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Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal

Sistema de Información Científica

Anthony López GetLA GUERRA DE LOS SISTEMAS OPERATIVOS V1.0

Reflexiones, vol. 89, núm. 2, 2010, pp. 61-73,

Universidad de Costa Rica

Costa Rica

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Rev. Reflexiones 89 (2): 61-73, ISSN: 1021-1209 / 2010

LA GUERRA DE LOS SISTEMAS OPERATIVOS V1.0

THE WAR OF THE OPERATING SYSTEMS V1,0

 Anthony López Get *

[email protected]

 Resumen

 Este artícu lo analiza tres tipos diferentes de sistemas operativos para computadoras—Windows®, Mac

OS® y las distribuciones GNU/Linux®—como objetos culturales, desde la ideología, el mito y la cultura

material. Se estudia como estos programas de ordenador se erigen como símbolos representativos de

diferentes grupos culturales, al reproducir hábitos de consumo, diferenciación social, y discursos hege-

mónicos, sub y contraculturales, todos dentro del ámbito de los sistemas de producción actuales.

Palabras clave: Sistema operativo, ideología, cultura material, sistemas de producción, subcultura,mito, cibercultura.

 Abstract 

This article analyzes three different kinds of computer operating systems—Windows®, Mac OS® and

the GNU/Linux® distributions—as cultural objects, approaching them from the ideology, the myth and

the material culture theory. We study the way in which different cultural groups erect these computer

 programs as representative symbols, reproducing consumption habits, social differentiation and

hegemonic, sub and countercultural discourses; all contextualized in the current systems of production.

Key words:  Operating system, ideology, material culture, production systems, subculture, myth,

cyberculture.

* Escuela de Lenguas Modernas, Sede Rodrigo Facio,Universidad de Costa Rica.

Fecha de recepción. 18 agosto 2010 - Fecha de aceptación: 24 setiembre 2010

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 Las computadoras, como las conocemoshoy, han transformado la vida del ser humano

contemporáneo en todos aspectos. Desde suproducción en masa, a un precio mucho másaccesible para el usuario promedio y para empre-sas e instituciones, su uso se ha generalizadode forma tal que la mayoría de las actividadesrealizadas cotidianamente están ligadas, directao indirectamente, con un ordenador. Si bien ensus inicios estas poderosas máquinas, capaces derealizar cálculos precisos a velocidades muchomás allá de la capacidad humana, tuvieron unautilidad quizá más ligada a la investigación eincluso la milicia, hoy por hoy son parte esencialen la estructuración de las sociedades moder-

nas. Desde el control del tráfico en las calles, ellanzamiento de un satélite al espacio, la ediciónde los filmes que vemos en los cines, las transac-ciones bancarias, el correo electrónico e internet,el bombardeo de un pueblo en el Medio Oriente,el diseño de un cepillo de dientes, la telefoníacelular, el control en el transporte de los bananoscostarricenses que llegan a Europa, la facturacióndel recibo eléctrico, hasta las tan populares redessociales y juegos de video, todos estos aspectosde nuestra vida diaria (porque sí, los bombardeostambién son cotidianos) son posibles, al menostan efectivamente como lo son en este momento,gracias a la intervención de una computadora.Sin embargo, estas máquinas prodigiosas no soloayudan al ser humano a hacer su vida más fácil y“libre”, sino que también nos sujetan y encadenande formas inimaginables.

“...you are the sum total of your data”, nosdice Don Dellilo (1986) en su novela White Noise (p. 141), reflejando la situación del ser humanomoderno en relación con la tecnología. Nuestrasidentidades (incluyendo nuestras fotografías y

huellas digitales) se encuentran almacenadas enbases de datos en los discos duros de computado-

ras del gobierno. Nuestra información personal,en formato electrónico, es vendida a empresasde tarjetas de crédito, por las mismas institucio-nes estatales, para que así las primeras puedanembaucar a nuevas víctimas de la farsa crediticia,información que es analizada finalmente por uncomputador. Las estrategias de marketing tomanmuchas veces como base la información  postea-

da en los perfiles de nuestras cuentas de correoelectrónico, Hi5® y Facebook®; de ahí, la clasede anuncios publicitarios que nos llegan comospam o como pop-ups. Las tarjetas usadas en lossupermercados para acumular puntos canjeables

proveen la información de lo que consumimos, lacual entra a la red del supermercado y a su basede datos para ser luego analizada y aplicada en suestrategia de mercadeo. De esta misma manera,podemos seguir listando las formas—algunascomo leyendas urbanas, otras atemorizantementecomprobables—en que las computadoras ayudany se inmiscuyen en nuestra vida, y nos crean iden-tidades y hábitos de consumo—como lo planteaMarcuse en  El Hombre Unidimensional (1995),“La tecnología sirve para instituir formas decontrol social y de cohesión social más efectivasy más agradables” (26).

 Sin embargo, la computadora, como hard-ware, no puede realizar todas estas tareas porsí sola. Fue necesario crear todo un nuevo “len-guaje”, de programación claro está, para podercomunicarnos con las máquinas, y una inter-faz—una suerte de intérprete entre el lenguajede la máquina y el del usuario promedio—quepermitió la masificación de la computadora parael uso doméstico y comercial, y su inclusión y

You buy furniture. You tell yourself, this is the last sofa I will ever need in my life. Buy the sofa, then fora couple years you’re satisfied that no matter what goes wrong, at least you’ve got your sofa issue handled.Then the right set of dishes. Then the perfect bed. The drapes. The rug. Then you’re trapped in your lovelynest, and the things you used to own; now they own you.

Chuck Palahniuk, Fight Club

...objects as signifiers have a significant role to play in reproducing relations of social power.

Ian Woodward, Understanding Material Culture

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total aceptación en nuestras vidas. Así, nacen lossistemas operativos (OS por sus siglas en Inglés).

Los sistemas operativos para computado-ras son herramientas informáticas que controlanlo que el hardware  hace, y facilitan el uso deotras aplicaciones y hardware por medio de unainterfaz gráfica; en otras palabras, las ventanasy los iconos que utilizamos para acceder a otrosprogramas y a los dispositivos que conectamos ala máquina: cámaras digitales, impresoras, discosduros, entre muchos otros.

