca valorizar los sentidos de la aboriginalidad a travs del mestizaje con
formas que lo hagan reconocible de una manera devaluada en el mercado a la etnicidad;
por otro lado, el imaginario del indgena permitido centrado en la ideologa del indio
extinguido, es decir, la justificacin de los lmites civilizados de la aboriginalidad desde
dentro mismo de los movimientos polticos que la revalorizaran, como leccin moral contra
la abominacin que las estrategias subalternas de los sectores populares representan al
pensamiento establecido. La nacionalidad, como relacin entre la ciudadana y el estado,
nos confundira cada vez ms sobre el alcance universal de los derechos y deberes civiles,
puesto que los valores morales subyacentes a lo nacional pretenden una sensatez sobre el
ideal de soberana que luego les es imposible de sostener. En la identidad sanjuanina, como
en la argentina, an se conserva algo de ese legado colonial en tanto existe una genealoga
entre sujetos estigmatizados. Esta ideologa que tuvo su comienzo en la poca colonial,
consigue su continuidad dentro del proceso nacional de una supuesta decolonializacin,
volvindose moderno al resignificar lo territorial en las relaciones de subalternidad,
hacindonos creer que la relaciones de consumo con el territorio no representan diferencias
vitales para la soberana de los sujetos, sino que son tratadas como si las desigualdades
culturales fueran triviales.
* Maestrando en Antropologa Social FFyL-UBA Centro de Estudios en Investigaciones en Antropologa y Arqueologa CEIAA.
1
1. Muchos aos antes de la llegada de los espaoles, cuando los incas avanzaban
vencedores desde el norte, el territorio de los yacampis fue invadido y vencida la
resistencia del curaca Misque, Sinchi-Roca es designando como gobernador de la
regin.
2. Zucay era una hermosa joven prometida a Flisque, aunque Sinchi-Roca puso sus
ojos en ella.
3. Pero como Zucay se le neg, ste orden que la encerraran hasta que ella decida
aceptarlo.
4. Flisque se entera y esa noche corri a rescatarla, por lo que Sinchi-Roca los
persigui a travs de las serranas.
5. De pronto una flecha inca se clava en la espalda de Zucay, quien fallece luego de
una larga agona, prometindole a Flisque amor eterno, quien clama venganza a los
dioses, pero luego de ser sorprendido por otro guerrero inca, tambin muere en los
brazos de su amada.
6. Al mismo tiempo, Sinchi-Roca y su tropa llegan agitados a la cumbre del cerro, pero
un sbito mareo se apodera de ellos y los vence.
7. Unas horas despus, una fuerte creciente baja por la quebrada, arrastrando por
completo al campamento inca.
8. Cuando vuelve a salir el sol al otro da, los yacampis se encuentran con que los
invasores incas haban desaparecido y que en lo alto de la serrana haba una
nueva flor de cactus, blanca como la pureza de los enamorados.
9. Todos quieren cortarla, pero al llegar a la cima sienten el mismo mareo, los odos
les zumban y las piernas les flaquean, entonces mareados gritan Chej-uma!
Chej-uma! Hocoma! Hocoma!.
10. Todos los que suban al cerro repetan esta frase al sentir el mareo por lo que se
llam Hocoma a este lugar, que luego de un tiempo llamaron Chucuma que significa
dolor de cabeza.
(Versin popular de una leyenda de Chucuma)
En Historias y leyendas de Valle Frtil de Elina Elizondo de Corzo (2010)
2
Introduccin
Tanto lo colonial como lo moderno quedaran expresados en el pensamiento de
los vallistas cuando se les interroga sobre la diversidad cultural en la que viven. La identidad
de la colonialidad la encontramos en sus explicaciones sobre el mestizaje que caracteriza
la idea de origen del pueblo vallista, remitindose a las diferencias de pureza de sangre
con que los puesteros del interior de la sierra son considerados descendientes ms
cercanos a los yacampis, los antiguos aborgenes de Valle Frtil. Simultneamente, la
modernidad de su pensamiento se detecta como un uso tautolgico hacia lo polticamente
correccin sobre las formas y los aspectos en esas diferenciaciones, provocando que el
sentido de sus jerarquizaciones sociales aparenten ser solamente distintos modos de
identificarse entre s, para as establecer justificaciones sobre las diferencias entre lo que
sera y lo que no sera considerado como la cultura propia de los vallistas.
En tanto configuracin esquizofrnica del pensamiento poltico vallista, a partir
de un ms ac o de un ms all de lo racialmente originario, la cultura es representada
como una realidad bidimensional desde donde las diferencias intra-culturales son
formalmente contrapuestas, componiendo la imagen de una discontinuidad establecida
entre los valores con que sus habitantes representan a su territorio y, finalmente,
reduciendo a idealizaciones sustancialistas a las identificaciones culturales de lo vallista.
En otras palabras, repercutiendo particularmente en el sentido contemporneo con que lo
tnico se constituye en los trminos del turismo de la cultura, lo tradicional sera reducido
al sentido homogeneizador de la patrimonializacin.
Este es el caso de la adscripciones por otros a la que los puesteros del interior
de la sierra son sujetos por el resto de los vallistas, sobre quienes estos ltimos dicen de
los primeros que tienen ms sangre indgena que la gente de los poblados. Mediante
racializaciones encubiertas, los intereses de los vallistas por diferenciarse proferiran las
sustituciones de sentido con que sus territorialidades son desplazadas hacia los modos de
representar esas diferencias culturales entre ellos. Pero adems, a medida que la dinmica
cultural borra las procedencias de las identificaciones locales, aquellos distinguidos como
ms indgena que los dems, llegado el caso, no son los que ms posibilidades tienen de
3
volverse aspirantes privilegiados al reconocimiento social de sus etnicidades y de buscar
legitimar sus derechos a su cultura.
A la pesquisa de las voces desodas en esas producciones culturales,
abordamos los silencios de los proyectos Educacin Intercultural Bilinge (EIB) para darnos
con ese contrasentido que el testimonio de los docentes vallistas producen al reproducir
esas diferenciaciones tnicas, problematizando sus prcticas educativas cuando stas
estn ms interesadas en poner en valor turstico a las producciones escolares, que en
redefinir polticamente los valores interculturales con que se fundamenta a la educacin
de una poblacin culturalmente diversa. Este doble sentido del valor de la diferenciacin
cultural -como principio econmico a la vez que como principio esttico- se inscribira en las
representaciones con que las producciones de las industrias culturales vallistas son
legitimadas una vez que subordinan a las producciones subalternas, clasificndolas entre
artesanas indgenas y cosas de indios, y, de esta manera, negando el derecho a una
cultura propia de aquellos que son alterizados, pero ocultando que los deseos de las elites
por diferenciarse no muestran que esas diferenciaciones tienen su gnesis en
identificaciones econmicas que las enfrenta a otros sujetos polticamente explotados.
En ocasin de una visita al Centro Cultural de la Villa de San Agustn, en la que
se celebraba un festival estudiantil de artesanos, organizado por la Comisin Municipal de
Educadores dentro del programa de actividades culturales entre las escuelas del
departamento, el jurado -integrado por artesanos bien reconocidos como comerciantes
estables y participantes frecuentes en las ferias- plante las reglas que ordenaran los
fundamentos de la calidad de las obras. Los participantes deban cumplir con la fabricacin
manual, la utilizacin de elementos autctonos, la diversidad de materiales utilizados, la
manipulacin de distintas herramientas, la reproduccin de motivos del imaginario cultural
local, etc. Las obras que no cumplieran con estos requisitos seran consideradas como
productos visualmente burdos y toscos para usarlos. Como frecuentemente sucede con las
artesanas de los puesteros del interior de la sierra, ese tipo de artesana se las vera como
"feas" o, directamente, poco adecuados para vendrselo al turista. Nuestro registro de lo
trucho de las indianidades vallista de la interculturalidad se inicia a partir de la voz
dominante en el testimonio de una maestra artesana que nos respondi que a diferencia de
las artesanas vallistas, tanto las que fabrican los puesteros, como las que hacan los indios,
careceran de esa esttica adecuada.
4
Tiempo ms adelante, cuando el trabajo de campo me adentr en el estudio de
las polticas que enmarcan a la EIB en Valle Frtil, esta observacin se repiti. El sentido
de la incorreccin poltica de la intolerancia a la diferencia se presenta en lo polticamente
correcto de la sustentabilidad ecolgica de los proyectos tursticos que, a su vez, se
encuentran representados por el discurso intercultural de los dispositivos educativos. A
partir de entonces, comenc a complejizar nuestro registro de las representaciones de
interculturalidad manejadas dentro del mbito escolar, encontrndome con jerarquizaciones
culturales similares tambin dentro de las polticas de las organizaciones indgenas, en este
caso fuera de la escuela, pero dentro de contextos tursticos.
Dentro de este multiverso de sentidos escondidos de las voces mimticas de la
diversidad cultural en Valle Frtil, nuestra propuesta aborda sus expresiones y
silenciamientos desde una teora de las voces subalternas (Bidaseca et al., 2011). Atento
a las insurrecciones enunciativas con la que los vallistas interpelan a la monoglosia
colonizadora de las polticas de la interculturalidad, buscaremos su sentido en las mltiples
participaciones de diversos actores interesados en representar a la alteridad en los
procesos decoloniales de la industrializacin cultural. De acuerdo con Spivak (1998 [1985]),
la diferencias que encontraremos entre esas voces tendrn que ver con el cundo y el cmo
cada quien produce sus discursos sobre la cultura tnica para pronunciar la voz del otro
en el nosotros -siguiendo su cita a Derrida. A partir de un anlisis del campo ideolgico,
nuestra inquietud por los desplazamientos del sujeto enunciador de lo tnico planteado
imaginariamente por el turismo, indaga en el cambio social en Valle Frtil dado por el
desarrollo econmico propiciado por sus producciones culturales, para indicar desde dnde
el sujeto subalterno podra alcanzar una voz propia sobre la diversidad cultural antes de
volverse expresin de una fragmentacin de la subjetividad hegemnica.
