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LA PSICOFISIOLOGÍA EN LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XIX 1 E. G. Boring Hemos dicho que la psicología experimental se originó en el ámbito de la fisiología experimental en la primera mitad del siglo XIX. Veamos ahora lo que eso significa. LA PSICOLOGÍA EXPERIMENTAL DE 1800 A 1850 Teniendo en cuenta solamente lo que en realidad es importante para la psicología, en el periodo de 1800 a 1850, existieron nueve desarrollos fundamentales de los que todos, con sólo dos excepciones, también fueron importantes para la historia de la fisiología. Aquí enunciaremos los nueve pero solamente discutiremos a fondo cuatro de ellos, ya que los restantes se discutirán por separado en los siguientes capítulos. 1. Nervios sensoriales y nervios motores. ¿Se trataba de nervios diferentes? Galeno lo había afirmado; pero en general se consideraban conductores pasivos de los espíritus animales. Por acción reflejada (refleja) se entendía que los espíritus animales, entrando por los órganos de los sentidos a través de un nervio, llegaban a los músculos a lo largo de otros nervios. En 1811 Sir Charles Bell, en forma privada, publicó su descubrimiento de que las fibras sensoriales de un nervio mixto entraban en la médula espinal por la raíz de un nervio posterior (dorsal) mientras que las fibras motoras del mismo nervio salían de la médula por una raíz anterior (ventral). Magendie hizo el mismo descubrimiento un poco más tarde, en 1822, y como no tenía conocimiento de la publicación de Sir Charles Bell, se presentaron 1 Boring. E.G. (1985) Historia de la psicología experimental. Editorial, Trillas, 4a. Reimpresión, México.

La Psicofisiologia en La Primera Mitad Del Siglo Xix

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LA PSICOFISIOLOGÍA EN LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XIX1

E. G. Boring

Hemos dicho que la psicología experimental se originó en el ámbito de la fisiología experimental en la primera mitad del siglo XIX. Veamos ahora lo que eso significa.

LA PSICOLOGÍA EXPERIMENTAL DE 1800 A 1850

Teniendo en cuenta solamente lo que en realidad es importante para la psicología, en el periodo de 1800 a 1850, existieron nueve desarrollos fundamentales de los que todos, con sólo dos excepciones, también fueron importantes para la historia de la fisiología. Aquí enunciaremos los nueve pero solamente discutiremos a fondo cuatro de ellos, ya que los restantes se discutirán por separado en los siguientes capítulos.

1. Nervios sensoriales y nervios motores. ¿Se trataba de nervios diferentes? Galeno lo había afirmado; pero en general se consideraban conductores pasivos de los espíritus animales. Por acción reflejada (refleja) se entendía que los espíritus animales, entrando por los órganos de los sentidos a través de un nervio, llegaban a los músculos a lo largo de otros nervios. En 1811 Sir Charles Bell, en forma privada, publicó su descubrimiento de que las fibras sensoriales de un nervio mixto entraban en la médula espinal por la raíz de un nervio posterior (dorsal) mientras que las fibras motoras del mismo nervio salían de la médula por una raíz anterior (ventral). Magendie hizo el mismo descubrimiento un poco más tarde, en 1822, y como no tenía conocimiento de la publicación de Sir Charles Bell, se presentaron controversias sobre la prioridad científica. El efecto de este descubrimiento fue dividir la fisiología nerviosa en el estudio de las funciones sensoriales y motoras, de la sensación y e l movimiento. A este punto volveremos un poco más adelante en este mismo capítulo.

2. Energías nerviosas específicas. El siguiente suceso consistió en dividir las fibras sensoriales en varias clases. Johannes Müller en 1826 propuso que la división se hiciera con base en el número de sentidos, es decir, postuló la existencia de cinco clases de fibras a las que caracterizó por poseer cinco diferentes energías específicas. En realidad, Müller no fue el primero en proponer esta división, Sir Charles Bell ya la había propuesto en su trabajo publicado en 1811. Thomas Young había sugerido en 1801 que la división del color podría explicarse a partir de la existencia de tres diferentes clases de fibras visuales. La concepción de las cualidades secundarías de John Locke (1690) implicaba que consideraba que los nervios no eran simplemente conductores pasivos de las propiedades de los objetos percibidos, que era precisamente aquello contra lo cual decía estar Müller, quien formalizó su “doctrina” en 1838; poco después. Helmholtz la convirtió en un

principio tan importante para la psicología como la conservación de la energía lo es para la

1 Boring. E.G. (1985) Historia de la psicología experimental. Editorial, Trillas, 4a. Reimpresión, México.

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física. (Este fue otro principio que Helmholtz ayudó a establecer en la década de 1840.) Más tarde, Helmholtz hizo extensivo este principio de las energías especificas a fin de explicar las cualidades de cada sentido (tres energías para los colores, más de 1000 para los tonos, y así sucesivamente). Este asunto se discutirá ampliamente en el capitulo 5.

3. Sensación. En este periodo se adelantaron importantes trabajos sobre los órganos de los sentidos y sobre la fenomenología de la sensación, en especial sobre la visión. En el capítulo anterior hicimos mención de la influencia de Goethe (1810) y Purkinje (1825). Fue a través de su libro sobre los fenómenos visuales (1826) que Johannes Müller empezó a ser bien conocido. El que los trabajos sobre la visión hubieran precedido a aquéllos sobre los demás sentidos, se debe en gran medida a que, después del área de la mecánica, el área de la óptica era la más importante en física. El interés en la óptica se debió en parte al interés que existía por la astronomía, y los telescopios (Kepler reconoció en el ojo un instrumento óptico) y también a las matemáticas tradicionales (existía una geometría de la luz; Euclides escribió un libro sobre óptica). Desde los egipcios hasta Kepler y Descartes existía un avance de intereses en serie que se ordena así: la apicultura, las estaciones, los cuerpos celestes, la astronomía, los telescopios, la óptica, el ojo.

4. Frenología. Indudablemente Gall entendía que la frenología debía ser psicofisiología, cuando hacia 1800 empezó su campaña con el fin de demostrar que las diversas funciones mentales depend ían por separado de ciertas regiones del cerebro que les eran propias y que cuando una función se ejercitaba en exceso, la región que le correspondía en el cerebro crecía junto con el cráneo.

