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1 DOSSIER ROMA Mussolini, en octubre de 1924, en el segundo aniversario de su acceso al poder. La marcha sobre Hace ochenta años, los fascistas cayeron sobre Roma, en un golpe de efecto teatral, pero incruento, magistralmente orquestado por Mussolini para exigir el poder. El fascismo entraba en la Historia pisando fuerte y el modelo totalitario italiano se convertía en un experimento, cuyos pasos observaron con benevolencia, cuando no con envidia, muchos grupos conservadores europeos. La aventura que desembocó en la Segunda Guerra Mundial había comenzado pág. 34 Mussolini, la génesis de un dictadordor Manuel Espadas Burgos pág. 43 Novecento Fernando García Sanz pág. 50 La probeta Ismael Sanz

La Marcha Sobre Roma

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DOSSIER

ROMA

Mussolini, en octubre de 1924, en el segundo aniversario de su acceso al poder.

La marchasobre

Hace ochenta años, losfascistas cayeron sobreRoma, en un golpe deefecto teatral, peroincruento, magistralmenteorquestado por Mussolinipara exigir el poder. El fascismo entraba en laHistoria pisando fuerte y el modelo totalitarioitaliano se convertía en unexperimento, cuyos pasosobservaron conbenevolencia, cuando nocon envidia, muchos gruposconservadores europeos. La aventura que desembocóen la Segunda GuerraMundial había comenzado

pág. 34

Mussolini, la génesisde un dictadordorManuel Espadas Burgos pág. 43

NovecentoFernando García Sanz

pág. 50

La probetaIsmael Sanz

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El 28 de octubre de 1922, cua-renta mil fascistas marcharonsobre la capital italiana paraimponer su entrada en el Go-

bierno. Con este golpe de mano, Beni-to Mussolini lograba implantar, a sus 39años, un modelo de régimen totalitarioen Italia que duró veinte años y se con-virtió en nefasto modelo para otras na-ciones europeas.

Hijo de un herrero, Alessandro Mus-solini, de familia de pequeños propie-tarios agrícolas empobrecidos, y de Ro-sa Maltoni, maestra rural, Benito Amil-care Andrea Mussolini nació en el ca-serío de Varano dei Costa, cerca de Do-via, en la comarca de Predappio, den-tro de la regiónde la Romaña, el 29 dejulio de 1883. Su nombre, en la formaespañola de Benito –y no de Benedet-to, como hubiera correspondido a laversión italiana–, había sido elegidopor su padre, activo militante socialis-ta, como homenaje al famoso revolu-cionario mexicano Benito Juárez. Losdos siguientes nombres respondíantambién a la admiración paterna pordos de los primeros líderes del socialis-mo en Italia, Amilcare Cipriani y An-drea Costa, especialmente recordados

éste y su partido socialista revoluciona-rio en la Romaña. De su padre y de laeducación que recibiera Benito en suniñez, la que iba a ser su mujer, Rache-le Guidi, recuerda en sus memorias susaños como alumna de la madre de Be-nito y el carácter violento de su padre,cuyo “temperamento exuberante pro-vocaba continuos incidentes y no po-cos disgustos a su mujer”. Quizá porherencia de este carácter, desde susprimeros años Benito fue un chico vio-lento y luego un joven violento. Todossus biógrafos coinciden en este perfil.Paolo Alatri define su carácter de anar-

chico, ribelle, insofferente di controlli,orgoglioso, prepotente, litigioso, punti-glioso, egocentrico. Tal comportamien-to le valió la expulsión de dos colegiosen sus primeros años de estudiante,tras sendos altercados con otros com-pañeros.

Junto a los principios del socialismorevolucionario, en su casa se vivía ladevoción patriótica por Garibaldi, pre-cisamente por el Garibaldi instaladodurante sus últimos años en el socialis-mo, y por otro de los grandes del Ri-sorgimento, Carlo Pisacane, aquel na-politano emigrado a Francia en 1847,que sentía la revolución italiana en sudimensión igualitaria y libertaria, tandistante del proyecto de Cavour comodel de Mazzini. Estudiante en el cole-gio de los Salesianos de Faenza y lue-go en el colegio Giosué Carducci deForlimpopoli, durante un homenaje aVerdi, el joven Mussolini manifestó sudecepción porque la unidad nacionalsólo hubiese producido un Estado bur-gués, presidido por una monarquía alservicio de los intereses de la domi-nante clase burguesa.

Maestro de escuela primaria a los 18años, tras una breve experiencia do-cente en Gualtieri Emilia, marchó a Sui-za, donde vivió de 1902 a 1904. Deaquella estancia, anotó su mujer: “Supede la vida durísima que pasó en ese

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Expulsado de las filas socialistas por su belicismo, el joven Mussolinibarnizó con la estética vital del Futurismo un programa político violentoque le llevó al poder hace ahora ochenta años. Manuel Espadas Burgosanaliza la estrategia de acción que culminó en la Marcha sobre Roma

La génesis de un dictador

MUSSOLINI

LA MARCHA SOBRE ROMA

Mussolini, dibujado por un balilla. Laiconografía del culto al líder se impuso en lavida pública italiana a partir de 1922.

Plana mayor fascista.Mussolini, al frente de loslíderes del Fascio, entra enRoma. En esta alegoría deS. Galimberti, aparecen trasil duce, de izquierda aderecha, De Bono, Balbo,Vecchi y Bianchi.MANUEL ESPADAS BURGOS es director de la

Escuela Española de Historia y Arqueologíaen Roma.

brero de 1909, del conocido como Pri-mer Manifiesto Futurista: “Queremoscantar el amor al peligro, el impulsoque otorgan la energía y la temeridad.Los elementos esenciales de nuestrapoesía serán el valor, la osadía y la re-beldía”. Un nuevo manifiesto en 1913lo definía políticamente como unaamalgama de republicanismo, tenden-cias socializantes, proximidad a las so-luciones ácratas, todo ello con un fuer-te componente anticlerical y una mar-cada admiración por el modelo del su-perhombre protagonista de un apasio-nado nacionalismo.

Incorporada Italia a la guerra, quepara los futuristas se ofrecía como laoportunidad de vivir el riesgo, de vive-re pericolosamente, Marinetti y MarioCarli, que ya habían fundado unos fas-ci politici futuristi, crearon la asocia-ción de Arditi de Italia, cuya secciónmilanesa presidía el propio Marinetti.En 1919, Mario Carli señaló las caracte-rísticas del ardito futurista, entre lasque se destacaba la vivace testa genia-le con tupida cabellera revuelta, los“ojos ardientes, fieros e ingenuos, queno ignoran la ironía”, la “boca sensualy enérgica, presta a besar con furor, acantar con dulzura y a mandar impera-tivamente”, la capacidad sin límites pa-ra el amor y para el odio, “no reprimi-da con imbéciles prejuicios filosóficos”,la adoración sana y jocunda de la viday el ansia de gozar de cuanto la vida

nos ofrece, incluidos el peligro y lamuerte. En su programa, significativa-mente titulado Programa Energético,aconsejaba ejercitar diariamente elcuerpo en todas las formas del depor-te, pero sobre todo en la lucha, en lanatación, en las carreras o en la avia-ción; apoyar los movimiento de agita-

ción laboral, a fin de elevar moral ymaterialmente a los trabajadores, impi-diendo sin embargo que se realizase afavor de un partido concreto; practicarel culto de la fuerza y de la violencia ycontagiar del calor de la juventud a lasociedad italiana.

Muy próxima a este movimiento devanguardia, incluso inspirador de algu-na de sus tendencias y manifestacio-nes, se mostraba la personalidad delpoeta Gabriel D’Annunzio. Su partici-pación en las jornadas de mayo de1915, alentando a las masas a un inter-vencionismo presentado como “el ba-ño de sangre que necesitaba Italia”, ha-bía marcado un hito en el compromisoitaliano con la guerra. También erahombre de filiación intelectual nietzs-cheana. Italia necesitaba de superhom-bres capaces de controlar y dirigir lasmasas, a fin de modelar la Historia só-lo con la fuerza de su voluntad.

La vittoria mutilataPara D’Annunzio, el Risorgimento ha-bía quedado incompleto. Italia seguíapadeciendo de “una revolución hechatoda ella de política, de diplomacia eincluso de literatura, pero terriblemen-te pobre de esfuerzo colectivo, de sa-crificio popular, en suma, de sangrevertida”. Incluso tras el tremendo es-fuerzo de la Gran Guerra, con un dra-mático balance de víctimas –los seicen-to milla martiri, que diría Mussolini–los italianos no vieron correspondidaslas ofertas de sus aliados en 1915, so-bre todo cuando en las conversacionesde la paz se pusieron sobre la mesa lasreivindicaciones del nacionalismo ita-liano: la anexión del Trentino hasta elpaso del Brennero, la incorporación deTrieste y de Istria, la de Dalmacia sep-tentrional y las islas próximas y la ga-rantía de neutralización del resto de lacosta dálmata y albanesa. Especial re-chazo recibió la exigencia del territoriode Fiume, en realidad no incluido en elpacto de 1915.

Lograr esta aspiración fue precisa-mente el gran éxito de D’Annunzio y altiempo uno de los hitos en el caminodel Fascismo hacia el poder. La cues-tión de Fiume hay que considerarla enel contexto de las decepciones italianasen la Conferencia de París, durante losmeses de marzo y abril de 1919, cuan-do los dos representantes italianos, el

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país, donde para ganar el sustento tuvoque hacer de todo: desde albañil a pro-fesor, desde dependiente en una tiendaa periodista”. Ya por entonces, y desde1900, militaba en el Partido Socialista yhabía colaborado en alguno de sus ór-ganos periódicos, como Giustizia, pu-blicado en Prampolini. De vuelta en

Italia en 1905 para hacer el servicio mi-litar, en el Décimo Regimiento de Ber-saglieri, de guarnición en Verona, ytras otra brevísima actividad como ma-estro en la escuela de Caneva de To-mezzo, se dedicó de lleno al periodis-mo, en Trento como secretario de laCamera del Lavoro y director de unmodesto semanario, L’Avvenire del La-voratore, y luego en Forli, donde diri-gió otro semanario titulado La lotta diclasse. De ahí pasó al principal diariosocialista, Avanti!, de cuya dirección sehizo cargo a fines de 1912. Es el Mus-solini apasionado lector de Marx, En-gels, Proudhom, Nietzsche, Pareto ySorel, el socialista que parafraseaba aMarx en su ensayo L’uomo e la divi-nità. Son precisamente los años de ma-yor proximidad al marxismo, aunquetodos sus biógrafos le consideren en

esa época solo “vagamente marxista”,tanto por formación como por talante.Para Renzo de Felice, nunca fue un au-téntico socialista y careció de una ver-dadera formación marxista, aunque le-yese y admirase a Marx, pues pesaronmás en Mussolini las lecturas de Sorel ysu sindicalismo revolucionario implíci-

to en sus Consideraciones sobre la vio-lencia. Para Benedetto Croce, admira-dor y analista del Mussolini de los pri-meros años, lo que éste incorporó alsocialismo fue precisamente la teoríade la violencia de Sorel, el intuicionis-mo de Henri Bergson y cuanto de mís-tica de la acción y de voluntarismo vi-vían en el ambiente intelectual del co-mienzo de siglo.

En el plano familiar, se casó en 1915con Rachele Guidi, con la que convivíadesde 1909. En septiembre de 1910 na-ció su primera hija, Edda, a la que si-guieron otros cuatro, tres varones yuna hembra.