En mi trabajo de campo, muchas veces pude dar cuenta de la produccin de un
sentido de autenticidad de las producciones de la cultura tnica en el discurso de las
organizaciones indgenas. La autenticidad en estas organizaciones buscaba diferenciar su
propia aboriginalidad al contrastarla con la de otros grupos que, aunque tambin
expresaban una voz de etnicidad, eran excluidos por las primeras supuestamente por fingir
su sentido de aboriginalidad, simplemente porque en lo cotidiano incomodaban a la
sensibilidad del general de los vallistas. De esta manera, la diferenciacin entre indgenas
autnticos e indios truchos comenz a gobernar la opinin sobre la etnicidad vallista a
5
medida que el desarrollo turstico volva a lo tnico una oportunidad econmicamente
rentable para paliar la crisis de la industria agropecuaria tradicional.
La materializacin de nuestras presunciones sobre los mtodos desarrollista
con que los programas educativos fueron implementados cada vez ms orientadas a
favorecer la industrializacin turstica vallistas, convergi tambin en la moralizacin de las
etnicidades, agotando la soberana cultural de las comunidades locales. Sin embargo,
desde las polticas de desarrollo social, estas propuestas educativas habran tenido como
objetivo sacar a la juventud de la calle, promoviendo actividades comunitarias desde la
escuela para combatir la tendencia creciente hacia el alcoholismo y la drogadiccin. En
parte por estas problemticas, mi cuestionamiento hacia estas polticas educativas de los
proyectos EIB es consciente del papel social que el desarrollo de la gestin educativa
intercultural ha cubierto como solucin a una economa estancada por el subdesarrollo y
las dificultades climticas que asolan Valle Frtil desde haca muchas dcadas. En este
sentido, lo ms justo sera destacar la diversidad de experiencias en que estos programas
se aplicaron, siempre de acuerdo a sus escasas posibilidades, siendo extremo y muy duro
sostener que el rol de las organizaciones indgenas en las escuelas vallistas sera participe
de un pensamiento tradicionalista con que se busc conservar una moral dominante.
Asimismo, el mandato reaccionario de estos proyectos educativos se habra orientado a
mantener la diferencia entre lo pblico y lo privado una vez que las prcticas cotidianas de
los vallistas empezaron a incomodar a los intereses econmicos con que el departamento
mantiene como vidriera turstica, ms que para extinguir las expresiones culturales
cuestionadas en s mismas.
En todo caso mi planteo simplemente se remite a coincidir con los estudios
raciales crticos respecto a cmo se articulara una ideologa del mestizaje dentro de un
contexto intercultural. As, ac se observa que tanto el multiculturalismo sustancializa a las
identidades tnicas al limitarlas dentro de categoras discretas, como as tambin el
activismo indigenista se diferencia de aquellos que no son militantes, considerndolos como
el efectos racista del asimilacionismo blanco, que es por definicin contrario a los
movimientos indigenistas. En este sentido, las lneas nacionalistas del pensamiento
latinoamericano han construido definiciones y categoras ajustadas a lo que en cada
sociedad se entiende como mestizaje y como mestizo dentro del proyecto poltico nacional
que cada hegemona presenta a su poblacin. De acuerdo con Charles Hale en su anlisis
de los sentidos con que los cholos de Chimaltenango haban producido el mestizaje desde
6
abajo (2008), argumentamos que en el discurso poltico intercultural no es frecuente que
se presente a la etnicidad en el sentido de insurreccin, sino que el discurso etnicista de los
referentes principales de sus movimientos sociales -discursos del tipo del que en Valle Frtil
se present en contra del consumo generalizado del cactus de San Pedro- en la mayora
de las veces son consonante al discurso represivo de las autoridades estatales. Si bien de
esas voces altas de la etnicidad se enuncian algunos sentidos de la voz del otro, tambin
percibimos su motivacin para denunciar como falsa aboriginalidad a las significaciones
culturales que comprometan su propia produccin de hegemona.
A la estigmatizacin de los cardoneros como indios truchos, se le suma que
son cuestionados pblicamente como borrachos, viciosos o en general gente con
problemas de adicciones. Entre los vallistas que conozco, el Patrn es alguien que
entrara dentro de estas clasificaciones por su forma exacerbada de presentarles
tnicamente a los turistas la cultura vallista. Si bien la fachada tnica de su turismo se monta
en su aspecto y la performance que articula para preparar el San Pedro, es tambin en lo
funesto de su turismo que sus saberes tnicos lo exponen al escarnio pblico. En
contraparte, la indignacin de los vallistas es de todos los colores, alcanzando su grado
mximo cuando alguien me cuenta del estado en que este hombre termin la farra de la
ltima noche y que, en realidad, l no es de Valle Frtil, sino de Caucete, habiendo llegado
desde hace un tiempo porque su madre tiene una casa en el pueblo.
Hoy, con tanta vigilancia ambiental, ya no es tan fcil cortar cardones y
cocinarlos. Por tal razn, en tanto sujetos de la sociedad vallista, los cardoneros se llaman
a silencio y ocultan lo tnico en su identidad como consumidores, quedando sin
pronunciarse esas voces bajas de la etnicidad subalterna que nos permitieran acceder a la
representacin de su estilo de vida, como a los desplazamientos de los sentidos de
aboriginalidad pretrita en las prcticas modernas de los vallistas actuales. Por su parte,
aunque la formacin ideolgica de los cardoneros comparten las luchas del indigenismo,
stos no se enrolan con la de los movimientos indigenistas porque sus prcticas son
sindicadas por la moral general como producciones clandestinas acostumbradas dentro del
crtico contexto econmico actual de Valle Frtil, acusadas de no tener nada de originario y
quedando reducida a una nueva estrategias comerciales que gente sin escrpulos montan
para venderle algo ms al turista.
7
A partir de esta observacin desarroll un modelo del pensamiento poltico
vallista en cuanto al modo de valorar las relaciones culturales, con el que bosquejamos las
diferencias entre las formaciones con que las industrias culturales producen sentido de
interculturalidad. Entre tantas voces expresadas, se destacan las expresiones altas de
territorialidades contrapuestas dentro de la produccin nacional de hegemona, como son
las moduladas tanto provincialmente por lo sanjuanino, acomplejadas por pensarse
descendientes de indgenas, como tambin las del indigenismo, capacitado para pensar
dualmente su indianidad, a veces aliado y a veces en contra de los ideales de la nacin.
Por su parte, las voces ms dbiles son las que representan las formas locales de la cultura,
aunque en el contexto actual de la globalizacin lo subalterno quedan deslocalizado, sus
producciones de cultura tnica reterritorializa desde abajo el sentido de su aboriginalidad.
La produccin de sentido de la cultura pensada desde el ideal presentado por
la industria del turismo complejiza la comprensin del entorno polifnico cuando las
etnicidades en Valle Frtil se pronuncian desde su situacin de desigualdad para
manifestarse. Contradicciones como stas en el reconocimiento cultural de los sectores
ms desfavorecidos enfrenta a los vallistas en reclamos por derechos civiles dentro de la
sociedad nacional, incumbiendo a la poltica de las identidades cuando la soberana queda
fuera del negocio como modo de la produccin de sentido cultural, discusin generada por
el uso excesivo del concepto de sustentabilidad en el modelo econmico desarrollista1. A
pesar de ello, las expresiones culturales que siguen siendo pensadas como antagnicas
son slo las subalternas dentro de la organizacin de las industrias culturales locales en
Valle Frtil, como si se tratase de maneras contrastantes de la prctica cotidiana de la
cultura vallista, aunque su distincin principal remiten no a las producciones en s, sino a
los circuitos de difusin en los que stos se comercializa dentro de la industria turstica.
1 Al respecto, mi punto de vista es coincidente con el de Ana Mariel Weinstock en su trabajo sobre el borramiento de las voces de etnicidad como procesos de desterritorializacin de lo local propios de la globalizacin, incluso dentro de los procesos de resistencia contra la intromisin del capital extranjero, como en el caso del no a la mina en Esquel (Bidaseca, 2011). Respecto del caso vallista, yo acordara en sealar un mismo patrn de fragmentacin, en donde las voces altas de la etnicidad contrastan con sus voces bajas a partir del modo con que los movimientos civiles se apropian de luchas de respeto a la tierra movilizadas histricamente por el indigenismo, desplazndolas hacia los intereses ambientalistas, los cuales no siempre son los mismos. La tendencia de arriba hacia abajo marca la diferencia de la Provincia de Neuqun con el caso sanjuanino, donde la mega-minera ha sido central en el proyecto econmico del estado provincial. Esto permitira argumentar que el eje del epicentro de esa fisura se habra originado con las promesas de trabajo y desarrollo con que el capitalismo extractivista ilusion a las voluntades locales (Jofr et al., 2010).
8
En esta exposicin definir las caractersticas de las modalidades de produccin
de sentido de las diferencias culturales con las que las categoras tnicas (indio, indgena
o mestizo) son construidas para clasificar a la produccin cultural. El objeto de nuestras
reflexiones atender a las artesanas vallistas como expresiones del folclore, dentro de
procesos de reproduccin estetizada de ncleos originales de cultura y procesos de
produccin de tipologas clasificatorias que institucionalizan a ciertos paisajes culturales
para privilegiarlos por sobre otros (Escolar, 2014). Dentro de los procesos de folclorizacin
montados por las industrias culturales vallistas, el sentido de la tradicin de la cultura se
vuelve campo prctico tanto de las apropiaciones de la produccin de etnicidades en las
artesanas como de asimilacin de la cultura local dentro del colonialismo interno en la
industrializacin de lo cultural.
