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LA EXPIACIÓN INFINITA Bruce R. McConkie La caída de Adán trajo la muerte temporal del mundo. La muerte espiritual es estar desterrado de la presencia del Señor (2 Nefi 9:6) y morir tocante a las cosas relacionadas con la justicia, o en otras palabras, las cosas del Espíritu. (Helamán 14:15 18). La muerte temporal o natural es la separación del cuerpo y del espíritu, en la cual el cuerpo regresa al polvo del cual fue creado y el espíritu a un mundo de espíritus que esperan el día de la resurrección. Expiar es rescatar, reconciliar, redimir, recobrar, absolver, conciliar, compensar, pagar el castigo. De esta manera la expiación de Cristo tiene la intención de rescatar a los hombres de los efectos de la caída de Adán con lo cual, se conquista tanto la muerte espiritual como temporal, nulificando su efecto permanente. La muerte espiritual por la caída se ve reemplazada por la vida espiritual de la Expiación, en el sentido de que todos los que creen y obedecen la ley del evangelio obtienen vida espiritual o eterna; vida en la presencia de Dios en donde aquellos que la disfrutan están vivos a las cosas de justicia o cosas del Espíritu. La muerte temporal de la caída se ve reemplazada por el estado de inmortalidad... en una conexión inseparable que nunca más permitirá que el cuerpo mortal vea la corrupción. (Alma 11:37 45; 12 16 18.) La inmortalidad viene como un don gratuito, por la gracia de Dios solamente, sin obras de justicia. La vida eterna es la recompensa por la "obediencia a las leyes y ordenanzas del evangelio" (3er Artículo de Fe). "Adán cayó para que los hombres existiesen; y existen los hombres para que tengan gozo", dijo Lehi. "Y el Mesías vendrá en la plenitud de los tiempos, para redimir a los hijos de los hombres de la caída" (2 Nefi 2: 25, 26). "La expiación", explica el rey Benjamín, "fue preparada desde el principio del mundo para todo el género humano que ha existido desde la caída de Adán, o que existe, o que jamás existirá hasta el fin del mundo" (Mosíah 4:7). Y Moroni enseñó que Dios "Creó a Adán, y por Adán vino la caída del hombre. Y por causa de la caída del hombre, vino Jesucristo, sí, el Padre y el Hijo; y por Jesucristo vino la redención del hombre. Y a causa de la redención del hombre, que vino por Jesucristo, son llevados de vuelta a la presencia del Señor; sí, en esto son redimidos todos los hombres, porque la muerte de Cristo efectúa la resurrección, por medio de la cual viene una redención de un sueño eterno, del que todos los hombres despertarán, por el poder de Dios, cuando suene la trompeta; y saldrán, grandes así como pequeños, y se presentarán ante su tribunal, redimidos y libres de esta eterna cadena de la muerte, que es una muerte temporal. Entonces se pronunciará el juicio del Santo sobre ellos; y entonces será cuando el que es impuro continuará en su impureza, y el que es justo continuará en su justicia; el que es feliz permanecerá feliz, y el que es miserable continuará en su miseria" (Mormón 9:12 14). Y de esta manera el Señor dice que gracias a la Expiación, y después de la "muerte natural" el hombre "pudiera ser levantado en inmortalidad para vida eterna, aun cuantos creyeren. Y los que no creyeren, a la condenación eterna; porque no pueden ser redimidos de su caída espiritual, porque no se arrepienten" (D. y C. 29:43 44). Si no hubiera habido expiación de Cristo (después de haber sucedido la caída de Adán) entonces todo el plan y propósito conectado con la creación del hombre se habría malogrado. Si no hubiera habido expiación, la muerte temporal hubiera permanecido para siempre, y jamás habría habido resurrección. El cuerpo habría permanecido para siempre en la tumba, y el espíritu habría permanecido en una prisión espiritual por toda la eternidad. Si no hubiera habido expiación, jamás habría habido una vida espiritual o eterna para ninguna persona. Ni los mortales ni los espíritus habrían sido limpios de los pecados, y todas las huestes espirituales del cielo habrían terminado como diablos, ángeles de un diablo, o sea, como hijos de perdición.