Según Market Share, los tres sistemas ope-rativos más utilizados son Windows®, de Micro-soft Corp., Mac OS®, de Apple Inc., y las distin-tas distribuciones—“distros”—de GNU/Linux®,creadas por diferentes empresas de desarrollode software  sobre el kernel, o nucleo Linux®.Estos OS poseen características, tanto funciona-les como estéticas, las cuales los diferencian yasemejan entre sí; y aunque Windows®  dominapor mucho el mercado (92.77%, según MarketShare, 2009), Mac OS®  y las “distros” GNU/Linux® crecen día trás día como fuertes compe-tidores. Pero más que simples ambientes gráficospara el uso más amigable de un ordenador, los OSse han convertido en productos—y productores—

culturales cargados ideológicamente, quizá unosmás alternativos que otros, y que generan todauna mitología tanto alrededor del producto comodel usuario. Desde la filosofía de las compañías,la comercialización y el marketing, hasta su iden-tificación simbólica por parte de los y las usua-rias finales, estas herramientas informáticas for-man parte del complejo aparato cultural actual.De forma similar a la Guerra de los Navegadoresque entablaron Internet Explorer®  y Netscape® en los noventas (Jones, 2008), una nueva batallase traba al rededor del propio sistema operativo,guerra en la que las distintas compañías dirigensus baterías ideológicas hacia los consumidores,creando el mito detrás del software.

Los OS y las categorías

 Empezaremos por definir algunos térmi-nos que caracterizan a cada uno de estos OS yforman parte de la ideología de los desarrollado-res, como veremos más adelante. Muchas veces eltipo de software que utilizamos se define no tanto

por lo que hace, sino por el tipo de licencia conla cual se distribuye, y que a la vez define el usodado por el consumidor. Como primer concepto,hablaremos del “código fuente”. Este se refiere alsoftware en su lenguaje de programación original(“Source Code”, 2009). Es la serie de instruccio-nes que le dicen al programa qué debe hacer—desde las tareas específicas para las cuales fuecreado hasta la apariencia de la interfaz gráfica.Ahora, el acceso a este código puede estar res-tringido para el usuario dependiendo del tipo delicencia con la que se ha distribuido el programa.

El tipo de software más común es el “software privativo” con licencia copyright . Esta licenciale permite al usuario adquirir el software y uti-lizarlo en un número restringido de máquinas.Además, aunque el usuario haya pagado por elprograma, no se le permite redistribuirlo o modi-ficarlo (“Categorias”, 2009), y no se le da accesoal “código fuente”. En otras palabras, no secompra el programa, se alquila su uso restrictivo.Windows® y la mayoría de programas diseñadospara él, tiene este tipo de licencia “no libre”.

Una segunda categoría de software es lade “código abierto”, que le permite al usuario

adquirir el programa y acceder al “código fuente”para estudiarlo, modificarlo y sugerir cambios.Los derechos de distribución, venta y reproduc-ción pueden estar restringidos de forma similarque el “software privativo”, dependiendo del tipode licencia con la que se distribuya (copyright  ocopyleft ). Parte del Mac OS® se basa en software de “código abierto”, lo que le ha traído grandesbeneficios a la compañía. En su página web,Apple promueve el estudio de su “código fuen-te” para realizar mejoras en el software, “Majorcomponents of Mac OS X, including the UNIXcore, are made available under Apple’s Open

Source license, allowing developers and studentsto view source code, learn from it and submitsuggestions and modifications1” (“Open”, 2009).Sin embargo, esta libertad se limita al acceso

1. “Los principa les componentes de Mac OS X., incluyen-do el núcleo UNIX, están disponibles bajo la licencia decódigo abierto de Apple, permitiéndole a desarrollado-res y estudiantes ver el código fuente, aprender de él yenviar sugerencias y modificaciones” (mi traducción).

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al “código fuente”, ya que su uso y distribuciónestán restringidos.

Una tercera categoría es la del “software

libre”. Como su nombre lo sugiere, este tipode software se distribuye bajo una licencia quegarantiza la libertad al usuario de hacer con elsoftware  lo que desee. Según el proyecto GNU,creadores del software  que se unen al kernel Linux para crear las distribuciones GNU/Linux® que conocemos hoy, el “software libre” garantizacuatro “libertades esenciales”:

La libertad de ejecutar el programa, para cualquier propósito

(libertad 0).

La libertad de estudiar cómo trabaja el programa, y cambiar-lo para que haga lo que usted quiera (libertad 1). El acceso alcódigo fuente es una condición necesaria para ello.

La libertad de redistribuir copias para que pueda ayudar alprójimo (libertad 2).

La libertad de mejorar el programa y publicar sus mejoras, yversiones modificadas en general, para que se beneficie todala comunidad (libertad 3). El acceso al código fuente es una

condición necesaria. (“Definición”, 2009)

Ahora bien, se debe aclarar una confusiónque se ha generalizado especialmente por el tér-mino en inglés free software. Los desarrolladoresde software  libre, bajo licencia copyleft   GNUGPL (GNU General Public Licence, por sussiglas en inglés) establecen la diferencia entre free

(libre) y free (gratis),

When we speak of free software, we are refer-ring to freedom, not price. Our General Public Licenses aredesigned to make sure that you have the freedom to distributecopies of free software (and charge for this service if youwish), that you receive source code or can get it if you want

it, that you can change the software or use pieces of it in new

free programs; and that you know you can do these things. 2 (“GNU”, 1991)

Sin embargo, los distribuidores sí pueden,si así lo desean, cobrar por la nueva distribucióndel software  basado en GNU/Linux®, por suenvío, por el “soporte técnico”, pero deben man-tener la licencia GNU GPL y darle a sus usuariosla misma libertad de utilización, distribución ymodificación del nuevo producto. Es decir, siuna persona compra una distribución de GNU/Linux®, tiene derecho, por ejemplo, a copiarla ydistribuirla entre sus amigos sin temor a violarninguna ley. Estas diferencias en la forma en quelos OS de las distintas compañías son distribuidosreflejan su ideología y generan el mito.

