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Hans Joas La sacralidad de la persona Una nueva genealogía de los derechos humanos

La sacralidad de la persona (Hans Joas)

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Tradicionalmente se ha buscado suscitar la adhesión a losderechos humanos mediante una fundamentación deductivaahistórica, a partir de principios morales generales (Kant, Habermas), o se ha intentado alcanzar una explicación históricade los mismos, a partir de circunstancias concretas. Hans Joas, en este libro procura trazar un camino alternativo en la fundamentación de los derechos humanos. Para ello parte dela experiencia histórica y apela a nociones fundantes de la sociología moderna para replantear, por fuera de cualquier connotación religiosa, el sentido de la sacralidad de la persona humana.

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Hans Joas

La sacralidadde lapersona

Una nueva genealogíade los derechoshumanos

Tradicionalmente se ha buscado suscitar la adhesión a los derechos humanos mediante una fundamentación deductiva ahistórica, a partir de principios morales generales (Kant, Habermas), o se ha intentado alcanzar una explicación históri-ca de los mismos, a partir de circunstancias concretas. Hans Joas, en este libro procura trazar un camino alternativo en la fundamentación de los derechos humanos. Para ello parte de la experiencia histórica y apela a nociones fundantes de la sociología moderna para replantear, por fuera de cualquier connotación religiosa, el sentido de la sacralidad de la perso-na humana.De esta forma, intenta elaborar una genealogía positiva de los derechos humanos en cuanto apelaciones que, surgidas de las vivencias profundas de las personas, las convocan radical-mente y alcanzan así una validez supratemporal.

Hans Joas (1948), sociólogo y filósofo social. Se doctoró en 1981 en la Universidad Libre de Berlín con una tesis sobre G. H. Mead. El interés inicial de Joas por el pragmatismo y su influen-cia en la sociología (Pragmatis-mo y teoría social, 1993; La crea-tividad de la acción, 1996) mar-ca una constante de su empeño teórico: encontrar un vínculo en-tre la filosofía normativa y lo fác-tico, entre norma y génesis his-tórica. Esto se confirma en su si-guiente actividad de investiga-ción: el estudio del origen de los valores y su fundamentación me-diante una genealogía afirmati-va en cuanto fuente fáctica que por su poder de convocatoria alcanza un nivel supratemporal (La génesis de los valores, 2000), aplicada luego al caso de los de-rechos humanos, tema del pre-sente libro. Hans Joas, quien ha cumplido actividades docentes y de investigación en numerosas instituciones y universidades del mundo, como en la Universidad de Friburgo, donde desarrolló una alternativa a la concepción con-vencional de la secularización y el “desencanto” como corolarios necesarios de la Modernidad. Un primer resultado de esa investiga-ción es el libro publicado en 2012, Fe como opción. Actualmente es profesor honorario de la facultad de Teología de la Universidad Humboldt de Berlín.

La sacralidadde la persona

Otros títulos de la colección

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Otros títulos en preparación

Walter CenciEl objeto singular. Baudrillard y el cuerpoGiuseppe DusoLa representancia política. Génesis y estructura de un concepto

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La sacralidad

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ersona

Una nueva genealogía de losderechos humanos

...aún no me ha abandonado el sentimiento de humanidad

I. Kant

Para Bettina Hollstein, Matthias Jung, Wolfgang Knöbl, en concordia agradecida

La sacralidad de la persona

Colección H

umanitas

Colección: HumanitasDirector: Carlos Ruta

Título original: Die Sacrälitat der Person. Eine neue Genealogie der Menschenrechte© 2011 Suhrkamp Verlag Berlin

1ª edición en español, abril de 2015

© 2015 Hans Joas© 2015 de la traducción Gerardo Losada© 2015 UNSAM EDITA de Universidad Nacional de General San Martín© 2015 Jorge Baudino Ediciones

UNSAM EDITA:Campus Miguelete. Edificio TornavíaMartín de Irigoyen 3100, San Martín (B1650HMK), provincia de Buenos [email protected]

Jorge Baudino Ediciones: Fray Cayetano Rodríguez 885 (1406), Ciudad Autónoma de Buenos [email protected]

Diseño de tapa e interior / Fotografía de tapa: Ángel Vega Edición digital: María Laura AloriCorrección: María Laura Petz

Queda hecho el depósito que dispone la Ley 11.723Editado e impreso en la ArgentinaSe imprimieron 1000 ejemplares de esta obra durante el mes de abril de 2015 en:Coop. Chilavert Artes Gráficas, Chilavert 1136, CABA

Prohibida la reproducción total o parcial, incluyendo fotocopia, sin la autorización expresa de sus editores.

