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Desde el punto de vista historiográfico, el nacimiento político del reino de León en el 910 va a significar un punto de inflexión en la Historia del Arte Altomedieval Español: desaparecía la «Arquitectura Asturiana» y aparecía, de repente y en el horizonte arquitectónico del Valle del Due- ro, la «Arquitectura Mozárabe», que no la «Arquitectura Leonesa». Y subrayo «de repente», porque tan solo tres años después, en el 913, se consagraba el templum o igle- sia del monasterio de San Miguel de Escalada (León) (MARTÍNEZ TEJERA, 2005). ¿Dónde quedan entonces, para la Historia del Arte, esas «iglesias» construidas en el territorio astur a partir del 910: formando parte de la «arqui- tectura asturiana» o de la «arquitectura leonesa»? La historiografía de la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX consideró «mozárabe» a la «arquitectu- ra leonesa» del siglo X por asumir, apriorísticamente, que los «guiños califales» presentes en esta edilicia procedían de los «mozárabes», de los cristianos que convivían con los musulmanes en Al-Andalus (DÍAZ-JIMÉNEZ Y MOLLEDA, 1892. SIMONET, 1897. GÓMEZ-MORENO, 1909; Id., 1913; Id., 1919). Una arquitectura que estaba, se decía ya entonces, inequívocamente asociada con el mo- vimiento cenobítico. Pero ya en la segunda mitad del siglo XX, especialmente a partir de los años 50, la «teoría mozarabista» comienza a tambalearse, hasta tal punto que se propuso una nueva terminología: «arquitectura mozárabe» para denominar únicamente a las iglesias erigi- das por cristianos en territorios musulmanes y «arquitec- tura de repoblación» para identificar los edificios cons- truidos por los «mozárabes» en los reinos cristianos y en el marco de la Repoblación, el epílogo de una vieja tradi- ción constructiva hispánica pre-711. Pero esta «evolución terminológica» no vino acompañada de una «evolución conceptual»: los principales artífices seguían siendo los «mozárabes» y la Despoblación-Repoblación (la Recon- quista) seguía siendo el marco histórico de referencia que favoreció su aparición (CAMÓN AZNAR (1949) 1950; Id., 1963. BANGO TORVISO 1974; Id., 1994). Los cambios más trascendentales llegarán en la década de los años 90 del pasado siglo, cuando se dejó muy claro que, a la hora de referirse a los cristianos que vivían en al- Andalus, el término «cristiano dhimmí» o «cristiano pro- tegido» expresa con más propiedad la entidad de estos cristianos que el conflictivo «mozárabe» […] (LAPIEDRA GUTIÉRREZ, 1997). Por eso insistíamos en que el término dhimmí debía sustituir definitivamente a «mozárabe»: ha- bía que hablar ya de «arquitectura dhimmí» o «arquitectu- ra del pacto» a la hora de referirse a la arquitectura cristia- na alto-medieval erigida en al-Andalus. Pero la realidad documental todavía irá más lejos en esta cuestión: los tex- tos conservados señalan que durante estos siglos tam- bién hubo cristianos que vivieron fuera del pacto (cristia- nos rebeldes) y musulmanes rebeldes convertidos al Cris- tianismo, como Omar Ben Hafsun, resistente en Bobastro (Málaga); por eso hablamos entonces de una «arquitectu- ra dhimmí» o «arquitectura del pacto» por un lado, restrin- gida en la mayoría de los casos a actividades restauradoras, no a obras ex novo, y de una «arquitectura de la resisten- cia», esta última obra de cristianos rebeldes y/o de musul- manes convertidos al Cristianismo. El sometimiento al po- der musulmán y las propias autoridades cristianas condi- cionaron el desarrollo de la arquitectura cristiana en los territorios sometidos, en el que además convivieron cris- tianos de muy distinta progenie cultural, amén de geográ- fica (MARTÍNEZ TEJERA, 2003). Pero que algo estaba cambiando se aprecia también en la obra publicada en la prestigiosa colección HISPANIA ANTIQUA y dedicada a la arquitectura altomedieval de la Península Ibérica (siglos VIII-XI). Un estudio que, si bien continúa otorgando el protagonismo a los cristianos de al- Andalus, dedica su Cap. 3 a «León, Castilla y los cristia- nos de al-Andalus» y no, como venía siendo costumbre, a la «Arquitectura Mozárabe» (ARBEITER – NOACK- HALEY, 1999). Y hace ahora cinco años que propusimos la denominación de «arquitectura de fusión» para aglutinar unas construcciones que no surgen por el mero cruce o suma de dos culturas cristianas, la del norte «neovisi- gotista» y la del sur «mozárabe», como se propuso hace ya mucho tiempo (CHUECA GOITIA, 1947. MARTÍNEZ TEJERA, 2005). Muy especialmente, insistíamos entonces en la necesidad de estudiar el papel desarrollado por los «Muwalladies», «Mollites» o muladíes en los territorios cristianos, de conocer más en profundidad a esas comuni- dades de cristianos convertidos al Islam (los verdaderos «cristianos arabizados» o «cristianos ocultos») que emi- LA IGLESIA DE PEÑALBA DE SANTIAGO (EL BIERZO, LEÓN) LA IGLESIA DE PEÑALBA DE SANTIAGO (EL BIERZO, LEÓN) LA IGLESIA DE PEÑALBA DE SANTIAGO (EL BIERZO, LEÓN) LA IGLESIA DE PEÑALBA DE SANTIAGO (EL BIERZO, LEÓN) LA IGLESIA DE PEÑALBA DE SANTIAGO (EL BIERZO, LEÓN) EL SANTUARIO DE UN HÉROE ESPIRITUAL DE LOS SIGLOS IX Y X Artemio Manuel Martínez Tejera