Para su identificación con el socialis-mo italiano, el momento clave fue el ini-cio de la guerra de 1914, en cuyos pri-meros meses Mussolini se mostró próxi-mo al antibelicismo característico enton-

ces del partido, si bien pronto evolucio-nó a la postura de un gran número desindicalistas que veían en la guerra laposibilidad de acabar con el militarismoalemán y con el sistema monárquico enItalia.

El instinto político de Mussolini seacomodó a la evolución del país, desdela afirmación de la neutralidad absolutaa la atenuada opción de ésta y al pasoinmediato a la opción intervencionistaen su dimensión más revolucionaria. Esel momento en que renunció a la direc-ción de Avanti! y fundó un periódico, IlPopolo d’Italia, cuyo primer númeroapareció el 15 de noviembre y del queMussolini era director y propietario, fi-nanciado por un grupo de industriales,entre ellos Agnelli, el fundador de laFIAT, próximos a la tendencia interven-cionista en la guerra y, desde luego,muy interesados en el desarrollo de laindustria militar de armamento. Esa op-ción le supuso su expulsión del PartidoSocialista. De hecho, se había manifes-tado en la vida italiana el núcleo inicialde un partido socialista “intervencionis-ta”, que fue la base del futuro fascismo.

Pero hay un paso más, su adhesión alos Fasci, como se denominaron –to-mando el nombre de organizacionesque desde los años de la RevoluciónFrancesa y durante el Risorgimento ha-bían existido en la vida política italia-na– unos grupos de intervencionistasrevolucionarios que aparecieron en laescena italiana en 1914.

Dimensión estética del FascismoEn la trayectoria vital de Mussolini, asícomo en la génesis del Fascismo, hayque incluir la incidencia de dos reno-vadores de la cultura italiana de aquelinicio de siglo, Filippo Tommaso Mari-netti y Gabriele D’Annunzio. Represen-ta el primero el movimiento estéticodel Futurismo, nacido en unos años denuevas y variadas tendencias vanguar-distas en la expresión artística. Surgidotambién el Futurismo en la secuenciaintelectual de Nietzsche, de Bergson yde Sorel, se enfrentó a cuanto de nor-ma y precepto hubiera en la creaciónartística, en una apasionada vivenciadel riesgo, de la violencia y de la rup-tura con el pasado y con sus símbolos.Como su acta de presentación en la vi-da cultural europea se tiene la publica-ción en Le Figaro de París, el 20 de fe-

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Herido en una pierna en el frente en 1917,Benito Mussolini charla con un médicomientras se recupera en el hospital.

Reinvindicación de Trieste como territorio italiano, en una postal de 1918. La ciudad vecina de Fiume fue ocupada en una operación liderada por el poeta D’Annunzio, en abril de 1919.

Italia, disputada por las grandes potencias ante la Primera Guerra Mundial, en una postalsatírica. La frustración por el resultado de la contienda alimentó el auge del Fascismo.

maestro de escuela a los 18, Mussolini sededicó de lleno al periodismo nada másterminar su servicio militar en Verona

MUSSOLINI, LA GÉNESIS DE UN DICTADORLA MARCHA SOBRE ROMA

yecto de ley sobre pensiones rebajan-do la edad de los 65 a los 55 años, laobligación para los propietarios agríco-las de cultivar sus tierras con la amena-za de que aquellos que no lo hicieran,deberían pasarlas a cooperativas.

La Marcha sobre RomaHacía años que Mussolini había pro-puesto la táctica del doppio binario, dela doble vía: “La revolución fascista po-drá llevarse a cabo tanto por la vía deuna lenta saturación legal como me-diante una insurrección armada (…) Elfascismo está preparado para ambaseventualidades”. La mayoría de la clasepolítica italiana estaba convencida deque sin un acuerdo con el Fascismo eramuy difícil, por no decir irrealizable,una normalización del país y la posibi-lidad de constituir un Gobierno establecapaz de gobernar. Un acuerdo con elFascismo que le introdujera en el dete-

riorado sistema político, podría llevar,o así se esperaba, a su neutralizacióno, cuando menos, a un nivel de do-mesticidad que, absorbido por el siste-ma, rebajara su carga subversiva.

Es cierto que, como años después lohiciera el propio Hitler, en esos mo-mentos la intuición política de Mussoli-ni le llevó a dar una imagen de mode-ración que rebajase los justificados re-celos, con gestos que iban desde laaceptación de una economía liberal ala predisposición a un acuerdo con laIglesia. Lo importante era abrir el cami-no hacia el poder. Especialmente com-placiente se mostró con la Monarquía,uno de los más sólidos pilares del país,con gran arraigo en las filas del Ejérci-to. Las palabras de Mussolini en Udineel 22 de septiembre eran concluyentes.Dado que la monarquía no parecíamostrarse hostil al Fascismo, éste larespetaría porque significaba la conti-

nuità storica della nazione. Si a esamoderación se unía la propuesta deque los fascistas se conformarían conun máximo de cuatro carteras ministe-riales, el recelo para muchos parecíaestar de más. En este sentido, la Mar-cha sobre Roma, tenida como la obramaestra, il capolavoro, de Mussolini,hay que contemplarla también y así seexplica mejor, desde las ventajas queun acuerdo con el fascismo parecíaofrecer a no pocos políticos italianos.Para Renzo de Felice, aquel aconteci-miento, hito en el acceso del fascismoal poder, “no fue en realidad sino la fa-chada, por muy espectacular que fuera,de una sutil operación política”.

La Marcha sobre Roma tuvo variosensayos. Uno de ellos, quizá el más im-portante, fue la concentración de milesde escuadristas del Trentino y del AltoAdigio en la ciudad de Trento en losprimeros días de octubre, pero fue en

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jefe del gobierno, Orlando, y su minis-tro de Exteriores, Sonnino, tuvieronque defender sus reivindicaciones fren-te a la resistencia del norteamericanoWilson, del británico Lloyd George y,sobre todo, del francés Clemenceau. Latensión en el curso de la conferenciallegó a tal grado que Orlando llegó adecir: Siamo un popolo sobrio e conos-ciamo l’arte di morire di fame, amena-zando con un alejamiento diplomático

y comercial de los aliados vencedoresde la guerra. La ruptura se precipitó. El24 de abril, Orlando abandonó la con-ferencia y, dos días después, lo hizoSonnino, mientras en Italia se afianza-ba la idea de que aquella había sidouna vittoria mutilata.

La aventura de D’AnnunzioA fines de abril, en su periódico Il Po-polo d’Italia, Benito Mussolini alentó auna anexión, sin más contemplacio-nes, de Fiume, en la seguridad de queno habría respuesta: “Los yugoslavosno pueden hacer la guerra a Italia; notienen cañones ni ametralladoras, niaviones, ni municiones, ni víveres”.

Pocos días después, las palabras deMussolini recibieron el caluroso apo-yo de Gabriele D’Annunzio. Al frentede 2.500 hombres, entre los que se en-contraban los granaderos de Cerdeña,el literato entró en Fiume y tomó po-sesión de la ciudad en nombre de Ita-lia en una rápida operación, cuyo éxi-to vino en gran medida asegurado porla complicidad de las autoridades mi-litares y la psicosis del golpe de Esta-

do que dominaba la vida italiana du-rante esos meses.

Indudablemente, la aventura deD’Annunzio fue un reto al Gobierno.En el plano internacional, nadie creíaque una operación con intervenciónde tropas italianas se pudiera haberllevado a cabo sin su aprobación o, almenos, sin su conocimiento. La con-dena del primer ministro Nitti fue tanexplícita como claro fue el aplauso yel aliento que D’Annunzio recibió deMussolini, para quien la operación deFiume tuvo mucho de modelo a imitaren el camino hacia el poder. “La ocu-pación de Fiume –escribió el comu-nista Angelo Tasca– dio al fascismo el

modelo para sus milicias y para suuniforme, el nombre para sus escua-dras, su grito de guerra y su liturgia.Mussolini copiará de D’Annunzio todoel aparato escénico, incluidos los diá-logos con la multitud. D’Annunzio se-rá víctima del mayor plagio que se ha-ya visto”.

“Gandules en una eterna siesta”La correspondencia que entre ambospersonajes utilizara Renzo de Felice enel primer volumen de su biografía deMussolini (Mussolini il rivoluzionario)es clara muestra tanto de su talantepersonal como del momento que vivíaItalia. Embriagado de su empresa y delcalor que ha recibido de la poblaciónfiumana, escribió D’Annunzio: “Si almenos media Italia se pareciese a estosfiumanos, tendríamos el dominio delmundo”. Y convoca a cuantos italianos,“gandules en una eterna siesta”, pue-dan tomar ejemplo de él: “Yo no duer-mo desde hace seis noches; la fiebreme devora. Pero sigo en pie”. Mussoli-ni le contestó por carta, pero tambiénen un artículo de Il Popolo d’Italia, enel que convocó una suscripción “pro-Fiume”, que pronto recogió tres millo-nes de liras. En su carta le confirmó: Iosono deciso a tutto. Y concluía con es-ta despedida: Vi abbraccio con fede in-mensa e con inmutata simpatia.

Una fecha clave en la historia delFascismo y en la biografía de Mussolinifue el 23 de marzo de 1919, en que secrearon los Fasci Italiani di Combatti-mento, en un acto celebrado en la pla-za del Santo Sepulcro de Milán. El nú-cleo más numeroso de estos nuevosfascios lo constituyeron antiguos com-batientes, entre ellos un importantegrupo de arditi, junto a futuristas, anar-quistas e incluso algunos socialistas. Entotal, unas trescientas personas. Enesos primeros Fasci ya estaban presen-tes, como hace notar De Felice, las dosalmas que caracterizarían al Fascismo,la de origen sindicalista revolucionarioy la de origen nacionalista. El llamadoPrograma de Santo Sepulcro conteníaen sus puntos esenciales el sufragiouniversal, en el que se incluía el votode las mujeres y de los mayores de 18años, la jornada laboral de 8 horas pa-ra todos los trabajadores, su participa-ción en el funcionamiento técnico delas empresas, la modificación del pro-

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Una escuadra fascista posa junto al tren que la condujo a Roma, en octubre de 1922, en lamarcha que congregó en la capital italiana a más de 40.000 camisas negras.

40.000 CAMISAS NEGRAS

Al caer la tarde del lunes 30 de octu-bre, las calles más céntricas de Ro-

ma estaban invadidas por los camisas ne-gras de Mussolini. Eran, según fuentesfiables, unos 40.000 hombres, a los que seveía generalmente bien uniformados yencuadrados, tanto que no se produjeronincidente de importancia, pese a que vi-vaqueaban al aire libre.

El 24, Mussolini había reunido en Ná-poles una magna concentración fascistaque ya clamaba “¡A Roma, a Roma!” aúnantes de que hablara el Duce. Éste exigióel poder: “O nos entregan el Gobierno olo tomamos, cayendo sobre Roma”. Evi-dentemente, todo lo tenían preparado.Según fuentes fascistas, Italia estaba divi-dida en doce zonas de movilización. Mus-solini dio la orden de que sus camisas ne-gras se pusieran en marcha el día 27, vier-nes; sus columnas avanzaron hacia la ca-pital, engrosando con los grupos que seiban uniendo a su paso. En general, losfascistas hallaron libre el camino y co-menzaron a alcanzar los arrabales de Ro-ma el día 28; al caer la tarde del sábado seasegura que ya eran más de 25.000. En laciudad existía cierto temor ante posiblesdisturbios y desmanes, pero la guarniciónde Roma –que contaba con unos 12.000hombres equipados con artillería, ametra-

lladoras y autos blindados– hubiera bas-tado para rechazarlos. El general Bado-glio había declarado que sólo necesitabauna orden y quince minutos para disper-sar a los camisas negras.