Lógicamente que esta sencilla forma de diagnosticar enfermedades a partir de la observación del cráneo alcanzó gran popularidad y llevó a los científicos de la época a exigir investigaciones sobre las localizaciones exactas de esas funciones en el cerebro. En el

capítulo 3 se relata la historia de la frenología y lo que los científicos pensaban acerca de ella.5. Localización de las funciones en el cerebro. La localización corporal de ciertas

funciones mentales, como la sensación, el intelecto y la emoción, es muy antigua, pero en el siglo XIX, con los nuevos conocimientos proporcionados por la frenología y estimulados por ella, los fisiólogos aceptaron un principio establecido por Galeno que afirma que el cerebro es el órgano de la mente, y de esta manera se dedicaron a efectuar experimentos con el fin de investigar hasta dónde podían ubicar más precia y específicamente las funciones del cerebro. El nombre más famoso a principios de siglo fue el de Flourens, quien se opuso a las afirmaciones de Gall argumentando que existían funciones específicas localizadas en pequeñas áreas del cerebro y funciones generales que dependían de partes relativamente grandes del cerebro. Este punto de vista, de que las funciones mentales no están localizadas con mucha precisión, continuó hasta mediados del siglo cuando Broca en 1861 informó que había encontrado centros específicos del habla y cuando Fritsch y Hitzig en 1870 demostraron que la estimulación eléctrica de ciertas zonas de la corteza cerebral producen una activación específica de diferentes grupos de músculos. Sobre este tema y lo que ocurrió después se hablará en el capitulo 4.

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6. Acción refleja. La noción de que el movimiento de los animales y algunos movimientos del hombre pueden ser automáticos e involuntarios parte de Descartes (d. 1650) y luego la defendieron algunos materialistas franceses como La Mettrie (1748) y Cabanis (1802). El significado de la palabra reflejo en la fisiología moderna data de 1736. Los primeros resultados experimentales importantes sobre la acción refleja fueron publicados por Roben Whytt en 1751. En el siglo XIX, el nombre más importante es el de Marshall Hall. En 1832 insistió en distinguir entre acciones voluntarias e involuntarias, y así empezó la controversia entre el fisiólogo Pflüger y el filósofo psicólogo Lotze, sobre si los reflejos de la médula espinal son o no consientes. Pflüger sostenía que los reflejos de la médula eran muy útiles, que por tanto, tenían propósitos y en esa medida, debían ser conscientes. Por su parte, Lotze sostenía que el cerebro era el órgano de la conciencia y que las acciones que se llevaban a cabo solamente en la médula debían ser inconscientes. En aquellos días, al igual que un siglo después, los hombres interpretaban la conciencia como algo que existe o no en un momento dado, y no como el nombre que se le da a una relación funcional como la relación, de discriminación. En ese mismo capítulo profundizaremos luego en la historia de la acción refleja.

7. Naturaleza eléctrica del impulso nervioso. La primera batería húmeda fue la pata de una rana. La física y la fisiología se prestaban ayuda mutua en el estudio de la electricidad. En el siglo XVIII ya se conocen las máquinas de fricción para generar electricidad estática, como también se conocía la botella de Leyden para acumular cargas. El experimento de Franklin con la cometa en la tormenta de rayos fue realizado en 1774. Por otro lado, el impulso nervioso se entendía como producto de los espíritus animales, o succus nerveus o vis viva, o vis nervosa. Fue entonces cuando, en 1870, Galvani descubrió que la pata de una rana se sacudía si se conectaban en serie el

interior y exterior de su muslo a dos metales diferentes. Para el año de 1791, Galvani había construido con las patas húmedas de las ranas, “baterías húmedas de células”. En 1800 Volta creó una pila que generaba corriente directa, colocando tablas empapadas con agua salada en medio de dos metales. En 1811 se había construido el galvanómetro al que pronto se logró hacerlo más sensible. En 1827, Ohm formuló la ley de los circuitos simples y en 1831 Faraday descubrió la inducción electromagnética logrando de esta manera, la corriente farádica, que es la que utiliza la fisiología experimental para la estimulación nerviosa. Con base en estos hallazgos, du Bois-Reymond llevó a cabo sus investigaciones clásicas sobre la electricidad animal (1848-1849), investigaciones que por medio del galvanómetro demostraron que el impulso eléctrico en un nervio que es, como dijo Bernstein más tarde (1866), una onda eléctrica negativa que pasa por el nervio. Hacia finales de siglo estas ideas pioneras condujeron al principio de la refracción, y poco más tarde a la formulación de la teoría del todo o nada en la conducción.

8. Velocidad del impulso nervioso. Los científicos anteriores a Johannes Müller, e incluso él mismo pensaban que la propagación del impulso nervioso debía ser, sino instantánea, muy rápida en verdad. Müller pensaba que podía compararse tal velocidad con la de la luz. Ésa creencia es consistente con el famoso veredicto de la introspección, que no concibe que la percepción de nuestros músculos suceda apreciablemente después del acto de voluntad consciente de moverlos. Pero en 1850 Helmholtz midió la velocidad de la propagación en el nervio de la rana y se encontró con que era de un poco menos de 50 metros por segundo, lo que equivale a un poco menos de 1000 mil millas por hora, o sea menos de la octava parte de la velocidad del sonido. Los resultados de esta investigación fueron recibidos con mucha incredulidad, lo cual dio margen muy pronto a la convicción de que el control y las medidas experimentales podrían llegar a desentrañar los misterios de la mente y de su agente físico: el sistema nervioso. Esta investigación de Helmholtz se discutirá en este mismo capítulo.

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9. La ecuación personal. Mientras tanto, los astrónomos habían descubierto que el tiempo de las reacciones humanas no sólo es lento sino también variable. Al verse confrontados con la dificultad de poder establecer, con exactitud de fracciones de segundo, el tiempo requerido para observar el paso de un astro, empezará comparar los tiempos de unas y otras personas y a desarrollar ecuaciones que especificarán el tiempo promedio de demora en la observación que le tomaba a cada astrónomo una ecuación personal, como se le dio en llamar. Esto sucedía en la década de 1820 1830. Más tarde, cuando el desarrollo de los circuitos electromagnéticos hizo posible la construcción de cronógrafos, se determinó lo que en 1850 se llamó ecuación personal absoluta, es decir, el tiempo de reacción que le toma a un sujeto a ser un movimiento tan rápido como pueda al percibir una señal. El descubrimiento de que los procesos mentales toman cierto tiempo que puede medirse impulso muchísimo las investigaciones sobre el tiempo de reacción y la “cronometría mental” de la nueva psicología de la segunda mitad del siglo XIX. En el capítulo ocho se discutirá ampliamente el tema de la ecuación personal.