Los OS y la ideología

  Los sistemas operativos, como objetoscomerciales/culturales, se encuentran inmersosen la ideología de sus creadores y de sus usuarios.Estos objetos forman parte del bagaje simbólicode los diferentes grupos que crean alrededor deestos símbolos una identidad y una posición claraen el sistema social y cultura. Louis Althusser,

en “Ideology and Ideological State Apparatuses”(1971), define “ideología” como “the system ofthe ideas and representations which dominatethe mind of a man or a social group3” (p. 158).Dichos sistemas se crean para que los sujetoslos identifiquen y se identifiquen como parte deun grupo social, con todas las funciones y rolesque esto conlleva, y de esta forma introducirlosal sistema de producción no solo como fuerzalaboral, sino también como consumidores. Ahorabien, la función de los sujetos dentro del aparatosocial depende de la ideología a la que se sus-criban, que en la mayoría de los casos es la del

grupo hegemónico. Así estos roles, la aceptaciónde estos símbolos se nos presenta como la norma,como lo obvio —símbolos de sujetación más quede subjetivización principalmente cuando provie-nen del grupo hegemónico—o como alternativasa la norma cuando lo hacen de una subcultura.

2. “Cuando hablamos de software libre, nos referimosa libertad, no al precio. Nuestras Licencias PúblicasGenerales están diseñadas para asegurar que ustedtenga la libertad de distribuir copias de software libre(y cobrar por ese servicio si así lo desea), que reciba elcódigo fuente o que pueda conseguirlo si lo quiere, quepueda cambiar el software o usar partes de él en nuevosprogramas libres, y que usted sepa que puede hacerestas cosas.” (mi traducción)

3. “El sistema de las ideas y representaciones que domi-nan la mente de un hombre o de un grupo social” (mitraducción)

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Es aquí donde los aparatos ideológicos estatalesintervienen para formar en nuestras mentes unaidea de pertenencia, una serie de necesidadescreadas y una aceptación, consciente o incons-ciente, de nuestra condición de sujetos sujetados,y donde los grupos de resistencia generan suspropios símbolos ideológicos de oposición.

Althusser menciona que para que el siste-ma de producción funcione correctamente, estedebe crear o “reproducir” las condiciones paraque esta producción se dé (p. 127). En otras pala-bras, el sistema establece los roles que los sujetos

deben jugar y crea las condiciones necesarias paraque trabajemos y produzcamos las mismas “nece-sidades”, verdaderas o falsas, – donde las falsas,según Marcuse (1995) son “aquellas que interesessociales particulares imponen al individuo parasu represión” (p. 35) – que vamos a consumir. Alrespecto, Marcuse propone que “...tanto los suje-tos como los objetos constituyen instrumentosen una totalidad que tiene su raison d’être en lasrealizaciones de su todopoderosa productividad”(p. 54). Es aquí, en esta instrumentalización de losobjetos y los sujetos de la que nos habla Marcuse,donde los aparatos ideológicos intervienen comolos encargados de “enseñarnos”—en el caso de la

escuela por ejemplo—el ”know-how” (Althusser,1971, p 132), el cómo debemos actuar y pensar,qué trabajos debemos realizar acorde con lasnecesidades del mercado, qué productos debemosconsumir incluyendo el OS de nuestra computa-dora, pero de forma tal que aceptemos estos roles,sin mayores cuestionamientos, como la realidad.Se nos presenta, en términos de Lyotard (2000),como un “saber” legitimado, universalizado porlas estructuras de poder, por un metarrelato vali-dado por el consenso entre iguales, entre “exper-tos” que ostentan el poder, el “saber”, y a quienesdebemos escuchar. “The individual in question”,

propone Althusser, “behaves in such and such away, adopts such and such a practical attitude,and, what is more, participates in certain regularpractices which are those of the ideological appa-ratus on which ‘depend’ the ideas which he hasin all consciousness freely chosen as a subject4”

(p. 167). Así creemos que tenemos libertad deescogencia, cuando en realidad esta libertad haestado sujetada desde el comienzo, o en el peorde los casos, cuando reconocemos esta sujecióncomo lo obvio, lo correcto, la verdad (Althusser p.171-172). A propósito de este razonamiento, DickHebdige, en Subcultura: El significado del estilo (2004), menciona que

…por definición la ideología discurre  por debajo  de laconciencia. Es ahí, en el plano del «sentido común ordina-rio», donde los marcos de referencia ideológicos están másfirmemente sedimentados y donde más efectivos resultan,

porque es ahí donde su carácter ideológico se disimula máseficazmente. (p. 25) 

El “sentido común”, lo obvio, es la ideolo-gía operando en nuestro razonamiento, o mejordicho, ocultando la imposición como libre albe-drío. Los aparatos ideológicos nos condicionana aceptar la “realidad” de nuestra existencia enel sistema, consciente o inconscientemente, y aaceptarla de buena gana como lo mejor para noso-tros. “En tanto que el sistema prevalece”, nos diceMarcuse, “reduce el valor de uso de la libertad; nohay razón para insistir en la autodeterminación, sila vida administrada es la vida más cómoda e

incluso la «buena vida»” (p. 80).Pero la ideología, como hemos visto,

no puede tener una existencia en sí misma, nopuede funcionar como “pura” ideología, sinoque depende, según Althusser, de una “existen-cia material”. Esta materialidad se refleja en lasacciones que realizamos como “rituales” de unaideología particular y que define la forma en quenos identificamos como sujetos (p. 169). Entende-mos como rituales de esta “existencia material”todas aquellas prácticas que un grupo de personassuscritas a una ideología determinada realiza—trabajo, diversión, moda, adquisición de bienes, o

en el caso del presente estudio, el uso de un sis-tema operativo dado—y en las que se proyectansus identidades individuales en relación con laidentidad grupal. Y aunque en la mayoría de loscasos estas prácticas reflejan la ideología hege-mónica, también están presentes, como veremos

4. “El individuo en cuestión se comporta de tal y talmanera, adopta tal o cual actitud práctica y, lo que esmás, participa en ciertas prácticas regulares que son las

de los aparatos ideológicos sobre los que ‘dependen’ lasideas que él, en total conciencia, ha elegido librementecomo sujeto” (mi traducción)

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a continuación, en las ideologías alternativas: suby contraculturas.

