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19 ANÁLISIS La inmigración africana, revisada L os últimos acontecimientos, violentos y sangrientos, sucedidos en los en- claves españoles de Ceuta y Melilla, así como los protagonizados en las grandes ciudades francesas y belgas por los llamados «jóvenes de la inmi- gración» han dado lugar a interpretaciones erróneas y a la recuperación partidista del fenómeno de la inmigración, lo que nos conduce a retomar o revisar este pro- blema para aclarar a la opinión pública. En este sentido, fijaremos hasta dónde lle- ga la verdad y dónde empieza la intoxicación, para no atribuir los acontecimientos a la «mera delincuencia de los jóvenes y de los que viven de la economía paralela y del tráfico de droga». Y formularemos propuestas para resolver ambos problemas, que han puesto de manifiesto la crisis en la resolución estructural de la inmigración y el fracaso de las políticas de integración experimentadas desde hace 40 años. De entrada, es preciso recordar que el fenómeno de la emigración/inmigración es un derecho nacido de las propias leyes de la naturaleza o de la condición de perso- na del inmigrante; en particular, la necesidad de supervivencia y la búsqueda de un mejor porvenir de los seres humanos. Está alimentado por las perversas prácticas oficiales y las injusticias institucionalizadas, nacionales e internacionales, responsa- bles de la pobreza, subdesarrollo, hambrunas y persecución de las que huyen las víctimas. Es decir, está dictado por la supervivencia de los sujetos individuales o colectivos. O como puntualiza, acertadamente, Juan Goytisolo, quien abunda en el mismo sentido: «El hombre no es un árbol: carece de raíces, tiene pies, camina. Desde los tiempos del homo erectus circula en busca de pastos, de climas más be- nignos, de lugares en los que resguardarse de las inclemencias del tiempo y de la brutalidad de sus semejantes. El espacio convida al movimiento y se inscribe en un ámbito mucho más vasto y en continúa expansión (...), los hombres y mujeres pue- den arraigar en el suelo que consideran propio, pero abandonarlo también en bus- ca de mejor vida o de libertad, por afán de lucro o por menester. La navegación y la brújula acortaron los espacios, certificaron nuestra pequeñez y esfericidad». En la actualidad, 200 millones de personas viven fuera de sus hogares de origen: desde las migraciones de trabajo (aproximadamente 90 millones de personas, que MBUYI KABUNDA Mbuyi Kabunda, Grupo de Estudios Africanos de la Universidad Autónoma de Madrid. Todos somos emigrantes, hijos y nietos de emigrantes. Juan GOYTISOLO

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ANÁLISIS

La inmigración africana, revisada

L os últimos acontecimientos, violentos y sangrientos, sucedidos en los en-claves españoles de Ceuta y Melilla, así como los protagonizados en lasgrandes ciudades francesas y belgas por los llamados «jóvenes de la inmi-

gración» han dado lugar a interpretaciones erróneas y a la recuperación partidistadel fenómeno de la inmigración, lo que nos conduce a retomar o revisar este pro-blema para aclarar a la opinión pública. En este sentido, fijaremos hasta dónde lle-ga la verdad y dónde empieza la intoxicación, para no atribuir los acontecimientosa la «mera delincuencia de los jóvenes y de los que viven de la economía paralelay del tráfico de droga». Y formularemos propuestas para resolver ambos problemas,que han puesto de manifiesto la crisis en la resolución estructural de la inmigracióny el fracaso de las políticas de integración experimentadas desde hace 40 años.

De entrada, es preciso recordar que el fenómeno de la emigración/inmigración esun derecho nacido de las propias leyes de la naturaleza o de la condición de perso-na del inmigrante; en particular, la necesidad de supervivencia y la búsqueda de unmejor porvenir de los seres humanos. Está alimentado por las perversas prácticasoficiales y las injusticias institucionalizadas, nacionales e internacionales, responsa-bles de la pobreza, subdesarrollo, hambrunas y persecución de las que huyen lasvíctimas. Es decir, está dictado por la supervivencia de los sujetos individuales ocolectivos. O como puntualiza, acertadamente, Juan Goytisolo, quien abunda en elmismo sentido: «El hombre no es un árbol: carece de raíces, tiene pies, camina.Desde los tiempos del homo erectus circula en busca de pastos, de climas más be-nignos, de lugares en los que resguardarse de las inclemencias del tiempo y de labrutalidad de sus semejantes. El espacio convida al movimiento y se inscribe en unámbito mucho más vasto y en continúa expansión (...), los hombres y mujeres pue-den arraigar en el suelo que consideran propio, pero abandonarlo también en bus-ca de mejor vida o de libertad, por afán de lucro o por menester. La navegación yla brújula acortaron los espacios, certificaron nuestra pequeñez y esfericidad».

En la actualidad, 200 millones de personas viven fuera de sus hogares de origen:desde las migraciones de trabajo (aproximadamente 90 millones de personas, que

MBUYI KABUNDA

Mbuyi Kabunda, Grupo de Estudios Africanos de la Universidad Autónoma de Madrid.

Todos somos emigrantes, hijos y nietos de emigrantes.Juan GOYTISOLO

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envían a sus países unos 70.000 millones de dólares al año, más del monto total dela ayuda pública al desarrollo, estimado en unos 50.000 millones de dólares) hastalos refugiados (40 a 50 millones), pasando por las personas internamente desplaza-das (50 a 60 millones). Este fenómeno no deja de incrementarse: en 1990 eran 120millones; en 1995, 150 millones; en 2000, 175 millones, y 200 millones hoy.

Ir a contra corriente de este fenómeno, por acción u omisión, equivale a vulnerarlos derechos humanos fundamentales y naturales o los derechos de los inmigrantescomo seres humanos: el derecho a la satisfacción de las necesidades básicas, el de-recho a buscar las mejores condiciones de vida, el derecho al etnodesarrollo, el de-recho a la libre circulación, el derecho a la libertad, igualdad y justicia, etc., y losderechos de la persona basados en la dignidad humana. Es decir, la violación delprimer párrafo del artículo 13 de la Declaración Universal, que estipula el derechode tránsito de toda persona en el territorio de un Estado y a elegir residencia en él.Este derecho se complementa en el segundo párrafo, con otro derecho «a salir decualquier país, incluso del propio, y a regresar a su propio país».

Se reconoce, pues, a las personas el derecho de buscar los medios adecuados pa-ra mejorar sus condiciones de vida, a través de la cooperación internacional y de laemigración, en el caso de no encontrarlos en sus países de origen, empobrecidospor las torpes políticas nacionales de desarrollo y del vigente orden económico in-ternacional, que fomenta los conflictos en los países del Sur e impide la distribuciónequitativa de los alimentos mundiales. La meta es la preservación del derecho a lavida de las personas, es decir, un derecho que constituye la piedra angular de todoslos derechos humanos. Una de las vías para conseguir aquella meta es la emigra-ción/inmigración, que es a la vez una de las causas y uno de los efectos de la globa-lización/mundialización, es decir, de la circulación.