Este es un resumen de la historia de la psicología experimental durante esa mitad del siglo, en el sentido de que los acontecimientos tuvieron lugar dentro del área de la fisiología, en ocasiones en el de la física y en otras más en la astronomía. Esos hombres no se consideraron a sí mismos como fisiólogos y como sujetos de una materia como la psicología; eran fisiólogos, físicos o astrónomos. No fueron científicos que se asentarán como psicólogos, sino hasta mucho después de 1860. Sin embargo, al registrarse avances en la historia convencional de la psicología, los filósofos se adentraron en los problemas de la mente y el conocimiento, los empiristas británicos y los asociacionistas, de Descartes y su tradición en Francia; de Leibniz, Kant y Herbart, en Alemania. Debemos votar, por el momento, como las islas naturales y la filosofía de la mente contribuyeron a crear, a mediados del siglo XIX, lo que más tarde se llamó nueva psicología, psicología experimental o psicología científica. No obstante, primero debemos analizar estos sucesos que, siendo distintivos de los fisiólogos de la primera mitad del siglo XIX, constituyeron el conocimiento psicofisiológico y la psicología experimental de ese periodo.

NERVIOS SENSORIALES Y NERVIOS MOTORES: BELL Y MAGENDIE

Sir Charles Bell (1774-1842) fue un brillante fisiólogo, anatomista, cirujano y conferencista. Nació en Edimburgo y alcanzó mucha fama en Londres; a la edad de 62 años se retiró nuevamente a Edimburgo con el fin de dedicar más tiempo a la investigación. Adquirió gran prestigio entre los hombres de ciencia, al principio solamente en Inglaterra, y más tarde también en Francia. Descubrió las diferencias entre los nervios sensoriales y los nervios motores, se anticipó a Johannes Müller en el principio de las energías específicas de los nervios, estableció el sentido muscular como una parte de los sentidos y describió la inervación recíproca de los músculos flexores y extensores.

Este principio de la separación funcional y anatómica de nervios sensoriales y motores se denomina a veces ley de Bell, pero se le conoce mejor como ley de Bell y Magendie, ya que

Magendie hizo el mismo descubrimiento independientemente, aunque un poco más tarde, y llevó a cabo el experimento más convincente sobre este asunto. Según esta regla, las raíces posteriores (dorsales) de la médula espinal contienen sólo fibras sensoriales y las anteriores (ventrales) contienen solamente fibras motoras. Ambos tipos de fibras pueden combinarse en un solo nervio; solamente en sus conexiones con la médula están siempre separadas. Más tarde, Bell estudió los nervios craneanos y demostró

que algunos son totalmente sensoriales, otros totalmente motores y otros mixtos; además observó que ninguna fibra motora pasa a través de un ganglio espinal. A partir de este hallazgo dedujo que la diferenciación de los nervios en sensoriales y motores sugiere que existen, asimismo, haces sensoriales y haces motores en la médula espinal, y que también en el cerebro podrían encontrarse regiones separadas.

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Este hallazgo es muy importante en la fisiología del sistema nervioso. De ahí en adelante ya no se concibió a los nervios como trasmisores promiscuos de “los poderes de los movimientos y la sensación”. Bell estableció la dicotomía fundamental de las funciones motoras y sensoriales y también lo que más tarde se denominaría “ley de la dirección única del sistema nervioso”, que se entiende como el principio que afirma que la conducción nerviosa normalmente ocurre en un solo sentido. Esta ley es primordial para la comprensión de la acción y el arco reflejos. Aún en vida, Bell fue comparado con Harvey.

Bell había llegado a sus conclusiones generales acerca de las raíces espinales desde 1807, trabajando en su investigación hasta bien entrada la noche y relatando al día siguiente sus experiencias en una conferencia, lleno de entusiasmo. Describió como había cortado la raíz nerviosa posterior, sin lograr producir una sola convulsión y en cambio el leve toque con su bisturí en la raíz producía una violenta acción muscular. Publicó estos resultados en 1811 en un panfleto cuyo tiro fue solamente 100 ejemplares, que repartió entre sus amigos. Sucedió que por esa época Magendie estaba llevando a cabo experimentos similares, aunque no conocía los de Bell. Magendie cortó la raíz posterior y no logró producir ningún movimiento, aún cuando apretaba y pinchaba el miembro; cuando iba a llegar a la conclusión de que el miembro estaba paralizado, el animal lo movió espontáneamente. Magendie concluyó entonces que el miembro no estaba paralizado, sino anestesiado. Decidió entonces probar con la raíz anterior y también la cortó, encontrándose con que el animal quedaba completamente paralizado. Comprobó que al cortar la raíz anterior se producía parálisis total, pero también descubrió que en cualquier caso podía producir movimientos y estimulaba el extremo distal del corte anterior. El experimento de Magendie fue mucho más convincente que el de Bell pues será mucho más elaborado. Afortunadamente la historia acabó con la controversia sobre la primacía de este descubrimiento, al darle a la ley sobre las raíces nerviosas espinales el nombre de ambos científicos.

A partir de esta evidencia, es lógico que Bell hubiera continuado con la búsqueda de más subdivisiones en los nervios. En su panfleto de 1811, anticipaba la formulación definitiva de Johannes Müller sobre las energías nerviosas específicas. Decía que los cinco sentidos poseían sus respectivas clases diferentes de nervios, y en 1826 agregó a esta lista sexto sentido, el muscular. Bell también hablaba de un “círculo vicioso”, mostrando que la sensación de los músculos es necesaria para un buen control motor. También destacó el hecho de la inervación recíproca entre músculos extensores y flexores, pero falló en el aspecto de inhibición, ya que pensaba que este mecanismo recíproco pertenecía a la periferia y no al sistema nervioso central.

François Magendie (1783-1855) fue el principal fisiólogo de Francia en el tiempo en que Bell lo era en la Gran Bretaña. Ambos contrastaban entre sí en cuanto a su temperamento, pues de él era un investigador dramático y entusiasta, mientras que Magendie era lento, conservador, prudente y contemplativo, y hasta es posible que la prioridad de Bell en el descubrimiento de los nervios de la médula espinal se haya debido a esa gran impetuosidad suya, así como también al hecho de que era nueve años mayor que Magendie, aunque éste, a la larga fue el más convincente. Más atento a los honores que la sociedad le tributara Bell publicó los resultados de sus observaciones en forma privada, para “sus amigos”, y Magendie publicó sus investigaciones en una revista científica; de allí que sea fácil entender por qué Magendie no sabía nada sobre la investigación de Bell. Magendie fue nombrado miembro de la Academié des Sciences en 1819 poco antes de sus investigaciones sobre las raíces de los nervios. Desempeñó la cátedra de anatomía en el Collège de France en 1831, y si bien realizó varias importantes investigaciones como la que hizo sobre la sangre, (por ejemplo) la razón por la que aquí lo mencionamos es que estableció la diferencia entre nervios sensoriales y motores.