LA IGLESIA DE PEÑALBA DE SANTIAGO (EL … · Artemio Manuel Martínez Tejera. graron a los territorios cristianos astur-leoneses, inmersos entonces en un «tierra de frontera» que

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Desde el punto de vista historiográfico, el nacimientopolítico del reino de León en el 910 va a significar un puntode inflexión en la Historia del Arte Altomedieval Español:desaparecía la «Arquitectura Asturiana» y aparecía, derepente y en el horizonte arquitectónico del Valle del Due-ro, la «Arquitectura Mozárabe», que no la «ArquitecturaLeonesa». Y subrayo «de repente», porque tan solo tresaños después, en el 913, se consagraba el templum o igle-sia del monasterio de San Miguel de Escalada (León)(MARTÍNEZ TEJERA, 2005). ¿Dónde quedan entonces,para la Historia del Arte, esas «iglesias» construidas en elterritorio astur a partir del 910: formando parte de la «arqui-tectura asturiana» o de la «arquitectura leonesa»?

La historiografía de la segunda mitad del siglo XIX yprincipios del XX consideró «mozárabe» a la «arquitectu-ra leonesa» del siglo X por asumir, apriorísticamente, quelos «guiños califales» presentes en esta edilicia procedíande los «mozárabes», de los cristianos que convivían conlos musulmanes en Al-Andalus (DÍAZ-JIMÉNEZ YMOLLEDA, 1892. SIMONET, 1897. GÓMEZ-MORENO,1909; Id., 1913; Id., 1919). Una arquitectura que estaba, sedecía ya entonces, inequívocamente asociada con el mo-vimiento cenobítico. Pero ya en la segunda mitad del sigloXX, especialmente a partir de los años 50, la «teoríamozarabista» comienza a tambalearse, hasta tal punto quese propuso una nueva terminología: «arquitecturamozárabe» para denominar únicamente a las iglesias erigi-das por cristianos en territorios musulmanes y «arquitec-tura de repoblación» para identificar los edificios cons-truidos por los «mozárabes» en los reinos cristianos y enel marco de la Repoblación, el epílogo de una vieja tradi-ción constructiva hispánica pre-711. Pero esta «evoluciónterminológica» no vino acompañada de una «evoluciónconceptual»: los principales artífices seguían siendo los«mozárabes» y la Despoblación-Repoblación (la Recon-quista) seguía siendo el marco histórico de referencia quefavoreció su aparición (CAMÓN AZNAR (1949) 1950; Id.,1963. BANGO TORVISO 1974; Id., 1994).

Los cambios más trascendentales llegarán en la décadade los años 90 del pasado siglo, cuando se dejó muy claroque, a la hora de referirse a los cristianos que vivían en al-Andalus, el término «cristiano dhimmí» o «cristiano pro-

tegido» expresa con más propiedad la entidad de estoscristianos que el conflictivo «mozárabe» […] (LAPIEDRAGUTIÉRREZ, 1997). Por eso insistíamos en que el términodhimmí debía sustituir definitivamente a «mozárabe»: ha-bía que hablar ya de «arquitectura dhimmí» o «arquitectu-ra del pacto» a la hora de referirse a la arquitectura cristia-na alto-medieval erigida en al-Andalus. Pero la realidaddocumental todavía irá más lejos en esta cuestión: los tex-tos conservados señalan que durante estos siglos tam-bién hubo cristianos que vivieron fuera del pacto (cristia-nos rebeldes) y musulmanes rebeldes convertidos al Cris-tianismo, como Omar Ben Hafsun, resistente en Bobastro(Málaga); por eso hablamos entonces de una «arquitectu-ra dhimmí» o «arquitectura del pacto» por un lado, restrin-gida en la mayoría de los casos a actividades restauradoras,no a obras ex novo, y de una «arquitectura de la resisten-cia», esta última obra de cristianos rebeldes y/o de musul-manes convertidos al Cristianismo. El sometimiento al po-der musulmán y las propias autoridades cristianas condi-cionaron el desarrollo de la arquitectura cristiana en losterritorios sometidos, en el que además convivieron cris-tianos de muy distinta progenie cultural, amén de geográ-fica (MARTÍNEZ TEJERA, 2003).