El domingo 29, la concentración fascis-ta alcanzaba ya los 40.000 hombres. Pa-recía, sin embargo, que había muchas du-das entre ellos y fuentes bien informadassuponían que Mussolini –que seguía en

Milán– tenía puesto un ojo en Roma yotro en la frontera, por si iban mal las co-sas. La crisis se resolvió en la tarde del do-mingo. El Rey, ante la inactividad delGobierno y la división del Parlamento,decidió finalmente llamar a Mussolini.Doce horas después, éste llegaba a Roma,en cuyos alrededores acampaban ya40.000 fascistas.

DAVID SOLAR

Los líderes fascistas se preparan para un mitin en la Piazza del Popolo de Roma, el 22 deoctubre de 1922. De izda. a dcha., Bianchi, De Bono, Teruzzi, Mussolini, Vecchi y Balbo.

Mussolini aplaudió la ocupación de Fiume,que había defendido con ardor desde laspáginas de su periódico, IL POPOLO D’ITALIA

MUSSOLINI, LA GÉNESIS DE UN DICTADORLA MARCHA SOBRE ROMA

gabinete con sólo tres miembros delpartido fascista, junto a un nacionalista,un liberal, tres socialdemócratas, dospopulares, dos militares de prestigio y elfilósofo Giovanni Gentile. Como era deesperar, este gabinete de coalición teníalos días contados. En la medida en queel Gobierno se iba radicalizando, los mi-nistros no fascistas, empezando por losmiembros del Partito Popolare, lo fue-ron abandonando.

A partir de esa fecha ya se hacen fre-cuentes en la vida romana los fogososdiscursos de Mussolini desde el balcóndel Palacio Venecia y los grandes desfi-les fascistas. La revista española La Esfe-ra publicaba en su número del 18 denoviembre la foto de un Mussolini diri-giéndose a la Tumba del Soldado Des-conocido, en el Vittoriano de Roma yescribió este pie: “Sin la camisa negra niel gorro de punto de los días de lucha,con la camisa blanca, la levita y el som-brero de copa de las grandes solemni-dades, Mussolini atraviesa las calles deRoma en medio de tres ministros paravisitar la Tumba del Soldado Descono-cido. Tiene el gesto duro del conquista-dor, la actitud erguida del que se sabesostenido por millares de ciudadanosentusiastas. He aquí un bello capítulopara la obra que seguramente no dejaráde escribir D’Annunzio”.

El delito MatteotiPosiblemente, la voz que en los si-guientes meses y desde los escañosparlamentarios del Partido Socialista sehiciera oir con más persistencia fuera lade Giacomo Matteoti. Los fascistas loconsideran uno de sus adversarios máspeligrosos, al punto de que Il Popolod’Italia, en su número del 23 de mayode 1923, ya le advirtiera de que “si lle-gase un día en que se encontrase con lacabeza rota, no tendría derecho a la-mentarse”. En la sesión de la Cameradei Deputati del 30 de mayo de 1924, lavoz de Matteoti se alzó de nuevo con-tundente para denunciar la corrupción,las violaciones de los procesos electo-rales, la coacción y la violencia ejerci-das desde el Gobierno. El discurso ter-minaba con la petición de anular laselecciones y declarar nulos sus resulta-dos. Tal propuesta sería consideradapor Il Popolo de mostruosamente provo-catoria. De las consecuencias que pu-dieran tener sus palabras era Matteoti

perfectamente consciente, al punto dedecir a algunos de sus correligionarios:“Cuanto tenía que decir, lo he dicho.Ahora preparadme el elogio fúnebre”.De la cólera de Mussolini tras aquellasesión parlamentaria hay numerosostestimonios, pese a que en los siguien-tes días y de acuerdo con una tácticamuchas veces utilizada, mostrase en laCámara un tono más conciliador. Peroparalelamente, desde los sectores másviolentos del Fascismo, se preparó unatentado a Matteoti. El 11 de junio, a las4 de la tarde, cuando Matteoti camina-ba por el lungotevere Arnaldo da Bres-cia, fue agredido salvajemente e intro-ducido en un coche, en el que minutosdespués y como consecuencia de múl-tiples golpes y heridas, murió. El cochevagó por los alrededores de Roma has-

ta que decidieron introducirse en unazona boscosa, la Quartarella, a 23 kiló-metros de la ciudad y allí, en una su-perficial fosa improvisada, abandonarel cadáver. La alarma por la desapari-ción de Matteoti inmediatamente ganóla vida de Roma. En la tarde del día 12,el propio Mussolini compareció en laCámara, comunicando “haber dado ór-denes tajantes de intensificar la búsque-da en Roma, fuera de Roma, en otrasciudades y en los pasos fronterizos”. In-cluso recibió en Montecitorio a la mujerde Matteoti, asegurándole –cuando yaera conocedor de los hechos– que ha-ría cuanto fuese posible para que sumarido fuese hallado sano y salvo.

Algunos testigos habían observado elautomóvil, un Lancia, apostado cercade la casa de Matteoti y habían tomado

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la reunión secreta celebrada en el 24de octubre en Nápoles donde se deci-dió la acción. Desde una perspectivamilitar, la Marcha sobre Roma no fueuna operación bien montada, inclusono sería excesivo calificarla de chapu-cera. No hubo ni orden ni puntualidaden el cumplimiento del plan previsto.Muchos de los escuadristas viajaban entrenes que, al ser cortadas algunas víaspor orden del Gobierno, no pudieronllegar a su destino. El mismo tren enque viajaba Mussolini llegó con retraso.A ello se unió una adversidad impre-vista, una lluvia torrencial que añadiónuevos obstáculos a la Marcha y a lainstalación de campamentos. Pese a to-do, la operación consiguió situar enRoma o en localidades próximas aunos cuarenta mil fascistas.

El Gobierno intentó, en una reuniónconvocada a las cinco de la madrugadadel 28, un decreto que declarase el es-tado de sitio, cosa que no logró ante laindecisión del Rey a firmarlo. Indeci-siones que procedían de la propia de-bilidad de Victor Manuel III ante losacontecimientos, del favor que la reinamadre prodigaba a los fascistas y de laspropias simpatías que estos gozabandel duque de Aosta, que incluso podríaser pieza de recambio en la Corona. Enrealidad, Victor Manuel no hizo másque seguir, desde la más alta magistra-tura del Estado, la nula voluntad de re-sistencia que se había apoderado de lavida italiana.

A esas alturas no valían soluciones decompromiso. Mussolini se sentía sufi-cientemente fuerte para no aceptar un

Gobierno presidido por Salandra, tras ladimisión del gabinete Facta. El 29 de oc-tubre, escribió en Il Popolo d’Italia: “Pa-ra terminar en una solución Salandra,no valía la pena haberse movilizado. ElGobierno debe ser netamente fascista”.El 29, el rey le convocó para ofrecerleformar gobierno. Con la teatralidad quesiempre le caracterizó, Mussolini se pre-sentó ante él vistiendo la camisa negradel partido: “Pido perdón a Vuestra Ma-jestad si me veo obligado a vestir aún lacamisa negra, muestra de la batalla fe-lizmente incruenta que hemos tenidoque librar”. En realidad, no había habi-do tal batalla, pero era cierto que el po-der se había tomado en la calle. A sus39 años, Mussolini, que junto a la presi-dencia se adjudicó las carteras de Inte-rior y de Asuntos Exteriores, formó un

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El rey Víctor Manuel III recibe a Mussolini en su despacho, en octubre de 1922, y le encargaformar Gobierno, según un dibujo contemporáneo.

Una patrulla militar junto a una alambrada en las calles de Roma durante la marcha fascista,que se saldó sin violencia y con la entrada de Benito Mussolini en el Gobierno.

La fábula del “buen dictador”

El octogésimo aniversario de la Marchasobre Roma será de nuevo ocasión para

reavivar el debate historiográfico, nunca ce-rrado, sobre los veinte años de régimen fas-cista en Italia y, paralelamente, sobre la fi-gura y la obra de su principal protagonista,Benito Mussolini.

Muy recientemente y bajo el título deMussolini, la fábula del “buen dictador”, se ha-cía referencia en la prensa italiana al debatenuevamente abierto sobre su personalidad ysobre la vigencia que, a más de medio siglo,puede seguir teniendo el antifascismo, loque naturalmente presupone la existencia oel riesgo de un nuevo o renovado fascismo.Ya cuando en 1983 se conmemoraba el cen-tenario del nacimiento de Mussolini, recor-dábamos en un artículo que, mientras en laEuropa de los sesenta, con prosperidad eco-nómica, pleno empleo y una sociedad insta-lada en la cultura del bienestar, los fascismosparecían totalmente superados, no se podíadecir lo mismo en la Europa de los ochenta.Tal realidad se hace aún más evidente en laEuropa de comienzos del nuevo milenio, co-mo prueban partidos y tendencias con evi-dentes similitudes con aquellos que se tie-nen por caracteres propios del fascismo. Es-te nuevo fantasma que parece empieza a re-correr Europa, por muy incipiente y mino-ritario que se crea y en un contexto interna-cional muy distinto al de la primera pos-guerra mundial, lleva a concluir que “ha si-do un error imaginarse que las cuentas con

el fascismo estaban ya saldadas”. Y que, enconsecuencia, el antifascismo parece no ha-ber perdido sentido ni razón de ser. Para al-gunos analistas de la realidad política italia-na, y aún de la europea, han causado escán-dalo o, al menos, perplejidad las palabras deBerlusconi, con motivo de la cumbre de laOTAN celebrada el pasado mayo en Praticadi Mare, al señalar los “tres enemigos” antequienes defenderse: “comunismo, nazismo yestatalismo”. Como advertía Alberto DeBernardi, profesor de Historia Contemporá-nea de la Universidad de Bolonia, “con loque estamos viendo desde Austria a Francia,desde Holanda a nuestra propia Italia ymientras cobra fuerza un peligroso anti– an-

tifascismo, colocar el antifascismo sobre lamesa de los valores de las democracias euro-peas me parece ahora más que nunca de unaurgencia absoluta”.

Situándolo en el momento histórico desu aparición, Renzo de Felice siempre in-sistió en diferenciar nazismo y fascismo, notanto a partir de sus respectivas ideologíascomo de sus hombres clave, de sus líderes.La personalidad de Mussolini ha sido y si-gue siendo objeto de estudio y de debate.Téngase en cuenta que en la Bibliografíaorientativa del fascismo, publicada por Ren-zo de Felice en 1991, con 12.208 entradas,las dedicadas a obras sobre Mussolini vande la 721 a la 1.084. En su voluminosabiografía, De Felice intentó comprender elfascismo desde dentro y observarlo desde laperspectiva de quienes lo habían vivido ypromovido. Esto, en un historiador proce-dente del comunismo, le supuso tremendascríticas que iban desde el pecado de fasci-nación ante la figura del biografiado hastael delito de traición, la “puñalada del his-toriador”, que buscaba una rehabilitacióndel fascismo. El propio De Felice tuvo quedefenderse argumentando al extremismode sus críticos, procedentes sobre todo delsinistrismo storiografico de los años setenta,que “el fascismo había dejado en herencia alos antifascistas una mentalidad fascista(…) una mentalidad de intolerancia, de so-berbia ideológica, de descalificación deladversario hasta destruirlo”. M. E. B.

MUSSOLINI, LA GÉNESIS DE UN DICTADORLA MARCHA SOBRE ROMA

Retrato de Mussolini, en torno a 1940.