Las OS y las sub y contraculturas

  Las subculturas y las contraculturas, entérminos generales, son todos aquellos subgruposmarginados o automarginados por no poder oquerer adaptarse a la ideología dominante. Estosgrupos, que según Luis Britto, en El imperio con-

tracultural: del Rock a la Posmodernidad (1991),forman parte de un proceso natural en todo apa-

rato social; buscan un cambio: la aceptación y elreconocimiento por parte de la cultura dominantede su diferencia, mas no una asimilación ni unafalsificación de su realidad, que daría al cabocon la “decadencia” de dicho aparato social (p.17). Esta lucha, por supuesto, genera una reac-ción, negativa usualmente, por parte del grupode poder, ya que, como lo postula María de LosÁngeles Palacios, en  Estado-nación y naciona-

lismo  (2004), “Todo proceso de cambio generacrisis, ya que las estructuras prevalecientes seresisten ante la presencia de nuevos elementosque luchan por instalarse en el sistema” (p. 13). Elorganismo social se resiste a su evolución, al cam-

bio que pone en riesgo su supuesta estabilidad.Hebdige define las subculturas como

“formas expresivas; lo que expresan en últimainstancia, sin embargo, es una tensión funda-mental entre quienes ocupan el poder y quienesestán condenados a posiciones subordinadas ya vidas de segunda clase” (p. 180-181); pero esBritto quien establece una diferencia entre lassubculturas y las contraculturas. Propone que estadiferencia reside en que las contraculturas no sólose separan de la cultura dominante, sino que laatacan abierta y hasta agresivamente. “La guerracultural”, según Britto, “[c]omienza cuando antela cultura dominante surge una subcultura quediverge de ella. La batalla se traba cuando estasubcultura contradice abiertamente a la culturadominante; desde entonces se convierte en con-tracultura” (p. 16). Ahora bien, las subculturas ylas contraculturas son ambos subgrupos que en sumayoría oponen una resistencia ante la ideologíadominante y crean, volviendo a los postulados deAlthusser, su propia ideología, sus ideas y repre-sentaciones de la realidad alternativas que operan

al margen de lo obvio, del sentido común, quedisponen de toda una simbología representativade su posición, y que se alejan, o tratan de alejar-se, del marco de la productividad establecido, portanto son marginados. Hebdige nos habla sobrelos objetos culturales, o símbolos ideológicos,creados por estos subgrupos:

…las tensiones entre grupos dominantes y grupos subordina-dos, pueden verse reflejadas en unos estilos confeccionados apartir de objetos cotidianos dotados de un doble significado:por un lado, advierten al mundo «normal» de los peligrosde una siniestra presencia–la de la diferencia—y atraensobre sí vagas sospechas, risas incómodas, «iras virulentas ymudas». Por otro lado, para quienes los erigen en iconos y losesgrimen como evangelio o como anatema, estos objetos seconvierten en signos de una identidad prohibida, en fuentesde valor. (p. 15)

Aquí tenemos los dos lados de la mone-da: por un lado, los subgrupos que se apropiande objetos, ya sean estos vacíos o previamentecargados ideológicamente, y los transforman ensímbolos de su diferencia, de su marginalidad, desu ideología; por otro lado, el grupo hegemónicoque puede satanizar esos símbolos y a sus usua-rios ante los ojos de los sujetos sumisos o, comoexplica Britto, adaptarlos al sistema de consumo

de masas, universalizarlo hasta anular su podersubversivo (p. 33). En este sentido Marcuse expli-ca como la sociedad contemporánea, en otraspalabras la cultura dominante, se torna totalitariaen tanto

...no es solo «totalitaria» una coordinación política terroristade la sociedad, sino también una coordinación técnico-eco-nómica no-terrorista que opera a través de la manipulaciónde las necesidades por intereses creados, impidiendo porlo tanto el surgimiento de una oposición efectiva contra eltodo. (p. 33)

La ofensiva hegemónica ante la diferenciaque atenta contra su estabilidad consiste en ladesacreditación, satanización, apropiación o anu-lación del otro, en la que los símbolos de protestapierden su fuerza subversiva y se convierten enproductos de consumo de masas: “estos modosde protesta y trascendencia ya no son contradic-torios del status quo  y tampoco negativos. Sonmás bien la parte ceremonial del behaviorismopráctico, su inocua negación, y el status quo  losdigiere prontamente como parte de su saludable

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dieta” (Marcuse, 1995, p. 44). Adorno y Horkhei-mer (1988) también se refieren a este proceso alproponer que

[l]o que resiste sólo puede sobrevivir enquistándose. Unavez que lo que resiste ha sido registrado en sus diferenciaspor parte de la industria cultural, forma parte ya de ella, talcomo el reformador agrario se incorpora al capitalismo. Larebelión que rinde homenaje a la realidad se convierte en lamarca de fábrica de quien tiene una nueva idea para aportar

a la industria. (p. 7)

Pero de cualquier manera, mientras queestos símbolos y practicas subversivas, estos ritua-les sub y contraculturales sobrevivan, aunque seatemporalmente, formarán parte de la “existenciamaterial” de la ideología marginal, generando deigual forma discursos alternativos que compitencon el discurso ideológico dominante.

Los OS y el mito

Los objetos y las prácticas como elemen-tos simbólicos de una ideología son adoptadospor los sujetos, o dados previamente por laideología, como formas de identificación social,de representación identitaria que no sólo los

identifican como parte de un grupo, sino quetambién les dan un sentido de individuación, desingularidad—claro está, se corre el riesgo queplantea Palahniuk en la cita de introducción deque los objetos que poseemos terminen poseyén-donos. Estos objetos dejan de tener una existenciainofensiva y devienen símbolos que perpetuáno fomentan una ideología particular. Ian Wood-ward, en Understanding Material Culture (2007),nos habla de los objetos como “signs referring tosomething other than themselves5” (p. 57). Esto“otro” es el contenido ideológico con el que secarga un objeto que, muchas veces, viene a ser

más importante que la función o utilidad delobjeto mismo: “material objects do not exist justto serve straightforward, utilitarian purposes.In fact, the more important, symbolic role ofobjects is to allow humans to construct and assignmeaning within their cultural universe6” (p. 67).