Joas, Hans La sacralidad de la persona: una nueva genealogía de los derechos humanos. –1ª ed.- Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Jorge Baudino Ediciones; San Martín: Universidad Nacional de Gral. San Martín. UNSAM EDITA, 2015.230 pp. ; 21x15 cm. (Humanitas / Carlos Rafael Ruta)Traducido por: Gerardo LosadaISBN 978-987-1788-24-81. Derechos humanos. 2. Sistema de Valores. I. Losada, Gerardo, trad. II. TítuloCDD 323

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olección Humanitas

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Una nueva genealogía de los derechos humanos

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prólogo

introducción

Capítulo I¿carisma de la razón? la génesis de los derechos humanos1. Los derechos humanos y la Revolución Francesa2. Los derechos humanos y la revolución estadounidense3. Los derechos humanos y el “racionalismo occidental”

Capítulo IIcastigo y respeto. la sacralización de la persona y sus riesgos1. El mito de la Ilustración2. ¿Cambio de forma del poder?3. La sacralización de la persona4. Riesgos

Capítulo IIIviolencia y dignidad humana. cómo las experiencias se transforman en derechos1. Derechos humanos e historia de la violencia2. La selectividad del discurso de los derechos humanos3. ¿Trauma cultural?4. El movimiento antiesclavista como modelo de una movilización moral

Capítulo IVni kant ni nietzsche. ¿qué es la genealogía afirmativa?1. El hecho de la formación del ideal2. La individualidad específica de los fenómenos históricos3. Desarrollo histórico4. El inevitable autoposicionamiento del historiador5. Genealogía afirmativa6. Realismo sociológico

Capítulo Valma y semejanza de dios y filiación divina1. Del alma al yo2. La vida como don

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Capítulo VI

generalización de los valores. la declaración universal de los derechos humanos y la pluralidad de las culturas1. La comunicación acerca de los valores2. El concepto de la generalización de los valores

bibliografía

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prólogo

Una breve información acerca de la larga historia del origen de este libro sería tal vez de utilidad para su comprensión. La idea fundamental surgió

en inmediata conexión con los otros dos libros que escribí en la segunda mitad de los años noventa Die Entstehung der Werte y Kriege und Werte (La génesis de los valores y Guerras y valores). En el primer libro presenté una teoría sobre el origen de todo tipo de compromisos con los valores y me propuse ponerla a prueba con un sistema de valores específico; este debía ser un sistema de valores que estu-viera en una conexión de influencia con la historia de la violencia, a la cual está dedicado el segundo de los libros mencionados. La historia de los derechos hu-manos aparecía como ejemplarmente apropiada para la realización de este plan.

Durante su desarrollo, sin embargo, tropecé con un problema que me plan-teó mayores dificultades de lo que había esperado. Resultó que el conocimiento de una vasta bibliografía histórica y de la variada discusión filosófica y teológica sobre la fundamentación de los derechos humanos no solo era insoslayable, sino que exigía una enorme cantidad de tiempo. Esto era algo básicamente previ-sible. Pero, entretanto, se hacía cada vez menos claro cómo debía comprender positivamente mi propio aporte –el cual no debía ser ni historia ni filosofía ni teología–. Es cierto que hay capítulos particulares del presente libro que se vin-culan intensamente con grandes sociólogos y sus teorías: capítulo 1, con Max Weber; capítulo 2, con Émile Durkheim; capítulos 5 y 6 con Talcott Parsons. Pero el núcleo de mi procedimiento no consiste en la explicación sociológica de los procesos históricos del cambio de valores, sino en una vinculación de esa explicación con un aporte propio en la discusión de la justificación de esos valores. Este procedimiento, sin embargo, no es obvio y debe ser fundamentado detalladamente. Por eso, tuve que añadir a las secciones histórico-sociológicas un capítulo que apunta a la cuestión metodológica. Sobre este tema resultó central un autor que, como ningún otro, reflexionó en profundidad y amplitud sobre los problemas que se ubican en la encrucijada de una historia sociológi-camente esclarecida y de una discusión filosófico-teológica de los valores: el

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Prólogo

teólogo protestante Ernst Troeltsch, quien además podría ser definido como el pionero de la sociología histórica del cristianismo. Entretanto, sin embargo, nunca me abandonó la preocupación por no poder manejar las investigaciones aquí desarrolladas y de no poder integrarlas en un todo.

