La Saltadora

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    Informacin sobre este ebook

    Informacin sobre este ebook. Este libro electrnico,edicin de enero del 2015, del libro de relatos mutante "Lasaltadora. Relatos feministas", escrito por michelle reny ypublicado en mujerpalabra.net, lo comparto reteniendo elderecho de autora y a que mi obra no sea modificada.

    Cmo citar. La saltadora. Relatos feministas (1991-2014),pormichelle reny. Publicado en mujerpalabra.net

    Citando autora y fuente y nunca cobrando pues este ebook esgratuito, se puede compartiren blogs, webs, wikis, redessociales; o en fanzines, boletines, revistas... de distribucingratuita sin pedir permiso o informar, aunque se agradecen las

    noticias sobre su difusin. Para otros usos o para contacto,escribir a mp @ mujerpalabra.net.

    Gracias por respetar este copyleft y ayudar as a quepodamos compartir nuestros trabajos en la construccin de unacultura libre.

    Informacin sobre los grficos: los dibujosincluidos eneste ebook (tambin los del sitio web mujerpalabra.net) son demi autora. Las fotoslas tengo yo, no siempre recuerdo quin lastir o he podido consultar a quienes salen si les parece bien quelas publique aqu. Si hubiera algn inconveniente por favoravisar a mp arroba mujerpalabra.net para que lasretiremos. La foto ma de escritora annima imitando las posesde "los escritores universales" tiene los datos incluidos, la delrelato "Gata" es de una serie de fotos de Julio Castell, aunqueen sta sale l tambin. De los dos grficos webla rama deenredadera es de Juliette StCyr's (RavenJoolz) Buckethttp://s83.photobucket.com/user/RavenJoolz/library/y la mora

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    es de una foto ma.

    Informacin sobre la autora. Soy escritora de la masaannima por lo que mi espacio est en internet. Tengo una webpersonal alojada en Mujer Palabra: http://mujerpalabra.net/seccin Creadoras. En el prlogo de este ebook explico lo que es

    una escritora annima.

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    La saltadora. Relatos feministas(1991-2014)

    michelle reny

    Mujer Palabra, 2015

    mujerpalabra.net

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    A todas las personas con suficiente empata, inteligencia y valorcomo para poder saltar

    ndice

    Revisadas de nuevos las historias 1, 10, 15, 16. Aadida lahistoria 7 (del 2014) y 6, 9, 12, 13 (antiguas).

    00. Prlogo

    01. La saltadora

    02. Bella y la bestia

    03. La historia del chico griego en la playa

    04. He hecho croquetas

    05. Escribo en un cartn

    06. Gata

    07. Dinero

    08. El misterio de Chihuahua

    09. Buscando trabajo

    10. En el edificio torcido

    11. Llegar a la Puerta Azul

    12. Diario de una activista estresada

    13. Carta desde la zona de conflicto14. Era amor

    15. Dos sueos de cuando la saltadora cay en un pozo

    16. De cuando la saltadora perdi las malditas partculas

    17. Regenerando la identidad perdida (Ilustracin)

    Ilustraciones

    Portada: Ilustracin cubierta "La saltadora" (en la aldea, con lagata abuela), Bella y la bestia (relato 2), He hecho croquetas(relato 4), Dos sueos de cuando la saltadora cay en un pozo

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    (relato 15), Ilustracin "Regenerando la identidad perdida"(relato 17, con dedicatoria a Mary Wollstonecraft).

    Fotos

    He hecho croquetas (relato 4, Carmen y Mara en los setenta,Gloria en la aldea en los dos mil), El misterio de Chihuahua(relato 8, el abuelo violinista), Gata (relato 6, en la buhardilla),En el edificio torcido (relato 10, en el Secretariado Internacionalde la WRI-IRG), Llegar a la Puerta Azul (relato 11, enGreenham), Era amor (relato 14).

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    Prlogo

    Durante siglos, las sociedades humanas, a travs del sistema deorganizacin social patriarcal, han mantenido una actuacinmisgina y en general llena de odio, que nos ha arrebatado lahistoria de la mayor parte de la humanidad, adems deadoctrinarnos en ignorar la inteligencia de "las mujeres",personas con mentes humanas pero forzadas a la identidad de

    gnero patriarcal al tener sus cuerpos la capacidad biolgica degestar.

    Como escritora de la masa annima rechazo el sistema devalores y el sistema de valoracin prevalente en la sociedad. Enotras palabras, no se trata slo de que el Sistema nos excluyaradicalmente, borrando siempre todo rastro de que de hechoexistimos: es que lo rechazo, no slo por la violencia que

    imponen quienes no tienen ningn problema ante ejercer laviolencia, sino adems por la violencia que reproducimoscualquier persona si no nos proponemos el desarrollo de lainteligencia feminista, crtica y noviolenta. Lo rechazo, repito,insisto, persevero, porque en mi mente y cuerpo, lo que yo veodel mundo, me permite comprobar que la vida humana puede serde hecho guiada por el ideal de racionalidad emptica, ese que

    con toda probabilidad siempre ha existido y ese que siempre esperseguido en el padre de todos los sistemas de violencia.Adems, defiendo lo que comprendo e imagino con el asombrosorecurso de la rabia feminista, que la poblacin general no sabeinterpretar debido a lo profundamente tarada que est nuestrainteligencia tras siglos de adoctrinamiento el miedo, el desprecio,la subestimacin de las mujeres: el amor a defender nociones dejusticia, libertad y solidaridad, de desarrollo de un mundo

    noviolento donde primen soluciones que no reproduzcan lainjusticia y la violencia. A esa amorosa rabia, a esa furiosidadfeminista, le atribuyo lo que considero la ms importanterevolucin humana de la que tenga noticia, la revolucin

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    noviolenta del feminismo, iniciada en el siglo 20 aunque,probablemente, intentada o desarrollada incluso en otrosmomentos de la historia de la humanidad.

    Como escritora cuya propia existencia cuestiona el sistema, todami inteligencia creativa y mi esfuerzo creativo se vuelca en laconstatacin de lo que llamo realismo diferente: que hayenfoques a la vida, formas de mirar e interpretar el mundo y lasrelaciones que no son las que la cultura recoge como lugarescomunes o como lugares posibles. Son el cuerpo de los llamadosmundos posibles, imaginablesslo porqueen algn gradoexisten. Contra la imposicin cultural del dogmatismo patriarcal,estos relatos feministas, que recogen realidades humanasninguneadas, negadas, distorsionadas, demuestran que las

    mentes humanas pueden generar realidades que el Sistemaconsidera imposibles o utpicas. La utopa es slo una realidadque no prevalece socialmente, no un territorio de la noexistencia. Como hija de la sociedad patriarcal, en los relatos serefleja tambin la lucha interior continua por la construccin deuna identidad que trascienda la cultura de la violencia, una luchaque no se mide por las nociones patriarcales de triunfo o fracaso

    sino por el amor a la vida, a vivir bien y no mal, a desarrollar lascualidades y no justificar las violencias y mezquindades. No son"confesiones" o "testimonios" de ese ser inferior en todos lossentidos al Hombre que no alcanzan a "merecer" el ingreso en la"literatura universal" patriarcal. Son literatura, literaturagenerada por las razones por las que las personas llegan anecesitar el arte.

    Quien escribe habla desde s, aunque hable de otras personas,es decir, los escritores que nos llegaron y no hablaban para elPoder y su tradicin de obediencia tambin hablan de s al narrarsus historias. Slo que aqu eso no est transmutado en ficcionesaadidas sino plasmado ms desnudamente, por algo que meconvierte en hija de una saga perseguida y en hija de mi tiempo:que tengo esa libertad y me tomo esa libertad, y me mueve una

    sed de realidad que la cultura no apacigua, por sus innumerablesdistorsiones, mentiras y manipulaciones. Pero todo esto noquiere decir que no hable en general de las personas, que nobusque lo que el arte te ayuda a buscar, comprender, conocer,sobrevivir, transformar. Justamente, estos relatos hablan de lo

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    humano.

    En el cberespacio, michelle reny, diciembre 2014

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    01. La saltadora

    Dedicado a mis cberamistades, personas expertas en saltar parahallar y encontrarse.

    Mrame, con el barro casi hasta el borde de los ojos, pensandoen Shakespeare. People get soiled in the working, la gente semancha cuando trabaja, la gente que trabaja, no la gente quehace trampas. Mancharse, cuando es de tierra frtil, no es elmancharse habitual, es mancharse como yo ahora, que estoyhundida porque la cabeza me pesa demasiado y me he clavadoen la tierra blanda hasta el borde de los ojos. Es excesivo, cierto,pero constato que es posible, que ocurre en ocasiones.

    Soy saltadora, experta en saltar. Tambin corro. Puedo salircorriendo en prcticamente cualquier situacin, y ni siquiera

    necesito el cuerpo. He saltado de pico en pico por las montaasms altas del planeta, porque odio las fronteras y a vecessubrayar los hechos consuela.

    Entiendo que no puedas creerlo aunque yo s que as ha sido. Note preocupes, estoy acostumbrada; y apoyo que no se tenga fe:lo que ms necesitamos es aprender a razonar con el corazn.

    (No caer esa breva de la higuera.)

    He saltado tambin de volcn en volcn y he conseguido no caerdentro, a la masa candente de lava. Se me han chamuscado laspestaas y las cejas, lo que no da buen aspecto, pero eso ha sidotodo.

    He saltado por el agua de lagos y ros como salta una piedra

    plana lanzada al ras, para luego caer danzarina entre los peces(animales de sangre fra), hasta el fondo, donde he levantadonubes. Se podra decir entonces que tambin he volado.

    He trepado por rboles y saltado de copa en copa... Disculpa,

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    esto me aburre un poco,no s cmo darte mejor idea:

    soy bastante experta en saltos.

    Tambin en decir cosas que nadie cree, salvo las nias (esascachorras capaces de lenguaje a quien nadie escucha). Me creenaunque no saltaran, pero he de decir que ellas tambin saltan(todas ellas, calculo). Nos sentamos sobre una piedra o untronco azul, sobre la tierra naranja, y me escuchan. Saben queno miento y que pueden aprender algo de las narraciones de lossaltos, algo valioso. Ellas, al ser pequeas, no tienen miexperiencia, y dado que comen menos que nadie (apenas haypara quienes son las ltimas de todas las filas) tienen menos

    fortaleza de la que podran tener. Es cierto que cuando seenfurecen pueden compensar esta situacin. Pero son nias, soncachorras. A veces, he saltado con algunas a mi grupa, unaspulgas a lomos de una yegua feroz en el corazn de la nochedestructora, quiero decir, cuando haba que huir de algn cuchilloviolador. No quera extenderme en este punto, slo decir queellas me creen, se hayan venido conmigo o no, porque ellaspueden hacer esas cosas con bastante naturalidad (mientrasaguardan su turno, por ejemplo).

    Voy a cerrar los ojos, en el barro no me servira de nada tenerlosabiertos y seguro que duele. (No, no lo puedo saber ahoraporque todo me duele.) Intentar pensar en concentrar todasmis fuerzas para salir de aqu.

    Lo primero, saber... Tengo fuerzas para saltar?Quiz si pasara por aqu alguna nia con su risa clara de personapequea capaz de hacer cosas increbles entonces saltara,aunque lo cierto es que me gustara descansar, me pesa lacabeza y tengo mucho sueo, me gustara dejarme amasar por latierra frtil y descansar. Hundirse, lo saben hasta los tomos delpolvo, es slo dejarse llevar.

