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22 PAISAJES Detrás de las gafas se vislumbran los ojos de quien supo ver más allá de lo establecido. Un artista que ya está instalado entre los grandes de la arquitectura de todos los tiempos. LA MIRADA LÚCIDA actualidad PROTAGONISTA © ISAAC HERNÁNDEZ

LA MIRADA LÚCIDA - … · y dé paso a un carácter afable y generoso. Es de agradecer. Hay ... turas de madera niponas, una estética muy fácil de asimilar. De hecho, si se fija

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Detrás de las gafas se vislumbran los ojos de quien supo ver más allá de lo establecido. Un artista que ya está instalado entre los grandes

de la arquitectura de todos los tiempos.

LA MIRADA LÚCIDA

actualidadPROTAGONISTA

© ISAAC H

ERNÁNDEZ

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ntrar en los aposentos de uno de los grandes genios de la arquitectura no es cuestión fácil de digerir. Pese a su modesto tamaño, su camiseta gris y su aspecto desenfadado, Frank Gehry impone por el aura que desprende, un tanto cortante en el saludo, desconfiado, como si le molestara la interrupción en

su rutina. Basta la primera pregunta por todo lo que rodea su despacho para que abandone el hermetismo y dé paso a un carácter afable y generoso.

Es de agradecer. Hay un mundo infinito que indagar en ese universo, a unos escasos kilómetros del Pacífico, en su ciudad de toda la vida, la disloca-da Los Ángeles. Solo el sofá de la entrada, de car-tón reciclado, implica un golpe de genio difícil de encontrar, un dulce aperitivo antes de ingresar en la gran nave industrial donde Gehry y su firma de arquitectos esconden formas y conceptos complejos para un futuro de imaginación desbordante.

A sus 82 años, al que dicen es el mejor arqui-tecto del mundo le siguen brotando ideas. No está cansado sino sorprendido ante la alarmante falta de trabajo, incluso para un talento como el suyo: una consecuencia más de la crisis financiera.

En su cabeza hay sustancia para seguir cambiando el mundo. Al menos desde lo estético y lo funcional, es decir, desde lo suyo: los edificios que desde hace años no dejan indiferente a nadie. En Bilbao no le olvidarán jamás. Se llama Frank Gehry y es, quizá, el mejor arquitecto del mundo.

FrankGEHRY

por PABLO SCARPELLINI, Los Ángeles

A sus 82 años, estásorprendido por lafalta de trabajo,incluso para él

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actualidadPROTAGONISTA

“El nuevo paradigmaparece ser el de cada

hombre consigomismo. No hay sintoníaestética, sino que cadauno hace lo que le dala gana. Falta muchaética urbanística”

Nacido en 1929 en Toronto, se instaló en California en 1947 y desde entonces no ha querido alejarse del buen tiempo y las palme-ras. Le atraen la música clásica y los amigos, el buen humor y lo liberal en cuestiones polí-ticas. Y también la familia, el orgullo que siente por su padre, un judío trabajador y dedicado, que se vio obligado a conducir un camión de reparto después de verse en la rui-na. Ese mismo oficio fue el de Gehry mientras se pagaba los estudios de arquitectura.

Hoy, sus edificios son monumentos, arte, revo-lución y atracción turística. Bilbao y su museo de arte moderno, el Guggenheim, son una buena muestra. Y lo que queda...

¿Cuál es la motivación para seguir creando en un mundo donde todo parece estar en crisis permanente? Es muy duro mantenerse porque ahora mismo no hay trabajo. Quizá por eso puede ser un momento interesante para retirarme y dedicarme a otro tipo de cosas.

De hacerlo, se retiraría en la cima en ese par-ticular Olimpo de los arquitectos en el que no le gusta que le incluyan. (Gehry se ríe, satisfe-cho por el halago. Después, hace una pausa prolongada, como sin saber muy bien qué decir). En realidad, no me enfoco en eso ni me planteo como meta estar arriba o abajo. La realidad es que esto es un servicio al cliente, un proyecto que trato de hacer lo mejor que puedo.