Resultaron de extraordinaria ayuda para el progreso y la exitosa conclusión de este programa de trabajo, las diversas invitaciones a presentar mis reflexiones y a discutirlas. Mi mayor agradecimiento para todas esas oportunidades brinda-das. Aquí, empero, puedo nombrar solo las más importantes:

En una fase temprana me ayudó la invitación, en el año 2002, de la doctora Susanna Schmidt, por entonces directora de la Academia Católica en Berlín, para organizar las Guardini Lectures en la Universidad Humboldt de esa ciu-dad; esto me ayudó a poner un orden inicial en mis ideas. Por este motivo, le quedo agradecido, y también agradezco a los interlocutores de las cuatro con-ferencias (Wolfang Huber, Herfried Münkler, Michael Bondgardt y Wilhelm Schmidt-Biggemann). De gran importancia fue la invitación, en febrero de 2009, del Instituto de Investigaciones Filosóficas de Hannover, para desarrollar un curso magistral de filosofía sobre el tema de este libro. Quisiera agradecer en especial a su entonces director, el doctor Gerhard Kruip y a los participantes de aquel curso, por la oportunidad de perfeccionar mi argumentación. Finalmente, para la configuración definitiva de este libro fue importante la invitación que me hizo el Centro Berkeley de Religión, Paz y Asuntos Internacionales de la Universidad Georgetown, en Washington, para dictar, en el otoño de 2009, una serie de conferencias públicas sobre el tema. Esa experiencia me permitió el acotamiento de un proyecto que amenazaba con salirse de marco. Mi agradeci-miento aquí a los directores del Centro, los profesores Thomas Banchoff y José Casanova. Por otro lado, en algunos capítulos puntuales del libro utilizo ideas ya utilizadas en artículos anteriores, que indico en cada caso.

En estos últimos años tuve el privilegio de ser invitado a convertirme en fellow del Colegio Sueco de Estudios Avanzados, Uppsala, del Colegio Cien-tífico de Berlín, y del Instituto Stellenbosch de Estudios Avanzados de Sudá-frica. He utilizado esas fellowships para trabajar en otros proyectos de libros y también en este. A los directores de estas instituciones y a los fellows de ellas mi agradecimiento, de corazón, por la excelente atmósfera de trabajo.

Bettina Holzstein, Wolfgang Knöble y Christian Polke han leído y comen-tado provechosamente todo el manuscrito. Es bueno tener amigos y colegas de esta clase. Quisiera dedicarles este libro a ellos, que acompañaron de manera particularmente intensa mis años de director del Colegio Max Weber de Erfurt. También mi agradecimiento para todos los otros interlocutores del colegio Max Weber por el tiempo compartido. Eva Gilmer de Suhrkamp Verlag se ocupó

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con especial cuidado de este libro; también para ella mi cordial agradecimiento. Y finalmente, agradezco a Alma Melchers y Jonas Wegerer, quienes, tras mi traslado al Instituto de Estudios Avanzados de Freiburg (FRIAS), se encargaron de realizar, de manera confiable, los trabajos de corrección y el índice.

Freiburg, junio 2011.

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introducción

Este libro se ocupa de la historia de los derechos humanos y de la cuestión de su fundamentación. Sin embargo, no suministra una historia intelectual o