La Expiación Infinita

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Libro extraordinario que nos habla acerca de la Expiación infinita.

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Page 1: La Expiación Infinita

LA EXPIACIÓN INFINITA

Bruce R. McConkie

La caída de Adán trajo la muerte temporal del mundo. La muerte espiritual es estar desterrado de la presencia del Señor (2 Nefi 9:6) y morir tocante a las cosas relacionadas con la justicia, o en otras palabras, las cosas del Espíritu. (Helamán 14:15 18). La muerte temporal o natural es la separación del cuerpo y del espíritu, en la cual el cuerpo regresa al polvo del cual fue creado y el espíritu a un mundo de espíritus que esperan el día de la resurrección.

Expiar es rescatar, reconciliar, redimir, recobrar, absolver, conciliar, compensar, pagar el castigo. De esta manera la expiación de Cristo tiene la intención de rescatar a los hombres de los efectos de la caída de Adán con lo cual, se conquista tanto la muerte espiritual como temporal, nulificando su efecto permanente. La muerte espiritual por la caída se ve reemplazada por la vida espiritual de la Expiación, en el sentido de que todos los que creen y obedecen la ley del evangelio obtienen vida espiritual o eterna; vida en la presencia de Dios en donde aquellos que la disfrutan están vivos a las cosas de justicia o cosas del Espíritu. La muerte temporal de la caída se ve reemplazada por el estado de inmortalidad... en una conexión inseparable que nunca más permitirá que el cuerpo mortal vea la corrupción. (Alma 11:37 45; 12 16 18.) La inmortalidad viene como un don gratuito, por la gracia de Dios solamente, sin obras de justicia. La vida eterna es la recompensa por la "obediencia a las leyes y ordenanzas del evangelio" (3er Artículo de Fe).

"Adán cayó para que los hombres existiesen; y existen los hombres para que tengan gozo", dijo Lehi. "Y el Mesías vendrá en la plenitud de los tiempos, para redimir a los hijos de los hombres de la caída" (2 Nefi 2: 25, 26). "La expiación", explica el rey Benjamín, "fue preparada desde el principio del mundo para todo el género humano que ha existido desde la caída de Adán, o que existe, o que jamás existirá hasta el fin del mundo" (Mosíah 4:7).

Y Moroni enseñó que Dios "Creó a Adán, y por Adán vino la caída del hombre. Y por causa de la caída del hombre, vino Jesucristo, sí, el Padre y el Hijo; y por Jesucristo vino la redención del hombre. Y a causa de la redención del hombre, que vino por Jesucristo, son llevados de vuelta a la presencia del Señor; sí, en esto son redimidos todos los hombres, porque la muerte de Cristo efectúa la resurrección, por medio de la cual viene una redención de un sueño eterno, del que todos los hombres despertarán, por el poder de Dios, cuando suene la trompeta; y saldrán, grandes así como pequeños, y se presentarán ante su tribunal, redimidos y libres de esta eterna cadena de la muerte, que es una muerte temporal. Entonces se pronunciará el juicio del Santo sobre ellos; y entonces será cuando el que es impuro continuará en su impureza, y el que es justo continuará en su justicia; el que es feliz permanecerá feliz, y el que es miserable continuará en su miseria" (Mormón 9:12 14).

Y de esta manera el Señor dice que gracias a la Expiación, y después de la "muerte natural" el hombre "pudiera ser levantado en inmortalidad para vida eterna, aun cuantos creyeren. Y los que no creyeren, a la condenación eterna; porque no pueden ser redimidos de su caída espiritual, porque no se arrepienten" (D. y C. 29:43 44). Si no hubiera habido expiación de Cristo (después de haber sucedido la caída de Adán) entonces todo el plan y propósito conectado con la creación del hombre se habría malogrado. Si no hubiera habido expiación, la muerte temporal hubiera permanecido para siempre, y jamás habría habido resurrección. El cuerpo habría permanecido para siempre en la tumba, y el espíritu habría permanecido en una prisión espiritual por toda la eternidad. Si no hubiera habido expiación, jamás habría habido una vida espiritual o eterna para ninguna persona. Ni los mortales ni los espíritus habrían sido limpios de los pecados, y todas las huestes espirituales del cielo habrían terminado como diablos, ángeles de un diablo, o sea, como hijos de perdición.