    Caramba: oigo risas de saltadoras de mundos. Creo que vienen arescatarme.

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    02. Bella y la bestia

    Desde que haba escuchado el relato de Leonora Carrington (queun da muy raro su madre le ley) y coga la bici, echaba demenos tener una larga melena llena de murcilagos y mariposas.

    Cundo vuelves? grit Mara.Luego contest Bella, que haba adoptado el mote de Scoutporque no quera tener nada que ver con ese asunto tan penosode ser una nia.

    Empuj la bici y de un brinco se lanz a pedalear por el camino.An no saba hacia dnde.

    El cielo estaba azul claro puro, su bici era naranja y la velocidad,la libertad de movimiento, la inund con su alegra.

    Se haba encaramado al grueso muro, despus de acariciar elmusgo oscuro y claro que creca en algunas de las piedras. Sesent con las piernas estiradas en el tramo del tejo, debajo deuna rama que pareca un toldo. Su cuerpo quedaba tapado por eltronco desde dentro. Pero si alguien hubiera mirado hacia all

    habra visto, asomando por la parte derecha del rbol, unaszapatillas deportivas, sucias y pintarrajeadas, y los bajos de unvaquero deshilachado.

    "Saldr el viejo?", pens mientras le quitaba la corteza a unpalo con sus finos y nerviosos dedos, y lanzaba miradas furtivashacia el jardn echndose un poco para atrs.

    La mansin estaba a las afueras del pueblo, en una amplia colinaventosa, a la que Scout le gustaba ir para volar su cometa.

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    No eran slo los muros que la protegan, y aquel jardn inmensoy salvaje. A Scout la fascinaba el viejo.

    En el pueblo teman a este hombre, y cuando l lo visitaba paraabastecerse de vituallas, la gente se apartaba y vigilaba, comose hace con los peligros.

    A Scout no le daba miedo porque slo saba lo que vea, y slovea a un viejo grun y a un montn de gente idiota.

    "Me marcho o salto dentro?" Senta siempre ganas de colgarsede la rama, lanzar las piernas hacia las partes ms firmes y

    llegar al tronco para dejarse caer en el recinto. Pero an no sehaba decidido. Llevaba meses observando al viejo cuando sesentaba en un banco de piedra del jardn a leer, o a estar ah,pensando o no pensando, apoyado en su bastn, serio otranquilo.

    Quera acercarse y sentarse a su lado.

    "Me voy", pens. Salt de lo alto hacia fuera como una pirata delCaribe y volvi a su bici, que se haba calentado mucho con el solporque haba olvidado dejarla a la sombra.

    Pedale veloz hacia el pueblo.

    El agua de la fuente estaba fresca. La encantaba jugar con ella yeso hizo.

    Te has mojado. Te van a pegar dijo Paquito.A m nadie me pega. A ti s? contest ella, ms asombradaque enfadada.Yo no hago eso.

    Scout empez a echarle agua y a rerse como una loca. l seasust, protest y termin entregndose al acontecimiento.Calados hasta los huesos, se sentaron a la sombra de un muroblanco, uno al lado del otro, pero mirando al horizonte, como si

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    no se conocieran.

    Croquetas, Scout se las coma de un bocado, y eso que tenan eltamao de "pelotas de fraile", segn deca Mara (la mujer que la

    cuidaba) entre expansivas carcajadas. Scout crea que "pelotas"eran las de botar, y se rea con Mara, porque era graciosoimaginar a un fraile, con sus faldones, intentando controlarvarias pelotas botadas al tiempo.

    Dnde metes lo que te comes?En la tripa dira con las mejillas como peces globo,frotndose el peto, a punto de estallar en risas.

    Mara era gorda, Scout era flaca. Las dos coman bien.

    Scout estaba tumbada sobre un montn de piedras angulosasmirando fijamente la pequea entrada a otro montn de piedrasque tena delante. Ola a gato y a verano. Las piedras estaban

    tibias y pinchaban un poco.Al cabo, sali una gata famlica, maullando como la trompeta enblues de Miles.

    Scout se qued quieta hasta que el animal se acerc. Empezacaricindola y despus intent cogerla. La gata buf, la ara yescap con un trotecillo, unos pasos ms all. Scout le dio un

    lametn a la sangre.

    Se miraron, la gata y ella. La gata la miraba ahora como siacariciara ella a Scout. Se fue para el campo.

    Maullidos diminutos... Asomaron unos gatitos, frgiles ypreciosos, con sus huesitos frgiles y su pelo suave. Con susuitas enanas y sus ojos grandes. Con toda su preciosidad

    encima. Scout les hablaba y se rea.

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    En la mansin abandonada estaba el viejo. Meditaba sobre sisalir al jardn. Estaba de mal humor. Caminando impulsiva ytorpemente, entr en la biblioteca. Se qued un rato mirando suslibros. Sali de la sala, de la casa, sin nada, y se sent en uno delos bancos de piedra del jardn.

    Mir hacia el oscuro tejo, oscuro y peligroso, bello e imponente.

    Vio las deportivas y los bajos del vaquero.

    Scout haba pelado una larga rama de sauce y se haca unapulsera, que luego tirara a pesar de que le gustaba, porque las

    pulseras eran cosas de nias. Se ech un poco para atrs por siapareca el viejo.

    Estaba ah! Dej de respirar unos segundos: la estaba mirando.El corazn le lata fuerte.

    No se lo pens ms. Se encaram a la rama, trep hasta eltronco y salt al interior del jardn.

    Con la mano apoyada en el slido y rugoso tronco (intentandopelarlo tambin, distrada), mir al viejo. l seguacontemplndola.

    Scout se fij en la tierra un rato. Haba hormigas. Atareadas,como siempre. Cargando palitos, pedacitos del mundo muchoms pesados que sus propios cuerpos, como si fueraninvencibles.

    Mir a su amigo. Ech a andar hacia l. Se sent a su lado, conlas manos entrelazadas en el regazo y la expresin de "Aquestamos". Le mir de reojo. l hizo lo mismo.

    Y el libro?

    El viejo se levant. Ella le sigui. Entraron en la casa, entraronen la biblioteca. Ola a madera, a papel y a tabaco. Ola muy

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    bien.

    Aquel verano Scout aprendi a leer.

    Ilustracin: Bella y la bestia

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    03. La historia del chico griego en la

    playa

    Dedicado a mis amistades de la red cuya mera existencia daganas de todo, da fuerza para todo

    Es un recuerdo de mi adolescencia, borroso casi siempre ypreciso en algn detalle. Deseaba intentar controslo por si os

    ocurriera como a m, que pensando esta historia comprendesdespus lo complejo que es todo, la maraa de hilos que conectatantos asuntos importantes para las personas individualmente ypara las personas en la sociedad.

    Se trataba de un chico griego, guapo y grande. Todas susproporciones y sus formas me parecan preciosas de contemplar.Tena el pelo negro, de rizos amplios, un poco largo. Los ojos

    oscuros brillantes con cejas pobladas. Todo el rostro era muymasculino aunque tambin muy suave debido a su juventud. Elcuello, las clavculas, los hombros; los brazos, el torso, lascaderas, las piernas; sus manos y sus pies Creo que en aquelentonces no haba visto unas manos y unos pies de una bellezatan equilibrada. Y las uas! Claras, perfectamente recortadas,ocupando el espacio preciso.

    Supongo que estaris pensando que el chico me gustaba comocandidato a novio, o que me atraa como candidato a amante.No, nunca sent aquello hacia l. Existen otras opciones para losafectos o el placer, aunque culturalmente se nos impidacomprenderlas, siquiera pensarlas. (Y cmo te pasas la vidabuscndolas, buscando todo aquello que la sociedad no quieredejarte pensar o comprender jams.) Yo le contemplaba con la

    intensidad con la que se disfruta de una obra de arte fuera de unmuseo; era una escultura griega viva. No senta hacia l deseosexual ni amor, platnico o romntico. Era otro tipo de placer.Reunidos en la playa, con rocas altsimas de fondo, rasposas, el

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    mar de sal lleno de formas de vida ignotas extendido hacia elhorizonte frente a nosotros, el cielo inmenso y azul sobrenuestras cabezas, con mi hermano, mi madre y la perra haciendocosas o no haciendo nada, all, cerca del chiringuito, sentadasobre la arena, yo reciba la imagen del chico griego con elmismo placer con el que reciba todo aquello, en aquel momento

    pleno: estar ah, disfrutando de la vida.El mayor misterio de la escena era que el chico, tmido y afable,se me acercaba, buscaba mi compaa. Yo era una adolescenterebelde para el mundo porque el mundo no quera ver cuntodao nos haca a las adolescentes. Y me defenda con mi mseficaz herramienta, criminalizada sin inteligencia en la sociedad,mi tabla de salvacin: un carcter fuerte. Si ser adolescente me

    haba convertido en una pieza para los cazadores, que nodudaban en exponer pblicamente su baboso deseo sexual (esemismo que les lleva a violar si puedenporque no saben separardeseo de tortura, no slo en las guerras y desastres naturales,tambin en casa, en la calle, en las luminosas oficinas caras y enlos callejones), torturndonos as siempre con su terrorismo degnero, acosndonos para que no podamos ni pensar en

    nuestras cosas, para que no podamos considerar nada que nosea su existencia, su existencia que lo llena todo con sucontinuada violencia conceptual, de palabra y accin contra todaslas mujeres; si ser adolescente me haba ubicado en un mundode extrema violencia contra mi persona y mi mente,asignndome el papel de objeto y de vctima, yo no iba aaceptarlo, iba a rechazarlo con todo mi ser, sin consideracin delas consecuencias, porque incluso las consecuencias estaban

    diseadas para someterme, para reducirme a ser usada. Optpor las maneras de marimachoy por la personalidad eternaadolescente, es decir, de persona que mantiene la intensidadvital sabiendo que lo va a tener todo en contra, por lo que estalerta y preparada para lo que intentarn: aniquilarte. Yacambiars. Cambiars t o a m no me vers.Nunca vas aencontrar novio. Mejor libre que perdida.Con lo mona que

    podras estar si... No soy una mueca. Y qu tiene de malo esechico? Pinchar mariposas en terciopelo no indica amor sinodesprecio.(Me ro, aunque la lucha ha sido digna de poemas opelculas que no existen; la msica, eso s, siempre ha sonadopara quien la pudiera escuchar) Mientras os cuento esto, a mis

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    ochenta aos, el pelo completamente cano, llevo dos coletas, delas altas, y camino descalza cuando quiero, como entonces.

    Por qu aquel muchacho, con su sonrisa callada y su miradacalma como un paisaje mediterrneo bajo el sol, quera pasartiempo conmigo me era desconocido. Supongo que hablaramos,aunque ms bien imagino que sobre todo hablara yo; supongoque jugaramos al baln, que saldramos en exploracionesmarinas y a nadar (no a tocarnos bajo el agua, digo a explorarqu haba en el mar y a disfrutar nadando). S que bamos alchiringuito, a comer chanquetes, que me volvan literalmenteloca (es un decir) porque no me planteaba yo entonces qu eranlos chanquetes (peces beb segn supe despus, cuando losprohibieron). Un chiringuito que result ser de su familia, algo de

    lo que me enter el da en que el chico griego me propuso venira buscarme a mi hotel para que saliramos a cenar.