Durante los tres años y me-dio que Italia combatió enla Primera Guerra Mundial,tuvo casi 1.200.000 bajas;

más de 600.000 muertos y 500.000 in-válidos. El esfuerzo de guerra fue enor-me: en 1917 y 1918, la fuerza media encombate alcanzó los 2.200.000 solda-dos. Al impacto en la economía, en laestructura social, en las mentalidades,etc., se añadió en Italia un profundosentimiento de frustración (la “victoriamutilada”) por los escasos logros al-canzados frente al esfuerzo realizado.La posibilidad de volver atrás y consi-derar el período bélico como un pa-réntesis se convirtió en un vano y do-loroso empeño. Ante el triunfo definiti-vo de los partidos de masas, la vieja po-lítica liberal, basada en las relacionespersonales, tenía los días contados y suesfuerzo por recuperar la “normalidad”infravaloró los cambios que la guerrahabía generado, entre ellos, y sobre to-do, la transcendencia del movimientofascista.

Cuando a finales de 1922 algunos in-dicadores macroeconómicos comenza-ban a recuperar los niveles de 1913, elsistema liberal se hundió definitiva-mente, ahogado por un golpe de Esta-do sui generis como fue la Marcha so-bre Roma.

A pesar de que el Fascismo fue “hijode la guerra”, la crisis del sistema libe-ral hundía sus raíces en los años pre-

FERNANDO GARCÍA SANZ es científico titulardel Instituto de Historia del CSIC.

LA MARCHA SOBRE ROMA

NOVECENTO

cedentes al conflicto. El sistema políti-co italiano de las dos primeras décadasdel siglo XX estuvo enmarcado por doscrisis profundas: la de 1898, que abriópaso a la reforma del sistema en senti-do integrador y democratizante, al cre-cimiento económico y a una relativapaz social, y la Primera GuerraMundial, que ahondó los proble-mas que habían comenzado a apa-recer entre 1912 y 1913.

Reacción e integraciónDesde la desaparición políticade Francesco Crispi en 1896, lapolítica represiva se acentuó araíz de los sucesos de mayo de1898, entendidos por los Go-biernos de Antonio di Rudiní(1896-1898) y del general Lui-gi Pelloux (1898-1900) comoun intento organizado parasubvertir el orden constitu-cional mediante la revo-lución. La derecha libe-ral entendía el sistemapolítico de forma ex-cluyente y reacciona-

Este cartel, que pide ladestrucción delbolchevismo,representado por labandera roja rota alos pies del jovenfascista, retrata laidea de la partida de la porra comorepresora de lasreivindicaciones obreras.

El irresistible ascenso de Mussolini fue el colofón delfracaso del sistema liberal en Italia. Cuando el Gobiernorecurrió a los fascistas para frenar al movimiento obreroy “poner orden”, éstos le sustituyeron en el poder.Fernando García Sanz explica la génesis del fiasco

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su matrícula. A últimas horas del día 12era descubierto, con grandes desperfec-tos y numerosas manchas de sangre,testimonio de la lucha que en su interiorse había dado. Mussolini se vio obliga-do a comparecer de nuevo en la Cáma-ra la tarde del 13. Allí calificó el delitode “bestial” y “nefando”, afirmando in-cluso que solo “un enemigo mío perso-nal” hubiera podido hacer “algo tan dia-bólico”, situándose así también comovíctima. Después de asegurar a la opo-sición que la investigación continuaríacon todos los medios posibles, hizo queel presidente de la Cámara, Alfredo Roc-co, suspendiera por tiempo indetermi-nado las tareas parlamentarias. Hasta el16 de agosto no se encontró el cuerpodel diputado socialista.

Para muchos de los que sin ser fascis-tas se mostraron favorables al acceso alpoder de Mussolini, el “delito Matteoti”fue el gran revulsivo. Sería el caso degrandes nombres del liberalismo, comoGiolitti, Orlando o Salandra, que con-templaban aterrados la realidad que seabatía sobre Italia y muy pronto o a lospocos meses pasaron a las filas de la ca-da vez más débil oposición. Un hombrede la talla intelectual de Benedetto Cro-ce, para el que el “delito Matteoti” fuetambién un punto y aparte en la marchadel Fascismo, aún confiaba una norma-lización de la vida italiana y una recu-peración del sistema constitucional. Ensu Storia d’Italia dal 1871 al 1915, pu-blicada en 1928, todavía hacía un retra-to positivo de Mussolini, que se le ofre-cía como “una personalidad viva y vital,dotada no solo de un fino olfato políti-co, sino capaz como pocos de percibirlas exigencias profundas que germina-ban en las vísceras de la sociedad italia-na”. Evidentemente, la percepción deesa sociedad italiana distaba de ser lamisma en ambas personalidades. Añosmás tarde, ya en los cuarenta, Croce re-conoció que el Fascismo había llevadoa Italia a la ruina y que era veramentemorto nell’anima di tutti.

Plenitud del Estado corporativoEl 27 de junio, un importante númerode diputados se encerró en una de lassalas de Montecitorio y, tras un home-naje a la memoria de Matteoti, cuyocuerpo aún no había sido hallado,aprobaron la abstención de sus laboresparlamentarias en tanto no fuera res-

taurado el orden político y jurídico que-brantado. Es la que se conoce como“secesión del Aventino” en recuerdo deun episodio de la Roma antigua, cuan-do los representantes de la plebe se re-tiraron a esta colina en protesta contrala prevaricación de la clase patricia. Enel grupo figuraban nombres como elsocialista Filippo Turati, Luigi Sturzo,fundador del Partito Popolare, Alcidede Gasperi y el comunista GiovanniAmendola, un año después tambiénvíctima de una agresión fascista. Su ges-to tuvo, sin embargo, más resonanciamoral que eficacia política.

Mussolini, aparentemente muy afecta-do por los acontecimientos, contó in-mediatamente con el estímulo de su en-torno más extremista, caso fundamen-talmente de Roberto Farinacci, y con elpropio apoyo del Rey. Una clara supe-ración de esa aparente crisis personalfue su discurso a la Cámara del 3 deenero de 1925. En él, anunció Mussolinilas medidas que fueron pronto conoci-das como leggi fascistissime, que en po-co tiempo dieron al traste con lo querestaba de la estructura constitucionalde la Monarquía. Es el discurso en queMussolini asumió plenamente las accio-nes del fascismo. “Si el fascismo no hasido mas que aceite de ricino y porra,en vez de una soberbia pasión de lamejor juventud italiana, ¡mía es la culpa!Si el fascismo ha sido una asociaciónpara delinquir, ¡yo soy el jefe de estaasociación de delincuentes!”. A lo largodel año, el Estado liberal agnóstico de-jaba paso al Estado corporativo. La retó-

rica del propio Mussolini lo precisó enel articulo que, de su mano y con su fir-ma, se puede leer en el volumen XIV dela Enciclopedia Italiana: “Para el fascis-mo, el Estado no es el guardián noctur-no que se ocupa sólo de la seguridadpersonal de los ciudadanos; menos aúnuna organización con fines puramentemateriales, como aquellas que garanti-zan un cierto bienestar y una relativapacífica convivencia social, para lo quebastaría con un consejo de administra-ción; tampoco una creación de pura po-lítica, sin contactos con la realidad ma-terial y compleja de la vida de los indi-viduos y de los pueblos. El Estado, tal ycomo el fascismo lo concibe y realiza,es un hecho espiritual y moral, y pues-to que concreta la organización política,jurídica y económica de la nación, es ensu origen y en su desarrollo una mani-festación del espíritu”. Para más afirmareste carácter cuasi religioso del Fascis-mo, cierra así su artículo: “Que sea unadoctrina de vida, lo demuestra el hechode que haya suscitado una fe; que la fehaya conquistado las almas, lo demues-tra el hecho de que el fascismo ha teni-do ya sus caídos y sus mártires”. Estamística del martirio la aplicó profetica-mente a su propio futuro: La mia opi-nione è che saró ucciso nel mio ufficio.No lo fue precisamente en su despacho,lo que hubiese significado su perma-nencia en el poder, sino en un campo yhuyendo en una Italia destrozada y enlos estertores de una guerra liquidadoradel régimen que él mismo había creadoy presidido. n

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El rey Víctor Manuel III y Benito Mussolini pasean en carruaje por Roma, tras la entrada del líder fascista en el Gobierno italiano. A sus 39 años, había tomado el poder.

yendo de hecho la vigencia del non ex-pedit, aunque el Papado sostuviera susposiciones frente al Estado italiano. Losvotos católicos, además de llevar dos di-putados al Parlamento, se dirigieron aapoyar las candidaturas anti-socialistasde moderados y giolittianos.

A partir de 1912, coincidiendo con elfinal de la Guerra Italo-turca y con laadopción del sufragio universal mascu-lino, la tendencia revolucionaria del Par-tido Socialista se impuso definitivamen-te a la facción reformista, haciendo sal-tar en pedazos uno de los pilares de lapolítica giolittiana. Esta nueva situaciónprovocó un acuerdo generalizado entrecatólicos y liberales en las elecciones de1913, conocido como Pacto Gentilone(por el conde Ottorino Gentilone, presi-dente de la Unione Elettorale Cattolica).

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concentración territorial bajo el cual sehabía llevado a cabo la industrializa-ción. Esto acentuó el fenómeno emi-gratorio que conoció, durante estosaños, una de sus fases álgidas. La emi-gración transoceánica tomó el relevode forma definitiva a la que se dirigíahacia el continente europeo y los terri-torios ribereños del Mediterráneo yfueron precisamente las regiones meri-dionales las que nutrieron el grueso dela emigración hacia los territorios ame-ricanos. Pero también la emigracióngeneró efectos positivos para la econo-mía: en 1911 se calculaba que las re-mesas que enviaban los emigrantes asu país de origen se elevaban a 500 mi-llones de liras, con los consiguientesefectos en la balanza de pagos.

En conjunto, durante los tres prime-ros lustros del siglo, fue evidente el sal-to hacia adelante que se operó en eldesarrollo económico de Italia, a pesarde los desequilibrios, las carencias es-tructurales y los vicios del sistema.

Guerra al turcoEn 1911, impelido por la marcha de lasrelaciones internacionales que augura-ban un inmediato acuerdo entre Fran-cia y Alemania por la cuestión de Ma-rruecos, Giolitti “se vio obligado” –se-gún sus propias palabras– a declarar laguerra a Turquía y emprender la Cam-paña de Tripolitania y Cirenaica (Libia).La guerra le granjeó consensos inespe-rados, como el de importantes jerarquí-as católicas, pero le sustrajo el apoyode los socialistas. El vínculo no habíasido idílico con ninguna de estas dosfuerzas, pero se habían podido mante-ner buenas relaciones dentro de unosmárgenes. Las dificultades que se pre-sentaban a un entendimiento con lossocialistas parecieron allanarse cuando,en el VI Congreso del PSI (1900), seimpusieron las tesis de la corriente re-formista, encabezada por Filippo Tura-ti y Leonida Bissolati.

Varias de las iniciativas del Congreso,tanto políticas, como económicas, erancontempladas también por los progra-mas de las fuerzas de tendencia demo-crática o del liberalismo progresista.Por tanto, eran realizables dentro delordenamiento legal del sistema. La his-toria del PSI en los primeros años de si-glo se resuelve precisamente en laconstante pugna entre reformistas y re-

volucionarios. Giolitti llegó a ofreceruna cartera ministerial a Turati en 1904,pero el lider socialista la rechazó, comohizo Bissolati años más tarde, si biencontinuó dando su apoyo condiciona-do a la “línea democrática” de Giolitti.