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Jacob, hermano del justo Nefi, nos ha dejado estas palabras inspiradas: "Porque como la muerte ha pasado a todo hombre para cumplir el misericordioso designio del Gran Creador, también es necesario que haya un poder de resurrección, y la resurrección debe venir al hombre por motivo de la caída; y la caída vino a causa de la transgresión; y por haber caído el hombre, fue desterrado de la presencia del Señor. Por tanto, deberá ser una expiación infinita, porque si no fuera infinita, esta corrupción no podría revestirse de incorrupción. De modo que el primer juicio que cayó sobre el hombre habría durado eternamente. Y siendo así, esta carne tendría que pudrirse y desmenuzarse en su madre tierra, para no levantarse jamás. ¡Oh la sabiduría de Dios! ¡Su misericordia y gracia! Porque he aquí, si la carne no se levantara más, nuestros espíritus quedarían sujetos a aquel ángel que cayó de la presencia del Dios Eterno, y se convirtió en diablo, para no levantarse más. Y nuestros espíritus habrían llegado a ser como él, y nosotros seríamos diablos, ángeles de un diablo, separados de la presencia de nuestro Dios para quedar con el padre de las mentiras, en miseria como él, sí, semejantes a aquel ser que engañó a nuestros primeros padres, quien se hace aparecer como un ángel de luz, e incita a los hijos de los hombres a combinaciones secretas de asesinatos y a toda especie de obras secretas de tinieblas" (2 Nefi 9:6 9; D. y C. 29:39 41).

Los niños y quienes no han llegado a la edad de responsabilidad son automáticamente salvos en el reino celestial por virtud de la expiación. "Los niños pequeños son puros, porque son incapaces de pecar", dice el Señor, así pues, "la maldición de Adán les ha sido quitada en mí, de modo que no tiene poder sobre ellos" (Moroni 8:8; D. y C. 29:46 50; Mosíah 15:25; Enseñanzas del Profeta José Smith, pág. 107). La maldición de Adán incluye tanto la muerte temporal como la espiritual, y respectivamente, ninguna de estas tiene poder sobre los niños y aquellos que "no tienen entendimiento" (D. y C. 29:50), o sea, aquellos que no son responsables. Todos estos se levantarán en la inmortalidad y a la vida eterna.

Cristo ha sido la única persona que ha nacido en el mundo con el poder de hacer posible la resurrección para él o para cualquier otro y para expiar por los pecados de cualquier ser viviente. Esto se debe a que tenía vida en sí mismo; tenía el poder de la inmortalidad por herencia divina. La expiación vino por el poder de Dios y no del hombre, y a fin de comprenderla, uno tiene que creer que nuestro Señor fue literalmente el Hijo de Dios (un personaje inmortal) y de María (una mujer mortal). De su madre heredó la mortalidad, el poder de dar su vida, de morir, de permitir que el cuerpo y el espíritu se separaran. De su Padre, heredó el poder de la inmortalidad, el poder de mantener su cuerpo y su espíritu juntos, o de permitir voluntariamente que se separaran y de unirlos nuevamente en un estado resucitado.

Él ejerció este poder convirtiéndose en las primicias de aquellos que durmieron, y de una manera incomprensible para el hombre mortal, tuvo el poder de transmitir los efectos de esta resurrección a todas las criaturas vivientes. "Yo pongo mi vida, para volverla a tomar", dijo. "Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre" (Juan 10:17 18).