¿Lo suyo es arte o negocio? Es un servicio, aunque también crecí rodeado de arte. Les dejo a ustedes, los periodistas, la labor de descom-poner esta “mierda” (y se ríe por su pequeño arranque temperamental). En el Renacimiento todos eran artistas y nadie les cuestionaba, pero después de la Segunda Guerra Mundial, llegaron la tecnología y los ordenadores y todo giró hacia una cuestión más técnica que, de alguna mane-ra, le restó importancia al arte. La verdad es que esas líneas de demarcación entre el arte y la arquitectura son estúpidas. Yo hago lo que hago, sea arte o no. ¿Y a quién le importa con tal de que funcione?

Arthur Fellig trató de romper moldes con sus retratos de Nueva York que ayudaron a enten-

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der la fotografía de otro modo. ¿Diría que usted ha logrado lo mismo con su arquitectu-ra? Yo no soy un evangelista de nada. Sólo sé cual es mi sitio, el de un hombre con una oficina que hace lo que la gente le llama para hacer. No tengo una firma de relaciones públicas ni una campaña de marketing en marcha. Ni siquiera me dedico a sacar fotos de mis propios edificios. Mi emoción con mis obras es cuando diseño algo como un museo en Abu Dhabi, que espero que se construya, y que permita que la gente se comunique a través del arte, un bien globalizado como nunca lo había estado. Lo mío es una con-versación en marcha.

¿Qué arquitecto le marcó desde el principio? Creo que de mis días como estudiante me queda una fuerte influencia asiática, especialmente de Japón. Tengo en la mente las imágenes de estruc-turas de madera niponas, una estética muy fácil de asimilar. De hecho, si se fija en esa maqueta del Disney Hall (y señala hacia el interior de su inmen-so estudio) verá que el interior parece japonés.

“De mis días de estudiante queda una

fuerte influencia asiática, especialmente de Japón”

¿Nunca fue tan ambicioso como para inven-tarse su propia ciudad, una Gehrytown? No, nunca. Cuando empecé en arquitectura quería trabajar en la ciudad y en diseño urbano, pero no en toda una ciudad sino en integrar distintos pro-yectos. Lamentablemente, ya no me llegan pro-puestas de esa clase en ninguna parte del mundo. Sospecho que la democracia cambió las reglas de todo. Las ciudades tempranas fueron construidas bajo una política distinta, dictadas por un mismo patrón, y el nuevo paradigma parece ser el de cada hombre consigo mismo, lo que significa que no hay sintonía estética sino que cada uno hace lo que le da la gana. Falta mucha ética urbanística.

Sin embargo, ha dejado huella en la urbe más importante de todas, Nueva York. ¿Se siente más completo como arquitecto por tener su propio rascacielos? Sería un ingenuo si no dije-ra que me hace ilusión. Me acojo a la romántica noción de que mi padre creció en las calles de Hell’s Kitchen (en el oeste de Manhattan) y que estoy seguro de que estaría orgulloso de lo que he hecho. Ojalá pudiera verlo. También me gusta que el alcalde Michael Bloomberg diga cosas positivas de mi trabajo. No soy inmune a todo ese tipo de alabanzas. Tengo un ego bastante sano. Pero estoy especialmente contento porque funciona en su ecosistema, y orgulloso de que se levantó respetando el presupuesto original. Des-pués de todo, Bilbao se construyó por 30 dólares (22 euros) el metro cuadrado, un tercio de lo

PROYECTOS DE FUTUROEl estudio de Frank Gehry es en realidad una nave industrial muy bien organizada. De allí surgen las ideas que marcarán el futuro de ciudades que van desde Beverly Hills hasta Abu Dhabi o Australia.

Parece agotado tras una hora de conversación. Pero le quedan fuerzas para mandar al diablo su siguiente compromiso, una cena en la otra punta de la ciudad con Gustavo Dudamel, el director de la Filarmónica de Los Ángeles, y darse un paseo por su estudio para repasar su obra más sublime, la que está por llegar, que incluye una parte que quizá nunca vea la luz, sometida por el enésimo trámite burocrático de la crisis financiera mundial. “Hay algunas que me dolerán toda la vida”, confiesa el genio canadiense. Gehry habla de Abu Dhabi, de Beverly Hills, de Andorra, del sur de Francia, de una escuela de negocios en Alemania, de Australia. Con 82 años es dueño del futuro, de una buena parte de las creaciones arquitectónicas que marcarán países y ciudades en la próxima década. Recogidas en cientos de maquetas, muchas llevan su acento inconfundible y otras son más futuristas, lejos del titanio. Se respira creatividad, talento y vanguardia elevada a la enésima potencia en esta nave industrial meticulosamente organizada que bien podría ser un museo. Seguro que muchos pagarían por verla. ©

ISAAC HERNÁNDEZ

© ISAAC HERNÁNDEZ

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actualidadPROTAGONISTA

SUS OBRAS TERMINADASLas formas onduladas o quebradas, el titanio, la luminosidad de las fachadas que permite adivinar la luz interior: para identificar al genio no hay nada mejor que el carácter de sus edificios.