Pero que algo estaba cambiando se aprecia también enla obra publicada en la prestigiosa colección HISPANIAANTIQUA y dedicada a la arquitectura altomedieval de laPenínsula Ibérica (siglos VIII-XI). Un estudio que, si biencontinúa otorgando el protagonismo a los cristianos de al-Andalus, dedica su Cap. 3 a «León, Castilla y los cristia-nos de al-Andalus» y no, como venía siendo costumbre, ala «Arquitectura Mozárabe» (ARBEITER – NOACK-HALEY, 1999). Y hace ahora cinco años que propusimos ladenominación de «arquitectura de fusión» para aglutinarunas construcciones que no surgen por el mero cruce osuma de dos culturas cristianas, la del norte «neovisi-gotista» y la del sur «mozárabe», como se propuso haceya mucho tiempo (CHUECA GOITIA, 1947. MARTÍNEZTEJERA, 2005). Muy especialmente, insistíamos entoncesen la necesidad de estudiar el papel desarrollado por los«Muwalladies», «Mollites» o muladíes en los territorioscristianos, de conocer más en profundidad a esas comuni-dades de cristianos convertidos al Islam (los verdaderos«cristianos arabizados» o «cristianos ocultos») que emi-

LA IGLESIA DE PEÑALBA DE SANTIAGO (EL BIERZO, LEÓN)LA IGLESIA DE PEÑALBA DE SANTIAGO (EL BIERZO, LEÓN)LA IGLESIA DE PEÑALBA DE SANTIAGO (EL BIERZO, LEÓN)LA IGLESIA DE PEÑALBA DE SANTIAGO (EL BIERZO, LEÓN)LA IGLESIA DE PEÑALBA DE SANTIAGO (EL BIERZO, LEÓN)EL SANTUARIO DE UN HÉROE ESPIRITUAL DE LOS SIGLOS IX Y XArtemio Manuel Martínez Tejera

graron a los territorios cristianos astur-leoneses, inmersosentonces en un «tierra de frontera» que poco a poco sefue convirtiendo en un espacio de relación. Y tampocodebíamos desestimar la posible participación de alarifesmusulmanes. De hecho, muchos de los documentos de laépoca vienen confirmados o suscritos por individuos cris-tianos de religión, pero de una onomástica árabe incues-tionable (MARTÍNEZ TEJERA, en prensa).

El reino de León fue, desde su nacimiento, un espaciopolítico de encuentros y desencuentros habitado por una«sociedad de frontera», que contó con su propio concep-to estético. El arte del reino de León es un arte único,singular, por una sencilla razón: porque la sociedad delreino de León en el siglo X fue una sociedad muy plural,muy rica en matices culturales, y en constante transforma-ción. Y esto es lo que reflejan sus manifestaciones artísti-cas, relacionadas con la monarquía, la nobleza y la Iglesia(mediante la figura del obispo), que fueron sus principalespromotores e impulsores.

Decíamos hace muy poco tiempo que los edificios co-nocidos hasta el momento reflejan una «estética arquitec-tónica» propia dotada de un lenguaje también peculiar yde una frescura que no oculta sus raíces. Y este logro solo

fue posible gracias a esa «convivenciamedieval» - cristiana, hebrea y musulma-na - ya señalada hace mucho tiempo (CAS-TRO, 1954). La multiculturalidad en el oca-so del reino de Asturias e inicios del reinode León del siglo X resulta incontestableen el campo de la Historia del Arte; comotambién lo es que dicha convivencia re-sultó, en muchas ocasiones a lo largo dedicha centuria, difícil de mantener. Los te-rritorios mudaban sus dimensiones yestatus casi de un día para otro en virtudde «razzias» musulmanas, «algaradas»cristianas y pactos; las fluctuaciones de-mográficas estaban a la orden del día. Laconstante que mejor define el carácter deuna «sociedad de frontera» como la astur-leonesa de los siglos IX-XI, además delconflicto, es la colaboración como mediode subsistencia, posible gracias a la polí-tica de pactos establecida entre cristia-nos y musulmanes ya desde mediados delsiglo IX, pero especialmente intensa des-de finales de ese siglo, reinando AlfonsoIII (866-910), y a lo largo de todo el sigloX (TURIENZO VEIGA, 2010).