jurídica amplia ni una nueva fundamentación filosófica de la idea de la dignidad humana universal y de los derechos humanos que se basan en ella. Estas dos posibles expectativas no encontrarán satisfacción aquí, y esto no por motivos triviales, como que para una historia amplia de los derechos humanos (a pesar de los imponentes trabajos previos ya realizados), se necesita todavía una vasta investigación suplementaria, o que alguna de las fundamentaciones filosóficas ya existentes, por ejemplo, las de Kant o Rawls o Habermas, no conviertan todo nuevo intento en algo redundante. Lo que define el camino emprendido aquí es una manera específica de vincular los argumentos de fundamentación y la reflexión histórica, vinculación que no aparece en las historias de los derechos humanos o en los intentos filosóficos, ni tampoco constituye, por regla, un ob-jetivo ahí buscado. Los ambiciosos intentos de fundamentación filosófica pres-cinden de la historia y construyen sus argumentos a partir del (supuesto) carác-ter de la razón práctica y del deber moral, de las condiciones de un experimento mental sobre la constitución de comunidades o de los rasgos fundamentales de un discurso idealizado. Tales construcciones se encuentran, necesariamente, en una notable relación de tensión con la historia. Desde esta perspectiva, resulta llamativo el hecho de que en la historia de la humanidad la validez intemporal rara vez haya sido identificada como tal. De esta manera, la historia de las ideas se convierte en una mera introducción al descubrimiento propiamente dicho, en la historia previa de tanteos y ensayos incompletos; la historia real, entre-tanto, se convierte en una mera alternancia de aproximaciones y alejamientos del ideal, en la medida en que un modelo de progreso no permita pensar una gradual aproximación en el pasado y una ulterior realización en el futuro.

Ciertamente, a su vez, la escritura de la historia estará con frecuencia in-fluida, consciente o inconscientemente, por ideas procedentes de la fundamen-tación filosófica; pero también puede contener una historia de las distintas

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Introducción

argumentaciones y de los debates filosóficos, políticos y religiosos sobre los derechos humanos y la dignidad humana. Pero, como ciencia, debe limitar sus pretensiones al plano empírico de una reconstrucción objetiva de procesos his-tóricos. En este reparto de trabajo, la historia y la filosofía robustecen la dife-rencia entre génesis y validez, la cual es para muchos, un fundamento de todo recto quehacer con cuestiones normativas. Según esta manera de pensar se dan dos cuestiones: o se discute la pretensión de validez de los principios norma-tivos, o bien su procedencia histórica. Desde esta perspectiva, para la decisión acerca de la pretensión de validez normativa, el conocimiento histórico nada aporta, o en todo caso, no aporta nada decisivo.

En este libro intento un tipo de procedimiento distinto en sus principios del antes mencionado; tal vez la sociología de orientación histórica, a la cual recurriré con frecuencia, sea un medio apropiado para superar la escisión des-cripta entre la filosofía y la historia. La razón de este modo distinto de proceder puede ser definida, en un primer momento, de forma negativa: no creo en la posibilidad de una fundamentación puramente racional de los valores últimos. La sola formulación de esta tarea me parece contradictoria en sí misma. Si uno debe tratar acerca de valores últimos, ¿a qué ulterioridad puede recurrir una fundamentación racional? ¿Qué puede ser más profundo que estos valores últimos y, sin embargo, seguir siendo axiológico? ¿O es que los valores últi-mos deben ser derivados de los hechos? Es obvio que estas dudas que planteo justifican, solo a grandes rasgos, mi escepticismo con respecto a las tentativas de fundamentación filosófica; no pretendo en este lugar hacer justicia a las grandiosas construcciones intelectuales que fueron edificadas con vistas a la fundamentación racional de una moral con pretensión universal. Pero, incluso aquellos para quienes el escepticismo que he confesado resulta convincente, tal vez retrocedan espantados ante las consecuencias del mismo, porque pueden suponer que la renuncia a una fundamentación racional última abre la puerta a un relativismo histórico o cultural o a una (supuesta) arbitrariedad posmo-derna. Cuando se trata de los derechos humanos y de la dignidad universal del ser humano, se toca un tema tan sensible que una actitud indiferente o frívola queda totalmente excluida. ¿Pero un abandono de la fundamentación última racional nos obliga necesariamente al relativismo? Esta preocupación se funda justamente en el esquema de pensamiento que sostiene la clara posibilidad de separar la génesis y la validez. Pero, justamente lo que aquí nos ocupa es el cuestionamiento vigoroso de esa idea. Si en el caso de los valores las cuestiones de génesis y validez no deben separarse de manera tan tajante, entonces es po-sible formular afirmativamente aquello de lo que aquí se trata. Así, la historia del origen y difusión de los valores puede organizarse de tal manera que en ella