La facción revolucionaria del socialis-mo ganó mucho terreno a partir de 1904y con su apoyo se desarrolló la huelgageneral de septiembre de 1904, la pri-mera en la Historia de Italia. Este acon-tecimiento tuvo hondas repercusionesen otros sectores. Giolitti aprovechó lahuelga para convocar elecciones e in-tentar rentabilizar el descontento públi-co contra el Partido Socialista.

La medida tuvo éxito porque los cató-licos, con la anuencia de la Santa Sede,por primera vez en la Historia de la Ita-lia unida, acudieron a las urnas destru-

Giovani Giolitti, el gran protagonista de la vida política italiana de los tres primeros lustros delsiglo XX, que fueron bautizados como età giolittiana. Retrato por E. Ortega.

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ria. Las medidas legales buscaban, enúltimo término, reforzar el poder eje-cutivo en detrimento de la instituciónparlamentaria.

La izquierda liberal, apoyada por radi-cales, republicanos y socialistas, se opu-so frontalmente a esta política. La obs-trucción parlamentaria llevó al Rey a di-solver la Cámara y convocar eleccionesen junio de 1900. Los comicios pusieronen evidencia el importante crecimientodel Partido Socialista –que pasó de 15 a33 escaños, lo que suponía el 13 % delos votos emitidos– en tan sólo cincoaños, mientras que los radicales logra-ban 34 y los republicanos, 29.

Al general Pelloux le sustituyó el yacasi octogenario Giuseppe Saracco (ju-nio 1900-febrero 1901), que desde1898 ejercía la Presidencia del Senado.

El viejo político liberal comenzó sumandato con una conciliadora actitud,pero el ambiente de relativa tranquili-dad se vio roto, un mes después, por elasesinato de Humberto I a manos delanarquista Gaetano Bresci, en Monza,el 29 de julio.

El sucesor, Víctor Manuel III, fuebien acogido por las fuerzas de la iz-quierda constitucional. El monarca seiba a convertir en uno de los principa-les baluartes de la línea política em-prendida en Italia, que tuvo en Giova-ni Giolitti su figura principal. Desde1903 hasta marzo de 1914, con peque-ños paréntesis, Giolitti fue el claro do-minador de la vida política italiana. Deahí que estos tres primeros lustros delsiglo XX sean conocidos en la historiade Italia como età giolittiana.

El comienzo del siglo XX fue untiempo de notable prosperidad econó-mica, relativa paz social, estabilidadpolítica y, como afirmó Croce, un con-junto de años “en los que mejor se re-alizó la idea de un gobierno liberal”.Giolitti tuvo el gran mérito de com-prender que los cambios económico-sociales del país requerían un enfoquenuevo. La solución pasaba por llevar acabo una política que, mediante lasoportunas reformas laborales (libertadde huelga, reducción del horario labo-ral, etc.), contributivas (reducción delimpuesto sobre algunos productos bá-sicos) y una mayor atención a la cues-tión meridional, permitiese lograr un“desarme” del carácter revolucionario ysubversivo de las izquierdas, incorpo-rándolas al sistema constitucional.

La política reformista emprendida porGiolitti necesitaba el apoyo de ampliasmayorías parlamentarias, lo que se lo-graban, en buena medida mediante lasistemática intervención del Estado enlos procesos electorales. El sistema utili-zado fue establecer unas redes cliente-lares, sobre todo en el sur del país, queobtenían del Estado una serie de bene-ficios a cambio de su voto. El fraudeelectoral en Italia estaba menos genera-lizado que en España, aunque en am-bos países era una práctica consustan-cial al funcionamiento del sistema polí-tico. La intervención del Estado en laselecciones se veía facilitada, escribe Ca-rocci, porque las relaciones de carácterpersonal entre los ministros, los prefec-tos, los diputados y los electores seguí-an constituyendo la base de la vida po-lítica, lo que dejaba el camino abierto alas injerencias gubernativas en la prácti-ca electoral y parlamentaria.

Desequilibrio y emigraciónEn 1915, Italia seguía siendo un paíspredominantemente agrícola, perofrente a los últimos años del siglo XIXel panorama general había variado, ha-ciéndose evidente el salto hacia la in-dustrialización. Sin embargo, el despe-gue industrial no sólo fue ineficaz parasolucionar algunos de los graves pro-blemas económico-sociales que Italiatenía planteados, sino que, en ciertamedida, los soliviantó y creó otrosnuevos. Durante estos años se acentuóla distancia entre el Mezzogiorno y elresto del país, por el elevado grado de

Colonos italianos en Cirenaica. En 1911, Giovani Giolitti declaró la guerra a Turquía yemprendió la Campaña de Tripolitania y Cirenaica, que contó con el apoyo de la Iglesia.

Fusilamiento de un árabe por soldados italianos en Trípoli, en un episodio de la Guerra Italo-turca que reprodujo la revista Blanco y Negro.

NOVECENTOLA MARCHA SOBRE ROMA

recía una solución de emergencia seconvirtió en la norma hasta el ascensoal poder del Fascismo.

A la división entre neutralistas e in-tervencionistas, entre giolittianos y an-tigiolittianos, se sumó, dentro de las fi-las del liberalismo, el desgaste produ-cido por la gestión del país durante laguerra y una nueva división interna porlas reivindicaciones territoriales, causadirecta de la caída del gabinete Orlan-do, en junio de 1919. Su sucesor, Fran-cesco Saverio Nitti, se propuso un am-plio programa de reformas para supe-rar la gravedad de la situación econó-mica y restablecer la fortaleza de lasinstituciones, comenzando por promo-ver la aproximación del país real al pa-ís legal mediante la promulgación deuna nueva ley electoral que procuraseuna Cámara democrática y, por tanto,que consolidase las bases popularesdel sistema político. Posiblemente, Nit-ti no alcanzó a calcular el efecto de laselecciones, que se llevaron a cabo enel mes de noviembre mediante el siste-ma proporcional y escrutinio de lista,introducido por primera vez.

“En Italia como en Rusia”El ambiente reinante era de una violen-cia extrema. En 1919 se produjeron1.871 huelgas –el 90 %, en la industria–en las que participaron más de un mi-llón y medio de trabajadores. En el Par-tido Socialista se imponían las tesis re-volucionarias que promovían la luchapor una república socialista y la dicta-dura del proletariado, bajo el lema “EnItalia como en Rusia”. Como respuesta,desde las páginas de Il Popolo d’Italia,Mussolini llamaba a la lucha contra loque denominaba la bestia ritornante,convirtiéndose en portavoz de los na-cionalistas y las asociaciones “comba-

tentistas” (Arditi, futuristas y Asociaciónde Combatientes) que se presentabancomo baluarte patriótico frente a la hu-millación internacional y al peligro rojo.En marzo de 1919, fundó los Fasci diCombattimento.

En enero, se había creado el PartitoPopolare Italiano bajo la dirección de

Luigi Sturzo, que comenzó a extendersepor todo el territorio con el apoyo delaparato eclesiástico. Para complicar lascosas, la posición internacional de Italiase hizo más precaria cuando el 12 deseptiembre Gabriele D’Annunzio, conuniforme de teniente coronel de losLanceros de Novara, ocupaba la reivin-

dicada ciudad de Fiume, al frente de2.000 voluntarios. Ante este complicadopanorama, acuciado además por lasfrecuentes protestas públicas por el en-carecimiento de los productos de pri-mera necesidad, la ocupación de tie-rras, etc., el mundo liberal no supo en-contrar una respuesta válida. Al anali-

zar la Prensa los días de aquella cam-paña electoral, encontramos que el pri-mer tema que ocupa las páginas de losperiódicos, y marca las posiciones in-ternas y externas del liberalismo, es lavaloración de la intervención italianaen la guerra. Así, los liberales se pre-sentaron escindidos en dos listas: una

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ANTONIO GRAMSCI

1891-1937De izquierda socia-lista, acogió con ar-dor la RevoluciónRusa de 1917.Apoyó los consejosobreros de Turín en1920 y fue cofun-dador del PCI en1921. Encarceladoen 1926, murió enprisión.

GABRIELE D’ANNUNZIO

1863-1938El fascismo letransformó en hé-roe nacional italia-no por sus hazañasdeportivas y éxitosmilitares, como latoma de Fiume en1919, y copió de élsu lenguaje y susgestos grandilo-cuentes.

BENEDETTO CROCE

1866-1952Filósofo e historia-dor, senador y re-dactor del mani-fiesto de los inte-lectuales antifas-cistas de 1925. Apesar de su oposi-ción al régimen,Mussolini no consi-guió que se exiliarani le encarceló.

Transporte de vino en Italia a principios del siglo XX, una época de cierta prosperidadeconómica y paz social, en un país que seguía siendo predominantemente agrícola.

La duración de la guerra y el brutalesfuerzo que se pidió al país fue la ruinadel proyecto político conservador

En octubre de 1913, cuando se cele-braron las primeras elecciones con su-fragio universal masculino, la pobla-ción italiana se elevaba a 36 millonesde habitantes. En relación a las elec-ciones de 1904, el porcentaje de la po-blación con derecho a voto pasaba del8 % al 24 % y a pesar de que la absten-ción seguía siendo elevada, por encimadel 40 %, el porcentaje de votantes conrespecto a la población total llegó porprimera vez al 14 %. La mayoría alcan-zada por liberales y demócratas (380diputados sobre 508) resultaba aparen-temente incontestable, pero era en rea-lidad resultado de dos causas: el man-tenimiento del colegio uninominal, queno permitía una relación directa entrevotos y elegidos, de tal manera que losliberales obtuvieron una representa-ción muy por encima del número devotos a su favor mientras que, al con-trario, los socialistas se encontraban enla situación inversa; y, en segundo lu-gar, el triunfo de la mayoría se debióen gran medida al masivo apoyo de losvotos católicos, que contribuyeron aelegir en torno a 200 diputados; los so-cialistas pasaron de 41 a 80 represen-tantes y los católicos, de 14 a 29.

Guerra y pazGiolitti había intentado la conservacióndel Estado liberal, abriéndolo hacia lasmasas excluidas, católicos y socialistas,mediante una política de reformas eco-nómicas. En vísperas de la PrimeraGuerra Mundial, este intento se podíadar por fracasado. Giolitti, subrayaGentile, no había advertido el surgi-miento de nuevas clases medias, queno encontraban respuesta a sus preo-cupaciones en los programas de lasfuerzas liberales.

Antes de que se formase el nuevo Go-

bierno, todos los analistas coincidieronen captar la profunda transformaciónque el sufragio universal había llevadoal Parlamento. Por ello, se especulabasobre el inminente abandono del poderpor Giolitti, confiado en que, al contro-lar buena parte de la mayoría parlamen-taria, podría volver al poder en un mo-mento “más despejado”, como habíahecho ya en cuatro ocasiones. La crisisfue provocada en marzo de 1914. Perolos cálculos del político de Dronero fa-llaron a causa del estallido de la Prime-ra Guerra Mundial. El conservador An-tonio Salandra fue el encargado de for-mar nuevo Gobierno, llevando al autén-tico líder de los conservadores, SidneySonnino, a Exteriores.

La ocasión se presentaba propicia pa-ra la creación de un fuerte partido con-servador que aglutinase a las fuerzas li-berales. Para ello, la participación enuna guerra que todos presentían breve

podía convertirse en una baza impor-tante, pues la reivindicación de los terri-torios irredentos aglutinaba a fuerzaspolíticas de muy distinto signo, desdelos nacionalistas, radicales, republica-nos, hasta significativas figuras del so-cialismo reformista. El Gobierno consi-guió que el Parlamento avalase, en ma-yo de 1915, la decisión de entrar enguerra, que ya había sido tomada enconnivencia con el Rey tiempo antes.