Por su débil nivel de desarrollo, África está en el centro de un sistema migratoriocon la cercana Europa. En el análisis de la migración africana, es preciso insistir tan-to en las migraciones Sur-Sur entre los países africanos como en las migracionesNorte-Sur desde los países africanos hacia Europa, migraciones importantes que hansido llamadas la «marea» o la «avalancha» de los subsaharianos en Melilla, Ceuta,las islas canarias o la isla de Sicilia, utilizadas como puertas de entrada. La emigra-ción hacia Europa forma parte de la racionalidad más elemental, para huir de la mi-seria, la violencia y la persecución.

� Las migraciones internas africanas

Además de los países del Magreb, convertidos en países de acogida y de tránsito,y que se enfrentan a serios problemas para controlar sus fronteras del sur, África

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subsahariana presenta una gran diversidad de situaciones migratorias:

–Los países de acogida, o de destino, tradicionales y recientes: Costa de Marfil,Gabón, Botsuana y Suráfrica.–Los países de origen o exportadores: Burkina Faso, Lesotho.–Los países de acogida y a la vez exportadores: Senegal, Nigeria, Ghana.–Los países de acogida convertidos en exportadores: Uganda, Zambia, Zimbabue.–Los países exportadores y a la vez de destino de los refugiados: Burundi, Etiopía,Liberia, Malaui, Mozambique, Tanzania, Ruanda, Somalia, Sudán.

A ello cabe añadir la migración de los comerciantes, de la mano de obra cualifi-cada, de nómadas y de poblaciones que viven en las zonas fronterizas, siguiendolas tradiciones de movilidad y del trazado ancestral de las fronteras.

África Occidental suele ser el destino de preferencia de las migraciones intrarre-gionales, y la primera región de emigración hacia Europa. Los principales países deemigración son: Somalia (122.700 personas), Senegal (78.700), Nigeria (76.800),Ghana (72.800) y Congo (67.400).

En definitiva, la migración política Sur-Sur genera más flujos de personas que lamigración económica. Actualmente, hay 15 millones de migrantes en África subsa-hariana y 7 millones de refugiados, víctimas de las guerras civiles en Somalia, Etio-pía, Sudán, Angola, Mozambique, Liberia, Chad, Centroáfrica, Uganda y de losconflictos étnicos en Ruanda, Burundi y la República Democrática del Congo.

Esta inmigración interna presenta las características siguientes: los que van de unpaís a otro en la región suelen ser los más jóvenes, las mujeres y los más cualifica-dos. La ausencia o insuficiencia generalizada de estadísticas y de un sistema de in-formación completo sobre los flujos migratorios en la región dificulta el conoci-miento real de los países de origen y de destino.

� Los factores de migraciones intracontinentales

Los factores de las migraciones intracontinentales son de orden económico y po-lítico:

Los factores económicos

Tras el proceso de descolonización, los países africanos conocieron diferentesevoluciones económicas, que crearon la necesidad de mano de obra en algunas re-giones, y las condiciones de expulsión, en otras.

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Los países dotados con una importante estabilidad política, que sirvió de base alcrecimiento económico, como en los casos de Costa de Marfil, Libia, Gabón, Kenia,Suráfrica y Botsuana, son hoy receptores de inmigrantes. Limitándose al caso deCosta de Marfil, es preciso subrayar que en este país el 30% de la población estáformada por inmigrantes. Durante el largo mandato de Félix Houphouët-Boigny(1960-1993), Costa de Marfil, el primer productor mundial de cacao, además dedisponer de importantes producciones de café y madera, se convirtió en el principalpolo de desarrollo en África Occidental, atrayendo a millones de extranjeros proce-dentes de los países vecinos, en particular de Burkina Faso y Malí. La larga estabili-dad política favoreció las inversiones extranjeras, la creación de pequeñas y media-nas empresas y el arranque de una industria turística, además de una pequeña ex-plotación de petróleo offshore, que permitió al país conseguir importantes divisas.Sin embargo, la inestabilidad política que se instala en el país a raíz del golpe deEstado militar de diciembre de 1999, y la guerra civil desde 2002, han provocadoimportantes retrocesos. A pesar de ello, Costa de Marfil sigue siendo un importantecentro de inmigración en África Occidental.

Los factores políticos

Las principales causas de las migraciones Sur-Sur son las guerras civiles y los con-flictos armados, con su cohorte de refugiados. Éstos, junto a las personas interna-mente desplazadas, constituyen la mayoría de los africanos en movimiento. Se ba-raja la cifra de unos 7 millones de refugiados, según los datos de 2002 de la AC-NUR. Este fenómeno afecta a las diferentes regiones del continente. En primer lugar,el Cuerno de África, con las luchas en Etiopía y Somalia. Yibuti tiene unos 300.000refugiados sobre una población total de 700.000 habitantes. Después, viene la re-gión de los Grandes Lagos que, desde la década de los 90, está en el centro de mo-vimientos de refugiados nacidos de los conflictos en Ruanda, Burundi, Uganda y laRepública Democrática del Congo. En África Occidental, los conflictos de Sierra Le-ona, Liberia y Guinea-Bissau están en el origen del desplazamiento de varios cente-nares de miles de personas. Por fin, en África Austral, los movimientos de refugia-dos nacen de los conflictos procedentes de otras regiones limítrofes: en África Cen-tral (Angola, RDC) y en África Oriental (Mozambique).

Tanto el desarrollo como la democracia son ajenos a la naturaleza y lógica del Es-tado africano, concebido para perpetuar los intereses neocolonialistas extranjeros yde las burguesías y oligarquías locales. Dicho Estado, convertido en instrumento deopresión y confiscación del poder por una minoría social o étnica, es centralizador,en contra del pluralismo cultural y étnico de la sociedad. Es decir, en su meta de cre-ar la nación, el Estado no reconoce las especificidades culturales, confesionales, ét-nicas y raciales. De ahí una especie de «apartheid informal» interno contra el que losoprimidos y excluidos no tienen otra alternativa que la confrontación. Se genera así

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una cadena de violencia en las relaciones dialécticas entre el Estado y la sociedad.

Las innumerables guerras civiles, junto a las prácticas de genocidio por razonesraciales, étnicas o confesionales, han convertido a muchos países africanos en uninfierno del que huyen los ciudadanos, para escaparse de la muerte. De una manerageneral, los principales focos de emigración están situados en el Cuerno de África,África Central, África Oriental y África Austral, regiones caracterizadas por la inesta-bilidad política, los regímenes antidemocráticos, los conflictos interétnicos y los po-gromos, fomentados por los dirigentes por fines políticos o económicos.

A ello cabe añadir la larga tradición de movilidad de las poblaciones en África,que se explica por el nomadismo de los pueblos de ganaderos mediante el cambiode lugares para alimentar sus rebaños, y por los pueblos de agricultores para encon-trar nuevas tierras, y dar tiempo de permitir a las antiguas recuperar su fertilidad na-tural. También por razones culturales suele existir una importante migración indivi-dual, motivada por la búsqueda de la independencia exigida por el cambio deedad, tras el proceso de iniciación, o por la necesidad de encontrar un trabajo conel fin de reunir el dinero necesario para casarse o para el pago de la dote. De ahíuna cultura popular poco propensa a la vida sedentaria y a favor de los viajes y ad-quisición de nuevas experiencias. Esta movilidad fue propulsada por las prácticasexogámicas precoloniales, el sistema de reclutamiento de la mano de obra campesi-na para las plantaciones y las industrias mineras coloniales, y por el éxodo rural na-cido de las políticas elitistas poscoloniales, que han privilegiado las ciudades en de-trimento de las zonas rurales.