A lo largo de su estudio, Woodward propone unalectura de los objetos en la reproducción de rela-ciones de poder en tanto se basan en una “mate-rialización de la distinción” (p. 113). Los sujetosidentifican los objetos como significantes deestatus, de diferenciación jerárquica, del “buen”o “mal” gusto, o incluso de oposición al status

quo en el caso de las subculturas. “La gente”, nosdice Marcuse, “se reconoce en sus mercancías;encuentra su alma en su automóvil, en su aparatode alta fidelidad, su casa, su equipo de cocina. Elmecanismo que une el individuo a su sociedad

ha cambiado, y el control social se ha incrustadoen las nuevas necesidades que ha producido” (p.39). Esta lectura de los objetos como símbolosculturales representa una forma de comunicaciónsocial válida que, sin embargo, se puede prestarpara hacer juicios apresurados basados en este-reotipos (Woodward, 2007, p. 58), o incluso a sermanipulados por grupos de poder para generardicha lectura. En este sentido, Hebdige añade quetoda significación es ideológica. Cita a Volosinov,

Un signo no existe simplemente como parte de la realidad,sino que refleja y refracta otra realidad. Por lo tanto, puededistorsionar esa realidad o serle fiel, o bien percibirla desde

un punto de vista especial, etcétera. Todo signo está sujeto acriterios de valoración ideológica. … coincide con el domi-nio de los signos. Ambos son equiparables. Cuando un signoestá presente, la ideología también lo está. Todo lo ideológicoreviste un valor semiótico. (citado en Hebdige, 2004, p 28)

Todos los objetos, por más sencillos e ino-centes que parezcan, representan nuestra posiciónen la estructura social, y los erigimos de estaforma o se nos imponen ya manipulados, o senos arrebatan y nos son devueltos con una nuevasignificación; en fin, se crea el mito alrededor delos objetos.

Barthes, en  Mitologías  (1999), señala

que “Cada objeto puede pasar de una existenciacerrada, muda, a un estado oral, abierto a la apro-piación de la sociedad, pues ninguna ley, naturalo no, impide hablar de las cosas” (p. 108). Los

5. “signos que se refieren a algo distinto a ellos mismos”(mi traducción)

6. “los objetos materia les no existen sólo para servir a pro-pósitos claros y utilitarios. De hecho, el más importantepapel simbólico de los objetos es permitirle a los sereshumanos construir y asignar significado dentro de suuniverso cultural” (mi traducción)

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objetos, como imágenes, nos hablan, pueden serleídas como escritura en tanto significativas (p.109). Pero esta “habla” puede ir más allá de lomeramente lingüístico y convertirse un habla(metalenguaje) mitológica. Barthes propone unavariante del sistema semiológico de Saussure queestudia “las significaciones independientementede su contenido” (p. 109). Introduce el subsiste-ma del mito añadiéndole el aspecto histórico alanálisis que carga al signo ideológicamente, “…la mitología: forma parte de la semiología comociencia formal y de la ideología como ciencia his-tórica; estudia las ideas como forma” (p. 110). Esesta significación de los objetos que nos habla dela ideología más allá del objeto mismo, un habla“despolitizada”, según Barthes, que deforma loreal mas no lo oculta, no es mentira ni negación,sino más bien una “naturalización”, inocente enapariencia, del signo: la significación (p. 129).Aquí tanto la ideología dominante como las ideo-logías subversivas entran en el juego ideológico ygeneran su propia visión de mundo, y generan losmitos en torno a sus símbolos representativos y alos del opositor.

Como mencionamos anteriormente,Microsoft ha sido, y sigue siendo, el líder del

mercado en sistemas operativos, con más del 90%de los usuarios de computadoras utilizando algu-na versión de Windows® esto sin tomar en cuentalos usuarios de copias pirata. No fue sino hasta elretorno de Steve Jobs a la mesa directiva de AppleInc. en agosto de 1997 y con el lanzamiento de lascomputadoras iMac®  en 1998 (Time, 2009) queesta empresa retomó fuerzas para competir conMicrosoft en el mercado. Estas nuevas, hermosasy funcionales computadoras generaron toda unarevolución cultural superada solamente por ellanzamiento, en el 2001, del iPod® (Time, 2009).Estos acontecimientos le devolvieron a Applesu imagen innovadora y alternativamente chick .En cuanto a las distribuciones GNU/Linux®, suimagen de complejidad, que limitaba su accesoa usuarios con conocimientos en programación,las mantenía como opciones de alta calidad perono competitivas en el mercado. Fue necesariodotarlas de una interfaz gráfica para hacerlasasí mucho más accesibles a usuarios promedio;sin embargo, esa misma imagen de complejidadse mantiene hoy en día, disuadiendo a muchos

consumidores de dar el gran salto al software libre. Todos estos elementos históricos e ideoló-gicos determinan la forma en que los OS entranen el lenguaje, en que se miran y se habla de ellos.Es a partir de este bagaje cultural, social y econó-mico que el mito alrededor de los OS es creado.

Los OS en guerra

 Los OS, la forma en que entran en el hablaactual, no pueden existir ya fuera ni de la ideolo-gía ni del mito en el que están construidos. Ana-

lizaremos cada uno de ellos y su relación entre sí.Windows®  representa la ideología hegemónica,el éxito de una transnacional en el contextocapitalista, una empresa que genera su propiosistema de producción al reproducir necesida-des y dependencias en los usuarios que abren elmercado a otras empresas aliadas. El significanteWindows®, en términos lingüísticos, conformaríael signo de un OS, quizá el más famoso; se le rela-ciona con Bill Gates, por supuesto, como el maes-tro y magnate del mundo informático. Se trae ala mente la imagen de la “ventana” de colores ylos sonidos y la música que lo caracterizan. Estoda una experiencia sensorial. Pero Windows® 

como significante, en términos mitológicos, enel metalenguaje, es vaciado de este contenido yse carga ideológicamente, es el significante de lahegemonía. A pesar de su mala fama de inestabley lleno de bugs—o fallos—Windows® es aprecia-do como “el” sistema operativo, la necesidad, loque “todo mundo” usa y que, naturalmente, yotambién “debo” utilizar. Se legitima por mediodel consenso entre los expertos, al ser escogidopor la mayoría de fabricantes de computadoraspara instalarse en sus equipos. El monopolio sola-pado de Windows®, bajo una supuesta libertadde elección y sana competencia, obliga al mundoa utilizarlo o a ser rechazado, discriminado, entanto que un usuario de un programa de Mac OS® o de GNU/Linux® no puede abrir muchos de susdocumentos en un equipo con Windows®. Unejemplo más concreto: una estudiante ha uti lizadoun editor de texto de Mac OS® y debe imprimirsu trabajo final en un centro de impresión cercade la universidad. Desgraciadamente, olvidóguardar su documento en un formato compatiblecon Windows®  (muchas de las herramientas de