El proyecto político de los conserva-dores se vino abajo al fallar todos loscálculos, porque la guerra se prolongómás de lo previsto, la derrota de Aus-tria no resultó ser tan sencilla y el es-fuerzo del país se elevó a cotas inso-portables. El hecho más significativo deeste fracaso fue la dimisión de Salan-dra, en junio de 1916, y la formaciónen adelante de Gobiernos nacionales,con la exclusión del Partido Socialistaoficial, opuesto a la guerra. Lo que pa-

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GIOVANNI GIOLITTI

1842-1928Su gran capacidadde maniobra le con-virtió en el manipu-lador de la políticaitaliana. Apoyó inte-resadamente a Mus-solini y, cuando qui-so frenarle, se que-dó sólo en defensadel sistema parla-mentario.

VICTOR MANUEL III1869-1947El régimen fascistale quitó el poderpolítico, pero le hi-zo emperador deEtiopía y rey de Al-bania. Tras la victo-ria aliada en la Se-gunda Guerra Mun-dial, hubo de abdi-car y partir al exi-lio.

FILIPPO TURATI

1857-1932Socialista reformis-ta, a veces alido deGiolitti, se opuso alingreso del PS enla III Internacional.Sólo se enfrentómoralmente al Fas-cismo y, tras elasesinato de Mat-teotti, se exilió enCórcega.

LOS PROTAGONISTAS

Pintoresca postal de principios del siglo XX, que retrata el dolce far niente en las calles deNápoles, representativo del atraso económico del Sur de Italia.

NOVECENTOLA MARCHA SOBRE ROMA

tos frente a los 170.000 de los socialis-tas. El proceso de institucionalizacióndel Fascismo comenzó con las eleccio-nes administrativas de noviembre de1920, cuando Giolitti le dio entrada enlos llamados “bloques nacionales”, conun programa decididamente anti-socia-lista. El éxito alcanzado en estas elec-ciones llevó a Giolitti a disolver las Cá-maras y convocar elecciones en mayode 1921. El cuadro político general sealteró muy poco en relación a 1919,pero sí destaca una novedad: la obten-ción de 35 escaños por parte de los fas-cistas y 10 de los nacionalistas.

Pacto fracasadoEn consecuencia, la situación político-parlamentaria no mejoró y ello provocóla caída de Giolitti a finales de junio.Los dos Gobiernos sucesivos encabeza-dos por el socialista reformista IvanoeBonomi (julio 1921-febrero 1922) y elliberal Luigi Facta (febrero-octubre1922), desde las mismas coalicionesque los gabinetes anteriores, pretendie-ron la búsqueda de un acuerdo queaplacase los enfrentamientos entre losdos extremos: fascismo y socialismo.Fruto de esta política fue el llamado“pacto de pacificación” (agosto 1921) alque llegaron fascistas, socialistas y lossindicalistas de la Confederazione Ge-nerale del Lavoro (CGL). Mussolini lle-gó a afirmar que este acuerdo era el ini-cio de un nuevo rumbo en la Historiadel país, pero poco tiempo después(noviembre) se vio presionado por suspropias bases para renegar del acuerdo,acusado de querer “parlamentarizar” elmovimiento fascista. Desórdenes, vio-

lencia, enfrentamientos con muertos yheridos volvieron a ennegrecer la vidadel país y el “pacto de pacificación” seresolvió con un clamoroso fracaso. Laprimavera y el verano de 1922 se carac-terizaron por las continuas manifesta-ciones fascistas con grandes moviliza-ciones de masas, casi siempre con finesintimidatorios o de presión, en diversaslocalidades de la Emilia, Toscana, Lom-bardía y el Véneto. El liberalismo hacíatiempo que gobernaba a la defensiva, yno eran pocos los que pensaban queningún Gobierno podría alcanzar la an-helada paz social sin la participación delos fascistas. Fue en esos momentoscuando se reveló la habilidad estratégi-

ca de Mussolini: mientras preparaba unplan de insurrección para la conquistadel poder, el jefe del fascismo estable-cía en el terreno parlamentario una se-rie de contactos, e incluso negociacio-nes, a través de intermediarios, con losprincipales exponentes liberales y de-mócratas, que proponían la formaciónde gabinetes de concentración con laparticipación de los fascistas.

El mecanismo insurreccional saltó en-tre el 27 y el 28 de octubre –durante losdías precedentes se había reunido en elTeatro San Carlo de Nápoles el ConsejoNacional Fascista–: durante la nochellegaron a Roma las primeras noticiasque referían las movilizaciones fascistas(se hablaba de 30.000 hombres arma-dos), de ocupaciones de cuesturas yprefecturas, de deserciones en los cuar-teles, de requisiciones de vehículos yde trenes. El Gobierno, en reunión ur-gente, decidió la proclamación del esta-do de sitio, pero Víctor Manuel III senegó a refrendarlo. La tarde de ese mis-mo día, el Rey confió a Salandra la for-mación de un nuevo Gobierno. Sin em-bargo, ante la imposibilidad de alcanzarun acuerdo y después de un último in-tento telefónico de convencer a Musso-lini, Salandra, al día siguiente, devolvióal Rey el mandato recibido. La reacciónde Victor Manuel fue comunicar a Mus-solini que se le confiaba el encargo deformar un nuevo gabinete. n

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Mussolini se dirige a los asistentes a un mitin en el Coliseo de Roma en 1920. En esa mismafecha, desde su periódico denunciaba la humillación internacional y el peligro rojo.

Una inyección de Fascismo

Europa reaccionó con relativa sorpresaante los cambios en Italia. El 28 de oc-

tubre, el diario El Sol vaticinaba el final delmovimiento fascista, diluido en los usos ycostumbres del régimen parlamentario: “ElFascio va a perder entre sus mismos prosé-litos su carácter legendario”. ¿Qué es el fas-cismo?, preguntaba Josep Pla en El Sol del31 de octubre. “Cosa típicamente medite-rránea –le había dicho a Pla Vicente BlascoIbáñez–, una cosa así como la asamblea deparlamentarios y el Somatén de Barcelona,mezclados, agitados y elevados a la enésima

potencia y sin la placidez idílica y pastorilde nuestra ínclita milicia burguesa”. “Nosé cómo será el fascismo italiano –escribíaen El Sol del 7 de noviembre Ramiro deMaeztu– (...) pero me satisface en cuantosignifica ruptura del pacifismo e indiferen-tismo liberales”. Más entusiasmo traslucíaManuel Bueno en El Imparcial: “Felicité-monos de que haya un Monarca en Europaque no se ha asustado de ensanchar el cau-ce constitucional para que el torrente revo-lucionario no se desbordase por encima delos márgenes del régimen”.

que sumaba a los intervencionistas,desde los nacionalistas a los conserva-dores; la otra, compuesta por los libe-rales y demócratas neutralistas o inter-vencionistas de última hora.

Con la orden expresa de Nitti a losprefectos de no intervenir en el proce-so electoral, sin el artificio del sistemamayoritario, con colegios uninominalesy sin el apoyo de los católicos, ahoraunidos en una fuerza propia, los resul-tados de las elecciones de noviembrede 1919 supusieron el fin de la hege-monía liberal. Más de un tercio de losvotos (32,3 %) fue a parar al PartidoSocialista, que apareció como la fuerzatriunfante, obteniendo 156 escaños; ensegundo lugar se situaban los popula-

res de Sturzo, con el 20,5 % de los su-fragios, equivalentes a 100 escaños; losliberales, sumando los votos con de-mócratas y radicales, obtuvieron el 40,5% de los votos, es decir, 197 diputados.Con los socialistas fuera del cuadro ins-titucional, sólo quedaba como alterna-tiva la formación de un Gobierno conel apoyo de los populares, como se hi-zo hasta 1922.

Pero la situación no daba tregua a la

estabilidad de los gabinetes. La perma-nente agitación obrera y campesina lle-gó al punto culminante en 1920, cuandose produjeron más de 2.000 huelgas demuy distinto signo y con razón se ha-blaba entonces de “huelgamanía”. ElGobierno de Nitti resistió hasta junio de1920, cuando fue sustituido por Giovan-ni Giolitti. Con los mismos métodosoperativos de la preguerra y el propósi-to de estabilización del sistema, éste en-carnó el difuso deseo de volver a la nor-malidad. Para ello, en primer lugar, bus-có crear una mayoría formada por libe-rales, demócratas, populares, indepen-dientes de prestigio, como BenedettoCroce, el líder de los socialreformistas,Ivanoe Bonomi, y un socialista inde-

pendiente proveniente del área sindicalrevolucionaria como Arturo Labriola.

Igual que había realizado antes de1914 con otras fuerzas políticas, en estaocasión utilizó a los fascistas como fuer-za de choque contra el socialismo revo-lucionario, de forma que el punto cul-minante de las agitaciones obreras, laocupación de fábricas, en agosto-sep-tiembre de 1920, significó también elcomienzo del ascenso imparable del

Fascismo, que aparecía ya definido co-mo un “movimiento de orden”. De seruna fuerza de implantación fundamen-talmente urbana, a partir de los mesesfinales de 1920, fascismo y escuadrismo,extendieron su campo de acción alcampo, consiguiendo una presencia te-rritorial de ámbito nacional de la que ja-más habían disfrutado. El escuadrismo,con su máxima presencia en el triángu-lo Bolonia-Ferrara-Piacenza, pasó desdeaquel momento a encarnar la esenciadel Fascismo, haciéndole adquirir unamasa de consensos inesperados con lainclusión de masas campesinas y obre-ras en porcentajes apreciables.

Mientras que el Fascismo se implan-taba rápidamente en la sociedad, elmovimiento socialista ponía en eviden-cia su decadencia ante la falta de unaestrategia concreta tanto en las luchasagrarias como en las obreras, y estabaacuciado además por disensiones inter-nas que dieron origen, en enero de1921, a una nueva formación política,el Partido Comunista de Italia, en cuyoprimer comité central entraron AntonioGramsci y Palmiro Togliatti.

“Fuegos artificiales”Nunca pensó Giolitti que el movimien-to fascista durase mucho tiempo. Decíaque el Fascismo era como “fuegos arti-ficiales”. Es decir, se interpretó comoun movimiento de protesta, expresiónde un estado de ánimo, de pasionespatrióticas nacionales, emotivas y, co-mo tal, un movimiento transitorio conel cual además, al menos en ciertossectores del liberalismo italiano, existí-an afinidades sobre los valores patrióti-cos. Giolitti, y no solo él, prisionero deesta percepción buscó la institucionali-zación del Fascismo, convencido deque acabaría por diluirse dentro del sis-tema. Infravaloró la capacidad personalde Mussolini para forzar el marco insti-tucional en beneficio propio y de supartido. El movimiento liberal-demo-crático se había habituado a convivir ycombatir al movimiento socialista y almovimiento católico, pero no a estetercer movimiento que, sorpresivamen-te, alteró completamente el cuadro po-lítico italiano.

En las elecciones de 1919, los fascis-tas no obtuvieron ninguna representa-ción y el propio Mussolini, encabezan-do la lista por Milán, obtuvo 4.795 vo-

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Fábrica de tabaco en Italia en 1920. El año anterior se habían producido casi 1.900 huelgas,con la participación de más de millón y medio de trabajadores.