Mediante una perspectiva maximalista de las etnicidades2 (de acuerdo con
Stuart Hall desde Restrepo, 2004), seguimos a los estudios subalternos y post-coloniales
al observar que la industrializacin de las producciones culturales locales puede permitirse
reproducir lo fatdico de la cultura vallista confundiendo a las voces bajas de la
aboriginalidad con las condiciones de los medios sociales por los que circulan. Cuando las
voces bajas de las producciones subalternas llegan al umbral en que empiezan a
escucharse ms all de lo local, stas transforman su esttica hasta dejarla acorde a las
propuestas ticas provenientes desde afuera de la cultura local. Consistiendo en detectar
las marcas ideolgicas que definen a la etnicidad en las producciones culturales, nuestro
aporte buscar desnaturalizar a las representaciones sobre las subjetividades que
producen a la cultura de los estigmatizados, o bien por desconsiderarlas como
producciones de lo autnticamente tnico, o bien por separarlas de la cultura valorada por
no ser reconocida como tal.
2 Siguiendo la perspectiva gramsciana aportada por los Estudios Culturales de la Escuela de Manchester al problematizar la etnicidad como formas de apropiacin de la cultura, el socio-anlisis centrado en la produccin de culturas subalternas debera dejarnos ver ms all de la aparente continuidad formal de lo observable con la que se piensa a la institucionalizacin de la cultura desde el esquema lineal produccin/reproduccin (Hall, 1989; Restrepo, 2004). La forma con que subalternidad y hegemona producen el sentido de la cultura implicara necesidades reciprocas entre clases sociales sustancialmente antagnicas (Garca Canclini, 1984). Retomando las diferencias entre lo hegemnico y lo subalterno como procesos en los que se reformulan las formas sustancializadoras del otro y con que las apropiaciones hechas desde el sentido comn no haran ms que opacar las imgenes con que se re-significan dinmicamente a los modos de autodefinirse. Por ello, preferimos metaforizar con referencias al movimiento desde arriba o desde abajo que permitira el anlisis de las representaciones sociales sobre las diferencias, para indicar la forma de la relacin prctica que los agentes mantienen con la produccin cultural.
9
En nuestra crtica a las polticas de representacin desplegadas en la
produccin cultural en Valle Frtil, asumimos la teora de las prcticas sociales para indicar
que tanto la apropiacin como asimilacin modelaran socialmente como un habitus3 la
formacin de las estticas de las etnicidades. A partir de la interrelacin de modalidades
distintas de hacer como si se producira la resignificacin de lo tradicional, en la que cada
apropiacin se formara nuevos modos de consumo y, as, se generaran transformaciones
en las organizaciones de la produccin. Por ello, en tanto articulaciones, la apropiacin de
lo cultural como la asimilacin cultural no existiran por separado, siendo su diferenciacin
puramente conceptual y abstracta. Desde una historizacin de la dimensin cotidiana de la
praxis subalterna (Rockwell & Ezpeleta, 1983; Jofr et al., 2008), la produccin de sentido
de las diferencias no se plantearan como procesos diferenciados, sino que ambos actan
a la vez en la produccin cultural, abriendo el acceso a la disputa de sentido de las
estructuras establecidas y al juego de diversos procesos sociales orientados hacia la
transformacin de las relaciones sociales.
A fines analticos los distinguir, definindolos articulados en los modos de
producir el sentido de la diferencias culturales. En primer lugar, entiendo por apropiacin a
estas maneras de producir industrias culturales movilizando fuerzas polticas provenientes
tanto desde arriba como desde abajo, pero sin perder nunca de vista el contexto poltico
de sus silenciamientos o emergencias con que se establecen vnculos sociales entre los
agentes formando redes productivas, al mismo tiempo que se representan las sustituciones
que transforman el sentido de lo tnico en sus obras. Por otro lado, por asimilacin me
refiero a una tendencia top to down en la concepcin reticular de las producciones
culturales, en la que el turismo, en general, entre el resto de las industrias culturales, y en
particular la variedad tnico/cultural, ocupa un papel central en la produccin intercultural
3 Siguiendo el enfoque de la sociologa de la cultura, defino a las estructuraciones de la prctica de la etnicidad como las desplegadas en la produccin de industrias culturales vallistas, como sistemas de disposiciones duraderas y transferibles, estructuras estructurantes predispuestas para funcionar como estructuras estructuradas, es decir, como principios generadores y organizadores de las prcticas y las representaciones que pueden ser objetivamente adaptadas a su meta sin suponer el propsito consciente de ciertos fines ni el dominio expreso de las operaciones necesarias para alcanzarlos (Bourdieu, 2007 [1980]: pp. 86). Dentro de la perspectiva culturalista, las disposiciones prcticas de asimilacin y de apropiacin del turismo tnico vallista seran representadas como cristalizaciones opuestas de la objetivacin esencialista de lo cultural. Sin embargo, en realidad difcilmente puedan presentarse si no es combinndolas dentro de estrategias con las que se produce el sentido de la produccin cultural. Uno no imita modelos sino las acciones de los otros (bidem: pp. 119).
10
de hegemona, reelaborando los tpicos de las etnicidades a pedido de viejos ideales
neoliberales y multiculturales del desarrollismo territorialmente dominante.
Escuela y turismo tnico en las polticas de desarrollo
La centralidad con la que el turismo en las ltimas dcadas se ha impuesto en
los territorios de Valle Frtil, asimil completamente la vida escolar a travs de programas
educativos nacionales como los Proyectos EIB en las escuelas vallistas. Pero antes de
indagar los contextos educativos involucrados en la produccin de las industrias culturales
de los procesos tursticos, primero repasemos los cambios con los que las producciones
culturales se industrializaron, un proceso histrico en el que tanto del turismo como de la
escuela adoptaron un rol simbitico dentro de este contexto de desarrollo de las industrias
culturales en territorios perifricos. De esta manera, nos responderemos cundo y cmo
aparecieron abiertamente nuevos aspectos aboriginales en las producciones artesanales
vallistas, analizando esos procesos desarrollo y su modo de instrumentalizar desde lo
econmico la educacin pblica, produciendo el sentido multicultural con que la cultura de
lo local se reemplaz en la fabricacin tradicional de las artesanas, adoptando una esttica
lo global con que lo tnico se disea tursticamente.
El desarrollo de la industria turstica dentro del contexto poltico provincial y
regional se vuelve significativo a partir de la dcada de 1990, convergiendo el avance del
estado sobre los territorios perifricos fuera de su control mediante la implementacin del
Rgimen de Promocin y Desarrollo Econmico en las provincias cuyanas como parte de
la iniciativa hacia el desarrollo industrial propuesto por la Ley Nacional 22.973/83. En el
contexto de revalorizacin de las culturas locales, la etnicizacin de las industrias culturales
vallistas desarroll sus producciones hacia una cultura vallista diferenciada de otra de los
puesteros, intentando escapar al aumento de las desigualdades sociales que resalt la
crisis agropecuaria y declaracin de emergencia ambiental en el departamento durante las
ltimas dcadas del siglo XX. La clausura de las rutas comerciales tradicionales que
vinculaban la industria vallista hasta la segunda mitad del siglo XX condujo a fuertes
modificaciones de la morfologa social provocando la emigracin hacia el conurbano de las
11
capitales provinciales del sector econmicamente activo de la poblacin, el despoblamiento
de los espacios rurales y la desertificacin del territorio4.
Estos procesos atravesados en la historia recientes de Valle Frtil se enmarcan
en el proyecto poltico neoliberal y el agotamiento del Estado de Bienestar sanjuaninos que
afectaron a los sectores rurales perifricos en la provincia a travs de los Diferimientos
Impositivos (Escolar, 2007). A su vez, las condiciones que presentaron estas polticas de
desarrollo dentro de la regin cuyana y del noroeste del pas han promovido la
resignificacin de las industrias culturales locales de dos maneras diferentes. Por un lado,
los intereses geopolticos de las corporaciones transnacionales en la industria de la mega-
minera, en connivencia con los gobiernos provinciales, puestos sobre el territorio provincial
perifrico. Mediante la reproduccin de una visin esencialista sobre la diferencia cultural
entre los pueblos originarios, el objetivo poltico del patrimonio arqueolgico se presenta
para disuadir a las poblaciones autctonas de sus reclamos territoriales (Jofr et al., 2010;
Jofr, 2013, 2014). Por otro lado, los programas de Desarrollo Territorial Rural, en tanto
modalidad de integracin capitalista del campesinado a nuevas industrias, fomentan slo
los tradicionales marcadores de identidad local en la produccin artesanal, en perjuicio de
otros marcadores que caracterizaran el proceso coyuntural real de construccin identitaria
local (Carenzo, 2007).
En el caso de Valle Frtil, los efectos de las polticas de desarrollo se han visto
plasmados en los intereses de las industrias tursticas a partir de la patrimonializacin del
Valle de la Luna (Parque Provincial Ischigualasto) por la UNESCO en el ao 2000, volviendo
a toda la economa departamental dependiente de la modernizacin de la produccin de su
industria cultural. Bajo esta iniciativa, desde la poltica cultural tambin se impulsa con
fuerza otras modalidades del turismo, promoviendo la culturalizacin y etnicizacin de las
industrias locales tradicionales reguladas con el aval municipal, para incentivar
emprendimientos productivos de alimentos y artesanas con la identidad regional de Valle
Frtil. En los proyectos de desarrollo que aspiran a globalizar al departamento, la realizacin
4 En localidades como Chucuma con 124 habitantes, este proceso de despoblamiento es evidente, siendo la quinta localidad menos habitadas de la provincia. Cuntos habitantes tiene Chucuma, departamento de Valle Frtil (San Juan)?, en Venio.info de 04/02/2010. Disponible en: (http://www.venio.info/pregunta/cuantos-habitantes-tiene-chucuma-departamento-de-valle-fertil-san-juan-11200.html)
12
del viaducto transocenico Porto Alegre-Valparaso que atravesando el norte del
departamento, aparece como la epicrisis de la economa integradora a nivel macroregional.