En definitiva, las sequías, el deterioro del medio ambiente, la tremenda explosióndemográfica, el hambre, la inseguridad generalizada y la violación de los derechoshumanos empujan a muchos africanos a abandonar sus tierras, para buscar refugioo medios de vida en el extranjero, donde pueden dedicarse a actividades de super-vivencia o beneficiarse de ayudas alimentarias, siguiendo, naturalmente, el caminotomado por sus recursos y alimentos siglos y décadas anteriores.

� Los países africanos frente a las migraciones internas

Las migraciones internas se realizan en muchos casos al margen del control delos estados, tal y como pone de manifiesto el éxodo de los trabajadores de Botsua-na, Lesotho, Suazilandia, Mozambique y Malaui hacia las zonas mineras de Suráfri-ca. Sin embargo, Nigeria lucha contra la inmigración clandestina y acoge sólo aunos 700.000 inmigrantes. Sudáfrica, Botsuana y Namibia, convertidos en países deatracción para la mano de obra cualificada, han adoptado en los últimos años polí-ticas de inmigración restrictivas y selectivas.

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Pese al hecho de que la inmigración africana es más horizontal que vertical, esdecir, más dirigida hacia los países de la zona que hacia el Norte, la crisis económi-ca y los conflictos que afectan a muchos países africanos, en las últimas décadas,han dado lugar a preocupantes sentimientos xenófobos hacia los inmigrantes, con-vertidos en chivos expiatorios de los problemas políticos y económicos internos. Esdecir, la lucha por el acceso a los escasos recursos, junto los nacionalismos exacer-bados y manipulados por los dirigentes por fines electorales o para distraer a lasmasas de los fracasos internos, han dado lugar a las violencias xenófobas y a las ex-pulsiones masivas de los inmigrantes.

Por ejemplo, en 1983 y 1985 el Gobierno de Nigeria procedió a la expulsión delos inmigrantes ilegales naturales de los países de África Occidental, acusados decriminalidad y de hacer competencia a los nigerianos, en violación del convenio dela libre circulación de personas de la Comunidad Económica de Estados de ÁfricaOccidental (Cedeao) de la que Nigeria es miembro, y de la Carta Africana de Dere-chos Humanos y de los Pueblos, que considera dicha libertad como un derechofundamental. En 1989, Mauritania y Senegal procedieron a la expulsión de los ciu-dadanos de ambos países residentes en Nuakchott y en Dakar (la repatriación deunos 240.000 mauritanos desde Senegal y de unos 70.229 senegaleses desde Mau-ritania), como represalia al conflicto entre ambos países tras la persecución de losnegros mauritanos por el Gobierno de Uld Taya. En 1998, 5.000 eritreos fueron ex-pulsados de Etiopía, en el fragor del conflicto fronterizo entre Etiopía y Eritrea. EnSuráfrica, medio millón de clandestinos procedentes de los países vecinos fueronexpulsados en la década de los 90.

En Libia, faro de la unidad africana, se repitió la misma historia: esta vez con unadimensión racista, en el año 2000, contra los negroafricanos, atraídos por la prospe-ridad económica de este país subpoblado con importantes ingresos procedentes delpetróleo, y que fueron atacados por los libios con un balance de un centenar devíctimas mortales. Las negroafricanas, que representaban entre el 15 y el 20% de lainmigración, fueron equiparadas con las «prostitutas» y las «seropositivas», y encar-celadas. En Costa de Marfil, a consecuencia de la intentona golpista de septiembrede 2002, los 3 millones de burkinabeses y malianos de los suburbios de Abiyán fue-ron atacados y sus casas destruidas por la población autóctona, ya sensibilizada porel discurso xenófobo de sus dirigentes sobre la ivoirité, que aboga por una Costa deMarfil para los «marfileños auténticos».

En todas partes, las legislaciones oficiales se han endurecido para hacer imposi-ble la estancia y el desarrollo de actividades de los inmigrantes, con excepción deTanzania, Botsuana y Burundi, que han concedido la nacionalidad a los desplaza-dos de las guerras civiles y a los inmigrantes que lo desean.

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� Las migraciones externas o internacionales

Los refugiados proceden, en primer lugar, de las zonas rurales y se dirigen hacialas grandes ciudades, antes de emprender el largo y caótico viaje a Europa. Se esti-ma en unos 3,5 millones los africanos que viven en Europa, de los cuales 2,5 millo-nes proceden del Magreb y 1 millón de África subsahariana. De estos, 415.000 sonoriundos del África Occidental, y viven en Francia, Reino Unido, Alemania e Italia.Para ello, utilizan las redes comerciantes, como la de los murids senegaleses, lasasociaciones aldeanas de desarrollo, como en el caso de los malianos, o las tonti-nas, para canalizar sus ahorros hacia las inversiones colectivas. En el valle del ríoSenegal, las transferencias de fondos representan hasta el 60% de los presupuestosfamiliares, y más del 20% del PNB de países como Cabo Verde y Eritrea.

A los refugiados políticos se han sumado los «refugiados económicos». Estos últi-mos no están amenazados por sus ideas o su pertenencia étnica, sino que buscanmejores condiciones de vida, atraídos por las imágenes de la televisión, que presen-tan los países desarrollados como paraísos terrenales. Utilizan todos los medios a sualcance para entrar en este Eldorado, pues las condiciones de vida, incluso en laclandestinidad, en la que viven unos 15 millones de inmigrantes en el mundo, lesparecen preferibles a las que han dejado en sus países de origen. Ya no quierenemigrar sólo las clases acomodadas y con una cierta cualificación, sino también lasclases más humildes y desfavorecidas.

Estos inmigrantes son, en su mayoría, solicitantes de asilo, y en el caso de noconseguirlo se convierten en clandestinos o en «sin papeles» en Europa. Cerca del47,5% de los inmigrantes africanos son mujeres que han venido a Europa en el mar-co de la agrupación familiar o del tráfico de mujeres por las redes de prostitución.Sin embargo, la mano de obra no cualificada sigue constituyendo el grueso de losflujos migratorios, como queda subrayado, aunque se haya producido una verdade-ra fuga de cerebros, estimada en unos 80.000 cuadros africanos y personas alta-mente cualificadas que se han afincado en Europa en las dos últimas décadas.

En este contexto, es preciso subrayar la incapacidad de los estados de controlarsus territorios nacionales y sus poblaciones, por la pérdida de la legitimidad internay la internacionalización de muchos problemas que el Estado nacional o soberanono puede resolver o controlar, en particular la mundialización de la economía, dederechos humanos y de la inmigración. Es decir, el traslado de las competenciastradicionales del Estado a las entidades supranacionales o no estatales.