Giolitti usó a los fascistas como fuerzade choque contra el socialismorevolucionario, propulsándolos al poder

NOVECENTOLA MARCHA SOBRE ROMA

conservadores de la alianza en el poderganaran peso e influencia en detrimen-to del propio sector fascista. Una de lasrespuestas posibles a este desafío laconstituía precisamente el señalamientode nuevos objetivos internacionales ensus dos posibles y complementarias ma-nifestaciones: una política exterior másagresiva y una voluntad de presentar alFascismo como un nuevo modelo de ci-vilización que, como tal, no podía dete-nerse en las fronteras de Italia.

Por otra parte, la gran depresión de

los años treinta, que fue mucho másuna crisis económica, contribuyó a re-forzar el prestigio de aquellas expe-riencias que como, la italiana o la so-viética, parecían estar soportando bienlas contradicciones de un siglo que pa-recía ver flaquear las viejas estructuraseconómicas y sociales tanto como lasinstituciones propias del liberalismo yla democracia parlamentaria.

Un último factor fue el ascenso delpartido nazi y la crisis de la democra-cia alemana. El ascenso del Nazismo y

el principio del fin del sistema de Ver-salles parecían ir de la mano, dibuján-dose así una situación internacionalque permitía y urgía a la vez la imposi-ción de un mayor dinamismo y agresi-vidad a la política exterior fascista. Másaún, el Nazismo se convirtió en unpunto de referencia para la propia evo-lución del Fascismo italiano.

El modelo italiano¿Qué tomaron los movimientos fascis-tas del modelo italiano? En primer lu-

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Un dinámico Mussolini dirige una marcha a la carrera del liderazgo fascista italiano, en una fotografía propagandística de 1940.

LA MARCHA SOBRE ROMA

Mussolini hizo en momen-tos distintos declaracio-nes opuestas acerca de laproyección exterior del

Fascismo. Durante los años veinte, elDuce había llegado a afirmar en fraseque se haría célebre que “el Fascismono era una mercancía de exportación”.Sin embargo, el mismo Mussolini acabóafirmando rotundamente el carácteruniversal del fascismo, en tanto que“idea, doctrina y realización”, e inclusollegó a profetizar que en apenas unadécada Europa sería fascista o fascisti-zada. No eran sólo palabras. El régi-men realizó siempre ingentes esfuerzospor popularizar el Fascismo fuera delas fronteras de Italia, utilizándolo a suvez como un factor nada despreciablede su política exterior. En la misma di-rección, constituyó muy pronto losfasci al estero e inició la financiaciónde otros grupos fascistas o simplemen-te contrarrevolucionarios. A la altura de1933, se pusieron en marcha iniciativasque, como los Comitati d´Azione perl´Universalità di Roma (CAUR), aspira-ban a la constitución de una especie deinternacional fascista.

Aunque esta vocación exterior delfascismo italiano estuvo siempre pre-sente, no se puede negar que se llevóa cabo con mayor intensidad, coheren-cia y resolución, en los años treintaque en los veinte. De modo que algode verdad había en las iniciales nega-

ciones mussolinianas. Pero no exentode motivaciones tácticas. La llegada alpoder de un movimiento violentamen-te nacionalista podía crear cierta in-tranquilidad entre sectores fundamen-tales de la opinión pública internacio-nal, y esto era algo que a un régimenen periodo de consolidación no intere-saba demasiado. Tampoco estaba toda-vía muy claro, ni siquiera para los pro-pios fascistas italianos, en qué iría aconcluir su propia experiencia. Desdesu fundación en 1919 hasta finales de

la década de los veinte, el Fascismo ha-bía ofrecido múltiples caras: desde suinicial radicalismo social y nacionalhasta su violento giro a la derecha ydesencadenamiento de la violencia es-cuadrista contra las organizacionesobreras; desde la moderación del pri-mer Fascismo en el poder hasta la con-formación de la dictadura abierta a me-diados de los años veinte; y desdeaquí, a la puesta de los rudimentos delEstado totalitario, en torno al cambiode década.

En los años veinte, el Fascismo pudoser visto todavía, por propios y extra-ños, como un proceso todavía en cons-trucción, que obedecía fundamental-mente a los problemas y contradiccio-nes específicos de la sociedad italiana.Con todo, ya por estas fechas, el régi-men pudo tomar perfectamente notade que constituía un punto de referen-cia para otras dictaduras, como la es-pañola de Primo de Rivera y la polacade Pilsudski, que si bien no eran fas-cistas, sí pretendían encontrar un factorde legitimación añadido en algunas delas características que compartían, ocreían compartir, con la dictadura ita-liana. Viceversa, el régimen italiano in-tentó beneficiarse en el plano de lapropaganda interior de las expectativasque despertaba en el exterior.

En los años treinta, la situación habíaexperimentado notables cambios. En elplano de la política interior, la consoli-dación del propio régimen parecía im-poner la necesidad de marcarse nuevastareas, so pena de que los sectores más

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La pareja fascista ideal; él, con camisa negray fusta, en un dibujo de los años veinte.

ISMAEL SAZ es profesor titular de HistoriaContemporánea en la U. de Valencia.

LA PROBETACon la Marcha sobre Roma, los fascistas italianos inauguraron un modelopolítico nuevo que fascinó a numerosos partidos en Europa, sedujo amuchos conservadores e influyó en el Nazismo. Ismael Saz explica laatracción fatal del modelo fascista en la política europea

censo de Hitler al poder. Hasta el pun-to de que puede hablarse en propiedadde 1933 como del “año del fascismo”.El modo en que los nazis se situabanante el modelo fascista y el modo enque, recíprocamente, lo hacían los ita-lianos repercutió en otros movimientosfascistas. Los más claramente profascis-tas de los nazis –Hitler y Goering, es-pecialmente– hubieron de confrontarlas reticencias de sus camaradas res-pecto del Fascismo italiano al que con-sideraban escasamente socialista, ca-rente de una adecuada política racial yopresor, además, de la minoría alema-

na del Alto Adigio, pero estas diferen-cias pudieron amortiguarse. Por para-dójico que pueda resultar, la imagendel NSDAP como partido fascista favo-reció su ascenso, al conferirle ante susaliados conservadores el aura de respe-tabilidad y moderación que estos creí-an apreciar en el régimen italiano. Yaen el poder, los nacionalsocialistasadoptaron toda una serie de medidaspara las que ya tenían, en Italia, un mo-delo, algo que los fascistas de este paíshabían tenido que ir forjando poco apoco, entre grandes resistencias y singrandes referencias previas: el organi-grama corporativo, la organización dela cultura y la propaganda, institucio-nes para el encuadramiento de la po-blación, creación de una policía espe-cial… Una de las más exitosas expe-riencias nazis, la de “La Fuerza a travésde la alegría”, era una copia –al princi-pio literal– del Dopolavoro italiano.

Superar al maestroSin embargo, por la mayor fuerza autó-noma, coherencia y radicalismo delpartido y el hecho de que los nazis notuvieron el inconveniente de encon-trarse con una Monarquía o un Vatica-no, pronto quedó evidenciado que eldiscípulo estaba superando al maestro.En sólo unos meses, los nazis llevarona cabo la obra de destrucción de la de-mocracia liberal y de las organizacio-nes obreras y democráticas, que en Ita-lia había costado varios años; social-

mente, transmitieron una imagen demayor igualitarismo que sus correligio-narios italianos. En apenas dos años,habían iniciado ya el asalto que termi-naría por quebrar la autonomía de laburocracia, el ejército y las iglesias, quelos fascistas italianos apenas si habíanalcanzado a erosionar. Con el antisemi-tismo y la política racial, descubrieronenemigos interiores a los que persi-guieron con particular saña y brutali-dad. En suma, el Nazismo parecía estarllevando a cabo de modo mucho másrápido, radical y coherente, lo que, contodo –política racial relativamente almargen– constituía el objetivo funda-mental del Fascismo italiano.

El triunfo del Nazismo constituyó tan-to un espaldarazo al Fascismo como fe-nómeno internacional y un reto para laItalia fascista. Por una parte, el Fascismose consolidaba como doctrina universal;por otra, el liderazgo del Fascismo y losmovimientos fascistas podía ser disputa-do ahora desde Berlín. En la medida enque el prestigio internacional y las sim-patías fascistas o profascistas de distin-tos sectores de la sociedad occidentalconstituían un componente básico de lapolítica exterior fascista, la dimensióndel problema se veía multiplicada.

El ascenso del Nazismo se vio comoun éxito de la doctrina fascista, perocon la prevención ante el más que pro-bable rival por la hegemonía. Muy pron-to pudo apreciarse, sin embargo, que laeficacia, coherencia, rapidez y radicali-

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El Duce esquía sin camisa en la nieve, enpleno invierno.

Miguel Primo de Rivera, en el centro, conMussolini, durante el viaje de Alfonso XIII a Italia, en 1923.

Dando ejemplo del espíritu deportivo del Fascismo, Mussolini salta obstáculos a caballo.

gar, una ideología nacionalista radical,absoluta, basada en la idea de una co-munidad nacional popular, orgánica yjerarquizada; movilizada y militarizada;encaminada a la eliminación de todaslas fracturas en el interior del país y auna proyección exterior agresiva y ex-pansionista. Otros elementos del fas-cismo italiano fueron adoptados a mo-do de señas de identidad por la prácti-ca totalidad de los restantes: la organi-zación en milicias, los uniformes, los ri-tos y ceremonias, el culto de la violen-cia y de la muerte –recuérdese el“¡Presente!” falangista–.

Ello no supone ignorar la gran diver-sidad existente entre los distintos mo-vimientos fascistas. El Faisceau de G.Valois, por ejemplo, ha sido calificadode naïf por su genuina creencia en elcarácter socialista y revolucionario delfascismo. Algo de naïf tenía tambiénJosé Antonio Primo de Rivera, pero és-te desde una perspectiva harto másconservadora y de orden. El fuerte con-tenido religioso del fascismo español–que no hay que confundir con ningúntipo de clérico-fascismo, ni tampococon el nacional-catolicismo– era supe-rado por el que se daba en la Guardiade Hierro rumana. Todo esto contrasta-ba fuertemente con el semipaganismonazi o el cínico oportunismo mussoli-niano. Los fascistas húngaros entre tan-to, encontraron un modelo más próxi-mo a su carácter genuinamente popu-lar en el igualitarismo social nazi. Lafuerte, y trágica, dimensión antisemitade los fascismos centroeuropeos no tu-vo el mismo alcance entre los medite-rráneos.

Un ejemplo suicidaMás allá de estas diferencias, existíanotros dos planos en los que la influenciadel fascismo italiano sobre sus émulosde otras latitudes se revelaría como fun-damental: la estrategia de acceso al po-der y la articulación del nuevo régimen.El modelo de la Marcha sobre Roma fuetan decisivo como frecuentemente suici-da. Algunos movimientos fascistas igno-raron que la piedra angular de sus posi-bilidades de éxito radicaba en su capta-ción de una autónoma y potente basede masas, adoptando del ejemplo italia-no lo que aquí había sido la culmina-ción de un proceso previo. Tal fue el ca-so, por ejemplo, del partido fascista es-

pañol que llegó a soñar con una tomadel poder en 1935 justo cuando estabaen la fase extrema de movimiento mi-noritario. Tal fue, también, el caso delmovimiento nazi, que ensayó en 1923,en el putsch de la cervecería de Munich,algo parecido a una marcha sobre Ber-lín. El NSDAP supo, sin embargo, recti-ficar, adoptando una línea de combina-ción de la acción legal por arriba y de laviolencia ilegal por abajo que, en últimotérmino, tendría un completo éxito.