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se entrecrucen narración y fundamentación de una manera específica. Como narración, tal presentación nos hace conscientes de que nuestro compromiso con los valores y nuestras representaciones de lo que es valioso proceden de las experiencias y de nuestros procesamientos de ellas; y por esto nos damos cuenta de que los valores son contingentes, es decir, no necesarios. Entonces, estos ya no aparecen como algo dado previamente, que habría que descubrir o tal vez restablecer. Pero esa narración, al hacernos conscientes del hecho de que nuestros valores son individualidades históricas, no debe debilitar ni destruir nuestro compromiso con ellos. Contrariamente a Nietzsche, no acepto que la revelación del origen de los valores nos quite telarañas de los ojos con respecto al hecho de que hasta ahora hemos creído en ellos como en ídolos. Si nosotros, con Nietzsche, queremos dar cuenta del entrecruzamiento de génesis y validez mediante una “genealogía”, esta puede ser una genealogía afirmativa y no tiene que ser una historia de orígenes disolvente.

Por consiguiente, en este libro se trata sobre una genealogía afirmativa de la universalidad de los valores. Puesto que en contra de un proyecto como este se encuentran en el ambiente objeciones a cada paso, hacia la mitad del libro (capítulo 4), en un excurso metodológico, me extenderé con respecto a la justi-ficación del camino elegido. Habrá que explicar que existen valores universales, aclarar qué es la genealogía en sentido general y qué es la genealogía afirmativa en sentido particular, y muchas otras cosas. En este lugar, por el momento, solo es necesario establecer que el concepto “génesis de los valores” –tomado de un libro anterior con el cual se vincula el actual, como una “aplicación” concretiza-da históricamente–, se aleja por igual de los conceptos de “construcción” y de “descubrimiento”. Mientras que el concepto de descubrimiento da a entender que se parte de un dominio de los valores preexistente o de un derecho natu-ral objetivamente dado, el concepto de construcción suena a una producción voluntarista, de la cual difícilmente puedan surgir efectos vinculantes; en todo caso solo se trataría de compromisos resultantes de una elección personal. Por el contrario, el concepto de origen apunta a comprender la genuina innova-ción histórica que representan los derechos humanos como innovación y, si-multáneamente, a preservar el carácter de evidencia que tal innovación puede suministrar a los implicados. Para los hombres que se sienten comprometidos con los valores, estos representan, de manera completamente evidente, el bien, y no porque esos hombres lo hayan decidido así o se hayan puesto de acuerdo. También la metáfora del nacimiento podría ser adecuada para expresar cómo un nuevo comienzo histórico puede asumir el carácter de incondicionalidad. En este sentido, por consiguiente, aquí se trata del “nacimiento”, de la “génesis”, de un complejo central de valores universales y su codificación jurídica.

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Introducción

Precisamente la génesis de ese complejo de valores fue objeto de vivas contro-versias desde fines del siglo XIX. Uno de los debates más frecuentes, pero también de los más infructuosos, gira en torno a la cuestión de si los derechos humanos deben ser adscriptos a orígenes religiosos o más bien humanístico-seculares. Una visión convencional del tema, no tanto en el ámbito de la investigación como en el de la opinión pública, supone que los derechos humanos surgieron a partir del espíritu de la Revolución Francesa y que ese espíritu es, a su vez, la expresión política de la Ilustración francesa, la cual fue, si no abiertamente anticristiana o antirreligiosa, al menos anticlerical. Según esta visión, los derechos humanos no son unívocamente el fruto de una tradición religiosa, cualquiera que sea, sino más bien la manifestación de una resistencia contra las alianzas de poder entre el Estado y la Iglesia (católica) o contra el cristianismo como un todo.

Existe, entre esta visión convencional y el humanismo secular, una especie de afinidad electiva, como la hay también entre las convicciones de los pensa-dores cristianos (sobre todo católicos), del siglo XX y una narración maestra alternativa. Los defensores de este punto de vista se concentran en tradiciones religiosas e intelectuales de largo plazo. Para ellos, lo que abrió el camino a los derechos humanos fue la comprensión de la persona, tal como nos la presentan los Evangelios, y la ulterior elaboración filosófica de esa inspiración religiosa, en conexión con un concepto personalístico de Dios desde los días de la filosofía medieval. Esta narración surgió cuando, en el curso del siglo XX, la Iglesia Católica se apartó de su condenación inicial de los derechos huma-nos como una forma de individualismo liberal y se inclinó hacia una defensa abierta de los mismos.