Amulek dio su testimonio: "He aquí, os digo que yo sé que Cristo vendrá entre los hijos de los hombres para tomar sobre sí las transgresiones de su pueblo y expiar los pecados del mundo, porque el Señor Dios lo ha dicho. Porque es necesario que haya una expiación; pues según el gran plan de Dios Eterno, debe haber una expiación, o de lo contrario, todo el género humano inevitablemente tendrá que perecer; sí, todos se han obstinado; sí, todos han caído y están perdidos, y, de no ser por la expiación que es necesario que se haga, deben perecer. Porque es preciso que haya un gran y postrer sacrificio; no un sacrificio de hombre, ni de bestia, ni de ninguna clase de ave; pues no debe ser un sacrificio humano, sino un sacrificio infinito y eterno. Y no hay hombre alguno que pueda sacrificar su propia sangre para expiar los pecados de otro. Porque si un hombre mata, he aquí ¿tomará nuestra ley, que es justa, la vida de su hermano? Os digo que no. Sino que la ley exige la vida de aquel que ha asesinado por tanto, nada que no sea una expiación infinita puede responder por los pecados del mundo" (Alma 34:8 12).

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Cuando los profetas hablan de una Expiación infinita, quieren decir exactamente eso. Sus efectos abarcan a todos los hombres, la tierra misma y toda forma de vida en ella, y se extienden hasta los espacios interminables de la eternidad. La palabra expiación, tal cual fue realizada por Jesucristo, significa la liberación, a través de su muerte y resurrección, de la tierra y todo lo relacionado con ella; del poder que la muerte ha obtenido sobre ellos por medio de la transgresión de Adán... La redención de la muerte, a través de los sufrimientos de Cristo, es para todos los hombres, tanto los justos como los inicuos; para esta tierra y para todas las cosas creadas sobre ella.

Gracias a la Expiación, y por la obediencia al evangelio, los hombres tienen poder para llegar a ser hijos de Dios en el sentido en que han sido espiritualmente engendrados de Dios y adoptados como miembros de su familia. Han llegado a ser hijos de Dios y coherederos con Cristo de la plenitud del reino del Padre. (D. y C. 39:1 6; 76:54 60; Romanos 8:14 17 y Gal. 3:1 7, 1 Juan 3:1 4; Apocalipsis 21:7). Pues bien, la jurisdicción y el poder de nuestro Señor van más allá de los límites de esta pequeña tierra en la cual moramos. Él es, bajo el Padre, el Creador de mundos sin número. (Moisés 1:33.) Y a través del poder de su expiación, los habitantes de estos mundos, dice la revelación, "son engendrados hijos e hijas para Dios" (D. y C. 76:24), lo cual significa que la expiación de Cristo, siendo literal y realmente infinita, se aplica a un número infinito de tierras.

Aquellos que tienen oídos para oír, encuentran que esta doctrina se enseña en la siguiente Escritura: "Y vimos la gloria del Hijo, a la diestra del Padre, y recibimos de su plenitud; y vimos a los santos ángeles, y a aquellos que son santificados delante de su trono, adorando a Dios y al Cordero, a quien adoran para siempre jamás. Y ahora, después de los muchos testimonios que se han dado de él, este testimonio, el último de todos, es el que nosotros damos de él: ¡que vive! Porque lo vimos, aun a la diestra de Dios; y oímos la voz testificar que él es el Unigénito del Padre. Que por él, y mediante él, y de él los mundos son y fueron creados y los habitantes de ellos son engendrados hijos e hijas para Dios" (D. y C. 76:20 24). (Mormon Doctrine, 2a. ed. [Salt Lake City: Bookcraft, 1966], págs. 62 65.) Gentiles

En diferentes épocas se le han atribuido varios significados al nombre gentiles dependiendo del marco histórico o las enseñanzas doctrinales. El significado literal es, "de la misma tribu o raza", y las revisiones bíblicas frecuentemente ponen la palabra naciones en su lugar.