Unas relaciones que, obviamente, que-daron reflejadas en las manifestacionesartísticas, especialmente en esta arquitec-tura «de Fusión» o «Leonesa», diferentea la «Asturiana» en la forma más que enel fondo. Dos «estilos» arquitectónicos

que interpretan, de manera diferente, eso sí, un mismomensaje. Su valor y riqueza, lo que realmente hace diferen-tes y únicos a estos edificios históricos astur-leoneses esel perfil de su alzado y su ornamentación, tanto escultóricacomo pictórica. Precisamente, en homenaje a don Manuel,insistimos en la necesidad de desterrar definitivamente eltérmino «mozárabe» de la literatura científica. Don Manuello habría hecho hace ya tiempo y estaría muy contento dever cómo han avanzado las investigaciones que él inició:en estos edificios los «guiños califales» pueden procederde los auténticos arabizados, de los muladíes, incluso de«musulmanes cristianizados» o de musulmanes de al-Andalus, pero en ningún caso de dhimmíes, de los «cris-tianos del pacto», pues en realidad éstos, lejos de estararabizados, no fueron sino «cristianos rebeldes», cristia-nos que pagaron tributos por mantener y practicar su fecristiana. Fueron muladíes, los «cristianos ocultos yarabizados», y ex–muladíes - junto con los musulmanesconvertidos al Cristianismo - los «nuevos cristianos» quese establecieron en el reino astur-leonés, y no los dhimmíes,los mal llamados «mozárabes». Y estos «nuevos cristia-nos» fueron los que dotaron de un estilo propio a los edi-ficios, los que infundieron carácter a la «ArquitecturaLeonesa» o «de Fusión» de los siglos X-XI, una ediliciacristiana islamizada.

Detalle de la ornamentación pictórica localizada en la bóveda que cubre el tramo másoccidental de la nave, el espacio extra chorum, destinado a los fieles. Estos restos pertenecena las pinturas murales más antiguas, ejecutadas con la técnica de la pintura al fresco y datadascomo muy tarde en el último cuarto del siglo X. La calidad de sus pigmentos, su traza y suejecución denotan la participación de un taller de primer orden.

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Tan islamizada como lo estaba la alta sociedad de en-tonces o la alta jerarquía episcopal. Es lo que SerafínMoralejo llamó «el encanto de enemigos» (BARRALRIVADULLA, 2009:108). Y a ambas instancias pertenecióel obispo de Astorga, San Genadio (865-936), que consa-gró las iglesias monásticas leonesas de San Miguel deEscalada (fuera de su jurisdicción diocesana) y San Pedrode Montes y que, además, fundó la iglesia de Santiago, enel lugar de Peñalba (QUINTANA PRIETO, 1956.MARTÍNEZ TEJERA, 2010). De sus orígenes y ascenden-cia nada sabemos con absoluta certeza, si bien hay quienafirma que pudo ser hijo del conde Gatón, que en el 854reorganizó y repobló el territorium de Astorga «con gentede muy distinta procedencia». De ser cierta esta vincula-ción, Genadio habría sido hermano de Sarracino, ni más nimenos que hermano del conde de Astorga y de El Bierzoentre los años 897 y 925. Curioso, un conde cristiano denombre «Sarracino»… .

Genadio fue monje en el Monasterio Ageo (Ayoó deVidriales, Zamora) fundado hacia los años 860-870 y dedi-cado al profeta menor del mismo nombre, que profetizó (amediados del siglo V antes de Cristo) la reconstrucción ymejora del templo de Jerusalén. Y en el monasterio Ageopermaneció hasta que en el año 892, en compañía de otroshermanos y con el permiso del abad Arandiselo, partiópara restaurar la segunda fundación de San Fructuoso enEl Bierzo: el monasterio ruphianense, conocido en el sigloX como de San Pedro de Montes. La restauración de dichomonasterio concluyó en el año 895, y uno más tarde fuenombrado abad del mismo (MARTÍNEZ TEJERA, 2003). Yen ese cargo permaneció hasta… En realidad no lo sabe-mos con seguridad. Si retomamos las diversas hipótesis alrespecto se abre un amplio abanico cronológico que trans-curre desde el 898 hasta el 920 (en nuestra opinión, y conuna mayor precisión documental, entre los años 911-912 y920), en cualquier caso dentro del marco cronológico du-rante el que Sarracino ejerció como conde (898-925). Unacceso al episcopado que tuvo lugar, como el de otrosmuchos obispos leoneses de entonces, desde su condi-ción de abad y por imperativo regio, y que concluyó, a mástardar, a finales del mes de septiembre del año 920. Fue enesta etapa de su vida, como obispo, cuando pudo efectuarla mayor parte de sus fundaciones, entre otras la dedicadaa Santiago en el lugar de Peña Alba.