El sistema económico internacional es el principal responsable de la inmigraciónafricana, por haber generado el deterioro de los términos de intercambio, el protec-

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cionismo de los países del Norte, los planes de ajuste estructural, la crisis de la deu-da, la imposición de los gustos occidentales con la internacionalización del modelooccidental de desarrollo. Todos estos factores han conducido a la cuartomundiali-zación y marginación de África. A ello cabe añadir la complicidad de algunos cír-culos financieros y de poder del Norte en las inversiones legales e ilegales de laselites del Sur. Es decir, la exportación de capitales y su colocación en los bancosoccidentales.

Estos desequilibrios empujan a los jóvenes y a los campesinos a adoptar una acti-tud racional, consistente en encontrar en la emigración una salida a los problemasde subdesarrollo y de pobreza en los que les ha confinado el Norte.

La desertificación económica de África empuja, así, a los desheredados a conver-tir los suburbios de las grandes ciudades en focos de la emigración, para buscar enel Norte lo que no pueden encontrar en sus países.

Las presiones publicitarias del Norte y la imposición del modo de vida occiden-tal, el western way of life, a los pueblos africanos también explican el fenómeno mi-gratorio. Sometidos al «imperialismo publicitario» o al eurocentrismo cultural, lasaldeas y los suburbios africanos son invadidos por los valores culturales y las imáge-nes del Norte, que presentan Europa como un paraíso terrenal y una referencia obli-gada para el desarrollo.

Para conseguir mercados para sus productos, las multinacionales han favorecidola «homogeneización de los gustos», conduciendo al desarrollo de una sociedad deconsumo, con claras aspiraciones hacia el modo de vida de los ciudadanos delNorte.

Los medios de comunicación fabricados en el Norte, y sobre todo la escuela, hansido utilizados como principales instrumentos de seducción de la sociedad de con-sumo y de la occidentalización de las mentalidades. Los medios de comunicaciónde masas difunden el modelo dominador o dominante, en el que se suele confundiroccidentalización y modernización. La escuela y sobre todo la enseñanza superior,ha sido, y es, el instrumento de propaganda del modelo occidental, que ha conver-tido a las elites africanas en verdaderos colonos internos, con las mismas necesida-des que las de las clases gobernantes del Norte. Transmiten esta misma mentalidada las masas a las que se hace creer que sus problemas exigen soluciones externas uoccidentales.

Todos estos mecanismos y prácticas crearán en los jóvenes africanos, excluidosdel progreso y de la modernización, el sueño de trasladarse un día a Europa o Esta-dos Unidos, para mejorar sus condiciones de existencia o estatus social y realizar

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sus ambiciones eurocentristas, y no afrocentristas. Existe una clara convicción deque Europa, que favorece el libre acceso de sus productos en los países africanos,también ha de admitir la libre entrada de los africanos en su territorio.

La internacionalización de la economía de mercado ha tenido un impacto negati-vo en el equilibrio tradicional de la sociedad africana. Ha favorecido las desigual-dades sociales de ingresos entre el Norte y el Sur y dentro de cada Estado africano.En definitiva, ha generado un efecto bumerán: la inmigración africana.

Al debilitar a los estados sometidos a los deberes económicos y jurídicos exter-nos, éstos se han desentendido de sus deberes internos y han perdido cualquiercontrol sobre sus territorios y poblaciones.

Además, las autoridades de estos países nunca proporcionan a los ciudadanos lainformación adecuada sobre las realidades humanas, sociales y económicas de lospaíses de inmigración y del riesgo que corren: la muerte en el desierto o en el Estre-cho, la explotación de las redes mafiosas que obligan a las mujeres a ejercer laprostitución, la persecución policial, la marginación y la mayor probabilidad de ex-pulsión, las devoluciones en frontera, etc. En muchos casos, los propios dirigentescontribuyen mediante sus comportamientos extrovertidos y su arrogante nivel vida,equiparado con el de sus colegas del Norte, a la propagación del mito de una «Eu-ropa paraíso terrenal» o «tierra prometida», falseando la realidad. El no respeto delderecho a la información por los gobiernos africanos es un importante factor quealimenta la emigración hacia el Norte.

Otro secreto a voces es que los gobiernos de estos países temen el retorno de losinmigrantes por evidentes razones políticas. Los inmigrantes han adquirido una nue-va mentalidad reivindicativa de la democracia y no están dispuestos a aceptar lasflagrantes injusticias sociales y las dictaduras. Los gobiernos fomentan, pues, la emi-gración no sólo como una solución fácil a la crisis interna, sino además para erradi-car las presiones políticas y sociales de las clases medias y de los pueblos. Por lotanto, suelen desentenderse de los problemas de emigración.

En la mayoría de los casos son los propios dirigentes los que fomentan la emigra-ción de la mano de obra laboral que se necesita para el desarrollo de sus países. 1 Laestrategia consiste en encubrir las profundas desigualdades sociales nacidas de lamonopolización por una minoría de todas las riquezas del país, y su incapacidadde resolver los problemas de sus pueblos y definir una política de reinserción socialo de recuperación de este capital humano que son los inmigrantes. En consecuen-cia, favorecen la marcha de sus conciudadanos para presionar al Norte, para queaumente su ayuda al desarrollo, que se ha convertido en la ayuda de los ricos delos países ricos a los ricos de los países pobres. Potencian este fenómeno que es la

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principal fuente de divisas, o para eliminar a sus adversarios políticos o los oposito-res.

Existe una pasividad en el control de la emigración, utilizada como una válvulade escape para aliviar su problemática económica y política que, al fin y al cabo,pone de manifiesto su desinterés por lo local o la mejora de las condiciones de vidade sus pueblos. Es decir, el rechazo del derecho al etnodesarrollo en favor del Esta-do-nación centralizador que les permite monopolizar el uso de la violencia legítimay maximizar sus intereses de clase. De ahí la acertada afirmación de Remei Marga-rit, para quien «es cierto que entre los países pobres la mayoría tiene gobiernos quese preocupan muy poco de la pobreza de sus gentes y se dedican a vivir bien ellos,con sus cuentas en países ricos y sus Estados de semiguerras permanentes por lo delcomercio de armas; pero también lo es que, sin el consentimiento explícito o tácitode los gobiernos de los países ricos, eso no sería posible».

Durante las décadas de los años 80 y 90, la emigración subsahariana hacia lospaíses europeos se ha incrementado considerablemente, alcanzando el 23,4% de lainmigración extranjera en Francia. En el último cuarto de siglo, la emigración africa-na se ha diversificado con la emigración subsahariana, que se ha añadido a la ma-grebí.

� La emigración desde el Magreb y los problemas de integración

Hasta la década de los 80, el Magreb era el principal y casi el único espacio de laemigración africana hacia Europa, en parte por los vínculos históricos y la proximi-dad geográfica. A partir de finales del siglo XIX, Francia empezó a llamar a la manode obra magrebí para realizar las grandes obras y la construcción de infraestructu-ras. Sin embargo, esta presencia estaba en función de las necesidades económicasde la metrópoli, de tal manera que se necesitó en la década de los 30, dominadapor la gran crisis, menos inmigración magrebí que en la próspera década de los 50.