    Mi madre me mir con la ternura y la picaresca con que laspersonas adultas miran a las adolescentes cuando creen que vasa hacer por primera vez algo que conocen bien. He de decir quemi madre, a mis 16 aos, me haba informado sobre dos cosasimportantes: que si quera probar las drogas, se lo dijera, porqueella las traera y las tomaramos juntas pues las sustancias queafectan a la percepcin hay que tomarlas slo con gente que tequiere por si te sientan mal; y que si decida probarlas sin ella,recordara que probar no era tomar la misma dosis de quienes lasconsumen habitualmente, si no menos. (Mi madre crea en laeducacin.) La segunda cosa que me dijo fue: si quieresacostarte con algn chico avsame, y te traigo condones. Tienes

    que usarlos para no quedarte embarazada y para no contraerenfermedades. Y si te decides por hacerlo slo con una persona,lo mejor es un DIU.

    Yo, con mi desprecio abierto a todo lo que pudiera ubicarme endesear el mundo que me estaba asfixiando e intentando siempreromper las alas, tena descartadsimas las relaciones sexuales(entonces slo conceba que pudieran ser heterosexuales, tal esla eficacia del bombardeo ideolgico que sufrimos desdebebitas), reaccion con escndalo ante la idea de que mi madrepudiera concebir que yo pudiera tener algn inters enacostarmecon un chico. Si las mujeres estaban ah para ser

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    usadas al margen de su voluntad, yo no iba a ser una mujer,mientras pudiera evitarlo y defenderme. Rechazaba el mundo delAmor: no pensaba casarme, jams aprendera a realizar lastareas que se espera que las mujeres realicen sin esfuerzo por sucondicin de mujer, como cocinar o parir, vivira sola o conamistades; aprendera a conducir, y ganara dinero con mi

    trabajo, dinero que adems pensaba compartir con quien no lotuviera. Sera autodidacta en aprender a respetarme, me querrabien. Mi vida no la iba a guiar aquel oprimido papel de reparto,sino un ideal humano: mi creatividad slo podra ser acogida poruna comprensin profunda de la libertad, y mi capacidad de amarcrecera en el territorio del verdadero amor, de la solidaridad,nunca en el de la Familia y el Matrimonio.

    Me enfureci la mirada adulta de mi madre, por tanto. Como erahabitual entonces, me alej de ella escupiendo fuego yhumeante. Pero acept la invitacin del chico griego, porque dela misma manera que intua que nadie debe forzar a nadie bajoningn concepto, entenda tambin que cuando alguien ofrece unregalo, no es amable rechazarlo. Bueno, hubo algo ms. Cuandoel chico me pidi salir aquella noche, sent algo que rara vez he

    sentido, y que de hecho, no me gusta sentir: halago.Ciertamente, palpitaba salvaje debajo de aquel sentimiento laemocin de la aventura... Pero sent tambin (y esto s que me lohaba validado la sociedad) como si aquello, que aquel chico mepidiera salir a cenar, me convirtiera en una persona excepcional.Esto siempre es peligroso, yo ya lo intua, porque si tuexcepcionalidad depende de que otras personas as lareconozcan, sers dependiente. Le ha pasado al Hombre en la

    historia, y le ha generado tal adiccin que ha sido capaz deejercer cualquier violencia para lograr que otros Hombres leconsideren excepcional (algo que significa en realidad, que leenvidien o teman). Existen muchos tipos de esclavitud, pero staes humillante, porque obliga a vivir renunciando al uso de lainteligencia. Por eso desde la Antigedad, l siempre hademonizado el amor al conocimiento en las mujeres, y ha

    ignorado o torturado a los hombres que no podan renunciar a l.Para l, no existe ms mundo que el del Hombre Sobre la Mujer,no existe ni puede existir un planeta de personas. Jams haechado de menos a las mujeres, el poder contar con la mente delas mujeres tambin para organizar y resolver el mundo, para

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    convivir en l. Su propaganda, difundida hasta la nusea enmitos y en la Historia, las ha presentado como inferiores, malas ypeligrosas. El cuento que justifica que se las reprima y explote, elcuento que desde siempre, continuamente, las ha despojado desu condicin humana.

    Hasta aquel da, el chico griego y yo slo nos habamos visto enbaador. La playa no entiende de clases sociales. En cualquiercaso, el chico y yo no habamos considerado qu aspectotendramos fuera de nuestro escenario habitual. En el hotel, conmi ropa an arrugada en la mochila, supe de inmediato qu mepondra: mi conjunto favorito de entonces, un peto vaquero conlos bajos deshilachados y el pecho lleno de broches de arcilla queme haba hecho yo misma. Ira descalza y con el pelo suelto (S

    aburrida mortferamente, con esos pelos).

    A las ocho, sala precipitada del hotel (siempre me ha dadovrtigo llegar tarde). El chico griego, vestido elegantemente,estaba de pie junto a una limusina. Esto me hizo rer, primeroporque cre que era una broma y luego porque me pareci elinicio de una gran aventura. Qu misterio! Sin darnos un beso,haciendo como que le daba un puetazo en el estmago a modode saludo, nos montamos los dos, risueos, en el vehculo. l ibacurioseando los broches de arcilla, uno por uno, y me hacabreves preguntas. Yo las contestaba rpido porque tena miles decomplicadas preguntas que hacerle. l pareca encantado contodo. Y mientras me responda a alguna, empec a descubrirrasgos de su carcter que no me encajaban bien con la bellezade sus formas y la amabilidad de su trato. Sorpresa en

    emboscada: l senta, al parecer, que yo deba de estarprofundamente impresionada por el hecho de que l tuviera unvehculo lujoso y aquellas cadenas de oro macizo y aquel traje dehombre, con pliegues afilados y rayas. No me hubiera molestadosentirme impresionada por todo aquello, si eso le parecaimportante y en correspondencia a su amabilidad de trato haciam, pero he de decir que a m los vehculos no me han

    impresionado nunca, y creo que es cientfico aadir que misafectos estticos no los suscitan los smbolos del poder y elestatus. (Para que os hagis una idea, un trozo de sal del MarMuerto o un collar hecho a mano con bolas de arcilla y trocitos decosas rotas me parecen regalos emocionantes). El restaurante

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    era de sus padres. No supe por qu, pero aquello me defraud;era como si convirtiera en falsa aventura toda aquella promesade noche.

    Creo que la cena estuvo bien, respecto a la comida, slo en eso,porque yo haba tenido que ir, gradualmente, replegndome enm misma, desbordada por tanto descubrimiento de asuntos conlos que no haba contado y que no me eran gratos, desbordadapor aquel chico al que yo nohaba conocido en la playa, quehaba aparecido de pronto unido a tantos objetos caros en aquellaberinto de ostentacin. l segua sonriendo con la sonrisa desiempre, slo que en el nuevo contexto, le imprima otrocarcter. Su amabilidad, que tanto me haba impresionado,empez a metamorfosearse en una trampa de ptalos de rosa

    que l iba poniendo a mi paso por el mundo. Debilitada,ciertamente, por las nuevas percepciones que iban cocindose enmi cerebro, no supe decir "no" cuando me anunci que bamos asu casa: quera que viera donde viva y presentarme al resto desu familia.

    Acabo de perder inters en seguir contando esta historia. Tengoganas de salir corriendo al jardn, porque ha empezado a llover yhay una higuera. Me encanta el olor de la higuera.

    Result que aquel muchacho griego concibi que yo pudierapertenecer a una mansin llena de nichos con platos de oro einscripciones en lenguas exticas. Mi consciencia de que l mehaba visto libre en la playa, feliz, y que pudiera concebir aquellome aterroriz. Luchando por mi vida (cmo explicar lo profundo y

    lo literal que es esto), pregunt dnde estaba el cuarto de bao.Me encerr con llave y salt por la ventana.

    Corr en la noche sin saber a dnde, a pesar de los pinchos y laspiedras picudas, a travs de un paisaje muy bonito, eso s, detierra roja y arbustos verdes, envueltos en la extraa luz de laluna llena. Estuve "desaparecida" muchas horas, las que mellev alcanzar un lugar con gente. (Un pub con jardn y msica

    negra, maravilloso.) Consegu que alguien me acercara a mihotel, algo que pas sin que tuviera, de nuevo, que huir,saltando esta vez de una furgoneta.

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    En la habitacin de nuestra madre, les cont a ella y a mihermano lo que haba pasado, mientras acariciaba a mi perra,que estaba sobreexcitada porque saba que algn peligro habacorrido yo, y supimos de inmediato qu hacer: decidimos buscaral da siguiente otra playa.

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    04. He hecho croquetas

    Cuando era pequea, la mujer que nos cuidaba, Mara, bajita yoronda, con una fortaleza y una risa irrefutables, haca bizcocholos domingos para los desayunos de la semana. Vivamos en elcampo porque nuestra madre quera que pudiramos montar enbici libremente, subirnos a los rboles, explorar territorios,caminos, cuevas A Mara tambin le gustaba que la dejramos

    en paz algunos ratos. Deca que la cansbamos, sobre todo yo,que crea que las nias tenan derecho a opinar sobre las cosasque les afectaban. "Eres una respondona", me deca a menudo, agritos en los momentos culmen, o como severa reflexinnocturna, mientras se meca junto a la mesa camilla coninfiernillo y se tiraba sus clsicos y sonoros pedos (esos quetanto nos aterrorizaba or a mi hermano y a m). Yo siempre lapeda que me explicara por qu deca aquello, pero, en un

    sentido profundo, nunca llegu a entender las razones.

    Mara haba sido taquillera de cine en los aos treinta, antes dela guerra. Haba conseguido el trabajo gracias al sindicato,porque en aquel entonces, la gente pobre y la gente sin empleose iba al sindicato a pasar la tarde, y se buscaban empleos paratodo el mundo. Era raro que las mujeres tuvieran trabajosremunerados que no fueran la prostitucin, limpiar, sermaestra pero al enviudar, muy joven, teniendo siete hijos quealimentar, el sindicato le haba buscado aquel empleo a ella.

    Cuando Mara conoci a mi madre, sus hijos eran ya hombrescon carreras y ella tena nietos. Sin embargo, para sorpresa desu familia, decidi dedicarse a mi madre, a mi hermano y a m.Mi madre la necesitaba ms que sus hijos. As lo entendieron las

    dos mujeres.

    El paso por la cocina de mi madre pudo ser, entonces, slo enNavidad y de carcter radicalmente festivo. Recogindose el peloen un kiki, nos convocaba al evento: unas veces en la cocina,

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    donde la mirbamos cocinar el tradicional pavo estadounidense,con su relleno de pan y cebolla, su acompaamiento de patatasasadas con piel, y el magnfico pastel de chocolate escocs;otras veces, sobre el mantel de hilo, en el saln, dondepreparaba el sukiyaki, un plato japons al que se le poda echarhuevo crudo encima cuando te pasaban el cuenco (daba asco al

    principio pero saba bien), que comamos con palillos o sorbiendoruidosamente aunque sabamos que eso no se haca. Nos habanenseado a comer siguiendo normas exquisitas, que incluanpelar las naranjas con cuchillo y tenedor. Con aquellas lecciones,yo me haba empezado a dar cuenta de que haba reglas socialesbastante ridculas, que pelar una naranja con cuchillo y tenedorera absurdo porque poda hacerse slo con cuchillo, decapitandolos polos y dibujando gajos sobre la piel rugosa, como haca mi

    abuelo. En cualquier caso, hacerlo para variar tena su gracia, asque en estas ocasiones me armaba hasta los dientes con los dosutensilios y le pelaba la naranja a quien me la pusiera pordelante, mientras mi hermano pequeo, agarrndose fuerte auna katana que trajo nuestra madre de Oriente, me emulaba concara de buda cabreado.