EL HANDBUCH DE JOHANNES MÜLLER

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Johannes Müller tuvo una relación con Bell parecida a la que más tarde tuviera Wundt con Helmholtz. Las brillantes investigaciones de Bell obligaron a reformular ciertos problemas fundamentales. Aunque Müller también fue un investigador, se le conocen mejor por su obra sistemática Handbuch de Physiologie des menschen (1833-1840), trabajo exhaustivo presentado en más de 750,000 palabras en alemán, en el que se describe toda la fisiología de la época y se agrega una gran cantidad de observaciones y conjeturas. El autor había recibido su doctorado en Bonn en 1822, año en que Magendie publicó sus investigaciones sobre las raíces nerviosas espinales. Se había quedado en Bonn como Privatdozent y profesor, hasta que en 1833 le ofrecieron la cátedra de anatomía y fisiología en Berlín. Por medio de esta gran distinción, Müller se convirtió en la principal autoridad de fisiología en su época y su Handbuch se tradujo inmediatamente al inglés como un importante tratado sistemático de fisiología. A partir de entonces su influencia se ha hecho sentir ostensiblemente. Otros científicos que luego se hicieron famosos, como Helmholtz, Brücke, du Bois-Reymond y Ludwig, fueron sus alumnos (en el sentido de que los cuatro se aliaron en 1845 para luchar contra el vitalismo, véase la pág. 729).

El lector que haya seguido este rápido aumento del desarrollo de la anatomía y la fisiología desde Galeno (aprox. 175) hasta Vesalio (aprox. 1150), Harvey (1616), Haller (1752) y Bell (1811), no debe llevarse la impresión de que hayamos hecho el recuento del conocimiento. Durante los últimos 2:30 siglos especialmente, se han llevado a cabo muchas y pacientes investigaciones. Sí, por ejemplo, se echa una ojeada al Handbuch de Müller se notarán en la cuarta década del siglo XIX existía una gran cantidad de conocimientos fisiológicos, de los cuales se sigue aceptando la fisiología actual la mayor parte de los hechos. También quien observe las notas al pie de página, se encontrará con que en ese tiempo existía una gran cantidad investigaciones muy serias sobre el tema.

El Handbuch de Müller era muy extenso; se dividía en ocho libros cuya temática nos da una idea de la amplitud de conocimientos existentes en la época.

El primer libro trata de la circulación de la sangre y de la linfa (288 págs.). El segundo considera los aspectos clínicos de la respiración, la nutrición, el crecimiento, la reproducción, la secreción, la digestión, la quilificación, y la excreción (308 pags.). El tercer libro trata de la fisiología de los nervios (270 páginas). Los libros IV, V y VI abarcan lo que podríamos considerar la psicología experimental de ese periodo. El libro tercero también podría sumarse a ese grupo. El libro cuarto habla de los movimientos musculares en general y sobre él habla y los sonidos en particular (248 págs.), y añade a las consideraciones del tercer libro, sobre la acción refleja, una nueva concepción. El libro quinto está dedicado a los cinco sentidos y se inicia con la formulación de la doctrina sobre las energías específicas de las sustancias nerviosas (256 págs.) el libro sexto, intitulado Acerca de la mente, trata aspectos como la asociación, la memoria, la imaginación, el pensamiento, los sentimientos, las pasiones, el problema mente-cuerpo, los fantasmas, la acción, el temperamento y el sueño; en realidad, ¡se trataba de un capítulo de psicología! (82 páginas). Los dos últimos libros fueron dedicados a la reproducción y el desarrollo, los estados embrionarios y posnatales (179 páginas).

Históricamente, las partes psicológicas del Handbuch, -libros IV a VI- son las más importantes: el tratamiento que Müller daba a la sensación y a la fisiología sensorial se discutirá más tarde; lo que más nos interesa por ahora es el aspecto de la acción refleja.

ACCIÓN REFLEJA

El amplio fenómeno del movimiento reflejo se conocía ya desde tiempo atrás. Galeno había escrito lo que hoy llamamos el reflejo pupilar. Astruc fue quien, en 1736, usó por primera vez la palabra “reflejo”, desentendía simplemente como la reflexión en un espejo. Astruc pensaba que los espíritus animales de la sensación eran reflejados por la médula espinal o por el cerebro, a través de otros nervios, produciendo así el movimiento. “Al igual que en el caso de la

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luz, los ángulos de incidencia y de reflexión son iguales, por lo que la sensación producida por una sacudida de los espíritus animales ejerce sobre las columnas fibrosas (de la médula espinal) una acción que se refleja y produce movimientos en esos tubos nerviosos que por casualidad están colocados directamente sobre la línea de reflexión.”

En 1751, un escocés, Robert Whytt (1714-1766), publicó An Essay on the Vital and other Involuntary Motions of Animals. Describió experimentos con ranas donde demostraba que la médula espinal era tan necesaria como suficiente para los muchos movimientos automáticos que se dan como respuesta a una estimulación cuando se separa la médula del cerebro. Además, demostró que el movimiento reflejado puede ocurrir aún en casos en que sólo se cuenta con una parte de la misma médula. Hizo gran énfasis en la distinción que existe entre los movimientos voluntarios, que son el resultado de un acto de voluntad, y los involuntarios (espontáneos automáticos), que son movimientos que ocurren instantáneamente, “sin que haya tiempo para razonar”. Whytt creía que la reproducción de movimiento a partir de la estimulación dependía de un “principio consciente” que estaba en la sustancia nerviosa y que era coextensivo con la mente. De esta manera, afirma que el movimiento reflejo es involuntario, subordinado a la médula, independiente de la razón y la voluntad, pero aún así dependía de este principio consciente; así que para Whytt, los reflejos eran casi, aunque no del todo, inconscientes.

Este interrogante sobre si el movimiento involuntario en consciente o no fue por mucho tiempo un gran problema para la psicofisiología. Descartes y la necesidad teológica de conservar una diferencia entre el alma inmortal y el cuerpo mortal ejercían aún gran influencia. Antes de que el paralelismo psicofísico, con que se resolvió el problema mente-cuerpo, tomará fuerza hacia mediados del siglo XIX, la explicación más general era conocida como interaccionista: el cuerpo incluye en la mente y la mente en el cuerpo, esto hace difícil explicarse como una sensación que llegaba a la mente podía crear movimiento si no era por medio de un acto de voluntad. Fue precisamente contra esta penetración de la mente los actos de voluntad que Whytt escribió su monografía sobre los movimientos involuntarios, y ya con esto había recorrido la mitad del camino que exigía esta crítica. Afirmó que acciones habituales, tales como caminar, ocurren sin que se lleven a cabo permanentemente actos de voluntad o casos conocidos por el ejecutor, pero aferrado al concepto de “principio consciente” como explicación de la acción determinada por los sentidos, aún cuando la acción hubiese sido ejecutada sólo por la médula espinal.