Pero el éxito del nacionalsocialismoalemán habría de suponer la única ex-cepción al fracaso generalizado de los

movimientos fascistas. Tal vez porquelos nazis consiguieron articular satisfac-toriamente otro de los elementos funda-mentales de la experiencia italiana, elque se refiere al complejo juego de lasrelaciones con la derecha social y políti-ca. Tanto italianos como alemanesatemperaron claramente sus elementosde radicalismo hasta el punto de pre-sentarse –contra toda evidencia– comopartidos del orden y del reforzamientodel Estado. Comprendieron además quesólo en alianza con las citadas fuerzasde la derecha política y social podíanllegar al poder. Pero no ignoraron nun-

ca que tal colaboración sólo podría te-ner sentido desde la más estricta salva-guarda de su autonomía, cimentada a suvez en una base de masas propia.

Sin la gran crisis del capitalismo y sinel ascenso de los nazis al poder, el Fas-cismo habría pasado probablemente ala Historia como una experiencia espe-cíficamente italiana, que habría encon-trado a lo sumo algunos émulos meno-res y simpatizantes extranjeros. Es po-sible, incluso, que como uno de taleshubiese pasado a la Historia un talAdolf Hitler, líder de un minoritariopartido extremista en la Alemania de

Weimar, quien como tantos otros fas-cistas o simpatizantes europeos delFascismo, tenía en su mesa el habitualretrato de Mussolini. La Historia no sedetuvo, sin embargo, en 1929 y el Fas-cismo sería recordado, no como unaocasional experiencia de un país relati-vamente periférico, sino como el grandesafío a la civilización liberal, con mo-vimientos más o menos identificadoscon él en casi todos los países, y conun partido, el NSDAP, encaramado alpoder absoluto en el país más moder-no e industrializado de Europa.

La circunstancia decisiva fue el as-

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Número uno en todo, el histriónico Mussolini, fotografiado como piloto de carreras.

En sólo meses, los nazis hicieron unaobra de destrucción de la democraciaque en Italia había exigido años

LA PROBETALA MARCHA SOBRE ROMA

especial a las masas encuadradas y mo-vilizadas; su interclasismo le obligaba aceder espacios al sindicalismo fascista;su nacionalismo absoluto tendía a cho-car con intereses parciales establecidosen el interior y a emprender peligrosasaventuras en el exterior; su voluntad to-talitaria del control absoluto de las con-ciencias hacía inevitables los encontro-nazos con las Iglesias.

El “lado bueno” del FascismoLos distintos grupos conservadores losabían, y su estrategia pasaba por apro-vechar al máximo las ventajas del Fas-cismo prescindiendo de sus inconve-nientes. Al igual que los nazis, asumie-ron como modelo jurídico-institucionalel del régimen italiano. A diferencia deéstos, y de los propios fascistas italia-nos, definieron una estrategia de defen-sa del propio Estado y sus aparatos fun-damentales frente al acoso fascista; alejército frente a la milicia; a la diploma-cia tradicional frente al aventurerismodel partido; a la burocracia heredadafrente al empuje del arribismo fascista; alos ministerios oportunos frente al sindi-calismo fascista. En resumen, defendíanal Estado autoritario en todo aquello enqué éste se veía amenazado por el di-namismo fascista.

Por eso, el Fascismo italiano, y no elalemán, se constituyó en el punto de re-ferencia esencial para los conservadoresfascistizados. En el primero había unasituación de relativo equilibrio en la queel componente fascista de la alianza pa-recía controlado; en el segundo, la si-tuación era justamente la inversa. No es

que el modelo italiano fuese el ideal y sise asumía era sólo parcialmente, con laintención de introducir las correccionesnecesarias en un sentido tradicional,conservador. Del alemán se podía ad-mirar su fortaleza y potencia internacio-nal, pero también temerla.

Lo que resultó fue la paradoja de quelos conservadores de prácticamente to-das partes empezaron a jugar la cartaitaliana en clave defensiva frente a lapresión alemana. Así sucedió en algu-nos países de la Europa Central y Orien-tal y también, en cierto modo, en Espa-ña. En este contexto, la Italia fascista, enla medida en que quiso jugar una polí-tica relativamente autónoma frente a supoderoso aliado, se encontró más deuna vez en la incómoda posición de te-ner que apoyar en otros países a lossectores menos fascistas de la alianzacontrarrevolucionaria, frente a unos fas-cistas cada vez más seducidos por la ex-periencia alemana

Lo que pretendían los conservadoresno era en modo alguno fácil. Se tratabaen cierto modo de conseguir la cuadra-tura del círculo. Esto es, de llegar enmuchas ocasiones al poder apoyándoseo instrumentando a los fascistas autóc-tonos para construir un tipo de Estadocuyo modelo era precisamente el deuna dictadura fascista… con el fin últi-mo de imponerse, prescindir o simple-mente eliminar a sus propios fascistas.Y, sin embargo, lo consiguieron enprácticamente todas partes. En España,Portugal, Rumania, Polonia, Grecia,Hungría y un largo etcétera, estos gru-pos conservadores que habían acertado

a tomar del Fascismo todo lo que de élles interesaba y definido una estrategiaque les permitiera prescindir de todossus inconvenientes, llegaron al poder yestablecieron dictaduras, cuya principalfidelidad fue a las clases dominantes ydirigentes tradicionales y en las que losfascistas autóctonos pudieron ser subor-dinados, integrados, reprimidos y hastaeliminados. Estos procesos no fueron li-neales y difirieron en los distintos paí-ses. Tras el inicio de la Segunda GuerraMundial, el factor internacional desem-peñó un papel fundamental. Algunos deestos regímenes, como la Francia deVichy, fueron impuestos aprovechandola victoria de las armas alemanas; otros,como el austríaco, desaparecieron vícti-mas de las mismas armas; el rumano, encambio, recibió el espaldarazo nazi fren-te al movimiento fascista autóctono; enHungría, los nazis llevaron al poder alos fascistas autóctonos –La Cruz y laFlecha–, pero en fecha tan tardía como1944; la mayoría, en fin, desaparecieroncon el propio Fascismo. Aunque hubodos, el español y el portugués, que lesobrevivieron largamente. n

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Antes de la victoria aliada, Franco exhibía suadmiración por fascistas y nazis. En España, José Antonio Primo de Rivera fue el principal discípulo de Mussolini.

NOLTE, E., El fascismo en su época, Barcelo-na, Península, 1971.

– La guerra civil europea, 1917-1945. Nacional-socialismo y bolchevismo, México, FCE, 1994.PAYNE, S., Historia del Fascismo, Barcelona, Pla-neta, 1995.TANNENBAUM, E. R., La experiencia fascista. Socie-dad y cultura en Italia (1922-1945), Madrid,Alianza, 1975.TASCA, A., El nacimiento del fascismo, Barcelona,Crítica, 2001.

PARA SABER MÁS

dad con la que los nazis llevaron a cabola destrucción del Estado liberal y laconstrucción de un modelo alternativo,empezó a ejercer una fuerte atracciónentre los fascistas italianos. No es quelos objetivos, totalitarios, de ambas dic-taduras divergieran, sino que los nazislos habían puesto en práctica de modomás radical. Para el Fascismo italiano,como para los nazis, las limitaciones dela experiencia italiana tenían nombres yapellidos: la Monarquía, la burocracia,el ejército, la Iglesia, la burguesía, en fintodos los sectores que en el marco de laalianza contrarrevolucionaria o compro-miso autoritario habían conseguidomantener de un modo harto efectivosus propios intereses y esferas de poder.

Leyes antiesclerosisLa experiencia alemana mostraba al Fas-cismo italiano sus limitaciones y tareaspendientes. Los fascistas no necesitabana los nazis para saber que su revoluciónestaba estancada y que era necesario unnuevo impulso, pero es evidente que elmayor éxito de los nazis constituyó unacicate para ello. Cuando, hacia 1936Mussolini inicia su ofensiva contra laburguesía, mantiene a Italia en estadocontinuo de beligerancia o lanza leyesantihebreas, está ciertamente emulandoa su amigo-aliado alemán, pero está almismo tiempo dando una respuesta, laúnica posible dentro del ideario fascista,a la esclerosis que empieza a afectar a larevolución fascista.

A la altura de 1936, los dos regímenesfascistas iniciaron un proceso de radica-lización, cuyos resultados serían no obs-tante bien diversos. En muchos senti-dos, sin embargo, no hizo falta esperara la caída del Fascismo italiano, en abrilde 1943, para que la mayoría de losmovimientos fascistas se decantara pro-gresivamente hacia un modelo como elalemán, que demostraba una coheren-cia fascista superior al inicial modelo ita-liano. Para muchos sectores conserva-dores, en cambio, especialmente duran-te la Segunda Guerra Mundial, cuandolas armas alemanas dominaban Europa,el modelo italiano vería casi multiplica-do su valor como punto de referencia..

En algunos países, como Francia yReino Unido, donde la derecha liberalse bastaba por sí misma para arreglar lascuentas con la izquierda sin tener querecurrir al siempre incómodo aliado fas-

cista, el Fascismo pudo ser visto comoun objeto lejano digno de una cierta ybenevolente atención. Tal fue el caso,por ejemplo, de aquellos conservadoresanglosajones que apreciaron la virtudpara Italia, y otros países similares, deun tipo de régimen que conseguía ladestrucción de la izquierda revoluciona-ria, garantizaba el orden y conseguíaque “los trenes llegasen a su hora”,Churchill dixit. Mucho más relevantefue la actitud de aquellos conservadoresque habían optado abiertamente por lavía de la destrucción de la democraciaen su propio país. Para estos, en efecto,el Fascismo, mucho más que una salu-

dable experiencia lejana, constituía unmodelo del que se podían extraer mu-chas y decisivas enseñanzas.

A lo largo de los años treinta, sectoresfundamentales de la derecha conserva-dora tomaron el Fascismo como fuentede inspiración en su camino de aleja-miento de la democracia liberal. Todoscoincidían en apreciar en el Fascismo sucarácter de masas, su antimarxismo yantiparlametarismo y su eficacia en lalucha contra las organizaciones obreras.Pero sobre todo, admiraban el modelode Estado que los fascistas estabanconstruyendo en Italia. En parte, porqueéste parecía responder en lo fundamen-tal a sus intereses; en parte, porque no

existía otro modelo actualizado de dic-tadura adecuada a las contradiccionesque la sociedad contemporánea plante-aba. Para la vieja derecha conservadora,que no había acabado de asumir la de-mocracia liberal, su modelo de Estadopodía estar en un pasado más o menosremoto, pero en el presente sólo habíauno relativamente aprovechable: el Fas-cismo italiano. Lo mismo sucedía para lanueva derecha radical o autoritaria,consciente de que una dictadura pura ydura, como la que ellos preferían, nopodía legitimarse sin adoptar un anda-miaje institucional y retórico similar alofrecido por la experiencia italiana.

Algunos de estos sectores se sintieronatraídos por el modelo de Estado queofrecía la Italia fascista: apreciaban queel Fascismo les hubiera liberado de losdesafíos o amenazas que pesaban sobrelos intereses a que respondían: el socia-lismo, reformista o revolucionario, parael mundo de los negocios; el pacifismoy el antimilitarismo, para el ejército; elavance del laicismo para las Iglesias; losprogresos de la democracia, para todos.

Pero el Fascismo, que era todo esto,no era sólo esto. Estaba “contra la revo-lución”, pero en nombre de un nuevotipo de revolución; su alternativa a lademocracia liberal era un populismoque debía conceder un protagonismo

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Hitler recibe a Mussolini, durante la Segunda Guerra Mundial.

Casi todos los movimientos fascistasdesaparecieron, salvo dos que tuvieronlarga vida: el portugués y el español

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