Obviamente, las dos figuras históricas mencionadas no son las únicas, de la misma manera que no existe una oposición simple entre un humanismo secular y una comprensión satisfecha o triunfalista del cristianismo católico. Existen también posiciones de compromiso, en las cuales se afirma que, si bien es cierto que la ilustración pudo haberse autocomprendido como anticristiana, sus motivaciones más profundas no eran sino una consecuencia de la insis-tencia cristiana en la individualidad, en la rectitud y en el amor al prójimo (o compasión). Pero lo que interesa aquí no es la enumeración de las variantes de naturaleza nacional o confesional de este fenómeno. De lo que se trata es, más bien, de abrir un nuevo camino que nos saque de este ámbito de debates, sin lugar a dudas, infructífero. Ese camino no es necesario únicamente porque el intercambio de opiniones en este campo produjo muy pocas modificaciones en las argumentaciones originales de los contendientes. Más importante aún es el hecho de que las dos posiciones mencionadas no son sostenibles. La narrativa convencional humanístico-secular es insostenible por razones empíricas. Esto

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se tornará evidente en este libro de múltiples maneras. Con todo, esa posición, aun cuando desfigura la realidad histórica (sobre todo la del siglo XVIII), tiene empero el mérito de haber querido explicar una innovación cultural a partir de las condiciones del período histórico en el cual esa innovación realmente ocurrió. La historia alternativa, por el contrario, no puede explicar de ma-nera convincente por qué un determinado elemento de la doctrina cristiana –que durante siglos armonizó con los regímenes políticos más dispares, de los cuales ninguno estaba fundado en la idea de los derechos humanos– debió convertirse súbitamente en la fuerza dinámica de la institucionalización de los derechos humanos. La maduración a través de los siglos no es una cate-goría sociológica y, aun cuando pasemos de la enumeración de anteceden-tes histórico-espirituales al plano de las tradiciones institucionales, donde esa tesis resultaría más plausible, no podemos olvidar que las tradiciones no se perpetúan por sí mismas, sino solo a través de las acciones de los hombres. Aun cuando podemos conceder, al menos de manera retrospectiva, que la idea de los derechos humanos, en cierta medida puede ser concebida como una renovada articulación del ethos cristiano, debemos estar en condiciones de responder a la pregunta de por qué pasaron 1700 años hasta que el Evangelio fue traducido, en este aspecto, a una forma jurídicamente codificada. Además, personalmente soy muy suspicaz con respecto a la posición de compromiso antes mencionada. Uno parece estar, de alguna manera, ante un juego de prestidigitación, cuando se reivindica como un logro de la propia tradición, lo que, al surgir, fue conde-nado por los representantes de esa misma tradición.

El mensaje de este libro es que existe una alternativa fundamental a esta mezcla de narraciones. La palabra clave para esta alternativa es “sacralidad”. Propongo concebir la fe en los derechos humanos y en la dignidad universal del hombre como el resultado de un proceso de sacralización específico, en el cual cada ser humano en particular, paulatinamente y de una manera cada vez más motivadora y sensibilizadora, fue comprendido como sagrado, y esa comprensión fue institucionalizada en el derecho. El término “sacralización” no debe ser concebido como si tuviera una significación exclusivamente religiosa. También los contenidos seculares pueden asumir las cualidades que son características de la sacralidad: autoevidencia subjetiva e intensi-dad afectiva. La sacralidad puede ser asignada a nuevos contenidos; puede desplazarse o ser transferida, incluso el sistema total de la sacralización, que tiene validez en una cultura, puede padecer una revolución. El pensamiento clave en este libro es, entonces, que la historia de los derechos humanos es la historia de la sacralización de esta clase y, más exactamente, una historia de la sacralización de la persona.

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Introducción

Con esto, quedan nombrados los dos motivos fundamentales e interrela-cionados de este libro (“sacralización” y “genealogía afirmativa”). Ambas ideas están interrelacionadas porque la argumentación genealógica específica es ne-cesaria, si las fundamentaciones del fenómeno de la sacralidad pretenden ser adecuadas. Aunque el compromiso con los valores no proceda de apreciaciones racionales, no deja de ser cierto que las argumentaciones puramente racionales puedan, tal vez, cuestionar las adhesiones a determinados valores o promover la reinterpretación de las imágenes de uno mismo y del mundo en vigencia. Sin embargo no pueden producir, por sí mismas, la fuerza que es inherente a los compromisos axiológicos. Para esto se necesita una genealogía afirmativa.