Tras la descolonización, Francia registró una importante llegada de inmigrantes,integrados por los magrebíes de origen europeo y los harkis argelinos –ambos gru-pos estimados en unos 1,5 millones de personas–, que tenían que abandonar el paístras la guerra colonial por colaborar con las tropas francesas en la represión de lasfuerzas nacionalistas. Se pensó entonces que la descolonización iba a acabar con laemigración hacia Europa. Sucedió todo lo contrario por los problemas a los que seenfrentaron los nuevos estados, en particular la elaboración de un sistema políticoviable y un modelo de desarrollo eficiente. En algunos países magrebíes, un grannúmero de jóvenes no consiguió encontrar trabajo por la pésima situación econó-mica, la creación de privilegios para las nomenclaturas poscoloniales, la generaliza-

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ción de la corrupción o el bloqueo de las actividades económicas a causa de lastrabas burocráticas. Estos jóvenes encontraron la salida en la emigración hacia Eu-ropa, que buscaba mano de obra. Por lo tanto, los flujos migratorios desde el nortede África hacia Europa se incrementaron y se diversificaron geográficamente encuanto a los países de destino. En la década de los 60, Francia era el principal paísde destino de los magrebíes, seguido de Bélgica, con la llegada de argelinos y ma-rroquíes, que siguen constituyendo el principal destino de la inmigración africanaen estos países.

Con la construcción de la Unión Europea, se produjeron importantes cambiosque afectaron la emigración magrebí. En la década de los 70, España conoció sólola inmigración de los marroquíes, llegados para los trabajos temporales en la agri-cultura. Los importantes cambios realizados en este país tras el fin de la dictadurafranquista crearon una necesidad de mano de obra. En la década de los 90, la eco-nomía española se volvió competitiva, con la multiplicación de infraestructuras bá-sicas y de desarrollo urbano, en parte financiadas por la política regional de laUnión Europea. Paralelamente a este proceso, se produjo un estancamiento demo-gráfico como consecuencia de la baja fecundidad desde mediados de la década delos 70. De este modo, España se convirtió en un país de inmigración entre 1974 y1978, y de una manera interrumpida desde 1991, con la consiguiente acogida delos ciudadanos magrebíes, en particular de los marroquíes, que representan el 75%de los extranjeros en este país.

El mismo fenómeno se produjo en Italia que, a pesar del retraso de algunas regio-nes del Mezzogiorno, alcanzó en la década de los 70 un alto nivel de desarrollo,que creó una necesidad de mano de obra al producirse en el mismo periodo unacaída de la fecundidad. Italia se convirtió así en un país de inmigración entre 1972y 1980, y desde 1998 se incrementó esta tendencia: en particular con la llegada detunecinos, geográficamente más cercanos, y de marroquíes. Asimismo, Italia es elprimer país de acogida de los inmigrantes egipcios.

En cuanto a Alemania, hasta la década de los 80 la inmigración magrebí fue muylimitada, por los acuerdos políticos firmados con Turquía, que dan prioridad a losinmigrantes procedentes de este país, a los que se han sumado en la actualidad lositalianos, los eslovenos y los croatas procedentes de la ex Yugoslavia. Tras la desa-parición del bloque soviético, la inicial y modesta presencia magrebí se incrementó,pues, la reunificación de Alemania se acompañó de trabajos de construcción degrandes obras y nuevas residencias en la ex Alemania del Este y en Berlín. Alema-nia, ante la escasez de mano de obra entre la población local y el retorno de eslo-venos y croatas a sus países convertidos en estados independientes, se abrió a la in-migración marroquí en la década de los 90. Entre 1991 y 2000 Alemania ha conce-dido la nacionalidad a 2.155.493 personas de origen inmigrante, mediante la

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adopción del ius soli (derecho de suelo) y la flexibilización del ius sanguinis (dere-cho de sangre) en 1999.

En función de estas diferentes evoluciones, la inmigración magrebí es, dentro dela inmigración africana, la más importante en Europa, aunque es menor en GranBretaña por la ausencia de vínculos coloniales y lingüísticos con este país.

La inmigración magrebí es más el resultado de la necesidad de mano de obra porFrancia que de las desigualdades Norte-Sur. Está relacionada con el proceso de colo-nización y descolonización que ha conocido el Magreb central (Marruecos, Argeliay Túnez). Durante la colonización, Francia creó en estos países una importante can-tera de mano de obra puesta al servicio de la economía colonial y del propio merca-do metropolitano, y utilizada como fuerza de trabajo y al servicio de las tropas fran-cesas en las dos guerras mundiales. De este modo, se facilitó la inmigración de losmagrebíes, sobre todo de los argelinos, que eran «ciudadanos franceses», mediantelos importantes vínculos humanos que se crearon entre magrebíes y franceses.

Pese al proceso de descolonización, violento en el caso de Argelia, la inmigra-ción magrebí, que pasó por tres principales etapas –la integración familiar y laboral,la adhesión cultural a los valores franceses por los hijos nacidos en Francia y losacuerdos bilaterales de importación de mano de obra magrebí–, terminó planteandoproblemas por diferencias culturales, de costumbres y religiosas (identidad cultural)y, sobre todo, por la crisis del capitalismo francés, con el consiguiente cuestiona-miento de la permanencia magrebí y la incitación al retorno al país de origen. En lasociedad de acogida se ha establecido, en los últimos años, una amalgama entre elIslam, confesión de los inmigrantes magrebíes, y el «fanatismo» y el «peligro», y seha llegado a considerar esta religión como «inasimilable», dando pie a la islamofo-bia. En una encuesta realizada por IFOP/Le Monde, después del 11 de septiembrede 2001, la visión que tienen del Islam los franceses es muy negativa: el 46% defranceses entrevistados asimila el Islam con el «rechazo de valores occidentales», el50% con el «fanatismo», el 48% considera los valores del Islam «incompatibles conlos de la República» y el 57% considera a los musulmanes como un «grupo aparteen la sociedad». En Gran Bretaña, el diario Times dio a conocer en junio de 2004un informe en el que los musulmanes se sienten excluidos y no aceptados comociudadanos de este país.

Contra este rechazo, los inmigrantes magrebíes han reaccionado con la afirma-ción de la especificidad étnica como estrategia de resistencia, de toma de concien-cia de sus orígenes y de comunidad de destino con los árabes con los que se lessuele identificar. Es decir, la autoafirmación a partir de los rasgos diferenciales o deuna «identidad lastimada», mediante la solidaridad y la agrupación en un mismoespacio para hacer frente al aislamiento y al miedo a la inseguridad.

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La actitud de los españoles con respecto a este colectivo, que es el más numerosoen este país, tampoco dista mucho de la de los franceses, más favorables a los asiá-ticos que a los árabes y a los judíos. Las encuestas sobre la actitud de los españoleshacia los inmigrantes y gitanos ponen de manifiesto de una manera constante que,después de los gitanos, el colectivo más rechazado y sobre el que recaen prejuicios,es el magrebí. Se les asimila con la criminalidad o la violencia, la delincuencia, elterrorismo, el robo, la ingratitud..., es decir, connotaciones negativas o de exclu-sión, basadas en el rechazo racial. Muchos de ellos, hasta la última regularizacióndel Gobierno socialista, estaban condenados a la clandestinidad.