Lo que hizo San Genadio tras abandonar la sillaepiscopal de Astorga resulta, prácticamente, un misterio.Tan solo sabemos que a partir de entonces y hasta sumuerte en el 936, como figura relevante de la época, segui-rá contando con un cierto peso específico en la iglesia ysociedad asturicense y manteniendo muy buenas relacio-nes con la monarquía. Sus apariciones a partir del 920 comoobispo dimisionario serán relevantes pero escasas y cadavez más distanciadas en el tiempo, que fue alternando conuna vivencia solitaria de la espiritualidad. Fue en esa etapacuando disfrutó de su verdadera vocación: la anachoresis,la vida en soledad, a las puertas del Valle del Silencio y entorno a los complejos que había restaurado y fundado.

Hasta entonces se volcó en la dirección del episcopado yla restauración y fundación de varios centros espiritualesen torno a la tebaida surgida en tiempos de San Fructuoso,entre otros el monasterio de Santiago en la localidad dePeñalba. Porque la iglesia que hoy se conserva en Peñalbade Santiago, ¿es la fundada por San Genadio, no es así?

Los primeros ya indicaban, y así se ha publicado ennumerosas ocasiones y por diversos autores, tres cues-tiones: que la iglesia que hoy en día se conserva en Peñalbade Santiago fue erigida ex novo en el siglo X (905-937) porel estamento episcopal astorgano (San Genadio y Salomón,este último discípulo de Genadio y obispo durante los añosde reinado de Ramiro II, 931-950); que en el 937 Genadio yaestaba enterrado en la iglesia; y, finalmente, que el edificiofue reconsagrado por cuestiones litúrgicas (la imposicióndel rito romano sobre el hispánico) en el año 1105. Lostextos afirman (con reservas, pues en su mayoría han lle-gado en traslaciones o recopilaciones muy tardías elabo-radas en los siglos XVI-XIX) que después de restaurarSan Pedro de Montes, y siendo ya obispo, construyó enlos mismos montes, aunque algo distante, un monasterio,

Por el momento la gran aportación de la Arqueología a la historia de lafábrica de la iglesia de Peñalba de Santiago es el descubrimiento desendas habitaciones laterales adosadas al cuerpo de la nave. Dichashabitaciones, adosadas al poco tiempo de haberse construido la iglesia,amortizan parte de su sancta o espacio exterior, la destinada desde unprincipio a cementerio, el cementerio del atrio.

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para la «orden monástica» en memoria de Santiago, que sellama Peñalba. Esto nos dice Genadio en su Testamentum.Y su sucesor Salomón informa, en primer lugar, de quepermaneciendo en la silla episcopal durante muchos años,Genadio construyó monasterios en el sitio llamado «Pinnaealbae», bajo el monte de la Aquiana, donde vivió antes deser obispo, y en segundo lugar de que una vez hubo re-nunciado a la silla episcopal, el monarca Ordoño II, porconsejo del propio Genadio, nombró obispo de Astorga asu discípulo Fortis, quien - sin duda como gesto de agra-decimiento hacia su mentor - decidió edificar una «casa»en su nombre cercana a la de su maestro, en el sitio quellaman Silentium, para así perpetuar su memoria. Conoce-dor de esta decisión, Genadio - y no Fortis, como se hadicho - santificó dicho lugar para que se levantara el ceno-bio, pero las obras hubieron de paralizarse al poco de ini-ciadas por el prematuro fallecimiento de Fortis.

Muerto éste, Salomón fue designado su sucesor en lasilla de Astorga por el monarca Ramiro II en el 931. El nue-vo obispo, no muy contento con la ubicación de la obrainiciada por Fortis, antes de continuarla congregó a losabades y confesores de la zona para requerir su opinión. Yjuntos acordaron, por unanimidad, no seguir con la obrainiciada por Fortis - según argumenta el propio Salomón,por no ser el lugar del «Silencio» (no obstante elegido ysantificado por el propio Genadio) el más «a propósitopara cenobio» - e iniciar la construcción de uno nuevo enotro lugar más adecuado y alejado de aquél. Y este nuevolugar era llamado entonces de «Santiago Apóstol» y en élpermanecía ya enterrado San Genadio. El nuevo cenobiofue iniciado y concluido bajo su mandato y dedicado enhonor al Santiago Apóstol y San Martín Obispo. Desde laperspectiva documental no hay duda de que Genadio cons-truyó una iglesia (aula) para la orden monástica en honorde Santiago en el lugar de Peñalba, una de sus últimasfundaciones si tenemos en cuenta el orden en la que éstaaparece en el Testamentum. Y tampoco puede ponerse enduda que su sucesor, el obispo Salomón, inició y conclu-yó uno nuevo cenobio en otro lugar más alejado y quellama de «Santiago Apóstol», en el que ya entonces per-manecía enterrado San Genadio.