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los OS alternativos se han visto en la obligaciónde procurar esta posibilidad para poder competiren el mercado) y no encuentra ningún lugar dondeabrir su trabajo. Se ve obligada a volver a su casa,guardar el documento con el formato “correcto”y rogarle al profesor que le reciba el trabajo queestá entregando tarde. Esto la disuadirá a utilizaresa herramienta alternativa en el futuro o a guar-dar su documento en un formato “universal”, unlenguaje que las masas utilizan, prolongando lanecesidad creada de Windows®.

 Por otro lado, la conexión de Windows® con Bill Gates pasa de ser una simple relaciónsoftware-creador, para convertirse en símbolode éxito. Si Gates es tan exitoso, es porque sucreación Windows® es exitosa, es de calidad—apesar de lo que la puesta en práctica demuestra.Por ende, si un usuario utiliza Windows®, tieneel éxito asegurado, al menos sabe que de seguropodrá, volviendo al ejemplo anterior, imprimirsu trabajo en cualquier centro de impresión uoficina. Los aparatos ideológicos entran en el juego para apoyar la empresa, en ambos sentidos,Windows®. El aparato ideológico educativo, porejemplo, coopera en la instalación de Windows® en nuestras vidas, ya que la mayoría de las escue-

las utilizan este OS. Microsoft, en coordina-ción con Intel, promueven programas educativos,como “Intel Educar para el Futuro” (Intel, 2009),en los que donan laboratorios de computadorascon Windows® y procesadores Intel a escuelas ycolegios públicos. Esto obliga a los estudiantesy profesores a aprender a utilizar este sistemaoperativo, pues no existe otra opción. Su visión demundo, en términos informáticos, es Windows®,ya que se trunca el surgimiento de la oposición.En una entrevista para el periódico La Nación deArgentina (2009), Richard Stallman, padre delproyecto GNU, habla del por qué retiró su apoyo

al proyecto One Laptop Per Child  (OLPC), que leentrega computadoras portátiles con una “distro”GNU/Linux® a niños y niñas de escasos recursos.Nos dice,

Nicholas Negroponte el jefe del proyecto OLPC decidió hacepoco más de un año cambiar el diseño para habilitar la insta-lación de Windows e hizo posible instalar Windows de mane-ra muy fácil con una tarjeta de memoria de cámara. LuegoMicrosoft regala copias a los niños diciendo “¿cómo no vasa usar el mismo sistema que tu papá? Entonces entregar esas

máquinas es ofrecerle a Microsoft la oportunidad de ponerWindows, esa no es una manera fiable de difundir la libertad… Muchas veces el Ministerio de Educación reparte equiposcon doble arranque (GNU-Linux y Windows), eso es mejor aque tengan sólo Windows pero todavía tiene el problema deapoyar la dependencia porque si los maestros y los alumnosno han aprendido a valorar la libertad y si no reconocen en elsoftware privativo como una amenaza a su libertad pensaránque usar Windows es más interesante. Es como ofrecerle alniño el agua y el whisky y dejarle elegir. La escuela debeenseñarle a hacer las cosas buenas, la escuela debe rechazarel software privativo como enemigo de la educación. Estetipo de aplicaciones siembra dependencia, no es desarrollo.

(Fernández, 2009)

De esta forma, como lo presenta Stallman,el mismo aparato educativo, fomenta la depen-dencia a este sistema operativo privativo, mien-tras que las opciones alternativas son depuestasu obligadas a retirarse. “La vida administrada esmás cómoda” nos dijo Marcuse anteriormente,y este es el caso de Windows®. Todos lo usan,está en nuestras máquinas sin que lo solicitemoso instalemos (se nos impone), o podemos con-seguir una copia pirata fácilmente—lo cual norepresenta un acto de resistencia, ya que obligo almercado a seguir facilitándome el acceso a estasherramientas fuera de mi casa—; es fácil de usar,

o ya nos hemos acostumbrado a él por la imposi-ción de su uso.El mito de Windows®  no solo modifica

o se crea alrededor de su propio significante,sino que a la vez genera el mito, o una versiónde él, de la competencia. Al pensar en los tresOS (Windows®, Mac OS® y las “distros” GNU/Linux®), Windows®  se nos presenta como lanorma, lo obvio. Todo el mundo, asumimos, usaWindows®, y si encontramos a alguien que utilizauna opción diferente, nos asombramos. Creemostambién que cualquier otra opción, si es que seconoce de alguna otra, es muy complicada, muydiferente, muy cara o muy barata (lo barato salecaro según el dicho popular). El mito de Win-dows®, desde su propia perspectiva, nos habla delos OS alternativos como aplicaciones de meroentretenimiento elitista (en el caso de Mac OS®)o como comunismo informático promovido porhackers  (en el caso de GNU/Linux®). De estaforma, Windows®  se posiciona como la opciónintermedia para los que quieren ser cool  y losque no quieren ser elitistas—es más accesible que

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Mac®, al no necesitar de una máquina especialpara ser instalado—, para los que no tienen elpoder adquisitivo o no poseen conocimientosinformáticos, o simplemente para los que noconocen otro mundo más allá de Windows®. EsteOS se torna entonces en la “única” opción posiblepara el usuario promedio, le guste o no.