    Por decirlo de otra manera, en mi infancia no se produjeron esosnumerosos momentos caseros en los que las nias aprendeninconscientemente a cocinar viendo a su madre hacerlo, para enel futuro colmar las expectativas de la Humanidad llegando a seruna mujer capaz de cocinar "por puro instinto femenino" (la granfachada de la opresin, su justificacin ltima). Mi cortaexperiencia de aprendizaje culinario se limitara a los bizcochosdominicales de Mara.

    Los domingos, pues, encaramada a un taburete altsimo de clubnocturno para llegar a la barra de madera que tenamos en lacocina, la tarde comenzaba con Mara reuniendo los materiales:ocho huevos, medio kilo de harina, cuarto de azcar, los cuencospara batir, el tenedor, el recipiente del horno, la mantequilla, laesptula de goma; y yo, preparndome la merienda: en media

    barra de pan, alineando concienzudamente primero las rodajasde chorizo, luego las de salchichn y finalmente las onzas dechocolate. Mara primero mezclaba las yemas con el azcar,batiendo con una rabia (tie-ne-que-que-dar-muy-muy-fina, tie-ne-que-que-dar-muy-muy-fina) que siempre me provocaba

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    carcajadas con perdigones de pan masticado porque,indefectiblemente, me atragantaba. Llegaba mi turno: batir lasclaras al punto de nieve, lo ms fascinante. Despus, Maraechaba el huevo en la nube frgil para mezclarlo todo, y yofrotaba el molde con mantequilla y lo espolvoreaba con harina,con entrega. Por ltimo, vertamos la masa en el molde, una

    lengua de lava amarilla, y al horno! Mara sacaba una botella devino "de misa" y me echaba un chorrito. Pronto, la casa seinundaba de un olor tan bondadoso que debera disfrutarse de len toda mesa de negociacin poltica. Pinchbamos el bizcochocon una aguja largusima, Mara grua de satisfaccin, ysacbamos la obra: un rectngulo dorado y humeante,compacto, que se mantendra tierno da tras da porque nollevaba levadura. (No he vuelto a probar aquel sabor, supongo

    que en la infancia las cosas saben diferente.)

    Para cuando llegu al infierno de la adolescencia, Mara habamuerto de cncer de mama, y vivamos en la ciudad. Noscuidaban dos personas: los martes y los jueves mi abuelamaterna, alta y guapa, clida por fuera y fra por dentro, quien(las ms de las veces) nos haca fritadas para la cena; y lunes,

    mircoles y viernes, Basilisa, la asistenta, que por hacerle unfavor a nuestra madre se quedaba unas horas ms para darnosde cenar. Basi era flaca e igualita que Gila fsicamente, slo quecon una melena densa y canosa, cortada a estilo tazn. Noscontaba historias de la posguerra espaola. Coman mondas depatata y si haba suerte, rata, y le daban gracias a Dios poraquello, porque al menos estaban vivas y tenan qu comer. Anosotros nos haca su especialidad, tortilla francesa, que

    acompaaba con patatas fritas a pesar de mis protestas: "Nocombinan, Basi. Las patatas fritas son para los huevos fritos,para la tortilla es la ensalada". "Calla y come, que no sabes nifrerte un huevo." "Porque no es mi funcin. Yo tengo queestudiar, frer huevos te toca a ti." "Mira la seorita", replicaba, yyo no entenda por qu aquello era de seorita, si al institutobamos en pantalones casi siempre, y las chicas tambin

    participbamos en los debates de Filosofa, porque ya haballegado la democracia.

    Como no iba a contarle a mi madre, que tambin trabajabavendiendo parcelas fuera de Madrid los fines de semana, que mi

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    abuela se quedaba con el dinero de las cenas a pesar de quesu hija, una pionera del feminismo sin saberlo, le pagaba unsueldito por su colaboracin, me vea obligada a resolver elproblema. Dedicaba los sbados a compensar la falta previa decarne, pollo y pescado, consiguiendo, al tiempo, dar riendasuelta a mi creatividad: me inventaba platos. No usaba recetas

    porque sus imperativos y sus ingredientes imposibles measfixiaban, me cortaban las alas. Mi hermano y yo comimos todotipo de combinaciones nutrientes, y cmo nos asombrbamos,qu risa: "Sabe bien, sabe bien!". Todo sala rico en el horno, yera el mtodo menos peligroso, el ms amable.

    A los dieciocho aos me fui de casa. Los infiernos de laadolescencia a veces tienen este desenlace. Y olvid cmococinar. Al principio, coma fruta y pan, cosas fras, pero miamnesia continu cuando mejor mi situacin econmica. Quizno deseaba permitir que nadie en este mundo presupusiera quepor ser mujer tena que saber cocinar. Empezaba mi vida depersona libre, independiente. No iba a hacer "lo natural", lo que

    se esperaba de m por algo ajeno a mi voluntad, como tampocoiba a convertir el amor o el sexo en un contrato, pretenda serlibre siempre. Tampoco pensaba superar el horror a meterme unlpiz en el ojo para parecer ms guapa, ni usar sujetador ni ropaque moldeara mi cuerpo para parecerme a las mujeres-muecasde los libros de texto misginos que venden tan bien y tantogustan a los hombres comunes. Ni siquiera iba a considerar la

    posibilidad de usar tampones. Mi relacin con la vida iba a ser mirelacin con la vida, no lo que me ordenaran los usos y lascostumbres, porque en el reparto del sistema sexo-gnero mehubiera tocado el peor papel de los dos.

    No s por qu olvid cocinar, pero s que desde el da en que salcorriendo de la casa de mi madre hasta ayer, sbado, treintaaos despus, he sido absolutamente incapaz de cocinar nada

    que pudiera comerse, incluso aunque lo intentara, como en 1986cuando una familia de un pas en guerra me pidi una "tortillaespaola" y al girar la sartn de hierro macizo para voltear lasospechosa masa, cay todo el contenido al suelo de tierra.

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    Comimos huevos revueltos con patatas pasados por la arena.

    Medito, ahora, de una manera un tanto onrica, que quiz olvidcocinar porque slo quera hacerlo para mi hermano y para mimadre.

    En cualquier caso, lo importante es que ayer sbado hicecroquetas, siguiendo la receta de mi querida Gloria de Xan, aquien film preparando este plato hace unos aos, cuando ellatena 77: despus de picar el pollo y echarlo a la sartn con unpar de cucharadas de aceite, espolvorear harina (trescucharadas rasas por cada vaso de leche) y un poco de sal,mezclar bien, empezar a aadir leche del tiempo, a pocos, yremover, remover, remover

    Foto: Carmen y Mara, aos setenta

    Foto: Gloria de Xan, salvadora de trboles de cuatro hojas ymaestra de hacer la besamel sin grumos

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    Ilustracin: Croquetas caseras sobrevolando las publicacionesVindicacin feminista (edicin especial) y Mujer Pblica (nmero1, "Identidades y pertenencias")

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    05. Escribo en un cartn

    He odo que van a ir a cenar donde las monjas. Yo no voy. No esmiedo, no es dignidad. Es evitar escenas fuertes mientrasdependa de m. Lo siento, Lazy. Ya encontraremos algo. Algoocurrir, quiz.

    Ayer fue un buen da. Lazy miraba a una familia que coma en laterraza de la ciudad, de esta ciudad, en una terraza, estabanjuntos y rean. Le dieron trocitos de carne. El camarero la ech,nos ech como si tirara la basura, a la basura.

    La panadera nos trajo una bolsa de pan duro adnde dndedonde estbamos, aqu, a la plaza de los cines Luna, los cinesLuna, Vamos al cine, qu echan?Beb mucha agua despus, oestaba fra, menos fra que mis tripas, ms fra que la nieve, me

    puse enferma, tir el resto.Tir el resto. As fue, el resto.

    Escribo en un cartn. El boli lo encontr a la salida de un colegio.Qu coincidencia! Me llamo Sara. Tena instituto. S escribir. Me

    cuesta. Debo esforzarme. No abandonarme. Mi memoria no loborrar todo. Los recuerdos, las palabras, los sentimientos. Losmecheros, los bolis, el hambre. El fro y el desamparo, el fro. Elfro.

    Es macho o hembra?Es falta de intimidad. Constanteconstantemente te van a hacer dao. No t, Lazy, tan dulce, tanbella con tus ojos de almendra y tu hocico tibio descansandodescansando en mi pierna, descansando. Tus ojos de almendroen flor. Los soldados. La polica. Los porteros. "Cumplir con el

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    deber", el deber sagrado de provocar dolor. Las viejasprostitutas, valientes!, fuertes! Pero no les importa. No hayrespeto para las personas. No hay respeto. Vagabunda, sinrumbo, no hay rumbo. Dibilib dabalab, no hay escapatoria... Yfrica cuna, acuna, no hay cuna. Tan poderosos que dannuseas. Me espanta. Sin DNI no somos nada, no hay cuna.

    Me quitaron la bolsa. Mi bolsa de plstico blanca, nvea, erablanca como la nieve, como la nieve sucia, nieve sucia. Guardabaun trozo de moqueta eso es basura un trozo de moqueta.Me hace bien: me asla. Me asla del fro suelo, en el fro suelo,echada en en el fro de mrmol, mausoleo, mrmol que no medeja dormir, duro, duro, fro. Me asla del mrmol que no medeja dormir. Acento en "asla". Tena un rollo de papel higinico

    del bar. Tena el DNI.

    Me robaron la bolsa. Borrachos, soldados. Por qu se rencuando hacen dao? No fueron personas tambin? Es hembra?Se rean, se rean fuerte, lo ocupaban todo, una invasin militar.Llevan nias muertas en el macuto?Qu tristeza tan honda.Sent pena por los bebs. Se las llevan para devorarlas? A mme dejan caer, sueltan las presa Suelta. Cae. Andrajo.

    Hace sol. Qu buen da. Hay cajas de cartn llenas de ropa vieja.He encontrado un bolsito. Me lo cuelgo al cuello. Tiene trozos deespejo borroso Velado. Cabra perfecto el DNI. Me lo cuelgo alcuello, me lo meto debajo del jersey, que nadie lo vea, que nadie

    me lo quite. Guardo trozos de papel higinico. Me vendr elperiodo un da.

    Tenemos que ir al gineclogo. Tendras que tener el periodo ya."No tengo el periodo porque no quiero. Cuando quiera lo tendr."Y un da tuve miedo, como si toda la sangre desechable, fuera allenarme el cuerpo por dentro. Entonces me vino. Y un davolver. (Me ro, es gracioso.) Volvern las oscurasgolondrinas... Volver el oscuro periodo, a mi balcn, a mancharmi balcn de sucia vagabunda.

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    La gente pasa. Van a un lugar, eso es rotundo. Van a un lugar,siempre. A algn lugar seguro.

    Tengo queir al bao un da. Dormir antes, entonces podr ir albao. Dormir de da, con el calor de la gente de la calle. Lazy,tenemos que dormir, tenemos que encontrar un lugar seguro.Dnde no van los hombres?