Pues bien, el único lugar que en tiempos de Salomónpodía llamarse así era aquel en el que Genadio había fun-dado el monasterio dedicado a Santiago, «que llamanPeñalba». Para el obispo Salomon, Peñalba era el nombregenérico que recibía el territorio o espacio geográfico en elque había vivido Genadio antes de acceder al obispado yen el que desarrolló una amplia actividad fundacional, unlugar distinto al del Silentium, en el que Genadio habíaerigido ya el oratorio de Santo Tomás y en el que se encon-traba la obra inconclusa de Fortis. La actuación salomónicase inició como muy pronto en el 931 - año en el que Salomónaccedió al rango episcopal - y «concluyó» en el 937, fechade la carta de dotación en la que el propio Salomón especi-fica que las obras que entonces se veían ya estaban fina-lizadas. Tenemos por tanto, desde la perspectiva docu-

mental, dos posibles momentos en la actual fábrica dePeñalba de Santiago: uno de fundación y construcciónpor San Genadio (908-920) y otro que correspondería a lafase de construcción del cenobio emprendida por Salomón(931-937). De lo que no cabe duda es de que en el 920, elcónclave cenobial de Peñalba ya estaba en pleno funcio-namiento, como nos dice el propio Genadio en uno de susúltimos actos como obispo astorgano, y con él entende-mos que también lo estaría su aula, la iglesia.

Parece razonable pensar que aquel primer «espacio parala orden monástica» fundado por Genadio se redujera a unsencillo edificio cultual destinado a los anacoretas y ermi-taños que habitaban por entonces en la zona, a la sombradel recién recuperado cenobio de San Pedro de Montes.Ese monasterium humilde - tal vez una simple capilla conuna estancia habitacional anexa - se habría transformado,al menos ya en el 920, en un lugar más amplio destinado ala reunión o collatio de los «cenobitas» con los «solita-rios» que, viviendo recluidos en sus inmediaciones, acu-dirían allí en fechas litúrgicas muy señaladas, principal-mente para celebrar actos de culto y recibir las atencionesde un padre espiritual. Según los documentos, las obrasde Genadio habrían tenido lugar entre los años 908-920,mientras que las efectuadas por Salomón habrían aconte-cido entre los años 931-937 sobre un espacio religioso pre-existente: de monasterio a cenobio pasando por «cóncla-ve cenobial».

¿Podemos detectar en el edificio huellas de estas «fa-ses documentales»? Desde la Historia y la Historia delArte así se había insistido, señalándose dos etapas biendiferenciadas: San Genadio habría construido, siendo yaobispo, un pequeño edificio - con su ábside perfectamen-te orientado - que, tras su muerte, sería ampliado porSalomón con la construcción del ábside occidental, do-tando así a la iglesia de un marco arquitectónico adecuadoa los restos de su maestro. Habría sido entre los años 936-940 cuando tuvo lugar esta segunda campaña constructi-va. Sin embargo ya señalé en mi tesis doctoral (MARTÍNEZTEJERA (2004) inédito) que no aparecían secuencias crono-constructivas, ni elementos o huellas de alteración espa-cial. Una atenta lectura de paramentos no dejaba ver fasesni rupturas (excepto, obviamente, el recrecimiento moder-no en altura del contra-ábside con el objeto de situar sobreél un acceso a las campanas de la espadaña).

Partiendo de la documentación, entre los inicios de laactividad constructiva genadiana y la salomónica apenaspudieron transcurrir 11 ó 12 años, lo que en nuestra opi-nión no impide un «proyecto constructivo homogéneo»,pero sí puede impedir su percepción arqueológica en loque a cimientos se refiere. Aunque las «iniciativasfundacionales» pudieran ser dos, éstas bien pudieronmaterializarse en una única actividad constructiva«replanteada» por Salomón, de ahí la ligera desviación dela zona occidental del edificio, del tramo de la nave y delcontraábside, en relación con el espacio oriental de la igle-

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sia (Id., 2010). Entendemos que únicamente un análisis delmortero podría fijar, con ciertas garantías, la unidad crono-constructiva de su icnografía, determinar si todo el edifi-cio obedece a un mismo impulso constructivo o no.