La obra de Gehry sería difícil de entender sin sus trabajos en la península Ibérica, aunque ahora ya no le llamen. En Bilbao erigió el Museo Guggenheim, su obra más significativa en términos de impacto para una ciudad, y después mantuvo la línea con un hotel de lujo en las bodegas de los Herederos del Marqués de Riscal; en Elciego, Álava. En el resto del mundo hay numerosas muestras de su particular manera de entender la arquitectura. La casa de Ginger y Fred, o Casa Danzante, construida en 1996 para reemplazar un edificio destruido durante la Segunda Guerra Mundial, es el mejor ejemplo de vanguardismo en Praga. O el banco DZ en Berlín, el Centro Strata de Boston y el Vitra Design Museum, en Weil am Rhein, Alemania. Este año terminó una de sus obras cumbres, el rascacielos que no podía faltar en su monumental repertorio. Está en el número 8 de la calle Spruce de Nueva York, a unas pocas manzanas de la Zona Cero de Manhattan, se llama New York by Gehry, en sus formas recuerda a Gaudí y hasta tiene una escuela pública en su interior. Fue construido en consonancia con una torre vecina, la Woolworth, a la que Gehry tuvo en consideración para mantener la armonía en el skyline de la ciudad.

CRONOLOGÍA1989

Vitra Museum

1996

Casa Ginger y Fred

1997

Guggenheim Bilbao

1999

Bodegas M. de Riscal

1978

Casa de Gehry

2001

DZ Bank, Berlín

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que costaron otros museos en ese momento, y mira lo que hizo por la ciudad. No se trata de gastar dinero, sino de calidad. ¿Es Bilbao su creación más importante? Es como con tus hijos. No se puede elegir así, fríamente. Tal vez mi obra cumbre sea algo que aún no ha visto nadie.

Después del Guggenheim le tildaron de provo-cador, de revolucionario. ¿Usted cómo se ve? Nunca de esa manera, pero después de construir Bilbao fui a verlo y me dije: “¡Ay Dios mío! ¿Qué le he hecho a esta pobre gente?” (apunta sonriendo). Lo que la mayoría no sabe es que tiene contexto, que sí le presté mucha atención a valores culturales como el río y la historia de la ciudad.

¿Cómo lidia con sus críticos? A algunos les dije que el titanio no se oxida, pero no me hicieron caso. Hay cosas contra las que no puedo hacer nada y simplemente las dejo correr.

¿Por qué se instaló en Los Ángeles, una ciudad criticada por su escaso atractivo urbanístico? Fue por accidente. Yo no la elegí. Mi padre vino a trabajar aquí cuando yo tenía 17 años. Estábamos sin dinero, pero conseguimos un trabajo en un camión de reparto, primero de bebidas refrescan-tes, y de muebles después. Yo me quedé con su trabajo y fui a la escuela nocturna, en el downtown. Vivíamos en dos habitaciones con mi hermana.

Debió de ser duro. Me convertí en parte de la ciudad. Ahora mi vida está lejos de aquellos dramas. El tráfico en Los Ángeles es muy frustrante, pero me gusta nadar y navegar y aquí lo puedo hacer casi todo el año, independientemente de las cuestiones urbanas. Y cuando estas me hacen falta, viajo.

¿Qué otros lugares le llaman la atención? Me gustan Nueva York y París, y quisiera ir más a menudo a Londres. También adoro España, pero no hay trabajo allí. No me llega absolutamente nada desde hace tiempo. Es triste.

¿Que más le queda por hacer? Hay trabajo en China, pero es precario por la cuestión cultural. No sé muy bien qué más hacer. En verdad estoy un tanto sorprendido por lo que está pasando con la crisis. Nunca había vivido esta situación. Lo dicho, igual es buena idea retirarse.

2003

Auditorio W. Disney

2004

Stata Center (MIT)

2011

New York by Gehry

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