Mac OS®  se nos presenta como el artehecho software. La compañía ha invertido esfuer-zos y recursos en traer al mercado una máquinay un software (con Mac® no se puede separar elsoftware  del hardware) estéticamente hermososademás de sumamente confiables y estables.Está legitimado por la historia, por la prueba,científica si se quiere, de su operacionalidadexcepcional. No obstante, la materialización desu distinción se basa más que todo en su estéticay en su valor de posicionamiento social. Al hablarde Mac OS®, no solo pensamos en el OS en sí,sino que lo relacionamos con el iPod®, la iMac®,la revolución cultural, el entretenimiento; todoun sistema de producción que, aunque puede serutilizado en otros OSs, lleva siempre la marca yel estilo de Apple. Desde el mito, Mac OS®  essigno de alternatividad y de estatus, de oposicióna Windows®, de buen gusto y de moda, de poder

adquisitivo—si bien el software es relativamenteaccesible, unos $29 por la última versión Mac OSX 10.6 Snow Leopard®, es necesario poseer unamáquina Mac®, que en su versión más económi-ca – la Mac Mini®, que consiste solamente en unpequeño CPU sin el hardware periférico – rondalos $599 ( Apple  Store, 2009). El usuario Mac® materializa su distinción y la erige como símbolode su posición de poder. El dueño de una Mac® ostenta en el parachoques de su auto la sobriacalcomanía blanca—anteriormente era multico-lor—en forma de manzana que lo distingue cla-ramente, sin necesidad de un texto escrito, de losdemás usuarios de computadora. Este símbolo delenguaje es la epítome de la diferencia, el ritualidentitario que aclara ante el resto del mundo: “Yono soy Windows®, soy Mac®”. Esta diferencia-ción está presente en la famosa serie de la campa-ña publicitaria de Apple “Get a Mac” (2009) en laque se muestra una persona adulta en traje formal,pasado de moda y de kilos, que se presenta comouna PC con Windows®, en contraposición con un joven adulto en ropa casual muy a la moda que se

presenta como Mac®. Con una estética muy sen-cilla, en la que ambos actores sobresalen ante unfondo blanco muy característico de la sobriedadde los productos de Apple, estos comerciales nosólo resaltan las características técnicas en lasque una Mac®  supera a una PC y a Windows®,sino también ubica al usuario en un contextode buen o mal gusto, de in o out en la moda, dediversión o aburrimiento, del ser un joven cool oun viejo dinosaurio de la cultura y la tecnología(“Get a Mac”, 2009). El concepto innovador decolocar los iconos en una barra animada, o  Dock ,es una característica estética de Mac OS® que hasido copiada (al igual que el mismo concepto deventanas, más o menos como lo conocemos hoy,que le da su nombre Windows®) en un programaexterno creado por terceros para ser utilizado enWindows XP®; otra forma de los y las usuariasde Windows®  de decir “quiero una Mac®, perono puedo costearla o le temo al cambio”. El mitodetrás de Mac OS® es la diferencia, y la diferen-cia desde Windows®, desde mi clase social, desdemi supuesta ideología. Mac OS® se nos presentacomo hermoso y contestatario. Sin embargo, estadiferencia, esta oposición a Windows®, no hacede Mac®, aunque algunos así lo quieran creer, una

contracultura. Mac OS® es más bien símbolo deuna subcultura de consumo que utiliza discursoscontestatarios entremezclados con discursos emi-nentemente hegemónicos, de diferenciación declase y de “buen gusto”. Su discurso de oposiciónse desmorona en el momento en que crean unaalianza con Microsoft y permiten que una apli-cación Microsoft opere en Mac Os®, como es elcaso del paquete Microsoft Office®.

Las distribuciones GNU/Linux®, por suparte, no están exentas de una mitología muyclara y definida. Con una filosofía que apunta albien social y a la comunidad, las distribucionesGNU/Linux®, bajo licencia GPL, se presentancomo “la”  alternativa, la libertad en un mundo“privativo”, y son legitimadas por los mismoprogramadores de software en general que reco-nocen la estabilidad y las prestaciones de estosprogramas con la posibilidad de modificarlosy adecuarlos a las necesidades propias. Estesoftware, para los usuarios, es significante desu distinción, es símbolo de su adhesión a laideología GNU/Linux®. GNU/Linux®  significa

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poder y libertad. El usuario de una “distro” GNU/Linux® es finalmente el dueño del producto queha adquirido, en tanto puede hacer con él lo quedesee, pero es a la vez parte de un grupo coope-rativo el cual le exige extender esa misma libertada otros; GNU/Linux®  es de quien lo necesita,es mío y es de todos. No es casualidad que unapersona, con solo instalar una “distro” GNU/Linux®, deja de ser un usuario común y corrientey se convierte en parte de la “comunidad Linux”,comunidad encargada de ayudarse mutuamentey de compartir conocimiento. En los cientos deforos gratuitos de usuarios de las diferentes “dis-tros” GNU/Linux®, una persona quien no tengaconocimientos informáticos puede encontrar lasolución a casi cualquier problema técnico sintener que pagar ni un centavo. Puede bajar libre-mente software  distribuido por la comunidad,cooperar ya sea dando un donativo, mejorandouna aplicación, traduciendo un software, o sim-plemente distribuyéndolo y fomentando su uso.Britto (1991) menciona que “en esa sociedad, quese vanagloria de la libertad de creación, nada haymás regulado que la actividad del creador” (p.25). En este sentido, a diferencia de Windows® que restringe la producción creativa del usuario

avanzado al tener que limitarse este a utilizar elprograma tal y como fue diseñado originalmente,y al mismo Mac OS®, que restringe la operacióncreativa a una parte del software y restringiendosu distribución—las mejoras que se hagan alprograma no las puedo distribuir libremente—,GNU/Linux® fomenta la libertad creadora comobase fundamental de su ideología. No sólo puedomodificar el programa, sino también puedo publi-carlo, venderlo, utilizarlo en mi empresa, en fin,hacer con él lo que necesite y quiera hacer. Y esesta misma idea de comunidad, de bien social, detotal libertad, la que ha llevado a los simpatizan-tes del software privativo a llamar a los usuariosLinux comunistas, y si bien debemos aceptar quela filosofía de GNU/Linux®  si tiene mucho deizquierda, la forma en que la oposición al soft-

ware libre lo pone, está cargada de una connota-ción claramente negativa. Es la monstrificación,la satanización del otro, para que así sea más fácilsu marginalización.