Lo que ya desprendía, antes de 2004, una gran homoge-neidad era la primitiva decoración pictórica de la iglesia -ahora recién restaurada por la Fundación del PatrimonioHistórico de Castilla y León y en su mayoría ya conocidaen la primera mitad del siglo XX -, que se desarrolla en laspartes altas del edificio (bóvedas y cúpulas) y en la parteinferior de los paramentos, cubierta esta última por un zó-calo rojizo (la zona intermedia de los paramentos careceríade decoración), que también se extiende por el exterior,como en San Cebrián de Mazote. Se trataba de una iglesiapintada, interior y exteriormente, decorada con unos «mu-ros-tapiz», a imitación de las «hojas-tapiz» de los Beatos,y que ya debió de presentar este aspecto circa 937 y, des-de luego, en el último tercio del siglo X.

Y su función fue esencialmente decorativa, además de«esconder» el pobre aparejo del edificio y realzar unoselementos arquitectónicos tan concretos como las partesaltas de los muros, arcos y cubiertas. Una decoración pro-fusa, precisa y detallista que reproduce motivos vegetales(ahora sabemos que se trata de palmetas afrontadas, en sumayoría, enmarcadas por largos tallos y flores de lis de

cinco pétalos, muy similares a la localizada en cenefas cor-dobesas y toledanas de los ss. X-XI), pero tambiéngeométricos (círculos entrelazados), fingidos de ladrillo(la técnica del agramilado), etc. Sus paralelos más cerca-nos volvíamos a encontrarlos en la decoración de los «Bea-tos» y en la ornamentación esculpida del siglo X.

Y lo mismo ocurría con su escultura, austera pero deuna gran calidad técnica, y coetánea del edificio a no serque, en el caso de los capiteles (los de menor tamaño detoda la serie leonesa, especialmente los tres del accesomeridional), fueran elementos reaprovechados, en cuyocaso su procedencia tendría que ser la misma que la mayo-ría de los capiteles del pórtico de Escalada, procedentesen nuestra opinión de los monasterios de Eslonza y/oSahagún, dos monasterios de fundación o refundaciónregia. Pero no lo creemos, y don Manuel Gómez Morenotampoco, ya que en su opinión fueron labrados expresa-mente en el segundo tercio del siglo por una colonia demarmolistas «orientales» cuyo primer trabajo en territorioleonés fue para San Cebrián de Mazote, en donde parecenregistrarse los prototipos de la que llamó «serie leonesa».Una decoración de influencia «meridional» que tambiénapreciamos en la celosía del vano del contraábside, de unagran calidad técnica y que por su decoración recuerda alas asturianas de finales del siglo X, principios del XI.

Vista desde el oriente la iglesia de Peñalba de Santiago muestra un gran equilibrio en su concepción arquitectónica. Incluso una cierta monotonía,como si «solo» se tratara de la simple suma armoniosa de seis espacios arquitectónicos de líneas perfectamente definidas. Y ese era el objetivo,ya que la sorpresa de todos estos edificios se encuentra en su interior.

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*Artemio Manuel Martínez Tejera es Historiador del Artey autor, entre otros, del libro La «ecclesia» de Peñalba deSantiago (El Bierzo, León). «Arquitectura de fusión» delsiglo X en el antiguo reino de León (Asociación para elEstudio y Difusión del Arte Tardoantiguo y medieval,Madrid 2010).

¿Y que dice la Arqueología al respecto? De los magnífi-cos estudios llevados a cabo por la Fundación del Patri-monio Histórico de Castilla y León, en colaboración con laDiócesis de Astorga y el Excmo. Ayuntamiento dePonferrada, publicados a partir de 2004 (resultados parcia-les, puesto que se han dejado varias zonas en «reservaarqueológica»), se deduce que todo el edificio, incluidaslas habitaciones laterales y el contraábside, se erigió exnovo, pues presenta una construcción unitaria, sólida yestable en su estructura, con profundas cimentaciones (deentre 2 y 3 m) sobre los estratos más firmes de la ladera(CORTÉS SANTOS, 2005). No obstante, se aprecian lige-ras diferencias en las cimentaciones que, a falta de estu-dios definitivos, bien pudieran indicarnos algún tipo dereplanteamiento o adosamiento. Pero, sin duda, la mayoraportación ha sido el descubrimiento de sendas estructu-ras (habitaciones) adosadas longitudinalmente a amboslados de la nave y corroborar el carácter funerario del edi-ficio y de su entorno (MARTÍNEZ TEJERA, 1993. COR-TÉS SANTOS, 2005). Precisamente, cubrir este espaciofunerario exterior fue el objetivo de estos espaciosadosados, el del norte con clara significación funeraria (yaconocida por la documentación). Y las excavaciones pu-sieron de manifiesto también la ausencia de restos de can-tería, lo que significa que las labores de preparación delmaterial se realizaron fuera de la zona de puesta en obra.En nuestra opinión, también su escultura, no solo su esca-sa cantería, fue trasladada a la iglesia directamente desdeel taller.