Durante el siglo XVIII otros tres hombres contribuyeron al conocimiento y concepción de la acción refleja. Albrecht von Haller (págs. 36 y sigtes.), quien publicó libros antes y después de Whytt, descubrió las acciones ejercidas por los músculos del organismo, poniendo especial atención a la acción intestinal continua y a la del músculo cardiaco. Estas observaciones lo llevaron a sustituir el concepto de irritabilidad de Glisson (págs. 36 y sigtes.) Por el suyo de vis insita, principio de acción y aunque local, es involuntario e inconsciente. Luego vino Unzer (1727-1799) quien, en 1771, criticó el punto de vista de Haller, dio a conocer los resultados de sus propios experimentos sobre cortes de los nervios y la médula de una rana y enfatizó nuevamente la distinción entre movimientos voluntarios e involuntarios. En 1784, Prochaska (1749-1820) describió más experimentos sobre seccionamiento de la médula en ranas y afirmó que esa acción dependía de dos factores: la vis nervosa y el sensorium commune. Todas las sustancias nerviosas poseen vis nervosa, se activa a través del sensorium commune que existen en el cerebro, la médula y la médula espinal. Prochaska afirmaba entonces que la acción resultante es automática y no voluntaria.

Durante la primera mitad del siglo XIX, Marshall Hall y Johannes Müller fueron los principales contribuyentes al entendimiento de la acción refleja, Hall dio a conocer sus trabajos en 1832 y los publicó en 1833. Müller, en el Abtheilung de su Handbuch, publicado en 1834, reportó sus hallazgos y reconoció la prioridad de Hall. La única diferencia entre sus concepciones era que Hall afirmaba que los reflejos dependían solamente de la espina dorsal y nunca del cerebro, y que además eran inconscientes; Müller afirmaba que en algunos reflejos sí intervenía la acción del cerebro.

Marshall Hall (1790-1857) fue un brillante médico escocés que trabajo en Londres y

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presentó ante la Royal Society muchas investigaciones fisiológicas, cuando estaba estudiando la circulación en los pulmones con una lagartija decapitada, descubrió que, aún así, la lagartija respondía a las estimulaciones de la piel. Luego llevó a cabo un experimento con una serpiente, a la que seccionó la médula espinal entre las vértebras segunda y tercera: “desde el momento en que se seccionó la médula el animal quedó perfectamente quieto y reposado, moviendo ocasional y suavemente la cabeza. Era evidente que si el animal hubiera continuado sin recibir ningún estímulo externo, es muy seguro que su estado de quietud habría continuado indefinidamente. Cuando se le estimuló empezó a presentar durante largo rato una gran cantidad de movimientos que lo llevaban a estrecharse contra la mesa que hacía contacto con partes de su cuerpo que hasta ahora no se habían estimulado. Después de un rato volvió a la quietud y, como lo protegimos de la más mínima estimulación externa, continuó quieto y murió exactamente en la misma posición que había adoptado desde el último movimiento.”

Hall se basó en estos experimentos para aclarar la confusión que existía desde el siglo XVIII acerca de los movimientos voluntarios, involuntarios, conscientes e inconscientes. Distinguió cuatro clases de movimientos corporales: a) movimientos voluntarios que dependen de la conciencia y de la acción del encéfalo; b) movimientos respiratorios involuntarios y subordinados al centro vital en la médula; c) movimientos involuntarios dependientes de la irritabilidad muscular bajo estimulación directa (la irritabilidad de Glisson, la vis insita de Haller); d) movimientos reflejos dependientes solamente de la médula espinal e independientes del cerebro y de la conciencia. En esa época esta doctrina parecía muy lógica. Establece la distinción entre los reflejos y otras clases de movimientos, enfatizaba el hecho de que los movimientos reflejos son consecuencia de la estimulación sensorial y preparaba de esta manera el terreno para que se desarrollara más tarde el concepto de arco reflejo.

Marshall Hall fue un entusiasta investigador que despertó muchas críticas pero también atrajo a muchos seguidores. Se le atacaba afirmando que sus experimentos no representaban nada nuevo ni distinto a lo que Whytt y Prochaska ya habían encontrado, y hasta se trajo a discusión el hecho de que él había pedido prestada de la biblioteca de la Sociedad Médica Quirúrgica la monografía de Prochaska. (La verdad fue así: su primera disertación la expuso en 1832, cuando fue elegido miembro de la Royal Society, y la publicó en 1833; leyó a Prochaska en 1835, y en 1837 publicó un segundo escrito sin mencionar a Prochaska.) En realidad, no es muy claro si Hall hizo algún descubrimiento importante sobre la acción refleja.

Whytt, Unzer y Prochaska demostraron que una acción en respuesta a un estímulo puede ser mediatizada por la médula espinal cuando ésta ha sido separada del cerebro. Por otra parte, hay que reconocer que los experimentos de Hall eran formidables y la larga médula espinal de una serpiente resulta, como material, muy cómoda para hacer seccionamientos. Es cierto que Hall clarificó todos los conceptos referentes a movimientos reflejos, involuntarios e inconscientes y, gracias a la fuerza de su personalidad, todos estos asuntos llegaron a considerarse muy importantes. La controversia ayudó también a atraer la atención sobre un asunto importante. Cualquier persona que trabaje en publicidad sabe que cuando se trata de llamar la atención, la mejor forma es la denuncia, mucho mejor que el respaldo activo o cuando menos, que ser ignorado.

La conclusión a la que llegó Marshall Hall, de que los reflejos de la médula son inconscientes, fue atacada en 1853 por el fisiólogo alemán Pflüger, quien pensaba que la conciencia es una función de toda la acción nerviosa, que no se pueden hacer distinciones entre la acción del cerebro y la acción de la médula y que por ello los reflejos de la médula debían ser considerados como conscientes. Su argumento se basaba en que los reflejos tenían propósitos, en el sentido de que están localizados específicamente y en que son útiles para el organismo. La pata de una rana, decía él, rasgará exactamente el lugar de la piel que fue irritado por un ácido. Un poco más tarde en ese mismo año Lotze, el filósofo que tuvo tanto que ver con la iniciación de la psicología fisiológica, después de revisar la monografía de Pflüger, terminó respaldando la posición opuesta a éste. Hizo evidente la dependencia de la conciencia del cerebro, pero afirmaba que muchos movimientos involuntarios en el hombre eran de naturaleza inconsciente y que, si bien es cierto que los reflejos son útiles en situaciones ordinarias, no se pueden adaptar a

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situaciones cambiantes. En 1853, todavía faltaba más o menos medio siglo para que los reflejos condicionados hicieran su aparición. Lotze sostenía que la acción consciente tiene propósitos porque adaptan al organismo a nuevos eventos. Lotze era un filósofo y por eso recurría a evidencias tales como la introspección; Pflüger era fisiólogo y lógicamente, recurría a argumentos tales como la comparación de toda la acción nerviosa.

