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La libertad
PSIONUS
29/01/2014
Una de las tres columnas sobre las cuales descansa la masonería especulativa es la Libertad, que
podemos definirla, desde el punto de vista filosófico, como la capacidad que posee el ser humano de
poder obrar según su propia voluntad.
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La libertad
Una de las tres columnas sobre las cuales descansa la masonería especulativa es la Libertad, que
podemos definirla, desde el punto de vista filosófico, como la capacidad que posee el ser humano de
poder obrar según su propia voluntad a lo largo de la vida lo que, lo hace además responsable de sus
actos. El estado de libertad define la situación, circunstancias o condiciones de quien no es esclavo, ni
sujeto, ni impedido al deseo de otros de forma coercitiva. La libertad permite al hombre decidir si quiere
hacer algo o no, haciéndolo también responsable de sus actos. Si el hombre no es responsable de sus
actos, se entiende la libertad como libertinaje. Así la libertad implica una clara opción por el bien, solo
desde esta opción, se estaría actuando desde la concepción de la teleología.
La primera representación escrita del concepto de libertad, se cree que es la palabra sumeria escrita en
cuneiforme que traducida literalmente significa “volver a la madre”.
Ama-gi
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En castellano, la palabra proviene del latín “libertas – atis”. La palabra inglesa correspondiente es
“freedom” que proviene de una raíz indoeuropea que significa “amor”; curioso resulta que en la misma
lengua, la palabra “afraid” que significa “miedo”, tiene la misma raíz.
Hay filósofos que señalan una importante diferencia entre la “libertad de” (libertad negativa) y “libertad
para” (libertad positiva); en cuanto al primer caso, el hombre no es libre de desafiar la realidad; pero si
es libre de intentarlo, pues nada se lo impide. En el segundo caso, la ausencia de obstáculos en el
camino de la acción, faculta para tomar decisiones que conduzcan a ser libre.
La libertad tiene como precepto la autoconciencia y la responsabilidad moral, por lo que es individual en
esencia, pues no puede nadie dar su propia libertad a otro, así mismo, esto hace que sea imposible
eliminarla o contradecirla y es por ello que todos los actos humanos pueden ser imputables (libre
albedrío). Puesto que está situada en la interioridad de la persona, lo define. No se puede concebir que
se sea realmente humano sin el deseo y el ánimo de ser libre de verdad.
Desde un punto de vista interior del ser, se define la libertad, para una persona, como la autonomía
interna o la maestría sobre la condición interna, que nos brinda o nos permite la posibilidad de actuar
de acuerdo a los dictados de la razón, sus valores y en conformidad también con los valores universales
como el bien y la verdad.
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Ahora bien, todo lo expuesto es una explicación clara de lo que, según el razonamiento lógico, es la
libertad desde la cosa consciente, construida desde la cultura y en concordancia con lo que la sociedad
define como “hombre libre”. Pero si somos un poco más acuciosos y no estacionamos nuestro
pensamiento solo en lo racional, observaremos que: Si aceptamos como buena, la idea de que el
hombre es alma y cuerpo, y tenemos necesariamente consciencia de que, lo que realmente define al
hombre, no es su cuerpo, sino su alma, ya que esta es la que le concede la vida al cuerpo. En
concordancia con lo que conocemos sobre el cuerpo, sobre su finitud, enfrentada a la infinitud del alma,
veremos qué: La conjunción que configura al ser, es una incómoda configuración, pues un elemento
finito en el tiempo y el espacio, es recipiente de otro elemento infinito en forma y perdurable en el
tiempo. Lo cual nos dice intuitivamente, que el alma está atrapada en el cuerpo, limitada, en espera de
ser liberada, por lo que indefectiblemente será el fin del cuerpo que ocupa. Habiendo acordado que el
ser es así descrito, tenemos que decir indudablemente que no existe hombre, en su condición natural,
que pueda asegurar que es libre, pues el elemento que lo define está atrapado, restringido en sus
capacidades y por ende limitado.
Aceptando hasta aquí, que el hombre común, por definición es esclavo de sí mismo, la libertad es un
anhelo y un deseo propio del alma, con lo cual, escapa del mundo manifestado y es entonces un anhelo
inalcanzable en el plano manifestado, sin embargo, no es imposible, puesto que la prisión que así se
plantea es limitada en el tiempo. Visto así, el trabajo no debería ser de buscar la libertad en sí misma,
pues esta llegará; parece más bien estar orientado a prepararse para el momento de la liberación, dado
que este momento llegará sin duda, pero se puede llegar a él en una condición adecuada o no, y esto
dependerá de la preparación que se haya hecho para el momento en que se alcance el estado de
liberación.