Los descendientes del hijo de Noé, Jafet, fueron llamados gentiles (Gén. 10:1 5), y en este sentido los descendientes de Sem (antepasado de Abraham) y de Cam (padre de la raza negra) no eran gentiles. En los días de Abraham, el término se usó para referirse a aquellas naciones y pueblos que no habían descendido de él, con la certeza adicional de que todos los gentiles que recibieran el evangelio serían adoptados al linaje de Abraham y serían contados entre su simiente. (Abraham 2:9 11.) El Profeta enseñó que aquellos hijos adoptivos se convertían literalmente en la sangre de Abraham. (Enseñanzas del Profeta José Smith.) En tos días del antiguo Israel, aquellos que no eran del linaje de Jacob eran considerados gentiles, aun cuando los árabes y otras razas de origen semítico que pertenecen al linaje de Abraham no habrían sido gentiles en el sentido estricto de la palabra.

Después de que fue destruido el reino de Israel y las diez tribus fueron llevadas al cautiverio de Asiria, los del reino de Judá se llamaron judíos y consideraron a todos los demás como gentiles. Este es el concepto que se le debió haber enseñado a Lehi, Mulek y los demás judíos que llegaron al Hemisferio Occidental para fundar las grandes civilizaciones nefitas y lamanitas. Por lo tanto, no debe sorprendernos encontrar que el Libro de Mormón repetidamente habla del judío y el gentil como si esta frase marcara una división entre todos los hombres; o encontrar que el Continente Americano es descrito como la nación de los gentiles (1 Nefi 13; 3 Ne. 21), y encontrar la promesa de que el Libro de Mormón surgirá "por vía de los gentiles". (Página de la portada del Libro de Mormón; D. y C. 20:9.)

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Por supuesto que la casa de Israel ha sido dispersada entre todas las naciones, y José Smith (por medio de quien se reveló el Libro de Mormón) era de la tribu de Efraín. Al mismo tiempo el profeta era un gentil, significando que era un ciudadano de una nación gentil, y también que no era judío. Los miembros de la Iglesia en general, son tanto israelitas como gentiles. Ciertamente, el evangelio ha surgido en los últimos días en los tiempos de los gentiles y, en gran medida, no irá a los judíos hasta que llegue la plenitud de los gentiles. (D. y C. 45:28 30.)

Teniendo en mente el principio de que los gentiles son del linaje de Israel por adopción cuando aceptan el evangelio, y que aquellos que no creen en las verdades de salvación (no importa cuál sea su linaje) pierden cualquier posición de preferencia que hayan podido tener, no es inapropiado en nuestra época hablar de los miembros de la Iglesia como israelitas y de los no creyentes como gentiles (Bruce R. McConkie, Mormon Doctrine, 2a ed. [Salt Lake City: Bookcraft, 1966), págs. 310 11).

La Iglesia del Diablo

Los títulos iglesia del diablo y la iglesia grande y abominable, se utilizan para identificar a todas las iglesias u organizaciones de cualquier nombre o naturaleza ya sean políticas, filosóficas, educativas, económicas, sociales, fraternales, cívicas o religiosas que tienen como propósito conducir a los hombres por un curso que los aparta de Dios y sus leyes, y por lo tanto, de la salvación y el reino de Dios.

La salvación está en Cristo, ha sido revelada por Él a través de los siglos y está al alcance solo de aquellos que guardan sus mandamientos y obedecen sus ordenanzas. Solo su Iglesia enseña estos mandamientos y administra estas ordenanzas. No existe salvación fuera de ésta su Iglesia verdadera, la Iglesia de Jesucristo. Hay un Cristo, una Iglesia, un evangelio, un plan de salvación, una serie de ordenanzas redentoras, un grupo de administradores legales; "Un Señor, una fe, un bautismo" (Efesios 4:5).

Cualquier iglesia u organización de cualquier especie, que satisfaga las necesidades religiosas innatas del hombre pero que le impida acercarse a las verdades salvadoras de Cristo y su evangelio, no es de Dios.