La situación de las chicas magrebíes de segunda generación, es decir, nacidas depadres magrebíes en el país de acogida, es aún dramática, pues están enfrentadas auna situación ambigua por ser educadas en la oposición de dos culturas: en el institu-to cohabitan con sus colegas europeas, que viven su edad según su deseo y en liber-tad. De vuelta a casa, deben hablar en la lengua de sus padres y comportarse segúnlas costumbres del país de origen, que a menudo no conocen. Es decir, se les imponeel respeto de las tradiciones de los padres. De ahí los conflictos dentro de las familias,entre los padres con actitudes autoritarias, y las chicas con actitudes de rebeldía.

Desde la década de los 80, por la agudización de la crisis económica y de la cró-nica inestabilidad política de los países de África subsahariana, la emigración sub-sahariana hacia Europa se incrementa, y compite en adelante con la magrebí, queya no tiene el monopolio exclusivo de las décadas anteriores en la inmigración afri-cana en Europa.

� Problemas en las sociedades de acogida

Después de las independencias, a comienzos de la década de los 60, las primerasemigraciones de África subsahariana se explican por el legado de los vínculos colo-niales. Gran Bretaña es el primer y principal destino, en particular de los nigerianos,ugandeses, ghaneses, tanzanos y oriundos de los países del Commonwealth dondeel inglés es la lengua de comunicación. Siguiendo la misma lógica, los vínculos co-loniales mantenidos por otro país europeo, Portugal, que pese a ser globalmente unpaís de emigración hasta 1973, atrae entre 1982 y 1992 a los subsaharianos de susantiguas colonias: Angola, Mozambique, Cabo Verde, Guinea-Bissau y Santo Toméy Príncipe. Otra migración significativa entre África subsahariana y Europa se refierea Bélgica, hacia la que se dirigen principalmente los oriundos del ex Zaire, hoy Re-pública Democrática del Congo (RDC), Ruanda y Burundi.

En la década de los 80, que coincide con la década perdida para África subsaharia-na, se intensifican las guerras civiles que, junto al fracaso del desarrollo, crean el cal-

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do de cultivo de la emigración. En el mismo período, se producen importantes cam-bios tecnológicos e informáticos a escala mundial: el desarrollo de la telefonía móvile internet, que facilitan la creación de redes migratorias organizadas y rentables porsus amos, mientras que los canales de televisión por satélite fortalecen el «sueño eu-ropeo» de jóvenes que rechazan los sistemas políticos a menudo corruptos.

De este modo, África subsahariana se convierte en un espacio de emigración ha-cia Europa con redes que utilizan como espacio de tránsito los países geográfica-mente cercanos a Europa: Marruecos, Libia y Túnez. España es la principal puertade entrada hacia otros países europeos, utilizando las importantes infraestructurasde transportes que posee este país, e incluso para instalarse definitivamente en élpor su alto nivel de desarrollo.

La inmigración subsahariana es la más visible en los países europeos por el coloroscuro de sus integrantes. Al igual que la magrebí, la inmigración subsahariana seorigina en la colonización, que creó estrechas relaciones entre las colonias africa-nas y las antiguas metrópolis, relaciones mantenidas en el periodo poscolonial porlos acuerdos de asistencia financiera, económica y técnica. El factor lingüístico, pri-vilegiado en estos acuerdos, desempeña un papel determinante en cuanto a la elec-ción del país de destino por los inmigrantes subsaharianos.

Así, cada país europeo tiende a dar preferencia a los oriundos de su antigua colo-nia, a pesar de tener, en algunos casos, una relación muy breve con ella, como des-taca el caso de Italia con los países del Cuerno de África (Somalia y Etiopía).

El país europeo que recibe más inmigrantes subsaharianos es Francia, en partepor el antiguo imperio francés que abarcó a varios países de África Occidental yCentral, y por el deterioro económico en el que se encuentran estos países tras suacceso a la independencia, en particular los del Sahel, afectados por severas sequí-as (Malí, Senegal, Benín, Burkina Faso, Níger, Chad). Actualmente se estima que vi-ven en Francia unos 350.000 inmigrantes subsaharianos, a los que hay que añadirlos malgaches y los comorianos. La quinta parte de esta población inmigrante estácompuesta por los senegaleses, a causa del fenómeno de los murids, que controlanla producción de cacahuetes en Senegal, organizan el viaje de sus miembros en Eu-ropa y les integran en las redes de venta de artículos de arte africano en los pasillosde metro, playas, sitios turísticos y plazas públicas de las grandes ciudades europe-as. Además de los senegaleses, cabe mencionar también la presencia de inmigran-tes malienses, congoleños, cameruneses y marfileños.

Países como Italia se han convertido en los últimos años en destino de los inmi-grantes subsaharianos, en particular de los oriundos del Cuerno de África (somalíes,etíopes y eritreos), que huyen de las calamidades naturales y de la proliferación de

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los conflictos étnicos y de las incesantes guerras civiles. Algunos de estos inmigran-tes se han dirigido hacia los países escandinavos y Alemania. Lo mismo sucede conEspaña, donde hay una fuerte presencia de los inmigrantes procedentes de ÁfricaOccidental a través de Ceuta, Melilla, el estrecho de Gibraltar o las islas Canarias.

El África anglófona occidental, oriental y austral suministran el grueso de los in-migrantes en el Reino Unido, en el marco de la Commonwealth. Los caboverdia-nos, que huyen de la pobreza y de la superpoblación de sus islas, se dirigen princi-palmente hacia Francia, España, Italia, y sobre todo Portugal, que es el país de elec-ción por excelencia de los naturales de su antiguo imperio colonial (Angola,Mozambique, Guinea-Bissau, Santo Tomé y Príncipe y Cabo Verde).

Existe una escasa población inmigrante subsahariana en Estados Unidos, proce-dente en lo esencial de Cabo Verde, pese a una tendencia a incrementarse en lasúltimas décadas una inmigración cualificada africana en este país.

En todos estos países el colectivo subsahariano sufre de la discriminación racialnacida del complejo de superioridad de los nativos, por encarnar aquel colectivoun pasado hecho de «humillaciones» (esclavitud y colonización) y al que se identi-fica con el primitivismo, el canibalismo, la suciedad. Es decir, la negrofobia, queconsiste en equipararles con seres humanos de segundo rango con prácticas retró-gradas incompatibles con los valores de la sociedad de acogida. Se trata de prejui-cios e ideas racistas recibidos de los siglos pasados. Esta actitud se acompaña de uncierto paternalismo, que consiste en considerar a los negroafricanos como «niñosgrandes» o «buenos salvajes», que son generalmente «buenas personas» por su do-cilidad y permeabilidad a las influencias culturales ajenas. Por esta razón, en las en-cuestas realizadas por el Cires (Centro de Investigadores sobre la Realidad Social)en España, el 11% de los encuestados los rechaza como vecinos, en el tercer lugardespués de los gitanos (26%) y los marroquíes (15%). Lo mismo sucede en la en-cuesta realizada por el profesor Tomás Calvo Buezas sobre las preferencias de ma-trimonio entre los escolares. El 61,9% de los encuestados rechaza tal posibilidadcon los gitanos, el 50,4% con los moros/árabes y el 38,5% con los negroafricanos,mientras que en el mismo orden, el 30,8% está a favor de la expulsión de los gita-nos, el 26,1% de los moros/árabes y el 14,1% de los negroafricanos.