La transformacin geopoltica que plantea la Ruta Nacional 150, proyecta la relocalizacin
de pueblos que hoy no llegan a los doscientos habitantes como Baldecitos, ubicado en la
entrada del Parque Provincial Ischigualasto y perjudicando la centralidad que
histricamente goza la Villa de San Agustn en el paisaje cultural vallista como cabecera
departamental localizada dentro del Parque Natural Valle Frtil (PNVF), jurisdiccin cuidada
bajo las polticas medioambientales provinciales.
En este contexto, las organizaciones indgenas de Valle Frtil siguen los
procesos de re-emergencia tnica actuando en la provincia desde fines del siglo pasado
formando movimientos sociales como la Comunidad Warpe del Territorio del Cuyum
(Escolar, 2007; Jofr, 2014b). En esta lnea poltica, las incipientes organizaciones
indigenistas vallistas han enmarcado su lucha por el reconocimiento de su cultura,
vehiculizando bajo las modalidades EIB proyectos escolares orientados hacia el desarrollo
social y la revitalizacin cultural a travs de emprendimientos tursticos. Son dos las
escuelas del departamento que trabajan con proyectos de las comunidades indgenas. Por
un lado, al sur de Valle Frtil, en el distrito escolar de Astica, la Escuela Benito Lynch cuenta
con el proyecto institucional Por las Huellas del Cacique Astica; por otro lado, al norte, la
Escuela Pbro. Cayetano de Quiroga de Usno cuyo proyecto se denomina El Ugno de los
Managua; ambos se proponen como objetivo general trabajar conjuntamente entre escuela
y comunidad local para rescatar, conservar, reivindicar y sobre todo valorar y respetar la
cultura de los Pueblos Originarios, para conocer de dnde venimos y construir nuestra
verdadera identidad5. En el caso de El Ugno de los Managua, el cual est personalmente
encargada la profesora Calivar, se trata de un taller de artesanas y representacin
pictogrfica del imaginario tnico regional. En cambio, Por las Huellas del Cacique Astica
est orientado a la recopilacin de saberes productivos y narrativas tradicionales, acerca
de las huellas de aboriginalidad regional, conservados oralmente hasta el momento.
En este sentido, el turismo tnico se ha vuelto un motivo econmico crucial en
la disputa territorial, dentro del cual los vallistas discuten cmo explotar su cultura y sus
5 Cabe mencionar que ninguna de las dos experiencias responden a escuelas declaradas como EIB por la autoridad ministerial competente en el tema, sino que son proyectos educativos programados por los docentes de estas escuelas, en los que la comunidad escolar participa en esta modalidad intercultural a travs de actividades paralelas a la enseanza ordinaria e integrada al resto de las labores docentes.
13
producciones de etnicidad. Apoyndose en la Ley Nacional de Educacin 26.206, segn lo
declarado por las organizaciones indgenas vallistas, los proyectos EIB manifiestan que la
produccin de la cultura tnica vallista debera orientarse a la transmisin a nuevas
generaciones de un patrimonio de la cultura diaguita, siendo la nica cultura originaria de
Valle Frtil. De esta manera, aqu aparece lo que en otros estudios sobre el sentido
intercultural de la poltica educativa EIB a nivel nacional y provincial se plantean acerca de
qu es lo que la legislacin entiendo por pluralidad cultural y cmo son apropiados esos
derechos educativos interculturales por las comunidades locales. Entonces, al abordar
nuestros interrogantes sobre la soberana educativa y cultural en la Provincia de San Juan,
podramos empezar revisando cul ha sido el rol del Programa Universitario de Asuntos
Indgenas (PUAI) de la Universidad Nacional de San Juan (UNSJ) en estos proyectos EIB,
encontrando evidencia de contradicciones en la legislacin de la interculturalidad educativa
de la dcada de los 90, en la que si bien se reconoce la presencia de los pueblos
originarios en estos territorios, aparece el Neoliberalismo que busca la eliminacin de
barreras culturales a fin de buscar una homogeneizacin de los pases (Ceballos & Zabala,
2008: pp. 5)
Esta centralidad adquirida por el turismo tan interesado por el pasado en Valle
Frtil, a su vez, tendra relacin con otros proyectos de desarrollo econmico y de
integracin interregional en los que el gobierno provincial se ha apuntado la gestin de
vnculos diplomticos con organismos transnacionales como la UNESCO. En este caso, la
Ruta Nacional 150, abierta para promover el trnsito de personas entre regiones hasta
ahora muy difciles de cruzar, adems pretendera revaluar al resultado de proyectos de
EIB como el Usno de los Managuas y su produccin cultural para la activacin turstica de
la Ruta Ancestral Diaguita (RAD) como eco-paseo proyectado por la Comunidad Cacique
Pedro Caligua y Carina Calivar, directora del proyecto EIB en la localidad de Usno, que en
consenso con las titulares del proyecto universitario en Valle Frtil, las profesoras Olga
Rodrguez y Rosa Ferrer, quedara asociado al Qhapaq an o Camino del Inca como
itinerario cultural de inters universal y Patrimonio de la Humanidad, recientemente
declarado por la UNESCO. Incluso desde la lgica multiculturalista sera difcil argumentar
14
en contra de la etimologa quechua de localidades como Usno, Chucuma o La Aguaca6,
asociada a la poca del avance incaico en el norte de Cuyo7.
Al respecto, el PUAI puso en marcha en 2011 la Diplomatura de Operador
Turstico, bajo el patrocinio de la UNSJ. As, esta modalidad de gestin cultural en el
territorio vallista logr celebrar el 1 Seminario Regional de Turismo tnico en los ltimos
das de noviembre de 2014. Articulado con un discurso antropolgico culturalista sobre el
turismo como industria sin chimeneas y fuente de desarrollo econmico, en estos
proyectos nunca se propuso pensar la pluralidad cultural vallista. Desde estas perspectivas
sobre la cultura en que fundaron estos proyectos, los trminos de las categoras tnicas
proponen ser lo menos amplios posibles, manteniendo vnculos con otras comunidades
indgenas del resto de la provincia slo en la bsqueda de apoyo poltico.
De esta manera, dentro de estas trayectorias institucionales en el que se
despliega el sistema EIB, estos proyectos parecen insertos entre otros dispositivos
productivos asociados al desarrollo de los intereses de las voces altas, apropindose de las
categoras tnicas para clasificar a la cultura local entre cultura indgena y cosas de
indios. Me apoyo en Natalia Borghini quien trabaj el sentido de la interculturalidad en las
instituciones educativas EIB de Tilcara, explicando cmo el colonialismo lingstico asiste a
la muerte de las lenguas vernculas. As, refirindome al trabajo de la EIB en las
producciones del desarrollo de las industrias culturales vallistas, coincido con que estas
modalidades educativas tienen que luchar con muchas de las correcciones usuales de
los malos usos de la lengua ya que en este caso estamos en presencia, no del mal empleo
del espaol, sino de formas de expresin correspondientes con la zona, producto de la
presencia de distintas culturas y lenguas ancestrales (Bidaseca, 2011: pp. 182).
Como vemos, las diferenciaciones entre etnomercancas producidas por los
intereses que la industria turstica moviliza, entonces, van ms all de la distincin entre
producciones con fines tursticos y otras sin valor comercial, como se evidenciara desde
una mirada que aisladamente a las producciones de los proyectos de EIB. Lo que moviliza
la industrializacin de la cultural son intereses territoriales contrapuestos sobre lo local,
6 Antigua asentamiento precolombino localizado al pie de la sierra vallista y el actual embalse, a pocas cuadras del actual centro de la Villa San Agustn. 7 Incluso en la dcada de 1940, el petroglifo ms grande del departamento, la Piedra Pintada, se dio a conocer como atractivo turstico para el resto de la provincia como la Piedra de los incas.
15
donde el papel del turismo dentro del resto de las industrias culturales queda definido cmo
operacin de una legitimacin encubierta de un sentido racista en las diferenciaciones
culturales. As, se autoriza al turismo arqueolgico y al inters que genera por su valor de
consumo, de alguna manera legitimando tambin a la guaquera cuando esta se practica
desde la autoridad institucional, pero delimitndolo de la produccin ilegal de industria
culturales, a costa de estigmatizar tambin a un turismo de indios.
Por un lado, esta industria turstica fomenta la localizacin de lo global que de
la identidad hace una mercanca basada en la imagen otrificante de Valle Frtil como un
territorio fronterizo y asilado. Por otro lado, su diferencia con la globalizacin de lo local es
que los vallistas con ella luchan contra la territorialidad de los poderos para defender su
lugar.
En nuestros objetivos apuntamos al examen de la matriz ideolgica vallista
sobre lo tnico como dimensin territorial propia del pensamiento poltico con el que la
diferenciacin cultural se justifica por las bondades que proveera el desarrollo turstico. Por
esto mismo, nuestras inquietudes en esta parte cuestionan el sentido concreto y material
que adopta lo esttico en la industria de los productos artesanales. Ahora abordar cmo
se introdujeron categoras como turismo tnico en la poltica pblica del departamento,
desde donde la definir y cmo se legaliz.
Ideologa tnica y tradicin en las industrias culturales
A propsito de nuestro inters por el estudio ideolgico antes mencionado,
Marisol de la Cadena (2007) nos seala que las polticas conceptuales de la nacin
peruana adoptaron la idea deliberada de que la cultura, como la biologa, determinaran los
recursos raciales de la nacionalidad. De la misma manera, la argentinidad a un nivel
transterritorial, como la sanjuanidad atravesando un mundo mucho ms cotidiano, habra
tenido el propsito de purificarlos moralmente a travs de la educacin civilizatoria
proveda por el derecho, la historia y la arqueologa. La ciencia y la religin han producido
16
el sentido territorial de lo cultural, al predefinir el sentido del origen entre lo colonial y lo
moderno, formando la percepcin colonial del mestizaje8 con la que los vallistas afirman
generalmente reconocerse a s mismos como descendientes de los pueblos aborgenes de
Valle Frtil.