Es por esto que escuchamos a nuestro Señor decir: "El que no es conmigo, contra mí es, y el que conmigo no recoge, desparrama" (Mateo 12:30). Y es por este motivo que encontramos a Alma invitando a los inicuos a arrepentirse y unirse a la verdadera Iglesia de Cristo convirtiéndose de esta manera en corderos del Buen Pastor: "Y si no sois las ovejas del buen pastor, ¿de qué rebaño sois entonces?" Luego dice: "He aquí, os digo que el diablo es vuestro pastor, y vosotros sois su rebaño y ¿quien puede negarlo? He aquí, os digo que quien niega esto es un embustero e hijo del diablo" (Alma 5:39; José Smith 2:19).

Las condiciones inicuas en las diferentes ramas de la iglesia grande y abominable en los últimos días se encuentran poderosamente descritas en el Libro de Mormón. (2 Nefi 28; Mormón 8:28, 32 33, 36 38, D. y C. 10:56) Nefi vio "la fundación de una iglesia que es la más abominable de todas las iglesias" en una visión. El "vio que el diablo fue su fundación"; y también los asesinos, la riqueza, las rameras, las persecuciones y los deseos inicuos son parte de esta organización. (1 Nefi 13:1 10.)

Vio que esta iglesia apartó del evangelio del Cordero muchos convenios y muchas partes sencillas y preciosas; que pervirtió las vías rectas del Señor; que suprimió muchas enseñanzas de la Biblia; que era "la madre de las rameras" y finalmente que el Señor nuevamente restauraba el evangelio de salvación. (1 Nefi 13:24 42.)

Juan disfrutó de visiones similares según se encuentran registradas en los capítulos 17 y 18 de Apocalipsis. Vio esta iglesia diabólica como una ramera gobernando a los pueblos, multitudes, naciones y lenguas; llena de blasfemias, abominaciones, suciedad y fornicación; portando un nombre, "UN MISTERIO: BABILONIA LA GRANDE, LA MADRE DE LAS RAMERAS Y DE LAS ABOMINACIONES DE LA TIERRA";

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como "ebria de la sangre de los santos, y de la sangre de los mártires de Jesús"; gozando de las riquezas y bellezas de la tierra; convirtiendo en mercancía todos los artículos costosos de los "esclavos y las almas de los hombres". Y entonces Juan, como Nefi, vio la caída y la completa destrucción de esta iglesia grande cuyo fundamento es el diablo.

En este mundo de carnalidad y sensualidad, la iglesia grande y abominable continuará su curso destructivo. Mas vendrá el día en que el mal llegará a su fin: "Y la grande y abominable iglesia, que es la ramera de toda la tierra, será derrumbada por un fuego devorador" (D. y C. 29:21; Ezequiel 38, 39; 1 Nefi 22:23; Apo. 18). Sin embargo, antes de ese día, la desolación arrasará toda la tierra y las diferentes ramas de la grande y abominable iglesia "guerrearán entre sí, y la espada de sus propias manos caerá sobre sus propias cabezas; y se emborracharán con su propia sangre" (1 Nefi 22:13 14; 14:3).

El Cristo resucitado les dio a los nefitas esta prueba por medio de la cual podrían distinguir la verdadera Iglesia de cualquier otra: 1.Llevaría su nombre, porque "¿Cómo será mi iglesia si no lleva mi nombre? " les dijo. 2. Sería edificada sobre su evangelio, o sea el plan eterno de salvación, teniendo todos sus poderes y gracias redentoras. 3. El Padre revelaría sus obras, queriendo decir con esto que los milagros, la rectitud y todo buen fruto abundaría en ella. 4. No sería cortada y arrojada al fuego como acontecerá indudablemente con la iglesia grande y abominable. "Pero si no estuviese edificada sobre mi evangelio, sino en los hechos de los hombres, o en las obras del diablo, de cierto os digo que gozarán de su obra por un tiempo, y de aquí a poco vendrá el fin, y serán cortados y echados en el fuego, del cual no hay vuelta" (3 Nefi 27:4 12). (McConkie, Mormon Doctrine, págs. 137 39.