Las mujeres negroafricanas inmigrantes son las que más sufren por su doble dis-criminación en la sociedad de acogida: discriminación racial y discriminación degénero, como queda subrayado, incluso relegadas a una situación de inferioridad ya una cierta sumisión en sus propias familias.

En África subsahariana se produce un incremento de las migraciones porque en-tran en crisis las estructuras sociales, políticas y económicas a manos de la moder-

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nización no dominada y de las prácticas de exclusión de los poderes establecidos.El Estado africano, incapacitado tanto en lo internacional como en lo interno, haperdido casi la totalidad de su papel en la regulación de los flujos migratorios y selimita a contemplarlos de una manera pasiva, por falta de medios o por falta de vo-luntad política. Por lo tanto, hace pocos intentos para controlar los flujos migrato-rios dentro del propio continente y hacia el Norte, como queda subrayado en losapartados dedicados a las migraciones internas e internacionales.

� Problemas comunes a los magrebíes y subsaharianos

Tanto magrebíes como subsaharianos se enfrentan a la discriminación en el mer-cado de trabajo y de la formación. Los que pueden encontrar un puesto de trabajolo consiguen en condiciones siempre desfavorables en relación con los nativos: seles suele reclutar en las profesiones poco cualificadas o sin cualificar, con durascondiciones de trabajo o en los sectores precarios. Los sueldos de los inmigrantes, yen particular de las mujeres, son, en la mayoría de los casos, inferiores a los de suscolegas del país de acogida. Suelen cobrar el equivalente al 40% del sueldo de suscolegas europeos, incluso teniendo el mismo nivel de cualificación. Son los prime-ros en encontrarse en la calle en los sectores sometidos a la reestructuración. Se en-frentan a una serie de obstáculos comunes: el poco dominio de la lengua del paísde acogida, salvo en las antiguas metrópolis, la ausencia de redes sociales para ayu-darles a encontrar trabajo, junto a la discriminación directa o indirecta.

Entre la hostilidad del país de acogida y la indiferencia del país de origen, termi-nan adoptando una actitud paradójica y desconcertante: en Europa sueñan con elpaís que han dejado atrás, y en sus países de origen sueñan con Europa.

Existe pues un racismo, disimulado o declarado, y una xenofobia con respecto alos magrebíes y subsaharianos, discriminados en los puestos de trabajo y amenaza-dos de expulsión. Estos sentimientos xenófobos nacen, fundamentalmente, de la in-seguridad económica en la que se encuentran amplias capas de la sociedad de aco-gida, que han convertido a los inmigrantes en los únicos chivos expiatorios de suinseguridad económica y física, manipulada por la extrema derecha para conseguirvotos. Existen con respecto a estos colectivos una discriminación y exclusión encu-biertas desde el empleo, la vivienda o el acceso a las discotecas o lugares públicos.Pese a la incitación de las víctimas a romper el silencio por los poderes públicos opor las organizaciones de lucha contra el racismo y la discriminación, poco se haceen la realidad para encontrar soluciones concretas o erradicar estas prácticas.

Los humillados y agredidos terminan reaccionando contra el ostracismo, el senti-miento de persecución, imaginaria o real, con la consiguiente «endogamia volunta-

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ria» o la afirmación agresiva de las virtudes de su «raza», mediante el refugio en lavida privada, la violencia hacia los vecinos o en el barrio, y eventualmente la adhe-sión al fundamentalismo islámico, asimilado con el islamo-terrorismo. Los jóvenesmagrebíes (les beurs) 2 y subsaharianos (les black), 3 procedentes de la inmigración,responden a las desigualdades sociales y étnicas de las que son víctimas en los ba-rrios más sensibles (cités, banlieues), desgraciadamente, con el racismo al revés o elrechazo del otro, que es el racismo antiblanco o contra los tubab, 4 e incluso conmúsicas rap que llaman al racismo y al sexismo. Estos jóvenes descendientes de lainmigración han reaccionado contra el racismo, la discriminación, el paro y la faltade educación con violencia urbana, tal y como se ha puesto en manifiesto en losacontecimientos de noviembre de 2005 en Francia y Bélgica, con el riesgo de ex-tenderse a otros países donde se plantean los mismos problemas. Viven una tremen-da frustración, que se remonta a la marginación de sus padres, y que les toca vivirahora.

Pese a todo el arsenal contra la discriminación racial adoptada por los gobiernoseuropeos, en la práctica muchos magrebíes y subsaharianos siguen siendo víctimasdel racismo y de la xenofobia en las sociedades de acogida. Además se enfrentan ala preferencia en los países europeos, en los últimos años, por la mano de obra cua-lificada ilustrada en el caso alemán con el sistema de «green card», que autoriza lacontratación, a partir de agosto de 2000, de 10.000 informáticos para cinco añoscon altos sueldos. Muchos proceden de India, Rusia y la República Checa.

Al contrario de los inmigrantes de otras partes del mundo, muchos magrebíes ysubsaharianos son devueltos a sus países de origen, otros malviven en los países eu-ropeos como clandestinos, pocos son los que consiguen un puesto de trabajo, y al-gunos mueren en el intento. Ante esta situación de marginación y plagada de obstá-culos, se dedican por razones de supervivencia a la mendicidad, el vagabundeo, eincluso buscan soluciones extremas como la prostitución, la delincuencia o el tráfi-co de drogas. Los más desgraciados, como los inmigrantes agrupados en el Centrode Estancia Temporal de Melilla, en las afueras de la ciudad, viven en condicionesinfrahumanas y vergonzosas en pequeñas chabolas de cartones y chapa, hasta sutraslado a la península tras la crisis de octubre de 2005, con víctimas mortales enlas alambradas de Ceuta y Melilla. Es preciso subrayar al respecto, según una ONGmelillense, que entre 2000 y 2005, más de 2.500 africanos han muerto en su inten-to de emigrar a Europa en los desiertos de Malí, Argelia, Marruecos, Libia así comoen las aguas de Fuerteventura y Gibraltar.

La población de la sociedad de acogida suele recriminar a los inmigrantes africa-nos de una serie de situaciones infundadas, de tipo «nos quitan el trabajo», «se de-dican a la delincuencia y a la prostitución», «son sucios y suponen un peligro sani-tario», «no se integran porque no quieren», «nos quieren imponer su cultura», «se

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aprovechan de los recursos públicos», etc. Es decir, se enfatiza más en los efectosque en las causas. La solución pasa, por parte de los poderes públicos, por la edu-cación, el respeto de la ley e intentar conciliar el multiculturalismo –la gestión delas diferencias y la defensa del relativismo cultural– con el interculturalismo, la inte-racción con el otro, la cultura del mestizaje o de lo universal, insistiendo en este úl-timo.

� Conclusión

El futuro migratorio de África está en función de las evoluciones políticas y eco-nómicas en el continente. Si los jóvenes estados consiguen consolidarse dando uncierto protagonismo a la sociedad civil, si las agrupaciones económicas regionales(Cedeao, UMA, CEEAC, Comesa, Sadc, Cemac, Uemoa, Igad, AEC, Cen-Sad) consi-guen importantes resultados, si los esfuerzos de partenariado del Norte se concre-tan, África no tendría que ser este infierno o polo de expulsión de sus ciudadanos,pues las potencialidades económicas son considerables. En caso contrario, los flu-jos migratorios intracontinentales e internacionales no harían más que empezar.