Desde luego el problema es insoluble, ya que la respuesta dependerá de la definición que demos de la conciencia. Uno puede definirla de tal manera que incluya los reflejos de la médula, como puede hacerlo de manera que los excluya. Existe un truco semántico por medio del cual se hace aparecer como consciente el fenómeno de atraer alfileres con un imán. Es necesario tener en cuenta que Lotze y Pflüger escribieron en una época en que el dualismo mente-cuerpo, se aceptaba como una verdad fundamental. Nunca habrían aceptado que su problema fuera en realidad un “pseudoproblema” que consistía simplemente en elegir la definición de conciencia.

En la segunda mitad del siglo XIX se imponía la nueva psicología, aunque la llamaban psicología fisiológica, consistía realmente en la psicología de la conciencia. Se aceptó la conclusión de Marshall Hall de que los reflejos eran inconscientes y a éstos se les relegó entonces a la fisiología, mientras que la psicología se dedicó al estudio de la acción voluntaria y especialmente a estudiar los tiempos de reacción. Durante algunas décadas resultó conveniente aceptar la existencia de una línea clara y definida que separa el consciente del inconsciente, y que tal distinción sirviera para delimitar la psicología (hasta la psicología fisiológica) de la fisiología. Esta diferenciación cayó por tierra nuevamente cuando en el siglo XX Pablov descubrió que los movimientos inconscientes pueden aprenderse (reflejos condicionados); cuando Freud descubrió que la mayoría de los motivos y parte del pensamiento son inconscientes; en general, con la aparición de los conductistas como protesta contra el “mentalismo” que el dualismo cartesiano había implantado sobre la nueva ciencia.

LA NATURALEZA ELÉCTRICA DEL IMPULSO NERVIOSO

Ya hemos hecho hincapié en la forma como el conocimiento de las corrientes eléctricas y el impulso nervioso se desarrollaban al mismo tiempo, aunque el impulso nervioso no sea una corriente eléctrica. En el siglo XVII se desarrollaron los medios para generar electricidad estática y mucho se mejoró en lo que a su uso se refiere en el siglo XVIII con el invento de la llamada botella de Leyden a su posición inicial en 1745. Fue hacia esta época que Galvani empezó sus experimentos estimulando muslos de ranas (preparaciones nervio-musculares) con descargas eléctricas; en 1791 había descubierto que podía lograr que una pierna pateara conectando el extremo cortado con cualquier parte exterior usando dos varillas de metales diferentes. Inicialmente su descubrimiento fue que la pata, unida con el nervio y con un pedazo de la médula espinal, si se colgaba de un enrejado de hierro mediante un gancho de bronce que atravesara el pedazo de médula, se sacudía violentamente al recibir descargas, ya fuera por una máquina eléctrica, por una botella de Leyden o por las descargas producidas por una tormenta. Más tarde descubrió que podía hacer mover la pierna en cualquier momento, tocando el nervio con un bastón de un metal, el pie con un bastón de otro metal y uniendo luego los dos bastones. Lo que en realidad tenía él en este caso era una batería húmeda que generaba la corriente y hacía sacudir el músculo. Una pata de rana cuyos nervios se suspenderá de un gancho de bronce que tocara el suelo y cuyo pie hiciera contacto con cualquier objeto de plata que también tocar el suelo, continuaría sacudiéndose indefinidamente, ya que en cada sacudida el pie se levantaba para romper el círculo y permitía a la pierna volver a su posición inicial, completándose así el circuito. A partir de esos experimentos, Galvani llegó a la conclusión de que los tejidos animales generan electricidad, y en 1791 escribió De viribus electricitatis in motu musculari. Así empezó la creencia en la electricidad animal. Ya se había restablecido un interés en el “magnetismo animal”.

Mesmer había usado imanes para curar las enfermedades de algunos pacientes desde

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1766 en adelante y pronto encontró que podía efectuar las mismas curaciones sin los imanes; concluyó que su propio magnetismo animal era el responsable de sus curaciones (págs 140). Galvani no supo que había construido la primera batería eléctrica, ni que la clase de corriente continua directa que esta generaba sería llamada con el tiempo corriente galvánica en su honor en vez de electricidad animal.

La electricidad era todavía algo misterioso. Fue Volta quien descubrió que este tipo de electricidad puede darse sin tejidos animales. En 1800 construyó lo que más tarde se llamó una pila voltaica, que es un grupo de discos de plata, cartón mojado en agua salada, cinc: plata, cartón mojado, cinc; plata, cartón, cinc; y así sucesivamente. La pila mantenía un voltaje entre el disco superior y el disco inferior. Volta pensó que había refutado la electricidad animal construyendo esta batería inorgánica, pero Johannes Müller todavía en 1834 pensaba que el impulso nervioso era electrónico, debido especialmente a que su conducción es tan rápida.

Este descubrimiento de Volta, de los medios para producir corrientes galvánicas, llevó a la construcción de un galvanómetro que medía esta corriente, aparato que luego se perfeccionó. Varios fisiólogos de esa época empezaron a interesarse por los problemas de la electricidad animal. En 1841, Matteucci presentó a la Académie des Sciences un estudio en el cual demostraba que el galvanómetro indicaba un paso de corriente cuando se conectaba desde la superficie de un músculo hasta una herida en el mismo. Esta corriente fue llamada más tarde corriente de herida y también corriente de reposo, ya que pasa corriente sin ninguna contracción muscular observable. Johannes Müller le mostró este escrito de Matteuci a su brillante alumno Du Bois-Reymond quien sucedió a Müller en la cátedra de Berlín. El interés de Du Bois se despertó inmediatamente. En 1843 publicó su primer escrito sobre Thierische Elektricität y sus dos volúmenes sobre este tema pronto se convirtieron en clásicos (1848-1849). Formuló lo que puede consideran una teoría sobre la polarización de los tejidos animales, ya que sugería que los nervios y los músculos consistían en partículas cargadas eléctricamente en forma positiva en un lado y negativa en el otro; afirmaba que estas partículas se orientaban en el modo en que se supone que las partículas magnetizadas forman un gran imán con un polo norte en un extremo y un polo sur en el otro. Su teoría era incorrecta, pero de todas maneras Du Bois aportó al desarrollo de esta ciencia el encaminar las investigaciones posteriores hacia el concepto de polarización de la corriente.