Esta obra comienza con tres capítulos histórico-sociológicos. En el primero se trata sobre la cuestión del origen de la primera declaración de los derechos humanos hacia finales del siglo XVIII. Ahí se somete a prueba el punto de vista convencional acerca de los orígenes “ilustrados”, y especialmente la tesis de Max Weber de que en el caso de los derechos humanos se trata de una “carismati-zación” (o incluso sacralización) de la razón. En el segundo capítulo, en base al proceso de eliminación o rechazo progresivo de la tortura en la Europa del siglo XVIII, se fundamenta una visión alternativa a la presentación, típicamente iluminista, o incluso foucaultiana, de la sacralización de la persona. En este capítulo se explica de manera detallada lo que ese término significa exactamente.

De entrada, el origen de los derechos humanos, y con más razón, su ulterior propagación y la intensificación de la adhesión a ellos, no deben comprenderse como acontecimientos de difusión cultural. Los derechos humanos podrían haber desaparecido tras su nacimiento, y tal vez hoy los ridícularizaríamos co-mo una curiosidad del siglo XVIII –como ocurre, por ejemplo, con el “mesme-rismo”–. En el tercer capítulo se trata un segmento de esa historia, es decir, la significación de las experiencias violentas para la elección y difusión de los de-rechos humanos. El caso histórico aquí evocado es el movimiento antiesclavista del siglo XIX en los Estados Unidos. Con este movimiento –en base al cual proponemos un modelo de la transformación de experiencias de violencia en una movilización a favor de los valores universales– y, en general, con el realce de las experiencias violentas, seguramente ponemos en consideración solo una cuerda del asunto. En conexión con la teoría de la sacralización de la persona, es de especial interés la manera en que, no solo las experiencias positivas y constitutivas de valor, sino también las experiencias negativas, conmocionantes, traumáticas del sufrimiento propio y ajeno, pueden conducir hacia una adhe-sión a los valores universales.

Al capítulo histórico-sociológico le sigue una autorreflexión metodológi-ca. Aquí se fundamenta con detalle lo que fue meramente afirmado en esta

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introducción: respecto del tema de los valores fundamentales no hay ninguna fundamentación filosófica que pueda reivindicar pretensiones universales e in-condicionadas, independientemente de toda historia; esta situación, sin em-bargo, no nos fuerza hacia una visión relativista, según la cual todos los valores no serían sino postulados subjetivos de individuos o culturas. Aquí, en amplia conexión con el “historicismo existencial” de Ernst Troeltsch, se defiende una alternativa a Kant y a Nietzsche, para expresarlo en una fórmula abreviada, pero también a Hegel, Marx y Max Weber.

Con este intermedio metodológico se alcanza un punto de inflexión en el curso de la exposición. Si hasta aquí se trataba de los rasgos fundamentales de una genealogía afirmativa de los derechos humanos, como una sacralización de la persona, ahora la mirada se dirige hacia los elementos fundamentales de la tradición cristiana (en su mayor parte, judeocristiana), de los cuales se afirma, con frecuencia, que habrían preparado los derechos humanos y que serían im-prescindibles para su sostenimiento. Esos elementos fundamentales son: la idea del alma inmortal de cada hombre como núcleo sagrado de cada persona, y la idea de la vida de cada uno como un don, del cual resultan obligaciones que limitan el derecho a la autodeterminación acerca de nuestra vida. Dichos ele-mentos no se presentan aquí, sin embargo, como los “generadores” históricos de los derechos humanos, ya que la relación entre cristianismo y derechos humanos –como lo ponen de manifiesto los capítulos histórico-sociológicos– es esencial-mente más ambigua de como la suele presentar una visión retrospectiva color de rosa. Ese capítulo cumple la función de abordar la cuestión sobre cómo, bajo la insignia de los derechos humanos y bajo los supuestos actuales del pensamiento, se puede hacer que estos dos elementos de la imagen cristiana del hombre pue-dan ser nuevamente aceptables. Ese intento es un caso ejemplar de la tarea de la rearticulación de una tradición religiosa frente a un drástico cambio de valores.

