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La Comisión de la Verdad y Reconciliación nació contaminada de todos los factores que tienen que ver con el conflicto, y salpicada del descrédito que acompañan a la administración de Lobo Sosa. La Comisión de la Verdad adolece de un error fundamental de fábrica: sus miembros, especialmente los hondureños, no aceptan que el país está desmoronado, y buscan hacer un informe sobre lo que ocurrió en el país, más o menos sobre la base de que las cosas están mejorando, y dirigido a unas instituciones y a unos funcionarios con el fin de que mejoren su funcionamiento. Los miembros de la Comisión de la Verdad creen tan a rajatabla en la actual institucionalidad, que entienden su trabajo como un servicio para que la misma siga funcionando, mejorando en aquellos aspectos que se desajustaron y provocaron la ruptura constitucional. En todo caso, dirían sus miembros, las cosas están desajustadas, y el informe vendría a contribuir a dar el ajuste que necesita la institucionalidad para que siga funcionando, sin tener que correr los riesgos de otros sucesos como los que provocaron el golpe de Estado. Así como se lo creen sus miembros, la Comisión de la Verdad se inserta en la vida del país como un factor estricto del conflicto, y en lugar de contribuir a destrabar la crisis, será un factor político que abonará a la inestabilidad. Se puede prever un informe que arrojará algunas luces sobre lo ocurrido, que dejará satisfechos a algunos, levantará polvos en otros, dará palos a unos y dará palos a otros. Pero al final de cuentas no pasará de ser ni fu ni fa y será conducido sin remedio a los archivos para consultas de expertos ratones de biblioteca. Y el país seguirá en su imbatible proceso de ingobernabilidad. Eso sí, si la Comisión de la Verdad quiere de verdad dar un servicio a la sociedad hondureña, sus miembros tienen que ensuciarse, y dejarse de falsos equilibrios. Un informe que tenga como punto de referencia que no se puede erigir nada nuevo sobre esta podrida institucionalidad, sino que se debe partir de la construcción de una nueva institucionalidad, con nuevas reglas de juego que rompan con el modelo conducido por unas poquitas familias, sin duda estremecerá a la sociedad entera Un informe así, dejará a los miembros de la Comisión chamuscados, pero sin duda estarán dando un hermoso y generoso servicio al país porque podría así convertirse en un factor que contribuya a empujar el nuevo pacto social que el país necesita, construido no desde las elites actuales, sino desde los diversos sectores de la sociedad hondureña. Sin embargo, eso supone cambios profundos en las mentes, corazones y lealtades de cada uno de los miembros de la actual Comisión de la Verdad, que en los hechos es como esperar que los problemas del país se resuelvan con milagros caídos del cielo. Y los milagros, cuando en efecto ocurren, es porque se han tejido desde abajo, con la fuerza creadora y transformadora de los pobres. Nuestra palabra | 16 Agosto 2010

La verdad de los milagros - 16 agosto 2010

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Page 1: La verdad de los milagros - 16 agosto 2010

La Comisión de la Verdad y Reconciliación nació contaminada de todos los factores que

tienen que ver con el conflicto, y salpicada del descrédito que acompañan a la

administración de Lobo Sosa. La Comisión de la Verdad adolece de un error fundamental

de fábrica: sus miembros, especialmente los hondureños, no aceptan que el país está

desmoronado, y buscan hacer un informe sobre lo que ocurrió en el país, más o menos

sobre la base de que las cosas están mejorando, y dirigido a unas instituciones y a unos

funcionarios con el fin de que mejoren su funcionamiento.

Los miembros de la Comisión de la Verdad creen tan a rajatabla en la actual

institucionalidad, que entienden su trabajo como un servicio para que la misma siga

funcionando, mejorando en aquellos aspectos que se desajustaron y provocaron la

ruptura constitucional. En todo caso, dirían sus miembros, las cosas están desajustadas,

y el informe vendría a contribuir a dar el ajuste que necesita la institucionalidad para

que siga funcionando, sin tener que correr los riesgos de otros sucesos como los que

provocaron el golpe de Estado.

Así como se lo creen sus miembros, la Comisión de la Verdad se inserta en la vida del

país como un factor estricto del conflicto, y en lugar de contribuir a destrabar la crisis,

será un factor político que abonará a la inestabilidad. Se puede prever un informe que

arrojará algunas luces sobre lo ocurrido, que dejará satisfechos a algunos, levantará

polvos en otros, dará palos a unos y dará palos a otros. Pero al final de cuentas no

pasará de ser ni fu ni fa y será conducido sin remedio a los archivos para consultas de

expertos ratones de biblioteca. Y el país seguirá en su imbatible proceso de

ingobernabilidad.

Eso sí, si la Comisión de la Verdad quiere de verdad dar un servicio a la sociedad

hondureña, sus miembros tienen que ensuciarse, y dejarse de falsos equilibrios. Un

informe que tenga como punto de referencia que no se puede erigir nada nuevo sobre

esta podrida institucionalidad, sino que se debe partir de la construcción de una nueva

institucionalidad, con nuevas reglas de juego que rompan con el modelo conducido por

unas poquitas familias, sin duda estremecerá a la sociedad entera

Un informe así, dejará a los miembros de la Comisión chamuscados, pero sin duda

estarán dando un hermoso y generoso servicio al país porque podría así convertirse en

un factor que contribuya a empujar el nuevo pacto social que el país necesita,

construido no desde las elites actuales, sino desde los diversos sectores de la sociedad

hondureña.

Sin embargo, eso supone cambios profundos en las mentes, corazones y lealtades de

cada uno de los miembros de la actual Comisión de la Verdad, que en los hechos es

como esperar que los problemas del país se resuelvan con milagros caídos del cielo. Y

los milagros, cuando en efecto ocurren, es porque se han tejido desde abajo, con la

fuerza creadora y transformadora de los pobres.

Para que los milagros se puedan tejer y experimentar hay que llevar muy de cerca y en

el corazón los clamores y las aspiraciones de la gente más empobrecida, porque sólo así

podemos ser leales a ella en cualquiera de las circunstancias. Y los miembros de la

Comisión de la Verdad parecen estar demasiado lejos, y sus lealtades ciertamente

Nuestra palabra | 16 Agosto 2010