Dentro de esta ideologa tnica sobre el mestizaje, la diferenciacin entre los
puesteros y el resto de los vallistas por la cual aquellos seran descendera directamente
de los indgenas, a su vez, dara sentido a la produccin de las industrias culturales cuando
diferencia a la cultura tnica del resto de la cultura vallista. Tal ideologa de las diferencias
culturales entre los puesteros del interior de la sierra y el comn de los vallistas de los
poblados est basada en la idea de pureza de sangre. En tanto auto-adscripcin, de
manera similar, esta identidad es manifestada por los representantes de comunidades
indgenas retrotraen el origen de sus apellidos a las parcialidades diaguitas prevenientes
de La Rioja apoyados en fuentes coloniales9, reconociendo al pueblo de los yacampis como
sus ancestros, segn sus registros genealgicos de la poca colonial temprana10. Basados
en el mayor o menor grado de mestizaje entre las familias vallistas con mayor permanencia
8 Para esta autora, una episteme hbrida producida por la ciencia positivista habra provisto de la capacidad de adaptar a los emergentes sociales segn el orden organizado por la limpieza de la sangre y sus afines (as como las etiquetas adscritas a ese orden), asimil nuevos significados a medida que la gente y los nuevos estados (a travs de su propia gente) interactuaban en sistemas nacionales e internacionales, los cuales estaban siendo reorganizados de acuerdo al nuevo orden de la ciencia racial y el racismo (2007, pp. 92). 9 A su vez esa ideologa tambin olvida recordar que los encomenderos de Valle Frtil repoblaron su territorio con contingentes huarpe provenientes de las inmediaciones de San Juan de la Frontera (Michieli, 1996, 2000). El pensamiento etnolgico de los vallistas actuales se construye bajo la negacin estratgica de otras identificaciones raciales o culturales como la huarpe. Al principio consider que esta resignificacin local de la etnicidad anclado en el etnnimo yacampis sera formativa de la etnicidad producida desde el pensamiento dominante. Sin embargo, el trabajo de archivo abri la duda sobre si siempre fueron los yacampis los indgenas de Valle Frtil cuando ya en las referencias periodsticas modernas de primera parte del siglo XX se registr la existencia de la Piedra Pintada nombrndola como petroglifo huarpe. As, an ms cuando el movimiento social warpe hoy se expresa pblicamente en el centro poltico de la provincia, asocindolos jerrquicamente con de sectores campesinos, menos son valorados sus discursos (Jofr, 2014). 10 A pesar de los elementos de aboriginalidad con los que los vallistas se reconocen, no existira evidencia de que esas identificaciones tnicas usadas por los vallistas hayan servido como modos propio de los pueblos originarios vernculos para referirse a s mismos como pueblo precolonial. Continuando los estudios Carina Jofr (2013) sobre la identidad capayn en el patrimonio arqueolgico de los Departamentos de Iglesias y Jchal, al norte de la Provincia de San Juan, etnnimos como stos procederan de una poca temprana del contacto intertnico, habiendo sido producidos por los primeros funcionarios coloniales que relevaron a las poblaciones perifricas del territorio provincial. Por lo tanto, la diferenciacin cultural con la que la herencia cultural de los yacampis aparece como distincin de los puesteros, considerados diferentes del resto de los vallistas como potadores de una cultura ms india, no pertenecera a las modalidades precoloniales de produccin de otredad ya que, de haber existido tales diferenciaciones tnicas, stas habran desaparecido desde el etnocidio cometido en el siglo XVII, siendo que hoy desconocemos las formas de las etnicidades propias de los pueblos aborgenes durante el perodo colonial.
17
territorial, los vallistas consensuan en diferenciarse a pesar de la homogeneidad racial de
la poblacin y que en general estn ms o menos emparentado. Incluso, mi estudio no
podra presentar tendencias de una marcada diferenciacin fenotpica con que se pueda
detectar en el aspecto corporal a un segmento de la poblacin en particular. Sin embargo,
ac sealar el racismo cultural de los vallistas cuando entre ellos reconocen que los
puesteros contemporneos son los descendientes ms puros de los pueblos aborgenes
del pasado, obrando a modo del delirio de la voz del otro como voz interior -parafraseando
el razonamiento de Derrida desarrollado por Spivak.
Analizando las transformaciones geopolticas y la importancia actual de su
cabecera encontraremos en el sistema de gentilicios un principio de genealoga de la
sustancializacin espacial vallista. Por vallista no slo es reconocido a los nacidos en el
Departamento de Valle Frtil, sino tambin y en especial aplica para nombrar a los
residentes de su cabecera, Villa San Agustn de Valle Frtil, distinguindose de los
astiqueos, usneos, baldeos, etc. Ratificada por el Gobernador Rafael de Sobremonte
recin en una fecha tan tarda como 1788, al fundar San Agustn de Juregui como centro
de Valle Frtil consigui dominio colonial en el hasta el momento inestable territorio.
Durante el rgimen colonial de encomienda y la evangelizacin fue consolidado
en las quebradas y al pie oriental de la sierra, dispersando a la poblacin indgena dentro
de las sierras de la Huerta y de Valle Frtil (topnimos con que la colonia habra conocido
estos caminos), territorios comunales que las mercedes reales haban dejado como tierras
indivisas para no afectar con la vida pastoril y al acceso al agua de las comunidades
indgenas11. En efecto, el pensamiento etnicista de los vallistas tambin ha apelado a la
revelacin de las formaciones de la antroponimia, para profundizar hasta donde llegaban el
acervo familiar actual en las races tnicas vallistas. Los estudios onomsticos exhibiran
que fue entrado el siglo XIX, en el perodo independiente, que los vallistas habran perdido
sus apellidos indgenas originarios cambindolos por los cristianos. Son clsicas las
observaciones sobre los censos de 1785 y de 1812 refirindose a que la poblacin vallista
se duplic entre el perodo colonial y el independentista (Ardissone & Grondona, 1953).
Aunque posiblemente se deba a un sub-registro de la poblacin colonial, en un perodo 27
aos el 72% de la poblacin vallista se identificaron como indgenas. Ya en una poca
11 Investigaciones sobre los sistemas de propiedad indivisa de tierras del siglo XVIII en una regin vecina como los Llanos Riojanos (Boixads, 2009), nos aporta de un marco de referencia probablemente similar al caso de las tierras comunales vallista.
18
bastante tarda como 1887, se detecta la ausencia de apellidos de origen indgena,
encontrndose desde esta poca la predominancia de los Calvar que encontramos
actualmente (pp. 84-85).
Con la industrializacin ganadera durante la segunda mitad del siglo XIX, las
vas de comunicacin tradicional seran explotadas para atravesar esas tierras comunales,
siendo cuando esas sierras fueron sub-nominados con apellidos como Chvez, Rivero y
Elizondo, en tanto emblema de las familias establecidas durante el perodo colonial como
sistemas tradicional de indivisin de los territorios serranos poblados en las travesas hacia
el oeste para salir al Valle del Bermejo. De acuerdo a lo que se conoce sobre el poblamiento
de Valle Frtil, el crecimiento de los pueblos vallistas sigui a la par del desarrollo ganadero
dentro del circuito comercial interregional entre Tucumn y Chile que enriqueci a San Juan
hasta mediados del siglo XX (Falchi et al., 2008). Mientras prosper la industria de la
trashumancia a travs de las sierras o de Ischigualasto como posta en el cruce de los
arrieros, estos territorios comunales an habran estado habitados. Esto concordara con
las fluctuaciones entre los procesos de etnognesis y la discontinuidad huarpe destacadas
por Escolar (2007) en el contexto provincial, coincidiendo este perodo del poblamiento
vallista con el contexto de acallamiento de identificaciones tnicas en los discursos y
agencias subalterna del sur sanjuanino entre fines del siglo XIX y mediados del siglo XX.
El actual sistema vallista de gentilicios se habra conformado durante este
mismo perodo, cuando esta poblacin serrana comenz concentrarse en los poblados12.
Es conocida la ancdota sobre esos tiempos, cuando los puesteros bajaban para anotar a
sus hijos en el Registro Civil del poblado y all les ponan de apellido el nombre de la sierra
de la que procedan. De ah la frecuencia de esos apellidos dentro de la poblacin vallista,
transfirindose de generacin en generacin como medio de mantener esos sistemas
tradicionales de propiedad comunal de la tierra. El modo de registro que practicaban los
funcionarios sanjuaninos invisibiliz la marca indgena entre los apellidos de los puesteros,
pero sin modificar la territorialidad de su poblacin, inscribiendo con el nombre de sus
pagos, ponindole a la criatura como apellido el nombre de la sierra en que haba nacido.
Por eso Chvez, Elizondo y Rivero son apellidos frecuentes entre los vallistas.
12 En conversacin con Julio Daz, Secretario de Cultura municipal.
19
En ese sentido, adems del sentido negativo que el saber genetista carga sobre
el tpico de la pureza de sangre entre los puesteros, el reconocimiento de esa difusa
contigidad abre dudas sobre la legitimidad de las procedencias culturales entre estilos de
vida que se presuponen totalmente diferentes, el del poblado y el de la campia,
representndola como formas excluyentes entre s y distinguindose por modos
establecidos de sociabilidad entre lo que la cultura dominante considera lo apropiado y lo
inapropiado. As, desde la perspectiva de un mestizaje sin mestizos (Escolar, 2007: 195),
la formacin de etnicidades propias de Valle Frtil condecira con el modelo de las
subjetividades huarpes entre los sanjuaninos, dentro del marco ideolgico donde la
formacin de alteridades asocia racialmente a los territorio con su poblacin, construyendo
su paisaje con imgenes de lo fronterizo y el aislamiento13.