En GNU/Linux®, al menos en su ideolo-gía, la alternatividad se convierte en subversión,

en contracultura. El usuario no es simplementeun usuario, es anticapitalista, anti-privatización,anti-restricciones. El software deja de ser solo unprograma para convertirse en un estandarte de lalibertad en oposición a las ataduras del mercadotransnacional. Para muchos seguidores de GNU/Linux®, el objeto de ataque es Windows®  porser este el símbolo, o mayor representante delsoftware privativo; aunque el enemigo no es soloMicrosoft. Richard Stallman comenta que “esun error enfocarse en Microsoft como el granenemigo, eso lleva a pensar que si un desarrollono es de Microsoft es aceptable, pero el problemano es Microsoft, es el software privativo que norespeta la libertad del usuario, sea quien sea eldesarrollador” (Fernández, 2009). Sin embargo,dentro de la misma comunidad se crea todo unimaginario al rededor de Microsoft como el granenemigo a vencer.

 Ahora bien, como toda contracultura queataca abiertamente al sistema, algunas “distros”GNU/Linux®  han caído en la trampa de losgrupos de poder. Britto comenta que los gruposmarginados “Están obligados a prestar adhesióny obediencia a la cultura que los margina: some-tidos a la valoración contrastante que resulta de

regirse a la vez por los cánones de ésta y por loscriterios propios” (p. 20-21). De igual forma, altratar de competir en un mercado acaparado porWindows®, algunas de estas distribuciones hansacrificado su autenticidad al incluir software privativo en sus aplicaciones. Un ejemplo es ladistribución GNU/Linux Ubuntu®. Esta “distro”es de las más populares, con un aproximado de 8millones de usuarios activos para el 2008 (Ker-ner, 2008); su estabilidad y fácil manejo e insta-lación la han convertido en una de las opcionesfavoritas incluso para usuarios con conocimientosen informática. Sin embargo, en su búsqueda pormás usuarios, esta compañía ha facilitado el usode aplicaciones y de formatos privativos, segúnellos, para facilitar la transición de Windows® aUbuntu®. Stallman comenta,

Hay cientos de distribuciones GNU/Linux perono son libres porque contienen programas privativos, esoes muy triste. … Es que quizás lo importante no es llegarde cualquier manera al gran público, es llegar con ideas delsoftware libre, me interesa la idea de compartir, de prote-ger la privacidad. Ubuntu no ayuda a la gente a valorar su

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libertad. Ellos podrían haber ayudado al movimiento pero nolo hicieron (Fernandez, 2009)

Las aplicaciones GNU/Linux® utilizan suspropios formatos de archivos que se diferenciande los formatos privativos tradicionales, porejemplo, .odt para texto, .ogg para audio, entreotros (“Formatos libres”, 2008). Sin embargo,Ubuntu® ofrece la posibilidad de utilizar los for-matos privativos, como .doc y .mp3, en su sistemaoperativo. Es aquí donde el aspecto contraculturalse ve limitado, absorbido por el sistema, por eldiscurso dominante que marginaliza al usuario

GNU/Linux®, al no poder, por ejemplo, escuchareste su CD de música en formato .ogg en ningúnreproductor comercial. Pero a pesar de esto, lafilosofía GNU/Linux®  no deja de tener un granpotencial de cambio cultural a gran escala.

Conclusiones

 Hemos visto como los distintos sistemasoperativos van más allá de ser meros programasde computadoras, un mero lenguaje binario deprogramación compuesto de ceros y unos que losusuarios promedio no podemos comprender, para

cumplir una función simbólica en la creación deidentidades que nacen de proyectos ideológicos,algunos hegemónicos, otros subversivos. Desdedistintas visiones de mundo, estos programas sondotados de una significación, de una historia, deun contexto que transforma o deforma la realidadde los usuarios, que los identifica como indivi-duos—sujetos o sujetados—y como parte de ungrupo, ya sea este el del poder o el de la rebelión.Estudiamos cómo desde el discurso hegemónico,Microsoft Windows®  crea las condiciones deproducción y consumo necesarias para colocarsecomo el símbolo de la normalidad, en la nece-sidad, introduciendo a los sujetos en el aparatosocio-cultural de una vida administrada donde lalibertad de escogencia es una ilusión y donde todala maquinaria ideológica (desde las institucionesde enseñanza por ejemplo) trabaja para imponerleal usuario a Windows® como la única opción via-ble, buena, mientras demoniza a sus opositores.Analizamos también la simbología detrás de lasubcultura Mac®, como un discurso en aparien-cia contestatario ante la dominación Windows®,

pero que en realidad es excluyente, clasista, y seconvierte en una subcultura de consumo, en unsímbolo de estatus al que solamente algunos afor-tunados pueden acceder. Finalmente, estudiamosa los OS GNU/Linux®  como símbolos de resis-tencia que unen a los usuarios en “comunidades”contraculturales en donde la palabra “libertad”toma un significado que va más allá del uso libredel producto y se convierte en símbolo de libera-ción dentro de la trama corporativa transnacional.Al simbolizar los OS una diferenciación entre lossujetos, al ser utilizados como objetos culturales

erigidos como estandartes de un discurso o ideo-logía determinada, ya no se les puede concederuna existencia en sí mismos como un habla ino-cente e inofensiva, mucho menos si tomamos encuenta el rol preponderante que tiene esta tecno-logía en la sociedad actual al integrarse de formastan diversas a nuestra vida diar ia. Por el contrario,se les debe evaluar por su participación en laconstrucción de identidades, en la reproducciónde los sistemas de producción, en la materializa-ción de la distinción dentro del aparato social, yen su lenguaje mitológico. De este conocimientodependerá la ruptura, aunque sea temporal, o la

perpetuación de los discursos hegemónicos quesujetan al individuo a las estructuras de poder,de que como usuarios poseamos estos objetosculturales o de que ellos nos posean a nosotros.

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