Fueron los experimentos de Du Bois los que sacaron al impulso nervioso del campo místico de los espíritus animales y de la neumática del alma y lo llevaron al ámbito de la ciencia materialista, haciendo pensar a Helmholtz que la velocidad del impulso no es instantánea sino finita y medible. Ahora entraremos a revisar este concepto, tan importante para el desarrollo de la psicología científica.

LA VELOCIDAD Y CONDUCCIÓN DEL IMPULSO NERVIOSO

Se había supuesto que la trasmisión del impulso nervioso era tan rápida que su medición se hacía prácticamente imposible. Johannes Müller en su Handbuch menciona tres valores que se habían dado. “Haller calculaba que el fluido nervioso se mueve con una velocidad de 2 743.2 metros por minuto (9 000 pies): Sauvages estimaba que la tasa de este movimiento era de 9 875.9 metros (32 400 pies), y otro fisiólogo decía que era de 19 232 800 metros por segundo (57 600 millones de pies). Se podrá ver que el cálculo de Haller equivale a 45.7 metros por segundo (150 pies) lo que es bastante cercano a la realidad, ya que la velocidad nerviosa varia de 91.4 a 121.9 metros por segundo (300 a 400 pies), dependiendo del diámetro de fibra que lo conduce. El último dato citado por Müller es casi 60 veces la velocidad de la luz; se había llegado a este valor tan alto con base en el presupuesto de que la tasa de velocidad de los espíritus animales de los tubos nerviosos y la de la sangre en las arterias era la misma para vasos del mismo diámetro, y que variaba inversamente con el diámetro del vaso. Müller no aceptaba esta lógica pero si aceptaba la creencia general en que la tasa de trasmisión es extremadamente rápida, tal vez cercana a la velocidad de la luz.

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Escribía: “Tal vez nunca logremos medir la velocidad de la acción nerviosa, ya que no tenemos ocasión de comparar su propagación a través del espacio inmenso que nos rodea, como es el uso de la luz:” No mucho tiempo después, su antiguo alumno Helmholtz (pags. 318-337) la midió y encontró que era mucho más lenta que la velocidad del sonido, más o menos de sólo 27.4 metros por segundo (90 pies), y era aún menor en los nervios motores de una rana. Llevo a cabo este experimento mientas era profesor de fisiología en Königsberg; lo hizo midiendo el tiempo que demora un músculo en contraerse con nervios de diferentes longitudes, y para hacer la medición se valió del miógrafo, que acababa de inventar. Para determinar el tiempo en los nervios sensoriales (ya que, desde el establecimiento de la ley de Bell-Magendie, no debía suponerse que los nervios sensoriales tuviesen las mismas propiedades que los motores) instituyó experimentos de reacción, que se habían empezado a usar en astronomía para determinar la ecuación personal (págs. 163-165). Helmholtz estimulaba el dedo gordo del pie y el muslo para establecer la diferencia entre los tiempos de reacción. Mediante este método llegó a la conclusión de que la velocidad en la trasmisión de los impulsos sensoriales estaba entre 50 y 100 metros por segundo. Du Bois-Reymond corrigió y estableció estos tiempos con mayor rigor.

El descubrimiento de que la trasmisión del impulso nervioso no es instantánea prácticamente, sino relativamente lenta, tiene una inmensa importancia para la psicología científica. En el periodo que estamos considerando, la mente se identificaba casi por completo con el cerebro, pero se creía que la personalidad tenía que ver con todo el organismo. Todos pensaban, al igual que hoy lo hace el hombre común y corriente, que su mano era un pedazo de sí mismo. Mover voluntariamente un dedo era un acto de la mente en cuanto tal y no un evento posterior causado por un acto previo de la mente. Separar el momento en que se llevaba a cabo un movimiento y el acto de voluntad que lo producía era algo así como separar el cuerpo de la mente y también de la personalidad o de sí mismo. Indudablemente el descubrimiento de Helmholtz fue un avance en el análisis del movimiento corporal que lo hacía ver, ya no como una ocurrencia instantánea, sino como una serie temporal de eventos y de esta manera contribuyó al punto de vista materialista, que proponía un organismo psicofísico que era la esencia de la ciencia del siglo XIX.

La doctrina de Johannes Müller sobre las energías específicas de los nervios, produjo una investigación parecida en el campo del análisis sensorial. En los experimentos de Helmholtz está la base para los trabajos posteriores de psicología experimental, tales como la cronometría de los actos mentales y los tiempos de reacción. El efecto más importante que produjeron la experimentación y toda la investigación subsecuente fue que llegó a colocar al alma de acuerdo a la época, midió lo que hasta entonces había sido inefable y logró capturar el agente esencial de la mente para ponerlo a los pies de la ciencia natural.

Después de Helmholtz, Bernstein describió, en 1866, el impulso como una onda de negatividad que pasa a lo largo del nervio. Encontró que cuando un impulso nervioso pasa sobre la superficie del nervio la superficie se vuelve negativa desde un punto de vista eléctrico en el área que está antes del impulso y en la inmediatamente posterior. Como cualquier región herida o dañada de un nervio es negativa con relación a la superficie normal, se entendía que el impulso actuaba como una herida que iba pasando a lo largo de todo el nervio. Sin embargo, una herida consiste simplemente en exponer la parte interna de un nervio a un electrodo externo. Hasta 1871 Bernstein tenía en claro que el impulso consistía en el paso de una carga negativa del interior del nervio hacia el exterior, que es positivo. Este punto de vista bajo la égida de Bernstein y con la ayuda del electrómetro capilar recién inventado, se convirtió, en 1902, en la teoría de la membrana o de la conducción nerviosa, que es la que explica la onda de negatividad como una onda de depolarización eléctrica. De esa manera llegó a ser posible medir, no solamente la velocidad del impulso, sino también el tiempo que demora en pasar.

El siguiente descubrimiento que hicieron los fisiólogos fue el de la fase refractaria, que consiste en que, inmediatamente después de que el impulso ha pasado, el nervio queda sin posibilidad de ser excitado por un cortísimo periodo durante el cual la excitabilidad está volviendo a la normalidad. En 1874, Kronecker describió el periodo refractario del músculo cardiaco. En 1876, Marey suministró el término fase refractaria. Pero fue solamente hasta 1899 que Gotch y Burch se dieron cuenta de que este principio se aplica también a la excitación

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nerviosa. Y solamente hasta 1912 Adrian y Lucas, usando aparatos perfeccionados pudieron distinguir el periodo refractario absoluto, durante el cual ningún estímulo es lo suficientemente fuerte como para excitar el nervio, del periodo refractario relativo, que viene inmediatamente después y en cual la excitabilidad del nervio se aumenta hasta que luego de pasar por una fase supranormal, vuelve a la normalidad. Lograron presentar la curva de recuperación. Todo el proceso se demoraba alrededor de 0.03 segundos en un nervio de rana.