De acuerdo con Farberman, la imaginera tradicional que encontramos de un
paisaje deshumanizado y de una aboriginalidad anclada en un tiempo fuera del presente
tienden a estereotipar, descontextualizar, deshistorizar y esencializar las
manifestaciones culturales populares (2014: pp.16). Por esa razn, el folclore reproducido
en el arte y las artesanas vallista ms que representar a sus producciones, representan a
estos procesos en los que la memoria colonial se olvida de recordar el contexto en los que
la aboriginalidad de los puesteros remitan a los usos locales de los territorios, como
tambin cuando la memoria moderna omite cuestionar la naturalidad con que las
representaciones acerca de las diferencias culturales son tratadas como diferencias
raciales. Ms all de la produccin artesanal en s misma, la folclorizacin de las identidades
tnicas por las industrias culturales de Valle Frtil asume al sujeto del etnocidio como esa
composicin indefinida de corrientes culturales aborgenes para deshistorizarlo, porque al
quitarle lo que tiene de abigarrado se lo vuelve parte fundacional de la sanjuanidad en el
territorio. En la forma idealizada de un pueblo mestizo, lo vallista se produce con valor
turstico connotando el sentido de lo atemporal y lo desterritorializado como
representaciones de lo local de los objetos y sujetos de su cultura popular. El ncleo
conflictivo de la produccin folclrica vallista que invoco comprende a las imgenes usadas
en la comunicacin social del turismo en las que se alude al aislamiento geogrfico y la
13 Entre vallistas todos son mestizos por eso se reconocera el mestizaje dado por hecho o, en todo caso, la apariencia individual no necesariamente tenga una necesaria correspondencia con la etnicidad.
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soledad cultural, un imaginario con que el territorio vallista es representado desde una
perspectiva anacrnica o no contempornea de las diferencias culturales hacia el exterior,
como un Valle Frtil delimitado por fronteras alterizantes. Esa semntica centrada en la
naturaleza y sus paisajes, y que niega indirectamente las continuidades culturales a travs
del espacio construido como territorios discontinuos, sera un proceso anterior a la
imaginera implantada por las referencias tursticas al Valle de la Luna. En el mismo escudo
departamental las estticas naturalistas son preponderantes como simblica de su
patrimonio. Otras clasificaciones folclricas ms crudas fueron plasmadas en los murales
que la Municipalidad de Valle Frtil hizo pintar en las calles de la Villa San Agustn, ubicando
a la izquierda del plano a los dinosaurios, a las geoformas, a los paisajes y a los indgenas,
mientras que la derecha sera el lugar para las representaciones sobre el legado colonial y
eclesistico, las industrias primarias vallistas14.
La reconstruccin tnica del sujeto vallista desde el paradigma clsico de la
historiografa cuyana acuerda con la tesis de una sociedad sanjuanina libre de indios
extintos desde el siglo XVII del territorio, sostiene a la identidad provincial que funda la
creencia general como racialmente blanca y heredera de la cultura europea. Sin embargo,
estas afirmaciones en Valle Frtil, aunque resuenan con escepticismo dentro de la ideologa
popular de los sectores subalternos, tampoco son cuestionadas radicalmente. La idea del
blanquecimiento de los pobladores vallistas desafina con lo sugerido en sus discursos sobre
sus propias percepciones y autopercepciones cromticas. La teora general de los vallistas
sobre sus orgenes apunta a reconocerse en su territorio como donde se cultiv una
estirpe india, que aunque mezclada, todava corre por la sangre de muchos vallistas
(Elizondo de Corzo, 2010) y, de esta manera, la identificacin con una indianidad a travs
del parentesco biolgico ms o menos cercano con el campesinado vallista, y a estos
puesteros como descendientes directos de la cultura de los antiguos indios vallistas.
Las imgenes del pasado y del paisaje en la representacin de alteridad
Al indagar en el sentido de lo tradicional para esta ideologa tnica que los
vallistas presentan dentro del marco educativo multicultural, nuestro anlisis sobre la
14 Ver imgenes del escudo departamental y de los murales.
21
formacin de alteridades se introduce en la produccin de un nuevo folclore vallista en las
artesanas fabricadas por la industria turstica, como tambin para la explotacin de Valle
Frtil como marca de exportacin. Su desarrollo de las ltimas dcadas en el campo
turstico convergi estableciendo maneras de representar lo ominoso con que se
representan a las voces bajas (Bidaseca et al., 2011) de la elaboracin turstica de lo
artesanal y adoptadas en los dispositivos de comercializacin para desplegar la esttica de
lo regional. Desde una lgica de la negacin (Hale, 2008), la resignificacin de lo folclrico
opacando el sentido de lo local, des-folcloriza la representacin actual de lo tradicional en
la cultura vallista. A la manera de polticas conceptuales de vampirizacin15 de la diversidad
cultural, el olvido como poltica de dejar morir el recuerdo de lo insurgente de la cultura
subalterna, se ha logrado a lo largo de la historia desconociendo las diferencias y
universalizando sus equivalencias entre prcticas culturales alguna vez polticamente
contrapuestas.
Por su parte, la voz subalterna de las producciones tursticas vallistas conservan
la posibilidad de ser rastreadas dentro de la ambigedad de las polticas de
representaciones culturales, a la manera que Spivak ha recuperado el itinerario de la
conciencia femenina de la mujer que se inmola en la pira de su difunto marido al
diferenciarla de las voces impostadas que la prohibicin del ritual sati impuesta por el
imperialismo britnico. En nuestro caso, al manifestarse como formaciones de dos
disposiciones de la negacin, abordamos a las voces de la aboriginalidad subalterna
mientras se esfuman en el aura de sus productos culturales industrializados. En primer
lugar, la estandarizacin de la produccin de artesana hacia una mercantilizacin de
productos con la esttica kitsch-folk, en donde se exacerban artificialmente los imaginarios
15 Me refiero con este trmino a las polticas de olvido en las que lo siniestro es representado desde arriba en la memoria colectiva de subjetividades socialmente conflictivas para estigmatizar su emergencia, estableciendo cmo deberan o no ser recordadas. La industria cultural alrededor del personaje de Vlad epe como smbolo cultural, se nos viene como ejemplo paradigmtico de polticas conceptuales con que los rdenes hegemnicos obran en el campo de la cultura y su patrimonializacin. La historia de sus apropiaciones conceptuales involucra tanto al capitalismo como al comunismo, disputndose territorialmente la propiedad de significar los smbolos de las genealogas culturales de occidente. El primero, universalizando la representacin de lo siniestro como alterizacin de las prcticas tradicionales sobre el vampirismo en la antigedad a lo largo de las literalizaciones medievales y modernas en donde se contextualizan a las leyendas de este personaje. El segundo, con el reconocimiento por parte del gobierno comunista de Nicolae Ceauescu a como Hroe Nacional de Rumania al cumplirse el V Centenario de su muerte en 1976, revalorizando el nacionalismo rumano de un gobierno genocida a travs de la metfora del hroe popular de otro genocidio histrico.
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tradicionales y territoriales al presentar lo incmodo de una fachada polticamente correcta
de la cultura, preparada para ofertrsela al turista deshistorizando al sujeto de la
aboriginalidad y desterritorializando a las producciones culturales. Adems, en el plano de
la represin de lo indecible, el ocultamiento de las voces locales detrs del aumento de la
demanda del alucingeno del cactus del San Pedro estereotipa a las etnicidades originarias
para producir el sentido turstico en las representaciones tradicionales de la cultura vallista.
En los deslizamientos de fronteras entre voces de diversas intensidades, tanto
las que se apropian del sentido de las diferencias como las que son asimiladas por una
cultura de la produccin industrial, constituyen relaciones de subalternidad con que la
cultura produce la valoracin de su diversidad desde sentidos contradictorios y ambiguos.
Mientras que cada apropiacin produce el sentido de las prcticas con que se disimulan
intereses y objetivos polticos reproduciendo la produccin turstica de lo tradicional en las
artesanas y resignificados al integrar slo los aspectos residuales de la cultura tnica,
tambin, la reproduccin de omisiones sobre los aspectos incmodos de lo local produce
el sentido de lo tradicional, abriendo espacios polticos entre los resquicios interculturales.
As, planteamos una doble paradoja al centrarnos en la organizacin del
consumo adoptada en la produccin de las industrias culturales. En la organizacin del
turismo tnico se mantiene la tensin entre las cadenas de sustituciones abiertas por la
incomodidad de lo subalterno en el patrimonio y las exposiciones significadas por la
ideologa de la autenticidad. Por un lado, las imgenes exageradas del aislamiento en las
artesanas con que la industria turstica pretende estetizar al imaginario tnico y territorial
vallista, a su vez, son subvaloradas por las diferencias concretas que ella misma desarrolla.
Se trata de una contradiccin en la poltica de las identidades tnicas constitutiva de la
economa de las industrias culturales. La falta de transversalidad con que los mecanismos
estatales de reconocimiento ligados a la patrimonializacin y el turismo legitima solamente
a los estereotipos que re-presentan la valoracin de los recursos culturales
geopolticamente afines a los intereses de los proyectos desarrollistas, como en el sentido
de discontinuidad de los paisajes nicos de Valle Frtil y los aspectos polticamente
correctos de una aboriginalidad suspendida en el tiempo.
Por el otro, la aboriginalidad ominosa que deslegitima a las etnicidades que por
otros medios se pretendera revalorizar, es sustitutiva de la valoracin dominante del
consumo entre los sectores sociales ms vulnerables, encubriendo la conflictividad que
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arrastra su acceso ciudadano al territorio. Esta otra paradoja conformada por la poltica de
las representaciones sociales encubre los modos la territorialidad con que se distingue a lo
cultural de lo no cultural, cuando la masividad de la comunicacin homogeneiza las
subjetividades de producciones culturales centrndolas en el intercambio multicultural y el
comercio turstico. Ancladas en el consumo, las representaciones hegemnicas de las
etnicidades desde abajo quedan asociadas a contextos de marginalidad sociales desde
donde justifican el estigma a las modalidades alternativas de produccin de aboriginalidad
en las industrias culturales, explicando el origen de las desigualdades culturales de los
vallistas al sealar solamente las falencias que sufren esos sectores, sin que esto sea
necesariamente as.
a) Estandarizacin turstica de la esttica de las artesanas
Una vez que nos instalamos en Astica, nos contactamos con el Prof. Miguel
Zapata, director de la Escuela Benito Lynch, institucin que desarrolla el proyecto EIB Las
huellas del cacique Astica, siendo un espacio de recuperacin de la cultura tradicional de
los puesteros residentes en la Quebrada de Astica y la de los Baldes de Astica. Los
principales referentes locales en ese proyecto adems de Mario Rivero, son su hermano
Duilio y Queco Calivar, quienes organizan la Comunidad Cacique Astica. A los Rivero los
encontr en su puesto de venta de artesanas, sobre la ruta principal, a 50 metros antes de
la estacin de polica, de la mano de enfrente a sta, donde tambin el seor Calivar ofrece
sus artesanas de madera entre otros productos domsticos.