¿Qué se desprende de los restos pictóricos reciente-mente recuperados y restaurados? Las pinturas poseentres momentos diferentes, siendo el más primitivo coetá-neo a la iglesia, del siglo X, y fueron ejecutadas con latécnica de pintura al fresco sobre un mortero de arena ycal: sobre el muro todavía húmedo se trasladó - utilizandoel punzón, la regla y el compás - el esquema compositivo,y posteriormente se aplicaron los pigmentos; de ahí que,aunque se haya perdido la pintura, permanezca la incisión,lo que permite su reconstrucción. Una decoración ejecuta-da, dicho sea de paso, con una excelente técnica y em-pleando unos excelentes pigmentos (SUÁREZ-INCLÁN -TEJEDOR, 2006. SUÁREZ-INCLÁN, 2006).

Las pinturas más antiguas «al fresco con colores mine-rales de textura finísima» se pueden fechar en el siglo X ypuede que con posterioridad al año 940 (tercer cuarto delsiglo X), fechas que encajan con las primeras propuestas(MENTRÈ, 1984. Id., 1994. MARTÍNEZ TEJERA (2004) in-édito). Pinturas que desarrollan temas y composicionesplasmadas en mosaicos, tanto de Oriente como de Occi-dente, desde los ss. IV-V, pero que evocan con claridadmodelos decorativos presentes en la mezquita de Córdo-ba. Los responsables materiales de estas pinturas domina-ban la técnica de la pintura al fresco y contaron para sutrabajo con excelentes materiales, lo que nos hace pensaren la presencia de un taller especializado y, por tanto, de

una importante labor de patrocinio económico, no sabe-mos si episcopal o regio, que permitió su contratación.Pensamos más en el patrocinio que en la esclavitud.

Un patrocinio, el episcopal, que quedó reflejado en suconsagración, de cuyo acto (que tuvo lugar en el 937) que-dó constancia en la inscripción pintada en la moldura queinteriormente recorre el ábside oriental (descubierta comoconsecuencia de las tareas de limpieza y restauración), enla que podemos leer: En honor de Santiago, hijo deZebedeo […¿y San Martín Obispo?] fue consagrada estaiglesia […] (¿con las reliquias?) de San Torcuato, SanAdrián, San Verísimo, Santa Sa [… ¿bina?] en tiemposdel obispo Salomón de Astorga, durante la era 975…(traducción modificada a partir de la lectura de GUARDIA2008, 52). El pavimento de la iglesia apoya sobre la capa deestuco de las pinturas, lo que indica que al menos la partebaja ya estaba decorada cuando se puso el suelo, pero, ¿ylas partes altas también, como se ha afirmado? Nosotrospensamos, por varias razones, que la decoración de arcosy bóvedas pudo llegar hasta el último cuarto del siglo X(MARTÍNEZ TEJERA, (2004) inédito. Id., 2010). Este ex-cepcional descubrimiento corrobora que, como decíamoshace ya algunos años, la inscripción de consagración ten-dría que aparecer, que la iglesia no estuvo sin consagrarhasta 1105 como se pensaba (Id., 1996 y 2002).

La Iglesia de Peñalba de Santiago fue ideada por unamente cristiana, la de San Genadio; fue planificada por otramente cristiana, la de Salomón, pero construida y decora-da por una colectividad cristiana arabizada de la que for-maron parte excelentes maestros de obras, pintores y es-cultores. Todo apunta a que quien trabajó en la iglesia delcenobio erigido por Salomón en memoria de su maestroSan Genadio fue un taller especializado y organizado, yafuera muladí, ex-muladí o islámico, procedente de Al-Andalus. Fue la época esplendorosa del monasterio que,como tal, desapareció cerca del año 1283.

Hace ya algunos años que se escribió que la iglesia dePeñalba de Santiago reflejaba un «estilo de transición», lamás genuina representación de la transición entre dos cul-turas; que no hay mozarabismo en la Península Ibérica, yque debemos datar la iglesia a finales del siglo XI (FIDALGOPIENSOS, 2001). En mi modesta opinión, nada más lejosde un «estilo de transición» que la iglesia de Peñalba deSantiago, que documentos (epígrafes incluidos) y pintu-ras datan, inequívocamente por el momento, en el siglo X.

1er SEMESTRE 2011 ARGUTORIO nº 26/47

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