También se descubrió el principio de todo o nada, que consistió en que una fibra nerviosa o muscular suministra la energía necesaria para el impulso y se descarga por completo con solo excitarlo un poco. Bowditch demostró en 1871 que este principio se aplica al músculo del corazón; Lucas demostró en 1905 que también se aplica a los músculos esqueléticos y enunció este principio en 1909. Tanto a Lucas como a Adrian debemos la demostración de que la ley también se aplica a los nervios. Lucas murió repentinamente en 1916 y Adrian publicó sus conferencias.

La teoría de la membrana o de la conducción nerviosa se desarrolló junto con los descubrimientos sobre la naturaleza de la conducción. Ostwald había propuesto la teoría en 1890. Bernstein la amplió y estableció en 1902. En 1909 R. S. Lillie llevó a cabo una serie de experimentos que le dieron respaldo científico. La teoría explica los hechos de la fase refractaria y la trasmisión de acuerdo al principio de todo o nada y hacia el año de 1920 ya era bastante aceptada por los fisiólogos.

LA FISIOLOGÍA NERVIOSA COMO PARADIGMA DEL PROGRESO CIENTÍFICO

Aquí es necesario hacer una pausa con el fin de poner en claro cómo ilustran estos acontecimientos la naturaleza del progreso científico.

1. El progreso es continuo cuando se le ve en una perspectiva amplia, pero intermitente e irregular cuando se examina en intervalos pequeños. Si bien durante algunas décadas no sucedió nada de importancia científica, se registra un avance continuo entre 1790 y 1920.

2. Los descubrimientos dependen de descubrimientos anteriores. La serie de Galvani, Volta, du Bois-Reymond, Helmholtz, Bernstein, Lucas, Adrian, Lillie, marcan un desarrollo continuo que se compone de ocho rasgos prominentes y sucesivos. Si fuéramos a ser más rígidos, no habría necesidad de incluir todos estos nombres, pero posiblemente si de incluir otros que se mantuvieron al margen del hilo conductor de la investigación, tales como Kronecker, Bowditch y Ostwald.

3. A veces las líneas paralelas de desarrollo se tocan y colaboran entre sí. De esta manera se relacionaron la fisiología y la física. Fue a partir de la pata de una rana que Galvani tuvo la oportunidad de construir la primera batería eléctrica, pero la comprensión cabal de la conducción nerviosa que habría de darse después tuvo que esperar hasta que se dispuso de las corrientes galvánicas y se diseñaron los galvanómetros sensibles. Du Bois no habría podido hacer sus descubrimientos 20 años antes, ya que no existían los instrumentos y medios necesarios pasa ello. De igual manera, Bernstein tuvo que esperar 30 años (1871-1902) hasta la invención del electrómetro capilar para poder confirmar sus hipótesis sobre la naturaleza del impulso nervioso.

Relaciones parecidas se dieron entre la fisiología y psicología. El descubrimiento de Helmholtz, de que el impulso nervioso tardaba un tiempo considerable, proporcionó las bases para el descubrimiento de que las reacciones no son inmediatas y además que bajo ciertas circunstancias la respuesta a la estimulación puede demorarse, en el sistema nervioso. La gran atención que los primeros psicólogos experimentales prestaron a la conciencia, tendió a separarlos durante algún tiempo de los fisiólogos, tanto que los psicólogos tardaron aproximadamente 10 años en darse cuenta de que la teoría de todo o nada, sobre la conducción de las fibras nerviosas significaba que no podían seguir tratando de explicar las variaciones en la intensidad sensorial como producto del grado de excitación de una sola fibra nerviosa.

4. Los conceptos fundamentales que conforman el Zeitgeist de un tema cualquiera

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cambian bajo la presión de los nuevos descubrimientos, aunque lentamente y no sin resistencias, pero es inevitable que los nuevos puntos de vista reemplacen a los anteriores. El máximo acontecimiento para la psicología del siglo XIX fue que se pudo inscribir a la mente en una dimensión temporal mediante los métodos de la ciencia natural. A comienzos del siglo se aceptaba el punto de vista de Kant, según el cual la psicología no podía ser experimental. En 1824 Herbart decía que la psicología podía ser Wissenschaft, pero no experimental. En 1850 Johannes Müller dudaba si aceptar o no la medición que Helmholtz había hecho de la velocidad del impulso nervioso, en parte porque pensaba que el alma era una unidad indivisible. Hacia finales del siglo había destacados psicólogos, cono William James, que sostenían que la sensación era una entidad consciente a la que se debía conocer a través de la introspección y que no variaba cuantitativa sino cualitativamente. “Nuestra sensación de rosado no es con toda seguridad una porción de nuestra sensación de escarlata”, decía James. De todas maneras, la medición y el análisis estaban tomando la delantera y esto se debía principalmente a que el sistema nervioso, “el agente de la mente”, se sometía continuamente a medición y control finito.

Desde una perspectiva más amplia, uno puede darse cuenta de que el experimento con el cual Helmholtz midió la velocidad del impulso nervioso está colocado históricamente en forma lógica: después del trabajo de Du-Bois y antes del trabajo de Bernstein, ya que este experimento necesariamente debía haberse realizado en la década de 1850 o, por muy tarde, en la de 1860 y, si no hubiera sido Helmholtz, otro científico habría hecho este experimento que para nosotros hoy parece tan sencillo. Al mismo tiempo el experimento constituye un punto clave para la historia de la psicología: se llevó a cabo exactamente a mediados del siglo, en 1850, y sucedió en el momento en que la psicología estaba empezando a declararse independiente de la filosofía y de la fisiología. Fue también en 1850 cuando Fechner pensó que había formas de medir la sensación y en esa década completó sus laboriosos experimentos. En 1860 apareció su obra Elemente der Psychophysik. A finales de la década de 1850 el joven Wundt (que tenía sólo 18 años cuando Helmholtz realizó su famoso experimento) dictaba conferencias sobre cómo se podría establecer la ciencia de la psicología fisiológica. El mismo Helmholtz desde 1852 se ocupó de la psicología experimental de la visión. Ciertamente, el experimento que midió la velocidad de la trasmisión nerviosa no fue el que produjo toda una gran actividad, fue solamente parte de ella, sin embargo, no podemos dejar de asentar el hecho dramático de que, más que ningún otro fue el que resaltó el asunto de que la mente no es inefable, sino que es un objeto adecuado para el control y la observación experimental por parte de aquél que tenga la suficiente capacidad de concebir los instrumentos necesarios para tal experimentación.

“Historia de la Psicología Experimental”, Boring Edwin G., Trillas 2003