Este sera un ejemplo con que la organizacin indigenista ha buscado
reproducir econmicamente a travs del turismo el sentido tradicional y reterritorializado
con que los astiqueos y su comunidad local han conservado su elaboracin artesanal. En
el caso de los artculos hechos a base de cidra (ctrico tradicional con el que se hacen
mermeladas, licores, esencias, entre otros productos), el proyecto EIB condujo a la
investigacin y visibiliz una tradicin nica en la produccin primaria a nivel nacional. En
otros casos como el de los procesos productivos de artesanas en madera y en cuero, estos
proyectos habran transformado los modos tradicionales de produccin, racionalizando los
costos de mano de obra dentro de las cadenas de produccin e incorporando nuevas
tecnologas como las herramientas elctricas. Adems, los artesanos involucrados en
24
nuestro estudio se encontraran ajustados a las leyes ambientales, por las cuales se veran
obligados a regular el aprovisionamiento de materias primas de acuerdo a las medidas de
conservacin establecidas por el PNVF (por ejemplo, el estricto control sobre la madera de
cardn), rea protegida cuya jurisdiccin incluyen gran parte de la Comunidad Cacique
Astica, los residentes tanto a la localidad de Astica como a los parajes de la Sierra de
Rivero, no as los que viven al este, en los Baldes de Astica.
Como alternativa a la expansin extractivista con que se proyecta la provincia
de San Juan hacia sus territorios perifricos, el turismo tnico vallista tambin tiene el
potencial de moldear el significado de las producciones culturales locales para ajustarlas
dentro del imaginario de un territorio aislado y fronterizo con el que significa su patrimonio
cultural. Sin embargo, a pesar de la poltica comunitaria que los artesanos astiqueos
emprendieron para aprovechar colectivamente del beneficio turstico, la formacin del
artesanado vallista como clase social, desde las ltimas dcadas del siglo XX, se ha
ajustado al progreso de la industrializacin turstica que rene a los artesanos del resto del
departamento, legitimando una identificacin dentro de la lgica del patrimonio cultural
provincial como un territorio de larga tradicin artesanal. Estos intereses territoriales
puestos en el turismo terminaron por fragmentar al artesano como sujeto social y
desdoblando su actividad profesional. Esta percepcin de cambio surge de la comparacin
con la representacin que tenemos del artesanado vallista de pocas inmediatamente
anteriores16. ste ya no es slo un fabricante de artesanas, sino cada vez ms necesita
vender su trabajo artesanal, reproduciendo contextos de explotacin laboral entre
subclases de artesanos y una economa impulsada por la competencia dentro de esas
subclases.
A su vez, la intervencin municipal en la divisin del trabajo artesanal orientado
al desarrollo turstico condujo al establecimiento de marcas comerciales de productos
regionales. Bajo ordenanzas municipales se gestion el otorgamiento de licencias que no
slo los autoriza a explotar determinados recursos sino tambin les otorga exclusividad. En
este sentido, ms arriba nos referimos a las restricciones que el PNVF pone a la explotacin
de materias primas como la madera de los cardones. Adems, el estado provincial, a travs
16 Representaciones como estas las encontramos en el video documental Valle Frtil de Jorge Prelorn, de 1972. En esta obra, encontramos representada a la produccin artesanal por sujetos con accesos a sus medios de produccin econmica y sin la necesidad de vender su trabajo a otros artesanos mejor ubicados en la escala social a la manera en que sucede actualmente en la produccin de artesanas.
25
de ordenanzas municipales, estimula la actividad privada en la industria de la cultura vallista
financiando a los emprendimientos productivos que han redimensionado a la produccin
tradicional de materias primas. As, desde su instalacin en 2011, Helados Artesanales
Ischigualasto es la primera fbrica de helados hechos a base de la leche de cabra y un
emprendimiento nico en el pas17. Sin embargo, dentro de la produccin de sentido de
estas industrias regionales mimetizadas como innovaciones, se nos ocultan los reiterados
intentos anteriores para aprovecharse del excedente que deja el ordee estival de las
majadas. La facilidad de financiacin que aporta la intervencin estatal, permite triunfar a
los emprendimientos privados que actualmente elaboran alimentos a base de recursos
locales donde la organizacin cooperativa entre productores caprinos result infructuosa.
La industria vallista de artesanas por supuesto no pretende el inters de
exponer la participacin de todos los eslabones en el sentido de su fabricacin artesanal.
Por el contrario, el artesano de la feria simplemente busca atraer a los turistas para venderle
artesanas, mientras que el puestero que vende su trabajo artesanal busca ganarse un
dinero extra para ayudarlo a mantener su produccin domstica lo ms desmonetizada
posible, aunque se queja de que otro saca los mayores rditos a los productos que l
elabora. En ambos casos, sus prcticas artesanales ya no representaran ms a las
tradiciones culturales de las que proceden, sino slo se limitan a expresar minimalistamente
el sentido superficial y selectivo de imaginario folclrico disponible para ese mbito,
cuestin ostensible en la mayora de los suvenires presentados en esas ferias, donde lo
tradicional slo representa a un Valle Frtil desrtico, deslocalizado y anacrnico. Inclusive,
dentro de la elite de artesanos, el sentido de su diferenciacin cultural como artesanos
vallistas se reduce a la reproduccin de una esttica, quedando en un segundo plano el
17Cap 43. San Juan. Helados Ischigualasto Audiovisual del Ministerio Nacional de Agricultura, Ganadera y Pesca. Disponibles en: (https://www.youtube.com/watch?v=RCRv9PztXYg) Fbrica de Helados con Leche de Cabra para Productores de Valle Frtil, en Produccion.sanjuan.gov.ar de 14/12/2011 Disponibles en: (http://produccion.sanjuan.gov.ar/index.php?option=com_content&view=article&id=560:fabrica-de-helados-con-leche-de-cabra-para-productores-de-valle-fertil&catid=52:institucional&Itemid=29) Pequeos productores caprinos ponen en marcha fbricas de helado de leche de cabra, en Portalagropecuario.com.ar de 23/12/2011 Disponible en: (http://portalagropecuario.com.ar/index.php/ganaderia/619-pequenos-productores-caprinos-ponen-en-marcha-fabricas-de-helado-de-leche-de-cabra)
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modo en que ha sido producido. Ah tambin impera una racionalidad econmica en este
tipo de organizacin de la produccin, en la que costos y beneficios llevan al artesano a
innovar, en la medida de lo posible, en materiales herramientas y tcnicas.
A contrapelo de aquel paradigma vallista tradicional de producciones
artesanales rescatado por Prelorn, donde los sujetos productores destinaban sus obras
para un uso, la diversificacin artesanal al industrializarse slo expresa la multiplicidad de
espacios comerciales que el turismo abre para que esas producciones culturales pueden
ser adquiridas. Los artesanos de Prelorn, desde el talabartero, el cuchillero o el fundidor,
fueron reconocidos dentro de su comunidad como profesionales que sostenan una
demanda local de productos de uso en la vida domstica. Nada menos parecido a lo que
hoy se da en un contexto turstico, esos artesanos producan ofreciendo conformar a la
utilidad demandada por quienes adquiran sus obras. Por ello, sus producciones
representaron a las voces de quienes las proceden como de quienes las utilizaban. En
cambio, con la diversificacin comercial que propone el desarrollo turstico y las
modalidades consumistas que invaden a los vallistas, la produccin artesanal ha devenido
en la representacin de una experiencia. Inclusive cuando la artesana no es slo un objeto
decorativo, el sentido de su produccin slo re-presenta a la experiencia de esos artesanos
de Prelorn anteriores a la industrializacin vallista, ms que satisfacer una utilidad
actualmente necesitada.
As, la industria de artesanas incorpora producciones baratas que pueden ser
vendidas como recuerdos de Valle Frtil a un segmento turstico no dispuesto a gastar
mucho en el consumo cultural. La tendencia general que encontramos en la produccin de
sentido en los suvenires exhibe el pensamiento de la maestra artesana acerca de cul
debera ser el consumo adecuado segn las diferencias estticas entre las artesanas
vallistas y las de los puesteros. La salvedad en el caso de estas etnomercancas que
compra el turista por poco dinero pasa por su legitimacin como producto de las industrias
culturales vallistas y de la ideologa tnica dominante que la gobierna. Esa diferenciacin
entre artesanas comerciables y las no comerciables plantea polticamente al consumo. Por
un lado, abandona la historizacin de la dimensin cotidiana de la praxis subalterna y, por
otro, vuelve concreta la diferenciacin entre una cultura autnticamente sanjuanina o una
otra dimensin cultural alterizante, como si fuera nicamente de y para indios.