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Todo lo dicho es válido para el hombre común, pero podemos decir que hay hombres no tan comunes,
que han podido liberarse de las ataduras del cuerpo, según lo señalan infinidad de relatos, en los que,
siendo de diferentes orígenes y creencias, parecen coincidir en que es posible la separación temporal de
la unidad que constituye el ser, vale decir, la separación temporal del cuerpo y el alma. Separación esta
que parece lograrse en planos diferentes al manifestado, al menos por el hombre que ha hecho un
trabajo serio para superar las limitaciones propias del hombre común. Es innegable que este trabajo es
un trabajo que requiere un esfuerzo ubicado en la voluntad, pues sin ella es imposible superar los
linderos y limitaciones propias al hombre común.
El trabajo del esfuerzo de voluntad que nos hará libres, aun cuando sea temporalmente, debe hacerse
con ejercicios en el plano manifestado; pues en él habitamos y de él no podemos salir, en la condición
cotidiana. ¿Cómo deben ser esos ejercicios? ¿Cuáles son y cuando se hacen?, no es tema de este
artículo. Aquí me conformo con que el lector acucioso, tome conciencia de que no es realmente libre,
pero puede serlo, aun cuando sea temporalmente. Ese ejercicio de libertad temporal es, de hecho un
acercamiento o un atisbo a esa libertad definitiva y permanente que se alcanzara finalmente; así es
como, es necesario que hagamos ejercicios tendientes a prepararnos para el momento definitivo en el
que todos alcanzaremos esa libertad, para poder recibirla adecuada y convenientemente; a favor de lo
cual, el hombre común debe procurar su elevación mediante el esfuerzo que implica el uso de la
voluntad y la perseverancia.
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El esfuerzo que conlleva al logro es de hecho, en sí mismo un trabajo de voluntad, pues implica superar
la condición cotidiana o de comodidad, en la que el hombre existe comúnmente. La lucha se plantea
pues, venciendo obstáculos, quizá físicos, en el ejercicio de emulación que permite los atisbos
temporales, pues es hecho en el mundo físico. Pero ese esfuerzo activa en nosotros un intento interior,
por el efecto de la perseverancia, jugando así una finta a la razón que activa el salto necesario que
permite escapar a nuestro carcelero, aun cuando estos escapes sean solo momentáneos.
Conviene aquí recordar que el tiempo no es más que la suma de momentos, así pues la temporalidad
marcada por los instantes, puede vencerse sumando instantes, intentando aumentar los períodos y al
mismo tiempo la frecuencia de estos. Dicho así, pareciera que se plantea un problema de cantidad, pues
según la razón, llenar la temporalidad conlleva a la permanencia. Sin embargo, en los asuntos fuera del
tiempo y el espacio, pesa menos la cantidad que la armonía, por lo cual es necesario, buscar en el
ejercicio la armonía con el entorno, la unidad con el todo, a fin de que la temporalidad desaparezca y
gane fuerza el estado en sí mismo.
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Innegable es que vida es movimiento y que vida en libertad, es sin duda movimiento en libertad, por ello
el movimiento a voluntad y sin restricción es de hecho un ejercicio para prepararse para el momento
final de verdadera libertad. Nuestro cuerpo tiene dos tipos de movimientos, uno voluntario, que el ser
controla a través del manejo de sus acciones, la inteligencia y la razón y otro involuntario determinado
por el funcionamiento interior de nuestro organismo, vale decir, la respiración, la circulación, las
funciones relacionadas con la alimentación entre otras muchas. Dado que estos movimientos no son
ejercidos por la voluntad, nos atan y nos limitan, de forma que vencer estas funciones involuntarias por
la voluntad es un ejercicio de libertad y por tanto de liberación. Lo anteriormente dicho es la razón por
la cual, las culturas orientales, de forma generalizada, tienen en la meditación una herramienta para
vencer y doblegar a voluntad los movimientos que hasta ese instante, son involuntarios en el ser.
El aquietamiento de los movimientos involuntarios, por la voluntad, es equivalente a abrir una puerta de
escape de nuestra alma. En Occidente, el equivalente a la meditación es la oración, pues por repetición
incesante de frases que además se orientan a generar calma en nuestra mente, puede llegar a relajar el
trabajo que continuamente hace la mente en el control del accionar del cuerpo, llegando a distraerla
concentrándola en la sola repetición de frases.
Parece contradictorio que, con ejercicios de dominación liberamos; pero esto se debe a que para ejercer
la voluntad es necesario que sea esta, la que establece el orden necesario para el control. Por otra parte,
el control ejercido sobre sí mismo, es una manifestación de libertad, pues es un control que se ejerce
por voluntad; entendiendo al sujeto como el que controla la acción y no la acción la que controla al
sujeto.
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Nicolás Quiles
M:.M:.P:.M:.
R:.H:.R:. A:.C:.L:.G:.L:.R:.B:.V:.(2011-2013)
V:.M:. Res:.Ben:. y Cen:. Logia “Estrella de Occidente” No. 50 (2011-2012)
Publicado 8th August 2011 por Nicolas Quiles
http://masoneriaysimbolismo.blogspot.com/2011/08/la-libertad.html