    Vamos al Macdonalds a calentarnos. Las dos, mi amor, las dos,juntas. A colarnos en los servicios de mujeres.

    Son las 16.03. El reloj de cuarzo de la plaza. Me llamo Sara. staes Lazy. Cumplimos aos en primavera, las dos.

    Me acuerdo. Incluso lo bien aprendido se puede olvidar. Inclusolo evidente.

    Yo no voy a olvidar. El cuerpo encogido de fro como un beb,aunque era viejo. No llor. Tengo un pozo de frialdad en miinterior, de siempre. Miro algo trgico y a veces me quedo fra. O

    cuando discuto, por eso huyo de las discusiones. Tengo un genioterrible que asusta. No s cmo se llamaba... No tuvimos muchotiempo para hablar. Todo el tiempo, nada de tiempo. Se lollevaron envuelto en un plstico lechoso. No entiendo por quasusta, si tengo ms cosas, cosas buenas. Pero nunca importanada. As pues, ruedo por el suelo, como una hoja leve y muerta.

    La mujer que dice "raz cuadrada de hombre por raz cuadradade mujer igual a raz cuadrada, dibilib, dabalab, dubulub,debeleb, dobolob, cakuk, kikuc" no est loca. Est sola y poreso se habla. Practica, como yo ahora.

    Voy a quemar este cartn. No me lo quitarn. Vamos a pornuestra bolsa de fruta picada. Gracias, gracias, frutera bonita,gracias!

    He empezado a fumar. Pido un cigarro, por favor. Echo tanto de

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    menos la msica. Y ver al viejo, con sus surcos y sus ojos claros.jal existiera el cielo.

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    06. Gata

    Reparta en casa lo que cazaba por los tejados o las casasvecinas. Albndigas, filetes empanados, pjaros. Y una vez, unratn, que por fortuna no se comieron. La buhardilla no tenaagua, ni aseo, ni desage. No haba luz ni fuente de calor. Serlibre significaba pobreza. No saba yo entonces que la vida eratan exigente con la materia y que el cuerpo, adems, prefiere las

    cosas afables. Humphrey y Poco no cazaban. Humphrey porperezoso y Poco porque era tan pequeo y frgil que pareca unratn, lo que es un tanto humillante si, de hecho, eres un felino.La caza se distribua de la siguiente manera: primero para elpequeo, despus para el macho adulto, y el resto era para lapropia Gata y para la perra, Lazy, con quien comparta su vidasexual y una clida relacin de compaerismo. A m me tocabaalgo cuando se zampaban un pajarillo. Gata dejaba las alas

    unidas en lo que era mi cama, una ofrenda, y yo, a modo decorrespondencia, iba construyendo un mvil, un tanto extraoporque usaba cordeles de la calle, o cuerda, o alambritos.

    Gata tena un aspecto impecable de callejera. Era blanca, conmanchas variadas y oscuras. Humphrey y Poco eran blancostambin; el primero de blanco mullido, con manchas grises, y elsegundo de un blanco triste, con islas ni de color canela. La perraera una preciosa mezcla de setter gordon y collie negro, conaspecto de setter paticorto de hocico estilizado. Posaba comouna princesa, era dulce como la primavera y tena miedo almundo.

    En conjunto, formbamos un buen equipo. Todos saban que yoera la coordinadora general, pero gracias a Gata eran

    autnomos. Cuando mejor la situacin econmica compr unagran fuente redonda de barro y una cocina de dos fuegos decamping-gas, donde adems de cocer agua para el caf,preparaba carne de caballo, dulce y asquerosa, o hgado decerdo con arroz y zanahorias. La verdura y la fruta nos la

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    proporcionaba una solidaria frutera que me venda una bolsa deverduras descartables a 25 pesetas. Comamos juntos hastasaciarnos y nunca nadie intent ser egosta. Quiz exagero.

    Despus Gata iniciaba el ritual del aseo empezando por elesculido Poco y terminando con una placentera sesin con laperra. De ella aprend que haba asuntos que requeran unorden; la alimentacin, el aseo y las curas. Aquel mismo ordenfue el que aplic cuando nos contagiamos de tia. Yo no habasido cauta al recoger al gatito de un cubo de basura en El Retiro,y se desat la tragedia. El veterinario augur 40 das deostracismo, pero lo cierto es que los bichos malos murieroncongelados a los 10 das. Entre tanto, Gata convocaba a todo elmundo por medios no siempre noviolentos, casi ponindolos en

    fila, y yo les pintaba las aguijoneantes heridas con yodo. Por lamaana, repetamos la operacin con polvos medicinales.

    Fue una poca "bohemia": ramos libres, pasbamos fro yhambre, subamos al tejado a ver cmo la luz de la noche en laciudad ascenda hacia el espacio estelar como el humo de uncigarrillo... Cuando coca caf, lo colaba con un calcetn. Robabapapel higinico en los macdonals y a veces iba all adescongelarme con el secador de manos.

    En aquellos das dej de visitarnos Shiva, una felina que entrabapor el cristal roto de la ventana para atacarnos y que despus sesituaba como una gata egipcia en una esquina para sentirseintegrada en nuestro calor singular. Gata saba que noamenazaba su relacin con nadie en la buhardilla y nunca se

    pelearon. O eso imagino yo.

    Sobre el final, sobre nuestro final, no puedo decir ahora nada.Quiz otro da, cuando sentada sobre otras tejas descubra queGata consigui de hecho escapar cuando nos arrebataron aquelespacio.

    Pero s quisiera decir que tengo la impresin de que la vida

    siempre nos pareci a los dos, a Gata y a m, bastanteemocionante.

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    Foto: Gata sobre las tejas enmoquetadas para ella!

    Foto: Da de visita literaria saliendo al tejado con Lazy y Gata

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    07. Dinero

    Lo primero que aprend del dinero es que serva para hacer feliza la gente, para reunirla y hacer posible momentos de bienestary alegra compartida. Al tiempo aprend, como en un mundoparalelo, que haba personas insensibles a la felicidad. Sloperciban las cosas materiales y concentraban sus fuerzas enhacerse con ellas, incapaces de ver a las personas con las que

    podran compartirlas, incapaces, as, de disfrutar de la vida. Enmi imaginacin, mi primer borrador del mundo tena dos zonas,la de luz, donde habitaban quienes amaban vivir y saban portanto qu cosas eran importantes, y la de las sombras, dondecomo moscas contra un cristal se golpeaba una y otra vez unamayora ciega y ansiosa, que slo saba relacionarse en funcinde la posesin y acumulacin de cosas, a travs de ellas. Comonia, contemplaba los dos mundos, participaba en el de la luz

    con todo mi ser atento y abierto, sensible, e intentaba avisar ami madre de los peligros siempre inminentes que traan consigolos seres de las sombras, aunque sin xito. Sin embargo, comonia, sobre todas las cosas lo que prevaleca de maneraimplacable era que estaba fuera. Era pequea y el mundoinconcebiblemente grande y complejo. Era un puntito, casi sincuerpo, sin presencia en el cosmos. Lo saba adems por mi

    pesadilla infantil recurrente, que me asaltaba cuando lacomprensin del mundo se agolpaba en la ola atroz que loengulla todo: yo, minscula, al borde del abismo, a punto de seraplastada por lo gigante, que ni sera consciente en ningnmomento de su accin.

    De una manera extraa, aleatoria y al tiempo significativa, comoel vuelo de una mariposa, de una hoja muerta, o de una bolsa de

    plstico, aprend algo que marcara todas mis elecciones, lasconscientes y las inconscientes: que el dinero me generabarechazo aunque supiera que poda posibilitar el bienestar y lafelicidad. Por tanto, cuando me independic, resolv ubicarlo en

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    su lugar: no amara el dinero ni lo deseara; no le permitirajams fijarme en el espacio, atraparme y someterme; aprenderaa vivir sin que mi alegra y mi capacidad de querer orelacionarme con la gente dependiera de tener ms dinero que elliteralmente necesario para sobrevivir y poder disponer detiempo para descansar y compartir. Como mi madre, abrira

    espacios de plenitud de vida, aunque no dependiendo del dineroen la medida en que ella dependi, regalndolo todo porque lagente se pona tan feliz. Quera resolver el problema del ansia yla mezquindad de los seres de las sombras en torno a quiencomparte su dinero, y al tiempo seguir perteneciendo a la sagade quienes saben identificar las cosas importantes: saber verdnde hay potencial de vida y saber qu hacer para construirla construirla, s, as de esforzado, porque todo requiere un trabajo

    colosal, incluso la alegra, esa voluntad robusta, el trabajo deestar viva y actuar en consecuencia.

    Rechac profesiones que me daran posicin y dinero, gracias ami inteligencia clara del mundo de la luz, tan escurridiza para lascadenas, y consegu un trabajo comn que me gustaba con elque poda ganarme la vida, estudiar por las maanas y no dejar

    que el dinero fuera un obstculo para compartir: con mi fajo debilletes en mano a fin de mes, que me permitira pagar el alquilery tener para comer, poda regalar cosas, pagar rondas, comprarlibros, msica, billetes para conciertos, compartir el espaciodonde viviera, prestar mi habitacin, mi cama, incluso mi cuerpo,todo para que el mundo de la luz pudiera existir, para crear lavida pura, autntica, de la felicidad en compaa, con aquellaspequeas cantidades de dinero que se convertan en grandes

    oportunidades de felicidad compartida.

    Supongo que ahora se podr ir vislumbrando que lo que en lainfancia fue sntoma de inteligencia, en la vida de una mujerjoven estaba conducindome a un camino rocoso y espinoso,aunque no del tipo por el que transit mi madre, regalndolotodo y luego siendo abandonada, borrada de la memoria de tanta

    gente... Avanzando en mi camino de independencia, lleg unpunto en que necesit ms libertad, ms no necesitar el dinero, yme precipit, en una absoluta medida de inconsciencia, en lapobreza, como una suicida que se lanza desde una azotea paraliberarse de la insoportable pesadez del cuerpo; no como un

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    hombre de la clase media que se lanza a la aventura sabiendoque su familia le est guardando lo que legtimamente es suyo.Me impuls al mundo como si fuera una persona sin un lugarposible en el mundo.

    La pobreza, si la buscas, a diferencia de las armas y el suicidio,es accesible a cualquiera, y fabrica algo tan slido como lapiedra: muerde con rabia si puede. Fui vagabunda, que estraspasar el ltimo umbral, el que se encuentra ms all de lapobreza. La desesperacin de la pobreza obrera no la tiene lapersona sin un lugar, ese afn por juntar poquitos para estirarlosy, dosificndolos, poder sobrevivir da tras da a lo largo deltiempo. En la desposesin radical de la vagabunda no existe msque el momento, por eso no cabe la esperanza ni cabe el

    esfuerzo. Una moneda, ese objeto concreto, es un zumo denaranja natural, una botella de vino rojo, y ocupa de pronto elterritorio duro de estar siempre expuesta, lo reemplaza, demanera absoluta y total. Puedes dejar de mirar, sonada, lospares de pies que se dirigen a un lugar propio, donde descansar,donde estn personas que te esperan. Tomarte el zumo, elpastel de merengue que la gente con casa no se pide porque

    calculan que no pueden pagarlo, el trago de vino o el litro devino, es un instante que lo llena todo, porque el tiempo, para unavagabunda, es as de corto, el tiempo en que se est viva y nomuerta ni enajenada. El tiempo de sentir el cuerpo,reencontrarte con l, de no sentir dolor sino alivio, inclusoplacer.

