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8/18/2019 La Noche Mano Adentro
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La noche mano adentro
Alejandro Feijóo
El hombre sueña que tiene una mano metida dentro de sí mismo. Técnicamente el sueño presenta un error, pues la mano entra por la boca apenas hasta la muñeca pero logra
alcanzar y revolver las tripas más alejadas. Pero no es esta licencia onírica lo que
preocupa al hombre soñador, acostumbrado a admitir los permisos del sueño cuando
aún se está dentro de este. El hombre sabe que el placer se encuentra en derrotar a la
tentación y no en sucumbir a sus adornos y recompensas, al boato de saberse tentado, al
ornamento del destello. Y sin embargo, en el sueño desde el que relata, el hombre
accede a la tentación de buscarse por dentro. Pide el hombre que no se confundan: el
señuelo es encontrarse pero la debilidad empieza y termina con la búsqueda.
El hombre con la mano hurgando en sus entrañas sueña con las cosas en su lugar. Pero
las cosas en su lugar son en sí mismas una saciedad, una comodidad del paisaje, comolo son los cocos en las palmeras, como las palmeras en la playa, como la mano
recorriendo el interior de uno mismo. Los contornos de las cosas coinciden, las marcas
continúan en las marcas siguientes, dispuestas con utilidad, con para qué. No hay una
sola sombra que rompa el trazado milimétrico del objeto bien dispuesto. El hombre sabe
que la muerte de este orden dispararía el inicio de otro sueño, incierto por definición,
embarrado y caótico, donde todo pueda disponerse de forma única y novedosa. Donde
esa absurda muerte de saciarse por el orden de las cosas allane el camino a otra forma
de recompensa.
El hombre con la mano dentro de la boca del sueño no quiere, se niega, se revuelve si no
hay palabra dicha o soñada. Si no hay nombre que encaje con la cosa como la cosa se
amolda al lugar que tiene que ser. El hombre sabe que “tentación”, “contorno”,
“palmera” son más (infinitamente más) que el ceder a la búsqueda en uno mismo, que la
línea que delimita, que el origen del coco. Más que el hecho real o supuesto que impulsa
la convención nombre. El hombre, por supuesto, sabe que esta entelequia no podría
sostenerse más allá de un sueño, pues es la cosa sin nombre la que reclama ser
nombrada. Pero el sueño es palabra. Y si el hombre ahora arranca sus órganos la herida
será el relato de esta incisión. Será “Vida que le regalo a la muerte” y no un hombre que
se indaga a sí mismo con la mano metida en su boca hasta la muñeca. Pide el hombre
que recuerden que buscar no es encontrar.
El hombre del sueño decide que es la hora del hacer. Que ya basta de cesiones, del
orden y del cosmos, de decir aquello que no se consigue asir ni siquiera en sueños. No
le importa al hombre que para ello haya que ceder en la búsqueda y volver a ceder. O
sacar las cosas de su quicio y desencajar el molde que nos vino. O dejar de llamar y
nombrar y reglar. No le importa al hombre que no haya habido hombre capaz de ganar
la batalla contra el tiempo. Ni que cada arena hecha de siglos apenas precise de un soplo
y vuelta a morir en la búsqueda de otro sedimento. No. El hombre se convence de que
no hay mejor forma de partir del sueño y violar su relato que trazar un horizonte desde
el que hacer sin palabras ni indagaciones ni nada que se parezca a una cosa que ocupa
correctamente su lugar.
8/18/2019 La Noche Mano Adentro
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Por ello, el hombre que se soñaba acaba en el despertar que en sí mismo es un hacer. Y
abre los ojos saca los pies de la cama da varios pasos abre una puerta aparta la silla
enciende la hornalla pone el doble de café en la taza. No le importa que todo le cueste
más con una sola mano.