El control de la inmigración africana, que no se puede erradicar completamentepor ser un fenómeno natural y constante, pasa por la lucha contra la pobreza, losautoritarismos locales y las desigualdades tanto a nivel internacional como interno,devolviendo a los africanos su dignidad mediante el fortalecimiento del afrocentris-mo, consistente en la afirmación de su propia identidad abriéndose al mismo tiem-po a la de los demás en lo que tiene de positivo, y en la realización de la autosufi-ciencia colectiva. La ayuda a las economías africanas para superar sus estructurascoloniales o la dependencia con respecto a las materias primas es un importante re-quisito en la resolución del problema de la inmigración.

Como demuestra la historia de la humanidad, las migraciones internacionales na-cen de dos factores esenciales interrelacionados, los efectos de expulsión resultadosde las perspectivas mediocres e incluso catastróficas en un país y los efectos deatracción de territorios que ofrecen oportunidades, esperanzas de mejora o el merosueño de éxito. Por lo tanto, la emigración africana es un fenómeno normal, condos circunstancias agravantes: la inestabilidad política de muchos regímenes africa-nos y las condiciones no cumplidas de desarrollo en los Estados inacabados y falli-dos.

Las violaciones de derechos humanos por los regímenes dictatoriales y las innu-merables guerras civiles son responsables de las emigraciones forzosas. Los refugia-dos, de hecho o de derecho, constituyen el grueso de los flujos migratorios intraafri-canos, y se encuentran a menudo en los países vecinos de su territorio de origen.

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Sólo una minoría de entre ellos consigue hacer la petición de asilo político en lospaíses del Norte o dirigirse hacia ellos.

A estos factores de emigración/inmigración, es preciso añadir la mala gestióneconómica que bloquea la creación de empleos y las esperanzas de desarrollo. Lacombinación de la inseguridad económica y del desempleo conduce a las pobla-ciones a marcharse hacia otros países africanos más eficientes o que han podidorentabilizar sus economías de renta. Ello explica la importancia de las migracionesSur-Sur hacia países como Libia, Gabón, Kenia y Suráfrica, y durante varias décadashacia Costa de Marfil. La emigración Sur-Norte, que durante mucho tiempo, obede-ció a la lógica de proximidad geográfica (desde el Magreb hacia Europa) se ha ex-tendido al África subsahariana junto a la reorganización de métodos y medios en suorganización.

El problema se plantea pues a los niveles global y local. El primero se refiere alcuestionamiento de relaciones económicas internacionales para reducir la brechaentre el Norte y el Sur, entre Europa y África. El segundo consiste en el derecho a laseguridad física y política de los africanos en sus propios países, pues las poblacio-nes son constantemente agredidas por las tropas gubernamentales o sometidas a lasrepresalias por los señores de la guerra, que no dudan en recurrir a las prácticas in-humanas, tales como las amputaciones, las torturas y asesinatos para horrorizar alos ciudadanos desarmados. Ante ambas agresiones, los pueblos no tienen otra sali-da que la emigración para salvar sus vidas. Ha llegado la hora de exigir la institu-ción de estados de derecho y transmitir un claro mensaje a los dirigentes africanos:sus crímenes contra la humanidad no pueden quedar impunes, en nombre de la so-beranía nacional, y han de responder de ellos ante los tribunales internacionales.No se puede pedir a los pueblos africanos quedarse en sus países y asegurar al mis-mo tiempo la impunidad a sus agresores o violadores de derechos humanos. Lo pri-mero que los europeos suelen hacer en el caso de un conflicto es evacuar a sus na-cionales o a los comunitarios de las zonas de combate y del país, dejando a los pue-blos desarmados en manos de los beligerantes que imponen la ley del más fuerte.

La solución es humana, y no administrativa o policial, empezando por la instau-ración de un orden internacional justo, y el fin de la cultura de la impunidad. Losinmigrantes africanos huyen de las guerras civiles, las limpiezas étnicas o de la mi-seria, utilizando los medios de fortuna y al precio de sus vidas, para entrar al paraí-so soñado y tener acceso a las migajas.

Por otra parte, se ha de considerar la clandestinidad de los inmigrantes irregularescomo una verdadera pérdida de talentos, por ser integrado este colectivo por hom-bres válidos, jóvenes y solteros en edad de producción y reproducción. En suma, sedebe presentar a la opinión pública la inmigración no como un problema o «un

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riesgo para las identidades colectivas», sino como una solución y una oportunidadpara el enriquecimiento cultural y racial. El efecto llamada lo constituye no la regu-larización, sino las crecientes desigualdades Norte-Sur.

Si los países del Norte quieren vivir en un mundo seguro, en paz y estable, tienenque ser un poco más generosos y dejar de atrincherarse en islotes de riqueza arro-gante en un océano de pobreza, pues según subraya Gabriel Kolko, «la pobreza esuna de las razones básicas de cualquier tipo de inestabilidad política, desde el fun-damentalismo religioso hasta los movimientos revolucionarios» 5 y los flujos migra-torios. O según el presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, es «el arma máspoderosa de destrucción masiva en el mundo». Desgraciadamente, los países ricosparecen dar más prioridad a sus intereses egoístas en detrimento de la igualdad ydel desarrollo de los países del Sur. Esto explica que la inmigración aún tenga futu-ro, máxime cuando los envíos de fondos de los inmigrantes malienses superan concreces toda la ayuda al desarrollo destinada a este país. De igual modo, los fondosdedicados a la construcción de alambradas en Melilla y Ceuta, para la contenciónde «las avalanchas de los inmigrantes ilegales», podrían permitir la creación depuestos de trabajo en este país para los inmigrantes marroquíes clandestinos afinca-dos en Europa, en el marco de un proyecto de codesarrollo.

Tanto los países emisores como los receptores de inmigración han de estableceruna interdependencia entre derechos humanos, democracia y desarrollo, como par-tes del trinomio, para reducir las desigualdades dentro de cada país, y entre los paí-ses, y cambiar el mundo para mejor. Según manifiesta Alfred Sauvy, el equilibrioentre las riquezas, y entre la superpoblación de unos y la subpoblación de otros(«personas sin tierras, no lejos de las tierras sin personas») puede conseguirse deuna de estas dos maneras: el traslado de los hombres hacia las riquezas o de las ri-quezas hacia los hombres.

1. Es el caso de Marruecos, que utiliza el chantaje de la inmigración en Ceuta y Melilla y de los marro-

quíes hacia España para presionar a la Unión Europa, y al Gobierno español en particular, con el fin de

conseguir importantes ayudas económicas o ventajas políticas.

2. Jóvenes de origen magrebí nacidos en Francia de padres inmigrantes.

3. Jóvenes de origen subsahariano nacidos en Francia de padres inmigrantes.

4. Término en lengua mandiga y bambara, de África Occidental, para designar al blanco.

5. Kolko G., ¿Otro siglo de guerras?, Barcelona, Paidós, 2003.

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