    Antes de no tener nada, gracias a tener un poco, haba podido

    pensar y elegir; era yo, alguien consciente de que construa mivida teniendo en cuenta lo que deseaba ser, sentir, hacer... Sinembargo, al avanzar ms all respecto a rechazar el dinero, meencontr frente a frente con dos realidades tan enormes que eldesenlace para las personas atrapadas en ellas suele ser laenajenacin permanente o la muerte: la falta de un espacioseguro donde descansar y guarecerme, y el fro. El hambre,

    extraamente, no fue nunca un problema de igual magnitud,como si el cuerpo se acostumbrara a no comer y bastara conechar algo al estmago, un cachito as, del tamao fsico delestmago, cada dos o tres das. No teniendo nada, ni siquiera,sin duda alguna, un pequeo espacio donde poder estar en el

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    mundo, no podas pensar, mucho menos elegir, slo podassobrevivir momento a momento. Esto no era, con todo, lo msdoloroso o peligroso. Haba una realidad que se impona con lacalidad de la crueldad, la sordidez de lo desmedido: el papel delas otras personas. Quienes pasaban junto a ti se debatanferozmente entre no verte, no constatar tu existencia en ningn

    sentido, invisibilizarte en trminos absolutos, y necesitar juzgartey condenarte a causa del miedo que generaba lo que sentancomo su pequeo crimen, la culpa, ese motor de la violenciasubsiguiente, que se nutre de sepultar nuestra empata naturalhacia otra persona que se ve en una situacin vulnerable o desufrimiento que incluye el temido sufrimiento fsico.

    Fue en la calle donde aprend en qu medida reproducimos la

    cultura hondamente asimilada perpetuando su sistema deviolencia al forzar en nuestra mente la distorsin de todo instintoverdaderamente humano.

    "Y cmo ests ahora aqu?" me pregunta Ana en la clase. Estaba

    contando una historia y han sabido que est construida conmaterial autntico, que todo es verdad, como en las historias desiempre, que no son las que cuentan los patriarcas queinventaron la literatura y se obsesionaron con la capacidad delHombre de insuflar vida en personajes de ficcin.

    "Cierto, estoy aqu. Es una pregunta impresionante y preciosa."

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    08. El misterio de Chihuahua

    I

    Despus de la muerte de mi madre, busqu por toda la casa,impelida por la sorda alarma de que se lo iban a llevar todo.Recuerdo que empec por el guardarropa: estirndomebastante, baj las cajas de sombreros y las pamelas (era mayo),tante despus entre la ropa colgada, desorden los cajones.Buscaba, pero no saba qu, o para ser ms precisa, no eraconsciente de que estuviera buscando algo.

    Ocurri horas ms tarde, cuando al caer en la cama abatida porel desamparo, aquel vapor de sueo de mi cabeza empez adisiparse y comprend al fin que mi madre haba muerto, que yonecesitaba tocar objetos que me la devolvieran, investigar

    papeles que descifraran su vida, recuperarla, retenerla, cuantoantes. Por eso, aun sin saberlo, quera encontrar la bolsa deplstico anudada, con un cartel dorado que deca: "Para quemarsi muero. No leer".

    Sobre la colcha de ondas verdes, sa fue la primera vez que lavi. Mi madre, sentada en la cama, sacaba papeles de ella, el pelorecogido en caracoles rubios, el pijama de seda estampada con

    pequeas flores granate. Ola a cremas francesas. La trompetade Miles sonaba como cargada de algo bello y profundo, y mimadre se vea tranquila, absorta, quiz sensual. La msica y losaromas...

    De pequea, sola entrar en su cuarto cuando se arreglaba parasalir a bailar. Creo que as fue como empec a aprender lointenso, lo feliz que era ser duea de tu vida. Marvin Gaye,James Brown, Isaac Hayes. Aceite aromtico en el bao deespuma. Yo me sentaba sobre la mullida tapa del bter aescucharla hablar de todas las cosas del mundo que ibaconociendo mientras ella se pona las largas y curvas pestaas

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    postizas. Luego se enfundaba en sus vaqueros, y bailbamos unpoco entre risas. Finalmente, llegaba el momento de ladespedida: ella se envolva en el abrigo, yo tiraba de l, y ledeca "Qudate", o "Llvame contigo". Un amago de angustiaboqueaba en los ojos de mi madre cuando se la llevaba elascensor. Al cerrar la puerta tras de m, me senta culpable, pues

    saba bien, de alguna manera, que no pasaba nada, que lalibertad era algo que daba intensidad y felicidad a la vida, y quedeba haber hueco para ella tambin. Adems, por la maana, ennuestras mesillas, encontraramos una servilleta, suave y gruesa,con deliciosas almendras, o pequeas sombrillas orientales depapel, rosas, amarillas, azules, que abras y cerrabas hasta lacarcajada.

    La segunda vez que vi la bolsa, era yo quien escuchaba msica.Los sbados, cuando mi madre se marchaba a vender parcelas alcampo y vibraba la luz en su dormitorio, me pona a bailar,sintindome libre, olvidada del tormento de mi cuerpoadolescente. A veces abra las puertas acolchadas de su roperopara contemplar las cosas en los espejos enfrentados,multiplicadas hasta el infinito. Y despus repasaba su vestuario.

    Mi madre haca viajes a Londres y Pars para comprar discos yropa bonita, extravagante, que a menudo regalaba a vidasmujeres de la jet set. Los modelos que quedaban, al cabo deltiempo se guardaban en el Cuartito, una habitacin para la ropa,los bolsos y los zapatos, que estaba en la cocina, puesoriginalmente su funcin era la de alojar a alguien del serviciodomstico.

    En el Cuartito (descubr un da que mir bajo la cama), mi abuelaesconda las cosas que se iba a llevar de la casa de su hija:bidones de aceite de oliva (menudo derroche, comprar tantoaceite), un buda de porcelana trado directamente de China (nos para qu quiere tantos), muecas del mundo (esta nia lorompe todo, mejor se las guardo yo)... Tena un Cuartito ellatambin, en su propia casa, slo que cerrado con llave y

    candado. Un cuarto por el que pas el desaparecido Stradivariusde mi abuelo. Cuando nos invitaba a visitarla (me encantabansus meriendas, y poda contemplar mis muecas en la vitrina delsaln, incluso pedir que me bajara una para tocarla) y tena queentrar en su Cuartito para coger algo, yo luchaba por colarme en

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    l, sin xito. Ella era una fiera guardiana de su intimidad y youna amazona demasiado joven. Adoraba a mi abuela. A vecesme quedaba hipnotizada mirndola. Era una mujerincreblemente guapa. Haba ganado un concurso de bellezaaunque lleg arrastrada del brazo por una amiga, con su pelonegro, largo y ondulado, a medio secar porque llegaban tarde; y

    su vestido rojo de lunares, y sus dientes blancos como unamaana soleada, iluminando su preciosa sonrisa. Gracias almatrimonio haba escapado de la miseria de una familianumerosa y de la austera brutalidad de un pueblo castellano. Alcasarse con un Primer Violn de la Orquesta Nacional, crey queencontrara un estatus donde ser admirada y cuando mi abueloperdi el empleo, por la dictadura, y se vieron forzados al exilio,como buena superviviente, evolucion la idea, y de la vida

    itinerante que se sigui, ella construy su sueo: subida a losescenarios, junto a mi abuelo, deslumbrando a los extranjeroscon su belleza espaola, supo que estaban destinados a serestrellas de Hollywood, como le haba ocurrido a Xavier Cugat,un compaero de profesin, con las pelculas de los hermanosMarx. No pudo imaginar que a mi abuelo no le interesara lafama. Menos an que la que llevara la vida de estrella de cine

    sera mi madre, su patito feo, aquella nia a la que ella enrealidad no pudo querer nunca, por ms que mi madre lodeseara.

    Alc los ojos, uno de aquellos sbados, preguntndome si serannuevos tambin los sombreros, y entonces volv a ver la bolsa.Cerr el armario.

    II

    Mi madre haba sido educada para casarse, como ocurraentonces. Slo que ella, a los dieciocho aos, harta ya de coser ybordar, haba sacado una pierna por encima de los geranios delbalcn y haba amenazado con tirarse si no la dejaban irse alextranjero a aprender ingls: no les costara un cntimo, yahaba hablado con una conocida de all que la ofreca trabajo deau-pair.

    Al volver de aquel pas oscuro, de lluvias tristes, familias tiranase ideas democrticas, haba aprendido a hablar ingls y

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    taquigrafa. Tambin, que la libertad de movimiento era unafuente de placer y de sabidura, la llave para aprender cuestionestriviales y profundas, y se haba dado cuenta de que su intuicinla guiaba bien. Encontr trabajo de secretaria. Al poco tiempo, sujefe se dio cuenta de que tena un don para tratar con la gente, yle asign la tarea de vender parcelas y chalets en una

    urbanizacin. Al sueldo empezaron a sumarse sustancialescomisiones y se independiz de inmediato. En cuestin desemanas era millonaria, y as de rpido tambin forj sinpretenderlo una especie de leyenda en vida, la de la vendedorams generosa del planeta, ya que invitaba a sus clientes a comeren un hotel de cinco estrellas, e incluso a veces les hacaregalos.

    De esta poca, sin embargo, lo importante no fue que se hicierarica. Lo importante y lo difcil de comprender, por absurdofue que su capacidad para mantenerse econmicamenteahuyentara de su lado a los hombres buenos. Y es que entonceslos hombres buenos tambin se asustaban de las mujeresindependientes y vitales. Mi madre, sin saberlo, sin modelos porlos que guiarse, dudando, por tanto, de s misma en ocasiones,

    tuvo el valor y la inteligencia necesarias como para buscar sucamino, el estilo de vida que quera llevar. Deca que loshombres espaoles crean que el aseo les haca menosmasculinos: usaban palillos ostentosamente, no se cambiaban decalcetines a diario, y hacan ruido al comer. Adems, no queravivir al servicio de la persona a la que amara y no entenda porqu las mujeres no podan ganarse la vida. Por todo ello, se casun extranjero, un hombre de aspecto tmido y angelical, pulcro, y

    sobre todo un compaero, pues haba sido educado en un pasdonde las mujeres no eran unas guarras si los muebles tenanpolvo, ni unas zorras si usaban pantalones y aspiraban a tener untrabajo con sueldo. Aquel hombre haba nacido en los EstadosUnidos, un pas donde la gente se duchaba todos los das porquelas casas tenan de todo, y donde el trabajo y el dinero sereparta entre hombres y mujeres.

    A pesar del "sueo americano", la historia de James Z. Smith noera afortunada. Haba ingresado en el ejrcito tras comprobarque como trompetista clsico y piloto de carreras no conseguaganarse la vida. Asumi lo que all es la opcin de los pobres y se

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    vino a trabajar como soldado a una base area de las que Francole prest al gobierno estadounidense. Para mi madre, la vida deespaola-casada-con-un-soldado-yanki trajo a casa un bienestarmaterial jams soado. Tenamos los mejores electrodomsticosde la historia de la humanidad, esas mquinas indestructibles"Made in USA" de los aos sesenta y setenta: licuadoras de doce

    velocidades; neveras que llenaban los vasos de los invitados concubitos de hielo perfectos; los ms potentes tocadiscos,televisores en color, relojes musicales, lavadoras que dejaban laropa mullida como el algodn, y todo esto al alcance de cualquierbolsillo, porque los yankis adems de producir bien haban dadoa conocer la compra a plazos, el brete-ssamo de la economadomstica, hazaa que les report el respeto de los ojos msclarividentes de la poca.