Con esto, queda preparada la plataforma que sirve de base al capítulo final. Es decir, si es verdad que los derechos humanos recurren a tradiciones cul-turales como la cristiana, y, empero, ponen a esas tradiciones bajo la presión de producir una autoexpresión de nuevo cuño, entonces valores como el de la dignidad humana universal y los derechos humanos no están “encerrados” en una determinada tradición. También se puede acceder a ellos a partir de otras tradiciones y bajo nuevas condiciones, en la medida en que esas tradiciones logren una reinterpretación creativa de sí mismas, de manera similar a la que ha logrado, sin duda, la tradición cristiana. Como consecuencia, esas tradiciones religiosas o culturales pueden también, sin romper consigo mismas, encontrar nuevos puntos en común entre sí. A esto apunta el concepto –que se explica en este capítulo– de la generalización de los valores, que es aquí transferido

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Introducción

desde la teoría sociológica del cambio social a una temática más bien filosófica. Finalmente, con la ayuda de este concepto, se narra el proceso de génesis de la Declaración de derechos humanos de las Naciones Unidas de 1948, como un proce-so exitoso de generalización de valores.

Así, tomaría forma la buscada genealogía afirmativa de los derechos huma-nos. Los procesos relativos a la génesis de “declaraciones” de los derechos huma-nos, con una precisa concreción histórica (finales del siglo XVIII y postrimerías de la Segunda Guerra Mundial), y los dos prolongados procesos de eliminación de lo que contradice la sacralidad de la persona (tortura y esclavitud), se toman en consideración como objetos ejemplares para hacer comprensible un deter-minado modo de proceder. En este determinado modo de procedimiento y en la consiguiente estructura de este libro se entrecruzan argumentación y na-rración histórica. Una pura narración o una pura argumentación constituirían una tarea más simple. La genealogía afirmativa, sin embargo, impone, lógica y estéticamente, una forma que no es ni puramente cronológica ni puramente lógica. Sin embargo, la fuerza real de persuasión del programa así esbozado solo puede surgir de la realización del mismo.

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La sacralidadde lapersona

Una nueva genealogíade los derechoshumanos

Tradicionalmente se ha buscado suscitar la adhesión a los derechos humanos mediante una fundamentación deductiva ahistórica, a partir de principios morales generales (Kant, Habermas), o se ha intentado alcanzar una explicación históri-ca de los mismos, a partir de circunstancias concretas. Hans Joas, en este libro procura trazar un camino alternativo en la fundamentación de los derechos humanos. Para ello parte de la experiencia histórica y apela a nociones fundantes de la sociología moderna para replantear, por fuera de cualquier connotación religiosa, el sentido de la sacralidad de la perso-na humana.De esta forma, intenta elaborar una genealogía positiva de los derechos humanos en cuanto apelaciones que, surgidas de las vivencias profundas de las personas, las convocan radical-mente y alcanzan así una validez supratemporal.

Hans Joas (1948), sociólogo y filósofo social. Se doctoró en 1981 en la Universidad Libre de Berlín con una tesis sobre G. H. Mead. El interés inicial de Joas por el pragmatismo y su influen-cia en la sociología (Pragmatis-mo y teoría social, 1993; La crea-tividad de la acción, 1996) mar-ca una constante de su empeño teórico: encontrar un vínculo en-tre la filosofía normativa y lo fác-tico, entre norma y génesis his-tórica. Esto se confirma en su si-guiente actividad de investiga-ción: el estudio del origen de los valores y su fundamentación me-diante una genealogía afirmati-va en cuanto fuente fáctica que por su poder de convocatoria alcanza un nivel supratemporal (La génesis de los valores, 2000), aplicada luego al caso de los de-rechos humanos, tema del pre-sente libro. Hans Joas, quien ha cumplido actividades docentes y de investigación en numerosas instituciones y universidades del mundo, como en la Universidad de Friburgo, donde desarrolló una alternativa a la concepción con-vencional de la secularización y el “desencanto” como corolarios necesarios de la Modernidad. Un primer resultado de esa investiga-ción es el libro publicado en 2012, Fe como opción. Actualmente es profesor honorario de la facultad de Teología de la Universidad Humboldt de Berlín.

La sacralidadde la persona

Otros títulos de la colección

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Otros títulos en preparación

Walter CenciEl objeto singular. Baudrillard y el cuerpoGiuseppe DusoLa representancia política. Génesis y estructura de un concepto

Hans J

oas

La sacralidad

de la p

ersona

Una nueva genealogía de losderechos humanos