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Aunque en las artesanas existe la motivacin de representar a la cultura
indgena, es siempre desde su relacin simbitica y armnica con el territorio. Esta
imaginera usada en la industria artesanal vallista est compuesta por dos tipos distintos de
imgenes con que es representado en la tradicin vallista el pasado territorial del
departamento. Por un lado, el registro naturalista de las imgenes acerca del Trisico:
tomado de la produccin de un conocimiento geolgico y paleontolgico, las artesanas
vallistas recuperan la imaginera de la historia natural del territorio, reproducindola en
diversos estilos, pero con una intencin realista al adoptar desde las geoforma hasta los
dinosaurios como modelos icnicos del pasado y el territorio vallista. Un ejemplo son las
representaciones del cono ms representativo de Valle Frtil, la figura de El Hongo, la
geoforma localizada en el Parque Provincial Ischigualasto, que inclusive se encuentra
presente en su escudo departamental, siendo el motivo preferido de los suvenires ms
baratos, fciles de fabricar al pegar dos piedras de cuarzo. Por otro lado, el registro de la
esttica artstica de las representaciones del imaginario aborigen: tomado de la produccin
de un conocimiento folklrico, se produce la imaginera de seres sagrados para la
indianidad del noroeste argentino como suri, kayra o cndor, reproduciendo los motivos
tradicionales con que se representa al estilo de vida que la presencia humana precolonial
produjo en el territorio18.
A su vez, desarrolladas desde los proyectos de EIB, estas resignificaciones
estticas en las artesanas figurativas no encontraran conflicto dentro del actual proceso
de emergencia de la etnicidad vallista. La des-folclorizacin del imaginario tradicional no
hara visible a los desplazamientos que las voces altas de la etnicidad adoptan de los
sentidos locales de la aboriginalidad. La gestin de las organizaciones indgenas en la
produccin de representaciones de lo aborigen podra estar haciendo intervenir a voces
externas ms de la cuenta, acallando a sus voces locales. En este caso entramos a dudar
si realmente representan a las voces subalternas o, siguiendo el razonamiento de Spivak
desde los estudios post-coloniales, se vuelven como esas mujeres de piel blanca que
cuidan a las mujeres de piel oscura de los hombres de piel oscura, o sea, hacen un
simulacro de las voces subalternas para expresar a las voces altas de la cultura.
Siendo un sentido asumido por los modos dominantes de diferenciacin de las
industrias culturales, estas producciones proponen una mirada sobre lo local que valora
18 Ver imgenes de artesanas.
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positivamente a la cultura vallista establecida y negativamente las sustituciones con que lo
subalterno es representado en ese proceso. De esta manera, como una necesidad en la
parte oculta del desarrollo industrial de lo cultura, se reemplazan los vacos culturales de
esas representaciones por la precariedad material de sus producciones.
La instrumentalidad comercial y turstica en la que las industrias artesanales
han orientado su consumo, si bien se inscriben en una ideologa que desvaloriza la
produccin subalterna de cultura al localizarla, tambin resignificaran a los imaginarios
tradicionales en los que los artesanos vallistas histricamente han venido elaborando. La
artificialidad del imaginario territorial y tradicional vallista como registro de subalternidad
producidas de las maneras de lo ms variadas desde una esttica kitsch asocia
exageradamente a este tipo de artesana con el imaginario basado en el sentido
exacerbado del aislamiento con que se representan a la precariedad, el abandono y el
despojamiento en el patrimonio cultural, hasta el punto de hacer equivaler a dinosaurios e
indios en un mismo registro de artesana con el mismo sentido de lo trucho con que se
cristaliza al indio en el pasado del territorio departamental. Como cualquier otra prctica
artesanal particular que encontremos en el interior del departamento, esta forma de
produccin de artesanas expresa una construccin de identidad aborigen que emerge
devaluada para sealarse su subalternidad. Aun encubriendo la relacin de industrializacin
que el artesanado desarrolla en su territorio, las sustituciones de lo local en las
producciones de cultura buscan recordar el pasado vallista en sus labores artesanales slo
si se vuelven funcin de las condensaciones ilustrativas establecidas por el turismo tnico.
Aunque las identidades tnicas tradicionales parecen reaparecen en la
folclorizacin de las artesanas, sus procedencias reemergen en contextos sociales que la
modalidad turstica reduce a la etnicidad como mestiza, criolla o indgena, excluyendo fuera
de calificaciones tnicas a las producciones que atentan contra la organizacin turstica
misma.
b) Emergencia de aboriginalidades incmodas para el turismo tnico
Con nimo contrastativo, nuestro registro maximalista de las etnicidades
vallistas es completado con la produccin del sentido de algo inefable o de lo monstruosos
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que representan esos sujetos y su consumo del cactus de San Pedro (echinopsis
terscheckii) para el patrimonio cultural vallista.
En el mejor de los casos, las intelectualizaciones con nostalgias por los orgenes
han representado al wachuma19 vallista como perteneciente a tradiciones culturales
descontinuas o mezcladas con influencias externas, aunque la peor de las connotaciones
que han cargado los cardoneros ha sido el estigma de lo abominable que significa ser
considerado indio trucho. Entonces, la intolerancia general hacia la tala de cardones y los
contingentes de turistas embriagados va ms all de la ideologa tnica establecida y la
creencia con que cada quien se representa las enrevesadas y ambiguas fronteras
interculturales. Por ello, todo esto excedera a las contradicciones ideolgicas de las
identidades tnicas para reconocerse y legitimarse polticamente al producir las diferencias
culturales. Ahora la disputa de sentido consumo que intentamos analizar se encuentra en
el campo de las representaciones. En este caso, en las que determinan en la subjetividad
lo que es propiamente la cultura de lo que no lo es, o, si se quiere refirindonos a la
modalidad de sta, qu sera considerado como tnico y qu no, en donde el razonamiento
comn no slo niega a comparecer a estas prcticas y relatos como autnticamente
aborigen, sino que adems se los percibe como peligrosos para el orden social y las
costumbres de los vallistas.
19 Evidencia arqueolgica encontrada sobre la iconografa precolombina en Tiwanaku y Wari relacionan representaciones fitomorfas de variedades de cactus alucingenos del tipo del San Pedro (Echinopsis pachanoii y E. terscheckii) al Horizonte Medio de estas civilizaciones (500 a. c. - 1000 d. c.), dando a entender en ncleo desde el que se difundi esta costumbre a otras sociedades y centros religiosos posteriores a lo largo de toda la Cordillera de los Andes (Mulvany, 1994). A su vez, la especie echinopsis pachanoi, pero no la variedad terscheckii, tiene relacin con la cultura de Chavn y el templo de Huantar, que empez a usar estas plantas en cultos religiosos hace 3300 aos aproximadamente. El culto del San Pedro en los Andes responde a un sistema complejo de rituales cuya funcin es la de propiciar la curacin de enfermedades fsicas, las adivinaciones psicotrpicas, la brujera amorosa o el empoderamiento personal, en los que se consume un grupo de especies de cactus conocidos popularmente como achuma en Bolivia o huachuma [wachuma] en Per -tanto entre los pobladores campesinos de la sierra como en los pueblos de la costa-, nombres que refieren al grupo de especies caracterizadas por sus usos psicoactivos. De este grupo, no slo las variedades de pachanoii -hacia el norte-, y terscheckii -hacia el sur-, se han distribuido en regiones donde los habitantes locales han dado sentido al achuma dentro de sus cultos religiosos (Evans-Shultes & Hofmann, 1989: pp. 167). Otras especies como Echinopsis peruviana -tambin conocido como la antorcha peruana- son identificadas con este nombre, integrando parte de una variedad de cultos hechos al proceso exttico atravesado por los sanpedristas, nombre por los que se ha conocido a los consumidores del San Pedro en los Andes Centrales. Tambin se han reconocido otras especies de echinopsis con presencia de mezcalina (Echinopsis bridgesii, E. cuzcoensis, E. fulvilanus, E. macrogonus, E. taquimbalensis, E. validus, E. werdermannianus), pero no encontramos ningn culto relacionado a estas especies.
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El San Pedro como alucingeno no parece haber tenido una historia muy larga
como conflicto entre los vallistas. Su discusin se remonta a partir de la ltima dcada del
siglo XX, cuando la depredacin de los cardones aument a medida que creci el flujo
turstico atrado por el cactus20. Recin en ese momento, aparecieron posiciones como la
de Francisco Elizondo, Intendente de Valle Frtil, quien argument en una entrevista
televisiva que la gente del valle no lo hace, sino la gente que va de afuera, entonces hay
una conexin, se ha hecho una cadena aparentemente, y nos aparece esta gente en Valle
Frtil rompiendo los cactus21.
Esta declaracin marc un punto de inflexin en la voluntad provincial para
atender la degradacin del paisaje de Valle Frtil. Aunque la zona ms visitada por los
turistas cardoneros pertenece a la jurisdiccin del PNVF, reglamentado bajo la Ley
Provincial 3.666 desde 1971, la presencia firme y continuada de custodios ambientales es
de hace menos de una dcada22. La ausencia estatal en materia ambiental se vuelve ms
notoria si tenemos en cuenta que el departamento ha sido declarado desde 1995 como
zona de emergencia hdrica, cuya Ley Provincial 6.609 est an vigente23.
20 Las primeras reacciones contra el turismo cardonero aparecieron durante los primeros aos del cambio de siglo. Con la reciente declaracin del Parque Ischigualasto como Patrimonio de la Humanidad se alert sobre el impacto en el paisaje y el perjuicio que acarreara al promisorio negocio turstico. En este contexto, la criminalizacin de los cardonero empez al circular una versin sobre el consumo del San Pedro en la que la mezcalina, una sustancia alucingena que, segn quienes sostienen este mito en Valle Frtil, mueve fortunas en el departamento y paga el silencio de quienes estn involucrados. El negocio de los cactus alucingenos, en Diariodecuyo.com.ar de 13/06/2005. Disponible en: (http://www.diariodecuyo.com.ar/home/new_noticia.php?noticia_id=100673) 21 Valle Frtil: contina la depredacin indiscriminada de los cactus, en Sanjuan8.com de 1/10/2010. Disponible en: (http://190.3.127.37/sanjuan/Valle-Fertil-continua-la-depredacion-indiscriminada-de-los-cactus-20101001-0057.html) 22 Obsrvese el contraste entre la inefectividad de esta Reserva de Usos Mltiples bajo la administracin de la Secretara de Ambient