    El matrimonio arroj otro hecho inesperado, aunque nada feliz:mi madre era, sin dudarlo, su compaera de da, pero de nocheera su vctima. Aguant tres aos porque crea que estar casadaera as. Sin embargo, su intuicin, capaz de ignorar las tiranasde Lo Normal, le permiti separarse de aquel creyente queasumi la obligacin de llegar virgen al matrimonio y que luego

    fue incapaz de superar veinte aos de represin, por mucho quela viera sufrir. Un da mi madre le compr lo que l quiso vendera cambio de que se marchara. Quiz no fue tan fcil, pero elhecho es que al final l volvi a su pas.

    Y entonces desapareci.

    Su madre escriba a la ma para preguntarle sobre el paradero de

    su hijo y la esposa responda que le haba acompaado alaeropuerto, que tena que estar ya en su pas. La AbuelaAmericana volva a escribir, desquiciada, diciendo que nadie lohaba visto, que mi madre menta, que qu le haba hecho. No sbien cmo reciba mi madre estas acusaciones; en cualquiercaso, contestaba con esforzada paciencia, reiterando la historia.A la Abuela Americana la ingresaron un tiempo despus en unhospital psiquitrico. Aparentemente, una crisis de esquizofreniala haba alejado del mundo material para siempre. De su hijo nose volvi a saber.

    III

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    A los ocho aos de la desaparicin de James Z. Smith, mi madrese present en la embajada de Estados Unidos para solicitar laviudedad. Para entonces era polgama de hecho, y le encantabacontrselo a la gente, a pesar de la dictadura franquista, o quizpor eso mismo. Se haba vuelto a casar con otro extranjero, unfilipino con antepasados vascos, guapo, coqueto y muy dulce,

    adems de un buen amante. Mi madre pudo dejar sus heridascicatrizar y abordar de nuevo la vida con su caractersticavitalidad. Con el tiempo, por desgracia, Rafael Zubizarretatambin cay en las redes del complejo machista que ensea quesi una mujer mantiene econmicamente la casa est humillandoal hombre, y acab dedicndose al ocio y la venganza. Cuandomi hermano tena cuatro aos, descubrimos que le robaba ropa,perfume y joyas a nuestra madre para drselos a una amante,

    una chica de provincias ambiciosa, a quien vea en las largasfiestas nocturnas que se costeaba con el dinero de nuestraprogenitora. Un da, o gritos en el saln y al asomarme, vitrazarse en el aire, para mi asombro, un oscuro arco de caf,que en el instante qued impreso en el muro blanco comosmbolo de la fugacidad de las cosas. Ella le haba mandado quese fuera con viento fresco y l acab casndose de penalti con la

    chica de provincias para convertirse al fin en un hombre de bien.

    Pero antes de este desenlace, los oficiales de la embajada trasvarios aos de investigaciones, plantearon dos posibilidadessobre la identidad del desaparecido. Poda ser:

    a) un corredor de coches que despus de un aparatoso accidentehaba muerto asfixiado, o

    b) el amnsico superviviente de una tragedia area en elTringulo de las Bermudas, quien haba rehecho su vida junto auna mujer con la que tena ya tres hijos.

    La investigacin qued interrumpida porque se acab el dineropara financiarla, pero la embajada dio al fin por difunto a MrJames Z. Smith.

    IV

    Mi madre muri sola en un pasillo de hospital, por una cuestinde salud que no tena por qu haberle costado la vida. Ocurri

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    despus de una discusin familiar aquella misma tarde. Se habareproducido la misma situacin que ella haba vivido con supadre, y que la haba marcado hasta el punto de que en casaestaba prohibido irse a dormir sin haberse reconciliado despusde una pelea, por mucho enfado que pudiramos sentir. Despusde la Dcada de los Maridos, ella haba seguido reteniendo su

    vitalismo, contra todo. Pero lleg un momento en que Todo seconjur contra ella y le quebr algo por dentro. Algo cruji, comoun palito, yo lo o; y siete aos antes de su muerte lleg unpunto en que ella dej de verme y yo no pude reconocerla. Aunas, s fue consciente de nuestra ltima discusin, y tuvo quemorir sola en un pasillo sin que por ltima vez nos hubiramosreconciliado.

    Su muerte se lo llev todo: ese infinito volverlo a intentar, laposibilidad. Slido, se abri un abismo bajo mis pies. Pas sieteaos infernales, que arrojaron a mi favor (leer lasconsideraciones de Rafael Snchez Ferlosio sobre la mentalidadexpiatoria en Mientras no cambien los dioses nada ha cambiado)el haber de dos poemarios y la siguiente pequea receta:

    1. Confiar: es posible salir del infierno.2. "Pasar": el dolor y el sufrimiento siguen ciclos y los

    momentos ms duros llegan, pero tambin pasan.3. No ponrselo difcil: no hay que proponerse misiones

    imposibles, ni se puede una juzgar con dureza cuando se estsufriendo.

    En cualquier caso, tuve que recurrir a las drogas: en el verano de

    lo que resultara ser mi ltimo ao de condena, atrapada yexhausta en mis propias redes, cre que ya no podra evitarmatarme. Con el mpetu de la desesperacin, me present en laSeguridad Social, temblando, casi borrosa, medio oculta trasunas inmensas gafas de sol. Indolentemente alarmada, laseorita me propona una cita para tres meses despus. Tocaba,consecuentemente, suicidarse. No supe qu hacer. Slo caba enmi cuerpo la idea de que no poda ms. Por suerte, la vida amenudo impone actos prosaicos en momentos de intensidadmxima y me vi llamando al psiquiatra de un seguro privado.Pude tambin llamar a mi hermano, para que me llevara en lamoto y estuviera a mi lado, pues tena miedo, miedo al

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    profesional, por si no lo era, ya que yo estaba muy frgil y eraagosto y todo estaba desierto, y miedo a que tampoco pudieraayudarme. Me atendi un joven doctor que escuchatentamente, y quien, para mi alivio econmico, psicolgico yemocional, tras una escueta evaluacin general, abstracta:"Somospura qumica", me recet las drogas que me sacaran de

    aquel pozo en seis meses. De mi querido Puqui, como le apod,inmensamente aliviada y agradecida, tras la primera entrevista,aprend que a veces los problemas se solucionan con una meracompensacin qumica, lo que es mucho ms fcil y eficaz queescribir poemas o hincharse a chocolate o patatas fritas viendolas pelculas de las cinco (formas indiscutibles deaniquilamiento).

    A los cuatro meses de haber empezado el tratamiento, uno deesos das en los que te encuentras lo bastante fuerte como pararecurrir a los recuerdos y lo bastante dbil como para no hacerlo,saqu las cajas de fotos, y un maletn que haba llenadodesordenadamente el da en que abandonamos la casa denuestra madre con papeles que no haba vuelto a examinar. (Labolsa nunca la encontr.) Puse una cinta de Miles Davis y me

    instal en la cama. Abr el maletn. Haba guardado los papelespensando en hacer alguna vez un collage sobre el leviatn dedeudas que se comi los ltimos siete aos de la vida de mimadre, pero no haba podido. No podapensaren ella. Ella mesala como una arcada en los poemas que escriba entonces, queaunque duros de sufrir, me mantenan, al menos, con las manosocupadas en no matarme. El maletn estaba lleno de letras,papel grueso amarillento que ola an a Chanel nmero cinco,

    con esa insistencia triste de los olores alegres que quedanatrapados en los objetos. El texto, en tinta negra, contrastabacon el granate de las filigranas. Me puse a ordenarlas con elcriterio infantil de los tamaos y las fechas, sin prestar muchaatencin, concentrada. Aparecieron unas fotocopias sin intersartstico, y de pronto, como tesoro descubierto, un pliego conbrillantes rayas azul celeste, amplios mrgenes dorados y un

    sello de lacre rojo que fijaba una ancha cinta, verde y spera, auna esquina. El colmo de la austeridad documental.

    Divertida con el hallazgo, me serv un vino y me acomod en elbutacn. A medida que lea, aumentaba mi asombro. Sobre las

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    firmas de mi madre y de su primer marido, se mencionaba ellugar de expedicin: Chihuahua, Mxico, y el ao: 1966. Era undocumento de divorcio.

    V

    Busqu en un atlas Chihuahua. Es un pueblo del desierto, situadoal norte de Mxico, cerca de Ciudad Jurez y de la fronteriza ElPaso, en Texas. Probablemente de esos que tienen bolasvegetales rodando entre el polvo, horizontes que se deshacen enondas, crceles muy pequeas y un representante de la leycorrupto. Un lugar hostil. Eleccin un tanto peligrosa, si sepiensa, para que una mujer solicitara un divorcio.

    Me esforc por recordar alguna referencia a Mxico en lasnarraciones de viajes de mi madre. Mi hermano y yo crecimosescuchando las ancdotas que contaba de sus dos vueltas almundo. Jams mencion Chihuahua. De pequea, cuando supadre tuvo que exiliarse, vivi en Hungra, Alemania y Argentina,y viaj por bastantes pases europeos, bailando, como una niagitana, al son de Sarasate y de Brahms. Ya de adulta, cuandotuvo dinero, sigui viajando: por los pases occidentales para ir

    de compras, por los exticos para alimentar su espritu deaventura. Ahora, sin embargo, resultaba que en 1966, cuando mimadre, segn sabamos, le haba pedido a su marido que ladejara y cuando ste lo haba hecho, se haba divorciado de l enChihuahua... No poda creerlo. Por qu no supimos de aqueldivorcio? Por qu no omos nunca a nuestra madre hablar de unviaje a Mxico? Por qu Chihuahua?

    Me cuesta contener la risa. S que no debera pasarme esto,pero me pasa. De todos los misterios que nos dej nuestramadre, ste siempre me hace rer. Me produce un intenso yextrao sentimiento de alivio, como si perdida en el bosqueoyera de pronto el grito de Robn. Me imagino la posibilidad mssalvaje, lo proscrito. Imagino que quedaron en secreto enChihuahua para divorciarse, que tras la firma de los papeles algo

    grave pas entre ellos y que ella le mat, accidentalmente, endefensa propia. Sin odio, sin resentimiento, porque ella no podamatar ni a las hormigas del jardn cuando nos invadan (de esose ocupara mi hermano, pequeo y concienzudo). Imagino que

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    ella consigui salir de esa situacin tan difcil. Y s que desde1966 hasta esos ltimos aos en que el mundo la abati, feroz,fue todo lo libre que pudo y a menudo feliz, como pocas personasen el mundo.

    Y bueno, mientras observo lo dorado y ligero que es el champn,hoy que es mayo, este denso cogulo de dolor y desamparo queme dej su muerte se va disolviendo, y pienso que si ellaregresara algo que no le sucede a los muertos segn meconsta, brindaramos, entre risas, por el indescifrable misteriode Chihuahua.

    Foto: Carlos Re, el Mago del Violn (premio Sarasate a los 16aos)

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    09. Buscando trabajo

    A grandes zancadas, como una nia atragantndose a pasteles,voy a buscar trabajo. Surco la amplia acera casi solitaria. Cruzola calle con el aplomo de una peatona consciente del derechoque la otorga el paso de cebra, a pesar de que el hombrecito rojoordena el alto. Un coche frena en seco. Su conductor grita algoque no entiendo y yo sigo. Alcanzo el portal dispuesta a

    enfrentarme sin contorsiones emocionales al portero, pero lafrialdad se me viene abajo cuando encuentro al hombreconcentrado haciendo ganchillo. Le sonro y l no pregunta. Lamaana empieza bonita.

    Aunque el ascensor me seduce con sus hierros negros retorcidosy sus cristales lechosos grabados con rocambolescas maraas deflores y pjaros, decido trepar por la escalera. Me detengo en el

    escaln treinta y tres y grabo sobre el yeso amarillento "Bonito".Al cerrar la navaja me corto el ndice. Finalmente llego ante lainmensa puerta lgubre. BRAGAS S.A. Llamo. El ring-ring seco yestridente me perfora el tmpano.

    Mi sombrero de terciopelo morado y ala ancha imperial hipnotizaal hombre pnfilo que abre, lo que me facilita el paso al hall derecepcin donde una mujer abandonada a la esttica de mercadome pregunta, tmida, que qu deseo. "Deseara", le digoabriendo los dedos como un abanico sobre el mostrador yacercando mi nariz a la suya, tan pequea, "que dejaras deocultar tu belleza bajo esa plasta de maquillaje" (El pnfilo seescabulle a su despacho). "Y adems", aado incorporndome,"quiero ver al ejecutivo Bonifacio Respingo".

    La mujer aguanta con la actitud de una herona bblica (pero hayalgo en su contencin que me conmueve), y con la mesura ydeterminacin que dicen las caracterizaba pregunta: "A quindebo anunciar?". Tardo en responder porque me indignadescubrir que lehacen llevar en una chapita gris su nombre

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    precedido del espantoso "Srta". "No sera mejor comienzo porcomentar que si quisieran saber tu nombre te lo preguntaran? "Esto de las etiquetas nunca me ha convencido. Estoy ms bien afavor de la comunicacin. Ella no contesta. "Adems", prosigo,"lo de Srta. es equivalente en este mundo absurdo a lo de libreen un taxi, porque los hombres nunca se han credo que somos

    personas". (Mi madre deca que tena facilidad de palabra. Quedebera ser abogada.) Gertrudis (se es su nombre) duda. (Yqu bonita est la gente cuando duda.) Decido rpido suavizar laabrumadora tensin en la que se ve envuelta con una de missonrisas ms dulces, pero llaman al timbre. Gertrudis, con suslabios rojo-amanecer-en-Shangai an ligeramente separados, yesos ojos castaos de pestaas largas rebozadas en rimelabiertos como el objetivo de una cmara, clava la visual en lapuerta y se lanza a pasitos de gorrin despavorido a la misin deabrirla antes de que el timbrazo atente una segunda vez. Estsofocada, pero an bajo control.

    Es el electricista. Viene a poner unos enchufes. "Espere unmomento, por favor..." me dice. "frica", aclaro, amable, "mellamo frica". Gertrudis aparta la mirada de m con esfuerzo y

    desaparece tras una puerta, escoltada por el hombre del monoazul. Reflexiono sobre Gertrudis. Ciertamente se trata de unamujer con capacidad de escucha (pareca enterarse de lo que ladeca) y, por tanto, sensible (lgica deduccin). Se abrumaporque es tmida e insegura (evidentemente), pero es valiente y,probablemente, generosa. A esto se le llama "capacidad deadentramiento psicolgico", me lo dijo un da una psicloga. Enel pasado, cuando he buscado trabajo y se han dado situaciones

    similares, he tendido a acabar en la comisara o a aterrizar en lacalle. No obstante, persevero, porque si algo se le puede sacar alaprendizaje obligatorio de ser Mujer en este mundo es, porejemplo, el desarrollo de la perseverancia, de la insistencia enser una contra todo. En la traduccin social, tiene otro nombre:"inadaptada social", lo que es reivindicable tambin porquequin quiere estar adaptada en un mundo tan grotesco como

    ste? Gertrudis parece una secretaria prototipo, pero tambinparece una persona. Me cae bien. Muy bien.

    El esculido pnfilo se asoma desde un despacho y al verme anen el hall, cierra rpido la puerta. Gertrudis tarda en volver y yo

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    me distraigo imaginando al tal Bonifacio. S de l, por la prensa,que es un importante empresario manchego que se haenriquecido escandalosamente vendiendo bragas hechas dealgodn trado de sus fincas de Amrica Central y del Sur. Leimagino yendo a veranear (desde la mentalidad empresarial,cambiando de ocupacin lucrativa) a una de sus fincas en Brasil,

    escoltado por su lujo y un puado de matones, comprobando lobien que va la explotacin de las y los 100.000 campesinos quetrabajen all a cambio de terror, enfermedades y hambre;entretenido en ordenar que se liquide a tal o cual "comunista"(dicho objetivamente: a cualquier persona que denuncie lainjusticia) como si l fuera el rey de bastos dirigiendo unacacera. La verdad es que el tal Bonifacio no es un ser menossiniestro que el jefe de la academia de polica con el que meentrevist la semana pasada para ver si me dejaban entrar.Despus de muchas tribulaciones sociolgicamente interesantes,no me dejaron "unirme al cuerpo".

    Gertrudis vuelve ms serena con respecto a m y ms nerviosacon respecto al electricista. El tipo la dice un par deobscenidades antes de despedirse, ante lo cual, con esfuerzo,

    consigo no decir nada: una mujer morena me ense que esmejor ayudar cuando te lo piden porque si no, puedes estarcuestionando la capacidad de las personas involucradas pararesolver el asunto por s mismas. Gertrudis no le dice nadatampoco, se limita a cerrar la puerta suavemente. Y al volversehacia m creo que me mira con esos ojos en los que se enredandiferentes emociones subterrneas y se atropellan las palabras(exempli gratia: pero qu es esto?! es un cerdo le pegara

    un puetazo de buena gana pero y si socorro cmo mecomo yo ahora esta rabia).

    "Perdone que le haya hecho esperar", dice sentndose y bajandola mirada a los papeles que tiene sobre su mesa para ordenarlos.Yo dejo deslizar el dorso de mi bceps derecho sobre elmostrador (movimiento que se detiene con el tope de mi axila)

    para, a pesar de la masa de carne de la mejilla que mi manodesplaza hacia mi ojo derecho, observar a Gertrudis. "Supongoque no tena Vd. cita", dice mirndome de reojo algoescandalizada por mi postura. "Veremos si el Sr. Bonifacio puederecibirla". Y a pesar de sus largas uas de porcelana presiona

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    con destreza el botoncito del interfono. Como un gruido suenael "S?" de Bonifacio Respingo. "Sr. Bonifacio, hay aqu unaseorita me mira como excusndose, la seorita frica, quedesea verle". "frica?", afirma voraz. "No ser negra?" "S, Sr.Bonifacio...", contesta temblorosa y sumisa. Tras una pausamediana, un breve "Hgala pasar" del mafioso, inexplicable para

    Gertrudis en aquel momento, pone fin a la comunicacin."Es un nombre muy extico el mo", explico algo aburrida. "Yadems, cuando no se dice el apellido suena a algo conposibilidades", aado con cnica picarda. Gertrudis parececonsiderar razonable mi explicacin, lo que me anima a retomarla tarea revolucionaria: "Oye, aunque ests en un trabajo que note guste supongo que no la gusta y trabajando para un cerdo,

    podras respetarte ms, o no? Quiero decir que, podras realizartus tareas sin tener que tragarte todo ese trato de mierda que noviene descrito en los contratos". Gertrudis se levanta de golpe yme mira furiosa. Tiene el aspecto de quien consideradeterminado comentario como la gota que rebasa todo embalse."Le importara mucho que le dijera lo que pienso de suscomentarios?", me dice al borde de lo que parece un ataque de

    indignacin. Ladeo la cabeza y me encojo de hombros. "Puesbien, pienso que no tiene Vd. derecho a venir aqu y a decirmequ es lo que est bien o lo que est mal!". Lentamente sesienta. Conteniendo la alarma que le ha producido suinsospechado y digno desahogo y retomando su rutina dice:"Ahora mismo la hago pasar". "Gertrudis, lo siento", digo muyseria. "Lo siento de veras". Tras lo cual emprendo rumbo por elnico pasillo que hay, hacia donde supongo que podra

    encontrarse el despacho del Sr. Respingo.

    "Dnde va?!", se le escapa a Gertrudis como un cacareoprimerizo. Y aletea como un pollito joven hasta alcanzarme. "Nohace falta que me hagas pasar, Gertrudis, de verdad, yo puedopasar sola". Gertrudis hace odos sordos. A pesar de la falda detubera consigue adelantarme, pero un tropezn con alguien que

    sale del despacho del "jefe" la hace perder su ventaja y acaboestirando todos los msculos de mi brazo derecho contra lapuerta del SR. BONIFACIO RESPINGO, que se abre de par enpar, desvelando la cara de pasmo de aquel matn de nariz chatay poros anchos.

  • 7/25/2019 La Saltadora

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    Los acontecimientos que se siguieron fueron de esperar en loreferente a la breve y exaltada relacin que mantuvimos elempresario y yo, y absolutamente sorprendentes en cuanto alcomportamiento de Gertrudis. El Sr. Bonifacio, quien

    probablemente esperaba darse un respiro laboral flirteando unrato con una tal frica (porque ya se sabe si las mujeres engeneral no valen nada, las mujeres negras son "la mula delmundo"), fue acribillado por La Candidata con preguntas sobresus corruptelas tanto nacionales como en el extranjero y condatos sobre la situacin humana, econmica y poltica enAmrica Latina. Como se resista a escuchar, llegu hasta a

    impedir que descolgara el telfono para llamar a la polica, lo quele dej tan indignado y estupefacto que pude ganar unos diezminutos ms para seguir con mis explicaciones. Le cont que mirazn para buscar trabajo junto a una persona tan ticamentecensurable como l era que tena algunas ideas sobre cmomantener un negocio sin abusar de las dems personas, y dedujeen alto que, consecuentemente, a l le vendra bien contratarme.Aad datos sobre la distribucin de riquezas en nuestras

    sociedades, e hice una reflexin sobre lo que implicara mayorsolidaridad con o respeto hacia las otras personas en el planopersonal y social.

    Gertrudis, que estuvo en todo momento de pie a mi costado, memiraba horrorizada. Cuando "su jefe" se dispona a poner fin alos acontecimientos a costa de desenmascarar su yo msdemoniaco estrangulndome, Gertrudis entr en accin. "Sr.Bonifacio, por favor", comenz con tono de splica, "sintese".Corri hacia la cisterna de agua que haba junto a la ventana yllen un vaso. "Tome, bbase esto" (el agua, tan vital, siempreayudando). "Sr. Bonifacio, yo me encargo", dijo, eficiente. Elhombre se sent y se bebi el agua. "Haga ahora los ejerciciosde relajacin", aadi Gertrudis, y l comenz a respirar hondomientras Gertrudis me diriga una mirada enigmtica. Ms que

    una trabajadora pareca una hermana mayor calmando alpequeo de un disgusto. Despus acerc una silla a la de l y,sentndose en frente tras disculparse por la osada, empez, conu